UN HOMBRE SOLIDARIO

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Ana Clara Polakof La vida de Tobías “Tito” Polakof

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La vida de Tobías “Tito” Polakof por Ana Clara Polakof

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Ana Clara Polakof

La vida de Tobías “Tito” Polakof

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Ana Clara Polakof nació en

Río de Janeiro en 1983. Es

hija de Luis Polakof y Cristi-

na Olivera y nieta de Tobías

Polakof y Elisa Goldschmidt.

Estudió en la Facultad de

Humanidades y Ciencias de

la Educación, es licenciada

en Lingüística y posee un

máster en “Análisis grama-

tical y estilístico del espa-

ñol”. Además ha hecho co-

rrecciones de estilo. Escribió

este libro a pedido de su

familia y porque considera-

ba que una vida como la de

su abuelo debía formar par-

te de la tradición escrita y

no solo de la oral. Este es

el único libro de estas ca-

racterísticas que ha escrito.

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La vida de Tobías “Tito” Polakof

Ana Clara Polakof

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ISBN 978-9974-98-926-9

© Ana Clara Polakof (2012)Un hombre solidarioLa vida de Tobías “Tito” Polakof

Primera edición digital:Marzo 2013

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser re-producida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea digital, impreso o cualquier otro sin per-miso previo de Polakof y Cía. S.A.

Polakof y Cia. S.A.Dodera 882C.P. 20 000 Maldonado - Uruguaywww.eldorado.com.uy mail: [email protected]

Corrección de estilo:Daniella Méndez

Diagramación y armado:Luis Angel Cor

El diseño de portada está basado en una pintura al óleo de Julio Scottini.

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Este libro surge como idea mía y de mis hijos para recordar la vida que

con Tito compartimos. Para construir este retazo de memoria recurri-

mos no solo a nuestros recuerdos, sino al aporte fundamental de quienes

siempre nos ayudaron: nuestros compañeros de trabajo y tantas perso-

nas que nos han acompañado a lo largo de estos años.

Con Tito construimos en base a amor y respeto la familia que hoy

tengo. Luis, Rosita, Susana y Raúl hicieron lo mismo, trayendo nietos y

bisnietos que como abuela y bisabuela disfruto mucho. Esto me hace feliz

y me siento siempre acompañada, porque desde cerca o lejos siempre

estamos muy unidos.

Cuando llegué a Maldonado tenía 17 años y medio. Todo era arena-

les; veníamos en ferrocarril o en Onda. Vimos y acompañamos, junto a

Tito, el crecimiento de Maldonado y la zona este del Uruguay. Se agolpan

en mi mente enormidad de personas entrañables en nuestra vida. De

nombrarlas una a una no darían las páginas de este libro. Igualmente,

quisiera mencionar especialmente a Carmen y María José, compañeras de

largas horas en nuestra casa.

En estas páginas encontrarán una serie de vivencias. Hay de las bue-

nas y de las no tan buenas, de las dulces y de las amargas, pero todas

cargadas de amor, de emociones y de los valores que nuestros padres

nos dejaron y que nosotros replicamos en nuestros hijos, nietos y todos

aquellos que se nos acercaron.

Con este libro intento decir gracias a mi querida familia, conformada

por mis hijos y nietos, sus parejas, mis bisnietos, y también por todos los

que nos acompañaron en el camino.

Elisa Godschmidt de PolakofMaldonado, 25 de junio de 2012

PRÓLOGO

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En primer lugar, quiero agradecer a mis tías por cederme el honor de escribir este

libro y otorgarme su confianza, y a toda mi familia que se mantuvo al firme y me

apoyó en todo momento: mis hermanos, mis padres, mis abuelas, Martín, mis pri-

mos, mis tíos.

Agradezco enormemente a todas las personas que entrevisté, que me brin-

daron un ratito de sus vidas, me contaron muchos recuerdos y anécdotas y me

ayudaron a reconstruir la vida de Tito. Doy las gracias especialmente a aquellos

cuyas historias reproduje literalmente y a Carmen Olaza y a María José Da Silva por

estar siempre.

Pido comprensión y mis más sinceras disculpas a quienes, por distintas razo-

nes, no pude entrevistar. Sé que faltó gente, pero es tanta que el espacio dedicado

a los agradecimientos no alcanzaría para nombrarla. De alguna manera, estas per-

sonas están presentes en este libro, porque creo que las vivencias con Tito fueron

muy buenas para todos y, aunque no similares, sí compartidas.

Dedico un especial agradecimiento, un homenaje quizá, al querido Julio del

Puerto. Julio había emprendido esta tarea mucho antes que yo. Si bien no llegó a

concretar el libro, escribió muchos artículos que me dieron información muy im-

portante, y esto debe quedar registrado. Los años que dio a la empresa, su cariño

a esta y especialmente a Tito hicieron posibles varias partes de este libro. Gracias a

su trabajo —archivado eficazmente por Raquel Álvarez— accedí a una entrevista

a un señor que había vivido en el barrio Bellavista cuando mi abuelo era niño. Esta

me permitió reconstruir, junto con el testimonio de la maestra María Pintos, parte

AGRADECIMIENTOS

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de aquella primera etapa a la que me fue tan difícil acceder. Además, dicho trabajo

me permitió conocer entrevistas a personas que, como Julio, no están más con

nosotros.

Recuerdo con cariño los momentos que pasé junto a Julio, su señora e hijas.

Años después, me doy cuenta de lo importante que fue él para Polakof y Cía. Sin

desmerecer todo el apoyo que me dieron las otras tantas personas que formaron

parte de este proceso, mi mayor gratitud es hacia él, que me proporcionó mucho

material. Como estoy segura de que disfrutaría mucho este libro, se lo dedico con

especial cariño. Su persona está y siempre estará presente en el corazón de la fa-

milia de El Dorado que tuvo la suerte de llegar a conocerlo.

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Todos los fernandinos saben quién fue don Tito Polakof. Probable-

mente muchos de ellos ni siquiera conocen su nombre, Tobías. Fue

un gran hombre, al que todos quienes tuvieron contacto con él re-

cuerdan con mucho afecto. Este libro versa sobre su historia. No es

un libro biográfico, ya que no hay muchas fechas ni hechos concretos.

Rescata el imaginario social en torno a Tito: los recuerdos, las memo-

rias y las anécdotas.

Hablar de Tito con fechas y números no parece adecuado porque

sus proyectos y emprendimientos trascendieron el tiempo. Creyó en

el desarrollo del país y apostó a este, es decir, a la empresa y al de-

sarrollo local. Intentó crear productos propios, nacionales, fundando

fábricas y empresas que pudieran elaborarlos. Apostó fuertemente a

la nación oriental, como pocos lo hicieron, y en los momentos difíciles

siguió confiando en el progreso del país.

Es una persona recordada con mucho cariño, no solo por su ac-

tividad empresarial, sino también por todas sus obras sociales y su

humanidad. Ayudó a todos los que pudo y tendió una mano cada vez

que vio que era necesaria. Estuvo presente, no solo con dinero, sino

físicamente. Invirtió horas de su vida en ayudar. Hizo mucho por el

desarrollo de Maldonado y su gente. Fue un personaje importante y,

como otros, merece que su obra quede registrada.

Este libro recoge también la historia, los recuerdos y las memorias

INTRODUCCIÓN

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de las personas que lo acompañaron y vivieron con él. Tito afectó sus

vidas y ellas afectaron la de él. Fue quien fue gracias a sus caracterís-

ticas y a la gente que siempre lo apoyó y se puso la camiseta.

Hay quienes siguen hablando de él en presente. Han pasado más

de diez años de su desaparición física y, sin embargo, sigue estando

presente en la vida de muchos. Su imagen, su alma están vivas. Sus

ideas, sus valores están en todos nosotros. Este libro es una forma de

dejarlos registrados para que la vida de una persona que ha quedado

en la historia y el corazón de los fernandinos no sea olvidada.

Esta reconstrucción de la vida de don Tobías “Tito” Polakof se hizo

a partir de entrevistas de familiares y gente que lo conoció íntima-

mente en el ámbito empresarial, social, político, etc. Se recogieron

historias de personas, anécdotas y memorias y se usaron pocos do-

cumentos. Buscamos registrar su carácter, su persona, su actividad,

su legado y sus valores.

Se entrevistó a decenas de personas, cuyos nombres figuran al

final del libro. En algunos capítulos, se reproducen testimonios de

aquellos entrevistados que con su forma particular y propia de expre-

sarse reflejan el cariño y respeto que le tienen a Tito.

En estas páginas, se hace referencia a Tito y no a Tobías porque

todos los que se interesen en leer esta historia sabrán de quien se

habla. Este libro es para los que conocieron y apreciaron a Tito.

Es importante que quede en claro que aquí descubrirán su vida,

cómo fue, a quién amó, sus pasiones, cómo vivió, cómo se lo recuer-

da. Accederán a distintos testimonios de vida sobre un hombre que

luchó hasta el final por sí mismo y por el país, que no se dejó derrotar

nunca y que aunque cayó mil veces, siempre se volvió a levantar.

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El libro está organizado según las distintas facetas de su vida. En pri-

mer lugar, encontramos la vida de su familia, desde la inmigración de

sus padres hasta el nacimiento de sus nietos. La segunda parte está

dedicada a la empresa, aspecto fundamental en su vida, y la tercera,

al hombre y lo que representó para los demás. En cuarto y último

lugar, llegamos a su legado: cómo fue el adiós y qué nos dejó.

Aquí se intenta reflejar lo que Tito fue para todos nosotros, para

todos los fernandinos y uruguayos que tuvieron la fortuna de cono-

cerlo en vida o a través de la historia oral de nuestro pueblo.

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Tito en su querido Mercado 18 de la ciudad de Maldonado

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1. Un hijo de inmigrantes: la llegada a Montevideo

y al barrio Bellavista ......

2. Nuevos vecinos en Maldonado.

3. Un hombre de familia.

a) Elisa

b) La paternidad

c) Un padre trabajador

d) Los abuelos paternos

e) Su hermano

f) Los hijos

g) La dictadura

h) El exilio

i) Un padre y un suegro respetuoso

4. El abuelo.

Primera parte: La Familia

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1. Un hombre emprendedor: los comienzos

2. Un visionario: de emprendedor a gran empresario

3. Un empresario: los primeros éxitos

a) Supermarket’s El Dorado

4. Un patrón y muchos colaboradores

Segunda parte: La empresa 40

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ÍNDICE

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1. Un hombre solidario

a) Los niños son el futuro

b) La solidaridad con sus colaboradores

c) La solidaridad con el pueblo fernandino

2. Un “maestro”: la escuela de don Tito Polakof

3. Un político

a) Presidente de la Junta de Vecinos

b) Edil de la Junta Departamental de Maldonado

4. Un hombre como nosotros

Tercera parte: El hombre 58

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1. El adiós

a) El adiós de los nietos

b) El adiós del pueblo fernandino

2. El legado

3. La continuación de los sueños de Tito

Cuarta parte: El legado 88

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ÍNDICE

Personas entrevistadas

Sucursales de El Dorado

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La familia

Primera parte

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1. Un hijo de inmigrantes: la llegada a Montevideo y al barrio Bellavista

Gita Lew Fainstein provenía de una familia religiosa y su padre

era cantor litúrgico de la sinagoga de su pueblo. Era culta y

había sido una de las primeras mujeres en ir a la escuela en la Unión

Soviética. Se casó con Jossif Aron Polakof —un hombre humilde y

trabajador—, probablemente intentando escapar de la vida religiosa

que la esperaba si seguía dentro de su círculo familiar. Tuvieron tres

hijos en Europa, pero uno falleció de pequeño. Decidieron irse de

la Unión Soviética cuando se dieron cuenta de que el futuro que los

esperaba era sombrío y con pocas probabilidades de vida digna de-

bido a las hambrunas que había en dicha nación. Emigraron a tierras

desconocidas, intentando proteger a su familia.

Le dijeron adiós a su tierra natal y se embarcaron en un viaje

largo, como tantos otros emigrantes. Pasaron por varias aduanas:

la de Moscú, la de Alemania, la de Francia, hasta llegar finalmente a

Montevideo en setiembre de 1928. Venían de Kiev, República Ucra-

niana Socialista Soviética. Emigraron con sus hijos Elena y Raúl,

como consta en la foto del pasaporte de Gita. Uruguay era su des-

tino final, así lo dice la visa de su pasaporte. No sabemos por qué

lo eligieron. Vinieron con la hermana de José (Jossif) y su esposo,

Isaac Melamoude, quienes tenían dos hijos, Luis y Adolfo.

Se radicaron en el barrio Bellavista, y menos de un año después,

el 12 de junio de 1929, nació Tobías Lev Polakof, más tarde apodado

“Tito”. Eran vecinos de la familia Goldman. La señora Ester Gold-

man, quien tenía una beba de la edad de Tito, lo amamantó porque

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Gita no tenía leche. Tito siempre le mostró su agradecimiento.

No tenían mucho dinero y la situación era complicada. En 1929

Josiff sacó un permiso de feriante para vender mercadería frente al

Frigorífico del Cerro, especialmente la ropa que cosía Gita. Así fue

como, poco a poco, comenzaron a obtener su sustento. Con el dine-

ro que hizo Jossif como feriante, pudieron abrir una tienda. En ella

exhibían la mercadería fuera del negocio. Era una forma distinta de

vender, al menos para quienes habían vivido siempre en Uruguay.

Varias personas atendían la tienda, todos familiares.

La tienda de Gita y Jossif, que estaba en la calle Uruguayana,

tenía de todo. Allí compraban la mayoría de los vecinos. Los niños

del barrio solían tirar la ropa de los percheros y Gita salía corrien-

do a perseguirlos. Tenían costumbres diferentes; eran los primeros

inmigrantes del barrio, y los niños no entendían por qué colgaban

la mercadería en la vereda. Siempre cuesta acostumbrarse a reali-

dades diferentes.

En 1935 Raúl y Tobías asistían a la escuela de la calle Uruguaya-

na. Tobías estaría en primero y Raúl en sexto. La escuela, solo para

varones, era tranquila y tenía pocos alumnos. Los niños se veían

en los recreos y jugaban entre todos. Una vez, recuerda la maestra

María Pintos, Raúl hizo una paloma de la paz, que expusieron para

toda la escuela. Era un símbolo importante en los años sombríos que

se estaban viviendo en el resto del mundo y los aún más sombríos

que estaban por venir.

La negociante de la familia era Gita. Jossif era más cerrado, más

rudo y siguió siéndolo durante el transcurso de su vida. Sus vecinos

veían en ellos el esfuerzo de luchar, de hacer cosas, de innovar, de

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insertarse en la sociedad uruguaya. Tanto es así que algún vecino

recuerda que Jossif iba los domingos al colegio San Francisco de

Asís a integrarse con la comunidad.

Los primeros años son difíciles de recopilar, pues la información

es poca. Los datos disponibles fueron aportados por vecinos del

barrio Bellavista, pero es difícil acceder a otro tipo de información.

2. Nuevos vecinos en Maldonado

Unos años después de haber arribado a Uruguay, se trasladaron

a Maldonado escapando de la neumonía de uno de sus hijos. Allí

se radicaron y abrieron una confitería o panadería. Los fernandinos

conocerían a Gita y a Jossif como Clara y José.

Se integraron fácilmente a la comunidad fernandina, quizá un

poco más accesible y abierta a la inmigración que la montevideana.

Se hicieron amigos de los vecinos. Eran queridos por todos, espe-

cialmente Clara.

Poco tiempo después, cerraron la confitería y abrieron un taller

de costura. José vendía en una canasta lo que Clara cosía. En ese

entonces, Tito ya tenía alrededor de 14 años e iba al liceo. Sus pa-

dres eran muy trabajadores y él tuvo que serlo también. Cada vez

que llegaba del liceo, tenía que trabajar porque su hermano estu-

diaba medicina en Montevideo. Si bien solo uno de los hermanos

pudo estudiar en la capital, siempre que le fue posible Tito estudió

por sí mismo. Era común en aquella época que al menos uno de los

hijos estudiara alguna carrera en Montevideo y el resto de la familia

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trabajara para mantenerlo. En este caso, el hijo no continuó con los

estudios. De todas formas, la familia Polakof trabajó para que Raúl

pudiera estudiar medicina, y Tito no escapó a esta realidad.

En ese entonces Maldonado era muy diferente y tranquilo. El

liceo tenía pocos alumnos. Había poco para hacer. Generalmente

los jóvenes y adolescentes fernandinos iban al Centro Paz y Unión,

(Club Uruguay). También les gustaba timbear (juegos de azar como

la taba) y salir de juerga. Tito no fue la excepción. Era socio vitalicio

del Centro Paz y Unión y salía con sus primos Melamoude, que via-

jaban desde Montevideo. Así disfrutaba de su juventud.

Nos encontramos ya a fines de la década del cuarenta. No tene-

mos mucho para contar sobre esta época; sabemos que trabajaba

con sus padres y los ayudaba. Alrededor de este período falleció

Elena, su hermana. Tito tocaba el piano con ella a cuatro manos.

Luego de su muerte ya no volvió a hacerlo, salvo esporádicamente

cuando se sentaba a tocar alguna escala, porque siempre conservó

el instrumento. La próxima etapa, ya más fácil de reconstruir, es

aquella en la que formó su propia familia.

3. Un hombre de familia

a) Elisa

Rondaban los años cincuenta y en el casamiento de un amigo

en Montevideo, Tito conoció a Elisa. Él era de Maldonado y tenía

21 años; ella, de Montevideo y tenía 17. Ambos eran muy jóvenes,

pero él, como todo hombre, tenía más experiencia, pues sus amis-

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tades y sus mundos eran diferentes. Él se enamoró enseguida. Ella

lo tuvo que pensar, ya que no sabía cómo podían compaginarse

mundos tan distintos.

Empezaron a salir, de a poco, como era habitual hace más de

cincuenta años. Se hicieron amigos, iban al cine. Él intentaba to-

marle la mano, ella lo esquivaba. Ella pensaba que él estaba para la

“farra”; sin embargo, él quería asentarse y formalizar. De a poquito,

entraron en confianza. Cuando salían a caminar, él le tomaba la

mano y ella ya no se resistía.

Se veían poco al principio. Montevideo y Maldonado quedaban

más lejos que hoy. Se enviaban cartas por correo. Pasaban semanas

sin verse; las cartas y quizá alguna llamada telefónica muy ocasio-

nal eran el único contacto que tenían. En esas cartas, que fueron

solo para ellos, se lee, se siente un amor perenne y puro, real y

humano.

Sara, la hermana de Elisa, recuerda que en una de las visitas de

Tito a Montevideo le tuvo que prestar una bicicleta porque había

paro de transporte. En aquella época, las visitas tenían tono social,

amistoso y nada más. No se acostumbraba manifestar en público el

cariño. Elisa iba a Maldonado también. Se veían al menos una vez

por mes, lo cual parece poco, pero fue más que suficiente.

Él se enamoró de ella por su franqueza y sencillez. Sintió que

podría amarla realmente y que ella no tendría miedo de decirle sus

defectos. Se enamoró, como los más afortunados, de la persona

con la cual quiso compartir su vida y tuvo la suerte de ser corres-

pondido. Nadie puede saber los artilugios del amor y sus razones,

el porqué nos enamoramos. Tito y Elisa se enamoraron en 1950, y

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Elisa y Tito el día de su casamiento en abril de 1951

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ese fue tan solo el comienzo de una historia de amor verdadera, que

perduraría en el tiempo.

En un período relativamente corto pasaron de ser amigos a ser

enamorados. Dominaban en ellos la juventud y la ansiedad de co-

nocer a la persona con la cual compartir la vida. En los tiempos que

corren, donde se valoran otras cosas, esto puede sorprendernos,

pero en aquel momento no asombró que a una temprana edad pri-

maran el amor, la amistad y el compañerismo en dos personas que

el destino quiso unir.

La distancia, quizá, apuró las cosas. En menos de un año se ca-

saron, enamorados, jóvenes y felices. Conformaron una pareja que

tenía fe en el futuro, en la humanidad y en la felicidad, que no le

temía a nada y que estaba dispuesta a jugarse por su familia y su

país.

Se casaron en 1951 y de luna de miel fueron a Buenos Aires,

ciudad que los impresionó y les enseñó muchas cosas que quedaron

en sus recuerdos. En la capital argentina, tan distinta a Montevideo

y sobre todo a Maldonado, nació su amor por los viajes. Se interio-

rizaron de la cultura porteña y aprendieron que viajando se conoce

mucho. En el futuro, los viajes les darían diversas ideas para innovar

y emprender negocios en su querido país, en su patria.

Durante más de 48 años, Tito y Elisa fueron compañeros de vida:

en el trabajo, en los viajes, en la enfermedad, en la familia. Real-

mente fueron compañeros de toda la vida.

b) La paternidad

Tito siempre quiso hijos. Elisa también. Ambos venían de familias

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chicas y no tuvieron abuelos presentes. No esperaron mucho para

tener el primer hijo. Fueron padres jóvenes. Todos sus hijos nacie-

ron en Montevideo, tres de ellos en la década del cincuenta. Luis, el

mayor, nació en 1952; Rosita, en 1954, y Susana, en 1956. Los tres

fueron muy queridos. Luis dio más trabajo de bebé; las niñas, que

eran las muñecas de Elisa, no tanto.

Asistían a la Escuela N.° 2, que en aquel momento estaba en

25 de Mayo y 18 de Julio, frente al Cuartel de Dragones. Luego de

las clases iban a lo de la maestra Raquel Scarone, que con exitosa

dedicación los ayudaba con los deberes mientras los padres traba-

jaban. Recién cuando terminaban se iban a la tienda, donde estaba

su madre. Los padres, que trabajaban mucho, se encargaron de que

sus hijos tuvieran todas las posibilidades educativas que ellos no

tuvieron.

Cuando eran muy pequeños vivían en una casa alquilada frente

al Campus. Tito, a quien siempre le gustaron los juegos de azar,

ganó la lotería y construyó la casa en la que actualmente vive Eli-

sa. Rosita se acuerda de la mudanza; dice que pasaron de vivir en

una casa donde había pinos a un barrio lleno de arenales, porque

en aquel entonces esa zona estaba prácticamente deshabitada. La

mayoría de los habitantes de Maldonado vivían en el centro.

Tito, que quería más hijos, siempre contaba que en un viaje a

París convenció a Elisa para tener el cuarto. Allí encargaron a Raúl,

que llegó 15 años después de Luis. Como todo hijo menor, fue el

más malcriado.

Era un padre exigente; quería que a sus hijos les fuera bien en

la escuela, el liceo y la facultad. Por esto, les demandaba mucho

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estudio y, como a todo niño y adolescente, eso los fastidiaba un

poco. Quería que sus hijos accedieran a todas las cosas que él no

había podido tener, ya que, como mencionamos, su familia solo ha-

bía mandado a su hermano a la universidad.

Tito siempre fue respetuoso de las ideologías de sus hijos y de

las decisiones que tomaban. Se enorgullecía de eso y siempre lo

contaba. Dejó que cada uno de ellos se formara como mejor lo

entendiera y no se opuso a decisiones como casarse con personas

que no eran judías, militar políticamente en partidos con ideologías

diferentes a la suya o irse a estudiar a otros países. Respetó las

ideologías y las religiones de todos; nunca presionó a nadie para

que fuera de determinada manera. Fue muy abierto, quizá por la

realidad que le tocó vivir. Nunca le cerró las puertas a nadie y esto

no pasó desapercibido.

c) Un padre trabajador

Los cuatro recuerdan que su padre trabajaba mucho, aunque no

lo sintieron un padre ausente. Si bien no los llevaba a la escuela, los

veía en el trabajo y compartía su mundo laboral con ellos. Los rota-

ba por diversos puestos, porque consideraba que debían aprender

todas las tareas. Las hijas recuerdan que en la época de la fábrica

de plástico (de la que hablaremos luego) las hacía pintar los ojos

y los labios de las muñecas porque tenían manos chicas. En reali-

dad, ellas querían cortar los pedacitos remanentes de plástico en los

bordes de las muñecas, pero no las dejaban porque había que usar

objetos cortantes y era peligroso.

Les enseñó la importancia que tenía el trabajo. Los llevaba a

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vender en la feria los domingos. Para Tito, no solo era importante el

estudio, sino también que sus hijos vieran que las cosas se hacen

desde abajo y que en la vida nada es gratis y todo se logra con mu-

cho trabajo y esfuerzo.

A pesar de que trabajaba mucho, siempre estaba feliz a la hora

de ver a los niños. A veces llegaba muy tarde en la noche y los des-

pertaba para saludarlos. En verano los llevaba a tomar un helado a

Gorlero, en Punta del Este.

Los domingos eran los días para la familia. A menudo los llevaba

al parque Jagüel, donde se divertían mucho. La mayor parte del in-

vierno los niños pasaban la tarde en el cine, en esas funciones que

empezaban a las 14 horas y terminaban a las 18, como muchos de

ustedes recordarán. Después de que terminaban las películas, los

pasaban a buscar y se iban todos a cenar a lo de los abuelos Clara

y José. Iba toda la familia, incluidos Raúl, Sara y sus tres hijos.

Los niños pasaban bárbaro y correteaban por toda la casa. Gita era

siempre muy amable con ellos. Con Rosalía, la señora que la ayuda-

ba en las tareas de la casa, cocinaba todo el día comidas deliciosas

de las que todos se acuerdan.

En verano visitaban a sus abuelos maternos en Montevideo. Iban

al conventillo Medio Mundo a ver los corsos. Tito iba los domingos

porque ese día no trabajaba y a veces los llevaba a los partidos que

jugaba Maldonado.

En el año 1966, Tito se tomó un tiempo y se fue de vacaciones

con Elisa, Luis, Rosita y Susana. Recorrieron gran parte del Uruguay

en auto. Este viaje coincidió con el campeonato mundial de fútbol

en Inglaterra. Estuvieron en Colonia, Carmelo, Fray Bentos, Paysan-

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dú y Salto. Fue un lindo viaje, quizá el único largo que hizo toda la

familia. También solían ir a Buenos Aires todos juntos, pero estas

estadías eran más cortas.

d) Los abuelos paternos

Cuando Tito y Elisa se iban de viaje, los niños se quedaban con

sus abuelos paternos. Todos recuerdan su fuerte presencia. Clara

(Gita) cocinaba en una cocina de leña, en la que hacía dulce de

higos. Cultivaban frutillas y criaban gallinas. Clara era muy buena,

siempre les hacía regalos y les daba golosinas. Iban a la tienda, que

para ellos era grande, donde jugaban a los barcos con la mesa de

medir telas y corrían por el piso de tablones, que hacía ruido.

En la casa de los abuelos todo estaba bajo llave, y esto los sor-

prendía porque en su casa no era así. El abuelo era muy serio. La

abuela era muy inteligente, le gustaba la música y escribía muy

bien, tan es así que le publicaron cuentos y artículos en la revista

Para Ti de aquella época.

En una ocasión, fueron a Los Ángeles a visitar al hermano de

José, de donde trajeron una televisión que era una novedad, porque

en ese momento había pocas en Maldonado. Los niños se sentaban

frente al televisor para mirar distintos programas y se entretenían

mucho.

Clara pasaba mucho tiempo con sus nietos, y cuando se fueron

a vivir a Montevideo, iba muy seguido a verlos. Siempre tuvo sus

puertas abiertas para todo el mundo. De ella, que fue quien le dejó

más huellas, Tito aprendió la solidaridad que lo caracterizó. Clara

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fue la persona fuerte de la familia, así como en la de Elisa, lo fue su

madre Juana.

e) Su hermano

En 1959 falleció Raúl, el hermano de Tito, en un accidente en

Punta Ballena. Varios vecinos lo recuerdan. La familia de Tito había

ido a una fiesta. Los niños de Raúl —David, Dinorah y Elena— y Sara

estaban en la casa de Tito y de Elisa. Como había mucha gente en la

casa, algunos se fueron a dormir al Hotel Colonial. Luego, partieron

a Montevideo. Luis, Rosita y Susana se quedaron en lo de sus tíos

Alberto y Sara (la hermana de Elisa), porque sus padres no querían

que estuvieran presentes en ese evento traumático.

Tito conformó una sociedad con Sara, su cuñada, e hizo lo posi-

ble para ayudarla a nivel económico y familiar. Luego, ella se casó

con un sobreviviente de los campos de concentración. Poco tiempo

después, se disolvió la sociedad comercial, pero Tito siempre estuvo

presente ayudando a sus sobrinos.

f) Los hijos

Luis, Rosita y Susana hicieron el liceo en Maldonado, pero solo

Luis lo completó allí. Antes de terminar, dio unas pruebas para irse

becado a Estados Unidos. En 1968 se fue por un año de intercambio

a California a la casa de una familia de intelectuales en plena era

hippie. Vivió muchas cosas allí, desde la llegada del hombre a la

Luna hasta el concierto de Woodstock.

Tito y Elisa fueron a visitarlo. Para ellos todo era muy diferente y

aprendieron mucho en ese viaje. Luis volvió a Uruguay con ideales

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28

muy distintos a los de sus padres. Tito solía decirle en tono medio

jocoso que él debía ser la única persona que fue por un tiempo a

Estados Unidos y volvió comunista.

En ese entonces, Rosita y Susana tenían 14 y 12 años, respec-

tivamente. Raúl no había cumplido los 2. La vida en Maldonado era

tranquila, y la casa estaba siempre llena de amigos y compañeros.

Cuando Luis terminó el liceo, se integró a una cooperativa agra-

ria hasta que entró a la facultad. Toda la familia se mudó a Montevi-

deo, ya que Tito había decidido que era mejor que no se separaran.

Luis ingresó a la Facultad de Ingeniería; Rosita cursó sexto de

liceo en el Zorrilla; Susana, quinto en el Liceo 14, y Raúl empezó la

Escuela Integral. Para ellos vivir en Montevideo fue la apertura a un

mundo nuevo y por demás convulsionado. Se dieron cuenta de que

la vida que habían tenido en Maldonado era distinta. Si hoy en día

la vida fernandina difiere de la capitalina, imagínense o recuerden

lo diferente que sería en esa época.

Eran los años setenta, una época que pronto empezaría a ser

oscura para el país en general y particularmente para la familia

Polakof. Ya había mucho movimiento estudiantil y político en Mon-

tevideo.

Cuando terminó el liceo, ya en la década de los ochenta, Raúl, el

más chico, decidió irse a estudiar a Estados Unidos, a la Universidad

de Pensilvania. Para él era lo lógico, pues tenía las posibilidades y

el interés. Contó con el pleno apoyo de sus padres, quienes lo visi-

taban todos los años. Él también viajaba a Uruguay.

Page 29: UN HOMBRE SOLIDARIO

29

g) La dictadura

Al regresar de Estados Unidos, Luis se vinculó con sectores de iz-

quierda de Maldonado, especialmente los independientes, que iban

a dar lugar al nacimiento del Frente Amplio. En la Facultad de Inge-

niería, comenzó a relacionarse con la militancia estudiantil y, poco a

poco, con la militancia política comprometida. Atraído por los movi-

mientos políticos y sociales e impulsado por las desigualdades que

observaba en Uruguay, se fue adentrando en el mundo tupamaro sin

que sus padres tuvieran la más mínima sospecha.

Empezó a dar clases particulares de matemática en lo de su

abuela materna, en la calle Minas casi Cebollatí. Luego usó esas

clases como cobertura para ayudar a unos compañeros que estaban

preparando la toma de una radio, que finalmente no llegó a concre-

tarse. Uno de los compañeros les dio a los militares la ubicación de

la casa de la abuela y allí lo fueron a buscar. La primera vez tuvo

suerte, pero la segunda no pudo escapar.

A Tito y Elisa esto los agarró por sorpresa. Luis y su padre ya

habían discutido de política e ideología en la mesa varias veces.

Pensaban de forma muy diferente, pero seguro que Tito nunca se

imaginó que podría pasar lo que le pasó a Luis solo por sus ideales.

El día en que se llevaron a Luis, los militares fueron al aparta-

mento de Montevideo en Bulevar España y revisaron todo: las cosas

de Luis, de Rosita, de Susana. Durante su detención, y luego de ser

torturado, lo llevaron a casa de sus padres, donde lo obligaron a

contarles lo que había hecho y que pertenecía al MLN (Movimiento

de Liberación Nacional Tupamaro). Fue un acontecimiento traumáti-

co para toda la familia Polakof.

Page 30: UN HOMBRE SOLIDARIO

30

Escapando de la dictadura, Susana se fue a Israel con 17 años. Ro-

sita fue la primera en visitarla, tras una estadía en Londres. Susana

extrañaba mucho y por eso mandaron a Rosita. Después fueron sus

padres, quienes la visitaban todos los años.

En Uruguay seguía la dictadura; la vida cotidiana se complicó y

se nubló para la familia. Iban a ver a Luis dos veces por mes al penal

de Libertad, y sufrían en cada visita, como tantos uruguayos en esos

años. Una vez por mes podían llevarle una bolsa de alimentos auto-

rizados, como leche en polvo, yerba, cocoa, café, azúcar, jabón en

barra (que debía ir rayado), dulce en bolsas de nailon. También se

podía llevar tabaco en bolsas, libros, revistas, algún tipo de ropa y

algunos artículos para hacer manualidades. Muchas de estas cosas,

como se sabe, no llegaban a destino, y con lo que entraba los pre-

sos hacían un fondo común. La familia hablaba con Luis a través de

un grueso vidrio y por teléfono, a excepción de Raúl que, como era

chico, podía pasar a verlo y tener un contacto más directo con él.

Todos los presos vestían mameluco gris, llevaban un número como

identificación y tenían la cabeza rapada. Era muy duro, volvían des-

trozados de esas visitas, especialmente Tito.

Luis recuerda que una de las primeras veces que su padre lo fue

a visitar le dijo que se podía cambiar el mundo no solo a través de

la política, sino también como empresario. Quizá Luis años después

vio que esto era posible, pero nunca dejó de pensar que es por

medio de la política que se cambian las cosas, lo que fue tema de

innumerables discusiones entre padre e hijo, antes, durante y des-

pués de la detención.

La vida de la familia Polakof había cambiado. Al igual que miles

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de familias uruguayas, por más de diez años se vio afectada por

los vicios de la dictadura. Tito intentó por todos los medios posibles

liberar a Luis del penal. Nada servía, le decían que lo iban a ayudar,

pero todos los esfuerzos resultaron infructuosos.

Maldonado, por su tranquilidad, albergó a varios perseguidos. Al

vivir esa dura realidad en carne propia, Tito se sensibilizó con los

que buscaron refugio por motivos políticos. Como sabía lo terrible

que era para los padres de esos jóvenes, sin ir en contra de nadie,

siempre que pudo, ayudó.

Tito fue siempre una persona fuerte, pero esta tragedia perso-

nal lo derrumbó. Se refugió en el trabajo, y, por lo tanto, nunca

descuidó los negocios. Cuando tuvo que seguir adelante, lo hizo,

pero quienes lo conocían, se daban cuenta de que estaba triste y le

faltaba una parte de su vida. Se vinculó con quien pudo, fue presi-

dente de la Junta de Vecinos, siguió trabajando para la comunidad

porque la lucha no había terminado. A pesar de la tristeza, la vida

continuaba, siempre esperando la visita cada dos semanas al penal

de Libertad. Luis estaba preso, Susana en Israel, Rosita estudiaba

en Facultad de Ciencias Económicas y Raúl en la Escuela Integral.

En 1980, gracias a una ley promovida en EE.UU. por el diputado

Koch, en virtud de la cual el gobierno militar debía dar muestras

de buena fe, Luis fue liberado. Empezó a trabajar en la fábrica de

calzado, donde también había trabajado Rosita, quien ya se había

casado con Julio Scottini en 1979. En ese momento, la pareja esta-

ba recorriendo el mundo con el grupo de Ciencias Económicas. Luis

retomó la militancia, conoció a su futura esposa Cristina y tuvo que

irse al exilio. Consiguió un pasaporte que solo le permitía ir a Israel,

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32

donde tuvo que hacer el servicio militar. Luego de los seis meses

obligatorios, se reunió con Cristina en Barcelona.

h) El exilio

Dos de los hijos de Tito estaban exiliados porque no tenían otra

alternativa. De todas formas, el exilio era mejor que la prisión. Por

lo menos, podían visitarlos y comunicarse libremente con ellos.

Tito y Elisa vivieron el exilio de sus hijos como el resto del país,

alegres por un lado, porque sabían que estaban bien, y tristes por

el otro, porque no los tenían cerca. Los apoyaron, por más que

no compartieran sus ideales, y siempre estuvieron donde y cuando

ellos los necesitaron.

Susana vivió seis años en Israel. En una visita a Uruguay en

1980 conoció a Luis Cor, con quien se fue a vivir a Suecia. Allá for-

maron su familia. Luis y Cristina estuvieron en España hasta 1983,

año en que se trasladaron a Río de Janeiro, donde nació su primera

hija, Ana Clara. Era más fácil para todos ir a visitarlos allí. En estos

años Tito comenzó a tener nuevas alegrías: los nietos.

i) Un padre y un suegro respetuoso

A pesar de no compartir los ideales de sus hijos, Tito siempre

los respetó. Podrá haber tenido miles de discusiones con ellos, y

hasta haber intentado hacerles cambiar de opinión, pero cuando no

lo hicieron, lo aceptó. No se opuso a que sus hijos se casaran con

cristianos, agnósticos y ateos.

Él tenía sus ideas, su religión, su forma de ser, pero para él lo

más importante era la familia y que sus hijos fueran felices. Puede

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haber sido injusto en alguna ocasión, como cualquier persona, pero

respetó todas las decisiones que tomaron sus hijos con sus parejas,

nunca se interpuso y supo quererlas.

4. El abuelo

El primer nieto fue Ismael, un niño rubio y de ojos claros que na-

ció en setiembre de 1981. Fue una gran alegría para todos. Cuando

Rosita y Julio se iban de viaje, lo dejaban con Tito y Elisa. Tito se

brindaba por entero a sus nietos, le encantaban y quiso disfrutarlos

como no había podido disfrutar a sus hijos.

Ismael, al ser el mayor, es el que tiene más recuerdos. Siempre

cuenta que cuando tenía 9 o 10 años, alquiló unas películas de vi-

deo, se fue a jugar a las maquinitas, a pesar de que se lo habían

prohibido terminantemente, y luego de jugar unas cuantas veces,

se dio cuenta de que los videos habían desaparecido. No sabía que

hacer porque no quería confesarles a sus padres que no les ha-

bía hecho caso; no le preocupaban tanto los videos, sino el hecho

de haberlos perdido en las maquinitas. Entonces pensó en usar a

su abuelo Tito como cómplice. Lo buscó y le contó llorando lo que

había pasado, medio actuando, medio en serio. El abuelo hizo lo

más lógico que puede hacer una persona adulta: ir a la comisaría

a declarar el extravío. Quizá quería mostrarle, picarescamente, que

mentir tenía sus consecuencias. Hicieron la declaración; Ismael no

podía mentirle a la policía, pero siempre se sintió tranquilo porque

tenía al abuelo Tito a su lado. De todas formas, cuando este lo llevó

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34

a su casa les contó a los padres lo sucedido. No fue cómplice, pero

sí compañero. La penitencia fue inevitable.

En el 83 nacieron, además de Ana Clara en Brasil, Leticia, hija

de Rosita y Julio, en Uruguay, y Simón, hijo de Susana y Luis, en

Suecia.

Tal vez para ellos sea difícil recordar cosas concretas, como cuan-

do estaba nublado y les decía que soplaran hacia el cielo, que las

nubes se iban a correr. Tampoco recuerdan los nietos mayores aque-

lla gran movida que hubo en 1984, cuando toda la familia visitó a

Luis, Cristina y Ana Clara en Río de Janeiro. Fueron todos: la familia

de Rosita desde Uruguay, la de Susana desde Suecia, los abuelos,

el bisabuelo Israel (padre de Elisa y Sara), y los tíos Raúl y Mario.

Alquilaron una casa en el barrio Botafogo, porque el apartamento

en el que vivía la familia de Luis era chico. Los nietos tienen pocos

recuerdos de esto, a diferencia de los padres, tíos y abuelos. Allí en

Río Tito chiveó y compartió gratos momentos con sus nietos.

En 1985 la familia de Luis volvió a Uruguay. Susana, Luis y Si-

món aún estaban en Suecia. A fines de 1985 y principios de 1986

nacieron Leonardo, hijo de Luis y Cristina, y Nicolás, hijo de Susana

y Luis, en Montevideo y en Suecia, respectivamente. Hasta ese mo-

mento los nietos eran Ismael, Ana Clara, Simón y Leticia (en orden

descendente). Pasaron a ser seis, que para Tito seguían siendo po-

cos. Entre todos se acuerdan de pocas cosas: manzanas cortadas

en trocitos, pimienta en el dedo gordo para no chuparlo, dormidas

en lo de los abuelos, películas de cowboys. Son imágenes fugaces

de la infancia que aparecen cuando hacen un esfuerzo para recordar

algo del abuelo.

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A Tito le encantaba jugar con sus nietos, eran una alegría para él.

Solía dar vuelta las sillas del comedor en el apartamento de Monte-

video y utilizarlas como vagones de tren para arrastrarlos. ¡Imagí-

nense qué diversión para todos! Era como un niño más. Iba a la casa

de sus hijos para disfrutar a sus nietos y siempre les llevaba algo

dulce. Una vez los llevó a una cacería en el Rotary Club de Maldona-

do. Todos se disfrazaron. Los niños volvieron encantados, al menos

eso cuentan sus padres, porque habían pasado mucho rato con el

abuelo. Los disfrutó todo lo que pudo, sobre todo en la infancia.

La gente recuerda lo bueno que era Tito con sus nietos, tanto

con los de sangre como con los que no lo eran. Era abuelo de todos

los niños, y así quería que lo llamaran. Cuando María José Da Silva

y Carmen Olaza —personas fundamentales para la familia Polakof—

iban a trabajar a lo de los abuelos, sus hijas, Susana y Carolina, se

quedaban a jugar con los nietos, que tenían más o menos la misma

edad. Carolina, por vivir prácticamente en la misma casa, compartió

muchos momentos con Tito, probablemente más que algunos de sus

nietos. Armaban cajas con huevos de Pascua para llevar al hogar de

ancianos y almorzaban juntos. Así fue por años la familia grande

que siempre quiso.

Luego la suerte le trajo más nietos. Cada vez que la familia cre-

cía, él se llenaba de felicidad. En 1991 nacen Mariana, hija de Rosita

y Julio, y José Manuel, hijo de Luis y Cristina. Varios años después

volvió a tener nietos de su hijo más chico, Raúl, y su esposa Sole-

dad. En 1997 nació Alén y en 2002, Ari, al que no llegó a conocer,

y todo esto sin contar los innumerables nietos de corazón que debe

haber tenido y que no pudimos contactar.

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Si bien compartió mucho tiempo con sus nietos cuando eran niños,

estos lamentan no haber sido más grandes para haber tenido con

él las conversaciones que les hubiesen gustado. Les duele no haber

podido aprender y escuchar a alguien tan interesante. Saben que

los hubiera respetado fueran como fueran. Aunque no compartiera

sus ideas, los hubiera apoyado, como antes a sus hijos. De todas

maneras, sus nietos son conscientes de que les dejó un montón de

enseñanzas y valores que se mantendrán, por lo menos, en la so-

ciedad fernandina. Gracias a Tito tuvieron oportunidades que este

no tuvo, no vivieron lo que él vivió, ya que no tuvieron que hacerse

desde abajo. Es innegable que les transmitió la importancia de la

educación, el respeto y la apertura ideológica.

Quizá este libro y la memoria colectiva permitan rescatar parte

de lo que él vivió y sintió. Las experiencias de sus nietos son distin-

tas porque tuvieron las mejores oportunidades educativas y nunca

pasaron necesidades. Aun así, cada cual ha emprendido desde aba-

jo y con mucho esfuerzo proyectos independientes de la empresa

que su abuelo construyó.

Tito junto a su familia y difrutando de sus nietos

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37

Los nietos, que estudiaron; sus padres, que se esforzaron para que

tuvieran un futuro; sumados a innumerables jóvenes que se vieron

beneficiados de alguna manera por el abuelo Tito le deben muchas

de sus oportunidades, algo que jamás van a olvidar. Sus nietos no

lo conocieron de adultos, pero seguro que son el vivo reflejo de sus

esfuerzos y de su persona.

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39

La empresa

Segunda parte

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1. Un hombre emprendedor: los comienzos

Tito trabajó siempre. Andaba con un carrito, vendiendo pan o di-

ferentes cosas, pero no fue hasta que se casó con Elisa que inició

emprendimientos propios. Cuando se conocieron, él trabajaba en la

tienda que tenían sus padres en Maldonado, en 18 de Julio y Florida.

Se casaron y él habló con sus padres porque quería tener algo propio.

Consideraba que ya era adulto y tenía que hacerse responsable de su

familia. Formaron entonces una sociedad con los padres, su hermano

y la esposa de este, y así todos fueron propietarios del negocio.

Alquilaron un local en Florida y Sarandí. Tito y Elisa siguieron tra-

bajando en la tienda de 18 de Julio. El hermano y su esposa se en-

cargaron del local de Florida y Sarandí. Los vecinos de Maldonado re-

cuerdan bien esos locales, por ejemplo, que los dos hermanos solían

pararse en la puerta del comercio a conversar con los clientes. Les

empezó a ir bien y alquilaron un local que estaba ubicado en Román

Guerra y Florida, en pleno centro de Maldonado. En ese entonces se

trabajaba muy bien. Tito y Elisa ya tenían tres hijos. Era una tienda

enorme donde se vendían colchones, muebles, motos con cabina. En

verano, los argentinos que iban de vacaciones colmaban el local y se

peleaban por la mercadería.

Alrededor de 1960, Tito concurrió a una feria en Alemania. Le in-

teresó una máquina para fabricar plástico, que compró con la ayuda

financiera de Mazzoni y su suegra. Adquirió también una máquina de

hacer polifilm. En ese momento abrió la fábrica Industrias Plásticas

del Uruguay (IPDU), que quedaba en la calle Bergali. En ella trabaja-

ba mucha gente conocida, toda de Maldonado. La fábrica no producía

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Permiso municipal para realizar actividades de venta otorgado al Sr. José Polakof en diciembre de 1929

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en cantidades muy grandes, pues el mercado uruguayo era pequeño,

y funcionó varios años.

Después Tito ganó la lotería, y con ese dinero construyó su casa

y reubicó la fábrica de plástico en el terreno lindero, por 25 de mayo.

En esta se hacían muñecas, a las que sus hijas Rosita y Susana les

pintaban los ojos y la boca. También se hacían matamoscas, vasos,

pelotas, porrones y, en una oportunidad, hasta el hula-hula. Tito te-

nía las máquinas y un taller mecánico donde se hacían los moldes

para los artículos de plástico. Los productos elaborados eran econó-

micos y accesibles para los clientes.

En esa época, Tito tenía una camioneta Fordson, que en los inicios

de la fábrica usaba los fines de semana para vender en el interior

porque tenía que cubrir los cheques para el lunes y pagar las deudas.

Luis recuerda esa camioneta y haberse caído de ella, en lo que debe

haber sido un gran golpe.

Trajo también la primera máquina para hacer film, bolsas y plás-

tico por metro. Fue una fábrica bastante grande e innovadora para la

época y el lugar. Tito pudo devolver el dinero que le habían prestado

con bastante rapidez. A fines de los setenta, en la fiesta de fin de

año, alguien tiró fuegos artificiales y se incendió la fábrica, que ya a

esa altura funcionaba como un mercado. Todos los vecinos ayudaron

a apagar el fuego.

En 1960, Sara Levitas (la esposa de Raúl) y Tito conformaron una

SRL para trabajar en el ramo de tienda, zapatería, mercería y afines.

Esta sociedad funcionó durante varios años y fue creciendo, si bien

era un época difícil, según recuerda Julián Sosa (uno de los primeros

colaboradores de Polakof), ya que no existían los créditos.

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43

El mismo año se inauguró el primer supermercado del interior, ubica-

do en 18 de Julio. Tito había traído la idea de un viaje al exterior. El

sistema era una novedad, ya que los vecinos estaban acostumbrados

a ir al almacén, donde los atendía una persona que les vendía por kilo

o por gramos. En el supermercado era uno mismo el que tomaba las

cosas. Para la época, era grande.

Cuando Sara se volvió a casar, la sociedad se disolvió. El 30 de

abril de 1965 Sara cedió su parte a Elisa, la esposa de Tito, y se

procedió a la separación de los locales comerciales. Sara eligió el de

Román Guerra y Florida. Tito, con el optimismo que lo acompañaría

siempre, le dijo a Elisa que todo estaría bien y que rápidamente se

recuperarían. Y así fue.

En 1963 se realizó una exposición internacional en Montevideo,

donde Tito compró una máquina Carpiggiani de hacer helados que

todo el mundo recuerda. La puso en la entrada del mercado de 18. Se

parecía a las actuales, pero había que hacer manualmente la mezcla

de los huevos, la leche, la vainilla o el chocolate. El helado se servía

en cucuruchos. Había colas inmensas de gente esperando. Tito era

muy habilidoso con los negocios, y vendía helados baratos que eran

accesibles para todo el mundo.

En 1965, Tito trajo de otro viaje una máquina de hacer cuero sin-

tético. Formó una sociedad con una familia que tenía mucho dinero.

En ese momento Tito no tenía casi nada porque había disuelto la so-

ciedad con Sara. Este negocio no le rindió frutos, por lo que decidió

no invertir en nuevas sociedades.

Empezaba ya a verse que con su actitud optimista y perseverante,

Tobías Polakof, alias Tito, iba a llegar muy lejos como empresario.

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Gracias a su visión, logró desarrollar las empresas que quiso, más

allá de que algunas no hayan triunfado.

2. Un visionario: de emprendedor a gran empresario

Para la mayoría de los entrevistados, Tobías Polakof fue un visio-

nario. Una persona como él, que siempre pensó, no solo en crecer a

nivel empresarial, sino también en el desarrollo local de la comuni-

dad, evidentemente fue solidaria y con mucha visión de futuro. Ge-

neralmente lo que decía que iba a pasar sucedía. Era muy inteligente

y pudo imaginar el futuro desarrollo del departamento.

Desde principios de la década de los sesenta, empezó a viajar

todos los años a ferias internacionales en distintos países de Europa

y también en Estados Unidos. En esos viajes veía negocios que no

existían en Uruguay y los traía, es decir, importaba tanto ideas como

equipamientos. Nada lo detuvo, quería ver el crecimiento del país

que les había abierto amablemente las puertas a sus padres. Muchas

de las ideas que trajo y de las máquinas que importó no dieron, por

distintos motivos, los resultados esperados, pero eso no lo desalentó

nunca.

Más allá de que los viajes hayan sido un elemento importante

para proveerlo de visión, él supo cómo adaptar las ideas y qué era lo

adecuado para Maldonado. Como visionario que era asumió riesgos.

Los viajes le ampliaron la mente, vio cosas que nunca había visto ni

imaginado. De esta manera, pudo ir aplicando ese conocimiento en

su país, en su departamento, en su ciudad. Podemos apreciar un pa-

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45

trón de comportamiento: él quería innovar y lo hacía. No fue un loco,

sino una persona que creyó en la innovación y luchó por ella.

Su amor por la comunidad le hacía entender sus necesidades y

emprender obras innovadoras, arriesgadas y de bien social que muy

pocos habían pensado antes. Por ejemplo, vio que las madres no te-

nían un lugar donde dejar a sus hijos mientras trabajaban, entendió

esa necesidad y se esforzó para hacer realidad una guardería infantil,

que además fuera gratuita.

3. Un empresario: los primeros éxitos

Ser emprendedor no es la única característica necesaria para con-

vertirse en un empresario exitoso; si a esto le sumamos, entre otras

cosas, visión y no tener miedo a correr riesgos, tendremos como

resultado un posible candidato al éxito empresarial. Tito tenía esas

cualidades y las supo utilizar. También fueron importantes sus valores

y el hecho de ser muy trabajador, pues esto le ganó el respeto de sus

colaboradores. Ninguno de los emprendimientos que llevó a cabo en

su vida tuvo como fin su enriquecimiento económico. Nunca le inte-

resó mostrar lo que tenía, y por eso no andaba en autos de lujo ni

compraba propiedades en zonas de crecimiento como Punta del Este.

Era un persona sencilla que reinvirtió en la empresa para dar trabajo,

y eso fue lo que les transmitió a sus hijos, es decir, que los valores

humanos están por encima de los económicos.

Tito fue comerciante desde muy joven, cuando empezó a vender

ropa en un carrito. Distribuía mercadería de la tienda de sus padres

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46

en distintos almacenes y pasaba una vez por semana a cobrar lo que

se había vendido. Cuando formó su propia familia, trabajó con esta

en la tienda de sus padres, en 18 de Julio e Ituzaingó. Empezaron

con una tienda y de a poco fueron abriendo más sucursales, siempre

en el interior del país.

Como ya mencionamos, Tito importó la idea del supermercado,

que tuvo un gran éxito en Maldonado. Fue un logro ubicarlo en la ca-

lle 18 de Julio, en donde en ese entonces no había mucho movimien-

to. A partir de ahí, comienza a trabajar fuertemente en lo que sería el

inicio del éxito de la futura cadena. En los años sesenta, abren otras

tiendas.

Tito se encargó de que Supermarket’s se transformara en la em-

presa del pueblo. Alrededor de 1965 hizo una importación de jugue-

tes a pilas, algo que nunca se había visto en el lugar. Esos juguetes

que se movían solos eran toda una novedad, al menos así lo recuer-

dan quienes eran niños en ese momento. Wilson Sánchez, que ya

trabajaba con Polakof en esa época, su hijo Luis y su sobrino David se

pusieron a jugar con el nuevo entretenimiento. Entró Tito, los vio y le

dijo a Wilson que estaba suspendido hasta que terminara de jugar, ya

que se daba cuenta de lo importante que era para los niños.

Su éxito empresarial fue resultado no solo de su actitud empren-

dedora e innovadora, sino de la generación de estrategias de venta

novedosas para el momento. Por ejemplo, un día cambiaba la mer-

cadería de lugar porque la gente estaba acostumbrada a un orden

determinado e iba directamente adonde estaba el producto que bus-

caba. De esta manera, el cliente no tenía otra opción que recorrer

el supermercado para encontrar lo que quería. Mientras lo hacía, se

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47

daba cuenta de que le faltaban otros artículos y, por ende, compraba

más. Asimismo, Tito era muy respetado por los proveedores y obte-

nía buenas bonificaciones; por ejemplo, conseguía trece cajas de un

producto por el precio de doce. Sabía cómo negociar para beneficiar-

se como empresario y eso fue clave para el éxito que tuvo.

Tito emprendió muchísimas obras, pero la que más frutos le dio y

la que dejó a sus nietos fue Supermarket’s. Por eso, esta merece su

propio apartado.

Supermarket’s El Dorado

Como ya dijimos, Tito trajo la idea de los supermercados de un

viaje. A esto se debe su nombre en inglés Supermarket’s. Como as-

piraba a tener una gran cadena (no solo en el país, sino en el extran-

jero) le llamó Cadena Nacional e Internacional de Grandes Tiendas

Supermarket’s.

El local fue construido por un consorcio argentino que había com-

prado el terreno a la familia Sacrista, pero que no pudo terminar la

construcción por problemas económicos. Luego, la obra sin concluir

fue adquirida por el arquitecto Mario Rodríguez, quien junto con su

hija intentó poner un negocio que no prosperó. Pasaron por el local

un salón de baile, un cuadrilátero de boxeo, una feria de frutas y ver-

duras, entre otros. El éxito parecía rehuirle. En ese entonces, los ne-

gocios exitosos se encontraban en la calle Florida, a tres cuadras de

allí. En dicha calle estaban ONDA (la primera empresa de transportes

del país), el Banco República, la plaza de Maldonado, el bar Tico Tico,

el Plaza Bar, el Centro Paz y Unión, la confitería Marco de los Reyes,

Foto Toja, el Club Uruguay, la Jefatura de Policía, el Regimiento de

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48

Infantería, la cárcel de Maldonado, el Cine Plaza, etc. Florida era la

calle principal; no obstante, la calle Sarandí era privilegiada para los

encuentros, las compras y los paseos, porque se accedía de forma

más sencilla a la plaza.

Tito decidió arriesgar, sin importarle que tantos otros negocios

hubieran fracasado, y alquiló el local sobre 18 de Julio. Más adelante,

lo compró creyendo firmemente que un negocio de autoservicio po-

dría prosperar en ese lugar. Como tantas otras veces, tuvo razón. El

supermercado abrió sus puertas y los fernandinos se amontonaban

para comprar en la única entrada que tenía en ese momento. Se trató

de un éxito increíble según los que lo acompañaron, Alberto Barla,

padre e hijo, y Julián Sosa. Maldonado crecía y la empresa de los

Polakof también. Fue el primer supermercado del interior del país.

En 1961 Tito, quien tenía una gran amistad con Antonio Zanoni,

empezó a vender junto con él vinos hechos en Maldonado. Fueron los

pioneros en la venta de vinos en supermercados. Los hermanos Za-

noni tenían el viñedo y la bodega. Tito les pedía cantidad y calidad, lo

que los obligó a mejorar sus vinos. Los Zanoni llegaron a embotellar

150 litros por día solo para Polakof, volumen importante para aquel

Primer logotipo de Supermarket’s El Dorado

CADENA DE GRANDESTIENDAS Y

SUPERMERCADOS

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49

momento. Tito incorporó a los comestibles la venta de vino embote-

llado en el autoservicio.

También innovó con respecto al crédito, porque se dio cuenta de

que la gente seguía necesitando el servicio que proveía la libreta del

almacén, en donde se anotaba lo que se llevaba y se pagaba a fin de

mes. Tomó esta idea y creó la primera forma de venta a crédito en el

supermercado. Se le entregaba al cliente una tarjeta con sus datos,

su monto de crédito y el vencimiento. La cajera anotaba las compras

e iba sumando a mano (después vendría la calculadora) para que el

cliente supiera lo que llevaba gastado. A medida que la tecnología fue

avanzando, esta libreta fue sustituida por una tarjeta que se sigue

utilizando hoy en día.

Los años sesenta fueron complicados; los empresarios tenían mu-

chas menos facilidades que ahora. Sin embargo, Maldonado estaba

creciendo y la empresa pudo prosperar. En 1963 Tito compró un local

en San Carlos. Así se inauguró la primera sucursal de la tienda, que

luego se transformó en un supermercado. También se abrieron tien-

das en Pan de Azúcar, Minas y Treinta y Tres.

Los años setenta fueron aún más difíciles. Cuenta la gente que

estuvo en la empresa en esa época que había mucha persecución y

varios emprendimientos quedaron estancados. Fueron años de se-

quía empresarial, en los que no fue posible crecer lo que se esperaba.

No obstante, Tito consiguió adquirir Juan Blois S.A. en Pan de Azucar,

negocio de ramos generales que adaptó a supermercado, y con mu-

cho trabajo y empeño abrió supermercados en Las Piedras, Treinta y

Tres, San Carlos y Maldonado.

A mediados de los años ochenta, Tito avanzó en sus proyectos.

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Acompañado por Alberto Barla y Julián Sosa, emprendió la tarea de

agrandar el mercado de 18. Compró un terreno por la calle Dodera,

que primero fue estacionamiento y lugar de envasado de lo que se

comercializaba suelto. Comenzó una reforma y ampliación en la que

se cambiaron 1000 m2 de piso y se hizo un salón nuevo con entrada

y salida por la calle Dodera. De este modo, el mercado de 18 pasó a

tener dos entradas. Se colocaron un moderno techo autoportante y

líneas de frío, y se construyó un amplio estacionamiento y zona de

descarga por la calle Ituzaingó. Culminadas las reformas, el local,

que ya formaba parte de la vida de casi todos los fernandinos, se

volvió a inaugurar y todas las personas presentes se llevaron como

recuerdo una manzana.

A esa altura ya se habían inaugurado más supermercados en Mal-

donado: el de la Avda. Roosevelt, que estaba al servicio del turista;

el de 25 de mayo —al lado de su casa—; el de Avda. Aiguá, y el de

Camino Velázquez y Mitre. Había también varias tiendas; entre ellas,

se mantenía la de Sarandí y Florida, que en aquel momento vendía

ropa de marca que había ganado mercado en países vecinos.

Maldonado seguía creciendo apresuradamente y había más ba-

rrios que querían un Supermarket’s. Por eso se abrió una sucursal

en Avda. Aiguá y Monterroso, que en ese entonces fue uno de los

supermercados más modernos de la empresa. Esta se consolidaba

cada vez más, y su poderío económico y empresarial crecía a la par.

Tito decidió abrir una tienda en la ciudad de Minas, y después una

zapatería.

Dado que el nombre Supermarket’s nunca se había registrado,

Tito resolvió cambiarlo por El Dorado, vista la necesidad de que la

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empresa fuera reconocida por su marca.

En los años noventa la empresa siguió creciendo a pasos agigan-

tados. Abrieron nuevas sucursales en varios lugares del departamen-

to, como La Barra y Maldonado, entre otros.

En los últimos años de su vida, Tito introdujo otra novedad abrien-

do un mercado mayorista al que llamó Winmart, que en inglés quiere

decir “mercado ganador”. Su finalidad era proveer de mercadería a

buen precio a los comercios chicos, hoteles y restaurantes de la zona

para que estos no tuvieran que abastecerse en Montevideo. Winmart

fue el primer macromercado mayorista que hubo en Maldonado, y

actualmente es centro de distribución de toda la cadena.

No se mencionan en este libro otros negocios y emprendimientos

de Tito, no porque no fueran importantes, sino porque creemos que

sus ideales, valores y trabajo se reflejaron del mismo modo en todos;

por lo tanto, alcanza con los ya descritos para hacerse una cabal idea

de cómo era Tito como empresario.

4. Un patrón y muchos colaboradores

Tito comenzó con muy poco, ni siquiera era su propio patrón. Más

adelante empezó a crecer como empresario y se transformó en patrón

de uno, de dos, de tres, hasta llegar a varios cientos de empleados.

Empezó de abajo, algo que no olvidó. Muchos de sus colaborado-

res, como él los llamaba, empezaron de cero igual que él. Tito siem-

pre decía que había que hacerse desde abajo, y así fue construyendo

su empresa. Si bien en la actualidad no está permitido, en aquel

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entonces era normal empezar a trabajar a los 12 o 13 años de edad.

La empresa se construyó en base a la confianza que Tito tenía

en sus colaboradores. Para él, más importante que la formación era

la honestidad, el deseo de superación y el trabajo. Contaba con un

grupo de apoyo integrado por ocho o nueve personas, entre las que

se encontraban Alberto Barla, Julián Sosa y Maribel Méndez. Confiaba

plenamente en ellos y cuando se iba de viaje los dejaba a cargo de

la empresa. Cuentan que no les dejaba casi plata, porque para él con

dinero todo se solucionaba con demasiada facilidad.

No es sencillo delegar tareas, pero cabe destacar que Tito supo

hacerlo y que muchos aprendieron junto a él. Tenía gente que podía

solucionar problemas en distintas áreas. Maribel y Julián se encarga-

ban de la administración. Se rodeó de personas que le eran fieles y lo

acompañaban en todos sus emprendimientos.

La relación que tenía con sus colaboradores era muy buena y

siempre se preocupaba por conocerlos y por sus problemas perso-

nales. Al principio, como eran pocos, se conocían entre todos. Hoy

es más complicado, ya que son muchos más los colaboradores de

Polakof y Cía. El 24 de diciembre y a fin de año recorría las sucursales

para brindar con todos los trabajadores.

Tenía mucho contacto con la gente de administración porque eran

pocos y trabajaban debajo de su casa. Él solía bajar y conversar; les

llevaba comida y golosinas. Cuando llovía, les pedía a Carmen Olaza

y a María José Da Silva que hicieran tortas fritas y chocolate caliente

para ellos. En su casa, como patrón, el trato con María José y Carmen

era de mucha confianza. Las veía todos los días; fueron una parte

importante de su vida, sobre todo en los últimos años.

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Tito no era perfecto. Cuentan que nunca decía si algo estaba bien,

pero hacía saber si algo estaba mal. Creía que no era necesario decir

lo primero porque no esperaba otra cosa. No le gustaba pedir perdón;

era difícil para él reconocer que como patrón había cometido un error,

aunque alguna vez lo tuvo que hacer. Tuvo defectos, si así se les

puede llamar; no fue un superhombre y tuvo sus virtudes, muchas.

Tito era muy hábil con el manejo financiero de la empresa, so-

bre todo en tiempos difíciles. En épocas de crisis, si no les podía

pagar a sus proveedores, se lo decía. Siempre dejaba conforme a

sus colaboradores y proveedores, porque se tomaba el tiempo de

explicarles por qué no les podía pagar. Les hablaba de una manera

que los dejaba satisfechos. En momentos de ganancia, cuando al-

guien le pedía un adelanto, si podía, lo daba. Quizá por eso también

convencía a la gente cuando no había dinero, porque las personas

sabían que si en algún momento lo necesitaban, Tito iba a estar ahí

para sacarlos del apuro.

Era un patrón decente. Sabía marcar la diferencia entre patrón

y empleado, pero sin ser antipático. Hoy en día, quienes crecieron

de abajo en la empresa y son gerentes con personas a su cargo

saben que no se puede dar a todo el mundo lo que pide, y eso lo

sabía Tito también.

Él trabajaba mucho y esperaba lo mismo de sus empleados. En

esa época, los fernandinos aspiraban a trabajar en Supermarket’s,

porque si bien se exigía mucho, se ganaba bien.

Tito no era un patrón que se imponía a través del miedo, sino por

la relación de respeto mutuo que tenía con los funcionarios. Además,

hacía que otros los respetaran, por ejemplo, les pedía a los proveedo-

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res que no fueran muy tarde a cobrar a la administración, porque las

muchachas se tenían que ir, o que no fueran a la hora del almuerzo,

porque tenían que comer.

Algunas anécdotas que cuentan sus colaboradores:

1. Cuando Edward Fernández trabajaba en el mercado de 25, le

gustaba que los camiones descargaran de noche porque hacían ruido

y despertaban a Tito, que se aparecía con pizza.

2. Los días de lluvia y frío Tito se aparecía con tortas fritas y cho-

colate caliente en la administración.

3. Una vez que hubo una gran tormenta y llovía torrencialmente,

el escritorio se inundó y todos empezaron a sacar el agua con baldes.

Llegó Tito y les dijo que se fueran a comprar zapatos a la tienda por-

que se les habían ensopado.

Y estas son solo algunas de las tantas anécdotas que hay para

contar sobre Tito como patrón.

Siempre estuvo presente para sus colaboradores, en los momen-

tos felices y en los difíciles. Los ayudó económicamente cuando pudo

afectivamente cuando fallecieron sus familiares o estuvieron enfer-

mos. Llevó a Montevideo a muchos para que los atendieran médicos

especialistas; ayudó con medicamentos y estando presente en el mo-

mento necesario con un abrazo y un oído para escuchar. Estos gestos

fueron más que suficientes para que supieran que él estaba en las

buenas y en las malas, así como también ellos estuvieron con él en

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las buenas y en las malas.

No era para nada un hombre agresivo. El vínculo directo que tuvo

con sus funcionarios le permitía decirles las cosas como eran. Si ha-

cían algo mal se lo decía, y lo repetía todas las veces que fuera

necesario. Si bien se enojaba, no era agresivo. Le gustaba que las

cosas se hicieran como él quería, pero a veces se daba cuenta de que

también había otras opciones y les hacía caso a sus colaboradores,

sobre todo a los que tenían más experiencia.

Nunca ofendió a un funcionario. Tito no siempre caía bien, pero es

lógico, no podemos gustarles a todos. En definitiva, él fue respetado,

apreciado y querido como patrón y como persona. Muchos lo tuvieron

presente en su vida y no olvidan los vínculos generados con él. Tito

será siempre recordado.

Tito entre las góndolas del supermercado de Av. Aiguá

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El hombre

Tercera parte

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1. Un hombre solidario

Tito fue un hombre solidario. Siempre estuvo agradecido por el

acogimiento que el pueblo fernandino les había dado a sus pa-

dres. Por este motivo, intentó ayudar cuanto pudo sin importar a

quien, ya fueran civiles, militares o políticos. Siempre estuvo ahí para

ayudar.

La primera obra importante que emprendió fue la guardería infan-

til. Se dio cuenta de que las madres que trabajaban no tenían donde

dejar a sus hijos; muchas de ellas iban a trabajar con ellos. A estos

niños se les daba la leche, pero Tito estimó que no era suficiente. Él

y una comisión en la que participaron el doctor Scasso, Lidia Rimoli,

Elena González de Cabrera, entre otros, empezaron a ver cómo crear

una guardería.

Estuvo ubicada, al principio, en una casa en la calle Dodera acon-

dicionada por presos custodiados por la policía. Fue mantenida por

la empresa y gracias a las colaboraciones de proveedores y otras

compañías. Asistían más de cien niños a los que se les daba todo. En

aquella época no había muchas facilidades para este tipo de obras,

y por esto costó mucho esfuerzo. Los niños hacían cosas que nunca

habían hecho. En verano los llevaban a la playa, en invierno al cine.

Por la tarde, dormían la siesta en las reposeras. A Tito le encantaba

ir a la guardería porque le gustaban mucho los niños.

Esta iniciativa era novedosa en Maldonado. Las mujeres no es-

taban acostumbradas a dejar a sus hijos en manos de extraños. Al

principio a los niños les costaba entrar en confianza. Hubo que hacer

muchas campañas publicitarias por la radio para explicar las fun-

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ciones de la guardería. De esta forma, fue aumentando su nivel de

aceptación.

La gente empezó a contribuir con objetos y alimentos; incluso

llegaron a donar una cocina que en ese momento hacía falta. Asimis-

mo, Tito consiguió muchas donaciones de varios hoteles, como unas

hamacas que ya no se usaban, y así se fue armando el parque de

juegos para los niños.

Tito siempre les decía a las encargadas de la guardería, entre

ellas, a Elena González de Cabrera, que nunca rechazaran a un niño

complicado, que seguramente habría. El servicio era diurno; entraba

un funcionario a las 7 de la mañana y los niños empezaban a llegar a

eso de las 7:30. La guardería funcionó por bastante tiempo de forma

privada, hasta que se construyó el edificio de 18 de Julio del actual

INAU y pasó a manos del Estado. Tito nunca se desvinculó y siguió

yendo al Consejo del Niño. La infancia era algo muy importante para

él; siempre pensaba en el futuro e intentaba darles posibilidades de

crecimiento a todos los niños.

Sus hijos iban a la guardería a ayudar y jugar con los demás ni-

ños. Les llevaban algo para almorzar o merendar. Los hijos, que iban

los fines de semana, recuerdan los colchones para dormir la siesta.

Tito consideraba importante que sus hijos participaran en obras como

la guardería, quizá para que entendieran que, aunque afortunados,

eran iguales a todos los niños.

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Misión cumplidaEntrevista a la Sra. Elena González de Cabrera, cofundadora de la

primera Casa Cuna de Maldonado.

-¿Cómo se empezó a gestar la guardería cuando no había donde

dejar a los chicos?

-Para mí fue un milagro, porque atender a los niños fue lo que yo

siempre anhelé, fui vocacional por los niños, pero formar una guar-

dería es muy delicado. El Sr. Nelson Nicoliero, juez de menores que

sabía que yo era funcionaria del Consejo del Niño, me sugirió la idea

de formar una guardería infantil en Maldonado. Yo le dije que debía

consultarlo con mis superiores, hablé con la Sra. Adela Reta, direc-

tora del Consejo del Niño en ese entonces, y me respondió que le

parecía emocionante que quisiéramos hacer una obra tan importante

y necesaria.

-¿Cuáles fueron las personas que creíste conveniente convocar

para gestar esa obra?

-Yo conocía al Sr. Tobías Polakof, una persona muy cariñosa y muy

caritativa, al Sr. Nicoliello, al Sr. Mario Regina, a la maestra María del

Edificio de la Casa Cuna de Maldonado, hoy INAU

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Carmen Suárez Cabral, a Lidia Rimoli y al Dr. Scasso; se fue crean-

do un grupo, hicimos las primeras charlas, ellos también arrimaban

personas que conocían y que tenían una especial vocación para hacer

algo por los chicos.

-¿Cómo fue esa primera etapa, había que salir a buscar una casa,

alguien tenía una, cómo fue?

-Yo era responsable e iría llevando las novedades al presidente del

Consejo del Niño de la zona. Un día fui al Consejo Departamental, les

expliqué que se había gestado la idea de formar una casa cuna, que

entre los promotores estaba el juez de menores y que estábamos

avalados por la Dra. Reta, pero que teníamos un gran problema, por-

que no teníamos un lugar adecuado para comenzar a albergar a esos

chicos. Por ese motivo, iba a solicitar su colaboración.

-¿Hubo que remodelar o ya estaba pronta la casa?

-Ellos me autorizaron a buscar en Maldonado un lugar adecuado

para lo que nosotros necesitábamos. Buscando con las maestras en-

contré una casa en la calle Dodera 1025, tenía un letrero para alqui-

lar, pedimos verla, al entrar vimos una habitación grande en la que

podrían estar 30 o 40 niños. Había otra habitación, una cocina de 6

x 6, un baño, un jardín pequeño, un fondo grande cercado de pinos.

Era lo ideal, era una casa que se había ocupado para distintas cosas,

había que arreglarla para dejarla adecuada para su funcionamiento.

El jefe de Policía envió a los reclusos con guardia a limpiar todo. Al

director de la IMM le pedimos que nos hicieran un patio prolijo para

trabajar y los presos pintaron toda la casa.

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-¿Cómo tomó la mujer de Maldonado aquello que era una revolu-

ción: dejar a sus hijos en manos extrañas y salir a trabajar?

-Todos sabemos que hace mucho tiempo las mujeres salían a tra-

bajar, algunas porque estaban solas, o para aportar al grupo familiar

porque no alcanzaba el dinero.

-¿Qué injerencia tuvo en esa obra ese hombre tan importante

para Maldonado que fue Tobías Polakof y en qué contribuyó para que

esto fuera posible?

-Bueno, contribuyó con todo, porque lo primero que dio fue el co-

razón; venía todos los días para ver qué faltaba, qué se podía hacer,

esos mandados que hay que hacer. Fue a un aserradero a conseguir

maderas para hacer mesas precarias; había que comprar los utensi-

lios que los chicos iban a usar. En el fondo hicimos dos grandes pisci-

nas de arena, porque la psicología y la pedagogía dicen que la crea-

tividad del niño jugando en la arena es muy importante. Polakof iba,

traía, llevaba, conseguía cosas, trajo todos los comestibles que se

precisaban para alimentar a los chicos, hasta una cocina que también

necesitábamos. El pueblo se abrió, venía la gente sola a traer una

cosa u otra. Un día vino el Sr. Yugularm y me dijo: “Le quiero decir

que a una vaca de mi tambo le voy a poner caridad y esa leche es la

que va a venir todos los días acá, yo mismo se las voy a hacer llegar”.

-¿Es cierto que a Polakof los chicos le decían papá?

-Al principio los chicos no se entregan. A nosotras mismas nos

costó entrarles, entrar en confianza. Nosotros les empezamos a decir,

porque era con justicia que lo teníamos que hacer, “este señor cola-

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63

bora con esto, es el que colabora para el mantenimiento de la casa,

es como un padre, permanentemente está a nuestras órdenes para lo

que necesitemos, hay también otro grupo de personas”. Pero yo más

lo noté cuando los niños estaban en el patio cantando y les dijo: “¿Si

yo les canto algo de cuando yo era niño?, “No, si Ud. no sabe cantar”,

“Sí, yo fui al liceo de Maldonado, bueno digamos que no sé cantar,

pero yo vine a ofrecerles un paseo, porque yo quiero saber cuántos

de ustedes van a la playa”, quedaron como diez que no conocían el

mar. Fue con el Sr. Pedrito, le explicó lo que quería hacer, puso en las

camionetas unos buenos refrigerios, los llevó hasta Portezuelo. ¡No

te puedo contar la alegría, el bullicio, la felicidad! Lo agarraban del

brazo, lo besaban, lo daban vuelta. ¡Estaban tan agradecidos, tan

contentos, tan felices!

-Cuéntame, ¿cómo fue el proceso?

-Nosotros teníamos un niño en puerta que anunciaba quién venía,

pero no debía dejar pasar a nadie. Un día un niño no lo dejó entrar a

él, fue a avisarnos que en la puerta estaba Papá; nosotros no podía-

mos creerlo, nos sorprendimos tanto. Siempre estaba buscando algo

para agasajarlos, me decía: “Usted no rechace nunca a un niño”,

porque a veces los niños tienen problemas. Otro día nos dijo: “en

el hotel “tal”, hay unas hamacas que están arrumbadas hace mucho

tiempo, nadie las usa”; las pidió, se las dieron. Al oír que el hotel

había donado por intermedio del Sr. Polakof unos juegos, otro hotel

también donó juegos, con lo que hicimos una plaza de deportes

preciosa.

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-¿Todo se hizo con la contribución del pueblo, la gente?

-El pueblo, la gente, porque cuando da uno, la caridad de uno

llama a otro. Maldonado es maravilloso, no tengo palabras para agra-

decer a Maldonado lo que hizo con la guardería, porque la guardería

nació de la nada.

-¿Cuántas personas trabajaban y qué misión cumplías tú?

-Yo era directora de la guardería, éramos seis con la cocinera,

atendimos hasta 150 niños.

-¿Cómo eran esas jornadas, a qué hora abría la guardería?

-La guardería brindaba un servicio diurno, a las 7 entraba un fun-

cionario que preparaba el desayuno, 7:30 comenzaban a entrar los

chicos.

-¿Cómo fue eso tan importante para Maldonado, cómo crecía,

cómo se desarrollaba por esa contribución de ese Maldonado tan so-

lidario?

-Nosotros ni nos dimos cuenta de que pasó tanto tiempo, esos

diez años se pasaron volando. Se acrecentó en todo sentido, después

vinieron personas a ofrecerse como profesoras, de piano, de guitarra,

de acordeón, hubo chicas que se recibieron. La capacidad desbordada

para poder atenderlos, nos sentíamos imposibilitadas de atender tan-

tos niños. En una oportunidad hicimos un chocolate en el que Polakof

sugirió la idea de hacer una guardería y casa cuna, comenzando ahí

a gestarse la idea.

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-¿Cómo te sentiste después

de tantos años de cumplir esa

actividad, de un día para otro es-

tar en tu casa sin los niños?

-Me sentí muy feliz por un

lado por la misión cumplida, des-

pués muy sola, porque yo siem-

pre viví con niños.

-¿Qué mensaje les daría a las

madres que tienen que dejar a

sus hijos en las guarderías para

salir a trabajar?

-Yo pienso que quienes van a

cumplir una función de guardería,

que es cuidar al hijo de la madre

que por distintas razones tiene

que salir a trabajar, al crearse

esa enorme responsabilidad de

cuidar un niño en todos sus as-

pectos, pienso que tiene que ser

con mucho amor, no solo para

que la mamá cuando lo retira se

vaya contenta y feliz, sino que el

niño se sienta crecer porque está

lleno de amor, así que le digo a la

madre que tenga confianza. Monumento a la madre en Maldonado

Page 66: UN HOMBRE SOLIDARIO

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Entrevista de Julio del Puerto

-¿Te gustaría volver atrás y volver a la casa de Dodera?

-No, yo tengo una misión cumplida.

-¿Cómo fue eso del monumento a la madre? ¿Quién donó el

bronce?

-Cuando se hizo la obra se enmarcó una plazoleta con la finalidad

de hacerle un monumento a la madre, porque allí iban a llegar todos

los días las madres con sus hijos, como una forma de homenajear

a todas las madres del mundo. La forma era difícil. Empezamos a

ver varios monumentos, a hablar con distintas personas hasta que

encontramos un escultor, el Sr. Tuduri, un pintor uruguayo que tiene

muchas obras de arte, tiene una similar a la que está en la plazoleta

en Paysandú. Conseguimos el molde, la gente traía bronce, traía pri-

mus, cada escuela traía un poco que íbamos entregando a cuenta de

lo que salía el monumento; parte de un avión está ahí, que lo donó

la base aérea.

Se inauguró en el año 1975 en el año Internacional de la Mujer.

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Tito participó en muchas obras benéficas. Ayudó a construir la Cárcel

de las Rosas en Maldonado. No solo él ayudaba, sino que también in-

volucraba a sus funcionarios en las distintas obras. Por ejemplo, para

la Cárcel de las Rosas encomendó la contabilidad a dos funcionarias

de Polakof y Cía., Ana Perdomo y Carmen Machado, que iban dos o

tres horas todas las mañanas. Eso contaba como parte de su trabajo

para Polakof. Intentaron ordenarle un poco las cosas a la policía; pa-

saban a una oficina en donde había personal armado, pero se habían

acostumbrado a eso. No llevaban documentos, porque las conocían y

no querían andar con cartera. Un día un policía les dijo que sin docu-

mentos no pasaban, entonces se fueron. Se encontraron con Polakof

y le contaron lo sucedido. Este agarró el teléfono, llamó a la policía y

les dijo que lo sentía mucho, pero que sus empleadas no iban a ser

manoseadas de esa manera y que no iban a ir más, que ellos solucio-

naran los problemas como pudieran. Él las respetaba y consideraba

que los demás también tenían que hacerlo. Tenía esas cosas; estaba

dispuesto a ayudar, pero no a dejarse pisotear si no lo respetaban a él

o a quienes él mandaba. Le parecía lógico que el maltrato no tuviera

lugar de ninguna forma en obras benéficas. Otra gente de la empresa

colaboró con la fundación de la cárcel. Edward Fernández recuerda

que él y algunos camioneros también ayudaron. Tito los hizo sentirse

bien, pues se sentían medio fuera de lugar, y les dijo que siempre

recordaran que habían formado parte de la fundación de la Cárcel de

las Rosas.

Asimismo, trabajó constantemente en la obra del Hospital de Mal-

donado, porque le parecía que todos tenían que tener acceso a la

salud, no solo aquel que tuviera plata y pudiera irse a Montevideo.

Page 68: UN HOMBRE SOLIDARIO

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Desde que se empezaron las obras, en la época del intendente Si-

queira, integró una comisión que se formó a esos efectos. Conjun-

tamente con el grupo de personas que trabajó a su lado, fue uno de

los grandes fundadores del hospital y una figura importante para su

construcción y su funcionamiento. Por eso, como homenaje, se colocó

una placa a su nombre.

Tito era judío, pero para él todas las religiones eran importantes.

Cuando arreglaron la Catedral, obra de gran trascendencia para Mal-

donado, ayudó a conseguir y reparar un órgano. Fue el encargado

de juntar la plata para el arreglo. Como siempre, estaba dispuesto a

ayudar en todo lo que pudiera.

Trabajaba en muchas comisiones. Con Muñeca Herrera hicieron

muchas cosas. Había un grupo de gente que se reunía buscando ha-

cer el bien. Tito sabía compartir con toda la comunidad y en todo

momento estaba donde había que estar para ayudar, siempre con la

mano extendida, asegurándose de que todo saliera bien.

“Todo lo que era él, podríamos decir que nace y sigue creciendo

y creciendo hasta el último momento de su vida, más y más y más.

Pensando en la humanidad, eso es una cosa muy importante. Es un

verdadero creador de cosas para la humanidad, para la comunidad y

para el desarrollo de Maldonado”.

Muñeca Herrera, 2009.

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69

Durante muchos años, Tito fue

integrante del Rotary Club de

Maldonado, del cual llegó a ser

presidente. Hizo muchas obras de

bien. Llevaba a sus hijos, quie-

nes formaron parte de Interact. A

través del Rotary participaron de

programas de intercambio porque

con Elisa consideraban que se be-

neficiaban conociendo otras rea-

lidades. Recibieron adolescentes

en su casa en distintos períodos;

estudiantes de Brasil y de otras

partes del mundo. También par-

ticipó y apoyó al Club de Leones.

Fue clave para la creación del

Cuartelillo de Bomberos. Luego

de que se incendió un supermer-

cado, se dio cuenta de que era

importante tener un cuartelillo y

formó una comisión para llevar

a cabo la tarea. También partici-

pó en la comisión encargada de

la recaudación de fondos para

la construcción de la piscina del

Campus. Integró además otras

varias comisiones para hacer dis-

tintas obras en Maldonado. Tito en actividades del Rotary Club Maldonado

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a) Los niños son el futuro

Tito no solo hizo la guardería. Integraba también comisiones del

Consejo del Niño, después INAME, ahora INAU. Cada vez que visitaba

estos lugares se quedaba enamorado de los niños. Como iba muy se-

guido por allí, le habían agarrado cariño. Los niños eran, en definitiva,

el futuro del país que él tanto quería.

Una vez volvió disgustado del INAME porque una de dos niñas que

tendrían entre 4 y 5 años le había preguntado si la iba a adoptar, y

él le contó a Ana que no podía convencer a Elisa, porque si no, las

hubiera adoptado a las dos. El problema era que ya estaban grandes,

y generalmente se adoptan niños más chicos. Esas cosas le partían

el corazón, pero tenía que ser realista: no podía adoptar a todos los

niños y niñas huérfanas.

Él siempre estaba pendiente de los muchachos. Les daba trabajo,

pero los obligaba a estudiar y les proporcionaba el tiempo y el lugar

para hacerlo. Apoyó a muchos jóvenes de distintas maneras. Uno de

estos, Diego Olivera, a quien Tito sacó de la calle y reinsertó en la

sociedad, lo recuerda con mucho afecto. Tenemos a continuación un

relato de su testimonio.

Diego tenía 10 años y se había escapado varias veces del INAME.

Eran tiempos complicados, principios de los ochenta, Uruguay seguía

en dictadura y Diego no aguantaba la vida en la institución. En esas

vueltas de la vida, estaba deambulando con su ropa sucia y gasta-

da por Montevideo y entró a un bar que quedaba en Benito Blanco,

cerca de la Rambla, a pedir unas monedas. Sin quererlo, se encontró

mendigando frente a la mesa de Tito, quien le dijo que plata no le

iba a dar, pero que se sentara, que le compraba algo para comer.

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Para Diego era extraño que alguien lo invitara a comer y al principio

sintió miedo; como niño de la calle, a su temprana edad y totalmente

inadaptado a nuestra sociedad, no conocía esa situación. Tito estaba

comiendo milanesas con papas fritas, y él se quedó parado. Luego,

después de que Tito insistiera, se sentó a comer. Diego recuerda que

todo el mundo lo miraba. No tenía ni zapatos puestos, pero a Tito

no le importó. Mientras Diego comía, Tito empezó a indagar sobre

su vida: “¿Por qué estás en la calle? ¿Te escapaste de algún lado?

¿Tenés padres?”. Al principio el niño no decía nada. A medida que

el estómago se le iba llenando (hacía como dos días que no comía)

empezó a hablar; contó que se había escapado del INAME y no tenía

padres. A todo esto, Tito le preguntó si quería trabajar o si prefería

volver al INAME; él le dijo que no podía volver porque lo iban a ma-

tar. Entonces, Tito le propuso devolverlo al hogar de General Flores y

Chimborazo con la condición de que en tres días lo iría a buscar para

llevarlo con él a Maldonado. Diego aceptó, pero pensó que Tito jamás

iba a volver y que se tendría que bancar unas cuantas palizas porque

le habían dado de comer. Sin embargo, Tito le dio la sorpresa más

grande y agradable que tuvo en su vida.

Tito llegó en un auto Chevrolet Monza Classic plateado de cuatro

puertas, del que Diego nunca más se olvidará. Primero, lo llevó al

negocio que tenía en la calle Soriano, donde conoció a Rosita, y luego

partieron hacia Maldonado. Fueron al campo de la ruta 39, donde

ahora está ubicado Winmart. Allí le dio un lugar para que se quedara,

al lado de donde estaba el casero. Con tan solo diez años empezó a

trabajar, pero para él fue una liberación.

Tito lo llevó a comprarse ropa, y le dijo que no se la iba a rega-

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lar, sino que la iba a tener que pagar con su sueldo, y así fue. Diego

nunca había tenido su propia ropa, nunca había usado championes

de marca. Al principio fue muy complicado para él. Se sintió muy dis-

criminado, porque la gente pensaba que como venía del INAME, algo

malo habría hecho. Después conoció a Julio del Puerto, quien también

lo ayudó mucho, lo entendió y lo apoyó cuando fue necesario.

Los domingos Diego iba con Tito al hogar de ancianos, donde veía

cómo atendían a la gente y ayudaba, por ejemplo, bañando a los

ancianos. No tenía muchos lugares a donde ir y no quería volver a

Montevideo, por eso, aunque Tito no lo acompañara, iba siempre. De

esta forma, aprendía lentamente a adaptarse a la sociedad. Casi na-

die entendía por qué Tito lo estaba ayudando; para Diego era porque

Luis no estaba. Tito tenía que ir a Montevideo a firmar los permisos

de Diego, quien más adelante le pidió que retirara a dos chicos más

del INAME, pero estos no se adaptaron.

Tito rescató a Diego antes de que fuera tarde; si no hubiera sido

por aquel, este podría haber caído preso o peor. Se ganó la confianza

de Tito cuando descubrió que alguien robaba y lo denunció. No lo hizo

por alcahuete, sino porque le estaba muy agradecido.

Otra obra que emprendió Tito, teniendo en cuenta las necesidades

de las personas más desafortunadas, como lo había sido él en algún

momento, fue instalar un comedor en la casa que había sido de sus

padres. Allí comían jubilados y empleados. Durante mucho tiempo,

Diego fue a comer todos los mediodías, aunque vivía y trabajaba le-

jos del centro. Julio del Puerto lo pasaba a buscar y lo llevaba. Si bien

Tito se hacía cargo de los gastos, los que comían allí dejaban alguna

moneda, porque así no se sentían menos gente, como si les estuvie-

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73

ran regalando la comida. Siempre fue muy solidario y considerado.

Como tenía confianza con Tito, Diego le preguntaba por qué él no

podía ser gerente, ya que les iba bien económicamente a quienes lo

eran. Como a un hijo más, Tito le decía que no, que primero tenía

que estudiar, que lo importante era tener una formación propia. Si-

guiendo sus consejos, Diego se anotó en la UTU para prepararse en

fibra de vidrio. Se recibió de oficial finalista, ganó un concurso para

trabajar en la Intendencia y se fue a Montevideo. Gracias a Tito, Die-

go pudo formarse, salir adelante e insertarse en la sociedad que le

fue tan ajena en algún momento.

A Diego le gustaba pasar tiempo con él cuando iban a La Barra. No

lo quería molestar mucho, porque Tito tenía su familia, pero a veces le

golpeaba la puerta de su casa. Tito fue su protector, nunca creyó en los

chismes que le llegaban. Sabía que Diego, aunque tuviera miles de pro-

blemas, era honesto e iba a tener un buen futuro. Nunca tuvo proble-

mas con la policía, a diferencia de los otros chicos que llevó del INAME.

Hoy Diego piensa que Tito estaría contento y orgulloso por todo lo

que ha logrado. No fue una prueba ni un experimento. Diego era un

niño que necesitaba ser rescatado y tenía todo el futuro por delante.

Tito demostró que es posible que los niños de la calle salgan ade-

lante; solo necesitan que alguien los apoye y esté tras ellos en todo

momento, hasta que puedan valerse por sí mismos.

Otro de los aportes de Tito a los niños fernandinos fue la Jorna-

da Aeróbica Tobías Polakof, que en 1985 ideó junto a su hijo Luis.

Consistía en una correcaminata, a veces por el Jagüel y otras por

el Campus. Tito entendía que era necesario que los niños tuvieran

cosas para hacer, para jugar. Era un evento gratuito y contaba con el

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74

apoyo de los Boy Scouts de Maldonado, que eran muy respetados. La

convicción que impulsaba este emprendimiento era que el ejercicio

y la diversión son muy importantes en la infancia para favorecer un

crecimiento sano y estimular la imaginación. Los que éramos niños

en ese momento recordamos la jornada, las vinchas de papel, correr

para llegar a la meta, los espectáculos, los sorteos. Una vez fue “Ca-

cho Bochinche”, otra, “Canciones para no dormir la siesta”. También

participaron “Horacio y Gabriela”. Eran nuestros ídolos, y nos diver-

tíamos mucho.

b) La solidaridad con sus colaboradores

Tito siempre estaba dispuesto a dar una mano cuando era necesa-

rio, no solo a instituciones, sino a personas y familias, como cuentan

varios de los funcionarios de la empresa. Por ejemplo, si necesitabas

dinero para hacer tu casa, comprar un terreno o irte de viaje, él te

ayudaba y podías pagarle en cuotas. Para lo único que no daba ayuda

económica era para comprar motos o autos, probablemente porque

sentía que no eran necesarios. Por el mismo motivo, tampoco salía

como garantía de tarjetas de crédito. Consideraba que solo servían

para endeudarse. Así fue como muchos le dieron la razón en la crisis

de 2002, que hundió a todos los uruguayos y los llenó de deudas.

Asimismo, cuando algún familiar de sus empleados se enfermaba,

les facilitaba el acceso a atención médica especializada en Montevi-

deo, y si fallecía, él estaba ahí dando su apoyo con un abrazo, una

sonrisa. Así confortó a todos los que pudo. Ser solidario es estar pre-

sente en momentos difíciles, apoyar al otro y hacerle entender que

aunque todo aparente estar mal, siempre habrá una mano dispuesta

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75

a ayudar. Esa es la forma más pura de solidaridad, de entendimiento

del ser humano, de compañerismo y lealtad.

c) La solidaridad con el pueblo fernandino

Tito adhirió a muchas causas, sobre todo a aquellas vinculadas

con el desarrollo de la comunidad y sus familias. Colaboró dándoles

crédito para comprar una bicicleta para ir a trabajar o para abrir un

negocio propio, como es el caso de Carlos Julio Granero, que fue el

verdulero del mercado de 25.

Cuando Tito comenzó su negocio en 18 de Julio, Carlos Julio lo co-

nocía de nombre. Era niño y la madre compraba allí. Lo conoció per-

sonalmente en una época difícil para él y para el país. Cuando quebró

la tablita, perdió sus ahorros porque le había salido de garantía a un

muchacho que no pudo seguir pagando. En ese entonces, su mujer

trabajaba en un jardín de infantes y les alcanzaba muy justo con ese

sueldo. Su esposa lo convenció para que hablara con Tito porque ha-

bía visto que el mercado de Velázquez no tenía verdulería, que era el

área de conocimiento de Carlos Julio. Luego de un tiempo, este se de-

cidió, le explicó su situación a Tito y le dijo que quería poner una ver-

dulería, pero que no tenía dinero. Tito le contestó que iba a ver qué

podía hacer. Un día pasó por la casa de Carlos Julio, le tocó bocina y

se quedaron charlando un rato. Le ofreció un lugar en el mercado con

la condición de que vendiera fruta y verdura barata y de buena cali-

dad. Carlos Julio accedió. Al principio sacaba muy poca ganancia. De

a poco le empezó a ir bien porque vendía productos buenos y baratos

y era la única verdulería que había en el barrio. Tito le dio el lugar

de palabra, hizo confianza en él y no fue defraudado. Primero no le

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76

cobraba, pero al año, cuando a la verdulería ya le iba mucho mejor,

Carlos Julio le dijo que ya era hora de pagarle un alquiler. Arreglaron

el pago y Carlos Julio siguió trabajando. Este es un ejemplo más de

cómo Tito ayudaba a las personas sin conocerlas. Gracias a él, el hijo

de Carlos Julio pudo estudiar en Montevideo y recibirse de ingeniero.

Tito confió y esa confianza le rindió frutos: ganó un compañero que

también confió en él.

Tito siempre pensaba en el prójimo; si alguien iba a su casa a pe-

dir alimento o vestimenta nunca se iba con las manos vacías. Si podía

ayudar de otra manera, lo hacía. Eso lo convirtió en un gran hombre,

en un hombre solidario.

2. Un “maestro”: la escuela de don Tito Polakof

Tito fue un maestro, pero no de la educación formal. Fue un maes-

tro singular y distinto, que enseñó de todo un poco y sobre todo de la

vida. Muchos pasaron por su escuela. Sus enseñanzas no fueron las

más comunes, pero al fin y al cabo fueron enseñanzas.

Como ya dijimos, muchos funcionarios de Polakof y Cía. empeza-

ron a trabajar siendo niños o adolescentes. Tito fue como un segundo

padre, como un maestro. Los maestros juegan un rol muy importante

en nuestras vidas, aunque quizá su tarea se haya ido desvalorizando

con el pasar del tiempo.

Tito les enseñó a trabajar, a creer en sí mismos, que valemos por

lo que somos y no por cuanto tenemos, porque lo importante no es el

dinero, sino lo que podemos dar como personas. Siempre va a haber

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gente más desafortunada y quienes somos un poco más afortunados

los tenemos que ayudar. Decía que las cosas se hacen desde abajo,

uno tiene que ir haciendo todo de a poquito y con esfuerzo.

Valoraba la educación y la apoyó siempre que pudo. Quiso que sus

hijos estudiaran para tener posibilidades de futuro y también promo-

vió que varios muchachos fueran al liceo, la UTU o la universidad, es

decir, que tuvieran una carrera o una profesión. Él no había podido

ir a la universidad porque no había tenido los medios, pero siempre

reconoció la importancia de la educación y fue un autodidacta. Es

propio de un maestro enseñar, valorar la enseñanza y hacer que los

alumnos estudien y aprendan.

Enseñó a pensar, a buscar y a crear cosas, ya que a él le había

funcionado. Le enseñó a Diego Olivera a ser libre estando ocupado y

a no sentirse preso. Apoyó a muchos niños y les dio la fuerza nece-

saria para salir adelante; estuvo con ellos y para ellos, y por eso fue

un maestro.

Él siempre contagió su optimismo. Algunos no reconocen esto

como una enseñanza, pero lo es, porque hay que aprender a ser op-

timista. Fue capaz de transmitir que la vida empieza todos los días y

que es necesario hacer cosas para uno, así como para los demás. Nos

enseñó a ser positivos, a tener presente que no siempre va a salir

todo bien, pero que lo importante es levantarse y seguir adelante.

Esa era la receta de Tito Polakof para el éxito: nunca dejarse vencer

y mirar siempre las distintas circunstancias con optimismo.

Enseñó que la decencia y la honestidad son dos de los valores más

importantes del ser humano, al igual que la felicidad, el trabajo y la

familia. Uno debe ser feliz con lo que tiene, independientemente de

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si es mucho o poco.

Hay que aprender de todos, todos los días. ¿Qué diferenció a Tito

de la mayoría? Que él creyó en la gente y, de esta manera, transmitió

sus conocimientos, algunos dicen que hasta por ósmosis. Esto no lo

podremos confirmar, pero la verdad es que de él todos aprendimos

humildad, optimismo, valores de trabajo, familia y lealtad. Su calidad

como ser humano le permitió enseñar como el mejor de los maestros.

3. Un político

Tito siempre había pensado que no era necesario estar en po-

lítica para ayudar, pero por alguna razón esa idea cambió, quizá

porque uno de sus hijos terminó preso por su militancia. Ingresó al

mundo de la política simplemente porque quería ayudar, primero en

la Junta de Vecinos en épocas de dictadura y varios años después

en la Junta Departamental.

Participaba en las campañas políticas, militando siempre en la lista

15 del Partido Colorado. Se identificaba con el ideario social de Ba-

tlle y Ordoñez, pero en realidad pensaba más en los beneficios que

podía darle a la comunidad y no tanto en la política partidaria. No

sabía mucho de política, la vio como una posible forma de apoyar a

la comunidad.

a) Presidente de la Junta de Vecinos

En 1973 el legislativo departamental fue sustituido por la Junta de

Vecinos, que sesionó en su lugar durante la dictadura militar. Tito fue

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invitado a integrarla y la presidió en el tercer período, es decir, desde

1977 hasta 1980-1981.

En ese entonces, Luis estaba preso. Hubo gente que se preguntó

por qué había aceptado participar en la junta durante un gobierno

militar, que le había traído tanta desgracia a su familia. Más tarde en-

tendieron que quizás lo hacía para llegar a gente con más poder, que

lo ayudara a sacar a Luis del penal de Libertad. No quería codearse

con los militares, sino ayudar a Luis. No sabemos si la estrategia fue

fructífera, pero en 1980, mientras Tito todavía era presidente de la

Junta de Vecinos, liberaron a Luis.

Hay quienes dicen que Tito aceptó integrar la Junta para ayudar al

pueblo fernandino, no para sacar a Luis de la cárcel. Fue muy solida-

rio con los perseguidos políticos y desde la política trató de ayudarlos.

Cualquiera sea la razón, fue para ayudar. Hizo buenas cosas desde

la política.

b) Edil de la Junta Departamental de Maldonado

Varios años después, se candidateó como edil de la Junta Depar-

tamental de Maldonado por la lista 15, que resultó la más votada.

Todo empezó a fines de los ochenta, cuando Tito cedió el local de

Román Guerra y Florida para hacer un club del Partido Colorado, que

se convirtió en la sede central en Maldonado. En las elecciones de

1990 se candidateó como edil de la mencionada lista. Su suplente era

Elsa Díaz, quien recuerda que se conocieron personalmente en el club

político. Ella estaba doblando listas y llegó Tito preguntando quién

era su suplente. Ya se conocían de vista porque Elsa había animado

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algunos cumpleaños de las nietas de Tito. Además, a Tito lo conocía

todo el mundo.

Emprendieron ese camino sin saber mucho de política, pero se

ayudaron mutuamente. Tito nombró secretaria a Elsa, quien iba a

la Junta y leía los expedientes. Los comentaban y discutían qué iban

a hacer. De esa forma fueron aprendiendo, apoyándose el uno en el

otro.

Tito nunca dejó de lado su espíritu de empresario. Cuando en la

Junta se trataba algo que no le interesaba, se hacía el que no enten-

día. Siempre quería apoyar o favorecer el desarrollo del departamen-

to. Su visión se proyectaba hacia el futuro. No tenía una mentalidad

cerrada.

Cuando quería hacer uso de la palabra, levantaba la mano y le

preguntaba al presidente si se podía poner de pie para que todo el

mundo lo escuchara. Estando en la Junta hizo cosas muy buenas e

importantes. Ayudó a muchísima gente; dio a las personas una se-

gunda oportunidad.

Él y Elsa se veían casi todos los días. Una vez se encontraron

para una reunión. Elsa estaba limpiando y Tito llegó con pizza para

que comieran los asistentes. Tito le decía, medio en broma medio en

serio, que uno de ellos iba a llegar lejos en política, porque ambos

se adaptaban a hacer cualquier tarea. Cuando a ella le interesaba un

tema en particular, Tito le permitía ocupar el lugar en la banca. En ese

sentido, fue muy compañero y le dio mucho espacio. Si bien él era el

edil titular, la banca era compartida y ambos se la merecían.

Tito votaba los proyectos o leyes que para él beneficiarían al de-

partamento. Por eso, muchos probablemente piensen que no tenía

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disciplina partidaria. Una vez votó una ordenanza de presupuesto

que la Convención del partido había decidido no apoyar. Lo hizo por-

que creyó que iba a ser bueno para Maldonado. Estaba en juego el

desarrollo del departamento, eso era lo que le importaba y no tanto

la política. Sin embargo, sí respetaba las decisiones que tuvieran que

ver con cuestiones éticas o los principios del partido.

Ese período fue muy fermental, ya que solo habían transcurrido

cinco años desde la apertura democrática. Más tarde, al llegar la

época de los intereses político-partidarios, etapa de la que no se ha

salido, la Junta se estancó un poco en la toma de decisiones y en la

realización de obras para el departamento.

Para Muñeca Herrera, Tito en la Junta era como “un rayo de luz

porque siempre sabía algo, salía con algo distinto a lo que estaban

diciendo los otros. Él siempre decía que había muchas cosas para

hacer”. Y él hizo mucho por Maldonado.

Elsa Díaz recuerda que “fue un buen ciudadano, y un hombre con

mucho corazón comunitario porque destinó tiempo y dinero a tra-

bajar para la comunidad, a hacer obras comunitarias. Tito estaba

en muchas comisiones. Era una persona buena, buena, bueno de

corazón. Tito no discutía, hablaba tranquilamente, por lo menos esa

faceta, nunca lo vi alterado y mira que en la Junta Departamental

había momentos para alterarse. Era un buen ciudadano, una buena

persona. Él cosechó esas cosas, que es un tema, y también siempre

decía que la vida hay que vivirla, pero sobre todo hay que dejar algo

marcado, como decir, bueno, por aquí pasé. Y bueno, creo que tu

abuelo eso lo cumplió con creces”.

En ese período, Tito ya estaba enfermo. Fue a operarse a Estados

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Unidos y mejoró. Siguió yendo a la Junta y por eso sus compañeros

pensaban que no iba a morir.

Siempre habló a favor del futuro de Maldonado y de realizar me-

joras en el área turística. Él entendía que le quedaban muchas cosas

por hacer para cumplir con su deber de ciudadano. Su familia no lo

entiende así, ya que él hizo todo lo que estuvo a su alcance. Si hubie-

ra vivido más, hubiera hecho más.

4.-Un hombre como nosotros

Tito fue un hombre como nosotros, tenía hobbies, había cosas que

le gustaban y otras que no. Aquí mostraremos algunas facetas de su

vida que no todos conocían.

Cuando era joven, le gustaba bailar y salir de “farra” con sus pri-

mos Melamoude, que iban a Maldonado desde Montevideo. Le gusta-

ba la timba, afición que con el pasar de los años fue dejando, aunque

le costó, porque había ganado la lotería.

Le encantaba leer. Leía mucho, desde novelas policiales o de cien-

cia ficción hasta libros de economía e historia. Si estaba cansado leía

obras sencillas; si no, prefería obras más profundas. Le gustaba el

cine, sobre todo las películas de cowboys. Quizá fantaseara con otras

épocas en donde regía el caos y no tanto el orden.

Adoraba estar en familia. No había nada más lindo para él que te-

ner su casa llena de familiares, sobre todo de sus nietos, con quienes

amaba jugar. Convenció a Elisa para que sacara una mesa de vidrio,

así los niños podían jugar tranquilos, sin lastimarse. La mesa familiar

compartida era lo que más anhelaba.

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Disfrutaba mucho la música. Le gustaba ir a conciertos. Siempre

compraba discos para escuchar en el tocadiscos de su casa, que era

un mueble enorme propio de esa época. Susana y Rosita solían en-

cerrarse en el comedor, medio a escondidas, y bailar al ritmo de la

música que salía del tocadiscos. Luego de la muerte de su hermana

no volvió a tocar el piano, a pesar de que en la casa había uno que la

abuela Gita le había regalado a Luis. Rosita y Susana también estu-

diaban ese instrumento.

Le encantaba viajar y disfrutaba mucho yendo con Elisa a las fe-

rias internacionales, de donde volvían con muchas ideas y proyectos.

También viajaban con sus hijos al interior del país y a Argentina y

Brasil. Sentía que aprendía mucho de las distintas culturas y formas

de vida. En cada viaje a Israel, a donde iban casi todos los años, que-

daba impresionado e hipnotizado por su desarrollo y la velocidad con

que se daban los cambios, en contraposición con Uruguay, donde los

tiempos eran otros.

Su debilidad eran los dulces, quizá porque era diabético y los te-

nía prohibidos. Todos cuentan que no se podía resistir. Hay miles de

anécdotas, de las que voy a contar solo algunas, porque creo que

hacen un poco a su condición de goloso.

Casi siempre buscaba a alguien con quien compartir sus dulces,

como si estuviera buscando cómplices. Pedía que le hicieran tortas,

budines, hasta hacía que alguna funcionaria se fuera a su casa a

cocinar algo dulce en horario de trabajo para compartir con sus com-

pañeros. A menudo llegaba con cajas de alfajores o galletitas para

sus nietos o se presentaba en el escritorio y la administración con

masitas y chocolates, de los que por supuesto también comía. En

invierno, cuando su familia se iba a Montevideo y él quedaba solo en

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Maldonado, terminaba de almorzar y les preguntaba a Carmen y a

María José qué helado querían y allá iba y lo compraba. A escondidas

de Elisa, solía ir a tomar un café y a comer un pedazo de torta al Bar

Plaza, que no existe más. Se sentaba y los mozos ya sabían qué era

lo que le tenían que servir. Alguna que otra vez se habrá escondido

de Elisa para que ella no lo viera, y seguro que alguna que otra vez

ella lo descubrió. Elisa siempre tenía chocolates escondidos, pero él

siempre los encontraba. Su amor por los dulces es algo que todos

conocen. Sabía que lo que hacía estaba mal, pero no podía con su

condición: los dulces lo podían.

De más viejo se compró un barquito porque le gustaba pescar, ya

que le daba tranquilidad y le despejaba la mente. Salía a pescar los

domingos de tarde con sus hijos, nietos y amigos. Cuentan que el

barco, llamado “Don Esteban”, no duró mucho porque no era nuevo,

y luego de usarlo un par de veces se hundió en una tormenta. Tras

jubilarlo, alquilaba una lancha en el puerto de Punta del Este.

Más adelante, debido a las várices y los dolores en las piernas

y probablemente también para despejar la mente, empezó a hacer

caminatas por la playa. Iba muy temprano, se daba un baño y cami-

naba. A las 7:30, ya de vuelta, atravesaba el escritorio para ir a su

casa a bañarse. Carolina recuerda las chinelas de Tito en la puerta.

Todos teníamos que lavarnos los pies en el patio para no entrar con

arena a la casa y él no era la excepción.

Es vox populi que ayudó a muchos a casarse. Para él, el matrimo-

nio era una manera de que sus empleados se estabilizaran y asumie-

ran responsabilidades con la familia y, por ende, con la empresa. Les

preguntaba qué les hacía falta y les daba lo necesario. Por ejemplo,

cuando un funcionario joven iba a ser ascendido a gerente, lo im-

pulsaba a casarse si tenía novia. Fueron momentos íntimos y felices

compartidos con Tito y con la empresa. No solo ayudó a casarse a los

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funcionarios de Polakof y Cía., sino también a familiares. Disfrutaba

del casamiento en sí, de la celebración.

Eran pocas las cosas que no le gustaban, entre ellas, la desho-

nestidad. Tito sabía juzgar muy bien a las personas y construyó la

empresa sobre la base de la integridad. Tampoco le agradaba fumar

ni tomar alcohol. No era afecto a Montevideo, adonde iba lo mínimo

indispensable. A pesar de haber pasado allí bastante tiempo cuando

sus hijos estudiaban, siempre volvió a Maldonado, que era su lugar.

En los últimos años, a causa de su enfermedad, las cosas que no

le gustaban fueron en aumento. De todos modos, nunca dejó de ser

una persona optimista que supo disfrutar de la vida todo lo que pudo.

Indudablemente, lo que más le gustaba era innovar, trabajar por

el futuro y llevar adelante proyectos para la empresa y la sociedad.

Se rodeó de gente a la que también le interesaban los emprendimien-

tos y no dio cabida a personas deshonestas. Esto no quiere decir que

nunca lo hayan traicionado o engañado, pero fueron muchas más las

veces en que le brindaron su confianza.

Tito junto al Presidente Sanguinetti en la inauguración de Winmart

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El legado

Cuarta parte

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1. El adiós

Los últimos años fueron difíciles y largos. Todos los médicos decían

que Tito había vivido más de lo esperado dado el cáncer que tuvo.

Su fuerza lo acompañó hasta el final. Quienes lo conocieron en sus

últimos años, no conocieron al Tito que todos querían y apreciaban.

Había que entender que su estado era delicado; tenía cambios de

humor propios de la enfermedad y lo único que hacía era pensar en

la empresa. En realidad, ya no podía trabajar. Se había olvidado de

que les había cedido la dirección de la empresa a sus hijos y contra-

decía lo que ellos disponían. No tenía Alzheimer, pero su enfermedad

llegó a afectarle el cerebro, al punto de que su comportamiento por

momentos era errático.

Luchó mucho contra la enfermedad. El poder adquisitivo que ha-

bía alcanzado le permitió ir varias veces a EE.UU. a operarse, y esto

alargó su vida. Al cáncer se sumaba la diabetes y el hecho de que

no se controlaba. Había que estar atrás de él para que no comiera

lo que no debía. A raíz de la diabetes, le cortaran el dedo gordo del

pie, pero él seguía manejando y viviendo como si nada. Se compró

un Ford Fiesta, que adaptó para poder manejar cómodamente. Era un

auto chiquito. Con el paso del tiempo, el hombre fuerte y robusto iba

siendo consumido por las enfermedades.

En ese sentido, fue desafortunado porque la salud no lo acompa-

ñó. Falleció joven para la expectativa de vida actual. Sin embargo,

vivió su vida al máximo. No sería errado pensar que probablemente

no se haya arrepentido de nada y que partió con la satisfacción de

haber hecho bien las cosas y de haber hecho el bien.

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El adiós fue largo y para nada sorpresivo. Hubo personas que jugaron

un papel muy importante en los últimos años de Tito: su familia y esa

otra familia que fue construyendo a lo largo de la vida. Carmen, que

le estaba muy agradecida, le daba las inyecciones de insulina que él

no se podía o no se quería dar. Lo acompañó en todo momento y este

es un buen lugar para que conste que Elisa y él le estuvieron muy

agradecidos por lo importante que fue para ellos en el transcurso de

la enfermedad.

Los funcionarios más viejos sufrieron el deterioro, porque veían

que esa persona que tanto habían apreciado iba desapareciendo fren-

te a sus ojos. Él quería seguir trabajando y tenía fuerza, pero la

cabeza ya no le funcionaba. Era difícil verlo así; se volvió gruñón y

cascarrabias. Todos sus defectos se agudizaron, pero había que en-

tenderlo. Lo que le quedó al final fue el trabajo y la empresa.

Los nietos también lo vieron perderse. Se dieron cuenta de los

cambios, lo veían marchitarse lentamente, sabían que iba a morir,

aunque no entendieran su enfermedad. Ismael, el más grande, tenía

16. A pesar de que ya no eran niños, salvo los más chicos (Marianita,

José Manuel y Alén, que era un bebé) todavía no entendían la muerte.

Tito falleció el 9 de julio de 1998, con apenas 69 años. El mejor

testimonio de los últimos días, del último día es el de Carmen y, por

eso, lo transcribimos literalmente:

“Los últimos años fueron difíciles, pero si hay algo que siempre

digo fue que el final de él me asombró, porque hay personas que

cuando tienen esa enfermedad se dejan caer en la cama y no hacen

nada más. Pero él no, él desayunaba y quería hacer algo, lo que

siempre había hecho. Él quería que todos los días lo levantaran, y

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quería irse, irse a trabajar. Era su vida, entonces alguien lo llevaba a

dar una vuelta. El último día las personas siempre están tendidas en

la cama; la fuerza que tenía él ese día, que había pasado mal la no-

che, se levantó, desayunó y Cesar Céspedes lo llevó a dar una vuelta

y se fue. Cuando volvió Cesar vino y me dijo: ‘¿Podés creer que fui al

banco y él se bajó y se fue a caminar a la rambla?’. Se había bajado

y estaba caminando por la rambla, como despidiéndose de Punta del

Este, ¿entendés? Y llegó acá y me dijo que estaba muy cansado, que

solo quería recostarse. Yo ese día no hice absolutamente nada más

que estar al lado de su cama en una silla, le agarraba la mano, lo sen-

taba, lo levantaba, lo acostaba, porque estaba muy inquieto. Cuando

vino la abuela que yo le había dicho que no se sentía bien, que vinie-

ra, que viniera... Y él miró a la abuela como diciendo y era como dice

que está... Y vino la doctora y dijo que estaba mal. Él no quería nada

con nadie. ¡Era una cosa...! Y un día me dice: ‘ahora nos vamos’, pero

yo no sabía manejar y él me decía que cómo no sabía manejar, que

tenía que saber. Fue como que volvió a eso, como que retrocedió a

eso. Fue asombroso, esos momentos de fuerza que vivió él no los vi

en nadie, y mira que he vivido cosas difíciles, pero él la luchó, luchó

hasta el último momento. Me quedó marcada la fortaleza, él luchó

hasta lo último. Pero, bueno, en algún lado está, guiándonos, es así”.

a) El adiós de sus nietos

El adiós a una persona así, a un personaje así, es lo más difícil.

Nosotros no conocimos a nuestro abuelo, al menos no lo conocimos

de grandes; no pudimos hablar con él sobre nuestras vidas, nuestras

preocupaciones, mi pesimismo. ¡Cómo me hubiera gustado conocer

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a esa persona positiva de la que todo el mundo habla! Mis recuerdos

son pocos y, lamentablemente, la mayoría son de sus últimos años.

Nuestro adiós fue triste.

Nosotros crecimos con sus ideales, sus valores, su espíritu. No

lo conocimos como nos hubiera gustado. Nuestro adiós fue sencillo.

Sabemos que él fue una figura de relevancia, pero lo más importante

para nosotros es que él fue nuestro abuelo y que nos quiso y lo qui-

simos, nos disfrutó y lo disfrutamos mientras pudimos. Mi adiós: casi

me lo pierdo.

El adiós siempre es lo que más duele. Realmente desearía que

mi abuelo hubiera estado en tantas etapas de mi vida. Me hubiera

gustado que me conociera tal como soy hoy: una persona madura,

inteligente, trabajadora y estudiante eterna. Él estaría orgulloso de

las cosas que he logrado gracias a mi esfuerzo, en ámbitos ajenos a

Polakof y Cía. Quizá estaría triste por eso, pero sé que hubiera respe-

tado y apoyado mis decisiones.

El velorio, el entierro, la gente, las flores, mi abuelo hundiéndose

en la tierra. Puedo decir efectivamente que ese fue el día más triste

de mi vida. Sin embargo, hoy considero que decirle adiós con tristeza

a ese hombre que supo ser mi abuelo no le hace justicia a su vida. He

aprendido de él, quizá en la realización de este libro, que lo impor-

tante es mantener una actitud optimista hacia la vida y ver lo positivo

antes que lo negativo. Esta es, entonces, mi despedida, un agrade-

cimiento a esa persona eterna que dejó en todos nosotros ganas de

vivir mejor, más felices, de no quedarnos en la chiquita y de luchar

por lo que queremos y por lo que nos parece justo. Gracias, abuelo.

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Marianita, una de los más chicos, escribió un poema para el abuelo

que aquí cito:

TITO

Tú, con tu particular apodo tan resumido

De unas minúsculas cuatro letras

Y un cómico cantar de caricatura.

Tú, casi como un desconocido

Paseándote por las calles cerradas

De los barrios más grises de mi inconsciente

Vas gritando palabras ambiciosas

Que corren hirviendo como fuego por mi sangre

hija de tu semblante de profeta apasionado

De paso firme y sonrisa generosa

Honesto como la vida,

irrefutable como la muerte.

Te paseas con la frente en alto,

Buscando en un cielo de negras pinceladas un poco de luz

Mientras nosotros vimos luz en tus profundos ojos

De soñador sin miedo a la derrota,

De débil soldado en una guerra mundial

De simple persona que se esforzó en mejorar.

Sinceramente debo admitir que poco de ti recuerdo,

Pero sé que tengo mucho de ti por encontrar,

En mi sangre hija de tu semblante

De profeta apasionado sin miedo a fracasar.

Mariana Scottini

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Esta es la despedida de Leonardo:

Montevideo, 14 de diciembre de 2009

Tengo la oportunidad de saludarte otra vez, otra vez decir adiós y es

muy difícil emprender este viaje, tengo miedo. Tengo claro que ese

saludo no será respondido y eso duele.

El otro día estaba caminando por 18 de Julio, Montevideo, y mien-

tras caminaba se me hacía inevitable pensar en el presente, le di un

millón de vueltas e igualmente no logré entenderlo del todo. Mientras

caminaba y pensaba, no me percaté de que una de las baldosas que

estaba a punto de pisar estaba un poco levantada, y como camino

casi arrastrando los pies, me caí y no me quedó otra cosa que hacer

que levantarme. El vaquero quedó intacto, y como a mí tampoco

me había pasado nada, no pude evitar que salieran las carcajadas.

Recuerdo el arrastrar de tus pies mientras trabajabas, mientras te

acercabas o te alejabas, lo recuerdo porque, mientras caminabas

arrastrando los pies, caminabas arrastrando como buey, vaya uno a

saber qué cantidad de sueños, de proyectos.

Te cuento que estoy vivo, estoy respirando, mi corazón late y me

crece la barba. Tengo proyectos, varios proyectos e intento arreglár-

melas para cumplir alguno de ellos. No se aleja de mi mente la idea

de ser feliz.

Bueno parece que llegó el momento de saludarte.

Hola, ¿cómo estás abuelo Tito?

Leonardo

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Esta es la despedida de José Manuel:

Abuelo:

No estás aquí hoy, tu día te ha llegado, quizás luego de lo espera-

do, puede que Dios, ante tu lucha por la vida, te haya concedido un

último suspiro de alivio, uno más que los que tenía pensado dejarte.

Esta para mí es una simple carta de adiós, la cual espero que disfru-

tes, si sigues en alguna parte.

Yo nunca he podido conocerte personalmente —no como yo lo

hubiera querido—, pero como todo padre de familia dejaste una he-

rencia a tus hijos, que luego pasó a ser nuestra, un legado que no es

reembolsable; a esta cuna le has dado una de las alegrías más lindas

de la vida, la de vivir por los sueños y no por los deseos, suerte que

creo que yace dentro de nuestra sangre —y dentro de la de otros que

siquiera la comparten—.

Sé que has dejado mucho por un pueblo que te abrió su puerta, y

siempre lo consideraste como tuyo, conozco el hecho de que siempre

antes que uno están los demás; y que para que podamos progresar

hay que luchar, ya que nada cae del cielo porque sí.

Me enseñaste junto a otros guías que lo que uno piensa vale más

que cualquier objeto material que el mundo pueda conocer, y por lo

tanto, debemos dejar por él nuestra vida si es necesario; tú la has

dejado, pero has sido consciente de que no vivías en vano.

Muchas palabras te quiero decir, pero me rehúso a contártelas,

debido a que no hallo suficiente fuerza en ninguna de ellas como para

lograr expresarme de manera que a mí me gustase.

Este es el adiós de un simple segmento de tu sangre, pero a la vez

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95

es el más sincero reconocimiento a la fuerza que emanó de ti ante un

pueblo que muchas veces te siguió, espero que esa fuerza que se me

ha trasmitido pueda usarla al igual que vos.

Mi más sincero adiós.

José Manuel

Esta es la despedida de Leticia: un espíritu inspirador

Lo conocí como mi abuelo, el abuelo Tito. El abuelo Tito se sentaba

en el suelo a jugar con nosotros, nos daba manzana verde cortada en

rodajas y le gustaban las películas de cowboys. Yo lo veía como un

niño más; era un señor mayor, serio, trabajador, pero entre nosotros

se transformaba en un niño más, un espíritu soñador y risueño. Lo

recuerdo siempre sonriente. Yo lo adoraba, era mi abuelo. Falleció

cuando yo estaba en mi viaje de 15, cuando volví, ya no estaba.

Siempre me acuerdo de la última vez que lo vi, estábamos en el li-

ving de su casa y él había puesto una película de cowboys, a mí me

parecían terriblemente aburridas, pero él las disfrutaba tanto que

no me animé a pedirle que cambiara de canal. Se fue a acostar para

dormir la siesta y lo ayudé a sacarse los zapatos, me acuerdo de que

hizo una broma con que yo no tenía fuerza porque me costó sacarle

los zapatos.

Le di un beso y me fui. Recuerdo caminar por el pasillo dejándolo

a mis espaldas, un pasillo de tres metros, que uno recorre en cinco

segundos y, sin embargo, en mi memoria surge como un tiempo sus-

pendido, denso y triste... una larga despedida. Una despedida, y sin

embargo, toda mi vida seguí conociéndolo, como si aún estuviera con

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96

nosotros. Las huellas que dejó fueron tan profundas, que no hay un

solo día que no esté presente.

A medida que fui creciendo y conociendo todo lo que hizo, me fui

sintiendo más orgullosa de ser su nieta; supe reconocer el hombre

visionario, caritativo, emprendedor que fue. Lugar en donde estu-

vo, lugar donde es recordado y querido, todas las personas que lo

conocieron lo recuerdan con admiración y respeto. Era un hombre

extraordinario, un ser humano que supo hacer la diferencia y muchas

personas tenemos mucho que agradecerle.

Por mi parte, yo tomé un camino bastante diferente, me dediqué

al teatro y, sin embargo, nuestros caminos se cruzaron. Entre tantas

cosas maravillosas que hizo, con su mirada tan especial y su extraor-

dinaria sensibilidad, compró una hermosa casa art decó hace muchos

años en Montevideo (Soriano 1274), donde Raúl (su hijo menor, mi

tío) tuvo una empresa de computación. Luego de muchos años, ya

fallecido el abuelo, Raúl trasladó su empresa a otro local y la casa

estuvo abandonada durante un tiempo, no se pudo alquilar y lo que

ofrecían por venderla era muy poco. Las pocas veces que yo había

conocido la casa, me había parecido fascinante, y en el 2009 mi es-

poso y yo estábamos buscando un lugar donde trasladar la escuela

de actuación (Escuela del Actor), ya que había crecido y no teníamos

espacio suficiente para recibir alumnos. Así fue que llegamos a esta

casa, que Taco Larreta (un gran amigo y actor) dijo al conocerla:

“Esta casa tiene ángel”. Hace cuatro años que la escuela funciona ahí,

con más de 180 alumnos de todas las edades, que vienen de todas

partes de Montevideo y alrededores. Desde el 2010 acondicionamos

el espacio para la realización de espectáculos (sala Telón Rojo), por

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97

lo cual los fines de semana recibimos público de todas las edades y

clases sociales. Este año hicimos una reforma habilitando un nuevo

espacio y lo nombramos Sala Tobías.

En esa casa que mi abuelo, con su increíble visión, adquirió, hoy

se crean sueños, se viven emociones, se respira un aire de creativi-

dad muy particular, contribuyendo al crecimiento educativo y cultural

de nuestro medio. Y este es solo un ejemplo de un lugar donde el

abuelo Tito supo plantar su semilla y gracias a él hoy tantos podemos

disfrutar de ese mágico instante creativo que es el arte de la actua-

ción. La Escuela del Actor-Sala Telón Rojo ha continuado creciendo

durante estos años y actualmente estamos construyendo en Av. Bra-

sil y Benito Blanco el Espacio Cultural Federico García Lorca.

El camino recorrido por mi abuelo ha sido una gran inspiración

para mí, y cada día que sueño o realizo un nuevo proyecto me en-

cuentro mirándolo a través de sus ojos. Dicen que todo permanece,

no sé si es verdad…, pero sí sé que mi abuelo a través de sus actos

supo sobreponerse a la vida y que su espíritu continúa creciendo en-

tre nosotros. Ojalá todos pudiéramos tener esa capacidad; yo, por lo

pronto, sueño con hacer la diferencia.

Leticia Scottini

b) El adiós del pueblo fernandino

Tito hizo tanto por el pueblo fernandino que no fue necesario que

falleciera para que se le rindieran homenajes. Recibió muchos en

vida, por ejemplo, de los rotarios y los leones, instituciones a las que

siempre apoyó. Le hicieron un homenaje en la radio Maldonado, en

la Junta Departamental. Siempre lo reconocieron y, por eso, el adiós

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fue multitudinario y doloroso.

Mientras estuvo enfermo, todo el mundo se ofrecía para donar

sangre y ayudar. Les preguntaban a quienes lo veían si necesitaba

algo. Lo visitaban. Todas las personas para las que había estado in-

tentaron ayudarlo como pudieron, y todas esas acciones importan.

Hay gente que hubiera dado su vida por él, algo que nunca hubiera

aceptado, pero que reafirma el tipo de persona que era. No fue como

todos, pero también fue como todos.

Luego del multitudinario velorio en Maldonado, se hizo otro en

Montevideo y, finalmente, lo enterraron en el cementerio judío de La

Paz. El entierro tuvo mucha concurrencia, tal vez no tanta como si

hubiera sido en Maldonado, pero hubo mucha gente al fin.

Cristina recuerda que el rabino dijo que nunca había presenciado

un entierro tan numeroso, que las tres paladas de tierra que se arro-

jan por respeto, admiración y cariño en la fosa casi la llenaron. Se le

hizo una placa conmemorativa que dice:

“La semilla de amor, humildad, generosidad e inteligencia

que plantaste en quienes te conocieron

crece día a día regada por tu recuerdo”.

Se escribieron muchos artículos de despedida en homenaje a Tito.

Incluimos solo algunos, que vale la pena plasmar porque representan

el adiós a Tito.

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Lo vi acercarse, no me imaginé que ese hombre de caminar len-

to y “apaisanado” se dirigía directo a mi.”Buen día” dijo y bajó la mirada, dejando entrever timidez o falta de con-fianza, que hizo a un lado y con voz gra-ve habló:”Usted no me conoce, pero yo quiero que me diga si es cierto que Don Tito Polakof ha muerto.”Si señor,” con-testé y el hombre dejó escapar un queji-do y cruzó los brazos como apretándose el corazón.

“Yo lo conocí en los años setenta y pico, estaba con mi hijo enfermo y por recomendación fui a verlo con mi espo-sa, hoy muerta, y el Sr. nos dio una carta para un médico en Montevideo. Yo esta-ba trabajando en un monte en San Car-los y ganaba muy poco, le dije que no tenía dinero y que nunca había viajado. El Sr. Nos contestó: No te preocupes el martes yo te llevo. Llegó el día, nos reti-ró en San Carlos con mi hijo que estaba muy mal de un problema asmático, este hombre nos llevó, nos dio de comer, habló con el médico y nos hizo atender. Mi hijo tuvo un largo tratamiento, él nos alcanzaba los remedios.

“El hombre hablaba sin parar, yo quería decirle que era un hombre muy caritativo pero no me dejaba. De repente se calló, luego dijo.”Dígale a su familia que yo nunca olvidaré lo que hizo por

mi y que lo lamento mucho. Mi hijo ya falleció también.”

Dos lágrimas empañaron sus ojos, retiró sus manos del pecho y se las secó. Yo quedé mudo, no pude decir nada, cuando reaccioné se iba caminando, vi que seguía llorando. Yo no me movía y tenía un nudo en la garganta, solo atiné a mirarlo y pensé en la grandeza de este hombre. Volví la mirada y le pregunté a un lugareño de Mariscala que me dijo “El está muy mal, perdió a su familia.” Pasó un rato, subí al auto, repasé todo ese momento y la figura de Tito Polakof

fue tomando la dimensión que este po-

bre hombre le daba, a cada kilómetro de camino que recorría.

Julio del Puerto

CON UN NUDO EN LA GARGANTA

* Nota publicada en la Revista Collage Nº 7, Julio de 1998.

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Nota publicada en el diario Últimas Noticias, diciembre/1998

Es difícil pensar en el Maldona-do cotidiano, en el universo

generado a partir de las vivencias de su gente y de sus actividades, sin la presencia de Tobías Polakof. Hasta su reciente desaparición fí-sica, y desde hace mucho tiem-po, supo ser el referente inelu-dible para propios y ajenos, más allá de sus posiciones personales y de la firmeza con que defendió sus ideales y proyectos. ¡Cuántos proyectos” Polakof se caracterizó por integrar el desarrollo comer-cial de sus empresas ayudando directamente a quienes necesita-ban de su apoyo. No se introdu-jo en la maraña de suposiciones ideológicas ni en cuestiones re-tóricas. No se detuvo a pensar si lo suyo era beneficencia, pater-nalismo o asistencialismo.

Simplemente, fue un ser so-lidario, una persona agradecida a la vida que quería hacer más fácil la de quienes no tenían mo-tivos para estar tan agradecidos. Y todo en el silencio que envuel-ve las grandes obres de los hom-bres justos y buenos, a quienes

la humanidad siempre guardará una deuda de mayor considera-ción, que nunca reclamaron ni pidieron que la saldaran. Ese vín-culo con el próximo no le impidió seguir proclamando más proyec-tos comerciales que en el fondo fueron, son y continuará siendo extensión de esa vida solidaria, de esa actitud de dar siempre la prioridad a los demás, a los cer-canos, a los que tienen proble-mas. Y siempre convencido de que esas dificultades se pueden superar.Por eso sentimos tanto la pérdida de <<Tito>>Polakof, y su falta se hará sentir junto a la de otras figuras que como él de-jaron huella.No sólo el rastro que implican sus pujantes empresas, incluido su último y ya exitoso emprendimiento, un parque in-dustrial y comercial convertido en nuevo símbolo fernandino, sino el más importante, el que sólo puede dejar una vida dedi-cada a los demás y gozada en el arte de compartir, sin importar las <<gracias>> y los aplausos. Así era Polakof y siempre lo re-cordaremos de ese modo.

Una persona solidariaFernando Di Lorenzo y Roberto Bussero

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* Nota publicada en la Revista Collage.

Como es hecho conocido por todos, el 9 de julio dejó de estar entre nosotros Tobías Po-lakof, suceso este que conmovió no solo a los integrantes de nuestra empresa, sino a todos los que estuvieron relacionados a él de alguna forma, a lo largo de décadas de actividad em-presarial y social.

Todos hemos sentido expresiones de apo-yo a la familia Polakof, por parte de importan-tes personalidades del ambiente político, au-toridades de gobierno municipal y de Estado, empresarios de todos los giros, comerciantes, etc., pero además hemos sentido y visto el re-conocimiento de la ciudadanía en general. De la gente como nosotros, de la población en si.

Como toda figura que por su gestión tras-ciende la vida común, pudo despertar diferen-tes opiniones y sentimientos, pero no se puede negar que su obra empresarial siempre estuvo mancomunada a la colaboración permanente de aquellas obras sociales que requerían apo-yo. Gestión por las que se atendían necesida-des primarias de niños, ancianos, estudiantes, etc... Pero más aún posiblemente todos recor-demos hace un par de inviernos atrás cuando la ciudad de Maldonado sufría uno de los pe-ríodos más críticos en la Industria de la cons-trucción, que originó el desempleo de miles de obreros, en su mayoría padres de familia, y que a su vez causó el surgimiento como nunca antes de asentamientos de viviendas precarias, por una orden directa de T. Polakof se colaboraba permanentemente con las ollas populares, sin importar costos o cantidades. Sentíamos el deber no solo de empresa sino humano de colaborar, en esas medidas que in-tentaban no mejorar las condiciones de vida, sino satisfacer la más primaria de las necesi-dades del hombre, la alimentación. Y todos aquellos, que provenimos de hogares donde nuestro padre es obrero de la construcción, u obreros en general, trabajos que son zafrales o temporarios; sabemos de la preocupación dia-ria del jefe de familia de procurar el sustento de la misma, para el estudio, para la comida, para la casa, etc.Y todos aquellos que estuvimos en las ollas populares vimos los ojos, de cientos de padres que iban en procura del sustento vital para sus

hijos, reflejando en las miradas el sentimiento de preocupación y de angustia, pero también el de fe en pasar el invierno y retomar la es-peranza del trabajo para salir adelante por me-dios propios.

Estas cosas se hicieron, y se hacen, funda-mentadas por Polakof, llevadas a cabo por sus colaboradores, gerentes y empleados, todos compartiendo la misma filosofía de solidari-dad, siempre participando en forma destacada en el acontecer social y cultural, involucrán-dose en forma directa en organizaciones soli-darias y en movimientos que mejoran la cali-dad de vida de las comunidades.

Por eso compañeros, de Maldonado, de Canelones, de Lavalleja y de Treinta y Tres, si debemos de estar orgullosos de algo, es de pertenecer a un grupo humano, solidario, emprendedor de actividades que propiciarán el desarrollo familiar y ciudadano, fundamen-tado por Tobías Polakof, pero que debemos mantener todos nosotros, así como aquellos que han quedado a cargo del timón.

Y en ese rumbo, seguiremos apoyando y organizando las fiestas de los niños, guarde-rías, hogares de ancianos, la creación de es-cuelas, y todas aquellas cosas que apunten al progreso común.

POR EL CAMINO MARCADO

César Céspedes

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Amigo Tito Polakof: qué fácil fue hoy, echar mano a una hoja y una lapice-

ra, mientras mis hijas corren por la casa en sus juegos infantiles de niños, mien-tras mi esposa rezonga “los deberes no están prolijos”, la TV pregona que “Mu-ñeca Brava” es el mejor programa y que “SuperMarket’s está con la gente”. En todo este laberinto se imagina que des-pués de treinta y pico de años trabajando juntos, viviendo buenas y malas, verdes y maduras, como dice un amigo: “no vamos a andar con vueltas para decirnos las cosas”.

Ya casi pasaron 365 días de su des-aparición física y nadie en su querido Maldonado se hace la idea de que usted no esté, muchas veces hablando con gente del pueblo me preguntan por usted y yo contesto “anda por ahí”. Le digo esto por-que esas últimas horas que estuvimos jun-tos, usted peleando por la vida como hizo siempre, soportando el dolor pero jamás demostrando a ese enemigo que llevaba por dentro que lo había derrotado. Yo sa-biendo que usted era un hombre valiente, solidario, bueno, humanitario, que siem-pre estaba donde se le necesitaba, que te-nía siempre esa sabia última palabra que definía las cosas importantes, que cortaba drásticamente las dudas, las vacilaciones, el desinterés, el desaliento y que supo ha-cerse un lugar grande en la sociedad, pero ojo, sin codear a nadie, buscando siempre convencer a los de arribas para que los de abajo sufrieran un poco menos.

Hoy estaba pensando que sólo a los grandes el pueblo homenajea todos los días: Codepal, gente que quiso gritar a los cuatro vientos lo que usted hizo por la institución de los minusválidos; placa recordatoria en la Guardería Infantil y

Casa Cuna de Maldonado en la calle 18 de julio (la casa para proteger a los niños, su eterna preocupación); placa recorda-toria en el Hospital de Maldonado Elbio Rivero lugar por el que bregó para que los más carenciados con problemas de salud tuvieran la atención médica que usted pensaba se merecía un ser humano. Le sigo contando que se ha reunido el pueblo para homenajearlo, no ha faltado nada: palabras de sus amigos resaltando su enorme personalidad, hermosos bouquets de flores, relucientes placas de bronce con palabras talladas a fuego que nunca se borrarán, no ha faltado el aplauso sin guantes, ese que calienta y deja las manos rojas. Espere que hay más, ha flameado la bandera de nuestra patria en su honor, he visto a mucha gente simular estar resfria-do para secar una lágrima que surcaba sus mejillas.

Casi me olvido de lo más importan-te, su esposa, sus hijos y sus queridísimos nietos, siempre han estado presentes, tam-bién sus colaboradores como decía usted a sus empleados.

Bueno amigo, ya es casi la una de la madrugada, mi mujer rezonga porque las niñas están levantadas; preguntan qué es-toy escribiendo. Les digo que es algo que me salió del corazón, la más chica me toca el pecho con sus manitas de ángel y me dice”acá no sale nada papá”.

Quizá el día 365 yo no esté en Mal-donado, pero le digo: hasta siempre jefe.

Julio del Puerto

* Nota publicada en Noticiario, diario de SuperMerket’s El dorado, julio /1999

Carta abierta a un padre que no se fue

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Hola Tito.

Aquí estoy, hacía tiempo que me quería comunicar contigo y no tenía tiempo de hacerlo. Si, ya se que han pasado 10 años y tendría que haberme hecho ese espacio. Pero bueno, siempre lo voy dejando para después, me ocupo en otros menesteres y las horas vuelan. Es que la empresa ha crecido ¿sabes?, ya pa-samos las 40 sucursales. Se incorporaron al directorio tu nieto Ismael y tu hija Susana que se vino de Suecia. El primero con muchos conocimientos y la fuerza de su juventud y ella con la rica experiencia del viejo mundo, para ambos volcar su caudal en aras de la empresa. Ah, que ya estás enterado de la nueva actividad de Luisito, y bueno por aquí se le extraña aunque de tanto en tanto viene a sa-ludarnos. Está cumpliendo un sueño de muchos años, trabajando para el paisito por su partido; quizás luego vuelva y lo tengamos como antes luchando codo a codo junto a nosotros por su empresa.

Y ¿por qué elegí esta fecha para comunicarme? Y bueno, este 12 de junio habrías cumplido 79 años y el 9 de julio se habrán cumplido 10 años de tu partida de este mundo. Me imagino que en ese otro mundo estarás rodeado de amigos, de tanta gente que te conoció aquí y te aprendió a querer por tu don de bien. Estarán disfrutando seguro de tu compañía, ya sin ese apuro de las horas terrenales y con toda la calma del aire celestial. Que ¿cómo me va a mi?, muy bien, entre mis libros y el ajedrez (aunque ya no me pierdo como aquel día que me andaban buscando y solo tu adivinaste donde estaba) y con mucho trabajo, pero por suerte pudiendo cumplir con todo. Siempre recuerdo cuando me dijiste hace 20 años “no te preocupes que cuando tus hijos crezcan, mejorarán su salud y podrás dedicarte por entero al trabajo sin necesidad de faltar”. Cuanta razón había en tus palabras, gracias por tus consejos y la confianza.

Bueno, creo que me voy a ir despidiendo, se me hace tarde y mañana hay que estar temprano a reiniciar una nueva jornada. ¡ No!, todavía me faltan de 5 a 10 años para jubilarme; tu bien sabes como son las leyes en este país, según quien esté de turno en el poder decidirá a que edad nos retiramos, ojalá cuando eso llegue nos queden algunos añitos para disfrutarlos.

Y como broche final, dejé la noticia que conociéndote como te conocí, quizás más te alegraría, en abril de este año nació tu primer biznieto Lucas Tobías Sco-ttini Echartea si, el hijo de Ismael. Como ves la familia sigue creciendo y seguro un nuevo Tobías quizás siga tus pasos para perpetuar el desarrollo, de esta tu gran empresa familiar y que muchos con el paso de los años ya la sentimos como propia.

Como te imaginarás yo no tengo mucho apuro por visitarte ( me queda mucho por hacer), pero para cuando llegue por ahí, me gustaría me dieras noticias de algunos de tus tantos colaboradores y mis ex compañeros que ya emprendieron el sueño eterno. Julio Del Puerto, Sergio Almada, Guillermo González, Pablo Jiménez, Waldemar Moreno, “Quica” Sosa, Javier Silva, Julio Scottini. Y en nombre de ellos, saludar a todos los demás que ayudaron a crecer a esta empresa y ya no están entre nosotros. Pero seguro que junto a ti, descansarán bajo la bendición del gran creador.Un afectuoso abrazo de Antonio Agrazot

NOTA EDITORIAL

Carta a un ausente (que no se ha ido)

Nota Editorial publicada en la revista COLLAGE, Nr. 31 - 2007/2008

Recuerdo para don Tobías Israel Polakof Lev en el 10º aniversario de su deceso

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Homenaje en la Junta Departamental de MaldonadoTranscripción textual de parte del homenaje que se le rindió en dicho día.

31 de julio de 1998

Entramos en los homenajes. El primer homenaje solicitado es para

el señor, ex Edil, Don Tobías Polakof, homenaje solicitado al día de

su fallecimiento y que por diferentes razones este Cuerpo no pudo

rendirlo en aquella oportunidad.-

Señor Edil José Fernández.-

c.e.a.-

SEÑOR FERNANDEZ.- Señor Presidente, señores ediles: nuestras pa-

labras de la noche de hoy son para rendir homenaje póstumo a la

figura del vecino de nuestro departamento, Don Tobías Polakof.-

Este destacado integrante de nuestra sociedad ha muerto prema-

turamente, víctima de una fatídica enfermedad, con la cual venía

luchando valerosamente desde muchos años atrás.-

Don Tobías Polakof fue en vida un importante comerciante de nues-

tro medio, habiéndose extendido el giro de sus negocios a varios

departamentos vecinos e incluso a la capital de la República. Todo su

importante patrimonio económico fue fruto de su trabajo tesonero y

honesto, a lo largo de muchas décadas de sacrificio propio y de su

familia, que supo acompañarlo con firmeza y lealtad a lo largo de

toda su vida pero lo que nos convoca hoy a rendirle homenaje es

fundamentalmente su patrimonio moral, producto de su labor en el

ámbito social y humanitario en nuestro departamento.-

Don Tobías fue un hombre esencialmente pródigo y generoso, que

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nunca supo de una negativa cuando fue llamado a colaborar en obras

de beneficio comunitario. Tal vez la obra social que más identificó a

Polakof durante muchos años y a la que dedicó buena parte de sus

esfuerzos, fue esa guardería infantil que es orgullo en la ciudad de

Maldonado y que cumple una notable función en la atención de los ni-

ños de madres trabajadoras. A través de beneficios, colectas públicas

y audiciones en radio Maldonado, a través de muchos años logró ir

reuniendo los fondos para cumplir con la meta que se había fijado con

determinación, convirtiéndola en la hermosa realidad que es hoy.-

Quienes tuvimos el orgullo de conocer a Polakof personalmente sa-

bemos que además existió una muy importante inversión económica

personal para la culminación de los trabajos, que nunca fue contabi-

lizada y tampoco siquiera mencionada por su generoso protagonista

pero esa discreción, en entrega generosa, era típica en él y caracte-

riza a quienes verdaderamente encuentran placer en sacrificar parte

de lo propio en beneficio de los demás, sin esperar reconocimiento

ajeno por su altruismo.-

Polakof integró además diversas instituciones de servicio público

-como Rotary Club- en procura de canalizar su deseo permanente de

mejorar el entorno social, de ayudar a los más desposeídos, de soco-

rrer a las familias menos pudientes. Interesado siempre en las cosas

de la comunidad, integró primero la Junta de Vecinos y luego esta

Junta Departamental de Maldonado, guiado siempre no por un tonto

deseo de protagonismo sino por el auténtico afán de servir mejor a

los demás.-

Militó en las filas de nuestro Partido Colorado. Se sentía una batllista

ardiente, identificado con el ideario social de Batlle y Ordóñez pero

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Polakof no se merece que lo encasillemos en el ámbito limitado de

un Partido Político porque su accionar social no supo de distingos

partidarios y cintillos políticos; siempre tuvo su mano tendida para

colaborar y nunca preguntó el nombre o el color del destinatario, su

preocupación única era que el beneficiario de esa ayuda la necesitara

efectivamente.-

No era un conocedor del ambiente político pero su razonamiento y su

palabra estaban siempre rebosantes de sentido común. Sabedor del

poco tiempo que le quedaba de vida era sin embargo aleccionador

y ejemplarizante oírlo hablar a favor del futuro de Maldonado y de

todo lo que había que realizar para mejorar nuestra zona turística y

de lo que él mismo sentía que aún le quedaba por hacer a favor de

los demás para cumplir con lo que entendía era su sagrada obligación

de ciudadano.-

(...)

Sus diversos negocios dieron trabajo y dignidad a muchos jóvenes

uruguayos que pudieron a través de esas empresas comerciales asu-

mir sus primeras obligaciones laborales y recibir sus primeros sala-

rios, fruto de un trabajo honesto.-

Nunca a lo largo de su prolongada actuación política conocimos críti-

cas hacia su honestidad empresarial o sus procederes comerciales y

esto no es poco decir en esta época tan confusa y ajena a los valores

éticos.-

Hoy debemos despedirlo de la vida terrenal desde este órgano le-

gislativo que él supo honrar con su presencia y su hombría de bien.

Nuestras palabras de recordación y de homenaje se resumen en el

agradecimiento hacia su hombría de bien y su generosidad, así como

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por ese abrazo espiritual que recibíamos cada vez que estrechába-

mos su mano franca y sincera.-

Hasta siempre, Tito!

m.r.

Señor Presidente, vamos a solicitar a esta Corporación la realización

de un minuto de silencio en homenaje al ex miembro de este Cuerpo,

don Tobías Polakof, recientemente desaparecido.-

(Siendo las 23:10 se realiza un minuto de silencio).-

SEÑOR PRESIDENTE.- Señores ediles: estamos rindiendo homenaje

a don Tobías Polakof, al “Tito” Polakof, importante y conocido comer-

ciante de este departamento y de esta ciudad en particular.-

Compartimos con él este recinto y esta gestión en una legislatura:

“Tito” Polakof, don Tobías Polakof fue un Edil de este Cuerpo, gentil

en su forma de trabajo, buen compañero en toda la gestión que nos

tocó compartir en toda una legislatura. Ya aquejado de su cruel en-

fermedad, cualquier recuperación que tenía, aparecía en este sector

con su sin par característica y bonhomía.-

Polakof fue un trabajador social de esta zona del Departamento de

Maldonado. Nos consta en lo personal la ayuda que hizo al Hospital

de Maldonado, a la Salud Pública del Departamento; aporte que no

fue simplemente el de una colaboración económica sino que fue un

hombre que posibilitó en muchos aspectos el desarrollo tecnológico

de la Salud Pública de Maldonado y la instrucción científica de los

trabajadores de la salud de este Hospital.-

Nos constan sus buenos oficios, su gestión directa en posibilitar ayu-

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das internacionales del más alto nivel académico en diferentes aspec-

tos; particularmente debo destacar en materia de cáncer.-

El “Tito” Polakof fue sobre todo un hombre bueno, sencillo; un buen

amigo, solidario. Por eso sinceramente creemos que Maldonado ha

perdido a un gran hombre.-

Queremos hacer llegar a su familia, a sus amigos, a su colectividad

política, nuestras más sinceras condolencias y pesares por la muerte

del “Tito” Polakof.-

La señora Edil Ana María González me había solicitado la palabra.-

SEÑORA GONZALEZ.- Señor Presidente: cuando el Edil Fernández ha-

blaba del patrimonio moral que “Tito” Polakof tenía como un acervo,

y de su prodigosidad y la generosidad, me comprenden las generales

de la ley y debo decir que cuando mi época de docencia, que traba-

jaba en una escuela rural, más de una vez visitaba a “Tito” y “Tito”

siempre pensaba en los niños de una manera increíble, porque real-

mente era increíble la generosidad y participaba de donarnos muchas

veces, casi mensualmente, alimentos para esa escuela rural.-

m.a.d.f.-

Más de una vez también lo oí nombrar de un comedor para los ju-

bilados, más de una vez lo oímos aquí, como legislador, hablar de

donaciones a distintos lugares, como también usted, Presidente, muy

bien lo ha dicho. Nosotros creemos que la comunidad ha perdido a un

gran hombre y por eso nuestro recuerdo.-

Solicitamos al Cuerpo que nos acompañe en que estas palabras sean

dirigidas a sus familiares como un pequeño homenaje a un gran hom-

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bre de la comunidad fernandina.-

Gracias.-

SEÑOR PRESIDENTE.- Señor Edil Blanco.-

SEÑOR BLANCO.- Señor Presidente: como me comprenden las gene-

rales de la ley, para hablar de “Tito” voy a resumir un poco con una

anécdota.-

“Tito”, ese ser humano solidario, que trabajaba con un sin fin de insti-

tuciones que estoy seguro no se las puede enumerar. Era un individuo

capaz de hace cosas como la que un día hizo conmigo. Me fue a bus-

car a mi casa, me dice: “¿Cómo andás, Blanquito? Necesito un guar-

daespaldas”. ¿Cómo un guardaespaldas? “Y sí…” –me dice- “…estoy

en la Comisión de la Escuela Industrial, de tesorero. Yo viajo mucho

y tú le debes gran parte de lo que sos a la Escuela Industrial, te ne-

cesito para cuando yo no esté, tú seas el tesorero de la Comisión”.-

Con esto quiero pintar a “Tito” con esa calidad increíble de ¨llevarte

aunque no quisieras, y si no tenías tiempo había que fabricarlo¨,

porque con esa argumentación era imposible decirle que no.-

Amén de sentir una congoja muy grande, porque para mí él era más

que un amigo, un hombre consejero, alguien de referencia, quien

cuando me embalaba mucho me ponía tierra y cuando me pasaba me

levantaba. Era una maravilla hablar con él.-

Simplemente quiero despedirlo como se debe hacer: “Tito”, un abra-

zo y hasta siempre; y decirle a todo el mundo que se fue un Grande.-

Nada más.-

(...)

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Fue un adiós cariñoso, como se lo merecía Tito. Un adiós a un gran-

de, a una persona única y que dedicó su vida a ayudar. El pueblo

fernandino lo quiso y lo despidió con cariño. El pueblo fernandino no

lo olvidó y el legado que dejó será eterno.

La Torre del Vigía, un ícono histórico de su querido Maldonado

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2. El legado

Cuando la muerte llama, no se puede evitar. Lo importante es ha-

cer todo lo que se puede en vida, vivir la vida. Eso es lo que hizo Tito

y lo que nos enseñó a hacer con optimismo.

Tito murió porque su cuerpo no era inmortal. Sin embargo, su

imagen y su espíritu no han muerto, han quedado grabados en todos

los fernandinos. Muchas personas hablan de Tito en presente, y esto

no es casualidad. Si bien la persona física murió, sus ideas y proyec-

tos siguen vivos en Maldonado. Hizo obras, emprendió proyectos que

siguen latiendo en la sociedad fernandina. Su legado no murió. Por

eso, seguimos sintiendo a Tito en todas partes. Tito es Maldonado y

no va a morir.

El legado que dejó no es solo material. Lo material es una ínfima

parte. Sembró y cosechó muchas ideas, que sus sucesores continúan

llevando a cabo. Los valores que cultivó están vivos en sus herederos

y en todos los fernandinos. Son valores de solidaridad, respeto, to-

lerancia, optimismo, crecimiento y desarrollo, bondad, perseverancia

y trabajo.

Siempre luchó por salir adelante y por su vida. La lucha sigue viva.

Lo más importante de todo es que peleó por su país, por el trabajo

de los uruguayos y el desarrollo económico. A veces participaba en

los Consejos de Salarios, y los sindicalistas querían que él estuviera

porque en general votaba los aumentos. Lo hacía con visión de em-

presario, pero también porque le parecía que era importante que los

trabajadores ganaran bien. Hizo una fuerte inversión en el país y en

las personas y siempre apostó al desarrollo de la zona. Ese legado

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sigue vivo, por eso la empresa continúa apostando al desarrollo na-

cional, al trabajo uruguayo, al “importado de Uruguay”.

La empresa siguió adelante con un directorio integrado por sus

hijos, que aplicaron todas las enseñanzas que su padre y el traba-

jo les habían dejado. Eran adultos jóvenes que, con el apoyo de su

madre, fueron cambiando la imagen de la empresa. La hicieron diná-

mica, la actualizaron e informatizaron. Aquí fue donde entraron los

conocimientos que Raúl había adquirido en Estados Unidos. Hicieron

cursos de calidad, de marketing para el personal, siguieron viajando

para conocer las distintas realidades y aplicar nuevos conocimientos

a los supermercados. Integraron la Asociación de Supermercados del

Uruguay. Incorporaron el código de barras; hasta ese momento todo

era con numeritos y etiquetas. Reformaron locales; abrieron nuevos

en Aiguá, Lascano, La Barra, José Ignacio, Piriápolis, Solanas, y tres

en Maldonado: Camino de los Gauchos, Biarritz, Av. Artigas.

La empresa seguía creciendo gracias al legado de trabajo, dedica-

ción y fe en el país que dejó Tito. Esto les permitió seguir apostando al

mercado uruguayo teniendo en cuenta su visión, plasmada en el eslogan

“Desarrollemos el presente para el Uruguay del futuro”.

3. La continuación de los sueños de Tito

Luego de la desaparición física de Tito, sus hijos siguieron traba-

jando duro en la empresa. Nunca perdieron de vista sus enseñanzas

y visiones; incorporaron nuevas tecnologías intentando avanzar a la

par del gran desarrollo del siglo XX. Hubo un cambio de logo y de

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imagen para acompasar los cambios que se venían con el próxi-

mo milenio.

En el 2000 se reinaugura el mercado de 18. El proyecto estuvo a

cargo del arquitecto Juan Pedro Venturini y colaboradores. Mientras

la obra se llevaba a cabo, se dificultaba la atención, pero los clientes

de toda la vida, que habían visto crecer ese supermercado desde el

comienzo, lo entendían y respetaban. El edificio, que se inauguró

en diciembre del 2000, era muy lujoso para lo que había sido ese

mercado. Se trataba de la vieja casa renovada, con nuevos muebles,

ventanas, paredes, pero seguía siendo la misma.

Ese año hubo un cambio de imagen publicitaria de la empresa. Se

buscaba simplificar tanto el logo como el nombre. Este dejó de ser

Supermarket’s El Dorado y pasó a ser El Dorado. En cuanto al logo, la

muñequita fue remplazada por un sol. Se cambió también la publici-

dad: “Supermarket’s siempre cerca de la familia” se convirtió en “El

Dorado siempre cerca”.

Hoy en día, la empresa tiene más de mil empleados y alrededor de

cincuenta locales, que comprenden tiendas y supermercados. Sigue

estando cerca del corazón de los fernandinos y continúa desarrollan-

do el presente para el Uruguay del futuro.

FIN

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Lista de personas entrevistadas Ana Perdomo

Antonio AgrasotCarlos Julio Granero

Carmen Olaza de AbreuChichita de Rivero

Cristina OliveraDiego Olivera

Edward Fernández Elisa Goldschmidt de Polakof

Elsa DíazHéctor GozálezIsmael Scottini

José Manuel PolakofJulián Sosa

Leonardo PolakofLeticia Scottini

Lía BauzáLuis Polakof

Margarita SilveiraMaría Pintos

María José Da SilvaMariana ScottiniMaribel LópezMario WajshanMuñeca Herrera

Nicolás Cor Polakof Pitin Odizzio

Raquel ÁlvarezRaúl Polakof

Rosita PolakofSara GoldschmidtSimón Cor Polakof

Susana PolakofWilson Sánchez

Utilicé como bibliografía documentos escritos por Julio del Puerto y archivados por Raquel Álvarez. La mayoría fueron publicados en re-vistas y diarios de la empresa y semanarios locales.

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wPIRIÁPOLIS Supermercado Avda. PiriaSupermercado Simón del Pino

wRÍO BRANCOSupermercado Río Branco

wMELOSupermercado Melo 1Supermercado Melo 2 (en construcción)

wTREINTA Y TRES Supermercado CentroSupermercado ObeliscoSupermercado Arco

wSANTA LUCÍASupermercado Santa Lucía

wLAS PIEDRASSupermercado Las Piedras

wCHUYSupermercado Chuy

wLA PEDRERASupermercado La Pedrera

wLASCANOSupermercado Lascano

wLA PALOMA Supermercado La Paloma Supermercado La Balconada

wROCHASupermercado Ruta 9Supermercado Centro

wMALDONADOSupermercado 18Supermercado 25Supermercado Av. AiguáSupermercado Cno. VelázquezSupermercado Centro de Distribución Winmart, Ruta 39Supermercado BoulevarSupermercado Cno. de los Gauchos Supermercado Cno. LussichSupermercado SolanasSupermercado LausanaSupermercado Biarritz NuevoSupermercado Cerro Pelado

wPUNTA del ESTESupermercado Parada 2Supermercado Gorlero

wLA BARRASupermercado La Barra

wSAN CARLOSSupermercado CentroSupermercado Avenida

wAIGUÁSupermercado Aiguá

wMINASSupermercado CentroSupermercado 18 de JulioSupermercado Ruta

wPAN de AZÚCARSupermercado Pan de Azúcar

wSOLÍSSupermercado Solís

SUPERMERCADOS

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wMALDONADOEl Dorado Hogar

COMPUTACIÓN Y TELEFONÍA

wMALDONADOSCN Centro

wMINASSCN Centro

wMALDONADO Tienda FeriaTienda Expoventa

wSAN CARLOSTiendas San Carlos

wPAN DE AZÚCARTienda Pan de Azúcar

wMINASTienda Minas

wTREINTA Y TRESTienda Treinta y Tres

wLASCANOTienda Lascano

TIENDAS TIENDAS - HOGAR

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ISBN-9974-98-926-9