Ejercitos y Batallas 35 - Guerra Zulu de 1879

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Libro de Osprey que describe las batallas entre el ejercito britanico y la nacion Zulu

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E ÉRCITOS y BATALLAS ,

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MILlTARY

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BATALLAS DE LA HISTORIA 17 , GUERRA ZUlU 1879 , ,

el CRePUSCUlO De UNA NACION De GUeRReROS

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BATALLAS DE LA HISTORIA 17 I

GUERRA ZUlU 1879 , , El CREPUSCUlO DE UNA NACION

DE GUERREROS IAN KNIGHT IAN CASTLE

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T Campo de batalla de Jsandlwana, fotografiado seis meses despu és de la batalla. Los carromatos son todo lo que queda del campamento de Chelmsford. Aquí tuvieron lugar muchos de los más duros combates cuerpo a cuerpo. (Colección de Jan Knight)

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, INDICE

Origen de la guerra 6 Estrategias en confrontación 9 Plan británico 9

Plan zulú 11

Jefes 13 Británicos 13

Zulúes 15

Ejércitos: campaña de Isand1wana 18 La columna central de Chelmsford 18

El Ejército zulú 28

Primera fase de la guerra 34 Avance hacia 1sandlwana 36

Batalla de Isandlwana 36

Consecuencias de Isandlwana 60 Segunda fase de la guerra 62 Estrategias en confrontación 63

Khambula: se inicia la acción 66

Batalla de Khambula 69

Consecuencias 86 Los campos de batalla en la actualidad 90 Cronología

Juego de la guerra zulú

Din.:rciú n Edi(()rial : .Il1an ~Iaría Manin cz. Dirnci,'HI ""écnica: Eduardo I)eflalba. Coordin.Jc¡fHl EdilOrial: .lua n Ramón A';lOla . up~rvis i ('H1 ~ adaplaciún: J 4Ivier de

Ikl1l1o. Comit é de Rcdaffiún : ~1aI1I1 CJ Ba flOS. I\crnardo Kincún. ~1..J. 1{;lIl1írCl .

Edici6n : I.uis G¡¡ rcía . I ¡ligo CaSI ro. Fra ncisfo I'l.'ra lcs. FCII( '¡.; rafla )' D OC UllI l' l1lacit>n Gr¡ílica dt..· la cd irio ll : José ~la ría S;Ít:nl de Al 1II t.:i cla , ~ f a r l a Carra ll/a . Na ll cl Cotilas. Joaqu ín Yl' rga. \'ersiún casldlana: lavier dc Benilo. Títlllo origina l: lllli, IJ'flf /879. Autor: lan Knighl r lan Cast le.

l'uhli(;lClll ori~i l1 a llll e lll e por (lsprcv. se llo edilOria l li t, Reed Consumer . Book ~ 1.,,1.. ~1 ll hdin 1I 0 1lse. SI Flllllalll Ho;ul. 1.011 <1 0 11 S\\' :\ 6HB .

Reed I nI. Books LId . Septiembre 1994. Ediciones del

Prado. de la presente edición.

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IJOI" lI in gú lI med io. se ! lIIednico. 4HoQllílllico, dl,t lriH1ico, mag nético. declro"ptico . por fotocopia. 1)

cua ltJl! ier otro, sill el previo permiso por escrilO de l., edilOri¡,1.

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ORIGEN DE LA GUERRA

Cuando sonó el último di paro de la batalla de Ulundi, el4 dejulio de 1879, el Ejército (E.) zulú -animado al comie nzo de la guerra por la gran victoria de Isandlwana, pero desmoralizado des­pués, por la estrepitosa derrota de Khambula­aceptó finalmente que había perdido, y que la guerra había terminado. Ese disparo fin al era la cu lminación de dos al1 0S de ajetreada actividad política , encaminada a el iminar el principal obstá­sula a la expansión del imperialismo británico en Africa del Sur.

El país zu lú se convi rtió en un reino fuerte y agresivo durante el reinado del rey Shaka kaSen­zangakhona, a principios del siglo XIX. Los pri­meros colonos blancos ll egaron, sin embargo, du­rante el reinado de Shaka. Hacia la década de los 70, el país zulú se vio limitado por dos lados, por la ráp ida expansión de las comunidades colonia­les europeas; los británicos de Natal, al sur, y los bóers de la República del Transvaal, al oeste. La llegada de los blancos no siempre fue pacífica, y el Estado zu lú sufrió una serie de guerras ruino­sas que minó sus efectivos económicos y militares. Sin embargo, en 1873, un nuevo rey zu lú -Cetsh­wayo kaMpande- inició un programa de refor­mas internas, encaminadas a revi talizar el aparato estatal. El momento no era propicio: por enton­ces, sus vecinos llegaron a considerar la existencia de su reino como una amenaza para sus propios interese en la región. Era sólo cuestión de tiem­po, por tanto, que las aspiraciones de las dos na­ciones, británica y zulú, las condujeran a la discor­dia y a la confrontación final.

Los británicos , que tomaron el control de El Cabo en 1806, durante las guerras napoleónicas, por razones estratégicas, encontraban cara tal po­sesión. Las continuas disputas entre los británicos, los bóers (descend ientes de los primitivos colonos holandeses) y varios grupos de africanos, condu­jeron a continuas guerras minúscu las, que consti­tuían una sangría para los Departamentos del Te­so ro y de la Guerra . En la década de los 70, trata-

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Expansión colonial británica

OCfANO A TLAN T1CO

1652: Se estable­. cen los holandeses.

1806: Ocupación británica

Cabo de Buena Esperanza

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COLONIA DE EL CABO

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Sudáfrica, 1806-1880

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\ Sep 1879 \ Los británicos so- "

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Territorio en litigio entre Trans­vaal y el país zulú: una de las causas de la guerra

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Década de 1820: (

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Se establece el reino zulú. Originalmente comprendía Natal. 1843: Se limita la frontera sur

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r::-:---...,.......,-:-:-:---=--o Década de 1840: Se constituye el Estado Libre de Orange de la Rep. Bóer Trekker

/ establece el reino 1 ", . bashoto. 1868: r/ Pietermaritzburg

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1838: Se fija el río Orange como frontera norte de la Colonia del Cabo. Se produce una gran emigra­ción de bóers al interior

Puerto Isabel

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1824: Llegan los primeros explora­dores británicos, y el rey zulú Shaka les otorga tierras

1842: Los británicos se anexionan Natal

OCÉANO íNDICO

.\ It OSA Principales grupos africanos Fronteras políticas

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50 100 150 200 250 300 Km

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ron de resolyer esos conflictos adoptando una po­lítica conocida como Confederación , que propo­nía unir a los distintos grupos rivales de blancos y negros bajo un a sola autoridad, la británica.

En 1877, se designó a sir Henry Bartle Frere como nuevo alto comi ionado para Sudáfrica, con la intención expresa de llevar a cabo la Confede­ración . Frere se convenció rápidamente de que el reino zulú representaba la amenaza más seria para lograrla. Llegó a obsesionarse con la idea de que Cetsh\\'ayo estaba detrás de la ola de desórdenes que se extendió por toda la población negra de Sudáfrica, y comenzó a preparar el terreno para una intervención militar. Se describía a Cetshwa­yo como «déspota irresponsable, sanguinario y traicionero» , y a sus guerreros como «máquinas únicas de matar hombres». Sin embargo, en esos momentos, el Gobierno de la metrópoli se encon­traba implicado en una crisis en los Balcanes y en una guerra seria en i}fganistán , oponiéndose a una nueva guerra en Africa. Se dijo a Frere que tratara a los zulúes con «espíritu de indulgencia». Sin embargo, su política había ido demasiado le­jos como para abandonarla, y Frere continuó con sus planes.

En marzo de 1878, el teniente general (TG.), honorable sir Frederic Thesiger -que se convir­tió en lord Chelmsford a la muerte de su padre, en octubre de ese allo- tomó el mando de las fuerzas imperiales de Sudáfrica. Chelmsford esta­ba de acuerdo con Frere en que era inevitable la guerra con los zulúes. Frere tenía ahora los me­dios para llevar adelante una guerra contra los zu­lúes, y todo lo que necesitaba era una excusa. Ma­nipulando el pobre sistema de comunicaciones en­tre Ciudad de El Cabo y Londres, esperaba pre­sentar al Gobierno un «fait accompli».

Frere encontró la justificación que buscaba en informes de violaciones de fronteras de poca im­portancia. Esos incidentes eran inocuos en sí mis­mos -en una ocasión , un pequer10 grupo de zu­lúes persiguieron a unos fugitivos por el río Mzin­yathi , penetrando en Natal, y regresaron con ellos al país zulú; en otra ocasión , unos funcionarios co­loniales que se perdieron en el país zulú fueron detenidos temporalmente como espías- o Sin em­bargo , Frere consideró esos incidentes como prueba de las intenciones agresivas del rey zulú.

El 11 de diciembre de 1878, se convocó a los re­presentantes del rey Cetshwayo a una reunión en el barranco inferior del río Thukela, para cono­cer la decisión de una Comisión de Fronteras, que había arbitrado un disputa relativa a las preten-

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siones rivales de bóers y zulúes sobre una franja de terreno en la ribera del río Ncome (Sangre). Gran Bretaña se había anexionado la república, en bancarrota, del Transvaal en 1877 -muy a dis­gusto de muchos de sus habitantes- y esta dispu­ta sirvió de instrumento para dar forma a la acti­tud de Frere frente a la «amenaza» zulú. Contra­riamente a lo que esperaba, la Comisión falló en favor de los zulúes, pero el alto comisionado apro­vechó la oportunidad para condicionar esa deci­sión a la aceptación de sus demandas, por parte de los zulúes. Las demandas incluían compensa­ciones por los incidentes fronterizos y, lo que era peor, el abandono del sistema militar zulú. Si los zulúes no las cumplían en el plazo de treinta días, significaría la guerra. Las demandas eran imposi­bles de satisfacer, puesto que iban contra la esen­cia del modo de vida zulú. Frere lo sabía, contaba con ello . Por muy dispuesto que estuviera el rey Cetshwayo a aplacar a los británicos, la sociedad zulú no podría soportar el desmantelamiento sú­bito del sistema militar. La suerte estaba echada.

... Acuarela, de Orlando Norie, del IBón. del 13 Rgto. Ligero de Inf. en marcha durante la guerra

zulú. El 1/13 formaba parte de la columna de Wood. (Museo L. l . de Somerset, Taunton)

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ESTRATEGIAS EN CONFRONTACiÓN

Plan británico

La estrategia de lord Chelmsford estaba dirigida a satisfacer la necesidad de proteger Natal y el Trans­vaal de una posible invasión zulú , y enfrentarse, al mismo tiempo, al E. zulú con fuerzas suficientes para derrotarlo. Puesto que el Gobierno de la me­trópoli no había aprobado una campaña ofensiva, las fuerzas a su disposición eran limitadas. Las dis­tribuyó en cinco puntos, a lo largo de las fronteras de Natal y del Transvaal, constituidas por los ríos Thukela, Mzinyathi y Ncome. Al principio preten­día que las cinco columnas convergieran en la ca­pital zulú, Ulundi, pero su plan suponía una pesa­dilla logística, cuyas carencias no podía resolver. Al final , sólo se usaron ofensivamente tres columnas, dejando las otras dos para prevenir posibles contra­golpes zulúes.

La columna del flanco derecho (N ." 1) tenía que penetrar en el país zulú por e! barranco inferior del

Thuke!a, al mando del coronel (Cor.) C. K. Pear­son, del 3." de Buffs. La columna N." 2, al mando del Cor. A. Durnford, de! Cuerpo de Ingenieros Reales (IR), debía permanecer en e! difícil terreno por encima del barranco medio del Thukela. La co­lumna central, N." 3, al mando del Cor. R. Glyn, del 24 Regimiento (Rgto.), debía penetrar en e! país zulú por el barranco de Rorke del Mzinyathi , mien­tras la columna del flanco izquierdo, (N." 4), al man­do del Coro H. E. Woods, Cruz Victoria (CV), del 90 Rgto. ligero de infantería (L1), penetraría por un punto conocido como colina de Bemba, en el Ncome. La columna restante, N." 5, al mando del Cor. H. Rowlands, CV, tenía que establecerse en Luneburg, en el Transvaal, para vigilar a los zulúes y a los sombríos elementos republicanos del Trans­vaal. El propio Chelmsford acompaflaba a la colum­na central.

El plan era totalmente seguro. Se pensaba que las tres columnas invasoras eran suficientemente fuer-

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Primera invasión del país zulú, enero a abril de 1879

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Marzo 1879: zulúes locales montan una emboscada a un convoy britanico

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Abril 1879: Lord Chelmsford derrota a las

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,x, ~e:ne ~:rzas sitiadoras y libera Esho-

, Gingrndlovu

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OCÉANO íNOICO

... Principales campamentos británicos .. Rutas de Invasión ... --- Expedición de socorro a Eshowe .. Movimientos zulúes ----- Frontera zulú

10 20 30 40

20 40 60

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tes para derrotar solas al E. zu lú , mientras las dos columnas de reserva reduCÍan considerablemente el riesgo de una incursión zulú contra las vulnerables comunidades de colonos. Al no haber recibido con­testación de Cetshwayo el II de enero de 1879, las columnas comenzaron la penetración del territorio zulú .

Plan zulú

El rey Cetshwayo no deseaba la guerra. U na vez que las tropas británicas penetraron en territorio zulú y atacaron refugios zulúes, sus j óvenes guerre­ros pidieron autorización para combatir, pero el rey les prohibió penetrar en atal, confiando en que una guerra puramente defensiva le reportaría ven­t<uas políticas.

El rey identificó correctamente a la columna cen­tral como la más fuerte de las fuerzas invasoras. Su estrategia fue emplear a los guerreros que vivían en el territorio ocupado por las columnas de los fl an­cos, para que intentaran desorganizar su avance,

~ El rey Cetshwayo kaMPande. Se convirtió en rey en 1873, e intentó revitalizar el reino zulú en un momento en que se encolltraba bajo la amenaza de la usurpación europea.

Eso le enfrentó a los británicos, y condujo a la desastrosa guerra zulú de 1879. (Colección de Killie Campbell)

mientras el grueso del E. zulú se dirigía directa­mente contra la columna central. A mediados de ene ro, el rey concentró al grueso del E., más de 20.000 guerreros, en Ulundi . Cetshwayo no mar­chó al combate en persona, dej ando el mando al Gral. más caracterizado, el jefe Ntshingwayo kaMa­ha le Khoza, pero en su revista final dio instruccio­nes generales a sus guerreros: les ordenó marchar despacio, para no cansarse, y evitar el ataque a po­siciones organizadas. Tenían que expulsar al ene­migo al otro lado de la fro ntera, pero sin cruzarla bajo ningú n concepto. El gran E. partió con la mo­ral alta, convencido de su in vulnerabilidad , y dis­puesto a lavar sus venablos con la sangre de los «abe Lungu», los hombres blancos.

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JEFES

Británicos

El comandante en jefe británico, lord Chelmsford, era en muchos aspectos el típico soldado de carre­ra victoriano. Había ingresado en el Ejército en 1844, a tiempo de ver en acción una serie de cam­pañas coloniales. Había estado presente en Abisinia en 1868, cuando el paisaje árido de la montaña, el calor y la sed, y los problemas insuperables de transporte, fueron tan enemigos como el «loco» rey Teodoro. Había servido en el motín de la India y, cuando sucedió a sir Arthur Cunynghame como jefe de las fuerzas británicas en Sudáfrica, la nove­na guerra de la frontera de El Cabo, contra el pue­blo xhosa, estaba llegando a su fin. La frontera de El Cabo era un teatro de operaciones muy difícil,

D Sir Henry Bartle Edward Frere, alto comisionado británico para África del Sur. Responsable de emprender una política de confederación, para facilitar el dominio británico, Frere se convenció pronto de que los zulúes constituían un gran obstáculo para esos planes. (S. Bourquin)

D TG. Frederic Thesigher, segundo barón de Chelmsford. Comandante en jefe británico en Sudáfrica, era un experto en guerra colonial, pero subestimó la fuerza de los zulúes. (S. Bourquin)

D Coro Richard Glyn, del 24 Rgto. Glyn era el jefe de la columna N.' 3, pero la decisión de lord Chelmsford de acompañar a su columna le quitó el mando de hecho. Glyn sugirió establecer el campamento en Isandlwana,

pero Chelmsford lo rechazó. (Museo Nacional del Ejército)

D Coro A . W. Durnford, IR, quien mandó la columna N.' 2. Durnford era partidario de emplear tropas negras, y su proPia unidad se componía mayoritariamente de africanos. Chelmsford lo consideraba impetuoso, y muchos desde entonces lo han considerado culpable del desastre de Isandlwana. (Colección de lan Knight)

porque los xhosa empleaban tradicionalmente tác­ticas esquivas de guerrillas, desde puntos fuertes de montañas boscosas, o desde valles profundos, satu­rados de maleza. Chelmsford tenía una mezcolan­za de tropas a su disposición, incluyendo volunta­rios locales, soldados irregulares y africanos forzo­sos, reforzados por tropas imperiales regulares. Con éstas, había peinado con éxito la maleza y derrotado a los xhosa. Chelmsford había recibido elogios por la forma en que manejó su heterogénea unidad, a menudo en las condiciones más penosas, pero las lecciones aprendidas parecían haberle de­jado mal preparado para una guerra contra los zu­lúes. Había presenciado contados ataques en masa de los xhosa, que fracasaron frente a las descargas disciplinadas de fuego, y estaba convencido de que los guerreros africanos no llevarían a cabo un ata­que en fuerza frente a una potente concentración de fuego. Los modales impecables de este alto ca­ballero victoriano ocultaban su falta de respeto por las posibilidades militares de los colonos. Confian­do en que las tropas imperiales podrían ganar so­las, desestimó los consejos de quienes conocían el país y a los zulúes. Pero los zulúes combatían de for­ma diferente a los xhosa, y nada de la experiencia de Chelmsford le sirvió en este caso. Su principal preocupación, expresada en varias ocasiones, era la dificultad que podría tener en atraerlos a la batalla. Había transcurrido poco tiempo de la campaña, cuando Chelmsford ordenó a la columna N." 2, al mando del Cor. Anthony Durnford, de los IR, que le apoyara. Durnford era un carácter controverti­do. Había estado destinado en Natal durante unos años, como ingeniero jefe de la colonia, y admira­ba y respetaba a la población negra. En 1873 estu­vo al mando de un grupo de voluntarios, creado para impedir que escapara el jefe Langalibalele por las montañas de Drakensberg, en el transcurso de una rebelión de poca importancia. Durnford inter­ceptó a Langalibalele en el paso del Bosquimano, pero en la posterior refriega fue obligado a retirar­se. Tres voluntarios resultaron muertos y el propio Durnford perdió el uso de la mano izquierda que, a partir de entonces llevó metida en la pechera de

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su casaca. Aunque nunca se pu o en duda su valor personal, muchos consideraron el incidente como un fracaso de Durnford , al que culparon por ello. A! comienzo de la campai'la zulú, Durnfo rd se ha­bía manifestado a favor de una fuerza debidamen­te uniformada y organizada, reclutada entre la po­blación negra de atal, cuya gran mayoría era ene­miga de los zulúes. La falta de fondos y el nervio­sismo colonial redujeron el alistamiento a poco más que una vulgar leva, aunque la unidad bajo mando

.... Coro Henry Evelyn Wood, del 90 Ligero de In[ , quien mandó la columna N.' 4. Wood era un oficial enérgico y capaz, dotado de un olfato especial para la guerra colonial. Llevó este uniforme durante la guerra zulú, con excepción del casco, que sustitllYó -al parecer- por un modelo más sencillo, de servicio en el extranjero. (Colección de lan Knight)

T Tcol. Redvers Buller, el dinámico jefe de la Cabo de Wood. Wood fue uno de los pocos oficiales imperiales que se dieron cuenta del potencial de las fu erzas irregulares de Caballeria reclutadas localmente; este diblljo muestra el práctico equiPo que llevaba en campaña. (Museo Nacional del Ejército)

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personal de Durnford se componía principalmente de tropas negras, que le tenían en gran estima. Sus relaciones con Chelmsford eran, sin embargo, ten­sas, porque Chelmsford le consideraba impetuoso, y en una ocasión consideró necesario reprenderle por ?esobedecer órdenes y actuar por iniciativa propia.

De las columnas restantes, la más importante era la columna del fl anco izquierdo, al mando del Cor. Henry Evelyn Wood, quien estu vo en servicio acti­vo durante muchos afios y cuya in teresante carrera le llevó de guardiamarina de la Armada a mariscal de campo del Ejército. Fue miembro de un grupo de prometedores oficiales - reunidos por el «enfa nt terrible» de la institución militar, el Gral. sir Gar­net Wolseley- conocid9 como el «CÍrculo de Ashan­ti», tras su servicio en Africa en 1873. Wood era li­geramente frívolo y tenía fi:una de ser propenso a los accidentes -una vez fu e pisoteado por una ji­rafa- , pero era un verdadero y enérgico oficial, co n un olfato especial para la guerra colonial, y ha­bía servido bajo el mando de Chelmsford , en la frontera de El Cabo.

El T te. Cor. Redvers Buller era el jefe de la ca­ballería (Cab. ) de Woods y, en gran medida, su

• El jefe Zibhebhu kaMapitha, jefe de un Rgto. zulú y, tal vez, el general de más talento de su generación. Combatió en

Isandlwana, donde fue herido en una mano y, más tarde, en Khambula y Ululldi. (S. Bourquin)

mano derecha. Había servido en China y era otro de los miembros del «CÍrculo de Ashanti». Mandó fuerzas irregulares en la frontera de El Cabo, y fu e uno de los pocos oficiales imperiales que reconoció su va lía. Era un líder dinámico y carismático, y un combatiente duro y tenaz. Su valor personal era le­gendario, y esto, unido a su habitual preocupación por el bienestar de sus hombres, le habían granjea­do su afecto. En la campaI'ia en cuestión, Wood y Buller demostraron que eran una combinación mortal.

Zulúes

Puesto que no era costumbre que un rey zulú , con la excepción de Shaka, mandara pe rso,I} ~lmente su E., se dejaba que fueran sus altos dignatarios quie­nes lo guiaran a la batalla. En 1879, mandaron el grueso del E. zulú los jefes Mnyamana ka gqenge­lele y Ntshingwayo kaMahole.

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El jefe Mnyamana era una persona inmensamen­te poderosa. Era el jefe del clan Buthelezi, uno de los más importantes del reino, y había sido "indu­na" principal de Cetshwayo desde su coronación. Como tal, era primer ministro efectivo de la nación, y fu e en calidad de tal, más bien que como jefe mi­litar, como acompañó al E. Tenía entre sesenta y se­tenta alíos, era alto y enjuto, tenía una barba pun­tiaguda y pelo gri s, voz profunda e imponentes ademanes .

El hombre designado para mandar sus tropas era el jefe Ntshingwayo kaMahole. Era un hom­bre de gran fama, dotado de una considerable ap­titud militar, y amigo íntimo de Mn yamana. Era más bajo y más grueso que Mn ya mana, pero me­jor orador.

Había más jefes de talento en las fu erzas zulúes. El jefe Zibhebhu kaMapita era jefe de los Mandla­kazi, sección de la Casa Real zulú , y primo del rey. Además, era un hombre poderoso dentro del rei­no, que había propiciado el establecimiento de es-

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trechos lazos con los comerciantes blancos, y se ha­bía enriquecido en consecuencia. En la plenitud de la vida, se sabía que estaba disgustado con su papel de jefe provincial. Se había opuesto a la guerra pero, una vez comenzado el combate, se entregó a él en cuerpo y alma. Fue, quizás, el táctico zu lú más inspirado de su generación, pero las circunstancias le mantuvieron apartado mucho tiempo del campo de batalla. El medio hermano del rey, príncipe Da­bulamanzi kaM pan de, era otro joven líder, temera­rio y obstinado, monárquico a ultranza, y partida­rio de la guerra. Fue uno de los pocos jefes que go­zaron de fama entre los británicos, que le atribuye­ron muchas hazañas realizadas por otros jefes. No obstante , era valiente personalmente, buen tirador, y jefe intrépido.

Había otros zulúes «indunas», de categorías ma­yores y menores, que se distinguieron durante la guerra. Sigcwelegcwele kaM hlekehleke era el diná­mico jefe de los iNgobamakhosi, el más grande y, probablemente, el más agresivo de los nuevos

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Rgtos. del E. En el mismo Rgto. servía como oficial ubalterno Mehlokazulu kaSihayo, mencionado en

el ultimátum de los ingleses como uno de los que violaron la frontera de ata!. Como a muchos de su generación , le molestaba la influencia europea en los asuntos zulúes, y no sentía gran respeto por la cultura blanca y sus métodos de combate. Y ahí

.... Príncipe Dabulamanzi kaMPande, fotografiado después de la guerra zulú. Mandó el CE. uNdi durante el ataque infructuoso al barranco de Rorke, y más tarde combatió en el sector de Eshowe. (Museo Nacional del Ejército)

~ El j efe Sigcwelegcwele kaMhlekehleke, jefe del "ibutho» iNgobamakhosi. El iNgobamakhosi era uno de los Rgtos. más jóvenes del E. zlIlú y 11110 de los fa voritos del rey. JIIgó un papel importante en Isandlwana, Khambula y Ulllndi. El proPio Sigcwelegcwele combatió en Isandlwana y Gi1lgindlovu. (S. Bourquin)

estaba la gran vulnerabilidad zulú: sus jefes eran hombres capaces, que hacían gala de las virtudes militares del valor y de la disciplina, pero muy po­cos de ellos habían experimentado alguna vez el efecto devastador de las armas de fuego europeas, y muchos guerreros jóvenes no habían sido pues­tos a prueba en ninguna batalla .

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, -EJERCITOS: CAMPANA

DE ISANDLWANA

La columna central de Chelmsford

La columna N." 3 de Chelmsford, o columna cen­tral, era a la vez la más fuerte y la más experimen­tada. Oficialmente estaba al mando del Cor. Ri­chard Glyn, del 24 Rgto., pero la presencia del propio Chelmsford, redujo el papel de Glyn al de un cero a la izquierda. La espina dorsal de la co­lumna eran los dos Bóns. del 24 Rgto. (2." de War­wickshire). Era inusual que dos Bóns. del mismo Rgto. sirvieran juntos, porque las reformas insti­tuidas por el ministro de la Guerra, Edward Card­well, cuando introdujo el sistema de dos Bóns., te­nían previsto que uno siempre permaneciera en el cuartel, mientras el otro servía en ultramar. En realidad, las demandas de vigilancia de un impe­rio en expansión significaban que en un momen­to dado hubiera más Bóns. en ultramar que en la metrópoli. El 1 Bón. del 24 Rgto. había estado en ultramar durante años, y en Sudáfrica desde 1875. Desempeñó un papel destacado en la guerra de la frontera de El Cabo, y sus descargas de fusilería rompieron una carga de los xhosa en la batalla de Centane, en febrero de 1878. Cada Bón. de infantería (Inf.) imperial tenía unos efec­tivos teóricos de ocho compañías de 100 hombres cada una, pero las enfermedades y los servicios se tradujeron en que rara vez estuvieran al comple­to. El 1 Bón. del 24 Rgto. tenía menos de 700 hom­bres, pero la mayor parte de los suboficiales (Subs.) y otros mandos eran hombres con muchos años de servicio, y el Bón. se componía, en su con­junto, de veteranos maduros, avezados y aclima­tados, acostumbrados a servir juntos y con los mis­mos oficiales (Ofs.) .

El II Bón. del 24 Rgto. , por el contrario, se ha­bía formado por el sistema, recientemente intro­ducido, de servicio corto -por el que el alista­miento duraba seis años, en lugar de los doce del sistema anterior- y se reclutaron muchos hom­bres en Brecon, Gales del Sur, donde se estable­ció el cuartel regimental en 1873. Como conse­cuencia, la mayoría eran jóvenes, con una eleva­da proporción de galeses . El II Bón. llegó a Su-

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dáfrica en 1878, y se le empleó para eliminar las últimas resistencias de los xhosa en el territorio lleno de malezas. Por tanto, tenían menos expe­riencia que los hombres de su Bón . hermano, pero, sin embargo, se aclimataron con rapidez a las condiciones de Sudáfrica. Si había alguna riva­lidad entre los dos Bóns. , parecía que era amisto­sa, y los Ofs. estaban encantados, aparentemente, de trabajar juntos.

En 1879, el E. británico experimentaba un pe­ríodo de creciente profesionalización. La larga tradición de maniobras en las plazas de armas y uniformes vistosos cedía el paso , al fin , a teorías tácticas mas fluidas y a una apreciación del camu­flaje. No obstante, las tropas británicas todavía fueron a la guerra del país zulú con casacas escar­latas , pantalones azules y cascos blancos de servi­cio en el extranjero -una de las últimas campa­ñas de importancia en que lo hicieron así-o Al mismo tiempo, a casi medio mundo de distancia, las tropas que combatían en Afganistán iban de ca­qui. Cada Rgto. se distinguía por unos escudos de colores en el cuello y en las bocamangas, y por pla­cas regimentales en el cuello y en el casco. Los es­cudos del 24 eran verdes, y las placas d~1 cuello re­presentaban esfinges. Sorprendentemente, la ca­saca roja no destacaba siempre entre los severos tonos pardos y verdes del paisaje surafricano, pero el casco blanco era un objetivo brillante y ten­tador. Los veteranos aprendieron pronto a quitar­se la placa de latón y a descolorar el casco con tin­tes improvisados de té, café o corteza de árboles.

El equipo de Inf. constaba del sistema integra­do de petate patrón . Incluía un cinturón con car­tucheras a cada lado de la hebilla, que contenían en total cuarenta disparos , y una «cartuchera de respeto», de cuero negro , que contenía treinta dis­paros más. Un capote enrollado, una cubertería de campaña, de estaño, y el petate , se sujetaban por medio de abrazaderas, aunque en campaña, el petate se llevaba normalmente en los carroma­tos de transporte. U na botella de agua, de made­ra , en un hombro, y una mochila de lona, en el otro, completaban el equipo. Las armas de Inf.

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~ Artillero de la Art. real durante la guerra zulú. La mayor parte de los mandos inferiores de la AR parece que preferían la casaca de faena para el servicio, a la guerrera, más historiada, en tanto que los oficiales llevaban ordinariamente la casaca azul marino de cordoncillo.

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-4 El IBón. del 24 Rgto. marchando desde la frontera de El Cabo -donde participaron activamente contra los xhosa- al país zulú. Los irregulares sentados, a la derecha, pertenecen, probablemente, a la unidad de Bul/er, la Cabo ligera de fronteras. (Colección de la" Knight)

• El 1124 en Sudáfrica. Esta Cía. en particular se encontraba destacada al sur de Natal durante la guerra zulú, por lo que se libró del desastre de Isandlwana. Sin embargo, da una clara imagen de los maduros veteranos que componían el Bón. (Museo RRW, Brecon)

co mprendían el fu sil de repetlCIOn Martini­Hen ry, modelo 187 1, de carga por cierre , que dis­paraba una pesada bala de 0,450. Su alcance máxi­mo era de 1.450 yardas, pero su alcance efi caz en combate era de 350 yardas. En la parte superi or llevaba una bayo neta encastrada , apodada "la tu­berculosa» por las tropas.

Los Ofs . llevaban una casaca trenzada, escarlata o azu l, e iban armados con espadas y revóh·eres .

Además de la 1nf. , Chelmsford tenía una bate­ría (Bía.) /5 de la Artillería Real (A R), que cons­taba de seis ca fiones de 6 lib ras , de ánima rayada

.. avanca rga. Los cañones de 6 li bras se di señaron

en principio como caflO nes de montaña, pero sus estrechas cureñas demostraron que no eran ade­cuadas para Sudáfr ica, donde se montaro n en cu­reñas de "Kaffraria » (región de Sudáfrica), ver­sión modificada de las cureñas, más grandes, del caii ón de 9 libras. Los caiíones de 7 libra tenían un alcance máximo de 3.100 yardas, pero adole­cían de baja velocidad inicial, lo que red ucía la efectividad de las granadas)' de la metra lla. La AR llevaba uniforme az ul con cordo ncillo amarillo.

Las fu erza de Chelmsford carecían de Cabo en particular. Para co mpensar e ta deficiencia , se ha­bían constituido varios escuadrone (Esqs. ) de 1nf. montada, que eran Bóns. de 1n f. ca paces de ir a caballo. Llevaban sus casacas regimentales y pan­talone de montar de ante , e iban armados con ca­rabinas Swinburne-H enry. Se aumenta ron sus efectivos con hombres del Cuerpo de Voluntarios de Natal , colonos de la población de Natal que for­maron unidades de voluntarios cuando quedó cla­ro que el Gob iern o britán ico no estaba di spuesto a mantener una gran gua rnición en la colonia en tiempo de paz. El Gobierno facilitó uniform es y armas, y los hombres aportaro n sus propios caba­llos . Los hombres conocían el país y eran buenos

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jinetes y tiradores, pero eran pocos , y solamente la paramilitar Policía Montada de atal tenía un nivel d e di ciplina imilar al de las tropas regula­res. La ma oría de la unidades de voluntarios adopta ron unifo rmes negros o azu les, con cascos blancos. La columna central incluía destacamen-

tos de la Policía Montada de Natal , carabineros de Natal, guardias de fronteras de Búfalo y fusi leros montados de Newcastle.

A pesar de la oposición de un sector de la co­munidad de colonos , temeroso de que armar a la población negra de la colonia podía suponer una

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ORDEN DE BATALLA COLUMNAS BRITÁNICAS EL 11 DE ENERO DE 1879

TG. jefe de las fuerzas: lord Chelmsford, caballero jefe de la Orden del Baño

Columna N" 1 Coro C. K. Pearson, 3." Rglo. a pie

2 cañones de 7 libras, de la Art. Real Cía. N.' 2, de los Ingenieros Reales 11 Bón . del 3.' a pie 99 a pie (6 Cías.) Brigada Naval 2.' Esq. de Inf. montada Húsares de Natal Fusileros montados de Natal Fusileros montados de Alexandra Fusileros montados de Stanger Fusileros montados de Victoria 2.' Rgto. del CNN (2 batallones) 2.' Cía. del cuerpo de pioneros nativos de Natal

Efectivos de la columna: 20 de EM y oficinas, 23 de la AR, 4 cañones de 7 libras,

1 ametralladora Gatling, 2 tubos lanzacohetes de 1 alvéolo, 1.517 infantes,

312 jinetes, 2.256 del CNN , 622 conductores y ayudanles, 3.128 bueyes,

116 caballos, 121 mulas, 384 carromatos y 24 carretas.

Total de oficiales y soldados, 4.750.

Columna N" 3 Coro R. Glynn, 24 Rglo. a pie

Bía. N, de la 5.' brigada de la artillería real Cía. N.' 5, de los ingenieros reales IBón. del 24 a pie 11 Bón. del 24 a pie 1.- Esq. de Inf. montada Policía Montada de Natal Carabineros de Natal Fusileros montados de Newcastle Guardias de fronteras de Búfalo 3.- Rgto. del CNN (2 batallones) 1 .' Cía. del cuerpo de pioneros nativos de Natal

Efectivos de la columna: 20 de EM y oficinas, 132 de la AR, 7 cañones de 7 libras, 2 alvéolos lanzacohetes, 1.275

infantes , 320 jinetes, 2.566 del CNN, 346 conductores y ayudantes, 1.507 bueyes, 49

caballos, 67 mulas, 220 carromatos y 82 carretas.

Total de oficiales y soldados, 4.709.

Columna N" 4 Coro E. Wood, Cruz Vicloria, jefe de la Orden del Baño, 90 RgIO. a pie

6 cañones de 7 libras de la AR IBón. del 13 Rgto. a pie 90 Rgto. a pie Cabo ligera de fronteras Irregulares de Wood

Efectivos de la columna: 15 de EM y oficinas, 1 cañón Krupp, 2 cañones

Armstrong de 6 libras, 834 infantes, 553 jinetes, 338 del CNN, 25 conductores y ayudantes, 150 bueyes, 10 caballos, 12

mulas, 17 carromatos y 2 carretas. Total de oficiales y soldados, 1.565.

Columna N" 2 Columna N" 5 Tcol. A. Durnford, de los ingenieros reales

Bía. de cohetes 1.- Rgto. del CNN (3 batallones) Cabo nativa de Natal (5 escuadrones) 3.' Cía. del cuerpo de pioneros nalivos de Natal

Efectivos de la columna: 5 de EM y oficinas, 3.488 del CNN, 315 nativos montados, 3 alveolos lanzacohetes, 63 conductores y

ayudantes, 480 bueyes, 498 caballos, 350 mulas y 30 carromatos.

Total de oficiales y soldados, 3.871 .

Coro H. Rowlands, Cruz Victoria, jefe de la Orden del Baño, 34 Rglo. a pie

80 Rglo. a pie Grupo de Shune Batidores del Transvaal Caballería de fronteras Caballería de Ferreira Contingente de Eckersley 1 cañón Krupp de 4 libras 2 cañones Armstrong de 6 libras

Efectivos de la columna: 25 de EM y oficinas, 108 artilleros de la AR, 6 cañones de 7 libras, 2 alveolos lanzacohetes, 1.502

infantes, 208 jinetes, 387 del CNN, 48 conductores y ayudantes, 260 bueyes, 20

caballos, 123 mulas, 41 carromatos y 5 carretas.

Total de oficiales y soldados, 2.278.

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amenaza para su seguridad, lord Chelmsford for­mó varios Rgtos. con el contingente de nativos de

atal (CNN). Cada Rgto. comprendía dos o tres Bóns. , de diez Cías. con nueve Subs . blancos y 100 na tivos cada una . Los nativos se reclutaron de en ­tre los clanes que habían padecido la grave opre-

sión de las incursiones zulúe en las <Teneracione pasadas. Había más que suficientes, . u moü\'a­ción era mu y elevada, pero se desperd ició el <Tran potencial que hubieran supuesto. Aunque e h izo algún intento para destinar al C a Ofs. que ha­blaran zulú, los Subs. se reclutaron entre la esco-

" Sargento del 24 Rgto. en Pleno orden de marcha. Los expertos en guerras africanas aprendieron pronto a quitarse las placas de los cascos y a cambiarlos de color, a un marrón menos llamativo, por medio de tintes improvisados de té o café. En Isandlwana, el 24 no llevó los petates ni los capotes envueltos. (Mike Chappell)

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ria de la sociedad colonial, y no inspiraban con­fianza a sus hombres. Sólo se dio un arma de fue­go -normalmente anticuada- y cuatro cartuchos a uno de cada diez hombres: el resto llevaba los es­cudos y venablos tradicionales. o había unifor­mes disponibles, y los hombres se distinguían por un trapo rojo colocado alrededor de la cabeza, y unas cuantas prendas de ropa europea de dese­cho. Los dos Bóns. del 3.<' CN acompañaron a la columna central.

En los comienzos de la guerra, Chelmsford or­denó a la columna ." 2 de Durnford que subiera del barranco medio para apoyar a su unidad. Las fuerzas de Durnford se componían, casi por com­pleto, de tropas negras, incluido el 1 Bón. del C . También incluían cinco Esqs. de africanos a caballo, de unos cincuenta hombres cada uno , conocidos en su conjunto como caballería nativa de Natal (Cab. NN). Tres de esos Esqs . se forma­ron con los amaNgwane, clan de atal tradicio­nalmente hostil hacia los zulúes , y se les conocía como caballería de Sikhali , en honor a sujefe. Par­te de las tropas restantes comprendían a los jine­tes shoto -al mando de su jefe, Hlubi- viejos amigos de Durnford, que combatieron con él en

""' Superior: Miembros del Bón. de Bengough, del contingente de nativos de Natal. Estos hombres llevaban sus proPios escudos y venablos, y se distinguían por llevar colocada una banda de tela roja alrededor de la cabeza. El CNN estaba mal armado y organizado, por lo que sus prestaciones sufrieron las consecuencias. Con frecuencia se los ha culpado -injustamente­del desastre de Isandlwana. (Museo de Buffs, Canterbury)

...,. Colu mna británica en marcha; hubo que desmontar las orillas del arroyo para poder cruzarlo. La invasión del país zulú - un territorio accidentado, sin caminos- fue una pesadilla logística para Chelmsford. (Colección de lan Knight)

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el paso del Bosquimano. Las tropas restantes se re­clutaron en la misión cristiana de Edendale, en j atal. Los hombres de la Cabo llevaban ropas europeas, con trapos rojos alrededor de sus sobre­cargadas prendas de cabeza. La mayor parte pre­ferían montar descalzos, pero los hombres de Edendale llevaban botas y espuelas. Todos iban armados con carabinas, y algunos llevaban vena­blos en un carcaj, en los hombros, o junto a la si­lla de montar.

Las únicas tropas imperiales de Durnford co m-

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prendían una Bía. de AR del 1117 del comandan­te Russell , con tres alveolos de cohetes Hales, de 9 libras. Los cohetes eran armas muy poco de fiar, imprecisas, de vuelo errático y de impacto impre­visible, pero se consideraban útiles para la guerra colon ial, en donde su temible silbido y el chorro de chispas que despedían durante su vuelo se c~eía que producían un tremendo efecto psicoló­gIco .

Por supuesto, todas estas unidades exigían un apoyo logístico considerable, y el estado de los

~ Dos agentes de la Policía Montada de Natal, en 1879. La PMN era la unidad más organizada y disciPlinada de las unidades de Natal. Llevaba uniformes negros de pana. (Museo Nacional del Ejército)

.... Las fuerzas británicas reclutaron un buen número de auxiliares africanos entre la población negra de Natal, enemiga histórica del reino zulú. Sin embargo, este recurso potencial se malgastó como consecuencia de que el contingente de nativos de Natal estuviera mal armado y fuera mal mandado. Sólo uno de cada diez tenía un arma de fuego, combatiendo el resto con sus proPios venablos y escudos. Su único uniforme era un trapo rojo alrededor de la cabeza. (Angus McBride)

~ El título original de esta fotografía es, simplemente, «Problemas de transporte». Estos bueyes fueron abatidos por una aparatosa tormenta. Ilustración gráfica de las dificultades que afrontó Chelmsford. (Colección de John Young)

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transportes fue una pesadilla constante para Chelmsford. Cada Bón. de In f. tenía que llevar sus propias municiones, tiendas de campaña, útiles de fortificación, equipos de trasmisiones y sanidad, y raciones de campaña. Se necesitaban, por térmi­no medio, 17 carromatos de carga por Bón ., sin contar los artículos de lujo, como botellas de cer­veza y de ron, y los efectos personales de los Ofs. Había un número limitado de carromatos de mu­las de transporte del E. disponibles, pero ni con mucho los suficientes, y Chelmsford tuvo que comprar carromatos civi les a precios exorbitantes. Eran carromatos de bueyes, grandes y pesados, que cuando se encontraban a plena carga necesi­taban ocho bueyes para arrastrarlos. Para que los bueyes se mantuvieran sanos, tenían que pasar hasta 16 horas al día pastando y descansando; de lo contrario, caían como moscas. Su jornada era, en el mejor de los casos, de 10 millas diarias, y, con mal tiempo, o campo a través, o por caminos dañados por la erosión, mucho menor. Además, Chelmsford disponía solamente de un ridícula­mente pequeño Estado Mayor (EM) instruido en transportes, y tuvo que compensar su escasez con voluntar ios, cuyo entusiasmo no siempre suplía su ineptitud . Cuando comenzaron las hostilidades, Chelmsford había reunido un total de 977 carro-

matos , 56 carretas, 10.023 bueyes, 803 caballos y 389 mulas. Es fác il imaginar las dificultades que entraflaba el manejo de tales efectivos.

Durante las primeras etapas de la guerra, hubo, también , escasez de IR, con sólo una Cía. -me­nos de 200, entre Ofs. y soldados- distribuida en­tre toda la columna, y de servicios de sanidad, un puñado de hombres del cuerpo de hospitales del ~jército, reforzados por cirujanos civiles volunta­nos.

El Ejército zulú

A diferencia del E. británico, el E. zulú no era una institución profesional , sino más bien una ciuda­danía armada. Se basaba en un sistema de Rgtos. por antigüedad, conocidos como «amabutho» ((ibutho», en singu lar). Cada pocos años, el rey convocaba a todos los jóvenes de 18 o 19 años del país, y formaba un «ibutho» con ellos. Se les as ig­naba un distrito donde ed ificaban su cuartel , co­nocido como «ikhanda», que servía de cuartel ge­neral (CG.) . A cada «ibutho» se le asignaba un nombre específico y un uniforme, que constaba de una combinación particular de plumas y pieles, y de un escudo del color del uniforme. Permane­cían al servicio del rey, hasta que éste les autori -

ORDEN DE BATALLA DEL EJÉRCITO ZULÚ, 17 DE ENERO DE 1879

Jefe: Ntshingwayo kaMahole Khoza

CE. uNdi Amabutho de reemplazo CE. uNodwengu

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Príncipe Dabulamanzi kaMpande

uThulwana (1.500) iNdlondlo (900) iNdluyengwe (1.000)

Khandempemvu (uMCijo) (2.500) iNgobamakhosi (4.000) uMbonambi (2.000) uNokhenke (2.000) uDloko (2.500) uVe (2.000)

uDududu (1.500) iMbube (500) isAngqu (1.500)

Nota: Los británicos llamaban CE. a los «amabutho» ubicados en el mismo «ikhanda» , de ahí la denominación «CE uNdi». Los efectivos por unidades deben tomarse con reservas, ya que los zulúes contaban los efectivos no por regimientos completos, sino por el número de compañías presentes en el reg imiento en un momento determinado. Puesto que el tamaño de las compañías variaba mucho, es difícil reducir los efectivos a sus equivalentes europeos. Los efectivos que aquí se indican son estimaciones groseras, basadas en cálculos de los oficiales de inteligencia británicos antes de la guerra, y durante las campañas de Isandlwana y Khambula. No se han incluido a los «amabutho» que combatieron en otros teatros durante la guerra, aunque alguno de sus elementos pudieran combatir con el grueso del «impi».

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~ EsPléndido retrato de un jefe zulú de punta en blanco, fotografiado a finales del siglo XIX. Su cuerpo se encuentra casi totalmente cubierto de rabos de vaca, y su prenda de cabeza se compone de racimos escarlatas y de plumas blancas de avestruz. Es típico de los uniformes de ceremonias del E. zulú de 1879, aunque la mayor parte de las prendas no se usaban en combate. (Museo de Historia Local, Durban)

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zaba a casarse y a disgregarse, momento en que pasaban del servicio activo a la lista de reserva na­cional. La mayor parte de los guerreros permane­cían solteros hasta los treinta años, y e l matrimo­nio marcaba e l momento en el que se transmitía a su familia la fidelidad a l rey. Esta prolongación ar-

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tificial de la soltería no tenía nada que ver con la canali zación de su frustración sexual hacia la agre­sión militar , como aseguraban los británicos; era, simplemente, un medio de alargar el servicio mi­litar y, en cualquier caso, los cód igos de moral per­mitían cierta actividad sexual fuera del matrimo-

"Joven guerrero zulú en «uniforme de guerra» -forma simPlificada del uniforme de ceremonias-, armado con escudo y garrote. Este individuo lleva el pelo rizado de forma poco usual, costumbre de moda entre los jóvenes en los 70. (Colección de Jan Knight)

~ Guerreros zulúes saqueando el campamento, tras la victoria de Jsandlwana. La costumbre religiosa exigía destripar al enemigo muerto, y el guerrero victorioso tenía que llevar parte de las ropas de su víctima, hasta realizar varias ceremonias de purificación. Todos estos guerreros llevan uniformes de guerra. Los regimientos son: 1, el uMbonambi; 2, el iNdlondlo, y 3, el iNgobamakhosi. (Angus McBride)

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nio. En tiempos del rey Shaka, era normal que los Rgtos. pasaran la mayor parte del tiempo en sus «amakhanda» (cuarteles) pero, hacia la década de los 70, los guerreros vivían mayoritariamente con sus familias, y sólo tenían que incorporarse al cuartel cuando el rey los reunía para que cumplie­ran un servicio determinado. Mientras prestaban servicio eran, de hecho, la mano de obra del Es­tado; montaban las tiendas del rey, participaban en sus cacerías y en las ceremonias nacionales, vi­gilaban a sus súbditos y combatían en sus guerras.

Como militares, los «amabutho» funcionaban como unidades tácticas de combate. Cada Rgto. se dividía en dos alas, derecha e izquierda, y se sub­dividía en Cías. de entre 50 y 70 guerreros cada una. Cada Cía. elegía a su propio jefe de entre sus filas , en tanto que los jefes de ala, el comandante en jefe y su lugarteniente eran designados por el rey. La mayoría de los «amabutho» tenían unos 1.500 guerreros, pero algunos de los más moder­nos tenían más, reflejando el logro de Cetshwayo de revitalizar las instituciones nacionales. El siste­ma de «amabutho» fomentaba estrechos lazos en­tre miembros del mismo Rgto., aumentados por la edad común y la temible reputación de que go­zaban fuera del reino. Como resultado, eran ele­vados la moral y el «esprit de corps», y era normal la rivalidad entre los «amabutho».

Para las ceremonias, cada Rgto. llevaba un lujo­so uniforme, pero hacia 1879 pocas de esas pren­das se usaron en combate, excepto una espesa banda para la cabeza, de piel de animal, y ador­nos en brazos y piernas, hechos de la parte pelu­da del rabo de la vaca. El uniforme de diario se componía de un delgado cinturón de cuero alre­dedor de la cintura, con flecos de piel colgando, por delante, y un cuadrado de piel curtida de vaca, por detrás.

Las armas eran un gran escudo de guerra ova­lado, de piel de vaca, y un conjunto de venablos. En tiempos de Shaka, los escudos de guerra me­dían 5 pies de alto, por casi 3 de ancho, pero ha­cia 1879 se hizo más popular una variante más pe­queña, de aproximadamente 3,5 pies de alto, por 2 de ancho. Los escudos de guerra no eran pro­piedad de los guerreros, y se guardaban en loca­les especiales, en los «amakhanda». Las pieles se escogían cuidadosamente para cada Rgto. Los Rgtos. de jóvenes llevaban escudos negros; los de mayores, generalmente casados, llevaban escudos blancos o rojos. Parece que a lo largo de la vida de un Rgto., periódicamente, se le entregaban es­cudos nuevos, reflejándose su status por la canti-

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dad y disposición de marcas blancas de sus escu­dos.

El arma típica zulú seguía siendo el ve nablo de punta, introducido al parecer por Shaka. Tenía una hoja de 12 a 18 pulgadas de largo, montada sobre un sólido mango, y se usaba por medio de un fuerte golpe de sotamano. Además, muchos guerreros llevaban venablos más ligeros, arrojadi­zos, con hojas más pequeñas, que podían lanzarse con cierta precisión hasta un máximo de 50 yar­das.

Hacia 1879, el E. zulú adquirió, también, un gran número de armas de fuego. El asesor blanco del rey Cetshwayo, John Dunn, introdujo algunas en el reino, y entraron muchas más a través de la Mozambique portuguesa por el norte , o ilegalmen­te por la frontera de Natal. Los observadores bri­tánicos se sorprendieron al ver que la mayor parte de los guerreros podían llevar algún arma de fue­go, si bien la mayoría eran modelos anticuados de percusión , o del tipo del viejo Brown Bess, nor­malmente en malas condiciones. Sin instrucción , abastecimiento regular de municiones, ni piezas de recambio, los zulúes fueron incapaces de aprove­char al máximo su potencia de fuego, aunque in­formes posteriores enfatizan su importancia, y le atribuyen un buen número de éxitos notables.

A diferencia del británico , el E. zulú era muy móvil, y no requería tren de víveres y bagajes. Po­día recorrer 20 millas en un día, no siendo extra­ño que recorriera el doble. Los primeros días lo acompañaban civiles -normalmente muchachos, demasiado jóvenes para combatir- que llevaban animales para sacrificar, maíz y cerveza. Después, se esperaba que viviera de los frutos de la tierra. En tiempos de Shaka, eso bastaba normalmente para ir más allá de las fronteras del reino, pero en 1879 se combatía en territorio propio , lo que daba lugar a problemas de aprovisionamiento y a ten­siones con la población civil, cuyas cosechas su­frían la proximidad del Ejército.

Tácticamente, el E. se aferraba a una maniobra agresiva, conocida como «los cuernos de la res». Una unidad , compuesta normalmente por los guerreros mayores y llamada «pecho», avanzaba directamente hacia el enemigo mientras, a cada lado, los Rgtos. de jóvenes, conocidos como «los cuernos», se apresuraban a rodearlo. Los zulúes eran capaces de ejecutar esta táctica en formación cerrada, moviéndose a gran velocidad por el acci­dentado terreno, como pudo comprobar pronto Chelmsford en sus carnes.

El gran E. que partió de Ulundi comprendía

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Á Guerreros zulúes en acción, ell 1789. Esta ilustración da una buena impresión de su aparición ell el campo. Se han despojado de sus uniformes de ceremonias, conseroalldo sólo algullas plumas. Obséroese la cantidad de armas de fu ego. (ColecciólI de lan Kllight)

~ La formaciólI de ataque zulú se llamaba "impondo zallhomo», "los cuernos de la res,.·. El celltro, o "pecho», atacaba al enemigo por el frente, mientras "los cuernos» se apresuraball a envolverlo por los dos flancos. (S. Bourquin)

doce Rgtos. al completo: los uDududu , isAngq u, imBube, uNokhenke, Khandempemvu (umCijo), uMbonambi , i gobamakhosi, uVe, uT hulwana, iNdluyengwe, i dlondlo y uDloko, reforzados por pequeños destaca mentos de Rgtos. que se en-

con traban combatiendo en alguna otra parte. Al­gunos eran Rgtos. de hombres casados, llamados de nuevo al servicio activo en esa época de tribu­lación nacional, pero la mayoría eran guerreros solteros, en la fl or de la juven tud .

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PRIMERA FASE DE LA GUERRA

Chelmsford ordenó a la columna N." 1 de Pearson que avanzara desde el barranco inferior hacia el norte, a la misión abandonada de Eshowe -a unas 35 millas de la frontera - seleccionada como base más apropiada para futuras operaciones, por tener una serie de construcciones que podían usarse como almacenes. Después de varios días de trans­portar abastecimientos a la otra ori lla del Thukela, el 18 de enero Pearson comenzó el avance. Justo al acabar de cruzar el río Nyezane, el día 22, fue ata­cado a campo abierto por unas fuerzas de unos 6.000 zulúes. El duro combate se prolongó una hora y media, antes de que los zulúes cayeran derrotados. Pearson , que sufrió la muerte de diez hombres, además de la pérdida de otros dieciséis heridos, se dirigió inmediatamente a Eshowe, don­de llegó al día siguiente. Una vez allí, comenzó a fortificar la misión abandonada.

A la columna N." 4 de Wood no se le señaló un objetivo estratégico inmediato, pero debía someter los dominios del norte del reino zulú. El área al­bergaba a una serie de grupos zulúes agresivos y se­miindependientes, incluyendo a los seguidores del swazi renegado príncipe Mbilini, y a los abaQulusi, descendientes de un «ibutho» creado por Shaka, que se habían establecido en la zona. Los zulúes operaban desde una cadena de puntos fuertes si­tuados en montañas de cimas planas -Zungwini, Hlobane e Ityenka-. Wood organizó inmediata­mente una serie de patrullas de largo radio de ac­ción, para hostigar a los zulúes. El 24 de enero, en el transcurso de una escaramuza cerca de Hlobane, Wood recibió un mensaje de lord Chelmsford, que le decía que la columna central había sufrido un se­rio revés.

Avance hacia Isandlwana

Lord Chelmsford penetró en el país zulú cruzando el río Mzinyathi por el barranco de Rorke el 11 de enero, por la mañana temprano. La AR protegió el paso desde la orilla de Natal, siendo una línea de vigilantes de los voluntarios de Natal las primeras tropas en cruzar. En el barranco de Rorke se que-

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dó una Cía. del lIBón. del 24 Rgto., para prote­ger el depósito de abastecimientos y el paso del río. Una vez que la columna estuvo en la otra ori lla, se montó un campamento y comenzó la ardua tarea de cruzar los carromatos de transporte. No había señales del enemigo.

Chelmsford tenía intención de establecer su pri­mera base en territorio enemigo en el monte Isip­hezi, pero antes tenía que resolver un problema lo­cal. A unas cuantas millas de distancia, en su direc­ción de avance, la senda atravesaba un arroyo, co­nocido como el Batshe, próximo al refugio de un importante jefe zulú, llamado Sihayo. Sus hijos eran responsables de uno de los incidentes fronte­rizos que provocaron la guerra y, en cualquier caso, Chelmsford no podía permitirse el lujo de dejar a unas fuerzas, hostiles en potencia, a retaguardia. Consecuentemente, el 12 de enero emprendió un ataque contra el punto fuerte de Sihayo, una gar­ganta asentada sobre una línea de acanti lados que caían sobre la ribera oriental del Batshe. Sihayo y muchos de sus hombres se encontraban ausentes, en Ulundi , en una reunión general, pero quedaba una pequeña fuerza protegiendo su refugio. Las fuerzas atacantes de Chelmsford se componían de cuatro Cías. del lIBón. del 24 Rgto., el 3." CNN, y las tropas montadas. Se ordenó al CNN que rea­lizara un asalto frontal que, con cierto empeño, cul­minó con éxito. Le seguía una línea de hombres del 24 con las bayonetas caladas. Las tropas montadas y el resto de la Inf. rodearon el punto fuerte ascen­diendo por los acanti lados de cada lado, y conquis­taron la posición tras una dura pelea, que costó la vida a unos 30 zulúes. Chelmsford ordenó quemar el refugio de Sihayo y, llevándose el ganado del jefe zulú, regresó al campamento.

Eliminada la amenaza, Chelmsford volvió a cen­trar su atención en el avance. Su camino discurría por un terreno alternativamente rocoso y pantano­so, por lo que resultaba muy difícil para sus carro­matos de transporte. Fue necesario que destaca­mentos de Ings. despejaran y arreglaran la senda, y, mientras realizaban ese trabajo, Chelmsford tras­ladó el campamento a la sierra de la ori lla izquier-

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Campaña de Isandlwana, 11 al 23 de enero de 1879

12 enero 1879: Ataque al punto fuerte de Si hayo

21 enero 1879:

17 enero 1879: El Ejército zulú abandona Ulundi

o I

2 3 I Monte Malakhata Chelmsford manda reco­

nocer la garganta de Man­geni

, , , , o 2 3 4 5 6 Km

da del Batshe. Desde all í, los exploradores info rma­ron de que el mejor lugar para establecer el próx i­mo campamento era la ladera oriental de un mon­te, conocido como lsandlwana.

Aproximadamente en esos momentos, Chelms­ford daba órdenes al Cor. Durn fo rd, j efe de la co­lumna ." 2, de que dejara dos Bons. del C para proteger el barranco medio, enviara uno a la ma­gistratu ra lim ítrofe de Msinga, y avanzara con el resto de sus fuerzas hacia el barranco de Rorke. Chel msford quería tener a mano a Durnford , por si necesitaba apoyar el avance, ya Durn ford le agra­daba la perspectiva de j ugar un papel más activo en la campaña. Llegó al barranco de Rorke el día 20, en el mismo momento en que Chelmsford partía para Isandlwana.

La senda ascend ía por un collado situado entre el monte de l sandlwana a la izquierda, y un cerro pedregoso a la derecha; después, serpenteaba ha­cia el lsiphezi y finalmente llegaba a Ulund i. Las

tropas de Chelmsford se esparcieron por ambos la­dos de la senda y, a eso del mediodía, comenzaron a montar las tiendas. El campamento se dispuso por grupos, situados de norte a sur en la fa lda del mon­te; primero, el lIBón. del 3.'" C , a continuación el 1 Bón. del 3.'" C N, después el lIBón. del 24 Rgto ., la AR, las tropas montadas y, finalmente, al sur de la senda, bajo el cerro pedregoso, el 1 Bón. del 24 Rgto.

Durante todo este tiempo, Chelmsford sólo tuvo un conocimiento mu y vago de los movimientos de los zulúes. El grueso «impi» (grupo de guerreros ca­fres), había abandonado Ulundi el 17 de enero y, confo rme a las órdenes recibidas, avanzaba lenta­mente hacia la columna central. El día 20, acampó j usto al norte de la colina de Isiphezi, y al día si­guiente, penetró en las colinas de Nquthu , al nor­deste de Isandlwana. Pretendían permanecer allí durante el día 22, porque se aproximaba la luna nueva, y la noche de luna «muerta» se consideraba

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.& Tcol. H. Pulleine, del 24 Rgto. Quedó al mando del campamento de lsandlwana, con orden de defenderlo. Su capacidad para hacerlo se vio comprometida por la

necesidad de apoyar a DUTllford, cuando éste se encontró en apuros. (Colección de lan Kllight)

un presagio demasiado malo para emprender tan gran empresa como era un ataque al campamento británico.

Batalla de Isandlwana

Antes de comenzar la invasión, Chelmsford dio ór­denes detalladas para la defensa de los campamen­tos a lo largo de la línea de marcha, exigiendo dis­poner los carromatos adecuadamente, o cavar trin­cheras en cada parada. Pero cuando el Cor. Glyn sugirió proteger el campamento de Isandlwana, el propio Chelmsford lo rechazó. Como el terreno era demasiado pedregoso para cavar trincheras ade­cuadas, Chelmsford decidió detenerse sólo por poco tiempo, dejando libres los carromatos para mantener el flujo de abastecimientos entre el cam­pamento y el barranco de Rorke. Chelmsford tenía intención de continuar lo antes posible y, tan pron­to como llegó el día 20, mandó reconocer la gar-

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ganta de Mangeni, a unas doce millas al este. Era el punto fuerte de un jefe llamado Matshana, y el Gral. ordenó explorar las colinas que flanqueaban su proyectado avance, en busca de indicios de la presencia del enemigo.

En consecuencia, el 21 de enero, por la mañana temprano, el comandante Rupert Lonsdale dejó el campamento con 16 Cías. del3.cc CNN, seguido del comandante John Dartnell con un grupo de la Po­licía Montada de atal y voluntarios. En el lejano extremo de la sierra, donde ésta caía sobre Mange­ni, Dartnell se encontró con más de 1.000 zulúes que le impedían continuar avanzando. Como esta­ba anocheciendo, Dartnell decidió acampar, aun­que ni sus hombres ni los de Lonsdale tenían tien­das ni abastecimientos. Se envió un mensaje a Chelmsford, pidiendo refuerzos para poder reali­zar un ataque por la mal1ana, y las tropas se dispu­sieron a pasar una noche intranquila.

Chelmsford recibió el mensaje el día 22 por la mañana temprano y fue una sorpresa para él; no es­peraba que Dartnell atacara al enemigo, y ahora re­su ltaba que había cometido el error de enfrentarse a una parte del grueso «impi». Chelmsford pensó que Dartnell y Lonsdale no tenían fuerzas suficien­tes para enfi'entarse solos al «impi», y reunió una fuerza para acudir en su ayuda. A eso de las 4 de la mañana, sa lió del campamento con seis Cías. del ] 1 Bón. del 24 Rgto. , cuatro cañones de la AR, un destacamento de Inf. a caballo, y los pioneros nati­vos de atal, en dirección a Mangeni. El campa­mento de lsandlwana quedó al mando del teniente coronel Henry Pulleine, del ] Bón. del 24 Rgto., y eran todavía importantes las fuerzas a su disposi­ción: cinco Cías. dell Bón. del 24 Rgto., una dellJ Bón. del 24 Rgto., los dos cañones restantes de 7 li­bras de la Bía. N." 5, más de un centenar de hom­bres a caballo de la lnf. montada y de los volunta­rios de Natal, y cuatro Cías. del CN . Las órdenes de Chelmsford a Pulleine eran de mantener patru­llas avanzadas de vigilantes de Cab., replegar la lí­nea de puestos avanzados de lnf. y defender el campamento en caso de ataque. Antes de partir, en­vió también un mensaje a Durnford al barranco de Rorke, ordenándole que subiera con su columna hacia lsandlwana, e informándole de sus propios movimientos. Una vez que Durnford llegara a lsandlwana, habría un total de 67 Ofs. y 1. 707 sol­dados en el campamento, para cumplir las órdenes del Gral.

Tras la marcha de Chelmsford, Pulleine organi­zó sus preparativos defensivos. Los hombres a ca­ballo fueron desplegados como centinelas en la me-

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seta de quthu y hacia el este del campamento, donde se situaron algunos en un cerro cónico, a media milla de distancia, aproximadamente. Se co­locó una guard ia de Inf. a unas 1.500 yardas del campamento, en una curva que se extendía desde la derecha, al sur, hasta una lengua de la meseta de Nquthu, al norte, y que dominaba un contrafuerte donde el terreno descendía para unirse al pie mis­mo del monte l sandlwana.

Poco después de las 8 de la mañana, un vigi lante a caballo llegaba al campamento para an unciar que una gran fuerza zulú se aproximaba por la meseta, desde el nordeste. Se tocó "a formar», se replegó la guardia de Inf. (excepto un puesto avanzado del C N situado en la lengua de la meseta) , y forma­ron todos los hombres delante de sus tiendas. Pu­lleine envió un mensaje a Chelmsford, informán­dole de que los zulúes se acercaban al campamento en fuerza. No hubo comunicaciones posteriores de los centinelas, hasta que poco más de una hora más

tarde llegó un mensaj e que decía que los zu]úes se habían dividido en tres columnas: dos se retiraron hacia el norte hasta perderse de vista, mientras la otra continuaba moviéndose hacia el noroeste. Este informe llegó en el preciso momento en que Durn­ford llegaba al campamento con sus hombres. Pu­lleine informó a Durnford de la situación.

Las órdenes de Chelmsford a Durnford no le in­dicaban qué debía hacer al llegar al campamento, y eso creó una situación confusa. Se le había llama­do presuntamente para reforzar el campamento, pero él creía que también para apoyar el avance, si era necesario. Durnford era más antiguo que Pu-

T Diorama del campo de batalla, empequeñecido por el verdadero lsandlwana, al fondo. El gran arco negro de la maqueta representa el ataque zulú; las cifras son,

tal vez, exageradas, pero indican los abrumadores efectivos del E. zulú. (Colección de lan Knight)

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s

JI La Bía. de cohetes es abatida hacia las /2.20

n La patrulla de Shepstone descubre a los zulúes, casi a mediodía

E4--+--+0 Valle del Ngwebeni, lugar del vivac zulú la noche del 21 / 22 de enero de 1879

N

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Cerro Cónico

n La unidad de Dumford sale del campamento a las 11.30

Torrentera

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n La unidad de Pu/leine forma a las 12.15

EJÉRCITO ~ ZULÚ

NTSHINGWAYO kaMAHOLE KHOZA

Carromatos

Centro zulú (pecho)

~ CAM PAMENTO BRITÁNICO

PULLEINE/ DURNFORD

. n A eso de las 12.15, se em'ía a la Cía. de Mostyn, del 1/24, a la meseta para reforzar a la Cía. de Cavaye.

Reserva zulú (Ioins) (CE. uNdi, al barranco de Rorke)

Meseta de Nquthu

BATALLA DE ISANDLWANA Aproximación zulú y salida de Durnford a las 12.20 del día 22 de enero de 1879

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lIeine, y por tanto, de acuerdo con las normas mi­litares, debería tomar el mando del campamento; pero era poco probable que fuera ésa la intención de Chelmsford, puesto que esperaba que el campa­mento se desplazara en breve para reunirse con él. En esas circunstancias, Durnford actuó de manera independiente. Se había escuchado fuego en Man­geni y esto, junto con la noticia de los movimientos zulúes en las colinas, indicaba que Chelmsford se enfrentaba al grueso «impi». Durnford temía que los zulúes localizados por los vigilantes se movieran para amenazar la retaguardia de Chelmsford. Cre­yó imprescindible evitarlo, y envió a la meseta a dos Esqs. de la Cabo N, al mando del Cap. George Shepstone, para que expulsaran hacia el este a los zulúes que encontraran. El propio Durnford pro­puso atravesar la meseta con el resto de su colum­na, para dividir a los zulúes. Pidió a Pulleine que le diera dos Cías. del 24, pero Pulleine se las dene­gó, consciente de las órdenes específicas de defen­der el campamento. Durnford aceptó la situación, y los dos se despidieron amistosamente, comentan­do Durnford que, por lo menos, esperaba ayuda si se veía en dificultades.

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Pulleine envió una Cía. del lIBón. del 24 Rgto.,

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al mando del Tte. Cavaye, para que apoyara al des­tacamento del C N del contrafuerte. Cavaye des­tacó una sección (Sec.), al mando del Tte. Dyson a un punto situado a unas 500 yardas a la izquierda, desde donde podría observar los accesos a Isandl­wana por retaguardia. A eso de las 11.30, Durnford salió de Isandlwana, mientras sus fuerzas destaca­das se desplegaban para explorar la meseta. A unas cuatro millas del campamento, unos jinetes de la Cabo NN del Tte. Raw localizaron una rehala de ga­nado, conducida por algunos zulúes, e inmediata­mente se lanzaron a su persecución. Los pastores desaparecieron rápidamente tras un pliegue del terreno. Los hombres de Raw galoparon hasta el borde de la meseta; después detuvieron sus caba­llos a la desesperada. Surgiendo bruscamente a sus pies, se encontraba el profundo valle del Ngwebe­ni y, ante ellos, no en Mangeni como habían pen­s~do,. estaban los 20.000 guerreros del grueso «lmpl».

T Miembros de la caballería nativa de Natal, en una escaramuza con los zulúes, en 1879. Soldados del escuadrón del Tte. Raw

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descubrieron al «imPi» zulú a menos de cinco millas de Isandlwana, el fatídico 22 de enero. (Museo Nacional del Ejército)

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Permanecían quietos, descansando, pero la vista de las tropas británicas mirándolos desde arriba fue demasiado para los guerreros que, encabezados por el Rgto. más próximo, el Khandempemvu , se pu­sieron en pie inmediatamente y comenzaron a su­bir por las laderas hacia los jinetes en retirada. Los «indunas» principales no pudieron detenerlos, y los Rgtos. adoptaron instintivamente la formación tra­dicional de «pecho y cuernos». Los Khandempem­vu y algunos uMxhapo formaron el pecho, los uM­bonambi, iNgobamakhosi y los uVe, el cuerno iz­quierdo, y los uDududu, iMbube, isAngqu y uNok­henke, el cuerno derecho. Sólo el CE. u di , que comprendía los Rgtos. uThulwana, iNdluyengwe, iNdlondlo y uDloko, pudo ser controlado por sus jefes, y agrupado en «loins», o reserva táctica.

Las tropas de Raw se replegaron, disparando so­bre la marcha. Encontraron a Shepstone, quien mandó un mensaje a Durnford advirtiéndole del avance zulú, y partió después a transmitir la noti­cia al mismo Pulleine. Mientras Shepstone entrega­ba el mensaje, llegó una nota de lord Chelmsford, ordenando a Pulleine que desmontara el campa­mento y le mandara el tren de bagajes. Pulleine, que no comprendió la importancia de la amenaza zulú, se limitó a enviarle una nota diciendo que no podía levantar el campamento, «por el momento». Volvió a tocar de nuevo «a formar» y envió a otra Cía., la del Cap. Mostyn, a la meseta, para reforzar a Cavaye.

Durnford estaba atravesando la meseta, bajo la escarpadura de Nquthu, cuando le alcanzó el men­sajero de Shepstone. No había acabado de detener a sus hombres, cuando los elementos del cuerno iz­quierdo aparecieron en fuerza en el borde de la meseta. Los hombres de Durnford comenzaron a replegarse, deteniéndose con frecuencia para dis­parar una descarga. Mientras tanto, la Bía. de co­hetes de Durnford y su escolta, que iban a pie, al mando del comandante Russell, se habían quedado atrás. Justo al pasar el cerro cónico, les llegaron las noticias del avance zulú. Russell giró a la izquierda para subir por la escarpadura, pero volvió sobre sus -pasos ante la repentina aparición de guerreros en la línea de horizonte. Los hombres de Russell se precipitaron hacia los cohetes, pero sólo pudieron lanzar una descarga, mientras una salva zulú caía sobre ellos, provocando la huida del C N. Los zu­lúes se lanzaron después a la carga, e invadieron la Bía. Russell fue muerto pero, milagrosamente, tres de sus hombres sobrevivieron y se pusieron a salvo.

Cuando los hombres de Mostyn llegaban a la cima del contrafuerte, se encontraron con una vi-

sión aterradora: una columna enorme de zulúes, el cuerno derecho, cruzaba el frente de Cavaye, a unas 600 yardas de distancia. Se dirigía hacia la re­taguardia de Isandlwana y no hizo el menor caso de los disparos que le dirigió Cavaye. Mostyn colo­có a sus hombres entre Cavaye y Dyson, y se sumó a los disparos. También casi al mismo tiempo, dos Esqs. de la Cabo NN de Shepstone, que se habían replegado ante los zulúes, se les unieron en el con­trafuerte. Mientras tanto, la guardia del C se re­plegó, descendiendo a la llanura.

Pulleine todavía no era consciente de la gravedad del ataque, hasta que comenzaron a aparecer por la línea del horizonte más y más guerreros. Puesto que se trataba, evidentemente, de la dirección prin­cipal de ataque, ordenó al comandante Stuart Smith, de la AR, que pusiera sus dos cañones de 7 libras en posición, en un pequeño otero pedrego­so, a unas 600 yardas delante del campamento. Des­de allí, abrieron fuego contra los zulúes esparcidos por la lengua de la meseta. Para apoyar a los caño­nes, la Cía. del Tte. Porteous, del 1 Bón. del 24 Rgto. , formó a la izquierda y la del Cap. Wardell a la derecha. La única Cía. del lIBón. del 24 Rgto., la del Tte. Pope, que había estado de servicio en la guardia, también estaba en la llanura de delante del campamento, y ocupó posiciones frente a las coli­nas. Sus hombres aprovecharon la cubierta que les ofrecía una línea de rocas que marcaban el lugar en que el terreno caía hacia una «donga» (torrentera seca). Pulleine comprendió que no podía dejar a Mostyn y a Cavaye en peligro en la meseta, por lo que les ordenó replegarse, y envió a la última Cía. del 24, la del Cap. Younghusband, para cubrir su repliegue. La Cabo y la guardia del CNN for­maron a la derecha de Younghusband, mientras Mostyn y Cavaye se alinearon con Porteous. Por tanto, la Inf. formaba una línea más o menos con­tinua desde Younghusband, a la izquierda, hasta Pope, a la derecha, aunque resultaba peligrosamen­te fina. No se sabe con certeza donde se encontra­ba exactamente el resto del C N: una Cía. estaba formada delante del campamento, las otras tenían que encontrarse fuera , a la derecha.

Los hombres de Durnford continuaron la retira­da, recogiendo por el camino a un vigilante de los carabineros de ata\. Aproximadamente a media milla del campamento, se detuvieron en una «don­ga» y desmontaron para disparar a sus perseguido­res. Allí se les unieron algunos hombres a caballo del campamento. Esta situación puso en un aprieto a Pulleine, que recordó su promesa de apoyar a Durnford si se encontraba en dificultades, y era se-

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guro que Durn fo rd se encontraba bajo presión, fue­ra, a la derecha. Pulleine ordenó replegarse a Pope, para que di rigiera parte de sus fuegos contra el cuerno izq uierdo de delante de Durnford, y el C N, aparentemente, cubrió el in tervalo entre ellos. Los del 24 eran ti radores veteranos y aveza­dos, pero estaban demasiado desperdigados para concentrar su fu ego. Sin embargo, consiguieron aminorar el avance de los zulúes, que se pusieron a cubierto tras una pequeña depresión, a unas 300 yardas de la línea. Se pod ía escuchar a los frustra­dos zu lúes que murmuraban como un enjambre de abejas enfurec idas , incapaces de avanzar frente a tan mortífero fuego.

Los hombres de Durnford llevaban algún tiem­po en acción, y la munición comenzaba a escasear . El municio nam iento se hacía casi imposible, porque los encargados de rea liza rlo no encontraban sus carromatos de municiones, y el servicio de pero'e­chos de guerra de In f. no había dado munición a los nativos. Al notar la disminución de la intensidad del fuego, los i gobamakhosi y los u Ve comenza­ron a desplazarse hacia la izquierda, para desbor­dar a Durn fo rd por el fl anco, y a cruzar la «donga» más abajo. Al darse cuenta, Pulleine intentó impe­dirlo, dirigiendo el fu ego de Smith contra el cuer­no izquierdo. Había llegado el momento álgido de la batalla y, de repente, la suerte se volvió contra los británicos. La situación de Durnford era crítica, y no pudo mantener la «donga» por más tiempo. Ordenó a sus hombres que montaran y regresaran al campamento. Fue probablemente en ese momen­to cuando la Cabo , al verlos marchar, arrojó las armas y hu yó a retaguardia. En pocos minutos, la situación se hizo desesperada. Pope se encontraba en peligro, sin remisión, y Pulleine trataba frenéti­camente de replegar a sus hombres a una posición defensiva más cercana, con el monte a retaguardia. Las cornetas tocaron retirada, y la lnf. cesó el fue­go y comenzó a replegarse.

Era demasiado tarde. Un «induna» que observa­ba la batalla hizo entrar en acción por el centro a los Khandempemvu que, liberados del amargo fue­go, se incorporaron y siguieron avanzando. Los Rgtos. de los lados los siguieron y, de repente, todo el «impi» se encontró de nuevo en movimiento. Las

... Campo de batalla de lsandlwana, con la «donga» def endida por Duroford, al fondo . Desbordado por los flancos y con la munición escasa, Duroford se retiró a

las proximidades del campamento en el momento culminante de la batalla, permitiendo que los zulúes atravesaran las líneas. (Colección de lan Knight)

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piezas de 7 libras continuaron disparando hasta el último momento, después colocaron los avantrenes y, a la carrera, emprendieron el regreso al campa­mento. Un artillero fue muerto a puñaladas mien-

• Este grabado victoriano tardío representa al 24 en una isla, barrida por la marea del avance zullÍ. Aunque exagera el tama/io del «imPi» zullÍ, sugiere de alguna manera la manifiesta inferioridad de los británicos, que tratan de retirarse hacia el campamento. (Colección de lan Knight)

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~ Posición ocupada por la s compaliías del 24, mirando hacia la «donga » de DUr/lford (indicada por el edificio blanco situado a lo lejos). Las rocas permiten cierta protección, pero los hombres eran demasiado escasos para mantener un frente tan amPlio. (Colección de lan Knight)

tras montaba el eje de una rueda. Las unidades dis­persas de In f. se agruparon en cuadrados, pero los zulúes irrumpieron en medio de ellos, y los disper­saron por el campo. Ya no era posible realizar una

~ Sobre impresión: Tte. C. Pope, que mandaba la lÍnica Cía. del 11 Bón. del 24 presellte en Isandlwana durante la batalla. Sus hombres ocupaban la derecha de la línea de fu ego, y fueron desbordados por el flanco cuando se retiraron los hombres de Durnford. Pope resultó muerto en la batalla. (Colección de lall Knight)

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defensa organizada. Los hombres resistían espalda contra espalda o en pequeños grupos, disparando hasta que agotaban la munición, manteniendo lue­go a raya a los zulúes con las bayonetas. Algunos se

refu giaron dentro de los carromatos o a su alrede­dor, hostigando a los zulúes a culatazos y a la ba­yoneta. Durnford despidió a los hombres de la Cabo NN, que habían combatido bien a sus órdenes, y

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Cuerno derecho zulú: Regimientos uDududu, iMbube e isAngqu

C8J CAMPAMENTO BRITÁNICO

PULLEINE/ DURNFORD

Centro zulú: Regimientos uNokhenke, Khandempemvu.y uMbonambi

Ruta emprendida por los fugitivos

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Torrentera

EJÉRCITO ~ ZULÚ

NTSHINGWAYO ka MAHOLE KHOZA

Cerro Cónico

Cuerno izquierdo zulú: Regimientos iNgobamakhosi y uVe

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Despliegue británico:

r!11/24 (Compañía de Younghusband) r:I Contingente de nativos de Natal [iI Caballería nativa de Natal (i] 1/24 (Compañía de Mostyn)

n 1/24 (Compmiía de Cavaye) n 1/24 (Compañía de Porteous) [iI Cañones ClI/24 (Compañía de Wardell) U 11/24 (Compañía de Pope) 11 Contingente de nativos de Natal (?)

s

r.t Hombres de Durnford a caballo; se retiraron hacia las /3.00 (11 Contingente de nativos de Natal

BATALLA DE ISANDLWANA Momento álgido de la batalla, a las 13.00 de 22 de enero de 1879

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.... Vista, más bien romántica, de Jsandlwana . En realidad, las compañías del 24 no adoptaron una formación tan compacta, y ésa fue la razón de su fracaso; sin embargo, el dibujo sugiere la naturaleza feroz del combate cuerpo a cuerpo. (Colección de Jan Knight)

.... Pintura clásica de los últimos momentos del 24 en lsandlwana. En realidad, no había ninguna bandera del regimiento en la línea de fuego; por lo demás, la pintura es precisa . (Museo Nacional del Ejército)

• Comandante S. Smith, AR, jefe de los dos cañones de lsandlwana. Smith continuó disparando todo el tiempo que pudo, después intentó salvarlos, pero los cañones se atascaron en el áspero terreno y fueron capturados. El proPio Smith resultó muerto cerca del barranco de los Fugitivos.

• Cañones de 7 libras de la Bía. N.' 5, AR, capturados por los zulúes en lsandlwana. Al final de la guerra, se encontraron abandonados en la pradera cercana a Ulundi. Los zulúesintentaron usarlos en vano. (Colección de lan Knight)

los autorizó a abandonar el campamento. Junto a un grupo de voluntarios y hombres del 24, ocupó una posición justo bajo el collado, tratando de re­chazar al cuerno izquierdo. Allí resultó muerto. Pu­lIeine también fue muerto en algún lugar del cam­pamento, y algunos grupos del 24 resistieron en el terreno quebrado de detrás de Isandlwana, hasta que los zulúes los abatieron. Los cuernos zulúes se habían cerrado, y la batalla había terminado.

Los que consiguieron escapar a la matanza del campamento atravesaron el collado, con la esperan­za de llegar al barranco de Rorke, pero contempla­ron con horror que el cuerno derecho casi bloquea­ba su camino. Entonces, se dirigieron hacia la iz­quierda, aguas abajo de un arroyo llamado Man­zimyama, marchando ciegamente en pos de los hombres de la Cabo N, que parecían conocer una ruta de evasión. Los zulúes se lanzaron en su per­secución, y tuvo lu gar una lucha desesperada por la supervivencia en las pendientes rocosas. Se cuen­tan muchas historias de escapatorias afortunadas, actos de heroísmo, y terror durante ese tortuoso re­corrido. Muchos no lograron completarlo, inclui­dos los artilleros - cuyos cañones se atascaron en una torrentera- , que fueron abatidos.

Quizás, el incidente más famoso de la retirada fu e el intento del Tte. Melvill de salvar la bandera de la Reina del 1 Són. del 24 Rgto. Melvill era el ayu­dante de su Són. y se cree que, cuando cayó la lí­nea, se le ordenó que llevara la bandera a un lugar seguro. Pudo abrirse camino combatiendo y se unió al T te. Coghill , también del 1 Són. del 24. Ambos descendieron por el empinado valle del Mzinyathi ,

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.... Etapas iniciales de Isandlwana: la línea de fuego ha ca ido, y los infantes británicos son obligados a retroceder al campamento, donde tuvo lugar una parte importante del combate cuerpo a cuerpo. Los dos zulúes con el N: I pertenecen al «ibutho»

uVe, el más joven del E. zulú. Llevan uniformes de batalla, más que de ceremonias, aunque es posible que en Isandlwana usaran uniformes de más etiqueta que en posteriores campañas. El guerrero de la derecha lleva el est ilo de peinado con cera, de moda

entonces. El N: 2 es 1111

oficial del 24, que lleva la casaca azul de Inf., mientras el N. · 3 es un soldado con tres sardinetas a la «constancia y buena conducta en el servicio», que reJlejan la antigüedad de muchos hombres de las filas del I Bón. (Angus McBride)

~ «El orgullo del 24»; los infantes, dispersos, intentan reunirse mientras los zulúes desbordan la línea. Cuadro moderno de la escena, pintado por el artista americano Bud Bradshaw. (Por gentileza del artista)

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~La hu ida por la «senda de los Fugitivos» fu e una carrera, en lucha contra los ZII lríes que intentaban eliminar a los superoivientes: sin caballo, las posibilidades de escapar eran escasas. (Colección de Jan Knight)

~ Tte. E. Anstey, uno de los oficiales de1J/24 muertos en Jsandlwana. Su cuerpo se encontró en las orillas del arroyo Manzimyama, detrás

.delmonte, donde organizó su

«última resistencia». (Colección de Jan Knight)

• El valle del arroyo Manzimyama, detrás del monte Isandlwana. El cuem o izquierdo zulú descendió a este valle persiguiendo a los superoivientes de la batalla. En primer Plano está una de las tumbas de la «senda de los Fugitivos». Muchas resistencias postreras tuvieron lugar en la ladera lejana. (Jan Castle)

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y se lanzaron al río, que estaba en crecida. Coghi ll cruzó sin problemas, pero la corriente hizo caer del caballo a Melvill, y le empujó contra una roca en medio de las aguas. Coghill regresó para ayudarlo, pero su caballo fue muerto inmediatamente. Mel­vill estaba demasiado cansado para sujetar la ban­dera, que se deslizó fuera de su alcance. Los dos hombres consiguieron cruzar a la orilla de atal, remontando penosamente la pendiente, y llegaron hasta una gran roca, donde cayeron extenuados. Allí los encontraron los zulúes y, tras una dura re­friega , los mataron .

El campamento quedó totalmente destruido. Los

cadáveres se amontonaban, entremezclándose blan­cos y negros. Los cuerpos de los soldados británicos fueron abiertos )' destripados, de acuerdo con las costumbres zulúes. Los bueyes)' los caballos fueron sacrificados, los almacenes descerrajados )' saquea­dos, )' las tiendas de campaña y los carromatos fue­ron incendiados. Los zulúes se llevaron todo lo de valor )', a última hora de la tarde, comenzaron a re­tirarse, llevándose a sus muertos. Habían muerto más de mil , )' muchos cadáveres simplemente fue­ron arrojados a las «don gas» o abandonados en re­fugios próximos. Cientos más morirían más tarde a consecuencia de las terribles heridas que sufrieron.

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A Tte. ayudante del 1/24, T. Melvill. Trató de salvar la bandera de la Reina de su Bón., pero fue muerto en el «barranco de los Fugitivos». Años más tarde, se envió a su familia una Cruz Victoria. (Colección de lan Knight)

ADerecha. Tte. N. J. A. Coghill, del 24. Acudió en ayuda de Melvill al «barranco de los Fugitivos», pero también resultó muerto. También se le concedió la Cruz Victoria años más tarde. (Colección de lan Knight)

Las bajas entre los defensores fueron las más con­siderables jamás infligidas a un ejército británico por un enemigo nativo. No sobrevivió ni un solo miembro de las seis Cías. del 24. De los l.700 hom­bres que se encontraban en el campamento la ma­ñana del día 22, sólo sobrevivieron 60 blancos y 400 negros.

Por su parte, lord Chelmsford no se enteró del desastre hasta que se hubo consumado. Llegó a la posición de Dartnell a eso de las seis de la mañana. No había signos de la gran concentración enemiga que esperaba encontrar, sino una serie de peque­ños grupos en las colinas de los alrededores de Mangeni. Hacia las 9.30 habían desaparecido, y Chelmsford autorizó a sus hombres a que desayu­naran. Durante el desayuno, recibió la primera nota de Isandlwana, que informaba del avance zulú hacia el campamento. No se preocupó más de lo de­bido por esa noticia, en la seguridad de que las fuer-

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~ «La cabalgada de Melvill a la gloria», estudio reciente del artista Bud Bradshaw, del Tte. ayudante Teignmouth Melvill, del 1/24, escapando de Isandlwana con la bandera de la Reina del IBón. Este cuadro es más preciso que la

mayoría de los estudios de la época, puesto que muestra la bandera plegada en su funda de cuero. (Por gentileza del artista)

zas de Pulleine eran suficientemente fuertes para defenderse, y no se observaba nada anormal por el catalejo de un Of. de EM. Chelmsford envió la or­den de adelantar el campamento, para poder con­tinuar la búsqueda del grueso «impi». A lo largo de la mañana llegaron más mensajes, pero ninguno acertó a revelar la verdadera importancia del ata­que. Se escuchaba fuego de Art. y se podían ver ex­plotar las granadas contra las escarpaduras de Nquthu , pero todavía se podían ver las tiendas en pie, lo que se consideraba una señal de que todo iba bien.

Por la mañana temprano, Chelmsford había or­denado regresar al campamento al 1 Bón. del 3: ' CNN , al mando del comandante Hamilton-Brow­neo Llevaba recorridas unas cuantas millas, cuando una gran masa de zulúes -el cuerno izquierdo­atravesó el frente, a cierta distancia. Hamilton­Browne pudo ver, muy a lo lejos, combatir entre

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las tiendas. Retiró a sus hombres a una posición más segura, y envió un mensaje a Chelmsford , quien ha­bía regresado con su escolta para comprobar por sí mismo lo que estaba ocurriendo. No daba crédito a las historias del desastre que le había contado Ha­milton-Browne, hasta que se le acercó una fi gura soli ta ria y le convenció de la terrible verdad. Era el comandante Lonsdale que, congestionado por el calor, volvió al campamento para procurarse pro­visiones para sus hombres, quienes habían pasado la noche fu era, sin alimentos. Iba adormecido en la silla, y había llegado cerca del campamento, cuan­do observó a los zulúes victoriosos saqueándolo. T uvo el tiempo preciso para volver grupas y partir al galope.

Chelmsford se quedó anonadado. En terreno abierto, sin apoyo, co n unas fu erzas hostiles entre él y Natal, no tenía otra elección que volver sobre sus pasos, a lsandlwa na y desde allí, al barranco de Rorke. Formó a sus hombres, y comenzó una mar­cha larga, lenta y melancólica de regreso al cam­pamento, llegando cuando ya era de noche. Des­plegó a sus hombres en línea y la artillería (Art.) hi zo fu ego en la oscuridad, por si los zulúes toda-

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vía permanecían allí. Se enviaron tres Cías . del 24 para limpiar el cerro có nico del sur del collado, después avanza ron todas las fu erzas. No encontra­ron oposición, porque no quedaba nadie vivo en el campamento. Los hombres de Chelmsford pa­saron la noche entre los restos . Muchos se encon­traro n con que es taban tendidos sobre la alta hier­ba, entre los cuerpos de los camaradas caídos. La noche se vio interrumpida por va rias alarm as , y un resplandor rojo en el cielo, sobre el barranco de Rorke, empeoró las cosas. Había fuego en el barranco de Rorke, y la guarnición estaba sufrien­do un ataque.

Chelmsfo rd levantó a sus hombres antes del ama­necer, deseando ahorrarles la visión de los horro-

T La batalla tal vez más famosa de la guerra zulú: la defensa del barranco de Rorke, 22/23 de enero de 1879. Este dibujo de la época, muestra el desesperado combate de UlIO

de los ataques noctumos,

iluminado por las llamas del incendiado hospital. El artista se ha equivocado al dibujar a dos zulúes (a la izquierda) con dagas, que/lO eran annas zulúes. (Colección de Kenneth Griffith)

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res que los rodeaban. Cuando descendían al valle del Batshe, av istaron a un «impi» a su izquierda. Venía de la dirección del Oskarberg, el monte que caía sobre el barranco de Rorke. Los dos bandos se observaron con precaución, luego se alejaron a una distancia segura: ninguno de los dos buscaba un en­frentamiento. Al alcanzar el barranco, Chelmsford temió lo peor , porque podía verse una densa co­lumna de humo sobre la posición. Mandó a algu­nos hombres a reconocerla, y escuchó pronto gri­tos de alegría. La posición se encontraba a salvo. Chelmsford se acercó rápidamente, esperando que alguna parte de la columna central hubiera escapa­do al barranco de Rorke, pero se llevó una decep­ción. La posición la defendió con gran tesón su guarnición original, la Cía. B del II Bón. del 24 Rgto., al mando de los T tes. Chard , de los IR, y Bromhead , del 24. 139 hombres, de los cuales 35 estaban enfermos, habían resistido un ataque im­placable de 4.000 guerreros durante casi doce ho-

.Á Las fuerzas de lord Chelmsford abandonan lsandlwana el 23 de enero por la mañana, tras pasar la noche en el campo de batalla. La representación del monte no es precisa, pero si lo es la terrible desolación. (Colección de Jan Knight)

ras. Esos zulúes eran miembros del CE. Undi , al mando del príncipe Dabulamanzi kaM pande, man­tenidos en reserva en Isandlwana. Los habían situa­do separados del cuerno derecho, no participando en la batalla, y habían cruzado el Mzinyathi cerca del «barranco de los Fugitivos», en contra de las ór­denes del rey, porque estaban furiosos por no ha­ber ganado la gloria en la gran batalla. A Chard le advirtieron de su proximidad una hora antes, y for­mó unas barricadas improvisadas alrededor de la posición de la misión. El ataque zulú comenzó al­rededor de las 4 de la tarde, continuando durante toda la noche. Sin embargo, como no pudieron pe­netrar en el improvisado fu erte, se retiraron en la madrugada del día 23 .

Chelmsford felicitó a los héroes del combate, y dejó al COI'. Clyn al mando, para que pusiera en or­den y asegurara la posición, mientras él se dirigió a Pietermaritzburg, para intentar enmendar lo me­jor que pudiera las consecuencias del desastre.

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.... Soldado de los fusileros montados de Newcastle en la batalla de Jsandlwana. Natal facilitó una serie de pequeños grupos de voluntarios a caballo, reclutados de la comunidad de colonos, cada uno con uniforme proPio, que contrastaban vivamente con los irregulares que combatieron con la columna de Wood. Se les entregó carabinas Swinborne-Henry poco antes de estallar la guerra zulú. (Wynn Owen Lang)

.. Tropas de la 2: división vuelven a visitar Jsandlwana, en mayo de 1879. Se llevan los carromatos útiles, mientras las tropas buscan muertos entres los despojos. (Colección de Jan Knight)

T Centinela de los guardias de dragones del rey, de servicio entre los restos de los carromatos, en el collado. Jsandlwana, junio de 1879. (Colección de Jan Knight)

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CONSECUENCIAS DE ISANDLWANA

Las noticias de Isandlwana se extendieron rápida­mente por toda Natal, difundidas por los supervi­vientes evadidos. La población , blanca y negra, fue presa del pánico, y los colonos buscaron la seguri­dad de campamentos defensivos improvisados, o centros más seguros, como Pietermaitzburg o Dur­ban. Durante varios días se temió la llegada de un E. zulú, pero no sucedió nada. Los guerreros vic­toriosos se habían dispersado para tomar parte en los obligados rituales de purificación de después del combate, y para recuperarse.

Desde Pietermaritzburg, Chelmsford tuvo que cumplir la penosa tarea de enviar mensajes al Go­bierno de la metrópoli ya las columnas supervivien­tes, dando cuenta del desastre. Pocos consejos po­día dar a Wood y a Pearson, aparte de decirles que actuaran como creyeran oportuno y que se prepa­raran para un ataque de todo el E. zulú. Arruina­do su plan inicial de invasión, Chelmsford podía haberse dado por vencido, pero se dedicó decidi­damente a reorganizar sus fuerzas. Era necesario mantener la guerra en espera de refuerzos. Las no­ticias de Isandlwana llegaron a Gran Bretaña el 11 de febrero y originaron malestar. El Gobierno no había querido la guerra y ahora tenía una derrota en su haber, pero un cese de hostilidades bajo tales circunstancias era inaceptable políticamente, por lo que Chelmsford obtuvo sus refuerzos.

Los supervivientes de la columna central reforza­ron la posición del barranco de Rorke, pero la vida allí era aburrida, insana y desagradable. No obstan­te, se enviaron patrullas en dirección a Isandlwana y al barranco de los Fugitivos y el 4 de febrero una de esas patrullas encontró los cadáveres de Melvill y Coghill. Bajo ellos, entre los despojos atrapados en los bajos del río, encontraron los restos de la bandera de la reina. En marzo se instaló una posi­ción nueva, que daba al paso del barranco de Ror­ke, y se la dio el nombre de Fort Melvill.

Wood recibió las noticias de Isandlwana dos días después de la batalla. Considerando en peligro su campamento de Fort Thinta, se retiró unas cuan­tas millas al norte, a un nuevo campamento en

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Khambula. Desde allí, continuó hostigando a los zu­lúes locales, y en particular a los abaQulusi. Fue allí donde Buller estuvo en su elemento, patrullando constantemente, realizando escaramuzas y ahuyen­tando al ganado zulú. Hacia finales de febrero cir­cularon rumores de que las noticias de Isandlwana habían agitado a los elementos republicanos del Transvaal, y se envió a Pretoria al Coro Rowlands para prevenir una posible sublevación. Su columna quedó al mando de Wood, se trasladó a Khambula a los hombres montados, y se dejó en Luneburg una guarnición del 80.

El 12 de marzo, un convoy de abastecimientos, escoltado por una Cía. del 80, que había quedado varado -a causa del mal tiempo- en el barranco de Myer, del río Ntombe, fue atacado por una gran formación de seguidores de Mbilini. Antes del ama­necer quedó demostrado que los preparativos para la defensa eran totalmente inadecuados, al irrum­pir los zulúes entre los carromatos, antes de que la escolta tuviera tiempo de salir de sus tiendas y for­mar. De los 106 soldados del convoy, resultaron muertos 62, además de 17 conductores civiles.

Buller realizó una incursión de represalia al va­lle del Ntombe, pero no pudo capturar a Mbilini, y Wood se convenció de que se necesitaban medi­das más fuertes .

Pearson, mientras tanto, llevaba varios días en Es­howe cuando recibió las noticias de Isandlwana. Reunió a sus oficiales y, tras algunas consideracio­nes, decidieron resistir. Enviaron a Natal a los vo­luntarios de Natal a caballo y al CNN para que ad­quirieran suministros, y el resto de la guarnición se dedicó a mejorar las defensas. Se cavaron trinche­ras, se levantaron muros y se construyeron puestos de tiradores y bastiones, hasta que la posición se consideró inexpugnable. Al principio, Pearson es­peró diariamente un ataque, pero no se produjo nunca; en realidad, los zulúes se contentaron con poner sitio a la posición, aguardando la oportuni­dad de un combate en terreno abierto, bien cuan­do Chelmsford tratara de liberarla, o cuando Pear­son tratara de abrirse paso combatiendo. Las comu-

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AIlustración dramática de un combate entre irregulares y zulúes. Bajo el liderazgo de Buller, la Cabo irregular hostigó constantemente a los clanes locales en los prolegómenos de la batalla de Khambula. (Colección de Rai England)

~ La bandera de la Reina del 1/24, perdida en l sandlwana, se encontró un mes más tarde en las poco profundas aguas del río Mzinyathi. En esta escena, la patrulla la devuelve al Rgto. de Fort Helpmekaar. (Colección de lan Knight)

nicaciones con Natal estaban cortadas, y las escara­muzas con patrullas eran acontecimientos cotidia­nos. Era sólo cuestión de tiempo que se acabaran los víveres y se deteriorara la salud de los hombres.

U n goteo continuo de hombres sucu mbió a la en­fermedad , y fue ron enterrados en un pequeño ce­menterio, fuera del fuerte. La guarnición esperaba con ansiedad la noticia de su liberación.

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SEGUNDA FASE DE LA GUERRA

Estrategias en confrontación Acceso a Khambula, enero a

La columna central y la columna N." 2 habían sido destruidas, y lo que quedó de ellas se encontraba a la defensiva. La columna del flanco derecho es­taba inmovilizada en Eshowe, y sólo la columna del flanco izquierdo de Wood podía actuar ofen­sivamente. Cuando remitió el pánico inicial por los sucesos de Isandlwana, quedó claro que no ha­bría ninguna incursión zulú de importancia por la frontera de Natal, y Chelmsford disfrutó de un período de gracia durante el cual reorganizó sus fuerzas. Respondiendo a sus demandas, el Go­bierno de la metrópoli envió a Sudáfrica nada menos que seis Bóns. de Inf., dos Rgtos. de Cabo de línea y dos Bías. más. Sin embargo, tardarían varios meses en llegar y, mientras tanto, Chelms­f~rd tenía que volver a tomar la iniciativa eso'até­glCa.

Su primera tarea era sacar a Pearson de Esho­we, y durante febrero y marzo reunió una colum­na de socorro en el barranco inferior del Thuke­la . Cuando terminó sus preparativos, ordenó a sus mandos que realizaran una serie de ataques demostrativos en cualquier lugar posible de la frontera. Consecuentemente , los jefes de guarni­ción hicieron incursiones a territorio zulú , pero la operación más seria fue la que montó el Cor. Wood. Desde el ataque a Ntombe, Wood estaba convencido de que había que privar a Mbilini y a los abaQulusi de sus refugios de las montañas , y la orden de Chelmsford le brindaba una oportu­nidad ideal.

Hlobane es una montaña de forma irregular, de cima plana, cuya parte más elevada está rodea­da por una línea de acantilados, rota únicamente en unos cuantos sitios por senderos escarpados. Es el eslabón central de una cadena de montañas, la más cercana de las cuales, Zungwini, se encon­traba a sólo doce millas del campamento de Wood en Khambula. Mbilini tenía uno de sus refugios en la falda de Hlobane, que servía como punto de reunión de los abaQulusi. Los exploradores de

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31 enero 1879: La columna N' 4 establece el campamento en el monte Khambula

Balte Spruit

Ngaba Ka Hawane

4 enero 1879: La columna N.' 4 avanza hacia el rio Sangre

6 enero 1879: La columna N.' 4 cru­za el río Sangre y acampa en la colina de Bemba

Colina de Bemba

20 enero 1879: La co· lumna N.' 4 establece el campamento cerca de la colina de Thinta

-18 enero 1879: La columna N.' 4 avanza hacia el río Arena

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Wood sugerían que era posible subir a la monta­ña por los extremos oriental y occidental, y Wood planeó un movimiento de tenaza para coger a los abaQulusi en el medio. Durante la noche del 27 de marzo envió dos grupos de tropas montadas, uno al mando del TCo!. J. C. Russell y el otro al mando de Buller, con orden de atacar la monta-

rzo de 1879

ña por cada extremo. Los hombres de Buller se aproximaron al lejano extremo de la montaña y comenzaron su ascensión antes del amanecer del día 28. Llegaron felizmente a la cumbre, pese a al­gunas escaramuzas con los zulúes, y se adueña­ron de una rehala de ganado, que condujeron por la cima de Hlobane al encuentro de Russel!.

24 enero 1879:

29 marzo 1879: El Ejército zulú avanza ha­cia Khambula. BATALLA DE KHAMBULA

22 enero 1879: Se re­conoce el monte Zungwini

Monte Zwngwini

Se reconoce el monte Hlobane

Monte Ityenka

O I O

.. •

27-28 de marzo: Ata­Que británico al mon­te Hlobane

28 marzo 1879: El Ejér­cito zulú intercepta a los británicos en Hlobane y avanza hacia el río Mfo­lozi Blanco

24 marzo 1879: El Ejército zulú aban­dona Ulundi

Campamentos británicos

Columna N.' 4

---~ Reconocimientos

-~ Ataque a Hlobane

• Ejército zulú

2 3 4 5 6 Millas I

I I I I I

I

2 4 6 8 10 Km

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.... Campamento de Wood en la sierra de Khambula. El bastión se encuentra en el centro del dibujo, con el redil de ganado a sus pies, a la derecha, y el campamento princiPal delante. El monte Zungwini se encuentra en la línea del horizonte, a la derecha, y el valle ocupado por el cuerno izquierdo está señalado con la letra «E" (a la derecha). El roquedal donde se refugiaron los iNgobamakhosi está señalado con la letra «C" (a la izquierda). (Colección del Castillo de Nottingham)

.... Grupo de infantes a caballo del 90 Ligero de Inf., que formaba la escolta personal de Wood, y combatió en Hlobane y Khambula. Llevan las casacas del regimiento, con calzones de montar de cordoncillo. Están armados con carabinas Swinburne-Henry, y llevan la munición en bandoleras. (S. Bourquin)

.... Grupo de oficiales irregulares, que sirvieron en la columna de Wood. En el centro se encuentra el comandante Raaf, de los batidores del Transvaal; el hombre de pie, de la izquierda, parece ser un oficial de la Cabo ligera de fronteras. En esta foto se ve claramente que la mayoría de las unidades irregulares improvisaron sus proPios uniformes. (S. Bourquin)

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~ Herrería de campaña de la Cabo de Buller. Para disgusto de algunos oficiales regulares, los hombres de Buller no eran partidarios de llevar uniforme, y se distinguían únicamente por una cinta roja colocada alrededor de un sombrero de ala ancha. (S. Bourquin)

~ El Coro Wood (en el centro, sentado) y su EM durante la guerra zulú. La mayor parte de sus oficiales llevan unas prácticas y cómodas casacas azules, pero Wood lleva la casaca escarlata de faena. (S. Bourquin)

~ Hombres de la Administración militar del 90 Ligero de Inf., agregados a la columna de Wood, y que formaban uno de los dos batallones de Inf presentes en Khambula . (S. Bourquin)

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Sin embargo, Russell no pudo vencer a la mon­taña, siendo incapaz de llevar a sus hombres a la cima. Más adelante, interpretó erróneamente una orden escrita de Wood, y se retiró antes de tiempo de la escena de la acción conjunta. Des­pués, cuando los hombres de Buller cabalgaban hacia el oeste, miraron a su izquierda y vieron a un enorme ejército zulú, que se movía paralela­mente a ellos por un valle situado unas millas al sur. Era el grueso del E. zulú de Ulundi, que se encontraba de camino para atacar Khambula. Su aparición en ese momento fue una mera coinci­dencia y lo peor que les pudo ocurrir. Animados por la presencia del «impi», los abaQulusi aumen­taron sus molestos ataques y Buller tuvo que abandonar Hlobane a la desbandada. El grueso del E. zulú envió un ala para que se uniera al com­bate, que separó a uno de los grupos de Buller, y lo destruyó . El propio Buller sólo pudo escapar con sus hombres, descendiendo por unas empi­nadas gradas rocosas de 200 pies de altura, bau­tizadas posteriormente como el «paso del Dia­blo». Cuando anocheció, los cuerpos de 15 Ofs. y 79 soldados yacían en las laderas de Hlobane y los zulúes eran los dueños del campo.

Khambula: se inicia la acción

El E. zulú, que influ yó tan negativamente en la ac­ción de Wood en Hlobane , se concentró en Ulun­di a mediados de marzo. Inmediatamente des­pués de lsandlwana, el rey Cetshwayo trató de usar su posición de fuerza para negociar un arre­glo político a la guerra, pero su intento se vio frustrado por la dispersión de sus guerreros para recuperarse , y por la determinación británica de vengar lsandlwana a toda costa. Para marzo que­dó patente, por la creciente actividad británica, que estaba a punto de comenzar una nueva fase de la pelea. El rey esperaba todavía un arreglo di­plomático, pero tenía que prepararse para la guerra. En una reunión con sus generales y con­sejeros, determinó que la columna de Wood su­ponía la mayo r amenaza. La reputación de Chelmsford como enemigo era baja y, en cambio, el rey había recibido un bombardeo de peticiones de ayuda contra Wood, por un aluvión de men­sajeros de Mbilini y de los abaQulusi. En conse­cuencia, decidió enviar al grueso de su E. al nor­te , en tanto que las fuerzas locales que sitiaban Es­howe deberían frenar el avance de Chelmsford.

El rey fue muy conciso al dar instrucciones al «impi». Le ordenó que no atacara posiciones for-

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tificadas, sino que tratara de atraer a las tropas a campo abierto. Si eso fallaba, debería rebasar el campamento y atacar al desprotegido Transvaal, con la esperanza de obligar a Wood a ir a su en­cuentro. De nuevo dio el mando del E. a Ntshing­wayo, acompañado de Mnyamana como repre­sentante del rey. Había una serie de importantes «izinduna», incluido Zibhebhu kaMapitha, pero el príncipe Dabulamanzi no se encontraba entre ellos. Había abandonado Ulundi, con el estigma de su desafortunada salida contra el barranco de Rorke y, como su refugio personal estaba cerca de Eshowe, se vio implicado en las operaciones contra Pearson. El E. zulú era, por lo menos , tan grande como el «impi» que atacó Isandlwana y la gran mayoría de sus guerreros eran veteranos de esa batalla. Lejos de descorazonarse por las terri­bles bajas sufridas en Isandlwana , estaban con­vencidos de que si atacaban en fuerza, ninguna

T Fotografía poco corriente, pensada para representar a la Caballería Ligera de Fronteras, hacia 1877. El regimiento llevó al princiPio un uniforme de Piel de ante trenzado, y un sombrero con

una banda roja de muselina, pero para 1879 la mayoría de sus hombres llevaban ropa efe paisano, conservando sólo el sombrero. (lan Knight)

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Soldado de caballería, de la Cabo ligera de front eras, en Khambula . Los irregulares de la CLF, almalldo de Redvers Buller, demostraron que erall duros y elásticos, a pesar de las graves pérdidas sufridas ell Hloballe, el 28 de ma rzo . Su salida provocó el ataque zulú a Khambula el d ía después, y fu eroll especialmente vengativos en la perseCll ción posterior. Parece que la CLF llevaba una guerrera de ante, trenzada , o una cazadora lIegra , aUllque mu chos preferíall ir de pa isallo, con ulla banda roja de muselilla ell el sombrero como úllico d ist illtivo de ulliformidad. (Wyllll Owell Lallg)

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.... Los jefes zulúes tuvieron grandes dificultades para detener a sus hombres cuando se les incitaba a atacar, por lo que los británicos utilizaron la Cabo irregular para provocar sus ataques prematuros y descoordinados. (Colección de Rai England)

.... La columna N: 4 no incluía ningún Bón. del contingente de nativos de Natal, pero incluía un grupo de zulúes desafectos, reclutados localmente y conocidos como los «irregulares de Wood». Estuvieron presentes en Hlobane, donde fueron dispersados, desertando muchos en la noche del 28, pero cerca de un centenar se quedaron para combatir en Khambula. (Biblioteca de Killie Campbell)

.... Infantes británicos atrincherando un campamento en el país zulú. Wood protegía sus campamentos con un foso alrededor, colocando la tierra extraída entre las ruedas de los carromatos. Cada carromato se encadenaba al de al lado, y se cerraba, además, con barncadas hechas con sacos y canastos de víveres. (S. Bourquin)

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fuerza británica los podría resistir. Esta impre­sión aumentó, probablemente, por el hecho de que los fusiles de carga por cierre capturados en Isandlwana se distribuyeron entre los «amabut­ho», llevándolos a creer que su potencia de fue ­go era igual a la de los británicos. Pocos guerre­ros com partían los recelos del rey, pero el fru to de su excesiva confianza sería verdaderamente amargo .

Después de la acción de Hlobane, los zulúes es­tablecieron un vivac en el río Mfolozi Blanco, a unas 15 millas del campamento de Wood. Si la ac­ción del 28 de marzo fue un desastre para los bri­tánicos, por lo menos les advirtió de un ataque in­minente, y Wood puso en pie a sus hombres el día 29 temprano y los empleó en hacer los pre­parativos finales. En cualquier caso, su posición era fuerte, sobre la cresta de una sierra que los británicos llamaban Khambula, pero que los zu ­lúes conocían como Ngaba ka Hawana, «punto fuerte de Hawana». Al norte, el terreno descen­día por una ladera desnuda hacia dos arroyos que convergían a una media milla de distancia; al sur caía hacia un valle, por una serie de terrazas ro­cosas. El punto de apoyo este de la posición de \t\ ood era un bastión -una zanja, con la tierra ex­traída colocada por encima, formando un para­peto- unido por una empalizada a un pequeño campamento de carromatos situado más abajo, en un llano, que se usaba como redil para los bueyes de transporte. A doscientas yardas al oeste del bastión había un gran campamento defensivo, un círculo irregular de carromatos encadenados en­tre sí, con una zanja de escasa profundidad y un muro de tierra a su alrededor.

Para defender esta posición, Wood tenía 2.086 Ofs. y soldados, que componían ocho Cías. del 90 ligero de Inf. y siete del IBón . del 90 ligero de Inf. Al igual que Chelmsford en Isandlwana, no tenía Cabo de línea, pero el indómito Buller man­daba 99 hombres de lnf. montada, 165 de la Cabo ligera de fronteras, 135 de los batidores del Transvaal, 99 de la Cabo de Baker, 40 de los fu­sileros de Kaffraria, 16 de la Cabo de fronteras y 74 africanos a caballo (algunos de los cuales ha­bían combatido en Isandlwana). Estas unidades no pertenecían al sistema de voluntarios de Na­tal , y la mayoría se habían reclutado en la fronte­ra de El Cabo o en la del Transvaal. Tenían as­pecto de verdaderos piratas, por lo que no siem­pre se hicieron querer por sus compañeros regu­lares, pero la Cabo ligera de fronteras en particu­lar se había ganado una buena reputación por su

sólida manera de montar y por su dura forma de combatir. Sufrió serias pérdidas en Hlobane, pero todavía se podía contar con ella. Finalmen­te, Wood tenía a su servicio a unos 180 auxiliares negros de las fuerzas irregulares, cuatro cañones de 7 libras de la Bía. 1117 de AR, reforzada por dos cañones sueltos, y 11 IR. .

En conjunto, eran unas fuerzas comparables a las de Chelmsford durante la campaña de Isandl­wana. Sin embargo, el resultado de las dos bata­llas sería muy diferente.

Batalla de Khambula

Los exploradores de Wood localizaron al E. zulú alejándose de su vivac hacia las 10.30 de la ma­ñana del día 29. Parecía que se dirigía hacia el oeste, dando por el momento la sensación de se­guir las instrucciones del rey, de no atacar el cam­pamento, temiendo Wood que se dirigiera hacia el desprotegido Transvaal. Después, se detuvo a unas cuatro millas al sur del campamento y co­menzó los preparativos para el ataque. No _se pue­de explicar con certeza por qué motivo los jefes desobedecieron las órdenes del rey pero, con toda probabilidad, los guerreros jóvenes -que componían el grueso de las fuerzas - no tenían ganas de esperar, creyéndose en la obligación de atacar a los británicos lo antes posible. De nuevo, como en Isandlwana, iba a tener lugar una bata­lla crucial en contra de los deseos de los Grals. zu ­lúes.

Wood realizó los preparativos finales. Colocó dos cañones en el bastión, apoyados por una Cía. del 90 ligero de Inf. Se envió una Cía. y media del 13 a proteger el campamento de ganado, ocu­pando el campamento principal el resto de la Inf. y los hombres a caballo . Los otros cuatro cañones se colocaron en terreno abierto, entre el bastión y el campamento. Al acabar la mañana, y mien­tras densas masas de zulúes maniobraban por las colinas de los alrededores del campamento, Wood autorizó a sus hombres a que comieran. Era consciente de la importancia de la batalla que se avecinaba, pero parecía sereno y controlado, y no veía razón para hacer combatir a sus hombres con el estómago vacío. Las cajas de munición es­taban abiertas y situadas cerca de las líneas. Des­pués, a eso de las 12.45, ordenó desmontar las tiendas, preparándose para el combate.

Para entonces , los zulúes estaban casi en posi­ción. El cuerno izquierdo (Rgto . Khandempem­vu) marchó hacia el valle al sur del campamento,

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n 13.45. Ataque del cuerno derecho zulú (Regimiento iNgobamakhosi) n Retirada de los iNgobamakhosi n 14.15. Ataque del cuerno izquierdo zulú (Regimientos Khandempemvu, uMbonambi y uNokhenke) n Ataque del centro zulú (Regimientos isAngqu, u Thulwana, uDloko, iNdluyengwe, iNdlondlo, uDududu e iMbube) JI 16.30. Segundo ataque del cuerno derecho zulú

o 90 Ligero de Infantería

(7 compañías)

Hombres a caballo

11/3 (5 1/2 compañías)

Salida del 1/13, a /as 15.00

Montones de basura

COLUMNA BRITÁNICA ~ DEL FLANCO IZQUIERDO

WOOD

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4 cañones

Sierra de Khambula (Ngaba ka Hawana)

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Bastión ocupado por una compañía del 90 Ligero de Infantería y dos cañones

~ ZULÚ

NTSHINGWAYO kaMAHOLE KHOZA

Redil de ganado, ocupado por 1 112 compañías delIIJ3

Salida de Hackett, a ÚlS 15.00

BATALLA DE KHAMBULA Ataques zulúes y salidas británicas, desde las 13.30 hasta las 17.30 del 29 de marzo de 1879

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mientras el pecho (los Rgtos. uMbonambi, i d­londlo , uDududu, iSangqu, uThulwana, iMbube e i dluyengwe) remontaba los contrafuertes orientales de la sierra. El Rgto. i gobamakhosi, que formaba el cuerno derecho, se desplazó al norte del campamento. Los «amabutho» norma­les se habían reforzado con un gran número de guerreros Qulusi del distrito local, y se extendie­ron más de diez millas de extremo a extremo. A más de un observador inquieto del campamento le pareció que las colinas eran negras, a causa de los guerreros que allí había.

Curiosamente, considerando que había cubier­to la distancia más larga, el cuerno derecho fue el primero en entrar en acción. Detuvo su avan-

ce aproximadamente a una milla y media del cam­pamento , mientras el pecho y el centro todavía es­taban entrando en posición. Wood estaba cada vez más temeroso de que un ataque coordinado de todas las fuerzas fuera más de lo que su poten-

T El campo de batalla de Khambula en la actualidad. Esta foto representa el terreno por donde cargaron los iNgobamakhosi. La parte que se eleva sobre el horizonte es el bastión; el campamento principal estaba a la derecha de los árboles. La ladera carece

totalmente de abrigos, aparte de los hormigueros. Muchos guerreros se refugiaron detrás de ellos, intentando en vano sustraerse al fuego devastador. (Colección de Jan Knight)

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cia de fuego pudiera resistir, pero no tenía que haberse preocupado. Hacia la 1.30 los iNgoba­makhosi avanzaron repentinamente , desplegan­do en formación de combate -una masa densa oculta por nubes de guerreros- a menos de una milla de distancia. Aparentemente, los guerreros creyeron que el resto del E. también avanzaba para atacar; o, quizás , ri valizaban con otros Rgtos. por tener el honor de ser los primeros en llegar al campamento de los casacas rojas. Cierta­mente no había sido un movimiento ordenado por Ntshingwayo, quien había tomado posiciones a unas 700 yardas al este del bastión y que, por lo visto, no era capaz de controlar sus fuerzas. En cualquier caso, Wood aprovechó la oportunidad

y ordenó salir a Buller para incitar a los iNgoba­makhosi a efectuar un ataque sin apoyo.

El terreno sobre el que tuvo lugar la dramática primera fase de la batalla descendía desde el cam­pamento hacia una zona de terreno pantanoso, que señalaba las fuentes de los arroyos. Estaba to­talmente desprovisto de vegetación, sin manto al­guno, excepto docenas de hormigueros que sal­picaban la ladera como pequeños guijarros. El grupo de Buller se componía escasamente de cien hombres , que cabalgaron hasta encontrarse có-

T Salida de Buller contra el cuerno derecho, en Khambula; disparos

iniciales de la batalla decisiva de la guerra. (Colección de Jan Knight)

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~ Dos cañones de 7 libras de una Bía. sin identificar, fotografiados con la columna de Wood, avanzada la guerra. Wood tenía cuatro cañones de la Bía. del comandante Tremlett y dos sueltos, a su disposición . Como los ataques zulúes no se coordinaron, se pudieron trasladar para hacer frente a cada nueva amenaza. (S. Bourquin)

~Sargento del 1/13 Ligero de Inf. en Khambula. A diferencia de la mayor parte de los batallones de Inf. , los ligeros llevaban las sardinetas correspondientes a su categoría en las dos mangas, en lugar de llevarlas en una sola. Las sardi1letas eran plateadas para los empleos inferiores a sargento. Los sargentos también llevaban una espada-bayoneta en el Martini-Henry, en lugar de la bayoneta de encastre de sección triangular. El uniforme del 90 era el mismo, excepto la diferencia de la impronta del color (ante, para el 90) ; sin embargo, el 90 llevaba la impronta en las bocamangas de la casaca de faena, que era -por tanto- de color rojo puro. (Wynn Owen Lang)

~ Tte. F. Nicholson, AR, quien mandó los dos cañones situados en el bastión de Khambula. Fue herido mientras dirigía el fuego desde una posición expuesta del parapeto, y murió al día siguiente. (Colección de lan Knight)

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modamente a distancia de tiro de fusil de los guerreros. Allí desmontaron y efectuaron una descarga. El efecto fue inmediato: lanzando su grito de guerra, <<Í Usuthu! », los zulúes avanza­ron. Rápidamente, los hombres de Buller monta­ron a caballo y retrocedieron, parando cada cin­cuenta yardas, o así, para descargar otra andana­da. Varias veces las furiosas cargas zulúes se aproximaron a pocos pasos de los que retroce­dían , pero Buller consiguió librar a sus hombres

de todas ellas. Los zulúes gritaban desesperados, <<Í No huyas, Johnny , queremos hablar contigo!» y <<ÍSomos los muchachos de Isandlwana! » La ma­yor parte de los hombres a caballo volvieron al campamento, pero la Cabo nativa se retiró hacia el oeste. Tal vez, después de la experiencia de Isandlwana, desconfiaba de los campamentos de­fensivos británicos y pasó el día en campo abier­to, hostigando a los flancos zulúes durante todo el combate.

Cuando los hombres de Buller llegaron a las proximidades del campamento, los cañones dis­pararon por encima de ellos a las filas zulúes. Se envió fuera un carromato, y los hombres desmon­taron de los caballos y ocuparon posiciones en las barricadas. Se produjo una tremenda descarga de fuego rasante de Inf., que batió el terreno a lo largo de un lado del campamento, cruzando el bastión. Las filas delanteras de los zulúes se des­hicieron, y la carga vaciló. U nos cuantos guerre­ros temerarios llegaron a los carromatos, y die­ron vueltas a su alrededor tratando de encontrar una entrada, pero los demás se arrojaron cuerpo a tierra tras cualquier abrigo eventual que pudie­ron encontrar. Sin embargo, se encontraban terriblemente expuestos y, al no poder mantener­se en posición, se replegaron de mala gana al abrigo de un pliegue rocoso del terreno al nor­deste, dejando la ladera sembrada de cadáveres.

Wood adquirió una importante superioridad táctica al provocar el ataque del cuerno derecho y vencerlo. Había desbaratado el plan zulú, yaho­ra les resultaría difícil evitar malgastar sus fuer­zas en ataques parciales descoordinados, mien­tras él, a su vez, se veía libre para concentrar su fuego donde fuera más necesario. La maniobra

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~Superior. Compañía del 1/13, fotografiada en el campamento de Ulundi. El redil de ganado se encontraba ocupado por 13 hombres, que fueron expulsados durante un tiempo por guerreros del «ibutho» uNokhenke. (S. Bourquin)

~Inferior. Acceso sur al campamento de Khambula.

La elevación sobre el horizonte señala el emplazamiento del bastión. El terreno desciende bruscamente hacia la derecha, y el cuerno izquierdo zulú pudo avanzar a cubierto, cargando contra el centro de la ladera. Los hombres de Hackett se situaron en la parte superior de la misma. (Colección de lan Knight)

completa había durado menos de tres cuartos de hora y, cuando los iNgobamakhosi se replegaban, el cuerno izquierdo y el pecho avanzaron rápida­mente, en un intento tardío de apoyarlos. El pe­cho llegó en grandes oleadas, arrastrándose por los alrededores, manteniendo los guerreros los escudos por encima de la hierba mientras avan­zaban hacia el bastión. Sin embargo, su aproxi­mación fue mucho menos abierta que la de los iN­gobamakhosi, y la Art. disparó granadas de me­tralla, abriendo grandes brechas entre sus líneas. A 800 yardas, la Inf. abrió fuego y cuando llega­ron a la distancia de 300, las pérdidas sufridas por las filas zulúes eran aterradoras. No obstante, el centro llegó casi hasta los muros del bastión an­tes de replegarse.

Sin embargo, el más peligroso fue el cuerno iz­quierdo. Sus guerreros pudieron avanzar por un valle empinado, cubierto de vegetación, a lo lar­go del lado sur del campamento, a cubierto del fuego. En el extremo oeste, un pequeño arroyo cortaba la ladera, ofreciendo un camino de acce­so a la cresta de la sierra, que salía casi en medio de los dos campamentos. Los zulúes se pudieron concentrar en el valle, después remontaron la la­dera, fuera del alcance del fuego británico, hasta descrestar la elevación de terreno a menos de cien yardas del campamento. Por supuesto, allle­gar se encontraron con una lluvia de fuego, que fue devastadora a tan corta distancia. Las pesadas balas de los Martini-Henry hacían saltar a los guerreros hacia atrás, cayendo sobre sus filas, o uno sobre otro, pero continuaban llegando más, con la esperanza, muy poco real, de conseguir la victoria. Cerca de las tres de la tarde, una serie de decididas cargas pusieron sobre aviso del pe­ligro a Wood. El «ibutho» uNokhenke, a la iz­quierda del centro zulú, descendió por el valle y llegó al muro del redil de ganado. Se produjo un embarullado cuerpo a cuerpo con los hombres del IBón. del 13 que se encontraban allí, y los zu-

lúes los obligaron a meterse dentro. El redil esta­ba lleno de ganado, y la lucha continuó en medio de la rehala, que se agitaba y mugía de miedo. Las tropas británicas se encontraban en una situa­ción peligrosa, y Wood envió un mensajero con la orden de que se retiraran. Wood y su EM ocu­paron un posición destacada, debajo del bastión, para animar y apoyar a sus hombres durante la retirada. Los jubilosos uNokhenke irrumpieron en las posiciones que habían hecho desalojar, dis­parando con potencia, pero sin precisión, sobre el campamento.

Los jefes zulúes, tratando de explotar el éxito, hicieron entrar en posición a una nueva oleada de guerreros en la ladera. Eran hombres del «ibutho» uMbonambi, y su ataque amenazaba con abrir una brecha en el corazón de las defensas de Wood. Las terrazas rocosas impedían a Wood ha­cer fuego sobre el valle, por lo que ordenó al co­mandante Robert Hackett, del 90, que saliera con dos Cías. de su Rgto. y deshiciera la concentra­ción zulú. Era arriesgado abandonar la protec­ción de los campamentos, pero los hombres de Hackett avanzaron con rapidez y buen orden, co­giendo por sorpresa a los zulúes. Formaron en lí­nea en la parte superior de la ladera y comenza­~on a disparar descargas continuas sobre el valle. Estas segaron la concentrada formación de uM­bonambi, que retrocedió gradualmente, deslizán­dose hacia el valle o buscando el abrigo de los afloramientos rocosos de ambos lados.

Probablemente, la salida de Hackett salvó la si­tuación de Wood, pero sus hombres estaban com­pletamente expuestos al fuego zulú. Wood orde­nó a la Art. y a la Inf. que barrieran el redil de ga­nado, y los uNokhenke fueron expulsados paula­tinamente, pero unos cuantos francotiradores to­davía podían coger su línea de enfilada, desde la izquierda. Aún peor, recibió fuego cruzado des­de la derecha, desde el extremo del cuerno iz­quierdo zulú. Éste, el Rgto.Khandempemvu (umCijo), había avanzado hasta el borde de la sierra al oeste del campamento. U na Cía. del I Bón. del 13 Rgto. salió y los expulsó a la bayone­ta, evitando que se agruparan, pero los británi­cos no podían mantener esa posición, y los zulúes ocuparon una pequeña loma, a unas 300 yardas del campamento. Era un vertedero de basura del campamento y estaba cubierto por un montón de estiércol, que había hecho brotar un manto de alta hierba verde. Los guerreros se sumergieron en la hierba y hostigaron con fuego a corta dis­tancia a los hombres de Hackett y alIado sur del

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.... Superior izquierda. Cte. R. Hachett. Su salida fue el punto de inflexión de la batalla de Khambula, pero fue herido de gravedad en la cabeza por el disparo de un francotirador zulú. (Colección Real)

.... Superior derecha. Tte. A. Bright, del 90 Ligero de Jnf. Fue herido durante la salida de Hachett: una bala le atravesó un muslo y le hirió en la otra pierna. Con la confusión de la batalla, los cirujanos no apreciaron la gravedad de sus heridas, y se desangró. (Colección de Jan Knight)

.... Salida de Hachett: sus hombres se alinean en la parte superior de la ladera, disparando contra los guerreros concentrados en el valle. La elevación del centro es el bastión; el campamento princiPal está a la izquierda. El número de bajas del dibujo sugiere la vulnerabilidad de Hachett ante el fuego de enfilada zulú. (Colección de Jan Knight)

~ Cte. Robert Hachett, del 90 Ligero de Jnf. Hachett encabezó la salida de dos Cías. de su Rgto. que romPieron el cuerno izquierdo zulú. Durante el repliegue, recibió una herida grave en la cabeza. Aquí se le representa con la casaca de faena, con la impronta del color regimental en el cuello, y con las divisas de Cte. en el cuello, y bordadas en la bocamanga. (Wynn Owen Lang)

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~ Después de su rechazo inicial, el cuerno derecho zulú se refugió tras el roquedal que se ve a izquierda de la foto, realizando un valiente último intento de cargar contra el bastión (en el horizonte), pero no pudo progresar contra la lluvia de fuego británica. (Colección de Jan Knight)

... Vuelta a la carga: durante las etapas finales de la batalla, el 13 rechaza, por última vez, al cuern8 izquierdo zulú. (Museo L. 1. de Somerset, Taunton)

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campamento. Comenzaro n a llove r balas sobre los hombres del 90, y algun os res ultaro n heridos. El Tte. Briglll , subordin ado de Hackett, recibió heridas en las dos piern as y, un minuto después , el propio Hackett resultó herido en la cara. Wood hizo regresar al grupo, y los hombres vo lvieron con sus ofici ales heridos. Hac kett sobrev ivió, au n­que perdió la vista de los dos ojos; los cirujanos no apreciaron la gravedad de las herid as de Bright, quien murió desangrado durante la no­che.

En el campamento principal , Redvers Buller se dio cuenta del peligro que representaban los fu­sileros situados en el vertedero de basura , y re­plicó al fuego. Ordenó a sus hombres que no per­dieran liempo ap untando a nin gú n guerre ro en particular , sino que dispararan sobre el estiércol. Las balas lo atravesaba n y batían a los guerreros situados detr.ás. Desca rga tras descarga se barrie­ron los montones de estiércol, aca ll ando el fuego zulú. Al día sigui ente, entre los de pojos se en­contraron 62 cadáveres .

El fracaso limitado de los asa ltos zu lúes en el sur del campamento, y el éx ito de las sa lidas bri­tánicas fueron , probablemente, el punto de in ­fl exión de la batalla , pero todavía quedaban va­rias horas de dura lucha por ven ir. El pecho zu lú se reagrupaba y avanzaba una y otra vez por la cresta de la sierra , buscando en cada asa lto suce­sivo una posición mejor. En un a ocas ión , ll ega­ron casi hasta los caba ll os de la Art., en el terre-

~ El título original de esta composición de escenas de la batalla es "Heroísmo en Khambula», y tiene la honradez de mostrar la valentía de los zulúes. Un guerrero prefiere darse muerte a puñaladas (a la izquierda) antes que morir a manos de los británicos. En el centro, un herido es puesto a salvo de los zulúes durante la salida de Buller, mientras (a la derecha) se socorre a un herido durante la retirada del redil de ganado. (Colección de lan Knight)

no ab ierto situado entre los campamentos, y en otra, los muertos cayeron contra el mi smo muro del bastión . Cada ataque tenía el mi smo resulta­do : una concentrada llu via de fuego que nad ie podía resistir.

Alrededor de las 4.30, los i gobamakh os i, si­tuados en la derecha zulú, ya recuperados de los erectos de su revés inicial, atacaron de nuevo. Fue una carga fogosa , que partió de los afl oramientos rocosos y se dirigió ve lozme nte hacia el lado nor­te del bastión. Pero el acceso final a los muros era empinado, y los guerreros se enfrentaron a una furia a llu via de fuego de mosquetería y melralla que cayó sobre ellos, abatiéndo los. La carga se vin o abajo.

Fue como si la marea zu lú alcanza ra la pleamar. Los guerreros gateaban o se tendían en un gran sem icírculo, ocupando cualquier ab ri go que pu­dieran, rodeando el cam pame nto por tres lados y disparando sus in adecuadas ar mas de fuego. Una y otra vez, algún «induna» incitaba a uno u Olro Rgto. a hacer acop io de va lor para el asalto final , pero ninguno pudo realizarlo . Hacia las 5, estaba claro para v, ood que ese era su día, y or­denó salir al 13 para limpiar el redil de ganado de guerreros supervivientes. Se envió una Cía . del 90 al borde del va ll e, formando donde estu­vieron los hombres de Hackett. Las tropas expul­saron a la bayo neta a unos cuantos guerreros re­zagados, tras lo cual comenzaron a disparar con­tra las masas negras que descendían por el va ll e.

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Por todas partes, los zulúes comenzaban a retirar­se. En su mayor parte lo hacían despacio y con or­den, disparando todavía y evacuando a sus heri­dos. La lnf., británica vociferaba y daba gritos de júbilo al verlos marchar.

Había llegado el momento para que Wood aco­sara y destruyera al enemigo. Wood ordenó a Bu­lIer que persiguiera a los guerreros, y sus hom­bres se apresuraron a montar a caballo y salir del campamento en su persecución. Los soldados irregulares habían sufrido lo indecible en el de­sastre del día anterior, y ahora no estaban dis­puestos a ser clementes. Su carga hizo añicos a los desanimados zulú es, que perdieron la cohesión que les quedaba, convirtiéndose su retirada en desbandada. Algunos zulúes se volvían y lucha­ban, pero la mayor parte se encontraban extenua­dos hasta la saciedad. Muchos estaban tan cansa­dos que no podían ni correr, y simplemente se volvían y permanecían de pie, invitando a sus perseguidores a que los mataran. Algunos, inclu­so, prefirieron darse muerte a puñaladas, antes que morir a manos de los británicos. Los irregu­lares estaban encantados de tener la oportunidad de realizar tal carnicería. Disparaban contra los guerreros a corta distancia, «masacrando a los sal­vajes por todas partes», como dijo más tarde un oficial. Algunos, incluso, recogieron venablos zu­lúes para atravesar a los guerreros con mayor efi­cacia. Unos cuantos guerreros intentaron escon­derse entre la hierba o entre los hormigueros, pero fueron localizados y muertos. «La matanza continuó hasta que no quedó una forma humana ante nuestros ojos», escribió otro participante. Más adelante, cuando los detalles de la matanza llegaron a la prensa británica, levantaron algún clamor, pero, en realidad, se había dado una oportunidad de oro a Wood para asestar un duro golpe al E. zulú y hubiera sido absurdo no apro­vecharla. En cualquier caso, tampoco hubiera sido posible contener a sus tropas, que sabían que no había cuartel en la guerra zulú, y ardían en de­seos de venganza. Pudo verse al propio Buller en el fragor del combate, luchando «como un tigre sediento de sangre. »

La persecución continuó hasta la falda del monte Zungwini, a unas doce millas de distancia . Al principio, los jefes zulúes intentaron reagru­par a sus hombres. Mnyamana Buthelezi los inci­tó a volver, después de la salida de Jos británicos del campamento, pero Zibhebhu consideró que sería inútil. Una vez que comenzó la desbandada, no hubo forma de detenerla. Mnyamana intentó

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retirarse con parte del E. a Ulundi, pero la ma­yoría de los guerreros no le siguieron, escapan­do simplemente a sus refugios. No se sabe con certeza cuántas bajas tuvieron, pero cuando los destacamentos británicos de sepulturas comenza­ron a recoger a los muertos, se encontraron 785

• La caballería irregular sale del campamento para perseguir a los zulúes; un guerrero efectúa un último disparo de desafío. Los zulúes se retiraron ordenadamente al princiPio, pero los irregulares convirtieron su retirada en desbandada. (S. Bourquin)

~ Francotiradores zulúes en los montones de basura, en Khambula. Por única vez, los zulúes pudieron concentrar su fuego con eficacia, y de enfilada, sobre las salidas británicas. Las figuras 1 y 2 pertenecen al Rgto. Khandempemvu (umCijo), y llevan el sencillo uniforme de guerra de las batallas posteriores. Antes de la guerra, la mayor parte de los fusiles zulúes eran modelos de chispa, Brown Bess, o de percusión, pero los Martini-Henry

capturados en lsandlwana demostraron los progresos en alcance y precisión del fuego zulú. La figura 3 representa a un seguidor de Mbilini, que lleva una casaca del 80 Rgto., capturada en Ntombe. La figura 4 muestra a un oficial superíor zulú. Su status se manifiesta por su única pluma de grulla de la cabeza, y por el collar de cuentas rojas y pezuñas de leopardo, que llevaban sólo los hombres importantes. Lleva, también, un collar de «cuentas al valor» y una falda-cinturón completa. Tiene un revólver capturado en lsandlwana. Después de Khambula, se recuperaron algunas armas personales de oficiales. Parece que los zulúes se las llevaban más como trofeos, que para usarlas. (Angus McBride)

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cadáve res en los límites inmedi atos de l ca mpa­mento . Mu chos estaba n des me mbrados a co nse­cuencia de la metralla. Fue ro n e n terrados e n grandes fosas d e 200 pies de la rgo, 20 de ancho y 10 d e profundid ad.

A causa de la importa ncia de la pe rsecució n , la relació n entre e l número de mu ertos)' he rid os fue probableme nte mu y e levad a. Ce nte nares de ellos más yacía n a lo la rgo de l ca min o de reti ra ­da, y co n tinuaro n apareciendo cad áve res duran­te días, oc ul tos tras las rocas o e ntre la hierba, adond e se habían a rrastrado pa ra mo rir. De los que consiguie ro n esca par , heridos po r las te rri­bles balas de plo mo, probablemente mu y pocos

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.... Vna patrulla británica de Cabo persigue a un fugitivo. La desPiadada persecución británica en Khambula infligió serias pérdidas y dispersó al Ejército zulú . (Colección de Rai England)

sob rev iviero n al viaje de regreso a sus refugios fa­mili ares. Había n muerto mu chos ho mbres de ca­tegoría e influ encia, porqu e los Ofs. se habían a rriesgado sobre manera al e ncabeza r las cargas . La mayor parte de los mu ertos perte necían a los Rgtos. más j óve nes, por lo qu e co n su pérdida co nm ocio nó a la nac ió n. Puede qu e, e n to tal, mu­riera n 3.000 guerre ros, siend o impos ibl e calcula r e l número de supervivientes co n he rid as leves . Las pé rd idas de Wood fu e ron in significa ntes, e n co m pa rac ió n : 18 Subs. y sold ados muer tos, y 8 Ofs . Y 57 Subs . )' so ldados he ridos, 10 de los cua­les murieron posteriormen te y fue ro n enterrados en un ce me nte ri o al norte de l ca mpame nto .

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• Cte. F. Schermbrucker, de los fusileros de Kaffraria, una de las unidades irregulares que participaron en la persecución. De ella se escribió, "Cogíamos las

azagayas de los muertos, y nos precipitábamos sobre los vivos, pasándolos a cuchillo a diestro y siniestro, vengándonos sin Piedad de nuestras desgracias .•

Hay una serie de comparaciones ilustrativas que se pueden deducir de las batallas de Isandl­wana y Khambula. En general, no hubo una gran diferencia en cuanto a las tropas implicadas en ambas batallas. Lord Chelmsford y el Cor. Wood mandaron columnas de efectivos similares y, en su mayor parte, los mismos guerreros zulúes combatier0!1 en ambas batallas. Entonces, ¿por

qué fueron los resultados tan diferentes? No hay duda de que el exceso de confianza de

Chelmsford fue un factor que contribuyó al desas­tre de Isandlwana. Simplemente, no aceptó que los zulúes pudieran realizar un ataque con éxito al campamento, hasta que fue demasiado tarde. Sus decisiones tácticas se basaron no sólo en esa premisa falsa, sino también en una información escasa. De esa manera, permitió que se dividiera su unidad, y la posterior división de fuerzas de Durnford y Pulleine completó su equivocación. Cuando se inició el combate, los zulúes tenían la iniciativa y los británicos se encontraban disemi­nados en una extensa zona. Pulleine no tuvo otra alternativa que la de reaccionar a sus ataques. Sus disposiciones iniciales se basaron en una aprecia­ción errónea de la amenaza -al igual que otros, creyó que el grueso zulú se encontraba a muchas millas de distancia atacando a Chelmsford - y los zulúes no le dieron ocasión de enmendar su error. Ganaron porque superaron estratégicamente al enemigo, cogiéndolos a contrapié.

Wood -a quien muchos consideraban que hu­biera sido mejor Gral. que Chelmsford- subesti­mó , no obstante, igualmente a su enemigo, como lo demostraron las matanzas de Hlobane . Sin em­bargo, después de Isandlwana, quedó claro para todas las fuerzas británicas que un ataque en fuer­za zulú tenía que tomarse en serio. A Wood le avi­saron un día antes del ataque a Khambula, y lo aprovechó al máximo. Atrincheró su campamen­to y pudo hacer sus planes sabiendo exactamente la clase de ataque que afrontaría. Mientras que el fuego de Pulleine fue disperso y diluido , el de Wood fue concentrado, de un efecto devastador. Los jefes zulúes eran extraordinariamente aptos para localizar cualquier punto débil, pero Wood no dejó nada al albur. Khambula fue una roca, contra la que el E. zulú se hizo pedazos.

N o se debe subestimar el extraordinario valor que derrocharon los zulúes al atacar los dos cam­pamentos. Habían sufrido bajas terribles en Isandlwana pero , aunque decepcionados, se pre­pararon para hacer frente de nuevo al fuego bri­tánico , creyendo que al final la victoria sería suya. Su potencia de fuego aumentó en la segunda ba­talla, pero no cambió el resultado, y, en el análi­sis final, el éxito dependía de llegar al cuerpo a cuerpo con el enemigo. Eso fue precisamente lo que Wood les impidió hacer. La derrota fue es­pecialmente amarga, porque después de Kham­bula los zulúes supervivientes comprendieron que no eran rivales para el enemigo.

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CONSECUENCIAS

Ambos bandos quedaron inmediatamente conven­cidos de que la derrota zulú en Khambula era de la máxima importancia estratégica. Los vencedores de Isandlwana se habían lanzado de cabeza y se es­trellaron. Los británicos recobraron la confianza en sí mismos, mientras la moral zulú se derrumbaba. El «impi» nunca más volvió a la campaña con la mis­ma determinación, y muchos guerreros se queda­ron en sus hogares durante el resto de la guerra. El rey Cetshwayo, al saber las noticias de sus des­moralizados jefes, comprendió de inmmediato que ya no era posible una solución militar victoriosa. Su estimación se vio confirmada días más tarde, con la noticia de una derrota reciente en el sur del país zulú.

El mismo día que Wood libraba batalla en Kham­bula, lord Chelmsford cruzaba el Thukela con la co­lumna de socorro a Eshowe. El 2 de abril fue ata­cado por un «impi», compuesto en su mayoría por tropas locales, cerca del destruido redil militar de Gingindlovu. Los hombres de Chelmsford forma­ron un cuadrado, cavando un foso y levantando un muro alrededor, y los zulúes fueron incapaces, una vez más, de penetrar la cortina de fuego. Al día si­guiente, Eshowe era liberada. Chelmsford decidió no mantener la posición y comenzó a evacuar a su guarnición, que había resistido tres meses de ase­dio. Hacia finales de mes, la mayor parte de sus hombres se encontraba de vuelta en Natal, y Chelmsford estaba más o menos en el mismo sitio de donde partió en enero.

Sin embargo, los refuerzos llegaban continua­mente y Chelmsford planeó una nueva campaña. Mantuvo su idea original de avanzar en varias co­lumnas, cada una de ellas mucho más fuerte, de­biendo actuar en estrecha colaboración con las de­más. El esfuerzo principal lo llevaba la segunda di­visión, que avanzaba desde la aldea fronteriza de Dundee y tomaba la vieja ruta de la columna cen­tral, a unas millas de distancia del desgraciado cam­po de Isandlwana. La columna de Wood -llama-

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da ahora «columna volante»- tenía que permane­cer reunida y avanzar al encuentro de la segunda división. La columna restante, la primera división, debía pacificar la franja costera.

Las tropas se encontraban en sus posiciones de partida hacia finales de mayo, cuando comenzó la llamada segunda invasión. El abastecimiento de las tropas seguía constituyendo la misma pesadilla que durante la primera invasión, y el avance se distin­guió por la construcción de una serie de fuertes -para su uso como depósitos, y para proteger las líneas de comunicación - entre los que se mante­nía un flujo continuo de incómodos convoyes de carromatos, que obligaba al empleo de cientos de hombres en tareas de escolta. Apenas empezó la in­vasión, sufrieron un nuevo desastre. El príncipe im­perial de Francia en el exilio, Luis Napoleón, here­dero del trono de los Bonaparte, que estaba agre­gado como observador en las fuerzas de Chelms­ford, fue muerto cuando se encontraba de patru­lla, y el avance final tuvo lugar bajo constantes es­caramuzas. Los zulúes podían sentirse reacios a rea­lizar un ataque a gran escala en terreno abierto, pero hostigaban a patrullas y a destacamentos con francotiradores y emboscadas.

Hubo también un aumento de actividad diplo­mática. El rey Cetshwayo envió repetidamente mensajes a Chelmsford, solicitando sus condiciones. Chelmsford, que sabía que sir Garnet Wolseley se encontraba de camino para sustituirlo, pidió el cumplimiento incondicional de los términos del ul­timátum. Cetshwayo no se encontraba en mejor si­tuación para cumplirlas en junio d,e 1879 que en enero, ni Chelmsford lo esperaba. El quería ganar la batalla final en un intento de recuperar su em­pañada reputación.

Tal batalla tuvo lugar el 4 de julio. Chelmsford hizo cruzar el río Mfolozi Blanco a la segunda di­visión y a la columna volante, desplegándolas en un gran cuadrado frente a la residencia del rey en Ulundi, donde los zulúes hicieron el último gesto

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Segunda invasión del país zulú, mayo a julio de 1879

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La nueva 1,' división

ZULÚ

4 julio 1879: Lord Chelmsford derrota definitivamente al Ejército zulú y destruye la residen­cia real

avanza lentamente por Á Fort Dumfo d el sector d,e la costa, ~~ r Sin oposlclon I /

'/ / Fort Chelmsford Á

/ Fort Crealock

Á / Tenedos

OCÉANO íNDICO

Á Prtncipales campamentos británicos .. Rutas de invasión ----- Frontera zulú

O 10 20 30 40 50 Millas I I O 20 40 60 80 lKm

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de desafío. Mas de 20.000 guerreros de todo el rei­no se reunieron para la última gran batalla. Ataca­ron con gran valentía, pero su causa estaba perdi­da antes de comenzar. Después de media hora, sus cargas se difuminaron, y el 17 de Lanceros los per­siguió por el campo.

Los británicos se retiraron del país zulú tan pron­to como terminó la guerra. Cetshwayo fue destro­nado, capturado y enviado al exilio a Ciudad de El Cabo. Chelmsford regresó al hogar, siendo recibi­do como un héroe, a pesar de que -una vez más­no mandó fuerzas en acción. \1\ ood Y Buller conti­nuaron buscando el éxito en sus carreras, y pasa­ron mucho tiempo combatiendo contra los africa­nos a lo largo y ancho del continente. Buller fue aniquilado finalmente por los bóers, durante sus in­tentos chapuceros de liberar Ladysmith en 1900.

~ Derrota final del Ejército zulú: batalla de Ulundi, 4 de julio de 1879. El análisis final demuestra que el valor y el espíritu de lucha de los zulúes fueron tan buenos como los de los ingleses pero, como sugiere el dibujo, la potencia del fuego británico fue manifiestamente superior. (Colección de Rai England)

~ Efectos de una descarga de fusiles Martini-Henry: un grupo de guerreros yace en un montón. El dibujo se hizo en Ulundi, pero hubo muchas escenas iguales en Khambula, donde los zulúes sufrieron terriblemente el fuego británico. (Colección de Jan Knight)

~ El rey Cetshwayo fue capturado al final de la guerra y enviado al exilio a Ciudad de El Cabo, donde se alojó -como indica esta foto- en el castillo. La colonización del país zulú después de la guerra fue un desastre tal, que se le devolvió parte de su antiguo terrirorio. Fue derrotado en la posterior guerra civil y murió en 1884. (Colección de Keith Reeves)

¿y el país zulú? Una vez conseguida la victoria, el nuevo Gobierno de la metrópoli no tuvo remor­dimientos en abandonar la política de la Confede­ración de Frere. No realizó intento alguno de anexionarse el país, conquistado a costa de tantísi­ma sangre. En vez de eso, el país se dividió en tre­ce pequeños reinos, supuestamente leales a Gran Bretaña. Transcurridos unos años, estalló la guerra civil. Se trajo a Cetshwayo de su exilio y se le dio una parte de su propio reino, en un intento de res­tablecer el orden, pero fue derrotado por Zibheb­hu kaMapitha, que se convirtió en su implacable enemigo. Murió en 1884. Durante los 20 años si­guientes, hubo dos rebeliones dirigidas a eliminar la influencia de los blancos, pero las dos fueron cruelmente aplastadas. Hoy, el país zulú forma par­te de la República de Sudáfrica.

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LOS CAMPOS DE BATALLA EN LA ACTUALIDAD

Para los que se interesen por la guerra anglo-zulú , una visita a los campos de batalla les ofrece una oportunidad fascinante de verlos prácticamente in­mutables tras el paso de más de un siglo. En algu­nas partes, el paisaje se ha visto alterado por la pre­sencia comercial de granjas, pero el de las dos ba­tallas reseñadas en este libro, Isandlwana y Kham­bula, parece casi el mismo en el que unos hombres valientes enfrentaron fusiles y azagayas, tratando de destruir o defender una dinastía real. Hay una se­rie de visitas organizadas, con base en el Reino Uni­do y Sudáfrica. U n buen juego de mapas, como la Guía de campo de Laband y Thompson, es esencial para el que quiera explorarlo por su cuenta, pues el país zulú es muy abrupto en algunas partes.

La ciudad moderna más cercana a Isandlwana es Dundee - que para un historiador militar es inte­resante por sí misma, por ser el lugar de la batalla de Talana, durante la guerra de los bóers- y des­de allí hay 5 km hasta el cruce con la carretera R68 a Nquthu. Hay que seguir hacia Nquthu unos 45 km, luego girar a la derecha y seguir la R68 hacia Babanango. A unos 14 km hay una salida a la de­recha que lleva a Isandlwana, situada a unos 10 km de distancia.

Se tiene la primera visión del campo de batalla cuando el camino de tierra descresta el borde del monte Nquthu y comienza a descender hacia e1l1a­no. Es la vista que debió de tener el «impi» atacan­te, y vale la pena parar aquí y caminar hasta un punto elevado, un cerro llamado Itusi, situado a la izquierda. Desde allí, se puede ver toda la zona de la batalla de Isandlwana, desde la distante Oskar­berg, a la derecha, hasta el nuevo campamento si­tuado en Mangeni, a la izquierda. El camino des­ciende por el punto donde la batería de cohetes lo pasó tan mal, rodea el cerro Cónico, y cruza la «donga» donde Durnford encontró la muerte. Des­pués, sube al collado que está bajo Isandlwana, don­de tuvo lugar gran parte del combate. Hay que ba­jarse del coche y recorrer el lugar en el que estaba el campamento, donde pueden verse una serie de monumentos a los caídos y numerosos montones de piedras blanqueadas que cubren sus restos. Un ca-

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mino conduce, a través del frente de la montaña, al pequeño asentamiento de San Vicente. Desde allí, un sendero lleva hasta el contrafuerte donde se establecieron Mostyn y Cavaye. De vuelta allla­no, se puede caminar hasta la línea de fuego que, sorprendentemente, se encuentra a bastante distan­cia del campamento. Es fácil imaginar el peligro que tuvieron que sentir los hombres allí situados. Volviendo al monte, y subiendo las pendientes in­feriores, se encuentra un gran montón de piedras, que indican el lugar donde murió el Cap. Young­husband. Ese lugar ofrece una buena visión del conjunto del campo de batalla. Detrás del monte, una línea de montones de piedras señala la senda del «barranco de los Fugitivos».

Se están tomando medidas para asegurar la con­servación del campo de batalla y evitar cualquier in­trusión en el lugar por la expansión de los asenta­mientos locales. Se tiene intención de variar el ca­mino actual , de manera que interfiera menos en la zona, y establecer un centro de visitantes en San Vi­cente. Se va a construir una escuela para los niños de la zona. Estos añadidos no dañarán la majestuo­sidad del área, y ayudarán a los visitantes a com­prender mejor la batalla. Solamente situándose en las laderas de Isandlwana y experimentando el am­biente que allí se respira, es posible apreciar com­pletamente los factores que modelaron las decisio­nes de aquel fatídico día de enero de 1879.

La base más apropiada para explorar el campo de batalla de Khambula es la ciudad de Vryheid, en el norte de Natal. Hay que salir de Vryheid, se­guir la carretera R33 a Paulpietersberg y, 12 km después, salir a la izquierda, al camino de tierra D486, hasta el lugar de la batalla. Tras atravesar la entrada a una granja, el camino corre a lo largo del lado sur del bastión y describe una curva hasta el cementerio militar. Se puede lograr la mejor vista general del campo de batalla desde el mismo bas­tión. Desde allí, se puede ver en todas direcciones. El área apenas ha cambiado, aparte de unos zarza­les que han crecido cerca del emplazamiento del campamento principal, en el lugar que una vez ocu­paron los cañones británicos. Después de la vista ge-

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neral, se pueden examinar zonas específicas del campo de batalla. Alejándose del bastión, cruzando el sendero, se abre un valle al frente, con acantila­dos en algunos sitios. Por allí avanzó el cuerno iz­quierdo zulú, completamente a cubierto del fuego británico. Girando a la derecha, se ve la pendiente por donde el valle asciende hasta la sierra. Desde allí hizo su salida Hackett. Hay un refugio zulú en las proximidades, y por encima se encuentra el cerro donde se apostaron los francotiradores zu­lúes. Siguiendo el sendero, se pasa por el emplaza­miento del campamento, y se desciende hasta el ce­menterio donde están enterrados los soldados bri­tánicos muertos en la batalla. Desde allí, se puede caminar por el lado norte del campamento y el bas­tión. El terreno continúa tan abierto como durante la batalla, siendo fácil imaginar el terrible sufri­miento del cuerno derecho, cuando ascendió por la ladera bajo un fuego devastador. El ascenso es engañoso; visto desde el bastión parece suave, pero visto desde la posición zulú, el tramo final es escar­pado y el bastión se alza por encima, recortándose sobre el horizonte. Todavía quedan hormigueros en el lugar, y su ineficacia como abrigos es un re­cordatorio hiriente del estado en que se encontra­ron esos valientes guerreros.

De los demás lugares relacionados con la guerra, Hlobane y Ntombe permanecen casi igual, pero Nyezane y Gingindlovu, más cercanos a la costa, es­tán en el corazón del distrito de la caña de azúcar, y se han visto consecuentemente afectados. En Gin­gindlovu queda poco más que un pequeño cemen­terio como recuerdo de la batalla. El campo de ba­talla de Ulundi se encuentra rodeado en gran par­te por la capital de KwaZulu, que crece rápidamen­te. El emplazamiento del cuadrado de Chelmsford está señalado por un jardín ornamental, que con­tiene las tumbas de las tropas británicas muertas en

la batalla, y por una gran cúpula. Unas placas en las paredes constituyen lo que fue, durante muchos años, el único memorial a los zulúes muertos. Al lado se encuentra la residencia de Ondini (nombre alternativo de Ulundi, llamado así para distinguir­la de la ciudad moderna) del rey Cetshwayo, don­de los arqueólogos han reconstruido algunas cho­zas sobre su emplazamiento original. En el comple­jo se encuentra, también, el Museo de Historia de la Cultura Zulú. El barranco de Rorke, quizás el más famoso lugar de la guerra, continúa siendo una misión en activo, y existen una serie de edificios mo­dernos en el sitio. Sin embargo, hay planes para construir un museo en el sitio de la posición defen­siva original, cuya localización exacta han determi­nado recientemente los arqueólogos.

Además de los campos de batalla, hay numerosos fuertes que señalan el avance británico, y tumbas di­seminadas, que encierran, cada una de ellas, una historia que contar.

Nota: A los interesados en visitar los campos de batalla puede que les guste saber que los autores de este libro organizan visitas regulares, que recorren todos los lugares relacionados con la guerra. Para más detalles, escribir a Ian Castle, 49 Belsize Park, London, NW3 4EE.

Objetos del campo de batalla

La remoción de objetos de los campos de batalla de Sudáfrica está siendo objeto de intensos debates en la actualidad, como consecuencia de excavaciones ilegales en parte de Khambula y la posterior venta de objetos del campo de batalla. Se advierte a los lectores que es ILEGAL excavar en los campos de batalla de Sudáfrica, y pueden imponerse multas muy fuertes a los que infrinjan esta ley.

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, CRONOLOGIA

11 de diciembre de 1878: Ultimátum a los repre­sentantes zulúes. 6 de enero de 1879: La columna N.O 4 cruza el río Ncome, penetrando en el país zulú. 11 de enero: Expira el ultimátum. 11 de enero: La columna N.O 3 penetra en el país zulú por el barranco de Rorke. 12 de enero: La columna N.O 1 penetra en el país zulú por el barranco inferior del Thukela. 12 de enero: La columna N.O 3 ataca el punto fuer­te de Sihayo. 17 de enero: El grueso del E. zulú abandona Ulun­di para atacar a la columna N.O 3. 18 de enero: La columna N.O 1 comienza el avance hacia Eshowe. 20 de enero: La columna N." 4 establece una base en Fort Thinta. 20 de enero: La columna N." 3 llega a lsandlwana. 22 de enero: Batalla de Nyezane; la columna N." 1 derrota a 6.000 zulúes. 22 de enero: Batalla de Isandlwana. 22/23 de enero: Batalla del barranco de Rorke. 24 de enero: La columna N.O 4 recibe las primeras noticias de lsandlwana. 27 de enero: La columna N.O 1 recibe las primeras noticias de lsandlwana. 28 de enero: La columna N.O 1 decide resistir en Es­howe. 31 de enero: La columna N." 4 traslada su campa­mento a la colina de Khambula. 11 de febrero: Llega a Londres el despacho de Chelmsford que informa de la derrota en lsandlwa­na. 11 de febrero: Se cortan las comunicaciones con Es­howe. 3 de marzo: Se establece comunicación por helió­grafo entre Thukela y Eshowe. 11 de marzo: Llegan los primeros refuerzos auto­rizados por Londres. 12 de marzo: El convoy del 80 es atacado en el río Ntombe.

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28 de marzo: Batalla de Hlobane; derrota de las tropas montadas de la columna N." 4. 29 de marzo: Avance de la columna de socorro a Es­howe. 29 de marzo: Batalla de Khambula. 1 de abril: El príncipe imperial de Francia llega a Natal para unirse al EM de Chelmsford. 2 de abril: Batalla de Gingindlovu. La columna de socorro a Eshowe derrota a un gran E. zulú. 3 de abril: Liberación de Eshowe. 11 de abril: Llegan los últimos refuerzos de lord Chelmsford. 13 de abril: Chelmsford organiza sus fuerzas en l." división, 2: división y columna volante. 21 de mayo: Reconocimiento en fuerza de lsandl­wana. Se entierran los cadáveres, menos los del 24 Rgto. Se evacuan los carromatos. 31 de mayo: La 2." división penetra en el país zulú. 1 de junio: El príncipe imperial de Francia muere en una emboscada. 16 de junio: Chelmsford recibe la comunicación de que va a ser relevado por sir Garnet Wolseley. 17 de junio: La columna volante y la 2: división se unen para avanzar sobre Ulundi. 20 de junio: La 1: división avanza desde los depó­sitos establecidos en el sur del país zulú. 20 de junio: Se entierran los cadáveres del 24 Rgto. en lsandlwana. 27 de junio: La 2." división y la columna volante, reunidas, llegan a los altos de Mthonjaneni, para la marcha final sobre Ulundi. 28 de junio: Sir Garnet Wolseley llega a Durban. 1 de julio: La 2." división y la columna volante acampan en el río Mfolozi Blanco. 4 de julio: Batalla de Ulundi; derrota final del E. zulú. 8 de julio: Chelmsford dimite del mando. 15 de julio: Chelmsford entrega el mando a Wolse­ley. 28 de agosto: Captura del rey Cetshwayo.

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, EL JUEGO DE LA GUERRA ZULU

Durante la última década, la guerra zulú , junto a las campañas del Sudán, ha dejado de ocupar un rincón oscuro en el juego de la guerra, para con­vertirse en parte integrante de su núcleo. Se dispo­ne de un amplio repertorio de figuras, en los dos tamaños más extendidos, 15 y 25 mm, que abarcan no sólo los modelos básicos de tropas de infantería, sino también un número creciente de especialida­des, como voluntarios, Art., y servicios de apoyo al combate. Han proliferado los conjuntos de normas de juego, y sería inoportuno destacar alguno en particular.

A pesar de todo, los juegos de guerras coloniales todavía adolecen de la idea equivocada de que esta clase de batallas son inmanejables e impredecibles cuando se convierten en juegos de guerra. La gran disparidad numérica -el gran número de zulúes y el número relativamente pequeño de británicos­y la previsión aparente del resultado se usan con frecuencia como argumentos en sentido contrario. Pero los hechos históricos no corroboran esos su­puestos. De las ocho batallas de la guerra, tres fue­ron derrotas espectaculares de los británicos - Isandlwana, tombe y Hlobane- y al menos dos, Nyezane y Khambula, fueron victorias épicas. Evidentemente, no hubo nada inevitable en el re­sultado de las batallas de verdad, por lo que cual­quier previsión puede fallar cuando se trasladen al tablero.

El caso es que los guiones de la mayoría de los juegos de guerra se inclinan , inconscientemente, del lado británico. Durante toda la guerra, el éxito de ambos bandos dependió no de la lucha a campo abierto en igualdad numérica, sino del grado en que pudieron optimizar sus muy dispares efectivos, y ocultar sus debilidades. Para los zulúes, la victo­ria dependía de su habilidad en acercarse al ene­migo lo más rápidamente posible y destruirlo con fuerzas superiores en número. La baza británica era, por supuesto, su potencia de fuego que, con­centrada con eficacia, se podía esperar que rompie­ra las cargas de los zulúes antes de que llegaran al asalto. Así, los jefes zulúes trataron siempre de sor­prender a los británicos desorganizados y despre-

venidos, cuando no podían presentar un frente unido. Cuando lo hicieron así, en Isandlwana, j tombe y Hlobane, obtuvieron la victoria. Los bri­tánicos, por otra parte, intentaron siempre provo­car la batalla en sus propios términos, cuando pu­dieron adoptar una formación fuerte y, simplemen­te, se sentaron a esperar que los zulúes se hicieran añicos. Khambula, Gingindlovu y Ulundi constitu­yen ejemplos perfectos de ello.

En términos del juego de la guerra, la mayoría de los juegos convencionales conceden ventaja al jugador británico desde el primer turno. Obvia­mente, va a ser atacado, y todo lo que tiene que ha­cer es adoptar una formación potente lo más pron­to posible. Se encuentra en la situación de Wood en Khambula y de Chelmsford en Ulundi, más bien que en la de Pulleine y Durnford en Isandlwana. Muy satisfactorio para él, pero el jugador zulú ha perdido su mejor arma -la imprevisibilidad- aun antes de comenzar.

Para enmendar esta situación, es necesario pres­tar más atención de la normal al guión, y es más efi­caz el juego de la guerra zulú cuando hay un árbi­tro que controla a una serie de jugadores diferen­tes, a los que asigna objetivos diferentes e, incluso, intereses encontrados.

Isandlwana es un ejemplo ideal de este enfoque. Idealmente, se necesitan al menos dos jugadores británicos, que representen a Pulleine y Durnford. Pulleine, al mando de unas fuerzas de Inf., con un destacamento de Art., tiene unos objetivos que re­flejan las órdenes de Chelmsford, es decir, defen­der el campamento. Por otra parte, Durnford man­da unas tropas montadas y sus objetivos son buscar y atacar a los zulúes, cuyo paradero se desconoce, en principio. Ambos jugadores comienzan en el campamento pero, una vez que Durnford inicia el avance, sólo se puede permitir la comunicación por escrito entre ellos. Para complicar las cosas, Durn­ford es más antiguo, y Pulleine debe obedecer sus órdenes, a menos que -a su juicio- entienda que contradicen su cometido principal, defender el campamento.

Una vez que Durnford haya dejado el campa-

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mento, el árbitro puede proporcionar a los jugado­res retazos de información relativa a los movimien­tos zulúes, que representen los distintos informes y rumores que llegaron a los británicos inmediata­mente antes del ataque zulú, e influenciaron sus de­cisiones tácticas. Puesto que esos informes fueron, a veces, contradictorios, parte de esa información puede ser falsa, y parte real. Los jugadores británi­cos deben saberlo, y tendrán que decidir por sí mis­mos cómo reaccionar. Mientras ocurre todo eso, los jugadores zulúes no deben estar presentes en la mesa, aunque deben conocer su punto de partida. Después, en un plazo determinado (bien un núme­ro convenido de jugadas, o bien cuando alguna de las fuerzas británicas se encuentre a determinada distancia del punto de partida) los zulúes su pue­den colocar en la mesa, y comienza la batalla. No hay que decir que los zulúes no necesitan atacar por la misma dirección en que lo hicieron en la batalla de verdad -es más importante aumentar la impre­visibilidad de su ataque que atenerse estrictamente a sus movimientos reales- o Es de esperar que la pugna resultante sea una contienda frenética, cuan­do los británicos tratan de poner orden en sus fi­las, mientras los zulúes intentan explotar su desu­nión: de hecho, muy parecido a la realidad.

Como alternativa, hay algunos guiones interesan­tes, del tipo «¿Qué habría pasado si ... ?» No hay que olvidar que el campamento de Isandlwana era sólo temporal , y que lord Chelmsford, el día 22 de ene­ro por la mañana, envió una orden a Pulleine, in­dicándole que marchara a Mangeni para reunirse con él. La orden llegó justo antes de que comenza­ra la batalla, cuando se luchaba en las colinas, y Pu­lleine decidió no acudir, por el momento. Por su­puesto, no tuvo nunca más esa oportunidad, por­que los zulúes atacaron; pero, ¿qué habría pasado si los hombres de Durnford no hubieran descubier­to el «impi» hasta, supongamos dos horas más tar­de, y Pulleine hubiera cargado los carromatos y em­prendido la marcha? Es de suponer que los zulúes lo hubieran atacado por el flanco mientras se mo­vía. Un ataque a un convoyen movimiento era una circunstancia temida por todos los jefes británicos, porque era sumamente difícil proteger a la vez la extensa columna de carromatos y presentar una fuerte línea de fuego. Eso ocurrió una vez durante la guerra, a las fuerzas del coronel Pearson en Nye­zane (también el 22 de enero), y Pearson pudo derrotar a los zulúes. Pero en aquella ocasión, las fuerzas zulúes no fueron, de ninguna manera, tan grandes como el «impi» que atacó Isandlwana.

U n guión de Khambula plantea una serie dife-

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rente de desafíos, que ponen a prueba en especial a los jugadores zulúes. Tiene mucho de pelea abier­ta, en la que tendrán que trabajar duro para au­mentar sus posibilidades al máximo. A los jugado­res británicos se les da una posición defensiva fuer­te, y unas tropas tal vez insuficientes para defen­derla debidamente: debe recordarse que a Wood le preocupaba que su potencia de fuego no fuera su­ficiente para detener a los zulúes, en caso de que atacaran por todas partes a la vez. Es, también, im­portante que haya zonas defensivas que controlar y coordinar, más bien que, digamos, un cuadrado enorme, que constituye una debilidad potencial. El jugador zulú tiene dos posibilidades de victoria: lanzar un ataque en fuerza contra el campamento, con la esperanza de encontrar un punto insuficien­temente defendido, o realizar ataques parciales, concentrándolos sobre a puntos débiles. Es impor­tante prestar la debida atención al terreno; el jefe zulú debe disponer de recursos especiales, que pue­de usar para enmascarar sus ataques. Para hacerlo interesante, se pueden colocar uno o dos de ellos próximos al campamento, que reproduzcan deta­lles como el de los montones de basura que, ines­peradamente, tuvieron una importancia significati­va.

En todas las guerras zulúes, es importante pres­tar atención a la complejidad de la potencia de fue­go zulú. Durante toda la guerra, un buen número de zulúes dispuso de armas de fuego, aunque la mayor parte de ellos eran malos tiradores, y las ar­mas eran inadecuadas. En Isandlwana, la potencia de fuego zulú no fue un factor decisivo para la vic­toria zulú. Sin embargo, en Khambula, fue uno de sus valores principales, y estuvo a punto de decan­tar el resultado a su favor. Ahora, muchos zulúes te­nían fusiles británicos más eficaces, capturados en Isandlwana, y los británicos constituían objetivos más fáciles, al encontrarse concentrados. Los fllsi­leros zulúes impidieron que las patrullas británicas permanecieran en terreno abierto, y una o dos ve­ces hicieron insostenible la defensa de sectores bri­tánicos. Aunque podrían haber hecho más daño si hubieran sido mejores tiradores, no se les debe ig­norar.

Finalmente, hay montones de incidentes de la guerra zulú que pueden dar lugar a juegos de lu­cha, donde una figura representa a un hombre. Hay una serie de reglas excelentes para este tipo de juego, en el que 30 ó 40 es el máximo número de figuras que puede controlar cómodamente cada bando. Las escaramuzas entre las patrullas británi­cas y los zulúes fueron normales durante toda la

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guerra; las tropas montadas quemaban refugios zu­lúes con frecuencia bajo el ataque de sus airados propietarios; mientras que los zulúes sorprendían y montaban emboscadas a los puestos destacados. Si hubiera que hacer guiones de las dos batallas más importantes, ¿qué tal el contacto inicial en Isandl­wana? Se envía una patrulla británica en persecu­ción del ganado zulú: los zulúes tratan de atraerla hacia sus líneas, y después hacia una emboscada con fuerzas superiores. El objetivo británico es capturar el ganado, en principio; después, simplemente vol­ver a su propio terreno para llevar al campamento la noticia del ataque. O se puede representar a Mel­vill y a Coghill, escapando con la bandera de la Rei­na, quienes -junto a otros fugitivos- deben re­correr el tablero de un extremo a otro, mientras se forman grupos reducidos de zulúes para impedir­lo. Pueden representarse los terribles últimos mo-

mentos del campamento, durante los cuales grupos dispersos de infantes británicos -situados en un ta­blero lleno de tiendas, carromatos y turbulentos zu­lúes- buscan el carromato con la munición y se re­tiran después a un lugar seguro, en alguna parte del tablero. Si no encuentran el carromato con la munición, deben tratar de retirarse sin disparar un solo tiro. De manera similar, en un guión de Kham­bula, se puede representar una salida británica, que debe avanzar, asegurar un objetivo concreto, y re­tirarse sin ser destruida; o un ataque a parte del campamento, como el redil de ganado, donde los zulúes tienen que intentar expulsar a un pequeño número de defensores británicos.

En todos estos juegos, el factor más importante es un guión imaginativo, y asumir la atmósfera y las posibilidades dramáticas de los acontecimientos reales.

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