Caso Cerrado (1)

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  • Caso cerrado Vicente Fernndez Saiz

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    Caso cerrado

    Carlos Zambrano entr en la comisara y pregunt en informacin por el inspector

    Nez. Le atendi una mujer vestida con un uniforme demasiado estrecho para las anchuras

    de su cuerpo que, con un sgame, le gui hasta su despacho. Llam con un par de golpes

    con los nudillos y, sin esperar respuesta, abri la puerta y anunci la visita.

    El inspector se levant y se apresur a saludarle.

    -Siento lo de su mujer le dijo mientras le apretaba con fuerza la mano y le sealaba

    una silla para que se sentara-. S que no es fcil para usted volver a recordar lo sucedido,

    pero he recibido una llamada del cuartel de la guardia civil del pueblo en donde muri

    comunicndome que, si desde aqu no les aportamos algo nuevo, van a aparcar el caso. Eso

    es lo mismo que decir que lo van a dar definitivamente carpetazo. As que si no le importa

    quisiera que me contara cmo ocurri todo. Me han encargado del asunto y despus de leer

    detenidamente la denuncia que pusieron por lo de la amenaza y el informe final de la

    guardia civil, no he encontrado ninguna pista reseable. No s continu-, a lo mejor si

    repasamos lo ocurrido encontramos algn detalle que se ha pasado por alto y podramos

    tirar del hilo.

    Carlos Zambrano no miraba directamente a aquel hombre. Mantena la vista fija en

    la pared que estaba detrs de l. Estaba descolorida y era evidente que aquel despacho

    necesitaba una buena mano de pintura. Pensaba que, por mucho que uno se lo quisiera

    imaginar, aquel lugar no pareca cuadrar en nada con los cuidados despachos que aparecan

    en las pelculas de series policacas. Tampoco aquel inspector pareca un polica al uso. Era

    ms bien bajo, de aspecto algo descuidado, pero, a pesar de las disculpas iniciales y de

    aquella cara de vendedor de lstimas, era evidente que estaba dispuesto a hurgar en el

    pasado y a l no le quedaba ms remedio que hacer un pormenorizado relato de lo

    acontecido.

    -Estbamos en casa comenz- cuando apareci por primera vez aquella mujer. Era

    sbado y los sbados yo me sola quedar parte de la maana en la cama corrigiendo

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    exmenes mientras Marta haca algo de limpieza. A eso de las once son el timbre y sali

    ella. O cmo una voz femenina preguntaba si viva all Carlos Zambrano y cmo, cuando mi

    mujer le confirm que s, ella lanz aquella frase tan escueta. La escuch perfectamente y

    antes de darme tiempo a tirarme de la cama, Marta comenz a dar gritos llamndome.

    Cuando alcanc el pasillo vi que vena a mi encuentro. Tuve que tranquilizarla porque estaba

    como histrica y no lograba articular palabra.

    -Lleg a ver a alguien?

    -No admiti con seguridad-. La puerta an estaba abierta, pero all no haba nadie.

    Slo s lo que Marta repeta sin parar: que era una mujer con el pelo azul.

    -Y recuerda exactamente qu fue lo que dijo? Ya s que lo ha contado cuando hizo

    la denuncia y fue pasando unos folios de la carpeta que contena el dossier del caso hasta

    que encontr la declaracin-, pero es importante que intente hacer memoria. A veces, el

    detalle ms insignificante puede ser de gran ayuda.

    Carlos Zambrano no necesitaba hacer memoria. Se acordaba perfectamente de

    aquella media docena de palabras: el da quince tu marido morir. Era imposible olvidarse

    de aquella frase, as que se la repiti tal y como ella la dijo, pero el inspector no pareca

    satisfecho y sigui indagando:

    -Cmo se lo tom usted?

    -Cmo quiere que me lo tome? contest de manera algo desabrida, aunque

    enseguida se dio cuenta de que estaba ante un polica y moder su tono de voz-. Al principio

    me asust, pero despus pens que se trataba de alguna broma pesada.

    -Y no sospech de nadie?

    -Ni por lo ms remoto admiti-. Ni siquiera ahora puedo imaginar quin sera. Llevo

    una vida de lo ms normal, no tengo problemas de ningn tipo, ni econmicos ni de otra

    ndole.

    -Ya, pero usted es profesor de universidad y bueno -hizo una pausa como si diese por

    hecho que ya saba adnde quera ir a parar- No pens en que pudiera ser obra de alguno

    de sus alumnos?

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    -Mire, inspector, debo reconocer que en la facultad puede haber algn que otro

    desalmado, pero, aunque le parezca pedante, la mayora de mis alumnos creo que me

    tienen cierto aprecio.

    -Y la minora?

    -Siempre puede haber alguien que considere que no se le trata con justicia o que coja

    un monumental cabreo por una mala nota contest un tanto ofendido por la insistencia-,

    pero yo no soy un profesor duro y adems imparto una asignatura de las consideradas como

    maras. Quien no aprueba conmigo es que no ha pegado ni golpe y a buen seguro que en

    junio lleva un carro de suspensos.

    El inspector se qued pensativo y desvi la mirada hacia el suelo. Entonces, como si

    pareciese que la cosa iba para largo, se levant y se acerc hasta el bidn de agua, se sirvi

    un vaso e hizo una invitacin a su acompaante. ste dijo que no con la cabeza y el polica se

    qued muy cerca de l, de pies y apoyndose contra la mesa. Fue en ese momento cuando

    Carlos Zambrano se percat de que, en aquella distancia ms corta, el comisario impona

    cierto respeto y lo corrobor cuando de nuevo volvi a la carga haciendo caso omiso a la

    indudable incomodidad que le estaba produciendo el interrogatorio.

    -Engaaba usted a su mujer? Lo digo y pareci adquirir un tono de disculpa-

    porque a lo mejor todo fue obra de alguna amante despechada.

    Carlos Zambrano acus el golpe. Ya se haba dado cuenta de que aquel polica no iba

    a andarse con remilgos a la hora de recabar informacin, pero no pudo evitar un claro gesto

    de indignacin por la dureza de la pregunta. A pesar de ello se aprest a contestar:

    - Antes de conocer a mi esposa estuve saliendo con otra mujer. Cuando llevbamos

    tres aos juntos tuvo la oportunidad de hacerse cargo de una peluquera de una ta suya que

    viva fuera de la provincia y aunque me prometi que sera slo cuestin de uno o dos aos,

    los suficientes para ahorrar el dinero necesario para trasladar el negocio aqu, la cosa se fue

    enfriando. En esa poca apareci Marta. Fue todo muy rpido y no tardamos en casarnos.

    De esto hace ya diez aos y puedo asegurarle que no han existido ms mujeres en mi vida.

    El inspector ech de nuevo otro vistazo al dossier y se fij en las fotos del cadver y,

    aunque aquel cuerpo tena el amarillo tsico que invade a los muertos, conservaba los restos

    de una belleza arrebatadora. Era alguien que en su poca de juventud habra sido capaz de

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    trastornar a cualquier hombre. Por eso no se extra de que Carlos Zambrano tuviera prisa

    por casarse, al fin y al cabo, a una mujer as o la echas pronto el lazo o corres el riesgo de

    que te la levanten. Pero l saba que la imagen fsica slo era, en la mayora de los casos,

    pura fachada, chapa y pintura y a un polica lo que le interesa es lo que se esconde debajo.

    -Hbleme de su mujer pregunt con nimo de conocer qu haba detrs de aquel

    rostro.

    -De mi mujer? Se sorprendi su interlocutor-. Qu quiere que le cuente?

    -Me interesa saber cmo reaccion los das posteriores a la amenaza, qu le indujo a

    salir de la ciudad a ltima hora, por qu eligi un lugar tan recndito para ocultarse. Porque,

    segn consta en el informe, fue idea de ella alquilar esa casa rural para el fin de semana.

    -Los primeros das, una vez que pusimos la denuncia, pareca que haba olvidado el

    asunto, pero, a medida que se acercaba la fecha de la amenaza, iba ponindose ms y ms

    nerviosa. No hablbamos del tema, pero se mostraba desconfiada y medrosa. Por el da, en

    cuanto yo regresaba del trabajo, cerraba la puerta con llave y siempre buscaba alguna

    disculpa para no salir. Nos pasbamos las tardes en casa viendo la televisin, leyendo o

    matando el tiempo de cualquier manera. Por las noches apenas si dorma. Su cuerpo se

    retorca en la cama sin adaptarse a ninguna postura y cada maana se levantaba con

    evidentes seales de no haber descansado. Pero fue el viernes trece cuando me sorprendi

    con la maleta hecha y la noticia de que nos bamos esa misma tarde. No tuve alternativa.

    El inspector le observ con atencin e inquiri interesado:

    -Por qu?

    - Marta era una mujer de carcter fuerte. Cuando se le meta algo en la cabeza no era

    fcil llevarle la contraria y ya haba hecho la reserva. No s exactamente de dnde haba

    sacado la informacin, pero eligi bien el sitio: a ella le gustaba el mar y a m la montaa y

    en aquel pueblo haba ambas cosas. Adems, a m tampoco me pareca mala idea. Sonaba

    atractivo: un fin de semana en una casa rural, lejos de la ciudad, lejos de aquella amenaza

    que empezaba ya a obsesionarnos.

    -Lo que no entiendo es cmo apareci all la mujer de pelo azul quiso saber el

    comisario.

    -Ni yo. Aunque cabe la posibilidad de que no fuera ella.

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    Por unos instantes las conexiones mentales del polica parecieron haberse bloqueado

    de improviso y tard unos segundos en reaccionar.

    -Y eso? inquiri sorprendido.

    -La vimos de lejos y desde esa distancia lo nico ntido que se poda observar era el

    color del pelo. A lo mejor era otra mujer.

    -Justo el da quince y en un lugar perdido en el culo del mundo?

    Carlos Zambrano se dio cuenta de la puerilidad de su observacin. Saba que la duda

    del inspector era ms que razonable y antes de seguir movi la cabeza de un lado a otro

    tratando de justificar su respuesta:

    -No s, no s. Lo que quiero decir es que nunca estuvimos lo suficientemente cerca

    como para ver su rostro.

    -Pero su mujer s deba estar segura. Perdi la vida por perseguirla. Cmo fue

    posible?

    -Todo fue muy rpido se explic Carlos Zambrano-. Aquel pueblo apenas si deba

    tener una veintena de vecinos y el nico atractivo que all exista era hacer senderismo.

    Haba sealada una ruta que bordeaba el acantilado, as que decidimos hacerla. De repente,

    en una de las partes ms escarpadas, divisamos, a unos cien metros de nosotros, a esa

    mujer. Fue Marta quien se apercibi de su presencia. En un primer momento los dos nos

    quedamos como paralizados, pero ella reaccion antes que yo. Empez a apretar el paso en

    pos de aquella figura. Primero lo hizo disimuladamente y despus, cuando en un recodo del

    camino la perdimos de vista, trat de ir todo lo deprisa que poda. Estaba tan obsesionada

    que no se daba cuenta del peligro que corra. Aquel sendero era cada vez ms angosto y si

    dabas una mala pisada o resbalabas corras el riesgo de acabar despendote por el

    acantilado. Yo, apenas poda seguirla y empec a decirle que no corriera, pero ella cada vez

    iba ms deprisa, ms deprisa

    El inspector not que a aquel hombre le resultaba difcil continuar, as que decidi

    darle un respiro. Se dio la vuelta para coger el expediente que estaba detrs de l, sac una

    fotografa y tras acercrsela inquiri:

    -Fue aqu por donde se precipit?

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    Carlos Zambrano la observ. No era precisamente una instantnea panormica como

    esperaba. La foto reflejaba el lugar exacto en donde se supona que resbal: apenas dos

    metros de aquel sendero rocoso y resbaladizo, sin seas aparentes del accidente.

    -Supongo que s afirm con gesto abatido-. Aquella parte del camino era toda muy

    parecida y slo tengo en la mente su grito cuando se desprenda hacia el vaco y el golpe

    seco de su cuerpo contra las rocas que emergan del mar. Luego, ya todo est muy confuso:

    la desesperada carrera hacia el pueblo para buscar ayuda, los vecinos que pronto acudieron

    al lugar y por fin, al cabo de todo un mundo, el helicptero de rescate.

    -Y de la enigmtica mujer de pelo azul, ni rastro?

    -Como ya le he dicho la habamos perdido de vista y desconozco si el ruido de las olas

    al romper contra el acantilado dejara or el grito de Marta y los mos posteriores pidiendo

    ayuda. Lo nico que s es que nadie apareci por all y por eso tuve que ir al pueblo.

    El inspector se pas varias veces la mano por el cabello en un gesto que Carlos

    Zambrano interpret como de derrota. Con el semblante tenso coment:

    -Me temo que, a pesar de todo lo que me ha contado, no vamos a poder

    desenmaraar esta madeja.

    -Y entonces? Seguirn investigando?

    -Sospecho que no puntualiz el polica-. A m me queda demasiado lejos para

    continuar recabando datos y la guardia civil de la zona no parece tener ms pistas.

    Con esas palabras el inspector dio por terminada la entrevista, se acerc a l y le

    ofreci la mano mientras le dijo a modo de despedida:

    -De todas formas le mantendr informado si averiguamos algo. Mientras tanto el

    caso va a quedar cerrado.

    Carlos Zambrano no dijo nada, se limit a balbucear un adis que el inspector

    entendi ms por el gesto que por las palabras y sali de all con celeridad.

    Una vez fuera deambul durante ms de una hora por las calles de la ciudad. Ya

    estaba oscureciendo cuando se adentr en un solitario callejn y se par delante de una

    peluquera. Ech un vistazo a ambos lados, porque tena la sensacin de haber odo un ruido

    extrao, pero no vio a nadie. Entonces se qued un momento dubitativo y se decidi a

    entrar. La peluquera, una chica demasiado joven para ser la propietaria, daba los ltimos

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    retoques a la nica clienta que haba en el local. Antes de sentarse rebusc entre el montn

    de revistas que estaban esparcidas encima de una mesita de metacrilato. Cuando encontr

    una de su agrado se acomod en una de las butacas a la espera de que le tocara su turno.

    Apenas tuvo que esperar unos minutos y cuando aquella joven se iba a encargar de l

    una mujer morena sali de la trastienda y dijo:

    -Djalo Ana. Puedes irte que ya me ocupo yo.

    -Gracias contest la chica y al instante se quit la bata, cogi el bolso que tena

    guardado en un armario y se fue sin ms despedidas.

    La duea de la peluquera puso el cartel de cerrado en la puerta y ech el cerrojo.

    Para cuando acab, Carlos Zambrano haba pasado a la trastienda.

    -Todo bien? No te esperaba dijo a modo de saludo.

    -S, todo bien, pero

    -Pero qu?

    El hombre se qued mirando las pelucas de diferentes colores chillones que estaban

    colocadas en un expositor de la trastienda y seal con el dedo a una de ellas.

    -Creo que deberas deshacerte de sa.

    -No te preocupes le respondi con voz melosa mientras le haca una carantoa-.

    Nada puede incriminarme, pero si eso te hace sentirte ms tranquilo lo har.

    Se acerc hasta la cabeza del maniqu que llevaba la peluca azul, la cogi y la meti

    dentro de una bolsa de basura. Cuando iba a anudarla, Carlos la interrumpi:

    -Espera. Mete esto tambin y arranc de la revista que haba cogido al entrar el

    suplemento sobre rutas de montaa y casas rurales que ocupaba las pginas centrales.

    -Desea algo ms el seor? coment la peluquera sonriendo con dulzura.

    - Bueno. No me vendra mal un afeitado. Con esta barba de varios das parezco un

    montaero.

    -Sabes que me encanta la montaa y tambin los montaeros, pero por ahora es

    mejor que no nos vean juntos, as que confrmate con esto le dio un beso y le puso la bolsa

    en las manos.

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    Carlos Zambrano entendi la indirecta y, a pesar de que intent estirar aquellos

    momentos todo lo posible, lo ms que logr fue prolongar la despedida hasta la acera de la

    calle.

    La oscuridad era ya total cuando abri el contenedor de la basura y arroj a l la

    bolsa. Por un momento le asalt el presentimiento de que le vigilaban, pero, mientras se

    perda en aquel ddalo de calles que atravesaban la ciudad, se tranquiliz a s mismo

    recordando las ltimas palabras del inspector: caso cerrado.

    No ech la vista atrs y no pudo ver cmo, instantes despus, dos hombres

    rebuscaban en el contenedor.

    -Eureka! exclam uno de ellos mientras abra la bolsa y sacaba de ella su contenido

    -. Enfcame aqu orden refirindose a la revistilla que tena en la mano junto a la peluca.

    El inspector Nez pasaba las hojas con avidez mientras su compaero, un joven

    recin llegado al cuerpo, le iluminaba con una pequea linterna. Se detuvo en una de las

    pginas cuando vio un anuncio encerrado en un crculo hecho con rotulador.

    -Es sta afirm satisfecho-. sta es la casa rural en donde estuvieron alojados.

    El joven polica le observ con admiracin. A l nunca se le hubiera pasado por la

    cabeza la idea de que la persona amenazada estuviese directamente implicada en aquella

    muerte. Por eso inquiri intrigado:

    -Desde cundo sospechabas de l?

    El inspector dej escapar una sonrisa malvola y poniendo su mano sobre el hombro

    de su compaero pregunt:

    -Has odo ese dicho de que todo el mundo es inocente hasta que no se demuestre lo

    contrario?

    -S, claro confirm un tanto sorprendido porque no entenda adnde quera llegar

    con aquella leccin infantil de primero de derecho.

    -Pues deja esa chorrada para los abogados. Si quieres ser un buen polica recuerda

    esto: ante un muerto todo el mundo es sospechoso mientras no se demuestre lo contrario y

    si el fiambre es la mujer, el marido es el primero de la lista. Estadstica, pura estadstica.

    -No me digas que todo se debe a una cuestin de probabilidades musit un tanto

    desilusionado.

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    -A eso y a que cuando llam a la casa rural en cuestin me aseguraron que la reserva

    la hizo un hombre y no una mujer contest serenamente el inspector.

    -Y con esto bastar? quiso saber el joven, que abrigaba an demasiadas dudas.

    -Espero que s, aunque no creo que se pueda demostrar si esa mujer muri porque se

    cay o porque la empujaron. De todas formas pediremos un registro en casa de la peluquera

    y como encontremos unas botas de montaa que encajen con las huellas que se hallaron en

    el lugar del suceso, lo van a tener difcil. Pero todo depende del juez; al final siempre

    depende de un juez. As que, en lo que a m respecta, slo me queda detener a ese par de

    tortolitos, interrogarles, hacer el informe y CASO CERRADO.