Lidia Febe Junia Suegra Pedro

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LIDIA, UNA MUJER DE ENTRAÑAS FECUNDAS Y MISERICORDIOSAS Escrito por Soy Lidia. ¿A qué no te suena mi nombre? Pues aunque nadie te haya hecho caer en la cuenta de ello, es verdad que soy la primera persona convertida al cristianismo en el continente europeo. Seguramente, si hubiera sido varón, sería importante y conocida, pero como soy mujer he quedado en el olvido, silenciada. Me convertí a raíz de un discurso que le oí a Pablo en Filipos. Quizás alguna vez hayas oído mi nombre al leer el capítulo 16 de los Hechos de los Apóstoles donde se me nombra, de pasada, dos veces (Hch16,12-15; 16,40). No sabes nada de mí porque a los exégetas varones no les he interesado mucho y, además, a partir del dato de mi profesión –nombrada por Lucas con la palabra "porfiróporis", traducido por "vendedora de púrpura"– han deducido muchas cosas que no son verdad: que era rica, que tenía un gran capital, que poseía esclavos y esclavas y que, por eso, pude ofrecer hospitalidad a Pablo y sus compañeros... sin investigar qué oficio era ése, en que consistía y cómo estaba considerado. En realidad ¡no les interesó saber quién era yo!. Algunas mujeres biblistas, entre otras Ivoni Richter Reimer han investigado sobre mí , me han rescatado del olvido y se han acercado a fuentes extra-bíblicas para conocer mi profesión y cómo era mi trabajo, mi verdadero status social y sobre todo interesarse por mí. El término con que me nombra Lucas, "porfiróporis", tiene su correspondiente latino en "purpuraria"/us. Ese es un término técnico que expresa tanto el proceso de producción de púrpura, como la venta de la mercancía producida. Por tanto, es un reduccionismo traducirla sólo como "vendedora". Quiero que sepas que en ésta expresión hay que tener en cuenta dos aspectos: a) por un lado la palabra "porfira"/ "púrpura" expresa tanto el color, como algún

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LIDIA, UNA MUJER DE ENTRAÑAS FECUNDAS Y MISERICORDIOSASEscrito por  Soy Lidia. ¿A qué no te suena mi nombre?Pues aunque nadie te haya hecho caer en la cuenta de ello, es verdad que soy la primera persona convertida al cristianismo en el continente europeo. Seguramente, si hubiera sido varón, sería importante y conocida, pero como soy mujer he quedado en el olvido, silenciada.Me convertí a raíz de un discurso que le oí a Pablo en Filipos.Quizás alguna vez hayas oído mi nombre al leer el capítulo 16 de los Hechos de los Apóstoles donde se me nombra, de pasada, dos veces (Hch16,12-15; 16,40).No sabes nada de mí porque a los exégetas varones no les he interesado mucho y, además, a partir del dato de mi profesión –nombrada por Lucas con la palabra "porfiróporis", traducido por "vendedora de púrpura"– han deducido muchas cosas que no son verdad: que era rica, que tenía un gran capital, que poseía esclavos y esclavas y que, por eso, pude ofrecer hospitalidad a Pablo y sus compañeros... sin investigar qué oficio era ése, en que consistía y cómo estaba considerado. En realidad ¡no les interesó saber quién era yo!.Algunas mujeres biblistas, entre otras Ivoni Richter Reimer han investigado sobre mí , me han rescatado del olvido y se han acercado a fuentes extra-bíblicas para conocer mi profesión y cómo era mi trabajo, mi verdadero status social y sobre todo interesarse por mí.El término con que me nombra Lucas, "porfiróporis", tiene su correspondiente latino en "purpuraria"/us. Ese es un término técnico que expresa tanto el proceso de producción de púrpura, como la venta de la mercancía producida. Por tanto, es un reduccionismo traducirla sólo como "vendedora". Quiero que sepas que en ésta expresión hay que tener en cuenta dos aspectos: a) por un lado la palabra "porfira"/ "púrpura" expresa tanto el color, como algún producto teñido con ese color; y por otro b) la materia-prima de la que se extraía la púrpura, que se obtenía tanto del mar (el murex, un caracolillo de mar) como de la tierra (vegetales). La extraída del mar era de mejor calidad y se pagaba más, la de menor calidad y la más barata, se extraía de los vegetales, era la que se producía en lugares del interior, no marítimos. Éste era mi caso.Pues yo soy oriunda de Tiatira, una ciudad en el interior de Asia Menor. Allí se desarrollaba una industria textil importante ligada con las tintorerías, donde otras mujeres como yo trabajamos, ya que la producción textil y la tintura eran "cosa de mujeres".

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En Tiatira el color púrpura era extraído de las raíces de una planta llamada "rubia", que además de sus cualidades medicinales podía ser aprovechada en el proceso de tintorería y de curtido. Justamente en esos dos sectores sólo se ocupaba a "las personas que ejecutaban un trabajo sucio". Sucio ¿por qué?. Porque era un trabajo arduo y muy desagradable. No te voy a contar el largo proceso de extracción de la púrpura y cómo fijábamos el color con substancias "sucias" como la orina. Todo el proceso producía unos olores fuertes, desagradables, a veces insoportables que a nadie le gustaba hacer y que además estaba considerado despreciable. Por eso lo hacíamos mujeres y otros colectivos socialmente mal considerados.En esta ciudad los romanos, en su política expansionista, habían asentado una gran población judía. La mayoría eran presos de guerra y exclavas/os. Estos judíos tenían mucha experiencia en producir color púrpura, que se utilizaba para teñir la lana.En Tiatira los trabajadores estábamos organizados por corporaciones. Por eso yo conocí a estos grupos judíos y me interesé por su religión y con ellos aprendí mi trabajo.¡No podía yo imaginarme que ese encuentro con los judíos iba a ser tan importante para mí!.Con ellos aprendí mi oficio, pero tuve que marcharme de mi tierra para vender mejor mi producto y, de este modo, llegue a Filipos. Esta ciudad había sido un pueblo sin importancia hasta que recibió su nombre y su rango de Filipo, padre de Alejandro Magno. El emperador Augusto la hizo colonia romana en el año 31 a.C. y le concedió privilegios de ciudad romana. Cuando yo llegué allí "era la principal colonia romana del distrito de Macedonia" (Hch 16,11).Allí yo me puse de nuevo en contacto con una pequeña colonia de judíos. Ellos eran extranjeros como yo y nos unía el mismo "trabajo sucio" mal considerado y mal pagado por la alta sociedad romana.Trabajábamos con nuestras manos la mercancía que después vendíamos. No éramos grandes empresarios sino pequeños artesanos. Vivíamos a las afueras de la cuidad, cerca de las rutas comerciales, en las proximidades del río Angites. Por ahí pasaba la ruta comercial que ligaba Oriente con Occidente.Los judíos no tenían sinagoga pero se reunían cerca de donde vivían en un lugar que tenían para orar (Hch 16,13). Yo no era judía pero me atraían sus oraciones y lecturas de sus Escrituras.Un sábado, allá por el año 49-50, estábamos –fundamentalmente mujeres– orando y conversando. En esto llegaron unos hombres llamados Pablo y Silas y se pusieron a hablar con nosotras (Hch 16,13).En sus saludos y presentaciones me enteré entonces que él era un judío que por primera vez llegaba al continente europeo y que Filipos

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era la primera ciudad de Europa donde venían a predicar el mensaje de un tal Jesús de Nazaret (Hch 16,4-40).Pablo nos empezó a hablar de él, de su persona, su doctrina, con gran ardor y ... ¡yo no sé que me pasó por dentro!. Me dio un vuelco el corazón y se me conmovieron las entrañas. Es como si el Dios a quien siempre había adorado y buscado me abriese las entrañas y me dijese que ahí estaba lo que tanto había buscado. Cada palabra de Pablo iba cayendo en mí como gota de agua fresca en tierra seca. Una criatura nueva empezaba a surgir en mis entrañas..., sentía que algo nuevo nacía en mí.Me quedé prendada de la doctrina que Pablo y Silas enseñaban. No dejé de asistir a sus enseñanzas y pronto pedí ser bautizada. Conmigo también las personas que vivían en mi casa. Fui la primera bautizada en esa ciudad. Éso me hacía sentirme responsable de acoger a Pablo y Silas y casi forzarlos para que vinieran a hospedarse en mi casa (Hch 16,15). No era muy grande, como han dicho otros de mí, ¡como si solo se pudiera acoger desde la abundancia y no desde la pobreza y sobriedad!. Cuando el corazón es grande hay lugar siempre para la acogida. Cuando las entrañas se ensanchan los otros caben en ellas. Yo tenía la gran alegría de ofrecer mi casa para la formación de la primera comunidad cristiana en Filipos.Estábamos pasando malos tiempos. Los judíos no eran bien vistos por los romanos y era peligroso para los dos judíos forasteros hacerse notar. Yo sabía que, cobijando a esos extranjeros, corría riesgos y conmigo mi casa y los míos. Pero no podía permanecer indiferente a su situación. Pablo nos había hablado de Jesús: de su compasión, de su estar siempre al lado de los que sufren, de no abandonar nunca a los tirados en el camino. A mí de nuevo se me conmovieron mis entrañas. Yo no podía ahora abandonar a su suerte a estos hermanos en la fe. Decidí entonces acogerlos en mi casa, abrir mis entrañas para ampliar mi familia, la familia del Dios que estaba conociendo.No es nada nuevo esta práctica arriesgada de solidaridad entre hermanos. En estos tiempos que vivís lo hacen y han hecho muchos hermanos y hermanos en América Latina y en otros muchos lugares del mundo. En realidad esto es hacer verdad el mensaje de Jesús, es "dar fruto" como el Nazareno nos pedía. Y yo quería ser fiel a Él.Que era peligrosa la situación lo confirmó el hecho de que poco tiempo después Pablo y Silas fueron llevados ante las autoridades romanas acusados de alborotadores, proponiendo costumbres contrarias a la práctica romana. Los cogieron, los apalearon, torturaron y los metieron en la cárcel.Nos quedamos todas y todos desolados y atemorizados pero no por eso dejamos de reunirnos en mi casa las hermanas y hermanos que creíamos en Jesús, a pesar del riesgo que corríamos. Orábamos y celebrábamos nuestra fe. El número crecía y la comunidad doméstica

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se consolidaba. Sentía mis entrañas llenas de vida nueva. Mi alegría era grande a pesar de las dificultades del momento.Yo sentía que este servicio a la comunidad era mi mejor manera de mostrar la fe y fidelidad al Evangelio que había recibido, era mi manera de hacer fecunda mi vida y auténtica mi fe.Hoy quiero contarte qué es una comunidad doméstica y la importancia que estas comunidades tuvieron en la expansión y consolidación del cristianismo.En estas iglesias, comunidades reunidas en las casas de familia, las "diakonías" de la palabra y de la mesa aún no estaban divididas. La iglesia doméstica fue el origen de la iglesia cristiana en muchas ciudades y regiones. Fueron un factor decisivo en el movimiento misionero pues ofrecían un espacio para la predicación de la palabra, para el culto, para participar en la mesa eucarística y para las relaciones sociales.La iglesia doméstica nos ofrecía las mismas oportunidades a las mujeres que a los hombres. Tradicionalmente la casa era considerada, igual que hoy, el dominio propio de nosotras, las mujeres. Te digo esto porque cuando en las cartas de Pablo o en los Hechos de los Apóstoles aparece el nombre de alguna mujer, como en mi caso, y a continuación se nombra a la comunidad reunida "en su casa" (la casa de ella), expresa que la mujer de la casa en la que la iglesia se reunía, era la primera responsable de la comunidad y de la asamblea de la iglesia doméstica.Esto saca a la luz la importancia que tuvimos las mujeres en estos comienzos del cristianismo antes de que la jerarquización androcéntrica y patriarcal nos desplazara de los puestos de liderazgo en la Iglesia primitiva. Pero de todo ello te iremos informando sucesivamente.Esto no debe sorprenderte pues hay mucha documentación grecorromana en la que se pone de relieve que en el siglo I las mujeres eran conocidas por abrir sus locales y sus casas a cultos orientales. Los cristianos no fueron los primeros ni los únicos que se reunían en las casas para el culto religioso.Por tanto, la Iglesia doméstica de Filipos fue el comienzo de una comunidad de la que Pablo se sentía orgulloso por su fe, su generosidad y por el modo cómo le habían ayudado a él personalmente. Cuando escribió su carta a toda la comunidad en el año 61, habían pasado ya más de 11 años desde su fundación, en mi casa.Pero con este excursus no te terminé de contar cómo fueron esos primeros momentos de angustia cuando encarcelaron a Pablo y Silas. Creíamos que los iban a matar, pero Pablo reivindicó su ciudadanía romana y cuando oyeron eso, a los magistrados les dio miedo, los

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fueron a ver, les presentaron sus excusas, los sacaron de la cárcel y les pidieron que se fueran fuera de la ciudad (Hch 16,35-39).Nada de esto sabíamos. Nosotras seguíamos reuniéndonos en mi casa celebrando nuestra fe y orando. Y de pronto, sin esperarlos, se presentaron Pablo y Silas en casa para vernos a todas y todos, alentándonos para que continuásemos en nuestra fe. Aún y así tuvieron que marcharse pues sus vidas corrían peligro (Hch 16,40).Cuando ellos se fueron, yo volví a quedarme al frente de esa pequeña comunidad que se reunía en mi casa con la certeza de que esa primera semilla –como la de una grano de mostaza–, echada con tanto amor, iba a crecer como dice la parábola de Jesús y se iba a convertir en un gran árbol donde los pájaros iban a alimentarse y cobijarse. Ahora entendía la fuerza de esas parábolas de Jesús donde a partir de lo pequeño, insignificante, silencioso... brota la vida nueva. Sentíamos que nuestras vidas eran fecundas, que estaban dando buen fruto.La comunidad cristiana siguió creciendo y estructurándose. Yo sentía la alegría de ver cómo se afianzaba la fe en Filipos y, cuando Pablo escribió su carta a los Filipenses desde la cárcel en Roma –allá por el año 61– nos decía cosas muy consoladoras como: "hermanos míos, queridos y añorados, mi alegría y mi corona, mis amigos, manteneos así fieles al Señor" (Flp 4,1).Ésta había sido mi preocupación central: "ser fiel al Señor". De hecho cuando yo forcé a Pablo y Silas a venir a mi casa a hospedarse les dije: "Si estáis convencidos de que soy fiel al Señor, venid a hospedaros conmigo" (Hch 16,40). Y vinieron.Desde el comienzo cultivamos la generosidad y la acogida, el compartir los bienes, el dejar que se conmoviesen nuestras entrañas con el dolor de los hermanos que sufrían, para que ese dolor se hiciese amor operativo después. Por eso cuando a Pablo lo encarcelan de nuevo en Roma, enviamos a Epafrodita a verlo, atenderlo (Flp 2,30) y llevarle dinero para su mantenimiento (Flp 4, 10.14.18). Esto nos parecía lo más normal, pero da la impresión de que no lo era pues Pablo, probablemente dolido, nos escribe y nos dice: "los filipenses sabéis que desde que salí de Macedonia, y empecé la misión, ninguna iglesia aparte de vosotros, se hizo cargo de saldar mi debe y haber" (Flp 4,15).Esto no significa que éramos una comunidad modélica. Teníamos problemas, tensiones, divisiones, diversidad de criterios y enfrentamientos, pero por encima de todo luchábamos por mantenernos fieles y unidos.En nuestra comunidad –como te dije– mujeres y hombres compartíamos liderazgo y misión. Cuando Pablo escribe su carta a la comunidad de Filipos nombra también a dos mujeres importantes y

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de gran influencia en la comunidad y que trabajaron duro por el Evangelio: Evodia y Síntique (Flp. 4,2-3).De hecho, Pablo pide que les ayuden para que se pongan de acuerdo y dice de ellas que son "syzuge" término que él utilizaba con frecuencia para nombrar a sus colaboradores, a los que lucharon con él y como él en la expansión del evangelio, es decir, a los/as misioneros/as como él.Como ves, en su carta, en relación a estas dos mujeres, da dos datos: uno que están enfrentadas y no se ponen de acuerdo y, por su influencia, en la comunidad eso era negativo y, segundo, que son unas luchadoras del evangelio, unas buenas misioneras. Sea como sea, si algo ha llegado a nosotros de ellas es que: "ya están las mujeres peleándose, como siempre". En fin todo menos reconocer nuestro liderazgo y aportación.Ya te habrás dado cuenta de que las cosas en los comienzos de la Iglesia de Jesús eran distintas.Vivíamos una comunidad donde hombres y mujeres nos sentíamos iguales en dignidad y responsabilidad. Era una comunidad donde cabíamos todos y todas en igualdad de derechos y deberes. Se hacía verdad con los hechos que todos los bautizados éramos iguales, no había entre nosotros "ni judío, ni griego, ni esclavo, ni libre, ni hombre ni mujer" (Gal 3,28) tal como recitábamos en la fórmula bautismal. La razón era muy clara: "Pues todos sois hijos de Dios. En efecto, todos los bautizados en Cristo... sois uno" (Gal 3,26-28).Pero después las cosas fueron cambiando y las mujeres fuimos desplazados de todos los lugares de gobierno y decisión.Antes de que pasase eso, hubo otras mujeres que, como yo, fueron fundadoras y dirigentes en las primeras comunidades cristianas. Fecundaron sus entrañas con el amor que da vida, que produce fraternidad, que crea comunidad. Entrañas que saben de misericordia, perdón, acogida.Ellas te irán hablando más adelante.A ti lector/a te aliento a trabajar para recuperar comunidades evangélicas donde se practique la misericordia entrañable. Comunidades en las que sus miembros no permanezcan indiferentes ante el dolor de los pobres y de los últimos, sino que, como a Jesús, se les conmuevan las entrañas y esta experiencia desencadene en ellos un amor operativo. Comunidades que generen vida nueva en su entorno, que hagan verdad la igualdad que Jesús practicó. Comunidades como las que el Nazareno soñó y procuró formar.Un saludo de hermana.Lidia, la fundadora de la comunidad de Filipo.

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 Emma Martínez Ocaña

FEBE, LA "DIÁKONO" DE LA IGLESIA DE CENCREASEscrito por  Emma Martínez Ocaña

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(4 votos)(Rom 16,1-2)Yo soy Febe. Quizás no está bien que comience mi presentación diciendo que soy una de las pocas mujeres reconocida públicamente por Pablo como dirigente de una de las Iglesias cristianas. No era la única pero ahí ha quedado mi nombre como claro testigo de una realidad que hoy cuesta trabajo reconocer y acoger.Soy la única persona de la literatura paulina que llevé una carta oficial (synhistémi) de recomendación. Pablo escribió esta carta a los Romanos hacia el año 55 y en ella se dice a la comunidad algunas cosas mías. En primer lugar se les pide que me acojan como conviene a los santos, ya que yo soy "hermana creyente". Pero, además, se les recomienda que me ayuden en todo lo que yo necesite.Pablo en dos renglones (v.1-2) expone las razones para justificar este ruego: porque soy "diákono" y "prostatis".Voy a hablarte de estas dos palabras que me definen porque, una vez más, algunas palabras se han traducido de diversa manera según el sujeto sea masculino o femenino.De todos modos ya son hoy muchos los exégetas varones –y no sólo mujeres– que expresan con toda claridad que no se me puede negar el reconocimiento del papel de liderazgo que yo he realizado en la iglesiaPrimero el título de "diákono".

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¿Qué significa esta denominación? ¿Es un servicio cualquiera o un oficio estable? Las razones que apuntan los investigadores para considerarlo un oficio estable son las siguientes:

a) Pablo utiliza en este texto el participio "oysan" que, unido a un sustantivo, indica que se trata de un título estable.b) El "kai" antes de "diákonos" está puesto para resaltar la palabra siguiente. Dice de mí no sólo que soy creyente sino además diácono. Este subrayado es también indicio de que se designa un ministerio específico.c) El uso del genitivo (la iglesia de Centreas) es también significativo. Indica que se trata de un ministerio estable y reconocido de esa comunidad.d) Cuando Pablo, en otras cartas, utiliza este mismo término de diakonos para referirse a sí mismo o a otro dirigente varón, los exégetas no dudan en traducirlo como "ministro" "diácono", "misionero" (Cf. Flp 1,1; 1Co3, 5,9; 2Co 6,1; 1Tes 3,2). Si con este término se designa a ministros de la Iglesia (Pablo, Apolo, Timoteo, Tìquio o Epafras) ¿por qué aquí va a tener un significado distinto por el mero hecho de que yo, mujer, sea el sujeto de esa denominación?

Todo ello hace que al fin se reconozca la verdad y es que yo, igual que otras mujeres y varones, hemos ejercido como "diákonos" en la Iglesia primitiva.Esto quiere decir que yo era reconocida con la función oficial de ministra, misionera, predicadora oficial de la Iglesia de Cencreas y no "diaconisa" de las mujeres, título posterior de la Iglesia del siglo III y IV.Pero Pablo no dice sólo que era diácono sino también que soy "prostatis" de muchos y también de él. ¿Qué significa este nombre?.Antes de hacer un análisis de este término en las cartas de Pablo quiero que sepas que las últimas investigaciones sociológicas y el estudio de la antropología cultural van sacando a la luz datos hasta ahora desconocidos.En la sociedad grecorromana eran frecuentes agrupaciones sociales y religiosas formadas sólo por mujeres. Éstas se reunían con frecuencia y llegaron a convertirse en fundadoras y patrocinadoras de asociaciones socialmente mixtas. Los cargos directivos en esas agrupaciones sociales y religiosas eran habitualmente elegidos por un tiempo determinado y su influencia era inferior a la del benefactor de la asociación con quien a menudo los miembros mantenían una relación de "protegido".En este contexto hay que releer el nombre con el que Pablo me nombra: "prostatis".

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Normalmente lo traducen como "ayudante", "protectora", como si sólo hubiese sido alguien que apoya económicamente a la comunidad y al propio Pablo. De nada ha servido que la literatura de la época dé al término la connotación de responsable, dirigente, presidente, gobernador. La mayoría de los estudiosos me han negado ese reconocimiento.Como Pablo afirma en su carta que yo era "prostatis" de muchos y también de él mismo, los estudiosos han rechazado que ése sentido de dirigente, patrona, responsable pueda ser su significado en mi caso. Sin embargo en 1Tes 5,12 el verbo "prostatein" es utilizado para designar a una persona con autoridad en la comunidad y en 1Tim 3,4ss y 5,17 sirve para designar las funciones de obispo, diácono o anciano.Una vez más nos encontramos que un mismo término se traduce de manera distinta si el sujeto es un varón o una mujer.Hoy ya son varios los estudios que reconocen que, en el contexto de la carta a los cristianos de Roma (Rom 16,2) la responsabilidad que Pablo me reconoce tiene que ver con mi liderazgo en el sentido jurídico de patrona (mujer que ejerce el patronazgo). Por tanto ya es hora de reconocer la verdad de mi responsabilidad y autoridad, que no se limitaba a la comunidad de Céncreas, sino que se extendía a otras muchas comunidades, incluso al mismo Pablo que mantenía conmigo una relación de protegido-protectora.Quiero explicarte cuál era la función de las "patronas" en ni tiempo y en mi sociedad. Ésta no consistía únicamente en el apoyo económico y la hospitalidad de cara a los miembros de la comunidad, sino que también se me pedía que utilizase mi influencia y mis relaciones –cuando fuera necesario– para defender y proteger a la comunidad y cada uno de sus miembros.De acuerdo con la "ley de reciprocidad" que regía el patronazgo grecorromano, Pablo pide a la comunidad de Roma que corresponda tratándome de acuerdo a la ayuda que he prestado no sólo a la comunidad, sino a él mismo que tenía conmigo una relación de "protegido".Te cuento todo esto porque ya va siendo hora de que se haga justicia y se den a conocer los datos que están sacando a la luz, con mucho esfuerzo, mujeres biblistas, arqueólogas, filólogas dispuestas a reivindicar la verdad de nuestro protagonismo en la historia, también en la historia del cristianismo primitivo.Ser diákono y prostatis no era un honor o un privilegio para mí, era una llamada al servicio de la comunidad. Tuve que dedicar mucho tiempo a pensar, planear, prepararme para ejercer bien esa función de liderazgo, pero sobre todo tuve que empeñarme seriamente en dejar que mis criterios, pensamientos, interpretaciones de la realidad, se fueran configurando al aire de Jesús. Era un trastrueque muy grande de valores, del modo de ver la vida, de abrirme a la realidad

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como él lo hizo, de aprender a nombrar lo real como él lo nombraba... es decir, tuve que ir dejando que mi cabeza se dejase alcanzar por el Espíritu de Jesús y me fuese configurando como hija y hermana.Antes de terminar quiero decirte que yo utilicé todas mis capacidades mentales, toda mi inteligencia emocional, para dejarme trastocar por los criterios de Jesús, para servir, proteger y velar por la comunidad que tenia a mi cargo, como una manera de ser fiel al Nazareno y a la comunidad y poder así ser testigo de Jesús que había venido a servir no a ser servido.¿Haces tú lo mismo?¿Dejas al Espíritu de Jesús que trastrueque tus criterios, tu escala de valores, tu manera de interpretar la vida?.Seas varón o mujer te hago una doble invitación: la primera, es abrir tu mente y tu corazón para dejarte configurar por los valores, criterios y perspectivas de Jesús el Señor; la segunda, es a unirte a mi acción de gracias a Dios por las posibilidades que en esa primera comunidad se nos dio a las mujeres. Te animo a seguir luchando y confiando para que, algún día, la Iglesia de Jesús vuelva a ser una comunidad de iguales.Saludos a los hermanos y hermanas de vuestra comunidad.FEBE. 

Emma Martínez Ocaña

JUNIA, APÓSTOL ILUSTREEscrito por  Emma Martínez Ocaña

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(7 votos)(Rom 16,7)

Soy Junia apóstol. Quizás te sorprenda hasta mi nombre, pues durante siglos he estado oculta bajo un nombre masculino: Junias. Aún hay hoy traducciones de la Biblia que ocultan mi identidad.

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¿Cuál es el motivo por el que me la han negado?Pablo, en su carta a los Romanos, me nombra junto a mi compañero Andrónico y dice de nosotros: "Parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que se entregaron a Cristo antes que yo" (Rom16, 7).El título de apóstol que Pablo nos reconoce, ahí en los orígenes del cristianismo, era inconcebible aplicado a una mujer, por tanto decidieron añadir una "s" y transformar mi nombre latino Junia, nombre femenino muy frecuente y atestiguado como tal, en un nombre masculino Junias o incluso convertir mi nombre en un diminutivo del nombre de varón "Junianus".Hasta hace muy poco nadie ha denunciado éste robo de mi identidad y de la proclamación del título de apóstol a mi, una mujer muy próxima a Jesús.No te olvides que, situarme creyente en Jesús antes que Pablo, es remontarse a la comunidad de Palestina en los años 30-32, tal como el famoso exégeta Lohfink nos reconoce ."Apóstoles", para Pablo, eran los que habían sido enviados oficialmente por una comunidad (2Co 8,23; Flp 2,25) o por el mismo Resucitado (2Co 9, 1; 15,7).Pablo recuerda que Jesús resucitado se apareció no solo a los amigos y amigas más íntimas y a los "apóstoles oficiales" sino a "más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales la mayoría de ellos viven" (1Co 15,6).Ya son varios los/as exégetas que hoy nos reconocen perteneciendo al grupo de apóstoles enviados por el mismo Resucitado y formando parte de los y las misioneros/as judeo-cristianos/as del círculo de los apóstoles de Jerusalén.A esa comunidad primitiva pertenecimos.Huimos de Jerusalén después del martirio de Esteban, como otros hermanos y parejas cristianas. Así nos convertimos en misioneros/as ambulantes, apóstoles, profetas...Andrónico y yo sufrimos persecución y cárcel por nuestra fe en Jesús y allí coincidimos con Pablo. Fue entonces cuando nos conocimos y, después de salir de ella, tuvimos un lugar importante en la iglesia de Roma junto a otras parejas como la de Prisca y Aquila e innumerables mujeres.Esta historia nuestra, en especial esta historia mía, es desestabilizadora y pone en cuestión muchas de las afirmaciones que se han venido haciendo sobre nosotras las mujeres y nuestro papel en la Iglesia primitiva.

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Como ya has sabido y seguirás descubriendo, por las comunicaciones de mis compañeras de fatigas cristianas, hemos sido: fundadoras de Iglesias domésticas, predicadoras y misioneras, diáconos, patronas, ministros y apóstoles como Pablo y Bernabé.Si hoy la Iglesia institucional es honesta con la realidad tiene que reconocer que estos datos rompen con la "tradición" de que sólo los hombres podían tener estos títulos. Un matrimonio, Andrónico y yo Junia, somos reconocidos como "ilustres entre los apóstoles" en los orígenes mismos del cristianismo.Ser nombrados apóstoles por Pablo supone el reconocimiento de nuestro papel de liderazgo en momentos muy cercanos a Jesús de Nazaret.Empleamos toda nuestra inteligencia para acoger y comprender su mensaje y trasmitirlo con la máxima fidelidad posible. Ese ser testigo de Jesús y su Reino es lo esencial de nuestra misión de apóstoles.Ser apóstol es llamada vinculada al bautismo, requiere capacidad de acoger la palabra de Jesús en la cabeza, en el corazón, en las entrañas y dejar que se haga verdad en nuestra vida. Sólo así podremos testificar con nuestro cuerpo el seguimiento de Jesús.¿Vives tú así tu vocación bautismal?A vivir así vuestro bautismo os animamos a todos/as, pero de un modo especial a las mujeres: a abrir vuestras mentes a la novedad desconcertante del mensaje de Jesús, a asumir el trastrueque profundo de valores y modos de ver y situarse en la realidad que él proponía a sus seguidores/as para que también vosotras podáis seguir viviendo en la Iglesia de Jesús como apóstoles en vuestro mundo, tal como nosotros/as lo fuimos en el nuestro.Por eso ¡no os desaniméis ante las constantes negativas a permitiros ejercer funciones de liderazgo en la Iglesia actual y ante las negaciones de la realidad! ¡La verdad termina triunfando antes o después! Ya van siendo muchos los investigadores femeninos y masculinos que van desescombrando la Biblia de los escombros patriarcales, para que pueda relucir la palabra revelada de Dios, a través de Jesús, para quién nunca hubo "esclavos ni libres, hombres ni mujeres" sino hijos e hijas, hermanos y hermanas de un único Dios Madre-Padre.¡No perdáis la esperanza! ¡Seguid luchando!Y, sobre todo, seguid siendo apóstoles de la Buena Noticia de Jesús, una Noticia que vuestro mundo necesita y anhela.Junia, apóstol de la Iglesia de Jesús.

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UNA MUJER QUE SE PONE EN PIEEscrito por  Emma Martínez Ocaña

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(10 votos)(Mc 1,29-31)

Quiero presentarme, pues apenas me conoces. Soy otra mujer "sin nombre" en el Nuevo Testamento. Una vez más los redactores de los evangelios me niegan identidad por mi misma, solo soy un de en relación a un varón importante: "suegra de Pedro".Quizá no te sorprendas, seas varón o mujer, pues estamos todos tan acostumbrados a que así sea que nos parece lo natural: hija de, hermana de, esposa de, pareja de, madre de, viuda de... ¿A que hoy sigue siendo también así entre vosotros? ¿No crees que ya ha llegado la hora de que eso deje de ser como es?Algunos varones querrán convenceros de que ese es un dato que no tiene importancia, lo dicen ellos que siempre son los nombrados, no solo por su nombre sino que su sexo identifica al género humano. Todos y todas somos hombres porque ellos han decidido que ese es un nombre genérico.... Eso sí, ellos nos dirán lo importante que es en la Biblia: dar nombre, llamar por el nombre, poner nombre... ¿solo es importante para los varones o cuando lo hacen ellos?¿Por qué tantas mujeres renuncian a su apellido cuando se casan?, ¿por qué hemos aceptado pasivamente durante siglos el hecho de que para nuestros hijos nuestro apellido sea segundo y no el primero? Yo os invito a rebelaros contra esta forma de negarnos identidad. Porque es verdad que nombrar es dar identidad, lo que no se nombra se hace invisible y termina por parecer inexistente y nosotras existimos y construimos la historia igual que ellos.Nosotras las mujeres también construimos la Iglesia primitiva y eso es lo que te quiero contar al hablarte de mí.El evangelista Marcos se refiere a mí en estos términos "Jesús salió de la sinagoga y se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en la cama con fiebre" (Mc 1,29-30).

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Estar en la cama con fiebre expresa bien mi situación de mujer. Estoy tumbada, separada de la comunidad, sin nada que decidir, ni hacer en la casa de Simón y Andrés. La casa, sabes bien, es símbolo de la comunidad donde los varones se sienten los dueños. Además tengo fiebre... Es otra forma de expresar mi condición de excluida, de estar impura, dominada por malos espíritus. Estoy postrada, no de pie y por tanto humillada, pasiva y además soy impura, estoy sometida a Satanás.Soy símbolo de las mujeres de Israel, en ese tiempo, y desgraciadamente de tantas mujeres aún hoy. Es expresivo el dicho que corre por ahí: "mujer de mesa y cama" o ¿quizá solo para la cama y la mesa?.

¿Cuáles son las "camas" y "las fiebres" que aún hoy nos mantienen a las mujeres así: excluidas de los lugares de decisión, no reconocidas como sujetos de derechos en igualdad que los varones, postradas, demonizadas de tantas maneras?

Seas varón o mujer quien me estés leyendo no dejes de responder a esa pregunta. Y si no tienes fuerzas para más al menos haz lo que los varones de la narración marcana hicieron: "Enseguida le hablaron de ella".Arriésgate a hacerlo, eso supondría que al menos te has dado cuenta de que la situación debe cambiar. Háblale a Jesús de ello, quizá por ahí puedas encontrar luz para saber cuál es su verdadero proyecto sobre el mundo en general y sobre su Iglesia en particular y fuerzas para colaborar con él en ese sueño.Como te estaba contando Jesús llegó a "la casa de Pedro" acompañado de sus discípulos. Es importante resituar mi curación en el contexto del evangelio de Marcos.Jesús acaba de invitar a Simón y Andrés (Mc1,16-18); Santiago y Juan (19-21) a que le sigan y éstos "dejando las redes".(1,18) y "a su padre Zebedeo en la barca con los asalariados lo siguieron" (1,20)Dejan su oficio, sus redes y a "su padre", símbolo de la familia patriarcal, que en tantas ocasiones Jesús denunciará. Pero el proceso de convertirse en discípulo es muy lento, será necesario un cambio de mentalidad radical que Jesús trata de emprender desde el primer momento.En la necesidad de una profunda "metanoia" hay que releer mi curación que viene precedida de otro gesto simbólico.Inmediatamente después de la llamada a seguirle, Marcos dice: "Y fueron a Cafarnaún" (1,21). Es sábado, Jesús entra con ellos en la Sinagoga y deja asombrados a los oyentes porque "les enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados" (1,22).

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En este momento introduce el evangelista el primer signo liberador de Jesús.

"Estaba en aquella sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo e inmediatamente empezó a gritar:

-¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos?"(1,23-24).

Jesús le conminó:

-Cállate la boca y sal de él" (1,25).

Sí, dice Jesús con los hechos, he venido a destruir el dominio del mal, a luchar contra el poder de todos "los espíritus inmundos".No solo nosotras las mujeres estamos dominadas por demonios sino también vosotros los varones. Todos estamos hoy contaminados por tantas fiebres, tantos demonios excluyentes e injustos que solo si los podemos nombrar y exponer a la luz podremos dejarnos ayudar y salir de esta esclavitud.Seguirle, configurar su Iglesia, requiere una profunda conversión. Necesitamos redefinir nuestras identidades sin falsos estereotipos de género, que nos dividen y empobrecen.A nosotras, negándonos nuestro poder, nuestra fuerza, encadenándonos a roles, cualidades y funciones que no hacen justicia a nuestra verdad.A vosotros, postrándoos bajo el peso de falsas identidades masculinas, despojados de la ternura, sentimientos, receptividad, intuición, pasión y cuidado por la vida. Empobrecidos por identificar la masculinidad con dominar, mandar, prepotencia, pretensión de superioridad...Vosotros y nosotras necesitamos manos tendidas para salir de esta situación, necesitamos liberarnos de demonios y ponernos en pie como expresión de la nueva identidad que confiere la fe en Jesús.En este contexto, introduce Marcos el episodio donde narra lo que Jesús hizo conmigo; lo expresa así:

"Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó" (Mc 1,31).

No te olvides de un dato muy importante: es sábado, por tanto Jesús está, de nuevo, transgrediendo un precepto sagrado, porque él solo considera sagrado lo que agrada a su Dios: la vida, la calidad de la vida para todos y todo.En la construcción de su nueva comunidad, en esa "casa de Pedro y Andrés" quiere poner de relieve, lo mismo que lo acababa de hacer en la "sinagoga", que no es posible una religión, que en nombre de Dios mantenga a las personas sometidas, tumbadas, como seres de

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segunda categoría, sin sentirse miembros activos de la comunidad, con capacidad para decidir, en igualdad de derechos y deberes.Se acercó a mí. No sabes cuanto agradecí ese gesto de cercanía, era su modo de decirme:

"Estoy contigo, a tu lado, conozco tu sufrimiento, no me es ajeno. Aunque no siempre logres reconocer mi presencia, yo estoy contigo en tu lucha por ponerte en pie. No creas a quienes se escandalicen de ello, quienes me critiquen o te critiquen por hacer algo prohibido en nombre de Dios. Ese Dios no es en el que yo creo, no es el que me envió a revelaros su sueño: un mundo de hijos e hijas, hermanos y hermanas".

Me cogió de la mano. Me tocó y de nuevo transgrede la ley tocando a una mujer enferma y ese contacto sanador es el que me va a posibilitar la curación. Coger de la mano es un gesto lleno de ternura, es un gesto sencillo y cotidiano con el que Jesús no solo me iba a sanar de la fiebre sino que me estaba mostrando un modo nuevo de hacer comunidad, de ir por la vida tendiendo la mano para ayudar a levantar a quien tumbado en el camino de la vida espera que alguien le eche una mano y pueda también ponerse en pie. ¿Te animas a hacer tuyo ese gesto?Me levantó. El verbo tiene una enorme carga simbólica. Dolores Aleixandre ha expresado muy bien lo que yo quiero deciros hoy al poner de relieve que en el Antiguo Testamento el verbo qwm, que significa "levantar", con mucha frecuencia se utiliza para designar la intervención personal de YHWH a favor de los que están caídos, tendidos, postrados por el suelo, es la postura de la humillación, opresión y aniquilamiento."Levantarse" es el símbolo de la dignidad. El hombre y la mujer vivos se ponen de pie, experimentan la plenitud (Sal 20,9) y desde esa posición pueden actuar, hablar, cantar.Pasar de la postración a levantarse es la experiencia del Éxodo y fue Yahvé quien los salvó, quien los puso de pie y por eso pudieron pasar de la esclavitud a la libertad. Pasar de la postración a estar en pie resume bien la experiencia de salvación que Jesús proclama.Yo, entonces, cuando Jesús me levantó, escuché de un modo nuevo el cántico de Isaías como si lo estrenase. Te invito a hacer tú lo mismo y dejarlo resonar en ti con toda su fuerza evocadora:

"Levántate, Jerusalén, revístete de fortaleza, Sión;

sacúdete el polvo, levántate, cautiva Jerusalén.

Libérate de las ligaduras de tu cerviz, cautiva hija de Sión"

(Is 52,1-2).

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Cuando Jesús me dió su mano para levantarme sentí que era una mujer nueva. Comprendí muy bien que estaba pasando algo muy revolucionario aunque Marcos lo sintetice en una breve frase: "La fiebre la dejó y ella se puso a servirles" (Mc1,31).La fiebre me dejó, ha sido la fuerza de Jesús la que hizo posible que la fiebre me dejara. Fue necesario un gesto activo, una acción directa contra "la fiebre". No basta lamentarse por las situaciones sin hacer nada. No basta rezar por mí. (Lc4,38)Los discípulos son testigos de que Jesús lucha activamente contra el mal. Desenmascara así todos los mecanismos encubridores y justificadores de actitudes acríticas y pasivas ante las circunstancias que nos impiden estar en pie, en situación de igualdad. Una comunidad que no luche contra ello no puede sentirse fiel a Jesús.Me puse a servir. Claro, eso es lo que nos toca a los mujeres, ponernos el delantal y servir la mesa a los varones, sobreponernos a nuestras enfermedades para servir... ¿Y si el texto no dijese eso "tan obvio"?Te recuerdo algunos detalles significativos. En el texto griego del Nuevo Testamento "servir" ("diakonein") es un verbo técnico que describe la actitud característica del seguidor, seguidora de Jesús, significa ayudar, colaborar, adhesión personal. En definitiva hacer verdad el seguimiento.Jesús hizo de este término un lugar de identificación de su vida y misión: "Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve", "No he venido a ser servido sino a servir" (Mc 10,45). Expresiones que tienen su última interpretación en el gesto insólito de Jesús lavando los pies a sus discípulos y reprochando con una enorme dureza a Pedro que si no entiende así su vida no podrá ser discípulo suyo, no tendrá nada que ver con Él.¿Qué fue lo que realmente pasó en mi vida en este momento?. Que Jesús me integró en su grupo de seguidores y pude entonces "servir" construyendo la comunidad de iguales que Jesús quería, rompiendo con la tradición judía y la mentalidad patriarcal, realizando en mí otro gesto aún más trasgresor que el anterior, que fue pórtico para una ruptura mucho más revolucionaria, tanto que después de 21 siglos seguimos sin asumirlo en toda su novedad.Gracias a muchas personas que se dejaron "tomar de la mano" por Jesús, "levantarse" y "servir", el cristianismo primitivo se fue viviendo en pequeñas comunidades domésticas, reunidas en nuestras casas, donde muchas mujeres asumimos funciones eclesiales tanto como misioneras itinerantes como matronas de las iglesias domésticas donde presidíamos la oración y la fracción del pan.Quizá esto te resulte extraño, incluso increíble... Pero hay ya mucha investigación realizada sobre todo por mujeres biblistas que desde

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hace años han puesto de relieve esta realidad ignorada y silenciada aún por muchos teólogos.Pero la verdad se irán imponiendo cada vez más y quizá algún día podamos celebrar todos que hemos abandonado nuestras "camas" y "fiebres" para sentarnos juntos a la mesa de la fraternidad en igualdad de condiciones. Entonces estaremos haciendo verdad la Iglesia de Jesús.Entretanto yo os invito a hacer lo que hizo Jesús conmigo: acercarse a los lugares donde están los postrados de la vida, tomarles de la mano y ayudarles a levantarse Entonces todos juntos nos pondremos a servir, tejeremos el manto de la solidaridad social y eclesial desde la cotidianidad y seremos así testigos creíbles en una sociedad cansada de palabras y necesitada de experiencias que se hagan verdad histórica.Con mi afecto, yo, una mujer puesta en pie, que pasé de la postración a la construcción de la comunidad, como deseo te pase a ti. 

Emma Martínez Ocaña