Enellaberinto

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2013

ROL MINISTERIAL DAMyC

En el Laberinto

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BÚSQUEDA DEL LIBRL SIGLO XV -

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EN EL LABERINTO

Sagitas E. Potter Blue

Escrito 12 agosto 2013 - 05:58

En búsqueda de

el laberinto La luz había dejado de moversojos. Levanté la mano y me asen mi cara. Aspiré de forma inme sorprendió un sol tardío qu Después busqué a mis amigos.empleados, pero ante todo eran -- ¿Todos bien? -- pregunté, bu¿Falta alguien?

La Búsqueda del Libro

05:58

búsqueda del Libro del Siglo XV

do de moverse mucho antes de que decidiera que ya podíaano y me asusté al sentir que ya no tenía el hechizo de C

é de forma instintiva. Era aire. Tragaba aire. Fue cuando a sol tardío que aún iluminaba aquel paisaje.

mis amigos. Eran mis compañeros de Departamento, misante todo eran mis amigos. Y estaba preocupada por ellos.

pregunté, buscando a Xell, Amya, Eledhwen, Adrian y M

da del Libro del siglo XV.

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del Siglo XV: En

que ya podía abrir los hechizo de Casco Burbuja Fue cuando abrí los ojos y

rtamento, mis jefas y ada por ellos.

n, Adrian y Matt. --

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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Me pasé la mano por el pelo y saqué una alga que se había quedado enroscada de nuestra aventura en el lago de High Flights. -- ¿Cómo llegamos aquí? ¿Era un traslador? ¡Maldito tritón! Yo sólo quería encontrar aquel dichoso libro y acabar de una vez, volver a casa. -- ¿Dónde estamos? Delante de nosotros había un estanque, con una escultura de un tritón de piedra. Lo miré, curiosa. A lo lejos se veía un pabellón de piedra con una pequeña luz encendida. Anochecía.

-- ¿Vamos allá? No quiero quedarme aquí cuando llegue la noche. Avancé hacia el borde del estanque, sabiendo que ellos me seguían. Era la directora de Accidentes, su directora. Me seguirían, aunque fuera a regañadientes.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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Y mejor que no lo hubieran hecho... En cuanto llegamos delante de aquel estanque, se hizo de noche. ¿Había oscurecido? Alargué las manos y rocé unos setos de espinas y cipreses. -- ¡Demonios! Nos hemos metido en un laberinto. ¡Lumus! Iba a ser difícil salir de allá, pues no había salida detrás de nosotros. Había setos y más setos de altura indeterminada. -- ¡Maldito libro! -- susurré, mientras tomaba un camino hacia la derecha. Por algún sitio había que empezar...

Este tema ha sido editado por Sagitas E. Potter Blue: 12 agosto 2013 - 06:02

Amya_An

Escrito 12 agosto 2013 - 08:07

Por qué sentía como si Sagitas la hubiera lanzado de cabeza a una centrífuga??? Quizás ahora entendía mejor el terror de su oveja-mascota cada vez que le amenazaba con meterla a lavar en la máquina muggle ésa (xDDD). Aunque terminara lo que fuese que sea lo que había sucedido, la bruja se sentía totalmente desorientada (mas de lo acostumbrado). Entendía que ya no estaban por debajo del agua, apenas si tomó consciencia de que la habían querido meter a la prepo (=fuerza) por una gruta submarina ... no obstante, todo aquello distaba demasiado a lo previo. - Sagitas, pero en dónde ... ? Trató de reclamar a su mana-jefa mas no pudo ni terminar con la frase. Al concentrar mejor su neurona, se dio con la extraña realidad que les había tocado vivir ... cosa que, muy a parte de todo, siempre les tocaba muy ¿particularmente?

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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- xDDD ... Pronunció durante la exhalación. A dónde rayos habían ido a parar ahora, y lo mas importante ... ¿¡¿Cómo rayos saldrían de allí!?! Y miró a los demás accidentosos (parecía que estaban todos allí, y completitos). No se atrevió a decir mas, sabía lo importante que era aquella búsqueda e igualmente, intuía cuan peligrosa se estaba tornando. Adrian Wild

Escrito 13 agosto 2013 - 05:21

¿Por qué siempre tenía que acabar mareado en los viajes con el departamento? La verdad era que con el golpetazo que me había propinado el tritón hacía, ¿unos minutos? ¿Una hora? ¿Cuánto tiempo había pasado? Yo recordaba haber salido por la mañana, y ya estaba anocheciendo en aquel... ¿Eso era cielo? Inspiré hondo. Aire, y una dulce brisa que se mezclaba con la calidez de las últimas luces del día. Allí vi a Sagitas y a Amya. ¿Los demás seguían en la gruta? A no, allí estaban. Habían caído todos... No me habían escuchado. Menos mal. Si no, nos habríamos separado, y quién sabe, lo mismo aquel portal, el remolino, no hubiese estado siempre. Entonces, a la vez que recuperaba la vista, una luz se encendió en mi cabeza. - Un lugar secreto donde ocultarse... Aquello respondía a qué era el lugar donde nos encontrábamos. Un tritón de piedra surgía de la gran fuente que había frente al edificio que veíamos a lo lejos. Muy lejos... Seguí a Sagitas con la mirada curiosa, desplazándola hacia todas partes. Bajé entonces la mirada al notar cierto frescor por todo el cuerpo. Seguía en bóxer, pero ahora ya estaba al aire libre. Perfecto para que la noche refrescara y yo cogiera una pulmonía. Y entonces, escuché a la peli-violeta a la que seguía casi por inercia. Sin darnos cuenta nos habíamos introducido en los dominios de un laberinto. Sí, eran dominios, puesto que me jugaba el cuello a que no era un laberinto normal. Estaba vivo, lo presentía. ¿Que cómo me di cuenta? Porque entre las hojas de sus arbustos se oían murmullos y en distintas partes se podían apreciar toda clase de ruidos y sonidos, y no precisamente muy humanos. - Sólo hay una forma de salir de un laberinto así... Avanzar hasta que te lo permita. Taurogirl Crouchs

Escrito 13 agosto 2013 - 01:05

Tras su última visita Sagitas le había dejado un artefacto un poco extraño a la Directora.

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Tauro, quién conocía lo peligrosa que podía a llegar ser su amiga -sin intención claro- había dejado el pequeño artefacto sobre el escritorio de su oficina para examinarlo luego de la hora del almuerzo, pero con tantos pendientes lo dejaba siempre para después, hasta que ese día de Agosto que regresó al trabajo y se dispuso a investigar. Si no conociera bien a Sagitas hasta habría pensado que se trataba de magia oscura, pero no, Sagitas no sería capaz de algo como aquello, además de que Tauro siempre la había tratado bien y no encontraba motivos para que la peli-violeta quisiera desaparecerla. Pasó horas mirando el objeto y nada ocurrió. Finalmente la Crouchs llegó a la conclusión de que no se trataba de nada extraordinario, que se trataba de una broma en la que Sagitas le haría pasar horas y horas viendo algo que no salía de lo normal, tal como había pasado. Resignada a lanzar el artefacto al basurero y luego mentirle a la peli-violeta cuando le preguntara por el, Tauro lo tomó en sus manos. Y entonces... algo extraordinario pasó. El objeto se iluminó adquiriendo un color plateado y las paredes empezaron a girar, incrementando la velocidad hasta que solo podía divisarse una mancha blanca. El mareo y la sensación de vómito se apoderaron de la Directora, quién al reconocer los síntomas supo de que se trataba. Aquello era un traslador que ahora la estaba transportando quién sabe a donde. Cuando sus pies por fin tocaron tierra firme Tauro abrió los ojos. No tenía ni la menor idea de donde se encontraba o por qué estaba allí. Si esto hacia parte de una mala broma departe de Sagitas no iba a salir tan bien librada. Miró hacia la derecha e izquierda, pero nada le resultó conocido. ¿Cómo iba a salir de allí? No lo tenía del todo claro, por lo que mejor sería caminar hacia el frente, siempre hacia el norte, o al menos eso decían las películas. Tras pasar varios minutos caminando, quizás media hora, divisó bastante a lo lejos un estanque, pero eso no fue lo que más le llamó la atención. Más que el estanque, lo que había captado su atención había sido ese color de cabello inconfundible que pertenecía a Sagitas. -¡Eh! ¡Sagitas! -gritó a todo pulmón, pero esta no la escuchó. Al ver que se estaban alejando Tauro comenzó a caminar con prisa y al final terminó trotando. Su condición física no era de envidiar, por lo que pronto se le acabó el aliento y tuvo que retomar la caminata. - ¡SAGITAS! -volvió a gritar, esta vez con más fuerza esperando que la escucharan. Matt Blackner

Escrito 13 agosto 2013 - 01:51

Notaba el estómago revuelto. Había notado la misma sensación que se tenía cuando usabas un traslador, aquel conocido tirón en el estómago y el mareo posterior.

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Abrí los ojos y me encontré cara al cielo. Antes de levantarme respiré hondo, mientras el sol de la tarde iluminaba el cielo de forma tenue. Sagitas estaba sentada en el suelo, preguntando si estábamos todos bien. Me senté y alcé el pulgar, confirmando que estaba entero. Allí no parecía faltar nadie, y aun estaba mojado después de perseguir al tritón por l fondo del lago. M puso de pie mirando alrededor. Aquello era hierba que rodeaba un estanque, adornado con un tritón de piedra. Era un sitio curioso desde luego. Al fondo, una luz iluminaba una estancia de piedra, mientras el anochecer se acercaba. Yo tampoco quería estar allí al caer la noche, era mejor buscar refugio bajo aquella luz. Así que ayudé a levantarse a las chicas y seguimos a Sagitas, era nuestra amiga, familia y directora, así que no había razón para dudar de ella. Pero en cuanto estuvimos anta el estanque, el cielo se oscureció. No me gustaba, así que alcé la varita y repetí el lumus de Sagitas, intentando iluminar un poco, pero me encontré con una especie de muro hecho con setos de espinas y cipreses. Fruncí el ceño, aquel muro se extendía. Era un laberinto! como demonios habíamos acabado allí? - Hacia la derecha. La mayoría de los laberintos pueden resolverse girando siempre hacia la der... No seguí. Una voz conocida gritaba el nombre de Sagitas. - Esa no es...tauro? - pregunté. Sunar PBT

Escrito 13 agosto 2013 - 01:55

Su bolso de trabajo se hallaba tirada a unos centímetros de donde se encontraba la chica; se incorporó hasta sentarse y tocarse la frente, un fuerte golpe le hacía cerrar los ojos, pero no era grave. Qué hacía en un paraje como ese? Ella había estado terminando unos informes que aún no archivaba, que aún no colocaba con los qué ya había terminado. La jefa de la división que se encargaba de los asuntos relacionados a las plagas en el mundo mágico, salió del Ministerio directo a casa. Y allí estaba. – Yo solo tomé un atajo – se dijo mirando que también tenía un moretón en el brazo, justo donde comenzaba la muñeca derecha, le dolía. Pero era mejor que se lo hubiese infringido en la siniestra que era con la cual ella sostenía la varita. Si, Sunar era zurda.

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Todavía sentada miró a su alrededor. Parecía un lugar de revistas, tenía la manía de leer en su tiempo libre algunas revistas muggles; una fuente con una rara escultura de tritón. Esos no los veía desde que curso la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, al menos algunos documentos relacionados a ellos. Una gran estructura a modo de cripta y todo rodeado de arboles. Parecía un bosque que intentaba apoderar del estanque. Sin embargo, no tenía tiempo que perder admirando cómo fue construido, contempló a varios metros más adelante a una mujer de cabello violeta, una de cabello turquesa. ¡Por Merlín! Su tía y jefa se encontraban allí, por mencionar algo, también otras figuras que deberían ser sus empleados. Pero algo iba mal, porque cuando Sunar se levantó para recoger su bolso, percibió un agudo sonido que la hizo tratar de destapar sus oídos. Una nube azul pareció salir de detrás de la cripta que ella vio al final del estanque, cerca de los arboles más altos. Volaban velozmente hacia el grupo. Los reconoció. – ¡¡¡Duendecillo!!! – gritó sacando su varita. Esperaba acercarse antes que atacaran a uno de ellos. Xell Vladimir

Escrito 13 agosto 2013 - 02:03

Me zumbaban los oídos. Era una desagradable sensación, creo que me había entrado agua en los oídos. Incliné la cabeza hacia un lado y después hacia el otro, para eliminar todo líquido que se hubiera colado en mi casco burbuja al desaparecer el hechizo. Después levanté el pulgar hacia Sagitas. - ¡Todo bien, tía! Mentira. Horrible. Horrible facha, con aquella ropa interior azul que pasaría por bikini. Horrible pelo, con una trenza larga mal hecha y chorreando agua. Horrible sensación. No me gustaba el lugar. - ¿Dónde se metió el tritón? - pregunté. Pero Sagitas preguntaba si era un traslador lo que nos había llevado allá. Al menos, el paisaje era bonito. Siempre que no tuviéramos que mojarnos de nuevo. - Siento frío. ¿Nadie tiene ropa de recambio? Dejé mi mochila en el negocio de High Flights. Yo tampoco quería quedarme allá, la noche caía y seguro que refrescaba. Avancé hacia la tía pero... ¿De dónde había salido ese Laberinto? La tía Amya parecía tan sorprendida como yo.

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- ¿Qué, tío Adrian? - el tío había musitado algo. - ¡Eh, espera, tío! ¿Qué quieres decir con que "hasta que te lo permita? ¿Qué puede ser lo que nos impida avanzar. ¡Eh, tío, espera! No me gustaban los murmullos, ruidos, sonidos raros... Aquel lugar me daba miedo. Me acerqué más al grupo para entrar en calor. Casi me tiro al brazo de mi tía al sentir una voz tétrica que gritaba: - ¡Sagitas! ¡SAGITAS! Eledhwen Hufflepuff

Escrito 13 agosto 2013 - 02:13

- ¿Dónde estamos? - preguntó Eledhwen parpadeando, mientras sus ojos se acostumbraban a la luz, una vez retirado el Casco-Burbuja. Habían aparecido en un lugar en la superficie, pero no parecía High Flights. Ante sí, tenían un estanque, junto con una especie de palacete al fondo. Y el sol se ponía en el horizonte. Escuchó la voz a su lado de Sagitas, que preguntaba si todos estaban bien. - Eledhwen bien - murmuró, mirando a sus compañeros. No faltaba nadie. La directora del departamento se preguntaba cómo habían aparecido allí, y mencionó la palabra traslador. La Hufflepuff se encogió de hombros: - Sería un traslador bestial... ¿el agua, o la cueva? Yo creo que no toqué nada. Sagitas propuso ir a la construcción, por donde se veía una luz. Anochecía, y Eled tampoco quería quedarse allí, no sabían siquiera en qué lugar estaban. Comenzaron a avanzar, y de repente la oscuridad. - ¡Eh! ¿Quién apagó la luz? - exclamó Eledhwen irritada. Las luces de los Lumus de varias varitas iluminaron tenuemente su alrededor, y la desmemorizadora imitó a sus compañeros. - Lumos. Aún así, no lograba ver demasiado, pero sí lo suficiente para dar la razón a Sagitas. Ahora parecían estar en medio de un laberinto, cuyas paredes eran setos de arbustos y espinos. Sagitas tiró por el camino de la derecha, y Adrian propuso avanzar todo lo que pudieran. Matt decía algo sobre ir siempre hacia la derecha. Eledhwen tenía un pensamiento más radical:

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- ¿Y si pegamos fuego a los setos, y nos vamos abriendo camino? No es que tuviese claustrofobia, pero estaba un pelín nerviosa con la situación... Avanzó unos pasos, y se giró hacia el lugar por el que habían venido. Frunció el ceño: - Me ha parecido oír una voz... - comentó a sus compañeros, y entonces volvió a escuchar, esa vez con mayor claridad - es alguien diciendo tu nombre, Sagitas. Xell también lo había oído, porque pegó un respingo y se pegó al brazo de su tía. Y Matt fue más allá, diciendo que era la voz de Taurogirl, la que pronunciaba el nombre de la peli-violeta. Y de repente alguien gritó: - ¡Duendecillo! Eledhwen se giró, sin saber bien hacia donde apuntar, con la varita en alto. Divisó a Sunar, que apuntaba al cielo con su varita. Pero no al cielo, sino a un grupo de Duendecillos que volaban en dirección al grupo. - Malditos bichejos - murmuró Eledhwen, recordando a los que había tenido que espantar del Castillo Hufflepuff, ¿serían los mismos? Esperaba que no se acordasen de su cara... Taurogirl Crouchs

Escrito 13 agosto 2013 - 02:20

Tauro por poco pensó que nunca llegaría y más porque el grupo seguía avanzando. ¿Acaso no había gritado lo suficientemente fuerte? Pues a ella ya no le quedaba más aire y si seguía gritando como loca terminaría perdiendo la voz. Por fortuna uno de los que los acompañaba, Matt, si la había escuchado. Seguidamente Xell se giró para verla, solo así supo que la esperarían. Apresuró sus pasos a más no poder y casi sin poder respirar bien, los alcanzó. - Y-y-yo... Gra-a-cias -dijo agitadamente. Se inclinó y permaneció así por varios segundos mientras su ritmo cardíaco volvía a estabilizarse. Sin saber tampoco cómo o por qué, Sunar también había llegado. ¿Qué hacía ella allí? ¿Acaso también Sagitas le había dado un artefacto que en realidad era un traslador? ¡¿Qué rayos estaba pasando?! Tenía tantas ganas de hacer muchas preguntas pero aun no podía hablar. Hizo un gesto de sonrisa para saludarlos a todos y miró con recelo a Sagitas, esperando a que la mujer le explicara qué hacía allí.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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Cuando las cosas parecían ponerse nuevamente en orden una nube ¿azul? avanzaba muy rápido hacia ellos. Aquello en definitiva no podía tratarse de una nube común, porque a medida que se acercaba se podía ver que esta se movía de un lado para el otro y poco a poco varias criaturas diminutas empezaron a dispersarse. Tauro miró a Sunar al tiempo que esta gritaba – ¡¡¡Duendecillo!!! – e imitándola sacó su varita. Los Duendecillos parecían inofensivos, pero tanto Tauro como Sunar sabían que esto era mera apariencia, ya que realmente se comportaban como verdaderos demonios. Sunar PBT

Escrito 13 agosto 2013 - 02:50

Llegaba aun le dolía la cabeza, y ya tenía que enfrentar a los duendecillos esos. Algo con lo cual no había tenido la “dicha” en sus múltiples inspecciones. No obstante, ella sabía lo que debía hacer, lo importante, que los demás no se dejasen atrapar de las orejas o las ropas porque se verían volando a los árboles que estaba más cerca. Ellos los quería ver asustados. Siguió corriendo tratando de tener alguno justo en mira, pero zigzagueaban como una S y era más complicado atinarles cuando la Potter Black intentó lanzar un Inmobilus hacia dos de ellos. Se empezaba a estresar, pero aún siquiera tenía algo para recogerlas cuando lograra congelarlas. Se detuvo unos segundos para sacar un pedazo de metal que llevó, más bien que le quedó de otra inspección. Era grande y lo puso en el suelo. Apunto su varita para crear una jaula casi del tamaño de Sunar. Al menos tenía eso listo, solo quedaba atraparlas. La parte más buena de todas en cuanto a esas criaturas. ¿Se dispersaron? La situación se dificultaba a cada segundo. Si los demás no se fijaban en los duendecillos, mientras se procuraba evitar que atacasen a unos, atacarían a otros. Apuntó de nuevo su varita a la jaula Wingardum Leviosa para que levitara. – Lancen hechizos congeladores – Les gritó de nuevo. Tendría que tomar alguna poción para su garganta irritada. Si al menos algunos le atinaban a los duendecillos, ella podría ir atrayéndolos para encerrarlos porque no estaría mucho tiempo congelado con los diferentes hechizos. Adrian Wild

Escrito 13 agosto 2013 - 04:48

- Lumus.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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Casi ni me había dado cuenta de que la única iluminación de la que disponía era la que me estaban proporcionando mis compañeros; tal era mi asombro. Iba mirando hacia todas partes, alzando la varita para observar que los setos eran de gran altura. Y no tenían troncos por los que trepar. Mis habilidades no me serviría de mucho. Además, ¿quién me decía a mí que aquellos arbustos no estaban envenenados? - Que hay que tener mucha cautela... -le contesté a Xell, y entonces, se oyeron unos gritos. He de reconocer que me asusté, es más, el brinco que pegué fue considerablemente grande, teniendo en cuenta que casi tiro al suelo a Amya, a la cual tenía a mi lado. Matt se paró al reconocer la voz que había chillado, y en tan solo unos segundos, dos chicas nos acompañaron. Una era Sunar, pero la otra... Me sonaba de algo, pero no sabía muy bien de qué. No había tiempo para presentaciones, así que asentí con la cabeza admitiendo su incorporación y volví a girarme hacia el largo pasillo pedregoso que teníamos delante. Bueno, al menos parecía largo debido a que la niebla que comenzaba a caer sobre nuestras cabezas nublaba el fondo, si es que tenía alguno. - ¿Los bichos azules esos que te cogen de cualquier sitio? -pregunté con asombro al oír el grito de Sunar. No estaba especializado en criaturas mágicas, pero me sonaban de haberlos visto en libros e incluso en los periódicos. Atacaban como plagas. Una vez leí que a una mujer la engancharon de una pulse de cuero irrompible de lo alto de un edificio deshabitado y la mujer permaneció allí durante días, hasta que un par de excursionistas la encontró, helada y... Muerta. Glup. Me miré todo el cuerpo. Menos mal que no tenía ropa ni accesorios. Sólo tenía los bóxers... Abrí los ojos como platos. - Hay que pararlos antes de que nos cojan a cualquiera. En realidad estaba pensando en que me cogieran a mí por el único sitio que tenía tapado con prenda de vestir, pero no quería dar ideas, por si los duendecillos eran suficientemente listos como para entenderme. - Dicho y hecho -alcé mi varita ante el mandato de Sunar, que era la que entendía de aquello-. ¡Petrificus totalus! May Juliene Malfoy Feltom

Escrito 13 agosto 2013 - 10:23

La Black Lestrange fijó su vista en el extraño bolígrafo que había encontrado entre los archivos. No tenía idea si era propiedad de algunos de los empleados, pero lo dudaba. Tomó el objeto entre sus blanquecinas manos, volviendo al lugar dónde había estado manteniendo la charla con Niqqui y Kassandra.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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Sabía que era una locura cuestionarles sobre el dueño o dueña de aquel singular bolígrafo, pero algo le incitaba a hacerlo, aunque no tuviera idea de qué fuera. Extendió sus manos mostrando el objeto y justo en el momento en que las otras dos posicionaron su tacto sobre el bolígrafo este pareció destellar una luz blanca, que le hizo cerrar los ojos de inmediato para evitar quedarse ciega. Sintió la desagradable sensación succionadora que tan bien conocía, era un traslador… ¿un traslador en el Departamento? ¿Cómo demonios había terminado en los archivos? Una suave brisa meciendo su cabello castaño logró que abriera sus ojos mostrando el color verdoso y brillante de estos, inspeccionó atentamente el lugar ante ella, había un enorme estanque, con una imponente escultura de un tritón de piedra, que le hizo recordar a la estatua ubicada a la entrada de la sala de los tritones, chasqueó la lengua, mirando con más atención. Percibió a lo lejos un pabellón de piedra y se volteó buscando las presencias femeninas que la habían terminado acompañándola, gracias a la obra del bolígrafo que aun portaba en sus manos. ― ¿Dónde estamos?― inquirió la chica con curiosidad. Notaba que la luz solar comenzaba a desaparecer con rapidez, anochecía. Fijó su vista una vez más en el estanque y notó figuras alejándose con rapidez, unos cabellos azules llamaron su atención… ¿Esa era Tauro? No podía ser… ¿o sí? No teniendo muy en cuenta si sus compañeras de departamento le seguían comenzó a encaminar sus pasos hacia aquel destello azul. No podía estar equivocada, reconocería esa singular melena donde fuera. Estaba tan concentrada en seguir los pasos de la Crouchs que no percibió que la noche ya había llegado al extraño lugar, no tenía idea de donde se encontraba, pero ya tendría tiempo de averiguarlo, al igual del por qué Tauro estaba ahí. La brisa seguía meciendo sus cabellos, mientras se percataba de la enorme cantidad de setos a su alrededor. Esperaba internamente que no fuera lo que imaginaba. Detuvo sus pasos y verificó el paisaje en derredor. ― Demonios… ¿Por qué tiene que ser un laberinto?―soltó un bufido, mientras continuaba su andar, no quería perder de vista a ese cabello azulado― Lumus― exclamó mientras su varita emitía un brillo.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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Era increíble que hasta ese momento se percatara de la oscuridad que la envolvía, chasqueó la lengua y continuó su andar, mientras escuchaba atentamente unos gritos algunos metros más allá de su ubicación… ¿Qué demonios sucedía? Alzó su varita notando de reojo que sus compañeras la seguían de cerca. Sagitas E. Potter Blue

Escrito 14 agosto 2013 - 08:00

-- No me gustan los laberintos -- dije, en voz alta. Había seguido por el camino de la derecha, algo irritada por la risita de Amya. No, a ella tampoco le hacían gracia los laberintos, de eso estaba segura, pero cuando estaba nerviosa no paraba de reír, tal vez como un escudo para protegerse de lo que sucedía. -- "Cómo vuelva a reírse, le tiraré de un empujón al estanque" -- pensé. Aunque para eso debíamos salir del laberinto. -- En eso estamos -- dije, creo que en voz alta. Encima, todos parecían mirarme a mí como si fuera la culpable de la situación. ¡Había sido el tritón quien se había escondido en aquella gruta marina! Él era el culpable de estar en aquel laberinto. -- Cuando le pille le voy a pelar las aletas -- murmuré, enfadada. Al menos todos (o casi todos) habíamos coincidido en la derecha para buscar la salida. El lugar era oscuro, demasiado para mi gusto. Mi sentido de la orientación era pésima pero algo me decía que, además, se burlaba de nosotros. Juraría que los setos cambiaban, se movían, se giraban en cuanto los habíamos traspasado. ¿Pero cómo demostrarlo? Íbamos avanzando poco a poco, protestando unos, susurrando algo ininteligible los otros. Les entendía, íbamos en paños algo menores, descalzos y el frío empezaba a hacerse notar. -- Guardemos silencio para que el tritón no sepa por donde venimos? ¿Silencio? ¿Pero quién demonios grita mi nombre en la penumbra del laberinto? Alguien, claramente femenino, no sabía lo que era la prudencia. Fruncí el morro, enfadada (aunque llevaba enfadada desde que había descubierto los restos del libro en la tercera planta del Ministerio; no creo que a nadie le importara eso ya), hasta que Matt dijo que era la voz de Tauro. Arqueé una ceja.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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-- Vamos, ¿tú a cuántas mujeres conoces que las reconoces por la voz? -- en verdad me estaba sorprendiendo mucho mi hijo, no lo sabía yo tan... solicitado... Después elevé un poco la voz, aunque sonó con un eco enorme que no me esperaba. -- Tauro, aquí, no chilles tanto. ¿Que no chillara? Si mi voz había retumbado y... se sintió un susurro, un rugido que se acercaba. A saber qué había despertado con el grito. Entonces, alguien más gritó. -- ¡Sunar! -- ¿qué demonios hacia Sunar en aquel laberinto? Pero es que ella nos parecía decir algo. Pues la mano tras la oreja, como si hiciera de trompetilla. -- ¿Que te pillo? ¿Ahora quieres jugar al Corre-que-te-pillo? Eso sólo podía decirlo Amya, que era la rara que se ponía a juguetear con cualquier cosa. Después entendí el grito, en cuanto vi que una nube se acercaba. -- ¡Duendecillos! Corre, Xell ¿Por qué siempre acabábamos corriendo? No sé por qué reaccioné así, supongo que era porque mi sobrina estaba más cerca, así que la empujé para que avanzara y me puse al lado de Eledhwen, ignorando la mirada curiosa-rabiosa-inquisitiva de mi amiga Tauro. -- Luego te explico -- susurré, casi sin mirarla, porque perseguía con los ojos la nube de duendecillos que se nos echaba encima. -- ¿Qué comen? Porque como devoren ropa, no llevamos. ¿O eso son las Doxys? Vale, mejor le dejo el trabajo a las profesionales. Tauro y Sunar eran de Criaturas, ¿no? que les pusieran una señal de stop para que se pararan. -- ¡Seguir avanzando, no os paréis! -- grité a los otros, a Matt, a Xell, a Adrian... A Amya no hacia falta decírselo, conocía su filosofía del "pies, para qué os quiero" que solía poner en práctica al menor incidente. ¡Ehh! Mi sobrina Sunar se comportaba como una profesional, de lo suyo quiero decir. Pero... ¿Qué es un hechizo congelador? ¿Tenia que aparecer una nevera para que se metieran dentro? A ver si se creía que yo tenía nivel para hacer esos hechizos. -- Esto lo podíamos haber sabido en tu casa antes del ataque de los cuervos -- le dije a mi prima Eledhwen, recordando cierto incidente ocurrido en la mansión Hufflepuff. -- ¿Me puedo meter yo en la jaula, Sunar? Estaba segura que esa idea se la había quitado a Amya de la cabeza. ¡Oh, leñe! ¿El Petrificus es un congelador? Eso sí sabía hacerlo. Me copié de Adrian y empecé a mover la varita. -- Petríiiificus totalus.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

EN EL LABERINTO Página 16

Guay, funcionaba... Oh, merde, funcionaba de uno en uno y había miles. Nos iban a ... ejem... mejor buscar una solución... Miré a Tauro, tal vez a la única que tenía que mantener oculto mi nivel de conocimientos tal vez poco ortodoxos. Era una directora de de departamento, no quería que pensara que sabía demasiado y que eso le llevara a dictaminar que podía pertenecer a alguno de esos bandos que asolaban el pueblo. Sólo era curiosa y lectora, había devorado muchos libros. Lo que pensara el resto de mi familia pues... ya sabían que era rara, así que no irían más lejos. -- Agruparos todos. -- Después añadí: -- Salvo Hexia. Era un hechizo desilusionador que me permitió desaparecer durante un breve instante. No mucho, pero lo suficientes para no ser detectada por los bichos. Hice un Incendio en uno de los setos que empezó a arde por delante de mí. Después me giré y murmuré un -- Protego Totalum. Un escudo invisible rodeó a mis muchachos y les protegió del ataque. Sólo los duendecillos atrapados dentro le veían. Salté de alegría. -- ¡No os ven! ¡No os ven! ¡Leñe! Pero yo estaba fuera y el hechizo desilusionador se acababan. -- ¡Merde! -- y eché a correr. Por la derecha, siempre a mi derecha... Sunar PBT

Escrito 14 agosto 2013 - 10:17

Esos duendecillos no los dejarían en paz tan fácilmente pero tampoco es que fueran muy complicados de atrapar. Solo era trabajar en equipo para ir recolectando a medida que fueran cayendo por los hechizos inmovilizadores, o que los mantuvieran quietos, congelados modo de ir metiéndolos en la jaula que la Potter Black llevaba con ella mientras se acercaba a los demás. Vio que uno de ellos, lanzó un rayó que impactó en algunos, un pequeño grupito de tres. En seguida los atrajo la oji-marrón. – Accio.. duendecillos – llamó moviendo su varita de manera que, con la puerta abierta, los cuerpecitos quedaron dentro. Sunar la cerró para cuando se despertaran de su petrificación. Era bueno siempre correr un poco, pero siempre se hacía más difícil cuando uno quería saber de dónde se proyectaba las criaturas que lo perseguían. Vio que otros rayos salieron de las varitas y un par más de criaturas se desplomaron, mientras la peli-castaña los atraía a la jaula para asegurarse que cuando se despertaran no volvieran a molestar. Sin embargo, algunos se dieron cuenta y se proyectaron hacia Sunar.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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La jaula se cayó, con la puerta cerrada al menos, y la joven trató de lanzarles algunos hechizos. Intentaría al menos detenerlos para que fueran recogidos y encerrados. En ese ajetreo, otros se agarraron del bolso de ella y empezaron a jalarlo. – ¡Immobilus! – pronunció dejando a varios fuera de combate. – ¡Impedimenta! – se paralizaron dándole a la Potter Black tiempo suficiente para ir metiéndolos. Varios empezaban a despertar, furiosos. – ¡¡Terminemos con esto!! – les dijo esperando que varios lanzaran más hechizos para neutralizar a los duendecillos. Ya de por sí, se hallaban en un lugar tan misterioso que sospechaba que no fuera lo único que les daría la bienvenida. Eran dulces para los problemas. Taurogirl Crouchs

Escrito 14 agosto 2013 - 11:05

Hasta el momento Tauro se había mantenido al margen, pues Sunar parecía tener todo bajo control y nadie mejor que ella para ocuparse de las plagas. Como toda una experta Sunar daba instrucciones al grupo para deshacerse de los duendecillos, al menos por el tiempo que tardaran en dejarlos atrás, porque con lo inteligentes que eran no dudaba de que en cualquier momento pudieran liberarse de la jaula. Tauro avanzó y se colocó al lado de la Potter Black con la varita en alto. Mientras la Directora lanzaba un par de petrificus hacia los duendecillos que más lejos estaban, podía escuchar la voz de Sagitas lanzando hechizos a diestra y siniestra. ¿Desde cuando Sagitas era tan buena? Tenía la impresión de que su amiga no había sido del todo sincera con ella, pero ya ajustaría cuentas, mucho más adelante, cuando salieran de aquel lío. -¡Petrificus Totalus! ¡Petrificus Totalus! -decía una y otra vez hasta que todos los duendecillos estuvieron inmovilizados en el aire -otros en el suelo- y Sunar los iba metiendo de a uno en la jaula. Pero claro, el efecto no era muy duradero y pronto las pequeñas bestias empezarían a luchar por escapar. La jaula no se veía del todo confiable. Tauro miró a Sunar y asintió cuando sugirió terminar con el problema. - Eh... Yo digo que mejor nos vamos rápido antes de que se liberen. No estarán muy contentos y quizás tomen represalias -más que una sugerencia aquello era un ''¡Sálvese quién pueda!''. Como Sagitas iba siempre hacia la derecha Tauro fue a la izquierda. Ah no, hacia la derecha. Cuando se alejaron lo suficiente de los duendecillos, aminoraron el ritmo y a partir de allí caminaron cautelosos. Algo del laberinto la inquietaba, quizás el abusivo silencio o porque en más de una ocasión le había parecido escuchar algo que se movía.

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- ¡Miren! -exclamó Tauro señalando hacia un punto del laberinto donde las paredes de este se abrían para formar un círculo. Tal parecía que habían llegado a un punto que los acercaría más de la salida, pero qué equivocada estaba. Antes de que Tauro pudiera advertirles sobre las precauciones que debían tener, una persona del grupo se había adelantado. -¡Cuidado! -quién haya sido chocó contra una columna larga, negra y peluda. La columna ¿se movió? No, eso no hacían las columnas peludas. Y si... Sus dudas se disiparon cuando aparecieron dos, tres, ocho columnas peludas. ¡Qué columnas! ¡Patas paludas! De gran altura y alcance. - ¡Retrocedan, retrocedan! -los urgió ocultándose entre los arbustos de las paredes del laberinto. Debido a la poca luz del laberinto no se podía ver con claridad lo que estaba frente a ellos, pero una vez las pupilas se acostumbraron al entorno, la horrorosa figura de unos cinco metros de alto se hizo clara.

Y allí estaba, una acromántula de ocho ojos, patas largas y grueso pelaje, chasqueando sus pinzas de manera amenazadora y debajo de ella habían ¿huevos? ¡Un montón de ellos! Con razón estaba tan enojada y no era para menos. Ahora que habían despertado a la bestia seguir avanzando era casi una tarea casi imposible. - ¿Están todos bien? -fue lo único que se le ocurrió preguntar. Mientras respondían Tauro estaría buscando una solución a ese gran problema.

Este tema ha sido editado por Taurogirl Crouchs: 14 agosto 2013 - , 11:09

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Eledhwen Hufflepuff

Escrito 14 agosto 2013 - 11:53

Sunar recomendaba lanzar hechizos congeladores a los duendecillos que se acercaban, mientras ella preparaba una gran jaula para encerrarles. Eled se quedó congelada ella misma, intentando recordar las clases de duelos, y algún hechizo congelador. Entonces escuchó diferentes voces a su alrededor, Petrificus Totalus, y Sagitas murmuró a su lado que ya podían haber sabido aquello en el Castillo Hufflepuff. Eled le respondió: - Ya sabes que nunca se me han dado bien los duelos, aunque sea contra duendecillos... - pero comenzó a lanzar encantamientos - ¡Petrificus totalus! Aunque los magos y brujas intentaban defenderse, los duendecillos se multiplicaban, y era imposible detenerlos a todos. Entonces Sagitas conjuró un escudo protector, y dejaron de ser visibles a los ojos de las criaturas. - ¡Muy bien Sagitas! - exclamó Eledhwen, pero torció el gesto al poco tiempo - o no tan bien... La directora de Accidentes se había quedado fuera, y para escapar de los duendecillos, tiró hacia delante, girando a la derecha. Sunar solicitaba ayuda, para acabar con los duendecillos, y Eled continuó lanzando Petrificus, pero intentaba localizar a Sagitas, que había desaparecido de su vista. - ¿Dónde está Sagitas? - gritaba, pero alrededor todo era un caos. El escudo protector se deshizo, y Tauro fue hacia la izquierda. - Tauro, no, espera, Sagitas fue por allí... - le dijo Eledhwen. Pero entonces la preocupación fue otra; acababa de aparecer una Acromántula, que protegía algo bajo sus piernas. Eran sus huevos, con su próxima descendencia. - Tranquila bonita, no queremos hacerles daño - murmuró Eledhwen, mirando a la bestia - ¿eres pariente de Alariega? Adrian Wild

Escrito 14 agosto 2013 - 03:39

Oí el comentario de mi hermana sobre los cuervos del castillo de la familia Hufflepuff.

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La miré con cara larga. Ya hablaríamos de aquel incidente que le había costado a mi lechuza alguna que otra pluma, y un retraso impresionante en su última entrega. Pero ahora no era momento de aquello. Seguí lanzando hechizos hasta hartarme, y cuando vi que los duendecillos atrapaban a Sunar, me enfurecí y lancé "petríficus Totalus" a tutiplén a aquellos que la tenían agarrada, logrando liberarla y juntarle otra docena de duendecillos que meter en la jaula. Asentí satisfecho al verla de nuevo retomar pie y entonces, paré. No nos veían. Se habían despistado. - ¿Pero qué? -me había enfrascado tanto en lanzar hechizos con precisión que ni me había dado cuenta de lo que había hecho Sagitas-. Gracias mana, mana... ¡MANA! Maldición. Se había quedado fuera de la cúpula que había creado para protegernos. Había sido fascinante. Sonreí orgulloso por el mérito que había tenido, por su magnífico corazón protector. Pero ahora estaba ella en peligro. Los duendecillos cayeron con más facilidad, y los que pudieron, salieron por patas. Sí, por patas pero volando. El escudo se deshizo, y no sabía si los demás me seguían o no, pero yo salí escopetado hacia donde había ido mi hermana. No la podía dejar sola. Aunque no estaba sola. La chica a la que no conocía de pelo azul, ¿era azul? Con la oscuridad del laberinto casi ni me había fijado. Ella estaba con Sagitas. Y con... Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Escuché a Eledhwen a mi lado susurrarle a la horrenda criatura que teníamos delante que veníamos en son de paz, y que si era amiga de Alariega, la acromántula de nuestra directora. - ¿Por qué una acromántula? -susurré haciendo un gesto de desasosiego-. ¿Por qué no un dragón, una arpía, un hinkypunk...? -habría seguido pero me quedé sin ideas, no me concentraba con aquel arácnido gigante mirándonos-. No, tenía que ser un acromántula. Lo había gritado. Y si bien no recordaba mal, aquellos seres comprendían nuestra lengua y podían hasta hablarla. La araña chasqueó sus pinzas resignada y se agitó. Me mordí la lengua. Sunar PBT Escrito 14 agosto 2013 - 05:23 La adrenalina corría por las venas de la joven que seguía tan alerta que no volvieran a acercársele esas criaturitas diabólicas, por su comportamiento, continuando así con el desastre que parecía que pretendían ocasionarles a los demás que se encontraban más adelante. No se percató que ella se hallaba casi a la cola del grupo. Era mejor así, porque les ayudaba desde allá, mientras los duendecillos quería hacerles daño. Visualizó la figura de la directora del Departamento de Criaturas junto a ella, asistiendo a la peli-castaña que había tomado esa situación como una empresa más, en especial por salvaguardar la integridad física del personal del Departamento de Accidentes, así como las suyas.

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Siguió recogiendo los cuerpos más cercanos, y atrayendo con Accio los demás. La jaula se hacía cada vez menos espaciosa con tantos duendecillos. – Tiene razón – acotó porque no podrían quedarse mas tiempo deteniendo a las criaturas. Otros Petrificus e Inmobilus le dieron le tiempo suficiente para correr hacia los chicos, y alejarse de esa parte del laberinto que igual los acorralaba con las enormes paredes de arbustos. Se detuvo en seco porque Tauro les señalaba un sitio. También observó como las gigantes paredes se movían dejando un espacio. ¿Se movían solas, eso nunca era bueno? Allí aguardó unos segundos porque necesitaba reponerse de la carrera. Más otro llamado la alertó. Solo fue capaz de lanzarse a un lado evitando un ... ¿Quién sabe que era eso? Pero casi le golpea. Un “retrocedan” la animó a mirar hacia donde la directora había gritado. Con la poca iluminación que había en ese laberinto, pudo saber qué era hasta que decidió lanzar un Lumus Máxima. La Véngala de luz les dejó ver a una magnífica criatura, pero muy enfada con ciertas esferas que después de uno segundos. Supo la oji-marrón que era. No se había fijado hacia donde su tía se había ido, y si se quedaban más tiempo allí luchando con esa acromántula, nadie lograría descubrir la forma de salir de allí. Si, ya Sunar quería salir e allí, porque ni si quiera supo cómo fue que llegó a ese sitio con ellos. – La distraeré – exclamó sin querer ver reacciones, y menos porque no sabía la razón de haberlo dicho. – Mejor aprovechen o nadie saldrá de esta parte – expresó levantándose y tratando de ver hacia donde lanzar el próximo hechizo. Miró por el rabillo el ojo, por si se movían, si haría eso al menos esperaba que se fueran yendo. – No queremos hacerte año, solo déjanos pasar – comenzó a decir más no quiso saber e sus palabras y se movía hacia… – ¡Desmaius! – lanzó el rayo a un costado. Quería apretar sus pinzas contra alguno de los chicos que corrió hacia un lado. Pero la Potter Black no se lo permitiría. – Ven que juagaremos un rato – la verdad ese “jugar”, no quería que se transformara en “cenar”. Su vista, su atención se centró exclusivamente en el animal, y no se fijó cuando los demás avanzaron por el laberinto. Ella haría lo posible por seguirlos sin mucho daño.

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Matt Blackner Escrito 15 agosto 2013 - 03:36 Que lío de sitio. las paredes se veían, cambiaban y parecía incluso que susurrasen entre ellas, como si se avisasen del rumbo que tomábamos y se distribuyeran de forma que nos guiaran hacia ninguna parte, impidiendo que saliéramos de allí. Porque todos queríamos salir, nadie estaba cómodo dentro de aquel laberinto de muros vegetales. Sunar y Tauro llegaban, igual que los demás. La respuesta de Sagis me dejó cortado, yo no...yo...había visto una vez a Tauro, en su boda, y...aaaa...me puse muy rojo y creo que nadie lo notó...pero recordaba las voces, recordaba las cosas, era algo automático... Aquellos duendecillos nos espabilaron. Los congelamos, los paralizamos, lo que fuera para que nos dejasen en paz. Pero salíamos de una y nos metíamos en otra. Había que sortear una acromántula. - Y hay que encontrar a Sagitas - murmuré en voz alta, porque ella había salido corriendo sin saber a donde. Si me cruzaba con el tritón lo estrangulaba. Amya_An

Escrito 15 agosto 2013 - 09:44

¬¬ Condenado Wild (Adrian) que casi tira al suelo a la adleriana (o.O y después quien la recoge, ¿eh?). >.< Bichooooos! OwO odiaba a los bichos ... ^^ pero fue gracioso pensar en esos cuerno...no se qué! tratando de agarrar por cualquier parte las pocas prendas de los accidentosos (¬¬ los que se habían hecho el strip-tease en el High Flights antes de meterse de cabeza al lago ... Amya_An solo había dejado el calzado atrás). Pero qué ... ?!? - Pppppp ... qu ... jij ... ja ja ja ... ppppp ... No, no quería ir al baño. Como si alguien le hubiera lanzado alguna clase de hechizo, sintió la ¿necesidad? de reírse (o.O otra vez?) ... pero como era "machita" (=la esposa del macho?) buscaba que aguantárselas aprisionándose los labios con las garras de ser necesario para contenerse. - Ahhhh! creo que se me quedó un baby-coco (=cocodrilito) metido en los pantalones!!!

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Quizás sí, quizás no ... corrió como su primer instinto de sobrevivencia siempre era (U.U y de suerte no se perdió ella solita en aquel laberinto). ¬¬ Lo que sí fue es que se vio como enjaulada por su manis, junto al resto de accidentados. Los bichos no le habían quitado la chaqueta amarrada a la cintura, así que al fin se le ocurrió sacar la varita ... O.O y como para qué diablos lo hizo. - ¡¡¡ACROMÁNTULA!!! U.U En verdad la Adler tuvo ganas de desalojar a esos duendecillos metidos de cabeza en la jaulota para meterse ella y cerrarse con doble llave. Como no iba a dejarse tampoco la chaqueta tirada (que no era un Dolce&Gabanna pero le tenía afecto), se la Puso a su Sobrina para que No andara MAS en pseudo-bikini (xDDD, compostura mujer! que las Revertoras no podemos andar en paños menores durante las misiones ^^ !). Cuando Adrian empezó a ¿Solicitar? ... *ZAPE*! - ... >.< Es que estás mas loco que yo! no sales (=de salar, echarle "sal"), mas de lo que está, nuestra suerte ¬¬ ... Reprendió al Desmemorizador tras zapearlo ¿vil y cruelmente? (xDDD). - Mamáaaaa!!! Lloriqueó cuando sintió aquel sonido que hizo la arañita, aunque lo que miraba Amya_An casi como hipnotizada eran esos aterradores pedipalpos O.O - Cómete a Matt (<.< dicen las malas lenguas que es "bocado delicioso", *Ja Ja Ja*), está tiernito! U.U Por supuesto que no ofrecería a su revertora-sobrina en sacrificio, OwO no se quedaría sin personal, xDDD. Y Sunar por segunda vez vino al rescate ^^ ! U.U y ni idea por qué Eled habría querido "conversar" con ese bichote. El punto fue que ... Amya_An no quería morirse allí mismo, así que usó su varita para hechizar la Jaula con los duendecillos alborotadores. Como si un garfio invisible lo manipulara, el coso ese fue a estrellarse con violencia contra la Arañota ... si no se le atoraban las patas con las barras de la jaula a ésta, al menos tendría que juguetear con los bichos.

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o.O o los bichos atacaban a la Acromántula (tal vez se le apetecieran robarle los hue.vos) o ésta se le antojara comérselos a ellos y no a los humanos!!! - CORRAAAAAAANNNN!!! Sagitas E. Potter Blue

Escrito 15 agosto 2013 - 09:45

¿Me seguían? Lancé algunos rayos por encima del hombro, sin saber si daba a algún duendecillo, al seto o a un humano. Durante unos instantes me llegaron los gritos pero pronto todo quedó en silencio. Eso fue lo que me hizo pararme en seco. ¿Dónde estaban todos? ¿Les había perdido? Sentí un "Retroceder". Levanté la varita. Se olía a humo. Tal vez era el seto que yo había incendiado para que los duendecillos no retrocedieran y se escaparan. Pero algo había surgido entre mi paso y el de ellos. ¿Qué sería? Di media vuelta y retrocedí unos pasos, con la varita en alto, con un Lumus activo. Sentí frío. Era natural, tal como estaba vestida, aunque en cierta manera, ese frío era especial, era un frío conocido. Era el frío de los fantasmas. Sonreí. -- Jack... ¿Eres tú? Sonreía porque le iba a reñir por interrumpirme en medio de un caso ministerial, y porque le iba a besar por interrumpirme en una misión ministerial. Sin embargo, las voces que oí eran de dos personas, muy enfadadas. -- ¡Tramposa! -- ¿Lo qué? -- miré a mi alrededor. Respingué. Delante de mí, dos fantasmas irritados me miraban con ojos rojizos. -- ¡Tú! -- la mujer me señalaba con el dedo. -- ¿Cómo te atreves a invadir nuestro territorio? -- Pues... No sabía que era vuestro... Yo... paso de puntillas y... no molesto. -- Mírala. Se creo mejor que nosotros porque respira. ¿Le quitamos el aliento? -- Eh, que no, que no hace falta... Yo... Retengo la respiración y paso de largo. Por cierto... ¿Por qué tenéis esa sangre tan... en el ... ahí...

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¿Por qué no podía irme en paz sin preguntar nada? Los fantasmas parecían tan enojados que pasaron a espectros y empezaron a rabiar. ¡Qué escándalo! -- Prefería a Jack -- susurré, apenada. Eledhwen Hufflepuff

Escrito 15 agosto 2013 - 12:53

La acromántula no hacía ni caso a las palabras de Eledhwen (algo lógico por otra parte), y entonces Sunar comenzó a atacar a la araña gigante, intentándola distraer para que los Accidentosos pudiesen avanzar. Pero Amya quiso matar dos pájaros de un tiro, e hizo que la jaula en la que estaban encerrados los duendecillos, se estrellase contra la acromántula, con la intención de que las criaturas se atacaran entre sí, y dejasen a los humanos en paz. La Adler ordenó correr, y Eled no tuvo problema en obedecerla: - Lo que digas, Amya - respondió, intentando avanzar por el laberinto, sin quitar un ojo a los animales. La Hufflepuff echó a correr por un pasillo, aunque no sabía bien si aquel era el que Sagitas había elegido, todos los caminos le parecían iguales. Su varita enfocó entre las tinieblas, y observó una criatura parada en medio del camino. - ¿Qué hace un rinoceronte aquí? - dijo extrañada. Pero luego advirtió que el cuerno era enroscado - por Merlín, un erumpent, ¡cuidado con su cuerno! - gritó, justo cuando el erumpent advertía la presencia del grupo, y comenzaba a trotar hacia ellos. May Juliene Malfoy Feltom

Escrito 15 agosto 2013 - 01:48

Gritos. Los escuchaba cada vez más cerca, su varita continuaba iluminando su camino, definitivamente no le agradaban los laberintos, no importara hacia dónde mirara, se sentía perdida. Había perdido de vista el destello azul, que según ella era Tauro, Cerró sus manos en puños, tenía que encontrarla de nuevo, quizás si seguía el sonido de los gritos podía ubicarla.

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Tomó el camino de la derecha, los sonidos se intensificaban, tal vez podía ser una trampa del laberinto, pero no le importaba, tenía que encontrar a la Crouchs como diera lugar. Continuó su andar, sorprendiéndose un poco al notar a los petrificados duendecillos… ¿qué otras sorpresas podía tener aquel sitio? Apuró el paso, si era sincera no deseaba estar ahí cuando el efecto del hechizo culminara. Y entonces la escuchó. Estuvo tentada a saltar como la mismísima niña mimada que ha obtenido un buen regalo de parte de sus padres, pero se abstuvo, tenía que mantener una postura, si podía escuchar su voz, quería decir que estaba más cerca de lo que había imaginado. Cuando por fin avistó la cabellera azul de la Crouchs en conjunto con su cuerpo, soltó un suspiro de alivio. Habían más personas alrededor de su madre, ahora entendían quienes proferían los gritos, lo que restaba era conocer la razón de estos. Su presencia parecía no haber sido notada hasta el momento, tampoco es como si le importara mucho, chasqueó la lengua y curiosa se dispuso a seguir la mirada de los presentes. ― Oh, genial―mencionó con despreció al notar la acromántula. Si de por si estar en un laberinto era un travesía, convivir con tales criaturas la llevaría a una muerte segura. Alguien se ofreció a distraer al animal y en su interior la castaña lo agradeció, sin perder más tiempo se acercó a la Crouchs, obligándola a que notara su presencia, no tenía idea de cómo había llegado a ese lugar, pero ver un rostro conocido le calmaba un poco. ― Hola, Tauro― externó con una ligera sonrisa bailando en sus labios. Todos continuaban avanzando por el laberinto, parecía que no había tiempo de conversar, así que la Malfoy se dispuso a seguirlos, no tendría más opción que esa, por si era sincera no deseaba volver sus pasos, había una acromántula y unos endemoniados duendecillos a la espera, así que lo mejor era seguir hacia adelante. La mención a cierto nombre conocido hizo fijar su vista en uno de los presentes. ― ¿Qué le ha pasado a Sagitas?― inquirió alzando una de sus cejas.

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Había conocido a la mujer en aquella rueda de prensa fantasma, en la época que era reportera de El Profeta, ¿qué podría haberle pasado? Miro en derredor y negó brevemente. Eso era una pregunta tonta, en ese maldito laberinto podría haberle ocurrido cualquier cosa, esperaba que la mujer estuviese bien. Por si fuera poco en el endemoniado camino por el que transitaban apareció un erumpent que al advertir su presencia comenzó a trotar hacia ellos. «Lo único que falta es que venga Voldemort en tutú y nos diga “hola”» pensó con irritación. Matt Blackner

Escrito 15 agosto 2013 - 01:53

Por dios, los bichos no nos dejaban. Un erumpent, un rinoceronte... Amya había cubierto a Xell con una chaqueta, mientras Sunar se libraba de la acromántula. Lo peor era que no tenía ni idea de donde estaba metida Sagitas, cosa preocupante. - Tía! empiezo a pensar que te quieres librar de mi! - exclamé, intentando reírme, intentando quitar hierro al hecho de que las criaturas nos rodeaban y ella no paraba de ofrecerme en sacrificio a todas. Intenté moverme por donde había salido corriendo Sagitas, pero no pude. Los setos habían cerrado el paso y abierto otro. Un siseo llegó desde aquel lado. Alcé la varita y miré, para encontrarme de cara a una gran serpiente, lista para atacar. Di un salto justo a tiempo para evitar que me mordiese, pero empezó a desliarse hacia nosotros. - Una anaconda! - dije, por si no lo habían notado. - Creo que nos quieren cenar... Lancé un petrificus totales hacia la serpiente, a ver si le acertaba. Sunar PBT

Escrito 15 agosto 2013 - 02:10

¿Le habrían hecho caso? Pues esperaba que sí, porque tener qué pensar en su seguridad, y que no la matara aquel animal, sería la sentencia de muerte precisa.

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Volvió a gritarle para llamar su atención. Más figuras parecieron moverse en la penumbra del laberinto. Hasta pensó en dejar eso y regresar. Allá al menos podría concentrarse en desaparecer y volver a casa para cuidar de su hija. Más no lograría darle sosiego a su conciencia, y haber dejado a su suerte a un grupo de personas que admiraba mucho, los apreciaba y no podría sentirse bien si los dejaba a merced del arácnido. Siguió lanzándole algunos rayos, así retrocedía hacia sus huevecillos, y no se fijaba en las personas que ya no estaban allí. - Vamos, que esto me cansa amiguita - comentó a nadie en particular, porque la acromántula no quería escuchar la voz de la Potter Black. Oyó sonidos diversos detrás de los setos enormes, pero ellos también hallarían la forma de librarse de cualquier amenaza, eran excelentes magos y brujas. Correteó un poco, siempre fijándose que no le alcanzara. Xell Vladimir

Escrito 15 agosto 2013 - 02:54

Pegar fuego a los setos parecía interesante, aunque me dio miedo que se incendiaran todos y nos quedáramos en medio del fuego. Así que desdeñé la sugerencia de Eledhwen. Pero teníamos que conseguir alguna manera de cruzar el laberinto. El Tritón se escapaba con el libro. Después tuvimos un momento de caos, nos atacaban duendecillos. Apareció una chica de pelo azul que me sonaba. Pero en aquel momento no estaba para presentaciones. Usamos la varita, aunque quien más hizo por todos fue Sunar, quien nos dijo que hiciéramos hechizos congeladores. Aún así eran muchos. Vi que la tía Sagitas hacía una protección para que no nos vieran. ¿Es que esta mujer no piensa? ¿O piensa a medias? Ella se quedó fuera y tuvo que huir porque la perseguían. - La tía se perdió, seguro - le dije a alguien, aunque no estaba segura si era Matt. Ya no veía, con el humo de la hierba quemada. Al final, la tía Sagitas había pegado fuego al laberinto. Lo dicho, no piensa. - ¡Estamos en peligro! - grité. Nadie me hizo caso. Algo lógico, pues ahora delante de nosotros estaba una acromántula muy enfadada. No sé como nos libramos de ella, yo iba de un lado a otro, corriendo. Todos gritaban "Correr" y yo lo hacía

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Eso sí, la jefa Amya me había puesto una chaqueta encima, con lo que ya no tenía frío. Aunque con tanta carrerita era imposible. - Si te ve la tía, se queda con los huevos de esa araña - le dije a Eledhwen, algo enfadada. ¿Tan importante era ese libro como para arriesgar la vida? Y entonces, el fuego del seto nos alcanzaba de nuevo. - ¡Nos quemaremos, si sigue propagándose! La tía Sagitas no pensó que se quemaría todo el laberinto con nosotros dentro? Y encima aquello era una trampa mortal. Los aguamenti durarían poco y el fuego se propagaba con fuerza por el viento. - La única solución es llegar a ese estanque - grité. ¿Pero alguien me hacía caso? ¡Qué el fuego nos atrapaba! Quienes sí me escucharon fueron los animales del laberinto. Todos huían del fuego y por eso nos lo encontrábamos por delante. - ¿Eso es un Erumpent? - pregunta tonta, lo acababa de decir la prima Eledhwen. Pues vaya, fuego por detrás, explosión por delante... - ¡Al cuerno con su cuerno! - exclamé, enfadada porque ahora aparecía una anaconda. Así que, con rabia, algo que no solía mostrar, alcé la varita y empecé a lanzar: - ¡Diffindo! Ramas de árboles aún verdes caían al suelo con cada uno de mis movimientos hasta dejar un hueco por el que pasar y alejarnos de esos bichos. - Si mi orientación no está errada, el estanque y aquel edificio estaban al norte, así que por aquí, a las bravas. ¿Me seguirían? ¿Se fiarían de mí? Me era igual, yo quería salir de aquel maldito laberinto antes que las llamas y los animales nos mataran. Matt Blackner

Escrito 15 agosto 2013 - 05:35

- Impedimenta! desmaius! Petrificus Totalus! El primer hechizo alcanzó a la anaconda justo antes de que se acercara demasiado a Amya. El segundo la dejó aturdida, y el tercero hecha una piedra.

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Alguien quería pegarle fuego a los setos, pero no podía ser muy buena idea. Eran todo hierba, si saltaba una chica, una llamita, echaría a arder todo el laberinto, y nosotros aun estábamos dentro de él, osea que era algo bastante complicado sino peligroso. había que terminar con la acromántula. Por eso le apunté a las patas con la varita y la agité. El rayo la alcanzó, y sus patas comenzaron a moverse como locas, como si bailara algún tipo de danza que la des-coordinó, y comenzó a perder el equilibrio. - Será más fácil detenerla así! - exclamé, mientras alguien había encendido un fuego. Se iba a quemar el laberinto! - Todos con Xell! - exclamé, viendo que la prima había creado un camino entre los setos, cortándolos con la varita. Adrian Wild

Escrito 15 agosto 2013 - 05:44

- ¡Ay Amya sosiégate! Me estaba poniendo más nervioso de lo que ya estaba. Odiaba a aquellos bichos a más no poder. No podía con ellos. Demasiado que había tenido que lidiar más de una vez con Alariega, la acromántula de mi hermana. Y aún así, sabiendo lo educada que estaba, no me llegaba a fiar del todo de ella. Y Amya no paraba de agitarse también. Estábamos los dos igual. Quise buscar resguardo en ella, pues dos siempre hacen más fuerza que uno para pasar el mal trago, pero de repente Sunar salió en nuestra defensa, enfrentándose al animal, y Amya, ayudándola, le lanzó la jaula de duendecillos. - ¿Qué haces? -le devolví la colleja que me ahbía propinado antes-. Sí, ahora distraerán a la acromántula, pero si alguno se escapa, ¿a quién perseguirá? ¡A nosotros! Vale, era más probable que la acromántula se los zampara, pero en aquel momento yo sólo pensaba en todo lo que se nos cernía encima. Mantuve mi varita en alto, buscando un camino por donde seguir. ¿Podríamos avanzar aunque fueran unos metros? Unos sencillos metros, los que nos separaran de la directora de Accidentes que se había perdido de nuevo. No, claro que no. Delante nuestra apareció un erumpent (al menos así lo denominó Eledhwen y seguidamente Xell). La revertora dijo algo de su ¿cuerno? ¿Qué pasaba con su cuerno? - ¡Cuidado! -exclamé empujando a Amya.

La Búsqueda del Libro del siglo XV.

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El animal con forma de rinoceronte iba directo hacia ella, con propósito de embestirla, pero al final acabó atacando al seto que teníamos detrás en el que se quedó enganchado y ¡BUM! ¿Había explotado? ¿Eso era lo que hacía el cuerno del erumpent? Otra cosa que aprendía en aquel día. Seguimos avanzando por un camino por el que nos llevó mi sobrino Matt, escapando también de las llamas que había provocado mi hermana al quemar el arbusto, y a las cuales casi ni les estábamos prestando atención. Y era normal. Ahora nos había aparecido una enorme anaconda delante de nuestras narices. Menos mal, no más arañas. Xell conjuró un "diffindo" que partió varias ramas de un árbol, abriendo un nuevo camino... Espera, ¿un árbol? ¡Sí, claro! Estábamos más cerca del lago, de la casa y... - ¡El tritón! Vi al monstruoso hombre marino salir del estanque y entrar en el edificio, a lo lejos... Aunque no tan lejos. Sólo tendríamos que ir por el camino que había abierto la revertora y... - Vamos Xell. La tomé del brazo y comencé a correr. Miré hacia atrás esperando comprobar que nuestros compañeros nos seguían. Maldito el momento en el que lo hice. El arbusto se había recompuesto y había crecido aún más. El camino se había cerrado. Tendrían que ir por otro lado. Ni si quiera la avise. No podíamos parar, no ahora que el tritón estaba a tan sólo unos pasos. ¿No podíamos parar? Tuvimos que parar. Un enorme seto de belladona nos impedía el paso. Conocía aquella planta y era venenosa, pero sortearla sería fácil. - Incendio. Sabía lo que estaba haciendo. Aquella planta desprendería gases nocivos, pero pensé un "Casco-burbuja" para Xell, de manera que ella pudiera seguir. Sí, habría sido más inteligente hacérmelo yo también, y lo hice, pero me tenía que quedar allí, controlando el incendio. - ¡SIGUE, XELL, SIGUE! -empujé a la chica a través de las llamas-. ¡Recupera el libro! Y entonces, a mi lado vi otra planta que también conocía bien. ¿A mi lado? ¡A mi alrededor! ¿De dónde salían? Eran tentáculas venenosas. - ¡Incendio! -no sabía si todavía seguía allí mi compañera-. ¡XELL, SIGUEEEE! El libro dependía de ella, de que lo recuperara ella. Pero, había otro peligro, un último peligro: se tendría que enfrentar al tritón.

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Sagitas E. Potter Blue

Escrito 15 agosto 2013 - 07:11

Aquellos fantasmas eran demasiado chillones para mi gusto. Sí, no es que me gustaran los agujeros de su piel que se vislumbraba por la ropa etérea, ni los restos de sangre que parecía manar de forma espectral por ellas. Sí, eran unos espectros tal como yo me los había imaginado antes de conocer a Jack muerto; daban miedo. Pero lo que no soportaba eran los gritos. Eran horribles y, lo que era peor, me iban a dejar sorda. Retrocedí un par de pasos pero entonces sentí un crepitar que crecía alarmantemente. -- ¡Demonios, fuego! ¿De dónde habían salido las llamas? Y lo que era peor, ¿quién había sido el mal bicho que había creado fuego en un bosque con árboles? -- Jo, fui yo -- recordé. Merecía una torta por ello, pues había puesto en peligro a mi familia. Además, ¿cómo nos íbamos a encontrar ahora si estábamos separados por una lengua de fuego. Intenté escuchar pero es algo imposible cuando dos fantasma gruñen a mi oído. -- Bueno, chicos, tengo que irme, que parece que el fuego se propaga y no quiero quedarme. -- ¡Así aprenderás lo que es ser fantasma! -- me gritó uno de ellos. Levanté las dos manos en son de paz y me acerqué a ellos, más para evitar las llamas que por ansia de tocar su ectoplasma. -- Vamos, vamos, no hay que ser agresivos. Os prometo volver otro día y me explicáis lo que os ha sucedido. Pero ahora tengo prisa, persigo un tritón ratero que nos ha robado un libro. -- No lo entiendes, ¿verdad? -- repuso el otro. -- Todo el que entra en este laberinto, acaba muerto, así que... Tragué saliva. El fuego estaba cada vez más cerca. Xell Vladimir

Escrito 15 agosto 2013 - 07:29

Sentía a mis espaldas los gritos de mis compañeros.

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Tuve un poco de remordimientos, por adelantarme a ellos. Pero entonces sentí los gritos de Matt, quien pedía que me siguieran. Eso me animó y en el siguiente tramo que me encontré volví a hacer lo mismo, lanzar Diffindos hasta dejar un hueco. Tal vez sería irregular cruzar así un laberinto, pero no teníamos tiempo de nada más. El tritón se escapaba. Habíamos entrado muchos en el laberinto, esperaba que saliéramos todos o me encargaría personalmente de enseñarle el concepto de familia a aquel besugo con patas. La voz del tío Adrian sonó a mis espaldas; indicaba que aquel bicho marino estaba cerca. - ¿Dónde? ¡Lo veo! Lancé más hechizos para conseguir llegar hasta el estanque, ya a la vista. El tritón acababa de salir del agua hacia aquel edificio. La luz del fuego iluminaba muy cerca el laberinto. Se oían gritos de más personas, de oían los chasquidos de la acromántula, el aleteo de los duendes, el sisear de la anaconda e incluso unos chillidos que parecían producidos por muertos quejumbrosos. Pero yo sólo veía la aleta posterior del Tritón que se internaba en el edificio. El tío Adrian me agarró de la mano y corrimos, hasta que una planta se interpuse en nuestro camino. Él la quemó, era un obstáculo menos en nuestro camino. - ¿Qué es esto? - pregunté, al ver que un casco burbuja me rodeaba. Entonces comprendí. Mi tío me estaba protegiendo y él se quedaba, siendo atacado por aquellas ramas y hojas que querían devolverlo al laberinto. Me salieron lágrimas. - Por ti, tío, por la familia, por todos los que se han quedado dentro. Di media vuelta y perseguí al tritón hasta aquel edificio. Me las iba a pagar todas juntas. Por la familia.