N-20100315
Nicolás Copérnico, descubridor del heliocéntrico del sistema solar
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Fue Nicolás Cupérnico quien formuló, ya en el Renacimiento, la teoría del heliocentrismo, según el cual, el SOL es el centro del Universo y es la TIERRA la que gira a su alrededor
Nicolás Copérnico (en latín Nicolaus Copernicus), de nacionalidad
polaca, nació en Torun el 19 de febrero de 1473, y murió en Frombork el
24 de mayo de 1543. Fue un astrónomo polaco del renacimiento que
estudió la teoría heliocéntrica del Sistema Solar, concebida en primera
instancia por el griego Aristarco de Samos. Su libro, De Revolutionibus
Orbium Coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes),
suele estar considerado como el punto inicial o fundador de la
astronomía moderna, además de ser una pieza clave en lo que se llamó
la Revolución Científica en la época del Renacimiento. Copérnico pasó
cerca de veinticinco años trabajando en el desarrollo de su modelo
heliocéntrico del Universo. En aquella época resultó difícil que los
científicos lo aceptaran, ya que suponía una auténtica revolución que
desquició a la Iglesia Romana.
Nicolás Copérnico era un polímata: matemático, astrónomo, jurista,
físico, clérigo católico, gobernador, administrador, líder militar,
diplomático y economista. Junto con sus extensas responsabilidades, la
astronomía figuraba como poco más que una distracción. Por su enorme
contribución a la astronomía, en 1935 se dio el nombre “Copernicus” a
uno de los mayores cráteres lunares (90 km. de diámetro), ubicado en el
Mare Insularum.
Este famoso científico estudió en la Universidad de Cracovia (1491-
1494) probablemente bajo las directrices del matemático Wojciech
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Brudzewski. Viajó por Italia y se inscribió en la Universidad de Bolonia
(1496-1499), donde estudió Derecho, Medicina, Griego, Filosofía, y
trabajó como asistente del astrónomo Domenico da Novara. En 1500
viajó a Roma, donde tomó un curso de ciencias y astronomía, y en 1501
volvió a su patria (Polonia) y fue nombrado canónigo en la Catedral de
Frauenburg, cargo obtenido merced a la ayuda de su tío Lucas
Watzenrode. Pese a su cargo, volvió a Italia, esta vez a Padua (1501-
1506), para estudiar Derecho y Medicina, haciendo una breve estancia
en Ferrara (1503), donde obtuvo el grado de Doctor en Derecho
Canónico.
Nicolás Copérnico representando el sistema Heliocéntrico, con el sol en el centro de su Sistema Planetario, denominado “De Revolutionibus Orbium
Coelestium”
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Reinstalado definitivamente en su país (1523), se dedicó a la
administración de la diócesis de Warmia, ejerció la medicina, ocupó
ciertos cargos administrativos y llevó a cabo su inmenso y primordial
trabajo en el campo de la astronomía. Falleció el 24 de mayo de 1543 en
Frombork, (Polonia). En 2005 un equipo de arqueólogos polacos afirmó
haber hallado sus restos en la Catedral de Frombork, teoría que fue
verificada en 2008 al analizar un diente y parte del cráneo y compararlo
con un pelo suyo encontrado en uno de sus manuscritos. A partir del
cráneo, expertos policiales, reconstruyeron su rostro, coincidiendo éste
con el de su retrato.
El 22 de mayo de 2010 recibió un segundo funeral en una misa
dirigida por Józef Kowalczyk, nuncio papal en Polonia y recién nombrado
Primado de Polonia. Sus restos fueron de vuelta enterrados en el mismo
lugar, en la Catedral de Frombork. Una lápida de granito negro ahora lo
identifica como el fundador de la teoría heliocéntrica y lleva además la
representación del modelo de Copérnico del sistema solar, un sol
dorado rodeado por seis de los planetas.
En 1533, Johann Albrecht Widmannstetter envió a Roma una serie de
cartas resumiendo la teoría de Copérnico. Éstas fueron oídas con gran
interés por el papa Clemens VII y varios cardenales católicos. En una
epístola fechada de noviembre de 1536, el arzobispo de Capua, Nikolaus
Cardinal von Schönberg, pidió a Copérnico comunicar más ampliamente
sus ideas y solicitó una copia para sí. Algunos han sugerido que carta
pudo haber hecho a Nicolás Copérnico sospechoso al publicar, mientras
que otros han sugerido que esto indicaba el deseo de la Iglesia de
asegurarse ésta que sus ideas fueran publicadas.
No obstante, a pesar de la presión ejercida por parte de diversos
grupos, Copérnico retrasó la publicación de su libro, tal vez por miedo a
la crítica. Algunos historiadores consideran que, de ser así, estaba más
preocupado por el impacto en el mundo científico que en el religioso.
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Las ideas principales de su teoría eran:
1).- Los movimientos celestes son uniformes, eternos, y circulares o compuestos de diversos ciclos.
2).- El centro del universo se encuentra cerca del Sol.3).- Orbitando alrededor del Sol, en orden, se encuentran Mercurio, Venus, la Tierra con la Luna, Marte, Júpiter, Saturno. (Aún no se conocían Urano y Neptuno.)
4).- Las estrellas son objetos distantes que permanecen fijos y por lo tanto no orbitan alrededor del Sol.
5).- La Tierra tiene tres movimientos: la rotación diaria, la revolución anual, y la inclinación anual de su eje.
6).- El movimiento retrógrado de los planetas es explicado por el movimiento de la Tierra.
7).- La distancia de la Tierra al Sol es pequeña comparada con la distancia a las estrellas. Su obra maestra, “Sobre las revoluciones de las esferas celestes”, fue
escrita a lo largo de unos veinticinco años de trabajo (1507-1532) y fue
publicada póstumamente en 1543 por Andreas Osiander, pero muchas
de las ideas básicas y de las observaciones que contiene circularon a
través de un opúsculo titulado The hypothesibus motuum coelestium a
se constitutis commentariolus (no editado hasta 1878), que, pese a su
brevedad, es de una gran precisión y claridad.
Copérnico estudió los escritos de los filósofos griegos buscando
referencias al problema del movimiento terrestre, especialmente los
pitagóricos y Heráclides Póntico, quienes creían en dicha teoría. En
cuanto a la teoría heliocéntrica en sí, hasta donde se sabe hoy, fue
concebida por primera vez por Aristarco de Samos (310-230 a. C.), a
quien curiosamente no nombra en su obra. Es preciso centrar el valor
real de sus estudios en el hecho de reimponer teorías ya rechazadas por
el “sentido común” y de darles una estructuración coherente y
científica.
La ruptura básica que representaba para la ideología religiosa
medieval, la sustitución de un cosmos cerrado y jerarquizado, con el
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hombre como centro, por un Universo homogéneo e indeterminado
situado alrededor del SOL, hizo dudar a Copérnico de publicar su obra,
siendo consciente de que aquello le podía acarrear problemas con la
Iglesia Católica; por desgracia, a causa de una enfermedad que le
produjo la muerte, no alcanzó a verla publicada. Copérnico aún estaba
trabajando en el De revolutionibus orbium coelestium , cuando en 1539
Georg Joachim Rheticus, un matemático de Wittenberg, llegó a
Frombork, (en una gira de visita a diversos astrónomos) y el estudio
con ellos), se convirtió en el pupilo de Copérnico, viviendo con él por
dos años, tiempo durante el cual escribió un libro, Narratio Prima
(primer recuento), resumiendo la esencia de la teoría de Copérnico.
El sistema Heliocéntrico - De Revolutionibus Obium Coelestium
En 1542 Rheticus publicó un tratado de trigonometría escrito por
Copérnico . bajo gran presión por parte de Rheticus, y habiendo visto la
reacción favorable del público frente a su trabajo, Copérnico finalmente
accedió entregar el libro a su amigo cercano Tiedemann Giese, obispo of
Chełmno (Kulm), a ser entregado a Rheticus para ser impreso por
Johannes Petreius en Núremberg. La primera edición del De
Revolutionibus aparece en 1543 (el mismo año de la muerte del autor),
con una larga introducción en la que dedica la obra al Papa Pablo III,
atribuyendo su motivo ostensible para escribirla a la incapacidad de los
astrónomos previos para alcanzar un acuerdo en una teoría adecuada de
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los planetas y haciendo notar que si su sistema incrementaba la
exactitud de las predicciones astronómicas, esto permitiría que la
Iglesia desarrollara un calendario más exacto (un tema por entonces de
gran interés y una de las razones para financiar la astronomía por parte
de la Iglesia).
El trabajo en sí estaba dividido en seis libros:
1º). Visión general de la teoría heliocéntrica, y una explicación corta de su concepción del mundo.2º). Básicamente teórico, presenta los principios de la astronomía esférica y una lista de las estrellas.3º). Dedicado principalmente a los movimientos aparentes del Sol y a fenómenos relacionados.4º). Descripción de la Luna y sus movimientos orbitales.5º). Explicación concreta del nuevo sistema.6º). Explicación concreta del nuevo sistema (continuado).
El significado de la obra era poner en tela de juicio, “que el hombre
está en el centro del Universo para contemplarlo” significa ir en contra
del más grande de los ideales: “el de la contemplación por parte del
hombre de la majestuosidad de los cielos hechos por Dios”. La
importancia de la obra de Copérnico es ser una obra revolucionaria,
precursora de grandes cambios científicos. Dicho carácter
revolucionario no está sólo en sus escritos sino en poner en marcha
unos caminos que romperán las barreras del pensamiento. No debemos
olvidar que la obra de Copérnico sigue ligada al mundo antiguo, ya que
ciertas premisas platónicas siguen vigentes en su pensamiento como los
dos grandes principios de uniformidad y circularidad.
Sin embargo con su obra se afianza otra gran idea propia de la
modernidad: la naturaleza va perdiendo su carácter teológico, el
hombre ya no es el centro del universo, sino que Copérnico le desplaza a
una posición móvil, como la de cualquier otro planeta. A partir de
Copérnico se desencadena la idea de que el hombre ahora está
gobernado por su razón, que será la facultad del ser humano que hace
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que tome parte en el ordenamiento del Universo. Así el hombre pasa a
ser un ser autónomo que basa dicha autonomía en su capacidad de
raciocinio. La razón humana puede ahora apoderarse de la naturaleza:
dominarla y controlarla. Así el hombre deja de ser el centro físico del
Universo para convertirse en el centro racional del Universo. A partir de
ahora nos enfrentamos al mundo, no contemplándolo, sino
construyendo hipótesis a través de las capacidades del hombre, que,
contrastadas con la naturaleza se podrán dar por válidas o no.
Sistema copernicano dibujado por Andreas Cellarius
La difusión de la teoría copernicana se lleva a cabo sobre un fondo
político e histórico en el que es de importancia fundamental el problema
religioso existente desde 1517 con la irrupción en escena del
luteranismo. El 13 de diciembre de 1545 se inició el Concilio de Trento,
que después de veinticinco sesiones, con su final en 1563, deja
establecida la reforma radical de la Iglesia e impone un programa de
recuperación y defensa del dogma frente al mundo reformista. Píus V y
Gregorius XIII, entre 1566 y 1585 culminarán el proceso de recuperación
de la Iglesia católica en la segunda mitad del siglo XVI, solventado los
problemas de disensión interna y de jerarquía. Difunden la enseñanza
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eclesiástica y recuperan importancia e influencia en los países en que la
creencia protestante se había hecho fuerte.
Pero los sucesos acaecidos en los cielos durante a finales del siglo
XVI y las observaciones que Copérnico hizo de estos, minaron
ciertamente la autoridad y credibilidad de la filosofía que sustentaba la
astronomía ptolemaica. La Iglesia protestante paulatinamente se rinde
ante la situación y su oposición al heliocentrismo desaparece. Se da un
vuelco en la situación. A partir del final de siglo XVI será la Iglesia
Católica la que, utilizando su poder organizado en la Inquisicion,
convertirá al heliocentrismo en el enemigo más inmediato.
En cualquier caso no todo deben ser reproches a la Iglesia Católica,
porque si bien posteriormente la obra de Nicolás Copérnico fue
condenada, fue esta misma Iglesia Católica la que permitió que el
científico pudiera concebir, escribir y publicar.
La biografía de Nicolás Copérnico está enormemente influenciada por
la Iglesia desde el momento en el que con diez años queda huérfano y
es acogido por su tío, canónigo, que un tiempo después llegaría a ser
Obispo. Sería su tío Lucas quien tuviera prevista una larga etapa de
formación académica en universidades de prestigio como las de
Cracovia y Padua, y además sería gracias al respaldo de la Iglesia de
Roma y a sus posesiones por lo que Nicolás Copérnico (y su familia) no
debieron volver a preocuparse por los aspectos materiales de su vida,
pues tendrían ingresos garantizados. La educación que su tío le
proporcionó fue la que hizo posibles las observaciones de los cielos y los
estudios sobre astronomía que Copérnico realizó por las mejores
Universidades de Europa.
A la muerte de su tío Lucas en 1512, los sucesivos obispos confiarán
en Copérnico, bien como canciller, bien como administrador o visitador,
y comenzará para él una época de actividad que casi podría describirse
como febril. Durante los siguientes veinte años al menos, Nicolás
Copérnico deberá atender a la administración de bienes y servicios de la
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diócesis, llevará a cabo intensas gestiones diplomáticas y además de
todo eso, observará el cielo, anotará pacientemente posiciones del SOL,
días y horas de eclipses, ocultaciones y conjunciones, y comprobando
pacientemente y de forma minuciosa cada dato conocido irá elaborando
su obra magna, el “De Revolutionibus”. Sólo utilizó tres instrumentos:
el Cuadrante, el Astrolabio y el “instrumento paraláctico”. Con ellos,
desde su torre, observará Sol, Luna y estrellas durante esos años. La
última observación que utiliza en el “De Revolutionibus” es del 12 de
marzo de 1529 y lo es del planeta Venus. Por entonces debía estar
finalizando su redacción y tenía ya 56 años.
Prácticamente todos los especialistas piensan que “De
Revolutionibus” estaba acabado en torno a 1530. Pero Copérnico no lo
publica. Que se sepa, ni intenciones de hacerlo tuvo. ¿Por qué
Copérnico, que llevaba quizás 20 años o más trabajando en esa obra, se
mostraba indeciso para publicarla? Él mismo esbozará algunos motivos
en la dedicatoria del “De Revolutionibus”, pero, ¿por qué? Sólo caven
hipótesis: Los datos que profusamente utilizaba en su obra provenían
de las obras antiguas y, por consiguiente, podían tener errores notables
acumulados; por otro lado estaba el problema de la reforma religiosa
planteada por el luteranismo y la sensación de vivir un periodo de
ortodoxia cambiante en el que, quizás - y Copérnico sí que dio siempre
muestras de portarse así - lo mejor era guardar cierta distancia y
prudencia respecto a ciertas formulaciones que pudieran “herir
sensibilidades filosóficas o religiosas”. Si a todo esto se añade (¿por
qué no creerlo, si él mismo lo dice?) sus veleidades elitistas inspiradas
en el secretismo pitagórico, quizás podamos hacernos una idea de por
qué su obra “De Revolutionibus” permaneció probablemente otra
docena de años oculta.
El libro apareció impreso en la imprenta de Petreus en mayo de 1543.
La edición incluía la advertencia al lector redactada por Osiander, la
carta que el cardenal Schönberg había escrito a Copérnico en 1536 y
una dedicatoria del propio Copérnico al papa Paulus III, que será el
texto que ahora nos ocupa. Todos los documento citados son de
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suprema importancia, pero el tercero destaca por encima de los otros
dos por ser en el que Nicolás Copérnico nos dice algo sobre la génesis
de su trabajo.
En la dedicatoria de Copérnico a Paulus III, el autor primeramente da
por cierto que poner en movimiento la TIERRA causará peticiones de
condena, por lo que durante largo tiempo dudó si darlo a conocer u
operar al estilo pitagórico. Además, hace saber al Papa cómo y por qué
se le ocurrió poner a la TIERRA en movimiento. En primer lugar, con el
sistema dice que los matemáticos no están de acuerdo con las
investigaciones ya que no se ponían de acuerdo en la duración del año,
inseguros de los movimientos del SOL y la LUNA respectivamente.
Además, para explicar sus teorías utilizan distintos supuestos y
demostraciones (sin unificar una serie de principios válidos
universalmente). Admiten muchas cosas que contravienen los primeros
principios acerca de la regularidad del movimiento de los astros, y
tampoco han sido capaces de hallar lo más importante, “la forma del
mundo y la inmutable simetría de sus partes”.
La obra de Nicolás Copérnico y los cambios que propone se proyectan
sobre el estado anterior de la astronomía y sobre el entramado
científico y filosófico que con él se asociaban. En el texto que ahora
comentamos, el autor hace un breve repaso por todas aquellas partes
de la astronomía anterior a él que quedan obsoletas a partir de sus
descubrimientos: la inseguridad sobre los movimientos del SOL y la LUNA
(ya que sus movimientos anuales no se podían establecer con
seguridad), la explicación del movimiento de los planetas tampoco
resultaba aceptable ya que no se utilizaban los mismos supuestos para
todos ya que en unos casos se utilizan círculos homocéntricos, en otros
excéntricos, epiciclos, etc., y sobre todo, que el Universo era tomado
como un sistema por partes que carece de unidad. De esta manera, al
final del texto, el autor reflexiona y explica que la astronomía que le
precedía era confusa en el sentido de que no se seguían principios
seguros sino que en unos casos se utilizaban unas explicaciones, en
otros otras, y que por lo tanto se llega a un “método” incompleto, ya
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que si las hipótesis que se plantearon fuera ciertas, ciertamente podrían
demostrarse con facilidad.
Las ideas principales de la obra de Copérnico, que se oponen a las
anteriores a él, son entre otras, su idea de preservar la unidad de
movimientos y crear un sistema de círculos más racional. El
helioestatismo y el heliocentrismo no son las premisas sino la
conclusión. Además, elimina los ecuantes de la astronomía porque no
parecen respetar los principios básicos de Platón. Cambia también de
hipótesis y toma la de que el SOL permanece quieto y la TIERRA se
mueve, con una serie de movimientos distintos: el movimiento de
rotación, el de traslación y el de declinación que sirve para explicar los
equinoccios. Para esto, Copérnico plantea sus hipótesis: que no existe
un centro único de todas las esferas celestes, y que además el centro de
la TIERRA no es el centro del Universo, sino el centro lunar y el centro de
gravedad.
1. Todas las esferas giran en torno al Sol, que es el centro de giro
de ellas, y el SOL está en las proximidades del centro del universo;
supera el problema del paralaje si pensamos que las estrellas están a
una distancia muy superior a lo que se pensaba anteriormente. Además,
cualquier movimiento que parezca realizado en la esfera de las estrellas
no es tal; sino que lo que se mueve es la TIERRA, que gira cada día y da
una vuelta completa, mientras que la esfera de las estrellas está
inmóvil. De esta misma manera, los movimientos del SOL no se deben a
él, sino a la TIERRA que gira en torno a él, del mismo modo que el resto
de planetas; y los movimientos retrógrados y directos de los planetas no
se deben a ellos, sino al rotar de la TIERRA en torno al SOL. Vemos por lo
tanto que el plantear la hipótesis de que la TIERRA SE MUEVE sirve para
explicar muchas de las irregularidades de los movimientos del Universo:
elimina antiguos problemas y herramientas complicadas como los
ecuantes, las esferas celestes, etc.
De esta manera se llega a la conclusión de que la idea principal de
Nicolás Copérnico fue la de conservar y analizar las ideas y principios de
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la Antigüedad pero con otra hipótesis: la del movimiento de la TIERRA
alrededor del SOL. Ptolomeo sólo ofrece una caja de herramientas para
resolver problemas, mientras que Copérnico unirá todos esos problemas
para dar una configuración completa del Sistema Planetario. Por eso se
insiste en que la importancia fundamental de Copérnico no fueron sus
ideas en sí, sino lo que éstas significaron para abrir paso a los
descubrimientos astronómicos posteriores.
El legado de Nicolás Copérnico está considerado como el fundador de
la astronomía moderna, proporcionando las bases que permitieron a
Newton culminar la revolución astronómica, al pasar de un cosmos
geocéntrico a un universo heliocéntrico y cambiando irreversiblemente
la visión del cosmos que había prevalecido hasta entonces. Así, lo que
se conoce como Revolución Copernicana es su formulación de la teoría
heliocéntrica, según la cual, la TIERRA y los otros planetas giran
alrededor del SOL. (1)
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1) En memoria de Nicolás Copérnico , el 15 de febrero de 2010, la UIPAC nombra al elemento 112 de la Tabla Periódica como Copernicio (Cn), anulando el nombre primitivo de Ununbio (Uub), peso atómico 277, radioactivo.
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OTRA MIRADA A LA REBOLUCIÓN CORPERNICANA
Cuando pensamos en una revolución, tendemos a pensar en un
momento definido en el que todo cambia. Sin embargo, al examinar una
revolución de cerca, puedes ver que de hecho tiende a ser lenta en
llegar y que conduce a un complejo reordenamiento del pensamiento.
Lo que llamamos revolución copernicana es un perfecto ejemplo de
esto. Aunque Nicolás Copérnico realizó la mayor arte de su trabajo a
principios del siglo XVI, su revolución de hecho comienza en el siglo II
a.C., salta hasta el siglo XVI, donde toma velocidad, y finalmente
“descansa” en 1992, durante el siglo XX.
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En cuanto a la revolución copernicana, concierne al propio
Copérnico, por supuesto, así como a otros científicos famosos, un
filósofo, la Iglesia Católica, al SOL y a todos los planetas que se conocían
en el siglo XVI. Engaños, política y el castigo de dos discípulos de
Copérnico —uno sufrió arresto domiciliario y el otro fue quemado en la
hoguera, aunque para ser honestos, la filosofía copernicana sólo fue una
parte de las causas de su muerte, son parte de esta fascinante historia.
Pero para entender por qué se le concede a Copérnico el nombre de
una revolución, tenemos que retroceder en la historia y entender la
percepción que se tenía del universo. Aunque no tenían instrumentos
para observar el cielo, los antiguos griegos habían identificado varios
planetas y sabían que viajaban a través del cielo; la palabra planeta
proviene de la palabra griega que significa “errante”. Para explicar lo
inexplicable, la gente creaba mitos, y así los griegos explicaban el
movimiento del SOL diciendo que el dios griego Helios se despertaba
con el cacareo de los gallos y conducía un carro de fuego tirado por
cuatro caballos a través del cielo cada día. Cuando alcanzaba su palacio
en el Oeste, usaba un bote dorado para cruzar el océano hasta su
palacio oriental. Así repetía el mismo viaje al día siguiente.
El mito fue finalmente reemplazado por la ciencia. El estudio de los
cielos, que pronto se llamaría astronomía, fue una de las primeras
ciencias en desarrollarse. La gente comenzaba a comprender que los
movimientos en el cielo eran predecibles y que por lo tanto podían
estudiarse. También comprendieron que las observaciones de las fases
de la luna podían anotarse —y predecirse— con un calendario.
Hacia el siglo II d. C., Claudio Ptolomeo, un astrónomo y geógrafo
griego nacido en Egipto, expuso la idea de que los cielos consistían en
una serie de esferas que rotaban y que contenían y movían los planetas
y las estrellas. Creía que los planetas y el SOL orbitaban alrededor de la
TIERRA en este orden: Mercurio, Venus, SOL, Marte, Júpiter, Saturno. Su
sistema predecía movimientos planetarios, eclipses y muchos otros
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acontecimientos celestiales, y durante casi 1.500 años fue la mejor
explicación que había para lo que ocurría en el Universo.
EL CALENDARIO QUE USAMOS HOY
En el año 46 a. C., Julio César introdujo el calendario juliano (con 365
días y un día extra añadido al cuarto año, —o bisiesto), y es la base del
que usamos hoy en día.
Durante generaciones la labor principal de los astrónomos fue
desarrollar y mantener tablas en el calendario, un elemento vital para el
éxito agrario así como en los campos de batalla, e importante también
para la sincronía adecuada de las observancias religiosas
EL DESPERTAR TRAS LA EDAD MEDIA
En el tiempo de Nicolás Copérnico (1473-1543), Europa emergía de un
periodo en el que había habido pocos avances en ciencia, arte o
literatura. Sin embargo, en el siglo XVI, la Reforma Católica estaba en
marcha. De nuevo empezaba a valorarse la erudición, y los intelectuales
comenzaban a revisar de nuevo los escritos clásicos.
El tío de Copérnico, un obispo, consiguió que lo hicieran canónigo de
Frombork, Polonia, un puesto que conservó de por vida. Debido a que
las obligaciones eran pocas y el sueldo era adecuado, Copérnico pudo
perseguir su interés por la astronomía. Aunque las complejas
matemáticas de Ptolomeo que explicaban gran parte de lo que ocurría
en el cielo aún eran el paradigma, los astrónomos, incluido Copérnico,
estaban comenzando a evaluar de nuevo algunos aspectos del trabajo
del astrónomo griego. Había observaciones que no encajaban con lo que
veían y había cálculos matemáticos que no cuadraban. Copérnico
también se sintió intrigado por una teoría que el astrónomo griego
Aristarco (cerca 310- 230 a. C.) había expuesto: el universo no giraba en
torno a una tierra estacionaria y sugería que el SOL era el centro del
Universo. Copérnico comenzó a trabajar con la idea de que los planetas
—incluyendo la tierra— giraban alrededor del SOL. Hacia 1513 Copérnico
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estaba listo para compartir con los demás un breve resumen de sus
nuevas ideas.
Con el tiempo, Copérnico formalizó su pensamiento sobre el
movimiento de las esferas celestiales. En la primera sección del libro,
Nicolás Copérnico introdujo su creencia de que el Universo era
heliocéntrico (el SOL era el centro). El 95 por ciento restante del libro
estaba dedicado a fórmulas matemáticas que apoyaban su hipótesis.
Aunque muchos de sus modelos geométricos estaban basados en gran
medida en Ptolomeo, // Copérnico quería explorar si las distancias
secuenciales de los planetas así como sus periodos orbitales podían
calcularse más precisamente con una perspectiva heliocéntrica que con
una geométrica en la que la TIERRA fuese el centro del Universo.
Quizá fuese su sensación de deber hacia la Iglésia que le había dado
los medios para estudiar, o quizá fue por temor a que lo catalogaran de
lunático o herético, Copérnico no intentó publicar su trabajo.
Ciertamente, esta decisión se podría haber visto afectada por el hecho
de que la información en aquellos días se extendía fundamentalmente
de boca a boca. Pocas personas sabían leer, y como los trabajos
eruditos de la época se escribían en latín, la audiencia para el material
escrito era muy limitada.
Sin embargo, otros creyeron que era importante que Copérnico
publicara su trabajo. George Joachim Rheticus (1514-1574), un profesor
de matemáticas en la Universidad de Wittenberg, había conocido a
Nicolás Copérnico en 1539, y Copérnico le había permitido que
publicara su primer informe sobre su trabajo. Quizá debido a que no
hubo gran controversia con la publicación de la primera entrega a
Rheticus, Copérnico permitió que llevara el manuscrito completo de
“Sobre el movimiento de las esferas celestiales” a Nuremberg, la
localidad más cercana donde podía imprimirse el libro.
Las obligaciones magisteriales de Rheticus evitaron que se quedara
para supervisar el proceso y le pidió al clérigo luterano Andreas
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Osiander (1498-1552) que se hiciera cargo de la impresión. Sin que
Rheticus ni Copérnico fuesen conocedores de ello, Osiander insertó un
prefacio sin firmar en el libro declarando que el autor no afirmaba que
la TIERRA de hecho se moviese alrededor del SOL... simplemente era una
buena hipótesis en la que basar modelos matemáticos eficientes.
Debido a que el prefacio iba sin firmar, muchos asumieron que estaba
escrito por Copérnico, dando credibilidad por tanto a la afirmación de
Osiander de que a idea de un universo heliocéntrico era tan solo una
sugerencia, por lo tanto sirvió para cambiar el mensaje.
La historia está dividida en cuanto al efecto de las acciones de
Osiander. Algunos sostienen que este prefacio minimizó la sorprendente
información, y como resultado, los científicos se pusieron a trabajar
directamente sobre la nueva hipótesis sin preocuparse de las reacciones
ya que la veían como una hipótesis, no como una verdad. Otros escriben
que al hacer lo que hizo, Osiander borró el mensaje de Copérnico. Fuese
cual fuese el efecto, hacia 1543, cuando el libro se publicó, Copérnico se
estaba muriendo. Se dice que recibió una copia del libro publicado en su
lecho de muerte, pero no sabremos nunca si esto fue así.
Desde nuestra privilegiada posición actual es fácil encogerse de
hombros y decir: ¿Por qué no comprendieron rápidamente que
Copérnico tenía razón?»
Pero para las personas del siglo XVI, el pensamiento de la TIERRA
orbitase alrededor del SOL era absurdo, y la idea de Copérnico no hizo
mella. Desde el punto de vista científico, eran tiempos primitivos. Todas
las observaciones del cielo se hacían a simple vista ya que no había
telescopios ni equipo científico avanzado. Si la TIERRA, como Copérnico
sugería, daba vueltas, ¿por qué no se caía nadie? Aún si no entraban en
este asunto, se podían preguntar porqué al lanzar una fecha hacia el
cielo caía en el mismo lugar tal y como Aristóteles había señalado. Para
los contemporáneos de Copérnico, esto probaba que la TIERRA no se
había movido mientras la flecha volaba. La oposición era enorme e
incluía a los intelectuales de la época, los líderes religiosos, y a los más
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importante, a los seguidores de las enseñanzas de la Biblia, pues se
interpretaba que las ESCRITURAS SAGRADAS aseguraban que el SOL
“gira” alrededor de una TIERRA inmóvil.
MUERTO PERO NO OLVIDADÓ
Pero Nicolás Copérnico y sus ideas estaban destinados a no ser
olvidados. El noble y astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601) realizó
avances en el campo que permitieron que otros continuaran, explorando
estas teorías.
Desde la adolescencia, Tycho se interesó por la astronomía Sus
observaciones de una nova (1572) y de un cometa (1577 comenzaron a
interesarlo por el sistema planetario. En la época, los astrónomos creían
que cada planeta giraba dentro de su propia esfera, pero Tycho
concluyó que si un corneta podía pasar a través de los cielos sin apenas
esfuerzo, entonces las esferas que se pensaba albergaban a los
planetas alrededor de la tierra probablemente no existían en absoluto.
La obra de Tycho llegó a ser conocida por el rey danés, quien le dio
dinero para construir un observatorio y también le concedía la isla de
Hveen, donde construirlo. Tycho creó instrumentos muy avanzados y
usó un cuadrante (un instrumento para medir la altitud de los cuerpos
celestiales, usando un arco graduado de 90 grados con un radio móvil)
para registrar la posición de todo desde dos ángulos diferentes. Tycho
incluso registró las variaciones de sus materiales al ver que el metal
encogía un poco durante las frías noches danesas. Finalmente inventó
un sextante (un instrumento de navegación que contenía un arco
graduado de 60 grados, usado para medir las distancias angulares de
los cuerpos celestiales y así determinar la latitud y la longitud ), que
suministraba mayor precisión.
Tycho también instituyó la práctica de observar algo en más de una
ocasión y usando diferentes instrumentos. (Por contra, Copérnico gastó
poco tiempo observando los cielos y se basó fundamentalmente en
observaciones hechas por otros.)
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Tycho estaba en desacuerdo con Copérnico en cuanto al movimiento
de la TIERRA. En su opinión, sus mediciones mostraban que la TIERRA
estaba inmóvil y que la LUNA y el SOL orbitaban alrededor de ella, Los
otros cinco planetas eran satélites del SOL, que los transportaba en su
órbita alrededor de la TIERRA
Tycho Brahe murió en 1601, y su obra fue heredada por su ayudante,
Johannes Kepler (1571-1630), un diestro matemático alemán que se
había unido a Tycho dos años antes. Kepler heredó del astrónomo una
gran cantidad de los datos más precisos jamás obtenidos de las
posiciones de los planetas, y en su obra, Kepler hizo nuevos
descubrimientos. Fue Kepler el que dedujo que los planetas se movían
en órbitas elípticas (la ley de las elipses) en lugar de, como habían
asumido todos los que le habían precedido, circulares. Hoy sabemos que
los planetas no se mueven en elipses perfectas debido a la atracción
gravitaciorial de otros planetas. Sin embargo, el descubrimiento de
Kepler fue muy importante porque rompió con el hechizo que ejercían
los círculos. Las otras dos leyes de Kepler fueron la de las áreas iguales
—una línea imaginaria trazada desde el centro del SOL al centro del
planeta barre áreas iguales en tiempos iguales— y la ley de los
periodos, esto es, el tiempo requerido para que un planeta dé una
vuelta alrededor del sol —el cuadrado del periodo orbital de un planeta
es directamente proporcional al cubo le la longitud del semieje mayor
de su órbita.
Kepler escribió La armonía del mundo, que explicaba la aritmética del
descubrimiento de Copérnico de que cuanto más lejos está un planeta
del SOL, más tiempo tarda en completar una órbita. Entonces en 1615,
1620 y 1621, Kepler publicó su Epítome de Astronomía Copernicana.
En 1631, un año después de la muerte de Kepler, un astrónomo
francés, Pierre Gassendi (1392-1655), se convirtió en el primer
observador en la historia en ver el planeta Mercurio cruzando el círculo
del SOL, cumpliéndose así una predicción hecha por Kepler. El resultado
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de esta revelación fue que el trabajo de Kepler sus teorías fueron
tomados muy en serio.
BRUNO Y EL MENSAJE COPERNICANO.
Aunque solo unos pocos conocían a Copérnico y su mensaje, su
influencia no se limitaba a los científicos. Giordano Bruno fue un filósofo
italiano renacentista que incorporó las teorías de Copérnico a sus
escritos. Como filósofo, y no científico, ignoró los cálculos matemáticos
que concentraban la atención de los astrónomos escribió sobre su
creencia de que el Universo era infinito (un concepto revolucionario
para su época) y que las estrellas eran de hecho otros soles en los
confines infinitos del espacio. También creía firmemente en la teoría
copernicana de un Universo heliocéntrico. Avanzó la visión copernicana
de que la TIERRA no era el centro del Universo y creía que la TIERRA
giraba alrededor del SOL, y que la rotación diurna de los cielos era una
ilusión causada por la rotación de la TIERRA alrededor de su eje.
Bruno enseñó y viajó por Europa, pero era una figura controvertida
que parecía encontrar problemas allí donde iba. En 1591, tras la muerte
del conservador papa Sixtus V (1590), Bruno creyó que la Inquisición
perdía fortaleza y que sería seguro, después de haberse mostrado
franco en su crítica a la Iglesia, vuelver a Italia.
Desafortunadamente para él, la Inquisición aún lo buscaban. Fue
arrestado en 1592 y extraditado a Roma, donde fue encarcelado durante
seis años. Finalmente se le concedió una audiencia y se le dio la
oportunidad de retractarse de sus ideas, entre ellas el apoyo a
Copérnico. Tras negarse a renunciar a sus opiniones, fue declarado
“hereje”, fue transferido a las autoridades seculares y quemado vivo en
hoguera el 17 de febrero de 1600. (1).
Aunque la ciencia durante mucho tiempo ha afirmado que Bruno
murió por sus creencias copernicanas, el cargo contra él estaba
relacionado con su enseñanza de que Jesús no tenía cuerpo físico y que
su presencia física era una ilusión. Aunque no hay duda de que su
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copernicanismo fue un factor en su juicio por herejía, no fue el problema
principal. En 1603 todos los escritos de Bruno fueron incluidos por la
Iglesia en una lista de obras prohibidas; y siguieron en esa lista durante
casi cuatrocientos años.
Aunque Bruno ofendió a muchos de múltiples maneras, Galileo Galilei
(1564-1642), que realizó grandes avances para la ciencia, fue
condenado a sufrir el castigo por solo una cosa: demostrar que
Copérnico tenía razón. Pero de Galileo Galilei se hablará en otro
capitulo, pues es digna de narrar su odisea con la Inquisición.
“EN NOMBRE DE DIOS”
Y volviendo al caso concreto de Giordano Bruno, hay algo grandioso
en la actitud de este hombre antes de ser quemado vivo, al
contemplarle allá en la lóbrega sala, solitario, en presencia de sus
inexorables jueces, sin acusador, sin testigos, sin defensor, sólo los
enlutados familiares del Santo Oficio se deslizan furtivamente a su
alrededor. Se le dice: los verdugos y los útiles del tormento están abajo
en el sótano. Y se le dice sencillamente que se ha atraído vehementes
sospechas de herejía, puesto que se ha dicho que hay otros mundos
además del nuestro. Se le pregunta: Si se retracta y abjura de su error.
Bruno le responde: que no puede ni quiere negar lo que sabe que es
cierto, y tan vez dice que ellos también, en su interior, tienen la misma
creencia. // Que contraste entre esta escena de honor, de firmeza
inquebrantable, de apego a la verdad, de aquella otra que tuvo lugar
quince siglos antes en el atrio de Caifás, el príncipe de los apóstoles,
cuando cantó el gallo: “ ¡Y volviéndose el Señor, miró a Pedro!” (San
Lucas 22,61). Y sin embargo, sobre Pedro ha fundado la Iglesia que (en
nombre de Dios), con el derecho de ejerce la felonía para quemar vivo a
Giordano Bruno por defender la verdad dada y contrastada por las
matemáticas y la Ciencia.
LA MAGNITUD DE LA TIERRA
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Destronar a la TIERRA de su posición central del sistema dominante,
por culpa de Copérnico, parecia que era rebajarla en sus pretensiones a
las mirada divinas y alarmaron ilimitadamente a la Iglesia Católica. Y los
que esto difundieron fueron acusados de herejes, blasfemos y ateos por
el Clero.
Y en este ambiente de “caza de herejes” surgió en el siglo XVII otra,
no menor, discusión sobre la magnitud de la TIERRA vista desde el SOL.
Un sagaz matemático determinó un cálculo de tal magnitud, que
escandalizó, otra vez más, con la BIBLIA en su mano, a los eclesiásticos
de la Iglesia Católica.
Dicho cálculo fue muy similar al que aquí a continuación se expone.
Hoy se sabe que la TIERRA tiene un diámetro de 12.756 Km., y la
distancia al SOL es de 149.600.000 Km. Si dividimos el diámetro por la
distancia al SOL, hallamos la constante siguiente:
Ct = 12756 Km / 149600000 Km = 8,52674 x 10^(-5)
Por otra parte, el punto que se halla entre paréntesis ( . ) tiene
aproximadamente 1 mm de diámetro. Si lo observamos en la pantalla
del ordenador desde una distancia de 2 pies (ingleses) = 609,6 mm. Lo
veremos algo más pequeño. En este caso se procede también a
determinar la constante correspondiente, dividiendo el diámetro del
punto por la distancia dada de dos pies, esto es:
Cp = 1mm / 609,6 mm = 1,64042 x 10^(-3)
Ahora se procede dividir la constante del punto (.) por la constante
hallada de la TIERRA, sale el dato siguiente:
M = Cp / Ct = 1, 64042 x 10^(-3) / (8,52674 x 10^(-5)) = 19,24 veces
Este dato, nos indica que a la distancia de 2 pies, vemos el círculo del
punto arriba expuesto es casi veinte veces mayor que el círculo (cara)
que la TIERRA nos muestra vista desde una distancia igual a la que se
halla ella del SOL; comparable un tenue grano de polvo suspendido en
el aire alumbrado por los rayos del SOL-
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1) “No matarás….” es el Quinto Mandamiento de la Ley de Dios Nuestro Señor, recogido y grabándolo en las Tablas de la Ley entregadas a Moisés en el monte Sinaí.
“Al tercer día, por la mañana, hubo truenos y relámpagos, y una densa nube sobre la montaña” (Exodo 19-10). Y habló Dios todo esto, diciendo: Yo soy el Señor tu Dios…., no tendrás otro Dios que a mí. No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios…. Acuérdate del día del sábado para santificarlo… Honra a tu padre y a tu madre… No matarás….No robarás…No testificarás contra tu prójimo falso testimonio… No desearás la casa de tu prójimo…, ni la mujer de tu prójimo… (Exodo 20, 1-17)
Esta Ley fue confirmada por Jesucristo; “No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla” (San Mateo 5-19).
“La Inquisición” jamás cumplió la palabra ni los preceptos de la Ley de
Dios”, sino que cometió la felonía de cometer crímenes “en nombre de
Dios”. A todos aquellos que “creía o convenía” acusarlos de “herejes”:
no los mataban, sino los quemaban vivos en hogueras, para después
quedarse con sus bienes, dejando en desamparo a la familia, sin miaja
de misericordia. Hoy día, las almas, de todos estos “apóstoles” del mal
no están en Gloria Celestíal, están penando su castigo en los círculos del
infierno que, tan descriptivamente, nos dejó escrito Dante en la “Divina
Comedia” Y esta plaga de miserables durante siglos impunemente
estuvieron cometiendo delitos imperdonables.
Charles Darwin, si hubiera nacido en Valladolid o en cualquier ciudad
castellana en el siglo XVI o XVII, nunca hubiera tenido la oportunidad de
embarcar en ningún Beagle: antes, la Inquisición le habría echado la
zarpa, por “hereje”. No hay más que repasar la historia de la
investigación científica en ESPAÑA para darse cuenta qué, ante
cualquier iniciativa científica, presto fue ahogada “en nombre de Dios”.
Fue uno de los motivos por el que se inició el derrumbe de España en el
siglo XVII. // La Iglesia siempre fue pendenciera y dañina para con la
Ciencia.
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¿Quién fue el cardenal Roberto Belarmino?
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Roberto Belarmino fue un arzobispo, inquisidor y cardenal de la
Compañía de Jesús, que defendió la fe y la doctrina católica durante y
después de la Reforma Protestante, por lo que fue llamado el "martillo
de los herejes". Nació el 4 de octubre del año 1542 en Montepulciano,
comuna de la región de la Toscana, en el centro de Italia. Era sobrino
materno del papa Marcelo II (1555). Desde niño se destacó por su gran
inteligencia.
El
“Santo
Oficio”
en
contra
de la
Cienci
a
y
de la
Libre
Occión
El cardenal Roberto Belarmino “Martillo de herejes” que quemó a Giordano Bruno por “hereje”
Giordano Bruno, astrónomo, filósofo y religioso, quemado vivo por el Santo Oficio el 17 de febrero de 1600 en Roma.
Se propuso seguir la vida religiosa, pero recordando las enseñanzas de su
piadosa madre, que le había enseñado cuán efímeros son los honores del mundo,
quiso optar por una comunidad donde no pudiera ser nombrado obispo ni
cardenal. A pesar de la oposición de su padre, en 1560 fue recibido en la
Compañía de Jesús en Roma y en 1570 fue ordenado sacerdote en Gante,
Bélgica.
Dio clases en la prestigiosa Universidad Católica de Lovaina. Durante
este tiempo se dedicó también a aprender el idioma hebreo y a estudiar a
fondo la Sagrada Escritura y los escritos de los Santos Padres. Enseñó
teología, filosofía, matemáticas y astronomía.
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Escribió dos catecismos (uno resumido y uno explicado), que estuvieron en
vigor hasta san Pío X.1 También compuso numerosas obras de apologética. Estos
libros llegaron a ser muy exitosos y populares entre los sacerdotes y catequistas,
que se basaban en ellos para encontrar los argumentos necesarios para la
enseñanza de la correcta doctrina y para la defensa de la fe católica.
Especialmente son notables sus Controversias en cuatro volúmenes. Colaboró
en la nueva edición de los Setenta (la biblia griega); en la corrección del
Martirologio; en la redacción de la Ratio Studiorum (el plan de estudios) de la
Compañía de Jesús. También intervino en la edición de la Biblia Vulgata (latina).
En sus últimos años se centra principalmente en obras devotas y espirituales,
entre las que sobresale su Comentario a los Salmos, del que se hicieron 30
ediciones. Muy en contra de sus deseos personales, fue nombrado obispo y
cardenal. Se dedicó a evangelizar a las personas de su diócesis con gran celo.
En 1598, se le encarga la dirección del proceso de la Inquisición contra
Giordano Bruno (quien tras su negativa a retractarse de sus ideas sobre
los múltiples sistemas solares y la infinitud del universo, pasaría ocho
años en prisión y sería quemado vivo en la hoguera). En 1616 el Santo
Tribunal hace un análisis de la teoría heliocéntrica expuesta por Nicolás
Copérnico y que empezaba a tener mucha fama en el ámbito científico,
filosófico y teológico. De acuerdo a la experiencia cotidiana y por ciertos pasajes
de la Sagrada Biblia, se llegó a la conclusión de que esta teoría, aunque no era
herética, era contraria a las Escrituras y falsa en la filosofía, por eso,
Belarmino es mandado a que poco después se haga firmar a Galileo Galilei, para
no exponer su teoría como verdad absoluta, sino como una hipótesis,
puesto que las pruebas todavía no se asentaban a su favor.// El papa Paulo V le
pidió que volviera a Roma, donde se hizo cargo de la Biblioteca Vaticana. Murió
en Roma el 17 de diciembre del año 1621.Fue beatificado y canonizado por
el papa Pío XI en 1930. Fue declarado doctor de la Iglesia en 1931. Un
“santo” con pecado prójimo quemado.
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Trazas de la Historia científica // Oviedo, 15 de marzo de 2010 Víctor M. Cortijo Rubín de Celis
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