Etica Kant

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INSTITUTO SALESIANO DE FORMACIÓN DOCENTE “DOMINGO SAVIO” PROFESORADO EN EDUCACIÓN SECUNDARIA EN FILOSOFÍA TERCER AÑO ÉTICA 2014 Trabajo Práctico KANT, Immanuel

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Sencilla descripción en preguntas de la ética kantiana

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INSTITUTO SALESIANO DE FORMACIN DOCENTE DOMINGO SAVIOPROFESORADO EN EDUCACIN SECUNDARIA EN FILOSOFATERCER AOTICA2014

Trabajo PrcticoKANT, Immanuel

Prof. Lic.: ROLANDO, GracielaAlumno: LEONANGELI, Andrs1) Kant establece que el fin del hombre no es otro que el hombre mismo, puesto que, en sta su moral prctica, al buscar algo cuya existencia en s posea un valor absoluto, encuentra al hombre, que por cumplir con esa condicin puede ser fundamento de leyes universales. El hombre, como ser racional queda fuera del mbito de las cosas, no puede ser nunca un medio usado conforme a la voluntad caprichosa de alguien ms. La moral kantiana, velando por atender slo a aquel imperativo categrico de obrar siempre de tal manera que la mxima sea universal, no se dedica a actuar por el deber sin consideracin alguna. Nunca el hombre ser un medio, sino fin de toda accin. Ha de considerar para ello, que existen inclinaciones a buscar una satisfaccin individual, pero que las mismas no son verdaderamente libres, sino que se ven atadas al hombre mismo. La autonoma del obrar, consiste en obrar conforme a aquel valor absoluto ubicado fuera del sujeto, por medio del cual la obligacin moral impere sobre la voluntad. ste valor es el hombre, que como fin en s mismo, cuya dignidad es dada por la naturaleza y no por el hombre mismo- es digno de respeto, y no posee un valor relativo. En el hombre Kant encuentra la base para constituir su moral, ya que es el legislador del reino de los fines, es quien puede optar por prescindir sus fines privados y personales a un sistema mayor de leyes que permitan dar orden a la sociedad.

Pero si suponemos que hay algo cuya existencia en s misma posee un valor absoluto, algo que, como fin en s mismo, puede ser fundamento de determinadas leyes, entonces en ello y slo en ello estara el fundamento de un posible imperativo categrico, es decir, de una ley prctica.Ahora yo digo que el hombre, y, en general, todo ser racional, existe como fin en s mismo y no slo como medio para cualesquiera usos de esta o aquella voluntad, y debe ser considerado siempre al mismo tiempo como fin en todas sus acciones, no slo las dirigidas a s mismo sino las dirigidas tambin a los dems seres racionales. Todos los objetos de las inclinaciones tienen un valor, pues si no hubiera inclinaciones y necesidades fundamentadas en ellas su objeto carecera de valor. Pero las inclinaciones mismas como fuentes de las necesidades estn tan lejos de tener un valor absoluto para ser deseadas, que ms bien el deseo general de todo ser racional sera el librarse completamente de ellas. [] Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad sino en la naturaleza tienen, si son seres irracionales, un valor meramente relativo, como simples medios, y por eso se llaman cosas. En cambio, los seres racionales se llaman personas porque su naturaleza los distingue como fines en s mismos, o sea, como algo que no puede ser usado meramente como medio y por tanto, limita todo capricho en este sentido (y es, en definitiva, objeto de respeto) [footnoteRef:1] [1: KANT, Immanuel. Fundamentacin de la Metafsica de las Costumbres. Traducido al castellano por MORENTE, Manuel Garca. Primera edicin. Edicin de Pedro M. Rosario Barbosa. San Juan, Puerto Rico. 2007 Pg. 41]

El concepto de todo ser racional, que por las mximas de su voluntad debe considerarse legislador universal para juzgarse a s mismo y a sus acciones desde este punto de vista, conduce a un concepto estrechamente vinculado a l y muy fructfero, el concepto de reino de los fines.Por reino entiendo el enlace sistemtico de distintos seres racionales mediante leyes comunes. Pero puesto que las leyes determinan los fines segn su validez universal, resulta que, si prescindimos de las diferencias personales entre los seres racionales as como de todo contenido de sus fines privados, es posible pensar una totalidad de los fines (tanto de los seres racionales como de los fines en s, como tambin de los propios fines que cada cual puede proponerse) en un enlace sistemtico, es decir, un reino de los fines posible segn los ya citados principios.[footnoteRef:2] [2: Ibd. Pg. 46]

En la propuesta de Kant para la moral, se encuentra una valiosa leccin al hombre posmoderno sobre el valor del hombre, el cuidado de la vida, y quizs aunque no en stos trminos- de la dignidad humana. Es el hombre la creatura ms merecedora de respeto y cuidado, aun ante cualquier querer o fin que se disponga atender. Sucede actualmente que se dedica mucha atencin al cuidado del resto de los seres vivos, pero se desconoce el inmenso valor que tiene la creatura humana sobre todos aquellos. La moral kantiana deslumbra por su aporte en este aspecto y tiene mucho que decir, porque en la inteligencia de ste pensador alemn se conserva una nocin de naturaleza, fundamental para fundamentar una tica que merezca tal nombre.Por otra parte, hay un desmerecimiento de la integridad y complejidad de la persona, ya que el hombre es un fin en s mismo y slo se puede gestar leyes que lo tengan en esa consideracin, relegando el resto de las facultades, pasiones, y potencias humanas. Es invaluable el hombre, pero la moral ha de preservar tambin una vida que permita el pleno desarrollo de lo que el hombre es. Es decir, no abarca la gran amplitud de posibilidades que el individuo puede desplegar la definicin de accin moral buena, entendida como obrar conforme al deber.

2) El medio para alcanzar el fin que es el hombre, es la razn prctica, manifestada en la voluntad. Por medio de ella, Kant entiende que el hombre es capaz de optar por aquello que la inteligencia le seala como lo que corresponde hacer en el caso de que eligiera no obrar de acuerdo con las leyes objetivas que la razn le ensea, no es voluntad sino una constriccin de la misma por las condiciones subjetivas que la llevan a desobedecer a la razn terica-. Si bien en Kant, es discutido que se considere la inteligencia separada absolutamente de la voluntad, est claro que l atae al hombre la posibilidad de decidir, de realizar una accin, etctera. Y es por medio de ella que el hombre alcanza la consecucin del reino de los fines y una vida conforme a lo que en l establece.

En la naturaleza cada cosa acta siguiendo ciertas leyes. Slo un ser racional posee la facultad de obrar por la representacin de las leyes, esto es, por principios, pues posee una voluntad. Como para derivar las acciones a partir de las leyes es necesaria la razn, resulta que la voluntad no es otra cosa que razn prctica. Si la razn determina indefectiblemente la voluntad de un ser, las acciones de ste, reconocidas como objetivamente necesarias, son tambin subjetivamente necesarias, es decir, que la voluntad es una facultad de no elegir nada ms que lo que la razn reconoce como prcticamente necesario, es decir, como bueno, independientemente de la inclinacin.[footnoteRef:3] [3: Ibd. Pg. 27]

La enseanza de Kant a este respecto, es una consecuencia del fin establecido, o sea, es coherente con su punto de partida. Pero sucede que, al oponerse a las condiciones subjetivas, a las inclinaciones o resortes que se le presentan a la voluntad; al establecerlos como enemigos del buen obrar, en realidad, de algn modo, desprecia la fuerza que tienen en el hombre que no puede siempre actuar conforme al bien revelado por la inteligencia, aun querindolo. Ha de considerarse con ms severidad los deseos y placeres humanos, esto es, que el hombre no es slo su alma, y que son muy pocos los que sea por su estoicidad, sea por la colaboracin con la gracia divina- llegan a permanecer actuando en congruencia con el deber. En este sentido, la propuesta de Kant carece de universalidad y una vez ms reduce al hombre, a una parte de lo que es.

3) El criterio elegido por el pensador alemn para establecer la bondad o maldad de los actos humanos, es la adecuacin del obrar a la obligacin moral, o mejor dicho, de la intencin o forma del acto moral ya que para l eso es lo que se puede juzgar al analizar una accin-, al imperativo categrico de obrar siempre de tal manera que la mxima empleada sea ley universal.

Con el objeto de saber lo que he de hacer para que mi querer sea moralmente bueno no necesito ir a buscar muy lejos una especial penetracin. Inexperto en lo que se refiere al curso del mundo, incapaz de estar preparado para todos los sucesos que en l ocurren, me basta con preguntar: puedes querer que tu mxima se convierta en ley universal? Si no, es una mxima reprobable, y no por algn perjuicio que pueda ocasionarte a ti o a algn otro, sino porque no puede incluirse como principio en una legislacin universal posible. No obstante, la razn me impone un respeto inmediato por esta legislacin universal cuyo fundamento no conozco aun ciertamente (algo que deber indagar el filsofo), pero al menos comprendo que se trata de un valor que excede en mucho a cualquier otro que se aprecie por la inclinacin, y que la necesidad de mis acciones por puro respeto a la ley prctica es lo que constituye el deber, ante el cual tiene que inclinarse cualquier otro fundamento determinante, puesto que es la condicin de una voluntad buena en s, cuyo valor est por encima de todo.[footnoteRef:4] [4: Ibd. Pg. 17]

Por ltimo, hay un imperativo que, sin poner como condicin ningn propsito a obtener por medio de cierta conducta, manda esa conducta inmediatamente. Tal imperativo es categrico. No se refiere a la materia de la accin y a lo que ha de producirse con ella, sino a la forma y al principio que la gobierna, y lo esencialmente bueno de tal accin reside en el nimo del que la lleva a cabo, sea cual sea el xito obtenido. Este imperativo puede llamarse imperativo de la moralidad.[footnoteRef:5] [5: Ibd. Pg. 31]

En vista de ordenar la universalidad del actuar, Kant adopta un criterio que no se pregunta por la bondad de las cosas sino por las consecuencias para s o para otros- de lo decidido, de ser aplicado como principio rector de las acciones por todos los hombres. Esto necesariamente cae en el descuido de la consideracin de la particularidad de los casos, en la multiplicidad de situaciones que el hombre puede vivir, por un lado. En segundo lugar, si bien este criterio permite cierta reflexin en atencin a sus consecuencias inmediatas, no consiste en una verdadera comprensin del obrar humano, y por ende, limita la verdadera capacidad del hombre de iluminar y discernir su obrar, y el de los dems, a partir de principios ms adecuados a la naturaleza humana

4) Si bien algo se dijo en el punto anterior, Immanuel Kant promueve el bien comn al estipular el apodctico prctico de elevar a ley universal la mxima utilizada como rectora de las acciones. Necesariamente su sistema moral es una bsqueda del bien comn, en tanto y en cuanto decide posponer la felicidad personal y otras inclinaciones por el mandato de hacer lo que se debe; teniendo como fin al hombre y no como medio; y evitando, por medio del imperativo categrico, descuidar posibles repercusiones del obrar a pesar de centrar el valor en la intencin de lo que se hace-.

Una determinacin integral de todas las mximas por medio de la frmula segn la cual todas las mximas deben concordar, por propia legislacin, en un reino posible de fines como si fuera un reino de la naturaleza. El proceso se desarrolla aqu siguiendo las categoras de la unidad de la forma de la voluntad (su universalidad), de la pluralidad de la materia (los objetos, o sea, los fines) y de la totalidad del sistema. Pero en el juicio moral lo mejor es proceder siempre por el mtodo ms estricto y basarse en la frmula universal del imperativo categrico: obra segn la mxima que pueda hacerse a s misma ley universal.[footnoteRef:6] [6: KANT, Immanuel. Fundamentacin de la Metafsica de las Costumbres. Traducido al castellano por MORENTE, Manuel Garca. Primera edicin. Edicin de Pedro M. Rosario Barbosa. San Juan, Puerto Rico. 2007. Pg. 49-50]

Una voluntad absolutamente buena, cuyo principio tiene que ser un imperativo categrico, quedar, pues, indeterminada con respecto a todos los objetos y contendr slo la forma del querer en general como autonoma, es decir que la aptitud que posee la mxima de toda buena voluntad de hacerse a s misma ley universal es la nica ley que se autoimpone la voluntad de todo ser racional sin que intervenga como fundamento ningn impulso o inters.[footnoteRef:7] [7: Ibd. Pg. 57]

Parece ser que ms que una respuesta ordenada al bien comn, Kant ofrece un sistema que cubre posibles dificultades y tentaciones del hombre, y hasta descuidos por ignorancia, que lo lleven a realizar acciones moralmente malas. Una vez ms, el bien comn se presenta atado a la concepcin antropolgica del autor, ya que, si bien atiende a que el hombre no se encierre en fines subjetivos, posterga de entre ellos, los bienes particulares que hacen al bien comn, sin necesariamente estar todos obligados a obrar de la misma manera.Tan estricto es el mtodo, que engaa al ofrecer cubrir muchas alternativas, con una nica respuesta. Como una definicin circular en lgica, el imperativo categrico lleva al hombre a referirse s mismo, a ser l mismo la medida de su criterio de bien. Si el hombre no est abierto a que la realidad sean otros hombres, o las cosas- muestren el lmite, lo bueno y lo malo entre otras cosas-, no llegar a obrar un bien comn en verdad, sino un bien comn a su medida de bien.

5) La postura kantiana promueve la formacin moral de una parte de la persona: de su voluntad, de su razn prctica. Pues, como se dijo antes, considera la obligacin moral como el centro de toda accin, pero tambin es necesario destacar que en su teora del conocimiento, se aboca a buscar aquellos principios verdaderos eximidos de todo influjo de un conocimiento emprico. De tal manera, consigue que sean principios a priori de la razn, purificados de la naturaleza de la razn humana, es decir, independientes de sta, reciben carcter metafsico y permiten distinguir el deber que debe seguirse.

Por todo lo dicho se ve claramente que todos los conceptos morales tienen su asiento y origen, completamente a priori, en la razn, y ello tanto en la razn humana ms comn como en la ms altamente especulativa; que no pueden ser abstrados de ningn conocimiento emprico y, por tanto, contingente; que en esa pureza de su origen reside precisamente su dignidad, la dignidad de servirnos de principios prcticos supremos [], pero todo ello sin hacer que los principios dependan de la especial naturaleza de la razn humana, como lo permite y hasta lo exige a veces la filosofa especulativa, sino derivndolos del concepto universal de un ser racional en general, y de esta manera, la moral, que necesita de la antropologa para su aplicacin al gnero humano, habr de exponerse antes que nada de una manera completamente independiente de sta, como filosofa pura, es decir, como metafsica [], teniendo plena conciencia de que, sin estar en posesin de tal metafsica, no ya slo sera intil intentar distinguir con exactitud, de cara a un enjuiciamiento especulativo, lo propiamente moral del deber de lo que simplemente es conforme al deber, sino que ni siquiera sera posible, en el mero uso comn y prctico de la instruccin moral, fundamentar las costumbres en sus verdaderos principios y fomentar as las disposiciones morales puras del nimo e inculcarlas en los espritus para el mayor bien del mundo[footnoteRef:8] [8: Ibd. Pg.26-27]

La filosofa kantiana, se atiene en su totalidad a los principios que la orientan. Y este caso no es la excepcin, sino que permite ver no slo la moral, sino tambin la teora del conocimiento tan estrechamente ligada a aquella.En esta fuerte sistematizacin de la doctrina kantiana se puede percibir repetidas veces el mismo error particularmente en su tica-. Cierto privilegio dado a un orden de la naturaleza humana, el de la razn, conlleva el desmedro del resto. No es un cercenamiento producto de un descuido, aunque se vea cierta influencia de Descartes en la fuerte separacin entre res cogitans y res extensa. Es ms bien una profunda acentuacin en un aspecto, que permite, de algn modo, salvar lo ms elevado del hombre. Es en esa acentuacin que se pierde la armona del todo indiviso que es el hombre: no es menos humano el placer que el conocer, pero ambos requieren un orden propio. Perdido ese orden, la plena capacidad de una formacin moral tambin se pierde, como consecuencia de la falta de atencin a la unidad.

Bibliografa

KANT, Immanuel. Fundamentacin de la Metafsica de las Costumbres. Traducido al castellano por MORENTE, Manuel Garca. Primera edicin. Edicin de Pedro M. Rosario Barbosa. San Juan, Puerto Rico. 20078