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Tormentas de Fuego Ya había estado en el Infierno, y no iba a dejar que nadie más se quedara allíGupton Brazile

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Tormentas

de Fuego

YYaa hhaabbííaa eessttaaddoo eenn eell IInnffiieerrnnoo,, yy nnoo iibbaa aa

ddeejjaarr qquuee nnaaddiiee mmááss ssee qquueeddaarraa aallllíí……

GGuuppttoonn BBrraazziillee

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TToorrmmeennttaass

ddee FFuueeggoo

Por Gupton Brazile

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Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro se

puede reproducir, almacenar en sistema alguno de recuperación,

o transmitir en ninguna forma, o por ningún medio electrónico,

mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro, sin la

autorización escrita del editor.

© Gupton Brazile

email: [email protected] REGISTRO SAFECREATIVE: 1605197804951

ISBN: 978-1-365-12516-4

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Mateo 10:29-30

” ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con

todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el permiso de

vuestro Padre. Pues bien, aun vuestros cabellos

están todos contados.”

Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Copyright © 1960 by American Bible Society

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Agradecimientos

A mi Dios, de quien soy y a quien sirvo. Que

todo lo puede, y en quien todo lo puedo. Él

me da la inspiración y mis talentos.

A mis hijos, que me mueven siempre a ser

mejor, Dami y Ángel.

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CONTENIDO

Mateo 10:29-30 ................................................................................ 4

Agradecimientos .............................................................................. 5

CONTENIDO ................................................................................ 6

Prólogo ............................................................................................. 7

Capítulo 1 Nauyaca ....................................................................... 12

Capítulo 2 Parálisis ........................................................................ 19

Capítulo 3 Primer paso ................................................................. 26

Capítulo 4 Antro ............................................................................ 32

Capítulo 5 Abandono .................................................................... 39

Capítulo 6 Rehabilitación .............................................................. 46

Capítulo 7 Infidelidad ................................................................... 53

Capítulo 8 Viajes ............................................................................ 61

Capítulo 9 Empleo ........................................................................ 68

Capítulo 10 Regalo ........................................................................ 77

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Prólogo

Cómo odiaba el ver a los “monos” reírse. Sentía que algo se le

retorcía en el corazón, el estómago y la mente. Era casi

insoportable, como cuando tenía que estar dentro de las cuevas

heladas que quemaban la piel por el frío, o como cuando tenía

que soportar los baños de fuego que le imponía su señor después

que le había encargado hacer tropezar a uno de los “monos” y no

lo podía conseguir. Usualmente era fácil, pues ellos mismos

tenían tendencia a hacer lo malo, creyendo que era cosa buena.

Los había que creían que coquetear o flirtear por Internet era

algo inocuo, que no hacían mal a nadie, pues se trataba solo de

algo “virtual”. ¡Je je! Estos eran sus favoritos, pues su nihilismo no

les dejaba ver la realidad, y era tan fácil poner ante ellos imágenes

pornográficas o subidas de tono que fácilmente captaban su

atención y los distraían en su trabajo cuando creían que nadie los

veía, o cuando estaban a solas, y sus maridos estaban fuera,

dando rienda suelta a su imaginación, creyendo que los

pensamientos eran de ellas, cuando todo había sido obra suya.

¡Qué magnífico era el gran engaño de su jefe de hacer creer a

todo el mundo que su existencia era solo un cuento como el

ratón de los dientes!

¡Ahhhhhhh! Esos días sí que eran gratificantes, pues dejaba salir

todo su odio en esos malditos “monos” que el Creador había

puesto por encima de ellos. ¡De ellos! Los magníficos ángeles, los

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más perfectos, los que tenían un don para cantar y alabar y...

maldita sea. El Creador los había echado fuera porque habían

sido lo suficientemente inteligentes para distinguir lo que estaba

bien de lo que estaba mal, habían sido como Él, y ahora… esos

“monos” insignificantes, débiles, paupérrimos tenían la

oportunidad de entrar al Paraíso, al bello lugar de la Eternidad,

en el centro mismo del Universo y la Creación, sólo “por seguir

Sus mandamientos y aceptar al Hijo en su corazón”. ¡Pamplinas!

¡Qué rabia le ardía y le revolvía cada célula de su ser. No hallaba

explicación a esta oportunidad que les daban a tan ínfimas

criaturas, tan imperfectas, tan fáciles de quebrar, de influenciar,

de desviar. En su mente perversa no cabía explicación alguna

para dicha gracia… y por eso, con mucho gusto trataba de hacer

caer a tantos monos como pudiera, pero de cuando en cuando,

se encontraba con algunos muy duros de hacer caer.

Extrañamente, los de esta clase a veces parecían los más débiles,

los más simples de influenciar, pero una vez que intentaba poner

sus dardos de malevolencia en sus mentes, estos lo rechazaban.

Caían, y se volvían a levantar. Caían, y se volvían a levantar.

Caían, y se volvían a levantar. Ya no podía uno confiar en su

debilidad, en su miseria, en su hambre o en su desesperación. El

último siglo, uno de los demonios de más rango con quien había

tenido oportunidad de servir durante la época de la “Santa

Inquisición” lo había entrenado para pegar directo en la mente

de las personas haciendo parecer que los pecados eran dulces y

que además eran idea de ellos. Luego, en la época de los 60’s con

la gran revolución sexual y del rock impulsada por la depravación

en los Estados Unidos, las cosas les fueron de lujo: miles de

almas de estos “monos” fueron derrotadas tan fácilmente debido

a las drogas y a la promiscuidad, que sus huestes y legiones

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habían proliferado no solo por todo ese país, sino por el mundo

entero debido a la gran influencia que tenían estos sobre los

“monos” de los países que ellos llamaban “subdesarrollados”.

¡Ahh qué tiempos aquellos! Casi solo tenían que mover un dedo

cuando ya tenían orgías completas de personas que creían que

tenían “libertad” solo porque podían cambiar de parejas y tener

sexo igual que los animales. ¡Eso era todo un talento! Como

demonio de la potestad del aire, hasta se le hacía ridículo lo fácil

que había sido caer a estas personas que solo buscaban un

pretexto para sacar la parte más abominable de ellas mismas. Y

durante la Inquisición se regocijaron haciendo que la gente

murmurara una de otra, y haciendo creer a los “Santos

Inquisidores” que quemar a la gente que supuestamente

practicaba el satanismo fuera torturada y quemada para echar

fuera a su amo. ¡¡Estúpidos!! No se daban cuenta que al

condenarlos, el “Santo Inquisidor” era quien realmente perdía su

alma y se iba ir al lago de fuego debido a la falta de compasión en

su corazón, por levantar falsos testimonios a las personas que solo

eran culpables de ser ignorantes.

Lo único que le dolía en esos casos, es que todas esas personas

que fueron quemadas en las hogueras y que fueron torturadas,

esas sí alcanzaron a entrar al Paraíso Eterno. Pero los jueces de la

Inquisición tenían el alma tan podrida, que algunos podrían hacer

ruborizar a algunos de los demonios en las jerarquías más altas

conocidas de Persia e Israel en cuanto a la maldad que llevaban

en sus corazones, pues en estos países era donde normalmente se

encontraban los más hábiles demonios de la guerra espiritual

debido a que ahí habitaba el pueblo escogido y preferido del

Creador.

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Pero en este último siglo, a pesar de la gran división que todas las

potestades habían podido causar en la Iglesia del Creador, a

pesar de todas las denominaciones que ellos habían causado en la

Iglesia Católica, en todas ellas estaban surgiendo personas que

por alguna razón creían con todo su corazón en las promesas que

había hecho el Hijo a todos los monos, y eran éstos con los que

se había topado la última vez y a pesar de estar tentándolo por

décadas, jamás pudo desviar el corazón del amor de uno de estos

monos hacia algunas de las delicias de este mundo, y gracias a un

pequeño grupo de ellos, su señor lo había condenados un lustro

en el infierno de hielo y un lustro en el lago de fuego,

quemándolo primero con frío, y después con fuego, día y noche,

haciendo sus segundos eternos durante estos diez años. Ahora,

después de todo este tormento debido a su ineptitud,

nuevamente había sido liberado y autorizado a subir a la

superficie de la Tierra, para robar el alma de al menos una de

estas cinco personas.

Y como le iba el pellejo de por medio, tenía que pensar bien en

una nueva estrategia para conseguirlo. Ahora, iba a hablar con

uno de sus tíos, Gogón, que había logrado que en Nicaragua

muchos militares se fueran con él en el lago de fuego gracias a su

gran sadismo y gusto por la tortura. Gogón había sido

condecorado por el mismísimo Lucifer por haber llevado a más

de 1,500 almas de “monos” al averno, y ahora él iba a hablar con

él para recibir entrenamiento en sus tácticas. Si lo lograba, podría

ser puesto al frente de alguna zona terrestre, mmmh, él quería

irse a Cancún, porque disfrutaba el sol, la arena y el mar, y

porque con tanta idolatría de las culturas precolombinas, sentía

que iba a ser una delicia hacerlos caer en la adoración a los baales

como había sucedido en la antigüedad en Egipto. Total, ¿qué tan

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diferentes podrían ser los mayas de los egipcios? Esto era lo que

él iba a averiguar, y esperaba que fuera una situación muy

gratificante…

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Capítulo 1

Nauyaca

Cuando a Aldo Pérez le preguntaron de niño qué quería ser de

grande, no le fue nada difícil contestar: ¡soldado! Sí, él quería ser

soldado, vestir el uniforme de su país, usar las armas más

sofisticadas y grandes que pudiera, y defender a su país de

cualquier cosa que pusiera en peligro la seguridad de sus

paisanos. Le encantaba la idea de pararse muy derecho, con su

uniforme muy pulcro, usando su casco y llevando sus botas bien

boleadas y su pistola al cinto y su fusil al hombro, sabiendo que

sería respetado por su pueblo y temido por los criminales y

respetado por la gente del pueblo, a diferencia de la policía, que

era vista más bien como corrupta debido a las tantas y tantas fallas

descritas en los diarios locales sobre la corrupción de los mismos

donde se insinuaba que apoyaban a los criminales, y que nunca

paraban de ser la comidilla de todos en su pueblo, a menos que

un día cualquiera apareciera muerto el reportero en cuestión que

los delataba. A diferencia de esta clase de policía, a los soldados

en su pueblo se les tenía un respeto casi reverencial, pues de

todos era sabido que solo la milicia y la marina tenían los

suficientes arrestos para combatir a todos los narcos y policías

corruptos conocidos, aunque fueran protegidos por algunos

políticos, pues aún éstos se detenían en sus represalias cuando se

trataba del ejército, pues les daba temor que el gobierno federal

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fuera a meter las narices en sus asuntos. ¿Parece descabellado

que los soldados atrapen a policías? No en Veracruz.

Habían pasado ya muchos años desde que su abuelito le

preguntó esto a Aldo y éste le había dicho con entusiasmo lo que

quería lograr. Aldo era originario de la zona de Cosamaloapan,

Veracruz, en el Golfo de México. Era un niño moreno, de ojos

negros y pelo lacio, simpático y muy vivaz, siempre pensaba más

rápido que todos sus demás amigos y compañeros de la escuela y

del pueblo, y además también era muy rápido físicamente

hablando. No era muy alto comparado con sus amigos, sino de

una estatura promedio para un niño de seis años. Acostumbrado

al trabajo duro debido a la situación que vivía su familia como

cosechadores de caña en los campos de la zafra, no le dolía

después de clases ir a ayudar a sus padres y hermanos en la

cosecha de la caña y estar a medio sol por horas. Disfrutaba

asolearse, estar al aire libre y correr a todo lo que daban sus

piernitas, que aunque no eran muy largas, las movía de tal

manera que siempre llegaba primero que todos sus amigos si

llegaban a competir en hacer carreras, tenía un equilibrio

bárbaro, y por si esto fuera poco, tenía unos reflejos increíbles.

Más de una ocasión mientras corrían en medio del zacatal, había

encontrado víboras ratoneras ¡y las atrapaba con sus manos!

Tenía unos reflejos privilegiados y una condición que casi rayaba

en lo sobrenatural: podía ayudar a sus papás a cargar las cañas

cuando habían sido cosechadas, y llevarlas corriendo a las

camionetas para regresar por más durante 12 o 13 horas seguidas,

y parecía como si el sol y el cansancio no le afectaran.

Cuando al crecer, solicitó entrar a la milicia y le hicieron el

examen físico, lo pasó prácticamente con honores. De todo el

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grupo que fue aceptado él fue el único que siempre terminó en

primer lugar en todas las pruebas: maratón, natación, subir la

cuerda, prueba de sobrevivencia, no había prueba física en la que

no resaltara, y no por un par de segundos, sino por mucho.

Cuando hicieron la prueba de subir una cuerda de 10 metros de

manera vertical con la pura fuerza de las manos, el ejercicio

requería que se repitiera tantas veces como los soldados

aguantaran como muestra de resistencia. El más cercano a Aldo

lo hizo 33 veces. Aldo subió y bajó la cuerda 369 veces y su

capitán le pidió que se detuviera porque ya estaba comenzando a

aburrirse, pues éste era inagotable. El trabajo de pequeño en la

cosecha de la caña le había dejado unas manos callosas que

hacían que subir la cuerda no le dejara ampolla alguna en las

manos, pues tenía dedos duros como garfios y manos como

rocas. Cuando empezaron pruebas de resistencia en maratón

llevando mochilas de 30 kg de peso y caminar 5 km en campo

abierto, para Aldo era como un juego: él en un día de cosecha de

zafra solía cargar bultos de 50 a 70 kg durante 13 horas seguidas

para ayudar a su familia, por lo que las pruebas militares se le

hacían hasta divertidas. Esto y otras pruebas más hicieron que sus

compañeros le tuvieran envidia y respeto al mismo tiempo. En

una ocasión, cuando su sargento les daba entrenamiento para

pelea con cuchillo, fue simplemente avergonzado por la gran

rapidez que tenía Aldo con las manos. Acostumbrado como

había estado de niño a atrapar víboras como entretenimiento en

los campos para sacarlas y que no mordieran a nadie de su

familia, lo único que tuvo que aprender fueron las técnicas de

ataque y defensa, pero su rapidez ya era natural, y esto tampoco

pasó desapercibido a su capitán. Viendo el talento natural del

muchacho, decidió darle la oportunidad de adiestrarlo de una

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manera más especial. El gobierno mexicano estaba reuniendo un

grupo de élite de la milicia que tuviera habilidades especiales, así

que cuando solicitaron al ejército israelí que viniera a entrenar a

ciertos soldados indicados por el gobierno de México, Aldo fue

escogido para recibir entrenamiento en Krav Maga, el arte

marcial que es conocida como la más letal que existe en el

mundo y que es desarrollada por la Mossad, el equivalente a la

CIA de Israel. Pronto se dieron cuenta que además de sus

grandes reflejos, Aldo tenía la capacidad de resistir muy bien las

inclemencias del tiempo: estar largas horas al sol sin insolarse,

estar en el mar, en la selva con los mosquitos que parecía que a él

no le hacían daño mientras otros compañeros, incluso su

sargento y su capitán, terminaban como coladeras de los

picotazos cuando salían de operativo para entrenar el pelotón.

Pareciera como si la sangre de Aldo tuviera una especie de

repelente natural que hacía que los insectos lo ignoraran. Fueron

pasando los meses y durante el entrenamiento, también fue

escogido para aprender tiro a larga distancia, o dicho de otro

modo, de francotirador, explosivos, submarinismo, medicina

militar para ayudar a otros soldados heridos en batalla, manejo de

vehículos anfibios, aire tierra y mar, y tácticas de guerrilla. En

todas estas artes resultó siempre ser el mejor de su clase por

mucho. Tal pareciera que toda su vida el destino lo había estado

esperando para aprender esto, así como un barítono espera que

algún día le enseñen a cantar pero ya tiene los pulmones y la

garganta que otros quisieran y que por más que practiquen nunca

tendrán.

Debido a todo el entrenamiento que recibió, cuando se graduó,

de inmediato le fue asignado el apoyar en la rebelión del EZLN

en Chiapas. Allí pudo poner en práctica todo lo que había

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aprendido, y gracias a su excelente puntería como francotirador,

evitó la muerte de mucha gente al dejar fuera de combate a

personas clave en el ataque del enemigo, haciendo que se

rindieran antes de que se desataran batallas más encarnizadas.

En una de estas ocasiones, mientras avanzaban por la selva

chiapaneca, iba Aldo junto con un pequeño pelotón de 8

compañeros más, 9 en total junto con él. Llevaba al hombro su

fusil de cerrojo AS-50, con mira telescópica de visión nocturna,

un par de granadas colgadas del cinturón, su Walther 9 mm P99

en aleación de polímero, un cuchillo tipo Bowie con una hoja de

35 cm de longitud, y el uniforme de todos sus compañeros con

camuflaje que los hacía parecer un bulto de ramas y selva que se

movía por la selva, esto amén de su mochila con más de 15 kg de

provisiones y equipo de primeros auxilios. Llevaban todo el día

caminando para aproximarse a un poblado cerca de una laguna

de agua de un color azul casi turquesa, porque habían recibido

una alerta por radio de que habían sido escuchados disparos por

la población de ahí, así que recibieron órdenes de investigar, y en

caso necesario, disparar a discreción para deshacerse de

cualquier persona que estuviera haciendo uso de armas de fuego

que fueran de uso exclusivo del ejército, es decir, pistolas más

potentes que una .380 o calibre 38, o rifles automáticos o incluso

lanzacohetes, pues ya se habían enterado que en Guerrero, en

Chilapa, grupos armados habían derribado un helicóptero Bell

212 de otro grupo de compañeros del ejército.

Después de haber caminado 18 km, decidieron hacer una pausa

antes de llegar al lugar donde se había oído el supuesto tiroteo, a

fin de no llegar cansados a un enfrentamiento.

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Se sentaron alrededor de un pequeño claro entre varios árboles

de los que colgaban muchas enredaderas de plantas parásitas. La

selva solía ser tan cerrada en esa zona, que apenas se filtraba la

luz del sol hasta el suelo. La temperatura era de alrededor de 38

°C y la humedad, ufff, todo mundo decía tener húmedos hasta los

calzones debido a tanta humedad. Sin embargo, Aldo parecía que

estaba en un día de campo. Fresco como una lechuga veía como

todos sus amigos estaban empapados en sudor.

Se sentaron todos alrededor del claro mencionado, y empezaron

a sacar de sus mochilas unas barras energéticas para comer y

recuperar energías y calorías, pues habían gastado muchas con la

caminata hecha desde antes del amanecer.

En esto estaban, cuando de repente Aldo vió como a Juan, uno

de sus compañeros del pelotón, se le estaba acercando una víbora

silenciosamente por su espalda.

Juan estaba muy quitado de la pena sentado sobre una pequeña

roca sacando de su mochila una de las barras energizantes y una

cantimplora con agua, cuando de repente vió como Aldo se le

fue encima tirándole un golpe a la cabeza…

-¡Hey! ¿Qué haces? ¿Estás loco o qué te pasa? El enemigo es

otro, ¿qué acaso ya el sol te secó los sesos? –comentó Juan

mientras cabeceaba para evitar el golpe que su compañero le

había lanzado.

-No es eso –dijo Aldo mientras todos veían como tenía atrapada a

una serpiente por detrás de la cabeza.

-Esta serpiente iba a morderte en el brazo y tú no te habías dado

cuenta.

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Todo el mundo se quedó callado. La serpiente era una Nauyaca

o Cuatro Narices, una de las más venenosas, rápidas y agresivas

de México. Estas serpientes, a diferencia de otras como la

Coralillo, que es muy tímida y suele alejarse en presencia de los

humanos, suelen ser muy agresivas, y aunque su veneno no es tan

potente como el de la Coralillo, muerden no solo una vez, sino

hasta tres, cinco o siete veces a sus víctimas, soltando tal cantidad

de veneno que rara vez una persona mordida llega hasta el

hospital, a menos que sea en calidad de muerto.

Aldo vió como la serpiente intentaba zafarse inútilmente del

agarre que le hizo detrás de la cabeza, y sin más, la lanzó lejos en

la jungla para que se retirara.

-¡Hey, estás loco! ¡La hubieras matado! ¿Quién te dice que no va

a volver para mordernos de nuevo?

-No seas miedoso. La serpiente ya se dio cuenta que somos más

rápidos que ella, no se va a volver a cruzar en nuestro camino.

Además, somos nosotros los que nos metimos en su casa. Ella

aquí vive. ¿Qué harías tú si un desconocido se metiera en tu casa

de buenas a primeras? Déjala ya y enfoquémonos en lo que

vinimos a hacer.

Desde ese día, todo mundo se dio cuenta de lo realmente rápido

que era Aldo con sus manos, por lo que le dieron el

sobrenombre de el “Nauyaca”.

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Capítulo 2

Parálisis

Cada vez que daba un paso podía oír los latidos de la sangre en

sus sienes. Correr a lo largo de la fría calle lo hacía concentrarse

más y más en el interior de sí mismo, en su respiración, en el

dolor que quemaba sus piernas, en el aire frío que le recorría de

la nariz a los pulmones. Sus pensamientos se enfocaban en cada

una de sus extremidades, esa sensación quemante de cada fibra

muscular de sus cuadríceps y sus pantorrillas al ir avanzando, que

hormigueaban por toda su piel. La gran altura a la que se

encontraba la ciudad hacía que el aire, además de frío, se sintiera

enrarecido debido a la falta de oxígeno tan común en los lugares

montañosos. Los más de 2,500 metros sobre el nivel del mar le

solían pasar factura a los corredores que venían de diferentes

latitudes, pero a las personas que habían nacido ahí y que habían

entrenado toda su vida a ese nivel, tenían los pulmones mejor

adaptados pues su misma sangre producía más hemoglobina para

captar mejor el poco oxígeno que se respiraba a esta altura.

Lo que mucha gente no sabía, es que él buscaba ese dolor físico

para olvidarse de otro dolor, diferente pero no menos

perturbador, el dolor que le daba el saber que en su futuro no

había futuro. Le perturbaba ver las noticias en los diarios y en el

internet sobre los diferentes planes que podía tener él como

simple asalariado para poder retirarse algún día, y que sin

importar el buen sueldo que pudiera tener en ese momento,

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cuando se jubilara no iba a alcanzar ni el 10% de su nómina

actual, por lo que continuamente había estado pensando que su

vejez iba a ser una vejez miserable y austera. A sus años, 36, era

para que hubiera comprado alguna propiedad para después

poder rentarla y vivir de sus rentas mientras buscaba comprar una

casa o departamento pequeño mientras rentaba la otra, o que

hubiera puesto algún negocio que tuviera algún tipo de éxito.

Pero nunca tuvo la fortuna de poder prepararse mejor

académicamente, pues siempre le habían llamado más la

atención las actividades físicas que intelectuales. No que fuera un

bruto, porque no lo era. Siempre había sido muy despierto y se

consideraba más listo que muchos, pero no dedicó tiempo en sus

años de juventud a tratar de estudiar una carrera universitaria, y

sólo había tomado cursos de diferentes índoles: fotografía, kick-

boxing, boxeo, atletismo, natación, dibujo, primeros auxilios,

pero nada de esto realmente lo había desarrollado al grado de

poder vivir solamente de esto. O mejor dicho, no se había

tomado la molestia de enfocarse para sacar mejor provecho de

todo lo que había aprendido, sino que lo había estudiado para

disfrutarlo, no para explotarlo como actividad lucrativa.

Ahora se encontraba ahí, en la mañana, o semi-madrugada,

corriendo afuera del parque bicentenario en la oscuridad solo

alumbrada por algunas de las lámparas en los postes de la vía

pública, y por las luces de las lámpara solares colocadas dentro

del parque ecológico, rodeado de pinos que solo hacían ver más

lúgubre el parque con sus sombras, que en el día era todo lo

contrario, pues solía verse muy hermoso el conjunto de árboles

con su olor característico, pero apenas eran las 5:30 am y el

parque lo solían abrir hasta las 6:00 am, por lo que él tenía que

correr por afuera de él en la estrecha banqueta, sorteando toda

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clase de imperfecciones en la misma, pues en México las

banquetas siempre han tenido fama de ser construidas de forma

muy dispareja.

Casi llegaba a la esquina del parque, cuando de repente vió cómo

cambiaba el semáforo a color verde en la calle y un pequeño auto

compacto avanzaba para dar vuelta en la esquina hacia la

izquierda, cuando de repente… ¡CRASHHHH!

¡Un autobús urbano se pasó el alto en el carril izquierdo al que

iba a dar la vuelta el pequeño auto compacto!

Ricardo Martínez se dio cuenta que el accidente podría ser fatal

para quienquiera que fuera en el auto compacto arrollado por el

camión. Sin pensarlo dos veces, corrió inmediatamente hacia el

lugar donde había ocurrido el accidente con tal de ayudar al

conductor.

A pesar de la hora, rápidamente se empezó a llenar de curiosos.

Lo que nunca le había gustado de los curiosos a Ricardo era que

usualmente solo estaban ahí para mirar por el morbo, pero casi

nunca ayudaban, es más, incluso, estorbaban. El carro víctima del

choque era un Matiz color naranja. El impacto le dio de lleno al

pequeño carro en el costado izquierdo donde venía el conductor.

Todo el techo estaba aplastado y la puerta había quedado como

si fuera de papel maché, toda arrugada. Alrededor, sobre el

asfalto, había miles de pedazos de cristal que salieron disparados

con el impacto.

De inmediato echó un vistazo dentro del automóvil. Había una

mujer que estaba casi acostada sobre el asiento del copiloto.

Supuso que la conductora con el impacto fue movida de su lugar

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hasta el otro asiento. A juzgar por el destrozo, no debería de estar

viva, pero tenía que acercarse para estar seguro.

-¡Atrás, atrás todos! Soy paramédico. Si alguien trae un teléfono,

por favor llame a emergencias y pida una ambulancia.

De inmediato se acercó al cuerpo de la joven, tendría alrededor

de unos 26 años, era morena, de pelo chino, largo, y tenía sangre

sobre la cara y el cuerpo, pero no podría decir aún en qué parte

del cuerpo tendría heridas. Por lo brutal del golpe, se podría

pensar que debería estar ya muerta. Se aproximó con cuidado al

vehículo, asomándose por debajo de él para ver si no había

alguna fuga de gasolina que pudiera causar un problema aún

mayor. Después de una ojeada rápida, se percató que de milagro

no había ninguna fuga, y que podía pasar con tranquilidad a

revisar a la mujer. Como el parabrisas quedó completamente

deshecho, pudo meter la mitad de su cuerpo por él y acercarse a

revisar los signos vitales de la mujer. Le tomó un brazo, y puso un

par de dedos en la muñeca para ver si había pulso. No se sentía

nada. Se acercó un poco más y verificó en el cuello, en la yugular,

para ver si ahí era más fácil percibir el pulso. Nada. Al parecer, el

choque había hecho que la mujer muriera en un instante. Era

común que en accidentes de este estilo las víctimas perecieran

instantáneamente por el impacto y el estallamiento de las vísceras.

Aunque no se veía la sangre, la hemorragia solía ser interna. A

simple vista se notaba sangre en la cara y en un brazo de la

víctima, nada que fuera tan grave como para decir que se

desangró por alguna de estas heridas, pero internamente era

imposible diagnosticar.

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Solo para no dejar nada al azar, se acercó aún más a la mujer

intentando oír si aún respiraba, aunque a estas alturas pensaba

que sería inútil. De repente, escuchó un murmullo:

-Duqueee… ¿dónde… dónde está duque? –murmuró la mujer.

¡Estaba viva! Increíble, seguía con vida.

-¡Cuidado señorita! No se esfuerce. ¿Se siente bien? ¿Le duele

algo? ¿Recuerda cómo se llama? ¿Quién es duque? ¿Había otro

pasajero en el auto con usted?

-Duque es… es mi mascota. Es mi perro, un Schnauzer mini que

venía conmigo en el asiento trasero. Yo… yo… yo me siento bien.

Me duele el brazo y el hombro izquierdo, pero creo que estoy

bien, solo un poco aturdida por el golpe. Por favor, encuentre a

Duque, debe de estar en la parte de atrás de mi auto.

-¿Recuerda cuál es su nombre señorita? No se mueva hasta que

vea que no tiene ninguna herida grave. En un momento busco a

su mascota… Rápidamente salió del carro por el parabrisas y lo

rodeó para ver por la ventana trasera derecha si podía tener

acceso a la parte trasera del mismo y encontrar a la mascota.

Forzando un poco la puerta, la pudo abrir lo suficiente para

asomarse y ver que efectivamente ahí estaba la mascota.

Acurrucado debajo del asiento del copiloto, el perro había

sobrevivido al accidente. Metió su brazo para alcanzarlo, pero la

reacción del perro de inmediato fue ponerse en guardia.

-¡Grrrrr! ¡Guau, guau, guau! –comenzó a ladrar como

defendiendo a su ama. Estos perros, por pequeños que sean, no

tienen una idea de lo pequeños que son. Por dentro son unos

gigantes. Son combativos hasta el final, hasta que algún perro

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mayor los pone en su lugar, siempre atacan y se comportan como

si fueran el alfa de una manada.

-Tranquilo, tranquilo muchacho… ¡Duque! Ten calma, no te voy

a hacer daño. Poco a poco se fue acercando a él y estirando el

brazo, lo sujetó metiendo su mano debajo de la panza del

animalito, que a pesar del choque y del susto, seguía en sus cinco,

tratando de proteger a su dueña, pero al ver que el intruso no era

una amenaza, aceptó su tibia mano y la ayuda para salir del

vehículo.

Habían pasado tan solo quince minutos desde el impacto el

autobús con el auto compacto y ya estaban llegando una

ambulancia y una patrulla de la policía.

-¡Por aquí! ¡Vengan! Hay una mujer que está herida,

posiblemente se haya quebrado una pierna o un brazo, y tenga

contusiones o cortadas debido al golpe. Ya está consciente, pero

hay que buscar la manera de sacarla del vehículo sin lastimarla

más.

De inmediato la policía comenzó a desviar el tráfico y ahuyentar a

los curiosos, sorprendidos de que un civil hubiera tomado el

control de la situación en vez de solo estorbar como sucedía la

mayor parte de las veces. Los paramédicos de la ambulancia se

coordinaron junto con equipo de bomberos que también había

llegado, y trabajando en conjunto vieron la manera de desprender

la puerta y el techo del pequeño Matiz para sustraer a la mujer.

Estaban sacándola ya del auto, con mucho cuidado, y acercando

una camilla que traían en la ambulancia, cuando de repente,

oyeron decir a la mujer:

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-Mis piernas… ¡no siento mis piernas! ¡no las puedo mover!

¡Nooooo! Díganme que no es cierto, que todo es una pesadilla,

no puede ser!

El accidente había cobrado su primera víctima: había quedado

paralizada la mujer de su cintura para abajo…

P á g i n a | 26

Capítulo 3

Primer paso

Daniel Camacho siempre había sido el más inteligente de su

clase. Desde que tenía uso de razón, todo lo que le enseñaban se

le hacía muy fácil, sin importar si era en la escuela, en la casa, o

lo que viera en la calle haciendo a otros. Tenía un don innato

para entender los problemas y resolverlos. Por supuesto, su

asignatura favorita siempre fue la de Matemáticas. Por ilógico que

pudiera parecerle a la mayoría de las personas, las Matemáticas

eran la materia más simple porque no era necesario memorizar

nada. Simplemente con que uno entendiera cómo razonar las

cosas, cuando se enfrentaba un problema se razonaba

nuevamente la manera de resolverlo y ¡listo! Se llegaba a la

solución correcta sin necesidad de estarse aprendiendo cosas de

memoria repasando y repasando. No es que tuviera mala

memoria. Al contrario, también era sobresaliente en recordar las

cosas. No solo recordaba textos, sino también situaciones.

Conforme fue avanzando en su preparación escolar, de la

primaria, secundaria, preparatoria y universidad, siempre fue

buenísimo para recordar anécdotas o sucesos que otros habían

hecho, basándose en cosas curiosas que le ayudaban a recordar

otros detalles. Así funcionaba su mente. Más adelante, demostró

talento especial para la ingeniería, la logística, la física, y las

Matemáticas. Todo esto lo llevó a estudiar la carrera de Ingeniero

P á g i n a | 27

Industrial y hacer su maestría en Logística de Distribución, por lo

que, cuando decidió abrir un negocio de paquetería a nivel

nacional donde proveía de este servicio a empresas que

necesitaban mover papelería, correos y paquetes de una manera

discreta y efectiva, a nadie le sorprendió el gran éxito que tuvo a

pesar de su corta edad.

A sus 35 años, podía decirse que se encontraba en la cima del

mundo. Era joven todavía, tenía buena condición física pues

corría 5 km diarios todas las mañanas, medía 1.78 mts, pesaba 80

kg, de piel bronceada, ojos color miel, pelo negro, ondulado,

pero siempre bien cortado, con un IQ de casi 140, con un

negocio que facturaba 3 millones de dólares mensuales, era lo

que se decía, un hombre muy atractivo para la mayoría de las o

mujeres, sobre todo porque además de todo lo anterior, siempre

fue alguien muy alegre que disfrutaba intensamente todo lo que

hacía, y uno de sus pasatiempos favoritos era bailar en las fiestas.

Se consideraba un buen bailarín. En su juventud, había disfrutado

mucho de ver los viejos videos de John Travolta y aprendió lo

que pudo sobre su manera de bailar, y esto le había valido para

realizar muchas conquistas. Quizás más de las que debería haber

tenido. Esta situación lo fue llevando sin que él lo viera venir, a

hacerlo adicto al sexo. Una de las pocas adicciones que podía

decir que tenía. Desde que tuvo edad para ir a fiestas y bailar en

ellas, se le agolpaban las muchachas que deseaban que las sacara

a bailar, pues no solo era un buen bailarín, sino que su plática

siempre era interesante. Al menos para ellas. Uno de los grandes

problemas que tienen las personas que son muy listas, como era

su caso, es que pronto se aburren de las personas que los rodean

cuando, después de un corto tiempo, se dan cuenta que no están

a su misma altura intelectual. Esto hizo que al principio batallara

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mucho para salir con alguna muchacha en un plan más serio.

Pero después de un tiempo, dejó de plano de tomarlas en serio y

solo salía con ellas por mera diversión y las usaba para causarse

satisfacción, dejando de pensar en ellas como seres humanos. A

pesar de todo esto, cuando cumplió los 22 años se casó con una

de las mujeres más guapas que había conocido: su esposa Marta

Compeán. Delgada, de piernas largas bien torneadas, pelo rubio

casi platinado, ojos azul oscuro y curvas bien definidas por todo

su cuerpo, lo flechó, a pesar de no estar a su altura intelectual,

pero, ¿quién lo estaba? Además, Marta era una persona muy

simpática, de esas personas que siempre están rodeadas por otros

porque son muy alegres y el tiempo vuela cuando estás con

alguien así porque te las pasas tan bien que no te das cuenta de la

hora. Además, Marta tenía el don de hacer que la persona que

estuviera con ella se sintiera especial, pues ella lograba ese efecto

en los demás.

Por todo esto, Daniel decidió llevarla al altar y casarse con ella.

Los primeros tres años fueron una total luna de miel para ambos.

Se la pasaron viajando por el mundo y disfrutando uno del otro.

Recorrieron Europa, pasando por Madrid, y disfrutando su

excelente gastronomía, visitando el famoso Museo del Prado y

otros no tan famosos, el estadio “Santiago Bernabeu”,

divirtiéndose al comparar las distintas costumbres europeas

contra las de México, como esa que no entendía de tirar algo del

guisado al piso cuando estaba uno de acuerdo o satisfecho con el

mismo. Al principio a los dos les había causado un gran disgusto

ver lo sucios que eran algunos de los restaurante de donde salían

aromas deliciosos, y se detenían al entrar pues pensaban que si el

piso estaba así de sucio, así sería la cocina el cocinero y todo el

personal que servía. Ya después entendieron que era símbolo de

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los comensales para mostrar su agrado por la comida. Pasaron

por París, donde era obligatorio recorrer el museo del Louvre

para ver las famosas obras de arte de Leonardo Da Vinci como la

Mona Lisa, o la Estatua de la Diana Cazadora de Miguel Ángel;

fueron hasta lo más alto de la torre Eiffel, desde donde se podía

observar todo París; la iglesia de Notre Dame con su estilo tan

gótico y el Sagrado Corazón de Jesús, cercano al Moulin Rouge y

la gran variedad de tiendas sin fin estilo bazar que rodeaban el

barrio. Versalles y sus jardines y fuentes, tan originales. Londres y

su castillo de la Torre de Londres y las joyas de la corona y la

colección tan exquisita y extravagante de diamantes de la reina de

Inglaterra; Hampton Court y sus jardines y su lago artificial con

cisnes y peces, y su laberinto de arbustos tan famoso.

En fin, se dieron vuelo viajando, gastando y disfrutando el

conocer Europa, América del Sur y parte de Asia.

Después de los primeros años de matrimonio, decidieron tener

hijos más por creer que era una parte natural del matrimonio que

porque realmente se hubieran detenido a pensar lo que

implicaba. Así, a los 26 años de Daniel, nació su primer hijo:

Daniel Jr.

Y a partir de este momento, la relación entre Daniel y Marta

comenzó a cambiar. Ella comenzó a enfocarse más en su bebé, y

a dedicarle más y más tiempo al niño, a cambiarle los pañales,

hacerle sus papillas, comprarle ropita y juguetitos para que jugara,

disfrutando los momentos en que su bebé sonreía, lloraba o se

ponía triste, atenta a sus estados de ánimo, así como hace

cualquier mujer que ama a su hijo.

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Sin embargo, para Daniel no fue tan fácil esta transición. Él

estaba acostumbrado a ser el centro de atención en todo

momento y en toda situación, y con su esposa no era la

excepción. Además, como siempre pagaba para que se hicieran

las cosas, el tema del cambio de pañales no era precisamente algo

que le agradara.

Amaba a su esposa, pero en sus años de juventud se acostumbró

a tener sexo de manera continua y constante, y ahora que su

esposa derramaba su atención en su retoño, empezó a sentir un

hueco en su vida que no estaba dispuesto a dejar pasar.

Dicho de otra forma, amaba a su esposa, pero amaba también ser

el consentido, el centro de atención, el tener sexo diariamente, y

si su esposa no le daba esta satisfacción, no era hombre

disciplinado en calmar los placeres de la carne con el celibato. Al

contrario. Siempre se daba gusto. Y esto era el primer paso para

caer en la tentación.

“Excelente. ¡Je je!” Éste ya está maduro. Miserable “mono” que

se cree superior. No sabe que su mismo amor por el dinero y a

darse gusto en todo es lo mismo que lo llevará a las puertas del

Infierno, ¡je je je! Ahora todo lo que tengo que hacer es tocar su

mente con pensamientos de erotismo y lujuria para que busque

en su computadora todas las posibilidades que existen a su

alcance, en especial para alguien con su “poder”. ¡Ahhh, esos

chinos inventaron lo más prodigioso de este mundo para

facilitarnos la tarea: el dinero! Rápidamente Gondalf se puso a

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trabajar para que cuando Daniel se metiera a su laptop a trabajar,

le aparecieran anuncios de muchachitas que estaban estudiando

en el Tecnológico de Monterrey y que solicitaban “ayuda” a

personas pudientes para poder continuar con sus “estudios”.

¡Qué hipócritas y qué a modo le quedaban todas ellas para sus

propósitos! Así, podía matar varios pájaros de un tiro: hacía que

ellas se condenasen por su pereza para estudiar, su lujuria que

incitaba a hombres para romper y destruir su matrimonio, el odio

y el resentimiento que crecerían en la esposa cuando se diera

cuenta de la infidelidad de su pareja, y el ejemplo que seguro

seguiría su hijo al ver cómo se comportaba su papá con su mamá.

Toda una trama perfecta, y tan fácil…

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Capítulo 4

Antro

Karen Domínguez era una mujer muy atractiva. Morena, pero

de un color parecido al dorado que se adquiere cuando se

broncea uno mucho, de ojos café avellana, pelo chino negro y

largo muy brillante, de ese negro que casi tiene destellos azules,

de piernas muy bien torneadas por el constante ejercicio que

hacía en el gimnasio con pesas, aparatos y rutinas de cardio,

busto grande y femenino, nariz respingada, boca carnosa pero

definida, era lo que se decía un bombón. A donde fuera que se

parara, siempre llamaba la atención. Y no era algo que le

molestara, pues había aprendido ya a vivir con esto. Es más, le

agradaba. Estaba en su carácter sociable y coqueto el ser el centro

de atención de cualquier sitio que visitara. No era muy noviera,

pero siempre los hombres la asediaban, y había aprendido a

manejarlos a su antojo. Huérfana desde pequeña, había crecido

en un orfanatorio en la ciudad de Cuernavaca, pero cuando

creció y pudo trabajar y dedicarse a ser maestra de aerobics, sus

atributos naturales sólo resaltaron aún más. Su trasero hacía que

todas las miradas del género masculino se torcieran cuando

caminaba, y más de una vez había provocado un accidente

cuando la gente por voltear a verla, tropezaba o incluso una vez,

chocó un motociclista por distraerse al verla caminar por la acera,

estampándose contra un poste de una esquina en el centro de la

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ciudad. Claro, si a eso le sumaban que como en el orfanato

siempre tuvo que usar ropa muy sobria que era la que donaban o

la que la institución podía permitirse darle a los niños, cuando

finalmente cumplió los 18 años y pudo trabajar y ganar su dinero,

su gusto iba totalmente a lo opuesto: le gustaba la ropa llamativa:

leggins ajustados a sus piernas y su trasero perfecto que hacían la

delicia de sus interlocutores. Blusas de licra o ajustadas, tops,

minifaldas con medias, en fin, todo un arsenal que ella, sin

querer, acentuaba aún más su figura de tentación, pero que le

gustaban no para exhibirse, sino por todas las carencias de este

tipo de ropa que no pudo tener cuando vivió en el orfanato y que

ahora era libre de usar.

Tenía un tiempo que se había mudado a la ciudad de Toluca

pues un gimnasio de allá le había ofrecido dar clases de aeróbics

de tiempo completo (que eran 5 horas al día en realidad), pero le

pagaban lo suficientemente bien como para rentar un

departamento y pagar las letras de su carro nuevo, un Matiz

naranja. No que fuera un súper auto, pero era suyo. Era algo que

podía comprar con SU dinero, algo que la hacía sentir poderosa y

autosuficiente, pues ya podía conseguir sus propias cosas. Y

además, en las noches bailaba en un antro los fines de semana:

jueves, viernes y sábado. Esto era de lo más curioso. A ella le

encantaba bailar e irse de antro, y aquí le pagaban por hacer lo

que a ella le gustaba: bailar y lucirse enfrente de los clientes que

visitaban la disco. Lo único que tenía que cumplir, le decían, era

que tenía que ser sensual al vestirse y bailar. Ninguna de las dos

cosas resultó un problema para ella, pues su manera de bailar

solo reflejaba lo que su cuerpo ya era. Además, no tenía que

pagar por entrar a la disco, pues era su trabajo, y aunque ésta

estuviera llena a reventar, ella siempre pasaba primero, cosa que

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le hacía gracia pues cuando se iba de antro con sus amigas en el

pasado, en ocasiones tenían que hacer fila para poder entrar, y

aquí no. Claro, era un trabajo, pero ella no podía distinguir esto

pues de todos modos bailaba y disfrutaba de la música y de que

la gente se le quedara viendo. Y por si esto fuera poco, le

pagaban un buen dinero extra adicional a su ingreso normal de

instructora de aerobics y los tragos eran gratis para ella y un par

de compañeras más que también bailaban con ella por turnos en

unas plataformas que había en el antro.

Como todo trabajo, también tenía sus partes feas. No faltaba

alguna noche en que algún cliente o a veces un grupito de clientes

con sus amigos, trataban de tocarla mientras bailaba, o ya estando

algo tomados, intentaban pedirle su teléfono para una cita o

acompañarla hasta su casa.

Pero afortunadamente la disco tenía un grupo de cinco escoltas

que le ayudaban a deshacerse de estos indeseables. La mayoría

de las veces solo eran clientes tomados que incitados por el

alcohol y el ambiente, creían que podían tener una oportunidad

con ella, pero nada más lejos de la realidad, pues ella no buscaba

encuentros casuales en la disco. Menos sabiendo lo insegura que

era ahora la ciudad (¡y el país entero!) por los problemas de

violencia debidos a la expansión del narcotráfico en todo el

territorio. En algunas ciudades era un secreto a voces, y Toluca

no escapaba a este problema. Aunque las autoridades trataban de

ocultar el Sol con un dedo, todo mundo sabía que también había

problemas. Ya se había comentado en el pasado que se había

atrapado a una banda de taxistas violadores que trabajando

durante las noches, si veían que una de sus clientes era mujer y

les gustaba, se llamaban por celular y se reunían en cierto punto

P á g i n a | 35

para abusar de ella masivamente. Creía haber leído en los diarios

o en internet que una de las clientes de estos taxistas no murió

después de ser atacada, y solo gracias a esto los susodichos fueron

atrapados por la policía y encerrados en Almoloya, una de las

prisiones del estado con mayor seguridad. A pesar de esto,

debido a que nunca había tenido ningún incidente, no le

preocupaba mucho lo que dijeran sobre la inseguridad los

medios de comunicación, ya que en la disco le brindaban

protección y la trataban como a una reina. Y como ya tenía su

carro nuevo, no tenía necesidad de buscar taxi para irse de

regreso a su casa. Eso sí, tenía que medirse al tomar bebidas en el

antro, puesto que no podía beber alcohol, o al menos no mucho,

si tenía que manejar después del trabajo, y era una tentación pues

para ella y sus compañeras las bebidas eran gratis, pero como

siempre había llevado una vida más enfocada al deporte, se

controlaba pues sabía que el alcohol solo la deshidrataría y no le

permitiría dar sus clases de aerobics al ritmo que a ella le gustaba

dar.

Otra de las cosas que también la frenaba para tomar mucho

alcohol, era su sentido de responsabilidad hacia su pequeña

mascota: Duque. Como vivía sola, y en el orfanato se había

acostumbrado a que siempre dormía con alguna compañera, el

irse de Cuernavaca a Toluca significó dejar atrás a todas sus

amistades, y para no sentirse tan solita, decidió adoptar un

pequeño perro Schnauzer mini, pues eran cariñosos, inquietos,

valientes, graciosos y de bajo mantenimiento por su tamaño.

Adoraba a los perros. Siempre había pensado que el mejor amigo

del hombre eran los perros. Solían ser más nobles que las

personas en su parecer. Te cuidaban cuando estabas con ellos,

demostraban su alegría cuando regresabas a casa, nunca te decían

P á g i n a | 36

malas palabras, si tú estabas triste, ellos se encargaban de ponerte

contenta lamiéndote y demostrando su cariño por ti. Duque era

este tipo de perro. Juguetón, empático, de unos ojos negros

hermosos y muy expresivos, al grado que a veces cuando le

hablaba el perro reaccionaba con gestos que casi le parecía que le

había contestado.

Últimamente había tomado la costumbre de llevar a Duque en la

parte trasera del carro a que la acompañara a su trabajo, y

mientras ella bailaba, lo dejaba cuidando su carro. Parecía que le

gustaba y entendía que estaba a cargo del auto, pues siempre

permanecía muy alerta observando por las ventanas, y la esperaba

despierto hasta que salía de su trabajo.

Esa noche había estado muy llena de gente la disco, por lo que

salió casi hasta las 5 de la madrugada. Estaba cansada y tenía

sueño. Fue a cambiarse de ropa a un pequeño vestidor que

tenían para tal efecto las muchachas que trabajan con ella. Puso

su ropa en una pequeña maletita que llevaba de Nike con sus

cosas, se cambió los zapatos de tacón por unos tenis deportivos

de esta misma marca, y se puso una chamarra para salir abrigada

al frío de la aún noche en la ciudad.

Después salió de ahí, y los guardias la acompañaron a su auto

para evitar que ningún cliente pasado de copas la molestara. Y

ahí estaba, su fiel Duque, esperándola despierto toda la noche,

atento al momento en que ella llegaría a abrir el auto y estar

nuevamente con él. Sacó las llaves de su maleta, y abrió la puerta

del carro par acariciar y besar a su fiel mascota en lo que se

acomodaba para encenderlo y manejar hasta su departamento.

Le dolían los pies y se estaba cayendo de cansancio y de sueño.

Comenzó a manejar por la avenida principal rumbo a la Avenida

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Tecnológico, para después dar vuelta rumbo al Paseo Tollocan y

conducir hasta el Barrio de Santa Elena. Cuando llegó a la

avenida Tecnológico, vió como iba corriendo una persona. ¡Qué

asco! ¿A quién se le ocurría pararse a esas horas de la madrugada

para salir a correr? No cabía duda, había locos en todas partes.

Vió que el semáforo estaba en verde y por voltear a ver al

muchacho loco que iba trotando, no se dio cuenta que un

autobús de pasajeros se pasó el alto y ¡CRAAAASHH!

Vió una luz cegadora por su lado izquierdo y de pronto sintió

como si un toro le hubiera pegado en el hombro y la pierna

izquierda. Quedó casi completamente acostada sobre los dos

asientos delanteros y solo gracias a que tenía la costumbre de

ponerse siempre el cinturón de seguridad no salió despedida por

el cristal de la puerta del pasajero delantero, pues la sacudida fue

tremenda.

De repente, estaba en otro lado. Sintió una calma como nunca

había sentido en su vida. Si pudiera compararla, era como

cuando te metes a bucear y todos los sonidos del mundo exterior

se aplacan para entrar a un mundo de quietud. Casi no escuchaba

nada, pero podía sentir que había otras personas alrededor de

ella. Sentía un amor indescriptible. Fue cuando lo vió. Una luz

intensamente blanca, de un ser, sabía que era una persona, pero

solo veía una luz muy brillante, y tenía ganas de ir hacia ella, de

aproximarse, de tocarla, de abrazarla. Sentía una calidez como

pensó que debía sentirse al estar en los brazos de un padre

cariñoso que te ama y te lleva entre ellos para protegerte. Quería

quedarse allí para siempre…

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Y en eso oyó la voz de hombre más hermosa que jamás hubiera

oído en su vida, que le decía: “Regresa, porque tu tiempo aún no

se ha cumplido.”

No se quería ir de allí. Sentía un amor asombroso llenándola,

pero de repente, empezó a oír unos ladridos… sintió como que

caía al vacío, y de repente sonido de sirenas se comenzaron a

escuchar más y más claros.

No sintió dolor, pero vió como una persona le hablaba:

-¡Cuidado señorita! No se esfuerce. ¿Se siente bien? ¿Le duele

algo? ¿Recuerda cómo se llama? ¿Quién es duque? ¿Había otro

pasajero en el auto con usted?

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Capítulo 5

Abandono

Las últimas semanas habían sido difíciles para su esposa. El

embarazo se había complicado mucho, debido a la preeclampsia

que se le había detectado a partir del cuarto mes de gestación, y

los dolores de cabeza habían comenzado en el séptimo mes.

Cada vez respirar se le dificultaba más y más, y a pesar de que él,

Rodrigo Balderas, era un excelente doctor, a la mitad de la selva

amazónica en el pueblo de Yanomamis al sur de Venezuela, se le

complicaba mucho, por no decir que era completamente

imposible, el conseguir las medicinas necesarias para ayudarla a

mejorar. Las últimas semanas, el estrés entre ellos dos había

subido a niveles que nunca antes habían tenido en su noviazgo y

menos durante su vida de casados. A pesar de que su esposa

tenía un umbral de dolor muy alto, por lo que los dolores de

cabeza no le afectaban tanto realmente, el aumento de peso, los

problemas para respirar, y las náuseas, habían hecho que su

carácter y humor variaran considerablemente. De ser una mujer

jovial, alegre, que siempre sonreía a pesar de las adversidades,

había pasado a estar triste, preocupada, enojada con todos y a

hacer críticas de los que la rodeaban, como una manera de

desahogar su preocupación por todo lo que le estaba pasando,

pues para empezar, era su primer embarazo, desconocía, como

casi toda mamá primeriza, cuáles eran exactamente los cambios a

P á g i n a | 40

los que se iba a enfrentar durante su embarazo, las molestias

propias de vivir en el límite de la civilización, con todos los

peligros que van adjuntos a vivir en una selva, y no cualquier

selva, sino la selva amazónica, una de las más bellas pero también

más letales para el hombre que no está acostumbrado a sobrevivir

en un medio ambiente así. Su familia, a pesar de estimar mucho

a Rodrigo, su esposo, no estaban tan de acuerdo con que ella se

hubiera ido con él a vivir de Nueva York a Venezuela, y mucho

menos a la selva amazónica, de la que siempre se habla en las

noticias que algún animal exótico ha atacado a algún humano

desprevenido o que alguna expedición ha desaparecido

misteriosamente.

Ella al principio había apoyado en todo a su marido, pues sabía el

buen corazón que tenía y su disposición por ayudar a los demás.

El que él aceptara un empleo de 3 años apoyando a la

comunidad amazónica Yanomami le hacía morir de admiración

por él, al grado de dejar su trabajo de asistente de director en una

de las grandes firmas de abogados de la ciudad de Nueva York,

donde la mayoría de sus colegas solían ser personas egoístas que

solo pensaban en sí mismas y en la manera de obtener más

dinero sin importar las consecuencias para las personas con que

trabajaban y las repercusiones de sus acciones en sus vidas. Su

corazón se henchía de orgullo cuando les decía que estaba

comprometida con un médico, y además, qué clase de médico. A

menudo, veía la sorpresa reflejada en los rostros de sus

compañeros cuando les contaba que se iba a ir a vivir al

Amazonas porque su futuro esposo iba a trabajar en una aldea

ayudando a gente indígena con sus múltiples problemas de salud,

y no entendían que cambiara el lujo y la ostentosidad de vivir en

la gran manzana por una vida de carencias y posiblemente

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sufrimientos al irse para allá, pues la mayoría de sus compañeros

consideraban tercermundista el simple hecho de no encontrar

hielos para una bebida de cola, ya no digamos el hecho de que

no hubiera electricidad o agua corriente.

El amor entre la pareja se impuso, y contrajeron nupcias antes de

terminar el año, cuando ella renunció a su trabajo y se fue con

Rodrigo a vivir a la aldea de Yanomamis en pleno Amazonas. Al

principio, el enamoramiento, el cambio radical de ambiente, la

belleza cruda de la selva, el canto de las aves y el sonido de todos

los animales que viven ocultos en la selva, fueron un paliativo

para Clara, que quedó impactada para bien con todos estos

cambios, además del gran orgullo que sentía de que su esposo

ayudara a la población del lugar.

Aunque al principio había cierto recelo de la gente, provocado en

parte por las acusaciones del brujo del pueblo hacia el hombre

blanco recién llegado del imperio yanqui, poco a poco los

consejos sobre higiene, el trato con antibióticos y otras medicinas

occidentales, fueron cambiando para bien la opinión de los

aldeanos hacia el nuevo médico, aunado a que su esposa siempre

sonriente y de buen humor se preocupaba honestamente por los

problemas de toda esta pobre gente, lo que terminó por ganar los

corazones de los aldeanos. Hasta el brujo tuvo que reconocer que

la magia del nuevo médico ayudaba en muchos problemas a

todos en el lugar, y aunque siempre era un poco receloso, pudo

con el tiempo compartir algunas de sus recetas con el doctor

hechas a base de plantas muy especiales que solo se encuentran

en el Amazonas, el día que el doctor le ayudó a curarse una

herida que se hizo cuando un yacaré le mordió el brazo al brujo

del pueblo en un descuido cuando éste bajó al río por unas raíces

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de una planta que solo crece pegada al Orinoco. Muy a su pesar,

tuvo que ir el brujo con el doctor yanqui para que le revisara la

herida, pues como el animal que le mordió tenía deshechos de

peces y otros animales que había capturado entre sus dientes, se

le había infectado el brazo de una manera muy agresiva.

El doctor al verlo, de inmediato le aplicó una inyección de

antibióticos y pronto el brujo comenzó a notar la mejoría, muy a

su pesar. Esto sirvió para comenzar una incipiente amistad entre

el brujo y el doctor. El primero interesado y fascinado con la

“magia” del yanqui, y el segundo interesado en todas las plantas

que el brujo conocía por lo que le había transmitido su familia de

generación en generación.

A raíz de este suceso, el doctor y el brujo, Maje Nuno, habían

trabado, si no una amistad, un respeto el uno por el otro, y se

enseñaban temas de medicina que ignoraban entre sí. En estas

andaban cuando de repente, a media tarde, entró una de las

aldeanas que le ayudaba a Rodrigo a traducir al dialecto

Yanomami, ya que este consta de cuatro idiomas en sí, lo que

hacía difícil aprenderlo pues de una aldea a otra podían hablar

alguna de sus variaciones: Yaman, Sanumá, Yanomámi y

Yanomamö.

-¡Doctor, doctor! ¡Su esposa, Clara, ya rompió la fuente! ¡Su niño

ya va a nacer!

-¿Cuándo pasó? ¿Está en la casa? ¿Qué te ha dicho?- comentaba

el doctor mientras iba preparando todo el equipo que

consideraba necesario para atender un parto. –Ayúdame con ese

botiquín y la palangana. Vamos para allá.

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De inmediato se dirigieron hacia su casa en la aldea, que no

estaba muy lejana de donde tenía el consultorio, pero tenía que

hacer el recorrido a pie, pues en esa zona no había calles

propiamente dichas. Cuando llegaron, Clara estaba con dos

mujeres más, una comadrona que usualmente ayudaba a las

mujeres del pueblo cuando entraban en trabajo de parto.

-¡Rápido! Díganme… ¿cómo está?

-Está muy mal doctor. Ha estado vomitando la última media hora

y comenzó a sangrar después de romper la fuente. El niño viene

al revés, hay que darle la vuelta, y tiene un dolor de cabeza que la

ha molestado todo este tiempo.

Al ver la cara de su esposa el doctor se preocupó, pues se veía

casi gris en los labios por la ausencia de flujo sanguíneo en el

rostro, lo que era señal de que algo le dolía muchísimo al grado

de que sudaba copiosamente. Además, en vez de estar de mal

humor, se veía ya sin fuerzas, y apenas estaba comenzando el

trabajo de parto.

-Vamos Clara, ¡resiste! Tienes que pujar mientras las muchachas

y yo vemos la manera de dar la vuelta al bebé. ¡No te rindas!

Rápidamente le aplicó una inyección para el dolor, pero sabía

que no era suficiente. Si tenía sangrado, debía también aplicarle

un antibiótico, pero ya se les habían acabado todos los

suministros de antibióticos y la organización que les enviaba

medicamentos decidió detener los envíos por culpa de un

problema político de ideología entre el gobierno del actual

presidente Luis Herrera Campins y un cambio en la política

exterior del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica,

P á g i n a | 44

Jimmy Carter. En mal momento su política vino a intervenir en

este asunto que para él era de principal importancia. Comenzó a

trabajar con las comadronas durante un buen rato tratando de

cambiar la posición del bebé, pero éste no se dejaba, se movía en

sentido contrario al que ellos querían que adoptara.

Después de más de hora y media de batallar, Clara se dio por

vencida. Había estado perdiendo sangre todo este tiempo y dejó

de luchar. Ya no se movía; parecía una muñeca de trapo inerte

sobre la cama de paja que tenían en su choza. El doctor quedó

impresionado por esto, pero su entrenamiento le hizo continuar y

realizar una cesárea sin anestesia para salvar al niño, pero esto

último fue lo que terminó de rematar a su esposa. Por más que se

esforzó para resucitarla y que volviera a tener signos vitales, no lo

consiguió.

De repente, le quedó clara la idea de que su esposa no estaba ya

más con él. Se había ido. Estaba muerta. Sin vida. La mujer que

había dejado todo para irse con él en esta aventura, ya no existía

más. El doctor entró en un estado casi catatónico: la había

perdido.

-¡BBBUUUUAAAAA!! –comenzó a llorar el bebé. Había nacido

sano a pesar de todas las dificultades. Su mamá había tenido que

morir para que él viviera.

Sin embargo, Rodrigo estaba deshecho. ¿Qué iba a hacer él con

un niño, sin su esposa, sin su Clara, para que lo atendiera y para

que lo amara? Definitivamente, no podía lidiar con esto en este

momento.

P á g i n a | 45

Salió de su choza, y fue a decirle al jefe de la aldea que se iba. Si

hubiera estado en la civilización y no a media jungla, ella no

estaría muerta. El jefe trató de detenerlo alegando que ahora

tenía una responsabilidad con el niño, pero Rodrigo no entendió

razones… ¡¡¡abandonó a su hijo!!!

-¡Ja ja! Este niño va a ser un servidor mío. Tendrá dones

espirituales que lo harán sobresalir sobre todos los que lo rodean

en la aldea, pero usaré mi influencia para que haga el mal con

todos –se decía a sí mismo Gondalf, después de contemplar el

extraño nacimiento de un “blanco extranjero” en medio de los

indígenas Yanomamis.

P á g i n a | 46

Capítulo 6

Rehabilitación

Lentamente fue abriendo los ojos. Había tenido un sueño de lo

más extraño. Se encontraba bailando en su trabajo disfrutando

una de las canciones de los años 80’s que más le gustaban, varios

muchachos guapetones le habían coqueteado y ella los había

evitado sutilmente para no herir susceptibilidades, había

terminado su trabajo, y después de subir a su auto y saludar a

Duque, su perro, había manejado rumbo a su casa cuando de

repente no supo de donde había salido un autobús y al parecer la

había impactado de costado en su auto, noqueándola. Luego le

pareció que estaba rodeada de muchas personas jóvenes, cuando

mucho de 30 años, y también había algunos niños y adolescentes,

pero todo esto rodeada de un gran sentimiento de amor. Se había

sentido rodeada de gente que le hacía sentir en casa, en familia,

todos le sonreían y le decían que se dirigiera hacia la luz.

Entonces, vió un ser que irradiaba mucha luz, una luz blanca

increíblemente brillante, y escuchó una voz: “Regresa, porque tu

tiempo aún no se ha cumplido.” Y entonces despertaba en medio

de un accidente…

-¡Ahhhhh! ¡Aaayy! ¡Mi pierna! ¡Me duele! ¿dónde estoy? –

comenzó a abrir los ojos, y vió que estaba en una cama, con una

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aguja en un brazo y una manguera conectada a una especie de

suero.

-¿En dónde estoy? ¿No fue un sueño? Alguien, ¡contésteme! –

preguntó al aire, esperando que hubiera alguien que pudiera

responderle, aunque podía oír que había gente hablando en los

pasillos, y en una habitación contigua se oían voces también,

aunque no alcanzaba a distinguir lo que decían. La habitación en

la que estaba parecía la de algún tipo de hospital privado, de

color mostaza y una cenefa azul, con un cuadro barato pero de

buen gusto mostrando un paisaje de un bosque, montañas y un

lago, de colores encendidos. El dolor en su pierna y su hombro y

brazo izquierdos fueron los que la trajeron de vuelta del sueño en

el que estaba… aunque ya no estaba tan segura de que hubiera

sido un sueño o no. En eso, entró de repente una señorita con

uniforme de enfermera.

-¡Buenos días señorita! ¿Cómo se encuentra? – y en lo que

preguntaba comenzaba a revisar el suero, y otros aparatos que

tenía conectados y revisaba una hoja con lo que al parecer era su

expediente clínico en un portapapeles en la base de la cama.

-Se encuentra usted en el Sanatorio Toluca, señorita. Sus

síntomas vitales están bien, y en verdad que tuvo mucha suerte de

acuerdo a lo que nos dijeron los paramédicos que la trajeron en

la ambulancia. Su accidente pudo ser fatal. Su carro nos

comentaron que quedó totalmente desecho. ¿Cómo se siente?

- En realidad me siento algo confundida, ¿cómo llegué aquí?

- El seguro médico de su trabajo cubre el servicio en esta clínica.

Tuvo usted un accidente vehicular y cuando la gente llamó a

P á g i n a | 48

emergencias, los de la ambulancia y la policía vieron su

identificación y que en su guantera tenía la póliza del seguro, y la

enviaron para acá.

- Me siento mareada, y me duele la pierna y mi hombro. ¿Tiene

algún medicamento para el dolor?

-De hecho, el suero que le estamos aplicando ya tiene un

medicamento para el dolor, y es lo que le está causando el

mareo. En la tarde va a venir el médico a revisarla y para darle un

diagnóstico más completo. A un lado de su cama está el control

remoto por si quiere ver la tele. ¿Hay algún familiar al que quiera

llamar para que la venga a visitar?

“Demonios” pensó. Estaba sola. No tenía parientes y en esta

ciudad las únicas “amigas” que tenía eran sus compañeras de

baile del club, pues en el gimnasio estaba tan ocupada dando su

clase que no había tenido tiempo de hacer nuevas amistades,

además que la gente en Toluca solía ser muy cerrada al principio

con las personas que no eran de ahí.

-No, está bien. Sólo soy yo sola. Mis amigos viven en otra ciudad,

pero supongo que estaré bien. Tengo ganas de ir al sanitario,

pero no sé si pueda….¡aaayyyyy! ¡arghhhh! ¡Mi pierna!

-No se mueva señorita, si necesita ir al sanitario le traigo un

cómodo para que pueda hacer ahí sus necesidades. Yo le ayudo.

Con toda la pena y pesar del mundo, tuvo que acceder a la ayuda

de la enfermera. Como en el orfanato no tenía realmente un

pariente o familiar que le ayudara con cosas relativas a su

intimidad, siempre había sido muy reservada en estas cuestiones,

y el tener que ser ayudada para algo tan simple pero tan íntimo

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por una persona desconocida, la hacía sentir vulnerable,

humillada e impotente. Desde que había dejado el orfanato y

comenzara a trabajar, se había vuelto muy independiente, no

acostumbraba depender de nadie. Aún más, como hacía mucho

ejercicio aeróbico y con pesas, no era de las mujeres que

solicitara ayuda a un hombre para cargar algo que usualmente se

considerara pesado, sino que ella misma solía cargar las bolsas al

ir de comprar por despensa, o cargar un garrafón de agua o cosas

que otras mujeres se declaraban incapaces de hacer. Además,

estar haciendo sus necesidades enfrente de una desconocida le

hacía poner roja de vergüenza, aunque fuera ese el trabajo de la

enfermera en la clínica. Pocas veces en su vida se había sentido

tan avergonzada. Es más, no recordaba ninguna otra vez en su

vida en que hubiera pasado por una situación igual. “¿Por qué?

¿Por qué le había pasado esto a ella? ¿No había sido suficiente ya

el tener que haber vivido en un orfanato toda su vida sin que

nadie la adoptara? ¿No había un Dios que fuera justo y amoroso

que se apiadara de ella?”. Todas estas preguntas cruzaban su

cabeza mientras tenía que bajarse la ropa para orinar y defecar en

el cómodo ayudado por la enfermera para acomodarse sin que se

le saliera la aguja de su brazo. Tenía que hacer un gran esfuerzo

para acomodarse en el dichoso cómodo encima de la cama y

aguantar el dolor que le provocaba ponerse en esa posición,

cuando de repente… -¡ZAZ! –se resbaló de entre las sábanas,

derramando parte de sus heces en la cama y doblándosele la

aguja que tenía en la vena, causándole un gran dolor, adicional al

que ya tenía en la pierna y en el brazo, el dolor de la humillación

y la pena de haber causado tal desastre en su cuarto.

-No se preocupe señorita, relájese. Nosotros la vamos a limpiar. –

le decía la enfermera, que se llamaba Esther, mientras llamaba a

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una segunda enfermera para que le ayudara, que se llamaba

Ruth. Entre las dos, comenzaron a limpiar la cama y cambiar las

sábanas, y ¡comenzaron a desnudarla!

-¡Hey! ¿qué está haciendo? –le espetó a Ruth.

-Le estoy cambiando su túnica, señorita. Se manchó al derramar

el cómodo.

Creo que se puso más roja que un tomate maduro en verano. Se

le caía la cara de vergüenza por todo el desastre que causó, pero

lo que más le dolía, era que no había sido capaz de sostenerse en

la posición encima del cómodo debido al gran dolor que tenía en

su pierna, no pudo sostenerse a sí misma, y el dolor en su

hombro tampoco le ayudaba.

Se sentía una inútil. Se sentía derrotada. Todo era aún confusión

en su cabeza. De estar una noche haciendo lo que más le gustaba

y disfrutaba, que era bailar y sentirse admirada y deseada por el

público masculino de la disco, de repente se sentía una inválida,

sin fuerza suficiente ni para sentarse correctamente. El tener que

ser observada desnuda y tener que dejar que otras personas la

limpiaran, como si fuera un bebé que no coordina bien sus

movimientos, la sumían hasta lo indecible en un sentimiento de

desolación, depresión y confusión mezclados en uno solo,

aumentado como nunca antes…

-¡Ja j aja! Qué miserables son los “monos” cuando caen de su

soberbia y su orgullo –pensaba Gondalf para sus adentros al ver

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todo lo que le pasaba a Karen. Si supiera que yo fui quien instó

en su mente al chofer del autobús para que bebiera antes de irse

al trabajo, poniendo como dardos sutiles en su cabeza la idea de

que no es hombre si no era capaz de beber unas cuantas copas y

después conducir cuando comenzó a discutir con su compadre

“Lalo” que no le tenía miedo a que el supervisor le llamara la

atención si aparecía a trabajar tomado. Se lo tomó tan a pecho

que tomó aún más de lo que él mismo sabía que era su límite de

tolerancia, y actuó mejor que de costumbre sin respingar ni

contestarle nada a su supervisor para que no se diera cuenta en

qué estado había llegado al subir al camión. Él cree que todo es

de su propia iniciativa y cuenta, pero soy yo el que tiene la

facultar de llenarle la cabeza de soberbia y decisiones estúpidas.

¡Ja ja ja! Y luego esta otra “mona”, que se regocija en su propia

belleza, cree que todos pueden hacer su voluntad porque es

bella, pero a estas cuando la belleza se les va o pierden la fuerza

para ser independientes, se rinden miserablemente y se

deprimen, volviéndose adictas a los fármacos para el dolor.

Cómo voy a disfrutar viendo como se rinde, va a renegar de su

Creador, ¡estoy seguro! Con este trabajo hasta me van a preguntar

a qué lugar me quiero ir, ¡je je je! ¡Soy un genio!

Pasaron los días, y Karen veía como a pesar de que las cicatrices

en su piel en el hombro y piernas se iban curando, no así pasaba

con la fuerza en su brazo y en su pierna. Seguía sin poder

levantar nada más pesado que una libreta con su brazo izquierdo,

y aún levantar el brazo por encima del hombro le provocaba

dolor, un dolor que si intentaba cargar algo más pesado, como,

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digamos, un bolso, se volvía tan insoportable que tenía que soltar

lo que fuera que hubiera tomado. Y cojeaba, pues no soportaba

el peso de su cuerpo en ambas piernas, sino que tenía que usar

solo la pierna derecha, pues cuando intentaba apoyar la otra

pierna, un dolor agudo le punzaba la cadera donde se junta con

la pierna, y la rodilla y el tobillo, es decir, cada una de las

articulaciones de su pierna se habían dañado de una forma que

no hubiera sospechado, pero le estaba volviendo la vida

imposible. Llevaba ya 2 meses y medio en la clínica, y había

perdido el apetito y el buen humor. Se sentía deprimida.

Necesitaba analgésicos para soportar el dolor que le causaba el

simplemente intentar sentarse para ir al baño, y siempre tenía que

solicitar la ayuda de alguna de las enfermeras, ya sea de Ruth o de

Esther. Esto la deprimía aún más, pues ni siquiera podía disfrutar

de una ducha a solas. Al menos, las cosas no podían ir peor de lo

que ya iban…

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Capítulo 7

Infidelidad

Rugía el motor de su Audi R8 Spyder de una manera que

deleitaba sus oídos. Era una belleza el nuevo juguete que había

decidido comprarse: color rojo cereza, con una línea deportiva

incomparable, al más puro estilo alemán, con su motor de 5.2

litros FSI, transmisión de 7 velocidades, sonido Bang & Olufsen y

Audi Magnetic Ride, que hacía que cualquier melodía que

reprodujera se oyera como si estuvieran tocando en vivo sólo

para él. Por casi $2,700,000 pesos, era el juguete más caro que

hubiese comprado para distraerse, en parte, para llenar el vacío

que sentía porque su esposa no le dedicaba ya el tiempo de

antaño, cuando él era el centro de su universo. Desde que nació

su primer hijo, Daniel jr., ella parecía que no tenía más tiempo

para él. Si la invitaba al cine o a cenar, o si quería ir a bailar, ella

parecía estar siempre agotada. Si tenía ganas de hacer el amor

con ella, siempre estaba tan cansada de cuidar a su hijo que

simplemente se dormía y quedaba en estado casi catatónico. Él ya

le había comentado que contrataran una nana para que

entretuviera a su hijo, pero ella no estaba de acuerdo. Decía que

estos años con su hijo los quería disfrutar al máximo, y no que

fuera la nana la que lo hiciera, y él en realidad estaba de acuerdo

con la decisión de su esposa, con nadie iba a estar mejor su hijo

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que con ella, pero esta situación le afectaba, en especial la parte

del sexo.

Por todo esto, Daniel había comprado el carro para volver a

sentir la adrenalina de conducir a alta velocidad y disfrutar el

gusto de un juguete nuevo. Además, estaba pensando en tomar

una especialidad de Logística y Cadena de Suministro a nivel

directivo en el Tecnológico de Monterrey, más para matar un

poco el tiempo y tener su cabeza ocupada que porque de veras le

hiciera falta aprender más sobre logística y dirección, él, que se

había apañado para formar una de las compañías de logística más

efectivas y exitosas de México. Además, le llamaba la atención las

fotos y sitios en internet donde muchachitas que supuestamente

estudiaban en el Tecnológico se prostituían a sí mismas,

poniendo sugerentes fotos de ellas mismas pero solicitando ayuda

de algún hombre económicamente pudiente. Muy en el fondo,

quería despejar la duda de si estos anuncios serían ciertos o no.

Tomó rumbo esa tarde hacia Toluca, yendo por la autopista

México-Toluca a fin de ir al inicio de la especialidad, y también

para probar su juguete en la carretera. Encendió su estéreo y el

aire acondicionado, mientras disfrutaba el ir tomando las curvas

suavemente a más de 150 Km/hora. El carro era una maravilla, se

deslizaba como si fuera sobre hielo de suave, pero al mismo

tiempo oía el ronronear del motor a su espalda y el pequeño

jalón cuando pisaba el acelerador a fondo. El olor a “nuevo” y a

piel envolvían sus sentidos. Se sentía a gusto el poder pensar en

otra cosa que lo distrajera de los problemas de distanciamiento

que estaba pasando actualmente en su matrimonio con su esposa.

En cuestión de minutos llegó al Tecnológico de Monterrey, y

buscó dónde aparcar su carro. Un guardia de seguridad al ver el

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carro se dio cuenta que no era un alumno normal: el dinero y el

amor no se pueden ocultar, y en este momento, su flamante carro

alemán llamaba mucho la atención de todos los que pasaban a un

lado de él.

Dirigió su auto hacia donde le indicaron en el estacionamiento y

se encaminó rumbo a la dirección del instituto a fin de pedir

información sobre cuál sería el aula donde impartirían la clase.

Mientras caminaba, era consciente de cómo jóvenes y jovencitas

volteaban a verle. Ellos, por la envidia del poder que emanaba de

él: reflejaba éxito en cada movimiento que daba –su auto, su

ropa, su físico, la manera en que ellas lo miraban-, y ellas, era

obvio el deseo que despertaba en el sexo femenino: era el

símbolo de la seguridad para cualquier chica que estuviera

estudiando en esta escuela, famosa por atraer gente que busca el

éxito en México por sus grados académicos, pero para ellas,

atrapar a un hombre como Daniel sería asegurar su futuro.

Daniel no hacía caso de esto mientras caminaba a pedir informes.

Entró a un edificio de ladrillo con grandes ventanas por las que la

luz se colaba calentando un poco la fría tarde en una zona casi

despoblada, pues las instalaciones estaban construidas a las

afueras de la ciudad, y aunque la mancha urbana poco a poco

había ido creciendo, seguía habiendo solo árboles alrededor de la

universidad.

-Buenas tardes –saludó Daniel a la señorita que estaba en uno de

los escritorios de la dirección. -¿Podría indicarme en qué edificio

y aula se va a impartir el curso de la especialidad de Logística y

Cadena de Suministro a nivel directivo?

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Cuando la señorita subió la vista de lo que estaba haciendo para

contestarle, comenzó a tartamudear: -E-e-e-stá p-p-p-o-r, ejem,

está s-s-a-li-li-endo, perdón, está saliendo de este mismo edificio,

dando vuelta a la de-de-recha y al fondo, va a ver una puerta roja

grande y sube las escaleras, es la primera puerta de color negro. –

contestó por fin.

-¡Gracias, ahorita busco el salón! ¡Buenas tardes!

Sabía que causaba esa impresión en las damas, y le divertía un

poco, pero en ese momento estaba más interesado en asistir a su

clase y ver si aprender cosas nuevas podía distraerlo un poco de

sus problemas con su esposa. Ya habían pasado varios años de

esto, y pensó que las cosas se compondrían solas, pero no fue así.

Se había abierto una brecha entre los dos, y cada vez hablaban

menos y tenían menos sexo.

Entró al aula tal como le había indicado la señorita de la

dirección, y vió que había unas cuantas personas allí. La mayoría

de ellos tendría entre 24 a 28 años, y solo había un señor de

alrededor de 42 que sería el mayor del grupo.

No pudo dejar de notar que había una muchacha trigueña,

delgada, de pelo negro lacio muy largo y con una sonrisa muy

atractiva y piernas largas que presumía usando una minifalda

negra y botas largas. “Enfócate” se dijo a sí mismo. “Vienes a

distraerte aprendiendo más sobre logística, no a ver si te ligas a

alguien.” “Mírala bien, qué hermosa es, y a esa edad seguro

quiere conocer gente interesante como tú” pensó, sin saber

cómo, pero le llegó este pensamiento. “Creo que he estado muy

apartado de mi esposa últimamente y eso hace que busque en

otro lado lo que no encuentro en ella…” siguió este hilo de

P á g i n a | 57

razonamiento, mientras el profesor de la clase llegaba y

comenzaba por presentarse. Cuando lo vió, le pidió que se

presentara ante todos y dijera a qué se dedicaba. Muy a su pesar,

se levantó y comenzó a explicar quién era Daniel Camacho,

empresario, dueño de Camacho’s Logistic, compañía de

paquetería y logística,…

Cuando dijo esto, todos voltearon a verlo con mayor interés aún.

Habían leído sobre él en la revista Forbes que lo entrevistó al ser

uno de los mexicanos de riqueza incipiente que más rápido había

hecho fortuna sin haber heredado la misma, y en Entrepeneur

también lo habían entrevistado mencionando que su IQ era de

los más altos de la gente en México. El maestro se quedó callado

por unos instantes y le dijo:

-¿Y cuál es su interés en venir a tomar esta clase? Bien podría

usted darnos a nosotros una cátedra de qué es lo que deberíamos

hacer para llevar la logística a otro nivel, Sr. Camacho, o prefiere

Ingeniero Camacho? Con razón se me hacía conocida su cara.

Salió en la portada de la revista Entrepeneur y mencionó que el

uso de dock-stations para acelerar el intercambio de mercancías

entre compañías había acelerado las entregas de sus clientes y

reducido el costo de renta de espacios de almacén más grande,

en especial en zonas muy urbanizadas donde el costo por metro

cuadrado de almacén es tan alto. ¿Nos podrías mencionar cuáles

son sus metas?

“Demonios. Lo último que quería en este momento era tener

que dar explicaciones de que tomaba la clase más como una

distracción que por el creer sinceramente que pudiera aprender

cosas relevantes para su negocio. Tendría que inventar alguna

respuesta para que los demás no se metieran en su vida privada.”

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-Siempre es bueno escuchar ideas de los demás para replantearse

lo que uno sabe. Uno nunca sabe cuándo va a conocer a alguien

con una idea genial, así que me metí a este curso para ver si podía

conocer a alguien así…

Los rumores y murmuraciones no se hicieron esperar en todo el

salón. Que uno de los magnates de la logística en México,

pareciera que hubiera entrado al curso para reclutar a alguien con

destellos de genialidad, o al menos así lo había entendido el

grupo, era una oportunidad de una vez en la vida, y se

empezaron a preguntar qué tipo de características buscaría Daniel

en un ingeniero, echando a volar su imaginación pensando si

alguien de ahí tendría la suerte de ser contratado por él.

Inconscientemente, la muchacha de la minifalda negra se subió

un poco la falda, como enseñando más sus piernas. Esto no pasó

desapercibido por Daniel. “Mira cómo se ve… ¡demonios! Ya se

la estaba imaginando de otra forma.”

-Creo que es mejor que comience su clase, profesor.

Dicho esto, los demás comenzaron a presentarse también, pero

ninguno igualó el nivel de expectación que él había provocado en

todos los demás.

Para cuando comenzó la clase, su mente ya estaba enfocada en

toda la nueva teoría que explicaba el profesor, y comenzó a hacer

cuentas del tiempo que le llevaría implementar esos procesos en

su propio negocio, los manuales para redactar dichos

procedimientos, las herramientas que iba a necesitar para poder

escribirlos y coordinarlo con la gente de redes para hacer

sinergias lo más pronto posible, abaratando el costo del

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aprendizaje y la difusión entre todos, y reduciendo el tiempo del

mismo. Su cabeza iba a mil por hora cuando escuchaba algo

interesante a lo que le veía potencial, o que pudiera serle útil ya

sea para ganar más dinero, reducir tiempos o maximizara ventas

o utilidades. Siempre había sido así, desde que se acordaba. Aún

de niño tenía esa manera de perderse en sus pensamientos,

imaginando, como en el ajedrez, ir tres, seis, ocho o varios pasos

más adelante que los demás. Tenía un don innato para

adelantarse a los acontecimientos, al menos a los que tenían que

ver con matemáticas, logística, física y lógica.

Terminó la clase y se fueron despidiendo todos de él,

“incómodo” pensó, pero por amabilidad y cortesía se despidió

dándole la mano a todos los que le fueron a saludar. Hasta el

final, se le acercó la trigueña que le había llamado la atención. Se

llamaba Rosy, o al menos así se presentó ella. Cuando le dio la

mano, se la sujetó un poco más de tiempo de lo normal, mientras

se le quedaba viendo con sus ojos verdes coquetos. Esto, sin que

él lo deseara, lo puso a mil…

-¿Entonces, le molestaría llevarme hoy a mi departamento?

Precisamente hoy mi carro se descompuso, y no pude evitar ver

el hermoso carro que conducía usted hoy. No sabía que era

usted…

-¿Qué? ¿Qué dijiste? Disculpa, estaba distraído. ¿Qué me

decías?

-Que si podrías llevarme cerca de mi departamento. Es por la

colonia Morelos. Digo, si no te desvía mucho de tu ruta… -dijo

zalamera la tal “Rosy”.

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-Claro que no. Con gusto te doy un aventón por tu depa. “Y lo

que pidas, mamacita… ¡caray! ¿Qué le pasaba hoy? Su mente

estaba desatada, pero de repente le entró la lujuria por dicha

jovencita, que debería tener, ¿qué? ¿26 años?”

-Ok, te sigo a tu auto, ¡me muero por verlo por dentro!

Caminaron juntos hacia el auto, y le abrió la portezuela. Cuando

se puso detrás de ella para abrirla, ella mañosamente empujó su

trasero hacia atrás contra él, para provocarlo.

“¡Maldita chamaca! No sabes lo que te vas a encontrar si sigues

así!” pensó.

Arrancó el auto, pero conforme iba avanzando, la mano de la

compañera de clase se movió a su pierna. Vió en eso un motel

llamado “Las Delicias” y cambió el rumbo hacia la entrada. El

pecado se iba a consumar…

-¡Je je! Esto va a ser más fácil de lo que creí. Esta niña es de

cascos muy ligeros, pero ella piensa que sólo “es muy liberal y no

tiene prejuicios mojigatos”. Ignora que viene derechito a mi

infierno…

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Capítulo 8

Viajes

Ruecindo estaba muy contento. Su maestro brujo le había

enseñado muchas cosas. Le gustaba aprender cada vez más todo

aquello con lo que pudiera ser de utilidad a los demás. Había

aprendido el uso de varias hierbas para bajar la fiebre, ayudar a

cicatrizar una herida, detener una hemorragia, bajar la hinchazón

de un golpe, curar quemaduras, y un sinfín de cosas prácticas

para cuando la gente de la aldea sufría algún accidente o

enfermedad. Los mismos aldeanos estaban muy contentos

cuando el joven Ruecindo les ayudaba, pues veían la buena

disposición del muchacho para ayudar a todos.

En una ocasión que Ruecindo iba rumbo al río Orinoco en busca

de una flor en particular que necesitaba para bajar el ácido úrico

de un paciente, se topó frente a frente con un Jaguar: el demonio

de la selva. Se quedó paralizado viendo al hermoso animal: su

piel deslumbrante que con la luz del sol que atravesaba la densa

vegetación, hacía que sus manchas se confundieran con los tonos

de luz, sus ojos verde-amarillos, con una mirada intensa que se le

quedaron viendo por momentos que parecieron horas. En un

solo segundo, todo el tiempo se congeló. Se preguntó si lo

atacaría, pero de repente, en un instante de lo más raro en lo que

entraba en una especie de trance, sintió como si su espíritu saliera

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de él, y fuera a entrar justo dentro del Jaguar. En ese momento,

se vió a sí mismo y a sus ojos oscuros viendo al animal, como si

estuviera frente a un espejo. Decidió en ese momento que lo

mejor era irse. Se espantó pues no comprendió qué estaba

sucediendo, simplemente en ese momento volvió la vista hacia la

jungla y salió corriendo hacia allí. Nuevamente, sintió que su

espíritu flotaba sobre los árboles, se sintió como flotando a pocos

metros sobre el suelo selvático, vió nuevamente su cuerpo

paralizado en medio de la jungla, y sintió como si se cayera

dentro de él. En ese momento, como que se despertó del trance,

pero ya no vió al jaguar. No supo explicar qué había sucedido,

había sido de lo más extraño. Volteó para todas partes para ver si

no estaba el jaguar en algún lugar acechándolo furtivamente para

caer sobre él. Sabía que esos hermosos animales, a pesar de no

ser tan grandes como un humano, sino más bien un poco más

grandes que un perro, tenían la fuerza de 12 hombres adultos, y

que fácilmente podían destazarlo con sus garras y asfixiarlo con

una mordida de su poderosas mandíbulas, ya no decir que

llevarlo cargando encima de un árbol como haría una niña con su

muñeca de trapo y subiéndose a una cama para jugar con ella.

Venció su miedo, y aguzando sus oídos, trató de escuchar el más

leve sonido en la selva que delatara a su depredador. Sin

embargo, solo pudo captar el sonido de aves, insectos, y otros

animales haciendo sus sonidos usuales, lo que le indicaba que el

jaguar ya se habría marchado, pues cuando un jaguar se aproxima

y es detectado por los demás animales, toda la selva guarda

silencio, pues las aves, monos y otras bestias que suelen ser su

presa, huyen dejando un rastro de silencio atrás, por lo que el oír

que todos los sonidos eran normales, indicaba que la presencia

del jaguar era nula.

P á g i n a | 63

Con esto en mente, se dio valor para seguir en su búsqueda de la

flor objeto de su incursión en la jungla. Cuando finalmente la

encontró, regresó a la aldea conforme a lo planeado.

Al entrar en la aldea, muchos de los indígenas se alegraron de

verlo, pues sabían que el muchacho se aplicaba para encontrar

siempre medicinas para ayudar a todos en el pueblo. Ruecindo

fue a buscar a su maestro brujo para contarle lo que le sucedió

con el jaguar.

-Maestro, maestro, ¡ya regresé! Y me sucedió algo de lo más

extraño. ¿Podemos platicar?

-Claro, Ruecindo, dime ¿de qué se trata?

Y comenzó a contarle del acontecimiento con el jaguar, de la

forma en que se quedaron mirándose el uno al otro, de cómo

entró en una especie de trance y cómo sintió “salirse” de su

cuerpo y luego “entrar” en el cuerpo del jaguar y verse a sí mismo

desde dentro del jaguar, y cómo después al tener miedo, este

miedo se le transmitió al jaguar y salió huyendo rumbo a la

jungla, y posteriormente la manera en que se sintió “flotando” en

el aire y “cayendo” nuevamente dentro de su mismo cuerpo, para

salir del trance en que había estado al enfrentar al jaguar.

El maestro brujo se quedó meditando. Había oído, cuando era

niño, leyendas transmitidas de generación en generación, en las

que contaban sus abuelos de cómo había ciertas personas que

tenían dones “mágicos” superiores, donde se mencionaba que

algunos brujos poderosos tenían la capacidad de salir de su

cuerpo y poder ver lo que sucedía a kilómetros de distancia.

P á g i n a | 64

También había escuchado de algunos otros, menos comunes

todavía, que podían concentrarse lo suficiente como para

controlar de una manera hipnótica, a seres inferiores, como aves,

lagartos, o incluso monos. Pero, ¿jaguares? Controlar al demonio

jaguar no era algo que hubiera escuchado nunca, ni aún de los

brujos más poderosos de la tribu. Tenía que estar imaginando

este muchacho, tal vez el calor le había calentado tanto la cabeza

que quizás confundió un jaguar con un ocelote, que es un felino

también de color amarillo y de manchas negras, similar al jaguar,

pero muy tímido cuando se enfrenta al hombre. Esto debía haber

ocurrido.

-Mira, Ruecindo. Lo que me comentas es algo asombroso. Pero

jamás en la tribu Yanomami ha habido una sola persona, ni el

brujo más poderoso, que haya podido hacer lo que tú cuentas.

¿Estás seguro que era un jaguar, y no un ocelote? La piel de estos

animales es muy parecida, pero su carácter y fuerza dista mucho

de ser similar. Tal vez, con el miedo, y pensando que era un

jaguar, imaginaste todo esto que me cuentas.

-No maestro brujo. Sé distinguir entre una onza u ocelote y un

jaguar. El ocelote tiene la cola más larga que su propio cuerpo, y

sus ojos son del tipo de los animales que solo andan de noche,

muy grandes para su cabeza, y sí, sé que son tímidos. Este que ví,

era un jaguar, un poco más grande que un perro adulto, los

ocelotes son más pequeños, y la cola del animal que ví era gorda

y no tan larga como su cuerpo. Sus ojos eran color verde-

amarillos, con esa mirada del animal que no teme a ningún otro.

Le juro que esto fue lo que vi, no un tímido ocelote.

-Está bien, Ruecindo, yo te creo. Si esto que comentas es cierto,

tienes un poder increíble. Pero vamos a tener que irte ayudando

P á g i n a | 65

a desarrollar y controlar ese poder que tienes, pues si lo tienes,

puedes ayudar mucho a la aldea, o la puedes perjudicar también

en caso de que lo uses mal o imprudentemente. En el pasado,

hubo brujos Yanomami que al poder controlar a otros animales,

usaban esta magia hipnótica para detener animales que después

se podían domesticar o se cazaban pero sin hacerles daño, para

que se reprodujeran en la aldea y poder tener animales para

abastecer de comida al pueblo, evitando hambres cuando había

malas épocas de caza. Y los grandes brujos que podían salir de su

cuerpo, nos prevenían de desastres como desbordamientos del

Orinoco, ayudaban a que la gente evacuara y evitar que se

ahogara cuando había estas inundaciones. Pero si tú tienes este

poder, y no lo sabes aplicar, puede causar más mal que bien. Si

alguna vez abusaras de tu poder, tendrías que ser sacrificado para

defender la aldea, pues nadie debe usar dicho poder para matar a

un ser humano. Es la ley de los Yanomami.

-Entiendo –dijo Ruecindo. –Esto quiere decir que debo ser

cuidadoso al usar mi don, ¿verdad?

-Has entendido bien, mi niño. En las siguientes semanas veremos

que tan hábil eres para dominar tu poder.

Y dicho esto, el maestro brujo y Ruecindo comenzaron a estudiar

más el arte de entrar en trances para poder viajar fuera del

cuerpo, así como la concentración para hipnotizar y dominar el

carácter de animales inferiores.

Una noche de luna llena, en que la luz de la luna era tan clara

que se podía caminar en la jungla sin tropezar y buscar huevos de

tortuga charapa, que eran muy buenos para ingerir proteínas en la

dieta de los aldeanos, el brujo mayor había salido sin avisar a

P á g i n a | 66

nadie más, excepto a Ruecindo, pues pensaba llenar un par de

cestas de huevos para comer y otros tantos para hacer un

remedio para curar una quemadura al hijo del jefe que se había

quemado al jugar cerca de una de las fogatas de las cocineras del

pueblo.

Mientras caminaban lenta y silenciosamente por las orillas de la

parte arenosa del río Orinoco, no se percataron de un tronco que

estaba arrumbado a la orilla del río, viejo y arrugado.

Comenzaron a escarbar en la arena de acuerdo a la experiencia

que tenían para ver cuando una tortuga había enterrado sus

huevos bajo la arena. No era un trabajo difícil, pero ir a la orilla

del río siempre tenía sus riesgos, pues había animales que eran

peligrosos, como el jaguar, que le gustaba cazar de noche y sin

avisar, suspendido de la rama de un árbol pendiente de los

animales que iban a beber para poder sorprenderlos. El brujo

llevaba una lanza y un cuchillo afiladísimo tipo “Rambo” que el

doctor, papá de Ruecindo, le había regalado en una ocasión

cuando quería congraciarse con él. Era de un excelente acero, y

mucho mejor que los cuchillos de hoja de piedra que afilaban en

la aldea. Era una de sus posesiones más preciadas. Mientras uno

iba siguiendo el rastro de los huevos y las tortugas en la arena, el

otro observaba y escuchaba con atención hacia las ramas de los

árboles que estaban cerca del río.

En eso, sin que ninguno de los dos se percatara, el tronco se

movió rápidamente sobre una de las piernas del brujo. ¡Era un

cocodrilo de río, de más de dos metros de longitud!!

P á g i n a | 67

“¡Estoy perdido!” pensó el brujo, pues sabía que una vez que un

cocodrilo ha capturado a una presa, no la suelta hasta que la ha

ahogado.

En eso, vió como Ruecindo se quedaba totalmente inmóvil

viendo al animal que iba a comenzar a girar en círculos para

tratar de romperle la pierna al brujo, y percibió que estaba

entrando en trance. De repente, sin siquiera sospecharlo, y más

asombrado aún, vió como el lagarto abría la boca y se deslizaba

lentamente hacia las profundidades del río… ¡era cierto,

Ruecindo tenía el don!!! ¡Podía entrar en trance rápidamente y

controlar a los animales, pero no a los pequeños, sino a los

grandes!!

“Perfecto”. “El niño está aprendiendo a controlar sus dones de

viajes astrales y también a entrar en el cuerpo de otros seres vivos.

Si sigue así, pronto podrá cazarlos o influenciarlos para hacer que

hagan su voluntad. Mientras más y más se sumerja en el

ocultismo, más poder tendré yo sobre él…”

P á g i n a | 68

Capítulo 9

Empleo

Ricardo había estado algo corto de dinero últimamente. A pesar

de que siempre se había destacado en las cosas que hacía, no

había sabido enfocarse en lograr sacar un provecho lucrativo de

las mismas. Sabía de fotografía, de primeros auxilios, de

fisioterapia, de artes marciales, pero todo esto, en su conjunto, no

le había dado más que para ir al día, así que un buen día, se

detuvo a reflexionar sobre esto, y decidió que lo que más le

gustaba y lo que más le podría dar la oportunidad de tener una

situación económica estable, debería ser si buscaba empleo como

fisioterapeuta. Con esto en mente, se dedicó a redactar su

currículum de la manera más profesional que pudo, y comenzó a

buscar trabajo. Primero lo intentó en el periódico, pero vió que la

mayoría de los anuncios clasificados que exhibían en los

principales diarios de la ciudad, eran anuncios de trabajos

pobremente pagados: secretarias, choferes, ayudantes, obreros de

maquinaria, talleres de textiles, y si no, muchos anuncios de

masajes, que no eran otra cosa que prostitutas disfrazadas para

ofrecer sus servicios sin ser condenadas por la sociedad, aunque

esto era más bien relativo, pues las imágenes que ponían adjuntas

a los anuncios eran mucho más que sugerentes. No. Debía buscar

trabajo de una manera más profesional. Fue entonces cuando un

amigo suyo que era sacerdote, le sugirió que buscara trabajo en

P á g i n a | 69

internet, no tanto en los periódicos. Le dijo que por su contacto

con sus feligreses, en ocasiones le contaban sobre sus vidas, y

algunos de los que estaban mejor acomodados, le habían dicho

que habían conseguido mejores puestos al buscar por internet en

distintos sitios de trabajo. Así que le sugirió a Ricardo que

primero redactara su currículum en un procesador de palabras,

que el más común era Word, de Microsoft, de todos conocido

por su facilidad de uso y por la plataforma tan conocida y

extendida de Windows. Para Ricardo, esto no era mayor

problema, pues lo conocía más o menos bien. Luego le dijo que

buscara sitios como computrabajo.com.mx, acciontrabajo.com,

linkedin.com, occ.com.mx y otros sitios similares, que

usualmente permitían subir el currículum en formato de Word, o

tenían sus propios formatos, y publicaban continuamente ofertas

importantes de diferentes empleos. A esto, le tenía que ir

personalizando lo que buscara. En muchos de estos sitios, se

permite poner si uno busca un trabajo fijo, por contrato, o por

proyecto, limitar el lugar donde uno quisiera ser contratado, ya

sea por ciudad, por estado o por país. Podía ponerle que todo el

mundo, pero si, por ejemplo, aparecía una plaza en China para lo

que él buscara y no hablaba chino, iba a estar en un problema

algo serio por su falta de profesionalismo. O si ponía que le

gustaría trabajar en Estados Unidos y no tenía los papeles para

trabajar allá, iba a ser también complicado que lo tomaran en

serio. Así que tenía que limitar los sitios donde él quisiera ser

contratado. Debía además, poner un rango de sueldo por el que

estuviera dispuesto a ser contratado. Esto también es un factor

importante, le dijo el sacerdote a Ricardo, pues si tú sabes que

para tu trabajo el rango de sueldo está entre los $20 mil a $29 mil

pesos mensuales, pero tú pones que quisieras ganar $50 mil

P á g i n a | 70

pesos al mes, es muy probable que la mayoría de las compañías

que estén interesadas en tu perfil te descarten al estar por encima

de lo que ellas consideren la media, a menos claro, que en tu

currículum pongas algo que realmente eleve su interés en ti.

Con todos estos consejos, Ricardo comenzó a redactar su

currículum, dando mayor importancia a su experiencia como

fisioterapeuta y primeros auxilios y conocimientos de

paramédico, más que enfatizar su experiencia como fotógrafo o

arte marcialista. Subió su currículum a todos estos sitios para no

descartar ninguno y tener mayores oportunidades de ser

contratado. Pasaron unas semanas, y le llamaron para ir a una

entrevista en el Centro Médico de Metepec. Asistió muy puntual,

como solía ser y ahí lo entrevistó una doctora que parecía que

había comido general en el desayuno, pues se comportó muy

áspera e intransigente. Al parecer, el que ella hubiera hecho sus

estudios de medicina en una universidad en los Estados Unidos,

le hacía pensar que cualquier otra escuela donde uno hubiera

estudiado algo sobre medicina era cualquier cosa, y cuando

llegaron a la parte del sueldo, le dijo que ella directamente

pensaba pagarle de su bolsa porque tenía un consultorio

particular, y que el sueldo era de $6 mil pesos mensuales, y que

tenía que trabajar de lunes a sábado alrededor de 12 horas

diarias, y a veces quedarse doble turno, pues tenía mucho trabajo.

Con esta oferta, Ricardo se sintió muy mal. No es que no quisiera

trabajar, pero ¿sólo $6 mil pesos al mes, y por todo ese trabajo?

No es que fuera ingrato, pero ya no podía perder su tiempo en

trabajos así. Por si fuera poco, al final de la entrevista la doctora

se le insinuó, como si le hiciera un gran favor. No.

Definitivamente no había sido su día de suerte con esa entrevista.

P á g i n a | 71

Decidió ir y comentarle a Tony, su amigo sacerdote, para ver si

algo había salido mal, pues después de esa entrevista, no había

salido más nada. Fue entonces cuando Tony le dijo:

-Se me olvidaba lo más importante: pon en oración tu petición a

Cristo. Él te oirá si le pides con el corazón, Ricardo. Él te dará la

respuesta a lo que anhelas.

-Tony, tú sabes que somos amigos, pero sabes también que no

soy creyente. O al menos no uno muy bueno. ¿Cómo me pides

eso? Además, estoy desesperado. Necesito un buen consejo, algo

práctico, algo real, no por menospreciarte, pero necesito algo que

yo pueda hacer para encontrar un buen trabajo.

-Bueno, tú ya hiciste lo que humanamente podías hacer, ¿no?

Entonces, ¿Qué te duele pedirle a Dios que te ayude? Y si Él no

puede ayudarte, nadie lo hará.

-Yo creo que lo que necesito es un milagro, mi amigo, porque la

situación está tan difícil que todo lo que he visto en diarios han

sido propuestas de $6 mil pesos mensuales. Es deprimente. Si

buscas un departamento o casa regular, andan entre $4 mil a $6

mil pesos mensuales. ¿Cómo voy a trabajar por ese dinero, y

además tratar de construir un futuro?

-Pues tú mismo me estás dando la razón. Necesitas un milagro.

Así que te voy a dar un consejo, y ya es tu decisión si lo aceptas

seguir o no. Haz ayuno durante 5 días. Come solo cosas crudas,

sin azúcar, sin ser pasadas por fuego, nada procesado. Frutas,

nueces, agua simple. Nada animal. Y pide al Señor que te

conceda un trabajo donde puedas realizarte como persona, y que

Él te acompañe, pues cuando el Señor está contigo, nada hay

P á g i n a | 72

imposible. Pide esto, y haz como te digo, y me vienes a ver al

terminar esos cinco días. Y veremos si mi Dios es poderoso o no

para concederte “el milagro” que tanto quieres.

Después de platicar ambos amigos, y de bromear un poco

Rodrigo con su amigo el sacerdote Tony, se fue a su

departamento, pensativo.

Estuvo reflexionando. Él no creía en el Dios de Tony, pero en

este momento, pensó que no tenía nada que perder si lo

intentaba. Lo peor que podía pasar, es que al final de estos cinco

días estuviera más delgado que antes, y en la misma situación de

no poder encontrar un trabajo fijo donde tuviera un crecimiento

profesional satisfactorio y donde pudiera darle sentido y

propósito a su vida, pues siempre había vivido un poco sin

rumbo.

Así, a la mañana siguiente, desayunó solo un plátano y fue al

mercado a comprar algunas de las cosas que le recomendó su

amigo el sacerdote.

Llevó plátanos, mangos, nueces, cacahuates, limones para hacer

limonada, aunque fuera sin azúcar, pero compró miel, ya con eso

podría arreglárselas para adquirir la energía que iba a necesitar

mientras corría y practicaba Kung Do Lama, su arte marcial

favorito.

Llegó la noche, y se sentía un poco incómodo. Nunca había

orado. No sabía cómo hacerlo, pero trató de hablar con

Jesucristo como lo haría con un padre, así que comenzó:

-Señor Jesucristo, no te conozco, pero te quiero conocer. Vengo

ante ti ahora, para hablarte de mi vida sin sentido. Quiero que

P á g i n a | 73

me ayudes a encontrar un trabajo, donde tú estés conmigo.

Donde pueda ganar lo suficiente para rentar una bonita casa o

comprar una en pagos, que pueda comprar un pequeño auto y

afrontar todos los gastos de la misma. Y, abusando de tu

generosidad, que pueda yo encontrar a una mujer digna para que

sea mi compañera. Sí, ya sé, tú vas a querer que me case con ella

y yo no soy mucho de esa idea. Pero si tú pones en mi camino a

esa mujer, yo te honraré casándome con ella. Esto es lo que te

pido Señor. Amén.

Con esta bizarra oración, o al menos así le había parecido a él,

comenzó cada noche a orar por conseguir un trabajo, y empezó

el ayuno o “dieta” como decía él, solo por hacerle caso a su

amigo, y tal vez para demostrarle que su Dios no existía, pues

siempre que leía los diarios se daba cuenta de toda la maldad que

había en el mundo, y siempre cuando le hablaban de Dios, tenía

la tendencia a no creer en Él, pues ¿cómo un Dios bondadoso

permitiría que pasaran todas estas cosas tan feas en este mundo?

Al principio, a pesar de que Tony no le había dicho nada acerca

de las cantidades de comida que debería o podría comer, él no

quiso abusar atragantándose de nueces o mangos, pues pensaba

que eso sería como hacerle trampa a su amigo. Al menos, si le

demostraba que su Dios no existía, sería siendo derecho y

siguiendo sus instrucciones tan al pie de la letra como creía que

debía ser.

Así, después de comenzar su ayuno un lunes, el miércoles le

llamaron para una entrevista. Esta vez fue un doctor, del

Sanatorio Médico Toluca, y que se encargaba principalmente de

dar servicio a los jugadores de fútbol soccer del Club Deportivo

Toluca, un equipo de primera división de la ciudad que había

P á g i n a | 74

sido campeón de torneos en algunas ocasiones. El empleo

pagaba $35 mil pesos mensuales, solicitaban que la persona a

contratar hablara inglés de manera intermedia, que supiera de

deportes y de fisioterapia. Así que cuando Ricardo fue con su

solicitud, les gustó su currículum, pero le dijeron que le llamarían

más tarde, pues había un proceso de selección que podía tomar

algo de tiempo. Como sea, durante la entrevista el doctor

Enrique Mendoza, que entrevistó a Ricardo, hizo buena química

con él.

Salió entre esperanzado y desesperanzado, pues le hubiera

gustado un trabajo así, pues le alcanzaría para las cosas que

soñaba, pero su inglés no era muy bueno que digamos, así que

esa parte le bajó el ánimo. Era demasiado bueno para ser verdad.

Siguió con su ayuno y sus oraciones como al principio, pero un

poco escéptico de la buena fortuna.

El viernes, su celular sonó.

-¿Hola? ¿Quién habla?

-Buenas tardes, buscamos al Lic. Ricardo Martínez.

-Sí, soy yo. ¿En qué le puedo ayudar?

-Hablamos del Sanatorio Toluca, para ver si se puede presentar

este viernes para unas pruebas de sangre y salud, a las 8:00 am en

ayunas en el sanatorio. Es parte del procedimiento normal de

contratación.

-Mmm, claro que sí. Allá los veo.

P á g i n a | 75

“¡Vaya!” pensó. Hasta la sangre tiene uno que dar para ver si lo

contratan o no. Qué más irán a pedir después…

Con todo y todo, al día siguiente se cambió muy temprano para ir

al sanatorio. Preguntó en la recepción por la señorita, quién le

indicó a qué parte del sanatorio tenía que ir para que le midieran

la presión, le hicieran unas radiografías y le sacaran sangre.

-Si gusta esperar a que le den el resultado, y después presentarse

en el área de Recursos Humanos para mostrar las hojas de los

análisis.

-Okay, está bien señorita. Espero. -¿qué más le iba a decir? Total,

si ya estaba ahí, lo de menos era esperar 20 minutos más. Cómo

toda su vida había hecho deporte, sus análisis salieron

perfectamente. Fue entonces a donde le indicaron que quedaban

las oficinas de Recursos Humanos, y cuando tocó la puerta, un

licenciado le indicó que se sentara. Revisó los papeles y le

entregó un fajo de papeles.

-¿Qué es esto? –preguntó.

-Es el contrato con el Sanatorio Toluca, mi amigo. Allí están el

sueldo que va a percibir, el porcentaje de caja de ahorro, su

seguro médico provisto por el mismo sanatorio, el porcentaje de

vales despensa, y una ayuda para conseguir casa, que es una

prestación que otorga el sanatorio a las personas que contrata de

planta.

-Pero, ¿cómo? ¿no iban a hacer más pruebas?

-Sí, había otra persona que hablaba mejor inglés, pero su

condición física mostró en los exámenes que sufría de una

P á g i n a | 76

enfermedad crónica, y por eso el Dr. Enrique Mendoza

recomendó que él fuera el contratado.

¡Dios había escuchado sus oraciones! ¡Dios sí existía, y tenía

tiempo hasta para personas incrédulas como él! ¡No podía

creerlo! ¡Era increíble, su amigo el sacerdote tenía razón!

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Capítulo 10

Regalo

Únicamente la caza en el amazonas y la pesca, así como la

recolección era lo que permitía que la aldea Yanomami de La

Esmeralda sobreviviera y pudiera en ocasiones obtener algo de

dinero basándose en trueques para poder enviar a alguna

comitiva a la ciudad de Puerto Ayacucho, a casi 300 km de allí,

para conseguir embutidos, carne seca, cuerdas para hacer arcos y

puntas metálicas de flechas, así como antibióticos, que el brujo

del lugar había aprendido a usar cuando habló con el brujo de la

otra aldea Yanomami. Era muy difícil conseguir dinero en los

trueques, por lo que el progreso en la aldea era muy incipiente,

además que eran casi nómadas, o casi sedentarios, a raíz de que

entendieron que podían comerciar con otras aldeas más

civilizadas. Por lo regular, se asentaban en un territorio en medio

del amazonas, para cultivar algo de plátano, batata, ñame y

malanga. Pero en una ocasión un doctor extranjero les mostró

que si encontraban unas piedritas amarillas que encontraban en

el río, él les podía cambiar dichas piedritas sin valor para ellos,

por carne seca, embutidos en lata que se podían consumir

cuando la tierra ya estaba agotando, y en vez de emigrar, vivir de

estas reservas de alimentos mientras dejaban descansar la tierra

por un periodo de un año. Esto había hecho que algunas de las

aldeas ya no tuvieran que emigrar buscando otro territorio donde

P á g i n a | 78

sembrar sus cultivos. Pero el viaje hasta Puerto Ayacucho estaba

lleno de peligros. La persona o personas que fueran hasta allá, no

sólo tenían que remar río arriba para remontar el río, sino que

tenían que enfrentar peligrosos animales de la fauna local

amazónica. Había cocodrilos, gaviales, pirañas y anacondas a lo

largo del río, cuya fuerte corriente siempre ponía en riesgo a los

tripulantes de sus canoas de zozobrar y enfrentar en el agua a

cualquiera de estos formidables animales en condiciones de

desventaja, pues si desde tierra era difícil hacerles frente, dentro

del agua era casi una sentencia de muerte, por lo que tenían que

evitar a toda costa que su canoa se volcara.

Por si esto fuera poco, en las orillas del río, solía haber también

jaguares, uno de los felinos más peligrosos del mundo, por su

gran fuerza y su carácter explosivo, además de ser muy

territoriales. Se contaban leyendas de jaguares que se habían

hecho adictos al sabor de la carne humana, y esto era la peor

pesadilla para los Yanomamis. Si en las grandes urbes se cuentan

historias del coco, de vampiros, demonios, hombres lobo o

cualquier otra criatura mitológica para infundir terror en la

población, aunque sea de manera fantasiosa, para los Yanomamis

la idea de un jaguar comedor de hombres no era para nada una

fantasía. Ellos conocían el poder de los jaguares, pues más de uno

había perdido a algún familiar a lo largo de su vida cuando un

niño o un joven, debido a su inexperiencia, se alejaba de la aldea

y era atacado por uno de estos jaguares, apareciendo su cuerpo

destazado después de varios días de búsqueda. A todo este

peregrinaje, había que agregar que la lengua de los Yanomamis

no era conocida por la gente de la gran ciudad, que hablaba

castellano. Por esta razón, tenía que viajar con la comitiva alguien

que sí lo hablara para que su comercio llegara a fructificar, y en

P á g i n a | 79

esta ocasión, la persona con más conocimiento tanto de los

extranjeros como de la lengua, era el brujo de La Esmeralda:

Urijijami. A pesar de que el brujo no era muy adicto a la idea de

que se hiciera comercio con gente del exterior, se daba perfecta

cuenta que ese año sus plantaciones no iban muy bien, y se

requería que la aldea sobreviviera, pues si no tendrían que

recurrir al canibalismo, pero no como parte de su religión ritual,

sino como método de supervivencia.

Entre los Yanomami era costumbre que, cuando una persona

moría, se machacaban su carne y sus huesos, pues creían que en

los huesos descansaba el alma de la persona, y al comerlos, el

linaje de esa persona continuaba entre los aldeanos que

participaban del banquete.

Pero en esta ocasión, el canibalismo podría deberse a causas

diferentes: el hambre, y el no querer seguir errando por la selva y

enfrentarse a otras aldeas enemigas para ocupar su territorio.

Así que Urijijami decidió ser parte de la comitiva que viajaría

hasta Puerto Ayacucho junto con otros 8 guerreros en tres

canoas, llevando suficientes piedritas amarillas como para que les

surtieran de los pertrechos que necesitaban para sobrevivir

durante un buen tiempo, y dejar descansar la tierra por un año,

como le había enseñado el doctor que visitó su aldea en años

pasados.

Partieron así, las tres canoas, remando vigorosamente río arriba,

con una carga de casi 2 kg de piedras amarillas, armados de

arcos, flechas y lanzas.

P á g i n a | 80

El primer día de su jornada, no tuvieron mayores incidentes.

Vieron una anaconda de más de 5 metros de longitud nadando

bajo las aguas del río, pero por el tamaño de su vientre, parecía

que acababa de comer a algún animal, posiblemente un capibara,

y se retiraba a algún lugar donde pudiera descansar para digerirlo

cómodamente.

Se veía y escuchaba la algarabía de varios papagayos entre los

árboles, tucanes, chachalacas, gavilanes y un sinfín de aves que

usaban el río como proveedor principal de alimentos.

Vieron como una garza se metía en las aguas del río a tratar de

comer un pez, pero no se dio cuenta que no era el único pez,

sino que se trataba de una piraña, y pronto llegaron el resto de

sus compañeros a vengar la afrenta de la garza, no dejando más

que plumas y unos pocos huesos y una mancha de sangre en el

agua en cuestión de menos de 5 minutos.

A pesar de la belleza del río y sus aguas cristalinas, el peligro

siempre estaba latente en sus aguas de rápidas corrientes.

Después de un par de jornadas más, no sufrieron más incidentes,

excepto que a uno de los guerreros le mordió una piraña en la

mano, y tuvo que curarle para que no perdiera tanta sangre y

cicatrizara lo antes posible.

Al octavo día llegaron a Puerto Acucho, y el brujo Urijijami les

dijo a todos que lo esperaran en los muelles del río, cercano a

unas bodegas que solían llenarse de la mercancía de

embarcaciones más grandes que viajaban también a través del

Orinoco. El doctor le había explicado que la ciudad se dividía en

veredas llamadas calles, y que éstas tenían nombres, y le había

dado el nombre de una persona que trabajaba en una de estas

P á g i n a | 81

casas gigantes que llamaban oficinas. Como pudo, fue

preguntando a la gente del lugar que le indicaran como llegar a la

dirección que tenía en sus manos, y en menos de cuarenta

minutos llegó a las afueras de un edificio de tres pisos con un

letrero afuera que Urijijami no supo leer, pero de acuerdo a las

indicaciones, allí debía ser.

Entró al edificio, con un taparrabo, sandalias, su penacho de

maestro brujo, y una bolsa en forma de morral y su lanza en la

mano y el cuchillo colgando de la cintura.

La gente volteó a verlo, algunos con asombro al principio, otros

con mofa después de ver sus atavíos. Se acercó a ellos para

preguntar si había manera de hacer un trueque con ellos, pero la

gente se reía pensando que estaba loco y que no tendría nada con

qué cambiar, además, allí se iba con dinero, no con cosas.

-¿No hay acaso una persona con la que pueda hablar para hacer

un intercambio de mercancías? –preguntó Urijijami, algo molesto

por las burlas de que veía que era objeto por parte de los

extranjeros. Todos se estaban riendo de él por su manera de

vestir. Entonces, Urijijami sacó el pequeño saquito que tenía

colgado al hombro, y lo vació en medio del salón, mostrando casi

dos kilogramos de pepitas de oro puro.

Todo el mundo se calló. Se quedaron boquiabiertos. ¡ORO

PURO! ¡ESE INDIGENA TRAIA UN COSTALITO LLENO

DE ORO PURO!

La codicia llenó los ojos de todos los presentes, pero en ese

momento se adelantó el dueño del negocio, y le dijo:

-Por favor, señor…. ¿cuál es su nombre?

P á g i n a | 82

- Urijijami –dijo el brujo, molesto porque le habían hecho decir

su nombre, pues entre los Yanomamis el nombre propio cuando

se usa es un despectivo de sí mismo, y es mal visto que sea usado

por las personas, sólo se usa para nombrar a los enemigos y hacer

mofa de ellos, pero el brujo se contuvo, pues ya le había sido

comentado por el doctor que vivió con ellos en la aldea que la

gente extranjera se suele llamar por su nombre.

-Señor Urijijami, sígame por favor. Mi nombre es Víctor Chávez,

soy del dueño de esta compañía. Yo creo que podemos hacer un

cambio muy conveniente para usted.

Se fueron los dos hacia un despacho, una oficina no muy grande,

pero sí muy lujosa, con piso de madera brillante, ventanas con

cristal reflecta plata, cortinas de lino bordadas, un gran escritorio

tallado en chapa de raíz, con un globo terráqueo estilo antiguo.

Había unos cuadros de Rembrandt colgados en la pared, que le

daban un toque de clase a toda la oficina.

-Siéntese, y dígame, ¿cómo puedo ayudarle, Señor Urijijami?

-Necesito cambiar piedras amarillas por alimentos enlatados,

cuchillos, herramientas, cordel para arcos y semillas para sembrar

comida y llevarlos en nuestras canoas de regreso a la aldea.

El ingeniero dueño de la compañía se le quedó mirando al

Yanomami de lo más extrañado. Era obvio que no sabía el valor

del oro puro que traía en su saco. Lo pesó, y a simple cálculo

pensó que lo que llevaba tendría un valor de $80 mil dólares

aproximadamente, y querer cambiarlo por todo lo que pedía el

indígena, era algo descomunal, pues serían cantidades enormes

de cuchillos, cordel y semillas.

P á g i n a | 83

-¿Tiene en qué llevarse su mercancía? ¿Cuántas canoas trajo?

¿Hay más de estas piedras en el lugar donde vive? –preguntó

codiciosamente el ingeniero Víctor Chávez.

-Trajimos tres canoas, pero si no fuera suficiente el valor de las

piedras, yo traería más. Solo queremos pasar el año sin necesidad

de estar sembrando, porque la tierra se seca y no queremos

movernos y entrar en guerra con otras tribus.

El ingeniero vió la oportunidad de sacar provecho de esta

situación, así que le propuso:

-¿Qué le parece si yo, además de los víveres que pide, le doy un

par de botes más grandes para que pueda navegar con seguridad

con todo lo que pide? Es más, yo le puedo acompañar hasta su

aldea y ayudarle con algo de mi gente que le apoyaría llevando su

mercancía hasta su aldea. Mire, sígame, y le muestro.

Y llevó el ingeniero al brujo a una bodega donde tenía material y

abarrotes para este tipo de casos, pero jamás le había tocado

conocer a un aborigen que tuviera tal cantidad de oro. Le iba a

dar la cuarta parte de su valor en mercancía, que sería ya

muchísimo para lo que creía él que el indio podía valorar, y le

haría creer que estaba haciendo un gran trato.

Le mostró un par de botes de fibra de vidrio de fondo plano,

ideales para llevar gran cantidad de mercancía y con toldo, para

que el sol no quemara a los tripulantes al navegar, y podía ser de

remos o de motor. Le mostró una gran cantidad de embutidos:

jamón, verduras, atún, arroz, semillas de frijol, papas secas,

cuchillos, hachas, azadones, machetes, carretes de sedal, anzuelos

y jaulas para aves: todo un regalo navideño a los ojos del brujo.

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El brujo pensó: “Ahora sí está rindiendo el negocio. ¡Qué bueno

soy negociando con estos extranjeros! A los ojos del jefe de la

aldea voy a ser un salvador. Todo esto nos va a ayudar a pasar el

año sin necesidad de sembrar y gastar la tierra, o de comenzar

una guerra con las aldeas vecinas.”

Y así fue como regresaron de nuevo camino a La Esmeralda: con

sus tres canoas más dos botes de fibra de vidrio y motor fuera de

borda y remos techado, llenos de mercancía, al grado que casi

zozobraban de lo llenos que iban los botes. Ese fue su regalo.

“Perfecto. Estos dos ya tienen la codicia sembrada en sus

corazones. Sólo va a ser cuestión de tiempo antes de que lleguen

al robo y al asesinato…”

P á g i n a | 85

Otros títulos del autor:

Cómo Controlar un Pequeño Negocio – ¡Aprenda una forma metódica de

controlar su negocio, con ejemplos y plantillas para aplicarlos a su negocio!

3:33 narra la asombrosa historia real de cómo Rodolfo Wulfhaus llegó a los

pies de Cristo. ¡Sumérjase en su fascinante historia!

Más títulos del autor se pueden encontrar en:

http://www.lulu.com/spotlight/gupton_brazile

email: [email protected]

Blog: http://guptonbrazile.bltmexico.com

P á g i n a | 86

o

-“Y no cae ni un solo pelo de tu

cabeza al suelo sin que Dios no lo

permita, pues todos tus cabellos

están contados por el Señor”.

En este conjunto de historias que

convergen y se entrelazan entre sí,

se muestra cómo el Señor está en

completo control de su vida y de

todo el Universo.

Lea más para conocer cómo las

coincidencias no existen, sino que

todo forma parte de un plan divino

para su vida y la de los demás, cómo

todo forma parte de sus “Tormentas

de Fuego”.

TToorrmmeennttaass

ddee FFuueeggoo

GGGUUUPPPTTTOOONNN BBBRRRAAAZZZIIILLLEEE

Gupton Brazile Nació en Poza Rica, Veracruz el 27 de Septiembre de

1969.

Es Ingeniero en Computación y Consultor de SAP,

aficionado a las artes marciales, las pesas y la lectura

ecléctica. Este es su quinto libro.