XVI CONGRESO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA ARGENTINA, JUJUY 2007.
Mesa Redonda:PRESERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO: PROPUESTAS PEDAGÓGICAS DESDE DISTINTOS ESPACIOS SOCIOCULTURALES
MUSEOS, COLECCIONES Y COLECCIONISTAS:
REFLEXIONES SOBRE EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN LA
PROVINCIA DE SAN JUAN
“Cayana”: Colectivo de Arqueología.
Soledad BIASATTI*, Pablo AROCA**
*Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario.**Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca.
[email protected]@yahoo.com.ar
Resumen
Esta línea de trabajo se enmarca dentro de un proyecto arqueológico que se
viene desarrollando desde 2006, intentando rastrear las representaciones locales acerca
del pasado indígena en la provincia de San Juan, en relación con museos y escuelas del
sector capitalino y la zona norte de dicha provincia.
La mayoría de las muestras de objetos arqueológicos que se encuentran
exhibidas actualmente en los museos de San Juan se han conformado a través de
colecciones particulares, dado que la legislación patrimonial actual llevó a muchos de
estos coleccionistas a declararlas y hacerlas públicas. Al tener que inventariarlas,
ordenarlas y exhibirlas a la comunidad, estas colecciones privadas cobran diferentes
sentidos.
En este trabajo, realizaremos algunas propuestas acerca de los usos y las
significaciones socioculturales expresadas en los museos, en tanto espacios donde se
ponen en relación sujetos y objetos, construyendo y re-construyendo sentidos acerca del
patrimonio arqueológico.
1
Colecciones: historias con sentido
“…aún cuando la colección se convierte en discurso a los demás,
es siempre, en primer lugar, un discurso para sí mismo.”
(Baudrillard 1968: 118).
Dentro de estos proyectos arqueológicos, intentamos rastrear las
representaciones locales acerca del pasado indígena en la provincia de San Juan. Para
ello realizamos trabajos de campo que incluyen observaciones, entrevistas, en relación
con algunos museos y escuelas del sector capitalino y la zona norte de dicha provincia.
Proponiendo una instancia de arqueología sin excavación y más allá de los
objetos materiales en sí mismos, buscamos “aquel contexto que los trasciende y les da
sentido, contexto que es impensable sin una concepción de los sujetos que se encuentran
detrás de éste. La Arqueología no se limita a la excavación en tanto y en cuanto
pretende ir más allá de la búsqueda de los objetos por los objetos mismos para, en
cambio, enfocarse en la reconstrucción de la historia de los hombres y mujeres como un
proceso” (Jofré et al. 2006: 4).
La mayoría de las colecciones que se encuentran exhibidas en los museos que
hemos visitado en San Juan se han conformado a través de intereses particulares de
sujetos que fueron guardando durante muchos años innumerables y variados objetos con
un sentido subjetivo particular. Es decir que, detrás de los objetos expuestos en estas
muestras emerge la figura del coleccionista que conformó la serie. Aquí proponemos
algunos ejes para comenzar a indagar en la construcción de sentidos que estos sujetos
otorgan a las colecciones y de las historias que nos presentan a través de estos objetos.
La legislación patrimonial actual llevó a muchos de estos coleccionistas a
declarar y hacer públicos aquellos elementos archivados. Al tener que exhibir,
inventariar y ordenar en una sucesión secuencial, dichas colecciones cobraron nuevos
sentidos tendientes a la normalización, ya que esos objetos debían contar alguna historia
plausible de ser aprehendida por otros.
2
En este proceso de “patrimonialización” ó “legalización” el Patrimonio
Arqueológico de la provincia de San Juan fue definido, en cierta medida, por las élites
locales mediante un proceso de expropiación de la cultura material indígena. La historia
indígena local quedó restringida a conjuntos de objetos y sitios arqueológicos
pertenecientes a un pasado acabado. En este proceso obturado, la prehistoria de las
poblaciones indígenas “pasadas” cedía paso a la historia provincial “actual”. En este
contexto, los inicios de la arqueología sanjuanina estuvieron ligados con:
“la práctica individual de algunas personas, que interesadas por el pasado
prehispánico se dedicaron al acopio de materiales arqueológicos y a recorrer todos
aquellos lugares considerados como “sitios de indios” o “tamberías”. Y fue así que
a través de la práctica del coleccionismo privado, instalado en la provincia desde
por lo menos fines del siglo XIX, se formaron la gran mayoría de los actuales
museos de la provincia. Puede decirse que esta práctica de coleccionismo se
afianzó sobre una especie de “cientificismo autodidacta” (Hnos. Castro 1979) que
también tuvo un lugar relativamente respetado en la sociedad sanjuanina.
Hacia la década de 1960, en el proceso de instauración disciplinar de la arqueología
en San Juan y el consiguiente disciplinamiento científico del conocimiento sobre el
pasado, comenzaron a generarse, por oposición, dos espacios que se disputaban el
poder de decir y representar la ‘prehistoria sanjuanina’.” (Jofré et. al. 2007: 2)
Por un lado estaban aquellos arqueólogos profesionales que comenzaban a
desenvolver sus investigaciones en la provincia desde un enfoque académico - científico
y, por el otro, los coleccionistas o aficionados a las prácticas arqueológicas quienes a
través del reconocimiento de la región, de los sitios arqueológicos y de la bibliografía
especializada, afianzaron sus saberes sobre ese pasado indígena que se estaba
clasificando y definiendo.
Ambos grupos “incompatibles”, desde un punto de vista patrimonialista, lograron
introducir en la legislación patrimonial provincial sus interpretaciones sobre esa
“prehistoria local”. La Ley 6801 – aún vigente - fue promulgada en 1997, la misma
define a archivos, bibliotecas y museos, “entendidos como repositorios de bienes
culturales y colecciones, (…) ya sea que constituyan conjuntos sistemáticos, ordenados
3
o recopilaciones, sean éstos de dominio público o privado: “aquellos que poseían
objetos pertenecientes al Patrimonio Provincial debían declarar sus “bienes”:
“trátese de entes públicos o personas privadas, deberán denunciar su existencia y
ubicación (…). Los propietarios de los bienes establecidos (…) que no denunciaran
su existencia a la Autoridad de Aplicación, en la forma establecida y dentro de los
plazos que indique la reglamentación, no podrán acogerse a los beneficios
impositivos establecidos en la presente ley. Sin perjuicio de las multas que puedan
corresponderles, conforme a la reglamentación de la presente Ley.” (Ley 6801.
Capítulo 3. Artículo 5º y 6º).
Además establece, en el Artículo 10º, que el Consejo Provincial del Patrimonio
Cultural y Natural de la Provincia de San Juan contará entre sus miembros a
representantes de las universidades de San Juan, de los museos nacionales, provinciales
y privados, entre otros. Excluyendo a la representación de las comunidades locales
involucradas, como es el caso de las comunidades rurales.
Es significativo señalar aquí que, en el año 2001, se crea la Asociación de Museos
Privados de la Provincia de San Juan (AMUPRI). Este organismo funciona como red
institucional nucleando a diferentes colecciones privadas y directores de museos.
Este fue el momento en el cual se normativizó la relación de cooperación entre
aficionados y profesionales, mientras se generaba una clara demarcación entre aquellos
que serían la voz autorizada desde la academia para decir sobre el pasado y aquellos
que, mediante declaración e inventario de sus colecciones, se incorporaban a la
“legalidad” provincial.
4
Museos y Colecciones en San Juan
Hasta el momento hemos realizados trabajos de investigación en museos con
colecciones arqueológicas de la zona capitalina de la provincia, Zonda, Jáchal, Iglesia y
una primera aproximación a museos de Calingasta. 1 Los lugares visitados fueron el
Museo “Enzo V. Manzini” (Dpto. Zonda), Museo El Hombre y la Naturaleza (Dpto.
Capital), Museo Geográfico Einstein (Dpto. Zonda), Museo Agustín Gnecco (Dpto.
Santa Lucía), Museo Arqueológico Prof. Mariano Gambier (Dpto. Rawson), Museo
Hnos. Nassif Weiss de la Univ Catolica de Cuyo, Museo Ricardo Prieto (Dto. Jáchal),
Museo Indígena José Debenedetti (Angualasto, Dpto. Iglesia) y los museos Aldo
Cantón (Calingasta) y Renzo Herrera (Barreal).
En algunos de ellos trabajamos en mayor profundidad, realizando una
“etnografía de museos” mediante observaciones participantes y no – participantes,
registro de visitas guiadas, entrevistas en profundidad y charlas con miembros de los
museos (directores, guías, empleados) y relevamientos de diarios de visitas y archivos
varios. A través de este trabajo de campo, fue posible comenzar a visualizar la impronta
subjetiva de las figuras que habían dado origen a estas colecciones. Identificamos
diferentes interpretaciones acerca de la historia indígena que su cultura material narraba:
similares fragmentos de cerámica, conanas, líticos, así como también similares sitios de
procedencia generaban discursos diversos a través de su exhibición. Para analizar estas
muestras, las sucesiones de objetos expuestos, la disposición de las salas, sus
nominaciones, sus periodizaciones, el tipo de guía que ofrecían a los visitantes, etc.,
creímos necesario acceder a las historias de los sujetos que las habían conformado.
Aquí nos detendremos sólo en algunos casos. Los Museos “Enzo V. Manzini” y
“Museo Ricardo Prieto” se encuentran emplazados en el predio de casa de fin de
semana de las familias Manzini y Prieto, respectivamente. La estructura de los mismos
se conforman por una serie de habitaciones conectadas entre sí, a las cuales han ido
agregando ampliaciones en distintos momentos. Son edificaciones pequeñas, de techos
bajos y se perciben como “casas”, sus ambientes son “cálidos” por poseer muebles y
vitrinas de madera. Son lugares agradables al visitante, rodeados de vegetación ofrecen
1 Esto se realizó en el marco de convenios interinstitucionales firmados entre la Universidad Nacional de
Catamarca y la Asociación de Museos Privados de San Juan.
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juegos para niños, mesas y bancos para el esparcimiento decorados con petroglifos
arqueológicos y todo tipo de elementos “antiguos” que no pueden estar dentro del
museo por sus dimensiones (carretas, toneles, partes de vehículos, etc). Las escuelas,
por ejemplo, se quedan en el predio a merendar una vez concluido el recorrido.
El Museo Manzini se define como un “museo multifacético” donde “encontrarse
con el pasado y nuestras costumbres” incorporando espacios abiertos, un pequeño cine,
una pulpería. El relato en su interior comienza con una sala “arqueológica y
paleontológica” en donde se hallan colocadas, de modo indistinto, piezas naturales y
culturales, a las que le siguen – en un sentido cronológico - las salas de “medallística y
arte sacro”, “vida cotidiana”, y la sala “Benavidez”. La impronta de la figura de Don
Enzo Manzini puede rastrearse a lo largo de todo el recorrido en fotografías de viajes
por distintas partes del mundo y, sobre todo, en las dos últimas salas dedicadas
exclusivamente a una de las actividades a las que dedicó su vida: la sala del periodista y
la imprenta. Estas salas dan cuenta de su vocación a través de una serie de objetos – un
taller de imprenta completo, cámaras fotográficas, diarios de “El Viñatero” - , y de su
importancia dentro de la vida social y política de la provincia, escenificada por medio
de fotografías colgadas en toda la sala:
“Fue todo un personaje de la sociedad sanjuanina, fundador y director de uno de los
periódicos más antiguos del país ‘El Viñatero’ y dedicado a la vitivinicultura.
Primer Director de Turismo de la Provincia de San Juan, Subsecretario de
Información, Diputado Provincial, pero fundamentalmente fue un coleccionista
apasionado. Por lo que este museo es sólo un ejemplo de su legado a la
comunidad.”(Citado de la folletería de publicidad del Museo. Año 2006)
Las visitas las realizan empleados contratados como guías acompañados de un
audio. La familia Manzini, en su conjunto, participa activamente en las visitas y
atención al público durante los fines de semana.
Por su parte, el Museo Prieto conserva piezas arqueológicas en todas las salas de
su interior. Posee vitrinas colmadas de elementos y fragmentos de distintos materiales
procedentes en su mayoría del sitio “Pachimoco” y los alrededores de Jáchal, zona
donde Don Prieto se dedicó a realizar sus “investigaciones” (según lo autodefine). El
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escritorio de Don Prieto y oficina administrativa del museo posee gran cantidad de
restos humanos (cráneos) dispuestos en un estante, pueden observarse fotografías del
director del museo acompañado con diferentes arqueólogos reconocidos del ambiente
local y nacional. En este caso, las visitas son realizadas por guías de Gendarmería
Nacional, en el marco de convenios entre ambas instituciones.
Exhibir las colecciones/ exhibir (se) en los museos
Según Lewis Pereira (2000) el coleccionismo en su sentido moderno como
fenómeno cultural comenzaría posteriormente al siglo XV en Europa. Las explicaciones
sobre la aparición de los museos en el mundo moderno se basan generalmente en
explicaciones sobre el coleccionismo y la historia del mismo. Se podría decir que se
coleccionaba por razones de preservación de la riqueza económica o de su
acrecentamiento, pero también y sobre todo como símbolo de status o elevación social.
El prestigio de las familias implicaba la posesión de objetos que destacaban al poseedor
del resto ya que los objetos podían ser considerados como manifestación del prestigio.
Por ejemplo, la adquisición de reliquias personales de personajes famosos del pasado,
algo muy común en el siglo XVIII, tenía este significado. Muchos bienes y objetos de
posesión personal pasaron a ser distintivos de la posición social de muchas familias y de
una manera extendida para toda la nobleza y los comerciantes. Estos objetos eran de
varios tipos: viviendas, muebles, ornamentos para el hogar, pinturas, esculturas, objetos
curiosos venidos de América, etc.
Desde el siglo XV existían museos en Europa en los cuales ya se coleccionaba
con el sentido antes dicho, por ejemplo en los denominados ‘Gabinetes de
Curiosidades’. Allí los objetos de ciencias naturales y etnográficos eran conservados
como “curiosidades”, pero también para fines científicos por parte de las universidades
y asociaciones de profesionales, y es de este último tipo de coleccionismo es de donde
provienen algunos de los sentidos de los museos modernos. La colección con fines
científicos no eliminaba el sentido de lo culto sino que asimilaba a esta noción la idea de
lo científico. También hacer ciencia era hacer “cultura” aunque de un tipo especial. No
era exactamente hacer ostentación social, pero sí saber más que otros, dado que la
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representación de la ciencia siempre ha estado asociada a la representación de la
sabiduría (Lewis Pereira 2000).
“Cuando un museo histórico reúne objetos representativos de la cultura y la
historia de un país o una localidad recurre a una variación del sentido de
elevación social. Estos museos coleccionan objetos que representan ellos mismos
los valores máximos de una comunidad y de ese modo que representan también
el prestigio. Precisamente, una definición operativa que se puede hacer de la
elevación social tiene que ver el culto a los héroes de la patria o de cualquier otro
tipo de valores del pasado. Acercarse a un museo histórico para enterarse y
aprender sobre los héroes fundadores también es “cultivarse” porque un
ciudadano “culto” debe conocer dichos héroes y los mitos de fundación de su
sociedad. El ideal sobre los deberes del ciudadano le da soporte a la idea.” (Lewis
Pereira 2000)
Esta línea tendida por el autor puede ser retomada para el Museo Manzini, la
Sala Benavidez (recordando a un héroe provincial) revestía gran importancia con
respecto a las otras salas del mismo. Se permanecía por más tiempo ya que el audio
tenía duración más prolongada. En esta sala estaban localizados sólo un par de objetos
que habían pertenecido a esta figura, y la habitación era completada con elementos
diversos (sin relación a Benavidez). Sin embargo, la acentuación en esta sala dejaba
entrever ciertas implicancias de la idea del sentido oculto (Lewis Pereira 2000) de los
museos, a saber, el sentido de “lo culto”, el sentido de elevación social o de prestigio,
aquel referido a la preservación (de lo extraño y lo valioso) y el referido al estudio (de
lo extraño con fines científicos). Estas figuras generan actitudes de sobrecogimiento
tradicionalmente asociadas a las visitas a los museos, ya que se presentan como las
adecuadas para la relación con “lo culto”, porque las personas deben tener actitudes de
respeto, sobriedad y admiración frente a aquello que se presenta revestido de estas
características.
Los museos no sólo una colección de objetos sino que se conforman por un
conjunto de objetos segregados de la vida social. Baudrillard (1968) se refiere a estos
elementos como objetos marginales y dentro de ese grupo inserta, por ejemplo, a los
objetos antiguos. En este sentido, Lewis Pereira (2000) recurre a Foucault para analizar
el origen de los museos como parte de un fenómeno más general. Los objetos de los
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museos tanto como otros “seres” (los dementes, los vagos y los delincuentes) son
puestos bajo régimen especial o bajo protección en una institución dedicada a la
custodia, con lo cual se generan unos espacios en el tejido social que se encuentran
separados de lo cotidiano y en los cuales vive lo extraordinario o lo discontinuo. El
curador, dentro del museo, cumple la tarea que en otras instituciones cumple el
ecónomo o el carcelero. Sin embargo, el lugar ético de los museos es el opuesto al de las
cárceles y los manicomios porque ellos guardan lo que es más valioso (aquello que se
considera “cultura”). Es decir, que todo ocurre como si los museos participaran de un
esquema en el cual el poder aprovecha las instituciones para separar las cosas
“particulares” del orden social. Los museos formarían parte de este fenómeno separando
los objetos por razones éticas.
Esta es una caracterización acerca de como funciona la representación que
refiere a ellos. La tendencia hacia ‘lo culto’ y hacia el pasado termina por separar o
segregar objetos de la vida cotidiana. Es decir que, cárceles, manicomios y museos
formarían parte de un fenómeno general, son los apéndices de un orden extendido sobre
las cosas y una mirada sobre el mundo. Por ejemplo, a partir de su trabajo de campo
Lewis Pereira (2000) identificó que los objetos museables debían ser a) antiguos o
“históricos”; b) inservibles para usos rutinarios; c) valiosos por alguna razón y d) que se
considere adecuado o necesaria su preservación para la posteridad, según los ejemplos
que recogió tanto en las encuestas como en las entrevistas.
Además de los objetos, los edificios para museos pueden ser identificados de la
misma manera: los museos deben estar ubicados en “casas anticuadas”. Las
edificaciones contenedoras de los objetos antiguos deben ser antiguas, estableciendo
una estrecha relación entre los significados de “lo histórico” y “lo valioso” con una
lógica de fondo que parece relacionarse con lo siguiente: “Lo histórico es siempre
valioso en el sentido de que es lo que hizo historia en el pasado. Lo valioso hacía casi
siempre referencia a lo histórico” (Lewis Pareira 2000:10). Este análisis nos sirve para
preguntarnos acerca de la representación de los Museos Prieto y Manzini localizados
dentro de sus casas de fin de semana en relación con los objetos que alojan en su
interior, entendiendo como una totalidad al edificio “contenedor”: el museo y a su
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“contenido”: los objetos museables.2 En ambos casos, la afición por coleccionar objetos
exóticos o antiguos puede relacionarse con uno de los sentidos ocultos de la muestra. El
pasado es abordado desde la práctica de una actividad “culta” como un pasatiempo o
hobby para los momentos de ocio, en un lugar de descanso ó recreo de las élites locales.
En los casos mencionados, los museos hacen referencia – directa o indirecta - a los
objetos que conservan en su interior. Cuando se define el museo como un “reservorio”
que expone o que preserva, se le define de manera cosificada: los edificios mismos
pueden entenderse como un objeto.
Hay “objetos” socialmente reconocidos que, por diferentes motivos, se elige
preservar, pero unos cumplen la función de contenedores, en tanto que otros la función
de ser contenidos. Pasemos ahora a los objetos contenidos.
Coleccionar objetos
Las colecciones no son meras acumulaciones de objetos. Cuando se colecciona
se prefieren determinados elementos para reunir. Suelen escogerse objetos diferenciados
por sus características como pueden serlo su valor de cambio, de conservación, de
exhibición, de status social, etc.
Los objetos poseen dos funciones inversas, según Baudrillard, por un lado
permiten ser utilizados por los sujetos dentro de un orden práctico y por otro, pueden ser
poseídos por los sujetos dentro del orden de la abstracción. “Cuando el objeto ya no es
especificado por su función, es calificado por el sujeto” (1968: 99). Estos objetos
escindidos de su función utilitaria cobran sentidos puramente subjetivos: es el caso de
los ‘objetos de colección’. Dentro de este grupo de ‘objetos marginales’ los objetos
antiguos responden a deseos como la nostalgia, el recuerdo, la evocación “se siente la
tentación de descubrir en ellos una supervivencia del orden tradicional y simbólico”
(Baudrillard 1968: 83) están aquí para significar, haciendo referencia al pasado. El
objeto antiguo presenta menor relación con los demás objetos se presenta como
2 Sería interesante indagar en futuros trabajos algunas de las relaciones contenedor/contenido que puedan
sugerir tanto el Museo de la comunidad de Angualasto construido de manera semejante a las estructuras
habitacionales indígenas de los sitios cercanos, así como también el Museo Einstein ubicado dentro de
una “cueva” (perforación en un cerro de la quebrada de Zonda).
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totalidad consumada ya que remite a un tiempo mítico, pasado, donde se materializa lo
precedente, suspendiendo el tiempo. Por tanto, el autor afirma que “no sirviendo para
nada, sirve profundamente para algo” sino “¿De dónde emerge esa motivación tenaz a
lo antiguo, al mueble viejo, a lo auténtico, al objeto ‘de estilo’, a lo rústico, a lo
artesanal, a lo hecho a mano, a la cerámica indígena, a lo folklórico, etc?” (Baudrillard
1968: 85).
Los coleccionistas buscan objetos “auténticos” que respondan a un período
pasado, otorgándole valor en relación con su momento de creación o la pertenencia a
alguien importante y prestigioso. El trabajo artesanal en los elementos realizados a
mano (en oposición al producto industrial) imprime una “huella creadora” que le otorga
el valor de haber sido hecho por alguien, de haber sido creados en un momento de
creación no reproducible. La búsqueda de estas huellas – siguiendo con Baudrillard – es
la ubicación en una cadena de filiación y de trascendencia paternal. Los objetos
revisten, entonces, significados sociales y culturales identitarios que asisten a los sujetos
en la inscripción a una historia (su historia). Los objetos cobran el sentido de “objetos
amados” ya que la afición por coleccionar posee características pasionales, sin embargo
no equivale a una práctica sexual ni a una satisfacción pulsional como puede ser el
fetichismo.3
En el caso de las colecciones arqueológicas sanjuaninas, podemos pensar que
dichos materiales revisten algunas de estas características al ser conservados. Ahora
bien, cuando los coleccionistas acumulan objetos archivan más de un elemento. Las
3 Término creado hacia 1750, a partir de la palabra “fetiche” (deriva del portugués feitiço: sortilegio o
artificio), y retomado en 1905 por Sigmund Freud para designar, en primer lugar, una perversión sexual
caracterizada por el hecho de que una parte del cuerpo o objeto son elegidos como sustitutos de una
persona, y después para definir una elección perversa, en virtud del cual el objeto de amor (parte del
cuerpo u objetos relacionados con él) funcionan para el sujeto como sustituto del falo atribuido a la mujer,
y cuya ausencia se rechaza mediante la renegación. La “sobrestimación” del objeto, es decir, un cierto
grado de fetichismo, se produce “normalmente”, en toda relación amorosa, solo se vuelve patológica
cuando la fijación en el objeto es la consecuencia de una libido infantil, en donde se precisa el encuentro
con el objeto fetiche y no es más que la reactualización de un recuerdo precoz reprimido. La concepción
freudiana de fetiche se despliega a través de varios textos.
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colecciones pueden pensarse como conjuntos de objetos puestos en relación sucesiva a
través de sentidos subjetivos, en este caso otorgados por la figura del coleccionista
¿Cuáles son los sentidos que articulan/ligan/reúnen a las distintas colecciones
arqueológicas sanjuaninas? ¿De qué modo inscriben a los sujetos en su historia local?
¿Qué historia narran estos sujetos a través de estos conjuntos? ¿Cuáles son los objetos
puestos en relación para narrarla? ¿Cómo se construyen los significados sociales y
culturales a partir de estos discursos para sí mismos expuestos en los museos? Es decir,
¿cómo se produce el pasaje de este sentido propio individual a un sentido colectivo?
Para comenzar a responder algunas de estas preguntas entenderemos a las
colecciones como “historias con sentido”. Tomaremos como ejemplo la película
“Everything is illuminated”4 la historia es narrada a través de un objeto. Este objeto,
esconde un fragmento particular de la historia de vida de un abuelo que al morir dejará
en manos de su nieto. El niño comienza entonces a recoger objetos, que conserva en
bolsas herméticas, y que de muy pequeño es un coleccionista sistemático de todo
aquello que tenga relación con su familia (y, por lo tanto, con él). De su abuelo sólo
posee un único objeto (un collar de ámbar), por otro lado, al morir su abuela le deja una
fotografía. Ambos elementos puestos en relación serán el puntapié inicial para
reconstruir aquella historia escondida detrás de esos objetos. En una de las escenas de la
película, el protagonista es indagado acerca de porqué colecciona y dice “porque tengo
miedo a olvidar”. Archivar objetos para no olvidar momentos, para no perderse en la
inmensidad de la historia de una vida, por ejemplo.
Podemos referirnos, en este sentido, a otra película, “Memento”5, en donde el
protagonista – desesperadamente - sobrelleva el inconveniente de no poder retener
recuerdos inmediatos y evita olvidar (se) escribiendo en su propio cuerpo. Puede
recordar cosas sucedidas largo tiempo atrás, pero no lo que le sucedió el día anterior o
hace una hora, por esto es que se tatúa en la piel, saca fotografías polaroid a las personas
con las que habla, a los lugares que frecuenta y escribe papeles con notas para él mismo.
4 La película es del año 2006 dirigida por Liev Schreieber y fue traducida al castellano como “Una vida
iluminada” está protagonizada por Elijah Wood. 5 Es del año 2000 y está dirigida por Christopher Nolan.
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Su necesidad contra el olvido es una disputa cotidiana, diaria, a corto plazo. Es un sujeto
abatido por el correr de su propia existencia.
En cambio, la preocupación por archivar elementos en el primer caso está
relacionada con una necesidad de inscribirse en una historia. Es un sujeto preocupado
por recoger objetos que den cuenta de sujetos y de momentos significativos es
interesante ver que para él, cualquier momento es significativo. Y podemos avanzar aún
más (en alegorías con respecto a la arqueología como construcción discursiva en
relación al pasado), dado que este coleccionista no sólo carga de sentidos dignos de ser
rememorados a cada instante de su vida, sino que además, cree posible objetivar en un
objeto dichos sentidos. Podemos pensar que el protagonista, obsesionado en desentrañar
que es lo que podían narrar esos objetos del acervo de su propia familia en particular,
llega finalmente a inscribirse en una historia ampliada (la historia social y política de un
país).
Hacemos referencia al cine por dos motivos, por un lado nos resulta atrayente la
metáfora que propone Jean-Luc Godard6 entre la elaboración de los recuerdos en
relación con el cine y la inmediatez del olvido a propósito de la televisión como
emanadora de meras sucesiones de imágenes sin sentido, de planos sin tiempo. Candau
(2002) se pregunta si esto no modifica nuestra relación con el pasado. En este sentido,
podemos tender alguna línea de indagación y preguntarnos entonces ¿los museos se
inscriben, también, dentro de esa ‘iconorrea moderna’? ¿los visitantes perciben un
sentido en la sucesión7 de planos propuesta en las vitrinas? ¿cómo les imprimen sentidos
6 “…podemos preguntarnos, si la ‘iconorrea’ moderna, la actual profusión de imágenes (televisión, cine,
multimedios, etc) no es capaz de transformar nuestra relación con el pasado. (…) La iconorrea televisiva
produce una agnosia del acontecimiento: este pasa a ser solamente una sucesión de planos percibidos sin
duración e independientemente uno de otro, más o menos carentes de realidad y cuyo sentido escapa
masivamente al telespectador. Podemos suponer que a partir de un cierto umbral, la densificación de la
memoria icónica vuelve más difícil el desarrollo de una memoria semántica (lo que le hizo decir a Jean-
Luc Godard que la televisión fabrica olvido mientras que el cine fabrica recuerdos). La difusión cada
vez más rápida de una cantidad cada vez mayor de imágenes, (…) parece actuar sobre la memoria
individual y colectiva en dos sentidos: por una parte quedaría ‘pegada’ a lo inmediato, con lo que
impediría toda perspectiva temporal y, por otra, constituiría una facilitación para el olvido…” (Candau
2002: 46/47 el resaltado es nuestro).7 Es posible pensar en “Funes, el memorioso” de J.L. Borges en este sentido de “un inútil catálogo mental
de todas las imágenes del recuerdo”. En Artificios (1944 1er ed.).
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quienes ordenan y secuencian los objetos? ¿cómo están organizadas estas colecciones?
Y, en definitiva, ¿estos museos que fabrican?
Por otro lado, la metáfora propuesta por el cine nos sirve para comenzar a indagar en
algunas dimensiones de la figura del sujeto coleccionista que emergen en las historias
de los coleccionistas sanjuaninos. Es decir, que estas películas en particular, nos ayudan
a pensar en las posibles relaciones entre sujetos y objetos. Una de ellas es la imagen de
un obsesivo acumulador de objetos con un sentido subjetivo, originados en algunos
casos a través de determinado “objeto fundador” (Massa, s/a: 4). La relación con los
objetos fundadores puede tener relación con algún obsequio familiar (es posible pensar
lo trans-generacional a través de esos objetos, ¿siempre existe relación con un vínculo
parental?).
Según Candau(2002) las sociedades urbanas poseen mayor temor al olvido, por
no contar con los entornos de memoria tradicionales de las sociedades rurales, donde el
conocimiento mutuo aseguraba el mantenimiento del recuerdo por un tiempo, sin
embargo:
“¿Cómo explicar ese deseo de inscripción en la eternidad de una memoria?
(...) un individuo está realmente muerto cuando ya nadie se acuerda de él. Cada
individuo sabe que si la profundidad de su propia memoria no va más allá de tres o
cuatro generaciones, nadie se va a acordar de él algunas generaciones después de
su muerte” (Candau 2002: 52)
Por otra parte, es posible que la demanda de memoria dentro de las familias sea hoy
más fuerte a raíz de la coexistencia de varias generaciones dentro de una misma familia
como consecuencia del aumento de la expectativa de vida: el papel mediador de la
memoria que tienen los abuelos. Cuando un abuelo le transmite a su nieto los recuerdos
de su juventud, le permite establecer un puente con un tiempo que no pudo conocer y de
este modo, darle forma a una memoria genealógica familiar, formando parte de una
identidad individual, social y cultural (Candau 2002)
Los acontecimientos del pasado, presente y futuro adquieren significado para el
sujeto constituyendo su referencia espacio-temporal. Cada sujeto organiza el paso del
tiempo en relación a su eje biográfico (historia personal y familiar)
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“Estos acontecimientos implican al individuo pero también a la sociedad por
completo, a través de la institución del matrimonio, la familia, la educación, con lo
que las categorías temporales adquieren toda su significación no simplemente en
relación con el sujeto individual, sino con el sujeto social. “ (Candau 2002: 40).
Además, en las películas elegidas, se hace referencia el carácter del coleccionista
como un obsesivo (ya sea por la cantidad de objetos, ya sea por su orden):
“la afición por coleccionar puede entenderse como la selección, adquisición y
posesión de objetos de valor subjetivo (Muensterberger 1994:4). El coleccionismo
se caracteriza por ser una modalidad de posesión y relación con los objetos que
implica un fuerte involucramiento emocional, por esto sus prácticas se manifiestan
también con una recurrencia tal que han sido conceptualizadas como ‘obsesivas’”
(Massa s/a: 2).
Este involucramiento personal y subjetivo nos lleva primeramente a rastrear cual
habría sido el objeto que desencadena la colección (¿la obsesión?), y ese objeto nos está
dando cuenta a su vez del sujeto coleccionista. En tanto que la colección, según Jean
Baudrillard (1968), es en primer lugar, un discurso para sí mismo, aún cuando se pueda
convertir en un discurso para otros. El modo de manipulación, ordenación y la colección
en sí misma parece no tener fin - es un juego serial en el cual el objeto único es el
término donde se resume todo un paradigma - están relacionados con la necesidad de
satisfacer un deseo, la imposibilidad de lograrlo es lo que subyace al acto de
coleccionar:
“Los objetos son el vehículo a través del cual se expresan deseos, pero
también contribuyen a crear un sentimiento de identidad, funcionan como fuente de
autodefinición. El valor asignado a las piezas, puede incluso expresarse en una
suerte de ’subjetivización del objeto’" (Massa s/a: 4).
En el modo de manipular los objetos, se encuentra una ordenación en donde la
serie es más importante que el objeto mismo ya que este conjunto logra expresar deseos
del coleccionista y, siguiendo a Massa, “la necesidad de control sobre un mundo
imaginario”. Podemos observar esto en una entrevista que realizamos con el director de
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un museo privado “yo no quería, en una palabra, morirme, y que lo que yo había
llegado a formar, esta colección, se destruyera, que se repartieran las cosas, yo quería
(…) que se hiciera un museo (…) no quiero que lo disuelva mi familia, por eso lo dono,
este mi familia futura que ni la conoceré, conozco los que están ahora, pero que sabe
uno de aquí a cien años quien es tu familia…Entonces me fui a un abogado, condicioné
la donación para que nunca se disgregara la colección”(Entrevista con R. P. 11/09/06).
En el Museo Gambier se hace referencia al objeto fundador de su colección, si
bien es un museo que luego pasó a manos del gobierno provincial, se conforma
originalmente para ubicar este “hallazgo” del año 1964, conocido como la momia del
cerro El Toro “Los restos arqueológicos más notables, que atestiguan el dominio incaico, son
los correspondientes a los hallazgos de ofrendas de altura, tales como el sacrificio humano
realizado en la cumbre del cerro El Toro…”(Grabación del audio 07/09/06).
Los conjuntos de objetos tienen un sentido secuencial que, algunos coleccionistas,
creen que no llega a ser percibido por los visitantes de sus museos:
“La colección no es solamente un conjunto más o menos ordenado de
objetos, es principalmente una forma de pensar y concebir relaciones significativas
entre objetos y de estos con el "mundo" o el contexto social al cual pertenecen.
Coleccionar implica constituir también una forma de apreciación y de ordenación
racional para ese conjunto de objetos…” (Massa sin año: 3)
En algunos de los coleccionistas sanjuaninos aparece esta tendencia a una
ordenación que, por diversos motivos, parece inalcanzable ya que ninguno de ellos está
conforme con el modo actual de exhibición de la secuencia:
“El coleccionista busca, selecciona, ordena sus objetos, les da un lugar
preciso, un espacio, y con esto, construye una historia para sus objetos, reconoce el
valor de sus colecciones y establece finalmente a este objeto como coleccionado,
es decir, lo pone a circular para efectos de conjunción y disyunción de los otros
coleccionistas.”(Ondina Rodríguez, s/a)
En estos casos, ese orden no les satisface por completo. En este afán de alcanzar
algo que no está acabado, puede estar expresando la constante búsqueda del
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coleccionista. El Estado, al legislar sobre los bienes patrimoniales con los que se
conformaron sus colecciones privadas, normativizó su actividad. Este interés por la
acumulación de objetos del pasado quedó restringido a la exhibición de las piezas y la
atención al público, pero sólo de aquello que había sido adquirido o hallado antes de la
declaración de las leyes que regulan y penan dicha actividad. Es decir que estas
colecciones se vieron interrumpidas:
“acá tuvieron que aceptar de que acá no había delito, que lo que estaba en el museo
muy bien estaba, además en ese momento todavía no era de aplicación la ley 6801,
porque la ley después si te limita, tal es así que yo a partir de la ley no tengo nada
más, tengo lo mismo que tuve siempre y que yo mismo lo declaré antes de la ley
6801 (…) les muestro cualquiera, así inventarié todo yo (saca de un maletín los
inventarios del museo para mostrarnos) (Entrevista con R. P. 11/09/06, el resaltado
es nuestro).
Estos coleccionistas ya no podrían adquirir más objetos arqueológicos, entonces
cabe “preguntarse si la colección se hace para quedar terminada y si la falta no
desempeña un papel esencial (…) mientras que la presencia del objeto final significaría
en el fondo la muerte del sujeto (…) esta falta es vivida como sufrimiento, pero también
es la apertura que permite escapar a la terminación de la colección, que significaría la
elisión definitiva de la realidad” (Baudrillard 1968: 105 resaltado en el original). Al
quedar restringida / truncada la búsqueda de ese ‘objeto final’ en cada colección
particular, los sentidos de la falta se transmutarían mediante otros mecanismos:
“R. P.: (…) yo tenía cosas arqueológicas por todos lados, en el sótano de otra propiedad que
tengo, acá, allá, en todos lados, entonces en cierto momento reuní todo, preparamos el edificio,
reuní todo y todo está como ustedes han visto está muy apelotonado, yo necesitaría el doble o el
triple de superficie cubierta para que todo estuviera como debiera estar”(Entrevista con R. P.
11/09/06).
“R.C. –… este va a ser el origen físico del hombre, luego el origen cultural del hombre de la
época precerámica hasta lo agroalfarero... época media, temprana, tardía (...) todo por ítem
con especificaciones, sería hermoso si, yo lo voy a tratar de armar como me gusta a mí y que
como le gusta al público (…) sería algo muy interesante poder ordenarlo de esta manera…”
(Entrevista con R. C. 07/09/06)
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“H. P. - primero con las ciencias naturales armaría por zonas fitogeográficas de la República
Argentina, mh? armaría todo lo que es, por ejemplo, animales de zona desértica, de la zona de
la mesopotamia etc, etc. hasta con sus insectos, que es lo que intenté hacer cuando tenía la otra
parte del museo, con este tipo de pedestales con toda una vitrina gigante de vidrio todos los
animales de las zonas áridas, mh? y después con la parte del hombre armar contextos como te
decía, por ejemplo todo un taller de tonelería (…) entonces vos lo introducís al niño, vos le das
una charla sobre la época colonial y le presentás una casa, una parte de una casa, toda con el
mobiliario, los elementos, utensillos etc y tiene una recreación totalmente distinta.”(Entrevista
con H. P. 07/09/06).
Los fragmentos de entrevistas citados dejan ver algunas búsquedas que siguen
ofreciéndose como inconclusas para estos sujetos: un lugar más amplio, elementos de
exhibición adecuados, fondos para solventarse y renovarse, etc. Es interesante notar que
se refieren a componentes de las muestras en relación con los contenidos didácticos y
pedagógicos de las mismas, para ofrecer una propuesta distinta al público. Es decir que
algunos de los sentidos subjetivos de acopio/ acaparamiento de un número cada vez
mayor de objetos en tanto prácticas privadas del coleccionismo parecen haberse
desplazado hacia otros sentidos de exhibición / muestra en relación a lo público.
“¿estos museos qué fabrican?”
Al comenzar a indagar acerca del patrimonio arqueológico en San Juan fuimos
comprendiendo / aprendiendo que éste tenía diferentes modos de representar el pasado
indígena de la región. Los sentidos que nos enseñaron las comunidades del norte de la
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provincia en relación con algunos de sus objetos cotidianos o “cayanas” (Jofré et. al.
2007) se alejaban de aquello que los museos entendían /ofrecían como “patrimonio
arqueológico”.
La historia provincial contada a través de sus museos, parece mostrarnos que
existen unos objetos que son propios de la condición del hombre elevado o realizado. La
realización implica la posesión de esos objetos. Al pasar de la acumulación sistemática
y personal, los coleccionistas llegaron a grandes cantidades de objetos que culminaron
en un proceso de “desborde” de su propio ámbito privado, accedieron a cierto prestigio
y legitimidad. De este modo los coleccionistas proponen series museográficas en
espacios de exhibición particulares en donde remiten a sus particulares modos de
entender el pasado y el presente: “sus” museos privados.
Cuando ese “discurso para sí mismos” llegó a ser un “discurso para otros” esa
mirada sobre sus objetos y sobre los sujetos que los habían producido se desplegó a
través de las salas de esos museos. Es por ello que, el cruce que proponemos entre el
coleccionismo / el coleccionista / los museos debe entenderse en un contexto más
amplio, ya que no pretendemos que la mirada biográfica sobre la figura circunscriba las
implicancias socioculturales y, por tanto, políticas detrás de la cuestión. Algunas de las
representaciones del pasado / presente sanjuanino que analizamos traen consigo
interpretaciones acerca de sociedades indígenas extintas con una fuerte impronta
evolucionista fundada en un relato sarmientino / nacionalista anclado en la retórica del
progreso y el desarrollo.
Algunas categorizaciones implícitas en las muestras acerca de las nociones de
“cultura” dejan entrever a las comunidades “prehistóricas” como unos grupos que
reunían determinadas características representables a través de un conjunto de objetos.
El pasado indígena cosificado en los museos en una sucesión lineal de vitrinas dentro de
una sucesión, también lineal, de salas ofrece una mirada sobre un otro extinto. Las
propuestas cronológicas mediante “etapas culturales” sugieren un paso del tiempo hacia
un punto último y definitivo donde aquellos grupos ya no son visibles. Los objetos
expuestos cuentan (más de una) historia con sentido, los sujetos que los contemplan no
logran significarlas como propias.
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De este modo, los sujetos que visitan los museos asisten a una estigmatización de
“lo indígena” como algo alejado, extraño, cosificado, antiguo. Conocer acerca de ese
pasado se carga de un sentido “culto” que nada tiene que ver con el presente. Esto deja a
fuera toda posibilidad de habilitar a los sujetos y comunidades a construir lazos
indentitarios anclados en la memoria social significativa que la cultura material puede
agenciar.
Agradecimientos
Estos trabajos se realizaron en el contexto de investigaciones bajo acreditación y
financiación de dos proyectos:
“Arqueología en San Juan: Transferencia Educativa en relación a la Arqueología para la promoción sociocultural”. PFIP 2006-2008, acreditado y financiado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. Convenio 099/ Exp. S.C.T.I.P. 0839/05.
“Arqueología en San Juan: Investigación y Transferencia Educativa para la promoción sociocultural”. PID EDA25995603, 2006-2009, acreditado y financiado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Catamarca. Res. C.S. N° 012/05 Exp. 2177/05. Res. Rectoral N° 0602/05. Exp. 02054/05. Ambos proyectos dirigidos por la Lic. Carina Jofré (UNCa.-Conicet).
Referencias Bibliográficas:
BAUDRILLARD, J.
1968(1990) El sistema de los objetos. Siglo XXI Editores.
CANDAU, J. 2002. Antropología de la memoria. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires. Argentina.
JOFRÉ, C.; BIASATTI, S.; COMPAÑY, G.; GONZALEZ, G.
2006. “Saltar de la cuadricula de excavación’. Un ejercicio para arqueólogos de
todas la edades”. Jornadas Homenaje a Guillermo Magrassi. Buenos Aires, Argentina.
JOFRÉ, C.; BIASATTI, S.; COMPAÑY, G.; GONZÁLEZ, G.; GALIMBERTI, S.;
NAJLE, N.; AROCA, P.
2007. “La Cayana: entre lo arqueológico y lo cotidiano. Tensiones y resistencias en
el norte de San Juan”. IV REUNIÓN DE TEORIA ARQUEOLOGICA EN AMÉRICA
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DEL SUR (4TAAS). Catamarca, Argentina.
LÉRTORA MENDOZA, C.A.
2005. Episteme n. 20, suplemento especial, p. 217-228, jan/jun.2005. Porto Alegre.
LEWIS PEREIRA.
2000. El sentido de los museos (estudio sobre las representaciones de los museos y lo
antropológico en Maracaibo y los puertos de Altagracia. Edo. Zulia-Venezuela) En
Boletín Antropológico Nº 50. Septiembre-Diciembre 2000, ISSN: 1325-2610. Centro de
Investigaciones Etnológicas - Museo Arqueológico - Universidad de Los Andes. Mérida
MASSA, D.
Sin año. Fragmentos significativos. Reflexiones Sobre la Subjetividad Expresada a
Través de la Colección. En www. naya. org.ar/articulo/smuseologia.htm
ONDINA RODRÍGUEZ
Sin año. Coleccionar: ordenar, manipular y re-escribir www.saber.ula.ve/.../alexandr/db/ssaber/Edocs/pubelectronicas/estetica/num7/ ondina _ rodriguez 2.pdf
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