Santander Imaginario Nº2

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Santander Imaginario Nº 2

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Nuestro Fanzine para Junio

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Santander

Imaginario

Nº 2

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Editorial

Esta tirada ya tiene un tono distinto, es otro tema. Así con tino, tenemos un tramo ya trabajado, hacer camino, trabamos tremendas historias con fotos de otros talentos. Y ya llevamos unos cuantos.

Pero no nos engañemos, hace falta más movimiento, más historias, más movidas. No recibimos un carajo de cuentos desde hace veinte días. Quizá sea este puto mes de Mayo que trae desgracias a muchos y aprobados a pocos, o quizá sean los tiempos, que no estamos para hostias.

Ahora es tu momento, manda tus historias, tus dibujos, tus fotos y tus inquietudes a:

[email protected]

Recuerda que también nos encontrarás en nuestro blog:

Santanderimaginario.blogspot.com

Javito y Lalo

Fotografías de portada, contraportada y “Jornada cultusocioanimal” cedidas por el Franto. Fotografía de “Recuerdos de agua y sal” y otras sueltas cedidas por Javier Vila y La Caverna de la Luz. ¡C

ógem

e!

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Extraños que extrañan por El Franto

Él imaginaba como serían su sonrisa, sus ojos, su piel y su postura si no la hubiera conocido. Un sentimiento muy placentero le recorría el cuerpo cuando se acordaba de ella, y cuando no lo hacía, siempre le acompañaba una extraña sensación de bienestar que no se preguntaba de donde provenía.

Cuando salió de la cárcel vio a través de las verjas un Seat Ibiza que estaba ardiendo al sol. Ella no quiso salir por que se sentía segura allí dentro.-No soy agorafóbica, si no claustrofílica.- Decía siempre.-Y no me refiero a que me pongan los claustros.- Añadía después por que leía la mente indómita de aquel preso. Y era cierto que iba a cachondearse de la expresión.

Él entro al coche, se puso cómodo y la miró. Ella permaneció inmóvil mirando al frente.-Siento haberte tenido que detener.-No importa. Hubiera hecho cualquier cosa por volverte a ver.

7 Minutos

El sol aprieta estos días de Mayo.Me acerco a la ventana rascándome la cabeza, me asomo, y pensando en la vieja loca del 4º me doy la vuelta para ir a la cocina. Cualquier día le echo un lapo en las plantas- pienso mientras rompo un par de onzas de chocolate y las apaño torvamente. Los putos exámenes me vuelven la cabeza loca, aunque apenas estudio tres o cuatro días para cada uno, pero son para mi lo que a Damocles su espada. Paso las hojas y razono cada fórmula, mi mano derecha empuña un lápiz y decido hacer un problema, empezando un folio nuevo por el margen derecho, que seguramente acabaré girando 90 grados para seguir y luego otra vez, porque el razonamiento lógico y perfectamente ordenado de mi cabeza se transforma en un puto caos cuando sale fuera. No estando medio planteado, mi zurda ya busca la solución y leyendo al tiempo los apuntes corroboro mi certeza mientras lamento la falta de ideas felices en el segundo apartado que obviamente sólo llegará con la experiencia.Me levanto y bebo agua, me asomo a la cocina, y mientras otro trozo de galleta y chocolate se funde en mi boca me asomo a la ventana para ver al mongolo del 2º paseando al perro antes de volver a la silla de cuero.

Vila.

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Jornada cultusocioanimal

El otro día..  en un  terruño de naturaleza. Nos dimos cita un gran grupo de animales.El mo7vo, una fiesta de flora y mucha fauna. Atardecía..  Y era buena hora en la cárcava.. Un lugar  desapercibido  ,  no muy larga y  repleta de  oquedades  en  la piedra.  Las  usamos para cobijarnos un 7empo o hacer vida en él.El sol cubría bien  la parte superior  y casi toda su parte baja. Organizaban: los gatos. Lo hacen por gusto.Van cada cual a su bola pero “no se pierden”.Ya  era  la  segunda  vez  que  lo  hacían,   y  la anterior, fue sorprendente!Muchas  ac7vidades  y  detalles  cuidados. Ambiente variao. Buenas ideas.‐ Esta vez además carne y pescao.

‐ Bien regao.‐ Y hasta aliñao, olí. Los  bichos  estuvimos  plácidos,  atentos  o estresaos, pero animaos. Bajaron  los  gorriones.  Habituales,  pequeños, conocedores  de  las  costumbres,  a  veces oportunistas, pillos alguno.. Los estorninos, que cantan muy bien. Suelen juntarse siempre al atardecer‐noche,  a esta hora mas o menos.‐ Luego por el día se dispersan.‐ A algunos te encuentras. Había  perras  y  perros,   domes7cados  y callejeros.‐ con collar y sin él,‐ amarrados‐ y sueltos.

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Estaban los invertebrados habituales del lugar, mariposas, polillas y varios 7pos de arañas.‐  Moscas  y  moscardones  aletargados  a  esa hora. También graciosas ra7llas y ratones que salían de la madriguera a olisquear, que pasaba. Nidadas,  crías  y  camadas  par7ciparon también en la fiesta.‐ Como la otra vez ‐ Mucha variedad.‐ Coño! Te digo que vi hasta un hurón.‐ Faltaba la gata..‐ Eh, que piojos también jipié. Un gorrión dijo que vio al zorro.‐ Me lo creo.‐ Siempre esta a liarla. Menudo cobarde. 

Se echaron de menos más flores.‐ Eso no es culpa de nadie, es que aún no han salido. Rápido  pasaban  los  vencejos,  migrantes  , alternos, cargados de buenas vibraciones.Te los cruzas con la llegada del buen 7empo. Y Palomas y palomos!‐  De  estos,   siempre  en  estos  lares  se  han sabido.‐ Son de toda la vida! Se pudo ver al Au7llo, ese pequeño búho que rara  vez  está,  pero  si  está  se  detecta fácilmente.‐Más fácil al anochecer pero presente todo el día. 

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‐  Yo  un  rato  estuve  cerca  de  la  granjera  y familiares.‐  Sí,  si, había venido.  Sin  sus  perros  escoltas esta vez. Entre el resto de animales.‐  Y  no  con  el  buzo  habitual  de  trabajo,  con otros hábitos.L o  en tend í  como  una  mues t ra  de acercamiento.Y..no sé si me sonroje o qué, cuando me miró.Pero me agasajó con una comprensiva sonrisa estándar.Aunque quede pensando si en el fondo vi una oculta sonrisa sponsor.Y ya tarde, pensé: ¿de que va?En realidad. Pasaron bastante inadver7dos.

‐ Excepto para las gaviotas.Allí estaban, fingiendo casualidad.Ya  sabes,  cuando  alcanzan  su  madurez  , blancas,   impolutas  y  brillantes.  Sacando pecho siempre. Bien peinadas.  Impecables, en su aspecto _sico.‐  Se  las  ve  mucho  en  cuanto  sales  de  esta zona.‐ Normalmente las mueve el comer.‐ Y a eso estaban.‐ Ciertas veces tornan agresivas‐cansinas.‐ Solo en grupos grandes.‐ O en sus rocas.‐ Yo he visto alguna posada por  la cárcava días atrás.‐ Y yo algún nido.‐ No jodas!

El Rube.

(e5) Cf3. CaballeroLa respuesta obvia de la respuesta obvia

Hay que  portarse  como  un  caballero.  Eso  es lo  que  siempre  le  decían  en  casa.  Eso  es  lo que le enseñaron sus padres,  y eso siempre le hab ía  causado  más  prob lemas  que beneficios. Ya no era sólo  ceder  el  si7o  a las personas mayores en  el  autobús,  o el  hecho de que,  tras media hora en  la cola del banco, todavía  mantuviese  la  sonrisa  frente  a  la inepta de la chica de la ventanilla.

Portarse como un caballero había sido todo.

Y  ahora  estaba  ahí, pasando  calor,  en  pleno verano.  Pero  bueno,  era  culpa  suya  y  lo asumía. Un caballero. Menuda mierda.

Con  lo bien que pintaba  todo  a  los dieciocho años.  Recién  admi;do  en  la  Universidad  de Cantabria,  amigos  por  todos  lados,   buen estudiante.  Y  encima,  con  mucho  corrido… ¿Para qué desear más? Siempre aparento ser más  mayor,  y  si  con  dieciocho  aparentas treinta,  la  vida  de  verdad  viene  muchísimo antes. Dejó  de ser  virgen a  los  catorce, a  los dieciséis podía entrar  en  todos  los bares que quería, y cortó con su novia de vein;cinco una semana antes de entrar  a la  facultad. Y  toda la vida por delante.

Mientras notaba como el  sudor empapaba su camisa,  se  ajustó  la  corbata.  El  estar  ahí  no era excusa para no ir  bien ves7do. A  lo  lejos, podía  ver  como  las  olas  se  acercaban  a  la orilla.  Las  contó  en  silencio…  una…  dos… tres…

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Dejó  la  universidad  el  cuarto  año.  “Lo sen;mos,  no  has  aprobado  los  créditos necesarios  para  cubrir  el  expediente”,  le dijeron  en  secretaría.  Puso  su  mejor  cara, cogió la carpeta y se dirigió a casa. La verdad es que no le sorprendió  lo más mínimo. Ya  lo supo  cuando  hizo  el  úl;mo  examen, cuando salieron las notas en el tablón,  cuando bajó a la  reclamación  por  pura  formalidad.  Lo hecho, hecho estaba. De camino a casa,  tuvo que  pararse  un  par  de  veces  porque  las lágrimas  no  le  dejaban  ver  la  carretera. Cuando llegó, su madre se quedó de piedra al escuchar  la no;cia. “¿Pero, que ha pasado?”, preguntó.

‐  “Suspendí  el úl;mo examen. Parece que no llevaba las cosas tan preparadas como quería el  profesor”,  comentó  mientras  dejaba  la carpeta.‐ “¿Y no pudiste hacer nada?”, dijo mamá.‐“Claro  que  sí.   Me  pasaron  las  respuestas cuando  quedaba  media  hora.   Pero  así  no hubiera  comprobado  lo  que  de  verdad  sé… como siempre me decís”.

E l  s o l  a7 zaba  du ro  en  e l  c ua r to . Cuatro...cinco…  seis...   Le  entraron  ganas  de quitarse la corbata, pero siguió asomado a la ventana, aprovechando  el  poco  aire  que  se movía. Olía a salitre. Como en la primera casa que alquiló.

Había  pasado  un  par  de  meses  buscando piso. En todos le habían ofrecido  lo mismo, la mitad del dinero por contrato y la otra mitad en  dinero  negro.  Y  eso  no  estaba  bien.  Le había  gustado  uno  en  la  calle  Menéndez Pelayo,  pero  también  le  ofrecieron  la misma forma pago,  y él no estaba dispuesto, aunque 

estuvo  cerca de caer  en  la tentación. Al  final, encontró un  piso  en  el Barrio Pesquero.  Para el  sueldo  de  un  mensajero  no  estaba  mal, pensó  mientras  se  sentaba  en  el  sofá. Además, estaba ella.

Se apoyó  contra la  pared, y escuchó  jaleo  al otro  lado.  Como  siempre,  como  todos  los días. Había redactado un par de quejas, pero nada. No le hacían caso. Empezó a hojear una revista  que  había 7rada  encima  de  la  cama. “Geo,  20  des7nos  inolvidables”.  Si,   vale,  de cojones…

Ana  entró  a  la  cafetería  cuando  salía  él.  Se giró,  la  miró,  y  volvió  a  entrar.  Buscó  una excusa  tonta  para  empezar  conversación,  y las  cosas  fueron  rodadas.  Quedaron  para tomar  un  café,  luego  otro, luego una  cena, y un  mes  después  ya  estaban  saliendo.  Hacía años que no se senXa tan bien con una chica. Ahora  casi todas querían un polvo y  luego no me acuerdo. Y eso no  era  lo que él  buscaba. Tenía trabajo, un piso pequeño y bonito desde donde se  escuchaba  el  mar,  tenía  una  chica que  le  quería,  y  a  la  que  él  pensaba  pedir matrimonio… ¿Para qué desear más?

Cerró  la  revista  y  los  ojos.  Imaginó  las columnas  de  piedra  del  desierto  de Capadocia, y se sin7ó un poco mejor. Siempre había querido viajar allí, y las fotos del 

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reportaje  eran  bastante  buenas.  No  le gustaron  tanto  las  del  mar  Rojo.  Todo eran  fondos  azules,  y  cristalinos,  con gente  en  barcos  de  buceo  y  cara  de felicidad. De mar Rojo no tenía nada. Qué coño  sabrían  ellos  lo  que  era  un  mar Rojo.

Le  habían  despedido.  No  quiso  hacer  un descuento  al  hijo  de  un  amigo  del  jefe. Menudo  niñato,  todo  falto  de  educación. Pero  le habían despedido. Cogió sus  cosas y se fue a casa. Cuando abrió la puerta y se encontró a  su mujer  follando  con un ;po al que no conocía  se  le cayó el alma al  suelo. Cerró  la  puerta  y  se  sentó  en  el  sillón. Cuando  salieron,  ves;dos  ya,  Ana  mezcló disculpas  con  insultos. Él  de buena gana  la habría  abofeteado.  Y  matado  al  otro  Xo. Pero no hubiera sido de caballeros. Los miró por  úl;ma  vez, y  ahogando  las  lágrimas  y los  reproches,  salió  de  casa.  Se  dirigió  al lugar donde estaban amarrados los barcos, cogió un cabo, se lo ató al cuello. Empezó a contar…  tres…  dos…uno…  y  se colgó  de un noray. Lo úl;mo que pudo ver  fue el mar de color rojo por la sangre que velaba sus ojos. 

Después, todo oscuridad.

Volvía  a  entrar  un  poco  de  brisa  por  la ventana, haciendo que el olor a sal inundase de nuevo la celda del hospital psiquiátrico de Parayas. Al otro  lado de la pared, más ruido. Pero  no  dijo  nada y  se  ajustó  la corbata  de nuevo.  Quejarse  no  hubiera  sido  educado. No hubiera sido de caballeros.

Monet.

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Recuerdos de agua y sal

Se  descubre  ensimismado, mirando  las  olas  chocar  sin descanso    contra  la  piedra.  Algo en ello le resulta  acogedor. Está sentado en un banco de un largo  paseo.  De  un  brazo anciano cuelga  una e7queta. La m i r a  d e s c o n c e r t a d o , sin7éndose  ajeno  a   aquellas palabras.  

Ha  comenzado  a  andar.  El   sol acaricia   el   horizonte  7ñéndolo de purpuras y  naranjas.  ¿el sol estaba  antes  más  alto?  No  lo recuerda.    Al  volver  la  cabeza o b s e r v a  l a s  f a c h a d a s imponentes.  Fachadas  de  una ciudad extraña. Solo el mar le tranquiliza el  olor  de  la  sal  penetra  en  sus  fosas nasales  dejándole  una sensación  cálida, del hogar añorado.  Aquel sonido rítmico parece  llamarle,  susurrarle  al  oído  que vuelva a casa.

La  noche cubre el  cielo,  las   farolas  han despertado  en  un  fes7val  de  luz.  En  las caras de  la gente no puede ver más que prisas  por  llegar  algún  lugar.  Nadie  se interesa por  él.  ¿Acaso  deberían?  No  lo sabe. Al mover  el  brazo ve una e7queta que cuelga  como  un  inerte  compañero. En ella lee un nombre que no   conoce y una  dirección  que  no  evoca  en  su 

memoria  más  que  una  absoluta oscuridad.

Un hombre corre hacia  él. De pronto  su corazón se acelera. Siente el  peligro pero es incapaz de reaccionar. Allá donde mire solo ve un laberinto de calles con oscuros des7nos.  El  hombre  llega  hasta  él gritando palabras y nombres. En su rostro ve los surcos  del llanto,  los ojos  secos de un  alma  destrozada.    No  sabe  como reaccionar.  De  pronto  levanta  el  brazo mostrando la extraña e7queta que cuelga de él. Aquel hombre lo abraza y, mientras  las lágrimas le humedecen el hombro, le susurra  al oído:  lo siento papá, volvamos a casa. 

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Se  encuentra  en  una  casa  pequeña.  De paredes  blancas  y  pequeñas  ventanas a través  de  las  cuales  solo  se  puede escuchar  el  sonido  del  mar.  Un  hombre ha preparado  la cena, una  cena humilde de un hogar humilde. Mientras un par de cafés  despliegan  su aroma en  pequeñas nubes,  el  hombre  le  coge  las  manos  y comienza  a hablar. Le ha llamado padre, le  ha llamado abuelo. Su cara refleja  una extraña   tristeza  pero  sus  gestos  son cálidos  y  acogedores.  Al  levantarse observa  que  una  e7queta  cuelga  de  su brazo.  La  lee  tratando  de  comprender: Me llamo José Salvador Hierro, vivo en la calle  de  Zancajo  Osorio  nº6.  Tengo Alzheimer. Por  favor, si me ve llame a mi familia  al  942…  le  hombre  lo  mira  y  le acaricia 7ernamente el hombro.

El  hombre  lo  conduce  a una habitación. U n a  c a m a  p e q u e ñ a descansa en un rincón. En la   mesita  de  noche  dos fo to g ra_a s   s e  h a c en compañía.  En  una  de  ellas puede  ver  al   hombre  que 7ene  ahora  a   su  lado, abrazando  con  cariño  a  un pequeño  muchacho  y  a  una hermosa  mujer.  En  la  otra observa un grupo de hombres en  la   cubierta  de  un  barco, todos con  el rostro cur7do por el  sol  y  las  manos  sufridas  de  la labor. 

A  pesar  de que  le llama  con  una fuerza descomunal,  apelando  a  su  sombría memoria,  es  incapaz  de  reconocerse en el  centro  de  la  fotogra_a.  Se  acuesta  y cierra  los  ojos  con  la  esperanza  de comprender, de aliviar el vacio que siente su  corazón.  Siente  el  beso  7erno  del hombre  en  su  mejilla.  Y  los  recuerdos vuelven a fundirse.

Se  descubre  sentado  en  un  banco, absorbido  por  el  rítmico  sonido  de  las olas  al chocar con  la piedra de  la bahía. Ese sonido parece llamarle,  insis7éndole que recuerde, que vuelva a casa.

En memoria de memorias perdidas

Daniel Rodríguez Gu7érrez

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Soneto del Río

Infesto agujero de cañas y tapas.Borrachos arriba, borrachos abajo,camareras que gozan con su trabajo,convictas las Voll Damm de hacerlas 

tan guapas.

Y por la mañana la calle tranquilaluce sus joyas peldaños arriba:

ascensor, puente y demás birguerías.¡Así dominas la ciudad, calle mía!

¡Oh, cicatriz escarpadalos míos por aquí anidandi_cil montaña poblada

como dineros no es7lanhablo de gentes honradas

es el Río de la Pila!

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¡TODOS EN TANGA AL SARDINERO!

Vale que el cielo nublado es la característica por defecto aquí en el norte, y que tanto oscuro afecta en el humor de la gente, ¡pero hay que aprovechar los días de buen tiempo! Necesitamos cambiar el chip cuando sale el sol, imaginarnos que estamos en algún lugar tropical, con palmeras y daiquiris. Así que menos escandalizarse con las faldas cortas y los ombligos al aire y más disfrutar de las buenas vistas que trae consigo el calorcito. Los hombres pueden aprovechar a recortar un poco esos bañadores 

hasta la rodilla, ¡arriba el 'paquetoning'! Esos minibañadorcitos dejan que fluya la imaginación. Las mujeres deberían quitarse complejos estúpidos y comprarse todas un tanga o una braguita brasileña bien recortada, ¡arriba los culos!

Y es que es una mierda estar moreno a cachos, ¡sobre todo porque lo más interesante del cuerpo sigue blanco! Por eso, ahora que empezarán a llenarse las playas, no dudes en desnudar tu cuerpo, y muestra lo que más te guste. Tú te aceptarás y querrás tal como eres, el resto disfrutará viéndote, seremos más naturales y menos remilgados. ¡Que el Sardinero se llene de culos en tanga!

Ana González.

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La mar no es mar hasta que no te empapa,hasta que no te hiela los huesos.

La mar no es mar hasta que tu piel no sabe a saly tus ojos son del aquel color horizonte.

Entonces ya no te puedes marchar.Debes quedarte a su lado, esperando a que una detrás de otra,

las olas lleguen y estallen contra un mundo al que ya no perteneces.

¿Os habéis catado de lo dependientes que somos los Cántabros del mar?

Bruno

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¡Haz algo nuevo con tu imaginario!

Si has terminado con tu imaginario y te dispones a desprenderte gratuitamente de el, !ALTO!

! Demuestra tu valía artesana creando un ratón. Si no sabes cómo decidir quién tiene que levantarse a por las próximas cervezas o quién es más hombre, una carrera a muerte de ratones de papel puede determinarlo !

!

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Bertso

!

. Empieza doblando por la otra cara del dibujo!

Page 16: Santander Imaginario Nº2

Que coño le pasará que ya no sale a volar, tal vez le mojó las plumas el

relente de la Luna; le volvió loca el sonío de las gotas de rocío cuando

empieza a clarear ... y aún no se ha dormío.

Y le hizo un trato al colchón, con su espuma se forró el corazón. Anoche era

de piedra y al alba era de mimbre, que se dobla antes que partirse...