Leer por Obligacion

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noticias&novedades everest 24 sin nada en el tintero Leer por obligación Por Manuel López Gallego H ace varios años, una alumna me pidió (me insistió) que inclu- yera cierto título entre las lecturas que debían realizarse ese curso. Aducía que el libro lo había leído ya una amiga suya, y le había gustado tanto que se lo recomendaba a ella encarecidamente. Existen pocas actividades tan emparentadas con la libertad como la lectura, no sólo por tratarse normalmente de un acto en el que uno mismo decide cómo, cuándo y qué desea leer, sino porque consigue como ningún otro que la imaginación abandone la parcela de realidad en la que se encuentra y sea capaz de viajar a otros lugares por lejanos o inexistentes que estos sean. Sin embargo, aquellas personas que enseñamos literatura en Educación Secundaria y en Bachillerato nos vemos en la necesidad, para escándalo de quienes no pertenecen a esta profesión, de conver- tir la lectura en algo obligatorio, ante el riesgo de que la voluntariedad absoluta provoque que gran número de alumnos no se acerquen ni siquiera a esos escasos tres o cuatro títulos anuales. Ese es, proba- blemente, el mayor aprieto por el que debemos pasar. A continuación nos asaltarán otros dilemas como qué títulos recomendar, si optar por los clásicos, de contrastado valor literario, o por autores actuales que aborden problemáticas próximas a los alumnos. Leer supone cierto esfuerzo intelectual, que muchos seres humanos (no sólo alumnos de Secundaria o Bachillerato) no están dispuestos a realizar, sobre todo cuando existen otras actividades de mayor comodi- dad con las que llenar el tiempo libre. Muchos adolescentes abandonan aquella afición que adquirieron en Primaria y manifiestan hacia la lec- tura un rechazo frontal. Sin embargo, uno no se explica muy bien esa actitud cuando observa, una vez que los alumnos se introducen en las primeras páginas del libro, su interés por la historia y el silencio que súbitamente reina en la clase. Me pregunto si el problema no radicará en la imposibilidad de nume- rosos muchachos para administrar las escasas parcelas de libertad de las que de verdad disponen. Aquella alumna mía tenía verdaderos deseos de conocer el libro que le había recomendado su amiga. —No puedo incluirlo entre las lecturas obligatorias, porque el Departamento ya programó en su día las que corresponden a este curso —le expliqué—. Pero si tu amiga te ha dicho que es tan bueno, existe una solución muy fácil. —¿Cuál? —Léelo. Se quedó sorprendida de aquello que acababa de oír y se calló un momento. —¿Leerlo sin ser obligatorio? – dijo al fin– . Eso sí que no. Su biografía Nació en 1960 en Camelle, un pueblo de la Costa da Morte coruñesa, aunque se considera extremeño, de Villanueva de la Serena. Es profesor de Lengua y Literatura, labor que compagina con su afición por la escritura. En los libros que ha publicado se dedica a contar historias de distintas características: cuentos y relatos para adul- tos (La puerta del palacio o El equilibrista), los viajes (Estaciones del sur) o la novela para jóvenes (El alma del bosque, Premio Leer es Vivir 2006).

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Leer por obligación

Por manuel López Gallego

hace varios años, una alumna me pidió (me insistió) que inclu-yera cierto título entre las lecturas que debían realizarse ese curso. Aducía que el libro lo había leído ya una amiga suya, y le

había gustado tanto que se lo recomendaba a ella encarecidamente.Existen pocas actividades tan emparentadas con la libertad como

la lectura, no sólo por tratarse normalmente de un acto en el que uno mismo decide cómo, cuándo y qué desea leer, sino porque consigue como ningún otro que la imaginación abandone la parcela de realidad en la que se encuentra y sea capaz de viajar a otros lugares por lejanos o inexistentes que estos sean.

Sin embargo, aquellas personas que enseñamos literatura en Educación Secundaria y en Bachillerato nos vemos en la necesidad, para escándalo de quienes no pertenecen a esta profesión, de conver-tir la lectura en algo obligatorio, ante el riesgo de que la voluntariedad absoluta provoque que gran número de alumnos no se acerquen ni siquiera a esos escasos tres o cuatro títulos anuales. Ese es, proba-blemente, el mayor aprieto por el que debemos pasar. A continuación nos asaltarán otros dilemas como qué títulos recomendar, si optar por los clásicos, de contrastado valor literario, o por autores actuales que aborden problemáticas próximas a los alumnos.

Leer supone cierto esfuerzo intelectual, que muchos seres humanos (no sólo alumnos de Secundaria o Bachillerato) no están dispuestos a realizar, sobre todo cuando existen otras actividades de mayor comodi-dad con las que llenar el tiempo libre. Muchos adolescentes abandonan aquella afición que adquirieron en Primaria y manifiestan hacia la lec-tura un rechazo frontal. Sin embargo, uno no se explica muy bien esa actitud cuando observa, una vez que los alumnos se introducen en las primeras páginas del libro, su interés por la historia y el silencio que súbitamente reina en la clase.

Me pregunto si el problema no radicará en la imposibilidad de nume-rosos muchachos para administrar las escasas parcelas de libertad de las que de verdad disponen. Aquella alumna mía tenía verdaderos deseos de conocer el libro que le había recomendado su amiga.

—No puedo incluirlo entre las lecturas obligatorias, porque el Departamento ya programó en su día las que corresponden a este curso —le expliqué—. Pero si tu amiga te ha dicho que es tan bueno, existe una solución muy fácil.

—¿Cuál?—Léelo.Se quedó sorprendida de aquello que acababa de oír y se calló un

momento.—¿Leerlo sin ser obligatorio? – dijo al fin– . Eso sí que no.

Su biografíaNació en 1960 en Camelle, un pueblo de la Costa da Morte coruñesa, aunque se considera extremeño, de Villanueva de la Serena. Es profesor de Lengua y Literatura, labor que compagina con su afición por la escritura. En los libros que ha publicado se dedica a contar historias de distintas características: cuentos y relatos para adul-tos (La puerta del palacio o El equilibrista), los viajes (Estaciones del sur) o la novela para jóvenes (El alma del bosque, Premio Leer es Vivir 2006).