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Aubrey y Maturin 17 - El Comodoro - Ptrick O'Brien
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Sobrecubierta
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El comodoro
Patrick O'Brian
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Para Mary, con amor
NOTA A LA EDICINESPAOLA
ste es el decimosptimo relato de la ms
apasionante serie de novelas histricasmartimas jams publicada; por considerarlo dendudable inters, aunque los lectores quedeseen prescindir de ello pueden perfectamente
hacerlo, se incluye un archivo adicional con unamplio y detallado Glosario de trminos marinosSe ha mantenido el sistema de medidas de l
Armada real inglesa, como forma habitual deexpresin de terminologa nutica.
1 yarda = 0,9144 metros1 pie = 0,3048 metros 1 m = 3,28084 pies1 cable =120 brazas = 185,19 metros1 pulgada = 2,54 centmetros 1 cm = 0,393
pulg.1 libra = 0,45359 kilogramos 1 kg =
2,20462 lib.1 quintal = 112 libras = 50,802 kg.
CAPTULO 1
La bruma se extenda por la entrada del
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Canal en aquella fea noche. Las nubes corranrepidantes, empujadas por un vendaval delnoroeste que descargaba fuertes lluvias.Ouessant se encontraba en algn lugar por la
amura de estribor; las Scilly, a babor, pero no sevea ni una luz ni una estrella. No haban hechouna sola medicin desde haca cuatro das.
Dos barcos navegaban en conserva rumbo anglaterra. Uno era la Surprise de Jack Aubrey,
una antigua fragata de veintiocho caonesdesestimada haca aos por la Armada, que enese momento serva como embarcacinalquilada por su majestad, aunque completaba
una larga misin de carcter confidencial para egobierno. El otro, el Berenice, al mando delcapitn Heneage Dundas, era un navo de sumajestad de dos puentes y sesenta y cuatrocaones, ms antiguo pero menos trajinado que
a Surprise. Marchaban ambos en compaa deu barco de pertrechos, la Ringle, una goletaamericana de la clase conocida como clper deBaltimore, que los haba acompaado desdeque se cruzaran al noreste del cabo de Hornos,
unos cien grados de latitud o seis mil millas
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nuticas en lnea recta (si las lneas rectas tienenalgn sentido en una travesa enteramentegobernada por el viento), la Surprise provenientedel Per y la costa chilena, y el navo de su
majestad, de Nueva Gales del Sur. El Berenicehaba encontrado muy maltrecha a la Surprisedespus de que sta sufriera un encontronazocon una fragata americana fuertemente armada,mxime teniendo en cuenta que un rayo le haba
destrozado su palo mayor y, lo que es an peor,haba privado a la embarcacin de su gobierno.Los dos capitanes se conocan desde que erannios, haban servido juntos como
guardiamarinas y tenientes, y por tanto eran, qududa cabe, viejos compaeros de rancho entimos amigos. El Berenice habaproporcionado a la Surprise vergas, cabuyera,pertrechos y un estupendo a la par que eficiente
mn de Pakenham, construido con mastelerosde repuesto; y las tripulaciones de ambosbarcos, pese a la tensin inicial fruto de laposicin irregular de la Surprise, se habanevado de maravilla despus de celebrar dos
apasionados partidos de crquet en isla
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Ascensin, donde se cal un timn msapropiado. Tambin se haban cruzado muchasvisitas cuando los tres permanecieron en lasonas de calmas ecuatoriales, con las velas
gualdrapeando durante quince das, mecidos enun calor tan sofocante que incluso la brea,undida, goteaba de las vergas. Si bien habaesultado un viaje demasiado largo, no poda
haber sido ms sociable, sobre todo porque laSurprise tuvo ocasin de sacarse la espina de lanjusta diferencia existente entre quien da y quieecibe, al proporcionar un cirujano al Berenice,
que iba falto de tripulacin, pues haba perdido e
uyo (junto a su nico ayudante) cuando el boteen el que navegaban volc apenas a diez yardasdel barco. Ninguno de ellos saba nadar, y amboe aferraron al otro con fatdica energa, de mod
que su dotacin, lamentablemente mermada po
a sfilis de Sidney y el escorbuto del cabo deHornos, qued a cargo de un asistente que noaba leer ni escribir, pero que compensaba esta
carencia con su audacia. En fin, no slo leproporcionaron un simple cirujano naval
pertrechado con poco ms que un certificado
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extendido por la Junta de Enfermos y Heridos,ino tambin un mdico veterano en la persona
de Stephen Maturin, autor de una obra deeferencia sobre las enfermedades de los
marinos, miembro de la Royal Society, doctoraden Pars y Dubln, caballero que conoca a laperfeccin el latn y el griego (conocimiento queconstitua un alivio tremendo para sus pacientesamigo personal del capitn Aubrey y, aunque
esto tan slo lo supieran unos pocos, uno de losms preciados consejeros del Almirantazgo -y,por ende, del Ministerio- en asuntos relacionadocon Espaa y la zona de Amrica ocupada por
os espaoles. En resumen, un agente denteligencia, aunque fuera voluntario y totalmentendependiente.
Pero un cirujano, por mucho que dispusierade cabina propia y de un bastn con empuadur
de oro, por mucho que el propio prncipe Williamduque de Clarence, hubiera solicitado suservicios, era tan slo un cirujano, al fin y al cabo
y no precisamente un palo mayor, y muchomenos un timn. Poda mantener con vida a la
ripulacin y aliviar sus males, pero no poda
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empujar ni gobernar el barco. Los de la Surpriseenan por tanto todo el motivo del mundo paraentir una gratitud sin parangn hacia los
marineros del Berenice y, puesto que conocan l
diferencia entre lo que est bien y lo que est men el mar, cumplieron con creces con suagradecimiento cuando atravesaron por zonasucesivamente fras, templadas y trridas y, de
all, al sencillamente hmedo y desagradable
clima que les aguardaba en casa. No obstante,nada en el mundo les hubiera empujado aestimar al Berenice por lo que era.
La dotacin de la Ringle comparta sus
entimientos sin reservas. Tanto la fragata comoa goleta eran naves extraordinariamentemarineras, rpidas, capaces de navegar muybien de bolina -la goleta incluso mejor que laragata-, y poda decirse de ambas que eran
ajenas al abatimiento, mientras que el pesado ypoderoso navo de dos puentes era como ungusano encaramado a una cofa. Se las habaapaado bastante bien al recibir el viento por elravs, aunque navegara mejor cuando lo recibausto por la aleta, pero al hacer avante de esta
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guisa su dotacin haba cruzado miradas denquietud. Finalmente, las alas y las rastreras nopudieron aguantar por ms tiempo y, cuando elbarco ci tan cerca del ojo del viento, las
bolinas puntearon tensas, y se comprendi que,pese a todo su empeo, no podra acercarse aas seis cuartas del viento ni impedir que cayeraa sotavento de forma lamentable, igual que uncangrejo borracho.
El Berenice se haba visto empujado acomportarse de esa forma tan lamentabledurante das, desde que, gracias a una acertadaobservacin, haban determinado que ya podan
poner manos a la obra y pintar el barco, forrar locabos con brea y bruir todo aquello que fuerausceptible de despedir brillo, con vistas a picar
a sonda totalmente preparados para llegar anglaterra con esplendor. No obstante, a lo largo
de los ltimos das, el viento se habaempecinado en lo contrario y, aunque la Surprispor no mencionar la goleta- pudo vencerloobradamente barloventeando un buen trecho,uvieron que retrasarse debido a su compaero,
an poco marinero. Se haban adentrado en
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aquella fea noche, aquella condenada y malditanoche, con la obra muerta recin pintada decintas para arriba arruinada por la espuma delmar, cuando a esas alturas podan estar
perfectamente bebiendo todo lo habido y porhaber en tierra; o, al menos, eso pensaban losmarineros de la Surprise, pues eran deShelmerston, una pequea poblacin mucho mcercana que Portsmouth, puerto donde fondeara
el Berenice.Aqul era el sentimiento que se haba
extendido hasta lo ms elevado, sobre todo en ealczar de la Surprise, donde una rfaga de
viento inusualmente violenta haba cortado lamarea al repuntar y haba empapado a todos losque estaban all. Bajo cubierta, en la cabina, losdos capitanes permanecieron inalterablescuando el Berenice se revolc indeciso con
mayores y gavias, cargando un montn de aguacayendo a sotavento con su torpeza habitual,mientras que la Surprise mantena su posicinexacta a popa, sin necesidad de nada ms queas gavias doblemente arrizadas y el foque
medio metido, y la Ringle, incluso menos que
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eso. Ambos capitanes saban que los marineroshacan todo lo posible, y una larga carreraprofesional no slo les haba enseado a aceptao inevitable, sino a no irritarse por ello. Mucho
antes de hacer las mediciones con la sonda,Heneage Dundas haba sugerido que la Surprisdeba hacer caso omiso de la costumbre naval yepararse de su barco, para hacer avante y
navegar todo lo rpido que quisiera.
No llevamos despachos -replic Jackarrugando el entrecejo. Un barco que llevaradespachos de guerra estara excusado deguardar las formas y mostrarse educado en ese
aspecto. Incluso tena prohibido demorarse unolo minuto. Y as qued la cosa. En aquelmomento, despus de que Dundas comiera ycenara a bordo de la fragata, permanecanentados frente a una seora jarra llena de vino
de Oporto, atentos a medias al golpeteo del maprimero en la amura de babor y, ms tarde, en lade estribor, despus de que el barco hubo viradpara emprender otra bordada. La lmpara quecolgaba de los baos se zarandeaba sobre el
arcn, iluminando de forma intermitente un
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historia y todos los minuciosos detalles queafloraban a su memoria. Se haban entretenidocon el mismo juego siendo jvenes, cuandoirvieron bajo el mando del condestable en el
navo de setenta y cuatro caones Bellerophon,destacado en las Indias Orientales. Jack tambihaba ganado en aquella ocasin gracias a sunfernal suerte, pero Dundas exigi que le dieraa revancha y volvi a perder, de nuevo debido a
un doble seis. Se cruzaron palabrasmalsonantes, como tramposo, farsante,odomita, majadero y condenado halacabuyas.
como golpearse a puetazo limpio subidos al
arcn (la forma habitual de resolver talesdesacuerdos en la mayora de barcos) estabaestrictamente prohibido a bordo del Bellerophone acord que, al no poder tolerar de ningn
modo semejante lenguaje en tanto que
caballeros, tendran que batirse en duelo.Durante la guardia de tarde, el primer teniente,para quien una cubierta restregada a concienciacon piedra arenisca constitua la mayor felicidaddescubri que el barco estaba a punto de agota
as existencias de sta y despach al seor
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Cmo aullamos -record Dundas. Tusaullidos eran ms agudos que los mos -dijoack-. Muy parecidos a los de una hiena.
Haca un buen rato que Killick, el despensero
del capitn, se haba retirado, de modo que Jace sirvi un poco ms de oporto. Despus debeber durante un rato, cay en la cuenta de quecuriosamente Dundas estaba cada vez msilencioso.
Se oyeron en cubierta las rdenes y el pitodel contramaestre, y la Surprise vir por avantepara recibir el viento por el costado de estribor,uave como la seda, sin contar con ms
marineros que los que estaban de guardia.Jack -dijo finalmente Dundas, en un tono devoz que aqul haba odo antes-, quiz te parezcste un momento inapropiado, pues aqu meenes derramando tu precioso vino El caso es
que mencionaste que habais hecho algunasestupendas presas en el Pacfico.As es. Como bien sabrs, se nos requiri
para que acturamos en calidad de buque decorso, y puesto que no poda desobedecer mis
rdenes, no slo capturamos algunos balleneros
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que ya tocaba a su fin.Qu feliz me haces, Jack -dijo Dundas-.
Cuando desembarque, una letra de cambio deHoares, pues recuerdo perfectamente que tiene
el dinero en Hoares, ser para m como elescudo de Ayax.Nada como el oro para satisfacer sin ms a
un apoderado.Jams te he odo decir nada ms acertado
querido Jack. Pero, aunque tuvieras oro (no medirs que tienes oro de verdad, Jack, orongls?), tardaras horas en contar mil guineas.
Por el amor de Dios, Hen. Tom, Adams y yo
hemos pasado toda esta maana y buena partede la tarde contando y pesando monedas comoun hatajo de usureros, llenando las bolsas paracuando hagamos el reparto final despus deechar el ancla en Shelmerston. El doctor tambi
colabor, mordisqueando alguna que otramoneda de las pilas que hacamos yquedndose con todas las monedas antiguas,pues creo que haba algunas de Julio Csar yNabucodonosor, y tambin apret contra su
pecho una moneda irlandesa llamada pistola d
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absoluto de la menor concentracin, sino msbien de todo lo contrario, pues consista en unaerie de imgenes, a menudo imprecisas, a
menudo intensamente vividas, de
conversaciones, reales o imaginarias, y de unentido indefinido de la felicidad presente. Sinembargo, esa noche, por primera vez en toda laravesa -nada ms y nada menos que unacircunnavegacin completa, por no mencionar lo
ucedido en tierra, que fue mucho-, haba unautil diferencia, un cambio de tonalidad. Se hab
enterado de que en cualquier momento podanpicar la sonda, expresin que tena un aire
escalofriante, algo alejado de su significado. Elhecho en s transformaba la vaguedad de lo queestaba por venir en un presente casi inmediato.A partir de ese momento no era tanto cuestin dmecerse en brazos de una felicidad pretrita,
ino de reflexionar sobre la realidad a la que seenfrentara en cuestin de unos das, o inclusomenos si soplaba un viento favorable.
Por supuesto esperaba con una impacienciaque jams haba sentido el momento de
eencontrarse con Diana y conocer a Brigid, y as
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sico, nunca haba sido un gran amante, factorste al que haban contribuido aos de adiccinal opio, que no fumaba ni ingera, sino que solabeber en forma de una tintura alcohlica de
udano hasta alcanzar dosis heroicas, todo ellocon tal de aplacar la desesperacin que loembargaba al pensar en Diana. Esta, por otraparte, no haba llegado a tomar ni siquiera undracma, ni un escrpulo de opio, ni ninguna otra
cosa que pudiera disminuir su temperamentoardiente por naturaleza.
A medida que avanzaba la noche lleg apreocuparse por todo lo habido y por haber,
como suele suceder a quien permanece aoscuras, falto de vitalidad y coraje. Menguadasu capacidad de raciocinio y el sentido comn, a
menudo se consolaba pensando en la existenciade Brigid, lazo de unin entre ambos. Otras
veces se deca que pensar en Diana comomadre era completamente absurdo, y ansiabadisponer de su vieja amiga la tintura para relajarel tormento al que someta a su mente. Disponade una alternativa en las hojas de la planta de
coca, muy apreciadas en Per por la pausada
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propio casco. Pero no oyeron nada, y disminuya sensacin de apremio que sentan. Las niase sentaron en cubierta, lejos del intenso anillo
de luz que despeda la linterna, para jugar en
ilencio a un juego en el que una mano podaimbolizar una hoja de papel, una piedra o unasjeras. Stephen se acerc a la cabina contigua
para visitar a sus pacientes, a quienes preguntcmo se encontraban.
De maravilla, seor -respondieron antes dedarle las gracias de todo corazn.
Me alegra mucho or eso -dijo-. Aunquehabis sufrido dos fracturas limpias y habis
enido mucha suerte al ser inmovilizadosenseguida, pasar un tiempo antes de quepodis encaramaros a la jarcia o bailar sobre lahierba, si es que llegamos a puerto, que Dios loquiera.
Amn, amn, seor -respondieron alunsono.Pero cmo llegasteis a ser tan
mprudentes e irreflexivos como para golpearosmutuamente con esas condenadas balas con
pinzotes?
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de cerdo, pastel de ternera y jamn, mantequillaeche frescas, una crema si cabe ms fresca, t cacao. Todo exceptuando el caf que tantoansiaban los paladares de Jack y Stephen.
Supongo que no habr tenido ocasin dedisfrutar del ejemplar ms reciente delProceedings of the Royal Society. Tengo uno emi cabina, recin salido de imprenta, y crame se digo que me encantara mostrrselo -dijo el
eor Philips, el oficial de chaqueta negra delAlmirantazgo que se sentaba junto a Stephen.ste se lo agradeci mucho y admiti que seraun placer, ante lo cual el seor Philips aadi-:
Me permite servirle uno de esos arenquesahumados, seor? Son inslitamente grasos.Es usted muy amable, seor -dijo Stephen-
pero creo que debera contenerme. No har sinoacrecentar mi sed. Y en tono moderado y
confidencial (de hecho, se conocan lo bastantebien como para hablar de esa forma), aadi-:No van a servir ni una sola gota de caf?
Espero que no sea as -respondi Philips,que seguidamente se lo pregunt al despensero
que pasaba por su lado.
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bonapartistas en Valaquia cuando entr uneniente para informarles de que, en cuanto eldoctor acompaara a los capitanes paraembarcar en la fala del Berenice, se pitara la
orden para echarla al mar. Al parecer, stoscruzaban ya los cumplidos de rigor a modo dedespedida.
Y el viento est rolando -aadi el teniente-Podr subir a bordo sin empaparse.
Quiz pudo haberlo hecho, cosa harto difcileniendo en cuenta que tena que descenderaferrado a unos cabos hasta el ltimo escaln dea escala del costado, y que la fala se zarande
hasta que el balanceo juguete con el barco y loubi con la mar, que en esta ocasin empap adoctor por encima de la cintura. Stephen lleg abordo de la Surprise calado hasta los huesos,como era de rigor. Tambin como era habitual,
Killick -hombre de rostro chupado, curtido yenvejecido, que adems tena un increble humode perros por encargarse de cuidar tanto delcapitn como del doctor, irreflexiva pareja dondeas haya, amn de sus ropas y extremidades- lo
cogi y lo empuj apresuradamente al interior de
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Stephen -continu al entrar por fin en la cabina,in que se lo impidiera el hecho de encontrar a
Maturin semidesnudo, al igual que la desnudezampoco haba supuesto un impedimento para
us antepasados, encarnados en Adn, hombrebre de pecado-. Pero te ruego que meperdones. Por lo visto te he interrumpido -dijo alver por el rabillo del ojo la carta que Stephenena en la mano.
Nada de eso, amigo mo. Dime qu te hacean feliz, pese a la decepcin que te has llevado
Jack se sent cerca de l, y en un tono de voque tena por objeto evitar que Killick, a quien no
e le escapaba nada, pudiera or lo que deca -vana esperanza donde las hubiera-, respondi:La carta de Heneage inclua un pasaje sobr
m que no poda ser ms amable. Deca Melvilleque estaba muy contento de saber que la
Surprise estaba a punto de entrar en aguascosteras, y que siempre me haba tenido porpersona magnnima. Esas fueron sus palabras,Stephen: persona magnnima, y todo poraceptar un mando tan irregular, pese a lo bien
que me he empleado, y que ahora que tiene la
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oportunidad de expresar su opinin acerca demis mritos (de mis mritos, Stephen, has odoeso?) aprovechar para ofrecerme unaescuadrilla que est reuniendo, que partir de
crucero frente a las costas del frica Occidentalcon algunas corbetas muy marineras, y quiz treragatas y un par de navos de setenta y cuatrocaones, por si resulta que se produce lo quedenomin ciertas eventualidades. Nuestra
misin consistir en interceptar buques negreroscosa que te ser grata, Stephen. Un comodorode primera clase, Stephen, con un gallardetn dabo de gallo, un capitn bajo mi mando y un
eniente de bandera, no como en aquellaesforzada campaa que hicimos en Mauricio,cuando tuve que ascender por mritos propioshaciendo de burro de carga de segunda clase.Oh, ja, ja, ja, Stephen! No tengo palabras para
expresar lo feliz que soy. Podr encargarme deTom, que de otro modo no volvera a tener unmando; sta es su nica oportunidad. Y segnparece no hay prisa alguna. Disfrutaremos de unmes, quiz ms, para estar en casa, lo bastante
para que Sophie y Diana se harten de nosotros.
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n escrito a lpiz, tenue, lo cual poda obedecer amuchos significados. En este caso se refera alComit, rgano compuesto por las principalesguras del servicio de Inteligencia y del Ministeri
de Asuntos Exteriores, que lo haban enviado aPer para impedir, o, mejor dicho, paraadelantarse a los franceses en sus planes degranjearse las simpatas de los cabecillas delmovimiento de independencia de Espaa.
Estaba claro que deseaban saber qu habaogrado y, con toda probabilidad, esta prontitudupona que experimentaban algunas dificultade
a la hora de mostrar el asunto bajo una luz
avorable, o incluso tolerable, ante sus aliadosespaoles. Repas la larga e intrincada cadenade sucesos que conformaran su relato, ymientras lo haca observ la estela de la fragataestela que, considerndolo bien, haba alcanzad
una enorme longitud.En sas estaba cuando Tom Pullings, el
capitn nominal del barco -nominal debido alncompetente plan de disfrazar la Surprise debarco corsario bajo el mando de un oficial sujetoa la media paga con tal de engaar a los
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caso sus palabras se las llev el viento. Stephenevant a su vez la mano para saludarlo,arriesgado ademn puesto que se vio arrastradodesde el lugar al que se haba cogido y acab
opando, por fortuna, con el musculoso BarretBonden, que estaba en la caa del timn, ya quea goleta careca de rueda. Sin permitir que laRingle se desviara del rumbo, Bonden agarr adoctor con la mano izquierda y se lo pas a Joe
Plaice, que lo at a la groera del timn, aunquede modo que Stephen pudiera disponer de ciertbertad de movimiento.
All tuvo ocasin de recuperarse, y no tard e
colocarse con cierta comodidad, con la miradavuelta hacia la popa. Se llev una sorpresa aldarse cuenta de que el Berenice y la Surprise yae haban alejado mucho de la goleta. Vea a los
del castillo de proa como figuras lejanas que
empequeecan ms y ms a medida que lasobservaba, individuos irreconocibles a excepcide Davies, El Torpe, que luca un chaleco rojo. Aesas alturas la Ringle haba mareado el velachopues, despus de todo, era una goleta de gavias
y con el viento a un largo por ms de dos cuartas
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implemente asistiendo a discusiones pacficasobre puertos, costumbres locales y pertrechos
navales, desde la China a Per, extradas de laexperiencia personal de cada uno. Sin embargo
a Surprise haba sido su hogar por ms tiempodel que poda recordar fcilmente. Haba pasadomomentos en tierra y momentos en otros barcospero probablemente haba vivido all ms tiempoque en cualquier otra morada que pudiera
ecordar. Stephen Maturin haba llevado una vidaerrante y sin ataduras.
* * *Transcurrieron tres das hasta que cedi el
viento al rolar en direccin oeste, e inclusouroeste, viento perfecto para quienesarrumbaban Canal arriba. Aquel da seepararon por fin la Surprise y el Berenice
durante la guardia de tarde, al llegar a la altura d
Shelmerston. Todos a bordo de ambos barcose despidieron unos de otros agitando elombrero y lanzando vtores con toda la buena
gana de la que fueron capaces.
La Surprise, arreglada y recin pintada, pusoproa rumbo oeste con las juanetes largadas: un
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bello espectculo. Toda la dotacin, incluidosquienes estaban de guardia en cubierta, se habataviado para el permiso con toda la pulcritud y aseo que podan permitirse despus de una
ausencia tan larga: brillantes chaquetas azulescon botones de bronce, pantalones blancos dedril, camisas con bordados, escarpinesadornados con lazos y pauelos de Barcelonaalrededor del cuello. El recuento exacto del
eparto del botn obtenido durante la etapa decorso del viaje, proceso prolongado y meticulosodonde los haya, haba llevado toda la maana.Se llev a cabo con una seriedad tal que pareca
un juicio supervisado por todos los oficiales deguerra, todos los oficiales de cargo y losepresentantes de las cuatro partes del barco. L
cantidad que corresponda cobrar a cadamarinero ascenda a un total de trescientas
esenta y cuatro libras, seis chelines y ochopeniques, e incluso las nias, que por consensogeneral se decidi que compartieran la mitad deuna parte, tenan ms piezas de a ocho de lasque podan contar sin dificultades, pues segn s
peso oscilaban entre los cuatro y los seis
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peniques. Se condujo la pomposa ceremoniacon sobriedad, pero ahora el grog y la comidahaban hecho su parte, haban arrastrado consigoda solemnidad, y muchos marineros
vagabundeaban por cubierta, agitando losbolsillos llenos y riendo de puro regocijo,mientras el barco avanzaba con el reflujo de lamarea, rumbo a una costa que conocan a laperfeccin.
Tuvieron que cuidar la andadura mucho antesde acceder a puerto, y pairearon del anclote conas gavias cargadas hasta que hubo aguauficiente en la barra para permitir la entrada sin
ufrir un solo rasguo de aquella fragata cargadahasta los topes. Entonces la gente se aline a loargo del costado, con la mirada puesta en tierraMs de la mitad de los marineros de la dotacinpertenecan a Shelmerston, y en ese momento
ealaban todos los cambios habidos y porhaber, as como todo aquello que no habacambiado en absoluto, tal y como hacan siemprque llegaban a puerto.
Algunos de los escasos anglicanos que iban
a bordo dijeron a gritos que la veleta de la iglesi
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cuerpo carcomido por la sfilis y su cara, quepareca un coy enemistado con el jabn.
Gente al cabrestante! voce Jack cuandoempezaron a caer las primeras gotas.
Cobraron el anclote sin esfuerzo alguno, pueos marineros atestaron las barras delcabrestante y las empujaron con una fuerzancreble. En cuanto el ancla repos en elpescante, la marea empuj la proa del barco
hacia el interior. Cargaron las juanetes y sedeslizaron suavemente sobre la barra con unabraza de sobras. Y al entrar, un hombre ancianomuy anciano, con el rostro cubierto por una vend
que se haba quitado a fuerza de tirar de ella, seacerc al barco seguido por un muchacho queasomaba tras su hombro.
Qu barco anda? salud el viejo con vozaguda y chirriante y una mano en el odo.
La Surprise -replic Jack ante el silenciogeneralizado.De dnde son?De Shelmerston, venimos de Fayal.Surprise. De acuerdo, Surprise -dijo el
hombre muy anciano al tiempo que asenta-.
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Llevan a bordo a un joven llamado JohnSomers?
Un silencio sepulcral se extendi en cubiertaohn Somers se haba ahogado frente al cabo d
Hornos.Habla, joven Somers -orden Jack en vozbaja.
Abuelo -dijo el hermano de John-. SoyWilliam. John John se reuni con el Seor. So
u hermano pequeo, abuelo.William? William? S. Te conozco -
espondi el anciano con escasa o ningunaemocin.
Cmo anda mam? pregunt William.Muerta y enterrada hace ms de un ao.Soltad el ancla -orden Jack Aubrey.Mientras se haca franco el barco y se izaban
os botes por la borda, alguien pregunt quin
era el muchacho que acompaaba al anciano.Art Compton -respondi.Entonces t eres mi sobrino -exclam Peter
Wills-. He trado un papagayo parlanchn paraAlice. Cmo va todo en casa? Y dnde anda
odo el mundo?
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Estn bastante bien, to Peter. Han ido aWorsley a ver cmo ahorcaban a Jack Singletony a sus compaeros. Me dejaron aqu para cuidadel primo Somers. Nos lo jugamos a suertes.
Arra el cter rojo -orden Jack, queprocedi a continuacin a dar las vocesoportunas para que colgaran y arriaran todas ycada una de las embarcaciones auxiliares de laragata. Bogaron hacia la costa bajo una lluvia
que caa cada vez con ms fuerza, y Jack se fuederecho al Crown, llevando de la mano a las dosnias. Al llegar, golpe la puerta hasta que undecrpito mozo de cuadra se avino a abrirle.
Despej la lluvia antes de ponerse el sol, yras el regreso de toda la gente y las prostitutasde Shelmerston que haban asistido alahorcamiento -siete hombres y un cro en unahorca, espectculo que atrajo la atencin de tod
el condado-, la modesta poblacin se volvimucho ms alegre pese a las nuevas de msmuertes, de algunos alumbramientosnesperados y otras francas deserciones. Y huboms alegra al son del violn en la mayora de
ondas y tabernas antes de que la tripulacin se
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buenos huesos. Pero hoy rebosa vitalidad y quize parezca demasiado brioso.
No importa. Qu me dices de lasherraduras?
Nuevecitas de la pasada semana, seor.Ver, la seora Williams cuida mucho del caballde Briggs -dijo el mozo con un curioso nfasis-.gual que la honorable seora Morris, para elcaso.
Excelente. Tenlo preparado en la puerta encinco minutos, lo hars? Y mira a ver si puedesconseguirme una capa. Llover antes de queegue a Dorset.
Efectivamente,Abhorson constitua todo unejemplo de fuerza bruta, y su cabeza pesada yos ojos pequeos no le conferan precisamenteni belleza ni inteligencia. Rechaz las caricias deack y llev a cabo una evolucin irregular much
ms propia de un cangrejo que de un caballo, deal modo que el mozo que lo coga por el bocadoe vio arrastrado de lado mientras el propioack, que intentaba montarlo, fue haciendo hop,
hop, hop a lo largo de medio patio hasta que
ogr encaramarse a la silla.
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No haba montado a caballo alguno desdeque estuvo en Java, a medio mundo de distanciapero en cuanto sinti la silla de cuerocmodamente bajo sus posaderas y tuvo los pie
bien metidos en los estribos, se sinti como encasa. AunqueAbhorson se mostraba de lo msbrioso, amigo tanto de darse a las cabriolascomo de inclinar la cabeza al tiempo queesoplaba con violencia y andaba en diagonal
con pasos menudos, las manazas y rodillas deack hicieron su efecto, y para cuando empez aover, o, ms bien, a lloviznar, viajaban muy bien
avenidos a travs de las nuevas plantaciones.
ack disfrutaba, admirado del modo en quehaban crecido sus rboles, mucho ms de lo quesperaba, con unas hojas frescas y esplndidasMas este deleite tan slo formaba una capa en luperficie de sus pensamientos: bajo ella, en lo
ms profundo, todo aquello que no penda deWoolcombe, de la mansin familiar que habaheredado recientemente, y de Sophie y los niosque se alojaban en ella, se mantenanamoviblemente anclado en la halagea
perspectiva que le ofreca su futura escuadra,
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aspecto de sentirse feliz como un cro.
* * *Vaya, Stephen, no sabe usted cunto me
alegro de verle! exclam cogiendo a Stephen
de las manos- Cmo est usted, mi queridoeor? Cmo se encuentra despus de tantas
millas interminables y de tantos das?Muy bien, gracias, querido Joseph; aunque
debo decir que me gustara verle menos plido,desolado y abrumado. Ya duerme usted?Come bien?
Debo confesarle que tengo mis dificultadespara conciliar el sueo; pese a todo, como
olerablemente bien. Se reunir conmigo estanoche en el Blacks? Venga y tendr ocasin decomprobarlo con sus propios ojos. Acostumbro cenar pollo hervido con salsa de ostras, y unapinta de nuestro clarete.
Ser un placer observarlo -confes Stephenaunque por mi parte he despachado unodaballo y una botella de Sillery. Palp el
bolsillo y aadi-: Le ruego que acepte este
obsequio. Tendi a sir Joseph un pauelousado.
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gallardetn y se dedicar a llevar a cabo uncrucero frente a las costas de frica, con objetode proteger a nuestros barcos mercantes ycombatir el comercio de esclavos. Los negreros
pertenecen a nacionalidades diversas, cuentancon toda suerte de proteccionismos y podran iracompaados de navos de guerra; de modo ques obvio que no slo necesita la compaa de uncirujano eminente, sino la de un lingista
consumado, de un hombre familiarizado con losentresijos de la inteligencia poltica, y se esperaque todas estas caractersticas puedan aunarseen la misma persona. Pese a todo, existe la
posibilidad de que surjan ciertas eventualidadesy, dado que soy consciente de que, sin que elloperjudique en lo ms mnimo a nuestra amistad,existen ciertos asuntos en los que no estamosdel todo de acuerdo, creo que sera conveniente
preguntarle, si me lo permite, de qu lado sedecantara su corazn si el francs intentara denuevo desembarcar en Irlanda. Crame si le digque esta pregunta ma tiene por nico objetoevitarle a usted la posibilidad de que se muestre
ndeciso y reservado, en caso de tener que toma
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ciertas decisiones.De indeciso nada, querido amigo. Har
cuanto est en mi poder por apresar, hundir,quemar o destruir al francs. Los franceses, con
u actual y lamentable sistema poltico,upondran un mal completamente intolerable enrlanda: ah tiene usted a Suiza, piense en losestados italianos No, no, no, usted sabeperfectamente que soy de los que creen que
odas las naciones tienen derecho a gobernarsepor s mismas. Podr decirse que los irlandesesno se han aplicado el cuento: la historia habla aespuertas a este respecto y su lectura resulta
amentable, ya que O'Brien, sin ir ms lejos,Turlough O'Brien, rey de Thomond, saque lmismo Clonmacnois. Pero me estoy alejando dea cuestin. Quiz mi hogar necesite de unampieza, pero es mi hogar, y no sera yo quien
diera las gracias al extranjero que se dispusieraa ponerlo en orden, menos an si se trata de eseadrn feo, taimado e impo del negro corso.
Gracias, Stephen -dijo sir Josephestrechndole la mano-. Tena puestas todas mi
esperanzas en que me dira esto mismo. Ahora
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modo que el hecho de haber capturado aballeneros ingleses lo converta en un barcopirata. sta, en todo caso, fue la opinin delcomandante de la Surprise, quien decidi llevar
a Inglaterra para que los jueces de rigor pudieraesolver la cuestin.Gracias, seor. Dejar muy claro este punto
dijo el seor Preston mientras escriba a todaprisa. A continuacin sigui leyendo el resumen
que haba hecho, en el que comentaba elencuentro de Stephen con el agente que residaen Lima, sus exitosas conversaciones conmiembros del alto clero y del Ejrcito,
particularmente con el general Hurtado, todosellos entregados a la independencia y, muchosde ellos, a la abolicin de la esclavitud; la fuga dDutourd, sus contactos con la misin francesadedicada a un objetivo similar, pero mucho
menos exitosa y peor costeada; su denuncia deStephen como agente ingls, y el grito de oroextranjero en boca de quienes se oponan a landependencia, grito que, asumido por unamuchedumbre pagada de antemano, imposibilit
el plan perfectamente calibrado de Stephen,
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con la mano en el tirador pregunt a sir JosephBlaine:
Sabe usted cunto debe pesar? Ver, serata de un barco muy pequeo.
Cerca de tres toneladas, supongo. Es unpiter de nada, hecho de prfido.Escuche, querido amigo. Permtame decirle
que no habr ningn problema, y que para mer un placer, a menos que el capitn Pullings
afirme que en caso de subirla a bordo la estatuaacabara atravesando el fondo de la goleta. Medispongo a saludar a la seora Broad en lasLiberties del Savoy. Recordar usted a la
eora Broad, la duea del Grapes?Por supuesto. Presntele mis respetos, sies tan amable.
Y desde el Grapes me acercar al Pool,porque estn uno al lado del otro.
En tal caso, hasta esta noche -saludBlaine, que se arrim rpidamente a la paredcuando el coche tirado por cuatro caballos pasde largo, salpicando barro a los cuatro costados
Stephen y la seora Broad eran viejos
amigos. l tena alquilada durante todo el ao
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padrino. Slo cambi una pequea suma paragastos. En tal caso, unas dotes razonables, pori deciden casarse en lugar de conducir monos
en el infierno. Casarse, quiz, con algn artesan
eflexivo y habilidoso, por ejemplo un relojero, oalguien que haga instrumentos cientficos;posiblemente un apotecario o un cirujano, o unpreparador de especmenes para las clases deanatoma. Catlico, por supuesto. Y nada de
marineros. Un marinero que pueda ausentarsedurante aos del hogar hace imposible la vida dcualquier mujer casada. Si es mujer de ciertoemperamento es preciso plantearse, cmo no,
a cuestin de la castidad; y en cualquier caso ladel dominio, o quiz dira mejor la de la decisinUna mujer duea de una casa, de una casa conerras, por ejemplo, adquiere una autoridad y un
poder de decisin a los que no siempre est
dispuesta a renunciar. Lo cierto es que enocasiones es preferible que no lo haga, ya queno todos los hombres nacen con una capacidadnnata para las finanzas. Quienes han pasadoanto tiempo en la mar acostumbran a estar
menos familiarizados con los negocios que se
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hacen en tierra que una mujer inteligente.Tambin est el asunto relacionado con laeducacin de los hijos -Stephen continu porestos derroteros hasta que se percat de que la
atencin de sir Joseph estaba copada por elconejo gals que coma, y quiz tambin porciertas preocupaciones que se haba llevadoconsigo del Almirantazgo, de modo que dej dehablar.
Muy cierto. Puede decirse bien poco delmatrimonio de un marino, o, ya puestos, decualquier otro matrimonio. Respecto a laperpetuacin de la raza humana, hay momentos
en que me parece que el mundo estara mucho,mucho mejor si nuestra especie desaparecierapor completo. Lo hemos hecho tan mal, hemosacrificado la felicidad y creado tal miseria enodas partes que, a pesar del ave cocida, mi
pinta de clarete y la compaa de usted, meiento muy angustiado. Mir alrededor de laala, que segua llena de miembros del club,
algunos sentados en mesas cercanas, y aadi-Aunque por supuesto hablo en calidad de soltero
o que me hace recordar que ahora es usted un
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hombre casado: ha sido inhumano por mi parteetrasar su partida con mi Jpiter de prfido.
Usted no desembarc en Shelmerston ni tom lailla de posta de Hampshire en compaa de
ack Aubrey, lo cual significa que an no hapodido ver a Diana ni ha tenido noticias suyas. Nampoco de la seora Oakes.
As es -respondi Stephen, un pocontrigado por el nfasis de Blaine.
Quiere que tomemos el caf en labiblioteca?
Ser un placer. Es la mejor estancia delclub.
Era la mejor y tambin la ms esplndida:res paredes cubiertas de estanteras llenas debros, amueblada con cmodas sillas y una
alfombra turca. Nunca haba nadie all.Stephen -dijo Joseph despus de que el
camarero les hubo servido el caf, una bandejacon dulces y una jarra de coac-. No consideroadecuado por mi parte hablarle a usted de lo quengo en mente en un lugar pblico, por muycerrada que est la habitacin. Probablemente
estos odos hipotticos no sean ms que una de
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odomitas de Wray y Ledward. Esoscondenados sodomitas, a quienes Blaineachaba de tales con sobrados motivos, habanproporcionado informacin, sobre todo
nformacin naval, al enemigo; los haba delatadun agente francs, y tras diversos avataresStephen los despedaz personalmente en unaala de disecciones de las Indias Orientales.
Desgraciadamente, result que se trataba
de un duque emparentado con la realeza, un talduque de Habachtsthal. Se educ principalmenten Inglaterra, pero disfruta de un pequeoprincipado cercano a Hannover, y unas
propiedades ms considerables en el Rin,ambas ocupadas por los franceses, porupuesto, y que sirven de teln de fondo ideal
para el chantaje del francs. El anciano rey leena en gran aprecio y de haber sido un hombre
oltero, que no lo es, quiz podra habersedesposado con una de nuestras princesas, peroaun as es prcticamente intocable.
Si no me equivoco, este caballero disfrutade un buen empleo en el Ejrcito, honorario,
quizs, y de una influencia considerable.
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Occidentales. Ms que eso, es un cortesano deomo y lomo arrimado al Ministerio, y creo que hdesmadejado el hilo hasta la madeja, o en todocaso est a punto de hacerlo. Temo que est
esentido, temo tanto por usted como por m:estimaba mucho a Ledward, e incluso, a lamanera bizarra de esos caballeros, a Wray. Esun hombre muy vengativo No estoy totalmenteeguro de lo que acabo de decirle, Stephen;
pero hay uno o dos detalles que no hacen sinoacrecentar mi inquietud, por muy ilgicos, tenuese incluso supersticiosos que puedan parecerle.Uno de ellos es que tanto Montague como su
primo Saint Leger parecen aprovechar cualquieocasin para ponerme en evidencia, tal y comome atrevera a decir que ha tenido oportunidadde comprobar en la reunin con el Comit,cuando tuve que
Un miembro del club vestido con unachaqueta azul impecable y relucientes botonesentr en la biblioteca. Observ a ambos conmirada miope y se acerc un poco ms.
Sir Joseph, no habr visto usted por
casualidad a Edward Cadogan? pregunt.
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avorable. Haba pensado en abandonar loscanales habituales y recurrir al duque de Sussexeniendo en cuenta que tanto usted como l sonmiembros de la Royal Society y miembros
undadores del Consejo contra la esclavitud, pere ha ido a Lisboa, y en este tipo de asuntos losprolegmenos deben hacerse verbalmente.
Sin duda -admiti Stephen.Sea como fuere -continu Blaine despus
de considerar la cuestin-, este segundo caso nes sino acadmico. Si los dos sujetos encuestin no publicitan su presencia, laposibilidad de que sean incomodados es
extraordinariamente remota. Cito su caso slocomo un ejemplo ms de las consecuencias quederivan del desagrado de alguien importante. Silha hecho pblica su aversin, si lhaexclamado Ese viejo estpido de Blaine, del
Almirantazgo, pongamos por caso, la noticiacorrera como la plvora; al menos yo me volverevemente leproso, y nadie en su sano juicioquerra hacerme un favor. Eso es todo. Nopretendo dar a entender ninguna clase de
malignidad directa, cuyo brazo abarque a nadie
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azonar. No le aconsejo tomarlas ahora si valorausted una noche de sueo reparador, puestoque, por regla general, la coca suele despejarle uno; pero prubelas maana por la maana. No
hay hojas como stas en todo el mundo, se lodigo yo.Si reduce la ansiedad, aunque sea en un
cincuenta por ciento, le ruego que me permitaomarlas ahora mismo -dijo Blaine-. Ese duque
holands no es mi nica preocupacin, aunque sa ms sobrevalorada si la comparo con laituacin del Adritico, en Malta, por no
mencionar la actual crisis del Levante.
* * *La Ringle arrib a Shelmerston con losltimos estertores del viento del noreste, cruz labarra y ech el ancla junto a la Surprise, cuyaripulacin de guardia, una guardia de puerto,
alud con los gritos que eran de esperar.Dnde diantre os habais metido?Qu habis estado haciendo? Beber hast
emborracharos, seguro.
Ni el coche ms lento hubiera tardado tantoen llegar hasta aqu.
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Un carro os habra ganado por un da enteroStephen, Tom Pullings, Sarah, Emily y
Padeen se apresuraron a desembarcar, seapretaron en sendas sillas de posta y partieron
de inmediato a Ashgrove. Sin embargo, pese aoda la prisa que se dieron, tanto las cartasenviadas urgentemente, como las seales y lasrdenes que viajaron por semforo desde elecho del Almirantazgo hasta Portsmouth les
haban ganado por la mano; y fue con el resultaddel tercero de estos medios en su poder, que laeora Williams -una mujer bajita, gruesa y deostro encendido, si cabe an ms encendido
debido a lo nerviosa que estaba- pudo decir a shija, Sophie Aubrey:La Ringle ha pasado por Portland Bill a las
cuatro y media, de modo que el doctor Maturinegar esta misma tarde. Creo que es mi deber
y en esto la seora Morris coincide conmigo,compartir con el capitn Aubrey todo lo relativo adesgraciado comportamiento de Diana, demodo que pueda contrselo tranquilamente a suamigo.
Mam -dijo Sophie con firmeza-. Te ruego
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que no hagas tal cosa. Sabes perfectamente qunecesita reposo, y el doctor Gowers dijo que
El doctor Gowers, seora, con su permiso -anunci el mayordomo.
Buenos das, seoras -salud Gowers-. Sies parece echar un vistazo al capitn, ydespus veremos qu podemos hacer por losnios. Ms tarde, cuando bajaba por lasescaleras, dijo-: Tan bien como era de esperar,
pero debe permanecer en completo reposo, cona habitacin a oscuras. Quiz podran leerle algen voz baja. Los sermones de Blair, o losPensamientos nocturnos de Young iran de
maravilla. Recientemente ha sufrido una granagitacin mental. Adems, debe ingerir cada trehoras tres de estas gotas, disueltas en un vasitode agua. Que cene esta noche, pero nodemasiado, y que coma un poco de queso. Ni
ernera ni cordero, por supuesto. l y Sophie sapresuraron a dirigirse a las habitaciones deCharlotte, Fanny y George, quienes,nmediatamente despus de su rpida llegadade Dorset, haban contrado fiebre alta, tos
uidosa, dolor de cabeza, inquietud, sed y cierta
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endencia a quejarse continuamente.Cuando se hubieron ido, la seora Williams
e acerc caminando sin hacer ruido a lahabitacin donde reposaba su yerno. All se
ent junto a su cama y le pregunt cmo seencontraba. Despus de or que estaba bien yque tena muchas ganas de ver a StephenMaturin, ella tosi y arrim la silla un poco ms.
Capitn, con tal que pueda usted ayudar a
u desdichado amigo cuando llegue el momentode digerir tan terribles noticias, creo mi debercontarle que, desde el nacimiento de esa hijaonta, Diana ha bebido en exceso. Ha estado
conduciendo por la campia, cenando encompaa de personas que residen incluso aveinte millas de distancia, a menudo individuosde vida disoluta como los Willis, y ha asistido abailes y orgas en Portsmouth, empeada
continuamente en la caza del zorro sin siquieraun mozo que la acompaara. No es buena madrpara la pobre pequea, y de no ser por su amigaesa seora Oakes, la nia estara noche y dabajo los cuidados del servicio. Peor an -dijo
bajando la voz an ms-, peor an, seor Aubrey
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y como podr imaginar esto se lo digo con granpesar pues se trata de mi propia sobrina, peoran, deca, existen dudas acerca de su conductaDigo dudas, pero Entre otros nombres se ha
mencionado con frecuencia al coronel Hoskins, ya seora Hoskins ya no devuelve las visitas deDiana. La seora Morris afirma Oh, pero siaqu viene. Entra, entra, Selina, querida.
Oh, capitn Aubrey, me temo que traigo
ristes noticias para usted -dijo Selina Morris-; noobstante creo que debera saberlas. Me haparecido que decrselo era lo ms adecuado,pues sucede a menudo que uno alimenta a una
vbora en su propia casa sin saberlo. Ahoramismo, a partir de una informacin suministradapor nuestro hombre Frederick Briggs, heorprendido a Preserved Killick dirigindose a
os dormitorios del servicio con un pellejo de vino
Adonde cree que va con ese pellejo de vino,Killick?, le pregunto, y con ese desparpajo y lansolencia que le son tan propias me responde:Me lo ha dado el capitn, y se ha alejadocomo si nada. Le he advertido que le informara
usted de lo sucedido sin perder un minuto, y me
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he acercado aqu antes de que pudiera ocultar epellejo o devolverlo a la bodega. Le aseguro queel esfuerzo me ha dejado sin aliento.
Muy amable por su parte, seora Morris -dij
ack-, pero el hecho es que yo mismo le di elpellejo.Oh, de veras? Bien, en todo caso mi
ntencin era buena, de eso estoy segura, y hevenido corriendo todo el camino. Mi padre no
ola dar -Pero al caer en la cuenta de que lascostumbres de su padre no tenan la menorelevancia para el caso, por mucho que fuera un
par del reino, se retir zarandeando de tal modo
os hombros, los brazos y el trasero, que hizopatente su descontento.Pero como le deca antes de que Selina
entrase aqu, empeada en una errnea aunqueustificada misin, el mayor motivo de
desaprobacin y comentarios lo constituye laelacin prcticamente abierta (cmo llamarla,i no?) que ha mantenido con el caballero que
gestionaba su caballeriza, el seor Wilson,quehacer impropio de una mujer, por mucho que
e trate de una mujer casada, por cierto. Se trata
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de un hombre de buena planta con unas patillaspelirrojas que no tienen ni punto de comparacincon las de Selina Briggs, y que si bien no viva ea misma casa s estaba muy cerca, en un rincn
aislado del lugar. La ltima vez que la vi, y de eshace un tiempo ya, puesto que nunca le ocultonada de lo que pienso a mi sobrina, aunque ellano se avenga nunca a obedecer a su ta porqueiempre fue una chica rebelde
Pero si usted misma me dijo que fue ellaquien le proporcion a usted una fuerte suma dedinero.
Quiz fuera as. Pero el dinero no
ignificaba nada para ella (aparte quiz de losenormes beneficios que poda rendir; pues eldoctor Maturin dej mucho, mucho dinero en susmanos, dinero que maneja de formadescontrolada, adems de carecer de la debida
upervisin). De todas formas Selina y yo ledevolveremos la suma en cuanto nos seaposible. Sin embargo, la ltima vez que la vimosa seora Morris estaba segura de que estabaencinta; y ahora nos enteramos de que han
enviado a todos los caballos a Londres, que
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estn despidiendo a los mozos, y que ella mismya no est, sin duda porque ha huido con sumayoral. Explqueselo tranquilamente a su amigoo se volver loco.
No pienso hacer nada semejante.El silencio de Jack haba convencido a laeora Williams de que la suya era una decisinrrevocable.
Palabra -exclam indignada- de que en tal
caso ser yo quien hable con l.Si se atreve a hablar con l a este respecto
advirti Jack en voz baja pero cargada deconviccin-, tanto usted como la seora Morris y
u sirviente Briggs se encontrarn fuera de estacasa en menos de lo que canta un gallo.La seora Williams haba cambiado mucho
durante su ausencia, pero no tanto como paraestar dispuesta a renunciar por las buenas a
alojarse en una casa confortable siempre que seerciara la posibilidad. Cerr con fuerza losabios y, plida de ira, abandon la habitacincon ms o menos los mismos gestos yarandeos que su amiga.
Jack se recost. Era demasiado feliz como
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asunto), que Diana ya se ocupara de ensearlecmo llevar las cuentas. No acababa de entendequ papel representaba la seora Morris en todoesto, pero lo cierto es que su presencia daba
espetabilidad al negocio. El sirviente de sta, uhombre alto enfundado en una chaqueta negraque tena aspecto de ser un pastor disidente yque exiga a los dems sirvientes que lo llamaraeor Briggs, haba trabajado para un propietari
de caballos de carreras y estaba familiarizadocon el tema. La conversacin de ambas damashaca de ellas personas poco recomendables,pero eran miembros aceptados de ese mundo, y
u respetabilidad combinada con su habilidad,discrecin y conveniencia haban rendidoructferos resultados. Jack no entenda cmo laeora Williams se las haba apaado para
conciliar esta ocupacin con la rigidez de sus
principios, claro que, cuando era rica, losprincipios nunca le haban impedido emprendera bsqueda activa de cualquier inversin quendiera elevados beneficios (por cierto, que un
apoderado que le ofreci una vez unos intereses
del treinta y uno por ciento fue su perdicin), y
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quiz todo ello formara parte de un todo. Fueracomo fuese, era cada vez ms rica y cada vezms insoportable. Jack daba a esto muchasvueltas, pensando en un aforismo que tena en la
punta de la lengua, cuando oy el ruido de lasuedas en el camino, seguido por las puertas deun carruaje que se abran y se cerraban, pasosen la grava, ms voces elevadas, pasos en elcorredor, hasta que vio a Stephen abrir la puerta
de la habitacin donde haban colocado sucama.
Diantre, mi pobre Jack-exclam en pocoms que un susurro-, cunto lamento verte
postrado, amigo mo. Te duelen los odos y losojos? Puedes hablar?S que puedo, Stephen -respondi Jack en
voz alta-. Hoy estoy mucho mejor, y no sabescunto me alegra verte. Pero en cuanto a lo de
estar postrado, slo es la cabeza, que micorazn da brincos igual que un cordero. Elmircoles por la maana recib un billete que merajo la posta, remitido por el almirante al mandodel puerto, qu hombre tan valioso. Menudo
billete, pero dime, qu tal el viaje? Has
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encontrado todo en orden en la ciudad?Todo bien, gracias. Sir Joseph me pidi qu
rajera una estatua para entregrsela a un amigouyo en Weymouth, de modo que volv con Tom
bordo de la Ringle, recog a Sarah y Emily enShelmerston y nos vinimos todos en la silla deposta. Tom nos acompa: rdenes. Puedesorlo rugir en el jardn. Pretendo llevarme a lasnias a Barham para que traten con Diana un
empo, y despus me las llevar al Grapes,donde vivirn con la seora Broad. Pero Jack,me parece a m que tu casa anda un pocoalborotada. Quieres que le pida a Tom que
ponga un poco de orden?Ni se te ocurra. Lamento el ruido; esechirrido que oyes es cosa de Sophie. Creo queest arriba hablando con l, pero el hecho es quos nios se han puesto enfermos, los tres a la
vez, y conmigo en este estado el lugar esthecho unos zorros. Te gustara saber qu decael billete, Stephen?
Si tienes la bondad.Bien, pues resulta que obtendr el mando
del Bellona, de 74 caones, con un gallardetn y
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Tom como capitn bajo mi mando; el Terrible,otro navo de 74 caones, y tres fragatas, una deas cuales ser seguramente la Pyramus,adems de una media docena de corbetas, para
cruzar frente a las costas de frica de las queanto me habl Heneage Dundas. Asombrado?Palabra que me he llevado una buena sorpresa.Crea que era una de esas cosas que se dicenpor ah, demasiado buenas para ser ciertas.
Te felicito de todo corazn por tu nuevomando, amigo mo. Quiera Dios que sea largo yprspero.
Vendrs conmigo, Stephen, verdad? En
principio tenemos que combatir el trfico deesclavos, como bien recordars; y para el 25 demes que viene debera estar todo dispuesto,gobernado y pertrechado.
Me gustara mucho. Pero ahora, mi querido
comodoro, debo ir a echar un vistazo a tus hijos.Se lo he prometido a la distrada de Sophiemientras tu mdico los visitaba, porque aspodremos contrastar nuestra sapiencia sobremedicina. Tambin le promet que no te fatigaraDespus partir raudo a Barham; si no llego all
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Puede usted, pero no hable alto y no haganada que pueda agitarlo.
Enarbolar un gallardetn a bordo delBellona, y me ha nombrado para que sea su
capitn -susurr Pullings despus de apretar suhombro con mano de hierro-. Me ha ascendido capitn de navo! Soy capitn de navo! Cre quno sucedera jams.
No sabe lo feliz que me siento -le felicit
Stephen, estrechndole la mano-. A este paso,Tom, vivir para felicitarle por enarbolar sunsignia de almirante.
Gracias, gracias, seor -dijo Tom mientras
uba las escaleras de dos en dos-. Jams habaodo nada tan bien expuesto, ni con tantaelegancia e ingenio.
Sophie, amor mo -dijo Stephen antes debesarla en ambas mejillas-, no podras estar m
adiante, querida, aunque percibo cierta tensinen ti; es ms, yo dira que incluso tienes fiebre.Me parece, doctor Gowers, que podramosaprovecharnos de la situacin para recetar unadosis de elboro tanto a la seora Aubrey como
al comodoro.
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El comodoro -murmur Sophie, apretndoleel brazo.
Coincido plenamente con mi colega-dijoStephen despus de que ambos observaran a
os nios, que permanecieron atontados desdeque entr-. Se trata de un estado avanzado de uprincipio de sarampin. Observe el aspectohinchado y abotagado que tiene el rostro de lapobre Charlotte.
No soy Charlotte. Soy Fanny; y mi rostro noest hinchado ni abotagado.
Oh, Fanny, qu lstima -exclam su madremuy preocupada, antes de echarse a llorar.
Tan hinchada y abotagada que no tardaren manifestarse la erupcin. Lamento mucho quea el sarampin, porque no podr traer a las
nias a que conozcan a las pacientes. Como lamayora de gente negra, no estn protegidas
contra la enfermedad, y puede resultar mortalpara ellas. Y ahora, querida Sophie, debo ir aecogerlas. Te ruego que no te muevas. Y, a su
odo, aadi-: Me siento muy feliz por Jack.En breve ver el rostro de un pequeo que
no est ni hinchado ni abotagado, una criatura
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en Inglaterra est prohibida la esclavitud, demodo que lo ms probable es que pierda usted us nias. En las colonias, s; pero jams
debemos olvidar que Inglaterra es un pas libre y
que en cuanto los esclavos ponen un pie en suelpatrio tambin ellos son libres. Por supuesto quecomo extranjero, no puede usted comprendernuestro amor por la libertad. Pero jamsdebemos olvidar prestar atencin a todos los
aspectos de un negocio ventajoso, o podramosdescubrir que no hemos adquirido ms quehumo. Su naturaleza retorcida y su malemperamento le impelan a aadir algo acerca
de que la caridad empezaba en casa de uno,puesto que al reflexionar un poco en sus ropas ydesparpajo pens que quiz fueran protegidasen lugar de esclavas, pero pese a lo enfadadaque estaba no se atrevi a llegar ms lejos.
A sus pies, seora -dijo Stephen despusde contemplarla largamente con sus ojos claros,ecoger el sombrero e inclinarse. Se dirigi a la
cocina, donde encontr a las nias quedescriban a dos cocineros de barco retirados la
belleza del hielo verde que haban visto frente al
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cabo de Hornos.Estuvieron muy calladas durante el resto del
viaje, y aprovecharon para observar lamaravillosa y desconocida campia inglesa bajo
a luz del atardecer. Stephen hizo lo propio. Suspensamientos, al igual que los de Jack, eranconfusos dada la variedad de emociones fuertesque senta: la ansiedad del reencuentroentremezclada con un miedo que tema nombrar
iquiera; y, al igual que Jack, busc refugioeflexionando acerca de la seora Williams. Nolo haba pasado de ser la pariente pobre y
desesperada -continuamente consciente de su
dependencia-, a recuperar su anterior grado deeguridad en s misma (aunque no de dominio,pues Sophie se haba vuelto ms fuerte que ella)y de indignante santurronera; tambin se habaexperimentado un cambio en ese ser anterior,
una especie de disipacin aadida, unaendencia a abandonarse en un divn, unagrosera absurda, ocasional e inapropiada, o,cuando menos, una expresin totalmentencongruente e incivilizada, como si al manejar
as apuestas hubiera absorbido parte de la
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osquedad que reina en el ambiente de lascarreras de caballos.
No me sorprendera nada que hayaadoptado la costumbre de echarse un chorrito d
ginebra en el t -dijo en voz alta-, y que ademsesnife tabaco en polvo.Poco despus de pronunciar estas palabras
empez a llover. El paisaje se desvaneci, yEmily se qued dormida en el regazo de
Padeen. El postilln se avino a encender lasmparas que haba en el interior del carruaje,pidi perdn, volvi a preguntarles la direccin, ycondujo lentamente, clop, clop, clop. Recorrida
una milla ms o menos, despus de intercambiagritos con el granjero de un carro, el postillnvolvi a detenerse, se acerc de nuevo a lapuerta, rog que le perdonaran y dijo que muchoe tema que haban tomado el camino
equivocado. Podra girar cuando encontraraespacio para hacerlo. Esta escena se repiti uno dos veces ms, pero no mucho despus deponerse el sol llegaron al pelado terreno elevadoque conduca a Barham Down.
El carruaje se acerc a la imponente puerta
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que haba en mitad de la finca, en cuyo interior nhaba luces encendidas. Las nias sedespertaron inquietas, cansadas; Padeenprocedi a desatar el equipaje; Stephen hizo
onar la campana y llam con los nudillos a lapuerta, mientras su corazn lata con fuerza.No hubo respuesta, pero un perro empez a
adrar en la parte trasera de la casa, quizs en lacocina. Volvi a llamar a la puerta con la
ensacin de que algo raro pasaba ah dentro.Tir de la cuerda de la campana, y pudo orlaeverberar dentro de la casa, muy adentro.
Una luz se filtr por las grietas de la puerta,
que se abri todo lo que daba la cadena.Quin es? pregunt la voz de Clarissa.Stephen Maturin, querida. Lamento haber
egado tan tarde.La cadena se desliz con un golpeteo y la
puerta se abri de par en par. Ah estabaClarissa con una linterna en la mesa que haba au lado y una pistola en la mano.
Oh, cunto me alegro de verle -exclam concierto reparo a pesar de su alegra. Desamartill
a pistola, que obviamente estaba cargada, la
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aunque no se haban llevado del todo biencuando navegaron juntos a bordo de la Nutmeg,os viajeros ansiaban or una voz amiga enaquellos parajes tan extraos y tan ajenos a su
existencia en la mar. No slo les pareca extraoel paisaje, el campo, pues careca de cualquierade las cosas que uno encontraba a bordo de unbarco y los placeres de un puerto, lleno de genteextraa que en cualquier momento poda
abalanzarse sobre uno, sino que esta casa enparticular se encontraba fuera de los lmites de sexperiencia. De hecho, era un edificio peculiar,elevado, fro y adusto, uno de los pocos
caserones antiguos que no haban sufridoalteraciones a lo largo de los ltimos dos siglos,de modo que el saln discurra hasta el techo,mucho ms sombro, si cabe, gracias a la horaque era y a la insuficiente luz que despeda la
nterna.Clarissa los condujo lentamente a lo largo depiso, casi como si temiera hacerlo, hasta quedobl un recodo a la derecha y se encontraron euna sala cubierta por una alfombra que dispona
de candelabros y un fuego. Una nia construa un
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ante la nia y Brigid camin grcilmente hasta ecastillo de naipes, sin hacer caso de sus rostrosnegros y sonrientes, aunque s levant la miradaun momento para observar a Padeen.
Padeen -dijo Clarissa-, vaya usted por esecorredor de ah, y tras la primera puerta a suderecha -dijo levantando la mano derecha-encontrar la cocina; all estn la seora WarrenNellie. Por favor, dles esta nota.
Stephen se sent en un silln esquineroapartado de la luz, desde donde observ a suhija. Clarissa pregunt a Sarah y Emily por elviaje, por Ashgrove y su ropa. Todas se sentaron
en un sof, y hablaron largo y tendido a medidaque vencan la timidez; pero lo hicieron sinapartar la mirada de la frgil, absorbida e inclusoposeda figura iluminada por el fuego de lachimenea.
La seora Warren y Nellie se tomaron suempo antes de aparecer, pues tuvieron queponerse uniformes y cofias para estar a la alturade poder presentarse ante el doctor, que,despus de todo, era el seor de la casa. Un
perro de hocico blanco se mezcl entre ellas y e
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primer alivio del terrible, del extraordinario dolorque atenazaba a Stephen -un dolor tan intensocomo no lo haba sentido nunca, ni en intensidadni en naturaleza- sobrevino cuando el viejo perro
olisque la parte posterior del tobillo de Brigid, ysta, sin dejar de mover suavemente la manozquierda, extendi la otra para rascarle la frentemientras un destello de placer rompa sueriedad. Sin embargo, no hubo nada ms que
perturbara su indiferencia. Vio desplomarse elcastillo de naipes, vctima tambaleante de unacorriente de aire, con una compostura sin igual;mastic el pan y la leche junto a Emily y Sarah,
in que pareciera percatarse de su existencia; ydespus de que Stephen le deseara las buenasnoches, se fue a la cama sin protestar niquejarse. Observ con otra punzada en el pechoque, si por casualidad cruzaban sus miradas, los
ojos de ella seguan movindose como lohubieran hecho de tener delante un busto demrmol, como si careciera del menor inters, operteneciera a otra especie.
Puede hablar? pregunt cuando se sent
en compaa de Clarissa ante la mesa del
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experimentar ninguna mejora, ms bien todo locontrario. La indiferencia se convirti en unaclara aversin, e incluso en fro desprecio.
Sabe si recibi alguna de mis cartas?
Desde mi llegada no recibi ninguna, aexcepcin de la que le entregamos Oakes y yo.Hubieran supuesto una gran ayuda para ella.Empez a perder la esperanza; ya sabe, sepierden tantos barcos. Aun as ansiaba su
egreso. Obviamente. Entonces empez aomarla con la casa: no debi usted permitir quea comprara; es fra, solitaria e incmoda. Quisoa los caballos casi hasta el final, pero de pronto
me dijo que iba a abandonar la caballeriza,aunque no le iba mal, y una semana despusenvi todos los caballos a Tattersalls con el seoWilson, el mayoral; todos exceptuando un cabally dos yeguas que fueron al norte He olvidado e
nombre de la casa a la que los enviaron. Encualquier caso, est cerca de Doncaster.Despidi a todos los mozos excepto al viejoSmith, que conserv el empleo para cuidar de mpequeo caballo rabe, del poni y de la tartana.
Sin embargo, s que se carte con sus
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amistades para procurarles trabajo en sus casasy me rog que me quedara aqu con Brigid hastaque pudiera disponer las cosas. Me dej ciertauma de dinero y me asegur que me escribira
He sabido de ella en una ocasin, desdeHarrogate, pero desde entonces, nada.Nunca fue muy amiga de las cartas.No. Sin embargo, escribi una que deba
entregarle a usted personalmente, en caso de
que la fragata le trajera de vuelta. Querraeerla?
Si es tan amable.Cuando Clarissa se fue, Stephen enroll una
bola enorme de hoja de coca, que, sin embargoarroj al fuego antes de que Clarissa abriera lapuerta.
Lamento haber tardado tanto -se disculp-.Por favor, si lo desea brala de inmediato.
Traer un poco de oporto, si puedo encontrarlo.Stephen -ley-, s que desprecias a lasmujeres dbiles, pero no tengo coraje suficientepara aguantarlo ms. Si regresas, si regresasalgn da, no me desprecies.
Clarissa volvi con una jarra. Durante unos
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minutos no cruzaron una sola palabra. Se oa lauvia caer del alero. Al cabo de un rato, Stephene sirvi el vino, y al recuperar la conciencia de s
mismo, dijo:
Clarissa, le estoy infinitamente agradecidopor haberse quedado aqu para cuidar de mi hijaMaana debo acercarme a la ciudad con SarahEmily, pero si puedo dejar a Padeen aqu conusted. Con la casa vaca, no creo que sea muy
adecuado que estn ustedes aqu con un criadoanciano. He prometido estar de vuelta enAshgrove una semana antes de que parta laescuadra, y para entonces espero que podamos
disponerlo todo mejor. Estaba Bath, dijo como shablara al azar, y la costa de Sussex. Por suparte Gosport ofreca la comodidad de contarcon un agradable entorno naval, puesto queestaba claro que un lugar tan aislado como
Barham Down, con el tiempo, hubiera afectadoncluso al nimo de un ngel. Clarissa estuvo deacuerdo en que la casa era fra, oscura y triste,aunque disfrutaba de unos terrenos increblespara montar. Se haba aficionado mucho a
montar.
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eparaban doscientas yardas-. Pap, ha llegadu uniforme!
Fan -exclam Charlotte, la ms gorda de lagemelas, que corra tras ella-, no vocees tanto
que an te oir la seorita O'Hara. Por qu nome esperas? Espera, oh, esprame. Sinembargo, su hermana sigui corriendo al mismopaso y, al ver que no podra alcanzarla, Charlottee detuvo, se llev la mano derecha a la mejilla,
ms o menos igual que haca su viejo amigoAmos Dray cuando adverta de una galerna a losdel trinquete, y rugi a voz en grito-: Pap! Holapap, ha llegado tu uniforme de almirante!
Entonces, con la voz ronca debido al esfuerzo,aadi con un grito menos meritorio-: Oh,George, deberas avergonzarte. En esemomento, su hermano pequeo apareci a lacarrera por un lateral del patio del establo. Haba
hecho gala de una mejor comprensin del tiempy la distancia, de modo que haba atajado por elpatio de la cocina a travs de las grosellasespinosas, sin reparar en las espinas, y habaaltado el muro para caer en la vereda posterior
En aquel momento se adentr a todo correr en e
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establo, donde logr explicarse a trompicones,entre jadeos.
Pap. Oh, seor. Ha llegado el uniforme. Enel carro de Jennings.
Gracias, George -dijo su padre-. Jenningsiempre es muy puntual. Me encantan laspersonas que son capaces de respetar lapuntualidad. Coge este estribo, quieres? Haba pasado en casa el tiempo suficiente para
que sus hijos volvieran a acostumbrarse a supresencia. Irrumpieron las hijas por la puerta sinobservar la menor ceremonia, y repitieron lanoticia con mayor vehemencia y riqueza de
matices, como si saber quin haba visto el carropor primera vez, a qu distancia, el color delcaballo y de los paquetes, su nmero y formashiciera que las noticias recuperasen parte de surescura.
S, queridas mas -dijo Jack sonriendo: eranun par de marimachos, estaban a medio caminoentre la infancia y la adolescencia, casi eranbonitas y, a veces, podan moverse con laelegancia de una yegua-. Me lo acaba de decir
George. Abrocha esa hebilla de ah.
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Jack segua impertrrito.Bueno, y no piensa probrselo? exclam
Charlotte con cierta indignacin-. Mam estabaconvencida de que vendra usted a probrselo.
No hay ninguna necesidad. Todo estaba enorden cuando me lo prob por ltima vez paraajustado, excepto algunos botones que eranecesario cambiar, y las charreteras. Ya meacercar cuando George y yo acabemos con
este sobrecincho.En ese caso, podramos, por favor, abrir la
caja de las charreteras? Nunca hemos visto decerca la charretera de un almirante. La seorita
O'Hara dice que no debemos tocarlas bajoningn pretexto, a menos que nos d usted supermiso; y mam ha ido a dar de comer a laabuelita y a la seora Morris.
Oh, pap, no vendra aunque fuera para
ponerse la capa del uniforme de diario?Por favor, seor -rog George-, por favor,puedo volver a ver el sable del uniforme degala? Supongo que llevar usted el sable deluniforme de gala cuando vista el uniforme de
gala, eso lo doy por hecho.
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hasta las tres de la maana- e incluso ms anteun bonito uniforme. Al menos Jack habacorrespondido a la primera de estas pasiones,puesto que posea un montn de plata y, en una
ocasin, quienes hacan el comercio con lasndias Occidentales le haban obsequiado con umagnfico festn; pero hasta el momento siempree haba revelado como una autntica decepci
en cuanto a lo segundo, pues Killick haba
emendado calzones y capas viejas, que luegohaba vuelto del revs cuando se vean gastadosClaro que durante buena parte del tiempo quehaca que Killick serva al seor Aubrey, ste
haba sido extraordinariamente pobre e inclusohaba pasado largas temporadas acosado poras deudas.
Sin embargo, la situacin haba dado ahoraun giro completo: finsimos bordados en todas
direcciones; una increble abundancia de galonede oro; solapas blancas; un nuevo botn con lacorona encima de un ancla encepada, todo ellobrillante como el sol; sombreros de tres picos;diversas espadas magnficas, y un sable sencillo
y pesado para el abordaje; cinturones de tafilete
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azul; una estrella en la vistosa charretera de oro,cuyo puente era de plata mate; chaleco ycalzones de pao blanco; medias blancas deeda; zapatos negros con hebillas de plata
Despus de superar la fase en la que seprob el uniforme de diario, que tambin eraesplndido, Jack abandon el vestidor envueltoen la gloriosa aureola del Almirantazgo, con elpelo empolvado, la medalla del Nilo refulgiendo
prendida del pecho y adornado el sombreroengalanado con el colgante de diamantes que lehaba dado el Gran Turco, cuya pieza central enorma de corazn titilaba con cualquier tipo de
uz.He aqu la reina de Mayo -dijo.Oh, magnfico! exclamaron las seoras; e
ncluso la seora Williams y su amiga, que habapermanecido sentadas mordindose los labios
pues se haban declarado en contra deemejante dispendio, estaban que se derretan, aadieron-: Glorioso, soberbio. Soberbio.Soberbio.
Hurra, hurra! grit George-. Oh, qu no
dara por ser almirante!
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as tabas o zurca la red. Stephen no prestaba lauficiente atencin a aquel ruido hogareo y
agradable, pero de pronto dio un respingo. Elpapel resbal de entre sus dedos. Era como si
hubiera odo una vocecilla infantil exclamarDoce! o algo muy parecido. Doce en irlandspor supuesto. Se levant de la silla con toda laprecaucin del mundo y entorn un poco lapuerta, colocando un libro a cada lado para
mpedir que pudiera cerrarse.Qu vergenza, bichito, cario -dijo Padeen
debes decira d dhag. Escucha, dulzura,escchalo otra vez, lo hars?A haon, a d, a tr
a ceathir, a cig, a s, a seacht, a hocht, a naoi,a deich, a haon dag, a do dhag, con eseonido parecido al yia yia. Bueno, vamos all, a
haon, a d-A haon, a d -repiti la voz pequea y
aguda hasta llegar al a d dhag quepronunci precisamente con el acento dePadeen, caracterstico del condado de Munster.
Cosita ma, que Dios, Mara y san Patricio tbendigan -celebr Padeen dndole un beso-.
Ahora te dejar arrojar el aro al cuarto, con lo
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i lo hubiera vuelto a intentar, con todo el daoque puede causar. Al menos ahora puedohacerme cargo de ello. Agit el vino con elenedor durante un rato; se dio cuenta de lo que
haca, observ atentamente el tenedor, lo limpicon la servilleta y aadi-: No. No ha sido laangustia lo que me ha quitado el apetito, sino laalegra. He odo a Brigid hablar alto y claro conPadeen.
Oh, estoy tan contenta. Pero -titube-.Tena sentido lo que deca?
Por supuesto que s.Yo tambin les he odo. Y Nelly. Pero slo
cuando estn a solas, porque siempre estnuntos como ya sabr, en el altillo, o con lasgallinas y la marrana negra. Pensamos quehablaba por hablar, el tipo de lenguaje queutilizan los nios.
Conversan en un galico de primera.Estoy tan contenta -repiti Clarissa.Escuche -dijo Stephen-. Creo que en este
momento el equilibrio es muy delicado, y no meatrevo a hacer ningn movimiento al respecto: no
me atrevo a hacer nada que pueda dar al traste
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con su recuperacin. Debo reflexionar, yconsultar el caso con colegas mos que sepanmucho ms que yo. Est el doctor Willis, dePortsmouth. Est el gran doctor Llers, de
Barcelona. Por el momento, le ruego a usted quehaga como si todo siguiera igual. Dejemos queorezca.
Se miraron en silencio y Stephen aadienseguida:
Cunto me alegra que me haya contado lode esa mujer. En la tesitura actual su violenciagnorante podra estropear, arruinar, profanarDebo encargarme de ella.
Y cmo piensa hacerlo? preguntClarissa.Se me ocurren varias posibilidades -
espondi Stephen; pero la ferocidad plida yeservada de su expresin se desvaneci por
completo al entrar Nelly con el pudn, seguida dePadeen y Brigid. Su hija se sent en la silla queena los cojines apilados, y volvi la cabezahacia l cuando Stephen la ayud a comer lasnatillas. Crey distinguir una inconfundible mirad
de aprobacin, aunque no se atrevi a dirigirle la
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palabra directamente. Fue slo cuando la cenahubo terminado del todo, que dijo en galico-:Padeen, dentro de doce minutos treme layegua pequea. Y sus palabras atrajeron
pidamente la atencin de aquella cabecitaubia, de ordinario inmvil y ensimismada en unmundo interior.
* * *Recorri con un cmodo galope millas y
millas de carretera pelada, a lomos de la yeguapequea, hasta topar con la barrera de portazgoy de all pas a una vereda que atravesaba lasplantaciones de Jack Aubrey hasta llegar al
montculo donde haba construido el observatorioya que el capitn Aubrey no slo era un oficialprofesionalmente interesado por la navegacinastronmica, sino tambin un astrnomoaficionado y, aunque nadie lo hubiera
ospechado dada la expresin franca y honestade su rostro, era todo un matemtico: unmatemtico de formacin tarda, cierto, pero queposea tal sabidura que haba llegado a publicar
u estudio sobre los satlites jovianos en elPhilosophical Transactions, artculo que
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