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Inmigrantes: los nuevos porteños van dejando sus huellas en los barrios de la ciudad Por Verónica Dema | LA NACION 86 31 Palermo: Eduard Meléndez sostiene una bandeja con arepas, una delicia típica de su país, Colombia. Foto: LA NACION / Emiliano Lasalvia

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Inmigrantes: los nuevos porteos van dejando sus huellas en los barrios de la ciudadPorVernica Dema|LA NACION8631Palermo: Eduard Melndez sostiene una bandeja con arepas, una delicia tpica de su pas, Colombia.Foto:LA NACION/Emiliano LasalviaEduard Melndez se prepara sopa, lentejas, mandioca frita, como si viviera en Colombia. Pero no, est en el barrio de Palermo, Buenos Aires, Argentina. La dominicana Mara Isabel Berroa, una peluquera que tambin se dedica a esculpir uas, escucha bachata desde temprano, como si estuviera en su pas. Pero est en el barrio de Constitucin, Buenos Aires, Argentina. La coreana Hye Hyun Son (Alexandra) organiza en un rincn de su restaurante una biblioteca con los clsicos de su pas, algunos traducidos al ingls; su vecino, el empresario Song Hee Ho (Vctor) arm el club de amigos del cine coreano; as se sienten como en Corea, pero en el barrio de Flores, Buenos Aires, Argentina.La Argentina y, en particular, su capital tiene una historia receptiva de inmigrantes. El proceso de migracin de finales de siglo XIX se enmarcaba en la necesidad del pas de contar con una inmigracin blanca, europea en el proceso de repoblamiento y nueva identidad nacional que se estaba desarrollando. La nueva inmigracin, en cambio, se caracteriza por las complejidades de la globalizacin: multitud de orgenes y de propsitos. En ambos casos, "la migracin, como proceso histrico siempre deja huella", seala el doctorando en ciencias sociales y polticas, especialista en temas migratorios, Sergio Prieto Daz.Segn el ltimo censo nacional, en la ciudad de Buenos Aires hay 381.778 extranjeros, lo que representa el 13% de la poblacin.Segn el ltimo censo nacional, en la ciudad de Buenos Aires hay 381.778 extranjeros, lo que representa el 13% de la poblacin. Los barrios ms receptivos en la ltima dcada fueron el de Constitucin, Monserrat, Puerto Madero, Retiro, San Nicols, San Telmo (Comuna 1), donde residen 50.948 extranjeros; le siguen Villa Lugano, Villa Riachuelo, Villa Soldati (Comuna 8), con 43.742 y son 40.967 los que eligieron vivir en el barrio de Flores y Parque Chacabuco (Comuna 7).El barrio de Palermo est entre los seis ms elegidos: viven 23.399 extranjeros. El 40% de los migrantes de los ltimos aos son del "resto de Amrica"; hay una fuerte presencia de mexicanos, brasileos, uruguayos y colombianos, estos ltimos, los que ms aumentaron recientemente.Las verduleras de esa zona de la Capital, con diversidad de frutas tpicas de Centroamrica, ofrecen una pista de esta tendencia. En la esquina de El Salvador y Salguero, Paco Pineda termina con una clienta y se pone a acomodar las frutas. "En el barrio hay una verdulera por cuadra", dice. "A la gente de por ac le gusta comer mucha fruta". Habla de cmo fue incorporando variedad en los ltimos cinco o seis aos."Antes esto no se vea ac", dice con un pltano en su mano; se parece a la banana pero no es dulce y se come frito. "Me lo piden mucho los colombianos y mexicanos", comenta. Y tambin menciona frutas que sum de tanto que se las nombraron: mango, papaya, maracuy y guayabas. El maracuy slo lo trae por medido: cuesta $90 el kilo. La mayor demanda proviene de extranjeros, pero con el tiempo los porteos tambin las incorporan, como pas con la palta.

El experto en desarrollo y gestin de ciudades Fabio Quetglas explica que como se migra en red, es decir, no se da de un modo aislado, cuando se consolida una colectividad en un pas la posibilidad de que siga creciendo es altsima. "Funciona el efecto llamada", sintetiza. Estos nuevos pobladores, en general, eligen concentrarse en determinadas zonas de la ciudad. All recrean sus comidas, recuperan su msica, celebran a sus santos, hablan su idioma, se sienten contenidos. Algunas de sus costumbres se mixturan con las del barrio que los recibe. "Una ciudad mientras ms multicultural es, ms rica es", dice Quetglas.I LOVE AREPAEduard Melndez pasa todos los das por la verdulera de Paco de camino a su trabajo, en una sucursal de comidas rpidas "I love arepa". El joven veinteaero vino de Colombia hace dos aos para estudiar gastronoma en la universidad y, al mismo tiempo, trabajar de lo que fuera. Una vez que se reciba, planea seguir su ruta hacia otro pas, an no decidi cul. Pero para eso falta. A media tarde de un mircoles, sin movimiento en el local, prepara los ingredientes de relleno de su especialidad: las arepas. "Algunos clientes me dicen que el pan de las arepas se parece a la polenta. Nunca he comido, me tocara probarla. Debe ser porque est hecho con maz blanco", arriesga.El sonido de una radio llena el lugar de rock. En el cartel que cuelga a modo de men se observan doce variedades de arepas: Calea, rellena con carne desmechada, pltano maduro y queso rallado; Bogotana, con pollo desmechado gratinado con salsa de queso con cebolla de verdeo; Barranquillera, con pollo, maz, mayonesa, aguacate (palta) y queso; Paisa, con carne, frijoles y aguacate; Argentina, rellena con chorizo, tomate y queso, entre otras."A los patacones los tuvimos que dejar de hacer porque los vecinos se quejaron del olor a frito. Y, pues, para evitar problemas toc retirar la freidora", cuenta. Los patacones son una comida tpica colombiana: pltanos aplanados y fritos. Una pareja de colombianos abri este local hace algunos meses -es el segundo en capital- porque cada vez eran ms los colombianos que no tenan opciones para comer lo que extraaban de su pas. "Cada vez se consiguen ms cositas nuestras ac. Por ejemplo, yo cuando llegu no haba porotos, ahora en los chinos hay", dice. "Tambin venden maz blanco". Y cuenta que ahora s puede cocinarse lo que le gusta en su casa: alguna sopa, lentejas, mazorca, palta, mandioca frita.LA PELUQUERA QUE EXTRAA LOS GANDULESConstitucin: la dominicana Mara Isabel Berroa deja a punto el degrad en el pelo de un cliente.Foto:LA NACION/Emiliano LasalviaEn la peluquera Raquel, un local de pocos metros en Santiago del Estero al 900, esquina EE.UU., a simple vista hay unas 20 caras cuando uno entra; la mayora son jvenes: slo desentonan un seor canoso y un nio de unos ocho aos que recuerda a Arnold, del programa televisivo Blanco y negro). Suena msica en un volumen tan alto que no se identifican las conversaciones. El sonido llega de una computadora conectada a un televisor de 32 pulgadas ubicado en el medio y arriba de los dos espejos centrales que ocupan una pared. Suena un mix de xitos de Hildemaro, "Lo mejor de la salsa", se lee en la pantalla.Belkis Taveras, la peluquera duea del lugar, dice que ahora est ocupada, que espere. La msica podra transportar a un lugar al aire libre, preferentemente de playa, cerca de alguna bebida refrescante. Pero aqu dentro enseguida se siente el encierro: no hay cielo, ni playa, sino demasiada gente esperando un turno para un degrad, en el caso de los varones; un planchado o trenzas para las chicas. Bebidas hay: dos cervezas Brahma a medio tomar se ubican entre tijeras y peines. Los clientes tienen la confianza de acercarse y empinar la botella.Belkis se vino de Dominicana a la Argentina para "sacarse un clavo", poner distancia con un hombre. Ac tena una ta que la aloj. De esto hace 20 aos. Recin hace dos que tiene la peluquera; antes trabaj como secretaria, dice. "Qu si extrao algo? Pues, no. Ac est nuestra gente tambin, somos muchos. Y la cocina es igual, hacemos nuestros platos, en el supermercado nos venden lo que necesitamos", dice. La clienta, tambin dominicana, se suma con espontaneidad: "Los guandules! Esos no se consiguen todava". Son unos porotos pequeos que se sirven con arroz y que en su pas son muy tpicos. "Cierto. Trame una latita! Es muy comn pedir cuando sabemos que alguien viaja", retoma Belkis.El barrio de Constitucin es el que ms extranjeros tiene. La comunidad paraguaya es la ms numerosa, le sigue la peruana y en tercer lugar el "resto de Amrica", con una fuerte presencia de dominicanos.La entrada y salida de clientes es constante ahora que cae el sol. "Siempre es as. Los muchachos valoran la prolijidad y el arte que hacemos ac. Los cortes degrad, los dibujos, somos especialistas", promociona. Lo siente como un talento ligado a la nacionalidad. "Y hay mucho trabajo porque alguien con un corte as para mantenerlo tiene que venir todas las semanas", dice, y se re consciente de la "trampa". Un corte con dibujo cuesta $130 y uno sin, slo con degrad, 80. De voz cantarina, piel morena, cabellos rizados, curvas pronunciadas, cuando conversa y gesticula todo su cuerpo habla. "Ac construimos nuestro mundo, una mezcla de costumbres de ac y de all", dice Belkis y es la despedida.El barrio de Constitucin es el que ms extranjeros tiene. La comunidad paraguaya es la ms numerosa, le sigue la peruana y en tercer lugar el "resto de Amrica", con una fuerte presencia de dominicanos.Mara Isabel Berroa tiene 24 aos y pas la mitad de su vida en Buenos Aires. Forma parte de la estadstica. Santo Domingo es para ella un lugar donde todo sucede demasiado temprano: madrugan, cenan a las siete, las fiestas terminan a las dos de la madrugada. A media tarde de un martes no tiene clientas a quien esculpirle las uas. Ese es su trabajo en la peluquera unisex de Independencia al 1500.Como en la peluquera Raquel, aqu el nivel de dilogos, carcajadas y televisin es tan alto que cuesta seguir la conversacin. Mara Isabel se instal en este barrio epicentro de los dominicanos porque es el lugar de referencia para todo. "El que quiere un estilista dominicano viene ac, tambin tens los restaurantes nuestros, los bares que pasan la msica de all, los boliches que organizan fiestas", dice. Para su comunidad son muy importantes las festividades de los santos, la principal es la de San Miguel. "Qu da cae San Miguel?", pregunta casi con un grito a dos mujeres que charlan y ren en el otro extremo del local. "29 de septiembre!", llega otro grito.Piensa y recuerda que antes lo que extraaba de su pas era la msica. "Me acuerdo que hace diez aos pona bachata en el colectivo con el celular y me hacan caras como: 'Qu est escuchando esta?' Ahora suena bachata en la msica de cualquier auto que pasa, todo el mundo baila bachata", dice. "Veo que en el barrio la gente est ms alegre, canta, baila. Hay mucho de eso ac desde que estamos nosotros", suelta.EL RESTAURANTE COREANO QUE FUSIONA DOS MUNDOSFlores: Hye Hyun Son, o Alexandra, y las efigies de dos parejas en bailes tpicos: una, coreana; la otra, argentina.Foto:LA NACION/Emiliano LasalviaSi Constitucin vive de fiesta, si all habita el ruido y la risa estridente, en esta zona de Flores elegida por la comunidad coreana anida el silencio, la delicadeza de palabras y gestos. La comuna 7, de la que Flores forma parte junto con Parque Chacabuco, es la tercera receptora de extranjeros y la comunidad oriental tiene un peso preponderante. Lideran los inmigrantes bolivianos, peruanos y la tercera es la asitica.Son las cinco y media de la tarde y en el restaurante"Una cancin coreana"una pareja de orientales cena. Su conversacin es fluida y a dos pasos de ellos apenas se oye un murmullo. El silencio slo se interrumpe, apenas, por el rozar de algn palito de acero en los cuencos de loza, el sonido del agua que se vierte en un vaso. Aunque la duea del negocio se presenta como Ana, cuando conoce el motivo de la visita prefiere ceder el lugar a su marido, Song Hee Ho (Vctor). "El sabe mejor la historia", dice esta mujer coreana de quien su esposo destaca sus dotes de cantante lrica."Llegu con mi padre en el ao 77, con la poca de Videla. Yo tena 13 aos", dice este empresario oriundo de Sel que se dedica al comercio entre la Argentina y Corea. "En esa poca mi pas era ms pobre que ac, ahora es a la inversa. Vinimos buscando una mejor situacin para los hijos, se era el principal objetivo", agrega. Se instalaron en la villa 1/11/14, a pocas cuadras de donde viven ahora. "En esa poca haba muchos coreanos en esa villa; fuimos progresando y terminamos ac en Flores. Mi pap pudo comprar una casa en tres aos en aquella poca. El se dedicaba al textil, como muchos coreanos".La familia de Vctor, ya con dos hijos, histricamente se dedic al bazar. En la ltima dcada, con las restricciones para importar, el negocio se fue complicando y apostaron al cambio de rubro. La suegra de Ana, con ellos en la Argentina, propuso hacerse cargo de la cocina si abran un restaurante. Eso hicieron los Ho. "Se consiguen todos los insumos, a veces, mejor que en Corea", dice, y aclara que no es una exageracin. "Hace aos el repollo oriental no se consegua. Con eso se hace kimchi, que es como el asado para los argentinos. Ahora llamo y hago el pedido y a la maana lo tengo ac", dice, encantado con la logstica. "La Argentina es un paraso para nosotros".En el restaurante de Alexandra, ella arm una biblioteca con clsicos coreanos, algunos traducidos al ingls. "Son libros de mi biblioteca. Prefer mudarlos ac, as los presto. Es un poco el encuentro entre dos mundos", diceEl restaurante tiene una clientela fuerte de coreanos, pero Vctor dice que lo visitan cada vez ms argentinos. "Les aclaramos que si vienen cerca de las diez de la noche ya no se sirve comida; ac se come ms temprano", dice. Aunque son permeables con otros cambios: el cartel grande del local est en castellano, la carta est toda en espaol tambin e incluye el grado de picante de cada plato y el local tiene un gran ventanal, algo impensable en su pas. "Desde hace un tiempo hay ms conocimiento de lacultura coreana a travs del K-Pop (diminutivo de korean popular music),y de las telenovelas. Como siempre pasan escenas de almuerzo o cena nos dicen que despus vienen a probar", cuenta Vctor.Habla y en l fluye un entusiasmo por su vida en la Argentina. No slo por la prosperidad en lo laboral sino tambin porque aqu encontr un espacio para el arte: es cinfilo y organiz un club de amigos del cine coreano. Todos argentinos", aclara. Se juntan a ver pelculas en distintas casas y luego conversan. Vctor dice que lo que no puede hacer con argentinos es jugar al golf. "Nosotros somos muy machistas -sonre al reconocerlo, y sigue-, en cambio los argentinos siempre tienen que preguntarle a la mujer si pueden ir, si no tienen ya otro compromiso. Y el juego tiene que ser algo constante".Su vecina, Hye Hyun Son (Alexandra) concluye la tarea de acomodar libros. En su restaurante "Midam", que significa 'llego de sabores', arm una pequea biblioteca con los clsicos coreanos y algunos traducidos al ingls. "Son libros de mi biblioteca. Prefer mudarlos ac, as los presto. Es un poco el encuentro entre dos mundos", dice. Su local refleja desde el frente esta intencin: en uno de los dos ventanales, se ve una pareja de coreanos con vestimenta tpica; en el otro, una pareja que baila el tango. En las paredes tambin confluyen artes de uno y otro pas, como si dialogaran.Alexandra, como su vecino Vctor, ya tiene una historia de apego con la Argentina. Lleg con sus padres a los 16 aos, ahora tiene 43. Por una costumbre de su pas a los 20 se fue a estudiar la universidad a Corea: regres hace cuatro aos como licenciada en Ciencia Poltica y especialista en estudios de Amrica latina. "Decid volver porque este barrio es nuestra casa. Me interes la idea de servir ac como si fuera la mesa diaria de los coreanos, para que los que visitan se sientan como si estuvieran en una casa cualquiera de all", dice. El restaurante, su duea, propone ese viaje imaginario.-La convivencia con los vecinos del barrio cmo es?-Con los vecinos coreanos hablamos, pero no tenemos mucho contacto con los dems.El especialista en temas migratorios Prieto Daz considera que las migraciones recientes aportaron mayor variedad y experiencias al acervo porteo, ya de por s fuertemente influido por las migraciones ms antiguas. Pero acota que aunque exista un reconocimiento de la diversidad cultural, esto no implica que se fomente lo intercultural, el espritu de verdadera convivencia entre ellas..