Un obispo contra todas las cercas

Vida y causas de Pedro Casaldáliga

Ana Helena Tavares

Traducción:

Mercedes Vaquero Granados

Editorial Verbo DivinoAvenida de Pamplona, 4131200 Estella (Navarra), EspañaTeléfono: 948 55 65 11Fax: 948 55 45 06www.verbodivino.esevd@verbodivino.es

Imagen de cubierta: Archivo de la prelatura de São Félix do Araguaia

Título original: Um bispo contra todas as cercas. A vida e as causas de Pedro Casaldáliga

© Ana Helena Tavares, 2020© Editorial Verbo Divino, 2020

Traducción: Mercedes Vaquero Granados

Diseño de cubierta: Francesc Sala

Impresión: GraphyCems, Villatuerta (Navarra)Impreso en España – Printed in Spain

Depósito legal: NA 63-2020ISBN: 978-84-9073-571-8

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447).

A mi madre, Maria do Céu Ribeiro, mi oasis en medio del caos.

A mi padre, Manuel Tavares, mi compañero de viaje.

A mi hermano Daniel, in memoriam, mi eterno protector.

A mi amigo Apollo Nátali, in memoriam, por no dejar que me rindiera.

Índice

A quienes me ayudaron a organizar la esperanza (gracias) .......................................................... 11

Prólogo ............................................................................... 21

Introducción ..................................................................... 31

Parte I. De Pere a Pedro .................................................. 37

Capítulo 1: De la guerra a Euforia! ...................................... 39

Capítulo 2: Muerte y vida africana ..................................... 47

Capítulo 3: Los vientos del Vaticano II............................... 53

Capítulo 4: Madrid .............................................................. 59

Capítulo 5: Celda Maestra ................................................... 61

Capítulo 6: Monseñor chanclas y hoz ................................ 65

Parte II. Causadáliga ....................................................... 81

Capítulo 1: Las cercas a sí mismo. Un hombre llamado afecto ................................................. 91

Capítulo 2: Las cercas de la ignorancia. Para que el oprimido se convierta en profesor .................. 105

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Capítulo 3: Las cercas de la represión. Una aventura llamada Araguaia ......................................... 117

Capítulo 4: Las cercas del olvido. Un salmista moderno ... 143

Capítulo 5: Las cercas propiamente dichas. ¿Quién creó el Valle de los Olvidados? ............................... 151

Capítulo 6: Las cercas originarias. De de las Casas a Casaldáliga .............................................. 173

Capítulo 7: Las cercas de la senzala. Pedro Libertad .......... 187

Capítulo 8: Cercas: palabra femenina. Comadres militantes ........................................................... 199

Capítulo 9: Las cercas de la Iglesia. Padre de romería ....... 207

Capítulo 10: Las cercas de las fronteras. En el corazón, el mapa del mundo ...................................... 227

Capítulo 11: Las cercas del tiempo. Entre un peón y una prostituta .......................................... 239

Referencias bibliográficas .............................................. 257

Anexo. Don Tomás Balduíno: un capítulo aparte ............. 263

Fotografías ........................................................................ 265

A quienes me ayudaron a organizar la esperanza (gracias)Si he podido ver más allá es 

porque me encaramé a hombros de gigantes.

Isaac Newton

Advertida por el padre Antônio Canuto, que vivió más de dos décadas en la región de la prelatura de São Félix do Araguaia, ya sabía que sería imposible entrevistar a todos aquellos que pudie-ran responder con propiedad a la siguiente pregunta: cuando al-guien habla de Pedro Casaldáliga, ¿qué recuerdos te vienen a la cabeza?

«Si vas a entrevistar a todos los que conocieron a Pedro, tu libro será más grande que la Biblia, y no lo leerá nadie», obser-vó Canuto la primera vez que contacté con él.

La edición original brasileña de este libro se pudo publicar gracias a la financiación colectiva, a la que contribuyeron cien-tos de personas1, y me permitió viajar por el sureste y el medio oeste del país, entrevistando a muchas personas cuyos hom-bros envidiaría Newton.

Todos los entrevistados tienen o han tenido vidas fantásti-cas, que también darían, o ya han dado, para escribir un libro (dos han fallecido: Don José Maria Pires y Modesto da Silvei-ra). Todos me inspiraron y me transformaron profundamente.

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Esta obra no existiría sin ellos, incluso porque sería una con-tradicción que un libro sobre Pedro Casaldáliga estuviera escri-to por una sola persona.

Les estaré eternamente agradecida por haber creído en mí y por haberse unido a este texto, que tiene la inmensa pretensión de derribar las cercas del olvido y abrir corazones y mentes.

Este libro existe solo gracias al mundo que Pedro me abrió. Un mundo muy hermoso de personas maravillosas de carne y hueso. Gente sin miedo al afecto. Un mundo a su vez muy real y desconocido en las ciudades, oculto por los grandes medios de comunicación.

«Si bien es cierto que Pedro no tuvo tanto marketing como debería, bueno, nosotros estamos aquí. Y estamos aquí porque hay que contar esta historia», enfatizó el periodista catalán Francesco Escribano.

En este mundo casi invisible, hay poco marketing y mucha ac-ción. Hay numerosas personas preocupándose por la «organiza-ción de la esperanza», como dice Pedro. Con el fin de contribuir a esta organización, donaré la mitad de todo lo que obtenga en concepto de derechos de autor de este libro a la Comisión Pasto-ral de la Tierra2.

A continuación, enumero algunos de los que aparecen a lo largo del libro con sus precisos relatos y sus competentes opi-niones.

2 La Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) es un organismo vinculado a la Conferencia Episcopal Brasileña, para animar la pastoral de la Iglesia en aquellos lugares y aspectos que hacen referencia a la problemática de la te-nencia de la tierra, los derechos y los procesos de liberación de la población campesina (N. de la T.).

Agradecimientos 13

Junto a los nombres, la forma en que definen a Pedro en po-cas palabras.

pCacique Damião (líder del pueblo xavante): Gran lu-

chador. ¡Qué hombre tan valiente! Valiente con experiencia y sentido común. Don Pedro es espíritu puro. ¡Fue designado por Dios!

Chico Alencar (político, historiador y profesor): Pro-feta. El término «profeta» contiene la palabra «fe» en su centro. Y empieza por «pro», que da una idea de acción, una idea de querer una sociedad justa y fraterna. Y termina con «ta», en el sentido de estar. Pedro es un profeta entre nosotros. Está aquí, en esta conversación. Pedro es una figura que replantea la vi-vencia del cristianismo de un modo más que contundente.

Chico Machado (exagente de pastoral): Pedro me ha transformado en lo más profundo. Ya tenía un trabajo social antes de conocerlo, pero con él di un salto, en el sentido de la sencillez. Él fue quien me enseñó a trabajar con los indígenas. La causa indígena está dentro de mí por Pedro. Lo respeto mu-cho y lo tengo como un maestro que me ha mostrado el camino de una Iglesia que, lamentablemente, las personas de fuera no conocen o no entienden.

Creusa Salette de Oliveira (exmonja): Un hermano.

Fonseca Delecium (médico): Libertad, paz, lucha, sere-nidad, sabiduría. Sencillez tal vez la palabra más pura sea esa. El trabajo de Pedro es muy de base. Es como si imaginásemos un rompecabezas inmenso. Coloca piezas en un lado. Algunas más

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en otra parte. Es un trabajo invisible, del que Pedro es el líder, con una enorme fuerza moral y espiritual.

Diolice Dias de Farias (asistenta en casa de Pedro): Un ángel de Dios.

Don Angélico Sândalo Bernardino (obispo eméri-to de Blumenau): Un discípulo de Jesús. Alguien con los ojos puestos en Jesús. Con la convicción, forjada en la realidad, de que ser cristiano es hacer que el Reino de Dios acontezca aquí y ahora. Siguiendo la opción preferencial de Jesús por los pobres y excluidos.

Don José Maria Pires (D. Pelé o D. Zumbi, ya falleci-do, era arzobispo de Paraíba): Un misionero. Ya es un santo.

Durval Ângelo (político y profesor): Sensibilidad. Un hombre de la grandeza de Pedro, uno de los más grandes escri-tores del mundo, pero que no se olvida de las pequeñas cosas. A pesar de las dificultades de la vida, Pedro nunca se ha amargado, siempre es dulce. Y radical, en el sentido del que va a la raíz.

Edevaldo Aparecido Marques (animador de las co-munidades eclesiales de base, archidiócesis de São Pau-lo): Profeta en medio de la nada, en los rincones de Mato Gros-so. Un espíritu profético, evangélico, con la defensa de la vida en primer plano. Incluso la defensa de esa vida en un momen-to en que ya no creen que exista vida. Pedro está allí con obs-tinación.

Edilson Martins (periodista y escritor): Pedro es una figura que trasciende Brasil, es un referente del movimiento de liberación internacional. La narrativa de Pedro es sin duda una de las más exuberantes de la resistencia de un ser humano en

Agradecimientos 15

el contexto de un sistema totalmente ajeno a él. En su lápida podría poner: «Murió dolido con la opresión y en paz consigo mismo».

Emerson Sbardellotti (teólogo): Profecía. Esa pala-bra tiene tres sentidos. Amenaza de quien hace el mal. Denun-cia contra quien hace el mal. Anuncio de la esperanza.

Erotides Milhomem (escritora, exhabitante de São Félix): Yo ni siquiera diría salvador de la patria, porque es más que eso.

Fábio Konder Comparato (jurista, profesor y escri-tor): Don Pedro nunca quiso solo conquistar las almas sin pre-ocuparse por el deplorable estado de los cuerpos. Protegió a los perseguidos por el poder militar y amparó a los aplastados por el poder económico sin empeñarse en convertirlos a la fe cris-tiana.

Francesco Escribano (periodista y escritor catalán): Un hombre religioso que se convierte a la tierra. Es esa tierra, esa gente, la que lo convierte. Y no él quien convierte a la tierra.

Frei Betto (fraile y escritor dominico): Coherencia evangélica. Porque es el cristiano más coherente que conozco.

Frei Gilvander Moreira (fraile y sacerdote carmeli-ta, teólogo): Alegría, esperanza, profecía, lucha.

Iara Almeida (exmonja): Sencillo.

Mercedes Budallés (misionera catalana): Uno de los grandes valores de Pedro, junto con su fuerte personalidad e in-teligencia, ha sido siempre el saber escuchar. Muy democrático.

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Joana Mendes (hna. de San José): Humano. Concreto en todo lo que hace, y al mismo tiempo abstracto. Espiritual. Poeta y profeta.

José Genoíno (político e historiador, exguerrillero): Un héroe que traspasa las fronteras de Mato Grosso. Don Pedro es un obispo que ha dedicado su vida a la defensa de otras vidas.

José Óscar Beozzo (teólogo e historiador de la Igle-sia): Osadía y profecía. Un hombre valiente que, ante las injus-ticias, nunca se lo pensó dos veces a la hora de arriesgar su pro-pia vida. Sustenta en la Iglesia la gran tradición profética. Lee los acontecimientos y mantiene la capacidad de aplicar la palabra de Dios a esos eventos y de nunca recular ante las injusticias.

José Pontim (diácono, exalcalde de São Félix do Ara-guaia): Para nosotros, Pedro era amigo, compañero, padre, hermano y profeta al mismo tiempo; siempre trabajó a favor de los más necesitados. Para nosotros, Pedro significa todo. Nos modeló con una nueva visión de la Iglesia, lo que cambió el cur-so de mi vida.

Júlio Lancelotti (vicario episcopal de la pastoral del pueblo de la calle de São Paulo): Rebeldía y libertad. Pe-dro es libre, nadie lo aprisiona. Es insubordinado. Insolente. Y así es la vida. Una vida burbujeante. Vida que renueva. Agua que invade. Huracán que derriba. Pedro desinstala. Molesta. Es alguien que, como diríamos en el lenguaje popular, vuelve a la gente loca. Porque busca un camino no pensado.

Leonardo Boff (teólogo, maestro y escritor): Un gran pastor, un profeta extraordinario y un eximio poeta. Tres «pes». Reúne todo eso de una manera brillante y excelente en la

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frágil figura que es. Creo que es una de las personas más cohe-rentes e iridiscentes que ha dado el cristianismo en las últimas décadas. Hay tres figuras que me impactan dentro de la Iglesia católica: el papa Francisco, el obispo Paulo Evaristo Arns y don Pedro. Porque tienen la misma capacidad de combinar ternu-ra e ímpetu como dos energías que edifican al ser humano, lo que hace que sean personas sensibles, bondadosas, abiertas y al mismo tiempo firmes en sus designios.

Liz Marques (animadora de las comunidades eclesia-les de base, archidiócesis de São Paulo): El amigo. El her-mano querido. Alguien que primero se revolucionó a sí mismo. Alguien que se encarnó para que la palabra de Dios pudiera en-carnarse en la vida de los pobres. Alguien que asumió el reino desde la inculturación. Alguien que fue y es el corazón de Dios en la vida del pueblo. Su corazón se volvió más grande que él mismo.

Luis Paiva (profesor, exsecretario de Educación de São Félix): Luz. Pedro es un tipo al que uno mira y siente algo dife-rente. Un ser especial, que tiene luz en varios sentidos. Una pre-sencia iluminada. Algo que reconocen incluso aquellas personas a las que no les gusta.

Mauro Kano (exconcejal de São José dos Campos): Son varias «pes»: padrino, profeta, poeta. Padrino porque gran parte de mi vida, mis decisiones, mis opciones, las aprendí de él. El padrino tiene el cometido de acompañar el crecimiento. Y hablando del aspecto religioso, aprendí a tener fe a partir de él. Poeta porque, además de escribir, también nos inspira. No soy poeta, pero cuando lo conocí, me entraron ganas de serlo. Y profeta porque es un testimonio muy grande. Una profecía que contagia.

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Modesto da Silveira (ya fallecido, era abogado de presos políticos y diputado federal): Si la humanidad estu-viera guiada por hombres como don Pedro, la búsqueda de la fe-licidad humana sería más fácil. Su obra marcó una época y tuvo mucha repercusión, no solo en Brasil sino en todo el mundo.

Paul Gabriel López Blanco (fraile agustino): Un hom-bre muy lúcido, inteligente, valiente, profundamente espiritual, que sintoniza muy bien la mística con la militancia. Un hombre de fe. Obstinado hasta conseguir llegar a donde pensábamos que sería imposible hacerlo. Un hombre extremadamente humano, amigo, compañero. Un hombre muy en contacto con su tiempo, siempre inquieto en su búsqueda de lo nuevo, con una capacidad de trabajo sobresaliente. Metódico, organizado, pragmático. Pe-dro tiene muchas facetas, pero creo que profeta de la esperanza es una buena síntesis.

Pedro Tierra (Hamilton Pereira, poeta y ex-preso po-lítico): Nosotros decíamos (idea de Fernando Brant) que Pedro tenía una «estructura de pajarillo». Aunque de apariencia muy frágil, tiene una fuerza y vigor impresionantes. Es una síntesis de los conflictos y de los dramas humanos.

Reimont Ottoni (político y teólogo, exfraile capu-chino): Profeta. El que anuncia y denuncia. Alguien que cono-ce los caminos, pero al mismo tiempo está atento a escuchar a la gente para que el camino sea colectivo. Alguien que dedica su vida a aquello en lo que cree, con una fe persistente, una fe obstinada. Alguien que entendió que no hay la más remota po-sibilidad de que la fe esté sola, aislada de las obras y acciones.

Ricardo Rezende Figueira (sacerdote, profesor y antropólogo): Pasión por los pobres, los indios y los campe-

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sinos. Pasión por Dios y por esta humanidad oprimida. Es un hombre muy sencillo, de mucha oración, coherencia y compro-miso. Compone una página memorable de la lucha social y de la Iglesia católica en Brasil.

Rodolfo Cascão (Rodolfo Alexandre Inácio, educa-dor popular, exalcalde de Porto Alegre do Norte y exagen-te pastoral): Afecto. Una persona muy generosa y afable. Tan comprometido con las causas populares que las dimensiones personales quedan un tanto matizadas.

Telma Araújo (activista): Creo que lo que más me gusta de él, más allá de su firmeza y esperanza, es que su capacidad de amar es inconmensurable. Su sencillez también es inigualable. Aprendí de él el valor del silencio.

Tonny Cálices (artista plástico): Pedro es piedra. En la roca firme. Y está en la roca firme de ese cuerpo frágil, lo que es un poco contradictorio. Es impresionante.

Zé Vicente (cantante y compositor): Cuerpo frágil, alma luminosa.

Zecão (José Raimundo Ribeiro, diácono, maestro y agente pastoral): Pedro es un hombre de profunda oración, una fe encarnada de manera inconmensurable. Un hombre que vive casi plenamente la encarnación del Evangelio de Jesús de Nazaret. Pedro tiene una espiritualidad profundamente macro-ecuménica. Pedro es tan coherente que nos incomoda. Pedro es un verdadero ejemplo de fe y de política encarnada. Pedro nos enseña que no hay dicotomía entre fe y vida.

Prólogo

La profecía poética del amor político-liberador de Dios.Marcelo Barros1

El prólogo de un libro es un comienzo de conversación que nos introduce en el tema. Si pensamos en un viaje, se parece a una estación, a un punto de partida. Si la lectura fuera una su-culenta comida, el prefacio sería como un aperitivo o una bebi-da que abre el apetito y nos estimula a degustar las delicias que vendrán después. En el mundo antiguo, el prólogo de un libro debía ofrecer una síntesis del mismo. Actualmente, solo preten-de introducir al lector(a) en el tema del libro y, si es necesario, ofrecerle alguna clave de lectura para su interpretación. En estas líneas, quiero llamar la atención sobre algunos de los elementos que nos ofrece esta bella obra de Ana Helena Tavares. Le pido a ella y a usted, lector(a), permiso para abordar al núcleo más

1 Marcelo Barros, monje y teólogo benedictino, es asesor de movimien-tos populares y pastorales sociales desde hace casi cincuenta años. Tiene 56 libros publicados en Brasil y en otros países. Conoce a Pedro desde la década de 1970 y compartió con él muchas actividades y sueños.

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importante de la obra desde una perspectiva propia y diferente, que es la de una espiritualidad cristiana política y libertadora.

Si no fuera por este ángulo de aproximación que propongo, este libro ni siquiera necesitaría un prefacio. De hecho, la propia Ana Helena hace una excelente introducción. Al contar lo que la llevó a escribir esta historia y cómo entró en esta aventura, nos involucra en una complicidad humana y espiritual. A través del itinerario que recorrió, de las personas que entrevistó y de los textos del mismo Pedro Casaldáliga dispersos por el libro, nos im-plica y nos hace caminar junto a ella en el descubrimiento del mis-terio de esta vida consagrada al Amor Mayor de Dios y del pueblo.

Personalmente, debo confesar que me sorprendió positiva-mente ver cómo una periodista consigue vislumbrar y apuntar de forma tan respetuosa y reverente, así como señalar el miste-rio oculto en la historia que describe con competencia y sabidu-ría. De hecho, nos muestra la vida de Pere, o Pedro, Casaldáliga como una realización permanente y progresiva de una misión que lo toma por entero y lo consagra a un proyecto al que sirve de manera radical. Esto se refleja en la manera en que el obispo Pedro se inserta en los conflictos sociales y siempre toma parti-do en defensa de los más pobres y oprimidos del mundo.

Es probable que al comenzar la lectura de este libro haya quien pregunte qué relación hay entre un obispo y la lucha contra todas las cercas. La respuesta es que, de hecho, esta conexión existe porque es un obispo profeta. Según el Evangelio, el mismo Jesús afirma que el verdadero pastor es aquel que abre las puertas del cercado (del redil de las ovejas) y llama a cada oveja por su nom-bre, sacándolas del vallado. Él las saca del aprisco y las conduce a la libertad, donde hay vida y alimento (Jn 10,1-10). Evidente-mente, esta parábola del pastor y sus ovejas, propia del mundo cultural de Jesús, tendría que trasponerse a una cultura que, con

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razón, exige más horizontalidad en la relación. En la compren-sión clásica de la parábola, como Jesús, Pedro también asumió que era el pastor de una comunidad viva (el rebaño), y no solo un empleado a cargo del aprisco. Al hacer lo que Jesús hizo, Pe-dro Casaldáliga puede ser definido como el obispo contra todas las cercas. Quien lea este libro entenderá por qué y cómo luchó du-rante toda su vida contra las cercas del latifundio y de la propie-dad privada. Esto es especialmente cierto en una realidad como la de Brasil, donde cinco personas poseen el equivalente a lo que posee la mitad de la población total del país, y la propiedad de la tierra sigue estando escandalosa y criminalmente concentrada.

La obra puede leerse como una especie de crónica o reporta-je. Sin embargo, en casi todas las páginas, Ana Helena, su au-tora, alcanza una profundidad de análisis que va mucho más allá de una primicia. Nos revela que el obispo Pedro Casaldáliga siempre hizo eso porque, ante todo y junto con sus batallas so-ciales, luchó contra las cercas interiores que podían encerrarlo en sí mismo. Y además de las cercas armadas con el alambre de púas de los latifundios, este hermano profeta también luchó contra las cercas de la ignorancia, los muros de la represión y las llaves escondidas del olvido. Hizo todo lo que pudo para destruir las cadenas de las senzalas2. Señaló las marcas, a me-nudo xenófobas, de las fronteras que imponen los imperios. Y, para ser consecuente, al mismo tiempo que luchó contra todas las barreras sociales, Pedro también denunció y trató de de-rribar las milenarias cercas dogmáticas y autocráticas erigidas dentro de la propia Iglesia. Son las cercas que separan al clero de los laicos, hombres y mujeres, fieles e infieles. Contra ellos, Pedro y sus compañeros y compañeras de la querida prelatura

2 Habitación de esclavos negros (N. de la T.).

24 Un obispo contra todas las cercas

de São Félix do Araguaia siguen en la actualidad construyen-do una Iglesia que nace del pueblo, por la acción del Espíritu, como profecía de comunión horizontal, parábola del proyecto divino de un mundo nuevo y reconciliado.

Sobre cada uno de estos puntos, encontraréis un capítulo en este libro. Si hay que añadir algo más, sería recordar que, aún hoy, Pedro logra trascender incluso los límites de su propio cuerpo cada vez más debilitado por la enfermedad y la edad. Su profecía nos llama a (re)descubrir la profecía que cada uno(a) de nosotros(as) recibe del Espíritu como persona y como co-munidad. Que podamos revivirla.

Al leer este libro, el lector(a) comprenderá mejor por qué, desde la segunda mitad del siglo xx hasta la actualidad, hom-bres como Pedro Casaldáliga, Tomás Balduíno, Hélder Câmara y otros obispos profetas fueron y siguen siendo tan estimados y admirados por aquellos que forman parte de la caminata de la humanidad en busca de más vida, justicia, paz y comunión con la Tierra. En la lucha por los derechos humanos y por la trans-formación del mundo, siempre ha sido normal encontrar hom-bres y mujeres de base, o incluso conversos de las clases privile-giadas, que consagraron su vida a esta causa. Era y es también frecuente ver en este camino a hermanos y hermanas guiados por su fe. En la India, Gandhi es venerado no solo como líder político, sino como maestro espiritual.

En América Latina y otras partes del mundo, muchos her-manos y hermanas que lucharon para transformar el mundo vivieron esto, movidos por su fe, en el proceso de las revolucio-nes. Sin embargo, tuvieron que enfrentarse a tensiones e in-comprensiones por parte de la propia jerarquía eclesiástica. Su-cedió que desde la década de 1960 algunos obispos y pastores de la Iglesia pasaron a dar al mundo otro testimonio de Dios.

Prólogo 25

En Estados Unidos, en nombre de la fe, el pastor bautista Mar-tin Luther King dio su vida en la lucha por la igualdad racial. En Sudáfrica, el obispo anglicano Desmond Tutu, líder espiritual en la lucha contra el apartheid, ha sido reconocido como Premio Nobel de la Paz. En El Salvador, monseñor Óscar Romero ofre-ció su vida por los excluidos. En Brasil, don Hélder Câmara, Pe-dro Casaldáliga y otros pastores se expusieron como profetas y poetas del amor político de Dios.

Para explicar que el amor divino es político y revolucionario, podemos desarrollar estudios teológicos y espirituales. El cami-no elegido por este libro es presentar cómo ocurrió esto, refle-jado en la existencia y forma de vida de un pastor como Pedro Casaldáliga. Desde muy temprana edad, interpretó la fe como compromiso de amor a los pequeños y siempre escogió vivir jun-to a ellos. Al principio, quiso ser misionero en África. Siempre optó por la pobreza y la sencillez de vida. Cuando fue ordenado obispo, eligió un par de sandalias como símbolo de la prelatura.

Ana Helena escribe: «Desde muy joven, ya vivía uno de los poemas que más tarde escribiría: Ser lo que se es / Hablar lo que se cree / Creer lo que se predica / Vivir lo que se proclama / Hasta las últimas consecuencias». Esto se puede vivir en una vida recta, dentro de los límites de la comunidad eclesiástica. No fue esa su elección. Desde el principio entendió que el propósito del Evangelio y la esencia de la fe son el testimonio de que Dios tie-ne un proyecto para el mundo, y que este es un programa social y políticamente transformador. No basta con vivir la fe, limita-da a la esfera religiosa. Es necesario insertarse en los conflictos del mundo y en ellos tomar partido por Dios.

Vivimos en un mundo donde Dios está en el banquillo de los acusados. En la década de 1960, don Hélder Câmara expli-caba que en su juventud había sido integrista (de derechas) y

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que había cambiado de posición cuando se dio cuenta de que las naciones más ricas del mundo y las que más oprimen se llaman a sí mismas cristianas. En la década de 1980, el padre José Comblin, teólogo y maestro de muchos de nosotros, en Riobamba, Ecuador, acompañó en su lecho de muerte a mon-señor Leónidas Proaño, obispo de los indios, a quien escuchó afirmar entre lágrimas: «Qué tristeza saber que mi Iglesia fue la gran responsable de todas las desgracias que ocurrieron con los pueblos indígenas».

Ante esto, hay ministros y fieles que viven y mantienen un estilo de fe y espiritualidad que se preocupa por convertir los sentimientos de las personas. Predican la conversión indivi-dual, se preocupan de manera obsesiva por temas de moral se-xual, pero parecen poco sensibles a las injusticias sociales y a una política que priva a los pobres de todos sus derechos. No se sienten responsables si millones de seres viven como perso-nas desechables.

Por el contrario, Pedro Casaldáliga siempre se situó como testigo de Dios en este proceso en el que la sociedad dominante e incluso sectores de las iglesias y de otras religiones transfor-man a Dios en un ídolo que legitima la crueldad de un sistema social asesino. Una espiritualidad que no siente el dolor de las víctimas del capitalismo es hipócrita. Hace unos años, un joven se acercó al obispo Pedro y le confesó:

—Soy ateo.

Sin dudarlo un momento, Pedro le preguntó:

—¿De qué Dios eres ateo? Porque, dependiendo de cuál sea, también yo me declaro ateo.

Esto explica el cristianismo libertador, todavía poco vivido e incomprendido hoy en día. A lo largo de su vida, cuanto más

Prólogo 27

se apasionaba Pedro por el Evangelio en una búsqueda incan-sable de la intimidad con el Misterio Divino, más se sumergía en la caminata social y política de los pobres en la legítima lu-cha por su liberación.

Conocí a Pedro a principios de 1977. Ya era famoso, y para todos los que participábamos en los ministerios sociales de la Iglesia católica, era un maestro y punto de referencia. A medida que me fui aproximando a él, como monje que soy, identifiqué en Pedro no solo un gran apoyo en las luchas sociales, sino tam-bién un maestro en este viaje espiritual de vivir la fe y la espiri-tualidad como caminos de amor social y político revolucionario.

Desde finales de la década de 1970, hemos sido compañeros en la Pastoral de la Tierra y en el Consejo Indigenista Misione-ro (CIMI). Hemos estado muchas veces juntos en asesorías en la diócesis de Goiás, donde viví durante treinta años, y en mis frecuentes visitas a las reuniones de la prelatura.

En 2004, la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) llevó a cabo la Campaña de la Fraternidad sobre el Agua. Junto con el compañero Roberto Malvezzi (Gogó), Pe-dro me llamó para asesorar a una asamblea en defensa del río Araguaia. El encuentro tuvo lugar en la pequeña ciudad de Lu-ciara. El sábado, dos mujeres vinieron en busca de uno de no-sotros y nos revelaron que dos asesinos a sueldo al servicio de los grandes terratenientes de la región iban esa noche a aca-bar con la vida de Pedro Casaldáliga. La comunidad organizó una guardia con hombres que, durante toda la noche, vigilaron la casa. Yo, que dormía en la misma habitación que Pedro, me asustaba con cualquier ligero ruido en la noche. Pedro durmió serenamente en la cama de al lado. Esa noche, antes de acostar-se, le recordé el documento final del 6º Encuentro Intereclesial de Comunidades Eclesiales de Base (CEB) en Trindade (esta-

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do de Goiás), celebrado en julio de 1986. Allí, las comunidades afirmaron: «Queremos a nuestros mártires (testigos) vivos y no muertos». Tal vez por eso Pedro aceptó que lo llevaran en bar-co por el Araguaia durante la madrugada del domingo, antes de que saliera el sol, de Luciara a São Félix. De esa manera, evitaba el camino donde podía producirse la emboscada.

Tal vez, lo que diferencia a Pedro Casaldáliga de otros maes-tros y profetas con los que he tenido la gracia de convivir es que siempre se hace pasar por una persona corriente. Un amigo me dijo: «Aunque ya no puede disimular la santidad que irradia su mirada y su modo de ser a quien se le acerca, sí consigue trans-mitir a todos el mensaje de que esa santidad social y política es accesible a todos nosotros, y que todos estamos llamados a vi-virla».

Si me has acompañado hasta aquí, ya estarás deseando em-pezar a leer el libro, y no quiero retrasar esa alegría. Esta obra es un regalo de amor para ti, que lees estas páginas, y para toda persona que busca la justicia y la paz, en comunión con la Tie-rra y con el conjunto de los seres vivos. Espero que a través de estas páginas recibas una nueva exhortación al compromiso social y político para transformar este mundo.

Gracias, Ana Helena, por contar esta historia de una mane-ra que nos convierte en importantes protagonistas de esta her-mosa parábola del amor. Gracias por el hecho de regalarnos en este momento en Brasil y en el mundo la voz profética y poéti-ca de nuestro querido Pedro Casaldáliga.

En la década de 1960, el monje y místico estadounidense Thomas Merton transmitió al mundo entero una profecía de paz y justicia. En varios de sus escritos, señala que «la vida espi-ritual de una persona es simplemente la vida de todos manifes-tándose en ella». Es probable que eso sea lo que Pedro ha vivido

Prólogo 29

estos últimos años. Aunque retirado y en silencio, el profeta si-gue en profunda comunión con los pobres a los que siempre de-fendió y con la Iglesia que continúa naciendo del pueblo por la fuerza del Espíritu3.

En estos días, escribo estas páginas como invitado en la Uni-versidad Centroamericana (UCA) en San Salvador (El Salvador). Escribo junto a la capilla donde están sepultados los mártires salvadoreños de 1989. Y, tomado por el recuerdo de monseñor Óscar Romero, pienso en Pedro al recordar lo que dijo el teólogo Jon Sobrino, amigo personal de Romero y de Pedro:

Parecerse a Jesús es reproducir la estructura fundamental de su vida. Es asumir para sí la misión y la manera de Jesús, vivien-do como él la misericordia social y política con los otros como un principio permanente y estructurador de la vida y aceptan-do cargar sobre sí el pecado del mundo y recibir del Padre, por la fuerza del Espíritu, la resurrección4.

Este libro nos confirma en ese camino. ¡Feliz camino! Gra-cias, Ana Helena. Con afecto de amistad y abrazo fraterno y de alianza de vida con todos vosotros.

Hermano Marcelo Barros

3 Thomas Merton, «Un manual de no violencia», Revista de Cultura Vozes, v. 89, n. 5, 1995.

4 Jon Sobrino, El principio-misericordia: Bajar de la cruz a los pueblos cru-cificados (Salamanca: Sal Terrae, 1992).

Introducción

Quien pasa un día en el bosque quiere escribir una enciclopedia.

Quien pasa cinco años quiere guardar silencio para contemplar.

Pedro Casaldáliga

La primera vez que oí hablar de Pedro a través de monseñor Waldyr Calheiros fue a principios de 2012. Don Waldyr, enton-ces obispo emérito de Volta Redonda y Barra do Piraí (Río de Janeiro), me explicó, durante una entrevista sobre la dictadura, que había recibido en su casa a presos políticos recomendados a su cuidado por Pedro Casaldáliga, procedentes de «allííííí», de la prelatura de São Félix do Araguaia. Él pronunció el «allííííí» así de largo, ¡y qué lugar «tan, tan remoto» me pareció aquello!

Después de entrevistar al obispo Waldyr Calheiros, soña-ba con entrevistar a monseñor Paulo Evaristo Arns para ha-blar sobre la dictadura. Llamé a la archidiócesis de São Paulo, pero me informaron que, debido a problemas de salud, el obis-po Paulo ya no concedía entrevistas.

32 Un obispo contra todas las cercas

La persona que me atendió fue el padre Cido, que me dijo que si buscaba gente de la Iglesia católica para hablar de la dictadura tenía que ir a por don Pedro Casaldáliga. Yo dije: «Pero “allííííí” en Araguaia». A lo que él respondió: «Sí, pero vale la pena». Me-ses después, estaría « allííííí».

No tuve muchas oportunidades de convivir con Pedro. Y mientras escribo este libro, recuerdo continuamente la frase suya que puse en el epígrafe anterior. No estuve solo un día con él, aunque pasé muy pocos, y tal vez por eso quise escribir esta biografía.

La primera vez fue en septiembre de 2012. Fui en autobús, viaje que después descubriría que Pedro había hecho toda su vida. Cuando estaba a punto de llegar, mi autobús quedó blo-queado por una protesta de posseiros1 que se resistían al desalo-jo de tierras indígenas. Bajé, grabé, hablé con la gente.

Un hombre con sombrero vaquero, de los que utilizan los hacendados, quiso ayudarme y me preguntó cuál era mi desti-no. Sin pensar respondí: «Voy a entrevistar a Pedro Casaldáli-ga». El hombre se llevó un disgusto, me miró a los ojos y soltó: «Ahora vengo con un coche para llevarla, pero que sepa que ese obispo no irá al cielo». Acepté su ofrecimiento y ya cerca de la casa de Pedro pensé que aquello era el mismo cielo.

Al final de la entrevista, Pedro me tocó el hombro y me dijo, con su voz baja pero firme, como deberían ser todas las voces: «Nunca te olvides de las causas de la vida». Salí de allí de noche, otra vez en autobús. Recuerdo mirar por la ventana y suponer que no regresaría nunca más allí. Volví. En abril de 2016, con

1 Persona que ocupa una tierra abandonada o inhabitable para cultivar-la (N. de la T.).

Introducción 33

mi primer libro en la mano: O problema é ter medo do medo, tí-tulo inspirado en la entrevista de Pedro, una de los 26 que com-ponen el libro.

Le pregunté dónde podía proceder a la divulgación de mi li-bro. No sabía si era apropiado hacerlo en la catedral, ya que en las celebraciones que tienen lugar allí siempre hay mucha gen-te que no está de acuerdo con sus ideas. Él, sin embargo, no te-nía ninguna duda. «Ve a la catedral. No lanzamos la red en un acuario, la lanzamos en el mar». Una de las enseñanzas que me ha regalado la vida.

Pero cuatro años después de la primera visita, quise llevar-le, además del libro, la certeza de que no iba a olvidar las causas de la vida y la noticia de que, en el colmo de mi audacia, tenía la intención de escribir su biografía. O su «causografía», como él prefiere decir.

Volvería por tercera vez en 2016. Esta vez en noviembre y para participar en el Día Nacional de la Juventud (DNJ). Fue en-tonces cuando tuve la oportunidad de quedarme más tiempo y seguir un poco la vida cotidiana de la casa de Pedro. Desde la fe renovada cada mañana durante la oración comunitaria en la pe-queña capilla de su patio trasero hasta la posibilidad de observar su pasión por la naturaleza, en particular por el río Araguaia. «Es un día hermoso, jovencita, ve a dar un paseo en barco por el río», me recomendó el obispo.

Obedecí, por supuesto. Y hay que decir que, cuando Pedro dijo aquello y se rio, saqué de allí una gran enseñanza de resi-liencia. Aprendí que la alegría lleva consigo una llama revolu-cionaria en medio de un mundo en el que los poderosos se re-gocijan en la tristeza del pueblo. De avanzada edad y debilitado físicamente, no todo el mundo logra sonreír y ver la importan-cia de un paseo en barco.

De vuelta, a la hora de comer me preguntó: «¿Cómo va nues-tra biografía?». Me emocionó su demostración de tener plena conciencia del trabajo, pero lo que me llamó la atención fue la primera persona del plural. «¿Nuestra biografía?» Lo normal hubiera sido que se refiriera a ella como «mi biografía». Pero no Pedro. Para él, todo es colectivo.

Es posible decir, como comentó Eduardo Suplicy al almorzar conmigo en una cafetería en enero de 2017 y conocer el títu-lo de este libro, que, en el mundo de hoy, Pedro representa una «antítesis de Trump». Es cierto. Mientras el presidente de Es-tados Unidos simboliza un mundo dividido por muros y odio, para Pedro, los muros y las cercas «nos impiden vivir y amar».

Y aunque las personas que representan esta antítesis pare-cen invisibles, hay miles de discípulos de las ideas de Pedro en Brasil y en el mundo. En las redes sociales, muchas personas utilizan Casaldáliga como apellido, simplemente a modo de ho-menaje. Muchas de ellas, religiosas o no, actúan en diversas organizaciones misioneras y en las pastorales sociales. Pedro plantó la semilla de la colectividad, de la fraternidad y de la es-peranza de forma definitiva. Su libro ¡Yo creo en la justicia y en la esperanza!, del que he extraído mucha información, es un him-no de amor a la humanidad, una oda a la libertad.

Lanzarme, aún joven, a la aventura de biografiar a alguien con una vida tan fascinante, un hombre al que muchos consi-deran un santo, puede parecer, más que una osadía, un atrevi-miento. Y lo es. Pero me baso en el aliento de los que vinieron antes que yo, como el periodista catalán Francesco Escribano, autor del libro Descalzo sobre la tierra roja, que me escribió una alentadora dedicatoria en su libro, en la que decía esperar otro texto sobre Pedro. Me baso en las palabras que escuché de boca de Silvio Tendler, autor de documentales biográficos premia-

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dos: «La revolución no persiste si no hay contadores», me ani-mó el cineasta.

Me baso en el mismo Pedro, quien, en una frase publicada en el libro del Escribano, declara: «Solo el que se aventura puede equivocarse. Si cierras las puertas a todos los errores te arries-gas a cerrar las puertas a la verdad». Me aventuré, por lo tanto, sabiendo que los equívocos y los errores son naturales a quien se mueve.

Ana Helena Tavares, invierno de 2018

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El crimen no es sublevarse, es quedarse quieto.Francisco Julião

Es fundamental reducir la distancia entre lo que se dice y lo que se hace, de tal manera que, en un momento dado,

tu discurso sea tu práctica.Paulo Freire

La gente sencilla, haciendo pequeñas cosas en lugares sin importancia, logra cambios extraordinarios.

Proverbio africano