Informe de Etica Cristiana
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ÉTICA CRISTIANA
I. ÉTICA CRISTIANA
I.1. ÉTICA
I.1.1. DEFINICIÓN ETIMOLÓGICA
Ética proviene del griego ethos que significa “modo de ser” o “carácter”
en cuanto forma de vida, también adquirida o conquistada por el hombre.
El primero en utilizar la palabra ethos fue Homero quien la definía como:
Lugar habitado por hombres y animales.
Otra interpretación de la palabra ethos fue dada por el filósofo griego
Zenón de Citio quien sostiene que ethos es la fuente de vida, de la mano
de actos singulares.
De otro lado, Martín Heiddeger, se refiere a ethos como lugar o morada
por tanto señala que el ethos en el hombre es el ser.
Sin embargo, la acepción dada por Aristóteles sobre ethos es la más
conocida y difundida, quien lo define como temperamento, carácter,
hábito, modo de ser.
De acuerdo al significado etimológico ética sería una teoría o tratado de
los hábitos y costumbres.
I.1.2. DEFINICIÓN SEGÚN SU OBJETO DE ESTUDIO
El objetivo de la ética radica en el estudio y comprensión del territorio
cultural llamado moral. De acuerdo a esto se afirma que ética es la
ciencia filosófica encargada de estudiar o reflexionar sobre el
comportamiento moral del hombre en la sociedad.
II. EL CRISTIANISMO
II.1. HISTORIA DEL CRISTIANISMO
El cristianismo es la religión fundada por Jesús de Nazaret, por Cristo.
El Cristianismo nació en Palestina.
El Cristianismo es el conjunto de manifestaciones histórico – religiosas que
derivan de la doctrina del propio personaje (Cristo).
El cristianismo recibe la herencia religiosa de los judíos. Los tres dogmas en
que se asienta la religión judía son: 1° Un solo Dios creador y rector del
mundo, omnipotente, eterno y justo;2° La idea de un Mesías, de un enviado de
la Divinidad para libertar y redimir al pueblo de Israel, antes de la resurrección
de los muertos y 3° el concepto de santidad; se condensan en la doctrina de la
Trinidad Cristiana: “ Padre, Hijo e Espíritu Santo”.
A las primeras comunidades cristianas se les llama época Paleocristiana,
estas comunidades, al tener asambleas religiosas, reciben el nombre griego
de ekklesias, de aquí se genera el nombre Iglesia, de vital importancia para el
cristianismo posterior. Al inicio, el movimiento adquirió un carácter masivo,
primero en las provincias orientales de lengua griega, como Asia Menor y
Egipto; y luego en las provincias occidentales romanas de Europa
Mediterránea.
En sus orígenes los cristianos celebraban asambleas secretas reducidas: En
los pueblos las hicieron en cementerios, en Roma en sus necrópolis
subterráneas llamadas catacumbum, y en ciudades menores las hicieron en
las criptas de entierro de los cristianos muertos; como hacían desde tiempo
antes los artesanos humildes de los gremios. Los nuevos cristianos eran
admitidos luego de que el agua del ''bautismo'' les lavara todos sus anteriores
pecados.
Del 100 al 130 d.C. se formó y extendió entre los creyentes en Cristo
(cristianos, como empezaron a llamarse) el mito de que Cristo, ''rey de los
cielos'' había venido ya a la Tierra en la forma de un hombre humilde llamado
Jesús de Nazaret (pueblo palestino) sufriendo en persona todos los
sufrimientos de los pobres. Sobre esto se compusieron multitud de Evangelios,
cuatro de los cuales, llamados canónicos son los más aceptados: los de
Marcos, Mateo, Lucas y Juan.
Según éstos, Jesús nació en tiempos de Augusto en la familia del carpintero
galileo-palestino José de Nazaret, de la esposa de dicho carpintero, María,
virgen al no consumarse aún el matrimonio y por esto llamada Virgen, y
concebida por el Espíritu Santo. Jesús vivió oscuramente 30 años, luego
profetizando, curando y resucitando por la palabra, y reuniendo
muchedumbres de pobres a las que predicaba humildad; los sacerdotes judíos
de Jerusalén y las autoridades romanas de ocupación lo consideraron rebelde
y el sanedrín lo condenó a la crucifixión, sentencia confirmada por el
procurador romano de Judea, Poncio Pilatos.
Jesús fue crucificado, resucitó al tercer día y fue por tanto el primer hombre
que venció a la muerte. Subió al cielo y prometió volver a la Tierra para juzgar
a vivos y muertos y establecer su reinado eterno. Tras la muerte de Jesús se
inicia la propagación del cristianismo. De inmediato se difunde en el seno de
pequeñas comunidades como son las más importantes Galilea y Judea de
casa en casa iban los heraldos del evangelio predicando la fe.
Los tiempos apostólicos constituyen una de las épocas más importantes de la
historia del cristianismo, ya que es una época en donde la doctrina de Jesús
se expande por el mundo en su manera originaria pureza y en que aparecen
las primeras comunidades cristianas. Al fundirse el cristianismo primitivo,
empero con viejas concepciones del mundo y de la vida, no sólo de Palestina
sino de Grecia y Roma. Se fue gestando ideas un conjunto de creencias e
ideas cada vez más universal. El resultado de ello fue la Iglesia Católica.
En está etapa pueden distinguirse tres etapas: la primera es la de las
comunidades primitivas en el estrecho territorio de Palestina, y que culmina
con las misiones de los apóstoles y las persecuciones de que éstos fueron
victimas en el suelo oriental. El apóstol Pablo llena el segundo período,
sacando al cristianismo de un marco judaico: Por obra de su predica y obra
literaria, el evangelio se difunde por Grecia y Roma. La tercera etapa marca
los orígenes de la organización eclesiástica con una lucha enderezada contra
dos frentes: Los emperadores romanos y los cismas y herejías surgidos en el
propio seno de las nuevas comunidades.
La patrística
A medida que el Cristianismo se difunde va siendo objeto de reflexiones y
debates cada vez más profundos; surge entonces la necesidad de crear un
cuerpo de doctrinas capaz de explicar suficientemente sus dogmas. Los
llamados Padres de la Iglesia son los pensadores que precisamente se
encargan de explicar y defender los dogmas de la nueva iglesia, han
establecido los dogmas, ideas, ceremonias y costumbres de la Iglesia
naciente.
En un principio aparecen los padres apostólicos; así llamados por su contacto
inmediato o muy próximo con los apóstoles. Las obras de los padres
apostólicos son sencillas instrucciones y exhortaciones a la fe y las
costumbres cristianas redactadas por lo común en forma de cartas, entre los
padres apostólicos destacan: Clemente Romano, San Policarpo y San Papías.
En el siglo II aparecen los padres apologistas; su obra se caracteriza por un
doble propósito. De un lado, redactan apologías a favor de los cristianos, de la
tolerancia y equidad de las leyes, en materia de fe, todo ello con el designio de
hacer ver que la religión por ellos profesada es digna de la más alta estima; de
otro lado tiene un acentuado carácter polémico, ora contra las ideas paganas
politeístas , ora contra las primeras herejías, nacidas dentro de las mismas
comunidades cristianas; San Justino, Taciano, Atenágoras, Minucio, Félix,
Hegesipo, San Irineo y otros fueron padres apologistas.
La patrística en el siglo III superando su carácter polémico y apologético, ve
con acierto la urgencia de presentar, ya por modo científico la doctrina
eclesiástica. Destacan: Clemente Alejandrino y Orígenes fue un período de
transición denominado la época de los padres catequistas, por haber
propagado desde Alejandría la ciencia cristiana.
Desde el siglo IV en que se proclama la libertad religiosa por el edicto de
Constantino (313), adquiere más amplios vuelos la actividad científica fde la
patrística (Edad de Oro de los Padres de la Iglesia). En esta época ( Siglos IV
y V), es cuando se busca como ahínco la conciliación de la filosofía pagana
con la doctrina religiosa y moral del cristianismo y cuando se llega a fromular,
en términos filosóficos la teología dogmática; esto es la disciplina que trata de
Dios y sus atributos a la luz de los principios revelados San Agustín es la
cabeza rectora del tiempo. El periodo se conoce con el nombre de la época de
los padres teólogos. La última etapa de la patrística se extiende desde
mediados del siglo V hasta finales del siglo VIII, se caracteriza por la tendencia
a reelaborar y sistematizar la obra de los predecesores.
La escolástica
Puede definirse como un movimiento intelectual oriundo de la Edad Media,
empeñado en demostrar y enseñar la concordancia entre la razón con la fe. La
época de madurez de la filosofía cristiana está representada en el movimiento
denominado escolástica que surge durante la Edad Media, empeñado en
demostrar y enseñar las concordancias de la razón con la fe por el método
deductivo - silogístico, que trata de eliminar las posibles contradicciones de
las verdades transmitidas en materia de dogma, por los filósofos y teólogos
oficiales de la Iglesia.
El término escolástica proviene del saber que era impartido en las escuelas
conventales y universidades más tarde significó un saber de carácter filosófico
y enseñar la doctrina de la iglesia como sistema científico.
Una pléyade de filósofos representa la escolástica; entre ellos puede citarse a
San Anselmo, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San
Buenaventura, Duns Scoto, Guillermo de Occam, etc.
La escolástica cobra auge durante el siglo XIII; en esta época tiene lugar a la
edad de oro de la teleología y de la filosofía escolástica.
El esplendor de este siglo la Baja edad media se debe a diversos factores
como son: los progresos alcanzados por las ciencias naturales, el auge de la
filosofía, que tiene como marco la creación de universidades, la institución de
de las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) y la iniciación de los
medios occidentales en obras filosóficas de primera importancia desconocidas
hasta entonces.
Los rasgos que caracterizan la escolástica son los siguientes:
Se basa en la autoridad de los filósofos griegos.
Priva el uso del método deductivo en su forma silogística método que es
criticado más tarde por los modernos ya que es un método infecundo ya que
no descubre verdades nuevas sino que consolida las existentes.
Tiene preocupación por conciliar la fe y la razón: La filosofía y la teología.
II.2. DEFINICIÓN DE CRISTIANISMO
El cristianismo representa una etapa decisiva en la historia del pensamiento
humano su importancia radica en que trae consigo una nueva concepción del
hombre y del mundo.
El cristianismo es, ante todo, una religión basada en la fe y la revelación
sobrenatural, contenida en la Sagrada Escritura.
El cristianismo es un sistema teísta, teniendo como primer postulado un Dios
personal, ético y que revela asimismo a través de la biblia. La Biblia no es un
tratado de teología solamente. Las grandes enseñanzas acerca de Dios son
presentadas junto a enseñanzas eminentemente prácticas. La Biblia se ocupa
de revelarnos quien y como es Dios. También dedica un lugar destacado a
manifestar cual es el anhelo del Creador para la existencia humana.
El cristianismo tiene su propio punto de vista y su idea relacionada con él, y
cuando esta idea se desarrolla, constituye un conjunto ordenado.
El postulado básico del cristianismo es que un Dios personal, Santo y eterno
creó el universo en el cual vivimos, sustentándolo y dirigiéndolo.
III. ÉTICA CRISTIANA
Es aquella que presupone la existencia de un ser divino, que ha dictado
normas para el comportamiento moral, y que la conducta humana es
buena si se sujeta a esas normas y mala si las viola.
Regula la conducta de los hombres con vistas al otro mundo (a un orden
sobrenatural) y teniendo su objeto o valor supremo fuera del hombre, es
decir, en Dios.
La ética cristiana parte de un conjunto de verdades reveladas acerca de
Dios, las relaciones del hombre con su creador y el modo de vida práctico
que aquel a de seguir para salvarse en el otro mundo.
El elemento imprescindible de la ética cristiana es la creencia en un ser
divino (Dios), que es garante de la virtud y perfección; dicho ser dicta
normas, de ahí está ética se caracteriza por el autoritarismo.
Concibe a Dios como un ser personal, bueno, omnisciente y
todopoderoso. El hombre criatura divina tiene su fin último en Dios, que
es para él el bien más alto y valor supremo. Dios clama su obediencia, y la
sujeción a sus mandamientos, que tienen en este mundo humano terreno
el carácter de imperativos supremos.
La perfección en la vida radica en el amor a Dios, perfección que se logra
cumpliendo fielmente con la ley divina.
El hombre es lo que debe hacer se definen esencialmente no en la
relación con una comunidad humana o con el universo entero sino de la
relación con Dios. El hombre viene de Dios y toda conducta ha de apuntar
a él como objeto supremo.
La esencia de la felicidad (la beatitud) es la contemplación de Dios; el
amor humano queda subordinado al divino; el orden sobrenatural tiene
primacía sobre el orden natural, humano.
La ética cristiana hace suyas las virtudes platónicas tales como: virtudes
cardinales que son las propiamente morales éstas regulan las relaciones
entre los hombres y son: la prudencia, fortaleza, templanza y justicia;
también admite una virtudes teologales éstas regulan las relaciones entre
el hombre y Dios y son:: la fe, esperanza y caridad.
Pretende elevar al hombre del orden terreno a un orden sobrenatural en el
que pueda vivir una vida plena, feliz y verdadera, sin las imperfecciones,
desigualdades e injusticias terrenas. La ética cristiana introduce una idea
de enorme riqueza moral: La igualdad entre los hombres. Todos los
hombres sin distinción son iguales ante Dios y están llamados a alcanzar
la perfección y justicia en el mundo sobrenatural.
La ética cristiana no condena la desigualdad social (división entre esclavos
y hombres libres o de siervos y señores feudales), incluso llega a
justificarla. La igualdad y la justicia son transferidas a un mundo ideal
mientras que aquí se mantiene y sanciona la desigualdad social.
III.1. ÉTICA EN LA PATRÍSTICA
III.1.1. SAN AGUSTÍN (354-430)
Es el Padre de la Iglesia. Unifica las letras humanas, la filosofía griega y la
cultura clásica, con la inspiración divina. Opone a los escépticos de su
tiempo el victorioso argumento cartesiano, todo lo presiente o prepara.
Principios Éticos
La ética de San Agustín es una síntesis de platonismo y cristianismo.
Considera que el alma contiene una norma divina (idea platónica), que guía
hacia la beatitud; más no basta conocer esta norma divina, es necesario ser
movido hacia ella por medio del amor, por eso su imperativo ético
fundamental es “Ama y haz lo que quieras”.
La purificación del alma, en Platón, y su ascenso libertador hasta elevarse a
la contemplación de las ideas, se convierte en San Agustín en la elevación
ascética a Dios, que culmina en el éxtasis místico, o felicidad. Sin embargo,
esta felicidad no es asequible en la existencia terrena y sólo puede
alcanzarse en la otra vida, en el encuentro con Dios. La felicidad coincide,
por tanto, con la salvación. Para salvarse hay que practicar la virtud que
consiste en dar primacía al alma sobre el cuerpo. El principal obstáculo para
conseguirlo son los deseos corporales (concupiscencia) y la ignorancia,
ambos efectos del pecado original.
La virtud se logra con el amor a Dios, del cual surge el amor a nuestros
semejantes, y con el conocimiento o esfuerzo permanente de la razón por
alcanzar las verdades eternas. Además para alcanzar la virtud se necesita
la ayuda de la gracia divina, un don sobrenatural que Dios otorga
gratuitamente a cambio de una fe auténtica.
San Agustín se interesó también por la existencia del mal (en qué consiste,
de dónde proviene y por qué lo permite Dios). Según él, Dios no puede
haber creado algo malo, Dios sólo crea cosas buenas, por tanto, lo que
llamamos mal es simplemente una carencia o privación de ser. Respecto al
mal moral, el que el hombre hace, es decir el pecado, es la consecuencia
del libre albedrío. Dios nos ha hecho libres y por ello nuestras buenas
acciones tienen gran valor pero como contrapartida también podemos
escoger obrar mal. Es la libre voluntad de cada uno la que escoge cómo
obrar. Se rompe así con el Intelectualismo Ético de los griegos que hacía
depender el obrar bien del conocimiento del bien.
Se separa del pensamiento griego antiguo al subrayar el valor de la
experiencia personal, de la interioridad, de la voluntad y el amor.
III.2. ÉTICA DURANTE LA ESCOLÁSTICA
III.2.1. SANTO TOMAS DE AQUINO
Principios éticos
La ética de Tomás de Aquino sigue la línea aristotélica, aunque adaptada
a los presupuestos cristianos.
Santo Tomás está de acuerdo con Aristóteles en la concepción teleológica
de la naturaleza y de la conducta del hombre: Todos los seres tienen un
fin prefijado; “El objeto propio de la voluntad es el fin y el bien; por
consiguiente, todas las acciones humanas, necesariamente se ordenan a
su fin y el fin es el bien de una acción todos los demás son particulares,
secundarios pues tan sólo sirven para alcanzar aquel fin último que
unifica, organiza y jerarquiza a todos los demás. El fin de todas las
acciones humanas es adquirir la felicidad (eudaimonía); es decir, el bien o
fin del hombre es Dios (objeto supremo de conocimiento).
La felicidad consiste en perseguir aquello que es lo más natural para la
propia naturaleza. Según Aristóteles lo más genuino del hombre es el uso
de la razón, del logos, así el hombre será feliz en la medida en que
desarrolle al máximo su poder cognoscitivo y ejercite la capacidad racional
(intelectualismo), es decir, la posesión del conocimiento de los objetos
más elevados: la teoría o contemplación. Santo Tomás, en su continuo
intento por la acercar aristotelismo y cristianismo, identifica la felicidad con
la contemplación beatífica de Dios, con la vida del santo, de acuerdo con
su concepción trascendente del ser humano.
La ley natural humana es una participación de la ley eterna adecuada a la
criatura racional, dada a conocer por medio de la razón. El intelecto abre
los ojos del alma; ordena al hombre que tienda hacia Dios, respetando su
naturaleza de ser libre. Toda inteligencia humana esta provista de una
facilidad nativa, que se convierte en una disposición permanente o hábito,
para formular los juicios en los que encarnarán las prescripciones
esenciales sobre el bien y el mal.
La vida del hombre no se agota en esta tierra, por lo que la felicidad no
puede ser algo que se consiga exclusivamente en el mundo terrenal; dado
que el alma del hombre es inmortal el fin último de las acciones del
hombre trasciende la vida terrestre y se dirige hacia la contemplación de la
primera causa y principio del ser: Dios. Santo Tomás añadirá que esta
contemplación no la puede alcanzar el hombre por sus propias fuerzas,
dada la desproporción entre su naturaleza y la naturaleza divina, por lo
que requiere, de alguna manera la ayuda de Dios, la gracia, en forma de
iluminación especial que le permitirá al alma adquirir la necesaria
capacidad para alcanzar la visión de Dios.
La felicidad que el hombre puede alcanzar sobre la tierra, pues, es una
felicidad incompleta para Santo Tomás, que encuentra en el hombre el
deseo mismo de contemplar a Dios, no simplemente como causa primera,
sino tal como es Él en su esencia. No obstante, dado que es el hombre
particular y concreto el que siente ese deseo, hemos de encontrar en él
los elementos que hagan posible la consecución de ese fin.
La obligación moral es un eco de la ley eterna, que señala a Dios como fin
de toda criatura; este plan se refleja en cada ser y adopta su propia
naturaleza, de modo que cada ser lleva dentro de sí una inclinación a lo
divino.
Tomás de Aquino acepta las tres características de la ética aristotélica:
intelectualismo, eudemonismo y carácter teleológico pero añadiendo
elementos nuevos. Si la felicidad intelectual, racional aristotélica se
alcanza en este mundo, Tomás de Aquino defiende que la felicidad
terrenal no es absoluta ni total si no se proyecta hacia cosas más altas,
como es el conocimiento divino: La visión de Dios.
Para lograr la felicidad, Aristóteles aconsejaba practicar la virtud. Esta no
consiste sólo en conocimiento, como quería Sócrates, pues en dicho
proceso de adquisición se interponen las pasiones, que han de ser
encauzadas racionalmente por medio de virtudes prácticas. Aristóteles no
da reglas concretas para conseguir la felicidad, sino que propone que las
conductas virtuosas son aquellas que guardan un equilibrio entre los
extremos. Así, por ejemplo, el valor es el término medio entre la cobardía y
la temeridad; la generosidad, entre la avaricia y la ostentación.
La vía que defiende Tomás de Aquino para llegar a la felicidad, es el amor.
Serán buenas acciones aquéllas que, basándose en el amor y en el
conocimiento natural, nos acerquen a la presencia divina, y malas las que
nos alejen del camino de Dios. Este fin teológico es el que perfecciona a
los hombres como seres racionales. Ahora bien, el hombre por sí mismo
no puede lograr este objetivo explícito en las escrituras por lo que necesita
la gracia de Dios.
Santo Tomás entiende por virtud también un hábito selectivo de la razón
que se forma mediante la repetición de actos buenos y, al igual que para
Aristóteles, la virtud consiste en un término medio, de conformidad con la
razón. A la razón le corresponde dirigir al hombre hacia su fin, y el fin del
hombre ha de estar acorde con su naturaleza por lo que, al igual que
ocurría con Aristóteles, la actividad propiamente moral recae sobre la
deliberación, es decir, sobre el acto de la elección de la conducta.
Distingue, al igual que Aristóteles, dos clases de virtudes: las morales:
(operan lo que hay en él de irracional, o sea sobre sus pasiones y apetitos,
encauzándolos racionalmente: Justicia, fortaleza, templanza, prudencia) y
las intelectuales (operan sobre lo que hay en el hombre de ser racional, es
decir sobre su razón).
Finalmente Santo Tomás culmina su ética con la teología: La vida de los
elegidos es una posesión intelectual y completa de Dios en la visión
beatífica.