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UNIDAD DIDÁCTICA VII
La Filosofía de Tomás de Aquino
La Filosofía de Tomás de Aquino
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0. Contexto histórico y cultural de Tomás de Aquino
0.1. La Baja Edad Media y el nacimiento de las universidades
El final de la Edad Media, conocido como la “Baja Edad Media” se
caracterizó por una vuelta a la vida urbana, al comercio y a formas política
más centralizadas y menos feudales. Evidentemente el mundo del
conocimiento se vio afectado por estas transformaciones. Durante la “Alta
Edad Media” los restos de la cultura clásica fueron conservados en los
monasterios, gracias a los cuales se transmitieron buena parte de los textos
de la Antigüedad.
La vuelta a la vida urbana fue determinante. Las ciudades eran
autónomas, esto es, se gobernaban a sí mismas y de daban sus propias
leyes, apoyando a los reyes y recibiendo la defensa de estos. Las ciudades
eran islas de libertad frente a las relaciones feudales que se daban en todos
los territorios. La Filosofía y el conocimiento en general necesitan de
libertad, por lo que fue en ellas donde se establecieron las personas más
instruidas para enseñar su conocimiento.
A determinadas ciudades europeas confluyeron maestros de toda
Europa enseñando en escuelas que ellos mismos abrían. Con el paso del
tiempo el conjunto de profesores y alumnos se organizaron e
institucionalizaron en la llamada “universidad” (universitas magistrorum et
pupilorum: totalidad de maestros y alumnos). Estas organizaciones fueron
reconocidas como autónomas, al igual que las ciudades, tanto por las
autoridades políticas como por las eclesiásticas; de este modo la
Universidad de Bolonia fue reconocida por el emperador alemán Federico I
en el año 1158 y la Universidad de París por el rey francés Felipe II, en el
año 1200. Posteriormente ambas fueron reconocidas por el Papa. A partir
de entonces comenzaron a proliferar las universidades por toda Europa: en
España la primera universidad fue la extinta Universidad de Palencia
(1204).
El principal privilegio que le fue otorgado a las unidades era el
monopolio para conceder la “venia docendi”, el permiso para enseñar, que
tenía varios grados. Sólo las universidades podían dar permiso a una
persona a enseñar determinadas materias y las autoridades civiles y
eclesiásticas sólo aceptaban para el desempeño de determinadas funciones
a las personas que tenían la “venia docendi”.
El gobierno de estas universidades difería sustancialmente de las
universidades actuales. Había dos modelos, según primasen los profesores
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o los alumnos. La Universidad de París era un ejemplo de universidad
dirigida únicamente por los profesores, mientras que la Universidad de
Bolonia era dirigida principalmente por los alumnos.
La enseñanza en estas universidades medievales se dirigía bajo un
principio pedagógico que actualmente casi ha desaparecido en nuestro país:
la separación entre la persona que enseña y la persona que examina, es
decir, el profesor que impartía las clases no decidía si el alumno tenía o no
los conocimientos adecuados. En las universidades medievales había cuatro
facultades: la Facultad de Artes, la Facultad de Derecho, la Facultad de
Medicina y la Facultad de Teología, aunque no todas las universidades
poseían las cuatro facultades. Junto a las universidades surgieron una serie
de escuelas menores para enseñar gramática latina a los estudiantes que
aspiraban a estudiar a la universidad. La primera de las facultades era
propedéutica, es decir, preparatoria para las otras tres facultades.
Para ejemplificar los estudios universitarios medievales tomaremos
como guía el modelo parisino, que fue seguido por muchas universidades.
En la Facultad de Artes se estudiaba lógica, física, matemáticas, música o
metafísica. Al finalizar su preparación en la Facultad de Artes los
estudiantes debían presentarse al primer examen, todos los exámenes eran
orales, sobre un temario preestablecido. Superado el examen los estudiantes
recibían el título de maestro en artes (magister artium) y se debían dedicar
a dar clases en la Facultad de Artes durante dos o tres años. Luego
ingresaban en una de las
facultades superiores, por
ejemplo en la de Teología,
donde tenían que superar
varios ciclos de formación,
llamados “bachilleratos” hasta
poder presentarse al examen
para obtener la “licentia” (la
licenciatura). El último paso
era la obtención del grado de
doctor que se realizaba por
medio de la defensa de una
tesis doctoral.
0.2. El método escolástico
El término “escolástico” procede de la palabra latina “schola”, que
significa “escuela”. Lo “escolástico” será, en el sentido estricto de la
palabra, lo relativo a la escuela. Las escuelas medievales desarrollaron un
Facultad de Artes
Facult
ad d
e T
eolo
gía
Bachiller
Licenciado
Doctor
Facult
ad d
e M
edic
ina
Bachiller
Licenciado
Doctor
Maestro en Artes
Facult
ad d
e D
ere
cho
Bachiller
Licenciado
Doctor
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método de investigación al que se le ha dado el nombre de “método
escolástico”. Este método ha creado todo una forma de pensamiento que ha
recibido la correspondiente denominación de Filosofía Escolástica.
La enseñanza y los exámenes eran siempre orales. Existían clases
magistrales, pero los debates y la solución de cuestiones eran elementos
pedagógicos de la misma importancia que las clases. Las obras del método
escolástico eran la trascripción de este método. El profesor planteaba una
cuestión, problema o dificultad a los alumnos. Después el maestro señalaba
la opinión de las autoridades sobre ese tema (filósofos célebres o la Biblia)
y formulaba una conclusión. Contrastaba esa conclusión con la de los
autores que habían mantenido posturas contrarias y las rebatía una a una,
para así mantener su conclusión.
0.3. El Pauperismo y la Reforma de la Iglesia.
La jerarquía eclesiástica y los monasterios habían acumulado
inmensas riquezas, principalmente en forma de tierras agrícolas, que
proporcionaban grandes rentas anuales. El hecho de que el ejercicio de que
ser obispo, abad o tener a cargo una parroquia aparejara el disfrute de una
situación económica ventajosa, hizo que los ministerios sagrados fueron
vistos más como un medio de vida y en ocasiones como un instrumento de
poder, perdiendo su naturaleza religiosa.
Frente a esta situación surgían continuamente voces pidiendo la
reforma de la Iglesia. La reforma no llegaba nunca porque los que habrían
de llevarla a cabo eran los primeros perjudicados por ella. Tampoco los
señores y los reyes estaban interesados en la reforma porque se servían de
los puestos eclesiásticos para dárselo a familiares y pagar servicios, ya que
la mayoría de estos el nombramiento de su titular dependía de un señor o
de un rey.
En esta época comenzaron a surgir movimientos dentro de la Iglesia
para exigir la vuelta a los ideales primitivos del Cristianismo. Estos
movimientos se fueron radicalizando con el apoyo de los mayores
perjudicados, los campesinos, hasta el punto en el que protagonizaron
revueltas. La herejía de los Cátaros contenía un fuerte componente de lucha
contra las estructuras del poder religioso.
Como respuesta a la necesidad de reforma nacieron las órdenes
mendicantes. Estas órdenes no tenían propiedades rústicas que les
proporcionasen rentas de las que vivir y se procuraban el sustento de las
donaciones y limosnas fruto de su trabajo de predicación. No se dedicaban
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como los monjes solamente a la oración, sino que compaginaban la oración
con la actividad de evangelización. Se establecieron en las afueras de las
ciudades y no en el campo como lo estaban los monasterios.
Las dos órdenes mendicantes más importantes son la Orden de
Hermanos Menores (franciscanos), fundada por Francisco de Asís, y la
Orden de Predicadores (dominicos), fundada por Domingo de Guzmán.
Ambas se extendieron rápidamente y desarrollaron una gran labor
intelectual con figuras tan destacadas como Alejandro de Hales,
Buenaventura, Alberto Magno o Tomás de Aquino.
Las órdenes mendicantes formaron una organización que desbordaba
los diferentes reinos, en contraposición a los monasterios que eran
independientes los unos de los otros y por ello estaban sometidos, en
numerosas ocasiones a la tutela de los nobles o de los reyes. Estas órdenes
rompieron en su seno la organización estamental y todos los miembros de
ellas lo eran en condiciones de igualdad. Las asambleas de cada región
(capítulos provinciales) y de toda la orden (capítulo general) se reunían en
periodos relativamente cortos y ellas les correspondían las principales
decisiones. Los mandatos de los dirigentes de las órdenes eran temporales y
sus poderes sumamente limitados.
0.4. La vida y las obras de Tomás de Aquino
Tomás de Aquino nació en la desaparecida ciudad italiana de Aquino
el año 1224, miembro de una familia de la nobleza. Era uno de los hijos
menores entre muchos hermanos, por lo que fue destinado por sus padres a
ingresar en el monasterio benedictino de Montecassino, donde su tío era el
abad, con la esperanza de que le sucediera en el puesto.
Poco antes de su nacimiento, en 1216, el español Domingo de
Guzmán había fundado una nueva orden religiosa dedicada a la
predicación, la enseñanza y a la vida en pobreza, la Orden de Predicadores,
conocida como “dominicos”. En la juventud de Tomás los dominicos ya se
habían establecidos como profesores en numerosas universidades y
también habían fundado universidades propias.
Tomás de Aquino se escapa del Monasterio de Montecassino e
ingreso en la Orden de Predicadores. Allí es raptado por su familia y
encerrado. Como no cejaba en su empeño de incorporarse a la nueva orden,
su familia acabó por liberarle. Es enviado a París y a Colonia a estudiar
bajo la dirección de Alberto Magno, el primer pensador cristiano que
incorpora sustancialmente la filosofía de Aristóteles.
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Finalizados sus estudios se incorpora a la nómina de profesores de la
Universidad de París. Es llamado por el Para Urbano IV para ser teólogo de
la Curia Papal. Luego marcha a Nápoles para enseñar en su universidad.
Muere en el año 1275 cuando se dirigía para ser teólogo del Concilio de
Lyon.
Tomás murió relativamente joven, pero escribió numerosas obras,
que en la edición oficial, la Editio Leonina, son más de ciento veinte
volúmenes. Es el gran maestro de la Teología Católica, pero su
pensamiento se fundamenta en la adaptación del pensamiento aristotélico a
la revelación cristiana. Aparte de numerosos comentarios a las diversas
obras de Aristóteles, sus dos obras principales son la Summa Theologica y
la Summa contra Gentiles.
La Summa Theologica, en su intención inicial, es un manual para la
enseñanza de la teología, aunque comienza con una parte dedicada a
la Metafísica, así como al fundamento filosófico del desarrollo
teológico en otras partes de esta obra.
La Summa contra Gentiles era un tratado para convencer a los no
cristianos de la veracidad de la fe cristiana sobre las otras creencias.
Para ello utiliza argumentos basado sólo en la razón, intentado
demostrar que la religión cristiana es la más racional de las
existentes.
Comentarios al Libro de las Sentencias de Pedro Lombardo: este
libro era el manual de enseñanza teológica que se utilizaba en casi
todas las universidades. Tomás lo comentó dentro de sus clases,
aunque tras Tomás fue su Summa y no las Sentencias la obra de
referencia para los teólogos.
Comentarios a las obras aristotélicas
De regimine principum, De aeternitate mundi
0.5. La crisis del Aristotelismo en la Universidad de París
El Corpus Aristotelicum fue, con la salvedad de las obras lógicas,
absolutamente desconocidos en Europa hasta el siglo XIII. Las obras de
Aristóteles se recuperaron por dos vías: las traducciones al árabe que
llegaron a través de España y los manuscritos llevados a Europa Occidental
por emigrados bizantinos.
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Los traductores de la escuela de Toledo tradujeron los comentarios
árabes a Aristóteles al latín y en otras ocasiones no disponían de una
traducción árabe (y muchas éstas procedían a su vez del siriaco), sino de
una traducción intermedia al castellano antiguo. Desconocían qué era
propio de Aristóteles y qué era el comentario de los tratadistas al
pensamiento del Estagirita. Esas traducciones indirectas al latín fueron la
base para el descubrimiento occidental de Aristóteles. De esta forma no se
sabía distinguir lo que era obra de Aristóteles, lo que era fruto de
alteraciones textuales por las traducciones o lo que era añadido o
comentario de los tratadistas árabes. Este problema sólo pudo resolverse
con la aparición de los manuscritos griegos. El dominico Guillermo de
Moerbeke fue el principal traductor de Aristóteles al latín a partir de textos
griegos.
En Aristóteles se encuentra un conjunto de afirmaciones que están en
opuesta contradicción con la fe cristiana en especial y con cualquiera de las
creencias monoteístas mediterráneas en general. El averroísmo latino es un
movimiento surgido en la Universidad de París (más en la mente de los
teólogos conservadores que en la realidad) que malinterpretaba el
pensamiento de Averroes hasta el extremo de sostener que hay dos
conocimientos igualmente válidos e independientes, el conocimiento
religioso y el conocimiento racional; si religiosamente algo fuera verdadero
y racionalmente falso, no habría problema en afirmar y negar lo contrario
simultáneamente (contradicción), pues las dos formas de conocimiento son
válidas.
Textos Griegos de Aristóteles
Siriaco Árabe Ladino
Latín
Hay que hacer notar que las transmisiones del texto, incluso dentro de la misma lengua, se realizaban por medio de las copias de manuscritos, lo cual conlleva errores casi inevitables.
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Algunas de las más importantes contradicciones de la filosofía
aristotélica con la fe cristiana, condenadas en el Concilio Provincial de
París de 1210 fueron las siguientes:
El mundo es eterno.
El alma, que es la forma del hombre en tanto que hombre, perece al
mismo tiempo que el cuerpo.
Dios no conoce a los individuos singulares.
Dios no conoce nada más que a sí mismo.
Las acciones humanas no están gobernadas por la providencia
divina.
Dios no puede conferir la inmortalidad o la incorruptibilidad a una
realidad mortal y corruptible.
Se sucedieron las condenas, que cayeron en la más absoluta de las
ignorancias e inaplicaciones.
0.6. La Controversia De Universalibus
Durante la Edad Media hubo una fuerte controversia sobre si los
conceptos abstractos eran reales y si reflejaban una realidad que existe.
Esta controversia se denominó “Sobre los universales” (De universalibus).
Podemos distinguir dos posturas, el realismo y el nominalismo, y
dentro de cada una de las cuales encontramos una versión radical y otra
moderada:
− Realismo radical: es la propia de los platónico y agustinianos. Los
conceptos (las ideas en definitiva) preexisten a las cosas, a nuestro
conocimiento y al uso lingüístico; de hecho las cosas son lo que son
porque participan o reflejan los conceptos o ideas.
− Realismo moderado: es la posición de los aristotélicos. Los
conceptos no preexisten a nuestro conocimiento, sino que son
elaborados por medio del proceso de abstracción a partir de las
similitudes que realmente existen en las cosas. A esto Tomás de
Aquino lo denomina distinctio rationis cum fundamento in re.
− Nominalismo moderado: los conceptos son construcciones
mentales y su relación con la realidad es convencional o arbitraria,
aunque existe la posibilidad de que las cosas tengan realmente
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características comunes. El máximo representante de esta corriente
fue Guillermo de Ockham.
− Nominalismo radical: los principales representantes fueron
Guillermo de Champeau y Roscelino. Mantenían que en la realidad
únicamente existían los individuos y que todo concepto no era más
que una inflexión de la voz (flatus vocis), una idea que existe
únicamente en nuestra mente.
1. Teoría del Conocimiento en Tomás de Aquino. Articulación entre Fe
y Razón
Tomás de Aquino marca algunas diferencias con Aristóteles en lo
referente a la teoría del conocimiento, pero no son significativas para
nuestros objetivos: individuación por cantidad y unidad de intelectos. Lo
que sí es pertinente para nosotros es la articulación entre la fe y la razón
que realiza este pensador italiano.
La polémica sobre el aristotelismo en la Universidad de París había
planteado una cuestión fundamental: la relación entre el conocimiento de
origen racional y el conocimiento que se origina en la fe. Hasta Tomás de
Aquino los diversos autores habían tomado alguna de estas posturas:
1. La supremacía de la fe sobre la razón.
2. La supremacía de la razón sobre la fe.
3. La separación de la fe y la razón en dos ámbitos absolutamente
diferentes de conocimiento.
Tomás rechaza estas tres posturas por diversos motivos:
a) Rechaza la supremacía de la fe sobre la razón, no porque no
considere que las verdades de la fe no sean superiores a otros
conocimientos (al fin y al cabo Tomás de Aquino es un cristiano
creyente), sino porque reconoce la existencia de asuntos sobre los
cuales la fe no se pronuncia y rechaza que algo que se demuestre
racionalmente verdadero tenga que ser falso según la fe, pues la
razón también ha sido creada por Dios.
b) Tomás tampoco puede aceptar la supremacía de la razón sobre la fe,
porque la primera no está capacitada para alcanzar por sí sola
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Ámbito
de la
Razón
Ámbito
de la Fe
Ám
bit
o c
om
ún
Esquema fe y razón en Tomás de Aquino
determinados conocimientos, que sí proporciona la fe. Como
pensador religioso considera que
Dios es el ente supremo de toda la realidad y lo que provenga de él
también goza de la misma jerarquía.
c) La razón y la fe sí tienen ámbitos diferentes de conocimiento y es
justo reconocer que cada una de ellas en su ámbito debe operar
independiente, pero esta desaparición no es ni puede ser absoluta,
pues razón y fe comparten una parte de su ámbito, que es en donde
surgen los posibles conflictos.
El conocimiento religioso y el conocimiento racional tienen cada
cual su propio ámbito, independiente el uno del otro. Esta distinción e
independencia no es absoluta, pies comparten una serie de conocimiento,
tales como el origen de la realidad y la jerarquía de los seres dentro de la
realidad. Tomás de Aquino considera que sólo hay una verdad, esto es, que
la verdad es unívoca, por lo que si algo es racionalmente verdadero tiene
que serlo también desde la perspectiva de la fe, siendo las contradicciones
entre fe y razón aparentes, no reales. Todo conflicto se debe a uno de los
siguientes factores:
Hay conflicto porque hay un mal entendimiento de los contenidos de
la fe, que producen una mala comprensión de la fe, y en
consecuencia una aparente contradicción con el conocimiento
racional.
Hay conflicto cuando el
conocimiento racional no
ha sido bien elaborado, y
aunque cree que ha
llegado a una conclusión
que considera verdadera,
pero que sólo es verdadera
en apariencia.
El estudio de ámbito
común de la realidad a la fe y a
la razón puede hacerse
racionalmente y desde el
conocimiento racional se pueden
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probar las verdades de la fe. Al tratamiento racional de aspectos tales como
la estructura de la realidad, el origen de la realidad o los atributos de la
divinidad son llamados “preámbulos de la fe” (praeambula fidei).
Los preámbulos de la fe no son el punto final del intercambio entre la
fe y la razón. La razón puede iluminar determinados aspectos de la fe,
proporcionando estructuras racionales de explicación una vez aceptados los
presupuestos de la fe.
2. Teoría Ontológica de Tomás de Aquino
2.1. Necesidad y contingencia
La metafísica o filosofía primera de Tomás de Aquino es deudora en
sus facetas más importantes de la de Aristóteles, aunque añade algunas
precisiones procedentes del Cristianismo y del pensamiento platónico
recibido a través de los filósofos árabes y judíos.
Como pensador cristiano que es Tomás no acepta la visión
mecanicista de Dios que mantuvo Aristóteles. Para el Cristianismo Dios es
la primera instancia de la realidad, el origen de toda ella por lo que esta
religión se encontró siempre más cercana del mundo de las ideas de Platón.
El ser no es la realidad en su plenitud, pues incluye unas potencias,
que no se da en la realidad, y puede que no se den nunca. Lo primario en la
realidad es la existencia. Una cosa puede tener una esencia y puede
desarrollarse conforme a su esencia, pero nunca llegará a ser plenamente
totalidad de su ser puesto que todas las cosas de la realidad son limitadas y
en todo caso llegarán a perecer.
Para Tomás de Aquino la existencia es la plenitud. La finitud
consiste en que la esencia, lo que se es, no coincide con la existencia, es
decir, se puede ser más de lo que se es. El único ente en el que esencia y
existencia coinciden es Dios. Dios es ese ser que existe y subsiste por sí
mismo, sin necesidad de ningún otro ser (ipsum esse per se subsistens). El
ser, que aúna esencia y existencia, es necesario, esto es, que tiene que ser
como es, no puede ser de otro modo ni no ser; los entes contingentes son
seres no necesarios, esto es, seres posibles.
Dada la coincidencia entre esencia y existencia en Dios es éste quien
garantiza la existencia de todos los seres finitos, pues la contingencia no
puede darse por sí misma, necesita de una existencia plena.
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No toda contingencia es igual. Tomás describe varios tipos de
contingencia, porque hay contingencias más incompletas y otras que lo son
menos:
Ente mantenido por otro (ens ab alio): es el ente que para ser
necesita que otros ente lo mantenga siempre en su ser.
Ente causa por otro (ens per aliud): es el ente causado por otro ente,
pero una vez causado no necesita de su causa para seguir siendo.
Ente en otro (ens in alio): es el ente que existe en el seno de otro
ente.
Ente para otro (ens ad alio): es el ente que es para otro, esto es, su
existencia está dirigida y puesta en función de otro ente.
2.2. La eternidad del mundo
Una de las cuestiones fundamentales por la que la Filosofía de
Aristóteles, como hemos indicado, fue rechaza en un primer momento por
la Universidad de París era por la afirmación de que la realidad era eterna,
especialmente la materia prima. La doctrina de la eternidad del mundo
entraba en abierto conflicto con la doctrina cristiana (islámica y judía) de la
creación divina del mundo.
Tomás en su obra De aeternitate mundi (Sobre la eternidad del
mundo) intenta salvar las dos ideas: la eternidad aristotélica y la idea de
creación. El argumento que utiliza es abstracto, me merece la pena
mostrarlo. Dice nuestro pensador: el mundo puede ser eterno y a la vez
creados por Dios, porque el mundo es una realidad contingente y depende
la voluntad y acción de Dios para seguir existiendo, de manera que la
creación no se daría de una vez para siempre, sino que se estaría dando
continuamente (ésta es la doctrina de la creación continua).
2.3. Analogía del ser
¿Es Dios un ser como nosotros? Cuando decimos que Dios es y que
el ser humano es, ¿Dios y el ser humano tienen algo en común? A estas
preguntas se le puede dar dos respuestas en términos generales, una
afirmativa y otra negativa.
La respuesta afirmativa consiste en decir que Dios y el ser humano
comparten un mismo ser, variando únicamente en grado. Por
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ejemplo, Dios sería superior porque tiene más ser que el ser humano,
o porque realiza plenamente su esencia.
La respuesta negativa, como su nombre indica, niega cualquier
continuidad entre Dios y el ser humano. Dios es tan absolutamente
diferente y otro del ser humano que cualquier intento de
conocimiento de Dios es necesariamente un fracaso, porque ni el ser
humano ni el lenguaje humano puede llegar ni atisbar mínimamente
a Dios. Esta postura es conocida como “teología negativa”.
Como es su práctica habitual, Tomás de Aquino tiende a una postura
moderada entre los extremos. En este caso la solución, como la referente a
la eternidad del mundo es también compleja. Para él en nuestro
conocimiento sobre Dios hay tres momentos simultáneos: la afirmación, la
negación y la eminencia.
1. La afirmación consiste en atribuir a Dios los atributos positivos que
conocemos naturalmente. Por ejemplo conocemos la justicia y a las
personas justas, por ello decimos que Dios es justo.
2. La negación consiste en reconocer que cualquier atributo que le
otorguemos a Dios es necesariamente insuficiente. Siguiendo el
ejemplo anterior, Dios es justo, pero lo que nosotros entendemos por
justo no es ni de lejos aquello que es Dios.
3. Una vez afirmado un atributo y reconocida su insuficiencia, es el
momento de la eminencia. En la vía de eminencia elevamos al grado
más alto que seamos capaz de imaginar el atributo que le hemos
otorgado a Dios, siendo conscientes de que siempre será insuficiente.
Por ejemplo, Dios no sería justo, sino justísimo o todavía más.
En todo caso Tomás indica que los diferentes atributos que
distinguimos en Dios no son más que una operación mental que nosotros
realizamos, porque en Dios no cabe hacer distinciones de posesión y
carencia, ya que existencia y esencia en Dios es lo mismo.
2.4. Vías para la demostración de la existencia de Dios
2.4.1. El argumento de la existencia de Dios de Anselmo de Canterbury
Anselmo de Canterbury, monje inglés, en su obra Proslogion,
propone una prueba de la existencia de Dios, con la que arrancó toda una
tradición en el mundo occidental de estas pruebas. La necesidad de probar
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la existencia de Dios proviene del convencimiento de que Dios interviene
directamente en la naturaleza, pues éste proviene de él. De esta manera la
existencia de Dios es accesible racionalmente, sin tener que recurrir al
convencimiento por medio de la fe, que depende de una opción libre de la
persona en su conciencia.
El argumento de Anselmo de Canterbury, es conocido como
“argumento onto-lógico”, nombre que le dio Immanuel Kant en la Crítica
de la Razón Pura. Sintéticamente este argumento, adaptado para su mejor
comprensión, dice lo siguiente:
Dios es lo mayor que se puede pensar. Si Dios es lo mayor que se
puede pensar debe tener todos los atributos posibles, incluso el de la
existencia real (extramental), porque si no existiera
extramentalmente, no sería lo mayor que se puede pensar. En
consecuencia, si Dios es lo mayor que se puede pensar, tiene que
existir realmente.
Kant criticaría dice que este argumento que, en su formulación lógica
es impecable, no es verdadera aunque sea válido, porque confunde el orden
lógico con el ontológico, es decir, todo lo argumento que sea correcto en el
pensamiento, no tiene que ser verdadero en la realidad.
2.4.2. Las cinco vías para demostrar la existencia de Dios
La Summa Theologica comienza con una demostración de la
existencia de Dios, a través de cinco argumentos diferentes, pero que tienen
una estructura similar. Aunque sólo una de las vías alude a la causalidad, la
noción de causa adecuada subsiste a todas las vías. Tomás entiende que un
efecto necesita de una causa adecuada. Junto a la causa adecuada, Tomás
como Aristóteles, quiere huir del absurdo del “regreso al infinito”.
1. Todo lo que se mueve es movido por algo, por un motor, de manera
que si queremos evitar el regreso al infinito hemos de aceptar la
existencia de un motor que mueve sin ser movido, un motor inmóvil.
A ese motor inmóvil lo llamamos Dios.
2. Todo cambio se debe a alguna causa y así sucesivamente. Si no
deseamos caer en el regreso al infinito hemos de mantener la
existencia de una causa que a su vez no sea causa, una causa
incausada. A esa causa incausada la llamamos Dios.
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3. Hay entes que son posibles, pero para que hay entes posibles, que
necesitan otro ente para pasar de la posibilidad a la existencia, se
necesita de un ente que no sea posible, sino necesario. A ese ente
necesario lo llamamos Dios.
4. Vemos que hay entes que son mejores que otros y para comparar
unos entes con otros necesitamos un tema de comparación. Hay un
ente que reúna en su grado supremo todos los atributos del ser. A ese
ser, lo llamaos Dios.
5. Comprobamos que en la naturaleza todos los entes cumplen con un
fin como si estuvieran dotados de entendimiento y voluntad, pero
realmente no lo están. Hay algo a lo que tienden todos los entes y los
dirige. A eso lo llamamos Dios.
Kant también sometió a examen estas vías de Tomás de Aquino. Le
hace dos objeciones principales:
La causalidad es una categoría de nuestro conocimiento, pero ello no
quiere decir que la realidad exterior al ser humano sea así, es decir,
que nosotros organizamos la realidad mediante relaciones causas y
efectos, pero no tenemos ninguna seguridad que nuestra organización
de la realidad se corresponde efectivamente con la realidad.
Lo anterior es así porque los seres humanos estamos limitados
espacio-temporalmente, no podemos convenir una realidad sin
tiempo ni espacio, por lo que una causa primera, fuera del tiempo y
del espacio, se escapa a la capacidad del conocimiento humano. En
pocas palabras, no se puede justificar lo infinito desde una posición
inevitablemente finita.
2.5. Hilemorfismo y ser humano
Al igual que en la teoría del conocimiento, en la antropología Tomás
sigue la postura de Aristóteles aunque con matices que no tienen sentido
para nuestro curso. Pero en la antropología sí hay uno que debemos
destacar.
Aristóteles sostiene que ninguno de los componentes de la unidad
hilemórfica, la materia y la forma, puede subsistir tras la ruptura de la
unidad. Esto supone admitir la mortalidad del alma, que es la forma del ser
humano. La mortalidad del alma (y la destrucción definitiva del cuerpo) va
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en contra del núcleo esencial de las creencias cristianas, por lo que Tomás
de Aquino no acepta esta posición aristotélica.
Mantiene este pensador italiano que en los animales no se da la
capacidad autorreflexiva, esto es, los animales no pueden pensar sobre sí
mismos. El ser humano sí puede autorreflexionar, lo que muestra que el
alma humana es espiritual, por lo que en ella no hay materia y por tanto
tampoco hay la corrupción.
3. Teoría Ética de Tomás de Aquino
Tomás recibe la teoría ética es concomitante a la de Aristóteles,
especialmente en la adopción del método de la medianía. Los seres
humanos elegimos en virtud de la búsqueda del bien, de modo que cuando
nos decidimos a hacer algo, lo hacemos porque consideramos que es
verdadero (sub specie boni).
El bien será verdadero bien siempre y cuando sea resultado del
método de la medianía. La garantía de una correcta elección moral no
reside solamente en el método de la medianía, sino que es el último bien,
aquel que no es medio para ningún otro, el que orienta nuestro juicio moral
(sindéresis). El fin de la vida moral, al igual que en Aristóteles, es la
felicidad, aunque la entiende como beatitudo, o conformación con Dios.
4. Teoría Política de Tomás de Aquino
Tomás de Aquino sostiene que el Estado es la forma natural de vivir
de los seres humanos y que habría Estado incluso en el “estado de
inocencia”, es decir, antes de la caída en el pecado original. Los seres
humanos necesitan de otros seres humanos para conseguir aquello que
individualmente le es imposible alcanzar. La finalidad del Estado es la
consecución del Bien Común.
El Estado debe procurar la conveniente renovación de los miembros
de la sociedad política, debe dictar leyes y aplicar penas a los
incumplidores para eliminar la maldad y finalmente ha de mantener la paz
exterior del Estado. En otras partes Tomás le atribuye al gobernante la
obligación de procurar los bienes necesarios para la vida.
El Estado no debe convertirse en médico o docente de los miembros
del Estado, sino cumplir con sus funciones para procurar el Bien común
que es el medio adecuado para que los seres humanos puedan alcanzar la
salvación.
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Sigue a Aristóteles en la distinción de las diversas formas posibles de
gobierno, pero se muestra defensor el gobierno monárquico porque con éste
se consigue mejor la unidad del Estado y porque habiendo menos
posibilidad de disenso que en un gobierno con más miembros se garantiza
mejor la paz interior. El monarca es al Estado lo que el alma es al cuerpo y
las pluralidades deben ser gobernadas por uno solo, como sucede en el
cuerpo.
Mantiene Tomás que es difícil que el mejor de los hombres sea el
rey, de modo que considera más práctico tener una monarquía atemperada
por magistrados elegidos por el pueblo, esto es, un régimen mixto
monárquico-aristocrático.
Pese a ser defensor del sistema monárquico (que puede ser electivo)
piensa Tomás de Aquino que la forma de gobierno que tiene mayor peligro
de degenerarse es la propia monarquía transformándose en tiranía y que es
la peor forma degenerada de gobierno.
Un rey se convierte en tirano cuando su gobierno no se dirige al Bien
Común, cuando dicta leyes que imponen cargas exageradas, incumplibles o
mal distribuidas. Los tiranos valoran más el vicio que la virtud, busca que
los súbditos peleen entre ellos e intentan evitar asambleas y todos los
encuentros de súbditos, así como organizaciones sociales, para evitar que
haya confianza y familiaridad entre los súbditos. El tirano también procura
que nadie prospere porque así se evitar tener potenciales competidores.
El tirano suele gobernar por medio del terror. Las personas que se
han criado bajo el terror se vuelven pusilánimes y pocos esforzados porque
siempre han percibido que todo depende de circunstancias arbitrariamente
cambiantes.
¿Es legítimo dar muerte al tirano? Tomás de Aquino sostiene que no
lo es, especialmente por las consecuencias que tendría un fracaso, ya que
haría aún peor la tiranía. Una tiranía moderada es mejor soportarla que
provocar un empeoramiento de la situación e incluso el advenimiento de un
tirano aún peor. Sí es legítimo intentar conseguir la deposición del tirano
(ius resistentiae), especialmente en los casos de monarquía electiva.
5. Teoría Jurídica de Tomás de Aquino
Tomás de Aquino define la ley como la razón directiva de los actos a su
fin. Distingue Tomás cuatro tipos de leyes.
La Filosofía de Tomás de Aquino
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5.1. La ley divina (positiva)
Dios se manifestó a través de la ley antigua (la revelación al pueblo
judío), que Tomás considera perfecta y que se basaba en el temor. En
Jesucristo Dios se revela perfectamente y el fundamento de la ley nueva es
el amor y no el temor.
La ley divina nos da a conocer preceptos de Dios para que el ser
humano se gobierne a través de ellos. Se justifica en los siguientes cuatro
motivos:
1. Porque la ley orienta al hombre a su fin, que es la bienaventuranza, y
éste sobrepasa su razón, no basta la ley natural y la humana.
2. Porque dada la falibilidad humana, es necesario que el hombre pueda
conocer sin duda lo que ha de hacer y evitar.
3. Porque las leyes humanas solamente afectan a lo exterior y la virtud,
bienaventuranza, exige también lo interior.
4. Porque la ley humana no puede prohibir todo vicio, ya que de la
supresión se seguiría también la supresión de muchos bienes y el
mismo desarrollo del Bien Común.
5.2. La ley eterna
La ley eterna es el modo en el que Dios gobierno la realidad. Es “la
razón de la sabiduría divina en cuanto principio directivo de todo acto y
todo movimiento”. La ley eterna no necesita, como los otros tipos de leyes,
la promulgación para ser válida, porque es conocida por todos a través de
sus efectos.
Todos lo que es necesario y todo lo que es contingente pero no es
racional está sometido a la ley eterna. Solamente los seres humanos, en lo
que pueden decidir racionalmente, están exentos de la ley eterna, aunque en
cuanto animales están sometidos a ella.
5.3. La ley natural
Los principios de la ley natural son iguales para todos, aunque
cuando se desciende de los principios a preceptos secundarios nos
La Filosofía de Tomás de Aquino
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encontramos que no siempre son iguales, ya que pueden caber las
excepciones o los cambios debidos a las circunstancias.
Como sucede en el orden especulativo, en el orden práctico también
existen primeros principios evidentes, aunque no siempre su evidencia es
percibida. Hay ocasiones en las que la evidencia (que el predicado ya se
contenga en el sujeto) no es cognoscible fácilmente y solamente lo es
después de una larga preparación intelectual.
La ley natural no puede ser abolida del corazón humano, al menos en
sus primeros principios (salvo cuando la concupiscencia nubla la razón),
pero sí en sus preceptos secundarios y es abolida por las costumbres
depravadas y los malos corrompidos.
El primer principio del conocimiento especulativo es la aprehensión
del ente, mientras que la del conocimiento práctico es que “el bien es lo que
todos apetecen”, de lo que se deriva el primer precepto de la ley “el bien ha
de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse”. El orden de los preceptos de
la ley natural es correlativo al orden de las inclinaciones naturales:
1) Conservar el propio ser: pertenece a la ley natural todo aquello que
ayuda a la conservación de la vida humana e impide su destrucción.
2) Hay una inclinación a bienes determinados que tiene en común con
los demás animales. Pertenecen a la ley natural la conjunción de los
sexos, la educación de los hijos y otras semejantes.
3) Hay una inclinación natural al Bien, de modo que pertenece a la ley
natural lo relativo a evitar la ignorancia, el respeto a los
conciudadanos y lo demás relacionado con esto.
5.4. Ley humana positiva
No todos los hombres se comportan bien por sí mismos, de modo
que es necesario establecer unas leyes que le den disciplinas a su vida y así
poder optar a llevar una vida virtuosa por ellos mismos.
No todas las leyes humanas se derivan de la ley natural porque en
ocasiones hay preceptos humanos que determinan lo indeterminado de la
ley natural, por ejemplo establecen una pena a un delito.
La Filosofía de Tomás de Aquino
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Una ley debe estar en armonía con la religión, debe desarrollar lo
conveniente a la disciplina, desarrollar la salud pública y ordenada al Bien
Común.
Las leyes deben ser generales, dirigidas a una generalidad, y han de
tener vocación de permanencia en el tiempo. La ley humana puede
cambiarse porque se ha alcanzado una mejor regulación o porque han
cambiado las circunstancias, pero debe analizarse si el cambio trae más
cercanía al Bien Común que los inconvenientes que trae aparejados
(pérdida de costumbre de su cumplimiento).
Es esencial a la ley ser promulgada para que todos conozcan a qué
han de atenerse. Por su propia generalidad la ley ha de ser prescribir
únicamente las virtudes más inmediatas al Bien Común o al servicio de la
comunidad y ha de prohibir los vicios más graves.
Cabe desobedecer una ley justa cuando la propia observancia puede
llevar a dañar al Bien Común.