Valores Humanos I

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  • A. Ortega Gaisan

    Valores humanos

    Volumen I

    Novena edicin

    1966

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  • NDICE

    PRLOGO..........................................................................6

    ABRIENDO PASO AL TEMA........................................................8

    LA CONQUISTA DE S MISMO....................................................10

    ...................................................................................36

    RESPONSABILIDAD...............................................................37

    LOS TALENTOS..................................................................51

    LA JUVENTUD....................................................................73

    EL CUERPO......................................................................83

    LA BELLEZA CORPORAL.......................................................107

    EL ALMA......................................................................124

    LA VOLUNTAD.................................................................144

    EL IDEAL.......................................................................160

    LA PERSONALIDAD............................................................177

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  • A la santa memoria de mis padres, que me ayudaron a hacerme

    hombre.

    Alejandro

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  • N. 413223

    Reverendo Seor:

    He presentado al Augusto Pontfice el ejemplar de sus obras tituladas Valores humanos y La oracin de los esposos que Vuestra Reverencia Le ha querido ofrecer como testimonio de su filial devocin.

    Deseando llevar a las almas una orientacin sana que las gue en su camino por esta vida, trata Vuestra Reverencia con estas publicaciones de proporcionar al lector el pensamiento cristiano que lo sostenga y aliente en la tarea de su propia santificacin.

    Que el Seor conceda a Vuestra Reverencia el consuelo de ver multiplicados los frutos de su ministerio sacerdotal. As lo pide Su Santidad mientras, vivamente agradecido por su significativo homenaje, gustosamente le concede, en prenda de los divinos favores, la Bendicin Apostlica.

    Grato por el ejemplar que de sus libros me ha dedicado, exprsole los sentimientos de mi distinguida consideracin con que soy

    De Vuestra ReverenciaSeguro servidor

    --------------Revdo. Sr. D.Alejandro OrtegaCalle Postas, 21Vitoria

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  • PRLOGO

    DE LA PRIMERA EDICIN

    Lector: D. Alejandro Ortega te ofrece este libro. Pienso que es el primero que publica; y, con ser el primero, vers, cuando lo leas, cmo es un libro de lograda madurez.

    Un libro profundo y a la vez ameno, profundo por lo que dice y ameno por el modo como lo dice y presenta.

    En l ha logrado decir bellas cosas y profundas, que no es poco; y las dice con amenidad y simpata, que ya es ms. Esa simpata se la dan la frescura y el optimismo de su espritu joven; es fruto de su espritu sacerdotal, de su preparacin, y sobre todo, de la experiencia de la vida recogida en esos mil contrastes que ofrecen las modalidades con que se presenta.

    Tienes un libro eminentemente formativo, denso de doctrina, a la vez que ameno y tratable.

    ste es, ms que nada, libro de reflexin; en l se explanan las ideas para que se vean con claridad, pero el autor no quiere agotarlas; deja mucho de ellas para que el lector se sorprenda cuando se lo encuentre en el sosiego de una lectura meditada.

    Por eso hars mal si lees este libro de corrida, porque no es para eso, sino para rumiarlo despacio; hay que leerlo, abrindolo y cerrndolo, como quien lo bebe a sorbos para mejor paladear su exquisito contenido.

    Para la formacin individual y para crculos de estudio no s qu pueda haber nada mejor. Mucho se va publicando sobre estos temas que aqu se tratan, temas de actualidad siempre vigente; y es para bendecir a Dios esa abundancia, porque toda es menester si se ha de orientar por buen camino a tantos desorientados que van sin rumbo en la vida. Este libro es uno ms de esa literatura hoy en el campo catlico tan floreciente; pero no

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  • es simplemente uno ms, sino que, por fortuna, entre los buenos l es de los mejores.

    Y aqu termino, porque ya el autor te espera.

    Vicario General de la Dicesis de Vitoria.

    Vitoria, abril de 1952.

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  • ABRIENDO PASO AL TEMA...

    He preferido llamarlo as: VALORES HUMANOS.Porque he credo que nuestro ser, llamado a planos de orden

    sobrenatural, posee una base de orden natural. Las dos esferas deben atenderte suficientemente para lograr un verdadero cultivo de todos los valores humanos.

    En nosotros mismos se abren los manantiales de una vida mejor.Y esa vida mejor no llega a ser alcanzada, muchas veces, por

    descuido de aquello que es siempre lo sustantivo del hombre, su mismo ser.

    Se despliega la actividad educadora en muchos aspectos adjetivos. Muy importantes todos ellos, pero que exigen cada da ms vivamente un ser perfectamente humano en el cual se apoyen.

    La perfecta vida humana es coronada por la vida sobrenatural.Slo por ella, alcanzar el hombre su perfecta estatura moral, su

    certera visin de la vida y sus problemas, el recto empleo de sus facultades y el ejercicio misional de su profesin.

    Pero lo sobre-natural significa algo que Dios construye, con colaboracin del hombre, sobre el ser natural humano. Lo sobrenatural no destruye la naturaleza; la eleva y perfecciona. Si lo natural es defectuoso, faltar algo para que lo sobrenatural alcance su madurez.

    Lo sobre-natural puede significar, tambin, lo natural elevado por la gracia de Dios hacia horizontes nuevos y esplndidos.

    Si lo natural es defectuoso, su elevacin no resultar totalmente eficaz.

    Y tambin es cierto que la vida sobrenatural invisible se traduce al exterior a travs de nuestro ser natural. Si el cristal est manchado o roto, la luz se traslucir defectuosamente.

    Por esto, he querido abrir paso al tema de VALORES HUMANOS.

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  • * * *

    No es completo el temario elegido.Con la gracia de Dios, nuevos temas vendrn a redondear una

    doctrina lo ms entera posible. Yms viva cada vez.Presentar al hombre y a la mujer el cuadro de valores que siempre

    posee, ms o menos desarrollado; siempre, educables. Este es mi fin.Y se aade a cada captulo una Encuesta sobre el tema, para

    quienes prefieran emplear un sistema de crculos de estudio, o simplemente, encontrar modo de examen privado.

    Tampoco puede decirse que VALORES HUMANOS est dedicado a un pblico elegido. Se ha ideado pensando en todo hambre y mujer, preferentemente jvenes. Porque la juventud tiene un tiempo que puede ganar, preparando un porvenir ms halageo y feliz.

    Pero creo que a todo hombre y mujer conviene conocer valores naturales y sobrenaturales y entablar consigo mismo una leal tarea de enriquecimiento en lo que a todos nos es ms vital y fecundo.

    Su resultado debe ser una mayor quietud en los espritus y un ms sincero y sano saboreo de la vida.

    Y, en fin, un mundo social mejor.

    El Autor

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  • LA CONQUISTA DE S MISMO

    El progreso no est en las cosas sino en los hombres.

    La felicidad no est en los bienes ma-teriales sino en nosotros.

    El verdadero problema no est en la conquista del mundo sino en la conquista del hombre.

    (Pueyo Longos)

    La ms noble empresa la conquista de una vida mejor, para nosotros y para los dems depende, en gran parte de nosotros mismos.

    * * *

    No hace falta recargar el cuadro con colores tenebrosos para poner de relieve la actual desazn del mundo y de las almas.

    El mundo no es feliz.El alma no es feliz.Y, sin embargo, el mundo y las almas cuentan con mayores medios

    en todos los rdenes; nuestro tiempo ha heredado un rico legado de los siglos anteriores. Se ha avanzado en toda la lnea de la cultura material. Los inventos se prodigan. La vida es ms cmoda y fcil. La ciencia va descubriendo, da a da, agigantndose, los misterios de la naturaleza para que sta sirva mejor al hombre. La mente humana no cesa en su tarea de desentraar las riquezas que la naturaleza encubre; y ella, abundante y maternal, se deja abrir y aprovechar por el estudio humano, entregando a la ciencia todas sus riquezas ocultas.

    Con ello, la cultura cultura de ciencia y tcnica, civilizacin y progreso adelanta incesantemente. El mundo se mecaniza y facilita las ms arduas tareas. Las mquinas se prestan y economizan esfuerzos,

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  • realizan ms amplias labores y ganan tiempo y precisin en el trabajo, ahorrando al mismo tiempo el desgaste del msculo humano.

    El hombre ha conquistado el mundo exterior.Pero se ha estancado en el conocimiento y conquista de su propio

    mundo. Los esfuerzos se han dirigido al estudio en otras direcciones exteriores; olvidaron su propio espritu y la ciencia del propio corazn, de los ideales propios y de las ntimas aspiraciones y angustias, la enfermedad, el dolor, la muerte y las reacciones saludables que el alma debera adoptar frente a la vida y sus circunstancias, para mantenerse en la dicha y en la paz. Se ha procurado un mayor regalo y comodidad a la vida que nos rodea, primeramente atendida porque se crey la primera necesidad; han variado los alimentos, las habitaciones, las ciudades, el vestido, los innumerables instrumentos que aligeran la vida diaria.

    Y, sin embargo, hay menos fortaleza en el alma. En aquellas regiones del espritu donde el hombre se ve solo consigo mismo, donde ama y suspira, tiembla o canta, agoniza o triunfa, no ha llegado a encenderse la luz salvadora que aclare el duro caminar de la vida.

    Hay en el mundo una profunda crisis de valores humanos, una ausencia de valor personal y de sana

    alegra de vivir.

    El alma no es feliz. El mundo no es feliz.

    Entretanto, seguimos descendiendo; estamos tocando los lmites del desastre, las consecuencias acaban ya sus posibilidades. La derrota de la humanidad es completa. Se ha negado todo y el error se ha enseoreado del mundo. Ha naufragado la fe de muchos y la fe no gobierna a los pueblos. No es la verdad, es el error el que empuja a los hombres.

    (Pueyo Longas).

    En medio de un progreso material como nunca se haba alcanzado, el hombre es terriblemente desgraciado. Por qu? Porque este progreso desarroll tan slo una parte de nuestro ser. Ha crecido la ciencia, creci nuestra tcnica, crecieron nuestras fbricas... pero no creci la moral. La historia del

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  • ltimo siglo es una apostasa continua.(Spengler).

    Nos lucramos de la tcnica y de las mquinas y, materialmente, el mundo vive mor. Pero apenas queremos salvar los lmites de la produccin y queremos organizar al hombre, fracasamos; porque, como escribe Enrique du Passage, todas las instituciones resultan ineficaces, cuando no pueden apoyarse sobre las almas y las conciencias.

    (Pueyo Longas).

    Los ltimos descubrimientos de la ciencia vienen a certificar esta afirmacin. Se llama atmica a esta edad que vivimos, por las enormes posibilidades que el hombre ha alcanzado al descubrir las mltiples combinaciones atmicas en favor de la industria y de la vida material. Pero todas esas posibilidades quedan apagadas; ms an, se convierten en un pregn de muerte y destruccin que amenaza al mundo, si los resortes atmicos caen en manos de un hombre o de un pueblo sin moral. De qu sirven los inventos, si el espritu que los emplea carece de la cultura humana, de deseo de colaboracin entre las gentes y de superacin moral constante?

    El factor humano es el primero de los factores que se han de tener en cuenta en la construccin de una vida mejor. En nuestras manos estn todas las posibilidades; sobre todo, en nosotros radica la fuente de todo bien. Por eso, ha escrito Poincar:

    El mayor azar es el nacimiento de un gran hombre.Es el mayor azar, no slo desde un plano puramente corporal, sino

    porque cada hombre lleva en si el germen de su propio destino y facultades para intervenir en el destino de los dems. Es en nosotros mismos donde hemos de buscar las fuentes del agua pura que refresque y conforte nuestra propia vida y el mundo. La dicha no depende del exterior, no est en las cosas ni en las circunstancias que nos rodean.

    No recuerdo el ttulo de la pelcula en la que se entabl el siguiente dilogo. Son dos hermanas que habitan en una pequea aldea; la mayor vive suspirando por salir de aquella soledad y llegarse a la gran ciudad para ultimar su cultura de mujer moderna; la menor es una joven

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  • encantadora que pasa el da trabajando y riendo. A un empleo oficial de la pequea aldea, llega un hombre que encarnar la principal accin de la pelcula. Entre la hermana mayor y este hombre se habla as:

    ...y deseo liberarme y liberar a mi hermana, salir de aqu; remontar paisajes y llegar a la ciudad. All, un elegante pensionado, ser el instrumento de la cultura que deseo alcanzar como lo exige una mujer moderna. Porque la aldea me hasta, me muero de aburrimiento.

    El joven ha conocido, en pocos das, el diferente espritu de las dos hermanas. Y responde sabiamente:

    Estimo que su hermana no se aburre aqu. En cambio, usted llevar consigo su aburrimiento a la gran ciudad.

    Hay muchas almas que viven asomadas al exterior, culpando a las cosas y a los acontecimientos de la desgracia en que ellas viven; no caen en la cuenta de que primero han de educarse a s mismas en la ciencia del vivir, hasta lograr que nada en el mundo nos robe la dicha y el contentamiento.

    Las verdaderas vetas de riqueza son de prpura, corren a lo largo de las venas; las encontraris en la carne, no en las entraas de la tierra.

    ( Ruskin).

    Conozco a la joven que vive amargada todos los momentos de su vida. Su trabajo de oficina es un tormento; la ventanilla no es el despacho de asuntos profesionales, sino la espita por donde llueve sobre el cliente el mal humor de aquel corazn; las compaeras de trabajo no la comprenden y, entre todas, se tiende un puente de frialdad y aversin, de altercados y palabras hirientes.

    Esa joven no es feliz; vive acusando a la vida constantemente. Su hogar padece del mismo mal. La vida ha venido rodando siempre en contra de ello; porque ella no ha sabido que la vida tiene sus leyes, los acontecimientos se suceden empujados por fuerzas que no dependen de nosotros y que la verdadera sabidura de la vida consiste en preparar nuestro espritu para que no nos hagan mella. En el mismo sitio y con las mismas cosas hay quien re y hay quien llora. No deben ser las cosas; debe ser el propio corazn.

    Y llevada de su despecho, proyecta radicales cambios en la economa de la casa. Prolong sus sueos hasta trasladarse a otro sitio donde pueda

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  • estar mejor, dedicada a una tarea de caridad heroica acaso. Probablemente, se perdi el aviso oportuno:

    Y fracasars tambin all. Porque el disgusto es tuyo, cordial, contra todo lo existente. Si tu corazn no est sano, donde quiera que tu corazn est, rezumar malestar y acidez.

    Hemos olvidado esto. Nos volcamos en el exterior, vamos conquistando la vida; pero no nos hemos conquistado, no somos dueos de nosotros mismos, no desplegamos todas aquellas posibilidades de dicha y de bien que el Creador sembr en nosotros. Una vez ganados nosotros mismos, todo contribuir a nuestra alegra.

    El primer problema es el problema de vivir. Los dems problemas lo completan, pero no son su esencia. Lo sustantivo es nuestro propio yo y sus capacidades de felicidad; todo lo dems es objetivo. En la ms completa miseria, el golfillo de la calle pasa los das cantando. Digenes es feliz con su tonel y un rayito de sol. Los santos renunciaron a todo y su ser entero era una pura cancin de dicha y alegra. En lechos de dolor inacabable, muchas almas sonren incesantemente...

    Y, a veces, en la mayor opulencia, las almas crujen de amargura.

    La paz, como la guerra, como la tristeza o la alegra, como la diversin, el aburrimiento, no existen realmente fuera de nosotros, sino dentro de nuestra alma.

    El triste encuentra sus torturas en uno y otro sitio; y all, a la misma hora, el alegre cree y recoge la alegra que le viene de fuera.

    (Rubio Coloma).

    No debe estar en las cosas la solucin de estos problemas, sino en el alma. Nos disculpamos, diciendo que los tiempos son malos y el mundo anda mal. No es verdad. Los tiempos los elaboran los hombres con su conducta; el mundo anda segn lo lleva el hombre, que es su conductor.

    Nosotros mismos vamos tejiendo nuestra historiay somos creadores de nuestra suerte.

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  • HACIA UN PERFECTO HUMANISMO

    Hay que volver al cultivo de nuestro propio yo. Esto es trascendental, decisivo.

    Con nuestra propia naturaleza, la religin cristiana hace ngeles.

    (A. Nicols).

    Nuestro tiempo exige hombres que huyan de la me-diocridad y busquen la perfeccin.

    (Po XII).

    Despus de Dios, lo ms importante es el hombre. (Snchez Marn).

    No podemos dar un paso, sin trabajar un perfecto humanismo. El hombre completo no es slo carne, ni mecnica, ni instruccin, ni comodidad. El hombre, adems, posee un corazn lleno de resortes misteriosos. Junto al cuerpo, posee un alma espiritual; y debe llegar tambin a ella la saludable salpicadura de la civilizacin y el progreso. En ese corazn y en esa alma se halla depositada por Dios la semilla de la dicha. Lo exterior, la tcnica y la mquina, no llegan a ese mundo interior. Las dos elementos han de desarrollarse, cuerpo y alma, en perfecto equilibrio y mutua colaboracin. Tenemos el grave deber y la tarea urgente de desarrollar nuestra personalidad completa, en todo nuestro ser, como la floracin de todas las primaveras rompe en colores y vida por todos los poros a la vez.

    Ese perfecto Humanismo nos recordar lo que el hombre es y vale.Ha sido colocado en el mundo, con un alma despojada de unos

    bienes que le habran dotado de perfecta armona. Ahora, no; es bueno en su raz, pero tiende al mal porque su ser est debilitado por el pecado de origen. Esto convierte en lucha su paso por la tierra, su tarea es la consecucin de un brillante destino.

    Porque somos llamados a la filiacin divina. Y ese tesoro lo lleva el hombre sobre el mundo, camino de un destino eterno. Dios le regal energas que le ayuden, ilusin y sentido por conocer el camino y amar la verdad, el encanto de la virtud y la nobleza de los altos ideales. Slo

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  • despus de esta lucha en su paso por la tierra, el hombre alcanza defi-nitivamente su vida.

    Pero aqu la prepara, la busca y la conquista.A esto se reduce el perfecto humanismo o ciencia del hombre.

    * * *

    Una condicin: el afn de superarse.

    La vida es lucha constante, afn de conquista y crecimiento. Nada en el mundo est ocioso.

    En el silencio de los inviernos, bajo el sudario de la nieve, duermen los campos la riqueza escondida de las infinitas semillas depositadas en los surcos. All, en lo profundo, la semilla desdobla energas misteriosas en busca del crecimiento. Cuando llegue el tiempo oportuno y los vientos caldeados acaricien la tierra y sobrevenga el deshielo, la tierra se vestir de suave verdor con las mieses que apuntan. Todo se logr en la aparente quietud de una vida pujante. Ms tarde, granar la cosecha y brillarn las espigas.

    As, por todo el haz de la tierra. Es una sucesin inacabable de movimientos vitales. Todo es un continuo sucederse y avanzar, variar para conseguir formas nuevas y nuevos frutos y flores de colores vivos. Desde el ms pequeo brote hasta las grandes floraciones, todo se renueva, todo conquista, todo se mueve y alcanza nuevos grados de vida y color.

    Nada est quieto.Los seres todos se mueven al mismo conjuro. Ruedan los astros y

    relampaguea la luz, se multiplican las vidas en todas las especies. Los das se turnan, los cielos cambian, se estremece el mar, las estrellas brillan. Todo parece alentar en una vida universal. Y, como signo de vida, todo es crecimiento y actividad.

    Y surge un concierto admirable en la Creacin.

    La superacin es el ndice de la vida. Deber ser tambin el signo de nuestra capacidad de vivir.

    Slo se estanca lo que muere.

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  • Penetrada de esta verdad, el alma comenzar por desear su propio crecimiento, alentando afanes de conquista de valores nuevos y desarrollo de sus facultades: si no lo quiere, se limitar a vegetar; ocupar en vano un puesto en el mundo, dislocada del conjunto de los seres y disociada de la armona y dicha de la creacin. En su interior se sentir muerta, achatada por falta de ideales, reseco el espritu y arrugado el corazn... porque no quiso o no supo vivir.

    El destino viene a caer, as, en nuestras manos.Somos nosotros los que hemos de avivar el ideal de una vida mejor.

    No slo en las condiciones materiales entre las que nos movemos. Toda conquista de bien es aceptable; pero no basta la conquista de un mundo material mejor. Cuando se predica el ideal de una vida mejor, se pretende una vida mejor de un mundo absoluto en todos los rdenes, en ejercicio de todas las facultades. En el pensamiento y en el corazn, en la bondad y en la simpata, en la alegra y en el gozo. En el terreno de nuestro cuerpo y, sobre todo, en la luz de nuestro espritu y en los ardores intraducibles del corazn, un librarse de la esclavitud de los propios complejos y defectos, para amar la propia excelsitud y el servicio entusiasta de los dems: dar significado a la vida, hermosendola, y aadiendo al tesoro de bondad del mundo alguna monedilla ms cada da.

    Nunca tan necesario como hoy, cuando, cansados de materialismo, anhelan los hombres y acaso sin saberlo rfagas de espiritualidad que los redima. Una nueva sociedad debe nacer y un mundo nuevo debe ser alumbrado; cada uno debe brindar su leal esfuerzo y su entusiasmo decidido. Hace falta un ardiente deseo de mejorar.

    La ley de la lucha por la vida debe ser obedecida. La degeneracin del cuerpo y del alma es el precio que pagan los individuos y las razas que han olvidado la existencia de esta ley.

    (A. Carrel).

    Un decidido empeo de mejorar la vida interna de cada uno y dignificar nuestro trato con los dems, ensanchar al alma con un verdadero rejuvenecimiento de todo el ser. Mientras se tiene un empeo noble y se lucha por l, nadie es mediocre ni envejece.

    No importa cul es la edad, porque la juventud no es un periodo de la vida; es, sobre todo, una actitud mental sana.

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  • (Iserte).

    Slo un ideal as merece la pena de vivir.Esto supone una lucha constante por la propia superacin. Mientras

    se vive, se conquista algo. Y la vida no admite estancamientos; sera igual morir. No deben admitirse estancamientos en esta lucha por la conquista del propio ser mejor...

    Pero es preciso saber comenzar, y comenzar muchas veces. Cada da supone un verdadero comienzo en la lucha de toda la vida. En los avances y retrocesos, en las cadas y levantamientos que todas las luchas traen consigo, slo pueden ser considerados como vencidos los que se dejan arrebatar la bandera y son expatriados; los que al dolor de la derrota aaden la vergenza de la cobarda y la entrega perezosa. En el camino de la vida, quien tropieza y cae, pero se levanta y sigue, apenas puede dolerse de su calda. Slo es vencido por la aspereza del caminar el que, cado, se tumba en los charcos del camino desesperado y sin nimos ya.

    Saber luchar y saber comenzar muchas veces. Slo los empeos constantes reportan, por fin, la victoria. Y ninguna lucha merece mejor nuestro esfuerzo que esta lucha por ganar una propia vida mejor, ms exacta, ordenada y feliz, en lo que parece que todos los mecanismos del alma y del corazn ruedan con armona y precisin rebosantes de dulzura.

    La inaccin lleva al aburrimiento del vivir. Al taedium vitae de que habla Bossuet, como fondo del corazn humano irredento. En Niebla, de Selma Lagerlf, se traduce el alma del protagonista que se asla del mundo, despus de la experiencia de la guerra. Renuncia a la lucha por la vida y a la colaboracin por el bien de los dems; busca la comodidad como base de su propia dicha. Pero... termina loco. La inaccin es una manera equivocada de vivir; esquivar la lucha, renunciar a la conquista de una vida mejor, termina en el embotamiento del sentimiento y en el fro del alma.

    Si queremos vivir, saborear la vida, slo tenemos un medio: vivir. Y vida es lucha y deseo de conquista y superacin.

    CONOCERSE

    Y, como en toda empresa, se requiere tambin aqu conocer los medios con que se cuenta.

    El hombre que pretende levantar un edificio dice el Seor

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  • considera antes el costo global de la obra y mira si cuenta con medios suficientes para la empresa, no sea que, comenzada la obra, tenga que dejarla sin concluir.

    Primero es conocerse el hombre a s mismo.El consejo del mundo clsico cobra siempre una viva actualidad.

    Dentro de nosotros hay un mundo que no conocemos, somos extraos a nosotros mismos. Somos mejores y peores de lo que suponemos. Y si no acertamos a dar la cifra de nuestro interior, es porque nos desconocemos casi totalmente.

    No vale, en este conocimiento, reducir cantidades y suprimir factores o resaltar otros. Se ha de llegar al propio conocimiento con la mayor lealtad, sealando virtudes y cualidades, vicios y quiebras. No se ha apagado el eco de las palabras que tantas veces recomendaron el silencio, como vivero de grandes ideas, de grandes conocimientos: El Reino de Dios est dentro de vosotros; slo nos falta asomarnos lealmente al interior del alma, buscarlo y conocerlo.

    En todos hay muchas posibilidades de bien, ignoradas.No faltan, tampoco, races de mal, disimuladas, a veces, en la maraa

    de egosmos que pretenden sincerar actitudes poco nobles.Si slo visemos el mal que entenebrece nuestro espritu, caeramos

    en un pesimismo infecundo. Y si apreciamos slo el bien, disculpamos el mal con apariencias de bien, no llegaremos jams a querer la propia superacin. En las cuentas del alma, las prdidas y las ganancias deben considerarse por igual.

    A) HACE FALTA SINCERIDAD.

    No es en vano esta llamada a la sinceridad. Padecemos un conjunto de factores pasionales que nublan la serenidad del juicio. La ley de simpatas y antipatas nos estorba para conocer a los dems; el egosmo dificulta el conocimiento propio, por la natural inclinacin a disculpar los ntimos desfallecimientos.

    Esta falta de sinceridad encuentra distintas oportunidades en diferentes espritus. Particularmente, la mujer es su vctima ms frecuente. Su psicologa est empapada de un subjetivismo que, muchas veces, es decisivo y nubla la sinceridad, aun involuntariamente. Su carga afectiva es muy crecida, y toda carga efectiva altera el conocimiento y la apreciacin real de las cosas y los hechos. Ms que en ningn otro asunto, es verdad

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  • aqu el dicho popular de que todo es segn el color del cristal con que se mira.

    La mujer que quiere conocerse, deber primero limpiar el cristal de sus golpes afectivos. Deber objetivar sus impresiones, analizando motivos e intenciones, aprendiendo el valor de confesarse a s misma en la desnuda verdad de su mundo interior.

    Ayuda mucho el consejo y la direccin; y para que en ellos no quepa tampoco el cambio de color por el cristal de lo subjetivo y pasional, convendr repasar no slo los actos realizados, sino las intenciones que fueron su inspiracin. Realmente, no importa tanto conocer lo que hacemos o no hacemos; importa sobre todo saber por qu lo hicimos o lo dejamos de hacer.

    El por qu y el para qu califican nuestros actos.

    El conocimiento de nuestras intenciones y finalidades nos abre a la sinceridad con nosotros mismos.

    B) A LA SINCERIDAD, VAYA UNIDA LA ACTUALIDAD.

    Un factor importante es el examen diario. Antes de entregarnos al descanso, repasemos lealmente el da. Algunas almas han alcanzado la facilidad de recogerse detrs de cada accin importante, para lograr un dominio pleno y no dejarse sorprender por golpes de pasin. Cada acto, acrisolado pronto por un examen consciente de intenciones y finalidades, ha ido dando a esas almas la facilidad de conocerse y vivir sobre s, su decisin no ha de resbalar fcilmente, el corazn no se desmanda con frecuencia, sus juicios son pausados y ponderados.

    Esto no se adquiere sino por la costumbre del examen diario de la vida. Cosa no acostumbrada en el mundo de hoy, tan desbordado hacia lo exterior. Sin embargo, el hbito de recogerse unos instantes para atender a la propia estima y calificacin desarrolla el poder de observacin, la disciplina de los sentimientos y aquieta el nerviosismo.

    "Un da, sin un trocito o dos de soledad, es como un cctel sin hielo.

    (Juan Struber).

    Cual oasis en medio del rido desierto donde el viajero fatigado

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  • encuentra la sombra acogedora y el agua fresca que le reaniman, as la meditacin, despus de una ardua jornada de trabajo, le har ver con claridad los problemas del da, que no habr podido apreciar debidamente en medio del laberinto de la vida moderna.

    (S. Iserte).

    As, la vida debe florecer.La visin diaria y sincera de nuestro espritu debe ir animada del afn

    de corregir, sanar y elevar.El bien y el mal ante nosotros. Ni nubla el orgullo porque el mal

    posible nos amonesta humildad ni el pesimismo angustia porque el bien realizado anima y levanta los deseos, sino que en un seguro equilibrio el alma comienza a sentirse afanosa de superar sus quiebras. Sea as la consigna:

    Hoy, mejor que ayer; maana, mejor que hoy.

    Sern victorias pequeas, acaso imperceptibles pero de muchas cosas pequeas resultan las grandes cosas. Con pequeas piedras va empedrndose la calzada, y ladrillo a ladrillo, se levanta el edificio. Latido a latido, va la vida y corre la sangre por las venas. Imperceptible, el crecimiento convierte al nio en hombre y la planta se robustece en rbol poderoso. El pasado debe quedar atrs.

    En el cuadrante de cierto reloj de sol se lee la ins-cripcin siguiente: Horas non numero nisi serenas (no cuento ms que las horas soleadas). No deje en su corazn el ms pequeo rincn para el odio; la edificacin de su carcter lo exige. La vida es demasiado corta para pasarla recordando cosas viejas; extraiga la quintaesencia del pasado, las lecciones de la vida y prosiga su marcha.

    (S. Isera, LA CONQUISTA DE LA VIDA).

    Y que el alma se libere de su peso con alegra y humildad. El pasado encierra una leccin. Si el remordimiento lo revive, que la contricin cordial lo purifique. Y, entretanto y siempre, que el alma vaya recogiendo las lecciones que el pasado encierra y las aproveche en la construccin de la propia historia, donde cada pgina sea escrita con ms entereza y compendie realidades puras.

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  • Cada da es un comienzo. Es la pgina en blanco de un libro misterioso. Aunque ayer la pgina se emborronara, comencemos animosamente el da de hoy.

    El arte de luchar y vivir es el arte de saber empezar.

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  • ENCUESTAsobre

    La conquista de s mismo

    VER: Ha avanzado el mundo en progreso material?Principales aspectos en que ha progresado.Efectos beneficiosos de ese progreso.Ha ganado algo el hombre para su felicidad?El mundo es hoy ms desgraciado? Ms feliz?Rasgos principales de la falta de dicha: en los individuos, en las familias, en la sociedad, en el mundo?A qu puede atribuirse esta falta de dicha, en medio de tanto progreso material?Cul ser el fundamento de esa alegra?

    JUZGARA qu llamas cultura humana o cultura de valores humanos?Cmo entiendes el verdadero humanismo, en un plano puramente natural y a la luz del Cristianismo?Importa educar los valores propios? Por qu?

    ACTUAR: Nada est ocioso en la naturaleza. Tratas de superarte? Ests convencido de que tu destino est en tus manos? Te preocupa tu destino material o profesional ms que tu destino humano? Y a los

    que te rodean?Importa para esto el conocimiento propio?Qu medios sugieres para lograrlo?Cmo despertar en los dems la sana inquietud por la propia dicha?

    Normas para la accin

    Conviccin intima de estas verdades.Trabajar el conocimiento de las propias cualidades y defectos, para comenzar el cultivo de un perfecto

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  • humanismo.Vigilar toda nuestra actividad; nuestro proceder en sociedad debe contagiar de estas convicciones.

    Examinar estas normas

    * * *

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  • La frivolidad

    Buscad la verdad clara que vivifique vuestra mente; tendris la ciencia y la fe. Moved la voluntad con seguridad, carcter y aplomo en busca de la mejor realizacin de la vida.

    Trabajad por llegar al fondo de las cosas en el constante anlisis y bsqueda de lo estable y profundo.

    Amad el vrtigo glorioso de las pequeas o grandes responsabilidades.

    El mayor tropiezo en la vida es la frivolidad. De ah, la falta de sentido de la responsabilidad y, de consecuencias, la conducta turbia no mala acaso con escndalo de muchos y nulidad de trabajo por causas nobles.

    Remedio: Prevenir contra la frivolidad, educando el sentido de la responsabilidad.

    * * *

    Frivolidad es la palabra francesa: una palabra de significado vago e impreciso, pero que abarca y define el primer mal con que tropieza para toda labor eficaz. Nos interesa, ms que la palabra, la realidad que bajo ella se guarda. Todo un mundo de fenmenos espirituales y morales, de evidente trascendencia en la vida social, principalmente.

    Por frivolidad, se desconoce el verdadero sentido de la responsabilidad de nuestros actos y de nuestra vida; se cometen muchos pecados de omisin; se vive una vida egosta, se producen actitudes y posturas inmorales, criterios equivocados e ideas turbias, con evidente escndalo para las almas.

    Por eso, interesa conocer todo el mal que se encierra en la frivolidad y trabajar por curarlo.

    De ello depende un gran bien espiritual y humano para cada uno y un gran fruto de actividad social de todo orden.

    Bajo la palabra frivolidad se encierran demasiadas cosas y

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  • demasiados males para que pueda definirse fcilmente. Es tan variado su contenido, que dificulta su exacta comprensin.

    No es incultura. Hombres cultos, acaso son frvolos. La cultura de algunas pocas (Renacimiento, por ejemplo) y, dentro de la cultura, algunas de sus ramas estn daadas o son propicias a la frivolidad. Se puede saber sin profundizar. Y, muchas veces, confunde la ciencia de un hombre frvolo que, por su ciencia, influye en los dems, y por frivolidad, influye para mal.

    Ms an, la cultura es para el hombre frvolo un medio valioso que abrillanta ms su frivolidad y le hace ms atrayente.

    Tampoco es falta de ingenio o agudeza. Los frvolos suelen ser, por el contrario, hombres de chispa y golpes muy buenos. La frivolidad, que mira ms a lo exterior y superficial de las cosas que a su contenido profundo, encuentra en lo exterior matices y ngulos que se prestan a la agudeza o a la visin rpida y terminante de un detalle. La brillantez de aquel detalle no supone siempre profundidad de conocimiento ni seguridad de visin, sino, a veces, falta de comprensin de un conjunto.

    Tampoco es frivolidad lo mismo que insensibilidad. El sentimiento puede y suele jugar un papel importante en la frivolidad; fcilmente se apodera del alma el sentimiento y fcilmente se salta de uno a otro, aun siendo contrarios. De la risa al llanto, hay un paso breve para el frvolo. Recoge pronto un sentimiento, para prontamente dejarlo o perderlo y de nuevo dejarse sorprender por otro distinto. El sentimentalismo suele ser un caso de frivolidad.

    DEFINIENDO

    Diramos que la frivolidad se caracteriza por la superficialidad.Analizando la palabra superficialidad, nos encontramos con que la

    frivolidad es inclinacin temperamental, educada o aprendida a quedarse en la superficie de las cosas, sin profundizar en ellas.

    En lo espiritual, se poseen conocimientos que no cuajan en verdadera ciencia ni en convicciones firmes. Se sabe mucho, pero no se llega al fondo de nada. Se conocen cosas, pero no se llega a dominarlas.

    En lo moral, falta carcter y seguridad y aplomo. Arrastran ms las cosas brillantes y sugestivas sin tiempo para pensar si su aparente belleza respalda una positiva bondad.

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  • Fiestas, vestidos, modas, doctrinas, ideas... Seduce ms lo exterior brillante que la verdad real.

    En lo intelectual, es el mariposeo sobre varias materias antes que la verdadera ciencia que estudia causas y efectos, realidades actuales y posibilidades futuras, deducciones lgicas, ms que alegres afirmaciones no contrastadas.

    En lo sentimental, arrastra ms lo emotivo que lo bueno. Ejemplos de superficialidad sentimental nos ofrece el variadsimo espectculo de algunos movimientos del alma producidos en tiempos de consolacin: ejercicios y colegio, aparentes fervores y entusiasmos de un da. Los sentimientos se dieron, pero no perseveraron.

    Si buscamos un smil que, fijando nuestra atencin, nos brinde una figura de la frivolidad, encontramos muchos.

    El alma frvola es como el barco velero. Se ignora el tiempo de la travesa y la ruta precisa que seguir. Su viaje depende, en gran parte, del viento que sople. Un ligero viento de popa facilita la travesa; ms difcil es el viaje, si el viento es huracanado, de proa o de costado; y se detiene el velero, a merced de las corrientes, si se calma el viento. Casi totalmente, depende del exterior.

    Por el contrario, el alma llena de convicciones y segura en su constancia es como un hermoso transatlntico moderno. Naturalmente, la travesa es ms agradable si ayudan el viento y el mar. Pero, aunque stos no ayuden, el gran transatlntico sigue, seguro, su ruta, porque lleva encendidas sus calderas. Y del fuego interior produce su movimiento y avanza. Casi totalmente, posee dentro de s mismo la fuerza que le permite marchar y apenas depende en nada de los elementos exteriores.

    El alma frvola es como lluvia aparatosa de aguacero. El da amaneci brillante, pero pronto se agolparon las nubes que traan en su seno la tormenta ruidosa. La tierra, debajo, est sedienta. Cay de pronto, torrencialmente, el agua; se formaron charcos e inundaciones. Despej ms tarde el cielo y volvi a brillar el sol. La tierra segua seca y slo quedaban aquellos charcos que dificultaban el caminar. Es que el agua no cal, resbal. Llen charcos, pero no humedeci hondamente la tierra que qued otra vez sedienta.

    Es mejor el agua suave y fina, que en gotas menudas y constantes, sin ruidos ni aguaceros, va calando la tierra pausadamente.

    La semilla depositada en el surco encuentra entonces la suave

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  • humedad apetecida. Cuando llegue el tiempo oportuno, granar una esplndida cosecha.

    As en las almas. No es el sentimiento rpido y aparatoso lo que salva. Sino ese suave y constante humedecer nuestro interior con doctrina sana y rectas convicciones, que vayan empapando al alma. Parecer que el alma no recibe, pero llegar un da en que la vida interior acumulada romper en una esplndida cosecha de ideas y sentimientos, de ciencia o de santidad.

    El Evangelio ha reservado una de sus ms bellas parbolas para poner de relieve los engaos y peligros de la frivolidad: la parbola de las vrgenes necias. Diez vrgenes esperaban al esposo. Las diez eran vrgenes, todas igualmente presentaban seguras la ntida limpieza de su tnica. Pero no triunfaron las diez, ni fueron las diez recibidas en la fiesta de las bodas. Porque cinco de ellas, frvolas, se hallaron desprovistas de mritos cuando lleg el esposo. Qu dolor dolor de fracaso y de espanto, ante lo definitivo encierra el gesto de las manos vacas que recoge para la pantalla la cinta Balarrasa!

    Cuntos ejemplos podramos entresacar de la vida ordinaria! Los ms amargos desengaos y los fracasos ms crueles se han recogido por una siembra de frivolidad.

    En aquel pueblecito veraniego descansaba sus ltimas horas de vacaciones Matilde.

    Espiritual, inteligente, educada con esmero y atencin en un rico ambiente familiar.

    Pero... frvola.Maana termina mi veraneo.El coro de amigas cort terminantemente.Imposible! Maana ser la gran fiesta de verano. Est todo

    preparado. Y, este ao, con la sorpresa de Carlos. No me importa Carlos. Por qu he de quedarme?Mujer! Si Carlos es todo un plan! Si se lo rifan todas! Y bien

    que lo sabe, como que presume que ninguna se le resiste.Bah! No lo conozco, ni me creo atada para quedarme.Pero, al fin, Matilde cedi. No por Carlos, sino por carcter

    acomodaticio y demasiado flexible. Carlos supo la indiferencia de Matilde por l y por la fiesta. Y se dedic toda la fiesta a Matilde. Matilde bail

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  • con Carlos. Habl largamente con Carlos. Le embrujaba la labia de Carlos...

    Matilde no march tampoco al da siguiente. Cuando dio por terminado el veraneo, fue porque Carlos haba marchado tambin. Ya eran novios. Se apresuraron fechas, regalos, saludos. Se anunci el noviazgo oficialmente y, pronto la boda.

    Carlos era un calavera. Pero... y qu? Los dems son acaso santos? Y mujeriego y despilfarrador. Saba de todos los desrdenes orgullosamente proclamado por l mismo y tristemente confirmados por sus vctimas. La salud se le inclinaba en minas prematuras. Joven de edad, era ya muy viejo por los quebrantos de los vicios.

    El padre de Carlos, compadecido de Matilde, habl con ella. Nada pudo. Visit a los padres de Matilde:

    Es terrible para m tener que hablar as de mi hijo. Pero debo hacerlo. Que mi hijo no destroce a Matilde. Mi hijo es un canalla. Procuren ustedes que Matilde no llegue a entregar su vida a quien no sabr guardarla ni respetarla.

    Contra todos, Matilde se cas con Carlos. La brillantez de su apariencia la seduca, sin pararse a comprobar la verdad de aquellos valores exteriores.

    Hoy, Matilde llora sola, abandonada, vuelta de nuevo a su casa. Carlos... sigue su camino de vergenza real encubierta por una brillante exterioridad.

    Tambin l, Carlos, llevan consigo su irresponsable frivolidad, sin mirar jams hacia atrs para contemplar las consecuencias lamentables de su vida divertida. Cuando, sin duda, se sienta aplastado por el peso de los aos gastados sin fecundidad, tambin l lamentar el vaco de unos aos de figurn y el remordimiento de muchas ruinas.

    * * *

    La frivolidad es herencia del antiguo paganismo, con su ignorancia prctica del alma y de los valores espirituales, con su culto a la forma, al cuerpo, a la carne y a lo exterior. Pura y primitiva sensibilidad del hombre sin cultivo; vida sensorial derramada sin esfuerzo sobre lo que es materia y apariencia exterior, color, peso y medida. Materia, en fin. Admiracin por la destreza del msculo y la armona de los cuerpos, en la elegante y retrica Grecia clsica. Culto a la fuerza en la Roma viril, la del peso

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  • militar de las legiones y de la maestra utilitarista de la poltica...El Cristianismo logr vencer aquella frivolidad pagana; al menos, su

    doctrina sustanciosa y profunda pudo servir de contrapeso a las tendencias instintivas del mundo. Ense cmo llenar el pensamiento de cosas graves, de ideales de cielo y de verdades enteras y sublimes. El hombre aprendi a pensar ms en lo sobrenatural, que es el pensamiento ms denso y macizo, y el espritu del hombre recibi la invitacin para recorrer todo lo ancho y calar todo lo profundo de las verdades rotundas. La voluntad, por la gimnasia del desprendimiento y la victoria sobre el egosmo, aprendi a gobernar instintos y a dominar pasiones. La vida revisti gravedad y rumbo divinos, entendida y amada como tarea grandiosa que el hombre todo hombre ha de realizar. Todo fue adquiriendo orientacin de eternidad.

    Luego, se fue entibiando el Cristianismo.Y al comenzar las primeras literaturas, algunas (la Provenza, por

    ejemplo) se inclinaron por los gneros ligeros y frvolos, puro sonsonete de versos y cadencias, palabras armoniosas sin apenas contenido. En general, las literaturas incipientes se entregaron con preferencia a los ideales de la poca: el gnero pico, los asuntos caballerescos o religiosos. Hasta que, paso a paso, se adentr lo lrico profano.

    El Renacimiento supuso una grave crisis en la vida de su poca. Todo un mundo ideolgico anterior terminaba, casi por completo, y empezaba algo nuevo; grave, como todo lo nuevo y poderoso. Se volc el corazn del hombre sobre todo lo terreno y transitorio. Hasta entonces, los hombres respiraban ms las auras del espritu. La tierra aun creyndose centro del mundo viva orientada hacia el cielo. Templos de fuertes muros, sin adornos, de grandes piedras y mucho recogimiento. Obras densas como la Divina Comedia y la Summa. Empresas inspiradas en un ideal grandioso e imposible, como las Cruzadas. Todo, con la ilusin de Hacer algo que mereciese la pena, vivir como para morir, saberse peregrino hacia Dios y pasar por la tierra mirando al Cielo...

    El Renacimiento ense al hombre a amar tambin el paraso de la tierra. Los templos se hicieron esbeltos y floreados, atravesados de luces multicolores y transparentados por rosetones inmensos y bellos. El adorno se sobrepuso a la fra materia y a la lnea austera: en la liturgia y en la msica, en las construcciones y en el vestido. La poesa aprenda ms el gracioso decir que el decir algo enjundioso. Se aprendi el buen vestir y comer, la belleza y el color, la lnea y la forma. En el teatro, comenzaban

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  • las primeras piezas de amoros muy audaces para su tiempo y se empezaban a desplazar los misterios y los autos sacramentales. Llegaban los temas del momento, las costumbres de la poca, la trama de las cambiantes pasiones humanas, dejando arrumbados los temas eternos y trascendentales.

    Estas ideas y estos sentimientos cunden luego en el alma popular. Aun las almas entregadas a lo sustancial y divino, sufren dentelladas de este espritu frvolo que todo lo invade. Ya el mundo no volvera atrs...

    La mal llamada Reforma, de Lutero, proclamada aparentemente contra el desorden, lleva estas ideas hasta las ltimas consecuencias.

    El siglo XVIII francs las consagra en el mundo. Desde los tiempos de Luis XIV, Francia vena gozando de su puesto preeminente entre los pueblos. Se iniciaba el siglo de oro francs, que desembocara en el siglo XVIII por los cauces de una frivolidad creciente en la clase dirigente para terminar en la sacudida de la Gran Revolucin Francesa. Hasta ese momento, la Corte y la aristocracia hicieron gala de una elegante frivolidad cuyas salpicaduras llegaron al pueblo. Se contagiaron las inteligencias. Su fuego sera la Enciclopedia y su fruto el manojo de todos los liberalismos. Y el siglo de oro comenzaba a ser francs. Cuando una nacin vive su siglo de oro, influye en otras muchas naciones inyectndoles su espritu. La poca toda, no solamente la nacin, se contagia de unas maneras de pensar y vivir. En aquel siglo XVIII, Espaa se encoga ya de su antigua grandeza. La decadencia debilitaba con su virus la vida de la que fue gloriosa nacin y madre de pueblos. Frvolamente, contagiada de afrancesamiento mal entendido, echaba por la borda el rico tesoro de una larga tradicin...

    Entretanto, Francia alcanzaba su mayor altura poltica y se desbordaba su poder, su brillo y su riqueza, salpicando a todas las naciones de Europa. Pero la corte francesa era una corte frvola que contagi a todas las dems naciones. Era frvola ideolgicamente, lo que es ms grave la Gran Revolucin Francesa. Todas las naciones europeas se contagiaron de frivolidad y, desde las zonas del pensamiento, se fueron contagiando todos los estratos de la vida en todas las clases sociales.

    Despus de tantas salpicaduras, el mundo no puede fcilmente curar su frivolidad. La naturaleza humana, herida y debilitada, se deja fcilmente arrastrar por lo sensible y por lo exterior. Vivimos una poca recargada de sacudidas sentimentales y de estridencias. Lo emocional est a flor de piel. Todo en los ambientes ideas y cosas invita a la superficialidad. Cada

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  • vez es ms difcil el recogimiento, el silencio, la profundidad.Las almas estn demasiado enfermas.Hoy, con la civilizacin actual, la frivolidad es el peor de los males.

    Parece que todo invita (cine, radio, novela, teatro...) a no pensar en nada serio. Abundan los movimientos de evasin: el gesto de multitudes que slo busca evadirse de responsabilidades y quebrantos, que quiere dejar a un lado el pensamiento serio y busca en todo la suave distraccin intrascendente. Se vive demasiado aprisa. Se revolotea por todo y pocos son los que aciertan a posarse en algo para aprovecharlo exhaustivamente.

    Cabezas bonitas, pero huecas; vestidos preciosos, pero cuerpos sin corazn; erudicin amplia, pero farragosa y altisonante y hueca; se lee mucho, ms que nunca, pero insustancialidades y ligerezas y, lo que es peor, se cree saber mucho porque se lee mucho o se est enterado de mucho. Se estudia sin disciplina, sin constancia; se prefieren novelas rosas o no, revistillas sin trascendencia, reportajes rpidos y superficiales, noticias escuetas y sorprendentes, deportes y... poco ms. El estudio serio y reposado aburre. El saboreo de las cosas estables y eternas cansa.

    En lo moral, faltan principios y convicciones arraigadas. La ley de la masa tiene ms influencia que nunca y la desaparicin de la personalidad entre la multitud es el peligro ms serio. Las cosas no tienen importancia cuando todos lo hacen. Faltan caracteres que sepan, quieran y puedan llevar a la prctica la verdad y la virtud sin variantes ni recortes.

    La piedad es ms sentimental y entregada a lo emocional, totalmente individualista en la mayor parte de las gentes, sin ganas de ser ms, sin deseos de meterse en los. Cuesta salir del yo para llegar al nosotros; porque cuesta acostumbrarse a ver como propias, inmensas responsabilidades sociales. Y esto un hermoso dato positivo cuando el mundo va hacia un mayor sentido comunitario del hombre.

    Por frivolidad, quedan sin pasar examen los incontables pecados de omisin, que cometemos todos: el bien que dejamos de hacer. Un amplsimo captulo de posibilidades que transformara al mundo. Que cada uno procure imaginarse cmo es el mundo actual por lo menos el mundo que cada uno vive y piense luego cmo podra llegar a ser ese mismo mundo si cada cual... no slo evitase hacer el mal, sino que corriese apresuradamente de prisa, pero en paza hacer todo el bien posible.

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  • Pero esta visin del bien posible queda nublada por exceso de frivolidad.

    * * *

    En la mujer sobre todo, en la juventud el peligro es mayor. La psicologa femenina es terreno abonado para la frivolidad. Predominan en ella las facultades que llamaramos ligeras sobre las cualidades profundas. La imaginacin y la intuicin, ms que la inteligencia; el sentimiento, ms que la voluntad; lo concreto e inmediato, ms que lo abstracto y futuro. Es una marcada inclinacin instintiva hacia la frivolidad que, bien administrada y entendida, es un don de Dios que ayudara a la mujer para dominar amorosamente las costumbres y educar al hombre.

    Por otra parte, la mujer recibe generalmente una educacin ms ligera y frgil, ms consentida. Lo cual, aadido a su psicologa, hace que la mujer sea ms fcil presa de la frivolidad del ambiente.

    * * *

    Y si la mujer es frvola... el mundo anda mal.Porque antes apenas influa la mujer en las costumbres y en la vida

    social. Si era frvola, ella cargara con las consecuencias de su frivolidad o, a lo ms, salpicara a quienes con ella convivieran: su matrimonio, su hogar, su familia...

    Ahora, en cambio, desde los aos veinte, se viene realizando un profundo cambio en el mundo de la mujer. La mujer interviene, cada vez ms, en la vida y, necesariamente, influye en las costumbres: la oficina, el trabajo, la Universidad, las relaciones sociales, las fiestas, la calle, son ambientes en que la mujer no slo es admitida, sino que constituye el centro de la atencin de muchos. La elemental e innegable influencia de la mujer en la vida del varn, con las inevitables repercusiones en la sociedad, es ahora un fenmeno de trascendental evidencia. Por eso, de su formacin o de su frivolidad, se habrn de originar muchos beneficios o graves daos para las almas y para la vida social, familiar y laboral.

    Y, de ah, una grave responsabilidad.

    * * *

    Una grave responsabilidad que obliga a buscar ardientemente el remedio para curar el peligro de frivolidad. En principio, la norma no

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  • puede ser otra que sta: desarrollar el sentido de la responsabilidad. Acostumbrar a las almas a pensar hondamente y ser constantes. Las dos zonas ms altas de la persona la inteligencia y la voluntad trabajadas hasta llevarlas a su mayor eficacia. La verdad inteligenciay el bien voluntad como instrumentos que lleguen a dominarse y manejarse con soltura y seguridad.

    Realmente, aqu se abre cauce al trabajo en busca de una perfecta personalidad. Esta es la base de un carcter perfecto.

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  • ENCUESTAsobre

    La frivolidad

    VER:En qu crees que consiste la frivolidad?Has visto muchas personas frvolas? Qu rasgos las caracterizan?Pueden coincidir en una persona frvola algunas magnficas cualidades?Podras poner algunos ejemplos?Qu comparaciones te ayudaran a comprender y hacer comprender la frivolidad?

    JUZGAR:Qu ideas crees que han originado la frivolidad?Ests convencido de que su fuente se abre en el terreno de las ideas?Cul te parece que habr sido la poca del mundo menos frvola?Podras aducir algunos acontecimientos histricos de distintas pocas, en testimonio o en contra de la frivolidad?En la sociedad cristiana, qu ideas y qu costumbres dieron auge a la frivolidad?Crees que hoy hay mucha frivolidad? Cul puede ser su causa? Sus manifestaciones?Crees que la frivolidad es ms fcil en la mujer? Por qu? Y ms peligrosa? Por qu? Qu consecuencias puede traer la frivolidad?

    ACTUAR:Cmo puedes guardarte t de la frivolidad?Ayuda el ambiente a curar la frivolidad? Cmo reaccionar entonces?Cul crees que es el mejor remedio para curar la totalidad en los dems?

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  • Normas para la accin

    Adquirir convicciones firmes y sentimientos constantes.Vigilar la propia inconstancia y superficialidad.Amar las pequeas o grandes responsabilidades.Despertar inquietudes en los dems, con suavidad y constancia.Encomendar a los que tenernos cerca tareas de responsabilidad.

    Examinar estas normas

    * * *

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  • RESPONSABILIDAD

    De ti y de m no depende acaso el que otros hagan.

    Pero de ti y de m depende el que hagamos nosotros o dejemos de hacer, hagamos el bien o hagamos el mal. Y de que hagamos o no hagamos... dependen grandes cosas.

    No estamos en la vida para nuestro egosmo y propia contemplacin. La vida es tarea y conquista, servicio y misin. Hay algo y alguien, adems de nosotros, y a ello y a ellos nos debemos. Nuestra vida es, pues una gran responsabilidad.

    * * *

    La reunin termin inesperadamente y de un modo brusco.Era un grupo de buena amistad, amigos todos, ellos y ellas. Se

    reunan de cuando en cuando para hablar de temas que importasen a todos. Puro afn de encauzar sus aos jvenes y llenar su espritu de ideas exactas y valiosas. Se roz, y cada da con ms ahnco, la idea del apostolado y de la responsabilidad hacia las cosas y hacia los dems. Como todo noble ideal entusiasma, aquellos cinco jvenes se iban calentando. Pero aquella tarde saltaron, nerviosas, Conchita y Luchy. Estaba suficientemente claro que la doctrina sana reclama una misteriosa pluralidad y que no son suficientes los estrechos lmites de cualquier egosmo; y era tambin evidente, gracias a Dios, que el mundo se viene armando, cada da ms, en el plano de las responsabilidades sociales, que saltan hechas pedazos muchas cuadriculas que nos dividan, que se arrumban muchas fronteras espirituales y sociales que nos separaban.

    Pero estas realidades exigen una modificacin personal. Nuevos puntos de vista. Medidas nuevas de las cosas, ms humanas y eficaces.

    Y esa modificacin supone la renuncia a todo egosmo. Por eso haban saltado aquel da las dos amigas:

    Yo no quiero meterme en los, sabes?Se haba disuelto el grupo. A la animada conversacin sigui un

    corto silencio cargado de pena y fracaso, siquiera aparente. Eran dos almas

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  • jvenes que se escapaban para no atender las exigencias imperiosas de la mejor edad.

    A la salida, ya en la calle, Alberto cogi de nuevo el hilo de la conversacin:

    No habis hecho bien. No es gallardo el gesto de romper con un compromiso que se ve evidente. Porque toda la vida, no slo la vida del alma, nos est exigiendo cargarnos de responsabilidad. Y no es razonable ni elegante encogerse de hombros y no querer meterse en los; porque lo primero que interesa es saber si podemos o no dejar caer la carga. Yo creo que la carga no es voluntaria desde que el Creador nos puso en la vida y destin al hombre para trabajar la tierra. Entendis? Trabajar la tierra. Toda ella. Transformarla y mejorarla. Aunque haya que descender a sus ms profundos estratos. Nos dio la vida para eso: Ah tienes tu vida y, en torno a ti, el mundo y las cosas y las gentes. Llena de entusiasmo tu corazn y... trabaja todo eso hasta donde lleguen tus fuerzas. Creo que... no est en nuestras manos querer o no querer colaborar al bien de los dems.

    Pero eso supone llenarte de preocupaciones. Y yo, al menos yo, no estoy por la labor.

    Mira. Los americanos suelen ensear a sus pequeos una norma de actividad que, aproximadamente, dice as:

    Hacer ms, hacer por los dems, hacer con los dems.

    As puede empezar a educarse el sentido de responsabilidad.Hacer ms supone querer superarse siempre y no quedarse jams

    contento con lo realizado hasta hoy; porque siempre hay algo que puede mejorarse. Hoy, mejor que ayer; maana, mejor que hoy. No contentarse con medianas y con un ir tirando por la vida sin hacer ms que sombra y simplemente ocupando un sitio en la tierra. La vida debe ser algo ms. La vida es grave, porque es corta y por las enormes posibilidades que nos ofrece.

    Hacer ms supone... pedir a Dios alma de ms. No podemos olvidar que el profeta Daniel fue escuchado en su oracin porque fue varn de deseos. Habis pensado lo que quiere decir eso? Y la paz de la tierra se prometi a las almas cargadas de buena voluntad, de sincera

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  • voluntad, de fecunda voluntad... O alguna vez clasificar las almas en dos categoras: almas maximistas y almas minimistas. Interesan siempre las almas maximistas, las almas que buscan siempre el mximo de sus posibilidades, las que desean desarrollar todas sus facultades hasta el ms alto grado posible, en toda honesta y sana direccin. Las almas amigas del s y desconocedoras del no, las almas que siempre aceptarn la tarea o, por lo menos, no se escondern en un rincn cuando la tarea las reclama. Creo que esto mismo, proyectado hacia lo alto, quiere decir el Seor con aquello del hambre y la sed de la justicia.

    Mira, Alberto, me aburra ya oyendo el sermn; pero has tocado un punto de inters que nunca entend bien del todo.

    Hambre y sed de justicia quiere decir un gran deseo semejante al hambre y a la sed de alcanzar la perfeccin en todos sus grados. Y pensad que no llama el Seor ya bienaventurados a los que llegaron a la justicia, sino a aquellos que no pusieron tope al deseo cordial y sincero, a los que quieren sinceramente, en todos los rdenes, llegar a la perfeccin.

    Todo esto exige hacer ms, querer hacer ms.Todo esto excluye, desde luego, la postura cmoda y achatada de las

    almas que se cierran y empequeecen, cortando altura al ideal.Hacer por los dems es sentir en la propia vida la vida de los otros

    y la extraa solidaridad que nos tiene a todos ensamblados mutuamente. Darse a otros, sacrificarse por otros, prescindir de nuestra comodidad y entregarnos al servicio de los dems. Menos egosmo y ms autntica caridad que es, ante todo, amor clido y eficaz ms que simple limosna dejada caer en la boca hambrienta. Romper los lmites estrechos de nuestro yo con sus cosacas, con sus pequeos placeres e intereses, y darnos cuenta de que formamos parte de una comunidad humana en la que todos tenemos nuestro compromiso con todos, todos estamos para todos.

    Nosotros mismos somos deudores a generaciones anteriores que trabajaron para nosotros. Los que nos legaron la civilizacin que disfrutamos, no quisieron descansar en su egosmo; velaron muchos das y muchas noches en un trabajo acuciante, sin mirar ni a su propia vida muchas veces, con la ilusin de aportar algn beneficio a la Humanidad y descubrir un poco ms sus incontables misterios. Simplemente, trabajaron para desbrozar ms los caminos de la vida y hacer ms conocido el mundo y mejorar la tierra y levantar la postracin del hombre. Nosotros, ahora, no podemos cometer el gran pecado de pasar por el mundo disfrutando de

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  • todo, sin ayudar a que los dems disfruten sobre todo de la verdad y de la virtud. Hay que hacer por los dems.

    Aunque parezca que sus problemas no nos tocan. Aunque no nos carguen de culpabilidad ni exijan de nosotros una solucin inmediata o imposible. Pero nada de lo que es humano puede ser ajeno a cada uno. Lo que toca a la gran familia humana y a la tierra misma donde fuere, es algo que de algn modo y en una medida nos toca a todos. Que haya hambre de pan y que haya hambre de verdad y de cultura y que haya hambre de Dios; que los cuerpos o los espritus, las almas o los corazones, no hayan alcanzado su alimento conveniente... es algo que ha de importarnos, algo que debe acusarnos aunque no sepamos ahora de manera concreta qu es lo que cada uno de nosotros podemos hacer. Podemos hacer mucho: enterarnos, poner los ojos en las realidades de los dems, saber nuestro mundo y sus cosas, interesarnos de veras y estremecernos cordialmente de gratitud por lo que hemos recibido y de espanto por la diferencia acusadora establecida entre nosotros y los dems. Detrs de nuestro inters, descubriramos los remedios. Pero hay que prepararse a hacer algo por los dems.

    Hacer algo con los dems es poner nuestras ideas y actividades en contacto con las ideas y actividades de los que nos rodean o trabajan con nosotros; contrastar nuestros modos y maneras, darnos cuenta de que los dems tambin existen y trabajan y aciertan.

    Esto es lo mismo que colaborar, trabajar juntos. Porque, evidentemente, nuestras posturas e ideas pueden en muchas ocasiones opinables no coincidir con lo real o con lo mejor. Los dems tienen tambin sus ideas y sus modos y, con nosotros, acumulan tambin su trabajo y experiencia en el acervo comn de la Humanidad. Slo fracasar el que se asla, encasquillndose en su egosmo. Para l, el mundo tiene una sola dimensin; las cosas, slo un color; los trabajos, slo una manera... Es necesario ponernos al lado de los dems con deseos de comprenderlos, de asimilar sus ideas, si es posible, o inyectarles las nuestras si aqullas son errneas...

    En cualquier caso, es necesario salir de nuestro egosmo y encararnos con los dems en un amplio gesto de entrega y colaboracin.

    LOS POR QU.LIBERTAD

    La conversacin continuaba. Mejor dicho, ya slo hablaba Alberto. A

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  • su lado, las dos egostas miedosas de meterse en los y los dems del grupo escuchaban silenciosos:

    Y todo esto que os digo supone un fino sentido de la responsabilidad. Son realidades que existen fuera de nosotros, quermoslo o no, son exigencias que se nos imponen sin dejarnos lugar a elegir u opinar.

    Para comprender mejor esta responsabilidad que, en mayor o menor grado, tenemos todos, hay que tener en cuenta varios elementos:

    Primero, la idea de libertad. En el concierto universal de los seres, el Creador ha querido sealarnos un lugar determinado: ni piedra, ni flor, ni animal. Nos ha dado el ser racional que se apoya, principalmente, en la libertad.

    Muchas veces habris odo hablar de libertad. Se ha escrito mucho y se ha gritado sobre el tema. Sobre todo, desde que los hombres creyeron fatuamente que haban descubierto la libertad con el nacimiento del siglo XIX, triste y pesimista y orgulloso. Pareca que se estrenaba entonces la dichosa libertad y los hombres la festejaron y la malgastaron exactamente como un chiquillo lo hace con sus zapatos nuevos. La libertad es otra cosa ms seria y fecunda que lo que entonces se proclam. Es un don realmente divino, que califica nuestra vida y da valor a nuestro esfuerzo. No hemos elegido nosotros este puesto en el mundo, ni podemos rechazarlo. Quermoslo o no, somos seres libres. Por lo tanto, responsables.

    La libertad supone que depende de nosotros el bien o el mal que hagamos, porque ninguna exigencia interior nos obliga al bien o al mal. Observad los animales: no eligen por su propia cuenta, vienen y van impulsados por algo irrefrenable, son movidos por el instinto sin que a ellos se les conceda el derecho de opcin. Pero delante del hombre est el pecado y la virtud; l elegir el camino que prefiera. Y, una vez que elige, se hace responsable de la eleccin efectuada; precisamente porque nadie le obligaba, porque quedaba libre para preferir el camino opuesto.

    Por esta libertad, es evidente que podemos hacer o no hacer; hacer el bien o preferir el mal. Pero seremos responsables del camino que hayamos elegido en cada instante.

    Si hacemos, desarrollamos nuestras actividades, hacemos producir a nuestros talentos y se perfecciona nuestro ser porque todos los seres se perfeccionan con el ejercicio de sus facultades. Rendimos, primero, gloria a Dios que nos ha puesto en el mundo para que trabajemos segn nuestra condicin de seres racionales, para que hagamos con nuestro trabajo que

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  • las gracias de Dios dejadas en nosotros como una semilla fructifiquen y rindan abundantemente y, aunque no hubiese en ello ninguna otra utilidad, nada quede inactivo ni infecundo de cuanto Dios nos concedi.

    Pero, adems, el desarrollo de nuestras cualidades trae consigo un beneficio propio y una ganancia para los dems. Nosotros mismos, situados en esta coyuntura del mundo y de la historia, si hoy tenemos algo y nos vemos rodeados de comodidades y disfrutamos de la vida civilizada, es porque otros hicieron algo antes que llegramos nosotros, y no quisieron detenerse en la ociosidad. Inventaron cosas. Es decir, buscaron con afn hasta encontrar aquello que servir a los dems: radio, telfono, electricidad, televisin, estilogrfica, imprenta, reloj... Cunto debemos a otros! Hemos llegado a este mundo y nos hallamos instalados en l, en medio de una cantidad innumerable de cosas que nosotros no hemos trabajado ni merecido; sino que estaban ya aqu porque otros, trabajadores activos, se sintieron empujados por la responsabilidad y aprovecharon sus talentos.

    Y nosotros, qu hacemos? Si aqullos hubiesen preferido, como decs, no hacer nada y no meterse en los, vivir slo para sus gustos y llevar una vida sin responsabilidades ni complicaciones, nosotros no disfrutaramos de la mayor parte de los beneficios que tenemos y el mundo habra permanecido estancado en su barbarie.

    He aqu una fuente de enorme responsabilidad: nuestra libertad. Porque entre todos los seres de la Creacin, slo nosotros podemos influir vivamente en la marcha de las cosas, slo nosotros podemos orientarnos y orientar al mundoen un sentido o en otro. Y como podemos elegir entre varias posibilidades, de ah la enorme responsabilidad de haber elegido una cosa y no otra.

    Y, si preferimos no hacer nada, caeremos en una dejadez criminal. Criminal, porque es realmente un crimen abstenerse de influir de una manera o de otra cuando tanto se puede hacer; porque muchas cosas no sern jams si nosotros no las hacemos; porque en muchas decisiones nadie puede suplirnos; porque dejar de producirse mucho bien si no lo producimos nosotros. Otros podrn hacer lo suyo; pero lo nuestro, lo que depende de nosotros, eso no lo puede hacer nadie por nosotros.

    Si preferimos hacer el bien, nuestra vida entra por cauces de apostolado. Porque tan cercanos estamos y tanto nos influimos mutuamente, que el bien que hagamos nunca queda en nosotros solamente, sino que se esparce y salpica con grmenes de bondad y virtud a los que

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  • estn a nuestro lado. Ha dicho, creo, Isabel Lesseur:

    El apostolado que hoy se pide es un apostolado deinfluencia ms que una profesin de fe.

    Y haciendo el bien es como mejor se va ejerciendo esa misteriosa influencia que, como el agua suave en la tierra, va empapando las almas de los que estn cerca de nosotros... hasta depositar en ellas grmenes de una futura floracin de virtud.

    Qu pena, en cambio, si preferimos hacer el mal! Porque la misma influencia ms fcil, acaso se ejerce por el escndalo de nuestra vida poco ajustada, poco limpia. Tampoco nuestro mal es slo nuestro; sino que sus salpicaduras llegan tambin a los dems y abren una nueva fuente de responsabilidad grave.

    En todo caso, hemos pensado que, mientras vivimos, siempre hacemos esto o lo otro? Y os parece que es igual que hagamos de una o de otra manera? Quermoslo o no, hacemos, vivimos. Responsabilidad nuestra es la orientacin que demos a nuestra vida, la direccin que demos a nuestra accin.

    EL DEBER

    No solamente, por ser libres, somos responsables. Somos responsables, tambin, porque nos obliga un determinado deber.

    El deber es un vnculo, una atadura moral que no anula nuestra libertad, sino que la dirige y regula.

    El deber pesa sobre todos; responde al puesto que en la creacin ocupamos cada uno y supone una ley moral, como los dems seres que suponen unas leyes fsicas que regulan y dirigen su nmero, peso y medida.

    Observad esta gradacin:Existen unos seres puramente materia. Caen sobre ellos unas leyes de

    orden fsico: slo mediante esas leyes fsicas, los seres materiales encajan perfectamente en el orden universal y colaboran a la armona general del Universo.

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  • Existen unos seres vegetativos. La materia se ve penetrada de una vida elemental. Y otras leyes superiores, todo un complejo bio-qumico, vienen a regular y armonizar la vida vegetal: a travs de esas leyes, los vegetales se suman, armoniosamente, al concierto universal.

    Existen unos seres animados de vida sensitiva: los animales. Las leyes del instinto regulan sus actividades todas, los dirigen, llevndolos indefectiblemente a su propio desarrollo y cumplen necesariamente su cometido.

    Todas esas leyes son ciegas, porque todos esos seres carecen de libertad. Todos siguen, de un modo ciego y fatal, las normas que el Creador les impuso.

    Nosotros somos hombres, seres dotados de razn. Participamos de todas las otras leyes; pero el Creador ha dispuesto para nosotros unas leyes diferentes, acomodadas a nuestra condicin de seres libres. A nosotros se nos impuso una norma o ley, no fatal y determinante, sino moral y adecuada a nuestra libertad. Esta ley es nuestro deber: el conjunto de obligaciones y actividades que exige este bendito metro cuadrado que ocupamos en el mundo.

    Luego no podemos vivir llevados de nuestro capricho. Tenemos un deber que atender. Y se nos pedir cuenta del cumplimiento de nuestro deber.

    Todos los seres cumplen su puesto en la Creacin: los astros, sus leyes; los animales, sus

    instintos... Nosotros?

    No somos slo materia y, por eso, no nos bastan las leyes fsicas; no somos slo carne y nos bastan, por eso, los instintos. Somos seres dotados de alma, razn y libertad, y nos corresponde una ley moral, un deber que hemos de cumplir de un modo racional, moral, voluntario, consciente y alegre.

    Quien se deje llevar del instinto se asemeja a la vida animal y se deja caer del alto rango que el hombre tiene entre los seres. El antojo, las ganas, son lo nico que tenemos de comn con los seres inferiores. Slo somos verdaderamente humanos cuando obramos iluminados por la razn y movidos por la voluntad, no empujados por los caprichos.

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  • DIOS, SEOR

    Responsabilidad puede significar, por fuerza de la palabra, obligacin de responder ante alguien.

    Veis? Cuando la vida discurre por los cauces del capricho, parecera que hemos borrado de nuestro horizonte a cualquiera que pretendiera cruzarse en nuestro camino y pedirnos, con autoridad, las razones de nuestro proceder. Olvidamos entonces que hay alguien adems de nosotros; alguien que puede preguntar y reclamar; alguien ante el cual tenemos que responder de lo que hacemos o dejamos de hacer.

    Nuestro error est en que consideramos la vida en el mundo solamente a base de dos personajes: yo y las cosas, yo y lo que fuere. Pero la vida reclama siempre tres personajes que actan constantemente juntos: yo, las cosas... y Dios. Y este tercer personaje es el personaje principal, la clave de todo, nico que puede dar sentido a la vida.

    Si consideramos quin es ese Alguien ante el cual hay que responder de nuestra vida, se perfila an ms nuestra responsabilidad.

    Si no tuviramos a ese Alguien, superior infinitamente a nosotros, Creador y Seor absoluto de nuestro ser y de todos los seres, Legislador y Juez supremo, sera muy escasa nuestra responsabilidad y muy pobres las razones que nos movieran a cuidarla. Pero hemos de llegarnos frecuentemente a los pies de Dios y tomarle en serio. Nos convendra repasar frecuentemente las principales parbolas del Evangelio, como la del administrador infiel, en las que Dios ha querido poner de relieve su presencia implacable y el ejercicio de su soberana nica y absoluta. Caeramos en la cuenta de que somos administradores de los dones de Dios; que nuestra vida no es nuestra, sino regalo suyo para que, trabajando con nuestra vida en el tiempo, podamos luego llegar a responder ante El del servicio que le hayamos prestado, de la administracin que hayamos hecho de sus dones.

    Pero pecamos mucho por pecados de olvido y negligencia. Dejamos a Dios arrumbado muy lejos, inaccesible y desdibujado. Aunque creemos en El, vivimos sin que El cuente para nada en nuestras determinaciones y actividades. Y hay que comenzar alguna vez por creer en ese Dios que anda por la tierra y se mete en nuestras cosas, un Dios que nos espera al otro lado de la muerte; pero que es compaero y testigo de todos mientras andamos por la tierra. Amigo o no? Eso... depende de nosotros.

    No podemos hacer lo que nos da la gana, porque no somos dueos

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  • de nosotros mismos. Hemos de vivir, pensando en responder de nuestras vidas delante de Dios, que es el Seor de todo y de todos.

    TRASCENDENCIA

    Por otra parte, nuestra vida alcanza una trascendencia que exige tambin responsabilidad.

    Trascendencia es lo mismo que alcance de horizontes ms o menos amplios, rebasando los estrechos lmites del momento y del yo. Trascender quiere decir pasar ms all; lo cual supone que nuestras acciones no quedan en nosotros, sino que trascienden o ascienden ms all de nosotros mismos y descansan su eficacia o su repercusin en otros.

    Nuestros actos van siempre ms all. Y esta trascendencia y su responsabilidad admite grados, correspondientes a los diversos puestos que en la vida ocupamos.

    Hay, en primer lugar, una trascendencia social. Es claro que quienes ocupan en la sociedad puestos de relieve autoridades, personas influyentes, etc. causan en los dems una repercusin, con sus actos, que no alcanzan las personas en situacin vulgar. Esas personas ocupan lugares altos y son ms vistos. El pecado o la virtud de sus actos, se ven ms, son de efectos ms hondos y graves que el pecado o la virtud de aquellas personas cuya vida no trasciende en lo social.

    Que Dios haya colocado a alguien en un lugar de altura... es una grave responsabilidad.

    Repercute en lo social el pecado o virtud de una autoridad.Repercute en lo social el pecado o virtud de un sacerdote. Repercute

    en lo social el pecado o virtud de los puestos dirigentes.Repercute en lo social el pecado o virtud de un apstol, de una

    persona piadosa, de un militante de Accin Catlica...Cuntas veces la conducta equvoca o cobarde o no consecuente de

    algunas personas aparentemente buenas ha causado grave escndalo en muchos! Es cierto que la Verdad debe ser servida por s misma, por la fuerza de su luz; pero tambin es cierto que, para muchos, esta verdad se presenta hecha carne en la conducta y en la vida de aquellos que se dicen convencidos de la Verdad.

    Cuentan, de la vida de Alejandro el Magno, que le fue presentado un soldado de su ejrcito, bajo la acusacin de cobarda en la batalla.

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  • Me han dicho que eres cobarde. Cmo te llamas, soldado?Me llamo Alejandro.Y no sabes que yo, tu rey, me llamo tambin Alejandro?

    Cambia, pues, de nombre o cambia de conducta!A muchos podra planterseles la misma disyuntiva: cambia de

    conducta, o no digas que eres cristiano.

    * * *

    Repercute, en un grado de amistades, aquella persona que, por sus cualidades, suele llevar la voz cantante y arrastra por ello a las dems personas del grupo. Fcilmente puede observarse esa reaccin en todos los ambientes. Lo social es as. Deliberadamente o no, en todos los grupos hay alguna voz cantante: alguien que, aun sin buscarlo, dirige al grupo.

    De lo que estas personas hagan o dejen de hacer, se seguir dao o provecho para los dems. He ah una responsabilidad que no puede eludirse con la disculpa del egosmo y la comodidad. Los dems estn mirando, estn esperando, son eminentemente receptivos y... recibirn lo que se les d.

    Hay, adems, una trascendencia de tipo familiar.La misma falta y la misma virtud objetivamente idnticas tienen

    diferente volumen y diferente eficacia, segn quin sea su autor: el padre, el hijo, la esposa... La ruina de un hijo licencioso es, de ordinario, la ruina del hijo nada ms. Puede ser tambin la ruina de su porvenir, el fracaso de tantas realidades que l habra podido obtener con otra conducta.

    La ruina del padre calavera, la frivolidad de una esposa egosta, es frecuentemente la ruina del hogar, la desedificacin de los hijos...

    La trascendencia de nuestros actos es diferente, segn el lugar que ocupamos.

    * * *

    Y hay, siempre, una trascendencia misteriosa, pero real y formidable que podramos llamar de trasmundo. Nuestras acciones repercuten en lo eterno. Estamos escribiendo en esta vida nuestra historia para la eternidad. Saltan nuestras acciones y retumban en los cielos: sus ecos no se apagarn jams. Muchas cosas terminan con la muerte del hombre; pero sus obras le siguen. Son su ejecutoria, su valor y su

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  • medida para lo eterno.He aqu una gran responsabilidad. Nuestros antepasados, sobre todo

    en los tiempos cargados de Fe, medan su vida terrena con la medida de lo eterno. El pondus aeternitatis la plomada de lo eterno era la cuerda tensa que les serva para ir levantando rectamente la pared de sus mritos. Si pensramos ms en lo eterno y viviramos la tierra con aquella medida, comprenderamos pronto esta trascendencia y su correspondiente responsabilidad.

    Si no se comprende..., es por postura de comodidad en que instintivamente nos colocamos. Queremos que el mundo gire en torno a nosotros y que todo nos sirva. No queremos tener cosas que hacer, porque hay que salir de uno mismo para volcar afuera el calor de nuestro inters. No queremos tener nada de qu responder. Nos agrada poco deliberar y levantamos muy de prisa la hoja del calendario para ver la solucin, maana de todas las dificultades.

    Somos egostas. Y nos estrechamos en el yo encogido y raqutico. Sentimos pereza ante cualquier esfuerzo. Nos dejamos llevar del capricho, como norma.

    Nos invade la frivolidad con su inconstancia. Padecemos una educacin fcil y aniada y no nos ensayamos en el tesn y en el vencimiento.

    Pero qu vida tan hermosa y llena, una vida de actividad plena! Y qu escuela de carcter, y qu sensacin de felicidad, cuando se pasa por la vida derramndose hacia los dems en busca de su mayor bien!

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  • ENCUESTA

    sobreLa Responsabilidad

    VER:Crees que tienes alguna responsabilidad? Y los dems? Cul te parece a ti que es la primera responsabilidad, la ms evidente?Por qu te parece que somos responsables?Qu tienen que ver con la responsabilidad las ideas de libertad, deber, Dios y eternidad?Por qu los dems no son responsables?Cmo definiras la responsabilidad?

    JUZGAR:Crees que las gentes sienten su propia responsabilidad? Cules son los principales estorbos que lo impiden? Qu clase social te parece que siente ms la responsabilidad?Por qu?Tiene que ver con esta falta de sentido de responsabilidad la educacin recibida?Y el ambiente en que se vive? Y el egosmo? Y la pereza? Por qu?Crees que, para la vida, tiene sus ventajas el sentimiento de la responsabilidad?Cules juzgas las ms evidentes?

    ACTUAR:Tienes entre manos alguna tarea de responsabilidad? Ests contento de haberte cargado con alguna responsabilidad?Tu vida se siente ms completa, ms llena y ms feliz al sentir responsabilidad?Qu crees que se puede hacer para despertar en los dems este

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  • sentido?Si la vida humana tiene un destino glorioso, no crees que merezca la pena esforzarse por empaparla de una gloriosa responsabilidad?

    Normas para la accin

    Revisar nuestras tareas y deberes para desarrollar el sentido de la res-ponsabilidad.Despertar en nosotros el afn de superacin por el desarrollo de las propias facultades.Comprender la grandeza de nuestra libertad, la gloria del deber, la nobleza de servir a un Dios y la nostalgia de un Cielo.Estudiar las maneras de despertar inquietudes en las almas para afinar su sentido de responsabilidad.

    Examinar estas normas

    * * *

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  • LOS TALENTOS

    Trabaja como si Todo dependiera de ti. Ten confianza en Dios como si todo dependiera de l.

    (S. Ignacio de Loyola).

    El Evangelio ha reservado una de sus hermosas parbolas para inculcarnos la responsabilidad. La materia de responsabilidad la constituyen los diversos dones de todo orden que Dios nos concedi. Estos dones talentos exigen nuestra atencin (Mat 25, 14 ss.).

    * * *

    El Seor reserv dos parbolas, principalmente, para inculcar y precisar la idea de responsabilidad; la parbola de los talentos (Mat. 25, 14 ss.) y la parbola de las minas (Luc. 19, 11-27) que son en sustancia, expresin de un mismo pensamiento.

    Siguiendo su costumbre de poner las ideas materializadas en objetos para mejor aclarar aqullas, el Seor elige los talentos y las minas para componer su comparacin con la doctrina importante de la responsabilidad.

    Los talentos y las minas son pesos o monedas. Objetos, al fin, con los que cada uno puede negociar. En la parbola, riqueza de la propiedad del seor que, ausentndose, la encomienda a sus servicios para que negocien con ella y ganen.

    La aplicacin de estas parbolas es clara. El seor es Jesucristo que se ausenta visiblemente. Los siervos del Seor habrn de responder ante El un da inesperado.

    Los talentos y las minas son, en nosotros, las gracias de diverso orden que Dios nos concedi. Todos poseemos algunas, pocas o muchas, ms o menos valiosas; sobre esas facultades recae la responsabilidad de todos. Como un administrador tiene responsabilidad sobre las riquezas que su seor le encomend.

    La administracin puede ser buena, mala o nula; las dos ltimas tienen su castigo.

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  • ENSEANZAS

    Tienen estas parbolas unas claras y ricas enseanzas.La primera es la humildad, el reconocimiento exacto de las

    cualidades que Dios nos ha concedido y el origen o propiedad de esas cualidades. Porque no es humildad negar las gracias que poseemos. No es humildad pregonar que no somos nada y no valemos para nada.

    Dios no pone en la creacin seres intiles. Cuando Dios nos concedi la vida, seal cierta es de que esperaba algo de nosotros a nuestro paso por la

    tierra.

    Humildad es lo mismo que verdad. Conocer la verdad de lo que somos y tenemos. Conocer la verdad del origen y propiedad divinos de todo lo que somos y poseemos.

    Somos, simplemente, administradores de unas piezas de todo orden; pero el dueo es Dios. Todo lo hemos recibido y no es nuestro. Nos dir, por eso, San Pablo: Qu tienes que no hayas recibido? Y, si todo lo tienes recibido, por qu te gloras y usas de ello como si fueses t el dueo y no lo tuvieses recibido?

    No sera humildad en el pavo real negar la brillantez y los colores de su cola abanicada; la humildad sera confesar su brillo, recrearse en el color hermoso y dar gracias a Dios que as lo adorn..., mirando al mismo tiempo cmo servir con su belleza y color los deseos de su Dueo.

    Y tenindolo todo recibido, por qu despreciar a los que recibieron menos? Todos coincidimos en la misma categora de siervos del mismo Seor. Y ms motivos de humildad tiene quien recibi ms gracias; porque est obligado a mayor servicio y rendir ms cuenta en el da de la vuelta del Seor.

    Pero humildad nos ensea tambin la parbola por el premio que los siervos fieles reciben. Diferente cuanta en los talentos recibidos y, por lo mismo, un servicio materialmente mayor o menor; pero un premio igual en todos ellos. Si Dios premia por igual, iguala con el mismo rasero a los siervos si stos le sirvieron con igual buena voluntad. Porque, al fin, lo que premia el Seor no es el resultado de nuestras actividades, sino el buen espritu y la recta intencin puestos en el trabajo. Cuntas vidas que parecen nulas, sin relieve ni brillantez, nos sorprendern en el cielo con

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  • altos grados de gloria ganados por un recto amor a Dios y un servicio en lo que se pudo!

    A las puertas de Dios lleg, un da, un alma pequea.Se abrieron, de par en par, las puertas y aquella alma nia fue

    subiendo, subiendo... No se detuvo sino arriba, muy cerca de Dios.La miraban todos los santos con curiosidad. Vinieron luego, como

    bandadas de palomas, a preguntar al Seor:Quin es sta que tan alto sube en el cielo?Esta es un alma pequea; no hizo en la tierra nada que se

    distinguiera, fue vulgar y corriente. Hizo, solamente, lo que tena que hacer; lo hizo bien, con recta intencin, y am mucho a su Dios.

    Qu claridad y consuelo derrama sobre muchas vidas escondidas e intiles la doctrina de la Asctica cristiana