La Tierra en tus manos

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Temas de reflexión para jóvenes.

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Teresio BoscoCarlo Fiore

LA TIERRA EN TUS MANOSREFLEXIONES PARA MUCHACHOS Y ADOLESCENTES

1969

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NIHIL OBSTATFaustino Díaz, S. D. B.Madrid, 17 de enero de 1969

IMPRIMI POTESTEmilio Alonso, S. D. B.(Insp. Provincial)Madrid, 19 de enero de 1969

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Í N D I C E

Misión Tierra.....................................................................................................6Llama olímpica en Méjico........................................................................7«¡A tierra!».........................................................................................................12

Hombres para el futuro del mundo............................................................................17En recortes de crónicas el mundo del mañana........................1820 mil jóvenes en las fronteras............................................................22

¿Quieres llegar a ser un protagonista?......................................28La tierra tiene necesidad de jefes......................................................29

Encontrar un guía......................................................................................................38Los rostros amarillos «se descargan»............................................39Tres muchachos encuentran un guía...............................................42

Yo soy El Señor..............................................................................................53El gato de siete colas..................................................................................54En el cielo de Orange, una cúpula tricolor.................................58

Los otros tienen necesidad de mí...............................................................................65Shampoo oro-plata para perros...........................................................66Dos mil millones de hombres abandonados a la miseria 69Tres dirigen la marcha...............................................................................74

¡Destruid el egoísmo!.................................................................................................83Delito en el barrio de Queens...............................................................84¿Antiguallas los cabellos blancos?...................................................88

Juventud quemada......................................................................................................94Régimen de ocupación..............................................................................95Antonio Floris, bandolero.......................................................................99

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Whisky en el capó.......................................................................................103

El hombre vestido de negro...............................................................108Misión secreta en los “bajos fondos”...........................................109

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Reza así

antes de la meditaciónOh Dios,Creador y Salvador mío en presencia de tu infinita majestad te adoro, te amo y te pido perdón de mis pecados.Ven Espíritu Santo con tus dones, ilumina mi mente con tu luz,e inflama mi corazón con tu Amor.

después de la meditaciónTe doy gracias, Señor, por las luces que me has concedido en esta meditación. Ayúdame con tu Graciapara que pueda ser fiel a las verdades que he meditado y a las decisiones que acabe de tomar. Virgen Inmaculada,Madre de Jesús y mía, ruega a Jesús por mí.

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Misión Tierra

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Llama olímpica en Méjico

TIEMPO DE REFLEXION

La llama olímpica, encendida en el trípode del antiguo templo de Olimpia, emprendió el vuelo. En fantástico galope fue llevada por atletas de todo el mundo hasta el pedestal que domina el grandioso estadio de Méjico.

Millares de periodistas, los más famosos del mundo, han cogido los rapidísimos trenes transcontinentales, barcos, aviones, y han llegado a la ciudad de Méjico. Allí han encontrado su lugar en el gran “Campo Olímpico” y en las majestuosas construcciones que, desde hacía cinco años, Méjico venía preparando.

Una cadena de satélites artificiales lanzados desde Cabo Kennedy y dirigidos por cerebros electrónicos, giran a kilómetros de altura, prestos a lanzar a los espacios las imágenes que las telecámaras de Méjico les enviarán.

Todo este inmenso y costosísimo mecanismo sirve de marco a miles de atletas, quienes después de años de preparación, después de haber rivalizado en entusiastas competencias, han partido de todos los ángulos del mundo hacia la Misión- Méjico.

Estos atletas no se han preparado a las mil maravillas, no han realizado un costoso viaje para darse un hermoso paseo. Si así fuera, la emocionante cabalgata de la llama olímpica y el traslado de los miles de periodistas, como el lanzamiento de los satélites, habrían sido inútiles y ridículos.

Los atletas saben que en Méjico hay una misión que cumplir: batirse con voluntad y tenacidad contra los atletas de todo el mundo para mantener en alto el honor de la propia patria.

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En la tierra de Moctezuma

También tú, hace once, trece, quince años, has sido enviado por Dios a la tierra. No para que hagas un hermoso paseo sino para una misión bien precisa. Sobre tu alma Dios ha escrito Misión-Tierra.

Has encontrado a tu papá y a tu mamá dispuestos a recibirte y a formarte con solicitud, has encontrado colegios prontos a instruirte, sacerdotes de la Iglesia para servirte y formar tu alma.

Si tú disfrutaras de tus padres, de tus maestros y de tus sacerdotes sin preocuparte de conocer y de prepararte para cumplir la misión por la que Dios te ha enviado a la Tierra, tu vida sería un fracaso. Como si en la Olimpíada de Méjico los atletas de todo el mundo en lugar de competir en los estadios, ocuparan el tiempo en pasearse y en fotografiar las fabulosas tierras de Moctezuma.

No creo que tú quieras ser un fracasado. Es por ello que te escribo a continuación los puntos-claves en los que tienes que pensar, y no sólo una vez, para comprender a fondo tu Misión-Tierra .

Tú no eres un muchacho cualquiera: el Bautismo y la Confirmación te han convertido realmente en hijo de Dios.

Tu hermano Jesús ha venido a la tierra para redimir al mundo, esto es, para librar las almas del pecado y del infierno y para hacer el mundo más bello, más feliz, más justo. Ha realizado esta misión con el sacrificio de sí mismo, hasta la cruz.

Tu hermano Jesús te ha confiado la tarea de continuar su misión en la Tierra. Debes ser, junto con El, redentor del mundo: hoy, en el ambiente en que vives; mañana, allí donde te lleve la vida.

Debes, por lo tanto, junto a Jesús, salvar las almas de tus compañeros del pecado y del infierno, y hacer que tu ambiente sea más hermoso, más justo, más feliz. Realizarás esta misión si no tienes miedo de sacrificarte por tus compañeros.

Muchachos-chancletas

Comprenderás que para realizar tal misión no bastan los muchachos-chancletas. Se requieren muchachos-voluntad que no se desanimen ante las dificultades, que saben mantenerse firmes, que saben recomenzar, que no capitulan.

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Se necesita, en una palabra, muchachos de carácter.Un día apareció, entre los muchachos de Valdocco, Domingo Savio.

Había muchachos de valía en el colegio, pero se quedaban indiferentes cuando junto a ellos se oían refunfuños, juegos de palabras y frasecitas más o menos... Ante aquéllos, Domingo Savio se preguntó: “¿qué puedo hace yo para ayudar a mis compañeros, para que el ambiente en que vivo sea más alegre, mejor?”. Se puso de acuerdo con Don Bosco, reunió a ese valioso grupo de compañeros aislados y creó la primera y dinámica Compañía de la Inmaculada de Valdocco.

Se encontraba entre los irreflexivos estudiantes de Turín, Pedro Jorge Frassati, un joven de mirada franca y de sonrisa irresistible. Comprendió que era necesario “hacer algo”: así nacieron las “bandas” de la juventud estudiantil católica que organizaba campeonatos, preparaba cantos y sem-braba una vida alegre y radiante.

En el Monte Sagrado de Várese apareció Domingo Zambretti. No se hizo esperar. En un dos por tres transformó ese insignificante grupo de muchachos en una legión valerosa, alegre y entusiasta, con una vida profundamente cristiana y rica en chispeantes iniciativas.

Domingo Savio, Pedro Jorge Frassati, Domingo Zambretti fueron jóvenes de carácter que supieron realizar su propia Misión-Tierra.

Quinto Continente

Australia, el maravilloso y fértil Quinto Continente, se convirtió en 1788 en una gran prisión.

Los ingleses embarcaron, en unos diez barcos a todos los asesinos, ladrones y piratas de sus prisiones y los abandonaron en aquellas playas.

Estos miles de hombres no podían, por cierto, seguir viviendo matándose y robándose mutuamente. Esto les obligó a enfrentarse con la vida. Los más intrépidos, imitados más tarde por los demás, prosiguieron hacia el interior. Allí encontraron terrenos fértiles, los transformaron en campos cultivables y construyeron las primeras casas.

Lentamente aquella colonia de “condenados” se transformó en una colonia de tenaces labradores. Nacieron los primeros niños y floreció nueva vida.

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Hubo alguno que trató todavía de lanzar disparos y algún ladrón intentó retornar a su profesión primitiva. Pero estos “aguafiestas” fueron encarcelados y sometidos a “juicio sumarísimo “.

En el espacio de 80 años aquella chusma de ladrones y asesinos se convirtió en un pueblo nuevo y fuerte, de sangre ardiente y duras manos, que descargaba en el trabajo y en la mejora de su propia tierra, las energías que le sobraban.

¿No te parece que esto no es sólo la historia de Australia, sino un poco la historia de todo el mundo?

Sabes cómo estaba el mundo en la época de los faraones: pocos hombres libres y viciosos, decenas de miles de esclavos que bajo el látigo trabajaban y morían. Y en Roma: masas de esclavos, gladiadores que morían en la arena para divertir a los libres, legiones que invadían a sangre y fuego las ciudades que se resistían a pagar los tributos del César.

Kennedy y el Papa Juan

Pero después llegó Jesús, vinieron los cristianos. Han pasado muchos siglos y hombres de buena voluntad han ido transformando lentamente el mundo: con fatigas, sacrificios, trabajo, inteligencia y esfuerzo. Piensa tan sólo en la contribución de bondad que, en estos últimos años, han dado dos hombres, como el Papa Juan y el Presidente Kennedy.

Mira en torno tuyo: el mundo no es todavía una obra maestra de bondad y de justicia. Pero hay que reconocer que en 1968 estamos bien lejos de la época de los esclavos de los faraones. Vamos caminando decididamente mejor, ¿no te parece?

Si todos los hombres realizaran la misión que Dios designa a cada cual, ¡cuán pronto veríamos un mundo mejor, más justo, más santo!

Pero desgraciadamente, no son muchos los hombres que comprenden y que realizan su propia misión.

Tú serás uno de ellos, estoy seguro.Comienza a serlo desde ahora mismo en el pequeño ambiente en que

vives.Mira alrededor: ¿qué puedo hacer para que los otros sean mejores y

más felices? Unete a aquéllos que trabajan codo a codo contigo, decídete a luchar con ellos, con sacrificio y con una bondad sólida e inquebrantable. Haréis más hermoso y mejor un pequeño ángulo del mundo.

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Recuerda: muchacho de carácter es aquél que:1. conoce su “misión-tierra”;2. se esfuerza día a día en realizarla, con voluntad y constancia.

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«¡A tierra!»

HOMBRES QUE HAN COMPRENDIDO

Egna, pequeña estación ferroviaria entre Trento y Bolzano. Es el 4 de septiembre de 1944.

Apenas aparecido el sol, llegan los aviones americanos. Vuelan bajo, casi a ras de tierra. Pasan y vuelven a pasar en zig-zag por la vía férrea, lanzando bombas destructoras. Los silbidos y llamaradas se suceden a brevísimos intervalos.

Cuando la sirena ha lanzado al aire su largo lamento, insistente, el señor Mónico, jefe de estación, se precipita fuera de su rosada casita. Teniendo de la mano a dos muchachitos y seguido de su mujer con otros dos pequeños, desaparece corriendo en el bosque.

Esta vez las alarmas son incontables. Desde Breñero están llegando nuevas divisiones alemanas, y los americanos tratan de destruir todas las líneas férreas que le permitan ir al sur, donde se encuentra su frente.

Mientras los cuatro niños corren difícilmente junto a papá y mamá, se va desencadenando detrás de ellos el infierno. Cuatro bombas han dado en el centro de la estación. Con enormes detonaciones se van destruyendo las casas. Los carros detenidos ante la estación son antorchas ardientes.

Súbitamente, una avalancha de bombas que no han logrado el blanco, cae silbando a unos diez metros de ellos. El señor Mónico tiene apenas tiempo para gritar a sus hijos: “¡A tierra!”, cuando el pequeño grupo de fugitivos es embestido por una enorme ventolera que le arroja a varios metros de distancia.

“Creí que todo se había terminado —cuenta la madre— y que mis cuatro niños estaban muertos. En cambio, después de algunos instantes, nos levantamos nuevamente todos. No había sucedido nada. Solamente Jorge, el más pequeñito de cuatro años, tenía un rasguño casi impercepti-ble en un ojo y lloraba. Le curé como pude. Luego no pensamos más en ello.”

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Acompañado de un bastón

Pasados algunos meses, Jorge acababa de salir del refugio y corría hacia su casa, cuando súbitamente se detuvo. Se cubrió el rostro con las manos, y después de algunos segundos comenzó a gritar. No veía más. Todo, en torno a él, había bruscamente desaparecido: el cielo, los prados, las casas, el rostro de su hermano que le seguía a pocos pasos. Su hermanito, aterrorizado, le toma de la mano, y ambos llorando llegan a la casa.

El médico llamado con urgencia llega a su cabecera. Des-graciadamente no se podía hacer nada. La explosión de hacía algunos meses no había dejado ningún rastro exteriormente. Pero, “adentro” había dañado gravemente el nervio óptico. Ahora el microscópico nervio había dejado de funcionar, estaba muerto.

A partir de ese día, muchas cosas se extinguieron para Jorge: las carreras al aire libre, los vertiginosos descensos en trineos, las quebradas cubiertas de nieve...

Fue recibido en un colegio para cieguecitos. Aprendió a leer con los dedos los libros escritos en “Braille”, y crecía junto a tantos niños desafortunados como él.

Llegó a ser un joven alto y fuerte. Después de largo y tenaz entrenamiento se convirtió en un habilísimo experto en telecomunicaciones. Es contratado por una gran Central de Brescia.

Desde entonces cada día acompañado de un hermoso bastón, Jorge sube con seguridad al tren que desde Desenzano (donde vive con su familia) le lleva a Brescia.

Pero en sus largas y silenciosas tardes, en la calma de su plegaria, Jorge se dirigía a menudo a sí mismo y a Dios: “Yo trabajo. Pero quisiera hacer algo más. ¿Qué puede hacer un pobre ciego por su prójimo, por aquellos que sufren, que están solos, que no son felices?”.

Mensajes invisibles

Finalmente un día se le ocurrió una idea: llegar a ser radioaficionado. Se lo comunicó a sus padres. Comenzó a atesorar sus ahorros. Y al cabo de poco tiempo, una tarde después de su trabajo, podía Jorge encerrarse en un cuartillo ante su pequeña radio-estación y lanzar su primer mensaje a todos

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los radioaficionados del mundo: “Me llamo Jorge. Les amo a todos ustedes. Quiero ayudar a todo el mundo”.

Desde aquella tarde Jorge Mónico pasa todos los domingos y varias horas de la noche “en escucha” con sus auriculares.

Cuando Agadir fue sacudida por el terrible terremoto, Jorge fue uno de los primeros en recibir las desesperadas llamadas de auxilio. Eran médicos, hospitales y desconocidos que pedían urgentemente plasma, medicinas, víveres, equipos de salvavidas. Muchos de los heridos de entonces deben hoy su vida al joven ciego de Desenzano. Una doctora de Rabat, obtenida personalmente la comunicación con Jorge, pidió con desesperación un electrocardiógrafo:

“¡Hacedlo rápidamente, os lo suplico!”, y Jorge, asistido por la Providencia, logró, después de pocas horas, que el delicado instrumento volara rápidamente rumbo a Marruecos.

Un día supo Jorge que un pobre viejo, Bartolomé Tosa, de Molinetto de Mazzano, estaba enclavado en su lecho y que sus músculos estaban a punto de atrofiársele. Solamente la Nivalina, medicina producida en Bulgaria habría podido curarle. Jorge no se hizo repetir la comunicación: se puso enseguida en contacto con un radioaficionado búlgaro. Pocos días después, el cartero entregaba a Bartolomé Tosa un paquete con cincuenta frascos de Nivalina.

Un radioaficionado polaco le comunica una tarde que un habitante de Cracovia, casado con una italiana, se encuentra en peligro de muerte debido a una enfermedad muy rara. Sólo 25 gramos de Viomicina, antibiótico producido en Italia, podían salvarle y prolongarle la vida.

Jorge Mónico se pone en contacto con una sociedad de farmacéuticos y pide autorización para comprar inmediatamente la Viomicina. Pero la respuesta es severa: el antibiótico es demasiado caro: 350 pesetas el gramo. Jorge no posee ahorros suficientes. Llama entonces a un radioaficionado alemán, a través de él se pone en contacto con una asociación filantrópica de Friburgo y le hace llegar la dramática llamada. Después de pocos días, el obrero polaco recibe gratuitamente el valioso remedio que le libra de la muerte.

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En la cárcel a los veinte años

Los hombres han querido recompensar el gran servicio de bondad que Jorge dispensa a todos sus hermanos. Molinetto le ha ofrecido la ciudadanía honoraria. Saló le ha ofrecido el premio de la bondad.

Pero el premio más valioso Jorge lo recibe en las noches silenciosas, cuando con su pequeño aparato puede decir una palabra de consuelo y de esperanza a las personas que lloran, cuando recibe la consoladora noticia de que alguien vive todavía gracias a él: son momentos de alegría indes-criptible.

Jorge ha recibido una conmovedora carta de Cosenza. Un detenido de 28 años, Francismo Cammarere, habiendo conocido el trabajo y la bondad de Jorge, le hace una propuesta ante la cual el pobre ciego se estremece de emoción: “Yo estaré para siempre aquí adentro. Quisiera darte uno de mis ojos para que puedas volver a ver el rostro de tu madre”.

Jorge no podrá nunca aceptarlo. Su nervio óptico está, desgraciadamente, muerto para siempre. Ningún trasplante podría sanarle. Pero este mensaje y tantos otros que recibe a diario a través de sus auriculares de radioaficionado, le han asegurado que también un pobre ciego puede hacer algo de bueno por sus hermanos: puede amarles y sacrificarse por ellos.

Amigo mío. Esta tarde cuando estés en el silencio de tu cuarto, esperando el sueño, detente algunos instantes y piensa: en un lejano país de este mundo, un ciego se pone los auriculares, hace girar una manecilla y llama a los radioaficionados de todo el mundo: “Me llamo Jorge. Les amo a todos ustedes. Quiero ayudar a todo el mundo...”

¿No quieres, como él, hacer también tú un poco de bien a todos? Dar tu sonrisa, tu perdón, tu bondad, tu sacrificio. Jesús y Jorge Mónico te aseguran que experimentarás una alegría inmensa. Probarás que día a día estás realizando tu “misión-tierra”.

¿Quieres ensayar?

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Pista de investigación

1. ¿Conoces a otros muchachos (además de Domingo Savio, Pedro Jorge Frassati, Domingo Zambretti) que se han esforzado para realizar su misión haciendo más justo y más bello y mejor el ambiente en el que vivían?

2. Misión = ser enviado; vocación = ser llamado.Dios nos ha enviado a la tierra para hacerla mejor. Se puede decir también que Dios “nos llama” a hacerla mejor. Por lo tanto todos nosotros tenemos una misión que es vocación.Oyendo la palabra “vocación” ¿en qué pensabas hasta ahora? ¿Estás convencido de que todos los cristianos, incluido tú, tienen una “vocación”?

3. Junto a los amigos de tu grupo, ¿cómo podéis prácticamente comprometeros para hacer vuestro ambiente mejor y más feliz en el curso de este año?Trazad un plan concreto de acción. Quiero que mi mundo de hoy sea:

justo, así... (¿hay injusticias al lado de vosotros?, ¿pequeños maltratados por los grandes, los buenos tomados a risa, maestros llevados a la desesperación?... ¿Cómo remediarlo?);

más hermoso, así... (también el orden en un local frecuentado, la limpieza en una sala, ¡algunas plantas verdes en los ángulos hacen más hermoso el ambiente! Y la misma limpieza de ropa, de los zapatos, los cabellos peinados, los libros bien presentados, los cajones en orden, hacen más bella y más hermosa la vida. Y las ceremonias de la Iglesia bien ejecutadas, y los himnos bien cantados...);

mejor, así... (menos riñas en el juego, menos insultos; perdonar; sonreír; rezar de buena gana por los otros; acercarse a los sacramentos para que Jesús nos ayude a ser buenos y sacrificados por los demás...).

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Hombres para el futuro del mundo

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En recortes de crónicas el mundo del mañana

TIEMPO DE REFLEXION

Tengo delante de mí un fajo de periódicos.Sobre el escritorio veo brillar un enorme par de tijeras. Se me ocurre

una idea extraña. Esos periódicos eran el resumen del bien y del mal que los hombres de todo el mundo habían hecho en diez días. Ahora bien, con mis tijeras me he puesto a hacer un pequeño Juicio Universal: el bien a mi derecha, el mal a mi izquierda.

Después de una buena hora de trabajo, en medio de una confusión de tiras y recortes que inundaban mi escritorio, traté de recoger los frutos: un montoncito discreto de trozos a mi izquierda, otro más pequeño a mi derecha.

Los títulos de la izquierda

Leamos juntos algunos títulos de la izquierda:1. Proceso por los estragos de Auschwitz. Los SS con las

inyecciones del fenol mataban a razón de tres prisioneros por minuto.“Dramático testimonio de un polaco. Incluso a veces los

mismos verdugos se acobardaban a la vista de niños y ancianos muertos. En el silencioso salón-hospital se oía cómo se desplomaban con sordo batacazo los cuerpos de las víctimas.” El artículo narra los monstruosos delitos en los campos de concentración. Hombres convertidos en auténticas fieras feroces.2. Diecinueve años: se pasa la vida robando autos. Capturado, hiere

a un agente.Aquí se narra la triste aventura de un joven ladrón que no ha

querido nunca oír hablar ni de estudio ni de trabajo. Ha robado ya seis autos. Probablemente envejecerá en la cárcel.

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3. En un congreso de comunistas franceses, Suslov proclama que China “desprecia la lucha por la paz”.

“Pekín adopta una actitud que conduce a la guerra.” En el artículo se afirma que los jefes comunistas chinos son unos fanáticos, dispuestos a desencadenar otra terrible guerra en el mundo.4. Una sociedad secreta de negros jura guerra sin tregua a los

blancos.Es la famosa secta de fanáticos “Hermanos de sangre” que ha

cometido ya numerosos crímenes. La organización adiestra muchachos de 10-12 años en la lucha cuerpo a cuerpo y en el manejo del cuchillo.5. Agredido frente a la escuela por tres granujas “bluejeans”.

Se cuenta el estúpido y tristísimo intento de tres calaveras que, para demostrar su coraje, han apaleado a un pobre mendigo dejándole en agonía.6. Pánico entre los turistas en el centro de Márgate, Brighton y

Southend.Dos días de violencia en las playas inglesas invadidas por

bandas de juventudes que se baten.“El domingo y ayer un millar de teddy-boys se han batido en

tres ciudades inglesas destruyendo negocios, bares, autos. Ciento veinte arrestos, muchas severas condenaciones.”

Es la historia común de tantos jóvenes que “no saben qué hacer”, que “se aburren de la vida”. Y entonces se divierten destruyéndolo todo, causando daños por millones e hiriéndose a veces gravemente “sólo para hacer algo”.

7. Empleado de un surtidor de bencina muerto durante la noche en Saint Vincent por dos jóvenes.

“Han hecho llenar el depósito de la motocicleta, han seguido al empleado hasta la caja y le han robado el dinero. Luego le han disparado. El hombre muerto por los dos muchachos tenía tres hijos. Los asesinos, identificados poco después, habían cometido ya otros asaltos.”

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Estos dos muchachos querían ganar dinero a prisa, sin trabajo y sin esfuerzo. Por ello han robado y matado. Y tres pequeñitos se han quedado sin papá y, tal vez, sin pan.

No han luchado

Me parece que los personajes que hemos mencionado han, efectivamente, empeorado un poco el mundo.

Pero ¿crees tú que han llegado a ser tales dé golpe? Me parece que no. También ellos han tenido un papá y una mamá, han ido al colegio, han frecuentado la iglesia junto a tantos otros compañeros que “han tenido éxito en la vida”.

Mas, a un cierto momento, mientras sus compañeros y amigos trataban de vencer la flojera, la crueldad, el deseo de “apuntar” al vecino, ellos se han detenido, no han querido luchar más.

¿Resultados? Los acabas de ver también tú: ¡Lamentables!

Los títulos de la derecha

Pasamos a los títulos de la derecha.1. Festeja sus “bodas de diamante” un médico mutilado por la

ciencia.“Vive en Alejandría. Radiólogo, ha perdido la mano en la cura

de miles de pacientes. Medalla de oro de Sanidad.”Es la historia conmovedora de un hombre que ha dedicado

sesenta años de trabajo cuidando enfermos. Por ellos ha sacrificado sus manos. Atacadas por los “rayos X”, deben ser amputadas.

2. La “Puerta de la Muerte” de Manzú, nueva obra maestra.“Ha costado quince años de penas y trabajo al artista.”Italia tiene una nueva obra maestra de arte, digna de estar al

lado de las más grandes obras artísticas del pasado. Es una puerta esculpida en bronce que ha costado quince años de trabajo al escultor Manzú.

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3. Investigaciones de Sabin sobre un “virus” que podría provocar el cáncer. Un hilo de esperanza en el terrible mal.

Sabin, el médico que ha empleado más de veinte años de su vida en la búsqueda de una vacuna contra la poliomielitis, luego de haberla encontrado y haber salvado a millones de niños del peligro de la polio, continúa trabajando sin descanso. Ya anciano, ha comenzado un nuevo estudio: sobre el cáncer. Espera, antes de morir dar al mundo una medicina contra este terrible mal que troncha tantas vidas.

¿De la izquierda o de la derecha?

El corazón se conmueve leyendo estos títulos: estos hombres, con su trabajo, han hecho verdaderamente el mundo mejor.

Pero tampoco ellos han llegado a ser tales de golpe. También ellos eran flojos, indolentes como todos los niños. Pero han luchado con voluntad férrea, sin temor al sacrificio y han logrado hacer el bien, hacer algo bueno: han cumplido su “misión-tierra”.

Tal vez un día los periódicos hablarán también de ti. ¿Qué título querrías para el artículo que narrará tu vida y tus empresas? ¿”A la izquierda” o “a la derecha”? Depende de ti: de cómo actúes, si te esfuerzas y te superas o si te rindes y capitulas a lo largo de tus jornadas de cada día.

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20 mil jóvenes en las fronteras

HOMBRES QUE HAN COMPRENDIDO

Congreso de los Estados Unidos. 30 de enero de 1961. El nuevo Presidente John F. Kennedy toma la palabra. La sala estaba atestada de gente.

Se sabía que el nuevo Presidente lanzaría un proyecto explosivo para la paz y el progreso del mundo. Repentinamente se produce un profundo silencio. En medio de aquel silencio sepulcral, las palabras de Kennedy:

“Hay naciones jóvenes que están luchando por su progreso económico y social. Para la paz y para la libertad del mundo es necesario que esta gente pueda vivir dignamente, libre de la esclavitud del hambre, de la ignorancia y de la miseria.

Pero las fuerzas de estos jóvenes pueblos no son suficientes. Se requieren hombres y mujeres preparados que instruyan a la juventud, que levanten hospitales, que construyan escuelas, que enseñen a sus conciudadanos el uso de los tractores y de los fertilizantes...

Yo me dirijo a los jóvenes de América. Sé que son inteligentes, numerosos, fuertes. A aquéllos de vosotros que estáis dispuestos a aceptar la separación, la incomodidad, la fatiga, les digo: los jóvenes pueblos del mundo entero os esperan. Sacrificad dos años de vuestra juventud y dadlos por la paz y la prosperidad del mundo. Vamos a crear todos juntos un Cuerpo de voluntarios de la paz...”

A los pocos minutos, todos los teléfonos del Congreso comienzan a sonar, y sobre las meses de la Casa Blanca van acumulándose paquetes de telegramas. En el espacio de una hora las treinta mil personas que han asistido por televisión al discurso del Presidente, comunican por teléfono y telégrafos su apoyo entusiasta e incondicional a la iniciativa del joven Presidente.

Miles de jóvenes dan su propio nombre al “Cuerpo de la Paz” y se declaran prestos a partir.

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Entre los adherentes de la primera hora hay un nombre que sacude a América: Rafer Johnson. Es el atleta negro que en el desfile de inauguración de la Olimpíada de Roma, que acababa de terminar, había empuñado la bandera estrellada y que en una serie de entusiastas competencias había conquistado la medalla de oro del decatlón. Ante los periodistas se compromete a abandonar la actividad atlética e integrar el “Cuerpo de la Paz”.

Junto con Rafer Johnson han respondido frenéticamente periodistas, agricultores, mineros, técnicos hospitalarios, telefonistas, jóvenes licenciados.

Los primeros 80 voluntarios

En julio de 1961, junto a la Universidad del Estado de Pensylvania comienza el adiestramiento del primer grupo.

Serán destinados a la naciones que les soliciten. Deberán vivir con los ciudadanos del nuevo Estado, hablar su lengua, realizar el mismo trabajo de los nativos, comer los mismos alimentos. No recibirán sueldo alguno, salvo lo indispensable para mantenerse en buena salud y hacer frente a las necesidades más urgentes. Su servicio, completamente gratuito, durará dos años.

El 28 de agosto John Kennedy estrecha la mano a los primeros 80 viajeros hacia los Países ultraoceánicos. Algunos de ellos llegan a Accra, capital de Ghana, donde serán maestros. Otros son pedidos por el gobierno de Tanganika. Construirán calles, caminos, factorías y mercados.

A partir de ese día, más de veinte mil jóvenes han partido de los puertos de los Estados Unidos. Trabajan actualmente en 48 naciones. ¿Qué hacen?

Bárbara Wyle del Michigán ha sido enviada a Katmandú, en Nepal, como maestra de inglés. Durante sus tiempos libres ha organizado una excelente escuela para los hijos de los “parias”, los niños más pobres y los más despreciados de la nación.

El campeón olímpico americano Tex Boggs entrena cada día a los jóvenes atletas de Thailandia en el estadio nacional de Bangkok.

Sam Fisk, un voluntario de 24 años, enseña en el Instituto comercial de Addis Abeba, en Etiopía. En sus horas libres ha organizado con otros voluntarios un programa de actividades recreativas para los leprosos.

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William Dahnko, un joven licenciado en química agraria en la Universidad de Wisconsin trabaja y tiene cátedras ambulantes para la instrucción de los campesinos en las zonas más abandonadas del país.

Alfred Carpeno, técnico aeronáutico, instruye a los mecánicos de Mersin, en Turquía, sobre el modo de emplear las prensas hidráulicas y otras complicadas maquinarias.

El milagro de Cuturu

John Arango ha sido enviado a Cuturu, un pueblo de Colombia. Un miembro del gobierno le dice: “Id allá y enseñad a la gente a transformar su viejo pueblo en algo más moderno”.

Cuando John Arango organizó la primera asamblea del pueblo no se presentó nadie. Pero no se desanimó. Organizó una segunda. Esta vez había dos curiosos auditores. Á la tercera, unos diez...

Hoy ,todos los habitantes de Cuturu participan en las asambleas destinadas a mejorar la ciudad y la región.

Por de pronto, la vieja prisión ha sido transformada en clínica sanitaria, han sido desaguados los antiguos pantanos y se ha procedido al drenaje de un canal para hacerlo navegable. Han sido construidos igualmente los primeros dieciocho de los setenta y dos edificios proyectados por John Arango para que cada familia tenga su habitación sana y espaciosa.

Uno de los Estados en que la lucha contra el hambre se hace día a día más dramática es India. Cada año se suman a sus 400 millones de habitantes otros 8 millones de bocas que alimentar. Treinta voluntarios del “Cuerpo de la Paz”, expertos en agricultura y en cultivos intensivos, han sido invitados por el Estado de Punjab, en el norte de India. Les enseñan las técnicas del cultivo, los métodos de irrigación y el empleo de fertilizantes, las técnicas más modernas •en la cría de ganados, a todos los campesinos de esa vastísima zona.

Otro grupo, también en Punjab, está realizando un plan •de saneamiento y mejora de una vasta extensión de terrenos pantanosos. Después se procederá a la construcción de aldeas-modelos.

Pasados dos años, estos jóvenes regresan a los Estados Unidos y reanudan su carrera o su puesto de trabajo. Muchos han regresado ya, felices de haber cooperado desinteresadamente por hacer más hermoso y

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mejor el mundo. Otros (como aquéllos que hemos nombrado) ante las inmensas necesidades de las naciones pobres, no han tenido el ánimo de regresar y de reanudar una vida burguesa y feliz. Han permanecido en sus puestos de trabajo, pobres entre los pobres; ahí quedarán tal vez toda su vida.

Once mil jóvenes estadounidenses trabajan actualmente en el “Cuerpo de la Paz”.

¿Y nosotros?

Antes que un brutal disparo tronchara su vida, el joven Presidente Kennedy dirige otro llamamiento. Esta vez a la juventud de todo el mundo: “Nos auguramos que otras naciones trabajen para movilizar el espíritu, las energías, las capacidades de los jóvenes para crear algo parecido a nuestro “Cuerpo de la Paz”. Los jóvenes de todo el mundo deben realizar juntos un gran esfuerzo internacional para aumentar el bienestar de todos los hombres y mejorar el nivel de vida de las naciones”.

Francia, Inglaterra, Alemania, Holanda, Dinamarca, Bélgica, Nueva Zelanda han respondido ya a este llamamiento. Miles de jóvenes de estas naciones han partido ya para los Países en vías de desarrollo donde prestan gratuitamente su contribución de técnicos, constructores y maestros... En Italia, los jóvenes pueden sustituir el “servicio militar” con el “servicio civil”.

¿No te dice nada este entusiasmo, este servicio voluntario y gratuito de lo mejor de la juventud del mundo entero? ¿No quisieras ser también tú mañana un misionero de la paz y del progreso, y luchar para que el mundo sea un poco mejor, un poco más digno de ser la gran casa de Dios?

“Yo quisiera —ha dicho el rey Balduino a los jóvenes belgas— lanzar un llamamiento a lo mejor de los jóvenes de nuestra patria, a aquellos jóvenes, y son muchos, que sienten en sí el deseo de lanzarse en esta causa, y están dispuestos a aceptar la separación, las penas y la fatiga.

A aquéllos que han recibido una debida preparación y formación, y que tienen la posibilidad, les pido que reflexionen y que entren en sí mismos y se interroguen.

Hay pueblos que tienen necesidad de algunos meses, de algunos años de sus vidas para levantarse de la miseria, de la penuria, del hambre.

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Este sacrificio es digno de vuestro entusiasmo y de vuestra generosidad. “

* * *

¡Cuántas veces te has parado, cansado, a lo largo del camino de tu vida, esperando que uno te indicara el camino a seguir, que te proporcionase el gozo íntimo de caminar hacia adelante, a pesar de todo.

Todos tenemos, y sentimos, la necesidad de un guía, de un amigo, de uno que nos sepa comprender, sostener, animar, que nos sepa amar.

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Pista de investigación

Te sugiero un nuevo juego. Toma tú también junto con tus amigos, un pequeño paquete de periódicos y diviértete en hacer algo así como el “juicio universal”. Los títulos de los hombres “fracasados” y de los que han tenido “éxito” reúnelos en un álbum o en un mural.

Después responde a estas tres preguntas: /1. ¿Estos hombres han llegado a ser tales de golpe?2. Trata de descubrir sus defectos y sus buenas cualidades de cuando

ellos eran muchachos de tu edad.3. ¿Qué habrías sugerido a estos muchachos para que no hubiesen

llegado a “fracasar” en la vida?Este juego os ayudará a comprender que el bien o el mal que os

preparáis a realizar en la vida no es solamente un “problema personal” sino que tendrá repercusiones en la marcha del mundo entero, en el bien o el mal de todos los hombres.

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¿Quieres llegar a ser un protagonista?

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La tierra tiene necesidad de jefes

TIEMPO DE REFLEXION

Los tranvías ingleses estaban en crisis en 1958. Viajeros descontentos acarrean un balance pasivo: miles de millones de pérdidas cada año.

El Estado inglés, dueño de la Empresa, invita al señor Shirling, el hombre más perito en transportes, a tomar -la dirección de la empresa tranviaria. Se le otorga el sueldo más alto del Imperio Británico. En doce meses los tranvías británicos se modernizan, cancelan las deudas y activan la economía nacional.

Las máquinas Olivetti son un milagro de la economía italiana. Dan trabajo a veinte mil personas. Muere improvisamente Adriano Olivetti, la mente y voluntad que ha hecho el milagro. Pocos años después muere el ingeniero Pero, el hombre que junto a Olivetti ha dirigido por decenios ese enorme complejo industrial. Las máquinas Olivetti sufren un pavoroso descenso. Deben disminuir el trabajo semanal. Pierden mercado. “¿Por qué?”, se preguntan los expertos. La respuesta es unánime: “faltan jefes”.

Alemania sale destruida de la segunda Guerra Mundial. Las grandes fábricas de acero Krupp han quedado reducidas a un puñado de escombros. Pero Fredrik Krupp, el propietario, conoce a un joven ingeniero de destacadas cualidades: Berstein. Lo manda llamar y lo nombra Director General de sus fábricas. Puede hacer lo que quiere. En pocos años los fábricas de acero Krupp están nuevamente entre las primeras industrias del mundo.

El Centro de Investigaciones Petrolíferas italianas no prospera después de la guerra. El estado decide suprimirlo y confía a Enrique Mattei la misión de liquidarlo. Mattei sin embargo, es un hombre de mente lúcida y de voluntad de acero. En lugar de suprimirlo comienza a dirigirlo vigo-rosamente. En pocos años el Centro de Investigaciones se convierte en la más floreciente industria estatal italiana. Actualmente se llama E. N. I. (Ente Nacional de Hidrocarburos), y es una de las más grandes sociedades de investigación petrolífera en el mundo entero.

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Shirling, Olivetti, Berstein, Mattei, son jefes.Pero piensa que no sólo las grandes industrias, las grandes

organizaciones tienen necesidad de jefes listos. También las pequeñas asociaciones y los grupos más minúsculos dependen en su mayor parte de sus jefes.

Jorge Irisarri aparece un día en un colegio salesiano de Argentina. Bajo su acción, un grupo de muchachos modestos se transforman en una agitadísima Compañía que en poco tiempo crea en la Casa un ambiente sereno, alegre, activo, entusiasta.

Lo mismo había sucedido en Valdocco a la llegada de Domingo Savio, en Monte Várese a la llegada de Domingo Zambretti...

Entre los chicos de tu Colegio o de tu curso o del Oratorio, en estos días has salido a flote tú. Desde ahora dependerá también de ti, si tus amigos y compañeros llegan a ser un grupo de jóvenes entusiastas que se esfuerzan para que junto a ellos brote una vida más cristiana, más laboriosa, más feliz; o, al contrario, un grupo anímico de muchachos buenos, sí; pero débiles y amorfos.

Para ser un verdadero jefe hoy, en tu grupo, y mañana en la vida, necesitas:

— visión clara de tu misión;— fe en la grandeza y belleza de tu cometido;— espíritu de decisión y de tenacidad pronto a superar todo

desaliento;— respeto y disciplina frente a los superiores;— cordial cooperación con los demás;— servicio: ejemplo, palabra, oración, sacrificio con los miembros

del grupo.Un verdadero jefe: es la primera y absoluta necesidad de todos los

Estados, de todos los partidos, de todas las sociedades, de todos los organismos...

Tener un jefe mediocre e inepto: es el camino más corto para salir al encuentro del fracaso.

Tener un óptimo jefe: es el método más seguro para llegar al éxito. Ser un jefe: es el ideal más arduo y el más embriagador.

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Un jefe: John F. Kennedy

HOMBRES QUE HAN COMPRENDIDO

Querido papá:El viernes hemos jugado al rugby contra los Grunney, y he jugado

durante todo el partido. Nos han ganado por 32 a 0. Nos han cogido por las barbas y el marcador lo demuestra elocuentemente. Un fulano corría por un costado y yo lo cogí en la carrera y lo eché por tierra. Todos me han dicho que he jugado bien. Uno de ellos tenía 17 años. Si te cogía, quedabas seco. Una vez logré escaparme de él. Daba risa verle revolverse dando vueltas por el suelo. Pero te aseguro que el partido no ha sido muy divertido para nosotros. Si tratabas de pasar la línea, encontrabas en-seguida a uno que te golpeaba la cara y a otro que te aporreaba la cabeza. Entonces tú te tambaleabas y aparecían cinco que te saltaban al cuello hasta que te hacían caer a tierra. En este momento los seis restantes se sentaban de una u otra forma sobre ti. He recibido tantos puntapiés en la nariz, piernas y otras partes del cuerpo que comienzo ya a tomarle el gusto. Debemos disputar todavía dos partidos y no se requiere mucha fantasía para creer que preveo para mí, una hermosa semana, con un terreno duro como roca y contra dos equipos difíciles de afrontar. Pero ¡nos defenderemos!

Quien así escribe es John F. Kennedy, futuro Presidente de los Estados Unidos. Tiene 13 años y se encuentra en el Canterbury School de New Milford. Pertenece igualmente al grupo de boys-scouts. Escribe todavía a su padre:

“He ido al campamento con los jóvenes exploradores y hube de dormir en aquellos pequeños sacos sin colchones y sin nada, vestidos como estábamos. Te puedes imaginar la hermosa noche que hemos pasado. El jefe de patrulla era un tipo verdaderamente duro y no sabía decir otra cosa que: “¡Arréglatelas!”. Por la mañana he frito huevos en la sartén, luego he limpiado los quinqués, he hecho mi cama y la de los otros. He caminado una legua a buscar agua y he barrido el cuarto. Era el más joven y era ese mi trabajo. Además debí caminar medio kilómetro para ir a

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Page 33: La Tierra en tus manos

buscar agua. Me congelé los dedos de tal manera que después debí curármelos. De ahí hemos partido en trineo. Esta noche he dormido dos horas. Y hacía un buen calorcito (había apenas cinco grados bajo cero...)

Aquí nos enseñan mucha religión y los estudios son pesados. El martes tenemos conversación religiosa y el miércoles catecismo. Aquí es un lugar donde uno se hiela, y de día tiene calor.”

Un 5 en latín

John era terriblemente desordenado: su cuarto era un desastre. Incluso en sus estudios parecía en cierto momento ir mal. El 6 de diciembre de 1930 la libreta enviada a sus padres llevaba un 5 en latín. John les escribió: “Si no fuera por el latín, tal vez sería uno de los primeros del curso. Acaso papá piense que trato de excusarme, pero no es así. Estoy más bien algo preocupado debido a los estudios...Y aquella preocupación no era sólo una palabra. John reflexionaba seriamente, con la misma tenacidad con que competía hasta el fin, en un partido perdido ya desde el inicio, con aquella voluntad robustecida por la dura vida de scout, se puso al trabajo. A fines del año tenía un 7 más que honroso en latín..

Los compañeros sabían cuál era el ideal de John, lo decía a todos sin titubeos: llegaría a ser Presidente de los Estados Unidos. Un profesor suyo, Harold Laski, le dijo un día riendo: “¿Crees verdaderamente que para ti no hay otra carrera sino la de Presidente de los Estados Unidos?”. John le miró con su franca sonrisa y le respondió: “Creo verdaderamente que no hay otra”.

Durante las vacaciones, los nueve hijos de Joe Kenedy solían robustecerse al aire libre. Cada semana, después de un abundante desayuno, una competición de barcos a vela en el mar, ejercicios de lucha libre, natación, varios partidos de tenis, y para quien tenía todavía energías, una competición de golf contra papá.

Héroe en el Pacífico

Pasaban los años. En los azules ojos y límpidos de John se reflejaba una alegría explosiva, un optimismo entusiasta. En su rostro claro y voluntarioso se podía leer el empleo generoso de todas sus fuerzas sin

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ahorro para lo grande, y una voluntad dirigida completamente hacia una gran meta que alcanzar.

A los diecisiete años escribe a sus padres: “Esta mañana he comulgado. He recibido el devocionario. El profesor Harold Tinker me ha dicho que mi estilo, en inglés está mejorando decididamente. Me ha dicho que si lo tomo en serio, podría revelarse en mi la vena de escritor”.

1940. Doctorado en Harvard, con su Tesis publicada y vendida en sus 80.000 ejemplares, John parte como voluntario para la Guerra del Pacífico. En una dramática jornada salva el pasaje de su buque torpedo llevando a todos los supervivientes a una isla desierta. Enflaquecido pavorosamente, temblando por la malaria y con la espina dorsal seriamente herida, inicia una dolorosa serie de operaciones. En los intervalos de su duro trabajo escribe un libro destacando el valor de los hombres. Esta publicación le merece el “Premio Pulitzer” y se le señala como uno de los mejores hombres de la nueva generación americana.

La «nueva frontera»

Apoyándose sobre sus muletas, John inicia una decidida campaña política. Es elegido diputado a los 29 años. Reelegido dos veces, John es a los 34 años el más joven senador americano. En 1960 desencadena la campaña electoral que electriza a los Estados Unidos. Sus discursos que señalan a la juventud americana una “nueva frontera” tiene un grande éxito. “Sé que el cargo de Presidente de los Estados Unidos es el compromiso más pesado, el más duro, el más cargado de responsabilidades. Lo sé y deseo serlo, porque me siento capaz de llevar este peso. No se deberá decir más en adelante que los Estados Unidos son “la más grande nación, pero...”, “la más grande nación, sin embargo...”; se deberá decir que los Estados Unidos es la nación más grande y basta! “

A los 43 años John Kennedy es elegido Presidente. Es el más joven presidente en toda la historia de los Estados Unidos. En su primer discurso en la Casa Blanca dice con franqueza a los americanos: “No preguntéis qué podéis obtener de nuestro gobierno, sino qué podemos hacer todos juntos por la grandeza de los Estados Unidos”.

Tres años de presidencia, jornadas pesadas y dramáticas en las que John Kennedy emplea todas sus energías para hacer renacer en el mundo la confianza y la libertad, la voluntad de luchar por un futuro mejor, más

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justo, más serenamente en paz. El mundo libre siente que en ese joven del mechón al viento ha encontrado a su jefe.

John Kennedy no ha muerto

Un periodista pregunta un día al Presidente, por qué todos los Kennedy tienen una gran manía de trabajar. Kennedy responde: “Cuando éramos pequeños, papá no se cansaba de repetirnos: “En este mundo no hay lugar para el que llega segundo. Mirad hacia la cima más alta, y entonces lo conseguiréis. Mirad a la altura y entregaos totalmente, en-tonces alcanzaréis el éxito”. Hemos sido acostumbrados así”.

Llegó más tarde el negro día de Dallas. Dos balazos asesinos disparados por un loco. Pero John Kennedy no ha muerto, lo saben todos. Vive siempre en la mente de todos los jóvenes que continúan viendo en él al jefe indiscutible de la nueva generación. Ellos han creado hoy la “leyenda de Kennedy”.

Hoy, todo aquello que constituye un esfuerzo por la paz, por la libertad, por la justicia, se llama “ kennediano “. El espíritu de pujanza y de entusiasmo, de pasión por la libertad y por el bienestar del mundo del joven Presidente, se multiplica día a día por todas las regiones del mundo.

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Pista de investigación

Hombres a contraluz

1. HitlerTriunfante, asume el poder en Alemania.Ha creado el ejército más poderoso del mundo, ha desencadenado

una guerra atroz que ha convulsionado a Europa, ha extirpado en los campos de concentración 6 millones de judíos.

Nos encontramos ante un hombre “fracasado”: su desenfrenada ambición ha costado al mundo más de 20 millones de muertos.

1. SabinHojas volantes, revistas y periódicos. Encontrarás raros “avisos

sensacionales” sobre Sabin, ninguna foto en primera página, ni fanáticos desencadenados que le aplaudan. Ha trabajado silenciosamente durante 20 años para darte un confite con algunas gotas insípidas que te inmunizarán contra la “polio”.

Es un hombre que ha vencido, que ha tenido “éxito”: ha sabido mantenerse en un trabajo oscuro y humilde sin reconocimientos. Gracias a él, centenares de millones de niños no caminarán penosamente con un par de muletas por toda su vida.

3. CavalleroTodos los periódicos han hablado de él, en septiembre de 1967. Con

su banda ha logrado robar un centenar de millones. Han dado muerte a un médico, a un cajero, a un joven estudiante; han herido gravemente a un niño, a algunas muchachas y a numerosos policías. Su captura (que ha tenido necesidad de miles de “carabinieri”) ha costado casi mil millones al Estado italiano, suma que habría podido ser invertida en escuelas, casas, u hospitales.

Y ahora, ¡eres tú quien debe juzgar!

Te indico algunos nombres más o menos famosos. Otros podrás buscarlos tu mismo.

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Júzgales: ¿Son hombres logrados o fracasados? ¿Por qué? Entre los que han tenido éxito en su realización personal haz una graduación para establecer quiénes han contribuido mejor en el progreso del mundo.

Luther King …………………………………………………….Mindszenty …………………………………………………….Von Braun …………………………………………………….Santiago Bernabéu …………………………………………….Brigitte Bardot …………………………………………………Severo Ochoa …………………………………………………….Oswald …………………………………………………….Sofía Loren …………………………………………………….Al Capone …………………………………………………….Fleming …………………………………………………….Papa Juan …………………………………………………….U-Thant …………………………………………………….Gandhi …………………………………………………….

¿Conoces a otros?

…………………………………………………….…………………………………………………….…………………………………………………….

* * *

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La vida de un hombre depende muchas veces de las manos ágiles del cirujano.

Muchas veces siento, descubro en mí que late fuerte la necesidad de los otros...

También los otros tienen necesidad de mí.

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Encontrar un guía

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Los rostros amarillos «se descargan»

TIEMPO DE REFLEXION

Pasando por la serie de montajes de Mastushita y C., la industria eléctrica japonesa más grande situada en Osaka, los técnicos y dirigentes se dieron cuenta que los rostros amarillos de los minúsculos obreros japoneses estaban más amarillos todavía por el nerviosismo y la bilis ver-tida en el trabajo: veían miradas torvas y airadas, escuchaban imprecaciones murmuradas por lo bajo, conocían perfectamente bien las reclamaciones que se expedían por-vía aérea al patrón o a los altos magistrados de la Hacienda.

En la industria Mastushita se dijo, pues: “Los obreros echan maldiciones; es normal. Maldecirán siempre: la fábrica no es un parque de recreo y atracciones. Lo peor es que, cuando circulan, arruinan las máquinas, desperdician el material, disminuyen la producción; en una palabra: perjudican la administración”.

Se hizo, pues, necesario convocar junto al tapete a un grupo de sicólogos, aquellos profesorazos con anteojos de oro, que saben todo sobre un pobre desgraciado, de cómo entra en cólera y de cómo se le calma. Se les dijo: “Esta es la situación: devanaos los sesos y encontrad una solución “.

Los sabios pusieron en marcha sus engranajes cerebrales, y después de un largo y concienzudo estudio, respondieron: “Debéis ofrecer a vuestros obreros la posibilidad y el medio de “desahogarse”. Y el sistema más eficaz, para nosotros, sería el de apalear al patrón”.

Los altos funcionarios de M. y C. palidecieron.“Sí, apalear al patrón-repitieron impasibles los cerebros con anteojos

de oro. —No al patrón en carne y hueso, sino a un fantoche del patrón.”Meses más tarde se cortaba la cinta de una nueva fundación: una

espaciosa sala en cuyo centro dominaban sobre unos caballetes dos panzudos monigotes, retratos fieles del patrón. “ Sala del control humano “ podía leerse en hermosos caracteres japoneses a la entrada del recinto.

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Sobre el muro se había colocado una especie de rastrillo como aquéllos que se ven en las salas de billar para guardar los tacos. Contenía diez magníficos bastones de bambú con elegantes empuñaduras. En lo alto, una amable invitación: “Se les invita, para la alegría de vuestro corazón”.

Cuando los obreros de M. y C. se encuentran un poco nerviosos, en lugar de incurrir en groserías contra el patrón, se van a la “Sala del control humano”, escogen un hermoso bastón, prueban cuidadosamente su elasticidad, lo empuñan decididamente con las dos manos como la espada de un samurai, y comienzan a dar golpes contra el patrón hasta que, sudorosos y “desahogados” dejan caer el bambú y vuelven felices y sonrientes a la serie de montajes.

Algunos, en lugar del bastón, prefieren agredir al “patrón” con los puños. Y los atentos técnicos de M. y C., en vista de los encuentros de pugilato, han almohadillado cuidadosamente al monigote para que los obreros no se magullen las manos.

Se les invita, para la alegría de vuestro corazón

Si en cada colegio se inaugurase una nueva sala con monigotes de los profesores, sería una juerga para los pobres estudiantes oprimidos. Imagínate a un tipo que hubiera obtenido un cuatro en matemáticas o que hubiera sido ametrallado por una lista de complicadas preguntas en pansas. ¡Qué satisfacción entonces, en lugar de maldecir al tirano, poder empuñar un magnífico bambú y desahogarse contra el monigote del maestro cargándole de palos, bajo la amable invitación de: “Se les invita, para la alegría de vuestro corazón”. “¡Apalead al profesor!”

¡Qué éxito tendría aquella sala! Estaría siempre repleta.Hablando en serio, conocéis también vosotros a ese tipo de

muchachos que cada media hora se enfurecen contra sus superiores y maestros. Muchachos descontentos, gruñones, para quienes “todo es aversión”, dispuestos siempre a hacer saltar todo hecho trizas. Muchachos que pasarían toda su vida en la “Sala del control humano” distribuyendo palos y practicando pugilato...

Y, ¿con qué resultado?Aquí debemos ser inteligentes para comprender la diferencia entre los

obreros de Mastushita y C. y nosotros. Comprender por qué ellos pueden

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imprecar y apalear a su “patrón”, aún fabricando óptimos productos, y nosotros, no.

Y la diferencia, enorme, en ésta: Jos obreros japoneses, gruñones o alegres, montan sólo máquinas, “cosas”: radios o televisiones, motores o locomotoras. Y las “cosas” se pueden controlar: se puede ver si las soldaduras están bien o mal hechas, si los pernos están bien apretados, si los circuitos están en su lugar. Y si las cosas no están así, el “jefe” les pega una bronca y les hace repetir el trabajo o les exige horas “ extraordinarias “.

Circuitos falsos

Pero los muchachos, junto a sus educadores, construyen no “cosas” sino “hombres”, hombres de acción, hombres de carácter, hombres que tienen una importante función que cumplir en el mundo, engranajes vivientes de la marcha de la humanidad hacia adelante.

Y al hombre no se le puede mirar por “dentro”: puede estar desasido, roto o desarmado y nadie se da cuenta; puede tener un circuito falso y nadie puede controlarlo, hasta el momento en que salta todo.

Los controles exteriores no funcionan cuando se construye esa complicadísima máquina humana que es el “hombre”, ese superproducto que es “un muchacho de carácter”. Y puede suceder que en lugar de una obra maestra se construya un adefesio o un cachivache.

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Tres muchachos encuentran un guía

HOMBRES QUE HAN COMPRENDIDO

Un letrero comercial

29 de octubre de 1854. Domingo ha hecho un hatillo con sus libros y sus pocas prendas.Su mamá le ha preparado una paquetito con cosas buenas para

alimentarse durante el viaje. Y ahora... ha llegado la hora de la partida.Da un beso a mamá, a sus hermanitos, y en compañía de papá, coge a

través de los campos el camino que le conducirá hasta la carretera que lleva a Turín.

Es la primera vez que se aleja de su madre y, por cierto, la separación es muy dolorosa. Pero piensa en Turín y en el Oratorio como en un paraíso.

Creo no equivocarme diciendo que quien más sufría en esos momentos era su mamá, la señora Brígida, que veía partir al mayor y al mejor de sus hijos. Le sabía tan débil, tan delicado, y como toda mamá pensaba en aquella ciudad lejana como en una gran máquina rumorosa, en la que su pequeño Domingo corría peligro de perderse. Desde su blanca casa veía el inmenso verde de los campos como un gran mar y a su hijo, pequeño emigrante en busca de Dios, que se alejaba lentamente.

Turín, la capital, sale al encuentro de Domingo con el estrepitoso cascabeleo de cientos de carrozas, con los variados coloridos de sus escaparates, con el alegre alboroto de los tinglados de “Porta Palazzo”. Bajaban a Valdocco pasando junto al triste “rondó” donde se colgaban los condenados a muerte. Llegaron a la puerta del Oratorio.

Atravesaron el patio lleno de muchachos que corrían entre alboroto y risas. Subieron una pequeña escalera y se detuvieron ante la puerta de una habitación. Entraron.

Sentado en su escritorio les aguardaba, con sonrisa paternal y bondadosa, Don Bosco.

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Domingo le besó la mano y se sonrieron como dos viejos amigos. Luego, mientras papá hablaba de las malas cosechas y de las dificultades del año, Domingo se entretenía mirando alrededor.

La Dirección de Don Bosco era un cuarto pobre pero muy limpio; había un armario con libros, un lecho blanquísimo, y en la pared un letrero con una misteriosa frase en grandes caracteres: “Da mihi animas, coetera tolle”.

Pronto su padre hubo de partir. Domingo venció la conmoción.Una vez solo con Don Bosco, Domingo se entregó enteramente en

sus manos. Entrando en confianza, le preguntó el significado del cartel que había en la pared. Y Don Bosco, amablemente, le ayudó a traducir:

“Oh Señor, dame las almas y llévate todas las otras cosas”. Era el lema que Don Bosco se había escogido para su apostolado. De inteligencia profunda y brillante, capaz de un maravilloso éxito en cualquier campo del saber, escritor de óptima calidad y orador insuperable, Don Bosco había renunciado a toda carrera humana para darse enteramente a la conquista de las almas de los jóvenes. Había dicho a Dios: “Quiero conquistar almas; no sé qué hacer de la gloria, del dinero, de los placeres, de la vida tranquila. Da todo esto a los demás: a mí concédeme tan sólo que sea un conquistador de almas”. Y el cartel, puesto a la entrada de su cuarto, era el pacto escrito hecho entre Dios y Don Bosco.

Domingo, cuando hubo comprendido esas palabras, se detuvo algunos instantes, y luego agregó:

—He comprendido: aquí no se trata de hacer negocio con dinero, sino de un negocio con almas, he comprendido; espero que mi alma entre también en este negocio.

«He robado dos panes...»

Sonó la campanilla y una turba inmensa de muchachos se precipitó fuera de las clases gritando: “ ¡Merienda! ¡Merienda! “

Dos panaderos habían colocado, al fondo del patio, cuatro canastos de mimbre llenos de frescos panes de apetitoso olor.

“¡Lentamente! ¡Hay para todos! ¡Uno por uno!”, gritaban los panaderos, haciendo guardia a sus canastos que se vaciaban a gran velocidad.

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Francisco Piccolo, un niño de 12 años, miraba esa cantidad de pan y esperaba, inquieto, su turno. Había comido mucha sopa al mediodía, pero luego, con el pasar de las horas, el apetito había renacido, y ahora esperaba alcanzar algo bueno y fresco... Pensaba, sin embargo, que un solo pan era demasiado poco comparado con las exigencias de su estómago... Pero la casa de Don Bosco era pobre, y el pan no era abundante en aquel lejano 1872.

Mientras así discurría, ve que algunos de sus compañeros, después de haberse guardado la primera ración, volvían con toda tranquilidad a ponerse en la fila y se apoderaban nuevamente de dos, tres panes, sin que nadie lo advirtiese. “También yo —contaba después Francisco Piccolo— me dejé entonces vencer por el apetito y, aprovechando una distracción de los panaderos, robé dos panes y me escapé detrás del pórtico para comerlos ávidamente”. Pero pronto experimenté un gran remordimiento:

—He robado —pensaba para mí—. Y, ¿cómo me atreveré a hacer la Comunión? ¡Debo confesarme!

Pero el confesor era Don Bosco, y sabía cuánto habría sufrido Don Bosco al saber que yo había robado. ¿Qué hacer?

Movido no tanto por la vergüenza cuanto por el temor de dar un disgusto a Don Bosco, me escapé por la puerta de la iglesia, y corriendo precipitadamente me dirigí al Santuario de “La Consolata”, algo retirado del Oratorio.

Entré en la Iglesia semioscura, escogí el confesonario más escondido, con la rejilla más fina, y comencé mi confesión.

—¡He venido a confesarme aquí porque tengo vergüenza de confesarme con Don Bosco! (Era algo que habría podido callar, pero estaba de tal forma acostumbrado a la sinceridad que me parecía importante decirlo).

Una voz me responde:—Habla, pues Don Bosco no sabrá nada.¡Era la voz de Don Bosco! ¡Misericordia! Un frío sudor corrió por mi

cuerpo. Pero si Don Bosco estaba en el Oratorio, ¿cómo podría ser él? ¿Un milagro? No, no había tal milagro. Precisamente aquel día, como de costumbre, Don Bosco había sido invitado para confesar en “La Consolata”, y yo caí justamente en las manos de aquel que quería esquivar.

—¡Habla, hijito querido! ¿Qué te ha sucedido?Temblaba como una hoja.

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—¡He robado dos panes!—¿Y te han hecho mal?—¡No!—Entonces no te aflijas. ¿Tenías hambre?—¡Sí!—”¡Hambre de pan y sed de agua, buena hambre y buena sed! Mira:

cuando tengas necesidad de algo, pídeselo a Don Bosco. El te dará todo el pan que quieras, pero no olvides: Don Bosco prefiere tu confianza más bien que creerte inocente. Con tu confianza él podrá ayudarte, en cambio con tu inocencia podrás resbalar y caer y nadie habrá a tu lado para ayudarte. La riqueza de Don Bosco es la confianza de sus hijos. No lo olvides nunca, Francisco.”

Al año siguiente Francisco estaba ya en segundo. Un día, durante el almuerzo, le comunican que su madre está en el locutorio. Corrió a verla y la encontró llorando.

—Mamá, ¿qué ha sucedido?—Nada, mi Francisco. Pero tú sabes que nosotros somos pobres.

Pues, bien, el ecónomo me ha dicho que si no continuamos pagando tu pensión, tendrá que enviarte a casa...

“Y lloraba ante aquella amenaza —cuenta Francisco— y yo hube de dejarla llorando para ir a clases. Pero durante la recreación de la tarde, vi nuevamente a mamá que me esperaba todavía en la portería. Esta vez contenta y sonriente. Me dijo:

—Mira, Francisco, ahora no lloro más. He ido a ver a Don Bosco y me ha dicho: mi buena señora, decid a vuestro hijo que si el ecónomo le echa por la portería, que vuelva a entrar por la iglesia y que venga a verme. Don Bosco no lo echará nunca.

Luego mamá me dio un beso y volvió a casa.Aquella misma tarde el ecónomo me mandó llamar, y yo, asustado,

corrí a ver a Don Bosco. Golpeé a su puerta.—¿Quién es?—Soy yo, Francisco Piccolo.—Entra, entra pues, Francisco. Bien —y tomó una hoja de papel—

¿cuántos meses de pensión debe tu mamá?Le dije el número y Don Bosco, con delicadeza infinita, escribió el

recibo de la pensión por todo el año y luego firmó. Nadie se dio cuenta de 45

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su generosidad, ni siquiera el ecónomo a quien llevé el recibo. Quedé más conmovido por la delicadeza del gesto que por la misma caridad.

Pasaron tres años. Estaba entonces en quinto. Un día los mayores, rodeábamos a Don Bosco paseando bajo el pórtico. Yo habría deseado hablar con él a solas, pero no me atrevía. Mas, como siempre, él se dio cuenta y llamándome aparte me dijo:

—Tú quisieras decirme algo ¿no es verdad?—Usted ha adivinado, Pero no quería que los otros me escucharan. Y

así diciendo, le murmuré al oído: —Quisiera hacerle un regalo. ¡Pienso que le agradará!

¡Era la voz de Don Bosco! ¡Misericordia! Un frío sudor corrió por mi cuerpo. Pero si Don Bosco estaba en el Oratorio, ¿cómo podría ser él? ¿Un milagro? No, no había tal milagro. Precisamente aquel día, como de costumbre, Don Bosco había sido invitado para confesar en “La Consolata”, y yo caí justamente en las manos de aquel que quería esquivar.

—¡Habla, hijito querido! ¿Qué te ha sucedido?Temblaba como una hoja.—¡He robado dos panes!—¿Y te han hecho mal?—¡No!—Entonces no te aflijas. ¿Tenías hambre?—¡Sí!—”¡Hambre de pan y sed de agua, buena hambre y buena sed! Mira:

cuando tengas necesidad de algo, pídeselo a Don Bosco. El te dará todo el pan que quieras, pero no olvides: Don Bosco prefiere tu confianza más bien que creerte inocente. Con tu confianza él podrá ayudarte, en cambio con tu inocencia podrás resbalar y caer y nadie habrá a tu lado para ayudarte. La riqueza de Don Bosco es la confianza de sus hijos. No lo olvides nunca, Francisco.”

Al año siguiente Francisco estaba ya en segundo. Un día, durante el almuerzo, le comunican que su madre está en el locutorio. Corrió a verla y la encontró llorando.

—Mamá, ¿qué ha sucedido?—Nada, mi Francisco. Pero tú sabes que nosotros somos pobres.

Pues, bien, el ecónomo me ha dicho que si no continuamos pagando tu pensión, tendrá que enviarte a casa...

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“Y lloraba ante aquella amenaza —cuenta Francisco— y yo hube de dejarla llorando para ir a clases. Pero durante la recreación de la tarde, vi nuevamente a mamá que me esperaba todavía en la portería. Esta vez contenta y sonriente. Me dijo:

—Mira, Francisco, ahora no lloro más. He ido a ver a Don Bosco y me ha dicho: mi buena señora, decid a vuestro hijo que si el ecónomo le echa por la portería, que vuelva a entrar por la iglesia y que venga a verme. Don Bosco no lo echará nunca.

Luego mamá me dio un beso y volvió a casa.Aquella misma tarde el ecónomo me mandó llamar, y yo, asustado,

corrí a ver a Don Bosco. Golpeé a su puerta.—¿Quién es?—Soy yo, Francisco Piccolo.—Entra, entra pues, Francisco, Bien —y tomó una hoja de papel—

¿cuántos meses de pensión debe tu mamá?Le dije el número y Don Bosco, con delicadeza infinita, escribió el

recibo de la pensión por todo el año y luego firmó. Nadie se dio cuenta de su generosidad, ni siquiera el ecónomo a quien llevé el recibo. Quedé más conmovido por la delicadeza del gesto que por la misma caridad.

Pasaron tres años. Estaba entonces en quinto. Un día los mayores, rodeábamos a Don Bosco paseando bajo el pórtico. Yo habría deseado hablar con él a solas, pero no me atrevía. Mas, como siempre, él se dio cuenta y llamándome aparte me dijo:

—Tú quisieras decirme algo ¿no es verdad?—Usted ha adivinado. Pero no quería que los otros me escucharan. Y

así diciendo, le murmuré al oído: —Quisiera hacerle un regalo. ¡Pienso que le agradará!

—¿Y qué regalo quieres hacerme?—¡Recíbame con usted!Don Bosco me miró entonces en silencio. Se había puesto serio,

estaba ligeramente conmovido:—Gracias, Francisco —me dijo—; no podías hacerme un regalo más

grato. Yo lo acepto pero no para mí, sino para ofrecerte y consagrarte enteramente al Señor”.

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Un muchachito en traje negro

Era el mes de septiembre. Aún no se tenía el dinero para el seminario. Mariana, la mamá, por primera vez en su vida, debió extender la mano. Soportó con violencia la vergüenza de mendigar y golpeó de puerta en puerta entre los familiares más próximos, solicitando una ayuda para su primogénito que partía, Al regresar, por la tarde, se echó a llorar angustiada: en su mano empuñaba dos monedas. Era todo el fruto de una jornada de amarga humillación.

Aquella tarde, todo parecía derrumbarse.Angel estaba desanimado. Bautista, el padre, le dijo tristemente:

“Eres el hijo de un pobre campesino. Y, aunque llegues a ser sacerdote, serás siempre un sacerdote pobre...”

Pero a la mañana siguiente llegó una visita, monseñor Morlani. Pertenecía a la familia de los condes, propietarios de la hacienda. Llamó aparte al jefe de la familia, y le dijo:

—Me han dicho que Angel, vuestro hijo, quiere entrar en el seminario. Sé que en estos momentos tenéis dificultades. Si no os enfadéis, la cuenta por este primer año la pagaré yo.

De esta forma la Providencia se hacía presente con su acostumbrado cuarto de hora de atraso que a menudo pone a prueba nuestra fe.

1 de octubre de 1893. Angel da un beso a su madre, a sus hermanos y hermanitas y emprende el camino en compañía de su padre. Bajo la ligera neblina del alba, el caballo trota veloz rumbo a Bérgamo.

Angel, en silencio, piensa en su madre a quien no podrá ver ni siquiera una vez por semana. Piensa en el seminario (¿cómo será? ¿acaso una casa grande, severa?) Piensa en las matemáticas, en aquellos terribles problemas que van a comenzar... ¿Será capaz? ¿No le ridiculizarán nueva-mente apodándole “calabaza”?... Su mano derecha aprieta entre los dedos dos liras. Se las ha dado su madre ayer por la tarde... Sabe cuanto le han costado. Angel se dará de lleno a su misión; estudiará con la cabeza entre las manos. ¡Por amor a su madre logrará el éxito!...

El alto Bérgamo se presenta ante su vista inundado de sol. Es una fiesta resplandeciente de tejados rojos. El seminario era un palacio luminoso y sereno, mucho más grande de lo que se había imaginado. Patios, salas, escaleras, arcos.

Al partir su padre, Angel jugaba ya con sus primeros amigos.

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Los días se sucedían uno después del otro cargados y densos. Clase, estudio, oraciones, ruidosas carreras en el patio, rápidos bocados en el comedor para calmar el fiero apetito. Luego, nuevamente clase, estudio, oración...

Un sacerdote de cuerpo frágil, pero de resplandeciente espíritu, don David Re, se convierte en su amigo y confidente. Cuando algún problema no se resolvía, o en las grises tardes invernales le asaltaba la melancolía, Angel se levantaba de su banco y se dirigía al Vice-Rector. Don David le recibía con amplia sonrisa, le guiaba con paciencia por los minados campos de las fracciones y del álgebra, luego / se entretenían largamente y el corazón de Angel se llenaba de serenidad.

—Sé que tu vida es dura, Angel. Pero ¿crees que estás solo? ¿No sabes que junto a ti está el Señor que tiene cuenta de tus sacrificios, de tus renuncias? Si la vida terminara en esta tierra, ciertamente tú y yo seríamos los tontos más grandes del mundo viviéndola como la vivimos. Pero el Se-ñor te espera más allá. Es allá donde comienza la verdadera vida. Y, ¿no te parece hermoso gastar estos pocos años de vida para salvar a tantas almas, antes de ir allá para siempre? Allí tienes ya uno que te espera, lo sabes. Es María Catalina, tu hermanita...

Angel regresaba luego silencioso al estudio y, con la cabeza entre las manos, meditaba. Estaba contento porque había encontrado un amigo y había descubierto algo grande: sus esfuerzos no eran inútiles. Ofreciéndolos a Dios para salvar las almas, era ya un pequeño sacerdote.

En 1896, de acuerdo con don David, Angel Roncalli pide en la despensa un cuadernillo de portada oscura. En la primera página escribe: “Notas Espirituales”. En la segunda: “Cada día:

1. Hacer al menos un cuarto de hora de oración mental, después de levantarse.

2. Asistir, o mejor, ayudar a la santa Misa. 3. Hacer un cuarto de hora de lectura espiritual.... Cada semana:

confesión y comunión...”Aquellos cuadernillos se van apilando año tras año. Angel Roncalli

confiará a sus páginas sus secretos pensamientos, sus propósitos, sus momentos de tristeza. Pero él no imagina que aquellos cuadernillos verán un día la luz bajo el título de “Diario del alma”, y que llegarán a ser uno de los libros más leídos y más meditados por los cristianos de todo el mundo. Y los cristianos sabrán agradecer también al joven sacerdote que en el

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silencio de Bérgamo,) fue el guía espiritual de Angel Roncalli, el buen Papa Juan XXIII.

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Pista de investigación

Tus padres, superiores y maestros son tus colaboradores. Te propongo, esta vez, dos tipos de entrevistas. Podrás efectuarlas en grupo, ayudado por tus amigos.

1. Entrevista a tus superiores

Las preguntas que podrás dirigirles:1. Si él, a mi edad, sabiendo que podría llegar a ser ingeniero,

médico, técnico, etc... ¿por qué se ha decidido, en cambio, por esta vocación?

2. El querrá ciertamente encontrar una plena correspondencia de parte de sus muchachos. ¿Cuáles son las dificultades más graves que se oponen a este espíritu de cordial entendimiento?

3. ¿Ha sufrido él, alguna vez, por causa de esta correspondencia, o por frialdad o indiferencia?

4. ¿Qué desearía concretamente para ayudarnos a realizar nuestra vocación?

Discute los resultados y haz un plan de colaboración con tus superiores.

2. Entrevista a tus compañeros

No con el bolígrafo en mano de forma oficial, sino lanzando por azar, aquí y allá, una y otra frasecita para ver qué piensan vuestros compañeros de los superiores, de su modo de actuar, etc... Al final, reunid resultados.

Las relaciones con vuestros superiores son:— cordiales, de abierta colaboración, o por el contrario— frías, anónimas, sólo de conveniencia, como dos rieles que no se

encuentran nunca aún estando uno al lado del otro, o bien— tensas y hostiles, con murmuraciones, rencores, etc...

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Y ahora el punto más importante:

¿Qué podremos hacer para mejorar la situación de nuestro ambiente?……………………………………………………………………………

Personalmente, ¿cómo lo veo y qué puedo hacer yo en particular?……………………………………………..

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Yo soy El Señor

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El gato de siete colas

TIEMPO DE REFLEXION

Majestuosas se agitan las banderas ante el húmedo viento de Escocia. El bullicio de los muchachos alineados en las escalinatas del College, fue improvisamente interrumpido por el aullido de las motocicletas que avanzaban con sus voces de sirena. Un pequeño cortejo de autos y luego la negra “limousine” del primer ministro Winston Churchill. El viejo león inglés volvía a visitar el College donde allí había pasado los rosados años de su juventud.

Bajó del auto, estrechó las manos, subió al palco, y escuchó resignado los discursos oficiales que le hablaban de los “hermosos recuerdos de su juventud”. Luego se puso ante el micrófono, sacudió en el ángulo de la boca su inseparable puro y dijo con una imperceptible sonrisa: “Mis queridos muchachos, cuando yo estaba en el Colegio y tenía vuestra edad, no era por cierto un alumno sobresaliente. He recibido tantos latigazos de castigo que si os los dieran a uno de vosotros hoy, se abriría en seguida un expediente en el Ayuntamiento”.

Es sabido, en efecto, que en los colleges ingleses, hasta hace muy poco, se hacía amplio uso de los “gatos con siete colas”: un simpático látigo de siete cuerdas, de “varillas” o de instrumentos afines. “Algunos palos han formado nuestros huesos, pensaban los ancianos y bigotudos lords con sombreros de copa, y ellos formarán también a nuestros nietos”.

Un campo de concentración para el príncipe

Tal vez por este motivo, Carlos, el pequeño príncipe inglés hijo de Isabel y candidato al trono de Inglaterra, fue a terminar también en un college. Felipe de Edimburgo, su padre, había sido alumno de Gordonstown; no había olvidado, entre otras cosas, que le habían salido callos en las manos cortando leña en invierno, y cosechando heno con los campesinos de la zona en verano. Es por ello que cuando su noble vástago,

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Carlitos, terminó las elementales, Felipe susurró algo al oído de Isabel, la madre, y sentenció: “Gordonstown” y Carlitos experimentó un sobresalto real.

He visto la foto del dormitorio en que dormía Carlos de Inglaterra. Antes de leer la acotación lo había tomado por un cuarto de campo de concentración o por un cuartel de tercer orden: tan feo y despojado estaba. El piso de madera estaba en mal estado, dos pequeñas hileras de catres rudos con colchones de crines y una sola manta, y un tosco banquillo para la ropa. Del cielo raso pendía un viejo cordón con una lámpara corriente.

Pero esto no es nada comparado con el horario. A las 6,30, invierno y verano: levantada. En seguida se deja la chaqueta del pijama y, semidesnudo, se inicia una magnífica carrera por los jardines del parque. Y es inútil apelar al mal tiempo, mirando curiosamente a través de los cris-tales: “Corred, muchachos”, es la palabra de orden esté claro u oscuro, estrellado o con neblina, llueva o nieve. Al regreso una ducha fría como para congelar a un esquimal y, luego, a vestirse.

No hay camarero alguno en Gordonstown. Corresponde a los jóvenes vástagos, a la flor y nata de la sangre azul inglesa, hacer todo: barrer, vaciar los cubos de basura, cortar la leña, etc... Y todo esto hubo de hacerlo también el futuro rey de Gran Bretaña, puesto que su “despiadada” madre había dicho:

“¿Carlos? ¡Como todos los otros! Ningún privilegio”. Y así fue. También Carlos recibió los cinco varillazos reglamentarios al ser sorprendido “in fraganti” escondiendo un Cherry-Brandy durante su paseo; Carlos transgredía el reglamento del college que prohíbe toda bebida alcohólica.

Algo de Gordonstown para vosotros

Pienso verdaderamente que un poco de Gordonstown, con su severo ritmo, les haría mucho bien a tantos jóvenes de hoy, aunque sólo sean hijos de tabaqueros y carniceros.

Ante la desenfrenada carrera del mundo moderno hacia las comodidades y confort. ¿Qué puede hacer un muchacho para no convertirse en un comodón? Acolchado por chaquetas de Himalaya, rodeado de mimos, de diversiones y pasatiempos, anegado en Coca Cola y Pepsi-Cola, asfixiado con TV., cine y con periódicos y revistas en colores,

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el pobre desgraciado termina por relajarse totalmente y se convierte en un molusco, en un invertebrado.

Y si se le pide una renuncia, un sacrificio, una mortificación, es como si se le tocara con un hierro candente. Se alza, te mira con dos ojazos acuosos de sapo en fiesta, y te dice: “¡Cómo se atreve usted a dar tales consejos! ¿No tiene usted vergüenza?”

Recuerdo sólo dos casos. Se había dado como consigna el comportarse bien en la mesa. Pero justamente aquel día llega a la mesa el guiso más detestado. Parecía una conjuración. Grupos enteros de muchachos lo rechazan despectivamente, sin siquiera tocarlo. “Pero muchachos —digo— ¡A ver qué hacemos! ¿Y la consigna?” Y me miran como diciendo: “¿Pero usted no se da cuenta que exagera?” Segundo caso: pocos días más tarde, la acostumbrada consigna decía: “cuida tus ojos durante el paseo”. Otra conjuración. “¡Es una consigna peligrosa —comenta un muchacho de 12 años— justamente hoy que se va de paseo por la ciudad y hay tanta propaganda!” (Se acercaba la Navidad.)

En suma, un acto de dominio de sí, una renuncia, es algo imposible para tantos jóvenes de hoy. Estos pobres muchachos no son capaces de mandarse a sí mismos: son víctimas de sus caprichos e instintos. Tal vez se trata ahora de pequeños antojuelos divertidos, como los de los gatitos. Pero llegarán a ser tigrecitos a los 18, y tigres a los 35 años.

Manolo, 11 años, era un goloso empedernido. A los 20 años no sabe vencerse ante esta pasión que le corroe y arruina. Carlitos, 12 años, era un minúsculo egoísta. Ahora es un fulano que dice: “¿Qué los hombres se mueren de hambre? Peor para ellos; ¡que se las arreglen!”. Albertito estaba siempre según la luna, según los altos y bajos de las mareas orientales. Ahora es un jefe. Antes de verle, sus empleados preguntan al portero: “¿De qué luna está hoy nuestro capataz?” Robertito nació flojo y cansado. Ahora es despedido de todas las oficinas por escaso rendimiento. Pablito se encendía como un fósforo al menor incidente en el juego. Un día en la autopista, enfurecido por un falso adelantamiento, llegó con su 1.500 junto a un gran camión y gritaba desaforadamente: “¡Embustero! ¡Yo tengo la razón! “...

Los pequeños defectos son como las diapositivas: proyectadas en vida, se agrandan terriblemente. Si no tomas en tus manos ahora mismo el gobierno de ti, no lo tomarás en toda la vida.

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El bayo de Amsterdam no quiere saltar

El domingo pasado vi en la TV el Gran Premio Hípico de Amsterdam: carrera con obstáculos. Un magnífico bayo, llegando a galope ante el “muro” frenó bruscamente sus patas y derribó lejos al jinete. No hubo nada que hacer: no superó el obstáculo y fue inmediatamente descalificado.

Una tarde, un pálido muchachito escribía en su programa de vida: “Superiores a todo obstáculo... rígidos para con nosotros mismos...” Se llamaba Domingo Savio. Han pasado cien años y aún esas dos frasecitas siguen teniendo valor para los muchachos del año 2000.

Aumentarán todavía las comodidades, los conforts, los botones automáticos, las toneladas de confites... ¡Defendeos, muchachos! Acordaos del “gato de siete colas”, de Churchill, de las duchas frías de Carlos de Inglaterra, del bayo de Amsterdam, y del estupendo muchacho que se esta-blecía metas más fuertes que él.

Sólo así llegaréis a ser capaces de dominaros a vosotros mismos. Y ello es hoy por hoy tanto más necesario cuanto que vivís en una sociedad que está dando facilidades para convertiros en muñecos de mantequilla.

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En el cielo de Orange, una cúpula tricolor

HOMBRES QUE HAN COMPRENDIDO

Guy, Claude y Eric salieron del colegio como balas de cañón. Agitando al aire sus carteras y lanzando gritos “indios” se precipitaron a la calle rumbo a casa.

Desde lejos llega la aguda voz de Gérard: “¡Esperadme!”Los tres hermanos “frenaron” bufando.—¡Corre, marmota!—¡Eres siempre el último!—Cuando yo tenía ocho años como tú, superaba ya a los grandes de

la “quinta”.Prosiguió la carrera de los cuatro hermanos Tréves por los

polvorientos caminos de la periferia de Marsella. Pero pronto Gérad lanzó un grito de dolor. Se detuvo, llevó su mano a la pierna derecha y se echó llorando al borde del camino.

—Eh, ¡deteneos!— gritó Eric a los otros dos que nada habían escuchado.

En seguida los tres hermanos llegaron junto a él. Gérard continuaba llorando.

—Me duele. Aquí, y también acá... No puedo continuar corriendo.—Es un desgarro muscular —dijo Guy, el mayor—. Sucede también

a los campeones cuando corren demasiado. Verás que pronto pasará, no es nada.

—Pero yo no puedo ni siquiera caminar.—¿No querrás que te traigamos aquí la sopa, no? ¡Arriba levántate y

apóyate en Claude y Eric. Id lentamente. Yo voy entretanto a decírselo a papá.

Gérard lloraba todavía cuando llegó a casa sobre las espaldas del papá. La pierna derecha le dolía mucho. Tenía puntadas muy dolorosas y no lograba enderezar el pie.

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El médico, llamado al atardecer, frunció el ceño con seriedad. Tocó la pierna, luego la rodilla del Gérard. Llamó aparte al padre y pronunció una palabra grave y dolorosa: “Poliomielitis “.

A partir de ese día, comenzó el Calvario para el pobre Gérard. Los mejores especialistas de Marsella le visitaron prescribiéndole dolorosas curaciones. Guy, Claude y Eric, veían raramente a su hermanito.

Gérard fue aceptado en un hospital para niños afectados por la “polio”. Caminaba apenas apoyándose sobre dos muletas.

«Ahora te toca a ti»

Gérard entraba todos los días en una silenciosa sala de donde emanaba un agudo olor a alcohol y medicina.

Un joven médico en camisa blanca le ayudaba a extenderse en una camilla y le aplicaba en las piernas unos hierros luminosos. Gérard experimentaba fuertes sacudidas. Era la electroterapia con la que se trataba de reanimar sus músculos adormecidos. En seguida sus piernas eran sumergidas en baños muy calientes, luego enérgicos masajes y, finalmente, voluminosas pesas eran colgadas de sus rodillas para “estirar” la pierna.

Terminada la cura, Gérard volvía cojeando a su casa. A pesar de todo, la pierna derecha había quedado más corta y más débil que la izquierda.

Antes de dejar el hospital (tenía ya 14 años), el médico le dice, estrechándole la mano: “Hemos hecho todo lo que hemos podido. Ahora te toca a ti. Practica deportes. Es el mejor remedio”.

Practicar deportes. Habría sido una cosa magnífica. Pero, ¿cómo tener coraje de presentarse en público, de correr, de jugar con una pierna más corta que la otra? ¡Todos se habrían burlado de ese muchacho cojo que corría balanceándose!

Durante algunos meses, Gérard no tuvo fuerzas para presentarse en público. Sentado en un sofá del salón, hojeaba el álbum familiar. Con los ojos llenos de lágrimas veía a Guy, su hermano mayor, en medio de una inmensa muchedumbre que le aplaudía frenética. Buen corredor desde pequeñito, Guy había participado ya cinco veces en el campeonato de carrera campestre de Francia... Y veía a Claude balanceándose elegantemente en los trampolines antes de zambullirse en el agua... Recortes de periódicos hablaban de Claude Tréves como una segura

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promesa del deporte francés. Había saltado ya numerosas veces en impecable estilo desde trampolines de 16 metros de altura.

La tragedia

Pero después de algún tiempo, una tragedia viene a golpear a las puertas de la familia Tréves. Eric, joven ya de 16 años, se ha sentido mal. Fuerte y temerario como siempre, no quiere rendirse y sale con sus amigos. Después de media hora lo traen de vuelta. Estaba muriéndose. El médico, llamado de urgencia, comprueba peritonitis muy avanzada. Minutos más tarde Eric muere, antes de que los cirujanos pudieran iniciar la operación.

Sobre la familia Tréves cae un velo de profunda aflicción.Fue un mes más tarde cuando la señora Tréves, mujer fuerte y

valerosa, llamó aparte a Gérard y le habló con tono dulce y enérgico a la vez:

—Gérard, Eric ha muerto, y tu sabes cuán terrible ha sido ese golpe para mí. Pero créeme que si tu tuvieras que permanecer un pobre desgraciado por toda tu vida, sería para mí, algo más terrible todavía... Tú no tienes el valor de salir. Tú piensas: “¿Qué va a decir la gente al verme cojear junto a mis dos hermanos tan fuertes y robustos?”. Pues bien, ahora no debes pensarlo más. Si tienes miedo de salir con Claude y Guy, yo saldré contigo. No tengo miedo que la gente diga que soy la madre de un cojo. El médico ha dicho que si tu pierna no permanece en reposo, si la mueves, si haces deporte, poco a poco se fortalecerá y tu defecto desaparecerá casi por completo. Y yo quiero que tú sanes, Gérard. Aún si te cuesta, hazlo por mí, por tu madre.

Fue el día de su renacimiento. Aquel día Gérard salió de paseo por vez primera, del brazo de su madre. Al inicio, las miradas de la gente le traspasaban como flechas; pero lentamente fue levantando la cabeza y vio como, su madre, sonreía. Tenía sólo 15 años. Tenía toda una vida delante de sí. ¿Podía importarle entonces qué pensaba la gente?

Un día, en el curso de ese mismo año, Claude llegó a casa con una espléndida noticia: un instructor de paracaidistas, viéndole saltar el trampolín, le había propuesto si quería llegar a ser paracaidista. Partiría pronto para el Centro de adiestramiento de Avignon. Diciendo esto se

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vuelve bruscamente hacia Gérard y le dice a quemarropa: “Gérard, ¿por qué no vienes a Avignon conmigo? “

Entrenamiento en las verdes orillas

“Apenas comencé a dar los primeros saltos con el paracaídas que funcionaba automáticamente —escribe Gérard Tréves— experimenté un entusiasmo indecible. No pedía entonces sino una sola cosa: saltar y saltar. Me parecía la sensación más maravillosa del mundo.”

Entre uno y otro salto, Gérard Tréves se entrenaba. Corría y corría a lo largo del vastísimo campo de aviación. Luego se tendía en tierra y se hacía enérgicos masajes en la pierna derecha. Repetía una y mil veces los ejercicios de reeducación que debían hacerlo “dueño” de esos músculos todavía lentos y flojos. “Este trabajo de entrenamiento —continúa Gérard— tuvo también otro excelente resultado. Entablé amistad con el presidente del Centro, Jacques d’Ortoli, que me veía correr todos los días a lo largo del campo. Me ofreció un trabajo en su farmacia. Era un trabajo no muy comprometedor que me permitía ponerme en movimiento y relajarme”.

Pasaban los años. Lentamente los músculos atrofiados comenzaron a cobrar fuerza. Ahora Gérard no cojeaba casi nada. En una ocasión el médico le dijo que un zapato especial, con suela muy ligera, podía hacerle semejantes a todos los otros jóvenes.

Cuando Gérard volvió a Marsella, salió del brazo con su madre. Tenía la cabeza en alto y en su rostro se transparentaba una alegría profunda. La gente que encontraban al paso miraba admirada a aquella pequeña mujer de cabellos de plata, acompañada del brazo por aquel joven que irradiaba salud y fuerza. En un momento en que nadie miraba, Gérard se inclinó al oído de su madre y le susurró: “Gracias, mamá”.

En la capital del paracaidismo

20 de mayo de 1962. Gérard Tréves llega a ser campeón de Francia de los paracaidistas aficionados en Biscarosse. Aquel mismo día es seleccionado junto con otros cuatro, para el Campeonato Mundial que tendrá lugar en Orange, Massachusetts, la capital americana del paracaidismo.

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Después de cuatro semanas de intensísimo entrenamiento, Gérard Tréves llega a los Estados Unidos y se entrena en los campos mismos en donde se realizarán los pruebas del campeonato.

Es uno de los más jóvenes concursantes. Súbitamente le invade el temor: ese mismo temor que le impedía salir cojeando por las calles durante varios meses. “Me siento muy impresionado —escribe—. ¿Qué he venido a hacer entre estos doscientos cincuenta campeones, rusos, checoslovacos, búlgaros, la mayor parte de los cuales ha realizado ya más de mil saltos con paracaídas? Yo he efectuado 280 y soy completamente desconocido...” Pero Gérard está entrenado, no sólo para saltar, sino para vencer al miedo y para vencerse a sí mismo. Piensa en su madre. ¡Qué maravilloso si ella pudiera exclamar: “Soy la madre de un campeón del mundo”. Por ella Gérard aprieta los dientes, vence el temor y se entrega de lleno a su misión.

En el centro del campo se había instalado una gran cruz roja. Precisamente en el centro de la cruz hay un disco de madera: es el “blanco” que los paracaidistas lanzándose a 1.500 metros de altura deben tratar de alcanzar. Tendrán cuatro saltos a su disposición. Se proclamará Campeón del mundo a aquel que en los cuatro saltos haya logrado situarse más cerca del blanco.

La cúpula blanca, roja y azul

Los tres primeros “saltos” de Gérard son óptimos: planeando en vuelo libre (sin abrir el paracaídas) hasta los 600 metros, logra aterrizar sucesivamente a un metro quince, tres metros ochenta y tres, y 0,82 metros. Casi nadie le ha superado. Ahora Gérard sabe que todo depende del último salto. Está muy contento y dispuesto a jugarse el todo por el todo. Mientras Gérard sube al avión para dejarse caer por última vez, su compañero Arassus le grita con entusiasmo: “¡Tengo ganas de escuchar la Marsellesa, Gérard! ¡Cae en medio del disco y la escucharemos juntos!”

“El avión se dirige hacia el punto señalado —cuenta Gérard en su diario— y mi fantasía vuela a una velocidad loca... ¡Es necesario que yo venza!

Debido al viento, debe lanzarme a seiscientos metros antes del “blanco”. Se acerca el momento. El piloto disminuye la marcha. Disparo el cronómetro y salto. Me dejo caer con los brazos y piernas sueltas. Ha sido un buen lanzamiento. El reglamento permite una caída de diez segundos

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antes de abrir el paracaídas. Podría llegar, pues, a seiscientos metros del suelo, pero prefiere actuar con algún margen.

Tiro el asa que suelta el paracaídas con la mano derecha. Se abre el paracaídas y experimento un sobresalto. Lo hago girar hacia el viento. Tengo el blanco a mis espaldas. Me desvió hacia él, frenando. Todos miran estupefactos mi paracaídas tricolor. Espero alcanzar plenamente mi objetivo.

Heme a cien metros. Tengo los ojos clavados en el centro de la gran cruz roja que me atrae como una maravillosa promesa. En los últimos instantes, una fuerza invisible me lleva hacia la izquierda. Lanzo rápidamente el pie derecho hacia adelante. Y, lo he conseguido: ¡he acertado justamente en medio del blanco! Siento, alborozado, la voz de Pier Lard, nuestro juez nacional, que grita: “¡Bravo, Gérard! ¡Lo has hecho a maravilla! “ Soy campeón del mundo. Pienso inmediatamente en mi madre, y no sé por qué me vienen tantas ganas de llorar”.

Gérard regresó triunfalmente a Marsella. Al verle su madre, corrió hacia él y le abrazó largamente.

Un año después, Gérard Tréves comenzaba su servicio militar. Pidió, como era natural, integrar el grupo de paracaidistas, los célebres “paras” franceses.

Aquí le esperaba una increíble sorpresa: los médicos que le examinaron lo declararon no apto para saltos, pues tenía una pierna más corta que la otra. Gérard tuvo que trabajar mucho para convencer al coronel médico Leborgue que él, Gérard Tréves, estaba capacitado para ello.

—”Escuchad, coronel. Para saltar se requieren piernas robustas. Pero sobre todo se requiere una voluntad robusta. Usted puede creerme a mí, coronel, porque... soy el campeón del mundo.”

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Pista de investigación

Dominio de sí mismo

Debo saber dominarme a mí mismo, llegar a ser dueño de mis acciones y reacciones, equilibrado en mi corazón, fuerte en mi voluntad, entrenado a la resistencia. Es el punto-clave, el eje central de mi carácter: sólo así podré ser fiel a mi vocación.

Te aconsejo que discutas con tus amigos esta pista de investigación:1. “Los muchachos de hoy son unos raquíticos, sin espina dorsal,

faltos de carácter, son “maniquíes” de vitrinas...” Así opinan algunos mayores de vosotros. ¿Están equivocados o tienen razón?

2. Pensando en vosotros mismos y en vuestros compañeros y amigos, buscad, en su modo de actuar, los indicios o episodios que revelan su falta de carácter o la debilidad de su voluntad.

3. Hoy vivimos en la civilización del bienestar, del confort-. “todo es fácil, todo es cómodo, todo a base de botones automáticos, todo exento de esfuerzo y de fatiga”. ¿Crees que estas comodidades puedan influir en la voluntad de los muchachos, debilitándola?

4. Imagina ante ti a un tipo abúlico (= sin espina dorsal). Enumera ahora sus adjetivos favoritos y los sustantivos que le aterrorizan.

5. En los periódicos, revistas, etc... has visto ciertamente atletas que se están entrenando. ¿Crees que también la voluntad de un muchacho, para mantenerse “en forma” deba hacer su entrenamiento? ¿De qué manera?

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Los otros tienen necesidad de mí

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Shampoo oro-plata para perros

TIEMPO DE REFLEXION

“Soy John Smith, mi mujer se llama Jackie, mis hijos Bill y Sussi. También pertenecen a nuestra familia Toki,. Kin y Puff”. Es ésta la presentación que puede hacernos un americano orgulloso de su familia. Toki, Kin y Puff no son sus hijos pequeños: son el perro, el gato y el pececillo dorado. Miembros de la distinguida familia Smith y tan im-portantes o más que Bill y Sussi, a juzgar por su elevado presupuesto en dólares.

Los americanos tienen la manía de los animales en casa: no sólo gatos y perros de las más variadas razas, sino también peces rojos y no rojos, papagallos, ardillas, serpientes, guardados en el baño, leoncitos y leopardos, pequeños caimanes vendidos en los mercados de Miami y expedidos a los amigos por paquete postal, como regalo de cumpleaños o de onomástico.

En América es una suerte ser perro, gato o serpiente: se reciben los más primorosos cuidados. Las estadísticas más recientes, lo afirma el Wall Street Journal, nos dicen que los americanos gastan cada año mil millones de dólares (70 mil millones de pesetas) en estos simpáticos y amables animalejos.

En 1967, hablan siempre las estadísticas, se han gastado 530 millones de dólares en alimentos expresamente preparados para perros. Alimentos en cajas que ofrecen menús a base de pollo y riñón, pollo y huevo, pollo e hígado. El perro “mude in U. S. A.” despreciaría el hueso pobre y des-carnado que se da en los colegios de los países pobres.

También los gatos tienen sus exigencias alimenticias: pasteles de hígado, de peces y especiales alimentos dietéticos a base de galletas, chocolate, etc... Balance total de alimentos para gatos: 125 millones de dólares.

Los Estados Unidos, en 1967, han gastado en gatos y perros el 50 por ciento más de lo que han gastado en el alimento de sus propios hijos.

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Pero esto es una friolera en comparación a los gastos derivados de la higiene y elegancia de los animales. En las vitrinas de las ciudades americanas podéis encontrar expuesto tres tipos de “shampoo” para gatos y perros, en los colores oro, plata y castaño.

Aún hay más. “Aliento perfumado” es un dentífrico especial por aspersión; pero no para vosotros, sino para los perros y gatos. Para ellos han sido inventado dos nuevos tipos de perfumes, olor de cedro y de gardenia, y tres tipos de laca para las uñas, color lavanda, naranja y verde.

Para los gatos débiles hay vitaminas en comprimidos. Para los gatos agitados o nerviosos, tubitos de tranquilizantes, Y en los ángulos de las salas de baño americanas encontraréis casi siempre servicios higiénicos esmaltados y de elegantísima línea para las “necesidades” de Toki y Kin.

También los gatos pueden sufrir enfermedades infecciosas: se les debe entonces vacunar. Precio: 12 dólares por inyección, más de lo que cuesta vacunar a un niño. Agregad a esto los gastos de hospital y veterinario. Pero si además el gato es nervioso, demasiado sensible, etc., debe llevársele al “sicoanalista” especializado o debe ser confiado a clínicas particulares.

Vestir a estos delicados animales requiere también una porción de dólares. Colores vivos en la pieza, pijamas de alta moda, cuellos para el invierno con collar de visón a 40 dólares, zapatitos de goma contra la humedad, impermeables. Y finalmente trajes y máscaras para el Carnaval.

Miles de millones

No hemos inventado ni hemos marcado las tintas: hemos transcrito fielmente datos e informaciones de un corresponsal en América.

Tal vez te has reído, como yo, ante el “shampoo” para los lanudos.Pero se nos revuelve el estómago cuando vemos que esta insensatez

se repite también en ciertos países de Europa. En Italia se gastan miles de millones de liras en estas estupideces.

Dos hombres sobre tres en el mundo, mueren de hambre. Y nosotros damos pollo, huevos e hígado a los perros. La lepra es una enfermedad que actualmente puede detenerse con una inyección no muy cara. Y nosotros llevamos los gatos a las clínicas para sanar sus complejos en lugar de aliviar las dolencias humanas. Hay gente, incluso en nuestros países civilizados, que no pueden comer sino una vez al día, y nosotros tiramos el

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dinero pintando las uñas de los animales. Hay niños que tiemblan de frío, un frío terrible que penetra hasta la médula de sus huesos y le atenaza el cuerpo con escalofriante dolor. Y compramos cuellos con pieles para los gatos frioleros.

Miles de millones: es para hacer temblar ver tanto derroche y con tanta ligereza e inconsciencia. Miles de millones que podrían convertirse en medicinas, pan, carne, ropa. Pero se emplean en vitaminas y tranquilizantes para garitos angoras, o para cachorros chowchow de 60 dólares.

Gatos en pijamaPero tal vez, en lugar de enfurecernos contra los señores americanos,

tendríamos que mirar a nuestra propia casa: porque también nosotros podríamos hacer una mala figura. ¿Cuánto malgastamos en estupideces, en “chicles”, en pipas, en dulces, en Coca-Cola o en Pepsi-Cola, en partidos de billar? Y no digamos: “Con mi dinero hago lo que se me antoja”, porque también las viejas doncellas americanas dicen lo mismo.

Es cierto que tenemos derecho a confites, a una bebida: nadie nos lo prohíbe. Pero tenemos también el deber de no despilfarrar nuestro dinero, des destinarlo a quien tiene hambre y frío, a quien le falta medicina y médicos, a los niños desnutridos que se arrastran por las inmundicias bus-cando algo que comer...

Nos esforzamos tanto para que no se nos considere como a niños, nos indignamos cuando se nos trata como a pequeños. Pero si somos hombres, debemos saber renunciar al egoísmo de los pequeños que buscan todo sólo para sí. Debemos abrir los ojos: ser hombres hoy en día quiere decir saber escuchar todas las voces que llegan hasta nosotros aún de los continentes más lejanos, del tercer mundo, de los países en vía de desarrollo, voces enfermas y hambrientas.

Mientras no lleguemos a este punto, mientras no hayamos destrozado el cascarón del egoísmo que nos encierra en nosotros mismos, contentémonos con ser pequeños enviciados. Pero entonces no nos permitamos reír ante la laca para las uñas de los perros y el “shampoo” para los gatos: nosotros estamos al mismo nivel con nuestras pipas y con nuestros “chicles” de rumiantes superiores. Estamos al nivel del señor Smith con Toki, Kin y Puff y con un balance de miles de millones tirados al viento.

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Dos mil millones de hombres abandonados a la miseria

VISTAZO SOBRE EL MUNDO

Ginebra, Palacio de las Naciones.Mil seiscientas personas suben por las escaleras del gran “Palacio de

las Naciones”.Son los delegados de 122 naciones subdesarrolladas. Se reúnen para

discutir y tratar de buscar una solución a los gravísimos problemas que afectan a sus países: la miseria y el hambre.

Los delegados toman lugar alrededor de una gran mesa, agrupados junto a grandes carteles en los que se lee la letanía de la pobreza: Kenva, Jordania, Persia, Líbano, Laos, Liberia, Tanganika, Etiopía, India, Pakistán, Vietnam, Méjico, Perú, Brasil...

Los delegados reciben una documentación, fruto del trabajo de diez mil personas durante dos años: son 7.000 páginas impresas, alrededor de 60 kilos de papel.

Durante dos meses y medio (23 de marzo -15 de junio) los 1.700 delegados estudiaron y discutieron aquellas páginas.

Quisiéramos reproducir todos aquellos discursos en muy pocas palabras: “Pueblos occidentales, pueblos ricos que no sabéis qué es la miseria, hojead estas 7.000 páginas. Veréis en qué condiciones se encuentran los 1.800 millones de personas que viven en nuestros 122 países. Y luego preguntaos si vuestra conciencia está tranquila, si no tenéis ningún deber para con vuestros hermanos negros, amarillos, morenos, que mueren de hambre a algunos miles de kilómetros de vuestras opíparas mesas”.

Y, ahora, demos también nosotros una rapidísima hojeada a esos 60 kilos de papel impreso.

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Los barrenderos recogen cadáveres

En París, en Londres, en Estocolmo, los productores de alimentos para perros subrayan, en grandes carteles de propaganda, que sería cruel alimentar a los pobres animales con restos de carne. Hay que comprar carne de primera calidad envasada expresamente para ellos.

Al mismo tiempo, el minero boliviano debe trabajar durante doce horas en los pesadísimos trabajos de una mina de estaño, y recibe como salario lo equivalente a 68 pesetas, para vivir él y su familia.

El campesino peruano debe trabajar gratuitamente cuatro días a la semana para el dueño de la hacienda, y su mujer, obligada a prestar servicios diversos, vive prácticamente en la esclavitud.

En India y Pakistán los barrenderos recogen todas las mañanas, cargándoles en sus carros, los cadáveres de aquellos que habían muerto durante la noche en las aceras.

A pesar de la alta mortandad, las regiones más miserables del mundo tienen una población que crece de manera pavorosa. En 1999 los 240 millones de africanos de hoy, llegarán a 500 millones. América Meridional de 185 millones subirá a 590 millones. India que cuenta actualmente con 400 millones de habitantes, llegará a 700 en 1986.

Y mientras la población aumenta desmesuradamente, 400 millones de hectáreas en Africa y América (es decir el 40 por ciento de sus territorios) no podrán ser cultivados por falta de máquinas agrícolas y de técnicos que enseñen a cultivarlas.

En Australia se cultivan actualmente 16 millones de hectáreas, mientras que podrían aprovecharse 70 millones. Y esto por el egoísmo de sus habitantes que no permiten que otros pueblos numerosos emigren a su país.

En vastísimas regiones de Asia, donde ahora se hace sólo una cosecha de arroz, se podrían hacer tres cada año. Pero se necesitan técnicos e instructores para enseñar a los campesinos nuevas formas modernas de cultivo, y máquinas: tractores, transplantadoras, sembradoras.

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Desinfectantes DDT lanzados por aviones

En los países subdesarrollados domina un gran número de enfermedades de masa. La peste, el cólera, la fiebre amarilla, la viruela, el tifus, son también hoy día una trágica realidad.

También están muy desarrolladas las enfermedades como la tuberculosis (5 millones de muertos al año), el paludismo (3 millones de muertos al año), la lepra (10 millones de enfermos), la enfermedad del sueño, la tracoma (400 millones de enfermos).

Desde muchos años se lucha contra estas enfermedades: han partido de Europa médicos, misioneros, hermanas, enfermeras, laicos y religiosos que han enseñado normas de higiene, creado dispensarios y hospitales.

Con la ayuda de los Estados Unidos, regiones enteras han sido desinfectadas con DDT por avión, al mismo tiempo que grupos especializados distribuían vacunas y antibióticos.

En poblaciones de Africa, Asia y América Latina los acueductos de agua potable son rarísimos (salvo en las grandes ciudades). Y mientras en Europa existe un médico por 1.000 habitantes, en Nigeria y en Vietnam hay uno por cada 70.000, y con dificultades enormes para trasladarse de un lugar a otro.

Esta falta de atención trae gravísimas consecuencias: en las Filipinas, por ejemplo, la escuela media tiene constantemente una ausencia del 40 por ciento de alumnos debido al paludismo.

En los Estados Unidos, cada persona gasta en término medio 100 dólares (6.800 pesetas) al año, sólo en licores y cigarrillos. Actualmente en India, cada habitante necesita en término medio (para comer, vestirse y medicarse) 69 dólares por año (unas 4.700 pesetas).

200 millones de vacas inútiles

Los Estados subdesarrollados tienen especialmente necesidad de dos cosas: personal técnico y préstamos. Préstamos para comprar máquinas agrícolas e industriales, pero especialmente personas dispuestas a ir a estos Estados para construir caminos, levantar industrias, abrir escuelas, hospitales, dispensarios. Se necesitan misioneros al menos para alejar las poblaciones de las religiones supersticiosas y dañinas. En India, por ejemplo, existen 200 millones de vacas sagradas, alimentadas por los

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habitantes, inútiles, que por sí solas consumen la décima parte de la producción de toda la India. Nadie puede alimentarse con su carne. Las vacas mueren de vejez, mientras millones de niños mueren de hambre.

En los muros de una iglesia de Londres se lee:— El 60 por ciento de los hombres viven en un estado de ayuno

permanente. ¿Te concierne?— Cada minuto, seis personas mueren de malaria. ¿Te concierne?— 400 millones de personas están afectadas por la tracoma. ¿Te

concierne?Me dirás: por cierto que me concierne, pero ¿qué puedo hacerle yo?

Puedo rezar, dar una limosna, pero ¿qué más?Puedes hacer algo más. Todos los jóvenes del mundo unidos pueden

hacer muchísimo más.Es necesario que cuando decidas “qué puedo hacer en la vida”,

recuerdes que se puede asistir a los hombres en los hospitales, en los tribunales, que se puede enseñar en los colegios, dirigir en las fábricas, y exigir en cambio un justo salario. Pero se puede también aprovechar de los sufrimientos, de las dificultades, de la necesidad de los otros para enriquecerse a sus expensas.

Aquellos que tienen mucho dinero pueden despilfarrarlo en suntuosos banquetes, en costosas vacaciones, en viajes de lujo. O bien, vivir modestamente y tener la posibilidad de colaborar y ayudar a los países que tienen verdadera necesidad.

Comercio criminal

Créeme: si algunos miles de jóvenes de hace cincuenta o sesenta años hubiesen pensado y creído en estas cosas, hoy no habría tanta hambre ni miseria en el mundo.

En un pasado muy reciente, para darte un ejemplo, algunos productores de licor de Francia cometieron un verdadero crimen. Se establecieron en Africa y abrieron bares en los cuales, por algunos meses, el licor se regalaba a los africanos para que la población se acostumbrara y, luego, se vieran en la necesidad imperiosa de comprarlo. De esta manera se aprovechaban de esas poblaciones primitivas que aún no sabían defenderse.

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Ante tales ejemplos, tú y todos los jóvenes del mundo, ¿no podéis hacer algo para cambiar la faz del mundo? No os contentéis con arrojar una peseta en la hucha: arrojad vuestro egoísmo por la ventana, y pensad menos en vosotros mismos y algo más en los demás.

* * *

El Señor ha dicho: ¡Dominad la tierra!Y el hombre se ha lanzado a la conquista del mundo.El progreso, la técnica, el afán de nuevos descubrimientos,

responden a la invitación de Dios.Pero sucede que con demasiada frecuencia el hombre se olvida de

esta invitación.Y entonces el don de Dios se arruina entre sus manos.

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Tres dirigen la marcha

HOMBRES QUE HAN COMPRENDIDO

¿Quién me da mía hectárea de tierra?

Nueva Delhi, marzo 1951.El Consejo de ministros hindú se ha reunido en una sesión dramática

y agitada.De toda la India llegan noticias de que agitadores comunistas

recorren los campos incitando a la revolución a la muchedumbre de campesinos desocupados. Masas hambrientas y parias sin esperanza asaltan cada día las casas de los propietarios, incendiando y matando. El ejército hindú debe enfrentarse y disparar contra ese gentío desesperado.

El ministro de defensa, con angustiadas palabras, se dirige a Pandit Nehru para que haga algo porque el comunismo no se apodere del campo. Nehru se levanta. Su rostro parece preocupadísimo. Habla lentamente. Presenta los enormes gastos que pesan sobre el gobierno: los 7 millones de prófugos escapados de Pakistán, el primer plan quinquenal, las nacientes industrias que devoran el capital, las calles, las escuelas. No se puede hacer todo a la vez. La “reforma agraria” exige miles de millones de rupias, cantidad enorme de técnicos. Se requieren calles, casas, canales, máquinas, semillas. Poco a poco se hará todo. Los campesinos deberán te-ner paciencia, todavía un poco más...

Es el 18 de abril de 1951. Un urgente mensaje llega al distrito de policía. En el Estado de Haidebard (India Central) está a punto de estallar una de las tantas sublevaciones. Agitadores comunistas la preparan desde hace seis días. Correrá sangre. Las camionetas de la policía se desplazan, completamente llenas de soldados con ametralladoras en mano.

Pero antes de su intervención, surge en la aldea un viejo, hindú, alto, de rostro austero, marcado por la penitencia y el ayuno. Se llama Vinoba Bhave, ha sido íntimo amigo de Gandhi.

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Mientras atravesaba las chozas se encontró rodeado por una multitud de parias, hambrientos y desesperados. Llegado a la plaza, Vinoba se sentó en el suelo. Alrededor de él se agrupaban más de 2.000 personas.

—¿Qué es lo primero que queréis? —preguntó.—¡Tierra! —respondieron enfurecidos los jefes del pueblo, sentados

expresamente frente a Vinoba.—¿Cuánta? —preguntó nuevamente. No hubo respuesta. Entonces se

levantó. Escudriñó profundamente a la asamblea a través de los gruesos lentes de sus anteojos, y prosiguió:

—Los dirigentes de la India son hombres como nosotros. No pueden hacer milagros, y los problemas de India son inmensos. Pero, ¿por qué debemos esperar la tierra del Gobierno? ¿No podéis obtenerla del pueblo mismo? Sin disparar contra aquél que la posee, sino pidiéndola. ¿Dónde viven los propietarios?

—¡Allá! —respondió un campesino indicando algunas casas fuera del pueblo.

Vinoba se dirigió en esa dirección, acompañado silenciosamente por los 2.000 campesinos. Protegidos por barricadas en aquellas casas, algunos ricos propietarios esperaban, con el alma en un hilo, la llegada de la policía. Vinoba les hizo salir.

—Aquí hay campesinos desocupados. ¿Ninguno de vosotros puede dar un poco de tierra al pueblo?

Después de un largo silencio, un rico propietario dijo:—Pues bien, yo os daré la tierra. Os daré 33 hectáreas.Vinoba le exigió la palabra. A la mañana siguiente él mismo guió a

los campesinos que debían tomar posesión de ese vastísimo campo.Llegaron los “jeeps” cargados de hombres armados para frenar la

revuelta. Asistieron, en cambio, al “Bhoodan Movement” (al Movimiento del regalo de la tierra).

A partir de ese día, el viejo Vinoba, no se detuvo más. A pie, a pesar de sus 63 años, llevando sobre sus espaldas una sencilla pieza de lino blanco y apoyándose penosamente sobre una caña de bambú, recorre 20.000 kilómetros por la campiña indiana, mendigando un poco de tierra para los campesinos. A inicios de 1957, después de cinco años de peregrinaje, había obtenido un millón 750 mil hectáreas. Aún el Presidente de la República, Ragendra Prasad, le había dado sus vastas posesiones de Bihar.

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Actualmente la “colosal reforma agraria” de Vinoba (la única en el mundo, obtenida sin violencia ni derramamiento de sangre) toca a su término, con la distribución total de 50 millones de hectáreas a los campesinos más pobres.

Pero el viejo hindú, de rostro austero, no se ha contentado con distribuir las tierras simplemente. Ha obtenido que cada pueblo construya una calle, una escuela, una factoría modelo y una librería. Junto a él se ha formado una secuela de discípulos: ingenieros, técnicos, especialistas. Todos son hindúes, y en su mayor parte jóvenes, llenos .de un contagioso entusiasmo. Hablan de diques, de centrales, de fábricas. Hablan de la Gran India del mañana con la ternura de una madre que habla de su hijo. Vienen todos de la ciudad. Han abandonado los “conforts” de la vida de la ciudad y viven en las penurias de la llanura, de las montañas, de la jungla, porque un viejo asceta de rostro marcado por la penitencia les ha fascinado con su silenciosa y maravillosa revolución.

Follereau os pide «un tercer zapato»

Lyon, verano de 1942. Francia está ocupada por el ejército alemán. En el jardín de las Hermanas Misioneras, la Superiora discute con un joven jardinero (un jardinero de ocasión... todos los conventos franceses en estos momentos están completamente llenos de jardineros que no saben usar la pala y de cocineros que no saben cocinar un pedazo de carne: son jóvenes buscados por la Gestapo).

Queremos fundar en la Costa de Avorio un hospital para los leprosos —decía la Madre—. Tenemos, gracias a Dios, personal. Pero como siempre nos falta el dinero.

—¿Necesitáis solamente dinero? De eso me encargo yo.Aquel jardinero es un brillante periodista, conocido también como

poeta y autor dramático. Se llama Raoul Follereau. Ha escrito cosas hirientes contra los nazis, y la Gestapo le ha puesto en la lista negra.

Pero hoy ha aprendido algo increíble: que en el mundo hay 15 millones de leprosos abandonados, que hay religiosos y religiosas dispuestos a abrir hospitales, a curarlos, a sacrificarse por ellos: sólo falta el dinero para llevarlo a cabo.

Al día siguiente, en plena guerra, ese pequeño hombre de ojos resplandecientes y de voluntad enérgica, abandona el convento. Francia

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debe curarse de muchos males en esos días. Pero aquel hombre, cristiano hasta las últimas consecuencias, sabe lo que significa sacrificarse por el prójimo. En un mes logra reunir el dinero necesario para construir un centro hospitalario para leprosos, con 600 camas.

Poco después, en la Costa de Avorio, se arrasa un bosque y se construye una clínica rodeada de casitas blancas de piedra.

—¡Deberá ser un centro modelo! —ha declarado Follereau.Se ha construido también una escuela y un asilo para niños. Veinte

jóvenes hermanas, todas voluntarias, han llegado de Francia.Con el hospital en la Costa de Avorio, el brillante periodista ha

comenzado una nueva vida: desde entonces empleará los años de su vida en girar por el mundo, en gritar, en golpear a las puertas de los hombres.

—¡Cómo! La lepra, temor para el mundo entero, es infinitamente menos contagiosa que cien enfermedades comunes, y nosotros, ¿podemos soportar que 15 millones de personas vivan como bestias infectadas? En seis meses, con una compresa especial al día, es posible sanar el 90 por ciento de los leprosos y restituirlos a la vida social y a la familia como gente normal. ¡Con sólo 1.000 pesetas se puede renacer a un hombre! ¿Es posible que en un mundo como el nuestro no se encuentre este dinero?

Los años de Follereau están divididos en dos partes: los primeros seis meses los consagra a la “gente sana”, sacudiéndoles y despertándoles. Conferencias, miles de cartas, llamadas a la radio y a la televisión, publicaciones del periódico “Misión de Francia” y decenas de libros, encuentros personales con grupos de personas. Los seis meses restantes los emplea en visitar a los leprosos de todo el mundo, para distribuirles los fondos recogidos en los meses precedentes. Asia, Africa, Oceanía, las Antillas le han visto recorrer todas sus calles. Estrecha la mano a los leprosos, les abraza, se sienta en la mesa con ellos, canta, ríe y juega con los niños.

—No soy un médico. No podía esperar por tanto curar a los leprosos. Pero podía tratar de restituirles la esperanza. Entonces me he dedicado a dar vueltas por el mundo, les he tendido las manos y les he abrazado. Podía sólo amarles, y les he amado.

He dado 35 veces la vuelta al mundo, de hospital en hospital.He lanzado a todos los niños del mundo la iniciativa del “Tercer

zapato”.

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—En la vigilia de Navidad, junto a vuestros dos zapatitos, poned también junto a la chimenea un tercero: ¡para los pequeños leprosos!

Los niños han respondido con entusiasmo. Cada año, 80.000 niños leprosos reciben dulces y juguetes de muchachos de todo el mundo.

Escribió a Einsenhower y a Kruschev:—Dadme un bombardero cada uno, por favor. Cuesta cinco mil

millones de francos, uno de vuestros bombarderos. ^ ¡Con diez mil millones de francos, compraré medicina suficiente para sanar a todos los leprosos del mundo!

Ni siquiera le respondieron. Dos años más tarde, leyó un aviso en un periódico americano: 96 bombarderos de tipo antiguo vendidos como escombros. En su diario, Follereau reprodujo la foto de los aviones y el aviso, y escribió con grandes letras: “¡Guardadlos bien! Son los bombarderos que habrían podido sanar a todos los leprosos del mundo. No me los han querido dar. Ahora los venden como escombros. No nos queda más que esperar otro aviso: Escombros de civilización. Se liquidan por fracaso”.

En 1954 lanzó al mundo la primera “Jornada del leproso”. Cada año, el último domingo de enero, Follereau la recuerda a todo el mundo.

—Cuando di la primera vuelta al mundo —dice— eran curados sólo 100.000 leprosos. Hoy han alcanzado a tres millones. Es mi recompensa. Pero existen todavía doce millones abandonados sin cuidados ni medicinas. ¡Y son hermanos nuestros! ¡Ayudadme!

Fusiles apuntados contra niños de Viena

—¡Apuntad! —Ordena una ronca voz en alemán.Se yerguen los fusiles de ejecución. Frente a las bocas de fuego, una

veintena de civiles, espaldas al muro, pálidos y harapientos, con ojos dilatados y mandíbulas apretadas.

La gente, alrededor, les mira silenciosa.Son ciudadanos austríacos. Han tenido el valor de combatir por la

liberación de sus países, rebelándose contra la dominación alemana. Para liberar Viena, han debido sufrir días terribles. Han sido hechos prisioneros. Pronto pagarán duramente el precio de su rebelión.

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Improvisamente, sin ruido, una banda de bribonzuelos se escabulle entre los guardias que tienen alejada a la gente, y avanza. Se detienen entre los condenados y los fusiles prestos a disparar. ¿De dónde vienen? ¡Quién sabe! Son de esos niños abandonados que en los tristes días de la Segunda Guerra Mundial se ven en todas las grandes ciudades europeas.

¿Quién les ha ordenado situarse allá en medio...? Su valentía de pequeños austríacos.

El oficial alemán se turba ante el espectáculo de los condenados protegidos por aquella pequeña e indefensa barrera de muchachitos sucios y andrajosos. No, así no podrá nunca gritar: ¡”Fuego”!

—¡Iros todos lejos de aquí! —grita con voz irritada. Se produce una indescriptible confusión. La multitud grita de alegría, los pihuelos se precipitan por las calles de Viena, los prisioneros se apuran en desaparecer ante el temor de que el oficial alemán se arrepienta.

Uno de aquéllos escapados del pelotón de ejecución es un joven médico: Gmeiner. El no piensa en salvarse. Una sola idea le domina:

—Debo encontrar nuevamente a aquellos muchachos que se han puesto entre mí y los soldados. Debo encontrarles...

Pero no les encontrará nunca. Han desaparecido entre la muchedumbre como habían llegado, improvisamente y sin una palabra.

Entonces aquella misma tarde, Hermann Gmeiner decide consagrar su vida —aquella vida que los niños han salvado— a los pequeños abandonados que vagan por las calles de Viena.

Necesita madurar su proyecto, recoger fondos.En 1949, en Imst cerca de Innsbruck, en el valle más maravilloso del

Tirol, el doctor Gmeiner construye la primera casita. No es un orfelinato, sino una alegre y sonriente casita, como todas las otras que surgen alrededor. Allí una madre adoptiva recibe a ocho huérfanos de la guerra, de diferentes edades, como una verdadera familia.

En los años sucesivos el joven médico hará construir otras, todas alegres y diferentes. En cada una hay seis o siete niños. Así nace una verdadera ciudad, la primera ciudad de los niños en el mundo. Cinco años más tarde, las ciudades en Austria han llegado ya a unas diez. Cada casita tiene un jardín, una luminosa sala donde se juega, se hacen los deberes, se come; y una mamá verdadera que prepara las comidas, ayuda a hacer los deberes, y, caída la tarde, después de la oración, pasa doblando las mantas de cada cama y dando a sus hijitos el beso de buenas noches. Estas mamás

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son jóvenes austríacas que renuncian a tener una familia para hacer las veces de mamá para con los pobres abandonados. El doctor Gmeiner las busca y las escoge una a una. “Deben tener una gran fe —dice— y una bondad a toda prueba.”

Los niños van al colegio junto con los niños del pueblo o de la ciudad donde ellos se encuentran. Juegan con ellos, participan en los grupos de “scout” y en los equipos de “fútbol”. En nada se distinguen de los demás niños de su edad.

En la aldea de Imst, un muchachito volvió un día corriendo a su casa, jadeando y llorando amargamente, y se lanzó en los brazos de su “mamá”. Había oído en el despacho decir a una señora:

—Este es un muchachito que ha perdido a su mamá.El pequeño, dejando allí la bolsa y las provisiones, se había

precipitado en “casa” lleno de temor.—¡Ah, estás aún aquí, mamá!... —dijo entre lágrimas—. En la aldea

me habían dicho que te habías muerto. He pasado tanto susto...Actualmente están surgiendo numerosísimas aldeas de niños también

en Francia, Italia y Alemania.En la aldea de Chignon, la Navidad constituyó un acontecimiento

memorable el año pasado.20 de diciembre: en medio de la aldea se alza el más hermoso árbol

de Navidad de Francia, un cedro de 30 metros, I cubierto de guirnaldas, de lámparas, de velas...

24 de diciembre: frente a cada casita, junto al camino, siete u ocho pares de zapatitos están esperando. Misa de medianoche en una de las casitas para que todos los niños puedan asistir estando al abrigo. Una multitud de pastorcitos, de uno a trece años, lleva los dones al Niño Jesús: cincuenta paquetitos hechos con mucho amor y que irán a regocijar a los negritos del Alto Volta.

Para muchos de esos pequeñitos fue la primera Navidad gozosa. Y lo fue porque diez años antes, en Viena, un joven médico había decidido consagrar su vida a los niños abandonados.

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Pista de investigación

1. Muchos cristianos aman a los otros:— mientras que no haya molestias;— mientras que les gusta;— mientras que los otros son simpáticos;— mientras que no hay sacrificios.¿Qué piensas de éstos? ¿Podemos llamarles “verdaderos seguidores

de Jesús”, que dice: “En esto os conocerán como mis discípulos, si os amáis los unos a los otros”?

2. ¿No has pensado nunca en los sacrificios que hacen por ti tus padres, tus maestros, y tus educadores? Piensa en ello y haz una lista de algunos:

— sacrificios de mis padres por mí —sacrificios de mis maestros por mí — sacrificios de mis educadores por mí 3. ¿Haces también tú algún sacrificio por los otros?, por ejemplo: —a ¿Ayudo a un muchacho que no me es simpático, repasando con

él las fechas de historia? Sí - No— ¿Presto mi pelota, mi raqueta, etc..., para juegos en que participan

muchachos que no agradan? Sí - No— ¿Hago las compras en lugar de mi hermanito o hermanita? Sí - No— ¿Soy capaz de dar limosna a un pobre, renunciando por una vez al

helado o a los confites? Sí - No— ¿Sé hacer un favor también si nadie me agradece o nadie se da

cuenta? Sí - No

4. ¿Cuáles son los motivos por los cuales un cristiano debe amar al prójimo? (Enuméralos por orden de importancia).

— ¿Para robustecer la voluntad?

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— ¿Para trocar los sacrificios que los otros hacen por él?— ¿Por el gusto de hacerlo?— ¿Para imitar a Jesús?— ¿Porque ama a Dios y al prójimo hasta sacrificar se por ellos?

* * *

“Hombres y mujeres, que mientras se ganan con el trabajo el susten-to para sí y para la familia, organizan su trabajo de manera que resulte provechoso para la sociedad, tiene derecho a pensar que con ese mismo trabajo complementan la obra del Creador, sirven al bien de sus herma-nos y contribuyen de modo personé. a que se cumplan los designios de Dios en la Historia.”

Nos lo ha recordado el Concilio en el párrafo 34 de la Constitución “Sobre la Iglesia en el mundo de nuestro tiempo”.

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¡Destruid el egoísmo!

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Delito en el barrio de Queens

TIEMPO DE REFLEXION

Kitty Genovese, una camarera de 28 años, volvía a casa después del trabajo, a lo largo de una calle del barrio “Queens”. En un momento dado, dos maleantes le impiden el paso. Mientras uno trataba de robarle el portamonedas, el otro la inmovilizaba. En su portamonedas Kitty tenía el jornal de la semana de trabajo. Gritó, pidió auxilio, trató de librarse y de defenderse. En la acera, junto a ella, continuaba pasando gente. Algunos se detuvieron a mirar con las manos en los bolsillos.

Los dos granujas echaron a la mujer por tierra y, uno de ellos, encolerizado porque la mujer continuaba gritando, tomó el cuchillo y se lo hundió en el pecho repetidas veces. Agonizando la joven, continuaba dando gritos de: “¡Auxilio, Socorro!” El público se había reunido alrededor. Minutos más tarde, atraídos por la aglomeración de gente, llega-ron dos policías en los momentos en que Kitty Genovese moría.

De la investigación de la policía resultó que “al menos treinta y ocho personas” se quedaron mirando sin mover ni siquiera un dedo. Otros pasaron a lo largo de la acera junto a la cual la joven era asesinada, como si nada estuviera pasando.

Fueron detenidos e interrogados

—¿Por qué no habéis ayudado a aquella pobre mujer?He aquí las respuestas más significativas:—Interviniendo en tales casos hay siempre peligro de

comprometerse.—La policía está para ello.—Tenía otras preocupaciones.—¿Por qué debo inmiscuirme? No quiero represiones, procesos,

testimonios, etc...

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—No quiero implicarme en las cosas de los otros.—No conocía a esa mujer.Es un episodio que nos hace estremecer: no tanto el asesinato de esa

pobre mujer (semejantes delitos, desgraciadamente, han acaecido siempre y acaecerán todavía), sino el desfile de esas treinta y ocho personas con las manos en los bolsillos, con el cigarro en la boca, sin mover un dedo, sobre la misma acera en que una pobre e indefensa mujer era asesinada, a muy pocos pasos de ellos.

¿No parece releer, modernizada y empeorada, la parábola del samaritano? “Un hombre asaltado por los bandidos. Pasó un individuo, y siguió caminando. Pasó un segundo, y volvió su rostro...”, pero en la parábola de Jesús el tercero se detuvo, lo curó. Aquí pasaron treinta y ocho y ninguno se detuvo.

Más peligroso que la bomba atómica

En aquellos días, en la misma ciudad de New York, se realizaba la grandiosa y fantástica “Feria Mundial”, que hablaba a los turistas de todo el mundo del radiante y próspero futuro que nos espera. Pero ¿qué clase de futuro el nuestro, si suceden semejantes hechos?

Las excusas de aquellas personas podrían resumirse todas en una sola: “Yo pienso en mí mismo. No me importa un bledo los demás”. Es decir: “Soy un egoísta”.

El egoísmo, la enfermedad más difundida hoy en el mundo, es el pecado más anticristiano que existe. “Os doy un mandamiento nuevo —nos ha dicho Jesús antes de subir al Calvario— amaos unos a otros como yo os he amado... Haced el bien a los que os hacen el mal... En esto os reconocerán que sois mis discípulos: si os amáis unos a otros”.

Para los hombres, el egoísmo es más peligroso que la bomba atómica. Si el egoísmo explota un día en forma masiva, el mundo se transformará en breve tiempo en un lujoso salón para los más afortunados, y en un campo de concentración y de eliminación para todos los demás: los débiles, los enfermos, los viejos, los pobres. ¿Será éste el mundo del mañana?

Hay muchas cosas en torno tuyo que “ tratan de educarte “ al egoísmo.

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La publicidad enmascarada. Te invita a satisfacer todos tus caprichos, a malgastar tu dinero en todas las estupideces que se van inventando, “mofándote” de las verdaderas necesidades, de aquellos que mueren de hambre. Te educa al egoísmo.

Muchos letreros y muchos periódicos. Te presentan a un Paul Getty. (Que posee 6.000 billones, que se ha divorciado de cinco mujeres, que no ama a nadie y que vive sólo como un perro en un lujosísimo castillo inglés) como uno de los hombres más afortunados del mundo. Te ilustran con maravillosas fotos en colores las 10 mil rosas ofrecidas a Sofía Loren para que “pueda sentirse como una rosa entre las rosas”, mientras ocultan los 10 millones de leprosos que no pueden ser curados porque no poseen mil pesetas en el bolsillo. Te presentan como “ejemplos que envidiar y que imitar” a los dioses del fútbol y de la pantalla que viajan en ruidosas y coloreadísimas carrozas, y no se habla de los oscuros bienhechores de la humanidad que están dando su vida en los hospitales, en los orfanatrofios y en los laboratorios de investigación. Quieren educarte al egoísmo.

Incluso tus mismos padres pueden educarte al egoísmo. Satisfacen todos tus caprichos, te llenan de dulces y de turrón diciéndote: “Cómelos tú._ ¡Qué no se te pase por la cabeza darlos a otros! ¡Tú sabes cuánto cuestan!”; no se atreven a levantar la voz (ni recurren a otros medios más enérgicos si es necesario) cuando tú respondes a las personas mayores, cuando quieres tener siempre la razón, cuando maltratas a tus compañeros o hermanos más pequeños. Ellos te educan al egoísmo.

Cuatro verdaderos hombres

Si no te defiendes, llegarás a ser un hombre inútil y dañino para los otros, un falso cristiano, y te sentirás entonces terriblemente infeliz.

Cuando todos huían del Congo ante el pánico de la llegada de los rebeldes comunistas, el doctor Carlsson, pastor evangélico, dijo: “Si abandonamos los hospitales y las escuelas, ¿quién se encargará de los niños?” Permaneció en su puesto. Fue encontrado muerto con una bala clavada en la frente y con los ojos desencajados, junto a su escuela.

Vicente Folonari, hijo de un gran industrial dé Brescia, abandonó todo a los treinta años y entró en el Movimiento Familiar. Vivía en una paupérrima comunidad de Roma, laico entre los laicos. Junto con otros jóvenes hacía obras de apostolado cristiano entre los profesionales, obreros, empleados. A los treinta y tres años, en el pasado julio, queriendo

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ayudar a un grupo de jóvenes, se zambulló en el lago de Bracciano. No volvió a salir más.

El profesor De Gásperi, afectado de cáncer en la columna vertebral, no podía abandonar el hospital de Milán donde operaba niños de corazón defectuoso. Con modernísimos métodos, inventados por él mismo, continuó salvando las pequeñas vidas hasta pocos días antes de su muerte.

Estos hombres (y muchos otros que tú conoces, desde Gandhi a Tom Dooly, desde Sabin a Follereau) son los que nos indican el camino hacia un mañana más luminoso, más cívico, más cristiano. Se han sacrificado por los demás, menospreciando el egoísmo con una enorme generosidad.

Acuérdate de ellos.Acuérdate que la vida no es un número de años en los que se

consume, sino en los que se da, se entrega: a sí mismo, la propia inteligencia, las propias fuerzas, el propio trabajo a los demás, para hacer el mundo más justo y mejor.

Acuérdate de las palabras de Jesús: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien, dan sin esperar nada: vuestra recompensa será grande, seréis hijos del Altísimo.” (Le. 6, 35.)

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¿Antiguallas los cabellos blancos?

VISTAZO SOBRE EL MUNDO

¿Recuerdas la famosa fábula de “El viejo”, en la que se contaba de un viejo que ya no veía, que ya no sentía, y cuyas manos temblaban? ¿Y recuerdas que cuando la cazuela cae de sus manos temblorosas, la nuera le lanza una horrible reprimenda mientras el hijo, bajo la mesa, recogía los pedazos rotos para cuando sus padres llegaran a viejos?... ¡Una hermosa fábula... conmovedora! Pero escucha: no son fábulas, son hechos reales recortados de los periódicos.

En la familia Monti había una anciana abuela, que trataba de no fastidiar a nadie, de no hablar nunca, de hacerse soportar lo menos posible. Y rogaba al buen Dios que le acelerase los últimos días de su vida, porque, a pesar de su buena voluntad, veía que era un peso en la familia... y se lo hacían comprender... Pero ella no habría querido terminar sus días en un hospicio, en una de aquellas casas en las que los viejos no ven sino a otros más viejos que ellos, en las que todas semanas se oyen cantos fúnebres, en las que no hay otro olor sino a alcanfor y a desinfectantes. Le habría gustado en cambio permanecer allí, en un rincón de la casa de su hijo. Poder ver siempre a los niños (sus nietecitos) que todas las tardes volvían jugando de la ciudad, trayendo consigo un soplo de nueva vida...

Pero llegó el verano.Su hijo le anunció:—Mamá, partimos con la camioneta para un viaje a lo largo de la

Costa Brava y la Costa Azul que durará aproximadamente un mes, y tal vez más. Es claro como el agua que con la camioneta tú no puedes viajar, ¿no es verdad? —y rió dejando ver sus blancos y grandes dientes.

La madre bajó los ojos. Comprendía...—Mira, para no dejarte sola en casa, solamente para no dejarte sola

—repitió como para convencerse—, he pensado que podrías pasar este mes con las Hermanas. ¿Qué dices?

—¿En el hospicio?

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—¡No, no! ¡Qué diablos! ¡Pero por qué empleas esa palabra tan fea! Tú no vas a ningún hospicio. Tú vas como “huésped” sólo por un mesecito, mientras nosotros nos tomamos algunas vacaciones. Serás tratada con mucha consideración. Después regresaremos nosotros y...

Pasó el mes, mejor, los “dos” meses de vacaciones. Luego la casa tuvo necesidad de algunos trabajillos y la abuela se habría disgustado con los albañiles que durante todo el día golpeaban los muros. Después llegó el invierno y, como se sabe, los viejos están mejor en “un ambiente bien calefaccionado a propósito para ellos”, en lugar de quedarse en la familia donde hay tanto movimiento y se va y se viene y se dejan siempre las puertas abiertas.

Y cuando llegó la primavera, dijeron que: “¡la abuela se había acostumbrado ya tan bien en el hospicio...! “

Es así cómo la abuela terminó sus días en el hospicio, sin lamentarse siquiera porque los jóvenes de hoy —decía— han cambiado unto y tienen tanto que hacer... ¿Cómo podían ocuparse de nosotros los “viejos?”

Solo el más pequeñito

Lo cito con las palabras textuales del periódico: “Una familia genovesa ha recurrido a una estratagema para librarse de la abuela. Se cree que lo ha pensado su joven nuera. Se han cambiado de casa, alquilando un apartamento en la parte alta de Genova, bajo el Righi. Una posición estupenda pero incómoda para una persona anciana, debido a la cerradera de la puerta. Y además, desgraciadamente, faltaba una habitación. Se tenía el cuarto para los niños, para la camarera… Faltaba el cuarto de la abuela... La solución la encontraron en un asilo cerca de la avenida Italia, precisamente a nivel del mar, donde la abuela (a juicio de los familiares) podía encontrarse siempre muy bien.

Solamente un nietecito, el más pequeño de la familia, busca continuamente a su abuela que le contaba la historia del mago Balula, que le ayudaba a recitar las oraciones (ahora nadie tiene tiempo), que le acariciaba con su mano descarnada. En su inocencia parecía haber intuido la sutil malicia de la estratagema. “Habéis enviado lejos de nosotros —decía llorando a su mamá y a los demás— a la abuelita, la más hermosa del mundo”.

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En el tranvía. Es un tranviario anciano con largos bigotes cuyos ex-tremos, después de doblarse graciosa y solemnemente, iban a terminar bajo sus ojos. Trabaja como cobrador porque su mano, aún estando apta para conducir, no puede continuar haciéndolo por haber alcanzado el límite de edad exigido por el reglamento.

Todos los asientos ocupados, algunos por jóvenes de rostro bronceado y de músculos de atleta. Entra un diminuto anciano. Paga su billete y se queda de pie en la plataforma, porque ninguno de esos “jóvenes deportistas” se digna levantarse y cederle su lugar.

El bigotudo cobrador levanta la voz (para que todos lo oigan) y dice el viejecito:

—¡Querido amigo, hoy la vejez es verdaderamente dura! ¡Hemos escrito, incluso, que hay que ceder el asiento... lo malo es que nadie sabe leer... y no es como en nuestros tiempos: hoy todos van a la escuela!

«¡Medite en tus cosas!»

“Hace algunos días he encontrado a un joven que conocí como estudiante de ingeniería. Después de los cumplidos de rigor le pregunté:

—¿Y cómo van tus estudios?—¿Los estudios? —repitió maravillado— ¡oh!, ellos van

verdaderamente bien... He terminado con todo y me he dedicado al comercio.

—¿Al comercio? ¿Y papá y mamá están contentos?Ante todo —repuso el mocete— estoy contento yo, y esto es ya

bastante. Estoy en una agencia de “motoscooters”, y estoy ya bien encaminado; no necesito pedir dinero a nadie... Yo sé por qué papá no dice nunca nada, pero con mamá he puesto ya las cosas en su lugar. ¡Todos los días me fastidiaba con el título de ingeniero!

—Verdaderamente, también a mí me parece que mamá... —Escuche —me interrumpe bruscamente el mozalbete— se las he cantado claras de una vez por todas, con estas textuales palabras: “¡Tú, mamá, métete en tus cosas, y yo me meto en las mías!”

Y ahora tú debes juzgar. ¿Quién tiene razón? ¿El viejo de la fábula de “El abuelo”, y la abuela que no quería ir a pasar los últimos días de su vida a un hospicio, o los “jóvenes dinámicos” que ven en los viejos de casa un obstáculo para vivir su modernísima vida? El nietecito que llora por la

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“abuela más hermosa del mundo” o la nuera que no quiere “antiguallas” en su casa nueva. ¿Y qué dices de lo que piensa el viejo “bigotudo” de los jóvenes modernos? ¿o tiene tal vez razón el último de la serie que dice: que cada uno “se meta en sus cosas”?

El problema que estás reflexionando es sumamente grave. Todos los días se ve cuán poco se aman y se comprenden los jóvenes y las personas mayores. Siempre ha sido así: generaciones diferentes han tenido siempre gustos y “estilos” diversos. Los viejos han dicho siempre “en mis tiempos”... y los jóvenes han respondido siempre “ ¡qué lata! “ Pero hoy más que nunca, la rapidísima evolución del mundo, el progreso borrascoso, las invenciones de cada día han “ensanchado el surco” entre las dos generaciones, y los padres han llegado a ser para muchos “los abuelos”.

¿Pero no crees que haya un poco de exageración en los jóvenes? ¿Tal vez demasiada?

¿Crees que el cuarto mandamiento: “honra a tu padre/ y a tu madre” está ya superado?

¿No crees que la caridad, la amabilidad, el reconocimiento, sean virtudes válidas también boy, para con todos, especialmente para con “nuestros” ancianos?

¿Cuánto crees que haya de inevitable en este “choque” de generaciones, y cuánto de grosería y de egoísmo?

¿No crees que en un ángulo, sin que nadie le vea, hay ya alguien que recoge los pedazos de la vieja taza destrozada por las' temblorosas manos del abuelo, para preparar una justa (si bien amarguísima) recompensa a estos modernos despreciadores de los cabellos blancos?

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Pista de investigación

1. Trata de enumerar los hombres que con su trabajo te han preparado:

— el pan que comes …………………………………….— el traje que vistes …………………………………….— los zapatos que llevas …………………………………….¿Qué consecuencias crees que deban derivarse del descubrimiento de

“tantas personas que han trabajado y trabajan por ti”? {subraya):— ¿reconocimiento o frialdad? …………………………………….— ¿fraternidad o indiferencia? …………………………………….— ¿generosidad o egoísmo? …………………………………….

2. Lee, en el capítulo X de San Lucas, la Parábola del buen Samaritano y explica cuál es la enseñanza profunda que Cristo nos da en aquella página del evangelio. (Una ayuda para la respuesta la encontrarás en el mismo Evangelio de San Lucas, capítulo VI, 31-36).

3. ¿Cuál es el mayor obstáculo que frena' la generosidad de los muchachos? (subraya uno):

— Egoísmo que le lleva a pensar sólo en sí mismo.— Indiferencia ante el dolor de los otros.— Envidia por los triunfos de los otros.— Antipatía o simpatía no controlada.— Prepotencia que le lleva a imponerse sobre los más débiles.

4. Enumera algunas pequeñas victorias sobre tu egoísmo que quisieras alcanzar durante este semana:

— en el colegio …………………………………….— en la mesa …………………………………….— en el juego …………………………………….— en la iglesia …………………………………….— en el estudio …………………………………….

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— en la familia …………………………………….

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Juventud quemada

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Régimen de ocupación

TIEMPO DE REFLEXION

10 de mayo de 1940. El ejército alemán ataca el frente occidental.En nueve días, Francia está postrada. El 7 de junio el ejército francés

desaparece, todos los frentes han sucumbido. Los alemanes ocupan París y la mitad de Francia. Comienzan los días del terror. Todo aquel que ha combatido. que ha resistido al invasor, que ha hablado mal de Hitler, que se sospecha enemigo de Alemania, es arrestado, forzado a subir en trenes especiales y llevado a los trabajos forzados en los terribles campos de concentración nazis. La “ocupación” alemana durará cuatro largos años.

1857. Los Cipays, grupos de infantería hindú, cansados de las vejaciones y de los abusos de los comerciantes ingleses, se levantan y masacran una patrulla de soldados británicos. Era la ocasión que Inglaterra esperaba desde hada tiempo. En las costas desembarcan los regimientos de asalto de casacas rojas, y en pocos años toda la India es ocupada. En 1876, la reina Victoria es proclamada emperatriz de las Indias. Comienza para los hindúes la larga noche de la “ocupación colonial” inglesa. Durante noventa años serán esclavos en su propia casa. Su oro y sus diamantes irán a embellecer los cuellos de las hermosas señoras británicas. Los hindúes que levantan la cabeza pidiendo libertad, van a morir en las galeras. En las dos guerras mundiales, los jóvenes hindúes mueren en lugar de sus patrones ingleses. Sólo el 15 de agosto de 1947 la larga noche tocará a su término, y surgirá el alba de la independencia.

“Régimen de ocupación”, “régimen de colonialismo”: aquellos que caen bajo sus garras, pueden decir adiós a la libertad. Y para sacárselos de encima, se requiere una dura faena: la Resistencia y la guerra de liberación.

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Muchachos «ocupados»

Pero esto vale no sólo para los franceses e hindúes. Vale para todo muchacho, para todo hombre.

Muchísimas veces nos ilusionamos creyéndonos libres, no digo física sino espiritualmente. Y no nos damos cuenta que también nosotros estamos bajo un “régimen de ocupación” o un “régimen colonialista”.

Hay un cúmulo de presiones y de tiranías que acechan nuestra libertad, un puñado de tiranos e invasores que tratan de “ocuparnos”.

Descubriremos tres:

1. La tiranía del ambiente en que vivimos. El mundo moderno se desenvuelve en una finísima y tenaz red de presiones: la publicidad, la radio, la televisión, las revistas, los periódicos, la opinión pública, los slogans de todo momento: todo acecha contra nuestra libertad. Si quieres tomar un coñac y no hacer mala figura debes tomar “Soberano”, si quieres tomar un refresco debe ser “Coca-Cola”, si quieres merendar debes comprar queso “Manchego”... No te das cuenta, te lo han grabado en un pliegue del cerebro sin que te des cuenta, por medio de una musiquilla pegadiza o a través de mil figuras coloreadas y fascinantes fijadas en los muros o cuidadosamente impresas en periódicos o revistas. Casi no eres libre de escoger, otros han escogido por ti y te han “cargado” el cerebro.

Y, además, las tiranías y las presiones de tu pequeño ambiente, de los muchachos de tu clase, de tu barrio o de tu pueblo: haces como ellos, piensas y reaccionas como ellos. ¿Un buen día un jovencito desenfunda una pipa? Al día siguiente todo el grupo con la pipa embutida en un ángulo de la boca. ¿Se le apoda a un profesor el “califa”? Todos, como trompeta automática, repitiendo “califa” por doquier... ¿Están de moda los chistes algo indecentes? Pues, todos se hacen un deber hacerlos correr de boca en boca para no aparecer “principiantes”... Nos estamos convirtiendo en ce-rebros y lenguas HI-FI de alta fidelidad, porque pensamos y hablamos no según nuestras ideas y convicciones, sino según el “se dice que” y el “se piensa que” del tropel, ¡Adiós, libertad!

2. La tiranta de las costumbres y de los automatismos. Dice Sully-Proudhomme que “la costumbre es una extranjera que termina por reemplazar a la razón” y a la libertad. Optimas y muy útiles son las buenas costumbres. Pero hay costumbres que terminan convirtiéndonos en autómatas que obran a ciegas, sin saber siquiera lo que se hace. Pienso en

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ciertos muchachos que llegan a misa, tal vez todos los días o sólo los domingos, simplemente por costumbre, porque ha sonado una campana o porque la mamá les ha puesto el traje nuevo y les ha empujado a la Iglesia, Pienso en tantas oraciones “automáticas”, mientras la cabeza gira por los campos del Real Madrid o del Barcelona. Pienso en tantas confesiones-disco en las que falta todo: examen, dolor, propósito... Muchachos autómatas, robot, distribuidores de oraciones y de fichas, como los distribuidores de cigarrillos, de café, de chicles...

¡Cuántas acciones de tus jornadas vividas bajo la tiranía y la presión de la costumbre que arruina toda acción y suprime todo valor!

3. La tiranía de los instintos y de los caprichos. Tienes 14 ó 18 años, hay en ti un hervor de fuerzas instintivas y desenfrenadas. Son unas energías preciosas que Dios te ha dado y que el pecado ha desequilibrado y desencadenado. Pueden enriquecerte si son controladas, destruirte si dejadas a su libre impulso. Instintos de violencia, de goce, de dominio: ira, sensualidad, orgullo, envidia, flojera... Y junto a ellas los altos y bajos de los nervios, la oleada de los caprichos, los repiques y las revanchas del egoísmo. Tiránicas fuerzas que te dejan k. o. y te suprimen toda libertad, encadenando tu yo verdadero.

¿Cuál es el «verdadero» Roberto?

En resumidas cuentas, si ponemos ante tus ojos un José o un Roberto cualquiera, podemos decir que tiene cuatro modos de comportarse y de obrar:

1. El Roberto-masa que ha vaciado su cerebro en el montón y obra por motivos “prestados”, aceptados pasivamente por los otros; el Roberto del “Todos hacen así”, del “Qué dirán si obro diversamente”, el Roberto cerebro y lengua HI-FI. No el verdadero Roberto.

2. El Roberto-robot que obra como un autómata, por motivos que no son el fruto de comprensión, de convicción, de hechos propios, razonados, sino por costumbre. Un Roberto semejante en todo al robot de Lincoln presentado en la Feria de New York: un muñeco que ríe, saluda, hace discursos, monta a caballo, pero que es sólo un robot sin libertad. Tampoco él es el verdadero Roberto.

3. El Roberto-potro que obra sólo por instinto, por capricho, siguiendo la luna, el Roberto “estoy hecho así”, el Roberto “hoy estoy de

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nervios, no recibo”, el Roberto prepotente, desbocado, inflamable, burlesco, poco “educado”, etc... Total, el Roberto-potro, un fajo desordenado de instintos y de caprichos. Recuerdo haber visto, en un re-ciente programa de televisión la historia de Ribot, el caballo más célebre del mundo. A los dos años era un espléndido potro desenfrenado. Rudos y fieros galopes por los verdes campos de entrenamiento. A la primera silla y al primer freno, se rebeló, pateó, se agitó hasta caer exhausto. Pero el domador no tuvo compasión, no cedió. E hizo de él el campeón más famoso del mundo.

4. El verdadero Roberto, que obra por convicción, porque ha comprendido los motivos, los ha aceptado, los ha hecho suyos: vienen desde adentro. El Roberto verdaderamente libre, capaz de actuar contra su gusto, en contra de sus deseos superficiales para que surjan y triunfen en toda su libertad los mejores y profundos. Un excelente y envidiable Roberto.

Te espera un trabajo maravilloso: ahora que has descubierto las insidias de varios “regímenes colonialistas y de ocupación”, esfuérzate en conquistar tu verdadera libertad, para llegar a ser dueño de ti mismo, autónomo. Instaura finalmente un verdadero “régimen de independencia”.

Cada año la Cuaresma te invita a intensificar el esfuerzo de “liberación” de ti mismo. No para poder decir orgullosamente: “No soy como los otros, yo...” Sino para ser digno de mirar a Jesús resucitado en sus ojos y decirle: he resucitado como Tú, junto a Ti podré afrontar mi misión en el mundo.

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Antonio Floris, bandolero

HOMBRES QUE “NO” HAN COMPRENDIDO

Octubre de 1962. Dos turistas ingleses, Vera y Edmundo Towley, han desembarcado en Cerdeña. Admiran el encanto de la Costa Esmeralda, la misteriosa fascinación de sus construcciones prehistóricas. Pero hay un nombre que les fascina aún más, Orgósolo. “Es el pueblo donde el fusil se emplea fácilmente, donde entre los matorrales del campo pueden verse surgir improvisadamente los híspidos rostros y los torvos ojos de los bandoleros”, les ha dicho un amigo. Un escalofrío les estremece.

Pocos días después, Vera y Edmundo son descubiertos asesinados. El delito es sumamente grave. Nuevas escuadras de guardias son enviadas al lugar del asesinato, mientras la Embajada de Inglaterra en Roma hace llegar una severa nota al Ministerio del Interior.

Pero antes de que la policía logre dilucidar el crimen, se desencadena en Orgósolo una oleada de sangre: venganzas entre los fugitivos de la policía, acusaciones, denuncias, desmentidos. De las indagaciones febrilmente realizadas, se desprende un nombre que figura con insistencia, el del más cruel y despiadado ladrón de la nueva generación orgolesa: Antonio Floris. Tiene veinticuatro años, se ha dedicado al bandolerismo en seguida después del servicio militar. El coronel de policía que dirige las investigaciones concluye con casi absoluta certeza que el asesino es él. Pero..., ¿las pruebas? Ninguna. Y ninguno de los que “saben” se atreve a abrir la boca para dar testimonio: tienen miedo de la sanguinaria venganza del bandido.

1964. Antonio Floris ha cambiado el teatro de sus operaciones. Ha descendido de Barbagia y ataca ahora las calles de Montiferru, una vasta región montañosa entre la provincia de Cagliari y de Nuoro. A la cabeza de una banda decidida y sin escrúpulos, huyendo de la policía que le per-sigue día y noche, realiza una serie de clamorosos pillajes. Cerca de Cagliari, la banda bloquea unos treinta coches despojando a los ocupantes. En pleno mes de agosto baja a Alghero, ataca una pensión de lujo, y

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mientras se oyen twist y rock por los altavoces se hace dar, pistola en mano, las billeteras y joyas de más de cien turistas.

Desde este momento Antonio Floris llega a ser una espina en el corazón de Cerdeña. Sus locas empresas ponen en peligro el desarrollo turístico que ha costado tanto sacrificio a miles de personas. La policía ofrece 5 millones de liras por su cabeza.

Agresión entre los árboles

6 de abril de 1965. Un campesino desciende en motocicleta a lo largo de la avenida provincial Santulussurgiu-Macomer. Súbitamente, dos hombres armados de ametralladoras le impiden el camino. Son Floris y un compañero de bandolerismo, Niño Cherchi. Le obligan a entregar inme-diatamente todo el dinero que lleva. En la billetera tiene siete mil liras y un cheque por veinte mil. Los dos bandidos no están satisfechos. “Si amas tu vida, mañana debes entregarnos un millón contante y sonante”, le dice Floris enérgicamente. Deberá dejar el dinero sobre una piedra, junto al oscuro lugar del amargo encuentro. Si el dinero no se encuentra allí, quiere decir que el campesino pide su muerte.

Vuelto a casa, el pobre hombre reunió todos sus ahorros. No bastaban. Pidió urgentemente préstamos a parientes y amigos. Entre todo reunió doscientas mil liras. ¿Cómo alcanzar el millón?

Fue entonces cuando el campesino sardo perdió la paciencia: ¿Por qué he de endeudarme, arruinar a mi familia para satisfacer a dos asesinos? Aunque deba jugarse la vida, la jugará, pero librará a su tierra de esos dos bribones. Diez minutos más tarde estaba en el cuartel, para denunciar el hecho a la policía.

El 7 de abril, a la hora convenida, llegó en bicicleta cerca del lugar. Dejó el fajo de doscientas mil sobre la piedra, en el lugar previsto. Luego volvió a subir en la motocicleta y se alejó. Después de algunos instantes, surge Floris de entre los matorrales. Su “segundo”, Cherchi, se quedó es-condido detrás de una muralla apuntando con la ametralladora. Desde el camino, llega a sus oídos el ruido de un auto. “Una nueva ocasión de ganar dinero” pensó Floris, y se dirigió al medio de la calle gritando. ¡Alto! Pero en el coche venían cinco policías disfrazados. Se descubría la trampa. Apenas vio las pistolas contra él y escuchó la orden de levantar las manos, Floris dio un gran brinco fuera del camino y Cherchi abrió fuego. Pero también los policías dispararon. En los matorrales, entre plantas y zarzas,

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se llevó a cabo una encarnizada pero breve caza. Un proyectil alcanzó a un policía, Cherchi herido emprendió la fuga por los campos, Floris fue abatido por las ametralladoras.

Una mancha de sangre

La noticia de la muerte de Floris se divulgó rápidamente por Cagliari, y los periodistas se dirigieron inmediatamente a fotografiar el cadáver y el lugar del encuentro; escribe Luis Ghirotti: “Hemos ido a ver el lugar donde Floris actuaba y donde había caído. No se trata de una calle desierta, en el corazón de la montaña. Es una amplia extensión, un encinal entre verdes prados y una larga muralla que delimita los terrenos. No lejos de aquí, pasta el ganado. Un tiernísimo paisaje. Macomer, uno de los principales centros de Cerdeña, se encuentra a unos diez kilómetros. El sangriento choque sucedió antes de las 13 horas. Hay sólo una mancha de sangre en el lugar en que cayó Floris. Alrededor la hierba está pisoteada por los centenares de curiosos, venidos expresamente para comprobar lo acaecido. Hemos subido a Orgósolo para hacer un rápido reconocimiento. Un viejo, en el café, nos dice que “la mala yerba está siendo quemada”. Los familiares de Floris, encerrados en casa, no recibían visitas. Esperaban en silencio que el cadáver les fuera entregado”.

Es triste esta historia. Y es triste también que estos meses, en Orgósolo, a pocos pasos de la casa de Antonio Floris, se haya debido abrir una cárcel con 180 agentes de policía. Los muchachos de Orgósolo tienen necesidad de escuelas, los viejos y enfermos tienen necesidad de hospitales.

Pero por la maldad y brutalidad de individuos como Antonio Floris, una nación debe gastar miles de millones para construir nuevas cárceles y multiplicar los policías.

Para llegar a ser más grande y más justa, una nación tiene necesidad de jóvenes que vean en el “trabajo” sólido y sacrificado la única fuente de ganancia y de prosperidad. Aquellos, en cambio, que encuentran un atajo en el robo, en la delincuencia y en el “dinero fácil”, llenando con sus nombres las tristes páginas de la crónica negra, hacen a su patria más pobre y despreciada.

Antonio Floris pasó su juventud en la misma región, sólo a pocos kilómetros de donde la pasó Antonio Segni, el Presidente más amado y más llorado por Italia. Pero a los 14 años ambos desembocaron en caminos

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muy diversos: Antonio Segni en el camino responsable del estudio y de una vida cristiana, Antonio Floris en el de la vida “libre” y desenfrenada.

También tú estás llegando al dintel de tus 14 años, también tú debes escoger el camino de tu vida. Espero que el triste caso de Antonio Floris te haga meditar.

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Whisky en el capó

VISTAZO SOBRE EL MUNDO

Suecia, Julio. En la aldea de Serben se ha organizado un “festival de juventud”: una enorme extensión de tiendas está pronta para acoger a los jóvenes suecos que cantarán,, jugarán, discutirán. Llegan miles de jóvenes. Pero han llegado con los capós de los coches llenos de botellas de whisky y licores diversos. En la primera noche se desencadena el infierno: más de mil jóvenes, completamente ebrios, convierten la apacible aldea en un manicomio; rompen todo, se apalean unos a otros, destruyen los coches, desoían la aldea. Cientos de policías intervienen con palos y con potentes bombas de aguas. No hay nada que hacer, la juerga continúa hasta el alba.

Inglaterra, verano. Como todos los años, también esta vez, miles de guardias esperan en las playas la llegada de los bandos rivales: los “ rockers “ y los “ mods “. Es una escalofriante espera para los guardias... Los bandos van llegando. Los “rockers”, en su mayor parte peones albañiles, circulan en ruidosas motocicletas, visten pesados sweters de vistosos colores, tienen melenas más largas que la de los Beatles y más desgreñadas: son “los fuertes”. Los “mods” pertenecen, en cambio, a familias acomodadas, conducen motoscooters, visten chaquetas de piel negra y estrechísimos pantalones de cuero, cabellos bien peinados. Cuando los bandos se encuentran (en las playas, en los bares, en la calle) surgen contiendas horribles y en las riñas se destruyen casetas, mesas, coches, sombrillas. Golpean y destrozan con verdadero gusto y tesón. Este año han sido devastadas muchas playas de Inglaterra meridional, y algunas de Francia septentrional atravesando la Mancha. No ha habido ningún muerto, mientras el año pasado hubo dos.

Italia, Roma, junio. Cuarenta y cinco jovencitos, pertenecientes a las mejores familias romanas, están sentados en el bando de los acusados. Se les acusa y lo confiesan riendo, haber cometido una cadena de robos. “¡Pero si no tenéis necesidad de robar! ¡Vuestras familias son ricas! ¿Por

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qué lo hacéis?” “Para divertirnos”, responde el jefe de la banda, Santiago De Michelis.

Estados Unidos, agosto. Se le ha dado al presidente Johnson una impresionante estadística: en las grandes ciudades americanas (New York, Los Angeles, Chicago) sucede, en término medio, cada hora un asesinato, cada cinco minutos un pillaje, cada minuto un robo de coche. El 48 por ciento de los delincuentes son jóvenes de menos de diecinueve años, estudiantes y obreros aprendices. El Presidente decía en una conferencia de prensa: “esta oleada de violencia debe terminar. Ha llegado el momento de abandonar métodos y leyes superadas; no hay que dar tregua a los ' criminales”.

Alemania, Bonn, 10 de agosto. La revista “Stern” sume a los alemanes en la consternación revelando cómo están pasando sus vacaciones en Lueneburg, cerca de Hamburgo, centenares de muchachos: “No juegan, no corren, no cantan en coro, sino que viajan en jeep y caminan a las órdenes de un sargento, con un fusil ametralladora de 11 kilos y medio a la espalda y un pesado yelmo en la cabeza. Aprender a apuntar sobre figuras humanas, a apretar el disparador y a derribar al enemigo con un golpe seco. Aprenden, en suma, a matar”. Y para confirmarlo públicamente, fotografías y fragmentos de diarios de los muchachos.

Afortunadamente, junto a estas noticias, los periódicos han publicado otras:

París, julio. Cincuenta mocetones daneses de familias acaudaladas han ido a pasar las vacaciones con los “Discípulos de Emmaús” del Abbé Pierre. Pasan sus días construyendo casas para los pobres, hurgando en las inmundicias en busca de cajas y restos de hierro que venderán por los más miserables, levantando tiendas para los desahuciados que no saben dónde pasar las noches. Sus manos finas y delicadas en los primeros días, están ya enrojecidas y callosas. Pero en sus rostros se dibuja la sonrisa de aquellos que han encontrado un “sentido” en su vida.

Argelia, julio. Accediendo a la invitación del Arzobispo de Argelia, el cardenal Duval, centenares de jóvenes han dejado Francia, al inicio de

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las vacaciones escolásticas, y han llegado a Argel donde pasarán dos meses en los hospitales de la ciudad. Faltan urgentemente en los hospitales enfermeros, ayudantes y asistentes. Los jóvenes franceses harán gratuitamente estos trabajos para ayudar a los enfermos de la ciudad. Es la respuesta de la juventud francesa a las restricciones que el gobierno de Argel ha impuesto a la religión católica.

Italia, Milán, 30 de julio. Dos estudiantes ciegos, Mario Boiardo y Jorge Leonzio, han obtenido brillantemente su diploma en Clásicas. Con extraordinarios sacrificios, haciéndose grabar los textos en cintas magnéticas, ambos han logrado superar los exigentes exámenes con resultados sobresalientes. Mario Boiardo, de 18 años, ha realizado el mejor estudio sobre la Divina Comedia. Ha obtenido la nota máxima, 10. El presidente de la comisión, el profesor Rampini de Trieste, ha pedido una copia para llevársela a casa. Ha dicho: “Es mi recuerdo más hermoso de Milán”.

¿Por qué, mientras tantos jóvenes se preparan para la vida silenciosamente con seriedad y responsabilidad, muchísimos otros se entregan a una vida desordenada, violenta, inútil y perjudicial?

He aquí algunas respuestas:

Tom Weston, diecinueve años, perteneciente a una banda de “rokes” de la periferia londinesa: “¿Qué nos lleva a este género de vida? ¡El aburrimiento! ¡Vivir aquí es una deprimente maldición cuando no se tiene nada que hacer! Cuando veo volar golpes, no resisto, y me lanzo a la re-friega... “

Elvis King, estudioso de problemas juveniles: “Lo que aburre a estos jóvenes llevándoles a evasiones y emociones de locos, es la falta de “ideales”. Es, pues, absolutamente necesario que no falte a los jóvenes serios y proporcionados compromisos que les den un justo sentido de la responsabilidad y la satisfacción de ser útiles a sí mismos y a los demás”.

R. Essedo, estudioso de psicología juvenil: “Si un joven no tiene éxito en nada, o dificultades en las relaciones con sus padres, los maestros, o los compañeros, puede sentirse impulsado a rebelarse contra todos, y puede ilusionarse por llegar a ser “alguien” descargando contra las cosas y

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personas, desgraciadamente las más inocentes, la insatisfacción íntima que lleva en su alma”. “Es necesario, por contra, que aprenda, con la ayuda de los padres y de los maestros, a dirigir sus propias energías hacia aquello que puede darle no sólo satisfacciones inmediatas, sino también mucha utilidad para el mañana: estudio, deportes, actividades varias, organizaciones de grupos juveniles con sus amigos, etc...”

Enzo Biagi, periodista: “Es necesario que pongamos nuevamente a estos muchachos con los pies en la tierra, haciéndoles comprender que la vida requiere trabajo, paciencia, esfuerzo”.

También el Papa ha hablado de esta juventud desorientada. En un discurso a jóvenes católicos ha dicho: “Para vivir, esta juventud tiene necesidad de evadirse, de substraerse a toda obediencia, a todo compromiso, a todo servicio, a todo verdadero amor, para replegarse en una libertad irresponsable, en un egoísmo caprichoso y dispuesto a la vanidad, a la locura, a la rebelión. Su divisa es la evasión. La vuestra no, no es la evasión: es el compromiso, la fidelidad, el optimismo, la alegría, es la certeza, es la fortaleza”.

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Pista de investigación

Discutid en vuestro grupo las opiniones de Weston, de King, de Essedo y de Biagi. ¿Han dado en lo justo o no? Y luego haced una pequeña revisión de vuestra vida, con valor y sin falsa vergüenza.

¿Hay momentos en que también vosotros os rebeláis contra todo y contra todos? ¿Manifestáis esta rebelión con caprichos, ataques de nervios, palabras y gestos descontrolados? ¿Y los motivos de la rebelión, fríamente analizados, te parecen serios o estupideces? ¿Estáis de acuerdo con vuestros padres, superiores, maestros?

¿Estudiáis bien vuestro temperamento, habláis de él con franqueza con vuestros padres, con el confesor, tal vez con un médico? Su consejo podría ayudarte a comprenderlo mejor, a haceros más felices, a escoger mejor vuestro mañana.

¿Y en vuestro ambiente hay “rebeldes”, “duros”, prepotentes de temperamento difícil? ¿Les admiráis algunas veces, sintiéndoos ante ellos disminuidos, sometidos, temerosos? ¿No habéis nunca pensado que su desvergüenza puede ser una defensa externa para esconder su debilidad, su incertidumbre, su descontento profundo? ¿No has ensayado nunca aproximarte a ellos tratándolos de “igual a igual” y entablando con ellos un discurso serio? ¿Se esfuerza vuestro grupo por hacer el ambiente cada día más sereno; por acrecentar la confianza entre vosotros y los superiores, entre vosotros y los demás compañeros?

¡Discutid y decidid!

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El hombre vestido de negro

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Misión secreta en los “bajos fondos”

HOMBRES QUE HAN COMPRENDIDO

La pandilla de “EL CHATO” había trabajado bien aquella tarde. Con la tradicional hojita de afeitar, habían conseguido cuatro relojes cortando la pulsera a sus propietarios. Habían alcanzado un portamonedas inspeccionando en los bolsillos, y se habían enfundado cuatro o cinco pares de zapatos a la gente que dormía a lo largo del mar, cortando los atadores.

Ahora esperaban ir a la caza de un lugar para pasar la noche, mientras se apretaban contra la rejilla de un horno que despedía un excelente perfume a pan fresco y un agradable aire tibio.

Un chicote apareció repentinamente. Sin excusarse ni pedir permiso se abrió paso con dos codazos y pegó su espalda contra la “estufita”. Entre imprecaciones y blasfemias “EL CHATO” se puso de pie y se plantó delante del intruso. Con dos dedos lanzó por los aires su boina:

—Y tú, ¿quién eres?El chicote agarró la boina y permaneció de pie. Aferró a “EL

CHATO” por un brazo, le lanzó al rostro el humo de su colilla y de un empujón lo alejó de su paso. Luego insinuó mirando alrededor:

—Si tienes algo que decirme, vayámonos aparte.Se volvió a poner la boina sobre el pelo rojizo, guiñó el ojo en signo

de paz y dijo entre dientes:—Soy un pobre desgraciado, hambriento como vosotros. Vengo aquí

para calentarme un poco también yo. ¿Por qué queréis impedírmelo?“EL CHATO” le increpó con desconfianza:—¿Qué traes tú para el reparto?—Algo.—¿Tienes algún documento?Sacó de su bolsillo dos cartones de tabaco americano, una sortija con

piedra artificial, cinco dólares y algunos encendedores de cigarros.“EL CHATO” examinó con atención la muestra. Luego preguntó:—¿Te han cogido ya los grises?

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—Todavía no. Pero necesito cambiar de aire.—¿Cómo te llamas?—Mario.—Yo Cariucho... Menos mal que esta tarde no tenía ganas de

vérmelas con nadie. Si no, te deshago la cara.Así diciendo, sacó la mano derecha del bolsillo apretando una hoja de

afeitar que había preparado ya durante el “examen”.—¡Está bien. Ven con nosotros!—Habla despacio. Por el momento debo mirar de lejos a la policía.“El Ruso”, como se le llamó desde aquel momento al chicote, entró

de esta manera en la banda de “EL CHATO”. La entrada oficial se realizó allí, de pie, cuando el jefe de la banda le hizo entrega seriamente de la “hoja de afeitar”.

Pocos días antes, en el palacio episcopal del cardenal Ascalesi se había entablado un extraño diálogo.

—Me disfrazaré. He estudiado largamente en estos días el modo de hablar, de encender el cigarro, de altercar y de pelearse que existe entre las bandas. Me mezclaré con ellos y haré su vida. Me los haré amigos.

—Pero has pensado ¿qué quiere decir “hacer su vida”? ¡Ellos viven robando, contrabandeando cigarrillos americanos, engañando a la gente!

—Yo no robaré, pero también yo me llenaré los bolsillos de cosas “americanas”. Y si es necesario me dejaré coger por la policía junto con ellos. ¡No me arruinarán la salud dos o tres días de prisión!... Al contrario, creo que así será más fácil ser considerado como uno de la banda,

El anciano cardenal sacudió la cabeza sonriendo. Miraba a ese curita pelirrojo que quería quitarse el hábito talar y vestir los harapos de los golfos para recoger colillas, para batirse a golpes, para dejarse coger “dentro”. Y todo para “hacérselos amigos”. ¿Debía dejarle ensayar? Lo pensó largamente, Luego le dijo: “¡Está bien. Te doy mi bendición! ¡Espero que el Señor te dé la suya! “

Era el año 1950. Cuatro días después el padre Borrelli, el curita pelirrojo, llegaba a ser un miembro más de la banda de “EL CHATO”. Iniciaba una maravillosa aventura para entregar nuevamente a la sociedad y al Señor un tropel de muchachos sin familia y sin sonrisa de los “bajos fondos” de Nápoles.

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Se levantaba al alba del lecho de papel sucio que le había hospedado junto a un portón, escondía “para la noche siguiente” la colchoneta agujereada que le había servido de cama, despedía con un silbido al perro lanudo que junto al pecho le había protegido del frío de la noche.

Por las mañanas, cada cual trabajaba “por su cuenta”. Se reunían por las tardes para los trabajos “más duros”.

Mientras la banda se perdía a lo largo del mar o en las callejuelas de los “bajos fondos”, el padre Borrelli daba una gran vuelta y entraba en la casa parroquial. Se despiojaba diligentemente, se lavaba, se ponía la sotana y se dirigía a la iglesia para la Santa Misa. El resto de la mañana lo pasaba con los obreros, enseñaba religión, dirigía obras de caridad.

Robaba las limosnas con imán

Hacia la una, salía por un portoncito de la parroquia “El Ruso”, con los bolsillos llenos de “cosas”, y recomenzaba su vida de golfo. Eran tardes verdaderamente “laboriosas”.

En la banda de “EL CHATO” hizo de “vigía”, colaboró en la venta de cosas robadas, fumó cigarrillos arrebatados a los turistas, extrajo con imán las limosnas de las alcancías de las iglesias, se batió por la posesión de una “cajita” de cigarrillos americanos, jugó dinero y contrabandeó.

Esta vida mitad cura y mitad vago, le hizo a veces malas jugadas. Una mañana, con su hábito de sacerdote y en compañía de unas distinguidas señoras, vio un buen “pitillo” en el suelo, e instintivamente lo recoge de un brinco, silbando de satisfacción. Las señoras palidecieron y el padre enrojeció como un semáforo.

En otra ocasión, entrando en una iglesia, vestido de vagabundo, y viendo a muchas personas que esperaban ante un confesonario vacío para confesarse, fue instintivamente a sentarse en el lugar del confesor. Debió escaparse rápidamente antes de ser cogido y apaleado por el sacristán.

Pero el peligroso juego comenzaba a dar buenos frutos. Un fotógrafo, amigo del padre Borrelli, se acercó a los golfos y les sacó fotografías para un periódico pagándoles muy bien. Luego comenzó a hablarles de una cierta iglesia abandonada, donde podrían pasar la noche al cubierto y pro-tegidos del frío, y de un cierto sacerdote (cómplice del padre Borrelli) que de muy buena gana les hospedaría, sin hacerse pagar con sermones y reglamentos.

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Pero aquella palabra “cura” hizo arrugar la nariz a la banda. “El Ruso” era uno de aquellos que decía: “Vayamos despacito, con los curas no se sabe nunca...”

Pero llegó una tarde sumamente fría. Habían buscado des-esperadamente un vestíbulo. No habían encontrado nada. Una noche como ésa sobre las aceras quería decir pulmonía. Los más pequeños tiritaban. Después de un violento cambio de opiniones, siete muchachos, con “El Ruso” a la cola, se dirigieron hacia la iglesia “Materdei”.

Pan, mermelada y un cura

Encontraron lechos de paja, y un cura que no hizo preguntas, sino que distribuyó pan y mermelada.

La desconfianza poco a poco se fue disipando. Ir a “Materdei” llegó a ser poco a poco, no sólo para la banda de “EL CHATO” sino para todos los pillos de Nápoles, una costumbre apetecida: había siempre paja para dormir y pan para comer. Aún la negra sotana del cura, no causaba ya la desconfiaba de antes.

Un día el padre Borrelli tentó lo último, la carta más delicada de su peligroso partido: se presentó en su verdadero hábito, de sacerdote.

Los golfos que así le vieron llegar, abrieron la boca de estupor. Un chico apuntó con el dedo y dijo en alta voz, como si no se creyera a sí mismo: “¡El Ruso!”

El padre Borrelli temía un resentimiento por el engaño. En cambio poco a poco el estupor dio paso a la emoción. Dos ladronzuelos que el día anterior habían “trabajado” con él y había robado cigarrillos, le abrazaron llorando.

La noticia se difundió como un relámpago en los “bajos fondos”. Pero después de la sorpresa, la vida siguió como antes. “El Ruso” era un sacerdote. Muy bien. Les ofrecía algo para comer, para dormir, y “les amaba”. Eso es todo.

El padre Borrelli agrandó el alojamiento y un orfelinato que estaba al lado, llevó a la iglesia desconsagrada por los bombardeos algunos balones, y no pidió nunca nada a cambio de ello.

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Un farol y las estrellas

Fueron los mismos vagabundos que le pidieron que se quedara con ellos, en la casa. Muchos estaban hastiados de la calle y querían ir a la escuela “para ganar seriamente la vida y no tener siempre a las espaldas a los “grises”. Y el padre Borrelli fundó finalmente la Casa de los abando-nados”.

Ahora, en las dos casas que han surgido en Nápoles, el padre Borrelli es conocido con el nombre de “Don Vesubio”.

Son casas muy pobres. Allí viven cientos de aquellos pillos que van a la escuela y aprenden un trabajo. Y juegan a la pelota en la vieja “Materdei” o en el ábside de la ex iglesia de San Jenaro. “Don Vesubio” que ha dado a sus ladronzuelos quince años de vida y de increíble activi-dad, no les ha pedido hasta el presente absolutamente nada. El que quiere permanece con él, la puerta está siempre abierta, y algunas bandas de rapazuelos giran todavía en los alrededores. No quiere que sus chicos crean que deben “pagar” su afecto yendo a misa los domingos. Quiere que vayan porque están convencidos. Nada más. Y están todos convencidos viviendo al lado de “Don Vesubio”, su sacerdote que se ha hecho vagabundo para salvar sus almas y sus vidas.

Los periódicos italianos no han hablado casi nunca del padre Borrelli. Pero desde América e Inglaterra han llegado ilustres periodistas para entrevistarlo. Y las autobiografías del P. Borrelli traducidas en inglés bajo el título de “Un farol y las estrellas” han llenado por mucho tiempo las vi-trinas de las librerías de Londres.

Los soldados y marineros de las naves americanas e inglesas ancladas en Nápoles van a golpear a menudo a la “casa de los vagabundos”. Van a jugar basket con aquellos vivacísimos muchachos, y para estrechar la mano de aquel cura del gran mechón pelirrojo, que ha escrito al final de su autobiografía: “Yo estoy con ellos, eso es todo. Quisiera darles valor, fuerzas para combatir y la alegría de vivir”.

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“Y ahora el toque de la trompeta suena también para nosotros. No nos llama a las armas, aunque de armas tengamos necesidad.

No nos llama a la batalla, aunque nosotros ya combatimos. Pero nos llama a llevar el peso de una lucha larga y oscura, por años y años, alegres de esperanza, pacientes en la tribulación, una lucha contra los comunes enemigos del hombre: la tiranía, la miseria, la enfermedad, el egoísmo, la guerra. Todo ello no podrá ser llevado a su término en los primeros cien días, ni en los primeros mil días, y tal vez ni siquiera en el curso de nuestra existencia sobre este planeta. Entre tanto, ¡pongamos manos a la obra!”

John F. Kennedy

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cómo meditar

antes:Ponte en la presencia de Dios,tu Creador y Salvador. Pídele perdón de tus pecados.Invoca al Espíritu Santo Para que ilumine tu mente e inflame tu corazón.

duranteLee muy despacio cada punto.Si un pensamiento te llama más la atención párate a reflexionar. Aplica a tu vida ordinaria cuanto has leído.

despuésResume la meditación En una idea o propósito. Agradece a Dios las luces que te ha dado. Pídele fuerzas para ser fiel durante el día a la decisión tomada.

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