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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
Cátedra de Investigación en Comunicación, Globalización y Estudios Culturales
Repensar la ciudadanía: los desafíos de un nuevo pacto global / Pablo AyalaEnri quez, Salvador Leetoy López, editores. – Guadalajara, Jalisco, México:
Tecnológico de Monterrey, Campus Guadalajara, Departamento de
Comunicación y Relaciones Internacionales, 2011.
216 p. ; 23 cm. – (Cátedra de Investigación en comunicación, globalización y estudios culturales).
ISBN 978-607-501-065-6
1. Ciudadanía – Aspectos morales y éticos. 2. Democracia. 3. Participación ciudadana I. Ayala Enriquez, Pablo. II.
Leetoy López, Salvador.
JF801.R474 2011
Diseño de portada: Dinora Vega Reyes
Diseño de interiores y diagramación: Rocío Calderón Prado
Fotografía de portada: Vladimir Wrangel/Shutterstock
1a edición, Guadalajara, 2011.
D.R. © Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
D.R. © Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Ave. Eugenio Garza Sada Sur No. 2501
Col. Tecnológico
C.P. 64849 Monterrey, N.L.
ISBN 978-607-501-065-6
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada
en, o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea
mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito
del editor.
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AGRADECIMIENTOS
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Los editores de este libro agradecemos el apoyo de diversas personas que hicieronposible la realización de esta obra compilatoria. Agradecemos a los directivosdel Tecnológico de Monterrey, campus Guadalajara, especialmente a su director, Víctor Gutiérrez Aladro, y a la directora de la Escuela de Negocios y Humanidades,María Elena Vázquez Lira, quienes creyeron en este proyecto y nos facilitaron surealización. De la misma manera, agradecemos a los estudiantes organizadores delSegundo Congreso de Relaciones Internacionales y a su directora de carrera, ZazilRomero Echevarría, por su entusiasta participación en dicho congreso del cual se
incluyen un par de ponencias. Agradecemos también a Ingrid López Inzunza porsu cuidadoso trabajo de edición y a Carlos Roque Pineda, asistente de la Cátedrade Investigación en Comunicación, Globalización y Estudios Culturales, por sulabor y esfuerzo durante estos arduos meses de trabajo.
Los editores
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ÍNDICE
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INTRODUCCIÓN 13Pablo Ayala Enri quez
Una primera aproximación a la complejidad que encierra el término 14
La necesidad de superar las miserias del liberalismo 16
La estructura del libro 17
LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA COMO PILAR EN LA CONSTRUCCIÓN 25DE UNA CIUDADANÍA ACTIVA Daniela Gallego Salazar
Nuevos retos de la teoría de la democracia 27
¿Qué es la democracia deliberativa y cómo responde a los retos descritos? 30
La democracia deliberativa como complemento del modelo representativo 34
El valor epistémico de la deliberación 36
El ethos deliberativo y las virtudes del ciudadano deliberativo 39
Los espacios de construcción de la ciudadanía activa 41
DELIBERACIÓN Y JUSTICIA: RUTAS HACIA LA DEMOCRACIA RADICAL 47Salvador Leetoy López
La radicalización de la democracia como forma de resistencia 48
Justicia social como fin democrático 55
LA INCIDENCIA DE LA DEMOCRACIA DIRECTA EN LA POLÍTICA INTERNACIONAL 71Carlos Cerda DueñasLa democracia directa y los asuntos internacionales 73
Modalidades y detracciones del refrendo 76
Casos prácticos del ejercicio de la democracia directa en política internacional 85
La democracia directa y la política exterior en el caso de México 93
Conclusiones 96
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¿ES POSIBLE CONSTRUIR UNA CIUDADANÍA FUERTE 99
EN NUESTRA DEMOCRACIA LIBERAL?Pablo Ayala EnriquezDos elementos del caldo de cultivo para la des-ciudadanización 100
en la sociedad líquida: la condición socioeconómica y el hiperconsumo 107
La desafección ciudadana como respuesta a las barreras que impiden la participación 112
Claves republicanas para promover una ciudadanía fuerte en México 114
Las coordenadas de una educación ciudadana fuerte para México 119
LA CIUDADANÍA DEMOCRÁTICA Y EL CIUDADANO COMO AGENTE. 121UNA PROPUESTA DESDE LA TEORÍA DE LAS CAPACIDADES HUMANASMartín Johani Urquijo Angarita
Sentidos de la ciudadanía 122Dimensiones de la ciudadanía, una propuesta desde la teoría de la ciudadanía de Cortina 144
El ciudadano como agente 146
LA CIUDADANÍA ECONÓMICA DE LOS INMIGRANTES 153Jesús Conill Sancho
Problematismo de la noción de ciudadanía económica 157
Instituciones económicas modernas 163
VIDEOACTIVISMO Y CONTRAINFORMACIÓN EN MÉXICO: 165EL CASO DE LA PRODUCTORA CANAL 6 DE JULIO
Diego Zavala Scherer
La forma documental y el activismo en el México contemporáneo 165
La historia antes de la historia 165
Resistencia social: contrainformación 166
No sólo el espacio, también el tiempo 172
Y al final, está la voz 174
También escribiendo se hace cine 175
Entrevista con Carlos Mendoza 176
LA CIUDADANÍA EN PELIGRO: INSEGURIDAD Y VIOLENCIA EN MÉXICO 187Julio Hernández López
LA TRANSFORMACIÓN DE MEDELLÍN, LA NUEVA POLÍTICA 203 Y LA VIOLENCIA EN MÉXICOSergio Fajardo Valderrama
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PERFIL DE LOS AUTORES
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Pablo Ayala EnriquezEs doctor en Ética y Democracia por la Universidad de Valencia, España. Esmaestro en Educación, con especialidad en Humanidades por el Tecnológico deMonterrey. Es director del Departamento de Formación Humanística y Ciuda-dana del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM),campus Guadalajara. Ha publicado diversos artículos en temas de ética y ciuda-danía. Actualmente forma parte del Comité dictaminador del Programa Editorialdel ITESM y de la revista Estudios Sociales del Centro de Investigación en Alimenta-
ción y Desarrollo, A .C. (CIAD).
Carlos Cerda DueñasEs doctor en Derecho por la Universidad de Guadalajara. Actualmente es profesoren el Tecnológico de Monterrey, campus Guadalajara, adscrito al Departamentode Comunicación y Relaciones Internacionales, y miembro de la Cátedra deInvestigación en Comunicación, Globalización y Estudios Culturales. Es profesor visitante en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Sus líneas de investiga-ción son los aspectos jurídicos de las relaciones internacionales, política exterior
comparada y la política exterior de México.
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PERFIL DE LOS AUTORES
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forja de la ciudadanía democrática” (2006) y “Cooperación para el desarrollo enla educación democrática” (2006), entre otros.
Julio Hernández LópezNacido en Torreón, Coahuila, es un distinguido periodista mexicano que hoydía radica en la ciudad de San Luis Potosí. Desde joven ha participado en lapolítica mexicana, lo cual lo llevo a ser el dirigente del Partido RevolucionarioInstitucional (PRI) en San Luis Potosí en 1993. Posteriormente, entró a trabajar enel periódico nacional La Jornada , donde actualmente publica de lunes a viernes sucolumna “Astillero”. Asimismo, es el encargado de La Jornada en San Luis Potosí.Su área de especialidad radica en los diferentes temas que giran en torno a polí-tica mexicana actual.
Salvador Leetoy LópezEs doctor en Estudios Culturales por la Universidad de Alberta, Canadá. Actual-mente se desempeña como director de la Cátedra de Investigación en Comu-nicación, Globalización y Estudios Culturales en el Tecnológico de Monterrey,campus Guadalajara. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Ha sidoprofesor visitante en la Universidad de California en Berkeley, la Universidad de
Alberta y la Universidad de Sevilla. Sus líneas de investigación son: estudios cultu-rales, teoría crítica social, identidad y representación cultural en Latinoamérica, y teorías de comunicación de masas. Ha escrito diversos artículos sobre identidad yrepresentación del sujeto cultural indígena.
Martín Johani Urquijo AngaritaEs doctor en Filosofía por la Universidad de Valencia, España. Profesor e inves-tigador en el Departamento de Filosofía de la Universidad del Valle en Cali,Colombia. Es coordinador de la línea: Filosofía y Sociedad del Grupo de Investi-
gación en Ética y Filosofía Política PRAXIS, perteneciente a la misma universidad.Es autor de varias publicaciones, entre las que se encuentran artículos en revistas,capítulos de libros, ponencias y comunicaciones, investigaciones realizadas y dos
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libros: La ciudadanía reexaminada. Un análisis a la ciudadanía democrática desde elenfoque de las capacidades humanas (2007) y La libertad como capacidad. El enfoque de
las capacidades de Amartya Sen y sus implicaciones en la ética social y política (2008).
Diego Zavala SchererEs doctor en Comunicación Social por la Universidad Pompeu Fabra en Barce-lona, España. Becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT)para el desarrollo de la tesis doctoral titulada “La poética del sujeto y el mitodemocrático americano: los documentales televisivos de la guerra de Irak”. Escolaborador de la revista Proceso para temas de cine y miembro de la Cátedra deInvestigación en Comunicación, Globalización y Estudios Culturales. Sus líneasde investigación son: teoría documental, relación de la televisión y el cine docu-mental, la figura del héroe en ficción y documental, y la guerra y el cine.
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Una primera aproximación a la complejidad que encierra el término
Si tenemos en cuenta que la noción de ciudadanía es tan antigua como la sociedadde Pericles, Platón o Aristóteles, ¿cuál puede ser su atractivo al día de hoy? ¿cuáles el aporte que actualmente puede traer repensar una noción que, por sus siglos,bien pudiera confinarse en las estanterías de las bibliotecas, continuar su reposoen las líneas de discursos políticos del pasado o mantenerse en las clases introduc-torias de la ciencia política y la filosofía?
A decir de Adela Cortina, el término en la década de los noventa del pasadosiglo comenzó a recobrar su antiguo protagonismo1 por razones tanto filosóficas,como por razones atribuibles a la presencia del concepto en la vida cotidiana.Entre las razones filosóficas, Cortina encuentra que la noción encierra el resultadode la discusión entre liberales y comunitarios: ciudadano es quien pertenece a unacomunidad política moderna, compuesta por instituciones que pretenden pro-mover la justicia, mismas que cobrarán su legitimidad al momento de pretenderla(en Cortina y Conill, 2001, p.16).
Entre las razones provenientes de la vida cotidiana tenemos que la noción seencuentra íntimamente ligada a una serie de exigencias sociales e institucionales,asociadas a la vida en democracia. Aun y cuando la democracia de nuestras socie-
dades latinoamericanas no ha rendido todos los frutos que se esperan de ella, nopodemos negar que, como afirma Antonio Bolívar, “no son las estructuras formalesde una democracia las que le dan fuerza y la hacen sostenible, sino las virtudescívicas y la participación activa de sus ciudadanos” (2007, p.9). Es indiscutible el valor de la democracia y su aporte a nuestras sociedades, pero ante la inconsis-tencia y la controversia que encierran algunos de sus resultados, el rol y virtud queencarna la acción ciudadana parece superar el protagonismo del término demo-cracia e, incluso, del de legalidad.
1. Antonio Bolívar señala que ese mismo interés se suscitó en el marco de las políticas educativas, tra-tando de “responder a la necesidad de formar ciudadanos más competentes cívicamente y compro-metidos, mediante la participación en las responsabilidades colectivas” (2007, p.9). El planteamiento deBolívar se inscribe en lo que él denomina la ciudadanía comunitaria, propuesta que busca recuperar elconjunto amplio de la comunidad educativa mediante una renovada articulación entre la escuela y lasociedad.
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INTRODUCCIÓN
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Sin embargo, el estatus pleno de ciudadanía, más allá de los tenues acuerdosque encontramos entre republicanos, liberales y comunitarios2 respecto al signi-
ficado y sentido de la noción, parece aún estar muy lejos de ser una condiciónde vida para todos los seres humanos. Creemos que no basta sólo con pertenecera una comunidad, ser representado por quienes encabezan y dirigen las institu-ciones políticas o tener reconocidos derechos tan básicos como el de la libertad,la igualdad o el de elegir a quién deba representar nuestros intereses en el senode la comunidad política. Ser ciudadano implica mucho más. Nuestras sociedadeslatinoamericanas enfrentan un grave déficit de ciudadanía. Déficit que, en granmedida, es generado por una serie de circunstancias que rodean el devenir de lapolítica democrática, a saber: el estallido de la globalización económica, su deter-minante y creciente protagonismo en el terreno de lo político (Beck, 2008), hanconvertido el consumo en el único telos de la existencia humana, imposibilitandola formación de ese tipo de persona que se sienta partícipe y comprometida conlos valores y principios éticos que encarna la vida en democracia y en comunidad(Camps, 2010).
Por otro lado, la democracia representativa, misma que pareciera la más viablepara sociedades tan complejas como las nuestras, no sólo ha sofocado el genuinointerés ciudadano por deliberar sobre los problemas y asuntos comunes, sino que
también ha degradado en una democracia mediatizada que prioriza los interesespartidistas y no los de la sociedad en su conjunto. Pareciera que el gran aportedel Estado moderno liberal, el reconocimiento de los derechos civiles y políticos, juega en contra de la conformación de una ciudadanía fuerte y sólida, volviéndolamediante el sistema de representación, al menos para el caso latinoamericano,una ciudadanía débil y deficitaria, debido a que el preciado e inalienable valor de
2. A decir de Flor Cabrera Rodríguez (2002), la dificultad para acceder a una definición unánime de la
ciudadanía está asociada a las características del proceso de globalización, la crisis del Estado de bien-estar, la multiculturalidad, el aumento de los procesos migratorios, la aspiración a alcanzar una mayorequidad, la emergencia de nuevas voces minoritarias y la necesidad de acceder a un mayor desarrollosostenible, ha dado como resultado el surgimiento de ideas tales como: la ciudadanía cosmopolita (Cor-tina), ciudadanía global (Bank, Olu, Marryfield), ciudadanía responsable (Bell, Spencer y Klug), ciudadanía activa (Osler y Bárcena), ciudadanía crítica (Girox, Mayordomo e Ingleheart), ciudadanía social responsable(Carneiro), ciudadanía multicultural (Kymlicka), ciudadanía intercultural (Cortina), ciudadanía diferenciada (Young), ciudadanía económica (Conill), ciudadanía ambiental (Carneiro).
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la libertad, en nuestras democracias liberales, muta en apatía, individualismo eincapacidad para interesarse y hacerse cargo de los problemas que nos conciernen
a todos.
La necesidad de superar las miserias del liberalismo
La primacía de la libertad en la democracia liberal, nos recordará Victoria Camps, es
...al mismo tiempo un presupuesto y un inconveniente para construir ciuda-danía. Es un presupuesto y una condición porque la libertad es sinónimo desoberanía y el ciudadano tiene que ser, por definición, un ser capaz de decidirpor sí mismo y con posibilidades para hacerlo. Al mismo tiempo, vivir ensociedad significa compartir intereses comunes y también estar al servicio deellos (2010, p.10).
La comunión entre los intereses individuales y los comunitarios es, sin lugar adudas, uno de los principales retos que enfrentan tanto nuestras democracias libe-rales como los programas de estudio que tratan de promover de manera trans- versal competencias ciudadanas.
La entronización de la libertad individual en las democracias liberales ha deri- vado en un déficit del capital social que se requiere para la satisfacción de inte-reses y necesidades comunes. De ahí que aún mantenga su vigencia la crítica quelos pensadores comunitaristas han venido planteando durante dos décadas a losliberales:3 la construcción de lo moral resulta impensable al margen de las comuni-dades, en donde las personas desarrollan sus capacidades para que la comunidadsobreviva y prospere. La pérdida de la dimensión comunitaria “ha provocado lasituación en que nos encontramos, en la que los seres humanos son más indivi-duos desarraigados que personas, átomos disgregados en una masa informe, que
pueblo. Y, por si faltara poco, ignoran qué tareas morales han de desarrollar” (Cor-tina, 1996, p.106).
3. Específicamente nos referimos a los autores defensores del neoliberalismo (en su vertiente economi-cista) y al liberalismo libertario.
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Así pues, el ciudadano que ha estrechado sus “lazos cívicos” y la fuerza de los vínculos comunitarios, no sólo se considera como una parte más de la comunidad,
sino que se sabe reconocido e identificado con ella y se esfuerza por mantenerla ymejorarla. De este modo, en el marco de una sociedad global, la ciudadanía sub- yace como ese soporte del conjunto de identidades, culturas y particularidadesque confluye en el seno de una comunidad, suavizando los conflictos derivados dela convergencia de diferentes ideologías, culturas, valores, aspiraciones e identi-dades en un mismo espacio político.
Por tanto, la superación de las miserias de esa forma de liberalismo que sóloexalta la búsqueda del bienestar del yo, y que a la vez obstruye el florecimiento dela solidaridad y la vida en comunidad, obliga a que cualquier esfuerzo por formarciudadanos atienda a: la necesidad de promover la autonomía personal, hagaefectivos los derechos humanos, en especial, los sociales, y que posibilite el for-talecimiento de los lazos cívicos y capacidades que permiten la puesta en marchade proyectos con beneficios e impactos comunes. Las condiciones institucionalesestán puestas, ahora falta el arresto, el valor y el coraje ciudadano para transformartodo aquello que impide su florecimiento.
La estructura del libro
La presente obra tiene su origen en una serie de reflexiones que hemos recogidoen las discusiones sostenidas en el seminario permanente que auspicia la Cátedra deInvestigación en Comunicación, Globalización y Estudios Culturales del Tecnoló-gico de Monterrey, campus Guadalajara, así como en el encuentro que en 2011sostuvimos con algunos colegas que participaron en el Segundo Congreso de Rela-ciones Internacionales 2011 “El nuevo orden mundial: reconfigurando escena-rios”, que organizó el grupo de estudiantes que cursa la Licenciatura de RelacionesInternacionales. Su origen dialógico definió la estructura del libro. La primera
parte contiene siete ensayos donde se reflexiona sobre las bases que constituyenuna democracia con vocación deliberativa y la ciudadanía que este tipo de demo-cracia exige. La segunda parte del libro está conformada por la transcripción delas conferencias que dictaron Julio Hernández, autor de la columna “Astillero”del periódico La Jornada , y Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín, Colombia.
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Daniela Gallego Salazar da inicio a la primera parte, con un texto en el queaborda los principales retos que enfrenta la democracia en la actualidad, para
proponer la vía de la democracia deliberativa como una forma de superar losactuales déficit del modelo de democracia representativa y que le impiden cum-plir con suficiencia su objetivo central: “garantizar que los procesos de toma dedecisiones cuenten con mecanismos de participación que representen con justicialas demandas y necesidades de los ciudadanos”.
Sin embargo, la superación de esos déficit, a decir de Gallego, requiere afrontarcuatro desafíos que nos presenta la sociedad global de la que somos parte: la crisismoral del liberalismo que deriva en la construcción de un ser humano desmedi-damente individualista; la pérdida de la soberanía estatal; la desigualdad social, yel pluralismo cultural. El conjunto de dichos hitos sociopolíticos nos enfrentan,afirma Gallego Salazar, a un problema tan complejo como los antes señalados:la falta de legitimidad de las decisiones políticas en el contexto de la democracialiberal y, por ende, la puesta en cuestión de la justicia.
Ante este último riesgo, la autora, después de hacer un riguroso recorridoteórico por la evolución de la idea de democracia deliberativa nos propone unafórmula, con impronta moral, para superar las perversiones a las que obliga elmandato de la voluntad expresada en “la voz de las mayorías”, mediante una reno-
vada propuesta de democracia deliberativa, donde el ciudadano recupera su ethosparticipativo y dialogante.El protagonismo de la deliberación pública, como una de las vías indispen-
sables para la conformación de una sociedad justa, es sin duda el eje central delplanteamiento de Salvador Leetoy López, quien nos plantea rutas para construiruna democracia radical . No se parte de las estrategias que hacen posible la democracia fuerte defendida por Barber, ya que el planteamiento de Leetoy, por su carácterrevolucionario, rompe con el dejo conservador del primero. Para Salvador Leetoy,la democracia se vuelve una utopía irrealizable cuando en ella no hay posibilidades
para el intercambio equitativo y respetuoso de ideas, particularmente las que pro- vienen de los marginados y los excluidos de la sociedad.
Tomando como eje el caso del neozapatismo en México, Leetoy López nos pre-senta un programa para ampliar los alcances de esa parte de la política social queabona a la construcción de una democracia distinguible por la conformación deespacios para que enraíce un dialogo abierto y plural en pro de la satisfacción de las
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INTRODUCCIÓN
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principales demandas políticas en México: la exclusión del diferente, la falta delibertades civiles y la ausencia de una política pública que represente los intereses
nacionales.La riqueza de las diferentes experiencias democráticas que se viven al interior
de la mayoría de comunidades indígenas y recogidas por nuestro autor, nos legauna evidencia palmaria: en democracia, la participación directa rinde los mejoresfrutos de una ciudadanía activa y comprometida. Carlos Cerda Dueñas, amplía la visión de lo local desarrollada por Leetoy, para llevarla, al hilo de la historia, a uncontexto internacional.
En “La incidencia de la democracia directa en la política internacional”, CarlosCerda Dueñas se da a la tarea de explorar las distintas formas y modalidades enque la participación popular . Por un lado, posibilita la conformación de una nuevaciudadanía internacional y, por otro, allana el camino para la recomprensión detemas tan vitales en las relaciones internacionales como son la autodeterminación y la soberanía de los pueblos, la ratificación de tratados, el ingreso o la perma-nencia en organismos internacionales o el mecanismo del referendo.
Sobre este último, Cerda Dueñas nos propone una detallada agenda que orien-tará a cualquier interesado en la política internacional sobre cómo ampliar lasposibilidades del referendo y superar sus detracciones frente a otros mecanismos,
como la iniciativa y la consulta popular, el plebiscito y la revocación del mandato.Los ejemplos de cómo el referendo se ha utilizado en diversos países aportan lariqueza implícita de extrapolar la teoría a la práctica, al igual que la evidenciatangible de la manera en que este instrumento, para el caso mexicano, puede con-tribuir a incrementar los niveles de participación democrática en asuntos interna-cionales. El camino no es sencillo, ya que se precisa de una firme voluntad políticacon ánimo democratizador, bien moral escaso en la actual política mexicana.
Sin embargo, la construcción de una democracia fuerte o radical en el planodoméstico o internacional no sólo depende de la voluntad de quien hace de la
política su modus vivendi , sino que depende, y quizás en mayor medida, de la acciónde una ciudadanía deliberante radical .
Esta noción, entendemos, se presenta como “bisagra” entre la democracia deli-berativa propuesta por Daniela Gallego, y la ciudadanía republicana de la quehablan Pablo Ayala Enri quez, Martín Johani Urquijo Angarita, Jesús Conill Sancho y Diego Zavala Scherer. Una ciudadanía deliberante radical es principio y fin de
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Así pues, la ciudadanía, desde el planteamiento de Urquijo, no puede ser com-prendida sólo “como pertenencia a una comunidad política donde se adquieren
derechos y deberes, sino desde la capacidad de autodeterminación, de actuar y provocar cambios cuyos logros pueden juzgarse en función de sus propios valores y objetivos”. El ciudadano empoderado por la agencia, más allá de recogerlo mejor y superar la ortodoxia de las visiones republicanas, liberales y comunita-ristas, debemos comprenderlo como su propio señor , como dueño de sí, poseedorde una ciudadanía real .
La propuesta de Martín Urquijo es urgente y necesaria, sin embargo, no es sen-cilla de realizar en contextos democráticos como el mexicano, más aún cuando se esun migrante. Sobre las condiciones y posibilidades de “La ciudadanía económicade los inmigrantes”, Jesús Conill, de un modo diáfano y breve, al hilo de la evo-lución del concepto de ciudadanía, nos explica el problematismo institucional (elmercado, la empresa, el estado y los organismos internacionales) y dimensional (las “caras de la ciudadanía económica”: la producción de bienes, el acceso alestatus de consumidor, la capacidad de gasto y ahorro, de inversión y, por último,de partición política) en que se ve envuelta la noción de “ciudadanía económica”. A decir de Conill Sancho, “todos los ciudadanos, si fueran realmente sensibles aese problema tan acuciante, impulsarían con su participación política un cambio
de dirección en la agenda política de sus presuntos representantes”. Y si ello no seda del modo en que el autor lo expresa, como él mismo señala, al menos podríaintentarse.
Un esfuerzo digno de elogio por hacer valer la potencialidad del ejercicio de laciudadanía económica, lo expone Diego Zavala al compartirnos su visión sobre eltrabajo desarrollado por Carlos Mendoza en el Canal 6 de julio, empresa que surgeen uno de los momentos más álgidos y moralmente controvertidos de la política enMéxico: el arribo a la presidencia de Carlos Salinas de Gortari y, con él, la llegadade la política económica neoliberal.
Para Zavala Scherer, la forma documental promovida por el Canal 6 de julioha abierto un poderoso y renovado horizonte para el activismo mexicano. La lle-gada de Salinas a la presidencia trajo consigo la firme convicción de un cambiodemocrático que fue recogida por la narrativa documental que, más que cine, senos presenta como una forma de resistencia, como una vía que asegura la contra-información. Por tanto, el trabajo que ha venido desarrollando Carlos Mendoza
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en su Canal 6 de julio, a decir de Diego Zavala, se nos ofrece como una forma dedeconstrucción social, que va más allá de una “visión simple de la realidad social
del país [que] intenta comentar, cuestionar y minar el trabajo de construcción delas representaciones oficiales. Tiene un componente transgresor al tiempo quereinstaura la posibilidad de abordar el pasado y el presente político desde otropunto de vista”. Por su potencial demoledor de la verdad oficial, el documental deMendoza, más allá del preciosismo estilístico, literario y la experimentación van-guardista, se presenta como el vivo ejemplo de una ciudadanía que, por su indig-nación, activa su poder transformador mediante una nueva cartografía ideológica visual que tiene por blanco de mira los afanes, excesos, desatinos y consecuenciasde la acción hegemónica gubernamental y empresarial que aquejan a “esa grancantidad de voces de personajes excluidos de los registros representacionales dela historia oficial”.
La historia reciente que recoge y retrata Canal 6 de julio, es complementadapor la crítica sin concesiones que se plasma en la conferencia que dictó Julio Her-nández López, autor de la siempre presente columna “Astillero” del periódico La Jornada ante los estudiantes de Relaciones Internacionales del Tecnológico de Mon-terrey, campus Guadalajara. Si en Operación Galeana , Tlatelolco: claves de la masacre y 1968: la conexión americana , Carlos Mendoza expone la crudeza de una etapa
recientísima de la historia de México, Hernández López completa el cuadro aladvertirnos que en México “estamos viviendo y participando en una verdaderaemergencia nacional”, derivada de una violencia sin control que representa nosólo un peligro para los ciudadanos mexicanos, sino también para los de Norte,Centro y Sudamérica.
A decir del columnista, la política de seguridad promovida por el presidenteFelipe Calderón Hinojosa está errada, ya que a quien debió haber declarado laguerra era a “la pobreza, la insalubridad, la educación deficiente y la injusticia ins-titucionalizada”. El espectáculo inhumano de los muertos destazados, los secues-
tros, los asesinatos en masa y demás formas en que se manifiestan los ajustes decuentas entre bandas y entre éstas y las fuerzas castrenses, no ha hecho más quecercenar las garantías individuales y los derechos humanos, así como hundir en lasfosas de la muerte el prestigio, la historia y el futuro de nuestro país. Ante la anomia y lo indecible de la violencia, pareciera que una suerte de “anestesia social” se apo-
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INTRODUCCIÓN
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deró de los mexicanos, ya que “pase lo que pase, en este país podemos asumirlocon una sonrisa que puede ir desde el cinismo, hasta la incomprensión y la burla”.
Una parte de la solución al “abatimiento” cívico descrito por Julio Hernández,lo encuentra en la promoción de una mayor participación política de los jóvenes y la generación de un nuevo pacto nacional que posibilite la reconfiguración ins-titucional (incluido el Congreso). Las acciones señaladas son impostergables yaque corremos el grave riesgo “de que la violencia, la intolerancia, la apatía y lamanipulación triunfen”.
Sergio Fajardo Valderrama, exalcalde de Medellín, Colombia, en su conferencianos comparte una historia que podemos calificar de éxito, donde el compromiso yactivismo ciudadano dio sus mejores frutos. La experiencia vivida por Fajardo nospermite recoger algunas ideas para articular una serie de acciones ciudadanas queconduzcan a reducir la violencia.
Los pasos dados por Fajardo Valderrama en Medellín inician con la determina-ción de la complejidad de la problemática que envolvía la realidad social de aquellugar. Posteriormente hubo que definir los principios que posibilitarían abordarlas aristas de la realidad, y de entre los que destacan los principios éticos. Así pues,la búsqueda de la confianza, la transparencia, la honestidad, la congruencia entreel decir y el actuar, la comunicación incluyente y la solidaridad, entre otros más, se
presentan, para el caso de Medellín, como los principales motores del desarrollosocial.No es mediante la fuerza del ejército, ni la de una policía única, sino a través
de la dignificación de las condiciones de vida, más y mejor educación, el trabajoformal, la cultura, el respeto a la legalidad y el combate a la desigualdad, que la violencia se puede combatir. Hoy, a decir de Sergio Fajardo, “es el momento paraLatinoamérica, desde Argentina hasta México, de que se plantee una posiciónante el mundo con respecto al tema del tráfico de drogas”. La fórmula, continúaFajardo, consiste en varias cosas: “en primer lugar hay que erradicar la violencia.
Hay que disminuirla y luchar contra las desigualdades. Así como generar oportuni-dades para quitar la maleza que representa la cultura de la ilegalidad. Esto se hacemediante una nueva política basada en principios”. Principios, en suma, dirigidoshacia la generación de un mayor “capital social”, el capital al que, dadas las condi-ciones actuales, deberíamos apostar en un país como el nuestro.
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LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA COMO PILAR ENLA CONSTRUCCIÓN DE UNA CIUDADANÍA ACTIVA
Daniela Gallego Salazar
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La democracia es una idea poderosa y seductora porque se funda sobre la promesade que el pueblo se autogobierna, es decir, de que los ciudadanos somos a la vezlos autores y destinatarios de nuestras leyes. Ahora bien, para realizar el mandatodemocrático de que el poder resida en el pueblo, la democracia se ha vuelto repre- sentativa . Ésta garantiza el ejercicio de la igualdad política a través de dos meca-
nismos: 1) la igual consideración de las preferencias a través de la fórmula: “unapersona, un voto” y 2) la concesión a todos los ciudadanos de iguales oportuni-dades para la formación y definición de sus preferencias (Fishkin, 1995). El primerrequisito concede igual peso político a cada persona, distribuye equitativamenteel poder de elección y realiza con ello, el imperativo democrático de la soberanía.El segundo, exige la institucionalización de un conjunto de libertades civiles ypolíticas básicas con lo que aspira a garantizar el justo respeto a la inviolabilidadde ciertos derechos básicos, libertad de información y debate para garantizar quelos ciudadanos sean los artífices de sus juicios sobre política.
Sin embargo, a pesar de su amplia difusión e implantación, la democraciarepresentativa no deja de ser objeto de innumerables críticas. La más extendidade ellas es que los representantes en quienes se delega el poder hacen de él un usointeresado, toman decisiones en función de la capacidad de negociación de las partesenfrentadas, utilizan un lenguaje político agresivo o manipulador desde posturascarismáticas, y sólo representan los intereses de pequeños grupos, con lo cual a decir
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Nuevos retos de la teoría de la democracia
En el mundo globalizado hay cuatro hechos que condicionan la discusión sobre lademocracia: 1) la crisis del liberalismo, 2) la pérdida de soberanía que atraviesanlos Estados nacionales vinculada a la globalización, 3) la profundización de la des-igualdad global en una época de enorme generación de bienes económicos y 4)el pluralismo cultural producto de las migraciones. Cada uno de estos aconteci-mientos ha contribuido a debilitar la capacidad de las actuales democracias pararepresentar la voluntad de la ciudadanía.
Efecto de estos hechos son las constantes crisis de gobernabilidad que a menudoenfrentan las democracias y que son un claro indicador de que su estabilidad nodepende exclusivamente del buen funcionamiento del orden jurídico y constitu-cional o de la realización periódica de elecciones, sino fundamentalmente de quelas expectativas políticas de los ciudadanos –que son el corazón y la razón de serde la democracia–, se vean cubiertas en una medida tal que les permita confiar enel orden político a largo plazo y obedecer a su lógica y sus mandatos por voluntadpropia, al menos en la mayoría de los casos (Rawls, 1997, p.332).1 Y ésta es una delas dimensiones centrales de su legitimidad.
Las renovadas críticas a la democracia liberal provienen de varias direcciones.
Una de ellas está representada por el enfoque comunitarista que pone en evidenciaalgunas de sus deficiencias más importantes (MacIntyre, Sandel, Walzer). Entreellas destaca una concepción extremadamente individualista del ser humano, delque se dice que sólo actúa para satisfacer intereses propios. Esta noción del hombreentronca plenamente con la concepción de la política como un instrumento queposibilita la competencia entre grupos que buscan asegurar sus intereses y no elbien público, y que termina por convertir a los ciudadanos en meros consumidoresde ofertas electorales. Estas deficiencias generan una democracia “blanda” en laque no se valora la participación, ni la fraternidad comunitaria ni el autogobierno.
Una democracia que es, en palabras de Barber:
1. Decimos en la mayoría de los casos, porque en las democracias los ciudadanos gozan del derecho ala desobediencia civil, cuando se niegan a cumplir con leyes que consideran inaceptables a pesar de quehayan sido aprobadas democráticamente. John Rawls la define por ejemplo, en estos términos: “como unacto público, no violento consciente y político, contrario a la ley, cometido habitualmente con el propósitode ocasionar un cambio en la ley o en los programas de gobierno” (1997, p.332).
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Una política del interés estático, nunca una política de transformación; unapolítica del negocio y del intercambio, nunca una política de creación e inven-
ción; y una política que concibe a las mujeres y hombres bajo su peor rostro–con la finalidad de protegerlos de ellos mismos–, nunca al amparo de su mejorpotencial –para conseguir que sean mejores de lo que son (2004, p.84).
El segundo gran reto que enfrenta la democracia en la actualidad, está represen-tado por el paulatino debilitamiento de la soberanía nacional. Un efecto colateralde la globalización vinculado al menos con dos hechos. El primero es represen-tado por la gran influencia que ejercen las nuevas fuerzas económicas sobre elEstado. Las grandes corporaciones y los flujos financieros, entidades no sometidasal control democrático, ejercen fuertes presiones sobre el parlamento y terminandirigiendo la agenda de las políticas sociales y económicas. En palabras de Grass:“El parlamento degenera en filial de la bolsa [porque se somete a la presionesinternas y externas del gran capital y, con ello dice] lo que se hunde no es el Estado–el Estado aguanta mucho–, lo que se hunde es la democracia” (2005).
El segundo efecto de la globalización ha sido la aparición y el fortalecimiento deorganizaciones políticas trasnacionales, como la Unión Europea por ejemplo, cuyapotestad para legislar sobre asuntos locales transforma los mecanismos tradicio-
nales de gobierno democrático. Estas instituciones representan a nuevas mayoríasque no necesariamente habitan en el territorio estatal, pero que tienen autoridadpolítica sobre otros niveles de gobierno representativos de otras mayorías. En otrostérminos, con la globalización se amplía el conjunto de sujetos que exigen dere-chos –que ya no son sólo los ciudadanos, sino también las corporaciones, el capitalfinanciero, los inmigrantes, etc.– lo cual desdibuja la capacidad de los ciudadanospara definir los asuntos que debe enfrentar su propio Estado (Thompson, 2005,pp.318-335).
De allí que hoy en día muchos autores hablen de la necesidad de que la demo-
cracia se vuelva trasnacional. Aunque en el seno de tales llamamientos hay unaimportante diversidad de propuestas que implican diversos niveles de compromisocon la ciudadanía y la democracia (Peña, 2010). La democracia cosmopolita es unode ellos, defendida por autores como Falk, Giddens, Held, Kaldor y Peña, entreotros. Se trata de la configuración de un orden institucional mundial articuladocon base en la democracia. La propuesta es idear un entramado institucional que
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permita que los ciudadanos puedan pedir cuentas y responsabilidades a las fuerzas y los poderes transversales que afectan sus elecciones de vida (Peña, 2010, p.259).
Los defensores de esta postura entienden que se trata de un planteamiento enconstrucción que requiere de un complejo diseño institucional. Anthony Giddenspropone una democratización que actúe por encima y por debajo del nivel de lanación (2003, pp. 81-95). Javier Peña coincide con este señalamiento y habla deuna política que debe desarrollarse en varios niveles: “de lo local a lo global, condiversos ámbitos de deliberación, acción y responsabilidad. A ella ha de correspon-derle una membresía entrecruzada, una ciudadanía múltiple, no ya coextensiva auna entidad política única, y exclusiva, sino desplegada simultáneamente en losdiversos espacios de la acción humana” (Peña, 2010, p.285).
La realización de este tipo de planteamientos requiere, como parte del pro-ceso, de una comunidad de comunidades democráticas y para lograr esto es tam-bién necesaria una renovación del modelo de democracia representativa, para quesea capaz de resolver con mayor justicia y eficacia las demandas democratizadoras y de derechos que plantean los nuevos ciudadanos y también de una ciudadaníacosmopolita. En definitiva, necesitamos de más y mejor democracia a nivel local siaspiramos a que ésta se consolide a nivel global.
El tercer reto que enfrenta la democracia hoy día, tiene que ver con el tema
de la desigualdad. Según Zamagni, en las sociedades actuales enfrentamos laparadoja de vivir en un mundo donde cada año aumenta la riqueza y, al mismotiempo, aumenta también la desigualdad. En las últimas tres décadas, y a pesarel vertiginoso crecimiento económico que hemos presenciado, la desigualdad seha incrementado cuatro veces más que en los últimos doscientos años (Zamagni,2010, p.59). Este aumento ha venido acompañado, en muchos casos, de la dismi-nución de las inversiones dirigidas a promover el bienestar social, que tal y comoexpone Ayala, éstas son las que contribuyen a disminuir la pobreza, la incerti-dumbre y las que generan seguridad, confianza y apoyo ciudadano a la democracia
(2009, pp.35-41). No olvidemos que el respaldo de los ciudadanos a un sistema degobierno, está también vinculado a su percepción de que tal sistema les permitellevar adelante sus proyectos de vida, porque les proporciona las circunstanciasmás favorables para su desarrollo personal.
El cuarto reto de la democracia en la actualidad es el hecho del pluralismocultural generado por las migraciones. Las limitaciones del Estado liberal tienden
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a acentuarse en las sociedades multiculturales donde predomina el problema delreconocimiento de la identidad cultural de las minorías que constituyen un impor-
tante porcentaje de la población y, que en muchos casos, están en una franca situa-ción de desventaja social (Benhabib, 1996; Gutmann, 1993, 2003). En todo caso, enel trasfondo de las discusiones sobre los nuevos retos que enfrenta la democracia:la crisis del liberalismo, la pérdida de soberanía del Estado, la desigualdad global yel pluralismo, subyace el problema de la legitimidad de las decisiones políticas. Lacrisis de la democracia está asociada a su incapacidad para generar decisiones quesean reconocidas como justas por la mayoría de los ciudadanos.
¿Qué es la democracia deliberativa y cómo responde a los retos descritos?
En la última década del siglo XX y en el contexto de los problemas que hemosestado analizando, tomó cuerpo en la teoría política, un movimiento de reflexiónque se comenzó a conocer como el “giro deliberativo de la democracia”. Su obje-tivo era rescatar uno de los rasgos definitorios de la actividad democrática en suscomienzos: la deliberación. La idea era incorporar esta práctica en el ejerciciode la democracia y superar con ello la profunda distancia que separa a las institu-ciones políticas de los intereses y expectativas de los ciudadanos.
Semejante tarea implicaba recurrir a sus orígenes griegos pues la deliberaciónno sólo jugó un papel importante en la Asamblea ateniense durante la democraciade Clístenes y Pericles (Manin, 1998), sino que encuentra en la filosofía de Aristó-teles una justificación teórica y una interesante reflexión sobre sus vínculos con lapolítica y la democracia. En el libro VI de la Ética a Nicómaco, Aristóteles afirmaque la política es práctica y deliberativa dado que las decisiones colectivas se tomandespués de un proceso de discusión pública sobre lo conveniente, lo dañoso, lo justo y lo injusto. El mecanismo deliberativo es parte esencial del proceso gene-rador de justicia, pues “cada individuo aislado es imperfecto para juzgar, cuando se
trata de los asuntos relativos al bien público” (Aristóteles, La política , Libro III, 88).Según afirma Aristóteles la participación de todos en la deliberación puede
conducir a juicios más correctos y completos que los que se hacen en solitariocuando se trata de los asuntos públicos. Además, al preguntarse por el rol de losexpertos en la construcción política de la justicia, advierte que: “entender de lacasa no es sólo cosa del que la ha hecho, sino que la juzga también mejor el que
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la usa (y el que la usa es el dueño)” (Aristóteles, La política , Libro III, 89). Estaidea de construcción de lo justo a través de un proceso argumentativo en el que
participa la ciudadanía es la que inspira la discusión actual en torno a un modelodeliberativo de democracia.
El rótulo apareció por primera vez en 1980 en un artículo publicado por JosephBessette titulado “Deliberative Democracy: The Mayority Principle in RepublicanGovernment” (pp.102-116). En 1987, Bernard Manin emplea el término parareflexionar sobre el problema de construcción de la legitimidad en las democra-cias contemporáneas y en 1989 Joshua Cohen publica “Deliberation and Demo-cratic Legitimacy”, un artículo que intenta recuperar una noción de democraciadonde se le considera un valor político fundamental.
Podemos definir a la democracia deliberativa como un modelo político de tomade decisiones cuyo rasgo central es que indica que para ser legítimas éstas debentomarse mediante un proceso de deliberación. Como afirma Cohen, la democraciadeliberativa pone “el razonamiento público en el centro de la justificación polí-tica” (1996). Para exponerlo con mayor claridad recurrimos a Elster quien explicael concepto de democracia deliberativa definiendo por separado cada uno de suscomponentes: uno de ellos, el aspecto democrático, que exige que en los procesos detoma de decisiones participen todos aquellos que resultarían afectados por la
decisión o sus representantes, y otro, el aspecto deliberativo, que exige que la deci-sión sea tomada a través de argumentos ofrecidos por y para los participantes, queestán comprometidos con los valores de racionalidad e imparcialidad (2001, p.21).
El concepto de Elster es bastante claro, pues desgrana los elementos que soncondición de posibilidad para que la decisión política pueda ser considerada legí-tima desde la perspectiva democrática. La primera condición es la inclusión directao indirecta de todos los afectados. La segunda exige que las decisiones se tomenen un proceso en el que se ponderen argumentos, se intercambien razones, sereflexione sobre las ventajas y desventajas de un curso de acción y se elija la que
se considere más razonable, pues se parte del supuesto de que los participantesen la deliberación persiguen la imparcialidad.
Estos elementos, que son la clave del modelo, también están presentes en la defi-nición que propone Cortina, quien afirma que en el planteamiento deliberativo:“la legitimidad de la democracia estriba en la capacidad o la oportunidad que tienenlos sujetos de las decisiones colectivas de participar en deliberaciones efectivas; las
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exigencias tienen que justificarse de modo que la gente, reflexionando sobre ellas,pueda aceptarlas” (2007). A esta definición la autora añade un tercer elemento
que es fundamental, se trata de “la convicción de que las preferencias de los indivi-duos o los grupos pueden transformarse a lo largo del proceso de deliberación, enel que las gentes emplean la persuasión, más que la manipulación o la coerción”(2007, pp.143-161).
Efectivamente muchos defensores del modelo hacen hincapié en el procesode razonamiento mutuo que está contenido en la deliberación porque entienden,que si éste se practica correctamente es posible que las personas reflexionen sobresus posturas iniciales y terminen por conformar una voluntad colectiva capaz de justificar coherentemente y con razones sus opciones y decisiones (Dryzek, 2002;Nino, 1997).
Estos tres elementos: el democrático –de la inclusión de los afectados–, el deli-berativo –que exige el razonamiento desde un compromiso con la imparcialidad– yel relativo al proceso de formación continua de la voluntad común, están inextri-cablemente unidos a la finalidad del modelo que es estimular el uso público de larazón, no sólo en el marco de las instituciones democráticas, sino y sobre todo enel ámbito de la ciudadanía y la sociedad civil.
En relación con el liberalismo, la perspectiva deliberativa rescata la importancia
de retornar a procesos que permitan realizar de manera más eficaz la justificaciónpública de las decisiones políticas, pues considera que en las democracias repre-sentativas se ha instaurado el mal hábito de evadir la conflictividad que se aloja enel seno de las sociedades complejas. Gutmann y Thompson, consideran que estacarencia del Estado liberal se debe a tres características: 1) su pretendida neu-tralidad, 2) su obsesión por la imparcialidad y 3) la tendencia a la inacción antesque intervenir para resolver cualquier asunto (1990, pp.64-88). Según los autores,estos principios de funcionamiento del Estado liberal promueven una aplicaciónprecaria del principio de la tolerancia, la banalización de la discusión pública y
política, la progresiva despolitización de la sociedad civil, la incapacidad de las ins-tituciones públicas para articular exigencias colectivas en prácticas que estimulenla convivencia y la solidaridad y, en especial, la evasión paulatina de los conflictosmorales que atraviesan la vida democrática, reduciendo la política a un juego des-carnado en el que sólo interesa el equilibrio de poder (Gutmann y Thompson,1990, p.69).
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En cuanto a los efectos colaterales de la globalización: la pérdida de sobe-ranía del Estado, el incremento de la desigualdad y el pluralismo cultural, las
propuestas de solución en el marco del enfoque deliberativo apuntan hacia lainclusión y el empoderamiento progresivo de los ciudadanos en la discusión delos asuntos que les afectan e insisten en la implementación práctica de la delibe-ración para abordar los asuntos polémicos o conflictivos que suelen surgir en lassociedades plurales.
El enfoque deliberativo se empeña en la inclusión de los ciudadanos porqueparte de la premisa de que la elaboración de políticas no puede realizarse almargen de los destinatarios de las mismas si éstas aspiran a ser eficientes y consi-dera además, que es necesario empoderar a los ciudadanos para que desarrollenlas habilidades que les permitan influenciar el curso de las decisiones políticas y controlar a sus mandatarios. En este sentido, Bohamnn indica un umbral defuncionamiento político adecuado, un mínimo de igualdad cívica necesario paraque los afectados puedan influir efectivamente en las decisiones políticas (1999,p.359). Los requisitos mínimos de tal funcionamiento son: 1) tener posibilidad dedesarrollar las capacidades que dan acceso efectivo a la esfera pública; 2) contarcon el respeto y el reconocimiento necesario como para poder influenciar las deci-siones que les afectan en una dirección favorable; 3) potenciar la capacidad social
de iniciar una deliberación pública sobre sus propias preocupaciones, de teneralgún grado de influencia en la definición de la agenda de discusión, en la delibe-ración y en sus resultados (Bohman, 1999, pp.323-333).
Por otro lado, la idea de incorporar de forma más activa la discusión de losasuntos morales en la agenda pública y política está fuertemente vinculada conla manera que tiene la democracia deliberativa de entender el hecho del plura-lismo. Para esta perspectiva la diferencia cultural no debe ser entendida como unobstáculo para la vida política frente al que deba imponerse una noción compren-siva del bien, ni representa tampoco una imposibilidad para la realización de los
ideales políticos de la democracia. En su lugar, la complejidad de las sociedadesactuales obliga, según Benhabib, a que ésta reformule sus fines con el objeto degarantizar tres bienes sociales a sus miembros: la legitimidad de sus decisiones,bienestar económico y un sentido de identidad colectiva (1996, pp.67-69).
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La democracia deliberativa como complemento del modelo representativo
Si esperamos que los ciudadanos sean los autores y destinatarios de sus leyes,que las decisiones políticas cuenten con un mayor grado de legitimidad y que lasociedad tenga herramientas para pronunciarse colectivamente sobre asuntos con-cretos, es fundamental superar al menos, uno de los más importantes obstáculosdel modelo representativo: el agregacionismo.
La regla de la mayoría es uno de los procedimientos más utilizados en la demo-cracia, su general aceptación es producto de algunas de sus ventajas: permite laparticipación de todos a través del voto, al dar por válido el criterio de la mayoría,garantiza un satisfactorio nivel de consenso para la aprobación de normas públicas y se aplica asumiendo el compromiso de establecer mecanismos de control quegaranticen el respeto de los derechos políticos de las minorías. Además, generaresultados definitivos aunque de carácter provisional pues siempre pueden volvera legitimarse a través de un nuevo consenso.
Ahora bien, los deliberativistas coinciden en señalar que el problema de laregla de la mayoría es que agrega preferencias sin considerar el valor moral de lospuntos de vista que se defienden. Se considera que las preferencias expresadas porlos votantes son el material originario y privilegiado para la toma de decisiones
y no necesitan justificación alguna. Esta neutralidad otorga validez a cualquiertipo de decisión, siempre que tenga el máximo respaldo y esto es problemático justamente porque el apoyo mayoritario a una decisión no la convierte en moral-mente correcta.
Gutmann y Thompson cuestionan esta postura por relativista (2000, p.28). Sitodo vale, si cada argumento es exactamente igual a otro, ¿qué importancia tieneentonces dar la razón a unos u otros? El planteamiento de estos autores es que laregla de las mayorías atenta contra el respeto que proclama, porque vota sobre lasperspectivas morales como si se tratara de preferencias de igual valor. No hay una
menos o más racional que otra sino que todas son iguales. Desde esta perspectiva,la manera más democrática de tomar una decisión es votando por las preferenciasde cada quien, sin que medie deliberación alguna. Con esto se evade la delibera-ción moral y se considera en fin de cuentas, que los desacuerdos morales no tienensolución, que lo moral es un asunto subjetivo y privado sobre el que no es posiblellegar a ningún acuerdo.
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El agregacionismo evade la reflexión sobre la racionalidad de las opciones sobrelas que se realiza la votación y lo hace, porque tiene, como afirma Cortina, una
noción menguada de la racionalidad, y considera que una conducta racional essólo aquella que se mueve a causa del autointerés. Por esta razón considera lógicoque las preferencias e intereses se formen en privado y se sumen luego (Cortina,2008, p.84). Sin embargo, cabe preguntarse ¿son racionales las preferencias? Enrelación a esta cuestión es importante atender a la reflexión de Elster sobre ellas:
En primer lugar, las preferencias que las personas eligen expresar pueden noser una buena referencia de lo que realmente prefieren [...] puede que lo querealmente prefieran sea en todo caso, un frágil fundamento para la elecciónsocial.” En segundo lugar: “las preferencias que se expresan dependen cau-salmente de las alternativas disponibles”. En otras palabras, las preferenciaspueden ser el resultado de la adaptación a aquello que es posible, a lo que otragente hace o a aquello que uno ha estado haciendo en el pasado –o puedenestar determinadas por el deseo de diferenciarse de lo anterior tanto como seaposible–. En todos estos casos, el origen del cambio en las preferencias no estáen las personas sino fuera de ellas (1997, pp.6-9).
A partir de este análisis, queda claro que las preferencias no son necesariamenteexpresión de una opción racional elegida por convicción y porque se tienenbuenas razones para apoyarla, sino que pueden ser en muchos casos una reac-ción frente a poderosos condicionantes externos, una adaptación al medio. Unesclavo puede ser feliz porque satisface todo aquello a lo que puede accedercomo esclavo y, sin embargo, carece de la libertad necesaria para alcanzar otrasmetas –ni siquiera puede plantearse metas (Bohman, 1999, pp.326-327). Por lotanto, una preferencia adaptativa no debe ser a priori considerada como expresiónde libertad individual.
Al sumar preferencias, los votantes o los participantes en los procesos demo-cráticos no se ven forzados a convencer a sus interlocutores de sus exigencias,ni tampoco a señalar que tales exigencias son las más justas para todos los parti-cipantes en el proceso (Miller, 2005, p.83). Esta incapacidad del modelo agrega-tivo para dar cuenta de la justicia de sus decisiones hace que los deliberativistas seocupen de reflexionar sobre otras formas de definición de la voluntad colectiva,
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que trasciendan la mera suma de preferencias y que abran espacio para la librediscusión y el debate de las opciones e intereses comunes.
El valor epistémico de la deliberación
A partir de la crítica que hace la democracia deliberativa a la regla de las mayorías,surge la siguiente pregunta: ¿qué es lo que otorga entonces legitimidad a unadecisión? Pues podría interpretarse que lo importante para los deliberativistas esque los ciudadanos cuenten con una oportunidad igual y justa para plantear susargumentos y razones antes de votar y nada más. Es decir, que tenga lugar la deli-beración y punto. Sin embargo, no sólo se trata de eso. El compromiso del modeloes definir unos criterios que permitan dar cuenta de la validez y corrección de losresultados del proceso deliberativo, no se limita pues a la exigencia de la inclusiónde los ciudadanos, aunque éste es un punto esencial.
En el marco de la perspectiva deliberativa se distinguen diversas propuestassobre el valor epistémico de la deliberación, la de Estlund, Nino, Dryzek, entreotros. Nosotros haremos referencia a la de Cortina. Esta autora considera que enel marco de las propuestas deliberativas se distinguen al menos dos tesis epistemo-lógicas sobre las oportunidades cognitivas que ofrece el proceso democrático de la
deliberación y a las que denomina: D1 y D2 (Cortina, 2007, 2008 y 2010).La primera, D1, entiende que la deliberación permite a los ciudadanos llegara decisiones aceptables sobre los asuntos que les conciernen. Considera, además,que la democracia para ser legítima debe llevar a cabo procesos deliberativos paraque los destinatarios de las leyes comprendan que, de algún modo, son aceptablesracionalmente o, por lo menos, que ellos han podido influir en el proceso dediscusión, pero no le atribuye un potencial cognitivo irrebasable en la definiciónde lo moralmente correcto y de lo jurídicamente justo. Entiende que la verdad sepuede alcanzar a través de la reflexión en solitario a la que se suma la práctica de
la deliberación, o a través de razonamientos circulares en los que median las intui-ciones morales compartidas, la experiencia práctica y la deliberación. Esta pers-pectiva congrega a autores como Bohman, Crocker, Gutmann, Rawls, Richardson y Thompson.
La segunda, D2, otorga a la deliberación un rol central en la definición denormas morales y políticas, pues la concibe como la actividad en la que se expresa
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la racionalidad humana y en la que se descubre lo moralmente válido y lo políti-camente legítimo. La razón para atribuir a la deliberación un estatus tan impor-
tante surge del descubrimiento que hace tanto la ética discursiva de Apel, como lacomunicativa de Habermas, de que la racionalidad humana se expresa en la argu-mentación. Pensar es efectuar un acuerdo argumentativo con uno mismo, y cada vez que argumentamos en serio, bien sea a solas o con otros, aplicamos implícita-mente ciertas normas que son las que hacen posible que la argumentación tengasentido. Presuponemos que lo que decimos nosotros o nuestros interlocutores esinteligible, que afirmamos o exigimos cosas en las que verdaderamente creemos yque somos capaces de justificar la pertinencia de los planteamientos que hacemos. Y presuponemos, también, que es posible introducir cualquier afirmación ennuestro discurso, que podemos manifestar nuestras posiciones, deseos y necesi-dades. Estas reglas las aplicamos implícitamente cada vez que argumentamos seria-mente, cada vez que nos comprometemos con la búsqueda del mejor argumento.De manera que el pensamiento siempre está mediado por una comunidad ideal dehabla (Habermas, 1985) o por una comunidad ideal de comunicación (Apel, 1985,pp.341-413), cuya existencia presuponemos lógicamente al argumentar.
A partir del descubrimiento de estas estructuras pragmático trascendentalesdel habla, Habermas propuso un criterio de la razón práctica que se refiere a las
“normas de acción en general”. Es un principio abstracto que se presenta comoneutral y que luego cobra una particular especificidad, según se refiera a la moralo al derecho. La formulación del principio es la siguiente: “Válidas son aquellasnormas (y sólo aquellas normas) a las que todos los que puedan verse afectadospor ellas pudiesen prestar su asentimiento como participantes en discursos racio-nales” (Habermas, 2005, p.173).
Este principio se caracteriza por tener validez universal y por su carácter deon-tológico, cognitivo y procedimental. Lo que viene a decir es que:
...una norma es válida para todos –no porque se acceda a ella en un monólogotrascendental– ni porque todos decidan limitar su comportamiento a lo quedicta la fuerza de la costumbre y la tradición convertida en ley, sino cuando lanorma tiene un sentido de aceptabilidad racional: todos los posibles afectadostienen que poder asentir a ella por buenas razones.
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Esto sólo puede averiguarse en el marco de una deliberación en la que se cumplacon las reglas de la argumentación y en la que sobre la base de informaciones
pertinentes sólo se imponga la coerción del mejor argumento y ninguna otra. Eldiscurso argumentativo da lugar a una formación discursiva de la opinión y la voluntad común. Pero es necesario especificar su alcance, función y limitaciones,según se refiera a la moral o al derecho, pues se trata de dos ámbitos de la accióndistintos con funciones diferentes.
Aplicado al ámbito jurídico político, el principio adquiere la forma de principiode la democracia. Su formulación es la siguiente: “Sólo pueden pretender validezlegítima las normas jurídicas que puedan encontrar el asentimiento de todos losmiembros de la comunidad jurídica en un proceso discursivo de producción denormas, articulado a su vez jurídicamente” (Habermas, 2005, p.175). El principiodemocrático que propone Habermas actúa como punto de referencia, como idealregulativo para la crítica, la orientación y la reflexión sobre los discursos fácticosque tienen lugar en el proceso de construcción y legitimación de las normas polí-ticas, tanto dentro como fuera de las instituciones legislativas. El norte que señalael principio normativo es que cada vez más, las normas y las decisiones de interéspúblico se tomen en el marco de un proceso deliberativo donde predomine eldiscurso argumentativo, donde se tomen en cuenta las expectativas de todos los
afectados por las decisiones que se van a tomar, donde se argumente en serio y enel que la solución correcta a los problemas esté representada siempre por el mejorargumento.
En el marco de los procesos de producción de la ley, el principio exige que loslegisladores asuman el compromiso de conciliar sus perspectivas con las de los demás y de avocarse a respetar el mejor argumento. Sólo así se garantiza la validez de lasdecisiones tomadas. Como afirma Cortina, el principio señala la necesidad de que “losparticipantes en el proceso legislativo abandonen su papel de sujetos de derecho pri- vado y asuman el papel de miembros de una comunidad jurídica libremente asociados”
(2008b, p.174).En definitiva, según este principio, la legitimidad de las decisiones políticas depende
de la forma en que se han desarrollado los procesos de toma de decisión, de si éstos serealizan con el fin de acordar las normas más racionales y que mejor representanlos intereses de los afectados por las decisiones. La idea es que los ciudadanospuedan obedecer a la ley generada en el parlamento porque tienen motivaciones
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racionales para hacerlo. Además, en tanto las decisiones deben tener en consi-deración las exigencias de todos los afectados por las normas, se prevé que los
ciudadanos que consideren que este requisito no se ha cumplido, deben tenersiempre la libertad de replantear o de confrontar el tipo de razonamientos en quese sustentan las decisiones (Habermas, 2005, p.187).
En esta propuesta, el lugar de realización de la soberanía popular se realiza entres ámbitos: el moral, el político y el del derecho. Es decir, en el seno de las insti-tuciones políticas y en la sociedad civil, que son los lugares donde tienen lugar losprocesos de formación de la opinión pública y la voluntad común. Por esa razónhemos señalado, que la propuesta deliberativa de la democracia intenta comple-mentar el modelo de democracia representativa, poniendo énfasis en la calidad delos procedimientos deliberativos en los que se forma la voluntad común, tanto enel ámbito de la sociedad civil como en el de las instituciones políticas.
Ahora bien, para que este procedimiento pueda llevarse a cabo conforme aestas exigencias se necesita poder contar con un ethos deliberativo, es decir, conuna cultura de la deliberación que haga posible que los ciudadanos se entrenenen la práctica de dar razón de sus exigencias teniendo presentes los argumentosde sus interlocutores.
El ethos deliberativo y las virtudes del ciudadano deliberativo
Como afirma Gutmann (2001), ser ciudadano significa ser soberano. Pero lasoberanía es un ejercicio que se aprende y es responsabilidad de la democraciagarantizar que sus ciudadanos estén lo suficientemente capacitados para poderparticipar e influir efectivamente en el proceso democrático.
Deliberar no es tarea fácil, sobre todo si estamos acostumbrados a escuchar yleer sólo a quienes tienen opiniones parecidas a las nuestras. Este hábito dismi-nuye nuestra tolerancia y capacidad de dialogar con quienes sostienen puntos de
vista distintos al propio y dificulta en muchos casos que las deliberaciones esténorientadas al entendimiento mutuo. De manera que para que la deliberación seaposible es necesario cultivar un ethos deliberativo, en el que los ciudadanos se edu-quen en la práctica de algunos hábitos y actitudes esenciales para que haya deli-beración.
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En primer lugar, es fundamental que las personas tengan capacidad argumen-tativa para justificar y defender apropiadamente sus planteamientos y también,
que sean capaces de establecer un diálogo constructivo con sus interlocutores. Portanto la capacidad argumentativa y el ejercicio de la reciprocidad, son dos de las virtudes esenciales que debe encarnar el ciudadano deliberativo. La idea es quelos participantes de la deliberación sean capaces de asumir un compromiso a favordel razonamiento mutuo. Esto quiere decir que sientan respeto por su interlo-cutor y que estén dispuestos a deliberar con él aun cuando no estén de acuerdoen las mismas ideas. Deliberar implica realizar un ejercicio de reciprocidad. Gut-mann y Thompson la definen como la capacidad que tienen los interlocutores dedevolver de manera proporcional un bien recibido. “El ‘bien recibido’ consisteen que tú hagas tus exigencias en términos que yo pueda aceptar en principio.La ‘devolución proporcional’ es que yo haga mis exigencias en términos que túpuedas aceptar en principio” (2000, p.55). El toma y dame de la argumentacióndebe realizarse en términos que pueden ser recibidos por todos los participantesen el diálogo.
Ahora bien, según apuntan Gutmann y Thompson, para poder encarnar el res-peto mutuo y la reciprocidad en la deliberación, el ciudadano deliberativo debetener en cuenta algunos principios a lo hora de exponer sus puntos de vista en el
foro público y en el momento de escuchar los argumentos de los demás. Son losprincipios de integridad y magnanimidad cívica.Los principios de integridad cívica suponen que al participar el ciudadano en
el debate público, debe presentar sus posiciones con seriedad y compromiso. Estoimplica: 1) ser sincero en la exposición, es decir, mantener posturas porque se creeen ellas y no por conveniencia; 2) consistencia entre discurso y acción, tanto lospolíticos como las personas deben actuar en consecuencia con los valores que pro-fesan, y 3) integridad. Es decir, asumir las implicaciones de la postura moral quedefiendo. Así, por ejemplo, quienes se oponen al aborto y defienden el derecho a
la vida de un inocente deberían comprometerse en la promoción de todas aquellaspolíticas que contribuyan a mejorar la vida de una infancia inocente.
Los principios de magnanimidad cívica invitan a los ciudadanos a reconocerel estatus moral de las posiciones morales con las que no están de acuerdo y adesarrollar con ello tres virtudes de carácter democrático: 1) practicar el recono-cimiento en la deliberación, es decir, considerar los argumentos que uno adversa
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como argumentos morales y no como fruto del interés económico, político osimplemente como juicios arbitrarios producto de la ignorancia o arrogancia del
interlocutor; 2) tener una mentalidad abierta: estar abierto a la posibilidad detransformar nuestras opiniones cuando éstas se enfrentan a críticas u objecionesa las que no podemos responder después de una meditada reflexión, y 3) econo-mizar el desacuerdo moral: se trata de una disposición a delimitar la base lógicadel desacuerdo moral o factual, de tener la capacidad de distinguir entre lo queson conflictos morales y lo que no, e incluso en el marco de esos conflictos, tenerhabilidad para identificar los puntos de convergencia y aquéllos que no podemosaceptar bajo ningún aspecto, economizar en el desacuerdo no implica renunciara nuestras convicciones, sin embargo, nos ayuda en la práctica del respeto y delreconocimiento de aquello por lo que podemos corresponsabilizarnos con nues-tros conciudadanos.
La reciprocidad desgranada en estas actitudes aparece entonces como un inter-cambio donde lo importante es la racionalidad, la coherencia argumentativa delas exigencias que se presentan al interlocutor. Ahora bien, la racionalidad noes la única dimensión humana que hace posible la deliberación. Como apuntaCortina, la comunicación sólo es posible si hay un reconocimiento cordial entrelos interlocutores (2007b, p.191). Según la autora, sin el cultivo de cierta sensibi-
lidad que nos mueva a compadecernos por el dolor y el sufrimiento de los otroses muy difícil que accedamos a deliberar sobre algunos asuntos o que tengamos lasensibilidad necesaria para reconocer el valor de la justicia.
La forja de la ciudadanía deliberativa es un proceso largo y difícil, pues cier-tamente las condiciones ideales de la deliberación no suelen cumplirse del todoen la práctica. No todos los procesos deliberativos se realizan en condiciones desimetría, ni los ciudadanos dicen siempre la verdad. Sin embargo, la propuestadeliberativa que aquí hemos descrito, plantea que es obligación de los ciudadanosprocurar con sus acciones que las condiciones de la deliberación puedan realizarse
en el futuro.
Los espacios de construcción de la ciudadanía activa
El lugar de realización de la democracia deliberativa no se restringe, como adver-timos, a las cámaras legislativas, sino que, en el entendido de que los ciudadanos
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son los autores y destinatarios de la ley, incorpora a la sociedad civil, pues en ellaes donde tienen lugar los procesos de formación de opinión y de coordinación de
la acción ciudadana. La aspiración de esta propuesta democrática no es politizarel conjunto de las relaciones de los ciudadanos, sino invitar a que se delibere enaquellas organizaciones o grupos no gubernamentales cuyos miembros se com-prendan a sí mismos como libres e iguales y comprometidos todos a cooperar en laconsecución de acciones concretas (Crocker, 2008, p.315). Piénsese, por ejemplo,en un hospital que define las normas con las que deben cumplir los aspirantes altratamiento de diálisis o en una escuela en la que se están fijando los criterios deasignación de becas o en una asociación de vecinos en la que se están determi-nando las necesidades para las que prioritariamente se necesita financiamiento.
La sociedad civil aparece entonces no sólo como una esfera distinta o contra-puesta al Estado, sino como un espacio donde hacen vida un conjunto impor-tante de instituciones en la que los ciudadanos discuten, en muchos casos, asuntos vinculados a sus derechos y obligaciones. En los términos de García-Marzá, lasociedad civil es un “ámbito de interacciones estructurado en torno a una red deasociaciones y organizaciones posibles gracias al libre acuerdo de todos los par-ticipantes, con el fin de alcanzar conjuntamente la satisfacción de determinadosintereses y la resolución consensual de posibles conflictos de acción” (2008, p.40).
Cada una de esas asociaciones se agrupa en torno a actividades específicas, quetienen sus fines y su lógica propia y en cada uno de ellas es donde los individuosdeben exigir el respeto a intereses universalizables.
Atendiendo a esa lógica propia de las actividades sociales, el modelo delibe-rativo entiende que en el marco del procedimiento democrático se encuentrandiversos tipos de discurso, el de la negociación, el de la autocomprensión colectiva y el de la definición de las cuestiones de justicia. Lo importante es que en las deli-beraciones se cumpla, en la medida de lo posible, con las condiciones de comuni-cación que exigen el principio del discurso y el principio democrático, pues esto
es lo que otorga legitimidad a las demandas de los ciudadanos.En la medida en que la democracia potencie la forja de ciudadanos educados en
las virtudes deliberativas y su articulación en el marco de una sociedad civil extensa,densa y entrelazada, estará en condiciones de garantizar la formación espontáneade la opinión y de una voluntad colectiva capaz de apropiarse de su propio futuro,capaz de plantear exigencias claras a la administración y de comprometerse en
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su desarrollo. La inclusión del procedimiento deliberativo en el seno de las insti-tuciones de la sociedad civil es una vía para asegurarnos de que las conquistas de
la democracia no se pierdan y de que se puedan seguir profundizando. Prácticascomo las desarrolladas por los presupuestos participativos, los comités de ética delas instituciones y una cultura organizacional que fomente la transparencia y lacomunicación responsable entre sus miembros, ayudan a promover y difundir elethos deliberativo que inspira y sirve de sostén a la propuesta de una democraciadeliberativa.
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DELIBERACIÓN Y JUSTICIA:RUTAS HACIA LA DEMOCRACIA RADICAL
Salvador Leetoy López
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El intercambio de ideas realizado de forma equitativa y respetuosa entre los miem-bros de una sociedad, debe ser, idealmente, una de las condiciones fundamentalesde todo sistema democrático. No obstante, la posibilidad de ventilar y revisar públi-camente aspiraciones de convivencia y libertad resulta ser un terreno complejo ysujeto a relaciones de poder q