Tierra AdentroComplet

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  • Seccin de Obras de Historia

    tierra adentrO, mar en fuera

  • antOniO GarCa de Len

    tierra adentrO, mar en fuera

    el puerto de Veracruz y su litorala Sotavento, 1519-1821

    fOndO de CuLtura eCOnmiCa GOBiernO deL eStadO de VeraCruZ

    uniVerSidad VeraCruZana

  • A Franois Chevalier, prncipe de los mexicanistas europeos

    Primera edicin, marzo de 2011

    diseo de portada: Paola lvarez Baldit

    Crdito de la portada: Casimiro Castro, Veracruz, Mxico y sus alrededores, Veracruz, museo de arte del estado de Veracruz, 1864, p. 61. d.r. 2011, fondo de Cultura econmica

    Carretera Picacho-ajusco, 227; 14738 mxico, d. f.empresa certificada iSO 9001: 2008

    d.r. 2011, Secretara de educacin-Gobierno del estado de VeracruzKm. 4.5 Carretera federal Xalapa-Veracruz,Col. Sahop, 91190, Xalapa, Veracruz

    d.r. 2011, universidad Veracruzana-direccin General editorialHidalgo 9, Centro, Xalapa, Veracruzapartado postal 97, C.P. [email protected]. y fax (228) 818 59 80 y 818 13 88

    Comentarios: [email protected]. (55) 5227-4672; fax (55)5227-4649 Se prohbe la reproduccin total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuen-cia por escrito del titular de los derechos

    iSBn (uV)iSBn (fCe)

    impreso en mxicoPrinted in Mexico

    Garca de Len, antonio

    tierra adentro, mar en fuera. el puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento,

    1519-1821 / antonio Garca de Len. mxico : fCe, universidad Veracruzana,

    Secretara de educacin del estado de Veracruz, 2011

    998 p. : ilus. ; 23 x 17 cm (Colec. Historia)

    1. Historia mxico Veracruz-Llave - 1519-1821 i. Ser. ii. t.

    LC f1371 dewey 972.02 G532t

  • SumariO

    Atando cabos .................................................................................................... 11Prlogo o puerto de entrada a un mar de historias ........................................ 15

    Primera partenaufragio en tierra: olmecas bajo el dominio espaol, 1518-1604

    i. Contornos de un litoral cautivo ................................................................... 35ii. La Veracruz trashumante ........................................................................... 85iii. La sociedad rural: microhistorias ........................................................... 129iV. Los saldos del siglo XVI ............................................................................ 260

    Segunda parteLos avatares del siglo de la plata

    V. Una larga travesa, 1595-1713 .................................................................. 317Vi. Los reinos del ganado .............................................................................. 345Vii. El nufrago mundo indgena ................................................................ 399Viii. Los dioses ocultos ................................................................................ 439

    Tercera parteel otro siglo xvii:

    La Ciudad de Tablas y la formacin de su mercado

    iX. El puerto definitivo .................................................................................. 469X. La malla inconclusa o la Veracruz judeo-portuguesa ............................... 503Xi. La gente morena ...................................................................................... 538Xii. Los amores del Diablo ............................................................................ 578Xiii. El golfo amargo ..................................................................................... 606

    Cuarta parteLa transicin regional, 1700-1767

    XiV. Las mudanzas del nuevo siglo .............................................................. 643XV. La Real Compaa de Inglaterra, 1713-1748.......................................... 683XVi. Truenos y relmpagos ........................................................................... 714

  • 11

    atandO CaBOS

    desde que fue figurado por Hernn Corts, el puerto de Veracruz se distingue como un enclave estratgico en la complejidad de la conquista de la tierra firme americana: de all que un acercamiento histrico a su desarrollo duran-te los tres siglos coloniales nos conducir, paradjicamente, a percibir desde su inicial insignificancia la totalidad del gran mundo. es as como esta orilla de dunas se convierte casi inmediatamente en la puerta de entrada y salida de la nueva espaa, en un nudo axial desde donde se despliega toda una red de posibilidades, y se extiende al sur sobre un litoral semidespoblado por las epidemias, un litoral que bajo su sombra desarroll paulatinamente un mer-cado inmediato: las cinco jurisdicciones a Sotavento que son puertos de tie-rra del trajn que viene del sur y almcigo de mano de obra que permite su supervivencia durante la pleamar de las flotas. Pero la clave de todo esto no est aqu, sino en la creciente produccin de plata que sale por Veracruz y se valoriza en el mundo atlntico, la plata novohispana que para el siglo xviii llega a ser el referente mundial monetario, la parte del len del tesoro ameri-cano, el claro objeto del deseo del naciente mercado mundial capitalista.

    as, todo empieza en una playa abierta donde las mercaderas de las naos, tradas desde el islote vecino y apenas resguardadas en el arenal, dan la clave para vislumbrar las redes y las tramas que se tejan en el mbito de un puerto de mar que formaba parte de la primera globalizacin del planeta, de la original expansin del capitalismo a escala mundial, del acontecimiento inaugural que lograba crear una sola madeja de relaciones sociales, unificando por vez primera al orbe econmico. Ya desde 1566 el jurista francs Jean Bodin perciba esto, y escriba en su Methodus ad facilem historiarum cognitio-nem que nuestros contemporneos dan cada ao la vuelta al mundo en sus travesas y, por decirlo as, han colonizado un mundo nuevo [] de all se ha derivado no slo un prspero y lucrativo desarrollo del comercio [] sino el que los hombres se hayan vinculado entre s y participen maravillosamente en una universal repblica como si formasen una misma Ciudad.

    es este acontecimiento a gran escala, marcado por la conquista y el some-timiento (que crea nuevas estructuras y da paso a nuevas sntesis), el que da razn de ser a este trabajo y el que nos condujo a un proyecto de dimensiones ambiciosas, pues se trata de un emplazamiento que durante los tres siglos co-loniales tuvo relaciones con gran parte del mundo conocido, desde China y las filipinas, la amrica espaola y las costas africanas, hasta los principales puertos de europa. Se trataba pues de descubrir las diferentes tramas hegem-nicas de cada ciclo, de acuerdo con los ires y venires de la economa mundial, ya que por encima de los mercados enlazados desde aqu hay jerarquas que

    Quinta parteel Veracruz borbnico, 1767-1808

    XVii. Las sombras del Siglo de las Luces ...................................................... 775XViii. El gran mercado veracruzano ............................................................ 832XiX. La vida urbana ..................................................................................... 889

    Eplogo ........................................................................................................... 911Bibliografa ..................................................................................................... 929

  • atandO CaBOS 1312 atandO CaBOS

    dirigen sus negocios por caminos particulares y que se establecen desde los centros financieros a escala mundial, ninguno de ellos establecido en espaa la supuesta metrpoli, sino en Gnova, en amberes, en msterdam y en Londres. Se constituyen en compaas por acciones que dominan siempre des-de fuera al imperio espaol: desde los fugger y los Welser del siglo xvi, hasta las compaas inglesas del xviii, que van a tener mucho que ver con el financia-miento de la guerra de independencia en 1810. estas influencias se reflejan en el actuar de muchas redes sucesivas de comerciantes de todas partes que se enfrascan en sus tratos y contratos y se encargan de hacer pequeo el mundo.

    tratando de dotar de sentido y de llenar todo este espacio histrico y geogrfico, el de un puerto mundialmente conocido pero insignificante como amparo de playa, dotado desde el siglo xvi de una Lonja de comerciantes pero dominado por el Consulado de mxico y por la Carrera de indias centra-da en Sevilla, fuimos en bsqueda de los registros de primera mano, un ras-treo principalmente basado en el archivo General de la nacin, de mxico, y en 81 de sus principales ramos. despus, y ante la casi ausencia de docu-mentos acerca de la primera fase de la colonizacin, ampliamos el sondeo hacia el archivo General de indias, de Sevilla, y otros archivos espaoles. La mecnica del siglo xvii, marcada por las dinamizadoras redes judeo-portu-guesas, nos llev a Cartagena de indias, al Brasil (San Salvador de Baha) y a los archivos de la torre do tombo, en Portugal, siguindole los pasos a acto-res particulares de esta historia, mientras que la presencia inglesa del siglo xviii, expresada en la real Compaa negrera desde 1713 hasta las casas co-merciales londinenses que controlaron el Consulado veracruzano desde 1795, pudo ser detallada en algunos repositorios de Londres. Sin duda nos fueron de gran ayuda los archivos regionales, desde Puebla hasta el sur de Veracruz, sobre todo para entender los espacios interiores de pequeos cen-tros rectores que fueron parte de la vida cotidiana del Sotavento.

    a finales de la Colonia, Veracruz no slo fue la principal garganta sino tam-bin la puerta de entrada y trfico de ideas republicanas y de un malestar ameri-cano que le llegaba de los estados unidos y del Caribe junto con el comercio am-pliado, mientras la plata flua en crecientes cantidades hacia los mercados europeos contribuyendo a la bancarrota de la nueva espaa y a la quiebra del imperio del que formbamos parte. el desarrollo de todo esto ayuda a explicar los sucesos que se desencadenaron desde 1810 y que nos llevarn a la independencia.

    agradecimientos

    Por ltimo, este libro no habra sido posible sin el apoyo del instituto nacional de antropologa e Historia (inaH), institucin que durante aos me ha dado una entera libertad de trabajo. Otro soporte importante fue el de la fundacin John Simon Guggenheim que me concedi una de sus becas, lo que permiti poder visitar varios archivos en la fase final de la investigacin. el trabajo tampoco se

    habra sustentado sin el sentido crtico de mis estudiantes de la unam y sin el apoyo de enrique florescano para la publicacin de la versin final.

    Ya a bordo de la aventura y durante toda la travesa, mi compaera Lisa se encarg de mantenerme a salvo de muchas fabulaciones y fue mi piso, mi puerto, mi amor, mi cmplice y todo

    antonio Garca de Len

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    PrLOGO O PuertO de entrada a un mar de HiStOriaS

    Pero as como la verdad ms alta sin riberas, infinita como dios reside slo en la ausencia de tierra, es preferi-ble morir en ese infinito ululante que ser vergonzosamente abatido a sotavento, aunque en ello est la salvacin

    Herman melville, Moby Dick o la Ballena Blanca, xxiii

    La historia sin fin

    Jacinto siempre narraba historias, y de hecho no poda dejar de hacerlo mientras trabajaba preparando las hortalizas, sacando el agua del pozo, lim-piando la maleza y manteniendo a raya el monte que creca detrs de la casa. Sus recuerdos, segn deca, estaban hechos de esas historias que se le mez-claban con la realidad, que se acompaaban en ciertas noches del ruido leja-no del mar, del golpe seco y continuo del norte de marea que en ciertas es-taciones suele orse hasta varias leguas tierra adentro.

    Jacinto encontr en el hijo del patrn, de unos ocho aos de edad, al oyente ideal de sus excesos narrativos. as que siempre adverta a su oyente que su relato no deba ser interrumpido, a menos que una palabra no se en-tendiera, pues a veces eran metforas o expresiones que surgan sin previo aviso. estas historias acompaaban durante semanas y semanas las jornadas de trabajo, hasta que se logr una complicidad total, un cdigo comn de re-ferencias, producto de esta larga convivencia narrativa. al poco tiempo, el pequeo aprendiz de fabulador no solamente segua a Jacinto por los surcos de las hortalizas y el patio, sino que lo acompaaba en sus recorridos por los manantiales que rodeaban al pueblo, y a menudo, en ceremonias de curacin y recuperacin del alma perdida. fue as como el pupilo no slo aprendi el habla coloquial, sino que pudo entender tambin las oraciones, los ensalmos y toda la coleccin de historias que Jacinto narraba con un placer sobrehu-mano en su lengua natal. La mayora de estos relatos tenan la textura de los cuentos de hadas europeos, pero estaban cuajados de motivos arcaicos saca-dos de los temores ancestrales y de las antiqusimas creencias locales.

    Y toda esta cascada de fabulaciones se iba engrosando cada vez ms, como una actividad diurna ligada al trabajo y a las rutinas de acercamiento a las plantas y al suelo. Y si bien, la lucidez y la brillantez de los mundos evoca-dos tenan que ver con la vigilia, no faltaban las noches en que Jacinto se acer-caba borracho a la casa para pedir un jornal adelantado con el fin de continuar

  • 16 PuertO de entrada a un mar de HiStOriaS PuertO de entrada a un mar de HiStOriaS 17

    la parranda. entonces cambiaba de semblante y adoptaba una actitud retado-ra, algo misteriosa y vengativa all le confesaba al nio que siempre le pe-da un cuento mientras esperaba la paga que en ese momento no recordaba ninguno, pero s algo mucho mayor que yaca en el fondo de todos sus relatos: la existencia de una historia inagotable que estaba en el origen de todo lo que deca, de una historia sin fin que necesitara ms de mil y una noches para ser relatada en su totalidad. es ms, segn l, esa intriga no tena totalidad cono-cida ni lmite preciso: era una construccin esfrica, llena de motivos y sin principio ni final, la cual prometa siempre narrar al da siguiente.

    maana te contar esa historia, y empezar lo ms temprano posible para intentar terminarla de aqu a cien aos

    al da siguiente, cuando el nio regresaba de la escuela, peda al narra-dor que empezara, de una vez por todas, el prometido relato interminable. Jacinto deca entonces no recordar nada, ni siquiera haber estado en los al-rededores de la casa la noche anterior, mientras la historia sin fin se esfu-maba dejando tras de s una atmsfera de desencanto y desilusin que iba ms all de los momentos vividos en ese instante. Pero a los das o semanas, cuando el asunto estaba casi olvidado y el narrador llegaba de nuevo arras-trado por otra ola de aguardiente, la posibilidad de la historia volva a encen-derse con enormes perspectivas, casi iluminando la noche, mucho ms que la luna reflejada sobre las tejas y las calles de ese pueblo, que bajo esa lumi-nosidad pareca flotar sobre la arena de sus calles en las noches de octubre. Casi poda decirse que era el alcohol el que inspiraba esa revelacin original, algo que as como llegaba se esfumaba con sus vapores. Pero otra vez, al da siguiente, el narrador haba olvidado totalmente no slo la promesa del rela-to sino incluso la posibilidad de que tal cuento pudiera existir. as que el nio creci sin olvidar nunca la frustracin de aquella historia eterna y circu- lar, ancha como el mar y que poda ser empezada por cualquier parte, mien-tras los pasos de aquella infancia poblada de misterios se borraban en su memoria, poco a poco y para siempre.

    Los motivos

    aqu vamos a tratar de relatar por fin esa historia intrincada y larga, vamos a tratar de ordenar, medio siglo despus y de otra manera, esa intriga de intri-gas prometida que parece girar en redondo, esa historia que se ha ido for-mando poco a poco, que puede ser relatada a partir de cualquiera de sus momentos y que se desprende ahora de un amasijo de fichas y referencias escritas en viejos documentos, expedientes de archivo, libros, artculos, re-cuerdos familiares, motivos de son, narraciones legendarias y mitolgicas, recuerdos del terruo y datos duros sobre el comportamiento econmico; indicios todos que hemos tratado de relacionar entre s. una historia que al crecer en sus expectativas se convirti en una tarea difcil de completar, un

    relato al cual haba que darle un final antes de que su aparato documental inmenso ocano de referencias terminara por hacernos naufragar.1

    asimismo, en estos captulos he tratado de dar un nuevo nombre a muchas cosas conocidas, perdidas ahora en el caos de las generalizaciones, y que, a fuerza de repetirse, se han convertido en verdades. mucho de la clave del verda-dero carcter de esta historia est, sin embargo, en las consideraciones de los hombres de su tiempo y en los giros verbales de las lenguas de la tierra acalla-das por el peso de la modernidad. Por lo mismo, he intentado sacar de los do-cumentos originales, y de las hablas y consejas locales, el tono y el sabor propio de lo regional. La vana pretensin nuestra es la de la historia total, quimera in-alcanzable lo s, pero posible de soar como la soaron muchos antes de que la ola de las parcelaciones absurdas se apoderara de la historia acadmica; pero una historia total que no puede ser el agregado de variadas historias secto-riales, sino la pretensin de entender la interrelacin orgnica de los diversos componentes y planos de una sociedad en permanente movimiento.

    el tema de este ensayo es entonces la lenta construccin de la extensa regin sur de Veracruz a partir de la conquista europea y durante todo el pe-riodo colonial: que de ser una amplia provincia marcada por elementos cul-turales de muy larga permanencia, que se remontan por lo menos a tres mi-lenios antes de la conquista, se vio de pronto desestructurada por una presencia humana distinta a la que estaba generalmente habituada como rica regin de paso y de disputa de los antiguos estados mesoamericanos. a partir de entonces la segunda dcada del siglo xvi, y cuando el mundo americano se pona progresivamente a la hora europea, fue cuando la re-gin del Sotavento veracruzano, como se la llam desde la poca colonial, empez a girar alrededor de la dbil presencia de un puerto de mar en creci-miento constante, que aparece como cabeza del trfico comercial de la nue-va espaa, la colonia ms preciada del imperio espaol en amrica. as, Ve-racruz era un puerto precario, de hecho una aldea implantada en una playa arenosa e inhspita, que lleg a ser el ms importante pasadizo comercial de ese territorio, y que en su desarrollo urbano fue creando efectos muy diver-sos: una zona de frontera martima, el foco irradiador regional de la domina-cin hispana sobre los pueblos nativos, la ciudad que ir creando una in- terrelacin con un hinterland cambiante; y antes que nada, un no lugar, un emplazamiento artificial que tuvo un comportamiento errabundo durante casi 80 aos, hasta asentarse difcilmente en su lugar definitivo. un puerto de paso atravesado por las redes sucesivas del comercio, redes que prefigu-ran la globalizacin pues no dependen de la continuidad territorial, sino de enlaces y efectos tnel que comunican a Veracruz en la va de los intercambios

    1 en realidad forma parte de una serie de ensayos sobre varios temas del Sotavento, el Golfo de mxico y el Caribe espaol que han ocupado nuestro inters desde hace ms de tres dcadas, y que han sido publicados como libros: Pajapan, un dialecto mexicano del Golfo (1976), El mar de los deseos. El Caribe hispano musical, historia y contrapunto (2002), Contra viento y marea. Los piratas en el Golfo de Mxico (2004) y Fandango. El ritual del mundo jarocho a travs de los siglos (2006).

  • 18 PuertO de entrada a un mar de HiStOriaS PuertO de entrada a un mar de HiStOriaS 19

    de mercancas, dinero y libranzas con los dems puertos a travs de las grandes distancias.

    durante ms de 300 aos, el puerto fue adems un centro impulsor de mercados que por posicin ms que por tamao ejerci funciones de embarque y procesamiento, de centro de comunicacin hacia el interior y el exterior y de sede de operaciones financieras: garganta y paso o llave del reino, como lo llaman las fuentes coloniales. Pero el puerto fue tambin el espejo ms ntido de la corrupcin que termin por corroer al imperio; uno de los primeros ejemplos de una serie de simulaciones, usos y costum-bres y malas prcticas que se enquistaron en la vida econmica y poltica. es por ello que esta historia particular la vemos como el reflejo de las sucesivas hegemonas de la economa mundial capitalista; de las dominancias que en esos tres siglos nunca estuvieron realmente como veremos en la penn-sula ibrica ni en poder de la Corona espaola, sino en las tramas que unan a Veracruz con amberes, msterdam y Londres. as, el puerto era el produc-to directo de un monopolio a gran distancia, ideado nominalmente por la Corona espaola para mantener el control del atlntico de Sevilla, pero que en ltima instancia siempre respondi a lgicas que iban ms all del conglomerado hispano. Y si bien casi todo ese tiempo fue slo una aldea, esto no contradice el hecho de que, al mismo tiempo, fuera la estrella super-nova de los puertos de la amrica espaola, y adems un sitio estratgico en lo militar, centro de aduana, caja fiscal y prisin para perseguidos polti-cos hasta bien entrado el siglo xx. un puerto que sin pretenderlo, y a partir de esos efectos, se convierte tambin en el eje integrador de su comarca inte-rior costera, de su movediza rea de influencia. Y lo ms importante: un puerto que, en funcin de la plata, se constituye en la llave de la paulatina autonomizacin de la lite comercial de la nueva espaa, agrupada en el Consulado de comerciantes de la Ciudad de mxico.

    Y fue as como a partir de esa desembocadura de mercaderas se extenda todo un mar de trficos e intercambios, conectado con el inmenso ocano de negocios de las flotas de nueva espaa de la Carrera de indias y el atlnti-co, a lo largo del proceso de transformaciones que convirtieron a la nueva espaa en la segunda metrpoli de varios circuitos amplios que incluan el Per, las islas filipinas, la amrica Central, el Caribe y Venezuela. a fin de cuentas la conquista, la colonizacin y el comercio europeo con amrica eran parte de una gigantesca empresa particular que conform el rumbo mismo de un capitalismo mercantil en expansin y que en cierto momento hizo de la nueva espaa el centro de una red interregional que conectaba el extremo Oriente con europa. Pero adems, en esa lgica general se ubicaba el apenas perceptible borde fractal del mercado interior inmediato. fue entonces cuando en una regin de grandes ros, que ms al sur del puerto desplazan su lento transcurrir serpenteando por una selva tropical lluviosa, una nueva his-toria se impuso: la de un modelo mercantil que de alguna manera reproduca ese destino de la geografa, recreando un delta, meandros, afluentes y tributa-

    rios en una circulacin mercantil permanente, de fluir constante y con veloci-dades diversas que fueron creando pisos paralelos de expresin.

    as que el tema de esta indagacin es la forma como se fue estructurando el Sotavento en el periodo colonial, cuando sus lmites naturales y culturales se reforzaron a la par de su mercado interno, incluyendo lo que hoy es la fran-ja norte de las tierras bajas de Oaxaca y el pantanoso occidente del actual ta-basco.2 esta inmensa regin, en donde se haba desarrollado la ms antigua cultura urbana de mesoamrica la cultura olmeca o de La Venta, tena una larga coherencia comn, en gran medida construida alrededor de su ca-rcter de terraza baja oriental y hmeda de un altiplano en donde se haba concentrado despus el ncleo de la mesoamrica prehispnica, en los siglos anteriores a la conquista; una franja en donde se estrechaban sus movimien-tos y trashumancias. Su posicin de corredor de paso de tierras bajas selvti-cas e impenetrables, en extremo calurosas una gigantesca hoya atravesada por selvas, ros, lagunas y marismas, la convirti adems, despus de ser un centro civilizador del mundo olmeca, en una zona de pasadizo y conexin entre el altiplano y las regiones del sur dominadas por los mayas. era una regin distintiva del trpico hmedo del Golfo de mxico que desde el Vera-cruz central, el ro de alvarado y las montaas de la costa alimentaba de tri-butos, de productos agrcolas o de bienes suntuarios adquiridos por comer-cio, a la triple alianza dominada por los mexicas o aztecas del altiplano.

    Pero era adems una regin paradisiaca si se la vea desde una altiplani-cie ms bien rida, en donde la antigua cultura olmeca, principalmente en lo que haba sido su rea metropolitana, era su marca de origen, su sello cul-tural permanente y la fuente de un prestigio que persista todava en los aos anteriores a la conquista, cuando se la imaginaba desde el centro del mundo azteca como una mitolgica regin oriental del hule y como pretendido asiento del paraso terrenal, de la ancestral regin de humo y niebla. Su cultura original, la del antiguo mundo de los lapidarios olmecas, que dej de ser dominante en los primeros siglos de nuestra era, no desapareci de la base local y domstica de esta sociedad regional;3 antes bien, qued implci-ta por siglos como la forma de vida primordial de la regin, recreada en la pertinaz actividad cotidiana de los agricultores aldeanos, en su mayora zoque-popolucas, mixe-popolucas y nahuas, que haban estado por generaciones

    2 Para Veracruz, el trmino costa de Sotavento es una nocin desarrollada durante la poca colonial, y definida por el ingeniero y coronel miguel del Corral y el capitn de fragata Joaqun de aranda, en 1777. el Sotavento colonial se extenda desde el puerto, o desde la punta de antn nizardo (llamada as por un marinero de niza, hoy antn Lizardo) hasta el ro tortuguero, en los lmites con el mundo maya. Hoy se suele llamar Sotavento solamente a la cuenca baja del Papaloapan.

    3 Se perpetu tambin en la poderosa tradicin olmeca tarda de Cerro de Las mesas, tres Zapotes y La mojarra, civilizacin que invent en el Papaloapan de los primeros siglos de nuestra era una escritura ideogrfica originalmente pensada en proto zoque, la lengua que dio origen a las variantes del zoque moderno de Chiapas y Oaxaca, al popoluca de la sierra de Santa marta, al de texistepec, as como al ayapaneco de tabasco. esta escritura, y su sistema numeral y calendrico, est en el origen inmediato de la usada por los mayas.

  • 20 PuertO de entrada a un mar de HiStOriaS PuertO de entrada a un mar de HiStOriaS 21

    pagando tributo a diferentes grupos dominantes, y que los conquistadores espaoles encontraron all desde 1519.4

    La implantacin de las estructuras coloniales y el efecto devastador que stas tuvieron sobre las poblaciones originales hicieron que durante los tres siglos que dur la dominacin de la Corona espaola en la nueva espaa, la regin estuviera diferenciada por la baja densidad demogrfica enmarcada por la humedad y el calor del trpico y por ser nicho predi-lecto de las enfermedades venidas del Viejo mundo. una regin que difcil-mente subsista a la dureza de los tiempos a partir de muy diversas estrate-gias de reacomodo y de poblamiento. Y en esa nueva realidad, marcada por una lgica externa, las pocas comunidades originales sobrevivientes convi-vieron forzosamente y se mezclaron con las gentes venidas de europa, fri-ca y asia, de modo que se cre desde finales del siglo xvi una poblacin mestiza original y local, de ascendencia primordialmente indgena y africa-na, que fue creando un espacio propio entre las dos repblicas, la de los espaoles y la de los indios, en una situacin inducida y gozando de un es-tatus muy peculiar. esa poblacin distintiva era la de los jarochos, original-mente vaqueros libres producto de las uniones de negros esclavos y fugiti-vos con indias de comunidad, ligados a los oficios de la ganadera extensiva, a la pesca y al comercio trashumante.

    La gran provincia, extendida como un abanico en las tierras bajas que se despliegan alrededor de la zona montaosa de Los tuztlas,5 est limitada al nor-te por un espinazo de cordillera que se acerca al Golfo desde el Cofre de Perote y el Pico de Orizaba, circunscrita al oeste y al sur por la cordillera de la Sierra madre oriental en lo que constituye el lmite con diversas regiones de Puebla, Oaxaca y Chiapas, e interrumpida en el oriente por la regin ms pantanosa de tabasco. esta gigantesca cuenca se fue conformando durante los siglos colonia-les como el hinterland natural del puerto de Veracruz: cinco jurisdicciones que eran, en lo general, antiguas provincias y seoros prehispnicos, recompuestos y vueltos a estructurar por la administracin colonial.6 todo este sistema regio-nal se hallaba crecientemente influido por el puerto de Veracruz y por las rutas

    4 Como veremos, los ltimos estertores de su antigua religin, del complejo litrgico de raz olmeca, se manifestaran todava con fuerza hasta mediados del siglo xvii, para quedar depositados despus en la base de la memoria colectiva y del sistema de creencias de un mundo indgena que hoy est por lo menos en su forma colonial en vas de extincin.

    5 Oficialmente Los tuxtlas. en este trabajo utilizaremos los trminos tuztlas, Santiago tuztla y San andrs tuztla, por ser las formas ms usadas en la poca y corresponder mejor con la etimologa nhuatl de toztlan (tostlan/tostan, lugar de papagayo amarillo).

    6 Las jurisdicciones que son el escenario de esta historia fueron la Veracruz nueva, el marquesado del Valle en el golfo (Los tuztlas, Cotaxtla y La rinconada), Cosamaloapan, Guaspaltepec y Coatzacualco. La gran regin del Sotavento se despliega en 41 888 kilmetros cuadrados y corresponde casi exactamente a 57 municipios del centro y sur de Veracruz, dos de Oaxaca y dos de tabasco. Las jurisdicciones coloniales se convirtieron en cantones bajo la repblica liberal, y son muy claramente hoy grupos de municipios. Su altura no rebasa los 200 metros sobre el nivel del mar, salvo en su cordillera central parapetada contra el golfo (la sierra de Los tuztlas y Santa marta).

    comerciales que lo atravesaban en varias direcciones, en derroteros que iban ms all del mismo puerto, enlazando a la regin con el ancho mundo.

    Y es que en el extremo occidental del comercio atlntico, en donde se forj una economa mundial desde el siglo xvii por lo menos, los puertos designados por la Corona espaola para ser exclusivos en el Caribe (Cartagena de indias, La Habana, Portobelo y Veracruz) mantenan contacto espordico con la me-trpoli a travs del cordn umbilical de Sevilla: es por ello que estos puertos se parecen ms, al menos en las primeras dcadas de la colonizacin europea, a las factoras medievales del mediterrneo italiano que a ciudades modernas. en ellas, los comerciantes aplicaban un mecanismo de precios basado en el acaparamiento y en un bajo aprovisionamiento hecho a propsito, ajustando el nivel de precios en sus correduras de Lonja al poder de compra disponi-ble, representado en este caso por la cantidad de oro y plata que pasaba por all, que estaba en manos de los comerciantes locales, de los intermediarios y factores, reunida en espera de los convoyes o de quienes, desde el inmenso uni-verso del comercio fuera de registro, alimentaban una creciente demanda colonial cada vez menos satisfecha por la metrpoli monoplica. as, la econo-ma del puerto estaba en gran medida orientada a la mar en fuera, como ciudad aldeana de altos precios, bajos salarios y todo beneficio; como ciudad bisagra entre el mundo atlntico y la tierra adentro: si el metal era abundante el motor se aceleraba, y con l, las ganancias; si menguaba, los provechos dis-minuan. Que no faltaran, pues, el oro y la plata: sa era la consigna

    es por eso que la corriente perpetua del comercio legal y el considerado ilegal segn la lgica del imperio es lo que le da a la historia regional una universalidad sin mediaciones, el entramado sobre el cual se irn tejiendo las otras cuestiones. Porque, como el medio ambiente, el mercado siempre estuvo all, en primer plano, aunque no siempre apareciera, y de sus movimientos y fluctuaciones dependieron muchos de los acontecimientos que aqu se narran. as tambin, como el escenario geogrfico, el mercado no siempre ha estado all en la forma en que lo observamos: se trata de un entramado construido, de cuyo proceso de andamiaje podemos slo dar cuenta con la sucesin de las imgenes acumuladas a lo largo de los siglos. Viene siendo pues la mucha contratacin, el comercio legal e ilegal, el hilo conductor de esta historia. ninguna otra actividad, ni siquiera la omnipresente expansin ganadera que estuvo en la gnesis del Sotavento colonial, tiene sentido sin su correspondien-te adscripcin a la compleja formacin de los mercados locales y regionales de la nueva espaa, o al surgimiento de estas estaciones, puertos, bodegas, me-sones, ventorrillos, ventas y baratillos que fueron poco a poco dominando al entramado regional y siendo parte inseparable de su existencia.7

    7 en cuanto a la interpretacin a partir de una secuencia serial que hemos incluido con los ingresos y egresos de las Cajas reales del puerto y con otros datos que se prestan para ello, tenemos sin embargo claro que los datos reflejan slo una mnima parte del intercambio, pues desde el siglo xvii es clara la preeminencia del contrabando y el comercio natural ajeno a cualquier registro. Podemos as decir que el contrabando, la economa informal, como se le

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    en la poca colonial, el comercio martimo, el mercado interior de nueva espaa y el mercado interno regional se complementaron hasta formar un circuito inacabable que tena la apariencia de algo dado, natural, aunque esto fue algo en permanente construccin y lenta expansin, y no existi como tal desde un principio. La circulacin, vista bajo esta perspectiva, se nos muestra como un proceso infinito, como una circulacin esfrica alimentada por mecanismos regionales por medio de los cuales este motor se puso en marcha y se mantuvo en movimiento. el papel del dinero como representante material de la riqueza, su acumulacin, su expresin monetaria y en otras formas de representacin jugaron, sobre todo a lo largo del siglo xvi, un papel primor-dial: marcaron las transformaciones sobre una economa tributaria enquista-da sobre una amplia base de reproduccin campesina natural, en donde la moneda acuada no ejerca ningn papel, hasta desarrollarse un incipiente capitalismo mercantilista, cada vez ms basado en el dinero metlico, que en Veracruz muestra procesos de desarrollo del trabajo asalariado muy tempra-nos, siempre asociados a la esfera mercantil. Los esfuerzos por introducir el dinero y los referentes monetarios a la par de la primaca de varias mercan-cas convertidas en moneda, sobre todo travs de la plata labrada y amone-dada, fueron aqu materia primordial de las ordenanzas, lo que contribuy a la temprana aclimatacin de las relaciones asalariadas, y con ella, a la precoz obsolescencia de la esclavitud, algo que desde un principio distingui a Vera-cruz de otras comarcas ms densas de la nueva espaa. esta particularidad le confiere tambin una porosidad y una capacidad de absorcin que se va a reflejar en la esfera de lo cultural y en la forma que adquieren las relaciones sociales: abiertas, maleables, en extremo cambiantes y mudables

    el puerto de Veracruz como sitio de acumulacin y redistribucin del te-soro y las mercancas, con sus bodegas, edificios y espacios que muy lenta-mente terminarn siendo urbanos, y que se crean con esta intencin desde un principio, vendr siendo, en consecuencia, un modelo y un reflejo de esta crea-cin permanente del mercado y de esta especializacin en la esfera de la circu-lacin. el puerto mismo, en especial en su ltimo emplazamiento, se ir cons-

    llama hoy pdicamente, constituye el verdadero campo o teln de fondo sobre el cual aparecen los acontecimientos econmicos sujetos a registro: sin tomarlo en cuenta no tendra explicacin el carcter nico de los puertos del mundo ibrico. asimismo, los encabezamientos de nmeros de ganados y otras heredades, al igual que los datos demogrficos, las listas de tributos o los informes sobre bateras y defensas, suelen ser engaosas o sujetas a las coyunturas y a los intereses de los amos y de los funcionarios. Hemos as tenido cuidado con estas series, pues suelen empobrecer el trabajo histrico en lugar de enriquecerlo, y borrar las estructuras bajo la pesada lpida de la serie factual. Y ante la tentacin de optar por el fetichismo de la exactitud, que reduce la mirada del conocimiento para hacerla coincidir con la de la medicin, preferimos buscar ms all de la multiplicacin de las temporalidades; pues la lgica de la historia, como lo han advertido e. P. thompson y Pierre Vilar, yace ms en el contenido que en la forma. O como lo dira mejor Cervantes en El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha (i, xx): tan de esencia de la historia es saber las cabras que han pasado por estenso, que si se yerra una del nmero no puedes seguir adelante con la historia?

    truyendo en funcin de estas necesidades, mientras que el espacio ms limitado del muelle, la aduana, la pescadera, las atarazanas y la factora de los esclavos terminar siendo una expresin de tipo borde de fractal del grande, mediano y pequeo comercio que se va a expresar en una porcin de playa de no ms de medio kilmetro de longitud. as, a lo largo de los siglos coloniales, el trfico martimo, el mercado interior de nueva espaa y el mercado interno regional se consolidaron en una lenta interaccin, lo que form un solo circui-to que permiti el tendido paulatino de redes econmicas y culturales, difciles de separar. el papel de los dems puertos martimos, fluviales, bodegas y pa-sos fue tambin muy importante, porque explica en mucho el surgimiento, la consolidacin y la declinacin de cada una de las jurisdicciones.

    el comercio de tierra adentro, de Veracruz a mxico y a las fronteras cada vez ms alejadas de las Provincias internas, conform entonces una de las culturas ms decisivas de la formacin de lo nacional, la de los arrieros, los carreteros, los traficantes de plata y los viandantes de toda laya. una cul-tura hecha de libertad de movimientos que prefigura el liberalismo acunado en el puerto. fue as como el mar Pacfico lleg desde acapulco por los cami-nos del sur. Lima y manila se reflejaban en l, en la huella de algunos barrios y caseros, en la mencin de mundos extraos trados a Veracruz por los co-merciantes peruleros, los judos portugueses y los chinos filipinos que estaban ya en las capas intermedias de la sociedad local engrasando los in-tercambios y los tratos desde finales del siglo xvi. Los pisos de mercadeo, las tiendas, los tenderetes y figones, las bodegas y los establecimientos, los dep-sitos y graneros se configuraban con la variedad de naciones que poblaban el puerto en las ocasiones de las flotas.

    Las ferias, la de Jalapa y el trato del cacao en el puerto, eran ciudades en fiesta, mviles santuarios de lo perecedero en donde el comercio se trocaba en digresin o se materializaba en costumbres que se fueron arraigando o dejando sus jirones para la posteridad. ferias y circuitos se fundieron en un solo ciclo y se ramificaron hasta el centro, el occidente y el norte minero de la nueva espaa, reflejndose en el Bajo, Guadalajara, aguascalientes, Sal-tillo y nuevo mxico. Con la decadencia de las ferias, que dio paso al fin del monopolio sevillano y del sistema de flotas, las originales casas de bolsa arcaicas, las lonjas en donde se trajinaba el dinero o su imagen y se esta-blecan los precios, se transformarn en instituciones ms firmes, derivan-do en los Consulados emergentes y tardos, como los de Veracruz y Guadala-jara, que marcarn el fin del monopolio de la Ciudad de mxico. toda esta reconversin se reflejar en la Veracruz y su crculo inmediato, en sus cos-tumbres y su vida cultural, pues a la autonoma econmica seguir el inicio de una vida urbana generadora de modas y preferencias. a lo lejos, los mer-cados internacionales, el mercado de valores de msterdam y el de Londres, competirn sobre los tintes, los productos coloniales, el trato de los esclavos africanos y en la introduccin del contrabando. Sobre las guerras y los con-flictos, los mercados se desarrollarn, y mientras inglaterra se apodera de

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    Cuba y se convierte en el principal enemigo y socio, el trfico ingls crecer como si la guerra nada tuviera que ver con el comercio, estableciendo la pa-radoja de algo interrelacionado que, al mismo tiempo, establece esferas paralelas y, en apariencia, indiferentes entre s.

    Los mercaderes, de cuyas transacciones se pueden tener lejanos destellos en los registros mercantiles y fiscales, se irn volviendo personas de carne y hueso, personajes que se irn materializando en la reconstruccin de sus tra-tos y contratos, en su vida cotidiana y en sus preocupaciones y logros. Sern visibles en el establecimiento de sus circuitos mercantiles: andaluces, portu-gueses, canarios, montaeses, vizcanos, genoveses, catalanes, peruleros, in-gleses, todos moldeando a su manera los afluentes grandes y pequeos del trfico y de la ganancia que mueve al mundo. as, la geografa de los mercados invade esta historia, mientras los transportes y los caminos la conducen a otras dimensiones y espacios. el reflejo lejano de las minas trae a las tierras clidas la materializacin del dinero, el destello de la plata que aceita la vida social. Porque la edad de oro de espaa fue un tiempo de permanente con-quista, una edad de plata ms que de oro.

    el metlico se acumula en el puerto y en la suma de las ambiciones indi-viduales, junto con la harina, el trigo, el bizcocho, para su redistribucin hacia la metrpoli y el Caribe espaol. en la lejana Venezuela, Cuman se construye a imagen y semejanza de Veracruz, con su misma traza a menor escala, mientras maracaibo y La Guaira nutren de cacao a la nueva espaa desde el tiempo de los mercados portugueses, intercambiando con Veracruz mucho de sus originales esencias culturales. La sal, un producto necesario a las curtiduras, al sustento del ganado, al abasto alimentario interno, condu-ce desde Campeche, junto con la cera y el palo de tinte, el hlito de otra loca-lidad portuaria que fue ciudad antes que Veracruz, hermanada a sta por la defensa contra el enemigo que viene del mar. La Habana, por su parte, ir adquiriendo cada vez ms importancia para la vida veracruzana, haciendo de los dos puertos dos orillas de un solo comportamiento de supervivencia.

    el comercio trashumante del ganado, el de los hatos y las grandes ha-ciendas, marca los senderos de tierra as como la navegacin seala los ca-minos de mar. transportes terrestres y martimos compiten en este encuen-tro, mientras un universo intermedio, el de la red fluvial, se erige como entramado natural del mercado interno. Sobre esta red de aguas dulces y marismas se construye el pequeo comercio de los ros, el de las barcas an-cheteras y los bongos, el de los pequeos rescates flotantes. La grana, el ail y otros tintes vienen desde Oaxaca, Chiapas y Centroamrica por la Villa alta de San ildefonso de los Zapotecas, una de las ms antiguas colonias espao-las en el balcn montaoso que mira al Golfo desde las sierras de Oaxaca, mientras sobre esta superficie lquida se construye penosamente una red de mercado. Hasta hace muy poco, los muelles fluviales de tlacotalpan y mina-titln seguan reproduciendo esta vida, con un pie en tierra y otro sobre las movedizas superficies de las barcas. Pequeos mercados, tianguis de econo-

    mas de subsistencia que han estado all desde siempre, enramadas para los fandangos de tarima, fondas y atracaderos en el doble sentido del verbo atracar pueblan las riberas y conforman las bodegas de las diferentes comarcas: el Paso de San Juan, tlacotalpan, tlalixcoyan, tuxtepec, Cosama-loapan, bodegas de Otapa y totoltepec, sitios de redistribucin y almacena-miento que terminan por darle un carcter pasajero e innovador a sus habitantes y a sus costumbres. Los santuarios y las fiestas que se organizan alrededor de sus peregrinaciones ayudan a la conformacin de este mercado y vuelven sedentarias costumbres que de otro modo seran pasajeras. un ca-rcter indolente y despreocupado llama la atencin de los viajeros: es la ruti-na lenta de quien se sabe inserto en un universo en pausada construccin, en un clima sin prisas que determina la cultura pueblerina. Sobras de tributos, producciones de consumo local, especialidades de la casa, fauna local y mu-chas cosas ms se negocian all, y son la base sin la cual trueques y ferias mayores no tendran sentido. Y cuando toda esta acumulacin de productos llega al puerto, viene ya impregnada de sus condiciones particulares, de at-msferas lejanas que se naturalizan en la franja litoral.

    a pesar de todo esto, espacios de economa natural, de ese universo ind-gena sometido a los vaivenes del mundo pero que ha estado all por siglos resistiendo a las ms diversas dominaciones, se mantienen vivos, protegi-dos no slo por su capacidad de sobrevivir, sino tambin por cierta lgica general del sistema, que en ciertos momentos necesita de sus aportes para la configuracin general del mar de tratos y contratos, as como el inmenso ocano necesita de los ros y sus afluentes. Crisis cclicas, transformaciones de la economa natural y, sobre todo, procesos de retorno al mundo rural muy caractersticos de la historia de los colonos templados por la tierra caliente estn all, marcando por siempre la vida cotidiana de los pueblos y las comarcas internas. el resultado es que todos, los que vienen de tres o cuatro mundos distintos, confluyen en un mismo y reducido universo pro-vinciano, creando una amalgama de sabor propio.8

    Los sistemas territoriales poco a poco se integraron, creando estructu-ras de lugar central, de hinterlands de formas cambiantes y de reas circun-vecinas, tocadas siempre por esta vida intensa. La construccin del paisaje en los siglos xvi y xvii tiene mucho que ver con esto. Cuando se abrieron los antiguos caminos de tamemes y se convirtieron en rutas de arriera y trfico de carretas, cuando los ros se integraban a esta red, cuando la fron-tera agrcola, precedida de la ganadera, avanzaba selvas adentro, se confor-m todo un sistema dendrtico, de ramas de diverso grosor, articuladas al-rededor de la desembocadura, de la garganta estratgica de productos en

    8 Hay aqu un trfico material sobre el que se cebaran las reconstrucciones ms fciles; pero hay otro inmaterial, intangible y casi invisible, que establece fronteras entre lo evidente y lo oculto. es el que, detenido, supervive en el folclor, la memoria oral, los usos sutiles, la expresin culinaria, el chisme, la proclividad jarocha a los apodos, la transmisin simple y la regeneracin de la vida y la muerte.

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    que se convirti el principal puerto de mar de la nueva espaa. Porque en los puertos se combinan, por lo general y cuando se arraigan, anillos con-cntricos y sistemas dendrticos de lugar central, que son como modelos que se superponen y que muestran comportamientos diferentes, depen-diendo del curso y destino de cada mercanca. una ciudad principal, en este caso Veracruz, vive rodeada de pueblos de mercado colocados a diver-sas distancias, de bodegas intermedias que funcionan como mercados ru-rales de mayoreo y menudeo, de tianguis itinerantes y de territorios so-brentendidos que determinan la configuracin de las grandes y pequeas hegemonas polticas y territorios de poder. La red es entonces sensible, pues en cada punto que se corte o se interrumpa, se altera la lgica general del sistema, ya que ningn ladrillo del entramado reticular de distribucin puede ser movido o alterado sin modificar la configuracin general. Y esto lo saben los comerciantes, y lo negocian o lo desechan en sus luchas de po-der. en el centro de este sistema solar, los tratantes son como las araas que se colocan en el vrtice de redes tendidas en el bosque hmedo: suma-mente sensibles ante cualquier temblor, peligro o acechanza que se cierna sobre la red. Los sistemas de defensa resultan cada vez ms imprescindi-bles para mantener la coherencia total del conjunto, y esto explica el encar-nizamiento de algunos conflictos de inters.

    el significado preciso de la frase tierra adentro, mar en fuera, que en gran medida define el espacio imaginario de este mosaico de regiones costane-ras, tiene que ver entonces con la forma como los administradores y la socie-dad colonial imaginaron tambin la funcin del puerto de Veracruz, que en realidad era un muelle o antepuerto de varios puertos internos, en especial de las ciudades de mxico y la Puebla de los ngeles, y cuya vida comercial se situ a menudo en la villa de Jalapa de la feria, en las dcadas en que el litoral era absolutamente inhspito para la mayora de los europeos. Semeja la dispo-sicin misma del recinto amurallado de la Veracruz, con puertas como se deca de tierra adentro y de mar en fuera. tiene que ver tambin con la vi-sin que durante siglos la gente de la tierra caliente se estuvo conformando acerca de la nueva espaa del altiplano, la de los arribeos y guachinangos,9 un mundo lejano que les llegaba con las recuas de arrieros y con las autoridades

    9 en el siglo xviii los guachinangos eran la gleba del altiplano, gentes vagas y mal entretenidas que, sometidas a razzias por el ejrcito borbnico, eran utilizadas como trabajadores forzados para la construccin de los baluartes y fuertes en Veracruz, La Habana, San Juan de Puerto rico, La florida y Santo domingo. La palabra parece provenir del nombre de un pescado pargo rojizo (Lutjanus campechanus), de carne blanca y suculenta, muy comn en el Golfo: por el aspecto de la piel de los arribeos que se distinguan de los habitantes del litoral, por lo general plidos y paldicos. muchos de ellos venan del distrito de Huauchinango en Puebla (Cuauhchinanco, en el seto de palos en nhuatl), lo cual acentu el sentido de esa palabra. es tambin un americanismo que, producto de esta historia, significa astuto, burln o zalamero. en Puerto rico significa burln y en Cuba alguien de carcter sencillo y apacible. de guachinango proviene sin duda la palabra chilango, usada desde mediados del xix para denominar a los habitantes de la ciudad y valle de mxico.

    locales enviadas desde la ciudad lacustre del valle de mxico. tierra adentro y mar en fuera marca tambin otro lmite, interiorizado en la vida cotidiana, que fue un prolongado punto de referencia, el umbral que separa las tierras interiores de todo lo que viene del ancho mar, en una ciudad portuaria fuerte-mente habituada a recibir influencias de fuera y a insertarse en una mundiali-zacin temprana, que aqu fue patente desde que Corts fundara en la Villa rica el primer ayuntamiento de la tierra firme americana. as que Veracruz es cabeza de una regin que, siendo un gozne de estas dos puertas, a veces da la impresin de estar mirando al Caribe y puesta de espaldas a la nueva espaa. en otros momentos, es solamente un muelle tendido entre la costa y el centro, una extensin lejana de la capital del Virreinato.

    evidentemente, al imaginar estos procesos en la perspectiva de tres si-glos, tuvimos que articular una visin general sobre gran cantidad de aconte-cimientos y detalles no siempre reconstruidos al mximo, teniendo pues que calzar botas de siete leguas, como dira Braudel, para avanzar sobre ten-dencias generales que atraviesan las dcadas y los siglos. el resultado desea-do sera una reconstruccin que permita ver las cristalizaciones, las agluti-naciones de acontecimientos que marcan las definiciones regionales en cada periodo. el objetivo ltimo, en funcin de las fuentes documentales y los vestigios culturales vivos, tiene que ver con la naturaleza de la reconstruc-cin emprendida: una historia de la produccin y el intercambio, un registro del paso en varios sentidos de toda clase de mercancas, de las rela-ciones de poder que van conformando los espacios regionales, los que consti-tuyen su base, su piso profundo. Pues si hay algo que defina la construccin de este espacio y este paisaje, esto ser, sin duda, el comercio, el incesante trfico; y en el nivel social, las redes de relacin, de crdito y de poder tejidas entre los principales actores de ese trasiego.

    Se recorre as el puerto y su entorno en 19 captulos inmersos en cinco grandes apartados, ordenados en secuencias que no son necesariamente cro-nolgicas, pues muchos procesos ocurren de manera simultnea o se suce-den a ritmos discontinuos. La primera parte se refiere a la conquista, al nau-fragio del mundo indgena del Sotavento y al impacto de su nueva insercin, devastadora en trminos demogrficos. Se ubica en el mundo an-terior al choque y en la situacin general que se desarrolla en las cinco juris-dicciones internas que conformaron la gran regin y que ya hemos mencionado. aqu, los contornos del siglo xvi, sus instituciones y modalida-des regionales, constituyen la materia principal, en tanto que sus aspectos generales vienen siendo como una escenografa indispensable para una serie de caractersticas de la poca (y que en gran medida ilustramos a pie de p-gina). el mundo indgena prehispnico se adapta a la nueva situacin, aun-que en sus estructuras sociales y en las formas de tributacin y trabajo re-construye parte de la situacin anterior. Los colonos europeos y sus dependientes africanos, por su parte, se agrupan en el puerto y en otras villas, y constru-yen poco a poco puentes de intercambio con la poblacin local, integrndose

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    cada vez ms al paisaje social, geogrfico y cultural.10 Los saldos del siglo de la conquista se resumen en varias de las tendencias que fueron conformando a la regin como una franja perifrica de la nueva espaa: una regin de fron-tera martima en decadencia, en donde los encomenderos fueron paulatina-mente sustituidos por los dueos de mercedes y ganados.

    Paralelamente, en la segunda parte se resean las transformaciones del si-glo xvii que se reflejan en las tendencias del despoblamiento indgena, las epide-mias y su dinmica, el trgico fin de los emplazamientos espaoles en el litoral, los efectos de la expansin ganadera y de sus formas culturales, los ataques de los piratas, corsarios y filibusteros alentados por las potencias enemigas del imperio espaol (inglaterra, Holanda, francia), as como la recomposicin de la propiedad del suelo a partir de la supresin de las encomiendas y de la con-centracin de las mercedes en las nuevas composiciones de tierras que dan origen a las haciendas y los mayorazgos. el resultado de todo ello es un precario mundo indgena que logra sobrevivir a este naufragio en tierra, disperso en un puado de comunidades nahuas y popolucas que se extienden por todo el litoral y que conforman una nueva cultura de fusin de lo hispnico, lo indgena y lo africa-no, una condensacin de muy particulares contornos econmicos y culturales.

    de manera concurrente, la tercera parte del ensayo se centra en la nueva Veracruz, la entonces llamada Ciudad de tablas, y en la lenta formacin de su mercado interno e internacional en un largo siglo xvii que transcurre en-tre 1580 y 1705. Y si las dos primeras partes se ocupan ms de los emplaza-mientos nativos y de los avances colonizadores, en esta tercera el ingrediente principal es la poblacin de origen africano, la ms numerosa, vital y visible en el puerto y su regin inmediata, as como los espaoles y los portugueses que habitan la regin. La Veracruz nueva es la clave de esta historia y aqu nos referimos a su traza y al emplazamiento de la ciudad definitiva, situada en la playa frente al islote de San Juan de ula la llamada banda de Bui-trn, fundada all despus de abandonar el poblado de La antigua (la Vera Cruz Vieja). nos referimos tambin a las tendencias de su trfico co-mercial: de cabotaje, intercolonial orientado al Caribe, y mundial, en rela-cin con la Carrera de indias y la circulacin de ida y vuelta hacia la nueva espaa, las Provincias internas y las inmensas regiones del Pacfico y el occi-dente de frica. Pero nos referimos sobre todo a un puerto dominado por los portugueses, por el comercio del cacao y por la trata negrera de los asientos controlados por estos emprendedores judos lusitanos, de la raya de Portugal y del mundo criollo de angola, entre 1580 y 1640. es as como reconstrui-mos la extensin de sus redes comerciales legales e ilegales hacia el Caribe y hacia el resto de la economa-mundo, la vida cotidiana del puerto y su aduana,

    10 adems, damos tambin un vistazo a las comarcas perifricas que rodean al Sotavento y que fueron tocadas en su turno por este desarrollo de las especificidades regionales: la vecina sierra de Zongolica, la zona mazateca, la Chinantla, la regin de los mixes, el antiguo Coatlicamac, todas situadas salvo la primera en el norte de Oaxaca, as como el enclave nahua y zoque de la Chontalpa tabasquea que, por su configuracin tnica y social, se parece mucho al Sotavento.

    el contrabando, los fraudes y corruptelas de sus oficiales reales, el comercio de esclavos africanos en su factora, la persecucin y despojo de este grupo de practicantes lusitanos de la ley de moiss por parte del Santo Oficio y del real fisco de la inquisicin, las primeras rebeliones de los negros cima-rrones en el rea de influencia del puerto y el componente afroveracruzano, visible hasta hoy, de la cultura local y de la costa del Golfo: sobre todo en lo que se refiere a los procesos inquisitoriales, las milicias, las relaciones coti-dianas de los negros esclavos y libres con sus amos y con las realidades rura-les y urbanas. el mundo aqu descrito es el del mestizaje particular de la re-gin y la forma como se adapt y sobrevivi en la base de todas las historias posteriores, conformando adems una cultura particular, plena de vitalidad, que trata de estar implcita en nuestra reconstruccin.

    el cuarto apartado involucra a todo el litoral y a los grupos sociales ya cons-tituidos desde 1700 y la paz de 1713 hasta la llegada definitiva de las reformas borbnicas en 1767. Se trata de un periodo de transicin, de reacomodo y de cambios a veces imperceptibles, un momento de pausa que alberga varios pro-yectos econmicos, una segunda apropiacin territorial del litoral, nuevas expe-diciones en busca de las maderas y las riquezas de los ros, migraciones de todo tipo, una nueva era de descubrimientos y descripciones varias. un medio siglo marcado por la presencia abierta y oculta de los holandeses, los franceses y los ingleses, por el contrabando y la recomposicin de la propiedad de las hacien-das, por las rdenes religiosas y las comunidades, lo que conduce a nuevas crisis y enfrentamientos. una media centuria marcada tambin por los fracasos de la feria de Jalapa, el ocaso de la piratera (y su transformacin en contrabando, libre comercio y comercio de rescate), los proyectos fallidos de constituir astille-ros permanentes, los conflictos agrarios particulares (cuyas resonancias van a llegar hasta las revoluciones de 1810 y 1910), las nuevas revueltas cimarronas y los recin creados emplazamientos mestizos, indgenas y mulatos, producto de movimientos, pacificaciones y migraciones diversas. un medio siglo que marca ya la fijacin de los principales rasgos caractersticos de la gran regin y el arranque de una patente recuperacin demogrfica. en este periodo de reafir-macin se da un gran impulso al contrabando bajo el pretexto de la ltima trata negrera organizada por la real Compaa de inglaterra y en el marco de la nueva hegemona inglesa a partir de los tratados de utrecht y se terminan de romper las ataduras feudales del monopolio comercial de Sevilla, esa ciudad andaluza emblemtica, espejo y modelo de las ciudades portuarias del Gran Ca-ribe que sera sustituida, en su relacin con el atlntico, por el puerto de Cdiz.

    La quinta y ltima parte se refiere al Veracruz plenamente borbnico, ese que en sus inicios ha sido tan perfectamente descrito, en lo general, por mi-guel del Corral y Joaqun de aranda en su Relacin del Sotavento de 1777, en esa primera pintura de conjunto que considera a la extensa regin como un todo coherente, a la vez discontinuo y simultneo. aqu mostramos un Vera-cruz marcado por las reformas borbnicas y sus efectos, que se iniciaron en forma con la llegada de Jos de Glvez en 1765, y con los intentos desesperados

  • 30 PuertO de entrada a un mar de HiStOriaS

    del visitador por eliminar la corrupcin fiscal y la aduanal. Veracruz estuvo entonces caracterizada por la conformacin ya lograda de una estructura compleja de mercado interno y externo, una estructura mltiple y asimtrica, dispuesta en varias capas y dimensiones, y sujeta a los efectos del comercio li-bre y a la creacin bastante tarda de su Consulado en 1795. a fin de cuentas, formaba parte desde antes del sistema defensivo y de suministros del Caribe espaol, con todo lo que eso signific en trminos de movilizacin y defensa militar, en un momento en que La Habana se constitua en avanzada de la he-gemona inglesa y luego norteamericana, hasta convertir a Veracruz en un puerto dominado por los centros financieros internacionales, por los factores y representantes de las grandes casas comerciales norteamericanas e inglesas, las que, presididas por la compaa mercantil Gordon & murphy, nos mues-tran hasta qu punto esta parte y otras del imperio espaol estaban, de arriba abajo (desde el rey hasta el ms modesto de sus agentes aduanales), total-mente bajo el control de los mecanismos hegemnicos articulados desde la prfida albin. en esta parte nos referimos adems a los avatares de la vida del puerto, ahora s plenamente urbana, de finales del xviii y a las caractersti-cas distintivas de todo el litoral del Sotavento durante este periodo de creci-miento y crisis. este tramo es el ms documentado en los archivos, y en donde mejor se puede correlacionar la vida econmica con los aspectos sociales y culturales, sobre todo gracias a los cambios administrativos empujados por las mismas reformas y que dejaron una amplia huella en los documentos. Como tal, lo seguimos hasta los albores de la guerra de independencia, que aqu signific tambin una exacerbacin de los conflictos particulares que se haban venido madurando durante todo el periodo colonial.

    desde el interior de una muralla endeble que encerraba unas cuantas man-zanas, plazas y callejuelas, Veracruz se proyectaba sin embargo con un dina-mismo que iba ms all de sus dimensiones como ciudad. Creciendo desde el siglo xvii como centro de referencia del atlntico andaluz en la banda america-na, o como factor decisivo en el fortalecimiento de una burguesa comercial criolla y peninsular, Veracruz era ya a fines del siglo xviii y gracias al impre-sionante auge de la plata (ms de 25 millones en pesos del preciado metal pasa-ron por all solamente en 1802) una estrella central luminosa, tal vez la ms rutilante supernova de la galaxia de puertos del mediterrneo americano, que a partir de la independencia de mxico, nuevamente marcada por la penuria, el abandono y las enfermedades, terminar siendo una enana blanca de escaso brillo, superada en el siglo xix por otros puertos y terminales martimas del mismo litoral del Golfo que desde antes, como ocurri con Campeche, le dispu-taban espacios y mercados. el asedio a que se vio sujeta por los espaoles que conservaban el castillo de San Juan de ula durante los aos inmediatamente posteriores a la consumacin de la independencia, cuando todo su comercio tuvo que trasladarse a alvarado y hacer de ste una nueva banda de Buitrn, marca solamente el principio de una lenta declinacin de lo que fuera hasta entonces la principal puerta de entrada y salida de la nueva espaa.

    Primera parte

    naufraGiO en tierra: OLmeCaS BaJO eL dOminiO eSPaOL,

    1518-1604

  • Arribo mitolgico de los nahuas desde el oriente a las playas de Veracruz. Llegan a bordo de tortugas desde la Isla de Sacrificios

    (Chalchihuitlapazco, El recipiente de jade) a las playas de La Antigua (Chalchicueyehcan, Donde la diosa de las faldas de jade)

    (Fragmento del Lienzo de Jucutacato: Xicalan, Michoacn, siglo xvi / cortesa de la Sociedad Mexicana de Geografa y Estadstica.)

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    i. COntOrnOS de un LitOraL CautiVO

    este da ya tarde vimos un milagro bien grande, y fue que apareci una estrella encima de la nao despus de puesto el sol, y parti despidiendo continuamente ra-yos de luz, hasta que se puso sobre aquel pueblo gran-de, y dej un rastro en el aire que dur tres horas lar-gas; y vimos adems otras seales bien claras, por donde entendimos que dios quera para su servicio que poblsemos aquella tierra [] despus que hubi-mos virado pensamos pasar delante del pueblo de San Juan, que es donde estaba el cacique que se llama Ovando, y se nos rompi una entena de una nao, por lo que no dejamos de voltejear por el mar, hasta que arri-bamos a tomar agua.

    Juan daz, capelln de Grijalva, junio de 1518, frente a San Juan de ula

    Los das prodigiosos

    Como en los tiempos de Coln, sta era otra vez la novedad en tierras que el almirante nunca conoci. Ciudades que como visiones del amads relum-braban al sol con edificios de cal y canto, que aparecan a trechos con sus mezquitas de reflejos dorados y pobladas de observadores curiosos y huidi-zos que parecan de mejor entendimiento que los de las islas, si al menos esto se pudiera medir por el vestido, los edificios y los atavos. Ciudades que indicaban la presencia de una tierra firme, un continente a poblar, con densi-dades humanas nunca antes vistas en estas partes de la mar Ocano. a la principal de ellas, trepada en un risco, se la llam el Gran Cairo

    era el mes de junio de 1518 y la expedicin comandada por Juan de Gri-jalva, despus de dejar la pennsula de Yucatn, recorra ahora sin prisas el li-toral de la costa del Golfo de mxico, yendo un poco ms all de los contactos anteriores de Hernndez de Crdoba,1 quien un ao antes slo haba llegado hasta Champotn, antes de regresar a Cuba y difundir todos esos rumores

    1 en realidad, en 1497 20 aos antes de la expedicin de Hernndez de Crdoba, amrico Vespucci haba recorrido el arco del Golfo de mxico, bordeando 370 leguas desde Honduras hasta la florida. recal en lo que hoy es el puerto de Veracruz, adonde confluyen las corrientes, explor la isla de Sacrificios y la desembocadura del Pnuco (a la que llam Lariab) y sigui hacia el norte (Lettera di Amerigo Vespucci delle isole nuovamente trovate in quattro suoi viaggi,

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    sobre ciudades, oro, rescates y aventuras que movan el nimo de quienes del botn de las islas ya no les haba tocado nada. ahora, las cinco embarcaciones de la pequea armada de Juan de Grijalva2 continuaban con la costa a estribor dejando atrs las blancas playas de la pennsula y penetrando en un mundo cada vez ms hmedo, de selvas que casi llegaban a la orilla de la playa, pero sin adentrarse demasiado en los ros y pueblos del interior, ms bien moderan-do el arrojo de los ms audaces y desoyendo las rdenes del gobernador de Cuba de poblar y colonizar si fuera menester. un cierto temor se haba apode-rado del capitn de la expedicin, una sensacin de estar tocando por primera vez lo que tal vez seran las ansiadas indias del almirante Coln y no estar a la altura de las circunstancias. en la quietud nocturna se intua la intensa vida del litoral, y, despus de pasar los ancones de la laguna de trminos y el Puer-to deseado, se alcanzaban a or, por sobre el lento transcurrir de la quilla de la nao capitana, rumores de voces, cantos lejanos, atabales y chirimas.

    despus de tocar Campeche, la laguna de trminos y la boca del San Pedro y San Pablo, y de un encuentro de paz con los mayas chontales del ro tabasqueo3 que perpetuara en su nombre la memoria de aquel capitn, no caba duda que se encontraban en un territorio denso de humanidad y con-cierto, con embajadores de reinos del interior que, conforme la expedicin avanzaba, se haban lanzado cautelosos al encuentro de las enormes casas que flotaban entre las olas del mar y el azul del cielo, desafiando sus temores y entablando con estos hombres nunca antes vistos un trueque de miradas, temores y objetos diversos. La expedicin de rescate era en ese momento una empresa de la memoria, una apropiacin verbal del litoral, era como ir sol-tando piedras de colores en un fondo transparente y as iluminar el camino de regreso, como si bautizando los nuevos ros, los ancones, las lagunas, las montaas se fuera dejando una huella definitiva, til para arraigar a los es-paoles a estas nuevas tierras descubiertas. Si en el principio del mundo fue el Verbo, ste era ahora un referente disperso en expresiones sueltas, en donde nunca antes la palabra haba dado tal seguridad, en nombres de san-tos o de los capitanes y soldados ms prximos, referencias al mundo cono-

    florencia, 1505). tambin, en el Mapamundi de Juan de la Cosa aparece ya el Golfo de mxico; mientras que en el de nicolo di Canesio, de 1502, se muestran la florida y Yucatn.

    2 La armada estaba compuesta por dos naos llamadas San Sebastin, las carabelas Trinidad y Santa Mara de los Remedios y el bergantn Santiago.

    3 estos chontales llamaban putun tan a su lengua, de donde se dio en llamar Potonchn a su cabecera principal en el ro Grijalva. Su cacique era llamado Tabskoob, de donde posiblemente surgi el nombre de la provincia de tabasco, aunque el trmino tabasco no es propiamente maya, pues deriva del nahua local tawatsko, lugar seco, ribera (de tawatsa, secar), y por extensin significa pueblo o lugar habitado, dado que los emplazamientos de los pueblos en el pantano estaban sobre estas escasas partes secas o bordes de playas de ros y lagunas (antonio Garca de Len, Archivo de variantes, Cupilco, tabasco, 1966). Hasta hoy siguiendo esta tradicin, la mayora de las pequeas poblaciones tabasqueas se llaman riberas. La oposicin entre borde seco habitable (tawatsko) y popal, pantano o humedal (takwechawak, takwektah) era todava comn entre los nahuas del Golfo hace pocas dcadas.

    cido del norte de frica, jirones de la espaa musulmana, animales y plantas de las antillas, piezas de un vocabulario que tendra que quedar para siem-pre en las cartas de marear, en las coordenadas nuticas del mundo futuro

    a poco de abandonar la desembocadura del ahora ro de Grijalva, el 11 de junio y en avanzada hacia el poniente, aparecieron las dos lagunas de la co-marca de ayahualulco, unidas por una franja de arena a la que llamaron La rambla.4 aqu, las aldeas eran visibles desde la cubierta, en especial la ms poblada de ellas, que se desplegaba sobre la banda oriental de la primera lagu-na y cuyos caseros llegaban hasta la costa. el soldado cronista Bernal daz del Castillo, que acompaara despus a Corts y que colonizara la tierra en los aos por venir, recordaba medio siglo despus ese primer contacto lumino-so con estos pueblos pescadores del oriente de la provincia de Coatzacualco:

    Vueltos a embarcar, de all a dos das vimos un pueblo junto a tierra que se dice el ayagualulco. Y andaban muchos indios de aquel pueblo por la costa, con unas rodelas hechas con conchas de tortuga, que relumbraban con el sol que daba en ellas, y algunos de nuestros soldados porfiaban que eran de oro bajo. Y los indios que las traan iban haciendo pernetas, como burlando de los navos, como ellos estaban en salvo, por los arenales y costa adelante. Y pusimos por nombre a este pueblo La rambla, y as est en las cartas de marear. Y yendo ms adelante, cos-teando, vimos una ensenada, donde se qued el ro de tonal (que a la vuelta que volvimos entramos en l), y le pusimos nombre de ro de Santo antn5

    Y es que en la expedicin iban tambin el piloto antn de alaminos, quien posiblemente inspir el bautismo del ro6 que avistaron por vez pri-mera la maana del 13 de junio, da de san antonio, as como varios de los futuros conquistadores de mxico: Pedro de alvarado, francisco de montejo y Bernal daz del Castillo, entre otros. La idea de Grijalva, antes que poblar, era avanzar lo ms lejos posible, aunque siempre perlongando la costa, por lo que reconocieron el litoral de anhuac hasta la desembocadura del ro Pnuco,

    4 rambla tiene el sentido de lecho natural de circulacin de aguas pluviales, aunque en realidad era un estero. en esa poca, las lagunas de ayahualulco (hoy el Carmen y machona) eran la desembocadura del delta del ro mezcalapa, desviado en el siglo xvii hacia el Grijalva, para evitar el paso de los piratas hacia el interior.

    5 Bernal daz del Castillo, Historia verdadera, cap. xii. Juan daz, en su Itinerario, dice que ms adelante haba un pueblo, y dijo el bergantn que andaba costeando la tierra que haba visto en l muchos indios que estaban a la vista de la mar, y que andaban siguiendo la nave, y traan arcos, flechas y rodelas de oro que relucan, y [que] las mujeres [llevaban] brazaletes de oro, campanillas y collares de oro.

    6 antn de alaminos haba acompaado a Coln en dos de sus viajes. Como buen piloto, form parte de las tres expediciones enviadas por diego Velzquez. despus de la llegada a Cempoala, Corts lo envi a espaa con presentes para Carlos V y conduciendo a los procuradores montejo y Portocarrero. al tomar la ruta de Las Bahamas descubri el camino de regreso a espaa, por el Golfo de mxico, La Habana y Las Bahamas, el famoso tornaviaje que siguieron las flotas y los navos sueltos por siglos. muri en 1522. Vase Carmen Bernand y Serge Gruzinski, Historia del Nuevo Mundo, 1996, p. 483.

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    en donde la corriente era tan grande, en donde la tierra avanzaba ahora hacia el septentrin y en donde poco a poco los encuentros humanos se iban haciendo cada vez ms escasos y espaciados, por lo que Grijalva resolvi desandar la ruta hasta Cuba, a donde llegaron a fines de octubre con nuevas noticias de esta tierra continental.

    Pero despus de estos inditos encuentros en los ros y marismas de ta-basco, el ayahualulco y el tonal, del reconocimiento mutuo dificultado por la desconfianza, y del dilogo de los exploradores con la tierra, el hallazgo fue lleno de incidentes y detalles, tiles para la siguiente expedicin. as que habindolos dejado en San antn, la ruta continuaba hacia las playas de San Juan de ula, punto del prximo desembarco7

    all se bautiz a las sierras de San martn, cuyos dos principales conos volcnicos, el Pan de minzapan y el volcn de tuztla, llevaran hasta hoy el apellido del soldado que primero las vio desde la cubierta del navo.8 Pero los temores del capitn Grijalva no lograron evitar que algunos de los ms osados se desmandaran, se adelantaran y penetraran ms adelante, por la rada y laguna bautizada con el apellido de quien luego sera uno de los prin-cipales capitanes en las expediciones de Hernn Corts, Pedro de alvarado, quien penetr el ro de las mariposas por saber ms el secreto del dicho ro y entr en relacin con los pescadores del pueblo de tlacotalpan9

    alvarado se reuni de nuevo con la expedicin y sta continu su camino el da 16, tocando la desembocadura del ro de Jamapa, bautizndolo como ro de Banderas. mientras, la armada avanzaba lenta y dificultosamente, ceida de una nube de mosquitos que impedan el establecimiento de cam-pamentos en la playa y que ese da encontr por vez primera, entre los curio-sos que se arremolinaban en la playa, a los vigas del imperio mexicano, quienes ya estaban apercibidos sobre la extraa presencia de los intrusos y enarbolaban banderas, en una escena que bien pudiera ser la representada en un mural antiguo del sitio de Las Higueras, un poco ms al norte10

    el episodio ms impactante, para quienes por primera vez tocaban estas

    7 Y yendo ms adelante navegando vimos en donde quedaba el paraje del gran ro de Guazacualco, y quisiramos entrar en la ensenada por saber qu cosa era, si no por ser el tiempo contrario [] y tambin vimos otras sierras que estn ms junto a la mar, que se llaman de San martn. Y pusmosle este nombre porque el primero que las vio desde los navos fue un soldado que se deca San martn y era vecino de La Habana, que iba con nosotros (Bernal daz del Castillo, ibid.).

    8 en ese orden, los volcanes de San martn Pajapan y San martn tuztla. San martn fue tambin el santo patrn de acayucan, pueblo situado el sur de estas sierras, y el soldado de La Habana que primero las divis era posiblemente francisco de San martn, que acompa a Corts un ao despus y que form parte del cuerpo de regidores del primer ayuntamiento de la Villa rica de la Vera Cruz, en 1519 y 1520.

    9 Y navegando nuestra costa adelante, el capitn Pedro de alvarado se adelant con su navo y entr en un ro que en nombre de indios se dice Papaloaba [Papaloapan], y entonces le pusimos por nombre ro de alvarado, porque entr en l el mismo alvarado. all le dieron pescado unos indios pescadores, que eran naturales de un pueblo que se dice tacotalpa (Bernal daz del Castillo, ibid.).

    10 Luego llegamos en paraje de otro ro, que le pusimos por nombre ro de Banderas [] estaban all en posta y vela muchos indios del gran montezuma en aquel ro, con unas varas

    playas orientales del territorio bajo control azteca, no fue solamente la admi-racin ante la galanura de los vestidos de estos embajadores, o la diversa textura, color y diseo de las mantas que ofrecan en intercambio de las cuentas de colores, o su creciente simpata ante los extraos, sino el desem-barco en la isla que los naturales llamaban Chalchihuitlapazco,11 y que la ex-pedicin rebautiz como isla de Sacrificios el 17 de junio. aqu sobrevive la memoria de Juan daz, capelln mayor de estos primeros expedicionarios que luego acompaara tambin a Hernn Corts, quien en su diario narra lo que vio en el templo de la isla, en donde encontraron varios hom-bres sacrificados ritualmente con das de intervalo, y las evidencias de un sistema religioso mucho ms elaborado y cruel que el del Caribe.12

    fue al otro da por la maana, y despus de exorcizar a los demonios de la idolatra, cuando vieron de nuevo muchas banderas y gente en tierra fir-me, cuando tomaron contacto con el grupo que los segua por la playa y se intercambiaron toda clase de objetos. fue cuando francisco de montejo, in-sistiendo en el rescate, les inquiri por oro.13 al da siguiente, el festejo mu-tuo sigui en la playa, con incienso y perfumes, viandas variadas y un regalo de mantas de algodn de diseos diversos. a uno de los enviados aztecas, al que llamaron Ovando, le hicieron cacique y le dieron autoridad sobre los dems: Y l nos mostraba tanto amor, dice Juan daz, que era cosa mara-villosa. a la demanda de oro, los anfitriones aparecieron al da siguiente con una hermosa mscara de madera recubierta del ansiado metal, mostrando de dnde lo obtenan y la manera de fundirlo.14 en esta boca del Jamapa los

    muy largas y en cada vara una bandera de manta de algodn, blanca, enarbolndolas y llamndonos (ibid.).

    11 nombre que significa en el lebrillo de jade, mientras que el litoral que se extiende desde el ro de La antigua hasta la boca del Jamapa se llamaba Chalchiuhcueyecan, donde est la que tiene las faldas de jade, es decir, la diosa de las aguas y consorte de tlloc, el dios de la lluvia. La alegora de faldas de jade se refiere precisamente a las aguas marinas. en ese momento, el arrecife de San Juan de ula era tambin ocupado y se le llamaba tecpan tlayacac, en la punta del palacio.

    12 estaban dos postes de altura de un hombre, y entre ellos haba algunas ropas labradas de seda a la morisca, de las que llaman almaizares; y al otro lado estaba un dolo con una pluma en la cabeza, con el rostro vuelto a la piedra arriba dicha [] estaban muertos dos indios de poca edad envueltos en una manta pintada; y tras de las ropas estaban otros dos indios muertos, que pareca haber tres das que lo fueron, y los otros dos de antes llevaban al parecer veinte das de muertos (Juan daz, Itinerario, 1518.)

    13 Que sa era la intencin del intercambio desigual, o del saqueo, que las Ordenanzas llamaban rescate: Para contratar y rescatar con los indios y gentes de las partes donde llegaren, se lleven en cada navo algunas mercaderas de poco valor, como tijeras, peines, cuchillos, hachas, anzuelos, bonetes de colores, espejos, cascabeles, cuentas de vidrio y cosas desta calidad, para trocarlos por oro o piedras preciosas (Ordenanzas sobre descubrimiento nuevo y poblacin, edicin de 1563, bnm).

    14 Los nuestros les pidieron oro de fundicin y ellos se lo ensearon y les dijeron que sala de al pie de aquella sierra, porque se hallaba en los ros que nacan de ella, y que un indio sola partir de aqu y llegar all a medioda, y hasta la noche tena tiempo de llenar un cauto del grueso de un dedo [] estos indios lo fundan en una cazuela donde quiera que lo hallaban, y para fundirlo les servan de fuelle unos cautos de caa, con los que encendan el fuego y as lo

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    exploradores tenan asentado el real, y muchos opinaban quedarse de una buena vez en la tierra, para poblarla por fuerza, a lo que el capitn siempre se neg pues, segn l, la expedicin era solamente para rescatar oro y joyas. de haber tenido la suficiente voluntad de carcter, Juan de Grijalva habra sido el conquistador de mxico,15 adelantndose a Corts. Pero al tiempo de partirnos, recuerda el capelln con tristeza, los indios nos abrazaban y llo-raban por nosotros. Lo que demuestra que, de todas maneras, la conquista haba comenzado. un soldado de la expedicin, miguel de Zaragoza, al pare-cer descontento con el abandono de la tierra, se qued, contra la voluntad de los dems, en las playas de San Juan de ula, y vivi entre los lugareos hasta la llegada de Corts, quien lo encontr all un ao despus. aunque no se le menciona demasiado en las crnicas de la conquista, es posible que haya dado servicios valiosos a ste durante la empresa, pues fue beneficiado despus con varias encomiendas en la regin de Jalapa.16

    La maana de San Juan, antes del retorno, se bautiz al arrecife que des-pus sera cabeza de la nueva Veracruz con el apellido del imperio culhua,17 pronunciado as por Ovando y mal escuchado por sus interlocutores, que-dando para siempre y en las cartas de marear como San Juan de ula. un bautizo que se hizo bajo el signo de un extrao augurio, la aparicin de un co-meta que indicaba la conveniencia de la conquista, aunque con algunos con-tratiempos: aquel mismo da en la tarde, recordaba el capelln, con dos horas de sol todava, vimos una gran estrella que hendi el aire y dej una huella en el cielo, visible an despus del ocaso: sta fue una seal de mal agero y por lo mismo se nos rompi la entena del navo. a varias leguas de all, el mismo resplandor inquietaba al seor de mxico, quien lo asuma tambin a su manera como un mal presagio de all, Grijalva dio por

    vimos hacer en nuestra presencia (Juan daz, op. cit.). un episodio a la manera morisca impact a la tripulacin: el dicho cacique trajo de regalo a nuestro capitn un muchacho como de 22 aos, y l no quiso recibirlo.

    15 Y haba aqu un ro recuerda el capelln muy principal y donde tenamos asentado el real, y los nuestros, viendo la calidad de la tierra tenan pensamiento de poblarla por fuerza, lo cual pes al capitn. Y l fue quien de todos ms perdi, porque le falt ventura para enseorearse de tal tierra [] y as partimos del dicho lugar muy descontentos por la negativa del capitn.

    16 Baltasar dorantes de Carranza lo menciona en una extensa relacin de sus aventuras en la costa veracruzana. en 1519 fue uno de los primeros en avistar la nueva expedicin de Corts, mientras pescaba en la mar con sus amigos, indios de la tierra. Vase dorantes de Carranza, Sumaria Relacin (1604) 1987, pp. 189-190.

    17 Culhua (kolwah, el de Culhuacan, kolwahkan, donde tienen abuelos o antepasados) es uno de los nombres emblemticos que tuvo la triple alianza, en especial la parte de tetzcoco, y que tiene que ver con el pedigr tolteca que los mexicas se empeaban en resaltar para legitimar su dominacin. Para los nahuas del Golfo en el siglo xvi, este apellido se asociaba en general a la dominacin azteca y a sus puestos regionales de control, entre ellos tecpan tlayacac, el islote bautizado el da de San Juan. Pero tambin es posible, por las ofrendas halladas, que el famoso islote se haya llamado Olhua/olwah/, es decir, dueo del hule como se llamaba a los sacerdotes oficiantes que ofrendaban esta resina, muy comunes en el Golfo, u Olhuacan, donde tienen hule, lo cual hara ms lgica la espaolizacin del nombre.

    concluida la exploracin, y en su prisa por regresar a Cuba hubo que desan-dar la costa en retorno. aunque, por hacer la aguada y a causa de un desper-fecto inesperado, el grupo tuvo que permanecer quince das adobando una nave en la desembocadura del San antn o tonal.18

    a una legua ro adentro se hallaba el pueblo del mismo nombre, en el rea de influencia de lo que haba sido siglos antes la ciudad olmeca de La Venta. al campamento pronto llegaron muchos indios de tonal que des-pus sera cabeza de un corregimiento, trayendo tortillas de maz, pescado aderezado y frutas de la tierra, as como oro en dos ocasiones. Los naturales de Cuba, naboras que venan en la expedicin, contemporizaron de inme-diato con los de la tierra. al segundo da llegaron tambin gentes de la capi-tal comarcana de Coatzacualco, la que daba nombre a toda la provincia, si-tuada unas cuatro leguas al oeste y en donde unos aos despus se fundara la villa del espritu Santo. Conforme al ritual recurrente, los expedicionarios demandaron oro para rescatar, dndoles a cambio algunas cuentas de vi-drio de color verde. el relato de Bernal daz del Castillo nos proporciona la primera visin espaola de este fragmento del mundo olmeca de aquellos aos,19 una visin entreverada con el ansia del rescate a toda costa.20 en es-tas entradas de saqueo a los sitios de culto, Bernal rememora tambin algu-nos cuentos viejos sobre los primeros cultivos de plantas extraas a la

    18 el ro llamado San antn, Santo antn, San antonio, tonal, tonela y, aun, toneladas, durante el siglo xvi. es el ro que actualmente divide los estados de Veracruz y tabasco. ms ro arriba, tambin se llama tancochapa. tonal (tonallan) significa lugar del calor, lugar del alma mientras que tancochapa (tankochapan) quiere decir ro de la muela. Y llegados que fueron a tierra, dice Juan daz (op. cit.), vieron cosa de diez indios de la otra parte [del ro tonal] y traan treinta y tres hachuelas, y llamaron a los cristianos para que fuesen a ellos, hacindoles seales de paz con las manos, y, segn su costumbre, se sangraban la lengua y escupan en la tierra en seal de paz, y dos de nuestros cristianos fueron a ellos y les pidieron las dichas hachuelas, que eran de cobre, y se las dieron de buen grado.

    19 Y tambin vinieron los de Guazacualco y otros pueblos comarcanos y trajeron sus joyezuelas, que todo era nonada. Pues adems de este rescate traan comnmente todos los ms indios de aquellas provincias unas hachas de cobre muy lucidas, como por gentileza y a manera de galana, con unos cabos de palos pintados, y nosotros creamos que eran de oro bajo, y comenzamos a rescatar de ellas. digo que en tres das se tuvieron ms de seiscientas, y estbamos muy contentos creyendo que eran de oro bajo y los indios mucho ms con las cuentas. Y todo sali en vano, que las hachas eran de cobre puro y las cuentas poco de nada. Y un marinero haba rescatado siete hachas y estaba alegre con ellas (Bernal daz del Castillo, op. cit.).

    20 Cada vez se internaban con ms confianza, encontrando otros pueblos que, segn el viejo patrn olmeca, eran caseros de barro y palma, situados alrededor de plazas y de los montculos de tierra apisonada que les servan como basamento de sus templos. tambin me acuerdo, dice Bernal daz del Castillo en esta parte de su crnica, que un soldado que se deca Bartolom Pardo fue a una casa de dolos que estaba en un cerro, que ya he dicho que se dicen ces, que es como quien dice casa de sus dioses, y en aquella casa hall muchos dolos y copal, que es como resina con que sahman, y cuchillos de pedernal, con que sacrificaban y retajaban, y en una arca de madera hall muchas piezas de oro, que eran diademas y collares, y dos dolos, y otras como cuentas vaciadizas. Cerca de la ensenada de la boca del tonal se hallaban dos pueblos, San Pedro acn y San miguel Cuitatan, posibles escenarios de la aventura de Bernal.

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    regin, pues el soldado cronista, siempre seguro de que algn da cercano tendra que regresar, se dedic a sembrar los primeros naranjos de mxico en este rincn alejado del sur de Veracruz.21 Por ltimo, el 27 de julio, los espaoles abandonaron la regin.

    este primer encuentro, en general amistoso, que preceda a la expedicin de conquista de Hernn Corts, abri las puertas de la tierra a los espaoles del Caribe insular de alguna suerte acostumbrados a las extraezas de un mundo por descubrir y vidos de poblarla a la que crean en su totalidad otra isla