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PEDRO KROPOTKIN MEMORIAS DE UN REVOLUCIONARIO TOMO 1 EDIT O RIAL ATLANT E CONTI NUADORA U!: LAS PUBLIClCI ONI!S GRANADA 3.14 - DIPUTAC I ÓN - 344 BARCELONA

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PEDRO KROPOTKIN

MEMORIAS DE UN REVOLUCIONARIO

TOMO 1

EDIT O RIAL ATLANT E CONTI NUADORA U!: LAS PUBLIClCIONI!S

GRANADA 3.14 - DIPUTAC IÓN - 344

BARCELONA

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PEDRO KROPOTKIN

MEMORIAS DE UN

HEV OLUCIOBAHIO VERSIÓN ESPAfJOLA

POR

ADRIÁN V AL VERDE

TOMO 1

EDITORIAL ATLANTE CONTINOADORA DB LAS PUBI.. ICACIONBS

GRANADA 1144, DIPOTACIÓN, <IH

BARCE!LONA

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Nota .... INTRODUCCIÓN •

Infancia . . . .

{N DICE

PARTE PRIMERA

PARTE SEGUNDA

El Cuerpo de pajes. . . . . . . .

PARTE TERCERA

Siberia . . . .

7 9

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NOTA

Este libro probablemente no se hubiera escri­to en algún tiempo todavía, a no haber sido por la ofectuosa in vi/ación y amistoso estímulo del editor y propietarios de The Atlantic Monthly pa­ra que lo hiciera, y publicarlo como fofl~tín en su revista, siendo un verdadero placer para m! el consignar aquí mis más expresivas gracias por la hospitalidad ofrecida y por la amigable presión, destinada a inducirme a ejecutar este trabajo. Publicado en The Atlantic Monthly (Septiembre de 1898 a Septiembre de 1899) con el título de Autobiografía de un revolucionario, ahora lo pre­paro para darlo a luz en forma de libro, habien­do aumentado considerablemente el texto origi­nal en las partes referentes a mi juventud y mi residencia en Siberia, y especialmente en la Sex­ta, en la que he referido la historia de mi vida en la Europa occidental.

P. KROPOTKIN

Bromley, Kenl, Octubre 1899.

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INTRODUCCIÓN

Las autobiografías de que somos deudores a hombree de gran inteligencia, han sido general~ mente de una de estas tres clases: «Hasta aquí iba extraviado ; después encontré el camino verdaderon (San Agustín) ; o ce Y o era tan malo como todb eso ; pero, e quién se atreve a considerarme mejor~ )) (Rousseau) ; o esta otra : «De este modo es como un carácter se ha desarrollado lentamente, debido a sus condiciones natura'les y a un favorable medio am~ bienten (Grethe). En todas estas formas de propia representación , el autor se ocupa principalmente de sí mismo.

En el siglo XIX las autobiografías de personas notables, toman a menudo este giro : ccEra yo tan inteligente y atractivo, tanto el aprecio y 1a admira~ ción que había conquistadbn (Juana Luisa Heigerg, Vida compuesta de recuerdos); o este otro ejemplo : ce Tenía yo tanta inteligencia y era tan digno de ser amado, y, sin embargo, fuí tan poco comprendido, que pasé muchísimas amarguras antes de conquistar la corona de la fuman (Hans Cristina Undersen, La historia de mi vida) . En estas dos clases de relatos individuales, el autor sólo se ocupa de lo que sus semejantes han pensado y dicho de él.

El autor de la que tenemos delante no pretende hacer gala de sus aptitudes, y, por consiguiente, no acude a la lucha para ganar y conquistar la opi~ nión. Nada le importa el concepto que de él puedan

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10 KnOP01 Kl.

formar sus semejantes ; lo que otros han pensado de su persona, sólo lo menciona una vez, y únicamente le consagra una palabra.

No hay en esta obra nada que pretenda llamar la atención sobre sí mismo; no es el autor de aquellos que gozan en hablar de sí; siempre lo hace con cier­ta repugnancia y reconocida timidez . No hay aquí ninguna contfesión que revele la parte interna del in­dividuo, ni sentimentalismo ni cinismo alguno; el que escribe no se ocupa ni de sus defectos ni de sus virtudes, no entrando en intimidad vulgar con el lec­tor. No dice cuándo se enamoró, y tan poca referen­cia hace a sus relaciones con el bello sexo, que ni aun menciona un matrimonio; sólo incidentalmente sabemos que es casado. Que es padre, y muy amoro· so, únicamente encuentra ocasión de referirlo en la rápida revista que hace de los últimos diez y eeis años de su vida.

Le gusta más el dar a conocer la psicología dJe sus contemporáneos que la suya propia ; en su libro se encuentra la de la Rusia que lucha para avan­zar. y de la que permanece estacionaria ; procuran­do hacer mejor la historia de los hombres de su tiempo que la de su personalidad.

La relación de su vida contiene, por consiguien­te, la historia de Rusia dumnte este período, así como la del movilTliÍento obrero en Europa durante e l úl.timo med~o si?lo. Cuando se sumerge en su prop1o mundo mtenor, vemos que el exterior se re­flej a en él.

Hay sin embargo, en este libro, en analoaía con las aspiraciones de Grethe en Dichtung und

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Wahr­heit, una representación del modo cómo ha sido formado un cerebro, y en analogía también con las Gonfesiones de San Agustín, tenemos el relato de ~ crisis i~tema que corresponde a lo que en los tlempoe antiguos se llamaba C< conversaciónn. En una

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palabra, .dicha crisis es el eje y el punto culminante del libro.

Acrualmente no hay más que dios grandes hom­bres que piensen por el pueblo ruso, y cuyos pensa­mientos pertenecen a la humanidad : León T olsto1 y Pedro K ropotkin. El primero nos ha referido a menudo bajo forma poética parte de su existencia · el segundo nos da aquí, por la primera vez, si~ recurrir a la poesía, una rápida descripción de toda su carrera.

A pesar de lo radicalmente distintos que son estos dos hombres, hay algún parecid~ entre sus exis­tencias y sus modos de apreciar la idea ; T olsto1 es un artista ; Kropotkin es un sahio; pero ninguno de los dos, a l llegar a un período determinado de la vida, pudo conformarse con seguir .trabajando en aquello para lo que había demostrado tener verdadie­ras aptitudes naturaJes. Al primero, consideracio­nes de run orden religioso, y al segundo otras de un carácter sociaJ, les obligaJron a abandonar la pri­mera senda emprendi·da ; los dos se hallan poseídos de amor hacia la Humanidlad y completamelnte de aouerdo en la severa condenación de la indiferen­cia, falta de sentido, rude7Ja y brutalidad de las cla­ses más elevadas, así como en la atracción que am· bos sienten por la vida del explotado y oprimido hi­jo del pueblo. Los dos hallan más cobardía que es­tupidez en el mundo ; son idealistas y tienen el temperamento del reformador. Ambos son amantes de la paz por naturaieza, siendo Kropotkin el más pacífico de los dos, a pesar de que T oJsto'i siempre predica la paz y condena a los que toman la jus­ticia por su mano recurriendo a la fuerza, en tan­to que Kropotkin encuentra justificada su acción Y estaba en amistosas relaciones con los terroris­tas. El punto sobre el cual más difieren, es el de w actitud hacia los hombree instruídos, y respec·

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to a Ja ciencia que, llevado de su pasión religiosa, aquél mira con desdén y desprecio, mientras que éste los tiene en gran estima, aunque criticando al mismo tiempo a los científicos, por mirar con indife­rencia las miserias dJel pueblo.

Muchas personas han realizado una gran obra durante su vida, sin que por eso se pueda decir que ésta haya sido grande ; muchas gentes son interesan­tes, aun cuando su existencia haya sido completa­mente obscura e insignificante ; pero la de Kropotkin es grande y tiene interés a la vez.

En este volumen se encontrará una combinación de todos los elementos que constituyen una vida preñada de acontecimientos sensacionales : idilio y tragedia ; novela y drama.

La infancia en Moscou y en el campo, los re­tratos de su madre, hermanos y maestros, o de los de la antigua servidumbre doméstica, y las muchas descripciones de una vida patriarcal, están hechos tan de mano maestra, que no podrá por menos de impresionar a todas las personas sensibles. El paisa­je, la narración del intenso amor, tan poco usual, que se profesaban los hermanos, todo esto es un puro idiho. A su lado se halla, desgraciadamente, bastante tristeza y sufrimiento; la severidad en el seno del hogar doméstico, el trato cruel de los sier­vos, y la estrechez de miras y faltas die sensibilidad que por lo general son las estrellas que rigen los destinos de los mortales .

Hay variedad, y se encuentran situaciones dra­máticas ; la vida en la corte y la vida en la prisión ; •la vida en la más elevada sociedad rusa, con empe­radores y grandes duques, y la vida en la pobreza, con el proletariado trabajador, en Londres y Suiza. Hay cambios de vestido, como en el teatro, teniendo que aparecer el protagonista de etiqueta durante el día en el Palacio de Inviemo, y por la noche en

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traje de obrero en loo barrios bajos extremoe, corno protagonista de la revoluci.ón, encontrándose aquí también el elemento sensac10nal que pertenece a le novela. Aunque no es posible que haya na~ie más sencillo en tono y en palabra que Kropotkm, mu­chas partes de su relato, sin em~a~go, debido ~ la naturaleza misma de los acontecimientos que tlene que referir, son más interesantes que las de ciertas novelas escritas de intento pa'I'a alcanzar tal resulta­do. Se lee con intet és no interrumpido. Jo referente a los preparativos de la fuga del hospital de la for· taleza de San Pedro y San Pablo y la atrevida eje­cución del plan.

Pocos hombres han figurado como lo ha hecho Kropotkin en todas la~ clases, de la socieda?..: y po­cos las conocen como el. ¡ Que cuadro 1 El nmo Kro­potkin, con el cabello rizado, vestido de paje y colo­cado cerca del emperador Nicolás, o corriendo tras el emperador Alejandro, si;viénd10le de .escolt~ .. ~Y después, este otro 1 Kropotkm en una ternble pns10n, mandando a pru;eo al gran duque Nicolás, u oyendo las manifestaciones de locura de un campesino en­cerrado en una celda bajo sus pies.

Ha hecho la vida del aristócrata y del trabajador ; ha sido paje de cámara del emperador, y escritor sin recursos, ha hecho la vida del estudiante, del oficial, del científico, dd explorador en tierras deseonocidas, del administrador y del revolucionario perseguido. En la emigración ha tenido que vivir algunas vecee con pan y te, como un campesino ruso ; ha sido obje­to de espionaje, y se ha visto expuesto a un atentado, como un emperador de su país.

Pocos hombres habrán tenido tan harto campo de acción como él ; del mismo modo que como geó­logo puede seguir la evolución prehistórica de cente­nares de miles de años atrás, así también se ha asimi. lado toda la evolución histórica de nuestra época.

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P:ROPOTKJN

A la educación literaria y científica que se adquiere en el gabinete de estudio y en la Universidad (como el conocimiento de los idiomas, literatura, filosofía y matemática superior), agregó, siendo muy joven !o­davía, la que se obtiene en el taller y el l?bor_atono, así como en plena campiña ; ~,studio de_ cie~cias n~­turales. arte militar, fortificacwn, maqumana y apli­caciones industriales ; el carácter de sus conocimien­tos es verdaderamente universal.

¡ Cuánto sufriría tan activa inteligencia al verse reducida al quietismo de la prisión ! ¡ Qué prueba de resistencia y que demootración de estoi<:is~o.! Kropotkin ha dicho en alguna parte que una mdivi­dualidad moralmente desarrollada debe encontrarse en el fondo de toda organización ; lo cual es aplica­ble a él. Todo ha contribuí do a convertirlo en una lcle las piedras angulares del edificio d~l ~orvenir. .

La crisis en la vida de Kropotkm tiene dos dife· rentes aspectos, de los que debemos hacer mención.

Se acerca a los treinba años; época decisiva en la vida de un hombre ; por entero se halla dedicado a la ciencia; ha hecho un descubrimiento científico importante : ha encontrado que los mapas del Norte de Asia son incorrectos, no sólo en Jo referer1te a la geografía asiática. sino respecto a las teorías de Humboldt, que aparecen en desacuerdo con los he­chos En estas profundas investigaciones pasó más de dos años De pronto, un día ve surgir ante su

ista la verdadera explicación del hecho ; comprende que las verdaderas líneas de estructura no se encu~­tran en Asia de Norte a Sur o de Oeste a Este, smo del Suroeste a Nordeste ; somete a prueba su des­cubrimiento y obtiene un feliz resultado. Entonces disfruta del placer de la revelación científica en su forma más pura y más elevada, comprendiendo lo que levanta el pensamiento su acción.

En aquel momento se presenta ta crisis : a la sa-

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tisfacción sucede la tristeza, al co.nsi~er?r 9ue_ estos placeres están reserv~do~ a llln~ m1?ona msi~mfica?­te, preguntándose a s1 mismo s1 es JUSto que ello. dis­frute solamente. Cree que, ante todo, hay un pnmer deber que cumplir : poner cuanto esté de su parte, a fin de que lleguen hasba la masa del pueblo todos los conocimientos adquiridos, en vez de ocupar e en hacer nuevos descubrimientos.

En cuanto a mí, no creo que tuviera razón; con tales ideas. Pasteur no hubiera podido llegar a ser, corno lo ha sido, un bienhechor de la Humanidad. Después de todo, no hay cosa que, en último térmi­no, no redunde en beneficio de las masas. Creo que uno hace todo lo que puede en favor de la colectivi­dad al producir con la mayor intensidad posibJe. Pero esta noción fundamental, es característica de Kropotkin; lo da a conocer.

Y semejante tendencia de su carácter lo lleva más lejos aún. Al er1contrarse en Finlandia, adonde había ido a hacer un nuevo descubrimiento cientí­fico, con la idea de que en los tiempos prehistóricos todo el Norte de Europa se hallaba cubierto de hielo, de tal modo se encuentra impresionado, y es tanta la compasión que siente por el pobre, por el desgraciado. que a menudo tiene que combatir hasta con el hambre, que considera el primero de todos los deberes el convertirse en maestro y auxiliar de las clases desheredadas. Poco tiempo después, un nuevo mundo se presentaba ante su vista-la vida de los trabaiadores-, y aprendió de aquellos a quie­nes orocuraba enseñar.

Cinco o seis años más tarde, apareció la crisis bajo su segundo aspecto. Ello ocurrió en Suiza: ya durante su primera permanencia en ese país, Kro­potkin había abandonado el grupo de los socialistas autoritarios, por temor a un despotismo económico, por odio a 'la centralización, y por amor a la li-

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bertad del individuo y de la comunidad. Sin embar~ go, sólo después de un largo cautiverio en Rusia, y durante su segunda residencia entre los inteligentes o~reroe de la Suiza occidental, fué cuando la concep~ c1on que vagaba en su mente de una nueva organiza­ción de la sociedad, se presentó más clara ante su vista, bajo la forma de una sociedad compuesta de asociaciones federadas, cooperando, sobre poco más o menos, en la misma forma que hoy lo hacen las compañíae ferroviarias o Jas administraciones de Correos de distintos países.

Sin dejar de reconocer que no le es posible dictar al porvenir el camino que ha de recorrer, está con­vencido de que todo ha de surgir de Ja potente ini­ciativa de la masa; pero, sólo como ejemplo, com­para lo y-enidero con los municipios industriales y l~s relaciOnes mutua~ q~~ existían en tiempos me· (hevales, cuya orgamzac10n partía de abajo arriba. No acepta distinción entre directores y dirigidos ; pero debo confesar que me hallo bastante atrasado para exp~rime~tar un .placer a.l oír que Kropotkin, por una hgera Inconsecuencia de sru parte, dice una vez, en elogio de un amigo, que era cmn jefe innaton.

El autor se describe como un revolucionario e indu~able~ente ~~ne derecho a ello ; pero pocos ~e­voluclonanos habrá habido tan humanos y de carác-­ter tan dulce como el suyo ; haeta tal punto, qut" ~no ee encuentra eorprendido cuando, en un paisa­Je en que habla de la posibilidad de un conflicto con la policía suiza, se revela en su carácter el miemo belicoso instinto que en el fondo existe en el de t?~os los de~ás. N'! puede asegurar con precisión s1 el y eus amtgos tuVleron una eatiefacción al ver que la lucha era innecesaria, o un disgusto porque no se llevara a cabo. Pero la expresión de este sentimien· te;> es excepcional; iamás ha sido un vengador; a1ernpre fue un mártir.

MEMOJUAS DE lll'í RE\'OLUCIONARIO 17

El no impone a otros sacrificios ; le agrada más hacei'los ; es Ja obra de toda su vida ; pero de tal modo, que parece que el sacrificio no •le ha costado ninguna violencia ; tan poca es la importancia que él le da. Y, a pesar de toda su energía, es tan poco vengativo, que al hablar de ll.lll repugnante médico de una prisión, sólo observó: ce Mientras menos nos ocu­pemos de él. tanto mejorn.

Ee un revolucionario sin énfasis y sin emblema, riéndose de los juramentos y ceremonias con que los conspiradores se comprometen en dramas y Óperas Este hombre es la sencillez misma. En cuanto al carácter, puede resitir la comparación con cualquiera de los que han combatido por la libertad en todos los pueblos del mundo ; ninguno h.a tenido más des· interés, ni amado más la Humamdad.

~ORGE BRANDES.

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PARTE PRIMERA

INFANGIA

1

Mo cou es una ciudad de lento crecimiento hi lórico y, ha la nue tros días, la diferentes partes de que e compone han con ·ervado admirablemente lo rasgo más caracterí ti­oo. i¡;npresos obre ella durante el r.eposado curso de !.a His­toria. El distrito del río Tran -.Moskva, con sus ancha y so­ñolientas calles, y su. monótona ca a pintada de gris, y de techos baijo , cuya entrada principal permanecía bien cerrada, tanto de noche como de día, hn ido iempre el retiro predi­lecto de la cla e mercantil y el foco de los notablemente aus­tero , formali la y de!<pótico d identes de la «Antigua Fen. La Ciudadela, o Krcrnl, e todavia el firme baluarte de la Jgle-

ia y el E tado; y el inmen o espacio que e e-xtiende ante ella, cubierto de mil de tienda y almacenes, ha sido duran­te iglo una poblada olmena del comercio, continuando ien­do todavía el corazón de un gran tráfico interior, que abraza la uperficie entera del va to Imperio. La Tuer kaya y el puent:.e de mith, han ido, durante centenares de años, los principales cen tro d la tienda de Jujo, mientras que lo barrios de lo art sano , el de PJuscllJikhu y el de J)arozomi­louka, tienen aún la mi ma fi onomfa que caracterizaba a us animadas poblacione.<~ en tiempo de los zares de Mo.cou.

Cada barrio e un pequeño mundo en i mi mo; cada uno tiene u fi.onomía propia y vive una vida independiente; ha ta los ferrocarril , ·uaodo hicieron su irrupción en la antigua capital, agruparon aparte, en centro especiales, en lo más exter!or de la vieja .población, us almacenes y talle­res, su vagones y su máquinas.

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20 ltROPOTII:lN

. in embargo, de tod~s las partes en que se dh;de ]a cJUdad, ta! ·e~ no haya ~mguna m_á típica que ese laberinto de ca_lles !tmpta , trnnqu : l~ts y ventilada , situada~ a espaldas del Krem}. entre do grande calle rad:ales, la de Arbal y la d,~ ?re h1 ~ten k_a. al que e le llama todavía el barrio de los ' 1e¡os a~aller: zo ; el ta\ava Kon yu~kennaya.

liare cmruenta ~ño I fa en este barrio, extinguiéndose lentamen te , la ant·gua nobleza mo ·covita, cuyos nombr&~ e~an ~an frecuentemente mencionados en la .páginas de la hi tol'la ru, a, ant~s de la época de Pedro I ; pero que, des­pué~ , ha de, aparectdo para hacer puesto a lo 1-ecién llegados c<lo _hombre~ de toda· la- procedenr;as», llamado a la vid~ pública por el fundador del Estado ru o. Encontrándose su­plai_IIad en la cort~ de an Petersburgo tos noble de la antig~a cepa, e retiraron, uno al barrio de los Viejos Ca­ballcrnos , en Io cou, ~tro · a u pintorescos EEtados exis­tente~ en terreno·. no le¡o de la capital, mirando con una especie de ~e. prffiO y . e reta envidia a la abigarrada multi­tud de familias que habf~n enido, ce in que nadie supiera de ~ónde», a tomar pos ·¡ón de lo cargos más elevados del gobierno ~n la nueva capital , a orillas del Neva.

En u JUYentud , la rnayorfa habla probado fortuna entran­do en la carrera del E lado, principalmente en el ejército · pero ya por una u otra causa, lo habían abandonado sin llega; a ~!canzar un elevado. pue to. L9 má afortunado sólo ob­t~vJeron una c~locac· ón tranquila y casi honorífica en su Ciudad natal-mt padre fué uno de ellos -en tanto que la ma ·or parte. de lo demá se conten taban c~n tomar u retiro . Pero cualquiera que fue e el lugar adon de habían necesi tado tr~ lactar e ~n el_ curso de u carrera, obre la exten, a up.er­ficJe de Rusia, 1empre, . ya de un modo o de otro , hallaban manera ?.e. pasar u v_e]ez en una ca a propia en el barrio de los ,_1e¡os Ca_ballertzos, a la ombra de la iglesia donde ba~fan , Ido bautizado . y en la que e entonó la última pie­gana en lo funerale de sus padre .

. . ueva rama nacidas de lo anti ¡~t uo troncos alguno· se h1c1eron J?á o menos not~ble en diferentes parte del país; otro_ teman ca, as má' lUJO a y moderna en otro barrios de }fo e~~ o en an Peter burgo ; pero la rama que conti­nuab~ v1v1endo en el barrio r efc>rido, cerca la iglesia verde ama_r!lla. ro ·a o p_arda, tan a ociada a los recuerdo de 1~ famil ia .. ,e la con 1deraba como la repre entante de é" la in­depen~Jentemen le .de la po idón que ocupase en el ár,bol ge­n~aló~Jco de la m1 ma. Su cabeza, npre·entante de tiem 0 h:- tónr?s, era tratada con ¡!ran r e peto , aunque no des ~o­VISto . m _embargo , de. un ligero tinte de ironía, ha ta ppor aquello IDiembro má« JÓYenes de la misma rama , que hahfan

MEMORIAS Dt UN REVOLUCIONARIO 21

abandonado su ciudad natal para seguir una carrera más brillante en la •guardia imperial o en los círculos de la corte; pues aquél personificaba .para ellos el origen y las tradiciones de la familia.

En esta calles tranquilas, bastante separadas del movi­miento y el ruido del Moscou comercial, todas los casas tenian rasi la misma apariencia ; eran en su mayoría de madera, con techos de p-lanchas de hierro de un v.erde brillante, la fachada estucada y decorada con columnas y pórticos, y pin­tada con vivos colore . Casi todas las casas no eran más que de un piso, con 'iete o nueve grandes y alegres venta­nas a la calle ; sólo en la parte .posterior de la casa solfa haber un egundo, que miraba a un gran pati~ formado por varios edificios .pequeños, que ervian de cocmas, cua­dras, bodegas. cocheras y habitaciones para la dependencia y servidumbT>e. Una gran cancela daba entralla a este patio, y en ella se encontraba con fr ecuencia una placa de metal con esta in cripción: ccCasa de Fulano de Tal , teniente, coronel o comandante» ; rara vez «general>> u otro cargo civil de la misma elevada importanda. P.ero i una casa más monumen­tal embellecida con verja y cancela de hierro dorado, se en~ontraba en una de esa calles, la placa metálica de la puerta de entrada es seguro que babia de decir: ((Fulano de Tal, con ej.ero comercial, o exce!entisin;IO_ señor>>. Estos. er~n los intru os, los que habían vemdo a VlVlr a aqu~l ~arr10 sm que nadie los invitara, y a quienes, por consigUiente, no trataban los demás vecino .

En estas calle aristocráticas no se permitían tiendas, y sólo en algunas ca ita de madera, perteneciente~ a la igle­si6 parroquial, se ballabal alguna pequeña e pec1erfa o un pue to de verduras, enfrente de las cuales solía encontrarse el lugar de desean o del polizonte, quien durante el dfa apa­recia en la puerta armado de '!na alabarda, para sal~dar con su arma inofen iva a los oficiales que pasaban, retirándose al interior a la calda de la tarde, para trabajar de zapatero remendón o preparar algún ra.pé especial patrocinado por los antiguos criados de 1a Yecindad .

La vida se de !izaba tranquila y pacíficamente--al menos en apariencia-en este Faubourg Saint-Germain d~ Moscou. De lllaiíana no se veía a nadie por las calles; al med1odía apa­recían los niños en ellas, acompañados .por ayas francesas y nodriziiB alemanas que los acaban a dar un paseo .por ios bulevares cubierto de nieve. Más tarde, ;podía v,erse 6 las señoras en sus trineos de dos caballos, con un lacayo colocado de pie detrás, sobr~ una pla~cba fija en la parte posterior de los patines; o b1en, escondidas. en unos carrua­Jes antiguos, inmensos y elevados, uspendidos por grandes

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ltROPOTKI

muelle curvos y tirado por cuatro caballos, on un pos­tillón delante y do lacayos d~ pi detrá . D~ noche, la ma­yoría de la casa e hallaban brillantemente iluminada , y, como no e corrían las cortinas, lo tran eunte podían con­templar a los que jugaban a la carbas o valsaba~ .en los snlon ·. En aquello dfa' no e laban en boga las «opmlones», hallá.ndono todavía muv di tantes de los afio en que cada una de e8a ca as empezó una lucha entre ccpadre e hijosu; lucha que terminaba, por lo general, en una tragedia de fts· milia o en i ita nocturna de la alta policfa. Hace cincuenta años, nada de esto era imaginabl~; todo e taba sosegado y tranquilo , al menos en la uperfic1e.

En este barrio nacl yo en 1 42, y aquí pasé lo primeros trece años de mi vida . Aun despué de haber vendido nues­tro padre la casa en <{Ue nue tra madre murió, y comprado otra, que vendió tamb1én, pasando no otro varios inviernos en casa arrendada , ha_ la que encontró una tercera a u gusto, a corta di tanda de la ~gle ia en que habla ido bau­tizado continuamos todavla viviendo en aquel barrio, que ólo abandonábamos el erano para ir a nuestras posesiones

rurales .

n

n dormitorio de techo ele ado y e pacio o, la habitación m.á retirada de la ca. a, con una blanca cama en que reposa­ba nu tra madre, y no lejek! de alli nue tras silla y me~itas de niños y otra mesa esmeradamente pue tas y erv1das, cubierta de dulces y jalea present6das en lindos receptores de cri tal; alcoba donde e nos condujo a nosotros, lo niños, a hora desusada ; e ta la primera y confu a remini cen­cia que tengo de mi ida .

Nue~tra madre e morfa. de con unción ; ·ólo tenfa treinta y cinco aflos. Ante de separar' e de nosotro para ' iempre, habla querido tenerno a u lado, acariciarno , gozar un momento con nuestra ale¡rrf , y preparó e·te pequeño fes­Un 61 lado de u cama, de la que no podía levantar e ya. Recuerdo u cara pálida y afilada y us grandes ojos obs­curo : nos contemplaba cariñosamente y nos invitaba a que comiéramos y a ubirno a u ma; de pronto e echó a llorar y empezó a toser, y nos dijeron que ~éramos.

Algún tiempo después, a no otro , lo nliios (e to e , a mi hermano Alejandro y a mí), nos tra ladaron de la casa srande a otra pequeña que habfa en el patio. El sol de abril

itE)iORtAS D~ tJM RÉVOLt1Ct0rtUtl0 23

llenab6 la pe'Juefla habitación con u rayo , Y, U~n~~~~~ nuestra nodriza a~~mnnn, la eño:~o ~%'=~ y~ u ro. tros e~· driza ru ~a. nos. d~¡ ron que no co lan 'ara no ·otro ca· taban humedecido po~l e~ ~-61\~~aXco . No ~dfamo dormir: m,: a nrgras guarn Ita e amo· al nción a lo que lo de. conocido nos ~ ust~.ba, y )o~f de nue tra madre, que hablo!Jon por lo ba¡o. Dl¡~ron a g aliamos de In cama pre-no pud imos entender~ en onc~ Dónde está m.amá?u '!untando: «¿ Dó.nde e,.,t,:\ ~aro .? ,¿ emp zaron a a •ariciarno~

Amhas rompieron a !lO ozaJ ) liana no pu· llamándonos «pobre hud~~fa~o~~ehf:~a m~~~e e ha' ido allf, dicndo contenerse mll~. 1JO .-

al cielo, on loo án¡tdeles~ 'elo ~ J Por qué?-d mandaban en -¿Cómo se ha 1 o a. Cl . • '·

t · fantile ima,gmaCJone . ,ano nue ra ID . ,0

0 no tenía má que lrr. año~ Esto era e~ abril de 1 46 h aun no llegaba a los cinco :

), medio Y 'llll hermano a n mavore ' icolá , y - 'd t o hermano ·

11donde hablan 1 o nue, r b. n 1 colegio. El tenfa dore Elena, no lo é: tal V!!Z e ta a~r~~oe de nosotro y !enlamo año y ella once¡; v!1af q~~ Alejandro y yo quedamo en poco roce con el o · :. ra Burman y liana. Aquella e· ta ca ita en poder de la eno d sin hogar Y completamen­buena señora alemana, ya óde eda 'o otro l lu¡!Or d nue lra te ola en el m_undo, ocup t pa~:v~r lodo lo qu pudo, ~om­madre: ella luzo en nue ro d al no juguete~ enci!los, prándono de cuando en dcu~n ~brrcada vez que otro viejo y hartándono de tort~ b e J~n nderla , y que probablemente alemán, que a O-:- l~~bia ~o~ como ella, 'vi itaba ca ualmente se hallaba tan a1 a o Y . a nue<~tro padre, y de este nu tra ca. a. Rara vez. ñ ela~o deJ'ar ~nguoa impresión en modo e pa aron dos a os sm mi memoria.

m

fa del origen de !!U familia Nue tro padre e taba muy u noamino que e taba colgado

y señalaba con solemnidad ~n r.erg ~a nue tra armas-La! en su estudio : en él sr halla a~. Jm~ ~on l manto de armiiio del principado de Smolén k ~~; en él estaba escrito 'f cer­Y la corona de lo ~onomac ldica e nuestra famiha ha­tificado vor 1~ SeCCión de iHter~e R¿strslán M tislavicb el Te· b[a tenido origen en u.n n.J o en la bi toria ru a como el de merario (nombre tai~ lru:f Wef.f) y que nu tros antecesores cualquier gran prlrH'lpe e. <L' Smolénsk hablan sido grandes príncipe$ e ·

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IROPOTKI

-Me co tó trel'ciento rublo el obtener ese pergamino­eco tumbrabu a decir nue tro pndre.--Como la generalidad de las gente de ,u tiempo, no e~ tnba muy ver ado en la his­toria ruso., y avaloraba el pergamino más por . u coste que por . u importancia hi tórira.

El hecho es, in embargo, que el origen de mi familia <~ verdadcrnmente muy antiguo; pero como la mayoría de

lo · d cendiente· de Rurik, a quien e puede con idel'6r como PI reprc entant del período feudal de la hi toria ru. a ella fué re! ¡rada a ·egundo término cuando é·te concluyó ~ los Roma~off, entronirod en Mo~cou, empezaron la 'obr"a de ·on_oltdar el E~tado ru o. En lo· ú!tim tiempos, ninguno

d ,lo· Kropotkms paree haber tenido una predilección es­Pfe!al por lo pue los oficial . i\ue Iros bi abuelo y abuelo ambos -e retiraron del ·ervicio ~ilitnr en u. iuventud,. apre: . urándo_e a volver a u · p e 10ne de fam1ha , la prinCipal de las cuale era rú ono, ituada en e l gobierno de Oyazán en una alta col~na al borde de fértile praderas, y capaz d¿ tentar n cualqu:era por la hermo ura de u ombrlos bos­que:, - U - r i ueño rf inmenso· prodo . Nue· tro abuelo no era má que teniente, cuando dejó el ervicio y e retiró a rú ono, dedicándo e a cuidar de e,te E lado y" n la com­pra de otro en la · provincia má inmediatas.

Probablemente nue tra generación hubiera hecho lo mis­mo ; pero nue<:Lro abuelo e casó con la prince_a Gayárin que pertenecíu a una familia muy di tinta. u hermano era 'muy conocido por u .gran pa ;ón por las tablas : tenia un teatro para u u ·o particular, y llevó u amor al arte hasta el punto de en ar·e, con escándalo de toda u familia con una sierva In notable aclr~z emyonova, que fué una d~ las que crearo~ el arte dramátl~o. en ~u ia e indudablemente de la que más en. él -e han dUmgmdo. Con a ombro de cctodo M o coun si­gmó pre entándo e n e cena. . l 'o. é si mi abur la ten fa lo mi m o gustos artf ticos y

hteranos ,QUe u hermano ; s.ólo In recuerdo cuando ya esta­ba pnralltica y habla~a con d1fi~ult~d; pero es indudable que, en la nueva generación, una mchnaCión hacia la literatura fué \!D ra go car~cterístico de la familia. Uno de los hijos de la prlDcC"a Gayárm fué un poeta mediano, publicó un tomo d~ poe fa , he~bo del cual mi padre e ~vergonzaba y evitaba Iempre menci?nar; y en nue tra prop1a generación, varios

de nue~tro primo , así como l!li h~rmo.no y yo, hemos to­mado más o menos parte en la VIda llt-eraria de nue.;¡tra época.

Nuestro pa~re era un oficial típico del tiempo de Nicolás 1. ~o cu~l no QUiere decir que estuviera animado de ardor bé­lico, m que le gusta e .la vida de campaña ; dudo que pasara WlQ sola noche de su Vida ante el fuego del vivaque o hubiese

MEMORIAS DE UN REVOLUCIONARiO

tomado parte en una batalla. Pero en tiempos de dicho em­perador eso era lo menos: el verdadero mili~nr de entonces era el oficial que e taba enamorado del ~mforme, .despre­ciando todo otro traje ; cuyo soldados recibían tal Ill::3truc­ción que .podfan hacer ajercicios casi sobrenaturales (el rom­perÍa caja del fu sil al «pre enlnr arm~)).era uno de los más famoso ) ; y quien e hall.a.b~ en ondiCiones de poder pre­sentar en una parada una hll.ern de sold!ldos, tan pe~fecta­mente alineados y tan inmóv1Je como SI fue~an de JUgue­te . ccMuy bien, dijo una vez el g~an duque M1khael, de un regimien to, des.pués de haberle .tcmdo durante una hora pre­sentando la arma , pero 1 resp1ran 1)) El res~o.nder a la. con­cepción entonce. corriente. del erdadt:I'O militar, era mdu­dablemente el idesl de nuc tro padre.

Cierto es que tomó parte en la campnñ~ turca de 1828 ; pero , e arregló de tal modo, que permanec~ó toda ella agre­gado al E~tado Mayor ; y i no otros, lo mños, aprovechan­do algún momento favorable en que ~e hallaba de buen hu­mor le pedlamo que no conta e algo de la guerra, sólo no 'refería el formidable ataque de. perros turcos que una noche caveron sobre él y su fiel as1 lente Frol, al pa ar a caballo, llevando uno part , & . travé de una al de~ turca abandonada · teniendo que r curnr a lo, ables !para. llbrn:se rle aquello 'animal e hambrientos . i. el a~lto b_ub1era sido de turco en ez de perro , e o. hubiera 1mpres1onndo m~ agradablemente nue_tra imaginactón: p<'ro a falta de los prl· mero tuvimo que contentarnos con lo . eguo do . En otras ocasio~e cuando aco· ado por nuestra preguntas, .él nos contaba ~ómo ganó la cruz de anta Ana ccpor méritos de guerra», y la espada con empuñadura de_ oro que llevaba . debo confesar que no quedábe.mo muy sa.ti feoho ; el ca o era indudablemente bien pro aico. Lo oficiales del E lado MaY:or se hallaban alojados en un pueblo turco , cuando éste se In­cendió; en un momento se vieron la~ ca a rod~das por las llamas y en una de ellas se habla quedado una criatura, cuya madre' daba des¡!"arradores lamentos. En . el acto , Frol , que siempre acompañaba a u eñor, e r~o¡ó al fue~o Y sal~ó al niflo. El general, que había presenciado la awón, . le d1~ en el in tante mismo a nue tro padre la cruz del mérito mi-

litar · 1 ó 1 _:_¡Pero padre !-dijimos no'otros-¡ fué Frol qmen sn v a criatura 1 1 d

-é y qué?-contesló él del modo ~á natural de m un o. --é Acaso no era mi a i ten te? Lo m1 m o da .

También tomó alguna parte en la ca!D-paila ~e 1831, du­rante la revolución .polaca, y en Var ov1a conoció y s~ ena­moró de la hija menor del jefe de un cuerpo de eJérClto, el

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UOPOTim

eneral u~ima . El casamiento se celebró con an e~~ p~l~c1o de Sar;enk.i, _siendo padrino del no~o el~~~ r e . r1gnda conde Pa .k1emicbs. «Pero vuestra madre--so· Ua ~1r nuestro padre-no me trajo ningún capitaL»

te~ era verdad; u padre, ikolai Semyowch Sulima no a er ado en el arte de h(lcer!le una carrera 0 ~ fortuna.. Debla er ~e la madera de eso co~aco del Dn ·e r que abfan combatir con lo bien armado y aguerridbs pe o' la~o o contra lo ejércitos turcos, aunque fueran tres ve~~ ~- · numero. o que ellos ; pero ~e ignoraban et. modo de ~~llar el lazo que l_e tendfa la diplomacia. de Mosco u cr-diendo todas su libertades cavendo ba¡'o 1 d ·' P.ó de lo · · J O Om1Il8CI n

~ zare ru_ 0 • _d ,pué de haber luchado contra los . leeos en la terr1ble 10 urrección de 1&1 que fué 1 . .P? del fin de la república polaca . n uli¡{¡a fué cap~ui.:á~Cip~~ ~otr/o~~~· ~tormentado . ~ muerto en _Var·ovia; pero ~os

r?" de la fam.ha , que también eran coroneles ~~ó Pfr o de¡aron d~ pelear con meno brío , y Polonia per:

~a in 8a -~~¿_u~;a:'i~~~~-n ~ ~c~:bl: ~~:r~~o C:~~o, 6~~~:~~:

~an~e~:o~::~toa ~~i:a~r;c~;ob~ ~n~~:vés ~e uné 'cuadro de Sldo de¡ado por muerto en el ampo d~ ba~pu ~e haber ner-:e de la profunda her;da . . a , pu o repo-como no e:;t b d' - que recibió en la cabeza. pero dro_ I, el o!n~po~:O~e .tor!k~~é~~t\ o /el ltl\ o rito de Álej~-em'lado a una e.pecie de honorabi ~ • ~n . u c~n .· eruenCia, gobernador general de la ibe . e . llerro, prunero como de la Oriental. En uello ""ti rla culenl~l,_ Y m á· tarde raba má lucrativa ie una _empos, tal po· •c•ón se con ide-

olvió de iberia tiu pobre U::~~ d1 oro; J?Cro nuestro abuelo tuna mode ta a su tre h" o ué, -~e¡ando ólo una Ior­beria en 1862, con frecuen~f ~ tres hí_¡a .. Cuando luí a Si­re peto. Había sido ¡pre a de ~ gea menCI?nar su nombre con desenfrenado que e hacia - perac•ón, a causa del robo era po ible reprimir. en aquellas pro incias, Y que no le

r ue tra madre era ci l época. Mucho año deerp~~e~t: una mujer notable, dada su nncón de una de pensa de n l u muerte de cubrí en el cantidad de manuscrit~ uy ues ra casa de campo una gran hermo a letra. habla un ¿· '· hechos con pulso firme y una de los paisnj~ alemanes , US:Io en que hablaba <:oH ale¡crfa de felicidad · libro e ) e us amargura Y u ansias bid~s por 1~ censuri. e~~~~~pen~do de versos 'ru 0 probi­tórlca de Rylieff el ' oeta ~s as. m.sgnificas baladas hi -otros libro' cont~ia~ mús! quien Nicolás 1 ahorcó en 1 26;

ca, dramas franceses, versos de

IIEliORlAS DE UN REVOLUCIONARlO

Lamartine, poemas de Byrón, copiados por ella, y un gran número de acuarela .

Alta, delgada, adornada con una abundante cabellera de un castatlo subido, ojo del mismo color y una boca pequeña, parecfa hallarse casi animada, en un retrato al óleo que ha­bla sido hecho con arnore por un buen artista. Siempre ale­gre y por lo .general contenta, era aficionada al baile y las mujeres de los campesinos de los pueblo nos contaba~ cuán­to le gu taba contemplar desde un balcón us danzas (acom­pa ada y gracio, a ), concluyendo por toms.r también parte en ella . Tenia un temperamento artl tico ; en un baile fué donde cogió el catarro que má tarde prodll'jo la inflamación de los pulmone que la llevó al . epulcro.

Todos los que In conocieron la querfan ; los criados ado­raban su memoria ; en su nombre, la señora Burman e hlzo cargo de nosotros, y n u nombre también, la nodriza ru a no hizo el objeto de !!U cariño. Mlentra que nos pei­naba o nos per'ignaba al acostarnos, estn última olla con frecuencia decir: «Y uestra mamá, que e tá en los cielos, debe miraros de de allf, y llorar por vo otros, ,pobre huér­fanos ., Toda nuestra infanc!e. e tá llena de u memoria. 1 Con qué frecuencia, al pasar por un lugar obscuro, la mano de un criado nos acariciaba a Alejandro o a mi, y cuántas ve­ces, la mujer de un a~ricullor, al encontrarno en el cam­po, no -preguntaba : «e eréi tan buenos como [ué vue tra madre? Ella e compadccfa de no otro ; vosotro , de eguro, lo haréi también., «Nosotro ,, por supue, to, querfa decir lo iervo . Ignoro qué de tino hubiera ido el nue tro, a no haber hallado entre lo iervos dedicado a lo trabajos domé ticos e a atmó fera de cariño que necesitan lo niños a u alrededor. No otro éramos u hijo ; nos par c[amo a ella, y ello nos demo traban u afecto, algunas eces de un modo muy delicado y e pr ivo, como se verá má adelante.

Los hombres de. ean apa ionadamente vivir de pués de muertos, v, in embargo, a menudo dejan de e. istir in hn.ber­se dado cuenta del hecho de que la memoria de una persona verdaderamente buena yive iempre, queda impresa en la generación inmediata y es de nuevo transmitida a los hijos. 4 No es e ta una inmortalidad digna de aprecio?

IV

Dos a11.os después de la muerte de nuestra madre, nues­tro padre se casó otra ~z ; habla ya fijado la at.e?ción en una linda joven, perteneCiente a una ópulenta famllia, cn.an-

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., KROPOlJ!tN

do la uerte di pu o lo contrario. Una mallana, mientras e hallaba todavfo de bata, lo cr'arlos entraron precipitoda­

ID:('nte en .u habitación anunciándole la llegarla del general TWlofeeff, wfe del e. to cuerpo de ejército al cual nuestro padrl' p~rlenecfa. E te favorito del mperador er un hom­bre terrible; hacia o.zotar a un oldado, ho . ta dejarlo casi muerto, por la má ~ leve fallo, o degradaba o un oficial y lo mandaba de.pué· de oldado a iberia, por haberle encon­tredo en la alle con lo cor het ,. del alto y Lie o cuello de lo ca:: a a de abrochado . on . ' icolá · lo influencia de este hom­bre ra ilimitada . El gen ral , que no 1Iabfa e:;lado nunca en nue · tra Cll:ila

vmo a .Proponer a mi padre el matrimonio con la obrina d~ s~ mu.J.er, la eñorita. ElLabeth Karandinó, una de las va­rul.s ~Ja de un alm1rante de la e cuadra del mar Negro· una JO' en ~on un lá ico perfil griego, que ten fa fama d~ hermosa. ~11 psdr~ aceptó, y u egunda boda, como la pri­mera, fué olemmzada con gran fau to.

-Vo otro , lo jóvene , no en tendéi nada de e Lo a un­t~s-d.ecfa en conclu ión, d pués de haberme contado e a _hLtor:a má de. una vez ~on un gracejo particular que no Intento rep:oduc:r.-c! obéL, por entura, lo que ·ignificaba en aquel t1empo el comandante de un cuerpo de ejército? ~ obre tod?,. que e diablo tuerto, como aco tumbrábamos llamarlo, VI Diera en per ona a hacer la propo ición?

Claro e que no traía dote; . ólo un gran baúl lleno con - u g~las, Y esa ~farta. u única sierva, tan mor2na como una ?Jtana, sentada obre él.

De e te acontecimiento no guardo memoria ninguna. ~ólo recuerdo un ~ran .aló~ en una. ca a ricamente amueblada, y ~n él a una Joven bomta, de t1po marcadamente meridional J).lgando. con nosotro y diciendo. «Ya vei qué mamá ta~ lind.a aJ a tener.ll A lo cual a. ha y yo, mirándola con enOJO, contestamo.~: ce 'ues tra mamá ha volado al cielo.» Su desenvoltura la mirábamos con prevención.

* * *

Llegó el i~vierno y una nneva vida empezó para 008• otros. Se vend1ó nue tra ca a y e compró otra y amuebló de nuevo por ~ompleto. Todo lo que podfa recordar e. nuestra madre e h1zo de. aparecer; .u retratos, sus pinturas y sus bor~ado . En .vano la eiiora Burman imploró quedarse ro­metiendo dedicarse 6.1 hijo que nue tra madrastra espefaba ~en y. cso~lm a cosa p~opia; fué despedida . ceNo quiero nada

e os a.s en mi oasa~>, se le dijo. Toda relación 0011

MEMORIAS DE UN REVOLUClO!(ARtO 29

nuestros tíos y abuela fué cortada. IDiana se casó con Frol, quien se convirt:ó en mayordomo, en tanto que ella vino a ser ama de gobierno; y para cuidar de nue<~trn educación se tomaron un tutor francés, liberalmente retribuido, M. Pau­lain y un estud:ante ruso, N. P . Smirnoff, a quien e le dab~ una m' ería.

Mucho de los hijo de la nobleza de Moscou eran educa­dos en aquella época por france es, que representaban los restos del gran ejército de Napoleón . M. Pnulain era uno de ello ; acababa de terminar la educación dPl hijo mPnor del novelic;ta Zago kin , y u di!'lcí¡>ulo Serge gozaba en el bar.rio de lo Viejo Caballerizos la reputac1ón de estar tan b1en eduoado, que nuestro padre no vaciló en tomarlo por la res­petable cantidad de ei ciento rublos al año.

Este trajo con igo un perro de caza, Trésor, su cafetera ~apoleón y libros. de texto fr.ancese , y emP;Czó a di;igirnos y di poner del s:ervo Matve1, que habfa Sido destmado ~ nue tro servicio.

Su plan de educación era muy encillo : después de des­pertarnos, se ooupaba de u café, que aco tumbr~a a tomar ~n su cuarto; mientra que preparáoomos las lecc1ones de la mañana él se hacfa u toilette con gran e mero ; se arregla­ba u c~bello gris de modo que oculta e su creciente calva, se ponfa el frac, se rociaba y lavaba con agua de Colonia, y no escoltaba al piso inferior a dar lo buenos dlas a nues­tros padres. Por lo general, lo encontrábamos almorzando, y al aceroarno a ello decíamos, con tono de declamación y con toda la gravedad posible : Bon jour, mon che1· papd y bon jour, ma eh ere maman, y le besábal!lo la mano ;. y él hacfa una complicada y elegante reverenc1a al pronunCiar las pa­labra : Bon jour, monsieur le prince. y b~ jour! madame la princesse ; despué de lo ~ual se retiraba !nmed1atamente la procesión y se volvía a ub1r. E ta ceremoma se repetlo. todas la mañanas. .

Entonces empezaba nue tro trabajo; el maestro cambl8ba el frac por una bata, se cubrla la cabeza con un g~rro de piel y, arrellanándo•e en una butaca, decfa: <cRecttad la lección.»

'o otros lo hadamos cede memoria>>, desde una ei1al hecha en el libro con la uña, hasta la inmediata. ~f. Paulain habla traído consigo la Gramática de Noel y Cbapral, memorable para má de una generación de jóvenes .de a!llbo . e,·o ru o ; un libro de diálogoo. en francéll, una III tor1a umversal en un volumen, y una G o¡.traffa , univer al también e igualmente en un volumen. Teníamos, pues, que .enco.mendar a la me­moria la Gramática, lo<~ diálogos, la Histona 'f la Geografía .

La Gramática. ron <tU" conocida!~ cntenrla<~ : re¿ QuA llfl

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ltROPOTKI!(

Gramáti<'ft p., <•El arte de hablar y escribir correelnmente•>. no ofreda ninguna d ;firulted . P ro el libro de Hi~torin de~grlldadamentl>, tenia un prólogo que contenía una rnu: merarión ele tod lo ben lirio~ que reportaba . u e!'tudio: al principio todo marrhaha relativamente in dificultad . o . otro. r citá~am «El príncipe encuentra en ella ej m­plo~ ma námmos par11 gobrrnar a u "•íbdilo ; el jefe mi­litar aprende alH el noble arte de la gurrra., P ro al llegar a la parte jurfdir~ . e pr .cntó el apuro : «El juri ron ulto halla en ella también .. >> E lo e lo qu uun a pudimo llegar a ~aber . Era terr.ble la palabra <rjuris on . uJto,; lo e haba todo a ~rder. l llegar a lla no, parábamo~ .

-¡?e rodilla . _{JI'Os po1~1f !-exclamaba Pautain (e lo era por m1) - 1 De rodJJla<:, 91·and dada! ( lo era por mi her­~an.o). Y allí no - arrodillábamos llorando, procurando mút1lmente enterarn de to<I.o lo referente al juriscon ulto .

1 E. ~ prólogo no costó mucho, di~gu to 1 &..lábamo :\a aprendiendo todo lo concerni nle a lo romano y aco . fu!lJbrábam a poner nue,lr ha tone. en la b~lnnm de Uliana cuando pe. aba el arroz, "lo mLmo que Dreno,; al­~mos de,de la mesa y otro precipi io~ por la salva­Ción de nuestro. paí . imitando a urcio, · toda fa no hacía él ' :olver de tiempo ~n tiempo al . clichoso prólogo, y de nuevo nos ~acra_ arrodJ!lar por el m1 mo juriscon ulto. ~Es, pue , de e .t~nar que, má adelante, tanto mi hemano . o~o yo, !nhéramo una repu"nancia invencible por la JUrl ' prudencJa P

. ·o sé_ qué h~biera . ucedido con la Geografia si tam­bi~n hub1 ~ temdo_ prólogo;. pero. afortunadamen te, las prlJllera~ \e m te págma . del libro habían sido arrancada <.ju_pongo Y~ que erge Za~o ·kin no prr tó e gran er­' ~JO)_. Y a f, nue:tra" lerr1on omenzaron en la página YeJ_ntJuna , que. mpezaba de e te modo: <De lo ríos que bauan a Franela».

Jl~y que confesar que no iempre . r limil~da todo a arrod1~lar~e · habla en la da e una vara c)p abedu l, y 11 ella recurrt el mar. LJ:o ~'~ando no <:e adelantaba nada c'n dicho prólogo o rn algnn rhálo¡w . obre Yirtud y urbanidad· per un dfa ~ue. tra hermana Elena, que ya· en aquella 'éporn habfa ~ahdo rlf'l atherine lnstitut de~ demoisellrs , ocu­paoo una habita i~n bajo la nu tra, al oir lo ·lamento· que dábsmo. , corr•ó, llamando al d pacho de nu tro pa­dre, Y e lamentó amar~amente de que e nos hubiera aban­donado a nue,tra madrn tra. qui n no había entregado en man~ de <<un tambor francé retirado>> <e¡ Por upues­to-decfa ella,-no hu~ nadie que lo defienda; pero no

MeMORIA S DE N 1\E OLUCIOIURIO 81

pu do vrr con paciencia a mis hermanos tral6dos de ese modo por un tambor¡,

Cogido a í, de improvi o, nuestro padre no abía qué decir . empezó por r prenderla; pero concluyó aprobando el afecto qu demo!!traba a u herma.no . En adelante la vara de abedul se reservó para en eñnrle lag reglas de ur­banidad al perro Trésor.

Apenas .. e habla de prendido M. Paulain de u penosos deberes profe ionales, cuando se converUa en otro hom­bre: era un alegre compañero, en vez de 'lln maes tro gru­ñón, y us cuento eran innumerable ; hablábamos como cotorra . A pcsnr de que bajo u dirección no pa ó.bamos nunea de la primera pñgina de la intaxi , pronto apren­dimos, in embargo , a hablar correctamente; nos aco tum­bramo a pensar en fran é ; y después de algún tiempo de escribir al di tado la mayor parte de un libro de mito­logía, del que e servía para corregir nuestras falla , sin intentar jamás el explicarnos por qué una palabra e ha de ('!'{'ribir de un modo determinado, habíamo aprendido a <chaeerlo con corrección>>.

De. pués de comrr, dáoomo cla.e con el maestro ruso, un e: tudian le de Derecho de la niver idad dP Moscou, él no. en eñaba todo Jo referente a Ru ia: Gramtltica, Arit­mética, nistoria, y así su ~ivamrnte . Pero en aquel tiem­po los estudio erio aun no habían empezado. Al mi mo tiempo, no dictaba todos lo. día una página de IIUoria, y de aquel modo práctico aprrndimo pronto a. e cribir el ru o correct6m nte.

Lo mejor para nosotro era lo domingos, cuando toda la familia, exceptuándonos a los niJ1o , iba a comer con madame la générale Fimofeeff. También ocurría algunaq vece que e l permilía salir de ca a a Pnulain y mirnorr, y ruando esto pasaba qurdábamo al cuidado de Uliana. Entonre , de pués de' una comida in osiego, corrf~mo~ a la gran antecámara, en 1 .que pronlo apn-recian la cr1ada jóven . e jugaba a un in fin de co~a. : a la gallirw ciega, la candela y otro juego parrcido·; ha la que, de pronto, Tikhon, el sábelotodo, aparecía con un violfn . En el acto Pm¡u zaha rl baile ; no el acompa ado y f Lidio o, bajo la direrrión de un mae. tro franrés, "con pierna de goiiMl eló. tira», y que formaba parte de ~ue lra educación, ~ino una danza libre , que no era una lecc1ón, y en la que emte pareja tzirebnn a u ~usto, lo que no era más que un pre­ludio del más animado . poco me!los que primitivo baile co aco. Después T~klhon pa aba el Ylolin a uno de lo hom­bre má form11les, y empezaba a hac r tales maravillas con us pierna~. que las puerta que conducían al salón

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ICROPOTIU

vefan bien pronto llenac¡ por los cocin rCM!, aun los coch,..~. que venlan a ver el baile, al que lo!! rul"o tienen tanta afición.

e o de la nue' e se mandabn el carruaje grande a re· coger a la familia, en tanto que Tikbon, con crpillo E'n mano. ~e ded raba a devoh·er ni «neJo u virginal brillo, y el orden má perf lo ryu daba rE' · tableddo Pn toda la crua. Y si 11 la madana iguientE' ~ramo !'ometido!l 101 dos a un inte­rrogatorio extremado, no habla miedo d que !'e no. esca­ra"e una . ola palabr re perlo a la fir. ta de la tarde anterior; jamá hemos romprometido a ninguno d~; Jo irv;entes. 01 f'llo tampoco n hubieran delatado a nosotr<k\ . n domin· go, jugando olos en la ¡zran antecámar::t mi hermflno y yo. chocamos contra un soportP, obre el que habla una lámpara de ha~<tanle valor, la rual E' hizo pedazo . Inmediatamente Jo~ rriados celebraron ron ejo: nadiP nn,- reprendi6; pero P

convino en que a la mañana iguient.e, muy temprano, fuera Tikhon, saliendo de la c.a a por . u cuenta y rie,go, a com· prar otra lámpara igual a la que · e habla roto. Co tó quincP rublos, enorme cantidad para ello , pero ~<' ··omprú, y T•Hn· ca nos d:jeron nada rE'frrente al particular ni se habló máa del a~unto.

uando pien o al1ora en ello, y vuelven todas e ta esce­Dll a mi memoria, recuerdo que jamás oimos ninguna pa­labra soez en ninguno de lo~ juP.gos, ni Y!JDO en 10~ lmlles nada parecido a lo quE' ahora e ulrr>•:E' a la admirll.:IÚn de los niño en el teatro. En c;u departamento entre s[, E' segurú que U"arfan otro lenguaje ; pero no otros éramos criaturaS­lo niños d ella,-y e o no ponía a cubierto de semejant~ ~o a.

* * *

En aquel tiempo los niño no disponlan de u~a profu­sión de juguetes, como hoy ucede; no, otro ca 1 no po­qelamo~ ninguno '1· por conjguiente, te'?lamo que ape­lar a nue tro prop1o l'1!curso para proporcionárnoslo . Ade­mó,. de~de temprano hablamos adquirido ambos afición al tenlro; lo de mala muerte, en que todo venía a paror en lnch· entre loo ladrone y la policfn, llamaban poco nue tra atenc'ón; pue ya e"táhamoq can ado de jugar a o. Pero vino a ~r~cou la gran bailarina Fanny El IE'r, y In vimos.

uando nue tro padre tomaba un palco en el teatro pro­curaba quf' fuera de los mejores, y lo pagaba b:en ; pero que­rla que toda la familia lo d1sfrutnrfl. Aunque eutonce era yo todavf& p¡>qlJPño, aqu,.na llrtic;ta d~ó en mi tl\1 imprP<>ión,

MEMORIAS DE U REVOL CJO. ARIO 33

!'.J'Il tanta su gracia, elegancia_ y. de,.en~oltura, q~e desde yntonc he i to iempre con md1feren~1a e-? halle que pt>rlenecen más bien al dominio de la ¡.omna. 1a que al del

artP.omo es de suponer, el baile de l?l'an e p clácu_lo quo vimos-Gi tana , la Flamenca espa?i~la-hllho ~e r epellr,·e en ca a; la pa;rle mimica, no lla. bailable . Tcn~amo a nu · tra di po ición un e e nario; pue la purl'la .que conduela de nue~ lro dormitorio a In cla : en z de ho¡a. no te~ia más e ue una cortina. lguna ¡lla5, colo nda~ en e~c~culo ~o te aquélla, on una. butaca para ~1. ~lllllom. con:ltlu~an la sala y el palco imperial, y la ~ud1encm podria fo!mar e fá­cilmente con el mae tro ru o, Uliana y un par de cr1adas cual-

quiera. . d d s del Era necesario repre enlar de alguu IDC' o os escena

referido e pectáculo : aquella en que _lo · flamencos traen a u rampo 8 Ja gitanilla en .U? carret.onclto, ":1 otra n ~e aqué­

lla hace u primera apanc1ón en la e cen:\, d cendiendo de un cerro y cruzando un puente, obre un arroyo que refle-

ja u imagen. . d 1 eh Encontramo nuestra protagon1 ta en una . e a mu B-

ebas má jóvene en el departamento de In ; crwda ; u ves­tido de algodón azul algo ordinario, no . fué ob«~culo para que' person.ificara a Fanny Els lcr. na s_'lln tend1da, con el e palder hacia abajo y empujada por 1? p1c~. podía pa ar p~r carretón. Pero 1 y el arro o 1 Dos 1lla y una larga taba de planchar de ndrei el a tre, for~aron el puente, Y un pedazo de tela azul el agua; pero la 1m~¡.ren no apar~cia en ~~ta de tamaño natural, por mucho parlldo que e ~s?t.sla­~ p 1 · D •· é de mu 1 es rar del e pejo de tocador de M. au am_. t pu . esfuerzos. tuvimos que darnos por venCido~; J_>ero conqul~ta­mo a Uliana para que hiciera como que ila ,·e¡a aplaudiera estrepitosamente en ese momento; así que, nl fin, empezamo a creer que tal ez algo de ella podía verse. , .

La Fedm, de Racine, 0 por lo m~no11 _u~ ultimo acto, i se repre entó también con facilidad , reClt.ando asha muy b en lo> melodiosos versos :

A peine 1wus sortions aux portes de Frérene,

permaneciendo yo inmóvil e indiferente d~rante lodo el rur o del trágico monólogo, cuyo objeto e1 mformarme ~e la muerte de mi hijo, ha<;ta el momento. en que, con arreg o al libreto ten[a que exclamar: ce¡ Oh, diO · ¡,

Pero ~ualquiera qUP fue e el objeto de nue. tras repres~n­iflrione,:. toda- invariablemente enían a term1nar con el m­tierno. Se apagaban todas las luces menos una, la cual lle

3

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JmOI'OTJUN

rolo~~ tra~ de un papel t ransparente , para imitar las na. mas, IDl<'nlra que mi he~mano y . o, O<'Uitos tras una corti­na, dábam?~ lo~ má· ~ ernb le lamentos, imitando a los con­dE'~ados . U.I1ana, a qUien no .gu !aban esta alusiones al es­p!ritu . mah¡mo, hecha<> a la hora de aco tar, e, parecía horronzada; pero yo me pregun to ahora, ~¡ ta l vez aquella ex­tre.madamen l~ intética r epre entación del infi erno con una bu¡la ·un phego de papel , no contribuyó a Iibrarno~ a ambos en ~na edad temprana. del temor de( fuego e t.erno . La con: cepcJón que de él habíamo, formado era demasiado realis ta para no producir el ec:cepticismo.

Muy joven ~ebía er yo todavía, cuando Yi a los grandes adore mo rov1tas chepldn, Sadou Id ' y Shums,ki en el Corrector. de Gogol, y otra comedia, y sin embargo no sólo recuer~o las e!"cenas má cu.lminantes de .la dos, ino hasta .,¡ acciOnar .Y 1a e~-pre,ión de e tos notable ar tistas de la e~cuela r eallsta, tan admirablemenLe repr esentada ahora por la. Du!:'e. ·fe ac?rdaha de ellos tan bien, que, cuando vi las rmsm.as obras e¡ecutada en ~an Peterburao por actores per­tenre:~e~te a I.a escuela trance. a de declamación, éstos no lo­graron 1mpr~nona~me favorablemente, pues siempre los com­~~raba .con chepkin y adouskiy, q.uien c habían conseguido

¡ar m1 ~u to y modo de .apreciar en el arte dramático Esto me ~a<;e creer que .l.o padres que deseen desar~ollar

un gu to ar hst1co en ~u hiJO , deberían llevarlos de cuando en cuando a ver buen~ comedia~. bien representandas, en vez de no darle más ahmento ar tf tico q ue una profusión de l11s llamada· «pantomimas infantil n.

V

Cuando teJ?-ía ocho años, dí un nuevo pa 0 en mi carrera de un modo mesperado ; no r ecu er do bien con qué motivo p~ro probablemente fué en el vigésimo aniversaTio de ]a 1iU: b1da. al trono de ~icolás 1, cuando se pr epararon ln'andes fe8t.e¡os en . :\fo"cou . La familia imper ial venía a vi~itar la antigua cap1~! ! Y la nobleza mo covita se proponía celebrar e. ~e aconleclmJento con un baile de traje en el que los nmos representarí?n un importan te papel. ... e' babia convenido en que toda la ab1~ar~ada multitud de nacionalidades de que se compone la po~laCJón del . Imperio ruso, .estuviera repre­senta?a en e te b.a1le para fehcitar nl monarca. Grandes pre­para[¡ os_ <>e !ealizaban en ~ue~tra ca a, a í como en todas las de lo . Veclnos. na espeCia de vestido ruso, muy notable,

MEMOJ\lAS DE UN J\EYOLUCJONAJlJO

se le hiz:o 11. nuestra madrastra; en cuanto 11. nuestro padre, siendo militar, claro es que habla de presentarse de uni­forme; per o aquellos de nuestros parientes que no perte­cfan al ejército, s e hallaban tan ocupados en el arreglo de sus traje rusos, griegos, caucásicos y mogólicos, como las mismas damas. Cuando la nobleza de Moscou da un baile 81 la familia imper ial , la cosa debe r esultar extraordi:laria. En cuanto a mi hermano Alejandro y a mí, s e nos consideraba demasiado jóvenes para tomar parte en un ceremonial tan importante.

Y, sin embargo, después de todo, yo formé en él. Nuestra madre había sido íntima amiga de madame Nurimoff, la es­posa del gen eral que era gobernador de Vilna cuando se empezó a hablar de la emancipación de los s iervo ; esta mujer, que era mu y hermosa, e e peraba que a istiera al baile en compa1ifa de u hijo, niño de unos diez años, ves­tida con un traj e verdaderamente magnifico , de pr incesa persa, formando juego con el que se babia hecho para el niño de príncipe. del mismo pafs , de un lujo e ·traordinario , con un cinturón cubierto de piedras preciosas ; pero habiendo caído éste enfermo en aquellos dias, su madre creyó que uno de los hijos de su m ejor amiga debiera ser el mejor substituto del suyo. Y al efecto, nos llevaron a su casa a Alejandro y a mí, 'a. que nos probá emos el vestido. A él, que era más alto que yo, le estaba muy corto; .pero a mí me ajustaba per· rectamente, y , .por consiguiente, se decidió que yo represen­tase el pr fnóp e persa.

El inmenso salón del palacio <le la nobleza moscovita es­taba cuajado de invitados. Todos los n iños recibieron estan­dartes coronados con las armas de cada una de las sesent3 provincias del Imperio ruso. Yo tenia un águhla flotando sobre un mar >Bzul, que r epresentaba, Mgún upe después, las ar· mas del gobierno de Astrakbán en el mar Caspio. Se nos formó a todos en la antecámara y marchamos después lentamen­te en dos hileras, dirigiéndonos !hacia 1a elevada tribuna en que se balla.ban el empeTador y su famil ia; al llegar allf, nos dividimos a dereche. e izquierda, quedando a~ f alineados en una sola fila ante ellos. A una señal dada se levantaron todo3 los est!indartes, y la e.poteosis de la autocracia apar.ecf~ muy exprestva. Nicolá quedó encantado; todas las provmCias. del Imperio rendían homenaje al jefe supremo. Después , los n1ños nos retiramos pau adamente .al fondo del salón. En aquel momento se produjo alguna confusión ; ]os ayuda de cámara. C?n s~s brillantes y bordados unüormes, corr!an en toda~ direCCiones, y yo perdí mi puesto en la formaCJón ; pero m1 tío, el prfncipe 06yarin, vestido de tungo (yo estaba abso.rto, cogtem.Plando con admiración su traje de pieles y su alJaba

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86 10\0POTKL'i

llena de flecha,), me levan tó en sus brazo v me colocó en la ~lataforrna irnperi.al. Bien fueNl por ser ' yo el más pe­queno de todo- lo~ n1ños pre•en t e~. o porque mi cara redon­da, adornada por un cabello rizado, v la cabeza cubierta con u.n eran gorro_. de pelo de o;;:tractÍn llamaran ~u atención, lo c_Iert? e· que • I~olá- quería que me ll evaran adonde él e. taba, ) alh p~r~nnecJ entre generale y ·t>J1ora. que me miraban C?n curlo-.adad. Despué- me di jPron que el emperador quien Iempre fué afici?nado a hi le de cuartel. me tomó' por el

brazo, Y conduci~nd.ome, adondP e. taba María Alexandrovnn tla Pü O del prmc.lpe lmp.~rinl), que ~e hallaba pró ima a ? tert'er alumb~~m1ento, diJO. en u lenguaje militar :-Esta ~ la .cla e de TilDO'\ que debél. traerme-gracia que la hizo

ruborizar en e~lremo; De lo que í me acuerdo e· de que él me preguntó .1 rruena dulce;:, v yo le conle tó que lo que de<:eaba eran galleta. pequeñita~. de la que e s irven en el te (e¡y. <'ll"a no nos ~-t>íamo harto. nunca); entonce llamó 8 un cr1ado v me Yació una bandeja entera en mi alta gorra -Se. lo. llevaré a .... a ha-le dije. ·

In embar~to. 'hkhael, el hermano de icolás que tenía a pecto dt' .oldado v fama ~e ~r muv chis toso: con iguió ha;errne llorar.-Cuando sm~ nnio bueno-dijo o tratan as1-v me. pa. ó u gran mano por la cara hacia abaio -Pero cuan~o o•. malo. o. tratan a í-y me la pasó hacia ·arriba, r efre/"ándome la ~ar1z .. que va tenía una tendencia marcada a crecer en tal dtrecc1ón. La lá¡?r irn as, que en vano traté de co~.tener , aso~aron a mis ojo ; lao:; t>ñora.: en el acto e pu 1eron de mi parte. y :llar!a Alexandrovna, que tenia

muv buen corazón .. me tomó ba¡o u protección ; me entó ~ su lado en. una ~~.na alta ~e terciopelo verde con e paldar o~:do, Y rn1 famiha me diJO de-pué que al poco tiempo ~ la cabeza en -.us .falda y me quedé dormido, no mo-

bvt~ndore ella de su asiento en todo el tiempo que duró el 811e.

Recuerdo tamb;én que. mientras aguardábamos en el alón ~e. entrada al ~arruaje, los míos me acariciaron y besa­

ron. dtclendo: -Chiquito, te han hecho pa je A 1 · conte~té :-X o ~ov paie; quiero irme a ca-a_:b~llánd~m~~~~ preocupAdo. pen ando en la gorra fTlle contenía las llalletita·­que ~e ll eYaba a ~::a ha. :'{o sé i llegaron a u poder mu~ ~a;, ~~ro recu~rdo t>l abrazo tan anrPtado que me d:ó cuan-

o J¡ d1¡er!"ln el. mteré<: que vo me había tomado en el a unto e t ser m<:crlto com.o ~a~rlidato para el cuerpo de paie er~ ¡n once;. una gran distmcJóo, con la cual rara vez Nicolás t~"~~~ci~ ~ la ~obleza de Mo r!1'u . Mi padre estaba conteo-

. hi' . ) a . onaba con una br11lante carrera cort~na para su JO, Y mi madrastra, cada vez que hablaba del particu·

MJ:lMORíAS DE tJN nEVOt.tJCIONAnJO 37

lar, agregaba sic•mJ?re: -:z'odo ~e debe a las in lrucciones que le dí antes de 1r al ba1le.

Madnme 'orimoff . e hallaba también muy complacida e in."Ula en querer r etratar e con el vestido que Lan admira­blémen le le sentada, teniéndome de pie a su lado.

* * *

La suerte de mi hermano Alejandro se decidió del m.ismo motlo al iguiente alio. En aquella época e celelJraba el ani­Yer. ario de la creación del regimiento de Izmaylou k, al que m1 padre lwbia pcrLenecido en u juventud. Una noche, mien­tras que la ca a ntera e taba umergida en un profundo ueño, un coche de lre caballo , y llenos de campanilla lo

nrn es, paró ante nu tra puerta, y un hombre que salló de él, grlló: - ¡ Abrid l ¡Una orden de su majestad el Em-perador 1 ••

Fácilmente se comprenderá el terror que e la v1slla noc-turna sembró en nuc tra casa : mi padre, temblando bajó a su despacho ; t<los con sejos de guerra y la degradación mi­Jitar>> eran co as de que se ola hablar todos los dias; era una época terrible. P ero Nicolás no quería más que tener los nombres de lo hi.jos de lodos los oficiales que habían pertenec!do al re¡fimiento , con objeto de que se mandaran a las e cuela militare , i e que aun no se había hecho. A ese propós!to se envió un mensajero especial desde San Pe­ter~burgo a Moscou, el cual llamaba noche y día en las ca~as de lo ex oficiale .

Con mano lembloro a, mi padre escribió que su hijo mayor 'ic.olás e taba ya en el primer cuerpo de cadetes en }.~o -

cou · que el menor era candidato para el cuerpo de pa¡e ; no quedando má que el segundo , Alejandro, por e~t;ar en la carrera militar . Algunas semanas de pués e . r~c1b1ó .una comun'eación informando a mi padre de «la grac1a Imperial», ordenándosele a Alejandro que entrara e~ U? cuerpo de ca­detes en Orel, pequeña población de provmc1a : co tándole a mi padre mu C'ho tmbojo y mucho dinero que se permutara dioho pun to por Mo cou. Este nuevo «favor» sólo se obtuvo en con.iderac:ón n que ya nue tro hermano may~r se en­contraba en el prim er cuerpo de cadete de e ta cmda~.

Y así, debido a la voluntad de Nicolás I , ambo tuv1mos que recibir una educarión rnHitar, a pe ar de lo cual no .Pa­saron muchos años !n que, por Jo absurda , nos parecl~ra odio a tal carrera. Pero Nicolás cuidaba mucho de que mn­guno de los hijo de la nobleza iguiera otra, a meno~ de que no gozaran de buena salud; por esta razón nos IIDOS

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lrROPOTKI!'f

lo lr obligado a er oficiale , on gran sa tisfa oión de mi padre.

VI

. l La r1queza se medía en aque1lo tiempos por el número

de ((alma >> que po cfa un propietario territorial : t antas ((al­ma >> , quer!a deci r tantos ier o~ varone ; las mujeres no

e contaban . l\Ii padre, que ro dueño de cerca de unas mil do~cien ta de aquélla en tre provincia diferente , y que tenía , además, grande exten ione de terreno que dicho sier­vo cultivaban, era tenido por hombre r ico. El pr ocuraba mantener en la práctica esa r eputación ; teniendo iempre su ca a abierta a .dispojción de u amigo y manteniendo una numerosa erv1dumbre.

Eramo~ .och~ de famil ia y en oca ion e diez o doce; para cuyo en'ICIO, cmcuenta criado en l\Ioscou, como la mitad má en el campo, no e con id raba dema iado. Cuatro co­chero para cuidar de doce caballo ; tr e cocineros para lo amo y dos par a lo otros ; doce amarero sirviendo a la mesa (hallándose uno con plato en mano tras de cada per-

ona entada a la misma). e innumerables muchachas en el depar tamen to d~ la doncella : ~quién ra capaz de ivir con menos?

Además, la ambición de lodo propietario terr itorial era de que lodo lo que e necesi tara en el ervicio e pudiera hacer n ca a in r ecurrir a fuera. '

i por ca ualidad ob er vaba una vi ita : cq Qué bien tem­plado e tá ~ieiD:pre YUe lro piano 1 1! upongo que os lo tem­plar á Herr ch1mmcl?>>; poder con te tar: «Tengo mi propio afinador >> , era entonce lo má correcto.

i el convidado exclamaba cuando aparecía hacia el final de la comida una obra de arte compue ta de helados y pas­tas : ce¡ Qué hermo o pa tel l Confe, ad , prínci pe, que es de c~sa de Tremblé)) (el pa telero a la moda), el resp~mder: «Ha 1d,0 hecho po~ .mi propio r epostero , discfpulo de aquél, a

qu1en he permitido que mue tre lo que aoo)) era cosa que producia general admiración. '

El tener lo bor dado , arne es, moblaüe, en una pala­bra , tod~ hec~o por u per onal, era el ideal de aquellos gran­des prop1etar1os. Tan pronto como los hijos de la servidumbre ll~gaban a la. edad de diez años, eran enviados como apren­dlce . a la tl.endas de moda, donde se les obligaba a pasar de c1nco a s~ele años barriendo, r ecibiendo todo género de golpe Y haciendo mandados de todas cla es. Así se com·

NtMORI S DE UN REVOLUCIONARIO 89

prende que pocos ll egaran a dominar un oficio. Los sa tres y los zapateros ólo tenían habilidad bastante para vest.ir y calzar a lo criados, y cuando verdaderamen te e nec itaba un buen pa tel para un con vite, se le encargaba a Tr mblé, mientras que nuestro r epostero tocaba el tambor en la banda de música.

Esta era otra de las aspiraciones de mi padre; y casi todos los criados orones, además de otros conocimientos, debian saber tocar algún in trumento. Makar, el afinador de piano, era también flautis ta; Andrei, el eastre, tocaba otro instru­mento ; al r epostero se le puso primero a tocar el tambor ; pero lo hacía tan extremadamente mal , que e le compró una enorme trompeta , con la esperanza de que sus pulmones fueran meno poderosos que u brazos ; cuando se vió que ni aun esto era po ible, se le mandó al ejérci to. En cuanto a uTikhon el de los lunares>>, ademA de sus numero as ocupacione' en la. casa, como Jampi la , frotador de uelos Y lacayo pr taba mucho servicio en la banda, tocando hoy el trombÓn mafiana el cornetín y el segundo violín en ciertas ocasion~. Los dos primeros de éstos con titulan la única ex­cepción : eran <cviolin es)) y nada más. Mi padre los había comprado con s u numer osas familia , por una cantidad respetabl~ a sus hermanas (nunca compraba ni endía siervos a los extraños). Por )as n oches, cuando no iba al Club o cuando había en casa comida o r ecepción, se reunía la. ban­da, de doce a quince músicos, ~e tocaban b~tanle bten Y eran muy solicitados por lo vecmos para los halles, y mucho más si nos hallábamos en el campo. Esto era, por upuesto , un motivo constante de atisfacción para mi padre, cuyo ~r­miso se había de olicitar para 'Poder di poner de su música.

ada, en verdad, le causaba tanto placer como el ql!e se reclama ·e su ayuda, ya en e e enlido o en otro cualquiera,; por ejemplo, para obtener la educación de un muchach~ li­bre de ga to o el indullo de la pena impue ta por un tribU­nal civil. Aun<¡U e e hallaba expuesto a sulr1r accesos ~e cólera, poseía mdudablemen te una inclinación natural h;aCla la clemencia, y cuando e pedía u apoyo, e le hallaba s!cm­pre di pue to a e cr ibir infinidad de carlas en todas direc­ciones a las personas de mayor influencia y má. elevada po-ición, en favor de su protegido. En tale ocas1oncs, u co­

rre pondencia, que siempre era c! ccida , e. veía aumenta~a con media docena de cartas e pwales, e~cr!las en u~ eslllo mu~ original, que t enfa algo de emiofi CJal y de seiDJhumo­r! llco; cada una sellada, por supuesto, con u .armas, en un gran sobre cuadrado que sonaba como una sona¡a, a causa de la cantidad de arenilla que con tenía ; pue en aquella épo~ el uso del papel secante era desconocido . Cuanto JIU\.9 di.U

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fuera la co~o. mayores eran u nergfa , no descansando ha. La obten r el favor que olici taba para su protegido, a qUJen e~ muchos ca O' no había _vi lo jamá .

A m1 padre le gustaba tener tempre convidados en cosa· la hora de comer ero la uatro, y a la iete e retm1a 1~ frumlia ~n torno del samovar (l lera) para lomar el te. A e.a hora aco.tumbraban a venir mucho amigo y de de que nu tra hermana El na olvió a ca a nun~ faltaban '}"-itantes, jóvenes y viejos, que apro eah'axon la oca ión . Guando 1!1" v~ntan · que daban a la calle aparecian profu­:sam nle 1lnrumada., era bastante para dar a conocer a la ~nte que ila fami_li~ e taba en casa y ·que !los amigos se­

rian con gu to recib1do . "-i toda' la noche teníamo vi ita.: las m a de juego

e abrían en el salón para lo aficionado a la cartas en tanto que _la eiior y lo jóvene permanecían en la ~a de re­epclóEt o en toz:no del pi~o de Elena. De pué que e iban

la' .enora contmuab~ el Juego, alounas veces ha ta las pri­meras hor~ de la ~anan~. atrav_esán~o e entre lo jugadores uma de 1mport~nCJa; ID! padre m variablemente perdía; pero

el verdadero peligro para él no e taba en casa, s ino en el dub inglé , don~e la po,tura eran mucho más altas que en las ca a part1culares, Y, , obre todo cuando lo inducian a concurrir a una partida· formada de ~aballeros ((muy dig­no », en una de la asas má re petables del barrio, en la que duraba el juego toda la noche. En toles casos lo que perd1a era eguramente de oon'ideración. '

Las _reuniones de. confianza en que se bailaba no eran raras .• m hacer menCión de un par de bailes de etiqueta que forz~ amente. habían de dar e todo los inviernos. En ' esas r~umone , m1 padre procuraba que. todo ~ hiciera en grande, m reparar lo ga to . Pero al m1 mo t1empo eran tan exa-

g~rada las econ?mía que se hacían di-ariamente en casa, que st. fuera a refertrl~~ se las calificarla de ponderación. Se ha dicho de una faiDJlta de pretendiente al trono de Francia renombrada por u~ partida de caza, verdaderamente r egias: que el} la . \1_da íntima ha. ta la velas de sebo se contaban con ~IDUCJo.tdad. Igual cla!'e de mi eria económica se usaba en. m1 ca a para todo; de tal uerte , que cuando no otros íu1mo may~res, dete tábamo todo lo que fuera economizar Y c?.ntar. m. e~bargo, en el barrio nue tro, e e istema de. ' .da sólo IrvJ? ~ara el~Yar . el concep~o. en que e hallaba mt padre en la publlca e_hmaclón. ((El ne¡o principe--se de­cia-parece que es en oasa algo tacaño; pero abe vivir como lo que es.»

E!l nuestra tranquila y limpias calles, esa era la clase de \'Ida que más se respetaba. Uno de nue tros vecinos el

1

MEMORIAS I>E UN REVOLUClONAtltO 41

eneral D ... , tenía su casa montada muy en grande, y, sin ~mbargo, todas la mañana. o~urrían escenas ext.remada­mente cómica entre él y u cocmero. Una _vez terrrunado el almuerzo, el viejo general, fumando su ptpa, ordenaba la comida. · 1 ·

-Vamos a ver, hombre---solla demr a cocmero, que se presentaba vestido de blanco ;-J10y no seremos muchos ; sólo hay do convidado . Nos hará una sopa con lo que nos ofre­ce la primavera : guisantes, habichuelas fra~cesas y otras cosas por el estilo. Aun no nos l:ms dado mnguna, y a la señora, como sabes, le gusta una buena sopa a la francesa .

--<Bien, eñor. -Después, lo que gustes, de entrada. -Bien, señor. -

6 -Los espárragos, por. supuesto, no son de la estaCJ n ; pero ayer vi unos mano¡os ~uy ~ermo os en las tiendas .

-A diez pesetas el mano¡o, enor. ~¡Eso 1 Ademá , estamos cansados de t~s pollos y pavos

asados; tienes que buscar otra cosa en cambio. -!!Venado, señorP . -Sí, si; cualquier cosa para ca~btar . . y cuando se hahían decidido los sets platos de la comtda,

preguntaba el general : -é Cuánto he de darte para el gasto del día? Supongo

que ba tará con ocho pesetas. -Veinticinco, señor. -¡Hombre, qué ~i para te l Aquí tienes ocho pesetas; te

aseguro que es suficiente. -Diez de espárragos y sei de verduras y legumbres. -Vamos, hombre, es preciso •que te pong~s en razón;

me correré hasta diez; tienes que er eco~ómtco. Y a i continuaba el regateo durante medta hora, _hasta que

los dos convenían en diez y ocho p~et~s Y medta, con la condición de que la comida del día stgulent.e no habría de co.tar más de cuatro pesetas. Después de lo cual, el gene­ral, muy satisfecho por haber efectuado tan. buen trato, to­maba un trineo daba una vuelta por las ttenda de moda, y volvía muy contento, trayéndole a u mujer una botella ~e un perfume exquisito, por el que había pa_gado un pr~~o di paratado en una tienda francesa , y anunmando a su .1la única que un nuevo abrigo de terciopelo, 'cuna cosa senc1lla y elel!'ant.en (y bien cara), le traerían para que se lo probara aquella tarde. parte

Todos nuestros parientes, que er~ numero~s P?r 1

na de padre, vivían exactamente del IDIS~O. m?do • Y Sl t~:aba vez se presentaba un nuevo rasgo ~tstmti~0 1 este . por lo general la forma de alguna. pastón reltgtosa, ocurnen·

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t!ROPOtill'f

do a í~ qoe un príncipe Gayarin entra e en lo, je ufla es· candaliZando a <Ctod~ Mo COUll, . otro joven príncipe ir{gre­a e en un mon ter1o; en tanto que mucha eflol'aS de edad ran pre. a de un atroz fa na ti m o.

ólo babia una excepción. no de nue tro parientes ~á ercano , el príncipe (permilidme que le llam firs­kl),_ babia pasado. u juventud en an Peler burgo como oficlfl:l de la ~arclia. No e ocupaba n tener su a tres y J rml ta propiO > porque U Cll a e~ taba lujo,amenle amue-

1. ada a la moderna, y todo en ella procedla de las mejores t1enda de an Petersburgo.

'o tenia propensión al juego; ólo tomaba parte en él cuando lo haclan la eflora ; pero · u flaco era la mesa, en la que ga taba sumas enormes. . . La Cuaresma y la Pa cua eran la época en que más

VI Ibl~menle e manife _taban. us rar za ; cuando llegaba In primera, que no hub1era tdo propio comer carne crema o manteca, aprovech~ la oportunidad para in ent~r toda ~la e ~e plato e.·qu¡ 1to· compue·to. de pescado La me­J~re llenda de la . do capitale" eran pue-;ta n · contribu­Ción _con tal propó 1to; e mandaban emisario de de eus ~~e Jone a la desembocadura del Valga, para traer de a en. caballos de po ta (en aquella época no habla fe­rrgocardril) los. peces. más rico y má raros. y al venir la

un a, u mvent1va no reconocla llmites La Pa cu~ e en Ru~ia la. fle ta má ven.erada y más ale­

sre. del año .• es la de la primavera; los inmensos promon­~Orlos de nH~Ye que. durante el invierno han tenido invadi­flS las calle , ráptdamente e liquidan, y arroyos bulli-

~Joso, la recor~en, entrando la e la ión de la flores no fre modo en_cub1erto Y ,olapado como los ladrone 'sino

anca Y abJertame!lte; lodo los dlas e notan ~mbios e_n el e,lado de la meve y en el a pecto de la calle . Ln úl­hma semana . d7 Cuare.ma, la de Pa ión, era guardada en ~loscou en m1 JUventud con xlremada olemnidad · era una 1 po~al d~ luto ~eneral, y una multitud de person~ iban a S: 1g e~la a 01r leer lo pa.aje má. conmovedore de los

E\onQeho.' referentes a lo padecimirnlos de e . l sólo no e comfa carne, huevo y manteca. ino qu: mo~choo rerh~zaban ha. ta el pec:cado, y alguno de lo má em e­dermdos no tomaban ningún alimento el Vierne· nnfo lo ~le ~~l~ fuera ma~·or aún el contra. le al llegar la Pascua:

s a o todo Iban por la noche a la igle ia en la que e celebraban los oficio., que tenían un cará~ter lú­gubre ; pero _al onar la. me9ia noche la escena cambiaba P0~ compl to 1 todas las 1gles1a se iluminaban en el acto Y egr~ reptques resonaban en cent~nares de campanarios:

ME~ORtA Dll t!N nE\'OLtJCtOriARtO

Entonces empezaba el regoójo general; las gentes se be­s'ahan tres veoes unas a otra , en ln mejilla, repitiendo las palnhrns de In Re urrección ; y las ig\ejn ·, ya inundadas de luz. resplandecían con las isla as toile_ttes de In seil~ ros Aun la mujer más pobre, como pudiera estrenar un lraj l' ni año es seguro que procurarla hacerlo aquella noche.

Al mi~~o tiempo, la Pa cua era y es toda la ~a eeñal para comer in freno, preparándose quesos especiales de crema (pas lrha) y pnne , hechos igualmente para tal oca­sión (1.-oolich); no habiendo per ona, por pobre que fuera, que no tuviero., por lo meno , una pequeña paskha y ~n pequeño koolich con un huevo, cuando no p~d!a. má , pm­todo de rojo, para que lo con agrarnn en la 1gle 1a, y _rom­per con ello el ayuno. Para la mayor~a de )a gente antigua, e empieza a comer por la noche, mmcd1almente de pués

de haber oído una mi a rezada de Pascua y llevado a c~a el alimento con agrado; p ro entre In nobleza la ceremonia se po~ponla ha ln 1 domingo por In mafln~a, en que se ponía una me a cubierta de toda cln.e de v1andas, que os v po tnc; y todos lo criado venían a cambiar con lo amos ires be.os y un huevo pintado. Durante Ja emana de Pas­cua habla siempre una me a puesta en el gran sal?~ · con los manjares referido , invitándose a toda las VISitas a que tomaran algo. .

En esta oca'ión, el prfncipe Mirski se excedía a sl m1 mo; ya e tuviera en an Peler burgo o en Moscou; hablan de traerle de su posesiones un queso de crema preparado es­pecialmente para la paskha, del que su repostero sacaba gran partido. Otro men ajeros se de.pachaban a la pro­vincia de Mon oarod en bu ca de un jamón de oso que se preparaba par; la ~esa de Pascua del prfncipe. Y mlentra lo princesa con sus dos hijas visitaba los más au teros mo­nnsterios, en los que los oficios nocturnos duraban tres Y cuatro horas seguidas, pa_ando toda la Semana Santa en un e·tado de ánimo abatido, no comiendo má que un 'Pedazo de pan duro, allernándolo con lo sermones que ~la a los predicador ru o , católico y prole tante , su !Dnr1d~ daba toda - la maflanas una vuelta por la conoc:das tiendas de Milutin, en San Petersburgo, dond~ se _ball~ba de todo lo más selecto y delicado aue se pud1era tmagmar, traído de los confines del mundo, y alli cogla las cosas l!l~s no­tabl y rara para ln mesa de Pa<:cua. Los que le VI 1taban en e~os dfas se con taban por centenares, y a todos se les invitaba a <<probarJ> de e. le o de aquel plato raro.

E lo concluyó en que el prfncipe se dió tale trozas,. que se comió literalmente una gran fortuna; s u casa, lu¡osa­mente montada, y sus Estados, se vendieron, y cuando él

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lffiOPOTKIH

J u m:uie! llcga_ron n la vejez, nada le quedaba, ni hog~r 'ilQUll'r&, v1éndo .e ol¡Jioado- a vivir con u hijo _un

~? ~. pue .' maravilla que al enir la emancipación d l,?s le~'O'. ca'l to_dos e. ta ~omilio del barrio de lo Vie·o!

aballer1zo .. ~ , tuvJeran orrmnada. Pero no debo anli · 1

lo~ acontecim ientos. Clpar

Vil

El mantener tan nume:o o ervidumbre como la que ha­~ía ~~ nue t;a casa, ~1Ub1era sido verdaderamente ruinoso

e a er lemdo necesidad de comprar toda la prov! ione~ e? Ioscou; pero en aquello- tiempos en ~e exi tían los s1e~vo~, el pro?lema e resolvía con gran faCl!ldad Al llegar el mvl_erno, IDI_ p~dre e sentaba a la me a de su. de pacho Y !:Cribía lo 1gwente. •

« l a~ministrador de mi E tado ikolskove "it d en el . gob1erno de K~lúga, distrito d~ Mer chousk ' ~b: ~ río

1 Srrena, del príncipe ;\lexei Petrovich Kropotkin coro-

ne , Y com_endador de var1a órdenes : '

c~~:-~i~~~~o i~!e:~~~· 1Y tand pronto como se . establezc_a la

d . , e or eno mandes a m1 ca a s1tua-r:d;~ d~ c~udad bdell Moscou, veinticinco trineos rur'ales ti­Y un tri:eo o ca ha osb cada uno, un caballo por cada casa • Y un om re por cada dos ca o cá 1 ~~~~~~6 r:_:¡ega- de awna, (tan ta ) de trigb yy c~!!t~~) e~~

•. como con toda las aves de corral ~an os pato ' bien helados, que han de matar "' en est' . . y todo • · t "' e mv1erno compl~~~' ~~lec~i~~~~ted embal~do b acomp~íiado de una lis t.~ guiendo a e te tPnor h: tunll om re elegido al. efecto>>; SI· " h f a enar un par de págma adonde e! ti:~ qp:t~P fi?al. D~ P

1

ué egufa la enumeració~ de los . 1mpon r an, en el ca o de que la proYi-

~JOne~ no llegara~ a 1~ ca a ,iluada en tal calle, número tal cua , a ,u ?e~ldo hempo Y en buena condiciones Ante de ~av1dad ll egaban 1 · . . · .

rurale . cubrien_do lo vasta su:erc~i~ gel vpe~~llcmco lrmeos -1 Froll-f?rltaba mi d d d o.

tal acontecim•ento--· Tff'ry~a hi:a l e y e Ql~e tenía noticia. de 1 Yan a \o~arlo todo'r 1-Fro], Ye a Ir~~~~ fa' /dónd,r m~lá na ve o rec1b1r la an•.:; 1 H 1,,. \ ena 1 1ana,

T d l · - 1 eryu_ Ul.a, ll ama a la princec:a 1

o a a caQa se ponía en · 6 . · -dos atropelladamente en lod C~J!IDO~I n, corriendo lo crin­y del patio al salón . a Jrecrlone«: del salón al patio

' pero con preferencia al departamento

MEMORIAl!! DE UN REVOLUClONAIUO

de las doncellas, para dar alH las noticias de Nikolskoye: «Pastia se va a casar después de Navidad. Su tia. Anna ha fnlregado su alma a Dio ll, y otras por el estilo. También habían venido cartas, y nunca faltaba una criada r¡ue ubie­ra a mi habitación . -~E táis o lo? rl No t> tá el mae tro? ~No ; e tá -en la Univer idad. -Bueno, pues entonces, tened la bondad de leerme esta

carta de mi madre. Y o le lefa la carta candorosa, que empezaba siempre

con e tas palabra : «Padre y madre os mandan su bendi­ci6n por todo lo s~glos de los iglos .n Después de ~o cual ;;eguían las noticias: «Tía Eupra,'{ie e lá enferma., le duelen todos los huesos, y tu primo no se ha ca ado aún; pero e'pera hacerlo de-pués de Pa cua; y la aca de tía Stepa.­nida murió el día de Todo lo Santos.>> A continuación ve· nfan las memoria que llenaban dos páginas : «Hermano Pau te manda memoFias, tu hermanos Iary y J)area te mandan memoria , y de pué_ tia Dmitri te manda también muchas memoria ll, y a f uce ivamente. Sin embargo, y a pesar de la monotonía de la enumeración, cada nombre daba lugar a una ob erYación: «Luego vive aún , pobre cria­tura, cuando manda memoria ; hace nueve años que está baldada.)) O e ta otra : «t Ah 1 no me ha olvidado ; entonces volverá por Navidad; e guapo muchacho. d Me escribiréis una car ta no es verdad~ pue no debo olvidarlo.)) Yo, como es natu_ral, lo prometía, y a su tiempo le escribía en el mi -mo estilo .

Después de haber e de cargado los trineo , se llenaba el ~alón de campesinos, que se habían pue to las mejores ropas sobre sus zamarras, y aguardaban hasta que mi pad:e los llamase a su despacho, a ec.har un párrafo sobre la nieve y el a pecto de las próximas cosechas. Apenas e atrevían a andar con su- pesadas botas sobre el uelo encerado; los menos se av~nturaban a sentarse al borde de un banco de madera ; pero ninguno osaba hacerlo en silla. A í aguar­daban hora enteras mirando con recelo a todo el que en· traba o alía en el' gabinete de mi padre.

Más tarde, 'POI' lo general a la mañana iguiei!te,. uno de lo- criados había de subir con cautela a la babitactón que servía de clase.

----.!Estáis solo~ -Si. ~Entonces venid pronto al salón. Los campesinos quie-

ren vero ; traen al~una razón de vuestra nodriza. quondo bajaba allf, uno de ellos me habla. de dar un

bultlto, conteniendo comúnmente algunas tortas de centeno,

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DOPOT

m~d docena de hu~·oq dnr y alguna! manzana!, envuel­to todo en un pañuelo de al odón de vi,·os colores. uTomad . o; -u tr nodr1v Va ífn es quien o lo manda .. lirad 1 e han h 1 do la manzana_; e :pPro que no; la- he traído

todo el cammo en el J bo. H m tenido e·panto~as he-lad o Y en el ancho y íre e~ ro tro, rodendo de una barba

p a, dibujab una onr1 a, mo,trando do· hileras de ermo d ent• blanc05 a tra\é_ de un ·erdadero bosque

de ptlo. . -f esto P• para -ue·tro hermano, de parte de u DO·

driza . nna.-. olía d~'cir otro del grupo, dándome otro en­voltor o PIDCJanle.-Eila dice-agre"aba :-nunca tendrá bas­tan! en la cuela.

ro, a\· rgoma~o, : _no. ~abiendo qué decir, acababa por murmurar: ufJPCI!i a '\ as1lina que le envfo un beso, y a

nna otro por m1 hermanon, lo que todos e<:cuchaban con alegria.

-Lo haré a•f, perded cuidado. Entone,. Hirila, que ~abia e __ tado al ~cerho ·igilando la

puPrta dPJ de pacho, ven1a a dec1r a media voz: -.[archa o.- corriendo a.rriba ;_ v1:1estro padre puede venir

de un momento a otro .• o olvidéis los pañuelo·: quieren lle"arl · de vuelta.

• lientra que lo doblaba con cuidado, pensaba en man· ~arle a!¡runa; coc;a; pero no tenia nada, ni aun juguetes y Jamá• di pomamo' de dinero de ninguna clase.

• • *

Donde mejor nos encontrábamos, como es de suponer, era ~o ~1 campo. Desde el momento que pasaban la Pascua d~ avtdad .. Y la de Pent~cooté , nnestro pensamiento se fijaba en • 1kol. koye. El t1e~po tran curría, ·in embargo; la ~poca de las flore se ext10guía , y una multitud de ne­goci?S retenían aún en la población a mi padre. Al fin, cinco o se1;; carros de labranza entraban por la puerta del patio: vPnfan a recoger todo lo que era necesario mandar a la casa de campo

El antiguo roche grande ' los otros carruaje· en que ~abíam?s de hacer el vlaje, se acaban de la cocheras y se In«p.eccionaban una vez má. : luego e empezaba a hacer el equtpaje,, Y nue·!ra~ leccwnes progre~aban poco, porque a. cada JO !ante mterrumpíamos al maes tro, preguntando

1 habríamos de llevar. tal cual libro, y mucho antes que los demás, 9.ábamos com1enzo a empaquetar nuestros libros,

MEMORIA DE UN ll~OLUCIO ARIO 47

nuestras pizarras y los juguet.es que nosotros mismo! nos habíamos hecho.

Todo estaba dispuesto: los carro e encontraban bien cargados de mueble , cajas con lo uten ilios de cocina e innumerable botes de cri tal vacíos, <¡ne debían volver en el otoño cargado de toda clage de con"ervas. La gente Biguar­daba inútilmente todas las mañanas la hora de partir; pero ésta no llegaba. fi padre seguí escribiendo todo el día en su degpacbo, y de noche desaparecía, hasta que, al fin, ha· biéndose aventurado una doncella de mi madra~ tra a decir que la gente estaba deseosa de volver, porque ~e acercaba la época de e~ar el heno, aquélla intervenía.

Al dfa iguiente, Frol, el mayordomo, y l\likhael Aleeff, el primer violín, eran llamados al gabinete de mi padre. Se le entregaba al primero un saco con el «dinero del ca­mino>>, ~to es, algunas monedas de cob~e diaria por ca­beza para cada una de las cuarenta o cmcuenta personas que formaban la expedición ; y ademá . una li ta en 1~ que figuraban todo : la banda completa, de pués los coc10eros y sus ayudantes, la lavanderas y la mujer que l~s ayudaba, que se vela con ei hijos pequeños : Polka la Btzca, Domna la Grande, Domna la Chica y lo restantes.

El primer violín recibía la <<Orden de marchan. Yo estaba bien enterado porque viendo mi padre que no concluía nun· ca, me había' mandado que la pasase al libro donde guar· daba copia de todo lo que mandaba fuera : .

<cAl m•iente de mi casa, Mik.hael Aleeff, del princ1pe Alexei Petrovich Krapotkin coronel y comendador.

nTe ordeno marches, hecho cargo de la expedición el 29 de mayo, a las seis de la mañana, partiendo. de ~a cin· dad de Mo cou en di-rección a ml Estado, cuya Situación es el gobierno de Kaluga, distrito de Me.I'Chousk, sobre el. río Sirena, representando una distancia de ciento sesenta m1llas de esta casa, cuidando del buen proceder de los homb~es encomendados a tu dirección · y i alguno de ellos cometle· ra alguna falta, observando 'mala conducta, embriagándose o incurriendo en insubordinación, lo pre entarás al coman­dante del destacamento que, perteneciente a la: . guarnicio· nes del interior halles más inmediato, con la adJunta carta circular , pidiPndo que lo azeten (el primer violín sabía lo que e to ignificaba), como ejemplo par!l los demá . .

»Se te ordena también mirar espectalmente por la m· t.e~ridad de los Réneros ~ncemen.dado~ a. tu custo?ia Y ca­minar con arreglo a la. mstrucc1ón stgwente: Primer día, parada en el pueblo (tal) o (cual), para que descanse el ga­nado ; segundo dia, pasar la noche en el pueblo de Rodolsk»,

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J\:ROPOTXUf

fuera la coc:o, mayores eran sus energía<::, no descansando ha la obtener el fa\or que solicitaba para su protegido, a quien en mucho · caso;; no había yh;to jamág.

A mi padre le gllblaba tener siempre convidados en casa· la l10ra de comer era Jas cuatro, y a las siet<! se reunía J~ familia en torno del samovar (telera) para tomar el te. A e a hora acostumbraban a venir mu chos amigos, y desde que nuestra hermana Elena YQlvió a ca a, nunca faltaban >isitanles, ~óvcnes y \icjos, que apro,echaron la ocasión. Cuando las ventana:; que daban a la calle aparecían profu­samenU> iluminadas, era bastante para dar a conocer a las gentes que [a familia estaba en casa y 1que •los amigos se­rían con gu · to recibidos.

Ca~i toda las noches teníamos visitas: las mesas de juego se abrían en el salón para los aficionados a la carlas en tanto que _la señoras y los jóvenes permanecían en la s~la de re­cepcló~ o en lo~no del pi~no de Elena. Después que se iban las seuoras conltnuab~ el Juego, algunas veces has ta las pri­meras hor~s de la ~anan~, atravesándose entre los jugadores sumas de 1mport~nc1a; m1 padre invariablemente perdía; pero el ve~dadero pehgro para él no estaba en casa, sino en el club mglés, dond_e las postura eran mucho más altas que en las ca~as parL1cular~. y, sobre todo, cuando lo inducfan a cQncurnr a una part1da formada de caballeros «muy dig­nos)), en una de las casas más respetables del barrio en la que duraba el juego toda la noche. En tales casos '10 que perdía era seguramente de oonsideración. '

Las . r euniones de. confianza en que se bailaba no eran raras, sm hacer menCión de un par de bailes de etiqueta que forz~samente. habían de darse todos los inviernos. En ' esas r~umones, m1 padre procuraba que todo se lUciera en grande !)JD reparar los gasros. Pero al mismo tiempo eran tan exa: g~radas las econ?mías que se hacfan diariamente en cao;a, que s~ fuera a re!er1rl~~ se las calificaría de ponderación. Se ha rucho de una fam1lla de pretendientes al trono de Francia renombrada por su ~ partidas de caza, verdaderamente r egias' que e~ la. vt_da íntima hasta las velas de sebo se con taba~ con ~muc•o~1dad. Igual cla~e de miseria económica se usaba ;n. m1 casa para todo; de tal suerte, que cuando nosotros uunos may~res, detestábamos todo lo que fuera economizar

Y c~nlar. Sm. embargo, en el barrio nuestro e'le ~istema d~ v:da sólo s1rvió ~ara cleYar el concepto en que ·se llallaba ~· padre en la pública estimación. «El ,·iejo príncipe-se de-

le a-parece que es en oasa algo tacaño; pero sabe vivir como o que es.>>

de ~fdan~~~r:~r=~~~Pas t )b limupias calles, esa era ~a clase e a a. no de nue.,tros veCJnos, el

Nl!!MORtAS t>E UN 1\l!!VOLtJCtONAJ\tO

eneral D .. . , tenía su casa montada muy en grande, y, sin ~argo todas las mañanas ocurrían escenas ext_remada­mente cÓmicas entre él y su cocinero. Una :vez teriDJnado el almuerzo, el viejo general, fumando su p1pa , ordenaba la comida. . 1 · se

-Vamos a ver , ·hombre-solía dec1r a coctnero, que presentaba vestido de blanco ;-hoy no seremos muchos; sólo hay dos convidados Nos harás una sopa con lo que nos ofre­ce la primavera : guisantes, habichuelas fra?cesas y otras oosas ¡por el estilo. Aun no nQs has dado nmguna, Y a la señora, como sabes, le gusta una buena sopa a la francesa.

-<Bien, señor. -Después, lo que gustes, de entrada. -Bien, señor. 1 t ·6 -LQs espárragos, por supuesto, no son de a es. aCl n ;

pero ayer vi unos manojos J?-UY ~ermosos en las t•cndas. -A diez pesetas el manOJO, senor. -'i Eso es 1 Además, estamos cansados de t~s pollos y pavos

asados ; tienes que buscar otra cosa en cambio. -é Venado, señor~ . -Sí sí · cualquier cosa para ca~b1ar. . y cu'and~ se habían decidido los se1s platos de la com1da,

preguntaba el general: -é Cuánt.o he de darte para el gasto del día? Supongo

que bastará con ocho pesetas. -Veinticinco, seiior. -¡nombre, qué ~isparate 1 Aquí tienes ocho pesetas; to

aseguro que es sufictente. . -Diez de espárragos y se1s de verduras y legumbl'es. -Vamos, hombre, es preciso que te pong~s en razón;

me correré hasta diez; tienes que ser eco?óm1co. y así continuaba el regateo durante med1a hora, _hasta ~e

los dos convenían en diez y ocho Pe!?et~s Y media, con a condición de que la comida del día s1gu1enle no habría de coo;tar más de cuatro pesetas. Después de lo cual, el gene­ral, muv satisfecho por haber efectuado tan. buen trato, do­maba un trineo, daba una vuelta por las _tiendas de mo a, y volvía muy contento, trayéndole a su muJer una ootella ~e un perfume exquisito, por el que había pa_gado un e: pre~~o disparatado en una tienda francesa, y anunc1ando a u ~;{a única que un nuevo abrigo de terciopelo, ((una cosa senct a y ele¡!ant.e» (y bien cara), le traerían para que se lo probara aquella tarde. t

Todos nuestros parientec:, que eran numerosos P?r par e de padre, vivían exactamente del mis~ o. m?do; Y s1 algu~a vez se rec:entaba un nuevo rasgo ~¡st!nti':ot este tom_a a por lo g~neral la forma de alguna pastón rehgtosa, ocurr1en-

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ltROPOTilft

do asf, que un príncipe Gayarin entrase en los je~uítas , es· canda.lizando a ~<t.odo Moscou)), y otro joven prfnctpe ingre· sase en un monasterio; en tanto que muchas señoras de edad eran presa de un atroz fanatismo.

Sólo había una excepción. Uno de nuestros parientes más cercanos, el príncipe (permitidme que le llame 1\firs­ki), había pasado su juventud en San Petersburgo como oficial de la guardia. No se ocupaba en tener sus sastres y ebanista"- propios, porque su casa estaba lujosamente amue­blada a la moderna, y todo en ella procedía de las mejores tiendas de San Petersburgo.

No tenía propensión al juego; sólo tomaba parte en él cuando lo hacían las set1oras; pero su flaco era la mesa, en la que gastaba sumas enormes.

La Cuaresma y la Pascua eran las épocas en que más visibl~mente se manife~taban sus rarezas ; cuando llegaba la primera, que no hubtcra sido propio comer carne, crema o IIUlnteca, aprovechaba la oportunidad para inventar toda ~la.-e ~e platos exquisitos compuestos de pescado. Las me­J~res hendas de las. dos capitales eran pue'>las a contribu­Ción ~on tal propóstto; se mandaban emisarios desde sus posc~10nes a la desembocadura del Volga para traer de allf en. caballos de postas (en aquella época no había fe­rrocarril) los. pec~. más ricos y más raros. Y al venir la segunda, su mventtva no reconocía Umites.

Ul Pascua es en Rusia la fiesta más venerada y más ale­gre_ del año.; es la de la primavera; los inmensos promon­torios de meve que. durante el invierno han tenido invadi­d_as las calles, ráptdamente se liquidan , y arroyos bulli­ciosos las recor~en, entrando la estación de las Oores, no de modo en~ubterto y solapado como los ladrones, sino franca Y abtertamente; todos los dias se notan cambios e_n el estado de la nieve y en el aspecto de las calles. La úl­tuna semana . d~ Cuaresma, la de Pa~ión, era guardada en ~foscou en m1 JUventud con extremada c;olemnidad · era una poc·! d~ luto ~eneral, y una multitud de person~s iban a

1~~ 1ele~Ias a otr leer los pasajes mác; conmovedores de los E\angeltos, referentes a los padecimientos de Crist ,

~~~~~~~b~~ e~~;~ C:fn;~s~:de;osy y a~~scadesi~os q~~s m~~l;~; derntdos no tomaban nmgún alimento el Viernes San~o lo ~{ ~:~í~ fuera ma~·or aún el contraste al llegar la Pascua: que se~ ce~e~r;~~~s l~an l_or la noche, a la iglesia, en la gubre; pero al sonar 1~ ~~~i que teman un carácter. lú­por completo · todas 1 . 1 . a noc~c 1~ escena cambtaha y alegres .' as Ig estas se Iluminaban en el acto

replques resonaban en centenares de campanarios:

HE~OR1AS oe U~ J\E\'OLtJCfONARlO

Entonces empezaba el regocijo general; las gentes se be­saban tres veoes unas a otras, en la mejilla, repitiendo las p81labras de la Resurrección; y las iglesias, ya inundadas de luz, resplandecian con las vistosas toilettes de las seño­ras. Aun la mujer más pobre, como pudiera estrenar un traje al año, es seguro que procurarla hacerlo aquella noche.

Al mi-mo tiempo, la Pascua era y es todavía la señal para comer sin freno, preparándose quesos especiales de crema (paslíha) y panes, hechos igualmente para tal oca­sión (koolich); no habiendo persona, por pobre que fuera, que no tuviera, por lo menos, una pequeña paskha y un pequeño koolich con un huevo, cuando no podía más, pin­tado de rojo, .para que lo consagraran en la iglesia, y rom­per con ello el ayuno. Para la mayoría de la gente antigua, se empieza a comer por la noche, inmediatmente de pués de haber oído una misa re1ada de Pascua y llevado a casa el alimento consagrado; pero entre la nobleza la ceremonia se posponía hasta el domingo por la mañana, en que se ponía una mesa cubierta de toda clase de viandas, que os y pastas, y todos los criados venfan a cambiar con los amos tres besos y un huevo pintado. Durante la semana de Pas­cua había siempre una mesa puesta en el gran salón, con los manjares referidos, invitándose a todas las visitas a que tomaran algo.

En esta ocasión, el príncipe l\firski se excedia a sí mismo; ya esLuviera en San Pctersburgo o en Moscou; hablan de traerle de sus posesiones un queso de crema preparado es­pecialmente para la paskha, del que su repostero sacaba gran partido. Otros mensajeros se despachaban a la pro­'incia de Mongarod, en busca de un jamón de oso que se preparaba para la mesa de Pascua del principe. Y mientras la princesa con slli! dos hijac; visitaba los más austeros mo­nasterios, en los que los oficios nocturnos duraban tres y cuatro horas seguidas, pa.-ando toda la Semana Santa en un e·tado de ánimo abatido, no comiendo más que un pedazo de pan duro, alternándolo con los sermones que ofa a los predicadores rusos, católicos y protes tantes, su marido daba todas las mañanas una vuelta por las conoc1das tiendas de Milutin, en San Pclerc;burgo, donde se hallaba de todo lo más selecto y delicado aue se pudiera imaginar, traido de los confines del mundo, Y alH escogia las co'-as más no­tables y raras para la mesa ·de Pac:cua. Los que le visitaban en esos días se contaban por centenares, y a todos se les invitaba a ~<probar)) de este o de aquel plato raro.

Esto concluyó en que el prfncipe se dió tales trazas, que se comió literalmente una gran fortuna; su casa, luj osa­mente montada, y sus Estados, se vendieron, y cuando él

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y su mujer ll~garon a la vejez, nada les quedaba, ni un hogar siqwera, viéndose obligados a vivir con sus hijos.

~o es, pues, mara,·illa que a l venir la emancipación de los siervos, ca'li todas estas familias del barr1o de los Viejos Caballerizoo; , e tuvieran arruinadas. Pero no debo anlicipar los acontecimientos.

vn

El mantener tan numerosa servidumbre como la que ha­bla en nuestra casa, hubiera sido verdaderamente ruinoso, de haber tenido necesidad de comprar todas las provisiones e? Moscou ; pero en aquellos tiempos en que cxi Uan los sie~vo~. el pro~Iema se r esoivfa con gran facil idad. Al llegar el mvierno, IDJ padre se sentaba a la mesa de su despacho y escribfa lo siguiente. '

«Al adminis trador de mi Es tado, Nikolskove situado en el. gobierno de K~lúga, distrito de l\fer chousk' sob:te el rfo Sll'ena, del prfnc1pe Alexei Petrovich Kropotkin coro-nel, y comendador de varias órdenes : '

nAl. re~ibo. de ésta, y tan pronto como se establezca la comumcac1~n mvernal, te ordeno mandes a mi ca"n situa­da en la Ciudad de Moseou, ve!nlic;nco trineos rurales t i­rados P.or dos caballos cada uno, un caballo por cada casa Y un trmeo Y un hombre por cada dos casas, y cárgalos con (tantas) fan ega:. de a Yen a , (tantas) de trigo y (tán las) de centeno, as[ como con todas las aves de corral l!"anso« y patos, bien _helados, que han de matarse en est~ invier""no todo convement_emente embalado y acompal1ado de una Iist~ cm;npleta al cuidado de un hombre elegido al efeclon · "i­guiendo a este tenor hasta llenar un par de página" ad~nde se ~acfa punto fi'!'al. Después segufa la enumeraciÓ;1 de los c~stigos que SE' Impondr1an, _en el caso de que la c; ro\"i­swne$ no llegara~ a 1~ ca.;a ~Ituada en tal calle, núme~o tal o cual, o. c: u ?e~1do t1 empo y en buena.¡ condiciones

Antes de ~av1dad llegaban o. rasa lo<: ve!nticinco trineos rural:~; cubnen_do la "~"la ~uperficie del palio.

-¡ Frol !-pitaba mi pndre de,dc que 1 f ¡· . d tal aconl~rimJent<>-¡ Heryu.;hka 1 1 Yr~ark~ 1 e~ld~n~o ICJ~ú ; ¡Van a robarlo todo! ¡Frol ve a r ecib"r 1 c. P (>~ n . ve o. recibir las 8\'ec:f ¡ He~yushlca llama n a~enai_¡U1tana,

Toda la cac:a !:C ponfa • . a a prmcesa 1 dos atropelladame~te en to~n c~~moc:tón, corriendo loe: crin-

y del patio al salón ; pero ~~n I;;~r~~~~~ia d:l s;~~~r~;nie~t:~

MEMORIAS DE UN REVOLUCIONARIO 45

de las doncellas, para dar allf las noticias de Nik.olskoye : «Pastia se va a casar después de Navidad. Su tía. Anna. ha entregado ~u alma a Diosn, y otras por el estilo. También habían vemdo cartas, y nunca fallaba una cr iada r¡ue subie­ra a mi habitación.

-¿ Estáis solo~ ¿No está el maestro~ -No; está en la Universidad. -Bueno, pues entonces, tened la bondad de leerme esta

carta de mi madre. Y yo le leía la. carta candorosa, que empezaba siempre

con estas palabras: «Padre y madre os mandan su bendi­ción por todos los siglos de los siglos.>> Deo:;pués de lo cual se.gufan las noticias : ccTfa Eupraxie está enferma le duelen 'lodos los huesos, y tu primo no se ha casado ' aün ; pero e"pera b~rerlo despué<: de Pascua ; y la vaca de tía Stepa­nida murió el día de Todos los Santo~.» A continuación ve­oran las m emorias que llenaban dos pá~inas : ccHermano Pau'> te manda memorias, tus hermanos Mar v v Darea te mandan memoriac:, y después tfa Dmitri Le m"anda también muchas m cmoriao:;», y así ucesivamente. Sin embargo, y a pesar de la monotonía de la enumeración, cada nombre daba lugar a una obsenación : ccLuego vive aún, pobre cria­tura, cuando manda memorias; hace nueve años que está baldada. » O esta otra: <q Ah 1 no me ha olvidado; entonces 'olverá por Navidad ; e.; guapo muchacho. ( l\Ie ec;cribiréis una carta, no es verdad? pues no debo olvidarlo.» Yo, como es natural, lo prometía, y a su tiempo le e~cribía en el mis­mo estilo .

Después de haberse de<:cargado los trineos, se llenaba el i;alón de campesinos, que se habían puesto las mejores ropas sobre sus zamarras, y aguardaban hasta que mi padre los llamase a ~u despacho, a echar un párrafo sobre la nieve y el aspecto de las próximas coserbas. ApPnas se atrevían a andar con sus pe~adas botas sobre el uelo encerado ; los menos se aventuraban a sentarse al borde de un banco de madera ; pero ninguno osaba hacerlo en silla. Así aguar­dahan horas enteras, mirando con recelo a todo el que en­traba o salfa en el gabinete de mi padre.

Más tarde, por lo general a la mañana · iguiente, uno de lo" criados había de subir con cautela a la habitación que servía de clase.

--,!Estáis solo~ -S f. -Entoncec: venid pronto al salón . Los campesinos quie-

r en \'eros; t r aen al¡zuna razón de vuestra nodriza. Cuando bajaba allf, uno de ellos me h&bfa de dar un

bultito, conteniendo comúnmente algunas tortas de oenteno,

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DOPOTKm

media docena de huevos duros y algunas manzanas, envuel­to todo en un pañuelo de algodón de vivos colores. <<Tomad eso; vuestra nodriza Vasilina es quien os Jo manda. Mirad si se han helado las manzanas ; espero que no ; las h e traído todo el cammo en el pecho. Hemos tenido e-.pantoEas he­ladas » Y en el ancho y fresco r ostro, rodeado de una barba espesa, se dibujaba uña sonrisa, moc:traudo dos hileras de hermosOti dientes blancos a tra,·és de un verdadero bosque de pelo.

-Y esto es para vuestro hermano, de parte de su no­driza Unna-solía decir otro del grupo, dándome otro en­voltorio semejante.-Ella dice-agregaba :-nunca tendrá bas­tante en la escuela.

Yo, avergonzado, y no sabiendo qué decir, acababa por murmurar : «Decid a Vasilina que le erlYío un beso, y a Unna otro por mi hermano», lo que todos e"'cuchaban con alegría.

-Lo haré a~í, perded cuidado. Enlonce~ Hirila, que había estado al acecho vigilando la

puerta del despacho, veufa a decir a media voz: -~larc.haos corriendo arriba; vuestro padre puede venir

de un momento a otro. No olvidéis los pañ uelos: quiet·en llevarlos de vuelta.

l\lien tra~ que los doblaba con cuidado, pem:aba en man­~arles a_Jgun~ cosa; pero no tenía nada, ni aun jug uetes y Jamás dispoDiamos de dinero de ninguna clase.

• * *

Donde mejor nos encontrábamos, como es de suponer, era en ~l campo. Desde el momento que pasaban la Pascua d~ NaVldad,. y la de Pent~costés, nuestro pensamiento se fiJaba en NJkolskoye. El t1~po transcurría, sin embargo; la ~poca de las flores se ex:tmguía, y una multitud de ne­goct?s retenían aún en la población a mi padre. Al fin, cinco o se1s carros de labranza entraban por la puerta del patio : venían a r ecoger todo lo que era necesario mandar a la casa de campo.

El antiguo coche g~a!lde y l~ otros carruaje· en que ~abíam?s de hacer el vlaJe, se sacaban de las cocheras y se ms~ec<:Ionaban una vez más : luego se empezaba a hacer el eqUipaJe,, Y nuestras lecciones progre~aban poco porque a. b~af Instante interrumpíamos al maestro preguntando ~~/~~e llevar. tal cual libro, y mucho' antes que los

, )'~ os comwnzo a empaquetar nuestros libros,

MEMORIAS DE UN RnOLUCIONARIO 41

nuestra! pizarras y los juguetes que nosotros mismos nos habíamos h echo.

Todo estaba dispuesto: los carros se encontraban bien cargados de mueble~:~, cajas con los utensilios de cocina e innumerables boteos de cric;tal vados, que debían volver en el otoño cargado de toda clase de conser vas. La gent e aguar­daba inútilmente todas las mañanas la hora de partir; pero ésta no llegaba. l\fi padre seguía escribiendo todo el día en su despacho, y de noche desapar ecía, hac;ta que, al fin, h3· biéndose aventurado una doncella de mi madras tra a decir que la gen te e~toba deseosa de volver, porque se acercaba la época de se~ar el heno, aquélla intervenía.

Al dfa siguien te, Frol, el mayordomo , y Mikhael Aleeff, el primer violfn, eran llamados al gabinete de mi padre. S~ le entregaba al primero un saco con el «diner o del ca­mino», ~to es, algunas monedas de cobre diarias por ca­beza para cada una de las cuarenta o cincuenta personas que formaban la expedición ; y ademá'. una lista en la que figuraban todos : lo. banda completa, después los cocineros y sus ayudonfec;, las lavanderas y la mujer que las ayudaba, que se veía con $ei hijos pequeños : Polka la Bizca, Domna la Grande, Domna la Chica y los restantes.

El primer violín recibía la «or den de marcha». Yo estaba bien enterado, porque viendo mi padre que no concluía nun­ca, me había mandado que la pasase al libro donde guar­daba copia de todo lo que mandaba fuera :

«Al sirviente de mi ca~a. Mikhael Aleeff, del príncipe Alexei P etrovich Kr<YpOtkin, coronel y comendador ...

»Te ordeno marches, becllo cargo de la expediCIÓn el 29 de mayo, a las seis de la mañana, partiendo de la ciu­dad de Moscou en dirección a mi Estado, cuya s ituación es el gobierno de Kaluga, distrito de Me.r<:housk, sobre el río Sirena, r epresentando una distancia de ciento sesenta millM de esta cac:a, cuidando del buen proceder de los hombres encomendados a tu dirección ; y si alguno de ellos cometie­ra alguna falta, observando mala conducta . embriagándose o incurriendo en insubordinación, lo presentarás al coman­dante del destacamento que, perteneciente a las guarnicio­nes del interior, halles más inmediato, con la adjunta carta circular, pidiendo que lo azoten (el pr imer violín sabía lo que esto ignificaba), como ejemplo para los demás.

»Se te ordena también mirar ~pecialmente por la in­tegridad de los ~éneros encomendados a tu custodia y ca­minar con arreglo a la instrucción siguiente: Primer día, parada en el pueblo (tal) o (cual), para que descanse el ga­nado; segundo día, pasar la noche en el pueblo de Rodolsb,

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KROPOT!lN

Y ao:f suet>sivamente para los siet~ u ocho días que había de durar el viaje. . .

El día :;iguien te, ~ las d1ez, en vez. de las. ~e1~la pun· tualidad no es una v1rtud rusa (ccGrac1as a D1os, no somog alemanes)) acostumbraban a decir los verdaderos rusos),­Jog carrw' se ponían en movimiento. La servidumbre tenía que hac-er el viaje a pie ; sólo los niños se acomodaban en una bai1adera o una banasta en lo alto de los carros, y al· guna' de las mujeres encontraban un descanso temporal en su~ bordes ; los demás tenían que andar todos los 565 ki· lómetro". Mientras que se atravesaba Moc:rou se mantenía la disciplina; estaba terminantemente prohibido el usar bo­tas altas o llevar fajas por encima del traje. Pero cuando se hallaban de camino, en el que los encontrábamos un par de dias más tarde, y sobre todo cuando sabían que mi padre permanecería algunos dfac:, más en Moscou, los hombres y las mujeres, vestidos de la manera más estrambótica, con pailuelos de algodón ceñidos a la cintura, tostados por el sol o empapados por la lluvia, y apoyándose en palos que habían cortado al paso, parecían indudablemente más bien una banda errante de gitanos, que la servidumbre de un opulento propietario. Iguales peregrinaciones se hacían de toda~ _la ~ casas en aquella época, y cuando veíamos una fila de cr1ado~ marc~ando a lo largo_ de _una calle. ya sabíamos que los Apukhtm o los Pryamshnikoffs se iban fuer&.

A pesar de haberse marchado los carros, la familia no se ~o vía : todos. e. tábam?s har!os de e·perar; pero mi padre c<_mtmuaba escribiendo mtel'IDmables órdenes a los admi­mc:;tradores d~ sus Est~dos, que yo, diligentemente, copiaba. il!n el gran hbro. destinado al efecto. Por último, se dió la ord.fn de partir: se nos lla!D.ó. abajo; mi padre leyó en a~ta voz la orden de l!larcha, d1r1g1da a ~<la princesa Kropot­km, esposa del prfnc1pe Ale~ei Petrovich Kropotkin coro­nel, Y comendador)), en la que se .e·pecificaban las paradas que se habfan de hacer durante los cmco días de viaje Verdad es que la o;deo se había redactado para el 30 de mayo y hora d~ s~lida las nue,·e de la mañana; y como estába~os Y~ en JUDlo, Y se había de partir por la tarde. todos los calculos quedaban nulos ; pero, como es costumbre en las órdene7 de marcha militares. este caso babfa sido previsto Y la d•ficult.ad re~<uelta en el párrafo siguiente: '

ccPero, s~ embargo, si, contrario a lo que es d~ espe­~ar·d!a partida de vuestra alteza no tiene lugar en el referi­; 18 '! hor~. s~ os encar~a procedáis oon arreglo a vues­

o. meJor c~t~r1o, con objeto de realizar el viaje en las mejores condiciones posibles.))

Entonces todos los presentes famili·. . . t • .. Y strVIen ee se sen·

MEMORIAS DE UN REVOLUCION \RJO 49

taban un momento, hadan In ~eiial de la cru z y ,e de,pc­dian de mi padre. cc:re suplico, .\1<!\:ei. que no ,.a~a' al club>>, le decía a mcd a VOl nur ... tra madra~ tra . El carruaje grande, tirado por runiJ·o rauall o~. con un po.,.li llún , '-'C hallnba a la pU PI' tn, con ' u per¡ueiia e.; cala de,doblacla, para facilitar la a'c'en·.dún, enconlt·ándo.;r tnmhién al11 lo'> c.J ¡•más coche.;;. A pe-.ar dP quP IIII P"lros <: ilios c .... tnha n enumr rado-; en la orden de marcha, ~ a nue, tra maclrn, li'U tenía qu e hacc:r 11"0 de ~u cc mejor !'rile1·io > aun en r- IP primr¡· periodo del ' iaje, y pnrt imo::; r0n ~ ran --ali , farcit'!n de todo.;; .

E' tP era una ru cnte inngo lahle rle placPr r-; pa t·u no.,.olros Joo;; JIÍiio;;. La .;: jornad a-; r rnn cor ta..; y par:íhnmu.; Llu.; \ Cce'l al día fllll'n ec·hnr un piPn:;o a Jo.; rahnllo-.:. Como In.; :;c1i ora:s se !'-entían mule"ta.; c·ncln. \ CZ que r l rlP,nivPl df'l tr l'l'l' llo era de alguna con, ich-rnci6n, ... r r' I"C\ Ó lo má.; c·on\"eniPnlc ali­gero!' los ra rrunjP", cuando h~ ll ín f]U e ,-uh¡r o IHl JiH' una cue, tn, Jo q ur• or'II''I'Ía C'Cl ll fl'l'r"IH·nrin, y llll"'U ll'O' 11 o.; apro­\l'l"hahnmo" de P• to para r l'IHII' una ojradn al llo,quP c¡uc horrl('nbn el camino o cor•¡•r ¡· n lo la J•go rl r> a i~IÍII l"l"i,talino arroYo. La rnr r·r tl'l'U tan hit>n cuidada de :\lo,cou a Yar·.;m in, que ·~l'!! u :mo' clu rnn lc nl.a:tín til•mpo, se hallahn cubierta de una mull il ucl dr ol rlo" int ('l"e,anl r:-:; fila.; di' c·tn'l'os l'nr­{!ado~. gruJHN cl r JH' l't ~r i n o.; y g-rnle de loúa da'~'· Ilo,; veces al rlín haríamos nll o r n pueblos ¡:.>rnnd P<: y nnimnclo•, y de,pués Jc tratar un buen rato sobre el p1·ed o riel hPno y l.\ aYC'Da, a .. ;¡ como I'L Lid .:arnoYnr, bnjúuamo· a la puerta de una po ... adn. 1\ndrci, el cocinero, compraba uu pollo y hacía la sopa; y mienlrn<:. tant o. no ... olro;; corríamo.: ni inmediato boc:: qu e, o nos enlrelrnfamos examinando el patio de ln ~ran posada.

En Malo~aroc:; Jan rtz , donclP c:;e dió una hala1la el tuio 12, cuando el ejército ru c::o int ent ó en vano delenr r a i\'apolró n en su retirada de l\[o•rou, oco~ lumbrábamos a pasat· la noche. M. Paulain . que había .; ido her ;rlo en la guerra ele E~pa ii n, sabía , o pretendía ,-aher, lodo lo rcfrrPnle a la hatalla de Maloyaroslanr lz ; llc\ ánrlonos nl rampo de la acción, y e\:­plirúndonos dr qu é modo intent aron los r u,os conl rarJ·e, lar el aYance de l\apolcón, y de qué manera el gran ej1~ rril o los derrotó , ahri~ndo-,e pn ... o a traYés de ln3 línea ' ru, a.: Lo bacía de tal modo, como si él m".;;mo hu biera lomado parle en la batalla. Aquí lo;; co<;aeo;:; intent aron 11n mOIII'l' lllen t

LO"Uinant, pero DaYoust , o al ~tío otro ,general, los rechazó, persiguiéndolos ba-- la mñs allá tic e"O' CPrros de la llerr­cha. Allá , el ala izquierda de ~apoleón, a la cahcza de In antigua guardin , cargó r l centro en Hulul'aff , cuhriénúo ... e él y los suyos de gloria imperec<!der~ . .

Más adelante, lomamos el anliguo cam1110 de Kaluga,

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50 JmOI'OTKIN

deteniéudono<> en Tat·útino; pero aquí Paulain no era tan elocuente; porque en dicho lugar fué ~n do?de Napoleón, que pensaba retirarse por el Sur, se vtó obhgado, después de un c:an!triento combate, a. abandon~r aquel plan, no te­niendo más remedio que c;egulr el cam·no de Smol~nsk, que "U ejército habfa dr<:baratado dur~nte su march.a so?re Mos­cou. Pt>ro a<>í y todo, c;egún mnmfestaba Paulam, s1 no hu­birra sido Napoleón engaña1l0 por suc: genrrales, se ha~r(a diri¡:!ido en linea recta sobre Kidf y Odessa, Y sus ágUJlas hubiesen flotarlo <>obre el mor Negro. .

Pa.-::a,ia Knluga, tenfamos que atrave"ar una extr~st6n de cinco millas, cubiertas de 1m hermoso ?o-;que d~ pmos, cuyo rcnterdo ha quedado impres~ en mt memorta como uno de loe: más gratos de mi infanc:a. El suelo era arenoc;o, como el de un desierto africano, y lodos nos velamos for-7.ados a recorrerlo a pie, mientras que los caballos, dete­niéndo ·e a cada momento, arrastraban peno.-::amcnle los ~o­ches por la arena. Cuando yo era mayor, gozaba. en de~ar la familia atrás y cruzarlo yo c:olo. Tnmenc:os pmos rOJOS dE' crntPnarE> dE' aüos se eleYaban por todas partes, no lJeaando a nue.,tro ofdo más rumor que el producido por t.a~ soberbios árboles. Al pie de un pequeüo barranco mur­muraba un manantial ele agua pura y cri;;talina, y un ca­minante habla dejado allf, para u o de los q11e vinieran d~s­pués un cubilete. hecho de cortE-za de abedul, con un palito clavado E>n él, como mango. Sin que se interrumpiera el general s!lenrio, "libia la ardilla al árbol, y la maleza se presentaba tan m:c;terio<>a como el alto ramaje. En aquel bosque nacieron mi primer amor a la naturaleza y mi pri­mera y confuc;a percepción de su interrsante exi<:tencia.

Una vez cruzado el bo.,que y pac;ada la barca q11e ser· vfa para atrnvc~ar el l"!mí, d<>jáhamos la carretera y en­trábamos por sendas rurales, donde verdes espigas de cá· ña.mo se incl;nahan hacia el coC'he, permitiendo a los caballos comer nko verde a ambos lados del camino, a medida que marchaban oprimiéndoc;r el nno contra el otro por vía tan estrecha y limitada. .\1 fin lle¡:mmos a ver los sauces que marcaban la proximidad de nul' tro pueblo, y de pronto <;e presentó ante noc:otros el elegante campanario amarillo de la igle ia de Nikol<:koye.

* • •

_Para la vicla tranquila d~ los grandf"S propietarioct terri· tortales de ac¡urlla épora, tkolc;koye era un lugar admira­ble : no se encontraba allí nada del lujo que se obserYa en

MEMORIAS DE UN REVOLUCJO:'iARIO 51

otros Estados más impo~tantes; pero un gu<>.to artfstico sP percibía. lo mismo en la construcción del edificio que en la disposición de los jardines y en el arreglo de todas la" cosas en general. Además de la casa principal, conslruídll recientemente, había en torno de un gran espacio, libre ~ cuidado con esmero, varias pequeña·, que, c:in embargo dr dar mayor grado de independencia a sus habitantes, no por eso destruían la" (n timas relaciones de la v_ida familiar La parte más elevada del terreno cc: taba dedtcada a una inmensa arboleda de frutales, a través de la cual se llr­gaba a la igle..-::ia; la vertiente Sur de aquél, que conducía al río. era toda un jardín. en el cual los cuadros de flore.: se vefan cruzados por calles de limoneros, t:tas y acaciac:. De,de el balcón del edificio ¡?rande se dic;frutaba de un her­moso paisaje formado por el río, las ruinas de una anti­gua fortaleza, en la que los rusos ofrecieJ'On una enérgic11 rf'c:i<:t-t>ncia durante la in vac:ión mogólica, y müs allá, una gran área de campos amarillos cubierto~ de cerealec;: limi­tada a lo lejos por bo-.qucs que se perdtan en rl hortzonte

En los primeros años de mi infancia ~cupábamos .con M. Paulain una de lnc; casas separadas, deslmada exclusiva­mente a nuestro servicio; y dec:de que <>u método de edu­cación se había suavizado por la interYención de nuestra hermana Elena, nos llevábamos muy bien con él. Mi padrl' se hallaba invariablemente ausente de ca"a en el verano. que pasaba entretenido en inspecciones militares, y . nuec: lrn madrastra no se ocupaba mucho de no!:'ol ros, espec_tal~entE' desde ('l nacimiento de ~ u hija Paulina. Por cons1gmente, siempre estábamoc; con ~1. Paulain, quien <:e hallaba muy contento en el campo y nos dejaba gozar de él. Los bosques, los paseo" a lo laq:~o del rfo, el trepar por los mon~es hast.a lle:?ar a la vieja fortnlrza, que la palabra· de Paulam reanl­maha, contándonos cómo la dt'fendieron loe: ru"os y cómCl se apoderaron dr ella loe; tiír tnro<:; In<: pPQtteiias a\ ent ura" en una de Jnc; cuales Paula;n fué nue..,lro héroe, salvando a All:'jandro de ahOJ!ar"e. y alguno que otro e~cucntro con lo­bos: torio, <'n c;uma. hacía que la.-:: impresiOnes uuevas Y agradablPS fueran infinitas. ..

AdPmác:. "e organi?aban ¡u·andec; Jtrac;, . en las que todo lo familia tomaba parle : unas Yecec: .. co1nendo setac; en el bosque, y dr.:pu~c: tomanrlo te E>n mPdt? de la floresta, don­de un anciano de c;<'n años de edarl nvía solo, con su pe­qul:'lio nietecito. cuidando de lnc: abeja"; otras, í~amos n uno de los pueblos de mi parlre, rn el cual se habta. hecho una gran pre.-::a. en que se cogían rloradas carpas a mtllares : 11na parte de ellas s.e mandaban al. amo. '! las r~stantes .st> distribuían entre todos loe: campesmos. ~[i anterwr nodrtza

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52 JrROPOTKIN

vivía en e~tc lu.!!ar: c:u fomilia era una de la~ máo; pobres; aparte de ~ u mnrido, no tl•tlia más que un nnio chtco que la a) udaru, y una rnuchur.ha, mi hermana dP leche, que má.;; tarde , ino a <:f'r pretliratlora y «\ ir!!rn,, rn la secta di:-irlentc a que Jll'l' tenPcían. Gronclc era <-u oiP?ría cuando yo iba a wrlu: crema hut'Yns mnnzana' y n11el era todo io que podía ofrcrrr; pero la manrra de harrrlo, en re lu­cientrs plato<: tlr m~Mm, rl~'' Pllt'5 ele haber rubiet·to la mr' n ron un h· ·rtno"o mantPl de hilo. hlanro como la nieYe, te­j;do por ella mi<:JIH\ (para Jo;;; n:sidenti'S ru;;;o;;;, la ab.;;oJuta limpieza e5 un precepto rdi,g:oso). y In;;; pa lahrn ,.; tirrnas r¡u e me dirigía. dr'.iaron unn imprrc:ión profunda r n mi cora­zun. ntro tanlo dcho dr•r' ir de la ;;; nodriza' de m i<; hermanos ma~orC's :'iiroln.:; y \lcjantlro, que pertrnerían a fami lias h:en acomorlatla;;; rle olr '"' rlos c:ecla~ dl~idrntr;;;, en :\ikol-­koyC'. Poco;;; ticnrn idea dPI te.:::oro de bondad que puedo CJICOT~trar,r rn el e~mzón del cnn.1pesino ru,o . . aun dc--p u~s de "¡?Jo.;;; dp la ma.;;; cruel oprc·<~ón, qnc hubterau podido muy h:en hnh•~ r·-..elo ~nclurrrido.

Cuando hnl'ia mal tiempo, )[. Pauln·n tcnín una abun­dancia de rucntoo:: que coutarno<:, 5ohre todo re,pecto a la campatia de In Prnin-..ula. lna y otra ypz le C'\ hurt :íhamos a quP nos rC'firiem clr rp11~ modo fué hC'rido fn una hatalla, y cada YC'Z que llr'gaha .:~1 pa,aje en que ~in 1 ió el calor de la -..nn!!r·' que enín r\rutro de la hotn, lo be ábamos con cn­tu~ia,mo y lo tt·at;íhamos cnriiio.:::nmen tc.

. :rollo parPrí'1. rl:'JIUC',Io a prepararno;;; para la carrera mt!Jta; :. In f~l'Pclrlrr·cit)n f(UP por ella srnlin nuc, tro padro (~os muros Jll!!llrlr•.::: qur rcrucrdo no" lrajp¡•a fueron un rtllo Y u.nn garita riP rPnlitwln), las nnrrnr.ronc;; oucrreras do Pauhm _Y. p~11: último, hn.;ta la biblintrrn que

0leníamos

a n.uC'slm rll" f10<:tr tr'lll. I· .. - ta, <¡ur h:tiJÍa en otro tiempo perle­n~r~clo ~1 grnen;l Hcp!ltn-1\y, ahuPIO rlc nnP' Ir·n mndrt', un mllrl~r Jlu ,_trntlo rl• 1 ".!!lo ,,·m, :::e componía cxr•luc:hamrnte de ltbros ~ohr·e cur-ttonC'-.. de guerra. adol'J1ados ron her­mo,o-s .!!rallado' y l~tj o~a mcn.te cncnarlernndo'. En ¡05 días dt> llu_' ta, Jllle"l rn ¡••·Jnelpal dncrsirín t'l'a mirar :;us lürninn~, en, In-.. que 'e _hnlluhan t·cprbcnlndas todas las arma.;; u--n­da., clc:ciP; ~·l l1:mpo ti•' lo; heLr ·o,- , y plano-; r.k toda' las ~~talla ~ lrlu 1\I~U :. .rlc,.de In l'~ot:a ú, .\1. jrl!ldro ¡Jp \Jar·edonin. • toe; ~~ande=> llt ro: oft·cc1an un mal •¡·ial e\.cclt•lflr' pOI'!\ cf~:tru .1 ron ello fu••rte,; ra,tillo,;, caJ'ac¡·~ dt' r• ·,i~ l ir por a -.un t.rn~p.o l.o'> E::?lprs de ariete", y J¡,.. lll'O)ecliles de una caf,t¡~U]Ia ¡¡¡ IJlllllll.!t,llalla (!J~IC JlO.r per-..i~(j ¡ • Cll r.;I\\'iOI' piedt'I\S All~s ~t'n lan.a,; fu. prohtllltJa bien ~r.on to . ~in ernhnrgo, ni

eJan ro lll ~o lk¿;amos ¡¡. ser mJ lttarc~ . Las lectw·as eJe

MEMORf\S nE tJN REtOttJClON\RIO 53

los diez ~ :::eL aiios hotTa1·on lo que apre)l(limo" rn la in-fancia. •

Las opiniont>~ de )f. Paulain ~obre las re' nlnciones eran la" mic:mas dr la ll/11slmtion Ftnllraisc, puhliu1ciún oJ·Ira­ni.;;la, dr la r¡ne rerihín números atrn"ado" , cU\ as lúmi­n?" c·onoría.m~s perfrctnment.r Durante ln1g¡, 'tirm¡;o uo po­dw YO concrbtr una rr,oluc·ún de otro modo que r!'pre~en­tando a In :'lfurrl e montada a cnb~llo, con la bandera roja en una mano y la ~undaita en la otra, derrilmndo n loe; hom­hrl''l a dC'recha e i7quierda : así la piulaba la 11/Hstrn tiOII · pero ahora pien:-o que lo r¡ne a Paulain le di""ll"laLa er~ únicamente el leYan lnmien lo del 48, porque u11o" dP su" r e­lato" re,perto a la HeYoluc'ón de 1789 me causó una im­prl·"ión profunda.

El titulo de prfncipe se uc:aha en nue,lra cac:a con moli­\'O o sin él, lo que debió chocar algo a Paulain, dando lugar a que nos contara lo que nhía de la gran Rr,·olución. No puedo r ecordar ahora lo .-¡ue deria; pero uno co«n tengo pres~nte, y es que el conde ~lirabeau y otro,; nobles re­nunciaron en un día dado a .-u-; título.:::. ~· que tl primero, para mostrar el de"rreeio que le in"pirauan la<: prctcmio­ne.::: nri~locrútina~. ahrió unn tienda, adornada con una mues­tra, en la que .:e lela: «\lirnucnu. ;:a-.. tren. (Cuento la cosa tal como c:e la oí a Pauhin 1 Durante mucho ti•_•mpo d••.:::put".;; yo me deYnnal.a lo-; ~C'--ns pen :-ando qu·~ oficio adoptaría para poc!er annnc;annr u I\ropol k in, arl\·.;ano ele tal o rual co~a.» 1\Iú« aclrlnnle. mi mnl'~ tro ruso, :\ikolui PauJoyich Smirnoff. ) C'l trlllo p-rm'rnlnll'ntr• r ·puLiit·ano dr In litera­tura ru"a, influ) ernn c·n mí de i.!!unl modo; y cuantlo em­pecé a t"~crihir noYeJa.;;, r,lo f'', a }o<; dor·e aiio~. adopté la fiz·out P. 1\.ropotldn, que jarn<Í" lre nhanrlonado, a pc,ar de Ja, rc·prcnsiones de mi~ jefr•<: cuando estaba en el sen icio militar.

vm \

En d olotio drl 52 mi hC'rmano AI C'jan<lro fu é ell\ indo al cuerpo de cadetes, ) rle,de rn ton ce' ~ólo no.; 'cínmos en la" \acncionrs ~ al!!una \PZ que ott·a Jo, doming-o". El cuerpo de radctt'" e--taha a ('inco ru'llas de <"a"a. y aunque teníamo<: una docrna de cnh:•lln-:, s;empre ocurría que. cuan­do hacia falta qu e c:c mandara allí un lrin E'o no hahia ca­ballos libres de qué dbponE'r. \Ji hPrmano mayor, ~icolá,, venia a ca '-a raras \C'Cf.'S. r.a Ji!Jrrlad relatiYa r¡ue Alejandro encon tró en el colegio, y especialmente la inlluencia de dos

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ID'IOPOTKil'f

su<= roftsores de literatura, desarrollar~n rápidamente ~~ int~li~encia, y más adelante tendré ocas1~n ~obrada de hablar del benéfico influjo que a su vez él_ e3erc1ó sobre el d senvolvim!ento de la_ m{a. El ~aber temdo un hermano 11 avor inteligente y car1ñoso, ha s1do para mi una gran for-tuna. .

Yo, mientras tanto, permanecía en casa: tenia que aguar-d.1r a que me tocase el turno para entrar en el cuerpo de p!ljes, y eso no sucectió ~~sta que llegu~ a muy cerca de ]¡ s quince años. Se despldió a M. Paulam, y se tom~ en ~u lugar un tutor alemán: era uno de esos hombres ldea­i -tas que no es raro encontrar entre los alema_nes; pero ¡0 que principalmente recuerdo de él, es el entusiasmo con que reCitaba las poesías de Schiller,. acompañándolo con ~n a clonar tan ingenuo que me cautivaba. Sólo permaneció con noc:otros un invierno. . .

Al siguiente, me mandaron como rxterno a un gimnasw de ~[o<=cou, y, finalmente, vine a quedar ~n nuestro m~estro ruso, Smirnoff; pronto nos hicimos o.nugos, en particular 11•·-:de que.> nuestro padre nos llevó a los dos a su Estado de Hyazán. Durante el viaje nos entreg~amos a. tod~ clase di' entretenimientos, acostumbrando a mventar historias hu­n·orislicas a propó:;ito de los hombres y _de las cos~ que ,,,ramos; al mismo tiempo ~e la impres1ón produCida _en mi ánimo por el tt>rreno acCldenU\do que cruzábamos, vmo a aumentar, de un modo sensible y delicado, mi creciente amor a la Naturaleza. Bajo el impulc;o que me dió Smirno!f, empezaron a dc.<=arrollarse mis aficiones literarias, y dc<=de c•l 54 al 57 no me faltaron medios de desenvolverlas. Mi maestro, que para esa época había terminado sus estudios universitarios, obtuvo un cargo de poca importancia en una Audiencia, donde pa.::aba la mañana. De este modo, yo per­maneda solo hac;ta la hora de comer, y de,pués de estudiar mis lecciones y dar un paseo, me quedaba bastante tiempo pnra leer, y, sobre todo, para escribir. En el otoño, cuando mi maestro tenía que volver a de~empeñar su plaza en Mos· cuu, en tanto que nosotros SeQUfamos en el campo, me vol­' fa a quedar solo, y aunque stempre estaba en contacto con In familia y pasaba mucho tiempo jugando con mi hermanita Paulina, todavía me sobraba bastante espacio libre para dedicarme a leer y a escribir.

* * * La servidumbre se hallaba entonces en su último año

de existencia; es un acontecimiento reciente; parece cosa de ayer; y, stn embargo, aun en la misma Ru.sia hay pocos

MEMORIAS DE UN REVOLUCIONARIO 55

que tengan una idea de lo que ella era en realidad. Existe una noctón confusa respecto a lo perjudicial de las condi­ciones que creaba; pero la manera cómo éstas afectaban al ser humano, física y moralment-e, no es, por lo general, bien conocida. Sorprende, en verdad, con qué rapidez cae en el olvido una institución y sus consecuencias soO:al.es, desde el momento que deja de existir, y con cuánta ~le­ridad cambian los hombres y las cosas. Intentaré traer a la memoria las condiciones de la servidumbre, narrando, no lo .que of, sino lo que vi por mi mismo.

Ulio.na, el ama de llaves, se encuentra en el pasillo que conduce a la habitación de mi padre y se santigua, no atre­vúéndose a avanzar ni a relroceder. Al fin, después de ho.­bPJ' ¡·ezado uno. oración, se decide a entrar, y manifiesta en una voz casi imperceptible, que la existencia de te está casi agotada, . que no quedan más que veinte libras de azúcar y que las demás prov•isiones se concluirán también pronto.

-¡Ladrones, bandidos 1-gritabo. mi padre.-¡ Y tú, tú estás de acuerdo con ellos 1 La voz atronaba la ca~a. Nuestra madrastra dejaba a Uliana que arrostrase la tormenta; pero mi padre exclamaba : «¡ Frol, llama. a la princesa! e! Dónde e!'ltá?l> Y cuando ella entraba la rec1bla con los mtsmos re­proches.

«Estáis también en liga con e<=tos dcscendientPs de Caro; os ponéis de su parte)); siguiendo así, durante med!9. hoa, o tal vez más.

Después empezaba a examinar las cuenta~· al mismo tiempo pensaba en el heno; se . mandaba a Frol a que Jlf-~ara lo que quedaba de éste, y a IDl madrastra O. lflll' rrt>SenClara la operación, y en tanto, mi padre calculaba la cantidad que debía haber en el pajar. El r esultado era que faltaba del heno una parte de consideración, y que Uliana no podía dar cuenta de varias libras de tales o cuales artículos. La voz de mi padre se hacia por momentos más amenazadora; Uliana temblaba· mas en aquel momento aparece el cochero y en él descarg~ el amo su ira. Mi padre se lanza sobre él y le pega ; pero él sigue diciendo : «Su alteza se debe haber equivocado.>>

Mi padre repite el cálculo, y f'~ ta vez aparece _que hay más heno en el pajar del que debe haber. Los gr1tos con­tinúan · ahora le reprende al cochero por no haberle dado al gnn~do su ración por entero; pero é~te jura por ~odos los santos que le dió lo que le correspondía, y Frol mvoca a la Voi rgen en confirmación de lo mismo.

Pero no hay forma de calmar a mi padre. Llama a Makar, el afinador de pianos y camarero,_ recordándole todas las faltas que recientemente ha comet1do. Estuvo borracho 1§

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l\ROPOTKm

~rmann pn•ulla, y ha debido e~tarlo también ayer, porq~e rompió me!lin dorrna de plato'-. La Yerdad e« !JlH' cc;ta avena tu.~ la cau u fundamental de todo el ti·ac;torno: nur .. tra ma­cltn•tl'll Ir h 1hía ciado ruenta drl ht>cho o mi paui't' por la maf.ana. , e e fué ('! moti\'O de IJIIC !'P rPrih.<'1'8 a l11iana (011 m 1• ri!!or que de ro tuwl•re, por qué :-:e. comprobó la c.'xi-.tencin del lwno, ~· por qué mi padre rontumaba ewla­IIICllldo: uE-to.- clc,crudit ntP~ de Caru lllCl't'Cen todo.:; lo-; ma­"'1'1"' r,a-tiJ?O' del mundo.n · lle repcutt• ~oLrP\iene un momento rlr trt•!!no. l\li pnrlre lic :;icuta n :;u mc"a , v esrrihe lo <:.i~uil'ute: rcLIPYad a ).lakar I'OII p-.ta nota a In c,.;larión de policía, ) que le den cien azo­tes <·un la 'ara de abedul.,

Tei'I'OI' ~ "i l' ndo profundo rPinoha en toda la ro.::a: el l't•!oj uol1a la' C\lOtl'O y todo~ bajábamos a C'OIDC'l'; pero na­<J'c IPnia apetito, ) la "Opa permanecía intneta r n cada pinto. ~omo.:: diez a la mc-.a y Ira.:: cada uno de n0,otro.;; llay un mü-.iro ron un plato limpio en la mano iL:tjuienla; pero ~ra~ar 110 ~<' e"ruenlra entrt> ello<:.. '

-e Dónde c~lú Makar?-preguuta rllle-'lra mudraslra.­Llumadlo.

Pt>ro 110 se pre--enla, y la orden c::e repitP: al fin aparece, p;í lido, cou t>l ro-.tro de,compue<:lo, aYer<>onzndo y con la vi"ta haja ~li padi'" no le,·anta la su~·a del plato. ·mientras que nnP!<Ira marlrastrn, \iendo que nadie ha probado la ~opa, trata de animarnos, diciendo:

-¿No os parece, niños, que la sopa rst{i exqui.,ila ~ El llanto DJP nhoga, y apena<: terminada la comida corro

en bu,ea de ~[nkur, lo encuentro en un ob~curo pa,illo ) 1 rato de hPsarle la m·mo; pero ~1 la retira diciendo como rcprorh<'. o como interrogación : '

-.TleJadmc; rl acaso no seréis lo mesmo cuando seáis mayor3

·-¡ \"o; no lo seré jamác:: 1 . Y .~in <'mhargo, mi Jladre no era de lo· propietarios te­

rrii~I'JO}P" mfb m_aloo:; flOr el contmrio, lo · sirncntes y los ln·h·I'Il'/!O' lo con..;;lfJPraban romo uno de lo- mej01-cc;. LO que H J.tmo,.. en nue« t ra ca -a era lo 1J u e sucedia en todas parles, a menudo r•Jl mucha mayor ec::cala. El azotar los siervos era mm parte ele la" oLligaciones corrientes <le la policfa y de la hngada de l.Jomberoc:.

~óno deceo;;o ... grandes propietarios hizo a otro e::la obc;er· ~·arJ n: rr~ ómo ec; que el número de almas aumenta tan len-

dnm.cn te PH '.uest ro E:> lado P Probablemente os ocupáls poco e "U" ca~amlPTlloc::.ll

hiz:lfu~0". día« despu.~". el genPral 'ohió a .;;u c; Estados: e raJeran una li::.La de todos los habitantes del pue·

MEMORIAS t>E tJN t\EVOLtJCtONA.RtO 57

blo, y sacó de ella los nombres de los muchachos que ha­bían cumplido diez y ocho años y de las jóvenes que acaba­ban de pa--ar de los diez y ,cío; (esta es la edad legal para poderse ca-.ar en Ru::;ia), e«cribiendo dr•"pué:; : rrJuan <:e cac;ará con Ana . Pablo con Parashkan, y ac;í c;ucesivamente, ha-ota formar dnco pareja->. ceLas cinco hoda.-:n, agregó, rrde­berán cclebrar~e dentro de diez día.;;; esto es, el primer domingo de<:.pués del próximo.»

Un grilo general de dese-.peración se elevó en todo el pueblo: las mujeres, lo mi-.mo jóvenes que YiPja'l, lloraban en toda · las ca'-a"'. Una e~peraha casar;;e con Gregario; los padres de Pablo haibían ya hablado a lo Fe-tóloffs rec:pert o a su hi~a , que pronto tendría la edad. Además, era la época de la s1ega y no de los m a lrimonios; . CY qu~ _boda podr!a .prepararse en diez d!as P Los campesmos vnueron a 'er al amo por docPnas; su mujeres aguardaban en gru~os, con piezas de hilo fino, a la esposa de aquél, para conqut<:.lar u apoyo : todo en vano. El señor había dispuec:to que las bodas se celebraran en tal día, y asi tenia que ser.

En la época fl•jada, la procesión nupcial, qu e en este caso nada ten[& de alegre, iba a la iglesia. Las mujere'- lloraban y daban grandes lamentos, como acostumbran a hacerlo en los funerale·. Uno de los lacayos de la cac;a se habla mar­chado a la igle;:ia, para traer la noticia al nmo en cuanto terminaran la ceremonia; pero pronto tuvo que volver co­rriendo pálido y afligido, y decir, con ~orra en mano:

-P~ra~hka ha re.c:i,tido ; se niega a cac;aro:c con Pablo. El padre le preguntó si lo queria por esposo, y ella le respon­dió en alla voz que no.

El propietario se en fureció. . -Ve y dile a ese borracho melenudo (reflrtéudoc:e al

CUra· el clero l'U " O nsa el cabello largo), que, Si 110 casa a Para~hka al momento darr cuenta al arzobi;;po de que es un borracho. 1! Cómo ~e atreve ese e<:.panlajo. clerical a des­oberlecerme? nile que ~e le mandará a pudri rse en un mo· nac;terio, y a la familia de Parasbka la deportaré a las Es-tepac;. . .

El lacayo tranc:mHfa el mensa¡e: loq por1entes y el ~ura rodeaban a la muchacha; su madre llorando y d<' rodtlla le suplicaba que no arruinara a toda la familia. Ell~ scgula diciendo que no, pero cada vez en una voz más déb1l, ha<;ta que concluía por guardar 'ilen~io. Se le. po!lía en la cabeza la corona nupcial sin r esistencia, y el strvtente volvia a la carrera a anunciar que ~e hnbfan c:nsado. ,

Media hora después, las campan1llas de la ~roce::tón ~up­cia1 sonaban a la entrada de la morada del senor. Las cmco parejas sallaban de los corros, atravesaban el palio y en-

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~OPOT.It.m

traban en el salón. El dueño los recibía, ofreciéndoles copas de vino, en tanto que los padres, colocados detrás de sus llorosas hijas, les ordenaban se inclinaran hasta tocar el suelo en presencia de su señor.

Las órdenes de casamiento ePan tan corrientes que, en­tre nuestros criados, cada vez que una joven pareja temía que le ordenaran el hacerlo a pesar suyo, tomaban la pre­caución de servir de padrinos en un bautismo cualquiera, lo que hacía el matrimonio imposible, según la iglesia rusa. E:;ta estratagema, que, por lo general daba buen resultado terminó, sin embargo, una vez en' tragedia. Andrei, ei sastre, se enamoró de una muchacha que pertenecía a nno de nuestros vecinos : esperaba que mi padre lo dejaría mar· char en libertad, en calidad de sastre, en cambio d~l pago anual de una cantidad determinada, y que trabajando bas­tante en su oficio conseguirla economizar algún dinero y poder dar libertad a la novia; pues, de lo contrario al con­traer matrimonio. con uno de los. siervos de mi padre, ella se convertía en s1erva de él también. Y como Andrei y una de las doncellas de la casa temieran se les ordenara el des­posarse, se concertaron para ser los padrinos de una cria­tura. Lo que habían previsto ocurrió : un dia fueron llama­dos an.te el señor y la ?rden fatal fué pronunciada.

-Siempre estamos dispuestos a obedeceroS-replicaron · -pe~o hace . algunas semanas hemos sido padrinos en ~ baut.IZo, explicando con tal motivo Andrei s us de<:cos e in­tenCiones. El r~ultado fué que se le envió a la caja de re­clutas y se le h1zo soldado.

E~ tiempo de Nicolás I no existía el servicio militar obli­gatorio co?lo hoy sucede. Los nobles y los comerciantes se hallaban libres de é~; y .cuando. se ordenaba una nueva leva de reclutas, los prop1elar10s terntoriales t enían que presentar ~ número determinado de sierv.os. Por lo general los la­b!Iegos en sus agrupaciones comunales guardaban' un re­·~s!ro para . su uso particular; pero los dedicados al ser­VICI? doméstico se ~aliaban por completo a merced del señor, Y SI éste estaba ~1sgustado con alguno, no tenía más que mand~arlo a lfi caJa de reclutamiento y recoger el corres­pon tente reCibo, que tenía un valor de importancia ues polddia venderse a cualquiera que le tocara la suc~tf de so ado.

. El servicio militar en ~que~os. tiempos era terribl t•: se le ;:~gfa a un. hombre serv1r veinticinco afios bajo }a.- ba.nde­

t' Y la VIda d~l so~da~o era extremadamente peno ... a. El ;n r~r en el ejército sigmficaba el verae separado para . siem-~ d: ~d~ueblo na~al Y de la comarca, y hallarse a mer-

J como Timoféeff, de quien ya me he ocupado.

MEMORIA S DE UN REVOLUCIONARIO

Golpes de los oficiales, azotes con varas de abedul y palizas por la más leve falta, eran cosas normales. La crueldad de que se hacía gala se sobreponía a todo lo imaginable. Hasta en l~s cuerpo~. de cadetes, en los que sólo recibían ins­trucción los h iJOS de los nobles mil azotes con varas de abedul se admin~straban algunas ~·eces, en presencia de todo el cuerpo, por CUPStión de un cigarrillo, hallándose al lado del niño atormentado el médico, quien sólo ordenaba que se suspendiera el castigo cuando ob<:ervaba que el ¡miso se hallaba pr~ximo a dejar de latir . La víctima, cubierta de sangre y sm conocim1enlo, era llevada al hospital. El jefe de las escuelas militares, el gran duque Mikhael, separaría pronto al director de un cuerpo donde no hubiera habido uno o dos casos semejan les todos los años. «No hay dis­ciplina)), hubiese dicho.

Con los simples soldados la cosa era mucho peor. Cuando alguno de ellos aparecía ante un consejo de guerra la sen­tenc;a era que mil hombres se colocaran en dos fllas una enfrente de otra, estando cada soldado armado de un palo del grueso del dedo pequeño (el cual era conocido por su nombre alemán de Spitzruthen), y que el condenado pa~ara tres, cuatro; cinco o siete veces IJ)Or el C<'n tro, recibiendo un golpe de cada soldado, vigilando la operación los sar­gentos, a fin de que aquéllo· le dieran con fuerza. Después de haber recibido mil o dos mil golpes, la víctima, escu­piendo sangre, era conducida al hospital , donde se procu­raba curarla, con objeto de que se concluyera de aplicar el ca<:tigo tan pronto como se hallara m(!s o mt>nos repuesta del efecto de su primera parte: si moría en el tormento, la ejecución de la sen tencia se completaba en el cadáver. Ni­colás I y su hermano Mikhael eran implacable<:; no había jamás indulto posible. «Üs daré una carrera de baquetas que os hará sallar la pi¡;lll, eran amenazas que formaban parte del lenguaje corrien le.

Un terror sombrfo se extendía por toda la casa cuando se sabía que alguno de los criados iba a ser enviado a la caja de reclutas. Al infeliz se le ponfan grillos y se le vigi­laba de cerca, para evitar que se suicidara: se traía una carreta y lo sacaban entre dos guardianes, rodeándolo todos los sirvten les. El saludaba profundamente, pidiendo a todos que lo perdonaran si los había ofendido voluntaria o invo­luntariamente. Si sus padres vivfan en el pueblo, venfan a verlo partir; él hada una gran reverencia ante ellos, y su madre y las demá~ mujeres de la familia empezaban a can­tar en coro sus lamentaciones; era una especie de canto medio recitado : <<1! Por quién nos abandonas? ~Quién cui­dará de ti en tierra extraña? é Quién te protegerá contra 101

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GO KROt'OTI\IN

perver~o~?)) Exactamen te en el mi ,mo tono y en la misma letra con que cantan rn los entierro".

A·í, pue~. Andrci ten ía ahora qne sufrir durante veinli­cimo aJiO' In "Uerle dr :::oldndo: todos ' llS ~u eño'3 de feli­cidad ~e hahfnn de:,\anrcido bruscamen te.

* * *

Il dc..,lino ele una ue la' rlonrella~. Paulina, o Pah•a como aco~tuml ralmn a llnnHH'h, 1ué má~ trá gico toda,:ra: llaMa nprendido u 1 01·dar hien, y era una notabilidad en el ol1cio. En X'kol-.koYe tenía "11 hn" t idor en la habitación de mi he:mann Llena: y con frecurncia tomaba parte en la com er-.ac16n qu ,o,tenínn 6sta y la de mi madrastra, que e-.laba con ello. Por "ll p<>rle y modo de expre,ar'e Palya }'a recia má.: !ti( n 1ma •r1iorita que una criada. ' ·

t;na de•gracia le oeueció; advirtió fJUe pronto srrío ma­~re. Lo ~ontó todo a m~e.'tro marl~a~tra, quien la llenó de 1mpropcr10~: u¡ .:\o perm1t1r~ cyue ~tga en mi rasa una cria­tura a-f por mú<: tiempo l ¡.·o toleraré tal yergiienza en casa.! 1 E'to e~ una inderenc;a ln Y todo n .::te tenor. Las lógnmas de 1-.lena no con,·guieron ablandnl'la. A la pobre le cortnron <'1 rnhello ·y fué de ca,li!:!'o a 1'uiunr· riel ~a nado · mn roro~ tcnio entre mano- un tral1njo extraordinario, tm·~ q~re termmorlo en un local sucio y ron e- 1 a luz. De,pués ll'zo otros mucho~ horda do!' d •lirudos, 1 orlo con la l''Jl >ranza de obtener un perdón r¡ue no pudo nlrnli?.,.'IT'

El padre .de lo .crinlnrn, que era 1111 -in ienlr dr uno de nue-tro' YPCinO'. npplny.í Pl pern.i.:o l'arn f'a-ar"e ron ella ; pero como no tenm dutern qur ofr('rer·. !'::11 ucmanda fué de~echarla. I '~" rnanern .. dl'lknrJa.;; tic Pnha fueron run<:i· derndas romo ofrn-i."o", ~ In <:twrl,.. qnc ;P ¡1• r e<:t' l'\ ó fué de lo ~á.: dC""'r~rlada. lhbía mire la -.en iuumhrc uno que l~ac1a de ~¡o,-tillón a causa de !'U Laja r-tatura; !>r le fo~?cra p~r. ((F1lka el d~ las pala-, 1ucrta"n. l:n c;u jll\ cn tud

1w a. rectb1do ~na ternbl~ coz, y 110 llegó a crecer: ten ia as Pdicrna<: torcidas, los p1es 'nelto" hacia drutr·o l'l na!'iz

part1 a Y ladeada· .: ·t d • < . . . , ~ u ro~ ro era eforme; y con este mon"· truo se dec•dió ca~ar a la pobre muchacha, 'lo que se efectu-ó a pe-a~ U) o, manclándo-:e de'-pué3 el matrimonio como campe .. mos. al E;.;tado de mi padre en H.Yazu'n ,

o c:e recon l · · t . · . ~r a, nt nnn se sospechaba, que los sier\'OS L~i~~r!~ c:enlt~ren19_~ l~umano"; y cuando Turgueneff pu· d · pequena h1"1orra Mumu, :\ Grikorovich comenzó a a ar u! ~~~t~~~~ ~~~e la; sednt!men tale~. en las . q11e hacía llorar h re a e--ven turo de los 'teryoc; parn mu·

e as genleE aquello fué una inesperada r evelaciÓn. ccEs po·

MEMORI\S DE UN REVOLUCJON.\RIO 61

sible que amen ello<; como nosotros», exclamaban la- damas sensible", que no podían lerr una no' e la fran cp-.a sin de­rramar lágrima<; por los trabajos que pasaban los héroes y las heroínas nobles.

* * * La erlncarión que los cluetíos dobon nl,2unoc:. vecrs a los

<:ieno' no rra ntt" que un nuc\o mrti,o de pr-arl's para é-- to.:. i\11 pndrr rrro!!ió una \ez de ¡·a•a tlr uno.: labrilgos un muchacho muy li,lo, y lo mandó n fJIIC apt!'rulirra de praclirnnlc'. y romo Pra intPI'o nle, lo hizo pronto y con buen rec:.ultado. l.unndo \ohiú a c_a.:a, rui 1 adt·c rompró todo lo qur haría falta pan moníat· una enf•'rnH ría, que, bien pro,hla d1' llle1liramenloc; v cn hncnH e ndicione:; .:e estableció rn una ele la-: rn a.; ! . .lu·nks de \il-ul..:J,oH•.' En verano, el doctor ·a-h'l, corno familint·m,nt" .:r le llamaba en ca'a, siemprr e.:laba mu\ 01 upado, rerulrdan1lo y prc· parando lodn cla.:c de plantas mr1licinnlr.::, v rn puco tiem· po se hizo muy popnlnr en aqnrllos contorno". Lo.: enfermos \ t>nían de Jo;:; puPhlc1·ilos inmediato", y mi padre <',taba or· gulloso nnle el buen rc<:ullado qur clalm ' 11 Ca.:n de Socorro. Pero e\'te r<.laclo th' co..:a.;; no dut·ó U\tll'hO: un in,ierno, mi pallre fué a x:kol-.koYe, e,lu' o allí uno.- día;:; y -e marchó de.;pués. Aquella noche el doctor • u,ha SE' pegó un tiro; "C

dijo que había sido co<>ual ; pero unn lti;:toria de amores se encontraba en el origrn del hecho. E~laha enamorado de una muchacha con qu ien no se podía ca.:ar por p l'lenccer a olro dueiio.

La suerte de otro ,ÍO\en, Gherasim lirugloff, a quien mi padre euucó en el Instituto Agrícola de 1\Io;;:.cou, fué igual­mente ca i tnn d••o:graciatla. li'zo unos e:xámene" brillante-:, ganando medalla de oro, y el director del e"lahlecimiento puso louo lo que pudo di' su porte, a fin de inducir a mi padre a c¡ur le diera liber lfHl y lo de.iara ir a In Unh·~r<:idad, donde no e:: e pcrmi l r ent rrn los sien o". u Con ~:;e_gurrdad so hará un hombre notable-tlecía el director,-lal yez una de la<: glorias ele Ru,ia, y hallaréi.: un honor (ll haber re­conociuo su capacidad y cnlrc!!ado tal hombre a la cien­cia.,,

uLo nere,ito pnr·n mi E~ta.lo,, ern la conle:- lación que <:e daba a lorla-; Jn.: 'líplica-; que se hacían en c: u favor. Cuan­do, de,¡nu.:' de lodo, con Jo;:; .. i-.trma;:; primith·os de agri­cultum quP entoncrs :-e empl1 alum, y de lo que jamás se hub:r¡·a apartado mi padre, GhPJ'U"im Ti:rugloff era comple­tamente inúlil. Lc,antó un plano ¡J.el E~tado ¡ pero una ve?

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62 KROI'OTKilf

1 'd éc.t" c:e le dec.tinó al departamento de los criados conc 01 o - ..,, ~ w 1 t o Esto le obli ó a c:ervir a la mesa con p a o en ma.n · , Y se tg 1 le di' c.gustó mucho · sus sueños lo llevaban como es na ura , . . ' E · d a la Universidad, a los trabaJOS c1entíficoc;. n su mua a se reflejaba ~u pesar, y n~e~tra madrastra parecia hallar un e-pec:al plac>'r en mortificarlo cada ve.z que se presentaba la oportunidad. (n dia de otoño, hab1endo una ráfaga .. d~ viento abierto la puerta de entrada, ella lo llamó Y le diJO. 11Garaska ve a cerrar la puerta .>>

Eso f~é la gola que hace rebosar el ':ac:~ . En el ~cto contestó: 11Para eso t enéis el po~ler~n. y s1g~uó su ca~mo.

Mi madrac;tra corr;ó a la hab taClón de m1 padre gritan­do: ((l Vue:-lros criados m~ insultan en vuestra casa 1>1

Inmediatamente Ghera,lm fu é arre;;ta d_o y e~posado, .para ser en' iado fuera como marinero. La parllda de s us anc1anos padres con él, fué. una de las escenas más conmovedoras que jamás he pre;;enC1ado.

Esta vez, sin €-mhargo, la suert.e . s e e!l~argó de .la ven· ganza: Nicolás 1 murió y el senJCIO m1l1tar se h1zo más tolerable ; la gran ha_!>ilida~ de Gherasim fué pron.to . reco­nocida y en pocos anos v1no a ser uno de los prmc1pales empleados y la piedra angular de uno de los d~partamentos del Ministerio de la Guerra. Entre tanto, nu padre, qu~ era completamente honrado, y en una época en que cas1 todos se dejaban corromper y s ólo penc.aban en hacer for­tuna, jamás se había apartado de la buena senda; por hacer un favor al jefe del <'Uerpo a que perlenecfa , se separó un momento de ella, consintiendo en no sé qué clase de irre­gularidad. A punto e~ tuvo esto ~e co;;ta~le su_ ascenso a general; el objeto final de sus trem la y cmco anos de ser­' idos se hallaba próximo a perderse. Mi madrastra fué a San Petersburgo a arreglar el asunto, y un dia, después de haber dado muchos paso". le dij eron que la única per· sana que podia resolver la dificultad era un humilde em­pleado en un departamento determinado del ~Iinisterio , quien, a pe..:ar de c:u insi¡:mifi rancia, era el que todo lo dirigía, pues los jefes no harían nada s in con-;ultarle. 1 Es te hombre :.e llamaba Gherasim Ivnnovich Kruglorr 1

- ¿Qué os parrre nue~tro Gara!;ka?-me dijo ella des­pués :-siempre cr eí qu e tenía una gran capacidad . Fuf a verle, le hablé del particular , y me contestó : 111'\0 te ngo prevención alguna contra el príncipe, y haré por él lo que pueda.n

Gherasim cumplió ~u palabra: hizo un informe favorable, y mi padre obtuvo su promoción, pudiendo al fin vestir el uniforme tan deseado.

Estas eran cosas que yo mis mo vi en mi infancia ; puea

MEMORIAS LE UN REl'OLUCJONAniO 63

si fuera a relatar todo lo que oí en aquella épcoa, las ¡>ro­porciones de este trabajo aumentarfan mucho Pn extensión: historias de hombres y mujeres arrancados de su familia y de su pafs y vendidos o perdidos al juego, o cambiados p()r dos perros de caza y enviados después a una parte re­mata de Rusia, con objeto de crear un nuevo Estado ; de criaturas ~uitadas a sus padres y vendidas a dueños crueles o corrompidos; de apaleos en los e~tablos , que tenían lu· gar todos los días con una saña implarable ; de una joven que encontró su única salvación ahogándose; de un anciano que hab[a encanecido al servicio de c:u amo y que al fin se ahorcó bajo su s ventanas ; y de sublevaciones de s iervos, que eran sofocadas por los generales de Nicolás 1, matando a palos, diezmando o quinlando a los habitantes de un pue­blo que luego arrasaban, y cuyos supervivientes tenían que ir 8 pedir una Umosna a las provincias inmediatas. En cuan­to a la miseria que encontré durante nuestros viaJjes en al­gunos pueblos, particularmente en los que pertenecían 8 la familia imperial, no hay palabras con qué describirla: había que verla.

• • •

El llegar a ser libre era el sueño constante de los sier~ vos; suefio que no era fácil realizar, porque se necesitaba una fuerte suma para inducir a un propieta rio a que se des­prendiera de uno de ellos.

--d No sabes-me dijo una vez mi padre-que vuestra madre se me apareció después de muerta? Vosotros ~os jó­venes no creéis en es tas cosas ; pero ello es que orurr1ó. Es­taba yo una norhe muy tarde sentarlo en es te c; illó_n, ante la mesa de escritorio y medio dormido, cuando la v1 entrar toda vestida de blanco, muy pálida y con los ojos re~plan­decientes. Ya en la agonía, me había pedido que l.P prome­tiera dar libertad a su doncella Maska, y así lo h1re; pero después, entre una cos a y otra, se pasó cerca de un año sin que yo hubiera cumplido mi promesa. ~ntonces ~e me apareci ó, y me dijo con una voz muy déb1l.: ((Aiexe1, me prom etiste dar libertad a Ma.-ska; ¿lo has oh·1dado ?n Qu.rdé atPrrado; sallé del sillón , J.lefO ya se. h~ia de·,·anecldo . Llamé a Jos criado~ . mas nm guno hnh1a Yl ' tO nada. A la mañana s iguiente fuf a ~u tumba, · JJice ~ue c:e le cantara un re<:ponc:o e inmediatamente df libe~tad a ~Ias.ka.

Cuando murió mi padre, Maska vmo al entierro y le hablé. &taba casada v se hallaba feliz en ~u vida de fami­lia. Mi hermano Aiej'andro, en su estilo humorístico, le

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KROI'OTKL'i

dijo Jo que nue<;tro pa~re había contado, y le preguntamos qué --ah1a .;;obre el partrcular. .

-Como e,fo --uced 6-repJicó ella-hace mucho trempo, ahora puedo deciro.;; la \ erdod. Yiendo que 'ue-.~ro podre babia comr lefamou le oh idatlO "U fll omc-:a, m' \ esll de bJa~­CO y hahl .. como lh, recordándole la prome~a r¡ue le hnbra hecho. ;\o me guarrlaréb reucor por e-.o, ~ no es 'erdau?

-¡Claro que no 1

* * * DiPz o el ore ailos tlr.;;pué-: de las e-:rena" tlescri las en

la primera porte de !.'"lt' capítulo. me hallaho t-entado en el de..;pacho c~c mi pa1lr~ y hablúham?" dr co-.a-s pa-:ada;;. ~ había al.whdo In t-er \luumhre, y Illl padre ~e lamentaba del nue\ o t todo de ~;;a;;, aunqur. no d' un modo cxcc­siYo · lo habla are¡tiado sin !!ran repugnancia.

_:_Debéis comenir conmigo-le d'je-qué a menndo cas­tigabai" a nue~tro' cr:ndo-< con crueldad. y ha-.ta si n raLón.

-Con aquella gente-me ronte,tó-no t·ra po-.ihle pro­ceder 1le otra manera;-) rerlin·ín,Jo-e en su hu tara per­maneció lar!!o ralo ,umer!!ido en su.; pen,nmiPnlo<:. Pero lo que )O hice no \OlHl la Jl€na de que 'C houlora dr ello -dijo de,pu~~ clt• a ptdla pausa.-~lir~d. ¡ or l'jemplo, a e~e mi.,mo Sable[{: ¡tarece tan "Ua,~e y habla :-in alzar nun­ca la YOl, )' s'n • robar~ . fué ' nladcrnmenlc lrl'l'ible para "liS ~ien 0'. ¡ Cu1ntn.; 'e1'C"> --e ront'"rl'lron para matarlo 1 Yo, al meno', nunca abu'é de mio: doncella'-, en tanto que t>Se diabólico de T. 'e manejaba de tal modo, que la mu­jeres de los labriegos se di~tponían a castigarlo de un modo terrible ... 1 Que descan~es, bonne nuit 1

IX

Recuerdo bien la guerra de Crimca. En ~Io;;cou no se de-3a.ba "Cntir m~cho .• \ unque. como rs de .oupon<'r, se hacían hrla.;; Y \PndnJe' e~ toda~ la' reunione' de confianza; poco de e lo IJPI!O~a. :-tn embar_go, a lo' t.iércilo' ru"O', pues granc!e.;; can!rdade-: "e robabrm v Yrndían a los ej~rci tos enemi¡?O!': ~Ir hermana Elena y otra' jó' en .:: l'tmlaban him­nos pulrrótJco, ; pero, <:n general, no 'e ronocía la 1 ucha que 'O"teníu el _paí;;, en el tono y modo de er de lo que se llama la oc te dad. En lo~ pueblo5, por el con trario, la ~;uerr~ causaba lembles tr~tezas: )a$ levas Q.e ¡:-ec)utas

MEliORlAS DE tm REVOLUCIONARIO 65

se sucedinn un~s a otras con rapidez, y continuamente ora­mos a .Jas muJeres de los campes'nos entonar sus cantos fun~rarros. El puebl~ ruso miro~a la guerra como nna ca­lamidad que le envraba la Provrdencia y la acept~ba con una solemnidad que contrastaba de u~ modo e:<trai'\o con la ale-grl~ que ob ervé en olr!ls partes en igualdad de cir­cunstancras. A pesar de ser ¡oven, pude aprec·ar ese sen­timiento ~e solemne resignación que se extendía por nues­tras camprñas.

Mi ht>rmano Nicolás fué atacado, como muchos otros, por la fiebre de la guerra, y antes de haber conclufdo sus t-Studios eu los cuerpos de cadetes se reunió al ejérdo del Cáucaso: no lo volví a ver más.

En el otoño de 1854, nu e"tra familia se vió aumentada con la venida de dos hermanas de nuestra madrastra. H!­bían tenido ca~a propio y algunas viñas en Sebaslopol · mas como perdif'ron aquélla se un:cron con nosotros. C~ando 1~ aliados desembarcaron en f'rim ea. ~e les dijo a los habi­tantes ()e Sebastopol que nac'la tenfan que temer y que debían permanecer rlonde ('S!Rban; pero después de ia de­rrota de Alma, se les ordenó que se marcharan a la rn­rrera, porque la ciudad seria atacada dentro de pocos dfas. Habfa pocos convoyes, y no 5e encontraba manera ele mo­verse en los caminos, inYadidos por las tropas que marcha· han hacia el ~ur. El alqu:lar un carro era poco menos que imposible, y las sefloras, que abandonaron cuanto tenlan en el camino, lo pasaron muy mal antes de llegar a Moscou.

Pronto me hico amigo de la más joven de las dqs her­manas, una señora como de treinta años que no se quita­ha el cigarrillo de 111 boca m'entras me' con taba todos los horrores del viaje. El recuerdo del hermo~o buque de gue­rra que hubo neces' dad de echar a pique a la en lrada de la bahfa de Sebastoool le hacfa derramar lá~rimas. v no se explicaba cómo podfan lo~ rus~ defender a la ci udad de-;de tierra no habiendo murallas que mcrrc'eran este nombre.

Tenfa yo trece años ruando murió Nicolás I. A la cafda de la tarde del 18 de frhrero (2 de marzo). fué cuando la policía distribuyó por todas Jac; ca~as de Moscou un bole­trn anunciando la enfermedad del Zar. e i;witando n lodos sus habitantes a rogar en los templos por su restableci­mien to. Ya entonces habfa muerto, y los autoridades lo sabfan, pues habla comunicación telegráfica entre Moc::cou Y San Petersbur~-to; pero como previamente nada se habfa dicho respecto a su enfermedad. creyeron más convenien te ir prepara.ndo al pueblo gradualmente para anunciarle su defunc!ón. Todos nosotros fu:mos a la igle&ia y rezamos fervorosameo ta .

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66 Kl!OJ'OTKII'f

El día ~iguienle, ~ábado, se repitió lo mismo, y t?da­' ¡8 el domin~o por la ma1ínaa se d1st"1buyeron los referidos boletinPc:;. La noticia de su muerte no llegó a noc:;otros ba~la el mediodía, traída por algunos criados que habían ido al mer­cado. Un ,·erdadero terror se apodPró de m~e!'tra casa y de la" de nue--troc: parientE-s al barerse público el suceso. Se decía qu~? la gente "e babia conducido d\ u.n modo muy extraño en el mercado, no mostrando sentimiento alguno, y usando un lenguaje pdigroso. Muohos se hablaban al ofdo y nUf'"tra madrac:;tra no se cansaba de repetir: ceNo h11bl~r · delante de la gente», en tanto que Jos criados cuchi­cheaban entre .,¡, probablemente refil'iéndo"e a c:;u próxima emanciparióll. Los nobles ec:;perabao a cada momento una c::ublevación de los siervos, un nuevo levantamiento de Pu­gachoff.

En San Pett>~bur~o. entre tanto. las perc:onas iluc:trada'l, al romunicarse mutuamPntc la noticia , se abrazaban en las calJE>s. Todos comprendían que el fin de la guerra, a"Í como t'l de las terribles condiciones qne habfan prevaleciilo bajo t'l podE'r dp) ccdPc;pota de hierro» . <::e hallaban muy próxi­mo<:. Se habló de envrnenamiento, con tanto mAs motivo cuanto Pl railávPT c:p descompuc:o con rapidt>z; la verdadera cauc:a sólo c:e dió a ronocer gradualmt>nle: Iué una fuerte dosis de un tónico qup Nicolác: babia tomado.

En los campoc:., durantP el verano de 1855, la heroica lucha que c:e so"t~nía Po Sebastopol por rada palmo de terre­no ~ por cada p1edra de c:us desmantelados ha"tiones, era segmda con el mayor interés.

Un m en c:a•jrro c:;e mandaba regu !armen 1 e dos veCl''> a la c:;eman~ d~c:de nuestra cac:;a a la cabeza de partido a bu c:;car los penódlcoc;, Y a. c:;u vuelta, aun antes de que c:;e desmontara, ya se le habían CJílll iAdo de la mano y abierto los papeles. Elen& Y yo lo !'~ lcfamo~ en alta voz a la f;¡milia y las nol irias eran PO t'l acto tran~mitida<; al .Mrartament~ ·de los criados, y d('c:;putSs . a la rocma, ~l.ec:crJtorio, la casa del rura y la~ de lo~ la.h!•egoc;. IAlc:. notirtas que vinieron de loe; 1í 11 irnos dfas drl ~11Io, del terr~hlP. bombardeo, y, finAlmente, de la eva· cuarión il~ la población por nur<: fraq tropa", arrancaban a l~d~ Iágrimac:. En todas las casas de campo de las inme· facJOnec;, la pérdida de Sebac:topol causó tanto peqar romo a de un pnrient~ cercano, por más f¡Ul' lodos comprendían

que ahora la terr~ble guerra tocaría pronto a su término.

MEMOI\1\S DE UN Rt:VOtUCIONARIO 67

X

FuP en Ago-; to dr 1~.37, lcnirndo Ya cerca de loe: quince ~ñoc; , cuando mP toró el turno rlc en t'rar ru r l l'llrrpo de pa­Jes, y me mnnclaron a ~a n Peler~bur¡w. Entom·c<; l' I'a , o todn­Yía una rriat urn; pero el carácter del hombre adquiere por lo g~ncral "US rn-=gos rararterísticoc: mucho ant e di:' lo qur romunmentc ..;e supoue, ~ e~ c·o..;a para mí Iuera dr duda qur, h~jo mi. aparic·n~·ia infant il, era en 8!1Uclla épora, ron poca dlfer·euc1a, lo n11srno que hahín de ~e ¡· má <; adrlante: mi<: guc:; tos, mi s inelinociones. ~e hallaban va d e terminarlo~

El pi'Íml'r impulso a mi de~ar¡·ollo in! eiectnul fué dado. romo hr diC"ho an te". por mi mae::;tro ru,:o. Es una co,lum~ hrc rxcelentc de las familias ¡·usa.::, roc:;lumbre que hoy drs­.craciadaf!lente, empieza a raer en de u-o, el tener en' cac:a un estu91antc qu e ayudl' a lo" muchacho<:. y a la.:: jóYencc: en c:;u.c: ~eccJOnec:;,. aun cuando ec: trn en un g!mna<;io; pues para ac:.Imilar!'ie meJOr lo qur aprenden en la escuela , y para am­pliar el roncepl o de. lo arH·cndido, su concur"-o c'> de gran pro­verbo. Adema!', tSl mtr·oduce un elemento int elect ual rn la fa­milia, <:e convierte en un hermano mayor de los niiio". y a menudo aun algo mejor, porque el e!';tudiante licue cierta r~c:;ponsabilirlad en el adelanto de sus di rípulo", v como lo;; "~ "lemas de enseiianza cambian rápidamente de tina genl'ra­crón a otra, puedP hacer más en favor de aqu~llos que loe: pad1·es más inc;truídos.

Nikolai Pa,ulovirh Smirnoff tenía aficiones literaria". En aquel tiempo, bajo la biÍJ'haJ'Il cen ura de Nicoláfl T, rnuchac:; obras, comJ)Ietam<'ntl' inofenc:h·as, de nue~ tros mejores au to­.res, no podían publirnr"'e, y otrac:; eran tan mutiladas, que <:e concluía por prh·ar a al¡wno<: de su<; pac:ajes más impor­tante", de todo <:u ínter~<:. En la comedia de costumbres de Grihoyedoff , La Desgracia de la 11ltcligcncia. que puede com­petir con las mejo¡·ec;; de Moli~rr , el nomhr·e del eoroncl kalo­rtíh, tu,•o que ramhinrsp por el de ~l. Skalorúb, Cll perjuicio del sentido y aun del 'erso. porry u e la reprc"en tnr ión de un ('OJ'oneL bajo un ll"pecto cómiro. c:e huhiera con<:iclerado como un ins ulto al etjérci to. Oel inofPnsiYo libro de Gógol, Alrnns lllue1·tas, no .;e nermi l ió la publicación de la segunda par· le, ni una nueva edición de la primera, que hada tiempo estaba ago­tada. Numerosas poe<:fas de Pac:;khin, Lermonloff, A. H. To!.::. toi·. Ryleef y otros, estaban condenada~ a no ver la luz, sin <'~ntar aquellas composicione' que tenían algún sabor polí­tu·o o eran una crítica de la <:if uación en general. Todo es lo

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6S lltOPOT!ll'f

c:rculabn manuscrito, y Smirnoff acostumbraba n copiar li­bros enteros de Gógol y Rtl';hk.in, parn él y sus amigos, tra­bajo en el cual yo en ocasiones le ayudaba. Como verdadero hijo de ~ro~cou, sentía unn profunda veneración por aque­llos de nucqros escrilores que vivfan en d'cha c1udad al­gunos de los cuales moraban en nue~tro mi,;m:¡ l·nrr'o.' 1\f~ selialnba con respecto la ca--n de la condesa de Saliás (Euaenia Tour), que era nuestra Yccina mlis inmediata, t·n tt1 nto

0 que

a la del conoc:do de~tcrrndo Alejandro Herzcn In m:raba con un ~entim;ento mi,tcrio--o de respeto profundo v ve­neraci?n. I.a casa do~de v:\'ió Gógol era para no5otros un obJeto de gran est1ma, y aunque yo no habla cumpli­do los !JUeve atios cuando él mur'ó (en 1851). y no había lefdo n ngunn de sus obras. recuerdo bien el senlimiento q~e su muerte produjo en Mo~cou. Turguencff lo cxnre:::1 b1en en una nota, por cuya razón el emperador lo mandó prender Y lo desterró a sus Estado<:.

~¡ gran poema dt! Rushk~n. Ettghfniy A n1¡égh;n, me im­presJOn.ó poco, y todavfa adm1ra más In sencillez v hermo·~nrn <le! cst1lo que el fondo de la composic'ón. Pero ias ohras de Gó~ol, que le{ cuando tenía once o doce alios causaron un poder~so efecto en J'!li. 'm~~:r:nación, y mis pri~eros cnS'l,I"US l.tcrar1o'. cra!l una 1m1tac1.óu de ~u <''tilo humorfs til'o. T'ua no,ela hl"lónca de Zagóc:J\.n, Yuriy Milo~lauskt¡ referente a la época d~l gran levantamiento de 1612. La l/ija' del Capitán, de ~ushkm , que trataba del de Pergachóff, v la Rei11a i\fm·­na'1'~· d~ Duma~. despertaron en mf un interés conc;tante por la JTJ:.tor n. Rtspccto a otras novelas frnnce~as, sólo he em­pezado a leerlas de,de ~llC naudet y Zola «e presentaron en es~ena. Lnc:_poe ... ras de !';ckrasoff eran mi~ faYorita~ desde mis prlmer~s auos, Y muchas de sus composiciones las .::abía de memora. ~

Temprano m~ hizo emp<'7.ar a ec:cribir N'colai Paulovich y fon su ~IYuda luce uno larga Ibstoria de Media Pesrta p~ra a cual m\'!'nlam~s todn rlase de tipo'!. en cuyo oder' venia

f·tcar .. aqufSIIn. M1 hcr~nno \lr jnnrlro lenfa por !ntonces ap-1 ul e~ mucho más noét·cas. E:'crihfa cuentoc; muy románticos

Y emrrano cmnezó a hacr · ~ · ' arlmirable fariJ:dnd v r ~ ~·rrso,', rosa qne rcahzaba con nrmonioc:o a lo \'C' 's· en <' 1.0 \ errlarlrramenle natural V F'lo<:of¡·a· no h h' z. 1 edl estudio de In Histor:a Natural Y la

~ 11 1eran ec:pués ocu d · . duclFI\ble que .hubiera ll "~ndo n c:er u~a p~c~u d:t~~CI~n, of m-

n ec:c llc>mno rl hl"llr f . 't m ra n. inc;niración era un' te. nd • A\ orJ ~ o!•e 1 rnfa para buscar traba bajo nuestro \'l'~Jta~a del suaYc dmcl:naeión que se en con­tante deseo de embromar)~ .o~~~~{ esráerl alba en mf un cons­i>le de una chimenen proc~llJld ~"'- e poeta sentado al

' o ~cer verso&», soll4 yo

lll!MOlUAS D! UN ftE\"OLUCJONAntO 60

dec'r; y la broma venía a terminar en fiera di!puta que cau· saba la desesperación de nuestra hermana Elena. Pero él era tan poco vengativo, que pronto se hacia la paz, y ambos nos amábamos entrañablemente. Entre muchachos, d:sputar y qu Ererse van mano a mano.

Ya entonces empecé n dedicarme nl period:smo. A los doce ailos comencé n editar un diario. Como en mi ca~a no abun­daba mucho el papel, su3 d:mens'ones tenían que ser mo· destss. Y como aun no habla estallado ln guerra de Crimea y el único per:ód!co que rccihfa mi padre era la Gaceta de la poli da de Moscou, no tenia grandes modelos que copiar. Por cuyo motivo. la mía sólo .s~ componía de sueltos e~trecor­tadcs, anunc1ando las not·c:as del dfa, como, por eJemplo: «N. P. Smirnoff fué al bo~que y mató dos tordos~> y otras por el estilo.

Esto pronto dejó de satisfacerme, y en 1855 comencé una Revista mensual que contenfo. los versos de Ale:andro, m:s novelillas y una espec:e de en ariedades~> . La vida económica de esln publ'cación cc: tabn regularmente asegurada, porque tenfa ba~tante5 subscriptores: esto es, el m·smo editor y Sm:r. noff, qu:en pagaba regularmente su sub::cripción de tantos pliegos de papel, aun después de haberse :do de casa, por lo que yo, en cnmb'o. saraba con esmero un segundo ejem­plar para tan Oel ~uhsc ri ptor .

Cuando Smirnoff nos dejó y un estudiante ~e medic:na, llamado N. P. Pauloff, ocupó su puesto, es te úll1mo me ayu­daba en mis trabajos editoriale5. Obtuvo para la Rev'sla un poema, obra de un amigo suyo, y, lo que ~s más importante, el discurso de entrada sobre Geograffa Ffs.ca, por uno de los profe::ores de Moscou ; t~abajos que, por supu~:;to, ernn !né­ditos pues las reproducciOnes no hubieran ten do aceptación.

C~eo inútil dec·r que Alejandro tomó un vivo interés en el asunto, y su famn llrgó pronto. hasta el c~erpo de cadetes. Algunos jóvenes escritores, ca':Jl:~ando hac1a el ~empl~ do la fama, emprend'eron la publ iCCIÓn de otra Rcv1sta ri\'Al. La cuestión era ser· a; en poPmas y novelas nada teníamos que temer; pero riJos contaban con un «crfticoll, y el es· critor que al juz)?ar una nue,·a novel~. hable de lodo. con libertad y desen vollurn, abordando cnestlon.es que no hub~cran pod:do tratarse si n este motivo, puede dec1r•e que const.:tuyc el nerv:o de torla Revisla rusa. ¡Filos lrnfM un críl1co y no~otros no t Aquel escribió un artfculo para el primer nú­mero, el cual se lo cnse11aron a mi herman.o .. Era algo pre­suntuoso y de poco valor: Alejandro escr b1ó d e~de luego otro en contra, ridiculizando y desbaratando la. crH1ca de un modo violento, lo que produjo gran cons!er_nac:ón en el cam­po enemigo, dando por resultado que deslStteran de su cmpe•

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'i'O Kl\01'01 KIN

fio, ' init'ndo la flor de sus e~rri ! ores a in gresar en nuestra rl'da1·ción; Jo cual no.s permitió anunr1ar triunfalmente la futura 1•cxclu iva colaboracióm> de tant os o cuantos pério­ui~tas distinguidos.

l·n ago:;to de 1857 tuvo .que su spenderse la Revis ta que ) a con taba cerca de dos aiíos de existencia. Nuevas condiclo­nt·~ de 'ida, ) un cambio completo en el modo de s~r dE' é:-ta -e pre:,e~taban ante mf. Me a!t·jé de rasa con pe~a r, con tanto mú · motn·o, cuanto la di ' tanria que exi tía en tre San J>eter . hurgo y ~lo~ro~ iba a SE-pararme de Alejandt•o, y ademá::; pOI·qne ya con"tderaba una desgracia tener que entrar e~ una ~cuela militar. PARTE SEGUNDA

EL CUERPO DE PAJES

La tan anhelada ambición d e mi padre se r ealizó al fin : habla una vacante en el cuerpo de p81Jes, que yo podla llenar antes de oumplir la edad en que queda cerrada la admisión, y m e llevaron a San Peter sburgo e ingresé en el colegio. Sólo cien to cincuenta niños, en s u mayorla hijos de la no­bleza de la corte, r ecibian educación en este cuerpo privile­giado, en el que se hallaba combinado el carácter de una escuela miLitar, a la .que se hablan otorgado derechos espe­ciales, y el de una in titución cortesana agregada a la casa imper ial. Después de haber pa~ado cuatro o cinco años en el cuerpo de pajes, los que habian s ufrido el examen final eran recibidos como oficiales en cualquier r egimiento de la guardia o de otra arma cualquiera, sin tener para nada en cuenta el número de las vacantes que pudiera haber en los mi mos; y todos los afios, los primeros diez y seis a1umnos más distinguidos eran nombrados pajes de cámara; esto es : estaban personalmente agregados a los varios miembros de la familia 1mperial : el emperador, la emperatriz, las grandes duquesas y los grandes duques, lo que, por supuesto, se con­sideraba un gran honor, y además, los jóvenes en quienes r ecala se daban a conocer en la corte y tenían después mu­chas .probabilidades de ser n ombrados ayudantes de campo del emperador o de alguno de los grandes duques, y, por consiguiente, contaban con ~andes facilidades para hacer una brillante carrera al servicio del Estado. Los padres de la~ familias r elacionadas con la corte cuidaban mucho, por tal motivo, de que s us hijos no dejar~n de entrar en el cue;po de pajes, ~un cuando para ello hubiera que saltar por enCima

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'i'O Kl\01'01 KIN

fio, ' init'ndo la flor de sus e~rri ! ores a in gresar en nuestra rl'da1·ción; Jo cual no.s permitió anunr1ar triunfalmente la futura 1•cxclu iva colaboracióm> de tant os o cuantos pério­ui~tas distinguidos.

l·n ago:;to de 1857 tuvo .que su spenderse la Revis ta que ) a con taba cerca de dos aiíos de existencia. Nuevas condiclo­nt·~ de 'ida, ) un cambio completo en el modo de s~r dE' é:-ta -e pre:,e~taban ante mf. Me a!t·jé de rasa con pe~a r, con tanto mú · motn·o, cuanto la di ' tanria que exi tía en tre San J>eter . hurgo y ~lo~ro~ iba a SE-pararme de Alejandt•o, y ademá::; pOI·qne ya con"tderaba una desgracia tener que entrar e~ una ~cuela militar. PARTE SEGUNDA

EL CUERPO DE PAJES

La tan anhelada ambición d e mi padre se r ealizó al fin : habla una vacante en el cuerpo de p81Jes, que yo podla llenar antes de oumplir la edad en que queda cerrada la admisión, y m e llevaron a San Peter sburgo e ingresé en el colegio. Sólo cien to cincuenta niños, en s u mayorla hijos de la no­bleza de la corte, r ecibian educación en este cuerpo privile­giado, en el que se hallaba combinado el carácter de una escuela miLitar, a la .que se hablan otorgado derechos espe­ciales, y el de una in titución cortesana agregada a la casa imper ial. Después de haber pa~ado cuatro o cinco años en el cuerpo de pajes, los que habian s ufrido el examen final eran recibidos como oficiales en cualquier r egimiento de la guardia o de otra arma cualquiera, sin tener para nada en cuenta el número de las vacantes que pudiera haber en los mi mos; y todos los afios, los primeros diez y seis a1umnos más distinguidos eran nombrados pajes de cámara; esto es : estaban personalmente agregados a los varios miembros de la familia 1mperial : el emperador, la emperatriz, las grandes duquesas y los grandes duques, lo que, por supuesto, se con­sideraba un gran honor, y además, los jóvenes en quienes r ecala se daban a conocer en la corte y tenían después mu­chas .probabilidades de ser n ombrados ayudantes de campo del emperador o de alguno de los grandes duques, y, por consiguiente, contaban con ~andes facilidades para hacer una brillante carrera al servicio del Estado. Los padres de la~ familias r elacionadas con la corte cuidaban mucho, por tal motivo, de que s us hijos no dejar~n de entrar en el cue;po de pajes, ~un cuando para ello hubiera que saltar por enCima

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12 11\0POUil'(

de otros cnndldtos que jamás veían llegar au turno. Ahora que yo e~tnba ya en ese cuerpo e~cogido, mi padre podia dar r ienda ~uelta a sus eueilo3 e ilusiones.

Dich~ cuerpo estapa d:vidido .en cinco clases, de las que la ~upu~or era la pr.mera y la mferior la quinta; se trató de que yo entrara en la cuarta; pero como resultó del examen que no me encontraba muv fuerte en la cuestión de decima­le~. y la clase referida conlenfa aquel año mós de cuarenta elum~os, e~ tanto que sólo veinte se habían matriculado para la qu nla, tn~r~é en esta última.

E to me u:s,2usló sobre manera. Después de haber entrado con repugnan('a en una escuela militar, ahora resultaba que tendrfa que permanecer en ella cinco años en vez de cuatro. rl Qué habfn yo de hacer en aquella clase, cuando ya sabía lo que .en ella se enseñaba~ Con lágrimas en los ojos le habl6 al <l~rcctor, pe~? éste me contestó en tono humorístico: ce Ya t;Ohéis lo que rliJO C~sar : vale más ser el primero del pueblo, que el segundo de Roma.>, A lo que contesté con viveza que m~ conformaría e~~ ser el último de todos, con tal de poder dt>Jar la e.scue!n m1l.tar lo antes pos:ble. uTal vez os guste pa­sarlo al~u.n tiempo)), me dijo; y desde aquel día me trató con afab1hdad. •

Al maf>c:t ro. de aritmética, que también trató de conso­larme, 1~e dí m1 palabra de .honor de que •jamás fijaría la vista en su bro de texto.: y, s1n embargo, tendréis que aprobar­me con nota .de pr1mera-agregué.-CumpU lo prometido; p;ro, cuando pienso en e<:tas escenas. romprendo que el dis· r pu o ~o era de un carácter muy dócil

t Y. emt embargo, cuando vuelvo la vi.sta hacia ese pasario an remo o no puedo por m , d

suced'do. ' . eno.::. e congratularme por lo Que hace~ ~~:S r~oel~a~Jendo tenido en el pr:mer año más

de aprrndcr mis ieccion~sq~~ny:ó~b~~~n~~~ui;í1~a cost1~m~re nes del maestro . y una ve t . s exp 1caciO· tante tiempo par~ leer y escz'b~rmina.da la clase, tenía has­paraba para lo<: exámenes r .. r :a mi gusto. Jamás me pre· cedían. 5olfa cmplrarlo e~ ) el t.emp

1o que a tal objeto con·

/los, dramas de Shakesoeareeer ~n a ta voz a algunos ami­hi~n mejor prenarado al !l e~ 0 e1 Ostrausky. Estando tam· dominar las distintas materi~r a as teJases superiores, para ArlPmás, posé más de la m: s que en.famos que estudiar. enft'rmerfa. pue<~, como todos.tfd ~Zl pr.mer inv!erno en la ~n ~an J>eter~burl.!o tuv 05 J venes que no han nacido ((!a C'n'lital de las Jagimas ~e ~.e 1 pa~!lr un . pesado tributo a r1oe ataque~> de cólere local mfinan1~a)), baJo la forma de va·

' Y aU&Lente, de liebre titoidM.

• • •

M&II01llAS ll! UN 1lEVOLUC10l'f.UUO

Cuando ingresé en el cuerpo de pajes, su organización sufría un cambio profundo: la Rusia entera se despertaba entonces del pesado sueno y la terrible pesadilla del reinado de Nicolás I, y nuestro colegio sintió tamb:én los efectos de ese renacimiento. Verdaderamente, no sé lo que hubie· ra ~ido de mí si hubiera entrado en el cuerpo uno o dos años antes. O mi carácter se hub:era modificado por comple· to o me hubiesen expul~ado de la escuela en condiciones cp;e no es posible calcular. Afortunadamente, el período de trans!ción se hallaba en todo su apo~eo en el año 1857.

El director del cuerpo era un anciano excelente, ?l gene­ral Zheltukhin, pero su cargo era puramente nommal; ~1 verdadero jefe de la escuela era <<el coroneln. El coronel GI· rardot, un francés nl servicio de Rusia . Las gentes decían que era un jesuita y así debfa ser, según creo: sus procederes, al menos est~ban en armonía con las doctrinas de Loyola, y sus sistemas de educación eran los de los colegios de je­suitas franceses.

Imaginaos un hombre pequeño y ex~emadame~te delgado, con ojos obscuros y penetrantes y m1rada. furtiva, usando un bigote recortado, que le daba el parecido de un gato; no de una notable inteligencia, pero sí muy astuto; un d~s­pota por temperamento, capaz de odiar, de una ~an~ra lD· tensa, al alumno que no se sometiera ~ su fa.scmación, y de expresar ese sentimiento, no por med1o de ridículas per· secuciones, sino constantemente, por su conducta general; por una palabra, soltada al parecer al acaso, un gesto, un.a sonrisa, o una interjección. Al andar parecía que se desli­zaba, y las miradas exploradoras que acostumbra~a a. lanzar a su alrededor sin mover la cabeza completaban la Ilus:ón. En sus labios se hallaba siempre impreso un sello de gravedad fría, aun en los m omentos que procuraba aparecer todo lo más afable posible · expresión que se marcaba más 111ín cuan· do se vefa su bo~ contraída por una sonrisa de disg:usto o de desprecio. Nada de esto le daba el aspecto de un Jefe: a primera v:Sta cualquiera lo hubiera tomado por un padre bondadoso qu~ hablaba a sus hijos pequeños como si ya fue· ran adultos; pero pronto se echaba de ver que .todos y todo tenía que inclinarse ante su voluntad. Des1Zrac1ado del mu­chacho que no se consid~rara contento o disgustado, según los grados de buena o mala voluntad que el coronel le hu· blera demostrado.

Las palabras uel coroneln se encontraban continuamente en todos los labios : a otros ofic!ales se les conocía ~or sus motes · pero nadie se atrevía a ponerle ninguno a G1rardot. Le rodeaba una especie de misterio, como si fuera omniscien­te y se halle.ra presente en todas par~. Verdad ea que pasaba

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el día y parte de la noche en la escuela : hasla cuando e!tá­bamos en clase lo recorría todo, registrando nuestros pupi­tres, que abrfa con sus mismas llaves. En cuanto a la noche, una buena parte de ella la empleaba en escribir en pequeños libros, de los que tenía una buena colección, en columnas separadas, con signos especiales y en tintas de diferentes co­lores, todas las fallas y buenas cualidades de cada uno.

Los juegos, las bromas y las conversaciones se suspen­dfan desde el momento .que lo vefamos avanzando lentamente a través de nuestros espaciosos salones acompañado de al­g~no de sus f~voritos, y bal~nceándos~ de delante atrás y Ylceversa; sonr1endo a uno, mll'ando con ternura a otro lan­zando una mirada indiferente sobre un tercero y contrayendo l ig~ramente el labio al pasa~ ante el cuarto: lo cual quería <l ~cll' , que le agradaba el pr1mero, que el segundo le era in­diferente y mucho más el t ercero, y que el cuarto le disgus­tab~ &ito último bastaba para aterrar a la mayorfa de sus Yfot1mas, con ~an~o más motivo, cuanto que no había razón alguna que lo JUSUfl~ara . Algunos jóvenes impresionables eran presa de d~sesperac1ón, por esa aversión muda y constante­mente man1fles~a, y esas sospechoc:as miradas · en otros el resultado ha s1do un total aniquilamiento de' la voluntad como uno de los Tol. toi, Teodoro, alumno también de Girardot' ha ~~strado en una novela autobiográfica, titulada : Los Pa~ decomentos de la Voluntad.

* * * d La vida interna en es te colegio era bien tri ~te bajo la férula b el coronel: en todas lB.;s escuelas los «noval os>> son objeto de ro.~as m~s o menos hgeras. Se trata de poner a prueba al

r ecJ n vemd.o ; . saber hasta dónde llega su valor si con-servará la d1gmdad y la energfa Además lo t'· y · h · , s an 1guos quie-ren ~cer ver a_ lo~ nuevos la superioridad de un bien es-table~1.do compauensmo. Tal sucede en todos los colegios y pri_SIOne.s: pero bajo el dominio de Girardot estas pl>r· ~~cuJ~0f~ tomaban un aspect~ más violento, y procedían, primera d ~mpañ~ros de la m1sma clase, sino de los de la

. 'ó , e os paJes de cámara, que no eran oficiales en co­~~~ ~· Y a quienes aquél habfa colocado en una posición cart:1~r~n~~~~:~~n~ dexrepcion.al. Su sistema ern darles que cometia~ a cada e ese~tendldo, hasta de los horrores ellos una severa disci romeEnl o, y mantener por DH' dio de de un a·e d p ma,. contes tar a un golpe recibido Para c:~rJ e. cdámara, hub1era bastado en tiempo de Nicolás 1

~ • envta o a un batalló d h" el caso se hubiese he h úbnl. e 1JOS de soldados, como

e 0 P ICO ; Y el rebelarse de cual· . - , -

atr.MORUS DE UN REVOT.UCIONARJO 15

qnicr modo, contra lm mero capricho de uno de aquéllos mo­t ivo fuera suficiente para que los veinte que formaban la clase, at·mados con s us pesadas reglas de roble, se reunieran en un local cualquiera, y con la túcila aprobación de Girardol adminis traran una soberbia paliza al que hubiera mostrad~ semejante espíritu de insubordinación.

De este m~do,_ la primera. clase se despachaba a su gusto, y todavía el mvterno an ter1or uno de sus juegos favorito ' consistía en reunir a los «nova tos>> por la noche, con sólo In camisa de dormir, y hacerlos correr como Jos caballos en t>l rirco, mientras que ellos, armado~ de grandes fustas de goma elás tica , unos en el centro y otros por fuera de la pisla, los azotaban sin piedad . Por regla general, el «circo» t rrminaba de un modo oriental, en u na forma abominable. El concepto de la moral que prevaleda en aquel tiempo y lo que a veces se decfa en la escuela r especto a lo qu e ocurría de noche después del circo, t-ran de tal índole, que mientras menoc: se hable de ello tanto mejor.

m coronel sabia todo esto: tenia organizado un perfecto si,lema de espionaje y nada pasaba para ~~ inadvertido; pero mienlras no se supiera oficialmente que lo sabía, lodo mar­chaba bien. El cerral' loe: ojos an Le todo Jo que har ía la clase pt·imt>ra era la base de su si:> tema de mantener la disciplina .

Sin embar go, un nuevo espíritu empezaba a despertarse E'n la escuela, y pocos meses an tes de mi ingreso había teni­do lugar una revolución. Aquel aiio, la cla~e tercera. era diferente de lo que había s ido ha<>ta entonces : con tenfa un buen número de jóvenes, que realmente estudiaban y leían mucho, algun os de los cuales vinier on a ser más tarde hom­bres dis tin guidos. Mi primer conocimiento con uno de ello~, a quien llamaré von & bauff, fué cuando él lefa la Critica de la Razón Pura, de Kant : además, se hallaban en dicha cla~e algunos de los alumnos más robustos y fuertes de Ia escuela ; en ella se encontraba el más alto de todos, asf como otro de mucha fuerza, I\oshloff. gran amigo de von Schauff. E--los no toleraban las bromas de los p8lje" de cámara con la misma docilidad que sus predecesor<'s; lPs disgustaba mucho lo que ocurría, y a causa de un incidente, crue prefi ero no <le:'c'fibir, se vinieron a las manos las dos clase , resultando : que los de la primera recibieron una dura lección de parte de sus subordinados. Girardot le echó tierra al a unto; pero la fuerza moral de lo pajes de cámara quedó quebrantada. Se conservaron las fustas de goma, pero no se volvió a hacer uso de elles : las circolerfas y otras cosas por el estilo, que· <laron relegadas al pasado.

Hasta aqur se habla ganado; pero la última de las clases, la quinta, compuesta casi exclusivamente de muchachos muy

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?6 DOPOnnf

jóvenes que acababan de lngr~snr ~n el cole~io, se vefa for­zada a obedecer aún a las extgcnCias y caprtchos de la prl· mera. Teníamos un hermow jGrdfn .. poblado de cor~ulentos árboles· pero los alumnos de la qu.nta lo podían dtsfrutar poc<>: e~ les obligaba a pasearse por fuera , en tanto que los de la primera, ~en tarlos en él, pasaban alU el ralo con ver· ~ando, o a recoger las pelotas, cuando aquellos caba~leros jugaban. Dos días de~pués de m: entrada en la escuela, v:e~do lo que pasaba en el jardin, no bajé a él y permanec1 arr1ba. J.evendo estaba yo, cuando un paj{! de cámara, con cabello rojo y la cara cubierta de pecas, vino a ordenarme que ha· jara en el acto al jardín y fuera a pasearme con los d.emás.

-No quiero; ¿no veis que estoy leyendo?- fué m1 con· testación.

La ira desfiguró su fisonomía, de euyo bien poco simpá· fea. Trató de saltar sobre mf, pero me coloqué a la defen· sh·a ; procuró darme en la cara con la gorra y yo sorteé los golpes lo mejor que pude. Entonces arrojó su gorra al suelo y me di;o:

-necógela. -Recógfla tú-1c conte~té. En la escuela no ee tenia idea de un neto de desobedien·

cia semejante. El era mucho mayor y más fuerte que yo: por qué no me pegó brutalmente en el acto, no lo sé.

El dfa después y los siguientes recibí órdenes parecidas; pero obstinadamente me empei\é en no bajar. Entonces em· pezó una serie de pequeñas y ru:nes persccuc:ones por lo más mínimo, capaces de desesperar a cualquiera; pero, afor· tunadamenle, yo me hallaba siempre dispuesto a dar a todo un carácter jo' ial, y les contestaba con bromas, <> no les hada caso.

El cambio de tiempo hizo que todo esto variara : empe· zaron la~ lluv'es y apenas se podía saJ:r. En el jardín, los de la pr.mera fumaban con entera libertad y en el interior del co~egio el r!ub .de los fumadores era cela torre», local que es· taba s:empre hmp1o con esmero. y en el cual babia constante· ment~ fuego encendido. Lo~ pajCs de cúm11ra castigaban con sever:dad ~1 que coglan fumando ; pero ellos no dejaban de hacerlo. m·enlrns que estaban sentados y charlando al lado d~ la lumbre. Su hora favorita de fumar era después de las du·z de la noche, cuando se suponia que se hablan todos ~costado, permanecie~do en su club hasta ]as once y medln; Y para ponerse al ~br1go de 1:1n.a sorpresa de Girardot, ordena­ban a loe; de lo Q111nta que v1g1laran. Los niños de ésta tenlan que alternar en dicho servicio de rlo~ en dos, paseándose cerca de la. escalera hasta la hora refer~da, para dar nviso si se aprox.imaha el coronel.

HEMOniAS DE UN REVOLUCIONARlO 77

Al fin, decid:mos poner un término a semejante abuso; las discusiones fueron largas y se consultó a las demás cla­ses respecto a lo que dehia hacerse. la cuales contestaron, después de pencarlo, Jo sig.uiente: ccNegaos todos a hacer ese servicio, y cuando os emp;ecen ~ pegar, cosa que harán d.e fijo, marchad todoc; Jos que podá:s, en ma:a. y llamod a G~· rardot. El ya lo sabe de antemano; pero así se verá obll· gado a suspenderlo., La cuesl:ón de si eso no seria ccun soplo» fué re5uelta en la negativa por los expertos en asun­tos de honor : los pajes de cámara, al no tratar n los otros como compañeros, no tenían derecho o ser mirados como tales.

El turno de vigilancia tocó aquella noc~e a Shahousk~y, uno de los antiguos, y a Sclanoff, un rec1én entrado, n!ilo extremadamente tlmido que hasta tenia afeminada .la voz. Llamaron al pr:mero, y al ver que se ne~aba, lo .deJaron y acudieron a] segundo, que estaba acostado, y v1endo que rehusaba también, empezaron a azotarlo brutalmente con gr'!e· sos tirantes de cuero. Entonces Shahouskoy despertó a var1os compa1íero dr los qu~> qe hallaban más próx!mos y todos co· rrieron en busca de Girardot.

También egtnha YO en la cama, cuando Jos dos vinieron a mi, ordenñndomf' ·que fuera a v:p;ilar; y como rehusara, coaieron un par de tirantes (acostumbrábamos a tener co­lo~ada la ropn ordenadamente en un banco, ron los tirantes encima dP todo v la corbata cruzada sobre ellos) y comenza·

• ron a pecrarmr. ~sentarlo en la rama, :;orteoba los. golnes con las man;s • y va había rec:birlo bac:lantes. y b1en fuertes, cuando se ' oyó ·una voz que dijo: ce¡ El co!'onel llama a los de la primera In Los verdu!!os se contuvieron en el acto, nrrrglaron c:us ropas precip'ladamente y me dijeron en voz baja: «Ni uno. palabra>>, a lo cual yo sólo conte<:té: «La corbatn sohre torio rn hucn Ol'denH. mientras que 1a~ manos y brazos me echaban fuego a cauc:a de los go.lpes mcnc;on~dos.

Lo qu e hablara Girardot con los de la pT'Imrra no pud.mcs saberlo; pero al dfa siguiente, cu.01~d.o e:;lábamos formAdo..,, antes de boiar al romerlor, nos d1r1~·ó la ~alabra con m~ll· fluo ac<'n lo. monifec;tando que era muy sens1ble que loe paJes de cámara hubieran atropellado de aque! modo n un alumno <TUe tenia la razón de su pnrte. ¿Y a qu ·én? A uno de. nuevo ingreso y de carácter tímirlo como Selanoil. Este d1scurso jesu!tiro rlic:~uc: tó a toda la escuela. . .

Inútil os derir qu e aquel abuso t.erm1nó, como Igualmente 1as impertinencias de que eran objeto los novatos, que no vruv:eron a repetixse mtis.

• • •

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78 RROPOlKIN

Tamb!rn fué ind_udablemenl_e aquello un golpe mort al para la. autoridad de G1rardot, qu1en lo sin tió muy vivamente. ll!1raba nue<::~ra clase, y a mí wbrc todo, con gNn preven· c1ón (le hab1an dado cuenta del asunto de la vigilancia) y no perdía oportunidad de darlo a conocer. '

Duran.te el primer invierno esluve con frec uencia en la enfermei'Ja. De~pué" de haber pasado una fiebre t ifoidr·a dur~nte la cual el director y el médic·o ::;e lomaron por mi un mterés ve~dad<'ramente p~ tl'ma l , tu' e repelidos y fuertes ataques .gá~trJcos. Y como G1rardot, -a l hacer su ,.i:>ito. diaria al ref_endo loca l, me ve~a allf con _laula frecuencia, PmpPzó a dec•rm.e tod~" la~ mauana", med1o en broma, en I1•1mcé.~: ((}le aqu t un JO'cn qu~ está tan saludable como el Puente ~n.e ,·o, Y se pasa el t1e_mpo en la enfermería., Una o do~ 'eces le con 1 e~té en el mJ-.mo lo no; pero, al fin , consirlrl'anrlo de ma_l gusto esta constan te repetición ¡l<! rdf la fJaciencia y me mcomodé. '

.-éCómo O' at~cYéic: a derir C"O~-exclam é ;-le diJ•t> ni doctor qur ~ p_roh1ba la en trada en esta habitación ,. olru' cosa;; por el est• lo. · J ,

Girardot retrocedió dos pa<::os: SU!' ojos ob"CIII'O" hrilln· ~~~"fi/ d~j~: delgado~ labio, parecieron afinarse 'más toda da.

-Oc: he o!endido, é no es verdad~ fii en · en el alio IP· ~~:~~?dO!! ca nones de ar tillería: é sería l>uc~o que n~s bal ié·

-No doy broma" v os ad i t . a redbirla~.:.....le con t-~" té. v cr 0 que no estoy dl <~puc~lo

PrevEelns~ócalló; pero en lo sucesivo me miró aún c1 n que antes. con mayor Todos lo notaron v c:e

de ello ; pf'ro vo no ie · dí . ocupa ro~ en Sil <; con ver arioncs con mi indiferencia. tmportancJa, Y la! vez la aumen té

Ouran te diez y orho m " e: . <'hnrrclera que general e: c. cump!Jcloc: r·ehuc:ó darme la lle,!!'arloc: despué' ~ de unmenLe, se concedía a lodos lo~ recién · ' me.;; o do~ de · d · g1o, cuando e¡,. sunonfa hahf . resJ cnc1a en el cole·

0!t'utos de la instrucción miiÍ~n ~prendido en parle lo:- rudi· <:J n cuidado. Al fin un ofi . ~r • pero a mí tal cosa me teuía d_f'l colef.!io. v qup Pllf'de ;c1 ~ ~ que rra el mrjor inslructor I'Jt'Ío, me tomó por su cu: rtr e l'c: tahn enamor·ado del rjer· lo~ movimi~>n l oc: n s 1 ° a, Y. cuando me vi6 harer lodo"

• · u u f'n era sat•sf 'ó mJrnto de Girardot qu· acrJ n, lo puso en ronoci· mft~ de una vez, 0'0 b~~~ oa pe~ar de hab~rsc repeLido e'lo ofii'Jal con idcrara el as l caso' lo que d:ó lugar a que rl cuando una vez el direc~~~ od ~omo . una ofen"a personal. y no t euía ~o toda vía In ella el cuerpo le pre¡:w n tó por qué

rre era, le cont estó lisa y llana·

ME~IORIAS DE UN REVOLUCIONARIO 79

mPnte: ((El muchacho está bien ; el coronel es quien no quie· re,. A consecuencia de lo cual, probablemente después de 11lgunas observaciones del director, el mismo Girardot. pidió examinarme otra vez, y me dió la charretera aquel mi.;;mo día.

Pero la influencia del coronel se iba rápidamen te desvn· nE'<'iendo; el Parácter todo de la ec:cuela cambiaba. Durant e Yrinte años, Girardot habfa conseguido ver realizado su ideal, que era el de tener a lo.;; alumnos bien peinados, con el ra· helio rizado y de afeminado aspecto, mandando a la corte pajt's tan refinados como los cortesanos de Luis XIV. Si aprendían o no, le importaba poco ; sus pred ilectos eran los r¡ue tenían las malrtas más llenas de toda cla.;;e de crpillos de uñas y tarros de esencias, cuyo uniforme de pa!'eo (r¡ue podíamos usar cuando fbamos a casa los domin ~os) era del mejor corte, y sabfan hacer el más elegante salut obliq11c. Anteriormente, cuando Girardot hacía en ~ayos de ceremo· n ias cortesanas, envolviendo a un paje .en una manta de al· godón con listas encarnadas, tomadas de una de nuestras ra· mas, con objeto de que representase a la emperatriz en un baise-rnain , los alumnos se aproximaban muy respetuosamente a la supuesta emperatriz, ejecu taban con formalidad la ce· remonia de be~ar la. mano, y S<' re tiraban con un elcganlí· simo ~aludo oblicuo; mientras que ahora, aunque en la corte se conducían siempre con elegancia, en los ensayos hacían uno.;; saludos tan ridírulos, que todos reventaban de risa, al mismo tiempo que Girardot rabiaba de coraje. Antes, los alumnos jóvenes que habían asistido a una recepción oficial, y ~e rizaban el cabello con tal objeto, procuraban conservar este adorno todo el tiempo posible; ~ro Pn la actualidad, aproas volvfan de palacio corrían a poner la cabeza bajo el grifo de agua fría para desbaratar~ el peinado; puec:. toda apariencia afeminada era siempre mirada con desprcrto. El c:er enviado a una recepción y permanecer alH romo un oh· jeto decorativo, era considerado ahora más bien como una molestia que como un favor. Y cuando los mcnorec:, que ihan algunas veoe~ a palar io a jn~ar con Jo.;; prqu~iios ¡rra~­dcc: duques, contaban que cuando t~no de éc: tos ~~z~ un la­ligo do sn pañuelo, en uno de los !uegos, ~ se s1rv1ó de r l a rli ~creción uno de los nuestros h1zo lo mtsmo, y tanto IP pe,!!ó el gra;1 duque, que éc; te conclu~ó por ll_o rar, Gh:ardnt P.e f)ueda ha horrorizado. en tanto c¡uc el nnl•p:uo al m 1 ranle de Sebaslopol, que era tulor del gran duque, elogiaba a nues· tro rompañcro. . .

Un nuevo espíritu de amor al cslud1o y de formaltdad se de~anolló en el Cuerpo, romo en toda<; la o; dcroá <; oec;cue· las. En aiios anteriores, teniendo loe; pajes la se.~;~tHidad de que de un modo o de otro pasarían los e:dow1es para obtener

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80 lROPOTnft

sus nombramientos de oficiales de la guardia,. dejaban trans­currir los primero! ailos de la escuela C8Sl sm aprender nada, y sólo empezaban a estudiar más o me~os e!l las dos últimas cln~es; ahora, en cambio, las cl~ses mfer1ores t~a­ba:aban con provecho. El e::.tado moral v1no a ser muy dlS­t.:n'to de lo que babia sido a~gunos años antes ; lO:S entrete­nimientos orientales t>ran m1rados con repugnancia, Y. una o dos veres que se pretendió volver a lo pasado, produjeron e.ccándalos que llegaron basta los salones. ~e San Petersburgo. Girardot fué despedido; sólo se •le perm1t1ó conservar su de­partamento de soltero en el edificio del Cuerpo ; y después lo velamos a menudo, envuelto en su larga capa militar, pa­seándose solo y sumido en profundas meditaciones; entris­tPcido, supongo, no pudiendo por menos de condenar el n.ue­vo eF-píritu que rá.pidamen•~ 6e apoderaba del cuerpo de paJel5.

u

En toda Rusia la gente no hablaba más que de instruc­ción; tan pronto como se concertó la paz en París, y la severidad de la censura se relajó un poco, todo lo refe;ente a la educación fué objeto de vivas discusiones. La i~noran­cia de las masas ; los obstáculos con que habian tropezado los amantt>s de la instrucción; la falta de escuelas en los dis­tr:tos rurales, lo ant:cuado de !los sistemas de enseñanza. Y medios de remediar estos males, vinieron a ser los temas íaYori tos de discusión en los clrculos de las personas cultas, en la prenc:;a, y aun en los ~alones de la aristocracia. La pri­mera escuela superior para los jóvenes se abrió en 1857, con un plan de -c-;tudios exc~lentes y con claustro de profesores brillante. Como por arte mágico, aparecieron muchas perso­nas de ambos sexos, qu!enes, no sólo se habian dedicado por entero a la educación, sino !('18 as!mism() demostraron ser peda~ogos notablemente prAct1cos; sus obras ocuparían un ~ue .. to d.e honor entr~ la literatura de cualquier país civi­lizarlo, !'1 fueran conoC!das en el exterior

El Cu('rpo de paj<"' sintió también 1~ efectos de ese re­nacimiento: COT_t rn~as excepciones, la tendenC:a ,Reneral de loe; tre~ cla-:ec; ITJ!erJores .era el estudio. El jefe d el departa· mento de ('~uca~:ón, el .mspector Winkler, que era un co­ronel d~ arliller1a m';ly mstruldo, buen matemático y hom­br~ de 1deas progres1yas, inauguró un excelente plan piU'a estimular e~a tendenc:a . En vez de loe medianos mae!troe que llllteriormentt e.cost\\mbr&ban a d'r ~~dra en Ju tiMes

MEMORIAS DE t1:'f REVOLUCIONAlUO 81

inferiore!, se procuró profesores de prim~ra; en su opi­nión mientras más jóYenes fueran los dlscipulos, mayor debí~ i!er el talento del instructor . A "Í que, nara la cátedra de álgebra elemental de la cla~ cuarta, invitó a un mate­mático de primera fuerza y profesor por ~emperamento .. el capitán Sukhón!n, y la clase entera se ded1có con entusias­mo a las matemáticas. Ocurrió, dicho sea de paso, que el re­ferido capitán era también tutor del he:e~cro d~l trono (!'ii­kolai Alexandrovich, que murió a los vc:ntdós anos), a quten tro.[an una vez por semana a la clase de álgebra del Cuerpo de pajes; pues la emperatriz, Maria Alexandrovna, que era mujer bien educada, creyó que tal vez el contacto con ¡óvenes estudiosos fuera un estimulo para él. Pero aunque se sentaba entre nosotros y tenia que conl.estar a las preguntas que le hacían, como todos los demás, ~omo se entretenf~ p~r lo ge­neral, mientras el maestro cxpltcnba, en hacer dtbu.tos o en hablar con el compañero, no adelantaba mucho; tenia ~ueno. (ndole y un trato agradable; pero era un poco superfic:al.

Para lo. clase qu:nta. el inspector halló el concurso de dos hombres notables. Un dfa entró en la sala, radiante de alel{rfa, diriéndonos que babfo.mos tenido mucho. suerte; el proiesor K.Jarouskv, hombre de rara erudición, muy v~r~ado. en el es­tudio de ·los clásicos y gran conocedor de .nuestra l.:teralura, bahía consentido en darnos cla~e de gramática. retór:ca Y po6-tica, siguiendo con nosotros todos .los ~ñoc:, al pasar de un.a clase a otra. Otro profesor de la Umversl~ad, Herr Decker, ~~­bliotecar :o de la Biblioteca Im~r:al (nac:onal). har~a lo mts­mo en alemán. Agrel{ando que el 'Profesor K~arousKy <Cslaba algo delicado do salud, pero que tenía la segur1dad de qne nos conduciríamos con mucho juicio en su clase,; pues ya que ha­btamos tenido la suerte de encontrar semeJante maes tro, no era poeibJ.e la dejárl\mos malograr.

El inspector había pensado cuerdamente. Fué para .nos­otros una verdadera sat:~faC<'ión tener profe.sores de la Umver­sidad por maestros, y aun cuando surgieron algunas vocel! del Kanchatka (en Rusio. ee da el nombre de esta remota Y atra­Mda península a los últimos ban~os de cada ~Jase), recomen­dando Qtle se minrtt con prevención al c.csalchJcheron, esto es, lll alemán, la opinión general en nuestra clase era favorable a lO!! profesores. .

((El salcbicheron conquistó desde el pr:mer momento nues-tras ~impatfas; era un hombre alto .• con ?na .trente ancha Y despejada aspéCto bondadoso y m1rada mtehgente, no des­provista de un ligero ti o te de ironía. Al entrar. e.n. nuestra clase nos dijo un corrector ruso que pensaba d:V1dlrnos en tres secciones: la prim er9: ln com?o.ndr[an aquell.os que ya ~o~ nocían el alemán, y a qu.¡enes extgl.l'(a un trabaJO más serlo..a

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lmOPOTKlN

a la ~egllnda le enseñada ~ram.ática y más tarde. ~iteratura, ron arre~lo al programa e~ tableCJdo ; y la terc~ra, dlJO con una t::onri~ac; maliciosa, ~erá la Kanchatka. A éstos, agregó, ~~lo exip-iré que en cada. lección cop~en cuatro rengl?nes que desll!­naré de mi lihro. y una vez re~ IJZado e~te trabaJO, quedarán en libertad de hacer lo que quieran, con tal de que no molesten n Joc; demás, y les prometo que en cinco años cono~rán algo el alemán v su literatura . Ahora formemos las secc1ones.

Cinco o seis niños q1.1e no ~bfan una palabra de ale­mán tomaron a«iento en la última , ropiando asiduamente sus c-uaÚo renglones, que en las otras cla5es ll e~aban has ta l]nin­Ct> v veinte· y era tanto el acierto de Becker al hacer la elec­c-ión, y tanto" el interés que se tomaba por sus alumno<; , ~11 8 al finalizar los cinco años habían verdaderamente aprend1do algo del idioma y su literatura.

Yo me uni al primer grupo; tanto hahfa inc:is tido mi bPr­mano Alejandro en sus cartas en que aprendiera. el alemÁn, que poc;e[a tan rira JitPratura. y a cu vo idioma est án vertida~ torla<i las obras de valor, que me dedique con empeño a su estudio. 1

Ya traducfa y analizaba sin dificultad una pá~ina algo tra­baj~a. en la que se bada una desrripción rrádira de una tempestad ; aprendí de memoria, según el profMor me hnhla aconsejando. lac:; roniup-nciones . los advervios y las prepo~icio­nPS , y empecé a leer . Este e<:. un gran m étodo para aprender idiomas ; ad~mác:, B~ckrr me recomendó que me suhscribiPra a un semanario ilustrado de noro prer.io. lo que me sirvió r1e mucho estímulo, con sus grabados e historietac;, para leer más o menos, y pronto lle~ué a dominar el irlioma.

Hacia el fin del invierno le pedí a Herr Becker quP me pres~ra el Fausto, de Grethe; había leido una traducción, y también la henno~a nov~>la de Turo:rueneff, del mismo Utulo, Y 11hora a;dfa en deseos de conocer la g ran obra en el ori~inal. ceNo vats a entl'nderla ; .es demasiado filo<;ófirall, me dijo ¡~¡ r.nn . una bondadosa sonrtsa ; pero me trajo, sin emhar~o. un lthr1to cuadrado, con las página" amarilJag por el tiempo, 11118 contenía el drama inmortal. El no sospechaba la infinita satill· farción QU~' la po!!esión de aquel nequeño volumen me produ­,..¡1\ ~re deleitá con el sentido y la armonía. de carla ren~tlón , t>mnezando con los mi<;mos primeros ver"os de la hermoca dedi~toria idPal v nrnnto ~híA nápinac: en tPra" de memoria. Fl monólogo de Fausto en la flore¡ta y particularmente IM versos en que habla de su modo de co~prender la naturaleza,

«Tú no te has lim itado a permitirme sólo la :~dmiraciñn de la i ncon~cien c•a· has hecho más, tu mano logró abrir,me el seno de una amiga: de la cienc ia...

MCMORIAS DE UN RE\'OLUCIO~ARlO 83

me sumer gía en éx tasis profundo, y aun hoy día si~nlo su influencia. Cada verso vino gradua1mente a convert irse en un querido amigo. .

y además, ¿hay, por ventura , algún placer estéllco más (']evado que el leer poesías en ~na lengua que aun no ~e do­mina por completo ~ El pensam•e~to aparece envuelto en un~ especie de l igera ~asa que .a~mlr~IJI ~meHt e :;e ad.tpta a la poesía; las palabras cu yo tr1v1al s•gmlicado, cuando. u~o co­noce el idioma a. fondo, afectan algunas veces a la;; 1magen\" reales que tratan de rep~esenlar , conservan ~ao sólo su sent ~­do puro y e leYado, hac1endo qu~ la armon•a de la compo;,t­ción quede así más fuertemente tmpresa en el oido.

* * * La primera lección del profeso•· Klarou~~Y fué unfl re~·r­

lación paro. nosotros; rra un hombre peq~eno. ~omo de c~n­cuenta aiíoc:, de mov-imien tos vivos, con OJOS. hrJJlantec; e m­t eli ~ent es. ullo. npresión li geramente sarcá'- llca y .la elevada frenle de un poeta. Cuando Yino a. darnos la primera lec· ción, dijo con voz apa~ada que, habiendo pac;ado una larga enfermedad no podía elevar la oz lo <iUHCiente, por . lo que nos ronaba' nos aeercáramo<~ a él. Dicho e-. lo, aproximó ~u sillón ; la primera fila, y nosotros le rodeamos como un en-jambre de abejas. . 1

Habla de enc:eñarnoc:: gramática ru-;a; pero, en. l~gar de n arirlrz de la lección p:rnma tiral , oímoc; al:ro mn v dJ "tmlo de lo que esperábamos . En gramática, más intrrcalada con compara­ciones de dirhos populares rusos, con versos de H~mero ~ de~ sAncri«to d~ Mahahharata, cuya galanura trad uc1a a~ 1 u"o . allá un verso rle Schiller SP introducía. y era arompanado de alg~na !;arcást ira ob·ervación referente a al :runa preocupa· ción de ' la sociedad moderna; aquí, despué~, '.e volvfa <?t ra Yez a la l!ramática pura, seguida de generalizaciOnes poéllcas

y filosóficas. prendía Claro es que en todo e to había mnrho que no rom ·

mos y cuyo sentido más profundo escapaba a .nurs tra P.~cer­ción' ¿Pero acaso lo encantador dr lodo estudio n~ eslrJ a drn l]ur .con sta~ temen te abre ante nosotros nuevo~. e me pera os hori7onles, aun no comprenrtidos, que no« e~tlmudla~ a con­tinuar más v mác: avanzando en la prnetrac1ón e o qu e a prime~a vis ta apa;eció sólo en sus líneas gcner~les ~ Unos con las manos apoyada en los hombr~<i del rompanero, otr~s casi tendidos sobre las mec:;as de la pr•~era fil~ . otros en "ple detrás del maestro, y todo<: con la m:rada ch1c;peante, e t~­hamos rendientes de su~ labios. A med1da que su voz se deb1· litaba a1 aproximarse el fin de la hora, más suspendiamos el

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IROPOTXllf

n1lenlo para mejor o:r. m inspector ahri6 la puerta de la cln· ee para Yer cómo nos contludam?s con el _nuevo profe_sor; pero 61 notar aquel eniambre inmóv.l, se ret1~ó d~ puntlllas ~ara no hacer ruido Hasta Danroff, carácter mqu1eto y aturdido, contemplaba a Kla;:ousky, como d:c:endo «¡.vaya_ un hombre h>. Ra~ta ,on Klamair, un pobre muchacho c;rcas1ano con nom­bre alemán, de muy corlos alcances, estaba inmóvil en su ac;iento. En casi todos los demás algo bueno y elevado sur­gía desde el fondo de sus corazones, como si la visión de un mundo inesperado apareciera ante su v:sta. Este hombre te­nía sobre mí una ~ran influencia , que fué creciendo con los años. La profecía de Winkler, de oue después de todo me gustaría la esouela, se había cumplido.

En la Europa Occidental, y probablemente también en América, esta clase de profe::ores no parece ser generalmen­te muy conocida; pero en Rnc;ia no hay ninguna persona nota­ble en las letrac: o en la polít:ca que no deba el primer impul­FO hacia un de~nrrollo super:or a su maPstro de literatura. En todas las ec;cuelas del mundo debiera haber uno semejante ; todos los demás tienen asuntos ¡mrticulares a su cargo que no se relacionan entre c;í; sólo el profesor de literatura, guindo l)or las lineas generales del pro¡zrama. pero quedando en Ii· bertad de tratarlo a su gu<:to. puede reun:r en un lazo común n los separados e;:tudios hi~lóricosy humanidades, unificarlos por una amplia concepción filosófica y humnn:taria, y desper­tar ideas e insp"raciones más elevadas en los cerebros y cora­zones de la nueva grneración. En Rusia esa necesaria misión recae de un modo natural en el catedrál"co de literatura; pues a medida que habla drl de~arroBo dt>l id'oma, del con lcnido de la pr'mera poesía épica. de la m1~sira v cantos populares, Y má" odcllmte del tratro moderno, de la litcrntura científica, política y lilMófira. dP su país y de las di\·ersas corr'entes es­téticas. políticas y filosóficas oue ha reflejado, se ve obl:~a­do a ocu~arse de <>sa concepción generalizada del desarrollo del entenlfiDiPnfO humano. que no Ee encuentra dentrO del rad io de ~cc"ón ñt> las materias que se emeñan separadamente.

Lo m1smo debería hacerse también respecto a las cienc:as naturales. No basta ens-eñar fí<:ica y química. astronomía y ~ele~rolo¡da. zoología y botánica; la filosofía de to-das las c1enc;11s naturales; una vista genPral de la naturaleza en su conjunto. algo parec'do al primer volumen del Cosmos, de Humb~ldt, hay que dar a conocer al alumno y al estud'ante. cualq:tuera que _sea _la exlen<:ión quP se dé c'n la escuela l\l estud1o di! las CJ~nc1as referida". la filosofía y la poesía de la !"latu.raleza, los s1~temas de todas las ciencias exactas, y una Insp·rada concepc:ón de la vida de In naturaleza deben for­mar parte de la educación. Tal vez el profesor' de Geogra-

lltruonlAS DE UN REVOLUCIONARIO 85

ffa pudiera pr~v~sionalmente asumir <.'sin función ; pero en ese caso, se necesitaría nna clasc muv diferente de maestros de esta asignatura , lo m:smo en los colcg'os que en las Universi­dades ; lo que hoy se cn"eTia bajo ese nombre, será lodo lo que se quiera, pero no es Geografía.

* * *

Olro maestro conqui~tó el aprecio de nuestra clase de modo bien distinto. Fué el d.c <.'~critura, el último del cuerpo de profe<>ores: si los «herejes)), eslo es, los maeo;lros alemanes y franceses, eran m ·rados con poco respeto, el de cscr:tura, Ebert, que era un judío al€mán, estaba convertido en un már­tir . El conducirse insolentemcnle con él se consideraba de buen tono en tre los pajes. Sólo la mi~erin podía ser la causa de que no renunciara .el cor¡?o. Los antiguos, que lle,anbnn dos o tres años en la clase qninla, s:n haber pod"do pasar adelante, lo trataban muy mal; rero él había transigido con ellos, lle­gando al acuerdo sig.u:ente: «Una broma no más en cada lec­ción», cuyo cumplim:en to, por nuestra parte, dejaba algunas veces mucho que desear.

Un día, uno de los más atrasados empapó en tinta la es· ponja de la pizarra y se la t:ró al márt:r calfgrafo, diciendo al mismo tiempo con una sonrisa estúpida: cq Toma, Ebcrt 1» la esponja le dió a éste en el hombro, salpicándole de tinta la cara y la camisa.

Tenfamos la segur:dad de que, por lo menos esta vez, Ebert abandonaría la clase e iría a dar parle del hecho al inspector; pero nos equivocarnos, porque se contentó con exclamar, al mismo tiempo que sacaba su pañuelo de algodón y se lim­piada la cara: ce Una broma caballeros; basta por hoy», agre­gando a m~din voz: «La cam:sa se ha manchadon, después de lo cual r.ont:nuó como si tal cosa corrigiendo los cuadernos de los alumnos.

Ante semeiante proceder, quedamos e~tupefactos y nver­~onzados. ¡Cómo, en vrz de dar parte, lo loma con esa re­sl.2nación 1 La s:mpatJa de toda la clase se tornó en su favor . cq Lo que habéis hecho es una es! upidez, dijimos a nuestro compañero; es un pobre y le hahcS"s echado perder In ca­misil 1» cq Qué vergüenza!»·, otro f!l'"ló.

El causante del mal fué en el aéto a ct:sculparse. cciTay que aprender y aprender, amigo». fu!S todo lo que contestó Ebert, con voz <.'n que se refl<>jaba la tristrzn.

Después de esto reinó un s: IPncio ~epulcral, y al día si­~miente, como si todos nos hubiéramos puesto de acuerdo, escribimos lo mejor paiible y le llevamos nuestros cuadernos

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!tROPO rk 1~

pnrn c¡ur ¡0:: ~orrigirrn 1? (~u.r le ranc:ó gran alegi'Ía, y aqurl t1 1 1 puerlr drr1r.:c que Íll l' fcl •z. .

· J :~tc hecho mP impre-.ionó profund nmrntP. y ]fin~:\ ~ ~e ha Jwrrado ,¡,. mi memoria SH!mp~e le cslttré agradt'<'l{]o a tan rwtuhle homhre por aquella lecr1ón.

• * *

Con nne~tro mne<:lro de dibujo. qnc_ ~e .llnmahn Gnnz, nun­'•1 p\lllimot: , ¡,ir rn buena armonio. 1· 1 ~H·mpre dnbn cuen ta ,lt· los (JIH' jugauau t•n la rJa.::e; .lo que en nu r<:t ro concep­to e,tahn mal. pur"- ~u proerder d1staba mntho dr f'Cr correc­to Durnntr In rla<:e apena~ "<' oeupnhn de no"-olro-. y pn­~aha el tiempo rnme~dando Jo.: dibu jo"- ele aq uello<: qur repa­"llilan con t'•l, o ll' pn~ahnn nl!!o, para pourr pre..,en~nr nn hncn clilmjo en lo~ rxámPnr" y olrt t•ncr tma nota . de fJrlmrra: ron-

'tra Jo.: r¡uc O"Í prort>dían no trnbmo" qttep alguna; por el rontrario. hallúhamo-. muy nnlnrnl r¡u r Jos qu e no lenfnn ca­pa!'idntl pnra In" matrmálirn.: o mPmorin para la ~:eograffn , no ptttliPndo n"pirnr a nota<: rli'\Oila.:: rn ('<: In" mntrr1n~. !~ataran dt· mejorar ~ ~~ "-ilnnción ordenúndolc al nHIP"-l.ro un dibUJO o un nwpa topo~ráfko, que les a .. e¡wrara Pl pr<'mlo ant e lodo. ~ólo de par\P el<' los dos prim<'ro ... alumno"- dr la rln"-<' se hub1era , i~ t o mal E>l nr1ulir a tales prorrdimirnto"; pero C' n rnnn lo a Jo· drrn:í<:, podfnn hacerlo ron 1ran<¡ uilirlad de conciencia. P~ro (•J nwt'~lro no rlebía emplear la hora de dat:e rn ese trabaJ O; ) yo que lo hada, le tocaba .::n f1·ir ron resi:mación lac; fal.ta-; de "11' di~rfpnlo ... En vez de hnrPrlo a"í, no f:e pa.,aha cHa .;1n que dc•jnra r1r• (]nejar"e, y rnda \'PZ paredn m{i.; arrogant e.

Fn rnanlo pa~amo~ a la da"-e cnartn y no<~ encontramos rn nn 1Prr!'llO nHÍ" flr·mc, tratamos dr aprrtnrle las clavijas. C<YO"-­otro-. lt>nf.i" la culpa-noo. drrínn lo<: mnyorf'"-de r¡ne <:e rlé tanto tono ron vo<:olro"; nosotros lo trníamo~ atado corto n flor cm a razón dPcidimoc; hacer lo mic:mo qu e ellos habían ¡t•oliznrlo.

rn día, rlo excPlrnte<: rompniirro~ rlP rla'e "'<' acercaron a Canz ron nn ri.!.wrrillo f'n la hora y Ir pi dieron !nPgo. Claro ''" rp1e ~(¡J o "P trnlaha dr una broma, purs nadir habfa pen­... ndo rn fumar all í. y "-r~Hín la rr~Ja r'-lnhl(>{' icla . P) mae.:: tro no dPhiNn hnhrr hecho mú<: qne dP<:~dirlo nquPJ día de la dn"e; pP I'O en \'ez de e .. lo, los insrribió en el parte diario y fueron ca"li,!!ados con gran severidad . E~ to fné la gota que ltizo derramar el vaso: decidimos darle una C<<;ere natan ; Jo cual quería decir que, en un momento dado toda la cla"l'. pr?vi--ta de re!:!Ja, pre<:tada<: por la;:; ' Uperio; es. armaría un ru1do espantoso, pel!ando contra las mesas, hnsta hacer que

l.IEMORhS D~ UN J\EVOLUCIONAJ\10 87

el maestro se fuera de la clase. Esto sin embargo no se ha­llaba exento de dificultades . Ten!amos en nuest~a clase un cierto número de C<gente lloja» que, a pesar de prometer to­mar parte en la demostración, era fácil que a última hora no pudiera dominar los . nervios y se echare atrás, d~jando a los demás compromeUdos: en tales empresas, la unanimidad es el todo ; pues el castigo, cualquiera que sea su índole, es siempre más ligero al recaer en la clase entera que cuando afecto a un número determinado.

La dificultad se resolvió con arte verdaderamente maquia­v~ ico : a una señal dada, volviendo todos la espalda al maestro y golpeando con las reglas en los bancos de los vecinos se conseguirla el fin deseado ; de este modo e evitaria que ~te­rrase a los débiles la mirada de aquél. é Pero quién daba la ee~al? Un silbido, como e.n los cuentos de bandidos, un gr1to o un estornudo no nos sacaban del apuro; él pod!a muy bien fijarse en cualquiera que hubiese empleado tal re­curso. La señal debla ser silenCiosa : uno de loi que mejor dibujaban debía llevarle su trabajo a Ganz, y cuando volviera a su sitio, entonces estallarla la tormenta.

Todo salía e pedir de boca: Nesadoff presentó su dibujo, y el otro se lo corrigió en pocos minutos, que nos parecieron un eternidad; al fin volvió a su puesto, quedó un momento mirándonos y se sentó .. . La cla_e entera se volvió de espaldas, y las reglas menudeaban sus golpes en los bancos, en tsnto que algunos gl'itaban en medio del alboroto: cq Fuera Ganz, fuera con élln El escándaJo era mayt\ sculo; todas las clases se enteraron de que al maestro de dibujo le hablan dado una se­renata. El se puso de pie, murmuró algo y concluyó por mar­charse. Entró en la clase un oficial, pero no por eso se int&­rrumpió el jaleo ; después entró el subinspector, y el inspec­tor tras él : en el acto se suspendió el ruido y empezaron las reprensiones.

((1 Los mayores quedan desde este momento arrest6doe h1, ordenó el inspector; y a m!, que era el primero de la clase, y por consiguiente el mayor, me llevaron al calabozo obscuro, lo cual me evitó el ver lo que vino después. Se presentó el director : solicitó de Ganz que designara las cabezas de moUn, pero no pudo hacerlo. «Todos me volvieron la espalda, y co­menzó el escándalo .n fué su contestación. Inmediatamente se condujo la clase abajo, y a pesar de que los castigos corpora­les estaban completamente desterrados de nuestra esouela, esta vez, a los dos que antes se había castigado por pedir fuego al maestro, loe azotaron oon la vara de abedul, bajo pretexto de que la serenata fué una venganza por su castigo. Esto lo supe diez d!as después, cuando se me permitió volver a claie: mi nombre, que había sido inscrito en el encerado rojo de 14

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11\0POTillf

cJace, dest=nndo a los distinguidoc:: fué borrado de él, 1~ ~e me tuYo sin cuidado; no as[ lo~ d·ez dlas de calabozo, sm li­bro<:, que me parecieron interm1nable;;;, ) en los que compuse en "er5oc; horribles, un poema en que los altos hechos de la clac:e cunrta eran deb:damente glorificn~os.

Como -era de c--p<>rar nul'c:tra clase Yl!lO a ser la heroína de la ccruPin; durante un nu.•s entero tuv1mo que rclat~r una vez y otra a In ~ demás cla~co. tod? lo referente al parttcU;Inr, recibiPndo felici taciones por lo btcn r¡ue ~e había maneJado 1'1 a- unto ev!tnndo que n inguno inC'urriera en r e>s ponsabi. lidnd. r.o~o ca-.tigo, se noc: prohibió ir a cac;a los domingos, lo que rluró hasta Na\idad; pero como e5lábamos lodos reuni­dos lo pasábamos ale~rement.e. Las mamás de los niilos bue­noc:'le~ tra!an dulres en abundanc'a, y los que t enían dinero lo t'lllplcaban en mult!tud de pasteles, en tanto que, a la noche, los ami~os de la' otras dac:es traían de contrabando grandes cant:dades de !rula para la heroica clase cuarta.

Ganz no volvió a dar porte de nin~no más; pero n osotros no aprendimos a d'bujar tampoco. Nadie quer1a recibir lec­C.:onea de semejante hombre.

m

Mi hermano Alejandro estaba en aquella época en Moscou, ffi un cuerpo de cadetes, y manteníamos una activa corres· pondencia. Mientras que estuve con la familia, esto era imt» sible, porque nuestro padre consideraba como una prerroga· t' va el leer todos las cartas dirig:da!! a casa, y pronto huble· rn puesto roto a toda corespondencia que no tuviera un ca· ráctPr trivial. Ahora éramos libres para discutir en nuestras cartas lo que mejor nos parecía; no había más dificultad que ln falta de d'nero rara el franqueo; pero pronto aprendimos a es;cribir ton menudo y apretado, que lo que conseguíamos me· ter en una !;O)a cara era extraordinario. Alejandro, que tenía nn hermo"a letra . lo~ró inclu ir cuatro pág'nas impresas en una ~ola carilla, y sus lfn eas microscópicas se leian con la. m:sma dar 'dad que si fu eran impresas. Es lamentable que estas co.rtns. que ~1 :ruardaha como preciosos r ecuerdoc; hayan des· aparecido; lo. alta policfa, en una de sus razzias 1~ r obó hastn aqu«'llo oue de tanto aprecio era para él. '

Nuestrac; p_r'meras cartas casi no se ocupaban más que de los pequeuos detalles referentes a mi nueva situación; }}€ro pronto tomó nuestra correspondencia un carácter más elevado. Mi hermano no podía escribir sobre nimiedades; hasta

iiiEMOltlAS DE UN REVOLUCIONARIO

en las reuniones de sociedad no lograba animarse s ino cuan· d.o se entablaba alguna seria discusión, y se quejaba de scn­hr «un pesado dolor en el cerebrOll-UD dolor fíúco, según acostumbraba a d2cir,-cuando se hallaba entre ,I!'Cnle que sólo hablaban de cosas insignificnntec;. l\fe a,·entajaba murho en desarrollo intelectnnl , y me impul~aha hacia delrmte pr~c:rn ­tando nuevas cues ~iones cientUicas y filosóficas, una; despu~c; de otras, y aconc:cJándome lo que debla leer o estudiar . 1 Qué suerte ha sido -para mí tener un hermano semejante 1 Un hermano que, además, me quería con delirio, ) a quien debo la mayor parte de mi dec:arrollo intelectual.

Algu.nas veces olía aconc;ejarme que leyera pocc::!as, y me env1aba con sus .carlas muchos versos y poemas enteros que sabía de memorl8. «Lee poesíac::ll, escr!hía; ccella hace a los hombres mejores.'' ¡Cuántas veces, durante mi existencia, be podido apreciar la verdad rle semejante afirmación 1 El era indudablemente poeta, y tenía una asombrosa facilidad para escrib!r versos muy armoniosos. Creo, en verdad, que fu é una desgracia que abandonase la literatura ; pero la reacción contra las artes que se d E-spertó entre la juventud rusa en los primeros años que c;iguieron al c:esenta, y que Turgueneff ha pintado en Bazzaoff (Padres e hijos), le indujo a mirar los versos con desprec:o y a dedicar se por entero a las ciencias na· turales . Debo manifestar, sin 'E.'mbargo, que mi poeta fa,·orito no era ninguno de aquellos que su estro práctico, su oído de­licado y sus inclinaciones filosóficas le hacían preferir. Su poeta ruso predilecto era Venevitinofr, mientras que el mio era Nekrasoff, cuyos versos se hallaban a menudo faltos de armonía, pero llenos de sentimiento a favor del explotado y oprimido.

ccUno debe proponerse algo durante su vida,,, me escri­bía una vez. ccS:n un objetivo, sin una aspiración, la vida nada representa.)) Y me exhortaba a proponerme algo que valiera la pena de vivir. Era yo entonces demasiado joven para en· contrar lo que me indicaba; pero algo ccbuenoll aunque vago e indeterminado, surgió a impulsos de tal llamamiento, por más que yo no pudiern, ~in embargo, decir lo que e~e ccbien» Ue~aria a ser.

Nuestro padre nos daba poco dinero de que disponer, y jamás tu ve lo suficiente para comprar un solo libro; pero como Alejandro recibiera algunos rublos de alguna Ua, ja­más ~astaba lo más mín :mo en divertirse, sino que compraba un libro y me lo remitrn. No obstante, era opues to a lecturas insípidas. «Siempre ha de tenerse al,S!o que preguntar al libro que se va a leer,» deda. Yo, sin embargo, no podía entonces dar a esa ob ervación toda la importancia que mereda, y no puedo pensar ahora sin asombro en el grlln número de libros,

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11\0POTIIN

con frecuencia <le un carácter especial, ~e le! sobre todas la~ materia ... , y en particular refe!'éote a ]h.,lorta. ~o perd( _mt tiempo rn lt-er DO\'elas francesa-;, pue::.lo que AleJandro, at.tO::. ante::;, la:; habia condenado a todas en esta sola sentencta: <&In estúpida y de mal género)). .

Lo:.-. grandes problema." concernien te a ,Ia concepctón que drbíamo" formar del umvRr o-nuestro ll elta11scllaung, co­mo dicen lo:, alemane!;-eran como e:; de suponer el. asun~o uominanle t>n nue::.tra correspondencia. En nuestra uúancta nunca habiamos sido religiosos, pues aunque no~ llevaban a la i~lc-.ia, l'n las rusas de las pequeñas ¡parroqutl_lS Y e~ los pueblos. la solemne actitud de los fiel~ es más rmpreswna­Lle que la mb•a misma. De touo lo que Jamás oi en el IA!mplo, sólo dos cosa" me aft..'<'taron : los dooo pasajes tomados de los bnngeltos, relali\'OS a la pasión de Cristo, que se leen en Hu,ia t>n los oficios nocturnos del Jue':es ~anto, y la bre.ve ()ración condenando el esplritu de domtnactón, que se rectta durante !u gran Cuaresma, la cual .es verda~eramente her­mo'li, a <'8U~a de su sencillez, nalurahdad y dehcadeza de sen­Limi,•nto~ Pu~hkin la ha pue;;to en versos rusos.

Má-; adelante, en San l'etersburgo, fui varias veces a una iglt>Sia católica; pero el carácter teatral del culto y la au ... encia de todo :;enlimiento, me chocó, tanto más, cuando 'i alh con qué fe tan cándida. algún soldado polaco retirado o alguna aldeana rezaban en algún apartado rincón. También fui a una protestante; pero, al alir de ella, vinieron, a pesar mio, a mi memoria estos versos de Grethe:

«Jamis levantar~is los corazones sa al vue~tro no le alientan las pasiones.»

Ale-jandro, entre tanto, había abrazado ron su natural en­tu::.itnno la fe lut erana, leido el libro de Michelet sobre Ser­\ elio. y construido para s u uso particular una religión, to­mando como tipo esa gran figura Estudió con marcada pre· dilerción la declaración de Augsburgo, que copió y me remi­tió, \iéndose entonces nuestras cartas llenas de discusiones :-obre la gracia, y de textos de los apóstoles Pablo y Santiago. Aunque segui a mi hermano por ese camino, las discusiones ltológkas no llegaron a interesarme demasiado, y desde que me repu"e ~e la fiebre tifoidea me dediqué a un género de lec. tura muy dtferente.

.l\ ueslra hermana Elena, que ya estaba casada, se encon­! ra.bu en ~a.n Peter~burg~ . y todos los sábados por la noche Jba yo a vts1tarla. Su martdo tenia una buena biblioteca, en la que los filósofos. franceses del siglo pasado y los his toriadores modernos del m1smo pafs se hallaban bien representados, y en

MI \IORI\S IH UN Rt.\OTt'l.ION\lllO

f'llos puede decir:;e que me ..;umergi; esos libros estaban pro­hibidos en Ru-.ia, e inuudablemeute no se podlan llevar al colegio, por cu)a razón Y? po a~a toda ... ~qu.ellas . no?hr · 1~­' t.>ndo la obras de lo::. enrtcloped¡...,!as, el dtcc1onarto filo,ófico de Vollaire, lo e<:crito ... de los estotro·, e ... pecialmente Marco Aurelio y otros. La infinita inmen ... idad del univer ·o, la gran­oeza de ia nalut•aleza, su poe ... ta, .. u vida, que se manififttto en todru; parle', me irupre;.ionabau cada 'c7. lllú", y c,.a vida ince­:::ante y armónica me produjo el éxt.a ... is de adrui~ación que la ju\entud aco!'icia, en tanto que mil. poetas favorttos me ofre­ttan el modo de expre:;ar en palabra::. ese uacieute amor u 111 human idad y fe en su progreso, que tan importante papel rc­)Jresenlan en la primavera de la \ida, acompañando luego al hombre mientras dure a11uélla.

Alejandro, entre lanlo, llubía llegado gradualmente a uu agnosticismo kantiano, } la <<relu li\idad de las percepcioue::.)), <<percepcione~ en tiempo )- en c~pacio, o liernpo ::.ohm, ) Usl )Jor el estilo otro::. ideas lleuuban uue~lras carlas, cuya le­tra se hacía má:; y mús micro::.cópica a medida 4ue ~a rnatc¡·ta dbcutidu crecía en importancia. Pero ui eulon~ m . des~ue:o, cuando acoslumbrúl>aruo::. u pasar horas y horas en d1scutu· lu lilosofí11 de Kant , pudo llll lterlllauo couvertirme en uu di ~­CJpulo del filósofo de Künig:;l>erg. . . .

Lus ciencia:) 11alw·ules-esto es, matemáltcas, H::.1ca, qul­mica y aslronowía-erun mis princ1pale::. e::.ludios. En el ui10 185~, o u les de que Uar\\ in hubic,·a do do a lUJ; su iulllo~· t:ll libro, un profesor de. zoología de M.oscou, llamad~ Houlter. publicó tres coufereuc1as l>Obrc lranslormlsmo,. y .~~ hermano ucep tó desde luego ::.us ideas r~s¡!ec lo u .la \arJablltdad de !u::. e~>pecies. Pero uo hallándose su lt ::. le~l10, Sin em~nt·go, ~on prue-

- Las aproximadas, empezó a estu~1ar una ser1o de llbros es­¡aecialcs que trataban de la herwCJa y lo que con ella se n•l.t­ciona cow unicúndome en sus carlas los hechos mús c~ l?-11 uant~s as[ como l:>US vacilaciones y sus ideas. La aotu·tclóll de El ~rigen de las .especies uo resolvió s us dudas S?,b re l.l'l~t:­utinados punl os, smo que, p1·ovocando otr.as nueva", le :-Jt­

, ió de eslím u lo Jlaro continuar s us esludws. No~oii'O=> d~ ·­pués discutimos-) esa dtscusión duró .m1:1chos ~oos-•ol'J d~ cuestiones relativos ul ortgen de los vanocJones Y ~us 1 J oua bilidades de ser transmitida y acentuadas; en fin. l~n • cuc::.­Liones que han sido el lema, rnu) recienlem~nle, ~e 1~ con tro­\-ersia entre \V eismunn y Spencer, de la~ tnvesltgaCJo~es t.lt: Gallon y de las obras de ~o~ modern.os l"ieo-Lamarc~1anos. Debido a sus buenas dispo~lctone:; criltcas y filosófica~, Al~­jandro hal>itt notado, desde luego, lo impor~an~i.a fundament~l de estas cuestiones para la teoría de la varlabtlldad de las l'~»·

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lmOPO'TXÜ'f

pec·e~. 11 pe~ar de que entonces todavfa muchos naturali::la~ no 1 :;, daban importanc'a. .

Debo mencionar tambi sn una excursión temporal en el campo de lo economlo polflic:l. En los oiios 185~ y Jl-59 lodo el mundo en H u--ia bnblnba de cconomla polfttC1: las <'on­fcr nr·a-. '0l1re lilm· ('amhio ' clercchos fi"ralrs nlroínn a gruu­d¡·c: mull'tudec:, y mi hermano, que no e~tahn .J•Or c·omplelo ;;lJsorto Pn lo que a la 'nriahil:dad de la" cspec es "e rete ría, tomó un Yivo aunque pn•njero interé:: en lo;; asunl().: <'Conó­micos. mandándome, para c¡ue la leyera, In Economi1 P-olítica de Sn,·. De ella sólo leí al~uno~ capítulos: Jos aranceles y las operaéioncs banrar·as no me intere~nhnn lo más mín;mo; ·pero Alejandro tomó e<.ta;; cuc~tionrs tan a pecho, que ha ta llegó n cc:crio:r a nut'slra mndrac:lro, trotando de inlerc~arla en el intr'ncado laberinto de Jos drrt'chos de Aclunnac:. Cuando des­pués, en . ibl'r·a, lefomo~ algunos de las cartas de aquella épo­ca, no• rdomos de vera.: al tropezar ron nl¡mna en la que él 6e quejaba de In incnpa,.·dad de nuestra m~drastra, quien se mo~traba :nd'ferente nntP cue-.liones de tal trascendencia y tronaba contra un espcdero al que detuvo en la calle, 'ccy quien, e lo creeréis ?-dedo entre s'gnos de admiración,-18 pesar de ~er coro rc'anle. afectaba una estúpida indiferencia por las cuestiones arancelarias 1,

• • • Todos los veranos llevaban como una mitad de los pajes a

un. campamento de Peterkof: de esto se dispemaba a las óltlmas clases, y yo pa5é los dos primeros veranos en Ni­k.olskoye. El ~alir de la escuela, el tomar el tren para Mos­cou y encontrar allí a Alejandro, ernn cosas tan halagüefias para mf que nunca dejaba de contar loe; días que había de pa· s11r ha~ta llegar al momento deseado. Pero en una ocasión me aguardaba Pn :\foscou una desa~radoble sorpre-;a : Alejandro no h~bía sido aorolado en Jos extímene~. y tenía que pasar otro ano en la m1sma elao.e. Yerdacl~ramente era demasiado joven para entrar e!l las clases espec ales; pero nue~tro padre , sin embar¡?o, se mcom.orló .ron él y no consintió que nos v:éra­mos. E~t?. me entrtslcc 6 sobre m~mera: ya habíamos dejado de ser muos y tenfnmo5 un sin fin de cos~s que contarnos. Int enté obtener permi<:o pnra ir a cosa de nuestra tía Sulima donde tal ve1. hub'era pod'clo wr a Al ejandro; pero se m~ ni'!!Ó en absoluto. ~e~de que nue~tro padre se Yoldó a casar nunca se no~ permtlfa \'Cr a nur~tros par'enles maternos. . ~quella prtmaYern, nuestra casa de :\lo~cou estaba llena de mvttados. Todas las noches los salones de recepción se inun·

M!:WORJAS DE UN nETOLUCJONAlUO 98

daban de lut, la música tocaba, el repostero no paraba de ha­cer helados y paslaf', y €n el gran salón ·e jugaba a los naipes basta bien entrada la noche. Yo vagaba s in objeto a través de aquellas salas tan brillantemente iluminadas, y me sUllía dis­gustado.

Una noche, después de las diez, ufl criado me llamó por señas, diciéndome después que saliera al patio. I<'ui alli, y el ant:guo mayordomo Frol me d;jo a media voz:

-Ven a la casa de los cocheros; Alejandro Llexeivich está aqui.

Atravesé el patio corriendo y subf volando el tramo de es­calera que conduoe a la habitación referida, entrando en un amplio local alumbrado por una luz incierta, donde, ::.entado junto a la gran mesa de comedor de los cr:ados, vi a Ale­jandro.

-Querido Sasha, é cómo has vcnido?-le di¡e-; y en el acto nos abrazamO:S fuertem ente sin poder arllcular pala­bra; de tal modo nos hallábamos emocionados.

- 1 Vamos, vamos 1 que pud'eran oiros-dijo la cociner~ de la scrv'dumbre. Prasko\:a, enjugándose las lágrimas con su delantal, y agregando después :-1 Pobres huérfano~ 1 1 Si al menos v:viern vuestra madre 1

El viejo Frol permanecía de pie con la cabeza inclinada y también con los ojos humedecidos.

-:\1ira, Petya, ni una palabra a nad:e, a ninguno-dijo, en tanto que Prasko,-:a pu.::o en la mesa un jarro de barro, lleno de caldo parn Alejandro.

El, r ebosando salud, bajo su uniforme de cadete, ya ha­bía empezado a hablar de un sin fin de cosas, bebiéndose al mismo tiempo lo que el jarro contenfa. Apenas pude conseguir que me r efiriera cómo bahía podido ven'r a hora tan avanzada. 1'\osotros v:vramos entonces enea del bulevar Smolensky, muv próximo a la casa donde murió nuestra madre, y la es· cuela de carlelrs se en con traba en l'l parte opuesta de los alrededores de la ciudad, a ocho kilómetros, por lo menos de distancia.

Había hecho un bulto con las ropas de la cama y lo había colocado bajo las ~ábanas, después se fué a la torre, se descolgó por una ventana. ~alió sin que se d:eran cuenta, y vino andando todo el camino.

-é No tcnfa -; m'edo de noche en los campos desiertos que rodean al colrgio ?-le pregunté.

A lo runl contestó: -l Qué tenía c¡ue temer~ Sólo los perros me embestían;

verdad que vo mismo los achuchaba : maiiana no me vendré sin la espada.

Los cocheros y otros sirvientes entraban y salían ; sus-

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94 KROI'OTKI~

pir11b11n Al ,·ernoc: , y c:p «Pn!aban al~o di«tanl'iadoc: ~P no~­otroc: hahhmrio a mcriJA vor. para no moJr ... tRrno-.; mtentrn~ IJUP noc:ot ro- rloc:, ron Jo" hraw« t>n t rE>Ia7ndo..:, e ... tuvimoc: allí •Pnl11doc: IJn ... ta la mf'dia nochP. hahlan rlo dr Jno:; nt>hulo«a<; y

rle la hipóle"i" rlc L.1plarP, de la e"lructura dP In maiPria, Ja, hwhR<. df'l rapado bajo Ilonifacio YIII COJI P} poder imperial, y otra ... ro ... a<: por el re: liJo. • OP cuAndo rn ruando, alguno de Jos criados entraba pre­dp;latlamPniP rliriendo:

-PPtinka 'P a ryue te Ycan en el .:alón; rslún en mo,·i. miPnto Y putliPr:tn pl'E'gunlRr por ti.

Le c:upliryu~ a Sa--ha que no volviera a la noche siguien te; pPro. c;jn Pmhar¡zo vino, no sin haber tenido nntec; una Ji¡zp. ra ec:rarllmlllll ¡•on lo« pPrroc;. contra loe: cualec: hahía herho u ... o rll' la e«plldn ruando, má" tf'mprano 1'(111' r l día nnterior, m" llamnrnn para ir n la r11«a dP lo« corl1ero", al'urlí pre~nro<>.o . ;\IPjnnrlro hnhín hrd10 parle dPI ramino en rorruajr: !11 no­rhP ante.:, nno d,. lo" rriat!n.o 1{• trajo lo rrur lf' habían rlado IM jU/1ador~. c: upJi r;ínrloiP (]111' lO /II'Pptarn; r J tomó Jo preri­FO para nlfJuilnr un roPhP , Y dP f'"C modo pnrlo \Cnir antec; di' lA hor:~ Pn IJ11P Jo rfPrtuó en In primera vic;ita.

~Pn"nha \'OhPr t~mhi~n a la norhc c:i~uif'ntr; pPro había mnllv~ .... pAra tPmPr .rudiPra c:pr peli!?ro«o pArA loe: c: irvient<'«, Y Of'l'H!Jmo<: l}f'.;pPdtrno.- ha.;fa PI OfOÍÍO: una PP'lUPii:t nota ~<ofirialn mP dió a ronorrr ni c:i!?uiPnt" día ryue c;uc: «alidac; nor­tnrna" habían pnc:nrlo innrl\'Prtidnc::. 1 Qu~ trrrible huhirrn sido el ra"tigo, c:i c;p IIPJ!I\O a dr«rubrir! Tlorrori7a pPn"ar en ello: a1olnrln antP rl rnrrpo. ha«tn c;pr rondurid0 Pn una manta ~in r~~nrimiPnln, v rlrc;puk d<'grarlarlo y enviArlo 1\ lln batallón de htJO" dP c:olrlllrlo;;; todo f'rll po.:;ib!P Pn arpwl tirmpo.

Ln .rrnr In~ .rriArloc; hnhirc:rn c:ufrirlo por hahf'rno'l ocul­!;¡rlo, "t la nnltrtn llr,!!a a oírlo" rlP mtPc;tro p11rlrr , hubiera c; ido H!IIAlmPntP ~'<'panto~o : pPro Pllnc; .::ahíAn ~uardar rl c:ccrPto v no rl~l~tarc::p un~. a otroc:. Todo-; luYieron ronorimiento rl.A !Re: Yl"lta~. rle !llf'JAndro; pPro nin!?nno dijo ni nna palahrn a lA fAmthA · Plloc; v vo ~ramo<>. los únicoc: de la cac:a r¡ue tPnfamoc: ronorimirnto dPl bPcho.

IV

\ryuPI mi"mn a~ rl' · · ' . no 1 m¡ prJmProc: pac:o" romo invPc:li,!!a-dor rle la \'Ida dPl puehlo, lo fJUe mP aproximó a nnPc:lrr>'l la· hriP,roc;, prrmiti~ndomP vPr!~c: bajo nn ac;prcto di c;tinto, y más tarde me fué de gran utilidad en Siberia.

MZMORI\S DE UN REl'OLUCIONARIO 95

Todos los afioc;, en julio, en el día de la Santa Virgen de lazan, que era la patrona del pueblo. se celebraba una fe­ria muy regular en Xikoc:lkoYe . Acudían Yendedorec; de to­das lac; poblacione inmediatas, v muchos miles de aldeano~ Yenfan hasta df' diez lrguas a la r edonda, dando a nue,tro pueblo, durante un par dr día . un aspecto muv animado. Una notable de«cripción de los ferias de puebloc: ·del Sur dr Rusi_a se había publicado aquel año por la Slavophile Aksakof, y m1. hermano, que. se hall~ba entonces en la cúspide de su entusiasmo, económtco-polfttco, me aconsejó que hiriera un trahajo análogo re~pecto a nuestra feria, acompafiado de da· tos estadísticos, incluyendo en é tos lac: can tidades de artícu­los entrados y salido.:;. Seguí sus ind icadone:;, y, con gran sorpresa m fa, Yi que obtuve un feliz resultado; mis apreciacio­nes y datos no eran menos dignos de crédito. c:egün lo r¡ue he podido ver después, que los de la misma índole que se encurn­b'an en las obrac; rle est<tdfstica.

Nuestra feria sólo duraba un poco má· de Ycinticuatro horas. La vfspera, E>l gran espacio libre donde aquélla se efec­tuaba se encontraba ll~no de vido y animación . Largas fi. Jac: de moc:tradorcc;, de"tmados a la Yenta de tela" de al~odón, cintas y arlornoc; de todas cla"t>S, de los IJUe U"tln las aldeana<~. ~e levantaban por doquier. El restaurant, que era un edificio construido de piedra. se cubría de mco;ac:, silla.:; y bancos, y eu suelo se alfombraba de menuda arena. Aparerían tres ta­bernas, a ouyas 'J)Uertas ramas de rrtama recién cortadoc:, colo­cadas en lo alto de un palo que se elevaba a mnrha altura, ser­vían para llamar rlesde lejos la atención de los rampes ino'. Hilera tras hilera de mostradores mác; pe1Jueño~. destinados a la venta de lo1.a, ralzado, objetos de piedra, pan de jrngihre y de toda clac:e de menudencias surgían como por encanto , mien­tras que en un luga r drterminado del t<>rreno se hacían excava­ciones para rolorar inmensos caldrroc;, en lo· que se herv[an el .mijo y otras Sffi1i11as por fane¡zas y r.arnero· en teroc;, para proporcionar a los miles de vis itanlec: schi y hasha (~opac:; y caldos). Por la tarde, loe:; cuatro raminos que conducían a la feria se hallaban blOfJuendos por centenares de carros y corre· tas, y rpilas rle rarharrería. barrica« de hrea. granos y ganado, se pr~entaban a la venta a ambos lados de aquéllos.

Esta noche sr> rclebrnba .rn nuestra iglec;ia el «!'rYirio reli­gioso con gran c:olemnirlad. Los curas de los pueblos inmedia­tos tomaban parte r>n él, y sus sochantres. reforzados por al­gunos ~óvenes forasteros, cantaban en el coro con tal arte como pudiera hacerse en ltna catedral. La iglesia estaba com­pletamente llena, y las gent~ oraban con fcn·or; los ~eriantes rivalizaban entre si en cuanto al nümero y dimeos1ones de las velas de cera que encendían ante los altares, como ofrendas

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a lo5 santos de la localidad, interesá_ndolos en el buen ~xito de 5u empresa ; y como la concurrencia ~ra tan gra~de que no pennitra a los que "e hallaban a lo _último de. la 1gleSJa lle­gar hasta d altar, de.-de allí.~~ en,·¡aban, haciéndolos pasar de mano en mano, 'elns y c1r1os de to~~.; clases, blancos y amarillo~. chico.; y ~ranrlcs, según la posxc;ón del que_ los olre­cía diciendo al m1smo tiempo: 11Para la Santa V1rgen de Kaian, nu~tra patrona; para San N:colás el milagroso; piU'a San Frol " ~an ~ur1> (los santos de los caballos , lo cual pro­rcdfa de ·loq r¡ue tenlan esos animale venta); o simpltr mente 11para los ... unlo:.n, r-in met.er~e en más rodeos.

t;na vet terminada la función religio~a. empezaba la ante­feria, y era llegndo el momento de que me dedicara por com­pleto a mi mi~i~o de preguntar a centenares de petsonas por el valor de lo" artfculos qua trafan. Y con gran sorpresa mla ~aH del paso s! n dificultad. Por supuesto, que también a m( me hacían alguna· preguntas: 111! Por qué hacéis esto ?n ((é No ~rá para el viejo príncipe, quien tal vez pretenda subir los derechos del mercado?n Pero la seguridad de que el viejo prín­cipe no !labfa ni quería saber nada sobre el particular (él lo hu­biera cons!derado como una ocupación poco digna), de~vane­rfa de,de luego toda las dudas. Pronto aprendí el mejor modo de interrogar, y después de tomar g.ejs tazas de té en el res­taurant con algún f rían te (¡ qué horror; si mi padre lo hu­biera sabido!), todo marchaba a pedir de boca. Vasily 1ua­noff, el corre~idor de N;kolskoye, un alde.ano de a6pecto arro­gante de rostro s'mpático e inteli~nte y hermosa barba ru­b"a, se intt-resó por mi trabajo. «Si te conviene para tus esto­dios, realfznlo ; después nos dirás .Ja ventaja que te ha re~ portado n Fué ~u conclusión, y le dijo a la gente «que no ha­había mal en ellon.

En una palabra, lo importado se determinó con facilidad; prro al siguiente dfa las ventas o!recieron algunas dificultades, en particular en Jos vendedores de género~. qu"en~ ni ellos mi!':mos cabían aún lo que habían vendido. El dla de la feria las jóvene<> aldeanas invadfan las tiendas por com­pleto; después de vender cada una la tela que ella mis. ma había tej;do, pocuraba comprar algún algodón estam­pado y un buen pañuelo para ella. otro de color para !U. muido. tal vez al~ún encaje una o dos cintas y una mul­tHud di'\ nH•nuoenciac; para l~ abuela, el abuelo y 1~ nltios que habfa~ qu~dado ('n ca~a. En cuanto a los que vendfan loza, bollos de J ~ng1hre, ga~ado o cáilamo, desde luego manifesta· bao lo realizado, espeC'almente las mujeres de edad. «rl Se ha hecho bu~>n negocio, abuelita?» solía yo preguntar, y ella res­pondía: ((No te_ngo motivo de queja, hi·jo mfo. é Por qué babfa de ofender a D10s? Casi todo se ha vendido>>. Y con todas esas

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~signiflcancias ~ fonnaron cantidades importantes en mi libro de Memo:l86. U? punto quedaba por r esolver : había un gran espaCio destmado a muchos cen tenares de aldea­nas que, expuestas a los .~rd icntes rayos del sol, ofrecía cada una un ped~zo de tela tejida por ella misma, algunos de ver­dadero ménto. _Bastant~. compradores, con caras de gitanos y m1rad~~ _de t1burón , Circulaban entre la multitud hacien­do adqlllSI~JOnes. De estas ventas sólo se pudo hacer un cál­culo apro:nmado. ~ aquel tiempo no refl exioné sobre el alcance de este

trabaJO; ~u buen resultado me bastaba para estar satisfe­cho. P~o el verdadero buen sentido y recto criterio del ?Smpesmo r~so, _de que tuf. testigo durante ese par de d!as, de­Jaron en m.J ámmo una Impresión profunda. Más adelante cuando propagábam?" las doctrinas sodalistas entre los agri: cultores. m~ mar~v!llaba quo al~nos de mis ami~O", quo al parecer: hab1an recJbldo una educación más democrática que yo no s_up1eran hablar a los aldeanos o a los trabajadores de "las fábr1 cas de los distrito-: rurales. Procuraban imitar el modo de ~xpresaMe de _In geniP rl<>l campo, introduciendo en su len­guaJe una pro!us1ón d_e las llamadas <<frases popularesu pero el result.ado era negativo. '

Nada ele "'SO c::e necec;ita para comunicarse con ellos va ~ por palabra o )l<lr ~c::crito. EJ c.ampesino ruso enti~nrle perfectamente el. len¡nJa)e del hombre ilus trado. Con tal de que !lo se halle Impregnado de voces tomadas de idiomas ex­tranJeros . Lo que él no comprende es la noción abstracta cuando n~ va. acompañ.ada de ejemplos concretos, pero yo sÓ P.or e::cper1~ncia, que SI se le habla al labriego ruso con cla­r~dad, part1endo de hechos concretos-y otro tanto puede de­C:Jrse. de los aldearyos de todas las naciones,-no hay genera­hzaclón que, parti endo del campo de la ciencia social o nn­!ID'a~, no. se pu~da po~er al alcance de un hombre de una 1~teligmc1a .co~riente, SI el que Ja expone la ha comprendido b1en. La prmc1pal dife~cncia entre el hombre educado y el que no Jo es, puede dectrse que no es otra sino la imposibili­d.ad en que se halla el tillimo de seguir una serie de conclu­SIOnes. Se hace cargo de la primera y tal vez de la se"'unda · pero a la te_rcera se encuentra fatigado si no ve clar~ment~ el punto haCia el cual el que habla se dirige. Mas tal dificultad ~ presenta a menudo también, aun tratándose de personas cultas.

Una impresión más saqué rle aquel trabajo de mi juventud impresión que no formulé sino después, y que probáblement~ sorprenderá a muchos lectores. Me refiero al espíritu de igual­dad, que está altamente desarrollado en el campesino ruso Y en verdad en la población rural de todas partes. El aldean¿

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ruqo ec: capaz de demo~trar ~na ob~die?cia servil al seii.or te­rr:torial 0 al agente de palac1o; c:e md·!~ará ante su voluntad rl t un modo exprr><i\o; pero no lo~ cons:derorá como hombres , 11 1 eriorec: ; y si poco despué• el uno o el otro le habla~ del ht' no o de otra roc:a por el ¡><:tilo, les conl"stará co~o de 1gual n igual. Jamás \Í en el campesino ruso ese sennl:smo, con. ,E'rtido en una •el!unda naturaleza, con que un empleado de poca cal aaría le habla n otro de más el evada clase, o _un la· caYo a su amo. Es 'crdad que se somete a la fuerza fáctlmcn· te ·; pero no le rinde culto.

• • • Aquel afto volvf de N"kolc:koye a Mos~ou de una nueva

manera ~o exi<:fendo entonces ferrocarril entre Kaluya y Mo!\cou, hahfn un hombre, llamado Buck, qu_e mantenfa en comunicación a las dos poblaciones por med1o de unos co· ch-rs de mala murrte La familia nunca pensó hacer uso de ellos ten;endo su tren prop" o; pero cuando mi padre, a On de ahorrarle a mi madrastra un vin·ie de ida y vuelta, me pro· puc:o, medio en chama, que fuera solo en uno de esos vehfcu· los, acepté con placer r1 ofrecimiento.

La mujer de un traficante, ya de edad y muy gruesa, y yo ocupábames loo asi rntos posteriores, y un artesano, al parecer. en los anteriores, éramos los únicos viajeros. Por el camino fuf muy divertido; primero, por viajar solo (aun no tcnfa los d:ez v seis años), y después, porque la mujer re· ferida. que habla trafdo para un Yiaje de tres dfas una cesta colo~al llena de provic:iones, me obsequió mucho, ofreciéndome de todo. Los detalles de las jornadas fueron deliciosos. Lo ocurrido una tarde especialmente, permanece vivo en mi mtr moría: lle~?amos a uno de los pueblos grandes y paramos en una posada. La compañera de viaje pidió una habitación para ella, y yo me saH a la calle caminando a. la ventura. Una 11cas;ta blanca~>, en la que se servía de comer, pero no bebí· das alcohólicas, llamó mi atención y entré en ella. Muchos al. deanos, sentados en torno de pequeñas mesas cubiertas de blancas servillE-tas, tomaban el te; yo segur su ejemplo.

All( lorlo resultaba nuevo para mf. Era un pueblo de caro· pec:inos de la Corona, esto es, gentes que no hab[an sido siervos y di~frutaban de un relativo biene!;tar, t al vez debido al tejido n mano que cultivaban como industria doméstica. Conversacion.cs seria<; y reposadas, interrumpidas aquí y allá por franca r1¡:a, -.e mantenían entre los concurrentes, y des· pués de las fórmulas de introducción usuales pronto me vi enredado en una conversación con una docena de 6ldeanos so-

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bre el estado de la cosecha en nuestro terreno y otro sin fin dt> co5as. Deseaban saber todo lo referente a San· Petersburgo, y particularmente lo relativo al rumor de la a~lición de la Ff'.r­,·idumbre. Un sentimiento de amor hacia la sencillez y la~ relaciones naturales de ifrualdad , as[ como la bu<'nn voluniad , simpatfa que he sentido ~iemprt' dec:puég al hallarme ~ntrl' los aldeanos o en sus ca<;ac:, -e da:pertaron en mi en aquc· Ua cae: a de comidas. Nada ext raordina¡io ocurrió en ('<:a noch<r e<>[ que hasta pongo en duda que el incidente !'lea digno de menc:ón, y s in embar#Zo. aquella noche calurosa y oh<;cura en el pueblo, aquella pequeña posarla, aquella comer~ación de lo~ campec:inos y el vivo inl<'r~o: que democ:traron por un sin fin de ro!'laS que se hallaban mucho má" allá de lo que conS~titufA rl objeto corriente de sus preocupaciones, han hecho dicha pobre eMita blanca má" atracth·a para m[, de~de entonces, que el mejor restaurant del mundo.

V

Tiempos tormentosoe vinieron para nuestra ectcuela Cuan· do Girardot fué reemplazado, eu puesto lo ocupó uno di' nuestros oficiales, el capitán B. Era más bien de buen ca­rácter que de malo ; pero se le metió en la cabe1a l'ue no era tratado por nosotros con el respeto correspondirnte a la alta posición que ahora ocupabe, e intentó imponet'nos ma· vor consideración hacia él. Empezó cur~lionnnd<' por todo con la clase primera, y-lo que en nuestra opinión era atín peor-intentó destruir nuec;tra" <~libertades)), cuyo ori~rn se perdfa en «la noche de los tiempos,,, y qur. insi~nificantec; en sf, eran, tal vez por e&<> mi!'mo, más aprcc1oda" por no~otroc;.

El resultado de cstn fu~ qur durante vario-. dia<: In e~CU~'­la estnvo en completa rrhelión, que terminó en castigo~ generales, y en la expulsión del cuerpo de do<: de los pajes faYorilos.

Luego el referido cnpitán rmprzó a intervenir en la hora qur pa<:ábamM todas la" mai\nna<: en la clase preparando nuestrac; leccione~ ante" dr que llegaran los profesor('<;. Alli n~ ron.;ideráhamoc: bajo la autoridad de éo;tos y .no rle los militares por Jo cual aquello no<: r:tlli'Ó mucho dts¡!tnsto: y un dfa ,:o expresé en alta voz nuestro descontento, dicién­dole que aquel pue<:to era el drl inc;pector. de lac: clases, no el ~;uvo . Aqudla franquer.a n\e cOfltó Yanas semanas dr arrec:to y tal Yf'Z hubjera siclo expulsado de la escuela , a no haber sido porque el nrismo inspootor, su ayudante, y