francisco tario
Cultivador de la narración fantástica,
Francisco Tario sembró desde su inicio
como escritor, la seducción del misterio en su
literatura. Nadie tenía noticia de él en ese
ámbito y ningún trabajo había llevado antes
ese seudónimo con el que se presentó y se le
conoce, -Francisco Peláez era su nombre
real. Nace en 1911 en la ciudad de México.
Antes de su incursión en las letras había
destacado como portero de fútbol.
Era Tario un personaje que nutrió su
sensibilidad artística desempeñando otras
actividades, como la de astrónomo, pianista
y hasta propietario de una sala
cinematográfica.
Su primer trabajo aparece en 1943 bajo el
título de La noche, un volumen que conjunta
quince cuentos en los que construyó para
cada uno de ellos un pequeño drama casi
siempre doloroso, fatal, grotesco, nunca feliz
ni gracioso, y lo cuenta en la mayoría de los
casos, desde dentro de ellos. En esta serie
de relatos encontramos títulos que
comienzan con La noche. La noche del
féretro, La noche del buque náufrago, La
noche del loco, La noche del perro o La
noche del muñeco, a excepción del cuento Mi
noche.
A la publicación de La noche, en el mismo
año siguió la novela Aquí abajo, después con
el título de Equinoccio publicó una obra que
se caracteriza por contener la llamada
escritura fragmentaria. Si bien Tario ante
todo es considerado cuentista, en Equinoccio
incluye aforismos , epigramas y prosas
breves. Sobre la escritura fragmentaria se
puede decir que ésta tiene dos rostros, una
es de escritura abierta y no conclusiva, la
otra, es cerrada y dogmática, propia de las
consignas políticas o de los refranes
populares.
En los textos que escribió posteriores a
Equinoccio y Acapulco en el sueño, Tario tuvo
una enorme preocupación por el acabado de
sus obras. De 1943 a 1952 publica la
mayoría de sus libros, entre ellos Breve
diario de amor perdido y Tapioca Inn.
Mansión para fantasmas. Es en 1968 que
aparece Una violeta de más, el último libro
que publica en vida. En los últimos años de
su existencia, se dedicó a escribir la novela
Jardín secreto, la cual permaneció inédita,
inacabada y al menos, según se sabe por
testimonios de familia, en tres versiones
distintas.
A finales de los ochenta la publicación de
Entre tus dedos helados y otros cuentos,
llamó de nuevo la atención sobre este autor
que desde su muerte en 1977 había caído en
el olvido. Tario era apenas considerado una
curiosidad literaria. Esa antología provocó el
rescate de tres obras de teatro que habían
permanecido inéditas, El caballo asesinado,
Terraza con jardín infernal y Una soga para
Winnie, asimismo, se publicó Jardín secreto,
la novela inédita. Aunque ya se le incluye en
las antologías del cuento mexicano del siglo
xx, ya no se le considera tampoco una
simple curiosidad y críticos como González
Dueñas, Alejandro Toledo y Vicente Francisco
Se dice que la edición de Jardín secreto, a
dos años de ser publicada, se fue al molino
casi entera.
Sin duda una tarea pendiente sigue siendo la
publicación de las obras completas de este
autor.
francisco tario
En el concierto:
La voz femenina:
—¡Qué buen
pianista es, qué
bárbaro! Fíjate
cómo está con las
manos para acá,
para allá, para acá,
para allá, para allá,
para acá, para acá,
para allá…...
A pleno día.
El psiquiatra: —Desnúdese.
La histérica: —¡Imposible!
El psiquiatra: —Me desnudaré yo, entonces.
La histérica: —Como usted guste…
(El psiquiatra se desnuda).
El psiquiatra: —¿Ve usted qué sencillo?
La histérica: —¡Asombroso! Probaré yo a hacerlo.
(Se desnuda. Suena el teléfono).
El psiquiatra: —Sí, señor, inmediatamente. (A la paciente) Le
habla su marido.
(La histérica toma el audífono)
La histérica: —¿Eres tú, queridito?
La voz lejana: —Soy yo, ¿no te da vergüenza?
(La histérica se mira).
—¿Ni siquiera pensaste en los niños?
(Pausa).
—Y por si fuera poco, ¿no sientes frío?
La histérica: —Perdóname; no siento frío. ¿Me perdonas ?
La voz lejana (Tras un silencio): —Está bien, te perdono. ¡Que no
vuelva a repetirse!
(La histérica deja el audífono y se vuelve. Da un grito,
cubriéndose. Está en una zapatería).
Sintió pasos en la noche y
se incorporó con sobresalto.
—¿Eres tú, Cordelia? —
dijo.
Y luego:
—¿Eres tú? Responde.
—Sí, soy yo —le replicó ella
desde el fondo del pasillo.
Entonces se durmió. Pero a
la mañana siguiente habló
con su mujer –que se
llamaba Clara– y con su
sirvienta –que se llamaba
Eustolia.
Leonora Carrington
Esto me preocupaba. ¿Efectivamente, era así?
—Si te contara—argüía—que te amo a ti infinitamente más que a él, ¿qué dirías?
—Diría que has pecado y que deberás hacer la primera comunión cuanto antes.
Y la hice. Y no fue posible nunca nunca que se llevaran a cabo los propósitos de mi
madre.
¡Acuérdese usted! Éramos alrededor de una docena y nos sentábamos en la última
banca. Debe usted perdonarme: me distraían sus hermosos ojos azules.
Lo primero que oí de Beethoven fue que era sordo. Después, que era sucio,
horrible y muy desdichado. Una tarde —ahí si no sé en qué parte— escuché algo
de su música. Alguien pedía:
—Que se salga el niño.
Un pariente de mi padre me llamaba "El Bandido Terrible".
—Aquí estoy bien, gracias—dije.
Y me senté con las botas sobre el asiento.
Fue la primera vez que sospeché muy oscuramente que debería existir una calle
dolorosa y sin sombra, de muy extraña topografía, por donde Beethoven, el sordo,
debería haber paseado en un tiempo.
—¿Y qué tal que
estirásemos un poco las
piernas?
—La idea —subrayó el
otro— me parece
magnífica.
Y los dos caballeros
estiraron las piernas —que
eran de goma— y las
pusieron después a secar
en un árbol.
—¡Córtame por favor este
hilo! —Y la esposa fue con las
tijeras y se lo cortó.
Pero aquella noche no hubo
recepción ni nada que se le
pareciera, puesto que el
farmacéutico primero, el
doctor después y, por fin, el
sastre, no acertaron a
contener la espantosa
hemorragia.
Leonora Carrington
"Venga a tomar un café con..."
Los miércoles de cada semana de octubre y noviembre
se realiza una conversación entre escritores y el público que
acude al café Zuani, en la ciudad de Toluca. En medio de un
ambiente informal, relajado, Alejandro Ostoa, Janett Sánchez,
Enrique González y Alfonso Vírchez han compartido sus
inquietudes, sus experiencias y sus trabajos con un público
atento y participativo.
El ciclo de charlas con escritores es una propuesta inicial que los
autores han retomado para, cada uno a su manera, establecer el
diálogo con los asistentes: Alejandro Ostoa fue el conductor de
una reseña histórica del teatro en México a inicios del siglo XX,
mientras que Janett Sánchez ofreció un recital poético. Enrique
González se extravió en un galimatías y Alfonso Vírchez empleó su
vasto recurso verbal para hacer comprensible el valor del silencio.
Las últimas semanas de este primer ciclo reservan algunas
sorpresas: el 10 de noviembre Sandra
Tourlay presentará un recital en el que integra
música y lectura dramatizada, Víctor Osorio
ofrecerá una muestra de su trabajo literario y Elías Jaramillo, por
su parte, compartirá la aventura de volar alternadamente en dos
campos: como poeta y como editor independiente en una
tierra aparentemente desierta.
Si tiene usted la oportunidad, le invitamos a que asista y haga
suya esta propuesta. La cita es los miércoles de noviembre, a las
19:00 horas, en el café Zuani, "el café con arte". Villada 302,
casi esquina Constituyentes, en la ciudad de Toluca.
Alejandro Ostoa y la historia
del teatro en México.
Janett Sánchez
Alejandro Ostoa
Areli Ramírez y su hija
escuchan a Janett Sánchez.
Zuani, el café con arte.
Zuani, el café con
arte, presenta:
Miércoles de Jazz, a
partir de las 21:30,
con
El Quinteto de
casa.
Además la trova de
Paco Caribe, los
viernes, 21:00
horas.
A
A
M
M
I
I
G
G
O
O
S
S
D
D
E
E
L
L
O
O
A
A
J
J
E
E
N
N
O
O
Textos tomados de aquí y allá.
I
Tenía una sonrisa extraña, peculiar, aún recuerdo:
mostraba la calma de la mar, en noches de luna clara. Sin
embargo, su calidez era lejana, distante, como si el fulgor
de sus ojos dijera: "Ahí quédate, no te acerques".
Cruzaba una mano sobre otra, reposadamente, mientras
el paisaje ambarino liberaba sus llanuras y sus campos,
su verdor y sus árboles, atrás de ella, habitando el
horizonte. Jamás me dijo su nombre, pero algunos la
llaman “Mona Lisa”.
II
Tenue aroma despedía el clavel en sus cabellos, negros como la
noche oscura, dispuesta al amor y los secretos, dichos al oído, bajo sábanas olorosas a
jazmín y azucena. Cuando la miró el pintor, la recostó y pintó vestida, pero también
desnuda. Entonces, entre el escándalo de los siglos, la nieve de su piel llegó a mis ojos.
III
Apuró el vino del dolor hasta descubrir la poesía del tulipán y el perfume del
hueledenoche. Sepultó sus triunfos y fracasos y una mañana, muy de mañana, cuando
aún el rocío olía a luna y estrellas, emprendió el camino por la vida para deshacer
entuertos con lanza, locura y nobleza.
IV
Bajo un ciprés, descansaba el caballero de tanto andar. Los ojos, cerrados; la espada,
recargada al árbol; la lanza, a sus pies y; el caballo, atada la cuerda a un tronco.
Reposaba su fatiga y hacía mal, pues la muerte lo sorprendió descuidado.
V
Y el mendigo soñaba viandas, acompañadas de vino tinto, pero despertó.
VI
De tanto mirar al cielo se convirtió en árbol y quedó a merced del talador.
VII
Nutría con tiempo sus pensamientos hasta que el tiempo lo desnutrió. Se ajaron sus
mejillas, le creció la barba y dedicó el resto de sus días a pedir limosna.
Presentamos a ustedes un puñado de mini-ficciones que nos envía Leonardo Compañ
Jasso, desde la ciudad de Cuernavaca, Morelos, hasta donde enviamos nuestro
agradecimiento. Asimismo acusamos recibo de un mini-texto de Gerardo Sifuentes, el cual
incluímos con todo gusto.
Leonora Carrington
VIII
Leía al fondo de su bacín de plata, alrededor del
ojo labrado “te estoy viendo”, antes de dejar
correr el oro de su soledad. Después, volvía al
lecho y se soñaba princesa.
IX
El brillo de su rosa de rubíes perfumaba la luna
con el fuego intenso del amor hecho piedra.
Para honrarlo la doncella tomó su daga de fina
hoja labrada en plata y le ofrendó la sangre de su corazón.
X
<<De grande seré militar>> escribió cuando era niño. <<Y conquistaré un
imperio…>> siguió escribiendo y describiendo hasta que acabó siendo escritor. Pero
usó la pluma como espada.
XI
-Caballero… ¿dónde está tu caballo?
-Bajo mi corazón.
-¿Y tu corazón?
-Montado en mi caballo.
XII
Desde el ojo de la catedral, miraba el Reino de Dios. Y, maravillada, dos
lágrimas de orín rodaron por sus mejillas de gárgola.
XIII
Liberó al viento lo único que le quedaba: el nombre.
XIV
Se alimentaba con luz y trabajaba durante muchas horas, con tal eficiencia
que produjo un corto circuito. Como era de esperarse, acabó en la basura.
Leonora Carrington
INTENTO
Cual si fuera ave que baja a beber está la garza hincada en su pedestal
bemboleándose. Se yergue la insensata, regodeandose de su efímera
pose. Volteándose cual dama de primera le dice al cazador que la espía: -
¡Corre¡ Coge el fusil e híncamelo en mi lánguido cuerpo, antes de terminar
bajo las aguas que me entumen.¡Corre, apresurate! ¿Qué, no ves que me
mojo? ¡Vaya, además de ciego, tunco y cojo debes ser sordo!
Gherardo 59.
A
A
L
L
O
O
S
S
P
P
O
O
S
S
I
I
B
B
L
L
E
E
S
S
L
L
E
E
C
C
T
T
O
O
R
R
E
E
S
S
:
:
Letras volantes es una publicación
no lucrativa, cuya finalidad es
compartir el cada vez más
limitado placer de la lectura.
Nuestro objetivo es elaborar una
publicación participativa, lúdica,
variada.
Letras volantes no tiene costo, se
edita con la ayuda voluntaria de
quienes deseen integrarse a este
esfuerzo.
Invitamos a todos cuantos se
interesen a que envíen sus
opiniones, sugerencias
o colaboraciones a la siguiente
dirección electrónica:
¡Hasta la próxima!
LETRAS VOLANTES
D
D
E
E
S
S
A
A
L
L
I
I
D
D
A
A
:
:
Ofrecemos una sincera disculpa por el retraso en
esta entrega y como siempre, agradecemos la
correspondencia y comentarios de nuestros
amigos lectores.
Deseamos continuar con esta propuesta.
Recibiremos con gusto y agradecimiento sus
comentarios, sugerencias y colaboraciones.
¡Hasta pronto!
Leonora Carrington