Un León en La Cocina. Microrrelatos de Julia Otxoa
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NARRATIVAS DE LAS POSMODERNIDAD
DEL CUENTO AL MICRORRELATO
NARRATIVAS DE LA POSMODERNIDAD
DEL CUENTO AL MICRORRELATO
Edición dirigida por Salvador Montesa
Han colaborado en la celebración de este congreso y en la edición de las presentes
actas la Dirección General de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia, la
Dirección General de Universidades de la Junta de Andalucía, el Centro Andaluz de las
Letras de la Junta de Andalucía, el Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga,
Málaga Candidata a Capital Cultural 2016 y los Vicerrectorados de Investigación,
Estudiantes y Cultura de la Universidad de Málaga.
PUBLICACIONES DEL CONGRESO DE LITERATURA
ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA
4
UN LEÓN EN LA COCINA.
LOS MICRORRELATOS DE JULIA OTXOA
Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier
Universidad de Cádiz
Es Julia Otxoa (San Sebastián, 1953-) una creadora multidisciplinar que desde la
poesía ha ido colonizando otros géneros como el relato breve y la poesía visual. Hasta la
fecha ha reunido sus cuentos en cuatro libros: Kískili-Káskala (1994), Un león en la
cocina (1999), Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee (2002) y Un extraño envío
(2004)1.A ellos hay que añadir la plaquette La sombra del espantapájaros (2004) y la
antología bilingüe, castellano italiana, Maiali e fiore - Cerdos y flores (2006)2, si bien
no las contamos aquí porque se nutren de relatos previos. Con estos textos, en conjunto
unos ciento treinta3, la autora ha llamado la atención de los antólogos y críticos más
solventes4, es una habitual en las mesas redondas sobre el género y su obra ha sido
traducida al italiano, al húngaro, al vasco y al árabe.
En un congreso dedicado al microrrelato conviene precisar las coordenadas de
un escritor. En el caso de Otxoa es fácil porque ella misma las establece con claridad:
para la autora vasca la cuestión de los géneros no es prioritaria, sino algo subordinado a
la creatividad5. Aunque heredera del compromiso existencialista, ella es una creadora de
1 Julia Otxoa, Kískili-Káskala, prólogo de Javier Torneo, Madrid, VOSA, 1994; Un león en la cocina,
Prames, Zaragoza, 1999; Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee, Hondarribia (Guipúzcoa), Hiru,
2002; Un extraño envío, Prólogo de José María Merino, Palencia, Menoscuarto, 2006. Citamos en lo que
sigue por estas ediciones. 2 Julia Otxoa, El espantapájaros, Cuenca, El Toro de Barro, 2004; Maiali e riori - Cerdos y flores,
traducción al italiano por Sara Zhangui, Roma, Empiria, 2006. 3 Kískili-Káskala tiene 39 textos; Un león en la cocina, 50, de los cuales 10 vienen del libro anterior;
Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee consta de 28 relatos; y Un extraño envío tiene 55, de los cuales
22 son nuevos y los 23 restantes proceden de los tres anteriores o de Gunten Café (2004), un poemario. 4 Los microrrelatos de Otxoa han merecido la atención de Lauro Zavala, Irene Andrés-Suárez, Femando
Valls y Dolores M. Koch, entre otros. En cuanto a antologías, tenemos las de José Díaz (ed.), Ojos de
aguja (Antología de Microficcio- nes), Barcelona, Círculo de Lectores, 2000; Galería de Hiperbreves.
Antología de microficciones, Barcelona, Tusquets, 2002; Clara Obligado (ed.), Sea breve, por favor
(Antología de microficciones), Madrid, Páginas de Espuma, 2002; Raúl Brasca (ed.), Dos veces bueno, 3
(Cuentos breves de América y España), Buenos Aires, Desde la Gente, 2002; Traversie. Antología de
relatos, Italia, Avagliano Editores, 2003; Raúl Brasca y Luis Chitarroni (eds.), Textículos bestiales.
Cuentos breves de animales reales o imaginarios, Buenos Aires, Desde la Gente, 2004; Fábula rasa,
Madrid, Alfaguara, 2005; Juan Armando Epple (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005; Juan
Armando Epple (ed.), De mil amores, Barcelona, Thule, 2005; Fernando Valls & Neus Rotger (eds.),
Ciempiés. Los microrrelatos de “Quimera", Barcelona, Montesinos, 2005; David Lagmanovich (ed.), La
otra mirada. Antología de microficciones hispanas, Palencia, Menos Cuarto, 2005; Aloe Azid (ed.), Mil y
un cuentos de una línea, Barcelona, Thule, 2007; Dos veces cuento (3a ed.), Navarra, EIUNSA, 2007;
Raúl Brasca & Luis Chitarroni (eds.), La flor del día, Buenos Aires, Desde la Gente, 2007. 5 Otros textos autodilucidatorios de la autora son “Algunas notas sobre mis textos breves” (Quimera, 222,
noviembre de 2002, pág. 40); o la entrevista efectúa da por Lauro Zavala: “Julia Otxoa: ‘Huyo de toda
literatura retórica”’, Deia (Bilbao), 2002.
5
filiación surrealista, expresionista y experimental6, y en este territorio las fronteras son
lábiles:
Con frecuencia suelen preguntarme por qué he elegido el género breve como forma
narrativa para mis relatos. En realidad, no fue tanto elección sino hallazgo. Un buen día
descubrí que el poema iba transformándose en otro paisaje en el que aparecían figuras,
voces que tenían historias que contar, y el resultado final fue que el poema dio paso a la
narración, pero sin abandonar aquellas herramientas de concisión y brevedad propias de
las imágenes poéticas7.
La mejor prueba de esta labilidad la tenemos en el hecho de que no todos los
textos que se incluyen en sus libros son microrrelatos, como señala José María Merino
en su prólogo a Un extraño envío. En efecto, los hay que son poemas y que proceden de
poemarios. Es el caso de este, que apareció en Gunten Café (2004) y que pasó a Un
extraño envío con el topónimo cambiado y un título que antes no tenía, “Weil”:
Los carpinteros de la pequeña localidad de Banlieu construyen todos los años pequeños
pájaros de madera que pintan luego de colores para colocarlos sobre las ramas desnudas
de los árboles cuando llega el invierno. Al llegar la primavera se hace con todos esos
pájaros una gran hoguera en la plaza central, dice la gente que solo entonces se les oye
cantar entre las ramas8.
Este texto no es relato porque aunque tiene personajes, acción, espacio y tiempo,
no ofrece algo que le sucede a alguien de manera particularizada (la acción aquí es de
frecuencia iterativa)9. A la inversa, en Gunten Café hay microrrelatos que no han salido
(aún) de su poemario de origen:
Barcelona otoño del 2003, un hombre se confiesa en voz baja ante un portero
automático. Pasados unos minutos termina la conversación y se aleja llorando. Tal vez
no ha conseguido la absolución o quizás sí y esas lágrimas sean la penitencia y sus días
se inunden y su futuro sea ya para siempre el de los náufragos.
6 Irene Andrés-Suárez, “Del microrrelato surrealista al transgenérico (Antonio Fernández Molina y Julia
Otxoa)”, III Congreso Internacional de Minificción, Universidad de Playa Ancha (Valparaíso), 24-26
agosto de 2004. Poseo el texto en copia facilitada por Julia Otxoa. 7 Julia Otxoa, “Todo empezó en un viejo armario”, prólogo a Un extraño envío, op. cit., pág. 11.
8 Julia Otxoa, Gunten Café, ed. bilingüe con traducción al euskera por Felipe Juaristi, Málaga, Diputación
Provincial, Col. Puerta del Mar, 80, 2004. 9 Vid. nuestro artículo “Microrrelatos (Grandes placeres de la pequeña literatura)”, Salina. Revista de
Lletres (Tarragona, Universität Rovira i Virgili), 19, noviembre 2005, págs. 153-170.
6
Incluso es fácil percibir la conexión entre un poema visual y un microrrelato.
Véase el poema que se titula “Filosofía contemporánea” (2002), ambigua alegoría sobre
la violencia subyacente en cualquier actividad humana:
En Gunten Café encontramos un texto a medio camino entre el poema en prosa y
el microrrelato que trabaja esta misma asociación entre botón y arma letal, violencia y
silencio:
Coloco cinco botones en la ventana, luego los empujo uno a uno al vacío, su caída no es
vertical, pesan poco y el viento los zarandea a su antojo. Desde el piso veinticinco en el
que me encuentro no se oye su leve impacto contra la acera, si me abstraigo de todo y
me concentro solo en su caída no oigo absolutamente nada, ni el ruido del tráfico, ni el
del resto de los vecinos, ni siquiera el de los aviones que sobrevuelan constantemente la
ciudad, mi atención, mi ser entero en ese caer en el silencio, el tiempo detenido.
En otros momentos también los grandes estruendos de las bombas estallando bajo los
coches producen en mí esa misma sensación de intenso silencio a mi alrededor, como si
mis oídos estuvieran taponados fuertemente con cera prensada, y el mundo fuera una
habitación cerrada sin puertas ni ventanas en la que me han abandonado10
.
Pese a que a la autora no le importan los géneros, lo cierto es que sus
colecciones de prosas contienen fundamentalmente relatos y ella es consciente, como
vemos en la terminología de sus prólogos, textos de contraportada y en el subtítulo de
Un extraño envío (Relatos breves). De otro lado, se observa que en el uso de diferentes
modalidades creativas hay vectores psíquicos diferenciados: Otxoa utiliza la poesía para
la expresión de lo más delicado y grave; el microrrelato tiende a reflejar sus facetas más
irónicas, humorísticas y absurdas; y la poesía visual tiende a sumar al compromiso un
plus de crítica sarcástica.
En cuanto a la estructura, aunque las compilaciones de Julia Otxoa no responden
al modelo que Irene Andrés-Suárez llama de ciclos y Gabriela Mora llamaba de cuentos
10
Julia Otxoa, Gunten Café, op. cit., pág. 62.
7
integrados"11
, tampoco son autoantologías heterogéneas o inconexas. Por el contrario,
los textos reunidos tienen un inconfundible aire de familia que viene de una subterránea
unidad de tono y perspectiva. La perspectiva es la desfamiliarización, el tono es el
extrañamiento. El gran tema es la perplejidad existencial, que se vehicula mediante una
estética del absurdo y la desmesura, con matices más o menos líricos o humorísticos
según los casos. En este sentido se observa una diferencia entre los libros más cortos,
escritos en un segmento temporal reducido y por ello de tono más trabado que los
volúmenes largos. Así, Kískili-Káskala es el conjunto más humorísticamente chispeante
y ligado a los maestros del género, mientras que Variaciones en tomo a un cuadro de
Paul Klee es el más sorprendente y ambiguo, el más personal, o, como dice Dolores
Koch, el que más se vale de una lógica diferente12
. La cohesión de los libros se refuerza
por el hecho de que la autora se preocupa siempre de encuadrar los textos en un marco.
Así, Kískili- Káskala (1994) se abre con una aclaración que parte de su título:
Kískili-Káskala es el nombre dado a un antiguo camino, en la Sierra de Urbasa
(Navarra), construido de forma diferente a todos los demás, por dos líneas paralelas de
grandes piedras clavadas en la tierra que, aparentemente, no conduce a ninguna parte y
cuyo origen desconocido se pierde a lo largo de los siglos. [...] La hermosa y lúdica
sonoridad del nombre popular con el que se le denomina me sugirió de inmediato la
posibilidad de agrupar los relatos bajo ese título, ya que su sola fonética evocaba en mí
esa dimensión infinita de juegos que es para mí la Literatura.
Por otro lado está la idea de “misterio” unida al camino, idea que me interesa y
que está presente como herramienta de construcción y dinámica de “azar y
desorientación” en los ingredientes narrativos de casi todas mis historias.
En esta misma línea, también determinó su elección el considerar que lo
desconcertante de un título semejante para un libro de relatos, encajaba totalmente con
ese ‘paisaje de perplejidades’ que enlaza todas las narraciones.
Como se ve, la autora nos prepara para unos textos de planteamiento y desenlace
desconcertante que requiere nuestra participación, y de este modo procede como otros
innovadores de la narrativa (así Unamuno o Cortázar) que se sintieron impelidos, por
las necesidades internas de la creación, a perfilar el horizonte de expectativas de sus
lectores. El último microrrelato trata de la muerte súbita y viene a ser una metáfora del
final del volumen:
SUCESO
-¡Mira! ¡Mira, papá!
Gritaba aterrorizado el niño hormiga.
-¡Se acaba el mundo!
Y efectivamente así era, las botas de aquel desconocido paseante del bosque
pronto se abatieron sobre ellos sin ni siquiera proponérselo.
11
Irene Andrés-Suárez, “Tendencias del microrrelato español”, en José Romera Castillo & Francisco
Gutiérrez Carbajo (eds.), El cuento en la década de los noventa, Madrid, Visor, 2002, págs. 659-673. 12
Dolores M. Koch, “Microrrelatos: doce recursos para hacernos sonreír”, El Cuento en Red: Estudios
sobre la ficción breve, 14, 2006.
8
En Un león en la cocina (1999) ofrece dos textos de entrada. El primero es un
paratexto, una cita de Michel Foucault que vale por una poética: “Hay momentos en la
vida en los que la cuestión de saber si uno puede pensar de forma distinta de la que
piensa y percibir de una manera distinta a como uno observa, es indispensable para
continuar mirando o reflexionando”. Le sigue, ya dentro del universo ficticio propio, el
cuento “Tiempos modernos”, un irónico homenaje a Kafka, rechazado por un crítico
actual en medio de un mundo que, siendo tan absurdo como el del hombre-cucaracha,
no se reconoce en sus escritos. El último relato, “Fábulas”, es un homenaje a Las mil y
una noches: un reo le cuenta cuentos a su verdugo para sobrevivir; cuando el verdugo se
duerme y el reo se dispone a matarle, es el verdugo el que empieza a contar historias, de
modo que va “repitiéndose así perfecto el mágico tiempo circular en el que ambos se
perdonan mutuamente la vida”. Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee (2002)
también comienza con una cita y un relato metaartístico. La cita es de otro de los
escritores favoritos de Otxoa, Italo Calvino:
Para descifrar el mapa en la oscuridad debe llevar también una linterna en el
bolsillo. Los frecuentes cotejos del cielo y el mapa lo obligan a encender y apagar la
linterna, y en esos pasos de la luz a la oscuridad se queda casi ciego y cada vez tiene que
reacomodar la vista.
“Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee” es un relato en dos tiempos donde
se le da a escoger al lector no ya entre las dos versiones de un cuento, sino entre tres
identidades: dos ficticias (ser un personaje de Otxoa, ser el pintor Paul Klee) y una real
(ser él mismo). El último relato, “Viajes”, es igual de sorprendente: se contrasta a un
personaje que dice que el mundo se le ha quedado pequeño y por eso no para de viajar,
con el punto de vista de la voz narradora, a la que le sucede todo lo contrario:
“El mundo se me ha quedado pequeño”. Me había dicho ella. ¡Y pensar que a
mí me parecía cada vez más infinito! ¡Más inescrutable! No solo ante el dolor, incluso
frente a la intensa belleza de las cosas, junto a la enigmática existencia de la más
diminuta de las flores mi espíritu se sobrecogía por el misterio de la vida. Me sentía
aprendiz en todo, mi constante asombro ante cuanto me rodeaba, convertía cualquier
parte del mundo, por minúscula que esta fuera, en un lugar inabarcable en el que todo
estaba por descubrir. Indudablemente yo también me buscaba a mí misma, pero estaba
en las antípodas de lo que le ocurría a ella, el viaje más largo era para mí aquella
distancia entre mis ojos y la vida.
Un extraño envío (2006) comienza con un ensayo de autodilucidación tan
conciso como penetrante sobre qué busca la autora con el microrrelato, muy en sintonía
con su poesía de carácter neopurista, existencial y filosófico:
Este tipo de narración me proporciona la posibilidad de un espacio literario
abierto, lúdico, en el que poder utilizar la ironía, el misterio, el juego intelectual,
literario y lingüístico, como ingredientes esenciales de la estructura narrativa que me
9
interesa, clara y concisa. [...] Me planteo el ejercicio de escribir como una mirada
múltiple [...], la literatura como un arte combinatoria de universos simbólicos, abiertos a
múltiples lecturas e interpretaciones. [...] En definitiva, concibo la literatura como
indagación en el conocimiento, como traducción simbólica a través de los interrogantes.
El cierre de este volumen es un agudo texto, “Sobre las visiones de fantasmas”,
donde se defiende la lectura lenta, cuidadosa y productora de significados, frente a las
prácticas actuales:
Tomadas así las cosas, el entendimiento de un solo libro podría llevarnos toda
una vida [...] Llegaríamos así hasta la máxima de los antiguos monjes budistas del siglo
VIII, que concebían la lectura como meditación y camino iniciático en la búsqueda del
conocimiento. Todo lo contrario de lo que sucede en nuestras sociedades modernas del
siglo XXI, en las que el consumo apresurado ha llegado también hasta los libros, y estos
se leen como si fueran pañuelos de usar y tirar. [...] De este modo el misterio del
lenguaje ha desaparecido para dar lugar a algo chato y opaco que nada comunica ni
descubre.
En fin, con todas estas claves está claro que para Otxoa el microrrelato es la
estética que conviene a la “cultura en crisis de la modernidad”, pero no es una estética
de lo banal, sino todo lo contrario. Como observaba Thomas Pavel, y resume Domingo
Rodenas, es en las etapas en que se rompe la estabilidad social, en las épocas de
conflicto y cambio de valores, cuando “la ficción literaria tiende a maximizar la
indeterminación de sus mundos imaginarios”, de modo que “el apogeo del microrrelato
sería, pues, reflejo de los sentimientos de inconsistencia, fugacidad e intrascendencia
inherentes a lo que se ha llamado episteme posmoderna”13
.
Pasando de las estructuras a los textos, a la hora de analizar estos relatos he
intentado aplicar la clasificación de David Lagmanovich pero ha sido en vano, porque
las categorías que él señala no son operativas en el universo de Otxoa. Lagmanovich
distingue cinco tipos de minificciones, aunque admite solapamientos entre las ca-
tegorías: 1) las que se basan en la reescritura o parodia de textos o mitos clásicos, 2) las
que se basan en la novedad del lenguaje o lo que él llama “discurso sustituido”, 3) la
escritura emblemática, afín al mito, 4) la fábula y el bestiario y, por último, 5) el cuento
realista de discurso mimético que recrea con fidelidad un nivel de habla vernácula14
. En
el caso de Julia Otxoa todos sus relatos comparten la condición emblemática en cuanto
que son, no mitos cosmogónicos, pero sí alegorías sobre la condición humana y el
mundo que hacemos y nos rodea. Así lo percibió Lauro Zavala a propósito de Un león
en la cocina15
, donde apunta el “carácter alegórico” de la imaginación de la autora.
Dicho de otro modo, en términos de Jorge González Aranguren, la obra narrativa de
13
Domingo Ródenas de Moya, “Contar callando y otras leyes del microrrelato”, ínsula, 741, septiembre
de 2008, págs. 6-9. 14
David Lagmanovich, El microrrelato. Teoría e historia, Palencia, Menos- cuarto, 2006, “Tipos
fundamentales de micorrelatos”, págs. 123-138. 15
Lauro Zavala: “Alegorías”, prólogo a la edición especial de Un león en la cocina, Bilbao, Bibliotex,
2002 (para el diario Deiá), págs. 5-7.
10
Julia se inserta en la tradición del cuento gnómico16
, es decir, del apólogo sapiencial. En
un texto aún inédito de este año 2008, “Lo fabuloso, materia de vida y literatura”,
reflexiona Otxoa en los siguientes términos:
Por medio de la imaginación el hombre vuela sobre sí mismo y sus limitaciones,
y esa imaginación, origen de lo fantástico, no es solo un modo de conocimiento sino
también la facultad de expresar ese conocimiento a través de los símbolos. Poesía y
filosofía culminan en el mito, en el símbolo, la alegoría y la metáfora.
Veamos un par de ejemplos (ambos de Kískili-Káskala) que ilustran cómo la
categoría del relato emblemático subsume todas las demás.
EL VIAJERO
El viajero no acababa de llegar. Sus familiares le esperaban nerviosos. No se
explicaban su tardanza. Se habían gastado una buena suma de dinero en la compra de
aquella trampa y en adornarla con aquel pedazo de queso de la mejor calidad.
Un texto como este puede ser incluido en un bestiario pero ante todo es una
parábola sobre el contraste entre apariencia y realidad, punto de vista humano y animal,
inocencia y dolo, tragicómica ironía de destino. Veamos ahora este otro:
EN COMISARÍA
La descripción que hacía aquel hombre del culpable era extremadamente
detallada pero totalmente absurda. Inconcebible que un adjetivo solo, sin la ayuda de
nadie, pudiera haber dado muerte a aquel corpulento negro.
Aquí nos hemos de remitir a la reescritura y parodia del género policiaco, pero
más allá de la sorpresa nos hallamos ante una reflexión sobre el poder destructivo del
lenguaje, sobre la capacidad de segregación de la palabra, del calificativo. Por ejemplo,
“negro”. Pero esta irónica denuncia alusiva-elusiva roza el lenguaje sustituido, y en
definitiva nos volvemos a topar con la parábola. También encontramos en la poesía
visual de la autora un correlato de este texto, bajo el título de “Sepulcro del lenguaje”
(2008):
16
Texto de presentación de Un extraño envío, leído el 17 de noviembre de 2006 en el Ateneo
Guipuzcoano de San Sebastián, que tengo -como tantísimas otras cosas- por gentileza expresa de Julia
Otxoa. Se publicó, con el título de “Un extraño envío. Literatura breve y mejor trabada”, en Letra
Internacional (Universidad Complutense de Madrid), 96, 2007, págs. 90-92.
11
Otro relato, el que en Kískili-Káskala se titulaba “The right man in the right
place” (El hombre adecuado en el lugar justo) y luego pasó a titularse “Campaña
electoral en Marivaudage” (Un león en la cocina), es una alegoría sobre cómo
manipulan los políticos a las multitudes con palabras bonitas, musicales e ininteligibles,
es decir, lo que Valle-Inclán acuñó como el tópico de las “divinas palabras”. Ahora
bien, el cuento en cuestión no es reescritura sino alegoría de la condición humana a
propósito del lenguaje y el poder.
Lo dicho hasta aquí ilustra que una sola categoría (el relato emblemático) se
nutre con los recursos de las otras tres (reescritura y parodia, fábula y bestiario y
discurso sustituido).
De otro lado, ninguno de los textos de Otxoa es exactamente mimético o realista:
todos juegan sobre la base de lo absurdo, anómalo, hiperbólico y literalmente imposible.
La crítica ha insistido en el onirismo de sus relatos, y es de notar que son varios
los procedimientos que crean sus atmósferas de sueño. Así, típico de su escritura es el
final abierto, fragmentado en posibilidades tipo test, de acción escamoteada, de acción
repetida en círculos infinitos, de argumento sin principio, o de lectura polisémica. Es
frecuente la transformación de los personajes (el tema del doble, la conversión de lo
humano en animal o viceversa, la inflexión epifánica de una situación de muerte que se
transforma en vida o al revés) y la transformación del lenguaje: frases hechas y
metáforas que se convierten en realidad literal, un recurso típico de la literatura
fantástica. Así, por ejemplo, un personaje que quiere dárselas de lector se convierte
realmente en un ratón (de biblioteca); o, jugando con el retruécano, una mujer que busca
remedio a su desesperación en el “Libro de las Soluciones”, encuentra que la solución
es precisamente la búsqueda en los libros; la frase hecha “allí hay gato encerrado” se
puede ver en este texto de Variaciones..., asociada al cordero del sacrificio y tal vez al
título de la colección de cuentos de Francisco Ayala:
ENTRE MEMPHIS EAST Y DUKE STREET
Todos aquellos ejecutivos llevaban gatos muertos dentro de sus maletines,
excepto uno que llevaba una cabeza de cordero recién seccionada, cuya sangre rebosaba
el maletín y formaba un charco de 12x4 centímetros en la parada del autobús número 14
que une Memphis East con Duke Street.
Dentro de este mundo de significados deslizantes, hay un síntoma curioso:
cuando Otxoa cambia algún elemento de un cuento previo, nunca es el texto sino el
título, lo que afecta a la orientación global de la lectura (lo mismo sucede con sus
poemas visuales: lo que cambia no es la imagen sino su traducción a palabra). El
extrañamiento se refuerza con una prosa de estilo culto que resulta atemporal o
descontextualizado porque no contiene rasgos de las hablas actuales (aunque discurre
con libertad de puntuación). Con frecuencia el relato no está contado en modo
indicativo sino en condicional o subjuntivo: es un mundo modalizado. También
contribuye a la desfamiliarización el gusto por utilizar nombres y topónimos extranjeros
que, como ha notado Jorge González Aranguren, parecen cumplir “la función de
penetrar aún más en nuestro subconsciente”. En otros casos, y aquí hay que pensar en la
12
influencia de Kafka, los personajes se nombran con sus iniciales (que a menudo
incluyen la letra “K”). Con todo esto (construcción fragmentaria y elíptica que funciona
como una adivinanza, lejanía de los mundos y neutralidad del estilo) se logra una
atmósfera onírica muy característica de la autora. Una atmósfera que, en un plano
visual, nos resulta extrañamente afín al talante de René Magritte17
y que, como en él,
rezuma lirismo y humor.
Un ejemplo de todo lo dicho es el texto siguiente, un cuento que es casi
puramente virtual y que a través de una parábola habla de la nostalgia de la infancia, del
deseo de no crecer para no adocenarse, con un eco de la Alicia de Lewis Carrol del que
la autora no es consciente y que aflora en el título primitivo, “Galletas” (Kískili-
Káskala), convertido después en “El tren de las seis” (Un león en la cocina). Es un
cuento que bien podría ilustrarse con El tiempo detenido -o transfigurado- (1938), de
René Magritte:
GALLETAS / EL TREN DE LAS SEIS
[...] si como os decía, salgo a las cinco en punto de casa, y cojo el autobús que
para cerca de la estación, y este no encuentra en el trayecto demasiados semáforos en
rojo, y en las paradas no suben muchas de esas personas que se eternizan sacando los
cambios del monedero, tal vez logre llegar a tiempo para coger el tren de las cinco y
veinte. Y suponiendo que este llegue puntual a Köln, quizá pueda entonces comprobar
que es mentira cuanto papá dice sobre la inexistencia de esa otra niña rubia, idéntica a
mí, de la que cada vez con más frecuencia nos habla la gente, esa niña que toma todas
las tardes en Köln el tren de las seis.
[...] Pero también puede suceder que acabe los deberes, me coma las galletas,
me beba el vaso de leche y no salga de casa para nada, y nunca más pregunte por esa
otra niña que coge en Köln el tren de las seis, y me olvide de toda esta historia para
siempre, y no vuelva a pensar en ella, ni siquiera ese día probable en que me la
encuentre esperándome a la salida del colegio, o mirándome con ojos extraños, como
ahora, desde el umbral de la puerta de mi cuarto.
Porque si hago como que no la veo, y soy prudente y sensata y todas esas cosas
que suelen ser los mayores, e intento además, escapar siempre, como de la peste, de
todo aquello que no entiendo, como aconseja mi padre, tal vez consiga entonces llegar a
ser una persona adulta, capaz y aburrida como ellos18
.
Si hubiéramos de sintetizar el repertorio de temas, todos los relatos reflexionan
sobre la condición humana y recurren a motivos como la violencia, la crueldad y la
barbarie, la incertidumbre e ironía del destino, la farsa de la política y otras farsas
mundanas, el poder del lenguaje y de la literatura, la débil frontera entre realidad y
ficción, y la fragmentación de la identidad. Estos temas, presentes en Kískili- Káskala,
17
Es curioso comprobar que Magritte “concurre” también de manera natural en la reseña que hace Txetxu
Aguado de “Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee”, Espéculo. Revista de Estudios Literarios
(Universidad Complutense de Madrid), 24, 2003. 18
Esta necesidad de volver a o de permanecer en la infancia se da también en la poesía de Julia Otxoa:
“Adéntrate en la desnuda festividad del silencio,/ y amanece,/ amanece de nuevo sobre el vértice de la
infancia”, Al calor de un lápiz. Antología breve, Zarautz (Bilbao), Olerti Etxea, 2001, Col. Orientación
Norte, 5, pág. 59.
13
se acentúan en Un león en la cocina. Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee
incrementa, como observó Andrés-Suárez, la crítica contra la violencia con el País
Vasco como referente primordial, y Un extraño envío, añadimos nosotros, acentúa la
reflexión metaliteraria en sintonía con la obra poética de la autora. En todas estas
vertientes ofrece Otxoa magníficos ejemplos, aunque quizá lo que más la singularice en
el panorama español sea la dimensión cívica, su compromiso ético contra la barbarie y
la violencia, algo poco frecuente en el universo creativo del microrrelato, presidido
generalmente por el ingenio.
Para terminar esta breve exposición pondremos algunos ejemplos relacionados
con la vertiente más crítica y comprometida de la autora.
En Kískili-Káskala tenemos “Hermano Leónidas” (sobre el magnicidio y el
poder como castigo), “The right man in the right place” (las divinas palabras), “Un lugar
en el parque” (contraste entre olvido y memoria: un idílico parque donde se alza
inofensiva la estatua de quien en vida fue un monstruo de crueldad), “Hombres
públicos” (sobre los que siempre se arriman al presidente en la foto), “Mashar” (sobre la
violencia, el silencio cómplice y la intercambiabilidad de papeles entre víctimas y
verdugos), y “Kirghistán” (la barbarie au- todestructiva que acaba con una tierra, y la
ironía del consumo con el rally París-Zecorhán). En Un león en la cocina están
“Fidelidad de los súbditos” (que por seguir al alcalde terminan en el caos lingüístico y
finalmente reducidos al silencio), “Ecuanimidad” (sobre la desventura de quien pretende
ser ecuánime), “Medidas contra el paro” (despropósitos políticos) y “Prohibición” (las
fronteras y la muerte). En Variaciones... el blanco se ajusta más al País Vasco:
“Correspondencia de la República de Mimodrama” es un esperpento a raíz de la frase
hecha “tragarse la bandera”, y todos los intereses que en tomo a ello se crean; “Músicos
y gallinas” incide sobre los disparates de un proyecto que solo beneficia al alcalde;
“Cuestiones decadentes” es una hipérbole sobre el caos del parlamento; “Memorias de
Federico el Grande” es una ironía sobre los grandes hombres; “Fantasmas del pasado”
trata de altos cargos que fueron y aún son criminales; “Una extraña familia” es un
retrato de una casa que se pudre llena de asesinos dispuestos a liquidar a su propia
madre. En Un extraño envío, “La mosquita del cadáver” parece una parábola de la
sociedad vasca, asustada no por las víctimas del terrorismo sino más bien por lo que
pueda revelar la prensa; “Mesa”, que reproducimos, es una denuncia directa que parece
inspirada en las errikotabemas:
MESA
Veo pasar dos hombres con una pesada lápida al hombro, la losa está grabada,
desde mi ventana alcanzo a ver las fechas de nacimiento y muerte. De pronto, los dos
hombres se detienen y entran en la taberna de enfrente.
En su interior, les veo maniobrar con el objeto de su robo, se mueven a
contrarreloj blandiendo mazos y martillos. Se diría que trabajan con verdadero
entusiasmo. Rápidamente la lápida se transforma en una mesa sobre la que no tardarán
en celebrar con los habituales parroquianos los crímenes patrióticos.
Mientras, cada vez son más los muertos en la ciudad que quedan con su
indefensión a la intemperie, descubiertos bajo la bóveda del cielo, por culpa de esta
nefasta moda mobiliaria.
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Por último, de este cuarto libro también, “Los siete magníficos”, título que
homenajea al famoso western de John Sturges (1960), es una visión expresionista de la
que Julia me ha escrito lo siguiente19
:
este relato parte de la traducción alegórica de una sensación propia de asfixia
ante la barbarie [...] que observo en mi país, al que amo pero que mantiene todavía en
algunos sectores un estado de cosas social-político-cultural que justifica la violencia de
ETA. La habitación de la que hablo es mi estado de dolor y angustia ante los crímenes
del terrorismo, y ante la indiferencia de algunos sectores sociales, políticos y culturales
de mi país. Este relato responde a mi percepción como instante bárbaro (pantalones de
saco, personas mezcladas con animales, etc.), más la circunstancia simbolizada por esa
frase de “vigilen sus carteras”, que también en los estados de barbarie se enriquecen
algunos, y que en definitiva muchas veces en mi País Vasco tengo la sensación de estar
encerrada en una asfixiante habitación entre asesinos, ladrones y animales. [...] Este
relato tiene algo de goyesco (admiro profundamente a Goya).
Merece la pena ver ahora la traducción creativa:
LOS SIETE MAGNÍFICOS
Cuatro tenían pantalones de tela de saco y tres se alzaban sobre zancos de
madera. Sus cabezas rozaban brutalmente el techo mientras se reían dando cabezazos a
las lámparas. Pronto nos quedamos a oscuras. Cuando comenzaron los cánticos no hubo
modo de evitar que los becerros desorientados por la oscuridad y lo reducido de la
habitación embistieran contra todo lo que encontraban. Pese a todo, el canto no cesó.
Tras él vinieron los nuevos nombramientos, pero la gente no quería palabras sino
cuchillos bien afilados como los del carnicero de Hautefort.
- Conserven la paz, conserven la paz.
Los hombres con pantalones de saco comenzaron a dar grandes voces:
- El testamento está a punto de firmarse. El calor demora la calma, queda instaurado
el espacio. Ahora saquen a los muertos y dejen dentro a los heridos, los becerros son
intocables. No pierdan de vista sus carteras.
Es de notar la dimensión pictórica de la imaginación de Otxoa (aquí Goya y
también el Picasso de Guernica), análoga a la de otros narradores poetas vinculados a la
vanguardia como Rafael Pérez Estrada y nada extraña en quien cultiva, paralelamente,
la poesía visual.
En relación con la crueldad del ser humano están casi todos los microrrelatos de
o con animales: el perro apaleado de “Intransigencia” (Kískili-Káskala), que luego se
convierte en “Cuestión de orgullo” (Un león en la cocina)', el pequeño mono que muere
en el zoo de tristeza (“Zoo” en Kískili-Káskala, “La jaula de los monos” en Un león en
la cocina)·, el ratoncillo aplastado por la gorda (“El viaje de Horacio”, un cuento que
está en casi todos los volúmenes); los niños que ven cómo funciona el matadero y
descubren que a veces a ellos los tratan como a las reses (“Caballos”); y los mozos
salvajes y machistas en “Palomeras de San Roque” (Un león en la cocina)·, el sádico 19
E-mail de Julia Otxoa fechado el 21 de noviembre de 2008.
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bozal ideado en “Muzzle” o el incendio de los pájaros en “Weil” (ambos en Un extraño
envío). Esta solidaridad con la naturaleza se amplía en cuentos como “Maqueta” (Un
león en la cocina), donde se reflexiona sobre la irremediable condición predatoria del
ser humano.
Llevando la visión ética al tema de la creación, son varios los relatos que inciden
en la soledad e incomprensión que padece el artista, el pensador, el escritor: así Kafka
en “Tiempos modernos”, el escritor con conciencia crítica en “Tras las huellas de Albert
Camus”, el escritor obligado a burlar la censura en “El escritor en tiempos de crisis”, y
la persona sensible en “Cerdos y flores”, todos en Un león en la cocina; “Lao-Ching”
(un personaje parecido a Lao Tsé) sucumbe a su incapacidad para ver la realidad
primaria del tigre hambriento y Ezra Pound vive sumergido en su ficción en “El
emperador sale en carro de guerra” (ambos en Variaciones...)·, la historia del expurgo
de bibliotecas se repite en “De cómo el Quijote fue quemado en Morano”, la cultura de
lo banal se explora en “Sobre las visiones de fantasmas”, el músico callejero transforma
en armonía su ruido interior (“Música”) y el alambrista, tan parecido a Giacometti, vive
preso del arte que le consuela (“El hombre del alambre”), mientras la crítica académica
desbarra en torno a estupideces tales como “La percepción estética de las vacas” (todos
estos, en Un extraño envío). Y los lectores, por su parte, pueden perderse o hallarse para
siempre en los libros y diccionarios.
En fin, no cabe duda de que el universo narrativo de Julia Otxoa solo es pequeño
en extensión, pues, como sabía Juan Ramón Jiménez, “un libro puede reducirse a la
mano de una hormiga porque puede amplificarlo la idea y hacerlo el universo”20
.
20
Apud Antonio Fernández Ferrer (ed.), La mano de la hormiga. Los cuentos más breves del mundo y de
las literaturas hispánicas, Madrid. Fugaz, 1990.