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Universidad del Valle – Instituto de Psicología Grupo Prácticas Culturales y Desarrollo Humano Tres Visiones Científicas del Mundo y El Modelo de la Ley General Roy D´Andrade EL MODELO DE LA LEY GENERAL Este artículo pone en cuestión el acierto descriptivo del modelo de la ley general en la ciencia y, además, intenta aclarar la naturaleza de algunos de los problemas enfrentados por las ciencias sociales y la psicología. El modelo de la ley general es una descripción muy divulgada de la naturaleza de la explicación científica, presentada por primera vez por C.G. Hempel en “The Function of General Laws in History” (1965), y ampliada posteriormente en otros escritos suyos. El modelo de la ley general de la ciencia parece muy cercano a la manera en la que la gente piensa la ciencia: superficialmente, el modelo parece poco excepcional. Se puede esbozar de la siguiente forma: 1. La ciencia consiste en una búsqueda de “leyes generales” para explicar acontecimientos. 2. La proposición de una ley general puede adoptar diferentes formas lógicas; sin embargo, característicamente hace una generalización universal respecto a algunos grupos de hechos, por ejemplo: “Todos los gases se expanden cuando se calientan bajo una presión constante.” 3. La principal función de las leyes generales consiste en relacionar eventos con modelos, que por lo general se designan como “explicación” y “predicción”. El modelo para una explicación es: a) La explicación de las condiciones antecedentes C1,....., Cn. b) Un conjunto de leyes generales L1,......, Ln. c) La derivación de una proposición de C1,......, Cn y L1,....., Ln que postula que E debe ocurrir. El evento E es lo que debe ser explicado; las condiciones antecedentes y las leyes generales constituyen la explicación. Por ejemplo: Al observador en un bote, aquella parte del remo que está sumergida en el agua parece doblarse hacia arriba. Este fenómeno se explica por leyes generales - principalmente la ley de la refracción y la ley de que el agua es un medio óptico más denso que el aire - y por referencia a ciertas condiciones antecedentes - especialmente los hechos de que parte del remo está sumergida en el agua, parte está afuera y que el remo es, para todo propósito práctico, un pedazo de madera recta (Hempel 1965, 246).

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Universidad del Valle – Instituto de Psicología Grupo Prácticas Culturales y Desarrollo Humano

Tres Visiones Científicas del Mundo y

El Modelo de la Ley General

Roy D´Andrade EL MODELO DE LA LEY GENERAL Este artículo pone en cuestión el acierto descriptivo del modelo de la ley general en la ciencia y, además, intenta aclarar la naturaleza de algunos de los problemas enfrentados por las ciencias sociales y la psicología. El modelo de la ley general es una descripción muy divulgada de la naturaleza de la explicación científica, presentada por primera vez por C.G. Hempel en “The Function of General Laws in History” (1965), y ampliada posteriormente en otros escritos suyos. El modelo de la ley general de la ciencia parece muy cercano a la manera en la que la gente piensa la ciencia: superficialmente, el modelo parece poco excepcional. Se puede esbozar de la siguiente forma: 1. La ciencia consiste en una búsqueda de “leyes generales” para explicar acontecimientos. 2. La proposición de una ley general puede adoptar diferentes formas lógicas; sin embargo, característicamente hace una generalización universal respecto a algunos grupos de hechos, por ejemplo: “Todos los gases se expanden cuando se calientan bajo una presión constante.” 3. La principal función de las leyes generales consiste en relacionar eventos con modelos, que por lo general se designan como “explicación” y “predicción”. El modelo para una explicación es: a) La explicación de las condiciones antecedentes C1,....., Cn. b) Un conjunto de leyes generales L1,......, Ln. c) La derivación de una proposición de C1,......, Cn y L1,....., Ln que postula que E debe ocurrir. El evento E es lo que debe ser explicado; las condiciones antecedentes y las leyes generales constituyen la explicación. Por ejemplo: Al observador en un bote, aquella parte del remo que está sumergida en el agua parece doblarse hacia arriba. Este fenómeno se explica por leyes generales - principalmente la ley de la refracción y la ley de que el agua es un medio óptico más denso que el aire - y por referencia a ciertas condiciones antecedentes - especialmente los hechos de que parte del remo está sumergida en el agua, parte está afuera y que el remo es, para todo propósito práctico, un pedazo de madera recta (Hempel 1965, 246).

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Hempel observa que el mismo análisis formal aplica para la predicción, y la única diferencia entre las dos es de “carácter pragmático” (ibid., 249). Si ya sabemos que el evento E ha sucedido, la aplicación de un conjunto apropiado de proposiciones posteriormente, C1,....., Cn, L1,....., Ln,constituye una explicación. Si las proposiciones C1,....., Cn, L1,....., Ln son conocidas, y E es derivado antes de la ocurrencia del fenómeno que describe, entonces hablamos de predicción. Los principales debates acerca del modelo de la ley general han girado en torno a si corresponde a lo que los historiadores hacen, o podrían hacer, y si puede ser usado más generalmente en la explicación del comportamiento humano (ver von Wright 1971). También ha existido una extensa e inconclusa discusión sobre las características necesarias y suficientes que una explicación debe tener para constituir una ley general (Nagel, 1961). Otro tipo muy diferente de objeción al modelo de la ley general es que ésta no da una descripción razonable de la ciencia en general. ¿Está toda ciencia caracterizada por una búsqueda de leyes generales? Como antropólogo interesado en los modelos cognitivos culturalmente aprendidos, he notado que mis amigos y conocidos en las diversas ciencias hablan de manera diferente acerca de sus mundos de investigación. No es sólo que los nombres de las cosas sean diferentes; parece haber visiones del mundo completamente diferentes que caracterizan a las diversas disciplinas. Agrupo estas visiones científicas del mundo en tres clases. Al primer grupo corresponden, a grandes rasgos, las llamadas ciencias físicas: física, química, astronomía y los campos de la ingeniería relacionados. El segundo grupo está constituido principalmente por biología, geología, algunos aspectos de meteorología y oceanografía, gran parte de la economía y la psicología, y algunos campos de la antropología y la sociología. Con un pequeño cambio en el significado normal, éstas podrían llamarse “ciencias naturales”. Al tercer grupo no se le ha dado culturalmente un nombre, pero aquí se les podría llamar “ciencias semióticas”, debido a su interés central en el estudio de los sistemas de significado. A este grupo pertenecen la lingüística y algunos campos de la psicología, la antropología y la sociología. La visión del mundo de las ciencias físicas parece contemplar un universo casi completamente homogéneo, en el que todas las generalizaciones aplican igualmente a lo largo del tiempo. Hay solamente unos pocos objetos básicos y unas pocas fuerzas, y sus interrelaciones se pueden plantear en forma cuantitativa, matemática. Las explicaciones cuantitativas, que sólo utilizan pocos términos y con restricciones mínimas sobre las condiciones de frontera, sirven como el prototipo para el concepto de “ley”. Las ciencias físicas se empeñan constantemente en simplificar y reducir el número de objetos y relaciones

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básicos. También prevalece la fe de que todo existe de la manera en que existe debido a alguna necesidad profunda, que es lo que se pretende explicar mediante una ley (ver Feynman 1965 para una exposición notable de esta visión del mundo). En contraste con el mundo de las ciencias físicas, el mundo del científico natural es muy accidentado y lleno de huecos. Por ejemplo, en el planeta tierra, el ADN está formado por ciertas moléculas largas agrupadas de cierta manera. Quizás hubiera podido ser hecho de moléculas diferentes y aún así cumplir las mismas funciones. En otros planetas, con otros ambientes, uno podría esperar que surgiera algún ADN parecido pero hecho de diferentes componentes y quizás cumplir las mismas funciones a través de procesos diferentes. Así, la descripción del ADN no es la descripción de una ley, sino la descripción de un complejo mecanismo contingente. Una de las analogías básicas utilizadas en las ciencias naturales es que las cosas que están siendo estudiadas – el ADN, la célula, el bazo, la comunidad ecológica - son “máquinas”. Las preguntas básicas son: ¿de qué está hecha?¿cómo funciona? Las generalizaciones acerca de cómo funcionan las cosas son a menudo complejas, verdaderas únicamente para un tipo particular de cosas y generalmente son mejor explicadas en un lenguaje natural simplificado. Mientras uno puede hablar de cosas como las “leyes de Mendel” o “la ley de Weber” en las ciencias naturales, se sobreentiende que este tipo de proposiciones cuantitativas realmente son derivadas de otros procesos más básicos, en lugar de ser leyes en sí mismas. Hay quienes piensan que las ciencias naturales fallan como ciencias precisamente por la forma en que difieren de las ciencias físicas. Es decir, se podría afirmar que en la medida en que la generalización en biología, en meteorología y en psicología está limitada sólo a ciertos objetos que existen sólo por cierto período de tiempo y sólo son descriptibles con largas y complejas frases en la lengua natural, en esa misma medida las ciencias naturales son ciencias pobres. Sin embargo, esto confiere a las ciencias físicas una posición excesivamente privilegiada; la mayoría de los científicos está de acuerdo en que la biología moderna “anda bien” a pesar del hecho de que sus generalizaciones no son parecidas a las leyes de la física. ¿Hasta qué punto dejan las ciencias naturales de conformarse al modelo de la ley general? Si cualquier generalización es considerada como una ley general, no hay problema. Pero considerar a la siguiente proposición: “La duplicación de las transcripciones del ARN mamífero dentro del ADN y la subsecuente integración retroactiva del ADN complementario (cADN) en el genoma efectivamente sí puede ocurrir, y puede dar cuenta de alrededor del 20% de algunos genomas

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mamíferos“ como una ley sería un uso raro y anómalo del idioma. Una ley significa algo mucho más específico que una “generalización” – significa una proposición muy general acerca de las relaciones cuantitativas entre un pequeño número de elementos. En este sentido, el modelo de la ley general es inexacto cuando afirma que toda ciencia consiste en una búsqueda de “leyes generales” reales. Se pueden leer artículos enteros en Science sobre los resultados de investigaciones en biología y no encontrar nada que un científico llamaría una ley general. Desde un ángulo similar, Converse ha contrastado la física, la química y la biología: El hecho real es que, aún entre lo que convencionalmente se llaman las “ciencias duras”, existen enormes diferencias entre la textura intelectual de una disciplina y otra… En un intento de hallar una ilustración de las diferencias de textura, consideremos la ecuación matemática… E=mc2. Si damos un solo paso para entrar en la química, la dependencia de este tipo de ecuación elemental de determinación es considerablemente menor… O si damo s otro paso y entramos en la biología , descubrimos que la cumbre de sus logros en la historia reciente es el desciframiento del código genético. ¿Y cuál es la ecuación parecida a E=mc2 que condensa este logro? Pues, no existe ninguna, porque este desubrimiento es de una textura completamente diferente; es crucial, es potente, pero no se presta a esta forma de expresión (1986). La implicación del modelo de la ley general de que la explicación científica exige el descubrimiento de leyes generales se hace aún más inadecuada como descripción de las ciencias semióticas. Este tipo de visión científica del mundo abarca aquellas áreas que estudian el orden “impuesto”, basado en el “significado”, en lugar del orden físico o natural. Los lingüistas, por ejemplo, estudian un tipo complejo de ordenamiento que los humanos imponen sobre el mundo. Este tipo de orden crea el significado y es creado por el intento de compartir significado. Es un orden arbitrario, que puede cambiar rápidamente y variar de un lugar a otro y de un tiempo a otro. La página de un libro, por ejemplo, exhibe un alto grado de orden impuesto, con líneas de texto nítidamente separadas y con caracteres casi idénticos. De algún modo, este orden físico crea el significado. No es sólo el lenguaje, como orden impuesto, el que crea cosas que tienen significado. Las uniformidades normativas del vestido y el comportamiento también son un orden impuesto. La cultura material – mesas y sillas, edificios y ciudades - consiste en la reificación de las ideas humanas en un medio sólido. Una danza o un ritual es otro tipo de reificación, un orden creado en procesos y movimientos. Estos son objetos culturales perceptibles. Igualmente contundentes son los objetos culturales imperceptibles, cosas como las naciones-estados, las jerarquías, leyes y otras nociones compartidas intersubjetivamente (D´Andrade 1984).

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¿Cómo podemos comprender el orden impuesto? Como científicos, ¿qué preguntas tenemos que formularnos acerca de tales cosas, distinto a simplemente hacer una lista de ellas? Lo que las ciencias semióticas pretenden responder son preguntas acerca de cómo es generado el orden, o qué tipo de orden más abstracto hay detrás del orden que vemos. Por ejemplo, cada palabra en un diccionario es una pequeña pieza de orden. En efecto, podríamos decir que para cada palabra en un buen diccionario poseemos una “generalización legaliforme” - siempre que un hablante normal de la lengua emplea la palabra “gato”, por ejemplo, la palabra designará “un carnívoro pequeño (felis catus) criado como mascota por los humanos o para atrapar a diversas plagas, como ratones y ratas” o “una persona que de alguna manera es felina”. Esta es una generalización muy amplia (¿cuántas veces se usa el término “gato” en un año?) y de una exactitud razonable. Sin embargo, la presentación de un diccionario extenso como una demostración de que las ciencias humanas poseen cantidades de leyes parece errónea - pero exactamente, ¿dónde está el error? La tarea para quien estudie el léxico de una lengua es la de tratar de encontrar un nivel superior, un tipo de orden más abstracto en la multiplicidad de órdenes de nivel inferior. El campo de la semántica ha avanzado considerablemente en los últimos veinte años, comenzando con el trabajo inicial en el análisis componencial, pasando por el análisis de la polisemia (multiplicidad de significados) y los contituyentes gramaticales de palabras corrientes, hasta el interés actual en prototipos y el “marco”, o modelo cognitivo idealizado, presupuesto en el significado de un término (ver Lakoff 1982). La investigación de “modelos populares (folclóricos)” está estrechamente relacionada con los trabajos en semántica. Éstos modelos conciernen a las creencias de un grupo social sobre la naturaleza y funcionamiento de objetos culturales como el género, la enfermedad, la moralidad, el matrimonio y la mente. Los modelos populares van desde las relativamente implícitas, construcciones cognitivas tácitas, tales como el modelo de la lengua típica para los actos de habla (Cicourel 1980; Wish, D´Andrade y Goodnow 1980), hasta los modelos relativamente explícitos, tales como el modelo estadounidense de enfermedad (D´Andrade 1976). El trabajo, tanto en semántica como en los modelos populares, intenta mostrar cómo están organizados los significados en sistemas de orden superiores que guían al individuo en la construcción de la experiencia y en la efectuación de inferencias (Quinn 1987). No obstante, no es cierto que todos los científicos sociales están interesados en encontrar un orden significativo dentro de una multiplicidad de significados ordenados. La mayoría de los economistas, y muchos antropólogos y sociólogos están interesados en descubrir la manera en que varias instituciones están relacionadas. Su visión del mundo es esencialmente la de los científicos

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naturales, en la medida en que conciben a la economía, la sociedad o la cultura como una máquina. Por cierto, es una máquina extraña, pues siempre está cambiando su estructura y la manera en que funciona, y en parte está bajo la dirección consciente de agentes humanos. Pero en su funcionamiento más rutinario y cotidiano, puede describirse como una colección de partes interactuantes parecida a una máquina, cuyo sistema global posee un cierto grado de auto-suficiencia. El asunto de cómo la indudable capacidad de los humanos para crear significado y orden se relaciona con el funcionamiento de la maquinaria social, cultural o económica, ha sido objeto de un largo y continuo debate. Max Weber pensó que la maquinaria socioeconómica funcionaba de modo rutinario la mayoría del tiempo. Sin embargo, en ocasiones, la maquinaria podría ser fuertemente afectada por los sistema de significado cultural, como en el caso de la ética protestante en Europa en el siglo XVI. En esas ocasiones, la máquina podría ser reestructurada por sistemas de significado que imponen orden, pero después de un tiempo, el nuevo sistema podría llegar a ser institucionalizado y funcionar otra vez casi como si fuera independiente de cualquier significado que podría tener para sus actores humanos. Talcott Parsons puso hincapié en la manera en que los sistemas de significado cultural trabajan continuamente para “legitimar”, a través del establecimiento de “valores”, el funcionamiento actual de la maquinaria socio-económica y “estructurar” la personalidad de los agentes humanos. Para los marxistas, la significación y reordenamiento entran en el funcionamiento de la maquinaria cuando se alcanza un tipo de consciencia correcta (en lugar de falsa), lo cual trae consigo la revolución u otros tipos de reestructuración del aparato. Lo crucial en esto es que desde la perspectiva que ve el mundo socio-económico como un objeto natural, una cosa con partes interrelacionadas, la capacidad humana de imponer orden y crear significado puede ser tratada como parte de la maquinaria. Pero es una pieza delicada, pues puede alterar radicalmente a la máquina en su totalidad. Desde la perspectiva que ve el mundo socio-económico como un orden impuesto, generado a partir de estructuras simbólicas, la visión naturalista de la sociedad como una máquina resulta muy problemática. La crítica etnometodológica, por ejemplo, señala el hecho de que las partes y el borde externo de la maquinaria no tienen límites claros, sino que siempre están siendo “interpretadas” y “negociadas” por los actores. Para los etnometodólogos, hasta lo que constituye un hecho científico – incluso los hechos científicos de las ciencias duras - es en sí mismo un acuerdo interpretativo, una negociación, no la simple identificación de un “hecho en bruto” (ver Cicourel, 1983; Garfinkel, Lynch y Livingston, 1981; Knorr-Cetina, 1981; Latour y Woolgar, 1979).

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Dentro de la antropología, se ha dado un cambio de orientación, desde la perspectiva de la ciencia natural de la antropología social clásica a la perspectiva semiótica de la antropología simbólica. Tanto Malinowski como Radcliffe-Brown consideraron el mundo sociocultural como un organismo (un aparato auto-reproductor) con estructuras internas funcionalmente relacionadas unas con otras. Al parecer, estos autores discreparon respecto a la gama de funciones que podían estudiarse con provecho, y con respecto a quién debía ser la figura central en la antropología británica, pero esto, después de todo, fue una desavenencia menor. Esta visión ha sido abandonada por la mayoría de los antropólogos culturales modernos. El punto de vista que ha reemplazado a la antropología social clásica, sea de orientación estructuralista o psicológica, pone el énfasis en los aspectos simbólicos de la cultura. Las razones de este viraje son complejas, implican factores como el alejamiento general del conductismo y el acercamiento al estudio de la mente, el impacto de la fenomenología europea, el rechazo del positivismo, y el hecho, no carente de consecuencias, de que muchos clásicos de la antropología social han llegado a ser aburridos y casi triviales, una mera producción de monografías típicas sobre las estructuras sociales de grupos tribales parecidos. La división intelectual entre el enfoque de la ciencia natural y el de la semiótica parece muy profunda (Agar, 1982; Kirk y Miller, 1983). Por un lado, la visión del mundo de la ciencia natural-social considera que un complejo sistema de causas constituye la red de interdependencia y de relaciones funcionales entre las partes estructurales. La función del científico consiste en aislar dichas estructuras y medir las causas. Por el otro, la visión del mundo de la ciencia semiótico-social deja ver una compleja generación de significados y símbolos que sirven para estructurar la acción social. Las causas operan primariamente, no a través de las instituciones, sino dentro de la mente humana. Tanto el enfoque de la ciencia natural-social como el de la ciencia semiótico-social, hace generalizaciones, pero éstas generalizaciones son de naturaleza completamente diferente. Las generalizaciones de la ciencia natural-social a veces suenan como leyes, si no fuera por una larga lista de reservas a menudo no formuladas. Así, aunque una generalización como “a medida que aumenta la densidad de la población, también aumenta el grado de la complejidad social” se presenta de un modo completamente general, no debe tomarse como si tuviera la exactitud de la mecánica newtoniana, y se sobreetiende que depende de una variedad de factores no precisados. Por lo demás, así como con respecto a las leyes de Mendel, tales “leyes” de la ciencia social no pueden considerarse realmente como los fenómenos básicos. En el ejemplo de la generalización respecto a la densidad de la población y la complejidad social se sobreentiende que esta relación probable se da debido a la operación de varios procesos básicos no precisados que implican la forma como un aumento en el tamaño del grupo

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crea oportunidades y problemas, la forma como los humanos se adaptan a las oportunidades y a los problemas, la forma como estas soluciones adaptativas retroalimentan el aumento de recursos que, a su vez, hace posible nuevos aumentos en el tamaño del grupo, y así sucesivamente. En contraste, las generalizaciones de la ciencia semiótico-social típicamente suenan como interpretaciones, totalmente contingentes respecto al tiempo, el lugar y la persona. Así una generalización como “Para los balineses, la corte y la capital eran un centro ejemplar, un microcosmos del orden sobrenatural, y la encarnación material del orden político” es claramente específica respecto al tiempo y el lugar y da una interpretación del tipo de comprensión de parte de los balineses que guiaba sus elecciones y acciones (véase Geertz 1980). A veces se hace la acusación de que las generalizaciones de la ciencia semiótico-social no son realmente científicas porque son locales, subjetivas y difíciles de falsear. Esto ha sido aceptado por muchos antropólogos, por ejemplo, quienes han llegado a considerarse a sí mismos como humanistas en lugar de científicos. Pero también se alega que las generalizaciones de la ciencia natural-social no son realmente científicas debido a que ellas, de nuevo, son específicas a los tiempos, los lugares y las personas, y a menudo su formulación es tan vaga que es casi imposible falsearlas. Sin embargo, a diferencia de los científicos sociales de orientación semiótica, los científicos natural-sociales no han estado inclinados a aceptar el juicio de que ellos no hacen ciencia, a pesar de que sus fracasos en encontrar “leyes generales buenas” los avergüencen. El meollo del asunto es que el modelo de la ley general se ajusta aún menos al enfoque semiótico que al enfoque de la ciencia natural. Desde la perspectiva presentada aquí, el problema fundamental con el modelo de la ley general radica precisamente en el uso del término “ley”. Un modelo más adecuado haría énfasis en que la manera en que las generalizaciones se desarrollan en cualquier dominio debe ser adecuada a los tipos de orden y regularidad encontrados en ese dominio. Puede parecer que el énfasis puesto sobre lo inadecuado del término “leyes generales” sea innecesario, que todos reconocen que los diferentes campos de la ciencia, como quiera que estén distribuidos, tendrán distintos cánones de generalización. No obstante, es dudoso que tal reconocimiento sea común. Lo que parece haber sucedido es que Hempel y otros tomaron una forma ideal, la ley general, como el prototipo de una “generalización”. Las ciencias sociales y la psicología se midieron, y fueron medidas por otros, de acuerdo con su conformidad a este ideal. Una vez establecido este ideal, las generalizaciones útiles y paulatinamente mejoradas de la psicología y de las ciencias sociales parecían tan lejanas de él como para poner en duda que fueran científicas de verdad. Por ejemplo, Gergen afirma:

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Existe una diferencia fundamental entre la mayor parte de los fenómenos que interesan al científico natural y los que interesan al científico sociocomportamental. Hay buenas razones para creer que los fenómenos del interés central del segundo son mucho menos estables (duraderos, confiables o replicables) que los que interesan al primero… Para decirlo sin ambages, me atrevo a afirmar que, a pesar de todos sus esfuerzos por emular a la investigación de la ciencia natural, el último siglo de investigación y teoría sociocomportamentales no ha logrado dar con un principio tan confiable como el principio de la hidrostática de Arquímedes o como la ley de Galileo del movimiento uniformemente acelarado (1982, 12). Parece haber poca justificación para el inmenso esfuerzo consagrado a la verificación empírica de leyes fundamentales de la conducta humana. Parece haber pocos patrones en la conducta humana… que no estén sujetos a alteraciones significativas (ibid., 34). Habiendo, de este modo, impugnado la existencia de leyes fundamentales, también se exponen a peligro los proyectos de investigación tradicionales. ¿Qué función puede atribuirse al intento de verificar o desacreditar las teorías básicas de la conducta humana?… Sin respuestas a estas preguntas, nos enfrentamos al desplome de la idea común de que la investigación continua sobre un problema dado permitirá, a la larga, una acumulación del conocimiento científico (ibid., 35). El supuesto básico aquí parece ser que las generalizaciones limitadas no son ciencia, puesto que la ciencia consiste en el hallazgo de leyes fundamentales, no en generalizaciones limitadas. Pero, ¿por qué estas generalizaciones limitadas no son ciencia? ¿No es buena ciencia aquella en la que el alcance de las generalizaciones se ajusta al grado de regularidad encontrada en los fenómenos? Un pequeño pero creciente número de psicólogos y científicos sociales ha observado la brecha entre los logros reales y el ideal de las ciencias físicas de leyes generales sin concluir que toda la empresa es un fracaso. Cronbach, por ejemplo, dice: Todo comienza a indicar que “leyes” generales, duraderas, definidas están más allá del alcance de la ciencia social, que la mera generalización empírica está destinada al fracaso como estrategia investigativa. La extrapolación a nuevas circunstancias aparentemente tiene que descansar sobre un argumento retórico, uno que depende de creencias cualitativas respecto a los procesos en obra en la situación vieja y en la nueva… El escepticismo respecto a las generalizaciones que van más allá del tiempo, del lugar y de la población es la manifestación de una actitud constructiva y no es nihilismo. Cuando los científicos sociales se den cuenta de que los datos no hablan por sí mismos, de que sin una propuesta cuidadosamente formulada de las condiciones de frontera las generalizaciones son engañosas o trivialmente vagas, y de que las predicciones dependen de conjeturas sustantivas, en ese momento la ciencia social se convertirá en una fuente de iluminación (1982, 70-71).

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Otra dificultad con el modelo de la ley general concierne a qué exactamente explica la ciencia. Según Hempel (1965), la ciencia explica “acontecimientos”. Los ejemplos que da Hempel son sucesos como la ruptura del radiador de un carro en una noche fría y la dilatación de una burbuja de jabón sobre un vidrio caliente. Aunque es cierto que la ciencia puede explicar tales fenómenos, generalmente en lo que los científicos invierten esfuerzos en busca de comprensión no son sucesos aislados sino ciertos fenómenos regulares. La descripción de cualquier fenómeno regular es en sí una generalización. Por ejemplo, si se frota una vara de vidrio con un paño de seda, la vara atraerá trocitos de latón. Esta es una buena y sólida generalización. Lo que los científicos generalmente hacen es tratar de explicar generalizaciones por medio de otras generalizaciones y desarrollar sistemas de generalizaciones interrelacionadas. Así, sistemas enteros de generalizaciones se requieren para explicaciones y predicciones – lo que Cronbach y Meehl (1955) y otros han denominado la “red nomológica”. Todos los científicos trabajan en la construcción de dichos sistemas, y no para tratar de explicar eventos particulares. Sólo si se conocen sus condiciones de frontera, poseen tales sistemas de generalizaciones poder predictivo respecto a ciertos eventos. La importancia de la restricción radica en que muchos psicólogos y científicos sociales creen que deben ser capaces de predecir la conducta, lo cual significa para ellos que deben ser capaces de predecir una acción particular de una persona particular. Muchos psicólogos y científicos sociales además consideran que en la medida en que no pueden hacer esto, no están haciendo ciencia. Pero ser capaces de predecir y explicar eventos particulares no es una buena prueba de que una ciencia ha hecho descubrimientos, ya que los eventos particulares tienen condiciones de frontera idiosincrásicas, lo cual hace muy difícil la predicción y la explicación (Meehl, 1978). Por ejemplo, sería tonto decir que las ciencias físicas son un fracaso porque no pueden predecir cuando algún puente caerá o porque no pueden explicar por qué la tierra tiene una sola luna. Lo que una ciencia generalmente explica es un fenómeno regular de algún tipo - como la aceleración de los cuerpos que caen o las órbitas elípticas de la luna y los planetas - en el que las condiciones de frontera tienden a ser muy pocas y mucho más determinables que en el caso de eventos particulares. Es más fácil desarrollar y aplicar una descripción explicativa cuando uno sabe qué es lo que está explicando. Así, una tarea más apropiada para los psicólogos y los científicos sociales sería explicar los tipos de fenómenos regulares que podemos observar naturalmente o producir en el laboratorio. Una mejor prueba del progreso sería si los psicólogos y científicos sociales asumieran la responsabilidad de explicar o predecir fenómenos como la relación entre el número de elementos presentados a los sujetos y su capacidad de recordarlos o la relación entre el prestigio y la riqueza,

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y no eventos idiosincrásicos como si la Sra. Ahumada dejará de fumar, o si el Sr. Chalado tendrá una crisis psicótica o si el país x declarará la guerra al país y. La importancia adjudicada al desarrollo de sistemas de generalizaciones y la relativa poca importancia de las explicaciones particulares en la ciencia es ilustrada nítidamente por la historia del estudio de la electricidad. En el siglo XVIII, la electrificación del vidrio mediante el uso de paños de seda y otros tipos de electricidad por fricción se convirtió en un fenómeno interesante. Los científicos comenzaron a desarrollar una serie de ideas para dar cuenta de estos fenómenos. Hubo controversia respecto a si la electricidad era un fluido, y si lo era, si había un solo tipo de fluido o dos. Finalmente, mediante un sistema entero de generalizaciones, el fenómeno de la vara de vidrio fue relacionado con una gama amplia de otros fenómenos, como los relámpagos, rayos catódicos, eventualmente el magnetismo y la estructura del átomo. Lo que es especialmente interesante es que la explicación de por qué los electrones pasan de una superficie a otra todavía no se ha encontrado para objetos como el vidrio y la seda; estos fenómenos resultan implicar la física de los sólidos complejos que no está bien desarrollada (Weinbergo 1983, 19). Una vez comenzada el desarrollo del sistema de generalizaciones, lo que se vuelve de interés es el sistema mismo, y no la “explicación” de la electrificación de varas de vidrio. PSICOLOGÍA, CIENCIA Y SIGNIFICADO Hasta aquí, la discusión se ha enfocado en las ciencias sociales y las insuficiencias del modelo de la ley general. Un buen número de argumentos se han presentado: primero, que las ciencias contienen al menos tres visiones del mundo muy diferentes, la de las ciencias físicas, la de las ciencias naturales y la de las ciencias semióticas; segundo, que la búsqueda de “leyes generales” es una característica primariamente de las ciencias físicas; tercero, que algunas de las ciencias naturales, como la biología, han prosperado a pesar de que no han encontrado leyes generales; cuarto, que en las ciencias sociales existe una división considerable entre los enfoques de la ciencia natural y la semiótica sin una síntesis razonable en perspectiva; y quinto, que el énfasis en la explicación o predicción de eventos individuales como una actividad científica está mal concebido debido a las dificultades para establecer las condiciones de frontera apropiadas. Muchos de estos asuntos son válidos en el campo de la psicología. En general, la psicología trabaja con un enfoque de ciencia natural, en la medida en que se piensa la mente, el cerebro, la psique o la personalidad como aparatos con partes estructurales que tienen relaciones funcionales complejas. Aunque la analogía con el computador es reciente, los teóricos de antaño tomaron sus metáforas de la

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tecnología de la época. John Marshall (1977) ha señalado que metáforas como la del modelo hidraúlico del movimiento y la motivación, el modelo de la memoria como depósito/biblioteca, el modelo del pensamiento como una calculadora, el modelo de la fotocopia múltiple de la memoria y el modelo del gobernador mecánico de la capacidad ejecutiva humana vienen de mucho tiempo atrás, en algunos casos desde la antigua civilización griega. Sin embargo, hay un problema con abordar el estudio de la psique a partir del modelo de una simple máquina, pues es un hecho que la mente aprende cosas e incorpora dentro de sí información que proviene del mundo exterior. El aprendizaje por sí solo no constituiría un problema si siempre se pudiera trazar una línea entre la maquinaria y lo que ha sido aprendido, de la misma manera como distinguimos entre la “arquitectura” de un computador y sus “programas. Pero a menudo es difícil distinguir entre “hardware” y “software”. En la medida en que lo que es aprendido llega a ser en sí misma parte de la maquinaria, la distinción entre el contenido aprendido y el procesador interno se disuelve. Por el momento, este problema no tiene mayor importancia en el estudio de la percepción o el aprendizaje animal, y sólo se entromete a ratos en áreas como la memoria (ver Cole et al., 1971). Sin embargo, es muy prominente allí donde se necesita mucho aprendizaje antes de poder observar siquiera los efectos de la maquinaria motivacional, como en el campo de la psicología social y la personalidad. Gergen y otros han argumentado con vigor que muchos de los hallazgos en esos campos son, al menos en parte, el resultado de uniformidades culturales y no el funcionamiento de “leyes” puramente psicológicas (Gergen, 1982). El psicólogo Thomas Laundauer alguna vez describió a la psicología social como una “forma sutil de hacer etnografía”. Quizás ha debido incluir un buen número de otros campos de la psicología también. No obstante, a pesar de que mucho del comportamiento humano es una mezcla de mecanismos psicológicos innnatos, aprendizajes culturales y significados idiosincrásicos, no se hace imposible estudiarlo “científicamente”. Puesto que gran parte del aprendizaje humano es aprendizaje verbal, las mismas disputas semióticas acerca del significado que dividen las ciencias sociales también dividen varios campos de la psicología. Skinner y otros han señalado que una gran parte del vocabulario que normalmente usamos para describir las acciones de una persona depende de la identificación de varios estados internos como “intenciones” y “motivos”. Los estados internos típicamente implican significados, es decir, construcciones simbólicas acerca del mundo (Schneider, 1976). Las intenciones humanas a menudo conllevan actitudes altamente proposicionales, como hacer lo que es correcto, ser verídico, reducir costos, etc. Estos estados proposicionales o intencionales son construcciones aprendidas que dependen del lenguaje para su comprensión y transmisión a otras personas. Se puede tratar de purificar el lenguaje descriptivo utilizado en psicología, como

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Skinnner lo hizo, al costo de despojar al lenguaje - y por lo tanto negar su aplicación a las personas - de toda clase de sistema cibernético interno. Para la mayoría de los psicólogos este es un costo que no se puede pagar. Sin embargo, mientras dejar el significado fuera del vocabulario de la acción humana tiene un alto costo, mantenerlo dentro también tiene su precio. Uno de los problemas con el significado es que al ser algo impuesto sobre el mundo - secuencias fónicas para hacer palabras, formas para hacer letras, movimientos para hacer gestos - es arbitrario, no natural. Los significados son construidos, no dados, a partir de signos arbitrarios. Pero, ¿cómo puede uno saber cómo otro cualquiera realmente interpreta las cosas? Eso no es inmediatamente evidente. Esto puede llevar a una especie de desespero respecto a de la posibilidad de hacer ciencia con materiales semióticos (Gergen, 1982; Fiske, 1979; Rosenberg, 1983a). El problema aquí es que en la medida en que el mismo evento físico puede tener distintos significados, el establecimiento de una ciencia empírica basada sólo en la observación de la acción humana se vuelve problemático. A veces esto se ha llamado el problema de la intersubjetividad, en el cual el término “intersubjetividad” designa una situación en la que dos o más personas comprenden que están experimentando lo mismo. Una manera sencilla de abordar el asunto de la intersubjetividad es suponer que las cosas poseen su significado convencional. Por ejemplo, el diseño de un cuestionario supone que los que responden interpretarán las preguntas de acuerdo con las convenciones lingüísticas y sociales usuales y que contestarán siguiendo las mismas convenciones. Aunque se admite que algunos harán interpretaciones idiosincrásicas, este tipo de “error” será por azar y por tanto se estima que no afectará las medidas de la tendencia central. Sin embargo, no deja de ser problemática la dependencia de una convención para determinar significados, aún en el caso de cuestionarios (Cicourel, 1982). En muchas de las interacciones humanas, el sentido de lo que es dicho está subdeterminado, no completamente fijado, de manera que múltiples interpretaciones son frecuentes. Es pertinente aquí la anotación etnometodológica de que cualquier consenso intersubjetivo que se alcance, es logrado - en la mayoría de los casos - sólo después de alguna negociación entre los participantes. Además, en muchos casos, la interpretación de los significados a partir de convenciones no puede ser aplicada porque el evento a comprender no tiene una interpretación convencional. Por ejemplo, no se pueden comprender los sueños de la misma manera en que se entienden las preguntas de un cuestionario. En la medida en que la persona no está consciente de cómo está interpretando los acontecimientos, no se le puede interrogar directamente. No parece posible alcanzar el significado de los síntomas neuróticos o de diversos ritos culturales y rituales simplmente preguntando.

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La misma dificultad que aparece al tratar de comprender los significados de un sueño o de un ritual reaparece al tratar de comprender las acciones cotidianas. Por ejemplo, al criticar la presuposición de que los patrones comportamentales se mantienen estables a lo largo del ciclo vital, Gergen describe el caso de Charles Wilson. Wilson era un muchacho fornido y bien parecido que se crió en un pueblito de Texas. Era un astro en el fútbol, basquetbol, y atletismo, y, al mismo tiempo, logró mantener altas calificaciones académicas. Asistía a la iglesia metodista cerca de la tienda de abarrotes y bomba de gasolina de su padre. En el primer año de bachillerato fue elegido como el miembro más destacado de su clase. ¿Cómo se desarrollaría Wilson durante sus años de universidad? A los dos años de haber dejado su pueblo natal, Wilson se convirtió en activo participante en la notoria pandilla de Manson. Entre todos, la pandilla masacró casi una docena de personas sin ningún motivo significativo; la especialidad de Wilson era la de tallar iniciales en los cadáveres (1982, 150). A partir de esta descripción, suena como si Wilson hubiera cambiado drásticamente. Pero no sabemos nada de lo que esto haya significado a Wilson. Puede que siempre haya actuado para lograr ciertos tipos de reacciones grupales, y que lo que cambió no fue su manera de ver el mundo y lo que él pretendía lograr, sino el tipo de acciones que le permitía lograr lo que deseaba. O puede que haya conformado externamente cuando estaba en su pueblo pero que por dentro estaba lleno de fantasías que finalmente pudo realizar con la pandilla de Manson. O puede que haya de verdad cambiado drásticamente - debido a las drogas, a un cambio de identidad, o lo que sea. Lo crucial es que una vez adoptado el punto de vista interno respecto a la acción, ya no se puede decir que alguien ha cambiado, o no ha cambiado, con base en la descripción externa del comportamiento como en el ejemplo dado. Esto plantea de nuevo nuestra pregunta original: ¿cómo podemos determinar los significados? Si la asignación convencional de significado se limita a una clase restringida de eventos (eventos que típicamente se asemejan a la conversación cotidiana), ¿cómo pueden ser comprendidos los eventos para los cuales la asignación de significados convencionales no aplica? Si no podemos determinar los significados no convencionales con algún grado de confiabilidad y validez, entonces será imposible desarrollar ninguna comprensión científica de la acción humana guiada por significados no convencionales. Esta es una área de considerable controversia. El problema no es que carezcamos de la habilidad para interpretar las acciones humanas. Los extensos trabajos de freudianos clásicos, kohutianos, marxistas, estructuralistas lévi-straussianos, entre otras variedades de intérpretes de la escena humana, señalan que el problema no es una carencia de hipótesis acerca del significado de las acciones. El problema consiste en determinar cuáles de las hipótesis son válidas.

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Un método para limitar la gama de las posibles interpretaciones consiste en recolectar más datos. Así, dado un solo sueño, muchas interpretaciones son posibles. Pero, dado el sueño más una serie de asocicaciones libres con el sueño, se agregan restricciones, en la medida en que la interpretación debe cuadrar con más datos. El uso de un corpus entero de mitos, en lugar de un solo mito, ejemplificado en la obra de Lévi-Strauss, es otro modo de aportar restricciones. El uso que hace Victor Turner de la exégesis indígena (explicación de informantes locales), más diversos factores contextuales y de ejecución al interpretar sistemas simbólicos, es otro modo de limitar hipótesis posibles aumentando el cuerpo de datos que debe explicarse. El desarrollo de estas tradiciones hermenéuticas en las ciencias sociales y la psicología se ha realizado a lo largo de de una serie de invenciones y reinvenciones parcialmente independientes. Aunque estos métodos son criticados porque diferentes intérpretes con diversas formaciones teóricas todavía no llegan a la misma conclusión, se debe hacer hincapié en que existe el potencial para un enorme incremento en la fidelidad de la interpretación si se toman en cuenta gamas más amplias y menos limitadas de material pertinente. Además, el hecho de que diferentes interpretaciones del mismo material sean plausibles, aún cuando los materiales textuales considerados se amplien, es indicio de que bien podría ser el caso de que existe más de un significado para los sistemas simbólicos más importantes. No es imposible hacer ciencia si los símbolos tienen más de un significado, pero sí sería imposible hacer ciencia, o cualquier comentario sensato, si cada símbolo significara todo. Mientras el desarrollo de métodos hermenéuticos o interpretativos en la psicología y las ciencias sociales ha sido muy comentado, otro método de estudio de los sistemas de significado se ha desarrollado casi de manera desapercibida. Este es el método experimental, y ha recibido menos atención porque no empleó la parafernalia habitual del laboratorio y también porque sus practicantes estuvieron interesados en asuntos de control muy diferentes a lo acostumbrado en la experimentación de laboratorio (D’Andrade, 1984). Es decir, la experimentación de laboratorio típica en psicología se ha ocupado de la nivelación de estímulos materiales uniformes en todos los sujetos, controlando tantas condiciones como posible y asegurando que las respuestas estén restringidas a clases cuantificables equivalentes. Esto ha hecho posible realizar el mismo experimento en un número relativamente amplio de sujetos y aislar las condiciones de los estímulos efectivos que producen los resultados de interés. Sin embargo, el problema que enfrenta quien esté intentando estudiar los sistemas de significados culturales o individuales no es la determinación de las

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condiciones externas que producen algún efecto, sino más bien la determinación de ciertas condiciones internas que se supone guían las acciones de los sujetos. Al intentar descubrir lo que significa un conjunto de entidades para alguién - si se quiere saber qué categorías de plantas existen en una lengua, qué proposiciones sostiene algún grupo de personas para diagnosticar, tratar, y comprender el curso de las enfermedades, o las proposiciones que la gente sostiene respecto a sus matrimonios - se necesita lograr que los sujetos comuniquen. La comuicación entre el investigador y el sujeto, informante o cliente, llega a ser el principal foco de atención en la situación experimental, de la misma forma en que el control sobre las condiciones de los estímulos efectivos llega a ser el principal foco de atención del experimento de laboratorio. Si los sujetos no comunican plena y verídicamente, debido a la desconfianza, antipatía o alguna otra reacción hacia el investigador, la información obtenida a partir de la prueba o intervención podría estar distorsionada. Así, en el estudio de los sistemas de significado, se ha hecho un gran énfasis en los métodos para mantener la empatía y las diferentes formas de establecemiento y monitoreo de la transferencia. Se podría objetar que este denominado método no experimental no es más que una simple entrevista. Debe quedar en claro que no toda entrevista implica hacer un experimento. Si un investigador pregunta a un informante cuántas personas en la aldea son propieatarias de la tierra que cultivan sólo para hacerse a una idea de cuántas personas son propietarias de las tierras que cultivan, no se ha hecho un experimento. Un experimento requiere de tres cosas: primero, que el investigador tenga una idea acerca de cómo podrían ser las cosas; segundo, que él tenga modo de relacionar esta idea acerca de cómo podrían ser las cosas con observaciones que podrían hacerse de algo; y tercero, que el investigador tenga la habilidad o el poder para producir los fenómenos que desea observar. Por ejemplo, considérese la situación de un investigador que tiene razones para creer que un grupo de personas atribuye la mayoría de las muertes a la brujería. El modo de proceder del investigador podría ser completamente observacional y naturalista, y podría quedar esperando, observando y escuchando acontecimientos para confirmar o refutar su idea. Pero los acontecimientos adecuados no suceden con frecuencia, y a menudo las personas no hablan de lo que les parece obvio ni hablan de cosas que se consideran innombrables. En esta situación, la mayoría de los etnógrafos haría preguntas, tanteos, discutiría con los informantes, y emplearía una variedad de técnicas de entrevista para decubrir lo que los nativos creen. Haciendo esto, el investigador construye progresivamente un modelo de lo que los informantes creen y continuamente prueba este modelo a través de preguntas directas e indirectas.

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Existen otras maneras en las que los experimentos antropológicos para acercarse al estudio del significado difieren de los típicos procedimientos de laboratorio. Puesto que la comunicación siempre es riesgosa y la comprensión por parte del informante o del investigador de lo que está siendo dicho generalmente es incompleta, el estudio del significado usualmente exige una larga serie de preguntas y respuestas sobre el mismo tópico, y las preguntas serán planteadas en diferentes formas y en distintos momentos. Raras veces tienen el carácter de un experimento crucial. En cambio, la comprensión del investigador aumenta con la repetición de las preguntas, tanteos, intervenciones, junto con la observación naturalista posible. Las grandes ventajas del método experimental radican en que se pueden producir los fenómenos a voluntad, en lugar de tener que esperar hasta que el tipo de eventos buscado ocurra naturalmente, y también se pueden desconectar las condiciones que de otro modo estarían correlacionadas. Como Campbell lo sostuvo, muchos tipos de intervenciones experimentales pueden ser empleadas en las ciencias sociales que tienen el potencial de reducir enormemente la equivocidad causal que surge en la observación naturalista (Campbell, 1982; Campbell y Stanley, 1966; Cook yCampbell, 1979). Si las personas que se estudian fingen no saber nada acerca de la brujería porque temen que se sospechará que ellas mismas son brujas si revelan demasiado conocimiento, la tarea consiste en desligar sus temores de ser acusados de brujería de la presentación de información acerca de la brujería. Sin la información correcta acerca de la brujería, muchas de las cosas que suceden en la vida diaria – patrones de evitación interpersonal, reacciones de temor ante ciertos eventos, incluso antagonismos entre grupos - permanecen ambiguas. Tal o cual reaccion quizá obedezca al miedo a la brujería, quizá no. Obtener la información necesaria en esta clase de situaciones no es una tarea sencilla, pero una combinación de interés, aceptación y cuidado generalmente puede construir el tipo de confianza requerida. El hecho de que se tenga que operar con significados para realizar experimentos que permitan descubrir significados conduce a algunos autores a conclusiones negativas. Por ejemplo, Rosenberg afirma: Si la identidad de un estado intencional está determinada por la proposición que contiene y si las creencias pueden ser falsas y los deseos inalcanzados, entonces no podemos decidir qué deseos o creencias posee un agente al desubrir si alguna proposición acerca del mundo, independientemente de sus intenciones, es verdadera o falsa. Por supuesto, podemos y solemos descubrir los estados intencionales de las personas formulándoles preguntas; pero este método mismo es intencional; sus respuestas a nuestras preguntas sólo contarán como respuestas, como la enunciación de habla significativa, como acciones, si suponemos que son sinceras y comprenden el significado de la lengua en que formulamos nuestras preguntas; es decir, si suponemos que desean responder verídicamente, y creen que los enunciados que emiten alcanzarán este deseo.... Ahora

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bien, no hay nada inapropiado en este círculo intencional en lo que concierne a nuestros propósitos cotidianos no científicos. Pero la ciencia social pretende afinar sus explicaciones y predicciones de la conducta humana más allá del nivel de sentido común. Por consiguiente, debe romper este círculo intencional: tenemos que encontrar la manera de identificar los movimientos que son acciones sin suponer que los movimientos son causados por estados intencionales (1983, 70-71). Lo que no está claro para mí es por qué es necesario romper este círculo intencional a fin de afinar las explicaciones y predicciones. No existe nigún principio que diga que no se puede usar el significado para estudiar el significado, y Rosenberg está de acuerdo en que las personas comunes y corrientes lo hacen con algún grado de éxito. ¿Por qué no pueden los científicos sociales hacerlo mejor, refinando los métodos de interacción común? Rosenberg concluye que incluso el conductismo no logra por completo romper el “círculo intencional” y que por esta razón, entre otras, las ciencias sociales deben ser reemplazadas por procedimentos de la ciencia natural, como la sociobiología. Es decir, él simplemente rechaza la posibilidad de cualquier clase de ciencia que se ocupa del significado, y elige a la ciencia natural pura como la única ruta hacia leyes generales que podrían aplicarse a las personas. Este tipo de solución draconiana simplemente dejaría la mayoría de los fenómenos humanos sin estudiarse. Entonces, ¿qué sucede con la psicología social y el estudio de la personalidad? Parece haber consenso con respecto a que estas dos áreas tienen problemas reales, y que ambos campos son aquellos donde con mayor grado están presentes los significados, los estados intencionales y el material simbólico aprendido. ¿No demuestra esto que los significados son difíciles de incluir en la ciencia? Mi respuesta es que, en efecto, los significados son difíciles de incluir en la ciencia, pero esto no implica que deban mantenerse fuera. De hecho, los problemas de la psicología social y el estudio de la personalidad parecen diferir en cuanto a su naturaleza. Visto por un observador externo, el problema de la psicología social no es que no se esté descubriendo nada – existe mucha actividad nueva cada año, hallazgos novedosos y nuevas formulaciones teóricas. Los principales problemas que parecen atormentar a este campo conciernen al grado al cual los hallazgos de laboratorio guardan relación con las cosas que las personas hacen en la vida cotidiana, al grado al cual los hallazgos representan actitudes culturales históricamente condicionadas y no procesos psicológicos profundos, y a la manera en que la exploración de un fenómeno particular parece conducir a un callejón sin salida, con hallazgos que no van más allá de la comprensión de cómo se produce un cierto tipo limitado de efectos.

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Todos ellos me parecen problemas reales. En efecto, puede ser muy difícil poner los hallazgos de laboratorio en relación con sucesos de la vida cotidiana, debido a la forma compleja en que múltiples sistemas influyen sobre las acciones corrientes; lo cual no indica que los hallazgos de laboratorio no sean importantes, o incluso triviales. Esto quiere decir que la comprensión de la red de organización compleja en la que las acciones de la vida cotidiana están insertas será una empresa endemoniadamente difícil, una especie de monte Everest para los que quieran aceptar el reto. El asunto estriba precisamente en que los comportamientos específicos - como la mayor parte de los acontecimientos en el mundo - no pueden ser explicados como simples manifestaciones de una ley o principio único. Lo que tenemos son niveles de estratificación en interacción. En efecto, los actos de las personas son eventos sistémicos abiertos en los que una amplia variedad de sistemas y estructuras están implicados, sistemas que son físicos, biológicos, psicológicos y… sociológicos también. Esta posición lleva a la conclusión de que la psicología de laboratorio no debe apuntar a la explicación de la conducta - acción en el mundo; su meta está mucho más circunscrito. La explicación del comportamiento, como lo veremos, es propiamente un esfuerzo multidisciplinario y, aunque basada en las ciencias del comportamiento, necesariamente las trasciende para incorporar tanto la biología como las ciencias sociales (Manicas y Secord, 1983, 405). Otra supuesta deficiencia, el hecho de que algunos o incluso muchos de los hallazgos de la psicología social reflejen, al menos en parte, actitudes e ideas culturales, terminará siendo, creo yo, una fortaleza en este campo; pues un aspecto importante y distintivo acerca de los humanos es que los procesos psicológicos, en efecto, interactúan con el aprendizaje cultural e idiosincrásico. Los psicólogos sociales están tan bien, o mejor, preparados para estudiar este tipo de problema interdisciplinario como cualquier otro. Finalmente, la idea de que los psicólogos sociales constantemente encuentran fenómenos interesantes que no conducen a ninguna fuerte o profunda regularidad psicológica subyacente, me parece una decepción basada en una estimación muy inadecuada de la complejidad del aparato psíquico humano. Aún vistos como máquinas, los humanos no son sencillos, y probablemente sólo se encontrarán regularidades profundas y sencillas a un nivel relativamente alto de abstracción, que ponga en relación a varios tipos de fenómenos que a primera vista parezcan disímiles. Los problemas en el campo de la personalidad parecen mucho más difíciles que los problemas de la psicología social. El debate actual acerca de la consistencia de la personalidad en oposición a la variación situacional de la conducta, me parece indicar la necesidad de reconceptualizar el campo (Fiske, 1979). Se hizo una gran inversión en la búsqueda de diferentes tipos de personalidad, lo cual condujo a un énfasis en tipologías de rasgos y la evalución del carácter. Muchos de los primeros hallazgos a partir de factores analíticos en las escalas y cuestionarios

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respecto a los tipos de carácter se basaron, creo yo, en los artificios que aparecen cuando se pide a las personas hacer una descripción de ellas mismas u otras con base en la información almacenada en la memoria a largo plazo – una distorsión sistemática produjo los efectos de similitud semántica en los juicios basados en la memoria (D’Andrade, 1974; Shweder, 1977; Shweder y D’Andrade, 1980). Trabajos recientes no han encontrado pruebas de una consistencia trans-situacional en la conducta, aunque el asunto sigue siendo controversial (Mischel y Peake, 1982). Parecería que la búsqueda de diferentes tipos de personalidad no ha sido fructífera, y la búsqueda de otra cosa está en el orden del día. Si la personalidad fuera concebida como la operación de ciertos procesos – afectivos, conceptuales, valorativos, intencionales, o lo que sea - entonces la tarea para el investigador sería la de determinar qué son esos procesos, cómo interactúan, qué los crea y los desencadena. Pero para estudiar procesos se deben observar los procesos (o los efectos de dichos procesos). Esto es difícil de hacer en un escenario natural y no se hace eficazmente mediante las técnicas psicométricas típicas. Donde estos procesos son más directamente observables es en la psicoterapia. Como lo sugerí antes, el estudio del significado puede hacerse mucho más efectivo cuando se puede emplear la intervención experimental. El terapéuta es una especie de experimentador que ensaya diversas intervenciones y observa los resultados. La alianza natural entre clínicos y académicos interesados en la personalidad fue rota en los años 60 cuando se impusieron nuevos procedimientos en la formación clínica y muchos departamentos de psicología abandonaron sus programas clínicos. El surgimiento de la psicoterapia como profesión, y los efectos concomitantes de esta profesionalización, han obrado en contra del uso de la psicoterapia como laboratorio académico para el estudio de la personallidad. Mi punto de vista es que, hasta que la psicología académica no desarrolle alguna manera de observar los procesos que interesan al estudio de la personalidad, este campo no logrará hacer ningún progreso importante. No podemos esperar superar a Freud realizando menos observaciones de las que él hizo. CONCLUSIÓN Este artículo ha presentado dos argumentos generales. Primero, el énfasis en las leyes generales, ejemplificado en el modelo de la ley general de Hempel, ha erigido un ideal frente al cual ninguna ciencia, salvo la física, puede salir airosa. Esto ha llevado a una crítica desenfocada, ya que los problemas de la psicología, o la sociología o la antropología, no consisten en que haya fracasado en la búsqueda de leyes generales, pues es poco probable que el tipo de fenómenos que estudia – sistemas de complejidad organizada - exhiban amplias regularidades no interactivas. Lo que parece posible, y lo que se ha logrado hasta

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el presente, es el desarrollo de una intelección respecto a la manera en que algunos de estos sistemas de organización compleja trabajan. Segundo, el estudio de los significados es parte tanto de las ciencias sociales como de la psicología. El estudio de los sistemas de significado conlleva una visión del mundo algo diferente de aquella de las ciencias naturales y, por diversas razones, el estudio de los significados ha sido controversial tanto en las ciencias sociales como en la psicología. Más de medio siglo después de Max Weber y Sigmund Freud, es tiempo de volverse conscientes de la necesidad de incorporar el estudio del significado en las ciencias sociales y la psicología. Traducción: Wisely López García y Anthony Sampson. Tomado de: Metatheory in Social Science, Pluralisms and Subjectivities, Donald W. Fiske y Richard A. Shweder, eds., Chicago, University of Chicago Press, 1986, p.19-41.