A mi queridísimo amigo Pedro J. Rodríguez Molina por la ilusión puesta en este pregón y en la voz de esta

humilde pregonera

Salve, Dios te salve, Señora del Buen Suceso, Madre de Caridad y Misericordia Que nos cobija bajo su manto en esta tarde otoñal Salve, Dios te salve, Señora de las Rocinas, Madre de Andalucía y Reina de las Marismas Bajo cuya mirada de ternura recibí la noticia de este pregón Salve, Dios te salve, Señora del Rosario, Patrona y Protectora de la Ciudad de Cádiz de Dios Sagrario por la que logro mi salvación Salve, Dios te salve, Inmaculada de la Bendición de Dios, Purísimo tabernáculo que en la Sacramental del Carmen ampara al Amor de los Amores Salve, Dios te salve, Madre del Pópulo, Puerta del Cielo siempre abierta y milagrosa guardiana de nuestros caminos Salve, Dios te salve, cuadro del Hospitalito, Madre de la Iglesia y del Carmelo guía con acierto los pasos de nuestros pastores. Salve, Dios te salve, Pastora de nuestras almas Primer templo del Altísimo en carne mortal y Sierva dolorida del Señor Salve, Dios te salve, Santa María, que das nombre al barrio más flamenco, Gloria y Merced del dulce nombre de Jesús Nazareno. Salve, Dios te salve, Rocío Amparo y Esperanza nuestra, contigo comienzo mi pregón

Voy a empezar mi pregón contigo, Señora. Por ser el primero y porque la voz me tiembla, a ti se te encomienda la ilusión que emana de este alma enamorada del sonido de las palabras. Contigo doy comienzo mi pregón porque en ti confío, porque no se comenzar de otra manera que no sea contigo, Rocío. Quiero empezar evocando una devoción cercana, que aunque parezca que aquí no llama; la Señora del Rosario no se encela sino encanta, por llamar hasta mi boca a este Cádiz de plata una devoción a conciencia, santo y seña de la casa. Voy a comenzar mi pregón contigo, Rocío. Porque solo con las cincos letras de tu nombre he sentido en mis adentros el revuelo que has provocado en el corazón de los que hoy me acompañan. Comienzo contigo por ser faro y guía, la que ilumina el camino de todos los jóvenes, que a tus plantas nos rendimos año tras año en las puertas de tu ermita blanca. Empiezo contigo porque al escuchar tu nombre se despiertan los sentidos, los recuerdos nos invaden, nos recorre el escalofrío de las experiencias vividas bajo tu dulzor, Rocío. Que mejor manera de empezar que con tu nombre divino, por ser la devoción de este pueblo, mariano por excelencia, que va a buscarte entre pinos y marismas. No encuentro explicación en ese semblante dormido a tanta emoción, a tanto sentido. Que no se como explicar lo que puede ser el Rocío. No sé que se guardan sus rejas de plata en las que Ella deja rienda suelta al corazón mío. No se como explicar lo que es el Rocío, y no precisamente en romería. Es una mixtura alegría, devoción y rezo. Irnos a ver a la Virgen no es más que un recorrido de amistad, ir con la mente puesta en dar las gracias, en rezarle abrazado al amigo. Es un cante que nace en los labios de cualquiera, es una noche en vela, es salir corriendo a por la duchas, es la ya tradicional foto de los niños del Amor con los de la Paz, es rezarle la Salve, un “Viva” en grito con todo la emoción del mundo…. El Rocío es, hasta la piscina y la guasa de sus juegos. Por otra parte, no puedo obviar aquella noche de ilusiones donde te vi por las calles de la Aldea por primera vez. Quien que no me conozca, puede llegar a pensar que esta voz pregonera es rociera desde la cuna, pero no es así. La realidad, es que un día me quedé prendida de su mirada y tuve que poner a sus pies un trocito de este corazón mariano. Como decía, no quiero dejar contar aquella magnífica experiencia junto a los que más quería. Ansiosa por tenerte cerca, tomé los consejos que Maru me daba y poco a poco me adentré en la turbamulta almonteña que circunscribe sus andas y la protegen. Llevaba conmigo a mi pequeña Blanca que, aunque asustada aguantó el tirón de tener frente por frente a la Madre de Dios. Una noche de ilusiones donde comprendí que la fe no es que mueva montañas, sino que amontona corazones en un mismo sentir. Una noche contigo… Me diste las fuerzas necesarias para dar aliento a un pregón que no tenía por dónde cogerlo. Es por ello que empiezo mi pregón contigo, Rocío. Porque eres tú el motivo que sea mi voz la que esta tarde me suba al atril pregonero. Comienzo contigo, Rocío, porque a día de hoy te debo muchas cosas. Comienzo contigo, Señora, porque quiero seguir soñando como estos últimos tres años. Quiero estar contigo en la aurora y en la noche, a la luz de los rezos y al toque del tamboril, verte vestida de pastora y no con corona de reina… para compartir esa visión letífica con mis hermanos, jóvenes cofrades. Contigo empiezo mi pregón y a ellos se lo dedico.

Por vosotros va mi pregón, para aquellos que sois mis amigos, para aquellos cuyos lazos son mis riendas en el camino. A vosotros que me lo habéis entregado todo. Por vosotros va mi pregón; por los jóvenes de mi Hermandad: servidores del Príncipe de la Paz, que exaltan a mi Señora con los Ramos de un Domingo bajo las Palmas del mediodía; los que me llenan de orgullo sabiendo ser presente y futuro de mi corporación nazarena. Esos son sin duda, mis niños. Va por vosotros mi pregón, por los que nos enseñaron el camino que va desde Almonte hasta las plantas de la Virgen del Rocío. Mi pregón es para vosotros, los que ahora os habéis unido para dar gloria a Dios y ser su fiel testigo. Por ti va mi pregón, Pastora y Rocío, por unirme a ellos, por ser mi destino. Va por vosotros hermanos de la Paz de Cristo, por adorar a mi relicario que en Vea Murguía se ha dormido. Mi pregón va para ti, y hasta el cielo se alza para llegar hasta mi abuela que con su auxilio me ampara. Mi pregón es para aquellos que mi vida engendraron, me enseñaron a caminar y regalaron un hermano. Mi pregón es el primero y no se como empezarlo. Mi exaltación va para ti, Madre y Señora del Amparo. Mi proclama da comienzo, el pregón ya está dedicado… mi voz se alza por aquellos que en el Rocío me acompañaron.

Un pregón se ha dormido, con mil versos cantados

llenitos de poemas queriendo ser pronunciados.

Un pregón se ha dormido,

en la garganta se ha quedado esperando las ilusiones

de un atril soñado.

Un pregón se ha dormido, antes de ser escuchado,

escrito entre luceros en la bambalina de un palio.

Un pregón se ha dormido,

con júbilo se está despertando para contarle a la juventud lo que esta voz ha soñado.

Un pregón se ha dormido, con gotas de rocío cantado,

con las aguas de las marismas, con una sevillana entonado.

Un pregón se ha dormido,

entre Angustias de los Gitanos y la Madre de Don Bosco,

Auxiliadora de los Cristianos.

Un pregón se ha dormido,

entre un cordón dorado que muestra la madurez y el seguir avanzando.

Un pregón se ha dormido, con el santo escapulario

que la Virgen del Carmen hoy a mi me ha entregado.

Un pregón que está escrito,

en mi corazón mariano que se duerme entre las nanas, que le canta su Madre Amparo.

Un pregón decidido,

un pregón enamorado, un pregón para la juventud,

un pregón soñado. Un pregón que comienza

con mis piernas temblando. Un pregón que le reza,

un pregón cantado, un pregón para ti,

-joven que me estás escuchando- Un pregón que es el primero,

un pregón soñando, un pregón que es el primero, a ti, Rocío, encomendado.

SALUDOS Rvdo. Sr. Capellán Mayor de la Iglesia de San Juan de Dios, con la venia. Sr. Hermano Mayor y Cabildo de Oficiales de la Muy Humilde Hermandad de la Santa Caridad y Misericordia de Ntro. Sr. Jesucristo, bajo el amparo del Glorioso San Miguel Arcángel. Gracias por abrirnos las puertas de esta Iglesia de vuestra propiedad y sus -por ahora- maltrechas instalaciones, disponibles para quienes lo solicitan a mayor gloria de Dios y desde la Caridad que os urge.

Rvdo. P. Antonio Luis Leal Vadillo, O.C.D., párroco de Ntra. Sra. del Carmen y Santa Teresa, director espiritual de las cofradías de penitencia del Mentidero. Entrañable fraile que viste la santa librea y con el que vivimos la alegría de sus bodas de plata en la Vida Religiosa como Hermano de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo. ¡Me alegra verte aquí, páter!

Sr. D. Martín José García, Hermanos Mayores y representantes de HH. y CC. de nuestra ciudad. Gracias por vuestro servicio a todos los cofrades; recuerden que ustedes no dejan de serlo y que han de ser discípulos de Aquel que no vino a ser servido sino a servir. Cuiden y respeten a los pastores que nos dirigen espiritualmente en el nombre del Señor. Muy querido Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Venerable Cofradía Carmelitana de Penitencia y Sacramental Hermandad de Nazarenos de Ntro. P. Jesús de la Paz en su Real y Triunfal Entrada en Jerusalén, y Ntra. Madre y Señora, María Santísima del Amparo. Mi hermandad… en la que mis padres solicitaron mi ingreso el mismo día de ver la luz, allá por mayo, pero no se hizo efectivo hasta recibir -en el Carmen- las aguas bautismales y el santo escapulario el día de San Ignacio de Loyola. Querido Pregonero, mi hermano Juan Manzorro, sencillo, humilde, sincero y cariñoso que el pasado Domingo de Pasión sobre las tablas del Gran Teatro Falla anunció nuestra Semana Mayor; y quien tras su exaltación a Ntra. Madre del Amparo me citó en un futuro nuevamente en el atril del Carmen. Admirado Vicente Rodríguez, que a un mes vista cantará en mi Hermandad a la Madre de Dios, espero que tu poesía y facilidad de palabra nos haga vibrar en la filial complacencia, ante la que es Amparo de la Fe. Carísimo Daniel González, anterior pregonero de la juventud y entrañable amigo del alma, no pierdas la Esperanza pues nos auxilia el Amor Hermoso de María. Agradezco de corazón, las sentidas palabras de mi presentación. María Eugenia Cuenca Puente, siempre a la sombra, nunca suficientemente valorada, pero sin ella casi nada de lo que realizamos los jóvenes cofrades llegaría a buen puerto. Tus palabras, querida Maru, sé que están hechas con el mismo cariño con el que me cogías los lacitos siendo una niña, cuando me conociste.

¿La Hermandad es de Dios o de los hombres? Una vez un sacerdote durante una homilía lanzó una reflexión digna de grandes tratados. Una pregunta que todo cofrade ha de hacerse alguna vez, algo que nos plantea cuestiones tan dispares como el hecho de la vida de Hermandad. Este sacerdote lanzó la bomba de la siguiente manera: ¿La Hermandad es de Dios o es de los hombres? Impactados nos hallamos todos los allí congregados. Impactados porque la profundidad de la cuestión era tan amplia que ninguno de nosotros supimos contestar. Algunos se apresuraron a contestar: “de Dios” “Esto no puede ser otra caso que divino”…”de los hombres que trabajan por ella”…otros corrían y contestaban que en todo caso sería un poco de los dos. Esta niña curiosa no se quedó contenta cuando el sacerdote continuó con la Eucaristía sin dar respuesta. Era de suponer que cada uno tendría su propia opinión y llegar a un consenso sería cual misión imposible. No paraba de pensar en que no podía ser ni una cosa ni otra. Será de los hombres quise decir en un principio, pues su trabajo es el que mueve a las Hermandades. Su unión como comunidad es el que le da sentido. El poder reunirse por la fe. Es el hombre, el cariño, el saludo afable al entrar en la casa de Hermandad el que muestra lo que realmente que lo que vivimos se llame Hermandad y no Cofradía. Quise pensar que era de los hombres porque es el grupo humano el que lo mueve. Me equivoqué y ya entonces me di cuenta. La hermandad debe de ser siempre de Dios porque es el objeto y motivo de cuanto nos rodea. La Hermandad debe de ser de Dios porque es quien permite que esto así ocurra. Es su Divina Providencia quien deja escrito en el libro de la vida que la Hermandad siga adelante. El que mueve el corazón de los hombres para que cada día acudan a la hermandad no por gusto, sino por necesidad. Pero que voy a decirles, tuve que dudar tanto de esta idea, que he llegado a decir que no. Cuando un día me paré a leer la prensa, un foro de o una red social, me decepcionó comprobar que una Hermandad no puede ser de Dios. Pues si fuera de Dios el odio, la envidia y el protagonismo no tendrían cabida. Si las Hermandades fueran celestiales no encontraríamos puñaladas por la espalda entre hermanos. Ni comentarios irreverentes sobre una imagen. Ni la noticia de un nuevo robo en el patrimonio de la Cofradía. Tampoco hablaríamos de luchas de poder por un cargo que no es más que política, ni se escucharían gritos de odio entre las cuatro paredes del templo. No existirían hermanos desertados, ni enfrentamientos por diferentes maneras de pensar. Si la Hermandad fuera cosa de Dios, todo el mundo tendría cabida en su pueblo… los cofrades seríamos, como los demás bautizados, Pueblo de Dios. Así que por más vueltas que le daba no sabía que responder. De tanto pensar, me dolía la cabeza. Me sentía demasiado joven como para ser capaz de dar respuesta a una pregunta que en el fondo ni quería plantear. Nunca antes me había dado cuenta si estaba dentro de mi Hermandad del Domingo de Ramos por tradición, convencimiento, por compromiso o por fe. No sabía si era por el grupo de amigos que allí había formado, por las risas, por el juego, por ver un paso en la calle, porque es un hobby, porque es lo que me gusta o simplemente por lo a gusto que me siento cuando me siento allí.

Y es que hablar aquí de Hermandad para que el joven cofrade lo entienda, comparta y viva me parecería una perdida de tiempo ya que he de suponer que cada uno de vosotros la vive en si mismo y de manera diferente. Sin embargo, cuando no era más que una niña correteaba por la Alameda mientras mi padre desempeñaba su cargo. Veía de lejos la Casa de Hermandad, entraba y salía de Ella como sino fuera más que el hecho de entrar en casa. No puedo hablar de Hermandad pues si lo hiciera tendría que darle como sinónimo el sustantivo familia. La Hermandad es ese grupo de personas con las que no hace falta dar muchas explicaciones, si no que comprenden al instante que quieres decir con la mirada. Son aquellos que siente lo mismo que tú y que hacen agradable el ser comprendido. La Hermandad es ese rato de evasión, es el final de la semana. Es pensar que llega de nuevo el momento de desconectar. La Hermandad es un sentimiento, un rezo, una Eucaristía. La Hermandad es la luz de un cirio, un capirote de terciopelo. Es un toque de corneta en la tarde del Domingo de Ramos, la Alameda engalanada, el bullicio de los niños. Es el templo sombrío. La Hermandad es su guión y también su medalla. La Hermandad es un bello paso de palio, el roce del cairel y la plata. La Hermandad es una Estación de Penitencia, el transcurrir de un cortejo, un hábito Nazareno. La Hermandad es un día del año, un resplandeciente Domingo de Ramos. La Hermandad es un montaje de pasos, un paseo de la Casa de Hermandad a la Iglesia portando con mimo los enseres que engalanen los cultos del Señor o de su bendita Madre. Es un bocadillo de madrugada dejando listo el trabajo. La hermandad es cepillo y limpiaplata, el afán de que reluzca más que una noche estrellada. La Hermandad es un sábado de pasión entre torrijas y ganas de compartir con el hermano las horas que faltan. La hermandad es cada convivencia, cada comida, cada excursión. La Hermandad son los viernes, día que se espera con ansia para ir a compartir la Eucaristía y unas risas si hacen falta. La Hermandad son las flores de Mayo para la Virgen, los ensayos de su cuadrilla, los acólitos que se preparan para perfumar su paso esa mañana. Los cantos de villancicos entorno a una candela en llamas que evocan la Navidad, que Cristo a las puertas llama. Campañas de solidaridad para quienes le hagan falta. La Hermandad es la ilusión y las ganas, el trabajo y esfuerzo, el soñar con la cara de quien bendice al barrio con su bella estampa.

La Hermandad son las mujeres que la cuidan como su casa, que están siempre atentas para que de todo haya, siendo madres de aquel que le haga falta. La Hermandad son los más pequeños que en cada reunión demuestran que la esencia no se ha perdido. La Hermandad es su Grupo Joven, los que incansables animan, trabajan, aportan ideas, renuevan las ganas y siguen soñando con llevar por bandera la fe del Señor. Son los que se ilusionan, los que siempre dan la cara. Los que demuestran que la Cofradía no solo está viva sino que además avanza. Su Grupo Joven, sus niños que llenan de gran orgullo a sus mayores, pues saben que algún día Ellos seguirán siendo Hermandad. La Hermandad es la gente de la Junta, los que enseñan, los que transmiten vivencias, conocimientos y experiencias para que nunca se pierda esa esencia.

La Hermandad son las palabras de ánimo, los buenos deseos, los lazos creados en lo cotidiano haciéndonos sentir hermanos. La Hermandad son los abrazos, los besos, las lágrimas, el roce de las manos. La hermandad, pues, no es ni el guión ni la medalla. Ni el paso de misterio ni la bambalina dorada. Ni un día al año ni una noche estrellada. La Hermandad son los vínculos que emanan de la fe de Cristo, de la misa de cada semana, de la bendita imagen de quien vela nuestra cama. La Hermandad es lo que lo que nosotros, jóvenes, vivimos y creamos. Lo que aprendemos, lo que soñamos. La Hermandad somos nosotros que por Dios fuimos llamados para ser su fiel testigos, para él abanderado dejando un día al año para nosotros mismos. Una verdad está escrita, sin entrar en disputas dejando que Dios elija. La hermandad es la llama siempre viva de un Dios hecho hombre, Hermandad de la Santa Trinidad Divina que desde el cielo baja y en la tierra se encarna.

Cuando menos te lo esperas, cuando menos te imaginas, se duerme entre balcones todo un Dios hecho vida.

Cuando todo se apaga y el templo está vacío,

se escuchan los murmullos de la inocencia de los niños.

Cuando todo se apaga y el templo está vacío,

es cuando los de siempre de nuevo emprenden camino.

El hábito arrugado,

lleno de cera y polvío, se cuelga en una percha hasta el nuevo hastío.

Cuando las puertas se cierran y las lágrimas han aparecido,

los de siempre se quedan en el templo vacío.

Con la plata ennegrecida,

con el pabilo acabado, con las flores marchitas

y todo desmontado.

Con la luna caída, con la mesa solo del palio, con el resonar de un cairel

en la vitrina guardado.

Con la Cuaresma dormida después de estar esperando, con Domingo ya perdido entre las calles paseando.

Al pasar el día,

con el pañuelo enjuagado pensado que se acabó

el año de trabajo.

Vuelve el hermano de fila a su casa pensando

que al dejar a la cofradía en el templo descansado,

Dios ya no vuelve hasta el próximo año.

Qué en el templo sombrío

apoyados en el palio, los de siempre

se quedan unos a otros abrazados.

Que la Hermandad no es ni el antifaz ni el canasto, ni la cera que se consume,

ni la banda tocando.

Que la Hermandad se construye con el hermano trabajando,

con la fe como bandera diciendo “yo soy cristiano”

Que la Hermandad es

coger un autobús, que nos vamos a pasar el día

comiendo y cantando

Que la Hermandad es unirse bajo el manto

de la que es Madre de Dios, por el que mal lo está pasando

Que la Hermandad es ese Dios crucificado

que recupera corazones, y perdona los pecados.

Que la Hermandad es desear con entusiasmo, que llegue el viernes

para adorar a Jesús Sacramentado

Que la Hermandad es y no dudo en nombrarlo,

es pasar los días junto aquello que amamos

Que la Hermandad es

de que aquel que la ha fundado, y del que la engrandece

con el corazón desbordado.

Que la Hermandad es sonrisa, cariño y llanto,

mientras se espera de nuevo esa semana del año.

Que la Hermandad es de Dios,

ya puedo confirmarlo. Y del hermano que tienes

en el banco sentado. “La fe de Dios” Desde hace ya casi un año nos hallamos inmersos en un año declarado como el de la fe. Un año en el que el cristiano debía, no solo reforzar su propia fe, sino acrecentar y aumentar su relación con el Señor sino; que debía llevar al ciego que no quiere ver la Buena Nueva que el Maestro nos dejó en legado. La fe que mueve montañas, la fe que es cobijo y consuelo. La fe que es amor, la fe que sereniza el alma y la alimenta. La fe que une, la fe que encanta, la fe redentora. La fe de Dios. Este año de la fe debe de servirnos a los cofrades para tomar la conciencia de que antes que cualquier parafernalia está en la base ser un buen cristiano. Hay que ser parte de está Iglesia que cada día está más viva. Los jóvenes de las Hermandades somos gran parte del corazón de la diócesis. Es una verdadera pena no poder aprovechar está oportunidad. Esto de que hay que ser buenos cristianos para ser buenos cofrades, es una cantinela que curso de formación tras curso se nos intenta dejar impregnados en la piel y hacernos conscientes de la importancia de una moralidad cristiana.

Pero no es solo saber, es creer. Muchos de los cofrades que a nuestro alrededor revolotean solo tienen fe de nombre. Una fe que no es palpable en su vida, una fe inexistente, una fe que no se vive, una fe que no se siente. La fe no tiene que ver con altares con cirios, sino con la oración profunda. Como decía la maestra mártir, Victoria Díez: “No seas de novenas, sino alma de oración. No te acostumbres a pronunciar muchas oraciones de rutina; una salida del corazón y compuesta a tu modo, es como un dardo encendido que va a parar al corazón de Dios” Y en este año de júbilo, a vosotros jóvenes y mayores, os pregunto: ¿realmente hemos sido testimonio de fe? ¿Hemos sabido llevar a la luz de Cristo al mundo? O... ¿este año nos ha servido de pretexto para salir con la imagen a la calle? Vamos a evangelizar pensábamos todos y de repente surgieron rosarios de la aurora y vespertinos, magnas marianas, vía crucis, extraordinarias o besamanos. El armario del cofrade ha estado muy concurrido. Lo mejor era no guardar el traje chaqueta. Estrenar camisa para cada ocasión se convirtió en una ruina, las mujeres tuvimos que sacar nuestro fondo de armario y con el coche de algún amigo hemos conocido toda la provincia gracias al declarado Año de la Fe. Es cierto que las hermandades alimentamos la fe y nuestra forma de manifestarlo gira en torno a nuestras sagradas imágenes. Sin embargo, hemos pecado en exceso de procesiones pero somos mezquinos en devoción sincera. Pero si San Juan de la Cruz nos dice “la fe es amor y el amor a Dios es sincero, no teme mi alma al amor sino morir en desespero mientras en el amor de Dios la misma Gloria espero”. Es que la fe puede llevar a la gloria. ¿Y es que acaso no es posible tener la Gloria tan cerca? Como cuando baja de los cielos la que el aliento te cesa ¿Y es que acaso no se puede palpar la Gloria en la tierra? Como se palpan los sentidos en el alma pregonera ¿Y es que acaso no es posible marchar detrás de la Gloria? Como se marcha tras Amargura por la calle San Pedro ¿Y es que acaso no es posible ir delante de la Gloria? ¿Y es que acaso no es posible llenar la Gloria de luz? Como aquel con su caña enciende la candelería de un bello paso de palio ¿Y es que acaso no es posible presentir toda la Gloria? Como cuando se acerca la cruz de guía ¿Y es que acaso no es posible hacerse Gloria en un barrio? Como cuando el Regidor Perpetuo hace a Santa María gitana ¿Y es que acaso no es posible ver reflejos de la Gloria? Como se refleja en una espejo la cara del Señor muerto de la Vera+Cruz ¿Y es que acaso no es posible ver a través de la Gloria? Como se ve a través de los ojos de un antifaz ¿Y es que acaso no es posible rozar las calles de Gloria? Como el rozar del cairel por la calle Santiago ¿Y es que acaso no es posible escuchar cantos de gloria? Como le cantan las Hermanas de la Cruz a Dios hecho hombre al entrar triunfante en Jerusalén ¿Y es que acaso no es posible ser transmisores de Gloria? Como el monaguillo que regala la estampa del Señor

¿Y es que acaso no es posible esperar siempre la Gloria? Como se espera la llegada de la Cuaresma ¿Y es que acaso no es posible crear recuerdos de la Gloria? ¿Y es que acaso no es posible crear recuerdos de la Gloria? ¿Y es que acaso no es posible saborear esa Gloria? Como se saborean torrijas en la Casa de Hermandad ¿Y es que acaso no es posible paciente aguardar la Gloria? Como se espera la hora evocando los recuerdos ¿Y es que acaso no es posible regocijarse en la Gloria? Como se cobija el aire entre los doce varales ¿Y es que acaso no es posible oír resortes de Gloria? Como el toque de corneta antes de la primera marcha ¿Y es que acaso no es posible soñar con la Gloria pura? Como se sueña con una calle estrecha y apagada. ¿Y es que acaso no se puede llenar la Gloria de flores? Como se llena el techo de palio de la Virgen de la Amparo ya llegando a casa ¿Y es que acaso no es posible andar caminos de Gloria? ¿Y es que acaso no es posible cantar nanas en la Gloria? ¿Y es que acaso no es posible pintar matices de Gloria? ¿Y es que acaso no es posible buscar la Gloria en las plazas? Como se busca al Señor de la Sentencia por la plaza las Canastas ¿Y es que acaso no es posible dictar sentencias de Gloria? Como se dicta la muerte ¿Y es que acaso no es posible llenar de aromas la Gloria? Como se crean nubes de incienso que anteceden el paso ¿Y es que acaso no se puede vestir la Gloria de hebrea? Como se viste la Madre de Dios en esta ciudad marinera ¿Y es que acaso no es posible compartir la misma Gloria? Como se comparte la mesa del Señor en cada celebración ¿Y es que acaso no es posible que la Gloria se refleje? Como el perfil ¿Y es que acaso no es posible mecer con gracia la Gloria? Como se mecen las penas de una linda viñera ¿Y es que acaso no es posible revestirse de la Gloria? Como se reviste la madre al niño con su túnica nazarena. No hay mayor gloria que hacerse la fe y llevarla contigo de la mano.

Nazareno que llevas a tu hijo de la mano,

cumpliendo así el sueño de cuando estuvo en tus brazos.

Nazareno que llevas

la inocencia de la mano, enseñándole el camino

que el Maestro dejó en legado.

Nazareno que llevas la sonrisa de la mano, entregándole al Señor

un corazón inmaculado.

Nazareno que llevas a ese niño de la mano,

que sale por vez primera a la su hermandad acompañando;

aprendiendo desde siempre cuál es su trabajo.

Nazareno que llevas

la fe de la mano, ciñéndole al cuerpo un bendito habito,

que reparte caramelos de su lindo canasto.

Nazareno que llevas

la felicidad de la mano, mientras le reza a la Virgen

con su medalla jugando.

Nazareno que llevas el calor en tus manos,

como el que desprende el cirio que alumbra tu paso.

Nazareno que llevas el futuro de la mano,

deja que poco a poco crezca siendo ejemplo innato.

Queriendo a su Cofradía cada Domingo de Ramos.

Nazareno que llevas el sueño de la mano,

que se cumple por vez primera al tenerlo a tu lado.

Nazareno que llevas

monaguillos de la mano, siéntete orgulloso,

siéntete acompañado, pues será tu cirineo

cuando estés cansado.

Nazareno de ruan, de terciopelo y sarga,

nazareno que trasmites la devoción y las ganas

a ese monaguillo, a ese alma inmaculada

que se reviste de fe y es ejemplo que no engaña,

aprende de él -en la tentación no caigas-,

sé bandera a seguir de la paz de Cristo Rey

que en ti habla.

La juventud cofrade Esta junta se reúne hoy en cabildo de oficiales con un solo punto del día: la juventud. He de ser yo quien hable y aconseje a quienes me rodean. Tarea complicada y difícil teniendo en cuenta que soy como vosotros. Mi experiencia me dice que los jóvenes, aun siendo divino tesoro, destacan por sus impulsos e inexperiencias. La juventud está siempre que es necesario, que trabaja incansable y nunca le pierden las fuerzas. La juventud cofrade no se esconde, vive la vida a su manera junto al Señor. La juventud es el futuro. Por lo tanto, si deseamos un futuro rico y provechoso debemos de ir formándolo desde este mismo instante. Ya que las cosas se aprenden y luego se hacen, son nuestros mayores los mejores maestros de fe y cofradías. En la hermandad es tan necesario aprender a preparar la Eucaristía como poner la cera. Cada uno es su ámbito. Los jóvenes no son mulas de cargas, ni aquellos que hacen el trabajo que no gusta, ni quien limpia la plata, ni quien ordena las instalaciones, ni quien tiene la obligación de representar. El grupo joven no es un peón que se maneja. Al joven hay que quererlo y hay que cuidarlo. Hay que enseñarle y hay que dialogar con el. Al joven se le escucha, se le toman las ideas y se le respeta. Al joven que trabaja y que reza contigo se le prepara para ocupar tu lugar. Un sacerdote de nuestra ciudad, en sus controvertidos artículos en la Voz de Cádiz, ya lo decía claramente: “Si reducimos su participación a lo estético y sensible pero no les ofrecemos una honda vivencia de fe, pasarán por la hermandad como quien se acerca a un hobby, pero nada más. Hemos de procurar que nuestros jóvenes encuentren en la Cofradía un espacio y un tiempo para crecer como cristianos y como personas… El resultado será unos cofrades edificados sobre Roca.”

Por eso, cofrade que me escuchas -sea cual sea tu responsabilidad-, cuida a los jóvenes en tu hermandad. Descubre en ellos el futuro, aunque ya son presente. Que no sean operarios que reciben un premio en la Estación de penitencia. Conviértelos en hombres de Cristo. Pero el joven cofrade de hoy tiene muchas facetas. También es verdad que algunos se ha corrompido por tentaciones de idólatras, que los hacen dejar en un segundo plano lo que son y lo que importa realmente. Hay jóvenes que se dejan llevar por un sectarismo que tiene que ver con ‘el palo’ -de cualquiera de las maneras atravesado-, que aun lejos del compañerismo que en el trae, confunden lo que es madera venerable y lo que es madera de trabajo. Por el contrario, la experiencia te da la sabiduría y hay un refrán que dice “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Por lo tanto, el joven que cree saberlo todo litúrgicamente, porque así lo dice el libro que compró hace poco, no siempre acierta. Tampoco es más cofrade el que mira por encima del hombro, ni el que te reconoce cada palio, cada imagen o cada marcha. Pensar en aquellos que se pierden entre encajes y telas, con cajas de pétalos a su alrededor y mil vivas en los labios, se contraponen con los bautizados como “rancios”; seguidores de las hermandades de negro que creen que hacen más penitencia por ir en silencio. No voy a entrar en ningún debate sobre unos y otros. Solo sé que me entristece ver como se pierden lo esencial. No está bien ver a algunos de ellos fuera de los templos mientras se celebra la Eucaristía o se reza en rosario en el seno de la verdadera Hermandad. Jóvenes, hay que mejorar, hay que ser mas cofrades puros, más auténticos, más del Señor y su Santa Madre. Hay que dejar a un lado el simple exorno llamativo; hay que dejarnos discusiones vacías, evitar polémicas y escándalos. No vivamos tanto las cofradías en la calle, como esforcémonos por integrarnos de lleno en nuestras hermandades y parroquias. ¡Hasta dónde llegará el amor de Dios que aun siendo como somos –pecadores- siempre nos recoge en su casa! Hasta donde llegará el amor de María que aun siendo como somos nos dedica siempre una mirada hermosa de ternura. Y es que el amor es un sentimiento tan humano y, a su vez, tan divino; que no puede haber mayor regalo: “El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”. (1Cor 13, 4-7). Por eso llamar a una madre: Amor, es lo más Hermoso que el hombre puede sentir en sus adentros. Y…. ¿es que no es cierto que sea amor aquello que desprenden tus ojos al mirarla?

Me perdí entre tus ojos, luceros de la mañana,

mientras tu nombre decía en un susurro volaba.

De mi boca desprendían

mil piropos a tu cara, guardando en mis adentros lo que el corazón callaba.

En tus manos sostenías

un cetro de plata, sobre tu sien corona,

sobre tu pecho la medalla de recuerdos y anhelos

de la parroquia que te guardaba.

Me perdí en tu perfil, en tu semblante moreno, en tirabuzón que dormía

sobre tu lindo pecho.

Me quede contigo como quien se queda en el cielo,

arropada en tus barrotes, murmurándote en silencio.

No te vayas madre mía, que me muero por dentro.

A tus plantas me postré,

a ti sin mancha concebida, una rosa blanca

que escondía entre sus pétalos mil y una plegarias.

A ti te encomendé,

Patrona y Reina mercedaria, que en tu manto tuvieras

a la juventud que te aguarda.

A ti te pedí que por ti todo se haga, que la juventud te tenga

como fiel Esperanza.

A ti, Señora, bendita luz que acompaña,

pilar que nos sostienes, varal divino de gracia,

rosa escogida, pura, limpia y sin mancha.

A ti, Madre,

que de tu lado no me vaya; que San Juan también lo pide,

en una conversación sacra: Que la juventud sea el futuro de la casa.

A ti, todo dulzura

a ti, gozo que encanta, a ti, Reina bendita

que del Amor Hermoso te llaman. “Perdida y hallada en el templo” Te busqué. Te busqué como se busca al primer amor. Te busqué en una tarde de primavera cuando el primer calor llegaba a la ciudad. Te busqué por las calles; en cada esquina que doblaba creía notar tu presencia. Te busqué en cada cortina que se movía de una ventana abierta. Te busqué en la voz que escuchaba de lejos. Te busqué en el día y en la noche; al llegar la aurora. Te busqué en cada rincón de esta bendita ciudad. Te busqué y no te encontraba. Te busqué en una sonrisa y en el reír de un niño. Te busqué en unos ojos, esperando una mirada de esas que me cortaban la respiración. Te busqué en mis recuerdos, en mis sueños e infancia. Te busqué al mediodía y también de madrugada. En unas gotas de lluvia y en los primeros rayos de sol. Te busque en la noche más estrellada, cuando el firmamento se puso de mi parte. Te busque en los vientos mientras susurraba tu nombre. Te busqué en la arena de la playa y en las profundidades del mar. Recorrí hasta la línea del horizonte por si te habías escondido.

Te busqué en el azul del cielo. Me pasee por la calle de la Palma por su si te veía. Te busqué por el parque y me perdí en su laberinto mientras te lloraba. Tu recuerdo de aquella vez se había quedado impregnado en mí. Te busqué en la plaza San Antonio y en el balcón de la Alameda. Te busqué en la estatua de Moret y por la calle Plocia, con viejos recuerdos de tabacalera. Te busqué en la Catedral y la estrechez de Santiago. Te busqué en el reflejo y de ti tomé conciencia. Te busqué entre mil versos, en mis secretos y mis ganas. Te busqué para decirte que hasta en Sevilla te buscaba y sin respuesta yo me encontraba. Te busqué en Santa María, por Santa Cruz y el Falla. Te busque mil veces y por más que quería; de ti no sabía nada. Te busqué en mis sentimientos y vi que te quería. Te busqué entre las luces, y los aromas que llegaban. Te busqué por la Avenida, en San José y la muralla. Te busqué en un templo y en un castillo soñado. Te busque por Sagasta y por Novena bajando. Te busqué en el claustro, en Fray Félix y la Plaza. Te busqué mis adentros y por más que yo buscaba ni rastro de ti y mi amor se apagaba. Te buscaba y no te tenía y con mi alma apenada deambulo por la ciudad; ¡te quería y no te encontraba! Ya sin fuerzas, sola, sin ganas, se me acerca el tormento de estar perdida y no hallada. Cantaba con San Juan de la Cruz: “Adónde te escondiste, amado y me dejaste con gemino… salí tras ti, clamando, y eras ido” (Cántico Espiritual)

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

En tu rostro despojado de un amor infinito,

que humilde y paciente espera, que las penas se han cumplido,

al instituir el misterio en una tarde de Domingo.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

En tu rostro busco

la Misericordia infinita de un Señor viñero,

que a la muerte desafía cogido por tres clavos

y en la Vera+Cruz dormía.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

En tu rostro dolorido La Alameda fue Getsemaní,

para verte prendido Nazareno del amor,

que en la plaza San Francisco caminas al martirio

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

En el rostro del Señor

que tres veces ha caído, atado a la columna con cuerpo erguido, Mayor Dolor sufre.

Pide piedad el pueblo mío, para este Ecce-homo

que de San Pablo han traído.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

Camina una Sentencia

por la plaza de las Canastas, mientras en su rostro la Salud

por Plocia bajaba, cigarrero aquel

que en Santo Domingo aguardaba.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

Un Señor maniatado

con el rostro dolorido, se aflige en su soledad

por Fray Félix dormido, yace el Jesús en una urna metido

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

Busqué tu rostro para saciar la Sed, de tus Aguas bebió

mi corazón adormilado. Que busca Perdón,

solo y desamparado, saliendo una madrugá

que pasa sin pena ni llanto.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

Le ora el Hijo al Padre, pues se siente afligido.

En su rostro sangre, en sus ojos el dolor metido.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

En Santa María encontré

un rostro gitano que llama Manué,

que de oro viene bordado, Nazareno que tus Dolores mi corazón ha quebrado.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

Por la Catedral llegan

las Angustias de una madre, que han descendido al Hijo que ya está con el Padre. Expirando en su Victoria,

Buena Muerte ha conocido, y tras tres días de silencio

la luz ha vencido. Cristo resucitó,

y su rostro ha traído.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

El rostro del Señor

quise tener en mis manos, para enamorarme de él y ser su abanderado.

El rostro del Señor encontré

un Domingo de Ramos -mientras la luz lucía-,

sobre su burra montado. Tu rostro encontré en mi fiel relicario. El rostro del Señor

-Rey de reyes llamado-, Cordero de Dios sentido,

de la Paz en este mundo cantado. “Mi dulce relicario” Me senté contigo cuando no eras más que una niña. Rebosabas inocencia y dulzura derrochabas. Tu belleza era tan notoria que no salían de mis labios más que un “guapa”. Te movía la curiosidad. Querías saberlo todo. No esperabas a descubrir los secretos que en el mundo te aguardaban. Nos gustaba pasear y de este modo, respondía a todas las preguntas que tu mente inquieta me proponía. Me asombraba tu capacidad de pensar. Como digo, me senté contigo una tarde en un banco. Cuando tu mirada se fijó en Ella. Nada más pasar sabía que ibas a preguntar. No te dejé hablar. “Ella...” comencé a decir antes de que tus labios se despegaran y escuchará tu linda voz. “… es una mujer bella. Tan bella como tú. Quizás su belleza no sea equiparable a nada. Sin embargo, solemos intentar en vano compararla con las flores o con las estrellas. Es paciente y mediadora. Escucha cuanto tienes que decir solo por serenarte. Atiende tus suplicas sin pedirte nada a cambio. Ella es como una humilde Pastora, que cuida de sus ovejas con su mirada más afable. Atiende a su redil con su mano intercesora. Ella, Pastora del una redil donde abunda el Amor más Hermoso que existe. Esta mujer nos da a conocer la Esperanza… ¿sabes qué es la Esperanza? El creer que es posible, el esperar para tener. Cuán hermoso es, mi amor, saber esperar. Ella que vive bajo la Merced de Dios siendo su fiel esclava. No se queja sino aguarda. No se arrepiente sino se alegra. No se cansa sino que agradece dar su vida. Ella que habita en el Monte Carmelo pudiendo estar en cualquier parte. Ella que de los Desamparados es Madre. Ella que es divino Auxilio. No es un auxilio carnal si así crees. Es su leve sonrisa y su mano extendida la que recoge tus lágrimas de dolor. Ella es un rosario de bonanzas, y por su mediación logramos todos la salvación.” No sabía explicarte muchas más cosas. Conforme te hablaba más la quería, más la amaba. Más rápido me latía el corazón. “Ella es la Caridad. Es la que nos guía a buen puerto. Ella es el Poder Divino del Altísimo. Ella eres tú, mi corazón. Ella eres tú, mi dulce Amparo”. Y de mi boca no pudo salir ni una palabra más.

Hoy vengo a decir, a mis versos cantarte.

Dejarte en mi piel escrita lo que el amor quiso darte.

Hoy te dejo a los pies, a tus plantas dejarte. Un corazón sincero

que quiso ser estandarte.

Te doy mis sueños, Señora, porque en mis sueños

voy a buscarte. Porque soñando vivo,

mientras octubre no llame.

Te doy mis plegarias que tú ya consolaste,

derrochando una hermosura que de este mundo no es palpable.

Tu semblante dormido sin lagrimas y afable, en unos ojos que son dos luceros radiantes.

Te doy a ti

mis recuerdos y mi infancia. Guardados en un hábito hecho de sarga blanca.

Te lo doy todo a ti

porque mi vida en ti se consagra. Entre tu manto granate

y tu saya bordada.

Mi amor va para ti, desde niña hasta que decaiga. Que el Carmen es relicario de tu humilde Esperanza.

Quien tuviera para darte

todo el oro y la plata, para colmarte de bendiciones

y engalanar tu estampa.

Quien pudiera regalarte un pañuelo, que enjugara

tu humilde pena que tras la belleza guardas.

Amor que todo lo tienes, faro que mi paso marca, pilar que me sostiene,

rosa escogida, luz estrellada,

angustias que me quitas, el dolor de no ver tu cara.

Bendita madre del cielo

que los Ángeles te bajaran. a esta ciudad de Cádiz

para que todo lo llenaras.

Quisiera bailar, Señora, al son de tu marcha,

para sacarte una sonrisa, como seises que te cantan.

Quisiera darte, Señora,

para que los querubines te tocaran, mientras sobre tu sien una corona posaran.

Quisiera ser, Señora,

bambalina que te guarda para llevarte por mi ciudad

con el sol en tu cara.

Reina pura y sin mancha, que este corazón que te quiere

desde niña a ti su juventud regala. Te invoca en este día

para que reines en esta casa, para ser su relicario,

para que su pregón acabaras. Que mi voz en ti se duerme, como antes ya despertara, se duerme entre los cantos

una preciosa mañana. Reina de gozo,

auxilio de mi casa.

Es por eso, María, que tu nombre es mi rezar, que tu nombre es mi alegría.

Tu nombre, mi relicario. Tu nombre, Reina mía,

tu nombre por siempre AMPARO.