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Trabajo Social Clínico: Discursos sobre las prácticas profesionales y formativas del ejercicio clínico en el
contexto socio-histórico y político de Puerto Rico a mayo 2012.
Nélida Rosario-Rivera
Francine Sánchez-Marcano
Introducción:
A continuación se comparte la sección de revisión de literatura de esta tesis de maestría, con el
fin de que los y las profesionales de Trabajo Social tengan acceso a información que estimamos como
vital en la coyuntura actual. El Proyecto del Senado 2627 y el Proyecto de la Cámara 4002 para
enmendar la Ley 171 del 1940, Ley de Colegiación de los Trabajadores Sociales, amenaza con hacer
cambios significativos a la profesión sin que se haya dado un proceso amplio de discusión y consensos.
La revisión que compartimos, ofrece información tanto de la práctica del Trabajo Social Clínico en Puerto
Rico, como en los Estados Unidos. Es de particular interés que se consideren las repercusiones que la
licencia y el ejercicio de la práctica clínica ha tenido para la profesión de Trabajo Social en el contexto de
los Estados Unidos por las últimas décadas.
Aclaramos que las autoras reconocemos y apoyamos la práctica terapéutica que realizan cientos
de profesionales de Trabajo Social. Las autoras somos graduandas de maestría en Trabajo Social con
concentración en Familias de la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lasalle. Además, tenemos
una formación en lo que comúnmente es denominado como clínico. Sin embargo, tenemos serios
cuestionamientos acerca de varios asuntos que se vinculan al Trabajo Social Clínico y que en buena
parte se derivan de la amplia revisión de literatura que hemos realizado durante el pasado año y medio.
Esperamos que esta información abone al debate que debe caracterizar a una profesión que
quiere proyectarse responsable y críticamente al futuro.
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Revisión de Literatura
Trabajo Social Clínico en Puerto Rico. La búsqueda de documentos sobre el Trabajo Social
Clínico en Puerto Rico revela la escasez de artículos, textos y estudios profesionales sobre el tema. Tras
la exploración de literatura sólo se encontró un escrito (Córdova, 2010), que utilizamos como fuente
para el análisis del discurso y se discutirá particularmente en el Capítulo III. No obstante, localizamos
estudios sobre acercamientos terapéuticos en la práctica de servicios directos de la profesión (Acosta &
Ayala 1992; Cubero & Torres, 2005; Díaz, 1978; González, Nieves & Rivera, 2008; Jiménez, Juarbe,
Morales & Rivera, 1983; Luzunaris & Vellón, 2003
En la totalidad de los volúmenes de la revista Análisis se realizó una búsqueda sobre el Trabajo
Social Clínico. El resultado fue un artículo publicado por Ruiz (2003) el cual fue titulado: El Trabajo Social
Clínico: ¿Especialización o Modelo Hegemónico para la práctica? A pesar de que es un artículo
publicado en Puerto Rico la escritora sólo reseña la historia y las definiciones del Trabajo Social Clínico
de los Estados Unidos. No relaciona los datos descritos con la práctica clínica en Puerto Rico. Esta
trabajadora social acepta la existencia de la práctica clínica sin embargo, su escrito denota cierta
incomodidad ante la posible sustitución de otros modelos por la práctica clínica. La autora concluye
exponiendo: “aceptaríamos el trabajo social clínico como una especialización más, siempre con reservas,
pero no podemos aceptarlo como un modelo hegemónico para la práctica, porque de ser así se torna
difusa la esencia de nuestra profesión” (Ruiz, 2003, p. 90). De esta forma, Ruiz evidencia su resistencia
hacia la práctica clínica como modelo principal de la profesión, ya que entiende que el Trabajo Social
pasaría a ser una profesión confusa e incomprensible ante sus propios principios.
Otra oposición a esta práctica la expone Seda (2009). La misma plantea su desacuerdo con la
práctica clínica. Seda manifiesta que el Trabajo Social debe estar más arraigado a la práctica
comunitaria y que el trabajo en espacios clínicos atenta contra ello. La autora relata datos históricos en
los cuales recalca que la llegada de programas federales movieron a las primeras profesionales de
Trabajo Social de las comunidades a las oficinas. De esta manera relaciona el trabajo social clínico, con
el comienzo del ofrecimiento de servicios desde agencias gubernamentales. Además, la autora
argumenta que este proceso movió al profesional de Trabajo Social a un espacio y práctica más clínica,
convirtiéndose el y la profesional en un agente de control. Por estas razones Seda entiende que la
profesión necesita tener a sus profesionales en las comunidades para impulsar la transformación social.
Otros artículos examinados en la Revista Análisis están enfocados en modalidades terapéuticas
innovadoras como la cinematerapia (Soto, Santiago & Vientós, 2008) y el uso del arte en la práctica
clínica (Luzunaris & Vellón, 2003). Además, se halló solo un artículo que comparte una experiencia
profesional desde la práctica clínica (Figueroa & Martínez, 2009). En este artículo las autoras exponen
una experiencia interdisciplinaria al elaborar la evaluación de una niña con impedimentos. La
descripción del proceso evaluativo es planteada como parte de una práctica clínica compartida entre
una trabajadora social y una psicóloga.
En la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lassalle (EGTSBL) se realizan tesis de
investigación desde el 1945. Al leer las temáticas de las investigaciones se encontró que muchas están
dirigidas a estudiar las circunstancias de distintas problemáticas sociales como maltrato infantil,
violencia doméstica, delincuencia juvenil y adopción, entre otras. Estudian las experiencias o los
servicios ofrecidos a diversas poblaciones como: la niñez, las mujeres, las ancianas, los ancianos y las
familias, entre otros. Otras exploran y describen la práctica directa de la profesión. Sin embargo, la
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mayoría están enfocadas en estudiar la calidad de los servicios ofrecidos por los y las profesionales del
Trabajo Social. Indagan además en la percepción de las distintas poblaciones que son foco de la acción
profesional. Referente a la aplicación terapéutica del Trabajo Social se hallaron investigaciones
realizadas sobre la terapia de juego, terapia asistida con animales, arte como medio terapéutico, el
concepto terapia e intervenciones en salud mental (Acosta & Ayala 1992; Cubero & Torres, 2005; Díaz,
1978; González, et al, 2008; Jiménez, et al., 1983; Luzunaris & Vellón, 2003).
La tesis más reciente sobre algún acercamiento terapéutico fue titulada: Terapia de Juego ¿Una
alternativa innovadora para la intervención de los profesionales en Trabajo Social? ¿Por qué? (González,
et al., 2008). El diseño de esta investigación fue cualitativo-exploratorio, ya que las autoras notaron que
en Puerto Rico no se había estudiado esta modalidad terapéutica. Uno de los propósitos de esta
investigación fue “explorar el conocimiento que poseen los profesionales de trabajo social y los
administradores acerca de la terapia de juego y la procedencia de dicho conocimiento” (González, et al.,
2008, p. 78). Las autoras observaron los espacios y condiciones existentes para llevar a cabo esta
terapia y las técnicas que se utilizan para la misma.
La muestra del estudio consistió de ocho trabajadoras sociales y tres administradoras del
Hospital Pediátrico del Centro Médico y Centros Pediátricos en Puerto Rico, a quienes se les realizaron
entrevistas. Las autoras hallaron que las participantes tenían muy poca información sobre esta
modalidad y escaso conocimiento de su aplicación. Los hallazgos mostraron que una de las razones para
este desconocimiento es porque en las universidades no se enseña este enfoque terapéutico. Aunque
en el estudio se menciona la terapia, las investigadoras no enfatizaron que puede ser una función del
Trabajo Social Clínico. Sólo se hizo referencia al área clínica cuando se alude a los escenarios de donde
se tomó la muestra.
Cubero y Torres (2005) investigaron la apreciación de profesionales de la salud hacia la terapia
asistida con animales. Indagaron los beneficios de este tipo de terapia y las aportaciones para la
profesión de Trabajo Social. Dentro de las modalidades terapéuticas de esta índole se encuentran:
delfinoterapia, equinoterapia (terapia con caballos), terapia canina, terapia con gato y terapia con
animales de granja. Los autores indican que estas terapias están “diseñadas para promover el
mejoramiento en la función física, social, emocional y cognitiva del ser humano” (p.6). El diseño de la
investigación fue exploratorio y cualitativo. Se realizaron entrevistas semi-estructuradas a profesionales
de la salud y voluntarios que trabajan en la aplicación de estas terapias. Los autores identificaron cuatro
escenarios hospitalarios en donde aplican esta modalidad. El total de la muestra fueron 12 personas:
siete profesionales y cinco voluntarios. De los profesionales dos eran trabajadores sociales con
experiencia previa en este tipo de terapia.
Los autores hallaron que los profesionales y los voluntarios describieron que este tipo de terapia
es beneficioso para el Trabajo Social y los participantes. Consideraron que el uso de la terapia asistida
con animales es un instrumento adicional para la intervención en Trabajo Social. Algunos de estos
beneficios pudieran ser: bajar intensidades, contribuir al proceso de confianza y comunicación en la
relación terapéutica. Los voluntarios añadieron que desde el Trabajo Social se puede trabajar en la
formulación de políticas públicas para la creación de programas con este enfoque terapéutico. Sin
embargo, los propios trabajadores sociales consideraron que la implementación de esta práctica es
compleja por el desconocimiento sobre los beneficios que puede tener esta terapia en el ser humano.
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Para el año 2002, Luzunaris y Vellón realizaron su tesis titulada: Arte ¿Alternativa de modelo
terapéutico para la práctica directa del Trabajo Social? Las autoras, influidas por el arte escrutaron y
cuestionaron la disponibilidad del o la profesional y la agencia empleadora para usar éste como medio
para las intervenciones terapéuticas. Las tipos de arte explorados en la investigación fueron: drama,
danza y pintura. Algunos modelos terapéuticos que las autoras conceptualizaron fueron: dramaterapia,
psicoterapia, sicoballet y terapia de arte. La investigación fue exploratoria y la muestra consistió en 54
profesionales de Trabajo Social y 29 gerentes intermedios de agencias públicas y privadas.
La recolección de datos fue cuantitativa para lo cual se diseñaron dos cuestionarios, uno para los
gerentes y otro para los y las profesionales. Las personas encuestadas manifestaron disposición sobre el
uso del baile en sus terapias. Respondieron que la pintura es el arte que más utilizan en sus
intervenciones. Sin embargo, desconocen el valor terapéutico del mismo. Todos los gerentes de las
agencias expresaron su disposición a incorporar el arte en los servicios que ofrecen. No obstante,
recalcaron que hay limitaciones presupuestarias para realizar esta modalidad, por lo que su
implantación podría ser a mediano plazo. Como conclusión, las autoras abogaron por la necesidad de
creación de modelos propios de la profesión que incluyan el arte.
El estudio relacionado a la dimensión terapéutica del Trabajo Social fue realizado por Acosta y
Ayala (1992). El título de esta tesis fue: Estudio exploratorio y descriptivo sobre el concepto de terapia e
intervención terapéutica aplicada a la práctica directa de Trabajo Social en Puerto Rico. En la revisión de
literatura realizada por las investigadoras encontraron que “sólo 10 de 115 *tesis de la EGTSBL+ en los
años 1978 al 1991 fueron sobre las intervenciones directas del Trabajo Social” (Acosta & Ayala, 1992, p.
3). La Dra. Alba N. Rivera (como se citó en Acosta & Ayala, 1992) establece que los modelos
terapéuticos en Puerto Rico no han funcionado por distintas razones. Entre las que se encuentran la
aplicación de modelos ajenos a la realidad puertorriqueña y que son dirigidos a adaptar a las personas a
una sociedad que indiscriminadamente les crea problemas. Las autoras reseñan los planteamientos de
la Dra. Rivera respecto a la Psicología. Rivera manifiesta que esta profesión llegó a Puerto Rico bajo las
influencias estadounidenses. Según Rivera (como se citó en Acosta & Ayala, 1993) “resulta lógico que la
psicología haya sido desarrollada y utilizada como un mecanismo de control social para mantener la
organización social establecida en un sistema capitalista” (p. 9). De esta forma Rivera explica la razón
por las cuales esos modelos no funcionan, ya que van dirigidos a “conformar a las personas a su
situación” (Acosta & Ayala, 1992, p. 9).
Esta investigación estudió el concepto de intervención terapéutica y terapia utilizado por los
trabajadores sociales que ejercen su práctica en áreas clínicas. El estudio indagó acerca de los roles,
destrezas, conocimientos y actitudes de los trabajadores y las trabajadoras sociales para brindar
servicios. Los participantes de este estudio fueron profesionales de Trabajo Social de cuatro agencias y
dos peritos en Trabajo Social, la Sra. Alicia de Diego y la Dra. Doris González de Knudson.
La participación de las peritos fue a través de entrevistas en las que se enfatizó sobre la
definición del término terapia. La Sra. Alicea de Diego elaboró más sobre los requerimientos para guiar
un proceso terapéutico más que en la definición del término. Manifestó que los y las profesionales de
Trabajo Social deben poseer al menos una maestría para el ejercicio terapéutico. Por otro lado, la Dra.
González señaló:
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“que el concepto terapia no es diferente en Trabajo Social que en otra disciplina de conducta
humana, pues *…+ tienen el mismo objetivo, lo que varía *…+ es el método. La terapia va
encaminada a lograr que el cliente fortalezca su yo” (p. 52).
Menciona además, que para ese fortalecimiento del yo es necesario que la persona logre el
balance entre las emociones y la razón. Al liberar las tensiones deben mejorar las habilidades de
comunicación. Considera que la persona debe reconocer sus barreras y los elementos personales y
exteriores que le afectan. En la investigación las autoras no explicitan el método que según González
varía entre el Trabajo Social y otras disciplinas afines.
Otros objetivos del estudio fueron: investigar el desarrollo del concepto terapia en Puerto Rico,
recopilar los elementos para la intervención terapéutica y describir aspectos relacionados a la terapia.
Además, las autoras indagaron sobre el conocimiento que tenían los profesionales de Trabajo Social
respecto a la terapia y las distintas modalidades que estos utilizaban. La muestra general consistió de 45
profesionales de Trabajo Social, de los cuales 37 tenían funciones de Trabajo Social en servicio directo.
Estos laboraban en cuatro agencias (dos públicas, una federal y una privada). Además, consultaron a
dos trabajadoras sociales que se encontraban en la práctica privada.
En los resultados se halló que a pesar de que las intervenciones terapéuticas y los marcos
teóricos fueron diversos impera un modelo médico. La metodología que los y las trabajadoras sociales
prefirieron fue la intervención terapéutica con individuos y familias. Los modelos más utilizados fueron:
la solución de problemas, seguido por intervención en crisis y la modificación de conducta. Aunque los
trabajadores y las trabajadoras sociales contestaron asertivamente a la mayoría de las aseveraciones del
cuestionario para medir conocimiento, las autoras encontraron áreas ambiguas en sus respuestas.
Entre las recomendaciones que ofrece la investigación se encuentra que en “los programas graduados
se brinde la preparación necesaria a los Trabajadores Sociales para que estos puedan determinar la
diferencia entre modelos teóricos, metodologías, modelos terapéuticos y técnicas para la intervención
de tipo terapéutica” (p. 140).
Jiménez, Juarbe, Morales y Rivera (1983) estudiaron la intervención del trabajador social en
escenarios de tratamiento de salud mental. El interés por el tema estuvo ligado a los cambios
significativos que experimentó la profesión desde décadas previas y durante el desarrollo de la tesis.
También comenzaron a percibir la necesidad de clarificar las intervenciones profesionales, ya que no
eran comprensibles los atributos de las mismas. Señalaron que “…la función social y el área de
competencia del Trabajo Social en los escenarios de salud mental no parece estar clara” (p. 6). Los
autores consideran que el Trabajo Social tiene vinculaciones estrechas con la Psiquiatría, por lo cual es
descrito como la “conciencia social en el escenario psiquiátrico” (p. 14).
Los investigadores plantearon como propósitos: identificar las características de la intervención
del Trabajo Social en escenarios de salud mental en términos de conocimiento, expresión y manejo de
sentimientos y metodología. Además, determinar la orientación de la intervención de los trabajadores y
las trabajadoras sociales en los escenarios de salud mental. El diseño del estudio fue descriptivo. Para
la recolección de datos elaboraron una planilla, la cual fue aplicada a 65 profesionales del Trabajo Social
que intervenían con pacientes de salud mental.
La investigación muestra que la mayoría de las intervenciones que realizaban los profesionales
de Trabajo Social en el área de salud mental eran eclécticas y conductista. Al analizar las intervenciones
concluyeron que estas tenían poco enfoque social. Jiménez, et al. señalaron que las intervenciones
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mostraban que los y las profesionales encuestados no contemplaban aspectos ambientales. El análisis
del eclecticismo teórico reveló para los autores que “los trabajadores sociales no utilizan un modelo de
intervención concienzudamente” (p. 70).
Según los hallazgos, los adiestramientos recibidos por los y las participantes provenían de
psicólogos y psiquiatras. Aunque todos indicaron hacer uso de marcos teóricos, no pudieron identificar
los mismos o hicieron uso erróneo de conceptos para la explicación teórica. Estos conceptos utilizados,
en su mayoría, fueron de terminología intrapsíquica. Dentro de los roles que desempeñaron estos
participantes se encontró: orientador, terapeuta, facilitador, coordinador, proveedor de servicios,
educador, intercesor y consultor, entre otros. Los modelos de intervención más utilizados por los
participantes fueron terapia familiar, intervención en crisis y terapia de realidad. La mayoría de las
intervenciones en el Trabajo Social según los resultados fue en el nivel de acercamiento individual.
Dentro de las técnicas utilizadas se hallaron: sostén, orientación y confrontación. Los autores
recomendaron cambios en los currículos para mejorar la enseñanza de la teoría y metodología de
intervención en el área de salud mental.
Además a estas investigaciones de maestría, se encontró una disertación doctoral de la
Universidad de Denver dirigida a estudiar la práctica del Trabajo Social en Puerto Rico (Díaz, 1978). Esta
investigación es la más remota respecto a la práctica del Trabajo Social en Puerto Rico. La misma fue
titulada The Nature and Focus of Social Work Practice in Puerto Rico. La investigación surge de
cuestionamientos respecto a la aplicación de diversos enfoques en la profesión en Puerto Rico y la
búsqueda de conocer cuáles eran los enfoques. En la revisión de las tesis la autora halló que sólo 21 de
175 tesis entre 1945 al 1975 trataban fines relacionados a la práctica de Trabajo Social. Por otra parte,
como parte de la conceptualización de la disertación la autora proyectó la diferenciación entre el
Trabajo Social en los Estados Unidos y en América Latina.
La investigación fue cuantitativa de corte exploratorio-descriptivo. La muestra fueron 154
trabajadores y trabajadoras sociales que se encontraban viviendo en Puerto Rico. Estos profesionales
podían estar trabajando en cualquier escenario. La mayoría trabajaban en agencias gubernamentales.
Más de la mitad de la muestra tenía grado de maestría. La autora exploró los modelos usados por los
practicantes y su habilidad para identificar y seleccionar estos a través de un proceso analítico. Los
resultados fueron que la mayor parte de la muestra no estaba vinculada a la práctica en Latino América,
sino a la de los Estados Unidos. La metodología más utilizada y preferida por los participantes era el
casework. Sin embargo, hubo una diferencia generacional cuando se encontró que las trabajadoras
sociales más jóvenes hacían más uso y preferían los modelos terapéuticos para sus acercamientos
profesionales. Es decir, los participantes que estudiaron ante de los años ’50 prefirieron el casework,
mientras los que estudiaron posterior a esta fecha preferían los modelos terapéuticos.
En la EGTSBL, del 1945 al 1991 sólo 31 tesis de 290 fueron dirigidas a estudiar la práctica o
intervenciones de los y las profesionales de Trabajo Social en servicios directos. Del 1992 al 2009 sólo
siete tesis graduadas han estudiado la práctica profesional. Desde el 1992 no se ha realizado una
propuesta investigativa dirigida a estudiar conceptos del ámbito clínico al interior de la profesión. La
última aproximación fue la investigación realizada por Acosta y Ayala sobre el concepto terapia. Las
otras se han dirigido a explorar la utilización de modelos específicos en la práctica del Trabajo Social (ej.
arte, terapia de juego, etc.).
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El análisis del contenido de las tesis muestran que la mayoría de los y las profesionales del
Trabajo Social tienen dificultad para seleccionar o conocer un modelo teórico para su intervención.
Muchos de los participantes consideraron que la educación que recibieron no era suficiente para
conocer a fondo distintos y nuevos modelos terapéuticos. Algunas de estas investigaciones realizaron
acercamientos a la práctica clínica intentando buscar definiciones y planteando algunos escenarios
clínicos en los cuales se desenvuelven profesionales del Trabajo Social. Sin embargo, no se halló
investigación que estuviese auscultando la práctica del Trabajo Social Clínica directamente. Las tesis
realizadas en la EGTSBL tienen aspectos clínicos como el uso de la terapia, modelos médicos y
escenarios clínicos. No obstante, sus investigadores no reconocen esto como clínico sino como parte de
la práctica de servicios directos. Es decir, en estas investigaciones relacionadas al servicio directo se
elabora sobre aspectos clínicos, lo que permite entender que la práctica de Trabajo Social Clínico en
Puerto Rico ha sido vinculada como parte de la práctica de servicio directo.
Al igual que en la EGTSBL, en la Pontificia Universidad Católica de Ponce se realizan tesis a nivel
graduado. Los estudiantes que cursan maestría en Trabajo Social Clínico tienen la opción de realizar
tesis de investigación. En la búsqueda de las investigaciones relacionadas al tema, en la Pontificia
Universidad Católica no se encontró resultados significativos. Entre los temas más estudiados se
encontraron la drogadicción y conocimientos de los estudiantes de Trabajo Social o los y las
profesionales respecto a algún diagnóstico o situación específica. Se encontraron investigaciones
midiendo la efectividad de programas y servicios ofrecidos desde el Trabajo Social. Al igual, tesis que
estudiaban la eficacia los servicios gubernamentales como la reforma de salud y servicios de educación,
entre otros. En cuanto a temas relacionados a acercamientos terapéuticos se encontraron las siguientes
investigaciones:
• Estudio exploratorio con terapia de metas en torno a la eliminación o reducción de la
conducta agresiva del hombre hacia la mujer en la relación de pareja por David Cortés Guzmán
(2009);
• Opinión del trabajador social sobre espiritualidad en el proceso de intervención terapéutica
por Gladyvette Estévez Vélez (2010); y
• El efecto de la terapia de orientación de la realidad en una muestra de pacientes
geropsiquiátricos por Nilde Cordoliani de Defendini (1986).
Algunas de estas investigaciones están asociadas a las realizadas en Psicología Clínica por lo que pueden
encontrarse bajo Psicología Clínica y no Trabajo Social en el sistema de búsqueda de dicha universidad.
El tema de la práctica privada o independiente en la profesión está vinculado principalmente
con el ejercicio clínico. En Puerto Rico esta temática no sólo ha sido expuesta por Córdova (2010).
Otros profesionales han estudiado (Carrión, Navarro, Ortiz & Padilla, 1991) o elaborado el tema de la
práctica privada (Burgos, 2010; Pérez, 2010; Rivera, 2010). Carrión, Navarro, Ortiz y Padilla (1991)
realizaron la tesis de maestría titulada: Práctica privada del Trabajo Social: Conocimientos, destrezas,
roles y actitudes de los miembros del Colegio de Trabajadores Sociales, asociadas con la práctica privada
del Trabajo Social. Los propósitos de este estudio exploratorio se basaron en conocer las opiniones
sobre la práctica privada, aportar nuevo conocimiento sobre el tema y aclarar conceptos que llevaron a
la discusión sobre esta temática. El Social Work Dictonary (1988) (como se citó en Carrión, et. al., 1991)
define la práctica privada como:
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“el proceso en el cual los valores, conocimientos, destrezas del trabajo social adquiridos a través
de suficiente educación y experiencia son usados para proveer servicios sociales de forma
autónoma a un cliente a cambio de un pago establecido por acuerdo mutuo” (p.142).
Las autoras utilizaron esta definición, debido a que en Puerto Rico no se había establecido y formalizado
dicha práctica. La muestra de la investigación fueron 115 profesionales del Trabajo Social colegiados.
Uno de los hallazgos fue que un 30.4% de los y las profesionales consideraron que una de las razones
para el desarrollo de la práctica privada de Trabajo Social es la transformación del Estado Benefactor.
No obstante, los autores plantearon que algunos de los participantes entienden el desarrollo de la
práctica privada como una decisión personal. A pesar de lo anterior, el porcentaje mayor de los
encuestados determinó que las razones para el desarrollo de esta práctica no se contemplaron en el
cuestionario.
Más de la mitad de las personas encuestadas consideraron que los y las participantes en
práctica privada son: las agencia de gobierno, los individuos o las comunidades. La mayoría de los
participantes del estudio manifestaron que para ejercer la práctica privada, el o la profesional debe
poseer una maestría o doctorado con examen o certificación. Otro resultado relevante fue que las
personas encuestadas consideraron que la práctica privada significaba el trabajo fuera del gobierno. La
segunda concepción de esta práctica fue concebir la misma relacionada al área clínica. Aunque los y las
participantes del estudio indicaron que la práctica privada es el ejercicio profesional fuera del gobierno,
la mitad identificó esta práctica con el aspecto clínico. Por ende, creaban un binomio entre la práctica
fuera del Estado y la práctica clínica para definir la práctica privada. Respecto a la educación, indicaron
que las universidades deben adiestrar en destrezas clínicas como la terapia familiar y el diagnóstico para
ejercer la práctica privada.
En el nuevo código de ética el Colegio de Profesionales del Trabajo Social definen la práctica
independiente. Entienden que ésta significa lo siguiente:
profesional regido por los mas altos estándares de la profesión guiado por los postulados del
Código de Ética. Ejerce su práctica privada como proveedor de servicios sin estar vinculado
como empleado a una agencia del Estado, agencia privada o entidad sin fines de lucro. Utiliza
las teorías y métodos de la profesión para atender diversos tipos de participantes, en escenarios
diversos. Se puede desempeñar como: educador/a, consultor/a, perito/a forense,
administrador/a, director/a de programas, evaluador/a, adiestrador/a, proveedor/a de servicios
clínicos, trabajador/a o intercesor/a comunitario. (Colegio de Profesionales del Trabajo Social de
Puerto Rico, 2011, p. 47)
La revisión sobre la práctica privada refleja la falta de análisis para contextualizar ésta con el
modelo económico imperante. Permite entender que esta práctica no se limita al ejercicio clínico de la
profesión. De los hallazgos se desprende que se vincula la práctica privada al acercamiento clínico. La
revisión de la literatura nos brinda un panorama amplio sobre las investigaciones y publicaciones de la
práctica clínica del Trabajo Social en Puerto Rico. La misma muestra que aun no se ha completado ni
propuesto una investigación exhaustiva, analítica y crítica del Trabajo Social Clínico.
Se han realizado varias investigaciones relacionadas a espacios clínicos o a conceptos
clasificados como clínicos, como terapia o modelos terapéuticos. Sin embargo, no se ha generado el
cuestionamiento de qué, cómo, para qué, para quién, cuándo, dónde y el por qué de la práctica clínica
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en Trabajo Social. Tampoco se ha considerado el análisis del contexto socio-económico y político en el
cual esta práctica se ha desarrollado y proliferado. El único acercamiento al respecto es el libro de
Córdova. No obstante, este texto está basado principalmente en la experiencia práctica de la autora. En
general, se ha encontrado escasez de textos que detallen y argumenten a favor de la práctica clínica en
Puerto Rico, pero igual se halló poca documentación que especifique, argumente y explique la
contraparte de esta práctica, sus críticas y oposiciones.
Trabajo Social Clínico en los Estados Unidos de Norte América. El Trabajo Social Clínico a través
de los Estados Unidos ha sido tema de estudio y discusión profesional por la difusión de su práctica. La
revisión de documentos, textos y escritos del Trabajo Social Clínico resalta el interés de profesionales del
Trabajo Social por esta práctica. La búsqueda de información revela datos importantes para la
comprensión del área clínica de la profesión en dicho país. La información recopilada, evidencia una
amplitud temática que da cuenta del Trabajo Social Clínico. Estas temáticas abarcan desde por ejemplo
las definiciones, los marcos teóricos/metodológicos, la práctica basada en la evidencia, el psicoanálisis,
el uso del DSM, los licenciamientos y estándares, la ética profesional, la evaluación de la práctica y la
práctica privada (Butler, 1992; Goldstein, 2009; Groshong, 2010; Hitchens, 2011; Kutchins & Kirk, 1988;
NASW, 2005; Phillips, 2009; Practice Research Network, 2003; Seiz, 2000; Strom, 1994; Timberlake,
Sabatino & Martin 1997; Ventimiglia, Marschke, Carmichael & Loew, 2000).
En los Estados Unidos los y las profesionales del Trabajo Social Clínico son el mayor grupo de
proveedores de salud mental (Cunninghan & Booth, 2008; NASW, 2005; Phillips, 2009). Para el 2010 en
los Estados Unidos existían 310,000 profesionales con licencias, de los cuales un 96% realizaba práctica
directa (Groshong, 2010). Según esta autora, 108,500 profesionales del Trabajo Social Clínico trabajan
en el área de salud mental y 155,000 con otras formas de servicio directo, para un total de 263,500 en el
ejercicio clínico. Sin embargo, Cunninghan y Booth, manifestaron que 200,000 profesionales practican
el área clínica del Trabajo Social.
En una encuesta nacional se mostró que el 33 porciento de 1,560 trabajadores y trabajadoras
sociales informaron tener 20 años o más ofreciendo servicios en el área de salud mental en los Estados
Unidos (Practice Research Network, 2003). De la muestra, 600 ejercen la práctica privada, siendo un 77
porciento de este total los que realizan práctica individualmente (Practice Research Network, 2003).
Igualmente, el 21 porciento de la muestra indicó realizar de 20 a 29 horas semanalmente en la práctica
privada. El 46 porciento del profesional en espacio privado obtiene sus ingresos mediante selfpay,
deducibles y co-pagos, mientras que el 36 porciento a través de los seguros privados. Según esta
encuesta mayormente en la práctica privada se atienden semanalmente 30 personas o menos.
La difusión de la práctica clínica del Trabajo Social es tan amplia en los Estados Unidos que a
partir del 2004 está legitimada en todos sus estados (Groshong, 2010), lo que ha permitido el análisis de
esta área en la profesión. Laura W. Groshong (2010) realizó un estudio sobre las licencias y regulaciones
de la práctica clínica en los Estados Unidos. La autora resalta que aunque todos los estados poseen
licencias, no hay dos iguales y se tiene problemas con éstas. Plantea además, que existen tres tipos de
leyes para el licenciamiento: las que protegen la práctica, pero no el uso del título; las que hacen valer el
título, pero no enfatiza en lo que el profesional debe hacer en su práctica y las que combinan la práctica
y el título. Estas últimas son las que predominan a través de 38 estados.
Además de estas tipologías, la autora halló que hay distintos niveles para la práctica clínica. Los
mismos se resumen en cuatro categorías: (a) licencia de la práctica independiente del Trabajo Social
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clínico (LCSW o LICSW, por sus siglas en inglés), la cual se encontró en todos los estados ; (b) licencia
para Trabajo Social de Maestría o licencia para Trabajadores/as Sociales Graduados (LGSW, LMSW o
MSW, por sus siglas en inglés), la misma era utilizada por 38 estados; (c) licencia para la práctica
avanzada de Trabajo Social o Licencia para Trabajo Social Independiente, 15 estados la poseían con once
títulos distintos; y por último (d) la licencia para Trabajo Social con Bachillerato o Trabajador/a Social
Licenciado (LBSW o LSW, por sus siglas en inglés). Esta licencia tiene siete títulos diferentes alrededor
de 31 estados.
En relación a la supervisión o las horas de posgrado requeridas para la práctica clínica, Groshong
halló que existen tres requisitos. Primero, en 36 estados se exige dos años de experiencia luego de la
maestría. Segundo, en 25 estados se requiere de 3,000 a 3,500 horas en la práctica clínica. Tercero,
sólo trece estados requieren de mil a dos mil horas contacto directo con pacientes. Por último, 39
estados solicitan de 96 a 110 horas de supervisión directa. Ante esta variedad de horas de supervisión,
estándares, tipos y niveles de licencias, entre otros, la autora realizó una serie de recomendaciones para
que las licencias de Trabajo Social en los Estados Unidos tengan unos requerimientos generales. Entre
ellas se encuentran: que se acoja el tipo de ley que protege la práctica y el título y que todos los estados
utilicen cuatro títulos (LCSW, LICSW, LGSW y LMSW). Por último, esta entiende que se debe tener un
mínimo de “a) 3200 horas de experiencia supervisada; b) 1000 horas de contacto directo con los y las
pacientes; y c) haber aprobado 100 horas supervisadas a través de dos años” (Groshong, 2009, p. 56).
La NASW (2005) en el documento Standars for Clinical Social Work in Social Work Practice
establece once estándares por los cuales se debe regir un profesional del Trabajo Social Clínico.
Menciona que la persona en el ejercicio clínico debe tener como prioridad el bienestar mental,
emocional y comportamental de la persona a quien presta servicios, tanto a nivel individual, familiar y
grupal. Señala además, que regularmente el trabajador o la trabajadora social del área clínica es “el
primero en diagnosticar y tratar con los desórdenes mentales y varios disturbios emocionales y del
comportamiento” *traducción de las autoras+ (NASW, 2005, p. 7). Es este profesional quien debe
intentar brindar servicios en aquellos espacios, ambientes o sistemas que afectan a las personas con
quienes trabaja. También resalta la variedad de espacios laborales en que se ejerce la práctica, por
ejemplo los hospitales, las escuelas y la práctica privada, entre otros.
Aunque la NASW reconoce que la práctica es regulada por los estados, enfatiza que el Trabajo
Social Clínico debe tener unas credenciales mínimas, las cuales se detallan a continuación:
• Un grado de maestría en un programa acreditado por el Consejo de Educación en Trabajo
Social (CSWE, por sus siglas en inglés),
• Un mínimo de dos años o 3,000 horas de experiencia supervisada en un escenario clínico
luego del grado de maestría
• Una licencia clínica en el Estado donde practica (NASW, 2005, p. 7).
Otro parámetro para regular el acercamiento profesional es la ética. Groshong (2010) plantea
que entre las disciplinas de la Salud Mental, el Trabajo Social Clínico posee el mejor código de ética, ya
que posee el número menor en denuncias. En los Estados Unidos, no en todos los estados los
estándares para el acercamiento clínico están basados en el código de ética profesional. Según la
autora, varios estados no poseen en su código de ética una cláusula que indique que el o la profesional
no debe tener relaciones sexuales con los o las participantes. El código de ética creado por la NASW
provee un buen resumen de los estándares éticos del Trabajo Social Clínico (Groshong, 2010). Sin
11
embargo, varios estados no cubren todas las áreas del código. Las áreas que producen mayor
preocupación son: la relación dual, las terapias a distancia, ya sea por teléfono o internet, la
confidencialidad, el trabajo dentro del ámbito de la práctica, la discriminación, entre otros.
En cuanto al estándar de la relación dual algunos estados establecen que el o la profesional no
puede ofrecer tratamientos a quien fue su pareja consensual, a familiares, amistades u otra persona con
la cual la relación no fuera profesional. Sin embargo, algunos estados han acogido el que el o la
profesional del Trabajo Social Clínico puede sostener una relación consensual con quien fue
recipiendario de su servicio luego de dos años de haber finalizado el tratamiento. Esta situación
produce conflicto con el código de ética del Trabajo Social Clínico (Groshong, 2010).
En relación al uso de la tecnología, la autora plantea que las leyes y regulaciones de los estados
no la consideran para los estándares. Lo antes expuesto, podría estar ligado a que no se conoce cuándo
ni cómo se puede utilizar este método para la prestación de servicios. Por otra parte, es necesario que
el o la profesional que presta los servicios le informe al participante que atiende, personal o
virtualmente, sobre cuándo y en dónde deben presentar sus quejas cuando se muestren insatisfechos
por los servicios ofrecidos. Igualmente, debe informar al participante que no atiende personalmente,
sino por teléfono o computadora, de los riesgos y limitaciones del acercamiento profesional. La ética
también es debatida en el uso de las redes sociales como por ejemplo My Space y Facebook entre
otras, cuando una persona que atendemos piden ser añadidos a la lista de contactos, ya que puede
transgredir la relación profesional. Se observa que los aspectos éticos enfatizados por Groshong se
relacionan al comportamiento profesional, no a los principios éticos que fundamentan la profesión.
Sin embargo, Dean (2010), otro autor que trabaja el tema de la ética, brinda un acento especial
a la relación entre la justicia y la salud mental. En su artículo titulado The primacy of the ethical aim in
clinical social work: Its relationship to social justice and mental health plantea que el objetivo ético del
trabajo clínico es “servir como puente para unificar las falsas dicotomías, tales como las que se
encuentran entre el individuo y la sociedad, esclareciendo las experiencias humanas comunes”
[traducción de las autoras] (Dean, 2010, p. 9). Sostiene muchos de sus planteamientos con otros
autores y autoras que han reaccionado al tema estableciendo que la justicia social debe ser uno de los
principios esenciales del Trabajo Social. Mientras que según Dean, otros, de quienes no hace referencia,
hacen una crítica y establecen que el campo de la psicoterapia no debe formar parte de la profesión.
Por otro lado, plantea Dean (2010) que la brecha que une la justicia social y la salud mental en el
Trabajo Social Clínico aun no se ha dado, sino que la individualización ha sido un elemento histórico de
la profesión y sobre todo del Trabajo Social Clínico. Según la autora esta individualización es necesaria
para que la persona exprese aquellos aspectos importantes de su vida. La elaboración permite que la
persona se encuentre con su realidad y lidie con la sociedad. Enfatiza en que la brecha de la justicia
social y la salud mental se abre aun más cuando se hace uso del Manual Diagnóstico Estadístico en su
cuarta revisión (DSM-IV). Según la autora, el DSM-IV simplifica y minimiza las experiencias de las
personas en estructuras y renglones. Igualmente, reconocen que existe el discurso que clasifica la salud
mental como sinónimo de enfermedad mental y física.
La autora puntualiza que el objetivo ético del Trabajo Social Clínico se basa en la formación de
personas aptas para participar en la constitución de su identidad. Por otra parte, las realidades de la
práctica del Trabajo Social requieren fundamentos epistemológicos y ontológicos capaces de hacer
frente a las experiencias humanas comunes asociadas a la justicia social y a la salud mental. Para Dean
12
el desafío en el acercamiento profesional ante esta coyuntura es el facilitar que las personas puedan
establecer los límites y las fronteras de sí mismas. De este modo, distinguirá la situación que enfrentan
y creará su identidad propia. Por último, la autora desmitifica el supuesto de que las personas son
autosuficientes y que el cambio es cuestión de disposición y adaptación.
Más allá de lineamientos, estándares y regulaciones, la práctica clínica necesita ser sustentada
teóricamente. Para comprender el Trabajo Social Clínico es necesario profundizar en las bases teóricas
y metodológicas que dirigen y enmarcan este accionar profesional. Groshong (2010) plantea que en el
Trabajo Social Clínico existe una variedad de bases teóricas y de tratamiento. Algunos de los enfoques
son el psicodinámico, el psicoanalítico y el cognitivo conductual, entre otros. Señala, que entre algunos
de los enfoques teóricos existen convergencias.
Según Groshong (2010) el Trabajo Social Clínico posee una diversidad de métodos de
tratamientos y estos varían según la condición que se intenta atender. Más aún, los trabajadores y las
trabajadoras sociales clínicos suelen optar por un método de tratamiento con poblaciones de su interés
y de los cuales poseen conocimientos. Por otro lado, Cooper y Lesser (como se citó en Groshong, 2010)
establecen que el Trabajo Social Clínico comprende tres áreas: trabajo social de casos, consejería y
psicoterapia.
El estudio de Timberlake, Sabatino y Martin (1997) plantea que en los últimos 25 años ha
incrementado el interés en la práctica clínica. Lo antes expuesto ha provocado una mayor inversión de
tiempo en el establecimiento de lineamientos prácticos y metodológicos para dirigir la práctica. Este
estudio intentó recoger las experiencias de 2,640 trabajadores y trabajadoras sociales con licencia y
certificaciones clínicas requeridas en los Estados Unidos. La investigación se dividió en cuatro áreas en
las cuales se encuentran: los problemas y diagnósticos de las personas servidas, teorías/perspectivas
utilizadas, la duración del servicio y técnicas de intervención.
El estudio demostró que el 82 por ciento de la muestra estaba ejerciendo en el campo de la
salud mental; el resto se encontraba en los campos de servicios relacionados a las familias y niñez, a la
salud y al campo legal. Se encontró que el promedio del tiempo invertido en la práctica clínica directa es
de 35 horas semanales. El 45 por ciento de quienes participaron utilizan tres de las cuatro modalidades
en el Trabajo Social (individuo, pareja, familia y grupo). Sólo un 15.9 por ciento desarrolla una práctica
interdisciplinaria. La modalidad con mayor predominancia fue la individual con un 98.8 por ciento,
seguida por la de pareja (79.6%), familiar (65.9%) y por último la grupal (39.5%).
La duración del acercamiento profesional de mayor uso es el de larga duración con un 82.9 por
ciento. El mismo no tiene tiempo determinado de duración. En el tratamiento de duración moderada el
cual tiene una frecuencia de uso de 74.1 por ciento se usan 17 de las 45 técnicas presentadas en la
encuesta. Las más frecuentes son el proveer apoyo emocional y desarrollar confianza. Dos terceras
partes usan ocho técnicas: clarificar situaciones interpersonales, empoderamiento, facilitar la toma de
decisiones, solución de problemas, desarrollo de destrezas interpersonales y reducir niveles de estrés.
El tratamiento de corta duración el cual no excede de 12 sesiones, es utilizado en un 71.1 por ciento. El
estudio presentó que la técnica más utilizada en esta categoría fue el apoyo emocional (76%). A este le
siguen el facilitar la toma de decisiones, solución de problemas, desarrollo de confianza, clarificar
información, reducir niveles de estrés y empoderamiento.
El 42 por ciento de los encuestados y las encuestadas tienen una cobertura restrictiva que
establece la duración del tratamiento y los rembolsos para ciertas categorías de diagnóstico. Entre las
13
condiciones que más se atienden según los y las participantes del estudio se encuentran los desórdenes
de ansiedad, issues intrapsíquicos y problemas interpersonales. El modelo práctico más utilizado, por el
84 porciento de las personas encuestadas, fue la perspectiva psicosocial. Una tercera parte usa la
terapia familiar y el 65 por ciento las teorías cognitivas.
Como bien señala este estudio en el Trabajo Social se utilizan diversos enfoques metodológicos
y teóricos. Actualmente, la práctica basada en evidencia (EBP, por sus siglas en inglés) es el marco
referencial requerido por muchos de los programas federales y estatales, aseguradoras de salud y las
escuelas graduadas de Trabajo Social (Arnd-Caddigan & Pozzuto, 2005; Thyer, 2010). El término EBP se
introdujo en el 1998 y 1999 por Macdonald y Gambrill consecutivamente (Thyer, 2010). Sin embargo,
esta práctica se inicia para el 1992 con la creación del Evidence-based Medicine Working Group.
Según el autor la EBP permitiría que se reconociera el Trabajo Social como una ciencia aplicada.
Sin embargo, lo antes expuesto no ha sido posible ante la falta de información que aclare esta
modalidad (Thyer, 2010). La EBP ha sido definida no solo como un nombre, sino como un proceso
(Gambrill, 2007; Thyer, 2010), una acción, un verbo (Thyer, 2010). Por tanto, según este último autor, la
EBP es “una integración coherente de la ciencia y la práctica clínica la cual ha sido definida como un
proceso para dar a los profesionales la toma de decisiones” *traducción por las autoras+ (p. 11).
En el 2005, Arnd-Caddigan y Pozzuto publicaron parte de un estudio cualitativo relacionado a la
EBP. Los investigadores intentaron conocer cómo los y las profesionales del Trabajo Social Clínico
responden al requerimiento del Medicaid de utilizar la EBP en las psicoterapias. De las ocho categorías
presentadas en el estudio original, para propósitos de esta publicación, los autores solo analizaron las
categorías de metas del tratamiento y la conceptualización de los casos. La muestra de este estudio
consistió de tres trabajadoras sociales con más de 12 años de experiencia clínica en los Estados Unidos.
La metodología del estudio se basó en realizar una entrevista simulada y participar de una entrevista
con los investigadores. Luego de la entrevista simulada, las participantes completaron los informes de
evaluación y el plan de tratamiento requerido por el Medicaid, llamado Helpserv. De este modo, se
conocería cómo estas profesionales de la salud mental lidiaron con el dilema que ocasiona estos
requerimientos como lo es la imposibilidad de brindar los servicios necesitados por los usuarios.
A raíz de este estudio se encontró segmentación en los propósitos generales de las
psicoterapias. Igualmente que la EBP está vinculada al modelo médico. Arnd-Caddigan y Pozzuto (2005)
hallaron que los objetivos para quienes utilizan la EBP vinculada al modelo médico “son la frecuencia, la
intensidad y la duración de los síntomas de un diagnóstico del DSM” *traducción por las autoras+ (p. 48).
Es decir, que el mayor objetivo de la EBP, según una de las participantes, es mejorar los síntomas de los
usuarios. No obstante, para las otras dos profesionales, lo más importante es resolver no tan solo las
situaciones mentales o médicas, sino ayudar a las personas para que tengan una mejor calidad de vida.
Estas trabajadoras sociales clínicas además, no apoyan la EBP, lo que resulta en un reto para garantizar
el rembolso de los servicios al no utilizar los requisitos establecidos.
Para la comprensión de la EBP, Gambrill (2007) plantea las competencias, significados, filosofías
y los pasos de esta práctica. Según la autora la EBP no solo es demostrar empíricamente los resultados
de la investigación, sino el proceso en el cual se toman en consideración los valores de los usuarios. Las
competencias relacionadas a esta práctica suelen ser diversas (Gambrill, 2007). Entre las que se
mencionan: encontrar eficaz y eficientemente hallazgos de investigaciones relacionadas a la situación
atendida, evaluar críticamente los resultados de estas investigaciones, determinar si los hallazgos se
14
aplican al tratamiento, involucrar a otra agencias en el proceso y evaluar el progreso del tratamiento,
entre otras. Straus, Richardson, Glasziou y Haynes (como se citó en Gambrill, 2007 & Thyer, 2010)
indican que los pasos que incluye esta práctica son:
1. Convertir la necesidad, de información a una pregunta con respuestas. Transformar la
información necesitada, relacionada a la práctica y las decisiones políticas, en cuestiones de
buena estructura; 2. Buscar con la máxima eficiencia, la mejor evidencia con la cual responder a
ellos; 3. “Revisar críticamente esas evidencias para su validez (proximidad a la verdad), el
impacto (tamaño de su efecto) y la aplicabilidad (utilidad en nuestra práctica clínica)” (p. 4); 4.
Integrar la valoración crítica con nuestra experiencia clínica y con las características únicas de
nuestros clientes y de las circunstancias, incluyendo sus valores y 5. “Evaluar nuestra
efectividad y eficiencia en [llevar a cabo] los pasos 1-4 y buscar maneras para mejorar éstos para
una próxima ocasión” (Gambrill, 2007, p. 451).
Dependiendo de las formas de aplicar estos pasos, surgen los distintos estilos para la práctica basada en
evidencia. Según Sackett et al. (como se citó en Gambrill, 2007) toda práctica basada en evidencia
requiere la aplicación del paso número cuatro y la integración de investigaciones para encontrar las
condiciones de la persona y de su ambiente.
Aunque la práctica basada en evidencia es el enfoque que promueven las agencias y
aseguradoras, para Strom (1994) el enfoque psicoanalítico es el marco teórico referencial más utilizado
por los trabajadores y trabajadoras sociales. Phillips (2009) en su artículo Clinical Social Work and
Psychoanalysis: Introduction to the Special Issue señala que el Trabajo Social Clínico precede a lo que se
conoció como trabajo social psiquiátrico. El mismo fue altamente influenciado por el enfoque
psicoanalítico, siendo su precursor Sigmund Freud. El autor establece que en la actualidad las personas
en el ejercicio del Trabajo Social Clínico utilizan terminologías del enfoque psicoanalítico aunque no se
identifiquen con esta corriente teórica. Entiende además, que el o la profesional usualmente busca
adiestrarse en este enfoque, motivados por la falta de información en los estudios graduados, por el
espacio laboral o por expectativas personales.
Aunque las trabajadoras y los trabajadores sociales clínicos son el mayor grupo de proveedores
de servicios de salud mental en los Estados Unidos, se desconoce si igualmente ocupan la misma
posición en el campo psicodinámico (Phillips, 2009). Este autor plantea que es común que algunos de
los candidatos del psicoanálisis al completar la experiencia formativa se muevan a ser “supervisores,
maestros, autores, analistas adiestradores y administradores psicoanalíticos” (p. 1).
Por otro lado, Goldstein (2009) presenta varias críticas al enfoque psicoanalista en el Trabajo
Social. Plantea que la relación entre Trabajo Social y psicoanálisis usualmente se enmarca desde la
perspectiva de cómo este ha influenciado a las trabajadoras y a los trabajadores sociales. A su vez,
puntualiza que este enfoque teórico provee al profesional del Trabajo Social la teoría de la personalidad
y del malestar humano, los cuales facilitan el entendimiento de la persona. Goldstein (2009) acorde con
Phillips (2009) plantea que muchos de los modelos prácticos utilizados en el Trabajo Social incorporan
principios y técnicas de tratamientos psicodinámicos.
Según Goldstein (2009) la profesión tomó un giro erróneo al relacionarse con las teorías
freudianas. Hamilton (como se citó en Goldstein, 2009) sustenta este mismo planteamiento y añade
que fue un error llevar los principios y técnicas psicoanalíticas al trabajo de casos. La profesión se dirigió
a atender la vida interna de la persona, perdiendo el contacto con la realidad externa y los factores
15
sociales. Otras de las críticas de Goldstein es que los conceptos y las prácticas derivadas del
psicoanálisis estaban asociados con disturbios generales del modelo médico. Así que toda persona que
poseía trastornos era considerada diferente y por ende denominada desviada. A pesar de las críticas, la
autora reconoce las variaciones y modificaciones que ha tenido el psicoanálisis. No obstante, según esta
aún hay quienes se oponen a este acercamiento clínico en Trabajo Social. Inclusive, existen médicos
formados en el psicoanálisis que no consideran como sus colegas a los trabajadores y trabajadoras
sociales con la misma formación (Goldstein, 2009).
Perlman (como se citó en Goldstein, 2009) en su estudio, encontró que las trabajadoras y los
trabajadores sociales psicoanalíticos tienen una relación ambivalente con su profesión en comparación
con los y las profesionales de la Psicología. De la misma forma concluye que la identidad profesional del
Trabajo Social y del Trabajo Social Psicoanalítico es débil. Otro de los resultados del estudio es que la
orientación teórica-práctica y las actividades profesionales con énfasis psicoanalista en el Trabajo Social
y Psicología son indistinguibles. Finalmente, apunta que a pesar de la formación en el psicoanálisis de
los trabajadores y las trabajadoras sociales, estos no abandonan los principios del Trabajo Social.
Algunos profesionales de la salud mental no tan sólo dirigen su acercamiento profesional con
enfoques teóricos si no que utilizan el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
(DSM, por sus siglas en inglés) (Frazer, Westhuis, Daley & Phillips, 2009; Groshong, 2010; Hitchens, 2011;
Kutchins & Kirk, 1988; Newman, Dannenfelser & Clemmons, 2007). Antes del 1988, según Kutchins & y
Kirk (1988), los y las profesionales del Trabajo Social hacían uso del DSM para diagnosticar. El estudio
nacional dirigido por estos autores mostró que las personas en el ejercicio del Trabajo Social Clínico
usaban el DSM-III por diversas razones. Algunas de estas fueron para cumplir con los propósitos de la
aseguradora, por requerimientos de las agencias, para la cumplimentación de los documentos del
Medicaid o para que los usuarios obtuviesen ayudas suplementarias. Según la opinión del 72% de la
muestra, el DSM-III no ayudaba en los diagnósticos de problemas maritales y familiares. Igualmente,
entendían que el mismo no era sensitivo a las diferencias de comportamientos por cuestión de raza o
cultura.
Basándose en el estudio del Kutchins y Kirk, Hitchens (2011) profundizó en la vinculación entre
la profesión y el uso del DSM. Según la autora, en los últimos 20 años ha aumentado significativamente
el uso de este manual en la práctica del Trabajo Social. Asimismo, plantea el incremento en el número
de escuelas que incluyen la enseñanza del DSM. Estas tendencias se dan a pesar de las
“preocupaciones acerca de la compatibilidad entre el uso del DSM y los valores del Trabajo Social”
(Hitchens, 2011, p. 69).
Para la autora, el uso del DSM tiene sus ventajas y desventajas. El mismo es útil para reforzar la
capacidad de diagnosticar, planificar intervenciones, facilitar la comunicación y para cumplir con los
requisitos del tercer pagador1. Otras ventajas son el incremento de distintas habilidades en el
profesional y facilita su conocimiento la aprobación de los exámenes para obtener las licencias. No
obstante, Hitchens considera que la enseñanza “mediocre” (p. 70) y el uso de este manual, permite la
aceptación irracional del mismo, específicamente cuando las categorías diagnósticas son pensadas como
1 El tercer pagador es llamado en inglés third-party payers. Es un organismo que hace el pago de los servicios de
salud. No son los clientes (primeros pagadores), ni las aseguradoras (segundos pagadores).
16
hechos y no como construcciones sociales. Lo antes expuesto, repercute en las posibilidades de analizar
las situaciones desde una perspectiva patológica, restando importancia a las fortalezas y al efecto del
ambiente en las personas. Así que la autora entiende que lo antes expuesto es congruente con la misión
del trabajo social que en el mejor interés de la sociedad cuestiona los paradigmas dominantes y
desconstruye las prácticas que protegen el status quo. “De lo contrario, es demasiado fácil llegar a ser
cómplices en la preservación de los sistemas que se han tratado de desafiar y cambiar en la búsqueda de
una mayor igualdad” *traducción por las autoras+ (pp. 70-71).
En la investigación, Hitchens intentó conocer las actitudes de los y las profesionales del Trabajo
Social Clínico hacia el DSM y su uso al evaluar a sus usuarios. También, investigó los factores que
mantienen el status quo y cuáles serían las oportunidades de cambio para mejorar la salud mental de las
personas. La muestra del estudio consistió en 294 miembros de distintas Sociedades de Trabajadores y
Trabajadoras Sociales Clínicos en los Estados Unidos. A estas personas se les administró un cuestionario.
Seleccionaron aleatoriamente veinte (20) del total de la muestra para ser entrevistadas por teléfono.
Los hallazgos revelaron que tanto en el estudio de Kutchins y Kirk (1988) como en el de Hitchens
(2011) que las personas utilizan el DSM para obtener los terceros pagadores (75% en Kutchins y Kirk y
81% en Hitchens). No obstante, el estudio de Hitchens mostró que 46% utiliza el manual para planificar
sus tratamientos. Asimismo, en ambos estudios más del 50 porciento de las muestras indicó que el DSM
etiqueta los problemas psicosociales. En Hitchens más de la mitad (52%) de quienes participaron
entienden que el DSM enfatiza excesivamente en las patologías. Sin embargo, consideran que el manual
es congruente a los propósitos del Trabajo Social.
Según Kutchins y Kirk la mayor parte de los y las participantes en el estudio de Hitchens
entienden que el DSM no ayuda en las situaciones maritales, familiares o con las diferencias culturales.
Más de la mitad de ambas muestras consideran que el manual no refleja con precisión los problemas de
las personas, en cambio lo consideran útil para analizar las situaciones complejas. La mayoría de las
personas encuestadas (84% en 2011 y 82% en 1988) coincide en que las aseguradoras y los requisitos
impuestos para los reembolsos influyen en los diagnósticos. El DSM brinda a su vez un mismo lenguaje
para comunicar los distintos trastornos mentales (87% en 2011 y 74% en 1988).
En los resultados cualitativos, la autora halló que los y las participantes poseen percepciones
tanto positivas como negativas sobre el manual de diagnóstico. Todas las personas entrevistadas
mostraron ambivalencias respecto al uso del DSM. Según el estudio, cinco personas manifestaron
confiar totalmente en este manual, mientras que un participante en su práctica privada dejó de aceptar
planes de seguros médicos para no utilizar el DSM. Algunos de los aspectos positivos son: que el manual
es un punto de referencia para la práctica, es un buen recurso científico y es un instrumento que facilita
la comunicación dentro del contexto en los servicios de salud mental. De igual forma encontró que el
DSM ayuda a explicar al usuario la condición que padece y que es congruente a la misión del Trabajo
Social. Los planteamientos adversos fueron que el manual es impreciso y posee gran potencial de
brindar diagnósticos erróneos. Asimismo, carece de sensibilidad cultural y puede fomentar
estigmatizaciones perjudiciales. Para la muestra, el DSM no contextualiza las situaciones y solo ofrece
una perspectiva del ser humano. Entienden que la existencia de presiones en el uso del manual
perjudicial al ejercicio profesional. Por último, otros encuestados indicaron que el DSM no es
congruente con la misión del Trabajo Social.
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Ante las preocupaciones, críticas, ventajas y desventajas del DSM para el TS, Frazer, Westhuis,
Daley & Phillips (2009) realizaron un estudio nacional con profesionales clínicos que hacen uso de este
manual de diagnóstico. El propósito era conocer las percepciones sobre la frecuencia, importancia y
utilidad del DSM-IV en sus prácticas. La muestra del estudio consistió de 558 trabajadoras y
trabajadores sociales clínicos. Los hallazgos muestran que el DSM se utiliza mayormente para facturarle
a las aseguradoras (91%) y para evaluar a la clientela (58%). El 78 por ciento expuso utilizar a menudo el
manual para planificar sus tratamientos. Todos los participantes hacen uso del DSM a pesar de que solo
al 50% se les requiere hacer uso del mismo. Según los autores, estos resultados demuestran que los y
las profesionales del Trabajo Social clínico creen que el DSM-IV es de utilidad para el quehacer
profesional.
El DSM es utilizado por profesionales del Trabajo Social Clínico que se encuentran en distintos
espacios, como en la práctica privada. La práctica clínica es ejercida por muchos profesionales en los
Estados Unidos desde el espacio privado, o lo que comúnmente se ha llamado práctica privada,
independiente o autónoma. La NASW (2005) en los estándares para el Trabajo Social Clínico presenta
un estándar para la práctica privada. El mismo establece que los profesionales clínicos tienen el derecho
de ejercer una práctica independiente (NASW, 2005). Según esta asociación, el o la profesional debe
seguir los lineamientos éticos y tener toda la competencia clínica para ofrecer los servicios. La NASW,
reconoce que un profesional que trabaje en una agencia puede ejercer una práctica privada. Los y las
profesionales en dicha práctica tienen la facultad de facturar por sus servicios clínicos.
Ante la existencia de esta práctica y para comprender la misma, en los Estados Unidos se han
realizado diversos estudios. Algunas investigaciones se han dirigido a explicar los elementos que abarcan
la práctica privada (Strom, 1994), a conocer las distintas influencias para seleccionar la práctica clínica
(Butler, 1992) y en describir por qué los profesionales de Trabajo Social Clínico rechazan la práctica
privada a tiempo completo o a tiempo parcial (Seiz, 2000).
Butler (1992) estudió los factores que influyen en la decisión de los estudiantes para desear una
práctica privada durante sus planes de estudios. Además, indagó los estereotipos para esta práctica y los
factores que llevan a los y las profesionales a seleccionar la misma. La autora menciona el interés por el
acercamiento terapéuticas, obtener mayor autonomía, aumentar los ingresos, tener un horario más
flexible y aumentar el estatus profesional son algunos de los factores que motivan el incursionar en la
práctica privada. Plantea, que es usual que dicha práctica sea realizada por profesionales del área
clínica. Las desventajas de la práctica privada según Butler son: no garantiza el incremento del ingreso,
ni tener un horario flexible, que él o la profesional se sienta solo y que se imposibilita trabajar con
poblaciones pobres y desventajadas.
La muestra de esta investigación consistió de 408 estudiantes entrevistados durante un periodo
de tres años. El 63 porciento de la muestra reveló desear ingresar en la práctica privada en algún
momento de su carrera. Más de la mitad (57%), entendió que podría integrarse en dicha práctica 10
años después de haber obtenido la maestría en Trabajo Social. La consejería, la terapia familiar, la
terapia de pareja y la psicoterapia tuvieron una asociación positiva con los planes de ingreso a en la
práctica privada. Es decir, que los y las estudiantes que deseaban afiliarse a dicha práctica tenían más
interés en de acercamientos terapéuticos. La mayoría de los y las estudiantes mostraron interés en la
práctica privada, ya que podrían ser sus propios jefes, seleccionarían la población con la cual trabajar y
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tendrían un trabajo flexible y acomodado a sus vidas personales. La mejora salarial no es factor que
influyó en el plan de estudios de los encuestados.
Strom (1994) publicó los resultados de un estudio exploratorio que realizó en 1992. Tiene una
muestra nacional (540 profesionales del Trabajo Social Clínico). Un 72 porciento de las y los
entrevistados ejercía la práctica privada a tiempo completo y el remanente a tiempo parcial. En este
estudio la autora recopiló el perfil profesional e información relacionada a la práctica privada que
ejercían.
Los hallazgos revelaron que más de la mitad de los usuarios pagaban la tarifa completa por los
servicios. Los costos fluctuaron entre $40 dólares por terapia de grupo a $82 dólares por una evaluación
diagnóstica. La mayoría encuestada informó que utilizan principalmente su tiempo en ofrecer
consejería y psicoterapia. Respecto a las orientaciones teóricas el 83 porciento indicó utilizar la teoría
psicodinámica, seguida por la cognitiva-conductual (62%) y en tercer lugar la teoría sistémica (53%). Sin
embargo, la base teórica de mayor auge fue la cognitiva-conductual. El 24 por ciento manifestó que
esta teoría fue su orientación original, ya que su enseñanza se basó en ese marco teórico. La base
teórica menos utilizada por profesionales encuestados fue la ecológica con solo un 11 porciento.
La autora expone en su investigación que la práctica privada no tiene la trascendencia necesaria
para trabajar con las personas indigentes o con aquellas que no tienen planes médicos privados. Sus
servicios no alcanzan significativamente a la población que puede estar necesitando de los mismos.
A parte de conocer las características o el perfil de los y las profesionales que ejercen la práctica
privada, Seiz (2000) entendió necesario estudiar a aquellos que rechazan dicha práctica. Este autor
realizó la investigación guiado por la falta de estudios que indagaran las razones que tienen los y las
profesionales del Trabajo Social Clínico para rechazar la práctica privada a tiempo completo o parcial.
Seiz indica que la existencia de la práctica privada ha generado debates en los Estados Unidos. Para ello,
el autor expone las dos posiciones en debate. La primera posición es planteada por los opositores. Este
grupo argumenta que la práctica privada ha trastocado adversamente la ética de la profesión. La
segunda posición la esboza las ideas de quienes favorecen dicha práctica. Los postulados principales de
este grupo es que la práctica privada permite abandonar la insatisfacción derivada de las limitaciones
que tienen los servicios y el bajo salario del sector público.
En este estudio la práctica privada fue definida como la “práctica del Trabajo Social autónoma,
sin fines de lucro que proporciona consejería o psicoterapia a individuos, parejas, familias o grupos”
[traducción por las autoras] (Seiz, 2000). La muestra de esta investigación consistió en 420
profesionales del Trabajo Social Clínico. Los hallazgos revelaron que las razones principales para
rechazar el ejercicio privado fueron las exigencias de dicha práctica y que es una labor de mucho riesgo.
Igualmente, indicaron que es necesario tener destrezas que los y las trabajadoras sociales no poseen,
que requiere más tiempo el trabajo en este espacio, que la práctica evidencia una falta de apoyo y no se
encuentra al alcance de todo profesional. Un porcentaje mínimo de la muestra interpreto que rechaza
la práctica, ya que consideran que la psicoterapia no es Trabajo Social. A pesar de todas la razones
anteriores, el 31.5 porciento de la muestra seleccionó la alternativa otra. Con esto la muestra plantea
que existen otras razones que justifican el rechazo del ejercicio privado.
Los y las profesionales que ejercen la práctica privada a tiempo parcial mencionaron que la
razón primordial para no ejercer a tiempo completo fue mantener un balance entre el trabajo y la
familia, con un 25 porciento. La siguiente razón fue mantener un ingreso promedio (22.5%) y la tercera
19
fue tener un balance entre el trabajo en una agencia y la práctica privada. La razón menos considerada
fue conservar los beneficios marginales y protectivos como empleado con un seis porciento. Una
pequeña cantidad de encuestados indicó que rechazan esta práctica por razones ideológicas. En fin,
según el estudio la mayoría de la muestra entiende que la selección de la práctica privada es un asunto
individual del o la profesional, la cual no es una acción incorrecta o materialista.
Es evidente que en los Estados Unidos la práctica privada es vinculada a la clínica (Strom, 1994;
NASW, 2005). Ante esta documentación se hace notable la legitimidad que tiene la práctica privada en
este país. Las investigaciones revelan que muchos profesionales consideran que ejercer esta práctica es
beneficioso para la profesión y para el o la profesional, ya que brinda una nueva alternativa laboral. Sin
embargo, existen otros profesionales del Trabajo Social que muestran resistencia a dicho ejercicio (Seiz,
2000). A pesar de la diversa literatura revisada se halló escasez de investigaciones que contextualizaran
el surgimiento de la práctica privada con el desmantelamiento del sistema benefactor, el neoliberalismo
y el sistema socio-económico y político en el cual se ha creado.
Independientemente del espacio en que se inserte el o la profesional del Trabajo Social Clínico,
se espera que en su práctica realice la evaluación. Con relación a la evaluación de la práctica del Trabajo
Social Clínico, solo se encontró un estudio realizado por Ventimiglia, Marschke, Carmichael y Loew
(2000). En el artículo se presentan los resultados de una investigación realizada en New York a 222
personas en el ejercicio del Trabajo Social Clínico con estudios graduados. La finalidad del estudio fue
examinar las actitudes y comportamientos de las y los trabajadores sociales sobre los métodos de
evaluación. Los autores y las autoras plantearon que recientemente se ha comenzado a brindar
importancia a la evaluación de la práctica clínica a pesar del énfasis que siempre se le ha dado a esta
tarea. Lo anterior lo sustenta el que las distintas organizaciones profesionales hayan establecido
estándares que incluyen la evaluación.
La revisión de literatura realizada en esta investigación reveló que existen tres tipos de
evaluación: la empírica, la pragmática y la científica. Los autores y las autoras exponen que todas
garantizan la calidad y la responsabilidad del o la profesional. Sin embargo, estos difieren en sus bases
filosóficas, en los objetivos y en la investigación metodológica. Según la literatura, el enfoque empírico
que predomina en el Trabajo Social y tiene como fin generar conocimientos objetivos y libres de valores.
El conocimiento que resulta de este enfoque tiene las posibilidades de ser validado y utilizado de forma
general a poblaciones más grandes.
Algunos de los argumentos para rechazar este enfoque son: la mala adaptación a la práctica
clínica, ya que se basa en pensamiento lineal y la teoría del comportamiento. Además, tiende a
descuidar la interacción, la dinámica y los elementos contextuales del proceso y relación terapéutica.
Esto repercute en cómo se puede mirar al usuario y la situación en la que se encuentra. Ventimiglia et
al. (2000) señalan que el enfoque “puede minimizar la complejidad de la vida del usuario y podría
deshumanizar la relación terapéutica” *traducido por la autora+ (p. 290).
En cuanto a la evaluación pragmática se basa en los conocimientos y sabiduría adquirida de la
práctica. Expone que los y las profesionales en el ejercicio del Trabajo Social Clínico son lo más aptos y
seguros en el uso de este enfoque. El mismo se basa en la intuición, es más informal y menos
estructurado que el enfoque empírico. Según los autores, la mayoría de los y las profesionales del
Trabajo Social creen que es tan válido, confiable y práctico como el enfoque empírico. Las hipótesis son
probadas por experiencias personales, profesionales, literatura, investigaciones y la base de valores
20
profesionales. De este enfoque se critica la informalidad, la falta de estructura, la dependencia en la
intuición clínica y el fracaso de su operacionalización de los elementos clínicos. Se entiende que al no
tener una meta específica hace imposible atribuir cualquier resultado específico para la intervención.
Igualmente, que se enfoca en la particularidad del usuario y la dinámica natural en el contexto
terapéutico.
Por otro lado, Ventimiglia et al. (2000) señalan que la evaluación práctica/científica intenta
hacer una integración de los dos enfoques anteriores. Sin embargo, no existe tecnología ni métodos que
generen resultados confiables, válidos, relevantes y clínicamente compatibles con este enfoque médico.
Esta tecnología puede ser desarrollada de los métodos cualitativos. Está más en sintonía con un
posicionamiento clínico y es más fácil de enseñar que los cuantitativos.
Para este estudio los autores utilizaron un diseño transversal descriptivo. La muestra fue
seleccionada aleatoriamente y el 20 porciento eran miembros de la Sociedad de Trabajo Social Clínico.
Fueron 2, 200 miembros de 13 capítulos de todo el Estado de Utah. El cuestionario consistió de 113
preguntas que comprendían las áreas demográficas, evaluación, práctica, necesidades y organizaciones.
El 79% de los encuestados tenía una orientación teórica psicodinámica, el 99% tenía una concentración
clínica y el 49% desarrolla una práctica privada. Según la investigación, los y las profesionales se sienten
más cómodos con la evaluación pragmática y están dispuestos a evaluar su práctica con el enfoque
empírico. Algunas de las y los trabajadores sociales clínicos se sentían inseguros del enfoque. Más de la
mitad expresó confianza en mostrar empíricamente su práctica.
Los resultados refutan la idea de que la práctica no se evalúa rutinariamente. Sin embargo,
apoya que las personas en el ejercicio del Trabajo Social Clínico no están haciendo lo suficiente. Al
momento de evaluar, estos hacen utilización indiscriminada el enfoque empírico y pragmático. En el
estudio, los elementos que se cruzaban entre estos dos enfoques no convergían. Para concluir, se halló
que existe falta de precisión en el uso de los instrumentos de evaluación y que los y las profesionales
que utilizan la teoría cognitivo-conductual utilizan más el enfoque empírico que los enfoques
psicoanalíticos.
En fin, todos los datos presentados intentan evidenciar el ejercicio clínico del Trabajo Social en
los Estados Unidos, el cual se muestra complejo y variado. Es evidente que la práctica clínica existe y
perdurará en la profesión de dicho país. No obstante, es posible encontrar divergencias respecto al
quehacer clínico de la profesión. Estas diferencias son enmarcadas en los diversos enunciados que
intentan definir la práctica, en los espacios donde se desarrolla y en los aspectos teóricos-
metodológicos. Los aspectos metodológicos y teóricos muestran diversidad. Es posible encontrar
distintas bases teóricas que sustentan esta práctica profesional, muchas de las cuales provienen de la
Psicología, además, herramientas de trabajo como el DSM-IV que proviene principalmente de la
Psiquiatría. Por otro lado, existen requerimientos en el ejercicio profesional, incluyendo el
licenciamiento clínica.
La práctica clínica de la profesión en Estados Unidos ha tenido tanta difusión y reconocimiento
que ha sido transbordada a otros espacios territoriales como Puerto Rico. Por tanto, todo lo anterior
respecto a esta práctica influye en lo que se concibe como el Trabajo Social Clínico en el contexto
puertorriqueño. El entendimiento y el quehacer profesional clínico en el Trabajo Social para algunos
profesionales se basa en modelos establecidos y dados por los Estados Unidos. Lo anterior invita a
analizar críticamente la proyección de la práctica clínica de los Estados Unidos y la de Puerto Rico.
21
Además, provoca dar una mirada al interior de la profesión en Puerto Rico y concebir respuestas
articuladas como gremio profesional concernientes a esta práctica.
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