Revista de Estudos e Pesquisas sobre as Américas V.13 N.2 2019 ISSN: 1984-1639
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La Continuidad del Neoliberalismo en Chile: ideas, instituciones e
intereses.
Recebido: 23-02-2019
Aprovado: 21-04-2019
Aldo Madariaga1
El surgimiento del neoliberalismo ha sido un fenómeno ampliamente estudiado, no así
su continuidad en el tiempo (Madariaga, 2018). Buena parte de la literatura en economía política
de los años ochenta y noventa se dedicó a estudiar la emergencia del neoliberalismo y las fuerzas
detrás de su implementación (e.g. Haggard y Kaufman, 1992; Smith, Acuña, y Gamarra, 1994;
Domínguez, 1996; Murillo, 2001). Sin embargo, a partir de la década de los dos mil la literatura
giró para intentar comprender lo que parecía una creciente resistencia al neoliberalismo (Roberts,
2008; E. Silva, 2009), el retorno de la izquierda (Levitsky y Roberts, 2011) y la emergencia de un
nuevo modelo de desarrollo neo-desarrollista (Bresser-Pereira, 2007). Algunos autores incluso
sugirieron que se había entrado en una era post-neoliberal (Macdonald y ckert, 2009; Rovira,
2011). Sin embargo, luego de la crisis económica global de fines de los dos mil y ante la
constatación de que el neoliberalismo no había cedido, la literatura volvió a girar, esta vez para
intentar comprender la continuidad del neoliberalismo (p. ej. Crouch, 2011; Mirowski, 2013;
Blyth, 2013).
No es difícil enumerar las razones por las cuales Chile constituye un caso crucial para
analizar las dinámicas de continuidad y cambio del neoliberalismo. Este país no sólo fue el
primer caso de transformación neoliberal radical en el mundo, sino también, fungió bajo la férrea
y sangrienta dictadura de Augusto Pinochet, como laboratorio y caldo de cultivo de muchas de
las recetas económicas que serían divulgadas más tarde como el canon a seguir tanto en el mundo
1 Chileno, PhD en Economía y Ciencias Sociales (Universität zu Köln, Alemania). Profesor Asistente, Centro de
Economía y Políticas Sociales (CEAS), Universidad Mayor, Chile, e Investigador Adjunto, Centro de Estudios de
Conflicto y Cohesión Social (COES), Chile. Entre sus publicaciones se cuenta "Variedades de capitalismo y su
contribución al estudio del desarrollo en América Latina" Política y Gobierno, 25(2): 441-468, 2018. Contacto:
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en desarrollo como desarrollado (Boas y Gans-Morse, 2009; Fourcade-Gourinchas y Babb 2002;
Harvey, 2007). Más aún, a pesar de las muchas correcciones introducidas a lo largo de los años,
la continuidad de los pilares básicos de la política económica heredados de la dictadura de
Pinochet se mantienen incólumes (ver entre otros, Madariaga, 2017; Silva, 1996; Solimano,
2012; Taylor, 2006; Weyland, 1999). Los gráficos 1 y 2, muestran dos medidas de continuidad
del neoliberalismo, el índice de progresión de las reformas económicas elaborado por el BID y el
índice de libertad económica elaborado por la conservadora Fundación Heritage. La línea negra
muestra promedios simples que incluyen a 19 y 9 países de la región, respectivamente. Como
puede observarse, Chile se mantiene ampliamente en calidad de líder de la región
latinoamericana con una trayectoria que resalta por su continuidad en el tiempo. La misma
destaca sobre otros países que han compartido con Chile las posiciones de liderazgo, pero que
han cedido dicha posición al frenar el impulso reformista o al introducir derechamente modelos
de desarrollo alternativos. En el caso del indicador de la Fundación Heritage con cobertura para
otras regiones, Chile mantiene su liderazgo, encontrándose consistentemente entre los veinte
países del mundo con mayor libertad económica desde los inicios del indicador.
Gráfico 1: Índice de reforma económica, países seleccionados de América Latina
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Fuente: elaboración propia en base a datos de Lora (2012).
Gráfico 2: Índice de Libertad Económica, países seleccionados de América Latina
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Fuente: elaboración propia en base a datos de Fundación Heritage, https://www.heritage.org/index/
Desde la ola de protestas iniciadas a inicios de 2010 y con la elección a la presidencia en
2013 de la Nueva Mayoría que incluía entre sus filas al partido comunista y presentaba un
programa de gobierno que ambicionaba una transformación sustantiva de esta trayectoria de
continuidad, diversos actores presagiaron la "caída del modelo" (Mayol, 2012), y los analistas
más conservadores vieron seriamente amenazada la continuidad de lo que consideraban el
"milagro chileno" (Kaiser, 2013; O‟Grady, 2014). Sin embargo, el agotamiento del ciclo de
protestas y la posterior moderación de la coalición de gobierno volvieron a poner en el tapete la
continuidad de la trayectoria neoliberal chilena. Como aseveró Enrique Correa, un ex-ministro de
los primeros gobiernos de la Concertación y uno de los principales ideólogos de la transición a la
democracia y de la mantención de la herencia de la dictadura afirmó:
“Nada de lo que ha hecho el gobierno [de Bachelet], ni de lo que propone el gobierno, pone en
duda los cuatro pilares fundamentales sobre los cuales nuestra economía reposa: un banco central
autónomo, un sistema financiero sólido, una regla fiscal que todos respetan y una economía
abierta" (Quezada, 2014).
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La elección en 2017 del empresario Sebastián Piñera para un segundo gobierno, vino a
asegurar nuevamente que el mentado cambio de rumbo no se produjera.
En este contexto, resta preguntarse ¿cómo explicar la continuidad del neoliberalismo en
Chile? En este artículo me propongo contestar esta pregunta analizando diversos períodos que
ofrecieron posibilidades de ruptura con esta trayectoria desde la vuelta a la democracia en Chile:
el primer gobierno democrático que siguió inmediatamente la caída de la dictadura, los gobiernos
del giro a la izquierda durante los años dos mil, y el gobierno de la Nueva Mayoría en 2014-2017.
El artículo se organiza de la siguiente manera: en la siguiente sección se elabora una propuesta
teórico-metodológica para analizar este proceso. La misma se basa en la idea de la existencia de
tres pilares del neoliberalismo: ideas, instituciones e intereses. A continuación se analizan
sucesivamente, siguiendo este marco analítico, los tres períodos mencionados anteriormente,
ofreciendo evidencia de la operación de los tres pilares. Finalmente, ofrezco una conclusión que
resume el operar de estos pilares en el caso chileno, e incentiva a expandir este marco analítico de
manera comparativa al estudio de otros países con trayectorias de continuidad y cambio
neoliberal.
¿Cómo explicar la continuidad neoliberal? Una visión holística
En un artículo ya clásico, Peter Hall (1997) identificó tres argumentos causales como los
ejes típicos de las explicaciones en economía política comparada: las ideas, las instituciones y los
intereses. En efecto, las explicaciones para el surgimiento del neoliberalismo tienden a agruparse
en alguna de estas categorías (ver Campbell y Pedersen, 2001). Siguiendo este argumento, y con
la intención de proveer una explicación holística de la dinámica del neoliberalismo en Chile y su
continuidad en el tiempo, en este artículo argumento que se puede entender estos tres factores
como los tres pilares en los que descansa la dinámica de continuidad neoliberal, en concreto:
ideas económicas, instituciones políticas e intereses empresariales. Estos tres pilares se refuerzan
entre sí, complementando sus fortalezas y debilidades, y supliéndose cuando uno de ellos no está
presente o falla.2 En los párrafos siguientes desarrollo, a partir de la literatura específica a cada
2 La idea de los tres pilares la tomo de Gerschewski (2013) quien resumió de esta manera las explicaciones
contrastantes que ofrecía la literatura para entender la continuidad de los regímenes autoritarios.
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uno de estas explicaciones, las características de ellas y cómo contribuyen a la continuidad del
neoliberalismo en el tiempo.
Las ideas afectan la realidad porque delinean “los sentidos más elementales que hacen
posible la acción individual y colectiva” (Hall, 1997, p. 184-5). Una característica fundamental al
momento de entender las ideas como un pilar del neoliberalismo es su poder de persuasión y su
capacidad de generar dominancia o hegemonía (Schmidt, 2008). En el primer caso, diversos
autores han establecido que por su simplicidad y cercanía al sentido común, las ideas neoliberales
tienen una particular capacidad de resonancia en la discusión pública (Schmidt y Thatcher, 2013;
Blyth, 2013). Por otro lado, unido a su capacidad de persuasión, las ideas neoliberales se han
hecho hegemónicas, esto es, han logrado desplazar otras ideas y excluirlas como ilegítimas
(Blyth, 2002; Jacobs, 2014). En este sentido, las ideas permiten no sólo convencer a actores de la
oposición de la bondad de adoptar políticas neoliberales en contraste con otras políticas, sino que
también adquieren un peso que permite reducir el espacio para pensar sobre alternativas al
mismo.
En la economía política marxista se denomina a este proceso típicamente como
hegemonía, esto es, se concibe el poder de la clase dominante como un proyecto cultural
(Gramsci, 2012). De manera alternativa, desde la sociología económica Nigel Thrift (2005) ha
desarrollado el concepto de "circuitos culturales", espacios de circulación que coadyuvan en el
tránsito y canalización de ciertas categorías morales, en este caso aquellas relacionadas con el
funcionamiento de las economías de mercado, a través de la élite y del público en general. Dos
instituciones clave para ello en la sociedad actual son la educación y los medios de
comunicación. En este artículo, me concentro en la relación entre las ideas y la continuidad del
neoliberalismo a través de la educación.3
Existe una vasta literatura dedicada a analizar distintas facetas de lo que denominamos el
pilar ideacional del neoliberalismo (e.j. Ban, 2016; Bockman y Eyal, 2002; Centeno y Silva,
1997; Domínguez, 1996). A partir de esta literatura, argumento que para analizar el efecto de las
3 Para investigación sobre el neoliberalismo y los medios de comunicación, ver Phelan (2014), Pedroso Neto y
Undurraga (2018).
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ideas sobre la continuidad del neoliberalismo se necesita observar tres procesos.4 En primer lugar,
la traducción y adaptación de las ideas neoliberales a las prácticas locales, y su
institucionalización en organizaciones donde la élite es socializada, principalmente
organizaciones de educación superior y departamentos de economía. Segundo, la socialización
propiamente tal de las élites locales en distintos espacios, donde estas pasan a compartir un marco
normativo y una visión del mundo –y de la política económica– que las hace erosionar sus
diferencias partidistas o intereses dispares. Finalmente, es necesario observar el proceso a través
del cual estas élites colonizan las principales posiciones de toma de decisión en el gobierno. El
resultado del proceso final es una fuerza que hace al neoliberalismo prevalecer debido al
convencimiento de los rivales políticos y a la falta de ideas alternativas que permitan proponer
otro tipo de políticas.
La segunda explicación de la continuidad del neoliberalismo se basa en las instituciones
políticas. Estas afectan la manera en que distintos intereses son agregados y representados, así
como también sus recursos de poder, de tal manera que condicionan su posibilidad de influir en el
proceso de elaboración de la política pública (Spiller, Stein, Tommasi y Scartascini, 2008). Las
instituciones políticas pueden crear verdaderos "poderes de veto" sobre la continuidad o cambio
de la política pública, esto es, "actor[es] individual[es] o colectivo[s] cuyo acuerdo es necesario
para tomar una decisión política" (Tsebelis, 1995: 293). Así, la estabilidad de la política pública
crece en la medida que existan más actores de veto, mientras más consistentes sean sus
posiciones políticas, y mientras mayor sea su cohesión interna. Más aún, la institucionalización
misma de la política pública, que genera ganadores y perdedores, convierte a los actores
beneficiados en actores de veto de facto, que permite solidificar ciertas políticas públicas e
inducir trayectorias marcadas por cambios incrementales en vez de cambios disruptivos (Pierson,
2004; Pierson, 2000).
Las instituciones políticas pueden sesgar la representación de aquellos actores que
apoyan y quienes se oponen al neoliberalismo, y/o empoderar actores de veto para bloquear
cambios a las políticas neoliberales. La continuidad del neoliberalismo en este caso, no deriva de
4 Diversos autores han subrayado el hecho que analizar el poder explicativo de las ideas independiente de otros
factores, es una actividad compleja. En este artículo sigo las recomendaciones de Tannenwald (1999), Jacobs (2014),
y Schmidt y Thatcher (2013).
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la inexistencia de alternativas, sino de la incapacidad de aquellos actores que apoyan esas
alternativas de tener influencia en el proceso de la política pública. Evidencia positiva de la
operación de este pilar institucional es la existencia de sesgos de representación sistemáticos que
favorezcan a quienes apoyan el neoliberalismo. La ocurrencia de cambios una vez que dichas
limitaciones institucionales son eliminadas constituye una evidencia adicional de la operación de
este pilar. Las instituciones políticas también pueden afectar la continuidad de las políticas
neoliberales por medio de la generación de patrones de colaboración y negociación entre distintas
posiciones políticas que faciliten la convergencia de visiones (ver Flores-Macías, 2012). En este
caso, resulta importante, aunque difícil empíricamente, distinguir el consenso inducido por
instituciones políticas que obligan a la negociación entre partes que mantienen sus posiciones de
origen, del consenso inducido por el aprendizaje, convencimiento y persuasión, propios del pilar
ideacional.
El tercer pilar del neoliberalismo tiene que ver con los intereses y el poder del
empresariado. Las políticas económicas distribuyen poder y recursos entre distintos grupos
sociales con diferentes intereses y preferencias de política (Hall, 1997: 175). Entre ellos, los más
importantes son los empresarios debido a la posición crucial que detentan en el proceso
productivo. Siguiendo los análisis de Ricardo y Marx, teorías de la economía política
internacional deducen los intereses de diversos actores desde su posición en la estructura
económica, analizando la manera en que dicha posición y el poder de diferentes sectores o
industrias específicas influye en al adopción y cambio de la política económica. Los sectores o
industrias que se espera favorezcan políticas neoliberales como la reducción de subsidios
estatales, el libre comercio y la desregulación financiera, incluyen aquellos con una alta
movilidad en sus activos (por ejemplo, los sectores financiero y comercial), sectores cuyos
procesos productivos son más divisibles y móviles (la industria ligera) y sectores
internacionalmente competitivos (exportadores en general) (Frieden, 1991; Shafer, 1994; Silva,
1996). Por el contrario, los enfoques constructivistas privilegian una aproximación más inductiva
a los intereses de diversos sectores. Esto debido a que, argumentan, más allá de las posiciones en
la estructura económica, diversos contextos políticos pueden inducir cambios de preferencias o
procesos de formación de preferencias que contradicen las expectativas establecidas en base a la
pura deducción (Kingstone, 2001; Schneider, 2004).
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Ahora bien, el poder económico –p.ej. el peso de un sector en el PIB o en las
exportaciones de un país– no es en sí mismo suficiente para explicar la influencia de ciertos
actores empresariales en la mantención del neoliberalismo en el tiempo. En este contexto, los
conceptos de poder empresarial –estructural e instrumental– se hacen fundamentales para
comprender los canales concretos de influencia que tienen dichos intereses (Fairfield, 2015a;
Fairfield, 2015b). El poder estructural del empresariado deriva de su capacidad de afectar la
economía a través de la desinversión y huelgas del capital, esto es, de provocar la ralentización de
la actividad económica y el desempleo. El poder estructural está estrechamente asociado con las
percepciones de las autoridades de gobierno y sus perspectivas de reelección y apoyo ciudadano,
especialmente sensibles al desempeño económico: cuando los gobiernos perciben que las
amenazas del empresariado son creíbles, tenderán a evitar la implementación de reformas que se
perciban como perjudiciales a los intereses empresariales, permitiendo de este modo al
empresariado limitar la agenda política. El poder instrumental, por otro lado, se refiere a la
habilidad del empresariado de afectar el proceso mismo de la política pública a través de, entre
otros, vínculos partidistas, control de medios de comunicación y expertiz técnica.
Ambas fuentes de poder empresarial se refuerzan mutuamente (Fairfield, 2015a; 2015b):
el control de los medios de comunicación, expertiz técnica y diferentes tipos de lazos políticos
pueden ayudar al empresariado a canalizar mejor sus amenazas de desinversión y fuga de capital;
por otro lado, la sola posibilidad de la fuga de capital puede hacer que las autoridades se sientan
más abiertas a invitar al empresariado a participar en el proceso de elaboración de la política
pública.
Este pilar asociado a los intereses y poder del empresariado implica que el
neoliberalismo se mantiene en el tiempo porque empresarios con preferencias por políticas
neoliberales ejercitan su poder estructural e instrumental para bloquear cambios. Evidencia de la
operación de este mecanismo es, por ejemplo, la existencia de amenazas de desinversión por
parte del empresariado seguidos de cambios en las políticas previamente propugnadas por un
gobierno, o evidencia de involucramiento del empresariado en el diseño de la política pública a
través de distintos canales. Por otro lado, medidas de poder económico y concentración industrial
en sectores que favorecen políticas neoliberales apoyan las tesis sobre el poder ciertos sectores
específicos al interior del empresariado.
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Estos tres pilares del neoliberalismo se complementan de diferentes maneras. Los
intereses empresariales constituyen el soporte económico del neoliberalismo y proveen el
impulso para invertir en políticas económicas e instituciones específicas. Cuando el empresariado
cuenta con un alto poder, puede influenciar directamente el proceso político haciendo prevalecer
de esta manera sus preferencias entre las autoridad de gobierno. Las instituciones políticas
refuerzan el poder empresarial estableciendo controles al involucramiento en el proceso político
de actores críticos del estatus quo. Por otro lado, en momentos en que el poder empresarial es
bajo, estas instituciones proveen una salvaguardia contra el reemplazo de las políticas
neoliberales por parte de fuerzas políticas opositoras. El empresariado también provee la fuerza
para movilizar las ideas neoliberales, mientras que estas ideas permiten al empresariado traducir
sus intereses de manera relativamente coherente en políticas concretas y justificaciones para su
implementación. Cuando el empresariado es exitoso a la hora de movilizar estas ideas, estas
permiten, entonces, legitimar la existencia del neoliberalismo y de las instituciones que limitan la
representación de la oposición. Finalmente, las instituciones proveen el espacio para la
cristalización de las ideas neoliberales, y de este modo, constituyen canales para afianzar la
sobrevivencia de estas ideas independiente de la continua movilización de dichas ideas por parte
del empresariado.
Los tres pilares en acción: explicando la continuidad del neoliberalismo en Chile
Además de su trágico registro en términos de violaciones a los derechos humanos, la
dictadura militar de Augusto Pinochet (1973–1989) se hizo famosa mundialmente por desatar las
fuerzas que pusieron en marcha los tres pilares del neoliberalismo, ideas, instituciones e intereses.
En primer lugar, un grupo de economistas entrenados en la Universidad de Chicago –los
"Chicago Boys"– con estrechas relaciones con el empresariado doméstico e internacional,
lograron seducir a Pinochet y orquestar una completa reestructuración de la política económica en
Chile (Valdés, 2003). Con su ayuda, Pinochet lanzó un proyecto hegemónico basado en las ideas
provenientes de la economía monetarista y el laissez-faire enseñados en Chicago. Las profundas
reformas que siguieron en el sector de la educación superior formaron parte de una estrategia
explícita que buscaba resocializar a la élite local en las premisas de Chicago (Monckeberg, 2005).
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Lo más significativo del período fueron los cambios ocurridos en la Universidad de Chile, la
universidad más influyente del país y cuna de sus élites políticas e intelectuales.
Luego del golpe de septiembre de 1973, las autoridades militares rápidamente
intervinieron las Facultades de Economía Política y de Economía y Administración, hogares de la
economía marxista y el estructuralismo latinoamericano respectivamente. Mientras la primera fue
cerrada y sus académicos perseguidos, la última fue virtualmente refundada convirtiéndose en un
semillero de Chicago Boys. Las nuevas autoridades de la universidad llevaron a cabo una
verdadera razzia al interior de la facultad, y constituyeron la punta de lanza del plan de la
dictadura para liberalizar el sector de educación superior (Monckeberg, 2005: 222). Gracias a
ello, economistas entrenados en Chicago y altos oficiales de la dictadura no sólo se hicieron del
control del principal centro de formación de profesionales de la élite y altos cuadros estatales,
sino también comenzaron a fundar universidades privadas que expandieron rápidamente la
matrícula entre la élite chilena, diseminando el enfoque de Chicago a toda una nueva generación
de economistas, líderes empresariales y políticos (Monckeberg, 2005; Undurraga, 2014: 257-8).
Siguiendo ideas provenientes de Hayek y de la escuela de Virginia o public choice sobre
la necesidad de limitar el alcance de la democracia, Pinochet también estableció una nueva
constitución política que contenía una serie de provisiones, luego conocidos como "amarres
institucionales", dirigidos a prevenir cambios importantes al entramado de políticas neoliberales y
a convertir a diferentes actores interesados en la mantención del neoliberalismo en el tiempo en
actores de veto.5 Entre las disposiciones se incluyeron un sistema electoral sui generis diseñado
para asegurar que la derecha obtuviera al menos el 50% de los asientos en el congreso y un
diseño intencionado de los distritos electorales –lo que en la literatura especializada se denomina
gerrymandering– para potenciar la representación de aquellos distritos –por ejemplo, regiones
agrícolas y con alta población rural– donde Pinochet concitaba mayores apoyos entre la
población (Londregan, 2000; Pastor, 2004; Siavelis, 2010). La constitución de 1980 introdujo
también nueve "senadores institucionales" no sometidos a votación popular, una serie de
umbrales de supermayoría o "mayoría calificadas" para ciertos aspectos claves de la legislación,
así como otros actores de veto que podían impugnar y dejar sin efecto las leyes pasadas en el
5 Para la relación entre la constitución de Pinochet y la escuela de Virginia, véase MacLean (2017).
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congreso, como el Consejo de Seguridad Nacional y el Tribunal Constitucional. En tanto ex-
presidente y comandante en jefe de las fuerzas armadas, en 1989 Pinochet tuvo el poder
constitucional de nominar directa o indirectamente a los nueve senadores institucionales, llenar la
Corte Suprema y el Tribunal Constitucional de colaboradores leales, y convertirse eventualmente
en senador vitalicio cuando terminara su carrera militar.
En términos de intereses empresariales, las reformas neoliberales de Pinochet reforzaron
el poder del sector financiero y de sectores intensivos en recursos naturales que abogaban por un
repliegue del estado de sus funciones productivas y promotoras, la desregulación a ultranza y
liberalización externa, mientras que al mismo tiempo debilitaron seriamente a aquellas industrias
que demandaban la mantención de la protección estatal (Campero, 1993; Campero, 1984; Silva,
1996). Más aún, Pinochet utilizó la privatización de empresas estatales para empoderar aún más a
los actores empresariales aliados (Montero, 1996; Schamis, 2002). Estos grupos económicos se
convirtieron en grandes conglomerados integrados verticalmente y con intereses cruzados en los
sectores de exportación de recursos naturales, servicios sociales privatizados y la industria
financiera (Lefort, 2010; Montero, 1996). Con el tiempo, estos grupos establecieron un alto nivel
de liderazgo, organización y cohesión al interior del empresariado, a la vez que reconstruyeron
sus lazos con los partidos políticos de la derecha chilena y se convirtieron en los principales
aportantes a los nuevos centros de pensamiento nacidos al alero de la reconfiguración de la clase
empresarial y la derecha política (Fairfield, 2015b; Undurraga, 2014).
Neoliberalismo en el regreso a la democracia
En 1988-1989 la oposición de centro-izquierda reunida en la Concertación de Partidos
por la Democracia, venció a Pinochet en un referendo y logró luego rescatar la presidencia en las
primeras elecciones presidenciales en 17 años, generando expectativas de reformas sustantivas al
modelo económico establecido bajo la dictadura (E. Silva, 2002; Weyland, 1999). En una época
de cruenta represión política, los economistas de la Concertación se habían transformado en la
principal voz disidente durante la dictadura militar, criticando fuertemente la orientación
económica del gobierno y llegando a proponer un modelo de desarrollo alternativo basado en una
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economía mixta con mayor presencia del Estado (P. Silva, 1991; E. Silva, 1996). ¿Como
sobrevivió el neoliberalismo este momento de cambio?
La evidencia muestra que las semillas de la hegemonía neoliberal estaban recién
floreciendo, pero aún no mostraban sus efectos en plenitud. De hecho, la mayoría de los
principales actores durante el primer gobierno de transición, liderado por el democratacristiano
Patricio Aylwin (1990–1993), no fueron entrenados en universidades colonizadas por el
neoliberalismo. La mayoría de los economistas más destacados del gobierno eran parte de una
generación que estudió en los años cincuenta y sesenta, décadas antes que las doctrinas de
Chicago permearan el sistema de educación superior en Chile, hicieron estudios de postgrado en
escuelas de "agua salada" cuando la controversia entre el keynesianismo y el monetarismo
todavía era prevalente, o fueron entrenados en escuelas derechamente heterodoxas (ver Joignant,
2011).6 Por otro lado, aquellos que sí estudiaron en Chicago llegaron a representar las corrientes
más heterodoxas al interior de la Concertación, o bien, permanecieron en posiciones periféricas
de la toma de decisiones.7
En cambio, existe amplia evidencia que el poder estructural e instrumental del
empresariado ayudó a convencer a la oposición a Pinochet, y luego a los primeros gobiernos
democráticos, de moderar sus propuestas económicas y abrazar la continuidad de las política de
la dictadura como la única manera de resguardar la recuperada democracia. Durante los años
finales de la dictadura, las preferencias del empresariado por la continuidad del neoliberalismo
fueron publicitadas permanentemente y la comunidad empresarial se unió al gobierno militar en
advertir públicamente que un futuro gobierno de la Concertación pondría en peligro el
crecimiento económico (Campero, 1993; Montecinos, 1997; E. Silva, 1996; Weyland, 1999).
Esta amenaza velada de desinversión resultó creíble para los líderes de la Concertación por
diversos motivos. En primer lugar, a partir de la experiencia de países vecinos como Argentina y
6 Por ejemplo, Carlos Ominami, Ministro de Economía (1990–92) y una figura crucial de la moderación de la
izquierda, hizo su doctorado con representantes de la escuela de la regulación francesa. 7 Un graduado de Chicago, Ricardo Ffrench-Davis, diseñó políticas heterodoxas que tuvieron una importante aunque
corta duración durante los años noventa, como el impuesto ("encaje") a los capitales de corto plazo, y estuvo detrás
del manejo del tipo de cambio desde el Banco Central. Otro graduado de Chicago con alta prominencia, Juan
Villarzú, fue vetado para el puesto de ministro de Hacienda durante el gobierno de Eduardo Frei (1994-1999) por su
colaboración temprana en el plan de terapia de shock de la dictadura. Por último, Andrés Sanfuentes, también
graduado de Chicago y participante en el plan económico inicial de la dictadura, sostuvo una posición menor como
presidente del banco estatal BancoEstado.
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Perú, existía una conciencia importante sobre el rol del empresariado en descarrilar proyectos
social-democráticos contemporáneos al propuesto por la Concertación poniendo en peligro la
recuperación democrática (p. ej. Giraldo, 1996: 254). Por otro lado, el alto endeudamiento
externo dejado por la dictadura hizo a algunos comentaristas notar que "el peligro de una fuga de
capitales sustantiva (...) ante la más mínima señal de que las cosas están yendo mal, es una
posibilidad real" (Hojman, 1990: 31, traducción mía). En este contexto, las amenazas del
empresariado se fortalecían con el miedo a una regresión autoritaria si la nueva democracia no
era capaz de asegurar la estabilidad económica.
El poder estructural del empresariado tuvo dos efectos. Por un lado, produjo una
conciencia entre las autoridades de la necesidad de seguir las preferencias del empresariado por la
continuidad del neoliberalismo. Uno de los ideólogos clave de los primeros gobiernos
concertacionistas y ministro durante el gobierno de Aylwin, reconoció que:
"Convencer a la comunidad empresarial de la habilidad de la centroizquierda para gobernar era
fundamental. Por ello, uno de los principales objetivos económicos de la transición a la democracia
fue construir la confianza del empresariado (...) Esto llevó a un mayor grado de control sobre la
política económica: una política más prudente dirigida a incentivar los negocios y la inversión"
(Edgardo Boeninger citado por Kaplan, 2013: 254).
En segundo lugar, esto permitió incrementar el poder instrumental del empresariado. De
hecho, elementos clave del gobierno de Aylwin (1990-1993) como las reformas impositiva y
laboral fueron directamente negociadas con el empresariado y la derecha en un intento por
reducir sus críticas y oposición a las reformas (Fairfield, 2015b; Frank, 2002).
Mientras que el poder empresarial actuó sobre la percepción de las autoridades
reduciendo el espacio de la agenda política e influenciando el diseño de reformas claves, un
segundo pilar del neoliberalismo, a saber, las instituciones políticas, fueron cruciales para
bloquear intentos más transformadores por parte de los grupos más progresistas del bloque de
gobierno (Barrett, 1999: 19-22).
Linz y Stepan, en su libro donde revisan la experiencia de la tercera ola de
democratización en tres subcontinentes (América Latina, Europa del Sur, y Europa del Este),
observaron que la constitución elaborada por Pinochet y las "leyes de amarre" establecidas en los
últimos años de la dictadura legaron a Chile "la formula constitucional más restrictiva para un
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nuevo gobierno democrático" (1996: 206). En efecto, existe evidencia que la constitución de
Pinochet afectó severamente la representación de distintas posiciones políticas en el congreso
durante los años noventa, aumentando el peso de la derecha, reduciendo el de la centro-izquierda
concertacionista, y dejando a las fuerzas a la izquierda de esta sin representación (p. ej. Polga-
Hecimovich y Siavelis, 2015). Esto limitó la posibilidad que las facciones más progresistas
dentro de la Concertación alteraran de manera significativa la continuidad del neoliberalismo. Un
ejemplo de ello son las leyes referidas al Banco Central.
La ley respectiva, promulgada sólo meses antes que las nuevas autoridades democráticas
asumieran el poder, estableció la autonomía del Banco Central respecto de los gobiernos de turno
y su responsabilidad exclusiva por el objetivo de la estabilidad de precios. El economista que
luego se convertiría en Ministro de Hacienda del primer gobierno democrático, Alejandro Foxley,
protestó enérgicamente esta reforma advirtiendo que iban a intentar modificar la ley "el día
siguiente que el gobierno democrático entre en funciones” (Bianchi, 2008: 15). Sin embargo, una
vez en el poder, el nuevo gobierno descartó sus planes. Otro economista de la Concertación quien
se desempeñó en el Banco Central, explicó: “estábamos convencidos que no podíamos [cambiar
la ley] porque no teníamos la mayoría en el senado, y sabíamos que íbamos a perder” (Boylan,
1998: 457).
Existe una serie de evidencias que indican también que la sobrerrepresentación de la
derecha, la subrepresentación de la izquierda y los poderes de veto en el congreso
desincentivaron a los gobiernos concertacionistas de los años noventa a enviar ciertas reformas
que consideraban muy rupturistas con el modelo económico vigente, pues estaban convencidos
que estas serían rechazadas y el solo hecho de enviarlas significaría amenazar las posibilidades de
negociación en otras áreas menos conflictivas (ver E. Silva, 2002: 244-5). Un hacedor de
políticas de la Concertación sugirió que esto fue precisamente lo que ocurrió con la posibilidad de
empujar políticas industriales más agresivas, inicialmente contenidas en el programa de gobierno
de la concertación: "cosas adicionales que quisimos hacer, pero no pudimos: políticas de
desarrollo industrial. Estaba vetado. Y si hablábamos de eso, se nos venían todos encima, toda la
prensa y el extremismo neoliberal, la UDI, etc. Y eso nos habría impedido hacer otras cosas…”.8
8 Entrevista con el autor, Santiago, 2013. Cursivas añadidas.
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En suma, en el contexto de la vuelta a la democracia, la continuidad del neoliberalismo
descansó en dos pilares: el miedo que una huelga del capital desestabilizara la frágil recuperación
democrática y la existencia de instituciones políticas que incrementaron el de poder de veto de
actores interesados en la continuidad del neoliberalismo, induciendo un patrón de negociaciones
que favoreció las preferencias del empresariado y la derecha. Así, mientras el poder estructural
del empresariado permitió reforzar la operación de la institucionalidad política legada por
Pinochet pues la Concertación no se atrevió a cuestionarla por miedo a afectar la marcha de la
economía –y con ello, de la consolidación democrática–, estas instituciones también fortalecieron
el poder instrumental del empresariado y su capacidad de incidir directamente en el diseño de la
política económica, particularmente a través de su conexión con los partidos de derecha
sobrerrepresentados en el congreso.
Neoliberalismo durante el giro a la izquierda
El año 2000, el socialista Ricardo Lagos fue elegido presidente de Chile, convirtiéndose
en el primer socialista en alcanzar la presidencia desde Allende. En 2006 otra socialista, Michelle
Bachelet, llegó a la presidencia, confirmando así la participación de Chile en lo que los analistas
denominaron el "giro a la izquierda" en la región (Levitsky y Roberts, 2011).
Lagos asumió la presidencia en el contexto de un creciente descontento social y
polarización política asociados a la primera recesión económica desde la vuelta a la democracia
relacionada con el contagio de las crisis Asiática y Rusa de fines de los noventa. En este contexto,
Lagos debió enfrentar la decisión entre mantener el curso de continuidad neoliberal de los
gobiernos pasados liderados por presidentes democratacristianos, o revitalizar los sentimientos
más progresistas al interior de la Concertación críticos del exceso de continuidad con el legado de
la dictadura pinochetista (ver Garretón, 2000). ¿Cómo actuaron en este escenario los tres pilares
para asegurar la continuidad del neoliberalismo? Los intereses empresariales volvieron a jugar un
papel crucial. En este caso, sin embargo, debido a la gradual eliminación de las instituciones
políticas que prevalecieron durante los años noventa –particularmente durante el primer gobierno
de Michelle Bachelet–, ellos fueron secundados con la consolidación de la hegemonía ideológica
del neoliberalismo.
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Durante los años dos mil, buena parte de los "amarres institucionales" dejados por
Pinochet fueron gradualmente desmantelados. La derecha se abrió a modificarlos debido a que el
dominio electoral de la centro-izquierdista Concertación logró, contrario a los cálculos iniciales,
aumentar el poder de dicha coalición en el congreso y controlar así un número significativo de los
poderes de veto heredados. En la constitución de Pinochet, los ex-presidentes tenían la autoridad
de nominar a tres senadores institucionales y convertirse ellos mismos en senadores vitalicios, a
excepción del primer presidente que siguiera la transición democrática. Esto hizo que durante el
gobierno de Ricardo Lagos, tres de los nueve senadores institucionales fueran nominados por la
Concertación, y el ex-presidente Frei asumiera como senador vitalicio. Tras la elección de Lagos,
este panorama sólo empeoraría para la derecha. Así, mientras el desafuero de dos senadores de
derecha el año 2000 dio a la Concertación una mayoría temporal en ambas cámaras,9 en 2005 se
zanjó un acuerdo constitucional para eliminar los amarres institucionales más autoritarios,
también conocidos como "enclaves autoritarios", como los senadores designados sin elección
popular y las prerrogativas del consejo de seguridad nacional (ver Fuentes 2012). A pesar de ello,
los gobiernos socialistas no cambiaron sustantivamente el curso del modelo económico heredado
de la dictadura y continuado durante la década de los noventa.
Para entender esto, debemos nuevamente recurrir a la explicación basada en los pilares
del neoliberalismo. El primer pilar en operación fue el de los intereses y poder empresarial, que
tuvo nuevamente un rol fundamental en moderar el giro a la izquierda en Chile (ver Fairfield,
2015b; Kaplan, 2013). El empresariado fue exitoso en crear conciencia entre las autoridades de la
época de las posibles consecuencias de apartarse del curso de la política económica heredado de
la dictadura y la limitada transición democrática. De hecho, desde el momento en que Lagos ganó
la elección presidencial de 1999, el empresariado y la derecha montaron un esfuerzo concertado
para atacar el programa de gobierno de Lagos, especialmente sus propuestas principales de
reforma tributaria y laboral y su agenda para reforzar las políticas redistributivas (E. Silva, 2002).
Un representante del empresariado lo puso en los siguientes términos en un encuentro
empresarial al que asistió el presidente apenas asumió la presidencia: “Lagos debe elegir entre la
ilusión distributiva y el poder telúrico del crecimiento, (...) entre liderar un gobierno que pone
9 Los senadores en cuestión eran Pinochet –debido a su proceso de extradición solicitado por el juez español Garzón,
y el subsiguiente proceso judicial que debió seguir en Chile– y el empresario Francisco Javier Errázuriz.
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trabas al sector privado o un gobierno que se alía estratégicamente con los empresarios” (citado
en Bogliaccini, 2012: 194, traducción mía). Similar al inicio de la transición democrática, esta
situación hizo que el presidente se mostrara particularmente atento a escuchar las demandas
empresariales. Como el mismo Lagos ha reconocido:
“Había algo implícito especialmente cuando yo me convertí en presidente. 'Mira lo que pasó con el
último presidente socialista. Este tipo no sabe manejar la economía'. Estábamos siempre bajo
sospecha... No tenía que convencer a la comunidad empresarial. ¡Tenía que actuar! No es una
cuestión de hablar. Los convences con lo que haces" (citado en Kaplan, 2013: 194, traducción mía).
Un punto crucial que debilitaba el programa de Lagos era el deterioro de las cuentas
fiscales debido a la crisis imperante, que aunque heredado del gobierno anterior, crispó aun más
los ánimos del empresariado y los neoliberales. En este contexto, la manera elegida por Lagos
para convencer a la comunidad empresarial fue la de conducir una política fiscal excesivamente
conservadora, incluso ante la amenaza de poner en jaque su programa distributivo y la elección
de un sucesor de su propia colección (Kaplan, 2013: 221-2). Para mostrar su compromiso, Lagos
llegó incluso a amarrase sus propias manos diseñando una regla fiscal que obligaba al gobierno a
establecer un balance presupuestario además de un superávit de un 1% del resultado fiscal. Como
resultado de esto, el gasto público, componente crucial de las promesas de campaña de Lagos, se
redujo desde un 15,1 por ciento del PIB en 2001 a sólo un 12,9 por ciento en 2005, el último año
de su presidencia.10
Al mismo tiempo, el balance fiscal primario se incrementó desde un pequeño
superávit de 0,5 porciento del PIB en 2000 a más del 5% en 2005, mientras que el desempleo se
mantenía cercano a los dos dígitos durante toda su presidencia.11
El compromiso de Lagos con
una recuperación deflacionaria dio fruto pues la economía volvió a crecer en 2004 y las críticas
del empresariado se acallaron. En una alocución ahora famosa, el presidente de la asociación de
bancos y luego presidente de la multigremial CPC, confesó que los "empresarios aman al
presidente [Lagos]" (Carvallo, 2015).
Igual al caso de los años noventa, el poder estructural del empresariado fortaleció su
poder instrumental, ofreciéndole un acceso privilegiado al diseño de la política económica.
10
Datos de CEPAL. 11
Datos de CEPAL para cuentas fiscales, y del Instituto Nacional de Estadísticas, para desempleo.
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Ejemplos de ello durante la presidencia de Lagos incluyen las reformas tributaria, laboral y
energética (Bogliaccini, 2012; Fairfield, 2015b; Murillo, 2009).12
Mientras que el poder empresarial permitió limitar la agenda de reformas y dar acceso
directo al empresariado al proceso de diseño de las políticas, un segundo pilar –esta vez el
ideacional– ayudó a moderar aún más las propuestas de reforma de los gobiernos socialistas. En
este contexto, podemos observar cuatro procesos que señalan el florecimiento de la hegemonía
neoliberal a nivel de las élites políticas y económicas.
En primer lugar, la necesidad de negociar las reformas durante los años noventa –
producto de las limitaciones establecidas en el marco institucional heredado de la dictadura–
generó procesos de aprendizaje entre las élites políticas, que produjo un sentimiento creciente de
consenso técnico a lo largo del espectro político. Un economista de la concertación que detentó
diversas posiciones en los más altos cargos de gobierno durante los años noventa, observó al
respecto:
"era una situación curiosa porque empezábamos a trabajar como adversarios, pero en medio del
proyecto te olvidas de eso y empiezas a fascinarte con la técnica legislativa y empiezas a buscar la
lógica detrás de lo que haces. Y había reuniones en que, por ejemplo, si hubiera entrado alguien de
Brasil y hubiera mirado lo que ocurría, no habría sabido quién era del gobierno y quién de la
oposición".13
Segundo, los debates al interior de la disciplina de la economía en Chile evidenciaron
una progresiva reducción de las temáticas tratadas. De hecho, la discusión en las principales
revistas locales de tópicos como la política industrial, la estructura económica y las instituciones,
o modelos de desarrollo alternativos se redujo significativamente. Usando los datos del estudio de
Meller y Bravo (2000) calculamos que la discusión sobre dichos temas en las cuatro principales
revistas de economía del país, disminuyó desde alrededor de un cuarto de los artículos publicados
en los años sesenta, a sólo un décimo en los años noventa. Tercero, los economistas pasaron a
ocupar cada vez mayores espacios dentro de la comunidad de hacedores de políticas,
particularmente en las principales posiciones ministeriales y en el congreso (Dávila, 2011;
12
Si bien ciertamente ambos tipos de poder empresarial, estructural e instrumental, se encontraban en juego durante
el período, su contribución exacta y los canales a través de los cuales el empresariado logró influenciar distintas
políticas deben estudiarse en más detalle en cada caso individual. Ver Fairfield (2015b) para el caso de la reforma
tributaria, y Bril-Mascarenhas y Madariaga (2018) para el caso de las políticas de promoción industrial. 13
Interview by the author, Santiago, 2013.
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Joignant, 2011). Por ejemplo, en el poderoso Comité de Hacienda de la Cámara de Diputados y el
Senado, legisladores con estudios de economía crecieron desde 23% y 20% de los miembros en
1990, a 54% y 80% respectivamente en 2000 (Montecinos, 2003: 41). Al mismo tiempo, los
economistas pasaron a hegemonizar las principales posiciones en la estructura de los partidos de
centro-izquierda que conformaban la Concertación, introduciendo un estilo de decisiones
tecnocrático al interior de ellos y reduciendo el espacio para el disenso en términos de las
propuestas económicas de cada partido (Dávila, 2011; Joignant, 2011; Montecinos, 2003;
Roberts, 2011).
Finalmente, este proceso fue reforzado por la maduración y acceso al poder de las
generaciones de economistas educados en los años setenta y ochenta bajo la hegemonía de las
ideas neoliberales en la academia. Este proceso se hizo más visible durante el primer gobierno
Michelle Bachelet en 2006-2009. Una nueva generación de tecnócratas reunidos en el centro de
pensamiento liberal Expansiva constituyeron el principal semillero de cuadros para el nuevo
gobierno. Si bien algunos de estos economistas habían participado en gobiernos concertacionistas
previos, con la presidencia de Bachelet alcanzaron las principales posiciones en el gabinete
económico. Más aún, a diferencia de los tecnócratas de las administraciones anteriores que
estaban fuertemente enquistados en las estructuras partidistas respectivas y previamente habían
sido más cercanos a las ideas desarrollistas, la mayoría de los nuevos tecnócratas en el gobierno
se declaraban abiertamente simpatizantes y defensores de la trayectoria de continuidad neoliberal
seguida por Chile desde el retorno a la democracia, y muchos de ellos eran independientes y/o
tenían relaciones directas con el empresariado (Silva, 2011).
La magnitud de la hegemonía ideológica que estos procesos cimentaron se pudo
observar de manera más cercana en la operación de los comités consultivos creados por Bachelet
para desarrollar propuestas de reforma en distintos ámbitos. El Comité para la reforma al sistema
de pensiones, uno de los más discutidos, es un buen ejemplo. Bachelet nominó a un grupo de
economistas asociados a las distintas corrientes políticas representadas en el parlamento para
debatir y proponer una reforma al sistema de pensiones. El informe emanado del comité resaltó
las virtudes del sistema privatizado por Pinochet a inicios de los años ochenta, y acordó no
proponer modificaciones al pilar principal del mismo basado en cuentas de ahorro individuales y
administración por parte de fondos privados, pasando por alto la evidencia acumulada en el
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tiempo que empezaba a mostrar los resultados decepcionantes del sistema y las voces críticas de
la sociedad civil que habían sido invitadas a exponer sus visiones en el consejo (Aguilera y
Fuentes, 2011). Un proceso similar ocurrió en el comité para la reforma educativa, donde las
demandas sociales (que incluían una mayor participación del Estado en la provisión de educación
y la eliminación del sistema de vouchers establecido en dictadura), fue largamente desoída,
manteniéndose en la práctica el carácter eminentemente privado del sistema y la importancia de
los mecanismos de mercado.
Neoliberalismo durante el gobierno de la Nueva Mayoría
Michelle Bachelet volvió a la presidencia en 2014, esta vez apoyada por una nueva
coalición de gobierno, la Nueva Mayoría, que incluía los mismos elementos de la antigua
Concertación más el Partido Comunista. Bachelet ganó la elección de 2013 con un discurso
fuertemente reformista, haciendo eco del descontento social manifestado en una ola de protestas
durante el gobierno anterior. El programa de gobierno incluía cambios significativos al sistema
tributario y alzas progresivas de impuestos, una reforma laboral que incrementara el poder de
negociación de los sindicatos, una reforma educativa que prohibiera las instituciones con fines de
lucro y asegurara educación superior gratuita, sin mencionar el lanzamiento de un proceso que
llevara al establecimiento de una nueva constitución política.
La magnitud de las movilizaciones sociales durante el previo gobierno derechista de
Sebastián Piñera relajó temporalmente algunas de las restricciones sobre la agenda política
impuestas hasta entonces por el fuerte poder del empresariado local (Fairfield, 2015a). Así,
mientras que la hegemonía neoliberal se encontraba bien asentada política y culturalmente, a
diferencia de su gobierno previo, las nominaciones al gabinete del nuevo gobierno de Bachelet
reflejaron un giro desde el dominio hasta ese momento de cuadros tecnocráticos hacia la
incorporación en puestos clave de colaboradores leales a Bachelet y su programa de gobierno
(Artaza y López, 2014). Más aún, la eliminación en los años anteriores de las instituciones
políticas que aseguraban la sobrerrepresentación de la derecha en el congreso, permitieron a la
Nueva Mayoría contar con una cómoda mayoría en ambas cámaras que hizo a los defensores del
neoliberalismo anticipar "el fin del milagro chileno" (Kaiser, 2013; O'Grady, 2014). En una
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alocución que habría de transformarse en un reflejo del ambiente político de la época, un aliado
de Bachelet en el senado afirmó que la Nueva Mayoría había llegado para pasar una
"retroexcavadora" sobre el legado de la dictadura militar y la continuidad de las políticas
neoliberales (El Mercurio, 2014).
Sin embargo, la coyuntura favorable se desvaneció rápidamente. En primer lugar, las
protestas se redujeron apenas Bachelet asumió la presidencia y una recesión producida por un
desfavorable escenario externo ayudó al empresariado a fortalecer su poder (Fairfield, 2015a).
Utilizando su control de los medios de comunicación, el empresariado acusó a Bachelet y sus
reformas de causar la reducción del crecimiento, advirtiendo que las reformas propuestas sólo
servirían para empeorar aún más la economía, la inversión y el empleo. Segundo, ex-ministros de
Hacienda de la difunta Concertación se unieron al clamor del empresariado y la derecha en
demandar moderación en las reformas, cuestionando la intención del gobierno de quebrar de
manera sustantiva con el consenso y la trayectoria estable de la política económica de los últimos
cuarenta años en el país. En tercer lugar, la minoría de derecha en el parlamento re-descubrió uno
de los amarres institucionales diseñados por Pinochet que no había sido desmantelado en la
reforma de 2005, a saber, el Tribunal Constitucional, y su poder de bloquear la legislación aún
después de aprobada en el Congreso. Así, a poco andar, los tres pilares del neoliberalismo
parecieron estar de vuelta en pleno y funcionaron de diferente manera asegurando que los planes
reformistas de Bachelet no fueran completados.
En el caso de la reforma tributaria, el empresariado fue exitoso en vincular a ojos de la
opinión pública la desaceleración económica con la propuesta de reforma tributaria de Bachelet,
usando así el clásico argumento de la desinversión para fortalecer su posición en términos de
influencia en la reforma (Fairfield, 2015a). Mientras tanto, aun cuando la derecha ya no contaba
con una mayoría en el Congreso, el esfuerzo concertado del empresariado y su campaña
mediática lograron convencer al ala más moderada de la Nueva Mayoría y a los representantes de
la ex-Concertación de forzar una negociación en el congreso que moderó significativamente la
iniciativa del gobierno (Fairfield, 2015a). En el caso de las reformas laboral y educativa, fue el
Tribunal Constitucional el arma elegida por la derecha para derribar los esfuerzos reformadores
de Bachelet. El mecanismo de nominación de miembros en el TC había dado previamente el
poder al derechista Sebastián Piñera (2010-2013) de nominar a tres de sus cinco miembros,
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ganando así la derecha una mayoría en el TC. De acuerdo a sus críticos, durante el segundo
gobierno de Bachelet el TC se transformó en una verdadera "tercera cámara", siguiendo de cerca
los procesos legislativos y fuertemente politizada en sus decisiones (Aguilera, 2017). La derecha
utilizó el TC para bloquear tanto la reforma educacional como la laboral, y otras asociadas al
ámbito de derechos civiles como las leyes de interrupción del embarazo y uniones homosexuales.
En el caso de la reforma educativa, el tribunal argumentó que aumentar el financiamiento sólo a
las universidades estatales era inconstitucional por constituir una discriminación en contra de las
instituciones privadas que debían tener la misma posibilidad de acceder a recursos públicos,
alterando de este modo los planes del gobierno de establecer la gratuidad en la educación superior
y de limitar el acceso de instituciones con fines de lucro a recursos públicos; en tanto, en el caso
de la reforma laboral, el tribunal alegó que otorgar a los sindicatos el monopolio de la
representación y eliminar la extensión de beneficios a los trabajadores no sindicalizados
constituía una violación de la libertad de contrato garantizada en la constitución (Aguilera, 2017).
En suma, a pesar de un momento aparentemente auspicioso para quebrar la inercia de
continuidad del neoliberalismo en Chile, este se mantuvo en lo esencial durante el segundo
gobierno de Michelle Bachelet gracias a la habilidad de la comunidad empresarial de limitar los
cambios propuestos (tanto antes como después que dicha legislación llegara al congreso), la
oposición provocada por la hegemonía neoliberal al interior mismo de la coalición gobernante y
los remanentes de la ex-Concertación, y el redescubrimiento por parte de la derecha de la
capacidad de las instituciones políticas para bloquear o moderar significativamente las reformas
enviadas al congreso.
Conclusión
En este artículo he argumentado que el análisis del neoliberalismo y su continuidad en el
tiempo requiere al mismo tiempo un enfoque ecléctico y analítico, capaz de combinar las
potencialidades de distintas explicaciones sobre dicho fenómeno y a la vez, de analizar su
contribución al mismo en políticas o momentos específicos del tiempo. Tomando inspiración de
un artículo seminal de Peter Hall, he propuesto entender el neoliberalismo y su dinámica
temporal como constituida por tres pilares: las ideas, las instituciones y los intereses. Cada uno de
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ellos colabora de maneras específicas y puede observarse empíricamente –si es que contribuye o
no, y cómo– y la manera en que interactúa con los otros dos pilares. Así, mientras que los
intereses empresariales ofrecen el empuje básico para la continuidad del neoliberalismo, las ideas
presentan opciones específicas de políticas legítimas, mientras que las instituciones ayudan a
cristalizar esas ideas y sesgar la representación de distintos actores de manera de privilegiar a
quienes apoyan al neoliberalismo y bloquear aquellos que no.
Chile constituye un caso ejemplar para estudiar las dinámicas del neoliberalismo y su
continuidad en el tiempo, y permite por ello refinar nuestra comprensión de estos fenómenos. La
evidencia aquí discutida parece apuntar a los intereses y poder del empresariado como un pilar
crucial en la dinámica neoliberal en tres puntos claves en el tiempo: durante la vuelta a la
democracia en 1990, el ascenso al poder del primer presidente socialista desde Allende y el
consiguiente "giro a la izquierda" en los años dos mil, y durante el gobierno de la izquierdista
Nueva Mayoría en 2014-2017. En los tres casos, movidos por el miedo a las amenazas del
empresariado, gobiernos con intenciones reformistas cedieron en sus previos compromisos de
campaña morigerando el tono de sus propuestas de reforma y acercándolas a las preferencias del
empresariado. Esto llevó a las autoridades a buscar el acuerdo de las élites empresarias y a
abrirles la participación en la elaboración misma de la política pública. Las instituciones y las
ideas sucesivamente complementaron este impulso inicial. Los denominados "amarres
institucionales" legados por la dictadura de Pinochet fueron claves para disminuir la influencia de
los sectores políticos más críticos con el modelo de desarrollo y las políticas neoliberales. En
primer lugar, dejaron a la izquierda más radical fuera del parlamento y establecieron fuertes
actores de veto capaces de bloquear las iniciativas de la izquierda más moderada con
representación parlamentaria. En segundo lugar, una vez eliminadas buena parte de estas
instituciones, aquellas que sobrevivieron continuaron generando el efecto de bloquear propuestas
de reformas más significativas, en este caso, a través del rol preventivo del Tribunal
Constitucional, que permitió que la minorías en el congreso (pero con mayoría en el TC)
mantuvieran poder de veto sobre las reformas. Finalmente, la hegemonía del pensamiento
neoliberal, cristalizada en instituciones de educación superior y circulada a través de los medios
de comunicación y redes de contactos en la élite, permitió a los defensores del neoliberalismo
colonizar las más altas esferas de la hechura de la política pública. Este proceso generó un
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gradual consenso en las élites políticas difuminando las diferencias partidistas y proveyendo una
constante fuente de legitimación para la continuidad del neoliberalismo en distintos momentos.
Yendo más allá del caso chileno, el argumento sobre la operación de los tres pilares del
neoliberalismo pudiera expandirse de manera comparativa para comprender la dinámica de
continuidad y cambio en países que han avanzado sustantivamente en el asentamiento del
neoliberalismo y alcanzado un grado significativo de hegemonía, como pueden ser México,
Colombia y Perú en América Latina. De igual manera, esta explicación ecléctica basada en los
tres pilares puede ser utilizada para entender por qué y cómo, ciertos países que avanzaron de
manera importante en la liberalización de sus economías, han experimentado quiebres con esta
trayectoria o ciclos de avances y retrocesos, como es el caso de Argentina y Brasil.
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La continuidad del neoliberalismo en Chile: ideas, instituciones e intereses
Resumen: Desde la aplicación de la terapia de shock dirigida por Augusto Pinochet y sus Chicago Boys, Chile se
transformó en un caso ejemplar para el estudio del neoliberalismo. A pesar de las correcciones introducidas a partir
del regreso a la democracia, y contrario a una retórica que enfatiza el carácter reformista de los gobiernos
democráticos de centroizquierda, Chile ha mantenido en lo fundamental su modelo económico basado en la herencia
neoliberal de la dictadura militar. En este artículo, reviso los factores político-económicos que ayudan a explicar la
experiencia de continuidad neoliberal en Chile desde los gobiernos de la Concertación, y poniendo particular énfasis
en los gobiernos del "giro a la izquierda" de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Para analizar la experiencia chilena,
en este artículo construyo una explicación holística basada en los tres factores típicos que se utilizan en la economía
comparada, ideas, instituciones e intereses, como los tres pilares de una explicación del neoliberalismo y su
continuidad, y ofrezco una propuesta teórico-metodológica para observar empíricamente la operación de cada pilar.
Palabras clave: Neoliberalismo, Continuidad, Chile, Economía política
A continuidade do neoliberalismo no Chile: ideias, instituições e interesses
Resumo: Desde a aplicação da terapia de choque liderada por Augusto Pinochet e seus Chicago Boys, o Chile
tornou-se um caso exemplar para o estudo do neoliberalismo. A pesar das correções efetuadas após do retorno à
democracia, e contrário a uma retórica que enfatiza os governos democráticos de centro-esquerda com reformistas, o
Chile permaneceu fundamentalmente seu modelo econômico baseado no legado neoliberal da ditadura militar. Neste
artigo, faço uma revisão dos fatores políticos e econômicos que ajudam a explicar a experiência de continuidade
neoliberal no Chile desde os governos da Concertación, e com particular ênfase para os governos do "viragem à
esquerda" de Ricardo Lagos e Michelle Bachelet. Para analisar a experiência chilena, neste artigo eu construo uma
explicação holística baseada em três fatores típicos utilizados na economia política comparativa, ideias, instituições e
interesses, como os três pilares de uma explicação do neoliberalismo e sua continuidade, e ofereço uma proposta
teórico-metodológica para observar empiricamente o funcionamento de cada pilar.
Palavras clave: Neoliberalismo, Continuidade, Chile, Economia política
The continuity of neoliberalism in Chile: ideas, institutions and interests
Abstract: Since the shock therapy directed by Augusto Pinochet and his Chicago Boys, Chile became an exemplary
case for the study of neoliberalism. In spite of the corrections introduced since the return to democracy, and contrary
to a rhetoric highlighting the reformist character of the center-left governments that followed democratization, Chile
has maintained its basic economic and policy model inherited from the dictatorship. In this article, I analize the
Revista de Estudos e Pesquisas sobre as Américas V.13 N.2 2019 ISSN: 1984-1639
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political factors that help explain the experience of neoliberal continuity in Chile since the governments of the
Concertación, putting a special emphasis in the "left turn" governments of Ricardo Lagos and Michelle Bachelet. To
analyze the Chilean experience, in this article I offer a holistic explanation based on the three typical factores used in
comparative political economy, ideas, institutions and interests, as the three pillars of neoliberalism and its
continuity, and make a theorical-methodological proposal for observing the operation of these pillars empirically.
Keywords: Neoliberalism, Continuity, Chile, Political Economy