Misofagia
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Misofagia
EXISTÍAN EN MESOAMERICA TRES TIPOS DE CANIBALISMO que podían ser
calificados según el lugar que ocupaban dentro del grupo los seres humanos
que iban a ser consumidos. Existía el endocanibalismo, que se caracterizaba
por comer sólo a personas del mismo grupo; el exocanibalismo, que indicaba
el consumo de forasteros y el autocanibalismo, que significaba ingerir partes
del propio cuerpo. Yo practico la misofagia, que es el deseo o la necesidad que
tienen los hombres de tener una mujer, pero en un apetencia equiparable a la
de comer.
Fiel a mis costumbres sólo como hembras inteligentes y perspicaces,
que en estos días de Internet y paliativos son irremisiblemente difíciles de
encontrar. En verdad no existe relación directa entre el IQ y el sabor de la
carne; la hay quizá en la exaltación, que a su vez tiene que ver con el gustillo
que interpreta el cerebro, pero no con el registrado por las papilas gustativas;
eso decae en una perturbación del gusto, y no creo que sea mi caso. Cuando
yo ingiero carne de mujer, mis papilas liberan una sustancia llamada
adenosina trifosfato, una especie de neurotransmisor que activa mi sentido del
gusto; en todo este proceso, una proteína llamada modulador homeostático de
calcio 1, funciona como un canal que libera suficiente adenosina para percibir
lo salino de la carne de la hembra, un sabor muy similar a la sangre de
cordero; puedo percibir entonces la edad, el tipo de alimentación y las
condiciones de almacenamiento que yo mismo le otorgué. Al final, un ligero
sabor metálico como consecuencia de su contenido en hierro, y es ahí cuando
llega la eyaculación.
¿Significa progreso el que el antropófago coma con cuchillo y tenedor?,
preguntaba al aire el poeta Stanislaw Jerzy Lec, el progreso es la realización
de las utopías, le respondería un afeminado Oscar Wilde, y mi utopia es el
canibalismo. La gente cambia, la luna tiene más cráteres que en un principio y
hay más I Phones que personas en el mundo, ¿por qué no debería yo
apegarme a los utensilios contemporáneos para conquistar y asesinar?, Rudy
Eugene utilizó la Biblia y la sobrevalorada Vida de Zoé para devorar rostro y
nariz del indigente Edward Poppo en el 2012. Nicolas Cocaign utilizó unas
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tijeras industriales a través de la rabia para propinarle docenas de pinchazos
en el pecho, cuello y espalda a su víctima. Y como no estaba seguro de si
había muerto, buscó un saco de basura y lo asfixió, cogió una cuchilla de
afeitar y le abrió el pecho. Según sus testimonios, metió la mano creyendo que
estaba tocando el corazón, pero como le dijeron más tarde, lo que cogió fue un
trozo de los pulmones. Cocaign lo hizo por curiosidad, según él, quería
conocer el sabor de la carne humana.
Fritz Aarmann utilizó un hacha de partir carbón ayudándose de una
sierra de carnicero para desmembrar a cincuenta cadáveres que él mismo
convirtió en “perros calientes” y que después vendería en la estación de
ferrocarril en la que trabajaba. Jeffrey Dahmer violó, asesinó, bebió la sangre y
se comió –entre otras partes del cuerpo– los cerebros de diecisiete jóvenes,
tras sentir que pasaban a ser permanentemente parte de él, aparte de la
curiosidad de saber cómo eran por dentro. Henry Heepe mató a su madre de
setenta y siete años y cocinó un guiso con ella. George Hasselberg confesó
haberse comido las entrañas de su amante octogenario, al ser interrogado
declaró: “Jamás pensé que podría haber llegado a este extremo”. Filita
Malishipa, de Zambia, fue condenada a seis meses de prisión tras confesar
haberse comido a siete de sus hijos con la ayuda del “Demonio”. Ustedes
disculparán las apologías, pero es que me excita en demasía narrar estas
historias. Yo utilizo la lujuria y el Facebook para manipular a mis víctimas, ese
progreso con hipo que es la red social.
Conocí a Alejandra en el 2011, tras enviarle una solicitud de amistad
que aceptó al instante. Nos hicimos amigos de madrugada, frente al monitor.
yo escribía desnudo, ella en pijamas sugerentes de dibujos animados. Pocas
veces activaba su cámara en Skype, pocas veces la vi desnudarse, incontadas
veces lo hice yo, ella tenía una cara entre horror y excitación.
Platicábamos acerca de cine, ya saben, usualmente de cintas
populares, de esas que se ven comiendo palomitas en casa o acompañado de
tu pareja en las salas de cine. Yo hablaba sobre Cannibal holocaust de R.
Deodato, ella sobre la maquillada y sobrevalorada The silence of the lambs. Yo
conversaba sobre Thomas Harris, y aquel Doctor regiomontano llamado
Alfredo Ballí Treviño y quien fuera la inspiración detrás de Hannibal Lecter.
Habitualmente ella me enviaba links que contenían canciones de Led Zeppelin
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o Pink Floyd, y hablaba de ellas como si fueran el santo grial de todas las
bandas. Por mi parte yo enviaba tangos, o le desplegaba el existencialismo
latinoamericano explicado en un bolero ranchero, ella se mostraba icónica e
indiferente, yo solo escribía.
Recuerdo bien hablar sobre aquel bolero titulado Sombras, que
interpretaría Javier Solís, pero que fue compuesto para Blanca Rosa por José
María Contursi. Escribía fragmentos de la canción en disímiles ventanas de
chat: “Quisiera abrir lentamente mis venas / mi sangre toda verterla a tus pies /
para poderte demostrar que más no puedo amar / y entonces morir después”.
Ella reía en forma de emoticón, yo rompía en llanto gracias a mi TLP, y no
había link que pudiera curarme.
No asesiné a Alejandra si es lo que están pensando, o burdamente, “no
me la comí”. Le estaría haciendo un favor, y yo no soy complaciente, soy en
todo caso un horrorista. Aunque mis dientes, lengua, estómago y pene me lo
pidieran a gritos, no me la comí, sería demasiado bondadoso el acto de
hacerlo. Nos vimos solamente una vez, en un café chocante, y me sentí tan
insulso que quise azotar su cabeza contra la pared, pero me contuve, sería yo
tan estúpido.
Recién paso por una depresión, además del TLP, el trastorno de
personalidad, o la bipolaridad. Ya he probado de todo, Tafil, Sertralina,
Onlanzaprina, Epival, Concerta y Rivotril. Se me ha inhibido el apetito y mi
misofagía se ha diluido casi por completo. Soy Nabal y deseo ser devorado.