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GUARINO GUARINI. San Lorenzo, Turín.
“De los arquitectos del norte de Italia, el más interesante resultó
ser Guarino Guarini, un hombre dotado de unas energías intelectuales y
creativas superiores incluso a las de los más renombrados, como
Borromini, Bernini y Cortona. Nacido en Módena en 1624, Guarini
pertenecía a una generación anterior a la de los tres grandes maestros
del Barroco romano, menos sujeta a una práctica convencional. En 1647,
después de ocho años de estudios en Roma, profesó los votos de la
orden teatina, enseñando posteriormente filosofía, teología y
matemáticas en seminarios teatinos de Módena, Mesina y París. Sus
preocupaciones académicas quedaron patentes además con la publicación
de nueve tratados de investigación sobre temas que abarcaban desde la
astronomía hasta la filosofía, matemáticas y arquitectura.
En 1666 Guarini se traslado a Turín, siendo nombrado poco después
ingeniero y matemático del duque Carlo Emanuele II de Saboya. [...]
Hasta la llegada de Guarini habían carecido de un arquitecto de
primera fila. Desde 1666 hasta su muerte en 1683, Guarini construyó en
Turín, para el duque y varios patronos eclesiásticos, algunos
edificios sumamente interesantes que se conservan más o menos
intactos, constituyendo sus mejores obras de sus años de madurez.
De entre sus edificios, el de más antigüedad conservado en Turín es la
iglesia de S. Lorenzo, construida para los teatinos entre 1666 y 1687.
[...] En su tratado de arquitectura, Guarini escribió que “las bovedas
representan la parte principal de un edificio”, siendo ciertamente la
cúpula principal de S. Lorenzo la parte más inspirada y menos
convencional de la construcción. Alejándose del hacer tradicional en
casi todos sus aspectos, representa un testimonio de la erudición de
Guarini y de su desenfadada imaginación.
El elemento más novedoso de la cúpula es su empleo de un entramado de
nervios entrecruzados, una disposición que resultaba desconocida en la
tradición clásica de la arquitectura renacentista y barroca, aunque no
era infrecuente en las cúpulas hispano-musulmanas de fines de la Edad
Media. A pesar de que no hay prueba de que Guarini haya estado nunca
en España y hubiera contemplado las cúpulas de Burgos, Córdoba o
Zaragoza, sí pudo haber visto estructuras de nervios entrecruzados en
el sur de Francia o incluso en el Piamonte.
En la “Architettura civile” Guarini ofrece un análisis técnico de los
entrecruzamientos de cúpulas góticas, concluyendo que “ya no se
emplean, aunque pudieran ser de utilidad en ocasiones”. Alaba mucho a
los constructores góticos “que querían que sus iglesias ofreciesen un
aspecto de fragilidad, hasta el punto de parecer un milagro que se
tuviera en pie”, y sus arcos “que parecen colgar del aire”, y sus
altos ventanales y torres caladas. Su admiración por el virtuosismo
técnico de la arquitectura gótica se refleja en la cúpula diáfana de
S. Lorenzo, más elevada y mejor iluminada que cualquiera de sus
prototipos árabes.
La traza de la cúpula podría reflejar una mezcla de tradiciones
musulmanas y góticas, pero su motivación surge indudablemente de la
preocupación común del Barroco por el ilusionismo espacial. [...] La
naturaleza mística de las formas de Guarini no ha de ser vista tampoco
como deliberadamente anticlásica. Al igual que las creaciones de
Borromini, éstas pueden ser complejas pero nunca irracionales ni
rompen jamás enteramente con las reglas que gobiernan el uso del orden
clásico. [...] No obstante, la arquitectura de Guarini no carecía de
idiosincrasia técnica. Con objeto de construir cúpulas de la altura
apetecida, basó su diseño en la geometría cónica en lugar de en la
acostumbrada geometría esférica. En S. Lorenzo esto le permitió
prescindir de un tambor y lograr no obstante construir una cúpula más
elevada y espectacular que la de las iglesia s contemporáneas.”
(John Varriano: “Arquitectura italiana del Barroco al Rococó”. 1986)