UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA
MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA
TRABAJO DE GRADO
RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:
LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN
por
Sócrates José Ramírez Briceño
Julio, 2013
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA
MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA
RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:
LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN
Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por
Sócrates José Ramírez Briceño
como requisito parcial para optar al grado de:
Magíster en Ciencia Política
Con la asesoría de la Profesora
Carolina Guerrero
Julio, 2013
iii
DEDICATORIA
À Sharly,
par tellement de choses.
iv
AGRADECIMIENTOS
Esta investigación no hubiese sido posible sin la convergencia del ánimo y solidaridad de
muchas instituciones, amigos y afectos.
A la Universidad de Los Andes, mi Alma Mater.
A la Universidad Simón Bolívar por haber asumido el financiamiento de mi formación en este
programa de Maestría.
A la profesora Carolina Guerrero agradezco el honor de haberme recibido en sus seminarios,
fundamentales en mi formación dentro de este programa, por haber asumido con gentileza la
dirección de esta investigación, por haberla leído al detalle y por sus siempre oportunas
sugerencias. Gracias por su estímulo.
A la Fundación Rómulo Betancourt por haber permitido mi acceso a su archivo, brindándome
la grandiosa oportunidad de leer los papeles de Betancourt, atendiendo siempre mis
requerimientos durante seis meses de trabajo. Mi reconocimiento a la colaboración de su
personal: Virginia Betancourt Valverde, Iván Castro, Pastor Torrealba, Belkina Gamboa y
Judith Hamilton. Especialísimo reconocimiento hago a la investigadora Mirela Quero por cuya
intermediación se logró el ingreso al archivo, asumiendo ella la asesoría en mi búsqueda
documental. Inestimables han sido todas sus recomendaciones, precisiones en detalles
históricos y colaboración logística.
A la Fundación Manuel García Pelayo por su oportuna contribución bibliográfica.
A los profesores Pasqualina Curcio, Miguel Ángel Martínez, Luis Buttó y Fernando Falcón
por su colaboración en la moldura metodológica de este trabajo y por las valiosas
recomendaciones bibliográficas.
v
A Sharly Ramírez, mi auxilio lingüístico, por su inquisidora lectura, su implacable crítica y su
atención siempre presente en mis pesquisas y avances.
A Ezzat Chelhod, porque su mesa siempre estuvo a mi alcance para llenarla de libros y
papeles. Agradezco enormemente su apoyo a lo largo de este camino y su ánimo siempre
dispuesto a atenuar las contingencias del esfuerzo. Invaluable su colaboración en la discusión
sobre los aspectos jurídicos ligados a los problemas abordados y por su inquisición en el
rescate de leyes y decretos del período estudiado.
A mis padres, a Ulises, a Doris Díquez, por su amor, confianza y espaldarazo sincero.
A todos esos que para mí son individuos anónimos y que hacen posible la existencia y
conservación para la investigación de espacios como la Biblioteca Central de la UCV, la
Biblioteca de la Facultad de Humanidades de la UCV, la Biblioteca Central de la UCAB, el
Instituto de Investigaciones Históricas Hermann González Oropeza, s.j., de la UCAB, la
Biblioteca Central de la USB y la Biblioteca Isaac J. Pardo del CELARG. De sus fondos no
sólo parte de las fuentes. En sus mesas se escribieron estas páginas.
vi
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
COORDINACIÓN DE POSTGRADOS EN CIENCIA POLÍTICA
MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA
RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1945:
LA SIGNIFICACIÓN DEL USO REVOLUCIÓN
Por: Ramírez Briceño, Sócrates José
Carnet N°: 0987196
Tutor: Carolina Guerrero
Julio, 2013
RESUMEN
El 18 de octubre de 1945 estalla un movimiento cívico-militar que depone al Gobierno
de Isaías Medina Angarita e instaura una conducción política provisoria en Venezuela que
recibe de sus actores el nombre Revolución de octubre de 1945. El objetivo de ese movimiento
según sus protagonistas era la conducción a elecciones universales, directas y secretas del
presidente de la República, castigo al peculado durante el régimen de Gómez y sus herederos y
el logro de mejoras en las condiciones de vida del pueblo venezolano.
Más allá de la realización de los objetivos que para los actores justifican su actuación,
esta Revolución es ante todo una idea. En esta investigación se estudia qué significan los
actores y el contexto de aquel entonces con el uso revolución. Partimos de la curiosidad por
saber qué elementos resultan contenidos en la definición de la voz revolución que identifica
aquel momento. El análisis se hace fundamentalmente a partir del discurso político de Rómulo
Betancourt y de las consideraciones de Acción Democrática, quienes en mayor medida
aportan la carga significativa para la construcción de la expresión. Y es natural. El discurso
público de Betancourt entre 1945 y 1948, amén de las diversas secciones en las que pueda
apreciarse, gira en torno a la intención de presentar, justificar, desplegar y reivindicar esta
Revolución.
El trabajo ha seguido la metodología propia de la historia de las ideas ya que persigue
el análisis y la interpretación de la significación de un uso lingüístico en su propio momento.
Entonces, nos conducimos en el deseo de rescatar al mismo tiempo un uso y una significación
inscrita en el pasado histórico y leerla a partir de las evidencias que de aquél han sido legadas,
concibiendo este modo como el más viable para poder escribir la historia de una expresión.
Palabras claves: Venezuela, Revolución de octubre de 1945, Revolución, Rómulo Betancourt,
historia intelectual.
vii
ÍNDICE GENERAL
APROBACIÓN DEL JURADO
DEDICATORIA
ii
iii
AGRADECIMIENTOS iv
RESUMEN vi
ÍNDICE GENERAL vii
INTRODUCCIÓN
Una consideración en torno al Archivo de Rómulo Betancourt
01
07
CAPÍTULO I: PENSAR LA REVOLUCIÓN
1.1. Los actores y la significación del uso revolución.
1.1.1. Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción
Democrática.
1.1.2. La Unión Patriótica Militar (UPM).
1.2. La Revolución y el fenómeno revolucionario.
1.2.1. Programa revolucionario: liberación y fundación de la libertad política.
1.2.2. La construcción de los sujetos revolucionarios.
1.2.3. La idea de novedad y la construcción de un nuevo origen.
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1.2.4. Un movimiento irresistible.
1.2.5. La Revolución es la consecuencia de un régimen político caduco.
1.2.6. El tiempo revolucionario y el tiempo constitucional.
1.2.7. La violencia.
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CAPÍTULO II: HACER LA REVOLUCIÓN
2.1. Justificar la Revolución.
2.1.1. Los criterios a contrarrestar.
2.1.2. La justificación en el origen.
2.1.3. La justificación en el despliegue.
2.1.4. La justificación como balance.
2.2. Petróleo y Revolución.
2.2.1. El diagnóstico desde la oposición.
2.2.2. Petróleo: programa, acciones y tensiones.
2.2.2.1. De los impuestos extraordinarios al fifty-fifty.
2.2.2.2. Los alcances de la retórica del nacionalismo petrolero en la
Revolución.
2.2.2.3. Las tensiones y el realismo.
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CAPÍTULO III: ENTENDER LA REVOLUCIÓN
3.1. Aceptación y reconocimiento.
3.2. Estados Unidos.
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3.3. La América timorata.
3.4. Revolución y realización personal.
3.5. Oposiciones.
3.5.1. Los comunistas.
3.5.2. Copei.
3.5.3. López Contreras y la conspiración militar.
3.5.4. La Iglesia Católica.
3.5.5. Trujillo y la conspiración internacional.
3.6. ¿Qué decir de Acción Democrática y Rómulo Betancourt?
3.7. Autocomprensión.
3.7.1. De Acción Democrática.
3.7.2. De los militares.
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CONCLUSIONES 276
FUENTES 283
1
INTRODUCCIÓN
Al iniciarse el camino de esta investigación habíamos proyectado analizar el período de
la vida política venezolana comprendido entre 1945 y 1948 a través del discurso de Rómulo
Betancourt. Nos animaba hacer un análisis en torno a los grupos característicos en que podían
ser compartimentadas sus ideas durante aquellos años. Sin embargo, a través del detalle
minucioso entre sus papeles, de la consideración del arte existente y de oportunas sugerencias
intelectuales intentamos un abordaje distinto del problema. En lugar de privilegiar el análisis
del discurso de Betancourt a través de sus líneas características, huelga decir, de la precisión
de sus diferencias y límites particulares, tendimos a la evaluación de un aspecto unitario, aquel
donde convergen todo ese conjunto de ideas inicialmente apreciadas y que resulta la principal
preocupación ideológica de este hombre y en general del contexto durante aquellos años. Ese
punto es la significación de la expresión revolución.
Todo el sentido y el esfuerzo retórico de Betancourt durante el período, más allá de las
secciones en las que pueda apreciarse su discurso, gira en torno a la intención de presentar,
justificar, desplegar y reivindicar a la Revolución de octubre de 1945.1 El ejercicio nos
permitió salir circunstancialmente del personaje y evaluar que al mismo modo de sus palabras
y del rumbo del momento político respondía el contexto, ergo, que existía como interlocución
una respuesta que también buscaba construirle una dirección significativa a la idea de
revolución. Ello condujo a que nuestra preocupación se desplazara del personaje a la
evaluación de la coyuntura, que lo incluye a él y a sus ideas como aspectos centrales, pero que
considera necesaria la relación con el contexto.
1 Dos aclaratorias. Primera: esta idea ya había sido enunciada por Luis Castro Leiva. Nos permitimos intentar con
esta investigación construir argumentos en ese sentido, en todo caso, comprobar su posibilidad. Cfr. Luis Castro
Leiva. Ese octubre nuestro de todos los días. Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos
(CELARG), 1996. Segunda: en este trabajo por ser consecuentes con el espíritu del contexto de la Revolución de
octubre de 1945 y por economía del lenguaje, nos referiremos a ella como la Revolución.
2
Esta investigación tiene como propósito el estudio de la significación de la Revolución
en torno a los argumentos, visiones y consideraciones que propenden de su propio decurso. Es
decir, es el intento por acercarnos al modo como la Revolución es conceptuada en su propio
tiempo, por sus actores fundamentales y a través de la lectura de los otros.
Este enunciado requiere la precisión inmediata de unas consideraciones metodológicas.
Privilegiamos el análisis de los actos de habla en el marco de la historia de las ideas,
trabajadas con especificidad por Quentin Skinner.2 Glosando lo que para Skinner y Castro
Leiva resulta un propósito en el marco de la historia de las ideas,3 esta investigación se
enrumba a interpretar la experiencia de una concepción intelectual,4 pretendiendo en este
esfuerzo el acercamiento y la reconstrucción de una concepción sobre la base de los criterios
esbozados en su propio tiempo. Para ello se ha privilegiado precisamente el análisis en torno a
los recursos del lenguaje político, en este caso, propios de Betancourt y en general de todo el
contexto, que dan un sentido circunstancial al uso revolución; de este modo, tal como sostiene
Castro Leiva, el intento de abordar el problema se fundamenta en la convicción de que,
mirando ese pasado, se aprecia una forma particular de hablar, de expresarse, de pensar, lo que
constituye un modo de actuar.5
Así, el entramado de criterios que da vida a una idea, en este caso, a la idea de la
Revolución, se concibe como un cuerpo vivo ya que no sólo da sentido a ciertas formas de
pensamiento sino que estos logran constituir acciones en sí mismas. Al mismo tiempo que
Betancourt, los hombres del momento y todos los interlocutores contextuales se expresan, no
sólo proyectan en ello una concepción circunstancial sobre determinadas situaciones, sino que
2 Cfr. Quentin Skinner. Vision of Politics: Regarding Method. (Volume I). Cambridge: Cambridge University
Press, 2002. De este texto ha sido encontrada recientemente una versión en español traducida por Cristina
Fangmann bajo el nombre: Lenguaje, política e historia. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2007.
También, Cfr. J.G.A. Pocock. Political Thought and History. Essays on Theory and Method. Cambridge:
Cambridge University Press, 2009. Fundamental sobre metodología en historia de las ideas: Diego Bautista
Urbaneja, “Consideraciones sobre metodología en la historia de las ideas políticas”. Politeia. Nro. 5. Caracas:
Instituto de Estudios Políticos de la UCV, 1976, pp. 185-222. 3 El problema característico que afronta el estudio de la historia de las ideas políticas es el de la explicación de las
ideas. Bajo este enfoque se concibe al discurso político como toda la serie de actos de locución que obedece a un
contexto, llevan implícita una intención y producen determinados efectos. 4 Cfr. Luis Castro Leiva. “El arte de hacer una revolución feliz”. En: OOCC, Volumen II. Lenguajes
Republicanos. Caracas: Fundación Polar y Universidad Católica Andrés Bello, 2009, p. 159. 5 Cfr. Ibídem, p. 163.
3
parecen guiados por una intención y logran generar diversos efectos. Nuestra convicción es
que a través del discurso de Betancourt la intención relevante durante el período precisado ha
sido el modelaje conceptual de la Revolución y en todo caso, el contexto responde en modo
efectista a esa intención, aportando consideraciones de significación a la idea como respaldos,
críticas o denostaciones.
Entonces, nos conducimos en el deseo de rescatar al mismo tiempo un uso y una
significación inscrita en el pasado histórico y leerla a partir de las evidencias textuales que de
aquél han sido legadas, concibiendo este modo como el más viable para poder escribir la
historia de una expresión. Atender este aspecto es fundamental para la comprensión y crítica
posterior de esta investigación. Sobre la Revolución y con mayor énfasis sobre el Trienio
como tiempo de la cronología política existen innumerables consideraciones intelectuales
posteriores, dentro de las que se incluyen apreciaciones de sus actores y de Betancourt
sobremanera. Estas revisten una guía fundamental que permiten considerar el estado del
tratamiento pero no del problema en sí mismo, mucho menos si se intenta abordar en torno al
cariz de las ideas del momento. En el análisis histórico sobre el siglo XX, es probable que este
episodio de nuestra historia política contemporánea sea el que haya generado mayor
controversia intelectual y aún con más énfasis su entendimiento o no como una revolución.
Por ello, y con el objeto de contener las pasiones sobrevenidas a lo largo de casi un siglo de
reflexión sobre el momento, en esta investigación donde se destaca que el objetivo
fundamental de hombre y contexto era la construcción significativa de una revolución, pues
nos aproximaremos a los contenidos significantes que fueron dados al uso como expresión de
un fenómeno en su tiempo.
Este esfuerzo no es una sistematización histórica de la Revolución, es una reflexión en
torno a ella como idea. De hecho, damos por sentada la necesidad de que quien lea estas
páginas haya tenido algún acercamiento a ponderaciones históricas sobre el período y conozca
los matices de su cronología. Los productos intelectuales y la sistematización de fuentes
primarias del período son prolíficos y en esta investigación se refieren aquellos considerados
fundamentales.
4
Tampoco es una reflexión que considera haber agotado la posibilidad de disquisición
en torno a la naturaleza de esta idea. La Revolución fue un fenómeno complejo y la
abundancia de fuentes legadas hacen posibles nuevos pero sobre todo particulares análisis.
Aquí se le ha dado un privilegio de primer orden a las que provienen de Rómulo Betancourt,
especialmente a sus discursos públicos, pero también, a las que teniendo otro origen, incluso
no necesariamente correspondiente con su criterio, fueron seleccionadas y agrupadas por él en
su archivo, lo que para nosotros ha constituido una excepcional posibilidad de análisis pero
que también reviste un sesgo importante y lógico en lo que posteriormente se sostendrá. En
todo caso, alertamos que sobre la Revolución como concepción intelectual sistematizada en
estas páginas privan de manera esencial las consideraciones directas de Betancourt y otras,
aunque diversas, ligadas indirectamente a la suya.
La Revolución comporta en sí misma un proceso de pensamiento que es propiamente la
reflexión que hacen sus actores sobre qué cosas significan como revolución. Igualmente
reviste un modo de hacer, visto en todo caso como el despliegue revolucionario propiamente
dicho, huelga decir, la forma como se realizan los objetivos revolucionarios. Y finalmente,
implica también un modo de entendimiento porque la Revolución genera efectos comprensivos
en el contexto y en sí misma que también terminan considerándose parte de la construcción
significativa del uso. A su vez, el hacer que ha sido ubicado primeramente como una
materialización de las ideas también da sentido al pensamiento sobre la Revolución y al
entendimiento de la misma, porque pensarla y entenderla también es un modo de desplegarla.
Sobre estos criterios es presentada la investigación. Los mismos han sido organizados
en tres capítulos que intentan a su vez tres reflexiones sobre la significación de la Revolución
vista a través del pensamiento de su tiempo.
En el primero, titulado Pensar la Revolución, se delimitan los espacios de duración y
alcance de la Revolución que hemos considerado, la presentación de los actores del
movimiento y los criterios que, en torno a la idea, habían construido separadamente antes de
hacerse a los sucesos, es decir, la carga de significados que habían modelado sobre el uso
revolución antes de ejecutarla y que servirán de base objetiva y justificativa de su actuación.
También comprende un análisis sensible que aporta nuevos elementos para la consideración de
5
la Revolución como una circunscrita al concierto característico de las revoluciones modernas
atendiendo a las apreciaciones de la teoría política y al manejo de los criterios contextuales
usados para justificarla y desplegarla. Sería pues una lectura en torno al modo como la
significación construida sobre la idea de revolución en el proceso estudiado se ajusta a la
comprensión política del proceso como tal.
El segundo capítulo aborda dos ámbitos esenciales del hacer revolucionario: por un
lado, la construcción intelectual de la justificación y por otro, las ideas y acciones agrupadas
en torno al tema petrolero. Se titula Hacer la Revolución. A través de él se podrá apreciar al
igual como en la mayor parte de los aspectos significativos claves de la Revolución como
Rómulo Betancourt y AD aportarán las más claras definiciones. La construcción de esta
sección tiene por objeto brindar una muestra de la relación existente entre las ideas y su
concreción material como mecanismo legitimador y justificativo de la acción revolucionaria,
además de la demarcación de los criterios a los cuales busca contrarrestar la justificación
política del movimiento y también, al discurrir mismo de la justificación según el decurso de
la Revolución. Igualmente, en este apartado se hace énfasis en destacar las continuidades y
deslindes existentes alrededor de la postura histórica del líder del Partido6 en torno al manejo
de la política petrolera nacional; la relación entre personalismo político, peculado,
imperialismo y petróleo; los niveles de dependencia nacional de la renta petrolera y el sentido
que estas ideas con las cuales AD entra en la Revolución van siendo, por un lado consecuentes
con las viejas posturas, pero por otro, dan origen a nuevos sostenimientos, obedeciendo a la
impronta del contexto, ergo, al realismo político. En las fricciones entre lo reafirmado de las
tesis del pasado y los criterios que se imponen con las circunstancias, consideraremos las
resoluciones que sobre la materia petrolera va generando el Gobierno de la Revolución.
El tercer capítulo aborda una muestra a la mirada de los otros sobre el decurso de la
Revolución y la autocomprensión que hacen separadamente los actores fundamentales de la
misma en torno al fenómeno, a sí mismos y a los juicios de los otros. Se titula Entender la
Revolución. Este apartado puede considerarse como la descripción y análisis de los efectos
perceptivos que la Revolución generará en su contexto y que comprende también los aportes
en cuanto a significación se refiere que proyecta ese contexto sobre el movimiento. En los
6 A lo largo de todo el trabajo este uso, tal como se expresa aquí, querrá significar a Acción Democrática.
6
otros se encuentran contenidos específicamente la mirada extranjera: los Estados Unidos y los
afectos latinoamericanos; además de una muestra compacta de las actitudes y aspiraciones que
en el plano individual-popular estimuló la Revolución e ineludiblemente, los criterios de las
oposiciones al movimiento.
Como ya se ha indicado, las fuentes fundamentales para la realización de esta
investigación son fuentes contextuales, primarias. El desarrollo de este trabajo supuso una
investigación exhaustiva en el archivo de Rómulo Betancourt custodiado por la fundación
homónima que implicó la catalogación y lectura de todo el acervo documental conservado
perteneciente al período 1945-1948 que agrupa correspondencia recibida, borradores de
discursos, proclamas y una selección de artículos periodísticos de diversa procedencia,
sumado a las notas de prensa reunidas por Betancourt en tomos aparte y que revisten una
colección hemerográfica invaluable por su pertinencia sobre el período. De importancia
cardinal, sobre todo por su fácil manejo y acceso, resultan los discursos que Betancourt rindió
en el período y que han sido reunidos por Naudy Suárez Figueroa y publicados en el volumen
cuarto de la Antología Política de Betancourt, al igual que otros textos de esa misma
naturaleza dentro de los que destacan los tomos dedicados al tiempo de la Junta
Revolucionaria de Gobierno en la célebre colección de El Pensamiento político venezolano del
siglo XX editada por el Congreso Nacional bajo la dirección de Ramón J. Velásquez.
Las fuentes secundarias han sido de notable importancia, en primer lugar porque han
permitido el discernimiento teórico necesario para abordar el trabajo con las fuentes y, sobre
todo aquellas dedicadas al análisis histórico y político del período, porque han concedido un
panorama general sobre el mismo, dando paso a la posibilidad de identificar recurrencias
intelectuales y nuevos espacios para el análisis. En segundo lugar, porque sirven en alguna
medida para establecer contrastes con lo afirmado por las fuentes primarias y de guía para
apuntalar su crítica y, por último, porque remiten a sostenimientos que circunstancialmente las
fuentes primarias consultadas no conducen y que en todo caso han sido ponderados esenciales
en el ritmo de este análisis.
7
Una consideración en torno al Archivo de Rómulo Betancourt
El archivo de Rómulo Betancourt se encuentra custodiado por la fundación que lleva
su nombre. Representa una oportunidad inestimable para la investigación de la historia política
venezolana del siglo XX a partir de fuentes primarias en su mayor parte inéditas. Es
visiblemente y considerando las apreciaciones de sus biógrafos, un esfuerzo de la obstinación
de Betancourt por el cultivo a la precisión del dato fidedigno a la mano y por lo tanto,
revelador de una altísima conciencia sobre lo histórico. La historiadora Mirela Quero de
Trinca, investigadora de la Fundación Rómulo Betancourt y gracias a cuya gestión pudimos
tener acceso al archivo, además de entablar larguísimas conversaciones sobre crítica de sus
fuentes y curiosidades del período que agradecemos ingentemente, sostiene que casi la
totalidad del archivo, todo lo agrupado antes de 1958 tiene una significación aún más especial
porque logró hacerse en medio de un clima de inestabilidad política y dramas personales que
comprendieron tres largos exilios y persecuciones en medio de la clandestinidad.
Según Quero, el archivo si bien tiene la impronta personal de Betancourt quien se
dedicó a construirlo, es también el esfuerzo de muchas manos que se encargaron de custodiar
diversas porciones, sobre todo en el extranjero, cuyo cuidado fue encomendado por Betancourt
durante sus destierros o cuando arreciaba la persecución policiaca en tiempos clandestinos.
Una vez instaurada la democracia y logrado un clima de estabilidad política y de seguridad
personal, Betancourt empieza a agrupar el archivo y a establecer un primer orden. La
construcción de estos primeros tomos, expresión que refiere al orden con el cual se ha
catalogado la documentación, se conoce originalmente en el archivo como el libro, ya que sólo
agrupa los documentos que estuvieron a mano de Betancourt durante un primer esfuerzo de
organización. Toda la documentación reunida posteriormente, en la medida que llegaban
legajos de todas partes se anexaron a los tomos bajo la nomenclatura de complementos, por lo
tanto, un tomo comprende un libro y una serie de complementos, algunos siguiendo una
secuencia cronológica, otros no y organizados alfabéticamente.
El período 1945-1948 se ubica dentro de esta catalogación documental entre el final
del tomo seis (VI) y el inicio del tomo siete (VII).
8
Del tomo VI, los complementos que contienen documentación referente al período, con
propiedad de los años que van entre 1945 y 1947 son el D, E y F, agrupados en diversas
carpetas que referimos a continuación: a) Contiene documentos fechados entre el 22 de abril
de 1944 al 10 de febrero de 1945 y comprende los documentos numerados desde el 399 al
511e. b) Contiene los documentos comprendidos entre febrero y octubre de 1945,
específicamente los numerados desde el 512 al 555. Estos, aunque mencionados en los
catálogos, se encuentran extraviados del archivo, lo que comporta una pena porque refieren al
período de planificación de la Revolución, aunque según expresa el catálogo, la mayor parte
de los documentos que contiene son los borradores de los artículos de prensa de Betancourt en
El País durante aquellos meses. c) Contiene los documentos comprendidos entre el 25 de
octubre de 1945 y el 03 de marzo de 1947, numerados desde el 556 al 620. d) Contiene los
documentos comprendidos entre el 05 de marzo de 1947 y el 31 de diciembre de 1947,
numerados desde el 621 al 749. Todos los documentos pertenecientes a este tomo y sus
complementos se referirán en el trabajo a partir del número de tomo, letra de complemento y
número de documento.
A diferencia de los complementos citados del Tomo VI, dentro del Tomo VII no
siempre se sigue una secuencia alfabética de complementos ni de identificación documental,
por lo cual, aunque el documento refiera su adscripción a algún complemento, el criterio
fundamental de clasificación para este tomo será el literal identificativo de cada carpeta. Cinco
de ellas contienen documentación perteneciente al año 1948. Los detallamos a continuación:
a) Correspondencia y artículos periodísticos variados comprendidos entre el 4 de enero y el 31
de julio de 1948. Se hace llamar todo Complemento A. b) Correspondencia variada de diversos
meses de 1948, 1949 y 1950. Hay documentos sin fecha. Al final la foliación pierde
continuidad. c) Artículos de prensa recopilados durante el viaje de Rómulo Betancourt a
Estados Unidos. Los artículos van del 2 de agosto de 1948 al 31 de agosto de 1948. Sin
foliación continua. d) Artículos de prensa recopilados durante el viaje de Betancourt a Estados
Unidos. Los artículos van 1° de septiembre de 1948 al 25 de septiembre de 1948. Sin foliación
continua. e) Correspondencia variada de diversos meses de 1948 y 1949. Clave para el estudio
de los años iniciales del tercer exilio. No hay continuidad en la foliación.
9
A la hora de referir documentos pertenecientes al Tomo VII, incorporaremos el literal
identificativo de la carpeta que contiene cada documento con el objeto de ser más precisos.
Debe tomarse en cuenta que en el Tomo VII los documentos de cualquier complemento
(A,B,C, por ejemplo) pueden encontrarse en una carpeta distinta al literal identificativo del
complemento. Al momento de hacer la referencia documental, siempre que después del literal
que identifica a cada carpeta se exprese un número después de la coma (,) este referirá al
número de documento; si se encuentra precedido por la letra “p” referiría entonces al número
de página que tiene el documento dentro de la carpeta correspondiente, lo que evidenciaría que
no posee un numeral documental.
Los aportes del archivo de Rómulo Betancourt a esta investigación podrán apreciarse
especialmente a lo largo del tercer capítulo ya que por la naturaleza misma de los documentos,
estos constituyen sobre todo posibilidades para la descripción del contexto lingüístico del uso
revolución y de la percepción de todos los actores sobre la marcha del proceso.
10
CAPÍTULO I
PENSAR LA REVOLUCIÓN
Dos objetivos aspiramos en esta sección: el primero, exponer la significación que los
actores de la Revolución de octubre de 1945 construyen separadamente en torno a la idea de
revolución, y cómo ocurre una síntesis circunstancial de ellas que da sentido al proceso
político posterior al 18 de octubre de 1945. El segundo, precisar a la luz de la teoría política en
qué modo la Revolución puede considerarse tal. El primer pulso corresponde entonces a una
mirada sobre la idea de revolución con la que se presentan los actores antes de realizarla,
huelga decir ¿qué significan con esa expresión?, el segundo, a nuestro criterio sobre la medida
cómo aquello que pensaron y nombraron revolución en su propio despliegue se puede explicar
a partir un orden conceptual general de las revoluciones políticas. Precisemos inicialmente que
significado le dan los actores al enunciado Revolución de octubre de 1945.
Acción Democrática y la Unión Patriótica Militar acuñan esta expresión para denotar
indistintamente un suceso específico y un proceso histórico concreto. La Revolución es el acto
de sublevación militar contra el Gobierno de Medina, y en consecuencia el proceso político
que desencadena.7 Así, la Revolución se nos revela como una idea construida a lo largo de su
propio tiempo, corto por demás, que inicia concibiendo como revolucionario un
pronunciamiento militar coyuntural y que termina siendo un proceso de transformación
7 Un ejemplo de los primeros epítetos descriptivos de lo actuado el 18 de octubre de 1945 fueron: régimen de
recuperación moral de la República y Movimiento revolucionario de recuperación nacional. Vid. Radiograma de
Rómulo Betancourt (en adelante y sólo para referirse al personaje en contexto, R.B.) a J.M. Velasco Ibarra,
presidente de Ecuador. Miraflores, 27.10.1945. Archivo de Rómulo Betancourt, Tomo VI. Complemento D,
Documento 557 (En adelante: ARB. T. VI-D, 557); Telegrama de R.B. a Raúl Betancourt Sucre. Miraflores,
27.10.1945. ARB T. VI, 557-A, respectivamente.
11
política visible y contundente, por lo que en la concepción de sus actores, revolucionario es
su acto de origen y sus consecuencias transformadoras inmediatas en corto plazo.
Esta es, sin embargo, una categorización que desafía a la típica polémica que el
proceso revolucionario octubrista ha concitado en el análisis histórico y político venezolano.
El resultado de juicios posteriores al período 1945-1948 induce a la apreciación de dos actos
distintos, pero a su vez, inmediatamente correspondientes: el golpe de Estado como situación
originaria del proceso, y luego, el devenir revolucionario.8 Sobre este último caso, -el proceso
en sí-, la polémica induce al desconcierto, ya que el carácter revolucionario es cuestionado,
sustraído o negado por quienes, en lo inmediato y en el largo período, estarán enfrentados a
Acción Democrática.
El fundamento de esa apreciación lo aporta el mismo Rómulo Betancourt, quien en
Venezuela, política y petróleo, haciendo una reflexión fuera del tiempo revolucionario, se
refiere a los hechos del 18 de octubre de 1945 como un golpe de Estado típico,9 y denomina
revolución al proceso histórico posterior.10
Esta es la reflexión general que sobre ambos
elementos –acto de origen y proceso- se ha arraigado en el análisis intelectual. Sin duda, es
una valoración completamente verosímil, pero es expresión de la intención de clarificar y
sobre todo de separar conceptualmente algo que en su contexto real no fue percibido así.
La valoración de Betancourt en su obra máxima al igual que las apreciaciones que se
hacen a posteriori en el orden histórico y político eluden el significado contextual original que
sobre la expresión Revolución recayó desde el 18 de octubre de 1945. Es probable que en
1956, cuando se publica por primera vez Venezuela, política y petróleo, Betancourt esté
persuadido de diferenciar acto de origen y proceso histórico: el primero fundamentado en la
actuación estelar de los militares, sub alterna y mínima de los civiles, y el segundo en el
protagonismo de Acción Democrática, su partido, para el momento ilegalizado, clandestino,
8 Manuel Caballero explica las apreciaciones de esta polémica. Según indica, la nomenclatura Trienio entra en
vigor como sustitución por evasión del término Revolución, con el cual los actores habían coincidido en
denominar al período. Al final, el mismo autor, sostiene la idea de que el acto de origen y el proceso
desencadenado aluden a dos realidades diferentes y que es, fundamentalmente el proceso desencadenado a partir
del 18 de octubre de 1945, lo que merece ser llamado Revolución. Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt,
político de nación. 2ed. Caracas: Alfa, 2008, p. 223. 9 Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. 2ed. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana,
Fundación Rómulo Betancourt, 2006, p. 206. 10
Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación, p. 223.
12
desmovilizado y perseguido por la misma élite castrense con la que había acordado hacer una
Revolución en 1945.
En el lenguaje político fraguado a partir de los hechos del 18 de octubre de 1945, el
término Revolución será una referencia significativa directa al suceso armado y
progresivamente al devenir y a los logros políticos, al tiempo posterior, al tiempo
revolucionario. Esto no implica una negación del término golpe de Estado como categoría del
acto de origen, sino su resumen absoluto en el término Revolución. Inmediatamente a los
hechos de aquel octubre, ni los militares ni Acción Democrática se refieren a ellos como golpe
de Estado, sino como Revolución. Por ello insistimos en el uso indistinto que hacen los
actores del término, e incluso, como expresión contraria a lo que sostiene Betancourt a
destiempo, si hacemos hincapié en el uso recurrente de aquella expresión, puede parecernos
que tanto los actores de AD y en mayor medida los militares, suelen asociar la expresión
revolución al acto armado del 18 de octubre de 1945.11
La Revolución de octubre de 1945 es también una expresión de orden cronológico, por
lo tanto, la enunciación de un tiempo histórico.12
Si tomamos como referencia que es un
período de transformación política profunda en el país y que descansa en el actuar pero
también en el celo mutuo de dos actores que se presentan en armonía el 18 de octubre: el
Ejército y el partido político,13
el tiempo revolucionario es expresión de ese espíritu inicial
concreto, es decir, del tiempo en que estos actores son capaces de andar tal como se
presentaron inicialmente ante el país y sobre todo, el tiempo en que mantienen fidelidad a sus
propuestas específicas, siempre de forma conjunta.
Existe un evidente consenso intelectual en proyectar el significado de la Revolución de
octubre de 1945 al denominado Trienio Adeco, constituyendo este último la categoría
11
Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En: Rómulo Betancourt, Antología Política,
Volumen Cuatro, 1945-1948. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, Universidad Pedagógica Experimental
Libertador, 2006, pp. 101-102.
En el acta fundacional del Gobierno Colegiado, los firmantes determinan que el Comité Militar ejecutó la
Revolución y que el Partido Acción Democrática cooperó en la revolución. 12
“Este término [revolución] es sinónimo de período”. Cfr. Mona Ozouf, “Révolution”. En: François Furet y
Mona Ozouf, Dictionnaire Critique de la Révolution Française: Idees. Paris: Flammarion, 1992, p. 416.
Todas las traducciones del texto de Ozouf al español han sido realizadas por Sharly Ramírez, estudiante de
Idiomas Modernos de la Universidad de Los Andes, especialmente para este trabajo. 13
Vid. Manuel Caballero, Las crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992). 5 ed. Caracas: Alfa, 2007.
Específicamente el capítulo V, titulado: “1945: los dos nuevos actores”.
13
cronológica clásica a la hora de denominar y aprehender este período histórico. De ese modo,
éste ha quedado comprendido entre el 18 de octubre de 1945 y el 24 de noviembre de 1948
cuando los mismos líderes militares que otrora eran aliados de AD se rebelan contra el
Gobierno constitucional de Gallegos disolviendo el pacto tácito con su par del año 45 y el
pacto legal a los que lo sometía la Constitución sancionada en julio de 1947. En ese sentido,
estas expresiones se ajustan al período en términos de claridad cronológica, porque el 24 de
noviembre de 1948 representó efectivamente la separación en propósitos y la armonía de
aquellos actores. Sin embargo, visto desde la apreciación contextual de los actores
involucrados y de la trama política desarrollada, la Revolución se asocia a un período histórico
más corto, al de su concreción.
La Revolución de octubre de 1945 tiene una visible cara institucional, la Junta
Revolucionaria de Gobierno14
que será el órgano encargado de cumplir los propósitos
fundamentales de los revolucionarios, lo que posteriormente consideraremos como el
programa de la Revolución:
“…convocar a elecciones generales, para que mediante el sistema de sufragio directo, universal y
secreto, puedan los venezolanos elegir a sus gobernantes, darse la Constitución que anhelan y escoger
el futuro Presidente de la República, […] hacer enjuiciar ante los Tribunales, como reos de peculado, a
los personeros más destacados de las administraciones padecidas por la República desde fines del
pasado siglo”.15
De modo que, lo natural es pensar que una vez cumplidos los propósitos que animaron
la Revolución, la misma de paso a un período de estabilidad, es decir, un período post-
revolucionario. Desde sus primeros actos oficiales, la Junta Revolucionaria de Gobierno se
empeñó en asentar el carácter provisional y transitorio de su gestión, sólo delimitado por el
tiempo necesario en que puedan ejecutarse los objetivos fundamentales de la Revolución.16
14
Este cuerpo colegiado estaba integrado por: “Rómulo Betancourt –como presidente-, doctor Luis B. Prieto F.,
Mayor Carlos Delgado Chalbaud, doctor, Raúl Leoni, doctor Gonzalo Barrios, Capitán Mario R. Vargas y
doctor Edmundo Fernández”. Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En: Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 101-102. 15
Vid. Primer comunicado a la Nación de parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como
producto de la “Revolución de Octubre” de 1945. Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,
Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 103. 16
Cfr. Discurso de R.B. ante un grupo de dirigentes sindicales: “Algunos puntos de vista de la Junta
Revolucionaria de Gobierno sobre política general y sobre problemas de trabajo.” Caracas, 22 de octubre de
1945. En: Ibídem, p. 110.
14
Igualmente, desde el primer momento de la Revolución existió la convicción de una
necesaria separación entre el carácter y las funciones del Gobierno revolucionario y el futuro
Gobierno constitucional. El primero, en los albores revolucionarios, se abrogaba la función de
desbrozar apenas el camino que habrá de recorrer el Gobierno constitucional que moldeará
el pueblo.17
El consenso intelectual sobre la duración y el contenido del período parece obedecer
más a la proyección de un análisis post-factum de la Revolución y a la valoración de sus
consecuencias en el largo período de la historia próxima de Venezuela, que a la ponderación
de la idea de duración que se hace sobre la misma en su propio tiempo. Los hombres de la
Revolución18
se presentan ante el país convencidos no sólo de la transitoriedad del movimiento
que han desatado, sino también de que la durabilidad de éste es apenas aplicable al tiempo
necesario para la consumación de los propósitos que animaron y justifican su movimiento. De
modo que, -y no por necedad intelectual sino por apego a la idea de un tiempo en sí mismo,- el
tiempo revolucionario quedará comprendido entre el 18 de octubre de 1945, acto de origen de
la Revolución y el 12 de febrero de 1948, momento en que ésta rescinde sus poderes en la
proximidad del tiempo constitucional.19
La Revolución de octubre de 1945 es expresión de un tiempo histórico concreto no sólo
porque evidencia las relaciones que hemos enunciado, sino porque deviene en acto de habla
configurado en su propio contexto y por sus propios actores. Es un nombre dado a un tiempo
en su mismo tiempo y en ese sentido, recoge el uso con el cual en el lenguaje político y
coloquial era demarcado aquel momento, incluso hasta para los detractores de la Revolución.
17
Cfr. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de Miraflores, en nombre de la Junta
Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo el día 30 de octubre de 1945. En: Ibídem, p. 118. 18
Esta expresión será del uso corriente de R.B. durante el período revolucionario. Es probablemente un término
muy ambiguo y permeable, con él quizá ha querido significar a todo el Partido y a la Fuerza Armada insurgente,
o quizá sólo a aquellos que han hecho la Revolución y que son su cara visible. Durante el tiempo revolucionario
ambos significados no parecen excluyentes, el primero alude a la totalidad y el segundo a la representación, por
lo que nosotros lo usaremos como ejemplo de ese espíritu de convergencia circunstancial entre los actores que es
en todo caso el tiempo revolucionario. Dentro de sus discursos públicos a partir del 18 de octubre de 1945, la
primera vez que este término es usado por R.B. será en la Alocución dirigida por radio a la Nación el 30 de
octubre de 1945. Cfr. Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 147. 19
Para una apreciación más detallada de esta aseveración histórica, Vid. Infra., nuestro apartado titulado: “El
tiempo revolucionario y el tiempo constitucional”.
15
1.1. Los actores y la significación del uso revolución
A pesar de que la Revolución se presenta como el resultado de la convergencia entre
diferentes actores, cada uno acude al acto de origen amparado en una significación particular
de la aspiración revolucionaria, lo que no elude las mixturas y las convivencias de ideales
durante el período, pero tampoco separa las visiones y las profundidades de aquellas
aspiraciones. En el devenir mismo del tiempo revolucionario, cada cual intentará resolver su
idea y aspiración de revolución, lo que equivale decir, que cada grupo intentará resolver lo que
en el origen y más allá del consenso había significado para sí esa expresión.
1.1.1. Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción Democrática
El uso revolución aparece en el contexto político venezolano del siglo XX previo a los
acontecimientos de octubre de 1945, como un término ligado al lenguaje político de la
izquierda, heredado de su filiación marxista. De ese modo y fuera del uso corriente que le
darán al término los comunistas venezolanos desde inicios de la década de los treinta, existe
una relación entre el vocablo y los orígenes de Acción Democrática.
Desde los tiempos de su primer exilio entre 1928 y 1936, Betancourt hace gala de la
retórica marxista donde la expresión revolución tiene una permanente cabida. En un primer
momento –entre 1928 y 1930-, lo vemos significando revolución como un movimiento
armado de resistencia contra el gomecismo y cuya única aspiración es la de deponer mediante
la violencia al viejo dictador y su régimen. Es una especie de recurrencia a la significación de
la voz revolución en la historia política venezolana entendida hasta el momento: el de un
grupo armado, con ideas más o menos clásicas de redención y reivindicación, carentes de
formación política, que aspiran al poder y usan la violencia para obtenerlo.20
Un cambio de
sentido en el uso revolución aparece con la persuasión de la inutilidad de la violencia como
mecanismo para vencer al gomecismo, al tiempo que, la preparación doctrinaria en el análisis
20
Sobre este período conviene apreciar el trabajo de Arturo Sosa y Eloy Lengrand, Del Garibaldismo Estudiantil
a la izquierda criolla: los orígenes marxistas del proyecto de A.D. 1928-1935. Caracas: Centauro, 1981.
16
marxista contribuye a la moldura de la expresión y a sus nuevos usos.21
Son estos los tiempos
de estudio, análisis y diagnóstico de la realidad venezolana a la luz de las nuevas doctrinas, es
el tiempo del Plan de Barranquilla22
y de la militancia de Betancourt en el Partido Comunista
de Costa Rica.23
Entre la década del veinte y treinta del siglo XX hablar de revolución en América
Latina y en Venezuela por derivación obligaba partir del Comintern. Todo programa
revolucionario socialista se definía en el mundo de entonces desde su ubicación respecto a los
propósitos de la Tercera Internacional; es decir, los criterios de apoyo o deslinde del
comunismo descansaban sobre lo que esta organización conceptuaba como sus propósitos e
intereses.24
¿Qué era lo fundamental para el Comintern? No sólo el triunfo o la
internacionalización del comunismo, sino como lo había dispuesto Lenin: la dictadura del
proletariado y el poder soviético.25
A pesar del interés bastante periférico que el Comintern
daba a América Latina en el propósito de mundializar la revolución,26
la influencia del
21
“Démonos todos a la tarea, con terco entusiasmo, con la misma acometividad con que nos dimos ayer al
empeño de conseguir cuatro chopos viejos donde los hubiera para ir a hacer una trastocada ridícula. La suerte
nos salvó de cometer un irremediable ridículo: el de caer a una playa cualquiera, sin llevar una doctrina
política, y con diez fusiles malos, a que nos cojiera [sic] el primer resguardo como a una manada de pendejos”.
Vid. Carta de R.B. a hermanitos. Las Juntas de Abangares, 9 de febrero de 1932. En: Estados Unidos de
Venezuela. Servicio Secreto de Investigación. La verdad sobre las actividades comunistas en Venezuela.
Caracas, 1936. Publicado como El Libro Rojo del General López Contreras 1936. 6 ed. Caracas: Centauro, 1985,
p. 149. [En sucesivas oportunidades nos referiremos a este texto como El Libro Rojo]. 22
Manuel Caballero solía ubicar al Plan de Barranquilla como la expresión escrita venezolana de un espíritu
insurgente en América Latina durante las décadas 30 y 40 del siglo pasado y que en Venezuela tendrá su crisol en
la Generación del 28. Es también, según sostiene el autor, el primer intento de un análisis sistemático de la
realidad venezolana a partir de los postulados del materialismo histórico. Cfr. El Plan de Barranquilla, 1931.
(Estudio preliminar de Manuel Caballero). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2008. (Serie Cuadernos de
Ideas Políticas, 2). 23
Al respecto conviene apreciar el trabajo de Alejandro Gómez, Rómulo Betancourt y el Partido Comunista de
Costa Rica: 1931-1935. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y Educación, Universidad Central de
Venezuela, 1985. 24
Vid. Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana. 3 ed. Caracas: Alfa,
2006, p. 29. 25
Vid. Ibídem, pp. 35-36. Refiere Caballero que Lenin había dejado claro este propósito para distinguir los fines
de la Tercera Internacional de los antiguos frentes comunistas creados con el sólo abstracto objetivo del triunfo
del comunismo. Para superarlo, Lenin con el Comintern aspiraba la creación de una república internacional
soviética. 26
Una de las tesis sostenidas por Caballero en el texto que venimos citando es que la producción de una
revolución socialista en Latinoamérica generó poco interés para el Comintern, es decir, poco creyeron en su
concreción. A pesar de que casi todos los países tuvieron su representación comunista en el gran partido
internacional, para la URSS el principal objetivo parecía hacer la revolución en Europa y en Estados Unidos
luego, por considerar que justo ahí estaban dadas las condiciones de contradicción social propicias para el
estallido revolucionario. El sentido revolucionario de Latinoamérica era apreciado como secundario, más ligado a
una revolución emancipadora del imperialismo norteamericano que a un puntal en la revolución socialista
17
marxismo leninismo en la región durante el período es mucho más teórica que material,27
entendiéndose esto último como la posibilidad concreta de llevar a cabo una revolución
socialista como la preconizada desde Moscú.
Y es en este proceso donde encontramos inmerso a Betancourt al inicio de la década de
los treinta. El marxismo será una influencia doctrinaria de primera línea, más allá de lo que
supone la importación de la teoría, por el hecho de representar un camino novedoso para
definir los problemas políticos y económicos de la región y sobre todo, por plantear
innovaciones para resolverlos, mecanismos que tuvieron cabida en el deseo de generar
transformaciones estructurales, que tal como imponía el contexto eran enunciadas como
revoluciones.28
Serán pues los principios teóricos los que terminen consolidándose como instrumentos
para el análisis de realidades territoriales específicas y como formas de organización política,
sin que esto signifique que todas las organizaciones en pivote se declaren comunistas y actúen
bajo los designios de la Tercera Internacional. En la región, la necesidad de generar
transformaciones estructurales en la sociedad bajo la impronta del marxismo-leninismo, es
decir, hacer la revolución, estaba definida por una especie de entendimiento material local: la
lucha de los campesinos contra los terratenientes y la lucha nacional contra el
imperialismo;29
de modo que, y sobre todo para los revolucionarios que progresivamente van
haciendo tienda aparte del Comintern, es mayor la influencia de las realidades locales a la hora
de definir los propósitos de una revolución. Así, durante el período, la revolución en América
Latina seguía más la línea de un conjunto de revoluciones democrático-burguesas nacionales
que de una revolución socialista. Estos postulados en directa conexión con el contexto político
y económico latinoamericano y no con la dirección que de la revolución mundial aspira el
Comintern derivarán en proyectos políticos que sin distar mucho de la ortodoxia teórica del
marxismo-leninismo abogarán por revoluciones autóctonas o más bien ligadas a esas luchas
claves que se expresan dentro de la comprensión latinoamericana del entonces en el uso
mundial; en cualquier caso, sólo significaría un apoyo para aquéllas revoluciones queridas. Cfr. Ibídem, p. 21,
120 y ss. 27
Vid. Ibídem, p. 29. 28
Vid. Ídem. 29
Vid. Ibídem, p. 158.
18
revolución, serán pues revoluciones con un sentido más democratizador y nacionalista que
socialistas en términos soviéticos. De esos proyectos políticos da cuenta la posterior fundación
de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) por Víctor Raúl Haya de la Torre en
Perú y de Acción Democrática (AD) por Rómulo Betancourt en Venezuela.30
Hablar entonces de Betancourt como militante del Partido Comunista de Costa Rica no
implica -si atendemos a la forma como sus ideas son expresiones de aquel contexto- que le
abordemos como un comunista stricto sensu. El tiempo del primer exilio es el de una
experiencia sui generis en cuanto a formación doctrinaria. Betancourt y a través de su
pedagogía epistolar, sus camaradas o hermanitos, no asume el marxismo como un cuerpo de
ideas monolíticas a ser usadas para diagnosticar y solucionar de los problemas venezolanos
gestados y profundizados por el gomecismo, lo que equivale a decir que, más allá de la
evidente carga retórica marxista en sus análisis, parece persuadido del sin lugar que implica
banderizar una revolución proletaria en Venezuela.31
Es así como el período comprendido
entre 1931 y 1936 al tiempo que marca en Betancourt sus inicios en el estudio y entendimiento
del marxismo y de la revolución a partir de él, da paso a una reflexión cada vez más particular
de Venezuela en función de sus propias realidades y al uso del remedio marxista en la medida
en que sea efectivo para la solución de esa realidad.32
¿Cuál es la realidad? Un país
latifundista, sumido en un complejo cuadro feudal e intervenido por el capital extranjero que
sirve de respaldo a un dominio despótico. De modo que, la solución de una revolución
30
Vid. Ibídem, p. 29. 31
“Traición al marxismo? [sic] Renegación [sic] de la ortodoxia revolucionaria? Estoy plenamente,
marxistamente, convencido de lo contrario. Renegación [sic] de los más elementales postulados del materialismo
histórico es importar, para realidades distintas de la industrial europea, lo que para esa realidad fue escrito por
Marx. Si nuestra realidad es distinta, distinta debe ser nuestra táctica de lucha. Otra cosa sería no poner los pies
en la tierra, andar por las nebulosas. Y por esas regiones deben andar los lunáticos, pero no los hombres con
sentido de la realidad”. Vid. Carta de R.B. a hermanitos., C.C. a Valmore, Ricardo y Raúl en Barranquilla. Las
Juntas de Abangares, 27 de enero de 1932. En: El Libro Rojo, pp. 140-141. 32
“Piensen lo que significaría entrar al país a hacer una campaña abiertamente comunista. Dada la exigüidad
de nuestro proletariado industrial, es de pensarse que en ese partido netamente clasista que piden los radicales
no contaría sino unos pocos centenares de militantes; incapaces de impedir, por su debilidad numérica y
clasista, que la reacción destruya al partido y destierre o encarcele a sus dirigentes, y se salgan éstos de nuevo
al exterior, a pendejear por las avenidas del exilio, escribiendo artículos hipotéticos sobre un hipotético partido
comunista venezolano. En cambio, una campaña como la nuestra, capaz de apasionar no solamente al
proletariado strictu sensu, sino también a las capas medias de la población, una campaña articulada sobre una
plataforma realista, que contemple las aspiraciones de todos los sectores explotados de la población; sí será
capaz de compactar alrededor de nuestras palabras de orden, a grandes masas de la población, que si
disciplinariamente las organizamos nos respaldarán al punto de impedir que la reacción se afiance”. Cfr.
Ibídem, p. 141.
19
proletaria y violenta para contrarrestar las desigualdades típicas de un régimen capitalista no
tiene cabida en Venezuela y sin embargo, Betancourt apuesta a la revolución. ¿Cuál
revolución? Una no proletaria, sino social, nacional. Esto implica ya una separación de la línea
doctrinaria del marxismo. Es imposible, según Betancourt, una revolución proletaria en un
país sin base industrial o con una existencia muy precaria de ésta, por lo que, un cambio
político debe concitar como sujetos que lo operen a toda la nación, con énfasis, a aquellos
cuadros depauperados, relegados e incluso negados por la tradición política.
La herencia marxista parece entonces presente en la pervivencia del uso revolución y
revolucionario, significando un cambio radical y profundo necesario en el país y por otro lado,
significando también algunos aspectos formales para encauzar ese cambio, uno de ellos, el
papel programático del partido político como vanguardia en la conducción del pueblo a la
revolución.
La necesidad de un partido revolucionario será clara en Betancourt en los años de
formación comprendidos en el primer exilio, y empezará a materializarse a partir de 1937 con
la organización clandestina del Partido Democrático Nacional (PDN) desde Venezuela.33
Como nuestro propósito es de momento ubicar el sentido que al uso revolución le dan estos
actores, de la vida de este partido nos interesa destacar su funcionamiento como estructura
deslindada ideológicamente del comunismo internacional y de su Seccional venezolana, su
organización y su programa.
Sólo entre octubre de 1936 y febrero de 1937 los comunistas venezolanos participarán
de forma conjunta a otras fuerzas de izquierda en la constitución de este Partido Único. El
tema del deslinde ideológico encauza por definición el destino de una nueva estructura política
que se define como un partido con programa y sentido diferente al del comunismo
internacional y al del oficialismo que ha apurado a organizarse bajo las Cívicas Bolivarianas.
Durante los años de su existencia, el PDN tuvo como tarea adicional a la de estructurar
una doctrina, hacer frente a la vida clandestina, diseminarse por el país, demandar su
33
Toda la consideración posterior que haremos sobre el Partido Democrático Nacional (PDN) en esta
investigación, aunque excluyendo las notas de su Tesis, corresponden al magnífico trabajo de Arturo Sosa
Abascal, Rómulo Betancourt y el Partido del Pueblo (1937 – 1941). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt,
1995. (Col. Tiempo Vigente, 9).
20
legalización; la de definir y defender su posición anticomunista.34
El proceso de deslinde y
confrontación ideológica con el comunismo nacional e internacional tuvo un enorme peso en
las actuaciones y preocupaciones de los pedenistas, en la elucubración diagnóstica sobre
Venezuela y en el programa partidista. El problema del deslinde no se planteará si
previamente no existiese un pasado y un propósito común. En esa sintonía, ya nos hemos
referido a la militancia y el fuerte coqueteo de Rómulo Betancourt con el marxismo durante su
primer exilio (1928 – 1936), situación que encuentra su cénit con su participación como
dirigente del Partido Comunista de Costa Rica a principios de los años treinta. Por otro lado,
después de la muerte de Gómez el propósito fundamental es el de aglutinar a los antiguos
frentes de izquierda en un solo partido, aquello que fue el PDN entre octubre de 1936 y
febrero de 1937: el Partido Único de las Izquierdas. El PDN-Un.
El PDN, conocido como el ancestro inmediato de Acción Democrática es el resultado
del proceso de fragmentación de ese PDN-Un del que finalmente se separan los comunistas
por su insistencia en actuar con respecto al resto de los movimientos a la manera de un frente
político y no como un partido, lo que condujo a la publicación de sus tesis y propaganda de
forma separada. Esto que parece un hecho baladí, tiene su sustento en las consideraciones
ideológicas a las que había llegado Betancourt y que entendían como esenciales el Partido que
estaba formando: los pedenistas y comunistas estaban unidos en el propósito de enfrentar la
continuidad del gomecismo, expresión del latifundismo y del imperialismo, pero estaban en
desacuerdo en la forma de materializar este objetivo. Por un lado, Betancourt concebía que el
PDN debía ser un partido revolucionario, democrático, nacionalista y antiimperialista.35
Si
bien la impresión retórica del primer término se adecúa a la jerga comunista y en general al de
la izquierda del siglo XX, el funcionamiento del Partido Comunista de Venezuela (PCV) como
célula venezolana de la Internacional Comunista (IC) y satélite del Gobierno soviético la
castraban para comprender los problemas venezolanos atendiendo a su propia realidad y no al
34
Este criterio también es sostenido por Patricia Soteldo, quien indica que el período que media entre 1936 y
1939, R.B. tendrá como propósito hacer pública su concepción política y su ubicación ideológica, son pues los
matices de deslinde ideológico con el comunismo que se mezclan con la construcción del partido en la
clandestinidad. Cfr. Patricia Soteldo, “Estudio Preliminar 1941-1945”. En: Rómulo Betancourt, Antología
Política, Volumen Tercero, 1941-1945. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1995, p. 15. 35
“En el P.D.N. se conjugan las dos características esenciales requeridas por un partido político que se
imponga la misión de transformar la realidad social venezolana. Esas características son las de ser nacional y
ser democrático”. Vid. Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos
1929-1981. (Naudy Suárez Figueroa, comp.). Caracas: Fundación Rómulo Betancourt 2006, p. 124.
21
catecismo y los intereses del Comintern. La ligadura del PCV con la IC la hacía proclive al
patrocinio de un imperialismo comunista, siempre a la espera de la orden moscovita y por
derivación, lejos de una convicción permanente de conquista del poder político, propósito que
movía al PDN.
Por otro lado, ambos partidos discrepaban en la ubicación del sujeto político
revolucionario en el país. Mientras que para los comunistas el motor de la revolución debía ser
el proletariado, la masa obrera, atendiendo a las tesis del comunismo internacional, Betancourt
y los pedenistas consideraban que la realidad económica venezolana no estaba ligada a una
sociedad productora industrial, por lo tanto, el proletariado como clase, era un componente
muy exiguo. El PDN asumía como su base social a todo el pueblo venezolano oprimido por el
latifundismo y por el imperialismo, lo que implicaba la conformación de una idea de partido
que descansa en el carácter popular y policlasista, cuyo único límite sería la connivencia con
los intereses de los grupos conservadores nacionales.36
La doctrina y la organización son los principios y preocupaciones fundamentales del
PDN. Se presenta como un partido con vocación de poder, destinado a ser la vanguardia no de
un pequeño sector de la sociedad venezolana (como era el caso del comunismo con su base
obrera), sino la de la mayoría del pueblo venezolano, esencialmente motivado por el deseo de
modernizar la vida del pueblo y las relaciones políticas, por tanto, fundamentalmente
nacionalista.
El PDN se constituye como un partido de estructura disciplinada y democrática. En
torno al tema de la importancia de la disciplina y en la configuración de sus estructuras
internas tiende a asemejarse a la clásica estructura de un partido leninista. Difiere de ésta en lo
que Betancourt considera el carácter realmente dialéctico del PDN, que no siendo un partido
que estimula la lucha de clase contra clase como el clásico partido leninista, se asimila como
36
“El P.D.N. es un frente orgánico de capas sociales oprimidas. Trabajadores intelectuales y manuales,
campesinos y amplios sectores medios forman el grueso de su militancia.” […] “Por ser un Partido popular –y
no clasista-, el P.D.N. abarca en sus filas a las mayorías del país, formadas no sólo por obreros, campesinos y
empleados, sino por todos los sectores venezolanos desvinculados de la oligarquía nacional y del capital
extranjero. Es el nuestro un frente único de todos los hombres y mujeres venezolanos, realmente interesados en
que la nación conquiste su gran destino, se realice a sí misma y asegure a todos sus hijos bienestar social,
libertades públicas e ilimitadas posibilidades de desarrollo cultural”. Vid. Ibídem, pp. 122 y 124,
respectivamente.
22
el partido de todas las clases. La preocupación de los líderes por la formación doctrinaria de
los grupos de base en la comprensión de las tesis del partido y en el favorecimiento de su
participación en los órganos de decisión dentro del mismo, tiene como propósito la conversión
del militante en un revolucionario profesional.
El programa del PDN es el resultado del diagnóstico que sus líderes han hecho de
Venezuela y de sus habitantes, esos mismos de quienes aspiran convertirse en vanguardia.37
La concepción revolucionaria del partido y de su programa pertenece al terreno de la forma en
que aspiran acceder al poder –la vía democrática- y a como desde él logren conducirse, huelga
decir, transformando el país heredado.
El PDN veía a los venezolanos del momento como los receptores de las consecuencias
del latifundismo, de la penetración expoliadora del capital extranjero, de su alianza con el
poder político y como los eternos olvidados de las políticas gubernamentales, sobre todo en
37
El diagnóstico que de Venezuela hace el PDN obedece a un criterio fundamentalmente materialista, de hecho,
sus dos partes principales dan cuenta de un análisis económico y de clases sociales. Citamos una síntesis sobre
estos casos contenida en las tesis del Partido: “Venezuela es un país semicolonial y semifeudal, un país atado al
imperialismo económico, fiscal y políticamente, con una economía predominantemente agropecuaria, estancada
por el latifundio e incapaz en su forma actual para asegurar por sí nuestra independencia económica; carente de
grandes industrias nacionales de transformación y que se halla forzado, por lo tanto, a importar mercaderías
extranjeras por cantidades cinco veces mayores a la exportación agrícola y a depender fortuitamente del residuo
que nos deja una industria extractiva de duración limitada y controlada en totalidad por el capital financiero
internacional”.
Es ineludible mirar en su totalidad esta tesis y la forma como va concatenando el diagnóstico económico con la
realidad de los grupos sociales. Aunque el contenido de este documento se atribuye al PDN como Partido, según
refiere Naudy Suárez Figueroa, R.B. confesó a Robert Jackson Alexander, uno de sus biógrafos, que él mismo
fue su autor, al igual que del Plan de Barranquilla, y los más importantes documentos de ORVE, el PDN y AD.
Vid., toda la Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Ibídem, pp. 106-125.
La nota extraída se encuentra en las páginas 112 y 113. La referencia a la autoría documental de R.B. a la nota al
pie que el compilador hace desde el título del documento, en la página 106.
Más adelante, en el siguiente subtítulo nos referimos al criterio de Norberto Bobbio sobre la relación que existe
entre la tradición judeo cristiana y el entendimiento de la revolución como ruptura de la continuidad histórica y
como marcha hacia el progreso. Bobbio a través del juicio de Michael Walzer [Exodus and Revolution. New
York: Basic Books, 1985. (trad. Esodo e rivoluzione. Milano: Feltrinelli, 1986)], considera que la concepción
moderna de vanguardia también puede tener sus orígenes en aquella tradición y se encuentra registrada en el
episodio bíblico de El Éxodo, posible paradigma de la revolución moderna. Dice: “Un pueblo sojuzgado, el Jefe
designado por Dios y la marcha conjunta del pueblo y su líder hacia la liberación son tres elementos
fundamentales de la idea moderna de revolución”. […] La búsqueda de “…esta meta se repite en la república
puritana, en la república jacobina de la virtud y en cierto sentido en la sociedad comunista de Lenin guiada por
el partido de vanguardia de la clase revolucionaria”. Vid. Norberto Bobbio, Teoría General de la Política.
Madrid: Trota, 2005, pp. 654 y 655, respectivamente. [Las negrillas son nuestras].
Parece evidente lo que queremos destacar. Cónsona con la apreciación de Bobbio, El PDN y AD desde 1941 se
asumirán como la guía de ese pueblo sojuzgado hacia la revolución. Recuérdese lo que más arriba hemos
destacado de la Tesis del P.D.N.: “El P.D.N. es un frente orgánico de capas sociales oprimidas”.
23
materia de salud y educación, en este último caso, sostenían que la modernidad intelectual sólo
estaba al alcance de las élites letradas y no del pueblo, lo que se había traducido en una
población incapaz de acometer destrezas técnicas y productivas, factor fundamental en la
aspiración de modernización nacional. Su entendimiento de la composición diversa de la
sociedad venezolana no sólo le llevó al distanciamiento con los comunistas, sino al
planteamiento de un programa donde tenía cabida toda la amplia gama de sectores laboriosos
del país.38
En el sentido de hacer frente al diagnóstico se instruía el programa que el Partido
preconizaba y que aspiraba desplegar una vez que conquistase el poder. Los temas
fundamentales del programa del Partido gravitaban como hemos dicho en torno a la
aspiración de modernizar en todos los sentidos la vida nacional. En el deseo modernizador, en
la voluntad de cambio profundo, progresista, descansa la concepción revolucionaria del
Partido, su programa. ¿Qué sentido tiene este deseo? ¿Cuál es la aspiración?
En primer lugar el pueblo venezolano estaba llamado a superar las condiciones de
atraso económico y social producto de la subordinación del Estado a los intereses del
latifundio y del imperialismo. Superar estas condiciones implica lograr el escenario que
permita el desarrollo de todas las fuerzas productoras del país.
En segundo lugar, ese sentido transformador sólo podía lograrse a partir de la fuerza de
un mecanismo de empuje, organizativo y económico, siendo éste, el Estado venezolano. Para
38
En la referida Tesis del P.D.N., R.B. aborda el tema de los estratos sociales en Venezuela. En líneas generales
define estos grupos: 1. Una clase latifundista, propietaria de la tierra que se esfuerza por mantener a Venezuela en
las redes del feudalismo económico. Dentro de este grupo también se encuentran los representantes del
imperialismo y su clientela nacional, representada por abogados, parlamentarios, altos empleados. 2. La
burguesía, dentro de la que hace vida el sector financiero y el sector comercial. 3. El sector de las capas medias
de la población, representado por los comerciantes e industriales de limitadas posibilidades económicas, los
agricultores medios y pequeños y algunas capas de profesionales. 4. El campesinado, que es el grupo social
mayoritario de Venezuela y que no presenta una estructura homogénea. 5. Un último grupo constituido por las
clases trabajadoras urbanas, entendiendo por ellas a los trabajadores manuales e intelectuales. Estos cinco
sectores pertenecientes a la estructura social venezolana estaban concentrados en dos grupos con aspiraciones
políticas concretas y disímiles. Por un lado, la corriente conservadora, dentro de la cual se incluían a los grandes
propietarios, la clientela del imperialismo, la alta banca, el comercio exportador, los industriales ligados a ellas
y los núcleos que les sirven, dentro de los que ubica a la llamada “prensa grande” y la alta burocracia estatal.
De otro lado, se encuentra lo que denomina como frente democrático, de una base humana extensa, constituido
por los sectores populares, formando una vasta escala social que comienza en el obrero urbano y culmina en el
agricultor y el comerciante de situación relativamente holgada pero de mentalidad progresista. Es el sector que
agrupa a todas las capas laboriosas del país. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981,
pp. 106-125.
24
ello era esencial la conquista del poder político que concitase una transformación interna de la
estructura del Estado haciendo migrar de este su interés por complacer a los grupos
económicos y responder al llamado nacionalista, a los intereses del pueblo. El entendimiento
del Estado como músculo transformador descansaba en la concepción del petróleo como
recurso estratégico bajo su administración, pero que debía ser destinado a la promoción de
formas alternativas de sustento económico, fundamentalmente de la agricultura y la ganadería
al igual que la manufactura. El papel del Estado sería en este punto fundamental, ya que
aspiraría destinar bajo la figura de créditos toda forma de colaboración para el uso y cultivo de
la tierra (este es el centro de la propuesta de Reforma Agraria) y también para la promoción de
la industria manufacturera.
Sólo un organismo político popular cumplía las condiciones para dirigir este proceso
transformador, este proceso revolucionario. El PDN asumía esa función, una
fundamentalmente canalizadora de los anhelos populares, que orientase al país a las
conquistas económicas y políticas trazadas.39
En el ámbito específico de la acción política el
PDN aspiraba promover la participación de la sociedad venezolana en diversos niveles. La
garantía de esta participación es el voto universal que desde este momento se convirtió en la
demanda democrática innegociable frente al continuismo gomecista.
Al fundarse Acción Democrática en septiembre de 1941, dando paso a la existencia
legal de lo que organizativamente había sido el PDN, estos supuestos doctrinarios y
programáticos parecen intactos.40
Aunque opera sobre el contexto nacional un viraje de
apertura a la oposición política y una gran diferenciación en términos de política económica y
39
Cfr., todas estas propuestas referidas en la Tesis del PDN (1939). Las palabras en cursiva corresponden a
expresiones textuales del documento. 40
Refiere Patricia Soteldo que el PDN ha logrado su objetivo fundamental de legalizarse en 1941 bajo la fachada
de un nuevo partido: Acción Democrática. La autorización de su funcionamiento otorgada por Medina en
septiembre de 1941 y el mitin de apertura en el Nuevo Circo de Caracas, cierran exitosamente la etapa de la
construcción de una organización partidista, democrática, nacionalista, que incluyera a todas las clases
económicas y sociales de diversas profesiones. En esta concentración Acción Democrática reconoce como su
tesis política la aprobada en la I Conferencia del PDN celebrada en septiembre de 1939. Sobre la continuidad
organizativa, nos refiere Soteldo: “Algunas dimensiones constitutivas del anterior PDN se traspasan a los
primeros años de AD, entre ellas la democrática. AD mantendrá como objetivo ser el partido de todos los
estratos sociales, cuyos intereses coincidan con la modernización del país. Este último concepto implicaba un
proceso de transformación en el que la democracia se considera como característica fundamental e
intransferible”. Vid. Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 13-14.
25
social puestos en marcha por el Gobierno de Medina,41
el Partido se obstina en recordar la
pervivencia de ciertas formas del gomecismo en él y sobre todo de matizar dos grandes trabas
que el oficialismo no había querido sortear para dar paso a un camino verdaderamente
democrático y revolucionario: la devolución de la soberanía al pueblo y el castigo al latrocinio
estatal.
El discurso ofrecido por Betancourt en el acto de instalación de Acción Democrática el
13 de septiembre de 1941 permite apreciar la continuidad en los propósitos del Partido de lo
que había sido el programa del PDN. Porque encontramos en él una recurrencia en la intención
por demarcar la misión histórica del Partido que está naciendo, de su voluntad por convertirse
en vanguardia alerta de la nacionalidad. Luego, porque ubica el tema económico como un
referente esencial del diagnóstico de la realidad venezolana y porque delinea los mecanismos
como el Partido aspira hacerle frente.42
Vuelve sobre el escenario de un país en bancarrota
económica, con un Estado que administra ingentes recursos de espaldas a una población que
luce cada vez más empobrecida y desasistida. La causa de esta odiosa relación es para
Betancourt la dependencia casi total de la renta petrolera, por lo cual urge diversificar el
espectro productivo del país, haciéndolo realmente nacional, ergo, evitando que dependa de un
recurso que es administrado con los criterios del capital extranjero. La relación que existe
entre un Estado que se enriquece y un capital extranjero con deseos de prolongar sus
beneficios en el país, amén del escaso margen de otros escenarios productivos, encierran a
41
Soteldo refiere el reconocimiento que hace R.B. sobre la excepcionalidad del momento político abierto con el
ascenso de Medina al poder y a la voluntad de su partido de aprovechar el clima de libertades públicas para hacer
oposición. Cfr. Loc. Cit., pp. 15-16. Igualmente, Cfr., dentro del Estudio Preliminar citado el Capítulo 2: “La
llegada de Isaías Medina Angarita al poder: se inicia un contexto de limitada apertura democrática”, pp. 27-31. 42
Patricia Soteldo, a través de la organización de la selección documental publicada de R.B. durante el período
1941-1945, sostiene que la preocupación por los temas económicos y sociales sigue vigente al retorno de su
segundo exilio y que la manifestación escrita de sus criterios al respecto guardan una estrecha y complementaria
relación entre los escritos de “Economía y Finanzas” publicados en el diario Ahora entre 1937 y 1939 y los que
entre 1942 y 1943 publicará en el semanario Acción Democrática y luego en el diario El País entre 1944-1945.
Precisa la autora que con ello R.B. también da cuenta de su intención por mostrar la continuidad de su
pensamiento político-económico autónomo. Cfr. Loc. Cit., pp. 14-15.
Dentro del mismo Estudio Preliminar, conviene apreciar en Capítulo 5: “La realidad económica venezolana: el
punto de partida”, pp. 61-84.
26
Venezuela en una dependencia total de estas variables, lo que implica el predominio del
interés extranjero sobre uno esencialmente criollo.43
Betancourt se pronuncia igualmente por la necesaria recuperación de la confianza en
las promisorias oportunidades del país. El que los venezolanos recuperen la confianza es un
antídoto para los experimentos demagógicos que surgen ahí donde se ha preconizado que no
hay mayores soluciones. Una concepción en esta propuesta de la misión histórica del Partido
se centra en que ante el necesario riesgo de la vida nacional, el Partido aparece para proponer,
para transformar, para salvar. Los votos del programa de AD también apuntan a otros aspectos
ya delineados desde los tiempos del PDN: el cesar de las divisiones regionales, es decir, el
llamado a la unidad de los venezolanos y a la unidad latinoamericana.44
Este último aspecto resulta cardinal, porque el Partido se está estructurando al tiempo
que el orbe se debate en la vorágine de la Segunda Guerra Mundial y lógicamente no parecerá
exento de la influencia de este contexto. Es por ello que Rómulo Betancourt y AD comportan
tres conductas en el momento: la definición de la postura antifascista y anti totalitaria del
Partido, la presión sobre el Gobierno de Medina para que haga lo propio, y el esbozo de su
concepción amaricanista, que abogaba por un entendimiento para la defensa del continente,
por el acercamiento económico de América Latina y Estados Unidos a través de una entente
condicionada a propósito de garantizar provisiones alimenticias e industriales durante el
conflicto y finalmente, por un llamado a la democratización de la región.45
Entonces, la revolución como expresión de la razón histórica del Partido puede
entenderse como la voluntad de un cambio profundo en todos los niveles de la vida nacional e
incluso, en el entendimiento de la relación con el exterior. El Partido, al referirse al cariz
revolucionario de su programa lo hace en torno a su propuesta para vencer las condiciones del
diagnóstico madurado durante casi dos décadas de vida política.
43
Cfr. “Acción Democrática y los problemas económicos de la Nación”. Discurso de R.B. en el acto público
fundacional de AD, el 13 de septiembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-
1981, pp. 135-142. 44
Cfr. Ídem. 45
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 14. Conviene observar en el mismo Estudio Preliminar el Capítulo 4: “La
“propuesta americanista” en la estrategia partidista de AD”, pp. 39-60.
27
La aspiración de llevar a cabo la revolución es a través del camino democrático. Es
decir, se aspira a la democracia como canal de acceso del partido al poder. Ya el PDN había
intentado patentar simbólicamente esta pedagogía desde la candidatura de Gallegos en 1941,
no por medio de la confianza en el sistema electoral sino con el ánimo de avivar el espíritu de
participación política de un eventual electorado.
Hasta este escenario nos hemos referido a la revolución en el marco de la aspiración de
Acción Democrática como partido político, ergo, a una serie de medidas de toda índole que se
aspira tomar tras su arribo al poder, de modo que, hablamos de una revolución como
aspiración, como deseo, que requiere del poder para desplegarse. Camino y programa definen
lo que podemos enunciar como la revolución querida. En este término, la revolución ha sido
pensada y la expresión concreta de ese pensamiento es el programa de Acción Democrática.
No es, sin embargo, una aspiración que soporte la crudeza de un tiempo indeterminado.
El espacio que media entre 1941 y 1945 es el de la consolidación de AD como un partido de
masas nacional: está legalizado, posee una estructura organizativa sólida producto del
reforzamiento de la experiencia clandestina del PDN, una militancia disciplinada en el
conocimiento de las tesis y del programa, una diseminación organizativa a nivel regional y
representación en órganos parlamentarios locales y en el Congreso Nacional y una actuación
correspondiente a su propósito dentro del período: hacer de la democracia parte constitutiva
de la cultura política del venezolano.46
Parece en síntesis, un partido preparado para la acción
de gobernar, ergo, preparado para hacer la revolución, cónsona con su deseo.
De cara a las elecciones de 1946 y en sintonía con su vocación de poder, a la
aspiración continuista del gomecismo –en general- y a la división de criterios sobre la
naturaleza de esa continuidad –en particular-, el Partido desde muy temprano enciende las
alarmas con el propósito de exigir primero una reforma constitucional y luego un gobierno
transitorio que se encargue de construir el escenario para unas elecciones libres y democráticas
donde concurran las fuerzas políticas del país, en vista de que la reforma constitucional de
1945 no contempló la elección universal del presidente de la República.
46
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 14. Conviene observar en el mismo Estudio Preliminar el Capítulo 3:
“Definición y expansión de Acción Democrática”, pp. 32-39.
28
El drama político consecuente ha sido ampliamente atendido por el análisis político y
por la historiografía venezolana, nos referimos a los intentos de solución decorosa del
problema de sucesión del Gobierno de Medina y lógicamente a lo que fue su solución final.47
En torno al tema de la sucesión y en la proximidad de las elecciones de 1946, Acción
Democrática tuvo inicialmente dos propuestas: una reforma constitucional que permitiera la
elección universal directa y secreta del presidente de la República y una vez que esta fue
desestimada por el oficialismo, se apostó a la elección bajo el sistema corriente de un civil que
se comprometiera desde antes de su elección a conducir un proceso de cambio jurídico que
permitiera la anhelada elección universal. Recuérdese, el Partido estaba intentado caminar la
vía democrática para acceder al poder y hacer la revolución. Con anterioridad, AD conmina al
Gobierno a fijar posición ante la propia división interna del oficialismo y sus cercanías, con
propiedad, sobre las nuevas intenciones de López Contreras de presentarse como candidato en
la elección.48
La salud de Diógenes Escalante y su imposibilidad para afrontar la conducción del país
como presidente de la transición terminarán por quebrar la fugaz connivencia entre el
oficialismo y AD, condición que jamás volvió a repetirse.49
Ahora, ante la imposibilidad de
47
No es un objeto de este trabajo plantear nuevamente la urdimbre de escenarios, personajes y criterios que se
han tejido en torno al drama político de la sucesión de Medina que desemboca en el 18 de octubre de 1945, es
decir, a los detalles del drama; sin embargo, para una comprensión mucho más sólida de lo que a posteriori
vamos a plantear, este es un conocimiento ineludible. Para ello recomendamos la apreciación del anecdotario que
en torno a la crisis de la sucesión presidencial del año 1945 hace R.B. en Venezuela, política y petróleo, también
Manuel Caballero en Rómulo Betancourt, político de nación [ambas obras ya referidas]; Simón Alberto Consalvi,
La Revolución de Octubre de 1945. La Primera República Liberal Democrática. Caracas: Fundación Rómulo
Betancourt, 2010. (Serie Antológica Historia Contemporánea de Venezuela, 5); Karl Krispin, Golpe de Estado:
Venezuela 1945-1948. Caracas: Panapo, 1994; Andrés Stambouli, Crisis política. Venezuela: 1945-58. Caracas:
Ateneo de Caracas, 1980. Del mismo autor, La política extraviada. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana,
2005, pp. 46-67. También el trabajo de Corina Yoris Villasana, 18 de octubre de 1945: legitimidad y ruptura del
hilo constitucional. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2004. 48
Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,
Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 174. 49
R.B. se guarda de aclarar que la escogencia de Escalante no es producto de un acuerdo entre AD y el Gobierno
de Medina, sino una decisión unilateral de éste último. La visita que él y Leoni le hacen a Escalante en
Washington antes de su presentación como candidato en Venezuela fue acordada en el Partido una vez que se ha
reconocido que éste resulta un excelente candidato para conducir la transición. La visita tiene como propósito
poner a Escalante al corriente de las demandas de AD –la de un gobierno transitorio que llamara a elecciones
universales- y para persuadirse de que el embajador podría en el futuro actuar en consecuencia. Para el Partido la
distancia que había separado a Escalante de los manejos del medinismo en Venezuela era una condición
estimable. En la conversación sostenida entre estos representantes de AD y Escalante en Washington, los
primeros dejan claro que de ser él escogido como candidato del oficialista Partido Democrático Venezolano
29
Escalante, la negativa de un candidato extrapartidos presentada por Gallegos a Medina, y la
escogencia del nuevo candidato oficial, Ángel Biaggini,50
continúan las reuniones clandestinas
que AD ya venía manteniendo con la UPM en torno a la propuesta de esta última para efectuar
una insurrección militar como salida a las exigencias del Ejército y a las del Partido.51
En este
momento AD seguía persuadida de agotar la vía del consenso.52
A este nivel ¿cuál es la
(PDV), AD sólo mostraría una actitud simpática pero no suscribiría pacto de ninguna naturaleza con aquel
partido. Esta determinación se amparaba para los líderes de AD en las siguientes convicciones: a. No podría
pactarse con una organización que había confundido de forma totalitaria los límites entre el partido de gobierno y
el Estado. b. No se estaba ganado a participar en un pretendido gobierno de unidad nacional hasta tanto AD no
tuviese una representación proporcional a su militancia en los órganos legislativos a todos los niveles y si
tampoco tenía garantizada una participación en los ministerios fundamentales de la acción del gobierno. Luego,
es importante para R.B. destacar que su partido no se vio relacionado con ninguno de los actos públicos
celebrados tras la llegada de Escalante a Venezuela. Cfr. Ibídem, pp. 174-175. 50
Cfr. Ibídem, p. 176.
En el discurso que venimos refiriendo R.B. expone las razones por las cuales AD no aprueba que Ángel Biaggini
ocupe la candidatura oficial y consecuentemente la Presidencia de la República. Se le considera uno de los
hombres más anodinos de la administración actual, un burócrata y un incompetente al frente del Ministerio de
Agricultura y Cría en medio de un escenario de complicaciones para el abastecimiento nacional. Se le trata como
un incapaz político para reunir –eventualmente desde la Presidencia- las corrientes escindidas del Gobierno: a los
partidarios de López por un lado y a los de Medina por el otro y para enfrentar toda la serie de dificultades
económicas y fiscales a las que estaría sometido el país como consecuencia del fin de la guerra. Cfr., pp. 176-177. 51
Varias fuentes refieren el escepticismo de R.B. frente a los militares que empiezan a abordarlo a mediados de
junio de 1945, revelándole su plan insurreccional e invitando a AD a sumarse en una acción de gobierno
posterior. La actitud de R.B. es consecuencia de su falta de contacto con las Fuerzas Armadas, de su falta de
convicción -hasta entonces- de que en el seno de las Fuerzas Armadas estuviesen sintiéndose desavenencias con
la política nacional y finalmente, por los peligros que revestía una acción directa de las armas en las soluciones
políticas, es decir, por el temor a servir de puente a una dictadura militar. Estos argumentos corresponden a dos
actores claves de las reuniones clandestinas entre militares y civiles y luego, miembros de la Junta
Revolucionaria de Gobierno: Edmundo Fernández y Gonzalo Barrios, respectivamente. Vid., sus entrevistas en:
Ana Mercedes Pérez: La verdad inédita (Historia de la Revolución de Octubre revelada por sus dirigentes
militares). 2 ed. Buenos Aires: Colombo, 1953.
Un inciso sobre este texto: El libro de Ana Mercedes Pérez tiene la gran virtud de recoger aún con el fragor de los
primeros meses de la Revolución, fundamentalmente la versión de los militares comprometidos en la conjura. A
pesar de su intención épica y alegórica, los detalles de las entrevistas que lo componen son valiosísimos sobre
todo por la forma como expresan la concepción de la voz revolución en el sector militar. Ya nos referiremos al
respecto. Gonzalo Barrios y Edmundo Fernández son los únicos civiles comprometidos en la conjura que
conceden entrevistas a la autora. A través de una carta que reposa en los archivos de R.B., Pérez solicita a éste
una entrevista para incluirla en la primera edición del libro. Finalmente, ninguna entrevista de R.B. aparece en el
libro. Vid. Carta de Ana Mercedes Pérez a R.B. Caracas, 22 de julio de 1947. En: ARB. T. VI-F, 690. 52
Lógicamente, un día antes del 18 de octubre de 1945, las reuniones preparativas de la conspiración entre la
UPM y AD eran un sólido hecho. Cuando nos referimos a que el Partido apostaba aún por la vía del consenso lo
hacemos en torno a la naturaleza misma de las palabras ofrecidas por R.B. esa misma noche, donde una vez más
delinea una propuesta político-jurídica para resolver el problema de la sucesión. Estas expresiones, en su
momento, es decir, antes del estallido, son tan absolutas como el estallido mismo al día siguiente. Todo el juicio
que sobre estas palabras y en general sobre este discurso se ha hecho en la historia política venezolana ha estado
sujeto a la impronta del día siguiente, al 18 de octubre de 1945, por ello, ha sido observado como una alocución
preparatoria a la militancia de AD para el estallido que estaban seguros sobrevendría en poco tiempo. Es un juicio
válido. También debe verse en él la intención de R.B. por no dejar demasiados resquicios interpretativos a la
historia a la hora de juzgar entre las aspiraciones de su partido y el devenir inmediato, huelga decir, es un hombre
30
demanda de AD? Que el Gobierno garantice la elección de un candidato con la estatura moral
de Escalante y que éste asuma el mismo compromiso que aquél había aceptado: el de conducir
un gobierno transitorio cuyo objeto primordial sea el del llamado a elecciones.53
Paralelamente, la escogencia de ese candidato y el apoyo que éste tendría de las fuerzas
políticas mayoritarias del país impedirían que se materializara un peligro temido por AD: el
que la división entre López y Medina condujese a una guerra civil.54
Rómulo Betancourt parece enfático en querer dejar claro para la historia la voluntad de
Acción Democrática por agotar toda vía de acuerdo político con el Gobierno en torno al tema
de la sucesión, esta convicción incluso la pregona un día antes del estallido de la insurrección,
el 17 de octubre de 1945. La demanda, que es expresada públicamente y por última vez
aquella noche se centra en la exigencia de una solución evolutiva materializada en la
que quiere dejar claro que el Partido está apostando a una salida evolutiva al tiempo que todas las opciones para
su realización van siendo flanqueadas por el Gobierno. 53
Un día antes del estallido de la insurrección R.B. insiste en la propuesta político-jurídica sostenida por el
partido para solucionar el problema de la sucesión presidencial y abrir el camino electoral. La propuesta hasta
entonces había sido desestimada por el Gobierno de Medina: “Escogido ese candidato, apoyado y sostenido por
todas las fuerzas económicas no organizadas partidísticamente [sic], como son los sindicatos obreros, las
federaciones de cámaras de comercio y producción, los organismos profesionales, este gobernante así escogido
podría llamar al país dentro de un año a elecciones directas. Para ello se iniciaría en enero en las Asambleas
Legislativas la reforma constitucional. Esa reforma constitucional iría al Congreso de 1946, el cual le
correspondería escrutarla. Este Congreso también fijaría, limitaría a un año el mandato del Presidente
provisional que eligiera, así como el Congreso de 1936 rebajó a cinco años el mandato de López Contreras a
pesar que la Constitución establecía que era de siete años el lapso de gobierno constitucional. Le correspondería
también a este Congreso del 46 fijar la fecha de expiración del período de los organismos parlamentarios, entre
ellos el Congreso Nacional, a fin de que simultáneamente se eligiera mediante sufragio directo, universal y
secreto un Presidente de la República y un Congreso que no sea usurpador sino depositario y encarnación de la
soberanía nacional. Y esto tampoco sería nada extraño al propio mecanismo constitucional y a precedentes
existentes en el país”. Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945, en: Rómulo
Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 180-181. 54
“Hemos estudiado el panorama político del país, y en forma muy responsable quiero decir esta noche que
nosotros conceptuamos muy grave la situación política de Venezuela. El régimen se ha escindido en dos frentes;
cada uno de esos frentes tiene un general a su cabeza; y en Venezuela la experiencia histórica nos comprueba
que nuestros generales no han dirimido sus contiendas en las plazas públicas con las armas civilizadoras de la
palabra escrita y hablada: que han dirimido sus contiendas en otros sitios y con otras armas, y que siempre ha
sido el pueblo venezolano el cordero pascual, el “chivo expiatorio” en esa forma drástica y violenta como han
resuelto sus conflictos y sus pugnas los generales de nuestro país”. Vid. Ibídem, p. 178.
Estas palabras de R.B. son sumamente elocuentes, dos aspectos leemos en ellas que deben resaltarse: en primer
lugar se percibe la intención de retrotraer el conflicto entre López y Medina a la lógica decimonónica, es decir, a
la resolución voraz por medio de las armas. Este mismo juicio tiene también una intención de pedagogía política,
porque mientras se va expresando, se está invitando a los escuchas a pugnar por un tipo de solución distinta al
panorama político del momento: demandar las urnas electorales. En segundo lugar, se ubica el conflicto de “los
generales” en la arena personal, se resume a un problema entre ellos, al tiempo que la pedagogía del orador hace
su trabajo dejando ver que mientras aquellos hombres parecen proclives a ocuparse de su problema por la vía de
la violencia, el país está ocupado en un tema más elevado, en la demanda de un camino democrático.
31
escogencia de un gobierno provisional que se encargara de resolver el tema de las elecciones
universales.
Cuando estalla la Revolución el argumento desde la trinchera del Partido es que
habiéndose agotado todo camino de conciliación política con el Gobierno y tras la debelación
de la insurrección militar, Acción Democrática se aventuraba a hacer aquello que se le insistió
al Gobierno ejecutar y para lo que tuvo amplias ventajas: enrumbar la solución evolutiva de su
propia querella intestina y de la sucesión presidencial por la vía de un gobierno provisional, es
decir, el Partido y la UPM convertirán la Revolución en el momento objetivo donde tendrán
desenlace aquellas demandas no solucionadas por el Gobierno. Si un gobierno provisional fue
la exigencia, si esa fue incluso la oportunidad, también negada, un gobierno provisional,
surgido de la fuerza se encargará de hacer aquello vetado por el régimen de Medina.
En las primeras alocuciones de Betancourt en nombre de la Junta Revolucionaria de
Gobierno y en las sucesivas, más largas, cuando el nuevo mando parece estabilizado, se
reconoce esta tendencia: la de recordar que el momento revolucionario tendrá por objetivo
materializar las demandas negadas por antiguo régimen, en ese sentido, se conciben como ese
gobierno provisorio cuya misión es la de conducir a elecciones universales.
Ahora bien, desde la arena del Partido, la Revolución –como hecho y como proceso-,
no es la revolución querida. La primera surge como un atajo circunstancial para la
materialización de la segunda; especie de otra vía, necesaria en la última hora para hacer
posible el despliegue del programa concreto del Partido. No lo es por su origen, mucho más si
este se contrapone a la demanda democratizadora del AD,55
tampoco lo es por sus actores e
55
Las tesis del PDN y AD, los discursos públicos de R.B. y su correspondencia, todo en el período comprendido
entre 1936 y 1945 dan cuenta de esta exigencia. La máxima es que el Partido debe practicar internamente la
democracia que aspira consolidar en la calle y que demanda a los herederos del gomecismo. Al menos ésta ha
sido la versión que R.B. se empeñó por legar a la historia. Distante a este criterio se ubicó circunstancialmente
Gonzalo Barrios, afirmando que desde el PDN y luego en AD se discutió la posibilidad de la vía violenta como
recurso último de acceso del pueblo al poder. Es probable que esta versión que sostiene el líder de AD esté muy
animada por patentar el recurso armado en las consideraciones históricas del Partido y poder decir que a pesar de
lo pregonado durante casi una década de activismo político nacional, AD no actuó contra criterios acariciados en
su seno al congeniar con los militares y participar en la insurrección del 18 de octubre de 1945. Al respecto, estas
fueron las palabras de Barrios: “En las Asambleas de Acción Democrática y antes, en nuestras clandestinas
reuniones del P.D.N., se planteaba a menudo, en forma hasta cierto punto imprecisa, la tesis de que algún día el
pueblo venezolano se vería obligado a recurrir a la violencia para solucionar el problema político de la
República y establecer en la práctica el régimen aceptado en doctrina según el cual el ejercicio del Poder deriva
de un acto de la soberanía popular”. Vid., su entrevista en Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., p. 76.
32
igualmente, por los reducidos puntos de su programa contrapuestos estos al entero programa
del Partido.
En una semántica que sólo puede ser entendida a partir de la carga emotiva presente en
las circunstancias inmediatas al 18 de octubre de 1945, Acción Democrática resume en la voz
revolución, usada hasta entonces para significar la aspiración histórica y programática de su
Partido, una insurrección militar en la que ellos como actores tuvieron una participación
minúscula. En adelante, para el Partido la voz revolución empezará a significar otras cosas,
cargas que por un lado no eluden el origen, pero por otro, aunque no se refieran en su totalidad
a la significación construida por ellos mismos en el pasado, mostrarán un esfuerzo por
encauzarla a ese sentido transfigurado por el acto de origen. Probablemente de esta orientación
de cuenta el propósito por convertir desde la palabra y luego desde los hechos, a la Revolución
en un fenómeno popular.
1.1.2. La Unión Patriótica Militar (UPM)
Desde la acera de los militares profesionales que convergen con AD en la conjura y en
el proceso no tenemos cuenta hasta entonces de alguna evidencia que permita aseverar el uso
de la voz revolución antes del 18 de octubre de 1945 significando algo semejante a lo
patentado hasta entonces por el Partido.56
Existen sí, causas tan históricas como las de AD
para aspirar un movimiento de cambio profundo en el seno de las Fuerzas Armadas57
y luego
en la Nación entera, aunque de momento, ese proceso querido por un grupo complotado en
crecimiento no se le denomine como revolución.
56
Ello no anula la posibilidad de que existan ejemplos. Queremos aseverar que en función a la pesquisa
documental y bibliográfica que supuso este trabajo no hemos encontrado evidencia de ese uso. Como
sostendremos a continuación en nuestro texto, el uso de la expresión por parte de los militares variará después del
18 de octubre de 1945, convirtiendo la voz revolución en una expresión corriente. 57
A lo largo de todo este apartado nos estaremos refiriendo a las Fuerzas Armadas como institución que agrupa
al Ejército, la Armada, la Aviación y las Fuerzas Armadas de Cooperación –la Guardia Nacional-, sin embargo,
no podemos eludir el papel estelar que dentro de este proceso de cambios, planes y conspiraciones ha jugado el
Ejército representado por una porción de sus jóvenes oficiales. Cfr. Luis Alberto Buttó, “Octubre de 1945: Las
causales militares de la insurrección”. En: Tiempo y Espacio. Caracas, Universidad Pedagógica Experimental
Libertador, Instituto Pedagógico de Caracas, Centro de Investigaciones Históricas Mario Briceño Iragorry, N° 41,
Volumen XXI, Enero – Junio, 2004, pp. 155-192. La sección referida se encuentra en la página 156 del texto.
33
Cuatro razones pueden explicar la ausencia de ese uso: la sepultura que impusieron los
andinos a las revoluciones decimonónicas y por lo tanto al apelativo; una distancia de más de
tres décadas del fin de aquellos sucesos; el posible deseo de no emparentar semánticamente
algún movimiento con el recuerdo de la última de aquellas revoluciones, la Liberal
Restauradora; y finalmente la más poderosa, la formación anticomunista en los cuarteles.58
Si
bien las primeras variables reflejan la lejanía entre la juventud oficial y aquellos significados
de revolución, el anticomunismo les ha impuesto una verja frente al uso que ha pesar de la
censura oficial no afectó a los civiles.
Después del triunfo de la asonada las condiciones cambian y observaremos a los jefes
militares refiriéndose a lo actuado y al proceso que inmediatamente se desencadena como una
revolución. Hablemos entonces en primer lugar de esas motivaciones y aspiraciones que sin
considerarse revolucionarias anidaban en el seno de las Fuerzas Armadas de Venezuela y
luego, cómo después del 18 de octubre de 1945 todo lo aspirado desde el pasado empieza a
tener cabida y despliegue en la Revolución.
Patricia Soteldo señala que desde 1936 al mismo tiempo que en la calle se están
configurando movimientos, grupos y partidos que piensan al país, que denuncian y que en la
medida de su propia naturaleza plantean soluciones, al interior de los cuarteles ocurre un
proceso semejante, matizado como es lógico por las circunstancias internas de los mismos.59
El punto de inflexión de todo este movimiento silencioso dentro del componente militar
aparecerá cuando sea evidente el distanciamiento y la pugna entre dos grupos generacionales
que conviven en su interior: los militares herederos del gomecismo que han debido sus
ascensos a la lealtad hacia el antiguo jefe y luego a la pervivencia del sistema, sin preparación
profesional pero jerarcas de las armas, y un segundo grupo formado por la joven oficialidad,
preparada en la Academia Militar, muchos de ellos con cursos en el extranjero, grupo que
aspira hacerse un espacio de poder dentro las Fuerzas Armadas cónsono con su nivel técnico y
profesional.60
58
Sobre la tradición anticomunista hemos considerado lo expuesto por Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 141. 59
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 140. 60
Cfr. Ibídem, p. 139., también, Luis Alberto Buttó, Loc. Cit. La sección referida puede ser apreciada a lo largo
de todo el apartado que el autor ha titulado las causales instrumentales del golpe.
34
De modo que, el resquemor primario de los jóvenes militares obedece a circunstancias
ubicadas al interior de los cuarteles.61
La oficialidad joven no sólo exige una ubicación meritoria y profesional sino una
mejora del nivel técnico de las fuerzas militares, necesario para elevar su operatividad,62
y una
ampliación de sus beneficios materiales, sobre todo hacia 1944 y 1945 cuando el alto costo de
la vida se presentaba como el resultado de la recesión internacional producto inmediato de la
guerra.63
En este cuadro de exigencias incide poderosamente la visión que traen a Venezuela
Para Irwin y Micett este juicio puede ser cuestionado. Aunque la evidencia de esta división en el seno de las
Fuerzas Armadas es clara hacia 1945, no puede decirse –según sostienen- que los cuarteles estaban bajo el entero
control de los militares chopo e’ piedra como solía llamarse a los herederos del gomecismo sin preparación
académica y profesional. Consideran que este fue un argumento que de tanto repetir los triunfadores de octubre y
de ser tan citado por la historiografía ha tendido a convertirse en una verdad absoluta. Los autores señalan que
por ejemplo, el Ministro de Guerra y Marina durante los dos últimos años del Gobierno de Medina –el General
Morán- era un oficial de escuela, graduado en Chorrillos –Perú-, sobre el cual había pesado una medida
prohibitiva de ingreso al país impuesta por Gómez. Por lo tanto, existía una convivencia de estas generaciones en
la conducción de las Fuerzas Armadas. Otra evidencia que señalan es como en las Memorias de Guerra y
Marina, concretamente en la última presentada por Morán, se deja claro el progresivo pase a retiro de algunos
oficiales que ya rondaban los límites de permanencia establecidos por la Ley respectiva, dando cuenta entonces
de una renovación paulatina dentro de las Fuerzas Armadas. Estos autores argumentan que realmente los
militares chopo e’ piedra para la época habían muerto o abandonado el país después de 1935 y que dentro de las
Fuerzas Armadas se estaba dando un cambio gradual de generación sujeto a la legalidad vigente para el
momento. Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Caudillos, militares y poder. Una historia del pretorianismo en
Venezuela. Caracas: Universidad Pedagógica Experimental Libertador y Universidad Católica Andrés Bello,
2008, pp. 196-197. Un inciso aparte de la consideración de estos autores: no puede olvidarse que el mismo
Medina Angarita era un oficial de escuela. 61
Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 166. 62
Cfr. Ibídem, p. 167.
Irwin y Micett, sostienen que debe mirarse con cuidado este argumento que invita a pensar que para 1945
encontramos en Venezuela unas Fuerzas Armadas completamente atrasadas. Es innegable el proceso de
modernización y tecnificación vivido dentro de los componentes desde su creación y aún más desde 1936,
modernización cuya tendencia en lo técnico era la adquisición de nuevos pertrechos y en lo formativo descansaba
sobre la preparación especializada de personal seleccionado. Cfr., algunas evidencias de la modernización de las
Fuerzas Armadas antes de 1945 en: Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op. Cit., pp. 183-190.
Igualmente en torno el ámbito del profesionalismo militar de las Fuerzas Armadas de Venezuela antes de 1945,
Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., pp. 159-160. Sobre el tema de la formación militar antes de 1945 esta autor
considera que sinceramente aquellos que adelantaron un proceso conspirativo contra un gobierno que suponían
frenaba el deseo por modernizar las Fuerzas Armadas eran una representación de quienes se habían beneficiado
de un programa de elevación operativa de sus componentes a través de los cursos financiados en el extranjero. Es
decir, que a pesar de no sentir que el Gobierno fuese en la línea de sus aspiraciones, no podría negarse su
voluntad por modernizar y dotar los cuarteles. Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., pp. 175-176. Igualmente, Cfr.
Andrés Stambouli, La política extraviada, pp. 30-32. 63
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 141.
La versión sobre la incidencia del alto costo de la vida y la suma de ello a las condiciones depauperadas de los
oficiales y la tropa dentro de los cuarteles serán otros de los argumentos esgrimidos permanentemente durante el
tiempo revolucionario para relacionar la prolongación de la carestía del país a las Fuerzas Armadas y así la
justificación de una insurrección militar. En 1947 R.B. ante la Asamblea Nacional Constituyente hace una
paráfrasis sobre este orden de aspectos esgrimidos por los militares como motivos de su alzamiento: “En efecto,
35
aquellos jóvenes oficiales que tuvieron la oportunidad de cursar estudios y adiestrarse en el
extranjero, fundamentalmente en Latinoamérica y Estados Unidos. La reclamación de una
fuerza armada profesional, técnicamente competente y a la altura de los vecinos
latinoamericanos no sólo se ve orientada desde las aulas militares venezolanas sino que parece
completamente soldada con la experiencia de aquellos que han regresado de su formación en
academias fuera del país.64
El crecimiento y la complicación de este escenario de fricciones
pueden considerarse como causales materiales del 18 de octubre de 1945, si sólo atendemos al
sector militar.
Otro componente de aspiraciones, es lo que Buttó ha denominado como las causales
conceptuales de la asonada de octubre. El referente general de las fricciones generacionales
dentro de las Fuerzas Armadas, la influencia de ese grupo élite formado en el extranjero y la
concepción de que la oficialidad joven está dotada de una preparación -como no la tendría
ningún otro sector del país- que puede apuntalar la modernización y la conducción de sus
componentes, se traslada también al entendimiento del país y a la misión histórica de los
hombres de armas dentro de él.65
Esta posición, contraría el sentido conceptual como en el mundo militar se concibe la
existencia de una fuerza armada profesional. Buttó, siguiendo el argumento de Samuel
los problemas internos del Ejército cuando inició su gestión el Gobierno revolucionario “revestían magnitud
alarmante”, para utilizar una frase del Encargado del Ministerio de la Defensa Nacional en la introducción de
la Memoria y Cuenta presentada a esta Asamblea. Un subteniente devengaba sueldo menor que el de cualquier
obrero calificado y eran igualmente incompatibles con la dignidad de sus cargos los sueldos de los oficiales
situados en rangos más altos de la jerarquía militar; estaba vacía la Intendencia de vestuarios y de equipos; las
raciones alimenticias y monetarias para el personal de tropa era de ridícula cuantía, y la mayor parte de los
soldados dormían tirados sobre baldosas, sin camas ni frazadas; agotados los recursos de la Caja de Previsión,
no recibían prestaciones sociales, en caso de enfermedad suya o de sus familiares, los oficiales a quienes
reglamentariamente se obligaba a la periódica cotización. Y al lado de todo esto, el depresivo sentimiento que
abrumaba a la oficialidad al apreciar el descenso progresivo del nivel técnico y profesional de la institución,
porque no eran la antigüedad y el mérito las vías para alcanzar ascensos y posiciones de comando, sino los
vínculos de adhesión personalista con el jefe del régimen”. Vid. Discurso de R.B. ante la Asamblea Nacional
Constituyente, Caracas, 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981,
p. 206. 64
Buttó, señala que entre 1911 y 1945, dieciséis oficiales venezolanos obtuvieron el grado militar de subteniente
en institutos militares foráneos, amén de aquellos que en el exterior asistieron a cursos de especialización y
Estado Mayor. Incluye los perfiles profesionales que a partir de su preparación en el extranjero adquirieron
oficiales claves en las conjuras de 1945 y 1948: Carlos Delgado Chalbaud –asimilado al ejército siendo ingeniero
civil graduado en Francia-, Marcos Pérez Jiménez, Julio César Vargas y Luis Felipe Llovera Páez. Cfr. Loc. Cit.,
pp. 161-163. 65
Cfr. Ibídem, p. 177 y ss.
36
Huntington, expresa que dentro de un componente militar el profesionalismo termina
convirtiéndose en una especie de control civil objeto conducente a la exclusión de los
militares de toda participación en la esfera política.66
De modo que, cuando los militares que
triunfan en octubre arguyen la necesidad de profesionalizar las Fuerzas Armadas como uno de
los móviles de la conjura, lo hacen significando con profesionalización la no prestación de
servicios a los intereses exclusivos de una camarilla política –al gomecismo y sus herederos-,67
es decir, a la exclusión de los militares de ese manejo político concreto, y también se refieren
con el término a la necesidad de modernizar técnica y operativamente sus componentes, pero
jamás concibiendo que los hombres de armas podrán estar ausentes en la planificación y
conducción de lo público.68
Por lo tanto en sintonía con la visión de Huntington que recoge
Buttó, el deseo de profesionalización de las Fuerzas Armadas que tienen estos militares no es
absoluto, siquiera relativo, porque implica un avance hacia el fuero político, sin embargo, es
esa la carga significativa que le dan al término.
Dentro de la significación de la expresión profesionalización los militares reflejan los
efectos perversos que consecuentemente habían derivado del propósito por institucionalizar las
Fuerzas Armadas desde 1936, es decir, lo que sociológicamente implica el desarrollo
institucional propiamente dicho.69
¿Dónde radica la perversidad? Ideológicamente la
institucionalización convierte a las Fuerzas Armadas en un competidor por el poder político,
hasta entonces sólo equiparado con Acción Democrática, de igual modo, el mismo proceso
imprime un cariz liberal al estamento militar, aburguesando al oficial que percibe ahora
mayores ventajas económicas y ascensos en función a cambios educativos que generan
66
Cfr. Ibídem, p. 160. La obra de Samuel Huntington referida por Buttó es The Soldier and the State: The
Theory and Politics of Civil – Military Relations. Cambridge, Hardvard University Press, 1957. 67
Es la referencia que como uno de los móviles castrenses de la insurrección expone el Mayor Julio César Vargas
a Ana Mercedes Pérez cuando indica que el movimiento aspiraba separar el Ejército de la política. Vid., la
entrevista en: Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., p. 48. Sobre el punto, también Cfr. Luis Alberto Butto, Loc. Cit., p.
169. 68
Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 185. 69
La expresión, como todo el juicio posterior pertenece a Luis Castro Leiva. Nosotros lo hemos tomado del
análisis que al respecto hace Patricia Soteldo en su trabajo ya citado. Para precisar, Cfr. Luis Castro Leiva, El
dilema octubrista 1945-1987. Caracas: Lagoven, 1988, p. 23 y Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 141-142,
específicamente la nota al pie número 151. Las frases en cursiva corresponden a extractos fieles del texto de
Soteldo.
37
definitivamente un reconocimiento dentro de las misma Fuerza Armada de los efectos
cualitativos logrados.70
Esta oficialidad joven piensa su misión en sintonía con lo percibido por aquellos con
experiencias foráneas, es decir, concibiendo que si las Fuerzas Armadas están constituidas por
un grupo de hombres cohesionados, preparados, disciplinados y partícipes de un componente
técnico y moderno, están llamados a proyectar su portento al país, ergo, a conducir el proceso
de modernización nacional.71
El entendimiento de su misión parece impregnado de esa
concepción impulsora del progreso, es decir, que el empuje de un núcleo proyecta al todo en
esa dirección. En torno a este aspecto el problema parece aún mayor: a contracorriente de lo
expuesto, la concepción imperante en la conducción del Estado y en la Fuerza Armada,
heredada del gomecismo y continuada luego, es el de la ubicación del componente militar en
la periferia del proyecto modernizador de la Nación, recalcando permanentemente su única
misión de salvaguardar la soberanía venezolana y garantizar la paz territorial.72
Es pues una
concepción reduccionista del papel de las Fuerzas Armadas si se le compara con el nivel de
aspiraciones que en una porción estimable de su oficialidad anidaba.
Dentro de este contexto causal surge a principios de la década de los cuarenta, aunque
sin mayor éxito, y luego en 1944, la Unión Patriótica Militar (UPM),73
una especie de logia,
fundada al calco del esquema conspirador de células similares ya existentes en Argentina,
Chile y Perú;74
con un programa mínimo, de principios generales, sin grandes detalles sobre su
70
Ídem. 71
La “modernización” es entendida como una modernización nacionalista que fuese evidenciada en realidades
materiales. Es pues, una muestra del ímpetu desarrollista, constructor e industrializador con el que las Fuerzas
Armadas equiparaban el progreso, fuente de la que consideraban derivaría una mejor ubicación de Venezuela en
el concierto de las naciones latinoamericanas. Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., pp. 178-179.
Soteldo también expone este criterio, dice: “A partir de la década de los cuarenta los militares se convierten en
voceros del planteamiento de la industrialización como una forma de defensa nacional, no sólo desde el punto de
vista estratégico (creación de siderurgias, industria petroquímica, de armamentos, etc.), rama a la que le
dedican mucha atención, sino además como necesidad de construir una infraestructura industrial propia,
nacional, capaz de garantizar el autosostenimiento de la nación”. Refiere en nota al final de esta exposición que
La Revista de las Fuerzas Armadas evidencia ese pensamiento militar. Vid. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 141. 72
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 138-139.
R.B. recuerda esa intención del régimen de Medina en aislar de la Nación a las Fuerzas Armadas. Cfr., en su
discurso ante la Asamblea Constituyente del 20 de enero de 1947, en: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos
Políticos 1929-1981, p. 208. 73
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 142. 74
Vid. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 167.
38
materialización y con intenciones más o menos reformistas. Entre sus cabecillas
encontraremos a quienes conducirán el movimiento armado del 18 de octubre de 1945.
El documento que refiere sus bases programáticas, entiéndase, su aspiración, recoge
apenas cinco puntos, y expresa como propósito esencial implantar en Venezuela un orden
general de cosas en donde imperen la honradez, la justicia y la capacitación.75
La inmediatez
le impone compactar oficiales de las Fuerzas Armadas, sanos y moralmente solventes para
actuar en sintonía con el propósito ya expuesto.76
A diferencia del manifiesto que sirve de base
programática a la logia militar argentina fundada por Perón que aspira sin eufemismos ni
intermediarios la conquista del poder,77
la UPM deja claro que su propósito no es llevar a las
Fuerzas Armadas al ejercicio integral del poder, sino a hombres honrados y capaces que
gocen del respaldo de la auténtica voluntad popular. Este manifiesto que data de 1945
probablemente ya se encuentre permeado por las reuniones sostenidas entre líderes de AD y
los jóvenes oficiales. Sin embargo, es consecuente con los principios más o menos expresados
en esa misma sintonía por los preceptos de los juramentados, que en el marco general del
progreso de la Nación comprometían a los advenedizos en tres grandes aspectos: la formación
de un gobierno que tenga por base el voto universal y directo de la ciudadanía venezolana,
una reforma de la Constitución que sea así mismo expresión de la voluntad nacional y la
creación de un ejército verdaderamente profesional.78
75
Vid. “Bases programáticas de la Unión Patriótica Militar”. En: Programas políticos venezolanos de la primera
mitad del siglo XX. Tomo II. (Naudy Suárez Figueroa, compilador). Caracas: Colegio Universitario Francisco de
Miranda, 1977, p. 70.
Según refiere el Capitán Carlos Morales, la lectura de estos principios fue hecha por los militares a los líderes de
Acción Democrática cuando en las reuniones se tocó el delicado tema de un golpe de Estado. Cfr. Ana Mercedes
Pérez, Loc. Cit., pp. 37-38. 76
Cfr. “Bases programáticas de la Unión Patriótica Militar”. Loc. Cit., p. 70. 77
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 142. 78
La cita corresponde al acta que antecede a las instrucciones, preceptos, modelos de juramentos y reglamento de
la Unión Patriótica Militar que debían ser refrendados por cada nuevo miembro. Vid., íntegro en: Ana Mercedes
Pérez, Op. Cit., pp. 92-98. El texto citado corresponde al acta que se encuentra en la página 94. Esta acta también
es citada de forma íntegra por Patricia Soteldo en su trabajo que hemos venido refiriendo. Vid. Loc. Cit., pp. 142-
143. R.B. recuerda en tiempos revolucionarios, la sentencia de los militares antes del 18 de octubre de 1945 de
que el movimiento que promueven no aspira instaurar un gobierno militar en Venezuela: “Cuando ellos iniciaron
su contacto con los hombres de Acción Democrática, fueron explícitos en manifestar que no tenían interés que en
Venezuela se estableciera una dictadura de tipo militar semejante a la de Argentina”. Vid. Discurso de R.B. ante
un grupo de dirigentes sindicales el 22 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen
Cuatro, 1945-1948, p. 110. [R.B. se está refiriendo al Gobierno de facto de Edelmiro Farrell].
39
Ahora bien, interesa resaltar como los militares haciendo una distinción entre su
voluntad de conquistar pero de no ejercer integralmente el poder también dejan claro desde un
principio que esa enajenación no será absoluta, pues finalmente, se aspira a una cuota de
participación en él.79
De igual modo merece la pena detenerse en la recurrente expresión de la
frase orden general de cosas o actual estado de las cosas80
con lo que se quiere significar
determinadas situaciones contra las que se aspira embestir. En el manifiesto, éstos parecen
términos permeables, una especie de orden abierto donde ya ha sido introducida la cuestión
militar, es decir, las aspiraciones de la oficialidad joven de las Fuerzas Armadas, y donde tiene
cabida todo tipo de descontento contra Medina y su Gobierno,81
es pues, una especie de puente
entre la aspiración concretamente militar de beneficios para su componente y élite y el pliego
de demandas civiles. Finalmente, las bases programáticas también dejan claro que a pesar de
que se aspira entregar el poder a los civiles y apegarse a la voluntad popular, en la acción, las
Fuerzas Armadas serán las protagonistas, por cuanto han requerido el apoyo civil no tanto en
función a las demandas parciales de ese sector, sino a su nivel de comunión con el programa
planteado por la logia y con su decisión de secundar el movimiento.82
De modo que, en la idea
de la UPM originariamente encontramos una concepción jerarquizada y subordinada de los
actores y los fines: los civiles sujetos al programa y a la intención militar.
Antes del 18 de octubre, los motivos castrenses para el alzamiento parecen entonces
estrechamente vinculados a demandas del sector militar que pudiésemos agrupar en:
reconocimiento generacional, profesionalización técnica de los componentes, aumentos
79
Irwin y Micett consideran que usando el criterio teórico de A. Perlmutter, a esta concepción puede llamársele
pretorianismo de tipo árbitro. En 1948 el mismo tiende a convertirse en un pretorianismo de tipo gobernante.
Indican que según la propuesta de E. Nordlinger se trataría de la aspiración típica de un ejército pretoriano
moderado que igualmente hacia 1948 avanza hacia uno gobernante. Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op.
Cit., p. 195. 80
Vid. “Bases programáticas de la Unión Patriótica Militar”, Loc. Cit., p. 70. 81
A pesar de ser este un movimiento con profundas raíces en los cambios que van a operar al interior de las
Fuerzas Armadas desde 1936, la fundación de la Unión Patriótica Militar y sus objetivos inmediatos, eran contra
el General Medina. Este criterio lo sostiene Marcos Pérez Jiménez en una entrevista concedida a Agustín Blanco
Muñoz, Vid. Habla el General, Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1982, pp. 51-52. Cit. por., Luis
Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 168. 82
Después del 18 de octubre de 1945 este argumento es mantenido por la mayor parte de los complotados
entrevistados y de esa forma se ha proyectado a la historia. Nos referimos a las razones y condiciones a partir de
las cuales los militares consideraron y accedieron sumar a su movimiento a una representación civil, acordando
también entregarle la mayoría dentro del grupo que posteriormente hiciera gobierno. Vid. por ejemplo las
entrevistas que Ana Mercedes Pérez realiza a los capitanes Francisco A. Gutiérrez y Carlos Morales, en: Op. Cit.,
pp. 21 y 36, respectivamente.
40
salariales y el reconocimiento de la misión histórica de empuje modernizador que ésta podría
jugar frente al país. Los motivos políticos civiles no eran ajenos al pliego militar, pero a juzgar
por la jerarquía con la que se citan y reproducen las motivaciones de la insurrección desde el
sector castrense, el cambio político y la universalización del voto parecen ser secundarios ante
los móviles estrictamente militares.83
Aún en medio del fragor de la Revolución, son muy
elocuentes a este respecto las palabras del Mayor Marcos Pérez Jiménez ante la entrevista de
Ana Mercedes Pérez:
“¿Podría usted sintetizarme los motivos principales de esta Revolución?
¡El descontento del Ejército…! Estábamos postergados a servir de guardia pretoriana o de policías al
servicio del Presidente de la República, quien nunca tomó en cuenta que al prestigio de Venezuela en el
Continente han contribuido siempre sus hombres de armas. El Ejército no tenía ascendientes dentro de
la Patria cuando en todas partes ocupa un plano de mayor relieve. Nuestro patriotismo estaba cada vez
más decaído.”84
Otra motivación para la insurrección que si bien no forma parte de la expresión puntual
de los actores militares devine del análisis histórico, es la intención de las Fuerzas Armadas
por adelantarse al viraje civil en la conducción del gobierno. Aunque los malestares en el seno
militar tienen origen desde finales de la década de los treinta, el Gobierno de Medina, la
concepción castrense de que éste ha traicionado las demandas de cambio dentro de las Fuerzas
Armadas y el problema de la sucesión presidencial serán catalizadores principales del
movimiento dentro de los cuarteles. Sostienen Domingo Irwin e Ingrid Micett que en medio
del problema público de la sucesión, lo que quedaba claro en los cuarteles es que el Gobierno
parecía convencido, aunado a la presión de AD, de que el candidato ungido por Medina para
que fuese electo por el Congreso sería un civil, y en efecto, primero lo fue Diógenes Escalante
y luego Ángel Biaggini. Ello implicaba que irremediablemente en el futuro el centro sobre el
cual había gravitado -y con Medina aún continuaba gravitando- el poder, que eran las Fuerzas
Armadas sería desplazado por los civiles.85
Mayor era el problema cuando a esa intención se
sumaba la ya expresada anteriormente de limitar el papel militar al resguardo y a la garantía de
la paz nacional. Entonces urgía un movimiento que garantizase probablemente no el
protagonismo de las Fuerzas Armadas en un primer momento sino la continuidad de ésta como
83
Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 168. 84
Vid. Entrevista de Ana Mercedes Pérez al Mayor Marcos Pérez Jiménez. En: Op. Cit., pp. 44-45. 85
Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op. Cit., p. 196.
41
cuerpo en la participación del poder, lógicamente, ahora con nuevos rostros. Por tanto, la
oficialidad militar que reclama espacios dentro de las Fuerzas Armadas aspirando desplazar a
los herederos militares del gomecismo, aspira también a que sus componentes no pierdan la
presencia esencial en la conducción del país. Definitivamente este es un deseo que también
llegará a satisfacer la Revolución.
Tras el triunfo de la insurrección militar del 18 de octubre de 1945, todo lo andado en
el tiempo como proyecto militar que condujo a este momento será expresado en el marco de la
voz revolución. Los militares empezarán a significar con este uso prestado por Acción
Democrática todo lo actuado y deseado por su sector para el país.86
Si en términos materiales,
la Revolución supuso el cambio de jerarquía entre los actores, es decir, impuso visiblemente a
los civiles sobre los militares, aunque éstos hayan establecido el origen y se presenten como
garantes y vigilantes de la marcha revolucionaria, en términos semánticos ha ocurrido el
mismo proceso. Más allá del programa puntual que tienen en común los actores, la
significación de la expresión revolución que se impone circunstancialmente durante el período
proviene de la gestación histórica de Acción Democrática, de lo anhelado por el Partido.87
Es
probable que esta significación haya determinado en gran medida que a posteriori se enuncie
y entienda el tiempo revolucionario como la revolución de los adecos.
La madurez política, la precisión programática y el contacto más sólido con el pueblo
como sujeto presente en ambos proyectos, permitirán la circunstancial primacía de los criterios
de Acción Democrática en el devenir revolucionario,88
o visto de otro modo, la convivencia de
criterios entre ambos actores en el tiempo revolucionario -sin dejar de lado las exigencias
86
El trabajo de entrevistas que hace Ana Mercedes Pérez y que hemos venido refiriendo resulta esencial para
corroborar este argumento. Amén de lo expuesto por Pérez Jiménez, todas las respuestas ofrecidas por los
militares parecen rodeadas de un halo de misticismo épico, propio del mundo militar pero también del
tratamiento dado por el Partido a su concepción revolucionaria. Estas entrevistas realizadas todas después del 18
de octubre de 1945 dan cuenta de esa convergencia circunstancial en la jerarquía de los criterios justificativos del
alzamiento por parte de ambos actores, con la tendencia a explicar que la oficialidad joven también había
interpretado el clamor popular al mismo ritmo que Acción Democrática. 87
Esta aseveración puede ser explicada a través de un juicio de Castro Leiva que recoge Soteldo en su trabajo, es
el siguiente: ha sido precisamente la visión liberal lo que ha ido acercando a la oficialidad joven de la Fuerza
Armada y a Acción Democrática. Finalmente, esa revolución liberal fue concebida con el trasfondo conceptual
del marxismo nacionalista, es decir, el aportado por el Partido. Cfr. Luis Castro Leiva, El dilema octubrista
1945-1987, p. 23 y Patricia Soteldo, Loc. Cit., pp. 144, específicamente la nota al pie número 158. Las frases en
cursiva corresponden a extractos fieles del texto de Soteldo. 88
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 143-144.
42
militares-, será expresada en torno a los argumentos que en el pasado inmediato venía
exponiendo públicamente el Partido.89
Es pues gracias a la convergencia de estas
circunstancias que Gonzalo Barrios pudo argüir que no existieron problemas de acuerdo entre
el Partido y la UPM90
: los primeros se sorprenden del análisis militar, consideran la opción del
golpe de Estado, atienden las inquietudes internas del sector; los segundos parecen aceptar la
mixtura de sus deseos con el problema político de fondo –el de la sucesión presidencial- que
AD aspira se resuelva.
Sin embargo, todo esto no significa que la aspiración en el largo período sea una
misma. El deseo concreto de los actores en conjunto si,91
que es en definitiva lo que se realiza
en el tiempo revolucionario, y a lo que hemos denominado la Revolución, pero recuérdese que
sobre esta presentación en sintonía y coyuntural subyace la contradicción de dos misiones
históricas contrapuestas: la del Partido como vanguardia y la de la Fuerza Armada como
vanguardia.
Aunque de forma poco elocuente el programa de la UPM abogaba por la necesaria
civilización del poder político, después del 18 de octubre de 1945, la aspiración
democratizadora, el ideal civilista, y el respeto a la soberanía popular impregnarán el discurso
89
El entrenamiento en la construcción de una plataforma política sólida, con programa, diseminada por el país,
con proyección en la opinión pública y con ideas concretas de qué hacer frente al poder, fueron condiciones
reconocidas por los militares a Acción Democrática y elementos fundamentales para ver en ese partido el apoyo
civil necesario a la conjura. En este punto coinciden las versiones de R.B. y de algunos oficiales insurrectos.
Estos últimos también apuntan el temor generado en el seno de la UPM porque sus intenciones hubiesen sido
percibidas públicamente como las de un típico golpe de Estado: la instauración de un gobierno militar. Cfr.
Discurso de R.B. ante la Asamblea Nacional Constituyente, el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt,
Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 209. Igualmente, las versiones de los capitanes Francisco A.
Gutiérrez y Carlos Morales en torno a las razones militares para establecer una alianza con Acción Democrática,
en: Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., pp. 21 y 36-37, respectivamente.
Dentro del discurso referido podemos observar como R.B. se esfuerza por ir congeniando la versión
insurreccional de la UPM con las demandas políticas de AD.
Conviene detenerse a apreciar un cambio de perspectiva histórica en la concepción que R.B. tendrá sobre el por
qué los militares invitan a Acción Democrática a la insurrección. En el discurso referido dice que: “Los animaba
[a la UPM] un sincero y desinteresado empeño de civilidad. Y por eso buscaron contacto con el Partido Acción
Democrática, única fuerza política organizada que a diario libraba lucha sin desmayos y sin pausas contra
cuanto significaba, en lo político y en lo administrativo, vergüenza para la República”. En Venezuela, política y
petróleo, a nueve años de aquellas palabras y con el grave inciso del golpe militar de 1948, aquellas expresiones
dan paso a estas: “…fue sólo por malicia o ingenuidad, y, en todo caso, otorgando un favor que los actores
militares del golpe de Estado venezolano del 18 de octubre del año 1945 le cedieron el puesto a los civiles en el
momento de integrar el Gobierno de facto”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 207. 90
Cfr. Entrevista a Gonzalo Barrios, en: Ana Mercedes Pérez, Op. Cit., p. 80. 91
Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p. 144.
43
de los alzados. Sin duda esto es también una incorporación de la idea revolucionaria de Acción
Democrática en la concepción militar del tiempo posterior a la asonada. De igual modo hay
contradicciones evidentes. Mientras muchos militares complotados utilizan argumentos casi
idénticos a los del Partido a la hora de justificar el movimiento, vemos por ejemplo como uno
de los líderes de la UPM, Marcos Pérez Jiménez no deja de anteponer las aspiraciones
militares a la de los civiles como móviles de la insurrección. Ello da muestras de una fractura
en la unidad de criterio y discurso dentro del grupo de oficiales patrocinadores de la aventura:
mientras algunos determinaban que las Fuerzas Armadas tienen como única misión post-
revolucionaria la vida del cuartel, la infidencia de Pérez Jiménez probablemente implique la
ubicación de las Fuerzas Armadas en un ámbito más elevado, más protagónico.92
En los días posteriores al 24 de noviembre de 1948, después de la reiterada
participación de los líderes de la UPM en una nueva asonada, ahora contra el Gobierno de
Gallegos, éstos aducían que la Revolución no se había detenido, y que lo actuado en esta
última fecha no era sino la continuidad del proceso desatado el 18 de octubre de 1945,
justificando el golpe contra Gallegos con la necesaria actuación correctiva que debía asumir el
Ejército cuando la actitud política de AD en el poder había devenido sectarismo, en
92
José Giacoppini Zárraga en una entrevista inédita concedida a la Fundación Rómulo Betancourt en 1994 y
citada por Patricia Soteldo, apunta que el espíritu cuestionador dentro de las Fuerzas Armadas se polarizará en
tres grupos que son los que luego convergen en la formación de la Unión Patriótica Militar: el primero, el de los
hermanos Julio César Vargas y Mario Vargas, Edito Ramírez y un conjunto de oficiales, el segundo, donde se
encontraban Horacio y Armando López Conde de la Marina, y el tercero nucleado alrededor de la figura de
Pérez Jiménez, que incluía a los egresados de las Escuelas Militares del Perú, de las Escuelas de Armas,
Infantería, Artillería y Caballería. Refiere Soteldo que la convergencia dará origen a un grupo de una ideología
con expresiones exteriores, de ideología bolivariana, con lealtad, con la identificación respecto al Ejército
Patriota y con la idea de soberanía nacional que permiten el espíritu cuestionador en el seno de las Fuerzas
Armadas. Igualmente sostiene que las visiones modernizadoras del país hechas desde las Fuerzas Armadas no
eran uniformes, tampoco los criterios en cuanto a la función de los hombres de armas dentro de este proceso, de
modo que, hay una clara distinción ideológico-política en el seno de la joven oficialidad. Por un lado
encontraremos a un grupo convencido en la necesidad de reformas políticas democratizadoras, más dispuesto a
compartir los lineamientos de un programa democrático, por otro lado, un grupo más estrictamente militarista.
Será este último el que terminará imponiéndose el 24 de noviembre de 1948. Cfr. Patricia Soteldo, Loc. Cit., p.
140. Para Buttó, la distinción que existirá en el seno de la oficialidad joven de las Fuerzas Armadas respecto a su
misión frente al país estará también relacionada a las experiencias de estudio en el extranjero. Buena parte de los
oficiales con esta característica se agruparon en torno a Pérez Jiménez y fue este grupo donde se acentúo la idea
de un papel protagónico de los militares en la conducción del país. Éstos mismos no sólo tienen consideraciones
despectivas respecto a los militares chopo é piedra sino hacia aquellos que siendo oficiales profesionales no
poseen una fuerte ascendencia académica, como es el caso de Mario Vargas, quien según expresó Pérez Jiménez
en una entrevista concedida a Agustín Blanco Muñoz y recogida por Buttó, prefirió aliarse a Acción Democrática
después del 18 de octubre, para compensar la ausencia de credenciales profesionales, habiendo hecho lo mismo
otros oficiales. Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., pp. 163-164.
44
manipulación y división nacional, escenarios que concretamente no pudieron prever en 1945
cuando temían la poca aceptación de su presentación política unidimensional, valga decir, sin
un piso civil.93
Lo que significa entonces que en 1948, estos militares ya entrenados en las
lides de mover exitosamente el ajedrez político, conciben a su movimiento como uno maduro,
capaz de actuar en soledad.94
Misma impresión que por cierto había caracterizado a AD
durante el tiempo revolucionario y que se hizo aún más visible durante el período
constitucional de Gallegos.
A través del discurso público y oficial, los actores del Partido y los actores militares
parecen coincidir en la definición de su movimiento conjunto. Casi siempre la construcción
oral de la Revolución recaerá en la representación civil, en Rómulo Betancourt, quien suele
enfatizar que lo hace en nombre de los hombres de la Revolución, es decir, de todos aquellos
que la hicieron. Es una coincidencia que no excluye jerarquías, más bien las contempla. Ha
ocurrido -como comentamos- una inversión de los principios reales del movimiento
apreciados desde el ángulo militar, se ha impuesto el criterio del Partido sobre los objetivos
puntuales de la insurrección y sobre la forma como éstos serán reiterados a lo largo del
proceso, y aun cuando nunca de desestimen las apetencias materiales y conceptuales que
empujaron a los militares a la conjura, su manifestación no será tan frecuente en la
construcción retórica y pública de la Revolución. Eso si, cuando los militares toman la palabra,
ergo, cuando se han decidido hacer política de calle, no dejarán de matizar con la épica su
responsabilidad protagonista en las realizaciones populares de la Revolución.95
Será pues, en
dirección a esa concepción conjunta y circunstancial que los actores tienen sobre la
Revolución, huelga decir, la que tiende a los objetivos puntuales del proyecto histórico del
Partido, hacia donde se dirige nuestro siguiente análisis político.
93
Cfr. Carta del Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud al Dr. Gonzalo Carnevali. El Heraldo, Diario de
Venezuela. Caracas, 22 de diciembre de 1948. ARB. T. VI-F, 742. 94
Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 182. 95
De ello dan cuenta fiel discursos pronunciados durante el tiempo revolucionario por Mario Vargas y Carlos
Delgado Chalbaud. Cfr. Congreso de la República de Venezuela. El Pensamiento político venezolano del siglo
XX. Caracas: Ediciones del Congreso de la República, 1989. Específicamente los tomos 51 y 52.
Dentro del texto de Buttó acá referido existen algunos extractos utilizados para argumentar el discurso del autor
que también sirven para corroborar lo que aquí señalamos. Cfr. Loc. Cit., p. 177 y ss.
45
1.2. La Revolución y el fenómeno revolucionario
La Revolución de octubre de 1945 está circunscrita al concierto característico de las
revoluciones modernas.96
No sólo es una revolución por el deseo de sus actores de convertirla
en tal, o por la pretensión de categorizar un nuevo orden político con su nomenclatura. Su
herencia, el ritmo de su devenir histórico e incluso sus denuestos así lo evidencian.
Hagamos primero un ejercicio de ubicación del término en una brevísima historia
conceptual.97
Hurgando en la significación de la palabra revolución, Graciela Soriano sostiene
que ésta originalmente remitía al pasado, es decir, se entendía como un mecanismo de cambio
cuyo propósito era la restauración de situaciones previas alteradas por el acontecer. Cuando
aparecen asociados a los fenómenos de cambio político, los movimientos revolucionarios se
asumen como mecanismos que aspiran restaurar el orden perdido. Este sentido es alterado por
la Revolución francesa, cuya orientación había tendido hacia el futuro. Mirando el porvenir, la
revolución adquirió un sentido de ruptura con el pasado y un carácter progresista. Desde
96
Hemos considerado revoluciones modernas a las que sirven de ejemplo en el desarrollo del trabajo de Arendt, a
saber: la Revolución americana, la Revolución francesa y la Revolución bolchevique. Cfr. Hannah Arendt, Sobre
la revolución. (1963). Madrid: Alianza, 2006. Aunque se trata de un texto de estudio comparado sobre las
mencionadas revoluciones, la obra de Arendt nos servirá a lo largo de este apartado como referencia fundamental
en torno a lo que instituye como aspectos teóricos del fenómeno revolucionario.
En un estudio de historia comparada de las revoluciones, Anatomía de la Revolución, Crane Brinton se aproxima
a las analogías de cuatro fenómenos revolucionarios seleccionados: la Revolución inglesa (1640), la Revolución
norteamericana, la francesa y la rusa. ¿Cuáles son esos aspectos comunes que describe? Las cuatro tienen como
escenario al mundo occidental post-feudal, tuvieron como intención ser movimientos populares, llevados a cabo
en nombre de las mayorías contra una minoría privilegiada y una vez que triunfaron terminaron por convertir a
los revolucionarios en gobierno legal. Excluyendo a la Revolución norteamericana, según Brinton, las otras
poseen una base social o de clase que las impulsa más que un estímulo nacionalista o territorial; se iniciaron
como movimientos esperanzadores y moderados, todas tuvieron sus crisis en un reinado del Terror y todas
acabaron en algo parecido a una dictadura –Cromwell, Bonaparte, Stalin.- Aunque todas tienen un fuerte
componente de presión, lucha social y reivindicación económica, se trata de sociedades que gozaban de cierto
desahogo económico previo a la revolución. Quienes alzan su bandera no son propiamente exponentes de grupos
económicamente asfixiados o auténticamente oprimidos, por lo tanto, estas revoluciones no son accionadas por
la desesperación absoluta, la miseria o el hambre. Cfr., estas afirmaciones en: Crane Brinton, Anatomía de la
Revolución. (1938). 2 ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 10, 30 y 279. 97
Luis Castro Leiva advirtió sobre el carácter complejo del concepto revolución en teoría política, complejidad
agravada cuando debe tomarse en cuenta la historia de su comprensión conceptual. Cfr. Ese octubre nuestro de
todos los días, p. 52.
Norberto Bobbio sostiene que desde los diversos enfoques que nos pueden acercar al tema de la revolución, el
semántico es ineludible, es decir, la comprensión del significado o los significados que el uso de la palabra ha
tenido en la historia. Cfr. Op. Cit., p. 642.
La que presentamos a continuación es apenas una breve sistematización del uso revolución en política cuya
tendencia es la de acercar la expresión a nuestro objeto.
46
entonces ha sido este el significado con el cual el uso revolución se ha proyectado en el mundo
político.98
El siglo XVIII se convertirá en el tiempo revolucionario por antonomasia. Dos
procesos revolucionarios alterarán la historia del mundo occidental: el norteamericano y el
francés. Con estos eventos, la revolución proyectada al futuro empieza a significar una lucha
de los hombres por su reconocimiento como individuos autónomos, libres y responsables,
capaces de garantizar su propio orden en libertad, en igualdad ante la ley y protegidos por
ella frente al Estado.99
Ambos procesos se enmarcan en la lucha por la creación de un nuevo
orden atlántico liberal, aunque matizado por ciertas especificidades. Mientras en la
Revolución francesa había un mayor peso de la cuestión social, consecuencia de una sociedad
fuertemente estratificada en estamentos diferenciados, por lo cual la lucha fundamental tendió
a la demanda de la igualdad; la Revolución norteamericana posee una carga y una intención
liberadora que Soriano considera ausente en el primer caso.100
En la Hispanoamérica del siglo XIX la idea de revolución tiene una proyección distinta
del sentido dado en Norteamérica y Europa durante el siglo XVIII. En 1808, cuando se desata
la crisis de legitimidad de la autoridad monárquica española tras la invasión napoleónica, a
Hispanoamérica el uso revolución pasa trastocado negativamente por el bonapartismo. Es por
ello que en el contexto político de la primera década decimonónica, por revolución se imponga
el uso regeneración que remite al deseo de recuperar el orden perdido como consecuencia de
la invasión napoleónica y del secuestro de Fernando VII.101
Para Soriano, en la Hispanoamérica del siglo XIX se llamó revolución a procesos con
cargas significativas distintas a lo que ha servido como modelo revolucionario moderno. En
primer lugar encontramos el episodio de las revoluciones de Independencia, emparentadas con
el fenómeno revolucionario moderno en el uso de la violencia y en la cuestión social pero
priorizando la separación de España ante el problema de la libertad política de los sujetos
98
Cfr. Graciela Soriano, “Tiempos y Destiempos de Revolución. Una propuesta de análisis sobre coincidencias y
disidencias en tiempos y espacios”. En: María Teresa Calderón y Clément Thibaud (coordinadores), Las
Revoluciones en el Mundo Atlántico. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2006, pp. 145-168. La
sección referida corresponde a la página 147. 99
Vid. Ibídem, p. 148. 100
Cfr. Ibídem, p. 149. 101
Cfr. Ibídem, p. 150.
47
revolucionarios.102
En Hispanoamérica, el triunfo de la revolución entendida como
emancipación, como rechazo a la dominación de la monarquía sobre las colonias se impondrá
ante la ausencia del triunfo clásico de la revolución moderna: la instauración formal del Estado
liberal.
Desde entonces se abre en Hispanoamérica y concretamente en Venezuela lo que
Soriano ha denominado el ciclo de las revoluciones con minúscula. Son el resultado del
mediano triunfo de la revolución de Independencia, es decir, entendida sólo como
emancipación, y a su vez reflejan las débiles posibilidades para la instauración efectiva del
orden liberal y para la resolución de la cuestión social. Entonces desde la Independencia, la
retórica de la institucionalización, ergo, el deseo de completar el sentido liberal de la
revolución, servirá de acceso al voluntarismo personalista que es en definitiva el signo más
característico de las revoluciones decimonónicas de la Venezuela independiente del siglo XIX.
Para Soriano, estas revoluciones son el resultado de la inadecuación de las heterogéneas,
mixtas y discrónicas sociedades hispanoamericanas con el modelo político liberal. De ese
modo, la existencia de estas sociedades encontró su modo de ser en la coexistencia de formas
semi-feudales con constituciones de corte liberal, cuyo resultado fue la imposición pero
también la mixtura entre el personalismo político y el formalismo jurídico.103
Hablar de revolución en el siglo XX, implica para Soriano la inclusión de otros
fenómenos referenciales que han modelado el sentido revolucionario a lo largo de toda la
centuria, esos son: la Revolución mexicana (1910) y la Revolución rusa (1917).104
102
Cfr. Ibídem, pp. 156-157. En torno a este argumento, Soriano si en medio de las revoluciones de
Independencia en Hispanoamérica ¿la idea de la libertad era compartida por todos? Vid., en la página 151 del
texto. 103
Cfr. Ibídem, pp. 162-164. 104
Cfr. Ibídem, p. 164.
En 1944, R.B. tuvo algunas palabras respecto a la significación de la Revolución rusa en el siglo XX. Resulta
conveniente señalar en ellas, no a aquel que aspira delinear elementos teóricos sino ponderar la significación de
este evento –al igual que la Revolución francesa y norteamericana- en la historia del mundo moderno. El contexto
de las frases es el de un llamado al Gobierno de Medina para que establezca relaciones con la Unión Soviética y
también un reconocimiento a la Revolución rusa en su aniversario número 27: ‘Y por eso es lógico que cuantos
aspiramos a que haya justicia social en el universo pensemos, con el vice-presidente Wallace, de los Estados
Unidos, que así como las revoluciones francesa y americana abrieron brechas y marcaron rumbos a las grandes
transformaciones sociales del siglo XIX, la Revolución Rusa hizo directa esta posible incorporación del pueblo a
la vida de las naciones que caracteriza nuestro siglo XX. Vid. Rómulo Betancourt, “Aniversario de la Revolución
48
Sin dejar de lado la carga de propósitos de los prístinos modelos revolucionarios
modernos, en Venezuela, la Revolución de octubre de 1945 asume una carga significativa
variada. Primeramente sus motivaciones dan cuenta de algo que parece corriente en el
fenómeno revolucionario latinoamericano del siglo XX, la apelación a lo autóctono, donde se
matiza la coyuntura política específica que la origina y el sentido popular que la insufla. De
igual modo, la Revolución rescata la búsqueda del retardado logro democrático liberal y
social por medio de la expresión y solución de una serie de reivindicaciones de toda índole.
No escapa tampoco a los principios y la retórica de sus referencias fenoménicas más cercanas:
está nutrida del marxismo leninismo y de la preocupación por el problema agrario y
campesino propio de la Revolución mexicana.105
Cuando los actores de la Revolución patentan en su momento la significación que le
dan a este uso, dejando contenida en ella la referencia a un hecho concreto y a un proceso
histórico que se inicia inmediatamente, valoran a todo el conjunto en función a dos formas de
entendimiento que sobre la revolución contempla la teoría política: la revolución como
movimiento y la revolución como cambio.106
El primer caso implica la comprensión de la
revolución en torno a las causas de su origen y a las características del medio o evento a partir
del cual estalla, por un lado el carácter de la velocidad, es decir, la temporalidad en la cual
puede ubicarse el evento, y por el otro, el carácter de la modalidad de la acción, que como ha
sido corriente en la revolución moderna, se trata de estallidos populares, intempestivos y
violentos.107
De ese modo, el resumen concreto de la revolución como movimiento estaría
rusa”. Artículo publicado en El País, el 11 de enero de 1944. Citado desde: Rómulo Betancourt, Selección de
Escritos Políticos 1929-1981, p. 160. 105
Cfr. Graciela Soriano, “Tiempos y Destiempos de Revolución. Una propuesta de análisis sobre coincidencias
y disidencias en tiempos y espacios”, p. 165. 106
Todo el apartado titulado: “La Revolución: entre movimiento y cambio” inserto en la obra citada de Bobbio
tiene por objeto explicar la naturaleza de esta doble significación. Cfr., entre las páginas 642 y 660.
Para Bobbio, esta apreciación la posibilita el paradigma creado por la Revolución francesa, a propósito dice:
“…el concepto <<revolución>> tomó su significado actual del discurso político, histórico, filosófico de esa
Revolución [la francesa], y tal significado generalmente es utilizado para distinguir el evento revolución de
acontecimientos similares, el sentido predominante de <<revolución>> es el cambio radical no sólo en el
sistema político, sino también en el conjunto de la sociedad”. […] “…sólo después de los acontecimientos de
Francia ya considerados, para bien o para mal, tanto en el uso del común como en el de los doctos, se aplicó a
un gran cambio derivado de un sacudimiento improviso, imprevisto e impactante (del que se indica incluso la
fecha, el 14 de julio, que cada año es conmemorada), vino a designar al mismo tiempo un movimiento y un
cambio…” Vid., pp. 648 y 652, respectivamente. 107
Cfr. Ibídem, p. 647.
49
representado por el 18 de octubre de 1945, y por los días siguientes, hasta que la Revolución
puede considerarse un movimiento triunfante. El segundo caso remite a la valoración de la
naturaleza revolucionaria, a su fin y a sus efectos, cuya aspiración es siempre radical y
profunda; encontrando precisamente el cariz de estas transformaciones en el orden político,
pero especialmente en el orden social, lo que genera su distinción de otros movimientos.108
En
torno a este segundo momento, la Revolución puede considerarse tal en la medida en que logra
conducirse de acuerdo a un propósito planteado, a un programa y luego, a partir de los efectos
que tal aplicación suscita en el contexto político y social.
Bobbio sostiene que no necesariamente las revoluciones se comportan todo el tiempo a
partir de esta dualidad, es decir, que la interpretación puede prescindir de acuerdo a sus
observaciones en torno al fenómeno de alguno de estos significados. Entonces, pueden existir
cambios revolucionarios que no estén precedidos por movimientos revolucionarios,109
por
sacudimientos, como también pueden existir movimientos con características e intenciones
revolucionarias que finalmente no conduzcan a un cambio revolucionario.110
Aunque esta consideración se encuentra fuera de la Revolución en la especificidad con
la que se revela desde octubre de 1945, si atendemos por ejemplo a la concepción y a la
aspiración revolucionaria de AD previa al 18 de octubre de 1945, podríamos decir que ésta se
circunscribe al primer escenario, ergo, al deseo de una revolución como cambio que no
implicase un estallido. La aspiración revolucionaria del sector militar –aunque sin expresarse
con este nombre-, antes del acto de origen, podría comprenderse en la doble acepción que
explica Bobbio, es decir, estaban aspirando un movimiento y un cambio, a pesar que en la
Bobbio refiere una definición que sobre la revolución entendida como movimiento aportan Raymond Tanter y
Manus Midlarsky [“A Theory of Revolution: Journal of Conflict Resolution, XI/3, 1967, p. 267]: Hay una
revolución cuando “…un grupo de alzados desafía ilegalmente y/o con el uso de la fuerza a la élite del gobierno
para ocupar los lugares existentes en la estructura del poder civil”. Sobre ello, ahora sostiene Bobbio: “…pone
en evidencia [la definición de los autores referidos] el aspecto del movimiento del que indica un sujeto, los
<<alzados>>, y su manera de actuar, <<ilegalmente>> o <<con el uso de la fuerza >>”. Sostiene finalmente
que esta apreciación es más adecuada para significar un golpe de Estado. Cfr. Ibídem, p. 645. 108
Cfr. Ibídem, pp. 644 y 648.
Bobbio refiere una definición de Johann Galtung [Imperialismo e rivoluzione. Una teoría strtturalle. Torino:
Rosenberg & Sellier, 1977, p. 71.], para ilustrar que una revolución es: un cambio profundo en la estructura
social que acontece en un período breve de tiempo. Cfr. Ibídem, p. 645. 109
Bobbio ilustra esta posibilidad con los casos de la Revolución Industrial y la Revolución Femenina. Cfr.
Ibídem, p. 650. 110
Cfr. Ibídem, pp. 651-652.
50
concepción del primero, los hombres de armas desplacen al pueblo quien históricamente ha
sido el protagonista del movimiento como primer evento revolucionario.
El sentido del movimiento y cambio también separan a las revoluciones de las
reformas. En torno al movimiento, las revoluciones rompen intencionalmente la legalidad por
medio de la violencia, amparadas e inspiradas en la idea de bondad del cambio,111
cuando la
tendencia del reformismo es la del rechazo a los instrumentos de la violencia. En torno al
cambio, las revoluciones aspiran a uno de orden radical, absoluto y en el corto período,
mientras que las reformas tienden a las parcialidades y a su gradualidad en el tiempo.112
Consideradas algunas bases conceptuales sobre la significación del uso revolución en
política, nos proponemos de seguidas a demostrar a qué aspectos de una caracterización
general de las revoluciones dada por la teoría política se ajusta la Revolución de octubre de
1945, a modo entonces de corroborar nuestra premisa de entrada: el que la Revolución puede
considerarse tributaria de las llamadas revoluciones modernas.
1.2.1. Programa revolucionario: liberación y fundación de la libertad política
La Revolución en sintonía con el fenómeno revolucionario cuenta con un programa que
se preocupa por presentar y difundir.113
El programa de la Revolución114
es concretamente el
que presenta Rómulo Betancourt en nombre de Junta de Gobierno y que expresa los objetivos
que para ellos justifican el levantamiento contra el régimen de Medina. Es lógicamente, un
programa matizado por la coyuntura y que aspira sólo responder a ella. Expresa por un lado, la
convergencia de voluntades entre los actores en torno a los objetivos fundamentales de la
111
Cfr. Ibídem, p. 639. 112
Cfr. Ibídem, p. 656. 113
“Bajo el impacto de la revolución, la pregunta era: ¿cuál es el fin de la revolución y del gobierno
revolucionario?...”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 177.
Sobre la presentación inmediata al 18 de octubre de 1945 del programa revolucionario, Vid. Primer comunicado
a la Nación de parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como producto de la Revolución de
Octubre de 1945. Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro,
1945-1948, pp. 103-104. 114
La expresión programa de la Revolución es usada por R.B. durante el primer discurso que ofrece ante la
Asamblea Nacional Constituyente en representación de la Junta Revolucionaria de Gobierno el 20 de enero de
1947. Vid. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 211.
51
Revolución: instauración del voto universal y castigo al peculado.115
Por otro lado, da cuenta
del entendimiento de la Revolución como un proceso puntual y limitado en el tiempo y que
por tanto debe aspirar no sólo a la concreción de unos objetivos sinceros sino realizables en el
corto lapso de su duración, ergo, se asume que la Revolución no puede resolverlo todo,
probablemente entendiendo como todo el diagnóstico nacional al que responde el programa de
AD. El programa de la Revolución tiende a confundirse con el programa del Partido, incluso
con todo el proceso histórico de su gestación. De hecho, cuando Betancourt argumenta que en
la primera hora de la Revolución los actores atenderán a la soldadura de voluntades en torno a
un programa concreto, es ostensible considerar que el marco general de ese programa
concreto es el programa de AD. Sin embargo, de seguidas el mismo Betancourt sostiene que la
primacía de esa voluntad soldada frente a ideologías dispares que han quedado fuera de la
participación es el resultado del análisis de la realidad económica, política y social del país,
macerado a través de largos meses. No refiriéndose a los años del aún más denso proceso de
construcción del Partido del Pueblo, Betancourt deja claro que el programa de la Revolución
aunque en sintonía con el programa de AD, se delimitó en medio de la conspiración.116
Por lo
tanto, aquí llamamos programa revolucionario a la explicación y realización de los objetivos
coyunturales tras el acto de origen de la Revolución.
Inmediatamente después del impacto creado por la condición militar, violenta y
abrupta de su origen, los revolucionarios comunican su propósito y la composición de su
115
Como característica común entre las revoluciones que compara, Brinton sostiene que la revolución busca
acabar siempre con lo que ha considerado los peores abusos y las peores deficiencias del antiguo régimen. Cfr.
Crane Brinton, Op. Cit., p. 265. 116
Sobre la delimitación del alcance del programa de la Revolución considérense estas palabras de R.B. Dentro
de ellas, algunos fragmentos citados en nuestro texto: “No se efectuó en ese momento una mecánica amalgama
de hombres con ideologías dispares, sino la soldadura de voluntades ya identificadas en torno a un programa
concreto, macerado a través de largos meses de esclarecedor análisis de la realidad económica, política y social
del país. No fue nuestra culpa si al momento de integrar la Junta no existía, además de Acción Democrática,
ninguna otra organización política en beligerante posición de lucha contra el régimen depuesto por las armas el
18 de octubre”. […] “Tramontada la peripecia insurreccional, estabilizado el orden público y reconocido el
nuevo Gobierno, se procedió a formular, en forma más amplia, el programa de la Revolución. Me correspondió,
hablando como vocero del Ejecutivo colegiado que había asumido por el Decreto N° 1 “los plenos poderes de la
soberanía nacional” hacerlo del conocimiento de los venezolanos, en exposición radiada el 30 de noviembre de
1945.
Ese documento oficial se caracteriza, fundamentalmente por su sinceridad. Comprendíamos y así lo
expresábamos sin ambages que no nos sería posible abordar la solución de los problemas básicos de la Nación
en el perentorio lapso de gestión de la cosa pública abarcado por el gobierno de facto. Y definíamos, sin la
empenachada grandilocuencia que ha caracterizado los manifiestos-proclamas de anteriores revoluciones
venezolanas, los objetivos esenciales de la acción a emprender”. Vid. Ibídem, pp. 210 y 211, respectivamente.
52
Gobierno. La explicación del debut revolucionario tiene como sentido presentar en público y
de forma sistemática a un movimiento que según sus hombres se ampara en un contexto y en
una causalidad racional, es decir, su aspiración es la de proyectar en el imaginario nacional el
equilibrio existente entre los motivos racionales de la Revolución, los medios que la originan y
los que de inmediato se desplegarán con el fin de acometer el programa.117
La intención de
ello descansa lógicamente en la necesidad de justificarse y evitar que se confunda su
movimiento con una asonada corriente y mucho menos con la instauración de una nueva
situación de tiranía. En ese sentido, la muestra de los propósitos será clara, pedagógica y
masiva.
En torno a sus propósitos, la Revolución, cónsona con el fenómeno revolucionario
moderno tiene dos: aspira lograr la liberación y fundar la libertad política.118
La revolución
moderna ha estado siempre preocupada por garantizar la existencia y la empatía de ambos
escenarios.119
Aunque no siempre el deseo de liberar coincide con el deseo de fundar la
libertad política, la Revolución logra armonizarlos, el primero a partir de la deposición de un
gobierno considerado como un freno a la instauración de la libertad y a su vez por el
reconocimiento inmediato de los derechos civiles al momento en que triunfa la insurrección
como acto de origen del proceso revolucionario.120
El segundo, la fundación de la libertad
117
Sobre la racionalidad como principio revolucionario explica Marcuse: “…un movimiento revolucionario, para
poder recabar derechos éticos y morales, tiene que ser capaz de aportar motivos racionales que hagan
comprender sus posibilidades reales de ofrecer libertad y dicha humana. Y tiene que ser capaz de hacer ver
fundamentalmente que sus medios son adecuados y oportunos para lograr este fin. Sólo si se sitúa el problema
dentro de esta relación histórica será accesible a una discusión racional”. Vid. Herbert Marcuse, Ética de la
Revolución. 3 ed. Madrid: Taurus, 1970, p. 143. 118
“La palabra “revolucionario” puede aplicarse únicamente a las revoluciones cuyo objeto es la libertad”.
Vid. Condorcet. “Sur le sens mot révolutionnaire”, en: Oeuvres, 1847-1849, vol. XII. Cit. por Hannah Arendt,
Op. Cit., p. 36. 119
Cfr. Ibídem, pp. 41-42., igualmente considérense estos postulados: “…la idea central de la revolución, la cual
no es otra cosa que la fundación de la libertad, es decir, la fundación de un cuerpo político que garantice la
existencia de un espacio donde pueda manifestarse la libertad”. Vid. Ibídem, p. 165., “…el fin de la revolución
es el establecimiento de la libertad”. Vid. Ibídem, p. 190. “Estas revoluciones se hicieron todas en nombre de la
libertad, se enderezaron todas contra la tiranía de los menos y a favor del gobierno de los más”. Vid. Crane,
Brinton, Op. Cit., p. 267. 120
En la primera extensa alocución que da R.B. a la Nación en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno el
30 de octubre de 1945, después de exponer los dos propósitos fundamentales del Gobierno revolucionario, a
saber: la instauración del voto universal para la elección del presidente de la República –previo proceso
constituyente- y la sanción por corrupción a los herederos del gomecismo, hace un enorme hincapié en explicar la
garantía de los derechos constitucionales de todos los venezolanos. Toda la pieza constituye una exposición de
los propósitos revolucionarios y un esfuerzo por ganarse la confianza popular. Vid. Rómulo Betancourt,
Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 114-120.
53
política, ocurre cuando la Revolución es capaz de garantizar, cónsona con la exposición de su
propósito y justificación, la participación ciudadana en los asuntos públicos, es decir, cuando
los sujetos de la revolución son admitidos en la esfera pública.121
En el caso de la Revolución
esa admisión se traduce en la incorporación de prácticas políticas republicanas conducentes a
garantizar el carácter soberano del pueblo122
y la universalización de la condición ciudadana,
lo que en definitiva dará sentido a la universalización del sufragio.
La conversión del pueblo en soberano será la principal promesa de la Revolución e
igualmente bandera a la hora de demostrar a la historia el cumplimiento de su fundamental
propósito. Betancourt, siempre atento a la presentación de un juicio claro sometido al examen
futuro de la historia, cree que más allá de la valoración positiva o favorable que se haga del
movimiento, de su conducción y consecuencias, jamás podrá negársele el honor a la
Revolución de que fue ella quien propició y presidió los primeros comicios auténticamente
democráticos de toda la historia venezolana.123
121
Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., pp. 40-41. 122
“Esta Revolución ha sido hecha para devolverle al pueblo su soberanía”. Vid. Alocución dirigida por radio a
la Nación desde el Palacio de Miraflores, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete
Ejecutivo, el día 30 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-
1948, p. 114.
“Artículo 70. La soberanía reside en el pueblo, quien lo ejerce mediante el sufragio y por órgano de los Poderes
Públicos”. Vid. Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192, Extraordinario. “Constitución
Nacional”. Caracas, 18 de julio de 1947, p. 7. 123
Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de
Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de
Escritos Políticos 1929-1981, p. 214.
En este mismo discurso, R.B. recuerda sus palabras en ocasión de iniciarse el proceso de inscripciones electorales
para la escogencia de los Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente, palabras que refieren a la concepción
que tiene la Revolución del voto como valor y como promesa de su movimiento: “Por primera vez será trajinada
la vía democrática del sufragio libre, en toda su amplitud, por el pueblo venezolano. El ejercicio del derecho del
voto, esencial en toda democracia responsable, se le regateó siempre”. […] “Este ejercicio del derecho del voto
podrá cumplirlo el pueblo venezolano, en los comicios que hoy se inician, como en la más avanzada república
democrática de cualquier latitud. Nadie interferirá desde las alturas del Poder la libre inscripción del ciudadano
en los registros comiciales y la libre emisión del voto en las urnas electorales. Alfabetos y analfabetos, hombres
y mujeres incultos y letrados, todos los venezolanos mayores de 18 años –venezolanos todos con pleno, innegable
derecho a orientar el rumbo definitivo de la República- podrán escoger su Asamblea Constituyente soberana,
hoy; su Presidente de la República, mañana. Y de este proceso será juez imparcial, sin caer jamás en la
tentación intervencionista, marginada lealmente a la pugna inter-partidaria, la Junta Revolucionaria de
Gobierno”.
El planteamiento de este propósito de la Revolución, recurrente en todos los discursos de R.B. durante el período,
siempre a modo de recordar los fines del movimiento, es recogido en la Constitución de 1947. “Artículo 81. Son
electores todos los venezolanos, hombres y mujeres, mayores de diez y ocho años, no sujetos por sentencia
definitivamente firme a interdicción civil ni a condena penal que lleve consigo la inhabilitación política”. Vid.
54
La concepción de la libertad a instaurar por la Revolución deriva de la forma como se
comprende el tiempo y el estado de cosas que aniquila. De ese modo, la libertad que se obliga
a construir la Revolución siempre será absoluta. La construcción de un nuevo absoluto puede
originarse de una situación de no libertad –también absoluta- o de un escenario de libertades
escalonadas, es decir, del tránsito pretérito y constante de formas de libertad inferiores a otras
superiores.124
Este tipo de distinción plantea un dilema para los hombres de la Revolución. En
un sentido más bien épico, la Revolución se entroniza como la consecuencia de un estado de
no-libertad y por lo tanto, aspira mutar aquél absoluto por uno nuevo, el de la instauración
plena de la libertad política.
Este escenario que ellos construyen desde las palabras antes y después de la
Revolución se emparenta de forma más clara con la vida política propia del gomecismo.
Asumiendo el reemplazo de la no-libertad por la libertad, igualmente en el marco de la épica
revolucionaria, los hombres de octubre niegan o minimizan otro posible contexto: el de la
transición de una ausencia o mínima libertad a formas cada vez superiores de la misma
durante el decenio posterior a la muerte de Gómez y que es en definitiva el tiempo que
disuelve la Revolución. Los cambios políticos operados a partir de 1936, la gradual
legalización de organizaciones, partidos políticos y sindicatos, la universalización del sufragio
local, el gobierno con un sentido aparentemente más social; todo ello es concebido como
insincero porque no ha dado cabida a la ampliación de la condición ciudadana y por lo tanto a
la democracia real. De ese modo y aunque para Betancourt existan conexiones y distinciones
entre el contexto político del gomecismo y el de sus inmediatos herederos, la instauración de
la libertad política, parece indisolublemente ligada a la Revolución y a sus sujetos.
Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192, Extraordinario. “Constitución Nacional”. Caracas,
18 de julio de 1947, p. 7. 124
Sobre el logro o la ampliación de la libertad a través de la revolución, explica Marcuse: “Las revoluciones
históricas fueron generalmente aplaudidas y lanzadas en nombre de la libertad, o, más bien, en nombre de más
libertad para una parte mayor de la población”. […] “Libertad siempre supone liberalización, o transición de
un escalón de libertad y no-libertad dado, a uno posible”. […] “…en la medida en que la libertad es un proceso
de liberación, una transición de formas de libertad inferiores y limitadas, a otras superiores, dicho proceso
quebranta el estado existente y legítimo. Y precisamente por esa razón, la opresión y la violencia revolucionarias
han sido justificadas como altamente eficaces, en tanto que contraviolencia, es decir, que violencia necesaria
para asegurar formas superiores de libertad contra la resistencia de las antiguas formas establecidas”. Vid.
Herbert Marcuse, Op. Cit., pp. 147-148.
55
1.2.2. La construcción de los sujetos revolucionarios
He aquí una de las connotaciones más características de la Revolución de octubre de
1945: ella construye sus sujetos. El acto de origen revolucionario no fue una rebelión
popular,125
de modo que, si temporalmente nos situamos en el 18 de octubre de 1945 no es
posible decir que se produce una liberación en el sentido revolucionario, ergo que se alcanza
por medio de una revuelta para convertir en soberanos del país a los sujetos de una revolución
popular.126
Entonces, de la Revolución entendida como movimiento se destaca la ausencia de
un anhelado pueblo irredento que se rebela en sentido violento para recobrar sus derechos.127
Sin embargo, la violencia es incuestionable. Vale entonces preguntarse por el origen y la
manifestación de esa violencia.
Lo que converge en la ocurrencia y en el sentido del acto de origen de la Revolución
son dos actores claramente diferenciados pero correspondientes, dos grupos élites, uno del
Ejército –la Unión Patriótica Militar- y uno del partido Acción Democrática. La
responsabilidad casi plena del origen recae –valorando las precisiones inmediatas de los
actores-, en el cuerpo armado.
Bobbio sostiene que a través del origen de la violencia se puede distinguir entre una
revolución o un golpe de Estado. Para considerar el primer caso es imprescindible una
violencia popular, que es propiamente la violencia revolucionaria, una violencia que viene de
abajo, que emparentada con un elemento absoluto de cambio origina propiamente una
revolución. El golpe de Estado ocurre a través de la manifestación de una violencia que
proviene de las estructuras de poder consolidadas, también súbita e ilegítima, pero proveniente
125
“El Gobierno de facto nació de un golpe de Estado típico y no de una bravía insurgencia popular. Lo que
tenía de negativo tal circunstancia no necesita ser subrayado”. Vid. Rómulo Betancourt. Venezuela, política y
petróleo, p. 206. 126
Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 53. 127
Aunque las revoluciones no sean un estado histérico de masas o ninguna de las modernas haya sido iniciada
por ellas. Cfr. Ibídem, pp. 33 y 153, respectivamente.
En el caso del acto de origen de la Revolución la participación popular se resumió en el papel de los focos civiles
armados por Acción Democrática en torno a los lugares de resistencia del Gobierno de Medina: “Nosotros en la
calle, cumplíamos lo que era nuestra tarea: suministrar grupos de militantes del partido a los cuarteles, para
que se terciaran el fusil del voluntario; explicarle a la opinión pública el sentido y el alcance de la insurrección y
movilizar las reservas de lucha de la Venezuela irredenta para que contribuyera a echar por tierra a un régimen
anacrónico”. Vid. Rómulo Betancourt. Venezuela, política y petróleo, p. 206.
56
de lo alto, o sea, de las mismas clases dirigentes.128
Por lo pronto, ubiquémonos en la
intención de convertir en sujetos de una revolución a unos actores no participantes y luego en
la forma como esta intención aspira eludir el golpe de Estado como acto originario de la
Revolución.
Son los actores del movimiento quienes inmediatamente y a través de la palabra
convertirán al pueblo venezolano en el sujeto, ya no de una revolución como acto –aunque este
sea su deseo histórico-, sino del proceso que de seguidas inicia. Sin embargo, aunque Acción
Democrática reconoce en los primeros instantes públicos del nuevo Gobierno el papel
protagónico y contundente de los militares en el triunfo de la Revolución, no está lejos de
pensar que ella como Partido del Pueblo, encarnando y confundiéndose con el mismo pueblo,
lo ha representado en el acto de origen revolucionario, incluso, a pesar de su minúscula
responsabilidad en los hechos puntuales. Contrario a esto, -a la ausencia de un pueblo bravío
como sujeto en la insurrección- el espíritu de los actores en la primera hora es el de mostrar el
carácter popular del movimiento originario de la Revolución.129
Quien convierte en sujeto de
la Revolución al pueblo, no es el pueblo mismo, sino aquellos que hacen la revolución en su
nombre: el Ejército y Acción Democrática.130
128
Vid. Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 647.
Sobre la diferencia entre golpe de Estado y revolución sostiene Bobbio: “Lo que distingue la revolución en
sentido común de la seditio de los antiguos y de los modernos no es tanto el tipo de movimiento como el tipo de
cambio; mientras que lo que distingue a la revolución del golpe de Estado es tanto el movimiento, ciertamente
violento, pero desde abajo, como el tipo de cambio que es radical”. Vid., pp. 647-648. 129
El acta constitutiva de la Junta presenta a los actores del acto de origen revolucionario: “…el Comité Militar
que ejecutó la Revolución […] y los representantes del Partido Acción Democrática que cooperó en la
revolución”. Vid. Acta Constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela.
Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948. p.
101. En el comunicado a la Nación que emite la Junta por radio la noche del 19 de octubre de 1945, en la
presentación de los actores de la Revolución, a partir del orden establecido en el Acta Constitutiva de la Junta,
desaparece la mención de Acción Democrática y en su lugar se ubica al pueblo: “Esta noche, después del triunfo
alcanzado por el Ejército y el pueblo unidos contra el funesto régimen político que venía imperando en el país
ha quedado constituido un Gobierno revolucionario Provisional”. Vid. Primer comunicado a la Nación de parte
de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como producto de la “Revolución de Octubre” de 1945.
Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Ibídem, p. 103.
Crane Brinton, denomina a este deseo de presentar las revoluciones desde sus inicios como el resultado de una
amplia movilización popular, como parte de las deformaciones sentimentales que producen las revoluciones.
Cfr. Crane Brinton, Op. Cit., p. 28. [En todas las referencias textuales de esta nota, los subrayados son nuestros]. 130
Edmundo Fernández sirvió de enlace entre los militares en conspiración y el grupo de Acción Democrática
encabezado por R.B. Cuando se enuncia su nombre en el Acta Constitutiva de la Junta se le refiere como:
“…elemento de enlace entre el Ejército del Pueblo y el Partido del Pueblo”. Vid. “Acta Constitutiva de la Junta
Revolucionaria de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela”. Caracas, 19 de octubre de 1945. En: Rómulo
57
De igual modo, la definición de los sujetos revolucionarios conlleva a determinar la
función participativa de éstos en la toma y ejercicio inmediato del poder. Tras el
entendimiento inicial del acto de origen como revolución, los miembros del Gobierno
colegiado que se forma el 19 de octubre de 1945 distinguen al Ejército como ejecutor y al
Partido del Pueblo como colaborador en la insurrección. Sin embargo, la conducción de la
Revolución como proceso, descansa -según sus actores-, en un cuerpo que no representa sólo a
los que la hicieron en sentido estrictamente material, es decir, aquellos que condujeron el acto
de origen como había sostenido desde un principio la Junta, sino a todos aquellos quienes la
pensaron. Cuando Betancourt esboza este argumento,131
con cierta distancia ya del acto de
origen de la Revolución, está borrando la frontera de responsabilidades entre la actuación de la
UPM y AD durante el 18 de octubre de 1945, para presentar a los actores ya no con dos
papeles distintos en la conjura, sino plenamente correspondientes, sobre todo en cuanto a los
riesgos de la insurrección.
La intención de presentar la Revolución desde su origen como un acto popular, o al
menos como el resultado de la unión cívico-militar tiene –dentro del tiempo revolucionario-, el
propósito de eludir la carga significativa de la expresión golpe de Estado, cuya mención queda
contenida para los actores en el solo uso revolución. Este empeño, si usamos el criterio de
Bobbio para analizarlo, podríamos decir que deriva de la intención por dejar sentada la
ocurrencia de una violencia que viene de abajo donde realmente hubo una proveniente de lo
alto.132
Buscando patentar la participación popular en el movimiento se aspira legitimar su
sentido revolucionario.
Betancourt se refiere al 18 de octubre de 1945 como un golpe de Estado desde la
distancia del tiempo, ergo, antes e inmediatamente después de ocurrida la insurrección, la frase
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 101. [Las negrillas son nuestras]. Esto evidencia
la intención de introducir no sólo dentro del propósito, sino dentro de los protagonistas del acto de origen de la
Revolución al pueblo venezolano, es decir, de emparentarlo con los actores del suceso, de convertirlo también en
un actor. 131
“Triunfante la Revolución, quedó integrada la Junta que asumía el Poder por representantes de los factores
que la habían incubado, que juntos habían afrontado el riesgo de realizarla y que estaban identificados, a través
de largos y esclarecedores intercambios de opiniones sobre los problemas fundamentales del país, en la manera
de comprometerse para afrontar su solución”. Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a
nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947.
En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 210. 132
Cfr. Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 647.
58
aparece de forma velada en su discurso, a veces a modo de eufemismo, o completamente
eludida, mezclándose significativamente con la voz revolución. Vencidos los escollos de los
primeros meses, tras la consideración de la fortaleza del Gobierno revolucionario y
diseminados en la opinión pública nacional los argumentos justificativos del movimiento, la
expresión golpe de Estado es usada por Betancourt –aunque sin evidente recurrencia- como
término descriptivo de lo actuado el 18 de octubre de 1945.133
En tiempo posterior a la
Revolución la catalogación de los sucesos de aquel octubre como golpe de Estado será usual
en los mismos actores y en el análisis intelectual del proceso. Betancourt da cuenta de ello en
Venezuela, política y petróleo. Sin embargo, la expresión Revolución significando acto de
origen y proceso es, en medio del contexto del tiempo revolucionario, la voz más elocuente de
sus hombres para titular sus actos, cualquier otro nombre dentro del mismo tiempo
revolucionario deviene de la concepción de legitimidad del proceso, de la insistencia de la
oposición por recordar la naturaleza del origen frente al argumento de la legitimidad oficial, o
del análisis histórico de todos los interesados posterior a 1948.
133
El 17 de octubre de 1945, un día antes del estallido de la insurrección contra el Gobierno de Medina Angarita,
en discurso desde el Nuevo Circo de Caracas, R.B. se mofa del argumento del régimen que ha tildado de
incitación al golpe de Estado pacífico el llamado hecho por Acción Democrática a una transición y elecciones
libres y generales en un año. R.B. acepta que ellos –AD- quieren dar un golpe de Estado pacífico. Ahora bien,
con esta expresión R.B. quiere significar –como agrega de seguidas- una solución evolutiva a la compleja
situación política del país, aspiración evolutiva que se frustrará –y acá encontramos una amenaza implícita- si
quienes gobiernan continúan en su actitud de insólito desdén a la opinión. La apreciación de este episodio como
un juego de palabras lógicamente cobra vigencia desde el día siguiente a su pronunciamiento debido al
alzamiento militar, sin embargo, lo usamos como un ejemplo de una enunciación velada en el discurso de R.B. a
la expresión golpe de Estado, uso que no está exento de eufemismos. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de
Escritos Políticos 1929-1981, p. 180.
En el primer discurso de rendición de cuentas que R.B. pronuncia ante la Asamblea Nacional Constituyente en
representación del Gobierno Colegiado, el 20 de enero de 1947, sostiene que AD y la UPM arbitraron otra
fórmula política, en el casi angustioso empeño de eludir el golpe de Estado. Vid. Ibídem, p. 209.
En el primer caso –el del discurso del 17 de octubre de 1945- R.B. se está refiriendo a una intención futura, que
no es en esencia el golpe de Estado sino la solución evolutiva, pero a su vez, no niega –tampoco afirma
claramente- que el golpe de Estado sea la vía para alcanzar esa solución evolutiva. En el segundo caso –el del
discurso del 20 de enero de 1947- R.B. habla desde una revolución consumada, pero aludiendo al tiempo previo
al acto de origen de la Revolución, es un ejercicio de recuerdo que hace ante los Constituyentes para dejar claro
que, ante el fracaso de la candidatura de Diógenes Escalante, AD y la UPM pretendían agotar otros escenarios
antes de decidirse por el golpe de Estado.
Ambos casos, siempre referidos al drama inmediatamente anterior al 18 de octubre de 1945, dan cuenta que la
expresión golpe de Estado como catalogación del movimiento planeado por AD y la UPM era de uso corriente
para los actores que luego en medio de la coyuntura desplazarán este uso por el de Revolución para referirse al
alzamiento.
En el mismo discurso ante la Asamblea Nacional Constituyente, el 20 de enero de 1947, R.B. vuelve a referirse al
18 de octubre como golpe de Estado, ya no recordando su concepción en el tiempo previo a la insurrección sino
haciendo un balance sobre la ausencia de un riesgo consecuente y fundamental: No se encendió en el país una
guerra civil. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 210.
59
Los teóricos de la revolución excluyen a los golpes de Estado como mecanismos
desencadenantes de revoluciones genuinas, aunque la única forma de emparentarse
definitivamente con éstas es que vayan más allá de la simple liberación o suplantación de un
régimen político por otro, lo que convierte al acto de fundación de la libertad, posterior a la
liberación, como se ha descrito, en el requisito fundamental para comprender la connotación
de la revolución moderna.134
De allí la preocupación de los revolucionarios de octubre por
obviar el concepto que definiría el acto armado del 18 de octubre de 1945 –el de golpe de
Estado-, por convertirlo intencionalmente desde el discurso en un movimiento popular, y por
relacionar, a partir de la justificación, el acto de liberación –el golpe propiamente dicho- con la
fundación de la libertad política prometida, finalmente alcanzada con la sanción del voto
universal a través del Estatuto Electoral de 1946 y luego de la Constitución de 1947.
A distancia de la Revolución, ya habiendo distinguido el acto como un golpe de Estado
y el proceso como revolucionario, con las rupturas lógicas de todo lo andado desde 1948,
Betancourt no deja de verter sobre ambos eventos una carga popular. En Venezuela, política y
petróleo la intención en ese sentido es la de reivindicar al pueblo y al Partido frente al origen
de la Revolución, ir por sus fueros. Sostiene que si bien el éxito definitivo descansó en la
134
La revolución y el golpe de Estado, al igual que las revoluciones palaciegas, suelen confundirse porque
descansan sobre un elemento común: se realizan mediante la violencia. Sin embargo, el uso de la violencia
también las separa. Sólo se trata de una revolución “…cuando el cambio se produce en el sentido de un nuevo
origen, cuando la violencia es utilizada para construir una forma completamente distinta de gobierno, para dar
lugar a la formación de un cuerpo político nuevo, cuando la liberación de la opresión conduce, al menos a la
constitución de la libertad, sólo entonces podemos hablar de revolución”. Vid. Hannah Arendt. Op. Cit., p. 46.
También Vid. el concepto de revolución de Herbert Marcuse: “Derrocamiento de un gobierno y una constitución
legal, por manos de una clase cuyo objeto es el cambio de una estructura social y la estructura política. Quedan
excluidos golpes de Estado porque no buscan cambiar la estructura social básica. Esta alteración, radical y
cualitativa, incluye la violencia”. En: Op. Cit., p. 142. También Cfr. Norberto Bobbio, Op. Cit., pp. 647-648.
No toda aspiración revolucionaria conduce a una revolución, ni todo movimiento que se presenta como
revolucionario puede ser considerado tal. Brinton por ejemplo, se refería a una serie de revoluciones de la
postguerra [de la Primera Guerra Mundial] como una negación al patrón de las revoluciones modernas. Son las
que se producen en Europa Central entre 1918 y 1919, en Italia en 1923, en España en 1931 y en Alemania en
1933. Al respecto dice: “…todos estos países sufrieron violentos cambios de gobierno a los cuales suele darse
comúnmente el nombre revolución. En realidad, alguno de estos movimientos revolucionarios no correspondían
de un modo estricto al patrón del siglo XIX: se llevaron a cabo no en nombre de la libertad, fraternidad e
igualdad, sino en nombre de la autoridad, la disciplina, el poder”. Vid. Crane Brinton, Op. Cit., pp. 7-8.
Graciela Soriano, al inicio de su ya citado texto, advertía sobre la pluralidad de fenómenos que han recibido el
mismo nombre: revolución. En ese caso, a la Historia de las Ideas le interesa estudiar cuales son las razones por
las cuales esos fenómenos reciben una misma denominación y evaluar en ellos cual es el denominador común.
Sin embargo, también resulta un objetivo indicar sí a pesar de esos denominadores, existe una continuidad entre
la palabra y realidad. Cfr. Graciela Soriano, “Tiempos y Destiempos de Revolución. Una propuesta de análisis
sobre coincidencias y disidencias en tiempos y espacios”, p. 145.
60
actuación militar, el 18 de octubre de 1945 fue la culminación de un proceso revolucionario
que en la calle, con la participación directa y activa del pueblo, venía canalizando a lo largo
de más de una década el comando político de AD.135
Este argumento parece hilado con la
intención inicial de los actores al intentar construir semánticamente una revolución popular,
pero resulta una contradicción cuando se le observa junto a los mismos juicios de Betancourt
en su obra máxima, al momento de sostener que el origen fue fundamentalmente verde
oliva.136
1.2.3. La idea de novedad y la construcción de un nuevo origen
La intención y la convicción de que la revolución apunta a un nuevo origen, ergo, que
su sentido de novedad desemboca en la enunciación de una nueva historia,137
se encuentra
presente en el imaginario de los revolucionarios de octubre. Ante la Asamblea Nacional
Constituyente en 1947, Betancourt arguye que la Revolución es una muestra dada por el
pueblo y el gobierno de su deseo de crear a toda prisa un orden constructivo sobre los
escombros del desorden legalizado.138
La Revolución tiene por intención completar y reivindicar los principios de la
independencia como proceso originario de la República.139
Una lectura más profunda de ese
135
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 207. 136
Cfr. Ibídem, p. 206. 137
“Es pues de suma importancia para la comprensión del fenómeno revolucionario en los tiempos modernos no
olvidar que la idea de libertad debe coincidir con la experiencia de un nuevo origen. […] Sólo podemos hablar
de revolución cuando está presente ese <<pathos>> de la novedad y cuando ésta aparece asociada a la idea de
la libertad. Ello significa, por su puesto, que las revoluciones son más que insurrecciones victoriosas y que no
podemos llamar a cualquier golpe de Estado revolución, ni identificar a esta con toda guerra civil”. Cfr. Hannah
Arendt, Op. Cit., pp. 36-37 y 44, respectivamente.
Como característica de las revoluciones comparadas, Brinton también había señalado este criterio. Indica que las
revoluciones implican una “…catastrófica ruptura con el pasado, señalando una nueva era y acabando para
siempre con los abusos del antiguo régimen…”. Cfr. Crane Brinton, Op. Cit., p. 264. 138
Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de
Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de
Escritos Políticos 1929-1981, p. 211. 139
“Será también el año de 1946 aquel en que se cumpla un compromiso sagrado que contrajo Simón Bolívar
con la masa agraria de la Nación, y que incumplieron quienes a través de cien años de mentira republicana,
olvidaron los codicilos del hermoso y obligador testamento político del fundador de la nacionalidad. […] La
reforma agraria perderá su acento de demagógica promesa verbalista para convertirse en hecho cumplido, en
concreta y justiciera realidad”. Vid. Mensaje de Año Nuevo de 1946, dirigido a la Nación por R.B. en nombre de
61
propósito da cuenta del argumento de Graciela Soriano que referimos al inicio de este
apartado. La apelación a la Independencia como referente de la Revolución parece no ser sólo
retórica. Aspira resolver –como en principio aspiraron las revoluciones con minúscula- dos
deudas históricas que aquella ha dejado: la cuestión social y la materialización institucional
del éxito revolucionario ahora en sentido moderno: la instauración plena de un Estado liberal y
democrático.140
De igual modo, concebida como parte de una corriente revolucionaria
latinoamericana, fundamentalmente nacionalista y antiimperialista, la Revolución se hace
partidaria de la búsqueda de un nuevo sentido de independencia: la económica, técnica y
cultural.141
Apelar al pasado remoto, al origen mismo de la nacionalidad venezolana, al tiempo que
busca legitimar la Revolución en el sentido de presentarla como continuadora de un proyecto
trunco,142
es decir, como un evento históricamente necesario, aspira usar el origen legendario
como un mecanismo para resolver en el imaginario futuro del país el dilema de su propio
origen, ergo, el de ser un proceso que a pesar de la condición de ruptura que genera no está
desconectado de la historia del país y que por tanto, su ocurrencia no ha fracturado
definitivamente la secuencia del tiempo histórico venezolano, sino que la ha devuelto a su
sentido originario.143
la Junta Revolucionaria de Gobierno.” En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948,
p. 158.
Luis Castro Leiva sostiene que la idea de la independencia como el principio de una revolución permanente e
inconclusa y que corresponde al presente concluirla, ha sido un hábito consolidado por la historiografía del
marxismo. Cfr. “El arte de hacer una revolución feliz”. Loc. Cit., p. 157. 140
Esta idea ha sido refrendada en argumentos sostenidos por Germán Carrera Damas y Simón Alberto Consalvi.
Cfr. Germán Carrera Damas: “Reanudación y desarrollo dependiente de la implantación: redefinición del
proyecto nacional”. En: Una Nación llamada Venezuela. (1980). Caracas: Monte Ávila Editores, 2006, pp. 147-
169., y Simón Alberto Consalvi, La Revolución de Octubre de 1945. La Primera República Liberal Democrática. 141
Cfr., nuevamente, Graciela Soriano, “Tiempos y Destiempos de Revolución. Una propuesta de análisis sobre
coincidencias y disidencias en tiempos y espacios”, p. 165. 142
“Allí tienen ustedes una de las primeras grandes contradicciones históricas de nuestro país, que explica
mucho por qué Venezuela haya tenido una historia caracterizada por el “tormento y el drama”. La Revolución
de Independencia en su aspecto político, se frustró parcialmente, por cuanto se mantuvo la esclavitud
medioeval y se estableció constitucionalmente una fórmula de escogencia del gobierno representativo
vulneradora del principio básico de que la soberanía reside en el pueblo”. Vid. Conferencia dictada por R.B. en
el Instituto Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración del Programa de Extensión Cultural
del Curso de Alfabetización de Adultos el 29 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política,
Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 143. [Las negrillas son nuestras]. 143
Sobre el tema del sentido revolucionario, Mona Ozouf sostiene: “La revolución es el movimiento que reubica
las cosas en su punto de partida”. Cfr. Mona Ozouf, Loc. Cit., p. 416.
62
En torno a la concepción del fenómeno revolucionario, nuestra última apreciación
puede resultar contradictoria. A contracorriente de lo que sostienen Platón y Aristóteles sobre
la revolución como perteneciente a todo ciclo histórico y consustancial al crecimiento y
decadencia de toda forma política, para Marcuse, la revolución es un desgarrón de la
continuidad histórica144
y tal parece que en la concepción del fenómeno revolucionario
moderno este es el criterio que prevalece.145
Sin embargo, en la Revolución convive el espíritu
de ruptura con el pasado inmediato -característico del fenómeno- y la aspiración por
restablecer la continuidad con un proyecto remoto, trunco y traicionado como la
Independencia, es así como su producción se justifica en la aspiración a la solución definitiva
del tiempo que se corta y con el cual no existe empatía, y al mantenimiento del recuerdo de la
Independencia como proyecto irrealizado y que con la Revolución también aspira a ser
solucionado.
Aunque definitivamente la Revolución no deja de pensarse en consonancia con los
nuevos tiempos146
y de cara al futuro, es decir, como un proyecto de progreso, tampoco deja
de lado la mirada al pasado, no en el sentido de aspirar la restauración de un orden perdido
sino de instaurar en la medida de su tiempo uno querido pero jamás logrado.
Otra intención que subyace a la hora emparentar la motivación del origen
revolucionario con la Independencia es la de remarcar que ambos acontecimientos se centran
en torno a una promesa futura de libertad,147
problema que en caso de la Revolución no lo
resuelve el origen sino el proceso que inicia inmediatamente. A su vez, presentar la
144
La referencia a la apreciación de Platón y Aristóteles y la propia de Marcuse, Vid. Herbert Marcuse, Op. Cit.,
p. 144. 145
Este criterio también es sostenido por Bobbio quien además ubica históricamente su origen: “La idea de la
revolución como ruptura de la continuidad histórica, como evento orientado hacia el futuro, como renovatio, ha
llegado hasta nosotros no por la tradición clásica, sino por la judeo-cristiana. Ello nos hace afirmar que la
palabra <<revolución>> en sentido moderno es nueva, pero lo que designa es antiguo, y entró fuertemente en la
historia de Occidente con el cristianismo, y todavía más atrás mediante una concepción profética de la historia,
propia del judaísmo, de una historia no plegada dubitativamente a un pasado feliz, para ser restaurado, sino
dirigida confiadamente hacia el porvenir, en espera de un acontecimiento decisivo, último, extremo”. Vid.
Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 653. Un ejemplo que ilustra este criterio lo ubica Bobbio a través de M. Walzer [ya
referido] en el episodio bíblico de El Éxodo, dice: “El Éxodo […] es la forma originaria de la historia
progresiva, orientada hacia el futuro, en la que, una vez alcanzada la meta, no se regresa atrás”. Vid. Op. Cit.,
p. 655. 146
Por ejemplo, la idea de que la Revolución apunta a la consolidación de la democracia en Venezuela porque la
misma parece un proyecto triunfante en Occidente después de la guerra. Vid. Infra: “Un movimiento irresistible”. 147
Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 281.
63
Revolución como la reivindicación y la solución definitiva de las tareas no resueltas por la
Independencia, aspira delinear en la historia venezolana un gran período vacío que se ubica
entre el acto de origen de la patria y su nueva fundación.148
Ya lo advertía Betancourt en el plano económico: uno de los objetivos revolucionarios
apuntaba al rescate de la soberanía y a la interpretación del sentimiento nacional de la
realización de una segunda independencia, la independencia económica.149
Este proceso
lógicamente va unido a otros principios de novedad en la acción revolucionaria: la conversión
del pueblo en sujeto y protagonista político, cuyo espíritu y orden es interpretado por la
Revolución, la civilización y moralización del poder político y del servicio público y la
despersonalización del poder.150
Civilizar el poder político representa en tiempos revolucionarios un acto de doble
sentido novedoso: en primer lugar, apunta a la convicción ética de que el poder político debe
descansar en manos civiles y no militares;151
en segundo lugar, desemboca en la apertura del
poder al pueblo, inscrito en el propósito de la fundación de la libertad política, por lo tanto, el
arribo de la ciudadanía a lo que legítimamente le corresponde: el gobierno de lo público.
Si la primera independencia lograda por las armas había iniciado la tradición de
exclusión de la ciudadanía en la conducción de lo político con el argumento de que los
militares habían conquistado el derecho a gobernar la República en consecuencia,152
debe
148
Cfr. Ídem. 149
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 270. Para una más amplia exposición en el marco
de la dimensión del discurso nacionalista en materia económica, Vid. Infra. “Petróleo y Revolución”. 150
“¿Cuáles son los objetivos del equipo de hombres que hoy está en el Gobierno? […] En lo político,
aspiramos fundamentalmente a descentralizar el gobierno, a transformar el concepto de mando personalista e
imperioso, en el de la gestión impersonal de la cosa pública…”. Vid. Discurso pronunciado por R.B. en San
Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen
Cuatro, 1945-1948, p. 129. 151
“…los primeros en plantear que no fuesen militares quienes estuviesen al frente de la Administración pública,
fueron los propios militares”. Vid. Palabras de R.B. ante un grupo de dirigentes sindicales: “Algunos puntos de
vista de la Junta Revolucionaria de Gobierno sobre política general y sobre problemas de trabajo.” En: Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 111. También Vid. nota infra, por ejemplo, la
respuesta dada por el Capitán Francisco A. Gutiérrez a la pregunta ¿A qué otros ideales responde la Revolución
de Octubre?, hecha por Ana Mercedes Pérez. 152
A este respecto conviene considerar la primera oposición de los militares ante el gobierno de un civil en la
historia republicana de Venezuela, nos referimos al drama del Gobierno de José María Vargas ante la Revolución
de las Reformas en 1835. Para evaluar el criterio militar en el sentido descrito y la firmeza de Vargas en la
defensa de un gobierno civil, Cfr. Carolina Guerrero, José María Vargas. Caracas: El Nacional, 2006. (Biblioteca
Biográfica Venezolana, 47), p. 87 y ss.
64
entonces entenderse el empeño de los hombres de la Revolución -a pesar de su origen-, por
incluir al pueblo como sujeto de sus propósitos, es decir, son aquellos que no sólo completan
el acto originario de la República sino que aspiran sellar la independencia definitiva de ésta.
Visto en perspectiva, para los revolucionarios parece muy lógico pensar que en la tradición
venezolana, tratándose el poder de un tema de conquista, el pueblo ha conquistado su
condición ciudadana por medio de la Revolución.
Entre tanto, Betancourt concibe la civilización del poder político no sólo como una
necesidad republicana sino también como una forma de optimizar la conducción de lo público;
es decir, no sólo hacen falta civiles eligiendo y civiles gobernando, los civiles deben ser
capaces. Lo contrario –según sostiene- sería traicionar la demanda histórica de esa
condición.153
La idea de moralización del poder también descansa sobre una concepción ética de su
administración, sobre todo en el sentido económico, en el manejo de los dineros públicos. Este
aspecto es tan cardinal en la idea de revolución que manifiestan sus actores que la sanción al
dolo administrativo de los herederos del gomecismo es el segundo objetivo preciso de la
Revolución,154
incluso, al ser un aspecto justificativo de la insurrección, se hace necesario para
153
Probablemente este sea un razonamiento coyuntural de R.B. Lo expresa en el contexto de la unción de Ángel
Biaggini como candidato oficial a las elecciones presidenciales de 1946 por parte de Isaías Medina Angarita y el
PDV. R.B. sostiene que Biaggini no reúne las capacidades para hacer frente a la demanda de un cambio político
nacional y al panorama económico y político global heredado de la Segunda Guerra Mundial. En el discurso que
brinda R.B. el 17 de octubre de 1945 en el Nuevo Circo de Caracas se detiene a exponer lo que en su criterio
representan las débiles condiciones políticas de Biaggini. Sobre la idea de un inviable gobierno civil en sus
manos, destacamos: “Hay más compatriotas: el fracaso como gobernante del doctor Biaggini significaría algo
más que el descrédito político de un hombre y de un partido: significaría que se iría a pique una idea
entrañablemente querida, apasionadamente sentida, acendrada a través de muchas generaciones por el pueblo
de Venezuela: la idea del gobierno civil”. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981,
pp. 177-178. 154
El preámbulo del Decreto de creación de un Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa destinado a
juzgar los delitos contra la cosa pública emitido el 27 de noviembre de 1945, manifiesta el objetivo, ya expuesto
por la Junta desde las primeras horas de la Revolución: “En atención a que uno de los principales propósitos de
la Revolución que derrocó el régimen de gobierno anterior es el de establecer la moralidad administrativa”. Vid.
el Decreto en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 125-128.
Recordando sus palabras en una concentración pública en Maracaibo, en enero de 1947 y ante la Asamblea
Nacional Constituyente, Betancourt sostiene: “No vamos a arriar –se dijo en esa oportunidad- la bandera más
limpia de la Revolución de Octubre, la bandera de la recuperación moral de la República, la bandera del
saneamiento y de la profilaxia [sic] administrativa, la bandera de la erradicación definitiva del concepto de que
ser hombre público no es la oportunidad de servir con decoro al país, sino la de enriquecerse a costa del país”.
Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 213.
65
los revolucionarios recordar de forma permanente el carácter corrupto del Gobierno y del
sistema depuesto.155
Por otro lado, esta denuncia va acompañada no sólo del propósito de castigar las
prácticas pasadas sino de actuar de manera profiláctica en tiempo revolucionario en torno al
tema de la administración, es decir, que las manos limpias empiecen a concebirse como una
etiqueta revolucionaria y por legado, en principio de la administración democrática. El tema
de la aversión a la corrupción y en correspondencia, el empeño por mostrar la suya como una
administración impoluta, y su equipo como uno de hombres honestos, será recurrente en el
discurso de Rómulo Betancourt durante la Revolución.156
El tiempo revolucionario es propicio para cumplir el propósito gestado en los años de
oposición de la necesaria despersonalización del poder. Acabar con el personalismo político
implicaba para los hombres de la Revolución echar por tierra la práctica del gran elector
detrás de los cuerpos institucionales de la República, condición que convertía al presidente en
el marcador de voluntades y que por derivación hacía del sistema republicano una caricatura.
La firmeza en el propósito de la despersonalización del poder se arraiga en la voluntad de los
hombres de la Revolución, y fundamentalmente de Betancourt, por deslegitimar la tesis del
césar democrático, esa aberración sociológica, lastimosamente y hasta entonces confirmada
155
“El régimen, imbuido de orgullo demoníaco y resuelto a mantener a todo trance una situación que le permitía
a sus más destacados personeros enriquecerse ilícitamente y traficar con el patrimonio colectivo desoyó ese
llamado de la opinión democrática”. […] “La erradicación de los vicios políticos y administrativos que
prevalecieron durante la Dictadura, y fueron substituidos por una democracia formal, falsificada e insincera,
por los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita, es el objetivo básico de la Revolución”. […] “…a
ninguna parcialidad política será discernido trato beneficioso, ni recibirá las ilícitas subvenciones oficiales que
disfrutaron las Cívicas Bolivarianas bajo el Gobierno de López Contreras y el Partido Democrático Venezolano
bajo el Gobierno de Medina Angarita”. Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de
Miraflores en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de octubre de
1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp.114-120. 156
“Ofrecimos usar agua y jabón en el manejo de los dineros públicos. Ya ha comenzado en los Despachos
Ministeriales, en los Gobiernos estadales y en ambos Territorios y Distrito Federal, una inexorable labor
profiláctica”. Vid. Ibídem, p. 117. “En Venezuela, la función de gobernar había llegado al último grado de
descrédito. En Venezuela se sentía vergüenza cuando se ostentaba al carácter de hombre público, el carácter de
político; porque político y traficante con el Erario Nacional, político y hombre venal, eran sinónimos en nuestra
patria. Nosotros venimos resueltamente a ponerle el termocauterio de la sanción a esa lacra purulenta de
nuestra administración que se llama peculado”. Vid. Discurso de R.B. en San Cristóbal el 14 de diciembre de
1945, en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 130. También Vid.
“Declaración de bienes personales hecha, conforme a la Ley por Rómulo Betancourt, el 5 de enero de 1946” y
Cfr., con: “Declaración de Bienes N° 2” del 19 de febrero de 1948. Ambos documentos se encuentran en el
volumen antológico cuatro de R.B. que venimos citando, pp. 159 y 407, respectivamente.
66
por la historia, que hacía del caudillismo, de las montoneras, del hombre armado y de su clan
político el mayor referente de orden en una sociedad desarticulada.157
La muy ejemplar y conocida medida de inhabilitación que se dan a sí mismos los
miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno para participar en los comicios futuros
donde sería escogido por voluntad popular el nuevo presidente de la República, representa
para los revolucionarios la expresión de su compromiso de antipersonalismo.158
La actitud
ejemplarizante radica en mostrar que no existe un deseo de los miembros del cuerpo colegiado
de usar el poder abrogado para perpetuarse en él. Incluso, Betancourt justifica la conformación
misma de ese cuerpo colegiado en la intención de que la acción ejecutiva del Estado no
recayese después del triunfo insurreccional en una sola persona, ensayando una suerte de
Consejo Federal suizo, donde ninguno de sus miembros se siente tentado a creerse
insustituible en la administración de la cosa pública.159
La Revolución con el propósito de la despersonalización del poder apunta a la
definición funcional de la República, lo que para ellos equivale decir, a su nueva fundación.
Aunque no existe una expresión en esta categoría o probablemente ella esté contenida en el
objetivo de alcanzar la segunda independencia, al esfuerzo revolucionario por desarraigar el
personalismo político subyace la convicción de vigorizar las instituciones políticas nacionales,
por tanto, destacar su autonomía.
157
Cfr. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno
revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Ibídem, p.
390.
En la conferencia dictada por R.B. en el Instituto Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración
del Programa de Extensión Cultural del Curso de Alfabetización de Adultos, una vez que desestima la tesis de la
constitución racial venezolana como determinante de la existencia de gobiernos tiránicos, insiste en que otros son
los motivos para que tal forma de gobierno haya tenido en Venezuela fundamento, el centro de su tesis es la
visión de la Independencia como un proyecto frustrado, que por un lado implicó la liberación de España, pero por
otro la pervivencia de la esclavitud y el establecimiento de una forma de escogencia del gobierno que vulneraba
el principio básico de que la soberanía reside en el pueblo. Vid., el discurso en: Ibídem, pp. 139-146. 158
Vid. “Decreto N° 9” de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Publicado en Gaceta Oficial el 23 de octubre de
1945. En: Ibídem, p. 113.
El 20 de enero de 1947 en el marco del primer discurso de rendición de cuentas de la Junta Revolucionaria de
Gobierno a la Asamblea Nacional Constituyente, R.B. solicita que ese cuerpo refrende la medida sancionada a
través del Decreto N° 9 de la Junta. Vid. Rómulo Betancourt. Selección de Escritos Políticos 1929-1981. pp. 212. 159
Cfr. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno
revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Ibídem, p.
390.
67
La novedad implica también la aparición en la escena de la conducción política del país
de otros actores cuya ambición había sido frenada en el tiempo pre revolucionario: el nuevo
origen representa el canal de acceso del pueblo160
al poder.161
La Revolución catapulta a Juan
Bimba,162
esa caricatura de la pobreza y de la exclusión de principios del siglo veinte
venezolano a la libertad política.163
Ésta considera su fundamento humano al país desposeído y
explotado, al campesino, al obrero, al maestro, al trabajador urbano;164
pero bajo una
concepción redimensionada: de una masa que había sido considerada atrasada e
indiferenciada, el pueblo se convirtió en una colectividad organizada con capacidad para ser
dueña de su destino y ejercer su soberanía.165
Apreciable en el de nuevo origen es la idea de
que la Revolución permitirá al país mayoritario, el desplazado,166
no sólo verse representado
en el poder a partir de la expresión de su voluntad, sino de tener al poder como aliado en su
realización social. El Juan Bimba de la Revolución es así la imagen de los nuevos tiempos, es
160
Sobre una concepción de pueblo en R.B. dentro del proceso de formación del Partido Democrático Nacional,
Vid., la sección “Imagen de los venezolanos” en: Arturo Sosa Abascal. Rómulo Betancourt y el Partido del
Pueblo (1937-1941), pp. 330-336. 161
Arendt considera que la expresión le peuple es fundamental para entender la Revolución francesa. En su
realización, la expresión pueblo no sólo abarcó a aquellos que tradicionalmente estaban fuera de la participación
en el gobierno sino que incluyó -en el sentido de un reconocimiento- al pueblo bajo. Cfr. Hannah Arendt, Op.
Cit., p. 99. La Revolución parece cargada de este espíritu de inclusión-ampliación de la significación de pueblo,
dejando fuera de él a todos aquellos que se opusiesen a su protagonismo político y pugnaran por la preservación
del status quo pre revolucionario. 162
“Juan Bimba es el personaje que, en las décadas de los años treinta y cuarenta del siglo XX, se utilizó para
designar al pueblo venezolano. Es el prototipo del hombre humilde, <<del pata en el suelo>>, un símbolo de los
desposeídos y excluidos. Representa a las grandes masas desnutridas e ignorantes, a las poblaciones campesinas
analfabetas debilitadas por la pobreza, a los obreros explotados por las transnacionales, a los olvidados que
viven en condiciones de precariedad”. […] “Juan Bimba es un hombre afiebrado y cansado que no gana una,
pierde con el gobierno y también con la oposición. No es él quien escoge a los gobiernos ni el que se opone a
ellos, es una especie de ser ausente, una presencia neutra, sujeta al vaivén de los acontecimientos que le pasan
por el frente”. Vid. Áxel Capriles, Las fantasías de Juan Bimba. Caracas: Taurus, 2011, pp. 159-160 y 162,
respectivamente. 163
“El principal artífice del protagonismo político de Juan Bimba fue Rómulo Betancourt quien lo convirtió en
centro y motor del proyecto político de su partido Acción Democrática”. Vid. Ibídem, p. 162. 164
Adicionalmente a la concepción de pueblo como sujetos depauperados, la Revolución incluye a todas las
clases productoras en el concierto de los sujetos revolucionarios. Una muestra de ello la evidencia R.B. cuando
se refiere a que la contundencia del triunfo revolucionario se debió al caudaloso respaldo de todas las clases
sociales productoras. Este juicio no sólo da cuenta del orgullo político por el respaldo popular, sino también, de
una concepción ética y virtuosa de los sujetos: quienes aspiran el cambio político, quienes respaldaron la
Revolución son los brazos del país, la gente que trabaja. Vid., la frase en contexto en el discurso ya citado de R.B.
ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos
Políticos 1929-1981, p. 208. 165
Vid. Áxel Capriles, Op. Cit., p. 155. 166
“Betancourt encontró el pueblo en los sectores excluidos del poder, en los alejados de las camarillas y grupos
de influencia, el <<otro>>, el olvidado y ausente, pero siempre afectado y perjudicado por las guerras y los
gobiernos. Eran las masas dóciles e ignaras hasta ese momento sometidas por el hambre y la ignorancia…”.
Vid. Ibídem, p. 156.
68
el hombre de pueblo, marginado en el pasado que ha sido convertido en sujeto político. Su
representación gráfica167
es incluso la imagen publicitaria del Partido del Pueblo, Acción
Democrática en los procesos electorales del tiempo revolucionario.168
Siendo el pueblo el
perfil más claro de la democracia verdadera en construcción, la Revolución se obligará a
demostrar que éste se encuentra apto para esa vida democrática, para darse sus leyes e
instituciones.
En la conformación de la izquierda venezolana y con propiedad de Acción
Democrática, el reconocimiento de esa aptitud se corresponde más a una característica de
madurez biológica que a la certeza de la madurez política del pueblo venezolano. En ello se
fundamenta el propósito de la constitución del partido político, que reconoce el portento del
pueblo pero que se abroga el papel de educarlo, de conducirlo en el camino democrático.169
Visto así, la producción misma de la Revolución pero sobre todo, la experiencia manifiesta de
la soberanía ciudadana por medio del voto, dan cuenta de que sus promotores al menos
consideran finalizado ese proceso de maduración política popular que deriva en la democracia,
aunque esto en ningún caso represente una disminución para el fundamento de AD como
partido, sino que sirve para que ésta termine confundiéndose completamente con el pueblo.
La madurez política del pueblo venezolano también es entendida como el resultado de
una herencia épica. En medio de las emociones multitudinarias que anteceden y que también
167
“Apareció […] el personaje gráfico Juan Bimba creado por el médico y dibujante barinés Mariano Medina
Febres, mejor conocido como Medo, en una caricatura que fue publicada originalmente en el diario caraqueño
Ahora, en 1936. Espejo del hombre enfermo y cansado del poema de Andrés Eloy Blanco, la representación de
Medo fue la de un campesino famélico, de hombros caídos, con pantalón enrollado, alpargatas (o descalzo) y
sombrero de cogollo. La imagen caló muy profundo en la imaginación nacional y el partido Acción Democrática
la utilizó como símbolo de su raíz popular y de su razón de ser como partido del pueblo.
El personaje gráfico captó el favor del público y fue representado por otras firmas y otros espacios. Las
caricaturas de Leoncio Martínez (Leo) y Manuel Martínez (Manuel), publicadas en 1938 en la revista
humorística Fantoches, dibujaban a Juan Bimba como un campesino enclenque con pantalón enrollado y un
pañuelo en el cuello. Aparecía también vestido de liquiliqui, macilento, con un bollo de pan en el bolsillo o bajo
el brazo”. Vid. Ibídem, p. 163. 168
Vid. Ídem. 169
“…los primeros pasos en ese camino han de ser vigilados con fervorosa inquietud por los guías, por los
pioneros, por espíritus de sana intención. Son tus primeros pasos Juan Bimba (…) precisa armar a Juan Bimba
de una ideología. Cuando se la demos, que él se cubra con ella, se acorace con ella, se enorgullezca de ella”.
Vid. Andrés Eloy Blanco. “Carta a Juan Bimba”. Obras Completas. Tomo II, Vol. I, Periodismo. Caracas:
Ediciones del Congreso de la República, 1973, pp. 304-305. Cit. por: Áxel Capriles. Op. Cit., p. 158.
Inmediatamente, Capriles comenta: “Es la doctrina revolucionaria: dotar al pueblo de las ideas de las que
carece. Adoctrinarlo con una fe, con una ideología que evite el disenso y promueva el gobierno de los de buen
corazón”.
69
caracterizan al tiempo revolucionario, los argumentos políticos concretos dan paso a la
búsqueda en la epopeya de la Independencia de las raíces libertadoras de un pueblo que por ser
tal parece preparado para denostar la tiranía y abrazar la democracia.170
Contrario a lo sostenido por las tesis sociológicas de Laureano Vallenilla Lanz y Pedro
Manuel Arcaya, negadoras de las posibilidades de superación del pueblo venezolano debido a
su constitución racial, a su tradición pastoril y proclividad al nomadismo, estando por ello
condenados al dominio del caudillo, la Revolución no sólo posibilitará la entendida
demostración para sus hombres de la capacidad democrática del pueblo venezolano,
reivindicando lo popular para convertirlo en una expresión sinónima de lo que se había
arraigado como una contrariedad en el pasado: el orden, el progreso, la civilización;171
también servirá de marco para demandar el reconocimiento del carácter virtuoso del pueblo,
enfrentado a la inmoralidad histórica de sus gobernantes.172
Este aspecto constituye otra
valoración permanente en las ideas de los hombres de la Revolución: el pueblo no sólo debe
ser la fuente de toda legitimidad sino también la inspiración virtuosa de los gobernantes.
170
Estas apelaciones fueron recurrentes en los discursos públicos de R.B. durante la Revolución. En este caso,
citaremos un fragmento de un discurso emitido el día previo al estallido de ésta: “¿Es que un pueblo libre, un
pueblo de libertadores, no puede continuar admitiendo que cada cinco años sea un hombre o una camarilla
quien le imponga gobernante?”. Vid. Discurso de R.B. en mitin de Acción Democrática en el Nuevo Circo de
Caracas, el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 178-
179. [El subrayado es nuestro]. 171
Sobre esta insistencia en el discurso de R.B. volvemos a referirnos a su Conferencia dictada en el Instituto
Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración del Programa de Extensión Cultural del Curso de
Alfabetización de Adultos el 29 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen
Cuatro, 1945-1948, pp. 139-146, donde en el análisis histórico que hace de Venezuela describe el fundamento de
la tesis positivista de la inmadurez política del pueblo y su visión sobre la demostración que ha dado el pueblo en
medio de la Revolución de ese error teórico. Igualmente considérense estas palabras pronunciadas en su ya citado
discurso ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947: “Y su resultado significa [se refiere a
la elección de Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente en octubre de 1946], la definitiva derrota de la
teoría pseudo-sociológica, forjadas por intelectuales al servicio de las autocracias, que conceptuaba al pueblo
venezolano como inapto para ejercer el derecho esencial del ciudadano libre en toda democracia: el de elegir”.
Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 215. 172
“El hecho de que la vida infeliz de los pobres coexistiese con la vida corrompida de los ricos es muy
importante para entender lo que querían decir Rousseau y Robespierre cuando afirmaban que los hombres son
buenos <<por naturaleza>> siendo la sociedad la que los corrompe, y que el pueblo bajo, debido simplemente a
que no forman parte de la sociedad, siempre debe ser <<justo y bueno>>. Desde este punto de vista la
Revolución se presentaba como la explosión de un núcleo interior incorrupto e incorruptible que rompía una
concha externa de decadencia y fragante decrepitud”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 140.
70
De este modo, la Revolución se convierte en un experimento necesario cuyo propósito
es descubrir al pueblo.173
Esto hace de la cuestión social,174
sobre todo de la idea de
reivindicación social, un componente fundamental dentro de los objetivos definidos por los
revolucionarios.175
El ideal reivindicativo descansa en el objeto de transformar una serie de
derechos que siendo percibidos éticamente como pertenecientes a todos se habían
transformado en derechos de grupos.176
Aunque la Revolución no se haya preconizado como un proceso dirigido sólo a
reivindicar a los pobres, estando éstos confundidos, e incluso, siendo los más claros
representantes dentro de la idea de pueblo que manejan los revolucionarios, la Revolución y el
Partido del Pueblo pueden concebirse en este proceso como los novedosos mecanismos
políticos de los que puede servirse la pobreza para liquidar las cadenas de opresión.177
A ello
se debe la insistencia de los hombres de la Revolución por vestir de pueblo al movimiento
desde sus orígenes, por sustentar en medio del furor del contexto que el derrocamiento del
Gobierno de Medina se había producido de la mano de los pobres178
con el fin de establecer
una democracia.179
El pueblo se convierte en el referente simbólico para la acción que propicia la
Revolución. Su constante apelación, la forma como se justifican los propósitos del movimiento
en él, la firmeza en teñir con su color todo el proceso -con más énfasis el acto de origen
revolucionario-, y la fundación de un nuevo origen que descansa en la proclamación de la
libertad política del pueblo, no sólo le convierten en un nuevo sujeto político sino en el cuerpo
mismo del tiempo revolucionario, en su razón de ser. Es posible que el nuevo origen
representado por la Revolución traiga consigo una especie de nuevo culto basado en la
173
Cfr. Ibídem, p. 144. 174
Cfr. Ibídem, p. 26. 175
Según Brinton, la reclamación definida y concreta de la abolición de la pobreza, la distribución uniforme de
la riqueza y la igualdad económica fueron principios fundamentales de la Revolución francesa y rusa, visto con
más énfasis en esta última. Cfr. Crane Brinton, Op. Cit., p. 268. 176
Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 81. 177
Cfr. Ibídem, p. 88. 178
Pobre entendido como constitución característica de la idea de pueblo en la Revolución. 179
Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 26.
71
conversión del pueblo en la suerte de un Ser Supremo,180
que no sólo se reivindica en el hacer
revolucionario, sino que confundido con el Partido y a posteriori con el Estado, lo es todo:
poderoso, inaplazable, incuestionable e infalible. En la Revolución el pueblo adquiere esta
condición porque se le tributa como fuente de la que derivan la ley y el poder.181
Volviendo a la novedad del tiempo revolucionario sobre la base de la definición de sus
actores, la composición misma del Gobierno colegiado implicó el inicio de un nuevo tiempo
histórico, no por la aplicación de una forma institucional determinada sino por la pervivencia
de sus actores en el sustento del sistema político venezolano, hablamos del Ejército y del
partido político. La Revolución es el debut de estos dos nuevos actores. Una mirada en
perspectiva fuera del tiempo revolucionario determina lo sustancial que a partir de 1945 serán
las relaciones entre ambos para la destrucción-construcción y consolidación de la
democracia.182
En los albores de la Revolución, Betancourt se había pronunciado en torno a la
especificidad de un Gobierno revolucionario, significando con éste no sólo el gobierno de
nuevos hombres en cuyas manos recayese la responsabilidad de conducir las instituciones
fundamentales del país, sino también, aquel donde fuese visible la primacía de su partido,
Acción Democrática, quien debía contar con espacios de poder cónsonos al nivel de
movilización y organización de su militancia. Igualmente entiende como Gobierno
revolucionario aquel donde Acción Democrática se niega la posibilidad de pactar con los
representantes del régimen increpado.183
180
“La necesidad de dioses en el cuerpo político de una república se manifestó en el curso de la Revolución
francesa en el intento desesperado de Robespierre dirigido a fundar un culto enteramente nuevo, el culto de un
Ser Supremo”. Vid. Ibídem, p. 253. 181
“Desde el punto de vista teórico, la deificación del pueblo llevada a cabo por la Revolución francesa, fue
consecuencia inevitable del intento de hacer derivar, a la vez, ley y poder en la misma fuente”. Vid. Ibídem, p.
251. 182
Cfr. “1945: Los dos nuevos actores”. En: Manuel Caballero, Las crisis de la Venezuela contemporánea,
1903 – 1992. 183
En el discurso ofrecido por R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945, un día antes del
estallido de la Revolución, éste niega haber acordado un futuro gobierno de concertación nacional con Diógenes
Escalante, en tanto, la reunión sostenida entre el Escalante y dirigentes de Acción Democrática en Washington
sólo había tenido como propósito la propuesta de elegir un gobierno de transición a cuya cabeza estaría Escalante
y que estaría comprometido a llamar a elecciones libres y generales en el plazo de un año. Sobre este aspecto, las
palabras de R.B. fueron: “Y cuando el doctor Escalante insinuó la posibilidad de un gobierno de concertación
nacional, le adelantamos que la Dirección del Partido no se inclinaba a ocupar posiciones ministeriales en un
72
El nuevo origen inaugura el tiempo de la democracia entendida como propósito
revolucionario. A diferencia de otras revoluciones como la francesa por ejemplo, los criollos
revolucionarios de octubre no convierten su gesta en la fundación oficial de un nuevo
calendario,184
aunque se realizan celebraciones aniversarias, primero de meses y luego de
años, con el tiempo, éstas se van tornando cada vez más ligadas a la intimidad de Acción
Democrática como partido y a sus adeptos. Ello no quiere decir que se lesione el intento de
construcción de un nuevo origen. Este acto descansa sobremanera en la palabra, en la obra
material y en la concepción del legado político trazado, todo en el marco justificativo de la
Revolución.
No sólo en todos los sentidos expresados, sino también en el uso de las palabras y en
las imágenes, la Revolución deviene en un fenómeno de novedad lingüística y simbólica.185
En
ella, vemos a un hombre que en representación de otros se preocupa por plantear palabras
claras y desnudas para hacerlas comprensibles al pueblo.186
Un Gobierno que fuera de los
gobierno no revolucionario si no se hubieran alcanzado previamente dos condiciones. La primera, que mediante
el sufragio libre, mediante constatación abierta ante el electorado, nosotros hubiésemos alcanzado en el
Congreso Nacional, en las Asambleas Legislativas y en los Concejos Municipales una representación
parlamentaria adecuada al volumen de militancia y de opinión no organizada que sigue nuestras consignas y
que votaría por nuestros hombres. Y la segunda, que Acción Democrática no iría jamás a un Gobierno como el
pariente pobre que entra por la puerta del servicio a ocupar dos o tres de esos llamados “ministerios
técnicos”…”. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 175. 184
Un ejemplo criollo de la concepción oficial fundacional de un nuevo tiempo – calendario lo representa la
Revolución Bolivariana. A la fórmula oficial usada para ubicar temporalmente toda producción jurídica –años
transcurridos desde la Independencia y desde la Federación- se le añade el aniversario de la Revolución
Bolivariana correspondiente a ese año. Vid., por ejemplo: Gaceta Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela. Nro. 6.020, Extraordinario. “Decreto con rango, valor y fuerza de Ley Orgánica de Reforma de la Ley
Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.” Caracas, lunes 21 de marzo de 2011. En esta publicación
oficial la fórmula de data al final reza: “Dado en Caracas, a los nueve días del mes de marzo de dos mil once.
Años 200° de la Independencia, 152° de la Federación y 12° de la Revolución Bolivariana”. 185
Sobre revolución y lenguaje, Vid. Juan Carlos Pérez Toribio, “Revoluciones políticas como fenómenos
lingüísticos: la inmunidad del lenguaje revolucionario.” En: La cultura política del venezolano. I Coloquio
Historia y Sociedad. Caracas: Equinoccio y Universidad Católica Andrés Bello, 2005, pp. 291-303. 186
La apelación a la sencillez y claridad de las palabras y momentos fue común en el R.B. de la Revolución.
Considérese, por ejemplo: “Ha venido esta noche, una vez más, Acción Democrática a decir su palabra clara y
sin esguinces; ha venido esta noche el Partido del Pueblo a hablarle al pueblo en su mismo lenguaje sincero y
tajante de siempre, agarrando el toro por los cuernos y llamado las cosas por su nombre.” Vid. Discurso de R.B.
en mitin de Acción Democrática en el Nuevo Circo de Caracas, el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo
Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 173. “Con parca sencillez republicana hemos querido
conmemorar esta fecha fausta [se refiere al primer mes aniversario del 18 de octubre de 1945] y no entregados a
la frívola diversión, sino a la faena constructiva y creadora.” Vid. Discurso de R.B. en la sesión inaugural de la
Primera Convención de Mandatarios Regionales, 18 de noviembre de 1945. En: Rómulo Betancourt. Antología
Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 122. También: “Deliberadamente he querido venir aquí sin una
conferencia escrita y sin ni siquiera notas que me guíen para hacer una exposición. He querido que el
pensamiento me fluya sin trabas de ninguna clase, espontáneamente, en este contacto directo con los jóvenes que
73
manejos internos que él sólo conoce procura por presentarse siempre en unidad ante el país,
rejuveneciendo la cara del poder pero mostrando también un pretendido equilibrio entre las
fuerzas que lo conforman: la civil y la militar. El acceso de un maestro de escuela, de color y
formas toscas a la Junta Revolucionaria de Gobierno, da cuenta que algo más allá de una
conspiración cualquiera asaltó Miraflores.187
La Revolución también parece preocupada
porque nacionalmente se le comprenda como tal y en consecuencia, las imágenes, la
pedagogía política, los actos y manifestaciones públicas se cargan con el sentido del
reconocimiento de un nuevo tiempo y de una especie de nueva idea sobre la verdadera
nacionalidad. La simbología popular de la autoctonía se cuela en textos escolares y de
alfabetización, en las campañas de unidad entre la clase obrera y campesina como base social
de la Revolución, en la campañas para la modernización del agro, en la demostración de la
fortaleza del movimiento obrero a través de los sindicatos legalizados por el Gobierno
revolucionario, en los afiches de las campañas contra epidemias como bilharzia y la malaria y
en los paneles conmemorativos de los aniversarios del 18 de octubre de 1945. Juan Bimba ya
no es sólo un símbolo de AD sino que se confunde con la representación gráfica de la
participación electoral del pueblo favorecida por la Revolución. Una síntesis de promoción
oficial de este imaginario de lo popular la podemos encontrar en la programación cultural que
hace la Junta Revolucionaria de Gobierno en ocasión a la toma de posesión de Rómulo
Gallegos, con la organización del Festival Folklórico Nacional por parte de Juan Liscano,
presentado en el Nuevo Circo de Caracas.188
han venido de los cuatro rincones de nuestra querida Venezuela…”. Vid. Conferencia dictada por R.B. en el
Instituto Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración del Programa de Extensión Cultural del
Curso de Alfabetización de Adultos el 29 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt. Ibídem, p. 139.
“Nosotros venimos ante el pueblo sin vallas que nos separen de él, mezclados e integrados a la multitud […] No
utilizaremos latiguillos para hablarle a nuestro pueblo. Nos expresaremos con la sencillez de quienes en torno a
la mesa hogareña, le cuentan a sus hermanos que han hecho para mantener en alto el patronímico…”. Vid.
Discurso de R.B. en un mitin popular en Caracas durante el primer aniversario de la Revolución. En: Ibídem, p.
251. 187
Nos referimos a Luis Beltrán Prieto Figueroa, maestro, dirigente de Acción Democrática, participante del
grupo que con R.B. entra en contacto conspirativo con la UPM y después del 18 de octubre de 1945, miembro de
la Junta Revolucionaria de Gobierno. Este juicio pertenece al Dr. Luis Alberto Buttó, Profesor del Departamento
de Ciencias Sociales de la Universidad Simón Bolívar, fue esbozado en una conversación personal durante el mes
de enero de 2013 a propósito de este trabajo. 188
Una muestra gráfica de todo lo descrito puede ser vista en el suplemento de imágenes que contiene el Volumen
Cuatro 1945-1948 de la Antología Política de R.B. que hemos referido abundantemente en este trabajo. De igual
modo, en los artículos, gráficos y fotografías que forman parte de su Archivo correspondiente al período en
cuestión. Adicionalmente a la valiosísima y profusa colección documental de la Fundación Rómulo Betancourt,
74
Cabe preguntarse sobre la radicalidad del nuevo origen. El cumplimiento de los
propósitos revolucionarios y la conceptuación de ellos como momentos primigenios en la
historia venezolana no sólo marcan una separación evidente con el pasado sino que guardan la
intención de proyectarse al futuro, como de hecho ha ocurrido.189
Bobbio apunta que ahí
donde ocurre la ruptura fundamental con el pasado es que puede ubicarse la oportunidad de
cambio real que sobreviene con la revolución. El cambio que en la revolución debe ser radical
se convierte en el elemento controversial para definitivamente catalogarla como tal. Según él,
en general –y la Revolución parece no escapar de esta máxima- el cambio en la composición
de las clases sociales a través de la revolución supone una interrupción mucho más grave que
el cambio del sistema político o de la forma de gobierno.190
Resulta lógico pensar que este
cambio drástico en el sistema de la composición social de Venezuela, en lo que el marxismo
llama la suplantación de una clase social por otra como producto de las revoluciones,191
no
parecerá patentado de inmediato y en largo período posterior a la Revolución. Sin embargo, no
puede dejarse de lado que éste es un principio que acompaña la idea revolucionaria del
Partido antes del 18 de octubre, y que tras el mismo Partido y el develado del pueblo durante
la Revolución parece consolidarse durante ese tiempo. En la Revolución el carácter radical del
cambio está contemplado en las aspiraciones y dentro del proceso, en los hechos. Aquí nos
hemos referido a lo sustantivo de esa novedad que la distingue.
1.2.4. Un movimiento irresistible
Las revoluciones se presentan igualmente como actos irresistibles, indetenibles e
históricamente necesarios.192
Las condiciones del pasado político que miran los hombres de la
Revolución sirven también para justificar su actuación: el gomecismo y su herencia resultan
ésta posee un archivo fotográfico de toda la vida política de R.B. es decir, una muestra en imágenes siglo XX
venezolano. 189
En torno a la proyección de este proceso sobre la historia posterior venezolana, considérese en el marco de la
historia de las ideas políticas: Luis Castro Leiva, El dilema octubrista: 1945-1987. 190
Vid. Norberto Bobbio, Op. Cit., pp. 648-649. 191
Cfr. Ibídem, p. 649. 192
Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 63.
75
insoportables para la dignidad del pueblo venezolano.193
Betancourt se justifica en el carácter
incompatible del pueblo con la Venezuela heredada del antiguo régimen. Las menciones de
ese orden de cosas inconciliables se convierten precisamente en las condiciones que aspira
revertir la Revolución.194
Cuando se argumenta lo insoportable, se alude directamente a que el
pueblo no resiste el mandato de un gobierno ilegítimo, fundado sobre la base de la usurpación
de su soberanía, la exclusión política y por demás, de la corrupción. Lo insoportable implica la
situación de entreguismo económico, la dependencia petrolera, y las condiciones de vida y
trabajo paupérrimas. La Revolución se ampara en el argumento de un pasado de espaldas al
país. Eso la justifica y hace de su producción y sus propósitos un evento indetenible e
inobjetable según sus actores.
Betancourt no deja de lado en análisis dialéctico para explicar lo irresistible de la
Revolución. Frente a lo absoluto y enraizado que supone la herencia gomecista, a modo de
contrapeso y como reflejo de una contradicción misma del régimen, de otro lado convive un
espíritu de impulso a la transformación, al mejoramiento y a la renovación. Una especie de
reserva dinámica inscrita en la conciencia colectiva del pueblo venezolano y que la va
haciendo cada vez menos compatible con su tradición política.195
Se trata de la idea del
vencimiento de las condiciones de un tiempo y de las contradicciones que resultan entre la
tradición y nuevos contextos emergentes. Este argumento no es sólo un criterio que desnuda
esa oposición de fuerzas al interior de Venezuela, también es utilizado por Betancourt para
analizar la corriente política mundial del momento y la ubicación del país dentro de ella,
siempre en la orbita de los giros impostergables.
193
Vid. Discurso pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 129. 194
Sobre la revolución como resultado indetenible de la falta de conciliación entre instituciones y marcha del
pueblo, considerar: “Cuando el acuerdo entre las instituciones y las ideas de un pueblo se destruyen, las
revoluciones son inevitables. Estas revoluciones legítimas, razonables, se inscriben en la marcha necesaria del
espíritu humano”. Vid. Mona Ozouf. Loc. Cit., p. 431. 195
Conviene apreciar directamente el argumento de R.B.: “Los escépticos, y los avenidos fatalistamente a ese
doloroso orden de cosas, olvidaban que en las sociedades existían reservas dinámicas, impulsos de
transformación y mejoramiento, soterrados en la conciencia colectiva. Por debajo de la superficie indecorosa
corría una vigorosa onda renovadora, que sacudía los más profundos estratos sociales de la Nación. El pueblo
venezolano, la inmensa mayoría de la población urbana y rural del país era ya incompatible con el régimen”.
Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de
Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de
Escritos Políticos 1929-1981, p. 208.
76
La apreciación del origen del poder político en el país, -tipificado por los
revolucionarios como el resultado de la limitación al ejercicio de la soberanía popular-, frente
a otras experiencias latinoamericanas, los harán catalogar a la Venezuela pre-revolucionaria
como una nación paria y rezagada en el continente.196
Para ellos, el país no merecía seguir
etiquetado como aquel que retraído de las tradiciones libertarias seguía soportando un
régimen hegemónico. De modo que, al igual que países como Cuba y Perú que se habían dado
gobiernos por la vía del sufragio, o como Ecuador y Guatemala, que lo habían hecho por la vía
de la revolución democrática, los venezolanos merecían darse su propio gobierno.197
Aún más, la Revolución se siente circunscrita a un ámbito más elevado de la historia
política contemporánea, sus actores acuden a emparentar al país con el triunfo de la
democracia, no sólo a través de las experiencias latinoamericanas descritas, sino de su
consolidación definitiva en Occidente después del derrumbe del totalitarismo nazi-fascista que
supuso el fin de la Segunda Guerra Mundial. Para los hombres de la Revolución, su ocurrencia
se lee como la participación de Venezuela en una nueva etapa de renacimiento a la que había
sido invitada la humanidad entera.198
En los instantes previos al estallido de la Revolución, convertido el tema de la sucesión
presidencial en la discrepancia política de primer orden entre el Gobierno y Acción
Democrática, siendo éste en definitiva el catalizador del movimiento, Betancourt sostiene que
en los inicios de la lucha política activa en Venezuela a partir de 1936, la demanda de la
izquierda estuvo también centrada en exigir una sucesión presidencial democrática, pero el
contexto de consolidación y avance del fascismo imprimió una suerte de escenario beneficioso
196
“La historia es implacable con las naciones que se quedan a la vera del camino, rumiando
contemplativamente los resentimientos que le nacen de las aspiraciones frustradas y de las necesidades
insatisfechas. Verdad ésta que resulta de particular vigencia en país como el nuestro, que ha permanecido
estático mientras el mundo moderno experimentaba maravillosas transformaciones y daba grandes trancos de
progreso económico y social”. Vid. Mensaje de Año Nuevo de 1946, dirigido a la Nación por R.B. en nombre de
la Junta Revolucionaria de Gobierno.” En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948,
p. 156. 197
Vid. Discurso pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Ibídem,
p. 129. 198
“El mundo vive una de sus mejores horas en el devenir histórico de la sociedad humana. Barrida de la
superficie de la tierra esa negación del hombre y de sus posibilidades ilimitadas de dignificación que era el
fascismo, se ha abierto para la humanidad una etapa de renacimiento”. Vid. Alocución dirigida por radio a la
Nación desde el Palacio de Miraflores en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete
Ejecutivo, el día 30 de octubre de 1945”. En: Ibídem, p. 114.
77
para los herederos del gomecismo, cuando al tiempo que repelían el movimiento popular
llamaban a la unidad nacional. El viraje en la insistencia por hacer democrático el proceso de
elección presidencial, al punto de convertirlo en un compromiso impostergable, es según
Betancourt, consecuencia del rumbo que ha tomado Occidente y el mundo hacia la
democracia, ya claro en 1945.199
De ese modo, se hace orbitar a Venezuela en un contexto
donde le resultaría imposible dejar a un lado la impronta de una forma política que parece
consolidarse.
Esta posición no sólo reafirma la convicción de la fundación de un nuevo origen sino
que justifica el carácter indetenible de la Revolución que se apresuró por elevar a Venezuela a
la condición de un país democrático. Es tan importante este argumento para los actores
revolucionarios que en la primera extensa alocución hecha para informar al país de los
propósitos de la Revolución, Betancourt lo utiliza para iniciar sus palabras, lo mismo ocurre en
199
En un largo fragmento del discurso ofrecido por R.B. el 17 de octubre de 1945, durante el mitin de Acción
Democrática en el Nuevo Circo de Caracas encontramos: “Esa consigna fue lanzada en 1936. Se constituyó el
llamado “Bloque de Abril” y en nombre de ella fuimos a la jornada de junio, y aplastado el movimiento popular
por el lopecismo, nos replegamos: aceptamos la consigna monstruosa de que podían dictar leyes, de que podían
elegir presidente de Venezuela, congresantes escogidos en la apacible tranquilidad del Samán de Maracay por el
general Juan Vicente Gómez. Pero hubo una razón que puede explicar ese repliegue del movimiento popular:
era la hora de la ascensión del fascismo, era la hora de la espada, como dijo Leopoldo Lugones; pero en 1945 la
situación es absolutamente diferente: estamos viviendo universalmente la hora del sufragio libre. En todos los
pueblos de la tierra vemos como se está consultando al electorado para que el electorado ejercite el principio de
autogobierno, estampado solemnemente en la Carta del Atlántico, y aplicándose ese principio, la vieja
Inglaterra, admirando a Winston Churcill [sic], admitiendo que Winston Churchill hizo más por ella de lo que
pudo hacer por Venezuela el general López Contreras, lo desplazó del Poder y quince millones de votantes
entregaron la rectoría del Gobierno de Su Majestad Británica al Partido Laborista, carne y pasión del pueblo
(aplausos).
En Francia, el Gobierno de Charles de Gaulle, el Gobierno de facto de la resistencia, está siendo ampliado
paulatinamente mediante sucesivas consultas electorales por un gobierno de signo democrático y socialista.
Hasta en La India, en la milenaria India, los parias y los intocables, los estratos sociales más deprimidos de una
sociedad jerarquizada, están preparándose para ir a los comicios. Y en el Japón, después de haber afirmado
Mac Arthur que el pueblo tiene el derecho para imponerse hasta por la fuerza la democracia, se aprestan para
votar, para darse su propio gobierno democrático, no sólo los hombres sino las mujeres, las “geishas” de un
país donde la mujer ha sido arrinconada por la brutalidad masculina al reducto de la esclavitud. Y en Corea y
en Polonia, y en Grecia y en los Balcanes y en la Portugal de Salazar y de Carmona, en todos los países de Asia
y de Europa vemos a los pueblos yendo a las urnas electorales para escoger a sus propios gobernantes.
Y si nos trasladamos a la América, podemos ver como tres países de evolución histórica similar a la nuestra, tres
países que han venido siendo despotizados, han encontrado en el sufragio directo, universal y secreto, el centro
de equilibrio de su perdida gravedad política y económica. Me refiero a Guatemala, donde ya no gobierna Jorge
Ubico, sino el doctor Juan José Arévalo. Me refiero a Cuba, donde ya no es Batista el Presidente, sino Raúl
Grau San Martín (aplausos). Me refiero al Perú, despotizado por la oligarquía civilista, donde ya no está en la
Presidencia aquel fantoche irresponsable de Prado Ugarteche, sino el doctor Betancourt y Rivero, y donde ya no
hay una mayoría espúria, sino una mayoría aprista, ganada en las lides eleccionarias dentro del congreso de ese
país (aplausos)”. Vid. Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp. 179-180.
78
el mensaje que ofrece al Congreso Nacional en ocasión de la toma de posesión de Gallegos
como presidente de la República en febrero de 1948.
Para Betancourt, el país supo responder de forma óptima a los propósitos
revolucionarios, sacrificando su paz y su sosiego para poder hacer conquistas fundamentales y
necesarias. Ello habría de ubicar a Venezuela en el concierto de ese grupo de pueblos que
habían tenido que pasar por un estado de conmoción interna lógico al abandonar las formas
absolutistas de gobierno y administración para ser luego sustituida por una democracia
moderna.200
La condición de movimiento irresistible e indetenible también se evidencia con algunas
expresiones sinónimas con las que en el ámbito semántico será reemplazado el uso revolución.
Referirse al acto originario como peripecia más allá de la intención de velar el episodio de las
armas, implica su concepción como un suceso abrupto y accidental, llamado a ocasionar un
cambio repentino y profundo. De igual modo ocurre cuando Betancourt al referirse al 18 de
octubre de 1945 lo llama el vendaval de Octubre.201
La comparación del origen de la
Revolución con un fenómeno natural al tiempo que busca hacer una analogía de fuerzas,
representa su consideración como un suceso indetenible, uno que escapa a las leyes
establecidas, que obedece a su propio orden.202
Lo mismo ocurre cuando se apela al recurso de
la devolución de la soberanía al pueblo como justificación de la Revolución. En la explicación
de la naturaleza de la Revolución octubrista, ergo, en la construcción de la epopeya
revolucionaria, tanto en el origen como en el proceso, el pueblo busca matizarse como aquella
200
Al R.B. utilizar la expresión profundas conmociones internas en este contexto, no sólo se está refiriendo al
acto violento que dio origen a la Revolución, sino también a las constantes contiendas electorales celebradas en el
tiempo revolucionario. Cfr. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del
Gobierno revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En:
Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 392. 201
Ambas referencias sobre el acto de origen de la Revolución forman parte de las palabras de R.B. ante el
Congreso Nacional durante la rendición de cuentas finales antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Vid.
Ibídem, pp. 389 y 390, respectivamente. 202
La condición de suceso irresistible de una revolución está para Hannah Arendt asociado a la imposibilidad
humana de detenerlo y a la obediencia que tiene el suceso de sus propias leyes. Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p.
63.
79
fuerza que es liberada y visibilizada por la Revolución y cual huracán, transforma el sentido
político del país, valga decir, instaura una nueva concepción del poder.203
1.2.5. La Revolución es la consecuencia de un régimen político caduco
La irresistibilidad que ampara la producción de las revoluciones suele situar el acto de
origen y el propósito revolucionario como la consecuencia y no como la causa del colapso de
un régimen político desintegrado y que ha perdido toda autoridad política.204
Para la
Revolución las condiciones de fragilidad del régimen de Medina que van desde lo moral-
institucional hasta lo estrictamente militar, hacen que sus hombres consideren a su
movimiento como aquel que tiene apenas la misión de acelerar el fin de un gobierno
considerado desmoronado, sin dejar de suponer que su mismo origen radica en la inestabilidad
política del tiempo predecesor. Al argumento de que se ha depuesto a un régimen sin fuerza,
subyace la apreciación de su ilegitimidad, de sus débiles bases y del poco fervor popular que
despierta.205
A contracorriente, en relación con el acto de origen revolucionario, Betancourt
excusa el escaso apoyo popular manifestado a la nueva causa en el carácter precipitado de los
hechos, es decir, como se trató de la deposición acelerada de un gobierno deshecho, la acción
popular no logró encontrar mayores espacios para desplegarse.206
En cambio, el respaldo
203
Sobre esta concepción del poder, refiere Arendt: “Cuando los hombres de la Revolución francesa decían que
todo el poder reside en el pueblo, entendían por poder una fuerza natural cuya fuente y origen estaban situadas
fuera de la esfera política, una fuerza que había sido liberada en toda su violencia por la revolución y que había
barrido, como un huracán, todas las instituciones del Ancien Régime”. Vid. Ibídem, p. 249. 204
“Si siempre parece que las revoluciones se realizan con pasmosa facilidad en sus etapas iniciales, ello se
debe a que los hombres que las ponen en marcha se limitan a tomar el poder de un régimen en plena
desintegración; en realidad son las consecuencias, no las causas, de la ruina de la autoridad política”. Vid.
Ibídem, p. 153. 205
“El desmoronamiento del régimen en el curso de escasas horas, revela como estaban minadas sus bases y
cómo carecía de asideros en la opinión”. Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de
Miraflores en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de octubre de
1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 115. 206
“Tan rápido fue el desmoronamiento del Gobierno, que la acción popular no pudo hacerse sentir en la
magnitud y proporción que previmos”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 206.
80
fervoroso dado por el pueblo a la revolución da cuenta de que ésta ha capitalizado la carencia
fundamental del régimen depuesto.207
Sostener que la Revolución es la consecuencia de un régimen ilegítimo amparándose
en el argumento de que a aquél le fueron otorgadas todas las posibilidades de consenso con la
oposición para resolver el dilema de la sucesión presidencial de Medina,208
expresa la
intención de los revolucionarios por presentarse como aquellos que intentaron reprimir la vía
armada como mecanismo de acceso al poder hasta el momento en que ésta se convirtió en el
último recurso, en el recurso irresistible. De modo que, aunque la Revolución como propósito
de cambio profundo en el país forme parte de los razonamientos políticos pretéritos de
Betancourt, su puesta en marcha a través de la vía armada no es obra de la inquietud de sus
actores sino de la obstinación del Gobierno de Medina por no permitir la sanción del sufragio
universal o no conciliar con la oposición la figura de un candidato que en el nuevo período se
encargara de ello.
A propósito de esto, Betancourt enfatiza en la obstinación de AD por contener una
solución violenta al problema de la sucesión presidencial una vez que se desestima la
candidatura de Diógenes Escalante. El líder de AD responsabiliza en doble sentido al
Gobierno de Medina por la producción del origen violento de la Revolución. En primer lugar,
por actuar de forma unilateral en torno a la escogencia de Ángel Biaggini como candidato
emergente en reemplazo de Escalante, desoyendo la propuesta del Partido de la necesaria
escogencia de un candidato que asuma el suyo como un período de transición,
comprometiéndose a llamar a elecciones libres y generales en el plazo de un año. En segundo
lugar, por haber respondido con represión y violencia hacia miembros de las Fuerzas Armadas
toda vez que se empezó a confirmar una red de conspiración, justo en el momento –según
argumenta Betancourt- en que su Partido intentaba persuadir a los militares de postergar la
207
Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de Miraflores en nombre de la Junta
Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,
Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 115. 208
“El país sabe cuántas fueron las proposiciones conciliatorias que se formularon al Gobierno de Medina
Angarita, depuesto por el Ejército y Pueblo unidos el 18 de octubre, para que se realizara una consulta electoral
idónea para la ciudadanía”. Vid. Ídem.
81
insurrección mientras se agotaba la posibilidad de algún acuerdo.209
Es así, como resulta
ostensible considerar que para los revolucionarios el acto de origen de su Revolución como
procedimiento extremo descansa sobre la única causa la negación de la libertad política.210
Empero, hablar del desmoronamiento del Gobierno de Medina obliga a los
revolucionarios a situar la condición de colapso no sólo en el contexto que hace irresistible la
producción de una revolución, huelga decir, en la coyuntura, sino en el hecho concreto a partir
del cual el régimen se sabe acorralado y en peligro, el momento preciso donde las condiciones
están dadas para el estallido de la Revolución.211
El 18 de octubre de 1945 se convierte en el
momento preciso no sólo por lo afinado de la logística conspirativa, sino por ser el momento
donde con evidencias el Gobierno sabe que el fundamento de su existencia política –el
Ejército- tiene una nueva y peligrosa fractura más allá de la infringida por la división que
ocasionó el distanciamiento entre López y Medina; aún más, lo que se ha fracturado es el
mismo Ejército que miró con simpatía el ascenso de Medina al poder, por considerarlo
representante de una nueva casta militar, estudiada y profesional, si bien heredero del
gomecismo, distinto a él.212
Develar la conspiración, por lo tanto, el encuentro del Gobierno
con el peligro, se convirtió en el catalizador del acto de origen de la Revolución.213
209
“Apenas se iniciaba el debate público en torno a esa proposición transicional, ridiculizada y escarnecida
desde el primer momento por la prensa oficiosa del régimen, cuando el Gobierno de Medina Angarita comenzó a
detener a oficiales comprometidos en el movimiento. La insurgencia del 18 de octubre fue la respuesta de la
Unión Patriótica Militar a una ofensiva represiva desatada contra sus miembros y encaminada a ahogar las
ansias que animaban a los auténticos personeros del Ejército Nacional de servir lealmente a Venezuela y a la
institución armada. Resulta así aquel Gobierno no sólo el responsable mediato de la Revolución de Octubre, por
su impermeabilidad ante los reclamos y anhelos populares, sino también la causa determinante de su estallido”.
Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de
Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de
Escritos Políticos 1929-1981, pp. 209-210. 210
“El procedimiento extremo a que se apelara, fue provocado por quienes se negaron obstinadamente a abrir
los cauces del sufragio libre, para que por ellos discurriera el vehemente anhelo de los venezolanos de ejercitar
su soberanía eligiendo directamente a sus gobernantes”. Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el
Palacio de Miraflores en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de
octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 115. 211
“Aunque sea patente la pérdida de autoridad, las revoluciones sólo pueden estallar y alcanzar la victoria
cuando existe un número suficiente de hombres que están preparados en el momento en que se produce el
colapso y, al mismo tiempo, ansían asumir el poder, estando prestos para organizarse y actuar unidos para la
consecución de un objetivo común”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 153. 212
“¿Se dice que el advenimiento del General Medina al poder fue placentero para el Ejército, donde contaba
con muchas simpatías?
Es cierto, la llegada del General Medina al poder la recibimos con suma satisfacción, siendo él procedente de la
Escuela Militar (el primero que de este origen llegaba), con plenos conocimientos de nuestros anhelos y
82
La forma en la que se entiende y describe el tiempo del antiguo régimen es también
una característica que ubica a la Revolución en el concierto revolucionario moderno. En
primer lugar la Revolución plantea su carácter absoluto y profundo en correspondencia al
régimen de gobierno que derroca, es decir, siente que su condición está determinada por el
tipo de gobierno que le precede: mientras más absoluto sea el gobierno derrocado, más
absoluta será la revolución que la reemplaza.214
Aun cuando la expresión recurrente de los
nuevos actores para argumentar el carácter irresistible de su movimiento ha sido el de
catalogar al de Medina como un régimen débil y en colapso, la consideración de sus raíces
históricas –la longitud del tiempo gomecista y del decenio que ya alcanzaban los herederos del
gomecismo- y la contención de las demandas a reformar el régimen político que condujesen
definitivamente a la construcción de una democracia moderna, hacen del régimen pre-
habiendo adquirido su alta graduación por riguroso escalafón, lo que indicaba que en sus grados de
Subteniente, Teniente y Capitán había palpado en carne propia la triste condición del oficial subalterno. (…)
Pero pronto fuimos defraudados… La Ley Orgánica del Ejército y de la Armada no se cumplían; los Jefes,
pasado su límite de edad activa no eran retirados para darles paso a los oficiales subalternos y cuando la
mencionada Ley establecía, por ejemplo, que el Subteniente fuera ascendido a Teniente a los cuatro años, se
encontraba una gran cantidad de Subtenientes con seis, siete y hasta ocho años en el mismo grado; lo mismo
pasaba con los Tenientes y Capitanes. Al llegar el General Medina a la primera magistratura, con pleno
conocimiento de la realidad, esperábamos nosotros que inmediatamente se nos haría justicia, pero no sucedió
así y en ese particular siguió las huellas de su antecesor; además, al segundo año de su Gobierno empezó a
rodearse de la célebre camarilla que tantas iniquidades ha hecho cometer a los gobernantes de nuestro país…
Dentro de la Institución Armada, los generales y coroneles sin preparación y cultura de ninguna naturaleza,
rezagos la mayoría de las montoneras de nuestras contiendas civiles –con algunas honrosas excepciones- eran
objeto de los más descarados favoritismos. El descontento vino a culminar entre la oficialidad subalterna
cuando se efectuó el ascenso a generales en el mes de julio 1943, que con algunas salvedades fue un honor
inmerecido a Jefes incapaces, mandones y déspotas que no se daban cuenta de la responsable conciencia de la
juventud militar”. Fragmento de la entrevista que hace Ana Mercedes Pérez al Capitán Carlos Morales. Vid. Ana
Mercedes Pérez. Op. Cit., pp. 34-35.
En los sucesos del 18 y 19 de octubre de 1945, Carlos Morales se encargó de dar el golpe en el Ministerio de la
Defensa Nacional. Durante el Gobierno revolucionario ocupó el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores. 213
“¿Cuál era la fecha exacta del golpe?
Quedó definitivamente fijada para los fines del mes de noviembre, pues si lo dejábamos para después del mes de
enero, vendrían ascensos y cambios generales entre la oficialidad que ya estaba de acuerdo con nosotros;
nuestros cálculos fueron que para la primera quincena de noviembre tendríamos juramentados trescientos y pico
de oficiales… Estábamos en pleno apogeo de juramentaciones en todas las guarniciones de la República cuando
fuimos delatados, quedándose fuera del movimiento gran cantidad de excelentes y dignos compañeros, quienes
no obstante ignorarlo, apenas lo supieron por la radio o por otros medios de comunicación se pusieron a nuestro
lado y contribuyeron en gran parte al éxito obtenido”. Fragmento de la entrevista que hace Ana Mercedes Pérez
al Capitán Carlos Morales. Vid. Ibídem, p. 40. 214
“Es perfectamente natural que una revolución esté predeterminada por el tipo de gobierno que viene a
derrocar; nada por tanto tan plausible como explicar el nuevo principio absoluto, la revolución absoluta, en
función de la monarquía absoluta que la precedió y llegar así a la conclusión de que cuanto más absoluto sea el
gobierno más absoluta será la revolución que la reemplaza”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 211.
83
revolucionario uno de enraizamiento profundo.215
A ese nivel, sobre todo en cuanto a espíritu
de transformación se obliga a responder la Revolución.
El descanso real del proceso electoral presidencial y legislativo en la voluntad del gran
elector y la falta de credibilidad nacional en la institución del voto, constituían otros de los
escenarios inaceptables en los argumentos de los hombres de la Revolución.216
La práctica –ya
usual- de que el sucesor político en la Presidencia de la República la determinase el presidente
saliente y que el Congreso Nacional debía legitimar tal decisión, anula un pretendido
protagonismo de la soberanía popular y le sustrae al cuerpo legislativo toda posibilidad real de
decisión. La preservación del orden y la continuidad de las formas políticas convertían al
régimen electoral y a sus consecuencias en la explicación del por qué los gobiernos pre-
revolucionarios no descansaron realmente en la voluntad popular.217
Para Betancourt existen distinciones entre el gomecismo y sus herederos, también hilos
conductores evidentes.218
Ya nos hemos referido a su consideración de la corrupción como la
215
“Parecía tener hondas raigambres indestructibles este absurdo orden de cosas. Las apariencias indicaban que
era inamovible un régimen que se presumía apoyado por las Fuerzas Armadas y provisto en todo momento,
gracias al fluir ininterrumpido de la riqueza petrolera, de recursos fiscales poderosos.
Y ello explica la paradoja de que estando acordes todas las clases sociales en repudiar al régimen, sólo un
sector civil, políticamente activo, lo combatiera con ánimo resuelto, desde las tribunas. El resto del país, apenas
disimulando su descontento con la situación imperante, parecía amoldado a ella, desesperando de que hubiera
una salida para la encrucijada en que se debatía la República”. Vid. Primer Discurso de cuenta gubernamental
ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno ante la Asamblea Nacional Constituyente el
20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 208. 216
“El pueblo venezolano aspira, desde hace muchos años, a escoger a sus gobernantes, como ve que los escoge
la vecina República de Colombia, mediante la libre emisión del voto, sin que haya en el poder un régimen que
interfiera presionando a los ciudadanos para que voten en determinado sentido; concediéndoles el derecho al
sufragio a todos los venezolanos de ambos sexos, mayores de dieciocho años, sean alfabetos o analfabetos. Este
anhelo está profundamente soterrado en la conciencia de nuestro pueblo. Creyó ingenuamente en 1936 que,
desaparecido el dictador, se le restituía el goce de su soberanía; fué [sic] con candor virginal a las elecciones de
1936, y mediante el voto acumulativo, mediante el chanchullo y el fraude se burló su derecho a darse sus propios
representantes en los Concejos Municipales, en las Asambleas Legislativas y en el Congreso de la Nación. A
través de los años, fué [sic] perfeccionándose la maquinaria del régimen para el fraude electoral, en los últimos
días de ese régimen vimos el espectáculo de un pueblo escéptico, que no concurría a las urnas comiciales sino en
proporción mínima, porque no creía en la sinceridad de los votos que arrojaban esas urnas…”. Vid. Discurso
pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt,
Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 130. 217
Tal como nuestra tradición parlamentaria anterior a 1945, Arendt sostiene sobre la tradición legislativa
europea durante el absolutismo: “Ninguno de los parlamentos europeos fue un cuerpo legislativo; tenían, cuando
más, el derecho a decir <<si>> o <<no>>, pero la iniciativa o el derecho de decisión no les pertenecía”. Vid.
Hannah Arendt, Op. Cit., p. 247. 218
“Ese denominador común era la falta de sinceridad republicana, de audacia creadora, de fe en el pueblo, de
segura confianza en los grandes destinos patrios, de consecuencia práctica con la tesis teórica de que los
gobiernos democráticos son incompatibles con el mandonismo [sic] personalista y absorbente”. Vid. Mensaje de
84
marca expedita de continuidad entre los dos regímenes y, lógicamente, a la pervivencia de la
intención por desplazar el reconocimiento de la soberanía popular por el privilegio de una
casta militar-civil. Entre ambos momentos, la diferencia para él estiba en la preocupación por
las formas que evidenciarán López y Medina. Para Betancourt, el gomecismo es una
Dictadura, mientras que el tiempo de sus herederos corresponde al de una democracia
insincera y falsificada. Entre ellos, los vicios políticos y administrativos se encargan de
emparentar ambos períodos.219
Los herederos del gomecismo instauran en Venezuela lo que para Betancourt es un
régimen de la mentira social opuesto a lo que en el tiempo revolucionario sería una política de
plena franqueza frente a la población. Del engaño y la demagogia en tiempos de López y
Medina daba cuenta –para Betancourt- la falta de responsabilidad en el cumplimiento de las
promesas materiales a la población y la publicación de grandes proyectos nacionales en el
marco de las celebraciones patrias cuando la realidad al poco tiempo evidenciaba su
inexistencia.220
Año Nuevo de 1946, dirigido a la Nación por R.B. en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno. En:
Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 155. 219
Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación..., el día 30 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,
Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 116. También considérense estas palabras de R.B.: “La
desaparición de la dictadura de Gómez, en 1935, no significó rectificación a fondo de sus prácticas y sistemas.
El personalismo autocrático, la inmoralidad administrativa y el escamoteo a la Nación de su derecho inminente
e irrenunciable a darse sus propios gobernantes, continuaron campeando por sus fueros. El llamado “régimen
bolivariano”, para escarnio de un nombre sagrado a los venezolanos, significó la pervivencia de lo fundamental
del “gomecismo” hasta una década después de la muerte del dictador. Con altibajos, en que lo represivo alternó
con lo liberal, se concedieron al pueblo, como frutos de sus ardorosas luchas, algunas garantías. Pero no las
esenciales de ver en la Presidencia de la República a un Jefe de Estado y no a un cacique de tribu, ávida e
intolerante; y de apreciar en los altos funcionarios gubernamentales la voluntad de servir decorosamente a la
República, sin confundir el tesoro público con su peculio privado; y de escoger directamente, libremente, en
comicios democráticos, a los personeros legítimos de la voluntad nacional”. Vid. Primer Discurso de cuenta
gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno ante la Asamblea Nacional
Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.
207. 220
“Hemos iniciado una política de franqueza. Aquí la política se realizaba bajo el signo de la mentira y la
demagogia. No había sentido de responsabilidad para decir que determinadas obras, reclamadas
perentoriamente por la colectividad, no podían ejecutarse. Una de las formas de festejar las efemérides, era
publicando una edición extraordinaria de la Gaceta Oficial con una lista interminable de decretos a los cuales
no se iba a dar cumplimiento. Estamos rectificando esa política de engañifas. Tenemos suficiente sentido de
responsabilidad para decir que no vamos a decretar sino aquellas obras que en realidad vamos a ejecutar”. Vid.
Discurso de R.B. en la sesión inaugural de la Primera Convención de Mandatarios Regionales, 18 de noviembre
de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 122.
85
A la negación de la libertad política se sumó en el tiempo pre-revolucionario un
escenario paupérrimo para el disfrute del bienestar privado. El Estado, habiendo
monopolizado para sí el derecho a toda acción política había negado la esfera pública al
pueblo relegándolo a la intimidad de sus asuntos privados,221
en los cuales las mejores
condiciones no eran precisamente lo característico. De modo que, según los hombres de la
Revolución, en la realidad se materializa una negación de espacios al pueblo en doble sentido
que su movimiento tiene el propósito de revertir.
Por ello, la Revolución asume el compromiso ya planteado en su origen de devolver la
soberanía al pueblo fundando así la libertad política, pero también, de convertir el escenario
privado del venezolano en uno de mayor calidad y beneficio. La mejora en las condiciones de
lo privado está en el pensamiento de estos revolucionarios criollos sumamente unido a la
cuestión social y a su connotación de proceso reivindicativo frente a una tradición de
depauperación popular.222
La preocupación por el desarrollo de una reforma agraria que
otorgue tierras al campesino, el abaratamiento del costo de la vida por la vía del control de
precios y del subsidio, el aumento general de salarios en la Administración pública y la
presión para que ello se replique en la empresa privada por la vía de la demanda sindical, la
ampliación del margen de importaciones para acrecentar la posibilidad de consumo respaldada
por una mayor circulación monetaria y por la generación de nuevas fuentes de empleo, y la
sensibilidad operativa respecto a los problemas sanitarios, educativos e infraestructurales,223
221
“La tiranía, según terminaron por entender las revoluciones, era una forma de gobierno en la que el
gobernante incluso aunque gobernase de acuerdo con leyes del reino, había monopolizado para sí mismo el
derecho a la acción, había relegado a los ciudadanos de la esfera pública a la intimidad de sus hogares y les
había exigido que se ocupasen de sus asuntos privados. En otras palabras, la tiranía despojaba de la felicidad
pública, aunque no necesariamente del bienestar privado”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., pp. 172-173. La
consideración de R.B. sobre el tiempo político que precede a la Revolución ni siquiera admite esta separación. El
antiguo régimen sí bien no limitaba el disfrute de lo privado, hablando en términos populares, ergo, mayoritarios,
hacía poco porque esto fuese realmente significativo y gratificante. 222
“…Y junto con ello, un descontento permanente en un pueblo preterido, marginado al disfrute de las más
elementales ventajas de la vida material y espiritual”. Vid. Conferencia dictada por R.B. en el Instituto
Pedagógico Nacional de Caracas con motivo de la inauguración del Programa de Extensión Cultural del Curso de
Alfabetización de Adultos el 29 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen
Cuatro, 1945-1948, p. 144. 223
La mención de estos aspectos son recurrentes en todos los discursos públicos de R.B. durante la Revolución ya
sea en su dimensión justificativa, en su planteamiento como propósito o en el intento de destacar el portento de la
obra realizada. Para un ejemplo de su mención como propósito, Vid., íntegro Discurso pronunciado por R.B. en
San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen
Cuatro, 1945-1948, pp. 129-138. Una observación en tono de destacar la labor cumplida, Vid., íntegro Discurso
86
serán usados como bandera por los revolucionarios en su necesidad por distinguirse del pasado
y dará cuenta de la forma como aspiran buscar –e instaurar- la felicidad, entendida en su
dimensión acompasada: la felicidad pública y el disfrute privado del pueblo.224
Así, en el marco del fenómeno revolucionario moderno, el movimiento criollo de
octubre puede considerarse una revolución porque al tiempo que busca fundar una tradición de
reconocimiento de la libertad civil, persigue -por la vía de la preocupación social-, la búsqueda
de la felicidad privada. Anular alguna de estas aspiraciones en el propósito revolucionario
sería plantear una reforma política y no una revolución.225
1.2.6. El tiempo revolucionario y el tiempo constitucional
El nuevo origen y la irresistibilidad de las revoluciones tienden a relacionarlas con el
propósito fundacional de establecer un nuevo marco legal normativo, de imponer una nueva
autoridad.226
Así, la Revolución en sintonía al fenómeno revolucionario moderno, funda un
nuevo orden político a partir de una Constitución.227
En el marco característico de las
de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno revolucionario antes de la
toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Ibídem, pp. 388-406. 224
“Como quiera que sea, podemos estar seguros de una cosa: la Declaración de Independencia, si bien empaña
la distinción entre felicidad pública y privada, se propone que entendamos el término <<búsqueda de la
felicidad>> en su doble significado: como bienestar privado y como derecho a la felicidad pública, como la
prosecución del bienestar y como la <<participación en los asuntos públicos>>”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit.,
p. 175. [El subrayado es nuestro]. También: “Históricamente en las grandes revoluciones del Tiempo Nuevo,
existió la tendencia objetiva a la ampliación del campo social de las posibilidades de la libertad y al aumento de
la satisfacción de necesidades. […] Pese a los períodos subsiguientes de reacción y restauración, el resultado y
la función objetiva de estas revoluciones fue la institución de gobiernos más liberales, una democratización
paulatina de la sociedad y un progreso técnico”. Vid. Herbert Marcuse, Op. Cit., p. 152. 225
“La garantía de las libertades civiles y de la búsqueda de la felicidad privada había sido considerada durante
mucho tiempo esencial en los gobiernos no tiránicos, es decir en los gobiernos limitados por el Derecho. Si no
hay otra cosa en juego, entonces deben considerarse como simples accidentes los cambios revolucionarios de
gobierno, la abolición de la monarquía y el establecimiento de la república, provocados únicamente por la
terquedad de los regímenes anteriores. Si hubiera sido éste el caso, la respuesta debería haber sido la reforma,
no la revolución; no el cambio de gobierno, sino simplemente el cambio de un mal gobernante por uno mejor”.
Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., pp. 177-178. 226
Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 50. 227
“En el mundo moderno, el acto de fundación se identifica con la elaboración de una constitución, y la
convocatoria de asambleas constitucionales ha llegado a ser con sobrada razón la nota característica de la
revolución desde que la Declaración de Independencia inició la redacción de constituciones para cada uno de
los Estados americanos, proceso que preparó y culminó en la Constitución de la Unión, la fundación de los
Estados Unidos”. Vid. Ibídem, p. 165.
87
revoluciones modernas, la venezolana de 1945 ha convertido los usos revolución y
constitución en fenómenos correlativos.228
La Asamblea Constituyente que sesiona entre 1946 y 1947 y la Constitución de 1947
son al mismo tiempo justificación de la Revolución en tanto forman parte de sus objetivos
originarios y fuentes de nuevos mecanismos para su legitimación.229
Sin embargo, son también
experiencias que delinean un nuevo orden que naciendo de la Revolución resulta distinto a
ella.
La Revolución hace transitar al país por un camino constitucional sobre la base de la
fundación de la libertad política, porque sus hombres parecen haber entendido la diferencia
existente entre una Constitución dada como un acto de gobierno y un pueblo dándose a sí
mismo una Constitución, constituyendo un gobierno.230
Aunque para los revolucionarios de
octubre circunstancialmente la fuente de ese poder sea la misma, tomando en cuenta la
prontitud con la emparentan la Revolución al pueblo y el retorno de la soberanía al pueblo
como su propósito, la Revolución obedece al orden de lo abrupto, a la circunstancia, a los
plenos poderes que se ha abrogado,231
mientras que el tiempo constitucional fundado a partir
de 1947 impone un orden que se sitúa por encima de la lógica revolucionaria. Siendo así, la
Constitución se convierte en el mecanismo que detiene la máquina revolucionaria.232
De ese
modo, entronizando la Revolución un nuevo código moral y ético y aun, sirviendo de
228
Vid. Ibídem, p. 166. 229
Cuando R.B. se dirige al Congreso de la República antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos el 12 de
febrero de 1948, aun cuando se refiere al acto de origen de la Revolución, justificando acto y proceso, al
detenerse en el tema de la legitimidad del poder de la JRG, en primer orden no se refiere al fervor popular como
había sido costumbre en los inicios, se dirige al Congreso en su “…carácter de Presidente del Poder colegiado
al cual confió la Asamblea Nacional Constituyente las funciones ejecutivas del Estado.” Vid., el discurso referido
en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 388. 230
“Una constitución no es el acto de un gobierno sino de un pueblo que constituye un gobierno”. Vid. Thomas
Paine en The Rights of Man, Cit. por Hannah Arendt, Op. Cit., p. 194. Más adelante Arendt enfatiza: “Es obvia la
diferencia existente entre la constitución que es resultado de un acto del gobierno y la constitución mediante la
cual el pueblo constituye un gobierno”. Vid. Ibídem., p. 196. 231
En un mensaje de rendición de cuentas dirigido por R.B. en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno a
la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de enero de 1947, explica que a través del Decreto N° 1, la Junta
asumió –con el asentimiento popular- los plenos poderes de la soberanía nacional, lo que se entiende, será
entregado posteriormente al pueblo. Este fragmento del mensaje Vid., en: Rómulo Betancourt, Antología Política,
Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 274. 232
“La única manera de detener la máquina es la constitución. Ella sola permitirá distinguir entre aquellos que
quieren un gobierno estable de aquellos que sólo quieren revolución y cambio”. Vid. Mona Ozouf, Loc. Cit., p.
425.
88
inspiración para normas y valores generales233
futuros, asienta las bases de un nuevo tiempo a
la vez que se distingue de él. El tema de la inspiración revolucionaria del tiempo
constitucional es ineludible y sin embargo no es posible sostener que el nuevo orden prolonga
la Revolución.
La sanción de la Constitución de 1947 y la organización del poder político nacional en
torno a sus disposiciones marcan el fin del Gobierno revolucionario y con ello de la
Revolución. La entronización de un orden constitucional que es hijo de la Revolución no
puede considerarse parte del tiempo revolucionario ya que está sometido y limitado por una
nueva esfera del derecho, es el resultado mismo de la limitación del poder que supone la
acción constituyente, no tiene la posibilidad de instituir nuevos poderes, sino de desplegar los
adquiridos.234
El camino constitucional como propósito y también como límite del tiempo de la
acción revolucionaria es definido y enfatizado por los hombres de la Revolución.235
En otras
palabras, desde el origen mismo de ésta, sus actores mostraron la firme intención de plantear
las distinciones entre los actos revolucionarios y el tiempo constitucional, entendido este
233
“En la continuidad histórica, sin embargo, las revoluciones establecen su propio código moral y ético, y se
convierten de este modo en fuente y origen de nuevas normas y valores generales. Efectivamente, los valores hoy
día generalmente aprobados y aceptados nacieron en revoluciones; así el valor de la tolerancia; en las guerras
civiles inglesas; los derechos humanos inalienables e irrenunciables, en la Revolución americana y en la
francesa. Estas ideas se convirtieron en una fuerza histórica, por lo pronto, como ideas sujetas a un partido
político, como instrumentos de un movimiento revolucionario con fines políticos. Su realización originalmente
incluía la violencia, más tarde adoptaron una validez dirigida contra la violencia, es decir, una validez ética
general. De esta manera las revoluciones llegan a sujetarse a escalas morales”. Vid. Herbert Marcuse, Op. Cit.,
p. 149. 234
“La idea de gobierno constitucional no es, desde luego, en ningún sentido revolucionaria en su contenido o
en su origen; no significa otra cosa que un gobierno limitado por el Derecho y la salvaguardia de las libertades
civiles mediante garantías constitucionales. […] las diversas declaraciones de derechos que fueron incorporados
en las nuevas constituciones […] no fueron concebidos para instituir los nuevos poderes revolucionarios del
pueblo, sino por el contrario, se creyeron necesarios para limitar el poder del gobierno, incluso en los cuerpos
políticos de nueva fundación”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., pp. 190-191. 235
“Artículo 5° - Esta Junta Revolucionaria de los Estados Unidos de Venezuela entregará sus poderes y rendirá
cuenta de sus gestiones ante los poderes públicos que legítimamente se elijan de acuerdo con la nueva
Constitución”. Vid. Decreto N° 1 de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Caracas 20 de octubre de 1945. En:
Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 274.
89
último como el tiempo de un nuevo orden que la Revolución apenas tendría la misión de
preparar.236
El inicio de un nuevo tiempo político, el del Gobierno constitucional de Gallegos, aun
cuando es producto directo de la Revolución insiste en plantear una diferencia con aquélla. Es
probable que ello no sólo de cuenta de la intención por distinguir entre dos tiempos en el
marco de la legitimidad y los objetivos trazados, sino también en cuanto a la disposición de los
actores. Mientras el tiempo revolucionario planteaba un espacio de poder compartido entre
Acción Democrática y el Ejército, e invitó en un principio a una suerte de consenso con otras
fuerzas políticas,237
el tiempo constitucional fue entendido aún con más ahínco que el pasado,
como el tiempo de Acción Democrática.
El propósito constitucional de la Revolución no es el planteamiento de una revolución
permanente, -ya nos hemos referido al deseo expresado por sus actores de que el final del
movimiento coincida con la satisfacción de sus objetivos originarios-, sino el de sentar las
bases de un nuevo orden que permita el despliegue de los propósitos más profundos de la
Revolución, no aquellos pertenecientes a lo que hemos denominado el programa
revolucionario, sino al programa de Acción Democrática. De ahí, que el proceso de la
236
“Desbrozaremos apenas, eso sí, con ánimo resuelto y decisión de hacer obra útil, el camino que habrá de
recorrer el Gobierno constitucional”. Vid. “Alocución dirigida por radio a la Nación… el día 30 de octubre de
1945.” En: Ibídem, p. 114. 237
R.B. sostiene que la Junta Revolucionaria de Gobierno y la constitución del Ejecutivo durante el tiempo
revolucionario es expresión de la ausencia de un espíritu hegemónico y sectario, el mismo con el que caracteriza
al Gobierno de Medina. A diferencia de lo que será el actuar de AD durante el t iempo constitucional, R.B.
considera al Gobierno revolucionario uno de amplitud. Sobre el tema, he aquí uno de sus argumentos: “Pero de
inmediato dio revelación la Junta de que no deseaba que se gobernase hegemónicamente a la República, bajo el
signo del exclusivismo sectario, tal como lo había hecho el régimen depuesto. Siete de las Carteras Ministeriales
integrando la mayoría del Gabinete Ejecutivo, fueron puestas bajo la responsabilidad de distinguidos
ciudadanos de filiación política independiente, incluyendo entre ellos a los dos miembros de la Institución
Armada que entraron a compartir las directas responsabilidades de Gobierno. A ninguno de esos titulares de los
Despachos Ejecutivos se les exigió, como condición para ser incorporados a delicadas tareas políticas y
administrativas, que se sometieran a las consignas y directrices del Partido político que con ellos asumía las
ásperas obligaciones del Poder. Se les pidió, eso sí –y es de justicia consignar que siempre supieron hacer honor
a la palabra comprometida- lealtad a los principios de moralidad administrativa y de superación democrática de
la Nación, normativos de la Revolución de Octubre. Otros cargos públicos de fundamental importancia , tales
como la Procuraduría y la Contraloría General de la Nación, las Gerencias de los Bancos Obreros y Agrícolas y
Pecuario, las Presidencias del Instituto Nacional de Obras Sanitarias y de la Comisión Nacional de
Abastecimiento, la Dirección del Instituto de Inmigración y Colonización y la Administración de Bienes
Restituídos [sic], han venido siendo desempeñados por ciudadanos sin vinculaciones de partido con los
accióndemocratistas [sic] en funciones de Gobierno”. Vid. Primer discurso que ofrece ante la Asamblea Nacional
Constituyente en representación de la Junta Revolucionaria de Gobierno el 20 de enero de 1947. Vid. En: Rómulo
Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 210.
90
Revolución sea la fuente misma de la ley del tiempo constitucional, y en la creencia de que los
objetivos revolucionarios fundamentales han sido cumplidos, el tiempo constitucional carece
de sentido revolucionario porque más que su deseo por el cambio permanente, el propósito
que le anima será la conservación del orden logrado.
De modo que, el golpe de Estado y la idea de una nueva revolución como recurso
futuro son negados en toda su posibilidad. El propósito por el cambio hacia un sentido
verdaderamente ético de la política nacional había sido entendido por los hombres de la
Revolución como el resultado de su movimiento, por lo cual, ni la continuidad, ni el
cumplimiento de compromisos inconclusos podía ser abrogado por otra situación abrupta,
cuando los objetivos revolucionarios se consideraban alcanzados. Sin embargo, esta
convicción no elimina la sensación de amenaza latente de un movimiento
contrarrevolucionario, de modo que, la ley y el discurso político serán las herramientas para
apelar a la conservación del nuevo orden.238
1.2.7. La violencia
También nos referimos al terror como forma de convivencia característica de la
Revolución con el fenómeno revolucionario moderno. Lógicamente, los denuestos de este
movimiento no forman parte de una convicción absoluta en la totalidad de sus actores, más
bien, ha sido el argumento clásico de sus detractores para aludir a lo que en general
238
En la Constitución de 1947 son frecuentes los artículos que hacen alusión directa o indirecta a los mecanismos
de defensa del orden constitucional en caso de planes o actividades que tengan por objeto derrocar los poderes
constituidos, golpes de estado u otros medios violentos. Sobre el caso Vid., por ejemplo, los Artículos 77 y 87.
En: Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. N° 192, Extraordinario. “Constitución Nacional”.
Caracas, viernes 18 de julio de 1947.
En torno a la condición conservadora del tiempo constitucional también hacía referencia R.B.: “Cómo lógica
derivación de nuestras recientes experiencia comiciales y superando las naturales divergencias de criterio y de
ideologías que puedan separarnos, debemos comprometernos todos los venezolanos dignos de tal nombre a
cumplir un solemne pacto patriótico: el de desechar la azarosa senda de las asonadas y dirimir la cuestión del
Poder por la sola vía pacífica y civilizada del sufragio”. Vid. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la
rendición de cuentas finales del Gobierno revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos.
Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 390.
91
consideraron la traición de los propósitos prístinos de la Revolución por parte de Acción
Democrática.239
El centro del argumento sobre la traición del partido a la Revolución ha sido la
confusión y perversión de su propia pasión por la creación de la libertad pública,240
que para la
oposición era evidente cuando Acción Democrática matizaba favoritismo electoral con
aceptación popular del despliegue de su hegemonía partidista.241
Esta hegemonía se explica en
función a lo que para AD sería su misión y actuación histórica: hacer la Revolución es
exclusiva competencia del partido. La voluntad del Partido es la voluntad de la nación, por lo
tanto, partido y pueblo, son consustanciales. La actitud da cuenta de la confusión en el
proceder político del Partido entre la idea de voluntad general de Rousseau y el poder del voto
de la mayoría.242
A su vez, este argumento de la oposición política sobre la lectura que hace Acción
Democrática de su propia misión histórica lleva implícita la consideración de la usurpación del
poder soberano del pueblo a manos del Partido, ergo, que AD se ha hecho del poder
blandiendo la promesa de una revolución popular cuando se reserva como partido todos los
beneficios del poder.243
En muchos casos, la ubicación del Partido en la periferia de su
programa alimentará la idea del desapego, la traición y la independencia de AD frente a la
voluntad manifiesta del pueblo militante y elector.
239
En el capítulo tercero titulado “Entender la Revolución” nos referiremos a la construcción de los argumentos
de las oposiciones en este proceso. 240
“Lo malo es que esta pasión por la libertad pública o política puede ser fácilmente confundida con un
sentimiento que es probablemente mucho más vehemente…”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 164. 241
Nos referimos al escenario del furor partidista y del furor popular, materializados en actos de gobierno, actos
de partido en apoyo al Gobierno y con mayor énfasis en actos electorales y constituyentes. Es el ambiente del
éxtasis popular estimulado por Acción Democrática. Sobre un contexto de estas características refiere Arendt:
“Donde se derrumbó la autoridad tradicional y los pobres de la tierra se pusieron en marcha, donde
abandonaron las tinieblas de su desgracia y descendieron a la plaza pública, su furor pareció tan irresistible
como el movimiento de las estrellas, un torrente que se lanzaba con fuerza elemental y que arrastraba consigo al
mundo entero”. Vid. Ibídem, p. 149. 242
Cfr. Juan Carlos Rey, El sistema de partidos políticos venezolano, 1830-1999. Caracas: Fundación Centro
Gumilla y Universidad Católica Andrés Bello, 2009. (Col. Temas de Formación Socio-Política, 16-36), p. 95. 243
“Los gobiernos revolucionarios, sin diferenciarse en esto de sus predecesores, no fueron ni del pueblo ni por
el pueblo, sino en el mejor de los casos, para el pueblo y, en el peor, no fueron más que la <<usurpación del
poder soberano>>, llevada a cabo por quienes se llamaban a sí mismos representantes, los cuales se habían
colocado en independencia absoluta respecto de la nación”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 98.
92
Por otro lado, esta confusión trae nuevamente al imaginario político venezolano una
tradición contra la cual se había impuesto el personalismo como opción: la lucha contra el
espíritu de partido y de facción. Sin embargo, Acción Democrática le da otro sentido a esta
situación: de haber sido considerado algo aberrante en el pasado, la confusión entre voluntad
general, voto de la mayoría y espíritu de partido será un motivo de orgullo para Acción
Democrática. Su apoyo electoral no es considerado como la manifestación de una mayoría
circunstancial sino como la más auténtica muestra de que la voluntad de la nación o la
voluntad general se corresponden y se confunde con el espíritu partidista. Así, toda crítica de
la oposición no era asumida como la expresión de intereses legítimos sino como la irrupción
de un espíritu antinacional y faccioso, éticamente reprobable que merecía ser reprimido e
incluso destruido.244
En el entender de la oposición electoral, Acción Democrática consolidaba su poder de
cara al futuro a partir de la tiranía de la mayoría. Aunque en el tiempo revolucionario
estuviese imposibilitada para ejercer un poder absoluto, debido a la sombra del origen y al
ejercicio del poder de forma compartida con los militares, una vez que la Asamblea Nacional
Constituyente legitima a la Revolución y a la Junta, y en la medida que se efectúa toda la
agenda electoral del período, tras el advenimiento del tiempo constitucional, Acción
Democrática afirma su intención de desplegar un gobierno exclusivamente de partido.245
En
tal escenario, la oposición no podía sino verse inmersa en la sensación de asfixia por la
hegemonía de Acción Democrática, creyendo que sería imposible superar en el futuro el
caudal electoral de aquél.246
A pesar de haber distinguido el tiempo revolucionario del tiempo constitucional y de
haber demarcado nuestra intención de referirnos al primero, se debe indicar que la hegemonía
de Acción Democrática en la Asamblea Constituyente y posteriormente en el gobierno
constitucional es una construcción de la Revolución o propiamente de su tiempo. Por ello,
aunque el fin del Gobierno constitucional de Gallegos corresponda a un tiempo entendido y
querido por los hombres de la Revolución como distinto al suyo, resulta muy paradójico como
244
Vid. Juan Carlos Rey, El sistema de partidos políticos venezolano, 1830-1999, p. 96. 245
Cfr. Ibídem, p. 98. 246
Cfr. Ibídem, p. 94.
93
una mayoría política construida y consolidada durante la Revolución fuese desplazada del
poder con la relativa poca resistencia demostrada el 24 de noviembre de 1948.247
De algún
modo, parece que dentro del concierto revolucionario moderno, Acción Democrática mostró
su capacidad al abrir la esfera política a la multitud, para ser luego y en gran medida, barrida
por su excesiva exaltación o por su ausencia.248
Otro aspecto recurrente en la caracterización de los denuestos de la revolución
moderna es el uso de la violencia, el terror y la persecución como mecanismos de
afianzamiento. En el caso de la Revolución se deben distinguir dos expresiones distintas en
torno al tratamiento público del tema de la violencia en el contexto mismo del período. Por un
lado, la violencia del origen y por otro, la violencia del Partido.
En torno al primer escenario, la violencia del origen es la que acompaña al acto de
entronización de la Revolución, sobre la cual, más allá de los argumentos de los actores
desplazados, existió en el concierto político del momento un sólido consenso que justificó y
validó su ocurrencia.249
Aquí, la violencia es planteada como el recurso último en un escenario
que hacía de su apelación algo irresistible. Esta es una violencia velada en el discurso público
de los actores de la Revolución en la primera hora, pero lógicamente evidente. El término
queda contenido en la voz revolución, como ya explicamos que también queda contenido el
uso golpe de Estado. De ese modo, se plantea la intención de convertir la violencia que
materializa la Revolución en una nueva épica, en una bravía gesta cívico-militar.
247
Cfr. Ibídem, p. 98. 248
“Los hombres de la Revolución francesa, al no saber distinguir entre violencia y poder, y convencidos como
estaban de que todo poder debe proceder del pueblo, abrieron la esfera política a esta fuerza natural y
prepolítica de la multitud y fueron barridos por ella”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 249. 249
En este sentido es muy elocuente el discurso “Ganar la patria: una responsabilidad mancomunada” ofrecido
por Rafael Caldera el 13 de enero de 1946 durante el acto de instalación de Copei: “Está reciente pero es
necesario machacarlo insistentemente, el recuerdo de la noche inolvidable del 18 de octubre: la profunda
tensión espiritual que en todos los hogares de Venezuela se sentía en aquella memorable oportunidad. No creo
que haya habido algún venezolano que hubiera podido dormir aquella noche; el pueblo no sabía con certeza de
lo que se trataba, pero sentía una profunda conmoción interna. Su instinto infalible comprendía que se estaba
cumpliendo algo trascendental. Era una transformación radical lo que ocurría; no un simple tiroteo, no un
cuartelazo anónimo como algunos interesados quisieron presentarlo. Se sentía algo distinto a todo lo anterior.
Se sentía llegada una oportunidad acariciada profundamente por todos los venezolanos honrados desde hacía
mucho tiempo. Y ese sentimiento como la mayor parte de los sentimientos humanos, tenía un aspecto dual: una
inquietante angustia, y un profundo optimismo traducido en el júbilo popular más intenso que esperarse pudiera,
y que no se atrevieron a negar ni aún aquellos que en las propias horas en las que se rendía el Presidente,
todavía vilipendiaban a los héroes de la democracia venezolana que habían jugado su vida, su honor y la
tranquilidad de sus familias en una aventura decisiva”. Vid. Programas políticos venezolanos de la primera
mitad del siglo XX. Tomo II, p. 94.
94
La connotación fundamental que parece tener la violencia como acto originario de la
Revolución, además de la gloria, es la enunciación de una nueva unidad política: Ejército y
pueblo.250
La violencia, el terror y la persecución en el tiempo revolucionario forman parte del
imaginario que construye la oposición y que en sus referencias deviene del proceder exclusivo
o del estímulo e intermediación de Acción Democrática, por ello le hemos llamado la
violencia del Partido. Es un hecho curioso el énfasis que hace la oposición sobre la propensión
de Acción Democrática a la violencia política manifiesta, no siendo el partido el único actor
comprometido en el poder. Éste puede ser considerado como un mecanismo para intentar
quebrantar la unidad de los actores en la Junta a partir de la negación de cualquier compromiso
de los militares en actos de violencia política y de su atribución exclusiva al Partido, de modo
que, la consigna en torno al tema del origen de la violencia revolucionaria es la de no enlodar
a las Fuerzas Armadas.
De igual modo es tratado Rómulo Betancourt. Si al presidente de la Junta y posterior al
tiempo revolucionario, presidente de Acción Democrática se le increpa en las denuncias
públicas de la oposición al Partido por el tema del control en la Asamblea Constituyente o por
casos concretos de violencia política, no se hace con el ánimo de responsabilizarlo
directamente de las acciones sino para apelar a la posible atenuación de la conducta de su
partido.
Muchos de estos argumentos forman parte de la leyenda negra que sobre Acción
Democrática empezó a tejerse dentro del mismo período y que apuntaban a su reconocimiento
como un partido despótico y visceral ante el poder. Sobre la violencia del tiempo
250
“Esta noche, después del triunfo alcanzado por el Ejército y el pueblo unidos…”. Vid. Primer comunicado a
la Nación de parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno constituida como producto de la Revolución de
Octubre de 1945. “Acaso pudiera sorprender que habiendo transcurrido apenas doce días de del triunfo de la
gloriosa Revolución del 18 de octubre…”. Vid. Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de
Miraflores, en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo, el día 30 de octubre de
1945. “La Junta Revolucionaria de Gobierno y el Gabinete Ejecutivo consideraron que la mejor forma de
festejar el primer cumplemés [sic] de nuestra gloriosa Revolución de Octubre, era la de convocar esta
Convención de mandatarios regionales”. Vid. Discurso de R.B. en la sesión inaugural de la Primera Convención
de Mandatarios Regionales, 18 de noviembre de 1945. “Contra ese régimen insurgieron [sic] unidos Ejército y
Pueblo el 18 de octubre…”. Vid. Discurso pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de
diciembre de 1945. Todos los discursos se encuentran en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen
Cuatro, 1945-1948, pp. 103, 114, 121 y 129, respectivamente. [Los subrayados son nuestros].
95
revolucionario el Partido elude pronunciarse o lo hace en términos muy precarios y las
denuncias públicas de la oposición no llegan a demostrar la presencia de un plan sistemático
de violencia como contención a la contra-revolución, sino que se refieren a casos y escenarios
–aunque importantísimos- realmente aislados en el contexto de paz pública y tranquilidad
política al que apostaron los hombre de la Revolución. Entonces, a pesar de existir ciertos
ribetes de esta triada –violencia, terror y persecución- durante la Revolución, es preciso
reconocer que a diferencia de otros eventos revolucionarios modernos –como la Revolución
francesa y la Revolución bolchevique- en ésta, su institucionalización, sistematización,
reconocimiento y concepción como una política de consolidación revolucionaria nunca fue
manifiesta.251
Con propiedad, tres manifestaciones en este orden son endilgadas a la promoción de
Acción Democrática: la tortura física, el terror y la purga.252
El 23 de diciembre de 1946 la Asamblea Nacional Constituyente leyó la solicitud
hecha por Elías Toro e Isaac Pardo de investigar las presuntas torturas propinadas a presos
políticos pertenecientes al partido Unión Republicana Democrática (URD) en el antiguo
cabaret El Trocadero253
de Caracas. De seguidas, también se leyó una solicitud del mismo
tenor firmada por ciudadanas venezolanas, madres, esposas y hermanas de estos presos y que
habían sido sometidos a régimen de incomunicación. Aunque en las solicitudes no se
argumentaba con pruebas y siempre se habló sólo con el respaldo de los rumores, la noticia
retrotrajo al ámbito político las muy conocidas prácticas del gomecismo.
251
“El terror como instrumento institucionalizado, empleado conscientemente para acelerar el ritmo de la
revolución, no se conoció con anterioridad a la Revolución rusa”. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 132. 252
Según Marcuse, la “…represión – subyugación –lo que incluye la violencia- se practica a favor de los fines
de la revolución, y estos fines no se presentan sólo como políticos, sino también como valores imperativos
morales: mayor libertad para un número mayor de personas. En este sentido, los fines y metas de la revolución
reclaman una validez general y están sometidos a escalas y juicios morales”. Vid. Herbert Marcuse, Op. Cit., p.
150. 253
El Trocadero había sido un connotado cabaret capitalino en los tiempos del medinismo. Por su receptividad a
personajes ligados al Gobierno llegó a conocérsele como el ministerio de diversiones. Con la Revolución cae en
desgracia uno de sus dueños, Pierre René Deloffre quien es acusado por AD de conspirador y proxeneta. Uno de
sus antiguos dueños, Antonio Pimentel, también resultó perseguido por el nuevo Gobierno debido a sus
conocidas relaciones con el gomecismo. La suerte de los dos fue la suerte del local. Después de haber sido
saqueado y confiscado fue transformado en sitio de reclusión de presos. Cfr. Nicomedes Febres, Crónica de las
mujeres que inquietan a los hombres. Caracas: Los Libros de El Nacional, 2012, pp. 98-100.
96
La defensa a Acción Democrática no se hizo esperar. En auxilio de la honra del
Partido acude Andrés Eloy Blanco, presidente de la Asamblea Constituyente, arguyendo que
en un gobierno de AD la tortura no tendría lugar. A pesar de ello, la Asamblea resuelve
instruir una Comisión de Investigación sobre el caso. El informe final de esta Comisión se
presenta el 28 de diciembre de 1946, evidenciando toda celeridad. La misión se dedicó a
interrogar a los presos políticos en cuestión entre los cuales se encontraba Jóvito Villalba.
Determinó –según las versiones rendidas por los mismos presos- que un primer grupo dentro
del cual estaba el líder de URD no había sufrido atropellos, torturas o algún tipo de violencia
física.254
Otro grupo afirmó haber sido sometido a la aplicación de reflectores en sus ojos y
corriente eléctrica, mecanismos con los cuales se buscaba minimizar algún tipo de evidencia
física de la tortura.255
Las conclusiones de esta Comisión fueron contundentes: por un lado
distinguió el tratamiento de estos dos grupos durante la prisión, dejó constancia de la
aplicación de torturas físicas y determinó que en el marco de las responsabilidades por estos
hechos debían imputarse a algunos miembros del Servicio de Investigación Nacional.
Finalmente, a tono con la investigación realizada, determina que los responsables inmediatos
pudieron haber procedido siguiendo ordenes superiores.
El Partido trataba de evitar la diseminación de la información y votó por la no
publicación del informe. Augusto Malavé Villalba, sindicalista y constituyente por AD,
aunque restó crédito a la versión de los presos y al informe de la Comisión, implícitamente
justificó algún acto de este tipo en la causa que había llevado a estos hombres a la prisión:
estar supuestamente implicados en el intento de asesinar a Rómulo Betancourt y Andrés Eloy
Blanco la noche del 12 de diciembre de 1946. La misma línea siguió Miguel González,
médico y constituyente por AD quien con ironía argumentaba que la aplicación de reflectores
254
Este grupo estaría compuesto por: Jóvito Villalba Gutiérrez, Guillermo Negrete Windt, Luis Negrete Windt,
Juan Manuel Domínguez Chacín, Luis A. Osorio, José Rafael Fermín Hernández, Feliciano Olivero, José
Alfonso Mejía, Miguel Luque, Braulio Trejo, Pedro Montaña, Oswaldo Bello, Gabriel Altuve, Francisco José
Farías, Arístides Galavís, Juan Francisco Miera, Custodio Silverio, Jorge Rodríguez Gandica, Carlos Durán Rico,
Trino Bustamante y Fermín Ruíz Salas. 255
Los torturados serían: Miguel Ángel Olmeta Zumeta, Ricardo A. Bustamante, Horacio Guerrero Gori, Julio
Ricci Olivares, José María Romero de Pascuali, Ramón Pelucarte, Manuel Pelucarte, Roberto Quiñones. Los
cuatro últimos manifestaron que a pesar de los procedimientos a los que fueron sometidos no poseían huellas
físicas de la tortura. Todos los demás afirmaron conservar las huellas comprobatorias de los procedimientos. Por
la Comisión fue realizado un examen médico certificado por los doctores Pedro A. Santeliz y Cecilio Terife, que
fue luego considerado en el informe final presentado a la Asamblea Constituyente.
97
y corriente eléctrica eran instrumentos clínicos que se usaban en el tratamiento contra la
locura, con lo cual, los familiares de los presuntos torturados debían estar agradecidos al tener
luego de vuelta en casa y completamente sano a algún familiar demente en el pasado.
Las discusiones sobre el caso de los torturados de El Trocadero se extendieron en la
Asamblea Constituyente durante el mes de enero de 1947, con los argumentos de Acción
Democrática en defensa de la Revolución, aplicando no pocas veces la tesis de la
reivindicación como sanción a la contrarrevolución y determinando que en caso de haber
ocurrido los eventos denunciados, los funcionarios culpables habían actuado de espaldas al
espíritu de la Revolución y a las órdenes del Gobierno. De la Asamblea el debate pasó al
dominio público, provocando fuertes reacciones en la prensa nacional y en el sector
intelectual.256
En torno al segundo caso, desde los propios días de la Revolución se diseminó la
versión sobre la constitución de las llamadas milicias populares y los grupos cabilleros de
Acción Democrática:
“En todo el país se difundían consejos sobre supuestas milicias populares de Acción Democrática,
sobre clandestinos depósitos de armas, y sobre reuniones insurgentes y conspirativas. La gente de “la
derecha” tenía pavor de estas habladurías. La “gente de orden” en su enfiebrado [sic] temor,
pensaban en adecos anarquistas a los FAI (Federación Anarquista Ibérica), en grupos marxistas a
los POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) […] El miedo que se repirlaba [sic] en la
“derecha” sólo tenía comparación con la jaquetonería [sic] que se vivía en Acción Democrática”. 257
Como confirmación del temor a la importación de cuadros revolucionarios y violentos,
durante los primeros meses del Gobierno militar que sucede a Gallegos se diseminará la
versión de que en el marco de la política de inmigración de la Revolución, por ejemplo,
Rómulo Betancourt comisionó especialmente al sacerdote Luis Eduardo Vera quien había sido
diputado por Acción Democrática ante el disuelto Congreso Nacional para que seleccionase
256
Toda la referencia sobre el caso de las torturas de El Trocadero han sido tomadas de: Rodolfo José Cárdenas,
Copei en la Constituyente: la tentación totalitaria de Acción Democrática. Madrid: Hijos de E. Minusa, 1988,
pp. 41-74. Allí encontramos las citas íntegras de las solicitudes de investigación, los nombres de los presos
interrogados, los resultados del informe de la Comisión designada por la ANC y los principales argumentos
esgrimidos por diputados de AD y de la oposición en el marco de la discusión política que se inicia en enero de
1947 sobre el tema. 257
Vid. Ibídem, p. 324.
98
inmigrantes de filiación comunista con el propósito de reforzar las baterías terroristas del
Partido derrocado.258
Es pues la pretendida muestra de un Betancourt importador de milicias.
La sensación que acompaña a la oposición y a la denominada derecha es la de un
grupo de rapaces violentos que se ha hecho con el poder en el país. A ello se le añade la
manifestación oficial –así entendida por la oposición- de convertir a la Constitución en un
arma de represión política.
En junio de 1947, Luis Alfaro Ucero, constituyente por Acción Democrática en
representación del estado Monagas, propone que la Constitución contemple poderes especiales
para el presidente de la República que le permitan encarcelar y confinar ciudadanos en caso de
peligro político y sin mediación de juicios.259
Lo propuesto se conoció en los debates
constituyentes, en la oposición y en la opinión pública como el Inciso Alfaro.260
La carga
significativa de la propuesta era doblemente negativa para Acción Democrática, en primer
lugar, porque el uso de la expresión inciso recordaba a la sexta cláusula del artículo 32 de la
Constitución de 1928 que prohibía toda actividad y propaganda comunista en Venezuela. En
segundo lugar, porque quienes eran en el entonces hombres de Acción Democrática se habían
opuesto a la Ley de Defensa Social de 1936, mejor conocida en la historia política venezolana
como la Ley Lara, cuyo espíritu sobreponía la autoridad presidencial ante el sistema judicial a
la hora de encarcelar a sospechosos de desestabilización política y comunistas y que ahora
parecían modernizarla para aplicarla.261
Mientras que la oposición argumentaba la
inconsistencia entre las luchas políticas llevadas a cabo desde el año 1936 por toda la
258
La versión proviene de un informe sin remitente ni destinatario que reposa en los archivos de R.B. y que debió
caer en sus manos al inicio de su tercer exilio. El propósito del informante es alertar sobre la presencia de Vera en
Barquisimeto desde donde opera como enlace entre Venezuela y los reductos clandestinos de AD en Cuba,
Panamá, Colombia y las Antillas Holandesas. Vid. “Informe”. ARB. T. VII-B, 11. p. 73. 259
Cfr. Rodolfo José Cárdenas. Copei en la Constituyente: la tentación totalitaria de Acción Democrática, p.
521. 260
Entre los opositores públicos a la propuesta encontramos a Miguel Otero Silva quien argüía que con una
eventual sanción del inciso, AD dejaba claro que no pensaba nunca más volver a la oposición y ser eternamente
gobierno. También Antonio Arráiz argumentó que con tal despropósito AD evidenciaba su falta de confianza en
el pueblo y en la democracia. Igualmente encontramos a: Gustavo Machado, Juan Bautista Fuenmayor, Ernesto
Mayz Vallenilla, José Melich Orsini, Aquiles Monagas, Gonzálo Pérez Luciani, Alberto W. Massiani, José
Villalba y Gustavo Planchart Manrique y toda la vocería del sindicalismo comunista nacional. Cfr. Ibídem, pp.
522-525. 261
La frase pertenece a Miguel Otero Silva según glosa Rodolfo José Cárdenas. Cfr. Ibídem, p. 522.
99
izquierda y esta propuesta de Acción Democrática, el Partido se defendía diciendo que su
textura democrática no permitiría una aplicación incorrecta del inciso.262
Es probable que la animadversión en torno a la discusión sobre la pertinencia política
del nuevo inciso mucho deba a que Alfaro Ucero se haya dado a conocer durante los primeros
días de la Revolución como el cabecilla de los grupos cabilleros de Acción Democrática en
Caracas, a los que se les atribuye la intimidación pública de los reductos medinistas en el
centro de la capital mediante el desplazamiento de contingentes de personas haciendo sonar
los postes de electricidad al ser golpeados por pequeñas cabillas. Finalmente, el inciso Alfaro
fue aprobado por la Asamblea Constituyente y contemplado en la Constitución Nacional de
1947 en el Artículo 77.263
La violencia revolucionaria es entendida por la oposición como un mecanismo
orquestado por Acción Democrática para intimidarla y desmovilizarla. Varios
pronunciamientos públicos fueron dirigidos para denunciar la disolución de los mítines
políticos de Copei por bandas armadas presuntamente pertenecientes a AD,264
y por solapar la
rivalidad partidista en la creación de desconfianza dentro de la militancia verde utilizando la
propaganda del Partido para anunciar supuestas renuncias reiteradas de connotados miembros
de Copei.265
De igual modo ocurre con los ataques realizados a parlamentos y oficinas
públicas regionales donde hacen vida dirigentes de oposición.266
262
Por la oposición el argumento corresponde a Gustavo Machado. Por Acción Democrática el argumento
pertenece a Alberto Carnevali quien salió en defensa del Inciso y de Luis Alfaro Ucero. Cfr. Ibídem, pp. 522 y
525, respectivamente. 263
“Si las circunstancias no exigiesen la restricción o suspensión de garantías, pero hubiere fundados indicios
de la existencia de planes o actividades que tengan por objeto derrocar los Poderes constituídos [sic], por golpe
de estado u otros medios violentos, el Presidente de la República, en Consejo de Ministros, podrá ordenar la
detención preventiva de las personas contra quienes obren graves motivos para considerarlas comprometidas
en dichos planes o actividades...”. Vid. Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192,
Extraordinario. “Constitución Nacional”. Caracas, 18 de julio de 1947, p. 6. [El subrayado es nuestro]. 264
Cfr. Rodolfo José Cardenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948. Madrid: Hijos de E. Minuesa, 1987, pp.
171-174 y 278-279. 265
Es lo que Rodolfo José Cárdenas denominó la estrategia de la guerra de renuncias. Sobre algunos casos, Vid.
Ibídem, p. 211. 266
“Basta recordar lo acaecido el 6 de junio del 46, en el Nuevo Circo. A la salida de un mitin de COPEI, al
final de una concentración pública donde llevaron la palabra los dirigentes de la oposición, varios venezolanos
resultaron asesinados, varias vidas mozas –cuyos esfuerzos fecundaban la patria- resultaron segados por balas
criminales. Todo el pueblo se enteró de quienes eran los responsables, cuáles eran los culpables, y a pesar de
ello, los llamados a hacer justicia, no pudieron saber jamás quienes fueron los autores de tan incalificable hecho
y quedando en consecuencia sus autores en la mayor de las impunidades. La intención que guió al gobierno para
100
En un escenario de desplazamiento de actores políticos por otros, la conminación al
destierro o a la prisión es muy usual.267
En ese sentido, los dirigentes visibles de la élite
derrocada al tiempo que son juzgados por delitos de corrupción y confiscada buena parte de
sus propiedades, son conminados a optar entre el destierro o la prisión en Venezuela. Casos
como el de Eleazar López Contreras,268
Isaías Medina Angarita y Arturo Uslar Pietri son
emblemáticos.269
Betancourt argumenta que las medidas de extrañamiento territorial a los
personeros del régimen depuesto no deben confundirse con represalias revolucionarias u otras
fórmulas extremas. Insiste en que el Gobierno revolucionario veló por el respeto de sus
derechos y dejó en manos de la justicia ordinaria su suerte, a los que incluso se les siguió
erogando sus salarios y primas militares. Además, es de la idea que el destierro fue una
medida de protección humanitaria del Gobierno revolucionario, sin la cual no estaría
garantizada la integridad de aquellos hombres ante cualquier intento de venganza o justicia
popular.270
así actuar es tan conocida que no creemos necesario repetirla. Todos los hechos similares han tenido solución
semejante. Si es que acaso se nos permite llamarlo solución. Durante el tiempo que va del período del Presidente
Gallegos, sobresalen los recientes sucesos de Mérida y San Cristóbal. El ataque a un Cuartel de la Policía
Municipal y el asalto a un Concejo Municipal donde tienen mayoría las fuerzas democráticas de la oposición”.
Vid. Eduardo Gómez Tamayo. “Una pregunta urgida de una respuesta.” El Gráfico. Caracas, 23 de septiembre de
1948. En: ARB. T. VII. Carpeta D, p. 166. 267
Para una relatoría pormenorizada de las detenciones durante la primera hora de la Revolución, Vid. Rodolfo
José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, pp. 52-53. 268
Los detalles del proceso que el Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa sigue contra López
Contreras así como una reproducción de la sentencia respectiva pueden apreciarse en: Ibídem, pp. 399-402. 269
A finales de noviembre de 1945 López, Medina y otros catorce funcionarios del Gobierno de éste último son
expulsados de Venezuela. A la opinión pública trascendió que los dos generales pudieron escoger entre estar
encarcelados en Venezuela o irse al destierro. El primer destino de ambos fue Miami. Cfr. “López Contreras y
Medina extrañados de Venezuela. Junto con los ex presidentes fueron enviados al exterior otros conocidos
militares y funcionarios de los pasados gobiernos.” El Heraldo. Caracas, 29 de noviembre de 1945; “A las 2 y 30
p.m. de ayer partió hacia Miami en un Clipper de la PAA grupo de políticos venezolanos. Además de los dos ex -.
presidentes viajaron los doctores Uslar Pietri, Silveira, los coroneles Ulpiano Valera, Ruperto Velasco, Niño y
otros.” El Universal. Caracas, 30 de noviembre de 1945; “La Junta Revolucionaria dio a escoger al Gral. Medina
entre salir del país o quedar detenido, declaró en Miami el ex – presidente anotando que dejó un documento con
su defensa.” Últimas Noticias. Caracas, 1° de diciembre de 1945. Vid. artículos en: ARB, Compilaciones
hemerográficas, Vol. II, pp. 26, 34-35 y 43, respectivamente.
El 20 de febrero de 1947 Margot Boulton, en su condición de prima-hermana de Arturo Uslar Pietri, escribe a
R.B. solicitando su intercesión ante la Junta Revolucionaria de Gobierno para que se le permita a aquél el ingreso
a Venezuela en virtud de la grave enfermedad de su parte. Al día siguiente, Boulton escribe una carta de
agradecimiento a R.B. por lo que inferimos hubo una respuesta satisfactoria a su petición. Vid. Cartas de Margot
Boulton a R.B. Caracas, 20 y 21 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 613. 270
Esta es la versión de R.B. sobre las detenciones y expulsiones: “Dijimos también que era nuestra intención la
de no ejercer represalias rencorosas contra los personeros del régimen depuesto, cuyo estado mayor había sido
detenido en los días de la Revolución, pero sí someter sus actos, como gestores de la administración pública, al
examen de un tribunal. Leales a esos compromisos desoímos las voces de la opinión pública, que reclamaba
101
La creación, pero sobre todo la conducción del Jurado de Responsabilidad Civil y
Administrativa como órgano encargado de recobrar para la nación bienes tomados de forma
ilícita por terceros durante el régimen gomecista y el de sus herederos fue percibido como un
mecanismo para el estímulo del terror. Según refiere Rodolfo José Cárdenas, la confección de
la lista de peculadores que debía rendir cuenta al Jurado no sólo incluía a aquellos que por
justicia les correspondía ser señalados, sino que constituyó un mecanismo para comprometer a
enemigos políticos del nuevo Gobierno aun cuando sobre estos no pesaban cuestionamientos
por dolo. A parte de ello, la publicación permanente de estas listas perseguía -a su juicio-, la
creación de un ambiente de nerviosismo típico de las situaciones de terror. De este modo, el
Jurado fue percibido no sólo como un cuerpo que tiene por objeto llevar a cabo uno de los
propósitos de la Revolución –el del castigo al peculado- sino el de servir de instrumento para
el señalamiento del medinismo como oposición, fomentando la persecución política. Reviste
pues, según esa postura, la actuación de este cuerpo como un clásico tribunal
revolucionario.271
En todo caso, aunque en específico fue este el ejemplo que logró
concretarse, Cárdenas indica que la intención de AD durante la Revolución era la creación de
diversos tribunales populares que se encargaran de imponer la justicia que los tribunales
ordinarios por su apego a los códigos no podían aplicar.272
Era pues, la búsqueda de su
justicia.
El tercer aspecto reflejado en torno a los denuestos revolucionarios es el de la purga
política intrainstitucional e intrapartidista. Ya la Revolución bolchevique había patentado en el
procesos punitivos y cárcel prolongada para los detenidos. Escasas semanas después de haberse instalado el
nuevo Gobierno, un grupo de dirigentes civiles y militares del régimen fue extrañado del territorio nacional, sin
habérseles inferido en ningún momento maltrato físico o humillación moral. El procedimiento utilizado con
quienes difícilmente hubieran podido librarse en el país de sanciones populares, a menos de brindárseles la dura
protección de un muro carcelario, no fue distinto del que siempre se utilizó, en América y en el mundo por
movimientos revolucionarios triunfantes, cuando procedían humanitariamente y no querían mancharse las
manos con la sangre de los vencidos”. Vid., el discurso ya citado que ofrece R.B. ante la Asamblea Nacional
Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.
212-213.
Tras esta declaración de R.B. conviene recordar lo precisado por Bobbio sobre el carácter popular de la violencia
revolucionaria. Aunque ahora nos encontramos en un escenario distinto: Bobbio se refiere a la violencia
revolucionaria como característica del movimiento mientras que R.B. lo hace en el contexto de la consolidación
de la Revolución –del movimiento igualmente- y a lo largo de ella como proceso. Lo sustantivo es que para R.B.
la carga de la violencia y los excesos que reconoce están por encima del orden querido y se relaciona más con el
ímpetu popular por defender la Revolución y con la tradición. Para apreciar la sugerencia, Cfr. Norberto Bobbio,
Op. Cit., p. 647. 271
Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, pp. 369-374. 272
Cfr. Ibídem, pp. 744-745.
102
fenómeno revolucionario moderno que ninguna revolución podría haberse completado sin la
realización de purgas dentro del partido que se hacía con el poder.273
En la Revolución la
purga política tiene un sentido mucho más utilitario e instrumental que ideológico. Se asienta,
como en el caso de la Revolución leninista en la idea de necesidad histórica.274
El ejemplo más connotado –por tratarse de una institución del Estado y por su número-
es el de la purga dentro de las Fuerzas Armadas. El propósito de esta depuración era brindar el
control de los cuarteles a los oficiales victoriosos en octubre de 1945 y desplazar
definitivamente a aquellos que se habían mantenido leales al pasado político. Aunque ésta
parece la más silenciosa si se juzga por su escaso dominio desde la opinión pública, fue la más
profunda realizada por la Revolución. La purga castrense es el mecanismo revolucionario para
saldar el objetivo más preciado de los militares conjurados: tener el control de las Fuerzas
Armadas y de forma consecuente, apuntalar la profesionalización y modernización bajo su
criterio. Irwin y Micett refieren como ya la Memoria y Cuenta del Ministerio de la Defensa
Nacional de 1946 deja claro el inicio de este proceso donde los números de retiros son
desproporcionados. Fueron utilizados como instrumentos jurídicos para tal fin la Ley
Orgánica de las Fuerzas Armadas y los Decretos 118 y 287 emitidos por la Junta
Revolucionaria de Gobierno.275
Buttó indica como otros instrumentos revolucionarios facilitaron esta purga. Se refiere
a los decretos 63 y 267 de la Junta. El primero declara hábiles a todos los oficiales activos del
ejército y la marina, independientemente de su grado para ostentar cargos en los tribunales
militares, con lo cual, la justicia militar anteriormente reservada a los oficiales con mayor
antigüedad pasa a ser controlada por la oficialidad insurgente. El segundo, pasa a retiro a la
mayor parte de los oficiales con grados superiores a los golpistas, fuesen o no de carrera.
Lógicamente las vacantes serían cubiertas por los otrora insurrectos.276
273
Cfr. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 132. 274
“Estos dos tipos de purgas eran diferentes, sin embargo tenían una cosa en común, ambas se inspiraron en el
concepto de la necesidad histórica, cuyo curso estaba determinado por el movimiento y el contramovimiento, por
la revolución y la contrarrevolución, de tal forma que ciertos <<crímenes>> contra la revolución tenían que ser
descubiertos aunque se desconociese la responsabilidad de los criminales que los habían cometido”. Vid.
Ibídem, p. 133. 275
Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op. Cit., p. 197. 276
Cfr. Luis Alberto Buttó, Loc. Cit., p. 174.
103
Según Irwin y Micett, la mayor parte de los retiros comprende a oficiales ubicados
entre los grados de coronel y teniente coronel, lo que finalmente busca ser compensado con
una serie de ascensos vertiginosos que favorecen a los militares vencedores ubicándolos en el
Alto Mando de las Fuerzas Armadas. Sostienen estos autores que en el período que va de 1945
a 1947 las Fuerzas Armadas habían pasado al pleno control de las promociones de la década
de los treinta, cayendo en manos de militares con un promedio de quince años de experiencia
en la institución. Sin embargo, el criterio de la profesionalización de los retirados no se
impuso sobre el tema de las lealtades pasadas, teniendo buena parte de los extrañados militares
una sólida formación profesional.277
Dentro del Partido también ocurren purgas. En julio de 1947 los diputados de Acción
Democrática a la Asamblea Constituyente Alfredo Celis Pérez, Carmen Gracián de Malpica,
Lino Arocha. J.J. Belandria, Pablo J. Mogollón, representantes por el estado Carabobo y
Cristóbal Hernández Acevedo, representante por el estado Barinas, son acusados de
indisciplina por haberse pronunciado en el debate constituyente a favor de la elección directa
de los gobernadores de estado, contraviniendo la circunstancial línea partidista que abogaba
por el mantenimiento de una centralización del poder regional en la decisión del Ejecutivo
nacional. El pronunciamiento ocurrió el 4 de julio de 1947 y el 6 de julio Rómulo Gallegos
dirigió la sesión del Comité Ejecutivo Nacional de Acción Democrática que pasa a estos
diputados a los organismos disciplinarios del Partido al tiempo que son excluidos de la
organización.278
Si bien el diputado Alfredo Celis arguye en exposición escrita que su defensa de la
postura federalista que garantiza la elección popular de los gobernadores de estado obedece a
su apego al programa del Partido que contempla este principio,279
en la Constituyente, Acción
Democrática había torcido instrumentalmente su vieja postura en torno a lo que puede
concebirse como la necesidad histórica de conservar coyunturalmente todo el tejido del poder.
El argumento del Partido era la inviabilidad política que revestía el que a través de la
demagogia la oposición lograse obtener algunas gobernaciones, y con los mandos regionales
277
Cfr. Domingo Irwin e Ingrid Micett, Op. Cit., p. 198. 278
Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en la Constituyente: la tentación totalitaria de Acción Democrática, p.
547. 279
Vid. la carta con el descargo de Alfredo Celis ante el CEN de AD en: Ibídem, pp. 547-549.
104
capturados y los recursos nacionales enviados se dedicasen a entorpecer las líneas del poder
central. De forma subrepticia, Acción Democrática parecía convencida de la falta de
correspondencia entre la posibilidad de materializar la promesa de partido y la realidad
política, por lo tanto, asume la necesidad histórica de activar mecanismos para la
conservación de la mayor cantidad de espacios de poder en una democracia entendida
domésticamente como aún no consolidada.280
La observación de la activación de medidas disciplinarias y de separación de la
organización partidista de los diputados cuestionados al tiempo que permite apreciar un
ejemplo instantáneo de purga política sobre la base de una concepción también coyuntural de
necesidad histórica dentro del Partido, da cuenta de otro tipo de convicciones presentes en
Acción Democrática en lo que pudo considerar la construcción de normas constitucionales que
lograsen satisfacer su vocación y ambición de poder en el futuro. Es, como argumentaba
Gonzalo Carnevali a Betancourt, la muestra de la tensión permanente entre la ideal voluntad
del Partido y el realismo político.281
En el marco de ese realismo, Acción Democrática parece ganada a la creación de las
condiciones que van más allá de la democracia pregonada, transmutando ese interés –según
concibe su oposición- en la posibilidad de ejercicio radical del poder político por su parte.
Resulta muy lógico inferir que con la adopción de esta medida, al igual que los poderes
especiales en materia de orden público concedidos al presidente de la República, el espíritu del
Partido era la convicción de su consolidación futura en el poder. Por tanto, la Constitución de
280
“He leído en la prensa que la nueva Constitución piensa establecer elección popular para la Presidencia de
los Estados. Sin conocer tu criterio sobre la materia te adelanto, y de ello tendremos oportunidad de hablar en
Caracas, que esa decisión no hará sino traerle dolores de cabeza a Venezuela y al Gobierno. La Constituyente
debía meditar, más a fondo un paso de esa trascendencia, que no haría sino provocar situaciones de
desconcierto y anarquía que debemos previsoramente evitar.
La realidad y la experiencia están por sobre las plataformas electorales, y cuando hay discrepancia entre ésta y
aquellas, el deber del hombre de Estado es modificar las últimas en atención a las primeras. Aferrarse a un
programa sin consultar la realidad y las conveniencias nacionales, por el hecho sentimental de cumplir
promesas lanzadas desde la oposición, constituye en mi concepto, no una prueba de carácter, sino una flagrante
prueba de todo lo contrario”. Vid. Carta de Gonzalo Carnevali, embajador de Venezuela en Colombia a R.B.
Bogotá, 19 de abril de 1947. En: ARB. T. VI-F, 648. 281
Para Bobbio, las teorías realistas “son aquellas que consideran al Estado y en general a la esfera de las
relaciones políticas –entendidas como relaciones de dominio- en su <<verdad efectiva>>.” Al conceptualizar el
realismo, Bobbio hace toda una consideración en torno al origen de su argumentación partiendo de Maquiavelo.
Siempre que dentro de este trabajo se remita a esta categoría se hará en los términos expresados por Bobbio. Cfr.
Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 129.
105
1947 desde la óptica de quienes aceptan complacientemente y de quienes expresan sus
reservas, plantea la expresión de escenarios a partir de los cuales Acción Democrática aspiraba
desplegar su hegemonía de forma legítima.
Desde AD, el argumento de la conservación de los logros de la Revolución se
confundía con el propósito de una hegemonía legítima y duradera; y aunque permanentemente
se apelaba a la coyuntura de una democracia en consolidación para establecer la inviabilidad
temporal de una elección directa de gobernadores, al tiempo que se prometía su consideración
futura, con esta posición, Acción Democrática restaba crédito a su preconizada confianza en la
madurez política del venezolano.282
Aún con la medida de separación partidista de los diputados en cuestión y con las
acaloradas discusiones sobre la elección de gobernadores, en la Asamblea Constituyente se
aprueba la figura del gobernador como un representante del poder Ejecutivo nacional en las
regiones.283
Una disposición transitoria establece que en período de dos años un plebiscito
nacional decidirá si los gobernadores de estado serán de libre elección del presidente de la
República en Consejo de Ministros o electos por voto universal.284
Finalmente los diputados
cuestionados firman la Constitución sin dejar constancia alguna de voto salvado o negativo.
La sanción política intrapartidista no sólo tiene el sentido de corregir y castigar las
desviaciones de sus militantes y dirigentes de la considerada línea del Partido sino también de
atenuar la diseminación de posturas facciosas y separatistas. En 1948, año sumamente tenso
porque implicaba el inicio de la consolidación de los logros más ambicionados por la
Revolución, continúan las sanciones y expulsiones dentro de Acción Democrática y aunque en
sus exposiciones, el Partido no se refiere a causas concretas, resume en la apelación a la
indisciplina o a la renuencia en la aceptación de los términos del Tribunal Disciplinario, las
causas de las investigaciones y expulsiones. A pesar de que en la mayor parte de los casos las
investigaciones a determinados miembros del AD por causa de indisciplina sólo conducían a
282
Este es un argumento expuesto por Rafael Caldera en el debate sobre la elección de gobernadores en la
Asamblea Nacional Constituyente. Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en la Constituyente: la tentación
totalitaria de Acción Democrática, p. 549 y ss. 283
“Artículo 134. El Gobernador es el agente del Poder Nacional en el respectivo Estado…”. Vid. Gaceta
Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192, Extraordinario. “Constitución Nacional”. Caracas, 18 de
julio de 1947, p. 10. 284
Cfr. Séptima Disposición Transitoria de la Constitución, en: Ibídem, p. 21.
106
su separación temporal de toda función dentro de la organización, el Partido conminó a
diputados regionales de su tolda, electos popularmente a abandonar sus curules como parte de
la sanción que les había impuesto.285
La posición demuestra que en el manejo de este tipo de
coyunturas políticas Acción Democrática buscaba imponer su criterio sobre una esfera de
decisión institucional que no le corresponde; es decir, su competencia como Partido implica el
escrutinio de sus miembros en sus funciones como militantes o directivos de la organización
no pudiendo privarles de su condición de hombres de Estado cuando para ello han sido
favorecidos por el voto popular.
Resulta lógico pensar que en el contexto mismo de AD durante 1948 donde la
oposición había recrudecido en el marco de su mayor despliegue hegemónico, sus militantes
sancionados fuesen considerados piezas desestabilizadoras dentro de la misma organización.
Es precisamente este argumento sobre el que se ampara la sanción y la purga como
mecanismo de contención al divisionismo dentro del Partido.
Desde el ámbito oficial, aún en la distancia del difícil año político de 1948, Betancourt
es enfático al recordar el compromiso de la Revolución de conducirse sin violencia. Aun
cuando circunstancialmente –según deja ver- la violencia pudo parecer justificada si se juzgan
todos los peligros a los cuales se enfrentó el movimiento desde sus inicios. Su negación de la
violencia durante el tiempo revolucionario no es absoluta, pero tampoco es asumida como
violencia revolucionaria. No es una negación absoluta porque estima que dentro del tiempo
revolucionario no dejaron de presentarse errores, injusticias, desplantes de arbitrariedad,
violencias y excesos que viniendo de funcionarios de la Revolución daban cuenta de la difícil
erradicación de lo que por tradicional aún quedaba en el entendimiento del gobierno del país y
285
Esta explicación se hace considerando la medida disciplinaria de separación del Partido y la exigencia de
abandono de sus legislaturas que hace la VIII Convención Nacional del Partido a los diputados: Héctor Vargas
Acosta, Rafael Ángel Gallegos y Pedro José Mata Esteban, Diputados a la Asamblea Legislativa del estado
Mérida, al igual que a todos aquellos militantes quienes públicamente habían manifestado su apoyo a los
diputados en cuestión. Del igual modo, citamos el sometimiento a Tribunal Disciplinario que la misma
Convención determina para los concejales Óscar Mata, Isaías Gómez y Pablo Ramón Lazarde, miembros del
Concejo Municipal del Territorio Federal Delta Amacuro. Estos últimos también fueron conminados a abandonar
su cargo y en vista de su negativa fueron expulsados de Acción Democrática, por lo cual, el Partido se distancia
de cualquier juicio que en adelante los expulsados pudiesen emitir dentro del organismo legislativo.
Estas medidas se hicieron públicas a través de un comunicado de prensa emitido por Luis Augusto Dubuc en
nombre del Comité Ejecutivo Nacional de Acción Democrática. Vid. “El Partido Acción Democrática y las
medidas disciplinarias acordadas”. El Universal. Caracas, 9 de junio de 1948. En: ARB. T. VII-A, 45.
107
en la psicología de la gente. También justifica –más bien disculpa- estos escenarios en la
dinámica abrupta de la Revolución que como todas las revoluciones produce en sus hombres
el afán de defenderlas y de estabilizarlas conduciendo a extralimitaciones inevitables.286
Elude asumirla como violencia revolucionaria por considerarla fuera del proyecto de la
Revolución como proceso. En torno a estos deslices revolucionarios, Betancourt aboga porque
en el criterio del análisis histórico futuro que se desprenda del juicio hecho en torno a la
Revolución se imponga la distinción entre lo que dentro de ella ha sido esporádico y
circunstancial frente a lo realmente determinante y permanente.287
286
El argumento de R.B. y los textos citados corresponden a su discurso ante la Asamblea Nacional
Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.
215-216. 287
Vid. Ibídem, p. 216.
108
CAPÍTULO II
HACER LA REVOLUCIÓN
Si nos ajustamos a la premisa de Bobbio de que las revoluciones suelen presentarse en
su doble acepción de movimiento y cambio es probable que la expresión Hacer la Revolución
genere la sensación en el lector de que las intenciones siguientes conducen al menos a la
descripción y análisis de la materialización revolucionaria en ambos sentidos, lo que llevaría a
la pormenorización del acto de origen revolucionario –el 18 de octubre de 1945- y del devenir
del proceso a lo largo de los años siguientes hasta 1948. Sí bien esa sería una empresa
estimable –la sistematización de lo ocurrido- no es en todo caso nuestro propósito. Una
importante producción escrita, sobre todo la rescatada como memoria material de la
Revolución, expone con los sesgos lógicos eso que pudiese parecer el propósito de nuestro
enunciado.288
288
Para conocer sobre la matera deben revisarse las compilaciones de discursos de Betancourt en el marco de las
realizaciones materiales de la Revolución, además de otras obras dedicadas en su totalidad o en porciones a
referir con detalle los pormenores del acto de origen y de la obra plausible de la Revolución. Para el primer caso
se recomienda apreciar los siguientes títulos, todos bajo la autoría de Rómulo Betancourt: Trayectoria
democrática de una revolución. (2 tomos). Caracas: Imprenta Nacional, 1948; Congreso de la República de
Venezuela. El Pensamiento político venezolano del siglo XX. Caracas: Ediciones del Congreso de la República,
1989, específicamente los tomos 52 y 53 dedicados a la época de la Junta Revolucionaria de Gobierno y que
agrupan los discursos de Betancourt y otros hombres de la Revolución por áreas temáticas, a saber: política
social, salud, obras públicas y política económica. Finalmente, la Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948,
que hemos citado largamente. Para el segundo caso: Venezuela, política y petróleo. En la edición que hemos
citado, los pormenores del movimiento desde su planificación, pasando por el desarrollo del acto de origen y las
acciones de la primera hora, pueden apreciarse entre las páginas 193 y 214. Especial atención merecen la cuarta y
quinta parte del texto, tituladas “El tiempo de construir” y “La siembra del petróleo”, respectivamente.
Sobremanera, esta última contempla la exposición-visión de R.B. sobre la obra material de la Revolución, con
109
Hemos privilegiado dos ámbitos que resultan excepcionales en el marco del hacer
revolucionario y que incluso pueden considerarse vertebrales para la comprensión de toda la
obra: uno está relacionado a un esfuerzo fundamentalmente intelectual que es el justificar la
revolución y otro a la realización material propiciadora de la acción revolucionaria en órdenes
más plausibles como la concreción en la atención de problemas sociales y económicos289
y el
inicio del largo sendero que tiene como propósito la instauración real de una economía
capitalista en Venezuela; nos referimos al tratamiento del tema petrolero dentro de la
Revolución.
Etiquetar como un esfuerzo de orden intelectual al primero y de orden material al
segundo es una categoría provisional. La justificación aunque corresponda al plano del manejo
de las ideas dentro de la Revolución carece de sentido si no se sustenta no sólo en razones sino
en una muestra perceptible de cambios y beneficios, por lo cual, no puede eludir el
componente material. Situación similar ocurre en el caso petrolero, donde las acciones, lo
concreto, lo aprehensible, pero sobre todo lo que se aspira hacer con el resultado de los
cambios en la acción política tiene su sustento en una argumentación ideológica que pertenece
a toda una reflexión profunda sobre la cuestión por parte de Betancourt y su partido antes de la
Revolución y que a lo largo del proceso no sólo busca desplegarse sino actualizarse, hacerse a
las circunstancias.
especificidad lo abordado en materia social y económica. También considérese: El 18 de octubre de 1945.
Génesis y realizaciones de una revolución democrática. 2 ed. Caracas: Seix Barral, 1979. (Obras Selectas, 4). 289 Es fundamental a lo largo de este trabajo no confundir la expresión realización material con huella material,
es decir, con evidencia infraestructural o arquitectónica, pues su expresión suntuosa no fue un objetivo de la
Revolución. Esa convicción se expresa en la reiteración de Betancourt durante el período de que para el Gobierno
revolucionario resultaba más importante el hombre venezolano que el hormigón. Por lo cual, al encontrarnos con
los usos obra material o materialización deben considerárseles sinónimos de la realización de la promesa
revolucionaria de ubicar al pueblo como receptor de todo beneficio, siendo el principal la pervivencia de este
como humano (su salud) y su cualificación (educación); encontrando en ellos una armonía que implica la idea de
bienestar popular.
110
2.1. Justificar la Revolución
Al referirnos a los intentos de Betancourt por justificar una revolución, es decir, por
refrendar el carácter ineludible de la misma, deben apreciarse dos tiempos y dos motivaciones,
aunque vinculadas, distintas. El primer tiempo remite a la justificación retórica de una
revolución democrática y este se teje desde los años de su comunismo criollo290
al inicio de la
década de los treinta del siglo veinte, proceso que se irá complejizando y nutriendo en el curso
del decenio y sobre el cual se delinean los motivos y aspiraciones del movimiento. Podría
señalarse que desde los tiempos del Partido clandestino al final de aquella década, las líneas
de un proyecto nacionalista, modernizador y revolucionario ya han sido trazadas, con lo cual,
sólo dos aspectos quedan por cubrir: la consolidación de las bases partidistas a nivel nacional
y la llegada del Partido al poder para la realización de la revolución. En sus aspectos generales
el proyecto ha sido descrito y como base de una dirección política en él se mezclan los
motivos y las aspiraciones, huelga decir, el plan revolucionario.291
El segundo tiempo remite a una coyuntura292
y por tanto a la justificación de la
Revolución. Sí bien perceptivamente el contenido de aquellos propósitos pretéritos y vigentes
terminan proyectándose sobre la Revolución para otorgarle un principio de acción, no son
propiamente los propósitos los que deben justificarse porque esta tarea ya ha venido
haciéndose a través del trabajo político del Partido y de los esfuerzos intelectuales de
Betancourt. Las excusas para legitimar293
la solución de la coyuntura se refieren entonces no a
290
Esta expresión ya es usada hacia 1981 por Arturo Sosa y Eloy Lengrand, Del Garibaldismo Estudiantil a la
izquierda criolla: los orígenes marxistas del proyecto de A.D. 1928-1935. La hemos rescatado de un texto
posterior de Arturo Sosa Abascal, “La política social de Rómulo Betancourt”. En: Rómulo Betancourt: historia y
contemporaneidad. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1989. (Col. Tiempo Vigente, 1), p. 343 y ss. 291
Vid. Tesis Política del P.D.N. (1939). En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.
106-125. También, nuestra disquisición en torno a la construcción y contenido de este proyecto revolucionario en
la sección del Capítulo I, nominada “Rómulo Betancourt, el Partido Democrático Nacional y Acción
Democrática”. 292
La coyuntura es propiamente lo que en el capítulo anterior hemos referido como el drama de la sucesión
presidencial de Medina que es en definitiva lo que precipita la insurrección que da origen a la Revolución. 293
“La legitimidad es el supuesto que hace posible el reconocimiento y la aceptación del ejercicio del poder en
cualquier sociedad. Se fundamenta en unos principios o concepciones acerca del origen del poder y sus
formalidades de transmisión, históricamente variables, cuyo arraigo en las sociedades los ha llevado a constituir
verdaderas "creencias" en el sentido de Ortega. (...) La usurpación y la revolución, sin embargo, pueden romper
la continuidad de la vigencia de un orden legítimo. La primera, buscará asimilarse al principio vigente sobre el
111
lo deseado sino al modo de acceso a su materialización que a fin de cuentas termina saltándose
el propósito de que la revolución no sólo aspire la democracia sino que se entronice por la vía
democrática. Así pues, la coyuntura refiere a la justificación de una insurrección como forma
de despliegue de un proyecto revolucionario.294
De ese modo, justificar es para los hombres de la Revolución, pero especialmente para
Betancourt el principal problema intelectual a encarar durante el período.295
Dentro del
conjunto general de asuntos que debe atender el Gobierno que conduce el proceso, la
justificación no es sólo una acción recurrente dentro de ellos sino la que permite registrar un
sentido de homogeneidad en la dirección de todo cuanto se expresa desde el poder.
2.1.1. Los criterios a contrarrestar
El acto de justificar la Revolución intenta responder a tres cuestionamientos leídos con
pertinencia por Betancourt. En torno al primero que refiere al acto de origen de la Revolución,
Betancourt habla para sí y para el resto. En el caso de la Revolución el problema que plantea la
violencia como mecanismo de acceso al poder no es la violencia per se, porque esta es un
añadido característico de los movimientos revolucionarios, sino todo el expediente
condenatorio que sobre las militaradas como mecanismos de cambio político había
origen del poder, y se adaptará o creará los formalismos para su perdurabilidad; en otras palabras, se adecuará
a las formas de la legitimidad aceptadas, o pretenderá instaurar las suyas. La segunda, implica la ruptura de las
concepciones o principios -"creencias"- hasta entonces vigentes y, basada en la violencia para el rompimiento
efectivo, forzará la aceptación de la nueva legitimidad capaz de sustentar el nuevo orden”. Soriano explica que
las revoluciones norteamericana y francesa reconocen como legítimo solo al gobierno que se sustentaba en un
orden constitucional y legal, (volviendo a acercar lo legítimo a lo legal) en una concepción ascendente del
gobierno y del derecho donde la ley emana del pueblo o de la nación, por la vía de la representación. Vid.
Graciela Soriano, Venezuela: 1810-1830: aspectos desatendidos de dos décadas. Caracas: Fundación Manuel
García Pelayo, 2003, pp. 116-117 y 118, respectivamente. 294
“La conducta que precisa justificación es la que no se adapta a las reglas. No se justifica la observancia de la
norma, es decir, la conducta moral. La exigencia de justificación nace cuando el acto viola o parece violar las
reglas sociales generalmente aceptadas, trátese de reglas morales, jurídicas o consuetudinarias. No se justifica
la obediencia sino, si se piensa que posee algún valor moral, la desobediencia. (…) En general, no existe
necesidad alguna de justificar un acto regular o normal; es necesario dar una justificación, si se desea salvarlo,
del acto que peca por exceso o por defecto”. Cfr. Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 199. 295
Según Castro Leiva, este ejercicio (justificar) dentro del ámbito político en general resulta una operación
intelectual compleja. Forma parte de su análisis al estudiar el modo en que Betancourt justifica la Revolución.
Cfr. Ese octubre nuestro de todos los días, p. 67.
112
acumulado Betancourt a lo largo de su vida política hasta entonces.296
A este deseo y al
resultado contrario se contrapone también el ánimo democratizador, es decir, no sólo la
condenatoria de la violencia como mecanismo de acceso al poder sino el deseo de que el
arribo del Partido al mismo sea a partir de elecciones democráticas.297
A todos esos
argumentos, gestados con su propia oratoria y expresados como resultados de una genuina
convicción tendrá que salirle Betancourt al paso cuando trate de fundamentar lo que aspira el
programa del movimiento pero que ineludiblemente debe ser contrastado con el acto de origen
revolucionario. Esto es, la expresión de la relación justificativa existente entre el medio y la
acción, pues un esfuerzo de orden ético.298
El segundo argumento al que busca responderse es a la presunción creada de que la
Revolución a pesar de sus limpios propósitos materialmente sólo supone el desplazamiento de
una élite civil y militar por una nueva, probablemente con renovadas intenciones y sobre todo
con un sentido distinto del camino modernizador trazado por los desplazados pero élite al fin.
Mayor problema crea la percepción originaria de una tutela material efectiva de los militares
sobre los civiles en el nuevo Gobierno, sólo camuflada por la mayoría de hombres del Partido
y un independiente en la Junta. A lo largo del proceso revolucionario Betancourt no perderá
oportunidad para desmentir este juicio, sosteniendo que aun cuando es evidente el
desplazamiento político de aquella élite gomecista, los militares al haber tomado la
conducción del proceso de entronización revolucionaria han dejado el poder conquistado en
mano de los civiles, retirándose a su vida de cuartel, cumpliendo su misión de defensa y
resguardo de la soberanía nacional y alentando la buena marcha hacia un tiempo político de
estabilidad.299
Para ello se apoya en el criterio de la durabilidad de la Revolución, enfatizando
no sólo en el predominio de la intención civilista sino en que el ejercicio del poder
296
Sumamente elocuente a este respecto la correspondencia de Betancourt reunida en El Libro Rojo. 297
Vid. Tesis Política del P.D.N. (1939). 298
A propósito Marcuse expone una idea que en algún sentido va expresada en la intención justificativa de
Betancourt: “La relación entre medio y fin es el problema ético de la Revolución. En cierto sentido el fin justifica
los medios: cuando promueve demostrablemente el progreso humano en libertad. Este fin legítimo, el único fin
legítimo, exige la creación de condiciones que favorezcan su realización. Y la creación de estas condiciones para
justificar el sacrificio de víctimas como lo ha justificado a lo largo de toda la Historia”. Vid. Herbert Marcuse,
Ética de la Revolución, p. 156. 299
En la mayor parte de los discursos públicos de Betancourt a lo largo del período revolucionario se registra este
criterio. Cfr. Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948.
113
visiblemente compartido obedece a una coyuntura que sólo durará el tiempo necesario para
cumplir los objetivos trazados.
El tercer criterio al que busca responder la justificación de la Revolución es al
inmediato sostenimiento de la natural oposición política de que la insurrección había
fracturado el avance progresivo y sin sobresaltos que iba dándose hacia la democracia, sobre
todo en el último quinquenio con el Gobierno de Medina y por lo cual, con el alzamiento, se
produce un adelantamiento precipitado de la apertura a la participación política de un pueblo
que para entonces no había sido plenamente educado en el comportamiento democrático.300
En
realidad este criterio –el de la prisa, la terquedad, y la fractura generada por el movimiento- se
proyectará a un cambio negativo consecuente –según se sostiene desde el medinismo- sobre
otros aspectos, como la concepción del papel económico del Estado o la homogeneidad de las
Fuerzas Armadas.
Cuestionar la Revolución con este argumento implica a su vez la autoconcepción de
sinceridad del régimen depuesto, ergo, que al menos en lo relacionado a la ampliación real de
la ciudadanía política también se tenían los mismos deseos revolucionarios ralentizados sólo
por un asunto de cálculo histórico, pero que en todo caso, al cabo de poco tiempo terminaría
siendo refrendado. Sin embargo, ocurrida la Revolución este juicio ya deviene en análisis
contrafactual y Betancourt sabe que demostrativamente ello no conduce a ningún lado. La
respuesta desde la Revolución envuelta en la concepción que proyecta del régimen de Medina
individualmente pero también como heredero del gomecismo, embestirá este criterio a partir
de la argumentación de la insinceridad de sus supuestos planes, es decir, siendo obstinados en
asegurar que pese a la dirección, el medinismo tardaría en derrumbar el cerco de la
participación política al pueblo y que ya habiéndolo demostrado en su negativa a reformar la
Constitución en 1945 sobre esta base, el deseo revolucionario estaba plenamente justificado.
300
Desde el medinismo Arturo Uslar Pietri será el más claro exponente de este juicio. Cfr. Rodolfo José
Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, p. 431. Contrastar a su vez con lo sostenido reiteradamente
por Betancourt en pleno desarrollo de la Revolución de que ésta echaba por tierra la tesis de la falta de
preparación del pueblo venezolano para la democracia. Probablemente el discurso en el que de forma más
enfática se dedique al sostenimiento de este argumento sea en el brindado con ocasión de la inauguración del
Programa de extensión Cultural del Curso de Alfabetización de Adultos desde el Instituto Pedagógico Nacional
de Caracas el 29 de diciembre de 1945. Cfr. Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 139-146.
114
En realidad, la respuesta al primer y al tercer criterio a los que busca detener la
justificación revolucionaria resultará mejor sustentada en la prédica betancouriana de la
condición indetenible de la Revolución, es decir, en la concepción de que el movimiento
obedece a una lógica que está fuera del dominio de los hombres (de ellos) y que se ajusta a la
solución de una necesidad inaplazable de la sociedad, con lo cual, se asume la moral de los
propósitos pero también se busca legitimar los medios y argumentar la insinceridad política
como denostación del pasado. Ya habíamos anotado que esa concepción de irresistibilidad, de
un movimiento con fuerza propia que dirige el furor de los hombres por destruir un orden
incompatible con lo que cree son sus necesidades presentes es una característica de la
revolución política moderna presente indudablemente en este proceso.301
Otra arista de la justificación que sobremanera se hace para contrarrestar el primer y
tercer criterio es la reiteración en la concepción de la misión histórica de los hombres de la
Revolución. Es decir, la creencia de que no sólo las condiciones políticas para la producción
del movimiento estaban dadas y con ello justificadas, sino que ellos eran los llamados a
accionarlas. Pluralizar tiene en este caso el mismo sentido que la enunciación del proyecto
revolucionario, ergo, la referencia obligatoria a una pretendida visión de conjunto. Pero en
realidad, la concepción de la misión histórica de los actores será diferenciada, esto es, cada
cual actúa según las convicciones generadas por el sentido ético de su hacer. En 1945 la joven
oficialidad del Ejército cree que debe cambiar el rumbo político del país, cree que debe
salvarlo, Acción Democrática también y esto es uno de los elementos gestores del
acercamiento.
Sin embargo, la proyección retórica que predominará en torno a la concepción de la
misión histórica será la del Partido del mismo modo como hemos explicado que éste proyecta
toda la significación de la idea revolución sobre un proceso que dirigirá conjuntamente con los
militares desde 1945. Y ello se debe sobre todo a un tema de tiempo y consecuentemente de
madurez: el Partido lleva más de una década en gestación y poco más de un quinquenio
convencido de cuál debe ser su actuación en función al diagnóstico nacional logrado, pero
301
Hannah Arendt también se refiere a ello fuera del uso irresistible. Denota que la dupla necesidad-violencia, tal
como destacamos en los argumentos objetivos de este movimiento, son las marcas distintivas de las revoluciones
victoriosas del siglo XX. Vid. Hannah Arendt, Op. Cit., p. 152.
115
sobre todo convencido de que su programa es el camino correcto para transformarlo. En ese
sentido, la concepción de la misión histórica está no sólo lograda sino también diseminándose.
La pedagogía política del Partido ya había empezado a popularizar este criterio.
Esto implica que el sostenimiento de la misión histórica de AD está primeramente
anclado a su relación con una planificación pretérita, ligada a la formación ideológica de sus
principales líderes, a la sistematización y organización de sus juicios y finalmente a la
concepción de unas bases programáticas de partido.302
Allí se define por qué ellos como
expresión política de una reunión policlasista deben dirigir al país.303
Y esto además parece
ubicarse en un momento político propicio que es el de la sensación de la apertura de un nuevo
tiempo nacional y occidental, entronizado con la muerte de Gómez y las luchas contra el
totalitarismo, respectivamente. Este enunciado implica un breve paréntesis. La concepción de
la misión histórica del Partido remite a un acto de cálculo histórico,304
que es propiamente la
concepción del lugar y las atribuciones que le competen como estructura según su creencia en
el sentido histórico del país. Ese sentido unánime para el momento es la modernización, pero
el Partido enfatizará en que la única vía para lograrlo es la democrática porque entre otras
cosas, hacia allá apunta la marcha política hemisférica. De modo que, ellos sienten tener una
misión particular que cumplir para obligar que el sentido se corresponda con su visión
tautológica.
Del lado militar, sí bien fundamento histórico no faltará para alimentar la concepción
de su misión, las circunstancias no parecen tan propicias para la aceptación, en un país que va
despuntando a la modernidad política en 1936 relativizando el control militar sobre el poder y
donde la preocupación colectiva, aunque con distintos niveles de intensidad, va girando en
torno a la presión por las oportunidades civiles. Esto lo entendieron los militares y se
302
Nos referimos a las bases programáticas del P.D.N. (1939). 303
Cfr. Supra. Todo el análisis y descripción que hemos hecho sobre la concepción revolucionaria del PDN y
AD antes de 1945. Capítulo I. 304
Sobre el cálculo histórico en las revoluciones: “El cálculo habría de considerar, además, los recursos
espirituales y materiales a disposición de la sociedad, como, así mismo, el modo en que son realmente utilizados
en relación son su capacidad total de satisfacer necesidades vitales humanas y de apaciguar la lucha por la
existencia. Por otro lado, el cálculo histórico habría de mostrar las posibilidades del movimiento revolucionario,
para mejorar las condiciones reinantes; o sea, mostrar que el fin revolucionario, o su programa, tiene fuerza
técnica, material e intelectual, para poder discernir las posibles fallas y el número de víctimas”. Vid. Herbert
Marcuse, Op. Cit., pp. 148.149.
116
evidencia en su intención por acercarse a AD para propiciar la conjura, lo cual puede leerse
como la aspiración de dar un baño de pueblo a sus propósitos, huelga decir, legitimarlos.
Cuando AD ha hecho ya una construcción retórica de su sostenida misión histórica en
el momento político venezolano, cuando esta ya se ha diseminado a través de las estructuras
clandestinas del Partido hasta 1941 y de ahí en adelante con las libertades que permite la vida
legal, pero sobre todo, cuando esa misión parece responder y corresponderse con la
razonabilidad social que se consolida en el momento, para el 18 de octubre de 1945 ya tenía
un importante camino andado en este sentido. En cambio, no ocurre lo mismo en el sector
militar y será sólo a partir de la Revolución cuando éste, con los recelos naturales de la
fricción ideológica que se producirá frente al Partido se sienta en la libertad de proyectar
popularmente no sólo las razones corporativas que lo empujaron al alzamiento sino su relación
con el sentir popular. Mientras la Revolución sirve a AD para el despliegue de una misión
entendida, estructurada y proyectada así en el pasado, sirve a los militares para apenas iniciar
su sistematización y proyección, aunque esto, como hemos dicho, no elude la existencia de
una suerte de líneas generales que amparan ese sentimiento mesiánico en el ámbito militar
venezolano y que apenas necesitará un breve influjo para arraigarse en el futuro.305
Así, la
razón-misión del Partido sirve como razón-misión de la Revolución.
Pero una cosa son las razones y justificaciones históricas para el despliegue de un
proyecto revolucionario construido en el tiempo y otras las razones para justificar una
insurrección armada, aunque inmediatamente las primeras se usen como respaldo del acto de
origen revolucionario. De ese modo, la misión histórica del Partido busca aplicarse, o mejor
dicho, encontrar espacio para su despliegue en dos contextos aunque correspondientes,
disímiles. El primero es el enunciado en su programa, su deseo de conducir una revolución
democrática y la convicción de que ésta sólo puede ser propiciada por un partido de su
naturaleza, ergo, por él mismo. El segundo corresponde a la justificación de la opción violenta
para el desarrollo de la revolución democrática, es decir, la explicación del Partido de que su
305
Al final del capítulo tercero abordamos con detalle la autocomprensión militar durante la Revolución. Se
destacan a través de discursos de Delgado Chalbaud varios elementos expresivos de la sistematización de la
misión histórica de los hombres de armas, buscando no sólo respaldar su actuación en el movimiento sino
argumentar la posibilidad de su participación en política.
117
actuación junto a los militares, saltándose parte de su propia carga principista diseminada en el
pasado fue apenas una respuesta urgente ante la coyuntura.
De ese modo, Betancourt argüía en las puertas del golpe de Estado que ante la crisis
desatada por el tema de la sucesión presidencial y ante la urgencia de la solución de los
problemas impostergables del país el programa del Partido era un programa de salvación
nacional.306
Una frase que en todo caso reivindica el creído papel casi providencial que venía
a cumplir AD en esta situación de emergencia política.
Betancourt ubica al Partido como la contención de dos soluciones fratricidas e
inminentes que tienen vida en torno a la coyuntura y cuya actuación buscaría detener el
primero y atenuar el segundo y en ello encuentra otra justificación precisa de su actuación en
la Revolución. La insurrección, con la comunión plena de sus actores persigue salvar al país
de una guerra civil que según Betancourt se desataría si López y Medina continuaban con sus
planes particulares para instaurar la sucesión.307
Pero también, la participación de AD en ella
atenuaría el plan insurreccional que del otro lado, el de sus militares socios, se estaba gestando
y también resultaría inminente,308
con lo cual, se garantizaría que de ser exitoso aquel
levantamiento el resultado no fuese un clásica dictadura militar sino la puerta de la revolución
democrática que aspiraba el Partido.
Otro ámbito de la justificación revolucionaria ligado a la concepción de la misión
histórica del Partido y de igual modo al sector militar es la apelación al deber moral. Por su
excepcionalidad no sólo se sienten los llamados a propiciar el cambio político, sino que deben
hacerlo. Retóricamente esta convicción no está respaldada por una intención de utilidad
material sino más bien por una suerte de ánimo épico fundamentado en la creencia de que su
revolución se equipara a la gesta heroica de la Independencia, que de hecho, conduciría a una
306
Cfr. Discurso de R.B. en el Nuevo Circo de Caracas el 17 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt,
Selección de Escritos Políticos 1929-1981, p. 175. 307 Cfr. Ibídem, p. 178. 308
“Pero unos y otros [refiriéndose a un sector militar con tendencias civilistas y a otro con ánimos ambiciosos
desorbitados, ello en medio de la planificación de la insurrección] nos produjeron la impresión muy clara de que
estaban dispuestos a ir a la acción violenta, con o sin nosotros, porque además de los factores de orden general
que influían sobre su decisión, ésta encontraba fuertes asideros en la forma como se comportaba el régimen
frente a las Fuerzas Armadas”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 197.
118
nueva y definitiva independencia; a una convicción ética, amparada en el juicio de que pese a
la peripecia violenta la solución positiva de las aspiraciones revolucionarias marcan el sentido
correcto de la vida política venezolana, y por tanto, ello refiere a la expresión más genuina del
republicanismo cívico: la demostración de amor a la patria.309
La justificación de la Revolución en el curso de su ocurrencia puede apreciarse en tres
momentos, aunque lógicamente los ámbitos ascendentes guardan relación con los escenarios
anteriores. El primer momento refiere a la presentación de la Revolución, el segundo a la
mixtura significativa que cobra este acto con la realización material del movimiento, y el
tercero, a la justificación como balance de lo actuado.
2.1.2. La justificación en el origen
En torno al primer caso, la justificación se patentará en la enunciación de los motivos
del alzamiento y en el planteamiento de los propósitos. Esto es, en síntesis, la denostación del
régimen de Medina atacando sobremanera su insinceridad respecto a las reformas políticas
necesarias para la instauración del voto universal y luego, exponiendo los dos motivos
públicos evidentes de la conjura: la intención de devolverle la soberanía al pueblo y el castigo
al peculado. Evidentemente que su expresión no ocurre en torno a tal cortedad, sin embargo,
los términos planteados recogen lo fundamental de la argumentación de motivos y propósitos.
El modo en el cual ambos planteamientos son expresados refiere a una mixtura y confusión
entre la explicación causal y los propósitos,310
es decir, que ambos no sólo son percibidos
como correspondientes sino como parte insustituible del acto de justificar.
El primer esfuerzo del acto de justificarse está centrado en la exposición de las razones,
ello es, en expresar como referente causal un diagnóstico de dos vertientes: uno relacionado al
diagnóstico del Partido sobre la sociedad venezolana, el que recoge en sus tesis y otro referido
309
Cfr. Luis Castro Leiva, Ese octubre nuestro de todos los días, pp. 53-54. 310
Cfr. Ibídem, pp. 13 y 61.
119
específicamente a la coyuntura.311
Su uso implica una suerte de amparo primario. Luego, la
intención se dirige a vincular las razones como sustentación de lo actuado,312
es decir, el uso
de los resultados del diagnóstico como justificación de los propósitos y por derivación del acto
que impone el cambio, la insurrección. Es pues el resultado de la consideración que la
Revolución sobrevino como respuesta a una situación histórica negativa y a cuyo carácter se
responderá planteando un cambio significativo.313
Es en este acto de justificación de la primera hora que comparte la escena con otro
fenómeno sumamente importante como la presentación de los actores y toda la carga de
apreciaciones que ello generará, cuando Betancourt se dirige al país sucesivas veces hasta
finales del año 1945, no sólo reiterando en su exposición sin mayor cambio en matices los
motivos y los propósitos, sino tratando de persuadir a la nación que es su auditorio de que la
Revolución es la línea que relaciona razonablemente los resultados de ese diagnóstico de dos
vertientes ya enunciado con el remedio de esas condiciones, en otras palabras, que hacer la
revolución era el recurso impostergable que había determinado la situación-diagnóstico. La
justificación también se respalda en ello, en expresar que la Revolución es un acto histórico
impostergable, ineludible, no por la obstinación de sus gestores sino por condiciones
materiales que los superan a ellos mismos.
Pero aún, lo único materializado de la Revolución es la presencia de nuevas caras, de
nuevos actores. Por ello en la primera hora, en medio y después de la violencia del origen la
Revolución no es otra cosa que una promesa, un ideal. De aquí que sea necesario enunciarla
muy bien con las palabras. Este primer acto, el de presentación, el de enunciación de motivos,
pero sobre todo el de los propósitos, es un acto de sinceridad.314
Tiene igualmente dos
311
Durante la primera hora de la Revolución probablemente los dos discursos que referiremos a continuación son
los más expresivos en este sentido: Alocución dirigida por radio a la Nación desde el Palacio de Miraflores, por
R.B. en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo el día 30 de octubre de 1945 y
el discurso pronunciado por R.B. en San Cristóbal, estado Táchira, el 14 de diciembre de 1945. Ambos en:
Rómulo Betancourt, Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 114-120 y 129-138, respectivamente. 312
Cfr. Luis Castro Leiva, Ese octubre nuestro de todos los días, pp. 60-61. 313
Sobre la relación entre diagnósticos históricos negativos y condiciones revolucionarias, Vid. Herbert Marcuse,
Op. Cit., p. 154. 314
Para seguir el análisis es muy importante retener el uso sinceridad. Luego será necesario para completar el
contraste. Es Luis Castro Leiva quien lo usa para caracterizar la exposición de las causas y los motivos de la
Revolución por parte de Betancourt. Cfr. Ese octubre nuestro de todos los días, pp. 61-62.
120
vertientes comprensivas: por un lado, la exposición franca de las razones sistematizadas y de
los objetivos claros y por otro, la sencilla delimitación matemática de los propósitos, es decir,
no sólo su exposición puntual sino el ajuste de ellos a un tiempo plausible para hacer, que no
permita el juicio de que quienes tomaron el poder lo hicieron para eternizarse en él.315
La presentación como acto sincero también remite al juicio inmediato del auditorio
sobre el contenido de lo expuesto, pero desde el lado de los actores ya se ha enviado toda una
carga de ideas que argumentativamente parecen incuestionables en el contexto. La invitación
de este primer momento es a la comparación entre el diagnóstico causal y la promesa de
cambio político. Para ello, el Betancourt de la Revolución usó una estrategia que no abandonó
a lo largo de su curso cuando de justificarse se trataba: la manifestación de que la Revolución
implica no sólo un cambio, sino un cambio bueno.316
Una manifestación ética como principio
de justificación revolucionaria. Es la expresión de que la bondad de los objetivos es lo que
moraliza a la Revolución.
2.1.3. La justificación en el despliegue
El segundo ámbito de la justificación revolucionaria refiere al despliegue del proceso,
es decir, a los intentos por materializar la sinceridad, esto es, los planes y el tiempo de
ejecución. Este escenario -que en realidad implica casi todo el período revolucionario
315
Sobre este aspecto abundan los ejemplos en el discurso de Betancourt durante la Revolución. Citamos
algunos: “Nosotros procedimos con sencillez y parquedad republicana. Dijimos que nos comprometíamos
fundamentalmente, durante el lapso perentorio de gestión de la cosa pública que íbamos a abarcar en el
Gobierno de facto, a luchar contra la inmoralidad administrativa, a devolverle al pueblo su soberanía usurpada
y a laborar por el mejoramiento de las condiciones económicas y sociales de las mayorías productoras de la
Nación”. Vid. Discurso de R.B. en un mitin popular en Caracas durante el primer aniversario de la Revolución.
En: Rómulo Betancourt, Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 251-259. La sección citada
corresponde a la página 252. También: “Ese documento oficial se caracteriza por su sinceridad”. Esta expresión
la hace en referencia al discurso radiado a la nación el 30 de octubre de 1945. Vid. Primer Discurso de cuenta
gubernamental ofrecido por R.B. a nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno ante la Asamblea Nacional
Constituyente el 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de Escritos Políticos 1929-1981, pp.
207-230. La sección citada pertenece a la página 211. 316
Refiriéndose a las reformas y las revoluciones, Bobbio lo llama la idea de la bondad del cambio. Cfr.
Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 639.
121
sustrayendo el acto de origen y su finalización- está plenamente ligado al hacer, entendido
como la concreción material de la Revolución.
Su forma expresiva característica será la palabra y su contraste con las realizaciones
materiales de lo prometido. Aunque el hacer no sea institucionalmente vinculante, el
cumplimiento de lo prometido, ergo, la construcción objetiva de una línea de comunicación
entre las razones y los propósitos es la forma primaria de legitimación de la Revolución.
En el hacer reconocemos dos ámbitos, uno ligado a los objetivos políticos concretos de
la Revolución –la devolución de la soberanía al pueblo y el castigo al peculado- y otro a la
creación de las condiciones materiales para el apoyo popular a la democracia. Mientras el
primero se ajusta a lapsos más distendidos dentro del período con hitos notables como la
sanción de Estatuto Electoral en 1946, las elecciones de representantes a la Asamblea
Constituyente en 1946, la instalación de este organismo, la sanción de la nueva Constitución y
finalmente la elección de un nuevo Congreso y del presidente de la República y por otro lado
la instalación y actividades del Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa, el segundo
refiere al hacer revolucionario en el ámbito social y económico bajo la premisa de la mejora
de las condiciones de vida del pueblo venezolano como parte de la promesa.
Por su naturaleza, el tema de la participación política efectiva a través de las elecciones
estará sujeto a lapsos que sí bien se hacen reducidos en medio de un proceso relativamente
corto, no resultarían tan frecuentes y en todo caso sensibles como la relación directa con un
beneficio concreto y plausible. Ergo, mientras la Revolución se dedica a atender con la holgura
necesaria sus dos primeras motivaciones éticas, la tercera resulta de vital importancia en el
hacer continuo. Aunque parece haber unanimidad en reconocer que la huella revolucionaria ha
sido la conversión del pueblo en soberano, en el despliegue del proceso, visto desde la óptica
popular, éste resultó tan importante como la obtención de un beneficio tangible del nuevo
momento político y lógicamente, la atención a ese escenario constituyó para la Revolución la
construcción permanente de un cuadro aunque no de legitimidad formal al menos de equilibrio
y aceptación.
122
Y ese es el sentido instrumental de la activación de una serie de planes y programas
que tienen como objetivo la mejora en las condiciones materiales de vida del venezolano, lo
que ha solido apreciarse como la atención de la cuestión social.317
Ya AD tenía un camino
andado en la concepción de esta actuación, es decir, en la relación que existía entre la política
social y la legitimación, primero de la idea de partido populista antes de 1945 y luego de la
Revolución.318
De modo que, aquello que había sido esencial para legitimar la idea de un
partido político como AD se proyecta sobre la Revolución como una forma legitimadora del
movimiento.
También la atención óptima de los problemas sociales, al menos en la fase preliminar
de cambios que suponía la Revolución, induce la activación de una suerte de apelación a la
razonabilidad social, que aunque no entienda concretamente en términos políticos el sentido
de la democracia asocie el término a la realización material, dicho en mejores términos por
Arturo Sosa Abascal: la política social es el elemento principal de penetración en la conciencia
popular inexperta en la participación política.319
De ahí que durante toda la Revolución, cada reunión de planificación, cada acto
inaugural, cada logro, cada cumplimiento de lo prometido y cada aniversario se conviertan
desde la palabra que reafirma la pertinencia de lo hecho en un acto de explícita justificación.
En la medida que se va haciendo la Revolución las palabras públicas de Betancourt, de los
hombres de la Revolución y de la simbología revolucionaria van invitando a la potenciación
del contraste: lo hecho en el pasado-lo hecho en el presente, la amplitud temporal del pasado-
317
Según la Tesis del P.D.N (1939) y los ámbitos que con el acento social quiere atender la Revolución, los
principales problemas serían los siguientes: dotación de tierra al campesino, democratización del crédito, mejora
en los servicios sanitarios y médico asistenciales, democratización del acceso a la educación y a la alfabetización
especialmente, pleno empleo, aumentos salariales y abastecimiento alimentario, ello a partir de la incorporación
al patrimonio público de riquezas provenientes de la explotación extranjera del petróleo. Cfr. estas características
en Arturo Sosa Abascal, “La política social de Rómulo Betancourt”. En: Rómulo Betancourt: historia y
contemporaneidad, pp. 358, 361 y 364. 318
Cfr. Ibídem, p. 352. 319
Cfr. Ibídem, p. 358.
123
el tiempo revolucionario, lo prometido por la Revolución-lo ejecutado por la Revolución.320
Es
un intento por sustentar y colectivizar la apreciación de la satisfacción.
2.1.4. La justificación como balance
El tercer ámbito de la justificación es la presentación del balance. Este sólo es separado
de los dos anteriormente expuestos por la conclusión de obra prometida, que al principio fue
intención, luego despliegue y finalmente concreción. Ello no elude que el acto de sostener
balances retóricos no haya tenido lugar en otro momento de la Revolución, de hecho, ya a
inicios de 1947 Betancourt expone ante la Asamblea Nacional Constituyente que la
Revolución ha cumplido lo prometido.321
Con mayor claridad la pieza discursiva que mejor
recoge la justificación como balance son las palabras que dirige Betancourt al Congreso
Nacional durante la rescisión de sus poderes antes de la toma de posesión del presidente
Rómulo Gallegos en febrero de 1948, tanto por su contenido como por ser expuestas en el
momento del cierre formal del ciclo revolucionario. El estudio de la justificación de la
Revolución que hace Castro Leiva se centra en la apreciación de este discurso.
320
Basta leer en su totalidad la selección de discursos públicos de Betancourt que conforman el cuarto volumen
de su Antología Política para apreciar la solidez de este argumento. En casi todos ellos es perceptible la
estructura: recuerdo del diagnóstico en el pasado, recuerdo de los propósitos revolucionarios para vencer las
condiciones del diagnóstico, recuerdo de las promesas, presentación de la obra plausible de la Revolución,
invitación al contraste.
Al enunciar simbología revolucionaria relacionándola con su intención de contrastar situaciones pasadas con
logros de la Revolución, no se pudo dejar de pensar en la impresión causada por dos miniaturas de afiches del
período a la mano: uno que invita al contraste del crecimiento del movimiento sindical nacional durante los
Gobiernos de López, Medina y el revolucionario y también a la comparación de las ilegalizaciones de este tipo
de organizaciones, donde a la Revolución no se le apunta alguno. Otro afiche expresa a través de la caricatura de
un campesino como representación gráfica del venezolano el crecimiento sin precedentes del padrón electoral en
el Distrito Federal desde el Gobierno de Gómez hasta el revolucionario. Cfr., todo en la Antología referida. 321
“Hemos cumplido lo prometido” fueron exactamente las palabras de Betancourt, a las que antecedieron la
exposición de los motivos del alzamiento y el propósito del movimiento y a la que siguió la exposición de los
alcances políticos y materiales hasta el momento así como muestras de cómo los resultados se ajustaban a lo
prometido. Merece la pena destacar el hincapié que hace en argumentar que la Revolución enterró la visión
positivista de que el pueblo venezolano no estaba preparado para la democracia y en el cumplimiento del
compromiso de que el proceso revolucionario podría conducirse sin recurrir a la violencia. Cfr. Discurso de R.B.
ante la Asamblea Nacional Constituyente, Caracas, 20 de enero de 1947. En: Rómulo Betancourt, Selección de
Escritos Políticos 1929-1981, pp. 213 y 215.
124
En él y con la solemnidad que caracteriza la sensación del cierre de una etapa y la
responsabilidad de brindar un balance, Betancourt hará una pregunta cuya respuesta requerirá
de su argumentación a lo largo de todo el discurso:
“La interrogante esencial y de dramático contenido que nos formula el país –a nosotros, responsables
de haber arribado por el atajo de la insurrección al ejercicio del Poder- es ésta: ¿se justifica
históricamente, con lo hecho hasta hoy y con lo planificado para mañana, la jornada revolucionaria del
18 de octubre de 1945? Con enfática decisión contestamos afirmativamente esa pregunta, a dos largos
años de aquel violento acontecimiento”.322
La interrogante es para Castro Leiva una de las preguntas más significativas para la
comprensión contemporánea de las relaciones entre ética y política en Venezuela.323
La
pregunta parece el resultado de un tratamiento cuidadoso en el uso de los términos y en el
manejo de los argumentos temporales. Las palabras consecuentes de Betancourt van dirigidas
a argumentar su contestación afirmativa en nombre de la Junta, si se quiere en los mismos
términos en que lo había venido haciendo a lo largo del período, es decir, expresando razones,
recordando propósitos, presentando resultados.
Cuando apela a la interrogante ¿se justifica históricamente…? no sólo está haciendo un
ejercicio de recuerdo del cálculo revolucionario sino apelando a la manifestación de las
razones que los compelieron a derrocar a Medina. Al referirse a sí esa acción –concretamente
el 18 de octubre de 1945- no sólo puede justificarse en las razones sino en lo actuado está
apelando a la materialización de los objetivos revolucionarios y finalmente, que a pesar de la
culminación del movimiento, éste ha dejado trazado una opción política a recorrer, un camino
en el futuro.
Lo que a lo largo del tiempo revolucionario había sido por un lado la expresión
particular de los propósitos como un acto de sinceridad y por otro la enfatización en los
resultados, esto es, el señalamiento de la satisfacción, cobrarán en este discurso según Castro
Leiva un sentido unitario: más allá de la exposición de las razones históricas, el balance resulta
322
Vid. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno
revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Rómulo
Betancourt, Antología Política Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 389. 323
Vid. Luis Castro Leiva, Ese octubre nuestro de todos los días, p. 52. Sobre ética y política Cfr. Norberto
Bobbio, Op. Cit., pp. 194-222.
125
del contraste entre la promesa y la obra realizada, por lo cual, el principal problema a dilucidar
por Betancourt con toda su argumentación es el de la coherencia que para él existe entre
sinceridad y satisfacción.324
Es la forma como el autor cataloga el orden del discurso
betancouriano que va del recuerdo de lo prometido a la demarcación de lo logrado y que
encuentra en esta coherencia la justificación de la insurrección.
Aquí Betancourt también hace otras cosas. Marca la línea de lo que será su
preocupación principal en los meses siguientes y que sólo adquiere otro cariz después del 24
de noviembre de 1948: el de su obstinación por defender lo logrado bajo el argumento de la
pervivencia y la solidez del producto,325
lo que Castro Leiva ha denominado como la garantía
de la viabilidad de un futuro.326
Ergo, de un futuro posible gracias a los resultados de la
Revolución.
Finalmente, y tal como en los casos en los cuales habló al país, pretende en éste una
persuasión del auditorio. Para ello -según Castro Leiva- no sólo apelará a los juicios
razonables de los representantes ante sus razonados argumentos, sino a una especie de
sentimentalismo ético que se muestra a través de su recurrencia en la equiparación de lo
actuado con una empresa patriótica inestimable,327
el uso pues de los criterios morales que
324
Cfr. Luis Castro Leiva, Ese octubre nuestro de todos los días, pp. 62-64. En las conclusiones sobre su ensayo
en torno a Ética y Política, Bobbio señala que: “La ética de la política es la ética de los resultados y no la de los
principios”. Cfr. Norberto Bobbio, Op. Cit., p. 220. Aunque Betancourt apela en la primera hora y a lo largo del
camino revolucionario a la bondad de los propósitos como dispositivo moralizante de la Revolución, al cierre, el
efecto persuasivo y justificativo descansa en las evidencias, en la materialización de los propósitos. 325
Esto no significa que después del 24 de noviembre de 1948 R.B. no defienda las condiciones que empujaron la
Revolución ni sus resultados. También lo hará obstinadamente. Pero es ineludible que esta defensa va a adquirir
nuevos elementos, uno de los más característicos será la reducción del reconocimiento del papel de los militares
en el proceso revolucionario mientras que el protagonismo excepcional lo dirige hacia AD. Esto no se
corresponde con sus juicios en medio del proceso, incluso después de acabada la Revolución, al referirse a la
conducción del proceso y a los logros éstos se manifiestan siempre como el resultado de acciones colegiadas.
Venezuela, política y petróleo es la expresión más acabada de esta dicotomía. Otro cambio será la lógica soltura
que con el tiempo tendrá R.B. para reconocer errores políticos dentro del período revolucionario, como por
ejemplo, la conducción de los juicios por peculado, la sanción del Decreto 321, y veladamente los triunfos
avasallantes de AD en las elecciones del período. El dossier de un número de la revista Resumen titulado
“Rómulo Betancourt: el 18 de octubre de 1945” contentivo de una larga entrevista al líder realizada y publicada a
propósito de cumplirse treinta años de la insurrección es una buena muestra de lo referido. Cfr. Resumen. Vol.
IX. N° 103. 23 de octubre de 1975. 326
Cfr. Ibídem, p. 68. 327
Castro Leiva refiere que tal actuación tiene como propósito la creación de estados anímicos particularmente
acríticos en el auditorio. La apelación al sentimiento moral y patriótico tiene por objeto cerrar las entendederas.
Cfr. Ibídem, pp. 60-61.
126
desde el inicio de la Revolución plantea Betancourt para justificar el carácter irresistible del
movimiento.
Nosotros agregaríamos la apreciación de un sentimentalismo épico dentro del discurso
justificativo. Este sí bien no hace hincapié en la glorificación del 18 de octubre de 1945 –
aunque tampoco la elude-, se dedica claramente a recordar -a modo de propiciar mayor
reconocimiento- buena parte de las vicisitudes políticas reconocidas que debió enfrentar la
Revolución para lograr finalmente satisfacer lo prometido. En todo caso, no es inocente la
larga exposición que hace Betancourt dentro su discurso refiriéndose al modo como la Junta
sorteó la embestida de la oposición desde diversos flancos.
2.2. Petróleo y Revolución
La Revolución es la oportunidad de Rómulo Betancourt y Acción Democrática para
desplegar una profunda y pretérita reflexión y maduración sobre temas económicos y
financieros, convertidos a la postre en el programa del Partido en esa materia. Su gestación se
había iniciado desde los años del primer exilio, por ello la actuación de AD en el Gobierno
hace que la materia petrolera durante el período 1945-1948 sea fundamentalmente un
problema de acción material y no de reflexión y profundidad ideológica. El mismo Betancourt
considera que, con el avenimiento del gobierno, el tiempo de la maduración y de la reflexión
ha dado paso a la acción, a la concreción.328
El retorno del primer y segundo exilio le permitió
a Betancourt y a Acción Democrática, establecer un cuadro diagnóstico sobre la vida nacional
en su totalidad, dentro del cual, los asuntos económicos y financieros ocuparon una
importancia central,329
por esta razón Betancourt enfatizó en la manifestación del orgullo
328
No es inocente el hecho de que al referirse a la cuestión petrolera durante el Gobierno revolucionario en su
obra Venezuela, política y petróleo, Betancourt intitule el apartado como “El Tiempo de Construir”. La consigna
que demarca su preferencia de la acción antes que la palabra, también será recurrente en el tratamiento de la
política petrolera. Cfr. Ibídem, p. 251. 329
Sobre este respecto da cuenta la prolífica obra periodística de Betancourt entre los años 1937 y 1945. Las
publicaciones diarias de su columna “Economía y Finanzas” en el periódico Ahora durante el período 1937-1939,
el mismo que sigue a su permanencia clandestina en el país después de su retorno del primer exilio y del decreto
de expulsión a líderes acusados de comunistas emitido por el Gobierno de López Contreras; constituyen el perfil
más claro de su diagnóstico y programa económico. Estos artículos se encuentran compilados en: Rómulo
127
político sentido por el Gobierno revolucionario, al no tener que improvisar para hacer frente a
las urgencias económicas de Venezuela; el trabajo de años desde la oposición, conociendo y
educando al país en la materia habían forjado el programa y preparado para la acción.330
No obstante, durante la Revolución octubrista, la crítica a la acción económica del
gomecismo y sus herederos, el programa petrolero de AD, y la seguridad de saber qué hacer,
harán juego a la par con el realismo político, con el peso del contexto. La crítica al pasado y el
contexto político y económico interno y externo imprimirán ciertos frenos al proyecto que en
oportunidades aspira a imponerse, y en otras parece matizado y consustanciado con una
realidad que limita el despliegue de los deseos originales.
2.2.1. El diagnóstico desde la oposición
Para Betancourt injusticia social y explotación petrolera se habían convertido en frases
sinónimas características del proceder económico de los Gobiernos gomecistas.331
Estos
habían potenciado una moderna visión de El Dorado venezolano que se regodeaban en
difundir con fines de exportar el olor a oro del país.332
Empero, los inicios de la regularización
de la actuación del Estado nacional en los beneficios originados por la explotación petrolera,
marcado con la sanción de nuestra primera Ley de Hidrocarburos en 1920, y los aires de
nacionalismo, modernización y aprovechamiento social de las regalías que adquirieron los
Gobiernos de López y Medina, según Betancourt, no contribuyeron a liquidar aquella odiosa
relación. Éste es el panorama socio-económico de un país petrolero en 1941, al inicio del
Gobierno de Medina, con muy pocas variaciones hacia 1945, según sostiene el mismo
Betancourt:
Betancourt, La segunda independencia. (Vol. 1, 1937; Vol. 2, 1938; Vol. 3, 1939). Caracas: Fundación Rómulo
Betancourt, 1992. Temas similares serán retomados en los artículos que publicará para El País desde 1941 –
momento en el que regresa de su segundo exilio- hasta octubre de 1945, cuando la Revolución y las consecuentes
actividades de gobierno lo separen del periodismo. 330
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 251. 331
Cfr. “Acción Democrática y los problemas económicos de la Nación”: Discurso de Rómulo Betancourt en el
acto de instalación del Partido, 13 de septiembre de 1941. En: Programas políticos venezolanos de la primera
mitad del siglo XX. Tomo II, pp. 19-31. 332
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 247-249.
128
“De dos millones de habitantes mayores de 15 años, un millón trescientos mil, 75% de la población
adulta, eran analfabetos. De una población escolar que ascendía a 780 mil niños, sólo 264 mil, 35%
concurrían a la escuela. De 678 viviendas, más de 60%, más de 400 mil, eran de paja y bahareque, con
piso de tierra. Sólo 2,8% de los habitantes se abastecían con aguas de acueducto; 36% con agua
tomada de pozos, y 29,8% con agua de ríos. La población económicamente activa era apenas un millón
doscientas mil personas, cifra equivalente a 32,2% de la población total, y de modo apreciable menor
que la de otros países latinoamericanos (Colombia, 51,6% en 1938; el Perú, 39,9% en 1940 y el Brasil
34% en 1940).”333
Este cuadro expresa para Betancourt el resultado de la relación existente entre un
imperialismo petrolero, rapaz y desprovisto de escrúpulos y un Estado corrupto. El primero
ganado a la permanente evasión de los compromisos fiscales con el país y el segundo, a su
proclividad al saqueo del tesoro público.334
Aunado a ello, el Estado parecía complaciente con
el comportamiento rentístico, lo que determinó la ausencia de su estímulo al esfuerzo
productivo nacional.335
El problema radica en la profundidad de aquella situación que revelan las estadísticas
y se evidencia en la realidad del país, parece enorme y compleja para ser resuelta por la vía de
los clásicos remedios liberales y del abstencionismo económico estatal. De esta observación
parte Betancourt para sostener que la organización de la economía nacional necesita el
estímulo orgánico del Estado, que si bien luce embrionario en muchos aspectos, la renta
petrolera y los ingresos fiscales le garantizan la obtención de una cantidad de recursos
económicos que potencialmente podrían ser empleados como capital para la modernización
nacional. El nivel de ingresos del Estado y su capacidad de acumulación marca la diferencia
entre éste y los beneficios que pudiesen, en lo inmediato, brindar la burguesía criolla, quien
apenas tímidamente ha mostrado su capacidad promotora y de adelantamiento.
333
Vid. Ibídem, p. 250. 334
Desde su juventud intelectual Betancourt dejaba expresado en el Plan de Barranquilla que la tríada
caudillismo, latifundio y penetración del capital extranjero a través de la explotación petrolera son los mayores
problemas que enfrenta Venezuela y que debe resolver un gobierno democrático. Cfr. Naudy Suárez Figueroa,
“¿Un fracaso con futuro? Rómulo Betancourt y la “Revolución Democrática” de Octubre de 1945”. En: Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, Caracas: Fundación Rómulo Betancourt,
Universidad Pedagógica Experimental Libertador, 2006, p. 58. También, Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en
el pensamiento político de Rómulo Betancourt”. En: Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad. Caracas:
Fundación Rómulo Betancourt, 1989. (Col. Tiempo Vigente, 1), p. 285. 335
Cfr. Asdrúbal Baptista y Bernard Mommer, El petróleo en el pensamiento económico venezolano: un ensayo.
Caracas: Ediciones IESA, 1992, p. 32.
129
Ahora, la dificultad parece planteada en esta interrogante ¿cómo convertir a un Estado
poco virtuoso y corrupto en el músculo del progreso nacional? De la respuesta a esta
apreciación parte uno de los elementos más recurrentes en las tesis políticas de Betancourt
desde la oposición, y una de las banderas justificativas en lo moral y lo económico de la
Revolución: para lograr aquel propósito es necesario adecentar al Estado. Con ello, se cruza
otra apreciación: ese Estado amoral, carente de virtud, es por un lado, complaciente con las
empresas petroleras extranjeras, representantes del imperialismo internacional, y por el otro,
poder nacional, impuesto e ilegítimo, desplegado sobre un país político que opina pero no
elige, no decide; además, un país cuyos habitantes constituyen una promesa y sobre el cual, el
proyecto político del futuro –el de Acción Democrática- guarda toda confianza.336
Esto es en
el pensamiento político de Betancourt, la oposición entre la ilegitimidad de un Estado corrupto
y un país decente, virtuoso y explotado por la tradición política.337
El adecentamiento del Estado es percibido como una obligación y una urgencia
popular. Si bien los herederos del postgomecismo, llamados por Betancourt los gobiernos
seudodemocráticos, se enrumbaron por la modernización nacional, su carencia de legitimidad,
valga decir, de respaldo popular expresado en consultas electorales, no los facultaba como sus
representantes reales. Así blinda Betancourt su demanda de un gobierno nacionalista y
democrático como características consustanciales: la defensa real de los intereses del país
frente al extranjero y la resolución de las necesidades sociales de los venezolanos sólo pueden
ser resueltas por un gobierno de los venezolanos, por un gobierno popular.338
Por otro lado, desde 1936 con la célebre huelga petrolera se evidencia la
compaginación de las reivindicaciones laborales como mejoras salariales y condiciones
336
“Teníamos fe en la capacidad creadora de nuestro pueblo”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y
petróleo, p. 251. Otro de los aspectos recurrentes en el discurso de Betancourt –en todo momento- es la apuesta
por el portento y la posibilidad del venezolano. Parece uno de sus más fuertes empeños el echar por tierra las tesis
de los positivistas criollos que aseguraban la escasa posibilidad de progreso de unos habitantes con las
características raciales del venezolano, proclive al caos, a la disgregación y a la violencia, por ello, necesitados
siempre del poder de una mano fuerte. Betancourt, desde la oposición y en el Gobierno revolucionario remarcó
esto que para él lucía como una plena seguridad. 337
Cfr. Colette Capriles, “Corrupción, decencia y antipolítica”. En: La cultura política del venezolano. I
Coloquio de Historia y Sociedad. Caracas: Equinoccio, Universidad Católica Andrés Bello, 2005, pp. 254-266. 338
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, pp. 295-296.
130
adecuadas de trabajo de los obreros, con las prédicas nacionalistas y democráticas de las
izquierdas:
“Todo el pueblo venezolano, más pronto que tarde, habría de reclamar su participación en los
cuantiosos beneficios del petróleo. Para ello era menester que los intereses populares se identificaran
con las reivindicaciones rentísticas del Estado propietario de los yacimientos, y que el pueblo
participara en la lucha política democrática con miras a garantizar una distribución popular de la
renta.”339
Así pues, la intervención plena del Estado en el negocio petrolero tiene como propósito
detener el avance del imperialismo, que había sido facilitado por el gomecismo bajo su actitud
de aliado y siervo;340
pero para garantizar esa convicción, el Estado debía ser esencialmente
democrático, representativo de la nación, de lo contrario, éste frente al negocio petrolero
continuaría comportándose a la usanza del pasado: favoreciendo los intereses privados de los
latifundistas, de la burguesía criolla y de los trust extranjeros. De este modo, el óptimo control
sobre la inversión extranjera, el orden en las cuentas, la maximización de los beneficios
nacionales y su redistribución serían consecuencia de la democratización del Estado por la vía
de la participación popular. Sólo a través de un gobierno democrático se logra el propósito de
canalizar la renta petrolera máxima poniéndola al servicio de la mayoría.
En el ámbito económico en general y petrolero en específico, esa participación popular
a la que aspiran Betancourt y Acción Democrática desde la oposición tienen como proemio la
democratización de la información y el diagnóstico. El empeño divulgativo de análisis y
opiniones económicas en sus experiencias como columnista de Ahora y El País, el mitin
político, la conferencia y la propaganda de calle tienen en relación a este problema el
propósito de servir de pedagogía económica y de orientar la opinión nacional en materia
petrolera, bajo el entendimiento de que una participación democrática y popular debe hacerse
sobre la base de un criterio nutrido, desmitificando a la vez el halo de negocio misterioso con
que el gomecismo generalizó al petróleo y que a su vez se proyectó sobre el entendimiento
popular. Por tanto, el deseo radica en que el pueblo se informe sobre el funcionamiento de la
industria petrolera, el papel del Estado frente a ella, el nivel de su participación, los beneficios
339
Vid. Asdrúbal Baptista y Bernard Mommer, Op. Cit., p. 33. 340
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 301.
131
obtenidos por las empresas extranjeras y en contraposición, el nivel de carencias nacionales,
que sufre, sin conocer su procedencia.341
El propósito de desmitificar las versiones y conductas oficiales del gomecismo sobre el
tema petrolero, más aún cuando se trata de su proyección nacional, marca en la intención del
discurso de Betancourt otro hito. La inserción del petróleo en el imaginario de la esfera oficial
y popular en los tiempos del gomecismo y del postgomecismo pasó de la negación a la tímida
aceptación en función de la tradicional concepción de los criterios la riqueza.
Dentro del pensamiento económico venezolano Alberto Adriani inaugura el proceso de
disquisición intelectual en relación con el petróleo. Su visión gira en torno a la negación del
petróleo. Está cierto en la necesidad de crear un proyecto nacional que estimule el
crecimiento, pero considera la propuesta de la fisiocracia como la más atinada para ello: la
agricultura y cría se constituyen en los pilares de la prosperidad económica de un país.
Alternativamente, ve en el petróleo un recurso incapaz de estructurar un mercado;
considerando esto postizo y antieconómico por separarse de la tradicional concepción de la
creación de riqueza que ve en la tierra y en el esfuerzo productivo la condición fundamental de
crecimiento. Es en su pensar, una actividad económica precaria, perecedera y extranjera.
Adriani no sólo abre un ciclo de profunda reflexión nacional sobre el petróleo, si no
también sienta dos bases ideológicas perdurables: la negación del petróleo y la discusión sobre
la acción económica del Estado. En este sentido, Adriani cree que Venezuela, en el concierto
de los países latinoamericanos, requiere para su formación y para el sostenimiento de su
política exterior de la presencia de un Estado fuerte que en el ámbito económico sea capaz de
someter de forma armónica todos los factores de la producción. Si bien en las décadas
siguientes el pensamiento económico venezolano se separará de la negación del petróleo para
341
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 251. También, Cfr. Bernardo Mommer, “El
petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, pp. 302-303.
En la intervención de la profesora Maruja Tarre de Lara, comentando la ponencia de Bernardo Mommer que aquí
citamos, presentada en el Simposio “Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad” en 1989, se refiere a la
pedagogía democrática y económica preconizada por AD como un efecto de la idealización del momento y del
pueblo. Afirma, glosando contrariamente a Betancourt, que el venezolano promedio expresa una universal
ignorancia sobre la cuestión petrolera venezolana. Vid. Maruja Tarre de Lara, “Segundo Comentario”. En:
Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad, p. 334.
132
luego patentarse otra vez en el pensamiento de Juan Pablo Pérez Alfonzo, la concepción de un
necesario Estado fuerte en lo económico parece perdurable.
Arturo Uslar Pietri a diferencia de Adriani asume la importancia valorativa del petróleo
en la vida nacional. Aún así, su pensamiento roza ámbitos de la visión anterior: el petróleo
como riqueza transitoria, la necesidad de que en el Estado descanse la suprema dirección de la
economía, la consideración del petróleo como un agente externo a la economía nacional
porque no concita sacrificios productivos ni trabajo criollo. La novedad que introduce el
pensamiento de Uslar Pietri en torno al petróleo radica en que lo considera capital: un capital
depositado por la naturaleza en el subsuelo. Por ello, el destino del petróleo como capital
debe ser el destino que tienen tradicionalmente los capitales en el mundo capitalista, la
inversión. De esta manera la pervivencia del ideario económico fisiócrata destaca en tanto que
los beneficios petroleros deben utilizarse para la reactivación del campo, de la agricultura
como única garantía de la productividad nacional342
; centro del popular titular Sembrar el
petróleo, que esboza Uslar Pietri en el diario Ahora en junio de 1936, tesis que subsiste a pesar
del impulso modernizador del Gobierno de Medina, en el que Uslar Pietri es la figura
intelectual de mayor peso dentro del oficial Partido Democrático Venezolano. En esta visión el
petróleo tiene la misión histórica de reactivar la bucólica Venezuela agrícola.
Del desconocimiento generalizado sobre la naturaleza y funcionamiento de la industria
petrolera que campeó en el Estado venezolano, y con más énfasis en la población del país,
desde los inicios de la explotación del recurso a principios del siglo XX, hasta la década de los
años veinte del mismo, del tratamiento del petróleo bajo los lineamientos tradicionales del
problema de la tierra, es decir, bajo los clásicos criterios de la explotación latifundista,
progresivamente se va migrando a un proceso dual de aceptación-negación del recurso y de las
transformaciones que puede generar. Este proceso dual se percibe desde la década de los años
veinte del siglo pasado hasta la década de los cuarenta del mismo, y se proyecta en el
imaginario oficial, bajo la concepción de que aceptando al petróleo como factor de
transformación económica nacional, el Estado debe velar porque ésta se dirija a potenciar el
342
Sobre el pensamiento petrolero de Alberto Adriani y Arturo Uslar Pietri, Vid. Asdrúbal Baptista, El relevo del
capitalismo rentístico. Caracas: Fundación Polar, 2004, pp. 217-226.
133
esquema tradicional de nuestra economía: la tierra y la agricultura. El petróleo es entendido
como un bien natural, pero ajeno al trabajo propio del hombre, cuya explotación debe ser
llamada a fortalecer el proceso natural del trabajo, el que hace el hombre en la tierra.
Rómulo Betancourt se encarga de actualizar y profundizar esta tendencia, ya no sólo en
el sentido de proyecto nacional sino con la mira puesta en la necesaria creación de un
mercado. Para Betancourt el tiempo de la no intervención del Estado en la economía ha
quedado atrás. El carácter peculiar de la economía venezolana al calor del petróleo ha
convertido al Estado en el principal receptor de los beneficios económicos del negocio, y si
bien esto no se traduce en la creación de un mercado, el Estado está en la obligación de
orientar y financiar las actividades económicas nacionales a partir de los recursos que recibe,
por lo tanto, el Estado debe garantizar las condiciones para el desenvolvimiento del mercado.
Ese mercado nacional, en la idea de Betancourt, va más allá de la tradicional
concepción agraria evidente en el pensamiento de Adriani y Uslar, aunque no deja de
considerarla. Ese mercado debe ser manufacturero y agrícola moderno. Pero el petróleo
creando mercado es todavía una visión muy abstracta porque hasta entonces sólo se ha
considerado el crecimiento en los niveles de oferta que de éste pueden derivar. El Estado
también debe dirigir su ingreso para el estímulo del consumo nacional, es decir, para el
fortalecimiento de la capacidad de compra de la población, a través de mecanismos como el
aumento del empleo, de los salarios, la disminución de impuestos y el aumento del gasto
público.343
Betancourt insiste en que ese empeño de la vuelta a la tradición de ese esquema
económico caduco marca la diferencia entre la tesis de Sembrar el petróleo de Uslar Pietri y la
suya, que reconoce al petróleo como combustible impulsor de la modernidad en las naciones,
única fuente natural que permite amplísimos márgenes de riqueza e inversión a los pueblos
que bien lo saben administrar.344
Sin embargo, Betancourt coincide con Uslar en la necesidad
de un aprovechamiento del recurso, acelerado en el tiempo debido a su consecuente e
inminente escasez. Mientras Uslar apunta al esquema tradicional del reforzamiento de la
343
Cfr. Ibídem, pp. 227-229. 344
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, pp. 302-303.
134
producción agrícola, Betancourt piensa dirigir el beneficio petrolero hacia la industrialización
del país y la tecnificación agrícola.345
Ello plantea otra diferencia derivada. En el primer caso, el de la propuesta elitista, la
siembra del petróleo es entendida como un mecanismo para potenciar las inversiones
reproductivas de la riqueza bajo el patrón tradicional, es decir, un modo de transferencia
económica del sector público receptor al sector privado. En el segundo caso, el del proyecto
populista, sí bien no se deja de precisar en la pertinencia de favorecer las formas naturales de
riqueza se hace énfasis en la necesidad de garantizar el carácter óptimo del capital humano,
por lo cual, el principal proceso de inversión que debe hacer el Estado a partir de la renta
petrolera es el de garantizar la existencia de un sólido capital humano, principalmente por la
vía de la política social que debe formar parte del gasto corriente del Estado.346
Esta posición ubica al Betancourt que hace crítica desde la oposición en una situación
que invita a la contradicción. Por un lado, se inscribe en la corriente del pensamiento político y
económico venezolano que se presenta contraria a la tesis negadora del petróleo, valga decir,
de aquellos que no niegan la utilidad del recurso para la vida nacional bajo los criterios de
irrupción contra la tradición económica; pero por otro lado, denuncia constantemente los
niveles de dependencia de la economía nacional de la renta petrolera, en ese sentido, podría
decirse que inaugura la corriente de la oposición al rentismo petrolero venezolano. Desde la
oposición, la exigencia de la maximización de las ganancias petroleras para el país en medio
de la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial durante la primera mitad de los años cuarenta
del siglo XX, y a su vez, la denuncia del rentismo y la elevada dependencia nacional de este
negocio se proyectarán sobre la acción del Gobierno revolucionario desde 1945. Así describe
Betancourt su apreciación del rentismo:
345
Cfr. Ídem.
En el comentario a la ponencia de Mommer, Clemy Machado de Acedo insiste en que tal diferencia no es
realmente apreciable, puesto que para Betancourt y para Uslar lo sustancial del aprovechamiento petrolero es el
desarrollo de la producción y de la productividad bajo los esquemas del capitalismo. Cfr. Clemy Machado de
Acedo, “Primer Comentario”. En: Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad, p. 328.
Sobre la tesis de Siembra del petróleo de Betancourt nos referiremos al abordar la obra del Gobierno
revolucionario en materia petrolera, económica y social, más adelante. 346
Arturo Sosa Abascal, “La política social de Rómulo Betancourt”. En: Rómulo Betancourt: historia y
contemporaneidad, p. 350.
135
“…cuando arribamos nosotros al Gobierno, prácticamente la totalidad de la economía venezolana y
parte apreciable de la actividad fiscal giraban alrededor del pivote petrolero. De las divisas con que
pagó Venezuela sus importaciones de 1944, año precedente a la Revolución de Octubre, 92% fueron
aportadas por la industria del petróleo.”347
En medio de estas valoraciones, Betancourt separa el comportamiento típico del
gomecismo en materia petrolera signado por el servilismo hacia los intereses imperialistas, y
el desarrollado por sus Gobiernos herederos: el de López y Medina.
El despliegue del proyecto modernizador de ambos períodos y la lógica necesidad de
recursos económicos para impulsarlo hacen que prontamente el Estado venezolano inicie un
proceso de confrontación con las compañías petroleras.348
El cénit de este enfrentamiento
entre un Estado rentista que aspira maximizar los beneficios y unas compañías que desean
maximizar la producción en un esquema de bajo costo, lo encontramos con la sanción de la
Ley de Impuesto sobre la Renta en 1942 y la Ley de Hidrocarburos en 1943, durante el
Gobierno de Medina. Sobre la misma, Betancourt y Acción Democrática tuvieron una actitud
ambivalente: se aplaude el espíritu nacionalista que la inspira pero no se favorece su
aprobación en el Congreso Nacional.349
La aplicación conjunta de la Ley de Impuesto sobre la Renta (1942) y la Ley de
Hidrocarburos (1943) favorecerían en el futuro la participación del Estado venezolano en el
347
Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 252. 348
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 304. 349
Clemy Machado de Acedo insiste en el carácter contradictorio de este comportamiento. Valora, como un
impulso a la redacción y sanción de esta Ley, todo el trabajo de información y denuncia que desde la oposición
había iniciado Rómulo Betancourt en Ahora y luego desde los órganos de Acción Democrática, es decir, plantea
un juego de presiones: Rómulo Betancourt sobre el Partido y este sobre la opinión nacional y sobre el Gobierno.
Cfr. Clemy Machado de Acedo, “Primer Comentario”. En: Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad, p.
326. Baptista y Mommer, glosando a Betancourt sostienen que: “…la reforma no resultaba de un impulso
nacionalista propio de las élites gobernantes, como al final de cuentas si lo era, sino de las presiones
irresistibles de la oposición democrática.” Op. Cit., p. 36.
En esta misma ubicación los autores señalados sostienen que Betancourt intervino en la redacción del Voto
Salvado presentado por Juan Pablo Pérez Alfonzo en la segunda discusión del proyecto de Ley de Hidrocarburos
en la Cámara de Diputados del Congreso de la República. El propósito subrepticio sería no convalidar la
apropiación de la bandera del nacionalismo petrolero por parte del Gobierno de Medina. En torno al
aprovechamiento de la renta Pérez Alfonzo sostenía que el proyecto de ley no consideraba una medida inmediata
para que el Estado participase de las ganancias injustificadas de las empresas, mismo argumento que respaldaría
en el futuro próximo el decreto de la Junta Revolucionaria de Gobierno de un impuesto especial sobre estas
ganancias.
136
sesenta por ciento de los beneficios de la industria a través de la vía impositiva,350
en este
sentido, la ley expresa una de las demandas fundamentales de la oposición desde la prensa: la
atención al régimen impositivo sobre las empresas petroleras:
“Los logros en ese sentido los tiene Medina. Hay esfuerzos anteriores, hay la reforma del 38, hay una
serie de esfuerzos anteriores, pero indudablemente el éxito lo obtiene la reforma petrolera de Medina,
en la cual se logra, por ejemplo, un aumento en las regalías a un 16 2/3 para todos los concesionarios,
y se logra unificar esa legislación, lo que representa una participación de Venezuela en un sexto del
producto. (…) Si bien, como esa proporción no se lograba mantener una vez que subieran los precios
del petróleo o aumentara la producción y se variara esos 81 centavos de dólar por barril a que había
calculado la comisión que se podía vender el petróleo, la proporción entonces entre lo que podían
obtener las compañías y lo que podría obtener la nación se veía modificada. Y es por eso que se
introduce el artículo 46 en la Ley de Hidrocarburos y se crea la Ley de Impuesto sobre la Renta, que
plantea, pues, la necesidad de pechar a las compañías no solamente con los impuestos normales del
petróleo, sino con impuestos que venían por la vía del impuesto sobre la renta; es decir, hacerlas pagar
los impuestos generales que la nación soberanamente decidiera.”351
Con la sanción de la Ley de Hidrocarburos en 1943, en un marco de futuros beneficios
como los descritos anteriormente, Rómulo Betancourt y Acción Democrática entran en apuros.
Su efectiva y oportuna aplicación derivaría en la apropiación, con evidencias, de la consigna
del nacionalismo por parte del Gobierno. Recuérdese que, en materia de política y petróleo,
Betancourt había sido enfático en el sostenimiento de qué sólo a través de un gobierno
realmente democrático es posible una política petrolera verdaderamente nacionalista. Exitosos
beneficios en la materia para el Gobierno medinista darían al traste con la monopolización de
350
Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Ley de Impuesto sobre la Renta. Caracas, viernes 17 de
julio de 1942. Año LXX, Mes X. Número 20.851. [Aunque fue publicada en julio de 1942, esta ley no entraría en
vigencia sino en enero de 1943], y Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Ley de Hidrocarburos.
Caracas, sábado 13 de marzo de 1943. Año LXXI, Mes VI. Número 31 extraordinario.
La Ley de Hidrocarburos de 1943 establece por primera vez el carácter propietario del Estado venezolano sobre
el recurso petrolero, acabando así con las aspiraciones de los terratenientes a tener participación en el negocio. La
atención al tema impositivo fue crucial en ella. Sus demás atributos están asociados a la creación de un régimen
de igualdad legal en materia de porcentajes de regalías e impuestos de las concesiones hasta el momento
otorgadas, la prolongación de las concesiones por cuarenta años desde la fecha de sanción del instrumento, la
promoción de la refinación doméstica de hidrocarburos como medida para garantizar el paulatino proceso de
industrialización petrolera en el país y el no otorgamiento de más concesiones a part ir de 1945. Puntualmente
estas dos medidas marcan la fecha en el futuro para la reversión total de la industria a manos del Estado
venezolano. Su propósito evidente al igual que la Ley de Impuesto sobre la Renta, es el establecimiento del
principio del mayor favorecimiento económico de la nación, por medio del aumento de las fuentes de
financiamiento del Estado y por derivación, del incremento del gasto público.
Sobre el papel de Rómulo Betancourt y Acción Democrática en el proceso de discusión y sanción de la Ley de
Hidrocarburos de 1943 y demás instrumentos reglamentarios en materia petrolera durante el Gobierno de
Medina, Vid. Luis Cordero Velásquez, Betancourt y la conjura militar de 1945. Caracas: Lumevec, 1978, pp. 80-
88. 351
Vid. Clemy Machado de Acedo, “Primer Comentario”. En: Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad,
pp. 326-327.
137
la bandera del nacionalismo petrolero que se había abrogado Acción Democrática.352
Desde
entonces y con cautela, Betancourt concentrará su crítica en el tema de la legitimidad del
gobierno que tenga en sus manos la aplicación de aquella ley, reconociendo que su uso eficaz
puede generar beneficios, pero que estos serían mayores si son logrados y administrados por
un gobierno que tenga como respaldo la opinión popular.353
2.2.2. Petróleo: programa, acciones y tensiones
Ya nos hemos referido al orgullo político de Betancourt y su partido en materia
petrolera a la hora de ejercer funciones de gobierno. Su fundamento es la madurez obtenida
tras años de estudio sobre el problema, tiempo suficiente para la fecundidad ideológica y para
el planteamiento de un programa político específico en el área. Más allá de las tensiones del
realismo contextual, la Revolución de octubre de 1945 hará un esfuerzo por desplegar el
programa de Acción Democrática en el ámbito petrolero y así, en todos los sectores motores
de la vida nacional. Ocho son los puntos fundamentales del mismo:
“1. Elevación de los impuestos hasta el límite que entonces se consideró razonable, dentro del sistema
capitalista y la economía de mercado.
2. Concurrencia de Venezuela, como entidad autónoma al mercado internacional del petróleo
vendiendo directamente sus regalías.
3. Cese radical del sistema de otorgamiento de concesiones a particulares, y planeamiento de una
empresa del Estado a la cual se atribuiría la facultad de explotar directamente, o mediante contratos
con terceros, las reservas internacionales.
4. Industrialización de la mayor parte del petróleo venezolano dentro del país; y organización de una
refinería nacional, con capital estatal o mixto.
5. Adecuadas medidas para la conservación de la riqueza petrolera, típico recurso natural no
renovable; y utilización del gas emanado de los pozos que tradicionalmente se venía desperdiciando.
6. Reinversión por las compañías concesionarias de una parte de sus utilidades en la vitalización y
desarrollo de la economía agropecuaria.
7. Mejoras sustanciales en salarios, prestaciones sociales y condiciones de vida y de trabajo de los
obreros, empleados y técnicos venezolanos al servicio de la industria.
8. Inversión de una cuota elevada de los ingresos obtenidos de la nueva política impositiva sobre el
petróleo en crear una economía diversificada y propia, netamente venezolana.”354
352
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 304. 353
Cfr. Ibídem, p. 306. 354
Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 253.
138
Dos impresiones iniciales causa la enunciación del programa: en primer lugar, el
carácter consustancial del mismo con la síntesis de las ideas de Betancourt sobre la cuestión
petrolera en los años de la oposición y en segundo lugar, la ausencia de impacto novedoso en
varios de sus puntos (elevación impositiva, cese del otorgamiento de concesiones, refinación
del petróleo en Venezuela, mejoras salariales a los empleados del ramo) ya que los mismos
habían sido esbozados en la Ley de Hidrocarburos sancionada en 1943 por el depuesto
Gobierno de Medina. Sin embargo, el Gobierno colegiado hace esfuerzos por mostrar el
carácter contundente y aplicable de la propuesta petrolera del Partido, en el marco del
despliegue de un comportamiento oficial que fuese entendido nacionalmente como
revolucionario.
Así, desde el Gobierno, Betancourt no desestima la Ley de Hidrocarburos de 1943 sino
sus resultados. La Junta Revolucionaria decide mantener la vigencia del instrumento y la
continuidad legal en esta materia,355
lo que confirma el acuerdo del nuevo Gobierno con la
herencia jurídica petrolera del medinismo, -al menos con el espíritu del contenido de esta ley-
y reafirma su tesis, sostenida desde la última oposición, de que a dicho instrumento sólo le
faltaba un gobierno legítimo que lo aplicase.
Desde el poder, ésta es otra muestra del orgullo político de Betancourt, quien a pesar
de los orígenes del Gobierno revolucionario da por sentado que en materia económica la Junta
que encabeza tiene un doble respaldo: los resultados electorales, abrumadores para el partido
que hace mayoría en el Gobierno colegiado, y el apego irrestricto desde los primeros días de la
Revolución a la moralidad administrativa garantizada por el celo en el manejo de los recursos
públicos que inspiraba a su Gobierno y a las investigaciones y sanciones emanadas del
Tribunal de Responsabilidad Civil y Administrativa en atención a comportamientos dolosos en
el pasado. En el entendimiento de Betancourt proyectado al país a través de su discurso esto
parece evidenciar una de las primeras muestras de aquel necesario adecentamiento del Estado
que exigió Acción Democrática desde la oposición.
355
Cfr. “Betancourt enuncia la política de continuidad legal que el gobierno emplearía con el capital extranjero,
particularmente el invertido en la industria del petróleo (25 de enero de 1946)”. El País, Nro. 736. Caracas,
sábado 26 de enero de 1946, p. 1. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp.
160-161.
139
La Revolución sobrevino para apuntalar la lucha contra la corrupción petrolera, ese
mismo fantasma que para Betancourt había escamoteado el principio modernizador y
nacionalista de la reforma de 1943. Y, que en el camino andado durante la consolidación de
un instrumento legal que se tradujese en la maximización de los beneficios económicos
nacionales había sido detenido en gran medida por la corrupción administrativa.356
Este argumento permite a Betancourt desde el Gobierno destacar el carácter novedoso
del programa petrolero de Acción Democrática, por su contenido y por su posibilidad real de
aplicación, ya que el mismo sería el instrumento de un Estado decente y legítimo. Para él, la
Ley de Hidrocarburos de 1943 había carecido de proyección debido al carácter ilegítimo del
Gobierno medinista, a la corrupción y la ausencia de resultados que realmente evidenciaran un
aumento importante de los beneficios económicos para el país después de la sanción del
instrumento.
“La renta de hidrocarburos fue prevista en ese año, el primero de la vigencia de la nueva situación
fiscal [1944] creada por la reforma en 106 millones de bolívares. Es decir, apenas cerca de 40 millones
de bolívares más de los obtenidos por igual concepto en el anterior ejercicio fiscal. (…) Es decir, que la
ley de 1943, ésa “que consagraba el definitivo funcionamiento de la industria” y garantizaba, al decir
de sus apologistas, el máximo de justicia para Venezuela, sólo posibilitó un aumento de 37% sobre los
ingresos del Estado.”357
Sin embargo, Betancourt entiende las presiones internacionales que sometían a la
gestión de Medina en el ámbito petrolero, y que posiblemente no le permitieron ir más allá,
mismas presiones que operarán sobre el propio Gobierno que dirigirá a partir de 1945 y que
conformaron ese panorama que él mismo denominó como realismo y al que nos hemos
referido al inicio de esta disertación.
Sobre ambos Gobiernos privó el propósito de la obtención de una cantidad cada vez
mayor de beneficios económicos por la vía de la renta y de los impuestos en dos momentos
cruciales para la economía internacional: en el caso del Gobierno de Medina, la Segunda
Guerra Mundial y en el de Betancourt, la postguerra y la reconstrucción material y financiera
356
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 304. 357
Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 169, 254 y 261. Conviene apreciar toda la
argumentación que hace Betancourt sobre el nivel de los beneficios reales inmediatos que obtuvo Venezuela con
la aplicación de la Ley de Hidrocarburos de 1943. Vid. la sección “La Reforma Petrolera expresada en números”
en esta misma obra citada, pp. 169-173.
140
de Europa Occidental. En ambos casos se trataba del aprovechamiento máximo de situaciones
económicas coyunturales. Los dos Gobiernos se enfrentaron también al estigma de sus
complacencias, presentes para uno, pasadas para el otro, con el comunismo. La intención
reformista de Medina y a su vez, la alianza política con el Partido Comunista de Venezuela
serán una fuente inagotable de recelos por parte del capital internacional y del Gobierno de
Estados Unidos. La militancia comunista de Betancourt en Costa Rica a principios de la
década de los treinta del siglo pasado, su correspondencia y su copiosa prédica nacionalista y
antimperialista estimularán similares recelos por parte de los mismos actores.358
El resultado
es el de una desconfianza evidente por parte del capital internacional hacia un Estado
venezolano que pugna por ahondar su participación en el negocio petrolero y cuya retórica
nacionalista resulta incómoda en el escenario donde se definen nuevamente las esferas de
influencias de nuevos imperialismos. En este punto existe una evidente continuidad entre el
Gobierno depuesto y los revolucionarios que se hacen del poder.
El otro escenario adverso que compartieron ambos regímenes es el de la participación
de nuevos competidores en el mercado petrolero internacional en tiempos de una altísima
demanda de crudo. Como resultado de la guerra, el Medio Oriente –Irán, Irak, Arabia Saudí,
Kuwait y Bahrein- había emergido como productor de petróleo en condiciones más
beneficiosas para las potencias occidentales, debido al carácter de factorías que estas poseían y
al bajo costo de su producción comparado con el costo del crudo venezolano, y a los bajísimos
impuestos requeridos por esos Estados rudimentarios.359
La convivencia del propósito de Betancourt y Acción Democrática desde el Gobierno
con este escenario internacional adverso a la complicación de la retórica nacionalista y
antiimperialista del pasado, imprimirán un ritmo de comportamiento oficial en materia
358
En 1932 Betancourt escribía a Valmore Rodríguez: “Es necesario que nos penetremos bien de que nuestro
mayor enemigo será el yanqui petrolero. Necesitamos darnos perfecta cuenta de lo que significa para Venezuela
el rol que juega en la producción mundial de petróleo. Por eso es imprescindible que dediquemos una atención
especialísima a este aspecto de la lucha”. Vid. Betancourt en carta confidencial a Valmore Rodríguez, San José
de Costa Rica, 15 de agosto de 1932. En: El Libro Rojo. Citado por, Naudy Suárez Figueroa, “¿Un fracaso con
futuro? Rómulo Betancourt y la “Revolución Democrática” de Octubre de 1945”, p. 58. 359
Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 255-256.
Según expresa Betancourt en esta obra, al inicio del Gobierno revolucionario, el costo de producción por barril en
Venezuela, excedía los 50 centavos de dólar, mientras que en Arabia Saudí y Kuwait el mismo barril tenía un
costo de 40,6 y 25 centavos de dólar, respectivamente.
141
petrolera inscrito en la cautela política y en la necesidad de preservar el mayor grado de
confianza para los inversores y sus capitales extranjeros.
Así, la Revolución marca un quiebre temporal en el equilibrio de las relaciones entre el
Estado venezolano, las compañías petroleras y el Gobierno estadounidense. Tras la muerte de
Gómez y con la guerra en el horizonte, Estados Unidos presionará a sus empresas petroleras
para que logren puntos de acuerdo en materia impositiva y laboral con el Gobierno venezolano
con el propósito de disminuir el cuadro de tensiones sobre la misma. En vista de la actitud
reformista y modernizadora de los Gobiernos de López y Medina y de la hostilidad de las
compañías ante demandas y reclamaciones de Venezuela, el Gobierno estadounidense decide
intervenir con dos propósitos fundamentales en su invitación a la concordia: en primer lugar,
obtener garantías del Gobierno venezolano de que no va a desarrollar una nacionalización
abrupta de la industria petrolera como la ocurrida en México en marzo de 1938 y en segundo
lugar, que se patentara la tranquilidad laboral necesaria para la fluidez productiva del crudo en
tiempo de guerra. Con base en esto, Estados Unidos delega como nuevo embajador en
Venezuela a Frank Corrigan quien llega a Caracas en septiembre de 1939, semanas después de
haberse iniciado la guerra en Europa.360
La principal virtud de Corrigan como diplomático antes del inicio del Gobierno
revolucionario fue la dirección de los intereses económicos estadounidenses hacia el
reconocimiento del legítimo deseo del Estado venezolano de obtener mayores beneficios del
negocio petrolero. De este modo, su papel fue crucial en la persuasión de las compañías
petroleras y en la redacción y discusión conjunta de borradores que hicieron ambos Gobiernos
y que derivaron en la Ley de Hidrocarburos de 1943. Para las compañías, para el Gobierno
estadounidense y en mayor medida para el Gobierno de Medina en Venezuela, esta ley estaba
respaldada por el amplio consenso de los principales sectores involucrados.361
En el ánimo de los actores extranjeros en la primera hora, la Revolución golpea esas
garantías y genera un ambiente de incertidumbre a los intereses económicos de las compañías
360
Margarita López Maya, EE.UU. en Venezuela: 1945-1948 (Revelaciones de los archivos estadunidenses).
Caracas: Universidad Central de Venezuela, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, 1996, pp. 99-104. 361
Cfr. Ibídem, pp. 105-116.
142
petroleras. Los primeros días del Gobierno revolucionario serán de gran tensión entre las
compañías y el Gobierno de Estados Unidos: mientras las primeras están ganadas a extender
su animadversión por el nuevo Gobierno y a presionar al Departamento de Estado para que
retarde al máximo el reconocimiento oficial, el segundo intenta actuar con cautela, recaudar la
mayor información posible sobre la composición del nuevo Gobierno, velar por la disposición
de la retórica antiimperialista, nacionalista y anticomunista y buscar en corto plazo garantías
para los intereses estadounidenses, lo que en la realidad implicaba obtener la certeza de que el
nuevo Gobierno no reformaría la Ley de Hidrocarburos de 1943 y no nacionalizaría la
industria; en definitiva, Estados Unidos demandaba una continuidad en la estabilidad de los
actores.362
En consecuencia, respecto a este tema la actitud de Betancourt en nombre del Gobierno
revolucionario será persuasiva y tranquilizadora durante los primeros meses de la Revolución.
Su Gobierno aspira a la estabilidad, pero sobre todo al reconocimiento estadounidense, aun
cuando ese Gobierno ha activado una consulta interamericana para discutir el tema del
reconocimiento diplomático oficial. Las compañías persisten en su obstinación hasta tanto el
Gobierno no hiciese público su compromiso de mantener la legislación petrolera, al tiempo
que el Departamento de Estado las presiona para evitar estimular el ya conocido espíritu
nacionalista del nuevo Gobierno. En los primeros meses de la Revolución, tal como después, a
pesar de las sorpresas, Betancourt será enfático en determinar el apego del Gobierno
revolucionario a la legislación petrolera vigente y a dar garantías de la ausencia de un proyecto
de nacionalización.363
En adelante, la actitud de Betancourt sobre los intereses de las
compañías petroleras y del Gobierno de Estados Unidos en la misma materia oscilará entre la
persuasión y la imposición.
362
Cfr. Ibídem, pp. 117-140. 363
Cfr. Ídem.
Sobre estas garantías expresadas por Betancourt en nombre del Gobierno revolucionario directamente a las
compañías petroleras, no hay mayor evidencia en sus discursos o publicaciones oficiales. Se tienen cuenta de
ellas gracias al cruce de información permanente entre directivos de las compañías y la embajada de Estados
Unidos en Caracas, y entre esta y la Secretaría de Estado, recogidas en el texto citado de López Maya.
143
2.2.2.1. De los impuestos extraordinarios al fitfy-fifty
Sin embargo, el 31 de diciembre de 1945 aparece publicado en la Gaceta Oficial el
Decreto N° 112 que la historiografía económica y los estudios de economía política
venezolana han popularizado erróneamente con el nombre de Régimen del “50-50”.364
Este
error ha generalizado el entendimiento de que por medio del mencionado decreto, el Estado
venezolano iguala su participación en los beneficios de la industria a los de las empresas
extranjeras con concesiones, de hecho, en el imaginario político venezolano, la tradición que
eleva el alcance de este decreto ha desplazado en importancia el impacto de la Ley de
Hidrocarburos de 1943.365
Mediante este decreto, la Junta Revolucionaria establece, inspirada en la Ley de
Impuesto sobre la Renta sancionada en 1942,366
un impuesto extraordinario para todos los
contribuyentes nacionales, en ese caso, las compañías petroleras serían incluidas como
cualquier productor o propietario que generase rentas en el territorio de la República.367
Esta
contribución extraordinaria la pagarán todos aquellos contribuyentes cuyas rentas hayan
excedido los Bs. 800.000 en el ejercicio fiscal de 1945, en función a los siguientes porcentajes:
6% sobre una renta entre Bs. 800.000 y Bs. 1.000.000; 10% sobre una renta entre Bs.
1.000.000 y Bs.1.400.000; 15% sobre una renta entre Bs. 1.400.000 y Bs. 2.000.000 y 20%
364
En la compilación documental de discursos de Betancourt y decretos de la Junta Revolucionaria de Gobierno,
se refieren al Decreto 112 como aquel que establece el régimen del 50-50 en materia petrolera. Vid. “Decreto
Ejecutivo de la Junta Revolucionaria de Gobierno mediante el cual se estableció el régimen llamado del “50-50”
en materia petrolera (31 de diciembre de 1945)”. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro,
1945-1948, p. 148.
Un impuesto que implicase la repartición por igual de las ganancias entre el Estado y las compañías petroleras
será sancionado el 12 de febrero de 1948, a doce días de ser derrocado el Gobierno de Rómulo Gallegos. 365
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 306. 366
Cfr. Ídem. 367
En un informe enviado por Allan Dawson, encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en
Caracas a la Secretaría de Estado, declara que en Venezuela existían alrededor de treinta y ocho contribuyentes
que estaban en capacidad y obligación de cumplir con la nueva imposición. Las compañías petroleras serían las
principales: Creole, Mene Grande, Sacony-Vacuum, Venezuelan Petroleum, Pantepec y Caribbean. Además de
ellas, se verían involucradas las compañías eléctricas (una estadounidense, una canadiense y otra venezolana), la
de teléfonos (británica), las cervecerías (venezolanas), los bancos (tres de ellos extranjeros) y algunas empresas
manufactureras, incluidas Coca-Cola, fábrica de cauchos y textiles. Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 144.
144
sobre una renta superior a los Bs. 2.000.000.368
Todos los porcentajes contemplados serían
adicionales a la tasa del impuesto sobre la renta vigente.369
Así, el mayor porcentaje de este impuesto extraordinario incluía a las empresas
petroleras debido a sus márgenes de utilidades. A contracorriente de un error velado en el
entendimiento de la aplicación del mencionado decreto, esta contribución especial no se aplica
sobre las ganancias netas de las compañías, sino sobre los márgenes favorables excepcionales
que quedan a las empresas después de pagar regalías e impuestos, es decir, sobre el exceso de
sus utilidades o ganancias extraordinarias.370
La condición de mitad, se refiere a la
participación en igualdad de condiciones que tendrían Estado y empresas en los beneficios
derivados de esas ganancias extraordinarias, y ello no se logra con el Decreto N° 112 sino con
la Reforma a la Ley de Impuesto sobre la Renta en 1948, donde se hace obligatoria la división
en partes iguales entre el Estado y el capital privado de dichas ganancias extraordinarias.371
El espíritu de la medida es coyuntural, el mismo decreto establece que ese impuesto
sería solicitado a los contribuyentes en una sola oportunidad y en razón de las cuentas del
ejercicio fiscal del año finalizado, 1945; por lo tanto, al menos en el momento de su
publicación, no existió una intención de convertirlo en una política permanente del Estado.372
La justificación también es coyuntural: el Gobierno revolucionario requiere de una suma
superior a los cien millones de bolívares con el propósito de ejecutar proyectos inapelables
para el beneficio nacional, como: mejorar las condiciones de vida del pueblo venezolano,
mejorar el régimen de alimentación y el acceso a habitaciones adecuadas, organizar un
sistema que promueva e impulse la deficitaria producción nacional en los renglones
agrícolas, pecuario e industrial, fundar un Banco Hipotecario y una Marina Mercante
368
Cfr. “Decreto Ejecutivo de la Junta Revolucionaria de Gobierno mediante el cual se estableció el régimen
llamado del “50-50” en materia petrolera (31 de diciembre de 1945)”. 369
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 143. 370
Vid. “Decreto Ejecutivo de la Junta Revolucionaria de Gobierno mediante el cual se estableció el régimen
llamado del “50-50” en materia petrolera (31 de diciembre de 1945)”. 371
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 265-266. 372
A pesar de la promesa pública hecha por Betancourt a las compañías petroleras a inicios de 1946 de no gravar
con más impuestos su producción, en 1947 la Asamblea Nacional Constituyente por unanimidad respalda el
Decreto 212 de la Junta Revolucionaria de Gobierno con el cual se elevaba el impuesto progresivo sobre la renta
global hasta un máximo de 26% sobre todas las rentas superiores a 28 millones de bolívares. Cfr. Ibídem, p. 261.
145
Nacional.373
Por su parte, Betancourt expresa que más allá de la necesidad material que
inspiraba a este impuesto y a los siguientes en materia petrolera que aplicará la Revolución,
estos son animados por el espíritu de compensar al país por las pérdidas económicas sufridas
en los años anteriores, es decir, la Revolución, se impone la tarea de hacer justicia petrolera.374
La sanción de este impuesto rompe los meses de paz alcanzados entre el Gobierno
revolucionario, la embajada estadounidense en Caracas y las compañías petroleras, y pone a
estas últimas en una nueva situación de reclamo tanto a su Gobierno como al venezolano. La
representación diplomática de Estados Unidos en Venezuela se adelanta a tranquilizar a su
Gobierno y a sus compañías, asumiendo que el Gobierno venezolano al sancionar el impuesto
actuó apegado a la Ley de Impuesto sobre la Renta. El problema al que acuden los actores
extranjeros frente al Gobierno revolucionario es al de la desconfianza y a la tensión latente.
Una vez que se acepta el impuesto siempre se le recordará como una medida inconsulta y
sorpresiva por parte de Venezuela, aun cuando la Revolución, de entrada, había empeñado su
voluntad en no alterar las relaciones económicas ni el régimen impositivo.375
Para la embajada estadounidense en Venezuela, el Gobierno revolucionario tuvo dos
razones fundamentales que determinaron el decreto del impuesto extraordinario, una sobre la
base de la estrategia económica y otra de orden político. En el primer caso asumían que la
influencia de Juan Pablo Pérez Alfonzo sobre Betancourt había conducido al razonamiento de
que debido a las ganancias extraordinarias de las compañías en el último año -1945-,
reconocidas por ella y por la embajada, y a la competitividad del mercado petrolero del Medio
Oriente -cuya producción lucía promisoria en 1946-, el horizonte de la producción venezolana
373
Cfr. Decreto Ejecutivo de la Junta Revolucionaria de Gobierno mediante el cual se estableció el régimen
llamado del “50-50” en materia petrolera (31 de diciembre de 1945).
Según informes que envía el encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en Caracas al
Departamento de Estado, las estimaciones hechas por su despacho calculaban que las actividades económicas y la
construcción de viviendas a las que se refería el decreto podrían ser sufragadas con los ingresos ordinarios del
Estado venezolano. Sobre la construcción de una flota y una marina mercante se expresaba vaticinando su fracaso
y en general, argumentaba que ninguna de las justificaciones económicas del Gobierno para la sanción de este
impuesto estaban respaldadas por un anteproyecto. Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 147. 374
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 263. 375
El Decreto 112 de la Junta Revolucionaria de Gobierno representó la primera y más crucial tensión
diplomática y económica con el Gobierno estadounidense y con el capital internacional. Sobre las características
de las semanas coyunturales con las que se inicia el año 1946, en el orden de estas relaciones, Vid. Margarita
López Maya, Op. Cit., pp. 142-155.
146
no parecía muy alentador, por lo cual, era menester aprovechar cuanto antes las condiciones de
las ganancias obtenidas por la vía de un nuevo impuesto. La hipótesis de orden político
destaca que durante las primeras semanas de gobierno la Junta se había convertido en una
máquina productora de decretos, muchos de ellos buscando estimular el apoyo popular. En
vista de la disminución de la frecuencia de este comportamiento y no pudiendo cumplir con la
promesa de presentar a la Nación el Estatuto Electoral antes del fin de año, el decreto del
nuevo impuesto tuvo un propósito de sustituir una práctica populista, con un doble beneficio
para la Revolución: estimular los sentimientos anti-petroleros de las masas pero respetando las
disposiciones de la Ley de Hidrocarburos de 1943.376
Para Betancourt, la situación diplomática que desata la aplicación del impuesto
extraordinario y las siguientes medidas impositivas que en materia petrolera se tomarán
durante el tiempo revolucionario resultó tolerable. Considera que la actitud de las compañías
frente a los nuevos impuestos careció de agresivas resistencias y a pesar que las relaciones
entre ellas y el Gobierno no fueron nada fáciles, la energía, flexibilidad, audacia y realismo
del equipo económico de AD permitió, más allá de las lógicas tensiones, un clima de
entendimiento y sobre todo, de final aceptación de la voluntad gubernamental por parte de los
inversores. Insiste, además, en que sería irresponsable sostener que nos presentáramos como
San Jorge enfrentados con un dragón que vomitaba fuego por boca, nariz, ojos y oídos.377
Lo cierto es que estas dos apreciaciones parecen restringidas a la intimidad de los
actores. Es probable que Betancourt no haya tenido conocimiento pleno de las presiones
ejercidas por las petroleras ante el Departamento de Estado de Estados Unidos y de ésta sobre
su embajada en Caracas.378
Del mismo modo, debemos fijarnos en las circunstancias en las
que Betancourt hace el conjunto de apreciaciones recientemente descritas: las mismas forman
376
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 147-148. 377
Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 270. 378
En la sección documental correspondiente al período 1945-1948, perteneciente al Archivo de Rómulo
Betancourt, prolífica en correspondencia de todo tipo, no sólo enviada directamente a Betancourt, sino a
miembros del Gobierno, del partido, o notas interceptadas de la oposición y de interés para la seguridad del
Estado, no se encuentra alguna que permita dar luces de la certeza de Betancourt sobre el nivel real de la
percepción que las compañías petroleras y el Gobierno estadounidense tuvieron en torno a las medidas petroleras
de la Revolución. La aproximación al grado de complejidad de esta percepción la encontramos en el ya citado
trabajo de López Maya quien la obtuvo a partir de la investigación en los Archivos Nacionales de EE.UU., valga
decir, apreciando la correspondencia manejada internamente por el otro actor.
147
parte de sus argumentos publicados en 1956 dentro de Venezuela, política y petróleo, es decir,
en tiempo posterior al Gobierno revolucionario, y por tanto, no devienen de una evidencia
dejada sobre la marcha de los propios acontecimientos. Durante el exilio, tras el derrocamiento
del Gobierno de Gallegos, Betancourt está ganado a un acercamiento al Gobierno de Estados
Unidos y a los organismos internacionales radicados en ese país, entonces, una apreciación
como aquella, que luce ponderada puede devenir de la desinformación, de la complacencia
necesaria o también de la verdad.379
La aplicación inmediata del decreto lógicamente aumenta los ingresos fiscales de la
nación en el ejercicio económico de 1946 y convierten la medida en el resultado más evidente
de la política económica nacionalista de Acción Democrática y así, en una bandera popular.380
Los cierres de año serán de tensión para las compañías petroleras y para la embajada
estadounidense en Venezuela, siempre a la espera de alguna sorpresa fiscal del Gobierno
venezolano. Éste anuncia a finales de 1946 que sancionará un nuevo impuesto que a su vez
sería refrendado por la Asamblea Nacional Constituyente. Este decreto, el 212, emitido en
1947, elevaba al veintiséis por ciento el pago correspondiente al impuesto sobre la renta.381
Las compañías aunque con una actitud de mayor resignación no dejan de mostrar su hostilidad
ante la falta de compromiso del Gobierno revolucionario al no honrar su palabra.382
Desde 1947 las compañías petroleras, en especial Creole, cuyas tarifas por impuestos
resultaban ser las más elevadas, y la embajada de Estados Unidos en Venezuela, parecen
acercarse al entendimiento de que resulta inminente un viraje del Gobierno venezolano a la
igualación de beneficios económicos con las petroleras. El aumento constante del precio del
petróleo en un escenario de alta demanda, los límites impositivos aprobados rápidamente
379
En Venezuela, política y petróleo, Betancourt sale al paso a una hipotética apreciación como la que hemos
realizado, dice: “Y una observación final. Esta apreciación no se escribe para ayudar al trabajo de los
historiadores, sino como experiencia viva, proyectada hacia el porvenir”. Vid., p. 271. 380
En materia petrolera “Todo lo sucedido antes del 18 de octubre de 1945 era oscura prehistoria y tiempo de
irresponsable entreguismo. Esta fue la mayor prédica del liderazgo victorioso”. Baptista y Mommer. Op. Cit., p.
38. 381
“Consistió ese decreto-ley en la elevación del impuesto progresivo sobre la renta global, que el régimen
anterior había dejado en un tímido 9,5%, hasta un máximum de 26% sobre las rentas mayores de 28 millones de
bolívares”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 261. 382
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 185-186.
148
disminuían su efecto, ya que se elevaba el nivel de ganancias de las compañías en
comparación a lo obtenido por el Estado venezolano, además, éstas siempre asumieron que el
costo tributario de su explotación en Venezuela resultaba muy bajo. Así, nos encontramos que
el Gobierno revolucionario cónsono con el espíritu de la Ley de Impuesto sobre la Renta
(1942) y de la Ley de Hidrocarburos (1943) demandaría constantemente la elevación de las
tasas, mientras que las compañías buscarían oponerse a ello, siendo más conveniente para
estas últimas establecer un porcentaje límite referencial, aceptado por el Gobierno, cerrando el
paso a la sanción permanente de nuevos impuestos.383
Una medida de este tipo resultaba sumamente beneficiosa para las empresas petroleras.
Según la Ley de Hidrocarburos vigente a la fecha, la de 1943, el Estado venezolano es
propietario del recurso petrolero y como tal, tiene el derecho de contratar libremente con el
capital explotador; de este acuerdo entre partes surge la llamada regalía, que es el pago que
hace la empresa explotadora al dueño del recurso por su explotación. La fijación de la regalía
no es entonces unilateral sino consensuada, a diferencia del impuesto sobre la renta que
deviene de una atribución del Estado en ejercicio de su soberanía. La ley preveía el aumento
del impuesto sobre la renta a un límite máximo que el Gobierno de Medina no aplicó ni
tampoco el revolucionario. En ese sentido, fue mucho más beneficioso para las compañías que
por medio del Decreto 112, el límite del impuesto sobre la renta quedase congelado en un
margen muy inferior al previsto en la ley, es decir, a un máximo de veinticinco por ciento,
luego de veintiséis, y no de sesenta.
El Gobierno revolucionario juega a la captación de un nivel mayor de renta cuyo límite
sea el estímulo de su proyecto económico y social e igualmente a la prudencia política, cuando
en la mayor parte de su período mantuvo el total de impuestos petroleros a un nivel mucho
más bajo que el costo de producción en los Estados Unidos ubicado en un treinta y tres por
ciento. Cuando el Gobierno de Gallegos decide superar esta referencia ya se ha persuadido a
las compañías del beneficio que para ellas representa una nueva y definitiva estandarización.
Justamente el 12 de noviembre de 1948, Gallegos firmará el ejecútese de la reforma a la Ley
383
En 1947, Pérez Alfonzo propondrá a Creole convenir el estudio de una fórmula que permita llegar a la meta de
participación 50-50 en las ganancias. Esta iniciativa se mantuvo en total secreto hasta su sanción. Cfr. Ibídem, p.
187.
149
de Impuesto sobre la Renta, en cuyo artículo 31 se establecía un impuesto adicional que
garantizaba la participación 50-50 en las ganancias.384
Esta medida cuyo beneficio sería extra
temporal para la Revolución pasó casi desapercibida para la opinión diplomática y capitalista
internacional, sumamente ocupada en el panorama de vicisitudes que se cernían sobre el
Gobierno y que finalmente será depuesto doce días después, el 24 de noviembre.385
2.2.2.2. Los alcances de la retórica del nacionalismo petrolero en la Revolución
Volviendo al tiempo revolucionario, la sanción y aplicación inmediata del impuesto
extraordinario contenido en el Decreto 112 evidencia el nivel de impacto que la realidad
nacional e internacional imprime a los comportamientos oficiales en materia económica. Si
bien se actúa bajo el signo de un nacionalismo defendido en el pasado y en el presente, ese
mismo nacionalismo tiene un límite en cuanto a su relación con el exterior y ésa es la
búsqueda de acuerdos beneficiosos para ambos intereses. Atrás quedó la retórica de la
enemistad con el imperialismo. Recuérdese que desde la oposición, cuando eran fuertes los
presagios de la Segunda Guerra Mundial, Betancourt clamaba por una necesaria entente
económica entre los países de Latinoamérica con los Estados Unidos a fin de que los primeros
se convirtiesen en surtidores seguros de materias primas y el segundo en proveedor de
productos manufacturados e industriales, de modo que no se reditasen los episodios de
desabastecimiento hemisférico característicos de la Primera Guerra Mundial. Incluso, llegó a
proponer también un acuerdo continental en materia militar que permitiese garantizar la
defensa armada de América ante la expansión del nazi-fascismo.386
384
“Su escueto articulado dejó claramente establecido que si sumados todos los impuestos pagados por las
empresas, la tributación de estas no alcanzaba el 50% de sus ganancias, quedaban obligadas a satisfacer al
fisco la respectiva diferencia”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 265. 385
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 189. 386
Cfr. “Entente económica y defensiva interamericana con Estados Unidos: medidas a adoptar por el gobierno
nacional en caso de guerra”. Publicado en Ahora, Caracas, 31 de agosto de 1939; “Es necesario un acuerdo
latinoamericano con Estados Unidos”. Publicado en Ahora, Caracas, 16 de junio de 1941; “Defensa militar del
continente a la orden del día”. Publicado en Ahora, Caracas, 22 de junio de 1941; El Partido del Pueblo ante la
agresión nazi”. Publicado en Acción Democrática, Caracas, 21 de febrero de 1942; “Agresión extranjera y
compactación nacional”. Publicado en Acción Democrática, Caracas, 25 de abril de 1942. Estos artículos, todos
de la autoría de Betancourt se encuentran compilados en: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen
150
Ahora, desde el Gobierno, la idea de entente económica parecía no haber sido
desplazada a pesar de la finalización de la guerra. Betancourt había entendido algunos
aspectos claves ligados a la diplomacia y a la economía que eran fundamentales para
garantizar la estabilidad del Gobierno revolucionario: el necesario acercamiento y
complacencia con el Gobierno de Estados Unidos, por medio de la garantía de los contratos y
condiciones de la explotación petrolera, que a su vez permitían un flujo económico constante
necesario para el impulso de la Revolución,387
y por medio del compromiso del mantenimiento
a raya del nuevo enemigo norteamericano, el comunismo internacional.388
Estas condiciones obligan a Betancourt a explicar el alcance de la retórica del
nacionalismo en materia petrolera, con el propósito de definir líneas de acción en la política
nacional y de estimular la tranquilidad del capital extranjero. El fundamento de esta
explicación en el ámbito petrolero radica en el sostenimiento de que una política nacionalista
no tiene el objetivo inmediato de nacionalizar la industria,389
pero también, sostenía la
culminación de la política de otorgamiento de nuevas concesiones,390
motivo por el cual el
Segundo, 1936-1941. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 1995 y Rómulo Betancourt, Antología Política,
Volumen Tercero, 1941-1944. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2003. Sobre el tema de la entente
económica, también Vid. Arturo Sosa Abascal, Rómulo Betancourt y el Partido del Pueblo (1937 – 1941), pp.
417-444. 387
“Vital como era ese objetivo, Betancourt prefirió conseguirlo por la vía de entremezclar, según conveniencia,
la decisión inconsulta, con el otorgamiento de seguridades gubernamentales a los “barones del aceite.” Vid.
Naudy Suárez Figueroa, “¿Un fracaso con futuro? Rómulo Betancourt y la “Revolución Democrática” de
Octubre de 1945”, p. 60. 388
Según el Embajador norteamericano en Caracas, Rómulo Betancourt le expresó en una reunión privada en el
Litoral Central venezolano, que el Gobierno de los Estados Unidos contaba con Venezuela ante una posible
guerra con la Unión Soviética. Cfr. Carta del Embajador de los Estados Unidos de América Frank P. Corrigan al
Secretario de Estado de EUA. (N° 9889 / Secreto / Asunto: Conversación con Rómulo Betancourt). Caracas,
Venezuela, 17 de marzo de 1947. En: Simón Alberto Consalvi, Auge y caída de Rómulo Gallegos. Caracas: Los
Libros de El Nacional, 2010. (Col. Huellas, Serie Historia), pp. 89-93. 389
En este punto Acción Democrática estaba siendo consecuente con su prédica desde la oposición. Por ejemplo,
Rómulo Gallegos en 1941, en un discurso en Maracaibo, se había referido a las condiciones de inviabilidad para
una nacionalización unilateral de la industria. Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 251-
252. 390
Cfr. Ibídem, pp. 275-281 y 283-286.
La determinación de cumplir con la disposición de no aprobar nuevas concesiones a privados causó mucho más
celo en el ámbito político nacional que en los inversores extranjeros. Las discusiones en el Congreso de 1948
citadas por Betancourt en Venezuela, política y petróleo dan cuenta de que el argumento principal que esgrimía la
oposición para frenar esta medida, era que el Gobierno estaría espantando al capital extranjero al no cederle
nuevas extensiones de tierra para la explotación, por lo que éste no dudaría en invertir en el Medio Oriente. Por
otro lado, también se argumentaba, que Venezuela hacía un flaco favor a la recuperación económica de Occidente
después de la guerra, puesto que no brindar nuevas concesiones implicaba una reducción evidente de la
producción en tiempos de alta demanda. Los comunistas sostenían que el Gobierno revolucionario sólo buscaba
151
Estado, en el futuro, crearía una empresa petrolera cuya función sería la explotación de las
reservas nacionales de crudo, con capital nacional o en asociación a empresas privadas
extranjeras, misma condición que debían tener un conjunto de refinerías nacionales creadas
con el objetivo de que en Venezuela se refinase parte del recurso petrolero extraído de su
subsuelo.391
Estos dos últimos elementos confirman, que si bien no era considerado como objetivo
la nacionalización entera de la industria en el corto o mediano plazo, el Gobierno
revolucionario estaría imprimiendo la tendencia de que en el futuro –y a contracorriente de
una expresión ética muy propia en materia petrolera- la industria se fuese haciendo cada vez
más venezolana. La intención de crear una empresa de petróleos estatal da cuenta de la
voluntad del poder de salvaguardar las reservas de petróleo para ser explotadas a futuro por el
Estado, o por lo menos con una mayor participación de éste. Del mismo modo, a esta
apreciación está suscrita la intención de la refinación en Venezuela de una porción del recurso
petrolero de ella extraída. La consigna se repite: se aspira a la construcción de varias refinerías
del Estado o de ejecución mixta entre éste y el capital privado internacional. Su objetivo, uno
de orden interno fundamental: producir en Venezuela los recursos derivados del petróleo,
abaratar su consumo y ofrecer una nueva fuente de empleos.392
favorecer el monopolio del que ya gozaban las grandes petroleras establecidas en el país. La Junta se defendía
negando todos los argumentos y esgrimiendo sobremanera que de las concesiones otorgadas, sólo sobre una
mínima porción de territorio se había explorado y puesto en producción. 391
Cfr. Ibídem, pp. 281-292. 392
La medida que buscaba garantizar que una porción del petróleo extraído en Venezuela se refinase en el propio
país estaba contemplada en la Ley de Hidrocarburos de 1943. La Revolución la convirtió en una de sus banderas,
siendo considerada en el programa petrolero de AD. A pesar de ello, poco se avanzó en la materia durante el
trienio. Los proyectos sobre este asunto apenas empezaron a encaminarse en marzo de 1948 cuando el Ministerio
de Fomento designó una comisión para que estudiase la factibilidad de crear una refinería estatal, con capital
nacional o mixto y creasen las bases de funcionamiento de una empresa nacional a la cual se le entregasen las
concesiones sobre las reservas petroleras, quedando estas bajo el dominio nacional. Cfr. Ibídem, p. 282.
A final de 1947, tan sólo el 8,46% de la producción de petróleo era refinada en Venezuela, cuando los
reglamentos de la Ley de Hidrocarburos de 1943 (que datan de 1944 y 1945) establecían una refinación mínima
en el país del 10% de la producción. Cfr. Ibídem, p. 291.
En 1947 el Gobierno revolucionario persuade a Creole de la construcción de una refinería en la zona de Turiamo
para no afectar la producción agrícola de las cercanías. A su vez contratan la construcción de una refinería en la
Península de Paraguaná, que es concluida en 1950, durante el Gobierno militar. Es la refinería de Amuay. Cfr.
Ibídem, p. 290.
152
El tema del abaratamiento de los derivados, y específicamente el de la gasolina, nos
invita a hacer un obligado paréntesis. Si asumimos la primogenitura de la Revolución sobre su
concepción de la necesidad, por justicia social y merecimiento nacional, de que la gasolina
como derivado petrolero sea al extremo económica en Venezuela gracias al subsidio del
Estado, quizá pueda endilgársele a sus medidas la inauguración de una tradición que se ha
convertido en un tabú económico, político y social en Venezuela: un país petrolero que merece
el combustible a condición de regalo.393
Opiniones desde la oposición política a la Revolución sostienen que el tránsito
progresivo de Betancourt del comunismo a la social democracia incidió en la aceptación de la
inversión de capitales extranjeros como promotores del desarrollo nacional, visión esbozada
en los años veinte del siglo pasado por Víctor Raúl Haya de La Torre, reconocido mentor de
Betancourt. Según el líder del APRA peruano, la colaboración del capital foráneo sería
fundamental en la explotación de las materias primas nacionales. Esta misma oposición,
apoyada en las polémicas del pasado entre Betancourt, Valmore Rodríguez y Miguel Otero
Silva, sostienen que el primero nunca tuvo una profunda visión reformista en materia de
hidrocarburos, ya que desde la elaboración del Plan de Barranquilla, parecía un partidario
velado del uso de capitales foráneos para la inversión. Los comunistas críticos de Betancourt
no comprenden cómo en el citado plan se demanda la nacionalización de las caídas de agua y
no de los hidrocarburos y otros intereses extranjeros.394
En el presente del Gobierno revolucionario los niveles de dependencia de la economía
venezolana del capital internacional, la necesidad de una enorme preparación en el campo
técnico de un capital humano criollo, la coyuntura internacional de la postguerra que estimula
altísimos niveles de demanda, aunado a un crecimiento de la competencia en el mercado
393
“Habíamos sido intérpretes de una reivindicación nacional, al sostener a lo largo de los años de la lucha
oposicionista la necesidad de que fuesen reducidos drásticamente los precios de venta de los derivados del
petróleo. Era insólito que en el primer país exportador de petróleo del mundo rigieran cotizaciones tal altas
para la gasolina y los otros carburantes extraídos del aceite mineral. (…) El 1° de diciembre de 1945 –un mes y
días después de haber arribado a las responsabilidades del Gobierno- se procedió reducir, drásticamente el
precio de la gasolina y de los demás productos y subproductos del petróleo. Por decreto ejecutivo se llevó el
impuesto sobre el consumo de esos artículos a un límite mínimo, prácticamente al requerido para fines
estadísticos. Para la gasolina, ese impuesto se redujo a menos de un céntimo de bolívar por litro”. Vid. Ibídem,
p. 293. 394
Cfr. Luis Cordero Velásquez, Op. Cit., p. 38.
153
productor, hacían inviable, según Betancourt, que Venezuela se enrumbase por una política de
nacionalización petrolera unilateral a la manera de México bajo el Gobierno de Lázaro
Cárdenas.395
A su vez, para Betancourt, introducir la proposición de una necesaria nacionalización
del petróleo irrumpiría contra un principio ético-económico del que en alguna medida era
tributario: nacionalizar significaba amarrar el destino de Venezuela a una actividad económica
no nacional, limitada y restringida. Para él, la riqueza petrolera tiene esta naturaleza debido a
que no proviene del esfuerzo productivo venezolano sino de la renta de la tierra que se percibe
en razón de un precio no fijado nacionalmente sino de forma monopólica por los
consumidores extranjeros. El propósito del aumento y redistribución de la renta petrolera se
encontraba en el estímulo consecuente de una Venezuela industrial y productora de
manufacturas, de modo que, en su idea, el futuro de Venezuela pertenece así única y
exclusivamente a la Venezuela no petrolera.396
A pesar de ello, la Revolución también se justifica en la intención de cambiar el viraje
nacional en materia petrolera. Rómulo Betancourt enfatiza en lo inapropiado de la política
petrolera medinista, que teniendo un instrumento legal tan innovador como la referida ley de
1943, ésta no haya sido aplicada a profundidad, sobre todo en lo concerniente al tema
impositivo en un tiempo de alta demanda de crudo. Betancourt insiste que de haberse
prolongado esta política, mientras la demanda intensiva de producción determinaba una
elevación de los precios del petróleo, la brecha entre los beneficios percibidos por la industria
y los recibidos por el país a través de los impuestos se acrecentaría en favor de la primera,
siendo esto la consecuencia de la ausencia de firmeza política y nacionalista por parte del
Gobierno.397
Betancourt asigna el cambio de este contexto al ascenso de Acción Democrática al
poder. Él mismo deja clara la comprensión oficial del papel fundamental que Venezuela juega
395
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 252. 396
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 311. 397
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 260.
154
en el escenario de la postguerra, del mismo modo que argumenta la intención del Gobierno de
obtener el mayor provecho económico para financiar la Revolución.
La sanción de los decretos de impuestos extraordinarios y la reforma a la Ley de
Impuesto sobre la Renta en 1948 que considera el beneficio 50-50 para el Estado y las
compañías petroleras, son apreciadas por Betancourt como medidas rápidas y profundas que al
cabo de un corto tiempo catapultarán al Estado venezolano a una participación en condición de
paridad en los beneficios de la industria. En la valoración sobre estos instrumentos legales y en
los beneficios inmediatos que generan materialmente, Betancourt insistirá en el carácter
protagónico y original de los mismos, buscando de forma categórica que se le asuman y
comprendan como un efecto de la acción revolucionaria, desestimando veladamente lo
actuado en el pasado, aun cuando estas reformas se amparan en lo andado por el Gobierno de
Medina con las dos leyes mencionadas de 1943.
Al argumento de que el espíritu del fifty-fifty ya había sido enunciado en la Ley de
Hidrocarburos de 1943, Betancourt responde que en los hechos esa intención no se vio
reflejada puesto que Venezuela en los dos años inmediatos a la aplicación de la ley apenas
aumenta sus ingresos por concepto de impuesto;398
también argumenta , y esto es determinante
para la ponderación de los resultados finales que en materia petrolera pueda exhibir la
Revolución, que el objetivo del Gobierno de AD nunca ha sido igualar los beneficios del
Estado y las compañías sobre la industria, sino hacer que las ganancias del primero superen a
la de los inversores extranjeros. La intención del Gobierno es recibir nunca menos que las
empresas.399
Más allá de la retórica, este propósito no logró consolidarse en el tiempo
revolucionario.
398
“La fecha histórica del nacimiento de la división de los beneficios, escrita en la Ley, no fue, por consiguiente,
1943 sino 1948, cuando la Ley de Impuesto sobre la Renta fue modificada para hacer obligatoria la división de
las ganancias por partes iguales”. Vid. Ibídem, p. 266. 399
Cfr. Ibídem, p. 263.
En las sesiones del Congreso de 1948, durante el reconocimiento que hacen los diversos partidos a la política
impositiva de AD en materia petrolera, Alberto Carnevali, diputado del partido oficial, insiste en que de haber
nuevos aumentos en el precio del barril de petróleo, el Gobierno se hará fiel a la consigna de aumentar los niveles
de participación de Venezuela en el negocio, lo que implicaba, ir más allá del 50% establecido. Vid. en la misma
obra, p. 267.
155
Sin embargo, para Betancourt, en la realidad, la aplicación de estas medidas marcaba el
paso definitivo de la Venezuela-factoría económica a la Venezuela–nación. El fundamento de
esta apreciación es que a través de la Revolución, el país había logrado su segunda
independencia, la independencia económica.400
La evidencia de este logro la encontraba
Betancourt en que el Gobierno revolucionario actuó bajo la consigna de no más petróleo
barato: mientras el mercado mundial exigía el aumento acelerado de la producción, el Estado
venezolano en consecuencia aumentaría los impuestos.401
Este procedimiento, a secas, tiene
para el Gobierno revolucionario al menos tres propósitos evidentes: ser consecuente con la
política nacionalista-petrolera demandada desde sus tiempos de oposición, contar con los
recursos para el financiamiento de lo que posteriormente Betancourt llamará la Siembra del
Petróleo, en otras palabras, para financiar la Revolución y, finalmente, como mecanismo
estimulante del fervor popular.
Es así cómo apelando al éxito evidente de las reformas gracias a sus beneficios, la
Revolución no tiene por qué convertir su nacionalismo en la demanda de una nacionalización
entera de la industria: con las tasas impositivas logradas y, sobre todo, con la aceptación –a
pesar de las reticencias- de las empresas petroleras, la nacionalización no era necesaria. La
idea que subyace a este comportamiento del Gobierno revolucionario, al menos en el corto
período, es la de la maximización de los beneficios del Estado sin hacerse responsable de la
industria.
Otro logro que Betancourt considera revolucionario en el orden de la prédica
nacionalista en materia petrolera es la decisión gubernamental de vender directamente parte de
las regalías venezolanas en el mercado internacional abierto. Sobre esto hay una actitud de
evidente orgullo político. La medida consistió en aplicar la legislación petrolera vigente y que
en el pasado el Gobierno venezolano no lo había hecho, por medio del cual el Estado tiene la
potestad de reclamar una porción de sus regalías en crudo y no en divisas. Este tipo de pago
permite al Gobierno venezolano debutar como comerciante en el mercado internacional,
400
Cfr. Ibídem, p. 270. 401
Cfr. Ibídem, p. 261.
156
logrando precios superiores al disfrutado por el país en su relación directa con las
compañías.402
Para Betancourt dos razones justifican la medida: una de carácter principista y otra, la
escasez alimentaria. Argumenta que en razón a las estadísticas petroleras internacionales, las
operaciones de extracción del crudo venezolano eran registradas como pertenecientes a la
Zona del Caribe. La negociación directa del petróleo en el mercado internacional por parte de
Venezuela permitiría el legítimo reconocimiento de su importancia energética. Para
Betancourt parece primordial que las naciones consumidoras tengan muy claro el origen de los
combustibles que compran.403
Por otro lado, la escasez de alimentos básicos en el país que
encuentra el Gobierno revolucionario al entronizarse hace que a partir de esta medida se
trancen intercambios de petróleo por alimentos con otras naciones, dentro de las que destacan
Argentina, Brasil y Portugal.
Este procedimiento es otro argumento más para Betancourt en defensa de las políticas
nacionalistas y sociales de la Revolución y de denuncia a la timidez y entreguismo de los
herederos del gomecismo, que allanando el camino innovador de nuevos y positivos
instrumentos jurídicos para el país en materia petrolera, no fueron aplicados con
determinación, amparados en el argumento de que el país no estaba en capacidad de negociar
directamente el petróleo porque no era una riqueza del Estado venezolano.404
Las compañías petroleras lógicamente se muestran reticentes ante esta medida porque
el Gobierno venezolano no sólo ha presionado desde la imposición tributaria sino también
desde la competencia comercial, aunque buena parte de las regalías en crudo cobradas por
Venezuela se revirtieron a las compañías, toda vez que una porción había sido puesta en venta
por el Estado y otra había sido canjeada por alimentos.405
402
Vid. Ibídem, pp. 272-275. 403
“El nombre de Venezuela, como país donde era factible adquirir el solicitado mineral, se inscribió con todas
sus letras en los grandes mercados de consumo”. Vid. Ibídem, p. 274. 404
La frase se la atribuye Betancourt a Caraciolo Parra Pérez, canciller del Gobierno de Medina, pronunciadas en
1943 ante un grupo de periodistas en Río de Janeiro. Vid. Ibídem, p. 272. 405
Cfr. Ibídem, pp. 273-274.
157
El tema laboral y las reivindicaciones del obrero petrolero constituirán otro de los
aspectos destacados del orgullo nacionalista y revolucionario. Betancourt describe que el papel
del Gobierno en el sentido claramente institucional tendió al establecimiento de puentes de
entendimiento entre las empresas y los obreros.406
El primer panorama de cambio estaba
representado por el vencimiento de las circunstancias que habían mantenido a los sindicatos en
una situación de existencia lánguida durante el Gobierno anterior, panorama capitalizado por
la industria al distender la solución de contratación colectiva o al resolver de forma acordada
con las autoridades civiles de las zonas petroleras cualquier querella jurídica, siempre a favor
de la industria y no del obrero. Betancourt insiste en que tal situación acaba con el ascenso de
AD al poder. El Partido quien desde entonces controlará una gran porción de los sindicatos
legalizados cuenta con la anuencia del Gobierno que también controla.
Los cambios sustanciales operados por mediación del Gobierno estuvieron expresados
en la firma de una contratación colectiva el 30 de mayo de 1946 entre patronos y obreros
petroleros, la primera en la historia de la industria,407
y de una nueva suscripción de este tipo
en febrero de 1948 una vez vencidas las cláusulas de la primera.408
406
La estructura partidista de AD jugó en este proceso un papel crucial de doble sentido. Por un lado, desde el
Gobierno, favoreciendo el diálogo y la concordia, y por el otro, a través del control cada vez mayor que fue
adquiriendo de los sindicatos legalizados, manejaba dos partes negociantes en una mesa de tres. Un mínimo
ejemplo de ello lo evidencia la participación como oradores en la inauguración del II Congreso Nacional de
Trabajadores del Petróleo de dos miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno: Raúl Leoni, Ministro del
Trabajo y Mario Vargas, Ministro de Relaciones Interiores. El mismo Betancourt participaría como orador en la
clausura de este evento. Cfr. Ibídem, p. 305. 407
Betancourt destaca pormenorizadamente los logros laborales contemplados en la contratación. Citamos
algunos. El salario básico para un obrero no especializado pasó de Bs. 8 a Bs. 14 diarios, incrementándose en más
de 75%. Los salarios de los trabajadores calificados o técnicos pasaron de Bs. 16, 20 ó 24 a Bs. 23, 25 y 32,
respectivamente. Para los empleados el incremento fue de 15%. Se introdujo la obligatoriedad del pago de 10% y
20 % adicional por día en aquellas actividades realizadas después de las 6 de la tarde, hasta entonces el pago del
trabajo obrero en la industria petrolera no contemplaba beneficios por nocturnidad. Se obligó a las empresas el
pago de un salario de Bs. 6 diarios a un obrero enfermo no hospitalizado y de Bs. 8 diarios al hospitalizado,
durante las veintiséis semanas estipuladas en la ley del Seguro Social Obligatorio. La contratación incrementó el
margen de las vacaciones anuales según lo contemplado en la Ley del Trabajo, de siete días, éstas fueron
elevadas a quince días. Se incrementaron de quince a setenta y cinco los artículos que los obreros podían adquirir
a precio de costo en los comisariatos instalados en las empresas. Se hizo única responsable a las empresas por el
cumplimiento de las obligaciones salariales de los obreros, deteniendo así los efectos positivos que para estas
había causado en materia de responsabilidad la contratación de obreros a partir de empresas intermediarias. Se
cambió el régimen de indemnización por antigüedad a la hora del despido: anteriormente sólo se le hacía una
compensación económica al obrero si este era despedido a causa de la reducción de las actividades de la empresa.
La nueva contratación contemplaba la obligatoria indemnización después de los tres años de trabajo continuo, a
ser cobrados por el obrero o sus familiares cuando este se retirara voluntariamente del trabajo o fuese despedido
158
Los avances y reivindicaciones logradas en estas convenciones forman parte de las
principales banderas de justicia social y laboral brindadas por la Revolución a los trabajadores
petroleros, así insiste en sentenciarlo Betancourt, cuando lo anima un sentimiento de
protagonismo de su tiempo frente a los escasos logros del pasado, casi todos matizados en
torno a la histórica huelga petrolera de 1936 cuyo saldo positivo sólo fue el aumento de un
bolívar por jornal para los trabajadores.409
Para la Revolución los logros contenidos en las contrataciones colectivas de la industria
petrolera van más allá del anhelado deseo de justicia social e incluso del nacionalismo: su
prosecución y el carácter pacífico del logro constituyen también un elemento clave para la
garantía del Gobierno y para la paz laboral dentro de la industria en un escenario productivo
intenso y crucial. Si bien, en algunos aspectos las compañías plantearon sus disparidades,410
el
reconocimiento de nuevos beneficios laborales era fundamental para un gobierno que iba
haciendo de los trabajadores su base social principal y para una industria cuyo objetivo era
optimizar la producción y disminuir el clima de conflictividad. El interés de estabilidad de los
tres actores -Gobierno, trabajadores y patronos- denotaba necesario el acuerdo laboral.
Entre el panorama de estabilidad laboral petrolero deseado por el Gobierno, por los
patronos y demandado por los trabajadores, se infiltrará el debate ideológico mundial y las
estrategias de conspiración de los años iniciales de la Guerra Fría. El Partido Comunista de
Venezuela a través del control de otra buena parte de los sindicatos petroleros plantea una
por sus patronos. Finalmente, las dos compañías petroleras más grandes, Creole y Shell, se comprometieron a
discutir y presentar al Gobierno en un plazo de doce meses a partir de la firma de la convención un proyecto que
regulase la jubilación obligatoria de los obreros después de pasados determinado número de años de servicio. Cfr.
Ibídem, pp. 307-308. 408
De este convenio se puede destacar el incremento salarial de un 16% sobre los salarios básicos y el
establecimiento de un salario básico mínimo de Bs. 14. Cfr. Ibídem, p. 312. 409
Cfr. Ibídem, p. 306. 410
En las negociaciones, las compañías mostraron ciertas reservas. Para la discusión del contrato colectivo de
1946, Creole anunció a la embajada estadounidense su decisión de estudiarlo internamente con sus trabajadores,
oponiéndose a la negociación conjunta de todas las compañías. Igualmente se hicieron eco de algunos rumores
que sostenían que el Gobierno aprobaría de forma inconsulta una nueva Ley del Trabajo. En adelante, las
directivos de las compañías petroleras acordaron reuniones con Betancourt para insistir en los márgenes de
ganancias obtenidos y en los planes de inversión futuras que sus firmas tenían para Venezuela, con el objeto de al
utilizar estos argumentos para persuadir a la Junta a la hora de plantear reformas laborales profundas.
Sobre todo el proceso de negociación de estas contrataciones, la mediación del Gobierno y las impresiones de las
empresas ante la Embajada estadounidense en torno a la materia, Vid. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 167-
178.
159
pugna constante con los controlados por Acción Democrática. Los comunistas insisten en la
insatisfacción de sus demandas con la primera contratación colectiva y amenazan con llegar a
la segunda contratación por la vía del conflicto laboral. Los motivos reales de sus
planteamientos, según considera Betancourt son, en primer lugar, la orden emitida desde
Moscú de entorpecer todas aquellas actividades económicas donde participase el capital
occidental y preferentemente el estadounidense. En segundo lugar, los comunistas actuaban
motivados por un resentimiento nacional al sentir que con la virtual paz laboral que
descansaba sobre las mejoras salariales y sociales, lograda en la industria con la mediación del
Gobierno de Acción Democrática, le habían sustraído su consigna fundamental: la
reivindicación del proletariado. En ese escenario, los sindicatos petroleros comunistas son
llamados a alentar la desestabilización y la promoción de huelgas.411
Finalmente, sobre el tema laboral petrolero, Betancourt insistirá en que la posición de
AD si bien favorecía la cristalización de las aspiraciones del sector, no pretendía que con los
acuerdos logrados y con su consecuente ventaja económica se hiciera del proletariado
petrolero un grupo privilegiado dentro del amplio sector nacional obrero, intentando evitar las
lógicas discrepancias y fracturas que dentro del ámbito laboral nacional tal situación pudiese
representar.412
Por ello, y con la evidente complacencia de las compañías el Gobierno se
esforzó por evitar la propagación de huelgas una vez fueron celebrados los contratos, y por
hacer que los sindicatos de AD fuesen los garantes de esa deseada paz laboral.
2.2.2.3. Las tensiones y el realismo
La presión contextual muestra también otras aristas de la dimensión real que adquiere
desde el Gobierno la retórica nacionalista de Betancourt en materia petrolera, lo que por un
lado suma criterios a su reflexión sobre la cuestión, pero también, genera tensiones y
discrepancias con sostenimientos ideológicos de su pasado político.
411
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 309-312. También, Vid. Margarita López Maya,
Op. Cit., p. 176. 412
Cfr. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, p. 312.
160
El Betancourt que hizo del tema económico, financiero y petrolero una bandera
explicativa de su partido desde la oposición, que convirtió al mismo en la fuente de sus
razonamientos más sólidos sobre la realidad venezolana y que a su vez, le sirvió de base para
la comprensión y denuncia del sistema de desigualdades sociales generada por un recurso que
se explota a espaldas del interés colectivo nacional y que había servido de estímulo a la
corrupción oficial del gomecismo y sus herederos, se manifiesta desde el poder por el
tratamiento del tema petrolero como un asunto de Estado, vale decir, uno, en lo posible, no
sujeto a la polémica pública.413
Para Betancourt, este deseo parece justificado por un
escenario donde se privilegiaba la estabilidad política del nuevo régimen, escenario donde la
opinión adversa a la Revolución siempre jugó al papel de estimular enemistades estratégicas.
De igual forma, el Betancourt que se pronunció desde la oposición por la necesaria
actuación del Estado en la búsqueda de la maximización de los beneficios de renta por el
negocio petrolero, convertirá al tema de la recaudación durante el Gobierno revolucionario en
otra muestra de tensión respecto a sus antiguos criterios. Desde la Junta, Betancourt sostiene
que si bien es objetivo de la Revolución el aumento de su capacidad acumulativa y distributiva
de renta, por las razones políticas internacionales ya expresadas y por aspectos de orden
económico interno, la maximización debe tener un límite. Esta barrera la imprimirá la
capacidad real del país de digerir en forma óptima la ampliación de sus márgenes de ingresos.
En todo caso, la propuesta de Betancourt apunta a la obtención de renta hasta un límite
prudentemente aprovechable.414
La obtención de recursos más allá de la capacidad distributiva
y programática del Estado y de los inversores privados nacionales, no constituiría un estímulo
ni al ahorro ni a la inversión sino al despilfarro. Esta limitación de los niveles de renta no
estaría determinada por una disminución de los porcentajes de regalías e impuestos, sino por el
establecimiento de un límite a la producción de crudo, en tanto fuese perdiendo fuerza la alta
demanda del mismo en los años iniciales de la postguerra.415
413
Vid. Naudy Suárez Figueroa, “¿Un fracaso con futuro? Rómulo Betancourt y la “Revolución Democrática” de
Octubre de 1945”, p. 60. 414
Los márgenes de aprovechamiento óptimo de la renta reciben el nombre de capacidad de absorción
consuntiva. Vid. Baptista y Mommer. Op. Cit., pp. 38-41. 415
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 308.
161
La Revolución se enfrenta a la coyuntura de contribuir a la reconstrucción material de
Europa y a la consolidación de la democracia en Occidente y a su vez, a la necesidad de
preservar la riqueza petrolera limitando la producción. Al final, opta por condicionar a las
compañías a reducir la producción toda vez que se sientan los primeros aires de la
recuperación de Europa y haya disminuido la demanda.416
Otro argumento se suma a la idea de limitar la obtención de renta a partir de la
reducción de la producción, el de la necesidad nacional de conservar el recurso. Betancourt
esgrime la prudencia y uso razonable de un recurso que es a todas luces limitado y colocado a
capricho de la naturaleza en escasos lugares.417
Limitando entonces la producción se estima
que su utilidad pueda ser más prolongada en el tiempo. Esta consideración permite apreciar un
razonamiento velado en el Betancourt de la Revolución. El llamado a la explotación razonable
del recurso petrolero se hace con un doble propósito. En primer lugar, el de detener el deseo
de las compañías petroleras de aumentar la producción con unos niveles de regalías e
impuestos que lógicamente en el presente serían inferiores a los del futuro, tomando en cuenta
que si bien el Estado les había dado la garantía de no aprobar nuevas exacciones, también
había dado muestra de que su tendencia era el deseo de aumentar su participación en la
industria. A su vez, con esta medida, el Estado aspira a aprovechar en el futuro los beneficios
de un recurso que a su entender iría encareciéndose. Este aprovechamiento indistintamente se
daría si se mantuviese el esquema de Estado rentista o de Estado productor.
En segundo lugar, para Betancourt resulta inminente que el Gobierno revolucionario
imponga límites al comportamiento consumista del venezolano, desatado con la medida de
elevación de salarios. La experiencia en esta materia determinaba que Venezuela había
416
Durante los tres años de la Revolución de Octubre no se concretó este propósito, contrariamente, la producción
petrolera aumentó aceleradamente. “En 1945, los pozos venezolanos arrojaron 323 millones de barriles,
aumentándose en 72% la producción sobre el volumen de 1938; en 1946, se pasó al doble de esa producción,
extrayéndose de los yacimientos nacionales 388 millones de barriles. En 1947, el aumento en relación con el
mismo año base (1938) fue de 131% ya que la producción alcanzó a 435 millones de barriles. En 1948 continuó
el mismo ritmo de aumento, con una producción de 475 millones de barriles, que significó un aumento adicional
de 22%. La producción de 1938 fue aumentada así en una vez y media”. Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela,
política y petróleo, p. 261. 417
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 308.
162
entrado en una etapa donde su nivel de consumo había sobrepasado su nivel de productividad,
lo que hacía mucho más patente su inclinación a la dependencia petrolera.418
Con la aplicación de la Ley de Hidrocarburos de 1943 y del Decreto 112, la renta
petrolera estatal subió de US$ 43 millones en 1943 a US$ 389 millones en 1948,419
lo que se
traduce en un panorama financiero favorable para el Gobierno revolucionario en razón de la
posibilidad para desplegar el programa económico y social de Acción Democrática. A su vez,
daba pie a la premura de una distribución inteligente de esos niveles de renta elevados
vertiginosamente.
El cumplimiento del programa en una fase de corto plazo tiene como propósito el
derrame de la situación de bonanza estatal al resto del país mediante variados mecanismos. En
lo económico, el Estado apuntala su comportamiento como planificador y promotor del
progreso material a partir de los recursos que posee mediante el financiamiento a través de
créditos a productores e importadores nacionales. Este primer nivel de participación estatal
aspira al estímulo de la condición inicial para la creación de un mercado nacional: la presencia
de manufacturas y alimentos para el consumo. Al estímulo de la producción nacional y de la
importación contribuiría una política de reducción arancelaria ya que el gasto público era en su
mayor parte cubierto por los impuestos que pagaban al Estado las empresas petroleras, además
de la promoción oficial de un programa de refaccionamiento y construcción de vías carreteras
y del mantenimiento de puertos y aeropuertos con el propósito de intensificar el contacto entre
centros de producción y consumo.420
Seguidamente, un aumento general de sueldos y salarios
en la Administración Pública determinaría una más efectiva participación del venezolano
común, no productor, en el disfrute de la renta petrolera. De esta participación no estaban
exentos los trabajadores del sector privado, quienes a partir del aumento de las organizaciones
sindicales y de su monopolización por parte de Acción Democrática convertirían el aumento
salarial en una clara demanda dentro de la relación laboral con el patrono. El resultado en lo
inmediato es la configuración de un panorama donde el venezolano productor encuentra un
418
Cfr. Baptista y Mommer. Op. Cit., p. 59. 419
Vid. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 309. 420
Cfr. Comisión Nacional de Vialidad. Plan Preliminar de Vialidad. Caracas: Ministerio de Obras Públicas,
1947. [Mecanografiado].
163
mercado nacional en vías de consolidación y el venezolano empleado disfruta de un mayor
poder de compra.421
Estas medidas, incluidas en el programa económico y petrolero de Acción
Democrática, guardan el propósito de estimular la configuración de un sui generis mercado
capitalista nacional, donde el estímulo del Estado por la vía de la renta petrolera y la elevación
del consumo y bienestar popular fuesen los elementos emblemáticos.422
Este deseo que empieza a encontrar camino con las medidas económicas del Gobierno
revolucionario hacen coincidir tres aspectos dicotómicos en el pensamiento económico de
Betancourt: la elevación-disminución de la renta, la elevación-disminución del gasto público y
elevación-disminución del consumo corriente. A pesar de la polaridad, en diversas etapas de
su reflexión económica y política, Betancourt apostará por los seis indicadores.
La dinámica de reflexión-acción de Betancourt desde el Gobierno revolucionario
apunta al siguiente escenario ideal: el Gobierno está obligado a captar el mayor nivel de renta
posible por la vía de la regalías y de los impuestos. La elevación de la recaudación permitirá
desarrollar el programa económico y social de Acción Democrática, por lo cual, el Gobierno
incrementará el gasto público y el financiamiento de la inversión, mientras la población goza
de un mayor nivel de ingresos que consecuentemente incrementa el consumo. En este
panorama ideal el nivel de renta debe ser siempre menor a la capacidad de producción y
consumo nacional,423
de modo que esta relación permita estimular la producción nacional y no
la importación. Aún así, el incremento de los niveles de consumo popular era un punto de
honor para Acción Democrática por ser considerada una medida de justicia social.
Como hablamos de condiciones ideales, la articulación de este mercado sui generis al
que apunta el programa del Partido propende de circunstancias artificiales, valga decir, no
obedece a la concepción tradicional de la articulación de un mercado capitalista sino a la mano
organizadora y directiva del Estado. Por ello, el Estado se encuentra obligado a imponer
421
Cfr. Bernardo, Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, p. 309. 422
Mommer se refiere a esta intención como el desarrollo de un capitalismo popular estimulado por Betancourt.
Vid. Ibídem, p. 310. 423
Cfr. Baptista y Mommer. Op. Cit., p. 50.
164
límites en los tres escenarios caracterizados previamente por la elevación al considerarlo
necesario. Cuando en 1948 se hace evidente el aumento de la renta por encima del nivel de
productividad del país, la reflexión de Betancourt migra a la necesaria reducción, de la renta –
por la vía de la reducción de la producción-, del estímulo estatal y del consumo corriente. En
síntesis, el efecto esperado es que la renta y la acción del Estado estimulen el mercado y una
vez consolidado por medio de ese mecanismo artificial, la reducción del estímulo conlleve a
encauzar al mercado nacional al comportamiento típico de cualquier mercado, aquel que es
capaz de sobrevivir en función a su propia producción y a la generación de sus propios
capitales y márgenes de ganancias, ergo, todo un escenario fuera del petróleo.
La acción del Estado se vería igualmente reflejada en lo que Betancourt consideró un
plan óptimo de Siembra petrolera, cuyos ejes principales eran la industrialización del país y
fundamentalmente del campo, un plan de reforma agraria, administrativa, monetaria y
bancaria; la formación de capital humano por medio de la educación, su conservación a través
del despliegue de un efectivo sistema de salud pública y el desarrollo de una red de
infraestructura educativa, sanitaria, habitacional y comunicacional.424
Como balance final de la acción de la Revolución de octubre de 1945 en materia
petrolera, Betancourt advierte la necesidad de afrontar tres problemas en ciernes: en primer
lugar, el reconocimiento de que el empuje y el aprovechamiento económico nacional de la
renta ha sido ficticio durante el período. Las condiciones de alta demanda están respaldadas
por la necesidad Occidental de la reconstrucción de la Europa de la postguerra, situación que
en mediano plazo se iría diluyendo. Y en consecuencia existe la obligatoriedad nacional de
entender que el aprovechamiento de una situación económica coyuntural no puede derivar en
la construcción de un panorama económico interno ficticio, por lo tanto, la prédica de la
siembra petrolera debe ir liberando progresivamente a Venezuela de la dependencia extrema
del recurso petrolero, ello a partir de una producción genuinamente nacional. Y finalmente,
424
Vid. Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo, pp. 319-513.
Esta es la quinta parte de la obra fundamental de Betancourt y se titula “La siembra del petróleo”. Acá sólo
hacemos un mínimo esbozo de su contenido. No se aborda en extenso ya que él mismo da cuenta de procesos que
si bien devienen de la redistribución de la renta petrolera, constituyen elementos característicos de la política
económica y social de la Revolución y por tanto, van más allá del pensamiento y acción petrolera durante el
período, cuyo reflejo es el propósito de este apartado.
165
deja entrever una posición que se constituirá durante los años del tercer exilio que sobreviene
a partir de 1948 en una crítica al comportamiento económico venezolano, despertado por la
Revolución e intensificado por el Gobierno militar: aquel pueblo llamado a adecentar al Estado
por la vía de la democratización se ha visto, progresivamente, arrastrado a una situación
generalizada de irresponsabilidad económica, caracterizada por la ausencia de ahorro, el gasto
superfluo y la corrupción.425
425
Cfr. Bernardo Mommer, “El petróleo en el pensamiento político de Rómulo Betancourt”, pp. 314-315.
También Cfr. Colette Capriles, Loc. Cit., p. 256.
166
CAPÍTULO III
ENTENDER LA REVOLUCIÓN
El entendimiento de la Revolución en su propio decurso, huelga decir, las ideas que
sobre sí ésta suscita en el seno de sus actores y seguidamente en el imaginario de diversos
grupos y sectores, podría compartimentarse en dos tiempos, sin ser estos puntualmente
cronológicos. Una primera lectura sobre el 18 de octubre de 1945 en sí mismo y sobre el
proceso que desencadena a posteriori podría considerarse a lo interno, como el de una
aceptación que sin ser unánime concita un ánimo y una efusividad bastante generalizada
dentro de cuadros y personalidades políticas. Lógicamente, de este primer escenario quedarán
excluidos, tal como del segundo, el grupo político desplazado: el medinismo y toda la herencia
gomecista. Con el devenir mismo de la Revolución, esa aceptación generalizada irá dando
paso a los desajustes, a las críticas, el descrédito, las conspiraciones y finalmente, cuando ésta
ya ha terminado abriendo espacio al tiempo constitucional, al rechazo y a la negación de sus
realizaciones.426
Estos escenarios sólo logran ser tangibles en los extremos cronológicos del
tiempo revolucionario, el primero circunscrito a 1945 y el segundo a 1948. En medio de ellos
ocurre de forma gradual pero siempre visible esa mutación progresiva que desciende de la
venia al descreimiento. Con propiedad, este será el ritmo temporal para la potenciación de la
oposición natural: el medinismo, el lopecismo, el gomecismo y la derecha internacional; y
para la construcción y despliegue de nuevas oposiciones: COPEI y URD como partidos
octubristas, la Iglesia Católica y un sector de las Fuerzas Armadas.
426
Cfr. “Betancourt: sublevaciones militares”. Entrevista a Rómulo Betancourt. En: Resumen. Vol. IX. N° 103.
23 de octubre de 1975, pp. 54-57.
167
Otros actores aparecerán en estos dos escenarios sin necesariamente adecuarse a este
tipo de actuación. Desde la esfera del reconocimiento internacional, por ejemplo, Estados
Unidos optará siempre por la cautela diplomática, mientras que los gobiernos progresistas y
revolucionarios de la región, así como los proyectos políticos que sin ser gobiernos se acercan
ideológicamente a Acción Democrática, permanecerán fieles en su apoyo y su criterio de
aceptación. Sobre todo en el caso de éstos últimos habrá un privilegio a la concepción del
proceso político venezolano como revolucionario por la sola participación de Acción
Democrática y más claramente por la conducción de Rómulo Betancourt.
En el seno de los actores, el entendimiento de la Revolución se irá aparejando en el
transcurso del tiempo con la comprensión particular que sobre el proceso tenía cada cual por
separado al momento de acudir a su realización, sin que esto en el plano retórico y público
permita apreciar una fragmentación de las aspiraciones o del programa revolucionario. Lo que
ocurrirá de forma paulatina es que Acción Democrática y las Fuerzas Armadas buscarán
patentar separadamente el nivel de su protagonismo individual en las dos esferas visibles de la
Revolución: el acto de origen y el proceso. Parecerán hablar al unísono en la primera hora,
durante el tiempo de la presentación, pero sobre todo, cuando la Revolución parezca en
peligro, ergo, cuando se haya develado la marcha de alguna conspiración. Fuera de ello, en el
imaginario de los otros actores del contexto y en el mismo del Partido, a lo largo de la
Revolución, ésta se irá adosando a una realización particular de Acción Democrática, situación
lógica, porque el fuero político transitorio de los militares parece ser el de vigilar en la sombra,
mientras que el Partido va legitimando la Revolución de victoria en victoria electoral. No será
pues, en el tiempo revolucionario donde hagan crisis las visiones individuales sobre la
Revolución, sino en 1948, el tiempo inmediatamente posterior, que comporta su valoración no
siempre particular sino mezclada con la ponderación instantánea del tiempo constitucional
como el imperio de Acción Democrática.
Dentro del Partido, aunque no en el ámbito oficial, ocurrirán al mismo tiempo
mutaciones perceptivas de su misión en el momento revolucionario y enfoques de diversos
matices sobre las aspiraciones individuales de los sujetos a ser realizadas a partir de su
vinculación con AD y con la Revolución. El primer ámbito encierra el desplazamiento del
168
hacer revolucionario, es decir, del cumplimiento de los propósitos, a la defensa ética de lo
logrado y de los mecanismos puestos en marcha para ello. Precisamente este será el modo en
que se apelará a la voz revolución desde la arena del Partido una vez que ésta haya terminado,
en febrero de 1948. El segundo ámbito comprende el universo de aspiraciones que desde lo
popular y lo político-institucional despierta la Revolución. Nos referimos a la concepción y a
la aspiración que del fenómeno se van haciendo grupos e individualidades que de alguna
forma se encuentran vinculadas a Acción Democrática.
En estas páginas nos dedicaremos fundamentalmente a los otros. Precisamente a las
visiones que construyen de la Revolución, lo que también podríamos explicar como los efectos
perceptivos que la Revolución produce en grupos definidos como otros actores.
Alternativamente nos referiremos a las visiones de los actores desencadenantes y conductores
de la Revolución, pero sobre todo, para plantear su progresivo deslinde y su percepción sobre
el parecer de los otros.
Esta otredad es sumamente diversa y está compuesta de actores nacionales y
extranjeros. En primer lugar, las oposiciones se adecúan a ambas territorialidades y también se
segmentan en diversas formas de actuar: entre las radicales armadas encontramos a los
vestigios del gomecismo, liderados según sostuvo siempre Acción Democrática por Eleazar
López Contreras, que siendo desplazados del poder político, buscarán desde el exterior poner
fin a la Revolución. Pero también encontramos a la conspiración dominicana como eje del
fomento internacional para el colapso revolucionario en Venezuela. A lo interno, podríamos
caracterizar la existencia de una oposición percibida como pasiva, refiriéndonos a términos de
estricta posibilidad de desestabilización armada. Dentro de ella ubicaremos a las tres
agrupaciones políticas que contendieron durante el tiempo revolucionario en los procesos
electorales y que fueron la oposición legal a Acción Democrática: el Partido Comunista de
Venezuela (PCV), ya existente en 1945, Unión Republicana Democrática (URD) y el Comité
de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), estos últimos siendo partidos
fundados al calor de la Revolución e igualmente captores –sobre todo COPEI- de la
desmovilización partidista que supuso la ilegalización de la organización política del
medinismo, el Partido Democrático Venezolano (PDV).
169
Demás actores comprometidos circunstancialmente en las oposiciones serán la Iglesia
Católica y las Fuerzas Armadas. El primero, producto de fricciones generadas por la incursión
revolucionaria en ámbitos de interés eclesiástico, la crisis social generada por la sanción del
famoso Decreto 321 es la mayor muestra de ello. También, la discusión sobre la inclusión o
desincorporación del nombre de Dios en el preámbulo de la nueva Constitución y la
deliberación sobre la firma del Patronato Eclesiástico animaron las reticencias de la Iglesia
hacia la Revolución y la percepción de sus hombres como anticatólicos.
Incluir a las Fuerzas Armadas en el ámbito de las oposiciones durante el tiempo
revolucionario requiere una puntual aclaratoria. No podemos olvidar que institucionalmente
ésta cumple funciones en el Gobierno colegiado. Cuando la enunciamos en el marco
específico de las oposiciones nos referimos a los focos militares insurreccionales que son
reducidos en plazos más o menos breves y no a una especie de oposición institucional como la
que se va a revelar en noviembre de 1948 y que dará fin al Gobierno de Gallegos. En todo
caso, lo que podríamos evaluar es el ritmo en la consolidación del criterio institucional de la
Fuerza Armada de su misión dentro de la Revolución, camino que no revelándose como
opositor en el decurso revolucionario, tendrá un efecto de enorme peso en su deslinde
definitivo de Acción Democrática y de Rómulo Betancourt en las postrimerías de 1948.
En el ámbito externo nos referiremos a la apreciación diplomática de la Revolución,
misma que encuentra partidarios que van desde la aceptación y el apoyo a la excesiva cautela,
marcando sobre todo en lo concerniente a la percepción que deviene de los Estados Unidos las
diversas fluctuaciones de su ritmo. Finalmente, en los otros agrupamos apreciaciones
individuales pero siempre en conexión con el Partido sobre la Revolución. Es una especie de
apreciación que persigue distinguir una visión popular sobre el proceso.
3.1. Aceptación y reconocimiento
Antes de que acabase el mes de octubre de 1945 en Miraflores ya se habían recibido
algunas notificaciones de reconocimiento diplomático que incluso, contenían apreciaciones
170
laudatorias para la Revolución triunfante.427
Esta es la consecuencia casi inmediata de un
anuncio que con la clarísima intención de dejar sentados los objetivos democráticos del
movimiento dirige Rómulo Betancourt en nombre de la Junta Revolucionaria de Gobierno el
20 de octubre –dos días después del estallido- al presidente de Colombia Alberto Lleras
Camargo, al líder del partido liberal colombiano y ex presidente Eduardo Santos, al igual que
para otras personalidades de América. Es la presentación de la Revolución venezolana en la
escena latinoamericana. Más allá de los datos informativos que contienen las notas, de los
nombres, de la intención por certificar el derribo del régimen medinista y de la precisión en el
control político y militar del país que tienen los hombres del movimiento, la demanda es que
los pueblos amigos de Indo-América colaboren en dar a lo ocurrido en Venezuela la
interpretación a que tiene derecho la solvencia moral de los hombres que la encabezan.428
Sin embargo, serán con propiedad dudas razonadas en torno a esa solvencia moral que
Betancourt pide se le reconozca a los hombres de la Revolución, lo que llevará a Gobiernos
como el británico y el estadounidense a cuestionar inicialmente y luego a retrasar -en espera
de más pronunciamientos- el reconocimiento del nuevo Gobierno colegiado. Antes que otra
cosa, Londres exige de los revolucionarios tres condiciones para reconocerles: garantía de los
negocios petroleros de sus nacionales, garantía de la compañía de teléfonos y la solución del
problema de personeros del antiguo régimen que se habían asilado en su embajada de
Caracas.429
Además, el Gobierno británico deja claro que esperará el resultado del sistema de
consultas interamericanas que ha activado Estados Unidos para decidir sobre el
427
Entre el 25 y el 27 de octubre R.B. cruza telegramas con J.M Velasco Ibarra, presidente de Ecuador. Éste
reconoce al nuevo Gobierno y da continuidad a las relaciones diplomáticas entre ambos países. Vid., ambos
telegramas en: ARB. T. VI-D, 556 y 557, respectivamente. El 29 de octubre, desde Ciudad de México, el
Gobierno republicano español en el exilio reconoce al Gobierno revolucionario y lo felicita por los sucesos del 18
de octubre. Vid. Telegrama de Fernando de los Ríos, Ministro de Estado de la República Española en el destierro
a R.B. ARB. T. VI-D, 558. El 30 de octubre de 1945, el vicepresidente de Chile escribe a Caracas notificando
que ha recibido la información sobre la instauración del nuevo Gobierno y da continuidad a las relaciones
diplomáticas. Vid. Telegrama de Alfredo Duhalde, vicepresidente de la República de Chile a R.B. ARB. T. VI-D,
560. 428
Telegrama de R.B. al doctor Eduardo Santos. Miraflores, 20 de octubre de 1945. También Vid. Cablegrama de
la Junta Revolucionaria de Gobierno al doctor Alberto Lleras, presidente de la República de Colombia. Caracas,
20 de octubre de 1945. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948. pp. 106-107. 429 “Revolución de Octubre de 1945. Traducción de documentos del Foreing Office”. Telegrama 1. ARB. T. VI-
D, 561.
171
reconocimiento.430
El problema para que se produzca el reconocimiento que aspira el nuevo
Gobierno de ambas potencias económicas no parece tanto lo intempestivo del movimiento
sino la presencia de Rómulo Betancourt y el recuerdo fijo de su militancia comunista, su
retórica antiimperialista y su hostilidad respecto a las compañías petroleras en Venezuela. Así
lo refiere M. Butler, alto funcionario del Foreing Office a Londres:
“El Jefe de la nueva Junta, Rómulo Betancourt, ha sido en el pasado tan hostil a la industria petrolera
que vamos a consultar a Washington si, antes de proceder al reconocimiento, ambos (gobiernos)
debemos dar instrucciones a nuestros Embajadores de pedir seguridades acerca de si el nuevo
Gobierno tiene el propósito de mantener la estabilidad de la industria petrolera que el gobierno
anterior declaraba de acuerdo con la ley de hidrocarburos, de 1943. Nosotros no debemos pedir una
seguridad como condición para el reconocimiento; debemos estar informados de las intenciones del
nuevo Gobierno. El Ministro de Energía (Ministry of Fuel) nos pide esto y el record de Betancourt lo
justifica”.431
En Venezuela como ya se ha adelantado, la Revolución es recibida con un ánimo de
aceptación casi unánime dentro de los grupos que hacen política o están en conexión a ellos.
Sin embargo, la unanimidad también cede espacios a las dudas y a las alertas sobre el modo
como debe conducirse la acción de gobierno en lo inmediato, en ese sentido, el énfasis estará
puesto en la necesidad de la restitución de las garantías constitucionales para activar de
inmediato la organización política. Dos elementos puntuales permiten sostener estos juicios:
En primer lugar, quienes en lo inmediato formarán partidos políticos reconocen el
modo como la Revolución inauguró un nuevo tiempo, ergo, reconocen en ella el inicio de un
proceso que de momento aspiran promisorio para todo el país.432
En segundo lugar, desde el 18 de octubre de 1945 y de la pluma de quienes en lo
inmediato adversarán con encono a Acción Democrática,433
aun cuando no hacen un juicio
430
Telegrama 2. Ibídem. 431 Minuta del 26 de octubre de 1945 suscrita por M. Bluter, alto funcionario del Foreing Office, Londres. ARB.
T. VI-D, 562. 432
Recuérdese el discurso de Rafael Caldera a propósito del acto inaugural de Copei el 13 de enero de 1946. Vid.
Programas políticos venezolanos de la primera mitad del siglo XX, p. 94. La aceptación por parte de Rafael
Caldera del cargo de Procurador General de la República en octubre de 1945 también ha sido leído como parte de
este cuadro de simpatía hacia la Revolución en la primera hora. Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio
Populista 1945-1948, pp. 50-51. 433
Por su hallazgo y puntualidad nos referimos a continuación a Elías Toro, Isaac J. Pardo y Jóvito Villalba, los
dos primeros, fundadores de URD y el segundo reconocido líder posterior del mismo partido, todos
pertenecientes a la Generación del 28.
172
épico sobre lo ocurrido –como quizá si lo hace Caldera-, encontraremos una dedicación a
esbozar en la prensa diaria su criterio sobre las debilidades del Gobierno depuesto. Sus
análisis, en cuanto a los términos que los componen, parecen conectados a los razonamientos
del Partido sobre la concepción del régimen de Medina como uno caduco, frágil y
desconectado de las exigencias nacionales.434
De ese modo se refieren al panorama de intrigas
que hubo alrededor de la elección de un nuevo candidato electoral por parte de Medina y a la
ponderación de su régimen como uno de políticas si bien acertadas lleno de fallas al final.435
También los artículos expresan dudas naturales. La principal que asalta a los
intelectuales es la heterogeneidad que se vislumbra en la composición del Gobierno
revolucionario y no porque esa pluralidad sea un problema en sí mismo sino por la posibilidad
de que ésta pueda mantenerse armónica en el tiempo.436
Finalmente, desde las columnas
periodísticas se alerta a la colectividad sobre la necesidad que existe de lograr en lo inmediato
las condiciones de paz y estabilidad fundamental para la restitución de las garantías
constitucionales que a la vez conduzcan a la organización de nuevos partidos que puedan
representar a los sectores que no lo estaban en el PCV, Unión Popular y AD.437
Estas actitudes
constituyen emplazamientos indirectos al nuevo Gobierno para que respete los propósitos con
los que se entroniza y para que no considere que el apoyo generalizado pero en diversos
matices hacia la Revolución implica una adhesión a Acción Democrática.
Esta visión preliminar es fundamental porque es la base de análisis de todas las
transformaciones perceptivas que sobre la Revolución se van a generar casi inmediatamente a
su producción, venciendo las condiciones de armonía y aceptación prístina hacia el
movimiento, dando paso a la cautela y a la aversión de los actores que la leen.
434
Cfr. Elías Toro, “Tres etapas”. El Nacional. Caracas, octubre de 1945. En: Rodolfo José Cárdenas, Copei en el
Trienio Populista 1945-1948, pp. 44-45. 435
Cfr. Isaac J. Pardo. “Posiciones”. El Nacional. Caracas, 29 de octubre de 1945. En: Ibídem, pp. 45-46. 436
Cfr. Isaac J. Pardo para El Nacional. Caracas, 13 de noviembre de 1948. En: Ibídem, pp. 46-47. 437
Cfr. Jóvito Villalba para El Nacional. Caracas, 2 de noviembre de 1945. En: Ibídem, pp. 47-48.
173
3.2. Estados Unidos
Por las implicaciones contextuales y por la complejidad de la cuestión, las incidencias
en torno al modo en que desde Estados Unidos se lee el advenimiento de la Revolución en
Venezuela merecen una mención particular. Más allá de cualquier intento por visionar esta
situación bajo un juicio nacionalista, debemos persuadirnos, tal como lo estuvieron los
hombres de la Revolución y lógicamente el Departamento de Estado en representación de la
Casa Blanca, que el reconocimiento y la marcha armoniosa de esta relación especialísima
garantizaría una fuente de inestimable tranquilidad para el nuevo régimen.
Las relaciones entre el Gobierno de los Estados y el de la Revolución pueden
apreciarse en torno a dos momentos sin que las características que definan a estos lleguen a ser
absolutas: el primero y más corto está representado por la actitud de inicial simpatía que desde
la embajada estadounidense en Caracas se profesará respecto al movimiento y sus actores
fundamentales, matizado por las lógicas distancias diplomáticas mientras ocurre el proceso de
información sobre la naturaleza del movimiento y las intenciones del nuevo régimen. El
segundo, comprende el inicio de una relación que gravitó entre la intranquilidad, la
desconfianza y la hostilidad debido a la incursión de un tercer y poderoso actor en medio de
ellos: las compañías petroleras. Su actuación tampoco fue inocente: exigirán presiones
diplomáticas a su Gobierno para que conmine a la Junta a ser clara con sus propósitos
impositivos en materia petrolera luego del sorpresivo decreto del impuesto extraordinario
durante el fin de año de 1945.438
A ello se le sumará en el ámbito estrictamente político el
papel que desempañará la embajada estadounidense en Venezuela en cuanto a la conversación
con actores, detractores e independientes ante la Revolución con el propósito de recoger sus
impresiones sobre la marcha del proceso y enviarlas a su Gobierno. De ello, la resultante más
438
Este aspecto en concreto ya ha sido abordado dentro de esta investigación. Vid. supra. Capítulo II. “Hacer la
Revolución” el apartado denominado “Petróleo y Revolución”.
174
nítida será la expresión de la suerte de animadversión hacia Acción Democrática que sienten
se ha ido colectivizando en la medida del decurso revolucionario.439
A contracorriente de lo que ha llegado a sostenerse en torno a la participación de
intereses estadounidenses en el derrocamiento de Medina que supusieron un respaldo a los
alzados, la documentación rescatada y analizada por López Maya revela algo distinto: la
embajada estadounidense en Caracas y por derivación el Gobierno de aquel país, resultaron
tan sorprendidos como los venezolanos con los sucesos del 18 de octubre de 1945. Dos
escenarios dan cuenta de ello: en primer lugar, la ausencia de información previa que al
respecto pudiera enviar el agregado militar norteamericano Henri A. Luebbermann sobre
sondeos en torno a posibles malestares dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas hacia el
Gobierno. En segundo lugar, la imprecisión en los detalles iniciales del movimiento que va
recogiendo el embajador Frank P. Corrigan sobre lo ocurrido y que sólo parecen más atinados
en la medida que la situación se va haciendo favorable a los complotados hasta que finalmente
ponen al país al corriente de lo sucedido; es decir, que la embajada estadounidense se hace del
conocimiento de la situación en un tiempo casi simultáneo al país entero.440
No será sino hasta
el 20 de octubre de 1945 el momento en que Corrigan informe al Departamento de Estado la
composición del nuevo Gobierno, cuando ya éste ha hecho su primera alocución la noche
anterior, el viernes 19.441
De estos primeros momentos debe rescatarse una impresión sostenida por Allan
Dawson, consejero de la embajada en Caracas quien escribe una carta confidencial a un oficial
439
El trabajo de Margarita López Maya: EE.UU. en Venezuela: 1945-1948 (Revelaciones de los archivos
estadounidenses) que ya hemos citado, es una referencia obligada para conocer al detalle datos fidedignos que
remiten a estos escenarios. Puede ser considerada una investigación definitivamente concluyente en torno a la
lectura que desde el Gobierno estadounidense se hacía del proceso político venezolano durante el período y,
naturalmente, al nivel de las relaciones entre estos. Su trabajo directo con la correspondencia diplomática enviada
desde Caracas por la representación norteamericana hacen invaluable este aporte. En adelante buena parte de
nuestro sostenimiento se hará en función a los detalles precisados en esa investigación. Aunque nuestras
referencias se hacen en torno a la obra publicada, también hemor revisado la versión original del trabajo
presentado por López Maya como Tesis Doctoral en Ciencias Sociales ante la Universidad Central de Venezuela
en 1994 bajo el título Las relaciones de los EE.UU. con Venezuela durante el “Trienio”. Una lectura de la
correspondencia diplomática del Departamento de Estado y su Embajada en Caracas. 440
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 118-122. 441
Cfr. Ibídem, p. 121.
175
estadounidense442
calificando de serios y profesionales a los militares que se han alzado en
Venezuela y recomendando que a manera de estimular en el futuro las mejores relaciones con
este sector se enviara como agregado militar a Caracas para sustituir a Luebbermann443
a algún
militar calificado y con experiencia de combate en la Segunda Guerra Mundial, cosa que
agradaría sobremanera a los jóvenes oficiales venezolanos.444
López Maya aporta un detalle preciso en la naturaleza del ánimo creado en Estados
Unidos por este movimiento. Indica que la Revolución se produce en un contexto en el cual
era recibido con beneplácito por Estados Unidos –incluso se aupaba- esta serie de cambios
políticos en América Latina mientras se amparasen en el propósito democrático. De hecho, en
algunos círculos funcionariales diplomáticos estadounidenses llegó a percibirse lo ocurrido en
Venezuela con el advenimiento del régimen revolucionario como un modelo.445
Sin embargo, esto no se proyectará totalmente en el tratamiento que desde Caracas dan
los funcionarios estadounidenses a lo ocurrido, intentando imponer la mesura y la cautela en
las informaciones que envían a Washington a propósito de las consultas para el
reconocimiento de la Junta. Pero, López Maya detectará en la correspondencia de Corrigan
algunos elementos que parecen más relacionados a lecturas personales y prejuiciadas sobre las
causales de la insurrección que observaciones con firmeza imparcial. Aunque parece
apreciarse lo ocurrido en Venezuela, también en Estados Unidos había sido ponderado como
democrático el Gobierno de Medina, a pesar de que en los últimos meses se había visto con
preocupación el aumento del malestar público hacia su Gobierno que se ventilaba en la prensa
y en todo tiempo, su alianza circunstancial con los comunistas venezolanos. Empero, Corrigan
que había entablado amistad con López Contreras no ocultaba mucho su complacencia y
contrariamente su animadversión hacia Medina.446
En los días posteriores al 18 de octubre
desde la embajada en Caracas se enviarán a Washington artículos de prensa venezolanos y
442
La carta estaba dirigida al general de brigada Kenner F. Hertford de la División de Operaciones del
Departamento de Guerra. Cfr. Ibídem, p. 122. 443
Luebberman será sustituido del cargo de agregado militar estadounidense en la embajada en Caracas a raíz de
su impericia para notificar pertinentemente a su Gobierno sobre la conspiración militar en Venezuela durante
1945. Al final este oficial deja constancia que no tenía información alguna al respecto. Cfr. Ibídem, p. 122. 444
Cfr. Ibídem, p. 123. 445
Cfr. Ibídem, pp. 124-125. 446
Cfr. Ibídem, p. 127.
176
extranjeros que coinciden en destacar como causales incontrovertidas del alzamiento el
malestar militar y político por el modo en que Medina se servía de su partido -el PDV-, para
ejercer su dominación política, aunado a las denuncias de corrupción administrativa. Ellos,
aunque no son redactados por la embajada, para López Maya, el que hayan sido enviados
como información diplomática pueden referir a que el embajador en algún modo se hacía eco
efectivo de su contenido.447
Del otro lado de estas apreciaciones e intenciones veladas, aparece la impresión sobre
los hombres de la Revolución. En ellas, Corrigan deja entrever su proclividad a privilegiar en
términos de beneplácito a los militares complotados por encima de los civiles de AD
comprometidos en la conjura. En sus correspondencias a Washington sus mejores referencias
son sobremanera en torno a los primeros.448
Según López Maya, al valorarse el tipo de
informaciones e impresiones que en la primera hora posterior a los sucesos salen de la
embajada estadounidense en Caracas a Washington es posible apreciar que estas tienden a
desfavorecer al Gobierno depuesto y resultan progresivamente positivas respecto a los
alzados.449
En adelante el Gobierno de Estados Unidos tiene un propósito claro: por un lado reunir
la mayor cantidad de información posible sobre las aspiraciones colectivas de los alzados y
también construir una suerte de record político individual, por el otro, obtener la certeza de
que el movimiento tiene control efectivo del país, todo ello en ánimo de reconocerle. Desde la
embajada en Caracas se irá progresivamente dando respuesta a esas cuestiones.
En un informe del FBI dirigido hacia la División de Correlación de Actividades
Externas del Departamento de Estado se dan dos garantías primordiales para el Gobierno
estadounidense en torno a los hombres de la Revolución: el que son pro- EE.UU., y casi todos
ellos anti-comunistas.450
Destaca de este informe donde también se pormenorizan según la
447
Cfr. Ibídem, pp. 125-128. 448
Según López Maya, en una de estas correspondencias Corrigan se refiere a los militares complotados como un
grupo inspirado en los más altos motivos patrióticos. Rescata también la autora un elemento importante y es que
tal declaración parece inusitada en un hombre que según refiere su hijo sentía verdadero rechazo por los
militares en política. Cfr. Ibídem, p. 127 y nota al pie de página número 25 en la misma página. 449
Cfr. Ibídem, p. 129. 450
Cfr. Ídem.
177
información obtenida algunos detalles para la preparación de la conjura, sobre todo lo
concerniente con la distribución del poder de fuego, una valoración personal de Rómulo
Betancourt que López Maya sintetiza:
“…el FBI tenía claro que Betancourt fue comunista en Costa Rica, pero fue expulsado de ese partido en
1932 por desobedecer las normas del partido. También por comunista fue expulsado de Venezuela en
1937, por parte del gobierno de López Contreras, pero en aquella época señalaba el informe, el mote de
comunistas era una excusa para expulsar a la oposición del país. Betancourt es: inteligente, sincero,
muy nacionalista e individualista al extremo”, criticó vehementemente la colaboración de los
comunistas en el gobierno de Medina Angarita; es partidario de gravar fuertemente las compañías
petroleras. Como líder de Acción Democrática ha centrado sus esfuerzos en luchas contra la influencia
del comunismo en su país y en los sindicatos petroleros. En resumen, según este documento, Betancourt
parece altamente confiable, a excepción de la veta “muy nacionalista”.451
De modo que, de Betancourt parece preocupar sobremanera la retórica nacionalista y la
forma como esta se proyecta a la vida económica, específicamente a las relaciones entre el
Estado y las compañías petroleras extranjeras. Más allá de eso, el Gobierno estadounidense va
persuadiéndose poco a poco de la factibilidad de reconocer a los revolucionarios.
Según López Maya, el 21 de octubre de 1945 se iniciarán las consultas directas por
parte del Departamento de Estado a la embajada estadounidense en Caracas sobre las
condiciones y certezas de estabilidad del nuevo Gobierno.452
Cuatro episodios tendrán lugar en
el marco de los juicios y presiones que se ejercerán para reconocer a la Junta.
En primer lugar, lo que resulta primordial para la Casa Blanca es cerciorarse de si en la
ocurrencia de la Revolución había algún indicio de influencia externa y si su orientación es
democrática.453
Aunque el petitorio que a este respecto rescata López Maya no lo evidencia
directamente, es posible inferir que aquella pregunta persigue dejar claro si la Unión Soviética
ha tenido algún tipo de influencia en el estallido. Garantizada la autoctonía de la insurrección
se despliega el segundo escenario.
451
Cfr. Ibídem, p. 130. 452
Cfr. Ibídem, p. 131. 453
Cfr. Ibídem, p. 132.
178
Independientemente de los manejos diplomáticos, representantes de las principales
compañías petroleras estadounidenses con intereses económicos en Venezuela454
sostendrán
una reunión con miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno apenas cuatro días después
del estallido, el 22 de octubre. La celeridad da cuenta de la tensión y premura con la cual estas
empresas aspiraban hacerse una idea clara del modo en que la Revolución podría afectarles o
beneficiarles. La cuestión central que llevan a Betancourt y a los demás miembros es ¿cuál
sería la política en materia petrolera del nuevo Gobierno? La Junta otorga seguridades y
Betancourt deja hablar a quiénes serían los responsables de los dos ámbitos sensibles en
materia petrolera: el impositivo y el laboral. Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien como encargado
del Ministerio de Fomento dice que aunque el Gobierno no tiene un acuerdo preciso de sus
acciones respecto al negocio petrolero, está claro que un primer objetivo es cerciorarse de que
la Ley de Hidrocarburos de 1943 es realmente equitativa y si los pagos que deben hacer las
compañías según esta establece han sido realizados. Luego le corresponde a Raúl Leoni
otorgar garantías en materia laboral, insistiendo que el Gobierno no tiene como propósito
estimular la anarquía sindical y que a través del partido Acción Democrática quien controla la
mayor parte de los sindicatos petroleros se estimulará la paz laboral en los campos.455
Cuando
los representantes transmiten los resultados de sus conversaciones con el Gobierno a la
embajada de Estados Unidos en Caracas por cuya mediación esperaban llegasen los datos a
sus casas matrices en aquel país, indican que a pesar de las seguridades creen que la alta
relación con el ámbito laboral que tiene AD generaría tensiones y que debía estudiarse una
suerte de paquete de ajustes definitivos en esa materia antes de que se iniciaran las presiones
políticas.456
En tercer lugar, el Departamento de Estado activa el protocolo de preguntas para
proceder al reconocimiento. López Maya las recoge: 1) ¿Tiene la Junta el control de “facto”
del aparato gubernamental y del país? 2) ¿Tiene el apoyo general sin una oposición activa?
3. ¿Han manifestado su intención de cumplir con las obligaciones internacionales existentes y
454
López Maya apunta los representantes, empresas y firmas internacionales: Proufid por Creole (SONJ), Loudon
de la Caribbean (Shell) y Bradbury de la Mene Grande (Gulf). Cfr. Ibídem, p. 133. 455
Cfr. Ibídem, pp. 132-134. 456
Cfr. Ibídem, p. 135.
179
está capacitado para ello?457
Las respuestas del embajador Corrigan hacen que la situación se
ubique en la complacencia del Gobierno estadounidense. Afirma que la Junta tiene el control
del país, que no existe oposición organizada aunque podría existir una muy fuerte a posteriori
nucleada en torno a López Contreras y que hasta el momento la Cancillería había manifestado
la voluntad venezolana de cumplir con los acuerdos internacionales.458
Con estas seguridades y tras los resultados de las consultas diplomáticas que promueve
el Gobierno de Estados Unidos a través de sus embajadas en Latinoamérica respecto a la
posición de demás gobiernos, termina dando luz verde al reconocimiento de la Junta y notifica
a su embajada que el mismo tendrá lugar el 30 de octubre. Pero aparece un imponderable que
marcará los matices de hostilidad posterior hacia el Gobierno revolucionario por parte de
algunas compañías petroleras: un sobrevenido clima de desconfianza respecto a las
seguridades otorgadas por el Gobierno venezolano los lleva a presionar al Departamento de
Estado a través de la embajada en Caracas para que postergue el reconocimiento hasta el
momento en que se otorguen garantías más fiables sobre la disposición venezolana a cumplir
los términos de la Ley de Hidrocarburos de 1943, con lo cual el embajador Corrigan se hace a
las presiones y ya no parece tan convencido de lo oportuno del reconocimiento que ahora
considera apresurado. Finalmente el Gobierno de Estados Unidos a través de una nota
diplomática reconoce a la Junta Revolucionaria de Gobierno el 30 de octubre de 1945.459
El buen ánimo de las relaciones durará sólo los venideros dos meses y en enero de
1946 se abrirá un nuevo y permanente abanico de tensiones cuyo centro serán las medidas
impositivas que progresivamente va tomando la Junta para aumentar su recaudación ante las
empresas petroleras y la creencia empresarial de que Acción Democrática alienta
inestabilidades laborales dentro de la industria a través del control sindical. A este escenario le
hemos dedicado algunas páginas y detalles en el apartado anterior.
López Maya refiere que desde el 31 de diciembre de 1945 con la sanción del impuesto
extraordinario las relaciones entre ambos Gobiernos serán influenciadas por las compañías
457
Cfr. Ídem. 458
Cfr. Ídem. 459
Cfr. Ibídem, pp. 136-137.
180
petroleras como tercer actor, quienes presionarán al Gobierno de Estados Unidos para que a su
vez haga lo propio con el venezolano en busca de garantías para sus intereses económicos
evitando nuevos impuestos. Ello no sólo derivará en una tensión permanente, sobre todo
porque de forma velada el Gobierno de los Estados Unidos reconoce el derecho de Venezuela
a exigir mayor participación, pero a la vez está en la obligación de respaldar los intereses de
sus nacionales. El tema impositivo será en el futuro una fuente de inestabilidad y desconfianza
entre los tres actores.460
Si dentro del esquema de tensión y desconfianza que caracterizará la relación entre
estos actores desde 1946 en torno al tema impositivo se encuentra el origen de las mayores
discrepancias entre el Gobierno venezolano, el estadounidense y las empresas petroleras,
resulta imprescindible la idea que se va haciendo el Departamento de Estado de la situación
política venezolana sobre todo a partir de 1947 en función a las lecturas que va realizando su
embajada en Caracas. En este año y en 1948 la embajada estadounidense en Venezuela será
una fuente de comentarios permanentes a su Gobierno sobre la inestabilidad política del país,
la actuación del Partido y las valoraciones personales sobre los miembros de la Junta.
Para 1947 ya el embajador Corrigan parece haberse hecho una idea suficientemente
clara de las tensiones internas dentro del Gobierno venezolano y de los principales argumentos
que respaldan la animadversión recogida en el ambiente político y dirigidos sobremanera hacia
Acción Democrática, no dejando suficientemente claro cuando aquellos comentarios se
referían a lo recogido en el contexto o cuando formaban parte de su propio juicio.
Ejemplos sobre la materia son abundantes. En febrero de 1947 escribe al Departamento
de Estado haciendo una descripción del momento político venezolano, en ella se cuelan
algunos elementos sobre Valmore Rodríguez. Dice que a pesar de su pasado como ex marine
de los Estados Unidos, éste ha sido uno de los militantes de Acción Democrática con más
inclinación comunistoide [sic], que estuvo al frente del Ministerio de Relaciones Interiores que
controla las fuerzas policiales y que por discrepancias con los militares por su presunta
responsabilidad en el armamento de civiles proclives al Partido fue transferido al Ministerio
460
Cfr. Ibídem, pp. 141-196. También, Vid. supra, el apartado titulado “Petróleo y Revolución”.
181
de Comunicaciones desde donde parece seguir con las mismas labores. Corrigan sostiene que
esto ha constituido una de las principales campañas contra el Gobierno de la Junta, pero
concretamente, contra AD. Sin embargo, parece compartir la impresión cuando dice: “Esta
peligrosa táctica de armar civiles para contrapesar a los militares es algo profundamente
preocupante”. Con ello el embajador le está dejando claro a su Gobierno que considera
probados los intentos de AD por crear milicias populares. De hecho, cuando escribe a
Washington cuenta que él mismo le preguntó a Betancourt sobre esta cuestión, Betancourt lo
negó e intentó persuadirlo pero para Corrigan el presidente no fue convincente.461
Destacan en esta misma correspondencia algunos juicios sobre Rómulo Betancourt
cuyo punto de coincidencia es su valoración como un maniobrero por salvar su barco:
“Betancourt, en un esfuerzo por mantenerse como Jefe de Estado, adoptó dos métodos: (1) adular y
cultivar a aquellos militares influenciados a favor de Mario Vargas, sobre el cual parece tener un
dominio psicológico debido a su mejor preparación y fuerte personalidad. Betancourt no tiene este
ascendiente sobre Delgado Chalbaud, quien es su igual en inteligencia y tal vez lo equipara en fortaleza
de carácter; (2) fortalecer al Partido Acción Democrática por todos los medios posibles. […]
De todas formas, Betancourt, demostrando habilidades inesperadas, ha sido capaz de permanecer a la
cabeza hasta ahora, pero su posición se ha debilitado considerablemente debido a ciertos errores
políticos. Ha demostrado ser un gran líder sectorial pero hasta ahora no se ha convertido en un gran
líder nacional.
Se dice que también Betancourt ha permitido que los comunistas armen a sus militantes con el objeto de
aceptarles su ayuda para “contrarrestar una invasión de López Contreras”; un rumor que ha sido
divulgado ampliamente por El País, del partido, y los periódicos controlados por los comunistas, El
Nacional y Últimas Noticias.”462
Otro importante indicador que maneja Corrigan en torno a la situación política son
informaciones relacionadas a conspiraciones militares sobre las cuales polemiza en lo
concerniente a la participación o no de López Contreras en ellas. Sobre ese caso, su actitud
tiende a exculpar al andino. Refiere a Washington una muy explosiva e inquietante situación,
además del grado de desconfianza colectiva sobre el real control que puede tener la Junta de la
paz del país, indicando que resulta un lugar común en las reuniones sociales preguntarse
461
Cfr. Carta del embajador Frank P. Corrigan al Secretario de Estado. Asunto: Recuento de la evolución política
de Venezuela. Caracas, 24 de febrero de 1947. N° 9783. En: Simón Alberto Consalvi, Auge y caída de Rómulo
Gallegos, pp. 63-69. [En adelante, cuando nos estemos refiriendo a este trabajo será específicamente a su sección
“Los documentos anotados”, un conjunto documental recabado por Consalvi en los Archivos Nacionales de
Washington y reproducidos totalmente al final de su trabajo, constituyendo la mayor parte del mismo]. 462
Cfr. Ibídem, pp. 64-65.
182
“¿cuándo sucederá?”463
Corrigan también se refiere a la lectura que hacen las élites
económicas sobre la Revolución. Según recoge en este conjunto de reuniones, el Gobierno
venezolano no habría sabido sacar provecho del malestar que grupos económicos habían
acumulado contra el gomecismo y sus herederos pese a que habían resultado favorecidos y que
vieron en el movimiento una posibilidad de cambio real en el país. Considera que el Gobierno
ha dado suficientes muestras de querer mantener alienado a ese sector, dentro de ellas ubica la
sanción del Decreto 321 y el encarcelamiento de Jóvito Villalba, ligado al sector universitario
y de quien se decía participaba en conspiraciones.464
Esta correspondencia como balance también recoge los principales argumentos que ya
había empezado a apuntalar la oposición política interna hacia el Gobierno y que habían
encontrado en Acción Democrática un mejor cuerpo, casos como: la mala administración, la
malversación de fondos públicos, la tortura de prisioneros políticos, y la desilusión que ha
representado la Asamblea Nacional Constituyente que se retrasa en su objetivo primordial que
es discutir y aprobar una nueva Constitución, al tiempo que se dedica a otros como promover a
oficiales militares afectos a AD o dirigir investigaciones policiales, serán referidos por
Corrigan al Departamento de Estado como parte de los señalamientos hacia AD en el
contexto.465
Otra fuente de malestares y desavenencias hacia el manejo de la situación política de
Venezuela la recogerá la embajada de Estados Unidos en Caracas directamente de actores
comprometidos en la marcha del movimiento y las enviará a su Gobierno queriendo aludir con
ellas el nivel de crítica interna y en algunos casos de mínima defensa que alienta la
Revolución.
En marzo de 1947, John P. Hoover, encargado de negocios de la embajada
estadounidense en Caracas sostiene una breve reunión con Jesús María Herrera Mendoza,
presidente del Banco Central de Venezuela (BCV) y cuyo contenido el primero sintetizará en
una nota que enviará a Washington. Herrera hace serios cuestionamientos a la situación del
463
Cfr. Ibídem, pp. 66-67. 464
Cfr. Ibídem, pp. 67-68. 465
Cfr. Ibídem, pp. 66 y 68.
183
país y a la responsabilidad del Gobierno en ellos. Le habla al encargado de negocios sobre el
despilfarro alocado de los fondos públicos y la poca promoción de fuentes de riqueza; sobre la
forma como el Gobierno desoye sugerencias de personas con alta competencia técnica, al
tiempo que se rodea de aquellos que previamente consienten sus posturas. La animadversión
hacia el gomecismo y sus herederos le ha llevado a negar la consideración de algunas
personalidades con experiencia para acometer determinadas labores urgentes y por tanto, las
direcciones fundamentales han sido ocupadas por hombres de AD o simpatizantes de AD.
Finalmente el presidente del BCV dice aspirar el advenimiento de una situación de estabilidad
que considera muy distante de los propósitos de la Revolución.466
En los primeros meses de 1947 la embajada estadounidense en Caracas parece tener
claro todo el panorama problemático que con el tiempo sólo se complejizará y hará evidente a
posteriori lo que Consalvi ha denominado como ausencia de solución de continuidad para
referirse al proceso de conspiración y malestares civiles y militares respecto a la Revolución y
que luego terminarán desatándose en el Gobierno constitucional. Y ello a juzgar por el manejo
de los principales juicios que se hace la oposición política de AD y que no sólo serán muy
claros en 1948 sino casi colectivos.
En 1947 Corrigan avisa permanentemente a su Gobierno sobre la situación de
inestabilidad de la Junta, sobre el carácter radical del Gobierno y la ola de desavenencias en su
contra que se hacen públicas. El embajador logra una confesión crucial para completar este
cuadro: Carlos Delgado Chalbaud, representante militar en la Junta y encargado del Ministerio
de la Defensa le asegura que la mayor parte de los militares que participaron en el golpe odian
a Acción Democrática mientras que el embajador confirma que según sus propios informes
ese sentimiento es general en todo el Ejército. A pesar de la seria confesión de Delgado
Chalbaud, éste mismo sostiene que todos los hombres a su cargo estarían a disposición de
enfrentar cualquier movimiento contrarrevolucionario.467
466
Cfr. Memorándum de John P. Hoover a Charles F. Knox, Jr. Sobre: Conversación con el Dr. J.M. Herrera
Mendoza. En: Simón Alberto Consalvi, Auge y caída de Rómulo Gallegos, pp. 71-72. 467
Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Secreto. Asunto: Conversación con el Ministro de Defensa
Nacional. Caracas, 8 de marzo de 1947. N° 9856. En: Ibídem, pp. 75-78.
184
Sobre este caso hay que detenerse un poco y evaluar las condiciones en las que ocurre
tal infidencia. El contexto revela el modo como la embajada estadounidense en Caracas trata
de hacerse ideas más claras sobre la situación política del país tras la ponderación de
informantes fundamentales, esto ocurre en un almuerzo organizado por el embajador con
varios invitados pero donde el más importante era Delgado Chalbaud. No están privilegiando a
los que suponen de entrada tienen posiciones adversas: el presidente de Creole también
participa en la reunión, luego el embajador hará lo propio con Betancourt y con Andrés Eloy
Blanco, es decir, han activado una red informativa que privilegia fuentes directas y confiables.
Pero por otro lado, aun cuando Delgado da seguridad sobre la estabilidad militar del régimen,
también se encuentra en la misma labor del embajador, huelga decir, buscando impresiones, y
del mismo modo como se deja interrogar por el funcionario lo hace él, obteniendo de Corrigan
la confesión de malos augurios para el país según las ideas que él ha podido hacerse sobre la
base de los informes que recibe. Ello es importante destacarlo porque da cuenta como
pudiendo inferir que Delgado trabaja para la Revolución, la labor progresiva de nutrirse con el
contexto no necesariamente derivó en la buena marcha del destino querido por el movimiento.
Con una idea de la opinión diplomática, Delgado busca hacerse una más clara de algún
representante de los intereses económicos estadounidenses y por eso luego concreta con Mr.
Proudfit, presidente de Creole para profundizar sobre la conversación sostenida en el almuerzo
con el embajador. La línea será la misma: Delgado inquiere al empresario sobre su parecer
respecto a la situación venezolana. El petrolero es directo y dice hablar según lo que escucha
en su amplia red de relaciones sociales: a la población le ha incomodado la demora en las
actividades de la Asamblea Constituyente y su ocupación en labores que bien pudiese abordar
el próximo Congreso; AD se comporta como un partido excesivamente exhibicionista, no
debió haber tolerado el ataque comunista a la Iglesia Católica durante las discusiones internas
sobre la ley de patronato y al permitirlo se convirtió en su cómplice; finalmente le habla sobre
la viabilidad de que las decisiones del Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa
fuesen revisadas por algún órgano imparcial.468
468
Luego de la conversación, Proudfit le refiere los detalles al embajador Corrigan quien a su vez los escribe al
Departamento de Estado. Cfr. Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Asunto: El Ministro de Guerra y el
185
Corrigan también explicará a su Gobierno sus impresiones sobre los manejos internos
de AD, incluso, se referirá a informaciones obtenidas sobre el avance de divisiones internas
dentro del Partido. En marzo de 1947 sostiene una conversación con Andrés Eloy Blanco,
presidente de la Asamblea Nacional Constituyente. El informe que a propósito de referir los
detalles de esta conversación envía Corrigan a Washington posee más datos en torno a
elucubraciones del embajador que precisiones propias de Blanco. Las infidencias de Corrigan
al Departamento de Estado giran en torno a la división de AD sobre el tema de la escogencia
de un candidato presidencial y a la fuerza que ha adquirido dentro del Partido el señalamiento
de Gallegos como un candidato débil.
El tema de la debilidad de los considerados hombres claves dentro de AD lo tocará
Corrigan de una forma particular poniendo como ejemplo al mismo poeta Blanco. Refiere a
Washington que Blanco da la impresión de no estar completamente cómodo con la posición
política que le corresponde asumir al frente de la Asamblea, donde el principal escollo lo
constituye frenar las ambiciones de AD considerada una fuerza política incuestionable después
de las elecciones de octubre de 1946. Va más allá. Considera que la reticencia que existe hacia
Gallegos en el seno del Partido, aun cuando este fue su estandarte nacional en la candidatura
simbólica de 1941, se debe a la opacidad frente a una figura que con la Revolución adquirió
brillo de nuevo astro: Rómulo Betancourt. Cita en su informe un juicio de Andrés Eloy Blanco
que da cuenta del modo como Betancourt parece el referente de estabilidad y hombre de poder
en el momento y al mismo tiempo intenta reflejar una suerte de debilidad de Blanco frente a
las circunstancias. También se pronuncia contra el error que supuso el modo como llegaron a
conducirse los juicios por peculado. La nota es excepcional:
“Yo sé que no soy un hombre fuerte –confesó- y, ¡ooh… como quisiera serlo! Me doy cuenta de la
posición en que me encuentro y de la responsabilidad que tengo. Necesito apoyo. Necesito apoyo con
urgencia. Yo no sé si éste –indicando a Betancourt- está conmigo o no. Creo que sí, yo creo que sí…
pero no estoy seguro. Yo soy un hombre de moderación. Creo en una política de generosidad. Espero
que pueda ser lograda. Los “juicios” fueron un gran error. Eso debe ser corregido, ¿pero cómo? Yo no
sé qué hacer y necesito un apoyo fuerte”.469
presidente de Compañía Petrolera conversan nuevamente sobre la situación política. Caracas, 15 de marzo de
1947. N° 9891. En: Ibídem, pp. 81-84. 469
Vid. Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Confidencial. Asunto: Conversación con el presidente de la
Asamblea Constituyente. Caracas, 17 de marzo de 1947. N° 9887. En: Ibídem, pp. 86-87. La sección citada
pertenece a la página 87.
186
Walter J. Donelly sustituirá a Corrigan como embajador de Estados Unidos en
Venezuela en 1947. Donelly enviará dentro de los meses finales de la Revolución una serie de
correspondencias rescatadas por Consalvi sobre las que merece la pena comentar. En un estilo
más sobrio que el de Corrigan, el nuevo embajador enviará al Departamento de Estado un
largo informe sobre los resultados de las elecciones presidenciales y parlamentarias realizadas
en diciembre de 1947. Sus argumentos resultan ser ponderados y no pretenden procurar el
escándalo de su Gobierno. Anota comentarios sobre las plataformas partidistas de AD, Copei,
URD y el PCV, incluyendo valoraciones de sus respectivos candidatos; también envía cuadros
con resultados muy detallados. El recuento permite apreciar la forma en la cual Donelly valora
los procedimientos legales que condujeron este proceso, a juzgar por todo el recorrido
descriptivo que hace desde la aprobación del Estatuto Electoral en 1946. Hemos detectado
sólo un criterio si bien amparado en sus observaciones e informes, delicado e incluso
contradictorio: cuestiona la equidad del proceso electoral. Al respecto dice que teniendo AD
una abrumadora cantidad de militantes a nivel nacional y exigiendo de ellos el pago de
cotizaciones, esto le ha permitido llevar a cabo una intensa campaña electoral. Lo más
delicado de su nota es cuando afirma que AD no escapó de la tentación de usar los recursos
públicos para su beneficio electoral, sobre todo en lo concerniente a apuntalar su organización
a lo largo de todo el país y estableciendo un control sobre el movimiento obrero organizado.
Lo contradictorio es que después de ambas afirmaciones y sobremanera, después de la
segunda, el embajador sostiene que la elección debe ser caracterizada como libre y
equitativa.470
La correspondencia diplomática al cierre de 1947 e inicios de 1948 se referirá
fundamentalmente sobre la situación de inestabilidad que se cierne en torno al nuevo Gobierno
de Gallegos aún no estrenado. Ya para diciembre de 1947 Donnelly informa a Washington que
los militares parecen divididos en torno al apoyo hacia Gallegos y que el sector que le brinda
su respaldo se ha articulado alrededor de Mario Vargas mientras que el adverso alrededor de
Marcos Pérez Jiménez. Las alertas sobre el malestar vivido dentro de las Fuerzas Armadas son
constantes, también aquellas que dan cuenta sobre pugnas internas dentro del Partido y que
470
Cfr. Informe que envía Walter J. Donnelly al Secretario de Estado. Asunto: Informe sobre las elecciones
venezolanas del 14 de diciembre de 1947. En: Ibídem, pp. 100-118.
187
tienen como centro las críticas hacia Gallegos. El embajador también insistirá en una suerte de
gran rumor importante en el contexto y que se ha proyectado en las descripciones y análisis
posteriores sobre el período: la presunta distancia entre Gallegos y Betancourt después de la
elección del primero, reflejando otras de las aristas de la división del Partido.471
Otra de las
informaciones enviadas con detalles a Washington son las denuncias que hará Betancourt en
nombre de la Junta sobre el descubrimiento de un presunto plan dirigido por Rafael Leónidas
Trujillo para invadir Caracas desde Nicaragua y perpetrar un bombardeo sobre la capital
durante la toma de posesión de Gallegos.472
Otro aspecto sensible en las relaciones entre Estados Unidos y el Gobierno
revolucionario será el tema de la cooperación interdisciplinaria. En el trabajo de López Maya
que hemos venido refiriendo se registran importantes pormenores al respecto. Cabe destacar,
tal como indica la autora, que a pesar de que al producirse la Revolución, Estados Unidos veía
con beneplácito ese tipo de movimientos en América Latina, sobre todo si se ejecutaban en
nombre de la democracia, ello no significaba que en general a partir de 1945 la región
pareciese de altísima importancia para aquel país. En realidad, el esquema general de
comportamiento de Estados Unidos respecto a América Latina a partir de 1945, esto es,
después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, será bastante laxo al menos en lo
concerniente al estímulo de programas de desarrollo económico, materia social y de
abastecimiento alimentario, comparado con su preocupación al respecto durante los años del
conflicto, pero, será de una altísima colaboración en lo que refiere a temas militares,
específicamente en lo relacionado a intercambios y dotación de equipos bélicos.473
Sin embargo, el caso venezolano será excepcionalmente apreciado en Estados Unidos,
y es lógico pensar que esto se deba a la condición particular de Venezuela dentro de la región
como país petrolero en medio de un ensayo democrático. Tal situación se vio reflejada a través
de un proceso de acercamiento en lo militar y aunque no se establecieron nuevos convenios de
471
Cfr. Telegrama de Donnelly al Secretario de Estado. Caracas, 31 de diciembre de 1947. En: Ibídem, p. 119.
También Cfr. Carta de Donnelly al Secretario de Estado. Restringido. Asunto: El Presidente electo Rómulo
Gallegos. Caracas, 5 de enero de 1948. En: Ibídem, pp. 120-122. 472
Cfr. Telegrama de Donnelly al Secretario de Estado. N° 88, Control 63. Caracas, 2 de febrero de 1948. En:
Ibídem, pp. 123-126. Vid. infra: “Trujillo y la conspiración internacional”. 473
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 229-230.
188
cooperación para el desarrollo económico y el abastecimiento alimentario, se trabajó en
función a los existentes hasta que éstos fueron desactivados hacia 1947. De tal modo que
Venezuela gozó en alguna medida de un trato preferencial en lo concerniente a las políticas de
desarrollo por parte del Gobierno estadounidense durante el período.474
López Maya considera que ese trato especial se debe a dos causas correspondientes:
una vez reconocido el Gobierno revolucionario por parte de Estados Unidos, este país reflejó
que su objetivo era contribuir a la estabilidad política de Venezuela, de modo que, los
intereses económicos de sus nacionales y en especial los petroleros no se viesen afectados,
pero tal estabilidad pasaba esencialmente por presionar al Gobierno provisorio venezolano de
que allanase con rapidez la vía constitucional y le diese al país un gobierno legítimo; entonces,
los objetivos claros serían la promoción de la estabilidad política para garantizar intereses en
Venezuela bajo el amparo de la protección y estímulo de una democracia en formación.475
El Gobierno revolucionario hizo lecturas similares a la estadounidense, huelga decir,
percibió su interés para la promoción de la estabilidad, y una vez conocido el reconocimiento a
finales de octubre de 1945 y gozando de la tranquilidad circunstancial que éste otorgaba
empezó a hacer exigencias teniendo como respaldo el surtido petrolero. Esto marcó a lo largo
del período una relación donde si bien sobresalían los entendimientos también hubo espacio
para múltiples fricciones. La impresión que recoge López Maya de la correspondencia
diplomática estadounidense era que el Gobierno venezolano no sólo aumentaba sus exigencias
en el plano de colaboración militar y de abastecimiento alimentario sobremanera, sino que
éstas no se veían compensadas con una estabilidad en el negocio petrolero, sometiendo a las
compañías a nuevos impuestos y a la intranquilidad por la eventual sanción de muchos otros.
Incluso, ni siquiera en los planos de colaboración descrita ocurrió una plena empatía: al
tiempo que el Gobierno venezolano exigía y culpaba, el estadounidense parecía cada vez más
reticente.
Los dos ámbitos constituyen ejemplos precisos. Desde el reconocimiento por parte del
Gobierno estadounidense la Junta, obligada a cumplir uno de los propósitos de la Revolución,
474
Cfr. Ibídem, p. 230. 475
Cfr. Ídem.
189
sobre todo de los militares dentro de ella, inició una larga carrera de negociaciones dirigidas a
obtener en Estados Unidos material bélico de nueva tecnología, pertrechos militares y
rudimentos de intendencia. Los contactos se establecen directamente con el Departamento de
Guerra de Estados Unidos lo que inicialmente no supuso problemas hasta que intervino la
embajada en Caracas y el Departamento de Estado. Mientras los militares estadounidenses no
oponían resistencia a las exigencias venezolanas sí lo hicieron estos dos últimos, abogando
siempre que el objetivo del Gobierno estadounidense sería propiciar la estabilidad política del
país pero sin la necesidad de potenciar el poder de fuego de los militares, esto al menos hasta
que existiese un gobierno legítimo. Lo que entendería a posteriori el Departamento de Estado
es que una de las formas de apostar a la estabilidad política interna en Venezuela era la
complacencia a los militares que sobre todo por el tema de la modernización del sector se
habían apuntado a la Revolución.476
Deteniéndonos en los argumentos de los militares venezolanos para estimular la
presión sobre Estados Unidos con el tema de la compra de equipos y armas, no sólo puede
leerse el modo en que éstos persiguen el beneficio principal que motorizó su actuación el 18
de octubre de 1945, sino como expresan que de ello depende en gran medida la marcha del
proceso y su estabilidad, pero sobre todo, porque constituye una forma de elevar la moral
militar, envuelta quizá en una revolución que parecen no necesariamente sentir en
correspondencia a sus deseos. El episodio es descrito excepcionalmente por López Maya:
“El mayor Pérez Jiménez se le habría sincerado para comentarle que la misión era muy útil para la
moral y la disciplina de las FF.AA., fuertemente afectada por la “revolución de octubre”, y le daría
prestigio y autoridad al Ejército en momentos en que hay “muchos enemigos de la revolución tratando
de avergonzar al gobierno y al Ejército”. Delgado Chalbaud también le comentó que la misión
“mantendría ocupado” al Ejército.”477
Finalmente el mismo Betancourt terminará persuadiendo al embajador Corrigan para
que se levanten las presiones sobre la venta de equipamiento militar a Venezuela con la
garantía de la estabilidad de la situación política, del control pleno del Gobierno sobre las
476
Cfr. Ibídem, pp. 232-233. 477
Cfr. Ibídem, p. 234.
190
Fuerzas Armadas y la promesa de una pronta vuelta al camino constitucional y a sabiendas
ambos que del éxito de esta misión depende parte fundamental de la marcha revolucionaria.478
El tema de la cooperación respecto a programas de desarrollo económico y
abastecimiento también resultó de altísima sensibilidad. Sobre este aspecto Estados Unidos
también actuó bajo la premisa de propiciar y mantener la estabilidad política en Venezuela, y
aunque este tipo de ayudas hacia países de la región no formaba parte de la política coyuntural
de ese país y en realidad no se propiciaron nuevos acuerdos, también Venezuela resultó ser
una excepción. El Departamento de Estado comprendió –en plena sintonía a la Junta y con
mayor antelación a la naturaleza de las demandas militares-, que atender el tema del
abastecimiento alimentario y estimular el desarrollo agrícola e industrial en el ramo dentro de
Venezuela sería cardinal para el sostenimiento de la Revolución, para su legitimación popular
y finalmente, para propiciar el camino de un nuevo orden constitucional, huelga decir, que en
el ánimo general de los venezolanos, la Revolución podría permanecer estable y activa en la
medida en que ésta efectivamente lograra responder a la elevación de la calidad de vida, del
poder adquisitivo y a la carestía de abastecimiento sobre todo relacionada a los años de la
guerra y los primeros de la postguerra.479
Aquí se producirán tres tensiones perceptibles: en primer lugar la falta de acuerdo entre
el Gobierno estadounidense y el venezolano para el mantenimiento de la Misión de Alimentos
adscrita al Servicio de Cooperación Interamericana para la Producción de Alimentos (SCIPA),
un programa patrocinado por los Estados Unidos y activo en Venezuela desde 1943 y como
para 1945 aún no había agotado los recursos con los que fue dotado, permaneció activo hasta
mayo de 1946 cuando se prescindió de su renovación. Su prescripción supuso el reemplazo de
un programa oficial del Gobierno estadounidense por la inversión privada del empresario de
esta nacionalidad, Nelson A. Rockefeller quien había decidido invertir en negocios para
elevar la calidad de vida de los pueblos latinoamericanos.480
En adelante, los negocios de
Rockefeller en Venezuela se convertirán en una referencia de apoyo económico al Gobierno
478
Cfr. Ibídem, pp. 236-238. 479
Cfr. Ibídem, p. 238-239. 480
Cfr. Ibídem, p. 239-241. La referencia textual corresponde a la página 241.
191
revolucionario y probablemente en la relación comercial de mayor importancia para el país
después de la establecida con las empresas petroleras.481
En segundo lugar, se ubica la percepción de la embajada estadounidense de que el
problema para garantizar el abastecimiento en Venezuela ya había dejado de estar influido por
las condiciones precarias de este rubro durante la guerra y obedecía más a políticas
desacertadas y populistas emprendidas por el Gobierno revolucionario, sobre todo en lo
concerniente a la repartición de tierras y distribución de maquinaria para la tecnificación del
campo. Estados Unidos sostenía que con mejores criterios de planificación, el Gobierno
venezolano podía prescindir de su exigencia de ayuda en la materia pudiendo pagar ahora con
más elevadas rentas sus importaciones crecientes estimuladas sobremanera por el aumento del
poder adquisitivo del venezolano. A pesar de ello, el Gobierno de los Estados Unidos no dejó
481
El tema de las relaciones comerciales, las inversiones de Rockefeller en Venezuela e incluso, los lazos de
amistad estrechados con R.B. y la afinidad con Acción Democrática pueden considerarse temas fundamentales
por profundizar en torno al período revolucionario. Las fuentes documentales en el archivo de R.B. resultan
vastísimas, amén de las que seguramente puedan encontrarse en repositorios públicos; del mismo modo ocurre
con las visiones que tal relación generó. Hay un elemento de la lucha política partidista que es imprescindible
destacar en torno al tratamiento dado a esta vinculación. En el marco de la profundización del deslinde histórico
entre AD y el PCV, los segundos aportan a la polémica del presunto comunismo del Partido un criterio
convincente ligado a la negación: ni AD ni Betancourt podrían considerarse comunistas cuando habían pactado
de tal forma con representantes del capital internacional, ergo, cuando habían comprometido la economía del país
ante el imperialismo capitalista. Esta es una oposición argumentativa al otro sostenimiento-denuncia en torno a la
continuada simpatía de Betancourt y sus camaradas con el comunismo. A propósito: Rodolfo José Cárdenas,
Copei en el Trienio Populista 1945-1948, pp. 730-732. Una aproximación al tema de las relaciones económicas
entre el Gobierno venezolano y Nelson Rockefeller durante la Revolución la constituye una sección en el libro
anteriormente referido, p. 728 y ss.
Sobre los contactos directos establecidos entre el empresario y R.B. considérense los siguientes documentos
pertenecientes al archivo de R.B.: 1. Carta de Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B.
Washington, 6 de enero de 1947. ARB. T. VI-F, 593. En esta misiva el embajador informa los deseos que tiene
Nelson Rockefeller de asistir al país para entrevistarse con él y con los ministros de Agricultura y Fomento en
relación a un proyecto de cooperación con el Gobierno en materia de mecanización, fertilización y producción de
alimentos, también aplicado en Brasil con notable éxito. 2. Carta de Nelson Rockefeller a R.B. 19 de junio de
1947. ARB. T. VI-F, 678. En esta correspondencia Rockefeller le agradece a R.B. por la oportunidad brindada de
conversar con parte de su gabinete económico (los ministros Juan Pablo Pérez Alfonso y Alejandro Oropeza)
para examinar sus comunes propósitos. Es una nota interesante pues expresa el lenguaje contextual económico en
el que se entiende la JRG con los inversores extranjeros. 3. Carta de Nelson Rockefeller a R.B. Nueva York, 18
de septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 702. Esta es una carta que refleja una relación personal profunda entre
ambos personajes más allá de los intereses económicos específicos. En ella Rockefeller acusa recibo de la
correspondencia enviada por R.B. el 6 de septiembre llevada por la Señora Delgado Chalbaud, enviándole
saludos y agradecimientos a su hija Virginia por la carta que ésta envío a su hija Ann. 4. Carta de Nelson
Rockefeller a R.B. Nueva York, 22 de septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 704. Aquí Rockefeller informa a R.B.
sobre su complacencia en la aceptación de los propósitos y procedimientos de la Corporación Venezolana de
Economía Básica y de la Asociación Internacional para el Desarrollo Económico y Social. Comenta que espera
poder visitar Venezuela a finales de año o principios de 1948.
192
de cooperar con Venezuela al darle tratamiento especial por lo menos en la importación de
trigo.482
En tercer lugar, preocupaba al Gobierno de los Estados Unidos el modo como
Venezuela culpaba de cualquier crisis de desabastecimiento a sus políticas de exportación, al
tiempo que sometía todas sus exigencias importadoras a su condición de país petrolero, huelga
decir, a una suerte de chantaje diplomático-comercial. El problema no es la negación de
Estados Unidos a surtir al país, sino el nivel de carestía de muchos rubros exigidos por
Venezuela en el mercado internacional después de la guerra.483
El panorama sin duda es de tensión y de un manifiesto cuadro de desconfianza a
diversos niveles. Los militares estadounidenses desconfían de AD, pero a la vez apuestan por
la complacencia a sus pares venezolanos,484
sobre todo imbuidos en la mutua expresión
anticomunista y en el colaboracionismo militar estadounidense para combatir precisamente la
expansión roja. Pero el Departamento de Estado ve más allá y privilegia la estabilidad como
requisito para la garantía de la buena marcha de los intereses estadounidenses en Venezuela.
Si bien ha visto la globalidad de la Revolución y su intención democrática con buenos ojos,
tiene grandes reservas en lo correspondiente a la singularidad de los actores. Desconfía por
separado y por motivos diversos tanto de los militares en cuyas manos no quiere poner
aeronaves y bombas con poder equivalente para destruir seis u ocho ciudades como Caracas485
y también de AD, de quien aun teniendo garantías, no deja de preocupar la retórica, los
proyectos populistas y las denuncias sobre su propensión a la mala administración.
Es necesario hacer una valoración sobre algunos elementos que se desprenden del
modo como desde la Revolución se aprecia a los Estados Unidos durante el período. Existen a
nuestro juicio dos posiciones claras en este sentido.
En primer lugar se encuentra la reafirmación de los ideales nacionalistas y
antiimperialistas que habían sido sobre todo parte del empeño de AD por definir sus líneas
482
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., p. 241-243. 483
Cfr. Ibídem, pp. 242-246. 484
Cfr. Ibídem, p. 233. 485
Cfr. Ibídem, p. 235.
193
respecto al trato con el mundo exterior. A través del Partido este principio se proyecta a la
Revolución y en la misma medida en que representa un mensaje a los Estados Unidos lo era
también para la Unión Soviética, por tanto, en el pasado y en el presente ese continuo enfatizar
sobre ambos elementos constituyó un factor de deslinde. Sin embargo, la opinión laxa sobre
este comportamiento antes y durante la Revolución lo ha solido ponderar como una posición
francamente anti estadounidense, con lo cual, la idea de una beligerancia clara entre Estados
Unidos y Venezuela se ha arraigado sin fundamento en una suerte de memoria histórica del
período. Ciertamente existen ribetes definitorios de la Revolución como un movimiento
esencialmente nacionalista y antiimperialista y aunque ello no dejase de causar especial
atención del Gobierno de los Estados Unidos, durante este tiempo siempre fue apreciado como
un elemento de importancia secundaria. Es probable que Betancourt y el Partido recurran a
ella por dos motivos: primero, por darle una continuidad, aunque no expresamente manifiesta
a todo su sostenimiento pasado, huelga decir, un poco por convencimiento y otro tanto por no
traicionar las palabras, el segundo, por intentar marcar una distancia más clara con otro
imperialismo, el soviético. Ello nos conduce al segundo planteamiento.
La Revolución y con propiedad el Betancourt del momento tendrán permanentemente
el fuerte propósito de acercarse, incluso, de ahondar simpatías con el Gobierno de los Estados
Unidos. Probablemente factores como los nuevos impuestos y la retórica antiimperialista den
cuenta de lo contrario, pero tiene mucho peso en la significación de este actuar las muestras de
una constante intención, primero por obtener reconocimiento y luego colaboración económica,
política y militar. También existe otra intención: la insistencia en el acercamiento a Estados
Unidos aspira -como luego se explicará en relación a toda la América timorata- ya no la
búsqueda de reconocimiento para un Gobierno de facto sino de un país con ingentes ventajas
que aportar en el concierto de las nuevas circunstancias occidentales. Ergo, por medio de la
cercanía a Estados Unidos, Venezuela y una buena porción de las naciones latinoamericanas
reclamaban una mayor y mejor valoración en el hemisferio. Este mensaje, insistente en el
discurso internacional de Betancourt durante la Revolución fue leído con exactitud por la
embajada de Estados Unidos en Caracas quien refiere a su Gobierno la apreciación de que
Betancourt se siente junto a Haya de la Torre en Perú, Arévalo en Guatemala y Grau San
194
Martín en Cuba, líder de una circunstancia política: un nuevo movimiento democrático en
América Latina.486
De este modo y obteniendo una apreciación muy particular del texto de López Maya
podría afirmarse que fue una relación voluble, sobre todo si nos aproximarnos a la visión
estadounidense de la misma y ello porque consideraron que la Revolución no respondía en
consonancia a su nivel de exigencias y deseos hacia aquel Gobierno.
Cuando en medio de aquellas continuas reuniones con miembros del Gobierno y
grupos económicos con el objeto de escuchar pareceres y hacerse ideas en torno a la situación
política y económica en general, el embajador Corrigan le da el turno a Betancourt, el
presidente de la Junta no deja de dar muestras de todo lo afirmado. Betancourt hace de buen
anfitrión ante el embajador y su comitiva durante un recorrido por el Litoral Central. Sin
embargo, Corrigan rescata de ello en la nota informativa que a propósito envía a Washington
lo que considera esencial: Betancourt le ha garantizado que en caso de un enfrentamiento claro
entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Venezuela estaría prestando total apoyo al
primero. Según el embajador, Betancourt fue más allá, declarando que en aquel caso ordenaría
el apresamiento de todos los comunistas militantes y los trataría como los quinta-columnistas
que son. También sostuvo que el comunismo no puede ser combatido exitosamente por
reaccionarios y que debe ser tarea de la gente de pensamiento en el mundo el derrotar al
comunismo.487
Estas aseveraciones de Betancourt cambiaron circunstancialmente algunas
opiniones adversas que el embajador había emitido en relación a él hacia 1945. Corrigan
escribió a Washington sobre la excepcionalidad de Betancourt, sobre sus capacidades
gerenciales y sus dotes de líder, al tiempo que se adelanta en una apreciación sobre la cual
dejará Betancourt múltiples evidencias durante en el período: el realismo político. El
embajador termina su nota afirmando:
“Yo estoy convencido de que sus reacciones de aquí en adelante serán condicionadas por su percepción
acerca de cómo su destino personal puede verse afectado. En otras palabras, es probable que resulte
ser más práctico que idealista en su enfoque de problemas futuros.”488
486
Vid. Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Caracas, 17 de marzo de 1947. N° 9889. En: Simón Alberto
Consalvi, Auge y caída de Rómulo Gallegos, pp. 90-93. La sección referida pertenece a la página 92. 487
Vid. Ídem. 488
Vid. Ibídem, p. 93.
195
Entre 1946 y 1947 Betancourt ordenó discretamente a la embajada de Venezuela en
Washington hiciese los sondeos diplomáticos necesarios para plantear la posibilidad de que el
presidente Harry S. Truman visitara Venezuela. La operación según refiere el embajador es
compleja pero para 1947 se adelantaron labores al respecto que contemplaron avenir a la idea
a edecanes del presidente a través de su complacencia considerando el otorgamiento de
méritos y condecoraciones. La carta de Marcos Falcón evidencia que era un objetivo preciso
en el plano diplomático de la Revolución estar lo más cerca posible y bajo el mejor ánimo de
los Estados Unidos. Por su elocuencia rescatamos algunos fragmentos:
“Tú sabes que el General Harry Vaughan, quien es el Edecan [sic] del Presidente Truman y su amigo
personal de muchos años, tiene mucha simpatía por Venezuela y sobre todo por Bolívar. El fué [sic] el
de la idea del busto en la Casa Blanca. Me pareció lo más práctico hablar con el amigo General
Vaughan. Hoy almorzamos juntos. Le abordé el asunto en forma más natural y me dijo que con el mayor
gusto hablaría con el Presidente. (…)
Para terminar: Cuando yo estuve en Caracas te hablé a ti y al doctor Morales que al Presidente
Truman le gustaría tener la Orden del Libertador y lo mismo al General Vaughan. Esto me lo había
dicho John Crane, a quien te había mencionado en correspondencia anterior. Yo le había dicho a este
que debíamos averiguar si el Presidente puede recibir condecoraciones. La explicación sobre este
particular me la dió, [sic] espontáneamente, el General Vaughan: El Presidente puede recibir durante
su gestión una condecoración, pero tiene que dejarla en depósito en el Departamento de Estado hasta
que termine el período. En cuanto al General Vaughan, me dijo él mismo, “Yo sí puedo usarla”. Yo
creo, Rómulo, que esto debemos hacerlo. Todo el mundo vería muy bien que Truman, gran bolivariano,
tuviera esta condecoración nuestra. Y también Vaughan. Esto conviene hacerlo pronto, pues nos
acercaría más a esta gente de la White House”.489
Desde los inicios del tiempo revolucionario se puede registrar la intención de sus
hombres y sobremanera de Betancourt de no sólo agradar al Gobierno estadounidense sino a la
opinión pública de aquel país, de ese modo, serán recurrentes las invitaciones a brindar
entrevistas,490
la publicación de semblanzas biográficas,491
de recuentos sobre los orígenes y
489
Carta de Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B. Washington, 11 de febrero de
1947. ARB. T. VI-F, 610. 490
Por ejemplo, en 1947 The Caracas Journal solicita a R.B. el favor de enviarle algún mensaje para ser
publicado a propósito del segundo aniversario del periódico. El mensaje debía estar dirigido al rotativo y a sus
lectores en Estados Unidos y Reino Unido. ARB. T. VI-F, 604-A. 491
Este aspecto parece de esencial importancia para Betancourt, huelga decir, al tiempo que se aspira una
proyección y conocimiento general de la Revolución se espera que lo mismo ocurra con la propia persona.
Algunos informes recibidos de sus emisarios en los Estados Unidos con la misión de gestionar publicaciones en
torno al movimiento político venezolano así lo evidencian: “Time Magazine tiene –por fin- intenciones, ahora
que he llegado, de escribir algo sobre usted y Venezuela. Es posible aparezca la próxima semana. La revista
Fortune del mes de Agosto se refiere a usted en buena forma […] Esta tarde empezaré el report para las
Naciones Unidas sobre usted y sobre Venezuela. Es posible aparezca la próxima semana”. Carta de Daniel Solar
196
doctrina de Acción Democrática,492
de los planes y propósitos de la Revolución,
consideraciones sobre la ubicación ideológica del movimiento493
y finalmente, cuando se
inicia la carrera electoral presidencial, un abanico de información a propósito,494
todo en
inglés y editado fundamentalmente en Estados Unidos. Algunas pistas indican que el Gobierno
venezolano se interesó por gestionar y financiar su propia promoción extranjera, al menos en
Estados Unidos.495
De aquellas que surgieron espontáneamente y al calor de la novedad
planteada por la Revolución no cabe duda el buen ánimo que el interés surgido en círculos
intelectuales y de opinión estadounidense generó al movimiento. Este interés fue dirigido y
usado por la Revolución como mecanismo de presentación internacional y como publicidad en
el extranjero con el objeto de capturar simpatías y hacerse notar. El factor presentación luce
fundamental no sólo por su referencia a la entrada en escena de los revolucionarios y a la
proyección de sus objetivos, sino también como un empeño para contrarrestar el
desconocimiento generalizado que fuera del país predominaba en torno al proceso en marcha
dentro de Venezuela,496
uno de los propósitos que también Betancourt reiterará en su relación
con Latinoamérica.
a R.B. Nueva York, 14 de agosto de 1946. ARB. T. VI-E, 579. En esta carta el remitente le indica a R.B. el
resultado de sus gestiones en Nueva York. Las fundamentales tienen que ver con la publicitación de la acción de
la Junta a los principales periódicos y revistas y otra sobre la oferta y compra de un buque energético además de
toda clase de maquinaria agrícola. 492
“The origins and development of Accion Democratica, 1936-1945. Purpose”, 1945. ARB. T. VI-D, 565-A. 493
El 28 de febrero de 1947 Harry Fleischman, Director Ejecutivo de The Call, escribe a R.B. solicitándole
colabore con algunas líneas para el primer número de su semanario a publicarse el 1 de mayo de 1947. La
intención de este semanario es destacar las actividades de los partidos socialistas del mundo. Las líneas que
solicitan de R.B. debían ir en esa dirección. ARB. T. VI-F, 617. 494
R.B. resguardó en su archivo un amplio legajo de artículos de prensa publicados en Nueva York entre el 8 y
19 de diciembre de 1947 a propósito de las elecciones presidenciales y parlamentarias en Venezuela. En estos se
reseña el triunfo de Gallegos y la mayoría obtenida por AD en los comicios. Los documentos iniciales revelan las
bases de las elecciones y hacen hincapié en las novedades del proceso, tales como: el voto universal, el voto
femenino, el voto de los analfabetas y personas sin renta. Destaca la presencia de notas biográficas de las tres
figuras contendientes en las elecciones: Rómulo Gallegos, Rafael Caldera y Gustavo Machado. Dentro del
archivo han sido ubicadas en un mismo documento. “Prensa de la Ciudad de Nueva York”. ARB. T. VI-F, 732. 495
Carta de Daniel Solar a R.B. Nueva York, 14 de agosto de 1946. ARB. T. VI-E, 579. 496
“Al llegar, y conversar con algunas personas amigas, tanto en el periodismo, radio de las Naciones Unidas,
me pude imponer que nada o casi nada se sabe de su país o de lo que usted y su gobierno hace. Al yo contarles,
las exclamaciones era: “Pero y cómo no hacen algo para dejar saber al mundo estas cosas?” [sic] No es mi
intención hacer sugerencia alguna. Me limito sólo a relatarle lo que he oído”. Carta de Daniel Solar a R.B.
Nueva York, 14 de agosto de 1946. ARB. T. VI-E, 579.
197
3.3. La América timorata
Una importante apreciación que no puede eludirse a la hora de evaluar los efectos de la
Revolución son las evidencias de las valoraciones y aspiraciones que ésta concitó en algunos
gobiernos, países de América Latina y organizaciones políticas de oposición y resistencia.
Aquí se ponderarán las que pueden inscribirse en el contexto de la amistad y la colaboración
latinoamericana. Hay que recordar que la justipreciación positiva de la Revolución no es un
hecho fortuito, se inscribe como consecuencia de la prédica de Betancourt tanto en Venezuela
como en los diferentes escenarios de sus dos primeros exilios –el segundo sobremanera-, del
antiguo programa del PDN y ahora de AD sobre los necesarias protecciones y alientos que
debían darse las democracias latinoamericanas entre sí, el estímulo para allanar ese camino en
aquellos países donde aún la democracia no había encontrado espacio y la reiteración en la
condena a los gobiernos personalistas, despóticos e ilegítimos que se mantenían en la región.
Por ello, la Revolución es entendida a lo interno por el Partido e igualmente fuera de
Venezuela como el resultado que se logra al replicar la propuesta de la revolución democrática
que ya gozaba para entonces de varios ejemplos en América Latina. De ese modo, Venezuela
pasa a convertirse en aliado para el estímulo democratizador del hemisferio y en un respaldo
para las democracias en consolidación. Recuérdese que el mismo Betancourt había conectado
este huracán democratizador a un contexto más elevado y que lógicamente suscitó una gran
expectativa coyuntural en los hombres de aquella hora: el triunfo de las democracias
occidentales sobre el nazi-fascismo.
1945 también implicó el replanteamiento de la entente económica y militar por la que
había abogado Betancourt desde medidos de los años treinta cuando soplaban nuevos vientos
de guerra en Europa. Ahora, finalizada la guerra, la exigencia era la consideración de
Latinoamérica como región colaboradora en la reconstrucción europea y en la consolidación
del orden democrático occidental, lo que por un lado pretendía hacer espacios dentro de los
beneficios económicos del nuevo tiempo y apuntalar al sub continente como ejemplo de
democracia y apertura política. En ese sentido, habrá un esfuerzo -al menos evidente en
Venezuela-, por ganarse a toda costa la confianza diplomática de los Estados Unidos que por
198
su cercanía geográfica e influencia sobre la región era el llamado a garantizar este deseo
americanista. Ante tal situación fue preciso que se reiterara la distinción entre el objetivo
democratizador de la Revolución y las otras revoluciones respecto al comunismo y su
intención expansiva que ahora resultaba un nuevo escollo para Occidente.
Aunado a ello, las democracias latinoamericanas y los proyectos políticos que
aspiraban conducir su implantación definitiva en algunos países de Latinoamérica, fueron
enfáticos en denunciar y exigir cooperación diplomática internacional para contrarrestar las
conspiraciones que contra ellos, por incómodos, se fraguaban desde enclaves tiranizados
como República Dominicana y Nicaragua. Al menos en este caso, Rómulo Betancourt desde
Venezuela fue sobremanera consecuente.
Durante el tiempo revolucionario un episodio representará desde la arena retórica la
posibilidad de que la Revolución se proyecte, ya no como deseo sino como ejemplo de acción,
de gobierno y de demanda a buena parte de América. Nos referimos a la gira diplomática que
llevará a cabo Rómulo Betancourt por Cuba, México, Guatemala, Costa Rica, Panamá y
Colombia en julio de 1946.497
La cercanía de aquel viaje con la frescura de los sucesos del
último octubre da fe indudable de que el tema americanista o con propiedad, el de la unidad
latinoamericana, tenía un espacio importante en los planes de la Revolución, entronizados en
ésta por Betancourt y AD.
La actuación de Betancourt durante aquel viaje servirá para describir en una primera
lectura la forma cómo desde la Revolución se entiende el contexto latinoamericano, su papel
dentro del momento político y sobre todo, el auspicio a una concertación de intereses
regionales que, conscientes de la realidad dejada por la guerra y tras iniciarse la definición de
497
En los sostenimientos de los biógrafos de R.B. ha sido un lugar común destacar su interés por la impresión
dejada y por el cultivo de la precisión y el dato histórico. Acceder a sus archivos es el mejor modo de
comprobarlo. En ellos reposa una prolífica selección periodística hecha por R.B. agrupada en tomos que
contemplan el seguimiento de la obra de gobierno, discursos y situaciones durante todo el tiempo revolucionario
y los meses del Gobierno de Gallegos. Uno de ellos recoge impresiones de la prensa americana y nacional sobre
la gira de R.B. a México y Centroamérica a medidos de 1946. La revisión de este tomo es una formidable opción
para seguir con detalle el curso de aquellos acontecimientos. Este tomo, como aquellos que agrupan el resto de la
prensa seleccionada de la época por Betancourt, ha sido excelentemente inventariado por la historiadora Mirela
Quero de Trinca, gracias a cuyo trabajo se ha podido tener una visión detallada y oportuna del momento. A
propósito, Vid. ARB. Compilaciones hemerográficas, 1946. Vol. 3-C. “Jira [sic] del Presidente de la Junta
Revolucionaria de Gobierno de los EE.UU. de Venezuela (Julio, 1946)”.
199
nuevos escenarios imperiales, respondan con firmeza e independientemente ante cualquier
amenaza. Una segunda lectura que supera cronológica y objetivamente la gira, agrupa una
muestra de los efectos positivos -por llamarlos de algún modo que nos permitan postergar
temporalmente otros de distinta naturaleza para la consideración de las oposiciones al
movimiento-, generados por la Revolución tras su producción y la proyección de su visión
latinoamericanista y democrática.
Tras una selección de sus más importantes discursos durante la gira por México y
Centroamérica, cuatro objetivos resultan imprescindibles destacar en la intención de
Betancourt: el llamado a la unidad latinoamericana, la presentación internacional y entre
vecinos de la Revolución, la comparación, a propósito de profundizar y matizar las cercanías,
de la Revolución con algunos fenómenos políticos similares a ella y en curso en otras zonas de
América, tal como el caso guatemalteco y la demanda latinoamericana de un mayor
compromiso por parte de Occidente con los gobiernos democráticos de la región, tanto para
garantizar su consolidación como para profundizar la expansión del sistema.
En torno al primer objetivo, el llamado a la unidad latinoamericana, si apreciamos la
consecuencia de Betancourt en esta idea, es una reiteración actualizada tras la finalización de
la Segunda Guerra Mundial. Había sido clave en sus demandas durante la segunda mitad de
los años treinta y en el curso de los cuarenta del siglo veinte, cuando la expansión del nazi-
fascismo, la amenaza de la guerra y finalmente la guerra en sí misma se proyectaban
dramáticamente sobre Occidente, la democracia y la estabilidad económica de la región. Aquel
fue el período del llamado a la entente entre los países latinoamericanos y Estados Unidos para
lograr acuerdos en materia de abastecimiento de tecnologías y productos por parte de los
primeros, y materias primas por parte del segundo, aunado a la cooperación energética y
eventualmente militar si mayores peligros lograban acechar al continente.
Ahora, con el fin de la guerra, la propuesta de la unidad cambia de dirección y de
llamado a los actores. Betancourt parte por reconocer el carácter minúsculo que
individuamente los países latinoamericanos juegan en el concierto internacional del momento,
donde claramente se avizoraba la oposición de dos imperialismos: el estadounidense y el
soviético. De ahí, su concepción de la América timorata. Por ello, la demanda del necesario
200
estrechamiento de vínculos y la convicción de que sólo la unidad y la uniformidad producirá el
reconocimiento esperado en el escenario de las nuevas rivalidades. Esta posición resulta un
poco contradictoria respecto al objetivo, luego más claro por lograr un acercamiento y
simpatía cada vez mayor con Estados Unidos. Si bien en este escenario las palabras de
Betancourt son cautas respecto a los intereses del norte, parece contestatario. Llama sólo a la
unidad latinoamericana, ergo, a su diferenciación, a su compactación en criterio, acto en el que
intenta ponerla fuera de lugar en la antesala de un nuevo conflicto imperial. Es el resultado de
la lectura de las posiciones débiles frente al huracán de los poderosos, donde las primeras
terminan absorbidas y en desaparición.498
En la gira, Betancourt hace la presentación formal de la Revolución a los países
vecinos y amigos de Centroamérica y el Caribe, aspecto considerado como segundo objetivo
claro del periplo. Cree que la indebida herencia de las relaciones diplomáticas establecidas
bajo el fuerte protocolo que sólo lleva a relacionar gobiernos y no pueblos ha sido la causa de
que el pueblo latinoamericano haya desconocido hasta entonces los motivos de la revolución
venezolana y sus realizaciones hasta entonces. En lo concerniente a la presentación de la
Revolución, cuatro aspectos resultarán cardinales para Betancourt.
Primero, insistir en que el acto de origen no ha sido un pronunciamiento militar clásico
cuyo destino sería la implantación de una nueva autocracia, sino un movimiento armónico
producido por la oficialidad joven de las Fuerzas Armadas y por los revolucionarios
nacionalistas del país; pero sobre todo destacar que la Revolución se hizo con un programa,
una doctrina, y con principios definidos, concretos y claros,499
huelga decir, que no fue un
conjura improvisada y aventurera, que una vez en el poder decidiría qué hacer con él.
498
Cfr. Discurso de R.B. pronunciado ante Manuel Ávila Camacho, presidente de México. Ciudad de México, 23
de julio de 1946. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 240-241.
Algunas secciones de las palabras de Betancourt resultan fundamentales apreciar: “Es necesario reconocer la
urgencia de que unifiquemos criterios y armonicemos puntos de vista, para dejar de ser un archipiélago de
pequeñas repúblicas afónicas en el concierto internacional. Uniformando nuestras voces en un solo diapasón
decoroso si podríamos dar, dentro de ese concierto ecuménico, nuestra propia nota, autóctona, diferenciada,
propia. Nota sin estridencias ni arrogancias, pero expresadas con intransferible acento”. 499
Cfr. Discurso de R.B. ante organizaciones representativas mexicanas en acto presidido por el líder sindical
Vicente Lombardo Toledano. Ciudad de México, 25 de julio de 1946. En: Ibídem, pp. 242-245. La sección citada
pertenece a la página 242.
201
Segundo, presentar como justificación fundamental del movimiento la devolución de la
soberanía política usurpada al pueblo, materializada en el decreto de un Estatuto Electoral que
incorpora a todos los venezolanos mayores de dieciocho años: hombres y mujeres, campesinos
y analfabetas al padrón electoral. Remarca que para las candidaturas a la Presidencia de la
República ningún miembro de la Junta podrá ser postulado, lo cual, según Betancourt,
significa que se hizo una Revolución, no en beneficio de un grupo de hombres civiles o de una
clique militar, sino en beneficio de toda la nación venezolana.500
Tercero, hacer un ejercicio de pedagogía revolucionaria bajo el ejemplo que implican
las demás realizaciones políticas en marcha dentro de Venezuela, cuando la consigna de la
Revolución ha sido la promoción y el bienestar del ser humano. Bajo esta premisa Betancourt
explica cómo la Revolución ha puesto por encima de las aspiraciones infraestructurales y la
arquitectura suntuaria los problemas fundamentales del venezolano: la repartición apropiada
de la tierra, la educación, la salud, el fomento a la producción por la vía del financiamiento
público, la preparación técnica y la paz y entendimiento entre los actores productivos:
patronos y obreros. Situaciones todas que, según sostiene, han devuelto al pueblo de
Venezuela su fe, su confianza en sí mismo, su orgullo autóctono, su fervor nacionalista y
americano.501
Cuarto, explicar las dimensiones de la concepción nacionalista de la Revolución.
Probablemente este haya sido el aspecto más sensible de expresar en relación al auditorio y al
contexto internacional en el que se hace. Su apreciación, tal como los tres órdenes anteriores,
lleva implícito la intención pedagógica. Para Betancourt, el nacionalismo revolucionario no se
proyecta como una forma que coarta las relaciones entre Venezuela y el mundo exterior, sino
como el sostenimiento firme del principio de no injerencia en los asuntos domésticos o en
rechazo a las interferencias que indirectamente puedan ejercer demás países bajo el argumento
de alguna coyuntura internacional. Su otro borde es la permeabilidad ante los proyectos
vecinos comunes, ergo, la convicción expuesta de la necesaria coordinación continental de
500
Cfr. Ibídem, p. 243. 501
Cfr. Ibídem, p. 244.
202
criterios para la actuación conjunta en defensa y desarrollo de las debilitadas economías
latinoamericanas.502
En el marco de la matización de las cercanías entre los diversos proyectos y de la
acentuación de la práctica pedagógica política, Betancourt precisa resaltar las semejanzas entre
lo ocurrido en Venezuela y otras naciones latinoamericanas como Guatemala, definiendo los
procederes en el marco de los objetivos de una revolución democrática. Aquello no sólo es una
forma de resaltar afinidades sino de sumar mayores elementos a la labor constante de justificar
la Revolución como movimiento nacional y por insertarla en una suerte de fenómeno político
continental.
En este ejercicio comparativo que hace Betancourt glosando algunas impresiones
similares del presidente de Guatemala Juan José Arévalo sobre las analogías de los dos
movimientos destacan: el recordatorio de que ambos escenarios fueron posible gracias a la
actuación conjunta de civiles y militares, que lograron tras sus orígenes distinguirse de la
tradición revolucionaria continental, no desvirtuando los principios civilistas de los
movimientos para luego conducirlos a dictaduras o tiranías militares. Igualmente, el que
ambas hayan conducido inmediatamente a la apertura de la democracia, dando paso en
Guatemala a la elección democrática de un presidente civil, mismo camino que en ese
momento estaba transitando Venezuela. Estas dos acentuaciones contribuyen dentro del
ejercicio a otro recurrente y ya esbozado: el de la justificación de las acciones. Betancourt
sostiene que tras estas revoluciones en Guatemala y Venezuela se ha roto ese clásico esquema
de los golpes de Estado latinoamericanos.
Otra similitud destacada por Betancourt es el papel cumplido por los hombres de armas
en ambas revoluciones una vez que se han hecho efectivas: enfatiza en que los respectivos
sectores militares no se convirtieron en facción armada con beligerancia política sino en
garantes del orden público, en defensores de la soberanía y en hombres de cuartel. De igual
modo, el hincapié hecho en manifestar la orientación de ambas revoluciones hacia una
revalorización de la riqueza humana, entendida como la ubicación de los nacionales, con
502
Cfr. Ibídem, p. 245.
203
propiedad aquellos incluidos en la concepción circunstancial del pueblo, como el centro de las
realizaciones revolucionarias. Es el recordatorio del privilegio a la atención de los problemas
del hombre por encima de la suntuosidad arquitectónica.
Un reflejo del primer objetivo destacado de la gira se cuela en la valoración conjunta
de estas revoluciones que hace Betancourt y si bien constituye una forma de continuidad con
su prédica histórica del nacionalismo y sus definiciones, también parece un contrasentido en
cuanto a la aspiración bastante evidente durante la Revolución de propiciar acercamientos a
Estados Unidos. Se trata de la manifestación entre líneas, ante la configuración de los
imperialismos del momento, de que en ambos casos –la revolución guatemalteca y la
venezolana-, no anidaban en el proceso de entendimiento de la realidad de sus naciones,
complejos de inferioridad que derivaran en la convicción del mantenimiento de una sumisión
indecorosa ante intereses foráneos. Estas expresiones del mismo modo que constituyen un
acto de sinceridad y consecuencia con el pasado y el presente político, probablemente no
dejaron de resultar incómodas en esos intentos de acercamiento a Estados Unidos, por aquello
de que veladamente también se le incluye dentro del cuadro de la nueva definición imperialista
después de 1945.
Pero igualmente, la constancia en este sostenimiento abriga la producción de otro
efecto. Planteando la incomodidad también se persigue dejar mucho más claro otro deslinde:
cuando Betancourt sostiene en su comparación que ambas revoluciones no esperan consignas
foráneas para trazar su propio rumbo en la política internacional, está presentando, huelga
decir, haciendo, la conceptuación de estos fenómenos revolucionarios como unos
esencialmente no comunistas. Lo que no implica una declaratoria de anticomunismo, quizá
muy conveniente para los objetivos políticos occidentales del momento pero contrario al
espíritu del respeto a la pluralidad ideológica, la cual, al menos en el caso venezolano, aspiró
la Revolución.503
503
Glosando unas palabras con el mismo ánimo del presidente de Guatemala Juan José Arévalo, R.B. ofrece estos
diversos ítems durante su discurso en Guatemala en el marco de la gira por Latinoamérica. Cfr. Discurso de
Rómulo Betancourt ante el presidente Juan José Arévalo. Guatemala, 26 de julio de 1946. En: Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 246-248.
204
Recordarle a Occidente el papel de los pueblos latinoamericanos durante la guerra
librada contra el fascismo es el modo que usa Betancourt para blindar sus demandas de respeto
y respaldo a las democracias de la región después de la guerra. De aquí derivan una serie de
planteamientos fundamentales e impostergables una vez que ha sido contenido el nazi-
fascismo. Betancourt arguye que si la guerra se libró para evitar la colonización del mundo por
Hitler, una vez derrotado, resulta inaceptable que el colonialismo persista como forma de
dominación y posesión, por ello aboga por la desaparición en América toda forma colonial
posible.504
Y con este modo de dominación no sólo va a referirse al colonialismo como
consecuencia del imperialismo, sino a lo que denomina como dictaduras criollas,
manifestaciones autóctonas, modalidad grotesca del nacional-socialismo. Esta posición que
habrá sido persistente durante toda la vida política de Betancourt, es la que coyunturalmente
504
Dentro de la Revolución se plantearon algunos mecanismos para que esta exigencia no quedase anclada al
plano retórico, aún más, se pensó que yendo contra el colonialismo a través de los principios del nacionalismo
revolucionario se podían obtener ventajas materiales e incluso emotivas para el movimiento, el país y la región.
Siempre estuvo presente en la intención de los hombres de la Revolución aprovechar las ventajas que la escena
internacional de la postguerra planteaba a Venezuela. A continuación un análisis y una propuesta sumamente
elocuente al respecto: “La Gran Bretaña y Holanda se encuentran en una situación difícil de todos puntos de
vista, -financiero, político, militar-. La Gran Bretaña, sé yo de fuentes de inteligencia militar, había decidido
hace algunos meses abandonar la lucha de varios decenios con Guatemala, y renunciar la soberanía de Belice.
De repente, hace un mes, se presentó el problema intolerable de los refugiados en la zona inglesa de Alemania, y
el Gobierno inglés ahora piensa demorar su negociación con Guatemala el tiempo necesario para mandar a
Belice alrededor de ciento cincuenta mil a doscientos mil de aquellos refugiados en el Oeste de Alemania
quienes no se conformen con volver en el Este de Europa. Después de haber puesto estos refugiados en alguna
situación de mantenerse más o menos bien, La Gran Bretaña cedería la colonia a Guatemala. […]
“Venezuela podría ofrecer al Gobierno inglés una suma muy respetable para Trinidad, y al Gobierno holandés
otra suma fuerte para Curacao y Aruba, garantizando todos los derechos adqueridos [sic], la ciudadanía
venezolana para quienes entre los trinitarios o isleños holandeses opten aceptarla, un régimen transitoria [sic]
durante diez años, mientras los códigos y prácticas de Venezuela se introducieren [sic], y por fin, una
preferencia comercial muy sustancial a ambos países en el comercio venezolano.
No sería excesivo el precio de ciento cincuenta millones de bolívares para Trinidad; y parecería justificado el
pago de cien millones para las islas holandesas. Venezuela no tendría dificultad en pagar doscientos cincuenta
millones, o en efectivo o en dólares, reservando los dólares de las compañías de petróleo para tal propósito.
Por primera vez en siglo y medio, Venezuela resolvería el problema del control de su comercio, del contrabando,
de la protección de sus costas, del orden constitucional. El Gobierno que tuviese el mérito de ensanchar el
territorio nacional con estas joyas del Caribe gozaría de un prestigio nacional incalculable. Y la construcción de
refinerías nuevas serían innecesarias, siempre que se realizase la canalización del Lago de Maracaibo.
Probablemente un arreglo entre Londres y Buenos Aires relativo a Las Malvinas puede suceder este año o en
1948. Si el Gobierno venezolano toma la iniciativa ahora, habrá establecido la base para la liquidación amable
de estos vestigios de los imperios coloniales de América. Washington no podría ver este acontecimiento sino con
verdadera satisfacción.
El Canciller Morales podría llevar estas negociaciones a cabo, a mi parecer, en pocos meses y la misma
Constitución ahora en proceso de formulación, podría prever las situaciones creadas por la incorporación de
Trinidad, Aruba y Curacao en la República de Venezuela”. Carta de Constantine E. McGuire a R.B. Washington,
12 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 627.
205
permite exigirle al Occidente democrático la misma consecuencia con la consolidación y
expansión de la democracia en Latinoamérica que buena parte del continente manifestó
durante el reciente conflicto mundial. El compromiso no sólo se traduce en promover la
estabilidad, sino las elecciones libres, la alternabilidad y la libertad de expresión como
contención de los focos del totalitarismo.505
Otro acercamiento al proceso de entendimiento de la Revolución es el que proviene de
los efectos producidos en Latinoamérica como interlocutora, huelga decir, en las evidencias
históricas sobre la comprensión que en torno al proceso venezolano y de momento, en el buen
sentido, se hicieron otros actores continentales sobre este proceso. El epistolario de los años de
la Revolución que atesoraba Betancourt es sumamente elocuente sobre la materia de las
relaciones entre Venezuela y el conjunto de gobiernos y países amigos bajo el criterio de la
cruzada democratizadora. Como se ha fijado, dentro de Latinoamérica, países como Ecuador y
Chile son de los primeros en hacer reconocimiento diplomático al Gobierno revolucionario.
De igual modo, connotadas figuras políticas de la región visitarán Venezuela en el marco de
las celebraciones revolucionarias como los aniversarios del 18 de octubre.506
Por la naturaleza de su contenido, en este epistolario puede apreciarse la reiteración de
dos grandes temas: el primero, un conjunto de valoraciones generales sobre las luchas por la
democratización del continente, muestra de simpatías por los logros de la Revolución y
solicitud de ayudas económicas. El segundo, las manifestaciones de apoyo diplomático a
Venezuela ante las constantes amenazas conspirativas que sobre todo en el ámbito
internacional acecharon a la Revolución.
Así, dentro del primer ámbito encontramos evidencias sobre el envío de personalidades
políticas ligadas a la Alianza Popular Revolucionaria Americana, el famoso APRA peruano,
505
Cfr. Discurso de Rómulo Betancourt ante el presidente Juan José Arévalo. Guatemala, 26 de julio de 1946.
En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 247-248. 506
En octubre de 1946, el presidente de la República de Cuba, Raúl Grau San Martín agradece a Betancourt la
invitación que se le ha hecho para participar en los actos conmemorativos del primer aniversario de la Revolución
de octubre de 1945. Se excusa por no poder asistir y envía como su representante al primer ministro Prío
Socarrás. Telegrama de Raúl Grau San Martín a R.B. La Habana, 14 de octubre de 1946. ARB. T. VI-E, 581.
También, Carta de R.B. a Raúl Grau San Martín. Miraflores, 22 de octubre de 1946. ARB. T. VI-E, 584. En
octubre de 1946, Víctor Raúl Haya de la Torre visita varias poblaciones de Venezuela. Cfr. Rodolfo José
Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, p. 309.
206
para ser atendidos en Caracas con el propósito de informarles e instruirles sobre el proceso de
transformación revolucionaria llevado a cabo en Venezuela.507
Otro contacto reiterado por la correspondencia es el que mantiene el Gobierno o con
propiedad Rómulo Betancourt con los líderes del Movimiento Revolucionario Dominicano,
grupo armado opuesto a Trujillo que busca en Betancourt apoyo económico, militar y de
organización.508
Esta es una evidencia polémica. Aunque no hay rastros físicos de los términos
en los cuales Betancourt contesta desde Caracas, los rebeldes dominicanos enfatizan en la
solicitud de financiamiento venezolano de su campaña armada en la antilla. Empero, en
Venezuela, Betancourt sostiene que siendo respetuosos de los pactos internacionales suscritos
por la nación, y bajo la convicción de la poca eficacia política del garibaldismo
expedicionario, el Gobierno revolucionario en ningún momento estuvo tentando por la idea de
ofrecer apoyo militar a las oposiciones contra las dictaduras.509
La ausencia de una evidencia
precisa del financiamiento corta la posibilidad de su demostración, pero queda claro que
estrechas relaciones de comunicación y cooperación logística y organizativa si eran prestadas
por Venezuela a grupos de oposición a Trujillo en República Dominicana.510
Desde la lejanía del Paraguay que había mantenido una relación distante con
Venezuela, el ministro de Hacienda, Natalicio González, quien luego será presidente guaraní,
escribirá a Betancourt para propiciar acercamientos. Su correspondencia es un ejemplo de los
507
Carta de Andrés Toreseud [firma autógrafa ilegible], Secretaría Nacional de Exterior, Jefatura del Partido
Aprista Peruano a R.B. 16 de abril de 1947 [fecha de recepción de la correspondencia en Caracas].
ARB. T. VI-F, 646. Este político informa que por parte del APRA irá a Caracas el profesor universitario
argentino Luis Arocena quien solicitará entrevistarse con R.B. para enterarse de la transformación revolucionaria
en Venezuela. 508
Carta de Juan Rodríguez García, Jefe del Movimiento Revolucionario Dominicano a R.B. La Habana, 16 de
julio de 1947. ARB. T. VI-F, 676. A través de esta epístola, el rebelde agradece la acogida brindada al Sr. Cruz
Alonso durante su estancia en Caracas, refiriéndose por otro lado a sus convicciones políticas y a las
motivaciones de su organización contra la dictadura de Trujillo. También reitera las menciones que el Sr. Alonso
hizo a R.B. en relación a la necesidad de ayuda económica y militar que ellos requieren para que su proyecto se
concrete y para lo cual aspiran la participación del mismo R.B. 509
Cfr. Discurso de R.B. ante el Congreso Nacional en la rendición de cuentas finales del Gobierno
Revolucionario antes de la toma de posesión de Rómulo Gallegos. Caracas, 12 de febrero de 1948. En: Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, p. 393. 510
Carta de Juan Rodríguez García, Jefe del Movimiento Revolucionario Dominicano a R.B. La Habana, 22 de
septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 706. En esta carta se solicita a R.B. atienda en Caracas al doctor Luis F.
Mejía quien con la misma misiva se presentará como miembro de una misión de importancia para la Revolución
Dominicana. El que bajo esta condición Betancourt haya conservado esta carta en sus archivos podría significar
que, en efecto, aquella reunión tuvo lugar.
207
tonos comunes en las misivas que recibirá el presidente de la Junta por parte de diversos
gobiernos latinoamericanos: se envían delegados paraguayos a Venezuela para entrevistarse
con Betancourt acerca de la naturaleza de ambas economías y el estudio de sus aspectos
comunes. En ese marco de confianza que aspira denotar afectos, González apela al destierro
político como característica común a ambos personajes y a las campañas de desprestigio
lanzadas por grupos comunistas a sus gobiernos y organizaciones políticas: el Partido
Colorado y Acción Democrática, respectivamente.511
Mayor elocuencia revisten las correspondencias que en torno al ámbito de la
consecuencia y la colaboración latinoamericana envía Jorge Eliécer Gaitán a Betancourt.
Algunas muestras dan ejemplo de la acendrada cercanía política entre ambos líderes y de la
mutua preocupación por los procesos en curso en sus respectivos países. En estos términos
escribía Gaitán a Betancourt:
“Quiero agradecerle muy de veras el interés y la simpatía con que usted ha venido siguiendo desde la
hermana República el curso de mis actuaciones políticas dentro de mi partido y en defensa de los
ideales democráticos, que a usted y a mí nos animan y nos animarán siempre, así como testimoniarle
mis agradecimientos personales por sus afectuosos vaticinios sobre mi próximo porvenir político.
Sus patrióticos anhelos de acercamiento y amistad entre los pueblos de indoámerica [sic] responden a
mis más profundas convicciones, y a ellos continuaré dedicando mis esfuerzos.
Como usted bien sabe, yo también he seguido con desvelada atención el curso de las batallas que por el
triunfo de la democracia económica y política se libran en esa tierra de mis mejores recuerdos, y sus
triunfos y aciertos en el gobierno de su país motivan onda satisfacción para todos sus amigos”.512
Una segunda y más prolífica sección del epistolario comentado apunta al apoyo e
informaciones que recibe el Gobierno revolucionario por parte de varios homólogos
latinoamericanos o de simpatizantes y amigos en el hemisferio, mientras son develadas
permanentemente conspiraciones internas y externas. El ejemplo más claro en este caso es el
colaboracionismo activado en apoyo a Venezuela durante los diversos intentos conspirativos
de Rafael Leónidas Trujillo desde República Dominicana.
511
Carta de Natalicio González, ministro de Hacienda de la República del Paraguay a R.B. Asunción, 18 de
agosto de 1947. ARB. T. VI-F, 693. 512
Carta de Jorge Eliécer Gaitán a R.B. Bogotá, 18 de julio de 1947. ARB. T. VI-F, 725. Otra correspondencia en
la misma sintonía fue enviada por Gaitán a R.B. el 17 de noviembre de 1947, junto a la citada, forma parte del
mismo documento anteriormente referido.
208
Así, en 1946, desde Puerto Rico, el Gobierno revolucionario es informado sobre
requisas realizadas a sospechosos de la conspiración dominicana y sobre el hallazgo de
pertrechos militares presuntamente destinados a un ataque a Caracas. En un cable cifrado
desde San Juan, se avisa que se planea despachar aviones cargados con pistolas, granadas y
bombas para cooperar en causa común con el Gobierno de Venezuela.513
Esta suerte de alarma internacional se activará con más fuerza cuando se vayan
conociendo las intenciones de Trujillo de bombardear Caracas durante los actos para la
juramentación de Rómulo Gallegos en febrero de 1948. Esta amenaza fue probablemente la
que causó mayor reacción en la escena latinoamericana de todas cuantas enfrentó la
Revolución a lo largo de su tiempo. Constituyeron una contestación a la denuncia hecha por el
Gobierno venezolano en el seno de las Naciones Unidas sobre la compra de armas que estaría
realizando República Dominicana a Brasil y la activación de un plan de ataque aéreo a
Caracas desde Nicaragua.514
Ejemplos como el comunicado de la Asamblea Nacional de
Panamá rechazando el uso de las armas que República Dominicana habría comprado a Brasil
para atacar Caracas,515
el del Gobierno guatemalteco haciéndose solidario con Venezuela y
aportando información sobre los movimientos de Trujillo en Centroamérica a propósito del
ataque planeado,516
los sondeos diplomáticos que se hacen para discutir la venta de armas de
Brasil al Gobierno dominicano y el estudio de la creación de un amplio órgano político de
513
Conjunto de telegramas remitidos por el Ministerio de Relaciones Interiores de Venezuela a R.B. Caracas, 12
de diciembre de 1946. ARB. T. VI-E, 589. 514
Una muestra excepcional de las reacciones a la denuncia venezolana y del reconocimiento del triunfo
democrático de Gallegos la constituyen las notas de prensa de El País que a propósito fueron recopiladas por
R.B. en su archivo. Algunos ejemplos titulares son los siguientes: “Venezuela denunció maniobra del gobierno
dominicano ante Naciones Unidas” [23 de noviembre de 1947], “Episodio definitivo para la democracia
americana son las elecciones de Venezuela, dice El Tiempo de Bogotá” [22 de diciembre de 1947], “No vender
petróleo a Trujillo es un justo instrumento de nuestra política exterior” [23 de diciembre de 1947], “El Tiempo de
Bogotá pide a Brasil que no entregue armas a Trujillo” [24 de diciembre de 1947], “Brasil da explicaciones de su
venta de armas a Trujillo” [25 de diciembre de 1947]. Reunidos bajo el siguiente título en el archivo de
Betancourt: El País, Noviembre y Diciembre de 1947. ARB. T. VI-F, 740. 515
Entre otros aspectos el Parlamento panameño resolvió: “Manifestar su aprensión americanista ante la
posibilidad de que armamentos adquiridos en el Brasil puedan ser utilizados por los círculos reaccionarios de
América para tratar de detener la acción liberadora del pueblo venezolano y su confianza en la palabra del
Presidente de Brasil, General Enrico Dutra, de que esas armas no serán utilizadas para perturbar la paz de
América”. Comunicado de la Asamblea Nacional de Panamá. Panamá, 23 de diciembre de 1947. ARB. T. VI-F,
734. Igualmente considérese la carta que envía Diógenes La Rosa a R.B. informando sobre el acuerdo sostenido
en el seno del Parlamento panameño. Forma parte del documento referido. 516
Carta de Juan José Arévalo, presidente de Guatemala [firma autógrafa ilegible] a R.B. s/f. ARB. T. VI-F, 746.
209
acuerdo hemisférico,517
son muestras de esta red de colaboración y consecuencia por la
estabilidad democrática regional.
Gaitán también se suma al coro por la defensa de los logros revolucionarios en
Venezuela y por la continuidad institucional que supone la entronización de Gallegos. Una de
sus últimas correspondencias cruzadas con Betancourt manifiesta la seguridad de que en
Colombia no serían indiferentes ante la pretensión de Trujillo y le hace saber al líder
venezolano que cuenta con toda su voluntad para difundir la denuncia de tal situación al otro
lado de la frontera.518
La Revolución constituyó pues un fenómeno de resonancia continental y de ello da
cuenta la idea que ésta se hace sobre el papel latinoamericano en la coyuntura internacional
tras el fin de la guerra y las lecturas que desde más allá de las fronteras se construyen sobre el
proceso venezolano, los beneficios que generaría al leerse como un triunfo más de la
democracia en expansión dentro del continente y de la necesidad de su profundización pero
sobre todo, de su defensa.
Hay una apreciación que resulta ineludible y cuya aclaratoria no persigue un juicio de
necedad personalista sino de pertinente consideración histórica. Esa proyección y
entendimiento que se ha referido en dos direcciones: la Revolución viendo a América y ésta
luego a la Revolución, son construcciones propias de la intención retórica del momento ganada
sobre todo a instaurar posiciones plurales donde aún las singularidades hacen peso. En el
primero de los casos es donde esta situación se exhibe con mayor claridad. Tal como en
muchos otros escenarios, en torno a la lectura del momento regional, decir que esta es una
consecuencia de la Revolución como conjunto es un intento por reconocer en ella los matices
517
Este documento es muy significativo porque aunado a la información sobre la denuncia internacional de los
movimientos conspirativos de Trujillo, da cuenta de la red de opiniones y situaciones diplomáticas en torno a la
creación de un organismo panamericano que meses después quedaría consolidado como la Organización de
Estados Americanos fundado en la Conferencia Internacional Americana de Bogotá en 1948. Sin embargo, meses
antes de aquel encuentro el informante de Betancourt en Cuba le escribe al respecto: “Ahora hay un rumor –o
más precisamente, tanteos- en el sentido de que podríamos disolvernos después de aprobar las meras
declaraciones de principio del art 1 [sic] y dejar implantado un esqueleto de organización que se ocupará de
darse a sí misma principios para presentarnos en otra conferencia, un proyecto de Carta aceptable para todos.
Esto lo andan “circulando” o “tanteando” los uruguayos y afirman que los americanos no serían hostiles a la
idea”. Carta dirigida a R.B. [firma autógrafa ilegible]. La Habana, 28 de diciembre de 1947. ARB. T. VI-F, 737. 518
Carta de Jorge Eliécer Gaitán a R.B. Bogotá, 3 de diciembre de 1947. ARB. T. VI-F, 730.
210
de una empresa común, pero que en este caso en particular obedeció sobremanera al criterio
político consolidado en años por Rómulo Betancourt quien luego proyecta este sobre el
Partido y ambos sobre la Revolución.
3.4. Revolución y realización personal
La Revolución no estuvo exenta de un fenómeno que ha sido corriente en la historia
política venezolana: la demanda popular de un don del Estado, los acercamientos individuales
al poder como mecanismos para la promoción de la realización personal y el estímulo de las
relaciones clientelares. Nuestro enfoque no persigue etiquetar esta característica como una
primicia de la Revolución, ni tampoco como una cualidad excepcional alcanzada en ese
período en la relación entre el poder y los sujetos políticos y manifiesta enfáticamente en la
historia venezolana posterior, sólo nos anima el propósito de exponer algunos términos en los
cuales estas relaciones se delinearon durante el tiempo revolucionario.
En un ámbito que pudiésemos catalogar como el de la apreciación particular del
fenómeno, la Revolución fue entendida como un canal que permitiría el discurrir y la atención
de diversas demandas de estabilidad social y económica de un variado contingente de la
sociedad venezolana, huelga decir, que el nuevo tiempo político no sólo se convertiría en una
posibilidad de acceder a la participación en la esfera pública sino que, al mismo tiempo, debía
implicar una mejora material en planos individuales y familiares. Incluso, en lo que concierne
a las muestras individuales del ánimo por la realización revolucionaria, éste último aspecto
parece privar sobre el primero.
Los volúmenes del archivo personal de Rómulo Betancourt que agrupan
documentación entre de 1946 e inicios de 1948, atesoran una gran cantidad de
correspondencia con solicitudes de recomendación laboral,519
gestión de deudas pendientes,520
519
Por ejemplo: Carta de Antonio Betancourt a R.B. donde solicita que sea recomendado laboralmente ya que
está próximo a desaparecer el organismo donde presta servicios, la Administración de Bienes de la Nación.
Solicita recomendación en la Corporación de Fomento a la Producción, Banco Obrero, Obras Públicas o un
cargo Consular. Caracas, 4 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 604.
211
mejoras infraestructurales en comunidades,521
intermediación para la concesión de créditos,522
solicitudes de becas,523
restitución de cargos en organismos públicos,524
peticiones de
vivienda,525
e incluso, intercesión ante autoridades judiciales526
y solicitud de ayudas para
extranjeros.527
Visionándolas en conjunto, no sólo corroboramos la premisa anunciada sobre el
520 Por ejemplo: Memorándum enviado por Carmen Meléndez a R.B., solicitando gestione ante el Ministro del
Trabajo su recompensa económica por haber laborado en ese organismo durante siete años. La solicitud la hace
con urgencia ya que necesita radicarse en Caracas a propósito de un tratamiento médico. Caracas, 17 de febrero
de 1947. ARB. T. VI-F, 611. Igualmente, carta que envía Esteban Roldán Oliarte a R.B., solicitando que su
Gobierno pague una deuda que contrajo el Gobierno de Gómez por concepto de la publicación de un libro suyo
sobre Bolívar [Bolívar entre dos Américas] y cuyo monto no fue abonado por las administraciones de López y
Medina. La carta es elocuente, porque se trata de un hombre que según expone fue camarada de R.B. en Costa
Rica, pero luego expartidario del gomecismo y franquista, que sin embargo, expresa sus simpatías por R.B. Una
nota marginal en el segundo folio de la carta, seguramente escrita por R.B. dice: “Roldán Oliarte, un aventurero
a sueldo de J.V.G.” Nueva York, 22 de mayo de 1947. ARB. T. VI-F, 669. 521
Por ejemplo: Carta enviada por M. Evangelista Reyes a R.B., exponiéndole y reclamándole solucione un
problema de ineficiencia respecto a la autoridad civil de Cocorote que no ha dispuesto el arreglo de un sistema de
tuberías. Cocorote, estado Yaracuy, 24 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 615. 522
Por ejemplo: Carta enviada por Luciano Medina Gamboa a R.B., solicitando su intermediación con la
directiva de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF) para que le sea aprobado un crédito agropecuario con
el propósito de emprender una explotación lechera en Margarita. 8 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 624. 523
Por ejemplo: Carta enviada por Luis Tovar, miembro de Fedepetrol, solicitándole a Betancourt la ayuda a una
mujer, viuda de un trabajador petrolero para que otorguen una beca a su hijo en el Colegio de Los Salesianos, ya
que ella debe trabajar, no puede cuidarlo, ni cubrir el costo de la mensualidad. Caracas, 17 de marzo de 1947.
ARB. T. VI-F, 628. Igualmente, carta que envía Luis Farías Campos a R.B., solicitándole haga ingresar a su hijo
a la Guardia Nacional para asegurarle su futuro debido a que la enfermedad que él posee le impide trabajar.
Caracas, 5 de enero de 1948. Archivo de Rómulo Betancourt. T. VII – Complemento A. Carpeta A, Documento
2. (En adelante: ARB. T. VII-A. Carpeta A, 2). 524
Por ejemplo: Carta enviada por Numa E. Tekhaus a R.B., solicitando su interposición para ser reincorporado a
un cargo laboral en el despacho a cargo del Dr. Pardo Stolck. Solicita que en caso de que no ser reincorporado a
esta dependencia se haga en la Corporación de Fomento, Comisión de Abastecimiento, Agricultura y Cría o
cualquier otra dependencia que no sea el Despacho de Hacienda. Caracas, 28 de abril de 1947. ARB. T. VI-F,
654. Igualmente, carta enviada por Rubén Córdova a R.B., solicitando sea esclarecida su situación laboral
después de haber renunciado al cargo de Jefe Civil del Distrito Maracaibo, toda vez que se le llamó a comparecer
ente el Secretario General del Partido, Alberto Carnevali y hasta el momento no ha recibió respuesta sino orden
de esperar, al tiempo que su situación económica y familiar resultaba apremiante. Caracas, 3 de mayo de 1947.
ARB. T. VI-F, 659. 525
Por ejemplo: Carta que envía Elena Romero de Abenante, exponiéndole a Rómulo Betancourt que ha estado
solicitando una casa o un crédito al Banco Obrero y siempre le ha sido negado. Expone la urgencia que tiene
debido a la ancianidad de sus padres. Pide su recomendación. Caracas, 18 de julio de 1947. ARB. T. VI-F, 689. 526 Por ejemplo: Carta enviada por el Teniente Coronel José Elio Vargas C. a R.B., notificándole que no hay
novedades en su jurisdicción. Por otro lado, solicita su intercesión en el caso de su amigo Julio González
Cárdenas quien se dirige a Caracas a revisar el juicio que le sigue el Jurado de Responsabilidad Civil y
Administrativa. Solicita la ayuda de R.B. para que el caso sea solucionado favorablemente. San Cristóbal, 29 de
octubre de 1947. ARB. T. VI-F, 718. 527
Por ejemplo: Carta enviada por Carlos Luis Alcázar Estrada a R.B. informándole de su desventura económica
y solicitándole ayuda para salir de su país y encontrar un trabajo que le permita ayudar a su familia. Merece la
pena un extracto: “Abusando de su bondad, me permito rogarle se digne facilitarme, eso si le hago presente que
en calidad de préstamo, lo necesario para poder salir de mi país, y estoy seguro que con mis actividades tales
como, electricidad, mecánica, pintura, carpintería etc., yo me ganaría la vida elegantemente y podría mandar a
212
entendimiento y las aspiraciones en niveles individuales que existen en medio de la
Revolución, sino la apreciación misma que sobre Betancourt se iba construyendo en medio de
las exigencias: una suerte de prohombre –posiblemente la costumbre del prohombre del poder
venezolano- que puede y debe solucionar problemas. Muchas de estas cartas no están dirigidas
a la Junta como cuerpo, es decir, a la representación institucional de la Revolución, sino a lo
que a través de sus mismas expresiones podría considerarse en el contexto como su cara
visible, lo entendido como la manifestación real del poder, a Betancourt.
Ahora bien, la impresión que tiene el mismo Betancourt del cuadro progresivo de
exigencias es dramática. La apreciación sobre las demandas justifica su argumento sobre las
negaciones al pueblo en el pasado y su depauperación material. A su vez, hacen un contraste
complejo con los objetivos revolucionarios, con el tiempo mismo: Betancourt es enfático en
determinar que en el lapso de su duración, la Revolución aun queriendo, no puede resolverlo
todo. En sus consideraciones sobre esta materia, es recurrente la apelación a las condiciones
políticas pasadas como justificación de la carestía social encontrada por la Revolución, del
mismo modo, la forma como en el nuevo tiempo se buscará dar solución a la problemática
económica de la población, lejos del estímulo clientelar del pasado. La nota que en respuesta a
una demanda Betancourt mismo redacta, da cuenta de estos escenarios y de la manera como
concibe debe ser la conducta de su Gobierno ante estas tales situaciones:
“Estimada compatriota:
He leído su carta, donde me expone su situación económica. Es dolorosa esa correspondencia, como
tantas otras que a diario recibo, como revelación de que hay mucha miseria y mucho dolor en nuestra
tierra.
Lamento decirle que no me es posible concederle la audiencia que solicitó, [ilegible] debido a mis
múltiples ocupaciones.
De inmediato no puedo solucionar su problema. Pero como este Gobierno del Pueblo si se preocupa
por aliviar la angustiosa situación económica de los hogares con bajos ingresos y larga familia o que se
encuentran en desamparo, estamos organizando rápidamente un servicio de asistencia social.
Una señorita visitará su casa dentro de algunos días. Estudiará con usted la forma de contribución del
Estado para que su situación mejore en forma permanente. Estoy seguro de que a la larga esta
disposición será más favorable a los venezolanos empobrecidos, que las tradicionales dádivas de
dineros públicos que a su nombre, y para ganar simpatías personales, hacían otros gobernantes.
mi familia.- Créalo señor Presidente que cualquier ayuda que Ud. se digan concederme para los fines expuestos,
será algo que sólo Dios podrá recompensarle y de mi y mi familia la entera gratitud por su nobleza de corazón”.
San José de Costa Rica, 9 de enero de 1947. ARB. T. VI-F, 595.
213
La saluda su compatriota y amigo, Rómulo Betancourt.”528
Otra característica de este cuadro de demandas circunscritas a concepciones
individuales de la Revolución como canal de acceso directo a beneficios particulares y que
hemos separado del grupo de peticiones generales por su cualidad y elocuencia especialísima,
tiene que ver con la reiterada demanda de favores y solicitudes de adscripción o
mantenimiento en posiciones consulares venezolanas. Los archivos de Betancourt que
corresponden al período revolucionario están llenos de epístolas que ante los movimientos
institucionales de la Revolución escriben algunos miembros del cuerpo diplomático, pidiendo
conservar sus puestos en legaciones extranjeras o demorar su regreso a Venezuela.529
Los
argumentos son variados, pero con una preponderancia que orbita en la aspiración de
beneficios personales, en algunos casos solapados en coyunturas de salud.530
Muchos solicitan
también mayores beneficios por su labor, justificándolo en la necesidad de modernizar sus
respectivas dependencias. En esta materia también se incluyen casos donde haciéndole a
Betancourt una petición de trabajo o reincorporación, se le insinúa que la misma sea atendida
con algún cargo consular.531
Aprovecharse de la estancia en el extranjero y de la filiación con
el Gobierno para el disfrute nunca estuvo demás.532
De estas notas la consideración primaria
528
Carta de R.B. a Aurora Rodríguez. Miraflores, 11 de febrero de 1946. ARB. T. VI-E, 573. 529
Por ejemplo: Carta dirigida por J.M. Portillo a R.B., informándole que el Cónsul de Venezuela en Aruba, Julio
Ramos, desempeñará el cargo hasta el siguiente mes de marzo, en tanto, propone su propio nombre para el
reemplazo de aquel. Aruba, 25 de enero de 1947. ARB. T. VI-F, 601. Igualmente, carta de la Sra. Figueredo de
Wolf enviada a Bacalao Silva, solicita interceder ante el presidente Betancourt para que debido a la necesidad de
un empleado en el Consulado venezolano de Miami se le tome a ella en cuenta, no considerando su traslado a
Puerto Rico. Miami, 14 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 630. 530
Por ejemplo: Carta enviada por el Ingeniero Enrique González Navas, Cónsul de Venezuela en Nueva York a
Rómulo Betancourt comentándole que conociendo la disposición del Gobierno de nombrar un nuevo cónsul en
aquella ciudad y en vista de que su esposa se encuentra enferma y en tratamiento médico por algunos meses,
aspira que la JRG considere su permanencia en Nueva York bajo el cargo de director de la Oficina de Compras
del Ministerio de Obras Públicas, cargo que ya ocupa Ad-Honorem. Nueva York, 13 de enero de 1947. ARB. T.
VI-F, 597. 531
Por ejemplo: Carta enviada por V. Bermúdez – Valdez a R.B., exponiéndole su recuperación física después de
cesantía laboral en el Seguro Social y solicitando se considere su reincorporación al servicio exterior, donde
prestó servicios hasta 1940 como Vicecónsul en Hamburgo. Caracas, 27 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 635.
Igualmente, carta enviada por Perucho Martínez Román a R.B., haciéndole saber que se encuentra en Nueva
York tratando un problema de salud de su hijo. En vista de ello, ha renunciado a su trabajo en la Pantepec Oil Co.
La carencia de recursos y trabajo y la necesidad de estar junto a su familia le hacen ofrecer sus servicios a la JRG
con el objeto de que estos puedan ser remunerados. Nueva York, 6 de mayo de 1947. ARB. T. VI-F, 660. 532
El 9 de junio de 1947 Carlos Pérez de la Cova escribe a R.B., solicitando su intermediación para que le sea
concedido un pasaporte gubernamental para viajar a EE.UU. y Canadá. El propósito es aprovechar sus
214
que puede hacerse en torno a cada una de ellas es la ponderación de la urgencia que
evidencian todos los emisores, pero mirándolas en conjunto, podemos tener la impresión de
que aun cuando existe un aliento retórico en la apreciación de la Revolución como el
advenimiento de un tiempo histórico promisorio y portentoso para el país, para algunos,
permanecer en el extranjero es imperativo.
Sin embargo, el escenario más expresivo sobre la concepción popular de la Revolución
como medio para la realización personal directa lo encontramos en el caso de aquellos quienes
aspiraban a que su cercanía histórica o circunstancial a AD se tradujese en el aprovechamiento
puntual e individual de la oportunidad. En ese sentido, juega un papel muy importante la
exposición y demostración de lealtades políticas pasadas o presentes hacia el Partido y la
Revolución como forma de consolidar los argumentos de sus demandas. Estas peticiones son
bastante corrientes, es decir, similares a las expuestas en los dos casos anteriores: solicitud de
casas, cargos en Venezuela o en el extranjero,533
dispensas económicas y uso de cargos
políticos como aliciente para solicitar favores especiales.534
Lo particular es que a cada una la
acompaña una larga exposición que persigue destacar la relación de lealtad con la causa
política. Los ejemplos son variados y sumamente elocuentes los más.
María Luisa Solís, no sólo se aferra a su antigüedad en la lucha dentro de Acción
Democrática, sino al manejo de información de inteligencia que se produce en medio de un
cuadro conspirativo internacional contra el Gobierno revolucionario, para exigir una ayuda
económica de Betancourt. Le escribe en los siguientes términos:
“Sr. Presidente: Desde hace mucho tiempo soy una luchadora incansable en bien de nuestro gran
Partido A.D., partido éste que al fin ha podido llegara [sic] la meta y seguirá siempre adelante. Yo
quiero hacerle un pequeño recuento por motivos que convienen. A raíz del golpe revolucionario me
trasladé a tres pueblecitos cercanos y luché fuertemente, en especial en el pueblo [sic] de Caraballeda,
vacaciones y hacerle una serie de chequeos médicos a su esposa, para lo cual considera sería muy útil este
documento. ARB. T. VI-F, 673. 533 Carta de Nilson José Rojas, embajador de Venezuela en Ecuador a R.B. Expone su contrariedad por la
Resolución del encargado del Ministerio del Exterior de removerlo de su cargo, contraviniendo el estatuto del
personal de Servicio Exterior. Manifiesta su deseo de seguir sirviendo a la Revolución en el lugar que ellos crean
más conveniente. Quito, 6 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 606. 534 Carta manuscrita por Isaura Saavedra, representante a la Asamblea Nacional Constituyente a R.B.,
recordándole la petición que le había hecho de un empleo para su hermano. Relata toda la travesía burocrática
que ha tenido que pasar para reunirse con miembros de su Gobierno para lograr una atención en este caso.
Caracas, 6 de julio de 1947. ARB. T. VI-F, 684.
215
luchando así con un sector muy fuerte contigo. A este dicho pueblo llamado la Montañita toda la
mayoría copeyana y en una de esas veces que yo me encontrara en el pueblo de Caraballeda, junto con
el principal dirigente Santiago Pérez, un negro de alma blanca, digo esto porque es íntegro y tanto
como él yo, fuertemente le alimentábamos la idea a toda esa gente y afortunadamente para bien de
todos, hoy ese pueblo está encantado, porque por primera vez lo han tomado en cuenta. Ya tiene una
ancha carretera, una Jefatura mejor, un dispensario organizado, una planta escolar. Todo esto lleva un
objeto grande para mí; por eso hoy le pido una audiencia, para también notificarle algo personalmente,
como lo hice en una ocasión con el Mayor Vargas, a quien le di ciertos informes, como también
aproveché la oportunidad y le exigí me facilitara una estafeta de correos y hasta hoy no me ha resultado
nada. Después le exigí al Servicio de Investigaciones, porque domino bastante inglés y porque todos los
fines de mes paso a Curazao en viaje de compras, que es con lo que me sostengo, en compañía de mi
anciana madre y durante los pocos días que paso en esa antilla, me informéde [sic] muchas cosas, y
ante tantas le diré que esa isla es un hervidero de enemigos de su gobierno, y la mayoría de informes
que aquí han dado, yo me he valido de otras personas para que me los trasmita y en la actualidad tengo
un informe importante para dárselo a una persona de confianza. Sr. Presidente, yo le pido porque creo
en esta ocación [sic] no fracasar. Quiero una estafeta de correos en la ciudad ó que yo preste servicio
en investigaciones. Soy una luchadora del Partido, a partir de la muerte de Gómez, cuando teníamos
que pedir casas en el manicomio [sic], casa de la señora Belan y arreglar los humildes muebles de esa
gente y pedir bastantes sillas prestadas y yo en todo colaborándoles y alimentándoles la idea a la gente
y siempre mal vista de la parte contraria, de modo que por eso le pido algo para mí. Que tengo mi
situación bastante fuerte porque soy sola y tengo a mi madre que darle todo cuanto necesita. Espero la
audiencia pronto; no me la niegue. (Le agradezco infinitamente se conserve esta carta porque no me
conviene que se haga pública). De usted, María Luisa Solís”.535
Un grupo de jóvenes que ha constituido la Fracción Estudiantil del Partido Acción
Democrática en la Seccional Distrital Mariño del Estado Aragua, formada en su mayoría por
estudiantes de la Escuela Normal Rural El Mácaro, manifiestan, luego de exponer la creación
de su organización y de escribir su fidelidad a la Revolución, que han notificado al Ministro de
Educación todo el cúmulo de solicitudes que tienen y que aspiran sean cubiertas: residencia
estudiantil para alumnas internas, agua, transporte y administración. A Betancourt le
escriben:
“Con la presente queremos asentar ante Ud. el precedente de que formamos un núcleo mayoritario
dentro de las fuerzas estudiantiles, de nuestra Institución, inclinado a seguir fielmente la línea
ideológica afianzada por la Revolución de Octubre; al mismo tiempo que respaldar las directrices
gubernativas actuales. No obstante, en nuestra posición de tales y como estudiantes, agradecemos
infinitamente las posibles soluciones a nuestros problemas.”536
535
Carta de María Luisa Solís a R.B. Caracas, 10 de junio de 1947. ARB. T. VI-F, 674.
Solicitar dispensas de la Revolución a cambio de información confidencial sobre conspiraciones en su contra
resultó ser una práctica corriente según indican las fuentes. El 6 de noviembre de 1947 D. Montes Rivas escribe a
R.B. informando que tiene en su poder información importante para poder mantener en marcha la Revolución
económica. Se refiere a presuntas actividades conspirativas patrocinadas por URD. Para ofrecerlas pide a
Betancourt disponga todo lo necesario para su traslado a Caracas a fin de poder entrevistarse con él. ARB. T. VI-
F, 720. 536
Carta de Alciro Berroterrán, César Augusto Rojas y Enrique Salas Dugarte a R.B. Turmero, 10 de febrero de
1947. ARB. T. VI-F, 609.
216
Rafael Delgado, un fiel militante y activista de AD desde los años de la campaña
simbólica de Gallegos en 1941, apela a todo su trabajo político pasado para exigir como
compañero de partido el beneficio de una vivienda que hasta el momento no había sido
adjudicada por el Banco Obrero. Así le argumenta a Betancourt:
“Ahora paso a decirle que tal véz [sic] no recordará demí [sic], no por tener el alto cargo que ejerce
actualmente, sino porque somos muchos los conpañerosa [sic] quien ya conoce personalmente y a
quienes no puede recordar, pero no está demás decirle quien soy yo; yo fuí quien en Barcelona el año
de 1.941 acompañé a los Conpañeros [sic] Jorge Monna, Fariñe Salgado, Azuaje y otros en la
Organización para dar un mitín [sic] por Usted en la población referida en la compañía de Valmore
Rodríguez, en esa época en que el gobierno nos perseguíay [sic] nos obstaculizabanen [sic] la canpaña
[sic] que hacíamos para hacer ver al pueblo lo bien intencionado de nuestro partido que hasta hoy ha
cunplido [sic] a cabalidadlo [sic] ofrecido, tambien [sic] puede darle referencias de mi el compañero
DoctorAquiles [sic] Oráa, quien me conoce y puede informarlemas [sic] sobre mi persona.- Tambien
[sic] quiero decirle por medio de la presente que en fecha de junio de 1.946, hice una peticion [sic] al,
Banco Obrero para conseguir una vivienda tipo obrero para lo cual llené los requisitos necesarios y
todavía no he sido favorecido, teniendo una familia numerosa constante de nueve hijos y mi esposa, los
cuales he tenido que trasladar a este lugar por no haberme podido sostener en esa, debido a los
arquileres [sic] que como Ud. sabe bien los que mas le ocasionan a uno el pobre la mayor
preocupación.- Ahora que ya le expuse el motivo de mi carta le exijo como compañero de partido hacer
por mí lo que pueda a fin de ver si logro conseguir esa vivienda que necesito, y que justicieramente
meresco [sic] por mi pobreza y numerosa familia.”537
Buena parte de las exigencias particulares que se le hacen a Betancourt y al Gobierno
descansan en la apreciación de que la Revolución no llega a todas partes. La sensación de la
ausencia de un cambio significativo directo en torno a ciertas aspiraciones individuales
respalda esta apreciación. Todo un conjunto epistolar en los archivos de Betancourt no sólo da
cuenta de demandas como las ya enumeradas, sino de algunos malestares causados por
necesidades privadas y públicas insatisfechas.538
Se trata pues de lo que para los remitentes
significa que en la cortedad de sus aspiraciones aún no logran acariciar las realizaciones
revolucionarias. El reparto de la tierra y las mejoras en las condiciones generales del campo y
del campesino son las áreas donde logran coincidir la mayor parte de las exigencias, quejas y
desilusiones.539
A pesar de que banderizar con todo el drama socio-económico que se había
537
Carta de Rafael Delgado a R.B. El Socorro, estado Guárico, 24 de septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 707. 538
Por ejemplo: Carta de Oswaldo Arcay Martínez a R.B., donde expresa su preocupación y malestar por la
remoción laboral a la que fue sometido formando parte del Ministerio de Comunicaciones, denunciando que la
misma obedece a la imposición de Acción Democrática. También denuncia el mal estado del servicio
radiotelegráfico en el país. Caracas, 20 de marzo de 1947. ARB. T. VI-F, 629. 539
Por ejemplo: Carta enviada por Rafael Ángel Castillo a R.B., en la cual pide su intervención para la
adquisición de un terreno. El remitente aspira convertirse en propietario rural. Caracas, 5 de agosto de 1946.
ARB. T. VI-E, 578.
217
configurado a lo largo de la historia venezolana en torno a la improductividad del campo y a la
depauperación y desprotección del campesino, había sido una de sus más firmes políticas, a
Acción Democrática, desde las particularidades se le exigía consecuencia con sus premisas.
Pensar una inconsecuencia parece en este caso la opción de la premura y el disgusto
individual. Desde el triunfo de la Revolución, sus hombres introdujeron como otro de los
objetivos fundamentales del tiempo el impulso de una reforma agraria nacional. En enero de
1946, a pocos meses de los sucesos del último octubre, encontramos a Betancourt girando
instrucciones precisas a los gobernadores de estado para que en el marco del tercer cumplemes
de la Revolución se apresuren las disposiciones emanadas de la convención celebrada en
noviembre y que privilegiaba rápidas acciones de mejora en el campo. El diagnóstico y la
instrucción de Betancourt resultan fundamentales, no sólo como argumentación del propósito,
sino como fuente de contraste con la negación del mismo que suponen los reclamos
posteriores:
“Me refiero a la obligación en que están los gobernadores de la Revolución de procurar que de
inmediato se satisfaga la necesidad de tierra de los campesinos, y sin espera de que se realice
previamente una reforma agraria de carácter nacional. Estamos precisamente en la fecha en que deben
ser comenzadas las limpias, que permitan en febrero o marzo las siembras. En consecuencia, los
gobernantes regionales deben dedicar preferente atención a la búsqueda de las fórmulas que permitan a
innumerables agricultores medios y pobres a obtener de los terratenientes tierras laborables en
condiciones liberales, en cuanto a los cánones de arrendamiento. Deber también de los mandatarios
regionales es el de cooperar con los Delegados del Banco Agrícola y Pecuario y del Ministerio de
Agricultura y Cría en aquellos lugares en donde existan, o tomando ellos directamente la iniciativa, a la
organización de asociaciones o ligas de agricultores, que puedan obtener préstamos de suministros del
citado Instituto de crédito. Esta es una obra de gobierno que debe centrar la preocupación de los
mandatarios regionales, por razones de justicia social y de supremo interés nacional, ya que si no se
cultivan las tierras nos veremos en el año que cursa confrontando las mismas críticas dificultades para
el abastecimiento interno que están actualmente presentes. No se trata de que se propugne un despojo
de las tierras de los hacendados, sino que se establezcan con ellos un diálogo conciliador, haciéndoles
ver la necesidad de que contribuyan a la solución de agudos problemas económicos y sociales del país,
alquilando parte de sus tierras no cultivadas, improductivas, que no cumplen ninguna función útil a la
colectividad, a los millares de agricultores deseosos de rendir una labor reproductiva y que no pueden
cumplir tal propósito por carecer de tierras suyas para ponerlas en vías de producción.”540
A contracorriente, exactamente un año después, en enero de 1947, Betancourt recibe
una carta de Ramón Guzmán, Secretario de General de Trabajo y Reclamo del Sindicato
Profesional de Trabajadores Agrícolas de Caucagua, exponiéndole que en vista de la ausencia
540
Carta de R.B. al presidente del Estado Anzoátegui con copia a demás presidentes de Estado, gobernadores de
Territorios Federales y gobernador del Distrito Federal. Caracas, 6 de enero de 1946. ARB. T. VI-E, 569.
218
de medidas en torno a la explotación de trabajadores y campesinos y a la pervivencia del
problema del latifundismo, han constituido una especie de tribunal popular que se sentía
autorizado para arreglar cualquier asunto de trabajo en el área. No sólo eso, le recuerda que
en la cercanía de un nuevo proceso electoral para el Gobierno resultaría conveniente resolver
este problema, es decir, está implícita la amenaza de retaliación política de no lograr sus
objetivos:
“Estos compañeros que me acompañan les tengo fé [sic] porque no les importa nada en la vida siempre
que sea por defender a los trabajadores de acuerdo con los postulados de nuestro Partido, pero yo
viendo el peligro que estamos corriendo me apresuré a ponérsele en conocimiento, y como tenemos que
enfrentarnos a las próximas elecciones Presidenciales, las cuales las considere [sic] más peligrosa que
la anterior, pues con mucha más razón tengo que manifestarsele [sic] sea meritorio tomarlo en cuenta o
no.”541
En abril de 1947, el gobernador del Territorio Federal Amazonas escribe a Betancourt
para informarle sobre el estado de atraso y abandono de la jurisdicción, sobre el
desconocimiento popular de la ocurrencia de una revolución y de sus realizaciones y
notificándole las urgencias fundamentales que deben atenderse en la localidad. A poco más de
la mitad del período revolucionario, esta confesión evidencia la dificultad en la promesa de su
alcance, la ausencia de un beneficio nacional homogéneo y una fuente de disparidades en
cuanto a la percepción inmediata y futura que podría hacerse en torno al movimiento:
“Mi estimado Betancourt,
No le había escrito más antes debido a que esperaba conocer el medio y sus necesidades para entonces
poder hablarle de este pedazo de tierra venezolana, que, como toda la provincia carece de todo. Ya he
visitado todos los lugares cercanos a Puerto Ayacucho y en todas partes lo que he encontrado es una
miseria impresionante. La vida es sumamente cara: un kilo de arroz vale Bs. 2 y un papelón hasta Bs. 3.
Hay muchos habitantes que ignoran que en Venezuela se hizo una Revolución y que se imaginan que
todavía manda Juan Vicente Gómez. Esta mañana vino a la Gobernación una pobre vieja que vive en
las márgenes del Guainía, y me pidió el favor de enviar un saludo al General de La Mulera.
Puedo asegurar a Usted que aquí no existen problemas políticos. Todos son trabajadores. Un elemento
que consideraban de la oposición, de apellido Reyes Velásquez, y que estaba alejado o huraño porque
no se le había tendido la mano, lo llamé y hoy el hombre es cien por cien de la Revolución, y el
Gobierno del Territorio le concedió, por Tesorería, un pequeño crédito para una industria que será
beneficiosa para la colectividad, teniendo la seguridad que en las próximas elecciones votará por la
Tarjeta Blanca.
Aquí existen tres cosas fundamentales que hay que ponerlas a caminar de inmediato:
1° Un acueducto.
541
Carta de Ramón Guzmán a R.B. Caucagua, 9 de enero de 1947. ARB. T. VI-F, 594.
219
2° Una población agrícola. Para no menos de 80 o 100 familias y;
3° Hacer agricultura. (…)”542
Esta carta también es especialísima porque evidencia ciertos matices al estímulo de
relaciones clientelares para sumar a factores considerados de oposición a la Revolución y para
conducir las consecuencias de los auxilios económicos al beneficio posterior de Acción
Democrática. Aunque excepcional si se observa en relación al universo de la correspondencia
oficial recibida por Betancourt, los elementos que permiten evidenciar una confusión entre los
objetivos revolucionarios, la administración pública y el beneficio del Partido, son claros.
Y esa relación se percibe popularmente. A causa de ello, los partidarios políticos de la
Revolución, los miembros o simpatizantes del Partido que se habían sentido excluidos en la
distribución de beneficios materiales por el Gobierno, reclaman y amenazan hacer eco de sus
malestares. Es su respuesta ante el deseo insatisfecho, ante la negación circunstancial de su
pretendido merecimiento debido a su filiación partidista.
En mayo de 1947 el presbítero Luis María Padilla escribe a Rómulo Betancourt sus
reclamos. El sacerdote muestra su descontento por no haber sido considerado como encargado
de alguna capellanía militar de una ciudad central del país, habiendo prestado servicio y
lealtad al Partido. Demanda atención en razón de su carestía y plantea como irremediable su
aceptación de cualquier cargo. Su correspondencia es sumamente elocuente porque es una
muestra de la ubicación del bajo clero respecto a la Revolución y también evidencia el
problema de las cuotas y administración del poder y beneficios dentro de AD:
“…estoy en la actualidad sufriendo una aguda depresión moral motivada por la decepción que he
experimentado de quienes yo creí mis mejores mecenas en las fluctuaciones de mi posición social,
debido a mis ideas políticas que todos conocen, mantenidas y expresadas con lo mejor de mi entusiasmo
por la causa del pueblo y la revolución. El caso es que yo renuncié la parroquia de Miranda del Estado
Carabobo, no por mejorar mi posición personal sino para situarme en un lugar donde pudiera, sin
mengua de mis deberes sacerdotales, prestarle mejor servicio al Partido, tal como sirviendo en la
Capellanía de la Armada de Puerto Cabello. […] Tengo la impresión de que el Partido me ha vuelto las
espaldas. Me apena tener que confesarlo pero me siento abandonado de éste o de los que ayer utilizaron
mi buena voluntad y mi fe en el Partido como algo transitorio. […] pero a mi, que tengo más de tres
meses aquí en Caracas me aplazan indefinidamente en una ilógica espera que ya no puedo continuar.
Ya he agotado todos mis recursos; dentro de poco tendría que acudir al favor de mis amigos y yo no
542
Carta del Gobernador del Territorio Federal Amazonas [firma autógrafa ilegible] a R.B. Puerto Ayacucho, 15
de abril de 1947. ARB. T. VI-F, 645.
220
puedo esperar esa situación embarcado en una utopía porque ni por condición natural ni por educación
debo permitirlo. […] Yo lamento que el Partido me haya dado tanta publicidad en una ocasión para
ahora dejarme en descubierto y exponerme al ridículo. Creo sea un asunto de método, pero lo juzgo
contraproducente para el desarrollo y estabilidad del Partido, porque si este logra neutralizar la acción
e influencia de los “Diletantes” y en cambio por una delicada consideración y noble actitud con los
irredentos opositores los coloca indiscriminadamente en lugares y puestos que podrían considerarse
estratégicos, como está sucediendo con estas capellanías militares, está labrando su propia ruina
futura. Estos sentimientos están cundiendo en la provincia y no son pocos los centros del Partido cuyos
dirigentes me han expresado estas mismas ideas”.543
Otros se han sentido engañados con la política de créditos para el estímulo de la
producción y la agricultura emprendida por la Revolución a través de la Corporación
Venezolana de Fomento (CVF). La línea de quejas sigue siendo la misma que la anterior: se
comparan lealtades políticas hacia AD y aspiraciones individuales con las respuestas, o más
bien la ausencia de las mismas, por parte del Gobierno.
En junio de 1947 un hombre escribe a Betancourt, exponiéndole el caso de su hermano,
quien por su recomendación ha solicitado un crédito a la CVF en Calabozo, aparece en un
listado de aprobados y al acercarse a la entidad bancaria le explican que no existe un trámite a
su nombre. Se queja de la celeridad con la que ha visto resolver otros casos. La apelación a la
retaliación política hacia la Revolución que su caso y el de otros suponen, es otro indicador
común, lo mismo ocurre con la apreciación, similar a la del presbítero Padilla, de que por
desconocimiento o beneficio político posterior, la Revolución estaría privilegiando a
opositores y no a sus partidarios leales:
“Recuerdo que hace un año de la solicitud (…). Contrasta la lentitud con que se ha tramitado este
crédito con la celeridad con que son acordados por el mismo organismo créditos de Bs. 300.000 a Capo
Di Ferro, facista [sic] reconocido y a innúmeros y reconocidos enemigos de la revolución. Irrita que sea
así con alguien que votó con la tarjeta blanca, en la cual creyó, mientras se aúpa a los enemigos.
El caso de mi hermano se repite sin cesar. Si tu tuvieras tiempo de oírme te contaría los dolorosos y
numerosos casos que conozco. Te diría, para que intentaras remediarlo, como están perdiendo la fe los
sectores honestos de la producción en esta famosa corporación [Corporación Venezolana de Fomento],
parece que definitivamente orientada a despebatar [sic] recelos en quienes más han creído en nosotros,
y a beneficiar exclusivamente a nuestros tradicionales enemigos. Si oyes a Vicente Gamboa, a cualquier
Diputado de la Provincia te podría contar historias como para un largo capítulo deplorable de nuestra
revolución. […] Le voy a aconsejar que lo retire porque basta ya de burla infame. Será uno menos que
creerá en nosotros como los tantos miles que nos vamos dejando en el camino con actuaciones como
esta. Yo seguiré todavía esperando, aunque un poco también de mi fé [sic] se va quedando engarzada en
estos dos años de Gobierno revolucionario”.544
543
Carta del Pbro. Luis María Padilla a R.B. Caracas, 27 de mayo de 1947. ARB. T. VI-F, 671. 544
Carta a R.B. [Firma ilegible del remitente]. Caracas, 18 de junio de 1947. ARB. T. VI-F, 677.
221
Los ejemplos evidencian un contraste dispar entre la idea de una nueva ética
revolucionaria que aspira diluir el complejo de relaciones clientelares que en el último decenio
había mantenido el pueblo con el poder, y el enraizamiento de esa misma lógica en el
imaginario colectivo venezolano. El pueblo parece sentir que debe entenderse con el nuevo
Gobierno en los mismos términos con los cuales se entendía en el pasado para poder obtener
una dispensa, aún más cuando la entronización de Acción Democrática en el poder suponía
para muchos el cambio radical de sus condiciones de vida y la satisfacción de sus deseos de
ascenso socio-material. Otro factor que la premura revolucionaria no pudo eludir es la
concepción popular-partidista de los merecimientos. Obtener se convirtió en una consigna
soterrada de los militantes y simpatizantes de Acción Democrática. La justificación del
merecimiento estaría respaldada por la demostración histórica de la lealtad hacia la
organización. Ahora con el partido participando del poder, cada cual exige una suerte de
premiación ajustada a las banderas reivindicativas que en el pasado había alzado Acción
Democrática. Si bien hablamos de un contraste entre una ética que desea imponerse y otra
arraigada, la preocupación por la pervivencia en el poder pudo circunstancialmente aislar al
Partido de aquel deseo histórico.
3.5. Oposiciones
El origen y la condición abrupta de la Revolución lógicamente irán aparejados de la
configuración de cuadros de oposición de diversa naturaleza, motivación y movilidad.
Enunciarlas en plural guarda al menos dos sentidos: el de referirnos a su concepción bajo el
mismo término y significación con el cual desde la Revolución se percibió a los contrarios y
luego, porque el término permite describir y posicionar a esos contrarios bajo sus diferentes
formas de acción. De modo que, en este trabajo también habrá una referencia plural a la
oposición hacia la Revolución.
En una primera lectura se podría segmentar a las oposiciones en torno a su ubicación y
casi de manera correspondiente a su forma de conducirse. Paradójicamente, fuera de ellos y
también diluido en ellos, quedará el grupo con naturales razones para la oposición: el
222
medinismo desplazado. Los segmentos que permitirán reconocer a estas oposiciones por su
ubicación serán su carácter interno y externo, mientras que por su modo de acción será la
persuasión y la organización política y también la violencia. En todo caso, todos los
procedimientos parecen ser respectivamente correspondientes.
La oposición interna tiene como principales exponentes a los grupos políticos
organizados contrarios a Acción Democrática, y aun cuando esporádicamente AD les acusa de
articularse en torno a intenciones desestabilizadoras y violentas, propias por otro lado de lo
que estos acusaban al Partido, en general, el modo de conducirse de estas organizaciones
frente a la Revolución y frente AD es el del combate político partidista clásico. Destacan
dentro de ellos y por orden de origen, el Partido Comunista de Venezuela (PCV), consolidado
antes de la Revolución, y otros dos, considerados partidos octubristas porque su origen se
corresponde con el fragor de las libertades políticas y estímulo a la organización concitado por
el movimiento desde octubre de 1945: nos referimos al Comité de Organización Política
Electoral Independiente (COPEI) y la Unión Republicana Democrática (URD), pero
sobremanera a Copei.
3.5.1. Los comunistas
En torno a la oposición del PCV se tejen consideraciones polémicas. Había sido hasta
el momento el contrario político más o menos consolidado frente a Acción Democrática, no
sólo en lo que concierne a la definición en la búsqueda del favoritismo popular y
fundamentalmente obrero, sino también, en torno al deslinde ideológico desde finales de los
años treinta del siglo XX en los tiempos del PDN-Un. Manuel Caballero remarca igualmente
el celo velado de los comunistas cuando Betancourt y los suyos en medio de la jerga de los
camaradas se aventura a enunciar su movimiento como una revolución que hasta en el nombre
emula a los bolcheviques.545
En todo caso, entre el PCV y AD y con claridad entre aquellos y
la Revolución habrá una distancia acendrada por los esfuerzos de deslinde ideológico en el
545
Cfr. Manuel Caballero, Rómulo Betancourt, político de nación, p. 225 y ss.
223
pasado, pero también por el celo y las coincidencias programáticas políticas en el presente.
Será desde el ala comunista donde, tras aquella valoración temporal, se reitere en los cuadros
opositores uno de los argumentos que para ellos evidencia la condición traidora de la
Revolución, nacida –según sus juicios- tras el germen del engaño, cuando Betancourt había
mantenido en el pasado político tanta hostilidad respecto a las militaradas y termina
accediendo al poder junto a su partido con el respaldo de las armas.546
El otro borde de la polémica, aunque no niega las razones que motivan las distancias
entre el PCV y AD, las minimiza y lleva a sostener que circunstancialmente ambas
organizaciones lograron coincidir en el hostigamiento de un enemigo político común: Copei.
Para quienes sostienen este criterio, al menos dos escenarios sirven de argumento: los
acercamientos coyunturales entre AD y el PCV en la Asamblea Nacional Constituyente con el
objeto de vituperar o detener propuestas de Copei y las denuncias de participación conjunta de
activistas comunistas y de AD en la disolución violenta de concentraciones y mítines del
partido verde.547
Por ello, la relación pero sobre todo la valoración que legan los comunistas
de AD y la Revolución en el decurso de este tiempo se mueve entre la marca de las distancias
ideológicas y en algunos casos la manifestación de connivencias evidentes.
3.5.2. Copei
Mientras tanto, Copei se lee a sí mismo dentro de la Revolución como la organización
política puesta en el ojo destructivo de AD. Pese a ser un partido octubrista y aun cuando en el
acto mismo de su instalación su líder fundador, Rafael Caldera describe el cuadro
esperanzador que para el país representó la producción de aquel movimiento, al cabo de los
primeros enfrentamientos electorales y luego con mayor énfasis, durante el tiempo
constitucional cuando AD había capitalizado tan ingente favoritismo electoral, Copei se
esforzará por hacer de su imagen institucional la de un partido permanentemente atacado y
546
Cfr. Idem. 547
Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, p. 538. Ha sido fundamental para
lograr mayor claridad en la comprensión de este aspecto las conversaciones sostenidas con la historiadora Mirela
Quero de Trinca a lo largo del proceso de investigación en el archivo de R.B.
224
disminuido desde el poder. Este es un escenario realmente ineludible, pero en él se registra la
intención del partido verde por llevar al paroxismo sus denuncias.
La prensa escrita548
y los mítines políticos serán la vía expedita para denunciar la
traición de los ideales octubristas por parte de AD, la violencia política,549
la intención
hegemónica y sectaria, la corrupción, el fomento de la holgazanería colectiva, la incapacidad
administrativa, la adequización de la administración pública y la carnetización partidista como
mecanismos para la obtención de prebendas,550
taras que según Copei heredó Gallegos del
Gobierno revolucionario.
El nacionalismo se convirtió en un tema primordial dentro del tiempo revolucionario,
tanto por la carga retórica que la Revolución hereda de Betancourt y de AD con asidero en
toda una reflexión política pasada, como por las circunstancias contextuales internacionales
recientes –la guerra- y propias del tiempo –la definición de nuevos imperialismos-. En ese
sentido, había sido un criterio continuado en Betancourt y en su partido el deslinde y combate
de organizaciones y posturas que buscaran afianzar procedimientos, éticas y modos políticos
en general ajenos a la democracia, a la realidad venezolana y comprometidos con determinado
interés extranjero. Recuérdese que este había sido y aún era durante el tiempo revolucionario
un fuerte argumento de Betancourt y de AD para marcar distancia con los comunistas a
quienes conceptuaban como fieles acólitos de Moscú.
En medio de un ambiente político tenso y con la propensión al estímulo de las
polaridades, Copei intentará salirle al paso a un juicio en esta misma dirección que dicen
proviene de AD aun cuando los comunistas igualmente echen mano de él
548
Fundamentalmente las notas editoriales y los artículos de opinión publicados por el diario El Gráfico a quien
desde AD se le etiqueta como el periódico de Caldera. Con propiedad desde mediados de 1948, según se pudo
registrar en la sección periodística comprendida dentro del archivo de R.B. perteneciente a este período, existió
un debate inter diario de posturas y opiniones políticas a través de las notas editoriales de los diarios El País y El
Gráfico. 549
Justamente será el argumento de la presunta violencia desatada por AD hacia los mítines de Copei con el
propósito de disolverlos, el que usará Rafael Caldera para justificar su renuncia al cargo de Procurador General
de la República. Vid., el contenido del telegrama donde Caldera presenta su renuncia ante Betancourt e
igualmente el telegrama de contestación de este último en: Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista
1945-1948, pp. 175-176. 550
Cfr. Ibídem, pp. 131-135.
225
circunstancialmente.551
Se trata de la acusación permanente de la presunta vinculación de
Copei con el fascismo y su complacencia con el falangismo español. Tal contexto da pie a otro
ribete sensible en el marco de esta oposición específica y es la matización de una gran
discordia entre AD y Copei en torno al tema de las posiciones religiosas y los procesos
políticos que para el momento tiene en el franquismo un principal exponente de discusión. Las
columnas de opinión en prensa durante el tiempo revolucionario y el constitucional, sobre todo
en los espacios del oficialista El País dan cuenta de la reiteración de este criterio:
“La ocasión es propicia para la demostración irrebatible de cómo para la gente de Copei, el régimen
democrático, las consultas eleccionarias al pueblo, el debate político, el voto y el sistema de gobierno
representativo y popular constituyen no más que pamplinas. En la tribuna, en la Cámara y en el
periódico se empeñan en decir lo contrario, se empeñan en mostrarse demócratas virtuosos, pero de los
hechos aparecen sin la máscara con que se cubren en inútil afán por engañar a las masas, desnudos en
su conformación totalitaria y fascista, personeros resabiosos de un mundo político que en el plano
nacional se identifica con Gómez, con López Contreras y con Medina Angarita y que en proyección
internacional venera a Hitler, a Mussolini y a Franco”.552
Ahora, cabe la duda, presente en aquel contexto, del origen de aquellos argumentos y
del efecto esperado. Aquí, como en el caso general de la violencia revolucionaria y del
sectarismo partidista, hay una suerte de exculpación a Rómulo Betancourt como motivador,
pero se le recrimina la omisión y la ausencia de contundencia en el freno de los manejos de su
partido. En su discurso público no se hacen directamente estos señalamientos, aunque hay
alguna reiteración al rechazo de cualquier forma de injerencia extranjera cuando se aborda el
tema de las dimensiones del nacionalismo revolucionario. Así, en torno a la generalidad de los
denuestos políticos del período la culpa buscará colectivizarse en AD como partido, lo que
colateralmente servirá para darle otro sentido a la omisión de Betancourt aunque sin llegar a al
acto de responsabilizarle directamente: el de la ausencia de control real sobre la conducta y
disciplina partidista, lo que redunda en intentos por describirle como un político incapaz, y el
de su connivencia en última instancia con las acciones deleznables de su organización.
Ante ello, Betancourt atenderá a las denuncias y señalamientos categorizándolos como
situaciones aisladas propias de una circunstancia de ebullición política, mientras del otro lado,
551
Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, pp. 102-103. 552
Pomponio (seudónimo). “El verdadero rostro de Copei”. El País. Caracas, 22 de agosto de 1948. ARB. T. VII.
Carpeta C, p. 160.
226
el de Copei, parecerá un objetivo fundamental la necesidad de demostrar que las embestidas
de AD obedecen a planes conscientemente orquestados. En todo caso, el efecto deseado desde
AD como organización parece claramente determinado por el objeto de desprestigiar y
desmovilizar a una organización que si bien apenas da sus primeros pasos políticos y aún no
logra compararse con su nivel de proyección nacional, cometió el pecado de criticar el sentido
de la Revolución, huelga decir, de oponerse a los intereses populares, según podía leer AD.
Lecturas internas hechas en la inmediatez del tiempo revolucionario sobre la naturaleza
y disposición del partido verde durante aquel período tienen como lugares comunes la
exaltación de su minusvalía política pero a la vez, la presentación de sus acciones bajo un
modo heroico, insatisfecho en los actos, frente a la gigantesca vorágine representada por
AD.553
Copei será también una opción formal que permitirá aglutinar a porciones del
segmento político desplazado por la Revolución. Ello lógicamente motivó más argumentos
detractores por parte de AD al considerar que esta nueva organización sirvió para amparar a
los herederos del latrocinio gomecista y como blindaje a los intereses oligárquicos de siempre.
La concepción de AD parece ganada a dibujar en Copei la representación interna de los
intereses políticos del pasado combatido por la Revolución.554
A esta visión también
contribuyó la autoconcepción copeyana como una organización política de reemplazo. Esta
percepción refiere según el mismo Caldera al origen del apoyo sólido que desde sus primeros
tiempos recibirá su partido en los Andes venezolanos y concretamente en el Táchira, al punto
que durante el período revolucionario pueda considerarse a Copei un partido regional. Según
Caldera, Copei viene a llenar un vacío referencial en el ánimo político tachirense que ha tenido
que sobreponerse a dos circunstancias adversas: a la animadversión nacional por ser cuna de
un dominio político como el gomecismo y sus herederos y al haber perdido el control político
553
Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, Toda la obra es expresión de ello. 554
En una nota editorial de El País publicada en 1948 en respuesta a una similar de El Gráfico que contenía las
consideraciones de Copei sobre el carácter traicionado de la Revolución, Acción Democrática enfatiza el amparo
dado por ellos a personeros del medinismo y su connivencia con intereses y prácticas oligárquicas, además de
remarcar, como será típico durante aquel tiempo, el carácter de representante del falangismo español en
Venezuela que detenta aquel partido. Cfr. “Ellos defienden el derecho a conspirar”. El País. Caracas, 24 de
septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, p. 177.
227
del país. Careciendo del referente de poder tradicional que exaltaba aquel regionalismo, no
dispuesto a seguir a AD por la mácula anticatólica y antiandina que se le imponía, para
Caldera, Copei en el Táchira cumple una función casi milagrosa, la darle otro sentido político
al orgullo de ser andinos; Copei es según este discurso una necesidad histórica en el
Táchira.555
En todo caso, el fragor de esta oposición particular adquirirá dimensiones realmente
importantes durante 1948, quizá por la conjunción de dos escenarios correspondientes:
considerarse minúsculos ante el poderío de AD y el favoritismo electoral logrado, aunado a la
ralentización de la movilización política electoral después de todas las jornadas
revolucionarias y por otro lado, la necesidad de beneficiarse de los flancos débiles en la
conducción de la nueva administración de Gallegos.
3.5.3. López Contreras y la conspiración militar
Otra manifestación de la oposición interna bajo el modo de conducción violenta fue
aquella que para AD se articuló en torno a Eleazar López Contreras y al andinismo. Esta es
una oposición manifiesta, pero cuyo modo de acción fue permanente negado por quienes
parecen implicados en ella. Revistió durante el proceso el mayor estímulo a la inestabilidad
militar. Se incluye en el ámbito de la oposición interna tomando en cuenta sus motivaciones y
su origen: recuérdese que antes de sobrevenir la Revolución y en medio de la crisis por la
sucesión presidencial de Medina, López aspiraba la reelección, es apresado el 18 de octubre de
1945, posteriormente extrañado del país y finalmente condenado por peculado por el Tribunal
de Responsabilidad Civil y Administrativa. Sin embargo, los manejos que son atribuidos a
López Contreras por confidentes del Partido, son fundamentalmente externos, basados en
presuntos y permanentes planes de invasión. Dentro de Venezuela se le responsabiliza de
gestar un importante número de levantamientos miliares que resultan controlados por el
Gobierno.
555
Cfr. Rafael Caldera en el prólogo al libro de Rodolfo José Cárdenas, Las trece virtudes. Caracas: Arte, 1978.
228
Sin embargo, según refieren algunas fuentes, la manifestación de oposición clara de
López Contreras hacia la Revolución no fue contundente, incluso, no existió en los momentos
iniciales del movimiento. Un documento rescatado y comentado por Margarita López Maya y
Simón Alberto Consalvi es el origen de este sostenimiento. El documento es una carta tardía
que envía el embajador Corrigan al Departamento de Estado556
notificando que a finales de
1945 y a propósito de su viaje a Estados Unidos, Betancourt le pide que considerando su
cercanía con López y la ocasión segura de un encuentro entre ambos le persuada de radicarse
en Colombia, lo cual seguramente traería incomodidades al Gobierno venezolano que estaba
cierto de la planificación de una conspiración lopecista desde la frontera con aquel país. La
entrevista entre Corrigan y López en efecto ocurre en Estados Unidos. El expresidente
desmiente intenciones conspirativas y asegura que estaría dispuesto a colaborar con el nuevo
Gobierno y en su limpio propósito demócrata. Sin embargo, por medio de Corrigan busca
condicionar su viaje a Colombia. Dice que ha pensado en aquel destino por lo costoso que va
siendo mantenerse en Estados Unidos, por lo cual exige del Gobierno venezolano el cese del
congelamiento de sus bienes y ayuda económica para poder sustentarse de acuerdo a su modo
de vida. Para López Maya, el Gobierno revolucionario si bien conoció inmediatamente los
resultados de aquella conversación desoyó -privilegiando sus propios argumentos respecto a
López-, lo comunicado por Corrigan, actitud que coincide con los movimientos conspirativos
de López Contreras que desde 1946 son abiertos.557
La sección del archivo de Betancourt correspondiente a los años 1946 y 1947 contiene
una importante documentación sobre los presuntos planes conspirativos desde el extranjero y
la vinculación de López con las sediciones militares internas cuyo propósito, según sostienen
estas fuentes, sería devolverle al poder.
556
Cfr. Carta de Corrigan al Secretario de Estado. Caracas, 26 de marzo de 1947. Asunto: Transmisión de copia
de una carta donde se reporta una entrevista con el General López Contreras. N° 9938. En: Simón Alberto
Consalvi, Auge y caída de Rómulo Gallegos, pp. 95-98. En el comentario de estos documentos Consalvi destaca
varios datos: la carta oportuna, donde se refiere los detalles de aquella entrevista casi inmediatamente a su
producción está dirigida a Allan Dawson, Consejero de la embajada de Estados Unidos en Caracas, fue fechada el
2 de enero de 1946. La intención de Corrigan de dejarla en los archivos del Departamento de Estado es muy
posterior, cuando le envía una copia del original con una nota explicativa al Secretario de Estado el 26 de marzo
de 1947. 557
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 209-228. Todo este capítulo del trabajo de López Maya está
dedicado a comentar la suerte de puente que representó la embajada de Estados Unidos en Caracas entre López
Contreras y el Gobierno revolucionario.
229
En noviembre de 1946 el Gobierno revolucionario es informado que López planea una
invasión a Venezuela desde Colombia.558
Al mes siguiente, después del levantamiento militar
de noviembre de 1946, y luego de haberse producido dentro y fuera de Venezuela una serie de
allanamientos relacionados con este plan conspirativo,559
Betancourt recibe el presunto
proyecto de primer decreto de un gobierno de facto que llevaban consigo los complotados,
donde evidenciaban que su movimiento era a favor del general López Contreras.560
Este
manifiesto es particularmente locuaz. Antes de pronunciarse a favor de la causa lopecista,
tiene por propósito reflejar la fractura de las Fuerzas Armadas, dejando claro que quienes lo
suscriben, durante los meses pasados habían compartido la intención revolucionaria del grupo
militar que toma el poder junto AD y que a causa de la gestión marxista y totalitaria del
Partido terminó por desvirtuar los principios revolucionarios. Más allá de la veracidad de las
consideraciones presentes en el documento, su importancia, en un primer acercamiento, radica
en la evidencia de un malestar prematuro en el seno de los componentes militares y que al
menos, argumentativamente, no distará mucho de las razones que darán los militares
revolucionarios de 1945 para alzarse contra el Gobierno de Gallegos en 1948.
En el documento también se apuntan otros criterios que luego serán de manifestación
corriente de la oposición política interna contra AD: el retardo de un año en la realización de
las elecciones para la escogencia de los representantes a la Asamblea Nacional Constituyente
con el propósito de que el Partido lograra asegurarse los medios para ganarlas
arrolladoramente; la traición a la prédica del nacionalismo cuando AD había propiciado la
subordinación de la soberanía nacional tras permitir la intervención en asuntos domésticos de
sus afines políticos internacionales, poniendo como ejemplo el caso de Víctor Raúl Haya de la
Torre quien –según escriben- declaró públicamente en Caracas “que metería su mano por el
señor Betancourt y su gobierno”; la violación de la Constitución Nacional y del espacio
mismo de las funciones del ejecutivo, invadiendo las esferas funcionales del legislativo y de la
Corte Federal y de Casación. Es también un documento que deja claro que el propósito de que
los militares se devolviesen a sus cuarteles y a la labor de defender el país parece de poca
558
[Anónimo] Nueva York, noviembre de 1946. ARB. T. VI-E, 586. 559
Conjunto de telegramas remitidos por el Ministerio de Relaciones Interiores de Venezuela a R.B. Caracas, 12
de diciembre de 1946. ARB. T. VI-E, 589. 560
“Manifiesto y decreto de los golpistas del 11 de diciembre de 1946”. s/f. ARB. T. VI-E, 587.
230
monta, o mejor dicho, tiene formas más claras de manifestarse: estos deben intervenir para
recuperar el orden perdido.
En 1947 seguirá sonando el nombre López Contreras como agente propiciador de
desestabilización política a partir de la amenaza de invasiones y alzamientos militares. La
imagen creada por la Revolución y AD de estos planes está construida no sólo a partir de los
datos de inteligencia formal que pueden otorgar organismos venezolanos o que provienen del
extranjero. En el archivo de Betancourt reposa importante documentación que da cuenta del
estado del rumor permanente que no sólo anidaba en el Gobierno sino en la colectividad
general sobre el tema de las conspiraciones, invasiones y golpes. Esta es una situación que
logró promover múltiples efectos: en primer lugar fue conscientemente utilizado por AD como
mecanismo articulador de seguidores. En muchas concentraciones políticas, sobremanera en
1948, el tema de la construcción y apelación a los enemigos armados fue fundamental para
lograr la cohesión frente la amenaza. En segundo lugar, el control efectivo de la información
conspirativa o la intención de mostrar que se poseía algún dato de interés para garantizar la
estabilidad de la Revolución fueron convertidos por la gente en mecanismos para la demanda
de un favor público, huelga decir, como punto de despliegue de relaciones clientelares. Ello no
indica que efectivamente las demandas hayan tenido una respuesta, aunque la oposición
política interna así lo denunciara, lo que sin dudas deja claro es una forma popular sobre el
entendimiento de los modos de articularse con el momento político.
Los rumores recogidos de la calle sobre datos en torno a posibles movimientos
conspirativos llegarán sistematizados al escritorio de Betancourt del mismo modo como lo
hacía la correspondencia oficial sobre la materia o las cartas del pueblo enviadas de forma
espontánea pidiendo con más o menos claridad beneficios a cambio de información. Aquí una
selección del estado de la opinión en la calle recogida y sistematizada oficialmente:
“Se comenta mucho que el comité de López Contreras se ha dividido en dos fracciones, una apoya al
mismo López y otra apoya abiertamente al Cmdte. Julio César Vargas. […]
Se dice que el Partido Comunista se opondrá a la elección de Gallegos y pedirá la de Rómulo
Betancourt, para que siga en la presidencia apoyándolo en toda forma. […]
Se comenta igualmente que el general López se opondrá enérgicamente a que llegue uno de los dos, y
que allí decidirá su venida para combatir resueltamente esta mal ida [sic] […]
231
Se dice que el pueblo ya no está con A.D. por los atropellos que últimamente ha hecho y que muchos
importantes de sus miembros comerciantes de esta Capital y del Interior se han retirado de sus filas y
han renunciado al Partido. […]
Se insiste en el descontento del Ejército, el que aparentemente demuestra otra cosa, debido al poco
entendimiento que mantienen con la grave situación militar que se avecina con las elecciones del
Presidente de la República, que será decisiva para el mismo. […]
Se comenta que López Contreras cuenta con un fuerte bagaje de armas con las cuales combatirá
decididamente la situación del Gobierno. […]
Se han hecho desfavorables comentarios acerca del apoyo incondicional que le brinda el Gobierno a los
obreros para que reaccionen contra los patrones, medida que por consecuencia traerá muy en breve el
cierre de muchas empresas que ya están solicitando para otros centros de América, entre ellos Good
Year, General, y otras empresas y otras empresas americanas que cerrarán sus puertas. […]
Se insiste que las expresadas empresas han manifestado públicamente que la situación de este Gobierno
no les ofrece no les ofrece ninguna garantía para la inversión de sus capitales, viéndose atacados a
diario por sindicatos que llevan la aprobación del mismo Gobierno. […]
Se habla de que el Gobierno juega dos cartas: una apoyando al comunismo y otra haciendo ver que lo
combate, situación que lo ha colocado en un plano de ninguna fe para los capitalistas venezolanos y
americanos. […]
Se habla también del descontento del clero, que se haya observando minuciosamente esta situación.
[…]”561
A la conspiración de López se le atribuye un conjunto armamentístico descubierto en
una casa de campo en Estados Unidos por el FBI en abril de 1947 y que trascenderá con fuerza
a la opinión pública venezolana como el caso Einsenhardt,562
la preparación de una nueva
invasión por Colombia en las postrimerías del mismo año,563
y demás movimientos
desestabilizadores organizados desde Ecuador.564
561
“Informes escojidos [sic] en la opinión”. Caracas, 30 de junio de 1947. ARB. T. VI-F, 681-A. 562 Se trata del descubrimiento e incautación de veintiuna ametralladoras, municiones y repuestos en la lujosa
casa de campo de Karl Einsenhardt y que según sospechan los organismos de inteligencia de Estados Unidos y
así lo hace saber la legación venezolana a su Gobierno, guardan alguna relación con López Contreras. En el
informe presentado por Marcos Falcón, embajador venezolano en Washington le recuerda a R.B. que el
mencionado Einsenhardt “estuvo largo tiempo en Caracas como representante del Foreing Economic
Administration y allá hizo muchas relaciones de amistad y no dudo que de comercio”. Vid. Carta confidencial de
Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B. Washington, 23 de abril de 1947. El
documento tiene una nota marginal manuscrita en la parte superior izquierda de su primera página,
probablemente hecha por R.B. que seguro sirvió de catalogación documental, reza: “Complot de L.C.”. ARB. T.
VI-F, 650. También, Cfr. Diario El País, durante el mes de mayo de 1947: “Robo de ametralladoras del Ejército
de EE.UU. se relaciona con actividades de contrarrevolucionarios venezolanos”. [9 de mayo], “López Contreras
condenado penalmente en EE.UU. si se comprueba su culpabilidad en el robo de ametralladoras al Ejército de los
Estados Unidos”. [13 de mayo], “Venezuela pide una investigación en el robo de ametralladoras al Ejército de los
Estados Unidos”. [14 de junio], “EE.UU. informa a Venezuela sobre el robo de armas”. [15 de mayo],
“Descubierto complot “de Película” contra Venezuela”. [16 de mayo]. ARB. T. VI-F, 682-A. 563
En julio de 1943, Leonardo Ruiz Pineda, presidente del estado Táchira escribe a R.B. informándole sobre la
detención de unos presuntos conspiradores, la delación de un movimiento armado, la intercepción de
232
A López también se le atribuye la intención de acercarse a los militares comprometidos
en la conjura de octubre con el propósito de destacar sus diferencias con AD y propiciar su
ruptura. En los telegramas cruzados entre López Contreras, Delgado Chalbaud y Mario
Vargas, el primero destaca su rechazo a la violencia de AD en la disolución de mítines de
oposición y les recuerda las tendencias exclusivistas y violentas pasiones políticas del Partido.
La actitud que deja traslucir López Contreras a través de estas notas es la intención de servir
de fanal a los militares complotados abonando criterios en torno a las ventajas de desligarse de
AD, todo ello lo hace encubriendo su propósito en el objetivo por destacar su deseo sobre la
buena marcha política de Venezuela.565
La conspiración de López fue entendida desde la Revolución como el movimiento
armado de mayor continuidad en el propósito de acabar con el Gobierno. Sin embargo, aunque
ninguna de las denuncias hechas en torno a aquellos planes logró cristalizar, se le
responsabiliza indirectamente de haber infiltrado el Ejército, con lo cual, las primeras
escaramuzas y levantamientos armados sin éxito se justificaron en su inconformidad con un
Gobierno a cuya cabeza no estaba un andino y donde los militares no tenían el control total, en
todo caso, los mismos criterios que animaban a López y sobre los que se instituyó la
continuidad gomecista. La vuelta a un gobierno andino y militar fue una razón de sumo peso
en la justificación de las conspiraciones militares y un problema real para la composición del
Gobierno revolucionario. Otras, la presión que empieza a establecer el grupo de poder
desplazado y los interesados económicos preocupados del auge que los grupos sindicales iban
adquiriendo con el Gobierno revolucionario; y las rivalidades que surgen entre diversas
facciones de las Fuerzas Armadas al ver el ascenso vertiginoso a posiciones de control de
correspondencia comprometedora y la llegada a la frontera de algunos sediciosos, presuntamente comprometidos
con López Contreras. Cfr. Carta de Leonardo Ruiz Pineda a R.B. San Cristóbal, 3 de julio de 1947. ARB. T. VI-
F, 683. 564
En septiembre de 1947 escribe desde Quito a R.B. un periodista ecuatoriano y Secretario General del Banco
Nacional de Fomento, informándole que tiene importantes noticias sobre la organización de un movimiento
subversivo a su Gobierno comandado por López Contreras en Ecuador. Cfr. Carta de Domínguez [firma
autógrafa ilegible] a R.B. Quito, 16 de septiembre de 1947. ARB. T. VI-F, 701. 565
Cfr. Margarita López Maya, Op. Cit., pp. 214-215. La autora destaca que tiene conocimiento de esta
correspondencia porque los mensajes telegráficos fueron interceptados por la embajada de Estados Unidos en
Caracas y se enviaron copias traducidas al inglés al Departamento de Estado.
233
diversos compañeros de promoción que estuvieron implicados en la Revolución y ahora
habían resultado beneficiados.566
Del recuento que a posteriori hace Betancourt sobre la conspiración militar destaca
sobre la naturaleza de los primeros intentos su estímulo fundamentalmente andino y la
búsqueda con ellos de eliminar el control civil sobre el momento político y la devolución del
poder a los tachirenses.567
Luego destaca el complot que mayores apuros generó al Gobierno
de la Revolución como uno con la evidente intención de volver al dominio político militar
pero cuya ocurrencia quizá no haya estado directamente relacionada a López sino,
sospechosamente a militares vinculados con pares dentro del Gobierno: esta fue la sublevación
del 11 de diciembre de 1946 en la que estuvo comprometido Juan Pérez Jiménez, oficial
hermano de Marcos Pérez Jiménez, principal responsable dentro del sector militar de los
sucesos del 18 de octubre de 1945 y Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas
para el momento.568
3.5.4. La Iglesia Católica
Algunos aspectos de las relaciones entre el devenir revolucionario y las ideas forjadas
por la Iglesia Católica sobre ellas obligan a incluirla, aunque bajo acepciones especiales,
dentro de la oposición interna a la Revolución. El debate sobre la cuestión religiosa fue
566
Estas causas son identificadas por R.B. Cfr. “Betancourt: sublevaciones militares”. Entrevista a Rómulo
Betancourt. En: Resumen. Vol. IX. N° 103. 23 de octubre de 1975, pp. 54-57. Toda esta sección de la entrevista
a Betancourt refiere con detalle los pormenores que el líder de AD recuerda sobre aquellos eventos. 567
Estas serían: una sublevación militar en Maracay [Betancourt no registra la fecha, pero se refiere a ella como
la primera]; una sublevación militar en el Regimiento Bermúdez N° 2 de Caracas en enero de 1946 y otra de
origen civil-regional pero con fuertes conexiones militares, estaba encabezada por el presidente de la Corte
Federal y de Casación Antonio Pulido Villafañe y algunos intelectuales tachirenses que confluían en el Grupo
Uribante. Recuérdese que la Revolución deja intacta la estructura del Poder Judicial, y Pulido Villafañe,
lógicamente comprometido con la causa de Medina, conspira contra el Gobierno. La idea era hacerle Presidente
en la creencia de ser el sucesor legítimo del mandatario depuesto. Cfr. Ídem. 568
En la entrevista concedida a Resumen, Betancourt deja entrever en medio de la detallada pormenorización que
hace sobre su actuación en aquella conspiración que Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez mantuvieron una
conducta poco firme respecto al alzamiento. Al encontrarlos en el Ministerio de Defensa, Betancourt cuenta la
actitud tranquila en la que se encontraban estos hombres de la Revolución. No los responsabiliza, tampoco lo dice
con claridad, pero deja abierta la posibilidad de pensarlos simpatizantes con lo ocurrido. Cfr. Ídem.
234
especialmente excepcional durante el tiempo revolucionario.569
Tres aspectos claros serán
fuente permanente de discordia entre el fuero religioso y la Revolución, detrás de cuya
práctica en este caso resulta mucho más claro el peso de Acción Democrática. Primero, las
tensiones lógicas entre dos actores que tienen razones para profesarse mutua desconfianza sin
que aún ello derive en el planteamiento de posiciones hostiles. Segundo, la incorporación del
debate religioso en las disertaciones constituyentes y en general, en la pugna política
partidista. Tercero, la sensación católica de que la Revolución tiene por objeto limitar sus
fueros e intereses en medio del arrebato de laicización. Este episodio tiene su cenit en la
aprobación por parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno del famoso Decreto 321, en el
posterior clima de protesta nacional desatado para aplaudirlo o lapidarlo y en las posturas de
AD dentro de la Asamblea Nacional Constituyente durante la discusión sobre los términos del
patronato eclesiástico.
En torno al primer escenario, razonamientos originados desde círculos de oposición
sostienen que Acción Democrática no tenía por intención hacer de la cuestión religiosa un
tema sensible dentro de la Revolución y que por tanto, a diferencia de su relación con los
partidos políticos, no existía un espíritu de hostilidad ni hacia la profesión mayoritaria de la fe
católica por parte de los venezolanos, ni hacia la jerarquía de la iglesia o hacia sus ámbitos de
interés ideológico o material. Sin embargo, esta situación no elude los mutuos y lógicos celos
entre Partido e Iglesia. La Revolución, cuyo contenido doctrinario había sido moldado por
Acción Democrática y cuya enunciación hacía mayor referencia a la concepción marxista del
movimiento que a la tradición política venezolana, no encontrará indiferencia y tranquilidad
en la jerarquía católica. Y ello es comprensible. Tras el 18 de octubre de 1945 arriban al poder
un grupo de hombres que en sus prédicas políticas desde 1936 habían dado cuenta de su
formación en doctrinas enfrentadas a la Iglesia Católica y en algunos casos, formalmente
anticatólicas. Pero el tiempo y sobre todo la reflexión en torno al país desde su realidad
parecían no sólo haber aliviado aquellos sarampiones juveniles sino lograr darle prioridad a
otro tipo de debates impostergables.570
569
Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista, 1945-1948, p. 457. 570
Cfr. Ibídem, pp. 457-458.
235
Ahora bien, según el sostenimiento del Partido ¿quién acaba ese equilibrio?
Fundamentalmente Copei. Para AD, el partido verde había inmiscuido la cuestión religiosa en
el debate político por una razón especial: era un modo de encubrir su debilidad argumentativa,
al tiempo que motorizaba otro tipo de sensibilidades en la conciencia popular logrando crear
ánimos adversos hacia el Partido y permitiéndole capitalizar un mayor respaldo político. De
ese modo, la prédica encubierta y también frontal de Copei, sobre todo en la región andina,
estuvo dirigida a presentar a AD como un partido político antirreligioso y con una aversión
especial al catolicismo, enfatizando su supuesta filiación con intereses comunistas. Para AD,
aquel ejercicio de los socialcristianos era un modo de dividir políticamente las preferencias a
partir de una prédica antiética.
De ese modo se llega a un momento interesantísimo de la pugna política entre ambos
partidos durante el tiempo revolucionario enmarcado en los intentos retóricos y materiales por
dejar clara las posiciones frente al tema religioso e incluso, ganarse el favor político de los
católicos. Por su naturaleza, Copei ya tiene ventaja en esta tarea, además, la labor de
descrédito anticatólica hacia AD ya ha generado polémicas públicas que evidencian el inicio
de una postura frontal de la jerarquía eclesiástica hacia AD, planteando argumentos precisos
que pueden apreciarse como consideraciones de oposición. Tales han sido los niveles
alcanzados en este aspecto que veladamente la jerarquía católica invita a su feligresía a votar
contra AD en las elecciones para escoger los miembros de la Asamblea Nacional
Constituyente:
“Debe negarse en absoluto el voto: 1) a los que propugnen la enseñanza laica, es decir, sin Dios,
porque tal enseñanza es sencillamente antirreligiosa y contraria a las tradiciones venezolanas y a la
esencia misma de nuestra Patria, que nació al amparo de la Iglesia y es católica, apostólica y romana.
2) A quienes luchan por la supresión de los colegios católicos en Venezuela. 3) A los que pretenden
quitar el sacrosanto nombre de Dios de las leyes. 4) A quienes propugnan el divorcio, solemnemente
condenado por la Iglesia y cuyas desastrosas consecuencias están debilitando la vitalidad de la nación.
5) A los que abogan por la supresión de lo religioso o sobrenatural en los actos públicos. 6) A los que
persiguen a las comunidades religiosas y al clero en general. 7) A quienes predican las perniciosas
doctrinas del comunismo y del socialismo ateos, así como la lucha de razas…”571
571
Carta pública del obispo del Táchira, Monseñor Rafael Arias Blanco, desautorizando unas declaraciones
también públicas del presbítero Luciano Márquez quien argumenta apoyo a Acción Democrática y rechaza las
denuncias de anti catolicismo que quiere enrostrársele al Partido. San Cristóbal, 16 de julio de 1946. En: Ibídem,
p. 461.
236
Para evitar consecuencias negativas al respecto, AD iniciará una especie de campaña
de reivindicación pública con el catolicismo, empañada a veces por algunos desaciertos. Los
intentos por desacreditar la visión anticatólica que ha tratado de endilgarle Copei tendrán dos
vías: asegurar que el Partido profesa la fe católica como religión mayoritaria del pueblo
venezolano y estimular definitivamente la participación religiosa en el debate político,
lógicamente a su favor y a través de la incorporación de clérigos en las fórmulas electorales
para la Constituyente. En esto último parece inscrito un objetivo partidista atractivo: el de
llevar los términos de eventuales discusiones doctrinarias y políticas sobre la materia religiosa
sólo a nivel de las jerarquías religiosas mientras se buscaba dar la impresión de que el bajo
clero era partidario de AD.
Los desaciertos menores adjudicados a AD en el manejo de la cuestión religiosa (los
mayores forman parte del tercer análisis) y como distorsionadores de su intención de
acercamiento, tienen que ver con las denuncias de censura a opiniones políticas surgidas del
sector religioso572
y con la violencia hacia sacerdotes y devotos en general.573
En medio del fragor político la Iglesia Católica deja claro que no piensa abstraerse de
opinar respecto a los rumbos del país. Tal como a su manera y desde el plano retórico lo harán
los militares en un momento, desde el catolicismo venezolano se defiende la intención de la
institución de opinar en el debate político, no sólo en lo concerniente al tema dogmático y a la
demanda de un Concordato, sino a las propuestas políticas en general. Ese modo de concebir
el momento permite que, por ejemplo, desde el diario La Religión se hagan análisis públicos
de las propuestas electorales que cada partido presenta como plataforma a la Constituyente y
que el obispado en pleno haga público entre su feligresía un comunicado con motivo de la
celebración de aquellas elecciones en 1946. Cárdenas considera a este documento el más
572
Por ejemplo, el Gobierno de AD en el Táchira prohibió la difusión de la carta pública de Arias Blanco donde
no sólo desautorizaba las declaraciones del presbítero Luciano Márquez, sino donde se dibujaba según la forma
como se comprendía a AD en la oposición política, a las opciones que un católico no debía escoger en los
próximos comicios. Cfr. Ibídem, pp. 461-462. 573
Esta fue otra de las constantes en las denuncias de la oposición sobre la presunta violencia partidista. Destacan
casos de agresión física y prisión a sacerdotes. El trabajo de Cárdenas que venimos refiriendo dedica algunas
páginas a pormenorizar algunos casos. Cfr. Ibídem, pp. 476-483. Dentro del archivo de R.B. reposan cartas
cruzadas entre el gobernador del estado Falcón, R.A. Pardo y el presbítero Jesús Hernández Chapellín, director de
La Razón, donde se trata sobre los presuntos maltratos propinados por el gobernador a unas Damas de Acción
Católica. Todas fechadas en Coro durante el mes de octubre de 1947. ARB. T. VI-F, 716.
237
importante emitido por la alta jerarquía eclesiástica durante aquel año. En él, la Iglesia
reconoce la importancia del instante y argumenta su derecho a aportar juicios al debate. Hace
votos porque la construcción de las leyes tenga como norte el respeto y la promoción del ser
humano, porque se garantice el derecho a la propiedad privada y porque el Estado se aboque a
la atención prioritaria de los temas sociales.574
En tercer lugar, las muestras de más clara tensión entre la Revolución y la Iglesia
Católica estuvieron signadas por las diatribas en torno al Decreto 321 y a dos sensibles debates
en la Asamblea Constituyente: la inclusión del nombre de Dios en el frontispicio de la nueva
Constitución y la exigencia de la sanción de un Concordato.575
El Decreto 321 emitido por la Junta reglamentaba la forma de promoción a través de
los exámenes finales de los alumnos de la educación primaria, secundaria y normal, y
establecía los parámetros para la constitución de los jurados evaluadores. La diatriba que
generará es que en ambos casos se hacía una evidente diferenciación entre las formas como
podían actuar los institutos oficiales o públicos y los privados, planteando una discriminación
a los segundos.576
A mucha distancia de tiempo Rómulo Betancourt reconoce que los
episodios de protesta que ocurrieron en todo el país a favor y en contra del decreto
representaron el momento de mayor tensión para la Revolución, ni siquiera equiparado a las
conspiraciones militares.577
Pero también, durante el tiempo revolucionario, y en la inmediatez
de aquella aprobación, Betancourt dio cuenta de haber leído el error que supuso el decreto,
reuniéndose luego con profesores, directivos, con el Partido y finalmente con la Junta desde
donde y a través de una serie de decretos sucesivos se desmontó el instrumento.578
574
Vid., el documento en: Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista, 1945-1948, pp. 464-469. 575
Toda la relatoría presentada hasta el momento sobre la Revolución y el debate religioso ha sido posible gracias
al apartado dedicado a la materia en el trabajo de Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-
1948, pp. 457-490. 576
Vid. Decreto N° 321. Sobre calificaciones, promociones y exámenes en educación primaria y normal. 30 de
mayo de 1946. En: Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 198-210. 577
“El trance más difícil para la Junta Revolucionaria de Gobierno: la promulgación del decreto Ley N° 321”.
Entrevista a Rómulo Betancourt. En: Resumen. Vol. IX. N° 103. 23 de octubre de 1975, pp. 67-76. 578
En la entrevista anteriormente referida, R.B. explica todo el trabajo de persuasión que debió desplegarse,
primero en el seno del Partido y luego ante las posiciones encontradas dentro de la Junta en torno al decreto y a
las formas de limitar su ejecución inmediata para detener el clima de conflictividad. Es una pormenorización
interesante, que ponderando la distancia de treinta años entre ella y los sucesos, busca plantear al personaje como
238
Lógicamente las protestas, pero sobre todo, sus alientos, no se remitieron al ámbito
educativo. El rechazo al 321 se convirtió en una bandera de la oposición y de la jerarquía de la
Iglesia Católica, los primeros atizando la clara discriminación y los segundos considerando
que detrás del instrumento que somete la educación privada a los designios del Estado y que la
ubica de forma subalterna a la educación oficial, estaba el claro propósito de atentar contra los
centros de educación religiosa, que para el entonces representaban un importante número
dentro del total de planteles privados. Así, en medio del error, el Gobierno no sólo dio nuevos
argumentos para la embestida de la oposición sino que convierte al 321 en el segundo pecado
no tolerado por la jerarquía católica a la Revolución. El primero habría sido romper relaciones
con la España franquista.579
En días posteriores a las protestas tuvo lugar en Caracas una
reunión de los obispos de Venezuela quienes luego solicitaron audiencia a Betancourt. Aunque
el decreto parecía no crear ya mayores diatribas, los obispos le exigieron que el contenido de
aquel instrumento no fuese considerado en la sanción de la ley que en materia educativa debía
dictar el próximo Congreso.580
Dentro de la Asamblea Constituyente, la Iglesia introduce un debate teológico,
filosófico e histórico en torno a su exigencia de que, como en el caso de las demás
constituciones nacionales, en el preámbulo de la nueva Constitución se mencione que ésta ha
sido dada en nombre de Dios. Los obispos escriben sendos argumentos a la Asamblea con
base en el conocimiento de que en el proyecto de Constitución que se ha hecho público no
existe tal mención. De igual modo, aunque esto no se expresa en el documento pero sí lo
un pertinente disuasivo. Sin embargo, las evidencias del contexto también apuntan a ello. El 12 de junio de 1946,
trece días después de la promulgación del decreto, Betancourt se dirige al país para explicar, calmados los ánimos
de las protestas, el espíritu de la medida. Aunque asegura que el decreto se encuentra en vigencia, [en la
entrevista de 1975 sostiene que el decreto fue progresivamente desmontado y que a causa de la discordia, no se
aplicó durante aquel año, de hecho, sostiene que finalmente se aprobó desde la Junta la medida que exoneraba de
exámenes finales a las promociones de ese año, atendiendo al nuevo cariz que habían tomado las protestas]
sostiene que el propósito no ha sido nunca lesionar la existencia de la educación privada. Igualmente hay que
reconocer en este discurso la intención de Betancourt porque el Partido comparta responsabilidades en el manejo
de las protestas, pero también, por recordarle a la oposición las suyas. El reclamo es el uso de niños, al modo
nazi-fascista en protestas que rápidamente adquirieron un carácter político. Vid. Exposición radiada por
Betancourt al país, a raíz del debate nacional generado por el Decreto 321, 12 de junio de 1946. En: Rómulo
Betancourt, Antología Política, Volumen Cuatro, 1945-1948, pp. 228-234. 579
Esta apreciación pertenece a Betancourt. Cfr., la entrevista rendida a propósito en del Decreto 321 que hemos
venido refiriendo. 580
Betancourt sostiene que el ambiente de esta reunión fue especialmente tenso. En él pudo apreciar el espíritu
adverso de una parte de la jerarquía católica al Gobierno. Cfr. Ídem.
239
registra la intencionalidad, la carta constituye una expresión de cautela ante la idea de que la
negación de Dios, ergo, la confesión de ateísmo por parte del Estado, supusiese a posteriori la
negación de la fe y las prácticas religiosas, proyecto que vinculaban a AD. Las razones más
claras de su exigencia se expresan en estos argumentos:
“Al pedir que el nombre de Dios sea puesto en el preámbulo de la nueva Constitución, hacemos uso de
un sagrado derecho que nos asiste como representantes de un pueblo espiritualista, culto, católico en su
mayoría, y cumplimos con una grave responsabilidad social. Dos poderosas razones deben ser tenidas
en cuenta, cuando se trata del nombre de Dios en el preámbulo de la Constitución venezolana: una de
doctrina y otra de conveniencia. La primera es que se trata de reconocer en Dios el origen y
fundamento de todo derecho. Es bien sabido que la doctrina católica sostiene la derivación de la
autoridad estatal de Dios. Aun eligiendo el pueblo, el poder viene siempre de la suprema autoridad de
Dios, quien a través de la muchedumbre, lo confiere a la autoridad del Estado. Esto da fuerza
insospechable a dicha autoridad, y es mérito del cristianismo haber esclarecido y depurado el concepto
de las relaciones entre súbditos y poder estatal, a tal punto que exige del súbdito una obediencia interna
a las leyes de la República sin menoscabo de la dignidad humana, ya que se obedece no a un hombre
sino a Dios mismo presente en el hombre y justicia en el superior la fuerza inexorable del mando por la
nobleza del fin a conseguir, esto es, la realización eficaz del bien común.”581
Finalmente en los debates constituyentes se aprueba la mención de Dios en el
frontispicio constitucional bajo la siguiente fórmula: “La Asamblea Nacional Constituyente en
representación del pueblo soberano de Venezuela, para quien invoca la protección de Dios
Todopoderoso, decreta la siguiente Constitución.”582
Otro escollo significativo ligado a los debates constituyentes y a las demandas de la
jerarquía católica era la revisión de la normativa que reglamentaba sus relaciones con el
Estado. La aspiración de los obispos era que la nueva Constitución diese paso al
establecimiento de un Concordato que derogara por obcecado y atemporal la vieja ley de
Patronato Eclesiástico, vigente desde el 28 de julio de 1824 y a la cual todas las constituciones
anteriores habían refrendado y que por tanto, en el nuevo texto se eliminase toda referencia a
aquella ley. La opinión pública adversa al Partido sostiene que un espíritu anticlerical,
581
Cfr. Carta de los obispos venezolanos a la Asamblea Nacional Constituyente. Caracas, 29 de enero de 1947. El
extracto ha sido citado por: Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista, 1945-1948, p. 484. En otros de
sus textos, ya citado en este trabajo: Copei en la Constituyente, Cárdenas rescata mayor cantidad de fragmentos.
Vid., pp. 147-153. 582
Vid. Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Nro. 192, Extraordinario. “Constitución Nacional”.
Caracas, 18 de julio de 1947, p. 1.
240
irreligioso y lleno de complejos ha llevado a AD a desestimar los argumentos de la Iglesia
contra el Patronato y a favor del Concordato.583
3.5.5. Trujillo y la conspiración internacional
En el ámbito de los embates externos a la Revolución deben destacarse los niveles de
altísima preocupación que para el proceso revistió otro tipo de oposición radical: la enmarcada
dentro de las conspiraciones de algunas dictaduras caribeñas cuyo objeto preciso sería acabar
violentamente con la marcha revolucionaria. Del mismo modo como desde el Gobierno
revolucionario se va denunciando y atacando los presuntos planes conspirativos con
motivaciones internas que para ellos tiene su exponente más claro en López Contreras, por
otro lado, se activan las alarmas para denunciar ya no sólo dentro de Venezuela sino en la
comunidad hemisférica, las tentativas violentas de Trujillo y Somoza García contra en la
Revolución, contra la persona de Betancourt y finalmente contra el inicio del tiempo
constitucional. No dejó en todo caso de aludirse a la acción conjunta de ambas motivaciones;
siendo el caso Einsenhardt donde aparentemente coincidieron la conspiración de López y la de
Trujillo.
Tal como ya se ha indicado, este flanco le permitirá a Betancourt y a la Revolución
como proceso argumentar un fuerte criterio en su tesis de la unidad latinoamericana cuyo
centro fue la necesaria defensa conjunta de la democracia continental tanto del apetito
expansivo de los imperialismos como de los enemigos internos del sistema, dentro del cual
situaba a los regímenes de República Dominicana y Nicaragua. Por otro lado, el escenario
también permitió afianzar la exigencia de un comportamiento correspondiente de las potencias
democráticas occidentales con sus homólogos países americanos en tanto contribuyesen a
mantener a raya a los totalitarismos criollos y apoyaran la democratización de los enclaves
tiranizados.
583
Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista, 1945-1948, pp. 487 y ss.
241
Esta situación permitirá la activación del llamado colaboracionismo americanista que
tuvo como principal característica el envío de informaciones sobre las actividades y
movimientos conspirativos, sobremanera patrocinados por Trujillo, por parte de gobiernos
amigos y de la inteligencia de Estados Unidos. Tal como el caso de la conspiración de López
Contreras, a ciertos detalles de estas tentativas internacionales se le dará amplia difusión
pública con el objeto lógico de propiciar la cohesión nacional, pero también, de potenciar el
nacionalismo puesto al frente de claros intentos de injerencia extranjera.
Los informes que recibirá Betancourt sobre esta materia serán permanentes a lo largo
del período revolucionario,584
pero serán más continuos y detallados cuando se pongan en
marcha los planes de desestabilización durante las elecciones585
y un presunto proyecto de
bombardeo e invasión conjunta a Caracas entre Trujillo y Somoza a propósito de la toma de
posesión de Gallegos en febrero de 1948, gracias a un lote armas comprado al Brasil y a la
organización de busques en puertos centroamericanos.586
Estos intentos serán los que
propicien una reacción más contundente del Gobierno y a los que se atenderá con alguna
antelación si se juzga por la data de la planificación y el esfuerzo de la inteligencia. Será
también el que disparará con más fuerza la reacción internacional587
y el que también con más
584
Una muestra de ello antes de 1948 está representada por documentos guardados en su archivo, por ejemplo: en
febrero de 1947 el embajador venezolano en Estados Unidos le informa a R.B. sobre las noticias obtenidas en
aquel país en torno a la compra de un buque por parte de Trujillo con el que se presume planea invadir
Venezuela. (Embajada de Venezuela en Washington, 11 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 610). En el mismo
febrero de 1947 le informan a R.B. que por intermedio del embajador argentino en Costa Rica se logró que
Trujillo anunciase una tregua en la conspiración que mantenía contra el Gobierno venezolano. (Carta de A. Posse
Rivas a R.B. San José, 18 de febrero de 1947. ARB. T. VI-F, 612). 585
El País recoge estas denuncias antes de las elecciones del 14 de diciembre de 1947: “Venezuela denunció
maniobra del Gobierno dominicano ante las N.U.” [23 de noviembre]; “Trujillo reconoce su complicidad con
Eissenhardt”. [1 de diciembre]. 586
Esta denuncia la hará pública R.B. el 1 de febrero de 1948 a través de una alocución radiada donde informa
que ha enviado un telegrama al Gobierno de Nicaragua denunciando las noticias recibidas sobre un grupo armado
que presuntamente tiene como objetivo impedir la toma de posesión de Gallegos. En esta alocución brinda una
serie de detalles obtenidos sobre el proceso de adquisición de armas y la planificación del bombardeo e invasión.
Cfr. Comunicado del Gobierno Nacional al pueblo venezolano. Miraflores, 1 de febrero de 1948. ARB. T. VII-A.
Carpeta A, 5. También Vid. Telegrama enviado por R.B. a Román Reyes, presidente de Nicaragua. Miraflores, 3
de febrero de 1948. ARB. T. VII-A. Carpeta A, 6. Igualmente, la compilación de telegramas cruzados entre R.B.
y Reyes a propósito de los planes de invasión a Venezuela desde Nicaragua que presenta Mario Vargas en su
carácter de Ministro para las Relaciones Interiores al Congreso Nacional. ARB. T. VII-A. Carpeta A, 13. 587
Además de las prolíficas reacciones internacionales contra los planes de Trujillo que se han mencionado bajo
el enunciado del colaboracionismo americanista, debe destacarse un informe que contiene aseveraciones del
Gobierno y del Jurado Federal de los Estados Unidos sobre aquellas maniobras. Cfr. “Memorándum acerca de las
242
ahínco use Betancourt y AD para propiciar la reunión urgente de sus fuerzas partidistas una
vez que su organización ha logrado ganar las elecciones pero no acabar con la inestabilidad.
3.6. ¿Qué decir de Acción Democrática y Rómulo Betancourt?
El partido y el líder, el líder y el partido, fueron los flancos predilectos para el ataque
retórico de la oposición nacional durante la Revolución y con más énfasis, durante el tiempo
constitucional. Ambos se confunden tanto en su producción como en su sentido. La estrategia
parece la misma: desacreditar y enlodar al líder, desprestigiar al Partido. Durante el tiempo
revolucionario, los ataques públicos y la valoración de AD como un partido que traicionó los
ideales octubristas no llegarán al nivel alcanzado después de febrero de 1948, cuando la Junta
haya rescindido sus poderes ante nuevas autoridades legítimas y Betancourt sólo sea el
presidente de Acción Democrática.
El encono político por las realizaciones y por las no-realizaciones revolucionarias
encuentran en la organización y en el personaje a los principales culpables. Estas valoraciones
incluso resultan lapidarias ante una benévola apreciación de la herencia gomecista y de la
participación militar en el ejercicio del poder durante la Revolución. El que sea precisamente
después del tiempo revolucionario donde la furia condenatoria desde la palabra hacia el
Partido y hacia Betancourt encuentre un mejor cauce no es precisa consecuencia de su
cesantía en el poder, huelga decir, por respeto a su antigua condición, sino a la concepción de
debilidad que se le atribuye a la gestión de Gallegos. Para la opinión política nacional,
Betancourt es el hombre detrás del poder, detrás de Gallegos y al frente de AD, entonces,
desprestigiar su persona y su gestión suponía verterlo a los límites del tiempo político
socavando las fortalezas del gobierno de partido que se inicia en febrero de 1948.
El tiempo constitucional está fuera de nuestra apreciación cronológica; sin embargo,
comporta una particularidad excepcional para ponderar el paso desde el tiempo revolucionario,
interferencias del Gobierno de Santo Domingo contra el orden público de Venezuela”. s/f. ARB. T. VII. Carpeta
de contenido variado [v], pp. 14-15.
243
la consolidación de las oposiciones y su arremetida hacia el poder, del mismo modo que para
valorar los argumentos de defensa del Partido, de Betancourt y de Gallegos. Las apreciaciones
sobre el Partido y su líder se mezclan desde febrero de 1948 con situaciones propias del
tiempo constitucional, entendido como consecuencia de la Revolución, es decir, en muchos
casos existe una apreciación concatenada de los procesos. Esta es la valoración de la oposición
política interna, no de la Revolución. Por ello, de ese corpus general que se construye
visionando a AD y a Rómulo Betancourt en ambos tiempos, sólo nos detendremos en los
argumentos que embisten contra el Partido y el personaje cuando se refieren a la Revolución
de octubre de 1945.
En medio de la confusión de apreciaciones lapidarias hacia Betancourt y Acción
Democrática, la que resulta un clásico del período tanto por su reiteración como por su
carácter homogéneo al hacer descansar responsabilidades entre el líder y el Partido ha sido
exponer el movimiento como una revolución traicionada. Esta tesis apunta al sostenimiento de
que la forma como AD se condujo en medio del proceso revolucionario significó una traición
a los ideales con los cuales la Revolución se había presentado ante el país, proceso que pudo
complejizarse en la medida de la incapacidad de Betancourt para contenerlo. Esta práctica se
resume en dos condenas permanentes que se le hacen al Partido durante el período
revolucionario y el constitucional: el despliegue hegemónico y el sectarismo. Otra arista de la
traición remite a una suerte de fractura en el voluntarismo de cambio político que concitó la
Revolución en el ánimo de individualidades y organizaciones distintas a AD y que luego le
harán oposición formal dentro del proceso. Según esta postura, la ambición de AD por el
control total de las instituciones, el uso de este mecanismo para granjearse un excepcional
favoritismo electoral y la competencia política desleal y violenta, terminaron por desacreditar
los ideales de renovación política y construcción democrática que justificaron la Revolución,
liquidando la red de apoyo casi unánime que a lo interno había despertado el estallido
revolucionario desde el 18 de octubre de 1945, exceptuando lógicamente a los desplazados.
Un añadido atractivo a la naturaleza de estas consideraciones es el de la construcción
de un escenario que casi en su totalidad exculpa por omisión a los militares de toda
responsabilidad política en el camino a la traición revolucionaria. En general, la oposición
244
política parece privilegiar un trato evasivo sobre la conducción militar dentro de la
Revolución, que en cualquier caso pudieron compararla con la omisión que le endilgan a
Betancourt. A contracorriente y bajo el amparo de la tesis de la traición, bajo diversos canales,
el espíritu de la retórica de oposición, aunque no de forma tan pública, fue el de crear en los
militares un ánimo adverso al Partido, huelga decir, el plantear al sector armado como una
víctima más de la hegemonía y el sectarismo de Acción Democrática. Este ánimo adverso
también parecía insuflado por el estímulo de una rivalidad de favoritismos entre AD y los
militares, a partir de la popularización de la tesis de que en medio del camino revolucionario el
pueblo había despojado a AD de su confianza para depositarla toda en los hombres de
armas.588
Las Fuerzas Armadas, un tanto por convencimiento y otro por imposición, harán eco
público de esta consigna a partir del 24 de noviembre de 1948, pero durante la Revolución y el
tiempo constitucional por diversos canales lograron filtrarse algunas de estas prédicas, según
las cuales los militares al igual que el resto del país habían sido estafados por AD. A
propósito, un libelo que presumiblemente haya sido publicado en octubre de 1946,
denunciando a AD en el primer aniversario de la Revolución y dando cuenta de la solidez
prematura de estos criterios esboza lo siguiente:
“La Oficialidad joven y las tropas que integran el Ejército Nacional consumaron una hazaña que el
pueblo aplaudió emocionado, y ese mismo pueblo se propuso secundar esa acción con las mejores
fuerzas que lo alientan, pero el partido “Acción Democrática”, a quien los oficiales y soldados de la
República confiaron la dirección del Gobierno de Facto, considerándolo sincero en su venezolanismo y
en sus prédicas democráticas, ha traicionado la confianza que los militares depositaron en sus
dirigentes, ha traicionado el desprendimiento noble con que le entregaron el poder, los ha engañado a
ellos y al pueblo venezolano y se ha convertido en una gavilla facciosa, capaz de todas las farsas, de
todos los atentados y de todos los horrores. […]
Acción Democrática […] es quien manda en Venezuela y sus procedimientos inicuos no encuentran ya
otros reductos para sostenerse en el poder que los de la violencia, el atropello, la difamación, el
embaucamiento, la amenaza brutal, la transgresión a la Constitución y las leyes y el pisoteo de todo
aquello que se oponga a su voraz sed de mando, de venganza, de dinero y de su negra mala fe. “Acción
Democrática ha tenido y tiene las cárceles llenas de presos políticos, a los dirigentes de partidos de
oposición los persigue como si fueran criminales, hace torturar a los prisioneros en los calabozos, viola
588
Cfr. Palabras del Capitán Mario Vargas pronunciadas el 15 de enero de 1946. Congreso de la República de
Venezuela. El Pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su estudio. Gobierno y época de
la Junta Revolucionaria de Gobierno. Caracas: Ediciones del Congreso de la República, 1989. Tomo 52:
Documento N° 171, pp. 13-14. (En adelante y siempre que hagamos referencia al Gobierno y época de la Junta
Revolucionaria de Gobierno, citaremos esta colección de la siguiente forma: PPVSXX. T. 52: 171, pp. 13-14).
245
todas las garantías constitucionales y todos los principios de humanidad y no desperdicia momento
para urdir las más aviesas tramas en contra de la libertad ciudadana”.589
Diversos son los argumentos que confluyen en la proposición de la tesis de una
revolución traicionada. Así la consideran desde la oposición interna porque a través de sus
representantes en la Asamblea Nacional Constituyente, AD logró la sanción del llamado inciso
Alfaro Ucero que deja en entredicho el disfrute pleno de las garantías ciudadanas por las
cuales habían demandado abiertamente sus líderes desde 1936, dejando ahora el camino
abierto a los atropellos y las imposiciones del Gobierno cuando éste haya considerado
situaciones de emergencia política interna. Al argumento se suma el incumplimiento del
Partido respecto a su promesa histórica de garantizar la elección popular de los gobernadores
de Estado, cuando igualmente a través de la cita constituyente logró que se sancionara en la
Constitución la elección discrecional de estos funcionarios por parte del presidente de la
República. La queja ha sido la forma como el Partido ha impuesto su conveniencia
circunstancial y sus fríos cálculos al cumplimiento con una vieja y profunda aspiración
popular por ellos mismos cultivada. A este panorama se añade como otra justificación de la
tesis de la traición el que en múltiples oportunidades hayan sido encarcelados sin fórmula de
juicio muchos venezolanos que constataron haber sido sometidos a diversas vejaciones,
procedimientos de torturas y violencia física que recuerdan -según sostienen- los tiempos
grises del gomecismo. A juicio opositor, la Revolución traicionó su compromiso con el
campesino venezolano y con la transformación del sistema de tenencia de la tierra que fue su
bandera en los dos comicios electorales del período, cuando dejó de impulsar realmente una
reforma agraria en los términos prometidos, siendo que a la hora de presentar el proyecto de
Ley Agraria, la esperanza propietaria del campesino sólo condujo al establecimiento de las
figuras de donación en arrendamiento o usufructo como formas para garantizar la explotación
de la tierra. Igualmente, el argumento de la traición es alimentado por la negativa del Partido
de hacer contemplar en la Constitución el principio de autonomía universitaria por ellos
defendida durante los años de oposición. Aunque probablemente el argumento esgrimido con
589
“Llamamiento al pueblo de Venezuela hecho por Herrera Varela. La proclama de este joven patriota
venezolano fue lanzada en Curazao al cumplirse el primer aniversario del cuartelazo que instauró la dictadura de
Betancourt”. s/f. [Por la misma titulación y por las descripciones dentro del documento se infiere que fue
publicado en Curazao en octubre de 1946]. ARB. T. VI-F, 745.
246
más fuerza y por más tiempo sea su consideración sobre la violación de los principios políticos
del respeto y la tolerancia a las ideas contrarias con las que la Revolución se presentó al país y
que fueron vulnerados cuando –insisten- grupos armados presuntamente identificados con
Acción Democrática se daban a la tarea de acabar violentamente con mítines y
manifestaciones políticas de grupos de oposición, actitud extendida a la toma violenta de
instituciones públicas donde miembros de partidos de oposición hacían vida. Para la
oposición, la traición parece evidente cuando contrario al espíritu de unidad nacional que
aspiraba consolidar la Revolución, Acción Democrática se dio a la tarea de estimular el odio y
la división de los venezolanos en bandos irreconciliables, amén de los manejos dolosos del
tesoro público que terminaron por separarla del segundo objetivo más claro del movimiento: la
lucha contra la corrupción administrativa.590
Abundando en razones, la oposición considera traicionada la Revolución por la
incapacidad del Partido para remediar las esenciales necesidades y los más sencillos
problemas. Según esta afirmación, uno de los grandes matices del Partido radica en haber
reaccionado de forma crítica ante el pasado político y ahora, haberse revelado en el poder
como incapaz de estar a la altura de sus antiguas exigencias. La incapacidad del Partido se
evidenciaba para la oposición en el despilfarro de recursos, en el hambre popular, la
inseguridad, la precariedad de los servicios municipales en el interior del país, el estímulo del
nepotismo en la administración provincial y el peculado.591
El sentido original de la Revolución parece traicionado para la oposición cuando la
consigna de la sanción al fraude administrativo del antiguo régimen que había sido inscrita
como principio justificativo del movimiento no había derivado en tal sino en un mecanismo de
retaliación política del Partido hacia determinados individuos. Así, la institución del Jurado de
Responsabilidad Civil y Administrativa a pocos días del estallido del 18 de octubre estuvo
determinado, según este criterio, no al principio fundamental de sanción a la prevaricación del
590
“El por qué de una traición”. El Gráfico. Caracas, 23 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, p. 167. 591
“Abundando en razones”. El Gráfico. Caracas, 24 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, p. 180.
Igualmente Vid. “Falso, Doctor Lander”. El Gráfico. Caracas, 25 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta
D, p. 183.
247
pasado, sino a la activación de una suerte de venganza partidista que buscaba desplazar de los
escenarios políticos a determinados enemigos:
“Pero la Revolución de Octubre después de su promesa solemne al pueblo de Venezuela formulada la
noche misma del brote revolucionario de Miraflores y en el cual ofrecía extirpar el Peculado de la
Administración Pública, lejos de enfocar la tesis in-astracto [sic] cuando se consolidó en el Poder, se
limitó a confeccionar una lista de las personas que le eran desafectas y esgrimir contra ellas
únicamente todo el rigor de las leyes o Decretos de excepciones dictadas al afecto. De modo pues que la
Revolución de Octubre no fue contra el peculado y la malversación, sino contra ciertas y determinadas
personas. El sólo hecho de confeccionar y aplicar leyes de carácter eminentemente individual, es causa
suficiente para considerar injustas y contrarias a derecho todas las sentencias dictadas por el Jurado de
Responsabilidad Civil y Administrativa y el deber en que está el Gobierno constitucional de la
República de corregir tales excesos de poder”.592
Apreciar la actitud de AD respecto a su consigna del castigo al peculado del pasado y a
la obstinación partidista y personal de Betancourt sobre la implantación revolucionaria de un
sentido ético en la administración pública, el llamado régimen de manos limpias, es
ridiculizado desde la retórica de la oposición que insiste en acusar a la administración
revolucionaria, aunque refiriéndose directamente a AD y con lógico énfasis también durante el
tiempo constitucional, como la encarnación de una administración derrochadora, malversadora
y económicamente incapaz:
“Las manifestaciones concretas de esto la tenemos en la paralización de nuestra evolución industrial,
en el agotamiento de nuestras actividades agropecuarias, en la sensación de inestabilidad que respira
nuestro comercio, en la insatisfacción que cruza a los medios obreros, en la creciente inflación que
agobia al país, en el desorden administrativo reinante, en la ineficacia de servicios públicos que antes
fueron regulares y en todos estos elementos imponderables que integran la fisionomía política y moral
de la Venezuela de hoy”.593
A pesar de su reiterada manifestación de apego a la necesidad de la moralización
administrativa de la cosa pública, manifiesta en los discursos políticos y en las sucesivas
declaraciones patrimoniales durante la Revolución, Betancourt no escapó de la ola de
señalamientos que apuntaban a AD como partido incapaz y prevaricador. Aunque debe
reconocerse que este escenario es apenas excepcional y que desde las manifestaciones escritas
y públicas de la oposición se trató de separar al menos en este ámbito a Betancourt de su
592
Rosario Castillo, “La Revolución y el Peculado”. El Heraldo. Caracas, 10 de septiembre de 1948. ARB. T.
VII-A. Carpeta D, 284. 593
“La Crisis Nacional, V” (Editorial). El Heraldo. Caracas, 28 de agosto de 1948. ARB. T. VII. Carpeta C, p.
187.
248
partido, sólo endilgándole responsabilidades por omisión y nunca por acción, algunas
acusaciones polémicas merecen ser apreciadas, considerando que su propósito probable haya
sido sólo estimular el encono de Betancourt al endosársele responsabilidades en una materia
tan sensible en su vida política como lo fue el tema de la corrupción. En una correspondencia
privada enviada por Alfredo Russian Cova a Rómulo Betancourt aquél le increpa sobre la
falsedad de sus testimonios en torno al modo como cubriría sus gastos en el futuro al
abandonar Miraflores y en general sobre el modo de Gobierno de su partido:
“Impresionado por el entusiasmo que en toda la República ocasionó el audaz golpe asestado al
Gobierno del General Medina Angarita, te dije el primero de enero de 1946, que la Revolución de
Octubre tendría que figurar en la historia de Venezuela como la continuación de la obra emprendida
por nuestros Libertadores. Empero, tu diabólico maquiavelismo, cambío [sic] el panorama político
porqué: sembró un cisma entre el Ejército y el temor y la zozobra en muchos hogares venezolanos.
Cuando el General López-Contreras te hechó [sic] de Venezuela por comunista, el Doctor Jovito [sic]
Villalba dijo por la prensa que López procedía mal y que tu tienes un enorme talento. Ese enorme
talento no lo demuestras al decirle a los reporteros de “Últimas Noticias” que vivirás de tu pluma
cuando dejes la Presidencia de la junta Revolucionaria de Gobierno. Un hombre de talento no dice un
disparate como ese, ni cae tan fácil en un lazo armado por unos inteligentes periodistas.
Vivir de tu pluma después de haber sido Presidente por más de veinte meses. Vivir de su pluma un
famoso financista que hace prodigio con los números y tiene a su disposición ese cuantioso tesoro de
Venezuela, donde millones más, millones menos no se notan. Decir eso a unos periodistas que agarran
en el aire las ideas, te queda feo y caes en lo ridículo. Esa falta no la comete un hombre sincero y de
talento.
¿Es con el producto de lo que ganes con tu pluma que costearás los gastos de viaje y estadía en los
países que visites después de elegido el Presidente Constitucional? Que vá [sic] don Rómulo. Esos
gastos los pagará espléndidamente ese río de oro que produce el petróleo venezolano”.594
En segundo lugar, y vinculado el mayor número de veces a la tesis de la revolución
traicionada, encontraremos, sobre todo después de febrero de 1948, una insistencia por
recordar el origen polémico de la Revolución, o dicho de otro modo, por construir desde la
arena de las desavenencias políticas manifiestas, una polémica en torno al acto de origen
revolucionario. En 1948 cuando continuó la ola de rumores sobre una posible invasión armada
de López Contreras, Uslar Pietri escribe en su primera entrega de la posteriormente famosa
columna “Pizarrón” que él no estaría dispuesto a ser el Rómulo Betancourt de un posible
cuartelazo.595
Uslar si bien intenta dejar claro los límites de su civilidad, ironiza respecto al
594
Carta de Alfredo Russian Cova a R.B. Caracas, junio de 1947. ARB. T. VI-F, 682. 595
Arturo Uslar Pietri, “La falsificación de la realidad”. Columna “Pizarrón”. El Nacional. Caracas, 10 de junio
de 1948. ARB. T. VII-A. Carpeta A, 54. Ya Uslar Pietri se había referido a Betancourt y a AD en fuertes
249
papel de Betancourt en el golpe de octubre de 1945, no sólo recordándole implícitamente
aquella concepción –la de un golpe militar-, sino también el carácter subalterno de su
actuación.
El sentido de llevar al presente aquél recuerdo parece más o menos claro: vista la
apreciación de los resultados de la Revolución en los juicios que se ha formado la oposición y
que han circunscrito a la tesis de la traición a los principios, el propósito es alentar la
separación definitiva de los actores revolucionarios, haciéndole ver a los militares que su
esfuerzo insurreccional derivó en un indebido y anómalo experimento político que como
consecuencia no revistió ni una revolución ni una democracia sino una tiranía partidista
incapaz de estar a la altura de lo propuesto. En ese caso, el recuerdo del golpe como acto de
origen no persigue cuestionar la acción militar per se sino el resultado de ésta evidenciada en
el proceder de AD como actor político, por tanto, anima un intento por deslegitimar al Partido
y al camino político andado desde el 18 de octubre de 1945.
“Partamos de la manera misma de llegar al Poder. Un partido nacido para la lucha cívica, amparado
por una legislación y por un régimen que hicieron posible su consolidación, integrado por minorías
generalmente desprovistas de madurez para la acción estatal, distante lógicamente de toda perspectiva
de mando, llega a tener en sus manos ilegítimamente el control de la República.
Recibe ese control por la vía del azar, pese a toda esa fábula de presuntas uniones substanciales entre
estamentos tan disímiles como los que participaron en los sucesos violentos de octubre. Que no se debió
la entrega o resignación del mando a una cuestión de identidad ideológica lo comprobaron los
resquebrajamientos posteriores que la República ha conocido bajo la forma de golpes de Estado. Que la
causa de tan peculiar resultado haya sido los méritos militares del Partido es cosa que nadie puede
sustentar. El acaso, simplemente el acaso, condicionó este resultado. […] El resultado lo tenemos a la
vista”.596
Otra mácula recordada a Betancourt durante la Revolución fue su pasada militancia
comunista y su supuesta connivencia en el presente con los intereses soviéticos.597
Betancourt
guardaba una serie de informes, cartas y comentarios variados que llegaban a sus manos o eran
términos durante 1946 según refiere Rodolfo José Cárdenas. En un artículo de Uslar citado por este autor se habla
de Betancourt como una equivocación política de los militares, como un demagogo, como un intelectual
improvisado a partir de lecturas apresuradas e inconexas lo que ha conducido a muchos juicios inexactos. A esto
es lo que Uslar llama en Betancourt el uso de una quincalla verbal. Cfr. Copei en el Trienio Populista 1945-1948,
p. 431. 596
“La Crisis Nacional, IV” (Editorial). El Heraldo. Caracas, 27 de agosto de 1948. ARB. T. VII. Carpeta C, p.
182. 597
Cfr. Rodolfo José Cárdenas. Copei en el Trienio Populista 1945-1948. pp. 137-139.
250
publicados con el objeto de denunciarle como una célula roja en América y como un servidor
de Stalin en Venezuela a cuyo beneficio puso la Revolución. Se hermana y equipara su
efervescencia comunista a la de Gustavo Machado, Miguel Otero Silva y Augusto Sandino,598
pero también se le recuerdan con ánimo amistoso las convivencias y estrecheces en medio de
la vida revolucionaria en Costa Rica al inicio de los años treinta.599
Sin embargo, todas las apreciaciones en la materia siguen la senda del sostenimiento de
un espíritu y una intención comunista como verdaderos propósitos de la revolución que dirige
Betancourt y su partido, del uso en beneficio mismo que hizo de los ideales con los que se
presentó la Revolución al país, de la manipulación y la traición política y de su presunto
apetito personalista. Una sátira periodistica publicada en Venezuela en contra de Betancourt
ilustra ampliamente este escenario:
“…Allí se ve claramente que Rómulo Betancourt todavía padece del rojo <<sarampión juvenil>>.
Rómulo Betancourt quiere meternos la <<caña>> o la <<ronca>> -como decimos aquí- de que ya no
es Comunista. Que eso fue un <<pecadillo>> de su juventud, un antojo, si se quiere. Qué va ponchón
[ilegible] A otro perro con ese hueso. Aquí en el Zulia ya nadie cree en <<pecadores arrepentidos>>.
Entonces si Betancourt es un agente de Stalin nada que hablar. Esto se perdió. Venezuela, nueva
<<república>> socialista soviética, versión tropical de Rusia, vanguardia del Comunismo en América
y su base de operaciones. Una cabeza de puente. ¿Desde cuándo? ¡Ah!, ¿Ud. no lo sabía?, pues ¡desde
el 18 de octubre de 1945!...” 600
Mayor contundencia aspiran este tipo de sostenimientos cuando no a modo predictivo
sino explicativo de los juicios sobre la suerte que ha corrido el país en tiempos de la
Revolución hacen una mixtura de la entendida obsesión comunista de Betancourt, del
sectarismo de Acción Democrática, de la obnubilación y el entreguismo militar y de la
598
“Informe sobre “Diario de La Marina”, periódico de Cuba. Habla sobre actividades comunistas en
Venezuela”. Y Stanley Ross, “Poderío de Rusia en América Latina”. Diario de La Marina. La Habana, 21 de
febrero de 1947. En: ARB. T. VI-F, 614. 599
Desde Quito, el 25 de febrero de 1947, Leo Rivas Jr., escribe a R.B. rememorando los tiempos de la lucha
comunista en Costa Rica y le felicita por la Revolución venezolana. Así se refiere: “Amigo y presidente: Cuántos
años han pasado desde que, en Costa Rica, actuábamos juntos y en unión a Braña, Mora, Cerdas, Fallas, etc.
¿Lo recuerdas? Una tarde del mes de mayo, tras una manifestación de brazos caídos…. ¿Y después?... Los años
han pasado y hoy por las fotos que veo, eres un hombre bastante distinto de lo que te conocí.
Tú, hace años, no militas entre nosotros. Yo sigo aún militando dentro de mis queridas filas. Pero, como tal, te
felicito por la magnífica revolución que has hecho en tu País. América entera –América progresista, por cierto-
te agradece lo que has hecho no tan sólo en beneficio de tu Patria, sino lo que has hecho en beneficio de la
verdadera vía para la construcción de un mañana mejor.” En: ARB. T. VI-F, 616. 600
s/a. “El comunismo de Betancourt”. P.M. [Nota identificativa dentro del ARB]. Maracaibo, 5 de agosto de
1948. ARB. T. VII-A, 119.
251
administración dolosa como el patético cuadro resultado de la gestión del Gobierno colegiado,
pues, los argumentos típicos de la oposición que ya hemos explicado.
“La oposición que se le viene haciendo al Gobierno Revolucionario, no es apasionada verbalista ni
sistemática como han dicho y dicen los constituyentistas y orates palaciegos venezolanos, sino la
resultante de hechos vividos, intangibles que evidencian los “errores”, los “abusos” y las lacras de la
administración pública, que han herido de muerte a este Gobierno, que en el tiempo que lleva en el
poder ha hecho acopio de todas las insensateces y que ha elevado la incapacidad a la categoría de arte
para gobernar. Estamos pues en el declive de una resbalosa pendiente que conduce hacia el abismo de
una tragedia civil inevitable, y todo esto provocado por el hombre que se tuvo de apóstol de la
Democracia, del nacionalismo hermético, por el máximo predicador de las doctrinas sociales, por el
ciudadano de severas normas morales mientras persiguió las cimas del poder, pero que una vez alzado
a su disfrute por los militares del golpe de Cuartel del 18 de octubre se cree y procede como un ente
superior, el destino de su pueblo, resumiendo en su ambición desaforada la suma y compendio de todas
las infalibilidades. El pueblo venezolano ha podido ver el cuerpo entero de Rómulo Betancourt,
Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, como un “Júpiter Tronante”, con todos los poderes
en la mano, fulminando amenazas, en el “Camino de la Dictadura”. […] No puede haber libertad en los
ciudadanos si no hay responsabilidad en el Poder, y no puede haber responsabilidad en el Poder, si en
Venezuela no se la exigimos ampliamente al Primer Magistrado; Betancourt sólo ha sabido ser
Presidente para destruir y se ha aprovechado del cargo para ser un tirano más en nuestra tierra
apoyado por los jóvenes militares del Golpe de Octubre, quienes después que derrocaron al gobierno
del Presidente Medina, ninguno de los calificados de gestores de la Revolución del 18 de Octubre tuvo
el valor moral necesario para asumir la responsabilidad de la acción, todos se conformaron con
entregarle las glorias que habían conquistado por medio de las armas al líder comunista Rómulo
Betancourt y servirle de séquito, antes que ser los dueños y señores del Poder en Venezuela; tienen
razón los diarios soviéticos “Estrella Roja” e “Izvestia” de elogiar y sentirse orgullosos de las
realizaciones que sus hombres han alcanzado en Venezuela, donde Betancourt piensa implantar un
gobierno marxista con un disfraz de democracia, actualmente se está haciendo una campaña
anticomunista en los más grandes diarios de la prensa americana, maniobra política magistralmente
encaminada a crear tropiezos entre la Oficialidad del Ejército, donde fuente fidedigna sabemos [sic]
que hay ya infiltradas varias células comunistas. […] En el Palacio Presidencial, nadie osa opinar
sobre la doctrina mesiánica de un hombre “homosexual” que creyéndose arquetipo de las buenas
razones, patriarca de los más puros pensamientos, monopolizador del patriotismo y poseedor del
evangelio marxista, a través de su actuación pública, ha venido demostrando que es un pobre
humanidad, predispuesta al error, a la intriga, al odio y al revanchismo desorbitado, en pleno consorcio
con un resentimiento apasionado de hombre invertido que le inunda el alma”.601
Retrotraer el pasado comunista de Betancourt y su impronta sobre Acción Democrática
aun cuando puede parecer un continuo en el proceder de la oposición que aquél ha desatado en
Venezuela desde 1936 cuando ya es clara su voluntad por hacer público los términos de su
deslinde y el de sus compañeros políticos respecto al comunismo, adquiere durante la
Revolución un cariz más preocupante porque se trata de un partido que comparte
responsabilidades de gobierno y de su líder que las conduce, por tanto, la intención de
601
Comité pro-liberación de Venezuela de las garras del comunismo. Copia exacta de una hoja suelta titulada:
“Betancourt trata de implantar un gobierno comunista en Venezuela con un disfraz de democracia.” s/f. [Por
algunos datos contenidos, estimamos que haya sido difundida entre 1946 y 1947]. ARB. T. VI-F, 744.
252
categorizar y enlodar adquiere ahora otro margen de posibles consecuencias. Esta consigna
persigue despertar tres animosidades e inseguridades complejas para la Revolución, para el
Partido y para Betancourt.
Primero, alimentar la desconfianza del Gobierno de Estados Unidos y los intereses
económicos de sus nacionales en Venezuela en la antesala de la Guerra Fría, sobre los cuales,
más allá de las medidas impositivas decretadas por el Gobierno venezolano, los hombres de la
Revolución habían mantenido la convicción, incluso, el deseo ferviente de consolidar los más
sólidos lazos diplomáticos y económicos.
Segundo, estimular la animadversión del sector militar venezolano formado en una
tradición anticomunista. De ese modo, las denuncias poseen una intención reveladora.
Tratando con cautela –como en general se hizo- al sector militar, la oposición persigue
develarle lo que por inocencia y desconocimiento no habían advertido al momento de
contactar a Betancourt y sus compañeros de partido y que al final terminaron consolidando a
través de la insurrección del 18 de octubre: haberse plegado sin saberlo a los intereses de un
proyecto comunista. De este modo tratan de aclararle a las Fuerzas Armadas la naturaleza de
AD:
“Acción Democrática es un Partido Comunista disfrazado de demócrata. Lo dicen sus antecedentes, sus
hechos, sus actos de gobierno, […] y las tendencias sombrías que conducen sus pasos hacia el logro de
sus aspiraciones soviéticas.
Acción Democrática, con su demagogia impenitente y sus maquinaciones infames, se ha empeñado en
establecer una lucha racial y de clases, la abolición de la propiedad, los ataques contra la religión, la
corrupción y el desbarajuste de la familia y todas las prácticas del comunismo, cumpliendo así las
declaraciones que años atrás hiciera Rómulo Betancourt en Colombia, cuando era el jefe de los
comunistas venezolanos en sus andanzas por el exterior como turista miserable, dedicado a la labor
criminal de quintacolumnista del Soviet”.602
Sostener que la intención de estas aseveraciones es develar una suerte de realidades a
los militares no sólo concita al desengaño sino a la acción, lógicamente a la acción armada
correctiva que desplazando a AD permitiese a los hombres de armas restituir los ideales
revolucionarios. Las palabras son sumamente claras en el aliento de un nuevo alzamiento
militar, ahora contra el sectarismo del Partido:
602
“Llamamiento al pueblo de Venezuela hecho por Herrera Varela…”. Loc. Cit.
253
“…Y que los militares jóvenes y las tropas venezolanas que en mala hora llevaron a “Acción
Democrática” al poder, vuelvan por los fueros de la dignidad nacional y de los principios que sustentó
la “Unión Militar Patriótica”, y desplacen de las posiciones que están ocupando con el repudio de
todos los venezolanos, a los hombres irresponsables y malignos que han escarnecido su honor militar
con la zancadilla de sus nefastas actuaciones
¡La Revolución del 18 Octubre de 1945, fué [sic] para salvar a la Patria y darle un gobierno de
integración nacional elegido por el pueblo, y no para hundirla y entronizar tiranos”.603
En tercer lugar, remarcar el espíritu y la intención comunista de AD buscaba acendrar
el espíritu de división nacional con el cual la misma oposición acusaba a AD, lógicamente con
otros argumentos. Esta división estaría amparada en el ánimo de una confrontación con ribetes
religiosos, buscando alimentar las oposiciones entre una tradición católica y una conducción
política presuntamente comprometida con el comunismo y la profundización de la laicización.
En medio de la estrategia por socavar las lealtades internas del Partido, la oposición
publicitó la tesis de que mientras AD era irresponsable respecto al cumplimiento de las
expectativas nacionales desatadas por la Revolución, al tiempo que dejaba de lado la atención
de las aspiraciones propias de sus militantes y simpatizantes, se había dedicado a otorgar
concesiones, cargos y prebendas dentro del Gobierno a connotados enemigos políticos
identificados con las administraciones de Gómez, López y Medina, patentando una moral
engañosa y una suerte de traición respecto a su prédica condenatoria de los pasados regímenes;
con lo cual se arguye no sólo la inconsecuencia del Partido, sino la reedición del gomecismo,
por su violencia e intolerancia política y por sus hombres.604
Pero a su vez, y como reflejo de valoraciones disímiles dentro de las oposiciones, otra
tesis apunta al recuerdo de la purga política bajo la mirada nostálgica del pasado medinista.
Así, una constante durante el período revolucionario y sobremanera durante el constitucional,
603
Ídem. 604
Esta aseveración se hace desde una columna de opinión. Aun cuando sus argumentos parecen descansar en
una amplia variedad de ejemplos, sólo presenta uno matizado por la explicación que plantea a AD como el
partido que después de haber condenado al gomecismo se convirtió en su restaurador. Se trata del caso de Rafael
Paredes Urdaneta, quien había sido cónsul venezolano en Hamburgo durante el Gobierno de Gómez y también
presidente del estado Mérida. Asevera el articulista que este hombre está con Acción Democrática, fungió como
Director de Consulados en la Cancillería durante el Gobierno de Acción Democrática e igualmente fue nombrado
embajador en un país sureño y Delegado Especial en representación de Venezuela en los actos de toma de
posesión del presidente Natalicio González en Paraguay. Cfr. Míster X (seudónimo utilizado por el articulista
Germán Borregales). “Ilógicos, tontos o locos”. El Gráfico. Caracas, 10 de agosto de 1948. ARB. T. VII. Carpeta
C, pp. 107-108.
254
fue el trato que la opinión pública le dio en sus apreciaciones al pasado político, en especial al
Gobierno de Medina y al otrora oficial Partido Democrático Venezolano (PDV). En la medida
en que va arreciando la campaña contra el desempeño de AD en la conducción de la
Revolución, todo el diagnóstico que se hace del presente político, adverso a cualquier tipo de
reconocimiento y mérito, no sólo deriva en el impulso al descrédito de AD sino en la añoranza
y la defensa del medinismo y de su hipotético apuntalamiento democrático. Con ello se quiso
afianzar el credo público de que la Revolución terminó desplazando a un gobierno plural y de
apertura y que AD bajo la prédica de la construcción de una democracia real acabó con aquel
camino y afianzó un nuevo dominio hegemónico, sectario y violento. Esta posición da paso a
la conmiseración por las individualidades del pasado y lógicamente a su añoranza. Desde la
prensa, por ejemplo, se insiste como el 18 de octubre de 1945 supuso el desplazamiento de
gente capaz dentro de la administración pública, significando con ello la desmovilización y
posterior desaparición del PDV:
“Bien vistas las cosas, resulta incuestionablemente cierto que el 18 de octubre se produjo un
desplazamiento de la gente más capacitada del país que venía vinculada a la administración desde
hacía mucho tiempo o al calor de los últimos progresos cívicos de la República.
Ese desplazamiento tuvo un doble aspecto: de una parte, el administrativo propiamente dicho, que se ha
traducido en ese desorden que hoy campea hasta hacer ineficientes tantas oficinas públicas, y el
político, que ha equivalido al marginamiento de muchas personalidades y densos núcleos en actitud de
hacer bien a la república. […]
En el plano político, la pobreza de nuestras actuales luchas, la falta de equipo dirigente en los distintos
núcleos, la dolorosa composición de nuestras entidades representativas, el descenso de nuestra cultura
política, son manifestaciones directas de la sustracción a que hacemos referencia. Es indudable que
hombres como Rafael Pizani, Alfonzo Espinoza, Manuel Egaña, Rafael Vegas, Rodolfo Rojas y Elías
Toro, para no citar sino media docena de nombres de gran significación moral y política aunque de
menor participación beligerante, así como fueron útiles al país cuando sirvieron, dejan vacío difícil de
llenar al estar ausentes. […]
No hay duda de que al gobierno actual le corresponde la peor responsabilidad también en esta cuestión.
Con un empecinamiento digno de mejor causa, se dio a la tarea de que su arribo circunstancial al poder
era ocasión buena para desarticular y destruir cuantos núcleos o valores estuviesen en alguna forma
vinculados al pasado.”605
De modo que, desde las columnas de opinión se hacía un permanente reconocimiento a
los atributos personales e intelectuales de los más lúcidos del PDV, dándoles un trato de
605
“La Crisis Nacional, III” (Editorial). El Heraldo. Caracas, 26 de agosto de 1946. ARB. T. VII. Carpeta C, p.
177.
255
individuos útiles e indispensables para garantizar la normalidad nacional.606
Sin embargo, la
opinión pública también carga contra aquel partido, y ello no en ánimo de exculpar a AD en el
presente, sino como un reclamo por su debilidad extrema para resistir y vencer. Es una
intención velada que pretendía sumarle una cuota en la responsabilidad sobre el panorama
político que permitieron desatar por su falta de firmeza.607
Para la oposición interna esa
debilidad resultó complemente manifiesta el 18 de octubre de 1945, cuando se reveló que el
PDV no funcionaba estrictamente como un partido sino como una hibridación de
personalidades unidas por el solo objetivo de apoyar a un gobierno. Es una forma de sumar
voluntades a las exigencias de rearticulación de algunos ex - comprometidos con el partido
medinista para hacer mucho más fuerte la oposición nacional a AD. Para ello, la fórmula
privilegiada fue la de recordar los errores pero también los méritos. Así, en Caracas se buscaba
congeniar con los escritos que desde su exilio en Nueva York enviaba Arturo Uslar Pietri y
que eran publicados en su columna “Pizarrón” en El Nacional que conjugaban críticas a su
deshecho partido con análisis sobre el infortunio político que había significado el Gobierno de
AD.608
Por su origen, una síntesis del criterio del Uslar sobre el panorama político de
Venezuela a medidos de 1948 merece la pena, sobre todo, porque contempla expresiones
reprimidas desde el estallido revolucionario de octubre, momento desde el cual el considerado
ideólogo del PDV se había mantenido al margen en el concierto de opiniones.
“Quien contempla a Venezuela desde lejos como lo hago yo ahora, lo primero que advierte es que es un
pueblo que está viviendo en una etapa de anormalidad. […] Todo parece salido de madre, confuso,
alterado. La impresión dominante es de desconcierto. De una agitación inorgánica. Parece haberse
perdido el ritmo de la vida nacional. Y lo que es más grave, parecen haberse perdido los fines. […]
Mucha gente sencilla, o reaccionaria, piensa que el Gobierno no gobierna o que los gobernados no
acatan. Que todo parece ir a la buena de Dios sin rumbo ni concierto. […] Lo que la gente advierte que
falta es un rumbo. Es que sienten vagamente como si el país estuviera dando vueltas en un círculo
vicioso del que no pudiera desprenderse. Yo diría mejor en un lago vicioso. En un lago de petróleo. […]
El país está viviendo horas de mortal peligro. Si no se hace un grande y sincero esfuerzo por restablecer
el verdadero rumbo, por hallar el camino, por ganar el tiempo, por organizarse efectivamente para el
606
“La Crisis Nacional, IV” (Editorial). Loc. Cit. 607
Ídem. 608
Míster X (seudónimo utilizado por el articulista Germán Borregales). “El reto de Uslar Pietri”. El Gráfico.
Caracas, 10 de septiembre de 1948. ARB. T. VII-A. Carpeta D, 288.
256
porvenir, resbalaremos ciegos, unos engolosinados en su festín y otros amurallados en sus rencores, a
la ruina y a la desintegración”.609
Los criterios también caminan en círculo. En 1948 su sentido es el de recordarle a
Gallegos que su Gobierno es heredero del desastre revolucionario y que en lugar de torcer la
realidad, durante el tiempo constitucional AD se impuso agravarla. La herencia se trata de una
organización burocrática y una dirección administrativa forjada a la luz del revanchismo
octubrista, única explicación del trepangulismo [sic], de la inercia y de la catástrofe
continuada.610
Igualmente, hay apreciaciones que desde la oposición lapidan la entronización
de nuevas maneras en el lenguaje político patrocinadas por Acción Democrática. En 1948 fue
común la controversia pública planteada entre las notas editoriales de El Gráfico y El País. El
primero insiste que El País se ha hecho eco de un lenguaje plagado de insulto y grosería, que
resulta arrabalero y propio de una diatriba indecorosa.611
Esto no es sino una prolongación de
las concepciones divisionistas de la población que patentó la Revolución y que fue estimulada
desde su interior y desde la oposición. Fue muy corriente que en diversos escenarios, sobre
todo algunos representantes del poder desplazado, consideraran que con la Revolución AD
había marginalizado y ennegrecido la política venezolana, sostenimientos con plena carga de
segmentación social y racismo.
Un inciso pertinente en las valoraciones que suscitarán el Partido y el líder durante la
Revolución tiene que ver con el manejo de la oratoria por parte de Rómulo Betancourt.
Algunas impresiones que, proviniendo de la apreciación en contexto, son legadas desde
tiempos posteriores sobre este orden. Resulta más conveniente por la naturaleza de la visión de
los otros que se ha querido destacar en este apartado, apreciar esas opiniones forjadas al
respecto desde la oposición.
Rodolfo José Cárdenas destaca la distancia –lógica por demás- que existe entre la
oratoria del Betancourt pre-octubrista, ubicándolo desde 1941 y el hombre de la Revolución.
En el primer caso encontramos a un Betancourt preocupado por la construcción de una base
609
Arturo Uslar Pietri, “La falsificación de la realidad”. Loc. Cit. 610
“Maniobras no, calamidades públicas”. El Heraldo. Caracas, 8 de septiembre de 1948. ARB. T. VII-A.
Carpeta D, 269. 611
“El dedo en la llaga”. El Gráfico. 9 de septiembre de 1948. ARB. T. VII-A. Carpeta D, 273.
257
social a su partido. Es un hombre de oratoria agitada, de hecho, la agitación política puede ser
un modo de reconocerle característicamente en este período. Es el momento de la captación de
líderes para la organización, también el de la compactación de las masas en torno al programa
de AD, tarea última que alcanza su cénit después del 18 de octubre de 1945. Es, más allá de
otras consideraciones, un orador de oposición. Esa retórica y ese Betancourt, son los que
ponderando opiniones militares valió la atención de los cuarteles.
El Betancourt de la Revolución posee la oratoria de un hombre de Estado con objetivos
coyunturales definidos, los cuales se expresan a partir de la palabra y en la mayor parte de los
casos intentan ser resueltos por ella. En tres de esos objetivos resulta claramente reconocible el
papel de la oratoria: el principalísimo, mantenerse en el gobierno, luego, impedir que los
militares descontentos lo echen del gobierno y finalmente, encaminar al país por la vía
electoral.612
En torno al primer y tercer caso los escenarios son sumamente diversos. Un eje
entre ellos puede reconocerse en la obstinación por defender las razones de la Revolución, por
sumar la mayor cantidad de voluntades internas y externas para garantizar el mantenimiento
de su equilibrio y, finalmente, por compactar el apoyo de la masa popular al movimiento y
casi directamente a AD. Por ello Cárdenas considera que más allá de aquello que
circunstancialmente parece claro, el propósito del Betancourt que intenta permanentemente
mostrarse como un hombre equilibrado en la función de gobierno y situarse encima de la
pugnacidad política lógica del momento en la que participa AD, está el propósito de insuflar
con cada discurso simpatías hacia su Partido.
En torno al segundo caso el contexto también evidencia los éxitos. Cárdenas sostiene
que por medio de la palabra y la persuasión política Betancourt logró mantener el control de
los centros de Poder Militar. Logró aplacar y en algunos casos eliminar descontentos aun
cuando no fueron completamente erradicados aquellos de mayor peligro. Incluso, logró hacer
al favor de su partido a buena parte de la oficialidad, al tiempo que otra circunstancialmente se
manifestó neutral y luego va marcando claras distancias con AD.
“Toda su oratoria tiende al objetivo: elogia a los militares, los enemista con los desplazados, los
compromete en actividades disímiles pero que significan lazos con Acción Democrática, y crea un
612
Cfr. Rodolfo José Cárdenas, Copei en el Trienio Populista 1945-1948, p. 717.
258
martillete [sic] de <<ejército y pueblo unidos>> que remachará hasta lo infinito. Visita los cuarteles y
su oratoria se dirige al corazón del soldado. No hay resorte psicomoral [sic] que no pulse con su
habilidad de orador consumado.”613
El Betancourt de la Revolución es un hombre que se debate permanentemente entre la
firmeza política, evidenciada en sus intentos por justificar en cada palabra lo actuado y por
defender material e ideológicamente lo que va significando como logros claves del
movimiento; y la actitud disuasiva y conservadora, la primera, pieza fundamental para
controlar en la medida que lo permita la democracia partidista el ímpetu debutante de AD que
se sabe partido mayoritario y que de hecho gobierna, pero también, para mantener a un ritmo
controlable toda la argumentación que irá creando la oposición contra el Partido y su manejo
durante la Revolución; el segundo, para sostener que la producción del movimiento y el
cumplimiento progresivo de sus ideales elimina toda posibilidad de nuevos traumas políticos,
por lo cual, la tarea nacional posterior es la de preservar la verdadera democracia.
Durante el período, Betancourt se esfuerza por lucir radical y firme en lo concerniente
a la defensa del movimiento, pero ponderado en lo relacionado al manejo del clima de
pluralidad política que había intentado construir la Revolución. En su oratoria se registran
intentos permanentes por presentar el contexto situado por encima de AD, del mismo modo, a
pesar de que remarcará siempre su papel dentro del movimiento, pareciera desear que se lea al
Partido en situación subalterna al poder. Esta es una aseveración que causa ruido, sobre todo,
porque en el análisis histórico y político se ha proyectado como característica de AD
revolucionaria, prácticas y situaciones que se registraron con mayor fuerza en 1948, cuando el
Partido acoplado al poder se le acusa de sectario y hegemónico. Aquella actitud de Betancourt
constituye una defensa a su organización, una defensa a sí mismo y una barrera al ímpetu
debutante. Ello se puede apreciar en el énfasis que mostrará Betancourt al sostener que AD
participa circunstancialmente del poder, pero que no tiene todo el poder.
La Junta Revolucionaria de Gobierno será el mayor ejemplo de equilibrio político que
Betancourt trate de proyectar al país, de ahí, su insistencia al sostener que no sólo es un cuerpo
colegiado, sino que actúa como tal y donde cada miembro tiene un peso equivalente al de
613
Vid. Ídem.
259
otros. Pero Betancourt es la cabeza y por lo tanto destaca. Si juzgamos por ejemplo la
naturaleza de su correspondencia, no sería complicado sostener y demostrar que durante la
Revolución fue un hombre que intentó tener bajo control, incluso personal, innumerables
situaciones. Resalta sobremanera en este caso que con mucha frecuencia los embajadores de
Venezuela en Estados Unidos y Colombia, por mencionar los más frecuentes, mantenían
correspondencia confidencial directa con Betancourt y no a través de los canales diplomáticos
del Gobierno. También, que pasado el tiempo revolucionario conserve copias de
correspondencia de Estado dirigidas a Gallegos o una pormenorización durante meses de la
enfermedad de Mario Vargas a través de informes médicos certificados en Nueva York y
Caracas.614
De esta situación también da cuenta la lectura que hacen los otros, sobre todo el
pueblo. Es lógico pensar que como presidente de la Junta se dirijan cartas a Betancourt que en
realidad son para la consideración de todo el cuerpo, pero muchas, relacionadas a peticiones
sobre todo, son dirigidas a título personal en el ánimo de que su persona pueda revolver. El
mismo hecho de que muchos de estos documentos reposen en su archivo privado permite
inferir que él mismo consideró esos papeles como suyos. Es probable que así haya leído las
responsabilidades inmanentes a la figura de presidente de la Junta, también, que sea una
condición innata.615
614
Cfr. ARB. T. VII. Desde las carpetas A hasta la D. 615
Algunos análisis intelectuales se detienen en la posibilidad de distinguir en R.B. elementos de orden
personalista o rescatar lo que en él encuentran de liderazgo novedoso. Tal como el caso de la nominación de
Revolución al movimiento, la discusión sobre la nomenclatura más acertada para definir el rol político de R.B.
constituye otra polémica intelectual abierta. En un estudio sobre el liderazgo de R.B. a lo largo de su vida
política, Herbert Koeneke señala específicamente sobre el Betancourt del período revolucionario lo siguiente:
“De acuerdo con Robert Alexander, Betancourt actuó en realidad como un auténtico “Presidente provisional de
la República pese a no habérsele otorgado nunca ese título”. Su personalidad y liderazgo dentro del partido
habían contribuido a hacerlo el máximo líder, tanto formal como informalmente, del equipo gubernamental.
Adicionalmente, los miembros militares de la junta reforzaron esa realidad al darles manos libres a los civiles en
todos los asuntos tratados por la misma, con excepción de aquellos vinculados con la defensa y la seguridad
nacional. De allí que, en opiniones de un analista [Burggraff, W. The Venezuelan Armed Forces in Politics.
Columbia: University of Missouri Press, 1972], en la mayoría de las decisiones tomadas “la junta actuó como
simple ratificadora del Comité Ejecutivo Nacional de AD, el organismo encargado de formular la política
partidista”. Cfr. Herbert Koeneke, “Rómulo Betancourt: una visión de liderazgo político”. En: Rómulo
Betancourt: historia y contemporaneidad, pp. 65-105, la sección citada corresponde a las páginas 85-86.
Juan Carlos Rey también aporta algunos elementos en torno a esta discusión. Rey objeta la apreciación de
Betancourt como un caudillo y se define por la categorización de su liderazgo; sin embargo, es relevante su
apreciación de que el caso de R.B. puede calificarse como uno de personalización de la política, fenómeno que
puede incluso ocurrir dentro de un partido de masas institucionalizado como era el caso de AD y que no refiere a
la consolidación de un partido personalista sino a la ineludible y determinante impronta del líder sobre la
260
3.7. Autocomprensión
La sección inicial de este trabajo comprende las consideraciones de orden doctrinario y
justificativo con los cuales los actores fundamentales de la Revolución -Acción Democrática y
las Fuerzas Armadas- habían acudido a la gestación del movimiento. Ambos se han presentado
por separado atendiendo a la originalidad y construcción histórica del Partido y a las
circunstancias de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la Revolución, proyectada como idea
pública a través de la palabra y de las obras, actos todos, puede apreciarse en la retórica de
Rómulo Betancourt, cuyo criterio, si bien formado en la lucha política anterior al movimiento
logra ser representativo de todo cuanto ha querido significarse con el uso revolución. En sus
palabras puede leerse la Revolución.
De modo que, la autocomprensión del movimiento puede considerarse a partir de tres
órdenes: el primero apreciando los planos históricos individuales de los actores, los matices de
sus objetos y sus aspiraciones dentro de la Revolución, en la que en todo caso y para poder
existir debió suscitar elementos de encuentro. El segundo, es el esfuerzo por verter en el uso
revolución toda la carga de objetivos individuales con la que se ejecuta el proceso y de cuya
unidad intenta ser reflejo la oratoria de Betancourt que evidentemente tiende a la comprensión
de la Revolución construida por AD y que en la primera hora los militares parecen compartir.
Esto es con propiedad la unidad de criterios, la visión conjunta que sobre la idea y despliegue
de la Revolución intentará brindar Betancourt a través de la palabra. Primer y segundo
escenario han sido objeto de nuestra consideración en los dos capítulos anteriores de este
trabajo.
El tercer escenario refiere nuevamente a otras miradas individuales, a las que
configuran Partido y Fuerzas Armadas sobre la marcha del proceso, sobre su adscripción a
ella, sobre el modo en que los objetivos individuales y colectivos del movimiento han sido
dirección de la organización y sus propósitos. Para Rey este fenómeno –el de la personalización de la política-, tal
como lo explica, suele ser “…muy frecuente y significativo en las democracias modernas con partidos de masas,
pues en tales organizaciones suelen surgir grandes líderes en los que los electores pueden llegar a personificar
el partido”. En todo caso, Betancourt parece ser un ejemplo. Vid. Juan Carlos Rey, Personalismo o liderazgo
democrático. El caso de Rómulo Betancourt. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2008. [Serie Cuadernos de
Ideas Políticas, 5], pp. 24-25.
261
cumplidos e igualmente, en contestación a un fenómeno imponderable en el primer escenario:
la aparición de los argumentos políticos de la oposición. Esta tercera lectura aborda
sobremanera la forma como se miran AD y los militares frente a lo que los otros consideran de
sí y ellos sobre sí mismos.
3.7.1. De Acción Democrática
La comprensión lograda por el Partido sobre el momento no siempre es plenamente
correspondiente con el sentido de la marcha revolucionaria; ergo, en ocasiones, la Revolución
quiso –y siempre apreciando el plano de las ideas manifiestas- ser un conducto de estabilidad,
mientras que este deseo era leído bajo otro esquema por el Partido. Será sobre todo en el tema
de la relación estabilidad-inestabilidad política donde se puedan apreciar las disensiones entre
Revolución y Partido. En la primera hora del movimiento parece existir una mayor
correspondencia entre ambos. El Partido tiene la orden de hacerse eco de un propósito
máximo que es el de conservar el poder conquistado por la Revolución, de modo que, en
función de ello, veremos a Acción Democrática recalcando permanentemente a su misma
organización, a su militancia y emulando el eco de la Junta, de que en la Revolución hay un
espíritu de estímulo y respeto a la pluralidad política y por tanto de aliento a serias
oposiciones.616
Esta actitud irá cambiando en el tiempo en la medida que la Revolución se consolida y
el Partido cree efectivamente que los militares son apenas acompañantes en el poder y no
actores propios del proceso. Entonces, nos iremos encontrando paulatinamente a AD actuando
convencida de que encarna un sentir popular manifiesto en grandes actos políticos de masa y
posteriormente en las urnas electorales, pero sobre todo, considerando que cada ataque a la
Revolución y al Partido debía ser entendido como una afrenta al pueblo venezolano en su
totalidad.617
616
Un articulado diverso del diario El País comprendido entre los meses de enero y febrero de 1946 ilustra este
contexto. Cfr. ARB. T. VI-E, 574. 617
Cfr. Juan Carlos Rey, El sistema de partidos políticos venezolano, 1830-1999, pp. 96-97.
262
Existe una relación entre el avance y consolidación del tiempo revolucionario y el
afianzamiento de la idea de que al Partido le corresponde manejar esa consolidación.
Entonces, AD da visos de tender no al estímulo del equilibrio, que al menos desde la Junta
Revolucionaria de Gobierno parecía una máxima, sino a responder, con tonos y acciones que
aluden radicalismo a las oposiciones y con énfasis puntual a Copei dentro de ellas. Es por esto,
que desde mediados de 1946 y con más fuerza después de octubre de aquel año cuando
ocurren las elecciones para escoger a los representantes a la Asamblea Nacional
Constituyente, AD parece iniciar su propia marcha.
Sobre esta actitud ha insistido con duda el análisis histórico en cuanto a la real posición
de Betancourt. Es decir, si puede apreciársele realmente como quien intentó contener el
desfogue de su organización o, si por el contrario, su falta de contundencia la avivó. Esta ha
sido una de las interrogantes más recurrentes en los análisis posteriores de la Revolución. En
contexto, primeramente su palabra y luego la apreciación misma de sus contendores, apuntan a
su exculpación y a la valoración de su intención por mantener la estabilidad y el control de los
cauces partidistas, aun cuando al final no parezca haber en ello suficiente éxito.
La oposición siempre ubicó el tema de la violencia política durante el período como
responsabilidad de AD, a quienes acreditaron los llamados grupos cabilleros, las bandas
armadas y los grupos de choque frente a sus manifestaciones políticas. Cuando se llamaba la
atención de la Junta en esta materia era precisamente con el ánimo de que los representantes
del Partido dentro de ella auspiciasen la paz. También se responsabilizó a la intolerancia
partidista de las distorsiones en el sentido de los juicios por peculado, convertidos según los
detractores de AD en mecanismo de venganza política.
Algunos episodios que están en torno a la aprobación de Decreto 321 muestran su
elocuencia respecto al ímpetu e imposición partidista. Betancourt los revela en la distancia del
tiempo. Comenta que el decreto fue redactado por el Ministro de Educación Mario García
Arocha, que fue entregado a la Junta como un documento que desde el Partido se ordenaba
aprobar y publicar sin dilaciones y que ello no permitió una revisión profunda de su contenido
a pesar de las advertencias de Delgado Chalbaud. Además, estaba en sintonía a la tesis del
Estado docente defendida por la organización magisterial del Partido. Por otro lado, una vez
263
que se inicia todo el clima contrario a la medida, será AD quien organice toda la maquinaria
de respuesta popular a favor, bajo el criterio, también inscrito en algunos representantes de la
Junta, de que ceder sería darle la razón a la oposición. De ahí la célebre consigna Ni un paso
atrás que popularizó el Partido aupando la vigencia del decreto. De igual modo, cuando
Betancourt intenta un rápido viraje de la situación y se dispone a reunir a la Junta, es
conminado a escuchar primero las consideraciones del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de
AD que para el momento se encontraba reunido en la casa de Gallegos, sólo después de ello, y
del arrebato radical del Ministro de Educación que habiendo renunciado al cargo dirige una
concentración a favor del decreto en el centro de Caracas, Betancourt intenta un mensaje
tranquilizador a la Nación.618
El inicio de las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente es un ejemplo, más
allá del debate, de la actitud del Partido que venimos refiriendo. Desde finales de 1946, la
Junta y la Revolución figuran como institución y movimiento legítimo, respectivamente,
porque su existencia ha sido avalada por el Constituyente. Esto significa que ahora con más
claridad el Partido con una representación aplastante siente un cómodo control sobre el
momento, porque ya no sólo forma parte del poder sino que está por encima de él y en
consecuencia parece actuar. No dejan en este momento de aparecer todavía voces que animan
la mesura, recomendándole a Betancourt que evite el uso de los poderes especiales que la
Constituyente dio a la Junta sobre todo en materia de seguridad para contrarrestar cualquier
manejo represivo y el recrudecimiento del malestar opositor sobre la materia.619
En ese
contexto podría ubicarse la reiteración permanente de la oposición política sobre la actitud
arrogante y el espíritu totalitario que AD quiere imponer en la construcción de la norma y por
tanto en el futuro del país.
Entonces, el Partido como organización parece muy preocupado por responder
oportuna y tenazmente a cuanto señalamiento adverso provenga de la oposición y sobremanera
esta será su conducta unísona de cara a 1948. A partir de aquí parece ir nuevamente al son de
618
“El trance más difícil para la Junta Revolucionaria de Gobierno: la promulgación del decreto Ley N° 321”.
Entrevista a Rómulo Betancourt. En: Resumen. Vol. IX. N° 103. 23 de octubre de 1975, pp. 67-76. 619
Carta de Gonzalo Carnevali, embajador de Venezuela en Colombia a R.B. Bogotá, 12 de abril de 1947. ARB.
T. VI-F, 644.
264
Betancourt cuando fuera ya del poder le corresponde no sólo aupar la estabilidad sino usar su
posición partidista para reivindicar los logros de la Revolución frente a la amenaza política.620
Esta será la consigna de la prensa partidista en los meses finales de la Revolución y en el
tiempo constitucional: defenderse de las acusaciones de sectarismo, de violencia, de secuestro
de la Revolución, de estímulo a la mala administración pública.621
De defender el modelo
económico fundamentado en la profundización del rentismo como mecanismo para el aumento
del potencial redistributivo del Estado a partir del salario y de la vigorización de la
inversión,622
pero además, la prédica tenderá a la condena de las oligarquías y al vaticinio de
su anulación en la escena política.623
Es pues el ánimo de la conservación, de la defensa de lo
logrado y aún, de la revancha política.
3.7.2. De los militares
En el primer apartado de este trabajo se ha señalado que los militares que ejecutan la
revolución como movimiento trazan el fenómeno cargado de un conjunto de motivaciones y
significaciones que previo a los sucesos no definían como una revolución. Entonces, sus
motivos y objetivos terminarán confundiéndose con los de sus aliados políticos en el programa
de aspiraciones del movimiento que finalmente denominan revolucionario, ergo, será AD
quien definitivamente defina y etiquete al movimiento como tal. Luego del 18 de octubre de
1945 la expresión revolución, para significar hecho y curso histórico inmediato, será de uso
común a los actores principales y en general en el lenguaje político del momento para referirse
en términos de aceptación y gloria a lo vivido o para condenarlo.
620
Cfr. “Protección a nuestra riqueza humana”. El País. 17 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, p.
153. 621
Cfr. “De la crítica insensata a la crítica responsable”. El País. 12 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta
D, pp. 112-113. 622
Cfr. “Dos etapas en la vida económica de la nación”. El País. 15 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta
D, pp. 145-146. 623
Cfr. “Hacia el gobierno de mano dura”. El País. 20 de septiembre de 1948. ARB. T. VII. Carpeta D, pp. 158-
159.
265
Después del acto de origen habrá una intención en los militares complotados de
empezar a hacer también suyo el término624
y de proyectar la justificación particular del
movimiento y las aspiraciones propias y compartidas con AD tal como lo había hecho el
Partido.625
Es al menos el intento -y quizá no las líneas de definición por superfluas-, lo que
interesa destacar de los esfuerzos de Delgado Chalbaud por conceptuar al movimiento:
“Una revolución es el advenimiento en una nación de una dirección nueva, de nuevas normas, de
nuevas instituciones. Una revolución puede cambiar la forma del Estado sin cambiar la Sociedad, como
también transformar la Sociedad sin alterar los marcos del Estado.”626
Las visiones militares sobre el decurso de la Revolución en su propio tiempo parecen
retóricamente unidireccionales pero intencionalmente dispares. El sentido del primer caso
apunta siempre a la defensa del movimiento como un todo, huelga decir, a la articulación entre
civiles partidistas y militares, de los logros populares matizados permanentemente en el
recuerdo de la conquista electoral y de la heroicidad demostrada por el Ejército y el pueblo
como actores fundamentales de la Revolución. En esto parecen coincidir Mario Vargas y
Carlos Delgado Chalbaud si se juzgan sus alocuciones públicas durante el período. El segundo
escenario desemboca ya no en la intención por defender un movimiento armónico sino en
destacar veladamente atribuciones especiales dentro del mismo por parte de los actores, con lo
cual, se aspira al reconocimiento especial del papel de la Fuerzas Armadas dentro de la
Revolución. En este caso, Delgado Chalbaud resulta tan representativo como en el primero, de
624
Carlos Delgado Chalbaud lee en 1947 [la fuente no precisa la fecha exacta] un libelo que fue conocido como
“Documento del Oficial Anónimo”. Rodolfo José Cárdenas, quien lo rescata en uno de sus trabajos, comenta que
el espíritu de este documento es mostrar el apoyo de los cuadros intermedios e inferiores de las Fuerzas Armadas
al Gobierno revolucionario en un lenguaje bastante correspondiente al que AD usaba para referirse a las
circunstancias. Con estas palabras se defendía la actuación de los militares en las elecciones de octubre de 1946,
se desconocía cualquier intención de relativizar el desarrollo de las elecciones y sus resultados y demostraba el
apoyo militar a la Asamblea Nacional Constituyente y al Gobierno revolucionario. Cfr. Copei en el Trienio
Populista 1945-1948, pp. 664-666. 625
Igualmente, como ya se ha indicado, el libro de entrevistas de Ana Mercedes Pérez a los militares
complotados es probablemente la mayor evidencia en contexto de esta situación. Las entrevistas son realizadas
tras el fragor de los primeros meses del estallido de octubre y en ellas ya es ostensible la forma como los militares
parecen estar significativamente conectados a la retórica de AD, si se le juzga por los criterios usados para
explicar las motivaciones internas de su levantamiento, donde se puede observar la intención de anteponer a los
deseos estrictamente militares, un programa de realizaciones civiles. La significación de todo el cuadro general
de motivos y objetivos se hace en torno al uso revolución. Cfr. Ana Mercedes Pérez, Op. Cit. 626
Alocución del Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno
y Ministro de la Defensa Nacional dirigida a las Fuerzas Armadas Nacionales. Caracas, 24 de junio de 1946. En:
PPVSXX. T. 52: 177, pp. 31-35. La referencia exacta corresponde a la página 33.
266
hecho, a través de sus intervenciones públicas durante el tiempo revolucionario podemos
observar como existe una continuidad entre las formas del primer escenario y el segundo, y a
veces, incluso, algunas mixturas.
Durante el primer año de la Revolución la representación militar dentro de la
conducción política parece ir al unísono con la actuación del Partido atendiendo a un criterio
estratégico de primer orden: soldar públicamente la unidad entre los actores. Ello indica que
las primeras y luego permanentes embestidas de la oposición política estuvieron dirigidas a
estimular y exaltar las diferencias entre AD y el Ejército, por lo tanto, era menester no sólo
mantener a raya a la oposición sino desarticularla argumentativamente. De modo que, se hizo
necesario que como factor de gobierno, la representación militar dentro del mismo destacara
de forma permanente el apoyo a la Revolución y al Gobierno en los momentos de tensión
conspirativa o de recrudecimiento de la opinión pública.627
Lo paradójico es, que aun cuando
parezca implícito, dentro de los marcos de ese apoyo se eludirá la mención de Acción
Democrática. La representación militar aspira que ello se entienda como una demostración de
equilibrio institucional pese a que se trata de la organización que mayor cantidad de
representantes tiene dentro del Gobierno de facto.
La intención por buscar en la exaltación de la unidad popular-militar el apoyo
permanente a las Fuerzas Armadas y por eludir directamente la significación de lo popular en
la mención de AD, fueron flancos utilizados desde la oposición para estimular las distancias
entre los actores fundamentales del movimiento. Mientras que desde la Revolución tal actitud
de los representantes militares en el Gobierno se leyó como una forma de refrenar las
embestidas opositoras y al mismo tiempo como un mecanismo para denotar alguna intención
de respeto a la estabilidad institucional.
También será sumamente importante en este primer momento la justificación ética de
la actuación militar en la producción de la Revolución. En este sentido, destaca la respuesta
que da Delgado Chalbaud a la opinión pública cuando fue criticada una intervención de Mario
627
Por ejemplo, Cfr. Palabras pronunciadas por el Mayor Carlos Delgado Chalbaud, miembro de la Junta
Revolucionaria de Gobierno y Encargado del Ministerio de Guerra y Marina el 15 de enero de 1946 en Caracas.
También, la alocución dirigida luego del alzamiento militar de diciembre de 1946: “Alocución a las Fuerzas
Armadas dirigió Ministro de la Defensa”. En: PPVSXX. T. 52: 172 y 180, pp. 15-16 y 51, respectivamente.
267
Vargas tildada como alocución política. Delgado da la impresión de no querer lesionar la
moral apolítica de las Fuerzas Armadas como institución, pero dice que con toda lógica los
militares que hicieron la Revolución y que participan en actividades de gobierno han
antepuesto su carácter de hombre político a la función militar en un momento excepcional de
la vida nacional.628
En otras palabras, hace una distinción, poco comprensible en términos de
expresión material, entre quienes están dentro de los cuarteles apegados a las naturales
misiones castrenses, y aquellos, como él, que circunstancialmente han privilegiado la labor
política a las armas. Cuando nos referimos al cariz poco comprensible de la distinción de
Delgado lo hacemos pensando que, en términos demostrativos, el 24 de noviembre de 1948
cerró toda posibilidad de distinción entre las dos brechas: o se era en toda forma un militar
apolítico o la institución armada, íntegra, no en segmentos, demostraba y actuaba en función a
intereses de poder. Finalmente lo que se impuso después de aquella fecha fue el gobierno de
las Fuerzas Armadas.
En aquellas mismas palabras de Delgado, aparentemente refiriéndose en justificación
al 18 de octubre de 1945, también sostiene que los hombres de armas no pueden estar
llamados al indiferentismo o encasillados en sus problemas militares.629
Parece no haber
escollo alguno entre esta lectura, la Revolución como propósito y los deseos de Betancourt y
AD conectados a ella, si este juicio sólo busca consolidar las razones éticas de aquella
insurrección militar. El problema planteado ahora, cuando la Revolución va en proceso, ergo,
cuando en la medida que marcha también va creando lógicos espacios conservadores, es que
dentro del sector militar se profundice y perpetúe aquella idea. Recuérdese que, al menos en el
plano retórico, la Revolución perseguía -dicho con cualquier otro eufemismo- que los militares
estuviesen encasillados en sus problemas y que la esfera política fuese sólo exclusiva de los
civiles.
Este primer planteamiento problemático no es una perogrullada sino un punto esencial
de las discordias comprensivas en torno al papel de los actores de la Revolución en curso. Un
628
Cfr. Versión taquigráfica del discurso pronunciado por el Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud,
miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno y actual Ministro de la Defensa Nacional, en la concentración
del pueblo de Yaracuy, en San Felipe, el día 28 de marzo de 1946. En: PPVSXX. T. 52: 173, p. 17. 629
Ibídem, p. 18.
268
punto minúsculo, pero que define brechas que se irán ahondando en el proceso, aunque en
medio de un panorama por crear públicamente el mayor ánimo conjunto de los actores.
Pudiese definirse como la justificación ética del golpe en el pasado, pero también como el
anuncio de una idea razonada y aceptada: la indiferencia política militar no está permitida,
ergo, el celo y la intromisión política de los militares es aceptable. En todo caso, el mismo
tiempo revolucionario es una evidencia clara de ello. El tiempo constitucional y su desenlace,
aún en mayor medida.
Este auto modo de percibirse frente a la Revolución y frente a la política nacional en
general del sector militar que participa en el proceso, dará pie para que dentro del mismo
período se manifieste una pugnacidad de criterios que en la medida en que parece
profundizarse se presentan intentos por velarla. Lo que pugnará será la justificación de las
acciones pasadas que condujeron a la Revolución, en lo cual parece haber cierto consenso; la
intención –del Partido sobremanera- por ir creando escenarios conservadores en la medida en
que se van afianzando logros revolucionarios, en este caso el aspecto esencial será la consigna
del respeto a la voluntad y la movilización popular; y la posibilidad del rebrote de los
argumentos que hicieron posible el estallido del movimiento revolucionario amparada en el
auspicio de la intromisión política militar.
Mientras Delgado Chalbaud enuncia aquella idea que luego tratará de diluir en
contradicciones haciendo confesiones recurrentes del espíritu civilista que animó la
participación militar en el estallido y despliegue de la Revolución, pero que definitivamente
parece imponerse como desenlace en 1948, Betancourt no pierde la oportunidad para
recordarle al Ejército en la primera celebración de su día durante la Revolución que las
atribuciones de las Fuerzas Armadas son el mantenimiento del orden público sobre bases
democráticas y la garantía de la integridad territorial de la Nación.630
Tras la ponderación
temprana de los ánimos dispares, Betancourt, al tiempo que reconoce públicamente la
actuación patriótica de los militares en el advenimiento de la Revolución631
quiere, cónsono a
630
Versión taquigráfica de las palabras pronunciadas por Rómulo Betancourt en la Escuela Militar de Venezuela,
el 23 de junio de 1946, con motivo del día del Ejército. En: PPVSXX. T. 52: 175, p. 22. 631
Esta será una actitud recurrente de Betancourt al menos durante la Revolución, aunque con el tiempo las loas y
reconocimientos vayan desplazándose mucho más hacia el pueblo, en muchas alocuciones públicas suele
269
ese espíritu de conservación de lo logrado, dejar claro que ya no existen situaciones que
demanden una reproducción de aquella torcedura principista, por eso recuerda el cuartel, el
orden interno y la defensa de la soberanía como destino militar.
Aunque cortas, las intervenciones públicas de Delgado Chalbaud durante la Revolución
parecieron enmarcadas casi siempre en responder con contundencia a intentos conspirativos
contra el proceso o al estímulo divisionista de la Junta y de los actores revolucionarios. Sin
embargo, y haciendo una lectura donde es ineludible toparse con la ocurrencia del 24 de
noviembre de 1948 y de los argumentos utilizados para justificarlo, muchas de las expresiones
de Delgado Chalbaud pareciendo ir directamente contra una oposición que adquiere cuerpo en
la prédica partidista contraria y en los sediciosos, va también contra AD o al menos, trata de
responder a lo que se dice en torno a las reales intenciones del Partido. No hace pues sino
enviar un mismo mensaje a dos receptores, uno que manifiesta evidente y el otro velado.
Hacia AD la intención parece la de matizar un distanciamiento amparado en el resguardo de
las formas institucionales.
Mensajes claros como el argumento de que la Fuerza Armada es una institución
nacional que debe oponerse a toda influencia desintegradora,632
no sólo alude a las
oposiciones y a la pugna política partidista, sino también a AD. Lógicamente, esto sería
incomprensible si se trata de analizar junto al peso pretendido de las declaraciones de Delgado
Chalbaud intentando asegurar la unidad revolucionaria; adquiere certeza cuando logra
reconocer el papel principalísimo de los militares en el advenimiento y la marcha revolucionaria. Unas cortas
palabras que tiene hacia las Fuerzas Armadas a propósito del año nuevo de 1946 así lo evidencian: “La Junta
Revolucionaria de Gobierno que me honro en presidir envía una cálida salutación de año nuevo a las fuerzas
armadas de la Nación. Mil novecientos cuarenta y cinco quedará en la historia de Venezuela como el año en que
el Ejército de la República, unido al pueblo e interpretando su querer, recobró el decoro de la Patria. En la
nueva etapa que se inicia, plena de promisoras expectativas para todos los venezolanos de buena voluntad, la
unidad, disciplina y cohesión de las Fuerzas Armadas son fianza de que por fin sonó la hora de una auténtica
reconstrucción nacional, basada en la democracia, la libertad y la justicia social. Felicidad personal y orgullosa
satisfacción del deber lealmente cumplido deseamos a todos los jefes, oficiales, clases y soldados de las fuerzas
de tierra, mar y aire del Ejército Nacional”. Alocución a las Fuerzas Armadas de la Nación, firmada por Rómulo
Betancourt, presidente de la Junta Revolucionaria de los Estados Unidos de Venezuela. ARB. T. VI-D, 566.
Rodolfo José Cárdenas también se refiere a la adulación adeca con las Fuerzas Armadas. Cfr. Copei en el
Trienio Populista 1945-1948, pp. 692-693. 632
Alocución del Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno
y Ministro de la Defensa Nacional dirigida a las Fuerzas Armadas Nacionales. Caracas, 24 de junio de 1946. En:
PPVSXX. T. 52: 177, pp. 31-35. La referencia exacta corresponde a la página 33.
270
comparársele con los juicios posteriores que emitirán los militares contra AD y sus manejos
durante la Revolución, todo, a finales de 1948, cuando tengan que justificar su nueva asonada.
Otro mensaje al que también se suma AD como destinatario final aun cuando es
dirigido a las Fuerzas Armadas, es sobre la necesidad que tiene este cuerpo de luchar contra
toda pretensión de penetración política.633
Es probable que sean muchos los casos a los que se
esté refiriendo Delgado Chalbaud cuando inspira esta consigna. En primer lugar se refiere a
aquellos que se pudiesen citar acompasadamente con la intención de defender la Revolución,
aquellos que no logran causar rubor político en sus aliados circunstanciales: tal vez piensa en
los residuos del gomecismo, del lopecismo que suena con fuerza conspirativa y en el
medinismo. Tal vez piensa también en la oposición política interna y en los enemigos
internacionales del proceso. Pero, tal como el caso anterior, comparando este juicio con el
criterio posteriormente emitido en 1948, seguramente también piensa en AD a quien después
del derrocamiento de Gallegos se le acusará de auspiciar la politización y partidización a su
favor de las Fuerzas Armadas, e incluso, de banderizar en ellas posiciones comunistas por
medio de un plan sistemático de ideologización, sostenimientos nada nuevos en 1948, porque
durante el tiempo revolucionario parecían corrientes en esos intentos por develar las reales
intenciones de AD hacia los militares según sus contrarios políticos.
Recordar igualmente la ausencia de compromiso de la Fuerza Armada con parcialidad
política alguna, pero sobre todo, insistir en que su existencia es anterior a la producción de la
Revolución,634
al tiempo que intenta ser un mensaje que busca denotar la claridad funcional e
institucional, puede leerse como la confesión de apego a los propios principios y convicciones
militares, que dicho así, están por encima de la Revolución entendida como momento y de AD
visto como una parcialidad.
Así, como existe un intento retórico, siempre circunstancial por parte del sector militar
representado en Delgado Chalbaud y Mario Vargas por hacer público el entendimiento y la
633
Ídem. 634
Ídem.
271
plena sintonía entre los grupos que convergen en el Gobierno colegiado,635
en el caso del
primero, se puede apreciar la intención permanente por destacar el papel fundamental de los
militares en el origen y sentido de la Revolución, no sólo aquel al que hacía referencia
Betancourt como premisa ética de un nuevo tiempo, sino a uno más activo en las
circunstancias presentes: el de cumplir la función vigilante y cuidadora de que el proceso siga
el camino originalmente trazado, huelga decir, en arbitrar la buena marcha de la Revolución.636
La oportunidad de otras ideas permite la rivalidad velada con AD en dos aspectos: el
primero, sobre cuál de los dos actores revolucionarios lleva mayor peso en la responsabilidad
de mantener las acciones y el Gobierno revolucionario, el segundo, en la disputa por el
favoritismo popular. Sobre el primer caso, resulta muy elocuente el recordatorio que hace
Delgado Chalbaud de que las ocupaciones políticas de los militares en el Gobierno, y de la
Fuerza Armada misma, tienen una importancia de doble significación: la de auto cumplir con
la satisfacción de sus propias demandas, aquellas materiales y organizativas que apuntalaron la
conspiración militar de 1945, es decir, la prosecución de los beneficios para la institución y en
segundo lugar, otra que comprensivamente puede parecerle más elevada que la de cualquier
otro actor: la Fuerza Armada es la única llamada a garantizar la estabilidad y la seguridad
nacional.637
Este juicio busca darle un peso importantísimo, posiblemente incomparado con
cualquier otro tipo de esfuerzo, al papel protagónico de los militares, ya no sólo relegado al
recuerdo de la heroicidad octubrista, sino a la pervivencia de la Revolución en medio de
continuas embestidas.
El segundo caso puede apreciarse en casi todas las piezas discursivas de Delgado
Chalbaud durante la Revolución. Resulta claro el intento por proyectar las Fuerzas Armadas a
la Nación y por explicar la forma cómo ambos se relacionan, incluso, cómo realmente aquellas
635
“En la Junta de Gobierno hay una perfecta unidad de pensamiento”. Cfr. Versión taquigráfica del discurso
pronunciado por el Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno
y actual Ministro de la Defensa Nacional, en la concentración del pueblo de Yaracuy, en San Felipe, el día 28 de
marzo de 1946. En: PPVSXX. T. 52: 173, p. 18. 636
Exposición del Comandante Carlos Delgado Chalbaud en la celebración del primer aniversario de la
Revolución de Octubre. Caracas, 18 de octubre de 1946. En: PPVSXX. T. 52: 178, pp. 37-43. La referencia
exacta corresponde a la página 42. 637 Introducción a la Memoria del Ministerio de la Defensa Nacional correspondiente al año civil de 1945,
presentada a la Asamblea Nacional Constituyente. En: PPVSXX. T. 52: 179, pp. 45-50. La referencia exacta
corresponde a la página 45.
272
son una expresión de la pluralidad social del país.638
En un ambiente donde en general la
Revolución tiende a la homogenización de la venezolanidad en sí misma, tal actitud, vista por
separado entre los actores fundamentales del proceso, es de clara tendencia a la definición de
favoritismos y visiones positivas separadas por parte del pueblo hacia ellas. Ya es una
referencia que este había sido un esfuerzo de AD y de sus organizaciones antecesoras: la
búsqueda de su reconocimiento como el Partido del Pueblo. Este mismo deseo, aunque no con
la etiqueta partidista, pero sí con la significación de fondo, es al que aspira la Fuerza Armada
durante la Revolución, de ahí los apelativos permanentes a los logros conjuntos del pueblo y la
Fuerzas Armadas en la producción y despliegue de la Revolución. En este caso, el uso de la
expresión pueblo adquiere una doble significación complaciente: puede incluir a AD, evitando
escollos en la distinción de los honores con el Partido, pero también, evidentemente la elude,
planteando sólo la relación entre masa y militares, ergo, destacando la primacía de los
uniformados. El ejercicio pudiese enunciarse como el intento de equiparación facundia de las
Fuerzas Armadas y AD en la sensibilidad política de la nación.
Aunque el tiempo constitucional y su desenlace no son objetivos directos de este
trabajo, tal como se ha evidenciado en otros análisis, es menester acercarse a aquel momento
en la medida en que dentro de éste se susciten juicios que refieran descripciones y
percepciones de la Revolución. Después del 24 de noviembre de 1948 son prolíficos los
señalamientos condenatorios no a la Revolución como idea sino a la dirección dada por AD a
su curso y la visión perversa con la que fue percibida los meses de su gobierno en soledad.
Ello es sumamente lógico. La amplitud de la inquina retórica tiene por objeto servir de
justificación a la nueva militarada.
638 Dos juicios pueden servir como ejemplos claros de este proceder, aunque no deben desestimarse todas las
apelaciones y locaciones populares donde los militares revolucionarios tienen la palabra. En uno de sus
discursos, Delgado Chalbaud para referirse a civiles y militares usa dos adscripciones: ciudadano –llamando así a
los primeros- y ciudadano-soldado o soldado-ciudadano, refiriéndose a los segundos y al todo. Lo que refleja un
intento porque parezcan indivisibles las barreras definitorias de cualquier condición. Luego, y en un intento que
se parece mucho a los esfuerzos de discernimiento social de Acción Democrática para explicar la constitución de
sus bases, ergo, por destacar su condición policlasista, popular e incluyente, Delgado sostiene: “Debemos
congratularnos de que nuestras Fuerzas Armadas tengan un origen eminentemente nacional. Los contingentes de
cuadros y tropas de todas las Fuerzas llegan a esta sin distinción ninguna de clase, y de ese punto de vista, las
Fuerzas Armadas están íntimamente ligadas a la Nación.” Cfr. Alocución del Teniente Coronel Carlos Delgado
Chalbaud, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno y Ministro de la Defensa Nacional dirigida a las
Fuerzas Armadas Nacionales. Caracas, 24 de junio de 1946. En: PPVSXX. T. 52: 177, pp. 31-35. Las referencias
exactas corresponden a la página 32.
273
Para referirnos a esos argumentos se ha seleccionado una pieza discursiva lo más
próxima al contexto, evitando las lógicas depuraciones y perfecciones que el tiempo avivó en
los criterios. En diciembre de 1948 Carlos Delgado Chalbaud escribe una carta pública a
Gonzalo Carnevali donde precisa las razones militares del alzamiento.639
La locuacidad de
ellas es mayor si se le contrasta con los mensajes indirectos que anteriormente se había
señalado enviaban desde el sector militar a AD, arropados por la intención de defender la
Revolución de sus enemigos; además de la conexión que existirá entre los mismos y los juicios
que desde la oposición política recrudecerán en 1948 contra el Partido.
Antes de las excusas es pertinente destacar la actitud militar en defensa del fuero
revolucionario. De haber sido un uso incorporado por AD para dar significación al
movimiento y habiendo los militares proyectado en él toda la carga objetiva con la que acuden
al acto de origen, huelga decir, ha sido un uso y una significación prestada, Delgado Chalbaud
esgrime que el 18 de octubre de 1945 y el 24 de noviembre de 1948 son acontecimientos
enmarcados en un mismo proceso, sólo momentos de un mismo fenómeno, donde el primero ha
tenido como objetivo el despliegue de la Revolución y el segundo su rectificación
principista,640
lo cual aspira prolongar la significación de una revolución concluida al nuevo
tiempo de facto. Otro juicio claro en la expresión de Delgado es la materialización de esa
función vigilante y correctora de las Fuerzas Armadas sobre el destino político del país, misma
que ya había sido refrendada durante la Revolución, siendo también aquel proceso una
expresión de ello:
“Y la historia constatará que las Fuerzas Armadas Nacionales con previsión certera y seción [sic]
impulsaron y frenaron a un tiempo, cumpliendo elevada función de noble intención y serena eficacia.
Por eso hablar de revolución de octubre o revolución de noviembre es una impropiedad, una inepcia
verbalista. De lo que se trata es de la marcha sana de Venezuela impulsada por fuerzas sanas protegida
por su Institución Armada, que es democrática por su composición y liberal por su aptitud hacia el
ejercicio del Poder Público por los ciudadanos todos, no por un grupo, síntesis de la verdadera
democracia política”641
639
“Carta del Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud al Dr. Gonzalo Carnevali”. El Heraldo. Caracas,
miércoles 22 de diciembre de 194¿? [por inferencia sobre el contenido, este texto pertenece a 1948]. ARB. T. VI-
F, 742. 640
Ídem. 641
Ídem.
274
En la carta y sin la necesidad de otros destinatarios intermediarios, Delgado sintetiza lo
que en el tiempo revolucionario había sido una crítica velada a los manejos de AD, expresadas
por él y sin eufemismos por parte de la oposición y enmarcadas en la tesis, también corriente
durante aquel tiempo, de la revolución traicionada. Las ideas se manifiestan como una
continuidad a las embestidas de 1948: el Partido secuestró para su interés la Revolución, hizo
del bello propósito de la universalización del voto una perversión gracias a sus intenciones
sectarias, invadió las esferas funcionales de todas las instituciones del Estado en un esfuerzo
claramente hegemónico, fue un administrador público incapaz y dejó claras sus intenciones de
poca confianza a la pluralidad y la alternancia política:
“Primero confiamos ingenuamente en que los hombres a quienes se entregó el gobierno impulsarían el
país hacia su progreso y que la vida nacional, viciada por arcaicas prácticas de personalismo cobraría
agilidad y vigor.
Luego, al ver que se desataron mezquinas pasiones y como se desbordaron las ambiciones del hombre
mediocre, antes de que la vida pública perdiera toda perspectiva y jerarquía, de que se entronizara la
ineptitud y continuara gobernando la astucia desde la penumbra, se puso freno, se impidió el vértigo, se
contuvo la aceleración irresponsable de la vida social. […]
El partido político favorecido en octubre del 45 realizó consulta electoral pero falta de autoridad
republicana y de escrúpulos cívicos procuró de diversos modos una decisión ventajosa, provocando
confusión totalitaria entre partido y Estado causando la perversión de mérito del voto popular. Así
todos los organismos elegibles se formaron con abrumadora mayoría sectaria y las ramas del Poder
Público pasaron a ser fracciones de la actividad partidista dirigida por un comité central. No había
necesdad [sic] de moral administrativa, ni de justicia, ni de eficacia, ni de llevar, ni rendir cuentas. Ni
de alternabilidad ni de responsabilidad en el Gobierno. La voluntad arbitraria de un hombre fue
sustituida por los caprichos de una singular oligarquía dispuesta a amañar las leyes, a desvirtuar las
Instituciones ante la cual solo quedó, señera, la vigilancia de las Fuerzas Armadas Nacionales, cuyo
comando habíalas preservado de la vorágine y mantenido en su unidad institucional. […]
Debería reconocer también que los abusos de su Partido dañaron el significado popular que pudo tener
el voto mismo. Al derrocar su Gobierno las Fuerzas Armadas Nacionales han limpiado el camino para
la realización de la democracia, sin rablas ni morbosidades. Destruido el personalismo y erradicada la
demagogia, los venezolanos van hacia el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes,
libres de temor y dignamente.”642
La postura militar sobre la Revolución que mejor puede apreciarse dentro del grupo
que había conspirado con AD en 1945 es aquella que anduvo entre el esfuerzo por hacerle un
espacio funcional de peso a los hombres de armas dentro del proceso, sin que ello en un
primer momento determinara alguna fricción con el programa revolucionario y el rechazo,
primero a modo de advertencia y finalmente de forma manifiesta no a la Revolución como
642
Ídem.
275
objetivo sino al modo de su despliegue, concretamente pues, la denostación de AD. En la
medida en que el proceso avanza, que las conspiraciones castrenses van evidenciando
malestares y que a los cuarteles van filtrándose posiciones que luego parecerán ampliamente
compartidas, este grupo militar, sólo homogéneo en el modo que a través de sus acciones
trasciende a la historia, va mostrando lo comprendido intelectualmente a posteriori como las
motivaciones de fondo de su actuar político en 1945 y 1948: apuntalar a las Fuerzas Armadas
como institución modelo de orden y como impulso de progreso. Aunque inutilizada e incluso
rechazada al principio, la apelación a la revolución como propósito será en 1948 un intento por
traer desde el 18 de octubre una significación inscrita en el dominio colectivo para justificarse
en el presente.
276
CONCLUSIONES
La Revolución de octubre de 1945 es el resultado de la convergencia circunstancial
de dos actores –Acción Democrática y parte de la oficialidad joven de las Fuerzas
Armadas- que significaron con esa expresión un acto y un proceso. Mientras el primero
alude al origen violento, el segundo al intento de una primera experiencia democrática. Esto
es fundamental subrayarlo. En una suerte de idea arraigada por la producción intelectual
sobre el período, definitivamente parecen haber cobrado mayor peso los sostenimientos de
los actores de la Revolución una vez que esta ha acabado imponiendo una relectura sobre lo
actuado y que ha encontrado en el 24 de noviembre de 1948 su principal argumento,
planteando un cambio en la significación original de la expresión. Probablemente los dos
matices más claros de esa nueva visión que se desliga del criterio forjado en el propio
tiempo revolucionario ha sido la fluidez al señalar el acto de origen como un golpe de
Estado –aunque esta ya haya sido una actitud tímida en el decurso de la Revolución y clara
al final-, y el cuestionamiento del carácter revolucionario de todo el proceso. Este último
aspecto se ha amparado en el reconocimiento de la impronta de la acción armada del origen
y en el desempeño consecuente de AD. Ello ha implicado que en la medida que crece la
distancia entre la frontera de aquel tiempo y otro nuevo, a excepción de las visiones
militantes o idealmente cercanas, no se reconozca al proceso como una revolución y el
término termine entonces solapado en otros usos. Este trabajo no sólo rescata el uso
original con el que los actores y el contexto –en toda su carga diversa- nominaron un
momento –el momento de la Revolución- sino también qué significaron con ella.
De ese modo se aprecia como cada actor acude al proceso con una concepción
particular de sus objetivos y por tanto, con una significación previa y dispar sobre la idea de
revolución. Al congeniar, ambos resumirán en un programa revolucionario sus puntos de
277
acuerdo que con propiedad constituyen los objetivos de la Revolución. Este programa
estará plenamente ajustado a la significación construida por Rómulo Betancourt y AD
previamente sobre la idea de revolución democrática, lo que expresa que dentro del proceso
será el Partido quien aporte la carga significativa con la cual la expresión revolución se
proyectará públicamente. Empero, la expresión pública de la Revolución determina por un
lado la convergencia de los actores sobre la forma de conducir al proceso y también la
primacía del Partido en ella, pero igualmente corre paralela a la continuación de la
construcción de significados individuales por parte de cada uno de los actores, de modo
que, se establece más allá de lo acordado una secuencia entre la significación previa de una
revolución y la que se irá construyendo sobre la marcha. Aquí cada actor refleja a su modo
al menos dos intenciones similares, apegadas a su conveniencia particular pero solapada en
una visión revolucionaria total: la primera es la defensa irrestricta de lo actuado, la segunda,
demarcar individualmente el papel jugado en el proceso, es decir, rivalizar por el
protagonismo.
En el decurso de este período se plantean situaciones que permiten leerlo como una
revolución genuina atendiendo a los postulados que la teoría política aporta en torno a las
características de las revoluciones modernas. Nos referimos a la concepción de que la
Revolución perfila un futuro de progreso; es decir, que partiendo de una situación
diagnóstica negativa no sólo aspira combatirla sino plantear una serie de soluciones que
apunten a una realización positiva del futuro. También, a la presentación de un programa
revolucionario concreto, a la premisa objetiva de la fundación de la libertad política por
medio de la conversión en sujetos políticos de los sujetos revolucionarios, aunque
previamente estos sean semántica y materialmente construidos por los revolucionarios de la
primera hora. Es probable que este único elemento ambiguo sea el que distorsione la
comprensión general de la Revolución como tal y por tanto, lógicamente, aquel sobre el
cual los actores del movimiento pusieron especial énfasis en transformar. Este es
precisamente su falta de adscripción a un origen de violencia popular, donde si bien lo
primero es realmente manifiesto gracias a la acción militar que convierte al 18 de octubre
de 1945 en el escenario de un golpe de Estado clásico, lo segundo resulta ausente. Por ello
desde la primera hora resulta una preocupación evidente sembrar el bien querido por la
278
Revolución en el imaginario popular, ergo, convertir al movimiento gracias a la acción de
los primeros en una gesta del pueblo.
Otros elementos que permiten la nominación política de revolución a lo actuado en
este período es la concepción de que el movimiento se concibe como el preludio de un
nuevo origen que acabando radicalmente con el pasado se apresura a nuevas
construcciones, debiéndose su origen a situaciones no sólo imponderables en su totalidad
sino indetenibles. También, en torno a la concepción de irresistibilidad que arropa al
movimiento según sus actores, se teje la idea de que su producción no ha sido causada por
su obstinación política sino por un entramado de razones gestadas en el pasado, con lo cual,
se asume al proceso como el resultado de la falta de correspondencia de un tiempo con el
ímpetu de los deseos existentes. La concepción de que la Revolución es un movimiento
irresistible reviste dos lecturas, una relacionada al carácter incompatible del momento
político interno con otros sostenidos deseos políticos, también internos; es decir, la marcha
dispar entre el poder y la demanda popular. Otra, relacionada a la ubicación del escenario
revolucionario en un contexto más amplio: los aires políticos respirados en Occidente
después de la Segunda Mundial, el triunfo de la democracia sobre el fascismo y la
producción de unos ejemplares movimientos revolucionarios de signos democráticos en
América Latina reforzarán la concepción de Betancourt, de su Partido y por efecto de toda
la Revolución de que sí la historia venezolana tiene un sentido –tautológicamente hablando-
ese es el de la democracia.
Los diversos matices de violencia que se plantean en el movimiento y la concepción
de unos objetivos limitados en el tiempo, ergo, la idea de que la revolución acaba cuando se
cumplen los propósitos que la animaron dando paso a un nuevo tiempo de estabilidad,
orden y conservación, terminan aproximándolo al concierto característico de las
revoluciones modernas. Sobre este último aspecto también es ineludible enfatizar puesto
que el contenido significativo de la Revolución ha terminado diluyéndose dentro del
análisis intelectual en la más famosa expresión de <<Trienio Adeco>>. El tema de la
durabilidad no es superfluo. Al final, en el análisis histórico, el peso de la durabilidad
objetiva ha terminado desplazando al de la durabilidad entendida y cumplida en los
objetivos revolucionarios. La intención de aquellos hombres es la del establecimiento de
279
una frontera entre su realización en revolución y la estabilidad pretendida para el tiempo
posterior, el constitucional, y esto al menos por dos razones de peso: una tiene que ver con
los objetivos revolucionarios concretos del movimiento que ya cumplidos no tienen por qué
seguir significando esa revolución en particular –la expresada en el programa
revolucionario-, y otra relacionada a la disposición de los actores en el futuro: mientras AD
suponía que la Revolución era un espacio circunstancial compartido, asumía que el tiempo
por venir sería el suyo por antonomasia. En todo caso, si quedaba una revolución por hacer
esa estaría expresada en las grandes líneas del programa de AD, pero en febrero de 1948, la
que se habían planteado concretamente casi tres años antes ya había sido completada.
De la Revolución se destacan dos ámbitos fundamentales en torno a su hacer que
resultan ser interdependientes. Justificar la Revolución es antes que otra cosa un esfuerzo de
orden intelectual, mientras que la realización material de los objetivos más allá de la
devolución de la soberanía al pueblo y del castigo al peculado estuvo fundamentada en una
actualización desde el poder de la concepción del negocio petrolero.
Justificarse fue una forma ideal pero también aprehensible; es decir, material de
hacer la Revolución. El aspecto central de ésta no es precisamente justificar los objetivos
porque esa tarea ya la venía realizando el Partido desde su existencia clandestina, sino que
esos propósitos como expresión de su bondad sirvan de mecanismo moralizador y
legitimador de la solución urgente encarnada en el acto de origen revolucionario, ergo, del
golpe de Estado. Tras ello, el objetivo será remarcar en primer lugar la creencia de una
ilación razonable entre lo pretendido, el carácter impostergable de su realización y la
apelación a la violencia desde arriba como catalizador. Esta puede ser una manera de
caracterizar la intención justificativa en la retórica de Betancourt durante la primera hora de
la Revolución cuando ella era tan sólo un propósito, un ideal. Su segundo esfuerzo
sostenido en el tiempo y vinculado al primero ya planteado será el conducir ese ejercicio de
ilación razonable al contraste entre la promesa y la ejecutoria para llegar al plano de la
demostración de las satisfacciones arguyendo que la mejor forma de evaluar la pertinencia
revolucionaria es ponderando el modo como cumplió lo prometido. Por ello, es ostensible
decir que si bien el acto de justificarse es un esfuerzo sostenido de orden intelectual no
puede prescindir de la materialización de los objetivos, huelga decir, de la posibilidad
280
popular de apreciarlos, de disfrutarlos, porque es ahí, ya no en la promesa sino en la
realización de la bondad donde la Revolución siente legitimarse.
Durante el tiempo revolucionario se hicieron especiales consideraciones alrededor
del tema petrolero. Estas gravitaron en torno al deseo de desplegar un programa particular
en la materia, fundamentado en la experiencia crítica de Betancourt y su Partido pero
también, en torno a las tensiones que los intentos por desplegar aquellas ideas generaron
cuando en la percepción de los revolucionarios parecían ahora coyunturalmente
inapropiadas. Especial evidencia sobre estas tensiones reviste la crítica pretérita que
Betancourt le hace a la extrema dependencia de la renta petrolera cuando paradójicamente
la Revolución se impuso aumentarla para poder financiar su obra material. El tema
petrolero servirá -ya sea como idea o despliegue- para dejar clara la concepción del
nacionalismo revolucionario.
El decurso de las ideas a lo largo del período también impone lógicas lecturas
foráneas sobre el modo en que la Revolución se ha conducido, y éstas, al tiempo que
reflejan los efectos de la Revolución sobre el contexto también aportan significantes al uso.
Sobre su caso resulta destacable el modo como se irá produciendo una relación dual de
entendimiento con los Estados Unidos que pese a la desconfianza ideológica de la primera
hora y luego a las presiones de las empresas petroleras por trasladar su incomodidad a la
relación diplomática entre aquél y Venezuela, fueron relaciones estables e incluso
colaborativas, aunque desde la visión revolucionaria nunca enteramente correspondientes
con su deseo de mayor cercanía. Situación distinta refleja el modo cómo es percibida la
Revolución desde algunos países latinoamericanos y cómo a partir de esta apreciación de
simpatía el Gobierno revolucionario intenta desde la retórica darle sentido no sólo a la
prédica de la unión latinoamericana sobre la que Betancourt llevaba años trabajando, sino
también, a la materialización de los acuerdos entre revoluciones democráticas que se
sienten comprometidas con diseminar el modelo en la región.
La trama de visiones en torno a la Revolución y el aporte de significados sobre la
misma también adquieren un fuerte componente popular cuya más clara expresión resulta el
entendimiento del proceso como un mecanismo facilitador de la realización personal. Esta
apreciación no elude la importancia que para el venezolano que se relaciona con el poder
281
puedan tener los objetivos colectivos que la Revolución se ha impuesto, pero en el plano de
la inmediatez, su cercanía a la Revolución estará determinada por la capacidad que ésta
pueda mostrar para resolver problemas individuales con puntualidad.
Otra fuente de significaciones para la Revolución serán los argumentos que a lo
largo del período irán construyendo las oposiciones en torno al proceso. En este lapso, y
según el carácter de cada actor, éstas expresarán desde una inicial y tímida simpatía con los
nuevos actores y su programa, luego por un proceso de distanciamiento que finalmente
termina desembocado en la oposición política abierta encontrando como escenarios más
expresivos las compañas electorales del período. Hay que distinguir en este tipo de
actuación –enmarcada en la persuasión y el debate político corriente- el papel especial de
los partidos existentes y de la Iglesia Católica porque la otra esfera de la oposición se
caracterizó por su violencia. Concretamente el primer caso remite a la idea de que ha sido
Acción Democrática quien secuestró al movimiento y por tanto el encono y la crítica suelen
dirigirse al Partido y sólo a través de éste al movimiento, desplazando por omisión a los
militares de responsabilidad en la creída traición de los propósitos revolucionarios.
Hemos querido dar fin a esta investigación contraponiendo la significación construida
por los actores antes de hacer la Revolución con la que sigue en marcha durante el proceso
y que definitivamente parece clara al cierre en 1948. Tal como expresamos en torno al caso
inicial esta es una construcción individual; es decir, más allá de lo expresado en el discurso
público plagado de los significantes partidistas, cada actor en particular seguirá matizando
individualmente su idea de revolución. AD por un lado la profundiza y le añade
mecanismos de defensa discursivos ya no asociados a lo deseado sino a lo realizado,
buscando también –ya al final del proceso- que esas realizaciones sean asociadas con su
propio y protagonista actuar lo cual implica una defensa de la Revolución como un proceso
fundamentalmente suyo. Pero, por otro lado, los militares han profundizado un esfuerzo y
un resultado que a mediados de 1945 parecía tímido, pues de haberse apropiado a medias
de la idea general de revolución que delineó el Partido para el proceso, en el curso se
atreven veladamente a generar otros significados que no sólo entran en contradicción con la
idea de AD sino que expresan su independencia de lo que hasta ahora había sido concebido
como unitario. Algunos de estos criterios son la defensa de la continuidad de la actuación
282
militar en política y la rivalidad manifiesta con AD en el objetivo por granjearse el
favoritismo popular.
283
FUENTES
Fuentes primarias
1. Archivo de Rómulo Betancourt (ARB).
Documentos oficiales
Comunicado de la Asamblea Nacional de Panamá. Panamá, 23 de diciembre de 1947. [T. VI-
F, 734].
Correspondencia: cartas y telegramas
1945
Radiograma de R.B. a J.M. Velasco Ibarra, Presidente de Ecuador. Miraflores, 27 de octubre
de 1945. [T. VI-D, 557].
Telegrama de R.B. a Raúl Betancourt Sucre. Miraflores, 27 de octubre de 1945. [T. VI, 557-
A].
1946
Carta de R.B. al Presidente del Estado Anzoátegui con copia a demás Presidentes de Estado,
gobernadores de Territorios Federales y gobernador del Distrito Federal. Caracas, 6 de enero
de 1946. [T. VI-E, 569].
Carta de R.B. a Aurora Rodríguez. Miraflores, 11 de febrero de 1946. [T. VI-E, 573].
Carta de Rafael Ángel Castillo a R.B. Caracas, 5 de agosto de 1946. [T. VI-E, 578].
Carta de Daniel Solar a R.B. Nueva York, 14 de agosto de 1946. [T. VI-E, 579].
284
Telegrama de Raúl Grau San Martín a R.B. La Habana, 14 de octubre de 1946. [T. VI-E, 581].
Carta de R.B. a Raúl Grau San Martín. Miraflores, 22 de octubre de 1946. [T. VI-E, 584].
[Anónimo] Nueva York, noviembre de 1946. [T. VI-E, 589].
Conjunto de telegramas remitidos por el Ministerio de Relaciones Interiores de Venezuela a
R.B. Caracas, 12 de diciembre de 1946. [T. VI-E, 589].
1947
Carta de Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B. Washington, 6 de
enero de 1947. [T. VI-F, 593].
Carta de Carlos Luis Alcázar Estrada. San José de Costa Rica, 9 de enero de 1947. [T. VI-F,
595].
Carta de Ramón Guzmán a R.B. Caucagua, 9 de enero de 1947. [T. VI-F, 594].
Carta de Enrique González Navas, Cónsul de Venezuela en Nueva York a R.B. Nueva York,
13 de enero de 1947. [T. VI-F, 597].
Carta de J.M. Portillo a R.B. Aruba, 25 de enero de 1947. [T. VI-F, 601].
Carta de Antonio Betancourt a R.B. Caracas, 4 de febrero de 1947. [T. VI-F, 604].
Carta de The Caracas Journal a R.B. 4 de febrero de 1947. [T. VI-F, 604-A].
Carta de Nilson José Rojas, embajador de Venezuela en Ecuador a R.B. Quito, 6 de febrero de
1947. [T. VI-F, 606].
Carta de Alciro Berroterrán, César Augusto Rojas y Enrique Salas Dugarte a R.B. Turmero, 10
de febrero de 1947. [T. VI-F, 609].
Carta de Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B. Washington, 11
de febrero de 1947. [T. VI-F, 610].
Memorándum enviado por Carmen Meléndez a R.B. Caracas, 17 de febrero de 1947. [T. VI-F,
611].
285
Cartas de Margot Boulton a R.B. Caracas, 20 y 21 de febrero de 1947. [T. VI-F, 613].
Carta de Leo Rivas Jr. a R.B. Quito, 25 de febrero de 1947. [T. VI-F, 616].
Carta de Harry Fleischman, Director Ejecutivo de The Call a R.B. 17 de febrero de 1947. [T.
VI-F, 617].
Carta de Luciano Medina Gamboa a R.B. 8 de marzo de 1947. [T. VI-F, 624].
Carta de Constantine E. McGuire a R.B. Washington, 12 de marzo de 1947. [T. VI-F, 627].
Carta de Sra. Figueredo de Wolf a R.B. Miami, 14 de marzo de 1947. [T. VI-F, 630].
Carta de Luis Tovar a R.B. Caracas, 17 de marzo de 1947. [T. VI-F, 628].
Carta de Oswaldo Arcay Martínez a R.B. Caracas, 20 de marzo de 1947. [T. VI-F, 629].
Carta de V. Bermúdez – Valdez a R.B. Caracas, 27 de marzo de 1947. [T. VI-F, 635].
Carta de Gonzalo Carnevali, embajador de Venezuela en Colombia a R.B. Bogotá, 12 de abril
de 1947. [T. VI-F, 644].
Carta del Gobernador del Territorio Federal Amazonas [firma autógrafa ilegible] a R.B. Puerto
Ayacucho, 15 de abril de 1947. [T. VI-F, 645].
Carta de Andrés Toreseud. Secretaría Nacional de Exterior, Jefatura del Partido Aprista
Peruano a R.B. 16 de abril de 1947. [T. VI-F, 646].
Carta de Gonzalo Carnevali, embajador de Venezuela en Colombia a R.B. Bogotá, 19 de abril
de 1947. [T. VI-F, 648].
Carta confidencial de Marcos Falcón, embajador de Venezuela en Estados Unidos a R.B.
Washington, 23 de abril de 1947. [T. VI-F, 650].
Carta de Numa E. Tekhaus a R.B. Caracas, 28 de abril de 1947. [T. VI-F, 654].
Carta de Perucho Martínez Román a R.B. Nueva York, 6 de mayo de 1947. [T. VI-F, 660].
Carta de Rubén Córdova a R.B. Caracas, 3 de mayo de 1947. [T. VI-F, 659].
286
Carta de Pbro. Luis María Padilla a R.B. Caracas, 27 de mayo de 1947. [T. VI-F, 671].
Carta de Esteban Roldán Oliarte a R.B. Nueva York, 22 de mayo de 1947. [T. VI-F, 669].
Carta de Carlos Pérez de la Cova a R.B. 9 de junio de 1947. [T. VI-F, 673].
Carta de María Luisa Solís a R.B. Caracas, 10 de junio de 1947. [T. VI-F, 674].
Carta a R.B. [Firma ilegible del remitente]. Caracas, 18 de junio de 1947. [T. VI-F, 677].
Carta de Alfredo Russian Cova a R.B. Caracas, junio de 1947. [T. VI-F, 682].
Carta de Leonardo Ruiz Pineda a R.B. San Cristóbal, 3 de julio de 1947. [T. VI-F, 683].
Carta de Isaura Saavedra a R.B. Caracas, 6 de julio de 1947. [T. VI-F, 684].
Carta de Juan Rodríguez García, Jefe del Movimiento Revolucionario Dominicano a R.B. La
Habana, 16 de julio de 1947. [T. VI-F, 676].
Carta de Elena Romero de Abenante. Caracas, 18 de julio de 1947. [T. VI-F, 689].
Carta de Jorge Eliécer Gaitán a R.B. Bogotá, 18 de julio de 1947. [T. VI-F, 725].
Carta de Nelson Rockefeller a R.B. 19 de junio de 1947. [T. VI-F, 678].
Carta de Ana Mercedes Pérez a R.B. Caracas, 22 de julio de 1947. [T. VI-F, 690].
Carta de Natalicio González, ministro de Hacienda de la República del Paraguay a R.B.
Asunción, 18 de agosto de 1947. [T. VI-F, 693].
Carta de Domínguez [firma autógrafa ilegible] a R.B. Quito, 16 de septiembre de 1947. [T.
VI-F, 701].
Carta de Nelson Rockefeller a R.B. Nueva York, 18 de septiembre de 1947. [T. VI-F, 702].
Carta de Nelson Rockefeller a R.B. Nueva York, 22 de septiembre de 1947. [T. VI-F, 704].
Carta de Juan Rodríguez García, Jefe del Movimiento Revolucionario Dominicano a R.B. La
Habana, 22 de septiembre de 1947. [T. VI-F, 706].
287
Carta de Rafael Delgado a R.B. El Socorro, estado Guárico, 24 de septiembre de 1947. [T. VI-
F, 707].
Carta de José Elio Vargas C. a R.B. San Cristóbal, 29 de octubre de 1947. [T. VI-F, 718].
Cartas entre R.A. Pardo y el presbítero Jesús Hernández Chapellín. Coro, octubre de 1947. [T.
VI-F, 716].
Carta de Jorge Eliécer Gaitán a R.B. Bogotá, 17 de novimbre de 1947. [T. VI-F, 725].
Carta de Jorge Eliécer Gaitán a R.B. Bogotá, 3 de diciembre de 1947. [T. VI-F, 730].
Carta dirigida a R.B. [firma autógrafa ilegible]. La Habana, 28 de diciembre de 1947. [T. VI-
F, 737].
1948
Carta de Luis Farías Campos a R.B. Caracas, 5 de enero de 1948. [T. VII-A. Carpeta A, 2].
Carta de Juan José Arévalo, Presidente de Guatemala a R.B. s/f. [T. VI-F, 746].
Proclamas y discursos oficiales
Alocución a las Fuerzas Armadas de la Nación, firmada por Rómulo Betancourt, Presidente de
la Junta Revolucionaria de los Estados Unidos de Venezuela. s/f. [T. VI-D, 566].
Informes y hojas sueltas
Comité pro-liberación de Venezuela de las garras del comunismo. Copia exacta de una hoja
suelta titulada: “Betancourt trata de implantar un gobierno comunista en Venezuela con un
disfraz de democracia.” s/f. [T. VI-F, 744].
Informe. [T. VII-B, 11].
“Informes escojidos [sic] en la opinión”. Caracas, 30 de junio de 1947. [T. VI-F, 681-A].
288
“Llamamiento al pueblo de Venezuela hecho por Herrera Varela. La proclama de este joven
patriota venezolano fue lanzada en Curazao al cumplirse el primer aniversario del cuartelazo
que instauró la dictadura de Betancourt”. s/f. [T. VI-F, 745].
“Manifiesto y decreto de los golpistas del 11 de diciembre de 1946”. s/f. [T. VI-E, 587].
“The origins and development of Accion Democratica, 1936-1945. Purpose”, 1945. [T. VI-D,
565-A].
Titulares. El País, Mayo de 1947. [T. VI-F, 682-A].
Titulares. El País, Noviembre y Diciembre de 1947. [T. VI-F, 740].
Artículos periodísticos
1947
“Prensa de la Ciudad de Nueva York”. [T. VI-F, 732].
1948
“Abundando en razones”. El Gráfico. Caracas, 24 de septiembre de 1948. [T. VII. Carpeta D,
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Caracas, 22 de diciembre de 1948. [T. VI-F, 742].
Castillo, Rosario. “La Revolución y el Peculado”. El Heraldo. Caracas, 10 de septiembre de
1948. [T. VII-A. Carpeta D, 284].
“De la crítica insensata a la crítica responsable”. El País. 12 de septiembre de 1948. [T. VII.
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“El comunismo de Betancourt”. Maracaibo, 5 de agosto de 1948. [T. VII-A, 119].
289
“El dedo en la llaga”. El Gráfico. 9 de septiembre de 1948. [T. VII-A. Carpeta D, 273].
“El Partido Acción Democrática y las medidas disciplinarias acordadas”. El Universal.
Caracas, 9 de junio de 1948. [T. VII-A, 45].
“El por qué de una traición”. El Gráfico. Caracas, 23 de septiembre de 1948. [T. VII. Carpeta
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“Ellos defienden el derecho a conspirar”. El País. Caracas, 24 de septiembre de 1948. [T. VII.
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Gómez Tamayo, Eduardo, “Una pregunta urgida de una respuesta.” El Gráfico. Caracas, 23 de
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“Hacia el gobierno de mano dura”. El País. 20 de septiembre de 1948. [T. VII. Carpeta D, pp.
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“Informe sobre “Diario de La Marina”, periódico de Cuba. Habla sobre actividades
comunistas en Venezuela”. Y Stanley Ross: “Poderío de Rusia en América Latina”. Diario de
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“La Crisis Nacional, III” (Editorial). El Heraldo. Caracas, 26 de agosto de 1946. [T. VII.
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Míster X (seudónimo utilizado por el articulista Germán Borregales). “Ilógicos, tontos o
locos”. El Gráfico. Caracas, 10 de agosto de 1948. [T. VII. Carpeta C, pp. 107-108].
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2. Comunicaciones personales
Doctor Luis Alberto Buttó. Profesor del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad
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Licenciada Mirela Quero de Trinca. Investigadora Fundación Rómulo Betancourt. Febrero-
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