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    La construccinde una ciudadana activaentre los jvenes

    Jorge Benedicto (UNED)Mara Luz Morn (UCM)

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    Primera edicin, 2002 Instituto de la JuventudC/ Jos Ortega y Gasset, 7128006 Madrid

    Director del Estudio:Jorge BenedictoMara Luz Morn

    Diseo de cubierta: Pep Carri / Sonia SnchezMaquetacin: Artefacto de Comunicacin

    NIPO: 208-03-029-5

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    I.- LOS SIGNIFICADOS DE LA CIUDADANIA ACTIVA

    La actualidad social y poltica de la ciudadana activa .........................................1. El nuevo nfasis en la ciudadana activa ...............................................................2. La necesidad de construir un nuevo tipo de ciudadana.........................................

    2.1 El debate sobre el funcionamiento de la ciudadana......................................2.2 La preocupacin por la calidad de la vida democrtica ................................2.3 El surgimiento de un nuevo tipo de actor poltico ........................................

    3. Es posible una ciudadana activa entre los jvenes? ............................................

    Concepciones de ciudadana activa: los trminos del debate poltico .................1. Las principales matrices ideolgicas a debate .......................................................

    1.1 El discurso neoliberal y la despolitizacin de la ciudadana ........................1.2 La visin democrtico radical y el retorno de la sociedad civil ...................1.3 La tercera va y las responsabilidades individuales ......................................

    2. El protagonismo cvico de los jvenes: de la poltica de la presencia a la polticade la influencia ...........................................................................................................

    II.- ELEMENTOS DE LA CIUDADANIA ACTIVA: APRENDIZAJESE IMPLICACION

    De la socializacin a los aprendizajes de la poltica ..............................................1. Los fundamentos de las teoras clsicas de la socializacin y su aplicacin almbito de lo poltico ...................................................................................................

    1.1 Las primeras fisuras del modelo: la nocin de habitus y la construccinsocial de la realidad .............................................................................................1.2 La quiebra de la unidad del mundo social: hacia una sociologa de laexperiencia ..........................................................................................................

    2. Instituciones y aprendizajes de lo poltico .............................................................2.1 Las limitaciones de las versiones hegemnicas del capital social ................

    2.2 Una versin politizada del capital social .......................................................

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    3. El lugar de los jvenes en los aprendizajes de la ciudadana activa: una aparenteparadoja ......................................................................................................................

    Hacia una ecologa poltica en el estudio de la ciudadana activa .......................1. Los marcos espaciales en la narracin de la teora clsica de la ciudadana ........

    1.1 Los locus de los aprendizajes cvicos: la ciudad ...............................................1.2 Los locus de los aprendizajes cvicos: la escuela........................................1.3 Los locus de los aprendizajes cvicos: la familia .......................................

    2. Los marcos espaciales en los estudios de juventud. Apropiacin y resignificacinde espacios .................................................................................................................3. La transformacin de los espacios de la ciudadana activa en las sociedadesactuales .......................................................................................................................

    3.1 Nuevos espacios para nuevas prcticas ciudadanas .......................................

    Las transformaciones de los procesos de implicacin cvica de los jvenes .......

    1. El modelo clsico de la implicacin juvenil en la esfera pblica ..........................1.1 El discurso institucional de la participacin juvenil: mbitos de actuaciny polticas pblicas ..............................................................................................

    2. El modelo emergente de implicacin cvica de los jvenes ................................

    III.- EXPERIENCIAS DE DESARROLLO DE LA CIUDADANIA ACTIVAENTRE JOVENES

    Juventud y ciudadana activa en diferentes contextos sociopolticos .................1. Algunas pginas web interesantes sobre jvenes y ciudadana activa ..................

    2. Anlisis de experiencias concretas: seleccin de tres casos ..................................

    Educacin para la ciudadana. El programa Discovering Democracy Civics andCitizenship Education ...............................................................................................

    Implicacin activa en la comunidad. El programa Youth Action Plus ...............

    Participacin en el mbito poltico. La Asamblea ecuatoriana de los derechos de losjvenes .......................................................................................................................

    BIBLIOGRAFA ......................................................................................................

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    LA ACTUALIDAD SOCIAL Y POLITICADE LA CIUDADANIA ACTIVA

    El tratado de Amsterdam de 1997 prev impulsar una ciudadana ms activa y parti-

    cipativa en la vida de la comunidad, fundada sobre una aproximacin integral del aprendi-

    zaje a lo largo de toda la vida y la complementariedad de las ciudadanas europea y nacio-

    nal. Acercar Europa a sus ciudadanos constituye una prioridad para la accin poltica futu-

    ra; desde esta ptica, la accin en el terreno de la educacin, la formacin y la juventud

    proporciona un vector privilegiado para la promocin de una participacin activa en la

    gran diversidad de las culturas, las economas, los regmenes y las sociedades europeas (...)Los jvenes se enfrentan actualmente a la perspectiva de una Europa envejecida que exigi-

    r una creciente solidaridad intergeneracional, al tiempo que la voz de los jvenes corre el

    riesgo de no ser oda en el marco de los recintos democrticos representativos establecidos.

    Reavivar entre los jvenes el sentido de pertenencia a la sociedad en la que viven y la impli-

    cacin a favor suya, constituye una tarea urgente para la cual una aproximacin moderni-

    zada del concepto y de la practica de la ciudadana puede ofrecer una slida base (extrac-

    to del documento de la Comisin Europea, El aprendizaje de la ciudadana activa).

    1. El nuevo nfasis en la ciudadana activa

    Desde los aos 50, las ciencias sociales han encontrado en la ciudadana uno de sus con-ceptos centrales a la hora de tratar de entender los principios que rigen el funcionamiento dela vida social de las democracias occidentales. Esta centralidad encuentra su razn de ser enque la idea de ciudadana resume y condensa muchas de las discusiones mantenidas en lateora social y poltica acerca de los vnculos que mantienen los individuos con el Estado,los derechos y obligaciones de aquellos a cambio de ser reconocidos como miembros de unacomunidad determinada, la naturaleza de los actores que intervienen en la vida poltica delas sociedades modernas, etc. A pesar de la importancia de los temas tratados, la mayora de

    los debates suscitados alrededor de la nocin de ciudadana han permanecido durante tiem-po encerrados en los estrechos mrgenes de la discusin acadmica e ideolgica.

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    I. LOS SIGNIFICADOS DE LA CIUDADANA ACTIVA

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    Al tiempo que los liberales, los comunitaristas o los republicanos cvicos confrontaban susopiniones sobre la importancia de los diferentes derechos de ciudadana o sobre sus respecti-vas imgenes de ciudadano (tanto real como ideal), las transformaciones de las estructurassociales y polticas de las democracias occidentales ponan en entredicho la utilidad o viabili-dad de los principios que haban animado la reconstruccin de las sociedades europeas desde

    la posguerra. La nueva etapa de complejidad que se inaugura a partir de la dcada de los 80,en conjuncin con el proceso de reestructuracin que experimenta la economa capitalista apartir de estos momentos (Lash y Urry 1987), obliga a construir explicaciones y disear estra-tegias de accin diferentes a las que haban predominado durante las dcadas anteriores.

    En este escenario social y poltico va abrindose paso de manera paulatina la impresinde que el funcionamiento de la ciudadana no es una cuestin que solo interesa a intelec-tuales y especialistas en la materia sino que debe incorporarse al debate poltico, dada sutrascendencia en mltiples aspectos de la vida social y la disparidad de enfoques que exis-ten sobre el mismo. En esta reintroduccin del tema de la ciudadana en el debate polticotuvo mucho que ver el lugar preeminente que le otorgaron en sus discursos una serie de gru-

    pos polticos e ideolgicos que empezaban a cobrar importancia a partir de estos momentos.El nfasis de la nueva derecha sobre la necesidad de reconceptualizar la ciudadana en tr-minos ms adecuados para la marcha de las sociedades liberales capitalistas o la crticafeminista al universalismo cvico que ocultaba la exclusin de la mujer de la esfera pblicason dos buenos ejemplos del renovado enfoque que se aplica a las cuestiones de la ciuda-dana. Un enfoque en el que se abandona la abstraccin academicista en favor de una mayorpreocupacin por aplicar las reflexiones ideolgicas al terreno especfico de la formulacinde polticas concretas en diferentes mbitos.

    En los ltimos aos del siglo, la situacin podra definirse como una implosin de losdiscursos sobre la ciudadana. No slo se ha convertido en un termino de moda entre espe-

    cialistas y polticos, sino que, adems, continuamente se proponen nuevas formas de articu-lar su funcionamiento como respuesta a los crecientes desafos con los que se enfrentan lasdemocracias en esta era global. Entre todos estos significados, el de ciudadana activa es sinduda uno de los que ms se repiten. No slo en las investigaciones, sino que tambin en losinformes y documentos tcnicos o en los discursos de las autoridades pblicas proliferan lasalusiones a este concepto, nuevo y viejo al mismo tiempo. Se observa una rara unanimidadsobre la necesidad de promoverla, especialmente entre las nuevas generaciones, como ins-trumento para superar los problemas de las sociedades democrticas y dar un nuevo impul-so a la vida cvica sobre las que aquellas se sustentan.

    Bien es verdad que en muchas ocasiones no se sabe muy bien cules son los contenidos

    especficos atribuidos a este tipo de ciudadana, ni la novedad que representa respecto aanteriores conceptualizaciones en las que el componente activo siempre estaba presente,aunque nada ms fuera como un desideratum a conseguir. No obstante, en el discurso sobrela necesidad de construir una ciudadana activa se pueden rastrear cuando menos dos ideassubyacentes que dan sentido al planteamiento general:

    a) En las sociedades modernas actuales, cada vez ms difciles de gestionar dado sualto grado de complejidad interna y en las que las necesidades a cubrir se multiplicansin cesar, el lenguaje de los derechos tiene que complementarse con el de las responsa-bilidades y obligaciones. En concreto, el nfasis en los derechos de ciudadana que ha

    constituido uno de los pilares centrales del desarrollo de las sociedades democrticas delbienestar de la segunda mitad del siglo XX debe dejar paso a una nueva visin en la que

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    derechos y deberes se complementen y en la que la obligacin cvica de implicarse yparticipar en la marcha de los asuntos de la comunidad de pertenencia adquiera unanueva importancia.b) En el entorno valorativo de las sociedades posmaterialistas, los ciudadanos quierenhacer or su voz sobre todas aquellas cuestiones que les afectan directamente (Inglehart

    1991). Esta nueva situacin exige una adaptacin de las estructuras representativas parahacer posible una implicacin ms directa en la discusin de los problemas y en la tomade decisiones sobre los mismos. La creciente individualizacin que caracteriza a lassociedades globales trae consigo una nueva posicin relativa de los ciudadanos en laesfera pblica que demanda mayor protagonismo y ms capacidad de intervencin.

    Estas dos ideas formuladas en trminos genricos no pueden hacer ocultar las contra-dicciones que supone tratar de impulsar una mayor presencia de los ciudadanos en el mbi-to de lo pblico en unas sociedades donde persisten importantes desigualdades en cuanto aderechos, poder e influencia. Unas desigualdades que, adems, suponen en muchos casos

    una barrera infranqueable para el acceso a una ciudadana plena. En este informe defende-remos una visin ms matizada en la que la idea de ciudadana activa se sita en la relacindinmica entre la tendencia al empowerment1 de los ciudadanos y los obstculos estructu-rales que condicionan sus acciones (Siim 2000).

    Pero esta preocupacin colectiva por conseguir promover una disposicin ms activa delos ciudadanos en los diferentes mbitos de la vida social y por crear las condiciones ade-cuadas para que esta actividad sea posible y eficaz no puede entenderse sin referirse, aun-que sea brevemente, a una serie de factores sociales, polticos e ideolgicos que estn en labase de esta preocupacin y que explican el nuevo nfasis en una ciudadana donde los ver-daderos protagonistas de la vida colectiva sean los ciudadanos.

    2. La necesidad de construir un nuevo tipo de ciudadana

    El trasfondo intelectual del concepto de ciudadana activa al que anteriormente hacamosalusin es en buena medida una consecuencia de la nueva etapa que surge en las democra-cias europeas occidentales a finales de los aos 70 tras el fin del optimismo de la poca de laposguerra. En esta poca el mximo exponente haba sido el desarrollo de los Estados de bie-nestar y la construccin de una ciudadana basada en el reconocimiento extensivo de dere-chos sociales. Unos derechos sociales de pretensin universalista que haban tenido una gran

    repercusin en la vida social de los pases europeos occidentales, especialmente en reascomo la salud, la educacin o el trabajo. Pues bien, cuando el proyecto socialdemcrata delos aos 50 y 60 empieza a dar sntomas de agotamiento, como consecuencia tambin de losprofundos cambios que se estaban empezando a producir en el sistema de produccin capi-talista, ir tomando forma un nuevo conjunto de referencias intelectuales y preocupacionescolectivas que, desde distintos enfoques y perspectivas ideolgicas, tratan de comprender lasituacin que se est fraguando y proponer nuevas frmulas de actuacin, entre las que ocupaun lugar destacado la necesidad de construir y promover una ciudadana activa.

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    (1) El trmino empowerment es difcil de traducir, por lo que optamos por mantener el original en ingls. Algunos autoreshan optado por la palabra empoderamiento para dar cuenta de la idea de acceso o consecucin de poder.

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    Marshall, Beveridge, Titmuss, etc. No hay que olvidar que la ciudadana es tanto un ideal aconseguir como una institucin en movimiento, cuyo desarrollo puede ser evaluado confor-me a una serie de criterios objetivos2 y su funcionamiento est sometido a un continuo pro-ceso de redefinicin en funcin de la evolucin de los elementos institucionales, las practi-cas polticas, los determinantes estructurales, las condiciones econmicas, etc. En otras pala-

    bras, si se quiere conocer con precisin la situacin de la ciudadana en un momento deter-minado ms all del ideal de ciudadana que en cada momento histrico prevalezca en nues-tras sociedades, es preciso analizar en detalle su dinmica social; es decir, cmo funciona enla realidad sociopoltica y cuales son las consecuencias que de ello se derivan.

    El principal aspecto de debate sobre el funcionamiento de la ciudadana social, tal ycomo se institucionaliza en los Estados de bienestar de la posguerra, tiene que ver con laatencin preponderante que se presta a los derechos sociales de los ciudadanos en detri-mento de sus deberes y las negativas consecuencias que de ello podran derivarse. Cualquieranalista de la situacin estar de acuerdo en que el paradigma clsico de la ciudadana socialmuestra un claro sesgo hacia los derechos, mientras que los deberes aparecen de manera

    muy desdibujada. A veces como meros corolarios, vagamente formulados, del reconoci-miento a los ciudadanos de sus derechos sociales y en otras como obligacin del Estado ahacer realidad esos derechos. Es verdad, que los valedores de este modelo en ningnmomento defienden un modelo de Estado de bienestar en el que los ciudadanos puedanreclamar continuamente nuevos derechos sin que, a cambio, tengan obligaciones ni respon-sabilidades que cumplir. Pero, a pesar de todo, la concepcin de la ciudadana social que sedesarrolla reconoce una supremaca clara de los derechos y carece de una verdadera teorade los deberes, sean individuales o colectivos. Como afirma Roche:

    Por razones histrica y polticamente muy explicables esta concepcin ha estado fuer-

    temente sesgada hacia los derechos. Esto ha llevado a institucionalizar una concepcin delciudadano social principalmente como un reclamador de derechos (rights-claimer). Esto

    esta suficientemente claro en la seminal formulacin de ciudadana de Marshall y en mucho

    del subsiguiente debate y discusin en poltica social y en la sociologa de la ciudadana

    (Roche 1992: 31).

    Tiene razn M. Roche cuando sostiene que el nfasis en los derechos que se les reco-noce a los individuos en cuanto miembros de una comunidad nacional y la escasa contra-partida que se les exige a cambio a estos mismos individuos es explicable, en el caso de lageneracin que particip en la II Guerra Mundial, como compensacin o reconocimiento del

    esfuerzo personal y colectivo realizado. Sin embargo, el problema surge en las nuevas gene-raciones que asumen de una manera natural una visin pasiva de la ciudadana en la que elEstado parece el nico responsable de su desarrollo y los derechos sociales terminan casiadquiriendo la categora de mitos de la nueva sociedad del bienestar. Los peligros que sederivan de esta forma de entender la ciudadana en el Estado de bienestar son evidentes. Paranuestro argumento, dos son los ms importantes. Por una parte, existe el riesgo de quiebra

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    (2) Contrariamente a lo que muchas veces se da a entender, Marshall defiende esta doble perspectiva de la ciudadana y enfa-tiza la necesidad de no reducir el anlisis del progreso de la ciudadana a una cuestin de ideales, creencias o valores. De acuerdocon Marshall, los criterios para medir el progreso de la ciudadana tienen un contenido objetivo: un mayor grado de igualdad, laampliacin de los contenidos del status y el incremento del nmero de personas a las que se les reconoce/otorga el estatus de ciu-dadano (Marshall, 1998, e.o. 1950).

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    o erosin de las bases morales sobre las que se sustenta la existencia del estado de bienes-tar, estimulando las situaciones de dependencia respecto al sistema y eliminando los incen-tivos para la participacin en los asuntos colectivos. Por otra parte, est el riesgo de la des-politizacin de la ciudadana social ya que, en la prctica, el sistema de bienestar terminacreando clientes a los que hay que satisfacer en sus demandas. El ciudadano, de esta mane-

    ra, corre el riesgo de dejar de ser un sujeto de derechos civiles y polticos, inserto en unacomunidad cvica, para convertirse en un cliente individual del Estado que proporciona ser-vicios que tratan de ser adecuados a sus necesidades y demandas (Roche 1992: 29-38).

    Las limitaciones e insuficiencias del funcionamiento de la ciudadana social, junto a lapropia crisis del modelo keynesiano de Estado de bienestar, estn en el origen del gran desa-fo ideolgico al que el paradigma clsico tendr que hacer frente a partir de la dcada delos 80. Desde ambos lados del espectro ideolgico, pero sobre todo desde la nueva derechaque crece al calor de las experiencias gubernamentales de Thatcher en Gran Bretaa yReagan en Estados Unidos, se van a someter a crtica tanto los fundamentos como el fun-cionamiento de la ciudadana en su conjunto, pero especialmente de la ciudadana social.

    Este desafo ideolgico ha sido de tal envergadura y su repercusin posterior tan acusadaque, de alguna forma, podramos decir que muchos de los avances que se han producido eneste campo, incluso aquellos que han ido en una direccin diferente a la propugnada por loscrticos, no pueden entenderse sin acudir a las nuevas perspectivas de interpretacin y an-lisis que se introducen en el debate intelectual y poltico.

    Aunque la gran variedad de tendencias ideolgicas y polticas que tendemos a englobarbajo el rtulo de Nueva Derecha (neoliberales, neoconservadores, derecha libertaria, etc.) nosiempre coinciden en sus crticas, diagnsticos o propuestas, podemos establecer un denomi-nador comn en torno a una serie de aspectos que constituyen sus principales crticas a la con-cepcin socialdemcrata de ciudadana institucionalizada en los estados de bienestar de la

    postguerra. De acuerdo con Bellamy y Greenaway (1995), tres son las principales crticas quese formulan. En primer lugar, en la concepcin tradicional se aprecia un conflicto permanen-te entre los derechos civiles, por un lado, y los derechos polticos y sociales por otro. El dere-cho a la propiedad y el respeto radical a la libertad individual son incompatibles, segn losidelogos de la Nueva Derecha, con el reconocimiento de unos derechos sociales que nece-sitan para su implementacin de una intervencin coercitiva del Estado. En segundo lugar,los derechos sociales garantizados por el Estado reflejaran ms los intereses de aquellos sec-tores con mayor capacidad de organizacin y que tienen ms intereses que defender. De ahque uno de los habituales reproches que se han hecho al funcionamiento de los sistemas debienestar es que tienen ms en cuenta los intereses de los proveedores de los servicios que los

    de los consumidores. En tercer lugar, los derechos sociales alientan la conversin de los indi-viduos en receptores pasivos de la accin del Estado que, de una manera paternalista, proveeuna serie de servicios para hacer frente a las necesidades de los ciudadanos.

    En todas estas crticas existe como denominador comn una visin contrapuesta del ciu-dadano y el Estado; los espacios de uno y otro en la esfera social se solapan, se superponenlo que les hace prcticamente incompatibles. En el modelo clsico de la ciudadana social laposicin preeminente del Estado condena, de acuerdo con la visin neoconservadora, a losindividuos a la pasividad, al carecer de espacio para intervenir en los asuntos de la comuni-dad. Pero lo que an es ms grave, esta relacin Estado-ciudadano impulsara a estos lti-mos a delegar en el Estado la solucin de unos problemas que ahora no se ven, en su mayor

    parte, como problemas sociales sino ms bien como problemas personales en los que la res-ponsabilidad debera recaer en los propios individuos. Esta tesis une salud deficiente, por

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    ejemplo, con hbitos alimentarios deficientes; achaca el crecimiento de las familias mono-parentales a la licencia sexual y a los incentivos distorsionados que se deducen de la conce-sin prioritaria de viviendas municipales a las madres solteras; y atribuye el declive en laatencin comunitaria al establecimiento de trabajadores sociales profesionales y al sistemade beneficios estatales (Bellamy y Greenaway 1995: 472).

    Nuevamente el absoluto predominio de los derechos y el olvido de los deberes cvicosconstituye el principal tema en el debate sobre el funcionamiento de la ciudadana. Pero lorelevante en este caso es que se propone una visin alternativa, en la que el discurso deja deestar centrado en los derechos para girar alrededor de los deberes y obligaciones de los ciu-dadanos, fundamentalmente en su esfera privada. Los individuos se convierten en los res-ponsables principales de su bienestar y del de su familia, deben tomar un papel activo parallevar a la practica sus deberes sociales. La inversin del razonamiento es de tal calibre que,en el discurso de la Nueva Derecha, los derechos de los ciudadanos se entienden como dere-chos a tener o asumir responsabilidades y obligaciones. Un ejemplo relativo a la esfera dela familia resulta muy ilustrativo de este cambio de paradigma. El lenguaje de los derechos

    sociales dentro del mbito familiar se convierte en el derecho de los padres a poder ejercerlibremente y sin interferencias externas sus deberes y obligaciones de custodia, protecciny educacin de sus hijos. La consecuencia lgica es que la poltica familiar se orienta a darla posibilidad a los padres para que ejerzan sus deberes con sus hijos, sin que el Estado seentrometa con regulaciones ineficaces (Roche 1992: 90-123). El individualismo, la recupe-racin de valores tradicionales propios de una visin muy conservadora de la vida social, elnfasis en el mercado como garanta de libertad y bienestar y la defensa de la sociedad civilcomo el locus privilegiado de la implicacin cvica constituyen los ejes en torno a los quese articula este nuevo programa poltico e ideolgico que, de una forma u otra, ha transfor-mado radicalmente nuestra forma de ver y plantear la cuestin de la ciudadana en las socie-

    dades democrticas contemporneas.Lo importante de esta revolucin conservadora, ms all de los profundos cambios en

    aquellos pases en los que partidos de esta orientacin ideolgica accedieron al poder, es queintroduce una transformacin radical en el discurso sobre la ciudadana. No slo se trans-forma el lenguaje, que pasa de estar centrado en los derechos a girar en torno a las obliga-ciones, tambin cambian los temas que se abordan y la perspectiva desde la que se valoran.Aunque un anlisis en profundidad de las argumentaciones de la Nueva Derecha pone aldescubierto sus muchas contradicciones -derivadas en buena medida de la dificultad de con-ciliar el extremo individualismo neoliberal con el comunitarismo tradicional de los conser-vadores- su trascendencia sociopoltica ha sido la de estimular un debate en todos los sec-

    tores polticos e ideolgicos sobre cuestiones como el balance entre derechos y deberes,sobre el desarrollo eficaz de los sistemas de bienestar social o, en lo que aqu nos ms nosinteresa, sobre la aportacin y participacin de los ciudadanos en los diferentes espacios dela vida social. Un debate que, adems, ha rebasado los mrgenes de la discusin intelectualpara entrar en el terreno de las polticas concretas en cuestiones como el mercado de traba-jo, la proteccin familiar, la poltica educativa, los servicios pblicos, etc. (Crouch, Eder yTambiani 2001).

    Las dos ultimas dcadas del siglo XX han sido identificadas como la tercera ola de la

    ciudadana, al haber abierto un nuevo debate entre la Nueva Derecha y el Centro Izquierda

    acerca de la naturaleza de la ciudadana y acerca de los derechos y obligaciones de los ciu-dadanos (...) La tercera ola de la ciudadana fue provocada por el ataque ideolgico con-

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    tra la concepcin socialdemcrata de la postguerra acerca de los derechos sociales que

    sigui al takeover neoliberal / conservador del gobierno por Mrs. Thatcher en 1979 (...)

    Los desarrollos polticos durante estas dos ltimas dcadas han atacado la poltica de

    derechos sin deberes, pero al mismo tiempo han abierto un nuevo debate entre los activis-

    tas y acadmicos de izquierda sobre los derechos y obligaciones de los ciudadanos y acer-

    ca de la naturaleza de gnero de los derechos de ciudadana (Siim 2000: 83).

    La acusacin de pasividad que se hace a la concepcin clsica de ciudadana y las con-secuencias negativas que se derivaran para la integracin social, llevar en esta nueva etapade debate y reflexin a un replanteamiento de la posicin de los ciudadanos, de sus posibi-lidades de participacin en un gran nmero de reas de la vida social y poltica y de la capa-cidad de influencia poltica que poseen los ciudadanos cuando se convierten, a travs de supracticas, en actores. La conclusin ms evidente que se obtiene de este replanteamiento dela cuestin es la imposibilidad de analizar el funcionamiento de la ciudadana a partir de unmodelo nico, anclado adems en un ideal normativo muy alejado de la realidad, sin tener

    en cuenta la variedad de historias, tradiciones y desarrollos de la ciudadana en los diferen-tes contextos.

    Entre los distintos autores que se han ocupado de este tema, sin duda una de las aporta-ciones ms interesantes es la del socilogo ingles Brian Turner (1992) y su tipologa de ciu-dadanas construida en base a dos ejes o dimensiones: por una parte, est la dimensin acti-va/pasiva que trata de captar si la ciudadana crece desde arriba o desde abajo y, por otraparte, la dimensin pblico/privado que expresa si la ciudadana se vincula bsicamente almbito privado del individuo o a la arena pblica de la accin poltica. Aunque el objetivodel modelo de Turner es comprender las variaciones nacionales en la formacin histrica dela ciudadana, su alcance analtico es mucho mayor, en tanto en cuanto las dos dimensiones

    que utiliza para construir su tipologa hacen alusin a lgicas de funcionamiento de la ciu-dadana bien dispares. Por lo que se refiere al eje activo-pasivo, que es el que ms nos inte-resa, resume a la manera de los tipos ideales weberianos dos formas contrapuestas de desa-rrollo de la ciudadana que se corresponden con dos modelos de ciudadano: segn el ciu-dadano es conceptualizado meramente como un sujeto de una autoridad absoluta o como unagente poltico activo (Turner 1992: 55). Ahora bien, la verdadera utilidad del esquema deTurner para comprender la dinmica de la ciudadana pasa, a nuestro juicio, por no reducirla contraposicin pasivo-activo a trminos de actuacin individual, como si se tratara exclu-sivamente de diferenciar entre aquellos que llevan a cabo actividades en diferentes reas dela vida social, los ciudadanos activos, y quienes se limitan a reclamar al Estado sus dere-

    chos, los ciudadanos pasivos. Por el contrario, el eje activo-pasivo debe hacer referencia ala lgica predominante de funcionamiento de la ciudadana. De esta forma, junto a las accio-nes individuales hay que incluir la movilizacin de los grupos y organizaciones sociales; elconjunto de prcticas de ciudadana que se desarrollan en la esfera pblica; los diseos ins-titucionales que pretenden establecer una determinada relacin entre pertenencias sociales,derechos y participacin, el papel que juega el Estado, etc.

    2.2.La preocupacin por la calidad de la vida democrtica

    Uno de los temas recurrentes en este inicio de siglo es el de los problemas que aquejana la democracia en todas las sociedades, tanto en las ms desarrolladas y que atesoran una

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    larga tradicin de gobierno democrtico como en las que estn en vas de desarrollo o en lasque acaban de experimentar procesos de transicin. En todos los casos se extiende la sensa-cin de que el sistema democrtico, tal y como hoy le concebimos, no es capaz de satisfa-cer las necesidades y demandas de unas sociedades cada vez ms complejas. Las institucio-nes polticas se muestran incapaces de solucionar los problemas colectivos y de responder

    eficazmente a unos ciudadanos que cada vez se sienten ms lejanos de sus gobernantes. Loscanales convencionales de participacin dan muestra de unas evidentes limitaciones a lahora de transmitir las demandas y los intereses de los ciudadanos y de los diferentes grupossociales a los que pertenecen. Junto a todo ello, el funcionamiento del sistema poltico apa-rece a los ojos de amplios sectores de la poblacin cada vez ms determinado por los inte-reses y estrategias de las grandes corporaciones econmicas, las elites financieras y las ins-tituciones internacionales al servicio del capitalismo global.

    Todos estos problemas son los que estn en la base de la extendida preocupacin por loque se ha dado en llamar la calidad de la vida democrtica. Las democracias contempor-neas estaran perdiendo el impulso cvico necesario para ser un sistema poltico dinmico,

    que pueda hacer frente a los continuos cambios socioeconmicos de las sociedades avanza-das mediante la participacin de los ciudadanos en la esfera pblica. Las democracias hoy,segn este diagnstico, correran el riesgo de convertirse en un conjunto de mecanismos yreglas formales de toma de decisiones que slo lograran atraer la atencin de los ciudada-nos mediante la repeticin de rituales participativos desprovistos de inters y eficacia. Unode los signos ms evidentes de esta situacin es la distancia cada vez mayor que separa a losciudadanos de las instituciones polticas democrticas y de los responsables de las mismas.No es slo que la actividad poltica institucional no interese o interese poco, sino que se con-sidera algo muy alejado de los intereses, las necesidades o los problemas de los ciudadanos.No se trata simplemente de una reaccin de insatisfaccin ante los resultados concretos de

    unas determinadas polticas gubernamentales, ni tampoco de que se dude de la bondad dela democracia frente a otras formulas polticas. Es una actitud ms general y difcil de defi-nir que ha encontrado su mejor expresin en el trmino desafeccin poltica.

    La desafeccin poltica es un concepto tan crecientemente utilizado como diversa-

    mente definido. Si se considera como una especie de sndrome, sera posible situar sus sn-

    tomas en un continuo (...) Entre los sntomas ms importantes de esta gradacin se encon-

    traran el desinters, la ineficacia, la disconformidad, el cinismo, la desconfianza, el dis-

    tanciamiento, la separacin, el alejamiento, la impotencia, la frustracin, el rechazo, la

    hostilidad y la alienacin. Se trata, por tanto, de una familia de conceptos diversos que

    capta unas orientaciones bsicas hacia el sistema poltico cuyo denominador comn radi-ca en la tendencia hacia la aversin de su componente afectivo (...) Nuestra hiptesis es

    que la desafeccin poltica consiste en un conjunto de actitudes bsicas hacia el sistema

    poltico que son diferentes de las que componen la insatisfaccin poltica y la legitimidad

    democrtica (Montero, Gunther y Torcal 1998: 25).

    Sin detenernos ahora en discusiones ms o menos especializadas sobre la naturaleza dela desafeccin poltica, su contenido o sus determinantes explicativos, el hecho que nos inte-resa resaltar es que en las ltimas dcadas se observa un incremento de los sntomas antesmencionados que nos hablan del creciente extraamiento que una gran nmero de ciudada-

    nos sienten respecto al sistema poltico y de la confianza cada vez menor que depositan enlos representantes democrticamente elegidos. No es este el lugar adecuado para llevar a

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    cabo un anlisis emprico de las actitudes polticas predominantes, pero s se puede men-cionar que la mayor parte de las investigaciones de opinin pblica y de los estudios decomportamiento poltico en las sociedades avanzadas coincide en sealar una serie de fen-menos, que de una forma u otra apuntan hacia un significativo incremento de la desafeccinpoltica de los ciudadanos:

    - Descenso de la confianza poltica de los ciudadanos en las instituciones pblicas y enlos polticos.

    - Incremento de los niveles de alienacin poltica, competencia o cinismo.- Descenso de los sentimientos de identificacin con los partidos polticos establecidos.- Generalizacin de los sentimientos de falta de poder e influencia de los ciudadanos

    sobre las decisiones polticas.- Reduccin del inters poltico e incremento de los niveles de apata poltica.- Aumento del apoyo popular a la accin poltica directa.- Cambios bruscos en los comportamientos electorales, en forma de aumento de la vola-

    tilidad electoral, que tienden a desestabilizar los sistemas de partidos establecidos.- Disminucin del grado de implicacin colectiva en organizaciones de carcter poltico.

    Bien es verdad que hay que ser cauteloso a la hora de analizar este conjunto de indica-dores y no sacar conclusiones demasiado catastrofistas que luego no se corroboran con elpaso del tiempo, tal y como viene pasando desde finales de los aos 60 y principios de los70 con el denominado discurso sobre la crisis de la democracia. Y es que esta preocupacinpor los problemas de funcionamiento del sistema democrtico no es nada novedosa.Coincidiendo con los anlisis que hablan de la aparicin de la sociedad postindustrial, seextiende la sensacin en determinados crculos intelectuales de que las profundas transfor-

    maciones econmicas, sociales y culturales que viven las sociedades capitalistas occiden-tales estaban provocando graves problemas en el funcionamiento del sistema poltico demo-crtico que ya no sera capaz de ofrecer a los ciudadanos un marco adecuado de representa-cin y expresin de sus intereses, o demandas. Fenmenos tpicos de este momento histri-co como la aparicin de los nuevos movimientos sociales, el incremento de las demandasciudadanas, la gran cantidad de expectativas que los ciudadanos depositan en el Estado debienestar o el surgimiento de actos de protesta colectiva son interpretados por autores comoCrozier o Huntington como manifestaciones evidentes de los problemas por lo que atravie-san los sistemas democrticos y de su creciente incapacidad para satisfacer las necesidadesde los ciudadanos. Unos problemas que, de acuerdo con este discurso de la crisis, resultan

    casi irresolubles por cuanto no tienen su origen en unas polticas gubernamentales ms omenos equivocadas sino que poseen un carcter bsicamente estructural.

    Este discurso catastrofista, que en cierta medida era un reflejo distorsionado del des-concierto de amplios sectores sociales ante los cambios que se estaban produciendo, no slono se cumpli sino que con el paso del tiempo se fue atenuando en parte. Durante la dca-da de los 80 se asisti a un proceso de normalizacin de algunos de aquellos fenmenos queaos antes haban surgido de manera disruptiva en la escena poltica. La creciente presenciade la accin colectiva en forma de protesta social o de movimientos sociales, junto alaumento del repertorio participativo de los ciudadanos hizo que los limites institucionalesde la vida democrtica se ampliarn progresivamente, en una tendencia que se ha ido pro-

    fundizando en aos posteriores. Sin embargo, en la ltima dcada del siglo XX hemos asis-tido a una nueva reaparicin del discurso de la crisis y, adems, con una singular intensidad.

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    Son muchos los fenmenos que vendran a apoyar este diagnstico. Los problemas de iden-tidad y afiliacin que experimentan la gran mayora de los partidos polticos clsicos, labrusca transformacin de los sistemas de partidos e incluso del sistema institucional en pa-ses como Italia, la aparicin masiva de escndalos de corrupcin, el resurgimiento del popu-lismo neofascista en algunas democracias que se crean slidamente asentadas, etc.

    Pero es importante darse cuenta de la nueva orientacin que parece haber adoptado estediscurso crtico. Frente a los presagios catastrofistas que se hacan en los aos 60 o 70, ahorapredomina el escepticismo3. Este nuevo sesgo se podra explicar, en parte, precisamente porel fracaso de muchas de las predicciones que se hicieron en esos momentos. El sistema pol-tico democrtico ha demostrado tener una mayor capacidad de la prevista para adaptarse alos cambios estructurales que se han producido en las sociedades industriales avanzadas.Asimismo da la sensacin de que se haba sobreestimado la trascendencia de algunos fen-menos, como por ejemplo la accin de los movimientos sociales, que en un primer momen-to parecieron graves problems para la democracia y que posteriormente han proporciona-do una interesante tendencia de renovacin y revitalizacin de la vida democrtica. Adems

    no se puede olvidar el triunfo de la democracia como sistema o ideal poltico. Una vez fra-casado el experimento socialista y cuando las dictaduras de cualquier signo pierden las basesmorales que las justificaban, la democracia aparece como el nico sistema poltico legtimoen las sociedades actuales, aunque su plasmacin en la vida real diste mucho del ideal nor-mativo. Los principios genricos de la democracia encuentran apoyo entre la poblacin aun-que sus resultados generan bsicamente escepticismo y desinters.

    A principios de este nuevo siglo, el escenario en el que nos movemos en las sociedadesoccidentales es ciertamente complejo y bsicamente ambivalente. Junto a la apata y desin-ters que tamiza todas las relaciones que los ciudadanos mantienen con el sistema polticoy el deterioro del clima de confianza, no puede tampoco desconocerse la existencia de una

    tendencia de dinamismo participativo que est transformando el orden institucional de lasdemocracias. El resultado es la dificultad de establecer tendencias claras de evolucin paraun futuro prximo. Las evidencias empricas en bastantes ocasiones son contradictoriasentre s y, en consecuencia, las explicaciones que se ofrecen son tambin mltiples y, aveces, difciles de conciliar.

    Entre todas estas explicaciones, una de las que resulta ms interesante para el tema queaqu estamos tratando es la de los ciudadanos crticos expuesta recientemente por PipaNorris (1999). Esta politloga estadounidense se plantea analizar si la idea de la crisis de laconfianza de los ciudadanos en los gobiernos democrticos es real o no. Para ello parte delconcepto de apoyo poltico de Easton y de su idea de multidimensionalidad del mismo. Para

    Norris, durante estas ltimas dcadas no existe una nica tendencia de evolucin del apoyopopular a los gobiernos democrticos sino que depende del componente al que nos refira-mos. En concreto, demuestra con abundantes evidencias empricas que el apoyo a la comu-nidad poltica y sobre todo a los principios del rgimen democrtico se mantiene elevado enlas sociedades occidentales, pero en cambio el apoyo a las instituciones pblicas (partidos,parlamentos, gobiernos, etc.) y la confianza en ellas estara descendiendo de manera acusa-da. Algo similar ocurre con la confianza en los polticos, aunque en este caso contrariamen-te a lo que sera esperable las tendencias de evolucin no son tan explcitas. En resumen, la

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    (3) El programa poltico de la modernidad radicalizada es el escepticismo (Beck 1999: 225)

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    crtica a las instituciones clave de la democracia como los partidos o los parlamentos, frutode la creciente insatisfaccin con su funcionamiento, coexiste con un incremento de la acep-tacin de los valores democrticos.

    Lo ms relevante de la argumentacin de Norris son las consecuencias que saca del des-censo de la confianza de los ciudadanos en las instituciones polticas. Segn esta autora, la

    erosin del apoyo a instituciones centrales del sistema democrtico puede desembocar en laquiebra de la fe democrtica del pblico, pero tambin puede implicar que aumente el nme-ro de lo que denomina ciudadanos crticos, es decir, ciudadanos insatisfechos, pero clarosdefensores de la democracia, que no se resignan a los bajos rendimientos institucionales y,en consecuencia, quieren reformar los canales existentes. Estos ciudadanos ms crticosseran los grandes impulsores de las reformas institucionales para mejorar el sistema repre-sentativo pero, sobre todo, del aumento de las oportunidades de participacin de los ciuda-danos a travs de otros canales de expresin de demandas y necesidades. La insatisfaccinpoltica de estos sectores sociales parece ir ms all de reformas en los procedimientos paradirigirse hacia una democracia ms participativa. Los ciudadanos crticos de Norris son los

    ciudadanos activos de los que venimos hablando en este informe.Quizs se puede criticar el optimismo que deja traslucir este anlisis de la situacin de

    las democracias avanzadas y su olvido del carcter mayoritario del desinters y la apata res-pecto a todo lo que tenga que ver con la marcha de los asuntos pblicos. No obstante, a nues-tro juicio, proporciona una explicacin bastante coherente de esta peculiar combinacin deactitudes crticas, con predominio de la adhesin a los valores democrticos y aparicin desectores sociales proclives a la movilizacin colectiva que se observa en determinados espa-cios de nuestras sociedades actuales. Una combinacin que, adems, apunta en una direc-cin ya analizada anteriormente cuando hablbamos del nfasis actual en la ciudadana acti-va: la necesidad de lograr una mayor presencia y protagonismo de los ciudadanos en el

    devenir de los procesos sociopolticos de sus comunidades. La insatisfaccin con la situa-cin actual empujara hacia una democracia ms participativa, unas nuevas pautas de parti-cipacin que, en una forma u otra, rebasaran el esquema representativo clsico, incremen-tando la presencia cvica en la toma de decisiones y en la elaboracin de polticas. El desa-fo al que se enfrentan las anquilosadas y rituales democracias actuales es evidente, en tantoen cuanto necesitan adaptarse a este nuevo estilo de poltica y al nuevo tipo de actor polti-co que est surgiendo entre determinados grupos y sectores sociales. Este es precisamenteel tercer aspecto que esta en el origen del nfasis actual en una ciudadana ms activa y alque nos referiremos a continuacin.

    2.3.El surgimiento de un nuevo tipo de actor poltico

    Desde las primeras investigaciones de R. Inglehart en los aos 70 sobre lo que, enexpresin afortunada, denomin la revolucin silenciosa de los valores, creencias y com-portamientos de los pblicos occidentales, pasando por la sociedad del riesgo teorizada porBeck a mediados de los 80, hasta las ms actuales reflexiones de Castells sobre la sociedadred podemos encontrar una lnea bsica de argumentacin que insiste en los novedosos pro-cesos de transformacin que viven las sociedades avanzadas y que afectan a todos los mbi-tos de la vida social, econmica, cultural y, por supuesto, poltica. Las coordenadas polti-

    cas de la sociedad industrial basadas en conflictos ideolgicos, econmicos y culturalespierden cada vez ms sentido en favor de una situacin ms incierta, imprevisible e inesta-

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    ble en la que se abren ms oportunidades para la accin y, en consecuencia, para la presen-cia de nuevos actores con posiciones ms activas.

    En los ltimos aos ha irrumpido con gran fuerza el discurso de la modernidad reflexi-va que aporta interesantes reflexiones sobre la nueva modernidad que est surgiendo. Deacuerdo con esta forma de plantear las cosas, popularizada por autores como Beck o

    Giddens, aparece una nueva dimensin de la poltica caracterizada por la repolitizacin dembitos hasta ahora excluidos del debate pblico, por la ruptura de barreras entre lo institu-cional y lo no institucional y por la apertura del escenario poltico a nuevos actores, tantocolectivos (movimientos sociales, grupos de ciudadanos, expertos, etc).como individuales(Beck , Giddens y Lash 1997). Las grandes narrativas de la modernidad industrial dejanpaso a planteamientos ms individualizados y ambivalentes sobre nuevas cuestiones que sesuelen situar fuera de las reas tradicionalmente asignadas a los temas polticos, como elEstado o el sistema poltico formal. Dos son los grandes conceptos sobre los que gira estediscurso: individualizacin y subpoltica.

    La individualizacin es un concepto difcil de definir con precisin por cuanto reenva

    de manera casi inmediata a la idea de individualismo, ms o menos egosta, propio de lasposiciones neoliberales. Sin embargo, la individualizacin de la poca de la modernidadreflexiva defendido por Beck, significa:

    ...en primer lugar, el proceso de desvinculacin y, en segundo lugar, el proceso de revin-

    culacin a nuevas formas de vida de la sociedad industrial en sustitucin de las antiguas,

    en las que los individuos deben producir, representar y combinar por s mismos sus propias

    biografas (...) Expresndolo llanamente individualizacin significa la desintegracin de

    las certezas de la sociedad industrial y de la compulsin de encontrar y buscar nuevas cer-

    tezas para uno mismo y para quienes carecen de ellas. Pero tambin significa interdepen-

    dencias, incluso interdependencias globales. La individualizacin y la globalizacin son, dehecho, dos caras del mismo proceso de modernizacin reflexiva (...) Repitmoslo una vez

    ms: la individualizacin no est basada en la libre eleccin de los individuos. Por utilizar

    una expresin de Sartre, la gente est condenada a la individualizacin (Beck , Giddens y

    Lash 1997: 28-30).

    La individualizacin o nuevo individualismo del que habla Giddens tiene que ver conla prdida de importancia de la tradicin y las costumbres en nuestras vidas. En vez demodelos de comportamiento definidos desde fuera, el individuo de esta nueva modernidadtiene que estar constantemente tomando decisiones sobre su vida, sobre su biografa, la cual

    ya no se ajusta a procesos secuenciales rgidamente establecidos. El ejemplo de los jveneses bien elocuente de lo que estamos diciendo. Sus recorridos biogrficos cada vez son msdifciles de predecir, en la medida que los caminos y los ritmos que se pueden seguir en cadamomento son mltiples y, por tanto, las posibilidades son mayores. No es que ahora losjvenes sean mucho ms libres a la hora de elegir como quieren organizar su vida4, sino quese ven obligados de manera reiterada a decidir entre las opciones socialmente posibles en

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    (4) Uno de los efectos de la desigualdad social entre los jvenes, en nuestra sociedad de la globalizacin, es precisamente lamayor o menor amplitud de posibilidades de eleccin que tienen a la hora de construir sus biografas. Mientras los jvenes prove-nientes de las clases medias y altas tienen una mayor libertad de autorrealizacin , las oportunidades vitales de los grupos juvenilesprovenientes de los estratos sociales ms bajos siguen estando fuertemente determinadas por las bases materiales de la vida social(Bettin 2001).

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    cada momento, sin que las formas tradicionales de vida proporcionen un modelo nico ypredecible de comportamiento. Los jvenes construyen as sus vidas de una manera msactiva, sin que ello implique necesariamente un individualismo egosta ni excluya la apari-cin de nuevas formas de solidaridad social basadas en mecanismos de confianza.

    El otro concepto que antes mencionbamos es el de subpoltica y representa la exten-

    sin de la individualizacin al terreno de lo poltico, aunque entendido de una forma dife-rente. La poltica tal y como tradicionalmente suele interpretarse, definida en trminos ins-titucionales, experimenta un imparable proceso de degradacin e inmovilismo. Pero almismo tiempo se asiste a un renacimiento no-institucional de lo poltico, la subpoltica. Allse definen nuevos temas y nuevos grupos pueden llegar a tener voz, mientras que las anti-guas categoras que organizaban los conflictos polticos dejan de tener sentido. Los diag-nsticos negativos a los que antes hacamos referencia sobre el incremento de la desafecciny la apata entre los pblicos de las democracias avanzadas cobran una nueva perspectivadesde esta perspectiva de anlisis. Lo que antes veamos como alejamiento de la poltica,ahora puede verse como abandono de una forma institucional de hacer poltica y posible

    descubrimiento de una nueva dimensin de lo poltico, ms contradictoria y ambivalente,pero ms cercana a los intereses del individuo reflexivo. En la subpoltica, la lgica jerr-quica de la poltica estatal deja paso a nuevos actores con nuevos comportamientos.

    La subpoltica se distingue de la subpolitics, en primer lugar en que a los agentes exter-

    nos al sistema poltico o corporativo se les permite aparecer en el escenario del diseo

    social y, en segundo lugar, en que no solo los agentes sociales y colectivos sino que tambin

    los individuos compiten con estos ltimos y entre s por el creciente poder configurador de

    lo poltico (...) La subpoltica, por lo tanto, significa configurar la sociedad desde abajo.

    Visto desde arriba, esto tiene como consecuencia la prdida de capacidad implementativa,

    la retraccin y minimizacin de la poltica. Como consecuencia de la subpolitizacin, gru-pos que hasta ahora no estaban implicados en el proceso de tecnificacin e industrializa-

    cin (grupos ciudadanos, la opinin pblica, los movimientos sociales, los grupos de exper-

    tos, los trabajadores en su lugar de trabajo) tienen cada vez ms oportunidades de tener voz

    y participacin en la organizacin de la sociedad... (Beck, Giddens y Lash 1997: 38-39).

    La conclusin hacia la que deriva todo este discurso es la aparicin de un nuevo tipo deactor poltico, el ciudadano reflexivo, que decide ser activo en el espacio pblico, aunque lohace de una manera diferente al prototipo tradicional de ciudadano comprometido ideolgi-camente que encontraba en la esfera de la poltica institucional su mbito preferente de

    expresin. El ciudadano reflexivo no participa de manera constante y uniforme, sino que lohace en funcin de los temas, de los issues concretos que en cada momento se estn tra-tando. Unas veces es un ciudadano activo y otras se convierte en espectador atento de lo queocurre en la esfera pblica (Benedicto 1992), lo cual no implica una participacin mera-mente instrumental, dirigida desde el mbito de los intereses privados. Parece tener raznK. Eder cuando sostiene la necesidad de construir una teora realista de la ciudadana quetenga en cuenta los cambios estructurales e institucionales que se han producido, en la queno se establezcan barreras rgidas entre ciudadanos ordinarios y ciudadanos polticos. Unateora en la que, adems, se adopte una perspectiva flexible sobre las identidades cvicas,porque no hay una simple comunidad base para la ciudadana poltica, sino muchas y cam-

    biantes. La lealtades cambiantes son la caracterstica de la ciudadana poltica en las socie-dades complejas (Eder 2000: 234).

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    3. Es posible una ciudadana activa entre los jvenes?

    En las pginas anteriores hemos analizado algunos de los factores que estn en la basedel actual nfasis en la necesidad que tienen nuestras sociedades democrticas de desarro-llar una ciudadana ms activa. Aunque como veremos en el prximo apartado los signifi-

    cados asociados a la expresin y las consecuencias que se extraen para la vida social sonmuy diferentes en unos grupos y otros, de acuerdo con su orientacin ideolgica, todos elloscoinciden en la crtica a una concepcin de la ciudadana que concede todo el protagonismoal Estado y que convierte a los miembros de la comunidad en meros espectadores de unosprocesos sociales y polticos en los que no tienen capacidad de intervenir. Este tipo de ciu-dadana no solamente es incapaz de ofrecer soluciones eficaces a los problemas de desafec-cin y apata que presentan nuestras democracias sino que tampoco da respuesta a los nue-vos retos con los que se enfrentan en esta nueva etapa de globalizacin: ampliacin del con-tenido de los derechos, nuevos sujetos de ciudadana, complejidad de las pertenencias socia-les, etc. La vida cvica de las democracias avanzadas exige, de manera cada vez ms evi-

    dente, una nueva configuracin en la que el ciudadano (bien sea entendido en trminos indi-vidualistas o bien en su condicin de miembro de determinados colectivos) est ms pre-sente, desarrolle actividades en entornos colectivos y mantenga interacciones con las insti-tuciones. En suma, un ciudadano que se convierta en agente de influencia poltica.

    El discurso sobre la necesidad de un modelo ms activo de ciudadana no debe, sinembargo, construirse en una especie de vaco social, desconociendo los problemas estructu-rales que hay detrs y las contradicciones que saca a la luz cualquier intento de transformarla lgica de funcionamiento del principio de ciudadana. En efecto, son muchos los ejem-plos que ponen de manifiesto las dificultades que tiene el sistema social y poltico paraadmitir una intervencin activa y constante de los ciudadanos, que pueda llegar a poner en

    peligro la capacidad de control de la vida social por parte del Estado y de las elites polti-cas. Dos ejemplos actuales pueden ser bastante ilustrativos de esta situacin.

    El primero de ellos tiene que ver con los reiterados intentos por parte de los distintosEstados de introducir controles y restricciones a la libertad de comunicacin a travs deInternet. Hoy da, Internet adems de un fenmeno social de sorprendentes dimensiones(econmicas, sociales y culturales) representa uno de los mbitos ms interesantes de expe-rimentacin en la creacin de nuevas formas y redes de ciudadana. A travs del uso inte-ractivo de la informacin, se crean vnculos colectivos de interrelacin que ya no estnbasados en las pertenencias sociales a una comunidad territorial sino en el inters y preo-cupacin por una serie de temas, que son los que finalmente definen los contornos de un

    nuevo tipo de comunidad cvica (Tambiani 2000). Una comunidad cvica basada en lalibertad radical de pertenencia, en la que prima la igualdad sobre la desigualdad y con unalgica de funcionamiento de carcter horizontal y relacional contrariamente a lo que ocu-rre en los mbitos poltico institucionales organizados jerrquicamente. Pues bien, estasredes cvicas que han demostrado en algunos pases ser un buen instrumento para impulsarla participacin democrtica, especialmente en el mbito local, no slo no encuentran elapoyo necesario de los poderes pblicos sino que continuamente se tienen que enfrentar alacoso de los grandes poderes empresariales y mediticos que temen perder su monopoliosobre esta nueva forma de gestin de la informacin. Pero an ms, con la disculpa degarantizar la salud democrtica de la informacin que circula por esta red de redes y de

    proteger los derechos de los usuarios de la misma, los diferentes gobiernos estn incesan-temente tratando de introducir restricciones y controles que, en ltimo trmino, lo que pre-

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    tenden es poner bajo su supervisin estas tentativas de crear nuevos espacios cvicos deexpresin de las necesidades sociales.

    El segundo ejemplo de las contradicciones que rodean las apelaciones a una ciudadanaactiva lo podemos encontrar en los movimientos de protesta contra la globalizacin. Cuandola mayor parte del discurso poltico oficial repite una y otra vez las consecuencias negativas

    que se derivan de la apata y desinters de los ciudadanos hacia las cuestiones pblicas,especialmente entre las nuevas generaciones, la naturaleza y los significados del movimien-to antiglobalizacin son interpretados por las elites polticas como una reaccin de carcterantisistmico, en contra de los representantes democrticamente elegidos. En vez de resal-tar el hecho positivo que supone el que los ciudadanos se incorporen al debate pblico y tra-ten de expresar, de distintas formas, su opinin sobre la marcha de la globalizacin, se insis-te en las formas de actuacin a travs de la protesta colectiva y en el desafo que plantean alos mecanismos participativos de las democracias representativas. Sin duda, son muchas lascrticas que se pueden hacer a este movimiento planetario que es la protesta contra la glo-balizacin pero, lo que importa resaltar, es que apunta hacia una nueva actitud ms activa y

    responsable de determinados sectores sociales que tratan de conseguir mediante la accincolectiva un protagonismo en la esfera pblica que les convierta en agentes de influenciapoltica (Ceri 2002). El problema principal es que el protagonismo cvico de estos sectoressupone un cuestionamiento radical de los principios de actuacin de las elites polticas,sociales, econmicas o culturales.

    Esta situacin contradictoria en la que se intuyen las limitaciones de una construccinactiva y participativa de la ciudadana democrtica se hace an ms compleja en el caso delos jvenes. Por una parte, desde todas las instancias se hace patente la necesidad de impul-sar entre las nuevas generaciones una conciencia de la responsabilidad que tienen en la mar-cha de los asuntos de la comunidad a la que pertenecen, superando el escepticismo predo-

    minante entre los jvenes que les lleva a considerar las cuestiones de ndole poltica comoalgo lejano y extrao a sus intereses. Para conseguir impulsar entre los jvenes esta con-cepcin ms activa de la vida cvica se confa bsicamente en los procesos de aprendizaje,tanto formal como informal, que les permitan adquirir las capacidades y competencias nece-sarias para poder participar eficazmente en una sociedad cada vez ms compleja y plural.Pero, por otra parte, los jvenes actuales se encuentran atrapados en una situacin de depen-dencia que no slo dificulta enormemente su incorporacin a la sociedad adulta sino que ter-mina expulsndoles en la prctica de la esfera pblica. El modelo de alargamiento de lajuventud que se ha impuesto en los ltimos aos en las sociedades desarrolladas est pro-vocando que cada vez les sea ms difcil a los jvenes acceder a su condicin de ciudada-

    no, la cual sigue estando estrechamente vinculada a la autonoma que proporciona la inde-pendencia econmica y la emancipacin familiar (Morn y Benedicto 2000). En otras pala-bras, los jvenes se encuentran en la situacin paradjica de que cada vez estn ms presio-nados para que asuman sus responsabilidades personales y colectivas pero, al mismo tiem-po, carecen de los recursos necesarios para poder ejercer de manera efectiva la ciudadana.

    Para comprender un poco mejor esta situacin contradictoria en la que se mueven losjvenes en nuestras sociedades desarrolladas hay que referirse a una serie de rasgos que, anuestro juicio, muestran con claridad las dificultades a las que tienen que hacer frente parapoder implicarse activamente en la esfera de los asuntos comunes desde su propia condicinde juvenil. En primer lugar, resulta evidente que entre una gran mayora de los jvenes los

    sentimientos de rechazo y alejamiento de la poltica institucional adquieren una especialintensidad. Como ocurre con el resto de la poblacin, los jvenes no se muestran contrarios

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    a los valores democrticos o al sistema democrtico como tal5, sino que manifiestan un cre-ciente desinters por todo aquello relacionado con la esfera institucional, debido entre otrasrazonas a la falta de conexin que sta tiene con sus intereses especficos. En segundo lugar,la implicacin de las nuevas generaciones en la esfera pblica adopta unos contornos muydiferentes a los conocidos hasta ahora, lo que ha llevado a algunos especialistas, adoptando

    una visin un tanto simplificada, a calificar a estas nuevas generaciones de apticas y ego-stas. El auge entre los jvenes de formas de accin colectiva, voluntariado social, activida-des centradas en la solidaridad social, etc. pone de manifiesto que los significados de la par-ticipacin cvica se han transformado. Mientras que para generaciones anteriores ser ciuda-dano se expresaba bsicamente a travs de la participacin en la esfera poltica, que eradonde se abordaban las cuestiones de importancia colectiva, para muchos jvenes actualesla expresin ms clara y eficaz de pertenencia a una comunidad cvica se ha trasladado a laesfera de la solidaridad social (Alexander 1997).

    Otro de los aspectos a tener en cuenta a la hora de hablar de los jvenes como ciudada-nos activos son las nuevas circunstancias en las que tiene lugar su integracin social. La

    quiebra de los modelos estandarizados sobre lo que significa ser adulto, el incremento delperiodo de dependencia familiar y las dificultades con las que se encuentran para completarsus transiciones han introducido grandes dosis de indeterminacin y confusin entre unosgrupos juveniles que observan cmo se consolida su situacin de cuasi-ciudadana, pero sinposibilidad de lograr acceder plenamente a ella (Benedicto y Morn 2001). El ltimo aspec-to al que nos referiremos es el del creciente peligro de exclusin social con el que se enfren-tan los jvenes en estos momentos. Mientras que en dcadas anteriores, la pobreza venadeterminada por las desigualdades econmicas y sola estar ms asociada a grupos de edadavanzada, en la actualidad sta se ha transformado en exclusin social y ha adquirido nue-vos perfiles sociales. Ahora los grupos ms afectados son aquellos que se sitan en posicio-

    nes vulnerables dentro del orden social, de ah que los jvenes, las minoras tnicas y tam-bin en muchos casos las mujeres sean colectivos especialmente expuestos a estas situacio-nes de exclusin. Una exclusin que, adems de plantear graves problemas de marginacinsocial, supone una barrera casi infranqueable para poder llegar a ser ciudadano, a pesar deque se tengan reconocidos los mismos derechos que el resto de la poblacin. Y es que enestas situaciones, precisamente, es donde ms patente se hace la distancia entre tener reco-nocido un derecho a algo y tener acceso a l (Jones y Wallace 1992).

    La situacin de los jvenes en las sociedades desarrolladas est caracterizada, en suma,por la ambivalencia y la complejidad. Son objeto de presiones contradictorias que dan comoresultado una desorientacin respecto a las responsabilidades que tienen con la comunidad,

    la posicin que ocupan y el papel que les corresponde jugar en el desarrollo de los procesossociales y polticos. Todo ello, a nuestro juicio, no hace ms que reforzar la necesidad deotorgar protagonismo a los jvenes en la configuracin y desarrollo de la sociedad poltica.

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    (5) No obstante, el apoyo a la democracia como sistema poltico se reduce entre los adolescentes. Segn los datos publica-dos del ltimo estudio del Instituto Idea entre alumnos de secundaria, slo un 33% considera a la democracia como insustituiblemientras que un 30% afirma que solo vale si sabe dar solucin a los problems y un 28% manifiesta una posicin ambivalentesegn la que es igual un rgimen democrtico o autoritario; importa el orden y el progreso; por ultimo casi un 9% dice que aveces lo sistemas autoritarios son necesarios. No est claro a primera vista si estamos ante un fenmeno de ndole generacional ouna cuestin relacionada con la evolucin del ciclo vital. Sin embargo, el anlisis provisional de las opiniones que sobre este tema

    se suceden en las Encuestas Nacionales de Juventud del INJUVE apunta hacia un predominio del ciclo vital (conforme los intere-ses y experiencias de los jvenes crecen tambin lo hace su percepcin de lo imprescindibible de la democracia) o a una mezclade ambas componentes.

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    En el caso de que se les siga relegando a esa posicin secundaria, mantenindoles fueracomo si estuvieran en un eterno proceso de formacin, se les estar abocando a un deterio-ro de su condicin cvica que redundar negativamente en la calidad de la vida democrti-ca, tanto presente como futura. Formulado en trminos hirschmanianos, podra decirse quees necesario dar voz a los jvenes para evitar su salida. Algunos de los comentarios que hace

    Hirschman sobre estas dos opciones pueden ser bastante ilustrativas para el tema que esta-mos tratando (Hirschman 1977).

    Hay que recordar que en el influyente ensayo Salida, voz y lealtad Hirschman plan-tea que cuando hay problemas en una organizacin (tanto sea una empresa que produce bie-nes como un organismo que provee servicios) hay dos posibilidades u opciones: por unaparte, la opcin de la salida que consiste en romper las relaciones que los individuos, biensean clientes o miembros, mantienen con la empresa o el organismo y, por otra, la opcin dela voz6 en la que los miembros de la organizacin expresan su insatisfaccin, protestan, bus-can formas de influencia, etc. El tercero de los componentes es la lealtad que, por reglageneral, aleja la salida, impidiendo que el deterioro sea acumulativo y activa la voz. Pues

    bien, de acuerdo con el esquema de Hirschman voz y salida son dos opciones alternativas ycada una de ellas funciona desde la perspectiva de que existe la otra. La solucin de la vozpredominar sobre la decisin de la salida cuando se piense que va a ser eficaz, an siendoconsciente de que se trata de una opcin que entraa ms riesgos y es ms costosa:

    ...la decisin de salida se tomar a menudo a la luz de las perspectivas de uso eficaz de

    la voz. Si los clientes estn suficientemente convencidos de que la voz ser eficaz, es posible

    que pospongan la salida (...) Una vez que se ha producido la salida se pierde la oportunidad

    de emplear la voz, pero no a la inversa; en algunas situaciones la salida ser en consecuen-

    cia un ltimo recurso tras el fracaso de la voz (...) Pero dado un mnimo de insustituibilidad,

    la voz depender tambin de la inclinacin a afrontar los riesgos de la voz frente a la certi-dumbre de la opcin de la salida y de la probabilidad con que el cliente espere que ocurran

    mejoras como resultado de las acciones suyas, de otros, o de todos (...) As, pues, en compa-

    racin con la opcin de la salida, la voz es costosa y est condicionada por la influencia y

    el poder de negociacin que los clientes y miembros pueda ejercer dentro de a empresa a la

    que compran o los organismos a los que pertenecen (Hirschman 1977: 42-44).

    Aplicndolo al caso que nos ocupa podramos decir que los jvenes van a utilizar suvoz, su capacidad de influir para que cambien las practicas establecidas, siempre y cuandoestn convencidos de la eficacia de la misma. En caso contrario optaran por la salida, es

    decir, se refugiarn en su esfera privada de intereses y relaciones, abandonando los espaciosde implicacin colectiva. Fenmenos como el abstencionismo electoral, el desinters hacialos mecanismos de representacin de sus intereses en el mbito educativo o la falta de pre-ocupacin por intervenir colectivamente en la solucin de los problemas sociales cercanos,son manifestaciones evidentes de que se ha escogido la salida en vez de la voz; es decir, laopcin econmica frente a la accin poltica por excelencia. No se trata, por tanto, de cons-

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    (6) Hirschman define la voz como un intento por cambiar un estado de cosas poco satisfactorio en lugar de abandonarlo,mediante la peticin individual o colectiva a los administradores directamente responsable, mediante la apelacin a una autoridadsuperior con la intencin de forzar un cambio de administracin o mediante diversos tipos de acciones y protestas, incluyendo lasque tratan de movilizar a la opinin pblica ( Hirschman 1977: 36).

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    truir estructuras vacas en las que grupos juveniles puedan dar su opinin, de una manerams o menos ritual, sino de desarrollar un entorno poltico e institucional en el que los jve-nes tengan oportunidades de participar eficazmente y puedan ejercer su influencia sobre lamarcha de los asuntos de la comunidad. Sin olvidar en ningn momento, como diceHirschman con mucha perspicacia, que mientras la salida requiere slo una clara decisin

    a favor o en contra, la voz es esencialmente un arte que evoluciona constantemente en nue-vas direcciones (op. cit.: 48).

    La consecuencia de todo lo anterior es, en nuestra opinin, que en vez de seguir cen-trando como hasta ahora toda la discusin sobre los problemas de los jvenes y su situacinde dependencia hay que preguntarse como podemos formar sujetos autnomos, con voz pro-pia en la sociedad poltica y con capacidad para intervenir en la esfera pblica. No se tratani mucho menos de obviar los graves problemas derivados de la situacin en que los jve-nes se incorporan al mercado de trabajo o de los obstculos que encuentran en pases comoEspaa para emanciparse de sus familias Por el contrario, se tratara de atacar los problemsdesde otra ptica: que los jvenes puedan llegar a tener un mayor protagonismo en la esfe-

    ra pblica para que as participen en la solucin de sus propios problemas. Un protagonis-mo, adems, que -como ya sealbamos al inicio de este informe- siempre estar mediadopor las determinaciones estructurales que pesan sobre sus acciones.

    Ahora bien esta posibilidad de protagonismo cvico de los jvenes no est exenta deproblemas y limitaciones que ponen de manifiesto las contradicciones que arrastra la nocinde ciudadana activa (Wallace 2001). Entre los ms destacados podramos mencionar lossiguientes:

    - Dar voz a los jvenes para evitar su salida puede significar en muchos casos un desa-fo a los principios de la sociedad adulta, al concepto de buen ciudadano que se mane-

    ja. Los movimientos alternativos en general, y el movimiento ocupa, en particular sonun buen ejemplo de esta posibilidad de los jvenes de desafiar los valores dominantesy poner en cuestin las estructuras de participacin establecidas.- La idea de la ciudadana activa puede ser una forma de individualizar los problemassociales y traspasar la responsabilidad colectiva desde el Estado al individuo.- Los mecanismos institucionales diseados para promover la presencia y protagonismode los jvenes pueden convertirse en un medio importante de control social para questos ejerzan el poder de la forma y con los objetivos que quieren los adultos. El locusde control pasa de las agencias externas a la agencia moral interna del individuo(Wallace 2001: 25).

    - La promocin de la ciudadana activa puede ser un elemento ms de exclusin paraaquellos sectores juveniles que menos competencias tienen, por cuanto se muestranincapaces de llegar a poseer las capacidades necesarias para ser un ciudadano prota-gonista. La polarizacin entre unos sectores de jvenes y otros podra de esta formaincrementarse.

    En resumen, la ciudadana activa entre los jvenes es un reto a conseguir dentro de unentorno contradictorio que alienta su desarrollo pero al mismo tiempo establece barreras ylmites porque el protagonismo pblico y eficaz de los jvenes enfrenta a nuestra sociedadpoltica capitalista con sus propias contradicciones.

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    CONCEPCIONES DE CIUDADANIA ACTIVA:LOS TERMINOS DEL DEBATE POLTICO

    En el captulo anterior hemos hecho referencia a la extendida preocupacin existenteentre los especialistas y responsables polticos sobre la insercin de los individuos en la socie-dad poltica. La apata y el desinters poltico predominante en las sociedades desarrolladas,la crisis del Estado de bienestar, los persistentes problemas sociales vinculados a las nuevaspautas de desigualdad social o las consecuencias negativas de la globalizacin econmicaponen de manifiesto que las sociedades democrticas no pueden seguir funcionando de mane-

    ra eficaz mientras sus miembros se alejan cada vez ms del mbito de lo colectivo . Por elcontrario, se necesita contar con la presencia de los individuos en la esfera pblica, no comomeros clientes que reclaman las prestaciones de un Estado benefactor ni como sbditos de unpoder omnmodo sino como ciudadanos que tienen una serie de derechos, los ejercen activa-mente y estn comprometidos con la marcha de su comunidad (Pea 2000).

    El reto al que se enfrentan polticos y responsables pblicos es crear los mecanismosinstitucionales adecuados para que sus apelaciones a actitudes de mayor compromiso conlos asuntos colectivos dejen de ser meras declaraciones retricas sin efectos prcticos en elcomportamiento de los ciudadanos y se conviertan en una marca distintiva del funciona-miento de la vida social y poltica. Esta creciente preocupacin es la que explica que duran-

    te los aos noventa en algunos pases se realizaran (desde distintas instituciones pblicas,sobre todo comisiones parlamentarias) informes y documentos con el fin de disponer de undiagnstico de la situacin y ofrecer posibles vas para promover una ciudadana mas res-ponsable, activa y comprometida. El mejor ejemplo de este inters institucional por las cues-tiones de la ciudadana lo constituye Australia.

    El Senado australiano puso en marcha, a lo largo de la pasada dcada, tres comisionesdedicadas a analizar el tema de la ciudadana activa, los factores que estn en el origen dela falta de inters e implicacin cvica, sobre todo entre las nuevas generaciones, y a propo-ner soluciones polticas. Los ttulos de los informes en los que se recogen las conclusionesde estas comisiones son bien significativos: Education for active citizenship (1989);

    Active citizenship revisited (1991) y A System of national citizenship indicators (1995).La concepcin de ciudadana que se maneja en estos informes es ciertamente interesante y

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    concede una posicin central a la dimensin participativa: el verdadero concepto de ciuda-dana est anclado en la esfera pblica (sin negar el nexo entre disposiciones pblicas y pri-vadas). Ser un ciudadano es participar en las practicas pblicas que sustentan y en buenamedida definen una comunidad (Active citizenship revisited, 1991: 6). El corolario de estaconcepcin es que para que la gente, y especialmente los jvenes, encuentren los estmulos

    necesarios para actuar en la esfera pblica es imprescindible que aumente su conocimientopoltico o, dicho de otra manera, el mejor antdoto contra la indiferencia y apata poltica delos jvenes es la educacin cvica en las escuelas. No es de extraar, pues, que a partir deestos informes del Senado se pusieran en marcha una serie de iniciativas de poltica educa-tiva de las que nos ocuparemos en otro momento de este trabajo.

    Otro ejemplo interesante, y que adems refleja la distancia que separa las tradicionespolticas de uno y otro pas, es Gran Bretaa. En vez de una acumulacin de reflexionescolectivas que tratan de orientar las decisiones polticas, tal y como ha ocurrido enAustralia, en Gran Bretaa el debate sobre estas cuestiones se ha concretado en dos infor-mes parlamentarios que reflejan muy bien la evolucin ideolgica del escenario poltico

    britnico en estos ltimos aos, desde el neoliberalismo conservador de Thatcher y Majora la tercera va de Blair. El primero de ellos proviene de una comisin sobre ciudadanadirigida por el speaker de la Cmara de los Comunes y tiene el significativo ttulo deEncouraging Citizenship (1990). El objetivo del informe es investigar las formas de defi-nir y promover la ciudadana activa, un concepto muy utilizado entre los grupos de laNueva Derecha que lo entienden de una forma bastante restringida e individualista. Elinforme en cuestin terminaba recomendando, en lnea con los postulados neoliberales enese momento predominantes: a) la inclusin y desarrollo de un programa reglado de edu-cacin cvica dentro de la educacin secundaria7; b) diferentes medidas para fomentar,apoyar y recompensar las actividades voluntarias y el trabajo en la comunidad. El segundo

    informe corresponde con los momentos iniciales del gobierno laborista de Blair.Citizenship: a White Paper (1997) resume los nuevos planteamientos de la tercera vaen los que se pone el nfasis sobre tres aspectos considerados centrales para promover unaciudadana activa: la responsabilidad social y moral de los ciudadanos, la implicacin en lacomunidad y los conocimientos polticos8.

    Aunque las referencias intelectuales y doctrinales de las que parten estos y otros docu-mentos existentes difieren mucho entre s, hay que reconocer que tanto su origen institucio-nal como la funcin que pretenden cubrir les lleva a manejar un discurso bastante genricoen el que todos coinciden al sealar la preocupacin por superar los problemas de desinte-rs y apata de las democracias actuales y la necesidad de que los ciudadanos, especialmen-

    te los jvenes, ocupen un lugar central en la vida cvica. Sin embargo, no hay que dejarseconfundir por el lenguaje explcito. Mas all de estas declaraciones institucionales, los desa-cuerdos son grandes en muchos aspectos de fondo, por cuanto reflejan los diferentes plan-teamientos ideolgicos en los que se sustentan. En este sentido, al hablar de ciudadana nose debe olvidar que el consenso sobre bastantes aspectos es casi imposible, dada la natura-

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    (7) Aunque el objetivo inicial de la comisin no tena un carcter educativo, entre sus consideraciones iniciales ya aparecainteresarse por si ofrecemos el impulso suficiente a nuestros jvenes para que aprendan a ser buenos ciudadanos (pp. v-vi).Adems, de los ocho apndices del informe, tres se refieren al trabajo en las escuelas

    (8) Otro informe institucional de gran inters es el realizado en 1993 por el Senado de Canad (Canadian Citizenship:Sharing the Responsability), centrado en el problema de cmo construir una comunidad cvica respetando la diversidad de perte-nencias sociales y culturales caractersticas del caso canadiense..

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    La racionalidad del Estado del bienestar se vea atacada inmediatamente en sus bases

    morales o mejor en los riesgos y azares morales que induca, pues de manera directa se

    le acusaba de mantener la garanta de salarios excesivamente elevados, de subsidios que

    bloquean el incentivo a trabajar y de normas y seguros que impiden de plano la contrata-

    cin; de manera indirecta a los sistemas sociales se les responsabiliz de la reduccin de la

    iniciativa personal y de la destruccin de los incentivos y la responsabilidad moral del capi-talismo, as como de ser un mal estmulo para la dependencia, la ineficiencia y el despilfa-

    rro de los recursos econmicos, todo ello en detrimento del sector privado cada vez ms,

    segn esta ptica, gravado econmicamente y expulsado de los espacios rentables por el

    excesivo peso del sector pblico (1999: 84).

    Estas crticas se pueden agrupar en varios apartados. En primer lugar, se acusa al Estadode Bienestar de introducir importantes disfunciones en el funcionamiento del sistema eco-nmico que terminan por eliminar los incentivos para la inversin. Los gastos provocadospor las polticas de bienestar traen consigo aumento de impuestos e incremento de la infla-

    cin, a lo que hay que unir el creciente poder de los sindicatos para obtener salarios msaltos; todo ello provoca un descenso de la tasas de crecimiento de la economa y, sobre todoextiende la sensacin de que la inversin en los mercados no proporciona la rentabilidadadecuada. En segundo lugar, los instrumentos para asegurar un nivel de vida digno de lostrabajadores ante situaciones de desempleo o inseguridad laboral estaran produciendo unefecto negativo sobre los incentivos para trabajar entre amplios sectores. Los trabajadoresprefieren convertirse en clientes del Estado, se hacen mas exigentes ante las presiones delmercado y, sobre todo, su tica de trabajo se reduce hasta el punto estar menos dispuestos adedicar sus esfuerzos al trabajo.

    Otra de las cuestiones que se debaten es la de los efectos de estas polticas sobre el pro-

    pio bienestar. Entre los sectores ms moderados, el sistema de bienestar social no se recha-zara de plano, pero tampoco pueden olvidarse sus limitaciones intrnsecas en algunos aspec-tos, como puede ser la lucha contra la pobreza. En la posicin opuesta se sitan los sectoresmas radicales, para los cuales el crecimiento del Estado de bienestar ha causado los efectoscontrarios a los que pretenda. En vez de dar soluciones a problemas como la pobreza o losdficits de salud y educacin de los sectores mas desfavorecidos, ha contribuido a incre-mentarlos, al tiempo que aumentaba la desorganizacin social, el crimen, el abandono esco-lar y aparecan unas importantes infraclases dependientes. (Roche 1992: 84-89).

    En el terreno poltico, el funcionamiento del Estado del bienestar y sus promesas irrea-lizadas de igualdad y justicia social han provocado un aumento de las demandas y expecta-

    tivas que conducen a una situacin de ingobernabilidad. La sobrecarga de expectativaschoca con las limitaciones estructurales de la democracia y el Estado de derecho; es decir,el Estado de bienestar no puede hacer frente de manera eficaz a ese nuevo conjunto dedemandas de los ciudadanos sin poner en peligro las propias libertades, sin anular el Estadode derecho y sin dejar carentes de efectividad los derechos cvicos sobre los que aquel sesustenta. Las consecuencias son una peligrosa crisis de autoridad del aparato estatal y unaprdida de confianza en el sistema poltico que derivaran, bien en una polarizacin dentrodel sistema de partidos o en una disminucin de la capacidad de articulacin y representa-cin de los intereses por parte de los partidos polticos. La solucin neoliberal pasa necesa-riamente por descargar al Estado de esas obligaciones mal asumidas y restaurar el orden pro-

    pio de una sociedad capitalista en la que el mercado es el principal motor del bienestar indi-vidual y colectivo (Offe 1988).

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    Esta crtica neoliberal tambin tiene su prolongacin en el mbito cultural y de los valo-res. En este caso se tiende a privilegiar la componente neoconservadora, que constituye unelemento imprescindible en el anlisis de la Nueva Derecha, en tanto en cuanto el argumentoprincipal es que la modernidad ha trado consigo una quiebra de los valores fundamentalessobre los que se asentaba la sociedad tradicional. Desde este punto de vista,