CINISMO ÉTICO
EL PAPEL DE LA IMAGEN ANAIDEIÁTICA
EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
El cinismo es "lo más elevado que puede alcanzarse en latierra; para conquistarlo hacen falta los puños más audaces y
los dedos más delicados".
Nietzsche
Uno de los rasgos distintivos del arte contemporáneo es la irreverencia, cuando vamos a un
museo de arte actual nos sentimos muchas veces trasgredidos, incomodos, incluso violentados
por sus propuestas. Si somos capaces de comprender ese gesto, una sonrisa se nos dibuja en los
labios, pues entendemos que se trata de una estética que hunde sus largas raíces hasta la época
griega con la escuela cínica, cuya filosofía, eclipsada durante el cristianismo por la moral
imperante, parece presentarse en la actualidad con gran fuerza. Aunque para algunos se trata de
una rebeldía infértil, aquellos que logran captar la belleza de dicha irreverencia, notan que su
existencia no es un gesto gratuito, mucho menos posmoderno, sino un acto ético necesario para
cuestionar los valores de nuestra sociedad actual.
En el presente texto realizaré una revaloración de la anaideia para proponer cuál es su papel en
un contexto contemporáneo, comenzaré este análisis recuperando las raíces de la estética cínica,
procederé después a esclarecer el concepto de anaideia proponiendo su relación con el contexto
contemporáneo y, finalmente, analizaré la posible ética que se conjuga en este tipo de
expresiones.
LA HERENCIA CÍNICA
Se cuenta de Diógenes de Sinope que le llamaban el perro regio, que gustaba de vestir como
mujer en las fiestas, que defecaba en lugares públicos, que se deshizo de un cuenco que era su
única posesión cuando vio beber agua a un niño entre sus manos; que miccionó una vez sobre los
comensales en una reunión; que vivía en un tonel, que cuando Alejandro Magno se le acercó
diciéndole que le ofrecía lo que él deseara este le respondió “deja de taparme el sol, estoy
tomando una siesta”. Se trata del filósofo más representativo de la escuela cínica griega, fundada
en la segunda mitad del siglo IV a.C. y que proliferó también en Roma, Constantinopla y
Alejandría hasta el siglo V. Esta escuela promovía la sencillez, una vida de desprendimiento,
pero más aún de repudio contra lo ostensivo, su emblema era el perro, tanto porque la palabra
cínico deriva de esta misma, como porque encontraban en él ciertos atributos, como el ladrido,
pues veían la función del filósofo como “gruñir contra lo social, que desde el punto de vista de
los cínicos es lo que induce a cultivar virtudes mezquinas” (Onfray 43). Incluso Diógenes
criticaba severamente a su contemporáneo Platón, pues le parecía que nada había de provechoso
en un filósofo que no había nunca inquietado a nadie.
Se cuenta que durante un discurso de Anaxímenes, el perro regio blandió un pez que hizo que la
muchedumbre se distrajera, lo que enfureció al orador. A lo que Diógenes complacido y alegre
contestó: "Un arenque de un óbolo ha perturbado la conferencia de Anaxímenes" (Onfray 58).
Michel Onfray, filósofo hedonista francés ha dedicado un libro completo a retratar la vida de
estos filósofos llamados perros, en él nos presenta esta “necesidad que tenía el cínico de
despreciar las convenciones y burlarse de los demás, para expresar la precariedad del espíritu
adusto y la superioridad de todo sarcasmo”(Onfray 58).
De acuerdo con Michel Onfray, la visión cínica exigía que "los discursos de un filósofo deberían
estar henchidos de esa dulzura acre que puede irritar las heridas humanas" (Onfray 43). Los
cínicos sentían como tarea primaria la de cuestionar la cultura de su tiempo, su ansia de
incomodar estaba ligada a una búsqueda tanto ética como estética. Si despreciaban la ropa y se
contentaban con un manto al que daban distintos usos, era para negar la necesidad de convertirse
en dependientes de la moda que solo enriquecía a unos cuantos. Si gustaban de increpar, era para
cuestionar los valores que les parecían superfluos, pues según ellos, el hombre posee en sí mismo
lo necesario para ser feliz.
Los cínicos despreciaban la solemnidad, los discursos vacíos, la seriedad, por ello sus acciones,
extravagantes en muchos casos, procuraban increpar todos estos valores a través de gestos
irreverentes, parodias y risas de sarcasmo. La solemnidad es un rasgo del poder, las instituciones
suelen erigirse en la seriedad y la gravedad, por eso la risa y la ironía se convierten en elementos
incómodos para él. Lo que hace la risa es cuestionar dicha ceremonia, mostrar la fragilidad de sus
protocolos, la falsedad de los valores que le otorgan su poder. Vulgarizar la gala, permite poner
de manifiesto no sólo la oposición a ese sistema, exponer su fracaso, sino avasallar su poder de
dominio sobre los otros. Y esta era la gran tarea de los cínicos griegos.
ANAIDEIA
La anaideia, la adiaforía y la parresía eran los tres rasgos distintivos de los filósofos perros. La
primera se refiere a una actitud irreverente, la segunda a una indiferencia moral y la última a la
franqueza absoluta. Las tres están relacionadas con el ethos cínico pues la indiferencia moral es la
que permite tener la objetividad necesaria para analizar a la sociedad, la franqueza total, tan
incómoda como es, busca salvaguardar la sinceridad, y la anaideia es una expresión de libertad
que se blande por sobre cualquier imposición para defender la singularidad.
Casi toda sociedad tiende a homogeneizar a sus individuos, a designar para ellos espacios físicos,
gestos culturales y formas de organización. Cuando nacemos llegamos a un mundo normado que
dará forma a muchas de nuestras actitudes y deseos. Crecemos aprendiendo en nuestro trato con
los otros qué es bueno y qué es malo, cómo debemos comportarnos, hacia donde dirigir nuestros
actos. Cuando alguien escapa de dichas expectativas se le considera muchas veces “extraño”, se
le teme, se le rehúye, aunque secretamente, muchas veces, se le admira. Existe un miedo general
a esta figura, pues, según José Miguel G. Cortés:
Cada época histórica propone un modelo de representación del mundo, tanto social como político
y cultural… Los individuos que pongan en duda este sistema serán excluidos, perseguidos y
eliminados en caso de grave crisis social […] Aquellos que rechazan este proceso de
homogeneización y la conformidad a las leyes quedan marginados, geográfica, cultural,
lingüísticamente, quedan devaluados en la escala oficial de valores: se convertirán en monstruos
(G. Cortés 13).
Este desprecio que existe hacia la diferencia tiene que ver con que la singularidad cuestiona la
homogeneidad pretendida por el poder. Es decir, pone en evidencia que los estándares de
“normalidad” no son sino figuras impuestas para organizar y controlar socialmente a sus
individuos. Así la anaideia al ser expresión de la individualidad, resultaba un atentado contra los
preceptos políticos griegos.
La palabra anaideia está compuesta por una letra a (alfa) como partícula que expresa privación y
aidos, que significa modestia y reverancia, si quisiéramos hacer una traducción podría decirse
que la anaideia es una ausencia de reverencia. Es decir, una cierta provocación que se materializa
en actos inesperados por ser opuestos a la convención. Si la vergüenza es inculcada desde las
más tiernas edades, la desvergüenza muestra que se trata tan sólo de un rasgo cultural que puede
ser interrumpido por el albedrío humano.
De acuerdo con el maestro Rafaél Águila, el cinismo en el mundo griego, aparece como respuesta
a una crisis en los valores griegos:
El último tercio del siglo V a.C. está marcado, especialmente en Atenas, por la denominada crisis
de la polis. La polis no era sólo el espacio físico dentro del cual transcurría la vida de una
comunidad, sino aquél espacio ideal, aquella retícula teórica, que engarzaba los comportamientos
individuales en un ensamblaje colectivo y les permitía la proyección exterior hacia objetivos
comunes (Águila 1).
Esta crisis estaba asociada a un momento político en el que Atenas estaba amenazada, estando la
política y la religión unidas, el cuestionamiento alcanzaba no sólo el ámbito del estado sino su
ideología completa. Si recordamos los diálogos de Platón, era común cuestionarse sobre la
naturaleza de los dios, en un momento de crisis, el cuestionamiento reflexivo y paciente se
convirtió en un discusión aguerrida, ahí es donde la anaideia obtuvo su papel como elemento
controversial que ponía en duda no sólo el funcionamiento del estado sino la forma en la que se
administraba la vida pública y privada de los griegos, por eso los cínicos vestían y comían de
manera sencilla, hacían mofa de las costumbres y muchos de ellos vivían, emulando a los perros,
al aire libre o bajo el resguardo mínimo de objetos encontrados.
La anaideia implica una cierta desobediencia, una que el poder no puede darse el lujo de
permitir. Si toda la modernidad, como apunta Foucualt, se erige sobre la base de la vigilancia y el
castigo, es obvio que cualquier actitud de indisciplina no será bienvenida. Recordemos que en su
célebre libro Vigilar y Castigar, el filósofo propone que las universidades, las cárceles y los
hospitales, se erigen como los centro de poder encaminados a disciplinar la conducta (Foucault
10). Mientras más avanza en el tiempo nuestra cultura, lo que logra es un refinamiento en sus
dispositivos disciplinarios que de las exhibiciones públicas de punición, se fueron transformando
hasta la autocensura que llevamos a cabo hoy en día.
En oposición a este estado de cosas, aquellos que practican la anaideia, son individuos disidentes,
que no temen hacer patente su inconformidad y para ello utilizan la controversia. Michel Onfray
nos indica al respecto:
"Tras la causticidad de Diógenes y su intención de provocar, percibimos una actitud filosófica
seria, tal como puede haber sido la de Sócrates. Si se dedicó a hacer caer una tras otra las
máscaras de la vida civilizada y a oponer a la hipocresía en boga las costumbres del 'perro',
ello se debe a que Diógenes creía que podía proponer a los hombres un camino que los condujera
a la felicidad" (Onfray 20).
La provocación anaideiática es, pues, una operación de descomprometimiento con los valores
establecidos, una posición de independencia que busca no sólo la propia libertad sino la de los
otros, pues los cínicos buscaban ejercer una especie de contagio, pues si el estado basa su control
sobre los individuos en el temor, la anaideia se le opone con fuerza cuando muestra individuos
capaces de enfrentársele. Si el temor se disipa, los individuos pueden ser capaces de buscar en sí
mismos lo necesario antes de doblegarse. No es que los cínicos desearan el caos, sino que el caos
provocado por la anaideia era el estado de cosas necesario para desarticular los discursos del
poder.
ANAIDEIA HOY
Vivimos en un mundo post-postmoderno, pero la historia no ha acabado y el espíritu
desencantado de finales del siglo XX se cuestiona cuando observamos que las divisiones
económicas entre regiones e individuos se siguen acrecentando, cuando vemos que los países
colonizadores no han dejado de controlar a las regiones donde sus intereses económicos se ven
afectados, cuando episodios como el del 11 de Septiembre del 2001 con la caída de las Torres
Gemelas puso en evidencia la fragilidad no sólo del Estado Americano, sino de sus habitantes, si
un país como Estados Unidos no pudo (o no quiso, como proponen las teorías conspiracionistas)
evitar la muerte de sus habitantes, qué será del resto de nosotros, con nuestros gobiernos
corruptos y desorganizados.
En México la situación actual es alarmante, en fechas recientes hemos visto como los derechos
laborales ganados con enormes esfuerzos se pierden a favor de la globalización y las exigencias
de empresas transnacionales; la reforma económica que hace unos meses fue aprobada en el
Congreso, ha sido tema de numerosos debates pues se calcula que afecta, sobre todo, a los
contribuyentes pequeños; la reforma educativa tampoco ha mostrado sus gestos positivos, de
hecho fue motivo de una importante movilización de maestros a nivel nacional; sólo por
mencionar algunos hechos recientes de nuestro contexto. Más grave aún han sido los episodios de
violencia que hemos presenciado en los últimos años, si bien la mediatización ha disminuido, no
así los enfrentamientos que en regiones como Michoacán se han recrudecido, forzando la
aparición de los grupos de autodefensa que intentaron tomar cartas en el asunto ante la
imposibilidad demostrada por el gobierno para controlar la situación, pero que puesto a esa
región en un estado de excepción.
Atenco, Ciudad Juárez y más recientemente La Barca, son nombres de ciudades que nos
recuerdan nuestro doloroso presente, nuestra deuda con nuestros conciudadanos fallecidos. Por
los que no pudimos hacer nada.. A esto nos enfrentamos en las esferas cotidianas de nuestra
vida, ante esto la anaideia se blande como una bandera que busca cuestionar lo que sucede en
nuestro contexto.
Aunque nuestro acontecer pareciera a primera vista baudrillariano, en tanto este autor plantea que
vivimos en una época transpolítica, que se traduce en un estado de indiferencia, algo en nosotros
se resiste a esa meta sin meta, a esa existencia ondulante de los post. Si fuéramos totalmente
Baudrillarianos, no hubiéramos visto en el presente siglo fenómenos como el Occupy Wall Street,
donde cientos de personas se congregaron para interrumpir el flujo en el corazón financiero
estadounidense; no hubiéramos visto a los Anonymous, interconectándose en la red para hacer
quebrar a través de sus sistemas web a compañías e instancias gubernamentales, como un
escarmiento por sus decisiones anticiudadanas; tampoco hubiéramos visto en México a los
jóvenes unirse en favor de una causa mayor que ellos, la de cuestionar el poder de los medios de
comunicación masiva en nuestro país. Más que en el resultado de dichas irrupciones pienso en el
efecto simbólico de las mismas, pues se pueden entender como instrumentos cuestionadores de
un presente que parecía cerrado.
El tema de la desobediencia civil ha sido ampliamente estudiado por teóricos en años recientes,
no deja der ser curioso que aunque nunca se asocia con aquellas raíces del cinismo griego,
pareciera que la anaideia ha retornado a nuestro presente como una estrategia de oposición
contemporénea. Michel Onfray nos propone al respecto:
Hoy es perentorio que aparezcan nuevos cínicos: a ellos les correspondería la tarea de arrancar las
máscaras, de denunciar las supercherías, de destruir las mitologías y de hacer estallar en mil
pedazos los bovarismos generados y luego amparados por la sociedad. Por último, podrían
señalar el carácter resueltamente antinómico del saber y los poderes institucionalizados. Figura de
la resistencia, el nuevo cínico impediría que las cristalizaciones sociales y las virtudes colectivas,
transformadas en ideologías y en conformismo, se impusieran a las singularidades ( Onfray 32).
Las luchas ideológicas parecen librarse hoy sobre este terreno, los artistas, parecen haber
escuchado este llamado y sus expresiones irreverentes, no son sino el resultado de un análisis de
nuestra sociedad, de una desconfianza absoluta en el gobierno, en la religión y en los valores
tradicionales en los que se sostenía la sociedad mexicana, el declive de la familia, los problemas
económicos diarios, la pérdida de estabilidad laboral, provocan que los artistas cuestionen todo
nuestro entorno. Es así como la irreverencia se erige como arma, la provocación, el sarcasmo y la
ironía, se empoderan para confrontarse con un pasado doloroso, un presente penoso y un futuro
incierto.
LOS CÍNICOS ARTISTAS
Los alados personajes gay fotografiados en las marchas de la Ciudad de México de Yolanda
Andrade. Los dioses indigentes de Macario García Z. Los cuartos oscuros de encuentro sexual
de Omar Gámez. Las venus ficheras de la cantina La apestosa en las imágenes de José Luis
Cuevas, se nos presentan con esa irreverencia cínica de la anaideia. Son retratos de la
marginalidad, de esos espacios que Michel Foucault nombraba como heterotópicos por
contravenir las imposiciones cotidianas. (Foucault 3) Vemos en las imágenes producidas por
artistas mexicanos una serie de aproximaciones a nuestro mundo, inimaginables en otros
momentos históricos. Lo que por mucho tiempo pareció invisible a nuestros ojos, es mostrado
ahora para cuestionar nuestra ideología, para quebrantar nuestras seguridades.
Es curioso como la fotografía y el video se convierten en instrumentos dilectos de la anaideia, el
carácter realista que se le sigue atribuyendo a la fotografía es aprovechado para hacer aparecer
esas imágenes donde lo vulgar, lo oscuro, lo discordante y lo extraño se despliegan, como si el
ojo se constituyera en instrumento de violación, se nos enseñan las entrañas de un país que
escondía a aquellos que representaban una desviación de la tradicional “familia mexicana”.
Es como si, aprovechando la confianza que se la ha conferido a la mirada, insertaran en los
espectadores nuevos imaginarios, donde lo perverso, lo discordante, lo disidente tiene cabida. No
se trata ya de ese ojo intelectual, filtro de la luz que alimentaba la razón concebido por los
científicos; no el orificio que recibe la luz divina, concebida por los teólogos; sino el ojo que se
vulgariza, que hace descender la logocentralidad a un estado de organicidad, como el ojo
cercenado del Perro Andaluz de Buñuel, como el ojo del buey en la vagina de la heroína en La
historia del ojo de Georges Bataille (Jay, 168).
Aunque todas las disciplinas han hecho lo suyo por incidir y cuestionar la cultura, probablemente
los medios que más se han constituido como expresiones de provocación han sido la fotografía y
el performance. Es notable como la fotografía comienza a primar el proceso performativo por
sobre el registro fotográfico. Muchos artistas contemporáneos mexicanos han convertido a la
fotografía en una extensión de un proceso vivencial, en un acompañante, más que un testigo. El
mismo Barthes propone que el instrumento de la cámara, el órgano que la activa, no es el ojo,
sino el dedo. Trasladando así, un proceso intelectual a uno orgánico, la intromisión del cuerpo en
la fotografía es el resultado de ese proceso de cuestionamiento de la mirada.
Lo que aparece en las fotos es un proceso de vida, no un hecho alejado del fotógrafo sino su
propia vida, el ámbito de lo público y lo privado queda así mezclado en esas imágenes
anaideiáticas. Jesús Flores, por ejemplo, realiza en 2011 una serie de fotografías, a partir de
convertirse en prostituto y trabajar en la Avenida Morelos en Torreón con una beca del FONCA
“Jóvenes creadores”, lo que significa o una gran autonomía de CONACULTA o un estado de
cosas con tanta necesidad de insurgencia, que celebra cualquier expresión de cinismo.
Obviamente no hablamos de todas las imágenes producidas en nuestro país, aún existen
fotógrafos de tradición, que perpetúan la mirada hegemónica, pero sin duda han existido artistas
que han tratado de destrabar la línea entre el ojo y el dedo, entre la cámara y el mundo, de
carnalizar la imagen, de habitarla acaso.
La obra Preludio de Miguél Rodríguez Sepúlveda, plagada de escupitajos, da cuenta de este
suceso, un video de diez minutos donde dos contrincantes se escupen a la cara soportando el
escarnio de manera estoica. No sólo se enfrentan ahí los convocados, sino el propio artista, quien
interviene en algunas rondas. El video no registra una circunstancia externa sino un proceso vital,
que aunque construido, no deja de provocar las reacciones más asquerosas en el espectador. Y sin
embargo como metáfora cínica, nos muestra a nosotros mismos, pueblo mexicano, que permite el
atropello de sus gobernantes con resignación.
Pensando también en videos donde la irreverencia se da paso, Ximenas Cuevas es una maestra,
interviniendo en el programa Tómbola, un talk show sobre chismes de artistas, para preguntar al
público si a alguno de ellos le interesaba su propia vida.
O aquella célebre exposición con la que se inauguró el MUAC, la criticadísima muestra de
Miguel Ventura donde colocó en una de las paredes una fotografía de los artistas mainstream,
pretendidamente de izquierda y apoyados por las entidades hegemónicas de la cultura, todos en
feliz sonrisa.
Los afiches del colectivo putacomunicación, hacen alarde de vocablos soeces para burlarse del
poder de los medios masivos, así vemos que en sus afiches han retomado muchos diálogos
televisivos notables por su nimiedad.
Otro ejemplo reciente son los performances urbanos de la Congelada de Uva que dejaron a más
de uno en estado nauseabundo, cuando en plena marcha, se puso a defecar en una imagen del
rostro del candidato Peña Nieto. Una acción que seguramente Diógenes hubiera aplaudido con
enorme entusiasmo, pues se cuenta que era practicada por él mismo.
Estos son algunos ejemplos de como la anaideia se presenta en el contexto del arte mexicano,
aunque no es privativo de nuestro país. Vemos como en ellas lo que prima es ese espíritu de
irreverencia, ese desprecio por la solemnidad, ese deseo de desenmascarar lo más pútrido de
nuestra sociedad. La escuela cínica de los artistas, se hace patente en estas imágenes.
ETICA CINICA
Para Aristóteles la ética estaba siempre ligada a la política y es curioso ver cómo en décadas
recientes la filosofía ha reflexionado sobre esta misma línea, sobre todo con la figura de Jacques
Ranciére. Para este pensador incluso están ligadas la estética, la ética y la política, no por el
contenido de sus imágenes, sino porque una obra materializa una idea que construye un lenguaje
común para un grupo de personas. Según Ranciere, da la posibilidad de articular como leguaje,
aquello que antes era percibido tan sólo como grito (Ranciere 14 ).
El cinismo, con sus imágenes irreverentes lo que nos posibilita es precisamente, construir una
discusión sobre un problema común a nosotros, la anaideia refleja una realidad social, lo
irreverente de su contenido, lo es porque cita a las reglas para burlarse de ellas, por eso no está
lejano nunca de un tiempo y un espacio determinado. Lo irreverente sólo se construye como tal
en tanto es la aguja de incisión en esa sociedad dada, es efectiva en tanto mira a esa sociedad, la
explora y la ridiculiza, pero cuando cierta oposición ha sido aceptada pierde su poder, es decir, su
eficacia resulta de su contrapoder, de su peso opuesto en esa línea social en la que se enmarca.
Tal vez para algunos resulte difícil aceptar que una actitud anaideiática pueda ser ética, pero hay
que recordar que la ética difiere de la moral. Un comportamiento moral es generalmente
aprendido dentro de un contexto social, depende de una cultura, es enseñando de manera externa
ya sea por una filiación religiosa o por una entidad de autoridad. Sin embargo la ética, al menos si
la retomamos, para continuar con el análisis griego, de la forma en la que se concebía en esa
época, parte del propio individuo. Michel Foucault en su texto Hermenéutica del sujeto, nos
acerca a esta concepción ética en la que ésta proviene del autoconocimiento y el autoanálisis
(Foucualt 20). En ese aspecto podemos concebir que hay una ética posible en la anaideia, esta
tendría que ver con derribar las normas morales para promover un comportamiento autoético.
Los cínicos griegos, tan irreverentes como eran, eran también grandes amigos, excelentes
maestros y discípulos. Su vida, centrada más en el gozo que en la ascética, comportaba un fuerte
interés espiritual. Su ética se centraba en reconocerse a sí mismos, aprender de la naturaleza y no
dejarse engañar por los preceptos sociales. Una ética como esta, en un momento como en el
nuestro, en el que ni la ciencia, ni la religión, ni la política, ni la sociedad, son capaces de
ofrecernos una solución positiva para dar sentido a nuestra vida, tal vez podría salvarnos de la
deriva.
El filólogo Carlos García Gual, nos propone:
“Estos son buenos tiempos para el cinismo, inmejorables para el sarcasmo como forma crítica. El
“malestar en la cultura” se nos ha vuelto tan agobiante, que lo más eficaz de nuestra sofisticada
farmacopea nos estimula a renunciar a ella, la cultura, en la mayor medida posible, o más
taimadamente, a consumirla en una forma abaratada y light, en píldoras de fórmula reconocida.
El consumismo frenético y la propaganda ensordecedora de tantos productos nos invitan a
comprarnos gafas y orejeras para ver y oír menos a fin de no embotarnos del todo. Tal vez lo más
prudente sería escapar de la civilización que nos abruma, a la “naturaleza”, o lo que nos hayan
dejado de ella, porque cualquiera sabe ahora qué es lo natural, después de tanta perversión
civilizadora y tanto progreso desconcertado”(Aguila 3).
Por otro lado, el filósofo Michel Foucault nos dice que el papel ético del intelectual consiste no
en resolver los problemas de la sociedad sino en cambiar el modo en el que los pensamos:
La razón de ser de los intelectuales estriba precisamente en un tipo específico de agitación que
consiste sobre todo en la modificación del propio pensamiento y en la modificación del
pensamiento de los otros. El papel de un intelectual, afirmaba, no consiste en decir a los demás
lo que hay que hacer. ¿Con qué derecho podría hacer esto? Basta con recordar todas las
profecías, promesas, exhortaciones y programas que los intelectuales han llegado a formular
durante los dos últimos siglos y cuyos efectos conocemos ahora. El trabajo de un intelectual no
consiste en modelar la voluntad política de los demás; estriba más bien en cuestionar, a través
de los análisis que lleva a cabo en terrenos que le son propios, las evidencias y los postulados,
en sacudir los hábitos, las formas de actuar y de pensar, en disipar las familiaridades admitidas,
en retomar la medida de las reglas y de las instituciones y a partir de esta re-problematización
(en la que desarrolla su oficio específico de intelectual) participar en la formación de una
voluntad política (en la que tiene la posibilidad de desempeñar su papel de ciudadano. (Foucault
9)
En esta reflexión de Michel Foucualt encontramos un anaideiático cercano a nosotros. Un
pensador que propone la labor ética del intelectual como aquella que causa la disrupción en la
forma en la que concebimos el mundo, que nos cuestiona, que nos lleva a repensarnos como
individuos. La imagen anaideiática en nuestro contexto, corresponde a este espíritu perturbador
de las normas.
El mismo Michel Foucault planteaba en su Vida de los hombres infames que el punto más
intenso de sus vidas era aquel en el que ponían en juego todo, cuando se mostraban con mayor
énfasis como espíritus disidentes, pues es la fuerza para defender la singularidad es lo que nos
lleva a constituirnos como individuos (Foucault 25). Como Michel Onfray plantea “lo que está
en juego es la vida misma, y las diversas formas de sabiduría proponen técnicas para llevarla a
buen puerto con la mayor alegría y beatitud y con el mínimo de penas y sufrimientos posibles.
Aprender a morir, es decir, a vivir con provecho lo cotidiano, en todas sus ramificaciones”
(Onfray 71). Esa es la meta final de la anaideia. Lo que propone el cinismo estético es la no
censura, el cuestionamiento, la reflexión profunda, el reconocimiento de lo que piensa uno
mismo, una sabiduría necesaria para nuestro mundo contemporáneo. Esa sabiduría que aparece
cuando uno se decide a hacerle frente al mundo.
BIBLIOGRAFÍA
Águila Rafael. El cinismo o la transmutación de los valores. SE. 2014. Web.
GARCIA GUAL, C.: La secta del Perro. Alianza, México, 1987. Impreso
G. Cortés, José Miguel. Orden y caos, Anagrama, España, 1997. Impreso
Jay, Martin. Ojos Abatidos. Akal, Madrid, 2007. Impreso
Foucault, Michel. Espacios otros, Carrer de la Ciutat, 2002, Bercelona. Web
---------------------. Historia de la locura en la época clásica. Fondo de Cultura Económica, 1993.
Impreso
----------------------Hermenéutica del Sujeto, Ediciones de la Piqueta, 1994, Madrid. Impreso
Onfray, Michel. Cinismos, retrato de los filósofos llamados perros. 2002, Buenos Aires. Impreso.
Ranciére Jacques. Sobre Políticas Estéticas. Museo de arte contemporáneo de Barcelona, 2005,
Barcelona. Web.
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