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CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
DOSSIEREditora de Gobierno del Estado de Veracruz
Director: Félix Báez-Jorge Edición: Andrea López Monroy•
PresentaciónRamón Rodríguez (Córdoba, 1925) es un caso único en el panorama de las letras
veracruzanas. Su poesía, fraguada durante más de cincuenta años, pasó casi inadvertida
hasta llegados los años 80 y 90 con la aparición de Cuartel de invierno (UV, 1987) y Old
fashion blues (Graffiti, 1995). A partir de entonces, lenta pero inexorablemente ha sido
conocida y apreciada por varias generaciones de lectores devotos. Aunque en conjunto la
suma de sus textos poéticos abarca sólo un puñado de volúmenes, ésta ha merecido
numerosas lecturas en diversas publicaciones del estado y algunas más de la capital del país.
Prácticamente inédito en México –y a pesar de él mismo–, sus libros vieron la
luz sobre todo por el empeño y la tenacidad de sus amigos editores: Sergio Galindo
(quien le publicó a escondidas su primer libro: Ser de lejanías, UV, 1960); Ángel José
2
Presentación
Fernández (La navaja de Ocamm y Desciendo al corazón de la noche. Obra reunida, recién
publicada); José Homero (Old fashion blues y Boleros nobles y sentimentales) y Rafael Antúnez
(Juego de cartas y Fandango). Todos ellos fueron seducidos por la originalidad de las historias
poéticas y por los entrañables personajes ramonianos, fascinación que los llevaría a
compartir los hallazgos de un autor por demás singular.
A manera de homenaje, gracias a la invitación y entusiasmo de Félix Báez-Jorge,
el presente número de Contrapunto reúne –entre inéditos y ya publicados– una selección
de ensayos, artículos y entrevistas en torno a la obra y la persona de este reconocido
poeta cordobés. Incluye, desde luego, una pequeña pero selecta muestra de sus poemas
preferidos y una más de los que otros poetas, también notables, le han dedicado con
auténtica admiración.
Como comprobaremos en estas páginas, Ramón Rodríguez es sin duda, a decir
de Rafael Antúnez y José Homero, “uno de los poetas más jóvenes de México” y “el
joven maestro de Veracruz”, porque a lo largo de su pródiga vida, nuestro poeta ha
alentado vocaciones y animado relevantes empresas culturales (individuales o de grupo);
sería ingrato –y una muestra de ignorancia absoluta– no reconocer, sólo por mencionar
un par, que es uno de los miembros fundadores de La Palabra y el Hombre y de la Editorial
de la Universidad Veracruzana. Aunque su casa verdadera ha sido y es la Poesía, digna
morada en la que se ha mostrado, como pocos, un anfitrión generoso.
Esperamos que estas páginas logren un doble cometido: sumar nuevos lectores
a la poética de Ramón Rodríguez y apreciar la indiscutible trascendencia de una de las
obras mayores de la poesía mexicana.
Nina Crangle
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Presentación
I got the weary blues*
Letra: Ramón Rodríguez Música: Armando Lavalle
* “Esta composición surgió de la gran amistad entre un músico y un poeta que un día decidieron hacer algojuntos. No hay nada más que explicar”: Ramón Rodríguez.
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I got the weary blues
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I got the weary blues
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I got the weary blues
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I got the weary blues
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I got the weary blues
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I got the weary blues
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I got the weary blues
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I got the weary blues
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I got the weary blues
CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
I. PoemasRamón Rodríguez
Poesía
CANDIL de oro de la calle
oscuridad de tu casa vacía.
Retrato del artista decrépito
DAMAS y caballeros
me considero
sin pruritos de falaz modestia
el máximo matador de cucarachas
que opera en el centro de Veracruz
pero oíd bien por favor
no afirmo de ninguna manera
que yo sea el eminente matador de cucarachas
de todo Veracruz
pues no soportaría
que me saliera al paso alguno por allí
aclarándome no sin malsano regocijo
que por ejemplo en Tuxpan o en Las Choapas
o peor aún que en algún pueblo furris
alejado muchos kilómetros de Xalapa
mas nunca de su corazón
existe un habitante
que ha validado con creces mis hazañas
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Poemas
Mi modalidad o técnica es sencilla
no se trata por supuesto de aplastar
dejando un rastro de sustancias viscosas
regadas por doquier
ni de andar dando zapatazos
ni de usar diarios mundos crónicas
soles gráficos políticas o dictámenes enrollados
ni mucho menos efluvios tóxicos
que deterioran al ambiente
basta un certero y vertiginoso golpe con el índice
en el lugar preciso
en donde localizaríamos
el cerebelo de la cucaracha
si ésta lo tuviere
Sin embargo
reconozco que el pulso y la vista
me irán fallando imperceptible pero fatalmente
cuando llegue un amanecer cualquiera
y la guitarra esté tendida
en silencio sobre la mesa
me iré solo por un camino de alguna estación
haciendo sonar con mis botines
el pedregullo a la orilla de un río
dirán entonces
le tenemos mucho cariño a este hombre
por ejemplo más que a un billete de veinte dólares
vaya inclusive
más que a un compacto cochecillo japonés
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Poemas
era el mejor de todos
era el mejor de todos
por supuesto
por supuesto
aunque fuera sólo en el centro
de Veracruz.
El pozo
I
LA memoria es a veces transparente
como el agua de un pozo
dentro del agua clara
las cosas reaparecen lentamente
cobrando nueva vida
en su cal apagada
en el fondo del agua una ciudad lejana
se contempla entre musgos sorprendida.
II
LA tarde del domingo
pinta de gris las calles
el jardín municipal se llena entonces
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Poemas
de parejas de niños y de globos
una sedante pausa que baja de las nubes
va envolviendo las cosas
con un matiz de rosa sosegado
la tarde del domingo es un remanso
que introduce los rostros y fachadas
en un ritmo apacible
como de un vals de Felipe Villanueva
en el cielo como en dormido estanque
las horas son guijarros sumergidos
la noche es aromática
y está llena de grillos
bajo un farol cualquiera
rezagados noctámbulos
discuten ampliamente las profundas verdades
de un universo en blanco y negro
arriba se dibujan viejas constelaciones
por las desiertas calles doloridas de perros
entre ilusiones rotas y botes de basura
corre un larvado canto de trigos y de ciervos
y aunque nadie lo escucha
adentro de una casa
alguna muchachita sin sueño lo presiente
mientras oye muy lejos el silbato del tren
después seguramente llueve
sólo queda la música monótona
de la lluvia golpeando los tejados
y la grave disputa que sobre geometría
sostienen en silencio la torre y la palmera.
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Poemas
III
DESDE esta soledad en que la sueño
amurallado de silencio insomne
(salto hasta el corazón adolescente)
vuelvo a mirar su techo de palomas
y a tocar su cintura de verdes naranjales
cuando el aire tranquilo
bebía la sangre dulce de los cañaverales
sin pensar todavía
ir a correr tras los azahares
entonces nos robábamos las cañas
de góndolas que lentas navegaban
por un río de durmientes
garroteros del viento nos quedaban
el placer en los dientes
y la miel en las manos
pero el agua era mansa
la represa y la curva fueron siempre
magníficos pretextos para olvidar el álgebra
el paisaje tenía
el corazón amargo para la geografía
el toque de las cinco
era en RE sostenido
ella y yo nos veíamos y comenzaba el tiempo
cogidos de la mano recorrimos el mundo
más allá de su blanco caserío
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Poemas
juntos nos iniciamos en el hondo misterio
de darse largamente por los poros del alma
la lenta miel oscura del deseo
y el pan de la esperanza.
IV
PARECE como si hubiéramos caído
al fondo del espejo
tu mano entre mis manos es reflejo
de nuestra añeja historia
y aunque nos debatimos
en reanudar los hilos de la trama
es inútil y gris
tú viajas hace tiempo en un tren velocísimo
y yo me quedo atrás en el andén desierto
demudado y gesticulante
como un pasajero desesperado.
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Poemas
Té de manzanilla
LAS piernas de Maga empiezan en el Cabo de Hornos
y terminan en la calle principal de Milwaukee
donde toda la gente se afana inútilmente
por hacer una cerveza mejor que la Dosequis,
esta Maga usaba a veces una gorrita
y un anticuado impermeable llamado de trinchera
que a mí me dejaban la doliente certeza
de haberla visto del brazo de Humphrey Bogart
por una triste calle de la colonia Roma
por supuesto esta Maga no es la que sale en Rayuela
pero sí puedo asegurar que la he visto a los pies de Hécuba
en la página satinada de una traducción italiana de Eurípides
pero yo no vine a sentarme aquí a contar nada de esto
sólo vine a tomarme un té de manzanilla
y a formular fervientes y perdurables votos
para no verla ni nombrarla jamás.
Un hombre está sentado en una silla…
UN hombre está sentado en una silla
en medio de la tarde
despidiéndose de un brazo
que acaban de cortarle
¿quién es este hombre?
¿puede hablársele?
¿por qué está sentado en una silla
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Poemas
en medio de la tarde?
¿es acaso evidente
o demostrable
que esté en verdad despidiéndose de un brazo?
¿no será más bien de algún pariente lejano
que llegó desde tierras remotas a visitarle
y que acaba él sí de ser separado certeramente de su brazo
en otra tarde?
¿cómo podemos estar seguros
que no son un millón de hombres o incontables
sentados en un millón de sillas
en medio de un millón de tardes
despidiéndose de un millón de brazos
que acabarán sin ambages
oh por supuesto tú también noche oscura del alma
por cortarles?
yo no lo sé
ni el bufón ni el ciego con su palo
ni el vendedor con su canasta
pero y ustedes
no me vengan ahora con eso de que son los que están
realmente sentados en sus sillas en medio de sus tardes
despidiéndose de sus amados brazos que a fin de cuentas
ni les cortan ni nada así qué gracia
oh doncella
mira el crepúsculo cómo desciende turbulento
con sus nubes violáceas sobre la sierra madre
sólo tú entre todas
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Poemas
caminarás mirando la estrella solidaria
mientras repican destempladas a lo lejos
las esquilas de los rebaños que regresan a la majada
tú sola escucharás esta irrefrenable voz diciéndote
que hay un hombre sentado en una silla
en medio de la tarde
despidiéndose
como en los dibujos que hacías
cuando tenías colochos y siete años
de un tren que pasa
rodando lentamente
con sus ventanitas iluminadas
en la negra soledad de la montaña.
Old fashion blues
IRÁN cantando
voces o flores de papel de estaño
juguemos a que somos inmortales
una casa de muñecas para ti
con ventanas al sur
en el cementerio de Darkest Creek
nunca dijo
construirás con tus manos
un cenicero fundamental
sólo para mí
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Poemas
sólo para mí
nunca dije
piedra de agua luna de noviembre
sagitario por el camino de oyameles
sólo para mí
por el camino de oyameles
niño viudo padre desvalido
rumbo a tu casa de muñecas
con ventanas al sur
juguemos a que somos inmortales
en el cementerio de Darkest Creek
oh sí en el viejo cementerio de Darkest Creek.
Roja y ardiente luna navegante
Para Alejandro Rossi
1
SIN buenas noches voy o vengo
la calle mísera enlodada
ante esta puerta me detengo
precisa en sueño señalada
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Poemas
la luna boga desvelada
flota tendida blusa añil
toco la puerta destinada
bien navegante en fiero abril
elegirme elegido es vicio
fuego de fugaz artificio
ladran en un traspatio ajeno
el viento vela al mar sereno
vela de pronto desplegada
bajo la luna revelada.
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SOLO en la noche va el amante
serio silente desolado
fuere aguardado el caminante
no sería amante sería amado
no es en la noche lo inquietante
el techo arriba constelado
es lo que mueve al navegante
si va buscando y no es buscado
elegirse elegido es vicio
ya elegir es nefando oficio
como vivir mínimo instante
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Poemas
solo en el viento va el amante
sólo en el viento desollado
solo silente desolado.
Nunca se acaricia dos veces
al mismo perro
NO se trata del perro metafísico
de la elegía de Unamuno
ni de aquél que Tamayo pone a aullar dulcemente
partiendo en mitades idénticas
a elevadísimas conversaciones
parecidas a estalactitas
fotografiadas desde abajo durante el viaje
sin fisuras ni barquichuelos o pinazas
sobrecargadas de legumbres
en donde se ve sentada frente a la escotilla
una muchacha que señala la dirección del viento
con su pelo amarillo
joven dama
navarra de largas piernas y leves frustraciones
señora de mis ojos en su minucioso jardín
no es tampoco
ningún famélico artefacto literario
que cruce macilento
la ardorosa noche del peregrino
ni el infiel que todos conocemos
agobiado por la sarna o por el destino
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Poemas
a fin de cuentas tan parecido siempre
y al que cualquiera puede arrojarle impunemente
un chino rotundamente limpio de pecados
es simplemente
a las cinco y cuarenta
en su relojito de pecho
asimétrico con relación a ambos pezones
bajo sus bugambilias ahora tornasoladas
un pastor que contradictoriamente se llame lobo
y esté llegando siempre
instantáneamente a tiempo
con la rauda docilidad del pensamiento
hasta la avidez de las yemas apenas sonrosadas
de sus lentos largamente amantísimos
dedos preludios interminables.
Latin lover tango
JÚPITER es un dios cesante y sin propinas
que mastica sus barbas y sus melancolías
y se aburre en las tardes harto de fantasías
en el Olimpo en ruinas
Y che porque los hombres inexorablemente
se mudan de repente y sin ambages
de medias de bufandas o de ideas
de amor de sueños de trajes
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Poemas
de marca de tabaco de tirano
o de dios
Y Júpiter bosteza
y juega al solitario y se echa trampas
y sueña con volar hasta la luna
donde piensa fundar una
paganidad en el exilio
pobre de Júpiter tonante
que hoy tiene la desgracia
de ser un dios cesante
hoy ya no le pellizca
las opulentas nalgas
a venus calipigia
y la laguna estigia
refleja la pertinaz silueta
que recorre los bordes añorando a su grey
como si fuera un rey
del siglo diecinueve
a quien las turbas liberales hubieran despojado
de su corona y de su cetro y le hubieran ajado
el trono el traje
y la ilusión.
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Poemas
Juego de cartas
(voz de Ania Yarasech)
D’un accident […] ch’e chiamato amore.
GUIDO CAVALCANTI
I
CUANDO cumplí siete años
usted llegó cargando un enorme oso de fieltro
que enseguida se convirtió
en mi compañero inseparable
luego a escondidas durante la fiesta
usted arrojó cuidadosamente
toda la ropa limpia del tendedero
dentro de un tanque de agua contiguo al lavadero
todas exclamaron a coro
es el tremendo hijo del doctor
cuando cumplí catorce años
me fui a vivir al rancho con mi abuelita
para cuidar la huerta de naranjos
y ayudar con las cuentas a mi hermano
en su tienda del pueblo
instalé en la casa para recordarlo tirando los dados
un cuarto de juegos
y allí escribí los cuentos
tan elogiados por su amigo Arróniz
en el periódico de Córdoba
hasta me comparó con Jane Austen
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Poemas
brincos di y pensé más en usted
a quien ya para entonces me enteré le decían El Loco
y convalecía de haberse aventado
desde el carrito del malacate de Tuxpango
en movimiento
dizque sólo para refrescarse en el río
pura loquera de sus absurdas apuestas que
el día de hoy dos de septiembre
estoy cumpliendo mis veintiún años
por medio de la presente
le ruego venga a visitarme
por supuesto después de este día de cumpleaños
y sin regalo
su presencia será para mí
como un nuevo oso de fieltro
que ha de compensarme plenamente
de su ausencia de ya tantísimos años
en la sala de juegos
jugaremos solos los dos
un siete y medio o un cubilete
y al fin podré darle
el larguísimo beso de toda mi vida,
empezando a conservarlo cada día unido a ella
después usted podrá regresar tranquilo a su vagancia
de soltador de gallos en los palenques qué horror.
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Poemas
II
ENCONTRÉ tu carta que nunca llegó a mis manos
escondida o guardada en un libro de aventuras
de Sandokan el tigre de Malasia
luego desgraciadamente la perdí de nuevo
y acabo de hallarla hoy dentro de un manual
sobre derivados del carbono
hace muchos años dejé los palenques
y volví al estudio de la medicina
que ahora ejerzo en Xalapa
como pronto va a ser de nuevo
dos de septiembre
iré a felicitar a la famosa dama
del cabello de plata exportadora de piña
mangos y pomelos
esperando encontrarla
en cualquiera de sus tres conocidos ranchos
no la confundiré con nadie
pues debo decirte que jamás olvidé
el inconfundible color de tu mirada
iré acompañado por mis dos nietas menores
que quieren ver si es posible tocar
a tu caballo cuatralbo
y a tu célebre perro Vivaldi
del que tienen una fotografía
recortada de una revista ilustrada
como también habrán de dedicarse
a juntar flores silvestres
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Poemas
para llevarlas de regalo a su abuela
no interferirán tu arcano proyecto
de sellar con un beso
ahora de tres décadas más
nuestro indeleble encuentro y/o desencuentro
Irreversible
como nacer o morir.
El Puente de Varolio
UN hombre está sentado en un Café
esperando
a impuntual y terriblemente amada mujer
(una mujer y un hombre fueron a desayunar
y a finar su imposible amor con huevos
escalfados y café solo)
mas todo comenzó como todo
cuando todo acabó
la sulamita asomó detrás de su taza
una fulgurante mirada
cargada con jurásica o profunda solidaridad
el david entonces se fue
hacia el noreste desde su vaso de agua
pensando con sobreseída nostalgia
en el canal basilar
y en el Puente de Varolio.
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Poemas
Por ti seré
1
SALUDO a las bailadoras
con cariño «abrazador»
cumplo así aunque sea a deshoras
la receta del doctor.
Dicen, Lázaro Patricio,
que tu mujer es plebeya,
será, pero en el fandango
ella siempre es la más bella.
Pero ahora ya le toca
decir en verso también
quién es la que adorna a quién
de la rosa que es su boca
o la que trae en la sien.
2
LÁZARO Patricio: tu mujer está ojerosa
acostadita en su cama
parece tuberculosa.
(No es que yo la vea tan grave
pero en el mismo lugar
ella lucía bien carnosa).
32
Poemas
Lázaro Patricio,
no me lo tomes a mal
pero si tú me la «emprestas»
yo te la vuelvo a engordar.
Así habló Carasucia
Nur narr nur dichter.
1
COMPARTÍ durante mucho tiempo mi morada terrenal con un perro y un gato, y su conducta
tan divergente me intrigó sobremanera. Un amigo filósofo, consultado al respecto, no
me sacó de mi perplejidad, por el contrario la incrementó considerablemente cuando me
dijo, es que el perro es un empirista irredento, atenido exclusivamente a sus sensedata, y
en cambio el gato es un idealista trascendental de corte neokantiano.
2
OTRO amigo, economista con gran solvencia económica, opinó que todo se reduce a un
problema de oferta y demanda. Según lo que alcancé a comprender, el perro es un oferente,
sobre todo de afecto, y el gato un demandante, sobre todo de leche fresca y ultramarinos
caros, lo cual puede ser aceptado con ciertas reservas, por ejemplo, en el sentido de no
confundir al felino, dadas sus reconocidas características de selectividad y discernimiento,
con un consumista vulgar.
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Poemas
3
EL gato está investido de libertad, independencia, autonomía. Esboza a través de sus
llameantes y bien decorados ojos, una evidente voluntad de poder, es dogmático y pretende
estar al día en todo. Si tuviera necesidad de ropa, ésta sólo la usaría siendo importada (o
cuando menos de fayuca evidente). El perro en cambio, es un animal comprometido con
la sociedad civil, en realidad de extrema izquierda, aun cuando esta condición se nos
oculte bajo su ostensible respeto a las instituciones domésticas, y dejando de lado
definitivamente a los malintencionados que lo adscriben a la línea política del partido
oficial, debido a su inocente tendencia a dirigirse siempre al sol que más calienta.
4
TAMBIÉN, aunque ustedes lo duden, tengo un amigo teólogo, que enredó más el asunto
insinuándome que el gato no es sino un ángel caído, arrojado desde el empíreo hasta la
vecindad de los fogones terrenales, condenado a compartir con las siervas de los humanos,
la ubicación en la escala ontológica y aun el nombre genérico. Todo ello como castigo a
una diabólica arrogancia que le inducía, allá arriba, a ocuparse exclusivamente de lamer y
relamer su peluda belleza, con notorio desdén para la bienaventurada pero diligente y
laboriosa comunidad celestial.
5
YO respeto mucho esta última consideración, pero desde luego la califico de improbable,
sobre todo cuando observo, con mal disimulada envidia, la enorme facilidad del gato
para evitar todo lo que pueda desestabilizarlo, al recorrer las soberbias alturas de los
tinacos en la azotea.
34
Poemas
6
MÁS convincente me parece la tesis que mi amigo desarrolla en relación con el perro, la
cual lo aboca a esperar tranquilo las trompetas del Juicio Final, pues está predestinado, en
la ya no tan lejana consumación de los siglos, a echarse confiado por toda la eternidad, a
los pies pero a la diestra de su señor.
P. D.
EL perro acapara elogios por su innegable inteligencia, pero en el fondo, siempre será un
analfabeta funcional. En cambio, yo no descarto del todo mi esperanza de que el gato
aprenda algún día a Baudelaire, y aun escribir, si así le place.
Ramón con el inolvidable Cheché Morales (ca.1986).
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Poemas
II. Lecturas
Fragmentos para componer un retratode Ramón RodríguezRafael Antúnez
Lo mejor de la poesía son los amigos que nos da
Es el año de 1987, Graffiti acaba de nacer como revista y José Homero me ha citado para
presentarme con uno de los nuevos colaboradores. Llego a la Casona del Beaterio y lo encuentro
acompañado de un señor que viste guayabera blanca, pantalones negros y unos botines
como los que usaban los Beatles en los inicios de su carrera. Homero hace las presentaciones
y cuando afirma que el señor es el poeta Ramón Rodríguez, éste, al tiempo que vierte
generosamente sobre su tarro el contenido de una botella de Dosequis oscura, afirma:
–Yo no soy poeta, sólo soy un vendedor de licuadoras Osterizer.
Tiempo después lo oí decir que era también “el mejor matador de cucarachas del
centro de Veracruz”.
El lugar se llamaba La Cumbre y estaba situado en el segundo piso de un edificio ubicado
en la calle de Ávila Camacho. Como todos los sitios donde la gente va a bailar y a escuchar
rock, estaba lleno de humo de cigarros y había que hablar a gritos. Tocaban Edipo y los Jijos
de Mami, un grupo que comandaba nuestro amigo Alejandro Flores, un rarísimo cantante
de rock que leía con igual pasión a Foucault y Barthes, a Ernesto Cardenal y a Octavio Paz.
En una mesa que ocupábamos Raciel Martínez, Rubén Vázquez, José Homero, Ramón
Rodríguez y algunos más, nos animábamos, o tratábamos de animarnos, unos a otros a
bailar, sin conseguir que ninguno venciera su timidez o su desgana. De pronto se oyeron
aplausos, volteamos y, rodeado por un grupo de melenudos que aplaudían y agitaban
frenéticamente sus cabelleras, hallamos a uno de nosotros en pleno baile. Sí, era Ramón.
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Lecturas
La misma noche, pero varias horas más tarde. Ya sólo quedamos Rubén Vázquez, Ramón
Rodríguez y yo. Apuramos la última cerveza en un tugurio llamado La Clínica y salimos.
Mientras caminábamos, oscuros y silenciosos, por una calle silenciosa y oscura, Ramón
empezó a hablar de un nuevo poema que acababa de terminar. En los últimos meses lo
habíamos escuchado una y otra vez repetir un par de versos que nos sabíamos ya de
memoria, pero que bien a bien no sabíamos qué querían decir: “Las piernas de Maga
empiezan en el Cabo de Hornos / y terminan en la calle central de Milwaukee”. No
podíamos hacer gran cosa con ellos, salvo conjeturar quién podría ser la dueña de esas
piernas formidables y preguntarnos qué más había en ese poema o si realmente existía el
poema completo, o era uno de los muchos proyectos inconclusos de Ramón: traducir a
Emily Dickinson, a Robert Frost, a Baudelaire, dejar la poesía para dedicarse al ensayo…
Lo ignorábamos por completo, pero esa madrugada, mientras caminábamos bajo la pálida
luz de la madrugada, Ramón empezó a recitar:
Las piernas de Maga empiezan en el Cabo de Hornosy terminan en la calle principal de Milwaukeedonde toda la gente se afana inútilmentepor hacer una cerveza mejor que la Dosequis,esta Maga usaba a veces una gorritay un anticuado impermeable llamado de trincheraque a mí me dejaban la doliente certezade haberla visto del brazo de Humphrey Bogartpor una triste calle de la colonia Romapor supuesto esta Maga no es la que sale en Rayuelapero sí puedo asegurar que la he visto a los pies de Hécubaen la página satinada de una traducción italiana de Eurípidespero yo no vine a sentarme aquí a contar nada de estosólo vine a tomarme un té de manzanillay a formular fervientes y perdurables votospara no verla ni nombrarla jamás.
Cuando terminó guardamos silencio, un silencio lleno de gratitud, silencio, si se me permite
la expresión, de lector. La poesía, y eso Ramón lo sabe muy bien, es algo que se le arranca
al silencio y que siempre retorna a él. Después de un encuentro con la poesía, uno
generalmente se queda sin palabras; es curioso, uno se topa con unos versos que expresan
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Lecturas
aquello que uno siempre había querido decir y de una forma siempre buscada, pero
jamás hallada, siempre intuida, pero nunca antes vista, esos versos expresan algo con lo
que uno está perfectamente de acuerdo, uno hace suyos los sentimientos ahí expresados,
hace suyas las ideas, las palabras, de una forma inexpresable, el poema nos llena, nos
enriquece, pero también, nos deja sin palabras, llenos de silencio, porque como decía
Huxley parafraseando a Shakespeare, “siempre, y dondequiera, lo que queda es silencio”.
Nos toca leer juntos en una Feria del Libro en el Colegio Preparatorio. Yo leo un cuento
y Ramón un puñado de poemas. Al terminar la lectura, la moderadora invita al público a
hacer sus comentarios o preguntas. Nadie levanta la mano, y cuando creemos que nos
hemos salvado, una señora de edad avanzada se levanta y le pregunta a Ramón, con voz
que denota un gran nerviosismo, qué es lo que tiene que hacer un escritor desconocido
para publicar sus versos.
Ramón le responde que si el escribir los poemas le causa placer, si la sola escritura
de esos poemas la satisface, entonces ya no es necesario publicarlos, éstos han cumplido
plenamente su misión.
La señora le dio las gracias, y creo que lo hizo sinceramente.
Quedamos de vernos en un café para enseñarle la cuarta de forros que escribí para su
libro Old Fashion Blues, que José Homero publicaría en Graffiti, en la colección Literatura
Menor. Me dijo algo así como pon lo que quieras, tratando de fingir indiferencia, pero yo
sabía que en realidad sentía curiosidad. Empecé a leer lo siguiente:
El personaje que aparece en los poemas de Ramón Rodríguez (Córdoba, 1925) es unhombre tímido e impertinente, otras, un sentimental algo burlón y no pocas veces un serabsurdo, nostálgico y disparatado que nos hace pensar en algunos poemas de RodolfoUsigli y de Renato Leduc, aunque la suya no sea una poesía tan desencantada como la delprimero ni tan procaz como la del segundo, sí es tan irónica como la de ambos; en otrasocasiones nos hace pensar en un poeta totalmente inédito. Por sus temas y la forma en quelos aborda, Ramón Rodríguez tiene muy poco que ver con sus contemporáneos (Sabines,Bonifaz, Castellanos): es, en toda la extensión de la palabra, un excéntrico. Sus exclamacionesnos divierten y nos asombran: “Las piernas de Maga empiezan en el Cabo de Hornos / yterminan en la calle central de Milwaukee, / donde toda la gente se afana inútilmente por
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Lecturas
hacer una cerveza mejor que la Dosequis”, “Vuelves roja y ardiente luna navegante”, “Poesía/ candil de oro de la calle / oscuridad de tu casa vacía”. Ramón Rodríguez “siendo a lasazón / el mejor tercera base de la edad media”, es también (y por muchas razones que ellector descubrirá) uno de los poetas más jóvenes de México.
Al terminar, levanté los ojos de la cuartilla y le pregunté: –¿Qué te parece?
Ramón en esos momentos me miró y me dijo: “mira cómo me dejó tu noticia”.
Después pidió un té de manzanilla.
“La vodka, me dice en cierta ocasión, tiene virtudes terapéuticas que ustedes ignoran. En
primer lugar es diurético, en segundo lugar combate efectivamente a las amibas, es su
peor enemigo, en cuanto éstas saben que estás tomando vodka salen disparadas; también
es bueno para los cólicos estomacales y evita la gripa. Además, no huele y no hace cruda”.
No estoy seguro de que sea cierto, pero por las dudas tomo vodka esa noche. Ignoro si en
realidad es diurético y todo lo demás, lo único que puedo asegurar es que sí hace cruda.
Ramón es un hombre enamorado, profundamente enamorado de las palabras, como un
viejo tigre que acecha a una manada de jóvenes gacelas, Ramón las ve de lejos, las persigue,
busca la forma de hacerlas suyas, las sopesa, las palpa, se les acerca lleno de una lúdica
pasión y las acaricia y aspira su aroma, como si fuera un experto catador, estudia sus
posibles combinaciones, sus distintos sonidos, las imagina entre seda y sombra, o bien,
con su avariciosa voz de enamorado les canta sus verdades:
PalabraEsclavaGuitarra ciegaNiega nunca igualarás al silencioQue es azul y va volando siempreMás allá de ti…
A veces lo imagino vestido de juglar empuñando una mandolina, igualito que “Tin Tan”
en El médico de las locas, sólo que a diferencia de “Tin Tan”, Ramón no canta “ya la enramada
se secó”, sino: “Deja que deje claro que te amo / mas no dejes huir la luz de junio / una
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Lecturas
por una toma mis vocales / y haz con tu magia un collar de diamantes / destinado a tus
días de guardar…” o bien, una de sus admirados Hombres G.
Entre el humo de incontables cigarrillos que hemos consumido con no poca
pasión, y al calor de algunos vodkas, solemos decir poemas de Antonio Machado y de
Salvador Díaz Mirón y contarnos o recontarnos ciertas anécdotas de Bertrand Russell en
las que se defiende el buen hábito de tomar y beber en abundancia, o bien ésta de Winston
Churchill que refiere Juan Nuño en su ensayo en defensa del tabaco:
El viejo […] se atrevió a desafiar el protocolo real, pues él mismo cuenta que en una visitaal rey Ibn Saud, antes de entrar en materia, tuvo la precaución de advertir al intérprete quesi la religión de Su Majestad le impedía fumar y tomar alcohol, le rogaba que indicara al reydel desierto que, por su parte, su propia norma de vida le prescribía el rito sagrado defumar cigarros, así como el de ingerir alcohol antes, después y, si menester era, durantetodas las comidas que hiciera y aun en los intervalos de las mismas.
Como declaración de principios –añade
Nuño– “no se puede pedir mayor
claridad”. Ramón entonces trata de
recordar quién fue aquel que dijo que
había que desconfiar de las personas que
no fuman, pues a saber qué vicios tendrán
y enciende un cigarro. “Sólo puedo fumar
un cigarro por día –me dice–, éste
pertenece al día 15 de abril del 2015”.
Modesto y burlón, es dueño de un fino
sentido de la ironía y de una generosidad
sin límites, sólo comparable a su amplia
cultura y a su curiosidad casi infantil, a
pesar de que ha escrito que “hombre soy,
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Lecturas
todo lo humano me es ajeno”, lo humano le compete y le interesa, habla con igual
entusiasmo de T. S. Eliot que de beisbol, de Louis Armstrong que de los nibelungos, la
historia romana, la fabricación de ron en Córdoba, Bertrand Russell, las bondades del té
de manzanilla, el son jarocho, Ella Fitzgerald, Aldous Huxley, la poesía de Rilke o Gorostiza.
No le gusta que le hablen de “usted”, que lo entrevisten ni que le tomen fotografías. En
la escritura ha practicado una generosa parquedad que afortunadamente en los últimos
años no ha respetado tan celosamente como lo hizo en los años siguientes a la publicación
de Ser de lejanías.
Para casi nadie en Xalapa es el maestro Rodríguez o don Ramón; como Gómez
de la Serna, a quien admira, es sencillamente, como el agua, como el pan: Ramón.
Rafael Antúnez. Narrador, editor y traductor. Autor de La imaginación de lavejez (relatos) y La isla de madera (novela). Ha sido Becario del FONCA y delIVEC. Es director de Durandarte Editores. Fundó y dirigió la revista ElColombre y actualmente dirige la revista de arte y cultura Forum.
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Lecturas
José Homero
El blues de Ramón Rodríguez
Hay poetas que son en sí una tradición. La breve obra de Ramón Rodríguez (Córdoba,
1925) registra el periplo de un poeta que zarpando del seguro puerto enclavado en la
bahía de las corrientes métricas arribaría a costas menos conocidas aunque nunca distantes
de la combinación exacta de sílabas y acentos. Rodríguez no es un poeta que experimente
con las posibilidades silentes ni se afane en decantar una música distinta. Lector de
Mallarmé, posee el esmero parnasiano de la eufonía, ignorando el despliegue en
hemistiquios que propone la cordillera poética más notoria en el siglo XX. Es un poeta
de raíz clásica. Al leer sus sonetos y libérrimas combinaciones de metros creemos recordar
una dicción conocida. Quizá sea cierta reminiscencia de Francisco de Terrazas; quizá
sean los signos de la descendencia de Eliot. Aunque el pariente más próximo resulte el
Eliot de “Prufrock y las otras observaciones”. Es en esta línea por la que discurre la
poesía última de Rodríguez reunida en el opúsculo Old Fashion Blues, apenas su tercer
libro (1995).
Si bien la musicalidad de Rodríguez depende de la combinación acentual silábica,
hay varios poemas sonoramente rimados y otros en verso blanco. Sin embargo, el fiel de
la balanza son las inflexiones de la voz. Pocos poetas tan atentos a las posibilidades de la
oralidad. Su poesía parece acatar la teoría de las voces de la poesía de Eliot y despliega
monólogos, diálogos, imprecaciones que recuerdan tanto a Browning como a Wallace
Stevens o a Edgar Lee Masters. Esta oralidad no sólo se expresa en tales formas; varios
poemas explícitamente invocan un origen musical: los dos blues que abren el libro, “Latin
lover tango” y “Noema (Voz de Ana Torroja)”, concebido como una posible canción
para Mecano.
Aun cuando se aluda a la tradición occidental, la voz no enuncia síntomas trágicos
lo que no implica que se hallen omisos. “Sammu Rammat” asume la tradición de epitafios
que recorre nuestra cultura desde Alejandría hasta su célebre encarnación moderna: la
Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters. La manera en que concluye ese monólogo
es una puya a la cultura; quien espere una alusión a Rossini la tendrá, sólo que despectiva.
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Lecturas
Si las formas musicales de Ramón Rodríguez ofrecen impresión de seguridad es
claro que la lectura revela a un delicado minero del sentido. Como Gerardo Deniz, cuya
poesía nunca ha proscrito los moldes aristotélicos ni las formas sintácticas, Rodríguez
juega con los vocablos. Parece el suyo un discurso correcto sólo que siempre causa
perplejidad. Sus poemas no parecen tan incomprensibles como los de Deniz o Coral
Bracho. Pero al meditarlos sabemos que en realidad nada sabemos de tan enigmáticos
hablantes. Es como si el lector escuchara fragmentos de conversaciones. En los dos blues
–un género que ha cultivado Rodríguez; un poema suyo tiene música de Armando Lavalle–,
la cadencia inherente al registro bluesero cancela toda posibilidad de sentido, al menos en
su concepción discursiva, y sólo sabemos o creemos saber que un hombre promete a su
hija una fúnebre casa de muñecas o escuchamos conversar a dos desconocidos que se
guarecen de la lluvia.
¿De dónde viene esa alimentación de los soportes inteligibles? Rodríguez asegura
que de Frost, uno podría pensar que de cierta vocación narrativa y una dilección por las
paradojas heredada de la filosofía. “Nunca se acaricia dos veces a un mismo perro”
comienza eliminando posibilidades: el perro aludido no es un perro metafísico de una
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Lecturas
elegía de Unamuno, no es un perro de Tamayo y de pronto mediante esa enumeración
entran al poema otras imágenes y otras posibles direcciones semánticas, hasta ofrecer un
abigarramiento de posibilidades donde cada una se enlaza a otra mediante una asociación
libremente sicológica, para concluir con una alusión a las apologías de Zenón de Elea.
“Té de manzanilla”, otro de los meritorios poemas del libro, insiste en ese guiño
pretensamente real que conduce al absurdo. Aquí la voz habla de una extraña criatura
llamada Maga –que, se nos dice, no es la que sale en Rayuela, del mismo modo que en el
poema citado antes se nos definía al perro por su ausencia de referentes cultos, Rodríguez
insiste en que sus creaturas carecen de progenie intelectual, como si deseara proscribir
todo origen–, cuyas piernas empiezan en el Cabo de Hornos y terminan en la calle principal
de Milwaukee y concluye negando que esté ahí para hablar de ella pues sólo ha venido a
tomar un té de manzanilla. En “Preludio a la siesta de un gordo” un hombre se declara
diente. El poema describe una comida y las cadencias comensálicas para terminar en la
molicie de la indigestión y en la espera de la noche. Es esta extraña oralidad –¿con quién
hablan estas creaturas?, pero ¿importa?– la que convierte a la poesía de Rodríguez en
contemporánea de nuestras inquietudes.
Hay otros poemas donde la enunciación presenta al personaje sin requerir
descripciones o información del autor, como “Novísima Eloísa”, “La mujer como idea,
como deporte y como necesidad”. En este carrusel vemos animarse súbitamente a figuras
conocidas: desde la petrarquista rosa hasta los amantes emblemáticos de nuestra lírica:
un amante es un Tristán, otro se pretende Abelardo, uno más deambula noctívago ante la
indiferencia de la amada y por supuesto hablan Isolda, Francesca, Circe. Poemas como
“Palabras para cantar”, una cantiga de amigo contemporánea, “Rosa, rosae”, reasunción
del carpe diem tras la lectura de Gertrude Stein, “Roja y ardiente luna navegante”, dos
sonetos enlazados con rima cruzada y minimalista, “Nosferatu”, una combinación de
versos blancos, señalan esa herencia clásica que Rodríguez aprendió tempranamente –y
cuyo peso lo convirtió en un poeta menor, ajeno a la aventura de la modernidad estética.
Ciertamente no son éstos los mejores poemas del libro –podrían ser suscritos por poetas
modernistas o neoclásicos–, aunque los salva la sutileza musical. Creo necesario
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Lecturas
mencionarlos porque Rodríguez, aun cuando ofrezca formas dimanadas de la música,
especialmente del blues o el rock, no deja de ser un poeta de oído clásico. En tanto, tras
los diluidos elementos informativos Rodríguez se oculta y nos oculta derroteros para asir
su escritura –percibimos no sólo la invocación de la lírica cortés, también el sentimiento
inherente de la desaparición–; junto al tono burlesco vibra una sonoridad que recuerda a
la del metal que indica en esta poesía la presencia de una oculta fragilidad:
Buen amigo este pensarque siento en el corazóndesafina mi canciónal ponerla a lamentarno nací para llorarpero un vago sentimientomuda el color de mi acentocon metales de agonía(“Palabras para un cantar”)
Es tanto la modulación del carpe diem (“Deje que deje claro que te amo / mas no dejes
huir la luz de junio”, “Nosferatu”; “por eso intensamente ama a esa rosa”, “Rosa, rosae…”)
como la zozobra de la desaparición propia la que percibimos. La tragedia, la inminencia
de la muerte y el desamor no aparecen claramente, pero se insinúan en ciertas líneas. El
comensal de “Preludio a la siesta de un gordo” asiste a la “muerte sustantiva e integral /
de esta armoniosa y geodésica tarde”; Júpiter, en “Latin lover tango”, es un dios inútil
que deambula soñando con un nuevo Olimpo. Tales menciones a la decadencia hallan su
mejor ejemplo en la elegante alusión a la muerte de “Retrato del artista decrépito”. El
gran matador de cucarachas del centro de Veracruz dice:
[...]reconozco que el pulso y la vistame irán fallando imperceptible pero fatalmentecuando llegue un amanecer cualquieray la guitarra esté tendidaen silencio sobre la mesame iré solo por un camino de alguna estación
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Lecturas
haciendo sonar con mis botinesel pedregullo a la orilla de un río[...]
Por otra parte hay también mucho de crítica, más que social, a la sociedad. Bastaría citar
“Sólo los ricos son nuevos”, uno de los mejores poemas del libro en cuanto a eliminación
de elementos poéticos –por ahí se oye un modernista “aroma postrero”–, donde se describe
las relaciones entre los parientes pobres y los ricos, o “Así hablaba Carasucia”, que mediante
la dicotomía perros y gatos revisa gruesamente las gruesas formas de entender el mundo
en que nuestra tradición insiste.
Poesía de un amante escéptico y de un desencantado pero risueño filósofo, Old
Fashion Blues otorgará a Ramón Rodríguez el alto sitio que merece en nuestra poesía. No
está de más decir que en un tiempo en que los poetas jóvenes no dan signos de juventud,
Rodríguez nos brinda una arrebatadora lección de tradición y frescura.
José Homero. Poeta, ensayista, crítico literario y de música pop, editor,narrador y articulista. Ha publicado La construcción del amor, La x en la frente,Sitio del verano, Vista envés de un cuerpo, La verdad de la poesía, Luz del viento yVerano en la ciudad.
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Lecturas
José de la Colina
Ramón Rodríguez, joven poetade 80 años
Cuando el año pasado, durante la Feria del Libro jalapeña (¿o xalapeña?), don Ramón
Rodríguez, un alto hombre enjuto y muy vertical, de nariz y mirada aquilinas, de frente
patricia y de cabello blanco, de quien más tarde supe que era nacido en 1925 en Córdoba,
Veracruz, me fue fugazmente presentado por José Homero como el poeta más joven de
México, pensé que ocurría una amable aunque convencional presentación “poética”, pues
ya se sabe o debería saberse que los poetas, esos “pararrayos celestes”, según el garantizado
pararrayos Rubén Darío, son siempre y en principio niños de los ocho a los ochenta años (como
decía de sus lectores la inolvidable revista Paquín de mi olvidada niñez). Pero unos días
después, ya retornado yo a la capital del esmog en el veloz e imprudente volskwagencito de
Javier García-Galiano, hojeé, ojeé y luego leí atentamente los Boleros nobles y sentimentales de
Ramón Rodríguez, publicado en ese 2005 por el mero Homero (José) en su graciosa, gratuita,
agradecible colección Poesía Gratis (de Editorial Graffiti, erigida en la calle Xalapeños
Ilustres, número 99-3, Xalapa, Ver., C. P. 91000), y pude descubrir, para luego confirmarlo
en otra obra rodrigueciana, de 1998: La navaja de Ocamm (colección Atarazanas, IVEC) lo
que ya por entonces decía otro poeta, Rafael Antúnez, en la solapa de tal volumen: “Ramón
Rodríguez, ‘siendo a la sazón / el mejor tercera base de la edad media’, es también (y por
muchas razones que el lector pronto descubrirá) uno de los poetas más jóvenes de México”.
Un filósofo griego –no recuerdo ahora quién, pero sin duda de la época clásica
en la cual todos los griegos eran filósofos (¿sería Heráclito?)–, dijo que “Nadie se baña
dos veces en el mismo río”, y por tanto es de suponer que esos isleños, quizá aficionados
al baño diario, tendrían a mano una ilimitada cantidad de ríos. Por su parte, Ramón
Rodríguez asegura en el título de un poema que “Nunca se acaricia dos veces al mismo
perro”. Y yo, que aunque no tengo río a mano me ducho diariamente, que aunque no
tengo perro que me ladre sí tengo y acaricio una gata amada que me maúlla: la explosiva
y extorsionadora Polvorilla, pienso de acuerdo con el filósofo y el poeta que nadie hace
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Lecturas
dos veces la misma cosa (la repetición es una ilusión). Y me parece que ese verso titular
es signo esencial de la obra poética de Ramón Rodríguez: una obra que sin prisa, pero sin
pausa (salvo la pausa que refresca) y con una escritura suelta, aireada, ágil, de estilo sabia
e irónicamente naïf, atestigua acerca de la interinidad, la fugacidad, la fluidez, la
incircularidad del tiempo. Si el Fausto del viejo Goethe dijo: “Detente instante, ¡eres tan
bello!”, Ramón Rodríguez, poeta fáustico, pero más heraclitiano que goethiano, diría
susurrando: “Pasa instante, y sigue siendo fugaz y bello”. Y entonces, en un “salto hacia
el corazón adolescente”, Ramón Rodríguez registra a una apenas vista “muchacha que
señala la dirección del viento / con su pelo amarillo”, y le dice (acaso a la misma pero en
otro poema): “tú viajas hace tiempo en un tren velocísimo / y yo me quedo atrás en el
andén desierto / demudado y gesticulante / como un pasajero desesperado”. Es que hay
casi siempre en la poesía de RR alguna muchacha que él ve pasar entre “vitrinas jubilosas”,
o entre “la grave disputa que sobre geometría / sostienen en silencio la torre y la palmera”,
o cuando “es simplemente a las cinco y cuarenta en su relojito de pecho / asimétrico en
relación a ambos pezones, / [y ella] esté llegando siempre / instantáneamente a tiempo”.
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Lecturas
Entonces el poeta maravillado silabea un poema:
Siempre fugaz
Eres para ser amor
eres para hacer amor
vamos
hoy fue es
o será es
nuestro destino fugaz siempre.
Poeta menos apolíneo que apolineriano (¿será un nuevo y veracruzano Apollinaire?),
poeta culto y vanguardista y posvanguardista y lúdico, poeta que, fugazmente (pues dice:
“hablo desde una casa transitoria”) se telefonea con el Salomón del Cantar de los Cantares
y con Garcilaso y Hölderlin y Baudelaire y Ortega y Gasset y López Velarde y Eliot y
Alejandro Rossi y cualquier poeta joven y amigo o mero conocido en el café, y además
con Dick Tracy y Buffalo Bill y Humphrey Bogart y Érika Buenfil y Mickey Mouse y
Donald Duck y todos los jazzistas y boleristas y bluesistas y tanguistas del mundo, poeta
que escribe sus poemas con la voluntaria, la gozosa inocencia de quien descubre la poesía,
sus ritmos y arritmias, sus palabras bien ritmadas y rimadas o lanzadas en un golpe de
dados que no abolirá el azar, poeta que incurre en el soneto, en el romance y el romancillo,
en el blues o el tango, en el balbuceo o el retruécano, y va adonde el poema quiera, RR
abandona esta página llevado por el mismo aletazo de su inmortalidad del momento y
nos deja como intangible regalo dos breves, leves y densos poemas:
Miércoles (de ceniza)
Signos
Papel blanco
Eres
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…y en negra tinta de imprenta
te convertirás.
por supuesto
No eres
cosa
vas siendo
todo
no puerto:
travesía
no nave:
navegación.
José de la Colina. Narrador, crítico literario y cinematográfico, editor,traductor, colaborador y director de revistas literarias y suplementosculturales. Ha sido miembro del consejo de redacción de revistas comoVuelta, Nuevo Cine, Revista Mexicana de Literatura y Plural. Premio Mazatlánde Literatura 2002. Colabora en la revista Letras Libres.
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Lecturas
Ángel José Fernández
Ramón
Ramón es cordobés, aunque esto no le importe a Federico. Ramón Rodríguez nació en
1925 en Córdoba: esto quiere decir que en días de mayo ya le dio vuelta a la madeja de los
ochenta lloviditos y sigue así no más, campante, como el personaje moral de cierto
olvidadizo whisky que nunca aprendió a tejer. A diferencia de Walker, Ramón es antimarcial,
aunque irónico, como el poetita aquel, epigramático; Ramón es antisolemne o, mejor
dicho, se ha estampado esa etiqueta para redactar un manualito que soltó en la versión de
varios alias, todos solemnes como el cansancio de un ser inagotable. Y ese ser, claro, no
es otro que ninguno más. Últimamente se lo adjudica a Carasucia y va por allí mascullando
con sus ojos llenos de brillos que quieren ser carcajadas. Acuérdense: Ramón se ríe de
varios modos, hasta con lo que le queda de copete y con la punta de sus dedos, que estira
y pone rígidos como todos los dedos bien educados que nos van a contar algo
verdaderamente solemne. Dice –o dicen que así hablaba– frente a un hospital: “me plagió
Nietzsche”. Y en la mesa de un tugurio: “después veo eso, ya sabes”. Y él es quien tiene
la palabra clave, que uno nunca imagina. Ramón, para desdibujarse, para escabullirse, se
ha vuelto un experto cazador antimisiles: huye y se va con los franceses, a tomar cafecito
(y todo porque las Beverido ya cerraron). Ramón no odia: sólo odia las sillas de escritorio.
Y Ramón ama lo que esconde con argumento simpático y pelota de tenedor: a ti te dice
que sí, a ti que por supuesto; a ti también, sólo que a ti te dice: ¿Y tú quién eres? ¿Y cómo
le haces, pelao?
Aquel día que Ramón decide ser anti, como todo caballero anti que ha velado
sus armas y sabe de la noche, se monta en el disfraz de aquel modelito anti titipuchal de
cosas; y en el único bolsillo de su pantalón que no tiene hoyo acaricia, uno por uno, todos
sus secretos. No piensen mal: Ramón acaricia un encendedor, un versito, una tonadita de
jazz, un aforismo, una ocurrencia dedicada a… Digan lo que digan, Ramón siempre es
solemne, incluso frente al pedestal de la ex estatua de Maples Arce. Ya devuélvanla,
cabrones. Y lo dice –como todo lo que dice– con la honrada calamidad de la maldita
poesía. Sólo que al escribirlo, donde tiene que ir el nombre que te conté pone con letra
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Lecturas
bien clara “candil de oro”. Y lo demás que el mundo lo imagine. En esto sigue a la escuela
de… ¿A quién sigues, buen Ramón? Y cuando decide ser caballero de pro, gentil, dice
palabras ardientes o dicta en el parque una conferencia sobre las mujeres en Flaubert,
con valor extracurricular.
Ramón no tiene otra biografía que la que atesora en unos pequeños cuadernos
sin rayas: allí sepulta las semillas de la noche y las de ese color de color cursi de la aurora
que a todo mundo le parece colosal. Allí está todo el chiste: sólo que Ramón prefiere
guardárselo. Bueno: no es que Ramón carezca de una vida o tenga muchas, como sin
duda tendrán muchas los gatitos del malagradecido inglés que ha ofendido a la tierra,
usurpándola, tachándola de… y que Ramón con su gatomanía ha querido traducir.
Lo único que Ramón Rodríguez esconde es su biografía: la ha hecho perdidiza
ochenta veces al año, ochenta años cada día y cada momento, incluidas las quincenas; nos
la ha pasado de humo, como a la oscura verdad con mayúscula; nos la ha ocultado setenta
veces ochenta en sus discretos cuadernitos sin rayas, a la francesa, con su espiral
melancólica, algo torcida por el uso: pues es allí donde Ramón garabatea, cada que puede,
su paisajito; allí apunta sus lluvias, sus naranjas; allí envolvió no una sino las dos orejas de
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Lecturas
Paolo –y sólo nos dio a leer una, que conste–, allí encabriola sus cuitas de arcipreste, con
el perdón de asté. Ramón es un malcriado: nos ha engañado con la verdad y no ha hecho
otra cosa que tirarnos purititos rollos, como quien tantea un toro en la arena, y que
Ramón construye que te construye y desteje en sus cuadernitos, ésos que a nadie enseña.
O, bueno, quién sabe…
Su verdad sólo la saben sus zapatos del diario, su perfil afilado que ladea al
caminar. Camina y aprieta los labios, muerde la lengua; el labio hace una mueca y su nariz
termina en punta. Algún comercio tendrá mi buen Ramón con el camino, la calle y sus
preciados ochenta cuadernitos sin rayas, que a veces saca a pasear, perfectamente
adelgazados, con sus tapas hambrientas y su espiral sinuoso. Y calla todo lo demás. Ramón
Rodríguez es la bestia muda que acarrea su verdad cuando él si acaso dice que la saca a
pasear. Esto lo saben bien no los ahuehuetes ni los chopos, sino las increíbles raíces que
con sus dientes de fuera se topan con la caminata de Ramón sobre los camellones de la
avenida Orizaba: las raíces chocan con sus zapatos y sus zapatos le tiran la neta, cuando
Ramón viene o va de la calle de Córdoba a cualquier sitio, con o sin sus cuadernitos, que
a veces raya y a veces tacha, pues está rectificando… Es codo pa’ los versos, el tal poeta
de los ochenta, y todo por culpa de haber quebrado sus anteojos.
Ángel José Fernández. Investigador de la Universidad Veracruzana ymiembro del Sistema Nacional de Investigadores. Recientemente haprologado y publicado Cantos rodados de Carlos Darío Ojeda, la edición críticade la Poesía de Manuel Estuardo de Gorostiza y la Poesía de Enrique GonzálezLlorca.
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Lecturas
Ernesto Herrera
Ramón Rodríguez, paisajistadel alma
La lectura de La navaja de Ocamm (1998), del poeta veracruzano Ramón Rodríguez (1925)
nos permite seguir sus diversas máscaras de las que yo elijo dos: la del trovador y la del
juglar. En la primera parte del libro el amor es el tema fundamental. En los versos con los
que abre el libro, “Eres para ser amor / eres para hacer amor”, resuena la tradición
trovadoresca que celebra a la amada. Como buen trovador Ramón Rodríguez se mantiene
en los límites del lirismo y rechaza toda intelectualización filosófica-psicologizante sobre
el acto amoroso, que para él simplemente pasa:
Dice el obispo Berkeley
que cuando descuelgo el teléfono
y oigo tu voz
tú estás dentro de mí
yo le digo al señor obispo que no
que yo sólo te amo.
Mas el amor no sería amor si no existiera su lado oscuro y doloroso. Inevitable es la
experiencia de la ruptura y hay que estar preparado para ella. Por excepción las lecturas
pueden ayudar a superarla, pero en este caso lo que permite salir adelante es la actitud de
la persona. El amor pasa, en todas las acepciones de la palabra, y no vale la pena tomar el
látigo; el poeta se arranca esa pena de amor a ritmo de blues (aparecen dos poemas en el
libro en este tenor, el siguiente fragmento es del primero):
mas como generosa dejara entre mis labios
sus mejores espasmos
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Lecturas
hoy le escribo estos versos apropiados
húmedos y agridulces como oreja o ciruela
pero ya no la espero
ingresará de prisa en el pasado
si me pongo a olvidarla con esmero esta
noche
he caído en el fondo del blues
he caído en el fondo del blues.
Y de modo natural, sin necesidad de asumir la pose de disruptor, Ramón Rodríguez
transita por la tradición de la ruptura. Juega con el lenguaje y no obstante maneja imágenes
abstractas que nunca son intelectualizantes. Ya están presentes en el poema “Imágenes
para sacrificar a una doncella” de esta parte trovadoresca, continúan en “El pozo”, uno
de sus mejores poemas, y se consolida en todos los poemas que conforman “Envés de
prosa”, la sección final de La navaja de Ocamm. Es por esta parte que he denominado
juglaresco, dado el énfasis en el juego y el humor, que Ramón Rodríguez forma parte de
nuestros raros. Una de las figuras que he invocado para tratar de ubicarlo es la de Renato
Leduc, pero también se tiene que invocar al primer Novo y a Gerardo Deniz. Ambos
fueron ganando juventud conforme su obra fue desarrollándose, mientras que al poeta
novel en general se le reconoce por la solemnidad con que trabaja sus temas. Ningún
poema de “Envés de prosa” tiene desperdicio y aunque los actos de justicia lleguen a ser
cada vez más constantes, Ramón Rodríguez, por fortuna, nunca será víctima de el discreto
sortilegio de la fama.
Ernesto Herrera. Crítico literario. Fue secretario de redacción de Elsemanario cultural de Novedades. Actualmente es editor de Laberinto, suplementocultural de Milenio.
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Lecturas
CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
Dagoberto Guillaumin Fentanes
Testimonios sobre Ramón
Ramón Rodríguez Gutiérrez, mi amigo desde hace muchos años, cumple en éste (2005)
80 de existencia. Da gusto ver a un hombre de esa edad disfrutar de buena salud, buen
aspecto, ágil inteligencia y disponibilidad permanente a disfrutar la compañía de sus
alumnos y amigos; oírlo opinar siempre con benevolencia sobre los esmeros artísticos de
sus congéneres, sean pintores, literatos, cinéfilos, músicos y sobre todo poetas, rama que
de manera permanente cultiva con encomiable y sublime anhelo de dominio.
Decir lo anterior apenas esboza la personalidad que de él apreciamos en la
actualidad, pero justamente así se anunciaban su estilo y conducta desde aquella, ahora
lejana etapa escolar, causando sincera admiración y manifiesto afecto de condiscípulos y
de sus más significados maestros: tanto en la primaria Francisco Hernández y Hernández,
como en la Escuela Secundaria, Preparatoria y de Artes y Oficios que fundara el profesor
José María Mena en 1880 en Córdoba, ambas entrañables instituciones de las que siempre
es justo recordar su elenco de maestros. En la primaria, entre otros, a Mucio Cué,
Hernández Palacios, Calatayud, Medina y De la Llave; y de la secundaria al licenciado
Zamudio, a León Sánchez Arévalo, al doctor don Manuel Suárez, al profesor Gustavo
Rincón, a Gustavo Trujillo y don Francisco Medina Lagos. Esmerados, cumplidos,
responsables del compromiso magisterial adquirido y cuyas virtudes sin duda dejaron
huellas en sus alumnos, coetáneos de Ramón, varios de los cuales alcanzaron posiciones
exitosas como los Salmerón, José Antonio, Francisco y Fernando; Claudio Álvarez,
Guillermo Scully, Heriberto Román, Lalo Fuentes; los hermanos Lara, Orlando y Rafael;
Othón Arróniz, Emilio Carballido y muchos más que con pesar olvido.
Ramón propagaba su apego y dominio por la música clásica y del acariciante
blues que llegaba en los novedosos discos de 78 revoluciones. Y de libros, cuando se le
requería, se trepaba en la escalera para alcanzarlos en la nutrida biblioteca del doctor, su
padre, o del abuelo que como él, cultivó las letras.
No estoy calificado para evaluar sus méritos poéticos, pero en aquellos tiempos
sacudieron en sus lectores su audacia y su acierto para usar esquemas novedosos y
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Lecturas
poderosamente sugestivos, de los que en este momento no puedo sino evocar fragmentos
salteados de aquellas sus primeras irreverencias, como:
El dios abandonado
Júpiter es un dios cesante y que hace mohínas,
que mastica sus barbas y su melancolía…
y se aburre en las tardes… en el Olimpo en ruinas.
Y todo porque los hombres, inexorablemente se cambian
de repente y sin ambages
de calcetines y de ideas,
de amor, de marca de tabaco y de tirano.
¡Y de dios!
Y aquel otro:
A Esmeralda, la de los ojos verdes y la falda de tweed
Llegué hasta tu boca sólo una
vez, ¡y aún me abrasas!
Hoy sólo guardo silencio en inglés cuando a mi lado pasas.
¿Recuerdas? Hicieron ruido los saxofones agoreros.
La luna retozando en tu cabello. Coca Cola, Dosequis.
Un beso, un hasta luego.
¡Y la noche en hartazgo de luceros!
Nuestros corazones no dan el mismo canto,
el tuyo marcha en millas,
el mío conduce sangre,
sangre que llora en canto y canta en llanto.
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Lecturas
… Por eso te propongo no hacer final de cine
no sea que haya del choque de nuestras dos personas
¡una cosa que se orine,
y chille en dos idiomas!
Podría insertar fragmentos de Mefistófeles, poema largo y enjundioso, también de entonces,
pero ya la página rebasa el espacio asignado para recordar aquellos inicios y balbuceos,
ahora convertidos en el sello, en la voz madura que identifica a Ramón Rodríguez.
Dejo el paso a las plumas doctas que dominan el misterio sugerente y polisémico
del lenguaje. Pero consigno mi agradecimiento, gusto y satisfacción de haber sido invitado
a sumarme con mis escasas luces a este merecido homenaje.
Dagoberto Guillaumin Fentanes (1924-2007). Director y maestro, decanodel teatro en México, fundador del teatro universitario en Veracruz. Miembrofundador de La Palabra y el Hombre. Fue director de la Compañía de Teatrode la Universidad Veracruzana y fundador de la Compañía Teatro Ambulantede la Secretaría de Educación de Veracruz.
Ramón, con Víctor Toledo, 2006.
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Lecturas
Nina Crangle
Un poeta noble y sentimental
Francesco Alberoni, sociólogo italiano estudioso de las transformaciones sociales a partir
de los procesos amorosos, tema central de su discurso ensayístico, se pregunta: “¿Qué
relación existe entre una atracción momentánea, un deseo, un ‘flechazo’ y un amor
profundo, lacerante que dura años y años y condiciona toda nuestra vida?” Este autor
sostiene, pese a los riesgos que implica contradecir a los clásicos de la política –o del
psicoanálisis–, que la lucha de clases no es el único motor de la historia: la pasión amorosa
aparece en primer orden y es constante de toda literatura.
Cuando inicié la selección de la obra poética de Ramón Rodríguez, antologada
en ocasiones anteriores por el propio autor, no tenía la más mínima idea hacia dónde
dirigirme. La revisión de sus libros, atención centrada sobre todo en Cuartel de invierno,
Old Fashion Blues, La navaja de Ocamm y Fandango, me sorprendió con más de un hallazgo.
Y el primer gran descubrimiento fue “El pozo”, recogido en un par de libros, entre
muchos otros poemas que aún le merecen entusiastas celebraciones de lectores y crítica.
Este poema, que durante años nunca se me revelaría, se mantuvo en un rincón doliente,
olvidado. No es casual pues que la relectura de “El pozo”, proemio de estos Boleros nobles
y sentimentales (Ediciones Graffiti e Instituto Veracruzano de Cultura, 2005), me condujera,
sin proponérmelo, al resto de los poemas aquí reunidos. La constante mayor de la poesía
amorosa de Ramón (y hablo de casi toda su obra), es la manifestación más evidente del
amor no consumado en una reciprocidad. Pero, ¿por qué considero que “El pozo” es,
quizás, uno de sus poemas más reveladores? Porque es en él, pese a la separación final,
que los amantes consuman en cuerpo y alma el encuentro, prodigio que difícilmente se
repetirá con tal contundencia en el resto de sus poemas:
juntos nos iniciamos en el hondo misterio
de darse largamente por los poros del alma
la lenta miel oscura del deseo
y el pan de la esperanza.
CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
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Lecturas
El personaje de este poema salta hasta el corazón adolescente para concluir que reanudar
los hilos amorosos de la trama es inútil y gris:
tú viajas hace tiempo en un tren velocísimo
y yo me quedo atrás en el andén desierto
demudado y gesticulante
como un pasajero desesperado.
Lector voraz, Ramón ha incursionado en las profundidades de la tradición filosófica,
poética y musical no sólo de Occidente. El amor en el discurso poético de este autor es
profundo, lacerante y duradero como el enunciado por Alberoni, quien agrega: “el deseo
que nos quema es en verdad el fuego de la vida, el dolor es el caos primordial del que
emerge el mundo”. La escritura de
Ramón, que establece concordancias
insólitas, altera el orden sintáctico habitual,
suprime comas y puntos, es, en ocasiones,
de una deliberada ambigüedad, de un
hermetismo de notable y sorprendente
eficacia: no defrauda a sus lectores. A lo
largo de casi 50 años –luego de la aparición
de Ser de lejanías, libro que desconoce: “un
conjunto de borradores que no ameritaban
su impresión”–, Ramón ha reescrito
muchos de sus poemas iniciales hasta su
depuración final, ésos que considera merecen ya el calificativo de “versiones definitivas”,
aunque con él nunca se sabe: para este autor no hay nada definitivo, menos en poesía.
Resonancias de Stendhal, Heidegger, los poetas místicos y los del Siglo de Oro
castellano, los trovadores, y desde luego Rilke, aparecen en su obra. Por momentos, algunos
de sus versos me recuerdan una fina presencia de Anna Ajmátova, para quien la poesía
Valentina Guadarrama y Nina Crangle escoltando alpoeta, 2008.
60
Lecturas
“es el mayor de los encuentros”. (Ramón, amigo generoso, me acercaría a su obra y a su
anecdotario vital, este último recreado una y otra vez, siempre distinto, por su extraordinaria
–y muy conocida– capacidad oral.) De Ajmátova, estos versos:
Ayer soñé casi contigo.
¡Qué suerte más extraña!
Me desperté, tristemente,
llamándote desde las sombras.
De Ramón:
Este amor
Aquí eterno ahora
incontaminado
sin revueltas sábanas sucias
y restos del desayuno
en la mesa de noche
y la mosca que se cuela revolando
por la ventana…
La pasión para estos poetas es más preciada que aquéllos que la encendieron. Ambos
poemas son simulacros, el primero de diálogo y el segundo de monólogo, pero los dos
dan cuenta de un acto solitario: se dirigen a su propio amor porque el amado está ausente.
En las historias ramonescas contenidas en Boleros nobles y sentimentales, la falta de
correspondencia, o la ruptura, no provoca odio ni resentimiento. Podría decirse mucho
acerca de las voces masculinas de Ramón (aun más de las femeninas), incluso que son
irónicas o ridículas, caprichosas que no admiten un no por respuesta, pero nunca se
podrá asegurar (sí especular, acaso) que son seres resentidos. Ellos reafirman su conciencia
humana a través del deseo: “gracias al amor sentimos lo que de carne tiene el espíritu”,
ha dicho Unamuno.
61
Lecturas
La pérdida del ser amado no concluye con la cancelación del deseo amoroso: “Y
el corazón despierta a larga pena, / de un sosegado olvido a la acechanza / y a la vigilia de
otra vez quererte”. Porque este poeta sabe, como la rusa, que el cuerpo no puede vivir sin
sol, ni el alma sin canciones. La poesía, afirma un Ramón convencido mas no convincente,
es para ocultarse, pero la suya pone al descubierto la gran dignidad del amante en soledad;
el intento frustrado de quien se acerca al fuego divino sin importarle consumirse en él:
“polvo seré, mas polvo enamorado”. Ramón Rodríguez: dolor ardiente que abrasa aunque
anochezca.
Nina Crangle. Miembro del consejo editorial de Performance. Compiló ycoordinó el volumen Desciendo al corazón de la noche. Obra reunida de RamónRodríguez, publicado en 2008 por el IVEC en su colección Frondas Nuevas.
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Lecturas
Rodolfo Mendoza Rosendo
Versiones, diversiones y perver-siones: La navaja de Ocamm deRamón Rodríguez
En 1960 apareció, bajo la colección Ficción, de la Universidad Veracruzana, el primer
libro de Ramón Rodríguez: Ser de lejanías; con ese primer poemario se descubría un joven
poeta con evidente formación filosófica. Más tarde, en 1987, aparece Cuartel de invierno,
en donde vemos a un poeta con una voz diferente. Al decir que en Rodríguez cohabitan
dos voces poéticas –las de esos dos libros–, quiero decir que dos son los temas que le
preocupan o de los que quiere hablar el poeta. Aunque para descubrir eso, el lector debe
leerlos inmediatamente y reconocer a una de las voces más importantes de la poesía
mexicana, pues la intención de estas líneas no es la de comentar aquellas obras de Ramón
Rodríguez. Me disculparé, entonces, de hacer mención a los dos primeros libros de este
poeta, y saludaré la aparición de La navaja de Ocamm.
Si bien ya en Old Fashion Blues (libro estrictamente anterior al que aquí nos ocupa)
nos habíamos encontrado con un poeta casi inédito, en La navaja de Ocamm lo confirmamos:
además de inédito, original. El sentido del poeta, del artista, es múltiple, como múltiples
son las lecturas que se le pueden dar a su obra. En apariencia, la poesía de Rodríguez,
escrita en la década de 1990, parecería una poesía fácil, y como digo fácil, el lector podría
decir, juguetona y hasta pueril; pero Rodríguez no es de los que confunden a Char con un
slogan publicitario.
Si de Cuartel de invierno a Old Fashion Blues parece que vemos a poetas distintos
–que, por supuesto, es otra apariencia–, de Old Fashion… a La navaja… podría parecer lo
mismo. La navaja de Ocamm es el resultado de la abstracción, de la economía musical y
hasta verbal por la que ha apostado el poeta. Si bien eso conlleva sus riesgos (ahí está
“Adiós a las armas”) tiene también hallazgos:
CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
63
Lecturas
Derecho humano
Tú eres tú y tu circunstancia
Y en esa circunstancia
Estoy:
Soy el otro
Tu complemento
Tu socio civil,
Tu prójimo
Ámame.
Es a este tipo de poemas a los que hacía referencia al hablar de la doble voz, de la doble
corriente en la obra de Rodríguez, pues dos son sus temas: el amor y las ideas (por omitir
las palabras razón, pensamiento o filosofía). En “Derecho humano” la referencia a Ortega
y Gasset es obvia, claro, pero ésta le sirve al poeta para incluir, en esa circunstancia, su
amor.
Hay que entender que la idea de la amada
en la poesía de Rodríguez es poco ortodoxa: quiere
tenerla y poseerla, aunque, como dice Borges: “Hay
quien busca el amor de una mujer para olvidarse
de ella”. Eso mismo sucede en la poesía de
Rodríguez: quiere alcanzar el amor, pero anhelando
que la obtención sea, al mismo tiempo, su
liberación.
La poesía de Ramón Rodríguez es
contrastante y multirreferencial; en ella encontramos
alusiones a la literatura clásica (Eurípides, Heráclito)
o a la cultura popular contemporánea (Dick Tracy,
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Lecturas
Ana Torroja). Para el lector atento de la ingente obra de Rodríguez, en todas estas
referencias puede alcanzar una visión más nítida de cada poema. Es ineludible referir en
la poesía de Rodríguez a tres grandes poetas norteamericanos: Charles Reznikoff, Langston
Hughes y, sobre todo, Richard Eberhart, con quien Ramón Rodríguez mantiene muchas
similitudes estéticas.
Como todos los altos poetas, Rodríguez busca el Poema; por esa razón vemos
que mucho de La navaja de Ocamm son versiones, diversiones, repeticiones y hasta
perversiones sobre un mismo tema.
Ramón Rodríguez, el poeta menos sólito de la lengua, entiende que la tradición
(en este caso la poética) se trabaja, se conquista, pero también es obra del olvido y,
naturalmente, de la memoria.
Rodolfo Mendoza Rosendo. Egresado de la Facultad de Letras Españolasde la Universidad Veracruzana. Ha colaborado en diferentes medios impresoscon crítica cinematográfica, musical y literaria. Es coautor del libro Cuarentaaños de labor editorial: crónica y testimonios, de la Universidad Veracruzana yeditor de la colección Sergio Pitol en casa, reunión de los textos de SergioPitol en La Palabra y El Hombre de 1960 a 2003.
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Lecturas
José Luis Cabada Ramos
Ramón: en el abrupto sentimientode estar ahí
En el abrupto sentimiento de estar ahí
HEIDEGGER
Debo decir que a Ramón lo conocí primero en su libro Ser de lejanías, que se encontraba
en un librero de la casa de mis padres como un ejemplar extraño y sugerente que me
llamaba a su lectura desde la infancia, y cuyos misterios resolví después de muchos años.
A Ramón lo traté posteriormente en los portales de esta ciudad, cuando en
compañía de mi padre y del grupo de fundadores del periódico El Mundo departían
cordialmente, aunque lo recuerdo con mayor nitidez durante el periodo municipal en que
Ramón fungió como director de cultura, ya que con varios amigos montamos una obra
de teatro, que él nos ayudó a financiar.
Con Ramón recuerdo también a su hermano Hugo, con quien me unió una gran
amistad lectora: él leía durante la noche los libros que yo leía durante el día, para
comentarlos en las tardes tomándonos un café, y así fue en los años en que él regresaba
de Cuba a sus vacaciones, y después cuando el regreso se hizo definitivo.
La esencia metafísica
Ramón Rodríguez Gutiérrez nace en la ciudad de Córdoba en 1925, es compañero de
generación y de viaje de hombres que cultivaron las letras y la filosofía como Othón
Arróniz Báez, Billy Scolly, Rubén Calatayud Balagueró, Fernando Salmerón Roiz, Emilio
Carballido, Rubén Bonifaz Nuño, entre otros.
Es la generación posterior a la del crítico y poeta del grupo de los Contemporáneos
Jorge Cuesta (1903-1942), a quien no conocieron, sino sólo por referencias y algunos
escritos conservados de periódicos y revistas. La primera formación de este grupo de
CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
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Lecturas
jóvenes compañeros de generación es autodidacta, aunque en sus carreras se identifican
leyes y medicina, siendo esta última la escogida por Ramón para seguir los pasos de su
padre, destacado médico de la ciudad. Algunos de estos momentos se describen en las
memorias del filósofo Fernando Salmerón, sobre todo de cómo llegan a sus manos los
apuntes de las clases de José Gaos, que el investigador Othón Arróniz traía a Córdoba,
después de asistir a sus clases a la Facultad de Filosofía de la UNAM. Del filósofo, instigador
–refugiado de la Guerra Civil española– de la reflexión del pensamiento europeo, quien
se ocupaba por dar a conocer a las mentes más lúcidas de aquellos años del viejo continente,
sobre todo de Alemania, José Gaos es conocido como el traductor de Tierra baldía, de T. S.
Eliot, de El ser y la nada de Martin Heidegger, e introductor de la fenomenología de Husserl,
y el personaje que logra renovar la enseñanza de la filosofía en la academia universitaria.
En México Ramón se reúne con sus paisanos y otros destacados escritores que
llegan de todo el país, como Rosario Castellanos, Sergio Magaña, Jaime Sabines y Sergio
Galindo, fundadores todos ellos, en los cafés de la universidad, del grupo Xenia.
Después de recorrer diferentes lugares y de pasar como maestro por el Ilustre
Instituto Veracruzano en la materia de Historia del arte, llega a Xalapa invitado por
Fernando Salmerón, y con otros destacados intelectuales como Sergio Galindo y Gonzalo
Aguirre Beltrán, para darle vida, en 1957, a la revista La Palabra y el Hombre de la Universidad
Veracruzana, revista que continúa publicándose y sosteniendo una calidad inédita para
los parámetros comunes hasta el día de hoy en México.
La producción poética de Ramón está dispersa en varias publicaciones, desde Ser
de lejanías (1960), Cuartel de invierno (1987) y Old Fashion Blues (1995), La navaja de Ocamm
(1998), Juego de cartas y Fandango, así como publicaciones en revistas y periódicos. Personaje
esencial en la búsqueda de una marginalidad creativa que se elabora con la intención
consciente de evitar que se le reconozca por la calidad de su producción, vive ante el
simple estímulo de cultivar la timidez del poeta y el placer de la escritura sin reconocimiento
público; es sólo el conocimiento solitario e individual de la calidad que alcanzan sus
poemas en el vacío del silencio: una ausencia, porque si no fuera por sus bromas
consuetudinarias, se calificaría en la esencia del rigor.
67
Lecturas
El primer libro de Ramón fue publicado por la entonces naciente editorial de la
Universidad Veracruzana en 1960, y marca el inicio de una aventura poética que durante
muchos años desaparece y evita nuevas publicaciones en libros para quedarse en revistas
y periódicos, donde los jóvenes lo conocen y se le acercan para reconocer el mito semántico
creado por ese ser de lejanías, a pesar suyo y del silencio en que se convierte la ironía. Su
palabra poética la comunica desde las aulas donde imparte clases o en los cafés y bares
del Puerto de Veracruz o Xalapa; en su plática se le recuerda con mayor profundidad
porque es un singular sentido del humor que documenta al novel discípulo.
Aunque este elogio caiga en la banalidad de considerar que su plática informal es
más importante que su obra escrita, quienes lo conocen y han disfrutado de sus efímeras
genialidades en bares y cafés, saben que no hay mayor placer y enseñanza en la calidad de
la poesía que en estos lugares. Porque son parte de la formación más profunda y libre que
se puede recibir cuando de literatura se trata; formación que él también como poeta
compartió con sus nuevos amigos, Rafael Antúnez o José Homero, tanto como con los
anteriores.
De lecturas filosóficas, novelas o estudios antropológicos, la suya es una de esas
mentalidades cuya curiosidad se vuelve expresión de las necesidades fáusticas y fuera del
orden establecido por la sociedad, ya que las leyes para acceder a ella son por las que
Platón destierra a los artistas de su república ideal. Ramón es de los individuos que
quieren saber todo y hacer todo, a cualquier edad, ya que lo hace reflejarse –en su ya no
tan escasa producción– en las diferentes voces que aparecen a lo largo de su poesía.
Ser de lejanías es el fruto de las experiencias de juventud con los misterios de la
filosofía y las ideas que le encarnaron durante su estancia en la Ciudad de México. En el
libro se encuentra un poema emblemático para toda su producción, por acercarse más a
la poesía de su predecesor de generación de su ciudad: Jorge Cuesta. Poeta, paisano suyo
que promovía el soneto y las formas clásicas con el uso de un lenguaje racional como
método de conocimiento, pero implicaba la eliminación de la emoción inmediata del
sujeto como forma para llegar a la expresión de una poesía.
68
Lecturas
La poesía de Ramón está
a la espera de la interpretación
de los alcances adonde envía al
lector con la finalidad consciente
de la ironía, su dificultad para-
dójica: la joya de su posterior
expresión. A partir de la
hipótesis, que en el título de la
comprensión del soneto de Ser
de lejanías, se inserta con la
tradición de la poesía mexicana
apuntada por Jorge Cuesta,
cuando ésta cumple dos premisas
básicas: universalidad y, por
tanto, el desarraigo; éstas son las
condiciones del poeta y de la
poesía en las que se advierte algo más que la emoción efímera, y se convierten a la
sustancia de la cultura de Occidente.
La teoría expuesta por Jorge Cuesta: “La historia de la poesía mexicana es una
historia universal de la poesía”, y donde: “la poesía mexicana es una poesía europea”, con
su aportación, que es la universalidad por las raíces del Renacimiento: “esa preferencia a
normas universales en lugar de normas particulares debe buscarse su originalidad”. Donde
se atisban las fuentes de su fuerza creativa. La originalidad –dice Cuesta– se construye
“en el aislamiento... en su desarraigo”, por la voluntad que lo nutre, el desarraigo de la
poesía mexicana tiene sus fuentes en la cultura universal.
Ramón utiliza una forma y un contenido oscuro para encontrar en la tradición
las ideas que lo confrontan a Husserl, Heidegger, Sartre, Bergson, pero que le confieren
el sentido y la afirmación de la originalidad, ya que su acertada percepción de lo propio
viene de la aceptación de la universalidad de una cultura renacentista. Es en la tradición
Entrando a La Parroquia, 2007.
69
Lecturas
de la poesía mexicana, creada en el aislamiento intelectual, donde Ramón incursiona con
su talento de versificación, y se encuentra con una poesía diferente a la ironía de las otras
que se producen en esos momentos. La hipótesis de su singularidad por el desarraigo que
manifiesta su poesía conceptual en el seno de la poesía mexicana, más dada a la expresión
de la emoción inmediata del gusto, y la expresión sin cortapisas de estados psicológicos, en
lugar de esencias metafísicas, confirma la utilización de un concepto esencial dentro de la
fenomenología-hermenéutica heideggeriana, que da título y es el objeto de nuestra atención.
El contenido
La poesía de Ramón Rodríguez, con el libro Ser de lejanías (1960), abre la reflexión a partir
del título, que sugiere una cercanía a la obra de Heidegger –o en esa visión memorable de
los Diálogos de Platón, cuando explica las nociones de lejanía y cercanía.
Sus versos llevan el conocimiento profundo de la poesía de Baudelaire, sin dejar
a un lado la solución que propuso Paz para superar la poesía pura mediante el irracionalismo
y la magia del surrealismo en la que Ramón toma el rostro del francés Henry Bergson, el
filósofo más leído durante sus años de formación.
Aun cuando su proyecto se encuentra en contradicción con las corrientes
racionalistas, que propugna en su poesía, es animado también en su conciencia creadora
ante la idea cercana de la duración en la conciencia de las vivencias, es la reflexión del
infinito que siempre agrega una unidad más a su pensamiento la que demora su persistencia.
Ese objeto poético es tal vez el único que todavía camina en las calles de la
ciudad de Xalapa, es el rostro marcado por la autoría de la obra vivida de la idealidad y en
la lejanía; ésa es la realidad a que se fijó en su primera poesía, es su instante temporal, al
que nosotros ahora asistimos a su representación… cincuenta años después.
José Luis Cabada Ramos. Escritor, filósofo y promotor cultural cordobés.Es un especialista de la obra ramoniana y un apasionado de Jorge Cuesta.
70
Retrato del artista valorado
III. Retrato del artista valorado
La presente selección de poemas rescata tenores de otros poetas que se han sentido
conmovidos –para bien o para mal– por la intrepidez de Ramón, ya en su poesía, ya en su
conversación tornadiza. Diversas voces y varias generaciones: el orden cronológico destaca
la presencia de Ramón en el colectivo de los poetas contemporáneos, desde Jorge Brash
hasta José Homero, y de Darío Carrillo a Fernanda Toribio, sólo para rendir afecto y
respeto al Mejor Tercera Base de la Edad Media.
Escueta pero eficaz, esta muestra nos brinda una idea de la importancia de Ramón
Rodríguez en la literatura. Cada poema se ha presentado con una dedicatoria a Ramón en
otras publicaciones. Otros, son publicados por vez primera.
Marco Antúnez
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007.
CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
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Retrato del artista valorado
JORGE BRASH
(1949)
HOY SALUDO a Ramón
después de cuánto tiempo
macerado en café
a intervalos de pasmo enhebrados en crenchas
sutilísimas del humo de cuántos cigarrillos
–tú lo has dicho, uno solo por día,
hasta el año 10095–
desayuno de waffles con fruta y miel de abeja
comida rica en fibra y escasa en proteínas
lipotimia a la larga
que sorprende y admira a los propios jinicuiles
ah, si al menos hubiera
un árbol bien copudo de sombra acogedora
mas sub tegmine fagi sólo encuentras ahora
algún perro metafísico
un montón de basura
pues los gatos
de haberlos
andarán
por las ramas
cual sólo ellos
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Retrato del artista valorado
y el péndulo
invertido en su cola
se permiten
hacerlo
Impresiones del sol en el reverso de una roca
Viene la luz a abrir
una hendedura
No es el dolor la fuerza
ni el sentido
Una palabra sola
cabe en el silencio
¿Pasó sin más?
Viene la luz
En el envés de esta hoja
hay algo que se mueve
un principio de vida
El sol cumple su giro
y se oculta en el hueco
de mañana.
73
Retrato del artista valorado
JOSÉ LUIS RIVAS
(1950)
Un puerto así
Rompe el roción sibilante en la escollera.
Zumban blancas abejas en cráneos de coral…
Huérfana –como tú– de nombre,
hiervo en espumas confundida
con rizos de ajomates.
Zarcillo de malagua, disuelta en mi elemento,
¿que recuerdo?
Nubes de paso –acotaciones truncas
en mi cuaderno de bitácora, batido por el viento
de mi propio arrebato.
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008.
74
Retrato del artista valorado
La mar brava da cuenta de mi fiebre.
Yo también, a mi modo,
embridé rudos corceles.
(No digo sus señales; no es por recato,
no va con la historia que ahora ensayo).
La hembra era quien sembraba.
Los hombres lo rehuían, con sapiencia.
Evitaban rozarse con las plantas.
Eso era antaño; luego la costumbre se invirtió.
(“Cuida que Julia no entre al chilero
si está menstruando…”).
Nubes, nubes servidas en barquillos
de rugosa galleta, y peonzas que bailan
tragadas en rompientes de irisados cúmulos.
(Las conchas de marisco crujen al ser pisadas…).
Sube al cielo un tachón de humareda aldeana:
tentáculos de nube lo fagocitan.
La memoria deshace
en oloroso oleaje de esteros su sudario.
Mi infancia, largo tiempo presa en ámbar,
arde en el mismo incensario
y es, a su modo, un esparcido rezo…
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Retrato del artista valorado
JOSÉ HOMERO
(1965)
La noche en minifalda ahoga a los transeúntes
en las calles de incierta geografía
dos piernas como torres paralelas
de aceite ungidas, por la luz roídas,
el cielo nublan, la
noche moldean,
altas, mórbidas, columnas marmóreas
que soportan cúpulas, entreabren grietas;
sinuosos caminos que la fronda oculta
de la luna y su succión de ónice.
Qué cauces, qué arabescos, qué formas de serpiente,
lenguas, ardientes cicatrices, plumas,
escamas y aun escaras toma el aire
cuando su látigo restalla contra
la oscura, brillante vestimenta
y al duro son de cláxones, improperios, oraciones, llantos,
las nalgas van en ondas internándose
con mi sombra y mil sombras más prendidas
a sus frutos de flor
monstruosa, infame:
sus pies descienden al abismo,
mis pasos alimentan al océano
76
Retrato del artista valorado
DARÍO CARRILLO
(1972)
Día sin escribir
Reconoce el silencio
el papel en blanco del paquete inmóvil;
cuando duerme en la esfera el agua de los peces
y la lluvia clava en charcos: naranjas.
La oscuridad no escucha,
en el esfuerzo por guardar silencio,
más burbujas que sabor a blues y manzanilla.
LUIS MIGUEL CRUZ
(1978)
El estado más puro de nuestra vida
es el adiós.
PÉTER DUBAI, “Campanas apagadas”
Cuando muera algunos árboles se moverán de sitio
para ir al lugar donde está la memoria
el cielo devolverá el azul que nos robó en la infancia
blandiendo el corazón como una llama ardiente.
Los héroes que fui habrán gozado de su fuego
los mártires también, serán recompensados,
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Retrato del artista valorado
el mal hijo, será hallado bueno,
agua y nubes se moverán desde lo alto hacia lo bajo
sin saber del cielo o el infierno.
RAMSÉS RAMÍREZ AZCOITIA
(1982)
Loros! Dolorosos loros
ángeles de terrible color
Loros, dolorosos loros
Oro nebuloso
del sueño alto
en las montañas en el coro,
sordos mis queridos ojos
Ramón homenajeado en su ciudad natal; lo acompañan Rubén Calatayud y J. A. Berlín, 2006.
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Retrato del artista valorado
veían a la bestia muda acrecentarse.
Podemos hablar de que para estos tiempos donde la vorágine con más de un millón de
hombres se abre a la posibilidad de uno solo, harán falta elecciones heroicas, empresas
sin temor al retorno, dejando atrás una caída incesante de relámpagos,
aceptando el lugar inestimable de la Concepción.
Y es que Conchita
empapada estás en mis labios sin pudor,
de nada sirve encomendarte
en santa oración
si entregada estás a la vela
con candor.
Una pequeña estimación al estilo del maestro, si no es que suena a burla, ya que son
imposibles los espejos literarios en la migraña del hombre moderno, pero espero refleje
toda la admiración que puede despertar en mí un hombre sin imperio.
La victoria nunca es para todos,
son palabras que se le adjudican al rival,
la locura con sus huesos.
Por eso en una sorda borrachera que Homero le propinó
identificó su cadáver caído en la noche,
elegido como héroe, con los llanos a cuestas,
desprotegido de toda lucha contra su destino.
Es la ayuda de esa tal que yo necesito
para llegar a viejo
y entregarle cartas a toda joven que yo dejo.
79
Retrato del artista valorado
MARCO ANTÚNEZ
(1984)
Deste métrico llanto.
LUIS DE GÓNGORA, Soledades, II
I
Le dicen hombre porque sabe del viento, porque
su materia está compuesta de sangre de vidrio
y suyo es el tiempo y la cumbre de las colinas,
porque dicen horizonte sus ojos y guarda
silencio suspirando, agacha la cabeza
poblado de luces y cesante ya su cuerpo
emprende la ficción de la vida rumbo al cielo;
con cayado y crepúsculo en mano habita un siglo,
y un dios cansado que brota raudo por los poros
anuncia la última embestida contra la muerte,
la demanda siempre anhelante del beso dulce
que cierre un ciclo de soledad, porque hoy comienza
la misión del mortal, el rito de las estrellas:
partir buscando al amor, su viejo camarada.
II
Mártir del reproche debo lidiar con que tengo
migraña muy larga y barba prolija de gato
porque soy poeta del rock punzante
duro altisonante de lengua recta
80
Retrato del artista valorado
amante y santo sancho de mirada furtiva
diletante mulo de sendas alas de arena
que de tiempo en tiempo llora cantando
–hoy llevo a la chica y veloz me fugo
envuelto en desastre y persecuciones fallidas
de un monstruo templado de dulcedumbre
que muda oscuro al otro su figura
rostro puro y blanco sus despojos
(no fuimos de soledades ladrones incautos
torpes –eso sí– pero no incautos ni triviales);
rompeolas me dice el mar que me aceza
y voy en mi corcel con mi doncella
porque tengo miedo que de alcanzarme su garra
me arrebate el silencioso corazón que me ama
y me sumerja en esta guerra que se aproxima
ALEJANDRO ALBARRÁN POLANCO
(1985)
De blancas nieves
Al servicio están mis labios de sus labios,
mis tristes manos de prematuro anciano
a la corteza furibunda de sus nieves,
mis verdes alas, mis heridas, mis consuelos.
Pero al ser vicio sus labios de mis labios,
sólo quedan mis manos por entrega,
81
Retrato del artista valorado
mis múltiples heridas que no sanan,
y estas alas marchitas que no vuelan.
Que sean pues sus nieves el consuelo,
o el sepulcro mineral de mis pasiones.
Para saber los dos entonces
que todo esto ha sido nada
y que sólo
al servicio está el ser vicio
el uno del otro y del otro el uno: el único.
Con dedicatoria a Ramón
La pluma en mi mano: estridente
La pluma en tu mano es
tridente
FERNANDA TORIBIO
(1987)
Un día el hombre es despojado de la calma.
Como en las frutas y las hojas caídas dejan huella los gusanos, así, en el hombre deja
huella toda el agua de los tiempos.
Agua que se va, dejando para el hombre la muestra inocultable de sus cauces vacíos.
Mil ríos de lo amado, perdido, apremiado. Mil ríos de deseo, resignación y días. Un solo
río voraz, pasajero, como llanto sin ser mal, cargado de salitre le fluye
sobre la piel.
Le corre apresuradamente sobre la piel; devorándolo.
82
Retrato del artista valorado
El hombre ya no es un hombre, es un laberinto.
Su secreto son las flores vergonzosas de lo amado
que partió.
Anhelantes pétalos que palpitan en el fango de sus inescrutables pasadizos,
luchando por salir.
Pero la boca del hombre comienza a oler a lo más muerto.
Avergonzado, se hace torpe; es un circo su palabra.
Pero a veces ríe; y cuando ríe, incluso es bufón para su risa.
Es entonces cuando la amargura asoma el ojo por el ojo de la puerta.
El hombre, ya no es un hombre; es un minotauro.
*
Siempre nuestro será el labio.
Y si han las espinas de darnos roja paz en cielo eterno
entonces que mi corona no sea más de espinas sino de flores.
Que no andaremos ya más solos
y errabundos.
Orgullosas bestias norte a norte
resignadas a la jaula.
Libre sueño; créelo tú.
Que es negra la soledad
sí, que es negra y casi móvil
que la casa es lagar nombrado por lo solo
83
Retrato del artista valorado
y que sin imitarte, noche
creada está de tus cenizas.
Conocerás el yelmo cuando no la nobleza
si previenes dolor en lo más bello
tú, que fuiste venablo de la flor
yaces ahora; herida primigesta de la peste.
No andes más, el amor es otra cosa.
El pétalo que engaña al colibrí
pared con pared sobre muralla, no es eso, es otra cosa
fauces de dragón es el aliento de la ira
y quien confunde los estigmas del amor
con los estigmas de la rosa
verá con su corona hecha fuego su cabeza.
Que no andaremos ya más solos
y errabundos
que la soledad es fauce de apremio silencioso
y tiene nombre.
Y que allá lejos,
sin perturbar el horizonte
muere alguien más lejos que tú.
84
Entrevistas
IV. Entrevistas
Conversando con Ramón… sin téde manzanita1
Nina Crangle, Marifer y Ana Valderrama
Un lunes por la tarde cuando, además de humo, café y calor, se agolpa la sagacidad de
quien firmemente cree, pese a los griegos, que nunca se acaricia dos veces el mismo perro,
Nina Crangle, Marifer y Ana Valderrama se encuentran con el poeta cordobés Ramón
Rodríguez con motivo de sus ochenta primaveras…
Ramón dice: el perro es excepcional
N. C.– Uno de tus poemas favoritos, y de tus lectores también, es “Nunca se acaricia dos
veces al mismo perro”…
R. R.– Es un poema de palabras que hace alusión a lo que dice Heráclito: “no
nos bañamos dos veces en el mismo río”. Según Heráclito, el río está en continuo devenir,
mientras nosotros permanecemos inmóviles; en esta poesía pasa lo contrario, el perro es
el que muta, entre cada caricia hay un
cambio, ya se avanzó en el tiempo hacia
la caducidad.
Ramón es como ese can mutable, una
persona sin anclaje, donde el hoy es lo único
existente, dejando sin cabida al pasado y al
futuro; por eso para Ramoncito las generaciones
no son un asunto biológico.
CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
1 Performance, núm. 4, segunda época, 16 de mayo de 2005, Xalapa.
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5.
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Entrevistas
N. C.– Si trataras de ubicarte en una generación, ¿cuál sería?, ¿con cuál estableciste un
diálogo auténtico, una reciprocidad?
–Me identifico con la generación de Graffiti, aunque también, reconozco, fui
parte de una generación de existencialistas, que empiezan con Heidegger y descubren a
Sartre, ésa es la generación de mi juventud.
Pese a las terribles vecinas que envenenan gatos, seguiremos hablando de lo que Ramón ama.
A. V.– Ramón, ¿te gusta enseñar poesía?
–No es que me guste, pero me pagan; si amas la poesía, hablar de ella es como
hablar de lo que amas.
La memoria es a veces transparente como el agua de un pozo.
M. V.– ¿Cómo es la memoria de Ramón Rodríguez?
–Es mejor el perro, dejemos a un lado “El pozo”.
N. C.– ¿Quiénes son los poetas que prefiere Ramón, a los que relee?
–El autor de Las elegías de Duino (Rilke), el de Tierra baldía (Eliot), el de El cuidador
de cabras (Pessoa), el de El Cementerio Marino (Valéry), el de Muerte sin fin (Gorostiza) y el de
Piedra de sol (Paz).
–¿Y Hölderlin?
–Hölderlin ya pasó, y como el pasado no existe ni el futuro, yo ya seleccioné a
mis seis autores. Estos poemas los escogí porque tienen una unidad, no hay nada que
quede fuera de estos poemas. Como dijeran los cronistas mexicanos de futbol, “eso es lo
que yo vi, la mejor opinión será la de ustedes”; por eso hagan la selección de sus poemas
favoritos, para mí éstos son los seis mejores y como los cronistas, no busco una verdad
absoluta; además, siempre estoy consciente que la mejor opinión es la que cada quien tiene.
–Para Ramón, ¿cuál sería su poema mejor logrado?
–Yo no tengo poemas, tengo poesías.
Esa búsqueda incesante
–¿Has tenido que escribir para vivir…?
86
Entrevistas
–Claro, pero buscando la unidad como Rilke, lo que no le funciona a nadie es su
propia muerte porque siempre llega de fuera; sin embargo, él cree que sí se puede y de
cierta forma se le cumple, aunque no escoge su muerte, se muere tal como debió haber
sido. Rilke logra además de eso, su propia concepción de la vida. Todo lo que los filósofos
intentan con libros, el poeta lo logra con su visión.
–¿Tú crees que el poeta ve más allá, que es un profeta a su manera?
–Sólo cuando se llega al nivel de Rilke y de Eliot, por ejemplo. Con el autor de
Tierra baldía se hace muy evidente; dijera un crítico: “es una agotadora búsqueda de
redención”.
–¿Tú buscas algún tipo de redención?
–Órale, mi redención es renegar de la filosofía griega, nada más.
Otras búsquedas
–También hay otros tipos de búsquedas. A partir de Rimbaud la búsqueda era dar en la
madre y sin embargo logra la poesía con un talento extraordinario, la decadencia. Entonces
llega alguien y dice: “no los llamen decadentes, mejor simbolistas”. Muchos de los poetas que
se formaron con Graffiti están en una búsqueda constante de las formas puras, saber hacer
décimas, sonetos. Esa poesía tiene logros extraordinarios; la búsqueda de Old Fashion Blues es
muy distinta a la de los poetas de Graffiti; sin embargo, nos formamos juntos en esos caminos.
M. V.– ¿Te definirías a través de ellos?
–Son los mejores cuates que he tenido, pero no me defino a través de ellos (risa
ramónica).
Todo depende del cristal con el que se mire
N. C.– ¿Coincides con Bertha Laura Barrientos cuando dice que tus poemas amorosos son
poemas despechados?
–No dice eso, dice que el tono a veces podría interpretarse de esa manera, pero
es tan sólo una hipótesis. Yo opino que esa hipótesis es una búsqueda por hacer un buen
prólogo, los prólogos son para descubrirse uno antes que a los demás, en cambio la
87
Entrevistas
poesía es para ocultarse. Todo prologuista tiene la libertad de enfrentarse a una producción
ajena y la búsqueda de la congruencia es apoyarse no en una erudición, sino en una serie
de conceptos ajenos aplicables; ella se apoya en Cioran. Mis personajes son como los
personajes de Cioran que se ocultan en el absurdo y en la ironía por falta de creencias
políticas, sociales y religiosas.
La concepción individual del mundo es lo que existe, es la libertad del ser humano.
Cada quien tiene su propia forma de entender la vida y acomodarse a ella; tiene su propia
ética, su propia moral, su propia estética, sus propias chavas.
A. V.– Ramón, eres muy evasivo…
–¿Y eso es muy difícil de percibir? No soy evasivo, soy como Rilke, por poner un
ejemplo de tal tamaño. Por cierto, no es que él rechazara sus poemas anteriores a Las
elegías de Duino, sino que era una búsqueda incesante por encontrarse a sí mismo a la hora
de producir. Sin embargo, agradece a todos los que lo ayudaron a publicar lo que odió.
N. C.– Ramón, ¿cómo fueron percibidos tus primeros textos poéticos, qué te decían?
–Hay muchos primeros, que anteceden a la generación con la cual yo me identifico
(y ya les dije). Ser de lejanías es de las más grandes pedanterías que yo he visto en mi vida;
es una repetición de un filosofema de Heidegger: el hombre es un ser de lejanías, dice.
Yo tomé el título para mi libro, ¡qué horror!, pero funcionó. Ésa era la época de
mi juventud, sin embargo le agradezco a Graffiti el haberme asomado a la poesía en serio,
aunque ya tuviera un libro publicado.
N. C.– Ya tenías dos, olvidas Cuartel de Invierno.
–Ese libro yo lo respeto profundamente, mucho más que a Ser de lejanías, que
resultaba arrogante; el título dice: “yo leo a Heidegger, cuates”; falso, aunque con hallazgos
muy buenos. Por eso es que converjo con Rilke, quien detesta sus poemas pero los respeta
profundamente a través del agradecimiento a la gente que le abrió la publicación en Berlín.
M. V.– ¿Cuáles son para ti los momentos en los que te has sentido agradecido?
–Yo agradezco los momentos de la poesía como lector. A principios de cuentas,
si quieres escribir, aprendes a leer. No hay una escuela que te diga: ésta es una escuela
para hacer poesía.
88
Entrevistas
N. C.– ¿Ni la de Rafael Antúnez?
– (Risas) Para mí, uno de los mejores narradores que ha nacido en el estado de
Veracruz es Rafael Antúnez, no ha habido otro. Así de ese tamaño es. La isla de madera es
una novela corta, redonda y excelente.
A. V.– ¿Qué tal Nina, la novela?
–N. C.– Muy padre. Ramón ha expresado una opinión que yo comparto.
–¿Ya la leyeron?
M. y A. V.– No, todavía no.
–Hay que leerla. Pregúntenle a Antúnez: “Usted escribió una novela que tuvo
una gran acogida, ¿por qué ya no ha escrito?” Se defenderá como gato boca arriba, no
como el tuyo, que se murió (a Marifer).
Marifer. Fue asistente de redacción de Performance. Estudió la maestría enLiteratura en Edimburgo y actualmente radica en California.
Ana Valderrama. Desarrolla trabajo docente y creativo, una de sus líneasde investigación es la educación artística, en especial la danza y la música.Ha sido becaria del IVEC. Actualmente cursa la licenciatura en Lengua yLiteratura Hispánicas.
89
Entrevistas
Juan Javier Mora-Rivera
Esas horas, esos días...A 50 años de La Palabra y el Hombre1
¿Sobrará decirlo? Ojalá no. Ramón Rodríguez, Dagoberto Guillaumin y Xavier Tavera
Alfaro son los únicos sobrevivientes del Consejo Editorial original de La Palabra y el
Hombre, la revista universitaria que en este año cumple medio siglo de haber sido fundada
por Sergio Galindo, Fernando Salmerón y Gonzalo Aguirre Beltrán. En esta entrevista,
Ramón –pieza clave de esa empresa– no sólo recuerda la efeméride, abunda en los hechos
y en sus protagonistas, desface algunos entuertos de la historia oficial y nos proporciona
algunas pistas de sus juveniles años arrebatados en busca de su propia vocación. ¡Salud,
Poeta, por aquellos días!
Hours, days, months, the rags of time
John Donne
Ramón Rodríguez llega puntual a las siete y media de la noche. Como siempre, el paso
cansado, casi arrastrando los pies al subir la escalera. Jadea pero disimula la fatigada
respiración con una especie de bufido que se le ha vuelto muy de él. El escenario del
primer piso del café La Parroquia (cincuentenario también en este 2007), mesas y sillas
vacías, lo completa una reunión de señoras que arman y organizan manualidades a saber
para qué causa. “Entrevístalas a ellas mejor”, casi ordena, aunque sonríe malicioso. Se
sienta lento y pide al mesero, que le pisa la sombra desde las escaleras, una malteada de
chocolate. “¡Aquí las hacen riquísimas!”, dice al tiempo que los ojos de niño brillan e
iluminan la noche ruidosa de la céntrica calle de Zaragoza.
1 Performance, año III, núm. 53, 18 de septiembre de 2007, Xalapa. Esta entrevista obtuvo el premio en lacategoría Divulgación Cultural y Científica del Quinto Concurso Estatal de Periodismo Periodista RubénPabello Acosta 2007, celebrado en la ciudad de Xalapa, Veracruz.
CONTRAPUNTO No. 8 mayo-agosto 2008
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Entrevistas
En Córdoba, cuando fungía como director de Difusión Cultural en el Ayuntamiento, 1970.
Dice que no puedo anotar nada. Es casi una orden. Los oficios de Nina Crangle
le han citado en este café para, supuestamente, hablar de un ensayo casi inexistente sobre
Sergio Galindo y la Editorial de la Universidad Veracruzana. Nina me insistía por teléfono
horas antes: “Que te cuente de la Editorial. Se lo tendrás que sacar a ver cómo, pero
apenas comience a hablar, tú no lo sueltes. Recuerda que ya no quiere platicar de nada de
eso”.
J. J. M.– Inicio preguntándole por una precisión, la cual lo anima de inmediato. Es Ramón
Rodríguez, nuestro escritor y poeta cordobés:
R. R.– Sí, 1957 no es el año en que la Editorial de la Universidad Veracruzana fue
fundada. En el 57 llegan a la Rectoría el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán y Fernando
Salmerón Roiz, el primero como rector y el segundo como secretario académico, y junto
con ellos llegamos un grupo de jóvenes de distintas partes de México, pero principalmente
de Córdoba, Veracruz.
En ese mismo año, ya no recuerdo bien en qué mes, apareció el primer número
de La Palabra y el Hombre, la revista editada a iniciativa de ese mismo grupo y del rector
91
Entrevistas
Aguirre Beltrán. No me preguntes a quién se le ocurrió el nombre ni cómo se definió el
formato de la misma. Eso ahora no lo recuerdo muy bien. Sería mejor preguntarle sobre
el asunto a Dagoberto Guillaumin, seguramente él tiene más información. Pero 1957 es
el año de la revista.
–¿Entonces 1957 no fue el año en que fue fundada la Editorial de la Universidad Veracruzana
(UV)?
–No. La Editorial de la UV tiene su origen en 1952. Entonces era Coutiño el
rector y crea una oficina para difundir las actividades de la Universidad. Su primer director
fue Guillermo Mackinley, quien hizo una revista llamada Universidad Veracruzana. Era algo
institucional, y ahí se reseñaban las actividades de la UV, intercalando breves notas culturales.
–¿Pero editaron libros?
–Sí, por supuesto. De manera modesta pero importantes para una joven
universidad que tenía menos de mil alumnos. Ahí se edita parte de la obra de Rafael
Delgado, las investigaciones de José García Payón sobre El Tajín, textos de Manuel C.
Tello, de Ramón Alva de la Canal y Francisco Monterde. Coutiño es sustituido por el
maestro Aureliano Hernández Palacios, director de la Facultad Jurídica. Hernández Palacios
nombra a Librado Basilio responsable de ediciones de la UV y ahí viene otra etapa del
Departamento Editorial. Hernández Palacios hace crecer a nuestra Universidad: funda
nuevas escuelas y facultades; prepara maestros de universidades extranjeras, extiende a
todo el estado la Universidad. Eso lo cuenta muy bien el maestro Hernández Palacios en
una especie de memoria que escribió sobre su rectorado.2 Claro, todo esto no se hubiera
podido lograr sin el apoyo del gobernador Marco Antonio Muñoz T., quien dio todo el
respaldo a lo hecho por Hernández Palacios y Librado Basilio.
2 Ramón Rodríguez se refiere a Testimonio de la Universidad Veracruzana (Xalapa, UV, 1988, col. EstudiosJurídicos, 278 pp.), donde Hernández Palacios advierte de manera crítica los retos que le tocó enfrentardurante su periodo rectoral. Ahí amplía lo expresado por Rodríguez: en el rubro cultural y artístico, entreabril de 1955 y diciembre de 1956, Hernández Palacios instruye los trabajos de construcción de la BibliotecaCentral de la Universidad en Xalapa; crea el Departamento de Bellas Artes –acción que concentra lasactividades artísticas y de difusión de la Universidad alrededor del Coro y el Cuarteto Clásico, RadioUniversidad y el grupo de Danza–; funda el Teatro de Cámara –a cargo de Dagoberto Guillaumin Fentanes,quien promueve tanto la representación de obras de autores de prestigio (Miller, Chéjov y O’Neill) como
92
Entrevistas
El rectorado de Hernández Palacios acaba a fines de 1956, cuando también
concluye el mandato del gobernador Marco Antonio Muñoz, quien es sucedido por
Antonio M. Quirasco, que tiene como secretario de Gobierno a José Luis Melgarejo
Vivanco. Melgarejo Vivanco propone a Gonzalo Aguirre Beltrán como rector y quien a
su vez considera a Fernando Salmerón. Salmerón será quien nos propone colaborar con
ese rectorado a Sergio Galindo, a Dagoberto Guillaumin y a mí, entre otros.
–¿Qué sucede entonces?
–En cuanto estuvo definido lo que cada uno de nosotros haría –yo fui nombrado
Jefe del Departamento de Acción Social y Extensión Cultural de la UV–, nos presentamos
con Fernando Salmerón, a quien conocíamos no sólo por ser cordobés sino porque
tomamos juntos algunas clases en Mascarones, en la UNAM, en Ciudad de México.
–¿Estudiaron juntos en Filosofía de la UNAM?
–Bueno, Salmerón sí. Mi familia me había mandado a estudiar Medicina, porque
creían que debía tener una profesión productiva, lo cual significaba entonces estudiar
para abogado, médico, ingeniero, arquitecto… Salmerón, por ejemplo, había ya terminado
Leyes en Xalapa –todos comenzaban por ahí. Sergio Pitol hizo lo mismo– y cuando
obtuvo el título fue a entregárselo a Córdoba a su familia y les dijo que estudiaría lo que
le apasionaba, que era Filosofía. Salmerón era un joven brillante, talentoso, con gran
visión. De ahí que haya trascendido toda su obra hasta hoy.
Yo supuestamente estudiaba Medicina pero la verdad me la pasaba metido en
Mascarones hablando con todos los estudiantes de entonces: Rosario Castellanos, Dolores
Castro, Jaime Sabines, Alejandro Rossi, Luisa Josefina Hernández… Entre ellos estaban
Salmerón y Sergio Galindo, quien ya había estado en París algunos años antes y estudiaba
Letras, casi a escondidas de su familia. Cuando Salmerón, Galindo y yo nos encontramos
un día por los pasillos de la escuela, de inmediato me presentó a Galindo. Salmerón le
de piezas de jóvenes dramaturgos mexicanos (Sergio Magaña, Héctor Mendoza, Sergio Galindo y EmilioCarballido, por ejemplo); y concreta la apertura tanto del Instituto de Lenguas como de la Facultad deFilosofía y Letras. El primero, a cargo también de Librado Basilio, incluirá las cátedras de Español Superior,Francés, Italiano, Alemán, Inglés, Latín, Griego, Náhuatl y Totonaco; la fundación de la Facultad tiene enFernando Salmerón, egresado de la UV y la UNAM, a su verdadero impulsor y creador.
93
Entrevistas
dijo: “Ramón es de Veracruz, de Córdoba”. En Mascarones, además de hacer gran amistad
con Rossi, Luisa Josefina, Salmerón y Galindo, conocí a quien hasta hoy es mi esposa. Yo
dejé Medicina. En casa inventé no sé qué cosa. Le mentí a mi madre, y le expliqué que
asistía a las clases de Filosofía. Ella se resignó pero para entonces yo busqué un trabajo.
No sé si de vendedor de seguros o algo así. Y luego vino la etapa de trabajar en la UV.
–Regresemos a la Universidad Veracruzana. ¿Recuerdas cómo llegó Galindo a la Editorial?
–Nos llamó Salmerón y lo buscamos en las oficinas de la UV, en la calle de
Juárez, junto a la Prepa Juárez. Ahí residían la mayor parte de todas las facultades que
había en ese entonces, pues la educación universitaria en esos tiempos era para la gente
realmente privilegiada o con recursos económicos. Aguirre Beltrán y Salmerón ya
despachaban ahí. Guillaumin de inmediato les presentó a ambos un proyecto de trabajo
muy amplio donde estaba considerado hacer una revista, que a la llegada de Galindo sería
La Palabra y el Hombre. El que Salmerón estuviera en esa posición facilitó mucho las cosas,
pues, además de ser cordobés, ya había pensado en que Sergio Galindo debía ser el
director de la Editorial.
La idea de Salmerón era muy buena. Nos llenó de entusiasmo, pero había un
problema: Galindo estaba en la Ciudad de México y Aguirre Beltrán quería hablar con él
de inmediato. Nos dijo entonces Salmerón una mañana, urgido: “¡Hay que traer ya mismo
a Galindo! Tomen, aquí están las llaves de mi auto. Vayan por él”. Nos dio su dirección en
el D. F., y sin casi pensarlo ya estábamos de camino Dagoberto y yo por Sergio. El carro,
lo recuerdo bien, no tenía gasolina y tuvimos que pagarlo de nuestra bolsa nosotros.
Salimos por él, y en la tarde de ese mismo día, a ratos manejando yo y a otros Dagoberto,
llegamos a la casa de Galindo, que para entonces estaba recién casado, me parece. Le
explicamos la situación y al otro día ya estábamos de vuelta en Xalapa.
Galindo se presentó con Aguirre Beltrán y de inmediato fue contratado. Sergio
ya tenía una idea de lo que se fraguaba aquí en Xalapa, pues Aguirre Beltrán y Salmerón,
meses antes del cambio de gobernador, habían hecho algunas reuniones en la Ciudad de
México con posibles colaboradores. Galindo asistió a algunas de esas reuniones y había
explicado sus intenciones: conformar una editorial, hacer una revista y editar libros de
94
Entrevistas
autores jóvenes, así como obras importantes, estética y literariamente hablando. Lo de
hacer una revista era algo que desde muy joven Galindo tenía en mente y al llegar a la UV
la oportunidad fue propicia.
–¿Y el resto de los integrantes del primer Consejo Editorial, cómo llegó a la revista?
–Algunos de ellos ya trabajaban en la Universidad. Otros fueron contratados
para dar clases en las nuevas facultades que se había creado. No recuerdo quién exactamente
trajo a quién, pero los principales orquestadores de todo esto fueron Aguirre Beltrán,
Salmerón, Galindo y Guillaumin. Yo hice muy poco, un trabajo muy modesto. Recuerdo
haber estado más involucrado en lo que era mi puesto, en enviar dinero a mi esposa y a
mis hijos y en trabajar en todo lo que nos ordenara el rector.
Sé que Tavera Alfaro era director de la Facultad de Historia; Pascual Buxó era el
director de Letras y Medellín Zenil estaba encargado del Instituto de Antropología. Adolfo
García Díaz daba clases en la Facultad de Filosofía. Guillaumin era el director del Grupo
Profesional de Teatro de la UV y Luis Ximénez Caballero trabajaba como director de la
Orquesta Sinfónica de Xalapa. Ya luego llegaron al Consejo Editorial Emilio Carballido,
Othón Arróniz, Arturo Serrano, Manrique y Paco González Aramburu, quien trabajaba
directamente con Galindo.
–¿Qué hacías, en qué consistía tu trabajo en Acción Social?
–Mi trabajo era en apariencia muy sencillo: llevar la representación del señor
rector ante el gobernador del estado, el licenciado Antonio M. Quirasco, en todos los
eventos cívicos a donde no pudiera asistir el doctor Aguirre Beltrán, además de hacer
algunas otras cosas para la UV: armado de estrados, difusión de las actividades culturales
y artísticas, etcétera… e ir a los desfiles cívicos y militares (risa ramonesca).
–¿Y qué hacías durante los desfiles?
–Nada, ver a todas las muchachas que marchaban y sufrir los calores, el sol. Creo
que eso era lo peor de mi trabajo. (Inmediatamente, maliciosa sonrisa le invade el rostro, y allá va
la mirada, en busca de la calle de Enríquez, frente al Palacio de Gobierno, donde el templete de las
autoridades encabezadas por el entonces gobernador Quirasco se instala desde siempre para cumplir con
el acto protocolario donde la patria, sus héroes y ciudadanos son honrados. Lejos ahora está Ramón del
95
Entrevistas
café, donde su voz es casi silenciada por el murmullo del mismo grupo de señoras que se empeñan en sus
manualidades.)
–¿Y cómo trabajaban en la conformación de la revista, como Consejo Editorial?
–Las reuniones eran convocadas por Salmerón o Galindo. Ellos eran los artífices
de la revista. Se nos repartían los trabajos propuestos para incluir en cada número y
nosotros los leíamos, pero la discusión sobre su publicación nunca era algo muy complicado
pues todos teníamos muy claro lo que queríamos ver en La Palabra y el Hombre. Sobre el
manejo de la Editorial y la colección Ficción los responsables eran Galindo, Aramburu y
en alguna medida Carballido. Todo lo relativo a la antropología lo revisaba directamente
Aguirre Beltrán. Salmerón, García Díaz y Arróniz revisaban los textos sobre filosofía.
Yo hacía muy poco. Los responsables eran todos ellos. Muchas de esas reuniones
luego se iniciaban o seguían en el Bar México y en el Casino Español, donde Galindo
tenía una tertulia por la tarde, a la salida de las labores en la Universidad. Otras veces,
González Aramburu ofrecía su casa y en el huerto que tenía en su patio organizaba
comidas a donde todos nos reuníamos para discutir cosas de la revista. Nunca fue un
trabajo que hiciéramos como obligación, sino como algo que nos apasionaba.
–¿Cómo fue que decidieron Galindo y González Aramburu publicar Ser de lejanías en
Ficción?
–¡Eso fue una mala pasada y una sorpresa que me hicieron Galindo y Paco! Los
poemas que conforman ese libro los tenía yo en una carpeta en mis oficinas y se los iba
mostrando a varias personas para que me dieran su opinión. De pronto, un día
desaparecieron sin explicación alguna. Los busqué por todas partes, varias veces, sin
poder ubicarlos. Fue en una de esas comidas que organizaba Paco en su casa que me
mostró el libro ya terminado. Galindo, que era mi compadre, simplemente reía porque yo
no salía de la sorpresa. No era la manera en que hubiera querido que ese libro fuera
publicado, pero así fue como pasó. Gracias a la complicidad de Paco y Galindo tuve mi
primer libro de poemas.
–Sin embargo, Ramón, ése no hubiera sido tu único libro en la editorial de la Veracruzana.
En la solapa de cuarta de forros de Arco y certamen de la Poesía Mexicana Colonial. (Siglo
96
Entrevistas
XVII) se anuncia un título tuyo que la “UV publicará próximamente”, con el nombre de Introducción
a la Espiga. ¿Ese libro existe? Los demás libros anunciados sí salieron publicados, pero del tuyo no
pude encontrar noticias.
–No sé de dónde sacaste toda esa información –me dice no sé si reprochándome o
como tratando de ganar tiempo para eludir la pregunta– Pero es cierto. El libro nunca fue publicado,
se trataba de un estudio ontológico sobre el tema. Las cuartillas se perdieron quién sabe
dónde. Nada más.
–Entiendo. Te separaste de la UV algunos años después, ¿por qué?
–Me ofrecieron otro trabajo, con un mejor ingreso. En esa época ya tenía a mis
cuatro hijos y decidí optar por una posibilidad mejor para toda la familia, la cual ya vivía
conmigo en Xalapa. Me fui una temporada a trabajar entre Córdoba y Monterrey,
vendiendo seguros, y fue una época muy buena en lo económico. Si bien me alejé un
poco de las cuestiones editoriales, nunca perdí contacto con lo que se hacía en la UV,
pues Galindo o Paco me enviaban los libros a donde estuviera trabajando.
Años después regresé a trabajar a la UV, cuando el doctor Bravo Garzón fue
designado rector, colaborando ahora directamente en la Editorial. Y a pesar de que estaban
la mayoría de las mismas personas, algo había cambiado. Estaban el talento de Galindo y
su experiencia, pero ya no era lo mismo. Aunque también en esa época llegó Luis Arturo
Ramos a colaborar con Sergio.
–¿Es decir, que tú casi podrías haberte jubilado, cierto? Son más de 40 años al servicio de la
Universidad.
–Sí. Tengo ya muchos años trabajando en la UV y a ella debo mucho de mi vida.
Sigo trabajando con gusto en la Dirección Editorial y escribiendo, pero la jubilación es una
cosa de la que no me gusta hablar. Mi vida ha sido y está en nuestra Universidad Veracruzana.
Ramón decide entonces que no hay más de qué hablar. Calcula la hora quién sabe cómo.
–Es tarde. Vámonos.
Son casi las diez de la noche e invita a salir. Tomamos el mismo taxi ambos,
pidiendo que lo pase dejar a él primero a su casa en la calle Córdoba. Llegamos, se
97
Entrevistas
despide y baja detenidamente. Me grita algo mientras cruza la calle para entrar por el
portón blanco de la cochera:
“Debes entrevistar a Guillaumin” –creo que ha dicho. “Pero siempre que te
dejes entrevistar tú” –le replico. “No, no tiene sentido. Yo hice muy poco en ese proyecto”
–argumenta al tiempo que manotea con ambos brazos.
Desaparece tras la puerta, en medio de la noche, la luna sin asomar. El taxi
arranca, y pienso en que su testimonio es valioso por haber visto nacer a La Palabra y el
Hombre. Por eso es importante alguien como Ramón, además de su valor como poeta.
Todo queda en manos del futuro…
Juan Javier Mora-Rivera. Ha realizado estudios en Letras Españolas,Comunicación y Periodismo. Forma parte del consejo editorial de Performance.En 2007 obtuvo el Premio Estatal de Periodismo Rubén Pabello Acosta enel rubro de Divulgación Cultural.
Doss ier
Nina Crangle 1 Presentación
Ramón Rodríguez 3 I got the weary blues
13 I. Poemas
35 II. LecturasRafael Antúnez
José HomeroJosé de la Colina
Ángel José FernándezErnesto Herrera
Dagoberto Guillaumin FentanesNina Crangle
Rodolfo Mendoza RosendoJosé Luis Cabada Ramos
70 III. Retrato del artista valoradoMarco Antúnez
Jorge BrashJosé Luis Rivas
José HomeroDarío Carrillo
Luis Miguel CruzRamsés Ramírez Azcoitia
Alejandro Albarrán PolancoFernando Toribio
84 IV. EntrevistasNina Crangle, Marifer y
Ana ValderramaJuan Javier Mora-Rivera
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