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Buzón del fantasma Fragmentos de un epistolario entre Julio Torri y Alfonso Reyes. 1914-1922*
JULIO TORRI
'c omo oí decîr en sueños anoche a Rafael López, en el naufragio de nues-
tro grupo, toclas nos hemos salvado en tablas distintas. jCómo echo me- nDs nuestras pláticas, que-por 10 distantes me parecen del 18671"
(1913)
"Mi esterilidad se ocupa en coleccionar epígrafes. Los tengo muy valiosos. En
esta Peralvillo decapitada de !os Franscules y Erásmulo5, me entretengo en (0- leccionar epígrafes mientras me acabo de morir de [a más negra tristeza."
(1913)
I'De México, no te hablo, porque debes estar mejor enterado que yo, que nunca
lea periódicos, de 10 que nos sucede. Sólo te contaré que Chucho (Acevedo) con. tinúa en la Dirección General (de Correos); Caso (Antonio) en Altos Estudios; Ma. riano Silva es Secretario de la Preparatoria; yo, profesor adjunto de Lengua y Lite- .
ratura Españolas en Altos Estudios. Estrella de Oriente ha desaparecido de nuestro
harizonte. EI Ateneo eelehró haee días sesión con muy escasa concurrencia. De la Rosa nos <:Iso!ó con monismo coJombiano. Federico Mariscal estuvo muy inte- ligente disertando sabre Preparatoria, travesuras y demás casas gratas a Caso."
(1913)
*Tomado dc Espejo. Letras. Artes e Ideas de México, Número siete, Primer trimes- tre, 1969 (México).
Alfonso mío: Colecciono tus cartas; y can elias, tus dibujos, canciones de sabre-
mesa y romances escolares, pienso pub! icar en 198..., 5 tomos de obras inéditas
tuyas, sin permiso de !os herederos del autor, quienes entre 1958 y 1973 habrán impreso la edición completa y definitiva de tus obras (40 volúmenes). Viejo co-
mo Fontenelle, escribiré conversaciones imaginarias tuyas que haré pasar par verdaderas, y daré mil nolicias falsas de tu persona; pienso contar que naciste
con una estrella en la frente, la eual traías después en e[ bolsillo del chaleco y no la mostrabas sino a tus amigos más íntimos. (He leído algo muy parecido no sé
dónde; tal vez 10 he soñado; es posible que sea de Andersen; no importa.)
Estoy encantado can 105 títulos de tus ensayos. Yo, trabajo ahara géneros de esterilidad, como poemas en prosa, etc. Pronto te mandaré algunas composicio-
nes. Las escribo de la siguiente manera: tomo un buen epígrafe de mi rica colec-
ción, 10 estampo en el papel, y a continuación escribo 10 que me parece, casi
siempre un desarrollo musical del epígrafe mismo. Es como si antes de comprar
un vestido, adquirieras el clavo del que [0 has de colgar. En esta imagen aparece
un poco absurdo mi procedimiento, pero tú descubrirás que no 10 es. Le Gaspard
de la Nuít me quita demasiado el sueño. A propósito, lconoces un cuento de Toistoi, que se llama "Alberto", y al cual hay una elegante alusión de Anatole
France en su Verlaine de la Vie Littéraire? Me ha gustado particularmente.
Acabo de leer L 'Amour Médecin. Naturalmente he quedado encantado. Busco ya ellibro de Ros de Olano. Dime siempre 10 que leas. Procuraré seguir~
fJ\ G>\"C...fcT.A. ,j~ 366 (Jut'" ~.() 5
te el rumbo, a fin de que cuando nos
reunamos -no me refjero al rendez-
vous universal en el valle de Josafat- no me eneuentres muy siglo XVIII y
poco medema.
Creo que tú regresarás algún día;
pues imagino que tarde 0 temprano te
recogerás a sef en tu país; la vida de
un mexicano en el extranjero no pue-
de realizarse plenamente, y por 10
que a la literatura toea, me parece que pasarse el tiempo en madrigales
al infantito tal y en novelas ejempla-
res, cuando la Escuela de Altos Estu-
diüs está a punta de caer en manos de
Erasmo -debido a la debilidad de
Antonio (Caso}-- es no sólo un desati-
nOI sino una mala acción. Además, siempre he creído que tras paréntesis
más 0 menos largos, pasaremos j un-
t05 la vida. lMe equivoco? Háblame alguna vez de tus proyectos."
(1914)
"Soy profesor desde hace un mes en la Preparatoria. Ya he recibido e)
bautismo de sangre (perdonaJ, 0 sea
el primer gisazo. Urbina y Pedro
(Henríquez Ureña) creen que soy un
buen profesoL (Yo también.) Tengo
cuarenta discípulos, y en materia de
todas las cosas, están en blanco. De luehar porque aprendan que el caste-
llano no proviene de! latín clásico, ni
el alejandrino del franeés (tesis an- tiespañola: todas las cosas en España
vienen de Francia; tesis española: 'como si nuestros padres de la Edad
Media hasta para respirar hubiesen
necesitado licencia de \os franceses'.
D. Marcelino etc.) he adquirido un
horrible énfasis, y he perdido, tal vez
para siempre, el dominio de mi tono
medio. (No más balbuceos, ni con- versaciones particulares.)
iMî opinión sobre mis discípu!os?
Preferiría decírtela sabre el pizarrón 0
105 bancos y demás objetos. A causa
de ser deliciosamente confuso en mis
explicaciones, y envidiablemente de-
sordenado (joh manes de Ruskin y D.
Marcelino!) ]os cuarenta niños no aprenden nada. No importa. Una ge-
neraCÎón en México ignorará si e! poe-
ma de Yuçuf fue escrito en Toledo 0
en el Bajo Aragón. Yo me ínclino par la tesis de Toledo. No tengo mayor ra-
zón, que opinar así don Marcelino. Merimée sigue, en punto a poemas ar-
caicos, bastante infielmente el 20. to-
mo de la Antología de Poetas Líricos.
En mis clases no hago sino infundir te-
rror pm Merimée, con la autoridad de
Foluché. "Desconfiad del francés" es
mi grito de guerra. l T e acuerdas? Qué
razonables éramos en 1911.
Mis únicas lecturas son la admi-
rable Crónica Genera!! y los cando-
rosos mesteres de clerecía. Mi prefe-
rencia par 105 primitivos es la única
cosa de que estoy cierto en materia
de mí mismo. lSeremos nosotros priw
mÎtivos 0 decadentes? De cualquier
manera estamos bastante cerca de
las casas para ser pu1îdos, brill antes
y metáJicos escritores de siglos de
oro. Mi interés por las casas deeae
cuando éstas empiezan a real izarse,
y renace a Ja hora del decaimiento. iAberraeión 0 buen gusto?
Alfonso: tengo un grandísimo te-
mar: que al revés del euenta de Ste-
venson, me convierta cad a vez más
en el Dr. Jekill. Mi cátedra me será
funesta. Tal vez más seriamente que a mis alumnos. Cuando regreses, tu
hermano el diablo estará enterrado
en un Tepeyac imaginario pero reall
y sólo encontrarás a un sujeto que se
acordará de todas tus conversacio- nes con el difunto. Este sujeto tendrá
(perdóname que no continúe el
asunto de la hoja 3, pero han pasa-
do algunos días entre ella y ésta).
(1914)
"aquí (en Méxko) la crítica literaria,
tal vez por timidez de pueblo, se ha-
ce en las conversaciones." (1917)
"Te envío ya ejemplares de mi iibra
Ensayos y Poemas. Hay una errata
considerable que me ha hecho sufrir
mucho: en vez de "Fantasías Mexi-
canas" pusieron "Leyendas Mexìca-
nas". La impresión fue cuidada por
Genaro Estrada, excelente erudito de
cosas contemporáneas y amigo. La
justificación del tira es de Saturnino
Herrán. Genaro sobresale como edi-
tor de ingenios estériles: 105 libros se
aumentan en sus manos, y uno olvi-
da fácilmente con las letras gordas
de devocionario y las doseientas pá-
ginas de grandes márgenes, que es
uno de 105 más dífíciles autores de
tiempo. Yo olvido demasiado fácil-
mente las cosas que me son desfavo-
rabies y que justificarían mi suicidio. Infantilidad, única, cieneia de la viR
da. Sin embargo, a veces recuerdo y
entonces...1! (1917)
"Mi querido Alfonso Reyes:
Recibí tu carta de septiembre. Me deja
sobrecogido de espanto (tal vez de en- vidia también) tu laboriosidad. Quien te reconslruya segCln tus obras, imagi-
nará que pesas eien kilos y que eres
una encina de la Selva Negra. [Par 105
dioses, Alfonso, no trabajes tanto! EI
arte es largo, la salud es breve.'1
(1917)
"Entre 10 último importante que aquí ha ocurrido, está una cena de litera-
tos (Rebolledo, González Martinez,
Urueta, Rafael Cabrera, etc.) y artis-
tas (Herrán, Enciso, Tovar), Te man-
do una fotografía tomada antes de
que estuvieran tad as, M. se embo- rrachó -nota que ahara se embo- rrachan otros y ya no yo como anta-
ño ioh gratísimo y lejano 191 O! Es-
tuvo muy gracioso. Dijo que el in-
conveniente de la borrachera era
que 105 muebles estilo imperio se Ie
transformaban a uno en muebles es- ti!o "mission". Ante la Venus de la
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Alameda Ie lavamos varias amigos 10 cabeza y los brazos alas tres de la
mañana." (1917)
México
un día claro de noviembre.
Recibí tu carta del 20 de septiembre.
Lamento que en tus bellos Cattones
de Madrid hayas pagado tan caro tri-
buto al Minotauro-Impresar. Quisiera
que todas 135 erratas de tu libro pasa-
ran al mío. Cultura se imp rime en
una imprenta misérrima de arrabal. Nuestra hermana la Errata seguirá
con nosotros mientras haya Poesía.
Acabo de recibir tu última en
que me dices cosas tan gratas de mi
libro. Para un primerizo como yo, esto es para perder la cabeza.
Tienes muchísima razón en no aprobar mi desdén para el vulgo. A
mí lambién me choGI esto, pero tal
vez en todo mi libro hay demasiada reacción contra \as casas ambientes. Así, v,g. hay por todo él una corrien- te de dogmatismo, que me ha dis- gustado bastante.
Acabo de recibir una amabilísi- ma tarjeta postal de Nervo. Me lla- ma lIestimado amigo". (jEsto es de- masiado fuerte para mí!) Casi me desvaned al leerla. iQué debo ha- cer? ~ Le debo cantestar dándole las
graciasl 0 me debo callar y no mo- lestar más su atención tan bondado- sa? Creo que debo hacer esto últi-
mo. En finl tú guíame.
(1917)
"En efecto, mi cara tiene alga de ple-
gad era de marfi I, y desgraciadamente
también alga de pavo (de que no me
acuerdo nunca sino cuando tengo un
Espejo delante). A veces también me descubro expresiones pasajeras de
Mr. Hyde, que deben de inspirar gran
desconfianza; esto me será perjudi-
cial para abrirme camino en la vida.
jQuién poseyera un rostro ingenuo y
franco! iQuién me devolviera rni
sombra de Peter 5chlemihl!"
(1917)
México, sin fecha. Mi querido Alfonso:
Gracias por haberme escrito
al fin. Lamento etc., 5i soy demasiado sentimental en
mis cartas es porque las cartas, par
ser el género literario más ocasiona- do a la hipocresía, etc.
Nada es mejor que ser un profesar
severo, y enfermar con una mirada a
cien pobrcs niños, cuyas cabezas ilin.
jerto" (como dice Wells tan bien).
Para un cspíritu femenino (genic
femenino según Juan Pablo) nada cs
pem que descubrir y desflorar casas
y libras. Por eso aparte de cÎen mil
motivos, vivo tan triste sin ti y sin
Pedro, ioh hélices mías en el mar de
mercurio en que naufrago!
Alfonso. Ya conaZCD a todas las
personas y he descubicrto la mayor
parte de las cosas (empiezo a enveje-
cer / 121 mundo ancla en senti do inver-
so bajo nuestros pies). iNo crees que envejecemos demasiado pronto por-
que hay muy pocas cüsas en elmun- do, péscle a ]05 diccionarios? ioh cu- riosidad, curiosidad, cosquillea para
que no se amodorre mi inteligencia!
Lamentación
Somos muy eruditos.
Ha muerto la espontaneidad.
Académicos, académicos. (Virgilio, Rafael, Canova.) Nuestra conciencia de nosotros
[mìsmos
Ya nunca nos abandonará.
De todos tenemos antecedentes [Iiterarias,
Y nuestra borrachera es una [comedia ridícula,
Can nosatros mismos. jDionyso5, Dionysos!
jLucifer, Lucifer!
(Consúltese: La Révolte des Anges.)
jConsúltesc, consúltese!
jConsúltese par siempre jamás! Los instantes de locura,
Simulacros y nada más. lSon las siete y tengo par costumbre
Costumbre, costumbre, iOh vida infame!
Ochocientos quince Y romántico en el Mediterráneo. (England, england, england, england.)
Equivocada mi vocación En ticmpo y espacio. Espíritus de rueda, ide fábrica y tambor! Mi espíritu es mi casa,
Mí casa es [a mi tumba Mi tumba, mi casa, mi amor!
He nacido muerto, Y no hay sepulturero para mí.
Porque danza y converso
(y porque maté a un hermana [pequeno)
Las gentes me creen vivo.
Pem estoy tan muerto
Como mi abuelo el Duque de
[Mantua.
Esta belJa composición, que te dedi-
co interesadamente para que la rnan- des publicar después 0 antes de mi
muerte "histórica" te dará una idea
de mi nueva y definirJva manera. Es-
cribo todo propósito, como Goethe, y
con tan buena salud y humor como él, es decir, como ÉI; aunque las gen- tes encargadas de poner en tab[as y listas todas las casas a fin de que las
entiendan 105 hijos de 105 vidrieros,
me pondrán tan lejos de ÉI, como es- tá Francfort de 5allillo.
Estudio mucho, Y ihé]as! qué tris-
le es viajar 5010 por 105 libros ,Cuán-
to te echo de menos! Tuyo siempre.
Julio Torri (tal vez: el Cardenal Bibbiena).
IISustituir a Pedro (Henríquez Ureña)
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es imposible. Sustituirte en 10 que de
literary /ion tenías, tal vez. Soy emi-
nentemente sociable ihélas! Persona\-
mente carezco de todo misterio y me entiendo con todos. Hasta de los más
insociables (como Carlitos Díaz-Du- fóo) soy el Amigo. (Tal vez mi extre-
mada pasividad, que quisiera compa-
rar con un perfume antiguo, desarma
y previene en favor. Me tuteo can Re- bolledo; Urueta me llama 'Julio', nada
más; GonzáJez Martínez me escribe (a
propósito de mi libro) una carta tan
amable (en que me desea, entre otras
cosas, una muerte rara y pronto, a fin
de que deje el recuerdo de un espiritu
distinguido). En [a misma carta me de-
muestra que es posible morir de ese
modo raro: que un amigo suyo murió
de patada de dromedario en Catorce (San Luis PotosO. De 105 jóvenes nada
te digo. Algunos que son muy mal
educacJos (y lamentablemente e irrc- parablemente de malos pañales), ter-
minan par declararme una neutralidad
benévola (can elogios ambiguos cuan~
do publico alga). Has de saber, mi ca-
ra Alfonso, que 5e ha de5atado entre
nosotros una peste de malos poetas,
de [as cuales aJguna vez leerás algo;
SUS nombres son de 10 más extraño.
Son imbécîles, cursis, sucios, que de-
claman y creen en ]a inspiraciÒn. Estos
miserables, nos l1aman a todos '105
consagrados'. Nosotros natural mente 105 ignoramos olímpicamente. Esta in-
vasión (comparable a la del balneario
por los pulpos, de que habla Wells) so
explica sólo pm el extremado raquitis-
mo de nuestro medio, que no opone
resistencia, y en el cua[ (como en la
Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística) el propuesto, es aceptado.
Tú, Vasconcelos, y demás Ateneo y
generación, somos alga inexplicable
en la historia de Anáhuac; la genera-
ción que viene detrás -Ia de 105 pul-
pos- es mexicana, y entre ella y la
estulticia tropical del 1860 es visible el
hila de Ariadna y el eslabón darwinia-
no. (iQué horribles cosas escribo, par 105 diosesl) (Comprenderás que amo e[ género epistolar como una vieja
princesa del siglo XVIII, en una peque- ña corte alemana.) Tú 10 comprendes
y entiendes todo, Alfonso. Sainte-Beu-
ve y tú... La princesa Nitokris y yo..." (1917)
I/...continuo siendo petuniariamente la paradoja económica que tu cono- ciste. Estoy tan pobrc, A[fonso, que mis confl ictos casi siempre no tras-
pasan las dos cifras -muchas veces
no Ilegan ni a ellas. Mis únicos pla-
ceres en la vida son mis amigos, mis
libras y el té, del que me he vuelto
muy aficionado. Todo 10 demás es
vida agria, desapacible, trabajosa.
Tengo a veces cI pensamiento de
que con nuestras miserias obtene. mos perrniso de escribir algún buen
poema, que como dice nuestro Bau-
delaire -cito de memoria- I/nos
revele que no somas inferiores al
resto de 105 hombres".
Nuestro compañcro X es alto fun-
cionario en Relaciones. Podría hacer-
me segundo secretario de México en ésa, a en Italiaj 0 en Australia y ha-
cerme viajar un poco, yo que tanto 10
necesito ya, que tan cargado estoy de
pequeños puntos de vista y de prejui-
cios, yo que casi no hc nacido sÎno
para viajar y hacer salucJos can un
pañuelo. Sin embargo, estoy seguro
que no se me protegerá, pues mi ner- vÎosîdad y movilidad engendran des-
confianza, y mi m'en foutisme me
haee aparecer como persona poco seria. Además, y sabre todo, hay una especie de francmasonería entre IDS
imbéciles, e ignoro el santo y seiía.
Oebemos continuar con nuestra
pose de príncipes de incógnito, So-
mas desterrados de no sé qué época
y paÎs; tal vez, como Pedro Henrí- quez diría, del pequeño pueblo de
Lizzy Bennet. Estamos hechos para
un mundo en que las Casas fueran
más perfectas, el ambiente menos
resistente a nuestro esfuerzo." (1918)
liEn mi última carta.. creo que seré
abogado consultor del Gobierno del
Dislrito. Pues bien, después he as-
cencliclo un nuevo peldaño en mi
gloriosa carrera burocrática. lHas leiclo Messieurs les Ronde-de~CLlir
de George Courteline? Mi porvenir inmediato es el Pére 5oupe. Aclual- mente soy jefe de un Departamento de Gobernación (con tres secciones a mi cargo: justicia e Instruccîón PÚ-
bllca, Estadística y Archivo, y Go- bernación y Seguridad Pllblica).
(19191.
lQué C05as más te contaré Alfonso mío? iAh sí! Can motivo del año nue-
vo regalamos a nuestro jefe, contribu- yendo proporcionalmente a nuestros
sueldos, desde oficiales scgundos pa-
ra arriba.-- un paraguas, un paraguas
con puño de oro. EI acto de ]a entrega
del pacífico artefacto que simboliza
tantas casas r.idículas y útiles, fue so-
lemnísimo. Uno de 105 orad ores fue
un ex maestro de eseLiela, fruto madu~
ro de novela costumbrista. Dijo estas
pa[abras: "5u recuerdo, señor X, per- durará entre nosotros, como en el ca-
raeol marino el cstrépito del océano." A mi lado, un magnífico ejcmplar de
la fauna oficinesca, dcrramaba lágri-
mas, y me decía que era feliz porque Dios Ie había permitido vivir hasta ver espectáculos tan hermosas./I
(1919).
"Me pedías poemas para Poética. No sé par qué no te 105 he mandado, aún. Si te lIegan y no te gustan, al ce5to, me das un abrazo, y tan amigos como siempre. lQué signifiea un fracaso en
una amistad como la nueslra, y para
un hombre como tú, tan humano, tan
generoso y tan virîl? Si no hoy maña-
na. Las musas no pueden estar ceñu-
8
das largo tiempo. Yo las conozco bien. EI día que tenga unas vacaciones de
un mes, te mando un buen libro. Escri- 1,0 muy poco y medito mucho. Me he
hecho hombre sin saberlo. He cumpli~ do treinta años (jhombres de 89, le-
vanláos de vuestras tumbas! Marcha nupcial de Lohengrin, etc.). No tengo
amigos. A Mariano se 10 engulló el
matrimonio. (Marcha fúnebre de Liszt.)
Con 105 demás no se puede sino con-
versar. Y la Amistad, per Bacco, no es sólo conversacÎón sabia. T odo 10 con- trario. Vivo pues muy sol itariamente,
pero sin melancolía, sin sentimientos depresivos, te 10 jura. Y cuanda está
uno 5010, está uno con sus ausentes. (Vid. prólogo 0 dedicatoria de Travels
with a donkey.) Así pues, Alfonso, de
estas complicadas y sabias premìsas,
colige una conclusión de amistad, real, fresca, jugosa... como una lam- prea en su sartén. (Las casas de cacina
suministran 105 mejares símiles, aun- que siempre con un vago dejo épico.)
(1920)
"Mariano (Silva y Aceves) publica también el mejor de sus libros, Animu- la, en que se revel a un veroadero Ja~
mes Mathew Barrie. Un libro sabre ni-
ños perdidos en la ciudad, lien a de
ideología sobre cosas absurdas y fan- tásticas. En el primer número de Méxi-
co Moderno publicó "EI componedor de cuentas", que Ie envidio con tada
mi alma. Léelo y me darás la razón." (1920)
"Sigo trabajando de abogado. A veces
huimos del despacho por temar de
que nos lIegue un cliente. En 105 jui~
cios que sigo, mis simpatías están siempre par la parte contra ria, de la
única que no tengo desagradables im~
presiones personales. Subiendo esca~ leras, hacienda antesalas y pegando
timbres me gano la vida. He tenido
aventuras horrorosas en el ejercicio de
esta innoble prafesión. Un día estába-
mos sentados en el despacho Vascon-
celos y yo. Eran las dnco y media de
la tarde. De pronto doy un brinco: a
las seis terminaba el término para con-
testar una demanda hipotecaria, en
que nuestro cliente perdía veinticinco
mil pesos. Vasconcelos me dicta y es~
cribo nerviosamente en la máquina.
Terminamos; faltan diez minutos para las seis. Saco el, papel de la máquina,
y encuentro con que me había equi-
vocado al poner el papel de copia. Can gran excitación copio el escrito.
Faltan dos minutos para la5 seis, y es-
tamos en la calle de Gante. Afortuna-
damente tengo timbres. Tomamos el
automóvil, y Pepe, perfecta mente se-
reno, ordena al chauffeur que nos Ile-
ve a Cordobanes a la carrera. Llega~
mas a tiempo. Halla al juez, y Ie en- trego la contestaciÓn. Vuelvo al !ado
de Pepe, que me espera en el auto,
con una sonrisa paternal. Experimento
la sens3cìón de que soy irremediable-
mente un niño aturdido, y que Vas-
concelos es un hombre cabaL"
(1920).
"Estuve en VeraCl"uz haee poco, don- de conocí el mar. Nos pasamos ocho días deliciosos Mariano, Alfonso Cra~
vioto y yo. VeraCl"uz es ya el Norte de
España y Europa comienza en las
cumbres de Maltrata. No me digas
que no, Sacrificios, lazareto de todas las pestes, con SLIS dos tristes palmeras,
concenlra el misterio de todu lugar
donde han muerto muchos, en la ILlz
de su faro, a!ucinante, extrahumano, inmóvil en su brillantez obsesionante.
La espuma de los arrecifes es la blanca
ropa al sol, de las sirenas (como diría
Gómez de la Serna)."
(1920)
"Y a todo esto te preguntarás: iY la
literatura, Julio, qué has hecho de ella en tu rápida y brillante carrera
burocrática? Alfonso, por Dios no
me mires con esa severidad y escú-
charne. Rodenbach fut avo cat, y
Verlaíne, en sus primeros tiempos fue empleado público. Además, si
bien es cierto que soy el jefe inme- diato de las aficinas superiores, y
que rubrico y autorizo la correspon-
dencia oficial en 105 ramos de Go- bernación y justicia, también 10 es
que me sobra tiempo en la oficina
para leer y escribir. Acabo de leer
par ejemplo A/mayer's Folly de Jo-
seph Conrad que describe maravillo-
samente la exuberante naturaleza de
Oceanía y el rompimiento y decaer
de una vida de hombre. Actualmen-
te estoy leyendo cuanto puedo en- contrar de Gerard de Nerval, un au-
tor con el eual me iría, desde luego,
a cualquier isla solitaria. Su aficÎón a
Heine, Dickens y Poe, su sernejanza
can Sterne en SliS relatos de vraje,
etc., me ganan completamente la
vol un tad."
(1922)
/I No expresamos más visiblemente los nombres de los traductores, por- que temimos Vasconcelos y yo plei-
tos con las casas editoras, pues des~
graciadamcnte con nueslras leyes
romano~cartaginesas-yanquis, no es~
tá permitido el mbo como el que perpetrarnos.
lTe dije que !os tiros de estas
ediciones son de 25 000 ejemplares
cada una? Se venden admirablemen-
te. En los tranvias encuentras gentes
leyendo a Homero. Te conmueves
hasta las lágrimas par poco senti-
mental que seas."
(1922) .
9
Sueño de las buenas mujeres
ROBERT LOWELL
Traducción de Alberto Blanco
Esas cinturas altas de doncellas, lánguido acero y paste] de bodas,
caen, como caerían las cinturas, blancas, pechos blancos a talones blancos- éstas alguna vez, la nueva onda; principal mente eran muchas,
y no n05 dejaron hablar. Mujeres, nuestras hermanas- pasan, pasan: la pérdida de la inocencia
nunea les pudo; Mientras n050tr05 somas impotentes,
ell as son fieles. Nos mantendrán en el camino
de la capilla al cementerio. Cuando suavizan la mejilta de IDs muertos,
sangra; el abedul se vuelve un paste de teléfono,
peri lias y lágrimas y helechos- Sus enredos
no quieren semi lias de hombre; y 10 mejor viven.
Diez horas de esto son como diez años en casa,
cuando lastimar a atros era tan necesario como respirar,
y lastimarme, más necesario que respirar. -
10
Ezra Pound. Cauda LUIS CORTÉS BARGALLÓ
Para el poeta que creía
en la extinción de la voluntad, en la ceniza irrecuperable de los rostros
para quien rascaba en los bolsillos el único fragmento que progresa entre el foca y la alambrada
y un rancio migajón para la uña
,...",................................ nada termina todavía:
porque hay el viento y la chispa dispersando.
La vista en un mapa ubicuo; [as campanas frías, 105 árboles azu]es contra la savia tenaz del ideograma.
Corpuscularmente, milfonésimo! Î punti luminosÎ, milenario. Para quien no era nada termina: todavía. Corpuscularmente
repica en las campanas azules
como una Iluvia de municiones de [ado
yuna de/gada guerra de meta/ crepita entre las hojas de los maizales secas.
Puntas, chispazos, corcheas...
....................................................... Scattered Mo/ucas... & brasas.
Islas de palabras
palmeras de sam bras anfractuosas, emergiendo hasta la playa
como dormidos asteriscos verdes.
Para el mundo del poeta donde hay el viento que ondula y su promesa: Broca de la roca. Sólo puntas... limadura
Nada. Incluso el viento. 8
11
la niña extraviada en Pizarnik*
TAMARA KAMENSZAIN
N ada nuevo se descubre en la adolescencia de la poesía. Es un JIpaís de
10 ya visto'l dande 10 asombroso deviene pm contigüidad con la infan-
cia. Alicia, esa prepúber de la literatura, akanzó a mirarlo todo. Ahara,
todo vuelve pero como materia muerta. Es par eso que Alejandra Pizarnik co-
noció la muerte en plena adolescencia de su obra. 0, mejor Jicho, la recono-
ció: ella ya había transitado par la muerte de la niña (ilia infancia implora desde
mis naches de cripta") y la precocidad de su vocación literaria consistió en des-
plegar el poema coma un relato postmortem.
"No temas, nada te sobrevendrá, ya no hay violadores de tumbaslf, Ie asegu-
ra, en ExtraccÍón de fa piedra de fa {oeura, una voz maternal a un tú que parece
haber sobrevivido a su propia muerte. Es la misma voz que, desdohlada de mie-
dOl contesta "yo" lanzando un dardo al oído del violador que Ie amenaza su
paeto de sileneio: "Yo dije qu;én vive", insiste la voz que/ desde una boea ee- rracla, se ade\anta a cualquîer signo de vida en la poesía de Pizarnik. T odavía'
nada se dijû; estamos antes delliempo del poemal y sin embargo ya podemos
reeonocer, grabada en la piedra de la locura, una figura prehistórica. Es la figura
del tú al que la voz convoca, un kana mudo inscrîto como sella sobre la pági-
na blanea. Representa a una niña muerta 0 perdida 0/ mejor, dada pur mucrta
en eI juego de las escondidas (ese juego inocente donde la boea cerrada de la
tumba equivale también a un escondite).
lPcro quién es la que se esconde de la vida 0 quién vive dentro de esa mi-
niatura muerta? ;Yo 0 tú? lMadre 0 hija? La paeta la define insÎstentemente de
mil maneras ("niña", "muñeca", "arnuleto'/, "dama pequeña") y así la ve:
expuesta a todas las perdiciones, e!la canta junto a una niña exlraviada que es ella; su
arnuleto de la buena suerte.
*EI presente texto forma parte de Histo- rias de amor, editado este año par Pai- dós, Buenos Aires.
De la primera a la tercera (yo, tú, ella) una misma voz femenina, singular,
inanimada, desdobla la materia viva de los poemas de Pizarnik atravesando con
su gélida gramática el Espejo caliente de 135 significaciones. Hay un frío anterior al alma e'latidos de su eorazón muertoll) que pone en funcionamiento los resor-
tes del poema. Es que \a pasión de escribir ya es en Pizarnik un drama adoles-
cente y no un capricho infantil. Se entra al poema con la actitud del deseneanto
por una puerta que caneeta directamente con el IIpaís de 10 ya vista". Por eso,
mitos como la muerte de fa infancia 0 el paraÎso perdido se presentan aquí dados
vuelta. Lejos de simbo1izar un anhelo romántico de la poesía 0 un territorio que ésta debería recuperar, aparecen como Ese sobreentendido (1/10 ya visto'l) a partir
del cualla poesía puede empezar a latír can su corazón muerto. lResignación?
lEscepticismo? Si, pero una resignación !oea y enojada que se extrae de la piedra
y no de una supuesta vida real. Lo que se resigna no es la infancia de una autora
sino la infancía insostenible de un yo. Para que la niña extraviada no tenga mie- do, la madre se afirma como yo. Sin embargo, el miedo carre más rápido que la
gramática y haee que esa madre resbale hasta el tú para hablarse a sí misma co-
12
mo niña. Yen ese apuro, hablando de
sí como de otra, ella se alcanza. Así, mientras busca un refugio pa-
ra su identidad, la madre-niña se ex- pone a todas las perdiciones posibles
por las que puede pasar una mujer. Después de Girondo, Pizannik es la
primera que entrega su poesía a la de- riva de este yo perdido. Pero mientras la resignación girondiana es una co- media, el desamparo de la voz feme- n i na no puede más que presentarse
como un juego trágico.
DEBAJO ESTOY YO
Llegando al colmo inicial de esa ins-
piración resignada que mueve toda su
poesíaf el primer libro de Pizarnik ya se llama La última inocencia. Final de
un principia sin final, el dedo de este
título señala nuevamente hacia el ico- no de la niña muerta 0 perd Ida en el
juego de las escondidas. Para encon- trarla hay que empezar desenterrando el nombre. Y en uno de 105 poemas deilibra descansa la pista:
i.llejandra alejandra
debajo estoy yo alejandra
De arriba para abajo, el heptasíla-
ho sostiene !a dupl icación del nombre gracias a una sílaba aspirada. Es que a
ras del verso no se opera una suma matemática sino que alga queda para siempre restado. Esa es [a aspiración
que aprovecha Pizarnik para decir en concreto su lugar (a!1í yace también cierta aspiración concretista de su poesía). Par la cesura del a[ejandrino
se cae esta mitad doble que dice en ceo un nambre propio como diciendo nunca estoy acá, siempre más abajo.
Pero, para la religión judía, del paiva eres y a/ paiva vo/verás. EI cuerpo, entonees, no puede quedar exhibido
en el esplendor de la línea alejandri-
na, sino que siempre atravesará pm la
ley oseura del entierro. Pm eso es que empezar a escribir en una lengua lai-
ca, Flora a Blímele adoptará el seudó- nimo de Alejandra. Ni la métriea, ni la simetría concretista, ni la ley impla-
cable de la rima aceptarían un poema que, mal escrito, dijcra: alejandra ale- jandra/ debajo esloy yo/ Flora. Tam- poco la ley judía qulere Ilamar alas casas pm su nombre. La prohibición
de darle a Dios un nombre propio 10
transforma en anónimo supremo. Par lIamario de algún modo, se Ie dirá
Hashem (EI Nombre, en hebreo), es
dedr, se 10 nombrará con ese signifi-
cante que sustituye a su propio signifi-
cado. No se puede, entonccs, firmar Flora sÎ se pretende entrar en el mun- do [aico de la escritura. Gran sub- mundu del artifìcio donde circula, ex- puesto a toclas las perdiciones, un yo que se sltúa siemprc debajo del nivel de su propia firma (lldebajo EstOY yo", dice alejandra de alcjandra),
Perdida la últirna inocencia, en Ex-
tracción de fa piedra de fa /ocura Pi-
zarnik insiste con la pregunta hereje
("cómo se llama el nombre)" pero În-
mediatamante responde par boca de
una tradición resignada: "un color co- mo un ataúdl una transparencia que 110 atravesari-]S". Golpear siempre sohre 1.1 rnisrTla piedra, insistir, eso es locura. Volverse loco es querer alga que está
más allá de la ley judía. Seguramente, de esa fuerza se extrae la potencia del
heptJsílabo. Tal vez par eso el primer
verso que cscribió Pizarnik es Ese que llama a SU propio nombre en eeo. Rc-
bautizarsc Alejandra ya es verse. Es
una mentira que permite volversc poe- ta sin caer en la tentaCÎón de nombrar
aDios. Pero para eso hay que naccr muerta: ßlímcle, FlordtJ, aquella niña judía extraviada en el juego de las cs-
condidas, perdió su color rozagante dentro de un ataúd que transporta a
Alejandra par el camino de la transpa-
renda. Si se puede afirmar -sobrepo- niéndose al temor de cometer una he-
rejía- que hay judías místicas, sin du- da Pizarnik es una de ellas. De cara a
Et Nombre, desafíará la oscuridad para acceder, a través de los conjuros de la
métrica, a un espacio de luz divina. "Del otro lado de la noche/la espera su
nombre.../Ella piensa en la eternidad/, dice el "Poema para Emily Dickinson" de La ú/tima inocencia. Siguiendo las
hucllas de su gran maestra, Alejandra
también anhela la eternidad. Mlentras Flora Ie asegura "no atravesarás la
transparencia", la poesía Ie da herra- mientas para hacer un corte vertical a
través del mundo inmutable de las
esenCÎas. Total, Alejandra ya es pura apariencia. Qué más da entonces si,
como a su condesa sangrientJ, la esta-
ca de la muerte Ie abre una CE'sura en el corazón del nombre para exorcizar impulsos ma!éficos. Ya no hay nada qué temer. "Muñeca", lIamuleto de IZ!
buena suerte", "dama pequeñísima" son 105 apodos que Pizarnik Ie da a ese doble de cuerpo que desde los latidos
de su "corazón muerto" busca salir I'al
alba a pronunciar una sílabaJ NO". Acceder a la [uz diurna par vía ncgati-
va sólo para afirmar que NO. Una sola sílabí] sostiene el fundamento de esa superstición que impide nombrar. No abras tu boca at diablo dice un refrán
de abuejas judías que seguramente Blí-
mele escuchó cuando era chica. Tradi- ciÓn ora) femenina que ahuyenta la
mala suerte par el camino del silencio.
Nombrar es exponerse a todas las ca- tástrofes; incJuso a la más temida de to- das: la muerte, (Superstición, del latín
superstitio; es derivado de superstarc, sobrevivir.) Peru 105 poderes del amu- leto de Pizarnik actúan can una fuerza
contra ria a la de la ctimología: ella nunca quiso sobrevivir ("no más for- mar fila. para morir", dice en su I'Pae-
ma para Emily Dickinson"}. Protegién-
dose de la Iinealidad de la vida crono- lógica, la poeta dio un salta mortal que desde el principia la depositó en el es- condite mudo de una tumba. Nadie pudo detenerla. Se vuelve imposible
sostencr a alguien que ya
cae
en su pnmera
caída. .
13
EI Cancionero de Upsa/a*
ANTONIO ALATORRE
*EI Cancionero de Upsa/a fue publicado
par EI Colegio de México en 1944 y
reeditado este año con el prólogo de Antonio Alatorre.
La publicación del Cancionero de Upsala en 1944 es un espléndido testi-
monio del papel que en la cultura de México les tocó desempeñar a 105
refugiados españoles, esos que huyeron de la España de Franco y se
transterraron a la I'nueva España". Bien pod em os decir IDS mexicanos: "jMu- chas gracias, señor Franco!", pues no había rama de la cultura que no tuvie-
ra representantes a veces insîgnes entre cllos; vinieron filósofos, científicos,
poetas, historiadores y eruditos; y vinieron también Rodolfo HaJffter, compo-
sitor, y Adolfo Salazar y jesús Bal y Gay, musicólogos.
Todos esos españolcs sigLlieron hacienda en México [0 que habían esta- do hacienda en España. "La Casa de España en México", adonde lIegaron, estuyo muy bien bautizada. EI caSQ de Sal y Gay es muy representativo. De- dicado en Madrid al estudio de la rnúsica de los siglos áureosj había publica-
do allí, en 1935, Treinta canciones de Lope de Vega musicalizadas par di-
versos autores. En 1939, 0 sea cuatro años después, pubJicó unos Romances
y vilfancicos espaiioles del siglo XVI (en reducción para canto y piano), pero esto fue ya aquí, con pie editorial de La Casa de España en México. Y 10 que siguió, cinco años después, fue cste Cancionero de Upsa/a, con pie editorial
de EI Colegio de México. Afartunadamente, Bal y Gay habfa traldo collsigo sus fotocopias, sus transcripciones, sus apuntes. La que empezó en el Centro
de Estudios Históricos de Madrid 10 prosiguió en Ja Casa de España y 10 con- cluyó en EI Colegio. (Bien visto, esto5 tres lugares fueron para él uno solo: no hubo en su labor, pese al exilio, ninguna solución de continuidad.)
Adollo Salazar, el otro musicólogo refugiado, tuvo alguna parte en la publi-
cación del Cancionero de Upsala. Fue él quien Ie pidió a Isabel Pope el ensayo de las páginas 13-43, y quien escribió la "advcrtenciall de las páginas 7-10, la
cua\ no va firmada porque Salazar, a petición de Alfonso Reyes, se hace ahí
portavoz de EI Colegio de México. Es curioso el tono apologético que emplea. Par 10 visto, en 1944 era necesario que EI Colegio se justificara ante el mundo explicanda que \as casas que hacía eran buenas. "La circunstancia feliz de que don jesús ßal tuviese en su poder fotocopias del Cancionero", dice Salazarl
"determinó a EI Colegio de México a encargar a dicho musicólogo su transcrip- ción completa con vistas a su publicación inmediata"; y razona eSél "determi- nación" diciendo que el Cancionero de Upsala es libro importante: /}SU conoci- miento es necesario a toda aquella persona que se interese pm el estudio de la
historia musical, e indispensable al estudioso de la música española", No deja de ser extraño que Salazar deje en silencio la razón más relevante) que es ésta:
las composiciones del Cancionero de Upsala son belHsimas; podrán ser objeto de "conocimiento" y de "estudio", pero están destinadas primariamente a 105
dilettanti, a los amantes de la música, a los madrigalistas de todo el mundo.
Ahara, por fortuna, ya no hacen falta apologias. EI Colegio de México puede
sentirse tranquilamente orgullosa de haber publicado el Cancionero. Porque ade-
14
más, pobre como era en 1944, hizo
una edición que puede calificarse de
lujosa: la caligrafía musical es de pri-
mera clase, y el papel en que se impri-
mió es de muy buena calidad, resisten-
te al diuturno manoseo de 105 cantores.
.*.
La edición original del Cancionero publicado por Sal y Gay se imprimió
en 1556 en Veneda, con una portada
que díce: Vilfancicos de diversos au- tares a dos, y a tres, y a quatro, y a
cinca bozes, al?ora nuevamente co- rregidos. Si se llama Cancionero de
Upsala es porque el único ejemplar
conocido fue encontrado en la BiblÎo-
teea de la Universidad de Uppsala
por dOll Rafael Mitjana, diplumático
aficionado a la músÎCa, cuando en 1909 era representante del gobierno
español ante el de Suecia. (Muchas
edieiones antiguas perecieron total-
mente a manos de 105 usuarÎos sin
que un solo ejemplar se salvara a
tiempo en alguna biblioteca, Hay edi.
ciones de novelas de eaballerías y de
comedias españolas que, com0 el
Cancionero de Upsala, se conocen
por ejemplares únieos, conservadus a
menudo en bibliotecas no españolas.)
Pero si Miljana -que cuenta en la
Introducción (pág. 47) la Iisingular for- tuna" de su hallazgo- hubiera sabido
en 1909 10 que ahara se sabe accrca de oslo libro, no 10 hubiera lIamado
CanÔonero de Uppsala (con doble p),
sino CiJncionero del duque de Cala- bria, pues fue en ]a corte de este per- sonaje, virrey de Valencia de l526 a
1550, donde se compusieron y se es-
trenaron 105 villancicos que 10 inte-
gran. Su gran antecedente es el Can- cionero musical de Palacio, que po- dría I [amarse más bien Cancionero de
Fernando el CatólÎco. (pem éste se quedó manuscrito: su prÎmera edición os apenas de 1890.)
EI duque de Calabria merece,
pues, un recuerdo.1 Se !Iamaba Fer-
nando d' Aragona. Era hijo del fey Federico de Nápoles, destronado en
julio de 1501 por el cristianísimo Luis XII de Francia y el calólieo Fer-
nando, 105 cuales se dividieron su
reino "casi con la misma facilidadlJ
-dice Antonel [0 GerbÎ- con que Hitler y Stalin "se entendieron en 1939 para repartirse a Polonia/. La
designación ritual del príncipe here-
dero era "Duque de Calabria".
Cuando Federico quedó prisio-
nero de 105 franceses y españoles, el
príncipe, que no había cumplido aún 105 quince años, prestó jura- menlo como sucesor eventual del
tronü; pem, tras un Înlcnto de resis-
tencia en la plaza fuelte de T arento, tuvo que capitul;)r {marza de 1502)
ante Gonzalo Fern<Índez de Córdo- ba, "el Gran Capitán", brazo militar de rernando el Católico, A pesar de
haberse estipulado solemnemente que sc Ie dejaría en libertad, el prín-
cipe quedó a mcrced del vencedor y
(ue enviarJo a España. EI rey Fernan- do 10 acogió "benignamente", y la
reina Isabel Ie concedió "el insólito
honor de htlcerlo senlar a su lado". (Según el cronista Pedro Mártir, el
príncÎpe era muy guapo: "forma cgregius".) EI rey 10 nombró virrey de Barcelona en 1504, pero muy po- co después, en castigo de un intcnto
de escapatoria, 10 destituyó y 10
mantuvo estrechamenle vigilado en
una especie de jaula que no par ser
dorada dejaba de ser jaula. En 1512,
para mayor seguridad, 10 encerró "con sólo dos criados" en la forta[e-
za de Játiva, no lejos de Valencia. Carlos V 10 liberó de esta cáreel en 1523 y 10 casó en 1526 con Germa- na de Foix (viuda del rey Católico),
nombrándolo al mismo tiempo vi- rrey de Valencia. Aquí gozó el prín-
eipe napolitano de una renta deco-
rosa: su corte, "desde un obispo has- ta el úllimo pinehe, lIegó a contar
218 servidores". Y aquí murió en 1550, a los 63 años.
Los reyes napal itanos de la casa
de Aragón, a partir de Alfonso V, ha- bían sido grandes competidores de los Médicis Florentinos. La cultura del RenacimÎento tuvo en Nápoles
una de sus más brillantes realizacio-
nes. En tomo al rey Federico había
puetas (uno de ellos jacopo Sanna-
zaror el más famoso de sus tiempos),
había músicos, había plntores, había
humanistas, y la biblioteca del pala-
cÎo real era fabulosamente rica. Para Nápoles, como para toda Ita-
lia, España era un territorio "bárbaro",
y no sin razón: la cultura española era
todavía muy "medieval"; el humanis-
IllO apenas estaba entrando. En los pri-
meros años del exiHo, el príncipe Fer-
nando conc1uyó su educación al cui~
dado de su preceptor napolitano, Cri-
sostomo Colonna, cuya misión consis- tió en velar por que el heredero del tro-
no de Nápoles mantuvÎera su ita1ianÎ-
dad y no se españolizara. En verdad,
Fernando nunea se sintió tentado a
volverse español. Lo que hizo fue in~
troducir "Ias fastuosas maneras del Re-
nacimiento italiano" en la alegre y acogedora Valencia. Durante un euar- to de siglo (1526-1550) fue su corte un
emporio de cullura. Fernando fundó y pobló con frailes jerónimos el monas-
terio de San Miguel de IDS Reyes (espe-
cie de precursor del Escorial), Ie dejó
en herencia su gran biblioteca, y em- prendió la construcCÎón de un eolegio
para la enseñanza de las humanidades.
Dos grandes historiadores del si- glo XVI, Gonzalo Fernández de Ovie- do y fray José de Sigüenza, hablan del
rey Federico y de su hijo con una sim- patía com partida seguramente par 105
españoles capaces de pensar. IINo me puedo acordar de su infelicidad sin
darrne pasión, ni querría hablar en ella", dice Oviedo en 1548; y el pa- dre Sigüenza, al contar la rendición
de la fortaleza de Tarento, dice en
15
1600 con suti I reticencia: II Aqu í se quedan mil hoyos y pleitos que se averiguarán el día del Juicio.1I
Oviedo fue testigo presencial de la ruina del rei no de Nápoles, pues
era en 1501 criado del rey Federico.
Cuarenta y siete años después guar- daba en la memoria unas versos ele- gíacos que cantaran 105 napolitanos
en aquellos trágicos momentos:
Ala mía gran pena forte,
dolorosa, afflita e rea,
diviserunt vestem meam
et super earn miserunt sortem.
A estos versos siguen cuatro estra- fas que comparan la "pasión" del rey
Federico can la de Cristo: 105 reyes de
Francia y de España son como las 501-
dados que se repartieron las ropas del
Crucificadol y son también reencarna-
ción de Herodes y Pilatos, que, enemi-
gas entre sí, se hicieron ami gas ese
día, ese viernes santo, para concertar ia crucifixión. Quien habla en la can- ción es el prapio Federico. las pala-
bras diviserunt vestem meam se repi-
ten patéticamente, como estribillo, al
final de cada estrofa.2
En 1519, cuando el desdichado
principe se hallaba preso en Játiva,
Fernández de Oviedo Ie dedicó el
Clar/balte, su primera obra publicada,
en la cual cuenta las extrañas aventu-
ras de un príncipe de "Albania" así
lIamado. EI propósito de Oviedo fue
dar algún salaz al hijo de su antiguo
amo. (Más tarde se arrepentiría, no de
haber hecho esta dedicatoria, sino de
haber escrito la novela; es, en efecto,
uno de las peores libras de caballerías
que se publicaron en la España de en-
tonces. Par 10 demás, el príncipe Fer-
nando tenía en 1519 más de treinta
años, y no carecía de libros buenos
con que solazarse.)
Existe un testimonio muy elo- cuente de que la simpatía par el pri-
sian era Ilegó hasta las capas popula-
res. Contemporáneo del Claribalte es un p1iega suelto que, entre una glosa del folkl6rico romance "Ya se
asienta el rey Ramiro,l ya se asienta
a sus yantareslf y otra del no menDs
folklórico "Rosa fresca, rosa fresca,
tan garrida y con amor", ofrece "atra glosa de la canción A fa mia gran
pena forte".' Pues bien, quien habla
en esta ingenua composición, toda
en castellano salvo 105 versos que se
glasan, no es ya el rey Federico, sino
el duque de Caiabria. Dice así:
lQué es de ti, mi reino antiguo?
jOh CalabrÎa, mi ducadol
Habiéndote sido amigo, te me has mostrado enemigo
por verme desheredado;
que me vea sin deporte,
mi cara tornada fea:
leon quién tomaré conorte
a fa mia gran pena forte,
doJorosa, afflita y rea?
Que me tiene aquí Su Alteza,
sin hacerle yo traÎción
ni Ie tocar en vileza,
presQ en esta fortaleza
de Játiva en Aragón.
Ponte donde yo te vea:
~qué es de ti?, .1dó estáis, mis cartes?
Mal pur bien en mí se emplea:
diviserunt vestem meam e{ super earn mÎserunt sortes.
.1Qué es de tanto caballero
que a mi mesa comía pan?
Siendo yo el propio heredero,
me hizo ser extr,mjero el noble Gran Capitán:
que a la hara que fue vista
par señor, Ie obedecieron,
y anduvo luego tan quisto,
que me han fato como a Cristo,
quem pro nummis vendiderunt.
Así como me prendió
el esforzado y valiente,
a Castilla me invió,
y el buen rey me recibió,
pero no como a pariente:
porque luego me metieron
donde nadie no me yea;
la fiesta que me hicieron,
manus, pedes rnefixerunt,
dinumeraverunt ossa mea.
Estando así aprisionado,
falta de toda vjrtud,
joh triste, desventurado!,
de mis tierras apartado
en mi tiema joventud,
par que todo el mundo crea
dónde mi gran mal aporte,
que como qUÎera que sea
diviserunt vestem meam
el super eam miserunt sortem.
Estas "QlIejas del duque de Cala-
bria" son un verdadero retoño de las
del rey Federico. Quienes las leían u
oían encontraban, en su hechura
misma, la prueba de que hay desdi-
chas que se heredan. Según refiere
fray José de Sigüenza, ('decía muchas
veces viviendo" el buen duque: ilDesde antes que nacÎese comenzó a perseguirme la fortuna, y en vida
me flle siempre contraria. iPlegue a
Dios que después de mi mllerte no muestre esta saña en mis casas!"
De hecho, el príncipe se sobrepu-
so a su fortuna. EI rey Federico murió
de tristeza, en su destierro de Francia,
tres años después del atropello. Al du-
que, en cambio, se Ie concedió un
cuarto de siglo que, si no de felicidad,
flle de alga que se Ie pareda. Al final
de su vida contrajo segundas nupcias
con una aristocrática y culta dama va- lenciana, Hamada Mencía de Mendo- za; pero el estilo de vida del palacio
virreinal de Valencia quedó afincado
en 105 años en que vivió su primera
mujer, Germana de Foix. Dice el pa- dre Sigüenza que 10 que el príncipe y
Germana se propusieron fue "alcanzar el reino del cielo, pues el de la tierra
tiene poca firmeza, hacienda granjería
16
de su misma pérdida". Como historia-
dor de la orden moná5tica de San )eró-
nimo, se interesa sabre todo en la fun-
dación de San Miguel de 105 Reyes (él
mismo era frai1e jerónimo); pero 10
que dice es justo: e! duque y Germana supieron sacar ganancia de la pérdida.
Estaban, además, hechos el uno
para el atro. De Germana, según Si-
güenza, "decían que desde niña ha- bía deseado de casar con el duque de
Calabria, y vino a cumplírsele el de-
sea cuanda ya fa Itaban las esperan-
zas". La tónica de este matrimonio no fue ciertamente la amargura ni la re- signación. Cabe hablar más bien de
una firme voluntad de vivir, y de un
cálido apoyo que en eso se dieron e!
uno al otro. Quizá Fernando -"un príncipe tan desengañada", como di-
ce Sigüenza- no era muy amigo de
bailes y mascaradas, y quizá Germa- na no era muy aficionada a los libras,
pero los dos sabían gozar de la vida;
emplearon cuerdamente sus riquezas
y sus odos en juegos de ingenio, en discreteos cortesanos y en conciertos
instrumentales y vocales. A 105 dos les
encantaba la música,
Tal es el ambiente que se refleja
en el !ibm intitulada EI Cortesano, de Luis Milán, crónica de seis "jor-
nadas" festivas (entre fines de abri1 y
primeros de mayo de 1535) en el
palacio del Real de Valencia. Cuando el duque invitó a 105 jeró-
nimos a hacerse cargo del monasterio, les ofreció muchas casas, entre ellas
su librería, que dijo era muy buena.
Fue corto en las promesas en respecto
de 10 que después puso por obra, cosa
que se usa pocas veces aun entre re- yes" (Sigüenza). Y cuando el 2 de julio
de 1546 lIegaron 105 frailes a tomar posesión, "andaba este príncipe con tanto gusto y a]egría como si tornara a
entrar en la del rei no de Nápo!es". "Murió en el Real de Valencia en sus
palacios", el domingo 25 de octubre
de 1550. "De allí 10 Ilevaron a enterrar
a su monasterio de San Miguel. Lunes
siguiente hízosele uno de los solenes
entierros que se debe haber vista en España, porque era amado y querido
de todos y a todos amaba y quería." Existe un "Romance sobre la do-
lorosa muerte del exce]entísimo don
Hernando de Aragón, duque de Ca- labria, visorrey de Valencia" que se
compuso evidentemente no mucho
después, aunque no se imprimió hasta 1573 en una de las Rosas de
romances del valenciano Joan Timo-
neda. Su patetismo es un tanto retó-
rico, pero no deja de tener inflexio-
nes convincentes. Como en las in-
mortales Cop/as de Jorge Manrique, la Muerte habla con el moribundo, Ie avisa que ha Ilegado la hora y Ie
recuerda que ese año de 1550 es de
jubileo, de manera que así como es- tá abierta para la cristiandad la puer-
ta mayor de la basílica de San Pe-
dro, así a él Ie tendrá abierta la del
cielo el propio San Pedro. Y, al igual
que don Rodrîgo Manrique -aun- que menos lacónicamente-, don
Fernando tlconsiente en su morÎr":
En oír esto el buen Duque
desta SlJerte respondía:
"Los que gozan de placer
de este mundo y su armonía,
ésos teman tus saetas,
huyan de tu compañía;
que no yo, que siempre Iloro
la mi gran genealogía;
que no yo, que sucesor
ni Ie tengo, ni 10 había
de la casa de Aragón
do mi línea descendía..,11
Después de pedir un crucifijo, el
buen duque, "11orando de los sus
ojos", entrega el alma al Creador "a las cinco de la tarde, cuando el sol
se recogía". Se desatan entonces ]05
clamores de la gente de palacio, en los cuales vuelve a sonar el eco de
las Cop/as de Manrique:
Viérades par el palacio
moverse gran gritería.
Unos dedan: IIMi Oios,
jmuriera cuando él moría!/I
Otms decían: "iQué padre,
que príncipe de valía!";
"iQué señor para criados!"
"Nada propio poseía:
su palacio era aposento
do e] pobre se retraía.../t
La duquesa se ocupa amorosa-
mente de la rica mortaja y del orden
de las exequias. En la gran sala chispo-
rrotean cincuenta hachas, a cuya luz
un obispo revestido
salmeaba, y respondía
su asistente, y 105 cantores
con voz baja que do/fa.
EI cadáver permanece expuesto a
la curiosidad y al dolor de 105 val en- cianos hasta la noche del lunes si-
guiente, cuando
vinieron para enterrarle
así como él merecía
lodas las órdenes cuatro
con toda la clereda,
con catorce 0 quince cruces,
y éstas tomaron la vía
de San Miguel de los Reyes
a do dejar se tenía.
Todos Ilevaban sus hachas,
que de día parecía... Al1í iban sus cantores
Cémtando sin alegria...
"Sin alegríall, naturalmente, pero
de segura can primor exquisito, pues el duque, que "era de !indo y
claro ingenio, y tan amigo de letra-
dos y !etras como de músicalt (Si-
güenza), "juntó la mejor capilla de
músicos, ansí de voces naturales co- mo de todo género de instrumentos,
que hubo en España, ni sé si !a ha
habido después acá tan buena en
número, habi I idades y voces, por-
17
que se juntó allá cuanto bueno se
hallaba en estos reinos, y todos iban
a servirle con mucho gusto",4
Uno de esos músicos es Mateo Flecha "el Viejo", cuyas Ensa/adas,
según el musicólogo Higinio Anglés,
Ie dan derecho a ser considerado liel
polifonista de más fuerza y de más
ingenio de entre 105 compositores es~
pañoles del siglo XVI que cultivaron la música profana". La "ensalada",
forma literario~musical característica-
mente española, está más 0 menos emparentada con e! quod/ibetum. Las
de Flecha cuentan una "historia/l ale-
górica en capIas octosilábicas, pero
esmaltándola todo el tiempo con ci-
tas de cancioncillas populares. 5e hi-
cieron casi todas para las fiestas de
Navidad y Reyes. EI documento que demuestra la presencia de Flecha en la corte valenciana es justamente una de sus Ensa/adas, Ilamada "La Viu- da", que comienza así:
jLa Viuda se quiere casar!
(Oesdichado del que muere si no iba a buen lugar.)
La Música buena y honrada
enviudó par desconcíerto,
que el Buen Gusto yace muerto
y quedó desmamparada,
lDónde hallará morada
en que se pueda abrigar
si no iba i:1 buen fugar?...
~~
EI"desconcierto/l, que es la pear enfermedad posible, se ha Ilevado al
Buen Gusto a la tumba, y la Músic3,
su esposa, se ha quedado sola y 110-
rando. Los músicos cantan en seguida,
en fabordón, las palabras de )ere- mías: Facta est quasi vidua domina
gentium. La IIseñora de todos 105
pueblos" lIara su desamparo. Y la
extrañeza de escucharse en Navidad
-porque es Navidad- un versículo
de 105 T renos, cuyo lugar está en IDs
i.. ,
~.
;;", ~~
t ,; }..')
0'
maitines de! Jueves Santo,
el siguiente diálogo: provoca iAh, pero el duque de Calabria
vive! jViva muchos años! Con él, la
Música puede sonreír y lucir su her-
mosura:
El Duque de Calabria es
can quien no ha habido revés:
es su amiga muy amada",
Y aquí 105 cantores, en uno co-
mo paréntesis, se dirigen a la Música
misma con este cantarcillo:
Viuda enamorada,
gent;1 amigo tenéis:
ipor DiDS, no Ie maltratéis!,
para añadir inmediatamente una
misteriosa alusión a cierto magnale
que, después de darle palabra de
amistad, Ie volvió las espa!das, co-
mo un villano:
.., Pues alguno la burló
con palabras que Ie dio
y promesas de fruslera,
(Que no diré yo quién ð
ni quién era,
que no diré yo quién es
ni qtlién no).5
Las promesas del duque de Cala-
bria no son de fruslera. Habrá en Es-
paña señores más ricos que él, pero
no más climplidores ni más enamo-
rados de la Música. A su !ado, los
cantores pueden estar seguros. (En
1563 dirá Joan Timoneda: "EI duquc
de Calabria fue tan dado a la músi-
ca, que no había en España quien
tanlos y tan buenos músicos tuviese, a causa de {os grandes sa/arios que les daba'l. Y también "Viniendo un
gran músico forastero al Real [de
Valencia] para oír la música el día
de Reyes, que tanto Ie habían alaba-
do, oida, e inform ado de la renta del
duque, dijo: Para tan chica capa,
jgran capif/a es ésta!")
18
-lQuién canla lamentacìones
en noche tan sin dolores?
-Los cantores son, señores.
-Sepamos par cuál razón.
-Por la poca estimación
en que Música es tenida:
ésa fuc nuestra venida
a esta conversación.
jFelices los tiempos en que la
Música tiene dónde refugiarsel i Ben-
dita sea !a protección que algunos
grandes señores Ie dispensan! Yaquí 105 cantores no pueden menDs de
evocar a algunos de eSQS memoraw bles mecenas. Atinadamente, !a evo- cación se inicia con una parodia del
pasaje más punzante de las Coplas
de Manrique:
lQué fue del papa León?
Los reyes y 105 señores
idó se fueron?
lQué fue de aqueJ ga[ardón,
las mercedes que a cantores
se hicÎeron?
Al lIorar la vi udez de la Música, 105 músicos Iloran su propio desam-
para, su vida vagabunda, las estre-
checes a que se yen reducidos cuan-
do muere uno de los rnecenas. AI re-
cuerdo del "papa León", que es por
supuesto León X, patrocinador supre-
mo de \a música, sigue el de algunos
magnates españoles: Fernando el Ca- tólico, desde luego, y en seguida don Diego Hurtado de Mendoza y Luna,
tercer duque del Infantado, y don
Alonso de Fonseca, arzobispo de la
primera iglesia de España, la imperial
Toledo. Cada una de las evocaciones
va seguida de una onomatopeya de
trompas funerales (tu, /unuta, turutá),
porque esos señores son ya difuntos
(en 1521, 1516, 1531 Y 1534, res-
pectivamente).
En seguida es ]a Música quien to-
ma la palabra. Después de presen-
tarse mediante otro cantarcillo:
De igfesia en iglesia
me quiero yo andar
por no malmaridar,
se dirige can palabra5 de gran 50- lemnidad al obispo y 105 canónigos
de la catedral para presentar un plei- to "criminal", una demanda en con- tra de su gran enemiga, la fea, la tor-
pe, la vulgar mediocridad:
y del vulgo en general
me querello,
porque tiende más el cuello
altintín de guitarrilla
que a 10 que es per maravilla
delicado. Y el dicho vulgo ha inventado
nueva música de morteros,
perdidos par majaderos.
(Toea, toca, toca,
con e{ pie se toea fa toca
la Juana malroca.)
Y ]a ensalada termina, como casi
todas, can un canto jubiloso a jesús
recién nacido.
No se sabe cuánto tiempo perm a-
neció Flecha en la corte del duque. Probablemente varios años, porque "La Viuda" no es el único testimonio
que nos queda de esa permanencia. Las investigaciones modernas sabre
música española del Renacimiento
hacen ver que e] Cancionero de UpsaJa es un testimonio de la adivi- dad musical que se desarrollaba en el palacio virreinal de Valencia. Tes-
timonio maravilloso, en verdad. De ]05 55 villancicos que conti ene, uno solo va acompañado de nombre de
autor (Nicolás Gombert, flamenco establecido en España), pero 105 de- más están saliendo del anonimato. Se ha comprobado que varias de las
composiciones son de Mateo Flecha,
de su discipulo Cárceres y del gran Cristóbal de Morales. (Un somero análisis musical permite distinguir un
grupo de villancicos de estilo Flecha,
como "T eresica hermana", y otro de
estilo Morales, como "5i la noche
haze escura".) En todo caso, con nombre de JU-
tor 0 sin él, [as 55 vil]ancicos son
muy hermosos, que es 10 que impar-
ta. Hay una extraardinaria unidad
dentro de la variedad, y la variedad
es mucha. El gusto literario es abier-
to, ecléctico, plurilingüe. Predomi-
nan las canciones de amores, pero hay también una docena de villanci-
cos reI igiosos (tan a!egres y frescos a
menudo como 105 prolanos). Y hay
un rasgo que alas amantes de la
música -y de la literatura españo-
la- nos resulta especial mente sim- pátîco: la marcada predilección par las letras (y, en algunos casos, sin
duda también las melodías) popula-
res: "Alta estaba la peña...", /lAy, lu-
na que reJuzes...", "Ojos gargos ha
[a niña..." Es la misma predi[ección
que muestra Flecha en sus EnsaJa-
das. Más de la mitad de 105 villanci-
cas del Cancionero de Upsala ocu- pan un lugar en el magnum opus de Margit Frenk, Corpus de la antigua /írica popular hispánica. Esos villan-
cicos ]e dejaron muy bien seña]ado el rumba a Juan Vásquez, el gran
hermanador de la tradición popular
can el relinado arle polilónico del
Renacimiento. EI Cancionero de UpsaJa no se re-
copiló de aqul y de allá, sino que brotó de un solo foco, de una casa en
que la música era el valor supremo. Constituye el más sonriente, el más
duradero, el más diáfano testimonio
de la gracia y el élan vital de la corte
de Valencia en el segundo cuarto de]
siglo XVI. 5u titulo debiera ser Can-
cionero del duque de Calabria.6-
NOT AS
1. La historia que sigue podrá leerse de
manera más circunstanciada en las págs. 170-179 dellibro de Antonel]o Gerbi, La
naturaleza de las Indias nuevas, México, 1978, yen mis IINotas musicales en tor- no a Oviedo y a ]a casa real de Nápo]es" impresas como apéndice de ese libro, págs.479-497.
2. Oviedo cita sólo la "cabeza" de la
canción, 0 sea !a cuarteta inicìal. La can- ción entera está en el Cancionero musi- car de Palacio, puesta a cuatro voces par un músico anónimo. Era, curiosamente, una de las composiciones predilectas de Fernando el Católico. Hayen el mismo
Cancionero otra análoga: un romance a
cuatro voces, obra de Juan de] Enzina, en el cual, hablando en primera persona, el último rey mora de Granada Ilora la
pérdida de su trona. Comienza~ "Una sa- ñosa porfía I sin ventura va pujandOi I ya nunca tuve alegria, I ya mi mal se va or- denando". Es una de las joyas del Can- cionero de PalaCÎo. (Quizá 13 música de A fa mia gran pena forte sea de Enzina.)
3. "Otra" porque antes hubo dos glo-
sas distintas, impresas asimismo en po- pulacheros pliegos sueltos: una que co- mienza "Temiéndome de perder" y otra
que com;enza "Mayor que mi sufrimien- to". Esta segunda, compuesta "par una
monja, la cual se queja que por engañas la metieron pequeña en el manesterio", fue muy popular. La primera va acompa- ñada por una glosa del romance de Amadís, y la segunda está con las "Ca- pias de 105 Comendadores" en uno de los pliegos sueltos, y con una glosa del
romance de Belerma en otms dos.
4. En algún momenta se mencionan "nueve ministriles, seis trompetas, veinti- cuatro cantores, un organista y el maestro de capilla". Allado de estos músicos, par- te muy considerable de 105 218 IIservido- res" del duque, están 105 no asalariados,
105 cortesanos que a su mesa comían pan,
en primer lugar el asiduo Luis Milán.
5. Dan ganas de pensar que este magnate es nada menos que Carlos V En
1546 Flecha era maestro de capilla de [as ;nfantas Maria y Juana, hijas del em- perador, y, según un documenta, el mú- sica estaba descontento no sólo del puesto, sino también del salario.
6. EI disco Hispa-Vox CH-289 (volu~
men 15 de la "Colección de Música Es-
pañola") se intitula Cancionero de Upsa- /a a del Duque de Calabria. Contiene 23
villancicos, muy bien cantados por el
Cuarteto de Madrigalistas de Madrid.
19
Vuelta a Brasil en Reyes
ADOLFO CASTAÑÓN
Los mexicanos y 105 brasileños tenemos alga en común: nos cuesta trabajo
interesarnos en alga que no sean nuestros respectivos, inmensos, países-
continentes. Esta dificultad se haee más aguda en épocas de transforma-
ción como las que vivimos (en el pasado inmediato y el actual presente). La ta-
rea de tejcr 105 cabos sueltos de la comunìdad cultural iberoamericana que Ie
tocó en suerte ejercer en Brasil a Alfonso Reyes entre 1931 y 1938 resulta histó-
rica mente significaliva y cultural y literariamente memorable. Par eso ellibm de
Fred P. Ellison Alfonso Reyes y cI Brasil. Un mexicano entre cariocas1 resulta
doblernente bienvenido: en primer lugar, desde luegol como un capítulo faltan-
te en la biografía en'ante de Alfonso Reyes cuyas relaciones can Francia, EspaJia
y Argentina -105 otros dos países doncic vivió fuera de México ya han sido do-
cumentados (Patout; Alfonso Re>res et la France; 8.8. Aponte: Alfonso Reves
and Spain; H. Perea: España en la obra de Alfonso Reves); en segundo lugar, co-
mo uno de 105 eslabones a cuentas más brillantes que ha tenido la cadena de la
comunicación entre Brasil y México -una cadena, por derto, cad a vez más y
mejor eslabonada como poclrían ilustrar, dellado mexicano recientc, las investi-
gaciones de Luis Weckman sobre La herencia medieval del Brasi/,2 las traduc~
cioncs y antologías que han realizado Albelto Paredes de EI modernismo brasi-
leño;3 José Javier Villarreal de la Poesía de Manuel Bandeira 0 bien IDS premios
concedidos par entidadcs mexicanas a figuras axiales ele las letras brasileñas
contcmporáneas como 10 pueden ser Nelida Piñon (Premia Juan Rulfo, 1996) 0
Haralda de Campos (premia Octavia Paz, 1999). El libro de Ellison coincide
además con una ya no tan redente salida de Alfonso Reyes del purgatorio críti-
co que coincide con la conclusión de la eclición de sus obras completas que al-
canzaron en 1993 10s XXVI tomos, la publicación de sus informes y documen-
tos diplomáticos (Mis;ón diplomática, Fonda de (ultura Económica, México,
2001) y la disponibilidad de buena parte de su vasta correspondencia.
Alfonso Reyes trabó can Brasil una relación singular. Escribió numerosas
páginas sabre este país -"más de cincuenta ensayos que tratan central 0 tan-
gencialmente del Brasil" {po 207), par la menos "ocho cuentos brasileños (que)
son en cierta manera eróticos" (p. 166), como "Pasión y muerte de Doña En-
graçadinha" 0 /lEI samurai", las viñetas 0 crónicas de His/oria natural das La-
ranjeiras, 105 memorables once Romances de Río de Enero (impresas por A.M. Stols en Mastricht, Holanda), una treintena de paemas can asunto expHcita-
mente brasi\eño; en Memorias de cocina y bodega algunas páginas sobre la
gastronomía de Brasil; 105 ensayos de Introducción al Estudio Económico del
Brasil, para no hablar de 105 ensayos como "Homilía de la cultural! 0 "Atenea
política", dictados como conferencias en Brasil y clonde la red prob\emática de
la educaciôn, la poHtica y el papel del escritor en América alcanza, en buena
parte, realidades y asuntos brasileños.
Además de estas huellas del Brasil ell la vida escrita de Alfonso Reyes, elli-
20
.
bra de Ellison sigue con puntual y co-
medida memoria la amistad de Reyes
con diversas personalidades brasileñas
de la época, desde el presidente Getu-
lio Vargas, el escritor y dirigente cató-
lico T ristâo de Athayde (seudónimo
de Alceu Amoroso Lima), el periodista
y militante Carlos LacereJa hasta 105
poetas Manuel Bandeira, Cecilia Mei- reles, el paeta y diplomático Roland
de Carvalho 0 105 pintores Cándido
Portinati y Cícero Días. Ellison nos re~
cuerda que "En \3 memoria de Amo-
roso Lima, Reyes fue un 'cmbaixador
paradoxal' que podía representar al
'odioso Calles, perseguidor de criste-
ros' y alno menDS tristemente célebre
Ortiz Rubid' (p. 147), Esta "condición
paradójica" es clave para comprender
105 logros de Alfonso Reyes como me-
diador durante la Revolución brasHe-
r,a de 1930: "EI hecho de que ambos
lados de la contienda palítica busca-
ran refugio bajo el ala de la Embajada
es memorable, pues subrayan su éxito
no sólo como diplomático sino tam- bién como hombre hamado, hombre
de confianza, tanto para 1.1 prilllera dama que leillblaba par la seguridad
de sus hijos como para 105 miembros
de 1.1 oposición, es decir de 1.1 izquier-
da, incluso los de la Folha Acadêmica
que al estallar la revoluCÎón también
tenían motivo~ para sentirse amedren-
tados" (p. .IS). Como lector asiduo de
Montaigne, 110 era difícil que Alfonso
Reyes fuese un artista de la mediación
y la convivencia. A5í 10 reconocerá
otro amigo, el frane6fi 10 Ruy Ribeiro
Couto quien .11 acusar recibo de Mon-
terrey -Ia revista pel.sonal de Alfonso
Reyes- haee un elogio de su ameri-
canismo -acuña una fórmula para
expresar 1.1 condición amcricana: EI
hombre cordial. Esa expresión alcan-
zaría tanto éxito en Brasil que "el inci-
~ivo pensador social y crítico literaria
Sergio Buarque de Holanda adaptaría
esa expresión para aplicarla de un
modo genérico a los brasileños, aun-
que en un senti do radicalmente dife-
rente del de Couto, y sin tener en
cuenta el significado original del con- cepto" (p. 89). Dice as; Ribeiro Couto
en la sección "Epistolario" de Monte-
rrey n.. ,si hoy existe media docena de
hombres célebres, caballeros de 13
cultura latinoamericana, usted es na-
turalmente uno de ell os". (p. 88) "EI
verdadero americanismo rechaza la
idea de un indianismo, de un purismo
étnico local, de un primitivismo, pero
invita a la contribución de las razas
primitivas hacia el hombre ibérico; de
manera que el hombre ibérico pum
sería un ermr (clasicismo) tan grande
como el primitivismo puro (incultura,
desconocimiento de la marcha del es-
píritu humano en olras edades y otros
continentes). De la fusión del hombre
ibérico can la tierra nueva y las razas
primìtivas debe salir cl sentido ameri-
cana (latino), la nueva raza producto
de una cultura y de una intuición vir-
gen -el Hombre Cordial. Nuestra
América, a mi modo de vcr, está clan-
do al mundo esto: el Hombre Cor- dia!." (pp. 88-89). Yen la parte fJl"iva-
da de ]a carta que no se inciuye en
Monterrey pero que Ellison tiene e[
buen juicio de reproclucir dice: iI~Le
escribiría si usted, en lugar de mexÎCa-
no, fuera yanquì? ~Tendría yo el valor
espontáneo del gesto de mandarle clc-
cir casas como éstas (rincones íntimos
cle mi alma amerìeana) si usted no
fuera de la misma familia? Conclu-
sión: el alma latjnoamericana, 0 ibe-
roamericana, 0 como se quiera c\asifi-
carla, existe, se caracteriza par cierto
número de gestos y posibilidades sen-
tìmentalcs peculiares del hombre ibe-
roamericano." (p. 89).
La mediación pl.acticada par el
"hombre cordial" sólo podía estar
imantada par la silllpatía y la amistad;
sólo podía ser amorosa y enalllorada, personal, intermitente, no programáti-
ca. De ahí que tenga cierta razón par-
cial -pem sólo parcial- el poeta
Haralda de Campos cuando sostiene
que Reyes só!o pertenece a "Ia cultura
diplomática", "por 10 menos a la que
se refiere a 105 contact05 re!acionados
a [a [iteratura brasileña y al nivel no operacional en que parecen haber quedado" (pp. 95 Y 98). Es cierto que Reyes no escribió el "panorama de la
actual literatura brasileña" que Ie pro- metió a su amigo y jefe Genaro Estra-
da entre burlas y veras, ni tampoco se
dedicó a hacerle publicidad a la lite-
ratura mexicana contemparánea en el
Brasil, aunque entre sus tareas oficia-
les no podía faltar la difusión de la
pintura mexicana de Diego Rivera,
David Alfaro Siqueiros y José Clemen-
te Orozco. EI "hombre cordial" que según su amigo Ribeiro Couto era el
ápice y la clave que definía a 105 "ai-
res de famíl1a" americanos sólo pue-
dc, sólo podía ser un proyecto perso-
nal y a 10 más poétìco. Par eso no es
extraño que sea precisamente entre
a1gunos poetas y escritores doncle 1.1
cordialidad de Alfonso Reyes dejó aI-
gún sedimento: Ellison menciona eJ
prólogo de Manuel Bandeira a la se-
gunda edición de su lìbro Mafuá do
malungo donde se haee un reconoci-
mienta explícito a la comunidad que
une a quienes practican "el Mester de
Cortesía". Yo mencionaría atro: la
adopción par parte de Cecilia Meire- les de la forrna de 105 romances que
tanto Ie había encomiado a Reyes al
leer los Romances del Rfo de Enero
para su Romanceiro da inconfidencia.
Que Alfonso Reyes sc enamoró de
Brasil y no dejó de "suscribir el mito de! Brasi I como paraíso sexual" como dice Ellison refiriéndose a una carta
de Reyes a Valery Larbaud es un he-
cbo correspondido por la hondura de
la amistad que Ie profesaron Manuel Bandeira, A1ceu Amoroso Lima, Ceci- lia Meireles 0 César Portinari. Esa co- rrespondeneia ha tenido y seguirá te-
niendo sus irradiaciones, como par ejemplo el poema de Manuel Bandei-
21
ra escrito con motivo del banquete de
despedida que Ie hizo a Reyes en el
Jockey Club, el 21 de junio de 1936,
I/Rondó dos cavalinhos":
Rondó de 105 cabal/itos
Los caballitos corriendo, Y nosotros, caballotes, comiendo...
Tu belleza, Esmeralda,
Acabó enloqueciéndome.
Los cabal1itos corriendo,
Y Ilosotros, caballotes, comiendod El sol tan claro allá afuera,
iY en mi alma -anochcciendo!
Los caballitos corriendo,
Y nosotros, cabal1otes, comicndo...
Alfonso Reyes partiendo,
Y tanla gente quedando...
Los caballitos corriendo,
Y nosotros, caballotcs, comiendo...
Italia hablando fuerte,
Europa desmorJlizándose...
Los caballito5 corriendo,
Y nosotros, caballotes, comiendo... Brasil politiqueando,
jDio5 mío1 La poesía muriendo... E! 501 tan claro allá afuera,
EI sol tan claro, Esmeralda,
iYen mi alma -anocheciendo!4
(Traducción de José Javier Villarreal).
Otra deuda de México y de Brasil
hacia las afinidades elegidas de Alfon-
so Reyes se refleja en el catálogo del
Fondo de Cultura Económica al que Ellison Ie dedica un breve apartado.
Cita en él una carta del 30 de agosto
de 1984 donde el entonces Director
de esta Casa Editorial, Jaime Garda T errés Ie da fe de que Alfonso Reyes
"estuvo siernpre rnuy cerea [de esa Ca~
sa Editorial] como autor, traductor y
colaborador, y esta proximidad fue de-
cisiva en 13 seleeción de muchas de
las obras de nuestro catálogo". Entre
105 títulos que destacan debidos a esa
fértil cercanía cabe recordar el Panora-
ma de poesía brasilei'ía armado par
Manuel Bandeira, EI amanuense Bel-
mira del novelista Ciro dos Anjos e 111-
terpretaciÔn del Brasil de Gilberta
Freyre. Después esta Casa publicaría
muchos otros libros como EI Sertanero
de José de Alencar 0 Las memorias
póstumas BIas de Cubas de Joaquín
Machado de Assis (traducido por An-
tonio Alatorre); y cl propio Jaime Gar-
cía Tcrrés impulsaría en el Fondo de
Cultura Eeonómica la edición de no
pocos títulos portugueses y brasi1eños.
En resumen, el libro de Fred Elli-
son es una obra valiosa y que merece la gratitud leída de mexicanos, brasi-
leiios y hombres y mujercs cmdiales
de tuda la América electiva.
FNVÎO
Tuve ]a fOl1una de contar con Ia. amis-
tad del inteligenle -yen verdad intc-
ligente y cordial- José Guilherme
Merquior durante su estancia en Méxi-
co como embajador de ßrasil a mc- diados de los f1ños ochcnla. Nos reu-
níamos a conversar una 0 dos veees al
mes en algLm restaurant de la ciudad
de México. Hablamos entonces de
muchas casas. Pm supuesto de sus li-
bras que editõ el Fondo de Cultura
Eeonórnica (De Praga a París, Foucault
o el nihilismo en la cátedra, Liberalis-
mo vÎejo y nuevo) y que conlinuJball
el intermitente proyecto brasì1eño y
portugués de 10 editorial (del cual, por
cierto, habla Ellison). Además de esos
asuntos editoriales el ensayista habla-
ba de sus maestros: Arnaldo Momi- gliano y Ernest Gellner; de Vico, de
Joyce, de Lord Chesterfield y sus car-
tas; de política, par supuestof y de los
literatos de eada uno de nuestros paÎ-
ses, de las pautas y Hneas eslructurales
de la literatura brasileña: de Machado
de Assis y de Octavia Paz; de Joâo
Guimaraes Rosa y de Carlos Fuentes.
Par supuesto, hablamos de Alfonso
Reyes: lcuál sería la explicación, Ie
preguntaba yo, de que a pesar de su
brillante y memorable embajada Al-
fonso Reyes no hubiese dejado una
huella más profunda en la ell \tura bra~
sileña? La rcspucsta de Merquior fue
espontánea y contundente: Reyes no
era un intelectual ideológico y salió de
Brasil justo en el momenta en que se
empezaba a desarrollar una recompo- siciÒn ideológica de 105 campos cultu-
rales y artísticos. Pero par pequeiia 0
relativa que fuese -insistía mi alllÎ-
go-, las huellas de Alfonso Reyes no
son de las que sc bonan. Me quedé pensando si eslas pala-
bras cle José Guilherme MerCjuior no
serían hijas de la cortcsÎa. EI intere-
sante libro de Fred P. Ellison Alfonso
Reyes y el Brasil me haee recordar al
auto!' De Praga a Pads y pensar que tenía razón. -
NOTAS
,. Fred P. Ellison: Alfonso Reyes y e! Bra- sil. (Un mexicano entre cariocclS'.) lraduc- ción de Freel P. Ellison. Tradllcción de ci- lJS en portugués y francés: Regina Crespo
y Rodolfo Mata. Consejo Nacioni11 para !a
c.:ulturd y las Artcs. Sello Bemlejo, México, 2000,267 PI'.
2. Luis Weckman: La herencia medie- val de Brasil- Fonda de Cultura Econóllli-
ca, Méxìco, 1993,400 pp.
3. Alberto PaI"edes: La poesÎa de cada
día. Un viaje al modcrnismo brùsileño. ìn-
duye Llna historia del movillliento y ha- ducciones de Oswaldo de Andrade, Mario de Andrade, Marilo Mendes, Carlos Drummond de Andrade, Manuel Bar1dei~
ra. Programa editorial de la Coordinación
de Humanidades , Col. L)jversa. UNAM, México, 2000, 366 pp.
4. Manuel ß;:lI1deira: PreparaÔól1 para fa r1Jl..lerte. lJRondó de 105 cabal1itos" Edi-
ción Bilingüe. Traducción de José J<\Vier
Villarreal. Textos de Difusión Cultura. Se- I"ic El Puenle. Universidad Nacional AuIÓ-
noma de México, México, 2000, p. '39.
22
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