JOSÉ MARIA ROMAN, SV (I Biografía), BAC 1981, pp. 643-659.

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CAPITULO XXXVII JOSÉ MARIA ROMAN, SV (I Biografía), BAC 1981, pp. 643-659 ÚLTIMOS LOGROS, ÚLTIMAS EMPRESAS

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CAPITULO XXXVII

JOSÉ MARIA ROMAN, SV (I Biografía), BAC 1981, pp. 643-659

ÚLTIMOS LOGROS

,

ÚLTIMAS EMPRESAS

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ÚLTIMOS LOGROS…

En 1653, a los 72 años de edad, Vicente lleva a feliz término sus principales empresas.

Deja el Consejo de Conciencia (1652)

Paz de la Fronda (1653)

Aprobación por el Arzobispo de París de las Reglas y votos de la CM.

Vicente se internaba con este panorama a una ancianidad penosa, pero no menos lúcida y laboriosa. No hubo para él jubilación ni retiro. Dedicó 7 años a la consolidación de sus fundaciones y a preparar el relevo, librando las últimas batallas.

Aprobación de los votos por parte de la Santa Sede

Impresión de las Reglas

Aprobación eclesiástica y reconocimiento civil de las HC

Ex commissa nobis (1655): Aprobación de los votos.

Reglas impresas (1658)

Aprobación episcopal de las HC (1655)

Reglamento de las damas (ya al borde de la muerte, 1660).

Las cuestiones pendientes eran: Aguas mansas 1653 y 1660 Vicente logra estos objetivos:

Todas las instituciones creadas por Vicente podían afrontar con tranquilidad la desaparición de su fundador y enfrentar el futuro con esperanza. Sus instituciones estaban equipadas para perdurar.

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“LEÍMOS EL BREVE DE LOS VOTOS EN LATÍN Y EN FRANCÉS”

Vicente quiso rodear de solemnidad los actos en que se dieron a conocer el breve de los votos y las Reglas comunes. Para ello, Vicente dio una conferencia en la cual hizo memoria de la historia y expresaba: “…les pregunté a todos si les parecía bien aceptarlo…todos firmaron un acta…Y todo ello fue legitimado por dos notarios”.

El 25 de enero de 1656, aniversario del nacimiento de la compañía, sacerdotes, clérigos y hermanos de San Lázaro renovaron juntos sus votos para acomodarse a las nuevas disposiciones.

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“¿ESTARÉ SOÑANDO? ¡DAR YO UNAS REGLAS!”

Se encomendó al hermano Ducourneau dar cuenta de los acontecimientos los asistentes del superior general (entre ellos, el P. Almerás):   Sentimientos de despedida y

testamento: “¡Oh Salvador! ¡Oh padres! ¿Estaré durmiendo? ¿Estaré soñando?¡Dar yo unas Reglas! No sé que hemos hecho para llegar a este punto…” (p. 631).

Comparación con el discurso del Señor en la última cena, recordándoles a sus apóstoles la primacía del mandamiento de amor y caridad;

Evocación y comparación con la figura de Moisés entregando la ley al pueblo.

Lanzar la compañía al futuro, etc.

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“NO SABEMOS AÚN SI ES LA VOLUNTAD DE DIOS”

Sólo faltaba distribuir los ejemplares. Invocó la bendición del Altísimo: “¡Oh Señor!...Concede…tu bendición a este libro y acompáñale la unción de tu espíritu para que opere en las almas de cuantos lo lean…” (p. 632).  

Era el 17 de mayo de 1658. Se cerraba un largo capítulo de la historia de la CM y de la vida de Vicente. Este dedicaría las conferencias de los últimos años de su vida a explicar y comentar el texto de las Reglas, tanto a los misioneros como a las HC. Esas pláticas condensan definitivamente su pensamiento y constituyen su verdadero testamento.

La emoción se desbordó al empezar el reparto:   Vicente llamaba por su nombre a cada

misionero. Empezó por el más antiguo, su compañero desde los días de Clichy y la casa de los Gondi, de los tiempos heroicos de Bons Enfants: ¡Venga, P. Portail; venga usted, que ha soportado siempre mis debilidades! ¡Que Dios le bendiga!

Vicente continuó con los PP. Almeras, Becu, Gicquel, que eran los más cercanos;

Uno a uno se arrodillaban ante el Fundador, recibían el libro, lo besaban. Así fueron pasando todos los misioneros. Muchos no pudieron contener las lágrimas. A los estudiantes se les entregó después, lo mismo que a los hermanos. Al finalizar, el P. Almeras pidió a Vicente su bendición: “Con esta confianza y en tu nombre, yo, pecador y miserable, pronunciaré las palabras de la bendición: Benedictio Dei omnipotentis descendat super vos et maneat Semper, in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen”.  

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“HEMOS GANADO MUCHO CON ESA PÉRDIDA”

Vicente no sólo se ocupó de los espiritual; fue necesario dejar en regla las cuestiones económicas:  Obtuvo de Roma la bula que

anexionaba a San Lázaro a la CM

Obtención de la casa propia de los misioneros en Roma (una finca de Montecitorio comprada al cardenal Bagno).

Pero no todo fueron satisfacciones.  En 1658, Vicente sufrió la pérdida económica más significativa desde la fundación de la CM. Una finca, en Orsigny, que después de ser puesta en usufructo a los misioneros. A la muerte de los herederos y a causa de los saqueos a que fue sometida por las tropas de la Fronda, bastaron para que los herederos exigieran su derecho sobre dicha propiedad.  Vicente entró en pleito, contratando 8 abogados, pero de nada sirvió, ya que perdió el litigio. Contribuyó para ello la poca simpatía de los filojansenistas y circunstancias de la época.

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Esta pérdida hizo brotar en Vicente la inspiración para dar razón del desprendimiento y de la aceptación de los contratiempos como una prueba de virtud que Dios permitió vivir a la CM: “Hemos ganado mucho con esta pérdida…pues Dios nos ha quitado con esa finca, la satisfacción…el deleite…dulce veneno que mata, como un fuego que quema y destruye. Y ya estamos libres de este peligro por la misericordia de Dios…su divina bondad nos quiere también elevar a una mayor confianza en su providencia…” (p. 635).  Uno de los frutos que dieron estos episodios fue: “No pleitear nunca…sin haber intentado todos los caminos imaginables para ponernos de acuerdo, a no ser que el buen derecho sea totalmente claro y evidente…” (p.636).  La sentencia sobre esta finca fue impugnable, y a pesar de haber presentado razones para ser revocada por parte de aliados, Vicente se opuso tajantemente. Su decisión estaba tomada. ¿Por qué razones?

Segunda: El primer pleito bastó para cumplir el su deber ante los derechos de la CM: “Si llegamos a sucumbir por segunda vez, caeríamos en una nota de infamia…Una de nuestras prácticas durante las misiones es arreglar diferencias…” (p. 636).

Primera: Por el temor de escandalizar (apego excesivo a los bienes materiales)

Vicente había alcanzado el grado superior de indiferencia: “hacer ver las desgracias temporales como muestras de predilección divina”. Poco tiempo después, el Señor recompensó su resignación con un nuevo donativo que equivalía a lo perdido en Orsigny. Todo parecía indicar que Dios estuviera probando la resistencia de su obra y purificándola de las imperfecciones que hubieran podido pegársele.  

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Dios quiso poner a Vicente a prueba de sus afectos personales. En 1653, la familia de Vicente sufrió graves pérdidas materiales como resultado de la guerra civil. Diversos amigos le reportaron la situación en que vivía: “…si usted no se compadece de ellos, les va a costar sobrevivir. Algunos han muerto durante la guerra y todavía quedan algunos que andan pidiendo limosna” (p. 637).  Vicente sintió rebrotar la antigua tentación de su juventud: hacer de su sacerdocio un medio de trampolín familiar. La rechazó. Se prohibió a sí mismo ayudar a sus parientes con dinero de la comunidad, aunque podría haber tenido derecho a ello: ¿no había socorrido así a miles de pobres?

Sin embargo, de haberlo hecho, hubiera sido un escándalo y un precedente muy peligroso.

“MIS PARIENTES ESTÁN PIDIENDO LIMOSNA”

¿Cómo lo resolvió? Destinó para ello un donativo dado con anterioridad destinado para ese fin por el Sr. Du Fresne, que en determinado momento había utilizado para otros fines (que por providencia habían sido suspendidos). Luego de consultar y pedir el consentimiento de la comunidad hizo llegar a su familia dicho donativo.  Una vez más, Vicente había sabido encontrar el equilibrio exacto entre las exigencias del corazón y las de la virtud, entre la caridad y la justicia.

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¿Cómo lo resolvió? Destinó para ello un donativo dado con anterioridad destinado para ese fin por el Sr. Du Fresne, que en determinado momento había utilizado para otros fines (que por providencia habían sido suspendidos). Luego de consultar y pedir el consentimiento de la comunidad hizo llegar a su familia dicho donativo.  Una vez más, Vicente había sabido encontrar el equilibrio exacto entre las exigencias del corazón y las de la virtud, entre la caridad y la justicia.

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“DIOS HA QUERIDO DEJAR A ESTA DIÓCESIS SIN SU

PASTOR”Llegaba el turno de socorrer a los Gondi (sus aliados a todas luces). El desarrollo de los acontecimientos fue de la siguiente manera:

El cardenal de Retz fue detenido por orden de Mazarino en 1652, que no podía perdonarle su participación en la Fronda y la violenta oposición que había hecho a su política y a su persona.   El cardenal Retz fue encerrado en

Vincennes (el mismo donde encerraron a Saint Cyran).

Retz se escapó descolgándose por los muros del castillo de Nantes, al que había sido trasladado…y llegó a Roma. El papa (Inocencio X) lo acogió calurosamente, le entregó el capelo y dispuso que se recibiera en la casa de la Misión. Este hecho acarreó todos los problemas.

El Santo Padre dio a los misioneros orden terminante de recibir en su casa al perseguido cardenal, pero el embajador de Francia se lo prohibió no menos terminantemente. Cogido entre dos fuegos, el superior, P. Berthe, no sabía qué hacer. Con todo, lo recibió. Pero pocos días después un embajador de Mazarino llevaba órdenes expresas para que el P. Berthe y todos los misioneros franceses regresaran a Francia por desacato y en desagrado al rey. En la casa de Roma sólo permanecieron padres de origen italiano.

Los círculos políticos parisienses se sentían indignados contra los misioneros por haber dado acogida a un enemigo del rey. Lo mismo sucedió con la ira cortesana, y sobre todo con Vicente. Él era responsable del comportamiento de sus súbditos. La respuesta de Vicente fue: “Tenemos un motivo para dar gracias a Dios por que acaba de hacerse a propósito del Sr. Cardenal de Retz, que ha sido recibido en la casa de la Misión en Roma…” (p. 641).

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“¿DÓNDE ENCONTRAREMOS OTRO BLATIRON?”

En el contexto de las fundaciones italianas hizo su aparición la peste. Los padres estaban con intención de atender un seminario. Pronto se murió un aspirante, e inmediatamente después se ordenó el aislamiento de éste. El P. De Martinis se encerró junto con los seminaristas.  En Génova las cosas estaban peor. En 1656 estalló la peste con furia devastadora. Cada semana morían cuatro o cinco mil personas. Los misioneros, capitaneados por su superior el P. Blatiron, a quien Vicente prodigaba, en vano, consejos de prudencia, convirtieron su casa en hospital y se ofrecieron para asistir a los enfermos. Pronto sus misioneros fueron sucumbiendo. El P. Blatiron, por su parte, se contagió mientras administraba el viático a tres apestados. Pronto murió. De los nueve sacerdotes que componían la comunidad, sólo sobrevivieron dos. También lograron salvarse tres de los cuatro hermanos coadjutores y los cuatro seminaristas.

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La desolación de Vicente fue inmensa. ¿Dónde encontraremos otro Blatiron? 1657: Un mal año para Vicente.   Fue el año del desastre de la

misión de Polonia, donde la casa de Varsovia fue destruida por cuestiones de guerra.

El año de la ruina de Madagascar, donde no quedó vivo ni un solo misionero

El año de la muerte del P. Duggan en las Hébridas

El año de la pérdida de la comunidad de Génova.

Se diría que el Señor había querido acumular las desgracias sobre Vicente para poner a prueba su temple y su virtud. El enérgico anciano superó con fortaleza tantas adversidades. Y aún le quedaron ánimos para acometer nuevas empresas.