El Cazador de Figuras

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Jose Maria Eguren

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Selección y prólogo: Jorge EslavaIlustraciones: Brigina Sibille

José María Eguren

Antología poética

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A Constantino Carvallo Rey,con estos versos de Eguren:

Peregrín cazador de figuras con ojos de diamante

mira desde las ciegas alturas.

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A Constantino Carvallo Rey,con estos versos de Eguren:

Peregrín cazador de figuras con ojos de diamante

mira desde las ciegas alturas.

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La poesía encantadade José María Eguren

En medio de la vibración verbal y de la altanería del poeta peruano José Santos Chocano, cuya figura predo-minaba a principios del siglo XX, la aparición de unos versos mágicos escritos por un hombre tímido y de revol-tosa cabellera, condujo a la crítica literaria de entonces a arrojarlo al territorio de la incomprensión, cuando no al desdén. José María Eguren fue llamado —en el colmo de los insultos—: «Aterrador de niños», sepultando por mucho tiempo el raro tesoro de su obra bajo el epitafio de «oscuro y difícil».

Esta condición de poeta extraño, que creaba sin copiar modelos ni hacer alboroto, chocó con la tradición artística del modernismo y anunció la conciencia solitaria de un gran poeta; pues Eguren fue, desde el comienzo, el creador de una obra muy personal. Qué otro estilo podía esperarse de un hombre que estaba en el mundo como se está en las nubes: distraído del ajetreo mundano, con-templando el paisaje, sin hacer daño a nadie y paseando casi sin tocar el suelo.

Prólogo

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La poesía encantadade José María Eguren

En medio de la vibración verbal y de la altanería del poeta peruano José Santos Chocano, cuya figura predo-minaba a principios del siglo XX, la aparición de unos versos mágicos escritos por un hombre tímido y de revol-tosa cabellera, condujo a la crítica literaria de entonces a arrojarlo al territorio de la incomprensión, cuando no al desdén. José María Eguren fue llamado —en el colmo de los insultos—: «Aterrador de niños», sepultando por mucho tiempo el raro tesoro de su obra bajo el epitafio de «oscuro y difícil».

Esta condición de poeta extraño, que creaba sin copiar modelos ni hacer alboroto, chocó con la tradición artística del modernismo y anunció la conciencia solitaria de un gran poeta; pues Eguren fue, desde el comienzo, el creador de una obra muy personal. Qué otro estilo podía esperarse de un hombre que estaba en el mundo como se está en las nubes: distraído del ajetreo mundano, con-templando el paisaje, sin hacer daño a nadie y paseando casi sin tocar el suelo.

Prólogo

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Mientras iba y venía a diario por el malecón —vivió en el distrito de Barranco—, con sus bigotes inquietos y sus pasos cortitos, de seguro miraba hacia el mar y sostenía secretas conversaciones con seres y objetos sin voz del despeñadero: botes abandonados, gallinazos, perros vagabundos, sombras y árboles pela-dos. Simples siluetas para todo paseante del balneario: ¿qué puede importar un pájaro espulgándose al sol o un trozo de madera bamboleándose en las olas? Pero estos seres y objetos eran transformados, bajo la mágica percepción de Eguren, en misteriosos personajes como ogros y delicadas princesas, barcos venidos de tierras lejanas o reyes que combaten infatigables del amanecer al anochecer.

De esta corte imaginaria de personajes nacieron sus poemas; los primeros se publicaron en algunas revistas limeñas sin alcanzar notoriedad. Años más tarde publicó su primer libro: Simbólicas (1911), que muy pocos lecto-res supieron valorar. Algunos artistas e intelectuales como Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui o Carlos Oquendo de Amat elogiaron desde el comienzo la cali-dad y rareza de su poesía. Mariátegui no se equivocó al afirmar que en Eguren subsistía un espíritu aristocrático, que se resumía en su evasión de la realidad. Entiéndase como una fuga poética de la realidad, no del hombre sino del artista que con su talento y esfuerzo cotidiano trasfigura la visión de nuestra terrenalidad para crear un nuevo paisaje.

Eso es lo que ocurre con la poesía de Eguren, que con palabras conocidas y desconocidas, llenas de asombro y color, inventa un país fuera del tiempo y

del espacio, un país muy cercano al ensueño y que por momentos tiene los aires de la infancia. Aires de cuen-tos y leyendas, de castillos y bosques hechizados que no rebajan el arte de Eguren; sino que, por el contrario, lo ahondan y enriquecen. No es difícil percibir en la mayoría de sus poemas cómo convergen los caminos de la imaginación lírica con los caminos de alguna historia fabulosa, muchas veces terrible.

Tras el magnetismo de un lenguaje inusual, a pequeños y grandes lectores nos es dado encontrar una historia fantástica —como si fuera una película de efectos especiales—, en la que soñados personajes interpretan diversos papeles. Poco importa si son buenos, malvados, oscuros o radiantes; porque todos son personajes profun-dos y misteriosos. En poemas como «Los gigantones» o «Juan Volatín» nos sobrecoge la impresión de estar escu-chando antiguos cuentos de hadas y podemos sentir el escalofrío de una pesadilla que nos desvela a medianoche o la gracia de un muñeco revoloteando en la ventana. Es conveniente leer los poemas en voz alta, con la mejor entonación posible para sentir ese aire infantil de alegría, de incertidumbre o de miedo. Como ocurre con el viento que provoca este caballo que, más allá de la muerte, aún sigue cabalgando:

El caballo Viene por las calles,a la luna parva,un caballo muertoen antigua batalla.

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Mientras iba y venía a diario por el malecón —vivió en el distrito de Barranco—, con sus bigotes inquietos y sus pasos cortitos, de seguro miraba hacia el mar y sostenía secretas conversaciones con seres y objetos sin voz del despeñadero: botes abandonados, gallinazos, perros vagabundos, sombras y árboles pela-dos. Simples siluetas para todo paseante del balneario: ¿qué puede importar un pájaro espulgándose al sol o un trozo de madera bamboleándose en las olas? Pero estos seres y objetos eran transformados, bajo la mágica percepción de Eguren, en misteriosos personajes como ogros y delicadas princesas, barcos venidos de tierras lejanas o reyes que combaten infatigables del amanecer al anochecer.

De esta corte imaginaria de personajes nacieron sus poemas; los primeros se publicaron en algunas revistas limeñas sin alcanzar notoriedad. Años más tarde publicó su primer libro: Simbólicas (1911), que muy pocos lecto-res supieron valorar. Algunos artistas e intelectuales como Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui o Carlos Oquendo de Amat elogiaron desde el comienzo la cali-dad y rareza de su poesía. Mariátegui no se equivocó al afirmar que en Eguren subsistía un espíritu aristocrático, que se resumía en su evasión de la realidad. Entiéndase como una fuga poética de la realidad, no del hombre sino del artista que con su talento y esfuerzo cotidiano trasfigura la visión de nuestra terrenalidad para crear un nuevo paisaje.

Eso es lo que ocurre con la poesía de Eguren, que con palabras conocidas y desconocidas, llenas de asombro y color, inventa un país fuera del tiempo y

del espacio, un país muy cercano al ensueño y que por momentos tiene los aires de la infancia. Aires de cuen-tos y leyendas, de castillos y bosques hechizados que no rebajan el arte de Eguren; sino que, por el contrario, lo ahondan y enriquecen. No es difícil percibir en la mayoría de sus poemas cómo convergen los caminos de la imaginación lírica con los caminos de alguna historia fabulosa, muchas veces terrible.

Tras el magnetismo de un lenguaje inusual, a pequeños y grandes lectores nos es dado encontrar una historia fantástica —como si fuera una película de efectos especiales—, en la que soñados personajes interpretan diversos papeles. Poco importa si son buenos, malvados, oscuros o radiantes; porque todos son personajes profun-dos y misteriosos. En poemas como «Los gigantones» o «Juan Volatín» nos sobrecoge la impresión de estar escu-chando antiguos cuentos de hadas y podemos sentir el escalofrío de una pesadilla que nos desvela a medianoche o la gracia de un muñeco revoloteando en la ventana. Es conveniente leer los poemas en voz alta, con la mejor entonación posible para sentir ese aire infantil de alegría, de incertidumbre o de miedo. Como ocurre con el viento que provoca este caballo que, más allá de la muerte, aún sigue cabalgando:

El caballo Viene por las calles,a la luna parva,un caballo muertoen antigua batalla.

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1 «De estética infantil». En Obras completas. Lima: Mosca Azul Editores, 1974. 2 «Paisaje mínimo». En Obras completas. Lima: Mosca Azul Editores, 1974.

Sus cascos sombríos…trepida, resbala;da un hosco relincho,con sus voces lejanas.

En la plúmbea esquinade la barricada,con ojos vacíosy con horror, se para.

Más tarde se escuchansus lentas pisadas,por vías desiertas,y por ruinosas plazas.

Este texto pertenece al segundo libro de Eguren, La canción de las figuras (1916) y nos cuenta de un ser fan-tasmagórico que transita un escenario macabro, donde todo aparece degradado por el acabamiento. La opacidad del lenguaje —parva, trepida, plúmbea— da un sabor de leyenda remota y sin embargo de presente fascina-ción por el horror, pues (todavía) «… se escuchan / sus lentas pisadas». La brumosa historia de este caballo sin jinete, que avanza a ritmo penoso —trepida, resbala— va borrando los contornos de la realidad. Viene de lejos y en un punto sus ojos vacíos descubren algo que lo paraliza. ¿Qué puede ser?, no lo sabemos. Prosigue luego su cami-no y se hunde en una ciudad de sombras.

En una antigua entrevista, cuando el poeta tenía casi cincuenta años, a la pregunta: «¿Cuál es su lema?», él contestó: «Siempre a lo desconocido». Por eso no

sorprende que todos sus poemas oculten algo que difícil-mente descubriremos. Pero es la emoción de la búsque-da, como la curiosidad infantil, lo que anima continuar su lectura. Esa misma curiosidad infantil que mantenía vivo al poeta; sus ojos vivaces y atentos a los detalles del paisaje, a las costumbres de los insectos y a la flor que se abría en el jardín. Minucias que aparecen en sus poemas desde el título y se filtran entre las líneas formando un diminuto espectáculo. En una prosa reflexiva escribió:

El estado de contento es la verdadera existencia

porque el dolor destruye y es originario de muerte. El niño es nueva vida; una ascensión. Su espíritu vuela para percibir el conocimiento, con la curiosidad de lo ignoto, pues cada descubrimiento es para él una maravilla”.1

El mundo de los juguetes, ese otro laberinto de recreación infantil, de aprendizaje por representar la realidad en su escala minúscula, también fue motivo de muchos poemas de Eguren. Ahí están regados títeres, muñecas, tambores, pelotas, flautas y caballitos de carru-sel. En ese ámbito de juguetes, el niño, sumergido en la ensoñación, ocupa la dignidad del hacedor; es decir, del poeta. En una nueva prosa meditativa nos dice:

Los juguetes son una simulación liliputiense de la vida. Los niños los llevan a acciones magnas. Lo pequeño implica vastedad. La metafísica de la minia-

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1 «De estética infantil». En Obras completas. Lima: Mosca Azul Editores, 1974. 2 «Paisaje mínimo». En Obras completas. Lima: Mosca Azul Editores, 1974.

Sus cascos sombríos…trepida, resbala;da un hosco relincho,con sus voces lejanas.

En la plúmbea esquinade la barricada,con ojos vacíosy con horror, se para.

Más tarde se escuchansus lentas pisadas,por vías desiertas,y por ruinosas plazas.

Este texto pertenece al segundo libro de Eguren, La canción de las figuras (1916) y nos cuenta de un ser fan-tasmagórico que transita un escenario macabro, donde todo aparece degradado por el acabamiento. La opacidad del lenguaje —parva, trepida, plúmbea— da un sabor de leyenda remota y sin embargo de presente fascina-ción por el horror, pues (todavía) «… se escuchan / sus lentas pisadas». La brumosa historia de este caballo sin jinete, que avanza a ritmo penoso —trepida, resbala— va borrando los contornos de la realidad. Viene de lejos y en un punto sus ojos vacíos descubren algo que lo paraliza. ¿Qué puede ser?, no lo sabemos. Prosigue luego su cami-no y se hunde en una ciudad de sombras.

En una antigua entrevista, cuando el poeta tenía casi cincuenta años, a la pregunta: «¿Cuál es su lema?», él contestó: «Siempre a lo desconocido». Por eso no

sorprende que todos sus poemas oculten algo que difícil-mente descubriremos. Pero es la emoción de la búsque-da, como la curiosidad infantil, lo que anima continuar su lectura. Esa misma curiosidad infantil que mantenía vivo al poeta; sus ojos vivaces y atentos a los detalles del paisaje, a las costumbres de los insectos y a la flor que se abría en el jardín. Minucias que aparecen en sus poemas desde el título y se filtran entre las líneas formando un diminuto espectáculo. En una prosa reflexiva escribió:

El estado de contento es la verdadera existencia

porque el dolor destruye y es originario de muerte. El niño es nueva vida; una ascensión. Su espíritu vuela para percibir el conocimiento, con la curiosidad de lo ignoto, pues cada descubrimiento es para él una maravilla”.1

El mundo de los juguetes, ese otro laberinto de recreación infantil, de aprendizaje por representar la realidad en su escala minúscula, también fue motivo de muchos poemas de Eguren. Ahí están regados títeres, muñecas, tambores, pelotas, flautas y caballitos de carru-sel. En ese ámbito de juguetes, el niño, sumergido en la ensoñación, ocupa la dignidad del hacedor; es decir, del poeta. En una nueva prosa meditativa nos dice:

Los juguetes son una simulación liliputiense de la vida. Los niños los llevan a acciones magnas. Lo pequeño implica vastedad. La metafísica de la minia-

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tura es una síntesis, y ésta puede mantener virtual-mente fuerzas grandes. En el mundo de los juguetes el niño es un gigante…2

Una anécdota escrita por Rosa Alarco es muy reveladora, porque refiere los juegos infantiles de un Eguren adulto con sus amigos escritores. Sólo menciono un pequeño fragmento:

Él nos había dicho: «Y mírenme bien… ¡Yo soy un duende!… pero hay otros duendes… cítenlos para formar una ronda… y una vida (…) porque yo sé que existen muchos seres esperando… y yo he visto unas cuevas muy lindas y otras cosas… No sere-mos muchos… pero eso sí, ¡bailaremos! ¡Cantaremos! ¡Jugaremos!… y luego, ¡ya verán! con el día… zas y zas… desapareceremos todos».3

Dichas referencias no deberían incomodarnos: Eguren tenía familiaridad con los juguetes, las travesuras y las rondas infantiles. Jugaba en el mundo real como en tantos de sus poemas, formando comparsas palaciegas, danzando al ritmo de rondallas y cantando tarantelas en fiestas que él mismo organizaba. Recordemos, además, que sus primeras composiciones poéticas fueron escritas para sus pequeñas sobrinas; no sabemos si luego continuó pen-sando en un público infantil, pero es bien conocido que sus largas temporadas transcurridas de niño en las hacien-das Chuquitanta y Pro, a causa de su salud quebradiza,

marcaron de manera imborrable su espíritu de amor por la naturaleza y de pasión por la fresca fabulación infantil.

Un aspecto fundamental de aquellos años es la for-mación interior que recibió de niño. Lo que él llamó su «educación privada» —realizada al margen de la escuela—, que fue su afición temprana por la pintura y la música, y también por la lectura de escritores clásicos inducida por su hermano Jorge. Esta rica experiencia espiritual lo dotó del «profundo sentimiento de la Naturaleza, expresado en símbolos, como lo siente la gente del campo que lo anima con fábulas y consejas y lo puebla de duendes y brujas, monstruos y trasgos».4

Es por eso que los ambientes creados por Eguren son alucinados y sus personajes jamás son decorativos, sino que insinúan ciertos dramas de la existencia huma-na. Aunque no es fácil, leer su poesía es una experiencia cautivante. Procuremos repetir sus versos entrecerrando los ojos y dejémonos llevar por la música de sus palabras, por las primorosas pinceladas que van creando un cuadro lleno de símbolos. Sabemos que el símbolo es una impre-sión profunda, una sensación difícil de explicar como tantas cosas en la vida. Y es sobre todo en la inocente imaginación del niño donde germinan los símbolos, de natural y continuo, que acaban por pintar un paisaje único como el que nos deja esta poesía.

Jorge eslava

3 En el libro de Rosa Alarco, Alfonso de Silva. La Habana: Casa de las Américas, 1981.

4 «Nota sobre José María Eguren», por Enrique Bustamante y Ballivián. En Boletín Bibliográfico de la Universidad Mayor de San Marcos. Lima. Vol I. Nº 15. Diciembre de 1924.

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tura es una síntesis, y ésta puede mantener virtual-mente fuerzas grandes. En el mundo de los juguetes el niño es un gigante…2

Una anécdota escrita por Rosa Alarco es muy reveladora, porque refiere los juegos infantiles de un Eguren adulto con sus amigos escritores. Sólo menciono un pequeño fragmento:

Él nos había dicho: «Y mírenme bien… ¡Yo soy un duende!… pero hay otros duendes… cítenlos para formar una ronda… y una vida (…) porque yo sé que existen muchos seres esperando… y yo he visto unas cuevas muy lindas y otras cosas… No sere-mos muchos… pero eso sí, ¡bailaremos! ¡Cantaremos! ¡Jugaremos!… y luego, ¡ya verán! con el día… zas y zas… desapareceremos todos».3

Dichas referencias no deberían incomodarnos: Eguren tenía familiaridad con los juguetes, las travesuras y las rondas infantiles. Jugaba en el mundo real como en tantos de sus poemas, formando comparsas palaciegas, danzando al ritmo de rondallas y cantando tarantelas en fiestas que él mismo organizaba. Recordemos, además, que sus primeras composiciones poéticas fueron escritas para sus pequeñas sobrinas; no sabemos si luego continuó pen-sando en un público infantil, pero es bien conocido que sus largas temporadas transcurridas de niño en las hacien-das Chuquitanta y Pro, a causa de su salud quebradiza,

marcaron de manera imborrable su espíritu de amor por la naturaleza y de pasión por la fresca fabulación infantil.

Un aspecto fundamental de aquellos años es la for-mación interior que recibió de niño. Lo que él llamó su «educación privada» —realizada al margen de la escuela—, que fue su afición temprana por la pintura y la música, y también por la lectura de escritores clásicos inducida por su hermano Jorge. Esta rica experiencia espiritual lo dotó del «profundo sentimiento de la Naturaleza, expresado en símbolos, como lo siente la gente del campo que lo anima con fábulas y consejas y lo puebla de duendes y brujas, monstruos y trasgos».4

Es por eso que los ambientes creados por Eguren son alucinados y sus personajes jamás son decorativos, sino que insinúan ciertos dramas de la existencia huma-na. Aunque no es fácil, leer su poesía es una experiencia cautivante. Procuremos repetir sus versos entrecerrando los ojos y dejémonos llevar por la música de sus palabras, por las primorosas pinceladas que van creando un cuadro lleno de símbolos. Sabemos que el símbolo es una impre-sión profunda, una sensación difícil de explicar como tantas cosas en la vida. Y es sobre todo en la inocente imaginación del niño donde germinan los símbolos, de natural y continuo, que acaban por pintar un paisaje único como el que nos deja esta poesía.

Jorge eslava

3 En el libro de Rosa Alarco, Alfonso de Silva. La Habana: Casa de las Américas, 1981.

4 «Nota sobre José María Eguren», por Enrique Bustamante y Ballivián. En Boletín Bibliográfico de la Universidad Mayor de San Marcos. Lima. Vol I. Nº 15. Diciembre de 1924.

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Suena trompa del infante con aguda melodía…La farándula ha llegado de la reina Fantasía;y en las luces otoñales se levanta plañiderala carroza delantera.Pasan luego, a la sordina, peregrinos y lacayosY con sus caparazones los acéfalos caballos;Va en azul melancolíala muñeca. ¡No hagáis ruido!,se diría, se diríaque la pobre se ha dormido.Vienen tímidos y erguidos palaciegos borgoñonesy los siguen arlequines con estrechos pantalones.Ya monótona en literava la reina de madera;Y Paquita siente anhelo de reír y de bailar, Flotó breve la cadencia de la murria y la añoranza;suena el pífano campestre con los aires de la danza.¡pobre, pobre marionnette que la van a sepultar!Con silente poesíava un grotesco Rey de Hungríay lo siguen los alados;así toda la jauría con los viejos cortesanos.

archa fúnebrede una marionnette

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Suena trompa del infante con aguda melodía…La farándula ha llegado de la reina Fantasía;y en las luces otoñales se levanta plañiderala carroza delantera.Pasan luego, a la sordina, peregrinos y lacayosY con sus caparazones los acéfalos caballos;Va en azul melancolíala muñeca. ¡No hagáis ruido!,se diría, se diríaque la pobre se ha dormido.Vienen tímidos y erguidos palaciegos borgoñonesy los siguen arlequines con estrechos pantalones.Ya monótona en literava la reina de madera;Y Paquita siente anhelo de reír y de bailar, Flotó breve la cadencia de la murria y la añoranza;suena el pífano campestre con los aires de la danza.¡pobre, pobre marionnette que la van a sepultar!Con silente poesíava un grotesco Rey de Hungríay lo siguen los alados;así toda la jauría con los viejos cortesanos.

archa fúnebrede una marionnette

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Y en tristor a la distancia Vuelan goces de la infancia,los amores incipientes, los que nunca han de durar.¡Pobrecita la muñeca que la van a sepultar!Melancólico un zorciso se prolonga en la mañana,la penumbra se difunde por el monte y la llanura,marionette deliciosa va a llegar a la temprana sepultura.En la trocha aúlla el lobo Cuando gime el melodioso paro bobo.Tembló el cuerno de la infancia con aguda melodía,y la dicha tempranera a la tumba llega ahoracon funesta poesíay Paquita danza y llora.

.......................................marionette: voz francesa que significa 'títere que se mueve por hilos'.sordina: voz italiana que significa 'pieza que disminuye el sonido'. de un instrumento musical.acéfalo: sin cabeza.túmidos: hinchados.palaciegos borgoñones: personajes de la corte de Borgoña.murria: tristeza, melancolía.alano: perro grande.tristor: derivado poético de tristeza.zorcico: composición musical y baile del País Vasco.paro bobo: contracción de pájaro bobo, más conocido como pingüino.

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Y en tristor a la distancia Vuelan goces de la infancia,los amores incipientes, los que nunca han de durar.¡Pobrecita la muñeca que la van a sepultar!Melancólico un zorciso se prolonga en la mañana,la penumbra se difunde por el monte y la llanura,marionette deliciosa va a llegar a la temprana sepultura.En la trocha aúlla el lobo Cuando gime el melodioso paro bobo.Tembló el cuerno de la infancia con aguda melodía,y la dicha tempranera a la tumba llega ahoracon funesta poesíay Paquita danza y llora.

.......................................marionette: voz francesa que significa 'títere que se mueve por hilos'.sordina: voz italiana que significa 'pieza que disminuye el sonido'. de un instrumento musical.acéfalo: sin cabeza.túmidos: hinchados.palaciegos borgoñones: personajes de la corte de Borgoña.murria: tristeza, melancolía.alano: perro grande.tristor: derivado poético de tristeza.zorcico: composición musical y baile del País Vasco.paro bobo: contracción de pájaro bobo, más conocido como pingüino.

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En el fondo del valle,vetusta casaNos presenta musgosasescalinatas.En el bosque sombrío,mustias y raras,como muertas pupilasson sus ventanas.Por los negros pasillosque se enmarañan, el oído acaricianbreves palabras.En su raro aposentoviven las hadasy los antiguos seresde la campaña.

Las ancianas cigüeñasque en ellas paran,de los muertos señoresa veces hablan.Por doquier nos dicen, las luces blancas, el amor misterioso, feliz que guardan.O miramos señalesmultiplicadas, de la siempre escondida suerte galana.Y por eso los gratos ensueños causa,blanquecina y musgosa, vetusta casa.

asa vetustaC

.......................................vetusta: muy antigua o anticuada.suerte galana: suerte feliz.

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En el fondo del valle,vetusta casaNos presenta musgosasescalinatas.En el bosque sombrío,mustias y raras,como muertas pupilasson sus ventanas.Por los negros pasillosque se enmarañan, el oído acaricianbreves palabras.En su raro aposentoviven las hadasy los antiguos seresde la campaña.

Las ancianas cigüeñasque en ellas paran,de los muertos señoresa veces hablan.Por doquier nos dicen, las luces blancas, el amor misterioso, feliz que guardan.O miramos señalesmultiplicadas, de la siempre escondida suerte galana.Y por eso los gratos ensueños causa,blanquecina y musgosa, vetusta casa.

asa vetustaC

.......................................vetusta: muy antigua o anticuada.suerte galana: suerte feliz.