El cazador de historias

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JUEVES 26 DE MAYO DE 2016 29 AÑOS DE P ágina I 12 SUPLEMENTO ANIVERSARIO Eduardo Galeano El cazador de historias

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El ministro del Interior delUruguay vela por la segu-ridad de todos nosotros,los ciudadanos. Un día deestos le robaron la casa.

Los autores del robo resultaronser los policías encargados de sucustodia.

En otros tiempos, ay, lejanos,el Uruguay era el rey del fútbol.Ahora, el país prueba todos losdías que bien merecería la coro-na mundial de las paradojas.

No, no es patrioterismo vil.Yo postulo al Uruguay, chiqui-to pero inverosímil, porque deveras creo en sus altos méritos.Me consta que el título no esmoco de pavo y reconozco quehay muchos otros candidatosdignos de consideración. Elcampeonato mundial de para-dojas tendría final de banderaverde, cabeza a cabeza; y así hasido desde siempre.

La historia nos toma el pelo

Desde que el mundo es mun-do, al fin y al cabo, la paradojaexiste: nacemos gracias a Dios,pero también nacemos gracias alpecado original.

Si la contradicción es el motorde la historia, la paradoja es elespejo que la historia usa, desdeel principio de los tiempos, pararevelar el verdadero rostro de susprotagonistas y tomarles el pelo.

Ni el propio hijo de Dios sesalvó de una gran paradoja: paranacer, eligió un desierto subtro-pical donde jamás ha nevado,pero la nieve se convirtió en unsímbolo universal de la Navidaddesde que los poderosos de la tie-rra decidieron otorgar a Jesús laciudadanía europea.

Y de los simples mortales, nihablemos. El pobre CristóbalColón murió sin saber que ha-bía estado en América, conven-cido de que había viajado al Ja-pón. Infinita sería la lista de lasfamas paradojales y los paradóji-cos famosos. El más alemanistadel os alemanes, Adolfo Hitler,había nacido en Austria. Napo-león, el más francesista de losfranceses, había nacido en Cór-cega. Margherita Sarfatti, lamujer más amada por el antise-mita Mussolini, era judía. JoséCarlos Mariátegui, el marxistamás marxista del os marxistaslatinoamericanos, creía fervoro-samente en Dios. El Che Gue-vara, protagonista de célebresepopeyas guerreras en Américay en Africa, había sido declara-do “completamente inepto parala vida militar” por el ejércitode su propio país.

La vida cotidiana es una con-tinua paradoja, y paradojas sonlas noticias de cada día. “Te no-to nervioso”, dice la histérica.“Te odio”, dice la enamorada.“No habrá devaluación”, dice elministro de Economía, en víspe-ras del derrumbamiento de lamoneda. “Los militares respetanla Constitución”, dice el minis-tro de Defensa, en vísperas delgolpe de Estado. El presidente

Por Eduardo Galeano

Al principio, es la ima-gen. La palabra, des-pués. Soy incapaz detrasmitir una situa-ción, una emoción o

una idea si primero no la veo ce-rrando los ojos; y siempre mecuesta mucho encontrar palabrasque sean capaces de transmitiresa imagen, y que me parezcandignas de su esplendor. Creo quepinto escribiendo, por falta detalento para pintar pintando.Como no pude ser pintor, no tu-ve más remedio que hacerme es-critor. La mujer que amas no tehace caso y te casas con la pri-ma.

EvocaciónA los catorce años recién

cumplidos, publiqué por primeravez. Era un dibujo, una caricatu-ra política, en el semanario so-cialista de Montevideo. Y desdeentonces publiqué muchos dibu-jos más, que firmaba Gius, pro-nunciación castellana de Hug-hes, apellido paterno que meviene de un tatarabuelo católicohuido de Gales al Uruguay.

Hasta los dieciocho años alter-né los dibujos con algunas tenta-tivas de periodismo escrito. Pu-bliqué crónicas de arte, con másosadía que conocimientos, ado-lescente caradura, y crónicas delmovimiento sindical, que cono-cía bien por mi temprana vidade sieteoficios en fábricas y ofici-nas. A los dieciocho años sentíel primer pánico ante una hojaen blanco, el mismo pánico quetodavía, hoy por ejemplo, sientoa menudo: quise escribir a fondo,con todo, quise darme –y no pu-de. Lo había intentado con pin-celes, y tampoco había podido.

A los diecinueve años estuvemuerto, pero nací de nuevo.

A los veinte escribí una malanovela. La firmé Galeano, ape-llido materno que me viene deun tatarabuelo de Genova.

Después volví a morir y a na-cer varias veces. Hokusai, eldeslumbrante artista japonés,eligió sesenta nombres diferentespara señalar sus sesenta renaci-mientos. Yo no tengo su audaciani la sombra de su talento.

RevelaciónTatarabuelos de Gran Breta-

ña, Italia, España y Alemania;cara de cónsul sueco en Hondu-ras. Y sin embargo, desde siem-pre supe que soy tan latinoame-ricano como las piedras de Ma-chu Picchu o el más humildeguijarro de mi país. Y lo supe, losé, como se saben de verdad lascosas: viajando por mis adentrosdesde las entrañas hasta la cabe-za, y no al revés.

engranajes del terror y que elexilio no ha sido siempre fácil.Podría celebrar que al cabo demucha pena y mucha muerte si-ga manteniendo viva mi capaci-dad de asombro ante la maravillay mi capacidad de indignaciónante la infamia, y que continúecreyendo en la verdad del poetaque me aconsejó que no tome enserio nada que no me haga reír.

Un auto-retrato. Podría decirque detesto las óperas y los man-teles de plástico y las computa-doras, que soy incapaz de vivirlejos del mar, que escribo a ma-no y tacho casi todo, que me ca-sé tres veces, que... Pero tantohablar de mí, me aburre. Meaburre: lo compruebo, lo confie-so y lo celebro.

Hace algún tiempo, vi un po-llo picoteando un espejo. El po-llo estaba besando su propia ima-gen. Al rato, se durmió.

Publicado el 30 de junio de 1987.

Pertenezco a una tierra que to-davía se ignora a sí misma. Escri-bo para ayudarla a revelarse –re-velarse, rebelarse– y buscándolame busco y encontrándola meencuentro y con ella, en ella, mepierdo.

ConclusiónAhora, en estas líneas, estoy

escribiendo, se supone, algo asícomo un auto-retrato. Podría re-montarme a mi infancia muy ca-tólica, todos culpables a los ojosde Dios, Dios Jefe Universal dePolicía, el alma y el cuerpo comola Bella y la Bestia; o podría ha-blar de mis posteriores conflictoscon las versiones dogmáticas delmarxismo, que proclaman laVerdad Única y que divorcian alhombre de la naturaleza y a larazón de la emoción. O podríacontar que he jineteado diversasdesventuras y que varias vecesme ha volteado el caballo; quehe conocido por dentro algunos

Apuntes para un auto-retrato

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Reagan, que dice luchar contrael comunismo en Nicaragua,coincide paradójicamente con elPartido Comunista de Nicara-gua, que también es furioso ene-migo de la revolución sandinista.Y paradójicas eran, por fin, lasbarricadas de los propios sandi-nistas durante la guerra contra ladictadura de Somoza: las barrica-das, que cerraban la calle, abríanel camino.

Dos paradójicos títulos mundiales

Nostalgias es un tango famoso,y también una definición certerade nuestro etilo nacional de vi-da. Pero en lugar de suspirar porlas glorias del viejo pasado y porlos goles que pasan y ya no vuel-ven más, los uruguayos bien po-dríamos celebrar nuestros ré-cords actuales: en ciertas cosassomos, ahora, los primeros delmundo. Tenemos, por ejemplo,el arroyo más contaminado del pla-neta. El arroyo Carrasco aportacada día un nuevo caudal de ve-neno para el asesinato de la cos-ta de Montevideo. Yo no soy tanviejo, no he llegado ni al mediosiglo, pero me siento Matusaléncuando nostalgiosamente recuer-do el arroyo Carrasco con garzasy peces y cuando evoco las lin-das playas de mi infancia en lasorillas del río ancho como mar.El Uruguay vive ahora en plenaépoca de la impunidad: impuni-dad para los torturadores, paralos violadores, para los asesinosde personas. Impunidad, tam-bién, para los asesinos de la na-turaleza. Ahora el arroyo Carras-co echa un insoportable olor amuerto y las playas montevidea-nas te infectan de sólo mirarlas,y todo eso no ha sido obra de uncastigo de Dios ni de la mala le-che del Diablo. La desgracia co-lectiva es el brillante negocioprivado de ciertos empresarios yfuncionarios. Y el gobierno quelos deja hacer es el mismo gobier-no que paradójicamente proclamala promoción del turismo.

Otro record: tenemos, propor-cionalmente, el presupuesto deguerra más alto del mundo, si seexceptúa, claro está, a los paísesque están realmente en guerra,como Irán o Irak o Nicaragua.La gente de uniforme recibeveinte veces más dinero que launiversidad, mientras el gobiernoparadójicamente proclama la mo-dernización del país. El Uruguaydestina a militares y policías elcuarenta por ciento del presu-puesto nacional. El general Me-dina, ministro de Defensa, acabade confirmarlo públicamente, ycon explicable orgullo. Cuandoyo menciono esta cifra a misamigos extranjeros, ninguno me

cree semejante barbari-dad, que más bien pareceuna exageración izquier-dista; y en todo caso, na-die entiende cómo podríamodernizarse y desarrollar-se un país que dedica cua-tro pesos de cada diez a vi-gilarse a sí mismo.

Privatizar el gobierno

El Uruguay funcionapara gloria y sustento dezánganos y especulado-res, respectivamenteamparados por el secre-to militar y el secretobancario.

Se supone que el pa-ís vive del campo, pe-ro el campo está para-dójicamente vacío.La universidad ge-nera miles de abo-gados, doctoresherederos deuna tradicióncultural quedesprecia las manos, y tambiéngenera unos pocos agrónomos.Los agrónomos están condena-dos a emigrar o a comer hambre.El campo, abandonado a la bue-na de Dios, pertenece a cuatroseñores. Ya no se encuentra uncampesino ni con la ayuda de lossatélites espías. Paradójicamen-te, el gobierno no entrega tierraa quienes quieren trabajarla, ylos productores chicos acabansus tristes días juntando basuraen los suburbios de Montevideo.Y no menos paradójicamente, elgobierno liquida el ferrocarril,que era el último vínculo de losdesamparados, y así aniquila losúltimos pueblitos sobrevivientesen la soledad del desierto.

Es el tiempo de la moderniza-ción. Y modernización significaprivatización. Oh, paradoja: elEstado, inútil, incapaz, lastre delos antiguos tiempos, sigue sien-do útil para salvar a los bancosprivados en bancarrota, que pa-radójicamente prestan dinero aquien lo tiene y no a quien lonecesita, y que por regla generalse presentan dinero a sí mismos.Y oh, paradoja de paradojas: elgobierno se propone privatizarlas empresas públicas que danganancia, como Pluna, la empre-sa de aviación. La fiebre privati-zadora copia el paradójico ejem-plo privatizador del Estado ar-gentino, que ha privatizado susteléfonos entregándolos al Esta-do español, y ha privatizado susaviones entregándolos a los Esta-dos escandinavos.

El gobierno uruguayo ha des-cubierto que el Estado es inefi-ciente y se propone venderlo.Paradójicamente, el partido de

gobierno se ha dedicado a expri-mir al Estado, como a una na-ranja, todo a lo largo del sigloveinte, y sigue haciéndolo conentusiasmo. El público está har-to de estar al servicio del servi-cio público; pero, si es por la in-eficiencia, cualquiera podríapreguntarse por qué el gobiernono empieza por privatizarse a símismo.

El sospechoso elogiode la amnesia

Hay un record uruguayo, tam-bién paradójico, que es realmen-te honroso. Este país timorato,donde hasta el sol parece salircon horario de oficina, es el úni-co país del mundo que ha dado una

abrumadora respuesta colec-tiva a la impunidad del te-

rrorismo de Estado. Laley que absolvió a

los criminales deuniforme ha en-

contrado un im-previsto parate de cen-

tenares de miles e firmas queexigen un plebiscito popular. En

proporción a la pobla-ción, serían treintamillones de firmasen Brasil o cin-cuenta millones

en los Estados Unidos.Por paradójico que pueda re-

sultar, esta pacifica y ejemplarexpresión de democracia pertur-ba la paz y atenta contra la con-vivencia democrática. Desde elparadójico punto de vista del go-

bierno, los criminales de guerramerecen juicio y castigo si sonalemanes, y en cambio merecenascenso si son uruguayos. Y en elcolmo de la paradoja, el ministrode Defensa de la democracia des-precia públicamente a la justiciacivil y al voto popular y declara,un día sí y otro también, que leparece muy bien que los milita-res den golpes de Estado para po-ner la casa en orden.

Las cosas no son lo que pare-cen ser, ni lo que dicen ser. Ni loque debieran. La amnesia seconvierte en la más alta de lasvirtudes democráticas; para serun buen demócrata, nos dicen,hay que renunciar a la memoria.

En estos días, casualmente, es-toy leyendo una novela de Loui-se Erdrich. A cierta altura, unbisabuelo encuentra a su bisnie-to. El bisabuelo está completa-mente choco (“sus pensamientostienen el color del agua”) y son-ríe con la misma beatífica sonri-sa de su bisnieto recién nacido:uno es feliz porque ha perdido lamemoria que tenía y el otro esfeliz porque no tiene, todavía,ninguna memoria.

Esta felicidad perfecta, pienso, esparadójicamente indeseable. Yo nola quiero para mí, ni la quieropara los míos. Y decididamenteno me gustan los gobiernos quetratan al pueblo como si fuera uninofensivo conjunto de viejitosgagás y bebés de pecho.

Publicado el 3 de julio de 1988.

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Hemos venido desde di-versos países y estamosaquí reunidos a lasombra generosa dePablo Neruda. Esta-

mos aquí para acompañar al pue-blo de Chile, que dice no.

También nosotros decimos,no.

Nosotros decimos no al elogiodel dinero y de la muerte. Deci-mos no a un sistema que poneprecio a las cosas y a la gente,donde el que más tiene es el quemás vale, y decimos no a unmundo que destina a las armasde guerra dos millones de dólarescada minuto, mientras cada mi-nuto mata 30 niños por hambreo enfermedad curable. La bombade neutrones, que salva a las co-sas y aniquila a la gente, es unperfecto símbolo de nuestrotiempo. Para el asesino sistemaque convierte en objetivos mili-tares a las estrellas de la noche,el ser humano no es más que unfactor de producción y de consu-mo y un objeto de uso; el tiem-po, no más que un recurso eco-nómico, y el planeta entero unafuente de renta que debe rendirhasta la última gota de su jugo.Se multiplica la pobreza pararnultiplicar la riqueza. Se multi-plican las armas que custodianesa riqueza, riqueza de poquitos,y que mantienen a raya la pobre-za de todos los demás. Y tambiénse multiplica mientras tanto lasoledad. Nosotros decimos no aun sistema que no da de comerni da de amar, que a muchoscondena al hambre de comida ya muchos más condena al ham-bre de abrazos.

Decimos no a la mentira. Lacultura dominante que los gran-des medios de comunicaciónirradian en escala universal noinvita a confundir el mundo conun supermercado o con una pistade carreras donde el prójimopuede: ser una mercancía o uncompetidor pero jamás un her-mano. Esa mentirosa cultura quecursimente, siúticamente, espe-cula con el amor humano paraarrancarle plusvalía, es en reali-dad una cultura del desvinculo.Tiene por dioses a los ganadores,los exitosos dueños del dinero ydel poder, y por héroes a los uni-formados rambos que les cuidanlas espaldas aplicando la doctri-na de la Seguridad Nacional. Porlo que dice y por lo que calla, lacultura dominante miente que lapobreza de los pobres no es unresultado de la riqueza de los ri-cos, sino que es hija de nadie,proviene de la oveja de una ca-bra o de la voluntad de Dios, que

ha hecho a los pobres perezososy burros. De la misma manera, lahumillación de unos hombrespor otros no tiene por qué moti-var la solidaridad, la solidaria indignación, o el escándalo, por-que pertenece al orden naturalde las cosas: las dictaduras lati-noamericanas, pongamos por ca-so, forman parte de nuestra exu-berante naturaleza y no del siste-ma imperialista de poder.

El desprecio traiciona la histo-ria y mutila al mundo Los pode-rosos fabricantes de opinión nostratan como si no existiéramos ocomo si, fuéramos sombras bo-bas. La herencia colonial obligaal Tercer Mundo, habitado porgentes de tercera, a que aceptecomo propia la memoria de susvencedores y a que compre lamentira ajena para usarla comosi fuera la propia verdad. Nospremian la obediencia, nos casti-gan la inteligencia y nos des-alientan la energía creadora. So-mos opinados, pero no podemosser opinadores. Tenemos dere-cho al eco, pero no tenemos de-recho a la voz. Y los que mandanelogian nuestro talento de papa-gayos. Nosotros decimos no, nosnegamos a aceptar esta medio-cridad como destino.

Nosotros decimos no al miedo.No al miedo de decir, al miedode hacer, al miedo de ser. El co-lonialismo visible prohíbe decir,prohíbe hacer, prohibe ser. Elcoloníalismo invisible, muchomás eficaz, nos convence de queno se puede ser, nos convence:de que no se puede decir, nosconvence de que no se puedeser. El miedo se disfraza de realis-mo: para que la realidad no seairreal, nos dicen los ideólogos dela impotencia, la moral ha de serinmoral. Ante la indignidad, an-te la miseria, ante la mentira, notenemos más remedio que la re-signación.

Signados por la fatalidad, na-cemos haraganes irresponsables,violentos, tontos, pintorescos ycondenados a la tutela militar. Alo sumo podemos aspirar a con-vertirnos en prisioneros de bue-na conducta, capaces de pagarpuntualmente los Intereses deuna descomunal deuda externacontraída para financiar el lujoque nos humilla y el garrote quenos golpea.

Y en este cuadro de cosas, nos-otros decimos no a la neutralidadde la palabra humana. Decimosno a quienes nos invitan a lavar-nos las manos ante las cotidianas

crucifixiones que ocurren anuestro alrededor. A la aburridafascinación de un arte frío, indi-ferente, contemplador del espe-jo, preferimos un arte calienteque celebra a la aventura huma-na en el mundo y en ella partici-pa, que es un arte irremediable-mente enamorado y peleón. ¿Se-ría bella la belleza si no fuera jus-ta la justicia? ¿Sería justa la justi-cia si no fuera bella? Nosotrosdecimos no al divorcio de la be-lleza y la justicia, porque deci-mos sí a su abrazo poderoso y fe-cundo.

Ocurre que nosotros decimosno, y diciendo no estamos di-ciendo sí.

Diciendo no a las dictaduras, yno a las dictaduras disfrazadas dedemocracia, nosotros estamos di-ciendo sí a la lucha por la demo-cracia verdadera, que a nadie ne-gará el pan, ni la palabra y queserá hermosa y peligrosa, comoun poema de Neruda o una can-ción de Violeta.

Diciendo no al devastador im-perio de la codicia, que tiene sucentro en el norte de América,nosotros estamos diciendo sí aotra América posible que naceráde las más antiguas tradicionesamericanas. La primera de lascostumbres de América: la tradi-ción comunitaria, que los indiosde Chile defienden desesperada-mente, de derrota en derrota,durante cinco siglos.

Diciendo no a la paz sin digni-dad, nosotros estamos diciendo síal sagrado derecho de rebelióncontra la injusticia y a su larga,larga historia, larga como la his-toria de la resistencia popular enel largo mapa de Chile.

Diciendo no a la libertad deldinero, nosotros estamos dicien-do sí a la libertad de las personas:libertad maltratada, lastimada ymil veces caída, como Chile, ycomo Chile mil veces alzada.

Diciendo no al egoísmo suici-da de los poderosos que han con-vertido al mundo en un vastocuartel, nosotros estamos dicien-do sí a la solidaridad humana,que nos ida sentido universal yconfirma la fuerza de fraternida-des más poderosas que todas lasfronteras con todos sus guardia-nes, esa fuerza que nos invadecomo la música de Chile, y co-mo el vino de Chile nos abraza.

Y diciendo no al triste encan-to del desencanto, nosotros es-tamos diciendo sí a la esperanza,la esperanza hambrienta y locay amante y amada, como Chile.La esperanza obstinada, comolos hijos de Chile rompiendo lanoche.

Publicado el 17 de julio de 1988.

Nosotros decimos no

Por Eduardo Galeano

Elogio del arte de la oratoria

Colombia produce café, cocaí-na y discursos.

Los escuadrones de la muerte,organizados por el ejército,echan plomo y acero sobre lamano de obra desobediente; y lasfloridas palabras suceden a lascarnicerías. A la orilla del río desangre, los políticos gobernantespronuncian discursos, mano alpecho, mirándose las cejas: so-lemnemente anuncian investiga-ciones que jamás llegarán al fon-do.

En Bogotá hay varias fábricasde discursos, aunque sólo unatiene teléfono. Estas plantas in-dustriales han discurseado lascampañas de numerosos candi-datos a la presidencia, en Co-lombia y en los países vecinos, yhabitualmente producen discur-sos a medida para interpelar aministros, celebrar bodas o cum-pleaños o bautismos, inaugurares cuelas cárceles y conmemorarpróceres de la historia patria:

–Yo, el menos indicado quizá...

Elogio de la evoluciónideológica

Este diálogo ocurrió en Espa-ña. Cualquier semejanza con larealidad nacional, obedece a me-ra casualidad o error involunta-rio:

–Pero, Manuel, hombre, ¡có-mo has cambiado de ideas! Erasmonárquico. Te hiciste falangis-ta. Luego, fuiste franquista. Des-pués, demócrata. Y ahora eressocialista. ¡Cómo has cambiadode ideas, Manuel!

–¿Yo? ¡Yo nunca he cambiadode ideas! Yo siempre he tenidola misma idea: ser alcalde de estepueblo.

Elogio de la culturacontemporánea

Michael Jackson ha ganado 35millones de dólares, limpios depolvo y paja, en los espectáculosde este año.

El entertainer número uno, elídolo mas ídolo del show business,reparte su vida entre los escena-rios y los quirófanos. Los cirujanosle han arrancado varios pedazosde carne de la cara, le han fabrica-do nariz de blanco, labios de blan-co y párpados de blanco, y le hanestirado y blanqueado la piel enincesantes operaciones. Ahora yano es negro, pero tampoco del to-do blanco, como no es macho nihembra, ni joven ni viejo, y tienemás bien un aspecto de bella mo-mia adolescente.

A nadie abraza, ni roza siquie-ra, este millonario héroe de plás-tico. El puso dem oda los guan-tes. Anda con guantes por el pá-nico de tocar y ser tocado, yduerme, siempre solo, en unaoxigenada campana de cristal,para que no lo atrapen los mi-crobios ni lo gaste el tiempo.

Elogio de la ambigüedad

Había una vez, me contaron,un detective rascándose la ca-

Entre el 11 y 16 de julio de 1988, trescientosintelectuales y artistas participaron de “Chilecrea”, un encuentro internacional del arte, la ciencia y la cultura por la democracia en Chile. Este fue el discurso deinauguración que Eduardo Galeanopronunció en nombre de todos los invitados.

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ma casa, calzan los mismos zapa-tos. Duermen en la misma almo-hada, junto a la misma mujer.Cada mañana, el espejo les de-vuelve la misma cara. Pero él yél no son la misma persona.

–Y yo, ¿qué tengo que ver? –di-

jo él, hablando de él, mientras seencoge de hombros.

–Yo cumplo órdenes –Dice, odice:

–Para eso me pagan.O dice:–Si no lo hago yo, lo hace otro.

picana eléctrica y guardaba losdemás instrumentos de trabajo.Entonces se sentaba junto a Ah-madou, el torturado, y le habla-ba de sus problemas familiares ydel ascenso que no llega y lo ca-ra que está la vida. El torturadorhablaba de su mujer insufrible ydel hijo recién nacido, que no ohabía dejado pegar un ojo en to-da la noche; hablaba contraOrán, esta ciudad de mierda, ycontra el hijo de puta del coro-nel que...

Ahmadou, ensangrentado,temblando de dolor, ardiendo enfiebres, no decía nada.

Publicado el 4 de diciembre de 1988.

beza. Inclinado sobre la vía deltren, miraba el cuerpo de unhombre cortado en tres. Entrelas vías, estaba el tronco. A unlado, recién desprendida, la ca-beza. Al otro lado, las piernas.El tren se alejaba, echando hu-mo.

Pero el detective no estabadispuesto a dejarse engañar porlas apariencias.

–¿De qué habrá muerto estehombre? –se preguntaba.

Elogio de la historia oficial

En las islas francesas del Cari-be, los textos de historia ense-ñan que Napoleón fue el más ad-mirable guerrero de Occidente.En esas islas, Napoleón reesta-bleció la esclavitud en 1802. Asangre y fuego obligó a que losnegros libres volvieran a ser es-clavos de las plantaciones.

De eso, nada dicen los textos,Los negros son los nietos de Na-poleón, no sus víctimas.

Elogio de la iniciativa privada

Jesús te mira. Vayas donde va-yas, sus ojos te siguen. La tecno-logía moderna ayuda al hijo deDios a cumplir sus funciones devigilancia universal. Tres capasde plástico polarizado, que blo-quean sucesivamente el paso dela luz, le facilitan la tarea.

Allá por 1961 o 1962, una deestas imágenes de ojos corredizosllamó la atención de un periodis-ta argentino, Tulio Jacovella ibacaminando por una calle cual-quiera de Buenos Aires cuandose sintió observado. Desde unavidriera, Jesús le había clavadolos ojos. Retrocedió y la miradade Jesús retrocedió con él. Se de-tuvo y la mirada se detuvo.Avanzó y la mirada avanzó. Estaseñal divina le cambió la vida ylo sacó de pobre. Poco después,Jacovella voló a Port-au-Prince,y por medio de la embajada de supaís en Haití consiguió una au-diencia con el presidente vitali-cio Papa Doc Duvalier.

Llevaba un gran cuadro bajo elbrazo:

–Tengo algo que mostrarle, Ex-celencia –dijo.

Era un retrato del dictador.Los ojos se movían.

–Papa Doc te mira –explicó Ja-covella.

Papa Doc asintió con la cabe-za.

–No está mal– dijo, yendo y vi-niendo ante su propia imagen.¿Cuántos puede hacer?

–¿Cuánto puede pagar?–Le pago lo que sea.Y así Haití se llenó de miradas

vigilantes y el inquieto periodis-ta se llenó de dinero.

Elogio de la neutralidad de la ciencia y de la técnica

Tienen el mismo nombre, elmismo apellido. Ocupan la mis-

Que es como decir:–Yo soy otro.Ante el odio de la víctima, el

verdugo siente estupor, y hastauna cierta sensación de injusti-cia: al fin y al cabo, él es un fun-cionario, un simple funcionarioque cumple su horario y su tarea.Terminada la agotadora jornadade trabajo, el torturador se lavalas manos.

Ahmadou Gherab, que peleópor la independencia de Arge-lia, me lo contó. Ahmadou fuetorturado por un oficial francésdurante varios meses. Y cadadía, a las seis en punto de la tar-de, el torturador se secaba el su-dor de la frente, desenchufaba la

Elogios

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● La imagen más vendedora:La guerra como espectáculo. Laoperación Tormenta del Desier-to tiene por estrellas al índiceDow Jones y a la Cotización delPetróleo, acompañados por unamplio elenco de ComadrejasSalvajes, Avispas, Vampiros, mi-siles, misiles anti-misiles, misilesanti-anti-misiles y muchos extrasaterrorizados bajo sus máscarasde marcianos.● La imagen más cambiada:Saddam Hussein. Es el villano.Antes, era el héroe.

Desde la caída del muro deBerlin, Occidente se quedó sinenemigos. La economía de guerraen tiempos de paz, que está en labase de la prosperidad de los prós-peros, exige enemigos. Si nadieamenaza, ¿para qué tiene el mun-do un soldado cada cuarenta ha-bitantes, mientras tiene nada másque un médico cada mil? Husseinhabía servido al Mundo Librecontra el Hitler de Teherán. Nohabía mejor cliente para la indus-tria de armamentos. Ahora, él esel Hitler de Bagdad. La televisiónmuestra sus ojos de loco fanático.El peligro del fundamentalismoiraquí ha sustituido al peligro delfundamentalismo iraní.

Hussein reza. Bush reza. El Pa-

pa reza. Todos rezan. Todos creenen Dios. Y Dios, ¿en quién cree?● La imagen más pétrea: Elpresidente Bush explica la gue-rra. Evocando la pasada gestamundial contra Hitler, Bush ha-bla en nombre de los aliados.

Los aliados van a liberar a un pe-queño país avasallado por un ve-cino prepotente y ambicioso.¿Panamá? No; el pequeño país sellama Kuwait.

Pero ocurre que la invasión deKuwait no ha sido solamente un

acto de indudable irresponsabili-dad y matonismo. También hasido un acto de estupidez: al in-vadir, Hussein ha servido, enbandeja, la coartada que Bushnecesitaba. Y ahora, todos contrauno: veintiocho naciones acom-pañan esta gloriosa operacióndestinada a salvar la hegemoníanorteamericana en el planeta.

Guerra mediante, los EstadosUnidos consolidan su poderamenazado. Amenazado desdeadentro, por la recesión que aso-ma en el país que tiene la deudaexterna más alta del mundo. Yamenazado desde afuera, por laimparable competencia del Ja-pón y de la Alemania unida. Ín-dice de alarma: una productivi-dad tres veces menor que la delJapón y dos veces menor que lade Europa.● La imagen más reveladora:La reticencia de Helmut Kohl,tan decidora como el casi silen-cio de los japoneses. Los rivalesde los Estados Unidos dependendel petróleo del Golfo Pérsico,que a los Estados Unidos perte-nece. A los Estados Unidos y aInglaterra, la colonia fiel a su an-tigua colonia.● La imagen más lastimosa:Soldados rusos envían, desdeMoscú, un mensaje a Washing-ton. Son veteranos de la inva-sión de Afganistán. Se ofrecenpara invadir Irak.

El Este ya no es el contrape-so del Oeste. Una nueva era:los Estados Unidos puedenejercer impunemente su fun-ción de policías del mundo. Yya se sabe que este país, quenunca fue invadido por nadie,tiene la vieja costumbre de in-vadir a los demás. En un par desiglos de vida independiente,más de doscientas agresionesarmadas contra otros paises in-dependientes.● La imagen más elocuente:Pérez de Cuéllar, en sombras,con la cara entre las manos. Na-cidas para la paz, las NacionesUnidas son ahora un instrumen-

Imágenes to de guerra. El Consejo de Se-guridad ha dado luz verde. A laUnión Soviética le pareció bien.China no se opuso. Cuba y Ye-men votaron en contra.

Irak está siendo castigado, por-que se negó a cumplir una reso-lución de la ONU. Antes, losEstados Unidos se habían nega-do a cumplir varias resolucionesde la ONU sobre Nicaragua.También Israel se había negadoa cumplir varias resoluciones dela ONU sobre los territorios queusurpa. Y el mundo no les decla-ró la guerra por eso.● La imagen más siniestra: Elrey Fahd y el emir de Kuwait, loshombres más ricos del mundo, ylos demás gangsters del desierto,monarcas de ópera bufa que ad-ministran los países que el Impe-rio Británico, en sus buenostiempos, había comprado o in-ventado. Las petrocracias encar-nan a la Democracia en esta te-lenovela sangrienta. Y en la ce-remonia del sacrificio, correncon los gastos. El petróleo da pa-ra todo.● La imagen más eufórica: Altercer día, júbilo en Wall Street.La Bolsa de Valores de NuevaYork registra una de las mayoresalzas de la historia. Mientrastanto, cae el precio del petróleo.O sea: se restablece la normali-dad del mercado. En la zona deguerra yace más de la mitad delas reservas petroleras del mun-do; pero parece garantizado elderecho al despilfarro de las po-tencias consumidoras. Se puedeseguir quemando la energía delplaneta. Honda preocupaciónhabía causado una falsa alarma:no, Europa no tendrá que redu-cir su consumo en un siete porciento. Los automóviles suspirancon alivio. Los televisores, tam-bién. Esta guerra ha batido todoslos récords de rating.● La imagen más helada: Lostecnócratas de la muerte. Arte dela guerra, el canibalismo comogastronomía: los generales expli-can la buena marcha del plan deaniquilación. Se ven mapas sinhabitantes, o pantallas de video-game donde las crucecitas blan-cas señalan el destino de lasbombas que caen como lluvia.● La imagen más estimulante:Las manifestaciones pacifistas.Rosas o velas encendidas en lasmanos. La televisión las ningu-nea; pero en algunas ciudadesson multitudes las que caminany crecen. Creen que la guerra noes nuestro destino.● La imagen más trágica: Lano transmitida. La imagen au-sente, censurada en estos prime-ros días: los muertos, los heridos,los mutilados. Las vidas huma-nas. Ese detalle.● La imagen más angustiosa:Llos días que pasan. 1991, únicoaño capicúa del siglo veinte, ha-bía nacido prometiendo buenasuerte. A poco andar, ya lo en-chastran la sangre y la mugre dela guerra. Ojalá este año chiquilínpueda cambiar de signo. Ojalá lodejen. Él no quiere ser un jodido.

Publicado el 27 de enero de 1991.

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Preguntitas a los presidentesPor Eduardo Galeano

1El deber de la memoria, ¿esservir al olvido? Llevamos

cinco siglos trabajando para unmercado internacional que nosdesprecia ¿Vale la pena seguirintentando el desarrollo haciaafuera, basado en el bajísimoprecio de nuestros brazos?América Latina no llega al cin-co por ciento del comerciomundial, y cada vez nuestrasproductos valen menos y signi-fican menos. En estos últimoscuarenta años, sin ir más lejos,hemos dejado mucha ofrendaal pie de esos altares: una in-contable cantidad de vidas hu-manas han sido sacrificadas,hemos quemado una quintaparle de nuestras florestas y he-mos arrasado una quinta partede nuestras tierras cultivables.¿Hasta cuándo nos seguiremoscreyendo el cuento de que lapobreza es el merecido castigoque las leyes del mercado pro-pinan a la ineficiencia?

2Según las asépticas estadísti-cas de las Naciones Unidas,

América Latina produjo sesentamillones de nuevos pobres en-tre J986 y J990. En esos cuatroaños, la proporción de pobressubió en un cinco por ciento.En pleno auge de la libertad deldinero. La dictadura del merca-do traiciona a la gente Lógicadel mercado, ley de la ganancia:los perdedores sobran. ¿Quémotivos tienen para creer en lademocracia los millones de ni-ños abandonados a la buena de

Dios en las calles de las ciuda-des? 6Y los millones de jóvenescondenados a la desesperaciónen sociedades que reducen susespacios de encuentro al merca-do y sus orgasmos de consumo?¿Qué1 dirían las estadísticas, sipudieran registrar el despresti-gio de la democracia y el des-crédito de la política?

3Cuotas de importación, ta-rifas, prohibiciones: en su

último libro, Noam Chomskydescribe las barreras de protec-ción que los Estados Unidos,Gran Bretaña y Francia levan-tan contra la temible compe-tencia comercial de Bangla-desh. Trinidad-Tobago. Mali,Togo. Etiopia y otras potencias.

¿Por qué será que los países ri-cas exigen a los países pobresque abran sus mercadas de paren par, mientras ellos cierranlas mercados propios con llave,tranca y candado?

4El hombre endeudado estámás preso que el hombre

encarcelado. Desde hace diezaños, los Estadas Unidos tienenla deuda exlerna más grande delmundo. Sin embargo, el FondoMonetario Internacional no lesha impuesto ninguna de lascondiciones que impone a lospaíses latinoamericanos, quedeben muchísimo menos. Sí lasEstados Unidos fueran estadosdesunidas, ¿no seguirían siendocolonias de Inglaterra? ¿No va

siendo hora de unir dignidades,en vez de sumar lamentaciones?

5Los llaman “tigres asiáticos”o “los cuatro dragones”: Co-

rea del Sur, Taivvan, Singapur.Hong Kong. La tecnocracia in-ternacional aplaude, emociona-da el milagro en el triste panora-ma del Tercer Mundo, ellos hanpegado tremendo salto hacia eldesarrollo. Pero, si el mercado li-bre es la pócima de la felicidad,¿cómo se explica que estos tigreso dragones se sigan negando aponerlo en práctica, a pesar delas violentas presiones que vie-nen sufriendo? ¿Por qué prefie-ren el modelo japonés, donde elEstado planifica las inversiones,programa las invasiones de mer-cados extranjeros y protege im-placablemente el espacio propio?

6América Latina tiene suspropios milagros. Signo de

los tiempos: el general Pinocheldespierta admiración confesadao no. secreta o clamorasa. Ladictadura chilena ya no está, pe-ro quien más, quien menos,quieren comprarle la fórmulamágica de la modernización. Pe-ro, ¿para cuántos es el parauso fa-bricado por esas manos sucias desangre, que al cabo de los añasdel tenor han reducido a un ter-cio la salud pública han duplica-do la pobreza? Si el Estado sedesmantela se reduce a funcionespoliciales, para reprimir las con-secuencias de sus propios actos,¿no se reduce también el jefe deEstado a mero jefe de policía?

7La Argentina está llegandomás lejas. Ni el propio Pino-

chel se había atrevido a devolvera manos privadas el cobre queAllende habla nacionalizado, y elcobre que siendo la viga maestrade la economía chilena y últimosímbolo de soberanía. En cambio,el presidente Menem entrega aprecio de banana el petróleo ytodo lo demás. “Yo soy el vende-dor de un producto llamado Ar-gén lina”, declara el embajadoren Washington. ¿Qué pasarácuando los argentinos despiertende la borrachera del dólar baratoy en la resaca descubran que sehan quedado sin país?

8En 1992. se realizó un ple-biscito en el Uruguay. El 73

por ciento de los votas se opusoa ta privatización de los sectoresbásicas, comunicaciones y ener-gía y la dejó sin efecto. Los mo-nopolios públicoas no son nin-guna maravilla, usurpados por laburocracia y ensuciados por lapolitiquería, pero la gente deci-dió que esos monopolios públi-cos son preferibles a la humilla-ción nacional. ¿Por qué no sesometen a plebiscito popular, enlos demás países latinoamerica-nos, las privatizaciones que ena-jenan las claves de La sobera-nía? ¿La democracia consiste envolar una vez cada cuatro o cin-co años y nada más? ¿El derechode obedecer, el deber de acep-tar? En la democracia ¿está lagente en La tribuna o en la can-cha? ¿En el exilio o en el reino?

Publicado el 10 de julio de 1993.

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Maradona viene co-metiendo desde ha-ce años el pecado deser el mejor, el deli-to de denunciar de

viva voz las cosas que el podermanda callar y el crimen de ju-gar con la zurda, lo cual, segúnel Pequeño Larousse Ilustrado,significa “con la izquierda” ytambién significa “al contrariode como se debe hacer”.

Maradona nunca había usadoestimulantes en vísperas de lospartidos, para multiplicarse elcuerpo. Es verdad que estuvometido en la cocaína, pero se do-paba en las fiestas tristes, paraolvidar o ser olvidado, cuando yaestaba acorralado por la gloria yno podía vivir sin la fama que nolo dejaba vivir. Jugaba mejor quenadie a pesar de la cocaína, y nopor ella.

Desde que la multitud gritó sunombre por primera vez, cuandoél tenía dieciséis años, el peso desu propio personaje le hace crujirla espalda. Este es un hombreque lleva mucho tiempo traba-jando de dios en los estadios, so-metido a la tiranía del rendi-miento sobrehumano, empacha-do de cortisona y analgésicos yovaciones: acosado por las exi-gencias de sus devotos y el odiode sus ofendidos.

El placer de derribar ídolos esdirectamente proporcional a lanecesidad de tenerlos. Haceaños, en España, cuando Goico-echea le pegó de atrás y sin lapelota y lo dejó fuera de las can-chas por varios meses, no falta-ron fanáticos que llevaron enandas al culpable de este homi-cidio premeditado, y en todo elmundo sobraron gentes que ce-lebraron la caída del insolentesudaca muerto de hambre, in-truso en las cumbres, charlatánestrepitoso, fanfarrón y de malgusto.

Después, en Nápoles, Marado-na fue Madonna y San Genarose convirtió en San Gennarman-do. En las calles se vendían imá-genes de la divinidad de panta-lón corto, iluminada por el halode la Virgen o envuelta en elmanto sagrado del santo quesangra, y también se vendían bo-tellitas con lágrimas de Berlusco-ni. Hacía sesenta años que elNapoli no ganaba un campeona-to, ciudad condenada a las furiasdel Vesubio y a la derrota eternaen los campos de fútbol; y gra-cias a Maradona, el sur oscuropudo vencer al norte blanco quelo despreciaba, copa tras copa,en Italia y en Europa. Cada golera una revancha de la historia.En Milán odiaban al culpable detanta afrenta, lo llamaban “ja-món con rulos”. No sólo en Mi-lán: en el Mundial del ‘90, lamayoría del público castigaba aMaradona con furiosas silbatinas

cada vez que tocaba la pelota, yla derrota argentina ante Alema-nia fue celebrada como una vic-toria italiana.

Para entonces ya había quie-nes le echaban por la ventanamuñecos de cera atravesados dealfileres. Y estalló el escándalode la cocaína, que convirtió aMaradona en Maracoca, y la te-levisión retransmitió en directo,como si fuera un partido, elajuste de cuentas: toda Italiavio cómo la policía se llevabapreso al delincuente que se ha-bía hecho pasar por héroe. Elproceso que lo condenó fue elmás rápido de la historia judi-cial de Nápoles.

Lo mismo ocurrió, más tarde,en Buenos Aires. Detención envivo y en directo, para deleite dequienes disfrutaron el espectácu-lo del rey desnudo. “Es un enfer-mo”, dijeron. Dijeron: “Está aca-bado”. El mesías convocado pararedimir la humillación de los ita-lianos del sur había sido tambiénel vengador de la derrota argen-tina en la guerra de las Malvinas,mediante un gol tramposo y otrogol fabuloso, que dejó a los in-gleses girando como trompos poralgunos años; pero a la hora dela caída, Maradona no fue másque un farsante pichicatero y pu-tañero, que había traicionado alos niños y había deshonrado al

deporte. Y hasta un fabricantede opinión que el tiempo olvida-rá en un ratito, para darse el lujode decir que el inolvidable Ma-radona le daba lástima. Y lo die-ron por muerto.

Los mismos periodistas que loperseguían con los micrófonoslo acusaban entonces, comoahora, de hablar demasiado. Noles faltaba, ni les falta razón; pe-ro eso no era, ni es, lo que nopodían ni pueden perdonarle:en realidad, no les gusta lo quedice porque cuando habla Ma-radona es tan incontrolable co-mo cuando juega.

Este petiso ha tenido y tienela costumbre de lanzar golpeshacia arriba. En México y enEstados Unidos, en el ’86 y el’94, ha sido su voz la que másfuerte ha denunciado a la dicta-dura de la televisión, que hapuesto al fútbol a su servicio yobliga a jugar al mediodía, bajoun sol que derrite las piedras.Ha sido y sigue siendo Marado-na el hombre de las preguntasinsoportables: el jugador, ¿es elmono del circo? ¿Por qué los ju-gadores no conocen las cuentassecretas de la FIFA, la todopo-derosa multinacional del fútbol?¿Por qué no pueden saber cuán-to dinero producen sus piernas?¿Por qué nunca los jugadoreshan sido consultados por la FI-FA a la hora de tomar decisio-nes? ¿Por qué se alteran las re-glas del fútbol sin que los juga-dores puedan decir ni pío? Jo-seph Blatter, burócrata del fút-bol que jamás ha pateado unapelota, pero anda en limusinasde ocho metros y con chofer ne-gro, se limitó a contestar: “Elúltimo astro argentino fue DiStéfano”.

Maradona resucitó, y estabasiendo otra vez, por lejos, lomejor de este Mundial. Pero lamáquina del poder se la teníajurada. El le cantaba las cuaren-ta. Eso tiene su precio, y el pre-cio se cobra al contado y sindescuentos. El propio Maradonaregaló la justificación por sutendencia suicida a servirse enbandeja en boca de sus muchosenemigos y esa irresponsabili-dad infantil que lo empuja aprecipitarse en cuanta trampa seabre en su camino.

Maradona se va. Ya el Mun-dial no será lo que venía siendo.Nadie se divierte y divierte tan-to charlando con la pelota. Na-die da tanta alegría como estemago que baila y vuela y resuel-ve partidos con un pase imposi-ble o un tiro fulminante. En elfrígido fútbol de fin de siglo,que exige ganar y prohíbe gozar,se va el hombre que nos demos-traba que la fantasía puede tam-bién ser eficaz.

Nos hemos quedado todos unpoquito más solos.

Publicado el 1° de julio de 1994.

La magia imperdonable Por Eduardo Galeano

Al pie del arcoiris, laolla de oro nos esperaa todos, ricos y po-bres, negros y blan-cos. En su reciente

reunión de Miami, los presiden-tes de las Américas han entona-do, una vez más, el unánimehimno de alabanza a la libertadde comercio. Con la excepciónde Cuba, que no fue invitada,los representantes de nuestrospaíses han repetido lo que todoslos días escuchamos proclamar:la libertad de comercio conducea la prosperidad y es sinónimode democracia.

Quizás no venga mal un repa-so, muy a vuelapluma, de losantecedentes de tan elogiadaseñora.● En nombre de la libertad decomercio, los piratas ingleses yholandeses, Drake, Morgan yotros neoliberales de la época,desvalijaban a los galeones espa-ñoles.● La libertad de comercio era lacoartada de los traficantes deesclavos, que arrancaron a quiénsabe cuántos millones de negrosdel Africa persignándose anteDios y las leyes del mercado.● La libertad de comercio impu-so a balazos el consumo de alco-hol a los indios de América delNorte, y a cañonazos impuso elopio en China.● Cuando EEUU se independizóde Inglaterra, lo primero quehizo fue prohibir la libertad decomercio. Las telas norteameri-canas, más caras y más feas quelas telas inglesas, fueron a partirde entonces obligatorias, desdeel pañal del bebé hasta la morta-ja del muerto.● Para imponer afuera la liber-tad de comercio que jamás prac-ticaron adentro, EEUU invadióa los países latinoamericanos aun ritmo de una invasión poraño. En nombre de la libertadde comercio, William Walkerrestableció la esclavitud enAmérica Central.● El latifundio esclavista fueestablecido en Paraguay, en elsiglo pasado, al cabo de unalarga guerra de exterminio. Lostres países invasores, Argentina,Brasil y Uruguay, enarbolaron labandera del libre comercio parareducir a cenizas al Paraguay.Este país, culpable de insolenciao locura, había osado poner obs-táculos a las mercancías de laindustria británica y habíacometido el atrevimiento de nodeber ni un centavo a nadie.● Gracias a la libertad decomercio, nuestros países se hanconvertido en bazares. Así hasido desde los lejanos tiempos enque los mercaderes y los banque-ros usurparon la independencia,que había sido arrancada aEspaña por nuestros ejércitosdescalzos, y la pusieron enventa. Entonces fueron aniquila-dos los pequeños talleres quepodían haber incubado a laindustria nacional. Los puertos ylas grandes ciudades, que arrasa-ron al interior, eligieron los deli-

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rios del consumo en lugar de losdesafíos de la creación. EnVenezuela he visto bolsitas deagua de Escocia, para acompañarel whisky. En Nicaragua, dondehasta las piedras transpiran achorros, he visto estolas de pielimportadas de Francia. En Perú,enceradoras eléctricas alemanas,en casas de pisos de tierras queno tienen electricidad. EnBrasil, palmeras de plástico traí-das de Miami.● La libertad de comercio es elúnico producto que los paísesdominantes fabrican sin subsi-dios, pero sólo con fines deexportación. El más feroz pro-teccionismo ha hecho posible elpoderío de los EEUU, el autoa-bastecimiento de Europa y laexpansión del Japón. Los japo-neses nunca dejaron entrar aHerodes a sus cumpleañosinfantiles; cuidándose mucho,han crecido tanto que han ter-minado por comprarse medioHollywood y el RockefellerCenter.● Todos los antecedentes indi-can que la libertad del dinero separece tanto a la libertad de la

gente como Búfalo Bill se pare-cía a San Francisco de Asís.Pero por respeto a la libertad decomercio, que es una forma dela libertad del dinero, los gobier-nos democráticos de España y

Francia no tuvieron más reme-dio que vender armas a las car-niceras dictaduras de Argentinay Uruguay, en años recientes. Yse supone que por idénticosmotivos, y muy a pesar, EEUU

se ve obligado a hacer unespléndido negocio vendiendoarmas a Arabia Saudita, que nosólo es su principal cliente sinoque además es, según AmnistíaInternacional, el país que másviola los derechos humanos enel mundo.● En 1954, a Guatemala se leocurrió practicar la libertad decomercio comprando petróleo ala Unión Soviética. EntoncesEEUU invadió Guatemala, y ennombre de la libertad de comer-cio la castigó a sangre y fuego.Pocos años después, tambiénCuba olvidó que su libertad decomercio consistía en aceptarlos precios que EEUU le impo-nía. Cuba compró petróleosoviético, las empresas nortea-mericanas se negaron a refinarloy ahí se armó todo el lío quedesembocó en Playa Girón y enel bloqueo. Han pasado más detres décadas, y Cuba sigueexpiando el pecado de creer quela libertad es libre.● El libre comercio de la ofertay la demanda, como los técnicosllaman a la dictadura de los pre-cios en el mercado, ha obligado

Datos para un prontuario al Brasil, en más de una ocasión,a arrojar al fondo del mar buenaparte de sus cosechas de café.No hace mucho, para defenderel precio de la lana, Australiatuvo que sacrificar y enterrar 37millones de ovejas, que bienpodían haber dado abrigo ycomida a tantos hambrientosque en el mundo son.● En la declaración de Miami,los presidentes de las Américasafirman que “una clave para laprosperidad es el comercio sinbarreras”. Para la prosperidad dequién, no queda claro. La reali-dad, que también existe y no esmuda, nos da algunas pistas. Larealidad nos informa que la librecirculación de las mercancías ydel dinero, que desde hace algu-nos años se viene abriendo pasoen América Latina, ha engor-dado más y más a los narcotrafi-cantes, que gracias a ella hanencontrado mejores máscaras yhan podido organizar con máseficacia sus circuitos de distribu-ción de drogas y lavado de dóla-res sucios.

También dice la realidad queesa luz verde está sirviendo paraque el norte del mundo puedadar rienda suelta a su filantropía,obsequiando al sur sus residuosnucleares y otras basuras.

Publicado el 17 de diciembre de 1994.

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Ecuador y Perú están disputando a balazos unafranja de frontera que es, al parecer, rica en oro yuranio.Esta guerra confirma una larga tradición latinoa-mericana, típica de una región del mundo organi-

zada para el divorcio de sus partes, el rencor mutuo y larecíproca aniquilación.

El odioso vecinoHace sesenta años, los dos países, más pobres de

América del Sur, Bolivia y Paraguay, se desangraronmutuamente disputando el petróleo que, según sedecía, yacía bajo el desierto del Chaco. Los soldadosdescalzos marcharon al matadero y se odiaron entre síen nombre de dos empresas, la Standard Oil ya laShell, que estaban interesadas en aquel pedazo demapa. Cuando callaron los cañones, al cabo de tresaños, habían muerto de baja o de sed noventa milparaguayos y bolivianos, en aquellos grises eriales, quenadie amaba, tierras resecas donde no cantaban lospájaros ni dejaba huellas la gente.

Más recientemente, otros dos pueblos perdieron cuatromil hijos en una guerra que fue llamada guerra del fútbol,porque en los estadios se encendió la chispa. El Salvadory Honduras, dos países centroamericanos con la mismaraíz y la misma desdicha, pudieron confirmar, en aquellosdías trágicos de 1969, que cada uno era enemigo del otroy que cada uno tenía la culpa de los problemas del otro.Los dictadores militares de ambos países, educados en laEscuela de las Américas de Panamá, declararon la guerray echaron leña al fuego, pero ningún general se hizo niun tajito. Durante muchos años, al fin y al cabo, el odiomutuo había sido la mejor coartada del poder: ¿los hon-dureños no tenían trabajo? Porque los salvadoreños se loquitaban. ¿Los salvadoreños pasaban hambre? Porque loshondureños los maltrataban.

Ellos se llamaban igualEn Ecuador escuché, una vez, una historia que retra-

ta bien estas costumbres de división que sirven al rei-nado ajeno. Se trata de ciertos hechos ocurridos nohace mucho, en la ladera de una montaña que bajahacia un lago en las cercanías de Quito. Allí había dosaldeas indígenas, que eran vecinas y se llamaban igual.Las dos –Pucará de Arriba y Pucará de Abajo– vivíande las ovejas y de lo poco que daba la tierra cultivadaen terrazas, pero estaban s obre todo dedicadas a odiar-se entre sí. Entre una y otra, había una iglesia. El cura

se moría de hambre, hasta que una noche enterró unaVirgen de madera, y le echó sal encima. A la mañanasiguiente, las ovejas escarbaron la tierra y apareció laMilagrosa.

La Virgen fue cubierta de ofrendas por las dos aldeas.Los hombres de cada Pucará se hincaban ante su efigie ycerrando los ojos rogaban por la muerte de los hombresde la aldea vecina. En la noche, unos y otros se asesina-ban a cuchillo, y después se decía:

Es la voluntad de la MilagrosaCada promesa era una venganza y así los dos pueblitos

llamados Pucará se exterminaron mutuamente. El cura sehizo rico. A los pies de la Virgen habían ido a parar lascosechas y los animales. Entonces una cadena hoteleramultinacional compró por monedas aquellas tierras sinnadie y a la orilla del lago levantó un centro turístico.

Los indios contra los indiosToda la historia de América sería inexplicable si no

se tomara en cuenta, como un factor siempre decisivo,la división del os vencidos. La conquista de América,por ejemplo, resultaría un enigma indescifrable sin lasferoces contradicciones internas de los imperios indíge-nas de México y Perú. Los ejércitos españoles no hubie-ran podido ni asomarse a esos vastos imperios, de nohaber sido por el apoyo de sus aliados indios enemigosde Moctezuma y de Atahualpa. Los números son elo-cuentes. Las fuerzas que vencieron a dos de los ejércitosmás poderosos del mundo de aquel tiempo eran ridícula-mente escasas: Hernán Cortés desembarcó en Veracruzacompañado por cien marineros, 508 soldados y 16caballos; Francisco Pizarro entró en Cajamarca con 180soldados y 37 caballos.

Pizarro encontró a la corona incaica desgarrada por lalucha entre sus dos grandes centros, el Cuzco y Quito, loque es como decir, en términos de geografía actual, Perúy Ecuador. Cuando Pizarro traicionó y degolló al incaAtahualpa, la muerte del hijo del sol fue llorada enQuito, pero en cambio el Cuzco celebró la infamia atodo júbilo y borrachera. Atahualpa, hijo de madre qui-teña, había aniquilado a su hermano Huáscar, que desdeel Cuzco pretendía el trono imperial, mientras los espa-ñoles desembarcaban en la costa. “Ya lo matarán comoél me mata”, fue lo último que dijo Huáscar. Despuésdel sacrificio de Atahualpa, otros hermanos suyos, cuz-queños enemigos de Quito, acompañaron a Pizarro en laconquista. Pizarro coronó al príncipe Manco Capac, queocupó un trono de latón hasta que se hartó de ser reychiquito, rey vasallo de otro rey, y después fue el turnodel príncipe Paullo.

Las dudosas banderasTres siglos después, los indios del Perú fueron la carne

de cañón de la guerra del Pacífico, que enfrentó al ejér-cito peruano con las tropas invasoras de Chile. En aque-lla guerra, Perú perdió las minas de salitre y las islasricas en guano y Bolivia quedó sin salida al mar.“Nuestros derechos nacen de la victoria, proclamó en1884 el gobierno de Chile, pero mientras el general chi-leno Patricio Lynch celebraba el triunfo, el empresarioinglés John Thomas North lo cobraba: fue North quiense quedó con el botín, que consistía en vastos territoriosricos en fertilizantes naturales imprescindibles para laagricultura europea de la época.

Como siempre ocurre en estas guerras entre vecinoslatinoamericanos, en la guerra del Pacífico no murieronlos generales, ni los presidentes, ni los empresarios quefinanciaron el horror. Muchos indios peruanos, en cam-bio, fueron obligados a vestir uniforme y a dar la vidapor la patria que los despreciaba, y a la hora de la derro-ta el escritor Ricardo Palma echó la culpa a “esa razaabyecta y degradada”. Los oficiales que habían mandadoa los indios al matadero habían huido gritando: “¡Vivala patria!”. En aquel tiempo, la próspera economíaperuana ocupaba también mano de obra venida deAfrica y del Asia. Negros y chinos eran peones esclavosen las obras del ferrocarril y en las plantaciones deexportación. Cuando cayó la ciudad de Lima, se desatóel caos. En el valle de Cañete, se alzaron los negros.

Pero sus furias no se descargaron contra los fugitivosamos blancos. Los negros vengaron sus siglos de humi-llación matando chinos, esclavos como ellos, a golpes depalo y machete.

Estamos sordosEsta es una enfermedad crónica. Los latinoamericanos

tenemos la mala costumbre de disparar con armas decaño torcido, que apuntan al costado.

Nuestros países son hijos de la organización imperialdel mundo y están encerrados dentro de fronteras quefueron dibujadas por manos ajenas. Nuestros gobiernoshablan mucho de integración, y mucho invocan aBolívar, pero dedican sus mejores energías a odiar alvecino y a despreciar lo que ignoran. Nada tiene deraro, en semejante cuadro de cosas, que sigamos siendosordos al sabio consejo del gaucho Martín Fierro, quedesde el siglo pasado nos viene advirtiendo que los her-manos han de ser unidos, que ésa es la ley primera, por-que mientras ellos se pelean, los devoran los de afuera.

Publicado el 2 de febrero de 1995.

Los hermanos sean unidos

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La sombra del miedo muerde lostalones del mundo, que anda que teanda, a los tumbos, dando sus últi-mos pasos hacia el fin de siglo.

Miedo de perder: perder el traba-jo, perder el dinero, perder la comi-

da, perder la casa, perder: no hayexorcismo que pueda proteger a na-die de la súbita maldición de la ma-la pata. Hasta el más ganador pue-de, de buenas a primeras, conver-tirse en perdedor, un fracasado in-digno de perdón ni compasión. Di-

cen que la gran carrera universaltiene por meta la cesta de monedas

de oro, que aguarda al pie del ar-coiris, pero por lo visto la carrera

corre, más bien, hacia ningunaparte.

La rifa del sigloEl miedo a perder el trabajo es

uno de los miedos más mando-nes, en estos días de los últimosaños del siglo. ¿Quién se salvadel miedo a la desocupación?¿Quién no teme ser un náufragode las nuevas tecnologías, o de lagloblalización, o de cualquierade los mares picados que en estemundo son?

Los oleajes que golpean varíande país a país: la ruina o la fugade las industrias locales, la pre-sión de la mano de obra baratade otras latitudes o el implacableavance de las máquinas, quehumillan a la mano humana consu productividad inigualable yque no exigen salario, ni vaca-ciones, ni aguinaldo, ni jubila-ción, ni indemnización por des-pido, nada más que la electrici-dad que las alimenta.

Es universal el miedo de reci-bir la carta que lamenta comuni-carle que nos vemos obligados aprescindir de sus servicios en ra-zón del ajuste de gastos o el redi-mensionamiento del personal ola restructuración de la empresa,o el eufemismo que se prefieraelegir para la notificación de lapena de fusilamiento. Cualquie-ra puede perder pie, en cualquiermomento y en cualquier lugar, ycualquier perdurable puede con-vertirse de un día para el otro enun desechable, un obsoleto, unprematuro viejo de 40 años, in-útil en este mundo donde nomerece existencia nada que nosea rentable.

El miedo genera impunidad. Elmiedo al desempleo, en el marcodel dramático crecimiento de lapoblación ``sobrante’’, permiteque se estéderrumbando impune-mente el valor del trabajo en to-do el planeta y que las contrata-ciones a destajo burlen los dere-chos laborales. Tómelo o déjelo,que la cola es larga. Esos dere-chos laborales, legalmente con-sagrados con valor universal,habían sido, en otros tiempos,frutos de otros miedos, los mie-dos del poder: el miedo a las lu-chas obreras y el miedo a la ame-

naza del comunismo, que tan alacecho parecía. Pero el poderasustado de ayer es el poder quehoy por hoy asusta, para ser obe-decido. Y el fin de siglo se estárifando, impunemente, las con-quistas del siglo entero, que tan-ta sangre, sudor y lágrimas habí-an costado.

La buena conductaEl miedo, padre de familia nu-

merosa, también genera odio. Enlos países del norte del mundo, yno sólo en ellos, el miedo de per-der el trabajo, o de no conseguir-lo, suele traducirse en odio con-tra los extranjeros de piel oscuraque ofrecen sus brazos a preciosde desesperación.

Es la invasión de los invadi-dos. Ellos vienen desde las tie-rras donde una y mil veces habí-an desembarcado las tropas colo-niales de conquista y las expedi-ciones militares de castigo. Losque hacen, ahora, este viaje alrevés, desafiando el naufragio, labala o la cárcel, no son soldadosobligados a matar: son trabajado-res obligados a vender sus brazosen Europa o en Estados Unidos,al precio que sea. Vienen deAfrica, de Asia, de América La-tina, y en estos últimos años,después del naufragio del poderburocrático, también vienen deleste de Europa. En los suburbiosdel mundo, ¿quién no sueña conmudarse a los centros de la pros-peridad?

Esos trabajadores, chivos emi-

sarios de la desocupación y detodas las desgracias, están tam-bién condenados al miedo. Va-rias espadas penden sobre los in-trusos: la siempre inminente ex-pulsión del país adonde han lle-gado huyendo del hambre, lasiempre posible explosión del ra-cismo, sus advertencias sangrien-tas, sus castigos: turcos incendia-dos, árabes acuchillados, negrosbaleados, mexicanos apaleados.Los inmigrantes pobres realizanlas tareas más pesadas y peor pa-gadas, en los campos y en las ca-lles. Después de las horas de tra-bajo, vienen las horas de peligro.Ninguna tinta mágica los bañapara hacerlos invisibles.

Paradójicamente, muchos tra-bajadores del sur del mundo emi-gran al norte, o intentan contraviento y marea esa aventura pro-hibida, mientras muchas fábricasdel norte emigran al sur. El dine-ro y la gente se cruzan en el ca-mino: el dinero de los países ri-cos viaja hacia los países pobresatraído por los jornales de un dó-lar y las jornadas sin horarios, ylos trabajadores de los países po-bres viajan, o quisieran viajar,hacia los países ricos, atraídospor las imágenes de felicidad quela publicidad ofrece o la esperan-za inventa. El dinero viaja sinfronteras ni problemas; lo reci-ben besos y flores y sones detrompetas. Los trabajadores queemigran emprenden una odiseaque a veces termina en las pro-fundidades del mar Mediterrá-neo o del mar Caribe.

Si se portan mal...Los países del sur del mundo

están metidos en el concursouniversal de la buena conducta,a ver quién ofrece salarios másenanos y más libertad para enve-nenar el medio ambiente. Lospaíses compiten entre sí, a brazopartido, para seducir a las gran-

Los trabajos y los miedos

des empresas internacionales.Las mejores condiciones para lasempresas son las peores condicio-nes desde el punto de vista delnivel de salarios, de la seguridaden el trabajo y de la salud de latierra y de la gente. A lo largo ya lo ancho del mundo, los dere-chos de los trabajadores se nive-lan hacia abajo, no hacia arriba.

Ya no gobiernan los presiden-tes, gobierna el miedo: los paísestiemblan ante la posibilidad deque el dinero no venga, o que eldinero huya. Si no se portanbien, dicen las empresas, nos va-mos a Filipinas, o a Tailandia, oa Indonesia, o a China, o a Mar-te. Portarse mal significa: aplicarimpuestos, aumentar salarios,formar sindicatos, defender lanaturaleza o lo que quede deella.

En 1995, la cadena de tiendasGAP vendía en Estados Unidoscamisas made in El Salvador. Porcada camisa vendida a veintedólares, los obreros salvadoreñosrecibían 18 centavos: menos deluno por ciento. Los obreros, ensu mayoría mujeres y niñas, quese deslomaban más de 14 horaspor día en el infierno de los ta-lleres, organizaron un sindicato.La empresa contratista echó a350. Vino la huelga. Hubo pali-zas de la policía, secuestros, pri-siones. A finales del 95, las tien-das GAP anunciaron que semarchaban a Asia.

Publicado el 28 de enero de 1998.

Por Eduardo Galeano

¿Guatemala? ¿Centroamérica?En el centro de América, es-tá Kansas. Guatemala no fi-gura en el mapa de los me-dios masivos de comunica-

ción, que fabrican la opinión pú-blica mundial. Sin embargo, ohmilagro, una mujer guatemalteca,Rigoberta Menchú, está ocupan-do, en estos últimos tiempos, bas-tante espacio. No por lo que elladenuncia, desde el país que vienede padecer la más larga y ferozmatanza del siglo veinte en lasAméricas: Rigoberta no es la de-nunciante, sino la denunciada.Una vez más, como es debido, lasvíctimas se sientan en el banqui-llo de los acusados.

Los gases de la infamiaDesde los Estados Unidos, fal-

taba más, se ha desatado estanueva guerra química de intoxi-cación masiva. La cosa empezócuando un antropólogo nortea-mericano consagró diez años desu vida a la investigación de lascontradicciones de Rigoberta y laresponsabilidad de la guerrilla enla represión que los indígenas hansufrido. “Vino a Guatemala, a es-tudiarnos como si fuéramos insec-tos”, comenta el escritor DanteLiano: “En su libro, invoca testi-gos y archivos. ¿Qué archivos haysobre la guerra reciente? ¿Le abriósus archivos el ejército?”. Hacepoco tiempo, el diputado BarriosKlee intentó consultar esos archi-vos y apareció con un tiro en lacabeza. El obispo Juan Gerardi,que también lo había intentado,terminó con el cráneo partido agolpes de piedra.

The New York Times dio difu-sión mundial al asunto. El diarioconfirmó y publicó las conclusio-nes del antropólogo: el testimo-nio “Yo, Rigoberta Menchú”, pu-blicado hace veintipico de años,contiene “inexactitudes y falseda-des”. Por ejemplo, el hermano deRigoberta, Patrocinio, no fuequemado vivo: fue fusilado yarrojado a una fosa común. O,por ejemplo: “Ella asistió, durantetres años, a un colegio privado”,lo que suena a internado suizo,pero se refiere a una escuelita deChichicastenango. Y así por elestilo, otros pelos en la leche.

Cortina de humoA partir de allí ardió, en regue-

ro internacional, la pólvora. Sú-bitamente, se han multiplicadolas voces que hablan de escánda-lo, que llaman mentirosa a Rigo-berta y que, de paso cañazo, des-autorizan al movimiento de resis-tencia indígena que ella expresa ysimboliza. Con sospechosa celeri-dad, se está elevando una cortinade humo ante cuarenta años detragedia en Guatemala, mágica-mente reducidos a la provocaciónguerrillera y a los líos de familia,esas “cosas de indios”.

No tuvo la misma repercusión,por cierto, el voluminoso y docu-mentado informe de la Iglesia,elaborado por la comisión que elobispo Gerardi presidió, y que fuedifundido, el año pasado, dos días

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antes de su asesinato. Miles detestimonios, recogidos en todo elpaís, fueron juntando los pedaci-tos de la memoria del dolor: 150mil guatemaltecos muertos, cin-cuenta mil desaparecidos, un mi-llón de exiliados y refugiados,doscientos mil huérfanos, cuaren-ta mil viudas. Nueve de cada diezvíctimas eran civiles desarmados,en su mayoría indígenas; y enocho de cada diez casos, la respon-sabilidad era del ejército o de susbandas paramilitares. El informehabla de la responsabilidaddirecta, la responsabilidad de lostíteres pagados. Sobre la otra, lade los titiriteros pagantes, bienvaldría la pena que los EstadosUnidos enviaran a todos sus an-tropólogos, y The New York Ti-mes movilizara a su cuerpo enterode redacción, para investigar el

asunto. Pero el Pentágono y laCasa Blanca bien pueden silbar ymirar para otro lado: los nortea-mericanos no tienen la más putaidea de dónde queda este país,Guatemala, de nombre pintores-co y difícil de pronunciar.

El Nobel y ellaLa campaña contra Rigoberta

llegó hasta Oslo. Ya hay quienesexigen que devuelva el Nobel, oque se lo quiten. El premio estádado y bien dado, ratificó el Co-mité noruego: “Los detalles invo-cados no son esenciales”, declarósu vocero.

Bueno fuera. El Nobel de laPaz, que Rigoberta ganó en el ‘92,no sólo fue la única conmemora-ción decente y justa de los qui-nientos años de eso que llamanDescubrimiento de América, sino

que, además, resultó un buen plu-merazo para un premio que nece-sitaba una limpieza. El PremioNobel de la Paz venía cargandomucha mugre desde 1906, cuan-do se lo dieron a Teddy Roose-velt, quien a los cuatro vientosproclamaba que la guerra purificaa los hombres, y más sucio fuequedando, con el paso del tiem-po, cuando fue recibido por otrosjefes guerreros, como, por ejem-plo, Henry Kissinger, quien debeal mundo muchas muertes y hasido el papá de Pinochet y otrosmonstruitos. Patas arriba: el mun-do al revés discute ahora si Rigo-berta merecía ese premio en lugarde discutir si ese premio la merecía.

El país y ellaLos indígenas son mayoría en

Guatemala. Pero la minoría do-

minante los trata, en dictadura oen democracia, como Africa delSur trataba a los negros en tiem-pos del apartheid. De cada seisguatemaltecos adultos, sólo unovota: los indios son buenos paraatraer turistas, para recoger lascosechas de algodón y de café, ypara servir de bestias de carga a laeconomía nacional y de blancode tiro al ejército. “Pareces in-dio”, dicen los mandones, que secreen blancos, a los hijos que seportan mal. Esa “sociedad guate-malteca” recibió la noticia delNobel como un balde de aguafría. “India relamida”, llaman aRigoberta, desde entonces, lasvoces del despecho, y también:“India igualada”. Y ahora: “Indiamentirosa”.

Ella se ha salido de su lugar yeso ofende. Que Rigoberta fue-

ra india y mujer, vaya y pase, yallá ella con su doble desgracia.Pero esta mujer india resultórebelde, imperdonable insolen-cia, y para colmo cometió luegola barbaridad de convertirse enuno de los símbolos universalesde la dignidad humana. A lospoderosos de Guatemala y delmundo, este desafío no les gustani un poquito.

El tiempo y ellaRigoberta viene de una familia

aniquilada, de una aldea arrasada,de una memoria quemada. Ellaha pasado los primeros veinteaños de su vida cerrando los ojosde los muertos que le han abiertolos ojos. El escritor vasco Bernar-do Atxaga le preguntó:

–¿Cómo puedes ser tan jodida-mente alegre?

–El tiempo –respondió–. Desdechiquitos, nos educan para enten-der el tiempo como tiempo queno termina nunca, aunque eltránsito por el mundo sea muycorto.

Está escrito en uno de los librossagrados:

–¿Qué es una persona en el ca-mino? Tiempo.

Rigoberta es hija del tiempo.Como todos los mayas, ha sidotejida por los hilos del tiempo. Yella suele decir:

–El tiempo teje despacio.A la larga, lentamente, el tiem-

po decidirá qué es lo que vale lapena recordar de todo esto. El pa-so de los días y de los años irá se-parando la paja del grano. Quizásel tiempo olvide que RigobertaMenchú recibió un Premio No-bel, pero seguramente el tiempono olvidará que ella recibe, cadadía, en las sierras indígenas deGuatemala y en tantos otros luga-res, un premio mucho más impor-tante que todos los nobeles: elamor de los indignados y el odiode los indignos.

Quienes apedrean a Rigoberta,ignoran que la están elogiando.Al fin y al cabo, como bien diceel viejo proverbio, son los árbolesque dan frutos los que reciben laspedradas.

Publicado el 17 de enero de 1999.

Disparen sobre Rigoberta

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Oriol Valls, que se ocupade los recién nacidosen un hospital de Bar-celona, dice que el pri-mer gesto humano es el

abrazo. Después de salir al mundo,al principio de sus días, los bebésmanotean, como buscando a al-guien.

Otros médicos, que se ocupande los ya vividos, dicen que losviejos, al fin de sus días, muerenqueriendo alzar los brazos.

Y así es la cosa, por muchasvueltas que le demos al asunto, ypor muchas palabras que le pon-gamos. A eso, así de simple, se re-duce todo: entre dos aleteos, sinmás explicación, transcurre elviaje.

La encrucijadaEn el otoño del ‘93, el periodis-

ta Juan Bedoian entrevistó a unmédico de guardia, en un hospitalpúblico de Río de Janeiro.

El hospital, ubicado en el barriomás copetudo de la ciudad, aten-día a mil pacientes por día, mu-chos de ellos pobres pobrísimos.

El médico contó:–La semana pasada, tuve que ele-

gir entre dos bebés. Aquí hay un solorespirador artificial. Los bebés llega-ron al mismo tiempo, ya moribun-dos, y yo tuve que decidir quién ibaa vivir y quién iba a morir.

Salvando a uno, mataba alotro. Matando a uno, salvaba alotro.

Yo no soy quién, pensó el mé-dico: que decida Dios. Pero élbien sabía que la vida y la muertedependían, en ese momento, deaquel único respirador. Aquellaúnica máquina, y Dios tenía pocoo nada que ver con el asunto.

Los bebés estaban en las últi-mas. No había tiempo para pen-sar, no había más remedio: de to-dos modos, hiciera lo que hiciera,el médico iba a cometer un cri-men. Si no hacía nada, cometíados.

El médico cerró los ojos, y de-

cidió: un bebé fue condenado amorir, y el otro fue condenado avivir.

El bautismoEl agua más fría del cielo bom-

bardeó Buenos Aires aquella tar-de de invierno de 1906.

A las cinco en punto, en plenodiluvio, lluviazón, helazón, nacióun niño en la calle Castro. El pa-dre arrancó al niño de los brazosde la madre, se lo llevó a la azo-tea y lo alzó, desnudito, ante lalluvia feroz. Y a la luz de los re-lámpagos lo ofreció a la lluvia,gritando a pleno pulmón, voz detrueno entre los truenos.

–¡Hijo mío, que las aguas del cie-lo te bendigan!

El recién nacido se pescó tre-menda pulmonía. Pasó cuatromeses de mal en peor. Y cuandoya lo daban por muerto, se salvó.

También se salvó de llamarsedescanso dominical. El padre, unanarquista pobre y poeta, siempreperseguido por la policía y por losacreedores, quiso llamarlo así enhomenaje a esa reciente conquis-ta obrera, pero el Registro Civilno le aceptó el nombre. Entoncesse reunieron los amigos, anarquis-tas pobres y poetas, siempre perse-guidos por la policía y por losacreedores, y discutieron el asun-to. Y fueron ellos quienes decidie-ron que se llamaría Cátulo. Cátu-lo Castillo, el niño que unoscuantos años después fue capaz deinventar “La última curda” y otrostangos de esos que son para escu-char de pie, sombrero en mano.

El porvenirMientras peinaba la muñeca,

Rita anunció:–Cuando yo sea grande, voy a ser

música.Horacio Tubio, que estaba le-

yendo el diario, levantó la vistapor encima de los lentes:

–Qué buena noticia –dijo, y qui-so saber qué instrumento iba a to-car.

–La flauta –dijo ella.Horacio se comprometió a ir a

su primer concierto:–Allí, en primera fila, estaré yo,

para aplaudirte.Rita lo miró, acostó la muñeca,

se encaramó al sillón y se puso asumar con los dedos. Sumó y su-mó, de dedo en dedo: después,meneó la cabeza y, muy severa-mente, dijo:

–Mirá, tío. A mí me parece queno vas a poder ir, porque vas a estarun poquitito muertito.

La tizaA contracorazón, sin alegría,

cumplía la tiza su trabajo de cadadía en una escuela de Praga.

Sufría la tiza, gemía. Chillandohacía lo que debía: la maestra laobligaba a dibujar, en el pizarrón,palabras despedazadas en sílabas,acribilladas de acentos, y núme-ros ordenados como soldaditosen fila.

Mientras los niños crecían, latiza encogía. Poquito cuerpo lequedaba, cuando la maestra la ti-ró al cesto de la basura.

La tiza despertó, un rato des-pués, en el fondo del bolsillo deuno de los alumnos.

Ese niño se sentó, en plena ca-lle, y dibujó sobre el asfalto. Conaquel último resto de tiza, el niñodibujó el viento. Y la tiza, feliz, nise dio cuenta de que se desvane-cía para siempre.

Las reglasChema jugaba con la pelota,

la pelota jugaba con Chema, lapelota era un mundo de coloresy el mundo volaba, libre y loco,flotaba en el aire, rebotaba don-de quería, picaba para aquí, sal-taba para allá, de brinco enbrinco: llegó la madre y mandóa parar.

Maya López atrapó la pelota yla guardó bajo llave, dijo queChema era un peligro para losmuebles, para la casa, para el ba-rrio y para la Ciudad de México ylo obligó a ponerse los zapatos, asentarse como es debido y a hacerlas tareas para la escuela.

–Las reglas son las reglas –dijo.

Chema alzó la cabeza:–Yo también tengo mis reglas

–dijo. Y dijo que, en su opinión,una buena madre debía obedecerlas reglas de su hijo: que me dejesjugar todo lo que quiera, que medejes andar descalzo, que no memandes a la escuela ni a nada pa-recido, que no me obligues a dor-mir temprano y que cada día nosmudemos de casa.

Y mirando el techo, comoquien no quiere la cosa, agregó:

–Y que seas mi novia.

La revelaciónCuando Ricardo Marchini

cumplió diez años de edad, sintióque la hora de la verdad había lle-gado.

–Vamos, Leo –dijo–. Tenemosque hablar.

Y se marcharon, calle arriba,los dos. Anduvieron un buen ratopor el barrio Saavedra, dandovueltas, en silencio. Leonardo sedetenía mucho, como tenía cos-tumbre, y después apuraba el pasopara alcanzar a Ricardo, que ca-minaba con las manos en los bol-sillos y el ceño fruncido.

Al llegar a la plaza, Ricardo sesentó. Tragó saliva. Apretó la ca-ra de Leonardo entre las manos y,mirándolo a los ojos, largó el cho-rro.

–Mirá Leo perdoná que te lo digapero vos no sos hijo de papá y mamáes mejor que lo sepas Leo que a voste recogieron de la calle.

Suspiró hondo:–Tenía que decírtelo, Leo.Leonardo había sido encontra-

do, cuando era muy chiquito,dentro de una bolsa negra de labasura, pero Ricardo prefirió aho-rrarle esos detalles.

Entonces, regresaron a casa.Ricardo iba silbando, Leonardomeneaba el rabo, saludando a losamigos: los vecinos lo querían,porque él era marrón y blanco,como el Platense, el club de fút-bol del barrio, que casi nunca ga-naba.

Publicado el 14 de febrero de 1999.

Por Eduardo Galeano

● Donde dice: Misión humani-taria, debe decir: Misión publi-citaria.

“La próxima guerra mundial sehará con piedras”, había anun-ciado Albert Einstein, pero a lavista está: no es exactamentecon piedras que se ejecutan susensayos.

Esta interminable misión hu-manitaria contra Yugoslavia es-tá dejando sin misiles a las po-tencias occidentales. Las empre-sas consagradas a la industriamás próspera del mundo estánfabricando nuevos misiles, a to-do vapor, para abastecer al Pen-tágono y a sus socios del otro la-do del mar. Lo mismo habíaocurrido, antes, en el caso deIrak. La demanda de misilesagotaba los stocks de la indus-tria bélica y de las fábricas dejuguetes. A fines del año pasa-do, en mi ciudad, Montevideo,el misil era uno de los juguetesmás solicitados por los niños co-mo regalo de Navidad.

En abril de este año, las armasutilizadas contra Yugoslavia hansido las más exitosas en la granferia bélica abierta en Río de Ja-neiro. En este gran supermerca-do de la muerte, el Latin Ameri-can Defentech, los clientes re-gionales se derritieron ante lasmaravillas venidas de los centrosde la Civilización. Las llamadasbombas inteligentes, que bastan-te burras parecen, y los avionesde combate fueron las estrellasde la fiesta. Las armas que estánactuando para la tele desde elcielo de los Balcanes fueron ad-miradas en los stands de Boeing,Daimler-Chrysler, Lockheed,Dassault, Royal Ordnance, Bri-tish Aerospace y otros benefac-tores de la humanidad angustia-dos por la tiranía de SlobodanMilosevic.

● Donde dice: Daños colatera-les, debe decir: Beneficios co-laterales.

Boeing, Daimler-Chrysler,General Motors, Ford, IBM, Mo-torola, Microsoft, Seagram ySony financiaron la recientereunión cumbre de la OTAN enWashington. Además de pagarunos cuantos millones de dólarescontantes y sonantes, proporcio-naron vehículos, computadoras,equipos de sonido y todo lo ne-cesario para que los altos digna-tarios pudieran llegar a su con-clusión más importante: estaguerra, primera ofensiva conjun-ta y en gran escala que la OTANemprende, servirá de modelo pa-ra las acciones futuras. Lo quetraducido significa: hay que ar-marse para las guerras que vie-nen. Y la orden vale tanto paralos bombardeadores como paratodos los posibles bombardeados.

Los muertos civiles matados opor matar, que ahora se llamandaños colaterales, sabrán com-prender. Ya el presidente Clin-ton había tenido la paciencia deexplicar, en vísperas de esta gue-rra, de qué se trata este asuntode Kosovo: la estabilidad inter-

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nacional es imprescindible “paradesarrollar más fuertes relacioneseconómicas y nuestras posibili-dades de vender en el mundoentero”. Ser policía del mundorinde dinero, aunque cuesta ca-ro: un sólo portaaviones, el por-taaviones Eisenhower, con todaslas armas que lleva encima, tieneun precio mayor que la suma detodos los presupuestos militaresde Irak, Irán, Siria, Libia, Coreadel Norte y Cuba. En el presu-puesto proyectado por Clintonpara el año próximo, los fondosmilitares son ocho veces mayo-res que los de educación, nueveveces mayores que los de salud yonce veces mayores que los dejusticia.

● Donde dice: Imperativomoral, debe decir: Impunidaddel poder.

Los bombardeos contra Irakno han cesado, faltaba más, peroahora Milosevic ha desplazado aSaddam Hussein en el papel es-telar del malo de la película. Alelegir a Milosevic como nuevoSatán, la OTAN le otorga razónde ser al frente de la resistencianacional, mientras Milosevicotorga razón de ser a la OTAN,que como toda organización mi-litar necesita un enemigo. “Lacara del Mal” es la cara de estedemonio serbio en la tapa del se-manario Newsweek, en su edi-ción del 19 de abril. Ese mismodía, el semanario Time, que cali-fica a Milosevic como “el verdu-go de Kosovo”, publica un mapade conflictos étnicos, con un da-to involuntariamente revelador:la represión contra los albanesesen Kosovo ha dejado un saldo dedos mil muertos, pero la repre-sión contra los kurdos en Tur-quía ha costado, en estos últimosaños, casi veinte veces más vidashumanas. Clinton declara, tam-bién el mismo día: “Actuar con-tra la limpieza étnica es un im-

perativo moral”. ¿Hasta dóndellega el imperativo moral? ¿SeráTurquía, país miembro de laOTAN, bombardeada por laOTAN? Mientras siga compran-do armas norteamericanas, Tur-quía no corre peligro.

“Actuamos contra Milosevic,y sólo contra Milosevic”, dicen yrepiten los bombardeadores. Pe-ro las víctimas de los bombarde-os están siendo los albaneses deKosovo en cuyo nombre se reali-zan, infinitas caravanas de refu-giados que huyen de las bombastanto como huyen de las tropasserbias, y el pueblo de Yugosla-via, que sin comerla ni beberlaestá pagando con vidas y bieneslos platos rotos. La versión de losbombardeados brilla por su au-sencia en la televisión y rara vezaparece en los demás medios. Elmundo libre se ha tomado la li-bertad de aniquilar las estacionesde radio y televisión de Belgra-do, con unos cuantos periodistasadentro, para que nadie incurraen el libertinaje de conocer laopinión ni la información delenemigo.

● Donde dice: Errores, debedecir: Horrores.

Inglaterra fue, otrora, reina delos mares. Los Estados Unidosson, hoy por hoy, reyes de loscielos. Los países europeos, casitodos gobernados por políticosque dicen ser socialistas, formansu vasta corte en esta guerra.Las grandes potencias militaresy tecnológicas del planeta estánreduciendo a cenizas, impune-mente, a un país que tiene ar-mas antiaéreas más bien prehis-tóricas.

Día tras día, se van multipli-cando las víctimas civiles. “En elcombate, no hay lugar para losplanteamientos éticos”, explicaun piloto, por televisión, durantela incesante pasarela de los mo-delos bélicos. “Los errores forman

parte de las guerras”, compruebaun portavoz de la OTAN. Erro-res se llaman los horrores que laimpunidad del poder comete. Lasbombas inteligentes atacan por

computadora y tienen un coefi-ciente intelectual tan alto queconfunden a los refugiados alba-neses con los militares serbios, alos hospitales con los cuarteles, alos ómnibus con los puentes, aBulgaria con Yugoslavia, a Pekíncon Belgrado. Nadie está a salvode tanta inteligencia: yo vivo a15 mil kilómetros del teatro deoperaciones, pero cada anoche-cer, por las dudas, subo a la azo-tea de mi casa, investigo el cieloy me persigno.

● Donde dice: Imperio de laley, debe decir: Imperio.

Esta guerra se está realizandosin el visto bueno del Consejo deSeguridad de las Naciones Uni-das y en abierta violación de to-das las normas internacionales,pero sus autores dicen que hacenlo que hacen en nombre del im-perio de la ley. El imperio de laley se arrodilla ante el Imperio, yel Imperio practica, como siem-pre, la ley del más fuerte, que esla única ley en la que de verascree. Los dueños del mundo ejer-cen la delincuencia, y así la reco-miendan en escala universal.Predican con el ejemplo.

Ya esta guerra llevaba casi unmes, cuando ocurrió la tragediadel colegio de Denver, Colora-do. El vicepresidente, Al Gore,pronunció un discurso en el en-

tierro de los doce estudiantes yun profesor acribillados a tirospor un par de muchachos enlo-quecidos.

Gore dedicó su discurso a ha-blar contra la cultura de la vio-lencia, pero no anunció que losEstados Unidos dejarán de fabri-carla. El país más envidiado y elmás imitado del planeta es elque más violencia produce yconsume: vende la mitad de lasarmas que el mundo compra yvende casi toda la sangre quechorrea por las pantallas de loscines, los televisores y las com-putadoras. Cultura de la violen-cia: sus habitantes tienen 230millones de armas de fuego, loque da casi un promedio de unarma por ciudadano, excluyendoa los bebés.

En esos días, el presidenteClinton dijo que la televisión, elcine y los videogames eran losprincipales responsables de lamatanza de Denver.Y ante la fre-cuencia con que ocurren carni-cerías en las escuelas y los cole-gios norteamericanos, un gruposde psiquiatras aconsejó a los pa-dres que instruyan a sus hijos so-bre la diferencia entre ficción yrealidad. Hasta ahora, que se se-pa, no ha habido padre capaz desemejante proeza.

Publicado el 16 de mayo de 1999.

Fe de erratasLa guerra de Yugoslavia

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Los uruguayos tenemoscierta tendencia a creerque nuestro país existe,pero el mundo no se ente-ra. Los grandes medios de

comunicación, los que tienen in-fluencia universal, jamás mencio-nan a esta nación chiquita y per-dida al sur del mapa.

Por excepción, hace unos me-ses, la prensa británica se ocupóde nosotros, en vísperas de la visi-ta del príncipe Carlos. Entonces,el prestigioso diario The Times in-formó a sus lectores que la leyuruguaya autoriza al marido trai-cionado a cortar la nariz de la es-posa infiel y a castrar al amante.The Times atribuyó a nuestra vidaconyugal esas malas costumbresde las tropas coloniales británicas:se agradece la gentileza, pero laverdad es que tan bajo no hemoscaído. Este país bárbaro, que abo-lió los castigos corporales en lasescuelas ciento veinte años antesque Gran Bretaña, no es lo queparece ser cuando se lo mira desdearriba y desde lejos. Si los perio-distas se bajaran del avión, podrí-an llevarse algunas sorpresas.

Los uruguayos somos poquitos,nada más que tres millones. Ca-bemos, todos, en un solo barrio decualquiera de las grandes ciudadesdel mundo. Tres millones deanarquistas conservadores: no nosgusta que nadie nos mande, y noscuesta cambiar. Cuando nos deci-dimos a cambiar, la cosa va en se-rio. Ahora soplan, en el país, bue-nos vientos de cambio. Ya vasiendo hora de que nos dejemosde ser testigos de nuestras desgra-cias. El Uruguay lleva muchotiempo estacionado en su propiadecadencia, desde las épocas enque supimos estar a la vanguardiade todo. Los protagonistas se ha-bían vuelto espectadores. Tresmillones de ideólogos políticos, yla política práctica en manos delos politiqueros que han converti-do los derechos ciudadanos en fa-vores del poder: tres millones dedirectores técnicos de fútbol y elfútbol uruguayo viviendo de lanostalgia; tres millones de críticosde cine, y el cine nacional no hapasado de ser una esperanza. Elpaís que es vive en perpetua con-tradicción con el país que fue. Lajornada de trabajo de ocho horasse impuso por ley, en el Uruguay,un año antes que en Estados Uni-dos y cuatro años antes que enFrancia; pero hoy día encontrartrabajo es un milagro, y más mila-gro es llenar la olla trabajando na-da más que ocho horas: sólo Jesúspodría, si fuera uruguayo y si fueratodavía capaz de multiplicar lospanes y los peces.

El Uruguay tuvo ley de divorciosetenta años antes que España, yvoto femenino catorce años antesque Francia; pero la realidad siguetratando a las mujeres peor quelos tangos, lo que ya es decir, y lasmujeres brillan por su ausencia enel poder político, escasas islas fe-meninas en un mar de machos.

Este sistema, cansado y estéril,no sólo traiciona su propia me-moria: además, sobrevive en

contradicción perpetua con la re-alidad. El país depende de lasventas al exterior de carnes, cue-ros, lanas y arroz, pero el campoestá en manos de pocos. Esos po-cos, que predican las virtudes dela familia cristiana pero echan alos peones que se casan, acaparantodo. Mientras tanto, quienquiere tierra para trabajar recibeun portazo en las narices; y quienalguna tierrita consigue, dependede créditos que los bancos otor-gan siempre al que tiene y jamásal que necesita. Hartos de recibirun peso por cada producto quevale diez, los pequeños producto-res rurales terminan buscandomejor suerte en Montevideo. Ala capital del país, centro del po-der burocrático y de todos los po-

deres, acuden los desesperados,esperando el trabajo que nieganlas fábricas cubiertas de telara-ñas. Muchos terminan recogien-do basura y muchos siguen viajedesde el puerto o el aeropuerto.

En materia de contradiccionesentre el poder y la realidad, gana-mos los campeonatos mundialesque el fútbol nos niega. En el ma-pa, rodeado por sus grandes veci-nos, el Uruguay parece enano.No tanto. Tenemos cinco vecesmás tierra que Holanda y cincoveces menos habitantes. Tene-mos más tierra cultivable que elJapón, y una población cuarentaveces menor. Sin embargo, sonmuchos los uruguayos que emi-gran, porque aquí no encuentransu lugar bajo el sol. Una pobla-ción escasa y envejecida: pocosniños nacen, en las calles se venmás sillas de ruedas que cocheci-tos de bebés. Cuando esos pocosniños crecen, el país los expulsa.Exportamos jóvenes. Hay urugua-yos hasta en Alaska y Hawaii.Hace veintitantos años, la dicta-dura militar arrojó a mucha genteal exilio. En plena democracia, laeconomía condena al destierro amucha gente más. La economíaestá manejada por los banqueros,que practican el socialismo socia-lizando sus fraudulentas banca-rrotas y practican el capitalismoofreciendo un país de servicios.

Para entrar por la puerta de servi-cio al mercado mundial, nos re-ducen a un santuario financierocon secreto bancario, cuatro va-cas atrás y vista al mar. En esaeconomía, la gente sobra, por po-ca que sea.

Modestia aparte, todo hay quedecirlo, también por buenos moti-vos mereceríamos figurar en laguía Guinness. Durante la dicta-dura militar, no hubo en el Uru-guay ni un solo intelectual impor-tante ni científico relevante ni ar-tista representativo, ni uno solo,dispuesto a aplaudir a los mando-nes. Y en los tiempos que corren,ya en democracia, el Uruguay fueel único país en el mundo que de-rrotó las privatizaciones en con-sulta popular: en el plebiscito de

fines del ‘92, el 72 por ciento delos uruguayos decidió que los ser-vicios públicos esenciales seguiránsiendo públicos. La noticia nomereció ni una línea en la prensamundial, aunque era una insólitaprueba de sentido común. La ex-periencia de otros países latinoa-mericanos nos enseña que las pri-vatizaciones pueden engordar lascuentas privadas de algunos polí-ticos, pero duplican la deuda ex-terna, como ocurrió en la Argen-tina, Brasil, Chile y México en losúltimos diez años; y las privatiza-ciones humillan, a precio de ba-nana, la soberanía.

El habitual silencio de los gran-des medios de comunicación evi-tó cualquier mínima posibilidadde que el plebiscito contagiara suejemplo fuera de fronteras. Pero,fronteras adentro, aquel acto co-lectivo de afirmación nacional acontraviento, aquel sacrilegiocontra la dictadura universal deldinero, anunció que estaba viva laenergía de dignidad, que el terrormilitar había querido aniquilar.

Valgan estas líneas, si de algovalen, como un fundamento devoto por el Encuentro Progresista.Ojalá las urnas confirmen, en es-tas elecciones, la vocación res-pondona del paradójico país don-de yo nací y volvería a nacer.

Publicado el 31 de octubre de 1999.

Por Eduardo Galeano

En mayo de 1999, un poetaderribó a un general. Des-de hace algunos miles deaños, como se sabe, sonlos generales quienes nor-

malmente derriban a los poetas.Esta inversión de la regla, que seha dado pocas veces o nunca,ocurrió en la Argentina, cuandoel poeta Juan Gelman logró queel general Eduardo Cabanillasfuera destituido de la alta jefatu-ra que ocupaba en el Ejército. Elpoeta demostró que el generalmentía: Cabanillas lo negaba,pero había sido uno de los jefesde un campo de concentración,en Buenos Aires, en los años dela dictadura militar.

En ese centro de tortura y ex-terminio, que funcionaba en untaller de automotores llamadoOrletti, habían estado presos elhijo y la nuera del poeta. El ca-dáver del hijo, Marcelo, aparecióaños después, metido en un to-nel con cemento. De la nuera,que estaba embarazada, nuncamás se supo.

En Orletti, trabajaban juntosoficiales argentinos, uruguayos ychilenos. Eran los tiempos delmercado común del horror: nohabía fronteras para el ejerciciode la tortura, el asesinato, la des-aparición de las víctimas, la vio-lación de mujeres y el robo debebés.

Mientras el general Cabani-llas caía en Buenos Aires, JuanGelman dejaba, en Montevi-deo, una carta dirigida al presi-dente uruguayo Julio MaríaSanguinetti: le pedía ayuda paraencontrar a su nieto, o nieta,nacido o nacida en el HospitalMilitar del Uruguay. Acompa-ñados por algunos militantes delos derechos humanos, Juan y sumujer, Mara La Madrid, habíanllevado adelante una investiga-ción digna de las mejores nove-las policiales inglesas. Habíapruebas de que la nuera y su hi-jo o hija recién nacido habíandesaparecido en la margen uru-guaya del río de la Plata.

Según las costumbres de esosaños, era muy probable que lanuera, María Claudia García Iru-reta Goyena, hubiera sido asesi-nada después de parir, pero eratambién muy probable que subebé hubiera sido entregado,quién sabe a quién, como botínde guerra.

A principios de junio de 1999,el presidente prometió ocuparsepersonalmente del caso. Pasaronlos meses, y nada. Cuando el po-eta pidió, públicamente, unacontestación, se desató una tor-menta universal de solidaridad.Llovieron sobre Montevideo dosmil pedidos de respuesta, indivi-duales o colectivos, firmados porescritores, artistas y científicosde veinte países. El presidenteuruguayo ya no podía seguir ca-llado. Su respuesta puede resu-mirse en la palabra Archívese. Elpresidente dijo que la averigua-ción solicitada requería “un mi-lagro”, como si Juan Gelman hu-biera acudido a la Virgen de

Una contradicciónllamada Uruguay

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Lourdes en vez de acudir, comoacudió, al presidente de una re-pública democrática, donde losmilitares deben obediencia alpoder civil.

La verdad y la justicia ¿son unmilagro en la democracia? ¿Notendrían que ser, más bien, unacostumbre? Ya el año anterior, elministro de Cultura, sí, de Cul-tura, había regresado muy con-tento desde París, según declaróa la prensa, porque había logradoque la expresión verdad y justi-cia fuera suprimida de una reso-lución oficial de la Unesco.

En el Uruguay rige una ley,confirmada por plebiscito, queimpide castigar los crímenes dela dictadura (que el presidente,en su respuesta a Gelman, insis-te en llamar “régimen de fac-to”), pero esa misma ley man-daba investigar tales crímenes,cosa que jamás se hizo. En lugarde exigirles que digan lo que sa-ben, como sería su obligaciónlegal, la autoridad rinde home-naje a los autores de esas haza-ñas contra la condición huma-na. Pocos días antes de que el

presidente enviara, por fin, unarespuesta que nada responde, elcomandante en jefe del Ejércitouruguayo ofreció un almuerzode desagravio a los militaresvioladores de todos los dere-chos. Allí estaban los matarifesuruguayos de Orletti: el coronelJorge Silveira, actual brazo de-recho del comandante en jefe,los coroneles José Nino Gavaz-zo y Manuel Cordero y otrosoficiales, jubilados o en activi-dad, que ya llevan veinte añoscreyendo que hay tintoreríascapaces de limpiarles el unifor-me para siempre manchado.

Por fatalidad profesional, lospoetas crean símbolos y generanmetáforas, aunque no lo quieranni lo sepan. La búsqueda de JuanGelman, que persigue el rastrode su nieto, o nieta, perdido operdida en la niebla del terrormilitar y de la amnesia civil,simboliza muchas preguntas demucha gente malherida por lasdictaduras, y por la bochornosaherencia de las dictaduras, en lospaíses latinoamericanos. Y el si-lencio del presidente uruguayo,

El poeta que busca y esperaque calla cuando calla y cuandohabla también, es la metáforaque mejor define la impotenciade un sistema político que ya notiene nada que decir y que notiene para ofrecer nada más quela mentira y el miedo.

En los años de las dictadurasmilitares que asolaron el sur,Juan Gelman publicó un poemasobre Fernando Pessoa. El imagi-naba que el gran poeta portuguésescribía cartas al Uruguay, desdeLisboa: qué están haciendo delsur/ decía/ de mi Uruguay/ decía.Y Juan también imaginaba quemañana van a llegar las cartasdel portugués y barrerán la triste-za/ mañana va a llegar el barcodel portugués al puerto de Mon-tevideo/ siempre supo que entra-ba a ese puerto y se volvía máshermoso.

Ahora es Juan, el gran poetaargentino, quien escribe cartas alUruguay. Pero éstas no son car-tas imaginarias. Como todos losque buscan a sus perdidos, él si-gue esperando respuesta.

Publicado el 14 de noviembre de 1999.

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Año 1915, año 2001: Emiliano Zapataentra en la ciudad de México por segun-da vez.Esta segunda vez viene desde La Reali-dad, para cambiar la realidad: desde la

Selva Lacandona llega para que se profundice elcambio de la realidad de todo México.

Desde que emergieron a la luz pública, los zapa-tistas de Chiapas están cambiando la realidad delpaís entero. Gracias a ellos, y a la energía creado-ra que han desencadenado, ya ni lo que era es co-mo era.

Los que hablan del problema indígena tendríanque empezar a reconocer la solución indígena. Alfin y al cabo, la respuesta zapatista a cinco siglos deenmascaramiento, el desafío de estas máscaras quedesenmascaran, está desplegando el espléndido ar-coiris que México contiene y está devolviendo laesperanza a los condenados a espera perpetua. Losindígenas, está visto, sólo son un problema paraquienes les niegan el derecho de ser lo que son yasí niegan la pluralidad nacional y niegan el dere-cho de los mexicanos a ser plenamente mexicanos,sin las mutilaciones impuestas por la tradición ra-cista, que enaniza el alma y corta las piernas.

Ante el mamarracho del proyecto de anexióny traición, ante el patético modelo de una Dis-neylandia de cuarta categoría, crece y crece estemovimiento que sigue siendo local, con sus raí-ces hundidas en la tierra de la que brotó, peroque ya es, también, nacional. Puede cambiar, es-tá cambiando, y en gran medida gracias al levan-

tamiento indígena de Chiapas, este país que esde todos, pero pertenece a poquitos y expulsa asus hijos. Porque está muy bien que el gobiernoquiera amparar a los mexicanos que se van, y quemueren al ritmo de uno por día por bala o porsed; pero más importante que el derecho de irsees el derecho de quedarse.

¿Y por qué tiene que meter la nariz un extranje-ro, vamos a ver, en estos asuntos mexicanos, si nisiquiera tiene un pinche dólar invertido en el pe-tróleo ni en nada? Pues ocurre que este movimien-to local, que se volvió nacional, se ha saltado lasfronteras hace rato. Democracia, justicia, dignidad:millones de personas, en todos los países, agrade-cemos a los zapatistas y a otros movimientos de losque mueven al mundo la resurrección de esas ban-deras en este mundo regido por la rentabilidad, lahumillación y la obediencia. Hay cada vez menosdemocracia en los tiempos de la globalización obli-gatoria; nunca tantos hemos sido gobernados portan pocos. Hay cada vez más injusticia en la distri-bución de los panes y los peces. Y la dignidad estácada vez más aplastada por la prepotencia del po-der universal, hoy por hoy encarnado en ese hués-ped grosero que ha sido capaz de sentarse en la me-sa de su anfitrión para ofrecerle el postre envene-nado de un bombardeo a Bagdad.

Nada de lo que en Chiapas ocurre, nada de loque ocurre en México nos es ajeno. En la patria dela solidaridad, no hay extranjeros. Somos milloneslos ciudadanos del mundo que ahí estamos sin es-tar estando.

Publicado el 11 de marzo de 2001.

Por Eduardo Galeano

Chiste 1La nafta con plomo agrega-

do fue un inventito norteame-ricano. Allá por los años vein-te, se impuso en los EstadosUnidos y en el mundo. Cuan-do el gobierno estadounidensela prohibió, en 1986, la gasoli-na con plomo estaba matandoadultos a un ritmo de cincomil por año, según la agenciaoficial que se ocupa de la pro-tección al ambiente. Además,según las numerosas fuentescitadas por el periodista JamieKitman en su investigaciónpara la revista The Nation, elplomo había provocado dañosal sistema nervioso y al nivelmental de muchos millones deniños, nadie sabe exactamentecuántos, durante sesenta años.Charles Kettering y AlfredSloan, directivos de la GeneralMotors, fueron los principalespromotores de este veneno.Ellos han pasado a la historiacomo benefactores de la medi-cina, porque fundaron un granhospital.

Chiste 2Ya los griegos y los romanos

sabían que el plomo era ene-migo de la sangre, el suelo, elaire y el agua. Eso no tiene na-da de nuevo. Sin embargo, al-gunos países siguen agregandoplomo a la nafta. Y mi país, elUruguay, pongamos por caso,llega más allá: castiga la buenaconducta. La nafta sin plomocuesta más cara. Quien conta-mina menos paga más.

Chiste 3Una empresa norteamerica-

na, Ethyl, y una empresa ingle-sa, Octel, venden afuera lo queestá prohibido adentro. El adi-tivo de plomo para la gasolinase exporta a los países que pue-den ser intoxicados impune-mente: casi toda el Africa y al-gunos otros países del sur delmundo. Para ser un negocio enagonía, no está tan mal. El ba-lance de 1999 reveló que Ethyltuvo una ganancia bruta de190 millones de dólares.

El problema de Jack el Des-tripador era que estaba malasesorado. El pobre Jack no te-nía agentes de relaciones pú-blicas que maquillaran su ima-gen, ni expertos en publicidadque bendijeran sus actos. Encambio, la empresa Ethyl, na-cida del matrimonio de Gene-ral Motors y Standard Oil, di-ce en su propaganda que “elrespeto por la gente” es el va-lor más importante que guíasus acciones y que hace lo quehace desarrollando “una cultu-ra basada en la confianza mu-tua y el respeto mutuo”. Y laempresa Octel explica: “Octelcontinúa desempeñando unpapel primordial en el procesouniversal de eliminación delos combustibles con plomo, através del suministro seguro yeficiente de plomo para com-

Una marchauniversal

Humornegro

bustibles, que seguirá brindan-do a sus clientes mientras elloslo requieran”. Una obra maestra:practicar el crimen es la mejormanera de colaborar en la luchacontra el crimen.

Chiste 4Según el último informe del

Banco Mundial, el quince porciento de la población del plane-ta devora la mitad de toda laenergía que el planeta consume.Los automóviles tragan buenaparte de esa mitad. En los paísesricos, hay 580 vehículos por ca-da mil habitantes; en los paísespobres, hay diez.

Los países ricos han prohibidola gasolina con plomo, pero sushabitantes de cuatro ruedas es-cupen otros venenos. De la ver-tiginosa motorización de las ca-lles proviene buena parte de losgases que recalientan el planeta,enloquecen el clima y perforanel ozono. Los automóviles soncada vez más numerosos y cadavez más grandes. Quizá las 4 x 4,que todos los niños del mundosueñan con tener, se llaman asíporque consumen cuatro vecesmás combustible que los autospequeños. Hágase nuestra volun-tad, así en la tierra como en elcielo: salvo los bebés, todos tie-nen automóvil propio en el paísque más energía traga y más ve-neno escupe. El país más glotóny derrochón contiene nada másque el 4 por ciento de la pobla-ción mundial, emite nada menosque el 24 por ciento del dióxidode carbono que agrede la atmós-fera y gasta dinerales en la publi-cidad que lo absuelve.

Una organización modesta-mente llamada Fuerza de Tareasde los Líderes Globales del Me-dio Ambiente del Mañana ha di-fundido un mapamundi ecológi-co, publicado con el mayor des-taque en la revista Newsweek yen otros medios, junto con untexto explicativo. Los LíderesGlobales demuestran que los pa-íses más ricos son los mejoresamigos de la naturaleza, los más

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“eco-friendly”, y los principalesculpables de las calamidadesecológicas del planeta sonBangladesh y Uganda.

Chiste 5El dióxido de carbono ¿ataca

la memoria? Habría que ver.En su campaña presidencial,George W. Bush había prome-tido que iba a limitar las emi-siones de gases tóxicos. Olvidósu promesa apenas abrió lapuerta de la Casa Blanca. Dijono al acuerdo internacional deKioto y confirmó así, una vezmás, que los únicos discursosque merecen ser creídos son losdiscursos no pronunciados.

Chiste 6El gobierno del planeta ¿es

un gobierno o un oleoducto?Las empresas petroleras fueronlas que más dinero aportaron ala campaña de Bush, que fue lamás cara de la historia. El pre-sidente había fundado la em-presa petrolera Arbusto Oil,que luego se llamó Bush Explo-ration y que fue finalmentevendida a la Harken Oil &Gas. El vice, Dick Cheney,acumuló su fortuna personaldesde la empresa petrolera Ha-lliburton. A la cabeza de la Se-guridad Nacional está Condo-leezza Rice, que integró el di-rectorio de la empresa petrole-ra Chevron entre 1991 y elaño 2000. Don Evans, secreta-rio de Comercio, fue presiden-te de la empresa petrolera TomBrown Inc. y director de la em-presa petrolera TMBR/SharpDrilling. Kathleen Cooper, quese ocupa del comercio en laSecretaría de Asuntos Econó-micos, fue ejecutiva de la em-presa petrolera Exxon. ThomasWhite, de la Secretaría de De-fensa, fue vicepresidente de laempresa petrolera Enron Cor-poration.

Chiste 7Podría llamarse Asociación

para el Exterminio del Planetay sus Alrededores. Pero no: sellama Centro Mundial para elMedio Ambiente.

Entre sus miembros figuranBritish Petroleum, Occiden-tal Petroleum, Exxon, Texa-co, International Paper, We-yerhaeuser, Novartis, Mon-santo, BASF, Dow Chemicaly Royal Dutch Shell. Todosestos amigos de la naturalezay de la especie humana, queperiódicamente se condeco-ran entre sí, anunciaron quela empresa Shell recibirá laMedalla de Oro del MedioAmbiente correspondiente alaño 2001. Entre los muchosméritos de la empresa, cabemencionar sus esfuerzos porarrasar el delta del Níger ypor lograr que la dictadura deNigeria enviara a la horca, en1995, al escritor Ken Saro-Wiwa y a otra gente molestaque andaba protestando.

Publicado el 3 de junio de 2001.

Por Eduardo Galeano

El año pasado, murió elhombre más viejo de In-glaterra. La vida de BertieFelstead había atravesadotres siglos: nació en el si-

glo diecinueve, vivió en el vein-te, murió en el veintiuno.El era el único sobreviviente deun célebre partido de fútbol, quese jugó en la Navidad de 1915.Jugaron ese partido los soldadosbritánicos y los soldados alema-nes. Una pelota apareció, venidano se sabe de dónde, y se echó arodar no se sabe cómo, entre lastrincheras. Entonces el campo debatalla se convirtió en campo dejuego, los enemigos arrojaron alaire sus armas y saltaron a dispu-tar la pelota, todos contra todos ytodos con todos.

Mucho no duró la magia. A losgritos, los oficiales recordaron alos soldados que estaban allí paramatar y morir. Pasada la treguafutbolera, volvió la carnicería.Pero la pelota había abierto unfugaz espacio de encuentro entreesos hombres obligados a odiarse.

● ● ●

El barón Pierre de Coubertin,fundador de las olimpíadas mo-dernas, había advertido: “El de-porte puede ser usado para la pazo para la guerra”.

Al servicio de la guerra mun-dial que estaban incubando, Hi-tler y Mussolini manipularon elfútbol. En los estadios, los jugado-res de Alemania y de Italia salu-daban con la palma de la manoextendida a lo alto. “Vencer omorir”, mandaba Mussolini, y porlas dudas la escuadra italiana notuvo más remedio que ganar lasCopas del Mundo en 1934 y en1938.

“Ganar un partido internacio-nal es más importante, para lagente, que capturar una ciudad”,decía Goebbels, pero la selecciónalemana, que lucía la cruz esvásti-ca al pecho, no tuvo suerte. Laguerra de conquista vino pocodespués; y el delirio de la purezaracial implicó también la purifi-cación del fútbol: trescientos ju-gadores judíos fueron borradosdel mapa. Muchos de ellos murie-ron en los campos alemanes deconcentración.

Años después, en América lati-na, las dictaduras militares tam-bién usaron el fútbol, al serviciode la guerra contra sus propios pa-íses y sus peligrosos pueblos. En elMundial del ‘70, la dictadura bra-sileña hizo suya la victoria de laselección de Pelé: “Ya nadie paraa este país”, proclamaba la publi-cidad oficial. En el Mundial del‘78, en un estadio que quedaba apocos pasos del Auschwitz argen-tino, la dictadura argentina cele-bró “su” triunfo, del brazo del in-faltable Henry Kissinger, mien-tras sus aviones arrojaban a losprisioneros vivos al fondo de lamar. Y en el ‘80, la dictadura uru-guaya se apoderó de la victoria lo-cal en el llamado “Mundialito”,un torneo entre campeones mun-diales, aunque fue entonces cuan-do la multitud se atrevió a gritar,

por primera vez, después de sieteaños de silencio obligatorio. Ru-gieron las tribunas: “Se va a aca-bar, se va a acabar, la dictaduramilitar...”

● ● ●

Hay partidos que terminan enbatallas campales, hay fanáticosque encuentran en el fútbol unbuen pretexto para el ejerciciodel crimen y en las gradas des-ahogan los rencores acumuladosdesde la infancia o desde la últi-ma semana. Como suele ocurrir,es la Civilización la que da lospeores ejemplos de barbarie. En-tre los casos de más triste memo-ria, se podría citar, por ejemplo,la matanza de 39 hinchas italia-nos del club Juventus a manosde los hooligans ingleses del Li-verpool, hace poco menos deveinte años.

Pero, ¿eso da para decir que elfútbol incuba huevos de serpien-te? En 1969, se llamó “guerra delfútbol” a la matanza entre hondu-reños y salvadoreños, porque laprimera chispa de ese incendio sehabía encendido en los estadios.Pero la guerra venía, en realidad,de mucho antes. Y su nombrementiroso logró ocultar una his-toria larga: la guerra fue la trágicadesembocadura de más de un si-glo de rencores entre dos pueblosvecinos, entrenados para odiarsemutuamente, pobres contra po-bres, por sucesivas dictaduras mi-litares fabricadas en la Escuela delas Américas.

El espejo no tiene la culpa dela cara, ni el termómetro tiene laculpa de la fiebre. Casi nuncaproviene del fútbol, aunque casisiempre lo parece, la violenciaque a veces hace eclosión en loscampos de juego. Es revelador loque está ocurriendo en la Argen-tina. La locura de las barras bra-vas no tiene nada de nuevo; perose han multiplicado los líos, losbalazos y los garrotazos, desde quese desencadenó esta última crisisque ha precipitado al país a una

caída en picada y ha dejado a losargentinos pataleando en el aire.

● ● ●

Los estadios de fútbol son losúnicos escenarios donde se abra-zan los etíopes y los eritreos. Du-rante los torneos interafricanos,los jugadores de esas seleccionesconsiguen olvidar por un rato lalarga guerra que periódicamenterebrota entre sus países.

Y después del genocidio queensangrentó a Rwanda, el fútboles el único instrumento de conci-liación que no ha fracasado. Loshutus y los tutsis se mezclan enlas hinchadas de los clubes y jue-gan juntos en los diversos equiposy en la selección nacional. El fút-bol abre un espacio para la resu-rrección del respeto mutuo quereinaba entre ellos, antes de quelos poderes coloniales, el alemánprimero y el belga después, los di-vidiera para reinar.

● ● ●

En Medellín, una de las ciuda-des más violentas del mundo, na-ció y se desarrolló el proyecto“Fútbol por la paz”, que durantealgún tiempo funcionó con mila-groso éxito. Mientras duró, de-mostró que no era imposiblecambiar balazos por pelotazos.

El fútbol resultó ser el únicolenguaje alternativo para las ban-das armadas de los diversos ba-

rrios, acostumbradas a dialogar atiros. Jugando al fútbol, los enemi-gos empezaron a conocerse entresí, al principio de muy mala mane-ra y en cada partido un poquitomejor. Y los muchachos empeza-ron a aprender que la guerra no esel único modo de vida posible.

● ● ●

Antes de cada partido, en cadaCopa del Mundo, los jugadoresescuchan y tararean sus himnospatrios. Por regla general, salvoalgunas excepciones, los himnoslos invitan a matar y a morir. Esoscánticos marciales profieren terri-bles amenazas, convocan a laguerra, insultan a los extranjerosy exhortan a hacerlos picadillo ocon gloria sucumbir en heroicosbaños de sangre.

Ya vamos para el campeonatomundial número diecisiete. A lolargo de los Mundiales se ha vistoque no faltan los jugadores dispues-tos a actuar como obedientes sol-dados, siempre dispuestos a castigarcon feroces patadas a los enemigosde la patria, y sobre todo a los quecometen la imperdonable ofensade jugar lindamente. Pero, la ver-dad sea dicha, la gran mayoría delos jugadores no ha hecho caso alas órdenes que sus himnos impar-ten, ni a los delirios épicos de cier-tos periodistas que compiten conlos himnos, ni a las instruccionescarniceras de algunos dirigentes ydirectores técnicos, ni a los clamo-res guerreros de unos cuantos ener-gúmenos en las gradas.

Ojalá los jugadores, o al menosla mayoría de los jugadores, se si-gan haciendo los sordos en elMundial que viene. Y que no seconfundan a la hora de elegir en-tre la guerra o la fiesta.

Publicado el 31 de mayo de 2002.

EMPIEZA EL MUNDIAL

La guerra o la fiesta

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¿Quién se queda con el agua? El monoque tiene el garrote. El mono desarmadomuere de sed. Esta lección de la prehis-toria abre la película 2001, Odisea delespacio. Para la odisea 2003, el presi-

dente Bush anuncia un presupuesto militarde mil millones de dólares por día. La indus-tria armamentista es la única inversión dig-na de confianza: hay argumentos que sonirrebatibles, en la próxima Cumbre de laTierra en Johannesburgo o en cualquier otraconferencia internacional.

● ● ●

Las potencias dueñas del planeta razonanbombardeando. Ellas son el poder, un podergenéticamente modificado, un gigantescoFrankenpower que humilla a la naturaleza:ejerce la libertad de convertir el aire en mu-gre y el derecho de dejar a la humanidad sincasa; llama errores a sus horrores, aplasta aquien se pone en su camino, es sordo a lasalarmas y rompe lo que toca.

● ● ●

Se alza la mar, y las tierras bajitas quedanpor siempre sepultadas bajo las aguas. Estoparece una metáfora sobre el desarrollo eco-nómico en el mundo tal cual es, pero no: setrata de una fotografía del mundo tal cual se-rá, en un futuro no tan lejano, según las pre-visiones de los científicos consultados por lasNaciones Unidas.

Durante más de dos décadas, las profecíasde los ecologistas merecieron burla o silen-cio. Ahora, los científicos les dan la razón.Y el 3 de junio de este año, hasta el propiopresidente Bush no tuvo más remedio queadmitir, por primera vez, que ocurrirán de-sastres si el recalentamiento global continúadañando el planeta. El Vaticano reconoceque Galileo no estaba equivocado, comentóel periodista Bill McKibben. Pero nadie esperfecto: al mismo tiempo, Bush anuncióque los Estados Unidos aumentarán en un43 por ciento, en los próximos dieciochoaños, la emisión de los gases que intoxicanla atmósfera. Al fin y al cabo, él preside unpaís de máquinas que ruedan comiendo pe-tróleo y vomitando veneno: más de doscien-tos millones de automóviles, y menos malque los bebés no manejan. A fines del añopasado, en un discurso, Bush exhortó a lasolidaridad, y fue capaz de definirla: “Dejaque tus niños laven el auto del vecino”.

● ● ●

La política energética del país líder delmundo está dictada por los negocios terrena-les, que dicen obedecer al alto cielo. Trasmi-tía mensajes divinos la finada empresa En-ron, fallecida por estafa, que fue la principalasesora del gobierno y la principal financista

de las campañas de Bush y de la mayoría delos senadores. El gran jefe de Enron, Ken-neth Lay, solía decir: “Creo en Dios y creoen el mercado”. Y el mandamás anterior te-nía un lema parecido: “Nosotros estamos dellado de los ángeles”.

Los Estados Unidos practican el terroris-mo ambiental sin el menor remordimiento,como si el Señor les hubiera otorgado uncertificado de impunidad porque han dejadode fumar.

● ● ●

“La naturaleza está ya muy cansada”, escri-bió el fraile español Luis Alfonso de Carva-llo. Fue en 1695. Si nos viera ahora.

Una gran parte del mapa de España se es-tá quedando sin tierra. La tierra se va; ymás temprano que tarde, entrará la arenapor las rendijas de las ventanas. De los bos-ques mediterráneos, queda en pie un quincepor ciento. Hace un siglo, los bosques cu-brían la mitad de Etiopía, que hoy es unvasto desierto. La Amazonia brasileña haperdido florestas del tamaño del mapa deFrancia. En América Central, a este paso,pronto se contarán los árboles como el cal-vo cuenta sus pelos.

La erosión expulsa a los campesinos deMéxico, que se marchan del campo o del pa-ís. Cuanto más se degrada la tierra en elmundo, más fertilizantesy pesticidas hay queusar. Según la Organización Mundial de laSalud, estas ayudas químicas matan tres mi-llones de agricultores por año.

Como las lenguas humanas y las humanasculturas, van muriendo las plantas y losanimales. Las especies desaparecen a un rit-mo de tres por hora, según el biólogo Ed-ward O. Wilson. Y no sólo por la deforesta-ción y la contaminación: la producción engran escala, la agricultura de exportación yla uniformización del consumo están ani-quilando la diversidad. Cuesta creer quehace apenas un siglo había en el mundomás de quinientas variedades de lechuga y287 tipos de zanahoria. Y 220 variedades depapa, sólo en Bolivia.

● ● ●

Se pelan los bosques, la tierra se hace des-ierto, se envenenan los ríos, se derriten loshielos de los polos y las nieves de las altascumbres. En muchos lugares la lluvia ha de-jado de llover, y en muchos llueve como sise partiera el cielo. El clima del mundo estápara el manicomio.

Las inundaciones y las sequías, los ciclonesy los incendios incontrolables son cada vezmenos naturales, aunque los medios insisten,contra toda evidencia, en llamarlos así. Yparece un chiste de humor negro que las Na-ciones Unidas hayan llamado a los años no-venta Década Internacional para la Reduc-ción de los Desastres Naturales. ¿Reducción?

Esa fue la década más desastrosa. Huboochenta y seis catástrofes, que dejaron cincoveces más muertos que los muchos muertosde las guerras en ese período. Casi todos, el96 por ciento para ser precisos, murieron enlos países pobres, que los expertos insistenen llamar “países en vías de desarrollo”.

● ● ●

Con devoción y entusiasmo, el sur delmundo copia, y multiplica, las peores cos-tumbres del norte. Y del norte no recibe lasvirtudes, sino lo peor: hace suya la religiónnorteamericana del automóvil y su despreciopor el transporte público, y toda la mitologíade la libertad de mercado y la sociedad deconsumo. Y el sur también recibe, con losbrazos abiertos, las fábricas más cochinas, lasmás enemigas de la naturaleza, a cambio desalarios que dan nostalgia de la esclavitud.

Sin embargo, cada habitante del norteconsume, en promedio, diez veces más pe-tróleo, gas y carbón; y en el sur sólo una decada cien personas tiene auto propio. Gulay ayuno del menú ambiental: el 75 porciento de la contaminación del mundo pro-viene del 25 por ciento de la población. Yen esa minoría no figuran, bueno fuera, losmil doscientos millones que viven sin aguapotable, ni los mil cien millones que cadanoche se van a dormir sin nada en la barri-ga. No es “la humanidad” la responsable dela devoración de los recursos naturales, nide la pudrición del aire, la tierra y el agua.

El poder se alza de hombros: cuando esteplaneta deje de ser rentable, me mudo aotro.

● ● ●

La belleza es bella si se puede vender y lajusticia es justa si se puede comprar. El pla-neta está siendo asesinado por los modelosde vida, como nos paralizan las máquinasinventadas para acelerar el movimiento ynos aíslan las ciudades nacidas para el en-cuentro.

Las palabras pierden sentido, mientraspierden su color la mar verde y el cielo azul,que habían sido pintados por gentileza de lasalgas que echaron oxígeno durante tres milmillones de años.

● ● ●

Esas lucecitas de la noche, ¿nos están es-piando? Las estrellas tiemblan de estupor yde miedo. Ellas no consiguen entender cómosigue dando vueltas, todavía vivo, este mun-do nuestro, tan fervorosamente dedicado asu propia aniquilación. Y se estremecen desusto, porque han visto que ya este mundoanda invadiendo otros astros del cielo.Derechos exclusivos de PáginaI12 para laArgentina

Publicado el 25 de agosto de 2002.

Por Eduardo Galeano

La mitad de los brasileñoses pobre o muy pobre, pe-ro el país de Lula es el se-gundo mercado mundialde las lapiceras Mont-

blanc y el noveno comprador deautos Ferrari, y las tiendas Ar-mani de San Pablo venden másque las de Nueva York.Pinochet, el verdugo de Allen-de, rendía homenaje a su vícti-ma cada vez que hablaba del“milagro chileno”. El nunca loconfesó, ni tampoco lo han di-cho los gobernantes democráti-cos que vinieron después, cuan-do el “milagro” se convirtió en“modelo”: ¿Qué sería de Chile sino fuera chileno el cobre, la vigamaestra de la economía, queAllende nacionalizó y que nuncafue privatizado?

● ● ●

En América nacieron, no enla India, nuestros indios. Tam-bién el pavo y el maíz nacieronen América, y no en Turquía,pero la lengua inglesa llama tur-key al pavo y la lengua italianallama granturco al maíz.

● ● ●

El Banco Mundial elogia laprivatización de la salud públi-ca en Zambia: “Es un modelopara el Africa. Ya no hay colasen los hospitales”. El diario TheZambian Post completa la idea:“Ya no hay colas en los hospi-tales, porque la gente se muereen la casa”.

Hace cuatro años, el periodistaRichard Swift llegó a los camposdel oeste de Ghana, donde seproduce cacao barato para Suiza.En la mochila, el periodista lle-vaba unas barras de chocolate.Los cultivadores de cacao nuncahabían probado el chocolate. Lesencantó.

Los países ricos, que subsidiansu agricultura a un ritmo de milmillones de dólares por día, pro-híben los subsidios a la agricul-tura en los países pobres. Cose-cha record a orillas del río Mis-sissippi: el algodón norteameri-cano inunda el mercado mun-dial y derrumba el precio. Cose-cha record a orillas del río Ní-ger: el algodón africano paga tanpoco que ni vale la pena reco-gerlo.

Las vacas del Norte ganan eldoble que los campesinos delSur. Los subsidios que recibe ca-da vaca en Europa y en EstadosUnidos duplican la cantidad dedinero que en promedio gana,por un año entero de trabajo,cada granjero de los países po-bres.

Los productores del Sur acudendesunidos al mercado mundial.Los compradores del Norte impo-nen precios de monopolio. Desdeque en 1989 murió la Organiza-ción Internacional del Café y seacabó el sistema de cuotas de pro-ducción, el precio del café andapor los suelos. En estos últimostiempos, peor que nunca: enAmérica Central, quien siembracafé cosecha hambre. Pero no se

S.O.S.

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película Casablanca (“Play itagain, Sam”).

Contra lo que se cree, Alí Ba-bá no era el jefe de los cuarentaladrones, sino su enemigo; yFrankenstein no era el mons-truo, sino su involuntario inven-tor.

● ● ●

A primera vista, parece in-comprensible, y a segunda vistatambién: donde más progresa elprogreso, más horas trabaja lagente. La enfermedad por excesode trabajo conduce a la muerte.En japonés, se llama karoshi.Ahora los japoneses están incor-porando otra palabra al diccio-nario de la civilización tecnoló-gica: karojsatsu es el nombre delos suicidios por hiperactividad,cada vez más frecuentes.

En mayo del ‘98, Francia redujola semana laboral de 39 a 35 ho-ras. Esa ley no sólo resultó eficazcontra la desocupación, sino queademás dio un ejemplo de raracordura en este mundo que haperdido un tornillo, o varios, o to-dos: ¿Para qué sirven las máquinas,si no reducen el tiempo humanode trabajo? Pero los socialistas per-dieron las elecciones y Francia re-tornó a la anormal normalidad denuestro tiempo. Ya se está evapo-rando la ley que había sido dictadapor el sentido común.

La tecnología produce sandí-as cuadradas, pollos sin plumasy mano de obra sin carne nihueso. En unos cuantos hospi-tales de Estados Unidos, los ro-bots cumplen tareas de enfer-mería. Según el diario TheWashington Post, los robots tra-bajan veinticuatro horas pordía, pero no pueden tomar de-

cisiones, porque carecen desentido común: un involuntarioretrato del obrero ejemplar enel mundo que viene.

● ● ●

Según los evangelios, Cristonació cuando Herodes era rey.Como Herodes murió cuatroaños antes de la era cristiana,Cristo nació por lo menos cuatroaños antes de Cristo.

Con truenos de guerra se cele-bra, en muchos países, la Noche-buena. Noche de paz, noche deamor: la cohetería enloquece a losperros y deja sordos a las mujeresy los hombres de buena voluntad.

La cruz esvástica, que los nazisidentificaron con la guerra y lamuerte, había sido un símbolode la vida en la Mesopotamia, laIndia y América.

● ● ●

Cuando George W. Bush pro-puso talar los bosques para aca-bar con los incendios forestales,no fue comprendido. El presi-dente parecía un poco más inco-herente que de costumbre. Peroél estaba siendo consecuentecon sus ideas. Son sus santos re-medios: para acabar con el dolorde cabeza, hay que decapitar alsufriente; para salvar al pueblode Irak, vamos a bombardearlohasta hacerlo puré.

● ● ●

El mundo es una gran parado-ja que gira en el universo. A estepaso, de aquí a poco, los propie-tarios del planeta prohibirán elhambre y la sed, para que no fal-ten el pan ni el agua.

Publicado el 10 de noviembre de 2002.

ha rebajado ni un poquito, que yosepa, lo que uno paga por beberlo.

● ● ●

Carlomagno, creador de la pri-mera gran biblioteca de Europa,era analfabeto.

Joshua Slocum, el primerhombre que dio la vuelta almundo navegando en solitario,no sabía nadar.

● ● ●

Hay en el mundo tantos ham-brientos como gordos. Los ham-brientos comen basura en los ba-surales; los gordos comen basuraen McDonald’s.

El progreso infla. Rarotonga esla más próspera de las islas Cook,en el Pacífico sur, con asombrososíndices de crecimiento económi-co. Pero más asombroso es el cre-cimiento de la obesidad entre sushombres jóvenes. Hace cuarentaaños, eran gordos once de cadacien. Ahora, son gordos todos.

Desde que China se abrió a es-ta cosa que llaman “economía demercado”, el menú tradicionalde arroz con verduras ha sido ve-lozmente desplazado por lashamburguesas. El gobierno chi-no no ha tenido más remedioque declarar la guerra contra laobesidad, convertida en epide-mia nacional. Lacampaña depropaganda difunde el ejemplodel joven Liang Shun, que adel-gazó 115 kilos el año pasado.

● ● ●

La frase más famosa atribuidaa Don Quijote (“Ladran, San-cho, señal que cabalgamos”) noaparece en la novela de Cervan-tes; y Humphrey Bogart no dicela frase más famosa atribuida a la

Paradojas

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016 Por Eduardo Galeano

En uno de sus cuentos, Os-valdo Soriano imaginó unpartido de fútbol en algúnpueblito perdido en la Pa-tagonia. Al equipo local,

nunca nadie le había metido ungol en su cancha. Semejanteagravio estaba prohibido, bajopena de horca o tremenda paliza.En el cuento, el equipo visitanteevitaba la tentación durante to-do el partido; pero al final el de-lantero centro quedaba solo fren-te al arquero y no tenía más re-medio que pasarle la pelota entrelas piernas.

Diez años después, cuando So-riano llegó al aeropuerto de Neu-quén, un desconocido lo estrujóen un abrazo y lo alzó con valijay todo:

“¡Gol, no! ¡Golazo! –gritó–.¡Te estoy viendo! ¡A lo Pelé lofestejaste! –y cayó de rodillas,elevando los brazos al cielo. Des-pués, se cubrió la cabeza–: ¡Quémanera de llover piedras! ¡Québiaba nos dieron!”

Soriano, boquiabierto, escu-chaba con la valija en la mano.

–¡Se te vinieron encima! ¡Eranun pueblo! –gritó el entusiasta. Yentonces, señalando a Sorianocon el pulgar, informó a los cu-riosos que se iban acercando–: Aéste, yo le salvé la vida.

Por Eduardo Galeano

El presidente del planeta anuncia supróximo crimen en nombre de Dios yde la democracia.Así calumnia a Dios. Y calumnia,también, a la democracia, que a duras

penas ha sobrevivido en el mundo a pesar delas dictaduras que los Estados Unidos vienensembrando en todas partes desde hace más deun siglo.

El gobierno de Bush, que más que gobiernoparece un oleoducto, necesita apoderarse de

la segunda reserva mundial de petróleo, queyace bajo el suelo de Irak. Además, necesitajustificar el dineral de sus gastos militares ynecesita exhibir en el campo de batalla los úl-timos modelos de su industria armamentista.

De eso se trata. Lo demás, son pretextos. Ylos pretextos para esta próxima carniceríaofenden la inteligencia. El único país que hausado armas nucleares contra la población ci-vil, el país que descargó las bombas atómicasque aniquilaron Hiroshima y Nagasaki, preten-de convencernos de que Irak es un peligro parala humanidad. Si el presidente Bush ama tanto

a la humanidad, y de veras quiere conjurar lamás grave amenaza que la humanidad padece,¿por qué no se bombardea a sí mismo, en vezde planificar un nuevo exterminio de pueblosinocentes?

Inmensas manifestaciones invadirán lascalles del mundo este 15 de febrero. La hu-manidad está harta de que sus asesinos lausen de coartada. Y está harta de llorar asus muertos al fin de cada guerra: esta vezquiere impedir la guerra que los va a matar.

Publicado el 11 de febrero de 2003.

HACIA LA MANIFESTACION DEL 15

Para decir NO

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como quien no quiere la cosa, ellector se mete en el libro y acom-paña las malandanzas de OsvaldoSoriano, Philip Marlowe, StanLaurel y Ollie Hardy, que de líoen lío, de tropezón en tropezón,van deambulando por todas par-tes sin llegar a ninguna.

● ● ●

Como en un ritual de inicia-ción, Soriano abrió su vida lite-raria rindiendo homenaje a susmaestros de la novela policial yel cine mudo. Eran, todos, perde-dores. Él nunca pudo tragar a losexitosos, que en estas páginas en-carnan John Wayne y CharlieChaplin, y en cambio se recono-ció siempre en los condenados ala ruina, la soledad y el olvido.Por ellos, los nacidos para perder,escribió Triste, solitario y final. Yperdió: presentó la novela alconcurso Casa de las Américas, yperdió. Ariel Dorfman votó enminoría, y la mayoría del juradopremió a otro.

A partir de entonces, Sorianofue un escritor de éxito. Pero élnunca se lo creyó. Ésa no era sumúsica, no sonaba como suya. Eléxito no lo cambióni un poquito,

aunque le agobió la vida, y quizáse la acortó, por las exigenciasque le impuso.

● ● ●

No tenía pasta de engrupido.Y más: está científicamente de-mostrado que se quedó calvo detanto tomarse el pelo a sí mis-mo. Así se ganó, en buena ley,el derecho a tomar el pelo a losdemás.

Los grandes mitos argentinos,mitos, manías, mitomanías, eranel blanco predilecto de sus chis-

“No te tomes en serionada que te haga reír”

tes, en las largas sobremesas y enlas noches de humo y amigos, ytambién eran el tema recurrentede su obra. Sus novelas, sus rela-tos y sus crónicas supieron reve-lar las derrotas que las victoriasdisimulan, las infamias que lasglorias disfrazan, el desamparo yel miedo escondidos bajo lasmáscaras de la arrogancia. Conojos implacables y entrañables,Soriano fue capaz de desnudar laridícula impostación de una so-ciedad educada en el pánico alridículo, a la que jamás miródesde afuera. Desde adentro,con dolor y con humor, arrojósus tortazos de crema a la carade chantas, fanfarrones y pura-pintas.

● ● ●

Era desopilante escuchar lasantiheroicas historias que le ha-bían ocurrido desde que nació.Mucho nos dio de reír a quienestuvimos la suerte de escucharlasen vivo y en directo.

Y no por casualidad fue esteperfecto antihéroe quien nosofreció, en sus obras, la contra-cara del sistema de valores queen el mundo manda. “No te to-

mes en serio nada que no te ha-ga reír”, había dicho alguien al-guna vez. Con divertida serie-dad, sin la menor solemnidad,Soriano se identificó con suspersonajes más desvalidos, vaga-bundos, delirantes, fracasados,especialistas en meter la pata yen vivir historias que siempreacababan mal. Y desde ellos es-cribió una comedia en la quetodos somos actores, y en cadalector encontró un cómplice pa-ra el largo atentado que come-tió, libro tras libro, contra unmundo que tan al revés recom-pensa y castiga.

No fue fácil. Trabajó muchoen eso, noche tras noche a lo lar-go de sus días, guiado por los crí-ticos que le merecían fe. Quierodecir: sus gatos, que a veces mau-llaban aprobación y a veces ledestrozaban las páginas que novalían la pena.

● ● ●

En el último diálogo de Triste,solitario y final, Philip Marlowepregunta al autor:

–Dígame, Soriano. ¿Por qué sele dio por meterse con el Gordo yel Flaco?

Y Soriano contesta:–Los quiero mucho.Así de simple podría ser nuestra

respuesta, si alguien nos pregunta-ra por qué seguimos recibiendo lavisita de los muchos amigos que élnos presentó escribiendo.

Publicado el 29 de junio de 2003.

Y les contó, con lujo de deta-lles, la tremenda gresca que sehabía armado al final del parti-do: ese partido que el autor ha-bía jugado en soledad, una no-che lejana, sentado ante la má-quina de escribir, el cenicerolleno de puchos y un par de ga-tos dormilones.

● ● ●

Él no escribía sobre sus perso-najes: escribía con ellos. Y en suslibros, abiertos, entrábamos, en-tramos, los lectores.

Cualquiera de nosotros podríadecir:

–No es que lo lea. Es que él meescribe.

Triste, solitario y final fue la pri-mera comunión, y desde enton-ces la ceremonia continuó en suslibros siguientes.

En esta novela inicial, el autorencuentra, en el camino, a undetective, nacido de otro autor, ycon él emprende la búsqueda deun par de cómicos perdidos en labruma del tiempo. Y tan convi-dante es el camino que basta leerestas páginas para que cualquierase convierta en autor, detective ycómico. Con toda naturalidad,

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Por Eduardo Galeano

No vale nada, o pocovale, la confesión deltorturado. Desde lostiempos de la SantaInquisición, se sabe

que no son creíbles, o bien po-co creíbles, las informaciones ylas confesiones arrancadas bajotortura, por la sencilla razón deque el dolor convierte a cual-quiera en gran novelista.

En cambio, el sistema de po-der confiesa su verdadera iden-tidad a través de las torturasque inflige. En las cámaras detormento, los que mandan searrancan la máscara.

Así ocurre en Irak, pongamospor caso. Para apoderarse deIrak a pesar de los iraquíes ycontra los iraquíes, las tropasde ocupación actúan con rea-lismo: predican la democracia yla libertad y practican la tortu-ra y el crimen. Quien quiere elfin quiere los medios. ¿O acasoalguien puede creer que existeotra manera de robar un país?

Lo demás es puro teatro: lasceremonias, las declaraciones,los discursos, las promesas y latransferencia de la soberanía,que pasa de los Estados Unidosa los Estados Unidos.

Ocurre que el poder no dicelo que dice. Por ejemplo: cuan-do dice “terrorismo en Irak”, enmuchos casos debería decir:“resistencia nacional contra laocupación extranjera”.

● ● ●

Cuando se publicaron las fo-tos y estalló el escándalo, lascumbres del poder político ymilitar cantaron a coro los sal-mos de su autoabsolución:

–Son casos aislados;–Son casos patológicos;–Son unas cuantas manzanas

podridas;–Son perversos que deshon-

ran el uniforme.Como de costumbre, el asesi-

no ha echado la culpa al cuchi-llo.

Pero esos soldados o policíasque enloquecen al prisionerodisparándole descargas de elec-tricidad, o sumergiéndole la ca-beza en la mierda, o partiéndoleel culo no son más que instru-mentos: funcionarios que se ga-nan el sueldo cumpliendo su ta-rea en horario de oficina. Algu-nos trabajan a desgano y otrosmeten fervor, como esas entu-siastas señoritas que se han foto-grafiado mientras humillaban asus torturados iraquíes y los ex-hibían como trofeos de cacería.Pero todos, los apáticos y los fer-vorosos, son burócratas del do-lor que actúan al servicio de unagigantesca máquina de picarcarne humana. ¿Locos? ¿Perver-sos? Puede ser; pero la coartadapatológica no absuelve al poderimperial que necesita la torturapara asegurar y ampliar sus do-

minios, porque ese poder estámucho más loco y es muchomás perverso que los instrumen-tos que utiliza. Y nada tiene deanormal que un poder atroz-mente injusto utilice métodosatroces para perpetuarse.

● ● ●

Nada tiene de anormal, tam-poco, que esos métodos atrocesno se llamen por su nombre.

Europa sabe que donde man-da capitán no manda marinero.La declaración de la Unión Eu-ropea contra las torturas enIrak no mencionó la palabratortura. Esa desagradable ex-presión fue sustituida por la pa-labra “abusos”. Bush y Blair ha-blaron de “errores”. Los perio-distas de la CNN y de otrosmedios masivos no pudieronutilizar la palabra prohibida.

Años antes, para que los pri-sioneros palestinos fueran legal-mente triturados, la SupremaCorte de Israel había autorizado“las presiones físicas modera-das”. Los cursos de torturas quedesde hace mucho tiempo reci-ben los oficiales latinoamerica-nos en la Escuela de las Améri-cas se denominan “técnicas deinterrogatorios”. En el Uruguay,que fue campeón mundial en lamateria durante los años de ladictadura militar, las torturas sellamaban, y se llaman todavía,“apremios ilegales”.

Según Amnistía Internacio-nal, la venta de aparatos de tor-tura en el mundo es un brillan-te negocio para unas cuantasempresas privadas de los Esta-dos Unidos, Alemania, Tai-wan, Francia y otros países, pe-ro esos productos industrialesson “medios de autodefensa” o

La confesión del torturador

“material de control de la de-lincuencia”.

● ● ●

En cambio, sí mencionaronla palabra tortura, con todas susletras, los encuestadores que in-terrogaron a la población de losEstados Unidos en el año 2001,poco después del derrumbe delas torres de Nueva York. Y casila mitad de la población, el 45por ciento, contestó que la tor-tura no le parecía mal “si seaplica contra los terroristas quese niegan a decir lo que saben”.

Seis años antes, sin embargo,a nadie se le hubiera ocurridotorturar al terrorista TimothyMcVeigh cuando se negó a darlos nombres de sus cómplices.La bomba que McVeigh pusoen Oklahoma mató a 168 per-sonas, incluyendo muchas mu-jeres y niños, pero él era blan-co, no era musulmán y había si-do condecorado en la primeraguerra de Irak, donde aprendióa cocinar puré de gente.

● ● ●

Contra el terrorismo, todovale. Lo ha proclamado el pre-sidente Bush, en mil ocasiones;y lo ha repetido el eco Blair.Ambos continúan brindandopor el éxito de sus cruzadas. Si-guen diciendo: “El mundo esahora un lugar mucho más se-guro”, mientras el mundo esta-lla y cada día la violencia gene-ra más violencia y más y más.

● ● ●

Guantánamo es el símbolodel mundo que nos espera.Seiscientos sospechosos, algu-nos menores de edad, languide-cen en ese campo de concen-

tración. No tienen ningún de-recho. Ninguna ley los ampara.No tienen abogados, ni proce-sos, ni condenas. Nadie sabenada de ellos, ellos no sabennada de nadie. Sobreviven enuna base naval que los EstadosUnidos usurparon a Cuba. Sesupone que son terroristas. Sison o no son es un detalle queno tiene la menor importancia.

Allí fue donde el general Ri-cardo Sánchez ensayó treinta ydos formas de tortura, llamadas“tácticas de presión e intimida-ción”, que luego implantó enlas prisiones de Irak.

● ● ●

Desde el derrumbe de las to-rres de Nueva York, la torturaviene recibiendo numerososelogios. Se ha desencadenadoun bombardeo de opiniones ju-rídicas y periodísticas abierta oveladamente favorables a estemétodo institucional de violen-cia, aunque nunca, o casi nun-ca, lo llaman como se llama.Estas apologías de la infamia,que provienen del poder, o defuentes cercanas, sostienen quela tortura es legítima para de-fender a la población desampa-rada ante las amenazas que ace-chan, porque hay medios de lu-cha de moralidad dudosa queresultan inevitables contra losinescrupulosos asesinos quepractican el terrorismo y lopromueven y que jamás dicenla verdad.

Pero, si así fuera, ¿a quiéneshabría que torturar? ¿Quiénesson los hombres que más hanmentido en este siglo veintiu-no? ¿Quiénes son los que másinocentes han matado, sin nin-gún escrúpulo, en sus guerras

terroristas de Afganistán y deIrak? ¿Quiénes son los que máshan contribuido a la multipli-cación del terrorismo en elmundo?

● ● ●

Ahora abundan los sorprendi-dos y los indignados, pero la tor-tura no fue utilizada por error nipor casualidad contra la pobla-ción iraquí. Las tropas de ocupa-ción la emplearon como era cos-tumbre, por órdenes muy supe-riores, a sabiendas de lo que ha-cían y de para qué lo hacían.¿Para qué? No hay ningunaprueba de que la tortura hayaservido nunca para evitar ni unsolo atentado terrorista. En elcaso de Irak, ni siquiera ha sidoútil para capturar a ninguno delos prófugos importantes. El más,Saddam Hussein, no cayó gra-cias a la tortura sino gracias aldinero que compró a un soplón.

La tortura arranca informa-ciones de escasa utilidad y con-fesiones de improbable veraci-dad. Y sin embargo, es eficaz.Por eso se ha aplicado y se con-tinúa aplicando: lo que es efi-caz es bueno, según los valoresque rigen el mundo. La torturaes eficaz para castigar herejías yhumillar dignidades, y sobre to-do es eficaz para sembrar elmiedo. Bien lo sabían los mon-jes de la Santa Inquisición ybien lo saben los jefes guerrerosde las aventuras imperiales denuestro tiempo: el poder noemplea la tortura para protegera la población, sino para ate-rrorizarla.

¿Será tan eficaz como el po-der cree que es?

Publicado el 4 de julio de 2004.

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Tan frágil que parecía y fue elmás duradero. Cada día cabalgacon más ganas, y no sólo por lamanchega llanura. Tentado porlos caminos del mundo, el perso-naje se escapa del autor y en suslectores se transfigura. Y enton-ces hace lo que no hizo, y dice loque no dijo.

Don Quijote jamás pronuncióla más famosa de sus frases. “La-dran, Sancho, señal que cabalga-mos” no figura en la obra de Cer-vantes. ¿Qué anónimo lector ha-brá sido el autor?

● ● ●

Metido en su armadura de la-tón, montado en su rocín ham-briento, don Quijote parece desti-nado a la derrota y al ridículo.

Este delirante se cree persona-je de novela de caballería y creeque las novelas de caballería sonlibros de historia. Sin embargo,no siempre cae despatarrado ensus lances imposibles, y a veceshasta aplica honrosas tundas alos enemigos que enfrenta o in-venta. Y ridículo es, qué dudacabe, pero entrañablemente ridí-culo. Cree el niño que una esco-ba es un caballo, mientras el jue-go dura, y mientras dura la lectu-ra los lectores acompañamos y

compartimos los andares estrafa-larios de don Quijote.

Reímos de él, sí, pero muchomás reímos con él.

● ● ●

“No te tomes en serio nada queno te haga reír”, me aconsejó al-guna vez un amigo brasileño. Y ellenguaje popular se toma en seriolos delirios de don Quijote y ex-presa la dimensión heroica que lagente ha otorgado a este antihé-roe. Hasta el Diccionario de laReal Academia Española lo reco-noce así. Quijotada es, según eldiccionario, “la acción propia deun quijote” y quijote es aquel que“antepone sus ideales a su conve-niencia y obra desinteresada ycomprometidamente en defensade causas que considera justas, sinconseguirlo”.

● ● ●

Dos veces pidió Cervantes em-pleo en América, y dos veces fuerechazado. Algunas versiones di-cen que era dudosa su limpieza desangre. Los estatutos prohibíanviajar a las colonias americanas aquien llevara en sus venas glóbu-los judíos, musulmanes o heréti-cos, que se trasmitían a lo largo deno menos de siete generaciones.

Quizá la sospecha de algún abueloo bisabuelo que fuera judío con-verso explica la respuesta oficial alas solicitudes de Cervantes: “Bus-que por acá en qué se le hagamerced”.

El no pudo venir a América.Pero su hijo, don Quijote, sí. Y enAmérica le fue de lo más bien.

● ● ●

En 1965, el Che Guevara escri-bió la última carta a sus padres.

Para decirles adiós, no citó aMarx. Escribió: “Otra vez sientobajo mis talones el costillar deRocinante. Vuelvo al camino conmi adarga al brazo”.

● ● ●

En sus malandanzas, evocabadon Quijote la edad dorada,cuando todo era común y no ha-bía tuyo ni mío. Después, decía,habían empezado los abusos, ypor eso había sido necesario quesalieran al camino los caballerosandantes, para defender a lasdoncellas, amparar a las viudas ysocorrer a los huérfanos y a losmenesterosos.

El poeta León Felipe creía quelos ojos y la conciencia de donQuijote “ven y organizan el mun-do no como es, sino como debiera

ser. Cuando don Quijote toma alventero ladrón por un caballerocortés y hospitalario, a las prosti-tutas descaradas por doncellashermosísimas, la venta por un al-bergue decoroso, el pan negro porpan candeal y el silbo del capadorpor una música acogedora, diceque en el mundo no debe haberni hombres ladrones ni amor mer-cenario ni comida escasa ni alber-gue oscuro ni música horrible”.

● ● ●

Unos años antes de que Cer-vantes inventara a su febril justi-ciero, Tomás Moro había contadola utopía. En el libro de TomásMoro, Utopía, u-topía significabano-lugar. Pero quizás ese reino dela fantasía encuentra lugar en losojos que lo adivinan, y en ellosencarna. Bien decía George Ber-nard Shaw que hay quienes obser-van la realidad tal cual es y se pre-guntan por qué, y hay quienesimaginan la realidad como jamásha sido y se preguntan por qué no.

Está visto, y los ciegos lo ven,que cada persona contiene otraspersonas posibles, y cada mundocontiene su contramundo. Esapromesa escondida, el mundo quenecesitamos, no es menos real queel mundo que conocemos y pade-cemos.

Bien lo saben, bien lo viven, losaporreados que todavía cometenla locura de volver al camino, unavez y otra y otra, porque siguencreyendo que el camino es un des-afío que espera, y porque siguencreyendo que desfacer agravios yenderezar entuertos es un dispara-te que vale la pena.

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Ayuda lo imposible a que lo po-sible se abra paso. Por decirlo entérminos de la farmacia de donQuijote: tan mágico es este bálsa-mo de Fierabrás, que a veces nossalva de la maldición del fatalismoy de la peste de la desesperanza.

¿No es ésta, al fin y al cabo, lagran paradoja del viaje humanoen el mundo? Navega el nave-gante, aunque sepa que jamástocará las estrellas que lo guían.

Publicado el 13 de febrero de 2005.

Por Eduardo Galeano

Nació en prisión estaaventura de la libertad.En la cárcel de Sevilla,“donde toda incomodi-dad tiene su asiento y

donde todo triste ruido hace habi-tación”, fue engendrado DonQuijote de la Mancha. El papá es-taba preso por deudas.

Exactamente tres siglos antes,Marco Polo había dictado su librode viajes en la cárcel de Génova,y sus compañeros de prisión habí-an escuchado, y escuchándolo ha-bían viajado.

● ● ●

Cervantes se propuso escribiruna parodia de las novelas decaballería. Ya nadie, o casi na-die, las leía. Estaban pasadas demoda. La tomadura de pelo fueun esfuerzo digno de mejor cau-sa. Y sin embargo, esa inútilaventura literaria resultó muchomás que su proyecto original,viajó más lejos y más alto y seconvirtió en la novela más po-pular de todos los tiempos y detodas las lenguas.

Merece gratitud eterna el ca-ballero de la triste figura. A donQuijote los libros de caballeríale habían quemado la cabeza,pero él, que se perdió por leer,salva a quienes lo leemos. Nossalva de la solemnidad y delaburrimiento.

● ● ●

Famosos estereotipos: don Qui-jote y Sancho Panza, el caballeroy su escudero, la locura y la cordu-ra, el soñador hidalgo con la cabe-za en las nubes y el labriego rústi-co de pata en tierra.

Es verdad que don Quijote sevuelve loco de remate cada vezque monta a Rocinante, perocuando desmonta suele decir fra-ses que vienen del más puro sen-tido común, y en ocasiones pare-ciera que se hace el loco sólo porcumplir con el autor o el lector.Y Sancho Panza, el ramplón, elbruto, sabe ejercer con ejemplarsutileza su gobierno de la ínsulade Barataria.

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Don Quijote de las paradojas

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Por Eduardo Galeano

El 22 de enero del año2002, Evo fue expulsadodel Paraíso.O sea: el diputado Mora-les fue echado del Parla-

mento.El 22 de enero del año 2006,

en ese mismo lugar de pomposoaspecto, Evo Morales fue consa-grado presidente de Bolivia.

O sea: Bolivia empieza a ente-rarse de que es un país de mayo-ría indígena.

Cuando la expulsión, un dipu-tado indio era más raro que pe-rro verde.

Cuatro años después, son

muchos los legisladores quemascan coca, milenaria cos-tumbre que estaba prohibidaen el sagrado recinto parla-mentario.

● ● ●

Mucho antes de la expulsiónde Evo, ya los suyos, los indíge-nas, habían sido expulsados de lanación oficial. No eran hijos deBolivia: eran no más que su ma-no de obra. Hasta hace poco másde medio siglo, los indios no po-dían votar ni caminar por las ve-redas de las ciudades.

Con toda razón, Evo ha di-cho, en su primer discurso presi-dencial, que los indios no fue-

ron invitados, en 1825, a la fun-dación de Bolivia.

Esa es también la historia detoda América, incluyendo a losEstados Unidos. Nuestras nacio-nes nacieron mentidas. La inde-pendencia de los países america-nos fue desde el principio usur-pada por una muy minoritariaminoría. Todas las primerasConstituciones, sin excepción,dejaron afuera a las mujeres, alos indios, a los negros y a los po-bres en general.

La elección de Evo Morales es,al menos en este sentido, equi-valente a la elección de Miche-lle Bachelet. Evo y Eva. Por pri-mera vez un indígena presidenteen Bolivia, por primera vez unamujer presidente en Chile. Y lomismo se podría decir del Brasil,donde por primera vez es negroel ministro de Cultura. ¿Acasono tiene raíces africanas la cultu-ra que ha salvado al Brasil de latristeza?

En estas tierras, enfermas deracismo y de machismo, no falta-rá quien crea que todo esto es unescándalo.

Escandaloso es que no hayaocurrido antes.

● ● ●

Cae la máscara, la cara asoma,y la tormenta arrecia.

El único lenguaje digno de fees el nacido de la necesidad dedecir. El más grave defecto deEvo consiste en que la gente lecree, porque trasmite autentici-dad hasta cuando hablando cas-tellano, que no es su lengua deorigen, comete algún errorcito.

Lo acusan de ignorancia los doc-tores que ejercen la maestría deser ecos de voces ajenas. Losvendedores de promesas lo acu-san de demagogia. Lo acusan decaudillismo los que en Américaimpusieron un Dios único, unrey único y una verdad única. Ytiemblan de pánico los asesinosde indios, temerosos de que susvíctimas sean como ellos.

● ● ●

Bolivia parecía ser no más queel seudónimo de los que en Boli-via mandaban, y que la exprimíanmientras cantaban el himno. Y lahumillación de los indios, hechacostumbre, parecía un destino.

Pero en los últimos tiempos,meses, años, este país vivía enperpetuo estado de insurrecciónpopular. Ese proceso de conti-nuos alzamientos, que dejó unreguero de muertos, culminó conla guerra del gas, pero venía deantes. Venía de antes y siguiódespués, hasta la elección de Evocontra viento y marea. Con elgas boliviano se estaba repitien-do una antigua historia de teso-ros robados a lo largo de más decuatro siglos, desde mediados delsiglo dieciséis:

la plata de Potosí dejó unamontaña vacía,

el salitre de la costa del Pacífi-co dejó un mapa sin mar,

el estaño de Oruro dejó unamultitud de viudas.

Eso, y sólo eso, dejaron.

● ● ●

Las puebladas de estos últimosaños fueron acribilladas a bala-

La segunda fundación de Bolivia

zos, pero evitaron que el gas seevaporara en manos ajenas,

desprivatizaron el agua en Co-chabamba y La Paz,

voltearon gobiernos goberna-dos desde afuera,

y dijeron no al impuesto al sa-lario y a otras sabias órdenes delFondo Monetario Internacional.

Desde el punto de vista de losmedios civilizados de comunica-ción, esas explosiones de digni-dad popular fueron actos de bar-barie. Mil veces lo he visto, leí-do, escuchado: Bolivia es un paísincomprensible, ingobernable,intratable, inviable. Los periodis-tas que lo dicen y lo repiten seequivocan de in: deberían confe-sar que Bolivia es, para ellos, unpaís invisible.

● ● ●

Nada tiene de raro. Esa cegue-ra no es solamente una mala cos-tumbre de extranjeros arrogan-tes. Bolivia nació ciega de sí,porque el racismo echa telarañasen los ojos, y por cierto que nofaltan los bolivianos que prefie-ren verse con los ojos que losdesprecian.

Pero por algo será que la ban-dera indígena de los Andes rindehomenaje a la diversidad delmundo. Según la tradición, esuna bandera nacida del encuen-tro del arcoiris hembra con el ar-coiris macho. Y este arcoiris dela tierra, que en lengua nativa sellama tejido de la sangre que fla-mea, tiene más colores que el ar-coiris del cielo.

Publicado el 28 de enero de 2006.

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En el escenario de la cor-dura, un ataque de locura.En un templo consagradoa la adoración del fútboly al respeto de sus reglas,

donde la Coca-Cola regala feli-cidad, Master Card otorga pros-peridad y Hyundai brinda velo-cidad, se disputan los últimosminutos del último partido delcampeonato mundial.

Este es, también, el últimopartido del mejor jugador, el másadmirado, el más querido, queestá diciendo adiós al fútbol. Losojos del mundo están puestos enél. Y súbitamente este rey de lafiesta se convierte en un toro fu-rioso y embiste a un rival y lovoltea, de un cabezazo al pecho,y se va.

Se va echado por el árbitro ydespedido por la rechifla del pú-blico, que iba a ser una ovación.Y no sale por la puerta grande,sino por el triste túnel que con-duce a los vestuarios.

En el camino, pasa junto a lacopa de oro reservada al equipocampeón. El ni la mira.

● ● ●

Cuando este Mundial empezó,los expertos dijeron que Zinedi-ne Zidane estaba viejo.

Mariano Pernía, el argentinoque juega en la selección espa-ñola, comentó:

–Viejo es el viento, y sigue so-plando.

Y Francia derrotó a España yZidane fue, en ese partido y enlos partidos siguientes, el más jo-ven de todos.

Después, al fin del campeona-to, cuando ocurrió lo que ocu-rrió, fue fácil atacar al malo de lapelícula. Pero era, y sigue siendo,difícil comprenderlo. ¿Será ver-dad? ¿No será una pesadilla, unsueño equivocado? ¿Cómo pudoabandonar a los suyos cuandomás lo necesitaban? Horacio Eli-zondo, el árbitro, le sacó la rojacon toda razón, pero ¿por qué Zi-dane hizo lo que hizo?

Según parece, el zaguero ita-liano Marco Materazzi le ofrecióalgunos de esos insultos que losenergúmenos suelen chillar des-de las tribunas de los estadios.Zidane, musulmán, hijo de arge-linos, había aprendido a defen-derse, allá en la infancia, cuan-do recibía ataques así en los su-burbios pobres de Marsella. Co-noce bien esos insultos, pero leduelen como la primera vez; ysus enemigos saben que la pro-vocación funciona. Más de unavez le han hecho perder los es-tribos de esta sucia manera, yMaterazzi no es, que digamos,famoso por su limpieza.

Este Mundial estuvo signadopor las consignas que las selec-ciones enarbolaron, al comienzode los partidos, contra la pesteuniversal del racismo, y Zidane,militante de esa causa, fue unode los jugadores que lo hizo po-sible.

El tema arde. En vísperas deltorneo, el dirigente político fran-cés JeanMarie Le Pen proclamó

que Francia no se reconocía ensus jugadores, porque eran casitodos negros y porque su capi-tán, el árabe éste, no cantaba elhimno. El vicepresidente del Se-nado italiano, Roberto Caldero-li, le hizo eco opinando que laselección francesa estaba com-puesta por negros, islamistas ycomunistas, que preferían la In-ternacional a la Marsellesa y laMeca a Belén. Algún tiempo an-tes, el entrenador de la selecciónespañola, Luis Aragonés, habíallamado negro de mierda al juga-dor francés Thierry Henry, y elpresidente perpetuo del fútbolsudamericano, Nicolás Leoz, pre-sentó su autobiografía diciendoque él había nacido en un pue-blo donde vivían quinientas per-sonas y tres mil indios.

● ● ●

Pero, ¿se puede reducir a uninsulto, o a varios insultos, estatragedia del ganador que eligeser perdedor, el astro que renun-cia a la gloria cuando la está ro-zando con la mano?

Quizá, quién sabe, esa locaembestida fue, aunque Zidane nolo quisiera ni lo supiera, un rugi-do de impotencia.

Quizá fue un rugido de impo-tencia contra los insultos, los co-dazos, las escupidas, las pataditasarteras, las simulaciones de losexpertos en revolcones, maestrosdel ay de mí, y contra las artes deteatro de los farsantes que te ma-tan y ponen cara de yo no fui.

O quizá fue un rugido de im-potencia contra el éxito arrolla-dor del fútbol feo, contra la mez-quindad, la cobardía y la avariciadel fútbol que la globalización,enemiga de la diversidad, nos es-tá imponiendo. Al fin y al cabo,a medida que el campeonato

avanzaba, se iba haciendo cadavez más claro que Zidane no erade este circo. Y sus artes de ma-gia, su señorío, su melancólicaelegancia, merecían el fracaso,así como el mundo de nuestrotiempo, que fabrica en serie losmodelos del éxito, merecía estemediocre campeonato mundial.

● ● ●

Y de alguna manera tambiénse puede decir que Italia merecíala Copa, porque todas las selec-ciones, quién más, quién menos,jugaron a la italiana y con elmismo esquema de juego, líneade cuatro atrás, defensa cerrada ygoles robados por contraataque.

Se impuso Italia, como teníaque ser. Al fin y al cabo, el ce-rrojo, el catena-ccio, le ha dadomuchos bostezos, pero tambiénle ha dado cuatro trofeos mun-diales. Y a lo largo de esta cuartavictoria sólo recibió dos goles,uno en contra y otro de penal, yen la retaguardia, no en la van-guardia, tuvo sus mejores jugado-res: Buffon, arquero, y Cannava-ro, zaguero.

Ocho jugadores de la Juventusllegaron a la final en Berlín: cin-co jugando por Italia y tres porFrancia. Y se dio la casualidad deque la Juventus era la escuadramás comprometida en los chan-chullos que se destaparon pocoantes del Mundial. De las manoslimpias a los pies limpios: la jus-ticia italiana parecía decidida amandar al exilio, a la serie B y ala serie C, a los clubes más pode-rosos, incluyendo a la Lazio, a laFiorentina y al Milan del virtuo-so Silvio Berlusconi, que practi-có el fraude y la impunidad en elfútbol, en los negocios y en elgobierno. Los jueces comproba-ron toda una colección de trapi-

sondas, compra de árbitros, com-pra de periodistas, falsificaciónde contratos, adulteración de ba-lances, reparto de posiciones enla liga italiana, manipulación delos programas de la tele.

Un ministro del gobiernoanunció la amnistía si Italia ga-naba el Mundial. Italia ganó.¿Quedará todo en la nada, unavez más y como siempre? A Zi-dane el juez lo echó por muchomenos.

● ● ●

Alguien, no sé quién, supo re-sumir así esta Copa 2006:

–Los jugadores tienen unaconducta ejemplar. No beben,no fuman, no juegan.

Los que de vez en cuando em-bocaban al arco, no jugaban lin-do, y los que jugaban lindo nun-ca embocaban al arco. Toda elAfrica quedó afuera, desde tem-prano, y al rato nomás tambiénmarchó al exilio toda Américalatina.

El campeonato mundial seconvirtió en una eurocopa.

Los resultados recompensabanesto que ahora llaman sentidopráctico: altos muros defensivosy adelante algún goleador, unLlanero Solitario, implorandoun favorcito de Dios. Como sue-le ocurrir en el fútbol y en la vi-da, pierde el que mejor juega ygana el que juega a no perder.

Los penales ayudaron a la in-justicia. Hasta 1968, los partidosdifíciles se definían al vuelo deuna moneda. De alguna manera,así sigue siendo. Concluido elalargue, los penales se parecendemasiado al capricho del azar.Argentina fue más que Alema-nia y Francia más que Italia, pe-ro unos pocos segundos pudieronmás que dos horas de juego y Ar-

gentina tuvo que volverse a casay Francia perdió la Copa.

● ● ●

Poca fantasía se vio. Los artis-tas dejaron lugar a los levantado-res de pesas y a los corredoresolímpicos, que al pasar pateabanuna pelota o un rival.

Tan aburrido resultó el Mun-dial que los dueños del negociono han tenido más remedio queponerse a imaginar proyectos pa-ra inyectar entusiasmo al decaí-do espectáculo. Una de las ideasnacidas en el seno de la FIFApropone castigar el empate concero puntos. Otra sugiere agran-dar los arcos para aumentar losgoles. Y otra, si no te gusta la so-pa dos platos, proyectan una Co-pa cada dos años.

Pero el fútbol profesional, es-pejo del mundo, juega por ganar,no por disfrutar, y el cálculo decostos se burla de estas inútilespiruetas imaginarias de los buró-cratas que comandan el fútbolmundial.

Menos mal que el fútbol profe-sional no es todo el fútbol. Bastacon asomarse a las calles, a lasplayas, a los campitos, para com-probar que todavía la pelota pue-de rodar con alegría.

En el fútbol profesional, el quesale en la tele, poca alegría se ve.Parecemos condenados a la nos-talgia del viejo tiempo de loscinco forwards, y a la triste com-probación de que ahora nos que-da uno solo, y al paso que vamosni uno quedará: todos atrás, na-die adelante.

Como ha comprobado el zoó-logo Roberto Fontanarrosa, eldelantero y el oso panda son es-pecies en extinción.

Publicado el 16 de julio de 2006.

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¿Obama probará, desde el go-bierno, que sus amenazas gue-rreras contra Irán y Pakistánfueron no más que palabras,proclamadas para seducir oí-

dos difíciles durante la campañaelectoral?

Ojalá. Y ojalá no caiga ni porun momento en la tentación derepetir las hazañas de George W.Bush. Al fin y al cabo, Obama tu-vo la dignidad de votar contra laguerra de Irak, mientras el PartidoDemócrata y el Partido Republi-cano ovacionaban el anuncio deesa carnicería.

Durante su campaña, la palabraleadership fue la más repetida enlos discursos de Obama. Durantesu gobierno, ¿continuará creyendoque su país ha sido elegido parasalvar el mundo, tóxica idea quecomparte con casi todos sus cole-gas? ¿Seguirá insistiendo en el li-derazgo mundial de los EstadosUnidos y su mesiánica misión demando?

Ojalá esta crisis actual, que estásacudiendo los cimientos imperia-

les, sirva al menos para dar un ba-ño de realismo y de humildad aeste gobierno que comienza.

¿Obama aceptará que el racis-mo sea normal cuando se ejercecontra los países que su país inva-de? ¿No es racismo contar uno poruno los muertos invasores en Iraky olímpicamente ignorar los mu-chísimos muertos en la poblacióninvadida? ¿No es racista este mun-do donde hay ciudadanos de pri-mera, segunda y tercera categoría,y muertos de primera, segunda ytercera?

La victoria de Obama fue uni-versalmente celebrada como unabatalla ganada contra el racismo.Ojalá él asuma, desde sus actos degobierno, esa hermosa responsabi-lidad.

¿El gobierno de Obama confir-mará, una vez más, que el PartidoDemócrata y el Partido Republi-cano son dos nombres de un mis-mo partido?

Ojalá la voluntad de cambio,que estas elecciones han consa-grado, sea más que una promesa ymás que una esperanza. Ojalá elnuevo gobierno tenga el coraje de

romper con esa tradición del par-tido único, disfrazado de dos que ala hora de la verdad hacen más omenos lo mismo aunque simulenque se pelean.

¿Obama cumplirá su promesade cerrar la siniestra cárcel deGuantánamo?

Ojalá, y ojalá acabe con el si-niestro bloqueo de Cuba.

¿Obama seguirá creyendo queestá muy bien que un muro eviteque los mexicanos atraviesen lafrontera, mientras el dinero pasasin que nadie le pida pasaporte?

Durante la campaña electoral,Obama nunca enfrentó con fran-queza el tema de la inmigración.Ojalá a partir de ahora, cuando yano corre el peligro de espantar vo-tos, pueda y quiera acabar con esemuro, mucho más largo y bochor-noso que el Muro de Berlín, y contodos los muros que violan el de-recho a la libre circulación de laspersonas.

¿Obama, que con tanto entu-siasmo apoyó el reciente regalitode setecientos cincuenta mil mi-llones de dólares a los banqueros,gobernará, como es costumbre,para socializar las pérdidas y paraprivatizar las ganancias?

Me temo que sí, pero ojalá queno.

¿Obama firmará y cumplirá elcompromiso de Kyoto, o seguiráotorgando el privilegio de la im-punidad a la nación más envene-nadora del planeta? ¿Gobernarápara los autos o para la gente?¿Podrá cambiar el rumbo asesinode un modo de vida de pocos quese rifan el destino de todos?

Me temo que no, pero ojalá quesí.

¿Obama, primer presidente ne-gro de la historia de los EstadosUnidos, llevará a la práctica elsueño de Martin Luther King o lapesadilla de Condoleezza Rice?

Esta Casa Blanca, que ahora essu casa, fue construida por escla-vos negros. Ojalá no lo olvide,nunca.

Publicado el 6 de noviembre de 2008.

Ojalá

Por Eduardo Galeano

Quiero compartir algunaspreguntas, moscas queme zumban en la cabeza.¿Es justa la justicia? ¿Estáparada sobre sus pies la

justicia del mundo al revés?El zapatista de Irak, el que

arrojó los zapatazos contra Bush,fue condenado a tres años de cár-cel. ¿No merecía, más bien, unacondecoración?

¿Quién es el terrorista? ¿El za-patista o el zapateado? ¿No esculpable de terrorismo el serialkiller que mintiendo inventó laguerra de Irak, asesinó a un gen-tío y legalizó la tortura y mandóaplicarla?

¿Son culpables los pobladoresde Atenco, en México, o los in-dígenas mapuches de Chile, o loskekchíes de Guatemala, o loscampesinos sin tierra de Brasil,acusados todos de terrorismo pordefender su derecho a la tierra?Si sagrada es la tierra, aunque laley no lo diga, ¿no son sagrados,también, quienes la defienden?

Según la revista Foreign Policy,Somalia es el lugar más peligrosode todos. Pero, ¿quiénes son lospiratas? ¿Los muertos de hambreque asaltan barcos o los especula-dores de Wall Street, que llevanaños asaltando el mundo y ahorareciben multimillonarias recom-pensas por sus afanes?

¿Por qué el mundo premia aquienes lo desvalijan?

¿Por qué la justicia es ciega deun solo ojo? Wal Mart, la em-presa más poderosa de todas,prohíbe los sindicatos. McDo-nald’s, también. ¿Por qué estasempresas violan, con delincuen-te impunidad, la ley internacio-nal? ¿Será porque en el mundode nuestro tiempo el trabajo va-le menos que la basura y menostodavía valen los derechos delos trabajadores?

Disculpen la molestia

¿Quiénes son los justos y quié-nes los injustos? Si la justicia in-ternacional de veras existe, ¿porqué nunca juzga a los poderosos?No van presos los autores de lasmás feroces carnicerías. ¿Seráporque son ellos quienes tienenlas llaves de las cárceles?

¿Por qué son intocables lascinco potencias que tienen dere-cho de veto en las NacionesUnidas? ¿Ese derecho tiene ori-gen divino? ¿Velan por la paz losque hacen el negocio de la gue-rra? ¿Es justo que la paz mundialesté a cargo de las cinco poten-cias que son las principales pro-ductoras de armas? Sin despreciara los narcotraficantes, ¿no es éstetambién un caso de “crimen or-ganizado”?

Pero no demandan castigo con-tra los amos del mundo los clamo-res de quienes exigen, en todaspartes, la pena de muerte. Faltabamás. Los clamores claman contralos asesinos que usan navajas, nocontra los que usan misiles.

Y uno se pregunta: ya que esosjusticieros están tan locos de ga-nas de matar, ¿por qué no exigenla pena de muerte contra la in-justicia social? ¿Es justo un mun-do que cada minuto destina tresmillones de dólares a los gastosmilitares, mientras cada minutomueren quince niños por hambreo enfermedad curable? ¿Contraquién se arma, hasta los dientes,la llamada comunidad interna-cional? ¿Contra la pobreza o con-tra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de lapena capital no exigen la penade muerte contra los valores dela sociedad de consumo, que co-tidianamente atentan contra laseguridad pública? ¿O acaso noinvita al crimen el bombardeo dela publicidad que aturde a millo-nes y millones de jóvenes desem-pleados, o mal pagados, repitién-doles noche y día que ser es te-

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ner, tener un automóvil, tenerzapatos de marca, tener, tener, yquien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta lapena de muerte contra la muerte?El mundo está organizado al ser-vicio de la muerte. ¿O no fabricamuerte la industria militar, quedevora la mayor parte de nues-tros recursos y buena parte denuestras energías? Los amos delmundo sólo condenan la violen-cia cuando la ejercen otros. Y es-te monopolio de la violencia setraduce en un hecho inexplica-ble para los extraterrestres, ytambién insoportable para los te-rrestres que todavía queremos,contra toda evidencia, sobrevi-vir: los humanos somos los úni-cos animales especializados en elexterminio mutuo, y hemos des-arrollado una tecnología de ladestrucción que está aniquilan-do, de paso, al planeta y a todossus habitantes.

Esa tecnología se alimenta delmiedo. Es el miedo quien fabricalos enemigos que justifican el de-rroche militar y policial. Y entren de implantar la pena demuerte, ¿qué tal si condenamos amuerte al miedo? ¿No sería sanoacabar con esta dictadura univer-sal de los asustadores profesiona-les? Los sembradores de pánicosnos condenan a la soledad, nosprohíben la solidaridad: sálvesequien pueda, aplastaos los unos alos otros, el prójimo es siempreun peligro que acecha, ojo, mu-cho cuidado, éste te robará, aquélte violará, ese cochecito de bebéesconde una bomba musulmanay si esa mujer te mira, esa vecinade aspecto inocente, es seguroque te contagia la peste porcina.

En el mundo al revés, dan mie-do hasta los más elementales ac-tos de justicia y sentido común.Cuando el presidente Evo Mora-les inició la refundación de Boli-via, para que este país de mayoríaindígena dejara de tener ver-güenza de mirarse al espejo, pro-vocó pánico. Este desafío era ca-tastrófico desde el punto de vistadel orden racista tradicional, quedecía ser el único orden posible:Evo era, traía el caos y la violen-cia, y por su culpa la unidad na-cional iba a estallar, rota en pe-dazos. Y cuando el presidenteecuatoriano Correa anunció quese negaba a pagar las deudas nolegítimas, la noticia produjo te-rror en el mundo financiero y elEcuador fue amenazado con te-rribles castigos, por estar dandotan mal ejemplo. Si las dictadu-ras militares y los políticos ladro-nes han sido siempre mimadospor la banca internacional, ¿nonos hemos acostumbrado ya aaceptar como fatalidad del desti-no que el pueblo pague el garroteque lo golpea y la codicia que losaquea?

Pero, ¿será que han sido divor-ciados para siempre jamás el sen-tido común y la justicia?

¿No nacieron para caminarjuntos, bien pegaditos, el sentidocomún y la justicia?

¿No es de sentido común, ytambién de justicia, ese lema de

las feministas que dicen que sinosotros, los machos, quedára-mos embarazados, el aborto seríalibre? ¿Por qué no se legaliza elderecho al aborto? ¿Será porqueentonces dejaría de ser el privile-gio de las mujeres que puedenpagarlo y de los médicos que pue-den cobrarlo?

Lo mismo ocurre con otro es-candaloso caso de negación de lajusticia y el sentido común: ¿porqué no se legaliza la droga? ¿Aca-so no es, como el aborto, un te-ma de salud pública? Y el paísque más drogadictos contiene,¿qué autoridad moral tiene paracondenar a quienes abastecen sudemanda? ¿Y por qué los grandesmedios de comunicación, tanconsagrados a la guerra contra elflagelo de la droga, jamás dicenque proviene de Afganistán casitoda la heroína que se consumeen el mundo? ¿Quién manda enAfganistán? ¿No es ese un paísmilitarmente ocupado por el me-siánico país que se atribuye lamisión de salvarnos a todos?

¿Por qué no se legalizan lasdrogas de una buena vez? ¿No se-rá porque brindan el mejor pre-texto para las invasiones milita-res, además de brindar las más ju-gosas ganancias a los grandesbancos que en las noches traba-jan como lavanderías?

Ahora el mundo está tristeporque se venden menos autos.Una de las consecuencias de lacrisis mundial es la caída de lapróspera industria del automó-vil. Si tuviéramos algún resto desentido común, y alguito de sen-tido de la justicia ¿no tendría-mos que celebrar esa buena no-ticia? ¿O acaso la disminuciónde los automóviles no es unabuena noticia, desde el punto devista de la naturaleza, que estaráun poquito menos envenenada,y de los peatones, que moriránun poquito menos?

Según Lewis Carroll, la Reinaexplicó a Alicia cómo funcionala justicia en el país de las mara-villas:

–Ahí lo tienes –dijo la Reina–.Está encerrado en la cárcel, cum-pliendo su condena; pero el jui-cio no empezará hasta el próximomiércoles. Y por supuesto, el cri-men será cometido al final.

En El Salvador, el arzobispoOscar Arnulfo Romero compro-bó que la justicia, como la ser-piente, sólo muerde a los descal-zos. El murió a balazos, por de-nunciar que en su país los des-calzos nacían de antemano con-denados, por delito de naci-miento.

El resultado de las recienteselecciones en El Salvador, ¿no esde alguna manera un homenaje?¿Un homenaje al arzobispo Ro-mero y a los miles que como élmurieron luchando por una justi-cia justa en el reino de la injusti-cia?

A veces terminan mal las his-torias de la Historia; pero ella, laHistoria, no termina. Cuando di-ce adiós, dice hasta luego.

Publicado el 8 de mayo de 2009.

Por Eduardo Galeano

Hoy el pueblo uruguayo elige nue-vo gobierno. Al mismo tiempo,en las mismas urnas, se somete aplebiscito la posibilidad de libe-rarnos de dos palos metidos en la

rueda de la democracia.Uno de esos palos es el que impide el

voto por correo de los uruguayos que vivenen el extranjero. La ley electoral, ciega deceguera burocrática, confunde la identidadcon el domicilio. Dime dónde vives y tediré quién eres. Los uruguayos de la patriaperegrina, en su mayoría jóvenes, no tie-nen derecho de voto si no pueden pagarseel pasaje. Nuestro país, país de viejos, nosólo ha castigado a los jóvenes duranteaños, negándoles trabajo y obligándolos alexilio, sino que además les sigue negandoel ejercicio del más elemental de los dere-chos democráticos. Nadie se va porquequiere. Los que se han ido, ¿son traidores?¿Es traidor uno de cada cinco uruguayos?¿Traidor o traicionado?

Ojalá los uruguayos acabemos de una vezcon esta discriminación que nos mutila.

Y ojalá acabemos también con otra dis-criminación todavía peor, la ley de impu-nidad, Ley de caducidad de la pretensiónpunitiva del Estado, bautizada con esenombre rocambolesco por los especialis-tas en el arte de no llamar a las cosas porsu nombre.

La Corte Suprema de Justicia acaba dedictaminar que esa ley viola la Constitu-ción. Desde mucho tiempo antes se sabíaque también viola nuestra dignidad nacio-nal y nuestra vocación democrática. Esuna triste herencia de la dictadura militar.que nos ha condenado al pago de sus deu-das y al olvido de sus crímenes.

Sin embargo, hace veinte años, esta leyinfame fue confirmada por un plebiscitopopular. Algunos de los impulsores deaquel plebiscito estamos reincidiendo aho-ra, y a mucha honra: perdimos, por muypoco pero perdimos, y no nos arrepenti-mos. Creemos que aquella derrota nuestrafue en gran medida dictada por el miedo,un bombardeo publicitario que identifica-ba a la Justicia con la venganza y anuncia-ba el apocalipsis, larga sombra de la dicta-dura que no quería irse; y creemos que

nuestro país ha demostrado, en estos pri-meros años de gobierno del Frente Am-plio, que ya no es aquel país que el miedoparalizaba.

Eso creemos, digo, y ojalá no me equivo-que.

Ojalá triunfe el sentido común. El senti-do común nos dice que la impunidad esti-mula al delincuente. El golpe de Estado enHonduras no ha hecho más que confirmar-lo. ¿Quién puede sorprenderse de que losmilitares hondureños hayan hecho lo quehan venido haciendo desde hace muchosaños, con el entrenamiento del Pentágonoy el visto bueno de la Casa Blanca?

La lucha contra la impunidad, impuni-dad de los poderes y los poderitos, se estádesarrollando en los cuatro puntos cardi-nales del mundo. Ojalá nosotros podamoscontribuir a desenmascarar a los defensoresde la impunidad, que hipócritamente po-nen el grito en el cielo ante la inseguridadpública, aunque bien saben que los ladro-nes de gallinas y los navajeros de barrioson buenos alumnos de los banqueros y losgenerales recompensados por sus hazañascriminales.

Ojalá hoy la mayoría de los votos confir-me nuestra fe en una democracia sin coro-nitas, ni las coronitas del uniforme militar,ni las coronitas del dinero.

Ojalá podamos envolver esta ley en pa-pel celofán, en un paquete bien atado, conmoño y todo, para enviársela de regalo aSilvio Berlusconi. Este gran mago de laimpunidad universal, que ha atravesadomás de sesenta procesos y no conoce lacárcel ni siquiera de visita, nos agradeceráel obsequio y seguramente sabrá encon-trarle alguna utilidad.

Ojalá.Lo único seguro es que, pase lo que pase,

la historia continuará, y continuará el ince-sante combate entre la libertad y el miedo.

Yo suelo invocar una palabra, una pala-bra mágica, una palabra abrepuertas, quees, quizá, la más universal de todas. Es lapalabra abracadabra, que en hebreo anti-guo significa: Envía tu fuego hasta el final.

Y pase lo que pase, seguirán ardiendolos caminantes de la justicia. De puroporfiados.

Publicado el 25 de noviembre de 2009.

Palabras paralas vísperas

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Por Eduardo Galeano *

Consulte usted cualquierenciclopedia. Preguntecuál fue el primer paíslibre en América. Reci-birá siempre la misma

respuesta: los Estados Unidos.Pero los Estados Unidos declara-ron su independencia cuandoeran una nación con seiscientoscincuenta mil esclavos, que si-guieron siendo esclavos duranteun siglo, y en su primera Consti-tución establecieron que un ne-gro equivalía a las tres quintaspartes de una persona.

Y si a cualquier enciclopediapregunta usted cuál fue el primerpaís que abolió la esclavitud, re-cibirá siempre la misma respues-ta: Inglaterra. Pero el primer paísque abolió la esclavitud no fueInglaterra sino Haití, que toda-vía sigue expiando el pecado desu dignidad.

Los negros esclavos de Haitíhabían derrotado al gloriosoejército de Napoleón Bonapartey Europa nunca perdonó esa hu-

millación. Haití pagó a Francia,durante un siglo y medio, unaindemnización gigantesca, porser culpable de su libertad, peroni eso alcanzó. Aquella insolen-cia negra sigue doliendo a losblancos amos del mundo.

● ● ●

De todo eso, sabemos poco onada.

Haití es un país invisible.Sólo cobró fama cuando el te-

rremoto del año 2010 mató amás de doscientos mil haitianos.

La tragedia hizo que el país ocu-para, fugazmente, el primer planode los medios de comunicación.

Haití no se conoce por el ta-lento de sus artistas, magos de lachatarra capaces de convertir labasura en hermosura, ni por sushazañas históricas en la guerracontra la esclavitud y la opresióncolonial.

Vale la pena repetirlo una vezmás, para que los sordos escu-chen: Haití fue el país fundadorde la independencia de Américay el primero que derrotó la escla-vitud en el mundo.

Merece mucho más que la no-toriedad nacida de sus desgracias.

● ● ●

Actualmente, los ejércitos devarios países, incluyendo el mío,continúan ocupando Haití. ¿Có-mo se justifica esta invasión mi-litar? Pues alegando que Haitípone en peligro la seguridad in-ternacional.

Nada de nuevo.Todo a lo largo del siglo dieci-

nueve, el ejemplo de Haití cons-tituyó una amenaza para la seguri-dad de los países que continua-ban practicando la esclavitud.Ya lo había dicho Thomas Jeffer-son: de Haití provenía la pestede la rebelión. En Carolina delSur, por ejemplo, la ley permitíaencarcelar a cualquier marineronegro, mientras su barco estuvie-ra en puerto, por el riesgo de quepudiera contagiar la peste anties-clavista. Y en Brasil, esa peste sellamaba haitianismo.

Ya en el siglo veinte, Haití fueinvadido por los marines, por serun país inseguro para sus acreedo-

res extranjeros. Los invasores em-pezaron por apoderarse de lasaduanas y entregaron el BancoNacional al City Bank de NuevaYork. Y ya que estaban, se que-daron diecinueve años.

● ● ●

El cruce de la frontera entre laRepública Dominicana y Haitíse llama El mal paso.

Quizás el nombre es una señalde alarma: está usted entrandoen el mundo negro, la magia ne-gra, la brujería...

El vudú, la religión que los es-clavos trajeron de Africa y se na-cionalizó en Haití, no merecellamarse religión. Desde el puntode vista de los propietarios de laCivilización, el vudú es cosa denegros, ignorancia, atraso, purasuperstición. La Iglesia Católica,donde no faltan fieles capaces devender uñas de los santos y plu-mas del arcángel Gabriel, logróque esta superstición fuera ofi-cialmente prohibida en 1845,1860, 1896, 1915 y 1942, sin queel pueblo se diera por enterado.

Pero desde hace ya algunos

años, las sectas evangélicas seencargan de la guerra contra lasuperstición en Haití. Esas sectasvienen de los Estados Unidos,un país que no tiene piso 13 ensus edificios, ni fila 13 en susaviones, habitado por civilizadoscristianos que creen que Dios hi-zo el mundo en una semana.

En ese país, el predicador evan-gélico Pat Robertson explicó enla televisión el terremoto del año2010. Este pastor de almas revelóque los negros haitianos habíanconquistado la independencia deFrancia a partir de una ceremoniavudú, invocando la ayuda delDiablo desde lo hondo de la selvahaitiana. El Diablo, que les dio lalibertad, envió al terremoto parapasarles la cuenta.

● ● ●

¿Hasta cuándo seguirán lossoldados extranjeros en Haití?Ellos llegaron para estabilizar yayudar, pero llevan siete añosdesayudando y desestabilizando aeste país que no los quiere.

La ocupación militar de Haitíestá costando a las NacionesUnidas más de ochocientos mi-llones de dólares por año.

Si las Naciones Unidas destina-ran esos fondos a la cooperacióntécnica y la solidaridad social,Haití podría recibir un buen im-pulso al desarrollo de su energíacreadora. Y así se salvaría de sussalvadores armados, que tienencierta tendencia a violar, matar yregalar enfermedades fatales.

Haití no necesita que nadievenga a multiplicar sus calami-dades. Tampoco necesita la cari-dad de nadie. Como bien diceun antiguo proverbio africano, lamano que da está siempre arribade la mano que recibe.

Pero Haití sí necesita solidari-dad, médicos, escuelas, hospita-les y una colaboración verdaderaque haga posible el renacimien-to de su soberanía alimentaria,asesinada por el Fondo Moneta-rio Internacional, el BancoMundial y otras sociedades fi-lantrópicas.

Para nosotros, latinoamerica-nos, esa solidaridad es un deberde gratitud: será la mejor manerade decir gracias a esta pequeñagran nación que en 1804 nosabrió, con su contagioso ejem-plo, las puertas de la libertad.

(Este artículo está dedicado aGuillermo Chifflet, que fue obligadoa renunciar a la Cámara de Diputa-dos del Uruguay cuando votó con-tra el envío de soldados a Haití.)

✱ Texto leído ayer por el escritoruruguayo en la Biblioteca Nacio-nal en el marco de la mesa-deba-te “Haití y la respuesta latinoame-ricana”, en la que participaronademás Camille Chalmers y Jor-ge Coscia.

Publicado el 28 de agosto de 2011.

Por Eduardo Galeano

Este mosaico ha sido arma-do con unos pocos textosmíos, publicados en librosy revistas en los últimosaños. Sin querer querien-

do, yendo y viniendo entre el pa-sado y el presente y entre temasdiversos, todos los textos se refie-ren, de alguna manera, directa oindirectamente, a los derechos delos trabajadores, derechos despe-dazados por el huracán de la crisis:esta crisis feroz, que castiga el tra-bajo y recompensa la especula-ción y está arrojando al tacho dela basura más de dos siglos de con-quistas obreras.

La tarántula universalOcurrió en Chicago, en 1886.El 1º de mayo, cuando la huel-

ga obrera paralizó Chicago y otrasciudades, el diario Philadelphia Tri-bune diagnosticó: El elemento la-boral ha sido picado por una espe-cie de tarántula universal, y se havuelto loco de remate.

Locos de remate estaban losobreros que luchaban por la jor-nada de trabajo de ocho horas ypor el derecho a la organizaciónsindical.

Al año siguiente, cuatro diri-gentes obreros, acusados de asesi-nato, fueron sentenciados sinpruebas en un juicio mamarracho.Georg Engel, Adolf Fischer, Al-bert Parsons y Auguste Spies mar-charon a la horca. El quinto con-denado, Louis Linng, se había vo-lado la cabeza en su celda.

Cada 1º de mayo, el mundo en-tero los recuerda.

Con el paso del tiempo, lasconvenciones internacionales, lasconstituciones y las leyes les handado la razón.

Sin embargo, las empresas másexitosas siguen sin enterarse. Pro-híben los sindicatos obreros y mi-den la jornada de trabajo conaquellos relojes derretidos quepintó Salvador Dalí.

Una enfermedad llamada trabajo

En 1714 murió Bernardino Ra-mazzini.

El era un médico raro, que em-pezaba preguntando:

–¿En qué trabaja usted?A nadie se le había ocurrido

que eso podía tener alguna impor-tancia.

Su experiencia le permitió es-cribir el primer tratado de medici-na del trabajo, donde describió,una por una, las enfermedades fre-cuentes en más de cincuenta ofi-cios. Y comprobó que había pocasesperanzas de curación para losobreros que comían hambre, sinsol y sin descanso, en talleres ce-rrados, irrespirables y mugrientos.

Mientras Ramazzini moría enPadua, en Londres nacía PercivallPott.

Siguiendo las huellas del maes-tro italiano, este médico inglés in-vestigó la vida y la muerte de losobreros pobres. Entre otros hallaz-gos, Pott descubrió por qué eratan breve la vida de los niños des-hollinadores. Los niños se desliza-ban, desnudos, por las chimeneas,

de casa en casa, y en su difícil ta-rea de limpieza respiraban muchohollín. El hollín era su verdugo.

DesechablesMás de noventa millones de

clientes acuden, cada semana, alas tiendas Wal-Mart. Sus más denovecientos mil empleados tienenprohibida la afiliación a cualquiersindicato. Cuando a alguno se leocurre la idea, pasa a ser un des-empleado más. La exitosa empresaniega sin disimulo uno de los dere-chos humanos proclamados por lasNaciones Unidas: la libertad deasociación. El fundador de Wal-Mart, Sam Walton, recibió en1992, la Medalla de la Libertad,una de las más altas condecoracio-nes de los Estados Unidos.

Uno de cada cuatro adultos nor-teamericanos, y nueve de cadadiez niños, engullen en McDonal-d’s la comida plástica que los en-gorda. Los trabajadores de McDo-nald’s son tan desechables como lacomida que sirven: los pica la mis-ma máquina. Tampoco ellos tie-nen el derecho de sindicalizarse.

En Malasia, donde los sindica-tos obreros todavía existen y actú-an, las empresas Intel, Motorola,Texas Instruments y Hewlett Pac-kard lograron evitar esa molestia.El gobierno de Malasia declaróunion free, libre de sindicatos, elsector electrónico.

Tampoco tenían ninguna posi-bilidad de agremiarse las cientonoventa obreras que murieronquemadas en Tailandia, en 1993,en el galpón trancado por fueradonde fabricaban los muñecos deSesame Street, Bart Simpson yLos Muppets.

En sus campañas electorales delaño 2000, los candidatos Bush yGore coincidieron en la necesi-dad de seguir imponiendo en elmundo el modelo norteamericanode relaciones laborales. “Nuestroestilo de trabajo”, como ambos lollamaron, es el que está marcandoel paso de la globalización queavanza con botas de siete leguas yentra hasta en los más remotosrincones del planeta.

La tecnología, que ha abolidolas distancias, permite ahora queun obrero de Nike en Indonesiatenga que trabajar cien mil añospara ganar lo que gana en un añoun ejecutivo de Nike en los Esta-dos Unidos.

Es la continuación de la épocacolonial, en una escala jamás co-nocida. Los pobres del mundo si-guen cumpliendo su función tra-dicional: proporcionan brazos ba-ratos y productos baratos, aunqueahora produzcan muñecos, zapa-tos deportivos, computadoras oinstrumentos de alta tecnologíaademás de producir, como antes,caucho, arroz, café, azúcar y otrascosas malditas por el mercadomundial.

Desde 1919, se han firmado183 convenios internacionalesque regulan las relaciones de tra-bajo en el mundo. Según la Orga-nización Internacional del Traba-jo, de esos 183 acuerdos, Franciaratificó 115, Noruega 106, Ale-mania 76 y los Estados Unidos...catorce. El país que encabeza el

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proceso de globalización sólo obe-dece sus propias órdenes. Así ga-rantiza suficiente impunidad a susgrandes corporaciones, lanzadas ala cacería de mano de obra baratay a la conquista de territorios quelas industrias sucias pueden conta-minar a su antojo. Paradójica-mente, este país que no reconocemás ley que la ley del trabajo fue-ra de la ley es el que ahora diceque no habrá más remedio que in-cluir “cláusulas sociales” y de“protección ambiental” en losacuerdos de libre comercio. ¿Quésería de la realidad sin la publici-dad que la enmascara?

Esas cláusulas son meros im-puestos que el vicio paga a la vir-tud con cargo al rubro relacionespúblicas, pero la sola mención delos derechos obreros pone los pe-los de punta a los más fervorososabogados del salario de hambre, elhorario de goma y el despido li-bre. Desde que Ernesto Zedillodejó la presidencia de México, pa-só a integrar los directorios de laUnion Pacific Corporation y delconsorcio Procter & Gamble, queopera en 140 países. Además, en-cabeza una comisión de las Nacio-nes Unidas y difunde sus pensa-mientos en la revista Forbes: enidioma tecnocratés, se indignacontra “la imposición de estánda-res laborales homogéneos en losnuevos acuerdos comerciales”.Traducido, eso significa: olvide-mos de una buena vez toda la le-gislación internacional que toda-vía protege a los trabajadores. Elpresidente jubilado cobra por pre-dicar la esclavitud. Pero el princi-pal director ejecutivo de GeneralElectric lo dice más claro: “Paracompetir, hay que exprimir los li-mones”. Y no es necesario aclararque él no trabaja de limón en elreality show del mundo de nues-tro tiempo.

Ante las denuncias y las protes-tas, las empresas se lavan las ma-nos: yo no fui. En la industria pos-moderna, el trabajo ya no estáconcentrado. Así es en todas par-tes, y no sólo en la actividad pri-vada. Los contratistas fabrican lastres cuartas partes de los autos deToyota. De cada cinco obreros deVolkswagen en Brasil, sólo uno esempleado de la empresa. De los81 obreros de Petrobras muertosen accidentes de trabajo a finesdel siglo XX, 66 estaban al servi-

En el mundo al revés, la liber-tad oprime: la libertad del dineroexige trabajadores presos de lacárcel del miedo, que es la máscárcel de todas las cárceles. El diosdel mercado amenaza y castiga; ybien lo sabe cualquier trabajador,en cualquier lugar. El miedo aldesempleo, que sirve a los emple-adores para reducir sus costos demano de obra y multiplicar la pro-ductividad, es, hoy por hoy, lafuente de angustia más universal.¿Quién está a salvo del pánico deser arrojado a las largas colas delos que buscan trabajo? ¿Quién noteme convertirse en un “obstáculointerno”, para decirlo con las pa-labras del presidente de la Coca-Cola, que explicó el despido demiles de trabajadores diciendoque “hemos eliminado los obstá-culos internos”?

Y en tren de preguntas, la últi-ma: ante la globalización del dine-ro, que divide al mundo en doma-dores y domados, ¿se podrá inter-nacionalizar la lucha por la digni-dad del trabajo? Menudo desafío.

Un raro acto de cordura

En 1998, Francia dictó la leyque redujo a treinta y cinco horassemanales el horario de trabajo.

Trabajar menos, vivir más:Tomás Moro lo había soñado,en su Utopía, pero hubo que es-perar cinco siglos para que porfin una nación se atreviera a co-meter semejante acto de sentidocomún.

Al fin y al cabo, ¿para qué sir-ven las máquinas, si no es para re-ducir el tiempo de trabajo y am-pliar nuestros espacios de libertad?

¿Por qué el progreso tecnológicotiene que regalarnos desempleo yangustia?

Por una vez, al menos, hubo unpaís que se atrevió a desafiar tantasinrazón.

Pero poco duró la cordura. Laley de las treinta y cinco horasmurió a los diez años.

Este inseguro mundoHoy, abril 28, Día de la Seguri-

dad en el Trabajo, vale la penaadvertir que no hay nada más in-seguro que el trabajo. Cada vezson más y más los trabajadoresque despiertan, cada día, pregun-tando:

–¿Cuántos sobraremos? ¿Quiénme comprará?

Muchos pierden el trabajo ymuchos pierden, trabajando, lavida: cada quince segundos muereun obrero, asesinado por eso quellaman accidentes de trabajo.

La inseguridad pública es eltema preferido de los políticosque desatan la histeria colectivapara ganar elecciones. Peligro,peligro, proclaman: en cada es-quina acecha un ladrón, un vio-lador, un asesino. Pero esos po-líticos jamás denuncian que tra-bajar es peligroso, y es peligrosocruzar la calle, porque cadaveinticinco segundos muere unpeatón, asesinado por eso quellaman accidente de tránsito; yes peligroso comer, porquequien está a salvo del hambrepuede sucumbir envenenadopor la comida química; y es pe-ligroso respirar, porque en lasciudades el aire puro es, como elsilencio, un artículo de lujo; ytambién es peligroso nacer, por-que cada tres segundos muereun niño que no ha llegado vivoa los cinco años de edad.

Historia de MarujaHoy, 30 de marzo, Día del Ser-

vicio Doméstico, no viene malcontar la breve historia de unatrabajadora de uno de los oficiosmás ninguneados del mundo.

Maruja no tenía edad.De sus años de antes, nada de-

cía. De sus años de después, nadaesperaba.

No era linda, ni fea, ni más omenos.

Caminaba arrastrando los pies,empuñando el plumero, o la esco-ba, o el cucharón.

Despierta, hundía la cabeza en-tre los hombros.

Dormida, hundía la cabeza en-tre las rodillas.

Cuando le hablaban, miraba elsuelo, como quien cuenta hormi-gas.

Había trabajado en casas ajenasdesde que tenía memoria.

Nunca había salido de la ciudadde Lima.

Mucho trajinó, de casa en casa,y en ninguna se hallaba. Por fin,encontró un lugar donde fue tra-tada como si fuera persona.

A los pocos días, se fue.Se estaba encariñando.

DesaparecidosAgosto 30, Día de los Desapa-

recidos:los muertos sin tumba,las tumbas sin nombre,las mujeres y los hombres que el

terror tragó,los bebés que son o han sido

botín de guerra.Y también:los bosques nativos,las estrellas en la noche de las

ciudades,el aroma de las flores,el sabor de las frutas,las cartas escritas a mano,los viejos cafés donde había

tiempo para perder el tiempo,el fútbol de la calle,el derecho a caminar,el derecho a respirar,los empleos seguros,las jubilaciones seguras,las casas sin rejas,las puertas sin cerradura,el sentido comunitarioy el sentido común.

El origen del mundoHacía pocos años que había ter-

minado la guerra española y lacruz y la espada reinaban sobre lasruinas de la República.

Uno de los vencidos, un obreroanarquista, recién salido de la cár-cel, buscaba trabajo. En vano re-volvía cielo y tierra. No había tra-bajo para un rojo. Todos le poní-an mala cara, se encogían dehombros, le daban la espalda.Con nadie se entendía, nadie loescuchaba. El vino era el únicoamigo que le quedaba. Por las no-ches, ante los platos vacíos, sopor-taba sin decir nada los reprochesde su esposa beata, mujer de misadiaria, mientras el hijo, un niñopequeño, le recitaba el catecismo.

Mucho tiempo después, JosepVerdura, el hijo de aquel obreromaldito, me lo contó.

Me lo contó en Barcelona,cuando yo llegué al exilio.

Me lo contó: él era un niñodesesperado, que quería salvar a supadre de la condenación eterna,pero el muy ateo, el muy tozudo,no entendía razones.

–Pero papá –preguntó Josep,llorando–. Si Dios no existe,¿quién hizo el mundo?

Y el obrero, cabizbajo, casi ensecreto, dijo:

–Tonto.Dijo:–Tonto. Al mundo lo hicimos

nosotros, los albañiles.

Publicado el 18 de noviembre de 2012.

LA CHARLA DE EDUARDO GALEANO EN CLACSO DE MEXICO DF

Los derechos de los trabajadores: ¿un temapara arqueólogos?El escritor uruguayo convocó a cientos de estudiantes, que fueron hasta nueve horas antes de que hablara para conseguir entrar. El tema era uno “que ya no sueletocarse”, el del trabajo “y el del miedo que tenemos todos de quedarnos sin trabajo”.

cio de contratistas que no cum-plen las normas de seguridad. Através de trescientas empresascontratistas, China produce la mi-tad de todas las muñecas Barbiepara las niñas del mundo. En Chi-na sí hay sindicatos, pero obede-cen a un estado que en nombredel socialismo se ocupa de la dis-ciplina de la mano de obra: “Nos-otros combatimos la agitaciónobrera y la inestabilidad social,para asegurar un clima favorable alos inversores”, explicó Bo Xilai,alto dirigente del Partido Comu-nista chino.

El poder económico está másmonopolizado que nunca, pero lospaíses y las personas compiten enlo que pueden: a ver quién ofrecemás a cambio de menos, a verquién trabaja el doble a cambiode la mitad. A la vera del caminoestán quedando los restos de lasconquistas arrancadas por tantosaños de dolor y de lucha.

Las plantas maquiladoras deMéxico, Centroamérica y el Cari-be, que por algo se llaman “sweatshops”, talleres del sudor, crecen aun ritmo mucho más aceleradoque la industria en su conjunto.Ocho de cada diez nuevos emple-os en la Argentina están “en ne-gro”, sin ninguna protección le-gal. Nueve de cada diez nuevosempleos en toda América latinacorresponden al “sector informal”,un eufemismo para decir que lostrabajadores están librados a labuena de Dios. La estabilidad la-boral y los demás derechos de lostrabajadores, ¿serán de aquí a po-co un tema para arqueólogos? ¿Nomás que recuerdos de una especieextinguida?

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Por Eduardo Galeano

Los huérfanos de la tragediade Ayotzinapa no están so-los en la porfiada búsquedade sus queridos perdidos enel caos de los basurales in-

cendiados y las fosas cargadas derestos humanos.

Los acompañan las voces soli-darias y su cálida presencia en to-do el mapa de México y más allá,incluyendo las canchas de fútboldonde hay jugadores que festejansus goles dibujando con los dedos,en el aire, la cifra 43, que rindehomenaje a los desaparecidos.

Mientras tanto, el presidentePeña Nieto, recién regresado deChina, advertía que esperaba notener que hacer uso de la fuerza,en tono de amenaza.

Además, el presidente condenó“la violencia y otros actos abomi-nables cometidos por los que norespetan la ley ni el orden”, aun-que no aclaró que esos maleduca-dos podrían ser útiles en la fabri-cación de discursos amenazantes.

El presidente y su esposa, la Ga-viota por su nombre artístico,

practican la sordera de lo que noles gusta escuchar y disfrutan lasoledad del poder.

Muy certera ha sido la senten-cia del Tribunal Permanente delos Pueblos, pronunciada al cabode tres años de sesiones y miles detestimonios: “En este reino de laimpunidad hay homicidios sinasesinos, torturas sin torturadoresy violencia sexual sin abusadores”.

En el mismo sentido, se pro-nunció el manifiesto de los repre-sentantes de la cultura mexicana,que advirtieron “Los gobernanteshan perdido el control del miedo;la furia que han desencadenado seestá volviendo contra ellos”.

Desde San Cristóbal de lasCasas, el Ejército Zapatista deLiberación Nacional dice lo su-yo: “Es terrible y maravilloso quelos pobres que aspiran a sermaestros se hayan convertido enlos mejores profesores, con lafuerza de su dolor convertido enrabia digna, para que México yel mundo despierten y pregun-ten y cuestionen”.

Publicado el 4 de diciembre de 2014.

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