Veneno (Manuel Vincent)

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La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano y libre, sin saber que está envenenado. Veneno 22 FEB 2015 @QqCastilloLCL http://lticyl.blogspot.com.es

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La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, nisiquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronasprocesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega latrasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningúncontrol ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones eirrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el venenomoral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sinque el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay queimaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebrocambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimentoque se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te haríanvomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico einconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer unartículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuartode baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidadgansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carnede perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Sien la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿porqué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación deorigen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a losproductos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestraconciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diarioque recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma queel ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sanoy libre, sin saber que está envenenado.

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La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, nisiquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. (Lasneuronas procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llegala trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningúncontrol ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones eirrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el venenomoral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sinque el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente). Hay queimaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebrocambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimentoque se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te haríanvomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico einconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer unartículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuartode baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidadgansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carnede perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Sien la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿porqué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación deorigen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a losproductos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestraconciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diarioque recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma queel ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sanoy libre, sin saber que está envenenado.

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El cerebro digiere la información mediática que recibe sin que estarepercuta negativamente sobre él, a diferencia de otros agentes externosque sí modifican y perjudican gravemente los órganos afectados. Pero estoes así no solo a nivel fisiológico, ya que la conciencia interioriza lainformación que los medios transmiten sin cuestionarla, llegando aintoxicar la corriente de pensamiento. Extrapolado al terrenogastronómico, esta información equivaldría a productos pocos saludablesque sí serían rechazados de forma instintiva por sus efectos perniciosossobre el organismo.

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Resumen

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La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, nisiquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Lasneuronas procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llegala trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningúncontrol ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones eirrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el venenomoral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sinque el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay queimaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebrocambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimentoque se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te haríanvomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico einconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leerun artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo alcuarto de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y labanalidad gansa de la cultura, en un colmado serían productosequivalentes a la carne de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos yal pescado podrido. Si en la tienda la gente rechaza por instinto unalimento pasado de fecha, ¿por qué acepta una creencia rancia como si nole dañara? La denominación de origen y el control de calidad que rigen enla alimentación, no atañen a los productos destinados al cerebro, aunqueestén llenos de bacterias. Nuestra conciencia largamente intoxicada aceptacon normalidad el veneno diario que recibe en lo que uno lee, oye,contempla, huele y respira, de forma que el ciudadano se comporta contoda naturalidad en la vida, creyéndose sano y libre, sin saber que estáenvenenado.

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La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, nisiquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronasprocesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega latrasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningúncontrol ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones eirrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el venenomoral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sinque el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay queimaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebrocambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimentoque se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te haríanvomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico einconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer unartículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuartode baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidadgansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carnede perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Sien la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿porqué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación deorigen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a losproductos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestraconciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diarioque recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma queel ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sanoy libre, sin saber que está envenenado.

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El texto propuesto para su análisis puede estructurarse en tres partes. En

la primera, que se extiende desde el principio hasta la línea ocho, el autor

recoge ya de entrada la tesis: la idea de que la información transmitida por

los medios de comunicación no puede dañar la estructura del cerebro.

Incide en esta idea ya en este apartado, subsidiariamente, comparándolo

con el efecto pernicioso de la contaminación. No obstante, todo el peso

argumental recae sobre el campo asociativo de la digestión, extendiéndose

por tanto la segunda parte desde el final de la línea ocho hasta la

dieciocho. Para ello parte de una propuesta hipotética (“qué sucedería

si…”) y, como se ha adelantado, todo el léxico del apartado está

relacionado con el aparato digestivo: “almuerzo”, “estómago”, “alimento”,

“disentería”, etc., relacionando la información rechazable con productos

en mal estado o indeseables. La última parte se extiende desde la línea

dieciocho hasta el final, y viene a ser una reafirmación de la tesis original

en la que se recogen elementos de la argumentación precedente (se

mencionan “la denominación de origen y el control de calidad”, línea

veintiuna). Sobre la tesis original añade algún elemento nuevo, como la

idea de “intoxicación”, que, por un lado, conecta nuevamente con la

argumentación del segundo apartado, y, por otro, justifica así el título del

artículo. Sea como fuere, permite apreciar un desarrollo circular en la

estructura de este texto.

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La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, nisiquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronasprocesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega latrasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningúncontrol ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones eirrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el venenomoral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sinque el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay queimaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebrocambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimentoque se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te haríanvomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico einconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer unartículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuartode baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidadgansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carnede perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Sien la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿porqué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación deorigen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a losproductos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestraconciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diarioque recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma queel ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sanoy libre, sin saber que está envenenado.

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La ACTITUD que manifiesta el autor en este texto es subjetiva, lo que se

aprecia no solo en la información volcada en él, sino también en tanto que

emplea voces que expresan una connotación negativa o peyorativa, como

“basura mediática” (línea uno), “mierda tóxica” (l. tres) o “una disentería

fulminante [que] te mandaría corriendo al cuarto de baño” (l. catorce y

siguiente). Por la adjetivación que utiliza, podría señalarse incluso que su

actitud llega a ser combativa o incendiaria, como cuando califica el ataque

al cerebro de “rudo y persistente” (l. ocho). Por último, también resulta

inclusiva o universal en la medida en que emplea el plural mayestático para

hacer partícipe al lector de su demostración (“nos rodea”, línea tres, o

“nuestra conciencia”, l. veintidós), o, también en este sentido, incluso al

emplear giros impersonales como el de “la basura mediática que uno se

traga” (l. uno). También podrían interpretarse en este sentido las preguntas

retóricas que, de forma indirecta (“hay que imaginar qué sucedería si…”,

líneas ocho y siguiente) o directa (“¿por qué aceptar una creencia rancia

como si no le dañara?”, l. diecinueve y siguiente), se emplean en el texto.

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La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, nisiquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronasprocesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega latrasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningúncontrol ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones eirrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el venenomoral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sinque el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay queimaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebrocambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimentoque se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te haríanvomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico einconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer unartículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuartode baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidadgansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carnede perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Sien la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿porqué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación deorigen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a losproductos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestraconciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diarioque recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma queel ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sanoy libre, sin saber que está envenenado.

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Argumen

tación

La ACTITUD que manifiesta el autor en este texto es subjetiva, lo que se

aprecia no solo en la información volcada en él, sino también en tanto que

emplea voces que expresan una connotación negativa o peyorativa, como

“basura mediática” (línea uno), “mierda tóxica” (l. tres) o “una disentería

fulminante (que) te mandaría corriendo al cuarto de baño” (l. catorce y

siguiente). Por la adjetivación que utiliza, podría señalarse incluso que su

actitud llega a ser combativa o incendiaria, como cuando califica el ataque

al cerebro de “rudo y persistente” (l. ocho). Por último, también resulta

inclusiva o universal en la medida en que emplea el plural mayestático para

hacer partícipe al lector de su demostración (“nos rodea”, línea tres, o

“nuestra conciencia”, l. veintidós), o, también en este sentido, incluso al

emplear giros impersonales como el de “la basura mediática que uno se

traga” (l. uno). También podrían interpretarse en este sentido las preguntas

retóricas que, de forma indirecta (“hay que imaginar qué sucedería si…”,

líneas ocho y siguiente) o directa (“¿por qué aceptar una creencia rancia

como si no le dañara?”, l. diecinueve y siguiente), se emplean en el texto.

En cuanto a la INTENCIONALIDAD, el autor de este texto pretende

convencer o persuadir al lector de la “contaminación” moral a la que está

sujeto al exponerse a la información indiscriminada de los medios de

comunicación de masas, y para ello critica el tipo de información y la

metodología con que estos la suministran, así como también, de forma

indirecta, la incapacidad del ciudadano medio de ‘blindarse’ ante este

ataque informativo.