Un Caffé in Compagnia Trad Esp

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Un caffé in compagnia ¿En verdad sucede así, don Giussani? ¿En verdad la compañía puede ser vivida como en los años 70 se vivía la ideología? “Sucede”, dice Giussani. “Para una realidad social como la nuestra la palabra compañía se vuelve sinónimo de utopía, si se le entiende como un instrumento al cual confiar las propias esperanzas. Como si fuera la compañía la que te da una plenitud de vida alcanzable y como si pudieras tu depender de esta plenitud, sacarla de allí.” La respuesta no es de aquellas que si digieren fácilmente. Obliga a que la cucharita gire penosamente en la taza de café. Esto significa entonces que no es la compañía la que te da el gusto por la vida. ¿Es así, don Giuss? “Pero ¿no se acuerdan ustedes”, responde, “que humanamente hablando es un horror identificar la compañía como el ámbito que mecánicamente te asegura el gusto por vivir? Antes que nada ¡es algo ingenuo! No tiene presente la precariedad y la brevedad de la compañía. Pero luego las relaciones humanas dan verdadera seguridad y gusto sólo cuando son fruto de una tensión dramática en la cual están implicadas la inteligencia y la libertad del hombre. Inteligencia y libertad son dos elementos desde los cuales se desenvuelve el fenómeno humano unitivo y fecundo: la afectividad”. La cuestión de la utopía todavía ronda en la mesa. ¿De qué hecho puede suscitarse que la compañía se vuelva una utopía? Respuesta: “Del hecho de que una persona ponga en el automatismo de este fenómeno su esperanza. Identifique la compañía con ciertos momentos de reposo y de satisfacción con los cuales uno pueda decir que vale la pena soportar la vida”. Una fuga… “Es así. Últimamente un cierto tipo de compañía es sencillamente evasiva de la responsabilidad. Se desentiende de la seriedad, de la creatividad, de la fecundidad de la vida y de la tensión ideal que definen el corazón del hombre. En el fondo, ese mecanicismo del que hablaba incluso llega a ser aquella inmoralidad fundamental ya descrita por Eliot, por la cual se busca la salvación en una imagen de la compañía”. Y aquí Giussani cita de memoria el pasaje de Los coros de la Roca: “Buscan siempre la evasión, del vacío exterior e interior, soñando sistemas totalmente perfectos donde nadie necesite más ser bueno”. Y comenta Giussani: “Sucede así que la compañía se vuelve algo esclavizante, -así literalmente: uno se vuelve esclavo de ella-. Es una verdadera y total alienación”. Pero no es que ahora se debe tirar a la basura la compañía. ¿De la experiencia de fe de don Giussani qué forma toma la

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texto traducido de Giussani

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Un caffé in compagnia

¿En verdad sucede así, don Giussani? ¿En verdad la compañía puede ser vivida como en los años 70 se vivía la ideología? “Sucede”, dice Giussani. “Para una realidad social como la nuestra la palabra compañía se vuelve sinónimo de utopía, si se le entiende como un instrumento al cual confiar las propias esperanzas. Como si fuera la compañía la que te da una plenitud de vida alcanzable y como si pudieras tu depender de esta plenitud, sacarla de allí.”

La respuesta no es de aquellas que si digieren fácilmente. Obliga a que la cucharita gire penosamente en la taza de café. Esto significa entonces que no es la compañía la que te da el gusto por la vida. ¿Es así, don Giuss? “Pero ¿no se acuerdan ustedes”, responde, “que humanamente hablando es un horror identificar la compañía como el ámbito que mecánicamente te asegura el gusto por vivir? Antes que nada ¡es algo ingenuo! No tiene presente la precariedad y la brevedad de la compañía. Pero luego las relaciones humanas dan verdadera seguridad y gusto sólo cuando son fruto de una tensión dramática en la cual están implicadas la inteligencia y la libertad del hombre.

Inteligencia y libertad son dos elementos desde los cuales se desenvuelve el fenómeno humano unitivo y fecundo: la afectividad”.

La cuestión de la utopía todavía ronda en la mesa. ¿De qué hecho puede suscitarse que la compañía se vuelva una utopía? Respuesta: “Del hecho de que una persona ponga en el automatismo de este fenómeno su esperanza. Identifique la compañía con ciertos momentos de reposo y de satisfacción con los cuales uno pueda decir que vale la pena soportar la vida”.

Una fuga… “Es así. Últimamente un cierto tipo de compañía es sencillamente evasiva de la responsabilidad. Se desentiende de la seriedad, de la creatividad, de la fecundidad de la vida y de la tensión ideal que definen el corazón del hombre. En el fondo, ese mecanicismo del que hablaba incluso llega a ser aquella inmoralidad fundamental ya descrita por Eliot, por la cual se busca la salvación en una imagen de la compañía”. Y aquí Giussani cita de memoria el pasaje de Los coros de la Roca: “Buscan siempre la evasión, del vacío exterior e interior, soñando sistemas totalmente perfectos donde nadie necesite más ser bueno”. Y comenta Giussani: “Sucede así que la compañía se vuelve algo esclavizante, -así literalmente: uno se vuelve esclavo de ella-. Es una verdadera y total alienación”.

Pero no es que ahora se debe tirar a la basura la compañía. ¿De la experiencia de fe de don Giussani qué forma toma la compañía cristiana? “Una imagen exactamente contraria a la que antes he descrito”, confiesa. “¡Qué miseria sería nuestra compañía si estuviera determinada por un acto alienado y mecánico, por un automatismo en las relaciones! La imagen cristiana de la compañía es otra cosa. La compañía cristiana es una realidad creada por el cambio que la persona, encontrando a Cristo, realiza en sí misma. Es un cambio de mentalidad del cual nace otro modo de ver, de concebir y de juzgar las cosas. Y esto cambia la dinámica de las relaciones que se potencializan a una capacidad de amar nunca antes imaginada, dentro de una tarea que tiene un horizonte infinito de bien. Y la finalidad del tiempo es cumplir este bien”.

Se discute a este punto sobre una cuestión que todos nosotros alguna vez lo hemos percibido, pero que queda siempre como algo vago…: Se puede estar solos y al mismo tiempo descubrirse acompañados. Y es una paradoja que el mundo de hoy no acepta, no conoce.

Giussani comenta: “El comentario está hecho de modo junto. La compañía cristiana es el producto de la dimensión verdadera de un nuevo tipo de hombre: aquél que ha nacido en el encuentro con Cristo, justo san Pablo habla de una “creatura nueva”. Si por dimensión se entiende el modo de ver la realidad a partir de la conciencia que un

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hombre tiene de sí mismo, entonces la compañía entra en la definición del yo, justo como medida de lo existente descubierto por el corazón nuevo. No es cuestión de estar solos o en grupo”.

Nuestro café se enfrió, pero no importa. Probemos a desenvolver el tema. Si se puede estar en compañía estando solos, ¿no existen gestos de la compañía y otros individuales? ¿Es así? En cambio don Giussani se tomó su café así, frío. Y dice: “La compañía entre nosotros se deja identificar antes que nada por un tipo de afecto nuevo que nace entre las personas: en ella domina sobre cualquier otro sentimiento la estima por el otro, la disponibilidad a ayudar, una “amorosidad” dispuesta a socorrer al otro, a compartir siempre las necesidades, en la percepción física del tiempo y del espacio como camino al destino. La compañía no es nada menos que esto, la es decir, la dimensión del cristiano”.

Cada uno piensa en su comunidad, en sí mismo. Pensar cuántas veces no es “la amorosidad” y el compartir de la vida cotidiana son el tejido y la esqueleto de la compañía. Don Giussani es duro: “Cuando sucede así, entonces no es una compañía cristiana. Hay 2 casos: o hay un maestro, un guía que se sigue y que se vuelve educador de estos sentimientos, o se derrumba todo, todo se divide y la compañía favorece solo sedimentos de grupitos inútiles”.

Una guía, muy bien. ¿Pero qué guía? “Un educador”, dice a secas. Y explica: “Un hombre que ha vivido y vive la compañía como hemos dicho hasta ahora, no puede más que mostrar a los demás como la compañía nace en él mismo. ¿No hemos siempre definido la educación como comunicación de sí?”.

Por esto, mientras se paga en la caja, me viene a la mente transcribir sin pretensiones un dialogo de café, y que no sea banal. Apostando que muchos tendrán que decir algo sobre un tema que siempre vuelve: ¿La compañía puede volverse una utopía?

FIN.