La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

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Alejandro Salinas Sánchez

La Época del “Pan Grande” Billinghurst presidente

1912-1914

Seminar io de Histor ia Rural Andina

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

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Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.° 2014-11385

Primera edición Lima – Agosto 2014

© La Época del “Pan Grande” Billinghurst presidente 1912-1914

Alejandro Marcelo Salinas Sánchez

© 1ª edición Seminario de Historia Rural Andina – UNMSM Tiraje 50 ejemplares

Queda prohibida la reproducción total o parcial sin permiso del autor

Lima-Perú

Seminario de Historia Rural Andina Jr. Andahuaylas 348, Lima 1 Telf. (51-1) 619-7000 anexo 6158,

Correo electrónico: [email protected] http: //seminariohistoriaruralandina.org//

Director: Emilio Augusto Rosario Pacahuala

Corrección de estilo: Amparo Ali Chávez Diseño de carátula: Alejandro Marcelo Salinas Sánchez

Diagramación de interiores: Sara Castro García Carátula: El presidente Guillermo Billinghurst observa con lupa un diminuto pan.

Caricatura de Pedro Challe. La Crónica. Lima, 18 de enero de 1913. Escaneo y cuidado de imágenes: Alejandro Marcelo Salinas Sánchez

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“- Y … ¿achicarán

el pan más de lo

que está?

- Al contrario …

será más grande

- ¿El pan grande?

- El pan grande …

pero a dos

centavos cada

uno”.

(La Crónica, 16 de

enero de 1913)

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Introducción

n 1912 el presidente Leguía culminó una gestión

gubernativa desgastada por sus conflictos con el

civilismo bloquista y la persistente crisis hacendaria. Con

todo, un año antes había manipulado las elecciones

parlamentarias para darle estabilidad a la fase final de su

gobierno y designar a quien debía sucederle en el cargo.

Por esa misma época, el movimiento anarco-sindicalista

encabezó la lucha obrera por mejores salarios, reducción

de la jornada laboral y condiciones de trabajo más

dignas y seguras. Ellos convirtieron la huelga general en

arma de lucha contra los abusos de la patronal y el

Gobierno1. Leguía y la clase dominante debieron ceder

ante las demandas populares por el temor de un

desborde popular. Ciertamente, a mediados de 1912,

estaban dadas las condiciones para un cambio político

importante. El movimiento billinghurista ocupó el espacio

de creciente insatisfacción creado por la disputa política

1Las huelgas de 1904, 1906 y 1907 fueron una especie de

“práctica” política para la clase obrera, y proveyeron de

experiencias valiosas a los líderes que emprendieron las

grandes jornadas de 1911 y 1912. Pareja 1978: 41-42.

E

8

entre los partidos demócrata y civilista, enarbolando la

renovación moral de la política con activa participación de

las clases medias y populares. Electo presidente,

Billinghurst quiso mejorar la calidad de vida de los

trabajadores, mediante el abaratamiento de las

subsistencias y la vivienda, y el reconocimiento de

derechos inherentes a su condición ciudadana. Sin

embargo, también restringió el derecho de huelga, que

era el principal medio de reclamo obrero, a fin de impedir

la escalada del conflicto entre capital y trabajo.

En esta investigación abordaremos la breve

experiencia precursora del populismo2 liderada por el

caudillo civil Guillermo Billinghurst entre 1912 y 1914. Al

respecto, conviene explorar la coyuntura económica,

social y política que dio origen al billinghurismo y

determinó su desarrollo y violento final. En cuanto a lo

primero, la “exitosa” República Aristocrática, iniciada

con el califato pierolista (1895-1899), generó una

profunda crisis alimentaria con fuertes aumentos en los

precios de víveres, fenómeno comprobado por los

analistas y diarios de esa época. Como consecuencia de

esa carestía en el costo de vida, los sectores populares

urbanos incubaron profundo descontento, pues los

2 Las principales características del populismo como

movimiento político son: liderazgo carismático y composición

multiclasista urbana. Blanchard, Peter. “A populist…”, en

Journal of Latin American Studies 1977: 251. En ese sentido,

Osmar Gonzáles, después de analizar los diversos conceptos

existentes sobre populismo, considera que el gobierno de

Billinghurst representó propiamente una fase de transición

entre la dominación oligárquica y la política populista.

Gonzáles 2005: 68.

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9

paliativos de las autoridades municipales y de gobierno

eran incapaces de revertir la tendencia negativa en los

indicadores sociales3. Las raíces materiales de la protesta

obrera buscaron entonces canales de expresión política.

Esta circunstancia encontró dividido al civilismo, y sus

conflictos internos lo divorciaron aún más de los sectores

populares. La semilla de la contrariedad general

tampoco fue aprovechada por el pierolismo, que no pudo

renovar su aureola contestataria después de haber

colaborado activamente en el montaje del modelo

económico favorable a las clases dominantes. De esa

forma, las facciones civilistas y los debilitados líderes del

Partido Demócrata fracasaron en sus intentos de disipar

la intensa politización de las masas. Surgió así la llamada

“reacción ciudadana”, que boicoteó los comicios

generales de 1912 e impuso al Congreso la elección

presidencial de Billinghurst. Carente de partido propio,

el nuevo mandatario asentó su gobierno sobre la base de

una insospechada alianza con liberales y leguiístas. El

pre-populismo billinghurista tuvo poco espacio para

desarrollarse, pues sostuvo una constante pugna con los

partidos agrupados en el Congreso a quienes debía su

elección, y que finalmente lo derrocaron con apoyo del

Ejército. Restaurado el dominio político oligárquico,

3Esta tendencia continuó bajo el breve gobierno de

Billinghurst, a pesar de los aumentos salariales logrados por

varios gremios obreros. De acuerdo con un estudio de Luis

Felipe Zegarra sobre línea de pobreza en Lima entre 1913 y

1925, el costo diario y mensual de la Canasta Básica de

Consumo de Alimentos (CBCA) registró una constante alza en

dicho período. Zegarra, Luis Felipe. “Línea de pobreza… “, en

Economía 2011: 45-47.

10

algunos billinghuristas intentaron preservar sus ideales

fundando el Partido Progresista, pero la muerte de

Billinghurst y la propia ambivalencia de sus militantes,

muchos de los cuales prefirieron apoyar al civilista José

Pardo, lo condenaron a una rápida desaparición.

Este trabajo se divide en dos partes y ocho

capítulos, que abarcan el espacio histórico comprendido

entre la candidatura presidencial de Billinghurst y su

derrocamiento y posterior muerte en el exilio. La Primera

Parte consta de cuatro capítulos. El primero estudia las

fuerzas populares impulsoras de la candidatura

Billinghurst, y los mecanismos de lucha (paros, desfiles,

etc.) empleados por los líderes obreros para boicotear al

candidato oficialista Aspíllaga y consolidar el

fortalecimiento del billinghurismo como fuerza de

oposición. En el segundo capítulo detallamos la

intervención gubernamental de Leguía y la protesta

callejera que decidieron la elección presidencial de

Billinghurst por el Congreso, cuya constitucionalidad fue

cuestionada por pierolistas y aspillaguistas. El tercer

capítulo aborda las medidas aplicadas por el gobierno

billinghurista para satisfacer los reclamos salariales,

aliviar la carestía de vida, garantizar el libre ejercicio del

sufragio y democratizar la representación congresal. En

el cuarto capítulo nos enfocamos en la labor negociadora

desplegada por Billinghurst para controlar las huelgas,

regular la protesta obrera y asegurar la gobernabilidad

mediante alianzas con los grupos parlamentarios. El quinto

capítulo aborda la oleada huelguista previa a la dación del

decreto que estableció la jornada laboral de ocho horas

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para los jornaleros de la dársena chalaca, y analiza

también las negociaciones de Billinghurst con los partidos

políticos con el objetivo de estabilizar su Gobierno.

La Segunda Parte consta de tres capítulos y

antecede a las Conclusiones. El primero precisa los

esfuerzos del billinghurismo por constituirse en grupo

político y participar con sus propios líderes en las

elecciones del tercio parlamentario de 1913, hecho

resistido por las demás fuerzas partidarias que

denunciaron vetos e injerencias del presidente contra sus

candidatos. En el segundo capítulo examinamos la

radicalización del billinghurismo en su lucha contra la

campaña obstruccionista del Congreso, y la búsqueda de

apoyo popular para aplicar reformas constitucionales que

debilitaran el predominio de la oligarquía y los círculos

políticos a su servicio. El tercer capítulo expone la

actuación de las fuerzas conspiradoras parapetadas en

los partidos y la prensa, la prolongada crisis ministerial y

el golpe organizado por los partidos y el coronel

Benavides. Incluimos también la defensa que hizo

Billinghurst de su gobierno, y los balances y críticas

recibidos por parte de la prensa. Finalmente, las

Conclusiones precisaran las divergencias existentes

entre billinghurismo, pierolismo y otros movimientos

sociales actuantes entre 1912-1914, destacaran el

particular curso tomado por la política peruana, a partir

del conflicto surgido entre la oligarquía, sus partidos y

los núcleos billinghuristas, y precisaran la importancia de

las medidas económicas ejecutadas por Billinghurst para

aliviar la creciente carestía de víveres y acrecentar el

estándar de vida de los obreros y clases populares.

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Primera Parte

14

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15

I. LAS ELECCIONES DE 1912: BILLINGHURST CANDIDATO

A mediados de 1911, no parecía posible una candidatura

presidencial de Guillermo Billinghurst, a pesar de que su

gestión como alcalde de Lima había alcanzado el

reconocimiento de la prensa y la simpatía de las clases

populares urbanas. En agosto del citado año, los

senadores Javier Prado Ugarteche y Mariano Horacio

Cornejo presentaron ante su cámara un proyecto de ley

de reforma electoral. Este texto de 16 artículos propuso

modificar la composición de la Junta Electoral Nacional, a

fin de que esta fuese integrada por los cinco más

antiguos magistrados supremos. Esta institución tendría

facultad para solicitar al Ejecutivo el cambio de

autoridades durante el mes previo al proceso electoral.

En el Senado, la Comisión de Constitución dividió sus

opiniones. El dictamen en mayoría, suscrito el 29 de

agosto por José Manuel García y Edmundo Montesinos,

planteó reemplazar dos magistrados de la Junta por dos

congresistas de la mayoría y minoría parlamentarias, los

cuales debido a “sus encontrados intereses políticos”

conservarían el equilibrio de criterios. Los comisionados

rechazaron además conceder a los miembros de la Junta

la facultad de pedir la renovación de autoridades, porque

la juzgaron “muy discrecional” y contraria “a la buena

administración interior de la República”. Por su parte, el

dictamen en minoría, rubricado por Manuel Irigoyen,

descartó conformar la Junta con magistrados, pues creyó

conveniente alejarlos “de toda intervención en asuntos

de carácter político”. En consecuencia, sugirió aumentar

a siete el número de delegados, “cuatro en

16

representación del Congreso, uno por el Ejecutivo y dos

por las profesiones liberales”. Estos últimos serían

elegidos por la Corte Suprema entre quienes pagaran

patente de primera clase4.

Prado Ugarteche y Cornejo hicieron suyo el

dictamen en mayoría, puesto a debate el 9 de octubre de

1911. A juicio de Prado, el proyecto corregiría el carácter

de “tribunal político” dado a la Junta por las leyes

electorales de 1896 y 1908. Sin embargo, Joaquín Capelo

cuestionó la independencia del Congreso y consideró

inútil recomponer la Junta mientras el gobierno estuviese

dispuesto a poner por decreto “a todos los miembros en

su casa” en caso se opusieran a sus planes electorales.

En respuesta, Cornejo opinó por la aprobación del

dictamen, pues impediría “muchos fraudes y muchas

calumnias de fraudes, que sirven de pretexto a ese

terrible cáncer de la rebelión”. Amador del Solar calificó

este proyecto como personalista, pues todos conocían

quienes eran los magistrados supremos más antiguos, y

propuso suplirlos por “cualesquiera otras personas”. En

defensa de los jueces, Montesinos dijo que solo los

“amaestrados juzgadores” estaban capacitados para

aplicar la norma electoral. Otros senadores, como

Wenceslao Valera y Leoncio Samanez, exigieron una

LOS AUTORES DEL PROYECTO DE REFORMA ELECTORAL DE 1911

4 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1911: 548-554.

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17

Mariano H. Cornejo. Defendió la elección presidencial por el Congreso.

Javier Prado y Ugarteche. Renunció al civilismo oficialista en 1912.

reforma completa que

alcanzara a las juntas de

registro provinciales.

18

La prensa limeña intervino activamente en este

enojoso debate. El diario La Prensa definió el proyecto

electoral del senador Cornejo como una “glosa de

prescripciones que existen en vigencia hace quince años”, y

lo acusó de haber tergiversado y ultrajado la antigua ley de

elecciones de 1896, cuando “en su condición de Oficial

Mayor de la Junta Nacional, llevó a esa Junta al sendero de

abuso que precedió a su disolución en 1899”5. A su vez, El

Comercio exigió que, antes de la aprobación del proyecto,

los congresistas debían censurar la clausura de la Junta

Electoral Nacional, en caso contrario el Ejecutivo estaría

tentado a vulnerar impunemente la nueva ley electoral,

quitándole, por tanto, todo sentido a la reforma en curso6. En

el mismo sentido, Variedades expresó sus dudas sobre el

éxito de la nueva legislación electoral, pues no iba

acompañada “de los artículos necesarios para asegurar la

legalidad de los procedimientos, fijando condiciones severas

para los que festinen la ley, la falseen o infrinjan”7.

Los senadores aprobaron el proyecto del

dictamen en mayoría, pero modificaron los artículos 4º y

12º del mismo, con el propósito de que la Junta Nacional

escogiera a los presidentes de las juntas

departamentales y denunciara las infracciones

electorales cometidas por las autoridades políticas8. En

noviembre de 1911, el proyecto pasó en revisión a la

Cámara de Diputados, y esta requirió la opinión de la

Corte Suprema. Los vocales rechazaron formar parte de la

5 “La reforma electoral”, en La Prensa, 11 de octubre de 1911. 6 “La sesión de ayer…”, en El Comercio, 11 de octubre de 1911. 7 “De jueves a jueves”, en Variedades, 14 de octubre de 1911. 8 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1911: 658-664.

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19

Junta Electoral Nacional, porque no estaban dispuestos a

exponerse a “las maquinaciones de la venganza de

quienes resultaran derrotados en la lucha electoral”9.

Escuchado este parecer, la Comisión Especial de la

Cámara de Diputados emitió cuatro dictámenes, uno en

mayoría y tres en minoría. El primero, presentado el 1º de

diciembre por Alberto Salomón, Víctor Revilla y Francisco

de Paula Secada, propuso que la Junta tuviese cinco

delegados, tres designados por el Congreso y dos por el

Ejecutivo y la Corte Suprema. El segundo, rubricado ese

mismo día por Luis José de Orbegoso, sugirió aumentar a

nueve los miembros de la Junta, ocho escogidos por el

Congreso y uno por el Ejecutivo. El tercero, planteado por

Samuel Sayán y Lizardo Franco, aceptó dicha composición

de la Junta, y otorgó a esta la facultad de enjuiciar a las

autoridades trasgresoras de la ley electoral. En el cuarto,

sustentado por Francisco Fariña, cuatro integrantes de la

Junta serían elegidos por los partidos Civil, Constitucional,

Liberal y Cívico, mientras la Corte Suprema designaría

otros cuatro en representación de los profesionales y

productores. Además contempló la censura inmediata de

cualquier funcionario público que impidiera la actuación

de la Junta10.

Conocidos estos dictámenes, la prensa volvió a

manifestar su desconfianza frente a la reforma electoral.

El Comercio consideró insuficientes las sanciones

previstas en el proyecto Fariña, pues creía que estas

9 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Segundo Congreso

Extraordinario 1911: 54. 10 Idem: 58-66.

20

debían alcanzar al propio Presidente de la República, en

caso “deliberadamente, saltara sobre la ley”11. A su vez,

La Prensa criticó el “puritano” proyecto Salomón, porque

dejaba la Junta Electoral en manos de las “mayorías

legislativas” subordinadas al presidente Leguía y

defensoras de los “intereses electorales del señor

[Ántero] Aspíllaga”12. En medio de estas críticas, los

diputados aprobaron un texto híbrido, que insertó el

primer artículo de la ley electoral de 1908, referido a la

composición de la Junta, dentro del proyecto Salomón,

con el propósito de que esta tuviese nueve miembros,

ocho electos por el Congreso y uno por el Ejecutivo13.

En enero de 1912, varios antiguos civilistas se

escindieron del Partido Civil gobernante y fundaron una

nueva agrupación bajo el nombre de civilismo

independiente. Enrique Barreda, uno de sus líderes,

justificó esta decisión señalando que la situación política

“azarosa y alarmante” exigía asumir una conducta

“perseverante y empeñosa” para evitar “infortunios

colectivos”14. Esta ruptura con el presidente Leguía

impuso a este nuevo partido, conocido como el bloque,

la necesidad de negociar una alianza con el resto de la

LOS PROTAGONISTAS DE LA COYUNTURA POLÍTICA DE 1912

11 “La ley de elecciones”, en El Comercio, 7 de diciembre de 1911. 12 “La venganza electoral”, en La Prensa, 19 de diciembre de 1911. 13 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Segundo Congreso

Extraordinario 1911: 186-194. 14 “Los propósitos…”, en La Prensa, 7 de enero de 1912.

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21

El presidente Augusto B. Leguía, supremo elector en 1912. La Crónica, 16 de abril de 1912. Caricatura de José Alcántara la Torre.

Ántero Aspíllaga, el delfín del leguiísmo. La Crónica, 16 de abril de 1912.

Caricatura de José Alcántara la Torre

22

Augusto Durand, el ubicuo opositor La Crónica, 16 de abril de 1912. Caricatura de José Alcántara la Torre

Guillermo Billinghurst, el candidato del pueblo.

La Crónica, 16 de abril de 1912 Caricatura de José Alcántara la Torre

oposición. Ese mismo mes,

el proyecto de ley electoral

fue devuelto al Senado,

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23

cuyas comisiones de Gobierno y Constitución emitieron

tres dictámenes. El primero, defendido por Mariano

Cornejo, rechazó la conformación de la Junta aprobada

en la colegisladora, pues constituía “la renuncia a toda

reforma y una tercera prórroga de la ley provisional [de

1908]”, lo cual “más o menos tarde, originaría la violenta

protesta de los pueblos”. Cornejo propuso insistir en la

propuesta de integrar la Junta exclusivamente con

magistrados. No obstante, los dictámenes de José

Valencia Pacheco, Edmundo Montesinos, Manuel

Irigoyen y Pío Medina, ratificaron el proyecto modificado

por los diputados15. Finalmente, el 18 de enero de 1912 el

presidente Augusto B. Leguía promulgó la nueva Ley

Electoral (Ley Nº 1533).

Dos días antes, la Cámara de Diputados había

aprobado la ley de elecciones municipales modificada

por el Senado y el proyecto del Gobierno, que

programaba los comicios ediles para el 14 de abril de

1912. Los diputados Aurelio Sousa, Samuel Sayán Palacios

y David Chaparro advirtieron sobre el peligro de realizar

elecciones municipales y presidenciales con “intervalos

de días”, pues estas traían consigo agitación,

detenciones y hasta asesinatos. Estos reclamos fueron

acallados por la mayoría oficialista, que guiada por el

diputado Juan Salazar Oyarzábal y el Ministro de

Gobierno, Plácido Jiménez, desestimó dichas

prevenciones bajo el argumento de que la elección de

alcaldes mantendría su carácter vecinal ajeno a las

15 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Segundo Congreso

Extraordinario 1911: 156-161.

24

disputas políticas16. Devuelto el proyecto al Senado, se

suscitó un áspero debate entre Joaquín Capelo y Mariano

Cornejo acerca de la legalidad de la modificación

introducida en la norma electoral y el plazo fijado para

las votaciones municipales. El ministro Jiménez intervino

en este debate y defendió la urgencia de renovar los

gobiernos locales a fin de frenar los abusos del

gamonalismo provinciano. Finalmente, el 9 de febrero de

1912, a pesar del pedido de Joaquín Capelo y Julio

Loredo para postergar la fecha de la elección municipal,

los senadores aprobaron el proyecto modificado17.

Por esta fecha, la instalación de la Junta Nacional

Electoral, presidida por Alejandro Deustua, dio inicio a

febriles negociaciones entre los grupos políticos18.

Poco después, en “cordial armonía” y bajo promesa de

16 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Segundo Congreso

Extraordinario 1911: 408 y ss. 17 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Tercer Congreso

Extraordinario 1911: 21 y ss. El Comercio, contrario a esta decisión, adujo que la proximidad entre ambas contiendas cívicas exacerbaría “el apasionamiento político de las masas” y debilitaría los municipios hasta convertirlos en “prolongaciones del Gobierno”. “Las elecciones municipales”, en El Comercio, 8 de febrero de 1912. No obstante, La Prensa, tenía esperanza en que los partidos opositores depusieran sus rivalidades y apoyados en la “masa popular” derrotaran las “cangrejeras electorales” del Gobierno. “Vamos a él”, en La

Prensa, 10 de febrero de 1912. 18 Los congresistas que integraron la Junta Electoral Nacional fueron: Adrián Ward, Daniel Castillo, Rafael Grau, Luis Felipe Villarán y Severiano Bezada por la mayoría, y Eduardo Lanatta, Pedro del Solar y Lizardo Franco por la minoría. “Junta Electoral Nacional”, en Variedades, 3 de febrero de 1912.

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25

LA JUNTA NACIONAL ELECTORAL

Alejandro Deustua, presidente de la Junta Nacional Electoral

Integrantes de la Junta Nacional Electoral en mayoría (de izquierda a derecha): Adrián Ward, Daniel Castillo, Rafael Grau, Luis Villarán y Severiano Bezada.

26

guardar en “absoluta reserva” sus discusiones, se

reunieron Enrique de la Riva Agüero (civil

independiente), Nicolás de Piérola (demócrata), Pedro

Muñiz y David Matto (constitucionales), Augusto Durand

y Wenceslao Valera (liberales) para formar el comité

mixto de los partidos19. Este organismo entró en crisis

cuando Piérola publicó una carta dirigida a los

demócratas en la que confesó haberse opuesto a integrar

dicho organismo “antes de que se hubiere celebrado

pacto, sobre bases definidas”. El Califa pretendía que la

alianza partidaria trascendiera el ámbito electoral, y por

ello propuso suscribir un Memorándum contrario a la

política tributaria del Gobierno y organizar una asamblea

de delegados liderada por un “jefe unipersonal”

encargado de dirigir la acción coaligada. Los

representantes de los demás partidos se distanciaron del

plan demócrata, porque su principal objetivo consistía en

designar “como candidato al que menores resistencias

ofrezca al señor Leguía”. Piérola optó entonces por

separarse de la precaria alianza aduciendo que no

aceptaría negociar con el presidente Leguía, tal como lo

deseaba el civilista Riva Agüero20. En ese sentido, la

prensa oficiosa pierolista, lamentó “que los partidos de

oposición (sic) aspiren a llevar al poder no a un

candidato que sea grato al país, sino al presidente”21.

Fracasada la candidatura común parecía

inevitable el triunfo de Ántero Aspíllaga, apoyado por el

19 “El acuerdo de los partidos”, en El Comercio, 5 de febrero de 1912. 20 “Carta de don Nicolás de Piérola”, en El Comercio, 17 de febrero de 1912. 21 “De jueves a jueves”, en Variedades, 17 de febrero de 1912.

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27

DELEGADOS DEL COMITÉ MIXTO DE LOS PARTIDOS

Nicolás de Piérola. Delegado del Partido Demócrata.

Enrique dela Riva Agüero Enrique Barreda Delegado Civilista Delegado Civilista

28

David Matto General Pedro Múñiz Delegado Constitucional Delegado Constitucional

Augusto Durand Wenceslao Valera Delegado Liberal Delegado Liberal

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29

civilismo oficialista, los disidentes constitucionalistas,

liderados por el general César Canevaro, y la Unión Cívica.

El Gobierno aprovechó la elección municipal para poner

expedita su maquinaria del fraude, interviniendo en la

formación de las matrículas de contribuyentes y retrasando

el establecimiento de las juntas de registro, que constituían la

base del proceso electoral22. Creyendo todo consumado, los

partidos aliados anunciaron su retiro de la contienda, pues

todas las personas a quienes ofrecieron la candidatura

aducían que “faltaban suficientes garantías para presentarse

a solicitar los sufragios del país”23. Este proceso además trajo

consigo la cesión de personería en las juntas de registro

como nuevo mecanismo de fraude. Esto ocurría porque los

gerentes de las sociedades comerciales, en su condición de

mayores contribuyentes, preferían eximirse de participar en

“la lucha por el predominio municipal” y otorgaban poder a

“agentes”, que eran verdaderos “elementos de corrupción y

desmoralización electoral”24.

Entre tanto, la Juventud Civilista ofreció un

banquete al candidato oficial, Ántero Aspíllaga,

comprometiéndose a apoyarlo en la próxima contienda

electoral25. Con este acto pretendieron desvirtuar los

22 “El gobierno y la elección municipal”, en La Prensa, 21 de marzo de 1912. 23 “Las elecciones políticas”, en La Prensa, 23 de marzo de 1912. 24 “De fraude en fraude”, en La Prensa, 30 de marzo de 1912. 25 En dicha reunión, celebrada el 7 de abril de 1912, el candidato Aspíllaga habría prometido “llegar de todos modos a la presidencia y ya en ella hacer la ventura de la Patria, eligiendo sus gabinetes de entre los miembros de la Juventud Civilista”. “Burla, burlando. El suceso del domingo”, en La Crónica, 9 de abril de 1912.

30

LOS CLUBES ASPILLAGUISTAS

La violencia aspillaguista. Variedades, 30 de marzo de 1912. Caricatura de Pedro Challe.

Aspíllaga en hombros de sus garroteros. Variedades, 11 de abril de 1912. Caricatura de José Alcántara la Torre.

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31

rumores y suspicacias generados por las misteriosas

visitas de Guillemo Billinghurst al presidente Leguía en

palacio de gobierno26. Esto sucedía mientras el Gobierno

toleraba la violencia desatada en las elecciones

municipales por “sayones” armados de puñales y

revólveres, a quienes se encargó amedrentar a los

votantes, forzar la revocación de poderes y hasta

emplear “la dinamita como medio de propaganda

política”27. El 14 de abril de 1912, en medio de un

ambiente social enrarecido por las huelgas campesinas

de Chicama, los mítines obreros y las batallas “cuerpo a

cuerpo” en el Callao, Miraflores, Carabayllo y otros

lugares de la capital, se celebraron los comicios

municipales. El plan del Gobierno para establecer

municipalidades adictas no tuvo el éxito esperado. Los

corresponsales de la prensa limeña en el interior del país

informaron sobre la suspensión o nulidad de las

elecciones en varios pueblos28. Hubo muchas denuncias

de manipulación de votos, y la prensa acusó a la junta de

registro de Lima por haberse rodeado de individuos de

“catadura patibularia”, cuya única labor era impedir la

inscripción de los votantes29. Incluso en algunas ciudades

se recurrió a suplantaciones y la incorporación de

analfabetos y chinos en las comisiones de sorteo,

26 “Burla, burlando. El huésped misterioso”, en La Crónica, 12 de abril de 1912. “Ecos. Diálogo íntimo”, en La Prensa, 12 de abril de 1912. 27 “De jueves a jueves”, en Variedades, 6 de abril de 1912. 28 “El proceso electoral municipal”, en La Prensa, 20 de abril de 1912. 29 “En la junta de registro”, en El Comercio, 22 de abril de 1912.

32

encargadas de nombrar al personal de las mesas

receptoras de sufragio30.

En las provincias, donde el oficialismo era débil,

circulaban rumores sobre la ventaja de lanzar la candidatura

de Billinghurst, aunque “sin su consentimiento ni

intervención”. Se insinuó entonces que el presidente Leguía,

preocupado por el descrédito del candidato Aspíllaga,

planeaba “dualizar” las elecciones entre este y el político

tarapaqueño, bajo el supuesto de que anulándose ambos

sería el Congreso, cuyo predominio ejercía mediante su

círculo amical, el llamado a dirimir la presidencia31.

Ciertamente, el alza del costo de vida originó espacios

políticos propicios para una candidatura cercana a las

demandas populares. Además el agitado mes de abril

culminó con el “paro general” de los obreros limeños, los

cuales celebraron el 1º de mayo organizando mitin y

posterior desfile de dos mil personas, que lanzaron arengas a

favor del proletariado emancipador y el socialismo

libertario32.

El 4 de mayo de 1912, La Crónica publicó una

entrevista a Billinghurst en la que este declaró su

predisposición de “aceptar indudablemente, lo que la libre

voluntad de los pueblos le pidiera”33. El diario pierolista

30 “Las elecciones municipales, en El Comercio, 2 de mayo de 1912. 31 “Editorial”, en La Crónica, 30 de abril de 1912. 32 “Celebrando el 1º de mayo”, en La Prensa, 1º de mayo de 1912. 33 “La candidatura de don Guillermo Billinghurst”, en La Crónica, 4 de mayo de 1912. Dos meses antes, “influyentes electores” habían intentado postularlo a la alcaldía limeña, presentándolo como el vecino de mayor laboriosidad y compromiso con el progreso de la capital. “Elecciones municipales”, en El Comercio,

Page 18: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

33

DOS VISTAS DE LAS MANIFESTACIONES DEL 1º DE MAYO DE 1912

Obreros recorren las calles limeñas. La Crónica, 2 de mayo de 1912.

Mitín obrero en la plaza Dos de Mayo. La Crónica, 2 de mayo de 1912.

23 de marzo de 1912. Con todo, Billinghurst, en su condición de presidente de la Comisión de Progreso Local de Chorrillos, se limitó a trabajar por la reelección del alcalde local, Federico Luna y Peralta. “En Chorrillos”, en El Comercio, 27 de marzo de 1912.

34

La Prensa recibió con extrañeza esta noticia contraria a la

manifestación “reiterada y explícita” de Billinghurst de

mantenerse ajeno al proceso electoral. Para disipar

dudas el citado diario acudió a entrevistarlo, pero solo

obtuvo respuestas ambiguas de quien decía no sentirse

animado de ambición política y menos pretender con sus

actos “la división de la familia nacional”, pues prefería

limitar su actividad pública a aquellas de carácter

exclusivamente patriótico, pero al mismo tiempo advirtió

que en “determinadas circunstancias” sabría atender “el

anhelo público clara y uniformemente manifestado”34.

Billinghurst fue más explícito con El Comercio, y no

reparó en denunciar que sus proyectos de negocios

salitreros estaban siendo desacreditados por el

candidato Aspíllaga con evidentes “fines políticos”. En

ese sentido, ofreció adoptar pronto una resolución sobre

la candidatura presidencial, a pesar de que conocía del

apoyo del Gobierno a los aspillaguistas y las atrocidades

cometidas por estos en las elecciones municipales.

Asimismo, adelantándose al escenario de que fuesen los

congresistas quienes finalmente debieran elegir al nuevo

mandatario, expresó su confianza en que el Poder

Legislativo actuaría conforme a los intereses nacionales,

pues “el señor Aspíllaga carece de base popular, y es

por lo tanto, frágil y deleznable”35.

Estas reflexiones generaron debates internos

entre los diversos partidos opositores al Gobierno de

34 “La candidatura Billinghurst”, en La Prensa, 4 de mayo de 1912. 35 “El problema presidencial”, en El Comercio, 4 de mayo de 1912.

Page 19: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

35

Leguía. La posición de los miembros del bloque civilista36

frente a la nueva candidatura era incierta37. El Califa

Piérola, en cambio, rápidamente recordó a los

demócratas el acuerdo de no participar en la elección

bajo pena de considerarlos desertores del partido38. Por

el contrario, los líderes constitucionalistas y liberales

parecían dispuestos a entablar negociaciones con

Billinghurst para darle apoyo a cambio de las

vicepresidencias39. Los telegramas llegados a Lima

informando sobre la activa propaganda contra Aspíllaga

en provincias, persuadieron a los partidos sobre las

ventajas que obtendrían sumándose al espontáneo y

entusiasta movimiento popular. Sin embargo, la

secretaría electoral del candidato oficialista cuestionó la

fortaleza de su potencial competidor, carente de partido,

y cuyos principales recursos eran cartas y telegramas

“misteriosos” no exteriorizados en “manifestaciones

36 El presidente Leguía sostenía desde fines de 1911 fuertes disputas con los parlamentarios civilistas, agrupados en el denominado bloque. La disolución de la Junta Electoral Nacional, en mayo de 1911, fue el factor decisivo para el triunfo del presidente Leguía y sus partidarios sobre los viejos civilistas en las elecciones legislativas de ese año. Con esa victoria, Leguía alcanzó la mayoría parlamentaria. Peralta, Víctor. “Los vicios del voto…”, en Aljovín y López (Eds.) 2005: 92. 37 El cronista encargado de la columna “Ecos” del diario La

Prensa, afirmó haber entrevistado a los bloquistas José Matías Manzanilla y Gerardo Balbuena, quienes se excusaron de opinar sobre la candidatura Billinghurst, aduciendo que su partido estaba momentáneamente apartado de la coyuntura política. “Ecos. Dos grandes reportajes”, en La Prensa, 7 de mayo de 1912. 38 “El Partido Demócrata y…”, en El Comercio, 8 de mayo de 1912. 39 “Burla, burlando. Noticias gordas”, en La Crónica, 9 de mayo de 1912.

36

ostensibles”. Aspíllaga –según este vocero– tenía

asegurado el apoyo de los partidos y de la “voluntad

nacional”40.

El 9 de mayo de 1912, sabiéndose depositario de

la protesta cívica, Billinghurst publicó un Manifiesto a la

opinión pública. En dicho documento, analizó la situación

política desde una perspectiva independiente a las

“querellas” partidarias y reclamó ser reconocido como

representante de la “mayoría ciudadana”, hecho que

constituía –según el Manifiesto– una “evolución

imprescindible” en la cultura política nacional. El texto

acusó a la candidatura Aspíllaga de viciar la próxima

elección en su afán de impedir el libre ejercicio del voto

popular, y la realización de mejoras a favor de los

trabajadores. Por esa causa, requirió al presidente

Leguía exponer ante la legislatura extraordinaria,

programada para el mes de junio, la necesidad de anular

el proceso electoral en curso y convocar otro nuevo con

mayores garantías, aunque esto último implicara retrasar

el cambio de mando hasta setiembre de 191241. De

inmediato, Aspíllaga criticó esta propuesta atribuyéndola

al perturbado criterio de Billinghurst, quien sugería al

Gobierno emplear “medios” y “recursos” reñidos con el

orden y las leyes. Acto seguido se dirigió a los votantes

para prevenirlos sobre la inestabilidad de una

candidatura sin base partidaria amparada solo por

declaraciones y “actos aislados” de personas anónimas.

Aspíllaga censuró finalmente las acusaciones de fraude

40 “El problema presidencial”, en El Comercio, 6 de mayo de 1912. 41 “Manifiesto del Sr. Billinghurst”, en La Prensa, 9 de mayo de 1912.

Page 20: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

37

lanzadas contra el Ejecutivo y la Junta Electoral, y

jactándose de poseer el apoyo de los partidos Civil y

Constitucional exigió a Billinghurst demostrar su

popularidad en las ánforas42.

Entre tanto, la credibilidad del proceso electoral

se vio mellada cuando la Junta Electoral declaró que solo

46 de las 120 juntas de registro estaban legalmente

constituidas. Las principales irregularidades habían sido

cometidas en la elaboración de las listas de mayores

contribuyentes y en el registro de votantes. Estas

maniobras –según Variedades– tenían como objetivo que

los padrones utilizados para la elección presidencial

fuesen los mismos que sirvieron “para la senaduría del

señor Aspíllaga, toda vez que no hay tiempo para abrir

registros nuevos”43. Vencido el plazo estipulado para

subsanar estos problemas correspondía declarar la

nulidad de las elecciones, según lo previsto por las leyes

electorales de 1896 y 1908. Sin embargo, obviando estas

disposiciones, la mayoría oficialista de la Junta alegó

estar facultada para continuar reconociendo a sus

homólogas de registro44. Daniel Castillo, miembro de la

Junta, quiso justificar esta decisión invocando como

precedentes hechos similares ocurridos en 1905, 1908 y

42 “Contestación del señor Aspíllaga…”, en El Comercio, 10 de mayo de 1912. Conocido el manifiesto de Aspíllaga, la junta directiva central del Partido Constitucional, presidida por David Matto, desmintió el supuesto apoyo a su candidatura y reiteró a sus partidarios que no debían asumir “compromiso de ningún género en la presente contienda electoral”. “Política”, en El Comercio, 11 de mayo de 1912. 43 “De jueves a jueves”, en Variedades, 11 de mayo de 1912. 44 “Tanto va el cántaro…”, en La Prensa, 12 de mayo de 1912.

38

1911, pero su colega, Lizardo Franco, aclaró que esas

aprobaciones fuera de plazo se referían a juntas con actas

de instalación objetadas, y no se ocuparon de aquellas

formadas extemporáneamente45. La prensa señaló

entonces que solo el Congreso podía prorrogar la

formación de los registros y la sucesiva designación de

las comisiones de sufragio, cualquier otro camino

implicaría evidente fraude46.

A pesar de la desconfianza de Billinghurst en el

proceso electoral, numerosos clubes de artesanos y

obreros proclamaron su candidatura y se organizaron “a

impulso de una espontaneidad raras veces

contemplada”. En su casa de la calle Gallinazos (actual

cuadra 3 del jirón Puno), el caudillo recibía constantes

visitas de vecinos notables y grupos obreros de varias

zonas de la capital, quienes vivaban al Perú y censuraban

la “farsa electoral”. En respuesta, los aspillaguistas

pusieron en las calles matones dirigidos por

“capituleros” para amedrentar a los ciudadanos,

produciéndose peleas y agresiones con aquellos que

manifestaban su adhesión al billinghurismo. El Gobierno

permanecía indiferente ante semejante escalada de

violencia, obligando a los ciudadanos a “caminar con la

mano sobre el revólver y cobrar con un balazo los

insultos y los avances criminales”47.

45 “En la Junta Electoral Nacional”, en El Comercio, 15 de mayo de 1912. 46 “Editorial”, en La Crónica, 13 de mayo de 1912. 47 “El día político”, en La Prensa, 13 de mayo de 1912.

Page 21: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

39

La manipulación política de la Junta Electoral se hizo

patente cuando esta desconoció la elección de Manuel

Químper, amigo personal de Billinghurst, como presidente

de la junta departamental de Lima, aduciendo la

circunstancia de hallarse pendiente la aprobación de la junta

provincial de Canta48. En protesta por este hecho, los

billinghuristas49 decidieron reunirse el 19 de mayo en la

Alameda de los Descalzos con el propósito de solicitar al

presidente Leguía la nulidad de las acciones de la Junta

Electoral y la convocatoria de un Congreso Extraordinario en

el mes de junio, en cuyo seno debería definirse la fórmula

propicia para desarrollar un nuevo proceso electoral en los

meses de junio, julio y agosto. La prensa de oposición sugirió

que se incluyera el pedido de reemplazo de las autoridades

aspillaguistas por otras neutrales y el compromiso de Leguía

de culminar su mandato el 24 de setiembre, bajo promesa de

designar una Junta de Gobierno en caso no fuese resuelta la

sucesión presidencial hasta esa fecha50.

A estas alturas de la campaña, Aspíllaga había

perdido la iniciativa, pero no cejaba en su intento de

disputarle los espacios públicos a los billinghuristas. Estos

últimos tenían planeado celebrar un gran mitin el 19 de

mayo en la Alameda de los Descalzos. Los aspillaguistas

48 “Han bastado 24 horas”, en La Prensa, 15 de mayo de 1912. 49 Abraham Valdelomar fue uno de los más entusiastas organizadores de los comités billinghuristas, a los cuales exhortó a “velar siempre por el respeto de los derechos del pueblo, y entre ellos por el sagrado del sufragio”. “El día político”, en La Prensa, 17 de mayo de 1912. 50 “De jueves a jueves”, en Variedades, 18 de mayo de 1912.

40

LOS CANDIDATOS DEL PROCESO ELECTORAL DE 1912

Ántero Aspíllaga y sus partidarios. La Crónica, 21 de mayo de 1912.

Guillermo Billinghurst y sus seguidores. La Crónica, 26 de mayo de 1912.

Page 22: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

41

decidieron concentrarse ese mismo día en la plazuela de

San Pedro, una hora antes que iniciara la manifestación de

sus adversarios. El Gobierno temió entonces una

confrontación callejera de imprevisible resultado. Ambos

líderes fueron citados por separado a palacio para

garantizar ante el presidente Leguía la tranquilidad de la

ciudad. De otro lado, el Ministro de Gobierno, Plácido

Jiménez, dividió la capital en dos zonas para impedir el

encuentro de los manifestantes. Los billinghuristas se

ubicarían entre el Palacio de Gobierno y los barrios de

Abajo del Puente, mientras los aspillaguistas tomarían lugar

en los alrededores del Palacio de la Exposición51. Mediante

avisos en la prensa, volantes y propaganda pegada en las

paredes de las principales calles limeñas fueron invitados

los ciudadanos a esta “exhibición de fuerzas”.

La noche previa a estas manifestaciones hubo

disparos y heridos en algunos puntos de la capital. El

Intendente de Policía, Julio López, ofició a los

contendientes exigiéndoles prohibir a sus partidarios el

uso de armas y evitar el funcionamiento nocturno de los

clubes. Al mismo tiempo, ordenó a los comisarios de

policía intervenir en el decomiso de armas bajo pena de

arresto y multa sin distinción de personas ni partidos52.

En medio de esas prevenciones, los billinghuristas

publicaron la relación de delegaciones participantes en

su gran mitin. Empleados, obreros, pequeños comerciantes,

estudiantes y amigos personales de Billinghurst integraban

51 “Las manifestaciones políticas”, en El Comercio, 18 de mayo de 1912. 52 “Los sucesos políticos de anoche”, en El Comercio, 19 de mayo de 1912.

42

LAS MANIFESTACIONES ELECTORALES DE 1912

La campaña del Pan Grande. Mayo de 1912. Archivo Fotográfico

de la Biblioteca Nacional.

Los aspillaguistas desfilando cerca del Palacio de la Exposición.

La Crónica, 20 de mayo de 1912.

Page 23: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

43

esta eufórica multitud53. Por su parte, grupos de

aspillaguistas, entre los cuales se encontraba el hijo del

ex-Ministro de Gobierno, Rafael Villanueva, recorrían los

barrios limeños lanzando vivas y disparos en actitud

provocadora. Varios heridos y un fallecido dejaron estos

enfrentamientos previos a los mítines de los candidatos

en pugna54.

La mañana del 19 de mayo, partidarios de ambos

bandos se concentraron en barrios apartados de la

ciudad con sus banderas y pancartas, mientras las calles

lucían cubiertas de lodo por causa de una llovizna que

había caído durante toda la madrugada. La policía ocupó

las plazuelas y calles centrales, y puso vigilancia cerca

de los edificios donde funcionaban las secretarías

políticas de Aspíllaga y Billinghurst. A la una de la tarde

se paralizó el servicio de tranvías para permitir el rápido

tránsito de los “pelotones” de manifestantes. Media hora

después, Aspíllaga y sus candidatos a vicepresidentes,

César Canevaro y Guillermo Rey, se reunieron en la

plazuela de San Pedro. Los tres líderes y unas 300

personas, acompañados por una banda de música,

iniciaron el desfile hacia la plaza de la Exposición a las 2

y 30 pm. Allí, los clubes aspillaguistas los recibieron con

aplausos y vivas. En su discurso, Aspíllaga agradeció el

apoyo de los partidos y elogió la voluntad general de

concurrir “resueltamente” a los comicios del 25 de mayo,

y agregó que estos eran legítimos, pues respetaban los

preceptos de la ley. El mitin culminó con una declaración

53 “El gran mitin de mañana”, en La Prensa, 18 de mayo de 1912. 54 “El día político”, en La Prensa, 19 de mayo de 1012.

44

conjunta, suscrita por los partidos Civil, Constitucional y

Cívico, que acusaba de sedición a quienes exigían

postergar las elecciones. Seguidamente, Aspíllaga subió

a su auto para encabezar el desfile de retorno hacia la

´plazuela de San Pedro. Como acto final, una comisión

aspillaguista, presidida por Miguel Echenique, entregó

un memorial al presidente Leguía solicitando la

continuidad de las elecciones55.

Casi simultáneamente los clubes billinghuristas se

distribuyeron desde la una de la tarde por toda la ciudad.

Algunos se agruparon en el frontis de la casa de su líder

y otros en la Alameda de los Descalzos. A las 3 y 45 pm,

en medio de “un conjunto mareante de seres humanos”,

salió Billinghurst con sus más cercanos amigos rumbo al

lugar donde se realizaría el gran mitin. Una hora después

hizo su ingreso a los Descalzos siendo recibido con vivas

y cohetones. El club billinghurista de motoristas y

conductores exhibía en la punta de una vara “un

descomunal pan de cerveza” con el lema “Esto será 5

centavos de pan, si sube Billinghurst”, y en otra vara

mostraban “un diminuto pan pinganilla” acompañado de

la leyenda “Esto será 20 centavos de pan, si sube

Aspíllaga”. La manifestación comenzó con el discurso del

obrero Valdez, quien destacó la confianza del pueblo en

el líder tarapaqueño y elogió su límpida carrera alejada

“de las orgías del poder” y sus esfuerzos por emancipar

al trabajo del yugo capitalista. Agregó finalmente que

esta candidatura recogía los derechos constitucionales

del pueblo. Abraham Valdelomar y Teodomiro Gutiérrez

55 “Las manifestaciones…”, en El Comercio, 20 de mayo de 1912.

Page 24: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

45

también intervinieron con alocuciones muy aplaudidas.

Este último censuró el “entroncamiento del feudalismo y

la autocracia” desde los años de la Independencia, y los

abusos cometidos contra los indígenas por el

gamonalismo serrano. Llegó entonces el turno de

Billinghurst, cuyo discurso enarboló la defensa de la

voluntad popular y el sufragio libre. Expresó, por tanto,

su deseo de liberar a dicho acto del fraude y la coacción

a fin de consolidar el régimen republicano y la

democracia. En ese sentido, la nulidad de las elecciones

era un “anhelo de la Nación”, pues hombres audaces

pretendían asaltar el poder y sumir al país en la

anarquía56.

Eran las 4 y 30 pm cuando se inició el desfile por

la calle Copacabana (actual jirón Chiclayo en el Rímac)

produciéndose intercambios de balazos y pedradas con

varios aspillaguistas ocultos en una casa del lugar. El

paso de los billinghuristas por la calle del Palacio fue

seguido desde los balcones del edificio presidencial por

el Ministro de Guerra, Juan de la Torre, y el coronel

Óscar Benavides. En la Plaza de Armas, un cordón

policial impedía a estos manifestantes avanzar hacia el

lado este de la capital. Allí, Luis Felipe Paz Soldán, a

nombre del billinghurismo, entregó al presidente Leguía

un memorial que contenía serias acusaciones contra la

Junta Electoral por no instalar a tiempo todas las juntas de

registro, hecho que había marginado del padrón

electoral a las “nueve décimas partes de los

ciudadanos”. Por ese motivo, amparándose en el inciso

56 “La gran manifestación…”, en La Prensa, 20 de mayo de 1912.

46

5º del artículo 94 de la Constitución vigente, exigía anular

lo actuado, reabrir los registros y señalar nueva fecha

para las elecciones. El presidente Leguía prometió

estudiar el documento y dar una respuesta de acuerdo

con el marco “que fijan al Poder Ejecutivo, la

Constitución y las leyes”. Sin embargo, omitió

pronunciarse sobre la nulidad electoral, pues recordó

que solo el Congreso tenía facultad para declararla. Poco

después, concluyó el desfile en las inmediaciones de la

casa de Billinghurst57.

Los mítines y desfiles causaron notorio impacto en

la opinión pública. El billinghurismo reunió casi 20 mil

personas contra las 2 mil congregadas por los

aspíllaguistas58. Las gestiones realizadas por estos para

llevar a los peones del valle de Ate hasta el mitin de la

Exposición fracasaron rotundamente, a pesar de que les

ofrecieron hasta dos soles por su concurrencia. La

peonada había rechazado a los “enganchadores”

lanzando vivas a Piérola y Billinghurst59. Puesta en

evidencia la debilidad de Aspíllaga, La Prensa le sugirió

sopesar el mandato de la “poderosa corriente de

opinión” contraria a su candidatura y apartarse sin

demora del proceso electoral60. Asimismo, El Comercio le

pidió renunciar a sus ambiciones personales en vez de

consumar una “elección repudiada”61. En tono más

severo, La Crónica lo exhortó a no confiar en quienes le

57 “Las manifestaciones…”, en El Comercio, 20 de mayo de 1912. 58 “La gran jornada…”, en La Prensa, 20 de mayo de 1912. 59 “Ecos de la gran…”, en La Prensa, 20 de mayo de 1912. 60 “Hay que rendirse a…”, en La Prensa, 20 de mayo de 1912. 61 “Editorial”, en El Comercio, 21 de mayo de 1912.

Page 25: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

47

daban esperanzas de triunfo cuando realmente estaba

asistiendo a los funerales de su carrera política62. Los

diarios de oposición confiaban en que el presidente

Leguía, accediendo a la demanda popular, optaría por

tramitar la postergación de las elecciones.

Esta esperanza pronto se convirtió en desengaño,

pues el Ministro de Gobierno, Plácido Jiménez, confirmó

la realización de los comicios para el 25 de mayo, y

mediante circular ordenó a los prefectos conservar el

orden público y prestar garantías a las cuestionadas

mesas receptoras de sufragio. Los civilistas

independientes y constitucionales, atemorizados por la

violenta jornada electoral que se avecinaba, decidieron

reunirse en sus respectivos locales para discutir cómo

debían actuar en dicha coyuntura política. Billinghurst

también sostuvo conversaciones con el presidente Leguía

y el general Pedro Múñiz, líder del Partido

Constitucional. Al mismo tiempo, estableció el comité

central ejecutivo de sus “trabajos políticos”, que estuvo

integrado de la siguiente manera: general Enrique

Varela (vicepresidencia), coronel Fernando Seminario,

Elías Malpartida, Juan Domingo Castro, coronel Gonzalo

Tirado, Federico Luna y Peralta (vocales), y Luis Felipe

Paz Soldán y Manuel Químper (secretarios). Por su parte,

los presidentes de los 60 clubes billinghuristas

sesionaron en su local partidario de la calle Comesebo

(actual cuadra 3 de la avenida Tacna), y acordaron por

unanimidad boicotear las elecciones mediante un paro

62 “Editorial”, en La Crónica, 20 de mayo de 1912.

48

general. Comunicada esta decisión a su líder, este la

respaldó, porque:

“… si el pueblo creía que mediante la medida del paro general protestaba en forma culta, de los atropellos que habían necesariamente de realizarse en el proceso electoral, él no consideraba legítimo oponerse a sus decisiones”63.

Las asambleas y agrupamientos de obreros,

empleados y estudiantes, crearon una “atmósfera de

inquietud” en los hogares, calles y confiterías de la

capital. El 23 de mayo, los partidos Civil independiente,

Liberal y Constitucional, reunidos de emergencia para

analizar “extensamente la actualidad política”,

manifestaron sus simpatías por el “movimiento de

opinión” contrario al proceso electoral y se adhirieron a

este con la voluntad de que el “problema presidencial”

fuese resuelto dentro de las normas constitucionales64.

Entre tanto, los billinghuristas continuaron firmes en la

organización del paro y como muestra de fortaleza

realizaron un multitudinario desfile por el jirón de la

Unión. A su vez, los comerciantes de abastos repartieron

volantes exhortando al vecindario que se proveyera de

víveres, pues participarían “con todo rigor” en la

protesta popular. Ante este panorama, el ministro

Jiménez ordenó a las prefecturas de Lima y Callao

63 “La situación política”, en El Comercio, 22 de mayo de 1912. 64 Firmaron este acuerdo Enrique de la Riva Agüero y Enrique Barreda (delegados del Partido Civil independiente), Ricardo L. Florez y Wenceslao Valera (delegados del Partido Liberal) y David Matto y el general Pedro Múñiz (delegados del Partido Constitucional). “Los acuerdos políticos de los partidos”, en El

Comercio, 24 de mayo de 1912.

Page 26: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

49

proteger a los funcionarios electorales y reprimir “como

a delincuentes” a quienes realizaran desórdenes e

impidieran el sufragio65.

De igual modo, el despacho de Gobierno citó a

Billinghurst para preguntarle sobre las “proyecciones”

del paro y solicitarle que lo evitara. Sospechando que

trataban de hacerlo responsable de dicha acción, en tono

exaltado el candidato dijo ser ajeno a esta y por lo tanto,

no le era posible impedirla. Acto seguido, el presidente

Leguía lo convocó a palacio para insistirle en este asunto,

pero recibió la misma respuesta negativa. Le exigió

entonces recomendar a sus partidarios no portar armas

de fuego durante los días del paro, compromiso que

Billinghurst aceptó bajo condición de que los “soplones y

adherentes” de Aspíllaga no hicieran uso de las suyas. La

indignación creció cuando la prensa hizo pública una

circular remitida a las autoridades políticas por el

presidente de la Junta Electoral, Alejandro Deustua, en la

que se ordenaba multar con cien pesos e incluso

conducir por la fuerza a los miembros de las mesas de

sufragio que se negaran a cumplir su trabajo. El sector en

minoría de la Junta fustigó esa injerencia del Ejecutivo en

las elecciones, pero la mayoría de esta alegó que dicha

“medida de cordura” solo buscaba “cruzar” la campaña

contraria al proceso electoral66.

La prensa opositora anunció “choques

sangrientos” en caso la candidatura Aspíllaga llevase

adelante la “farsa electoral” y le auguraron una

65 “El paro general”, en La Prensa, 24 de mayo de 1912. 66 “Junta Electoral Nacional”, en El Comercio, 24 de mayo de 1912.

50

presidencia rodeada del “odio popular”67. Subestimando

esas advertencias, el Gobierno siguió empeñado en

efectuar los comicios y encargó el cuidado del orden

público al intendente capitalino, Julio López, quien

rápidamente delegó dicha tarea a los comisarios

instándolos a poner en práctica “medidas sagaces y

atinadas”. Caída la noche del viernes 24, Lima parecía

hallarse en estado de sitio, mientras entre los obreros de

mercados, fábricas, curtiembres, panaderías y transporte

público corría el eslogan “ni votaremos, ni

trabajaremos”. Aislado y dubitativo, Aspíllaga celebró en

su casa una tertulia reservada con los senadores y

diputados oficialistas para coordinar acciones comunes.

El Gobierno, por su parte, trajo desde La Oroya al

batallón Nº 9 y dispuso su acantonamiento en el cuartel

de Guadalupe. En el Callao y provincias reinaban la

misma tensión y despliegue de policía y tropas68.

Los aspillaguistas, empecinados en desconocer su

inminente derrota, congregaron en casa de Baldomero

Aspíllaga a los presidentes de las mesas receptoras de

sufragio para darles instrucciones, y al mismo tiempo

repartieron “garrotitos” entre la canalla que pretendía

torcer la voluntad popular69. Ese acto provocador

exacerbó el ánimo de los grupos billinghuristas. La

citada casa fue elegida como el primer objetivo de su

furia. La mañana del 25 de mayo, reunidos en varios

puntos de la ciudad, marcharon contra esta y poco

67 “Editorial”, en La Crónica, 24 de mayo de 1912. 68 “Excitación en la ciudad”, en El Comercio, 25 de mayo de 1912. 69 “Los palos aspillaguistas”, en La Prensa, 25 de mayo de 1912.

Page 27: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

51

después del mediodía la destrozaron provocando la fuga

de los aspillaguistas y el pánico entre los presidentes de

mesas. Manuel Químper, vocero de Billinghurst, justificó

estos actos que no dejaron “una sola mesa electoral” en

Lima, si bien expresó su preocupación por los excesos

cometidos contra algunas viviendas de particulares.

Connotados aspillaguistas expusieron sus vidas en un

intento desesperado por evitar el fracaso electoral. En la

mesa de Santo Domingo, Manuel Prado y Ugarteche se

opuso tenazmente a la destrucción del mobiliario, y

viéndose desbordado por los manifestantes debió

refugiarse en una casa de la calle del Correo. No tuvo la

misma suerte el abogado David Duarte, quien en su

empeño por instalar la mesa de la plaza Italia, terminó

golpeado y apuñalado. Al comenzar la tarde de este día,

los billinghuristas transitaban las calles al grito de ¡Abajo

la farsa! y exhibían desafiantes los restos de sillas y

mesas destrozadas. Impresionado por la euforia de las

masas limeñas, el reportero de La Crónica dijo que estas

constituían:

“… algo sensacional y grande que recordaba las magnas jornadas de la Revolución Francesa, [y] el aspecto era tanto más imponente y extraordinario, cuanto que hasta las mujeres y los niños intervenían llenando el ambiente con sus aclamaciones”70.

Por su parte, El Comercio destacó la utilización

por primera vez del paro como arma de combate

político. En la tarde del 25, adueñados los billinghuristas

de las principales calles limeñas, Aspíllaga reconoció su

virtual derrota y recomendó a sus amigos y

70 “¡El gran día!”, en La Crónica, 26 de mayo de 1912.

52

colaboradores cercanos abstenerse de concurrir a votar,

pues resultaba imposible el funcionamiento de las

mesas71. A esa misma hora, Billinghurst realizó una

multitudinaria y triunfal visita al Callao, siendo

proclamado como el “Salvador de nuestra patria” por los

obreros chalacos. En algunas ciudades del interior, como

Arequipa y Cuzco, las autoridades locales y tropas del

Ejército reprimieron con dureza a los manifestantes

ocasionando varios heridos y muertos72. La violencia

desplegada por el pueblo era consecuencia –según

Manuel Prado y Ugarteche– de que la “cuestión social”

había absorbido “por completo la cuestión política”

dejando sin garantías a los funcionarios electorales73.

El 26 de mayo, las masas volvieron a tomar las

calles74. Desbaratadas las elecciones se formaron grupos

encargados de la “caza de soplones” y de supervisar la

venta del pan y leche a precios justos. Los comisionados

billinghuristas, Luis Paz Soldán y Federico Luna y Peralta,

acudieron al Ministerio de Gobierno y solicitaron al

71 “La situación política”, en El Comercio, 25 de mayo de 1912. 72 “Los sucesos de Arequipa y Cuzco”, en La Prensa, 26 de mayo de 1912. 73 “Carta del señor Prado”, en El Comercio, 26 de mayo de 1912. 74 Manuel González Prada tuvo frases muy duras respecto del boicot popular a las elecciones de mayo de 1912. Aunque reconoció el apoyo de las clases obreras a Billinghurst, denunció que “turbas maleantes” impidieron el acceso de los votantes a las mesas de sufragio. Ciertamente, le causó mucho desagrado haber visto cómo la campaña electoral se redujo al paseo de “dos panes enarbolados en largas picas: uno desmesuradamente grande, el pan de Billinghurst; otro exageradamente chico, el pan de Aspíllaga”. González Prada 1979: 31.

Page 28: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

53

Ejecutivo una aclaratoria sobre el plazo de vigencia de

las elecciones, y la concesión de garantías para los

billinghuristas de Arequipa, Cuzco y Puno. Horas

después, amparándose en el artículo 54 de la ley

electoral de 1896, que establecía solo dos días para

celebrar elecciones, el prefecto limeño, Julio Aguirre,

declaró concluidos los comicios. Esta decisión fue

comunicada de inmediato a los cazadores de soplones,

que ingresaron en busca de estos a las barriadas y

lenocinios. Allí destruyeron todo a su paso, ejerciendo

una acción de “saneamiento” social. El propio

Billinghurst debió intervenir para impedir el

linchamiento de un conocido soplón en el frontis de su

casa por parte de varios obreros. Buscando acomodarse

al nuevo escenario político, los dirigentes provincianos

de los partidos resolvieron impulsar la nulidad del

proceso electoral75.

Al caer la tarde del 26 de mayo, pocos grupos

billinghuristas desfilaban por Lima lanzando tiros al aire

y vivas a su candidato. En uno de estos podía distinguirse

a Marta la cantinera, lideresa popular que se hizo famosa

durante la revolución pierolista de 1895. En el Callao, la

jornada cívica culminó con el recorrido procesional de

un ataúd, cuya parte superior exhibía una calavera

pintada sobre la inscripción “La candidatura Aspíllaga–

requiescat in pace”. Por la noche, la ciudad se sumió en

profundo silencio volviendo a su “indolencia

tradicional”76. Sin embargo, la mañana del 27 resurgió la

75 “Los sucesos políticos de hoy”, en La Prensa, 26 de mayo de 1912. 76 “Las últimas excitaciones del pueblo”, en El Comercio, 27 de mayo de 1912.

54

beligerancia cuando los dueños de fábricas no quisieron

recibir a los obreros participantes del paro. La enérgica

protesta de estos dio origen a rumores alarmantes sobre

nuevos actos de violencia motivándose el cierrapuertas

de los negocios capitalinos. Preocupado por las noticias

sobre manifestantes heridos a causa de choques con los

piquetes de gendarmería, el Gobierno convocó a

Billinghurst a palacio y le expuso la gravedad del

momento. De inmediato, el comité organizador del paro

hizo circular un boletín exhortando a los obreros a

retomar sus labores, pues finalizadas las elecciones no

había razón para continuar inactivos77.

La prensa opositora estaba muy ansiosa por el

estado de agitación que embargaba al pueblo y se

negaba a reconocerle “un propósito de verdadero

civismo”. Para evitar un desborde popular, los diarios

exigían la renuncia de Aspíllaga o que la Junta Electoral

Nacional acordara disolverse, de otro modo creían

imposible restaurar la paz social. Dos caminos existían para

superar la crisis política: la convocatoria de un Congreso

Extraordinario que declarase la nulidad de las fracasadas

elecciones y posibilitara otras mediante la aprobación de

nueva legislación electoral aplicada por una renovada

Junta, o encargar al Congreso Ordinario elegir al

presidente amparándose en el inciso 10 del artículo 59 de la

Constitución de 1860, que lo facultaba a hacerlo cuando no

podía realizarse conforme a ley78. Entre tanto, La Prensa exigía

77 “El día político”, en La Prensa, 27 de mayo de 1912. 78 “Editorial”, en La Crónica, 28 de mayo de 1912.

Page 29: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

55

EL FALLIDO PROCESO ELECTORAL DE 1912

Trofeos electorales: mesas y ánforas destrozadas. La Crónica, 28 de mayo de 1912

Billinghuristas exhiben sus trofeos electorales. La Crónica, 28 de mayo de 1912.

56

la renuncia del alter ego aspillaguista y presidente del

Consejo de Ministros, Agustín Ganoza, y advertía que

Billinghurst estaba dispuesto a liderar nuevas jornadas de

protesta en caso las cámaras legislativas no sancionaran la

nulidad de los comicios79.

79 “Mal olvido”, en La Prensa, 28 de mayo de 1912.

Page 30: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

57

II. LA ELECCIÓN POR EL CONGRESO: BILLINGHURST

PRESIDENTE

Ante una cercana batalla congresal por la presidencia,

los líderes parlamentarios iniciaron conversaciones con

ambos candidatos en pugna para definir a cuál de ellos

apoyarían. Aspíllaga reunió a los civilistas oficialistas y

les sugirió que lo proclamaran vencedor de las

elecciones, pues había obtenido en provincias más de un

tercio de los votos emitidos. Rafael Villanueva y Javier

Prado y Ugarteche fueron designados para impulsar esta

propuesta. Por su parte, Billinghurst recibió las visitas del

civilista independiente, Enrique de la Riva Agüero, y los

liberales, Samuel Sayán y Juan Torres Balcázar, quienes

manifestaron su identificación con la campaña en defensa

de la legalidad del sufragio80. Un sector de la prensa

opositora juzgaba estériles estas reuniones “de carácter

deliberante o consultivo”, porque solo servían para

analizar la situación “dentro de las expectativas de cada

círculo”81. Otros advirtieron sobre la inminente

organización de un “movimiento popular armado” en

caso los aspillaguistas continuaran realizando “manejos

solapados” conducentes a simular una elección82.

En el interior del país, fueron instaladas muy

pocas mesas, según informó la prensa capitalina. Como

secuela de esta incertidumbre pos electoral hubo

rumores sobre una nueva candidatura oficialista

encabezada por Germán Leguía y Martínez, y la supuesta

80 “La situación política”, en El Comercio, 29 de mayo de 1912. 81 “La actualidad política”, en La Prensa, 30 de mayo de 1912. 82 “Editorial”, en La Crónica, 30 de mayo de 1912.

58

incorporación de Enrique de la Riva Agüero y Pedro

Múñiz en las vicepresidencias de Billinghurst83. Entre

tanto, la Junta Electoral Nacional aplazó sus sesiones con

la evidente finalidad de que Aspíllaga resolviera el

impasse presidencial sin perjudicar sus intereses

particulares84. El presidente Leguía quiso abreviar este

trámite conferenciando con Aspíllaga y Billinghurst. En

ese contexto, el comité ejecutivo billinghurista repartió

un boletín informando a sus partidarios que no había

ordenado paralizar labores el 1º de junio85. Una creciente

“irritación en sorda” podía percibirse en las clases

sociales, porque la derrota del aspillaguismo no se

concretaba en un “decreto, ley, manifiesto, declaración o

en lo que sea, en algo en fin que distensione el

espíritu”86. No obstante, la mayoría de “cerebros” y

“voluntades” confiaba en que nadie podría detener la

“extraordinaria evolución política del país”87.

A mediados de 1912, no había consenso para

dejar en manos del Congreso la elección presidencial,

pues cundía la desconfianza ante la posibilidad de que el

Gobierno ordenara a su grupo parlamentario imponer la

proclamación “amarrada” de un allegado suyo88. La

opinión pública sentía fundados temores por las

consecuencias sociales de esta maniobra temeraria,

83 “Informaciones de provincia”, en El Comercio, 31 de mayo de 1912. 84 “Editorial”, en La Crónica, 31 de mayo de 1912. 85 “Rumores de un nuevo paro para mañana”, en El Comercio, 1º de junio de 1912. 86 “Editorial”, en La Crónica, 1º de junio de 1912. 87 “Lo que siente el país”, en La Prensa, 2 de junio de 1912. 88 “De jueves a jueves”, en Variedades, 1º de junio de 1912.

Page 31: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

59

sobre todo después de las movilizaciones “resueltas” y

“agresivas” emprendidas el 1º de junio por el pueblo

chalaco con el objeto de impedir la instalación de los

concejales aspillaguistas vencedores en los comicios

ediles. Esas acciones eran vistas como perturbador

adelanto de lo que podía ocurrir en caso prosperase la

designación de un presidente ajeno a la voluntad

popular89. Al respecto, los hechos del Callao revelaron

que cualquier gobierno sostenido con la fuerza policial

conduciría a la sociedad por “una senda intranquila y

violenta, que no puede ser garantía de serenidad y orden

en la vida local”90.

Dos noticias crisparon entonces los ánimos del

movimiento billinghurista: la publicación de una circular

enviada por Aspíllaga a sus comités de provincias

anunciándoles “oportunas instrucciones” para llevar a

cabo “nuestra causa protegida [por] la Constitución [y]

leyes”91; y la frustrada convocatoria de un Congreso

Extraordinario, a causa de que el Gobierno prefería

dilucidar el problema presidencial en la Legislatura

Ordinaria programada para el 28 de julio de 1912. Esto

último radicalizó las críticas de la prensa opositora, que

demandó la convocatoria de una Asamblea

Constituyente, cuya principal tarea sería cambiar los

“viciosos métodos de explotación política”92. Atenuó algo

este descontento la noticia del supuesto acuerdo entre

89 “Editorial”, en La Crónica, 2 de junio de 1912. 90 “Editorial”, en El Comercio, 2 de junio de 1912. 91 “Circular”, en La Prensa, 3 de junio de 1912. 92 “Editorial”, en La Crónica, 3 de junio de 1912.

60

Billinghurst y el diputado Juan Pardo, líder de los sesenta

parlamentarios del bloque civilista, conducente a

declarar la nulidad electoral y promover en el Congreso

la candidatura del primero93.

Los diarios limeños, recelosos de la

imparcialidad del Gobierno, denunciaron supuestos

planes del presidente Leguía encaminados a desgastar a

ambos candidatos, pues para consumar sus planes de

“lucubración sucesoria” convenía engañarlos con falsas

promesas de colaboración, de tal manera que

“Billinghurst se mantenga firme y que el señor Aspíllaga

no se desaliente”94. El aspillaguismo –según telegramas

remitidos a sus partidarios– tenía preparadas “argucias

tinterillescas (…), excepciones, apelaciones y demás

zarandajas del lenguaje judicial” para convencer a la

Junta Electoral de la legalidad de su triunfo95. De acuerdo

con algunos trascendidos, los aspillaguistas presentarían

ante el Congreso un memorial con tres mil firmas de

supuestos electores que no pudieron votar por su líder

debido a la falta de garantías. Aferrados a esa causal

solicitarían el reconocimiento de Aspíllaga como

vencedor de las elecciones. Si este pedido fuese

rechazado y les pareciera imposible detener la

proclamación presidencial de Billinghurst, entonces

sostendrían la tesis de la anticonstitucionalidad de su

elección por el Congreso96.

93 “Ecos. Unos y otros…”, en La Prensa, 3 de junio de 1912. 94 “Editorial”, en La Crónica, 4 de junio de 1912. 95 “Editorial”, en La Crónica, 5 de junio de 1912. 96 “Editorial”, en La Crónica, 6 de junio de 1912.

Page 32: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

61

Aspíllaga se estaba convirtiendo en un factor

contrario al espíritu de concordia reclamado por la

sociedad para culminar la evolución política iniciada con

el paro general del 25 y 26 de mayo de 1912. Derrotado y

deprimido, aún era capaz de sembrar la anarquía

promoviendo en el parlamento “combinaciones o

situaciones indignas” en perjuicio “de la realización del

anhelo público”97. Estos planes sufrieron duro revés

cuando la facción del Partido Constitucional, liderada por

el general César Canevaro, retiró su apoyo a la

candidatura oficialista para sumarse al constitucionalismo

billinghurista encabezado por el general Pedro Múñiz98.

La reunión intempestiva de la Junta Electoral, convocada

de manera reservada para el 8 de junio, produjo mayor

tensión entre los grupos políticos. Conocida la noticia,

circuló un volante llamando al “pueblo de Lima” a hacer

“acto de presencia” en el local de la Junta, ubicado en la

calle Santa María (actual cuadra 5 de la avenida

Abancay), e impedir la consumación del fraude electoral.

Gendarmes y policías fueron enviados al citado local

mientras la gente se congregaba con la intención de

presenciar la sesión de carácter público conforme lo

dispuesto por la norma electoral vigente99.

Apenas iniciada la sesión, los delegados en

minoría, Del Solar, Franco y Balbuena, cuestionaron su

convocatoria “clandestina” y violatoria del plazo legal

vigente, y exigieron que fuese declarada la nulidad de

97 “El olvido del deber”, en La Prensa, 6 de junio de 1912. 98 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica, 7 de junio de 1912. 99 “Reunión intempestiva…”, en El Comercio, 8 de junio de 1912.

62

las elecciones. Ofuscado por estos reclamos, el

presidente de la Junta, Alejandro Deustua, justificó la

sesión reservada, pues era la única forma de evitar

cualquier agresión de las “turbas”. Los delegados de

mayoría, Salomón, Grau, Echecopar y Deustua,

rechazaron la solicitud de nulidad, provocando el retiro

de sus colegas de minoría, que fueron recibidos con

ovaciones al salir a la calle. Poco después las casas de los

oficialistas Salomón y Salazar y Oyárzabal fueron

atacadas a tiros por manifestantes, mientras se anunciaba

la llegada a Lima de Augusto Durand, recibido con

amistosos balazos al aire por sus seguidores100. Los

grupos de oposición forjaban alianzas, pero no todos

compartían la idea de transformar el Congreso en órgano

electoral. Algunos juzgaban absurdo confiar la elección a

un parlamento “inconstitucionalmente formado”, porque

eso significaba birlarle al pueblo “la recuperación del

derecho de elegir”101.

En medio de este conflicto se recibió con

sorpresa la noticia de que Aspíllaga había recibido por

correo una “riquísima banda roja y blanca tejida en

maravillosa seda”. ¿Qué podía hacer el frustrado

candidato con ese inoportuno obsequio? Vendérsela a

Billinghurst para recuperar el costo de dicho objeto

respondía un cronista limeño con evidente humor

negro102. Los ánimos volvieron a exaltarse cuando se

supo que la mayoría de la Junta estaba decidida a

100 “Ecos. Vítores, sustos y tiros”, en La Prensa, 9 de junio de 1912. 101 “Editorial”, en La Crónica, 8 de junio de 1912. 102 “La llegada de la banda…”, en La Crónica, 9 de junio de 1912.

Page 33: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

63

proseguir la “mascarada electoral”. En Chorrillos, la casa

de su presidente, Alejandro Deustua, fue apedreada por

grupos billinghuristas al grito de ¡Abajo la Junta Electoral

aspillaguista!. A su vez, Rafael Grau, alcalde del Callao y

delegado de la Junta, recibió fuertes silbatinas y gritos

inamistosos durante la ceremonia organizada para la

inauguración del primer sanatorio militar y estación

cuarentenaria en la isla San Lorenzo. La presencia del

presidente Leguía en este acto no arredró a los

enfurecidos chalacos, cuyo número era veinte veces el

de los inspectores de policía que pretendía acallarlos103.

Al día siguiente, los aspillaguistas devolvieron el

golpe y lanzaron intimidantes balazos a una comitiva

integrada por Billinghurst y sus partidarios cuando esta

pasaba por la iglesia de La Merced104. Sin embargo, la

violencia y el fraude eran impotentes para detener un

movimiento que obraba de motu propio desfogando “los

enconos contenidos de tanto tiempo” en todo acto

vinculado con las elecciones105. En provincias también

crecía la animadversión contra Aspíllaga, reputado

culpable de la ruina del billete fiscal y la entrega de las

rentas nacionales al capital extranjero mediante el

Contrato Grace106. Dos días después, el Gobierno

publicó un decreto supremo resolviendo no aceptar la

renuncia presentada por el presidente de la Junta

Electoral, Alejandro Deustua. El cuestionado funcionario

103 “La fiesta de ayer en la…”, en La Prensa, 10 de junio de 1912. 104 “Las manifestaciones políticas…”, en El Comercio, 11 de junio de 1912. 105 “En el cotarro”, en La Crónica, 10 de junio de 1912. 106 “La actualidad política”, en La Prensa, 12 de junio de 1912.

64

fundó su pedido en la falta de garantías, pero el Ministro

de Gobierno, Plácido Jiménez, le recordó que el cargo

era irrenunciable y puso a su disposición la fuerza

pública para proteger los trabajos de la Junta107.

Mientras los círculos políticos discutían

acaloradamente la supuesta intención del presidente

Leguía de prorrogar su mandato, los clubes

billinghuristas, resueltos a permanecer movilizados,

anunciaron para el 24 de junio un “paseo político” a

Amancaes con “ejercicios de tiro”108. Aunque el

billinghurismo controlaba la calle carecía de fuerza

propia en el Congreso. No era prudente –opinó la prensa

opositora– confiar la candidatura popular a los inciertos

cubileteos de aliados eventuales, sino que debía exigirse

a estos la derogación de la ley electoral y el montaje de

un “sistema de elección plebiscitaria”, presidido por los

alcaldes y con presencia de los partidos políticos

locales109. La preocupación del entorno de Billinghurst

estaba centrada en la legitimidad de los actos del

Congreso, pues habiendo surgido sus miembros del

fraude electoral de 1911 el mandato presidencial que

estos pensaban entregar carecía de “título saneado e

incontrovertible”110. Mayores resquemores produjo la

voceada renuncia del diputado y Ministro de Hacienda,

Ernesto Ráez, quien regresaría a su cámara para

107 “La renuncia del…”, en El Comercio, 14 de junio de 1912. 108 “Ecos. Preparativos”, en La Prensa, 14 de junio de 1912. 109 “Editorial”, en La Crónica, 16 de junio de 1912. 110 “De jueves a jueves”, en Variedades, 15 de junio de 1912.

Page 34: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

65

intervenir en el debate de la cuestión electoral

cumpliendo supuestas órdenes del presidente Leguía111.

El silencio y la confusión sembrados por el

Gobierno y la Junta Electoral parecían haber sosegado la

iniciativa popular, revelando al mismo tiempo sus

limitaciones organizativas. Los jefes y directivos de

clubes estaban atrapados en la maraña de rumores y

murmuraciones callejeras, y no se percibía en ellos una

“orientación doctrinaria” que les permitiera actuar con

independencia. Casi todos preferían seguir la pauta

marcada por sus líderes volubles y personalistas. Por esa

razón, cundía una sensación de oportunidad perdida,

pues el movimiento cívico vencedor del fraude electoral

no daba paso a una “evolución principista” en los

partidos y las masas, sino que ambos parecían estar

inmersos en el “vicioso círculo” de la antigua política112.

Descartada una nueva reunión de la Junta Electoral, por

precepto de su presidente, Alejandro Deustua, los

parlamentarios oficialistas de provincias fueron

convocados a Lima con el fin de coordinar la designación

de las mesas directivas de ambas cámaras. Al mismo

tiempo, el Ministerio de Gobierno ordenó la permuta de

prefectos sin explicar los beneficios de dicha medida113.

Dadas las complejas circunstancias, la elección

presidencial por el Congreso ganó terreno entre algunos

sectores inicialmente opuestos a este procedimiento. En

111 “Ecos. Por encima de todo”, en La Prensa, 17 de junio de 1912. 112 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica,, 18 de junio de 1912. 113 “Movimiento de autoridades”, en El Comercio, 19 de junio de 1912.

66

ese caso, los congresistas tendrían que declarar válida la

elección frustrada, “pero insuficiente o con nulidades

parciales”, a fin de que pudieran sanearla conforme

estaba previsto en la Constitución vigente. Cualquier otra

fórmula fue conceptuada como una flagrante usurpación

de la soberanía popular114. No obstante, los partidos

políticos, interesados en conservar su cuota de poder,

plantearon diversas soluciones. El bloque civilista y los

constitucionales pretendían declarar la nulidad electoral

y negociar la presidencia. El civilismo oficialista deseaba

establecer una junta de gobierno y convocar nuevas

elecciones. Los liberales y el billinghurismo planteaban

la nulidad electoral, elección por el Congreso,

transmisión inmediata del mando y renovación del tercio

parlamentario. Los cívicos seguirían al grupo que

juzgasen con mayores posibilidades de vencer. Los

radicales estaban divididos entre aquellos dispuestos a

alinearse con algún partido y los que preferían

abstenerse. Finalmente, los demócratas querían

mantenerse al margen del conflicto115.

A juicio de la prensa opositora, la elección por el

Congreso solo daría pábulo a que 150 parlamentarios

negociaran reelecciones, carteras ministeriales,

nombramientos de autoridades provinciales y otras

prebendas siempre necesarias para llegar a un

acuerdo116. En este frágil escenario, el presidente Leguía

y su grupo parlamentario pensaban convencer a los

114 “Editorial”, en La Crónica, 21 de junio de 1912. 115 “Ecos. Sabidurías…”, en La Prensa, 21 de junio de 1912. 116 “Editorial”, en La Crónica, 23 de junio de 1912.

Page 35: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

67

partidos y la opinión pública sobre las ventajas de

prorrogar el régimen durante un año más, bajo la figura

de una Junta de Gobierno, a fin de que esta efectuara en

1913 las elecciones presidencial y legislativa en

simultáneo, hecho que les permitiría “entornillarse por

seis años más a las curules parlamentarias”117. El

periódico aspillaguista La República patrocinó

abiertamente esta fórmula ideal para “reventar la

elección del señor Billinghurst”118. Por su parte, los

centros obreros nombraron una comisión compuesta por

Ramón Espinoza, presidente de la Asamblea de

Sociedades Unidas, Justo González, de la Confederación

de Artesanos, y los señores Federico Ortíz Rodríguez y

Juan Goachet, y le otorgaron “amplios poderes” con el

propósito de que acordara con los diputados obreros la

“línea de conducta” que defendería la clase trabajadora

en la próxima legislatura119.

La estrategia dilatoria del presidente Leguía había

sido un completo éxito, pues no solo paralizó a

Billinghurst, quien dejó la protesta callejera para

ocuparse de la “pesca” de congresistas desde su local

partidario, sino que las masas prácticamente

abandonaron las bulliciosas manifestaciones (desfiles,

paros, pachamancas) y aguardaban pacientemente la

reunión del Congreso120. Surgieron así las primeras

increpaciones al candidato popular instándolo a reavivar

117 “Editorial”, en La Crónica, 24 de junio de 1912. 118 “Editorial”, en La Crónica, 27 de junio de 1912. 119 “Las clases trabajadoras…”, en El Comercio, 27 de junio de 1912. 120 “Burla, burlando. Calle arriba”, en La Crónica, 27 de junio de 1912.

68

los ánimos cansados del pueblo e impedir que el

Gobierno explotara “la indolencia que es característica

de nuestra idiosincrasia”121. Sin duda, el presidente

Leguía esperaba algunas conspiraciones y revueltas de

los descontentos. No en vano, agentes secretos allanaron

la oficina comercial de Isaías de Piérola en busca de un

arsenal que, según sus informantes, sería utilizado contra

la Intendencia de Policía de Lima. Aunque no fueron

encontradas armas ni municiones, los empleados de

Piérola quedaron detenidos. La noticia de este atropello

corrió rápidamente dejando en el público la sensación

de que había retornado la persecución política de años

pasados122. La infructuosa pesquisa por idéntico motivo

del laboratorio de la compañía “Cotabambas Auraria”,

gerenciada por Amadeo de Piérola, motivó una reunión

de la directiva del Partido Demócrata, la cual ordenó

reorganizar todos sus comités, especialmente los

limeños123.

Temiendo la aparición de posiciones radicales

entre sus seguidores, jóvenes líderes billinghuristas,

entre los cuales sobresalía Abraham Valdelomar, se

apuraron en explicarles a través de conferencias

multitudinarias y entusiastas el alcance constitucional de

la elección presidencial por el Congreso124. Confiados en

que las juntas escrutadoras validarían los votos

requeridos por Aspíllaga para reclamarse vencedor, los

121 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica, 28 de junio de 1912. 122 “La situación política”, en El Comercio, 29 de junio de 1912. 123 “La situación política”, en El Comercio, 30 de junio de 1912. 124 “La actualidad política”, en La Prensa, 29 de junio de 1912.

Page 36: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

69

aspillaguistas indicaron que el Poder Legislativo,

cumpliendo los artículos 81, 82 y 83 de la Constitución

vigente, tendría que obedecer el mandato de las actas y

proclamarlo presidente125. Frente a esta propuesta, los

constitucionales aliados del billinghurismo solicitaron a

sus bases provincianas recoger firmas a favor de la

nulidad electoral y remitirlas al Congreso. Este grupo

esperaba ocupar posición importante en un potencial

gobierno de Billinghurst, pues este les prometió que “no

formará partido nuevo”126. Otro respaldo significativo fue

el de los militares retirados integrantes del club “Unión

Militar”, representados por el general Enrique Varela y

el mayor Teodomiro Gutiérrez, quienes dijeron estar

dispuestos a sacrificarse en salvaguarda de los derechos

del pueblo127.

Alertado por estos movimientos de la oposición,

el presidente de la Cámara de Diputados, Roberto

Leguía, reunió a la bancada oficialista y les consultó si

tenían pactado promover la prórroga del mandato

presidencial o la elección directa por el Congreso. El

diputado Pedro Larrañaga respondió que la primera

opción carecía de sentido, pues el presidente Leguía le

expresó su resolución de “no permanecer un día más” en

palacio, después del 24 de setiembre, fecha en que

culminaba su gestión. Sin embargo, no hubo acuerdo

porque el diputado Alberto Salomón sugirió postergar el

debate hasta cuando estuviesen en Lima sus colegas de

125 “Editorial” en La Crónica, 29 de junio de 1912. 126 “La situación política”, en El Comercio, 2 de julio de 1912. 127 “Importante reunión del club…”, en La Prensa, 2 de julio de 1912.

70

EL BILLINGHURISMO PROVINCIANO

Multitudinaria manifestación billinghurista en Trujillo. La Crónica, 11 de julio de 1912.

Page 37: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

71

provincias. Tampoco lograron los reunidos elegir a quien

sería su candidato para la presidencia de la Cámara de

Diputados128. Contagiado de esa inercia, el

billinghurismo trató de seguir influyendo sobre los

clubes obreros ensalzando con discursos su participación

en la derrota del fraude electoral, mientras les pedía

confiar en el patriotismo de los congresistas, “que

inspirándose en los dictados de su conciencia (…)

consagrarían la elección presidencial del eminente

patriota ciudadano don Guillermo Billinghurst”129.

En vísperas del inicio de la legislatura, se daba

por descontado que el billinghurismo entregaría la

primera vicepresidencia a los liberales, reservaría la

segunda para el civilismo independiente y dejaría

pendiente la formación de alianzas con cívicos y

demócratas130. Mientras tanto, los clubes obreros limeños

y los comités provinciales se ocuparon del trabajo de

propaganda política, a través de bulliciosas

movilizaciones y la suscripción de actas en pro de la

nulidad electoral. Esta aureola de popularidad en torno a

la candidatura Billinghurst desde su sorpresiva aparición

no representaba, según el aspillaguista Enrique

Echecopar, la voluntad del país, porque en las elecciones

solo contaban los votos de personas hábiles aunque estas

fuesen minorías frente a las mujeres, analfabetos y no

inscritos en el padrón electoral. En el caso de Lima –precisó

128 “Reunión de los diputados…”, en El Comercio, 4 de julio de 1912. 129 “Interesante reunión de obreros”, en La Prensa, 4 de julio de 1912. 130 “Burla, burlando. Barriendo obstáculos”, en La Crónica, 5 de julio de 1912.

72

Echecopar– si 3,000 votantes (el tercio del total) elegían

un candidato, no tenía valor alguno que 40,000 personas

salieran a las calles y proclamaran a otro. Los

billinghuristas defendían esta última opción a la cual

denominaban “comicios populares”, figura desconocida

por la Constitución y la norma electoral131.

Esta suerte de desprecio por la opinión de las

clases populares, conducía –según la prensa opositora– a

un “régimen de exclusivismo en provecho de los fuertes

y una fórmula de dominación en daño de los vencidos o

débiles”132. Influenciados por estas ideas, los senadores

oficialistas, liderados por Rafael Villanueva, sugirieron a

sus colegas reconocer el triunfo del candidato Aspíllaga.

Sin embargo, Agustín Tovar y Enrique Marquina se

opusieron a esta propuesta impugnada por numerosa

cantidad de “actas plebiscitarias venidas de todas partes

de la República”. Villanueva tampoco obtuvo la

candidatura oficialista a la presidencia del Senado133.

Sumándose a esta vorágine de acuerdos y negociaciones,

el presidente Leguía y Billinghurst sostuvieron varias

citas en palacio en las que, según la chismografía limeña,

se discutió el canje de la prórroga presidencial por “la

organización de serias y garantidas elecciones que

harían cristalizar con el óleo de severa legalidad (…) la

candidatura popular”134.

131 “Actualidad política. Una carta…”, en La Crónica, 7 de julio de 1912. 132 “A despecho de todo”, en La Prensa, 9 de julio de 1912. 133 “Reunión de los senadores…”, en El Comercio, 10 de julio de 1912. 134 “Editorial”, en La Crónica, 10 de julio de 1912.

Page 38: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

73

El 12 de julio, los partidos aliados del

billinghurismo celebraron una asamblea conjunta previa

a la instalación de las juntas preparatorias de la

legislatura. La seguridad del Congreso fue reforzada con

una dotación de 40 policías, mientras grupos

billinghuristas rodearon la plaza Bolívar dando vivas a su

candidato135. Por su parte, el Gobierno celebró tres

consejos de ministros con el propósito de sancionar la

prórroga presidencial, pero los ministros de Hacienda,

Ernesto Ráez, y de Justicia, Agustín Ganoza,

recomendaron esperar unas semanas antes de llevar

dicha propuesta al Congreso. Con todo, el presidente

Leguía confiaba en que los cinco congresistas ocupantes

de carteras ministeriales, renunciarían a estas y volverían

a sus cámaras para activar el citado plan136. Al día

siguiente, los demócratas cuzqueños hicieron pública su

adhesión a Billinghurst, quien según ellos, a pesar de

haberse distanciado de Piérola por “susceptibilidades

más o menos infundadas”, enarbolaba los principios de

reconstitución nacional del Partido Demócrata y, por

tanto, era el “hombre ideal” para encaminar al Perú

hacia su grandeza y prosperidad137.

Ante este gesto no consultado con el comité

directivo limeño, Piérola publicó un manifiesto

comunicando a sus partidarios que tanto la prórroga del

mandato de Leguía como la elección presidencial por el

Congreso constituían flagrantes violaciones de la

135 “Reunión del comité de la alianza”, en El Comercio, 13 de julio de 1912. 136 “Editorial”, en La Crónica, 13 de julio de 1912. 137 “La actualidad política”, en La Prensa, 13 de julio de 1912.

74

Constitución. Nadie estaba obligado –advertía el Califa–

a prestar obediencia a un “presidente bastardo (…) que

escala el poder o en él se mantiene, sacando al país de la

órbita constitucional”. En esas condiciones, quedaría

reducido a la categoría de factor perturbador para la

seguridad del capital y el trabajo, condenándose a sufrir

una vida política de “zozobra, asechanzas y

represiones”. La única solución legal –afirmó Piérola–

consistía en realizar nuevas elecciones los días 24 y 25 de

agosto, aun cuando el padrón electoral fuese deficiente y

la Junta Electoral estuviese controlada por el

aspillaguismo. En evidente reclamo de lealtad a su

liderazgo, el Califa prometió a sus seguidores que el

Partido Demócrata “no vacilaría en ir a esa elección,

conmigo a la cabeza” 138.

Este manifiesto causó cierto desencanto entre los

sectores demócratas cercanos a Billinghurst. El diario

liberal La Prensa cuestionó la convocatoria de nuevos

comicios, porque no juzgaba apropiado conducir al

“movimiento reivindicatorio” a otra “ficción eleccionaria

tan ilegítima, tan hipócrita y tan corruptora” como la del

25 y 26 de mayo. Discrepaba también con el concepto de

que la elección presidencial por el Congreso despojaba

a la Nación de su soberanía, pues dicho poder del Estado

podía ejercer esa representación “mediante los

funcionarios que la Constitución establece”139. En opinión

de El Comercio, la propuesta de Piérola, pulcra en

138 “Manifiesto del señor Piérola”, en La Prensa, 14 de julio de 1912. 139 “El manifiesto del señor de Piérola”, en La Prensa, 14 de julio de 1912.

Page 39: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

75

términos jurídicos, era inaplicable por el escaso tiempo

disponible previo a la transmisión del mando y la “falta

de garantías indispensables para la emisión verdadera y

libre del sufragio”140. Solo La Crónica respaldó el “digno

y levantado” manifiesto, basado en el principio de que la

soberanía nacional no era “transmisible ni delegable

dentro de la pauta constitucional”. Aunque la “elección

presidencial parlamentaria” –según este periódico–

encubría una “usurpación de funciones” por parte del

Congreso en perjuicio del pueblo, probablemente sería

consumada gracias a que se vivía un “momento de

exaltación de apetitos y desviación moral”141.

Decidido Billinghurst a dar la batalla por la

presidencia en el Congreso, sus clubes iniciaron una

activa campaña de movilizaciones en Lima y provincias.

El 14 de julio desfilaron 1,500 billinghuristas y liberales,

encabezados por el general Varela y Abraham

Valdelomar, desde la avenida Grau hasta el domicilio de

su líder, situado en la calle Gallinazos (actual cuadra 3

del jirón Puno). Otras “grandiosas manifestaciones”

tuvieron lugar en Arequipa y Pasco bajo la consigna de

que “el pueblo no acepta ni aceptará otra solución del

problema presidencial que la elección de Guillermo

Billinghurst por el Congreso”142. Los pierolistas

reprocharon esta campaña contraria al pedido de nuevas

elecciones contenido en el memorial billinghurista del 9

140 “Editorial”, en El Comercio, 15 de julio de 1912. 141 “Editorial”, en La Crónica, 15 de julio de 1912. 142 “Entusiasmo popular en las calles”, en La Prensa, 15 de julio de 1912.

76

de mayo143. Estas desavenencias no solo afectaron a la

oposición, sino al propio Gobierno. El 16 de julio la

prensa informó sobre la renuncia del Ministro de

Hacienda, Ernesto Ráez, motivada por desacuerdos en la

manera de resolver “ciertos problemas de interés

nacional ligados con el despacho de Hacienda”144. Esta

frase oscura había disgustado al presidente Leguía, quien

intentó convencer sin éxito a Ráez de que modificara el

texto de su dimisión al cargo145.

Cuando Ráez justificó su salida del gabinete,

aduciendo haber recibido órdenes violatorias de lo

dispuesto en los artículos 9no. y 59, inciso 6to, de la

Constitución, originó un escándalo que relegó por un

momento la atención puesta en el conflicto político. Los

artículos citados prohibían la inversión de rentas fiscales

en gastos no presupuestados, y la suscripción de

contratos de empréstitos sin permiso del Congreso146. El

Gobierno aclaró, a manera de descargo, que el

desacuerdo se refería “únicamente” al modo y forma de

pago de un elemento de guerra, cuyo aplazamiento

comprometía el crédito nacional. Acto seguido el

despacho de Hacienda fue encargado al Ministro de

Gobierno, Plácido Jiménez, dándose por superado el

incidente147. Esto ocurría mientras se abría una

inquietante disputa entre billinghuristas y pierolistas, a

143 “Burla, burlando. El vivo se cayó…”, en La Crónica, 15 de julio de 1912. 144 “La renuncia del Sr. Ráez”, en La Prensa, 16 de julio de 1912. 145 “La cartera de Hacienda”, en El Comercio, 16 de julio de 1912. 146 “La renuncia del Ministro de… ”, en El Comercio, 18 de julio de 1912. 147 “La renuncia del Dr. Ráez”, en La Prensa, 17 de julio de 1912.

Page 40: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

77

raíz del manifiesto del Califa que, según La Crónica,

había producido un “movimiento bilioso” a

Billinghurst148. En ese sentido, el citado diario lo exhortó

a limar las asperezas del momento “en vez de agriarlas”

y buscar una buena relación política con los que juzgaba

“sus adversarios”, antes de caer en una espiral de

violencia lesiva para la tranquilidad pública149.

Ciertamente, Piérola ejercía un debilitado

liderazgo y pronto surgieron las discrepancias públicas

en su partido. La primera de estas fue planteada desde

Chiclayo por Aurelio Sousa, diputado y miembro del

comité directivo del Partido Demócrata, quien desestimó

concurrir a elecciones basadas en juntas y registros

repudiados por el pueblo, y propuso, en cambio, facilitar

a las cámaras la proclamación del presidente. Esta

coyuntura era propicia para que Billinghurst reforzara el

apoyo popular de su candidatura. De esa manera, el 19

de julio, acompañado del líder liberal, Augusto Durand,

presidió un mitin de obreros y estudiantes universitarios,

instándolos a seguir en la senda trazada150. Algunos

grupos billinghuristas, deseosos de asegurar la elección

de su líder, actuaban por su cuenta hostilizando a

connotados aspillaguistas. El asunto más enojoso se

produjo la noche del 21 de julio, cuando la casa del

senador tacneño, Juan F. Ward, situada en la calle

Negreiros (actual cuadra 5 del jirón Azángaro), recibió

disparos por integrantes de un club billinghurista. El

148 “Burla, burlando. Cabos sueltos”, en La Crónica, 16 de julio de 1912. 149 “Editorial”, en La Crónica, 18 de julio de 1912. 150 “La actualidad política”, en La Prensa, 20 de julio de 1912.

78

agraviado congresista atribuyó este ataque a los odios

generados por su condición de ex-miembro de la Junta

Electoral Nacional151.

A pocos días de iniciarse la legislatura, los

demócratas se hallaban enfrascados en debates internos

respecto del manifiesto de su líder. El periodista Luis

Ulloa, cercano al pierolismo, publicó el folleto Consejos

al Pueblo, cuyas páginas, invocando antecedentes

históricos y normas constitucionales, respaldaban los

criterios del Califa opuestos a la elección presidencial

por el Congreso152. Según Ulloa, el Partido Civilista no

podía promover dicho acto, porque en 1903, su líder,

Antonio Miró Quesada, dijo expresamente que “el

Congreso no tiene facultad para elegir presidente de la

República”153. Este discurso causó “malísima impresión”

entre los demócratas provincianos, quienes criticaron la

posición del “pierolismo intransigente de Lima”, por lo

que muchos de ellos en su afán de conservar el afecto

popular prefirieron enrolarse en el Partido Liberal, aliado

del billinghurismo154. Por obra de estos eventos,

Billinghurst se había transformado en el “candidato de

todos”. No en vano, las bancadas del civilismo oficialista

y de la alianza civilista independiente –constitucional–

liberal pugnaban por controlar las mesas directivas de

ambas cámaras, pues ello les permitiría negociar la

151 “Los disparos de anoche”, en El Comercio, 22 de julio de 1912. 152 “Editorial”, en La Crónica, 21 de julio de 1912. 153 Ulloa 1912: 13. 154 “La actualidad política”, en La Prensa, 23 de julio de 1912.

Page 41: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

79

presidencia y marginar del Gobierno a los

perdedores155.

Obreros, estudiantes y demás sectores populares

esperaban posesionarse de las calles para manifestar su

respaldo a la bancada pro-billinghurista. En previsión de

potenciales desmanes, el presidente Leguía nombró en

las prefecturas de Lima y Callao a Pedro Garezón y José

Núñez, dos controvertidos funcionarios de su total

confianza. El primero permitió inexplicablemente la

asonada contra el Congreso en julio de 1911, y el

segundo, reprimió con fiereza a los billinghuristas

cuzqueños durante las frustradas elecciones del 25 y 26

de mayo156. Esta suerte de amenaza no amilanó a los

clubes del candidato popular, que tenían proyectado

agasajarlo eufóricamente el 27 de julio con motivo de su

natalicio. El propio Concejo de Lima aprobó por

unanimidad enviar una comisión al domicilio de

Billinghurst para saludarlo y agradecerle los éxitos

logrados durante su “progresista administración

comunal”157. En medio de estos homenajes, el presidente

Leguía exigía la instalación de una mesa consensuada en

la Cámara de Diputados, bajo amenaza de retirar su

bancada de la legislatura y dejar al Congreso sin el

quórum reglamentario158.

En indudable gesto de camaradería con el

Ejecutivo, la alianza parlamentaria opositora postuló a la

155 “Editorial”, en La Crónica, 23 de julio de 1912. 156 “La situación política”, en El Comercio, 24 de julio de 1912. 157 “La actualidad política”, en La Prensa, 25 de julio de 1912. 158 “Editorial”, en La Crónica, 25 de julio de 1912.

80

presidencia de la Cámara de Diputados a Pedro

Larrañaga, quien gozaba de las simpatías del presidente

Leguía. La vicepresidencia de dicha cámara había sido

ofrecida a Baldomero Maldonado, quien no figuraba

“entre los más enardecidos adversarios del

Gobierno”159. Para conseguir, por parte de Billinghurst,

la aprobación de sus candidatos a las mesas

parlamentarias, los partidos aliados le ofrecieron un

banquete en el Parque Zoológico de Lima. Conocida esta

noticia, el vocero pierolista, La Crónica, calificó dicha

reunión como “el prólogo de una solución peligrosa para

la Patria y sus instituciones democráticas”. Con tono

apocalíptico, el citado diario vaticinó una guerra intestina

congresal y el subsecuente desgobierno, sobre todo, por

la “impulsividad nerviosa” y “arrebatado carácter” de

Billinghurst. Estos y otros rasgos psicológicos fueron

destacados por los pierolistas para justificar el veto

impuesto a su candidatura a fines del gobierno del Califa

en 1899160. En ese sentido, La Prensa quiso desvirtuar ese

carácter de componenda atribuido al citado banquete,

definiéndolo como expresión de simpatía por el caudillo

tarapaqueño, al cual concurrían congresistas, personas

notables del comercio, la industria y diversas

instituciones con “prescindencia de programas

políticos”161.

El 27 de julio, después de varias discusiones, el

civilismo oficialista decidió llevar sus propios candidatos

159 “La situación política”, en El Comercio, 25 de julio de 1912. 160 “Editorial”, en La Crónica, 26 de julio de 1912. 161 “La gran manifestación al…”, en La Prensa, 27 de julio de 1912.

Page 42: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

81

a las mesas directivas del Congreso. Rafael Villanueva y

Juan de Dios Salazar Oyarzábal, competirían por las

presidencias del Senado y Diputados, respectivamente.

Según estimados de la prensa, la bancada del Gobierno

contaba con 63 diputados y 31 senadores, mientras que la

de oposición tenía 46 diputados y 19 senadores. Existía

además, según La Crónica, un plan siniestro para abortar

la elección presidencial por el Congreso y dejar el

mando en manos del presidente de la Corte Suprema,

Wenceslao Espinoza162. La sesión de este día fue abierta

en medio de un despliegue impresionante de gendarmes

y soldados en la plazuela de la Inquisición y calles

aledañas. Efectuada la votación se impuso el diputado

oficialista Juan Salazar Oyarzábal sobre su rival de la

oposición, Pedro Larrañaga, por 57 contra 54 votos. A su

turno, las vicepresidencias recayeron en los también

oficialistas, Guillermo Rey y Francisco Villacorta. Este

triunfo si bien daba el control de la mesa directiva al

Gobierno, reveló que este tenía menos de la mitad de

miembros de la Cámara de Diputados. Por el contrario, la

bancada opositora podía aumentar hasta 60 sus

integrantes, cuando se incorporasen a la legislatura seis

diputados que no habían arribado aún desde

provincias163. En el Senado, también venció la lista del

Gobierno, proclamándose presidente a Rafael

Villanueva, y vicepresidentes a Julio Ego-Aguirre y

Carlos Leguía. El billinghurismo, aunque derrotado, puso

sus esperanzas en el trabajo parlamentario del diputado

162 “La situación política”, en La Crónica, 27 de julio de 1912. 163 “La lucha por la presidencia de…”, en El Comercio, 28 de julio de 1912.

82

Augusto Durand, cuya influencia y prestigio serían

decisivos en la anulación de la frágil mayoría

oficialista164.

El Congreso fue instalado el 28 de julio de 1912, y

recibió ese mismo día al presidente Leguía para

escuchar el mensaje a la Nación. El mandatario se ufanó

entonces de haber mantenido el orden público, a pesar

de la “ardiente lucha partidarista” por la presidencia, y

negó tener intenciones de proyectar una “intromisión

indebida” en dicha pugna. Justificó además su negativa a

resolver este asunto en Congreso Extraordinario, pues, a

su juicio, la declaratoria de nulidad o validez de las

elecciones no era cuestión que el Gobierno debía

promover165. La prensa criticó este discurso pleno de

“mareado optimismo” y totalmente alejado de la

realidad. El aspecto más grave era el “laconismo

anodino” del mensaje respecto del “pantano político”

creado por la frustrada elección presidencial166. El

presidente Leguía no tenía reparos en elogiar su régimen

basado en la paz octaviana y el sometimiento del

Congreso. No en vano, se tomó la libertad de sugerir a

los parlamentarios resolver el conflicto electoral de

acuerdo a la Constitución, pero contemplando “los

verdaderos intereses nacionales”, eufemismo con que

aparentemente se refería a los suyos167. Con todo, el

mensaje omitió referirse a la prórroga del mandato o el

164 “Hacia el fin”, en La Prensa, 28 de julio de 1912. 165 Leguía 1912: 6-7. 166 “Editorial”, en El Comercio, 30 de julio de 1912. 167 “Editorial”, en La Crónica, 31 de julio de 1912.

Page 43: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

83

establecimiento de una junta gubernativa como

alternativas de solución al problema presidencial168.

Transcurridas las ceremonias de fiestas patrias,

renunció el gabinete compuesto por Agustín Ganoza,

presidente del Consejo de Ministros y Ministro de

Justicia; Germán Leguía y Martínez, Ministro de

Relaciones Exteriores; Plácido Jiménez, Ministro de

Gobierno y Policía y encargado del despacho de

Hacienda; Juan Manuel de la Torre, Ministro de Guerra y

Marina, y José Manuel García, Ministro de Fomento. Estos

ministros fundaron su dimisión en la necesidad de

otorgar libertad al presidente Leguía para que eligiese

consejeros adecuados a la situación política169. En

realidad solo querían liberarse del cargo, retomar sus

curules e incrementar la bancada oficialista. Con ese

importante refuerzo, el Gobierno contrarrestó una

eventual pérdida de su mayoría, por obra de los

bloquistas, en la Cámara de Diputados. Ante este nuevo

escenario, el vocero pierolista La Crónica dio por ciertos

los rumores sobre renovados flirteos políticos entre

Leguía y Billinghurst, a espaldas del civilismo

independiente170. En respuesta, el diario liberal La Prensa

publicó la carta de renuncia al Partido Demócrata del ex-

diputado cuzqueño, Ramón Bocángel, quien acusó a los

168 “La opinión del gobierno”, en La Prensa, 29 de julio de 1912. 169 “Renuncia del gabinete”, en El Comercio, 1º de agosto de 1912. 170 “Editorial”, en La Crónica, 2 de agosto de 1912.

84

dirigentes pierolistas de obstaculizar la candidatura

Billinghurst sostenida por los pueblos del Perú171.

El 2 de agosto, la ciudad amaneció con la noticia

de que los aspillaguistas estaban cabildeando en el

parlamento en pos de revivir la extinta candidatura de su

líder. De inmediato, los universitarios organizaron una

conferencia popular en el Teatro Pathé, ubicado en la

plazuela San Juan de Dios (actual plaza San Martín). Allí,

ante dos mil personas, Abraham Valdelomar enarboló el

derecho a protestar contra quienes pisoteaban las leyes.

Los asistentes estallaron en júbilo cuando el obrero José

Castañeda, desde un palco, lanzó la propuesta del paro

general. El Comité Popular billinghurista, presidido por

Justo Casaretto, hizo suyo este pedido y se comprometió

a ejecutarlo. Finalizada esta reunión más de tres mil

personas avanzaron por el jirón de la Unión dando vivas

a Billinghurst, pero fueron atacados a balazos cerca de la

iglesia de La Merced. Decididos a todo, reanudaron la

marcha hasta llegar al domicilio de su líder, quien les

pidió secundar a los “honrados representantes” en su

lucha contra los falsificadores del sufragio172. La forma en

que debía proclamarse al presidente dividió las

opiniones del grupo parlamentario aliado a Billinghurst.

Unos pretendían ampararse en el inciso 10 del artículo 59

de la Constitución vigente, que facultaba al Congreso a

elegir presidente cuando no había sido posible realizar

los comicios. Otros, en cambio, invocaban el artículo 83,

171 “El partido demócrata en el Cuzco”, en La Prensa, 2 de agosto de 1912. 172 “Las manifestaciones de la noche…”, en La Prensa, 3 de agosto de 1912.

Page 44: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

85

según el cual procedía la elección entre los candidatos

poseedores de votación insuficiente. En ese caso,

debería reconocerse previamente la validez del proceso

electoral de mayo para que luego los congresistas

escogieran entre Aspíllaga y Billinghurst173.

Las masas, sin embargo, estaban por la nulidad

electoral, y así lo hicieron saber a su candidato en

improvisado mitin celebrado frente a la casa de este, el

cual culminó con la entonación del himno nacional y

vivas a Billinghurst, Durand y al paro general174. Las

diferencias entre billinghuristas y pierolistas afloraron

durante estos días, y dieron lugar a violentos

enfrentamientos entre ambos grupos en medio de la

plaza de Armas175. La Prensa censuró a los pierolistas por

pretender restaurar el proceso electoral con el solo afán

de impedir la formación del gobierno billinghurista. Al

respecto, destacó la escasa acogida del discurso

demócrata entre el pueblo, y cómo este viendo perdida

la “fuerza activa” revolucionaria creó la “fuerza pasiva”

del paro general176. A su turno, los pierolistas de La

Crónica pronosticaron el fracaso “del tal paro” e

insinuaron que su verdadero objetivo no era combatir el

aspillaguismo, sino “ejercitar algunas venganzas” contra

los rivales del billinghurismo177. En el mismo sentido,

173 “Editorial”, en La Crónica, 4 de agosto de 1912. 174 “Crece la efervescencia popular”, en La Prensa, 4 de agosto de 1912. 175 “Choque entre demócratas y…”, en El Comercio, 5 de agosto de 1912. 176 “Cuestión de conciencia”, en La Prensa, 5 de agosto de 1912. 177 “Editorial”, en La Crónica, 5 de agosto de 1912.

86

Variedades expresó su estupor, porque las “turbas

entusiastas que descalabraron la candidatura Aspíllaga,

vivaran al Gobierno conjuntamente que al señor

Billinghurst”, y se preguntó si esto reflejaba “dolorosa

inconsciencia” o “falta de sentido moral”178.

Ante la amenaza de paro, Aspíllaga no resignó su

derrota, por el contrario, en la sesión del Congreso del 5 de

agosto entregó varias actas con las cuales, según sus

partidarios, demostraría haber obtenido 60 mil votos179. Ese

mismo día, el vocero billinghurista, Manuel Químper,

presentó 246 actas de distritos que pedían a los congresistas

declarar la nulidad electoral y elegir al nuevo presidente180.

La tarea de validar estas actas electorales fue encargada a la

Comisión de Cómputo, compuesta en mayoría por el

senador Augusto Ríos y los diputados Antonio Flores y Víctor

Revilla, y en minoría por los diputados Hildebrando Fuentes

y Clemente Revilla. La inclusión del aspillaguista Flores

generó suspicacias, pues se pensó que formaba parte de un

plan encaminado a proclamar el triunfo de Aspíllaga. Esta

sospecha activó la agitación de los clubes obreros a favor

178 “De jueves a jueves”, en Variedades, 3 de agosto de 1912. 179 Las actas electorales entregadas correspondían a las juntas escrutadoras de Celendín, Jaén, Tumbes, Paita, Yungay, Chincha Alta, Huaylas, Tarata, Pisco, Canta, Paruro, Paucartambo, Cangallo, Huanta, Moquegua, Tayacaja, Huarochirí, Lampa, Contumazá, Acomayo, Azángaro, Yauyos, Tarma, Carabaya, Santa, Huancayo, Otuzco, Canas, Huamalíes, Canchis, Anta, Cuzco, Huarás, Cotabambas, Hualgayoc, Chota, Ica, Chiclayo, Cajatmabo, Quispicanchis, Pomabamba, Bolognesi, Cañete, Luya, Lucanas, Cutervo, Pataz, La Unión, Castilla, La Mar, Parinacochas, Lambayeque, Urubamba, Camaná, Islay, Condesuyos y Arequipa. 180 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 24.

Page 45: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

87

LA LUCHA POR LA PRESIDENCIA EN EL CONGRESO

Aspíllaga y sus votos. La Crónica, 8 de agosto de 1912. Caricatura de José Alcántara La Torre.

Billinghurst y sus actas plebiscitarias. La

Crónica, 8 de agosto de 1912. Caricatura de José Alcántara La Torre.

88

del paro, y rápidamente consiguieron la solidaridad de

los trabajadores del mercado y transporte181. El Partido

Demócrata aumentó la tensión existente, cuando a través

de sus directivos, Joaquín Capelo y Fernando Gazzani,

informó al Ministro de Gobierno, Plácido Jiménez, que

habían recomendado a sus militantes repeler los ataques

propinados por “turbas pagadas”182.

Declarada la guerra entre pierolistas y

billinghuristas, La Crónica enfiló sus críticas contra las

“venganzas” y “atropellos” cometidos por “los amigos

del señor Billinghurst”. La complacencia o tolerancia

demostrada por el caudillo tarapaqueño ante esos

atentados, reflejaba –según el citado periódico– su poca

sagacidad y el peligro de poner el gobierno bajo

responsabilidad de quien “no encuentra más forma de

tener razón que a balazos y palos”183. Ciertamente, las

impacientes masas actuaban cada vez con mayor

autonomía respecto de sus líderes, y el Gobierno creyó

llegado el momento de emplear la represión. La primera

situación de riesgo se produjo el 6 de agosto como

resultado del acoso policial a grupos billinghuristas que

desfilaban por la capital. Los gendarmes quisieron

intimidar a los manifestantes con tiros al aire, pero estos

reaccionaron violentamente, y solo la intervención

enérgica de Billinghurst y Durand logró persuadirlos de

181 “Siguen las manifestaciones populares”, en La Prensa, 6 de agosto de 1912. 182 “La situación política”, en El Comercio, 6 de agosto de 1912. 183 “Editorial”, en La Crónica, 6 de agosto de 1912.

Page 46: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

89

protagonizar una batalla sangrienta184. Indiferentes a

estas disputas, los pierolistas se mofaron del poco

entusiasmo causado por la “paromanía”. No en vano, a

los trabajadores reacios se ofreció pagarles “el tiempo

de labor que pierdan por cumplir con la consigna [del

paro]”185.

La noche del 7 de agosto, el presidente Leguía y

varios diputados oficialistas conversaron sobre la

inminente declaratoria de nulidad electoral. Los

integrantes de la Comisión de Cómputo –conforme a

trascendidos publicados por la prensa– opinaron de

igual forma. Simultáneamente, las pasiones y enconos

alcanzaron su más alto grado provocando ataques

verbales y físicos contra los actores políticos. Citaremos

dos casos como prueba de esta beligerante conducta: a)

el diputado obrero Luis Castañeda fue agredido a puño,

en los exteriores del Congreso por individuos

descontentos con su apoyo prestado a la candidatura

Aspíllaga; b) el corresponsal en Lima del periódico

arequipeño La Bolsa informó sobre la existencia de un

supuesto plan de Billinghurst para asesinar a los señores

Piérola, pero la secretaría billinghurista rechazó esta

“odiosa invectiva”186. Por estos y otros actos, la capital

comenzó a vivir un auténtico estado de sitio con patrullas

de gendarmes montados recorriéndola íntegramente. A

184 “Los graves sucesos de ayer”, en La Prensa, 7 de agosto de 1912. 185 “Burla, burlando. Tardes taurinas”, en La Crónica, 7 de agosto de 1912. 186 “El proceso presidencial”, en La Prensa, 8 de agosto de 1912.

90

su vez, fueron colocados retenes en los domicilios de la

cúpula aspillaguista187.

Los pierolistas de La Crónica sacaron partido de

este confuso momento para procurar el debilitamiento de

la alianza opositora. Primero, exigieron al civilismo

apartarse de dicho grupo, recordándole que la elección

presidencial por el Congreso era contraria a su doctrina

política. Posteriormente, anunciaron una ruptura entre

Billinghurst y el presidente Leguía, motivada

aparentemente porque este último habría dejado al

Congreso “en libertad de tomar el camino que le

pareciere mejor”188. Este fingido respeto por el fuero

parlamentario encubría la manipulación, operada a

través del oficialismo hegemónico, de la Comisión de

Cómputo, cuya propuesta de nuevos comicios incluía la

prórroga del régimen en caso no fuesen estos realizados.

Asimismo, el Gobierno desarticuló la protesta popular

encarcelando a Martha la cantinera y varios presidentes

de clubes billinghuristas responsables de coordinar el

planificado paro189. Ninguna de estas medidas –dijo La

Prensa– lograría detener este movimiento “por primera

vez visto en el Perú”, que de manera “uniforme,

espontánea, viril y pacífica” reivindicaba la elección de

un ciudadano, “que no es caudillo, ni jefe de partido, ni

candidato de conveniencia o acomodo”190.

187 “La situación política”, en El Comercio, 8 de agosto de 1912. 188 “Burla, burlando. Clarores”, en La Crónica, 8 de agosto de 1912. 189 “La situación política”, en El Comercio, 9 de agosto de 1912. 190 “El voto nacional”, en La Prensa, 9 de agosto de 1912.

Page 47: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

91

A estas alturas, los pierolistas corrieron el rumor

de que el oficialismo había abandonado la idea de

prorrogar el mandato de Leguía, pero optaría por

nombrar presidente provisorio a su primo Germán

Leguía y Martínez191. De otro lado, se extremaron las

medidas de seguridad prohibiéndose “las exhibiciones

de los clubs políticos” y toda manifestación peligrosa

para la integridad física de los congresistas192. La prensa

aliada del billinghurismo lamentó esta fisonomía de

“campamento” dada a Lima, y puso énfasis en que las

reuniones populares estaban amparadas

constitucionalmente. Los ánimos fueron sosegados

cuando se supo la voluntad mayoritaria del Congreso de

“proceder sin más demora” a elegir presidente y

vicepresidentes de la República193. Los diputados

Antonio Flores y Víctor Revilla, confirmaron el apoyo del

presidente Leguía a esta iniciativa. El líder de los cívicos,

Mariano Valcárcel, opinó en el mismo sentido. Entre

tanto, la policía reemplazó el sistema de vigilancia de

cruceros por el de manzanas para disolver con mayor

prontitud a los grupos revoltosos194. Finalmente, la noche

del 10 de agosto el civilismo oficialista de ambas cámaras

comunicó al presidente Leguía el acuerdo tomado a favor

de la elección presidencial de Billinghurst195.

191 “Burla, burlando. A ojos vistas”, en La Crónica, 9 de agosto de 1912. 192 “Continúa el aparato de fuerza”, en El Comercio, 9 de agosto de 1912. 193 “Actualidad política”, en La Prensa, 10 de agosto de 1912. 194 “La situación política”, en El Comercio, 10 de agosto de 1912. 195 “El día político”, en La Prensa, 11 de agosto de 1912.

92

Conocida esta noticia, el mandatario sugirió los

nombres de Germán Leguía y Martínez, Roberto Leguía y

Miguel Echenique como potenciales candidatos a las

vicepresidencias. Los partidos aliados del billinghurismo

declinaron esta oferta e iniciaron la búsqueda de sus

propios candidatos, mientras los aspillaguistas se

mantenían al margen de estas negociaciones. Aunque

parecía allanado el camino para la proclamación de

Billinghurst, la fuerza pública seguía controlando las

calles con orden de concentrarse en los cuarteles al

primer brote de violencia196. Por su parte, los pierolistas

no ahorraron adjetivos en sus críticas y deploraron la

“flaqueza de espíritu” y “falta de patriotismo” de estos

hechos, que no eran sino “la floración enfermiza del

estado inconcebible de amoralidad del país”197. Esta

pugna intestina de la elite política capitalina suscitó

ansiedad entre los pueblos provincianos, que se

dividieron entre los partidarios del paro general y

aquellos inclinados al “arreglo” entre el presidente

Leguía y Billinghurst198. Estos últimos vieron reforzada su

posición cuando el jefe del Partido Liberal, Augusto

Durand, declaró su apoyo incondicional al billinghurismo

y a los compromisos contraídos por dicho grupo199.

Vencido el plazo para emitir dictamen, la

Comisión de Cómputo justificó su demora arguyendo

196 “La situación política”, en El Comercio, 11 de agosto de 1912. 197 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica, 11 de agosto de 1912. 198 “La opinión en provincias”, en La Prensa, 12 de agosto de 1912. 199 “Conferencia de los gobiernistas…”, en El Comercio, 12 de agosto de 1912.

Page 48: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

93

“incidencias de redacción”. Otros, en cambio, atribuían

este retraso a la disputa por las vicepresidencias, pues

los partidos no deseaban concurrir al debate respectivo

sin tener la seguridad de que sus candidatos serían

elegidos. El vocero pierolista La Crónica volvió a

censurar estos repartos de cargos tildándolos de

“repugnantes” y prueba evidente de “la prostitución de

las conciencias y deslealtad consigo y con los demás”. El

envilecimiento –agregó este periódico– había degradado

a los dirigentes, Gobierno, partidos y pueblo,

revelándose el “fango de concupiscencias” existentes en

muchos hombres, incluido Billinghurst, a quien se

llamaba sustituto de Aspíllaga y “fruto de un Congreso

de siervos”200. Todos estos virulentos ataques fueron

respondidos con igual dureza por los billinghuristas,

quienes calificaron a La Crónica de pasquín inicuo y

advirtieron que esa clase de periodismo degenerado no

debía tolerarse201. En ese mismo periódico, el pierolista

Luis Ulloa, adoptando tono subversivo, planteó

desconocer la elección presidencial por los congresistas,

organizar un paro general y mantenerse en rebelión

perpetua o convencer al presidente Leguía de disolver el

parlamento porque se había transformado en recinto de

“facciosos sin ley”202.

El 14 de agosto, los integrantes de la Comisión de

Cómputo no lograron uniformizar opiniones y generaron

desavenencias entre los grupos políticos. El senador

200 “Editorial”, en La Crónica, 12 de agosto de 1912. 201 “Espectación pública”, en La Prensa, 14 de agosto de 1912. 202 Ulloa, Luis. “La imposición…”, en La Crónica, 13 de agosto de 1912.

94

Augusto Ríos, apoyado por el diputado Antonio Flores,

insistió en que se convocaran nuevos comicios. A su

turno, los diputados Clemente Revilla, Hildebrando

Fuentes y Víctor Revilla, avalaron la elección

presidencial por el Congreso y expresaron su extrañeza

ante el cambio de parecer de Ríos, quien inicialmente se

avino a respaldar esta propuesta203. No obstante, la

defección del citado senador fue bien recibida por los

pierolistas. Ellos confiaban en que la súbita alianza de

Leguia y Billinghurst podía ser combatida por bloquistas,

constitucionales y demócratas agrupados bajo la bandera

de elecciones libres, y llamó a los primeros a desconfiar

de los “desdeñosos amores” del candidato popular, que

en cualquier momento les daría una “patada

desairosa”204. En ese sentido, los diputados y senadores

oficialistas vieron con disgusto la postura disidente de

sus colegas Flores y Ríos, y les solicitaron suscribir el

dictamen favorable a la elección inmediata por el

Congreso205.

Vencido este impasse, diputados y senadores

oficialistas designaron a Roberto Leguía y Miguel

Echenique como sus candidatos a la primera y segunda

vicepresidencia, respectivamente, y dispusieron que se

hiciera sin demora la convocatoria al Congreso para el 16

de agosto. Enterados los clubes obreros de esta noticia

resolvieron concentrarse en la plazuela de la Inquisición

a partir de las cinco de la tarde, con el objetivo de

203 “Desacuerdo en la comisión de…”, en El Comercio, 14 de agosto de 1912. 204 “Editorial”, en La Crónica, 14 de agosto de 1912. 205 “El dictamen del cómputo”, en La Prensa, 15 de agosto de 1912.

Page 49: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

95

esperar la votación parlamentaria y felicitar a Billinghurst

después que fuese proclamado presidente. Este júbilo

popular fue empañado por el ataque de algunos

exaltados a los vendedores de La Crónica, a quienes les

arrebataron varios ejemplares para incinerarlos

públicamente206. La intervención de la policía evitó el

asalto del local donde era impreso el citado periódico, y

garantizó su venta, que se efectuaba a diez centavos en vez

de los cuatro centavos habituales207. Estos ataques –según

los redactores de La Crónica– habían sido incitados en las

reuniones de los clubes billinghuristas bajo la frase de

“castigo ejemplar”208.

Poco antes de abrirse la sesión congresal del 16

de agosto, la prensa centró su atención en los diecinueve

diputados oficialistas leales al aspillaguismo, que siendo

opuestos a la elección presidencial por el Congreso

debían cumplir el acuerdo partidario de votar por

Billinghurst. En los círculos políticos se tejían conjeturas

sobre posibles vacilaciones de última hora y los efectos

de estas en el resultado final. Debido a la paridad de

fuerzas en ambas cámaras, los sufragios de la bancada

aspillaguista resultaban imprescindibles para elegir a

Roberto Leguía y Miguel Echenique en las

vicepresidencias, de otra forma los votos de la alianza

bloquista-constitucional impedirían su triunfo209. Esta

pequeña cuota de incertidumbre generó gran

206 “Solución del problema presidencial”, en La Prensa, 16 de agosto de 1912. 207 “La situación política”, en El Comercio, 16 de agosto de 1912. 208 “Editorial”, en La Crónica, 15 de agosto de 1912. 209 “Reunión del Congreso”, en El Comercio, 16 de agosto de 1912.

96

expectativa previa al debate de los dictámenes de la

Comisión de Cómputo. Numerosas “personas

distinguidas” solicitaron a los congresistas que les

facilitaran tarjetas especiales de ingreso para asegurarse

un lugar en las galerías del recinto parlamentario. A su

vez, en los alrededores del Congreso varios clubes

preparaban en secreto el “programa de fiestas

populares” dedicado a la esperada proclamación

presidencial de su líder210.

A las 5 de la tarde del 16 de agosto, con notable

resguardo policial y las galerías abarrotadas de

billinghuristas, comenzaron a leerse los dictámenes en

mayoría y minoría de la Comisión de Cómputo. El

primero, suscrito por Augusto Ríos, Antonio Flores y

Víctor Revilla, amparándose en el artículo 106 de la ley

electoral de 1896, propuso declarar como no realizados

los comicios del 25 y 26 de mayo, pues los votos

recibidos representaban una cifra menor al tercio de

ciudadanos hábiles para votar. En consecuencia,

recomendó al Congreso utilizar sus “facultades

constitucionales” y elegir al presidente y vicepresidentes

de la República. El segundo, firmado por Hildebrando

Fuentes y Clemente Revilla, llegó a las mismas

conclusiones. Parecía ilógica –explicó Fuentes– la

emisión de dos dictámenes con idénticos fundamentos,

pero la responsabilidad de ese papelón competía a los

congresistas Ríos y Flores, quienes se negaron a apoyar

el dictamen de Fuentes y Revilla para luego formular otro

210 “Esperando la elección presidencial”, en La Prensa, 16 de agosto de 1912.

Page 50: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

97

similar al de estos. En su discurso, Fuentes reivindicó la

soberanía popular y arguyó que la “mente y letra” del

artículo 80 de la Constitución prohibía repetir comicios

declarados nulos y transfería, en dicho caso, la capacidad

electora al Congreso. Esa “forma indirecta del sufragio”

estaba también prevista en las constituciones de Chile,

Argentina, Paraguay, Bolivia y México. A su turno, Ríos

hizo público su malestar por haber suscrito el dictamen

en mayoría, porque ese documento simbolizaba el

“sacrificio de las ideas y propósitos” del civilismo

aspillaguista211. La sesión de este día culminó con la

exposición de Mariano Cornejo, quien apeló a la “crisis

constitucional” y la voluntad plebiscitaria del pueblo

para convalidar la elección presidencial por el

Congreso. Experiencias afines –agregó– habían ocurrido

en Francia, Inglaterra y otros países europeos. Enemigo

de la elección directa, Cornejo achacó a ese sistema el

surgimiento de facciones en el pueblo y corruptela en los

congresos212.

Publicados los dictámenes, La Crónica descargó

su furia contra estos juzgándolos resultado “de las

concupiscencias y apetitos predominantes” por las

vicepresidencias213. La Prensa, en cambio, saludó

efusivamente la “gran jornada constitucional” y

compartió la satisfacción de ver realizados por el

Congreso “los anhelos de la enorme mayoría ciudadana

de la República”, condenando al mismo tiempo la acción

de los que “se unen desesperadamente a cualquier

211 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 27-37. 212 “El Congreso se ocupa…”, en El Comercio, 17 de agosto de 1912. 213 “Editorial”, en La Crónica, 17 de agosto de 1912.

98

programa con tal que dé al traste la elección de

Billinghurst”214. El Comercio solo invocó la pronta

conclusión en “términos satisfactorios” de la incierta

coyuntura política del país215. Por su parte, Variedades

con palabras mordaces se burló de los congresistas

electores e insinuó que el caudillo tarapaqueño no les

tenía mucho afecto, pues “la elección por el cabildo

eclesiástico le daría lo mismo, con tal de que sea

rápido”216. Desfiles multitudinarios, improvisados mítines

y choques aislados de grupos obreros y hasta de mujeres

con la policía cerraron el primer día de debates

parlamentarios.

El 17 de agosto prosiguió la discusión de los

dictámenes. En breve alegato, Víctor Revilla defendió la

elección congresal y descartó la figura del gobierno

provisorio, “porque ello sería entregar el país al

desorden”217. Luis Villarán manifestó su “repulsión

doctrinaria” por el sistema de elección indirecta en tanto

despojaba al pueblo de la soberanía que le era

inherente. Lino Urquieta restó importancia a esta crítica,

auténtico eco de “una causa muerta”, y recordó cómo en

1842 el Consejo de Estado encargó al Congreso calificar

las actas electorales y proclamar al presidente de la

República. Villarán insistió en que el dictamen

arrebataba al pueblo el derecho de sufragio tan

214 “Cada cosa en su sitio”, en La Prensa, 17 de agosto de 1912. 215 “En espera del voto del Congreso”, en El Comercio, 17 de agosto de 1912. 216 “De jueves a jueves”, en Variedades, 17 de agosto de 1912. 217 “Continúa el interesante…”, en La Prensa, 17 de agosto de 1912.

Page 51: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

99

reclamado. Juan Salazar y Oyarzábal consideró

improcedente la elección por el Congreso, pues la

Constitución no permitía ese procedimiento cuando los

comicios eran declarados nulos o no realizados, tal como

lo reconocieron en 1899 y 1903 los parlamentarios

civilistas218. Concluido el segundo día de debates, El

Comercio expresó su desazón por el excesivo tiempo

invertido en disertaciones académicas que poco

aportaban a resolver la crisis presidencial219. Por el

contrario, La Prensa elogió la extensa alocución con que

Urquieta había desarmado a los “sofistas” valedores de

intereses de círculo220. La Crónica, desdeñando el

debate, lo llamó “hojarasca oratoria [y] palabrería

sonora (…) saturadas de pasión” por consumar el delito

constitucional221.

Durante el tercer día de debates, efectuado el 19

de agosto, se aprobó por 132 votos a favor y 30 en contra

el dictamen en mayoría de la Comisión de Cómputo.

Previamente, Antonio Flores discrepó con el papel de

supremo elector concedido al Congreso, pero reconoció

la inviabilidad de convocar nuevas elecciones por el

corto tiempo que mediaba hasta el cambio de gobierno.

Asimismo, Miguel Rojas combatió a Cornejo por su

exegesis “torcida” de la soberanía popular, disfrazada

bajo el manto de la evolución ideológica222. El aludido

replicó que en todos los “pueblos cultos” el Congreso

218 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 37-49. 219 “Editorial”, en El Comercio, 19 de agosto de 1912. 220 “Habla ahora la ley”, en La Prensa, 18 de agosto de 1912. 221 “Editorial”, en La Crónica, 19 de agosto de 1912. 222 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 50-52.

100

tenía “en una u otra forma” la facultad de designar o

remover al Ejecutivo, por tanto, exigió no perder más

tiempo y proclamar presidente al “ya designado por los

pueblos del Perú”, es decir, a Guillermo Billinghurst223.

Acto seguido, el presidente del Congreso, Rafael Villanueva,

pidió a los congresistas efectuar sus votos para presidente y

vicepresidentes de la República en medio de las airadas

protestas de aspillaguistas y pierolistas. Después de superar

incidentes en el “lentísimo” conteo de sufragios y bajo la

presión de las galerías, Villanueva leyó el resultado que

arrojaba 130 votos para Billinghurst de 160 emitidos. Sin

embargo, Roberto Leguía y Miguel Echenique habían

obtenido 78 y 47 votos, respectivamente, cantidad inferior a

los 80 requeridos para ganar las vicepresidencias. Poco

después, Billinghurst fue proclamado presidente,

nombrándose una comisión parlamentaria que se encargaría

de anunciarle esta decisión y lo invitaría a prestar el

juramento de ley. Se acordó además repetir al siguiente día

la votación para vicepresidentes224.

Este esperado, pero no menos angustioso,

desenlace provocó el júbilo de los congresistas aliados

del billinghurismo y el público apostado en las tribunas

del parlamento. Apenas corrió esta noticia hacia las

calles contiguas a la plazuela de la Inquisición,

numerosos obreros con bandas de música y mujeres con

estandartes y “farolitos venecianos” desfilaron por los

223 “La jornada constitucional de hoy”, en La Prensa, 19 de agosto de 1912. 224 “El Congreso elige presidente…”, en El Comercio, 20 de agosto de 1912.

Page 52: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

101

principales jirones de la capital225. La noche del 19 de

agosto concurrieron varias delegaciones al domicilio del

225 “En las calles”, en La Prensa, 19 de agosto de 1912.

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102

La comisión parlamentaria comunica a Billinghurst su elección presidencial. La Crónica, 23 de agosto

de 1912.

nuevo presidente con el fin de felicitarlo y ofrecerle su

respaldo. La Comisión de Anuncio, presidida por

Page 53: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

103

Benjamín La Torre, cumplió su encargo y sugirió a

Billinghurst recordar la transitoriedad del cargo logrado

de “forma nueva, casi violenta”. Acudieron luego los

integrantes del Club Militar y Comité Popular,

acompañados de los congresistas Urquieta y Durand,

quienes dirigieron “viriles discursos” al público reunido

frente a la citada residencia. Finalmente se apersonó una

comisión del club “Unión política de jefes y maestros de

taller” y entregó a Billinghurst una banda presidencial,

gesto que este agradeció expresando “cariñosas frases

para la clase obrera”226. Los pierolistas de La Crónica

decían no comprender porque muchos de estos obreros

proferían mueras contra el bloque y los civilistas cuando

debían, por el contrario, agradecer a esos partidos que

tanto odiaban el ascenso del billinghurismo al

Ejecutivo227. Este mismo periódico se atrevió a

denominar “título ilegítimo” la presidencia concedida a

Billinghurst, y previno además que estaba enlazada por

“vínculos de sangre” con el desprestigiado régimen de

Leguía228.

El 20 de agosto, los congresistas se abocaron a

dilucidar el problema de las vicepresidencias. Para

disipar los resquemores suscitados por la candidatura de

Roberto Leguía, el líder liberal, Augusto Durand, abogó a

favor de la independencia de esta respecto del

Gobierno. Amador del Solar engrandeció entonces los

méritos de su candidato Lizardo Alzamora, quien además

226 “Felicitaciones al presidente…”, en El Comercio, 20 de agosto de 1912. 227 “La situación política”, en La Crónica, 20 de agosto de 1912. 228 “Editorial”, en La Crónica, 21 de agosto de 1912.

104

de su reputación como magistrado tenía la ventaja de ser

independiente de los partidos. Habiéndose resuelto

efectuar la votación en cédulas separadas, se procedió a

designar la primera vicepresidencia resultando electo

Leguía por 94 votos contra 59 de su competidor

Alzamora. En el caso de la segunda vicepresidencia, los

candidatos Miguel Echenique y Fernando Seminario

alcanzaron 73 y 61 votos cada uno, y siendo necesarios

80 votos para conseguir el cargo se decidió postergar el

sufragio hasta el siguiente día229. La elección de Leguía

fue reprobada con silbidos, gritos y burlas por la barra

asistente al Congreso230. No obstante, horas más tarde el

elegido recibió en su domicilio a delegaciones de

congresistas, militares y grupos de artesanos

billinghuristas, a los cuales agasajó con una copa de

champagne231.

El 21 de agosto concluyó la azarosa elección de la

segunda vicepresidencia con el triunfo de Miguel

Echenique sobre Fernando Seminario por 87 a 64 votos.

De inmediato se aprobaron las leyes que oficializaron la

proclamación del presidente Billinghurst y sus

vicepresidentes Leguía y Echenique para el período

constitucional 1912-1916232. Esta sesión atrajo menos

asistencia y, por ese motivo, no hubo incidentes ni

abucheos como en las anteriores. Los pasillos del

parlamento, en cambio, fueron escenario de comentarios

229 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 67-70. 230 “Elección de vicepresidente”, en El Comercio, 21 de agosto de 1912. 231 “El día político”, en La Prensa, 21 de agosto de 1912. 232 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 70-71.

Page 54: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

105

y pronósticos previos al citado acto electoral233.

Emocionado por los saludos, telegramas de felicitación y

visitas de personas notables y representantes

estudiantiles y obreros, Billinghurst cosechó el

espaldarazo del Gobierno, que mediante el diario oficial

lo definió como “estadista avezado en los negocios

públicos y excepcionalmente preparado para el alto

puesto que va a ocupar”234. En total discrepancia con esta

encomiástica descripción, La Crónica lo consideraba un

hombre claudicante, sometido a las combinaciones

exigidas por el presidente Leguía y rodeado de

“malsanas influencias”235. Más aún lo acusaron de haber

tolerado la designación de dos vicepresidentes

aspillaguistas, a sabiendas que estos representaban

precisamente el principal blanco del movimiento cívico

de mayo236. Sus opositores más benévolos preferían

llamarlo prisionero del régimen anterior y lo creían

incapaz de reformar el país sin librarse de las fuerzas

conservadoras a quienes debía su triunfo. Ciertamente,

parecía más probable que estas lo echaran antes del

Gobierno aprovechando su carencia de bancada

parlamentaria237.

233 “El Congreso elige 2o. Vicepresidente…”, en La Prensa, 22 de agosto de 1912. 234 “Proclamación de Presidente…”, en El Peruano, 21 de agosto de 1912. 235 “Editorial”, en La Crónica, 22 de agosto de 1912. 236 “Editorial”, en La Crónica, 23 de agosto de 1912. 237 “De jueves a jueves”, en Variedades, 24 de agosto de 1912.

106

III. LA POLÍTICA DEL “PAN GRANDE”: BILLINGHURST PRESIDENTE

En la campaña de Billinghurst habían intervenido clubes

populares, líderes políticos, estudiantes y varios

periódicos, unidos todos por su repudio al desgastado

régimen de Leguía. Esta opositora beligerancia se borra

por un instante cuando el oficialismo, con sus votos

congresales, facilita el triunfo electoral del billinghurismo.

Aunque los partidos ignoraban cuál sería su participación

en el nuevo Gobierno, hubo invocaciones para que,

dejando de lado las disputas, ofrecieran condiciones de

gobernabilidad al presidente electo, con el propósito de

que este corrigiese la “anarquía” e “infecundidad” reinante

en la administración pública. El asunto más inquietante era

el pliego de egresos del Presupuesto de la República del

año 1913, pues el desconocimiento de los compromisos

fiscales podía maniatar la nueva gestión hacendaria238. Al

respecto, los pierolistas eran más pesimistas –o realistas– y

advirtieron que cada partido aliado de Billinghurst tenía su

propia agenda, lo cual auguraba una intensa agitación al

interior del Ejecutivo. Los liberales, por ejemplo,

pretendían convertirse en “partido de gobierno” y

mediante la manipulación de los recursos estatales

favorecer a sus candidatos en la renovación del tercio

parlamentario de 1913. A su vez, los civilistas ansiaban el

retorno de José Pardo y trabajar unificados en torno a su

liderazgo para recuperar el Gobierno en 1916239.

238 “Editorial”, en El Comercio, 23 de agosto de 1912. 239 “La situación política”, en La Crónica, 24 de agosto de 1912.

Page 55: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

107

El silencio de Billinghurst sobre la conformación

de su gabinete –según La Crónica– reveló serias

dificultades en el reparto de las carteras ministeriales y

la casi segura entrega de estas a manera de

“recompensas” o pago por “compromisos urgentes”240.

Mientras tanto, seguían los homenajes de autoridades,

centros obreros y pueblo en general. El primer acto de

masas en apoyo al presidente Billinghurst se realizó el 25

de agosto. Este “desfile cívico”, organizado por el comité

político billinghurista, convocó unas 20 mil personas en

la plazuela de la Exposición. Todas ellas aglutinadas en

decenas de clubes avanzaron por la ciudad en dirección

a la plaza de Armas. Allí, el obrero José Castañeda –a

través de un encendido discurso– atribuyó la victoria del

billinghurismo a la “ola arrolladora de la opinión

pública” representada por la asamblea de clubes, a “la

que este pueblo ha bautizado con el nombre de cámara

popular sin dietas”. Ese organismo –enfatizó Castañeda–

sería el principal soporte del nuevo Gobierno y velaría

porque “haya vida barata” y “mucho trabajo, mucho pan,

mucho oro”241. La multitudinaria marcha avanzó luego

hasta el domicilio de Billinghurst encabezada por

Abraham Valdelomar y Justo Casaretto. Este último

saludó a su líder con el título de “Mesías de la Patria” y

lanzó un mensaje exaltando sus virtudes ciudadanas, El

emocionado presidente aprovechó este momento para

comprometer al pueblo en la culminación de la “obra redentora”

240 “Editorial”, en La Crónica, 25 de agosto de 1912. 241 “El gran desfile cívico de ayer”, en La Prensa, 26 de agosto de 1912.

108

BILLINGHURST PRESIDENTE

Los clubes billinghuristas celebran la elección del Pan Grande. La Crónica, 27 de agosto de 1912.

Billinghurst y su comité político (sentados de izquierda a derecha): Juan Castro, general Enrique Varela, coronel Fernando Seminario y Elías Malpartida; (parados de izquierda a derecha): Manuel Químper, coronel Gonzalo Tirado, Federico Luna y Peralta y Luis Paz Soldán. La Crónica, 30 de agosto de 1912.

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iniciada en mayo, e instarlo a perseverar en el trabajo y

conservar el orden242.

En provincias la proclamación de Billinghurst

desató varios días de festejos y celebraciones. Las

expectativas eran inmensas, y algunos diarios regionales

atribuyeron al nuevo Gobierno toda clase de proyectos en

beneficio de los departamentos. El periódico ayacuchano

La Gironda, por ejemplo, anunció la construcción del

ferrocarril Huancayo-Ayacucho, apenas el presidente

electo “suba al poder”243. Los pierolistas aconsejaron

poner término a estas especulaciones, y demandaron al

nuevo mandatario formular un plan administrativo y

obtener del Congreso el aplazamiento del debate de las

leyes sobre deuda pública y presupuesto, pues su

aprobación le impediría hacer “las modificaciones que

juzgara convenientes”244. En tono satírico, Variedades

pidió al Congreso “tener compasión” de Billinghurst y

crear cuando menos cinco ministerios (Agricultura,

Colonización, Instrucción, Marina y Comercio) para que

este los repartiera entre civilistas oficialistas, liberales,

constitucionales, cívicos, bloquistas y “billinghuristas

netos”, con lo cual todos quedarían satisfechos y

dispuestos a secundar su gestión245. A fines de agosto, las

conversaciones interpartidarias pasaban desapercibidas

en medio del ambiente festivo profuso en alegorías

242 “La manifestación cívica de ayer”, en El Comercio, 26 de agosto de 1912. 243 “Manifestaciones en toda la…”, en La Prensa, 29 de agosto de 1912. 244 “Editorial”, en La Crónica, 28 de agosto de 1912. 245 “De jueves a jueves”, en Variedades, 31 de agosto de 1912.

110

billinghuristas y composición de marchas en honor del

presidente electo246.

El presidente Leguía pareció entonces estar

decidido a entorpecer la gestión de Billinghurst,

promoviendo la aprobación legislativa de proyectos

costosos y de dudoso beneficio. Acaso desconfiando de

la habilidad financiera del nuevo presidente, Leguía con

premura inusitada envío al parlamento un proyecto de

conversión o unificación de la deuda interna, “que va a

procurar a entidades y personas determinadas un bonito

negocio”. Después propuso entregar a perpetuidad los

ferrocarriles a la Peruvian Corporation, y finalmente

solicitó autorización para levantar un empréstito de dos

millones de libras aplicables a obras de irrigación y

colonización en la costa. El monto de estos tres proyectos

comprometía unos cien millones de soles, creando de

esa manera un escenario fiscal inmanejable para el

gobierno de Billinghurst. En ese sentido, La Crónica

descalificó los supuestos planes de irrigación y

colonización, porque no se conocían estudios definitivos,

presupuestos, precio de la infraestructura de irrigación,

sistema de contrato de colonos y garantías estatales

ofrecidas al contratista247.

A tres semanas del cambio de gobierno, el

Cuerpo General de motoristas y conductores de los

tranvías eléctricos de Lima se declaró en huelga

afectando la comunicación entre Lima y los balnearios de

246 “Manifestaciones al presidente…”, en El Comercio, 31 de agosto de 1912. 247 “Editorial”, en La Crónica, 1º de setiembre de 1912.

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111

Barranco, Chorrillos y Miraflores. Los huelguistas

denunciaron a la empresa por hacer economías mediante

la contrata de empleados con bajos salarios, aplicación

de descuentos a empleados injustamente suspendidos y

cobros de indemnización excesiva a los conductores que

chocaban accidentalmente sus carros. Reclamaron

también la destitución inmediata del jefe de la Estación

de Montserrate y aumento del jornal a tres y cuatro soles

en las líneas interurbanas (Lima-Callao y Lima-

balnearios) y urbana, respectivamente248. A estas

demandas les agregaron después la reposición de cuatro

servicios en la línea de Chorrillos, cuyo retiro había

significado el despido de 16 empleados249. Aunque los

empleados trabajaban entre 11 a 14 horas diarias sus

salarios promedios se habían reducido en un tercio,

pasando de 90 a 63 soles mensuales, mientras los tres

gerentes de la empresa ganaban altos sueldos y tenían

automóviles. Ante la ausencia de tribunales arbitrales

que conciliaran los intereses de patrones y obreros, el

billinghurista Luis Felipe Paz Soldán asumió la

representación legal de los empleados en sus

negociaciones directas con el gerente Emilio Godoy250.

El 2 de setiembre comenzó una ronda de

conferencias entre ambas partes con asistencia del alcalde

248 “Nueva huelga de motoristas…”, en La Prensa, 1º de setiembre de 1912. 249 “Se anuncia una huelga”, en El Comercio, 1º de setiembre de 1912. 250 “La huelga de motoristas y…”, en La Crónica, 2 de setiembre de 1912.

112

HUELGAS Y CONVULSIÓN SOCIAL

La huelga de motoristas y conductores. La Crónica, 5 de setiembre de 1912.

La olla común de los huelguistas. La Crónica, 7 de setiembre de 1912.

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limeño, Nicanor Carmona. El gerente Godoy propuso

establecer un jornal promedio de 2.50 soles, es decir, 75

soles mensuales, y precisó que dicha cifra estaba acorde

con las utilidades de la empresa251. La paralización del

tráfico obligó a suspender el banquete que debía ofrecer

a Billinghurst el Concejo Municipal de Chorrillos.

Enterados los huelguistas de este evento pusieron un

vagón al servicio del agasajado, pero este declinó

utilizarlo para evitar altercados entre los dirigentes de

los motoristas252. Los días de fiesta billinghurista

cedieron paso a jornadas de protesta, que fueron

escalando debido al entrampamiento del diálogo y la

adhesión a la huelga por parte de los obreros de los

talleres madereros, fábricas de tejidos, galletas y aceites,

fundiciones, albañiles y carpinteros confederados253. El

directorio de la empresa, mediante memorándum

entregado a la prensa, declaró que sus empleados

estaban bien retribuidos “en relación con los salarios

pagados en Lima”, a pesar de que las utilidades de los

tranvías habían caído en 50%. Este documento calculó

además en 66% el aumento salarial concedido a los

obreros desde 1906, pues en dicho año los cocheros de

tracción animal, que ganaban S/. 1.50 por diez horas de

trabajo, se convirtieron en conductores y motoristas de

251 “La huelga de tranvieros”, en El Comercio, 2 de setiembre de 1912. 252 “El banquete de la municipalidad…”, en La Prensa, 2 de setiembre de 1912. 253 “La huelga de los tranvías”, en El Comercio, 2 de setiembre de 1912.

114

tranvías con jornales de S/ 2.50 por nueve horas

laborales254.

Sorprendidos por la indiferencia del Gobierno y

autoridades municipales, los huelguistas salieron a las calles

y avanzaron hasta la plaza de Armas portando banderas rojas

y dando vivas a la clase obrera255. Como medida preventiva,

la gendarmería fue enviada a resguardar las estaciones de

tranvías, mientras los electricistas de la empresa Santa Rosa

se plegaron a la huelga reclamando el aumento a 3 soles de

sus “heterogéneos” jornales, que entonces oscilaban entre

1.40 a 2.50 soles256. El Gobierno, con cierta tardanza, decidió

intervenir en el conflicto y convocó al presidente del comité

huelguista, Filiberto Noriega, para comunicarle el envío a los

balnearios de un convoy por cuenta del Estado que debía

abastecer de víveres a esas poblaciones. Aunque Noriega se

comprometió a no impedir el paso de dicho convoy, luego

sus bases –supuestamente por consejo del billinghurista Paz

Soldán– lo desautorizaron, pues creían que este servicio

restaría fuerza al movimiento. Al mismo tiempo, los vecinos

de Barranco elevaron un memorial al Ejecutivo exhortándolo

a enviar locomotoras por la antigua línea del ferrocarril

inglés y romper el aislamiento en que se encontraban257.

254 “La huelga de los motoristas y…”, en La Prensa, 3 de setiembre de 1912. 255 “La huelga de motoristas y…”, en La Crónica, 3 de setiembre de 1912. 256 “La huelga en los servicios…”, en El Comercio, 3 de setiembre de 1912. 257 “Continúa la paralización del tráfico”, en La Prensa, 4 de setiembre de 1912.

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115

Las irreductibles posiciones asumidas por

obreros y gerentes en este conflicto laboral trajeron

consigo carestía de víveres y malestar social. Ante este

escenario, el presidente Leguía congregó en palacio a

los gerentes de las empresas asociadas, Emilio Godoy y

Mariano Prado y Ugarteche, al alcalde de Lima, Nicanor

Carmona, y a sus homólogos de Barranco, Chorrillos y

Miraflores, Pedro de Osma, Federico Luna y Peralta y

Juan Figari, respectivamente, y les encargó solucionar la

huelga a la brevedad incluso sacrificando “algo de sus

legítimas conveniencias”. Concordar voluntades no fue

fácil, porque los alcaldes adujeron carecer de

competencia en este problema, pero los gerentes

replicaron que si estos accedían a suprimir el cobro por

ingreso a Lima de los tranvías interurbanos permitirían

ahorrar 3,500 libras (35,000 soles) anuales transferibles al

pago de jornales. Los alcaldes prometieron someter esta

propuesta a juicio de sus concejos antes de dar una

contestación. Este potencial recorte del servicio causó

desazón entre los huelguistas por los despidos de

motoristas que acarrearía258. Para exacerbar los ánimos

del público contra la empresa, grupos de obreros

cortaron las líneas de transmisión eléctrica y

manipularon los circuitos dejando sin alumbrado y

energía a varios puntos de Lima y Callao259.

Ciertamente, la población capitalina reaccionó

con indignación e ira, pero no solo contra la empresa,

258 “Intensa conferencia en palacio”, en El Comercio, 4 de setiembre de 1912. 259 “No se arriba a ninguna solución”, en La Prensa, 5 de setiembre de 1912.

116

sino que incluyó en sus reproches a los huelguistas. Por ese

motivo, el Ministro de Gobierno, Plácido Jiménez les hizo

saber que los daños inferidos a las instalaciones eléctricas

constituían delitos previstos en los códigos Penal (artículo

361) y de Justicia Militar (artículo 11), así como en el

Reglamento de Ferrocarriles (artículos 38, 392 y 429). El

ministro, después de considerar excesivo el reclamo

salarial de los tranvieros, les advirtió que mandaría correr

trenes a los balnearios, y cualquier intento por impedirlo

sería reprimido como acto de rebelión. Estas frases

impactaron en el ánimo del obrero Noriega, presidente del

comité huelguista, quien solicitó al ministro la intervención

policial para identificar y detener a los “maleantes”

infiltrados que cometían actos violentos y forzaban la

realización de un paro general260. Con todo, los huelguistas

estaban confiados en “el triunfo de la causa obrera sobre el

capitalista intransigente”, gracias a los aportes de dinero

recibidos de diversos centros laborales los cuales

alcanzaban fácilmente para sostenerse unos quince días261.

Estando aún pendiente la resolución de la huelga,

Billinghurst retomó sus actividades políticas y sostuvo

conversaciones con los presidentes de ambas cámaras,

Rafael Villanueva y Juan Salazar y Oyarzábal, y Augusto

Durand. Aunque no hubo informe oficial sobre los temas

abordados, la prensa especuló que se había analizado las

relaciones parlamentarias entre civilistas y liberales y las

“futuras inteligencias” de sus líderes262. El presidente

260 “La huelga”, en El Comercio, 5 de setiembre de 1912. 261 “La huelga de motoristas y…”, en La Crónica, 6 de setiembre de 1912. 262 “Política”, en El Comercio, 5 de setiembre de 1912.

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electo participó además en un almuerzo ofrecido en el

restaurante del Parque Zoológico por los tacneños y

ariqueños residentes en Lima. En el discurso, a cargo de

Rómulo Cúneo Vidal, el ilustre tarapaqueño fue comparado

con Teodoro Roosevelt y Cecil Rhodes, por su capacidad de

conjugar la acción práctica con “las creaciones teóricas del

pensamiento”263.

El 6 de setiembre, cumplido el sexto día de

huelga, las negociaciones entre empresa y obreros

fueron rotas en términos violentos. Durante la noche de

aquel día un dinamitazo estremeció la ciudad mientras

grupos de enfurecidos tranvieros se oponían a que fuese

restablecido el servicio de alumbrado eléctrico.

Agrupados en la Confederación de Artesanos, los

delegados de varios centros obreros pronunciaron

encendidos discursos a favor del paro general, no

obstante, el abogado billinghurista, Luis Paz Soldán,

convenció a la asamblea que no era momento de

“esgrimir esa poderosa arma del proletariado contra el

capital”264. En esas circunstancias, surgieron

divergencias entre los huelguistas a causa de los nulos

resultados obtenidos en más de una semana de protesta.

Los primeros en apartarse del movimiento fueron los

conductores del Callao, que estando dispuestos a

negociar directamente con la empresa otorgaron

representación al abogado, Demócrito Rebaza y Pazos.

Este sector disidente sugirió al comité presidido por

263 “El banquete de los ariqueños…”, en La Prensa, 5 de setiembre de 1912. 264 “La huelga”, en El Comercio, 7 de setiembre de 1912.

118

Filiberto Noriega asumir una “actitud conciliatoria”, pero

estos desestimaron moderar sus virulentos reclamos265.

Asimismo, nombraron comisionados encargados de

identificar aquellos tranvieros que, supuestamente

sobornados por la empresa, trabajaban en secreto para

aislar a los radicales y crear una opinión favorable al

levantamiento de la huelga266.

A pesar de este crispado entorno, Billinghurst

siguió cimentando sus vínculos con la sociedad civil. El 8

de setiembre asistió a un banquete ofrecido en el Club

Regatas Unión por los vecinos chalacos. En el discurso de

recibimiento, Alberto Secada expresó su confianza en

que el nuevo presidente acabaría con las “pequeñeces”

y “miserias” de quienes utilizaban la función pública

para satisfacer apetitos personales, y desaparecería la

“exorbitancia incomprensible” de restricciones y el

“fiscalismo sin límites” coronando así una gestión tan

excelsa como la de George Washington o Benito Juárez.

Billinghurst agradeció los elogios y prometió colocar al

Callao en el rango marítimo internacional que le

correspondía. Terminado el banquete se presentaron a

las puertas del club los grupos billinghuristas actores de

las jornadas de mayo. A nombre de estos, el obrero

Pedro Céspedes lanzó una alocución expresando su

ansia de que el próximo gobierno fuese de paz y trabajo,

y se mantuviera alejado de los partidos políticos. Casi

dos mil personas, en medio de “delirantes aclamaciones”

265 “Los huelguistas se dividen”, en La Prensa, 9 de setiembre de 1912. 266 “La huelga de motoristas y…”, en La Crónica, 8 de setiembre de 1912.

Page 61: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

119

y tiros al aire, acompañaron la partida del tren

extraordinario que condujo al homenajeado y su comitiva

de retorno a Lima267.

Transcurridos nueve días de huelga, el círculo

disidente había ganado terreno entre los obreros y,

sobre la base de mutuas concesiones, pactó con la

empresa el reinicio del tráfico entre Lima y Chorrillos.

Los gerentes solicitaron entonces al Gobierno desalojar a

los obreros adueñados de las estaciones en actitud

agresiva. En respuesta, el comité huelguista convocó un

mitin en la plaza Dos de Mayo para exhibir la fortaleza

del movimiento y la inexistencia de facciones

disidentes268. Sin embargo, poco después el grupo

liderado por Noriega buscó la unificación con los

disidentes a fin de presentar bases definitivas de

arreglo269. Por su parte, la empresa, en alarde de

autoridad, exigió a los trabajadores reincorporarse a sus

labores bajo amenaza de despido a quienes no lo

hicieran. Ese mismo día, los huelguistas atacaron a

pedradas un tranvía operado por conductores disidentes,

que debía partir hacia Miraflores270. Aunque la

intervención policial dispersó a estos exaltados obreros,

otros piquetes desataron una cacería de “traidores”

golpeando a varios de estos en la Plaza de la Merced.

Amenazados por los gendarmes, respondieron que

267 “El banquete del Callao”, en El Comercio, 9 de setiembre de 1912. 268 “La huelga”, en El Comercio, 10 de setiembre de 1912. 269 “La huelga de motoristas…”, en La Crónica, 10 de setiembre de 1912. 270 “Ataque a un carro”, en La Prensa, 10 de setiembre de 1912.

120

estaban dispuestos a todo, pues “entre morir de un

balazo o morir de hambre, preferimos lo primero”271.

Los disidentes, en número de 80, propusieron

volver al trabajo incluso sin conseguir el reclamado

aumento de jornal. El grupo de Noriega, en cambio,

demandó un incremento mínimo del 10% en sus salarios

y la estabilidad de los huelguistas en los puestos de

trabajo por espacio no menor a dos años. La empresa

descartó cualquier reajuste de jornales, y en cuanto al

plazo de permanencia laboral precisó que sería

indefinido para quienes cumplieran “estrictamente con

sus deberes”272. Ante esta contraoferta, los grupos

radicales derribaron postes en Mirones y Lince,

motivando la decisión gubernativa de reprimir y

encarcelar a los culpables. Asimismo, se hizo

responsable al dirigente Noriega de cualquier desmán

incitado por “discursos violentos” lanzados en el mitin

del 11 de setiembre. Cuando los disidentes acordaron

levantar la huelga sin aumento salarial, el grupo radical

no tuvo más remedio que declararse presto a recibir otro

porcentaje de incremento ajustado a “la capacidad

económica de la empresa”273. Esta última, a través del

alcalde limeño Nicanor Carmona, prometió a los

huelguistas invertir 600 soles en el pago de primas a los

conductores con menor número de accidentes, pero los

271 “Choque entre los huelguistas”, en El Comercio, 10 de setiembre de 1912. 272 “Propuesta y contrapropuesta…”, en La Prensa, 10 de setiembre de 1912. 273 “La huelga”, en El Comercio, 11 de setiembre de 1912.

Page 62: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

121

dirigentes pidieron distribuir la suma citada entre todos a

manera de aumento274.

La prolongación del conflicto –a juicio de La

Crónica– había sido promovida por “malsanas influencias

extranjeras” interesadas en agudizar el antagonismo

entre capital y trabajo. La instancia del arbitraje,

sugerida por el comité huelguista, aparecía entonces

como la más apropiada para resolver diferencias entre

privados sin causar perjuicio a la sociedad275. Más allá de

esta voluntad apaciguadora, los dirigentes de tranvieros

y electricistas aprovecharon el mitin de la plaza Dos de

Mayo para censurar al “trust maldito” empresarial, cuyas

riquezas provenían del “sudor y la sangre de nuestros

hermanos obreros”. El presidente del comité de

agitación del Paro General, Eulogio Otazú, lanzó duras

frases contra la burguesía y el “régimen social actual”, y

exhortó a los obreros a seguir el ejemplo del mártir

“socialista” español Francisco Ferrer, quien fue fusilado

por difundir sus ideas276. Esta reunión concluyó con la

promesa de organizar un paro general “para implantar

en el Perú la jornada de ocho horas”. Seguidamente, dos

274 “La conferencia entre el…”, en La Prensa, 11 de setiembre de 1912. 275 “Editorial”, en La Crónica, 12 de setiembre de 1912. 276 Francisco Ferrer Guardia impulsó un movimiento educativo “racionalista”, cuya difusión estuvo a cargo de maestros pertenecientes a la socialista Sociedad Obrera de Escuelas

Laicas Graduadas de Madrid. En octubre de 1909 fue fusilado bajo acusación de haber sido autor y jefe de la revolución republicana y anticlerical conocida como la Semana Trágica (26 de julio-2 de agosto de 1909). Solá, Pere. “Francisco Ferrer Guardia: la Escuela Moderna, entre las propuestas de educación anarquista”, en Trilla (Coord.) 2007: 48.

122

mil obreros se dirigieron, portando banderas rojas y

negras, hasta la plaza de Armas dispersándose luego de

manera ordenada y serena277. Por estos días, la prensa

aliada del billinghurismo percibió el desgaste del

movimiento y lo achacó al acaloramiento o egoísmo de

unos cuántos obreros faltos de circunspección278. El 12

de setiembre, gracias a la mediación del alcalde

Carmona, la empresa avaló el sistema de reparto de

primas sugerido por los obreros, quienes satisfechos con

esta concesión determinaron poner fin a la huelga279.

La Crónica saludó este arreglo, pero aconsejó

tener cuidado con los “discursos socialistas”

generadores de mayor antagonismo entre capital y

trabajo. En consecuencia, reclamó al Gobierno modificar

la legislación obrera para prevenir las exigencias

injustificadas de los trabajadores, antes de que estas

provocaran, como en Europa, un “problema social”280.

Este peligro había sido aparentemente conjurado,

porque los tranvieros, aun cuando no lograron el

aumento requerido, depusieron sus acciones violentas y

se conformaron con las primas y mejoras laborales

otorgadas por la empresa. Disipado el ambiente

beligerante creado por la huelga, la atención pública

volvió a centrarse en el cambio de gobierno. El comité

billinghurista, presidido por Justo Casaretto, se ocupó

entonces de organizar una gran procesión cívica

nocturna para el 24 de setiembre, fecha en que su líder

277 “La huelga”, en El Comercio, 12 de setiembre de 1912. 278 “Finaliza la huelga”, en La Prensa, 12 de setiembre de 1912. 279 “El fin de la huelga”, en El Comercio, 13 de setiembre de 1912. 280 “Editorial”, en La Crónica, 13 de setiembre de 1912.

Page 63: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

123

asumiría la Presidencia de la República. Varias empresas

manifestaron su deseo de participar en dicho evento con

carros alegóricos que simbolizaran las industrias

establecidas en Lima281. A una semana de entregar la

banda presidencial, Leguía apuraba la inauguración de

canalizaciones, monumentos, asilos y escuelas navales, y

también se despedía emotivamente del Ejército y la

Armada282. Por su parte, Billinghurst mantenía en reserva

los nombres de sus futuros ministros, mientras seguía

asistiendo a banquetes, como aquel preparado por la

Sociedad de Ingenieros en su local del Portal de

Botoneros. En esa reunión, el mandatario electo convocó

a dichos profesionales para la “misión civilizadora” que

debía iniciar283.

El alto comercio también agasajó a Billinghurst

con un banquete realizado el 18 de setiembre en el

restaurante del Parque Zoológico. El presidente de la

Cámara de Comercio de Lima, Pedro Gallagher, exaltó

en su brindis el “gran placer” que había causado a los

comerciantes la elección del caudillo tarapaqueño, y se

mostró complacido porque los altos precios de los

productos de exportación garantizaban un próspero

destino. El obsequiado devolvió el cumplido destacando la

trascendencia del intercambio mercantil como palanca

forjadora de la riqueza y prestigio de los pueblos, y prometió

281 “La procesión cívica del 24”, en La Prensa, 14 de setiembre de 1912. 282 “Burla, burlando. Cuentan de…”, en La Crónica, 16 de setiembre de 1912. 283 “En la Sociedad de Ingenieros”, en La Prensa, 16 de setiembre de 1912.

124

LOS BANQUETES EN HONOR DEL PRESIDENTE ELECTO

Banquete ofrecido a Billinghurst por el alto comercio de Lima. La Crónica, 21 de setiembre de 1912.

Banquete ofrecido a Billinghurst por el Club Nacional. La Crónica, 23 de setiembre de 1912

Page 64: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

125

apoyarse en el “sabio concurso” de los comerciantes

nacionales para devolverle al Perú su renombre de país

rico284. En vísperas del cambio de mando, los partidos

también buscaron acercamientos con el nuevo

presidente en su afán de establecer una suerte de

cogobierno. Algunos de estos debieron resolver

previamente sus diferencias internas. En el caso de los

civilistas, la iniciativa fue tomada por el ex-presidente

José Pardo, quien remitió cartas a Enrique de la Riva

Agüero y Rafael Villanueva, líderes de las facciones

independiente y oficialista del civilismo,

respectivamente, exhortándolos a propiciar la unificación

partidaria. Este proceso –según El Comercio– redundaría

en beneficio del presidente Billinghurst y, por ende, este

debía apoyarlo, pues con partidos sólidos estaría

resguardado el éxito gubernativo285.

El 22 de setiembre, la población limeña, agolpada

en la plaza de Armas, fue testigo del suntuoso banquete

organizado por el Concejo limeño en honor del

mandatario electo. El discurso del alcalde Nicanor

Carmona recordó la impecable gestión municipal de

Billinghurst, y expresó su convencimiento de que este

procuraría el engrandecimiento de la capital. El

celebrado dignatario dijo sentirse obligado a mejorar

ampliamente los aspectos de sanidad, ornato y

subsistencias de Lima, y en ese sentido, impulsaría la

ejecución de obras locales. En la tarde de ese mismo día,

284 “En honor del presidente…”, en La Prensa, 19 de setiembre de 1912. 285 “La unificación del partido…”, en El Comercio, 22 de setiembre de 1912.

126

EL PRESIDENTE BILLINGHURST Y SUS BASES POPULARES

Billinghurst y los artesanos. La Crónica, 25 de setiembre de 1912.

Billinghurst y las masas populares urbanas. Variedades, 16 de noviembre de

1912. Caricatura de Pedro Challe.

Page 65: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

127

los jefes y maestros de taller, agrupados en el club Unión

Política le obsequiaron una banda presidencial. El

secretario del mencionado club, Carlos Vargas,

comprometió el “humilde concurso” de la clase obrera y

pidió a Billinghurst honrar la confianza depositada en su

persona velando por el bienestar del pueblo. A juicio de

Vargas, había llegado el momento de que los obreros,

cumplidas sus funciones cívicas, abandonaran la lucha

política para volver a empuñar aquellas herramientas con

que labraban la paz del país. Después de aceptar la

insignia patria, el caudillo prometió consagrar su

gobierno al engrandecimiento de la clase trabajadora286.

En medio de esta intensa jornada de banquetes y

homenajes, los diarios limeños lanzaron sus pronósticos

sobre la orientación política que tomaría el movimiento

billinghurista cuando fuese Gobierno. La Prensa juzgaba

imprescindible distinguirse desde un principio de

Leguía, a quien calificó de personaje “inconsciente y

osado” impuesto por la inescrupulosidad oligárquica de

José Pardo. Por tanto, convenía alejarse del civilismo que

puso a Leguía en palacio y le adiestró “en el camino del

despotismo”. Este diario recomendó tener cuidado con

Rafael Villanueva, presidente del Congreso y ex-ministro

del fenecido régimen, pues proyectaría la nociva

influencia de este en los años siguientes. Había, no

obstante, razones para creer que la nueva era

administrativa no tendría “vínculos de oprobio con un

pasado que infecciona”287. Para La Crónica, los

286 “En honor del señor Billinghurst”, en La Prensa, 23 de setiembre de 1912. 287 “Al fin”, en La Prensa, 23 de setiembre de 1912.

128

propósitos de regeneración del nuevo Gobierno debían

comenzar por evitar todo contacto político con el

régimen aciago de Leguía y los que habían colaborado

en su obra destructora de las libertades públicas. Este

periódico, a diferencia de La Prensa, centró sus

prevenciones en el vicepresidente, Roberto Leguía, cuyo

fraternal vínculo con el mandatario cesante era visto

como un potencial estorbo ante cualquier acto de

reivindicación cívica288.

288 “Editorial”, en La Crónica, 24 de setiembre de 1912.

Page 66: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

129

IV. HUELGAS Y REFORMA ELECTORAL: BILLINGHURST

ESTADISTA

El 24 de setiembre, día de la transmisión de mando, las

calles céntricas de Lima lucían animadas y con gran

concurrencia de gente. En los techos, balcones e incluso

árboles podían verse a muchos curiosos esperando las

ceremonias oficiales. Dentro del Congreso las

corporaciones y autoridades estatales ocuparon las

galerías, mientras fuera de este recinto cuerpos militares

montaban guardia. A las 5 de la tarde, en un carruaje de

gala y precedido por un gentío “delirante”, llegó

Billinghurst al parlamento y entre vivas se ubicó en el

sillón asignado según el protocolo. Poco después,

ingresó el presidente Leguía y sus ministros en medio de

muestras de hostilidad dentro y fuera del hemiciclo. En

su mensaje final, Leguía lamentó haber ejercido el

Gobierno en un momento “agitado y azaroso”, a pesar de

lo cual toleró “hasta el exceso” toda manifestación

política sin menoscabar el principio de autoridad.

Justificó además las compras de elementos militares y los

cuestionados arreglos de fronteras. Finalmente, enumeró

los edificios públicos construidos, las obras de irrigación

y saneamiento emprendidas, y el notable crecimiento de

los ingresos fiscales289.

Leguía entregó la banda presidencial al

presidente del Congreso entre silbidos y gritos

reprobatorios. Acto seguido, se colocó dicha banda a

289 “La trasmisión del mando…”, en El Comercio, 24 de setiembre de 1912.

130

Billinghurst, mientras una “religiosa emoción” recorría

las galerías y barras, cuyos asistentes ovacionaron al

nuevo presidente y cantaron las primeras estrofas del

himno nacional290. El mandatario electo inició su mensaje

reclamándose producto de una “evolución política” y

ofreció gobernar por y para el pueblo. Celebró también

el retorno del “espíritu de orden” después de las

conmociones que habían sacudido al Estado desde su

base. Llamó entonces a ejercer la acción social de la

justicia para conservar ese sentimiento, y puso énfasis en

la necesidad de una nueva ley electoral destinada a

proteger el libre ejercicio del sufragio. En este asunto su

principal objetivo consistía en otorgar representación a

las minorías. Otros puntos señalados por Billinghurst

como los ejes de su Gobierno estaban relacionados con

la norma sobre accidentes laborales, irrigación de

costas, construcción de casas para obreros,

mejoramiento de puertos y la “ardua” tarea de formular

el Presupuesto General de la República. Asimismo,

reconoció tener “deberes inexcusables” con las

entidades políticas impulsoras de su elección y ofreció

cumplirlos siempre que no se opusieran al interés

nacional291.

El discurso sincero de Billinghurst –anotó La

Prensa– reflejó la personalidad práctica y competente de

quien se ponía metas sustentadas en el “valor neto” de

290 “La trasmisión del mando”, en La Crónica, 25 de setiembre de 1912. 291 Billinghurst 1912: 12.

Page 67: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

131

las ideas y la posibilidad de concretarlas292. Por su parte,

La Crónica saludó las intenciones “sanas y patrióticas”

del mensaje y confiaba en que el nuevo presidente

sabría romper con aquello representativo de ese “ayer

tan inmediato como desgraciado”293. A su turno, El

Comercio realzó el anuncio de consolidar un Gobierno

libre de “compromisos exclusivistas de círculo” y

opuesto a las “iniciativas fraccionarias y empíricas”

empleadas por Leguía en la conducción del país294. La

prensa y la opinión pública esperaban con ansia conocer

quienes pondrían en práctica los ideales del mensaje

presidencial. Billinghurst develó este misterio

nombrando por decreto a su primer gabinete integrado

por: Elías Malpartida, presidente del Consejo de

Ministros y Ministro de Gobierno y Policía; Wenceslao

Valera, Ministro de Relaciones Exteriores; Francisco

Moreyra y Riglos, Ministro de Justicia, Culto y

Beneficencia; Baldomero F. Maldonado, Ministro de

Hacienda y Comercio; general Enrique Varela, Ministro

de Guerra y Marina, y Fermín Málaga Santolalla, Ministro

de Fomento. El Consejo de Ministros, celebrado después

de la juramentación de estilo, procedió a nombrar varias

autoridades políticas de Lima, Callao y la Casa Militar de

Gobierno. Dos connotados billinghuristas, Luis Felipe Paz

Soldán y Abraham Valdelomar, asumieron las

292 “La trasmisión del mando supremo”, en La Prensa, 25 de setiembre de 1912. 293 “Editorial”, en La Crónica, 26 de setiembre de 1912. 294 “Editorial”, en El Comercio, 26 de setiembre de 1912.

132

direcciones de Gobierno y de El Peruano,

respectivamente295.

295 “El nuevo gobierno”, en El Peruano, 25 de setiembre de 1912.

Page 68: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

133

EL GABINETE

MALPARTIDA

Elías Malpartida Ministro de Gobierno y Pdte. del Consejo de Ministros

Wenceslao Valera Francisco Moreyra

Ministro de RR.EE Ministro de Justicia

134

Enrique Varela Baldomero Maldonado Fermín Málaga Ministro de Guerra Ministro de Hacienda Ministro de Fomento

Con desfiles de carros alegóricos, retretas,

embanderamientos, quemas de fuegos artificiales y

corridas de toros, los pueblos de Lima y provincias

festejaron el ascenso de Billinghurst al mando supremo

de la Nación. Asimismo, el Comité Popular billinghurista,

órgano activo desde las jornadas de mayo, adoptó la

denominación de Comité Popular Defensor de los

Derechos del Pueblo, ratificándose en su presidencia a

Justo Casaretto296. El club Unión Política, compuesto por

jefes y maestros de taller, también hizo lo propio

convirtiéndose en Federación de Jefes y Maestros de

Talleres, con el objeto de representar a la clase

obrera297. Mientras el movimiento billinghurista trataba

de articular las bases de una estructura partidaria, los

grupos políticos tuvieron sus primeros roces en el

Congreso. La escaramuza inicial se produjo el 26 de

setiembre cuando el diputado bloquista José Antonio

296 “Entusiasmo en toda la…”, en La Prensa, 25 de setiembre de 1912. 297 “Club Unión Político”, en La Prensa, 25 de setiembre de 1912.

Page 69: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

135

Miró Quesada exigió que fuesen examinados los actos de

gobierno de Leguía, acusándolo de haber usurpado las

funciones conferidas al parlamento en materia electoral

según el artículo 59 de la Constitución de 1860. Eduardo

Basadre y Clemente Revilla alegaron que este asunto era

atribución del Congreso y no de una sola cámara, por

tanto, debía invitarse al Senado para resolverlo en

conjunto. Los diputados accedieron finalmente a este

pedido, pero omitieron fijar cuál sería la fecha de la

reunión298.

Apenas iniciado el régimen, quiso el Partido

Liberal hacer sentir su influencia sobre Billinghurst,

enviando a su despacho una comisión presidida por Lino

Urquieta para solicitarle recursos destinados a la

reconstrucción de Moquegua, golpeada por los efectos

de la Guerra del Pacífico y desastres naturales. El

presidente supo sortear esta presión indicando su interés

en resolver dicho problema, pero sin otorgar

preferencias sino de manera conjunta mediante obras de

irrigación en beneficio de todos los pueblos costeros.

Con igual motivo, esta comisión visitó a los ministros

obsequiándoles bastones de ébano con puño de oro. El

primer ministro, Elías Malpartida, dio las gracias

reclamándose fundador del Partido Liberal y auguró a

dicha organización “vastos horizontes” de

prosperidad299. Entre tanto, el bloquista Miró Quesada,

apoyado por el pierolista Aurelio Sousa, insistió en su

298 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1912: 319-321. 299 “Actualidad política”, en La Prensa, 27 de setiembre de 1912.

136

pedido de convocar a Congreso y nombrar la comisión

investigadora del gobierno de Leguía, pero fue

cuestionado por Eleodoro Macedo y Lino Urquieta,

quienes creían necesario postergar este asunto hasta

después de la juramentación de los vicepresidentes ante

el parlamento. El diputado y vicepresidente Roberto

Leguía dijo estar dispuesto a juramentar en otra

oportunidad, aun cuando sospechaba que la minoría

planeaba dejar sin quórum al Congreso para impedir

dicho acto. Puesto el asunto a votación, causó sorpresa la

alianza surgida entre liberales y leguiístas con la única

finalidad de retrasar la fiscalización del fenecido

régimen300.

La Prensa, en su transitorio papel de vocero

oficioso del billinghurismo, criticó duramente el

protagonismo asumido por los bloquistas en el Congreso

y consideró una farsa la violenta reacción de estos contra

los hombres del leguiísmo, salidos de las propias filas del

civilismo. En consecuencia, aconsejó a Billinghurst no

prestarse a las venganzas del bloquismo, que no era

propiamente un partido, sino un grupo de “allegados

familiares” residente “dentro de las cuatro paredes del

parlamento”301. En cambio, los pierolistas de La Crónica

prefirieron centrar sus ataques en el Partido Liberal y su

conducta de “criminal complicidad” con los leguiístas

para sustraer a Leguía del juicio de responsabilidad

previsto en la Constitución302. En esta beligerante

300 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1912: 327-339. 301 “Sabios consejos”, en La Prensa, 29 de setiembre de 1912. 302 “Editorial”, en La Crónica, 29 de setiembre de 1912.

Page 70: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

137

coyuntura, el civilismo entró en una fase de

recomposición de fuerzas, cuyo punto de partida fueron

las renuncias de Ántero Aspíllaga y Javier Prado y

Ugarteche303. Este proceso quería prevenir posibles

movimientos disidentes, toda vez que circulaban

insistentes rumores sobre el retorno del ex-presidente

Leguía a la vida política mediante el lanzamiento de su

candidatura a la senaduría por Lima304.

En medio de estas disputas partidarias, el 27 de

setiembre se puso a debate el proyecto de reforma

constitucional, presentado en 1911 por los senadores

Javier Prado y Ugarteche y Mariano Cornejo, destinado a

modificar la elección presidencial y renovación de las

cámaras. Dicho proyecto contemplaba extender el

periodo de gobierno a cinco años a partir de 1916, y

encargó la elección presidencial a una Asamblea

Nacional constituida por ambas cámaras. Las

vicepresidencias y las diputaciones y senadurías

suplentes serían suprimidas. En cuanto al Congreso se

propuso renovarlo totalmente cada cinco años, y

parcialmente en el caso de aquellas curules que fuesen

declaradas vacantes antes de la conclusión del Gobierno.

La citada propuesta contaba con dictamen favorable de la

Comisión de Gobierno en mayoría, suscrito el 22 de

octubre de 1911 por el propio Cornejo y José Valencia.

En sentido opuesto, el dictamen en minoría, expedido el

24 de octubre de 1911 por Edmundo Montesinos, solicitó

rechazar el proyecto, porque extendía demasiado el

303 “Actualidad política”, en La Prensa, 30 de setiembre de 1912. 304 “De jueves a jueves”, en Variedades, 28 de setiembre de 1912.

138

período presidencial, alentaba la “tiranía parlamentaria”

y promovía la desorganización del trabajo congresal

mediante continuas renovaciones305.

Este proyecto, que convertía al Congreso en

supremo elector, fue calificado de utópico por El

Comercio, pues los parlamentarios obtenían sus curules a

través de métodos tan “torcidos y violentos” como

aquellos utilizados en la disputa presidencial. Por lo

demás, la elección de los vicepresidentes Leguía y

Echenique era prueba concluyente –según este diario-

de que el parlamento también podía atropellar la

voluntad popular306. A juicio de La Crónica, el “momento

histórico” no permitía ejecutar una reforma “perniciosa”

e inadaptable, producto de ideas librescas e importadas.

Impugnó además la autoridad moral del Congreso para

imponer la elección parlamentaria, habiendo dado un

triste espectáculo cuando manipuló dicho sistema a favor

de Leguía y Echenique307. Estas observaciones fueron

desoídas por liberales y leguiístas, quienes en número

de 92 congresistas formaron un comité parlamentario,

encabezado por el diputado José Balta, y apersonados

ante el presidente Billinghurst le ofrecieron fortalecer la

acción del Ejecutivo y sacar adelante sus proyectos

legislativos308. La prensa pierolista sugirió al mandatario

tener precaución con esa “liga amorosa” leguiísta-

liberal, pues lo único que podía congregar a esos grupos

305 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso

Ordinario 1912: 587-588. 306 “Editorial”, en El Comercio, 30 de setiembre de 1912. 307 “Editorial”, en La Crónica, 1º de octubre de 1912. 308 “Reunión de las mayorías…”, en La Prensa, 1º de octubre de 1912.

Page 71: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

139

era su afán por sostener “métodos políticos y

administrativos” repudiados309.

Esta impensada alianza apresuró el reingreso del

Partido Demócrata a la contienda política con miras a las

elecciones del tercio parlamentario310. De igual forma, la

junta directiva del Partido Civilista, liderada por Enrique de

la Riva Agüero, se reunió para debatir la situación política y

acordar la manera cómo afrontaría las elecciones

parlamentarias311. Los pierolistas no estaban

completamente cerrados a buscar puntos de acuerdo con

estos bloquistas, a los cuales llamaban civilistas

“arrepentidos”. Para los seguidores del Califa el verdadero

enemigo era la rama leguiísta, caracterizada por su falta de

respeto a la democracia y los intereses nacionales312. La

intensa politización de estos días alcanzó también a los

sectores obreros reunidos en la Confederación de

Artesanos, cuyos líderes aprobaron enviar una nota al

vicepresidente Leguía comunicándole el repudio popular

causado por su elección, y el firme propósito que tenían de

movilizarse para forzarlo a salir del Gobierno313.

Las pugnas continuaron en el Congreso durante la

sesión del 4 de octubre desarrollada con el fin de discutir

el nombramiento de la comisión investigadora del

309 “Editorial”, en La Crónica, 2 de octubre de 1912. 310 “Circular del Partido Demócrata”, La Prensa, 2 de octubre de 1912. 311 “Política”, en El Comercio, 3 de octubre de 1912. 312 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica, 3 de octubre de 1912. 313 “Protesta obrera”, en La Crónica, 3 de octubre de 1912.

140

gobierno anterior. El diputado Eleodoro Macedo aligeró

el debate declinando su pedido de tomar juramento

previo a los vicepresidentes. Teobaldo Pinzás transmitió

entonces la molestia del Partido Liberal por haber sido

acusado de pretender encubrir los actos del ex presidente

BILLINGHURST EN ACTIVIDADES SOCIALES Y OFICIALES

Billinghurst concurre al hipódromo. La Crónica, 2 de octubre de 1912.

Page 72: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

141

Billinghurst visita el arsenal de guerra del Callao. La Crónica, 31 de

diciembre de 1912.

.

142

Leguía, y sugirió comprender en la investigación al

régimen de José Pardo. El diputado Luis Miró Quesada

precisó que la Constitución solo permitía escudriñar los

actos del régimen fenecido y no de otros anteriores. Su

colega Antonio Miró Quesada defendió además el

derecho de la minoría a tener dos representantes en la

comisión de cinco miembros propuesta por el presidente

del Congreso. Los pierolistas Aurelio Sosa, Joaquín

Capelo y Pedro del Solar apoyaron este pedido.

Aceptada la fórmula de cinco miembros fueron elegidos

en calidad de comisionados los senadores Joaquín

Capelo y José Valencia, y los diputados Rafael Grau,

Alberto Salomón e Hildebrando Fuentes314. El trabajo de

esta comisión suscitó opiniones encontradas. De un lado,

estaban quienes no deseaban verla utilizada como

instrumento de venganza de los bloquistas obsesionados

por borrar su responsabilidad en el “festín y la orgía” de

los gobiernos de Leguía y Pardo. Según este punto de

vista, Billinghurst debía evitar cualquier represalia contra

el leguiísmo y dedicarse plenamente a reorganizar el

país315. A su vez, otro sector, cercano al bloquismo,

encontró inexplicable la “piedad” despertada por

Leguía, al extremo de querer exonerarlo del mandato

constitucional de investigar sus actos gubernativos316.

Habiendo Billinghurst declarado su intención de

conformar un gobierno de todos y para todos, procuró

conservar la armonía política concediendo cargos

314 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 85-98. 315 “No seamos instrumentos”, en La Prensa, 4 de octubre de 1912. 316 “Editorial”, en El Comercio, 5 de octubre de 1912.

Page 73: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

143

públicos a connotados bloquistas, pierolistas y liberales.

Con todo, el resultado fue distinto al esperado, pues este

reparto equitativo de poder estimuló el jaloneo y los

celos partidarios por alcanzar mayores prebendas del

Gobierno317. Absortos ante estas disputas, los

billinghuristas descuidaron sus vínculos con los obreros

y pronto surgieron las protestas salariales. El primer

movimiento se produjo el 6 de octubre, cuando los

tejedores de la fábrica de Santa Catalina, después de

varios días de huelga, exigieron la atención de sus

demandas en plazo de 24 horas bajo amenaza de

impulsar un paro general318. El gerente de la fábrica, M.

Boggio, descartó conceder aumentos arguyendo que sus

operarios cobraban los más altos salarios de la industria

textil. En respuesta, la mañana del 8 de octubre

circularon volantes suscritos por el Comité de

Propaganda obrera anunciando el paro general. Acto

seguido, piquetes de huelguistas impidieron la salida de

tranvías y lograron que se plegaran al paro los operarios

de todas las fábricas limeñas. Reforzados con grupos de

obreros chalacos, los piquetes llegaron hasta la plaza de

Armas obligando al cierre de negocios319. Los panaderos

aprovecharon este ambiente tumultuoso y también se

declararon en huelga demandando el aumento del

salario a 3.20 soles y la reducción de la jornada de 14 a

10 horas320. Sus patrones los complacieron sin mayor

317 “Ecos. Desde la cátedra”, en La Prensa, 6 de octubre de 1912. 318 “La huelga de Santa Catalina”, en El Comercio, 7 de octubre de 1912. 319 “La huelga de tejedores”, en La Prensa, 8 de octubre de 1912. 320 “La huelga de panaderos”, en La Prensa, 9 de octubre de 1912.

144

resistencia, y para evitar una merma en sus ganancias

disminuyeron el peso y calidad del pan, “igual que si

estuviéramos bajo el gobierno de Aspíllaga y no del pan

grande”321.

Estas paralizaciones pusieron a prueba la

autoridad de Billinghurst y su papel de negociador entre

capitalistas y obreros. Los huelguistas, como se

esperaba, acudieron a la casa del mandatario y le

invocaron patrocinar sus reclamos ante la empresa. Este

pedido fue aceptado a condición de que levantaran la

huelga y depusieran las actitudes violentas322. A pesar de

esa exhortación, varios grupos atacaron los tranvías y

sostuvieron enfrentamientos con los gendarmes. En

simultáneo, la comisión de huelguistas entregó al

presidente un documento, cuyas principales demandas

eran el aumento del jornal promedio a 3.50 soles y la

eliminación de los descuentos hechos a los operarios por

piezas defectuosas323. Este descontento –según la prensa

pierolista– parecía interesar poco a “los caballeros del

nuevo régimen”, que se la pasaban de banquete en

banquete mientras “el pueblo ha dado en comer menos

que antes”324. El 10 de octubre, Billinghurst visitó la

fábrica de Santa Catalina y celebró conversaciones con

los dirigentes obreros y gerentes, estos últimos alegaron

321 “Burla, burlando. Perdigonada”, en La Crónica, 10 de octubre de 1912. 322 “El paro de hoy”, en El Comercio, 8 de octubre de 1912. 323 “Termina el paro general”, en La Prensa, 9 de octubre de 1912. 324 “Burla, burlando. Mientras…”, en La Crónica, 9 de octubre de 1912.

Page 74: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

145

BILLINGHURST Y LA OLEADA DE HUELGAS

Billinghurst visita a los obreros de la fábrica Santa Catalina. La

Crónica, 12 de octubre de 1912.

Billinghurst visita a los obreros de la fábrica de Arturo Field. La Crónica, 5 de diciembre de 1912.

146

su imposibilidad de aumentar salarios, porque la

importación de telas afectaba sus negocios. El presidente

prometió aprobar normas favorables para los tejidos

nacionales, logrando que se concediera un pequeño

aumento a los obreros con cargo a elevarlo cuando la

fábrica mejorase sus ventas. Finalmente, recomendó a los

tejedores formular sus quejas sin recurrir al recurso

extremo del paro325.

Días antes, el 7 de octubre, los senadores habían

retomado el debate de la reforma constitucional referido

a la elección presidencial y renovación parlamentaria.

Joaquín Capelo y Edmundo Montesinos, mediante

extensas disertaciones, objetaron los fundamentos

históricos y jurídicos del sistema planteado por Cornejo,

sobre todo porque destruía el concepto de soberanía

popular. Mariano Cornejo se amparó en los éxitos

conseguidos por dicho sistema en los países europeos, y

sugirió aprobarlo bajo promesa de revisión en la

próxima legislatura en caso el pueblo manifestara su

rechazo326. Suspendido este debate por tres días, César

del Río lo reinició planteando mantener el período

presidencial de cuatro años y avalar la facultad electora

del Congreso. Pío Medina combatió esta idea basada en

la extensión del poder parlamentario más allá de sus

atribuciones constitucionales. Cornejo refutó a quienes

consideraban inadaptable al Perú el sistema de elección

presidencial por el Congreso, y alegó que la sociedad

325 “El presidente de la…”, en La Prensa, 11 de octubre de 1912. 326 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso

Ordinario 1912: 734-789.

Page 75: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

147

peruana se hallaba en un momento evolutivo ideal para

introducir dicho cambio. No obstante, Clemente Revilla lo

calificó de teórico exagerado, cuyo “sistema exótico”

agravaría los males del país, por lo que solicitó, sin éxito,

aplazar el debate. José León combatió la “dictadura

parlamentaria” contenida en el proyecto y defendió la

“elección plebiscitaria” vigente en el Perú. Por su parte,

Capelo acusó a Cornejo de querer convalidar un sistema

electoral oligárquico y enemigo de la República. El aludido

se excusó de responder este ataque “demagógico” que

solo buscaba el aplauso fácil. El 16 de octubre, los

senadores aprobaron el proyecto Cornejo y le agregaron

un artículo transitorio disponiendo que el tercio

parlamentario de 1911 finalizara funciones en 1916,

mientras los “elegidos en 1913 ejercerán el cargo durante

tres años y los elegidos en 1915 durante un año”327.

Por estos días, se comentó con preocupación

sobre la presencia de “azuzadores” entre los obreros,

cuyos “violentos discursos” creaban el caos en el

movimiento popular. Estos habían ganado espacios en la

Confederación de Artesanos, por lo que otro sector,

encabezado por Juan Goachet, con el apoyo de los

diarios La Crónica y El Comercio, planteó abandonar los

métodos violentos de lucha y constituir un comité

encargado de formar “cajas de resistencia”, que

mediante cuotas moderadas posibilitara sostener las

medidas de protesta pacífica evitando sobre todo la

influencia de “elementos espiritualmente desvinculados

327 Idem: 908-934.

148

de ellos”328. Goachet comprobó la creciente pérdida de

autoridad de los líderes artesanos frente al “desenfreno

de las masas” y culpó de esa situación a los elementos

anarquistas y socialistas, que no siendo obreros

entorpecían la organización de estos. A su juicio, el

comité propuesto convertiría a los obreros en una

“falange poderosísima” y principal soporte del Gobierno

alejándolos de las formas de lucha contrarias a la

tranquilidad pública329.

A tres semanas de iniciado el gobierno

billinghurista, la opinión pública solicitó imperiosamente

acciones concretas de moralidad administrativa.

Billinghurst decidió, en consecuencia, dar un golpe de

mano para ganarse la confianza del pueblo. Atendiendo

las quejas de los vecinos chalacos sobre el estado de

anarquía en que estaba sumido el concejo porteño, el

ministro Malpartida mediante resolución cesó a Rafael

Grau en el cargo de alcalde del Callao y repuso en dicho

concejo a su antiguo burgomaestre, Francisco

Dammert330. Este acto enfureció al cesado, quien desde

su curul de diputado atacó en represalia los proyectos

del Ejecutivo. La bancada leguiísta, a la cual pertenecía

Grau, desaprobó esos arrebatos y decidió aislarlo a fin

de prevenir conflictos con el Gobierno, provocando su

inmediata renuncia a dicho grupo y a la comisión

investigadora del gobierno de Leguía331. Estos

328 Pick Wick. “Reflexiones sobre la…”, en La Crónica, 15 de octubre de 1912. 329 “Huelgas y paros”, en La Crónica, 17 de octubre de 1912. 330 “Solución del conflicto…”, en El Comercio, 15 de octubre de 1912. 331 “Ecos. Truenos aislados”, en La Prensa, 18 de octubre de 1912.

Page 76: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

149

exabruptos –dijo La Crónica– no empañaban el sentido

de colaboración presente en la mayoría de partidos. La

demagogia política estaba además en pleno desarrollo, a

tal punto que los congresistas contemplaron la

eventualidad de reducir sus sueldos para aliviar la carga

fiscal, mientras Billinghurst planeó expropiar viejos

conventos, derribarlos y construir en su lugar casas para

obreros332.

Todo esto sucedía cuando estaba próximo el final

de la legislatura ordinaria, y los liberales, con la mira

puesta en las elecciones parlamentarias, colocaban

varios de sus militantes en las prefecturas

departamentales. En rápida reacción, el civilismo

leguiísta, liderado por Rafael Villanueva y Agustín Tovar,

ordenó a sus juntas departamentales, provinciales y

distritales ponerse en actividad no solo con fines

electorales, sino “para incrementar nuestra fuerza

política” e influencia sobre el “elemento popular”333.

Derogada la ley electoral que rigió en las elecciones de

1911, los partidos desconocían cómo se efectuaría la

próxima renovación del tercio parlamentario. Billinghurst

sugirió, dada la alta conflictividad de “intereses de

círculo”, sancionar una ley transitoria, cuya más

importante novedad sería la supresión de la Junta

Electoral Nacional con el objeto de que las

departamentales se encargaran del sufragio y escrutinio,

dándose a los tribunales de justicia la capacidad de

332 “Burla, burlando. Unanimidades”, en La Crónica, 18 de octubre de 1912. 333 “Política”, en El Comercio, 19 de octubre de 1912.

150

sancionar los delitos electorales334. La prensa aliada del

billinghurismo ensalzó este proyecto, porque defendía la

“autonomía de las circunscripciones para elegir a sus

representantes”, facilitaba la intervención del pueblo en

los organismos electorales y creaba mecanismos de

sanción rápida de los delitos contra el sufragio. Esta

norma acabaría además con la “estrecha base” de los

mayores contribuyentes en las juntas de registro y

escrutadoras, reemplazándola por una “asamblea de

contribuyentes” en la que participarían representantes

del capital y el trabajo335.

Convocados por Billinghurst, los líderes

partidarios asistieron a palacio y allí fueron informados

del proyecto electoral. Luego se les requirió sus

opiniones, coincidiendo todos en que impulsarían su

aprobación. El presidente manifestó su propósito de no

intervenir en el proceso y añadió que habría libre

sufragio y “garantías para todos los candidatos y

partidos”336. La importancia de este asunto hizo necesaria

la convocatoria de un Congreso Extraordinario.

Ciertamente, senadores y diputados confiaban en que

dicha norma les facilitaría satisfacer la “necesidad

patriótica de que sus pueblos los reelijan”337. Más allá del

prosaico uso que pensaban darle los congresistas a la

nueva ley, La Crónica reconoció en esta dos grandes

méritos: la descentralización electoral y la libertad

concedida a los pueblos en la elección de sus

334 “La ley electoral”, en El Comercio, 21 de octubre de 1912. 335 “Un error peligroso”, en La Prensa, 22 de octubre de 1912. 336 “Reunión en palacio”, en El Comercio, 22 de octubre de 1912. 337 “Ecos. Bostezando”, en La Prensa, 23 de octubre de 1912.

Page 77: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

151

parlamentarios. Asimismo, concedió a esta norma el

carácter simbólico de primer paso en la reconstrucción

moral y cívica del país338. En cambio, Variedades

percibía otras intenciones menos altruistas en este

proyecto en tanto fomentaba con “gran habilidad” la

lucha electoral entre los partidos, poniéndose a

resguardo de los reclamos o insatisfacciones producidas

por esta339.

El 24 de octubre, cumplido el primer mes de

gobierno, La Prensa celebró el nacimiento del “nuevo y

saludable régimen” consagrado por la voluntad popular.

Billinghurst –enfatizó el diario– había satisfecho las

expectativas puestas en su persona, y luego de estudiar

la pesada herencia recibida de Leguía podía emprender

la transformación política en provecho de la Patria y sin

atarse a intereses particulares. Este día los clubes

billinghuristas y grupos de obreros realizaron un desfile

en los Barrios Altos de Lima. Precedidos por una banda

musical, avanzaron ordenadamente hacia la plaza de

Armas vivando a Billinghurst y lanzando gritos hostiles

contra los vicepresidentes Leguía y Echenique. La casa

del ex-presidente Leguía, en previsión de cualquier

incidente, estuvo vigilada por fuerzas policiales340.

Parecía estar formándose entonces, en la Asamblea de

las Sociedades Unidas, un núcleo de trabajadores

cercano al Gobierno. Ellos gestionaron la habilitación de

locales y recursos del Estado con los cuales organizarían

338 “Editorial”, en La Crónica, 23 de octubre de 1912. 339 “De jueves a jueves”, en Variedades, 26 de octubre de 1912. 340 “El desfile de anoche”, en El Comercio, 25 de octubre de 1912.

152

el primer Congreso Obrero. Juan Goachet, el líder de

otra facción obrera, acusó cierta manipulación oficial en

dicho grupo, sobre todo por el interés puesto en

presentar un proyecto para evitar las huelgas341.

En la sesión de clausura de la Cámara de

Diputados, realizada el 25 de octubre, la Comisión de

Cómputo, compuesta por Alberto Salomón, Plácido

Jiménez y José Barreda, tuvo la enojosa responsabilidad

de determinar la cantidad de curules correspondientes al

tercio parlamentario próximo a renovarse. Los

comisionados declararon 93 diputaciones vacantes, 48 de

propietarios y 45 de suplentes342. De esa cifra, 42

pertenecían a bloquistas y leguiístas en ejercicio. Al día

siguiente se convocó una Legislatura Extraordinaria, en

cuyo seno sería debatido como tema prioritario el

proyecto de ley electoral. La anulación de los registros

de electores vigentes, señalada en el artículo 21 del

citado documento, imponía su pronta sanción, de lo

contrario el tiempo quedaría corto para efectuar las

nuevas inscripciones de votantes343. Gracias al respaldo

de los partidos y la opinión pública se preveía un debate

“breve y tranquilo”, pues los únicos perjudicados con

esta norma eran gentes acostumbradas a gozar de

“posiciones políticas artificiales”344. El 28 de octubre, la

Cámara de Diputados acusó recibo del proyecto de ley

341 Goachet, Juan. “Huelgas y paros”, en La Crónica, 24 de octubre de 1912. 342 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1912: 646-648. 343 “Editorial”, en La Crónica, 27 de octubre de 1912. 344 “Editorial”, en El Comercio, 28 de octubre de 1912.

Page 78: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

153

electoral enviado por el Ejecutivo. Contra todo

pronóstico, la Comisión Especial de esta cámara,

presidida por Antonio Flores, retrasó su dictamen, recelosa

de las consecuencias que podía traer quitarle el predominio

electoral “a los ricos para entregarlo a todos”345. En

algunos círculos políticos se daba por cierta la intención de

introducir modificaciones sustanciales en el proyecto, pero

otros opinaron que solo se harían “pequeñas fórmulas

aclaratorias” en cuanto a la figura de acción popular contra

delitos electorales contenida en el artículo 28, a fin de

reemplazarla por el mecanismo de la querella de parte346.

Para aclarar estos puntos, el presidente

Billinghurst sostuvo una larga entrevista con los

comisionados Antonio Flores, Francisco Fariña, Arturo

Carreño, Luis Orbegoso, Víctor Revilla y Samuel Sayán.

Todos ellos –según La Prensa– lucían nerviosos y no

asumieron la autoría de las observaciones al proyecto, no

obstante, les parecía conveniente darle algunos

“retoques”. El mandatario se avino a cualquier arreglo,

pero se opuso rotundamente a la reducción de los

representantes de minoría en las juntas347. Este gesto

disgustó al senador pierolista Capelo, quien censuró la

“sumisión absoluta” de la mayoría parlamentaria frente

al Ejecutivo, haciendo gala de una conducta saludada

como la “primera campanada de oposición”348. Estas

prácticas cortesanas aparentemente eran fomentadas por

los aliados liberales del billinghurismo. Líderes

345 “Ecos. Frente a las…”, en La Prensa, 29 de octubre de 1912. 346 “La reforma electoral”, en La Prensa, 31 de octubre de 1912. 347 “Ecos. Inminente”, en La Prensa, 1º de noviembre de 1912. 348 “Editorial”, en La Crónica, 1º de noviembre de 1912.

154

importantes, como Gerardo Balbuena, Juan Durand,

Teobaldo Pinzás y Mariano Lino Urquieta eran seguidos

por una “muchedumbre de peticionarios” o “falanges de

exigentes”, los cuales se iban contentos después de

recibir una tarjeta o promesa de empleo. Estos

pedigüeños incluso se prosternaban y les besaban la

mano “como a los obispos”349.

Los comisionados habían acordado culminar el 4

de noviembre la redacción modificada del proyecto,

pero surgieron nuevas discrepancias entre ellos sobre

quienes debían presidir las asambleas de

contribuyentes350. Con cierta ofuscación, la prensa aliada

del billinghurismo cuestionó la idoneidad de los

comisionados, pues estando próximo a fenecer su

mandato solo querían adecuar la ley a sus afanes

reeleccionistas. Acusaron además a estos de pretender

restringir la intervención de la Corte Suprema en la

validación de las curules ganadas, impidiendo la

nulidad judicial de las representaciones obtenidas

mediante fraude351. Al día siguiente, trascendió que los

comisionados estaban de acuerdo en los siguientes

puntos: la presidencia de la asamblea de contribuyentes

sería confiada al ciudadano pagante de la mayor cuota,

los fallos electorales de la Corte Suprema estarían sujetos

a la revisión del Congreso, los falsos denunciantes

abonarían multas de 500 a 2,000 soles, y se reconocía la

validez de los registros de contribuyentes del quinquenio

349 “Ecos. Grave epidemia”, en La Prensa, 2 de noviembre de 1912. 350 “El proyecto de ley electoral”, en El Comercio, 3 de noviembre de 1912. 351 “La reforma electoral”, en La Prensa, 4 de noviembre de 1912.

Page 79: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

155

en curso352. A juicio de La Prensa, los comisionados

seguían demorando la redacción del dictamen con la

esperanza de que el Gobierno diera la importancia

debida a su trabajo y los premiara en el futuro353.

Mientras el Gobierno intentaba garantizar mayor

participación de las clases populares en las juntas, los

dirigentes obreros denunciaron estar siendo marginados

en las listas de candidatos parlamentarios. Justo

Casaretto, reconocido líder obrero billinghurista, se

quejó amargamente de los “grandes hombres”, que

declarándose los únicos con derecho a las curules le

impedían presentar su candidatura a la diputación obrera

por Lima. Aunque Casaretto declinó esta postulación

prometió defender al régimen desde el comité

popular354. En ese mismo sentido, los pierolistas

corrieron rumores sobre la “chismografía” empleada por

liberales y leguiístas para convencer a Billinghurst de

boicotear las candidaturas demócratas, especialmente la

del senador Capelo. El propio ex-presidente Leguía

acudía a palacio con cierta regularidad y conferenciaba

con Billinghurst sobre estos asuntos de coyuntura

electoral355. En esta competencia intervenían también las

ex-autoridades aspillaguistas provincianas bajo el falso

membrete de “candidatos oficiales”356.

352 “El proyecto de reforma…”, en El Comercio, 5 de noviembre de 1912. 353 “Ecos. Habrá o no habrá”, en La Prensa, 5 de noviembre de 1912. 354 “Diputación obrera”, en El Comercio, 6 de noviembre de 1912. 355 “Conferencia política”, en La Crónica, 5 de noviembre de 1912. 356 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 7 de noviembre de 1912.

156

JUSTO CASARETTO Y LOS COMITÉS DE SALUD PÚBLICA

Justo Casaretto, obrero y presidente del Comité popular billinghurista. La Prensa, 27 de

setiembre de 1912.

El presidente Billinghurst visita los campamentos de los obreros del Comité de Salud Pública. La Crónica, 28 de noviembre de 1912.

Page 80: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

157

El 6 de noviembre, cuando los comisionados

estaban listos para firmar el dictamen sobre el proyecto

electoral, fueron abordados por el presidente de la

Cámara de Diputados, Juan Salazar y Oyarzábal, quien

propuso enmendar el artículo referente a la

desincorporación de los congresistas electos357.

Sobrevino entonces el conflicto de opiniones y la

presentación de tres dictámenes. El primero, en mayoría,

suscrito por Flores, Carreño y Revilla. El segundo

firmado por Orbegoso y Fariña, y uno tercero de

responsabilidad individual de Sayán. El punto de

divergencia giraba en torno a la intervención de la Corte

Suprema en la validación de curules. El primer dictamen

disponía la emisión del fallo antes de que fuese

incorporado el congresista. El segundo situaba el fallo

después de la citada incorporación, y el tercero se

limitaba a reproducir la facultad concedida a la citada

corte en el proyecto original358. La Crónica se opuso a la

figura del “veto parlamentario” de los fallos electorales

planteada en los dos primeros dictámenes, pues

desconectaba “el propósito de la ley con los medios de

cumplirla”359. Encontrándose el debate en dicho estado

se publicó la carta del presidente de la Corte Suprema,

Francisco Eguiguren, comunicando el parecer contrario

de los magistrados a dilucidar cuestiones electorales, por

considerar que esos actos no estaban dentro de su

competencia y podían arrastrarlos al terreno de la

357 “El proyecto de ley electoral”, en El Comercio, 7 de noviembre de 1912. 358 “Ecos. ¡Por fin, dictamen!”, en La Prensa, 7 de noviembre de 1912. 359 “Editorial”, en La Crónica, 8 de noviembre de 1912.

158

“política militante”. Los billinghuristas criticaron esta

resistencia de los magistrados a cumplir sus deberes

constitucionales de administrar justicia convirtiendo la

corte en una “sinecura benéfica”360.

El Gobierno hizo suyo el dictamen en mayoría,

pero habiéndose negado la Corte Suprema a funcionar

como tribunal electoral se hacía necesario volver a

modificar el proyecto. Las objeciones puestas por los

magistrados –precisó El Comercio– podían superarse

realizando previamente una tipificación adecuada de los

delitos electorales y dando mayor tiempo para el

pronunciamiento de las sentencias, esto último implicaba

el adelanto de las elecciones al mes de abril de 1913361.

Los continuos reparos puestos al proyecto mortificaron a

La Prensa, que exigió al ministro Malpartida mayor

firmeza frente a los cambios introducidos por “amor a la

notoriedad” y con el único propósito de lograr el

“desquiciamiento” del texto original362. Sin duda, el

Gobierno combatía en este terreno con los propios

partidos sostenedores de su gestión, es decir, con los

diputados leguiístas y liberales, interesados en asegurar

su reelección durante los próximos comicios. Estos

reeleccionistas pretendían limitar la validación de

credenciales por parte de la Corte Suprema hasta antes

del 20 de julio, a sabiendas que las famosas “dualidades”

ocurrían entre esa fecha y el día de instalación del

Congreso. Por ese motivo, el diputado civilista Víctor

360 “Tu quoque…?”, en La Prensa, 9 de noviembre de 1912. 361 “Editorial”, en El Comercio, 12 de noviembre de 1912. 362 “Errada actitud”, en La Prensa, 19 de noviembre de 1912.

Page 81: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

159

Criado y Tejada propuso extender el período de

validación suscitando las iras del leguiísmo,

acostumbrado a calificar credenciales e “incorporar

candidatos de sus simpatías”363.

La prensa filobillinghurista, predispuesta a

rechazar todas las iniciativas civilistas, criticó acremente

la facultad de validar credenciales concedida a la Corte

Suprema, pues a su juicio, convertía al Palacio de Justicia

en nueva Junta Electoral Nacional364. El bloquismo

pardista –precisó este diario– tenía la “siniestra

intención” de manipular resultados desde los tribunales

donde creía “contar con un ambiente propicio”365. El

Comercio, asumiendo como propio el discurso civilista,

sostuvo que los magistrados con su “voto desapasionado

y austero” resolverían las dualidades conforme a

derecho, lo cual no sucedía dejando esa atribución en

manos de las mesas directivas de ambas cámaras, como

reclamó la mayoría leguiísta-liberal366. Los pierolistas de

La Crónica defendieron la intervención del Poder Judicial

en los juicios de fraude electoral y descartó que este

pudiera contaminarse con la perniciosa influencia de los

intereses políticos. Por lo demás, los argumentos de la

mayoría leguiísta-liberal estaban en franca oposición con

el proyecto original del Gobierno, que había confiado en

la Corte Suprema como garante de la legalidad

electoral367. La prensa civilista no vaciló en acusar a

363 “Editorial”, en El Comercio, 20 de noviembre de 1912. 364 “Claro está!”, en La Prensa, 20 de noviembre de 1912. 365 “Ecos. El pleito de la adición”, en La Prensa, 21 de noviembre de 1912. 366 “Editorial”, en El Comercio, 21 de noviembre de 1912. 367 “Editorial”, en La Crónica, 21 de noviembre de 1912.

160

dicha mayoría de utilizar la dirección de las cámaras para

“beneficiarse en 1913, con el delito político, como se

beneficiaron en 1911”368. La Prensa, en su condición de

vocero oficioso de la mayoría parlamentaria, respondió a

los civilistas con suma dureza llamándolos “personeros

de la plutocracia”, cuyo líder, José Pardo, era un

auténtico “señor de horca y cuchillo de nuestra política”.

El “abnegado” civilismo –dijo este diario– pensaba dejar

sin quórum a la Cámara de Diputados para producir el

fracaso de la reforma electoral369.

Durante estos días, el hemiciclo estaba bajo los

efectos de una guerra de baja intensidad entre diputados

civilistas y de la mayoría. Todos iban y venían de palacio,

demandando la presencia del ministro Malpartida para

conocer la posición del Gobierno en el asunto de las

credenciales. Según rumores, Billinghurst no ocultaba su

fastidio por las constantes visitas de políticos y obreros, que

presentaban peticiones y reclamos difíciles de atender370.

Ante el silencio del Gobierno, La Prensa, embarcada en una

frenética campaña de aniquilamiento moral del civilismo,

recordó como este se opuso inicialmente a cualquier

intervención judicial en asuntos electorales, pero luego

cambió radicalmente de opinión movido por intereses de

círculo. Los artículos 23 y 24 del proyecto contenían

suficientes prescripciones para asegurar la autenticidad de

credenciales, y el artículo 28 facultaba, en caso de fraude,

la realización de una denuncia ante la Corte Suprema, la

368 “Editorial”, en El Comercio, 22 de noviembre de 1912. 369 “Los abnegados”, en La Prensa. 22 de noviembre de 1912. 370 “Burla, burlando. Jaquecas…”, en La Crónica, 22 de noviembre de 1912.

Page 82: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

161

cual trataría el asunto como presunto delito. El proyecto

nunca quiso –según el citado diario– asignar a dicha corte el

papel de junta calificadora o comisión de poderes que

revisara todas la credenciales, sino aquellas fundadamente

impugnadas371. El pierolismo, forzado por la coyuntura a

hacer causa común con el civilismo, terció en este pleito y

desacreditó la facultad congresal de validar credenciales

sustentada ardorosamente por la mayoría, y advirtió que los

magistrados supremos poseían “la aptitud moral de

controlar la rectitud y honradez de un proceso electoral” y

estaban al margen de toda “picardía política”372.

Desgastados tras varios días de ácido debate, los

diputados cedieron posiciones y aceptaron añadir dos

nuevos artículos propuestos por el Ejecutivo, los cuales

fijaban un plazo de uno a veinte días para la validación

de credenciales por parte de la Corte Suprema. La norma

ordenó efectuar dicho proceso entre el 1º y 20 de julio de

1913. El Comercio celebró la aprobación de la norma

electoral en esos términos, pues si bien algunos

representantes legítimos corrían el riesgo de que sus

validaciones fuesen expedidas después del citado plazo,

y por lo tanto, no podrían incorporarse a su cámara,

resultaba preferible causar dicho perjuicio antes que

permitir a los espurios sorprender a los jueces y tomar

asiento en el Congreso373. La Crónica expresó la misma

satisfacción y reconoció el trabajo de los civilistas,

porque habían defendido sus intereses “dentro de la ley

371 “A otro perro con el hueso”, en La Prensa, 23 de noviembre de 1912. 372 “Editorial”, en La Crónica, 23 de noviembre de 1912. 373 “Editorial”, en El Comercio, 26 de noviembre de 1912.

162

misma”, a diferencia de la “cofradía leguiísta-liberal”,

que desde su posición dominante planeó resolver las

dualidades de acuerdo a sus conveniencias374. Con todo,

quedó la sospecha de que los senadores de mayoría

estaban decididos a revertir lo aprobado por la cámara

joven375. Los beligerantes debates sostenidos por

civilistas y la nueva mayoría llegaron al extremo de

provocar un duelo a florete entre los diputados Víctor

Criado y Alberto Salomón, del cual resultó vencedor el

primero sin consecuencias fatales376.

Por estos días, los operarios de las fabricas de

galletas de “Arturo Field” y “La Estrella Limitada”,

liderados por Francisco Ubillús y Fermín Perret, se

declararon en huelga pidiendo la reposición de algunos

despedidos, aumento salarial del 20%, reducción de la

jornada laboral de 10 a 9 horas, doble salario por jornada

en días feriados o domingos, limpieza de todas las

dependencias de la fábrica, estabilidad en sus puestos

durante dos años para los huelguistas e indemnización

por accidentes de trabajo377. Los organizadores de la

huelga nombraron una comisión de policía, identificada

por una insignia roja, que se encargaría de controlar el

orden378. El diputado billinghurista, Manuel Químper,

visitó a los obreros víctimas de accidentes laborales y

374 “Editorial”, en La Crónica, 26 de noviembre de 1912. 375 “Editorial”, en La Crónica, 27 de noviembre de 1912. 376 “Duelo entre diputados”, en El Comercio, 27 de noviembre de 1912. 377 “La huelga de galleteros”, en La Crónica, 27 de noviembre de 1912. 378 “La huelga de galleteros”, en El Comercio, 28 de noviembre de 1912.

Page 83: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

163

asistió al rancho solidario preparado por los galleteros.

Comisiones de electricistas, choferes y obreros de

diversas fábricas también se acercaron hasta el local de

los huelguistas, llevándoles apoyo económico379.

Fracasadas las conversaciones entre las partes, dirigidas

por el prefecto limeño, José Goyburu, intervino el propio

presidente Billinghurst como mediador. De acuerdo con

informes recogidos por el billinghurista Teodomiro

Gutiérrez, los agentes del ex-presidente Leguía,

mediante maniobras intrigantes y maquiavélicas, trataron

de utilizar este conflicto salarial para indisponer a los

obreros con el Gobierno380.

El 30 de noviembre, Billinghurst decidió asistir al

Congreso con el propósito de informar sobre la

reanudación de relaciones diplomáticas con Chile. Ese

día, desde temprano, muchos obreros, estudiantes y

miembros de comités billinghuristas se reunieron en la

plaza de Armas, y lo acompañaron en su recorrido hasta

el parlamento. En su mensaje, el presidente resumió la

historia de las relaciones peruano-chilenas desde la

Guerra del Pacífico y analizó el protocolo Billinghurst-La

Torre, suscrito en 1898. Expuso además la necesidad de

buscar arreglos definitivos con Chile en términos de

equidad y justicia, para lo cual creía conveniente

postergar por 21 años el plebiscito que decidiría la

suerte de Tacna y Arica. Los congresistas, incluidos los

demócratas, expresaron su conformidad con el

379 “La huelga de galleteros”, en El Comercio, 30 de noviembre de 1912. 380 “La huelga de galleteros”, en El Comercio, 3 de diciembre de 1912.

164

planteamiento del presidente, quien retornó a palacio en

medio de ovaciones populares381. Sin embargo, el vocero

pierolista La Crónica, adoptando una postura cautelosa,

aconsejó al parlamento debatir públicamente las bases

del arreglo, pues cuando se “van a ventilar altos

intereses nacionales” resultaba inapropiado hacerlo en

sesiones secretas382. La mayoría leguiísta-liberal,

contrariando este pedido, impidió al diputado Rafael

Grau formular al canciller, Wenceslao Valera, varias

preguntas concernientes a los arreglos, y pasó

bruscamente a sesión secreta, echando un velo de

misterio sobre este asunto383. La crisis del gabinete

ministerial chileno provocó finalmente el fracaso de estos

arreglos, liberando a Billinghurst de un debate que

hubiese podido desprestigiar su política exterior.

Pasado este episodio, el interés volvió a centrarse

en el debate del proyecto electoral que se encontraba en

el Senado. Según trascendidos, revelados por La Prensa,

la comisión senatorial quería conciliar la facultad de

validar credenciales otorgadas a la Corte Suprema con la

necesidad de limitar dicha prerrogativa exigida por los

diputados de la mayoría. Los senadores introdujeron

además una “innovación terrible”, estableciendo como

causal de nulidad la falta de residencia de los candidatos

en los lugares que representaban384. Estos cambios –según

381 “La reanudación de relaciones…”, en La Prensa, 1º de diciembre de 1912. 382 “Editorial”, en La Crónica, 3 de diciembre de 1912. 383 “Editorial”, en La Crónica, 7 de diciembre de 1912. 384 “Ecos. Las elecciones… remotas”, en La Prensa, 4 de diciembre de 1912.

Page 84: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

165

el civilismo– eran positivos, pero retrasaban

indebidamente la redacción del dictamen causando

incertidumbre entre los candidatos, más aún cuando el

cierre de la legislatura extraordinaria estaba próximo.

Sin duda, lo “racional y conveniente” –afirmó El

Comercio– consistía en aprobar el proyecto enviado por

la Cámara de Diputados, ahorrándose los trámites,

debates e insistencias propios de la dinámica

parlamentaria385. Los comisionados Agustín Tovar, Felipe

Umeres y Pío Medina, trabajaron su dictamen en medio

de una masiva concurrencia de candidatos al Senado. El

citado documento sería puesto a consideración del

presidente Billinghurst antes de someterlo a debate386.

Dentro de la prensa oficialista se notaba malestar

por la manera en que los senadores, dominados por sus

pasiones y “lastimosas intransigencias”, venían

obstruyendo la reforma electoral anteponiendo razones

de orden secundario a los temas de “interés sustantivo y

trascendente”387. En ese contexto, El Comercio rechazó la

modificación introducida en el artículo 26 del proyecto

por los comisionados, en el sentido de que todas las

nulidades no falladas antes del 20 de julio quedarían sin

efecto al día siguiente, lo cual devolvía a las cámaras la

facultad de dirimir dualidades desde el 21 de julio388. El

propio diario La Prensa, vocero oficioso del Ejecutivo,

385 “Editorial”, en El Comercio, 5 de diciembre de 1912. 386 “Ecos. La reforma electoral”, en La Prensa, 5 de diciembre de 1912. 387 “Dos palabras al Congreso”, en La Prensa, 9 de diciembre de 1912. 388 “La reforma electoral”, en El Comercio, 10 de diciembre de 1912.

166

censuró a quienes habían impuesto límites a las acciones

de nulidad e introducido la figura jurídica de la

prescripción para colocar a los fraudulentos fuera del

alcance de la justicia. Los senadores –concluyó este

diario– estaban dando patente de corso a todos los

abusos en materia de sufragio, en consecuencia el

Gobierno debía observar una ley contraria a sus

objetivos de libertad de elección389. El proyecto

senatorial –dijo con sarcasmo La Crónica– era una

arquitectura jurídica con “los tres órdenes, dórico, jónico

y corintio, mezclados a la diabla”390.

El impasse electoral había tensado las relaciones

entre billinghuristas y liberales a tal grado, que se

rumoreó sobre la resistencia que suscitaba a Billinghurst

la candidatura de Alberto Ulloa, el liberal director de La

Prensa, a la diputación por Lima. Ese gesto inamistoso

causó desagrado entre los redactores de dicho diario, y

se creía que pronto sus páginas adoptarían el “tono

máximo de oposición”391. Este ambiente antigobiernista

explica porque los senadores liberales “reelegibles”

insistieron en la prescripción de aquellos delitos

electorales, cuyas sentencias fuesen emitidas después

del 20 de julio392. Finalmente, el 11 de diciembre,

durante la sesión de clausura de la primera legislatura

389 “Se impone una reconsideración”, en La Prensa, 10 de diciembre de 1912. 390 “Editorial”, en La Crónica, 11 de diciembre de 1912. 391 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 11 de diciembre de 1912. 392 “Por encima del interés público”, en La Prensa, 11 de diciembre de 1912.

Page 85: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

167

extraordinaria de 1912, los senadores dieron su visto

bueno al proyecto de ley electoral. Aunque la norma

modificada era “menos eficaz” que el texto original

significó, a pesar de todo, un “movimiento de progreso”

para las aspiraciones ciudadanas393. Los beneficios de

esta ley –según La Prensa– comenzarían a percibirse

desde la preparación de las nuevas matrículas394. Con

igual optimismo, Variedades confió que las deficiencias y

oscuridades de esta norma “intencionalmente

perpetradas” no impedirían el acceso al Congreso de

grupos políticos con “arraigo en el país” en vez de

aquellos artificiales y sin auténtica representación395.

V. PROTESTAS LABORALES Y CONFLICTO ENTRE PODERES

DEL ESTADO: BILLINGHURST NEGOCIADOR

393 La nueva ley electoral quiso reducir la influencia de los “caciques parlamentarios”, representantes de las “oligarquías regionales”, Este objetivo resultaba contradictorio con “la existencia de un Estado cuyas características habían sido enmarcadas en la fragmentación regional de los poderes públicos”. Coronado 1986: 113-114. 394 “La nueva ley de elecciones”, en La Prensa, 12 de diciembre de 1912. 395 “De jueves a jueves”, en Variedades, 14 de diciembre de 1912.

168

Nuevas protestas laborales surgieron por estos días,

aunque en esta ocasión los reclamos cuestionaron la

política económica vigente. El gremio de zapateros

confederado, presidido por Adrián Zubiaga, elevó un

memorial al Gobierno expresando su desazón por la

competencia ruinosa que desde doce años atrás les hacía

la importación de calzado extranjero. Esa situación

afectaba a más de tres mil zapateros, muchos de los

cuales estaban migrando hacia países vecinos en busca

de trabajo. Basados en el principio de protección de las

industrias nacionales, los zapateros solicitaron el

aumento de aranceles pagados por el calzado extranjero,

a razón de tres, dos y un sol en el caso de los pares de

hombres, mujeres y niños, respectivamente. Al mismo

tiempo, reclamaron la reapertura de los talleres estatales

para fabricar en estos el calzado de las fuerzas armadas y

gendarmería396. El Comercio se opuso a la implantación

del proteccionismo demandado por los zapateros,

aduciendo que ese régimen siempre terminaba

encareciendo “la vida de todos, sin provecho para

nadie”. Con extrema dureza, este diario juzgó

inapropiado darle protección a una industria que no tenía

razón de existir, pues habiendo transcurrido tantos años

no estaba en capacidad de producir zapatos buenos y

baratos397. Discursos como este atizaban la “vidriosa

situación” entre capitalistas y obreros. Por eso, un grupo

de pequeños industriales, con fines conciliadores, fundó

la Asociación de Industrias Mecánicas y requirió la

396 “Vida obrera”, en La Crónica, 10 de diciembre de 1912. 397 “Editorial”, en El Comercio, 11 de diciembre de 1912.

Page 86: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

169

protección estatal para mejorar la rentabilidad de sus

negocios e incrementar los salarios398.

A mediados de diciembre de 1912, el Gobierno

nombró como jefe de Estado Mayor al coronel Carlos

Abril. No obstante, una encuesta realizada por La Crónica

entre 528 personas, la mitad de ellos militares, reveló las

preferencias de la mayoría por el coronel Óscar

Benavides399. Billinghurst convocó además una segunda

legislatura extraordinaria, cuya inauguración se

realizaría el 14 de diciembre, a fin de que fuesen

sancionados el proyecto ferroviario de Chilca, la

extensión del ferrocarril a los depósitos carboníferos de

Jatunhuasi, el tratado de comercio y navegación con el

Imperio Alemán y la autorización para levantar un

empréstito en el extranjero. Muchos congresistas

demostraron cierto desánimo por resolver estos asuntos

de Estado, y otros incluso se encontraban en provincias

haciendo campaña para su reelección400. La prensa

informó también sobre supuestas desavenencias entre

Billinghurst y el Ministro de Guerra, Enrique Varela, en

cuanto al ancho de vía designado para el ferrocarril de

Chilca401. Rumor desestimado por el propio ministro

Varela, quien dijo respaldar la decisión presidencial de

construir un ferrocarril de vía angosta, a pesar de las

críticas de los senadores Joaquín Capelo y César

398 “El capital y el trabajo”, en La Prensa. 13 de diciembre de 1912. 399 “El jefe de Estado Mayor”, en La Crónica, 13 de diciembre de 1912. 400 “Burla, burlando. De Lima a…”, en La Crónica, 18 de diciembre de 1912. 401 “Ecos. Crisis novelesca”, en La Prensa, 20 de diciembre de 1912.

170

Canevaro402. Aprovechando esta confusa situación, los

pierolistas de La Crónica trataron de polarizar los

conflictos señalando haber constatado un creciente

descontento en el interior del país con el Gobierno y sus

socios liberales403.

Sintiéndose acosados por la prensa opositora, los

billinghuristas reaccionaron con violencia y descargaron

su furia sobre el taller tipográfico de José Berrío, lugar

donde se imprimía el semanario satírico “El Mosquito”,

proleguiísta y de abierta beligerancia con el Gobierno.

La tarde del 20 de diciembre, una turba de 80 a 100

personas a los gritos de ¡Viva Billinghurst! y ¡Abajo el

Mosquito! atacó el citado taller, ubicado en la calle de

Plateros de San Agustín (actual cuadra 1 del jirón Ica),

destrozando máquinas y robando diversas pertenencias.

El incidente fue calificado como un atentado contra la

libertad de imprenta cometido por el pueblo bajo la

influencia de gente “apachista” o “jacobina”404. La Prensa

desvinculó tajantemente al Gobierno de este acto,

efectuado según dijo por “gentes excitadas” y opuestas a

la “campaña de diatriba política” emprendida desde El

Mosquito405. En sentido opuesto, Variedades identificó a

los autores del atentado como “exaltados elementos”

adictos a Billinghurst, que estaban cumpliendo la misión

402 “Ecos. ¡No hay quien pegue!”, en La Prensa, 21 de diciembre de 1912. 403 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 20 de diciembre de 1912. 404 “Editorial”, en La Crónica, 21 de diciembre de 1912. 405 “Los sucesos de ayer”, en La Prensa, 21 de diciembre de 1912.

Page 87: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

171

de barrerle el camino de obstáculos406. Por su parte, El

Comercio si bien calificó al citado semanario como

publicación “procaz e indecente”, condenó la agresión y

expresó su confianza en que las autoridades tomarían las

providencias del caso para evitar nuevos desmanes407.

El ataque contra el taller Berrío le dio a los

pierolistas la oportunidad de provocarle a Billinghurst su

primera crisis ministerial. A través del senador Joaquín

Capelo, presentaron una interpelación contra el ministro

Malpartida haciéndolo responsable del acto oprobioso y

lesivo a la libertad de prensa. El oficialismo periodístico

restó seriedad a la exagerada exposición de Capelo, que

pretendió comparar el “salvajismo” sufrido por la

mencionada imprenta con los escándalos del

Putumayo408. El 23 de diciembre, después de escuchar el

mensaje presidencial sobre cuestiones hacendarias, los

congresistas bloquistas y demócratas plantearon la

censura del mencionado ministro sin haber escuchado

sus explicaciones. Este pedido, preparado a espaldas del

Gobierno, tuvo éxito gracias a los votos de los senadores

leguiístas. El ministro Malpartida, enterado del inminente

voto de censura, hizo renuncia inmediata al cargo. Con

este acto –afirmó La Prensa– liberales y leguiístas

rompieron la alianza formada apenas tres meses antes409.

No obstante, los pierolistas de La Crónica pusieron en

406 “De jueves a jueves”, en Variedades, 28 de diciembre de 1912. 407 “Ataque a una imprenta”, en El Comercio, 21 de diciembre de 1912. 408 “Ecos. En la casa de aquí”, en La Prensa, 22 de diciembre de 1912. 409 “Voto de censura contra…”, en La Prensa, 24 de diciembre de 1912.

172

duda esta ruptura y estaban convencidos que ambos

grupos habían provocado la crisis ministerial para

realizar una nueva repartija de las carteras410.

La censura de Malpartida en el Senado no serenó

los ánimos en la colegisladora. El diputado Rafael Grau,

con todo el deseo de devolver al Gobierno el perjuicio

sufrido con su destitución como alcalde del Callao, exigió

a los diputados emitir voto de censura contra Malpartida

en medio de gritos y amenazas de la barra contra su

persona. Grau enardeció a estos llamándolos “soplones”

pagados por la policía, y dijo además que los atacantes

de la imprenta Berrío también actuaron bajo órdenes del

Ministerio de Fomento. Al culminar la sesión, más de 400

personas vociferaron agresivamente contra el

temperamental diputado, quien se libró de la furia

popular gracias a la exhortación dirigida a la masa por el

diputado liberal Lino Urquieta. En su respuesta, el obrero

billinghurista, Justo Casaretto, líder de los manifestantes,

repudió los epítetos que les había lanzado el diputado

Grau y confirmó la participación de “obreros

conscientes” en el asalto a la imprenta Berrío, con el

único objeto de vindicar las vejaciones cometidas por El

Mosquito en agravio del presidente Billinghurst, a quien

consideraban “como un padre”. El bullicio y los gritos

contra Grau y el ex-presidente Leguía forzaron la salida

de patrullas en previsión de disturbios411.

410 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de diciembre de 1912. 411 “La excitación política de ayer”, en El Comercio, 24 de diciembre de 1912.

Page 88: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

173

El 24 de diciembre Billinghurst aceptó la renuncia

presentada por el ministro Malpartida. La cartera de

Gobierno, desempeñada por el renunciante fue

encargada al senador liberal Abel Montes. Asimismo, la

presidencia del Consejo de Ministros recayó en el

Ministro de Guerra, general Enrique Varela. El

presidente convocó de inmediato un consejo de

ministros y decidió, “en vista de la agitación política

parlamentaria”, retirar los proyectos presentados ante el

Congreso, quedando abruptamente clausurada la

segunda legislatura extraordinaria412. El fin del

cogobierno leguiísta-liberal era el resultado lógico de

una alianza sin “unidad de miras”. De otro lado, resultó

provocador para el sentimiento popular haber

depositado la estabilidad del Gobierno en manos de

congresistas, símbolos de un pasado “odioso e ingrato”.

Billinghurst comprendió, un poco tarde, la imposibilidad

de gobernar con gentes guiadas por la consigna de

boicotear su gestión. Los civilistas, sin embargo,

advertían al presidente sobre la oportunidad que le

daban las elecciones de librarse de esa mayoría

obstruccionista413. La Prensa elogió esta “sagacidad

gubernamental”, que sacrificaba incluso sus legítimos

proyectos con tal de abrir espacios de conciliación y

preservar la tranquilidad del país414.

La Crónica, en tono severo, interpretó la censura

de Malpartida como una justa consecuencia por la

412 “La crisis ministerial”, en La Prensa, 24 de diciembre de 1912. 413 “Editorial”, en El Comercio, 25 de diciembre de 1912. 414 “De acuerdo con el sentir…”, en La Prensa, 25 de diciembre de 1912.

174

inepcia demostrada para evitar el atentado contra la

imprenta Berrío. Paradójicamente, la “bandera honesta”

de la libertad de imprenta había sido enarbolada en

beneficio propio por los leguiístas, el grupo más

identificado con el abuso de poder y la destrucción del

taller de La Prensa en mayo de 1909. Este periódico

desaprobó de igual modo la forma “infantil” con que

Billinghurst quiso contestar el voto de censura

parlamentario retirando sus proyectos del Congreso en

evidente voto de desconfianza al Poder Legislativo415. La

Prensa descartó voluntad de venganza o represalia en el

Gobierno, a pesar de la crisis generada por la actitud

“imprudente” de los senadores. Por el contrario,

Billinghurst quería evadir conflictos estériles con la

mayoría leguiísta, más aún cuando algunos miembros de

ese grupo insinuaron sus pretensiones de negarle al

Ejecutivo la facultad de retirar proyectos puestos a

consideración del Congreso416. Los bloquistas avalaron la

posición del Ejecutivo y advirtieron que el leguiísmo no

estaba en condiciones de sabotear al régimen, pues rota

su alianza con los liberales carecía de fuerza propia para

formar quórum en ambas cámaras417.

En medio de esta vorágine política, la noticia de

la aprobación legislativa del Banco Agrícola, propuesto

por el gobierno, causó satisfacción entre los medianos

agricultores. La mayoría de la prensa omitió tratar este

asunto, a pesar de su importancia para impulsar la

415 “Editorial”, en La Crónica, 25 de diciembre de 1912. 416 “Las cosas en su sitio”, en La Prensa, 26 de diciembre de 1912. 417 “La situación política”, en El Comercio, 26 de diciembre de 1912.

Page 89: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

175

habilitación de tierras en la costa. En breve artículo,

Guillermo Holder felicitó a Billinghurst por haber

rescatado un proyecto olvidado desde 1908, cuando los

gobiernos de Pardo y Leguía no comprendieron la

necesidad de que el Estado retribuyera al sector agrícola

parte de la riqueza producida por sus exportaciones. El

Banco Agrícola permitiría a los agricultores superar las

restricciones provenientes de la escasez de capitales y la

intermediación de las casas comisionistas y

consignatarias encargadas de colocar en el mercado

europeo la producción agraria nacional. En países

vecinos, como Argentina, Chile y Ecuador, funcionaban

entonces bancos agrícolas con positivos resultados.

Holder confiaba en que la banca agrícola libraría a los

agricultores de la tiranía del “préstamo usurario, de

hipotecas leoninas, que devoran todas sus utilidades”. De

esa manera, el Estado cumpliría además una efectiva

labor social, pues acabaría con los abusos de los

habilitadores en los fundos de la costa y sierra418.

Durante los días finales de 1912, el Gobierno

retomó sus vínculos con las masas obreras. La mañana

del 26 de diciembre, más de 500 peones empleados en

las obras del Tajamar, Guía, Palacio y otras, vivando al

presidente Billinghurst desfilaron hasta la casa del

Director de Salubridad, Lauro Curletti. Luego, en

compañía de otros grupos populares, se congregaron en

la Plazuela de Desamparados. El mandatario salió

entonces a uno de los balcones de palacio, y desde allí

418 Holder, Guillermo. “El Banco Agrícola”, en La Crónica, 23 de diciembre de 1912.

176

los saludó y prometió mejorar su condición social419. Al

día siguiente, varios capituleros y organizadores de

“bochinches” se apostaron cerca del Congreso con la

misión de atemorizar a los parlamentarios leguiístas. En

el Senado, liberales y bloquistas dejaron sin quórum

dicha cámara. La Cámara de Diputados sufrió igual

percance, con el agravante de que los leguiístas

asistentes se retiraron entre pifias y protección policial.

Los presidentes de las dos cámaras declararon a La

Crónica su intención de clausurar la legislatura

extraordinaria, y mostraron su desazón por tener que

hacerlo sin haber discutido los proyectos del

Gobierno420. Las masas billinghuristas –según El

Comercio– estuvieron “vivamente excitadas” debido a

que recibieron informes sobre los planes leguiístas para

presentar un nuevo voto de censura contra todo el

gabinete, por no haberse destituido al prefecto limeño,

José Goyburu421.

El 27 de diciembre, los senadores y diputados

leguiístas fracasaron nuevamente en su afán de darle

quórum al Congreso, y optaron por declarar oficialmente

clausurada la segunda legislatura extraordinaria de 1912.

Ese día volvieron a producirse actos hostiles en las calles

contiguas al parlamento, siendo los más afectados el

senador Capelo y el diputado Salazar y Oyarzábal,

quienes debieron esquivar las pedradas arrojadas por

419 “Los peones de salubridad”, en La Prensa, 26 de diciembre de 1912. 420 “La excitación de ayer”, en La Crónica, 27 de diciembre de 1912. 421 “Reuniones en las cámaras”, en El Comercio, 27 de diciembre de 1912.

Page 90: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

177

grupos populares422. La enardecida masa, liderada una

vez más por Justo Casaretto, cambió de actitud cuando

divisó al presidente saliendo de palacio. De inmediato,

vivaron su nombre y agitaron los sombreros en

respetuoso saludo, gesto que fue correspondido de igual

forma por Billinghurst423. La Prensa destacó esta irrupción

del “pueblo soberano”, aquella “masa cívica” y

nacionalista dispuesta a castigar a los opositores que

causaban daño al país424. El Gobierno además convocó a

elecciones municipales complementarias para el 1º y 2

de junio de 1913, situación que pondría a prueba la

nueva ley electoral y el respaldo de sus potenciales

candidatos425. Los pierolistas fustigaron al leguiísmo por

haber retrocedido en su pugna con el Gobierno

protagonizando un auténtico “sainete parlamentario”426.

La prensa oficialista celebró, en cambio, el “aborto” de la

“primera oposición” al régimen, y burlándose de los

leguiístas vencidos los llamó “cadáveres ambulantes”427.

Billinghurst cerró el año 1912 dando un banquete a

ministros, autoridades, militares y funcionarios públicos,

evento que revistió la importancia de “una grande y

suntuosa fiesta social”428.

422 “La agitación política de ayer”, en La Prensa, 28 de diciembre de 1912. 423 “Los sucesos de ayer”, en El Comercio, 28 de diciembre de 1912. 424 “Ecos. El nacionalismo”, en La Prensa, 29 de diciembre de 1912. 425 “Las elecciones municipales”, en El Comercio, 29 de diciembre de 1912. 426 “Editorial”, en La Crónica, 29 de diciembre de 1912. 427 “Ecos. Los derrotados”, en La Prensa, 31 de diciembre de 1912. 428 “La recepción en palacio”, en El Comercio, 1º de enero de 1913.

178

El año 1913 inició la lucha obrera por la jornada

laboral de ocho horas. Desde los primeros días de enero,

la prensa difundió noticias sobre el fantasma de un paro

general, cuyas repercusiones se preveían terribles para

el comercio, industria y recaudación fiscal. La Crónica

aconsejó formar comisiones con presencia del Gobierno,

cámaras de comercio y sociedades obreras, a fin de

establecer precios racionales al trabajo por hora de

acuerdo a las diversas categorías de carga. De esa

manera, cada obrero trabajaría el tiempo que le fuese

necesario para sostener a sus familias429. De otro lado, los

empleados del comercio limeño protestaron por la

resolución de sus patrones, que les exigían trabajar los

domingos violando la disposición del Concejo de Lima

referida al descanso dominical. Numerosos empleados

acordaron entonces enviar comisiones a las casas

comerciales para exigir su cierre durante los domingos,

bajo advertencia de utilizar “las vías de hecho” en

defensa de sus privilegios430. El 5 de enero, mientras el

presidente Billinghurst era vitoreado durante su visita a

las instalaciones sanitaria y de explosivos en la isla San

Lorenzo, la junta directiva de los jornaleros chalacos del

muelle dársena remitió una comunicación a los gerentes

de dicha empresa reclamando aumento salarial, recorte

de horas de trabajo y otras concesiones431.

429 “Editorial”, en La Crónica, 4 de enero de 1913. 430 “La cuestión del descanso dominical”, en La Crónica, 4 de enero de 1913. 431 “La huelga de jornaleros en el Callao”, en La Prensa, 6 de enero de 1913.

Page 91: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

179

Dos días después, los jornaleros se declararon en

huelga paralizando la actividad portuaria. El pliego de

reclamos incluía los siguientes puntos: salarios

diferenciados de 4, 5 y 5.50 soles según clase de carga,

pago de horas extraordinarias y doble jornal los feriados,

implantación de la jornada de ocho horas, privilegio

exclusivo en los servicios portuarios y varias medidas de

seguridad laboral432. La Prensa culpó de este conflicto a

los gobiernos pasados, pues permitieron la acumulación

de mano de obra excedente y la implantación de un

sistema de trabajo rotativo por horas, que impedía a

todos completar una jornada con la consecuente

reducción de los salarios. Los jornales –afirmó este

diario– no eran bajos, pero debido a la forma de reparto

terminaban siendo insuficientes. En ese sentido,

recomendó a los gremios portuarios buscar el

“descongestionamiento” de la población jornalera y

colocarla en las obras públicas patrocinadas por el Gobierno.

432 “Los jornaleros de la Dársena”, en El Comercio, 7 de enero de 1913.

180

BILLINGHURST Y LA LUCHA POR LA JORNADA LABORAL DE OCHO HORAS

Comité de agitación huelguista del Callao. La Crónica, 9 de enero de 1913.

Billinghurst dialoga con los huelguistas. La Crónica, 10 de enero de 1913.

Page 92: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

181

Estos comentarios causaron disgusto entre los

portuarios433. La Crónica tampoco apoyó totalmente esta

huelga, porque las empresas costearían los aumentos

salariales con un fuerte recargo de fletes, que a su vez

incidiría en el precio de las mercancías. Los huelguistas

–precisó el citado periódico– habían escogido un mal

momento para efectuar sus reclamos dada la notoria

caída en el movimiento marítimo del Callao434.

La mañana del 7 de enero, las autoridades del

Callao enviaron destacamentos policiales a resguardar

las factorías y fábricas que no estaban en huelga. Poco

después, el presidente de los huelguistas, Fernando

Vera, se presentó ante el Prefecto del Callao, Carlos

Velarde, y le solicitó su mediación ante los gerentes de

las compañías de vapores y empresas de embarque,

cuya contrapropuesta no era admisible, porque los

obligaba a restablecer la matrícula de jornaleros, a fin de

negarles trabajo a los no matriculados, y cobrar jornales

por tonelada de carga manipulada. Velarde les sugirió

reducir sus demandas y conformarse con el

reconocimiento de las ocho horas de trabajo, que en los

hechos implicaba un aumento de salario. Disconformes

con esta propuesta, los huelguistas decidieron enviar una

comisión al presidente Billinghurst. Igualmente, los

presidentes de las cámaras de comercio de Lima y

Callao, Francisco Dammert y Pedro Gallagher,

coordinaron efectuar una visita al citado mandatario435.

433 “La huelga de jornaleros en…”, en La Prensa, 7 de enero de 1913. 434 “Los jornaleros del Callao”, en La Crónica, 7 de enero de 1913. 435 “La huelga de jornaleros en…”, en La Prensa, 7 de enero de 1913.

182

Las compañías ofrecieron aumentar en 10% los jornales,

siempre que los jornaleros formasen una matrícula y

desalojaran a todos los excedentes. Asimismo, durante su

reunión con los huelguistas, el presidente Billinghurst

propuso contratar a dichos excedentes en la proyectada

obra para unir el Callao con la isla San Lorenzo436.

La prensa pierolista criticó esta conducta

“inflexible” de los huelguistas, reacios a revertir el

exceso de personal existente en el muelle, a pesar de

que –según rumores– el Gobierno les había prometido

aprobar mediante ley la jornada de ocho horas de

trabajo437. Finalmente, el 10 de enero, jornaleros y

compañías transaron en cuanto al aumento y la jornada

de ocho horas haciéndolo saber al prefecto Velarde, con

cargo de que le informara al presidente Billinghurst. De

inmediato, el comité huelguista y los jornaleros

desfilaron por el Callao con banda de música aclamando

la exitosa mediación del Gobierno438. El ministro

Maldonado rubricó además el decreto aprobatorio de la

jornada laboral de ocho horas, dividido en dos turnos (7

a 11 am y 1 a 5 pm)439. Este arreglo, sin embargo, no

alcanzó a los descargadores, gavieros y guardianes de la

dársena, que se sumaron a la huelga en solidaridad con

los jornaleros. Por el contrario, la empresa separó a 10

gavieros identificados como líderes de la protesta440. La

436 “La huelga de los jornaleros”, en El Comercio, 9 de enero de 1913. 437 “Editorial”, en La Crónica, 10 de enero de 1913. 438 “La huelga de jornaleros en…”, en El Comercio, 10 de enero de 1913. 439 “La huelga de jornaleros en…”, en La Prensa, 11 de enero de 1913. 440 “La huelga de jornaleros…”, en El Comercio, 11 de enero de 1913.

Page 93: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

183

Prensa felicitó al Gobierno, porque el prestigio de sus

funcionarios había logrado conducir por el camino del

orden una reclamación, que muchos pensaron afectaría

el principio de autoridad y atizaría los choques entre

capital y trabajo441.

Apenas concluida la huelga en la dársena,

sobrevinieron otras en el molino Santa Rosa de los

señores Milne y las fábricas chalacas de gaseosas y

jarabes. En el primer caso, el presidente de la sociedad

“Unión Molineros Santa Rosa” requirió aumento salarial

del 30%, jornada de ocho horas y doble jornal en los

turnos de noche. La gerencia de Milne y Co. consideró

este pedido “fuera de toda proporción” y alegaron haber

reajustado los salarios entre 25-50% en años pasados.

Tampoco aceptaron reducir la jornada de 12 a 8 horas,

aduciendo que el trabajo en los molinos no era “pesado”

y hasta los muchachos podían efectuarlo. Con todo,

aceptaron elevar en 10% el salario y pagar doble jornal

los días feriados. En el segundo caso, los operarios de las

fábricas de gaseosas también reclamaron la jornada de

ocho horas, mayores comisiones en las ventas,

incremento salarial por escalas y doble salario en horas

extras. Los propietarios de fábricas de soda ofrecieron un

10% de aumento y jornada de nueve horas442. Alarmado

por la rapidez con que se extendía la oleada huelguista,

El Comercio consideró imposible, en ese momento,

establecer un salario mínimo, porque previamente debía

conocerse “la productividad y potencia de cada

441 “El fin de la huelga”, en La Prensa, 12 de enero de 1913. 442 “Las huelgas en el Callao”, en La Prensa, 14 de enero de 1913.

184

empresa”. Distinto era el caso de la jornada laboral, en

tanto no podía permitirse a los empresarios exigir a sus

obreros “una contribución muscular inhumana”. En este

punto, los obreros del molino Santa Rosa –precisó este

diario– cumplían jornadas de hasta 14 horas diarias, lo

cual conducía al “aniquilamiento del obrero”. La

demanda de una jornada de ocho horas, era por tanto,

justa y atendible443.

En medio de estos conflictos laborales, el vocero

pierolista La Crónica, en evidente campaña política,

acusó a liberales y billinghuristas de hallarse

enfrascados en continuas disputas por tener la mayor

cantidad de candidaturas, hecho que estaba provocando

el descrédito del Gobierno y un hondo malestar entre los

oficiales del Ejército444. A esta denuncia siguió la

dimisión del candidato demócrata a la diputación por

Yauyos, José María de la Jara y Ureta, bajo el argumento

de que las autoridades locales billinghuristas utilizaban

los recursos públicos a favor de una próxima candidatura

oficial445. Esta visión caótica de la situación política

difería del optimismo eufórico de La Prensa, que daba

constantes noticias sobre el multitudinario recibimiento

de los candidatos liberales en provincias. Los eventos

más apoteósicos ocurrieron en Arequipa y Cerro de

Pasco, a raíz de la llegada de Lino Urquieta y Teobaldo

Pinzás, respectivamente. En sus discursos, Urquieta

remarcó con insistencia la neutralidad del Gobierno y

443 “Editorial”, en El Comercio, 14 de enero de 1913. 444 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 14 de enero de 1913. 445 “La imposición electoral en Yauyos”, en La Crónica, 15 de enero de 1913.

Page 94: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

185

pidió a sus partidarios no dejarse sorprender por gentes

autoproclamadas “candidatos oficiales”446.

Mientras tanto, en el Callao fueron publicados

nuevos pliegos de reclamos presentados por los

operarios de la factoría Guadalupe y los peones del

ferrocarril central, del dique de la compañía peruana, la

empresa del gas y la compañía nacional de cerveza. A su

vez, molineros y soderos pactaron una alianza con el

propósito de impedir a sus patrones contratar personal

de reemplazo. Exigieron además a los panaderos

boicotear la compra de harina al molino Milne. El

prefecto chalaco Carlos Velarde, después de

conferenciar con huelguistas y empresarios, se dirigió a

palacio de gobierno para exponer al presidente

Billinghurst sobre las “cuestiones sociales” suscitadas en

el puerto447. Por estos días, la escasez de harina trajo

consigo rumores sobre la inminente alza del pan. Al

respecto, La Crónica exhibió una notificación cursada por

la compañía Arturo Field comunicando el incremento del

20% en el precio del pan. Este periódico calificó de

“ironía formidable” la manera cómo Billinghurst era

incapaz de cumplir con su oferta de pan barato para el

pueblo448. Ante estos comentarios, la empresa aclaró que

el aumento solo afectó al pan de alta calidad consumido

en hoteles y casas de familias acomodadas no así al de

tipo corriente. Por lo demás, el aumento quedó sin efecto

446 “Actualidad política”, en La Prensa, 14 de enero de 1913. 447 “Las huelgas en el Callao”, en La Prensa, 15 de enero de 1913. 448 “Una situación grave”, en La Crónica, 16 de enero de 1913.

186

debido a la intervención del presidente, quien aseguró la

rebaja del costo de la harina449.

Desmentido su informe sobre la carestía del pan,

La Crónica quiso provocar zozobra culpando a la

agitación obrera del probable cierre de empresas, casas

comerciales y bancos. Al mismo tiempo, consideró

injustificado el número de obreros contratados por el

Gobierno para los trabajos del Tajamar, insinuando que

esa decisión solo respondía a prácticas de clientelismo

político450. Estando próximas las elecciones, los partidos

preferían contemporizar antes que indisponerse con la

clase obrera. No en vano, todos los candidatos

adornaban sus discursos con “lirismos oratorios” sacados

del socialismo mundial. Las banderas proletarias estaban

presentes en los escritos de políticos tan diversos, como

el liberal Gerardo Balbuena o el civilista José Matías

Manzanilla451. El gobierno de Billinghurst –dijo Balbuena–

tenía la obligación de propiciar el triunfo de las ideas

solidarias a fin de reemplazar un “régimen de

producción injusto” por otro fundado en la armonía entre

capital y trabajo452. Apartándose un tanto de ese

discurso, Billinghurst en reunión efectuada con los

gerentes de la Peruvian Corporation, J. H. Feehan, y de

otras empresas chalacas, precisó que el decreto sobre la

jornada de ocho horas beneficiaba únicamente a los

obreros de la dársena. Correspondía entonces al

Gobierno –según La Crónica– convencer a la clase obrera

449 “El precio del pan”, en El Comercio, 16 de enero de 1913. 450 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 17 de enero de 1913. 451 “Ecos. En pleno socialismo”, en La Prensa, 17 de enero de 1913. 452 “Al fondo de las cosas”, en La Prensa, 17 de enero de 1913.

Page 95: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

187

NUEVAS HUELGAS Y DESPLIEGUE DE LA FUERZA POLICIAL

Los dirigentes de los huelguistas chalacos. La Crónica, 20 de enero de 1913.

Un pelotón de Caballería recorre las calles chalacas. La Crónica, 23 de enero de 1913.

188

de minimizar sus exigencias antes que provocaran “la

miseria general y destrucción del orden”453.

Esta actitud ambigua frente al movimiento obrero

produjo cierta confusión entre los billinghuristas en cuanto a

la designación de sus candidatos. Sin duda, buscaban

personas cercanas a la clase obrera, que no estuviesen

comprometidas en la “campaña socialista” rechazada por los

empresarios, muchos de los cuales estaban “con una mano

en la faltriquera y la otra en la pistola”454. El propio

Gobierno, ante el nivel de beligerancia tomado por la

huelga, dispuso el envío de 100 hombres de artillería al

Callao para proteger propiedades y resguardar la seguridad

pública455. Indiferente a estas acciones, los pierolistas de La

Crónica insistían en infundir miedo a la población

difundiendo noticias acerca de “posibles desórdenes”

preparados por los obreros para expresar su impaciencia

ante la inacción del Gobierno y empresarios. Este periódico

anunció también que los bancos habían comenzado a retirar

el oro de la circulación monetaria ante la incierta situación

laboral. Asimismo, expresaron su extrañeza porque varios

telegramas enviados de Lima al diario La Reforma de Trujillo

se hallaban retenidos en la oficina de cable, aparentemente

porque el Gobierno pretendía mantener desinformadas a las

provincias sobre la paralización imperante en la capital456.

La campaña electoral se vio ensombrecida por la

trágica muerte de Enrique Llosa, candidato demócrata

453 “Editorial”, en La Crónica, 18 de enero de 1913. 454 “Ecos. Cuestiones sociológicas”, en La Prensa, 19 de enero de 1913. 455 “Las huelgas en el Callao”, en El Comercio, 20 de enero de 1913. 456 “El malestar social”, en La Crónica, 19 de enero de 1913.

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189

por la senaduría de Iquitos. Este ilustre pierolista,

partícipe del asalto a palacio de gobierno en 1909, cayó

víctima de una violenta pelea entre partidarios suyos y

los de su contendor, Eduardo Lanatta457. La Prensa

descartó que Llosa hubiese sido víctima de un atentado y

atribuyó su muerte a un paro cardiaco. Estos penosos

hechos –precisó este diario– tuvieron su origen en las

manifestaciones organizadas por los candidatos a favor

de la permanencia del prefecto loretano, Juan José Calle,

quien estaba al servicio del cauchero Julio Arana.

Precisamente, el infortunio de Llosa se inició a partir de

su vinculación con las gentes de Arana458. El vocero

pierolista, La Crónica, cuestionó la versión oficial, que

además era insuficiente para saber “exactamente” cómo

se desarrollaron los acontecimientos. En opinión de este

periódico, Llosa fue víctima de una contramanifestación

derivada en violento choque. El candidato perdió la vida

cuando se encontraba en plena actividad. No en vano,

poco antes de morir remitió un telegrama al líder

demócrata, Fernando Gazzani, proponiendo la

designación de Lucas Rodríguez como corresponsal de

La Crónica en Iquitos459.

El 21 de enero, después de varios días de

conversaciones dirigidas por el prefecto chalaco, Carlos

Velarde, los empresarios aceptaron reducir la jornada

laboral a ocho horas y concedieron el aumento salarial

reclamado por molineros, gavieros, aduaneros y

457 “Graves desórdenes en Iquitos”, en El Comercio, 20 de enero de 1913. 458 “Los sucesos de Iquitos”, en La Prensa, 21 de enero de 1913. 459 “Los sucesos de Iquitos”, en La Crónica, 22 de enero de 1913.

190

operarios del dique460. Quedaron pendientes de solución

la huelga de cerveceros, panaderos, mecánicos,

madereros, peones del ferrocarril central (estaciones y

factorías) y las tripulaciones de la compañía de vapores,

entre otros grupos. La Prensa no pudo ocultar su fastidio

por esa “revolución social” que iba tornándose

“endémica” cual si fuese una “peste”461. Ciertamente, el

Gobierno compartía esa impresión y, por eso, expidió el

24 de enero un decreto reglamentando el derecho de

huelga. El objetivo de esta norma consistía en adoptar

“providencias” para asegurar la actividad industrial y

mercantil durante los días de huelga, respetando los

derechos de obreros y patrones. En adelante, los obreros

negociarían mediante delegados sus reclamos a los

patrones, y en caso no hubiese acuerdo ambas partes

designarían árbitros bajo compromiso de respetar el

laudo arbitral. La huelga solo procedería cuando los

patrones rehusaran designar árbitros o si constituido el

tribunal arbitral no emitiese fallo en plazo máximo de

cuatro días. Con todo, la declaratoria de huelga debía

contar con el respaldo del 75% de obreros. En caso

contrario, solo paralizaría el porcentaje que no deseaba

trabajar, siendo reprimidos quienes impidieran el libre

ejercicio del comercio e industrias. Finalmente, este

decreto prohibió el establecimiento de campamentos de

huelguistas462.

460 “Las huelgas”, en El Comercio, 22 de enero de 1913. 461 “Ecos. Popularidades…”, en La Prensa, 23 de enero de 1913. 462 “Reglamentación de huelgas”, en La Crónica, 25 de enero de 1913.

Page 97: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

191

El 25 de enero, una masiva delegación de

huelguistas se entrevistó con el presidente Billinghurst y

le reclamaron ejercer su “valiosa influencia” con los

patrones para convencerlos de lograr un arreglo

definitivo. Simultáneamente, más de 300 empleados de

casas comerciales, reunidos en el Centro Social Unión,

acordaron sumarse a la lucha por la jornada laboral de

ocho horas463. En medio de estas tensas negociaciones,

los prefectos de Lima y Callao, José Goyburo y Carlos

Velarde, comunicaron mediante bandos el decreto sobre

huelgas, y comenzaron a ejecutarlo ordenando la

clausura de los campamentos huelguistas464. De manera

escalonada, las autoridades lograron resolver cada

conflicto obteniendo los obreros aumentos de entre 5-10%

y la reducción de la jornada laboral. Hubo entonces

opiniones que avizoraron una fuerte caída en la

productividad por efecto del menor tiempo de trabajo.

Sin embargo, María Jesús Alvarado, citando diversas

experiencias europeas, demostró que la disminución de

la jornada no tenía incidencia directa en la producción.

En consecuencia, exhortó al proletariado urbano a que,

por “solidaridad y patriotismo”, lucharan para extender

el beneficio de la jornada de ocho horas a “los

desgraciados indios que gimen allende los Andes”465.

A fines de enero de 1913, la campaña política

proseguía violenta en provincias, pero abúlica en Lima. La

Prensa no comprendía por qué los limeños preferían

463 “Las huelgas”, en El Comercio, 26 de enero de 1913. 464 “Por la jornada de ocho horas”, en La Prensa, 27 de enero de 1913. 465 Alvarado, María Jesús. “La jornada de ocho horas”, en La

Crónica, 29 de enero de 1913.

192

comentar el vuelo de Juan Bielovucic sobre los Alpes o la

próxima corrida de toros, en vez de preocuparse por la

formación de la asamblea de contribuyentes, encargada de

designar la futura junta electoral466. En cambio, las

provincias estaban sumidas en una intensa politización con

sus inevitables “choques sangrientos”. El 26 de enero

varios telegramas enviados desde Huánuco dieron cuenta

de graves lesiones sufridas por el candidato a diputado,

Carlos Rizo Patrón, a manos de soldados y campesinos467.

Los partidarios de su competidor liberal, Teobaldo Pinzás,

negaron cualquier responsabilidad en esta agresión y por

el contrario, denunciaron que Rizo Patrón había contratado

gente extraña con el propósito de intimidar a los

integrantes de la asamblea de contribuyentes468. Asimismo,

en zonas andinas, como Chumbivilcas, los gamonales

intentaban atemorizar a las autoridades locales para

controlar las asambleas de contribuyentes469. Incluso hubo

quejas contra la supuesta coacción ejercida por empresas

extranjeras, como la Morococha Mining Company y Backus &

Johnston Company, sobre su personal obligándolo a

respaldar determinadas candidaturas470. Pero el punto más

álgido estuvo representado por las disputas entre

precandidatos billinghuristas y liberales en Arequipa e

466 “Ecos. Más de cien contribuyentes”, en La Prensa, 26 de enero de 1913. 467 “Desórdenes en Dos de Mayo”, en El Comercio, 27 de enero de 1913. 468 “En Dos de Mayo”, en La Prensa, 27 de enero de 1913. 469 “La situación en Chumbivilcas”, en La Prensa, 25 de enero de 1913. 470 “Editorial”, en El Comercio, 27 de enero de 1913.

Page 98: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

193

Islay, debido a las repercusiones que podía tener en la

alianza de gobierno471.

El carnaval de 1913 abrió un breve intermedio en

la lucha obrera y la exacerbada contienda política.

Pasado el ambiente festivo se hizo público un decreto,

fechado el 30 de enero, que creó secciones obreras en

las intendencias de Lima y Callao, las cuales deberían

recopilar datos acerca del números de obreros, salarios,

jornadas laborales, pagos extraordinarios, paros,

accidentes de trabajo, costo del alquiler de las casas

obreras, nombres de asociaciones obreras e instituciones

de auxilios mutuos. Además registrarían a todos los

trabajadores en fichas personalizadas. De esa manera,

Billinghurst pensó descubrir las causas “naturales o

artificiales” de los movimientos obreros y definir la

política industrial más adecuada472. Con igual

beneplácito fue recibido el decreto reglamentario de los

trabajos sanitarios urbanos, pues dio nueva orientación a

la política social y finalizó los atropellos cometidos

anteriormente contra las casas de gente pobre por los

brigadistas de salud pública en su afán de combatir los

focos infecciosos. En adelante, el Gobierno ordenó a la

Dirección de Salubridad notificar previamente a los

moradores de esas viviendas antihigiénicas dándoles

plazo prudente para habilitar obras en dichos lugares, en

caso contrario el Estado las ejecutaría cargando su costo

a los vecinos473.

471 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 29 de enero de 1913. 472 “Cuestiones obreras”, en La Crónica, 5 de febrero de 1913. 473 “Editorial”, en El Comercio, 8 de febrero de 1913

194

Más allá de esta relativa calma social, las

contradicciones entre Billinghurst y liberales iban

tomando matices fulgurantes. El vocero pierolista La

Crónica difundía constantes notas sobredimensionando

esos pleitos motivados por las exigencias de Augusto

Durand y sus partidarios en cuanto a las candidaturas. El

presidente –afirmó este diario– no debía cometer el

craso error de facilitar la formación de un núcleo

importante de congresistas liberales, pues quedaría a

merced de estos474. Ciertamente, la mayoría de

precandidatos derrotados por sus pares liberales venían

a Lima para presentar reclamos y buscar influencias que

pudieran revertir sus fracasos. La Prensa criticó

acremente esa invasión de quejosos, cuyo único

propósito era importunar al presidente y les exigió

regresar a sus provincias475. A juicio de los pierolistas,

las “infidelidades y veleterías políticas” de Billinghurst lo

estaban acercando a las candidaturas presentadas por

bloquistas y “amigos personales”, que juntos podían

constituirse en la nueva mayoría parlamentaria. Enojado

por la impredecible conducta del mandatario, Augusto

Durand se planteó analizar la situación del Partido Liberal

y la conveniencia de seguir en el Gobierno o volver a la

oposición476.

474 “Editorial”, en La Crónica, 9 de febrero de 1913. 475 “Ecos. Unos con otros”, en La Prensa, 9 de febrero de 1913. 476 “Baturrillo”, en La Crónica, 10 de febrero de 1913.

Page 99: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

195

CONFLICTO BILLINGHURST-DURAND Y EL GABINETE LUNA Y PERALTA

El conflicto Billinghurst-Durand. La Crónica, 13 de febrero de 1913. Caricatura de Pedro Challe.

Carlos Velarde Federico Luna y Peralta Felipe Derteano Ministro de Guerra Ministro de Gobierno y Ministro de Hacienda

Pdte. del Consejo de Ministros

196

En esas circunstancias, volvió a agudizarse el

conflicto entre los operarios de factorías y la Peruvian

Corporation, a pesar de que estos renunciaron a varios

reclamos y solo insistieron en la reducción de la jornada

laboral. La empresa inglesa mantuvo su rotunda negativa

a negociar esta demanda, afectando los ingresos de

cuatrocientas familias obreras477. El Comercio criticó esta

intransigencia de los gerentes ingleses, porque el

aumento de 33% en sus rentas permitía atender los

reclamos obreros. De igual forma, deploraron sus

intentos de reemplazar a los huelguistas con operarios

traídos de las fábricas del sur para generar

enfrentamientos internos en la clase obrera478. Este

maniqueo plan fue desbaratado por los peones sureños,

que alegaron haber sido traídos bajo el convencimiento

de “que la huelga había terminado”479. Sin embargo, la

Peruvian Corporation persistió en sus maniobras

provocadoras, y contrató 50 peones para romper la

huelga en la factoría de Guadalupe. Los huelguistas

reaccionaron violentamente y chocaron con la policía

produciéndose heridos en ambas partes. El prefecto

chalaco, Carlos Velarde, ofició nuevamente de mediador

aunque la empresa no deseaba negociar, bajo la excusa

de que había contratado nuevos peones para ocupar los

puestos de los huelguistas,. Ese mismo día, los delegados

obreros conferenciaron con el presidente Billinghurst y

el representante de la Peruvian Corporation, William

477 “Los huelguistas de Guadalupe”, en El Comercio, 10 de febrero de 1913, 478 “Editorial”, en El Comercio, 11 de febrero de 1913. 479 “Los huelguistas en palacio”, en La Prensa, 11 de febrero de 1913.

Page 100: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

197

Morkill, recibiendo una oferta de 3% de aumento salarial

y el pago del jornal por horas480. El 18 de febrero,

cumplidos treinta días de huelga, empresa y obreros

firmaron un arreglo que reajustó el salario en el

porcentaje citado, estableció la jornada laboral de nueve

horas y dispuso construir una biblioteca, por cuenta de la

empresa, para el servicio de los operarios481.

La abusiva conducta de Morkill, durante los días

de huelga, fue severamente censurada por El Comercio.

Este diario defendió el papel del Estado como árbitro de

los conflictos laborales, y recordó al mencionado

directivo que mientras en Inglaterra, su país de origen, el

Estado había fijado el salario mínimo, él aquí pretendió

quebrar la voluntad de los huelguistas peruanos con “el

auxilio del hambre”482. Guiada por esta práctica de

avasallamiento de los derechos laborales, la Peruvian

Corporation llegó incluso a desacatar la ley de accidentes

de trabajo483. El 20 de enero, Morkill en carta remitida a

la Dirección de Administración, invocó la cláusula 31 del

Contrato Grace, referida a faltas u omisiones cometidas

en cuanto al tráfico ferroviario, para justificar su rechazo

480 “Los huelguistas de Guadalupe”, en El Comercio, 17 de febrero de 1913. 481 “Solución de la huelga de…”, en El Comercio, 19 de febrero de 1913. 482 “Cuestión de opiniones”, en El Comercio, 22 de febrero de 1913. 483 Dicha norma, promulgada por el presidente Augusto B. Leguía el 20 de enero de 1911, estuvo compuesta por 82 artículos repartidos en siete títulos, y legisló sobre indemnizaciones, declaración de accidentes, procedimientos judiciales, seguros, garantías y multas. En febrero de 1912 se encargó a una comisión elaborar el correspondiente reglamento. Ramos 2006: 189.

198

a pagar indemnizaciones por accidentes laborales,

aduciendo que estas no fueron contempladas en dicho

contrato. En ese sentido, exigió al presidente Billinghurst

resarcir a la Peruvian Corporation los “daños y

perjuicios” provenientes del pago de indemnizaciones

dispuesto por mandato judicial484. En esta pugna, Morkill

fue respaldado por La Crónica, la cual descalificó las

doctrinas “no del todo aceptables” de El Comercio sobre

la facultad del Gobierno para resolver conflictos entre

capital y trabajo. Al respecto, puso como ejemplo el

decreto que estableció la jornada de ocho horas, cuya

acción “profundamente perturbadora” rompió la armonía

entre patrones y obreros. El Estado –dijo este periódico–

nunca debía modificar contratos o acuerdos celebrados

entre privados, porque sus acciones siempre terminarían

beneficiando a una parte en daño de otra. Desde esa

perspectiva, determinar la jornada laboral no era

competencia del Gobierno sino de la libre convención

“entre quien solicita servicios y el que los presta”485.

El 23 de febrero, La Prensa anunció una inminente

crisis ministerial y el supuesto apartamiento de los

liberales del Gobierno, descartando al mismo tiempo la

incorporación en el gabinete del bloquista José Matías

Manzanilla y el liberal Gerardo Balbuena486. Dos días

después se produjeron las renuncias del general Enrique

Varela, presidente del Consejo de Ministros y Ministro

de Guerra y Marina, y de los ministros de Hacienda y

484 “Los accidentes del trabajo…”, en El Comercio, 23 de febrero de 1913. 485 “Editorial”, en La Crónica, 24 de febrero de 1913. 486 “Ecos. Del aburrimiento”, en La Prensa, 23 de febrero de 1913.

Page 101: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

199

Comercio, Baldomero Maldonado, y Gobierno, Abel

Montes. En su carta de renuncia, Varela expuso su deseo

de presentarse a las elecciones del tercio parlamentario

para llevar al Senado su “contingente de conocimientos

militares”. Esa misma razón fue invocada por Maldonado,

quien pensaba postular a una diputación. La Crónica

calificó la dimisión de Varela como un “error grave”,

pues abandonó sus responsabilidades ministeriales solo

para disputarle la senaduría por Tacna a Rómulo Cuneo

Vidal, un “billinghurista de la más legítima cepa”.

Opuesto a esta decisión, el vocero pierolista aconsejó a

Varela no mezclarse en luchas políticas y dejarse

embaucar por las “artificiales popularidades

eleccionarias”487.

Los nuevos ministros Federico Luna y Peralta

(Ministro de Gobierno y presidente del Consejo de

Ministros), Carlos Velarde (Ministro de Guerra y Marina)

y Felipe Derteano (Ministro de Hacienda y Comercio)

eran hombres muy cercanos al presidente Billinghurst. El

Comercio y La Prensa publicaron escuetas notas sobre el

cambio de ministros. El primero incidió en la motivación

electoral de estas renuncias y los diversos nombres que

se barajaron en los círculos políticos como potenciales

reemplazantes488. La segunda destacó la rapidez con que

fue solucionada la crisis ministerial489. Por su parte, La

Crónica subestimó la calidad del nuevo gabinete,

formado por “personal de las diferentes oficinas

487 “Editorial”, en La Crónica, 26 de febrero de 1913. 488 “Renuncia del gabinete”, en El Comercio, 25 de febrero de 1913. 489 “La solución de la crisis”, en La Prensa, 26 de febrero de 1913.

200

públicas”, y centró sus cuestionamientos en los ministros

de Guerra y Marina, Carlos Velarde, “que nada tiene de

militar”, y en el de Hacienda y Comercio, Felipe

Derteano, cuyo nombramiento saltaba el principio de

jerarquía, pues dejaba su condición de empleado de

Aduanas para asumir un ministerio. En resumen, el nuevo

gabinete reveló la “pobreza de personal” que rodeaba a

Billinghurst490.

Culminada la ola huelguista y estabilizado el

frente interno, El Comercio recomendó invertir mayores

recursos en la modernización del equipamiento militar a

fin de garantizar la soberanía e integridad territorial491. Si

bien la clase obrera urbana había obtenido la atención

de varias de sus demandas, dando al Gobierno cierto

ambiente de desahogo, los jornaleros agrícolas se

encontraban en una situación bastante penosa. La

violenta represión de los jornaleros de Chicama en 1912

contuvo momentáneamente un movimiento de protesta,

que según informes llegados de Trujillo estaba en pleno

proceso de reactivación. Solo la presencia del Ejército

impedía el estallido de la furia campesina. En ese

contexto, se reclamó a Billinghurst quitarle a los patrones

la autoridad policial que ejercían a manera de señores

feudales, estableciendo comisarías rurales en los

valles492. El movimiento obrero –indicó El Comercio– no

era un fenómeno particular del Perú, sino la “repercusión

de ideas comunes al proletariado universal” atizada por

490 “Editorial”, en La Crónica, 3 de marzo de 1913. 491 “Editorial”, en El Comercio, 7 de marzo de 1913. 492 “Trujillo. La huelga latente”, en La Crónica, 6 de marzo de 1913.

Page 102: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

201

el crecimiento de las desigualdades sociales. En este

punto, los excesivos impuestos decretados por los

últimos gobiernos habían encarecido los productos y

depreciado los jornales incubando las protestas

obreras493.

En esa coyuntura, noticias sobre supuestos nuevos

arreglos con Chile por la cuestión Tacna y Arica volvieron a

conmover la política interna. Según Variedades, el general

Juan Norberto Eléspuru, durante su viaje a la Argentina

para asumir el cargo de ministro en dicho país, negoció con

la cancillería chilena la cesión incondicional de Arica y

ratificó la postergación por 21 años del plebiscito que

resolvería la soberanía de Tacna494. Con todo, este affaire

externo fue desplazado rápidamente por los escándalos de

la coyuntura electoral. La prensa opositora dijo sentirse

decepcionada por el estrepitoso revés del Gobierno en su

misión de garantizar el libre sufragio, y achacó este

resultado a “las pequeñas miserias y rencores” que

guiaban su relación con los partidos495. Frente a la campaña

emprendida por los diarios opositores en defensa del libre

sufragio, el presidente de la Corte Suprema, Francisco

Eguiguren, en el discurso de apertura de los tribunales

expresó su compromiso de juzgar y resolver con

“independencia y justificación” las nulidades interpuestas

contra la suplantación del voto popular, que “logre

escurrirse por entre los hilos de la madeja eleccionaria”496.

493 “Editorial”, en El Comercio, 16 de marzo de 1913. 494 “De jueves a jueves”, en Variedades, 8 de marzo de 1913. 495 “De jueves a jueves”, en Variedades, 15 de marzo de 1913. 496 “Como se esperaba”, en La Prensa, 19 de marzo de 1913.

202

De otro lado, ante la campaña periodística

internacional contra los abusos cometidos por el

cauchero Julio Arana en perjuicio de los pueblos nativos

del Putumayo, La Prensa desvinculó al Gobierno de

Billinghurst de ese “régimen de tortura y de sangre”, y si

bien reconoció los beneficios fiscales de la explotación

del citado producto vegetal también precisó que esta

había sido posible gracias a la presencia de soldados

peruanos en esa zona de nuestra Amazonia. Restó

importancia además a las acciones de ocupación

territorial de Arana, advirtiendo que el prefecto loretano,

Pedro Portillo, en 1909 había tomado posesión del

Putumayo antes que llegaran los “civilizadores”

caucheros497. En el sector interno, fue muy comentada

por estos días la inasistencia de Billinghurst a las

ceremonias de jueves santo, pues desairó las tradiciones

del recorrido de las “estaciones” y del almuerzo

tradicional con el arzobispo limeño para emprender un

sorpresivo y relajante viaje a Chilca. Esta conducta –según

se rumoraba– le trajo algunos problemas con su Ministro

de Justicia y Culto, Francisco Moreyra y Riglos, un

ferviente católico que trató sin éxito de convencer al

presidente sobre su obligación de asociarse al duelo de

la Iglesia498.

El mes de abril recibió el calificativo de “crítico”

por la carestía imperante y los excesos que se esperaba

ocurrieran durante el proceso electoral. Por eso, el

Gobierno recibió con cautela los informes de la policía

497 “Distingamos”, en La Prensa, 22 de marzo de 1913. 498 “De jueves a jueves”, en Variedades, 22 de marzo de 1913.

Page 103: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

203

sobre indicios de agitación obrera entre los jornaleros

chalacos. Varios volantes apócrifos, requisados en las

calles del puerto, anunciaron por esos días la fundación

de una nueva entidad gremial denominada Federación

Marítima y Terrestre del Callao, creada con el objeto de

proteger los derechos del jornalero y afrontar “los

embates del capitalismo burgués”499. Lo actuado hasta el

momento ofrecía un panorama desconsolador, pues en

casi todo el interior del país las “tramoyas y cubileteos”

habían vulnerado la draconiana ley electoral. Las

denuncias alcanzaban al propio presidente Billinghurst,

de quien se decía tenía sumo interés en formar su tercio

parlamentario propio, y por esa razón impulsó

candidaturas en Loreto, San Martín, Lima, Arequipa, Junín

y Amazonas. Estos propósitos fueron censurados –según

Variedades– por la propia prensa eclesiástica, hecho que

provocó cierta hostilidad entre el mandatario y el

arzobispo limeño, Manuel García Naranjo500.

En opinión de La Prensa, Billinghurst era víctima

de una conspiración mediática proveniente de quienes

apoyaron su elección de manera “condicional y falaz”, y

que creyéndose desatendidos volcaban su “enojo

político” para agravar las “naturales dificultades” de

todo Gobierno. Asimismo, ensalzó la decisión del

billinghurismo de mantener al Estado lejos de los

intereses partidarios, y confirmó que este movimiento

solo pretendía tener “un núcleo representativo de sus

ideas y propósitos en el parlamento”, sin afectar los

499 “Supuesta agitación…”, en La Prensa, 5 de abril de 1913. 500 “De jueves a jueves”, en Variedades, 5 de abril de 1913.

204

espacios de los demás partidos501. A mediados de abril,

este diario se ocupó de la campaña de “desmoralización”

emprendida por los diarios opositores, los cuales solo veían

frustración y angustia en todos lados. Esos medios –recalcó

La Prensa– impulsaban la incorporación de allegados suyos

en el Gobierno, como condición sine qua nom para

mejorar la administración pública. Esa sugerencia,

recogida supuestamente de comentarios emitidos en

“clubs” o “charlas íntimas” carecía de seriedad y

reflejaba la frivolidad de quienes convertían en política

de Estado sus “impresiones absolutamente

personales”502. En el curso de esta guerra de papel, La

Prensa enfocó su ataque en el periódico pierolista La

Crónica, recordándole que en 1912 ofreció su concurso al

déspota Leguía para apoyar la convocatoria a una

Constituyente y cerrarle el paso a la elección

parlamentaria de Billinghurst. En dicha circunstancia, La

Prensa cumplió el rol de vocero billinghurista

dedicándose a publicitar y defender los actos “cuerdos y

saludables” del Gobierno, pero siempre negó guiarse

por intereses prosaicos, pues ninguno de “nuestros

empleados sirve puesto alguno en la actual

administración”503.

Durante las semanas de abril, el rápido

encarecimiento de los comestibles acentuó el malestar

social generado por los conflictos políticos. Alimentos

básicos como el arroz, azúcar, carne, manteca, pan, pescado

501 “Era lógico…”, en La Prensa, 8 de abril de 1913. 502 “Contestamos”, en La Prensa, 10 de abril de 1913. 503 “Satisfaciendo la curiosidad”, en La Prensa, 12 de abril de 1913.

Page 104: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

205

BILLINGHURST Y EL PROBLEMA DE LAS SUBSISTENCIAS

Billinghurst y el alcalde limeño, Nicanor Carmona, abaratadores de subsistencias. La Crónica, 14 de abril de 1913. Caricatura de Pedro Challe.

Billinghurst y su puesto de subsistencias “políticas”. Variedades, 19 de abril de 1913. Caricatura de

Francisco González Gamarra.

206

y verduras elevaron sus costos entre 50-100%. Los más

afectados fueron los albañiles, cocheros, empleados de la

administración pública y tranvieros, que eran habituales

comensales de las fondas chinas, las cuales reajustaron el

precio de sus platos en 25-30%504. El alcalde limeño,

Nicanor Carmona, dispuso el establecimiento de

“baratillos” en los mercados a fin de vender, a precios

reducidos, arroz, carne, pan y manteca505. El municipio

capitalino acordó también reducir en 50% los derechos

cobrados en los mataderos y mercados y liberar de todo

gravamen a los establecimientos de venta de leche. Al

mismo tiempo, solicitó al presidente Billinghurst que, con

cargo de dar cuenta al Congreso, subsidiara el ingreso de

comestibles y otorgara una subvención al concejo limeño

para compensar las rentas que dejaría de percibir por la

reducción de tributos municipales506. En conferencia

realizada ante cientos de obreros en el Teatro Municipal,

Ricardo Madueño atribuyó la carestía de víveres a la

sustitución de los cultivos de pan llevar por los de

exportación. En consecuencia, propuso la parcelación de

tierras para repartirlas entre pequeños agricultores,

quienes se encargarían de abastecer a las ciudades con

víveres sanos y baratos507.

Una vez más, ejercitando su labor de vocero

oficioso del régimen, La Prensa definió la carestía como

504 “Un problema grave”, en El Comercio, 6 de abril de 1913. 505 “La carestía de la subsistencia”, en La Prensa, 10 de abril de 1913. 506 “La carestía de las subsistencias”, en El Comercio, 11 de abril de 1913. 507 “El proyecto del señor Madueño”, en La Prensa, 11 de abril de 1913.

Page 105: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

207

un “fenómeno de lejano y complicado origen”, que no

podía endilgarse a la gestión de Billinghurst. Según sus

propios cálculos, a falta de estadísticas oficiales, los

alimentos habían subido sus precios en 100% desde

1883. La mayor aceleración de este proceso comenzó en

1895 y hacia 1904, durante el gobierno de José Pardo,

fueron notorios los primeros síntomas de crisis

alimentaria508. En 1910, los precios llegaron a su más alto

nivel, según lo registró Carlos Cisneros en su Sinopsis

estadística del Perú: 1908-1912 (1912). El fiscalismo

excesivo del gobierno de Pardo fue culpado del

encarecimiento general de los alimentos. En ese

momento, Billinghurst, desde la alcaldía, combatió la

carestía organizando almacenes de carne importada, y

aunque solicitó la libre importación de este producto no

tuvo éxito debido a la oposición de los ganaderos

nacionales. No obstante, en su condición de presidente

tenía suficiente autoridad para disponer la intervención

del “poder público” en el establecimiento de un régimen

de abaratamiento perdurable509. Las medidas

administrativas, como la rebaja de impuestos

municipales, eran simples paliativos, estériles para

corregir el desfase entre crecimiento demográfico y

caída de la producción agropecuaria. Ningún gobierno o

congreso previó ese problema, y menos aún puso interés

en expandir la frontera agrícola510.

508 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 13 de abril de 1913. 509 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 14 de abril de 1913. 510 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 15 de abril de 1913.

208

Ciertamente, resultaba difícil la tarea de planificar

la producción agrícola destinada al mercado limeño,

pues se desconocía el volumen de consumo de los

principales alimentos en la capital. Al respecto, el

gobierno de Billinghurst afrontó una coyuntura de

pobreza extendida iniciada quince años antes, y cuya

principal característica era la drástica caída en la

cantidad y calidad de los víveres llegados a Lima desde

las provincias y el exterior del país. Por ese motivo, La

Prensa criticó a aquellos funcionarios que aconsejaban

normas reglamentarias para abaratar de manera artificial

y transitoria los alimentos. Según este diario, Billinghurst

debía emprender un vasto programa de irrigaciones,

habilitación de terrenos, aprovisionamiento de abonos y

aplicación de estímulos para la pequeña producción

agropecuaria. Los ferrocarriles de Huacho y Chilca

fueron pensados además como las vías ideales para el

transporte de víveres hacia Lima511. Finalmente, pidió

abandonar las políticas proteccionistas que impedían la

importación de arroz, carne y trigo baratos perjudicando

a las clases populares, mientras unos cuantos industriales

obtenían pingües ganancias gracias al control del

mercado de dichos productos512.

Una semana antes de las elecciones

parlamentarias de fines de abril, el general Andrés A.

Cáceres, desde Europa, le solicitó al general César

Canevaro, líder de una de las ramas del Partido

511 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 16 de abril de 1913. 512 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 17 de abril de 1913.

Page 106: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

209

Constitucional, unificarse con la facción encabezada por

el general Juan Norberto Eléspuru. Canevaro expresó su

desacuerdo con esta orden y renunció al

constitucionalismo, alegando que no podía fusionarse

con la rama cercana a los bloquistas. El citado general no

quiso pronunciarse sobre la dirección que debían tomar

los canevaristas, y los dejó en “libertad política”513. El

Comercio recibió con beneplácito la desaparición del

canevarismo, aliado de los leguiístas, porque fortalecía la

alianza civilista-constitucional en el parlamento, la cual

tenía planeado ganar preponderancia en el Legislativo y

ponerla al servicio del Gobierno, desterrando las luchas

estériles e “intrigas de círculo”. Con esta importante

bancada –dijo este diario– Billinghurst podría ejecutar

sus proyectos sin dificultades, más aún cuando se

esperaba que las próximas elecciones congresales

facilitaran el ingreso de una buena cantidad de “amigos”

del billinghurismo a las cámaras de Diputados y

Senadores514.

513 “La disolución de los…”, en La Prensa. 18 de abril de 1913. 514 “Política”, en El Comercio, 18 de abril de 1913.

Page 107: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

Segunda Parte

210

Page 108: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

211

I. LAS ELECCIONES DEL TERCIO PARLAMENTARIO: BILLINGHURST ELECTOR

El 25 y 26 de abril se realizaron las elecciones del tercio

parlamentario en Lima con relativo orden y tranquilidad.

En la capital fueron disputadas dos senadurías en

propiedad y una suplencia, y tres diputaciones en

propiedad y dos suplencias. Durante el primer día, los

reporteros constataron poca concurrencia de votantes en

casi todas las mesas515. Dos incidentes aislados se

produjeron en esta jornada protagonizados por los

candidatos billinghuristas Carlos Borda y Justo Casaretto.

El primero, junto a sus seguidores, se presentó ante la

mesa de la plazuela de la Buena Muerte lanzando tiros al

aire, hecho que suscitó el retiro de la comisión receptora

de sufragios516. El segundo, también acompañado por

varias personas, atacó a tiros la casa de su competidor

Ramón Espinoza e hirió a su hermano517. Otros

partidarios de Casaretto fueron acusados de atacar varias

mesas y exigir que se les entregara los resultados del

escrutinio518. El segundo día de elecciones, grupos de

artillería montada recorrieron la ciudad en previsión de

nuevos desórdenes. A pesar de esta medida, por la tarde

varios carros con gente armada atemorizaron a la

515 “Las elecciones políticas”, en El Comercio, 25 de abril de 1913. 516 “Empiezan las elecciones”, en La Prensa, 25 de abril de 1913. 517 “Las elecciones políticas”, en El Comercio, 26 de abril de 1913. 518 “Han empezado las elecciones”, en La Prensa, 26 de abril de 1913.

212

población, e incluso volvieron a balear la casa de Ramón

Espinoza, aunque esta vez fueron repelidos. Entrada la

ELECCIONES PARLAMENTARIAS DEL

25-26 DE ABRIL DE 1913

El proceso de sufragio.

Variedades, 3 de mayo de 1913.

Page 109: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

213

El acto de escrutinio. Variedades, 3 de mayo de 1913.

noche, el domicilio del candidato Manuel Químper

también fue abaleado por grupos de supuestos

casarettistas, los cuales habían asaltado antes la mesa

receptora de Santa Teresa (actual esquina formada por la

avenida Abancay y jirón Puno) destruyendo muebles y

ánforas, huyendo del lugar sin haber sido reprimidos por

la policía519. Químper acudió entonces a la Intendencia

de Policía y denunció a Casaretto por su participación en

los hechos de violencia. El denunciado negó estar

involucrado en esta acción violenta, y adujo que siendo

billinghurista era ilógico acusarlo de agredir a un

correligionario. Satisfecho con esta respuesta, el

agraviado retiró su denuncia520.

El 3 de mayo, la ciudad fue conmovida por el

atentado a la estatua de Manuel Candamo, ubicada en el

519“Terminaron las elecciones…”, en La Prensa, 27 de abril de 1913. 520 “Las elecciones políticas”, en El Comercio, 28 de abril de 1913.

214

Parque Neptuno (actual cruce del Paseo de la República

y Paseo Colón). El Comercio no pudo precisar el móvil y

la autoría de este acto, pero insinuó que era obra

anarquista, es decir, de una “mano extraña a nuestra

sociedad, de esas que en otras tierras quieren llevar el

pavor a los espíritus”521. La Prensa prefirió no opinar

acerca de los probables ejecutores del dinamitazo, y

descalificó las versiones “puramente hipotéticas” que

circulaban entre el público522. A su vez, La Crónica

condenó esta barbarie “sin precedentes” efectuada por

“manos criminales” y enemigas del civilismo523. En esa

fecha se cumplía una semana de finalizado el proceso

electoral sin que existieran resultados definitivos. En Lima,

los cómputos parciales arrojaron la participación de solo

cuatro mil ciudadanos, menos de un tercio de los doce mil

inscritos en el padrón. La Crónica habló entonces de

nulidad, pues la mitad de las comisiones de sufragio no

envió las actas y documentos en el plazo de 72 horas fijado

por ley524. La situación era bastante compleja debido al

reclamo hecho por un candidato a la Junta Escrutadora

para que se revisaran las solicitudes de inscripción de

votantes, bajo sospecha de que había muchas “apócrifas e

ilegales”. El panorama en provincias era similar y se

preveía una avalancha de procesos de nulidad para dejar

el asunto en manos de la Corte Suprema525.

521 “Acción incalificable”, en El Comercio, 3 de mayo de 1913. 522 “Atentado salvaje”, en La Prensa, 3 de mayo de 1913. 523 “Un atentado iconoclasta en Lima” en La Crónica, 4 de mayo de 1913. 524 “Editorial”, en La Crónica, 1º de mayo de 1913. 525“De jueves a jueves”, en Variedades, 3 de mayo de 1913.

Page 110: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

215

Restando importancia a quienes enrostraron al

Gobierno todas estas “peripecias” como pruebas del

fracaso de la ley electoral, los voceros oficialistas

resaltaron la libertad del sufragio conquistada al amparo

de dicha norma, a pesar de las “alteraciones”

introducidas en su texto por el bloquismo. En ese

sentido, los desórdenes suscitados no debían imputarse a

la legislación, sino a la forma en que los candidatos,

guiados por sus ambiciones, trataron de aprovechar la

igualdad de oportunidades concedida por la nueva

normativa electoral526. En el caso de Lima, los candidatos

a diputados, Carlos Borda, Ramón Espinoza, Daniel

Chumpitazi y Pedro Revoredo, acosaban a los miembros

de la Junta Escrutadora para acelerar la proclamación de

resultados527. Después de varios días de trabajosa

verificación se comprobó la falsedad de 2,667 votos

sobre un total de 7,329 emitidos, es decir, 38% de los

sufragios eran inválidos. Ante semejante resultado, La

Prensa sugirió declarar que “en Lima y sus distritos, no ha

habido elección”, en aplicación del artículo 106 de la ley

electoral de 1896, cuyo texto no se oponía a la nueva

norma de 1912. Denunció además indicios de fraude en

el registro de electores y recepción de votos, y lamentó

la indiferencia de los obreros, que después de haber

reclamado su derecho al voto no pudieron organizarse y

ocupar “una parte siquiera de las representaciones”528.

De acuerdo con el informe final de la Junta Escrutadora,

526“El pretendido fracaso…”, en La Prensa, 5 de mayo de 1913. 527“Después de las elecciones políticas”, en La Prensa. 6 de mayo de 1913. 528 “La elección en Lima”, en La Prensa, 10 de mayo de 1913.

216

suscrito por su secretario Ernesto Devéscovi, sufragaron

válidamente 4,315 ciudadanos de los 13,353 inscritos, por

tanto, siendo dicha cifra inferior al tercio de votos válidos

debía declararse “que no ha habido elección en Lima”529.

En cuanto a las solicitudes de nulidad, la primera

causa fue presentada ante la Corte Suprema por Julio East

contra Octavio Valentini en el caso de la diputación por

Yauli530. El 14 de mayo se celebró la audiencia referida a

este caso con fuerte resguardo policial. El denunciante

fundó su pedido en la ilegalidad de la asamblea de

contribuyentes que había declarado vencedor al

denunciado, pues su presidente carecía de residencia en

Yauli. En respuesta, East descalificó al presidente de la

asamblea por su condición de analfabeto y cuestionó su

capacidad para proclamar ganador a Valentini531. Al día

siguiente, la Corte anuló las credenciales de ambos

candidatos, aduciendo que en las asambleas de East y

Valentini participaron menos contribuyentes del mínimo

fijado para lograr quórum532. La Prensa saludó este fallo

recto e independiente, porque aplicó la más extrema

sanción para una situación considerada “disimulable”

por los antiguos “mistificadores del sufragio”533. Hubo

también casos de “denuncias maliciosas”, como varias

interpuestas en el Callao por candidatos ampliamente

529 “Las elecciones en Lima”, en El Comercio, 11 de mayo de 1913. 530“Ante la Corte Suprema”, en El Comercio, 10 de mayo de 1913. 531“La primera audiencia electoral”, en La Prensa, 14 de mayo de 1913. 532“El fallo sobre las elecciones de…”, en El Comercio, 16 de mayo de 1913. 533 “La vara de la ley”, en La Prensa, 16 de mayo de 1913.

Page 111: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

217

derrotados, los cuales no concurrían al tribunal a

sustentar las razones de sus peticiones de nulidad534.

En medio de este conflicto electoral sobrevino

una creciente carestía de la carne, atribuida a la

reducción del número de reses beneficiada en el

Matadero General. Las clases populares sufrieron un

rudo golpe en sus economías, pues el precio del kilo de

carne se incrementó en el siguiente orden: 130% la de

primera clase, que pasó de 65 cvs. a 154 cvs.; 100% la de

segunda clase, que subió de 55 cvs. a 110 cvs.; y 115% la

de tercera clase, que aumentó de 40 cvs. a 88 cvs. Esta

“inescrupulosa explotación” alcanzó máximos

“verdaderamente increíbles y odiosos”, reclamándose la

intervención inmediata del Gobierno y municipio para

aliviar las penurias de los consumidores. En este caso, se

sugirió subsidiar el precio de la carne mediante la

inversión de dos o tres mil soles. Por su parte, un sector

de los carniceros era partidario de boicotear la compra

de carne a los camaleros, señalados como la principal

fuente de especulación. Asimismo, una comisión de

carniceros acudió al despacho del alcalde limeño, Rafael

Canevaro, informándole sobre la reducción del beneficio

de reses acordada por los camaleros para crear falsa

escasez de dicho alimento. El alcalde intervino entonces

e impuso el encierro de mayor cantidad de reses a fin de

asegurar la provisión de carne a precios justos535.

534“La Corte Suprema y el proceso…”, en El Comercio, 16 de mayo de 1913. 535 “Nueva carestía de la carne”, en La Prensa, 14 de mayo de 1913.

218

Mientras la opinión pública seguía atentamente

los trabajos de validación electoral, la prensa pierolista

informó sobre presuntas irregularidades en la formación

del registro de ciudadanos para los comicios

municipales. De acuerdo con sus fuentes, se había

agregado más de mil inscripciones después del 30 de

abril, fecha en que fue cerrado el padrón. Ese

funcionamiento clandestino de registradores reveló –según

este periódico– las intenciones de cometer un masivo

fraude536. Por esos días, Juan Domingo Castro hacía

intensa campaña en los barrios populares en su

condición de candidato oficialista a la alcaldía de Lima537.

El Gobierno –afirmó La Crónica– en su afán de

asegurarse el control del concejo capitalino ordenó la

inscripción de los policías limeños en el padrón, pues

aunque la ley les prohibía votar, “serían otros los que

voten con sus títulos electorales”538. Las autoridades

políticas del régimen –precisó Variedades– estaban

cometiendo verdaderos “actos de retroceso moral” para

coaptar la voluntad popular haciendo tabla rasa de la

nueva ley electoral, cuya ineficacia era manifiesta frente

a la actividad de los pícaros en la vida política

cotidiana539. En ese sentido, El Comercio identificó dos

causas principales en la reproducción de estos vicios

electorales: la falta de conciencia cívica y la tolerancia

del Estado frente a los delitos cometidos contra la

536“Editorial”, en La Crónica, 18 de mayo de 1913. 537“Las próximas elecciones municipales”, en La Prensa. 23 de mayo de 1913. 538 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de mayo de 1913. 539 “De jueves a jueves”, en Variedades, 24 de mayo de 1913.

Page 112: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

219

“pureza” del sufragio. No solo el pueblo desconocía la

noción de delito electoral, sino que mucha gente honesta,

“por motivo político”, consideraba excusable cometerlo

arrebatando votos a los ciudadanos. La Corte Suprema

había desplegado su acción “moralizadora” contra esa

arraigada deformación en los valores ciudadanos540.

Apartándose de esta rutina de audiencias, fallos y

proclamaciones, el presidente Billinghurst publicó un

ensayo acerca del estado de las cuentas fiscales durante

su primer semestre de gobierno. En líneas generales, las

cifras mostraban perfecto equilibrio entre los ingresos y

LA CORTE SUPREMA Y LA NULIDAD DE LAS ELECCIONES PARLAMENTARIAS

Los procesos de nulidad electoral ante la Corte Suprema. En la vista, los abogados José M. de la Jara y David García Irigoyen presentan sus alegatos en el proceso de nulidad de la diputación por Yauli. Variedades, 17 de mayo de 1913.

540“Editorial”, en El Comercio, 31 de mayo de 1913.

220

Billinghurst y la avalancha de nulidades electorales. Variedades, 24 de mayo de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.

Page 113: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

221

egresos del Estado, financiado básicamente por

empréstitos, emisiones de obligaciones del Tesoro y las

rentas de aduanas y del estanco de la sal541. La Prensa

elogió el manejo hacendario de Billinghurst, pero

expresó su resquemor porque la estabilidad fiscal

dependía aún de “recursos extraordinarios”, es decir,

créditos costosos para el fisco542. Esta compleja tarea de

ordenamiento hacendario fue opacada por las noticias

del conflicto surgido entre The London Pacific Petroleum

Company Limited y sus operarios del campo de Lobitos,

declarados en huelga por mejoras salariales y la

implantación de la jornada laboral de ocho horas. La

posibilidad de atender esos reclamos, descartada

tajantemente por el gerente, John Campbell, motivó la

renuncia y retiro de varios trabajadores de los campos

petroleros543. La protesta iniciada en Lobitos fue emulada

por los fleteros, lancheros y cargadores del puerto de

Paita, los cuales bloquearon la línea férrea e impidieron

la salida de trenes hacia Piura544. Estas noticias, y los

rumores sobre el estallido de una revolución en Lima

provocaron –según la prensa pierolista– fuerte

nerviosismo en el Gobierno, No en vano, se habría

dispuesto la inamovilidad de un batallón acantonado en

Ancón545. A fines de mayo, La Crónica seguía

especulando, sin base alguna, con la posibilidad de un

541“Cuentas financieras de…”, en El Comercio, 28 de mayo de 1913. 542 “Nuestra vida fiscal”, en La Prensa, 31 de mayo de 1913. 543“En los establecimientos…”, en La Prensa, 27 de mayo de 1913. 544 “Las huelgas en el norte”, en La Prensa, 30 de mayo de 1913. 545“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 27 de mayo de 1913.

222

conato de “jornadita cívica” y la “absurda nerviosidad”

de Billinghurst en palacio546.

El 1º de junio, cuando aún la Corte Suprema no

concluía sus labores de jurado electoral, comenzaron en

medio de gran apatía los comicios municipales. Al final

de esta jornada, solo lograron instalarse 14 de las 36

mesas sorteadas y el número de votantes fue escaso547. El

segundo día hubo mayor animación notándose gran

preferencia por la lista oficialista del Comité Central

Municipal, liderada por Juan Castro, y que integraban

además Enrique Varela, Justo Casaretto, Manuel Chaffo y

otros destacados billinghuristas548. Los reporteros de La

Crónica dijeron haber visto cómo en las mesas no se

exigía los requisitos de ley a quienes votaban por Castro,

perjudicando gravemente a las listas denominadas

Asamblea de Sociedades Unidas, Liga Obrera municipal

y de los ingenieros549. De inmediato, La Prensa deslindó

cualquier vínculo entre el gobierno billinghurista y los

grupos que se arrogaban la personería de la clase

obrera. El uso de “cuadrillas populares” para

amedrentar congresistas o consumar fraudes fueron

considerados rezagos de gobiernos anteriores. Hecha

esta precisión, el citado diario condenó las acciones

matonescas de gente vinculada con los “mistificadores”

del sufragio en Arequipa e Ica, que reclamándose

billinghurista procuraba intimidar a los magistrados

546 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 1º de junio de 1913. 547“Las elecciones municipales”, en La Crónica, 2 de junio de 1913. 548“Las elecciones municipales”, en El Comercio, 2 de junio de 1913. 549“Las elecciones municipales”, en La Crónica, 3 de junio de 1913.

Page 114: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

223

supremos encargados de la validación de

credenciales550.

Sin embargo, los leguleyos amparándose en la

ambigüedad del artículo 28 de la ley electoral se oponían

a las solicitudes de nulidad patrocinadas por personas

ajenas al proceso, aduciendo que solo los candidatos

perjudicados podían sustentar sus alegatos. Según La

Crónica esta interpretación impediría el ejercicio de la

“acción popular” contra los fraudes, limitando el trabajo

de la Corte Suprema al resguardo de intereses

particulares en vez de “tamizar la justicia con que un

candidato va a ejercer un mandato popular”551. En el

cumplimiento de esta misión, los magistrados suscitaron

el disgusto de la prensa oficialista, cuando validaron la

elección del diputado civilista arequipeño, Víctor Pacheco

Benavides, la cual había sido impugnada por su contendor

liberal, Oswaldo Aguirre Morales. El fallo –según La Prensa–

no solo carecía de fundamento legal sino que reveló un

síntoma de “funesta debilidad” y sojuzgamiento de los

magistrados a las presiones partidaristas del civilismo.

Todas las observaciones hechas por Aguirre fueron

aceptadas por la Corte, pero esta omitió sancionarlas

afirmando que no eran esenciales con lo cual incurrió en

el vicio jurídico de “distinguir donde la ley no

distingue”552. Desde Arequipa, José Vinatea Reynoso,

hermano del laureado caricaturista de Variedades y

Mundial, justificó el triunfo del civilismo y lo calificó de

550“Intolerable”, en La Prensa, 4 de junio de 1913. 551“Editorial”, en La Crónica, 4 de junio de 1913. 552 “Un paréntesis”, en La Prensa, 5 de junio de 1913.

224

“patriótica reacción” frente al desgaste de los liberales,

que engañaban al pueblo para hacerse de una curul

parlamentaria553.

Ciertamente, los candidatos populares anteponían

la “vía de hecho” a los mandatos de la norma electoral.

No en vano, Juan Castro, vencedor en los comicios

municipales, llevó una numerosa barra al concejo de

Lima para presionar a la Junta Escrutadora, que debía

resolver la nulidad de estos. En su dictamen, el

presidente de la Junta, Severo San Martín, detalló las

infracciones y procedimientos ilegales cometidos por los

presidentes de mesa, advirtió sobre el funcionamiento de

solo 16 de las 36 mesas receptoras y además indicó que

el proceso estuvo viciado desde su origen, por la forma

irregular en que se efectuó el registro de electores. La

barra y concejales electos reclamaron airadamente y

denunciaron a San Martín por querer arrebatarles su

triunfo. Atemorizados los otros integrantes de la Junta,

Augusto Aste y Julio Naters, acordaron desechar el

dictamen y proclamar la victoria municipal

billinghurista554. La Crónica expresó su conmoción por el

“espectáculo indigno” montado para convalidar un

proceso electoral viciado. En consecuencia, recomendó

al Gobierno atender la revisión solicitada por San Martín,

anular la proclamación de Castro y expresar su repudio

al ejercicio de mandatos ilegales555.

553 Vinatea Reynoso, José. “Arequipa…”, en El Comercio, 6 de junio de 1913. 554“Reunión de la Junta…”, en El Comercio, 6 de junio de 1913. 555“El escándalo electoral…”, en La Crónica, 7 de junio de 1913.

Page 115: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

225

EL AUSENTISMO EN LAS ELECCIONES MUNICIPALES DEL

1º DE JUNIO DE 1913

Las mesas receptoras vacías. La Crónica, 4 de junio de 1913. Caricatura de José Alcántara la Torre.

Los “cuatro gatos” de las elecciones municipales limeñas. Variedades, 7 de junio de 1913. Caricatura de Pedro Challe.

226

Aunque los diarios tenían puesta su atención en

este espinoso conflicto electoral, no dejaron de informar

acerca de la huelga iniciada por los obreros de la Inca

Cotton Mill, cuyo gerente, A. Kelly, los obligaba a fabricar

géneros blancos hasta por trece horas diarias en pésimas

condiciones higiénicas exponiéndolos a la tuberculosis y

paludismo. Los tejedores exigían una hora de descanso

para almorzar, aumento del 10% en sus salarios y la

expulsión de los agiotistas, que prestaban dinero con

interés de 20% semanal556. En carta remitida a La Prensa,

Kelly negó estos cargos y recordó haber reajustado los

salarios en febrero conforme a compromisos firmados con

los operarios557. Por esta fecha, la subprefectura del

Callao recogió los primeros datos estadísticos acerca de la

población obrera chalaca. En dicho puerto existían 76

centros de trabajo, pero solo 71 estaban registrados. En

estos últimos laboraban 3,145 obreros, 478 de los cuales

eran mujeres y niños. Todos estos obreros defendían sus

derechos a través de 19 asociaciones y gremios. Los

jornales más altos, fluctuantes entre 6.60 y 5.13 soles, se

pagaban en el Dique del Callao y las factorías White y

Guadalupe, mientras los más bajos, ascendente a 0.25

soles en promedio, correspondían a las fábricas de

fósforos y jabón558.

La coyuntura electoral debilitó la alianza entre

liberales y billinghuristas, abriendo al Gobierno nuevos

556“La huelga de tejedores”, en La Prensa, 5 de junio de 1913. 557“La huelga de la Inca”, en La Prensa, 6 de junio de 1913. 558“La organización obrera en el Callao”, en La Prensa, 8 de junio de 1913.

Page 116: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

227

espacios de diálogo político. Los pierolistas esperaban

con ansias el momento de la ruptura entre Billinghurst y

Durand, dando incluso por inminente la renuncia del

canciller Wenceslao Valera559. El presidente parecía no

estar preocupado por estos rumores, pues junto a sus

ministros y funcionarios emprendió viajes a las islas de

Chincha y San Lorenzo para verificar la situación de las

guaneras y la ejecución del camino que uniría esta última

isla con La Punta560. Sin embargo, la mañana del 16 de

junio circuló la noticia de que el gabinete había dimitido.

Por la tarde, el ingreso de Aurelio Sousa a las oficinas del

Ministerio de Gobierno dejó pocas dudas sobre el

próximo relevo ministerial. Durante la noche fueron

conocidos los nombres de los supuestos nuevos ministros,

y se hizo pública la carta de renuncia del canciller Valera.

Dicho funcionario fundamentó su apartamiento en la

necesidad de recomponer el gabinete tomando en cuenta

los resultados de las elecciones parlamentarias561. Los

demás ministros renunciantes confirmaron haber

manifestado a Billinghurst, en “diversas oportunidades”,

su voluntad de dejar las carteras562.

La prensa oficiosa del Gobierno saludó esta

recomposición ministerial justificada por la pérdida de

autoridad del gabinete saliente y el abandono de muchas

de sus funciones en perjuicio de la institución presidencial.

Los nuevos ministros, Aurelio Sousa (Gobierno y Policía),

559“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 10 de junio de 1913. 560 “Excursión de S.E…“, en El Comercio, 16 de junio de 1913. 561“La crisis total del gabinete”, en La Crónica, 17 de junio de 1913. 562“La renuncia del gabinete”, en El Comercio, 17 de junio de 1913.

228

EL GABINETE SOUSA

Aurelio Sousa Francisco Tudela José Balta Ministro de Gobierno Ministro de Relaciones Ministro de Hacienda y Pdte. del Consejo Exteriores de Ministros

Victor Castro Iglesias Contralmirante Melitón Alfredo Solf y Muro Ministro de Fomento Carvajal Ministro de Justicia

Ministro de Guerra y Marina

Page 117: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

229

Francisco Tudela (Relaciones Exteriores), Alfredo Solf y

Muro (Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia), Melitón

Carbajal (Guerra y Marina), José Balta (Hacienda y

Comercio) y Víctor Castro Iglesias (Fomento),

pertenecían a todas las fuerzas políticas, y por esa razón,

se esperaba una más estrecha coordinación entre

Ejecutivo y Legislativo en la obra de “reconstitución

democrática” del país. De esa manera, también quedaba

conjurada la influencia de los “amigos” del mandatario,

cuya participación en las últimas elecciones,

parlamentaria y municipal, había sido escandalosa y

perjudicial para el Gobierno, más aún cuando solían

identificarse con el título de billinghuristas563. A su vez,

La Crónica en ácida reflexión señaló como causa

verdadera de la crisis ministerial la intención de

Billinghurst de librarse del Partido Liberal, que estaba en

desgracia y con pocas expectativas de lograr importante

número de curules en el parlamento. El “gabinete de

condensación”, presidido por Sousa, reflejó con mayor

propiedad la correlación de intereses políticos564. Esa

misma opinión tenía El Comercio, debido a que los

nuevos ministros, “por su significación personal y

política”, debían realizar “obra de armonía y

cohesión”565. Esta apertura del Gobierno explicó por qué

decidió declarar insubsistente el acuerdo de la Junta

Escrutadora Municipal, favorable a sus partidarios, y

563“En provecho del país“, en La Prensa, 18 de junio de 1913. 564“Editorial”, en La Crónica, 18 de junio de 1913. 565 “El nuevo gabinete”, en El Comercio, 18 de junio de 1913.

230

ordenar a dicha entidad que volviera a ocuparse del

asunto “con arreglo a las disposiciones legales”566.

El 19 de junio, la juramentación del gabinete

Sousa y la nota de aceptación de este ministro

parecieron abrir una época de “cultura institucional”

concordante con el movimiento cívico de mayo de 1912.

El respeto por las “instituciones patrias”, según

compromiso de Sousa, constituiría la base de su gestión

ministerial567. No obstante, esta ceremonia fue opacada

por la inquietud popular que desató el rumor sobre el

mal estado de salud del Califa Piérola. Políticos,

periodistas, militantes demócratas y gente del pueblo

acudió a casa del postrado líder para manifestar su

preocupación. Poco después, la ciudad fue

conmocionada con la noticia de que este había recibido

los santos óleos568. El presidente Billinghurst y su

ministro Sousa, en distinto momento, visitaron la casa de

Piérola, siendo recibidos por los familiares de este.

Hubo mucho interés entonces en provocar un

reencuentro entre quienes combatieron juntos por casi

40 años. Sin embargo, la familia prefirió evitarlo debido

a la emoción que embargaba a Billinghurst y el delicado

estado de Piérola569. El ex-presidente Leguía también

566“Las elecciones municipales”, en La Crónica, 18 de junio de 1913. 567 “La cultura institucional”, en El Comercio, 19 de junio de 1913. 568“La salud de don Nicolás de Piérola”, en La Crónica, 19 de junio de 1913. 569“La salud de don Nicolás de Piérola”, en La Crónica, 21 de junio de 1913.

Page 118: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

231

estuvo de visita en casa del Califa para expresar su

aprecio y solidaridad con el líder demócrata570.

Apenas asumido el cargo ministerial, Sousa

afrontó la huelga de los empleados de la Oficina Central

de Telégrafos de Lima, quienes exigían aumento de

salarios y personal para compensar la galopante carestía

y el excesivo trabajo en las oficinas telegráficas. Por ese

motivo, en ocasiones cumplían jornadas de hasta 16

horas “con evidente detrimento de su salud”. El pliego

de reclamos de estos empleados contempló la

eliminación de los sueldos diferenciados, el aumento de

estos de 87 a 100 soles mensuales y promover ascensos

según antigüedad y méritos, a fin de evitar la entrega de

puestos “por favoritismo a personas extrañas al

servicio”571. El Director de Telégrafos, Federico Luna y

Peralta, subestimó la huelga incitada por empleados

descontentos con la orden de que todos los telegrafistas

debían cubrir turnos nocturnos. Luna despidió un grupo

de trece empleados que habían abandonado sus puestos.

En respuesta, estos nombraron una comisión, la cual se

reunió con el ministro Sousa y negoció la solución del

conflicto garantizando la estabilidad del personal572.

La noche del 23 de junio se produjo el

fallecimiento de Piérola. Aunque este desenlace era

esperado desde días antes, La Crónica describió el

hondo impacto causado entre sus “fanáticos”, que tenían

la ilusión de su permanencia. La “fantasía popular”

570 “El ex-presidente Sr. Leguía”, en La Prensa, 21 de junio de 1913. 571“Los empleados del telégrafo”, en La Prensa, 21 de junio de 1913. 572“La huelga de telegrafistas”, en La Crónica, 22 de junio de 1913.

232

guiada por la “magia extraordinaria del caudillo” nunca

previó el momento de la partida del Califa y se resistía a

aceptarla573. Enterado de este suceso, Billinghurst, con

acuerdo del consejo de ministros, ordenó tributar

honores de Presidente de la República a los restos de

Piérola, y declaró duelo nacional el día en que serían

verificados los funerales574. Por su parte, la prensa limeña

dedicó los tres días siguientes a publicar semblanzas de

Piérola y cubrir ampliamente los funerales y homenajes

rendidos a sus restos por políticos, diplomáticos y

diversas asociaciones civiles. El vocero pierolista

reconoció la conducta solidaria del Gobierno ante el

“dolor público” y el “calor patriótico” puesto en la

despedida del “eminente repúblico”. En lo personal,

Billinghurst supo honrar sus deberes de peruano con el

“camarada” y “glorioso caudillo”, que años atrás fue su

jefe y educador político575.

Entre tanto, los arreglos financieros del

Gobierno aún no lograban mejorar las condiciones

económicas del país, especialmente en las provincias.

Informes llegados desde Arequipa daban cuenta de la

migración masiva de trabajadores hacia las salitreras de

Tarapacá. Atraídos por el ofrecimiento de salarios en

moneda chilena de papel, los peruanos fueron

enganchados por agentes bolivianos y chilenos. El

desencanto sobrevino pronto, cuando los peones

comprendieron que los jornales de 7-8 pesos solo

573“La muerte de D. Nicolás…”, en La Crónica, 24 de junio de 1913. 574“La muerte del Sr. Piérola”, en El Comercio, 24 de junio de 1913. 575“Editorial”, en La Crónica, 30 de junio de 1913.

Page 119: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

233

equivalían a 30 centavos del sol peruano de plata.

Además, el sistema de pulperías privilegiadas en la

pampa salitrera y el uso de fichas encarecía el costo de

los víveres. Entre 1904-1906 más de cuatro mil peruanos

arribaron a Tarapacá en busca de trabajo. Muchos de

ellos, explotados y reducidos a la miseria, cayeron

víctimas de la represión ejecutada en 1908 por el

general chileno Roberto Silva Renard durante la huelga

salitrera de Iquique, mientras el resto debió ser

repatriado antes de que corriesen igual suerte. Basada

en esa nefasta experiencia, La Prensa solicitó al

Gobierno impedir de manera enérgica la salida de

peones peruanos hacia Chile cautivados por

“expectativas más o menos falaces”576.

Durante los primeros días de julio, el presidente

Billinghurst recibió en palacio al ex-presidente Leguía y

al jefe de los liberales, Augusto Durand, y conversó con

estos sobre la constitución de las mesas congresales. La

alianza liberal-leguiísta tenía amplia mayoría en la

Cámara de Senadores, pero en la de Diputados solo

poseía 40 curules frente a las 51 de bloquistas y otros

grupos577. Perdida la esperanza de constituirse en fuerza

hegemónica parlamentaria, ambas coaliciones

partidarias buscaron mecanismos de concertación para

compartir espacios de poder político. La Prensa observó

en esa tendencia la conclusión de un proceso de

convivencia democrática, opuesto a los sectarismos

partidaristas basados en “métodos egoístas y brutales”

576“Grave cosa”, en La Prensa, 2 de julio de 1913. 577 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 3 de julio de 1913.

234

como estrategia de gobierno. Ciertamente, esas

prácticas resurgieron con ocasión de las elecciones

parlamentarias, promovidas por personas cercanas a

Billinghurst, que quisieron convencerlo de las ventajas

de organizar “una fuerza política propia”. La caída del

gabinete Luna y Peralta y la actuación de la Corte

Suprema pusieron freno a la actividad de esos grupos

billinghuristas refractarios al consenso político. En ese

sentido, este diario, recogiendo los deseos del Partido

Liberal, aconsejó al Gobierno mantenerse al margen de

la conformación de las mesas parlamentarias en atención

al principio de independencia de poderes578.

Apenas cumplidas dos semanas de instalado el

gabinete Sousa, los pierolistas de La Crónica

cuestionaron su carencia de programa político e ideales

comunes a los partidos. Esa situación lo conducía

inevitablemente a convertirse en una amalgama de

intereses sin rumbo. Al respecto, sugirió a Billinghurst

tomar como referencia el gobierno pierolista de 1895,

que construyó la política nacional con la cooperación de

todas las fuerzas partidarias579. En ese contexto, Andrés

A. Cáceres mediante misiva enviada desde Europa pidió

a los parlamentarios constitucionales “marchar en todo

de acuerdo” con el Gobierno. Estos decidieron entonces

aliarse con bloquistas y billinghuristas a fin de controlar

las mesas y desplazar a liberales y leguiístas580. Por su

parte, varios diputados leguiístas discutieron qué

578“Las mesas del parlamento”, en La Prensa, 5 de julio de 1913. 579 “Editorial”, en La Crónica, 6 de julio de 1913. 580 “La situación política”, en La Crónica, 7 de julio de 1913.

Page 120: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

235

posición les convenía asumir ante la elección del

presidente de su cámara. Un sector propuso armar una

lista con la bancada billinghurista, pero otro aconsejó

postergar la resolución, pues los asistentes siendo una

minoría estaban impedidos de tomar acuerdos

definitivos581.

De acuerdo con la prensa pierolista, Billinghurst

planeaba debilitar la alianza leguiísta-liberal en el

Senado y frustrar la reelección del senador Rafael

Villanueva. Incluso habría previsto combatir el boicot y

las maniobras desestabilizadoras de ese grupo

parlamentario, fortaleciendo su respaldo popular

mediante la contratación de unos mil peones destinados

a las obras en el río Rímac. Esas masas serían empleadas

en manifestaciones callejeras a favor del Gobierno y en

la celebración multitudinaria de las fiestas patrias582. Un

reportero de La Crónica visitó los campamentos del río

Rímac y reconoció allí varios rostros que se hicieron

famosos por los garrotazos propinados durante las

jornadas cívicas de mayo de 1912. Además, para reforzar

su autoridad, los capataces no dudaban en mencionar

que actuaban siguiendo indicaciones del billinghurista

Justo Casaretto. El gasto semanal efectuado en esta obra

ascendía a unos diez mil soles, pagándose a peones y

capataces salarios de uno a tres soles diarios en cada

caso, si bien era común ver a muchos de estos cruzados

de brazos por falta de herramientas583.

581 “Política”, en El Comercio, 11 de julio de 1913. 582 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 12 de julio de 1913. 583 “La obra del montón”, en La Crónica, 17 de julio de 1913.

236

Las juntas preparatorias del Congreso Ordinario

de 1913 fueron inauguradas el 13 de julio de ese año. Los

senadores de la alianza leguiísta-liberal ejercían el

predominio en dicha cámara y daban por descontada la

inmutabilidad de esa situación. Con un Senado

virtualmente prisionero del leguiísmo, la prensa

pierolista cuestionó el carácter de partido de dicho

grupo, y opinó que, por ese motivo, no tenía derecho a

participar en el Congreso, pues falto de doctrina y

personería solo se dedicaba a obstruir los proyectos de

las “verdaderas fuerzas políticas” en beneficio de las

ambiciones de Leguía584. En esa coyuntura, Billinghurst

se mostraba indeciso frente al proyecto de empoderar a

sus amigos y partidarios. No en vano, consintió la nulidad

de los comicios municipales ganados por billinghuristas,

pues validarlos lo hubiese envuelto en un escándalo de

consecuencias imprevisibles585. El presidente –precisó

Variedades– estaba dejando pasar la oportunidad de dar

un golpe de timón político, y parecía más bien resignado

a sobrellevar el encubierto boicot de la mayoría

parlamentaria. A diferencia de otros diarios opositores, la

citada revista advertía que sin una “fuerza política

propia”, Billinghurst nunca conseguiría realizar obras de

provecho nacional. Sin duda, la debilidad e impotencia

eran los peores defectos en un gobierno basado en

“vinculaciones artificiales” o “préstamos momentáneos

de apoyo”586.

584 “Editorial”, en La Crónica, 16 de julio de 1913. 585 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 18 de julio de 1913. 586 “De jueves a jueves”, en Variedades, 20 de julio de 1913.

Page 121: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

237

El 20 de julio, la Corte Suprema concluyó sus

funciones de jurado electoral. En poco más de dos meses

revisó unas 50 demandas de nulidad, habiendo fallado en

veinte de estas, dejando pendiente la validación de

credenciales de los senadores de Madre de Dios, Loreto

y San Martín. Los magistrados ejecutaron una labor

encomiable, pero no fueron muy productivos en cuanto al

desarrollo de jurisprudencia electoral, pues en casi todos

sus fallos la causal de nulidad estuvo fundada en la

formación defectuosa de la asamblea de contribuyentes,

según lo estipulado en el artículo 98 de la ley de

elecciones. Otros aspectos, como los requisitos

personales de los candidatos o la procedencia de la

acción popular, no motivaron pronunciamientos firmes y

precisos, quizá porque los magistrados prefirieron

ceñirse al texto jurídico “y no penetrar en el espíritu de

las leyes mismas”587. El Comercio también juzgó

“satisfactoria” la labor de jurado electoral ejercida por

los magistrados, aun cuando varios de sus fallos pecaron

de “exceso de rigor o extremada lenidad”. Con todo, la

práctica había comprobado la importancia de darle

“injerencia a los tribunales en la depuración del

sufragio”. La Corte Suprema –remarcó este diario– puso

énfasis en la fiscalización de las asambleas de

contribuyentes, porque allí estaba el punto neurálgico de

los comicios, y con eso le bastó para validar o anular las

juntas de registro, escrutadoras y las credenciales

otorgadas por estas588.

587 “Editorial”, en La Crónica, 23 de julio de 1913. 588 “Editorial”, en El Comercio, 21 de julio de 1913.

238

Los intentos de varios candidatos derrotados de

llevar su validación de credenciales al Congreso,

contrariando expresamente la facultad concedida a la

Corte Suprema, fue visto como el retorno de la acción

inescrupulosa del fraude y concupiscencia política. Era

vergonzosa la presentación de credenciales “duales”

ante las cámaras con la esperanza de que “una mayoría

amiga” proceda a incorporarlos. La legislación electoral

vigente, de ninguna forma, facultaba al Congreso para

efectuar incorporaciones, sino que disponía remitir los

documentos impugnados al tribunal supremo589. Este

llamado al respeto del sufragio y los fueros electorales no

encontró acogida entre Manuel Químper, Carlos Borda y

Ramón Espinoza, candidatos a la diputación por Lima.

Ellos solicitaron en mayo a la Junta Escrutadora

reconsiderar el acuerdo que declaró nulas las elecciones

en la capital. El presidente de la Junta, Benjamín Infante,

esperó hasta julio para apoyar este pedido y plantear la

realización de nuevos comicios en 26 mesas receptoras

de sufragios, pero otros dos miembros de ese organismo,

Mansueto Canaval y Ernesto Devéscovi, alegaron que sus

funciones habían finalizado y no podían emitir opinión

respecto del pedido de los candidatos. Infante –según La

Crónica– había esperado la clausura de los trabajos

electorales de la Corte Suprema para emitir su parecer y

dar a los candidatos quejosos la oportunidad de validar

sus credenciales en el Congreso590.

589“Insensatez”, en La Prensa, 23 de julio de 1913. 590“Los candidatos a diputados…”, en La Crónica, 24 de julio de 1913.

Page 122: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

239

II. LA DISPUTA POR EL CONTROL DEL CONGRESO: ¿BILLINGHURST DICTADOR?

Contrariando las exhortaciones para que se mantuviesen

alejados del conflicto parlamentario por las mesas

directivas, Billinghurst y sus ministros sesionaron con el

objetivo de sentar una posición frente a este tema,

formándose dos bandos en el consejo de ministros, uno

radical y combativo, y otro moderado y conciliador.

Circuló entonces el rumor de que el presidente estaba

dispuesto a convocar una Asamblea Constituyente en caso

no fuese posible dominar el Congreso591. El 23 de julio, la

mayoría leguiísta, en abierto desafío al Gobierno y

excediéndose en sus facultades, incorporó a Juan Trelles y

Carlos Forero, senadores electos por Apurímac y Tacna,

respectivamente, cuyas credenciales impugnadas

correspondía al Congreso declarar válidas592. Los

leguiístas dominantes en las juntas preparatorias

prescindieron de dicho trámite y haciendo alarde de su

poder ordenaron la incorporación de dichos senadores

sin credenciales593. Ese controvertido acto trajo consigo

un ambiente de inquietud y agitación popular, que se

manifestó en el violento ataque al domicilio del

presidente del Senado, Rafael Villanueva. En dicho lugar,

591 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de julio de 1913. 592Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario de

1913: 6. Este texto no recogió una sola línea de los debates sostenidos en las juntas preparatorias. La prensa limeña, en cambio, publicó los argumentos jurídicos de ambas partes, tanto los de quienes estaban por la incorporación inmediata (leguiístas-liberales), como los de aquellos que exigían postergar ese asunto hasta el inicio del Congreso Ordinario (bloquistas). 593 “Editorial”, en La Crónica, 25 de julio de 1913.

240

“manos criminales” hicieron estallar un petardo de

dinamita causando daños a la escalera y ventanas del

inmueble y heridas a uno de sus empleados domésticos594.

Al día siguiente, grupos populares, enardecidos

con la noticia de una supuesta interpelación de los

ministros, propiciada por Villanueva y la bancada

leguiísta, rodearon la casa del citado senador para

impedirle concurrir al Congreso. Mientras tanto, en la

Cámara de Senadores unos veinte soldados contenían a

varias centenas de manifestantes que pretendían asaltar

el hemiciclo. Extrañamente, un oficial enviado por la

Comandancia General del Ejército ordenó el retiro de la

tropa, situación aprovechada por la masa para ingresar

violentamente al recinto. Los 16 senadores presentes

lograron salir ilesos gracias al auxilio del Intendente

Pedro Más. De inmediato, los senadores remitieron una

nota de protesta al ministro Sousa por la “falta de celo”

en la protección de la majestad del parlamento. El

mencionado ministro se apersonó al Congreso y solicitó

a los senadores suspender la sesión y evitar conflictos

con el pueblo. Estos concedieron, pero protestaron por

el menoscabo de sus fueros. Poco después, el ministro

calmó a las turbas y facilitó la salida de los senadores.

Los revoltosos abandonaron entonces el Congreso y se

dirigieron hacia el domicilio del ex-presidente Leguía

donde fueron recibidos a balazos. Durante tres cuartos

de hora, atacantes y defensores se batieron a tiros y

gritos. El prefecto limeño, Orestes Ferro, apoyado por

gendarmes, acordonó la casa de Leguía y detuvo

594 “El suceso de anoche”, en El Comercio, 24 de julio de 1913.

Page 123: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

241

temporalmente el combate, que fue reiniciado cuando

grupos billinghuristas rompieron el cordón policial. Esa

nueva refriega provocó las muertes de un peón de las obras

del Tajamar y del inspector de policía, Federico Arrieta,

que según se dijo murió vivando al Gobierno. Entre los

atacantes heridos de bala se encontraron Justo Casaretto y

varios obreros. Concluida esta batalla urbana, el prefecto

Ferro apresó a Leguía y lo condujo a la Intendencia, de

donde fue trasladado finalmente a la Penitenciaría595.

La Prensa culpó del desborde popular a los

leguiístas por haber dispuesto la incorporación

inmediata de dos senadores, cuyas credenciales podían

validarse en otro momento con el voto pleno del

Congreso. El vocero oficioso del Gobierno reclamó

templanza y prudencia para encontrar soluciones

pacíficas a los conflictos partidarios596. A su vez, La

Crónica definió este momento como una pesadilla sin

explicación causante de hondo estupor en los limeños.

Gobierno y oposición encresparon el ánimo del pueblo

sin prever hasta donde podía escalar la furia de las masas

urbanas. La capacidad política de Billinghurst fue puesta

a prueba en este confuso escenario, creado por quienes

exigían detener el “complot revolucionario” mediante el

establecimiento de una Asamblea Constituyente como

mecanismo idóneo para “liquidar esa situación anárquica

y peligrosa en todo sentido”597. En opinión de Variedades,

595 “La situación política”, en El Comercio, 25 de julio de 1913. 596 “Los acontecimientos de ayer”, en La Prensa, 25 de julio de 1913. 597 “La agitación política”, en La Crónica, 26 de julio de 1913.

242

EL CONFLICTO EJECUTIVO-LEGISLATIVO Y LOS VIOLENTOS

SUCESOS DE JULIO DE 1913

La casa del ex-presidente Leguía custodiada por la gendarmería. La Crónica, 26 de julio de 1913.

Billinghurst insinúa al presidente del Congreso. Rafael Villanueva,

sus planes de convocar una Asamblea Constituyente.

Variedades, 27 de julio de 1913. Caricatura de Francisco González

Gamarra.

Page 124: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

243

la pugna por las presidencias de ambas cámaras

exasperó las rivalidades entre los partidos de “legitima

significación” y la agrupación que encarnaba los odios y

ambiciones del régimen leguiísta. Con frases muy duras,

demandó la extirpación del leguiísmo para conjurar su

actividad contaminadora del trabajo parlamentario.

Según la citada revista correspondía a Billinghurst

despejar sus dudas e impulsar la renovación total del

Congreso expurgándolo de elementos representativos

de intereses personalistas598.

La noche del 24 de julio, requerido por la prensa,

el ministro Sousa no quiso confirmar si los tumultos contra

los leguiístas originarían una nueva crisis ministerial. Con

esta evasiva ocultó las renuncias hechas un día antes por

los ministros de Justicia y Hacienda, Alfredo Solf y Muro y

José Balta, disconformes con los medios empleados para

conjurar la violencia política. El 25 de julio, Sousa

también hizo dimisión del cargo invocando la urgencia

de “formar nuevo gabinete con mayor cohesión entre sus

miembros”. Ese mismo día, Billinghurst recibió en

palacio, por separado, a Augusto Leguía hijo, Augusto

Durand, Pedro Portillo y Antonio Miró Quesada, mientras

grupos billinghuristas seguían rodeando los locales de

ambas cámaras dispuestos a repeler cualquier intento de

los congresistas por ingresar a estas599. Otros

“personajes visibles” de los partidos visitaron al

presidente, quien estaba abocado a la búsqueda de

nuevos ministros. Según trascendió, el demócrata Carlos

598“De jueves a jueves”, en Variedades, 27 de julio de 1913. 599“Los sucesos políticos”, en La Prensa, 25 de julio de 1913.

244

de Piérola se disculpó por no aceptar la presidencia del

Consejo de Ministros aduciendo razones de índole

personal. Isaías de Piérola ofreció la misma respuesta. A

pesar de estas negativas, Billingurst persistía en alcanzar

una “solución conciliatoria” para la recomposición del

gabinete y el funcionamiento del Congreso600.

En la tarde del 25 de julio, impedidos de acceder

al Congreso, varios senadores se reunieron en casa de su

colega César del Río. El tema en discusión fue la

posibilidad de reconsiderar la incorporación de los

senadores Forero y Trelles, Por la noche, los senadores

leguiístas, acompañados por los liberales Augusto

Durand y Gerardo Balbuena, aceptaron revisar la

incorporación del senador Forero, acuerdo que fue

comunicado al presidente Billinghurst601. En simultáneo,

los diputados oficialistas, congregados en el restaurante

del Parque Zoológico, pactaron promover la candidatura

de Ricardo Bentín a la presidencia de su cámara602. La

bancada senatorial leguiísta barajó las candidaturas de

Agustín Tovar y Benjamín La Torre para la presidencia

del Senado, pero el Gobierno optó por la del general

Juan Eléspuru603. Todas estas coordinaciones –advirtió La

Crónica– no eran sino una confirmación de que el

Gobierno volvía a poner en práctica la política del

“remiendo” conducente a nuevas combinaciones

sostenidas en rendiciones, arrepentimientos y “ofertas

600“Los acontecimientos políticos”, en La Prensa, 26 de julio de 1913. 601 “La situación política”, en El Comercio, 26 de julio de 1913. 602 “El día político”, en La Prensa, 27 de julio de 1913. 603 “La situación política”, en El Comercio, 27 de julio de 1913.

Page 125: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

245

cariñosas de olvido”604. Según cálculos de Billinghurst,

los candidatos Eléspuru y Bentín no generaban

resistencias entre los partidos, y por ende, aglutinarían

votos en cantidad suficiente para obtener las

presidencias de sus cámaras. El 27 de julio, la disputa

por las vicepresidencias fue intensa entre liberales-

leguiístas y civilistas-constitucionales-billinghuristas,

pero ninguna de estas alianzas obtuvo los votos

requeridos para imponerse605.

Los aires festivos del 28 de julio disiparon la

combatividad de días previos dando paso a los

acomodos y arreglos ad hoc. Durante la mañana del

citado día –según La Crónica– se conoció que Billinghurst

armaría su cuarto gabinete ministerial con “gastadas

primicias” del primero unido con “residuos” del último

más algunos “novísimos elementos” del entorno

palaciego. De esa combinación surgieron los siguientes

ministros: general Enrique Varela (Presidente del

Consejo de Ministros y Ministro de Guerra y Marina),

Gonzalo Tirado (Ministro de Gobierno), Francisco Tudela

y Varela (Ministro de Relaciones Exteriores), Baldomero

Maldonado (Ministro de Hacienda), coronel Pedro

Portillo (Ministro de Fomento) y Carlos Paz Soldán

(Ministro de Instrucción, Justicia, Culto y Beneficencia).

Poco después, en el Congreso resultaron electas las

candidaturas oficialistas del general Juan Eléspuru y

Ricardo Bentín, quienes asumieron las presidencias de

604“Editorial”, en La Crónica, 27 de julio de 1913. 605“La elección de mesas en…”, en El Comercio, 28 de julio de 1913.

246

LAS FIESTAS PATRIAS DE 1913 Y EL GABINETE VARELA

Juramentación del gabinete Varela. Variedades, 3 de agosto de 1913.

Billinghurst y el gabinete Varela ingresan a la Catedral para asistir al Te Deum. Variedades, 3 de agosto de 1913.

.

Page 126: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

247

las cámaras de Senadores y Diputados,

respectivamente606. Superada transitoriamente la crisis

política, los limeños se volcaron a las calles, clubes,

teatros y parques a festejar las fiestas patrias con

entusiasmo inusitado. La procesión cívica del 29 de julio,

realizada entre las plazas Italia y de Armas, con sus

carros alegóricos y delegaciones obreras fue

“estruendosamente aplaudida y contemplada con interés

extraordinario”607.

En su extenso mensaje del 28 de julio, Billinghurst

subestimó las violentas disputas ocurridas en todo el país

durante las elecciones del tercio parlamentario,

aduciendo que no habían perturbado el “organismo

político” sustentado sobre la “ancha base de la opinión

pública”. En ese sentido, la Ley Electoral Transitoria 1777

estableció un régimen electoral amparado por las

“austeras e insospechables decisiones” de la Corte

Suprema. Igualmente, destacó el decreto dado el 24 de

enero de 1913, que reglamentó las huelgas, “con el fin de

impedir, en lo posible, dentro del marco de la ley, la

repetición del conflicto entre capital y trabajo”. Esta

norma –afirmó Billinghurst– inspiró la resolución de

conflictos con “espíritu de equidad”, pero era necesario

expedir otras leyes capaces de someter las huelgas “al

imperio del derecho”, armonizando los intereses de

obreros y capitalistas. El ideal de esta legislación

consistía en garantizar a todo obrero “animoso y

606“Cesa la agitación política”, en La Crónica, 28 de julio de 1913. 607“Las fiestas patrias”, en El Comercio, 31 de julio de 1913.

248

honrado” trabajo permanente y salario equitativo.

Expuso además la necesidad de crear una Inspección

General del Trabajo, “cuyo radio se extienda a todos los

centros industriales”. Esta oficina elaboraría estadísticas

sobre el precio del salario, huelgas y accidentes

laborales, debiendo proponer providencias legales y

administrativas útiles para mejorar la condición de la

clase obrera608.

Este mensaje propuso además modernizar varios

sectores de la administración pública, a través de las

siguientes medidas: reorganización de la policía y

mejoramiento de sus remuneraciones en concordancia

con el grado de adelanto de los pueblos, elaboración de

nuevos códigos, construcción de cárceles,

reorganización de las sociedades de beneficencia,

perfeccionamiento del profesorado y reforma de las

instituciones militares. Analizó luego aspectos

hacendarios, ensalzando el superávit de la balanza

comercial y el aumento de la producción nacional.

Anunció estudios para ampliar la capacidad portuaria,

confiado en que la apertura del Canal de Panamá

incrementaría el movimiento marítimo en el Pacífico.

Luego explicó los términos del convenio de cancelación

de créditos suscrito con los bancos, y la organización de

una nueva Compañía Recaudadora de Impuestos

Fiscales. Sin embargo, dejó constancia de la necesidad

de contratar un empréstito extranjero para liberar al

erario de los onerosos préstamos de la banca local.

Asimismo, dijo sentirse satisfecho por haber logrado

608Billinghurst 1913: 20-21.

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249

proteger la vida y salud de los obreros, mediante la

reglamentación de la ley de accidentes de trabajo.

Finalmente, advirtió sobre la urgencia de explotar

adecuadamente el guano de isla e informó respecto a la

construcción de casas obreras, caminos ferroviarios e

irrigaciones que se estaban proyectando o ejecutando609.

El Comercio elogió el mensaje por su “buen

criterio” traducido en propuestas acertadas en cuanto al

problema obrero y las finanzas públicas. Sobre lo

primero, Billinghurst planteó un sólido programa para

resolver los reclamos salariales sin afectar “la

normalidad de la vida social”. De acuerdo con el sentido

del mensaje, las leyes protectoras y estadísticas

laborales aportarían herramientas con las cuales el

Gobierno forjaría el “saludable equilibrio” entre los dos

factores –capital y trabajo– creadores de la riqueza

pública. En cuanto a lo segundo, el presidente trazó el

camino del ordenamiento fiscal mediante la economía en

el presupuesto y la conversión de la deuda interna, lo

cual debía concretarse en un austero proyecto de

ingresos y gastos para el año 1914. Este diario lamentó la

necesidad de apelar al “recurso extremo y doloroso” del

empréstito externo, más aún cuando este podía ascender

hasta un millón de libras, dada la urgente necesidad de

renovar armamentos y equipar el Ejército610. Distinta

opinión manifestó La Crónica, que criticó a Billinghurst

por leer un mensaje “saturado de informaciones” más

acordes con las memorias ministeriales o estudios

609Billinghurst 1913: 71-74. 610 “Editorial”, en El Comercio, 31 de julio de 1913.

250

especiales destinados a la discusión del Presupuesto. Esa

falta de sobriedad –a juicio de este periódico– tenía

como propósito obviar la exposición de temas causantes

de “alarma pública”. El presidente incurrió en grave

omisión, pues no dedicó una sola frase respecto de la

controvertida actuación de los comités billinghuristas en

las pasadas elecciones611.

Concluido el programa de fiestas patrias, retornó

el ambiente confuso y beligerante propiciado esta vez

por las noticias sobre un supuesto pliego interpelatorio

contra el gabinete Varela, la posibilidad de que el

Gobierno respondiese dicho ataque con una Asamblea

Constituyente y el destierro del presidente Leguía612. La

prensa civilista tenía la esperanza de que la “cordura”

partidaria prolongase el “paréntesis grato” abierto por el

aniversario patrio, aunque advirtió que el Gobierno

debía gobernar con decisión y firmeza abandonando la

política de “contemporizaciones”613. El vocero oficioso

del Gobierno, distanciándose del nuevo gabinete, lo

calificó de “corcho”, por su poco peso político614. La

desazón cundía entre los periodistas y el público debido

al hermetismo de la clase política. Como nadie

expresaba sus pensamientos, sotto voce surgieron

“decires encontrados” sobre el desvanecimiento de la

interpelación, el encarcelamiento de Leguía y la supuesta

“mansedumbre” del leguiísmo en el próximo Congreso.

Cualquiera fuese el desenlace de estos asuntos,

611 “Editorial”, en La Crónica, 31 de julio de 1913. 612“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 1º de agosto de 1913. 613“Editorial”, en El Comercio, 1º de agosto de 1913. 614“Ecos ¡Bah!”, en La Prensa, 3 de agosto de 1913.

Page 128: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

251

Billinghurst reforzó previsoramente sus vínculos con el

Ejército ofreciendo a la oficialidad una gran pachamanca

en la pampa de Amancaes615. Ciertamente, las relaciones

entre liberales y billinghuristas se hallaban en extrema

tirantez. No en vano, desavenencias personales y

políticas provocaron un duelo, afortunadamente sin

consecuencias fatales, entre el liberal Alberto Ulloa,

director de La Prensa, y el dirigente billinghurista, Carlos

Borda616.

Aun hallándose preso, Leguía no dejaba de causar

preocupación al Gobierno, sobre todo por la gran

cantidad de congresistas y gente notable que acudía a

visitarlo en la Penitenciaría. Entrevistado por La Crónica,

el ex-presidente justificó la impetuosa defensa de su

domicilio y se reclamó víctima de las turbas. Igualmente,

acusó a Billinghurst de haber ordenado apresarlo sin

especificar cuáles eran los cargos imputados en su

contra. No fue sino hasta el 3 de agosto, nueve días

después de haber sido detenido, cuando Leguía conoció

que había sido acusado por el delito de ataque a fuerza

armada y se avino a rendir su correspondiente

instructiva617. A su vez, el senador Agustín Tovar, a

nombre propio y de la bancada leguiísta, manifestó su

protesta por las vejaciones inferidas días antes al Senado

y al ex-presidente de dicha cámara, Rafael Villanueva, si

bien dijo estar dispuesto a olvidar lo ocurrido siempre

que el presidente Billinghurst expresara los mismos

615“La situación política”, en La Crónica, 2 de agosto de 1913. 616“Lance de honor”, en El Comercio, 2 de agosto de 1913. 617 “Reportaje al señor Leguía”, en La Crónica, 3 de agosto de 1913.

252

sentimientos de unión y confraternidad618. Otros

senadores, recelosos con la actitud del Gobierno,

prefirieron abstenerse de cuestionar la indiferencia de

las autoridades frente a la profusión de pasquines que

recomendaban “el puñal y la dinamita como medio de

salvar a la Patria619.

Preocupada por la odiosidad surgida entre

Gobierno y oposición, La Prensa identificó dos culpables

de ese problema: el gabinete Sousa y el senador

leguiísta Rafael Villanueva. El primero, en su intento de

armar un grupo parlamentario adicto invadió la esfera

del Legislativo. El segundo, falto de tacto, atrajo la

desconfianza del Ejecutivo con sus posturas belicosas y

desafiantes. Consecuencia de ese conflicto fue la alianza

del civilismo y billinghurismo con el objeto de ganar las

presidencias de ambas cámaras. Este diario, entonces

vocero oficioso del Ejecutivo, deploró la cuota de poder

concedida al bloquismo, “que nada representa como

fuerza política o democrática”, y cuyos movimientos solo

respondían a sus “conveniencias”. La prensa liberal

indicó también que el presidente se estaba desviando

del propósito fundacional del régimen, consistente en

gobernar con todos y no para una minoría620. A su turno,

el diario pierolista sugirió a Billinghurst apartarse de la

estrategia de avasallamiento y temor que caracterizó al

régimen leguíista. No en vano, personas cercanas al

propio Gobierno pidieron frenar la campaña de

618Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario

de 1913: 13. 619 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 3 de agosto de 1913. 620“¿A qué ha venido todo esto?”, en La Prensa, 4 de agosto de 1913.

Page 129: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

253

intimidación desplegada por grupos populares, la cual

incidía negativamente en las operaciones comerciales y

ponía en riesgo los capitales621. Definido así el espacio

de actuación política, La Prensa insistió en que

Billinghurst cediera y sacrificara sus proyectos

personales en bien del interés público, pues el camino

de la disolución “lánguida o violenta” del Congreso

crearía una coyuntura imprevisible, que sería resuelta

mediante nuevas elecciones con los candidatos de

siempre. Sin duda, el Gobierno no tenía una cantera de

ciudadanos “austeros” e “inmaculados” con los cuales

reemplazar en el parlamento a los antiguos líderes

políticos. Billinghurst no reparaba en que su interminable

lucha contra el leguiísmo terminaría exponiéndolo a la

influencia de los bloquistas, que trabajaban

soterradamente por restaurar la tiranía parlamentaria622.

El 5 de agosto, el juez instructor, teniente coronel,

José Manuel Román, responsable de la causa abierta

contra Leguía efectuó sorpresivas visitas a las cámaras de

Diputados y Senadores, motivando diversos comentarios

sobre un probable acuerdo para facilitar la salida

“espontánea” del país del citado ex-presidente623. Los

ministros Gonzalo Tirado y Baldomero Maldonado –señaló

La Crónica– se oponían a sancionar el destierro por su

connotación arbitraria y anti-constitucional. Según ese

mismo diario, los billinghuristas promoverían una nueva

elección de vicepresidentes apenas Leguía dejase el

621“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 5 de agosto de 1913. 622“Río revuelto”, en La Prensa, 5 de agosto de 1913. 623“Ecos. Se va o se fue”, en La Prensa, 6 de agosto de 1913.

254

Perú624. El presidente quería demostrarles a los leguiístas

–según Variedades– que el parlamento no era “el teatro

de la actividad política”, sino la calle y el Palacio de

Gobierno. De esa manera, el Congreso iba camino de

convertirse en la “trastienda de palacio” a través del

acomodo de las “ruinas parlamentarias a las necesidades

actuales de su vida política”625. Billinghurst además había

contemplado la posibilidad de fundar un diario para

defender sus acciones de gobierno, cuyo nombre, según

especulaciones, sería “Gaceta Ilustrada del Pacífico”626.

Abriendo un paréntesis en estas disputas

políticas, el cónsul peruano en Japón, Francisco Loayza,

presentó al Gobierno un minucioso ensayo sobre las

causas de la carestía de víveres, y propuso varias

medidas para remediarla. Loayza destacó el carácter

cíclico del encarecimiento de los comestibles, cuyos

picos se producían cada dos o tres años. Asimismo, llamó

la atención acerca de la velocidad con que el cultivo

algodonero desplazó a los de pan llevar y de pastos. Esa

situación le parecía inexplicable, pues cada fanegada

sembrada con cereales o verduras rendía entre 30-40%

más que la cultivada con algodón. Los alfalfares incluso

arrojaban ganancias superiores en 50%. Ciertamente, los

algodoneros tenían la ventaja de acceder con mayor

facilidad a los capitales de los habilitadores. Por ese

motivo, convenía fundar un Banco Agrícola y una Granja

Nacional, a fin de otorgar préstamos a los pequeños

624“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 7 de agosto de 1913. 625“De jueves a jueves”, en Variedades, 10 de agosto de 1913. 626“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 10 de agosto de 1913.

Page 130: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

255

agricultores e instruir en las tareas agrarias a cientos de

desocupados. Ofreció además al presidente Billinghurst

contratar en el extranjero la compra temporal de varios

alimentos con el 40% de rebaja627.

El 10 de agosto corrió por todo Lima la noticia de

que el ex-presidente Leguía había sido puesto en

libertad. El controvertido líder político, sin pérdida de

tiempo, se dirigió al Callao en busca de un barco que lo

llevara fuera del país628. La prensa pierolista consideró

benéfico para el país la separación de Leguía de las

luchas políticas, aun cuando el Gobierno había forzado la

figura de la libertad bajo fianza para permitir la salida de

un reo político. La partida de Leguía rumbo a Panamá,

como su primera escala, no detuvo el juicio, pues su

abogado, Benjamín Huamán de los Heros, quedó

encargado de proseguir los trámites ante la corte

respectiva629. Conjurado el peligro de una presunta

conspiración leguiísta, la prensa centró su atención en el

asunto del presupuesto nacional. Según trascendidos

revelados por La Crónica, Billinghurst estaba realizando

“discretos cálculos” con el afán de economizar 30

millones de soles en las partidas de gastos. Este diario

exigió poner especial cuidado en los pliegos

extraordinarios de los ministerios, porque estos

constituían la principal “corruptela” de la administración

627Loayza, Francisco. “La carestía de los…”, en El Comercio, 7 de agosto de 1913. 628“Ecos. Salió el señor Leguía”, en La Prensa, 10 de agosto de 1913. 629“La libertad del señor Leguía”, en La Crónica, 11 de agosto de 1913.

256

PRISIÓN Y DESTIERRO DEL EX-PRESIDENTE LEGUÍA

El ex-presidente Leguía en prisión. Variedades, 10 de agosto de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.

El ex-presidente Leguía a bordo del

Penguin, rumbo a su destierro. Variedades, 17 de agosto de 1913. Caricatura de Francisco González

Gamarra.

Page 131: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

257

pública630. El Comercio atribuyó el recorte de egresos a

la necesidad de generar fondos para el pago del

empréstito proyectado por el Gobierno. Para consolidar

el equilibrio presupuestal los congresistas debían

ejercitar “parcamente” sus iniciativas en el orden

hacendario, en vez de votar fondos para obras públicas

que no satisfacían exigencias nacionales, sino

“conveniencias lugareñas”631.

La excitación política regresó cuando el Congreso

se ocupó de la validación de credenciales de algunos

diputados, que la Corte Suprema no pudo dilucidar por

falta de tiempo. Hubo también casos en que los

candidatos burlaron la instancia de la Corte Suprema, y

luego se presentaron ante las cámaras con “credenciales

duales”. No creyendo los congresistas que tenían

facultades para declarar la legitimidad de dichos

documentos, dejaron el asunto en manos de las

comisiones vinculadas con este asunto. En la Cámara de

Diputados, lo hicieron las comisiones de Constitución y

Gobierno, y en la de Senadores las de Constitución y

Legislación. De acuerdo con los debates preliminares, las

comisiones dieron preferencia a los casos de San Martín

y Madre de Dios, en los cuales la Corte Suprema no

alcanzó a pronunciar su fallo dentro del plazo

establecido. A su juicio, los magistrados debían

solucionar este asunto dentro de la extensión de 30 días

concedida al proceso electoral en esas regiones, a fin de

que sentenciaran los casos no pendientes. De otro lado,

630“Editorial”, en La Crónica, 13 de agosto de 1913. 631“El presupuesto”, en El Comercio, 13 de agosto de 1913.

258

en aquellos lugares donde hubo elecciones válidas, pero

no fue posible proclamar vencedores por carencia de

“requisitos formales” se pensaba devolver la

documentación a los magistrados con el propósito de que

ellos ordenaran a las juntas electorales departamentales

subsanar errores u omisiones632.

Por estos días, comenzó a tomar forma el rumor

de que Billinghurst propiciaría en el Congreso la

anulación de las vicepresidencias concedidas a Roberto

Leguía y Miguel Echenique, sin descartar negociar la

“renuncia voluntaria” de estos o motivarlos a

presentarlas mediante nuevas jornadas cívicas. En cuanto

a los liberales, el presidente mostraba cierta

desconfianza sobre todo porque le habían llegado

noticias sobre los “propósitos revolucionarios” de

Augusto Durand, a quien citó a palacio y después de

increparle su actitud lo amenazó con hundirlo “si lo cogía

con las manos en la masa”633. Mientras tanto, el ex-

presidente Leguía arribó a Paita, acompañado de su hijo

Augusto Leguía Swayne. Allí fue recibido por las

autoridades, e incluso por miembros de los comités

billinghurista y liberal. A todos ellos, Leguía les dio su

versión de los hechos acaecidos en Lima el 24 de julio, y

negó tajantemente haber participado en un “conato de

conspiración” contra el Gobierno. Dijo además que este

cargo se lo inventaron con el pretexto de tomarlo preso.

Después de anunciar su partida hacia Inglaterra,

632“Las elecciones pendientes”, en El Comercio, 13 de agosto de 1913. 633 “Editorial”, en La Crónica, 14 de agosto de 1913.

Page 132: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

259

manifestó sus deseos de felicidad y ventura para todos

los peruanos634.

Ajenos a estos contrapuntos entre leguiístas y

billinghuristas, los diputados bloquistas José Matías

Manzanilla, Fidel Parodi, Pedro Moreno y Salvador del

Solar, haciendo gala de espíritu democrático, presentaron

un proyecto de ley que derogaba los incisos 5º del artículo

47, y 4º del artículo 49 de la Constitución, referidos al

requisito de la renta para postular a una curul en el

Congreso635. El objetivo del proyecto era abrir a todos los

ciudadanos, al margen de su condición económica, la

posibilidad de representar a sus pueblos. Estos bloquistas,

a quienes los partidos populares acusaban de elitistas,

levantaron la consigna de impedir que el parlamento

cayera en manos de una “oligarquía del dinero”. Los

autores del proyecto –remarcó El Comercio– imbuidos del

“espíritu de la época” y las “ideas democráticas” querían

abrir las puertas del Congreso a los ciudadanos que

carecían de capitales. Ese mismo diario sugirió patrocinar

otro proyecto destinado a suprimir el requisito de la

residencia, por más de tres años, en un departamento

determinado para tener derecho a representarlo. Este

pedido se sustentaba en el hecho de que los diputados no

eran “personeros regionales”, sino “mandatarios del país”

en el Congreso y, por tanto, debían anteponer los intereses

generales del país a los reclamos regionalistas636.

634“Llegada del expresidente…”, en La Prensa, 16 de agosto de 1913. 635Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario

de 1913: 111. 636“Editorial”, en El Comercio, 16 de agosto de 1913.

260

El 17 de agosto, varias calles de Lima

amanecieron con carteles amenazantes contra los

vicepresidentes Leguía y Echenique. Este hecho y los

comentarios sobre una inminente jornada cívica

convencieron al vicepresidente Leguía que había llegado

el momento de abandonar Lima637. Pronto circularon

noticias de su captura en Mollendo, pero todo resultó ser

una “bola de nieve”, que de tanto repetirla se había

hecho creíble entre el pueblo638. Con todo, varios

diputados liberales y leguiístas, contagiados del

nerviosismo imperante, quisieron dejar sus curules a los

suplentes para ponerse a buen recaudo639. Poco después

se supo que Leguía fugó a bordo del “Thuringia” con el

falso nombre de E. Salcedo. Dicha nave lo llevó hasta

Arica, y desde allí logró comunicarse con su familia640.

Con esta fuga, y el retiro del segundo vicepresidente

Echenique a sus negocios agrícolas, La Prensa dio por

superado el problema de las vicepresidencias, y la

incertidumbre creada por personas acostumbradas a

medrar en perjuicio de la estabilidad económica y el

prestigio de las instituciones nacionales. Según este

diario, existía en el Gobierno un círculo, vinculado al

bloquismo, obsesionado en aniquilar a sus adversarios

políticos, y no perdía oportunidad para envolver a

Billinghurst en la agitación de pasiones y escándalos641.

637 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 17 de agosto de 1913. 638 “Ecos. Un día más”, en La Prensa, 17 de agosto de 1913. 639 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 18 de agosto de 1913. 640 “El viaje del señor Roberto Legúia”, en La Crónica, 19 de agosto de 1913. 641“¡Vaya un antojo!”, en La Prensa, 19 de agosto de 1913.

Page 133: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

261

El problema de la validación de credenciales

dividió finalmente las opiniones de bloquistas, liberales y

pierolistas en el Senado. Al respecto, se emitieron tres

dictámenes. El primero, suscrito por Mariano Cornejo y

Antonio Miró Quesada, facultó a la Corte Suprema para

ordenar la subsanación de irregularidades en las

credenciales. El segundo, firmado por Aurelio Sousa y

Germán Schreiber, propuso declarar vacantes aquellas

representaciones que la Corte Suprema no había validado.

El tercero, sustentado por Edmundo Montesinos y Max

Medina, planteó realizar nuevas elecciones en los lugares

cuyas representaciones hubiesen sido anuladas. La Prensa

lamentó la conversión de los magistrados en funcionarios

electorales con facultad para validar credenciales después

de instalado el Congreso, hecho rechazado durante el

debate de la ley electoral. Según este diario, la idea de

utilizar la Corte Suprema para subsanar omisiones que no

implicaban nulidad constituía una “aberración

constitucional”. En ese sentido, las comisiones

dictaminadoras estaban creando un ambiente de anarquía,

pues embrollando criterios dificultaban el envío sin

dilaciones de los asuntos contenciosos a los magistrados642.

El 20 de agosto, La Crónica publicó un reportaje

sobre el intempestivo viaje del ex-presidente Leguía. En

esa nota, José Leguía Swayne, hijo del desterrado, ofreció

una versión novelesca de este suceso. Según dicho

relato, al llegar a las islas Lobos de Afuera, el ex-

mandatario recibió efusivos saludos con salva de fusil por

parte de dos naves cargadoras de guano. En Paita

642“De acuerdo y sin acuerdo”, en La Prensa, 20 de agosto de 1913.

262

también fue objeto de afectuosa recepción por los

vecinos notables, entre los cuales estuvo Aurelio Matute,

cabecilla de una revolución producida durante el

gobierno de Leguía. En todas estas reuniones, afirmó

José Leguía, no se habló absolutamente nada de lo que

pudiera “rozarse” con la política643. La prensa bloquista

juzgaba que la salida de Augusto y Roberto Leguía

permitiría regularizar el escenario político nacido de las

transacciones efectuadas en 1912. La vicepresidencia de

Roberto Leguía fue producto de esa amalgama, que con

el paso de los meses se deshizo por efecto de recelos y

manejos subterráneos agudizados con motivo de la

instalación de las cámaras. El ex-presidente Leguía –según

El Comercio– quiso utilizar su mayoría parlamentaria para

establecer una “dualidad en la dirección de los negocios

públicos, que al final habría llevado al país por la senda

de la ingobernabilidad 644.

Aun cuando Leguía no representaba un estorbo

para su gobierno, Billinghurst desconfiaba de la “buena

voluntad” de los congresistas y, por esa razón, no remitía

proyectos a las cámaras para evitar que fuesen

rechazados. Esas suspicacias aumentaron cuando los

diarios informaron que el diputado Rafael Grau presentó

un pedido de interpelación contra el Ministro de Guerra,

Enrique Varela, por el asunto de la compra de

armamento naval645. En un intento de aliviar esta tensión

entre poderes del Estado, La Crónica aconsejó al

643 “El viaje del señor Augusto…”, en La Crónica, 20 de agosto de 1913. 644“Editorial”, en El Comercio, 21 de agosto de 1913. 645 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 21 de agosto de 1913.

Page 134: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

263

Gobierno dejar de coaccionar al parlamento con el

objeto de obtener el reemplazo de los vicepresidentes,

pues la Constitución vigente no contemplaba esa

contingencia. Habiendo transcurrido un año la errónea

elección de Roberto Leguía era irreversible, y la única

opción legal de acabar con esa vicepresidencia consistía

en la renuncia voluntaria y expresa de dicho funcionario.

Esto último parecía muy probable tomando en cuenta el

estado de la opinión pública contraria al leguiísmo. En

consecuencia, cometían craso error quienes, dominados

por la impaciencia, exigían a Billinghurst invocar la figura

de abandono del cargo para librarse del incómodo

vicepresidente646. A despecho de esta opinión, las

bancadas, oficialista y bloquista, vocearon al general

Juan Eléspuru y Amador del Solar, para asumir la primera

y segunda vicepresidencia, respectivamente647.

Pero el aspecto hacendario también preocupaba

a Billinghurst. No en vano, los diarios revelaron las

intenciones del presidente de emprender viaje a

Alemania para negociar personalmente un empréstito

con el Banco Alemán Transatlántico, apenas el Congreso

aprobara dicha operación financiera. La Crónica insinuó

que ese viaje sería aprovechado por Billinghurst para

solucionar, de manera definitiva, el problema de la

vicepresidencia, pues debiendo dejar el mando de la

Nación en manos de Roberto Leguía y hallándose este en

Valparaíso, sin ningún deseo de regresar al país,

646 “Editorial”, en La Crónica, 22 de agosto de 1913. 647“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 23 de agosto de 1913.

264

procedería la vacancia inmediata de su cargo648.

Mientras Billinghurst ordenaba en simultáneo el

escenario político y las cuentas fiscales, la carestía de

víveres seguía golpeando a los sectores populares. Para

aliviar esa situación, el senador Alfredo Picasso pidió que

se debatiera su proyecto sobre rebaja de aranceles a la

importación de artículos de consumo. Sin embargo, el

senador Solar se opuso a debatirlo sin antes escuchar la

opinión del Gobierno649. El Comercio sugirió al

presidente poner en práctica aquel principio inglés que

decía “la mesa del pobre, libre de impuestos”. No

obstante, la libre importación de víveres colisionaba con

las políticas proteccionistas que amparaban las

ganancias de molineros y arroceros nacionales. Ambos

sectores llevaban décadas protegidos sin que el pan o el

arroz hubiesen bajado sus precios. Al respecto, este

diario era partidario de aplicar una escala gradual de

rebajas, de tal forma que en cuatro o cinco años fuese

liberada de impuestos la importación de víveres650.

Con todo, las cuestiones políticas impedían a

Billinghurst concentrarse en la agenda económica. Por

entonces –según el vocero pierolista– puso a disposición

de Augusto Durand el cargo de plenipotenciario en Italia

con el objeto de alejarlo de la política doméstica y dejar

acéfalo al Partido Liberal. De otro lado, a través del

senador Picasso, manifestó sus preferencias por el

dictamen Sousa-Schreiber, que planteó declarar vacantes

648“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de agosto de 1913. 649Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario

de 1913: 423-424. 650 “Editorial”, en El Comercio, 25 de agosto de 1913.

Page 135: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

265

las representaciones anuladas por la Corte Suprema. Las

adhesiones generadas por esta propuesta, permitirían al

presidente calcular cuántos senadores eran próximos a

su pensamiento y definir nuevos proyectos basado en el

apoyo de esos potenciales aliados651. En dicho escenario,

el civilismo orientó sus esfuerzos a consolidar la

independencia del Poder Judicial. Al respecto, los

diputados Pedro García Irigoyen, Víctor Eguiguren y Luis

Menéndez, promovieron un proyecto de reforma

constitucional destinado a sancionar la competencia

exclusiva de la Corte Suprema en la provisión de los

cargos judiciales, y conceder a los magistrados la

facultad de proponer al Congreso los candidatos que

integrarían dicho tribunal. De esa manera, se pretendía

acabar con la práctica de otorgar puestos judiciales como

premios por servicios políticos652.

Estando próximo a cumplirse el primer año de su

mandato, Billinghurst parecía estar más distendido y

emprendió una “excursión presidencial” a la costa

ancashina. A bordo del crucero Almirante Grau zarpó el

29 de agosto, llegando a Chimbote al día siguiente. Allí,

visitó los lavaderos de oro de Tablones, las haciendas

Vinzos y Tambo Real, e inspeccionó obras del dique en el

puerto chimbotano. El 1º de setiembre retornó a la

capital y de inmediato asumió sus labores gubernativas.

Por entonces, sus seguidores retomaron la idea de

651“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 26 de agosto de 1913. 652 “La independencia del Poder…”, en El Comercio, 26 de agosto de 1913.

266

publicar un periódico propio653 y constituirse en partido

político, encargándose esta última tarea a Domingo Castro

y Víctor Criado y Tejada654. Los billinghuristas recibieron

con desagrado la noticia de que el ex-presidente Leguía

había resuelto quedarse un tiempo en Panamá, esperando

el desarrollo de ciertos acontecimientos de la política

interna peruana e internacional, antes de partir hacia

Europa. Entre tanto, el diputado Criado y Tejada había

aglutinado dieciocho colegas dispuestos a fundar la

bancada billinghurista, y pensaba sumar a estos el “apoyo

moral” de quince bloquistas 655.

Con mucha astucia, el ex-presidente Leguía quiso

sabotear estas coordinaciones haciendo saber a

Billinghurst y la opinión pública su antagonismo con el

régimen imperante. Mediante polémica entrevista

brindada al diario panameño Panamá Morning Journal,

Leguía describió el Perú como un país sumido en la

anarquía, y donde la voluntad del populacho era ley

suprema. Exagerando el ataque del que había sido

653El 6 de setiembre comenzó a circular el diario La Nación, bajo la dirección de Pedro Paz Soldán. En su primer número, este vocero oficialista se declaró partidario de las ideas modernas “de democracia y aliento para las clases trabajadoras”, pues el bienestar patrio dependía “de la prosperidad y holgura de las legiones obreras”. Asimismo, definió al gobierno de Billinghurst como una “obra de regeneración nacional emprendida vigorosamente desde hace once meses”. “Nuestro programa”, en La Nación, 6 de setiembre de 1913. 654“La excursión presidencial…”, en La Crónica, 1º de setiembre de 1913. 655“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 1º de setiembre de 1913.

Page 136: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

267

víctima en su domicilio, dijo con efusividad haber

resistido y hecho huir a dos mil billinghuristas armados.

Cuestionó la legalidad de su aprehensión ordenada,

según le comunicaron sus captores, por órdenes

verbales de Billinghurst. Asimismo, explicó que su

carcelería de 17 días tuvo como objetivo desintegrar la

bancada leguiísta y consolidar una mayoría oficialista en

el parlamento. Cuando esto fue logrado apuraron su

destierro. A pesar de haber sido derrotado, Leguía se

jactó de sus amistades y la confianza puesta en su

persona por las “clases directoras” del país y numerosos

partidarios. Esos “buenos elementos” –precisó el ex-

mandatario– hicieron presidente a Billinghurst con la

esperanza de que este continuara el camino iniciado por

el leguiísmo. Por ello, no reparó en calificarlo de

“oportunista político”, cuya única motivación política

consistía en librarse de Leguía a cualquier costo. Todas

estas afirmaciones fueron refutadas por el encargado de

negocios peruano en Panamá, Emilio Rodríguez Larrain.

En carta dirigida al citado diario panameño, este

diplomático desmintió la supuesta popularidad de

Leguía, y aclaró que el atropello cometido por su

Gobierno contra el Congreso, en julio de 1911, le había

generado el repudio ciudadano. Solo los “usufructuarios”

de su régimen exigieron a Billinghurst mantener el

rumbo heredado, en cambio, la opinión pública

demandó acabar con esa política malsana. Leguía

tampoco había manifestado conducta valiente y altiva

ante la adversidad, pues alegó quebrantos de salud para

268

conseguir su liberación y esquivar el juicio iniciado en su

contra656.

Los billinghuristas montaron en cólera cuando

leyeron las declaraciones de Leguía, quien además de

reclamarse perseguido del Gobierno hacía ostentación

de una popularidad que no poseía y se jactaba de la

supuesta prosperidad lograda durante su gestión. La

Crónica censuró el cinismo con que Leguía afirmaba

haber colaborado con el ascenso de Billinghurst al poder

bajo la consigna de que este proseguiría la obra

leguiísta, pero rechazó al mismo tiempo cualquier

responsabilidad en sus “tendencias demagógicas”657. A

esta pugna con Leguía se sumaron desavenencias al

interior del gabinete Varela. De acuerdo con rumores

publicados por la prensa, Billinghurst sostuvo una seria

discusión con el Ministro de Fomento, Pedro Portillo,

porque este se habría opuesto a firmar el nombramiento

del Inspector del Gobierno en los ferrocarriles del Perú,

concedido por el presidente a una persona sin

experiencia para ese cargo. Sin embargo, el incidente

más serio provino de la Cámara de Diputados, que

acordó comunicar al Ministro de Guerra, Enrique Varela,

su disconformidad con las respuestas que diera al pliego

interpelatorio puesto en su contra por el diputado Rafael

Grau. En consecuencia, Varela anticipó a Billinghurst su

renuncia sino recibía el voto de confianza del

656 “Reportaje al señor Leguía”, en El Comercio, 3 de setiembre de 1913. 657“Editorial”, en La Crónica, 4 de setiembre de 1913.

Page 137: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

269

Congreso658. El impasse surgido con la interpelación del

citado ministro renovó las aprensiones de Billinghurst

respecto del Congreso y echó por tierra sus planes de

formar una mayoría parlamentaria incondicional a su

gestión659. En ese contexto, el diputado Rafael Grau

exacerbó aún más estas difíciles relaciones con el

Gobierno, cuando insistió en un pedido de concurrencia

del Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco Tudela,

Los diputados “amigos” del Gobierno denegaron esa

solicitud arguyendo que la presencia del canciller en una

sesión secreta podía despertar suspicacias en los países

vecinos. Esta decisión –según El Comercio– acercaba

nuevamente al Gobierno con las fuerzas congresales

indecisas660.

El 9 de setiembre, Billinghurst acudió a la Cámara

de Diputados para leer su mensaje sobre el estado fiscal

del país. En dicho documento, el presidente señaló como

principal problema hacendario peruano la prodigalidad

de los gastos públicos, mayormente invertidos en

sueldos y obras públicas. Entre 1894 y 1906, dicho gasto

aumentó en 341%, obteniéndose un promedio anual

superior al 26%. Esas cifras no tenían correlación con el

crecimiento demográfico o progreso material de la

República. Billinghurst descartó causas monetarias o

inflacionarias en esta tendencia, y atribuyó el acelerado

dispendio del gasto público a razones de “orden

político”. Hizo mención especial de la partida de

658 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 5 de setiembre de 1913. 659 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 6 de setiembre de 1913. 660 “Sesión secreta en Diputados”, en El Comercio, 6 de setiembre de 1913.

270

“Policía Preventiva”, que se había sextuplicado

durante el gobierno de Leguía. Lamentó también la

inexistencia de censos y registros civiles actualizados,

que facilitaran el conocimiento de las “fuerzas vivas”

nacionales, calculándose grosso modo una población

peruana de poco más de cuatro millones de habitantes.

Resumió después la historia de la deuda externa desde

1879 e informó que los adeudos pendientes ascendían

a £ 1´137,330661.

El mensaje contenía además una severa crítica a

la labor de la “clase dirigente” en cuanto a la inversión

de los caudales públicos, sobre todo, los del guano.

Propuso luego la conversión de la deuda interna con el

propósito de mejorar el crédito nacional. A partir del

estudio de la administración de los últimos diez meses,

Billinghurst formuló su proyecto de Presupuesto General

para 1914, incluyendo supresiones que armonizaran con

las exigencias de los negocios públicos. Recomendó

además al Congreso aprobar la titularidad de los

empleos ministeriales y garantizarles una pensión

honrosa para su vejez. El proyecto presupuestal de 1914

rebajó en 14.7% y 7.2% los ingresos y egresos respecto

de sus similares de 1912. Con todo, el presidente

consideró inevitable contratar un empréstito extranjero

para regularizar las finanzas públicas. Aunque

reconoció el carácter antieconómico y censurable de la

cobertura del déficit fiscal mediante la colocación de

empréstitos, señaló que el Estado no tenía otro recurso

con que pagar sus deudas. El monto del empréstito fue

661Billinghurst 1913: 26-34.

Page 138: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

271

calculado en £ 6´600,000 para cubrir deudas

ascendentes a Lp 5´778,992 8 32. Con esos recursos, más

la aplicación de severas economías y medidas de

simplificación administrativa, planeó Billinghurst sanear

nuestro estado rentístico662.

Esta exposición no convenció a los congresistas

leguiístas, quienes rápidamente comenzaron a cuestionar

el proyecto presupuestal de 1914. En esas circunstancias,

el senador Pedro Rojas Loayza acusó directamente al

presidente Billinghurst y sus grupos populares de

acosarlo y tratar de intimidarlo solo por haber solicitado

al Ministro de Hacienda, Baldomero Maldonado, un

informe sobre la vigencia del presupuesto de 1913, cuyas

conclusiones desvirtuó en la cámara y fueron conocidas

por el público a través de la prensa. Rojas dijo que

persistiría en sus críticas, aun cuando debiera enfrentar

las amenazas de los comités de salud pública y las

propias “iras olímpicas” del presidente663. Sin embargo,

la propuesta hacendaria de Billinghurst recibió el apoyo

entusiasta de El Comercio, que resaltó su deseo de

enmendar el “equivocado rumbo” financiero iniciado por

Leguía, que conducía a la bancarrota. Según este diario,

el presidente había identificado certeramente al

crecimiento exorbitante de los gastos públicos como

verdadera “enfermedad fiscal”. Igualmente, compartió el

remedio propuesto para corregir este problema, es

decir, la emisión de un empréstito y advirtió que dicho

662Idem: 42-48. 663 “Una carta del H. Senador Rojas Loayza”, en La Crónica, 9 de setiembre de 1913.

272

esfuerzo solo tendría éxito corrigiendo simultáneamente

“los métodos de imprevisión y derroche” en el manejo

de la hacienda pública664.

La atención puesta en el debate económico fue

interrumpida abruptamente la noche del 10 de

setiembre, cuando estalló una bomba en el local de La

Crónica hiriendo gravemente al portero Antonio

Mohring. En su primera reacción, el diario definió este

atentado como el ensañamiento de una “mano criminal”

contra la libertad de imprenta665. El reportero de El

Comercio conversó sobre este asunto con José Gálvez,

periodista de La Crónica, y este recordó que en julio y

agosto había recibido “anónimos amenazadores”, pero

descartó “intención política” en este atentado y prefirió

considerarlo obra de algún “exaltado fanático”666.

Posteriormente, este diario juzgó que la citada explosión

era consecuencia del “estado moral” creado en el país,

gracias al estímulo recibido por los “instintos brutales de

ciertas gentes”. Aunque omitió responsabilizar de lo

ocurrido al Gobierno, no dudó en achacarlo a las

“agrupaciones populares” enemigas del periodismo

opositor, para las cuales toda crítica a Billinghurst

constituía una “hostilidad sistemática”. En consecuencia,

requirieron al presidente y demás autoridades repudiar

“franca y honradamente” la acción de esos “sicarios del

664 “Editorial”, en El Comercio, 11 de setiembre de 1913. 665 “El cobarde atentado…”, en La Crónica, 11 de setiembre de 1913. 666 “La explosión de anoche en…”, en El Comercio, 11 de setiembre de 1913.

Page 139: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

273

EL MENSAJE PRESIDENCIAL DEL 9 DE SETIEMBRE DE 1913 Y EL ATENTADO

A LA CRÓNICA

El extenso mensaje presidencial de Billinghurst. Variedades, 13 de setiembre de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.

El atentado contra La Crónica que costó la vida de Antonio

Mohring. La Crónica, 12 de setiembre de 1913. Dibujo de Francisco González Gamarra.

274

terrorismo”, autoproclamados colaboradores del

Gobierno667.

En medio del estupor producido por el atentado

al mencionado diario, la Comisión de Presupuesto de la

Cámara de Diputados, integrada por Ernesto Ráez, José

Balta, Salvador del Solar, Pedro García Irigoyen y Víctor

Pacheco Benavides, estudio el proyecto de Presupuesto

para 1914. En su dictamen, los comisionados corrigieron

los cálculos de ingresos previstos por el Ejecutivo, pues

creían que era posible obtener Lp 71,511 adicionales668.

Afortunadamente –según El Comercio– Billinghurst no

infló sus cifras de ingresos, sino que las proyectó con

criterio “sobrio y parco”. Ese manejo hacendario reducía

el riesgo de déficit fiscal y enseñaba al país a vivir dentro

de sus rentas669. Antes de abrir el debate de este asunto,

varios diputados acudieron a palacio a solicitud de

Billinghurst. Allí conversaron sobre la posibilidad de

retirar las observaciones al proyecto de presupuesto del

Ejecutivo. Haciendo gala de afabilidad, el presidente

prometió organizar tertulias semanales y disponer dos

horas diarias, entre 2 y 4 pm, “para cambiar ideas sobre

asuntos de interés público”670. Con todo, entre el 18 y 24

de setiembre, los diputados debatieron el cuestionado

pliego de ingresos. El Ministro de Hacienda, Baldomero

Maldonado, quien intervino en estas discusiones, insistió

667“Editorial”, en La Crónica, 12 de setiembre de 1913. 668Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 363-371. 669 “Editorial”, en El Comercio, 12 de setiembre de 1913. 670 “Reunión en palacio”, en El Comercio, 16 de setiembre de 1913.

Page 140: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

275

en que se conservaran los ingresos señalados en el

proyecto presupuestal del Ejecutivo, porque estando

próxima la contratación de un empréstito en Europa era

preciso “extremar las medidas de previsión y de

prudencia”. Sin embargo, los diputados creían que el

ingreso de capitales provenientes del empréstito

dinamizaría la economía generando mayor producción

de recursos, por tanto, podía aumentarse sin temor los

ingresos fiscales. Asuntos de orden político detuvieron

este importante debate y frustraron la consolidación de la

política hacendaria de Billinghurst671.

La caótica situación del concejo limeño constituía

otro serio problema para el Gobierno. El mandato de los

regidores estaba vencido, pero el fracaso de las

elecciones municipales, efectuadas tres meses antes,

evitó que los limeños designaran sus reemplazos. El

Ministro de Gobierno, Gonzalo Tirado, mediante nota

remitida a la Cámara de Diputados informó sobre la

existencia de varios procesos judiciales iniciados para

obtener la nulidad de los citados comicios. Por ese

motivo, apelando a la necesidad de higienizar la ciudad y

realizar obras urgentes, presentó un proyecto de ley

solicitando autorización para designar los nuevos

miembros del concejo de Lima. El Comercio vio con

buenos ojos este procedimiento del Gobierno, porque

confirmó su respeto por la ley que prohibía al Ejecutivo

nombrar juntas de notables, nociva medida aplicada

671Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 384-414.

276

anteriormente por conveniencias políticas672. De opinión

contraria, La Crónica censuró la norma propuesta, cuya

aplicación convalidaría la injerencia de Billinghurst en

los asuntos municipales. La formación de un “municipio

extraordinario” o “extra-legal” no solo carecía de

fundamento jurídico, sino que establecería un

“precedente desgraciado”. La prisa del Gobierno por

consumar ese acto arbitrario –afirmó el diario citado–

radicaba en su pretensión de dejar impunes los

escándalos cometidos por sus partidarios en los comicios

ediles. En defensa de sus facultades, el Congreso debía

declarar la nulidad electoral y autorizar la convocatoria

de nuevas elecciones para diciembre de 1913 o enero de

1914, de lo contrario el Gobierno manejaría, sin derecho

alguno, los asuntos municipales673. Los billinghuristas

daban por descontado la aprobación de este proyecto, y

estaban abocados a la búsqueda de una fórmula legal

para eludir la incompatibilidad de ejercer concejalías

por parte de los congresistas, pues pretendían llevar a la

alcaldía al diputado Manuel Químper674.

Durante estos meses, grupos radicales ejercieron

constante amenaza sobre la prensa y bancada

parlamentaria opositoras. Refiriéndose al atentado

sufrido por La Crónica, el senador Pedro Rojas fustigó el

auge de la dinamita y denunció una campaña ruin contra

la libertad de imprenta. En ese sentido, pidió a su cámara

672“La Municipalidad de Lima”, en El Comercio, 12 de setiembre de 1913. 673“Editorial”, en La Crónica, 14 de setiembre de 1913. 674 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 18 de setiembre de 1913.

Page 141: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

277

oficiar a los ministerios de Gobierno y Justicia

preguntándoles qué medidas estaban aplicando para

detener la circulación de pasquines subversivos. El

senador Max Medina se sumó a esta solicitud en defensa

de la libertad de pensamiento, y reclamó que los

ministros ofrecieran garantías a los diarios opositores. El

senador Gonzalo Silva Santisteban recordó que el

Ministro de Justicia, Carlos Paz Soldán, prometió enjuiciar

a quienes fuesen autores de los violentos pasquines, pero

no cumplió con notificar el resultado de sus diligencias,

por lo que era necesario oficiar al citado ministro

demandándole remitir copia de las denuncias tramitadas

ante los tribunales675. Asimismo, en la Cámara de

Diputados, Gerardo Balbuena y Samuel Sayán y Palacios,

tomando en cuenta la frecuencia con que sufrían

agresiones los “órganos de publicidad” sin que fuesen

capturados sus autores, presentaron un proyecto de ley

responsabilizando a los funcionarios públicos por los

daños inferidos a la prensa y sancionándolos con la

separación del cargo y los procesos penales

correspondientes en caso lo ameritara676. Sin embargo,

La Crónica creía que Billinghurst utilizaría sus diputados

en las comisiones de Gobierno y Legislación para

“suavizar” el debate de este proyecto, que pretendía

resguardar la libertad de imprenta de los “dinamiteros

políticos”677.

675Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1913: 307-308. 676Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 299. 677 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 15 de setiembre de 1913.

278

El presidente de la Cámara de Comercio del

Callao, Luis Rey, ofuscado por las huelgas iniciadas el 11

de setiembre por los jornaleros, se dirigió al Gobierno

para exponerle los perjuicios sufridos por las casas

comerciales en la paralización de las operaciones de

carga y descarga, que repercutía en el costo de las

mercancías. Los obreros habían adoptado el sistema de

paros generales como forma de obtener de los patrones

la satisfacción de “reclamaciones injustificadas”. Al

respecto, pidieron al Gobierno hacer cumplir el decreto

del 24 de enero reglamentario de las huelgas y sancionar

un reglamento de trabajo en la dársena678. Esta oleada de

huelgas motivó también la protesta del senador José

Otero, quien acusó al Gobierno de no velar por el

cumplimiento del reglamento de huelgas, lo cual

facilitaba que estas se realizaran por “pretextos nimios”.

A juicio de este congresista, el proletario no tenía

derecho de hacer huelga, “cuando pretende volar a

alturas para las que no tiene conformadas sus alas”679. En

respuesta a estas expresiones, el diputado Alberto

Secada rechazó el uso de la fuerza insinuado por Otero

como medio de solucionar huelgas. Condenó al mismo

tiempo todo lo que afectase los derechos de la clase

obrera, y comparó a los patrones del Callao con los

gamonales de la sierra, pues ambos desconocían los

“deberes del hombre civilizado”. Finalmente, precisó

678 “La Cámara de Comercio y…”, en El Comercio, 13 de setiembre de 1913. 679Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1913: 315-316.

Page 142: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

279

que los abusos de las empresas generaban los conflictos,

y que nada detendría el anhelo reivindicador del

pueblo680.

Como se suponía, la Comisión Principal de

Gobierno de la Cámara de Diputados, compuesta por

Juan Castro, J. Carreño y Domingo Rey, recomendó

aprobar el proyecto del Gobierno que pedía facultades

para nombrar los concejales limeños681. No obstante, el

diputado leguiísta, Plácido Jiménez, combatió esta

propuesta por hallarse en “abierta pugna” con el marco

legal existente. Durante su intervención Jiménez fue

hostilizado por la barra billinghurista ocupante de las

galerías del Congreso. Este acoso se prolongó durante su

salida del hemiciclo. Incluso estas barras lo persiguieron

hasta el Club de la Unión, lanzándole improperios y

amagando con agredirlo, lo cual no hicieron porque el

citado congresista iba acompañado por varios amigos

suyos682. El reportero de La Crónica describió a las

barras billinghuristas como gente de “negras caras y

fisonomías repelentes”. Después del incidente producido

con Jiménez, la policía se repartió por los pasillos para

evitar cualquier hecho violento contra los demás

diputados. Al día siguiente, Rafael Grau trató de ser

acallado por las barras cuando expresó su solidaridad

con el colega agredido. En gesto provocador, Grau

señalando a los billinghuristas de las galerías los calificó

de “miserables” mientras exigía la presencia del

680Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 314-315. 681Idem: 352. 682“La sesión de ayer”, en La Crónica, 18 de setiembre de 1913.

280

Ministro de Gobierno, Gonzalo Tirado, para que

explicara cuáles eran las prevenciones tomadas contra la

gente partidaria de implantar el “régimen del terror”.

Ese día las barras se retiraron del Congreso lanzando

vivas al Gobierno y mueras a los diputados opositores683.

La prensa pierolista criticó acremente el llenado

de las galerías con “gente maleante y desvergonzada”,

práctica heredada de Leguía, quien reclutaba soplones

con la misión de intimidar a los congresistas incómodos

para su gobierno. En su mensaje del 28 de julio de 1913,

Billinghurst prometió desaparecer esos métodos de

coacción, sin embargo, diariamente permanecía

impasible frente a la violenta actividad de los grupos

radicales, integrados mayormente por peones de las

obras públicas. Aunque el billinghurismo negaba tener

vínculos con estos, resultaba evidente que personas

dependientes del Estado juzgaban lícito expresar su

agradecimiento cometiendo todo tipo de actos a favor

del oficialismo684. De otro lado, el Director de Justicia,

Culto y Beneficencia, Carlos Paz Soldán, desmintió las

acusaciones del senador Silva Santisteban sobre presunta

pasividad frente a la profusión de pasquines, que era la

otra forma usada para amedrentar a la oposición, En nota

enviada al Senado, Paz Soldán adjuntó copias de los

oficios que había remitido al fiscal de turno y las

respuestas de este comunicando la formalización de

denuncia contra quienes fuesen autores de los

pasquines685.

683 “La sesión de ayer”, en La Crónica, 19 de setiembre de 1913. 684 “Editorial”, en La Crónica, 20 de setiembre de 1913. 685 “Medidas contra los…”, en El Comercio, 20 de setiembre de 1913.

Page 143: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

281

El proyecto de reforma del artículo 4º de la

Constitución de 1860, promovido por el senador

Severiano Bezada, propugnó la tolerancia de cultos y

abrió un nuevo frente de conflictos entre el Gobierno y

los sectores conservadores. El texto sugerido por Bezada

suprimía la parte final del citado artículo constitucional,

que prohibía el “ejercicio público” de otra religión

distinta a la católica. La Comisión de Constitución del

Senado, integrada por Mariano Cornejo, Germán

Schreiber y Aurelio Sousa, avaló la reforma planteada en

tanto no era apropiado reprimir “por la fuerza las

manifestaciones de los cultos disidentes”. Este proyecto,

que según Bezada no afectaría la oficialidad del culto

católico, solo adaptaba la norma constitucional con la

realidad, pues en Lima y otras ciudades del país existían

varios templos de libre ingreso donde se ejercitaban

ritos prohibidos por el citado artículo, y las autoridades

no hacían nada para obstaculizarlos. El senado aprobó

esta reforma, a pesar de la cerrada oposición de los

conservadores Abel, Campos, Francisco Moreyra y

Riglos y José Valencia Pacheco686. El Comercio respaldó

el libre ejercicio de los cultos religiosos propuesto por el

senador Bezada, porque la prohibición constitucional

vulneraba la libertad de conciencia. A juicio de este

diario, el Estado no debía ejercer esa clase de coacción

injustificable e ilógica, porque a nadie perjudicaba dejar

a las minorías expresar sus sentimientos religiosos. La

tolerancia, en cambio, conjuraba la proliferación de

686Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1913: 369-370.

282

cultos clandestinos. Por lo demás, existía una “tolerancia

tácita” del “sentimiento público” con los cultos no

católicos, por lo que resultaba contraproducente

mantener vigentes normas represoras, a cuyo influjo

algún exaltado podía solicitar que fuesen tapiados los

templos de otras religiones687.

El 21 de setiembre, circuló clandestinamente en

Lima una hoja titulada “Manifiesto al Perú de D. Augusto

B. Leguía”. Dos días después, El Comercio y El Peruano

publicaron dicho documento para someterlo al escrutinio

de la opinión pública. En su exposición, Leguía explicó

los motivos que lo indujeron a aceptar su destierro del

país. En primer lugar, rebatió el cargo de conspiración

contra el Gobierno, y se reclamó víctima de una agresión

“inexplicable y delictuosa”. Acusó luego a Billinghurst de

organizar pandillas de vagos y rufianes, pagadas con

dinero público, bajo el pretexto de necesitar personal

para obras de salubridad. Estos grupos eran utilizados

como instrumento de venganza y coacción. Culpó a

dichas bandas del ataque al local donde pensaba editar

un periódico, y del dinamitazo en la casa del senador

Villanueva. En su opinión, la carcelería, juicio militar y

posterior expatriación no fueron sino una represalia por

haberse defendido de la agresión oficialista. En ese

contexto, ejercer influencia sobre la mayoría

parlamentaria y actuar con patriotismo fueron

convertidos en “delitos” por el billinghurismo. El

conflicto decisivo se produjo cuando Billinghurst lo

687 “La tolerancia de cultos”, en El Comercio, 20 de setiembre de 1913.

Page 144: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

283

conminó a entregarle el control de su bancada para

asegurar la elección de las mesas directivas. Leguía

sostuvo su derecho al cogobierno, y en respuesta el

Gobierno alentó el ataque a su casa y nombró Prefecto

de Lima a Orestes Ferro, “un ex-montonero” y enemigo

encarnizado del leguiísmo. Puso en duda, además, el

patriotismo de Billinghurst haciéndolo culpable de la

negociación de acuerdos desdorosos con Chile, basados

en la cesión incondicional de Arica y la prórroga por 21

años del plebiscito que debía decidir la suerte de Tacna.

Acentuó esa equivocada política externa la rescisión del

contrato de compra de ocho sumergibles en Estados

Unidos. En materia gubernativa, definió a Billinghurst

como jefe déspota de un régimen del terror, apoyado por

El Comercio de conocida odiosidad contra el leguiísmo.

Atribuyó esa misma motivación a los cargos hechos por

el Gobierno en contra de su gestión hacendaria, y

prometió publicar un informe financiero refutando las

cifras negativas de Billinghurst. En palabras de Leguía, él

solo era un “abnegado servidor” de la Patria preocupado

por la destrucción de su obra. Finalmente, expresó su

confianza en el ejército patriota y altivo, que se levantaría

para “poner término al desbarajuste administrativo”, de

lo contrario el país pronto estaría sumido en la espantosa

anarquía688.

La prensa pierolista puso énfasis en el carácter

subversivo del manifiesto de Leguía, en tanto prometía

abrir campaña contra el Gobierno y hacía insinuaciones

688“Manifiesto al Perú de D…”, en El Comercio, 23 de setiembre de 1913.

284

golpistas al Ejército. Ese documento recogía el

“desahogo violento y cínico” de quien era el principal

causante de la situación anárquica del país. Leguía quería

librarse del estigma de haber resucitado la política del

terror, venida a menos desde el último gobierno de

Andrés Cáceres en 1894. Según este diario, Leguía y

Billinghurst contrataban los mismos rufianes, matones y

vagos, aunque este último los llamaba obreros. En ambos

gobiernos, esa gente cumplió la misma función de

“simular popularidad, exigir reivindicaciones y significar

corrientes de opinión del pueblo soberano”. Sin

embargo, Billinghurst estaba a tiempo de redimir sus

“extravíos” y emprender la obra benéfica anhelada por

todos. Por último, restó importancia a un documento,

“escrito en Panamá y repartido en Lima”, por la pluma

rencorosa y cínica, de quien pretendía crear zozobra y

“pleitos de comadres” mientras paseaba por “Trafalgar

Square o Piccadilly Street”689.

A su vez, El Comercio objetó la autoridad moral de

Leguía para opinar sobre la situación del país cuando su

presidencia había dejado una “huella tristísima en la

historia política del Perú”, pues convirtió la violencia y

atropello en armas de gobierno. Este diario no reconoció

mérito alguno al gobierno leguiísta. En política

internacional, solo trajo humillación y vergüenza debido

a las diversas “desmembraciones del territorio”. En

materia financiera, legó al país una enorme deuda de 60

millones de soles, cuyos orígenes fueron detallados por

Billinghurst en su mensaje a la Cámara de Diputados. Por

689 “Editorial”, en La Crónica, 24 de setiembre de 1913.

Page 145: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

285

si eso fuera poco, Leguía empleó el sistema del cohecho

y la actividad de “turbas asalariadas” para someter al

Congreso y conmover los “cimientos institucionales” del

país. Conocidas estas falencias de su régimen, parecía

inaudito que se atribuyera “cualidades excepcionales y

virtudes cívicas” de estadista. De igual modo, la compra

de armamento obsoleto y la imprudente actitud

provocadora con Chile hablaba mal de su exaltado

patriotismo. Guiado por el resentimiento y despecho,

Leguía no perdonaba a Billinghurst haber puesto al

descubierto los “malos rumbos políticos” del gobierno

precedente. El Comercio precisó que su campaña

opositora contra el leguiísmo no estuvo motivada por el

deseo de obtener prebendas o satisfacer intereses

prosaicos, sino por el convencimiento de la incapacidad

y falta de tino de Leguía para gobernar y tratar con

personas e instituciones690.

El 24 de setiembre los billinghuristas celebraron

el primer aniversario de gobierno. Esta fiesta se

entrelazó con otra dedicada a la Virgen de las Mercedes,

patrona de las armas. Las ceremonias comenzaron ese

día con misa y desfile militar. El recorrido de Billinghurst

a la iglesia de La Merced fue saludado efusivamente por

el pueblo. Por la tarde, el presidente recibió en palacio la

visita de diplomáticos, autoridades religiosas, comisiones

de oficinas públicas, magistrados, militares y sociedades

obreras, todos los cuales acudían a felicitarlo por su

gestión gubernativa. Billinghurst ofreció además un

banquete en el Palacio de la Exposición a los miembros

690 “Editorial”, en El Comercio, 24 de setiembre de 1913.

286

del Congreso. En su discurso, manifestó la necesidad de

borrar las fronteras entre parlamento y Ejecutivo y

conjugar aspiraciones en bien de la República. Ese

propósito patriótico –enfatizó– debía prevalecer en

medio del “hervor de pasiones”. Reconoció estar

disconforme con los resultados de su breve gobierno, si

bien alegó no haber tenido el poder suficiente para

conseguir recursos y suprimir “males inveterados”. El

Presidente del Senado, general Juan Eléspuru, respondió

este discurso ofreciendo al presidente la franca y

decidida colaboración del Congreso a fin de “dar

cuerpo” a sus iniciativas. Expresó igualmente su

confianza en lograr la armonía y concierto de poderes

públicos e hizo votos para que Billinghurst, desde la

cumbre del poder, descubriera los amplios y felices

horizontes para la patria691.

Concluido el primer año de gobierno

billinghurista, La Crónica hizo un balance del mismo.

Aunque recordó su origen inconstitucional admitió que

en su momento significó la reacción del pueblo contra la

imposición leguiísta y sus escándalos electorales. La

opinión pública confió entonces en que Billinghurst

rompería con el pasado y transformaría el ambiente

político, pues anteriormente solo el Califa Piérola había

tenido tanta popularidad y apoyo general “para hacer

una labor de reconstrucción”. Sin embargo, a juicio de

este periódico, ninguno de esos buenos propósitos fue

cumplido, a causa de que los billinghuristas se dedicaron

691 “Las fiestas de ayer”, en El Comercio, 25 de setiembre de 1913.

Page 146: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

287

a hacer política “criolla y malsana”. La ley electoral, con

todos sus vacíos, era el único activo del Gobierno, y no

EL PRIMER ANIVERSARIO DEL GOBIERNO BILLINGHURISTA Y EL

BANQUETE OFRECIDO AL CONGRESO

Billinghurst recibe el saludo del arzobispo limeño, Pedro García Naranjo, en su primer aniversario de gobierno. La Crónica, 26 de setiembre de 1913.

288

Billinghurst leyendo su discurso ante los congresistas. Variedades, 27 de setiembre de 1913.

se esperaba ningún otro mientras Billinghurst siguiera

dominado por el odio y afán de predominio. El caudillo

tarapaqueño carecía de una “doctrina honesta de

gobierno” y permanecía rodeado de elementos que

excitaban sus pasiones. En esas condiciones, sus críticos

juzgaban poco probable que su “actividad infatigable”

diese frutos692. Por su parte, El Comercio saludó el

“significado político importante” de la reunión Ejecutivo-

Legislativo en cuanto a la suma de esfuerzos y resolución

de desinteligencias negativas para la marcha del país.

Durante el primer año de gobierno, las relaciones entre

Gobierno y Congreso no fueron muy cordiales, debido a

que los parlamentarios provenían del régimen anterior.

No obstante, la renovación del tercio parlamentario

facilitó la recomposición de las mesas directivas de

ambas cámaras, y estas forjaron relaciones más fluidas

con el Ejecutivo. Lamentablemente las bancadas

probillinghuristas denotaban cierto desgano en la labor

legislativa. Esa actitud explicaba el retraso con que se

debatió el proyecto de presupuesto nacional. Aunque

ese hecho no era prueba suficiente para suponer la

existencia de un plan de oposición encubierta, resultaba

de extrema urgencia imprimir mayor dinamismo en la

tarea de secundar los proyectos del Gobierno693.

La cuestión religiosa volvió a convulsionar el

ambiente público con motivo del envío a la Cámara de

Diputados del proyecto de reforma constitucional

692 “Editorial”, en La Crónica, 25 de setiembre de 1913. 693“Editorial”, en El Comercio, 26 de setiembre de 1913.

Page 147: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

289

referido a la tolerancia de cultos. La tarde del 25 de

setiembre una comisión de señoras distinguidas,

presidida por Isabel del Valle y Osma de la Unión

Católica, tuvo audiencia con el presidente y le expuso su

deseo de que intercediera ante los diputados para que

estos no aprobaran el citado proyecto694. Billinghurst, con

exquisita cortesía, quiso convencer a las damas que no

era impío ni masón, y después de escucharlas las llevó a

visitar la Escuela de Economía Doméstica de la

Magdalena, encomendada a “monjas virtuosa e

ilustradas”695. La Crónica criticó la exagerada agitación

clerical contra un proyecto progresista y moderado, cuyo

único propósito era legalizar la práctica de cultos no

católicos y evitar que quienes los profesaban fuesen

víctimas de los abusos cometidos por los párrocos,

amparados en la exclusividad de la religión católica. A

criterio de este diario, el asunto religioso competía a las

individualidades y no al Estado. Ciertamente, el espíritu

público había evolucionado a favor de la reforma

moderada,696 Los católicos, por excesivo celo,

boicoteaban una reforma “exigida por la cultura e

intereses del país”. Esa conducta intransigente

entorpecía la integración de los capitalistas y

trabajadores extranjeros en la sociedad peruana, y

ahuyentaba la migración porque difícilmente vendrían al

país personas a las cuales se les prohibía el libre

694 “La tolerancia de cultos”, en El Comercio, 26 de setiembre de 1913. 695“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 30 de setiembre de 1913. 696 “La tolerancia de cultos”, en La Crónica, 27 de setiembre de 1913.

290

ejercicio de su religión, a diferencia de otros lugares de

América con mayor nivel de cultura y respeto por el

derecho humano de la libertad de cultos697.

Frente a la ofensiva conservadora, el Centro

Liberal Obrero acordó concurrir a la Cámara de

Diputados para observar los debates sobre tolerancia de

cultos. La campaña propagandística de los obreros

incluía la realización de un mitin popular y respaldo

efectivo a los diputados David Chaparro y Manuel

Urbina, defensores de la reforma constitucional698. El 29

de setiembre a las nueve de la noche tuvo lugar el mitin

en la plazuela de Santa Ana. Allí se congregaron unas 300

personas, mientras otro grupo lo hacía en la Plaza

Bolívar, este último esperó sin éxito al diputado Urbina,

quien se comprometió a dar una conferencia sobre la

cuestión religiosa. En ese momento, circularon volantes

invitando a los dos grupos a reunirse en la plazuela de

San Agustín. Comenzó así un bullicioso recorrido por el

centro de la ciudad hasta la citada plazuela, en medio de

vivas a la libertad de pensamiento y mueras al clero. En

dicho lugar, el dirigente R. Avilés, supo que el Ministerio

de Gobierno había prohibido este mitin alegando la

inoportuna hora fijada para su realización. De inmediato,

Avilés pidió a los más de mil obreros congregados

disolverse pacíficamente. Muchos de estos protestaron y

los negocios, previendo actos de violencia, prefirieron

cerrar sus puertas. Advertidos de esa situación, el

697“Editorial”, en La Crónica, 28 de setiembre de 1913. 698 “La tolerancia de cultos”, en El Comercio, 27 de setiembre de 1913.

Page 148: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

291

prefecto Ferro y la policía salieron a resguardar el orden

público. A su vez, los manifestantes se retiraron por

diversas calles lanzando nuevamente gritos a favor de su

causa699.

Por esos días, Billinghurst intentó armonizar las

relaciones entre Gobierno y Congreso. Sin embargo, el

fastuoso banquete ofrecido nueve días antes a los

congresistas tuvo nulos resultados, pues solo unos cuántos

de estos atendieron su invitación para tomar parte de las

tertulias de palacio. Peor aún, cuando estos observaron

cierta displicencia en el presidente decidieron retirarse de

esas improductivas reuniones700. Con ese ambiente de

trasfondo, el 3 de octubre, la Cámara de Diputados debatió

el proyecto sobre tolerancia de cultos remitido por el

Senado. Las galerías lucieron atiborradas por selectas y

numerosas barras compuestas por universitarios “deseosos

del triunfo de la reforma”. Varios cordones de policías

rodearon la plaza Bolívar, mientas piquetes de gendarmes

vigilaban las puertas del Congreso, bajo la supervisión de

muchos oficiales701. Los diputados José Sánchez Díaz,

Francisco Fariña y Víctor Santos se opusieron rotundamente

a la reforma considerándola lesiva a “los más caros

intereses de una gran mayoría de habitantes del Perú”.

Con todo, la tolerancia de cultos fue aprobada por

enorme mayoría702. La prensa pierolista celebró esta

699 “La tolerancia de cultos”, en El Comercio, 30 de setiembre de 1913. 700“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 2 de octubre de 1913. 701“Cámara de Diputados”, en La Crónica, 4 de octubre de 1913. 702Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 443-454.

292

iniciativa “patriótica y civilizadora”, que liberaba al Perú

del baldón de ser el único estado americano, cuya carta

constitucional desconocía derechos reconocidos hasta en

los países más atrasados. Dirigiéndose a los

conservadores católicos, este diario les aconsejó evitar

inmiscuirse en situaciones de conflictos inconvenientes

para la Patria, desgastando fuerzas útiles en la solución

de otros problemas nacionales. Las flamígeras

proclamas, incentivadoras de odios religiosos, y los

llamados a fundar un partido conservador católico, con el

solo propósito de revertir la reforma, podía causar serios

perjuicios al país enrumbándolo por el camino de la

intolerancia703.

Poco después, la colocación de la primera piedra

en un proyecto de casas para obreros chalacos, permitió

a Billinghurst recibir el saludo efusivo del pueblo. En esta

ceremonia, el presidente felicitó al Concejo del Callao

por emprender la construcción de casas “higiénicas,

cómodas y baratas” en beneficio de la clase obrera704.

Expresó también la firme voluntad del Gobierno de

“suprimir las causas del malestar material”. En ese

campo, la salubridad de la vivienda era uno de los

principales problemas, pues las enfermedades

encontraban fecundo terreno en las “pocilgas inmundas”

que daban albergue a los desvalidos. En ese sentido,

Billinghurst puso énfasis en la inutilidad de comprar

armamentos modernos, mientras los defensores de la

Patria eran víctimas de diversos males. Sin duda, las

703“Editorial”, en La Crónica, 5 de octubre de 1913. 704“Las ceremonias de ayer”, en La Crónica, 6 de octubre de 1913.

Page 149: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

293

habitaciones malsanas envilecían física y moralmente a la

clase trabajadora. Hasta entonces los concejos

municipales habían descuidado la construcción de

viviendas obreras, a pesar de que los callejones y casas

de vecindad eran focos de epidemias y una afrenta para

las ciudades. Por ello, la casa modelo levantada a

expensas del Concejo del Callao constituía un

“acontecimiento social” e iniciaba una nueva era en el

puerto. El presidente culminó su discurso, destacando la

importancia de la vivienda en el desarrollo de las familias

y el impulso dado por su Gobierno a la construcción de

50 casas obreras en el barrio de Malambo, las cuales

serían adquiridas mediante el pago de módicas cuotas

mensuales705. El Comercio felicitó la preocupación de

Billinghurst por el problema de la vivienda, pues cuando

convivían ocho o diez personas en un solo cuarto, sin

distinción de sexos ni de edades, era imposible que se

guiaran por las prescripciones de la moral y los dictados

más elementales de la higiene706.

Ese mismo día, en medio de aclamaciones de la

numerosa concurrencia, Billinghurst inauguró el motor

añadido al pescante situado en el espacio de los playeros

del Callao. En su discurso de agradecimiento, el

dirigente playero, Marcelo Pastor, ensalzó la obra del

pescante en tanto iniciaba una nueva era para el cabotaje,

ahorrando fuerza humana y dándole mayor velocidad al

comercio marítimo. Pastor exaltó en la personalidad de

705“Ecos de las ceremonias del domingo”, en La Crónica, 7 de octubre de 1913. 706 “Las casas para obreros”, en El Comercio, 7 de octubre de 1913.

294

BILLINGHURST Y LA ATENCIÓN DE LAS CLASES OBRERAS

Billinghurst coloca la primera piedra de las casas para obreros en el Callao. La Crónica, 7 de octubre de 1913.

Billinghurst inaugura el pescante para facilitar el trabajo de los playeros chalacos. Variedades, 12 de octubre de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.

Page 150: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

295

Billinghurst su sincero cariño por la clase obrera, a la

cual nunca le había engañado o mentido. Por esa razón,

acordaron concederle el título de “primer obrero del

Perú”, y para dejar recuerdo imborrable de este evento

bautizaron el pescante con el nombre de Billinghurst. El

mandatario respondió estas palabras evocando que

desde joven tuvo interés por “la suerte del obrero”,

siendo su más fervoroso anhelo elevar la condición del

proletariado. Después de llamarlos “pioneers del

progreso patrio” prometió hacer todos los esfuerzos para

brindarles protección y modernizar al mismo tiempo la

infraestructura portuaria con obras de mejoramiento y

ensanche. Billinghurst puso especial cuidado en explicar

a los playeros que la introducción de grúas, cabrestantes,

elevadores, transportadores y demás útiles no causaría

desempleo, por el contrario, aumentaría la demanda de

brazos debido al incremento del tráfico comercial707.

A mediados de octubre, circuló el rumor de que

el Ministro de Gobierno, Gonzalo Tirado, estaba próximo

a retirar el proyecto de ley presentado por el Ejecutivo al

Congreso solicitando autorización para renovar las

concejalías de Lima. En su reemplazo, se esperaba que el

Ejecutivo dictara un decreto convocando nuevas

elecciones708. Asimismo, ante la escasa asistencia de

congresistas a las tertulias palaciegas, Billinghurst optó

por cancelarlas aduciendo estar afectado en su salud709.

La exhibición del “kinetófono” en Palacio de Gobierno

707 “Las fiestas de ayer en el Callao”, en El Comercio, 6 de octubre de 1913. 708“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 11 de octubre de 1913. 709 “Vida de palacio”, en La Crónica, 11 de octubre de 1913.

296

fue un evento social aprovechado por Billinghurst para

compartir momentos cordiales con los presidentes de las

cámaras, varios congresistas, funcionarios públicos y

gerentes de los bancos. Este aparato inventado por

Tomas Alva Edison había sido traído al Perú por la

compañía internacional cinematográfica. A las 9 de la

noche del 15 de octubre, Billinghurst y sus 200 invitados

vieron y oyeron varias películas con escenas musicales y

festivas. Luego se pudo apreciar una filmación hecha al

presidente Billinghurst en su despacho, paseando por los

parques de Palacio de Gobierno y saludando al pueblo.

Concluida la función, los invitados departieron en un bar

acondicionado por la Casa Broggi, mientras una banda

de músicos del batallón Gendarmes animaba el ambiente

ejecutando varias piezas clásicas710. Días después,

reconsiderando su decisión inicial de cancelar las

tertulias, Billinghurst volvió a convocarlas. No obstante,

esta vez predominó ampliamente la asistencia de

militares, los cuales triplicaban el número de

congresistas711.

La escalada de la violencia común era otro asunto

de gran preocupación para la prensa. Este hecho alcanzó

notoriedad a raíz del ataque a un cuartel policial del

Callao y el asesinato del gendarme Carlos Waltuoni por

una pandilla de rufianes, que estaba provocando

violentos desórdenes en el pueblo de La Legua con

motivo de la fiesta de la Virgen del Carmen. Según El

Comercio, la feroz conducta de los asesinos tenía su

710 “En el Palacio de Gobierno”, en La Prensa, 16 de octubre de 1913. 711 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 21 de octubre de 1913.

Page 151: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

297

origen en la influencia ejercida por “elementos

extranjeros” entre las capas sociales bajas. Esas

personas difundían “doctrinas nocivas”, destructoras de

todo principio social y contrarias a las fuerzas

constructivas del país712. A su turno, La Crónica advirtió

que el país asistía al surgimiento de grupos organizados

de matones, cuyo avance se producía por la inercia de

las autoridades y “la impunidad protectora y

estimulante” derivada de esta. Muchos de los matones

eran ex-integrantes de la desaparecida policía secreta

del leguiísmo. Ellos ganaron su mala reputación

participando en asonadas, asaltos, y ataques con

puñaladas y bombas. En consecuencia, la prensa exigió

al prefecto limeño, Orestes Ferro, una “actuación

represora enérgica”, pues los matones no tenían reparos

en agredir y hasta victimar a los policías. Todos estaban

convencidos de que sin pérdida de tiempo, Billinghurst

debía poner remedio a una situación que estaba

erosionando intensamente el orden moral713.

Después de doce meses de gobierno

billinghurista, los empleados públicos juzgaron oportuno

reclamar la concesión de titularidad sobre sus puestos

laborales. El comité de lucha, liderado por Alejandro

Béjares, convocó a sus compañeros a una sesión en el

local del Concejo Provincial con el fin de impulsar

medidas para conseguir la aprobación del proyecto de

ley del ex-senador Juan José Reinoso, que concedía el

712“Los sucesos de ayer en la Legua”, en El Comercio, 13 de octubre de 1913. 713“Editorial”, en La Crónica, 15 de octubre de 1913.

298

titularato de los puestos laborales. Dicho proyecto

llevaba algunos años pendientes de debate en la Cámara

de Diputados. En actitud autocrítica, los empleados

reconocieron haberse despreocupado del asunto, pues

no se acercaron a los representantes para fundamentar

sus derechos laborales. Tampoco organizaron

manifestaciones por temor a disgustar al fenecido

régimen de Leguía, que era enemigo declarado de la

titularidad. Sumidos en la inercia y desunión, los

empleados constituían “entidades sin valor” dentro de la

administración pública. Sin embargo, ellos confiaban en

que Billinghurst, declarado protector de derechos y

libertades, valorando la importancia de sus servicios,

dado que eran la fuerza dinámica de los poderes

públicos, atendería sus “justas y nobles aspiraciones”714.

La prensa pierolista recomendó condicionar el

otorgamiento del titularato de los empleos al

cumplimiento de ciertos requisitos, garantizadores de la

capacidad y moralidad del empleado, porque

frecuentemente los puestos se concedían atendiendo

recomendaciones de carácter político, y el Estado

terminaba contratando personal incapaz e indigno. Una

norma carente de condicionantes beneficiaría sin

distinción “a las personas dignas y a los simples

presupuestívoros”. De acuerdo con un analista anónimo,

el Gobierno debía exigir a todo aspirante a un empleo

público los siguientes requisitos: a) poseer nacionalidad

peruana o ser naturalizado; b) edad mínima de 20 años;

714 “Los empleados públicos piden…”, en La Crónica, 17 de octubre de 1913.

Page 152: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

299

c) haber cursado cuando menos el segundo año de

instrucción secundaria; d) poseer certificados de

conducta y competencia, y e) presentar libreta de

matrícula o certificado comprobante de haber realizado

el servicio militar obligatorio. Los empleados con más de

diez años de servicios serían exceptuados de estas

disposiciones, y además tendrían la posibilidad de

acceder al titularato con la sola presentación de una

libreta, suscrita por su jefe, la cual acreditaría su

competencia y honorabilidad. Ajenos a esta propuesta,

más de 300 empleados concurrieron al Concejo

Provincial de Lima para escuchar al senador Reinoso, y

luego decidieron elevar memoriales al Presidente de la

República y al Congreso pidiendo la aprobación del

proyecto citado715.

El primer memorial, dirigido por 400 empleados

al presidente Billinghurst, agradeció las gestiones del

Ejecutivo ante el Congreso para hacer extensivos a todos

los empleados los goces reservados a ciertos grupos de

ellos. En ese sentido, solicitaron a Billinghurst ordenar

que las oficinas del Estado entregaran los informes y

datos requeridos por la Cámara de Diputados para

fundamentar la aprobación del titularato. Este mismo

grupo elevó un segundo memorial a la Cámara de

Diputados, recordando que el proyecto de titularato

estaba pendiente de debate desde hace varios años. Los

recurrentes conocían la oposición de algunos diputados a

sus reclamos, pero juzgaban que esa visión equivocada

715“La reunión de los empleados públicos”, en La Crónica, 20 de octubre de 1913.

300

procedía del poco interés prestado a la condición de los

servidores de la Patria. Alegaron en su favor el respaldo

del presidente al proyecto de titularato, cuyo costo fiscal

no era excesivo cómo afirmaban sus críticos. En primer

lugar, la ley solo favorecía a quienes tuvieran más de

siete años de servicio, y este grupo laboral no era muy

grande, por tanto, el impacto en la caja fiscal sería

reducido. En segundo lugar, los empleados costearían

sus pensiones aportando el 4% de los sueldos. Por

último, la nueva norma del titularato, a diferencia de su

antecesora de 1873, no permitía el ingreso de personas

innecesarias a los puestos públicos, en consecuencia, no

crecería el gravamen por pensiones716.

716 “El titularato de los empleados…”, en La Prensa, 21 de octubre de 1913.

Page 153: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

301

III. EPÍLOGO DEL BILLINGHURISMO:

BILLINGHURST DERROCADO

¿Cuál había sido la evolución de los partidos políticos

durante el primer año de régimen billingurista? La prensa

pierolista, representante de una fuerza distante de quienes

dominaban el Ejecutivo y Congreso, hizo un diagnóstico de

este asunto. De manera general, todos los partidos

actuaban disciplinadamente, pero carecían de orientación

definida. Ciertamente, la disciplina no giraba en torno a una

idea central, sino a las posiciones personales de los líderes

y militantes colocados en el Gobierno, muchos de los

cuales estaban supeditados a la voluntad del presidente. De

ese modo, la acción de los partidos era, en gran parte, el

resultado de ambiciones o resentimientos. Por ejemplo, el

bloque nació como grupo de resistencia frente al gobierno

de Leguía, pero concluida esa labor sobrevivía por puro

instinto de conservación y sin programa alguno. Los

leguiístas cumplían similar función. Por su parte, los

liberales estaban desorientados y divididos en las facciones

de Lima y las de provincias. A su vez, los constitucionales se

limitaban a ejecutar órdenes de sus líderes en cuanto a

concertar alianzas y obtener ventajas para sus miembros. El

diario pierolista solo reconocía estructura partidaria a los

demócratas, quienes a pesar de la pérdida de su

excepcional líder, un “hombre realmente superior”,

mantenían la tradición austera y viril. Con todo, guardaba la

esperanza de que surgieran “corrientes definidas” en el

desarrollo de las ideas políticas717. En esta coyuntura de

717 “Al margen de la vida parlamentaria”, en La Crónica, 18 de octubre de 1913.

302

neutralización de las fuerzas políticas, Billinghurst dispuso

el traslado del coronel Óscar Benavides, quien dejó su

plaza en el sur para asumir como Jefe de Estado Mayor

del Ejército. Este nombramiento encontró buena

acogida, porque Benavides, gracias a su actuación en la

frontera norte, gozaba del aprecio y estimación de la

sociedad718.

El 24 de octubre, conforme a la prórroga

aprobada por el Congreso, la Corte Suprema volvió a

ocuparse de las cuestiones electorales pendientes. La

primera audiencia estuvo dedicada a la provincia de San

Martín. Allí, el senador electo, Octavio Nájar reclamó la

nulidad de las credenciales de sus rivales, Pedro García

y José Tejada, pues estos no exhibieron actas ni registros

comprobatorios del funcionamiento de las juntas

favorables a sus candidaturas719. Tres días después, se

abordó el caso de la provincia de Tahuamanu. En este

caso, el candidato Alejandro Vivanco planteó la nulidad

de las credenciales presentadas por su rival José Muro.

Este último no concurrió a la audiencia, hecho que fue

interpretado como el tácito reconocimiento de su

derrota, debido a la falsedad de sus documentos720.

Seguidamente, fue vista la causa de las elecciones

senatoriales en Madre de Dios. En este asunto, el senador

electo, coronel Teobaldo Gonzáles solicitó la nulidad de

718 “Vida militar”, en La Crónica, 24 de octubre de 1913. 719“Los procesos electorales y la…”, en El Comercio, 24 de octubre de 1913. 720 “La Corte Suprema y los procesos electorales”, en La

Crónica, 28 de octubre de 1913.

Page 154: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

303

credenciales de sus contendores, los cuales no asistieron

a esta diligencia721. El 29 de octubre, los magistrados

escucharon el pedido de nulidad de las credenciales de

los candidatos a la diputación del Manu, Enrique Swayne

y Emilio Delboy, promovido por Alberto Seguín en

representación del candidato Ángel Gasco722.

La Legislatura Ordinaria de 1913 culminó el 25 de

octubre con un balance negativo. La prensa opinó que

nada de provecho, salvo la reforma constitucional de la

tolerancia de cultos, se había efectuado en noventa días

de trabajo parlamentario. La mayor parte del tiempo los

congresistas asistieron a sesiones secretas donde

trataron de asuntos militares e internacionales, que

terminaron en votos de confianza para los ministros de

Guerra y Relaciones Exteriores, los cuales realmente

eran “votos políticos”, es decir, “gestos de

agrupaciones, inspirados en conveniencias de círculo”.

Sumido en la inercia, el Congreso no daba muestras de

independencia y energía para impulsar el progreso del

país. Ese desinterés llegó al extremo de dejar inconcluso

el debate del presupuesto, “que es la ley sustantiva de la

vida económica del país”. Esto último implicaba extrema

gravedad, pues desde 1910 el país venía administrando

sus rentas “fuera de la ley y sin control de ninguna

clase”. Por ese motivo, no era extraño que se gastara el

doble de lo ingresado al fisco. En la coyuntura de crisis

fiscal, el presupuesto no solo tenía importancia en el

721“Los procesos electorales y la Corte Suprema”, en El

Comercio, 31 de octubre de 1913. 722 “La Corte Suprema y los procesos electorales”, en La

Crónica, 30 de octubre de 1913.

304

sector interno, sino que el Gobierno requería dicho

documento para negociar en Europa el empréstito

proyectado. Por tanto, Ejecutivo y Legislativo compartían

la obligación de aprobarlo en legislatura

extraordinaria723.

La tarde del 28 de octubre, ausente Billinghurst

por hallarse indispuesto en su salud, el Consejo de

Ministros sesionó durante casi tres horas con el objeto de

discutir la posibilidad de convocar un congreso

extraordinario. De todos los ministros, afirmó La Prensa,

solo Baldomero Maldonado y Francisco Tudela estaban

firmes en su decisión de sostener la “prerrogativa

parlamentaria de dar el presupuesto”, lo cual anunciaba

una inminente crisis ministerial en caso el Consejo optara

por lo contrario724. Concluida esta reunión, el ministro

Gonzalo Tirado, comunicó al reportero de La Crónica, el

parecer del Consejo contrario a la convocatoria de una

legislatura extraordinaria. Eso mismo declaró el ministro

Varela, aunque dejo entrever que esa decisión podía

revertirse. Los círculos políticos creyeron que detrás de

este acuerdo ministerial se encontraba la voluntad de

Billinghurst de gobernar sin presupuesto. Al respecto, La

Crónica estaba convencida que el Gobierno pretendía

continuar la “dictadura fiscal” aplicada por Leguía, pues

facilitaba la ejecución de gastos sin control. El presidente

parecía ignorar que emprender su segundo año de

gobierno sin ley de presupuesto causaría mala impresión

en las plazas financieras del extranjero725.

723 “De jueves a jueves”, en Variedades, 25 de octubre de 1913. 724 “Ecos ¿muerte o catalepsia?”, en La Prensa. 27 de octubre de 1913. 725 “Editorial”, en La Crónica, 29 de octubre de 1913.

Page 155: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

305

Conocido el desacuerdo de los ministros Tudela y

Maldonado con la decisión de no convocar una

legislatura extraordinaria, los diarios daban por segura

las renuncias de estos. Incluso se decía que dichos

documentos ya estaban en el despacho presidencial,

pero Billinghurst aún no se pronunciaba porque sus

problemas de salud le impedían atender los asuntos de

gobierno726. Entre tanto, el bloque ministerial compuesto

por los ministros de Gobierno, Guerra, Justicia y

Fomento, seguía firme en su respaldo a la dictadura

fiscal727. Cuando Billinghurst retomó sus labores,

comenzaron a circular los nombres de los posibles

reemplazos de Tudela y Maldonado. Fueron voceados

entonces Federico Luna y Peralta, Mariano Cornejo y

Alberto Ulloa. El primero aspiraba a la cartera de

Hacienda, y los otros dos a la de Relaciones Exteriores728.

En este escenario de crisis ministerial, La Prensa criticó a

Billinghurst por apoyar a los ministros que eludían su

deber de promover la aprobación legislativa del

presupuesto. La actuación de estos ministros trasgredía

las normas constitucionales, pues el citado acuerdo

impedía al Congreso cumplir con su labor de controlar

los actos del Ejecutivo. Aunque el Gobierno estaba muy

influenciado por quienes creían inútil convocar una

nueva legislatura amparándose en la inercia del

Congreso, La Prensa esperaba que no consumaran su

726 “La crisis”, en La Crónica, 30 de octubre de 1913. 727 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 30 de octubre de 1913. 728 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 31 de octubre de 1913.

306

propósito de inducir la prórroga del presupuesto en

perjuicio de la competencia exclusiva del Legislativo729.

En medio de esta crisis política, El Comercio

reprodujo notas de diarios norteamericanos que

contenían relatos del ex-presidente Leguía sobre falsos

“sucesos pavorosos” ocurridos en Lima bajo el Gobierno

de Billinghurst. De acuerdo con una de estas notas,

publicada el 21 de setiembre por el New York Herald, en

el Perú la vida y propiedad no estaban a salvo, pues las

cárceles retenían gran cantidad de detenidos políticos,

muchos de los cuales habían sido ejecutados o

desaparecidos. Quienes tuvieron la fortuna de escapar

cruzaron la frontera hacia Bolivia buscando refugio.

Leguía comparó además el secuestro sufrido en 1909, a

manos de los pierolistas, con el ataque perpetrado a su

casa por los billinghuristas, indicando que en ambos

hechos estuvo en peligro de muerte, pero supo salir con

éxito730. A estas inquietantes declaraciones de Leguía se

añadió la protesta de los policías por dos meses de

sueldos atrasados, hecho de extremo cuidado para la

conservación de la seguridad pública. En carta anónima

remitida a La Crónica, un gendarme lamentó la

imposibilidad de cobrar sus sueldos, pues se hallaban en

“la última miseria como en ninguna otra época”, mientras

729 “Crisis, Congreso y Presupuesto”, en La Prensa, 31 de octubre de 1913. 730“Cómo se escribe la historia”, en El Comercio, 30 de octubre de 1913.

Page 156: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

307

el Gobierno invertía dinero en patrocinar “cuadrillas

vandálicas” en el trabajo del Tajamar731.

Apenas iniciado noviembre, La Crónica

profundizó su labor alarmista atribuyendo a Billinghurst

toda clase de medidas radicales. Entre estas lo acusó de

fomentar un golpe de Estado, ordenando por decreto la

caducidad del mandato legislativo para convocar nuevas

elecciones. Aunque una acción de ese tipo equivalía a

una declaratoria de guerra por parte del Gobierno a

todos los partidos políticos, estos poseían estructuras que

con seguridad les garantizaban el triunfo electoral sobre

el desorganizado billinghurismo. La opción de la

Constituyente era vista como más peligrosa, pues

suscitaría resistencias capaces de conducir al país a la

revolución y anarquía social732. Todas esas

especulaciones –precisó La Prensa– encontraban sustento

porque la crisis ministerial había crecido hasta poner en

riesgo toda la política gubernativa, sin que el Gobierno

tuviese medios para darle solución inmediata. Cuando los

ministros renunciaban por diferencias personales, unas

simples llamadas telefónicas del presidente eran

suficientes para asegurar la concurrencia de potenciales

relevos. En el caso del gobierno de Billinghurst, los

convocados no querían sumarse al gabinete sin antes

tener la certeza de hacia dónde estaba yendo el país.

Inicialmente –según La Crónica– los bloquistas fueron

tentados con varias carteras y la presidencia del Consejo

de Ministros, pero estos declinaron la oferta porque

731 “No se paga a la policía”, en La Crónica, 31 de octubre de 1913. 732 “Editorial”, en La Crónica, 2 de noviembre de 1913.

308

sentían pavor de gobernar sin presupuesto. Tocó luego

el turno a los liberales representados por Augusto

Durand, quien salió de palacio con rostro desencajado

sin que fuesen conocidos los temas políticos discutidos

con Billinghurst733.

La prensa limeña tuvo opiniones divergentes en

cuanto a la responsabilidad de la incertidumbre reinante

en el país. Para El Comercio la inconclusa discusión

parlamentaria del presupuesto generó los problemas

posteriores entre Ejecutivo y Legislativo, pues los

congresistas, repitiendo la actitud negligente de

legislaturas anteriores, dejaron al país sin la herramienta

más importante del plan hacendario. Como consecuencia

de ese descuido injustificado, el presidente perdió la

confianza en los congresistas, y prescindiendo de estos

pretendía imponer la prórroga del presupuesto. Según

este diario, Billinghurst percibía que el debate de sus

proyectos era retrasado con mala intención, cuando esa

contingencia respondía verdaderamente a defectos de

organización de las fuerzas parlamentarias y cierta

“pereza funcional” del Congreso. Por eso, sugirió al

presidente superar las rencillas políticas y convocar la

legislatura extraordinaria, aunque sus consejeros

insistieran en que esta carecía de sentido. Por lo demás,

la crisis ministerial quedaría resuelta apenas se

consolidaran acuerdos con el Congreso, de lo contrario

comenzaría a sembrarse dudas sobre el “pensamiento

último” del Ejecutivo en este atolladero constitucional,

733 “Ecos. La crisis se complica”, en La Prensa, 1º de noviembre de 1913.

Page 157: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

309

incertidumbre que más tarde sería muy complicado

disipar734.

La revista Variedades también tachó la pereza

congresal, única causante del inminente desgobierno de

las finanzas públicas. Más grave era todavía que el

Gobierno intentara aprovechar ese vacío hacendario, y

desistiera de obtener la aprobación del presupuesto en

una legislatura extraordinaria. El Ejecutivo originó esa

situación con el envío a destiempo del proyecto de

presupuesto a las cámaras. En ese contexto, el

presidente Billinghurst y su ministro Maldonado

debieron prever la eventualidad de que el debate y

modificación de dicho documento podía exceder la

vigencia de la legislatura ordinaria. Por el contrario, todo

parecía indicar que el Gobierno estuvo plenamente

confiado en que su proyecto de presupuesto sería

autorizado sin debate. En consecuencia, las

observaciones y correcciones de “probables errores de

cálculo” en las cifras de ingresos efectuadas por los

congresistas disgustaron el “amor propio” del

presidente, quien barajó entonces la opción de retirar su

proyecto de presupuesto y seguir de “motu proprio” el

camino de la “inconstitucionalidad fiscal”, originando el

sobresalto de los partidos políticos y los círculos

financieros nacionales e internacionales735.

El propio vocero oficioso del Gobierno condenó

las insinuaciones que se hacían a Billinghurst para que no

convocara el congreso extraordinario encargado de

734 “Editorial”, en El Comercio, 1º de noviembre de 1913. 735 “De jueves a jueves”, en Variedades, 1º de noviembre de 1913.

310

finiquitar el asunto del presupuesto. Esa medida grave en

sí misma, en tanto implicaba falta de respeto

institucional, excedía todo límite cuando era

complementada con la posibilidad de reemplazar el

parlamento por otro nuevo “dictatorial”. La consumación

de esos objetivos revelaría que el pueblo había perdido

todo concepto de probidad política. Lamentablemente, el

sometimiento de las mayorías parlamentarias tenía como

funestos precedentes las acciones de los presidentes

Andrés A. Cáceres, Eduardo López de Romaña y Augusto

Leguía. Siguiendo esa viciosa práctica, gente cercana a

Billinghurst recurría a “disquisiciones solapadas y

cínicas” para sugerirle atentar contra la independencia

del Congreso. La Prensa eludió identificar las

motivaciones de estos planes, pero reprobó a los

instigadores anónimos que promovían “con el

pensamiento o la palabra” los afanes autoritarios

contrarios al patriotismo. Este diario justificó su constante

defensa de Billinghurst basada, según dijo, en la

confianza de saberlo ajeno a la intriga e impaciencia. Por

eso mismo, dudaba de que hubiese llegado al poder con

el propósito de establecer una “presidencia tenebrosa y

autoritaria”. A pesar de los rumores en ese sentido, aún

pensaba que el presidente, guiándose por su espíritu de

“repúblico” y “patriota”, gobernaría de manera distinta a

los regímenes precedentes. Sin duda, Billinghurst

manifestó no estar contaminado por las luchas

partidaristas o de círculo, visibles fuentes de corrupción

en el país, lo cual permitía suponer que nunca

consumaría el despropósito de gobernar al margen de la

Constitución. De otro lado, La Prensa restó importancia al

conflicto creado por la cuestión presupuesto, precisando

Page 158: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

311

que el Congreso no había cometido falta alguna, pues la

Constitución no especificó el plazo para aprobar dicho

documento y menos aún exigió hacerlo dentro de la

legislatura ordinaria. Finalmente, citando los votos de

confianza dados a los ministros y la buena recepción de

los proyectos del Ejecutivo, este diario quiso desmentir

la presencia de una “oposición subterránea” en el

Congreso736.

Frente a la supuesta amenaza de rompimiento del

orden constitucional, la prensa trató de identificar a los

partidarios de este proyecto. De acuerdo con La Crónica,

Aurelio Sousa, asiduo concurrente a palacio, era uno de

los más enfervorizados promotores del plan de darle “un

porrazo al parlamento”. El presidente se mantuvo ajeno a

estas proposiciones, y prefirió recomponer su gabinete

con la incorporación del general Juan Eléspuru y

Guillermo Rey, quienes fueron tentados para ocupar las

carteras de Relaciones Exteriores y Hacienda, pero el

primero de estos puso como condición que se le

entregara la presidencia del Consejo de Ministros737.

Según el diario pierolista, Billinghurst retrocedió en su

deseo de convocar un Congreso Constituyente por la

impresión de que el ejército no simpatizaría “en esos

momentos con una dictadura”738. Enterado de esta

inestabilidad política, el desterrado ex-mandatario

Leguía golpeó los planes financieros del Gobierno

736 “Obra odiosa”, en La Prensa, 4 de noviembre de 1913. 737 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 4 de noviembre de 1913. 738 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 5 de noviembre de 1913.

312

pintando en el exterior con “los más negros colores la

situación económica del país” bajo el régimen de

Billinghurst. Esto sucedía mientras iba en ascenso el

descontento entre las dependencias del Ministerio de

Guerra, impagas desde el mes anterior739.

La atención puesta en la crisis ministerial

desplazó a un segundo plano el reclamo laboral de los

empleados comerciales. Ellos, al igual que los obreros,

fundaron sociedades para luchar por sus

reivindicaciones. Dichas instituciones, denominadas

Centro Social Unión, Sociedad Empleados de Comercio y

Cámara Social, unieron esfuerzos con el objeto de

nombrar representantes legítimos que informaran al

Gobierno sobre las necesidades de los empleados,

circunstancias en que actuaban, aspiraciones y

expectativas de cada dependiente. Los integrantes de la

Cámara Social aconsejaron conformar la dirigencia con

asociados “jóvenes altivos y optimistas”, por ser estos

más diligentes en el patrocinio de las demandas

comunes. Las tres entidades perseguían fines distintos,

pero complementarios. La Sociedad Empleados de

Comercio tenía especial interés en los auxilios mutuos,

cajas de ahorros y servicios de invalidez, y luchaba

además por la concesión del descanso dominical. El

Centro Social Unión realizaba conferencias, veladas y

distracciones a favor de los empleados. A su vez, la

Cámara Social, más reciente que las anteriores, procuraba

el respeto de los derechos laborales. La conjunción de

739 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 7 de noviembre de 1913.

Page 159: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

313

EL EMPRÉSTITO Y LA CRISIS MINISTERIAL

Billinghurst conversa con los ministros Maldonado y Tudela,

opuestos al empréstito. Variedades, 1º de noviembre de 1913.

Caricatura de Francisco González Gamarra.

Billinghurst consulta con el ministro Varela sobre las renuncias de sus colegas Maldonado y Tudela. Variedades, 15 de noviembre de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.

314

objetivos debía contribuir a que en poco tiempo se

consolidaran reformas positivas a favor de los empleados

del comercio740.

Transcurrida más de una semana desde la

renuncia de los ministros Tudela y Maldonado, el

Gobierno seguía empecinado en mantener la crisis

política e introducir el manejo informal de los asuntos

fiscales. A juicio de los círculos políticos, la decisión de

gobernar sin presupuesto formaba parte de un paquete

de medidas radicales, que comprendían la convocatoria

de elecciones congresales, la formación de una

Constituyente y el nombramiento de juntas de notables

para dirigir los asuntos municipales. Empecinado en

dichos objetivos, Billinghurst sopesó las potenciales

consecuencias políticas de aplicar violentamente esas

medidas. Sin duda, el presidente avizoró un escenario

dominado por la batalla permanente contra las

convulsiones sociales y las críticas del periodismo, que

denunciaría sin descanso el alejamiento del Gobierno de

sus intenciones originales para devenir en un régimen

caracterizado por la intransigencia. Por tanto, la forma en

que fuese resuelta la crisis ministerial, a favor o en contra

de la legislatura extraordinaria, marcaría el rumbo del

régimen billinghurista. En ese sentido, la apertura de una

administración hacendaria inconstitucional reproduciría

los vicios heredados de Leguía, quien inició ese camino

con nefasto desenlace para el erario debido al grueso

aumento de la deuda pública. La prensa opositora

740 “De la cámara social”, en El Comercio, 8 de noviembre de 1913.

Page 160: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

315

previno a Billinghurst de que el abuso del poder le

sustraería la confianza y respeto del país741.

Las sospechas acerca del espíritu autoritario de

varios políticos se reavivaron cuando fueron conocidas

las declaraciones dadas por Hildebrando Fuentes,

vicepresidente de la Cámara de Diputados, a una

escritora extranjera. En opinión de Fuentes, el país se

hallaba en pésimo estado y convenía ordenarlo

implantando un gobierno militar ilustrado. Esta idea era

complementada con la censura de todos los regímenes

civiles previos, incluyendo al “gobierno popular” de

Billinghurst742. Mayor desasosiego causó la contratación

de mil peones, “por cuenta de la [Dirección de]

Salubridad”, con el propósito de quemar basurales en los

alrededores de Lima, aunque según rumores la

verdadera finalidad era utilizarlos en otros fines743. Poco

después, La Crónica afirmó que el Gobierno seguía

trabajando en sus planes de declarar caduco el

Congreso. Al respecto, recogió noticias sobre la

existencia de “comités secretos” entrenados para

soliviantar a las masas mediante jornadas cívicas. La

insistencia con que se comentaba estos hechos había

creado una situación de alarma en los círculos sociales,

políticos y económicos. La creciente temeridad del

Ejecutivo por el Congreso llegó a tal grado, que

prácticamente constituía un “fenómeno psicológico”

741 “De jueves a jueves”, en Variedades, 8 de noviembre de 1913. 742 “Burla, burlando. Por la boca…”, en La Crónica, 9 de noviembre de 1913. 743 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 11 de noviembre de 1913.

316

puesto de manifiesto en la obsesión constante de

Billlinghurst por librarse del Legislativo. Ante esta

amenaza de “conmoción política”, La Crónica guardaba

la esperanza de que el Gobierno reprimiría los ímpetus

de su “violencia destructora”, herramienta con que

planeaba terminar sus discrepancias con los

congresistas744. No obstante, el procedimiento que debía

emplearse para hacer realidad la Constituyente fue

motivo de varias conferencias entre Billinghurst y

Mariano Cornejo. De acuerdo con los supuestos planes

del presidente, el “movimiento obrero” exigiría una

nueva Carta política en la cual serían incluidas la jornada

de ocho horas y la prórroga del mandato presidencial745.

El 14 de noviembre, los trabajadores de las

secciones de locomotoras, pescantes y carpintería del

muelle y dársena del Callao, a través de Juan Vargas,

secretario de la sociedad Concordia Universal de

Obreros, presentaron a los gerentes de la citada

empresa un pliego de reclamos demandando la

aplicación de una nueva escala de salarios. Según

cálculos de Vargas, el jornal de los obreros del pescante

se redujo en más del 50% en las dos últimas décadas por

efecto de la depreciación del sol, pues había caído de

3.40 soles a 1.50 soles. En cuanto a los carpinteros

pretendían estos ganar 5 soles diarios, aduciendo la

rudeza de su trabajo y la gran cantidad de herramientas

que debían reponer a causa de su rompimiento e

744 “Editorial”, en La Crónica, 13 de noviembre de 1913. 745 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 14 de noviembre de 1913.

Page 161: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

317

inutilización en el trabajo cotidiano. Por ese motivo,

solicitaron a la empresa el suministro de prensas,

combas, barrenos, barretas y polines de cajón.

Asimismo, requirieron la construcción de una ramada

para protegerse de la insolación en el verano y las lluvias

durante el invierno. Similares exigencias plantearon los

carrilanos, remolcadores y carboneros. Por último, los

operarios de la sección de locomotoras eléctricas

calificaron de “inhumano” el jornal vigente de 1.20 soles,

pues era imposible sobrevivir con esa suma en Lima o

Callao746.

A mediados de noviembre, Billinghurst

contemplaba impasible la crisis ministerial, y aunque

parecía haberse calmado el conflicto político, debajo de

la aparente tranquilidad subsistía una “agitación sorda”

percibida por “quienes están acostumbrados a olfatear la

chamusquina”. La imaginación popular daba pábulo a

fatídicos anuncios sobre jornadas cívicas con asaltos,

balazos, incendios y proclamación de “demagógicas

doctrinas”. Aunque esto parecía poco probable,

Variedades no juzgaba descabellado que se produjese un

“comicio monstruo” a favor de la Constituyente,

complementado por grandes mítines en Trujillo,

Arequipa, Cuzco y otras ciudades, a favor del cese del

Congreso. Esos hechos le darían argumentos a

Billinghurst para “atender paternalmente el clamor de la

Nación”747. Por entonces, los círculos políticos esperaban

que en cualquier momento el Gobierno creara una

746 “Aumento de salarios”, en El Comercio, 15 de noviembre de 1913. 747 “De jueves a jueves”, en Variedades, 15 de noviembre de 1913.

318

“situación excepcional de violencia y de ruptura del

régimen constitucional”. Abordando el problema desde

esa situación hipotética, el pierolismo desmitificó la

Constituyente quitándole esa aureola de “fórmula eficaz”

para revertir la miseria económica e inquietud social

posteriores al cierre del Congreso. Este grupo político

advirtió que una nueva Constitución solo era viable “en

circunstancias de normalidad moral de los asociados” o

cuando debía reconstruirse el orden alterado por una

conmoción social. En ningún caso procedía convocarla

para satisfacer “obcecaciones de menuda política”. Con

todo, La Crónica anhelaba que el “buen sentido” y

“patriotismo” de Billinghurst no se ofuscara al extremo

de buscar en “aventurada empresa” la panacea de la

crisis política748. Sin embargo, el ambiente volvió a

encresparse cuando se oyeron nuevos rumores sobre la

próxima publicación de un manifiesto de Billinghurst

invocando las limitaciones del régimen democrático

como fundamento para efectuar cambios radicales, a fin

de transformar el poder presidencial en “poder

supremo”. Aunque cada vez más se cernía la

nebulosidad en torno al pensamiento político de

Billinghurst, la revista Variedades asumió una conducta

más serena y aconsejó a la opinión pública confiar en que

el presidente, ante el trance de una revolución,

abandonaría sus posturas extremistas y optaría por

superar la crisis reemplazando a los ministros

dimitentes749.

748 “Editorial”, en La Crónica, 16 de noviembre de 1913. 749 “De jueves a jueves”, en Variedades, 22 de noviembre de 1913.

Page 162: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

319

El interés de la prensa por el desenlace de la

cuestión política hizo pasar desapercibido el

antagonismo entre capital y trabajo, que venía

acentuándose por efecto de las huelgas de jornaleros en

el Callao. Cuando los operarios de la Compañía Nacional

de Cerveza conminaron a sus patrones para que

repusieran a tres despedidos bajo amenaza de

paralización, el directorio prefirió disponer el cierre de

la fábrica por seis meses antes que ceder a estas

presiones. El prefecto chalaco, César Cárdenas García,

conferenció infructuosamente con los huelguistas y

directores. De inmediato, la policía acordonó la fábrica e

impidió la toma de esta por parte de grupos obreros750.

Poco después, el subprefecto del Callao, César Velarde,

notificó a los cerveceros que debían retirarse del local de

la Federación Obrera Marítima y Terrestre, pues el

decreto reglamentario de huelgas prohibía la

organización de campamentos. Los cerveceros acataron

la orden y el local fue cerrado. En compensación, estos

recibieron la solidaridad de los jornaleros de la dársena,

quienes se negaron a descargar mercancías consignadas

a nombre del empresario cervecero, Faustino Piaggio751.

Al mismo tiempo, los empleados del ferrocarril inglés

detuvieron el despacho de bultos, los cuales comenzaron

a amontonarse en las aduanas, muelles y estaciones

ferroviarias con grave perjuicio del comercio. El prefecto

Cárdenas fracasó nuevamente en sus intentos por

750 “El movimiento obrero en…”, en La Crónica, 19 de noviembre de 1913. 751 “La huelga de cerveceros”, en El Comercio, 20 de noviembre de 1913.

320

convencer a los peones de volver a laborar, y decidió

renunciar al cargo para que una nueva autoridad “más

afortunada” solucionara la protesta obrera. El Gobierno

nombró entonces nuevo prefecto al comandante Edgardo

Arenas, jefe de la plaza militar del Callao752.

Mientras tanto, un sector del directorio de la

compañía cervecera contempló reabrir la fábrica

siempre que los obreros aceptaran firmar nuevos

contratos y respetar el respectivo reglamento laboral. El

Ministerio de Gobierno fue informado de esta propuesta,

y de la orden dada de mantener cerrada la fábrica hasta

contar con personal adecuado a las expectativas de la

empresa753. El citado directorio aprobó además una

nueva escala de jornales, prometiendo otorgar 6.5%

adicional a los obreros recontratados. Estos jornales

oscilaban entre 3.65 soles y 1.10 soles, de acuerdo con la

categoría laboral del obrero754. Como no hubo respuesta

positiva de los huelguistas, el 26 de noviembre circularon

insistentes rumores sobre un próximo paro general en

apoyo de cerveceros y operarios de las empresas

eléctricas. Citado por las autoridades chalacas, el

presidente de la Federación Obrera Terrestre y

Marítima, Fernando Vera, negó estas afirmaciones y dijo

que su gremio no tenía decidido nada sobre ese asunto.

Asimismo, la sociedad de motoristas y conductores

752 “Los jornaleros en el Callao”, en La Prensa, 21 de noviembre de 1913. 753 “La huelga en el Callao”, en El Comercio, 24 de noviembre de 1913. 754 “La situación en el Callao”, en La Prensa, 25 de noviembre de 1913.

Page 163: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

321

discutió la forma en que respaldarían a sus compañeros

de la sección carga del Callao, y por mayoría fue

rechazado el pedido de declararse en huelga solidaria,

aprobándose la alternativa de entregarles donativos de

dinero mientras estuviesen en paro755.

El 27 de noviembre, confirmando las

murmuraciones previas, la Federación Marítima y

Terrestre del Callao proclamó el paro general. Días

antes, el gremio “Unión Concordia Universal de

Obreros”, integrado por los jornaleros de la dársena,

había presentado sus demandas salariales sin éxito. Por

ese motivo, fueron los principales impulsores de esta

medida, que obtuvo el auxilio de los jornaleros de la

Aduana, molineros de Santa Rosa, obreros del dique y

chata de la Compañía Peruana de Vapores,

remolcadores, operarios del gas, motoristas de la bahía,

carniceros, unión de ferrocarrileros y unión de

cerveceros. Conocida la extensión de la protesta, el

prefecto chalaco Arenas rápidamente se trasladó a Lima

para coordinar las medidas de seguridad con el ministro

Tirado y el presidente. Durante las primeras horas de

huelga no hubo incidentes violentos, aunque las fábricas

y comercios fueron forzados a paralizar y se obstaculizó

el tráfico de los tranvías por parte de comisiones obreras.

Destacamentos de gendarmes y policías custodiaban la

fábrica de cerveza, el molino Milne y la dársena en

previsión de actos violentos contra estos edificios. Más

de mil personas desocupadas recorrían las calles del

755 “La situación en el Callao”, en La Prensa, 26 de noviembre de 1913.

322

puerto provocando temor en el vecindario y los

negociantes756.

La situación comenzó a desbordarse cuando

piquetes de huelguistas descarrilaron varios vagones de

la línea Lima-Callao, mientras grupos de soldados

disolvían a los manifestantes. El prefecto Arenas,

después de recibir instrucciones del presidente

Billinghurst, expidió un bando precisando que la

paralización en curso incumplía los artículos 49 y 59 del

decreto reglamentario de las huelgas, y además atentaba

contra la voluntad de muchos trabajadores, que

requerían la protección de las autoridades para seguir

laborando. En consecuencia, el prefecto desconoció la

legalidad de esta huelga y prohibió la formación de

grupos de más de cinco personas en las calles.

Asimismo, la Intendencia de policía clausuró los locales

de las sociedades obreras. La autoridad prometió

encarcelar a los atacantes del transporte urbano y

brindar protección a todas las instalaciones industriales.

En cumplimiento de este bando, el subprefecto César

Velarde al frente de fuerzas de caballería y gendarmería

desalojó a los huelguistas del local de la Federación,

aunque estos opusieron fuerte resistencia. Allí cayeron

presos los principales dirigentes del paro y varios

agitadores. El presidente de la Federación, Fernando

Vera, fue conducido a las celdas del transporte Iquitos,

pero los dirigentes, José Robles y Juan Fernández,

lograron huir de sus captores. Descabezado el

756 “El paro general en el Callao”, en El Comercio, 27 de noviembre de 1913.

Page 164: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

323

movimiento, los obreros abandonaron las hostilidades y

retornaron a sus casas. Al mismo tiempo, el prefecto

Arenas personalmente verificó el restablecimiento del

orden, la reapertura de mercados y reinicio del tráfico

urbano757.

Forzados a negociar con las autoridades, los

cerveceros acudieron en busca del diputado Alberto

Secada, y acompañado de este solicitaron al prefecto

Arenas les concediera un plazo para reunirse y tomar

decisiones sobre la continuidad de la huelga. En distintos

lugares del Callao, la policía debió disolver con energía

varios grupos de manifestantes reacios a levantar el paro.

Huérfanos de liderazgo, comisionados de la Federación

obrera visitaron la prefectura chalaca y solicitaron la

libertad de su presidente, Fernando Vera, pero el

prefecto les propuso consultar dicho asunto con el

presidente siempre que ellos recomendaran a sus

agremiados retomar sus labores. Además, los conminó a

ubicar y entregar a los dirigentes fugados. Por su parte,

el prefecto Arenas mandó circular volantes ofreciendo

recompensa de 50 libras peruanas a quien diera razón de

su paradero. Esta severa actuación de Arenas fue

reconocida por comerciantes, cónsules y otras

personalidades758. La mañana del 28 de noviembre, una

comisión de huelguistas solicitó audiencia con el

presidente para explicar las razones de su protesta.

Billinghurst los reconvino por haber actuado al margen

757 “El paro general en el Callao”, en La Crónica, 28 de noviembre de 1913. 758 “La situación en el Callao”, en El Comercio, 28 de noviembre de 1913.

324

del reglamento de huelgas, que era el medio más

adecuado para pactar soluciones equitativas sin

escándalos lesivos al prestigio del Callao. Horas antes

manos extrañas derribaron un poste de alumbrado

público causando un amago de incendio, pero la

empresa eléctrica reparó el daño.759.

Apresados sus principales dirigentes y

desamparados por el Gobierno, los miembros de la

federación obrera resolvieron levantar la huelga y

proceder conforme al reglamento respectivo, bajo el

supuesto de que Billinghurst garantizaría sus intereses y

aspiraciones. Luego, acompañados del diputado Secada,

intercedieron ante el prefecto Arenas por la libertad de

sus dirigentes. El citado funcionario accedió a esta

petición gracias a la aquiescencia del ministro Tirado760.

Los jornaleros retornaron con lentitud al trabajo, pues

sentían temor de que la policía los apresara por su

conducta violenta durante los días de huelga. Para

devolverles la confianza, el prefecto Arenas descartó

represalias, y precisó que solo capturaría a quienes

estorbaran el trabajo de las autoridades761. El Gobierno

dispuso además el enjuiciamiento militar de los

dirigentes Fernando Vera y José Robles, bajo los cargos

de motín, asonada, ataque a fuerza armada e intento de

759 “Solución de las huelgas”, en El Comercio, 28 de noviembre de 1913. 760 “La reanudación del trabajo…”, en El Comercio, 29 de noviembre de 1913. 761 “Normalidad en el Callao”, en La Prensa, 29 de noviembre de 1913.

Page 165: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

325

EL PARO GENERAL Y EL FANTASMA DE LA CONSTITUYENTE

Los piquetes del paro general. Variedades, 29 de noviembre de 1913.

Caricatura de Pedro Challe.

Billinghurst espanta a los partidos con el “cuco” de la Constituyente. Variedades, 29 de noviembre de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.

326

interrumpir el tráfico público762. Días después, en

memorial remitido a Billinghurst, la Federación Marítima

y Terrestre del Callao reconoció que “por error

recurrimos a la paralización total del trabajo”, y tomó

distancia de las acciones derivadas de la “irreflexión de

algunos compañeros”. Asimismo, se proclamaron

“adictos” al Gobierno y lamentaron los perjuicios

causados por la huelga a la imagen presidencial “y a las

conveniencias generales del país”. En su afán de

restaurar el vínculo afectivo con Billinghurst, el gremio

citado prometió acudir a palacio “en solicitud de

consejos para ir siempre por la línea recta”763. Este

acercamiento no impidió que el Gobierno, semanas

después, trasladara en “estricta reserva” hacia Panamá a

los dirigentes Vera y Robles, líderes del doblegado paro

general764.

El desempeño del Gobierno ante la escalada

huelguista mereció el reconocimiento de la prensa

limeña. El diario pierolista expresó su “franco y caluroso

aplauso” a Billinghurst por la energía y rapidez con que

resolvió la huelga del Callao impulsada por unos cuantos

“obreros aficionados al desorden”. Sin embargo,

atribuyó al billinghurismo parte de culpa en esta

situación, porque fomentó de manera imprudente en la

“psicología de las masas” un juicio errado sobre la

762 “El jefe de la última huelga…”, en La Prensa, 4 de diciembre de 1913. 763 “Memorial de los ex-huelguistas”, en La Crónica, 4 de diciembre de 1913. 764 “Los jefes de la última…”, en La Prensa, 24 de diciembre de 1913.

Page 166: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

327

amplitud de sus derechos. Por ese motivo, los obreros no

veían en el Estado un elemento neutral sino a su defensor

en la lucha contra el capital. Esa equivocada idea daba

pábulo a la agresividad obrera. El presidente había

cometido el yerro de llevar el amparo de los derechos

del proletariado a “extremos destructores del equilibrio

social”. Este diario juzgó aberrante la participación del

Gobierno en las “escandalosas reivindicaciones” de los

obreros, sobre todo porque los paros respondían a

“combinaciones de agitadores”. En ese contexto, causó

beneplácito el desandar de Billinghurst frente al

desborde de obreros dominados por la demagogia, los

cuales emprendían acciones lesivas al orden económico,

que las autoridades estaban en la obligación de reprimir.

A criterio del pierolismo, la rapidez con que fue disuelto

el “movimiento anárquico” del Callao reveló su

debilidad y carencia de “raíces en el alma obrera”765.

El Comercio también saludó a las autoridades

chalacas por haber desarmado la agitación obrera. Puso

igualmente de relieve la “actitud moderada” de la

mayoría de trabajadores, que depusieron la protesta y

acataron las disposiciones del Gobierno. De esa forma,

todos contribuyeron al retorno de la normalidad sin

graves daños al comercio y la población. Después de

conceptuar la huelga general como una medida extrema

justificada solo en condiciones excepcionales, el citado

diario negó esa categoría a las demandas salariales de

los obreros chalacos, por tanto, estos no tenían razón

alguna para recurrir a esa protesta radical. Elogió luego

765 “Editorial”, en La Crónica, 29 de noviembre de 1913.

328

el espíritu de asociación y solidaridad proletarias, signo

evidente de cultura social, pero lamentó que esa fuerza

hubiese tomado una dirección equivocada

deslegitimando la causa obrera ante la opinión pública.

El Gobierno, por tanto, tenía la obligación de exponer a

los obreros las ventajas de conducir sus reclamos dentro

de la legalidad antes que recurrir a “medidas extremas

de lucha”. La ley de accidentes de trabajo era prueba

contundente de cómo el Estado se preocupaba por

mejorar las condiciones de vida del obrero. A su vez, los

proletarios debían tomar conciencia de que los

frecuentes paros afectaban el servicio de carga y

descarga de mercancías, con el consecuente incremento

de sus precios. El Comercio concluyó su enfoque

invocando el esfuerzo conjunto de trabajadores y

Gobierno para explotar las ventajas geográficas del

Callao y convertirlo en uno de los más baratos del

mundo766.

A pocos días de finalizar el mes de noviembre,

Billinghurst no hallaba la fórmula para salir de la crisis

ministerial. En ese estado de cosas, Palacio de Gobierno

se convirtió una vez más en sede de renovadas

negociaciones. El primer convocado fue el bloquista José

Matías Manzanilla, con quien el presidente habría

discutido la posibilidad de otorgarle la presidencia del

Consejo de Ministros y dos ministerios al civilismo

independiente. Temiendo perder su cuota de poder en el

Ejecutivo, los liberales optaron por reconsiderar su

decisión de retirar a Baldomero Maldonado de la cartera

766 “Editorial”, en El Comercio, 29 de noviembre de 1913.

Page 167: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

329

de Hacienda767. De otro lado, las confusas noticias

políticas y las huelgas de jornaleros en el Callao

suscitaron el pesimismo de los bancos sobre el futuro de

la economía. El Gobierno, además, prácticamente tenía

muy poca esperanza de levantar un empréstito

extranjero, por lo que se resignó a buscar el momento

idóneo para emitir un “empréstito chico” en el país768.En

medio de esas falencias, Billinghurst pareció perder la

orientación, pues daba marchas y contramarchas en sus

planes gubernativos. En solo un año de gestión –según

Variedades– el país estaba al borde del cataclismo social,

a pesar que la oposición partidaria carecía de la

virulencia de años anteriores. ¿Cuáles eran las causas del

poco éxito del régimen billinghurista? La prensa

identificó varias influencias ideológicas negativas en el

entorno del presidente. Esas “ruidosas fantasías” y la

utilización de la clase obrera para tratar de hacerlas

realidad generaban constante inquietud en el

empresariado y las clases acomodadas. El pierolismo y

liberalismo, movimientos de inspiración popular,

rechazaron los “medios estruendosos” utilizados por

Billinghurst como mecanismos de gobierno y lo

exhortaron a reemplazarlos con herramientas “discretas,

legales y tranquilas”. A este respecto, Variedades

comparó al presidente con aquella persona que estando

atrapada en una casa deseaba salir rompiendo los vidrios

de las ventanas, en vez de abrirlas y pasar a través de

767 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de noviembre de 1913. 768 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 27 de noviembre de 1913.

330

estas. En este caso, el rompimiento de los vidrios

equivalía al advenimiento de una dictadura y sería

costeado por todos los peruanos769.

Mientras los partidos y sus voceros periodísticos

pretendían alejar a Billinghurst de sus bases populares,

los líderes billinghuristas intentaban reforzar el vínculo

con estas mediante la defensa de los derechos laborales

y sociales. En ese contexto, llegó a Lima el mayor

Teodomiro Gutiérrez, comisionado por el Gobierno para

verificar las quejas referentes a presuntos delitos

imputados a gamonales y autoridades en perjuicio de los

indígenas de Puno, Juliaca, Azángaro y Lampa. El citado

militar vino acompañado de una veintena de indígenas,

los cuales deseaban informar al presidente sobre los

robos de ganados y tierras cometidos por funcionarios

políticos, jueces y eclesiásticos confabulados. Estas

acusaciones precisaban nombres, lugares, fechas y

pormenores de lo ocurrido. El mayor Gutiérrez declaró

al reportero de La Crónica, que había elaborado un

informe basado en las manifestaciones de agraviados y

acusados. Ese documento contenía graves cargos contra

“ricos propietarios” de Puno, cuya fortuna provenía del

despojo audaz y abusivo de los indígenas. Entre esos

gamonales figuraban algunos ocupantes de curules en el

Congreso, como el senador Agustín Tovar y el diputado

Bernardino Arias Echenique. La Sociedad Pro-Indígena,

basada en sus propios documentos, confirmó la sombría

situación de los indígenas revelada por Gutiérrez. Dicha

institución recomendó la intervención enérgica de

769 “De jueves a jueves”, en Variedades, 29 de noviembre de 1913.

Page 168: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

331

Billinghurst, a fin de revertir la “odiosidad” que se estaba

incubando en dicho departamento770.

El Gobierno inició el mes de diciembre colocado

en la disyuntiva de optar por la Constituyente o las

elecciones generales. En ambos casos parecía inevitable

“la cancelación de los poderes del Congreso actual”771.

Concentrada su atención en dicho problema, Billinghurst

omitió nombrar a los sucesores de los ministros Tudela y

Maldonado. Este último, a pesar de haber renunciado,

negoció un empréstito con la banca francesa, “a influjo

de la Dársena”, es decir, garantizándolo con el producto

de las rentas aduaneras772. El ministro renunciante

obtuvo además un empréstito local de dos millones de

soles. Emocionado con “tanta sonoridad”, Maldonado

alardeó de esta “alta combinación financiera” y se

dispuso, sin reparos, a gastar este dinero773. El tiempo

transcurría y la atmósfera política continuaba “cerrada,

oscura y tétrica”. En los círculos políticos y en la calle de

Mercaderes (actual cuadra cuatro del jirón de la Unión),

punto de reunión de los congresistas vacacionantes,

todos estaban de acuerdo en que la “paz inmóvil” se

mantendría hasta julio de 1914, fecha de inicio de la

siguiente legislatura774. No obstante, la prensa pierolista

persistía en su hipótesis de la disolución del parlamento

y la subsecuente convocatoria de una Asamblea

770 “Los sucesos de Puno”, en La Crónica, 30 de noviembre de 1913. 771 “Ecos. Dos números cumplidos”, en La Prensa, 1º de diciembre de 1913. 772 “Ecos. Volver de Huacho”, en La Prensa, 2 de diciembre de 1913. 773 “Ecos. Cuento infantil”, en La Prensa, 3 de diciembre de 1913. 774 “Ecos. Crecen las dudas”, en La Prensa, 5 de diciembre de 1913.

332

Constituyente. De igual forma, puso en entredicho la

legalidad de los actos administrativos de Billinghurst,

dado que el Ejecutivo venía funcionando con dos

ministerios acéfalos. En este caso sorprendía la falta de

criterio del presidente, pues el artículo 19 de la ley de

ministerios le permitía encargar una cartera vacante a

cualquiera de los ministros en funciones. Ante tanto

descuido y desinteligencia gubernativa, no restaba sino

esperar que se enmendaran errores y restableciera la

institucionalidad del país775.

El 3 de diciembre, los diarios publicaron el

contrato del empréstito de 500,000 libras (5 millones de

soles) con interés anual de 6.5%, suscrito entre el

Gobierno, la Casa Grace y la Societé Generale. Tres días

después, los prestamistas entregaron un adelanto de 2

millones de soles. El abono del monto faltante fue

supeditado a la conclusión de las negociaciones del

Estado peruano con su similar francés respecto a varias

deudas pendientes. La mayoría de este dinero iba a

gastarse en el pago de acreedores del Estado. Efectuada

esta operación, Billinghurst pudo descartar el

levantamiento del empréstito “grande” de 66 millones de

soles, negocio bloqueado hasta entonces por la falta de

autorización legislativa y la crisis financiera imperante en

el mercado europeo776. De acuerdo con La Crónica, este

préstamo concedido con suma facilidad al Gobierno

tenía “gato encerrado”. Sin duda, los banqueros de la

775 “Editorial”, en La Crónica, 6 de diciembre de 1913. 776 “La Casa Grace y la Societé…”, en La Crónica, 6 de diciembre de 1913.

Page 169: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

333

Societé Generale estaban interesados en ganarse el

agradecimiento del presidente, y de esa manera, estar

en mejores condiciones de obtener la prórroga por 10 o

15 años de su contrato y privilegio sobre el Muelle y

Dársena del Callao777. Aliviado del problema hacendario

y sin mayor apuro en renovar su gabinete en crisis,

Billinghurst prefirió invertir su tiempo en diversiones “de

burgués”. La Prensa criticó, en tono sarcástico, la

frivolidad del presidente, quien requirió a la empresa

cinematográfica brindar en la secretaría privada de

palacio una exhibición especial de la cinta “Los últimos

días de Pompeya”. Billinghurst compartió este momento

de relax con sus invitados bloquistas, los ministros Varela

y Málaga Santolalla, empresarios y oficiales de las

fuerzas militares778.

Este distendido ambiente se quebró cuando

llegaron a Lima las noticias de la huelga iniciada por

1,500 mineros en Morococha. De inmediato, los diarios

limeños dieron la alarma y reclamaron el envío de

soldados para reforzar la guarnición cerca de las minas,

única forma de evitar el pillaje y bandolerismo en

agravio del vecindario y propiedad privada. No en vano,

los comerciantes, por su cuenta y riesgo, articularon

medidas de seguridad en previsión de desbordes del

populacho779. Con todo, la huelga se extendió

rápidamente a centros mineros vecinos apresurando el

traslado de tropas a esta región. Acompañando a estas,

777 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 8 de diciembre de 1913. 778 “Ecos. Cine Palace”, en La Prensa, 6 de diciembre de 1913. 779 “Huelga de mineros en Morococha”, en La Prensa, 6 de diciembre de 1913.

334

EL PROBLEMA INDÍGENA Y LA HUELGA DE MOROCOCHA

El mayor Teodomiro Gutiérrez con los indígenas llegados a Lima para reclamar contra los abusos de las autoridades de Puno. La Crónica, 30 de noviembre de 1913.

La huelga de los peones mineros indígenas de Morococha. Variedades, 13 de diciembre de 1913.

Page 170: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

335

viajó en calidad de comisionado especial el exprefecto

chalaco César Cárdenas García, a quien el Gobierno

encargó que con justicia y cordura encontrara una

solución rápida y satisfactoria. Según las primeras

informaciones recogidas por la prensa limeña, el

detonante de esta protesta había sido la abusiva

introducción del pago de jornales en mercaderías,

atropellando el derecho de los peones a cobrarlos en

efectivo780. Por ese motivo, al segundo día de huelga

existían ocho mil mineros movilizándose dentro de la

provincia de Yauli, si bien el tráfico de trenes continuó

operando sin problemas781.

Fue entonces cuando comenzó a hablarse de un

movimiento huelguista de “caracteres alarmantes”, en

medio de confusas noticias sobre los primeros choques

entre peones y soldados. Las oficinas de la Morococha

Mining Company y la Backus & Johnston en Lima

permanecían rodeadas de público ávido de conocer

detalles de lo ocurrido en los centros mineros. Los

reporteros trataban de conseguir datos fidedignos en la

Dirección de Gobierno, pero en dicha oficina no recibían

telegramas del comisionado Cárdenas. Sin embargo, en

las oficinas del Ferrocarril Central se recibió un

telegrama dando cuenta de la captura de algunos líderes

huelguistas, y del intercambio de disparos en los

alrededores de las minas. La Prensa también acusó

recepción de una nota alertando sobre el posible uso de

la dinamita como medio de ataque por parte de los

780 “La huelga en Morococha”, La Prensa, 6 de diciembre de 1913. 781 “La huelga de los mineros”, en La Prensa, 7 de diciembre de 1913.

336

peones782, El corresponsal de este diario en Morococha

atribuyó el origen de la huelga a la rebaja del pago por

tarea planteada por la empresa minera Backus & Johnston.

Esa situación fue aprovechada por el abogado “agitador”

Tránsito López, quien elaboró un pliego de reclamos

planteando no solo la anulación de la rebaja mencionada,

sino también el establecimiento de la jornada de ocho

horas, aumento de jornales y otras demandas. Enterado

de estas pretensiones, el comisionado Cárdenas

conferenció con obreros, patrones y autoridades, y

después de leer a todos el reglamento de huelgas

declaró ilegal la protesta por contrariar dicha norma.

Luego comunicó esta decisión a los peones,

prometiéndoles la intervención del Gobierno en el

trámite de sus reclamos. Los agitadores descontentos con

ese ofrecimiento recorrieron las calles promoviendo la

continuidad de la huelga, pero fueron capturados por los

soldados en medio de violentos enfrentamientos.

Empero, el presidente del comité huelguista, Marcos

Bace, logró huir. Entrevistado uno de los peones

“cabecillas”, acusó a las empresas mineras de pagar

únicamente la mitad de los jornales, a los que además

descontaban 2 soles mensuales para costear un servicio

de hospital inexistente. Encarcelados sus líderes, los

peones retornaron a las minas, pero los temerosos

empresarios insistieron en que la zona debía quedar, por

un tiempo, bajo control de una compañía de gendarmes.

Asimismo, los comerciantes y mineros de Yauli

acordaron obsequiar una medalla de oro al comisionado

782 “La huelga en Morococha”, en La Prensa, 8 de diciembre de 1913.

Page 171: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

337

Cárdenas, porque “en pocas horas” con energía doblegó

la huelga783.

La solución dada al conflicto de Morococha

ratificó la intención del Gobierno de controlar la protesta

obrera. Ciertamente, esa política despertó las simpatías

de capitalistas y empresarios, los cuales negaban en todo

momento la explotación de sus trabajadores. En el caso

de Morococha, de acuerdo con una carta anónima

remitida desde esa zona, Billinghurst debía comprender

que la tranquilidad alcanzada en las minas sería efímera

mientras no designara autoridades imparciales, porque

las empresas abusaban de los peones pagando la mitad

de los jornales en mercaderías, y coludidos con los

subprefectos ponían en prisión a cualquier peón

reclamante784. El descontento posterior a la huelga

motivó la circulación de rumores acerca de presuntas

coordinaciones entre los peones mineros de Casapalca,

Morococha y Cerro de Pasco con el objeto de organizar

una huelga general. Al mismo tiempo, se voceó la

próxima designación del comisionado Cárdenas como

nuevo Prefecto de Junín. A manera de epílogo de este

conflicto, La Prensa publicó el memorial de los

huelguistas, documento que recogía las siguientes

exigencias a las empresas mineras: a) celebración de

contratos por escrito; b) reducir la jornada laboral a ocho

horas en toda clase de tareas; c) establecer una nueva

escala salarial, cuyos extremos serían los jornales del

783 “La situación en Morococha”, en La Prensa, 9 de diciembre de 1913. 784 “La huelga en Morococha”, en La Crónica, 9 de diciembre de 1913.

338

maestro jefe de mecánicos (8 soles) y el de los

chanqueros, carreros, etc. (1.60 soles); d) culminar la

jornada laboral a las 12 am. los domingos y feriados; e)

realizar el pago del socorro mensual en efectivo y no en

vales; f) construir un hospital para 50 pacientes; g)

conservar en sus puestos a los dirigentes de la huelga, y

h) cumplir la ley de accidentes de trabajo785. Más tarde,

el diario El Pueblo de Huancayo justificó la huelga de los

peones mineros, sometidos como estaban a un sistema

de trabajo que solo había sufrido ligeras modificaciones

desde la época de las mitas coloniales. Los abusos y el

robo eran cosa cotidiana en las minas y no existía la

menor noción de justicia para los indígenas. Las

empresas no proveían de elementos de seguridad a los

peones, les pagaban sus jornales con fichas y los

engañaban en cuanto al número de tareas realizadas786.

Por esta época continuaba irresuelto el problema

de las elecciones municipales y la consecuente

renovación del concejo de Lima. El 2 de diciembre, una

comisión de artesanos, amparándose en el artículo 30 de

la Constitución de 1860, presentó un memorial al

Gobierno manifestando su deseo de que fuesen

designados los nuevos concejales, pues la municipalidad

mantenía impagos a sus empleados y los servicios

públicos estaban abandonados. El memorial puso énfasis

en el funcionamiento irregular de la Sindicatura de

Rentas, responsable de la inversión del empréstito

785 “La situación en Morococha”, en La Prensa, 10 de diciembre de 1913. 786 “Ecos de la huelga de…”, en La Crónica, 15 de diciembre de 1913.

Page 172: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

339

municipal en “cosas enteramente ajenas” al objetivo

inicial. Expuestas estas razones, demandaron el pronto

reemplazo de los concejales por el incumplimiento de

las obligaciones correspondientes a sus cargos787. El

diario pierolista desestimó las acusaciones de

malversación lanzadas a los concejales, pero criticó su

ineficiencia en el manejo de los servicios públicos.

Aunque ese hecho configuraba causal suficiente para

retirarlos de sus cargos, le recordó al Gobierno que no

debía hacerlo apelando a fórmulas arbitrarias o ilegales,

sino respetando los procedimientos señalados por la

Constitución y las leyes. En este caso, correspondía

declarar la nulidad de los comicios municipales y realizar

un nuevo proceso electoral, si bien esto último forzaba la

prórroga del mandato de los concejales cuestionados. El

Gobierno y los firmantes del memorial fueron exhortados

a dominar su impaciencia y reconocer la gravedad de los

planes consistentes en imponer un concejo fruto del

abuso de poder788.

En los corrillos limeños se daba por hecho el

establecimiento de una junta de administración

municipal. En ese sentido, Billinghurst solo esperaba la

renuncia colectiva de los concejales para expedir un

decreto nombrando al nuevo personal edil789. Enterados

de estos comentarios, el 17 de diciembre, los concejales

determinaron encargar al alcalde Carmona, que dejase

787 “El proceso electoral municipal”, en La Crónica, 9 de diciembre de 1913. 788 “Editorial”, en La Crónica, 9 de diciembre de 1913. 789 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 17 de diciembre de 1913.

340

en manos del presidente decidir cuál sería el destino del

personal de la Municipalidad de Lima. Solo el concejal

Emilio Osterling recordó a sus colegas el carácter

irrenunciable de los cargos municipales, posición

ciertamente contraria al nombramiento de la junta de

administración contemplado por el Gobierno790. ¿Cómo

se había llegado a esa amenazante intromisión del

Ejecutivo en los fueros municipales? La Prensa hizo un

recuento del fracaso de las fórmulas propuestas hasta

entonces para renovar el concejo municipal, consistentes

en su recomposición con antiguos miembros o el

reemplazo total a través de nuevos comicios ediles.

Posteriormente, el Gobierno requirió autorización

legislativa para designar una junta de notables en el

Concejo de Lima, pero encontró resistencias entre los

diputados, que no llegaron a debatir el mencionado

proyecto, aunque expresaron informalmente su deseo de

modificarlo a fin de ajustarlo con el texto constitucional.

Ante la proximidad del nuevo año, el Ejecutivo estaba

obligado a determinar cómo se procedería a sustituir las

concejalías caducas. Dadas las circunstancias, el citado

diario recomendó optar por la designación “directa o

indirecta” de un nuevo concejo provisional hasta cuando

fuese posible celebrar nuevas elecciones. Al respecto,

convenía a Billinghurst solicitar a las principales

instituciones locales, la presentación de candidatos para

cubrir los cargos vacantes791.

790 “El problema municipal”, en La Crónica, 17 de diciembre de 1913. 791 “El negocio municipal”, en La Prensa, 17 de diciembre de 1913.

Page 173: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

341

Al día siguiente, el Gobierno expidió un decreto

supremo reorganizando el municipio. Esta medida

atendía el oficio elevado por el alcalde Carmona

pidiendo a la Dirección de Gobierno solucionar la

situación anormal en que se debatía el concejo limeño. El

Ejecutivo juzgó que esa “demanda de auxilio” significaba

realmente una renuncia. Por tanto, mediante el citado

decreto renovó el cuerpo edilicio, entre cuyos miembros

hubo algunos concejales renunciantes y varios de los ex-

candidatos integrantes de la lista del billinghurista Juan

Domingo Castro792. En opinión de La Crónica, esta

sustitución de concejales satisfizo una demanda

impostergable debido al abandono de las funciones

municipales por parte de quienes administraban el

municipio. Sin duda, el Gobierno demoró mucho su

intervención, si bien desde setiembre había informado al

Congreso sobre la ineptitud de los concejales,

solicitando la autorización consiguiente para nombrar al

nuevo personal. Los concejales tampoco mostraron

predisposición de apartarse de sus cargos, porque

discutieron esa posibilidad sin alcanzar acuerdo

definitivo. A su turno, los congresistas apenas conocieron

la resistencia de los concejales a dejar sus cargos

descartaron aprobar la autorización requerida por el

Gobierno para reemplazarlos, temerosos de incurrir en

una acción ilegal o inconstitucional. Más tarde, la

renuncia colectiva del concejo en pleno facilitó la dación

del decreto. La prensa pierolista estuvo satisfecha con

esta solución pragmática del problema municipal, pero

792 “El problema municipal solucionado”, en La Crónica, 18 de diciembre de 1913.

342

criticó que contra toda lógica se hubiese reiterado la

confianza a cuatro concejales renunciantes793.

Finalmente, el 22 de diciembre, reunidos los 38

nuevos concejales de Lima se procedió a la elección del

alcalde y teniente alcalde, resultando vencedores, por

amplia mayoría, Elías Malpartida y Eduardo Lavergne.

Este acto desmintió los rumores que consideraban

reservado el cargo de alcalde para Pedro Larrañaga. En

esa misma sesión de concejo fueron elegidos los síndicos

de rentas y de gastos, así como una treintena de

inspectores municipales y de distritos794. A juicio de La

Prensa, la designación del nuevo concejo limeño pecó de

precipitada tomando en cuenta que recién el 31 de

diciembre culminaba el mandato del personal vigente. El

Gobierno prácticamente había “expulsado” al alcalde

Carmona y sus regidores, dando muestra de ingratitud y

menosprecio, así como un apuro desmedido por colocar

en el municipio personas de virtudes desconocidas. Por

lo demás, el fracaso de la gestión de Carmona dependía

en gran parte del propio Gobierno, bastante renuente a

la hora de suministrarle fondos. Asimismo, calificó de

inconstitucional el nombramiento de cuatro congresistas

en calidad de concejales. Este diario esperaba que el

control del concejo limeño por parte de Billinghurst y sus

partidarios, garantizaría la provisión de recursos para

ejecutar una serie de obras públicas imprescindibles en

la capital795.

793 “Editorial”, en La Crónica, 20 de diciembre de 1913. 794 “Se instala la nueva…”, en La Crónica, 23 de diciembre de 1913. 795 “Mucho apuro”, en La Prensa, 23 de diciembre de 1913.

Page 174: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

343

Cumplida la primera semana de diciembre,

Billinghurst no hallaba candidatos para ocupar los

ministerios vacantes. El Gobierno recibía constantes

reprobaciones de la prensa por estar incumpliendo la ley

de ministros, cuyo texto ordenaba proveer una cartera

apenas quedase vacante. Los ministerios de Hacienda y

Relaciones Exteriores llevaban 40 días acéfalos, si bien,

el ministro Maldonado seguía despachando el de

Hacienda, a pesar de haber renunciado formalmente. Esa

falta de iniciativa del Gobierno en cuanto al desenlace de

la crisis ministerial solo podía explicarse por dos

motivos: falta de interesados en los ministerios o

pequeñez de los hombres para asumir las enormes

responsabilidades de esos cargos796. Con escaso margen

de maniobra política, el presidente tendría que recurrir a

la opción del nombramiento de ministros interinos. Los

posibles reacomodos –según La Crónica– implicaban el

encargo de la cartera de Relaciones Exteriores al

Ministro de Justicia, Carlos Paz Soldán, y el retorno del

Ministro de Fomento, Pedro Portillo, quien cumplía

comisión en Madre de Dios, para que reasumiera su

ministerio, permitiendo, de esa manera, el traslado de su

reemplazante, Fermín Málaga Santolalla, al de

Hacienda797.

A mediados de diciembre, corría el rumor de que

el Gobierno estaba próximo a convocar una Asamblea

Constituyente, cuya presidencia recaería en Mariano

796 “De jueves a jueves”, en Variedades, 13 de diciembre de 1913. 797 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 10 de diciembre de 1913.

344

Cornejo798. El movimiento de opinión a favor de este

organismo comenzaría con la llegada de actas de

provincias solicitando su pronta instalación. Las

sospechas aumentaron cuando los empleados de ambas

cámaras fueron notificados verbalmente de que sus

servicios no serían necesarios, reforzando entre el

público la sensación de una cercana clausura del

Congreso799. El bloquismo fue la primera fuerza

parlamentaria convocada por el presidente para sumarse

a este proyecto. No obstante, el líder bloquista, Juan

Pardo, expresó a Billinghurst el desacuerdo de su grupo

político con una eventual disolución del Congreso. Acto

seguido, el bloquista Felipe de Osma, renunció a la

plenipotencia en la Argentina que se le había ofrecido,

gesto interpretado como la renuncia del bloque a

cualquier alianza con Billinghurst800. Informaciones

recogidas por La Prensa confirmaron no solo la voluntad

del Gobierno de disolver el Congreso, sino que

señalaban el 10 de enero de 1914 como fecha límite para

expedir el decreto respectivo. Ciertamente, los

funcionarios públicos preparaban “un rimero de

telegramas y una columna de memoriales” a favor de

esta medida801.

Difundida entre los círculos limeños la posibilidad

de convocar una Constituyente, el antiguo aspillaguista

798 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 14 de diciembre de 1913. 799 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 15 de diciembre de 1913. 800 “Despedida del bloque”, en La Prensa, 17 de diciembre de 1913. 801 “Ecos. Camino del fin”, en La Prensa, 18 de diciembre de 1913.

Page 175: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

345

Enrique Echecopar se propuso combatir esta idea desde

el punto de vista jurídico. A su juicio, la idea del “pueblo

soberano” era prácticamente una entelequia incapaz de

transferir sus facultades a los constituyentes, pues carecía

de autoridad suprema. De otro lado, según el texto

constitucional la soberanía reside en la Nación, pero esta

no era la simple unión de los peruanos, sino la

“asociación política” de estos. En consecuencia, la

Nación peruana poseía connotación superior a la que

podía darse al concepto de pueblo peruano. Además, la

Nación ejercitaba la soberanía a través de los poderes

Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y eran estos los que

tenían autoridad. El pueblo, en cambio, carecía de

autoridad y soberanía. Cuando el pueblo, o los que

decían representarlo, imponía su voluntad por encima de

estos poderes incurría en grave delito. De lo expuesto se

deducía que el pueblo no podía reformar la Constitución,

sino los congresistas elegidos por este. Quienes

afirmaban lo contrario solo promovían la revolución “con

todo su cortejo de miserias y calamidades”. Echecopar

acusó a los partidarios de la Constituyente de ser

propulsores del “delito político” y las situaciones de

fuerza, pues estaban desprovistos de “talento” para

efectuar los cambios desde el Congreso en funciones802.

En un segundo ensayo, Echecopar abordó el derecho de

rebelión, y negó al pueblo la facultad de invocarlo para

librarse del presidente o los congresistas

deslegitimados. La rebelión no constituía un derecho

constitucional, por el contrario, estaba tipificado como

802 Echecopar, Enrique. “Constituyente”, en La Crónica, 16 de diciembre de 1913.

346

delito. Solo los agitadores, incapacitados para resolver

los problemas dentro del orden constitucional,

convencían a las “masas inconscientes” de que debían

rebelarse e imponer su gobierno. Por último, recomendó

a quienes albergaban “sincero horror a las revoluciones

contribuir a la formación de partidos basado en el ideal

de la conciencia social y no en la inconsciencia de las

masas”803.

En medio de esta crítica del discurso populista, el

fantasma de la creciente protesta obrera y sus

consecuencias económicas fueron motivo de estudio por

parte del dirigente obrero Juan Goachet. Este recordó

que, a fines de 1912, las sociedades obreras debatieron

una propuesta para “encausar” las huelgas, que solo

desprestigiaban y hacían antipáticos los reclamos

salariales. Este proyecto contempló la creación de un

Gran Comité, integrado por “lo más selecto, juicioso y

honorable” de la clase obrera, que se ocuparía de los

reclamos individuales o colectivos y gestionaría la

solución “amigable” de los conflictos con los patrones. La

huelga solo procedería cuando las negociaciones fuesen

infructuosas. En ese momento, se tomarían las

previsiones necesarias para evitar sufrimientos y

privaciones a las familias obreras. Esta propuesta había

dado positivos resultados en los países “medianamente

organizados”, donde dicha práctica redujo en 25% las

huelgas, pues no se aceptaban reclamos contrarios al

derecho y la justicia. Asimismo, los obreros

803 Echecopar, Enrique. “Constituyente”, en La Crónica, 17 de diciembre de 1913.

Page 176: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

347

comprendieron la necesidad de reservar el paro general

para casos en que la injusticia era “monstruosa”,

advirtiéndose la obligatoriedad de aprobar su

declaratoria mediante el voto directo de los trabajadores.

Esta propuesta no tuvo éxito, porque “el virus de la

maldita política” dividió las opiniones al interior de las

sociedades obreras. Goachet culpó del radicalisno

existente al inmigrante español Cirilo Martín, quien

expuso sus “doctrinas avanzadísimas” a los obreros de

Lima y Callao, conduciéndolos al socialismo “rojo,

libertario”804.

Durante las dos últimas semanas de diciembre, La

Crónica se propuso sondear la posición de la prensa

provinciana frente al asunto de la Constituyente. En ese

sentido, El País del Cuzco justificó la necesidad de

aprobar una nueva Constitución, porque desde la

posguerra del Pacífico, se sintió la urgencia de contar

con una carta política capaz de garantizar el orden

público, los derechos de la ciudadanía y resguardar a la

Nación de los afanes autoritarios. Sin embargo, los

círculos de poder rechazaron esa idea y se aferraron a la

Constitución de 1860, aunque violaban sus artículos para

concretar sus arreglos partidarios y negociar contratos

leoninos. Ese vetusto texto constitucional no aseguró

estabilidad alguna al país, y los gobiernos hicieron tabla

rasa del orden normado por este. No en vano, la

legitimidad del Congreso estaba mellada desde que

Leguía impuso una mayoría espuria en dicho poder del

804Goachet, Juan. “Cuestiones obreras”, en El Comercio, 16 de diciembre de 1913.

348

Estado. Ese Congreso, surgido del uso de la fuerza, no

era soberano, por tanto, debía “desaparecer de la

escena política”. Distinto parecer tenía La Unión de

Chepén, tenaz opositora de la disolución del Congreso,

en tanto conduciría al país rumbo al abismo de la “odiosa

dictadura”, que cual gangrena avanzaría sin detenerse

hasta aniquilar la sociedad peruana805.

Por su parte, El Sur de Arequipa especuló con una

supuesta reunión habida en palacio entre el presidente y

los jefes militares con el propósito de consultarles su

opinión en torno a los planes de disolución del Congreso

y la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Según

este diario, un oficial tomó la palabra y dirigiéndose a

Billinghurst le dijo que no podían respaldar ese

“arriesgado paso”, pues en su condición de militares

eran respetuosos de su juramento de preservar el orden

constitucional. Tampoco les parecía prudente avasallar al

Congreso y desconocer sus actos, poniendo en

entredicho los ascensos concedidos por dicho poder del

Estado Esa respuesta desencajó a Billinghurst y lo habría

hecho desistir de sus propósitos. Desde otra perspectiva,

La Revista del Norte de Piura puso énfasis en que la

solución de los problemas financieros y sociales

existentes en el Perú no eran atendidos por el

presidente, empecinado en imponer sus ideas políticas.

El Congreso, fraccionado en grupos sin cohesión, poco

aportaba y prefería dedicarse al “mezquino placer de

objetar por incomodar”. Con todo, este diario aun creía

805 “La opinión en provincias y…”, en La Crónica, 20 de diciembre de 1913.

Page 177: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

349

posible encontrar una fórmula para restablecer la

normalidad constitucional “plena, íntegra y armónica” y

salir “del extraviado sendero por donde estamos

caminando”806.

El 24 de diciembre, a casi dos meses de haber

quedado acéfalas las carteras de Hacienda y Relaciones

Exteriores, el Gobierno designó de manera interina en

estas a Armando Vélez y Emilio Althaus807. A pesar de los

méritos reconocidos a los nuevos ministros, no podía

ocultarse que habían llegado al gabinete como solución

de emergencia. Billinghurst estaba ofuscado con la

renuencia del bloquismo a participar en el gabinete, bajo

la excusa de que les incomodaba gobernar sin

presupuesto. El presidente –señaló La Crónica– les

increpó escudarse en la supuesta defensa de la

constitucionalidad para negarle apoyo al Gobierno,

cuando no tuvieron reparos en felicitarlo por el destierro

de Leguía, a sabiendas que ese acto también fue tachado

de inconstitucional. Lamentó entonces haberse apartado

de los leguiístas, mejor dispuestos al cogobierno808. Con

este “interinato ministerial” se corrigieron los vicios de

forma más no de fondo. Aunque ese movimiento

administrativo era incapaz de resolver la crisis política

evitaba cuando menos una mayor conflictividad. Esto

último –según Variedades– restablecía la conducta

806 “La opinión en provincias y…”, en La Crónica, 23 de diciembre de 1913. 807 “Solución de la crisis ministerial”, en La Prensa, 24 de diciembre de 1913. 808 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 26 de diciembre de 1913.

350

prudente requerida en un contexto de divorcio entre

Ejecutivo y Legislativo, que aún no estaba declarado “en

forma irreparable”. Asimismo, el nombramiento de

ministros “bisoños” en política cumplía dos objetivos: a)

daba al Gobierno tiempo adicional para hallar

“soluciones definitivas y francas” a la crisis política; y b)

confirmaba el repliegue transitorio de los proyectos

radicales de Billinghurst. El país parecía ingresar

entonces a una especie de tregua, a cuyo término se

esperaba fuese lograda la reconstrucción de lazos entre

los poderes del Estado809.

Debido al aparente curso pacífico que iban

tomado los acontecimientos, La Prensa se desdijo en

cuanto a sus pronósticos alarmistas respecto de la

disolución del Congreso. La “sicología del régimen”

había provocado este error de apreciación. Hasta

entonces, Mariano Cornejo –adujo este diario– había

influenciado en el Gobierno con sus teorías socialistas

extraídas de Emilio Castelar y Jean Jaurés. En ese

sentido, la Constituyente daría curso a los proyectos

radicales preparados por Cornejo. Sin embargo, el

nuevo ambiente de concordia transitoria dejaba poco

espacio para el florecimiento de ese radicalismo.

Además, corrían rumores, mezclados con algo de humor,

acerca de nuevas conversaciones entre Billinghurst y los

bloquistas destinadas a forjar un cogobierno810. A juicio

de La Crónica, Billinghurst no estaba aún convencido de

809 “De jueves a jueves”, en Variedades, 27 de diciembre de 1913. 810 “Ecos. El fracaso de la disolución”, en La Prensa, 28 de diciembre de 1913.

Page 178: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

351

las ventajas de volver a utilizar los espacios

democráticos. Por el contrario, lo acusó de preparar el

escenario propicio para deshacerse del Congreso

mediante la convocatoria sorpresiva de una legislatura

extraordinaria dedicada a conseguir autorización para la

emisión del empréstito “grande”. Estando la mayoría de

congresistas en provincias, no les resultaría posible

acudir prontamente a la instalación de dicha legislatura.

En consecuencia, era fácil anticipar la falta de quórum el

día de la sesión inicial, hecho que sería invocado por el

Gobierno como causal para disolver el Congreso y

convocar elecciones generales811.

Durante los meses de noviembre y diciembre, el

diario oficial publicó las memorias de los ministros

Carlos Paz Soldán (Justicia), Enrique Varela (Guerra y

Marina), y Gonzalo Tirado (Gobierno). En el ramo de

Justicia se constató el “correcto y normal”

funcionamiento de los tribunales, a pesar de la recargada

labor de la Corte Suprema con motivo de su trabajo en la

validación de credenciales de candidatos. Sin embargo,

en materia penitenciaria había tres tareas pendientes:

construir cárceles, previos “estudios científicos y

concienzudos”, aprobar un reglamento de raciones para

presidiarios y prevenir el contagio de la tuberculosis en

las cárceles812. En el sector Guerra y Marina se continuó

la reorganización general del Ejército “consultando

poderosas razones de carácter técnico”. De igual modo,

811 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 30 de diciembre de 1913. 812 Paz Soldán, Carlos. “Memoria que presenta…”, en El

Peruano, 5 y 6 de noviembre de 1913.

352

fue renovado por dos años más el contrato de la Misión

Militar francesa, recayendo la dirección de esta en el

general Marcelo Desvoyes813. En cuanto a los asuntos de

Gobierno, hubo satisfacción por la “completa

tranquilidad” del orden público conservado durante

1913. Al respecto, la reforma parcial de la ley electoral

representó un importante avance en el ejercicio del libre

sufragio. Mención especial mereció el decreto

reglamentario de las huelgas, expedido el 24 de enero

de 1913, que permitió “solucionar los desacuerdos entre

patrones y obreros, con beneficio positivo para

ambos”814.

El último día de 1913, perdida toda esperanza de

conseguir la aprobación legislativa del presupuesto

nacional, los diarios publicaron un decreto expedido por

Billinghurst el 29 de diciembre, cuyo texto asignó al

proyecto presentado por el Ejecutivo al Congreso la

categoría de Presupuesto General de la República para

el año 1914815. La Prensa recogió el “profundo estupor”

causado por esta medida en la opinión pública, la cual no

podía comprender cómo el Gobierno estaba usurpando

una prerrogativa del Congreso. Quienes subestimaban la

magnitud de este hecho, citando actos similares

ocurridos durante los gobiernos de Eduardo López de

Romaña y Augusto Leguía, omitían mencionar que estos

fueron consecuencia de la actitud hostil del Congreso

813 Varela, Enrique. “Memoria que el Ministro…”, en El

Peruano, 12 y 13 de noviembre de 1913. 814 Tirado, Gonzalo. “Memoria que el Ministro…”, en El

Peruano, 5 y 6 de diciembre de 1913. 815 “El Presupuesto de la…”, en La Crónica, 31 de diciembre de 1913.

Page 179: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

353

frente al programa hacendario del Ejecutivo. Billinghurst,

en cambio, se fabricó una mayoría parlamentaria, por

consiguiente, su prescindencia del Legislativo en la

organización de la hacienda pública constituía un acto

“doloroso y decepcionante”. El decreto presupuestario

billinghurista trasgredía las bases mismas del orden

jurídico referido a las finanzas públicas. En ese momento,

ninguna norma concedía al Ejecutivo la facultad de

prorrogar la ley de gastos públicos, mucho menos podía

encontrarse alguna que avalara la conversión en

presupuesto de un proyecto remitido al Congreso. El

citado decreto además modificó la forma en que debían

gastarse las partidas de los pliegos ordinarios, cuando

ese aspecto ya estaba reglamentado por una ley de 1896,

la cual según el principio de jerarquía de la norma tenía

superioridad sobre cualquier decreto. Por esos vicios

legales, La Prensa exigió a los congresistas reunirse y

desconocer el presupuesto a fin de restituir el ejercicio

ordenado de libertades y derechos816. Compartiendo

este punto de vista, El Comercio precisó que, de ninguna

manera, el Ejecutivo tenía facultades legales para

sancionar unilateralmente el presupuesto. La pereza

legislativa y supuesta imposibilidad de realizar un

congreso extraordinario fueron utilizadas hábilmente por

el Gobierno, que prefirió dejar su proyecto sin sanción

congresal con el ánimo de ponerlo después en vigencia

mediante un simple decreto817.

816 “Error, profundo error”, en La Prensa, 31 de diciembre de 1913. 817 “Presupuesto para 1914”, en El Comercio, 30 de diciembre de 1913.

354

La cuestión presupuesto devino en tema de

debate entre los analistas políticos coetáneos. En un

extenso ensayo, Ricardo García Rosell abordó las

consecuencias jurídicas de la sanción del presupuesto

por decreto, y puso énfasis en que dicho documento

revestía “caracteres de grave conflicto y sensible

perturbación”, pues todo presupuesto solo podía hacerse

“efectivo y legal” con el voto del parlamento, sin ese

requisito carecía de obligatoriedad. Sin duda, el decreto

presupuestario no estaba acorde “con el carácter y

atribuciones del Ejecutivo”. La mayoría del público

percibía el presupuesto como un simple registro

contable de ingresos y egresos fiscales, pero en realidad

dicho documento autorizaba estos y les daba carácter

legal y forzoso. De esa manera, encerraba un acto

jurídico delegatorio de autoridad en los ministros, los

cuales no podían cobrar ni pagar mientras no hubiese

presupuesto válidamente sancionado. Sin esa condición,

el Gobierno estaba impedido de recaudar rentas y

efectuar gastos. Al respecto, todas las constituciones

peruanas desde 1822, y la de 1860 era aún más “explícita

y terminante”, reservaron al Congreso la facultad de

convertir el presupuesto en ley de la Nación. En

consecuencia –afirmó García Rosell– el decreto

billinghurista creó un escenario completamente extraño

y antijurídico en el manejo hacendario del país818.

Enrique Echecopar también intervino en esta

campaña de críticas contra el decreto presupuestario. En

su opinión, esa medida significó una “salida de límites”,

818 “La sanción del presupuesto”, en La Crónica, 2 de enero de 1914.

Page 180: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

355

por lo tanto, aquellos funcionarios que ordenaran o

ejecutaran cobros y pagos serían legalmente

responsables. Censuró la cerrada defensa del citado

decreto realizada por el periódico oficialista La Nación,

bajo el argumento de que los anteriores congresos

carecían de voluntad propia, y por amenaza, interés o

lisonja, siempre aprobaron los proyectos de gastos

cumpliendo órdenes del Ejecutivo. El decreto

presupuestario –indicó Echecopar– había abrogado el

sistema republicano para inaugurar el “gobierno de

uno”. Esa clase de extralimitaciones, en todo tiempo, se

justificaban con el pretexto de buscar el bienestar de la

Patria. En los sistemas democráticos, el deseo de

imponer ideas y controlar el gobierno era procesado

mediante partidos políticos “con organización

republicana”. Aludiendo al presidente, Echecopar

cuestionó la importancia de la “energía de carácter”

como garantía de una acertada gestión gubernativa, pues

esta generalmente solo desataba una guerra solapada de

facciones en el entorno del mandatario. Los partidos, en

cambio, permitían una lucha interna de principios y no la

guerra de zancadilla o venganza alrededor del

mandatario. En todas las decisiones de Estado, y con

mayor razón en el asunto del presupuesto, se requería

ese medio “racional y práctico” de terminar las

diferencias, dadas sus repercusiones sobre el orden

público819.

819 Echecopar, Enrique. “Partidos políticos”, en La Crónica, 4 de enero de 1914.

356

A su turno, La Prensa criticó el decreto

presupuestario por su carácter de “acto político,

inmotivado y dañino”, utilizado para despojar

arbitrariamente al Congreso de sus atribuciones

constitucionales. Este diario expresó además su pesar

por la forma en que el Gobierno, “exponente de una gran

evolución cívica” y del cual se esperaba un manejo

prudente de la vida administrativa, había decidido

pisotear la Constitución. Asimismo, exculpó al Congreso

de toda responsabilidad en el retraso del debate del

proyecto de presupuesto, más tarde convertido en ley

por Billinghurst, porque las modificaciones sugeridas en

el pliego de ingresos eran “insignificantes” e incidían en

menos del 2% respecto del monto total. Ese desacuerdo

debió resolverse fácilmente, y en ningún caso podía

justificar la sanción del decreto “desgraciado e

inconducente”. En realidad, el abuso cometido dejaba

entrever la fuerte impronta personalista del poder

ejercido por Billinghurst, quien lo había convertido en

“campo de aplicación de su propio y exclusivo criterio”.

Este diario recordó la esencia negativa de todo

autoritarismo, aun cuando lo practicaran hombres de

“gran probidad personal”. Por el contrario, todo

mandatario estaba obligado a inclinarse ante la majestad

de la ley en vez de fomentar la anarquía política y el

desbarajuste financiero. El Gobierno –según el diario

oficioso La Nación– quiso abrir un debate sereno y

“científico” del proyecto de presupuesto, pero al mismo

tiempo lo juzgó “inmodificable” y finalmente lo impuso

evadiendo las observaciones o controles de toda clase.

En conclusión, el decreto presupuestario solo reveló la

Page 181: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

357

preferencia de Billinghurst por el dogma

antirrepublicano de que el fin justifica los medios820.

Los rasgos autoritarios del billinghurismo

motivaron varias reflexiones de la prensa sobre las

perspectivas políticas y económicas del país para el año

1914. El vocero pierolista esperaba, con pesimismo, un

tiempo “desesperanzado de toda regeneración” a causa

de la intensa esterilización de energías ocurrida durante

1913. En dicho año, Billinghurst llegó al gobierno

anunciando una era de reconstrucción moral, y pareció

cumplir su promesa cuando promulgó la nueva ley

electoral. Sin embargo, ese “destello” de civismo se

opacó rápidamente y nubes tormentosas turbaron el

espíritu del mandatario, que perdió el control y

orientación de sus acciones. Por eso, el año 1914

inauguraba un período de desconcierto, cuyas

consecuencias nadie podía vaticinar. La oposición

parlamentaria originó el desenfreno de Leguía en 1911,

pero Billinghurst no afrontó ese mismo escenario, pues la

prensa y los congresistas apenas si pusieron algunas

“piedrecitas” en su camino. Solo sus proyectos “de

inspiración poco feliz” encontraron cierta resistencia,

más nunca al extremo de ameritar la reacción violenta y

exaltada, con visos de dictadura, del presidente. No en

vano, los analistas coincidían en que la sanción

inconstitucional del presupuesto sobrepasaba en

gravedad cualquiera de los atropellos financieros

cometidos por Leguía. Billinghurst no comprendía que en

política era muy difícil hacer “líneas derechas” con

820 “Entendámonos”, en La Prensa, 3 de enero de 1914.

358

“pautas torcidas”. En tono pesimista e invocando a la

Providencia, La Crónica solo anhelaba una rectificación

del presidente antes de caer en el abismo que estaba

abriendo821.

Por su parte, La Prensa manifestó moderado

optimismo para el año venidero, recordando la evolución

política consagrada durante el año 1912, gracias al

surgimiento de un gobierno sustentado por todos los

partidos. Los conflictos entre Ejecutivo y Legislativo,

surgidos a partir del tema presupuestario, fueron

considerados un “detalle insignificante” incapaz de

provocar el estancamiento de la vida política nacional. A

pesar de haberse iniciado el año 1913 con positivas

expectativas, este culminó en medio de “profundas

inquietudes morales”, pues el sentido espíritu de

concordia se deshizo por acción de “sorpresivas e

ingratas corrientes” políticas. Esa situación tenía

múltiples responsables, individuos dominados por la

temeridad e imprudencia y entidades sociales que

alentaban toda clase de excesos. Ambos actores,

individuos e instituciones, anteponían sus derechos

particulares al objetivo de forjar el bienestar social. Por

tanto, la construcción de una conciencia colectiva

resultaba imprescindible para efectuar la distribución

armónica del poder, de lo contrario, el germen de la

inquietud y desconfianza socavaría los partidos y

anarquizaría el manejo de las finanzas públicas.

Dominada por la incredulidad, La Prensa aun creía en la

capacidad de Billinghurst para ejecutar su programa

821 “Editorial”, en La Crónica, 1º de enero de 1914.

Page 182: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

359

administrativo y político, sobreponiéndose a los afanes

de “demolición institucional” conducentes a producir la

ruina del país822.

Este mismo diario minimizó el impacto del

conflicto político de 1913 sobre los intereses del

comercio, industria, banca y fisco, pues cerraron sus

cuentas con “mejor bagaje que en 1912”. Aunque

durante dicho año se habló de la crisis económica como

una entidad flotante en el ambiente, la renta fiscal de

1913 aumentó en 11% respecto del año precedente,

gracias a la buena gestión de la Compañía Recaudadora

de Impuestos. Por consiguiente, los pesimistas debían

reconocer lo errado de sus proyecciones basadas en una

“falsa alarma”. En términos generales, el capital y la

iniciativa privada incrementaron sus recursos y emitieron

bonos “bien colocados y mejor cotizados” reflejando el

escaso influjo del creciente malestar político en los

negocios. Asimismo, la oleada de huelgas tampoco

redujo el desarrollo industrial, tomando en cuenta las

siguientes cifras de aumento de capital de las principales

La Fábrica de Tejidos de Santa Catalina (1´300,000 soles),

Sociedad Industrial Infantas (450,000 soles), Fábrica de

Tejidos San Jacinto (140,000 soles), Empresa de Agua de

Barranco (110,000 soles), Compañía de Fincas Urbanas

(100,000 soles), Sociedad Agrícola Humaya (320,000

soles), Sociedad Industrial La Estrella (150,000 soles) e

Ingenio Central Azucarero (65,000 soles). Estos negocios

movilizaron unos cinco millones de soles durante 1913.

De otro lado, en la agricultura y minería se invirtieron

822 “Del uno al otro año”, en La Prensa, 1º de enero de 1914.

360

cuando menos 15 millones de soles en obras de

infraestructura. Por último, los depósitos bancarios y las

rentas ferroviarias ofrecían también positivos resultados.

En ese contexto, La Prensa reclamó a Billinghurst

perseverar en el rumbo económico y mantener la paz823.

Sin embargo, El Comercio discrepó radicalmente

con esa optimista perspectiva, aduciendo la “falta de

holgura del erario” y los efectos de esta en el

movimiento económico general. Por entones, la

agricultura del azúcar y algodón constituían las

principales fuentes de divisas, pues los productos de la

minería “en su parte más importante [quedaban] en el

extranjero”. No obstante, la reducción del precio

internacional del azúcar, calculada en 3.50 soles por

quintal, representó sobre las 200,000 toneladas

exportadas una reducción de 12 millones de soles en los

ingresos respecto de 1912. Esa merma de capitales

afectó, sin duda, el resto de la economía nacional. En

prueba de esto, citó las quiebras de varios negocios,

sobre todo de comerciantes chinos, acaecidos en 1913.

Hubo además restricciones en el otorgamiento de

créditos y el cambio se mantuvo abatido por la escasez

de letras en plaza. El propio presidente advirtió sobre la

salida del país de un millón de libras en dividendos y

remesas. El mejoramiento del panorama económico

durante 1914 dependía en gran medida de la conversión

de la deuda pública, a fin de reducir el pago de

intereses, y la normalización de la vida política Lo

primero no resultaba sencillo, debido a las dificultades

823 “El año económico”, en La Prensa, 1º de enero de 1914.

Page 183: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

361

para obtener crédito europeo en momentos que este

buscaba mejor colocación en China, Francia y los países

balcánicos. Lo segundo solo sería posible cuando los

intereses de círculo cedieran paso a los nacionales. Entre

los asuntos de urgente arreglo, El Comercio mencionó el

abuso del derecho de huelga, que el Congreso debía

limitar mediante una normativa adecuada, y la

modernización del Callao a través de la construcción de

muelles ligeros y baratos y el cese del monopolio en las

operaciones marítimas824.

Este mismo periódico hizo luego un balance del

gobierno de Billinghurst, destacando su origen

contestatario y opuesto a la arbitrariedad e intolerancia

políticas y el manejo ilegal de las rentas públicas

imperantes bajo la presidencia de Leguía. La

impopularidad de ese régimen trajo consigo el repudio

sobre la candidatura Aspíllaga, solidaria con las acciones

violentas del régimen saliente. Contra ese binomio se

levantó la candidatura Billinghurst simbolizando el deseo

de acabar con el pasado. De esa manera, la fuerza del

sentimiento público doblegó a las mayorías oficialistas

del Congreso e hizo que estas entregaran la presidencia

de la República a la oposición. No era cierta entonces,

como afirmaban algunos diarios nacionales y extranjeros,

la idea de que Billinghurst fue elegido al margen de los

partidos, porque estos colaboraron desde un principio

con su gobierno. A criterio de El Comercio, la falta de

fecundidad en el trabajo parlamentario no respondía a

intenciones de realizar una oposición violenta, sino a la

824 “De 1913 a 1914”, en El Comercio, 1º de enero de 1914.

362

defectuosa organización política de las cámaras, la cual

impedía coordinar adecuadamente con el Ejecutivo. No

existiendo razones para el antagonismo entre los

partidos políticos y el presidente, resultaba

incomprensible que este último quisiera deshacerse de

los primeros mediante el golpe contra el Congreso825.

En opinión de Variedades, el año 1913 había sido

tormentoso y cruel, y “sabe Dios cómo será el que se

inicia”. Mediante un conjunto de párrafos irónicos, esta

revista resumió el programa que Billinghurst debió

aplicar si hubiese renunciado al “malsano sport de la

política menuda” para abocarse a consolidar un

“tranquilo, pero enérgico avance” de las instituciones

sociales. El principal pasivo del gobierno billinghurista

consistía en practicar la política bajo la forma de “lucha

rencorosa y brutal de apetitos y caprichos”. Asimismo,

destacó la carencia de consejeros “hábiles, expertos y

sagaces” en su entorno, a quienes confiar la

reorganización de la administración pública. De acuerdo

con esta revista, las desavenencias con el Congreso

desgastaron su gobierno, porque no supo reconocer

errores y enmendar rumbos. Esto lo condujo finalmente a

utilizar medios de intimidación y violencia contrarios a la

majestad del parlamento e independencia de los

representantes. En materia financiera, el crédito nacional

continuó abatido y no se percibía una atinada dirección

de los negocios públicos. Por esa razón, los capitalistas

europeos rehusaron otorgarle empréstitos en

condiciones ventajosas. El movimiento comercial e

825 “Editorial”, en El Comercio, 4 de enero de 1914.

Page 184: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

363

industrial sufrían las consecuencias de ese desorden de

la hacienda pública, así como la falta de respeto por las

leyes y “prácticas tutelares” de las finanzas estatales826.

En medio de la creciente inestabilidad política, la

cuestión del precio del pan inquietó a los consumidores.

En carta remitida a La Crónica, el Secretario de la

Federación de Obreros Panaderos Estrella del Perú,

Eleazar Izaguirre, denunció una serie de maltratos y

rebajas de salario realizados por los dueños de

panaderías en perjuicio de su personal. Según acuerdo

firmado en enero de 1913, los obreros panaderos

ganarían jornales de 3.70 y 3.40 soles por los turnos de

noche y día, respectivamente. No obstante, los patrones

estaban contratando aprendices a quienes abonaban 3

soles o menos por jornal. Además, en el extremo de sus

abusos disminuían el peso del pan entre 30-50%. En vista

de este problema, los panaderos anunciaron medidas de

lucha para acabar con esa crítica situación827. Semanas

después, un grupo de concejales limeños, preocupado

por las condiciones de vida de las clases populares

presentó dos proyectos para fundar un Banco y Sociedad

Cooperativa municipales, con el propósito de ofrecer

créditos y subsistencias baratas. Estas instituciones

aliviarían el sufrimiento de los pobres a manos de los

agiotistas, de cuyas manos difícilmente escapaban el

pensionista u obrero agobiado por las deudas. La Crónica

sugirió, sin embargo, rebajar de 12 a 10% el interés

anual cobrado, porque los demás bancos no excedían

826 “De jueves a jueves”, en Variedades, 3 de enero de 1914. 827¿Aumentará el precio del pan?, en La Crónica, 8 de enero de 1914.

364

dicha cifra. Asimismo, convenía hacer sujetos de crédito

no solo a pensionistas y obreros, sino también a los

empleados de las casas comerciales, los cuales

necesitaban recurrir al “préstamo prendario”828.

Si bien ambos proyectos –según El Comercio–

merecían el aplauso público por el móvil generoso que

los impulsaba, no sucedía lo mismo con las tasas de

interés proyectadas, pues revelaba cierto espíritu

mercantilista orientado a lograr utilidades a costa de la

desgracia ajena. Ambas instituciones, banco y

cooperativa municipales, debían fundarse sobre los

principios de la caridad y tutela social. Por tanto, la única

forma de favorecer a los desvalidos consistía en

otorgarles préstamos sin intereses o al más bajo interés

posible. El proyecto bancario, en cambio, fijaba entre

1.25%-1.5% el interés mensual, cifra similar a la cobrada

por los usureros y “tres veces mayor que el establecido

por ley”. Aparentemente, los funcionarios municipales no

repararon en que “la idea del socorro humanitario y del

negocio se excluyen”. En ese sentido, convenía

reemplazar el banco por un monte de piedad, dado su

carácter de “casa de préstamo organizada como servicio

público de beneficencia”. En dichas instituciones solo se

cobraba el interés “estrictamente necesario” para su

sostenimiento. En cuanto a la cooperativa municipal de

consumo, las ventajas de suprimir al intermediario en las

ventas se perderían costeando los sueldos del directorio

administrador del negocio829.

828“Editorial”, en La Crónica, 22 de enero de 1914. 829 “Banco municipal y…”, en El Comercio, 22 de enero de 1914.

Page 185: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

365

Durante las primeras semanas de enero, la

división del gabinete provocada por el proyecto de

disolución del Congreso constituyó el principal problema

del Gobierno. La Crónica informó sobre la firme

oposición de tres ministros ante la posibilidad de que se

les exigiera firmar el decreto de convocatoria de la

Asamblea Constituyente. Esta contingencia habría

convencido a Billinghurst de que este asunto debía

postergarse hasta el mes de marzo, fecha en que lo

llevaría adelante o impulsaría nuevas elecciones en

aquellos lugares donde no pudieron elegirse

representantes830. Era evidente –precisó Variedades– la

forma en que Billinghurst no deseaba relacionarse “para

nada con el parlamento actual”, actitud considerada

injustificada, pues salvo “uno que otro votillo encubierto

de censura” el parlamento no manifestaba antipatía por

el presidente. Ciertamente, los partidos representados

en el Congreso cortejaron constantemente al Ejecutivo.

El bloquismo dio muestras de su espíritu “cariñoso y

expresivo a la par que sufrido”. El leguiísmo fingía

interesarse en los asuntos nacionales y finalmente cedía

por los golpes. Los celosos liberales no querían

compartir los afectos del presidente y pugnaban por

apartarlo de sus rivales. Los constitucionales no exigían

nada y se conformaban con lo que se les diera. Todo ese

cuadro de “amor policrómico y original” se desvaneció

cuando el Gobierno se propuso deshacerse de los

partidos. El “chismorreo político” recogido por

Variedades señaló el sábado 12 como la fecha en que las

830 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 10 de enero de 1914.

366

prensas de los diarios trasladarían al papel el “desopilante”

decreto del cierre del Congreso y la convocatoria de

elecciones. Sobre esto último, algunos pensaban que

elegirían representantes para el Congreso de 1914,

mientras otros hablaban de comicios constituyentes. Ese

decreto vendría además acompañado de su respectiva

“salsa”, consistente en jornadas cívicas y prisiones

preventivas. A pesar de la insistencia de estos rumores,

Variedades juzgó poco probable la dación del citado

decreto, porque Billinghurst no hallaría “padrinos”

dispuestos a cargar con la responsabilidad del golpe.

Finalmente, de seguro, habría reconciliación y

“champañada” entre Ejecutivo y Legislativo831.

Distinto parecer tenía La Crónica, cuyos informantes

aseguraban haber visto el decreto expedito para su

publicación, si bien esta fue postergada dada la necesidad

de incluir “innovaciones de última hora” sugeridas

supuestamente por integrantes del bloque civilista. Estas

novedades consistían en convocar elecciones en los

departamentos y provincias, cuyos candidatos fueron

anulados por la Corte Suprema, y la anulación de las

curules ocupadas por representantes incorporados el 14 de

julio de 1911832. La Prensa también sospechaba que había

“sonado la hora” del decreto vilipendiado, no porque así lo

creyera el “feliz instinto de las muchedumbres”, sino por la

elocuencia con que lo pregonaba Mariano Cornejo, “en su

incansable trajín oratorio a través de la urbe”833. A

831 “De jueves a jueves”, en Variedades, 10 de enero de 1914. 832 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 13 de enero de 1914. 833“Ecos. Fuera de cuenta”, en La Prensa, 11 de enero de 1914.

Page 186: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

367

mediados de enero, este diario insistió en la

imposibilidad de detener la dación del decreto

redactado “hora por hora, trabajosa y febrilmente”. En

las ciudad se rumoraba que era cuestión de tiempo verlo

voceado por “los golfos en las calles”. Para algunos solo

sería “disuelto” el tercio parlamentario de 1911,

satisfaciendo así los pedidos del bloquismo, a pesar de

que su líder, José Matías Manzanilla, desmintió haberlo

solicitado. Otros, los más radicales, esperaban un

decreto “robusto y contundente” anulatorio de todos los

tercios. El retraso en su dación –según todos– respondía

al “quintal de considerandos” agregados a última hora

por el Gobierno834.

La constitución ilegal del Congreso era una de las

principales razones invocadas para justificar su

disolución. Esta idea fue refutada por Enrique Echecopar,

basándose en que si los billinghurstas aceptaron la

elección presidencial de su líder por dicho parlamento

no podían después cuestionar su legitimidad, porque

entonces el mandato de Billinghurst sería irrito per se.

Por lo demás, el presidente validó la existencia del

Congreso, leyendo varios mensajes en su recinto,

enviándole proyectos y recibiendo la respectiva

autorización para contratar préstamos. Declarar nulo el

Congreso equivalía a un suicidio político del Gobierno,

en la medida que sus actos perderían de inmediato sin

valor legal. En esa coyuntura, sobrevendría la nulidad de

los empréstitos levantados obligando al Estado a pagar

indemnizaciones a los banqueros y prestamistas por el

834“Ecos. Mañana o pasado”, en La Prensa, 14 de enero de 1914.

368

daño económico inferido. Un hombre de talento como

Billinghurst –enfatizó Echecopar– jamás cometería la

insensatez de inhabilitarse. Ciertamente, las cámaras

tenían facultad constitucional para suspender a un

presidente irrespetuoso de los otros poderes públicos, y

ponerlo a disposición de la Corte Suprema. Para tomar

esta iniciativa ni siquiera era necesaria la reunión del

Congreso, porque precisamente el delito imputado al

presidente sería el de impedir reunirse a los

congresistas. Asimismo, los ministros y jefes militares

comprometidos en el golpe contra el Congreso estarían

incursos en el delito de rebelión. Por último, exhortó al

Gobierno a desmentir el rumor de la disolución en vista

del daño causado a la tranquilidad pública y las

actividades económicas835.

Los rumores sobre el cierre del Congreso no

habían decaído desde cuando comenzaron a circular en

los días posteriores a la clausura de la legislatura

ordinaria de 1913. El Gobierno –a juicio de El Comercio–

era responsable de ese ambiente de inestabilidad,

atizado por el mal concepto que tenía del parlamento, al

cual consideraba un estorbo para sus planes. No en vano,

desde octubre de 1913, en los diarios y calles se

comentaba la satisfacción del Ejecutivo frente al

creciente descrédito de los congresistas ante la opinión

pública. El Comercio criticó a la prensa limeña por

haberle dado cobertura a estos rumores dejando

entrever la existencia de una profunda crisis, cuando esta

835Echecopar, Enrique. “Sobre la posible…”, en La Crónica, 14 de enero de 1914.

Page 187: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

369

realmente no existía. El peligro real estaba representado

por los “amigos” de Billinghurst, quienes lo presionaban

con el argumento de que un gobierno “fuerte y

respetable” requería la aplicación de reformas radicales,

entre las cuales sobresalía el cierre del Congreso. Según

este diario, el derrumbe del gobierno de Leguía debió

complementarse con la renovación del parlamento para

“que no quedase ni el recuerdo del pasado”. Sin

embargo, transacciones forzadas por las circunstancias

legitimaron su continuidad, y desde entonces realizó

actos de pleno valor jurídico, como la elección de

Billinghurst. Posteriormente, el Gobierno se hizo de la

mayoría parlamentaria, por tanto, carecía de lógica

cerrar un Congreso bajo su control. Este diario se sumó a

las voces contrarias a las “pérfidas insinuaciones” de

quienes pretendían llevar al presidente hacia el camino

de la ilegalidad. La disolución del Congreso dejaría el

nefasto precedente de que el Ejecutivo podía librarse del

Congreso si lo creía positivo para el país. Finalmente, El

Comercio se reclamó parte de los amigos responsables

de Billinghurst, cuyo interés era verlo trabajar por la

armonía de los poderes públicos836.

Sobre este asunto, Variedades criticó la obsesión

de Billinghurst por el golpe de Estado, pues no tenía base

doctrinaria, sino que era resultado de “violentas

explosiones de pasión”. Estas decisiones volitivas

alarmaron a la opinión pública ante la “expectativa del

desastre inútil” de uno de los poderes del Estado. No se

comprendía la finalidad de “higiene republicana”

836 “Editorial”, en El Comercio, 15 de enero de 1914.

370

atribuida al reemplazo de una representación nacional

por otra, simplemente para acabar con el minúsculo

germen de oposición existente en el parlamento. De otro

lado, Billinghurst estaba inhabilitado para corregir los

vicios de constitucionalidad del Congreso, pues aceptó

de este “el poder en forma irregular” ¿Acaso después de

una legislatura ordinaria y otras dos extraordinarias a las

que envío proyectos y dirigió mensajes, el presidente

recién percibió los vicios de legalidad suficientes para

justificar el cierre y reemplazo del Congreso? El

resentimiento del Gobierno, verdadera causa del

proyectado golpe de Estado, surgió con las

observaciones hechas por los diputados al presupuesto y

se ahondó con las interpelaciones a sus ministros en

varias sesiones secretas. Los odios políticos perdieron a

Leguía, por eso, la prensa observaba con pesar cómo

algunas personas empujaban a Billinghurst hacia los

“radicalismos irreflexivos”. Esos “malos amigos” servían

intereses propios y no dejaban al presidente tomar en

cuenta “las palpitaciones de vida exterior” para arreglar

sus actos de gobierno. Esta revista descartó que el

Gobierno se hallase forzado a recurrir a medios extremos

fundándolos en “sutilezas” usuales solo en regímenes

sumidos en la “bancarrota de su prestigio moral”837.

El 19 de enero, La Crónica anunció de manera

tajante la próxima disolución del Congreso y

convocatoria de nuevos comicios generales. La base

jurídica invocada como fundamento de esa decisión sería

el artículo 2º de la ley de ministros de 1863, según la cual

837 “De jueves a jueves”, en Variedades, 17 de enero de 1914.

Page 188: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

371

el presidente de la República, en ciertos asuntos, estaba

facultado para decidir libremente sin requerir el voto

consultivo del Consejo de Ministros. Al mismo tiempo, se

contemplaron próximos cambios de autoridades en

varios departamentos838. Más tarde, este periódico

obtuvo en la Secretaría de Palacio la copia de un

memorial remitido al presidente desde el Cuzco

solicitándole la convocatoria de elecciones generales.

Los peticionarios, vecinos y líderes de los partidos

Demócrata, Liberal, Constitucional y Cívico de dicha

ciudad, encabezados por su alcalde Juan Cáceres, se

identificaron como “miembros de todos los partidos

políticos y de todas las clases sociales” y reclamándose

representantes de la “opinión unánime” del pueblo

cuzqueño prometieron organizar un gran “comicio

popular” en apoyo a la “patriótica política” del

Gobierno839. Días después, noticias llegadas del Cuzco

dieron cuenta que el alcalde Juan Cáceres y varios

miembros de las familias notables Luna, Tresierra,

Pagaza y Guevara, estaban preparando actas

plebiscitarias a favor de nuevas elecciones, pues

pretendían reemplazar a los liberales Antonio de la Torre

y David Chaparro, posesionados entonces de las

representaciones por Cuzco. De igual manera, el ex-

prefecto limeño, Orestes Ferro, llegó en calidad de

agente del Gobierno para “desviar el verdadero criterio

público”840.

838 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 19 de enero de 1914. 839“Pidiendo la disolución…”, en La Crónica, 24 de enero de 1914. 840“La situación política…”, en La Crónica, 29 de enero de 1914.

372

A una semana de finalizar el mes de enero, la

demora del Gobierno en pronunciarse sobre la disolución

del Congreso confundía a la opinión pública. Unos daban

por perdidos los planes dictatoriales de Billinghurst, pero

la mayoría especulaba con que, después de un tiempo de

vacilación, el presidente crearía “una situación

completamente nueva” para ejecutar sus “reformas

saludables” bloqueadas por el Congreso. Al respecto,

Variedades también denunció la existencia de personas en

la “intimidad” del Gobierno, fervientes impulsoras de

romper las vallas constitucionales y hacer tabla rasa las

instituciones democráticas. Los planes dictatoriales

inoportunos de ese círculo fueron vistos como anárquicos

y destructores de la nacionalidad. Apelando a la

experiencia histórica, esta revista indicó que cuando los

gobiernos atropellaban la carta política se producían

reacciones violentas e incluso la guerra civil. Más aún, la

coyuntura peruana hacía innecesario el golpe, pues desde

el gobierno de Leguía el Congreso estaba sumiso y

avasallado, y la “resistencia tímida” ofrecida a Billinghurst

fue rápidamente desarmada por este. Por consiguiente, el

presidente incurría en craso error cuando se empecinaba

en destruir el orden existente para convertir al parlamento

en una prolongación del Ejecutivo. En ningún caso,

Variedades aceptaba que el golpe fuese resultado de la

“patriótica visión de las conveniencias públicas”, por el

contrario, la dación del decreto conmovería al país

poniéndolo en una situación similar a la del México

revolucionario841.

841 “De jueves a jueves”, en Variedades, 24 de enero de 1914.

Page 189: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

373

El diario pierolista, principal difusor de rumores,

comunicó sobre el agravamiento de las disensiones al

interior del Gobierno. En ese contexto, Billinghurst

habría ordenado guardar reserva hasta febrero sobre las

renuncias formuladas por los ministros contrarios a sus

planes dictatoriales. Mientras tanto, en palacio se

esperaban nuevos memoriales de Arequipa, Trujillo,

Cajamarca, Ica, Ayacucho y Lima, para justificar la dación

del citado decreto. Extrañamente durante estos días

varios establecimientos de ventas de armas fueron

visitados por conocidos “especialistas en jornadas

cívicas”, los cuales compraban municiones en gran

cantidad. Las especulaciones del diario pierolista

llegaron al punto de informar acerca de la supuesta

habilitación de celdas en el transporte Iquitos, adonde

serían conducidas una veintena de personas incómodas

para Billinghurst842. El reportero de La Crónica observó

similares arreglos en los “algibes” de Casas Matas, y

supo que se organizaba una “manifestación monstruo”

para el 1º de febrero, con el objeto de entregar al

Gobierno un memorial suscrito por obreros limeños

exigiendo la disolución del parlamento843.

Buscando un acercamiento con el bloquismo,

Billinghurst invitó a palacio al líder de dicho grupo, Juan

Pardo, y conferenció durante dos horas con él.

Consultado sobre el motivo de esta reunión, Pardo se

limitó a responder que esta giró en torno a “asuntos

particulares y reservados” sin proporcionar ningún

842 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 27 de enero de 1914. 843 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 28 de enero de 1914.

374

detalle adicional de lo conversado844. Preocupadas las

dirigencias partidarias por el crecimiento del discurso

radical en el interior del país, se apresuraron a sentar

posición frente a la crisis política. El primero en hacerlo

fue el jefe del Partido Liberal, Augusto Durand, quien

suscribió una circular dirigida a sus bases provincianas

condenando “el atentado que se proyecta contra la

Constitución de la República”. Según Durand con la

disolución del Congreso que lo había investido como

mandatario, y ante el cual tenía pendiente justificar los

egresos extraordinarios por 14 millones de soles

realizados durante 1913, Billinghurst estaba cometiendo

un crimen previsto y castigado por las leyes, causando

además enorme daño moral y material para la República.

Previendo dicho escenario, el Partido Liberal proclamó la

defensa de las instituciones tutelares de la Patria, y

requirió la ayuda de los demás partidos y la opinión

pública para cumplir dicho objetivo. Esta circular

demandó a los peruanos defender la inviolabilidad del

Congreso y el ejercicio pleno de sus atribuciones

inmanentes, pues únicamente de esa forma podría

garantizarse el respeto de las libertades consagradas por

la Constitución845.

A criterio de Variedades, la circular de Durand fue

el “hecho sensacional de la semana” y simbolizó la

primera condena contra la actitud de rebeldía del

Gobierno frente al régimen constitucional. Aunque juzgaron

844 “Don Juan Pardo conferencia largamente con S.E.”, en La

Crónica, 28 de enero de 1914. 845 “Declaraciones del Partido Liberal”, en El Comercio, 27 de enero de 1914.

Page 190: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

375

LA CRISIS FINAL Y EL GOLPE DEL CORONEL BENAVIDES

Augusto Durand, ex-aliado de Billinghurst y promotor del golpe de Estado. Variedades, 31 de enero de 1914. Caricatura de Francisco González Gamarra.

Alegoría de Variedades en homenaje al coronel golpista Óscar Benavides.

Variedades, 7 de febrero de 1914.

376

“prematuro” publicar un documento censurando hechos

futuros, defendieron la iniciativa de Durand de

anticiparse a un acontecimiento inevitable para muchos.

Sin duda, el “cuadro sintomático” y la constante llegada

de actas a palacio respaldando los hechos sancionados

como rebelión por la ley de 1878, confirmaban el

comienzo de una tendencia “verdaderamente irregular”.

Esta revista lamentó el sentimiento de “odiosidad” contra

los congresistas sembrado por Billinghurst en las

provincias, porque estos hasta entonces mantenían

fluidas relaciones con sus electores. Las actas remitidas a

palacio no explicaban por qué motivo era necesario el

cierre del Congreso, Ninguno de los firmantes expuso

“las acusaciones concretas de los delitos de qué se hace

responsables a los desgraciados representantes”. Esa

falta de argumentos hacía sospechar que el movimiento

antiparlamentarista no era espontáneo, sino artificial y

promovido por un Gobierno que utilizando “mecánica

política equivocada” pensaba concretar un “ideal

benéfico”. Billinghurst no tenía malas intenciones, pero la

“irritabilidad de su carácter” exasperado por logreros y

gente de “inferior mentalidad” lo conducían a tomar

decisiones fuera de la realidad. Esa confusión ideológica

atemorizó a Variedades debido a que, según algunos, el

presidente quería remediar la crisis política mediante la

“reivindicación socialista de la clase popular”.

Billinghurst actuaba como si estuviese conduciendo una

revolución francesa contra los “hombres de levita”, por

ello, excitaba la demagogia y “lucha de clases sociales”.

El presidente debía apartarse del ideal de la “Francia

Page 191: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

377

lúgubre del terror y el jacobinismo” y tomar por modelo

a la Francia republicana respetuosa de las instituciones

democráticas. La mencionada revista exigió al presidente

desterrar la exacerbación del odio popular, como “arma

política” o “recurso oratorio”, contra los ciudadanos, que

por su “inteligencia o por su fortuna o por su situación

social no vestían la chaqueta del obrero”, más aún

cuando esa violencia solo conducía a expulsar un

Congreso considerado ilegítimo para poner otro “más

ilegal”. No quedaba sino confiar en que Billinghurst,

reflexivo y “desvestido de odios”, hallara otra fórmula

dentro de la Constitución y las leyes sin tragedias ni

conmociones, de lo contrario el Perú seguiría el camino

de Haití, que quiso imitar la revolución francesa y “hasta

ahora lo está haciendo”846.

Las primeras expresiones del presidente a

favor de una solución violenta de la crisis política fueron

recogidas por La Prensa. Según este diario, el 27 de

enero, Billinghurst recibió en palacio una delegación de

obreros que acudió para expresarle su respaldo. A estos

les manifestó su enojo contra los “hombres de levita”,

responsables de los estorbos sufridos por su régimen, y

les solicitó apoyo para cobrar venganza. Ese discurso

agresivo culpaba a una clase social de las contrariedades

afrontadas por el Gobierno. La Prensa rechazó este

prejuicio y recordó cómo todos los políticos habían

manifestado su adhesión al nuevo régimen, y ninguno de

estos expresó rencor por no gozar de las simpatías

oficialistas. La prueba de ello es que durante las

846 “De jueves a jueves”, en Variedades, 31 de enero de 1914.

378

legislaturas ordinarias y extraordinarias de 1912, los

“hombres de levita” concedieron al Ejecutivo diversas

autorizaciones a los proyectos sobre elecciones, salitre y

armamentos militares. Los políticos se abstuvieron

además de constituir una fuerza de opinión contraria a

Billinghurst, abdicando de sus naturales derechos

políticos. A pesar de ese espíritu de colaboración, el

billinghurismo respondió atacando una imprenta,

agraviando al presidente del Congreso y presionando a

los representantes para obtener el control de las mesas

directivas. Esa agitación trajo resentimientos y lesionó el

decoro de las funciones públicas. El Gobierno criticaba

la lentitud del trabajo parlamentario pero omitía

mencionar el evidente retraso con que envió los

documentos referidos al presupuesto, contratos de

armamentos, Cuenta General de la República y del

empréstito de ocho millones de soles, dejando al

Congreso “en la más honda oscuridad” para opinar

sobre estos asuntos. Las interpelaciones del diputado

Rafael Grau, repudiadas por el billinghurismo, nunca

estorbaron la estabilidad del gabinete, porque los

ministros recibieron votos de confianza y se respaldó el

programa de aprovisionamiento militar. El Congreso

tampoco hizo cuestión de Estado respecto al gasto de tres

millones de soles correspondientes al empréstito de

12´500,000 soles, otorgado por la Compañía Recaudadora.

La urgencia de debatir diversos asuntos interrumpió el

análisis del presupuesto y hubo necesidad de aplazar su

discusión. Este percance pudo resolverse mediante una

legislatura extraordinaria, en cuya agenda pudo

agregarse incluso la renovación del concejo municipal.

Page 192: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

379

Sin embargo, el Gobierno interpretó este aplazamiento

como un deseo de entorpecer su política hacendaria,

cuando lo censurable hubiese sido lo contrario, es decir,

aprobar el presupuesto sin debate. Ese fue el pretexto

invocado para despojar al Congreso de sus atribuciones

legislativas en materia hacendaria. Con esa decisión,

Billinghurst puso de lado a los “hombres de levita”, y

estos no provocaron ninguna agitación, a pesar de que

luego les aplicó la “medida indecorosa” de suprimir sus

sueldos. La verdadera razón del odio de Billinghurst por

los políticos era la resistencia de estos a respaldar sus

planes dictatoriales847.

En medio de esta vorágine política, el presidente,

en entrevista concedida al semanario inglés editado en

Lima, The West Coast Leader, confirmó su anhelo de

convocar nuevas elecciones, si bien precisó que antes de

hacerlo consultaría la voluntad del pueblo. A este

respecto, citó varios informes sobre manifestaciones

provincianas favorables a dicha idea. Enfáticamente negó

haber propiciado esa corriente de opinión, a través de

sus funcionarios subalternos o financiando los desfiles

pacíficos que tenían lugar en todo el país. Expresó luego

su regocijo por el resurgimiento de la conciencia y

espíritu populares. Asimismo, desestimó aquellas

acusaciones que lo identificaban como causante del odio

contra “ciertas clases”, y expresó estar solamente

interesado en otorgarle al pueblo la facultad de legislar y

constituir un “congreso genuino”. Dirigiéndose a los

comerciantes nacionales y extranjeros prometió

847“El estorbo”, en La Prensa, 29 de enero de 1914.

380

garantizar el orden público, habiendo instruido a las

autoridades sobre la forma en que debían actuar ante

cualquier eventualidad. Billinghurst no descartó algunas

muestras de excitación popular en los días siguientes,

pero suponía que la principal resistencia correría por

cuenta de los “círculos de oposición” como corolario de

sus campañas contra el Gobierno. Consciente del

conflicto en ciernes, el presidente aguardaba escuchar la

voluntad del pueblo para actuar “con la justa y honrada

interpretación de sus deseos”848.

Conocidos los planes radicales de Billinghurst,

varios líderes bloquistas, encabezados por José Matías

Manzanilla, le enviaron una carta refiriéndole estar

informados sobre la preparación de actas populares

exigiendo la disolución del Congreso e inmediata

convocatoria de elecciones generales. Opuesta a esa

“insólita actitud”, la junta directiva del civismo

independiente marcó distancia de quienes incitaban el

“régimen personal en el ejercicio del poder público”.

Para los bloquistas, la proyectada cancelación del

mandato de senadores y diputados era nefasta porque

convertía en verdad política el derecho de los gobiernos

a avasallar la independencia del parlamento. Recordaron

además a Billinghurst la vigencia de una ley de 1878,

condenatoria de los movimientos plebiscitarios en contra

del Congreso, cuya disolución además fue prohibida en

1830. Descalificaron también el argumento de que los

congresistas impedían introducir reformas

constitucionales, pues la Constitución contenía el camino

848 “La situación política”, en La Crónica, 30 de enero de 1914.

Page 193: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

381

legal para hacerlo sin destruir las facultades de los

poderes públicos. Por último, juzgaron extemporánea la

controversia abierta respecto de la legitimidad del

Congreso, zanjada con la incorporación del tercio

legislativo y el reconocimiento de sus actos por el propio

presidente de la República849.

A juicio de La Prensa, más allá de los telegramas,

actas y gestos favorables a una pronta disolución del

Congreso existía “positiva incapacidad para realizar tal

absurdo”. Por ese motivo, el espíritu beligerante de

Billinghurst se mantenía en “actitud de reserva o de

expectativa”. Con todo, la dilación de sus planes

dictatoriales, impuesta por la necesidad, solo duraría

hasta cuando tomara nuevos bríos, es decir, apenas

poseyera mayor número de agentes y recursos. Este

periódico, ex-vocero oficioso del billinghurismo, dudaba

de que el pueblo estuviese envilecido y anarquizado al

grado de apoyar la destrucción de las instituciones

democráticas y dejarse manipular por las “leyes

excepcionales” de un régimen despótico. Saludó al

mismo tiempo la conducta de los políticos, que no

suscribían el decreto dictatorial para evitar el baldón de

agregar su nombre al de aquellos culpables de las

principales desgracias del país. Según La Prensa, detrás

del “vocerío estipendiado” contra el Congreso se

ocultaban los fracasados electorales. Fustigó además la

atonía del general Juan Eléspuru, presidente del

Congreso, cuya debilidad afortunadamente no era

849 “La protesta del Partido Civil Independiente”, en La Crónica, 30 de enero de 1914.

382

compartida por los demás parlamentarios enemigos de

todo quebrantamiento institucional. Exaltó también el

estatus del Congreso como poder supremo de la Nación,

y la intangibilidad legal de que gozaba frente a los

ataques de quienes intentaban menoscabar su prestigio.

Acusó finalmente a Billinghurst de afectar la actividad

económica del país distrayendo fondos públicos en

financiar su campaña dictatorial, pero dejó abierta la

esperanza de que el presidente, dejando de lado su

vanidad, liquidara una situación de inquietud

virtualmente fenecida850.

La disputa política tomó ribetes de inquina

personal cuando Alberto Ulloa, director de La Prensa,

atribuyó a Billinghurst el uso de una “hoja periódica”

para ofender y vejar a sus rivales políticos. Ulloa se

refería al diario La Nación, cuyas “odiosas y temerarias

injurias” lo habían alcanzado. Este político liberal

recordó su “empeñosa y resuelta” adhesión al

billinghurismo, y por eso mismo, no entendía cuál era la

causa de que dicho movimiento lo colmara de

procacidades. Buscó entonces, sin éxito, los errores,

debilidades o intemperancias de juicio o conducta

capaces de haber destruido esa vinculación fundada en

lazos respetables y sinceros. A pesar de estos

sinsabores, Ulloa reiteró su interés en el feliz desenlace

de la administración billinghurista, cuya defensa asumió

sin importarle las numerosas invectivas recibidas por

parte de los enemigos de Billinghurst. Sin embargo,

nunca se creyó facultado para reclamar favores del

850“Lo que dicen los hechos”, en La Prensa, 30 de enero de 1914.

Page 194: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

383

Gobierno, tampoco quiso condicionar sus

determinaciones y rechazó varios ofrecimientos de

carteras ministeriales y “concurso pecuniario” durante su

campaña por una diputación. Como prueba de su

ninguna influencia en el Ejecutivo recordó haber

intercedido a favor de tres empleados públicos en riesgo

de despido, pero no consiguió resultado favorable. En

nada más importunó al presidente, por tanto, no entendía

porque se le endilgaban rencores y móviles malignos en

su campaña contra el Gobierno. Aunque resintió el

alejamiento de Billinghurst y las injurias y amenazas

lanzadas contra La Prensa, reiteró que ningún acto de

violencia cambiaría su opinión negativa sobre la “política

de inconstitucionalidad” iniciada por el Gobierno.

Incluso dijo estar preparado para sobrellevar la “ola del

infortunio o la brutalidad”. En ese sentido, aconsejó al

presidente formarse un mejor concepto del interés

público antes de someter la Nación a la dictadura, pues

los pueblos modernos no podían gobernarse bajo ese

régimen. Advirtió también a los potenciales aliados del

billinghurismo, la responsabilidad histórica que tendrían

como mutiladores de la institucionalidad republicana.

Ulloa concluyó este editorial denunciando a Billinghurst

por montar el “más odioso espionaje” sobre su familia, y

lo retó a echar sobre él sus falanges de “bravos

ciudadanos” para patentizar la escasa consideración que

le inspiraba lo digno851.

Convencidos de que se avecinaba el golpe contra

el Congreso, los limeños notables entraron en pánico a

851“Dos palabras”, en La Prensa, 30 de enero de 1914.

384

causa de la proliferación de volantes plagados de

“amenazas y fatídicos presagios”. La alarma se desató

con los primeros griteríos y manifestaciones organizadas

en los barrios populares, y el recorrido de la ciudad por

algunos carros llenos de agitadores. Entre tanto,

continuaban llegando a Palacio de Gobierno numerosos

telegramas de provincias dando cuenta de las

manifestaciones de simpatía a favor del Gobierno y los

actos hostiles en contra del Congreso. En la Secretaría de

la presidencia, El Comercio obtuvo copia de actas a favor

del Gobierno suscritas por diversos gremios e

instituciones políticas de Huánuco, Sicuani, Azángaro,

Yanaoca, Trujillo, Huancavelica, Anta, Paucartambo,

Cuzco, Juli, Cerro de Pasco, Caraz, Chiclayo, Eten, Tinta

y Santo Tomás. Todos estos documentos expresaban

“adhesión unánime” a la “patriótica política” del

Gobierno y prometían respaldarlo en la disolución del

Congreso y la convocatoria de elecciones generales852.

En vísperas del golpe, todavía algunos

intelectuales trataron de persuadir al Gobierno. Felipe

Barreda y Laos, en extenso artículo, condenó la campaña

abierta en perjuicio del Congreso basada en propaganda

disolvente y antipatriótica, sembradora de odios entre

grupos sociales, a sabiendas que el mayor “vicio

histórico” de la sociedad peruana radicaba justamente en

su falta de cohesión solidaria. Para Barreda y Laos, la

ofuscación del presidente contra la oposición

parlamentaria contradecía el espíritu democrático

profesado por este desde 1898, cuando en carta de

852“La situación política”, en El Comercio, 31 de enero de 1914.

Page 195: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

385

aquella fecha dirigida al presidente de la asamblea

demócrata amparó el papel fiscalizador de la oposición

dentro de los gobiernos representativos. La situación

excepcional imperante ponía a Billinghurst en la

obligación de aplicar dicha doctrina y hacerla “realidad

fecunda” en vez de abandonarla y lanzarse por tenebrosa

senda. Por el contrario, la búsqueda de un congreso dócil

le asignaría una marca indeleble de esclavitud y oprobio,

condición repudiada por todos los partidos. Ciertamente,

quitar legitimidad a las cámaras afectaría el estatus del

propio presidente convirtiéndolo en dictador y

usurpador de las funciones públicas. En consecuencia,

los oficiales implicados, por vía de hecho o mediante

actas, en el desconocimiento del orden constitucional

serían borrados del escalafón general del Ejército o la

Armada, cumpliendo lo dispuesto en la ley del 29 de

octubre de 1878853.

Ante la inminencia del golpe contra el Congreso,

el presidente de la Cámara de Diputados, Hildebrando

Fuentes, en oficio remitido al presidente de la Corte

Suprema de Justicia, le informó que la Comisión de

Policía había tomado conocimiento de actas y

telegramas, publicadas por la prensa limeña, pidiendo al

Ejecutivo la disolución del Congreso. Ese hecho

constituía acto delictivo sancionado por la Constitución

Política, el Código Penal y la ley especial del 29 de

octubre de 1878. De acuerdo con el artículo 1º de dicha

ley, los poderes públicos debían actuar solidariamente

para la defensa común de sus fueros frente a los “ataques

853 “Un artículo interesante”, en La Crónica, 31 de enero de 1914.

386

plebiscitarios”. En este caso, si bien el Congreso

confiaba en que el presidente no prestaría atención a

“malévolas insinuaciones”, convenía impedir el reparto

de esa “insólita propaganda”, cuyo objetivo era

trastornar la marcha institucional de la República. Por

eso, Fuentes reclamó a la Corte Suprema disponer las

medidas pertinentes a fin de que los fiscales intervinieran

en la persecución de los autores de esas actas

plebiscitarias. Igualmente, dirigió otro oficio al Ministro

de Gobierno, Gonzalo Tirado, solicitándole abonar los

sueldos adeudados por el mes de diciembre a los

empleados del Congreso. Esta omisión podía subsanarse

a la brevedad, pues no era causada por “la estrechez del

erario”, sino resultado de errores en la tramitación de las

planillas de la Cámara de Diputados. Además, el

Gobierno tenía pendiente entregar los fondos necesarios

para cubrir pagos de sueldos correspondientes a los

meses de diciembre 1913 y enero 1914854.

Continuando su campaña opositora a los planes

del régimen, La Crónica celebró la forma unánime en que

las fuerzas políticas evitaron avalar a Billinghurst en su

aventura erigida con “artificios y simulaciones” urdidas

por el capricho. De todas formas, en las calles persistían

los comentarios sobre la amenaza de golpe de Estado

“que ni acaba de realizarse ni acaba de conjurarse”,

pues la gente exageraba la solidez de un “movimiento

plebiscitario” impulsado solo por los vencidos de las

últimas elecciones y “conocidísimos elementos

disociadores”. Por eso mismo –según la prensa

854“La situación política”, en La Prensa, 31 de enero de 1914.

Page 196: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

387

pierolista– todas las clases sociales y círculos políticos

repudiaban abiertamente la demolición del régimen

constitucional para establecer una “dictadura

demagógica”, hecha a la medida de los rencores y

despechos de unos cuantos exaltados. La Crónica destacó

su independencia de la candidatura y posterior gobierno

billinghurista, forjado a partir de “combinaciones

absurdas y contubernios torpes” entre elementos

antagónicos. Reprochó a Billinghurst haber enlodado la

victoria popular con los gérmenes de la política

extraviada, y compartir con el leguiísmo su mandato

surgido de comicios ajenos al régimen electoral

consagrado en la Constitución. Según este diario, el

poder del presidente estaba fundado en la “inmoralidad

política” cargada de odio y anarquía. Además, el

régimen amparaba su legitimidad en el “gastado

reclamo de las reivindicaciones populares” cuando, por

extraña ironía, nació como resultado de la violación del

derecho de sufragio popular. En tono severo, exigió a

Billinghurst ahorrarle al país el “cuadro sangriento y

doloroso” de contemplar el cataclismo de las

instituciones democráticas, en caso contrario, caería

sobre él “la responsabilidad de la sangre que se

vierta”855.

En el mismo sentido, El Comercio reiteró su

discrepancia, manifestada dos semanas antes, con la

disolución del Congreso. Durante ese tiempo, aunque los

rumores se acentuaron, este diario aguardó

pacientemente que las reconvenciones de los partidos

855“Editorial”, en La Crónica, 1º de febrero de 1914.

388

políticos y de “cuántos se interesan por la cosa pública”

fuesen escuchadas por el presidente. Al principio, estas

fuerzas subestimaron los comentarios y especulaciones

referidas al cierre del Congreso, pero cuando se oyeron

“incitaciones claras” para llevarlo a cabo decidieron

realizar actos políticos en contra de los planes

dictatoriales. Estas voces prudentes, muchas de ellas

cercanas al Gobierno, subieron de tono conforme iba

creciendo el número de despachos telegráficos

reclamando elecciones generales. Para este diario, la

defensa de los fueros del Congreso no constituía acto de

hostilidad contra Billinghurst, porque solo deseaba darle

elementos que le permitieran comprender el error de

atropellar la Constitución. Hasta entonces, el presidente

no percibía el rechazo suscitado por su proyecto, pero

conocidas las opiniones contrarias de los líderes

partidarios no había excusa para persistir en una

iniciativa innecesaria “para la ventura pública”856.

En ese contexto, Rafael Villanueva, presidente de

la Junta Central del civilismo leguiísta, publicó en los

diarios un manifiesto a la Nación expresando el parecer

de su partido, respetuoso de la independencia de

poderes del Estado y la inviolabilidad del Congreso,

“que es el alma del sistema institucional del país”.

Asimismo, reiteró el compromiso del leguiísmo con el

mantenimiento de las instituciones patrias “en toda la

majestad que la carta fundamental les consagra”. Por

consiguiente, prometió cumplir su deber colaborando

“desinteresada e hidalgamente” con la marcha

856 “Editorial”, en El Comercio, 1º de febrero de 1914.

Page 197: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

389

progresiva de la República dentro del orden

constitucional. Esa lucha se daría en varios escenarios:

periodismo, parlamento, cátedra del magisterio, centros

de administración pública y todos los demás en que se

manifestaran las tendencias disolventes de los

organismos estatales. Solo de esa manera –afirmó

Villanueva– podría conjurarse la influencia nefasta de las

“insinuaciones” antiparlamentarias atribuidas

erróneamente a la voluntad popular. Este nuevo

pronunciamiento opositor se agregó a los anteriores

publicados por liberales y bloquistas con el mismo

propósito, En el caso de los constitucionalistas no hubo

manifiesto, porque el general Juan Eléspuru se excusó de

reunir a su junta directiva, encargando dicho asunto al

diputado Hildebrando Fuentes857.

De otro lado, las “adhesiones incondicionales” de

algunas sociedades de trabajadores con los planes

dictatoriales de Billinghurst disgustaron al dirigente

obrero, Juan Goachet, quien mediante carta remitida a La

Prensa se propuso “poner atajo a tanta falsedad”. A su

juicio, los líderes de todas las organizaciones gremiales,

de acuerdo con sus reglamentos, estaban impedidos de

ofrecer “concurso de adhesión”. Por ese motivo, algunos

“provocadores” tomaban el nombre de los centros

obreros para simular representar una “fuerza colectiva”

que no poseían. Sin duda, la mayoría de trabajadores no

integraba dichas sociedades, y por tanto, les importaba

“un comino los intereses de los partidos políticos”. Para

Goachet, estos obreros tenían derecho de protestar

857 “Política”, en El Comercio, 1º de febrero de 1914.

390

contra quienes ocasionaban “mayores males a la

República” y espantaban a los capitales. En

consecuencia, solicitó a los periódicos no prestar

atención a documentos suscritos por “extraviados

explotadores del nombre de la colectividad obrera

peruana”, que la presentaban ante el Mundo como

demoledora de las instituciones nacionales. Según La

Prensa, el documento de Goachet reflejaba “exactamente

el sentir de la gran masa ciudadana obrera del Perú”858.

Ese mismo día, los dirigentes de la Confederación

General de Trabajadores y la Asamblea de las

Sociedades Unidas recordaron a sus miembros la

prohibición vigente de tratar asuntos de política o

religión. Respetuosos de esa disposición reglamentaria

se excusaron de opinar sobre la crisis política

imperante859.

El 3 de febrero, La Crónica proclamó la derrota de

los planes billinghuristas, gracias a la protesta general

“cerrada, definitiva y rotunda” contra estos. Sin

embargo, aún recelaba de la acción perturbadora de los

“agentes especiales”, productores de propaganda

dañina, y de “uno que otro sincero equivocado”. En

sentido inverso, resaltó la unión de los periódicos El

Comercio, La Prensa, La Integridad y La Unión, en su lucha

mediática contra la dictadura, y les invocó formar un

frente común para combatir a los “grupos

irresponsables” parapetados detrás de los oscuros

858 Goachet, Juan. “Los obreros”, en La Prensa, 2 de febrero de 1914. 859 “Reunión en la Confederación de…”, en La Prensa, 2 de febrero de 1914.

Page 198: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

391

manejos del billinghurismo. Elogió el divorcio entre

Billinghurst y los partidos que lo habían llevado al poder,

como consecuencia del repudio general y la defensa de

la “integridad moral de la República”. La Crónica citó

además un editorial del diario cuzqueño El País, suscrito

por Juan Tresierra, donde se hacía referencia al envío de

varios telegramas del presidente al prefecto cuzqueño,

Orestes Ferro, dándole órdenes para llevar adelante el

“movimiento plebiscitario”. Este hecho, sumado a las

declaraciones dadas anteriormente por Billinghurst al

diario The West Coast Leader, fueron consideradas

pruebas fehacientes de la participación del presidente

en los planes dictatoriales860.

El diario pierolista anunció también la proximidad

de “acontecimientos sensacionales”, en momentos que

los fiscales habían “tomado las providencias que les

marca la ley” ante los rumores de golpe. En esas

circunstancias, se hizo pública la Declaración del Comité

Central del Partido Demócrata, firmada por Benjamín

Boza, reprobando la voceada disolución del Congreso.

Los pierolistas expresaron su desazón porque el

Gobierno no desmentía el propósito golpista que se le

achacaba. Boza aceptó haber promovido en épocas

pasadas el “desconocimiento armado de un régimen

político”, pero precisó que esa facultad propia de la

Nación no podía ejercitarse dentro de un régimen

constituido por esta conforme a las leyes. En ese sentido,

una “revolución justa” restablecía el orden público

“operado legítima y directamente por la Nación”. En

860“La situación política”, en La Crónica, 3 de febrero de 1914.

392

cambio, una revolución promovida por uno de los

poderes constituidos contra el régimen de que formaba

parte, y contra la Constitución que normaba sus

atribuciones, se convertía en un “desconocimiento

ilegítimo”. De acuerdo con ese principio, Billinghurst

carecía de facultades para juzgar al Congreso y poner

término a sus funciones, pues una acción de ese tipo

equivalía a sustituir “el imperio de la soberanía nacional

por el imperio de una voluntad”, es decir, suprimir el

régimen político para imponer la arbitrariedad y

anarquía. Convenía a Billinghurst sostener el régimen de

partidos, porque con estos había tormentas, pero no

catástrofes. Según Boza, el pierolismo no cargaba con el

pasivo de la crisis política, por tanto, poseía

“excepcional autoridad” para exigir “a los hombres de

buena voluntad” la defensa del régimen constitucional861.

En opinión de La Prensa, el manifiesto demócrata trajo

desconcierto entre los billinghuristas, quienes estaban

convencidos de que siendo los pierolistas afines a la

“barricada” participarían activamente del “momentáneo

predominio” de Billinghurst. No obstante, el Partido

Demócrata condenó el golpe en ciernes, aun cuando

varios de sus miembros fueron llamados a palacio y

forzados a declararse “amigos del Gobierno”862.

Durante el 3 de febrero se produjo la detención

de varios políticos, entre los cuales sobresalían Carlos

Leguía, Plácido Jiménez y Emilio Osterling. Fueron

allanadas después las casas de José Balta y el

861 “La situación política”, en La Crónica, 3 de febrero de 1914. 862 “Ecos. Lo que pasa”, en La Prensa, 3 de febrero de 1914.

Page 199: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

393

comandante Manuel Rivero, y apresado el secretario del

Partido Constitucional, Eduardo Llosa y Rivero, quien

antes sufrió una violenta agresión por parte de “gente

del pueblo”. Igualmente, el comisario de Ate, Julio

Castro, al frente de una partida de 50 hombres, allanó el

fundo Pariache en búsqueda de Miguel Echenique y

Augusto Durand, mientras en el Callao la policía buscó

infructuosamente a los diputados Rafael Grau e

Hildebrando Fuentes. Para reforzar la persecución

policiaca, el Gobierno nombró nuevos intendentes en

Lima y Callao, y varios comisarios en la capital.

Conocidas estas prisiones y cambios de autoridades,

renunciaron los ministros de Hacienda, Armando Vélez, y

Relaciones Exteriores, Emilio Althaus. De otro lado, se

nombró nuevo Jefe de Estado Mayor del Ejército al

coronel Luis Regal. Por la tarde de ese día fue clausurado

el diario La Prensa, y horas más tarde varios capituleros

recorrieron el jirón de la Unión lanzando tiros al aire con

el propósito de amedrentar a la población863. Cuando el

reportero de La Prensa preguntó al Ministro de Gobierno,

Gonzalo Tirado, la causa de las detenciones, este adujo

no saber nada y supuso que eran “órdenes impartidas

por la Prefectura”864.

La madrugada del 4 de febrero sobrevino la

proclamada “reacción constitucional”, eufemismo con

que la prensa opositora bautizó al golpe del coronel

Óscar Benavides. En las calles de la capital, todo

comenzó con un nutrido tiroteo y la congregación de

863 “La situación política”, en La Crónica, 4 de febrero de 1914. 864 “La situación política”, en La Prensa, 3 de febrero de 1914.

394

grupos alrededor de los locales de Variedades y La

Crónica. Entre tanto, Billinghurst se hallaba reunido en

palacio con su hijo Jorge y varias personas. Allí fue

tomado prisionero por soldados del Regimiento Escolta

de S.E. y del Batallón de Infantería Nº 9, vencedores de la

resistencia opuesta por el Batallón Gendarmes Nº 2,

parapetado en palacio. Esos soldados ingresaron hasta el

despacho presidencial a los gritos de ¡Viva el Congreso!,

¡Viva el Ejército! y ¡Viva Benavides! Entre los oficiales

restauradores heridos estuvo el capitán Luis Sánchez

Cerro, quien dieciséis años después conduciría su propio

golpe contra el presidente Leguía. Billinghurst fue

conducido a la Subprefectura para notificarle la

“situación creada”. Luego regresó a palacio, donde lo

esperaban el coronel Benavides y los hermanos Jorge y

Manuel Prado y Ugarteche. El primero de ellos se

encargó de redactar el texto de la dimisión de la

presidencia que se hizo firmar a Billinghurst. A las 7.35

de la mañana, los golpistas subieron al ex-mandatario a

un tren con destino a Chorrillos en calidad de prisionero.

Durante el recorrido de ese trayecto, la gente lo despidió

con rechiflas y vivas al Congreso, siendo acompañado

por Mariano y Jorge Prado y Ugarteche. Benavides

asumió el mando desde ese momento y comenzó a

disponer el nombramiento de nuevas autoridades

policiales. La única resistencia billinghurista corrió por

cuenta de grupos pequeños liderados por Justo

Casaretto. Derrocado el presidente, Augusto Durand

dejó su escondite y acudió presuroso a entrevistarse con

el coronel Benavides. Poco después, llegaron a palacio,

Rafael Grau, Wenceslao Valera, el general César Canevaro

Page 200: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

395

LOS PROTAGONISTAS CIVILES Y MILITARES DEL GOLPE CONTRA

BILLINGHURST

Manuel Prado y Ugarteche Jorge Prado y Ugarteche

Comandante José Urdanivia Teniente Luis M. Sánchez Cerro

396

y otros políticos. Se conoció entonces la muerte del

general Varela en su afán de dominar la rebelión del

cuartel de Santa Catalina. El plan golpista culminó con el

apresamiento del prefecto de Lima, coronel Julio Aguirre,

el senador Mariano Cornejo y varios oficiales

sospechosos de secundar el proyecto dictatorial865.

Días después, el comandante, Carlos Bazo,

edecán del ex-presidente refirió que en el curso del

ataque a palacio, Billinghurst tuvo la intención de

abandonarlo y asilarse en la legación china, situada en

las esquinas de San Francisco y Desamparados, pero no

pudo hacerlo porque en dicho lugar se encontraba el

escuadrón Escolta disparando hacia palacio866. En

Chorrillos, Billinghurst fue puesto bajo custodia en una

balandra anclada en dicho balneario. El abatido ex-

presidente anunció a sus acompañantes la próxima

publicación de un manifiesto, explicando las “patrióticas

intenciones” de su proyecto político. El punto central de

este consistía en la organización de un plebiscito, “a fin

de que la Nación se pronunciara sobre la subsistencia o

no del parlamento” y solo en ese último caso convocaría

elecciones generales. Asimismo, reconoció haber sido

sorprendido por la intervención del Ejército, pues pensó

que la oficialidad no asumiría “ninguna actitud mientras

ese documento [decreto] no fuese conocido”867. Poco

después, se ordenó el traslado de Billinghurst a la capital

865“La reacción constitucional”, en La Crónica, 4 de febrero de 1914. 866“La situación política”, en El Comercio, 6 de febrero de 1914. 867 “Los acontecimientos políticos de hoy”, en El Comercio, 4 de febrero de 1914.

Page 201: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

397

para recluirlo en el Panóptico, donde se autorizó la visita

“con entera libertad” de sus hijos y el médico Juan

Mostajo868.

La prensa limeña anunció el triunfo del golpe con

beneplácito. Según El Comercio, la noticia de la rebelión

del coronel Benavides no produjo sobresalto a nadie,

porque el presidente había trasgredido la Constitución

en su afán de disolver el Congreso y “elegir otro fuera de

toda ley”. Esa conducta generó una “ola de sentimiento

público” incompatible con planes “que nada podía

justificar”. La imprudencia de Billinghurst llegó al

extremo de desoír la voz del Ejército, refractaria a la

dictadura, y solo atendió los consejos de gente

interesada en provocar un trastorno institucional para

obtener beneficio propio. Carentes de verdadero

respaldo, los billinghuristas montaron fábricas de actas

plebiscitarias en provincias y luego persiguieron a los

líderes opositores y cerraron La Prensa. Esos actos –precisó

El Comercio– fueron rechazados por la conciencia pública y

suscitaron profunda inquietud en la capital. De esa

manera, Congreso y Ejecutivo entraron a la fase final del

conflicto, y este fue definido a favor del primero gracias a

la presencia del coronel Benavides, quien valiéndose de

su prestigio en el Ejército actuó como el “brazo ejecutor”

reclamado por las circunstancias. Lamentablemente, los

extravíos del Gobierno tuvieron un “epílogo de sangre”

con el saldo trágico de la muerte del general Varela,

“uno de los generales más distinguidos de nuestro

868 “El movimiento político-militar…”, en La Prensa, 12 de febrero de 1914.

398

Ejército”. El diario bloquista auguró un futuro próspero

para el gobierno provisional, nacido como resultado del

“movimiento reivindicatorio de la constitucionalidad”869.

La Prensa, en una edición extraordinaria,

agradeció al Ejército por haber sometido a la “dictadura

más desenfrenada, más audaz e inconcebible por

demagógica e impopular”. Imbuido de “emoción

patriótica”, este diario realzó la solidaridad del pueblo

limeño con las tropas golpistas del coronel Benavides, y

señaló como triunfadores de la jornada al Congreso,

Ejército y la Constitución. A criterio de este diario, el

cierre de su imprenta fue el acto simbólico por el cual la

opinión pública entendió la resolución de la dictadura de

entregarse al desenfreno, rompiendo “todos los diques

de la serenidad”. Después de ese acto abusivo,

sobrevino una noche de “silencioso y fúnebre

recogimiento” interrumpida, más tarde, por las

prisiones, registros de domicilios y tiroteos a cargo de

“hombres recogidos en el arroyo”. Esa historia cambió

cuando, a las 5 de la madrugada del 4 de febrero,

intervinieron los “defensores de la Constitución” y

derrocaron a Billinghurst. La Prensa puso énfasis en la

espontánea reacción popular a favor del Congreso y

contraria al “dictador”, al cual incluso se quiso injuriar y

vejar, excesos frustrados por sus captores respetuosos

del principio “que a toda causa noble le merece el

vencido”870.

869 “Los acontecimientos políticos”, en El Comercio, 4 de febrero de 1914. 870 “Gloriosa mañana de hoy”, en La Prensa, 4 de febrero de 1914.

Page 202: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

399

El Callao justificó el golpe presentándolo como la

consecuencia lógica de la “atentatoria actitud” de

Billinghurst contra los poderes del Estado y la

constitucionalidad del país. Elogió al coronel Benavides

por encarnar “la reacción saludable de la institución

armada” en defensa de las leyes y soberanía nacional. A

su vez, La Unión lamentó la seducción violentista ejercida

sobre Billinghurst por varios políticos y “gente del bajo

pueblo”. Ensalzó el papel cumplido por el “vencedor de

Caquetá, quien derrocó la dictadura sin hacer escarnio

de los billinghuristas871. Finalmente, Variedades saludó

efusivamente al coronel Benavides en su condición de

líder de “la obra tan hermosa como urgente de salvación

nacional”, librando al país de una dictadura sostenida

“por la hampa más innoble”. En tono despectivo, acusó

al “tiranuelo” Billinghurst de promover un “régimen

terrorista” similar al de José Gaspar Rodríguez de

Francia o Juan Manuel de Rosas. Apresados y dispersos

los parlamentarios, amenazada la prensa y excitados los

“bajos apetitos de la ralea”, el Gobierno estaba

dispuesto a hundir al Perú en una “revolución larga y

sangrienta”. Todo eso fue conjurado por una generación

de jóvenes militares restauradores del orden

constitucional. La derrota de Billinghurst significó

además –según Variedades– el fin de la mezcla entre

“apachismo” (lumpen) y proletariado872.

Horas después de producido el golpe, se repartió

en las calles limeñas una proclama titulada “El Congreso

871 La opinión pública… 1916: 6-7. 872 “De jueves a jueves”, en Variedades, 7 de febrero de 1914.

400

de la República a la Nación”, suscrita por parlamentarios

de todos los partidos políticos. Dicho texto había sido

redactado en enero, con la intención de hacerlo público

apenas Billinghurst decretara la disolución del Congreso

y convocara elecciones congresales. La proclama

calificaba esta acción como “gravísimo delito contra la

soberanía nacional” ejecutado para instalar un “régimen

de despotismo personal”. Ante dicho escenario, los

congresistas acusarían al presidente de cometer delito

que no solo producía la vacancia de su cargo, sino el

castigo de penitenciaría en tercer grado, según lo

dispuesto en los artículos 65 y 88 inciso 3º de la

Constitución, el artículo 1º de la ley del 8 de noviembre

de 1899, concordante con el artículo 127 del Código

Penal, y el artículo 1º de la ley del 29 de octubre de 1879.

Ciertamente, el atentado contra el Congreso invalidaba

la legitimidad de la presidencia convirtiéndola en una

dictadura. Billinghurst fue culpado también de cometer

los siguientes delitos en materia hacendaria: a) gastar 14

millones de soles, sin autorización legislativa, de

ingresos extraordinarios provenientes de préstamos al

Estado, y b) malversar los fondos destinados a la compra

de armamentos en el pago de sueldos y cuentas fiscales.

Por todas esas irregularidades, pusieron a Billinghurst

fuera de la ley y ordenaron al Ejército y la Armada no

prestarle obediencia. Esta proclama previó establecer

una Junta de representantes, presidida por Augusto

Durand, mientras el Congreso resolviese lo conveniente

en cuanto al ejercicio del Poder Ejecutivo873.

873“Manifiesto del Congreso”, en El Comercio, 4 de febrero de 1914.

Page 203: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

401

Con todo, el desenlace de los hechos impidió a

Durand consumar esta maniobra para hacerse de la

presidencia, pues el coronel Benavides, quien proclamó

no tener interés personal en dicho cargo, asumió la

jefatura del Poder Ejecutivo. La tarde del 4 de febrero, el

“presidente” Benavides citó en palacio a Ricardo Bentín,

presidente de la Cámara de Diputados, Leoncio Samanez,

vicepresidente del Senado, y los diputados José Matías

Manzanilla, Rafael Grau, Antonio Miró Quesada y Alberto

Ulloa. Dos horas después, varios diputados sesionaron en

la oficialía mayor de su cámara y acordaron presentar al

Congreso, próximo a celebrarse, una lista con los

nombres de quienes integrarían la Junta de Gobierno.

Iniciada la sesión solemne del Congreso se leyó una

comunicación remitida por el coronel Benavides. En

dicho documento, el golpista reclamó haber liderado una

acción “noble y patriótica” en resguardo del régimen

constitucional. Entregó luego el mando recibido del

dimitente Billinghurst con el objeto de que el Congreso,

en uso de sus atribuciones, dispusiera lo más

conveniente. Samanez presentó luego otro documento,

suscrito por él y Ricardo Bentín, proponiendo la

formación de una Junta de Gobierno hasta la reunión

completa del Congreso. Seguidamente fue leída la lista

de los integrantes de la Junta, que estaba presidida por el

coronel Benavides, seguido de José Matías Manzanilla,

Arturo Osores, Rafael Grau y Benjamín Boza. Todos estos

fueron elegidos por aclamación en medio de la algarabía

de los asistentes a las galerías del Congreso. A las siete

de la noche del 4 de febrero, finalizó la jornada golpista

con la juramentación de la Junta de Gobierno y el reparto

402

de las carteras ministeriales en el siguiente orden:

Relaciones Exteriores (J. Manzanilla), Gobierno (A.

Osores), Justicia (Rafael Grau), Hacienda (J. Balta) y

Fomento (B. Boza)874.

Para justificar el golpe, la prensa publicó dos

supuestos textos de decretos preparados por Billinghurst

ordenando la disolución del Congreso. Aparentemente,

tomando en cuenta el contexto de sus considerandos,

estos documentos fueron redactados en julio de 1913. En

dicha época, personas de su entorno lo convencieron de

abandonar esa idea, pero cuatro meses después volvió a

enarbolarla con mayor obsesión. Billinghurst decidió

impulsar esa radical medida para frenar los actos

inconstitucionales del Congreso, como la prórroga de

mandatos fenecidos y la conversión de representaciones

suplentes en titulares. En ese sentido, los decretos

criticaron la forma en que los partidos sustrajeron a la

sanción de la Corte Suprema las actas electorales de

siete departamentos. Con ese acto grotesco dejaron

varios pueblos sin representación, y privaron al país de

una efectiva renovación del tercio legislativo. El Senado

se atrevió incluso a desconocer los fallos de la citada

Corte incorporando representantes con credenciales

nulas. Esa burla de la voluntad popular exacerbó la

indignación de las masas, puesta de manifiesto en las

violentas protestas ocurridas durante la instalación de la

legislatura ordinaria de 1913. Por esas razones, uno de

874“A última hora”, en El Comercio, 4 de febrero de 1914.

Page 204: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

403

los decretos ordenaba convocar elecciones generales

para el 15 de setiembre de 1913875.

Desde el día del golpe, Billinghurst fue recluido

en una pequeña celda del Panóptico. Quebrantada su

salud por el recrudecimiento de la arteriosclerosis,

solicitó conferenciar con el ministro Manzanilla, a quien

le pidió interceder ante el Gobierno para que fuese

autorizada su salida del país876. Dos semanas después, La

Prensa lamentó las penosas condiciones en que se

hallaba el ex-presidente, albergado en la antigua

enfermería del Panóptico, expuesto al contagio de la

tuberculosis con evidente ultraje a su persona. Este

diario reclamó poner fin al régimen de rigor impuesto a

Billinghurst, y concederle su libertad para que se fuera

del país sin demora877. Sin embargo, el director del

Panóptico, Ramón Irigoyen, describió la celda del ex-

mandatario como “departamento higiénico y cómodo”

con amplia ventilación y ventana al jardín. Además refirió

que era atendido por tres médicos y recibía visitas

continuas de sus familiares y amigos. Agregó que

personalmente le entregó libros y diarios para descanso

o distracción de su espíritu, habiendo recibido el

agradecimiento del propio Billinghurst “por las

esmeradas atenciones” brindadas878.

El 17 de febrero, la Junta de Gobierno acordó

conceder la libertad al ex-presidente, y para hacerla

875“El cuerpo del delito”, en La Prensa, 6 de febrero de 1914. 876 “Ecos de la situación”, en La Crónica, 8 de febrero de 1914. 877 “El expresidente Billinghurst”, en La Prensa, 16 de febrero de 1914. 878 “La situación”, en La Crónica, 18 de febrero de 1914.

404

efectiva dispuso que el prefecto limeño, César Gonzáles,

y el intendente de policía, Agustín Puente Olavegoya,

acompañados del ministro Osores y otros funcionarios, lo

trasladaran del Panóptico hacia el Callao. Allí,

Billinghurst subió al crucero “Lima” sin que pudiera

conocerse adónde sería conducido879. En carta dirigida a

la Junta de Gobierno, el ex-presidente se comprometió a

regresar inmediatamente al país en caso “el Congreso

creyese necesario iniciarle un juicio político por el

ejercicio de la presidencia”880. Al día siguiente, zarpó a

bordo del Lima con dirección a Paita, donde debía hacer

trasbordo al vapor “Pachitea”, que lo conduciría

finalmente a Panamá881. El 23 de febrero arribó

Billinghurst a dicho país, en compañía de su hijo Jorge y

el médico Juan Mostajo. La Estrella de Panamá informó

entonces sobre un cambio de planes en la agenda del ex-

presidente, pues este no prosiguió viaje a Europa, como

estaba previsto, sino que se dirigió a la isla de Barbados

para abordar un vapor hacia Chile con escala previa en

Buenos Aires882. Desterrado su líder, los “agitadores”

billinghuristas se reciclaron y en medio de la contienda

desatada entre bloquistas y leguiístas-liberales, por las

pretensiones del vicepresidente Roberto Leguía de

asumir el gobierno, se pusieron a órdenes de los

879 “Libertad del señor Billinghurst”, en La Prensa, 18 de febrero de 1914. 880 “La situación”, en La Crónica, 19 de febrero de 1914. 881 “El viaje del señor Billinghurst”, en El Comercio, 18 de febrero de 1914. 882 “Llegada del expresidente…”, en El Comercio, 25 de febrero de 1914.

Page 205: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

405

primeros organizando manifestaciones a favor de José

Pardo y las elecciones generales883.

Al año siguiente, Billinghurst publicó en Chile un

manifiesto justificando las medidas emprendidas durante

su breve gobierno. El documento, redactado en octubre

de 1914, culpó al presidente Benavides de llevar al país a

su “crisis política, financiera e internacional más aguda,

intensa y pavorosa”. Descartó luego haber pensado

disolver el parlamento, pues su plan de reforma

constitucional sería consultado mediante referendo lo

cual evitaba establecer una Constituyente. A criterio

suyo, este mecanismo era idóneo para resolver los

conflictos entre Ejecutivo y Legislativo. Además, con el

referendo los de abajo podían imponer sus derechos y

no esperar a que se los otorgaran los de arriba. Por ello,

juzgó de suma urgencia educar ciudadanos para el

ejercicio consciente del sufragio. De otro lado, condenó a

quienes le acusaron falazmente de aplazar el plebiscito

de Tacna y Arica con la intención de entregar esta última

a Chile, pues esos mismos políticos defendieron dicha

fórmula cuando la propuso años antes el canciller Melitón

Porras. En cuanto a la malversación de empréstitos,

denunciada por Durand, la calificó de “cobarde celada”

sin sustento. Billinghurst descalificó también los cargos

hechos a su gobierno por el presidente Benavides en su

mensaje del 28 de julio de 1914. El ex-mandatario negó

haber empeorado el déficit de la hacienda pública, y con

extrema severidad atribuyó a “agentes mercenarios de

escalas abajo” la manipulación de cifras para

883 “Actualidad política”, en La Prensa, 28 de febrero de 1914.

406

desacreditarlo. Las cuentas fiscales –precisó– fueron

publicadas hasta setiembre de 1913, y las del trimestre

final de dicho año estaban en prensa cuando sobrevino el

golpe. Todas estas se consolidaron en un cuadro del

estado hacendario correspondiente a 1913, el cual arrojó

una reducción de Lp 128,956.4 en la deuda pública

durante ese año884.

Ocupándose de los principales actores de su

derrocamiento, Billinghurst señaló a la Cámara de

Diputados como la principal responsable, pues sus

integrantes habían planeado incluso vacarlo de la

presidencia para reemplazarlo por el vicepresidente

Roberto Leguía. Estos retrasaron además la aprobación

del presupuesto con el objetivo de forzar la prórroga del

funcionamiento del Congreso, transformado en escenario

de su “maquiavélica intriga política”. No quiso entonces

convocar Congreso Extraordinario, a fin de que el receso

parlamentario devolviera la calma al país. En el caso del

decreto presupuestario, amparándose en el artículo 94

inciso 6º de la Constitución, rechazó haber incurrido en

falta constitucional, porque dicho artículo permitía al

presidente recaudar e invertir las rentas públicas

conforme a ley. Por lo demás, el citado decreto obligaba

a rendir cuenta al Congreso de los gastos hechos según

el nuevo presupuesto. Finalmente, repudió el

“cuartelazo” impulsado por una coalición híbrida que le

dio al Ejército injerencia en la política militante, y que

escarneció los derechos del pueblo introduciendo una

Junta de Gobierno. Sin pruebas para acusarlo

884 Billinghurst 1915: 8-23.

Page 206: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

407

constitucionalmente del supuesto plan de disolución del

Congreso, los políticos utilizaron esa “patraña” para

derrocarlo mediante la violencia. A pesar de la amargura

volcada en el manifiesto, Billinghurst reafirmó su

esperanza de salvar los sagrados intereses de la Patria

reactivando su participación en la política885

Publicado por los diarios limeños en plena

coyuntura electoral, El Comercio desacreditó el

contenido del manifiesto, carente de “indispensable

serenidad” y escrito por un espíritu exageradamente

“apasionado e hiriente con sus adversarios del 4 de

febrero”886. Por ese motivo, el Ministro de Hacienda, Luis

Felipe Villarán, publicó un artículo en defensa de las

apreciaciones y guarismos financieros contenidos en el

citado mensaje presidencial de Benavides. Al respecto,

restó credibilidad a las cifras contenidas en el manifiesto

de Billinghurst por dos razones: a) no estaban basadas en

la consulta de libros contables oficiales correspondientes

al segundo semestre de 1913, y b) muchas de estas

contradecían montos registrados en documentos del

propio gobierno de Billinghurst posteriores a julio de

1913. El error más notable se encontraba en la sección de

Cuenta deudora a los bancos, pues según el manifiesto

esta ascendía a Lp 386,010.0.00 en setiembre de 1912,

habiéndose reducido a Lp 320,567.1.47 en julio de 1913,

es decir, se cancelaron Lp 55,422.8.53 en dicho periodo.

No obstante, según la sección Cancelaciones y Depósitos

los pagos a los bancos llegaron a Lp 125,284.6.88

885Idem: 63-100. 886 “El manifiesto del señor…”, en El Comercio, 19 de mayo de 1915.

408

¿Adónde fueron esas Lp 70,000 adicionales? De igual

forma, Villarán cuestionó el pasivo fiscal existente en

julio de 1913, fijado por el manifiesto en Lp

5.521.413.791, porque según sus cálculos este llegaba

realmente a Lp 6.133.712.064887.

¿Quiénes fueron los herederos de las ideas

populistas enarboladas por Billinghurst? En marzo de

1914, el billinghurismo había tratado de continuar

vigente agrupándose en torno al Partido Progresista.

Aunque en esa fecha se establecieron las bases

fundamentales de esta “asociación política”, no pudo

efectuarse la conveniente “propaganda de principios”,

porque carecieron de “libertad necesaria” para dicho

trabajo. En los meses siguientes, la represión del

billinghurismo alcanzó a la propia esposa del derrocado

caudillo. El 8 de julio de 1914, la señora Emilia Rodríguez

de Billinghurst fue conminada por el gobierno del

coronel Benavides a abandonar Lima. La notificación le

fue entregada por el intendente de policía, César Pardo,

y el comisario del cuartel segundo de Lima, Alfredo Miró

Quesada. La señora Billinghurst interpuso una demanda

contra estos por “el delito de tentativa de expatriación

arbitraria”, penado con seis años de prisión888. Sin

embargo, el 23 de julio, conocido al destierro de Augusto

Durand, el encarcelamiento de Abraham Valdelomar y la

persecución de antiguos billinghuristas en todo el país, la

señora Billinghurst y sus hijos María, Emilia, Anita y

887“La administración financiera…”, en La Prensa, 30 de mayo de 1915. 888“La querella de la señora Billinghurst”, en La Prensa, 10 de julio de 1914.

Page 207: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

409

Enrique Billinghurst, decidieron viajar a Iquique en busca

del expresidente aduciendo:

“… falta de garantías para seguir residiendo en Lima, que la hace temer ser víctima de atropellos como los perpetrados en la persona de la señora [Emilia] Dyer de Durand; al extremado espionaje que verifica la policía cerca de su hogar y para con todas las personas que la visitaban”889.

Transcurridos catorce meses desde aquel acto

fundacional, y concluida la “agitación revolucionaria”, el

Comité de Propaganda del Partido Progresista, presidido

por Elías Malpartida, efímero alcalde billinghurista de

Lima, proclamó la necesidad de transformar la situación

política del país antes de que se produjera “el

aniquilamiento de nuestra nacionalidad”. Con ese

propósito hicieron su reaparición para las elecciones del

16 de mayo de 1915, presentando una declaración de

principios y manifestando su apoyo a la candidatura

presidencial del civilista José Pardo, a quien juzgaban un

“ciudadano de honrosos antecedentes”. El progresismo

propuso la elección de congresistas por voto obligatorio

y secreto, los cuales se encargarían de designar al

presidente por un período de siete años890. En materia

social, prometió declarar la igualdad civil y educacional

889“La señora Billinghurst se dirige a Iquique”, en La Prensa, 24 de julio de 1914. 890 En carta remitida al diario El Comercio, Mariano Cornejo felicitó al progresismo billinghurista por haber “colocado en su programa esta reforma de la elección de presidente por el Congreso”. “Las teorías del Dr. Cornejo”, en El Comercio, 6 de julio de 1915.

410

de la mujer891 e introducir el Homestead para amparar las

propiedades indígenas y librarlas de la codicia de los

gamonales. Asimismo, ofreció fomentar las asociaciones

mutualistas de socorro social para beneficio de

empleados públicos y obreros892.

La Prensa bautizó al progresismo como “el partido

de los antiguos amigos del señor Billinghurst”, e hizo

escarnio de su imperceptible vida política, pues apenas

fundado lo abandonaron sus pocos militantes para tomar

rumbos distintos. En tono sarcástico, este diario criticó

esa “especie de ambulancia que cargó con los muertos y

heridos del 4 de febrero [de 1914]”, cuyos oportunistas

miembros buscaron acercarse a otros partidos ocultando

su pasado billinghurista893. Con todo, los progresistas

participaron en las elecciones de mayo de 1915,

presentando la candidatura popular de Anibal Maúrtua a

una diputación suplente por Lima. Ellos destacaron los

“importantes servicios” prestados por este a las clases

trabajadoras, “cuyo espíritu trató siempre de instruir”.

Fue elogiada también su independencia y probidad,

virtudes necesarias en todo representante y defensor de

la clase obrera en el parlamento nacional. Entre los

891La educadora feminista, María Jesús Alvarado, respaldó esta iniciativa, pues era la primera vez que un partido político proclamaba la autonomía civil de la mujer, “planteando así en las clases dirigentes el problema de la liberación y enaltecimiento” de dicho sexo. Alvarado, María. “La mujer en el…”, en El Comercio, 20 de mayo de 1915. 892 “Partido Progresista. Comité…”, en La Prensa, 10 de mayo de 1915. 893“Ecos. El progresismo”, en La Prensa, 14 de mayo de 1915.

Page 208: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

411

adherentes a esta candidatura se distinguieron los

billinghuristas Manuel Chaffo y Justo Casaretto894.

A mediados de junio de 1915, semanas antes de la

muerte de Billinghurst, el periódico oficialista La Patria

quiso comprometerlo en un intento de motín de la

guarnición chilena de Tacna, cuyo objetivo era provocar

en territorio peruano un levantamiento contra el

presidente Benavides. El citado diario reprodujo noticias

publicadas en El Tiempo de La Paz, sobre una frustrada

conspiración de soldados chilenos contra su comandante

general, Alberto del Solar, con la intención de saquear la

ciudad de Tacna e invadir el Perú por la zona de Sama895.

De acuerdo con rumores recogidos en Tacna, la noche

del 13 de junio el comerciante Celedonio González,

supuestamente financiado por Billinghurst, pretendió

contratar varios soldados de la citada plaza para

organizar la mencionada rebelión. El Intendente chileno

de Tacna, Eduardo Orrego Ovalle, confirmó la

participación del “socialista” González en el soborno de

militares con el objeto de deponer “a sus jefes y

autoridades”896. Entrevistado por El Mercurio de

Santiago, Billinghurst, desmintió “en forma categórica”

cualquier vinculación con los hechos de Tacna, porque

nunca recurriría “a tropas extranjeras para imponer su

política en el Perú”897. Asimismo, el reportero de La

Unión de Santiago interrogó a González acerca de los

894“Campo electoral”, en La Prensa, 15 de mayo de 1915. 895 “Graves acontecimientos en Tacna”, en El Comercio, 17 de junio de 1915. 896“El affaire Billinghurst…”, en La Prensa, 25 de junio de 1915. 897 “Los sucesos de Tacna”, en El Comercio, 22 de junio de 1915.

412

probables nexos de Billinghurst con la rebelión, y este

respondió que esas imputaciones eran “pura invención”

de los enemigos del ex-presidente898.

Después de estos hechos, el ex-presidente se

trasladó de Tacna hacia Iquique. Más tarde, en carta

remitida a Manuel Químper, justificó este viaje por la

necesidad de “poner término a todas las intrigas de los

soplones de Benavides en Tacna”. Billinghurst reconoció

tener amistad con el chileno González desde 1913,

cuando este visitó Lima como integrante de una

delegación obrera. Sin embargo, negó haberle ofrecido

dinero para rebelar a la guarnición de Tacna899. El 27 de

junio se conoció en Lima la gravedad de su salud,

aquejada por un ataque repentino de arteriosclerosis. De

inmediato, los obreros limeños remitieron un cablegrama

a Guillermo Billinghurst hijo, manifestando sus ruegos al

cielo por el restablecimiento del “padre común que la

infamia acecha”900. Al día siguiente, falleció causando

profundo pesar entre la clase obrera del país, sobre todo

porque había sido “víctima de un mezquino

ensañamiento del gobierno accidental”901. La

Confederación General de Trabajadores del Perú, a

pedido de la Sociedad de motoristas y conductores, se

declaró en duelo hasta el día del sepelio y ordenó poner

la bandera a media asta902. Los amigos de Billinghurst,

898 “Los sucesos de Tacna”, en El Comercio, 23 de junio de 1915. 899 “Los sucesos de Tacna”, en La Prensa, 29 de junio de 1915. 900 “Los obreros y el señor…”, en La Crónica, 28 de junio de 1915. 901“Muerte de don Guillermo…”, en La Prensa, 28 de junio de 1915. 902“Confederación General de…”, en El Comercio, 30 de junio de 1915.

Page 209: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

413

encabezados por el general Juan Eléspuru,

recomendaron a los hijos del ex-presidente postergar el

traslado de los restos a Lima “hasta mejor oportunidad”,

a pesar que los artesanos habían solicitado al ministro

Manzanilla facilitar los trámites para dicha operación903.

Por su parte, varios miembros de sociedades obreras

abrieron la casa de Billinghurst y armaron un pequeño

altar con su retrato envuelto en crespón y orlado con

laureles. Al mismo tiempo, en la calle se repartían

“publicaciones violentas” culpando a los calumniadores

de la inesperada muerte de su líder. En previsión de

desórdenes la autoridad municipal ordenó el cierre de

cinemas y teatros904.

Conocida la muerte de Billinghurst, su amigo y

antiguo colaborador, Abraham Valdelomar, publicó una

emotiva semblanza del caudillo tarapaqueño. El joven

literato recordó a Billlinghurst como “uno de los hombres

más patriotas que ha tenido el Perú”, fallecido en el exilio

por causa de “una calumnia, aleve, infame y vulgar”.

Toda su vida había demostrado “una voluntad inflexible

al servicio de un gran ideal”. Gracias a esa energía

superó la orfandad y modestia de recursos hasta

convertirse en hombre acaudalado. Inició su carrera

política como defensor de los salitreros frente al

gobierno de Manuel Pardo, con motivo de la creación del

estanco en 1873. En los años siguientes, unió su destino al

de Nicolás de Piérola, y desde entonces lucharon juntos

903“La muerte del ex-presidente…”, en El Comercio, 30 de junio de 1915. 904“La muerte del ex-presidente…”, en El Comercio, 29 de junio de 1915.

414

en continuas batallas. Durante esa época, publicó libros y

folletos sobre diversos temas. Más tarde, se batió en el

Morro Solar, junto a Miguel Iglesias, defendiendo a la

Patria de la invasión chilena. Posteriormente, “con su

esfuerzo personal y económico” afianzó el éxito de la

revolución pierolista de 1895. Elegido primer

vicepresidente de la República viajó a Chile y negoció el

protocolo Billinghurst-La Torre, cuya ejecución pudo

evitar “hondos e irreparables males al país”. Después de

mantenerse alejado de la política, retornó y fue electo

alcalde de Lima. Su gestión municipal dejó huella

imborrable entre los capitalinos. Accedió luego a la

presidencia en “apoteosis justa y sin precedente”, pero

su honradez e ingenuidad le impidieron distinguir entre

el cortesano servil y malévolo, y el ciudadano entusiasta

y honesto. Ajeno a “las pequeñas urdimbres de la

política” no percibió los peligros en su entorno y fue

derrocado. Exiliado del país, pasó los últimos días de su

vida amargado por el “sutil veneno” de quienes pusieron

en duda su patriotismo. Valdelomar culminó este

homenaje con un agradecimiento póstumo a Billinghurst

por “el consejo sabio, la noble enseñanza y el paternal

cariño”905.

La prensa limeña también hizo un balance de la

imagen histórica y obra gubernativa de Billinghurst. En

opinión de La Crónica, el nombre del ex-mandatario

estaba unido a hechos honrosos tan importantes, que

hacían olvidar los “errores y extravíos” de su gestión

905 Valdelomar, Abraham. “Guillermo E…”, en La Prensa, 1º de julio de 1915.

Page 210: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

415

presidencial. Según este diario, el principal demérito de

Billinghurst había sido originar su divorcio de los

partidos políticos poniendo al país en una situación de

“demagógico desenfreno”. Sin embargo, tuvo un

profundo arraigo afectivo entre las clases populares,

siendo superado en este aspecto solo por el Califa

Piérola. Su gestión municipal alivió la carestía que

agobiaba a los proletarios, guiado por su “claro concepto

de la administración de intereses colectivos”.

Encumbrado por la protesta ciudadana, las

“impaciencias propias de su apasionado carácter” lo

condujeron a pactar con el presidente Leguía para llegar

al poder mediante una elección ilegal. En ese sentido

–precisó La Crónica– su mandato provino del

Congreso, mas no de la Nación. Pudo corregir este

despropósito decretando la renovación total del

vilipendiado parlamento, pero transigió con este. Más

tarde, comprendió su desatino y quiso librarse de los

congresistas, surgiendo un ambiente de hostilidad

mutua. Recurrió entonces a procurarse una “popularidad

malsana halagando pasiones” y se creyó autorizado para

liquidar violentamente a sus rivales. Esta conducta forzó

la intervención del Ejército con el propósito de evitar que

la Nación se entregara “a los desbordes del rencor y la

cólera”. Por último, este diario consideró una infamia

haber envuelto a Billinghurst en “un plan de reivindicación

política en el Perú valiéndose de las armas chilenas”, y

esperaba que ante la “majestad de la muerte se olviden

los resentimientos” engendrados por su Gobierno906.

906 “Editorial”, en La Crónica, 29 de junio de 1915.

416

La Prensa, a través de la pluma de Alberto Ulloa,

constató el recogimiento dolido del espíritu ciudadano ante

la muerte de Billinghurst. Más allá de sus errores de

concepto o acción, resaltó la figura relevante del ex-

presidente como estadista y hombre público. Con sincero

pesar, Ulloa expresó frustración por la “desventura

patriótica” del gobierno billinghurista, aunque no sentía

arrepentimiento de haberlo apoyado. En ese sentido, lo

consideró poseedor de “sólida preparación para la gestión

administrativa” e “inmaculado patriotismo”. Encarnó

además una de las “más formidables reacciones de la

conciencia cívica” contra la oligarquía. No obstante,

reconoció haber cooperado para su derrocamiento cuando

la intriga política y la enfermedad “que ha minado su

organismo” lo apartaron del camino correcto. Con todo, el

fracaso de su “hermoso programa político” no amenguó sus

méritos de “patriota y hombre público”. Billinghurst erró

de buena fe y conspiró contra su propio prestigio. Cuando

no se dejó obnubilar por los malos consejos realizó positiva

labor, siendo el ejemplo más notable la reforma de la ley

del sufragio, que devolvió a las provincias su autonomía

electoral y colocó “la pureza del voto” bajo el control de la

Corte Suprema. Luego esclareció la situación financiera del

país hasta entonces caótica. Ulloa concluyó esta semblanza

expresando su protesta, porque el lodo de “postreras

calumnias” quiso mellar en Billinghurst la “reputación de

caballero y de peruano”, y reclamó a los ciudadanos cuidar

el nombre y honra del ex-presidente907.

907 “Don Guillermo E. Billinghurst”, en La Prensa, 29 de junio de 1915.

Page 211: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

417

El Comercio lamentó la muerte de Billinghurst lejos de

la Patria, debido a “los azares del destino”. Asimismo, recordó

que en una época de grave crisis interna su gobierno surgió

como exponente de los “anhelos nacionales”, y no pareció

predestinado entonces “a tener fin prematuro y violento”. Sin

duda, la candidatura presidencial del caudillo tarapaqueño

representó la esperanza del país de librarse del gobierno de

Leguía y acabar con “prácticas políticas” opuestas a la

existencia institucional del Perú. En dicha tarea, tuvo la

asistencia “espontánea” de los partidos y de cuántos pudieron

facilitar su acceso al “solio presidencial”. De esa forma, se le

dieron “condiciones excepcionales” para organizar un

gobierno fuerte y llevar al país por rumbos de progreso y paz.

A juicio de este diario, Billinghurst no llegó a palacio gracias a

la popularidad de que gozaba, sino como resultado del

fracaso de las maniobras del presidente Leguía destinadas a

complicar la sucesión presidencial. En consecuencia, el

gobierno billinghurista constituyó el mal menor frente a una

inminente dictadura leguiísta. Por ese motivo, se creyó capaz

de gobernar al margen de los partidos basándose

exclusivamente en el poder de su influjo personal. Cuando

comprendió el error en que había incurrido no expresó

voluntad de enmienda, por el contrario, pretendió utilizar a las

masas populares contra los círculos políticos opositores. La

falta de sagacidad y tolerancia le hicieron perder –según El

Comercio– la simpatía popular y el gobierno, que con espíritu

conciliador hubiese podido desempeñar exitosamente908.

908 “Muerte del ex-presidente…”, en El Comercio, 28 de junio de 1915.

418

En nota especial dedicada al fallecimiento de

Billinghurst, el semanario Variedades destacó la

“profunda sensación” causada por esta en Lima,

especialmente entre los obreros y clases populares,

cuyas manifestaciones de duelo fueron “tan sinceras

como numerosas”. Ese sentimiento de adhesión estaba

plenamente justificado, pues siempre demostró interés

por mejorar y enaltecer la situación de los trabajadores.

Dotado de energía e inteligencia se hizo desde joven una

autoridad en asuntos salitreros. Desde aquellos años

siguió al Califa Piérola “en casi todas sus empresas”,

educándose en los “austeros principios” de su líder.

Combatió heroicamente en la defensa de Lima, para

luego retornar a sus negocios. En los años de la

posguerra fue señalado como sucesor de Piérola, pero

combatido y aislado volvió a dejar la política. Más tarde,

en 1909, asumió la presidencia del Partido Demócrata,

aunque luego se apartó de este. Al año siguiente, resultó

electo alcalde de Lima, dando pruebas de “gran energía

y ejecutiva actividad”. En dicho cargo reveló “sus

tendencias socialistas” concentrándose en el

abaratamiento de las subsistencias. Gracias a esa imagen

llegó a la presidencia, empujado “por una verdadera ola

popular”, si bien cometió el error, “que pagó muy caro”,

de transigir con “los mismos a quienes había rudamente

combatido”. Variedades prefirió reservar su opinión

sobre la presidencia de Billinghurst, aduciendo que sus

actos gubernativos eran “demasiado recientes” y solo el

tiempo “madura los juicios de la Historia”909.

909 “La muerte de D. Guillermo…”, en Variedades, 3 de julio de 1915.

Page 212: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

419

La aureola popular de Billinghurst influyó en la

política peruana aún después de su muerte. El 11 de

setiembre de 1916, el diputado billinghurista Carlos

Borda presentó ante su cámara una moción con el

propósito de que el Congreso ordenara repatriar de

Chile los restos del citado expresidente a fin de rendirle

“honores correspondientes al cargo de jefe de la

Nación”. Según Borda, las clases obreras estaban

“agitadas” desde dos meses atrás con el proyecto de la

repatriación y habían acordado exigirla al Gobierno. Los

diputados Juan Torres Balcázar, Gerardo Balbuena,

Neptalí Velezmoro, Rafael Grau, Víctor Perochena y

Abelardo Gamarra coincidieron en que este pedido era

justo y recomendaron aprobarlo por unanimidad. Puesta

a debate esta moción fue aceptada en ese sentido y

enviada sin dilaciones a la colegisladora para su

ratificación910. Allí, los senadores Carlos Paz Soldán y

Alfredo Picasso pidieron dispensar este proyecto del

trámite de comisión y darle visto bueno inmediatamente.

Sin embargo, su colega Juan Durand combatió este

pedido aduciendo que constituía una humillación para el

Ejército y el propio Congreso, y puso en duda los méritos

del finado presidente Billinghurst, a quien juzgó inferior

al golpista coronel Benavides. Influenciados por este

discurso los senadores decidieron someter el proyecto al

estudio de la Comisión de Gobierno antes de ratificarlo o

rechazarlo. El 14 de setiembre, con dictamen favorable

de los comisionados Pedro Rojas y Víctor Eguiguren, los

senadores aprobaron este proyecto, a pesar de la

910 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1916: (I), 640-647.

420

oposición de Gonzalo Silva Santisteban911. Una semana

después se expidió la resolución legislativa 2249, la cual

encargó al Ejecutivo efectuar el traslado de los restos y

organizar las ceremonias respectivas.

Cumpliendo lo dispuesto en la mencionada

resolución, el gobierno de José Pardo decretó dos días

de duelo nacional (26 y 27 de octubre de 1916). A su vez,

el Director General de Justicia, Ricardo Aranda, detalló el

ceremonial que debía realizarse durante esos días912. Al

mediodía del 26 de octubre a bordo del vapor “Iquitos” y

escoltado por el crucero “Almirante Grau”, llegaron al

Callao los restos de Billinghurst. Desembarcado el ataúd,

los diputados Carlos Borda y Alberto Secada, y Federico

Fernandini, representante de la clase obrera chalaca,

pronunciaron emotivos discursos en presencia de los

ministros de Estado y un edecán del presidente Pardo.

Los reconocidos billinghuristas Justo Casaretto y

Abraham Valdelomar participaron en el traslado del

ataúd desde el muelle a la estación del ferrocarril913. En

Lima, desde las dos de la tarde numerosas delegaciones

obreras, con sus estandartes enlutados se apostaron a un

lado de las calles por donde debía pasar el cortejo

fúnebre. A las tres y media de la tarde, llegaron los

restos hasta la plaza Zela (situada en el actual cruce de los

911 Idem: 398-399. 912 “Funerales del expresidente Billinghurst”, en El Comercio, 26 de octubre de 1916. 913 “La llegada de los restos de…”, en La Prensa, 27 de octubre de 1916.

Page 213: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

421

REPATRIACIÓN Y FUNERALES DE BILLINGHURST

Arribo de los restos de Billinghurst al Callao. La Crónica, 27 de octubre de 1916

Delegaciones obreras esperan el paso del cortejo fúnebre. La Crónica, 28 de octubre de 1916.

422

Honras fúnebres de Billinghurst en la Catedral de Lima. La Crónica, 28 de octubre de 1916.

El ataúd de Billinghurst en hombros de sus partidarios. Variedades, 28 de

octubre de 1916.

Page 214: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

423

jirones Ocoña y de la Unión) donde los esperaba una

comisión de las cámaras legislativas, altos funcionarios

de la administración, oficiales en servicio y delegados

obreros. En este lugar, nuevos discursos encomiásticos

fueron lanzados por el diputado Manuel Químper, el

representante del comité pro-memoria Billinghurst,

Rómulo Johnston, y José Novoa, presidente de la

delegación de obreros chilenos. Este día culminó con el

desfile y colocación del ataúd en el templo de La Merced

con un acompañamiento multitudinario914.

El 27 de octubre se realizaron los funerales de

Billinghurst. Esa mañana el presidente Pardo y su

gabinete acudieron a La Merced a presentar su saludo.

Cuando el ataúd salía del templo hacia la Catedral los

obreros reclamaron se les permitiera llevarlo en

hombros. Después de celebrada la misa fúnebre, con

asistencia de todas las autoridades de gobierno, se inició

el traslado de los restos al Cementerio General915. A las

dos de la tarde, en dicho camposanto, el presidente del

Consejo de Ministros, Enrique de la Riva Agüero,

pronunció un discurso donde destacó las dos principales

virtudes de Billinghurst, “su acendrado patriotismo y su

noble amor por las clases proletarias”916. Seguidamente,

lo hicieron en similares términos, el senador Juan

Eléspuru y el diputado Juan Torres Balcázar a nombre de

sus respectivas cámaras, y varios delegados obreros.

914 “La traslación de los restos…”, en La Crónica, 27 de octubre de 1916. 915 “Los funerales del Sr. Guillermo…”, en La Prensa, 27 de octubre de 1916. 916 “Los funerales del señor Billinghurst”, en El Comercio, 28 de octubre de 1916.

424

Acto seguido fueron inhumados los restos de Billinghurst

dentro del mausoleo familiar, iniciándose el retorno a la

plaza de Armas de los cuerpos militares que habían

escoltado al cortejo917. El diario pierolista La Crónica,

férreo opositor de su gobierno, saludó la repatriación de

los restos del ex-presidente, exaltando la actitud del

Congreso, pues aunque este: “… ordenó su derrocamiento le devuelve a la patria con los honores debidos y el ejército que cumplió el duro cometido [de derrocarlo] presentará las armas, al paso de sus despojos mortales”918.

917 “La inhumación de los…”, en La Crónica, 28 de octubre de 1916. 918 “Editorial”, en La Crónica, 26 de octubre de 1916.

Page 215: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

425

Conclusiones

En la coyuntura histórica de 1912 convergieron las crisis

del modelo económico y del sistema político, este último

desprestigiado por la corruptela del sufragio. Sin

embargo, Leguía utilizó su grupo parlamentario para

manipular la reforma electoral, imponer la candidatura

Aspíllaga y cerrar toda posibilidad de cambio político.

Los partidos opositores, reacios a forjar alianzas,

parecían rendidos ante el predominio leguiísta. Con

todo, el descontento popular estaba en ebullición, y

algunos percibían tenues expresiones de socialismo

libertario en las huelgas campesinas de Chicama y las

luchas obreras de Lima. El impulso renovador surgió en

provincias y se encarnó en la candidatura popular de

Billinghurst, causando desconcierto en los círculos

partidarios. El caudillo se reclamó protagonista de una

evolución en la cultura política nacional, y advirtió que la

candidatura Aspíllaga simbolizaba la burla del libre

sufragio y la explotación de la clase trabajadora. De esa

manera, la fuerza del movimiento popular unida a la

personalidad enérgica de Billinghurst se convirtieron en

alternativa de gobierno. Los diarios describían la

426

“espontaneidad raras veces contemplada” con que

surgían los clubes billinghuristas919. La calle fue ganada

por grupos de empleados, artesanos, obreros, pequeños

comerciantes y estudiantes. Dirigentes obreros e

intelectuales, como Abraham Valdelomar, exigían la

emancipación del yugo capitalista y el fin del

gamonalismo. El paro general, planteado para boicotear

las elecciones, cambió el rumbo político y empoderó al

pueblo, provocando el temor de algunos diarios que

creyeron contemplar un ambiente propio de la

Revolución Francesa. Los partidos decidieron entonces

sumarse al “movimiento de opinión” billinghurista y

solicitar la nulidad electoral.

Aunque la clase obrera, obrando de motu proprio,

impuso al Congreso la elección de Billinghurst, también

es cierto que esta fórmula mantuvo la protesta popular

dentro del cuestionado establishment. Este hecho

significó, en cierto modo, la caída del movimiento obrero

dentro del vicioso círculo de la política tradicional.

Ciertamente, Billinghurst negoció las dos

vicepresidencias con la alianza leguiísta-liberal,

provocando la férrea oposición del pierolismo,

movimiento popular que se mantuvo en abierta campaña

contra el billinghurismo produciéndose incluso

919 Las jornadas de mayo de 1912 permitieron el encuentro político entre plebe (“país real) y oligarquía (“país legal”). Sin duda, la irrupción de la plebe legitimó sus aspiraciones dentro del sistema político excluyente. Billinghurst organizó esta oleada popular en tres niveles: Comité Central, bajo su mando, los clubes, encargados del trabajo callejero, y el Comité Popular, que era una suerte de Estado Mayor del billinghurismo. Torrejón 2006: 6-7.

Page 216: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

427

agresiones mutuas entre sus militantes. Billinghurst

electo fue homenajeado con “actos de masas”, pero estas

no tenían injerencia en el Gobierno. Por eso, el

presidente, a través de medidas de corte populista, quiso

proteger a los trabajadores y abrir espacios en las

municipalidades y diputaciones para el acceso de las

clases medias y populares, pero los gremios carecían de

unidad, pues estaban divididos en facciones radicales y

conciliadoras920. En ese contexto, las denuncias de los

diarios sobre la exacerbación socialista de los obreros,

hicieron que Billinghurst prometiera restaurar el orden

público y armonizar las relaciones entre capital y trabajo,

apartándose de las demandas de los grupos obreros

radicales921. Simultáneamente promovió la integración de

los comités populares electorales en un Comité Defensor

de los Derechos del Pueblo, presidido por Justo

Casaretto. Este organismo debía constituir la base para

montar la estructura partidaria billinghurista. Más tarde,

Casaretto actuó dentro de los comités de salud pública,

que cumplieron activa participación en la lucha contra los

partidos opositores.

920 Las medidas populistas de Billinghurst produjeron el declive del rol cumplido por los viejos líderes obreros de gremios, mutuales y sociedades. Ciertamente, la participación de estos en el Congreso y municipalidades se redujo notablemente. Los gremios laborales habían perdido la confianza en sus representantes, porque los diputados obreros Carlos Lora y Quiñones y Luis Castañeda no cumplieron con impulsar en el parlamento la atención de sus demandas. Blanchard 1982: 92-95. 921 Al asumir su gobierno, Billinghurst fue consciente de la necesidad de llevar al país hacia una nueva fase de desarrollo histórico, en la cual el Estado tenía que regular legalmente el conflicto entre capital y trabajo. Drinot 2011: 17.

428

Las medidas populistas no lograron detener la ola de

huelgas, y Billinghurst terminó convirtiéndose en negociador

de los conflictos entre obreros y patrones. Líderes gremiales

moderados, como Juan Goachet, denunciaron la presencia

de azuzadores anarquistas y socialistas detrás de las

protestas salariales. Solo el influjo personal y paternalista del

caudillo contuvo transitoriamente la escalada de las protestas

salariales. De otro lado, la reforma electoral democratizadora

afrontó fuerte resistencia de los partidos políticos, incluso de

aquellos aliados del Gobierno, los cuales introdujeron

modificaciones en resguardo de sus intereses mezquinos, si

bien no lograron evitar la validación de credenciales, fuente

de numerosos fraudes, por parte de la Corte Suprema.

En medio de estas pugnas, insurgieron turbas

asociadas al billinghurismo en una acción de escarmiento

contra el local donde se imprimía un periódico satírico

leguiísta. Este hecho tuvo varias consecuencias: provocó

la caída del gabinete Malpartida, despertó temores sobre

las tendencias “jacobinas” del Gobierno, inició el

prolongado conflicto entre Ejecutivo y Legislativo, y

anunció la faz violenta de los grupos billinghuristas,

futuros protagonistas de las famosas “jornadas cívicas”.

En enero de 1913, ante una nueva oleada huelguista,

Billinghurst decretó la jornada laboral de ocho horas,

aunque restringida para los jornaleros chalacos. Los

empresarios reclamaron entonces el cese de las huelgas

antes de que produjeran una “revolución social”. En

respuesta, el Gobierno reglamentó el derecho de huelga

y reprimió y encarceló a los dirigentes obreros radicales.

Estas huelgas provocaron escasez de harina y la consecuente

carestía del pan, por aumento del precio o reducción de

Page 217: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

429

su peso. El Gobierno sufrió serios tropiezos para cumplir

su promesa de darle pan barato al pueblo, motivando los

comentarios irónicos de la prensa opositora sobre el

famoso “Pan grande”. Otros alimentos sufrieron alzas del

50-100%, que fueron combatidas mediante la apertura de

baratillos, desestimándose las propuestas sobre libre

importación de víveres.

Las elecciones del tercio parlamentario (25-26 de

abril de 1913) suscitaron denuncias contra la injerencia de

Billinghurst en los comicios. La nueva norma electoral fue

burlada y hubo nulidades en nueve departamentos,

incluyendo Lima, donde Casaretto y los grupos

billinghuristas atacaron mesas en su afán de imponerse por

medio de la violencia. Similar resultado se obtuvo durante

la elección del concejo municipal de Lima (1º de junio de

1913). En ambos casos, el billinghurismo fracasó en

consolidarse como fuerza partidaria, mientras se debilitaba

el apoyo que le prestaban los liberales, sobreviniendo

nuevas crisis ministeriales con la sucesiva caída de los

gabinetes Luna y Peralta, Valera y Sousa. En julio de 1913,

Billinghurst se propuso alcanzar la mayoría parlamentaria,

acercándose al bloquismo922, y ampliar su base popular

contratando miles de peones para las obras del Tajamar.

922 Manuel González Prada desconfió del liderazgo de Billinghurst, a pesar de los vínculos que este mantenía con los movimientos obreros. Su formación pierolista, sus acercamientos al bloque civilista y la conducta prepotente manifestada en el Gobierno fueron deméritos resaltados por González Prada. Sin embargo, también lamentó su derrocamiento por causa de una traición y el abandono del pueblo, que solo sabía amar con el vientre. Tauzin Castellanos, Isabelle. “Manuel Gonzáles Prada y el poder político (1912-1918)”, en Aguila (ed.) 2004: 45-47.

430

Desde ese momento, la prensa abrió campaña contra lo

que juzgaba una dictadura en ciernes. Los ataques a la

casa del senador Villanueva y el destierro del ex-

presidente Leguía dieron pábulo a la idea de que

Billinghurst había decidido establecer un régimen

populista y demagógico, cuyas primeras acciones serían

el cierre del Congreso y la convocatoria de una Asamblea

Constituyente. La bomba lanzada contra el local de La

Crónica y la proliferación de pasquines violentistas

ahondaron el conflicto entre poderes del Estado. Entre

tanto, Billinghurst informó al Congreso del mal estado de

la hacienda pública y presentó su proyecto de

presupuesto, pero los congresistas postergaron el debate

de este importante documento financiero provocando el

disgusto del Ejecutivo.

En el último trimestre de 1913, la prensa no solo

censuró el primer año de gobierno billinghurista, sino

que acusó al presidente de estar lleno de odio y rodeado

de gente violenta. Ajeno a estas críticas, Billinghurst

siguió firme en la aplicación de medidas populistas

(casas para obreros). Igualmente, decidió prescindir del

Congreso en cuanto a la ejecución del presupuesto, acto

calificado como grave atropello constitucional. Todo

estaba preparado –según los diarios– para el cierre del

Congreso y la subsiguiente agitación de las masas, que

serían las encargadas de firmar actas pidiendo la

Constituyente y elecciones parlamentarias. En esas

circunstancias, los obreros creyeron llegado el momento de

alcanzar nuevas conquistas, pero Billinghurst reprimió a los

huelguistas del Callao y Morococha y apresó varios

dirigentes obreros para calmar a los empresarios

Page 218: La época del "Pan Grande" Billinghurst presidente 1912-1914

431

preocupados por el futuro de la economía. La prensa culpó

al presidente por haber introducido en la “psicología de las

masas” un errado concepto de sus derechos laborales. En

diciembre de 1913, circuló el rumor de un próximo

cataclismo político inducido por el discurso autoritario y

populista del billinghurismo, que fomentaba la destrucción

de la institucionalidad mediante la lucha de clases y

reivindicaciones socialistas. El sector obrero conciliador,

liderado por Juan Goachet, se apresuró en precisar que no

estaba comprometido en esos planes.

En su último día de gobierno, Billinghurst intentó

conjurar el golpe que sospechó estaban organizando los

partidos políticos. Sin embargo, la llamada “reacción

constitucional”, promovida por Augusto Durand y los

hermanos Jorge y Manuel Prado y Ugarteche, logró

derrocarlo gracias al apoyo del militarismo. La resistencia

popular se redujo a unos cuantos grupos liderados por

Casaretto. En cuestión de horas, la experiencia precursora

del populismo peruano llegó a su fin. Las clases

dominantes, sus partidos y el coronel Óscar Benavides

consumaron el golpe contra Billinghurst. La prensa saludó

efusivamente al Ejército golpista por haber liberado al país

de un régimen, que injustamente consideraban similar a las

dictaduras de Gaspar Rodríguez de Francia o Juan Manuel

de Rosas. Aunque el billinghurismo se desvaneció

rápidamente del escenario político nacional, Billinghurst

quiso retornar a la política en 1915, mas la muerte le

impidió tentar una segunda oportunidad de gobierno. Ese

mismo año, algunas ideas del caudillo fueron recogidas por

el Partido Progresista, compuesto por antiguos amigos y

colaboradores suyos, pero este tuvo una breve existencia.

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IMPRESO

Seminario de Historia Rural Andina

Jr. Andahuaylas 348 - Lima 1

Teléf. (51-1) 619-7000, anexo 6158

Agosto 2014 - Lima-Perú

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