2016.01.20. Marina Arias

download 2016.01.20. Marina Arias

of 3

Transcript of 2016.01.20. Marina Arias

  • 8/15/2019 2016.01.20. Marina Arias

    1/3

    El cuento por su autor

    Corto para dosPor Marina Arias

    MAR19.01.16

    ■ Hablar de un texto propio siempre me resulta difícil y la mayoría de

    las veces infructuoso: soy una convencida de que las explicaciones y

    los análisis son propiedad de los lectores.

    Pero vaya aquí mi intento de presentación de este relato.“Corto para dos” cierra un libro mío inédito: El mundo resultó me-

     nos serio de lo que imaginábamos. Lo escribí de un tirón, como si al-

    guien me lo estuviera dictando. No creo en las musas ni ese tipo de

    cuestiones, así que supongo que lo que ocurrió es que me posicioné

    como una guionista frente a retazos borrosos y desordenados de una

    historia que me pedía que le encontrara algún sentido narrable y que

    repusiera los sinsentidos de la vida con ayuda de la ficción. El segun-

    do objetivo fue imposible de cumplir, por supuesto, y del primero

    también tengo ciertas dudas. Así y todo “Corto para dos” me ha traí-

    do muchas satisfacciones, y la inquietud permanente de que algún

    amigo me pregunte “¿ese personaje soy yo?”. (Cualquier semejanza

    con la realidad es pura coincidencia).

  • 8/15/2019 2016.01.20. Marina Arias

    2/3

    .03.02

    MAR   19.01.16

    ✒Contra la puerta de la Facultadempieza una cola que da vuelta enla esquina y sigue. Camino hacia elfinal escuchando fragmentos deconversaciones. Todas son anima-das. Yo también cursé y aprobécon notas altas las seis materias delCBC para inscribirme en Cienciasde la Comunicación.

    Aunque no tengo mucha idea de

     para qué. Yno me importa.Cualquiera podría pensar que la

    apatía es también lo que me haceestar de novia con Esteban, un pibecon quien nunca logro tener un or-gasmo y que ni siquiera me gustademasiado. Pero lo cierto es quecon Esteban estoy porque es de buena familia y estudia Bioquími-ca: supongo que esa combinación ami mamá la deja tranquila.

     Nota: diez escenas antes mi pa- pá se enferma de un tumor cere-bral que al principio todos confun-dimos con un brote psicótico. Sontres meses de estudios de alta com- plejidad e internaciones. Yo soy in-capaz de quedarme a solas con él. La mayor parte del tiempo me la paso en la confitería del sanatorio, siempre con la excusa de que ven- go de cursar y estoy con el estóma- go vacío.

     Mi mamá cuida a mi papá sola,con alguna ayuda de mi tío y sumujer.

     Hasta que nos dicen que ya po-demos llevarlo a casa. Mi mamáalquila una cama ortopédica parainstalarlo en el living y un tubo deoxígeno para nebulizarlo cada doshoras, la única indicación que ledan los médicos. Lo demás es unaincógnita.

     A los dos días está muerto.En la cola encuentro a Viviana,

    la única amiga que hice en el CBC.

     No tenemos demasiado para con-tarnos. Hablamos anoche para ter-minar de decidir en qué materiasanotarnos y estamos al tanto de losúltimos episodios de nuestras vi-das: yo estuve toda la tarde miran-do televisión en lo de Esteban y elkiosquero evangelista con el queella está saliendo le confesó que lamujer está embarazada.

    Viviana levanta una mano y gri-ta un nombre: Rafael. Es el de unamigo suyo que hizo el CBC enotra sede y que no hace muchocomprobó que le gustan los hom- bres. Sigo los ojos de Viviana yveo a dos pibes que vienen con-versando. Al reconocer a Viviana,el de melena rubia sonríe y sacudela mano.

    El otro es enorme. Ysos vos.Con tu corte a lo Robert Smith y

    tus infaltables lentes oscuros.La mañana no parece ser tu me-

     jor horario pero igual todo lo quedecís suena ingenioso, con el toquede nihilismo para que cualquier dictamen resulte demoledor sin so-nar soberbio. Probablemente teayude un resoplido aparentementeinvoluntario que soltás entre frasey frase, como si en realidad no tu-

    vieras ganas de decir nada.Rafael se está acostando con un

    diseñador de modas, y vos contásdivertido que algunos del CBCcreían que ustedes eran pareja sólo porque los veían siempre juntos.“El mundo está lleno de pelotu-dos”, decís. Después te reís con ga-nas. Yo también.

     Nota: seis escenas después te

    confieso que yo había presupuestolo mismo.

    Sos músico. “Músico posta”,aclara Rafael, “no como esos quese aprenden cuatro temas con lasToco y Canto”. “Yal toque salen alevantar mujeres”, agregás vos, yte reís otra vez, y yo trago saliva:el año anterior estuve perdidamen-te enamorada de uno de ésos.

    Mientras encendés un tercer ci-garrillo aclarás que igual el conser-vatorio lo colgaste para dedicarte atu banda y al estudio de grabaciónque pusiste con unos socios.

    Para cuando llegamos a la venta-nilla, anotarnos en las mismas co-misiones con vos y Rafael me re-sulta lo más natural del mundo. Esmucho mejor entrar a la Facultaden banda.

    Al mes pasamos más tiempo enel bar que en las aulas.

    El instigador siempre sos vos.Entrás a la clase tarde, y sin sacartelos auriculares ni bajar el volumendel walkman, desplomás tu metronoventa en el asiento más cercanoa la puerta. Quince minutos des- pués, con uno de tus resoplidos yun cabeceo, nos arreás al pasillo. Aveces estás eufórico. Otras, hechoun zombie. Nunca dormiste lo su-ficiente. No das detalles. Pero lo poco que contás siempre resultamucho más tentador que cualquie-ra de mis noches con Esteban, que

    consisten en cenar con su familia yacostarnos en el cuarto de la her-mana. La madre de Esteban diceque prefiere que lo hagamos en sucasa antes de que en cualquier ho-telucho. Hotelucho de cuarta, diceen realidad. Por eso la hermana deEsteban se ve obligada a pasarse aldormitorio que él comparte con suhermano para que la parejita de no-vios durmamos en el suyo. Yesoes lo que hacemos. Literalmente:yo no dejo que Esteban me toqueun pelo. En realidad él tampoco in-siste demasiado.

    Apesar de no abrir nunca una puta fotocopia siempre cazás alvuelo los conceptos y podés decir algo mucho más interesante queyo, la que siempre sacó notas altasy responde como un autómata dis-ciplinado a cualquier requerimien-to institucional. Avos te echaronde dos secundarios. Siempre por causas colectivas y nobles. Pero teecharon. Por eso odio que con unasimple pregunta desenmascaresque lo mío es pura repetición.

    Si el tema es la política, peor.Venís de familia peronista. Hasta podés ostentar la pérdida de tu pa- pá por culpa de los militares: se

    enfermó por la tristeza de un des-tierro forzado en el interior. Elmío, en cambio, fue un eternosimpatizante radical no asumido ytuvo una muerte mucho menos ro-mántica.

    Aveces no aparecés por la Fa-cultad durante varios días. Yo pasodel alivio al aburrimiento. Ydelaburrimiento a la intriga.

    Pero cuando volvés no te pre-gunto nada.

    Rafael propone quedarse la no-che previa al parcial de Semiótica Iestudiando en lo de su novio queestá en Las Leñas por un desfile.Me sumo. Es la única manera dellegar a leer la bibliografía que mefalta. Vos no leíste absolutamentenada. Eso ya te garantiza el aplazo.Igual decís que vas a ir. Eso yo aEsteban no se lo digo; tampoco ledigo que finalmente Viviana consi-guió un certificado médico paraque le tomen recuperatorio y queen lugar de sumarse al grupo va aencontrarse con su kiosquero. Alasocho dejo que me lleve hasta la puerta del loft en el auto que el pa-dre le acaba de comprar para quele haga de chofer a la madre, y medespido. El beso es sonoro y frío.

    Como siempre, vos llegás tardí-simo. Desde la puerta me dedicásuna sonrisa que no entiendo. Hastaque me acuerdo de que todavíatengo puesta una peluca platinadaque encontré un rato antes en el baño y me la saco de un manotazo.

    Alas tres, Rafael se tira a dor-mir. Alas tres y cuarto, en mediode un párrafo de Peirce ininteligi- ble, te recostás sobre la mesa y em- pezás a retorcerte un mechón de pelo con la vista perdida, como ha-cés cada vez que te quedás pensan-

    do, antes de soltar alguna de esasreflexiones que yo te envidio. Sigoleyendo en voz alta pero no puedovolver a concentrarme. Con un brazo barrés los apuntes al piso. Tereto y me agacho a levantarlos. Medoy contra el borde de la mesa.Soltás uno de tus resoplidos y memirás serio. “Me explicás para quécarajo estamos perdiendo el tiem- po en esto dos personas como vosy yo, amiga”, decís. Los dos nosreímos. Después te vas al baño yyo preparo café.

    Cuando volvés, terminás la tazaen cuatro tragos, prendés un ciga-rrillo y empezás a hablar. Un díatu mamá se mudó con el novio yte dejó viviendo con tu abuela enun departamento en Boedo. Teempezaste a juntar con los pibesdel barrio y te volviste medio bar-do. Después se murió tu abuela.Ahí te volviste un bardo del todo. No parecés escuchar ninguno demis comentarios. Para lo únicoque hacés una pausa es para r e-calcar que todo eso ya fue. Cincoy media se me empiezan a cerrar los ojos. Vos te levantás otra vezal baño y yo digo que me tiro untoque al lado de Rafael porque

    necesito descansar la vista.Lo siguiente que registro es tu

    voz llamándome.Cuando estamos cruzando el

    hall de la Facultad decís que tequedaste sin puchos. Das mediavuelta y desaparecés.

    El ayudante de Semiótica I medevuelve el examen con un siete.

    Viviana rinde el recuperatorio. Ra-fael decide recursarla. Vos seguíssin aparecer.

     Nota: dos escenas antes le metolos cuernos a Esteban con el co-leccionista de las Toco y Canto. Esteban se entera a las pocas ho-ras porque cuando me preguntadónde estuve le confieso todo. Es-teban se enoja por primera vez. Después dice que tengo que pro-meterle que no voy a volver a ha-cerle una cosa así.

     Dos días después lo dejo.El kiosquero evangelista de Vi-

    viana finalmente es padre y tieneun ataque de responsabilidad fi-liar. Así que el sábado salimos juntas. Vamos al sótano del quevos nos hablaste. El lugar está re- pleto. Viviana y yo bajamos la es-calera y quedamos en un rincón,contra una pila de parlantes. Legrito a Viviana que tratemos dellegar a la barra para usar los valesde cerveza. Logro que el barmanme reciba los dos papelitos. Tomocon el codo pegado a las costillas.Igual un flaco me empuja y mevuelco cerveza sobre la remera.Viviana está hablando con un pibeasí que me voy al baño sola.Cuando estoy entrando me chococon vos que salís del de hombres.Antes de que me abraces alcanzo aver en tu cara un gesto duro. Perome agarrás de la mano y me llevás

    entre la gente hacia el fondo dellugar. Desde unos sillones que ro-dean una mesa baja, un tipo de tra- je grita tu nombre. Soltás mi ma-no. Dos chicas muy producidas tevivan. Saludás haciendo cuernitosy sacudiendo la cabeza. Cinco pi- bes adhieren con aplausos. Uno esel cantante de tu banda.

     No me presentás a nadie. Tesentás pegado a las chicas y mehacés un lugar del otro lado. Me pedís un cigarrillo y me convidasalgo que hay en el fondo de tu va-so. Es whisky, una bebida a la queno estoy acostumbrada. Pero son-río y tomo un trago más antes dedevolvértelo. Vos terminás de va-ciarlo y decís algo al oído de unade las chicas que se acomoda laminifalda y desaparece por una puerta en la pared. Me preguntás por la facu y digo que todo en or-den, que cuándo vas a volver. Nome respondés.

    La chica de minifalda apoya enla mesa una botella de Johny Wal-ker y un vaso más. Ahí me doycuenta que es una moza. Señala la puerta de la pared con un dedo y tedice algo al oído. Vos asentís y ser-vís los vasos.

    Me contás de la banda. Tienenuna fecha en dos semanas y están planeando una gira para el verano.Después te levantás y decís quevas al baño. Durante el resto de lanoche, mientras hablás de músicacon los que están en los sillones ycada vez parecés notar menos mi presencia, lo volvés a hacer tresveces. La última, ni siquiera medas una explicación. Cuando en

    medio de una recorrida la moza pasa junto a la mesa, la agarrás y tela sentás en las piernas. Despuéssoltás uno de tus resoplidos.

    Alos tumbos logro llegar a la sa-lida. Con el aire fresco me doycuenta de que estoy completamen-te borracha. Paro un taxi y mesubo. Tiro de la manija para cerrar la puerta. Algo la frena. Sos vos.Me preguntás por qué me fui así.Te digo que me dejes y tiro conmás fuerza. Me preguntás qué me pasa. Te miro a los ojos y vuelvo adecir que me dejes. Pero esta vezgritando. El taxista nos mira conmala cara por el espejo retrovisor.Entonces soltás la puerta y te que-dás en medio de la calle mirandocómo me alejo.

    Un domingo a la tarde vuelvo delo de Viviana y encuentro a mi ma-má tirada al lado de su cama.

    El médico que firma el acta dedefunción dice que seguramenteintentó levantarse para pedir ayu-da. Yque sin duda fue un ataquecardíaco. Mientras escucho al mé-dico dándole las explicaciones ami tío alcanzo a preguntarme si locorrecto no sería hacerle una au-

    topsia. Pero sigo apoyada en elmarco de la puerta del dormitoriosin decir una palabra. Mamá estáen camisón.

    Después la ambulancia de la co-chería se lleva el cuerpo. Paso lanoche recibiendo abrazos y repi-tiendo el mismo relato para un sin-fín de conocidos de mi mamá quedespués se sientan contra la paredy aceptan el café que una camarera

    les ofrece en voz baja. Esteban pa-sa un rato con los padres. Amigosmíos van pocos. Todos tenemos al-rededor de veinte años y todavía podemos faltar a los velorios. Ex-cepto cuando la persona que muerees la madre o el padre de una.

    Alas nueve de la mañana mi tíosale a buscarme a la vereda dondeestoy con Viviana fumando el pri-mer cigarrillo de un segundo ata-do: los de la funeraria acaban deavisar que van a cerrar el cajón. Pi-so la colilla y lo sigo hasta el fondode la sala.

    Entonces te veo.Le estás pidiendo permiso a una

    compañera de gimnasia de mi ma-má para poder pasar. Tenés la sola- pa del sobretodo levantada y en los bolsillos te adivino los puños apre-tados. Nada es más importante quedespedirme de mi mamá. Pero mequedo mirándote: no puedo dejar de preguntarme por qué estarás tandestemplado en una mañana de solcomo ésta. Probablemente una vezmás no dormiste en tu cama. Cuan-do te das cuenta de que te estoymirando me guiñás un ojo. Enton-ces suelto el cajón y retrocedo has-ta mezclarme con la gente.

    Los días siguientes son una su-cesión de instantáneas. Mi bolsosobre el sofacama del living de mistíos. Un auto al que le cae un pianoencima para una cámara oculta deVideomatch. Yo levantando los pla-tos de la mesa. El dinosaurio Ber-nardo bailando paraTinelli. Mi bolso sobre el inodoro. Mi tía ayu-dándome a armar el sofacama.Una. Dos. Seis veces. Tinelli me-

    tiéndose el alfajor entero en la bo-ca. Una. Dos. Diez veces. Mi bolsoen un rincón del living. Mi tío pre-guntándome por la facultad y sa-cando plata de su billetera. Una bombacha sucia en el fondo de mi bolso. Dos bombachas sucias en elfondo de mi bolso. Un pelado quese agarra la cabeza y manda un sa-ludo para Marcelo. La sombra delárbol de la vereda a través de lasrendijas de la persiana. Tres bom- bachas sucias y un tampón envuel-to con mucho papel higiénico. Llu-via contra la persiana. Los ruidosde mi tía en la cocina tratando deno hacer ruido. Una mañana. Dos.Quince. Un mes.

    La tarde en que te llamo estoydesbordada por la contención fa-miliar. Trato de sonar casual e in-vento que justo voy a andar por lazona del estudio pero que si estáshasta las manos lo dejamos paraotro día. Vos me decís que pase aeso de las ocho. Que a vos tambiénte va a venir bien cortar un toque porque estás quemado.

    Pongo un pie en el descanso demármol, toco el único timbre quehay en la pared y vuelvo rápido ala vereda. Sé que son las ocho y

    cuarto pero igual vuelvo a mirar elreloj. Detrás de los vidrios de la puerta de hierro forjado alcanzo aver un pasillo largo. Sigo esperan-do con la vista en el tránsito. Tocoun timbrazo más largo. Entonces teacercás por el pasillo, con un gestoinexpresivo en la cara. Como yen-do a recibir el correo o un pedidode la rotisería. Como si no te im- portara quién es.

    Entramos al estudio, lleno de ca- bles y consolas y máquinas amon-tonadas. Me contás que las tresagencias de publicidad más grosasles encargaron laburos al mismotiempo. “Una cosa de locos, man”,decís encantado. Me hacés escu-char la primera versión de un jin-gle que tenés que entregar al día si-guiente. Me proponés ir al bar dela esquina a tomar una cerveza.

     Nota: en varias escenas poste-riores siempre decimos “una” y al 

     final nunca son menos que cuatro.En el bar me contás del demo

    que están por empezar a grabar  porque, la otra noche en el sótano,y acá hacés una pausa para mirar  por la ventana y soltar uno de tusresoplidos, como si quisieras dejar en evidencia que los dos decidi-mos hacernos los boludos sobreaquella noche, te presentaron a untipo de una discográfica. Despuéste dedicás a destrozar al cantantede la banda. Vos lo convocaste y elsalame ahora se cree el dueño del proyecto,hasta pretende meter te-mas suyos, si fueran letras toda-vía, pero si de música entiende me-nos que Copani. Yo me río, y te di-go que se están peleando como dosminitas, y me río otra vez. Perovos te quedás mirándome serio.Supongo que la comparación tecae mal.

     Nota: en una escena nunca fil-mada me entero que en ese mo-mento el cantante y vos se estánmatando por la moza de minifalda.

    Seguís hablando. Yo escucho. Elalcohol me vuelve optimista y temiro como si fueras un predicador.Vas al baño seguido. Volvés másverborrágico todavía.

     No me importa nada.Una noche cuando salimos del

     bar, en lugar de subirme a un taxi,me invitás al estudio. Ponés mú-sica. Das dos golpecitos en tu si-

    lla para que me siente. Vas al ba-ño. Volvés con otra silla y te sen-tás al revés, con las piernas alre-dedor del respaldo. Empezás a re-torcerte el mechón de pelo y sol-tás tu resoplido.

    Por fin me besás y me hacés le-vantar.

    Me gusta estar acostada con vos.Me gusta cómo me tocás.Lo único que no me gusta es

    darme cuenta de que no se te para.Pienso que entonces en realidad

    no te gusto. Nota: en la escena final, entre

    otras cosas, me entero que uno delos efectos colaterales de la coca-ína es la impotencia. Para enton-ces hace mucho que te fuiste a Es- paña debiéndole un poco de plataa cada uno de tus amigos, mil dó-lares a mí y demasiado a tu dea-ler, después de que tus socios tecambiaran la cerradura del estu-dio porque ya te habías tomadodos máquinas.

    Me hacés un cunnilingus y meolvido que no se te paró.

    Te sacás algo de la punta de lalengua. Prendés un cigarrillo.

     Nunca más intentamos tener sexo.

    Por Marina Arias

    Corto para dos

  • 8/15/2019 2016.01.20. Marina Arias

    3/3

    MAR19.01.16

    .04 JUEGOS

    TABIQUES

    SOLUCIONES

    GRILLA 

    GRILLA 

    TABIQUES