Tierno Galván - Lo Cursi

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APARICIÓN Y DESARROLLO DE NUEVAS PERSPECTIVAS DE VALORACIÓN SOCIAL EN EL SIGLO XIX: LO CURSI «¿Qué es la cursería? ¿Hasta dónde llegan las fronteras de ese poderosísimo Imperio de Corsia, cuya» invasiones crecen de día en día y se suceden unaB a-otra6 hasta el punto de que hoy podamos decir con el romano de la de- cadencia: "Sólo el bárbaro es ciudadano de Roma"? ¿De dónde nace el nial? ¿Cómo se comunica y cunde su con- tagio? ¿Qué remedios pueden atajarle? A tales extremos se encaminan estas observaciones, hijas del análisis detenido y minucioso que nuestra holgazanería nos ha permitido hacer de la enfermedad que a todos aflige.» (FRANCISCO SILVIXA : La jilocalia o arte de distinguir a los cursis de los que no lo son, Madrid, 1868, pág. 8.) ^VC^UÉ es lo cursi? La respuesta a esta pregunta, en general a toda pregunta, bien está dada y nos es conocida, bien perma- nece en la oscuridad, siendo necesario sacarla a la luz merced a su búsqueda y hallazgo. Pero ocurre en ocasiones que aun sabien- do el contenido de la respuesta no es posible formularla, por no encontrar el concepto o conceptos que la expresen con el debido rigor y generalidad. Esta clase de saber aún no encapsulado en conceptos se puede considerar constituido en zonas distintas, cuyo nexo común es simplemente un cierto grado de irracionalidad. La zona más profunda corresponde al saber del corazón —cogita- tio coráis—, y la superficial a esa clase de sabiduría irreflexiva que nos permite llamar a alguien o algo «cursi» sin que sepamos con rigor lo que lo cursi sea. Tal sabiduría constituye, a mi juicio, el saber social por excelencia. No es la sedicente noticia del alma que trasparece en las razones del corazón ni el conocimiento cien- tífico de loe manuales de botánica, sino un saber que procede de la convivencia en las formas de vida y cuya posesión por todos 86

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Ensayo histórico-sociológico de Enrique Tierno Galván "Aparición y Desarrollo de Nuevas Perspectivas de Valoración Social en el Siglo XIX: Lo Cursi".

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  • APARICIN Y DESARROLLO DE NUEVASPERSPECTIVAS DE VALORACIN SOCIAL

    EN EL SIGLO XIX: LO CURSI

    Qu es la cursera? Hasta dnde llegan las fronterasde ese poderossimo Imperio de Corsia, cuya invasionescrecen de da en da y se suceden unaB a-otra6 hasta elpunto de que hoy podamos decir con el romano de la de-cadencia: "Slo el brbaro es ciudadano de Roma"? Dednde nace el nial? Cmo se comunica y cunde su con-tagio? Qu remedios pueden atajarle?

    A tales extremos se encaminan estas observaciones, hijasdel anlisis detenido y minucioso que nuestra holgazaneranos ha permitido hacer de la enfermedad que a todosaflige.

    (FRANCISCO SILVIXA : La jilocalia o arte de distinguir alos cursis de los que no lo son, Madrid, 1868, pg. 8.)

    ^VC^U es lo cursi? La respuesta a esta pregunta, en generala toda pregunta, bien est dada y nos es conocida, bien perma-nece en la oscuridad, siendo necesario sacarla a la luz merced asu bsqueda y hallazgo. Pero ocurre en ocasiones que aun sabien-do el contenido de la respuesta no es posible formularla, por noencontrar el concepto o conceptos que la expresen con el debidorigor y generalidad. Esta clase de saber an no encapsulado enconceptos se puede considerar constituido en zonas distintas, cuyonexo comn es simplemente un cierto grado de irracionalidad.La zona ms profunda corresponde al saber del corazn cogita-tio coris, y la superficial a esa clase de sabidura irreflexiva quenos permite llamar a alguien o algo cursi sin que sepamos conrigor lo que lo cursi sea. Tal sabidura constituye, a mi juicio,el saber social por excelencia. No es la sedicente noticia del almaque trasparece en las razones del corazn ni el conocimiento cien-tfico de loe manuales de botnica, sino un saber que procede dela convivencia en las formas de vida y cuya posesin por todos

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    y cada uno de los que conviven se sobreentiende. Detrs de estossobreentendidos no hay ninguna episteme, sino seguridad y per-plejidad a la vez; la seguridad que procede del saber social y laperplejidad que surge cuando pretendemos establecer un conte-nido riguroso acerca del contenido de ese saber. Ninguna disci-plina se ocupa explcitamente de averiguar cul sea el sentido dela realidad social que se oculta en esos modos generalizados decomportamiento que se refieren a formas de convivencia. Impl-citamente suele la sociologa reclamar para s esta clase de averi-guaciones, pero en general cuestiones como qu sea lo cursi,la guasa, el salero o el snobismo son campo propicio porla indiferencia general de los estudiosos especializados para inte-ligencias errabundas, indisciplinadas y amigas de cavilar por purafruicin y juego.

    Ante todo, y en vista de que slo nos mueve una cierta curio-sidad no exenta de asombro, adquiramos desde ahora el compro-miso de no resignarnos con una respuesta fcil, pero engaosa,que aleje la cuestin sin contestarla. Rechacemos de antemanocomo pura falacia indigna de la libre decisin con que liemos em-prendido este ensayo respuestas como lo cursi es el amaneramien-to en las formas, porque si es cierto que algo de verdad hay enello tambin lo es que queda la cuestin postergada y no resuelta,porque qu sea el amaneramiento y cules las notas que lo definenen cuanto cursi y mil preguntas ms replantean prcticamente,como si estuviera indita, la preocupacin inicial de qu es lo cursi.

    Por lo pronto resulta notable el hecho de que lo cursi no sepredique exclusivamente del comportamiento, sino tambin delas cosas. No slo decimos de una persona que es cursi, sino tam-bin de un vestido e incluso de un edificio o un rbol.

    Qu quiere decir esto? Qu significa que tengan pleno sen-tido juicios de valor como el siguiente: Qu arroyo ms cursi!?

    En cuanto al comportamiento, el hecho de que pueda ser afec-tado de lleno por la cursilera permite diferenciarlo de la puraconducta, y nos ofrece un punto de vista excepcional para el an-lisis de lo cursi. Comportarse cum-portare es tanto como lle-varse con, es decir, producirnos de tal manera que el producirseest definido por la resistencia de algo merced a lo cual cobrafisonoma y carcter. El concepto de conducta tiene un alcance msrestringido, no significa llevarse con, sino regularse respecto a,de manera que la conducta se define desde unas normas que sirven

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    de regla, mientras que el comportamiento no excede de la merarelacin entre hechos o cosas, sin que las normas intervengan.Toda conducta tiene a la base un comportamiento, pero no seda la inversa. Comportarse consiste fundamentalmente en quemi producirme o el supuesto producirse de algo tropiece con laresistencia de esto o aquello para que con el tropezn el produ-cirse se transforme en un comportarse. Despus veremos cmo elhecho de que todo lo que es comporte de un modo u otro su sen-tido es esencial para definir lo cursi.

    Puedo regular mis acciones con arreglo a la normatividad delos usos sociales y dar la mano o no darla, destocarme o perma-necer cubierto; pero qu hago en el momento de mi hacer conla mano que se me extiende o con el sombrero que me quito? En elfondo comportarse es manejar, y el manejo el modo ms matiza-do de convivir en sociedad. Los otros y las cosas son entes quetengo a las manos o me pillan trasmano, de los que puedo o noechar mano, que se me van de las manos o me vienen a ellas;l>ero en todo caso he de manejarme con ellos y para eso estn yeso piden. En tal manejo se agota un amplio sector de lo social,

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    e inquietud debe ser: Qu clase de anomalas han de darse enel comportamiento para que ste aparezca cursi?

    La respuesta a la cuestin se facilitar si admitimos, aunqueslo sea como argucia dialctica, el siguiente origen para la pa-labra cursi : lo cursivo.

    No ignora el autor de este ensayo que a tal palabra se le hanatribuido diferentes orgenes para esclarecer lo que pudiramosllamar su progenie histrica, ya que la etimolgica no ofrece alparecer dudas (1). Pero las distintas explicaciones que se han su-gerido son tan slo probables y verosmiles, y en este ilimitadocampo de la conjetura tiene su sede cualquier opinin que nollegue al disparate. Admitido esto damos por bueno que cursi vie-ne del adjetivo cursivo, caracterizador de un tipo de letra que du-rante nuestro siglo pasado se tendi a identicar con la inglesa. Nosera la primera vez que la escritura y el comportamiento se buscana travs del lenguaje familiar. Me viene a las mientes el verbo atil-dar, algo as como poner tilde a la compostura, y la expresin,que sospecho mucho ms moderna, aunque no lo s seguro, deser un hombre muy historiado, que recuerda la letra historiaday la intencin escondida en la superfluidad de su rasgueo.

    Durante el primer tercio del siglo xrx se introdujo en Espaa,siendo su vehculo el comercio, que tanto une a las naciones,la letra cursiva inglesa, que entr pronto en abierta pugna conla letra tradicional espaola, particularmente la que forjaron ydivulgaron los padres calasancios, disputndose entre ellas el cetrode la realeza caligrea. Entonces tener buena o mala letra cali-ficaba a una persona de instruida o ignorante, y aun ms, de res-ponsable e irresponsable. Se admita tcitamente que los buenosprincipios y la buena letra se adquiran al mismo tiempo. Estecriterio responda a la vieja, tradicin occidental que vinculaba

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    los principios constitutivos de la cultura de Occidente que la des-preocupacin actual por la caligrafa. Sin embargo, an no hacemachos aos la preocupacin fundamental en la educacin de losjvenes consista en tener hermosa letra, y no hay duda que atravs de los rasgos ntidos, trazados con fcil esmero por unamano suelta a la vez que sosegada, se adivina un alma tranquila,segura de s, con fe en sus ideales y obediente a un sistema obje-tivo de normas que nutre su inteligencia y da rmeza a la mano.Personalmente no puedo ver ninguna de estas escrituras decimo-nnicas sin sentirme ante ellas un hombre completamente nuevo.

    La contienda entre los que propugnaban la letra nueva y losdefensores de la antigua trascendi a las escuelas, a las casas decomercio y a la vida privada. S. F. de Iturzaeta, autor del famo-so Arte de escribir la letra bastarda espaola, dice hacia 1830 :Ya hace algn tiempo que o por la mayor comunicacin que hahabido con los extranjeros o por causas que hacen poco favor alos maestros ha empezado en Espaa a tener algn partido la letrainglesa, ensendose pblicamente en algunas escuelas. Y culha sido el resultado? De tantos como se han dedicado a ella muypoco6 la han aprendido con alguna perfeccin, y casi todos hanadquirido una cursiva que est tan lejos del carcter ingls comodel espaol.

    He subrayado la palabra cursiva para denotar el tono despecti-vo con que est empleada, anunciador del uso que por extensinalcanz ms tarde (2). La polmica lleg a extremarse tanto quehacia 1844 se public una Real orden aprobando el mtodo deletra inglesa comercial de Slirling, en la que se deca qxie aten-diendo a que no hay un mtodo para la enseanza de la letra ingle-sa que ha adoptado el comercio, de donde resulta una letra im-perfecta, confusa y muchas veces ininteligible, se obligar a losmaestros que quieran ensearla a que lo ejecuten segn el m-todo de Stirling. Y este mismo calgrafo, en el prlogo a su mto-do, advierte que los empricos destruyeron la tolerable letra delos que a ellos se confiaron, sustituyndole otra que no estando

    (2) ALVER (Nuevo arte de aprender y ensear a escribir la letra espaolapara uso de todas las escuelas del reino..., Madrid, 1847) emplea una curiosaforma mascnlinizada de cursiva, en la que est apuntado el empleo ad homi-nem de la expresin: Si algn cursivo extranjero hubiera de sustituir alnuestro nacional no temo asegurar que el ingls sera el ltimo...

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    cimentada en principios ciertos acab por no entenderse, y nopoda ser de otra manera, porque esos hombres, faltos de cono-cimientos, ignorantes de un buen sistema y de la verdadera fiso-noma de la escritura inglesa, adaptaron a las letras un falso claro-oscuro, con lo que fascinando la vista de aquellos que no eranconocedores les hicieron vctimas de sus pomposas promesas.

    El falso clarooscuro como dice Stirling. la intencin pre-tenciosa que suele atribuirse a lo nuevo, la adopcin de la letrapor la nueva burguesa el comercio y los caracteres de la letramisma, incluso la depurada, que luego, sin olvidar la polmicaque produjo su intrusin, sealaremos, justifican la aparicin enel habla familiar del adjetivo cursi, apcope de cursivo y razde cursera, cursilonera, cursilera, pues de las tres maneras sedijo. El Diccionario de 1869 la acogi en su seno, y desde enton-ces circula como moneda corriente.

    Estamos ante un caso en que el concepto y la palabra aparecensimultneamente. No hay aqu una palabra conocida de antiguo,como sal, que se aplique para designar a la persona que tiene sa-lero, sino que concepto y palabra aparecen al mismo tiempo. Enla novela espaola del perodo barroco no existen, que yo sepa, cur-sis ; al contrario que en Francia, donde los ridculos y ridicu-las se acercan y a veces invaden el terreno de la cursilera. Recuer-de el lector la protesta de Madelon y Cathos por tener estos nombresy no otros ms finos y elegantes y las propias palabras de Catbos :II est vrai, mon oncle, qu'une oreille un peu dlicate ptit fu-rieusement entendre prononcer ees mots-l; et le nom de Poli-xne que ma cousine a choisi, et celui d'Aminte que je me suisdonn, ont une grce, dont il faut que vous demeuriez d'accord.

    Quiz haya sugerido an con mayor exactitud lo cursi Mo-liere en aquellas notables palabras con que Madelon corrige aMarotte, que le haba dicho sencillamente : Voila un laquais quidemande si vous tes au logis. et dit que son matre vous veutvenir voir. La respuesta entraa sin duda una evidente cursile-r a: Apprenes sotte. a vous annoncer moins vulgairement. Dites :Voila un ncessaire qui demande si vous tes en commodit d'trevisibles (Les prcieuses ridiculos, esc. V y VII).

    En Espaa, sin embargo, la consciencia de lo cursi que demues-tra Moliere, aunque carezca de trmino para designarla, no surgebasta doblada la mitad del siglo XIX, y sin duda que tal realidadsocial y su conocimiento hayan aparecido tan tarde es liecbo de

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    suyo extrao y difcil de explicar. Por qu no ha habido enEspaa cursis? A su vez esta ausencia explica que cuando irrum-pieron en la contextura de las formas de vida espaolas los pri-meros cursis, su propia rareza y lejana obligara a encontrar paradesignarlos una peculiar e indita palabra, sin igual en ningnotro idioma.

    Por qu razn durante tanto tiempo no hubo en Espaa cons-ciencia de lo cursi? Por qu razn cuando apareci lo hizo demodo definido y claro, sin cobijarse en la amplitud de la acepcinde otro vocablo, sino concretamente, pidiendo un nombre comotoda realidad perfilada y perfecta?

    Hay un libro, las Rodomontadas, de Pedro de Bourdeilles, se-or de Brantme, que sirvi para definir al espaol del Siglo deOro ante los ojos de Europa y que cal en algunos de los caracte-res nacionales; entre otros la bravuconera, la altivez y el desplan-te, pero se buscar en vano en esta copiosa coleccin de ancdotasuna siquiera que pueda calificarse de cursi.

    Y esto por una razn entre otras : porque lo cursi es una cua-lidad del comportamiento burgus, y en Espaa no comienza ahaber burguesa hasta el siglo xviu. En efecto, el burgus se ca-racteriza ante todo por ser una persona satisfecha de lo que tie-ne, pero no de lo que es. La burguesa media, la autntica bur-guesa, y de la que particularmente hablo aqu, propende a dife-renciarse del pueblo imitando los modos de vida de las clasessuperiores a ella, plutocracia y aristcratas, espiando con avidezsus formas de comportamiento. Este afn mimtico no es la con-secuencia de un congnito impulso de ascensin y podero, sinoel testimonio de una intrnseca debilidad social y una continuadesazn psicolgica provocada por un incompensado, a veces noreconocido, pero siempre actuante, sentimiento de culpabilidad.La burguesa moderna se ha hecho construyendo con los escombrosde las dos clases a las cuales arrebat el podero, la nobleza y elclero, y el instrumento con el cual edific su poder, el dinero,ha tenido siempre ante la conciencia occidental un sospechoso ca-riz entre judaico y diablico. Si la nobleza y el clero se han apo-yado de siempre en un inconmovible subsuelo espiritual o hist-rico, el burgus aparece desde el siglo XVI afanoso de fundamen-tacin histrica y espiritual que borre o disimule el inconfesablesentimiento de culpabilidad. La Revolucin francesa fue un exce-lente medio para liquidar el complejo cortando cabezas y secula-

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    rizando el clero; antes el calvinismo haba sido otro esfuerzo poreliminar a los antagonistas y acusadores, creando una democraciade acreedores y justificando teolgicamente el inters del dinero.

    En Espaa la burguesa moderna aparece casi sbitamente conlas notas que definen su modernidad, merced sobre todo a la des-amortizacin de Mendizbal. La venta de los bienes del clero pro-dujo, entre otros efectos psicolgicos y econmicos an sin estu-diar, la consecuencia de extremada importancia poltica y socialde dar a la incipiente burguesa una base territorial rstica queantes slo tenan nobles y clero. Gentes con una mnima fortunaen moneda adquirieron fincas valiosas, objetos de arte y particu-larmente el sentimiento de vinculacin a la tierra desde la pers-pectiva del hombre sbitamente dignificado por el dominium cmi-neiis, cuya eminencia les coloc de pronto en una situacin privi-legiada y rectora. La burguesa contempornea espaola comenzsiendo una burguesa de nuevos ricos. Esta burguesa apenas tenatras de 91 historia, ya que por razones que he expuesto en otra par-te en Espaa apenas si hubo conato de burguesa, en el sentidomoderno, hasta entrado el siglo XVIII. Adems tampoco habran losburgueses alcanzado la nueva altura por la fuerza, desde la legiti-midad histrica de una revolucin, sino por intrigas polticas yenredos de Juzgado, lo que explica en parte la susceptibilidadcasi enfermiza del burgus espaol y la suspicacia de unos res-pecto de los otros, suspicacia que constituye el fondo psicolgicode la expresin cursi.

    Si desde el punto de vista poltico la revolucin de Mendizbalprepar el caciquismo rural, que haba de ser la base de la refor-ma de Cnovas, tambin provoc en la brevedad del tiempo de lavida de dos generaciones la virada rpida de la izquierda a la de-recha. Los revolucionarios anticlericales que haban adquirido, porlo general dolosamente, los bienes del clero, se convirtieron al cle-ricalismo ms cerrado. Los observadores del tiempo, ante cuyosojos se realizaba la transformacin, no supieron ver el cambio,aunque a veces lo sospechasen. Don Andrs Borrego crea que elpartido progresista se haba dado cuenta de que la enajenacin delos bienes nacionales era el nico de los hechos producidos porsu influjo, que le daba amigos, partidarios, individuos y clasesdispuestas a defender la obra de la revolucin. Pero por otraparte tema, y expres su temor en el mismo libro, que fueragravsima imprevisin la de no ver un peligro y tal vez no muy

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    lejano en la transformacin de una sociedad cuya prosperidadcolectiva y pblica pasa toda entera al dominio particular..., alos ms ricos, a los ms atrevidos, a los especuladores, por ltimo,cuya asociacin posible frustrara en la mayora fie los casos lacompetencia de los pobres (3).

    De esta manera la burguesa espaola nace al mundo contem-porneo no slo con el sentimiento de culpabilidad caractersticode la del resto de Europa, sino con el sentimiento de indignidady acomodaticia doblez que ha caracterizado hasta hoy la vida so-cial y poltica de Espaa.

    Todo esto ocurri aproximadamente cuando germinaba, por asdecirlo, la palabra cursi, hacia 1840. Don Juan Valera dice quecursi es una expresin vulgar. Hablando de la dificultad de in-ventar palabras afirma que la palabra sencilla, nueva, rara vezse inventa, como no sea en estilo picaresco y bajo; por ejemplo,cursi, guasa, filfa (4). Don Juan, que dicho sea de paso tena unaexquisita sensibilidad burguesa, llamaba picaresco y bajo a todolo que no encajaba en su riguroso academicismo; pero lo cierto esque la palabra procede de una zona vital propia de la burguesa,el comercio, y de un. ejercicio cuyo arte ha pertenecido a la claseinedia, la caligrafa. El propio Valera, tan exigente con las pa-labras, tuvo que inclinarse ante esta nueva, de invencin popu-lar, y e 1871, en un artculo titulado El extrao. Ultima modade Pars, habla de la propia ordinariez y la ms vulgar cursi-lonera.

    La expresin cursi y sus derivados se impusieron por habernacido simultneamente con la moderna burguesa espaola y co-rresponder a la actitud suspicaz, continuo miedo a ser Ja irrisinde los otros, malicia profunda y conciencia turbada, que son lasnotas que el socilogo descubre en el subsuelo psicolgico de estaclase, particularmente en Espaa (5).

    Creo que por este mismo tiempo, tan fecundo, de la desamor-tizacin de Mendizbal y aparicin de la palabra cursi se em-pez a emplear en su acepcin actual la expresin seorito. No

    (3) Espaa y la revolucin o estudio sobre el carcter de las reformanque han cambiada el estado de la sociedad espaola, Madrid, 1856.

    (4) De la originalidad y el plagio, artculo fechado en Madrid en 1876.(5) Para VALERA la esencia de esto que ahora llamamos cursi est en el

    exagerado temor de parecerlon (as ilusiones del doctor Faustino, pg. 192,Obras completas, edicin Aguilar, Madrid, 1934).

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    hay en el idioma espaol anterior al siglo XIX ninguna palabraequivalente en este sentido a esta. Seorito es la expresin queel pueblo emplea para designar a la nueva burguesa, y el hechode que sea un diminutivo de seor no slo explica que en un prin-cipio desde el siglo XVH se refiriese a los miembros ms jvenesde las familias acomodadas, sino tambin y en medida igual si nomayor la intencin peyorativa que es fcil vislumbrar eu el em-pleo generalizado que el pueblo dio despus al vocablo (6).

    El efecto que caracteriza al seoritismo generalizacin peyo-rativa de lo que de peyorativo hay en el seorito es el orgullofalaz y la jactancia de clase, dos cualidades que no son atribu-bles a los miembros de la sociedad semiestamental que dur enEspaa hasta fines del siglo xvm. Es la nueva clase, crecida alcalor de las desamortizaciones y al influjo de la definitiva im-plantacin de la economa moderna, la que al vocablo seoritoaade las dos acepciones, designando una clase y sealando susvicios. En 1875 un observador inteligente se refera a aquellaraza honrada de hombres laboriosos, sencillos y modestos a los quehan venido a sustituir entre nosotros, sentimos decirlo, en su mayorparte industriales ms preciados que laboriosos, ms listos quesencillos, ms fastuosos que modestos (7).

    Tanto la expresin cursi como la de seorito adquirieron ple-na vigencia, la ltima en la modalidad que aqu nos interesa,hacia el ao 60, es decir, cuando maduraba la generacin nacidaalrededor de 1830, fecha en que las reformas econmicas se ini-cian. En el transcurso de estos aos el pueblo tuvo necesidad derecurrir a una palabra que designara la nueva burguesa, y confina intuicin de la realidad generaliz el vocablo seorito, cuyaambivalencia de intenciones, que no existe en la expresin seo-rita, le permita adular y distinguir al mismo tiempo que cali-ficar. Ya en el Diccionario de la Real Academia de 1791 hay unconato de la nueva acepcin, dando el sentido metafrico de quienafecta gravedad en sus acciones o dominio y mando en lo que no

    (6) La primera acepcin aparece muy clara en ete texto de CERVANTES :La vida de la Seora y de los Seoritos, si es que el Seor Gobernador lotiene..., Teatro, ed. Biblioteca Clsica, t. 3, pg. 289.

    (7) Memoria relativa a la influencia que han tenido las leyes de desamor-tizacin y de la supresin del diezmo en el cultivo, Crdoba, J875, por donFrancisco de Ass PALOU.

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    lo debe tener. Por su parte, el Diccionario etimolgico de donRoque Barcia (Madrid, 1878) recoge la ya madura nueva acep-cin. Seorito dice, denominacin distintiva que aplican loscriados a sus amos jvenes. Se aplica comnmente a toda personaregular, joven o soltera. En ese adjetivo regular est denunciadala nueva acepcin. Una persona regular es precisamente una per-sona de la clase media, no slo porque entre lo mediano y lo re-gular haya una estrecha concomitancia, sino por el cmulo de in-sinuaciones de carcter social incluidas en la frase toda personaregular. Insinuaciones casi inaprehensibles, pero que no se esca-parn a quien conozca el espritu del idioma. Con anterioridad, enel Diccionario de don Ramn Joaqun Domnguez (1848), se per-filaba con extraordinario rigor el momento lgido del proceso degeneralizacin de la palabra seorito en el seno de la clase media,proceso paralelo al de la extensin del vocablo en sentido pe-yorativo (8).

    El hecho de que las dos expresiones seorito y burgusestn tan estrechamente unidas en el tiempo y psicolgicamentetan prximas, si consideramos a la palabra seorito como vocabloque designa una clase social, es ya indicio suficiente para admitirque entre cursi y seorito existe una estrecha relacin. En efecto,slo los seoritos, la nueva clase media, pudieron ser cursis (9).

    (8) Seorico, ca, to, ta, tn, de seor, ra. Seorito, ta: el hijo de loeseores, y por cortesa umversalmente generalizada se suele decir del hijo ohija de cualquier otro sujeto de alguna representacin y aunque no tenga talsignificacin social, como sucede en infinitas familias de la clase media, dondeya los criados saben darlo a los hijos de sus amos, cualesquiera que stos sean,y a stos mismos, siendo matrimonio joven, aquel a quien sirven, y si sontan torpes que no saben dar dicho tratamiento de seorito o seorita no 6edescuidan ciertamente sus amos en prevenrselo, como que de lo contrarocreeran faltar al decoro de su clase; tan cierto es que todo el mando quiereser algo, al menos de puertas adentro o en el recinto de su propia casa. Y esmucha digresin la que hemos hecho. (Diccionario Nacional de Lengua Es-paola, por don Ramn JOAQUN DOMNGUEZ, ao 1848, Madrid.)

    En la comedia de NARCISO SERRA, escrita hacia 1850, Don Toms!, hay untestimonio clarsimo de la nueva acepcin de la palabra seorito: Es unacasnalidad.Yo nunca suelo tener...Sali tras de m una chica en la es-quina del caf,y no me dejaba andar,metindose entre mis pies,gritn-dome: "Seorito,cmpreme ust este clavel'.", Col. de Autores DramticosContemporneos, Madrid, 1881, t. I, pg. 401.

    (9) MARQUS DE VALMAR, apndice a M. Romanos, Memorias de un seten-tn, Madrid, 1881, t. II, pg. 233: All no dominaban los pollos ociosos e

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    La cursilera exige del cursi un cierto conocimiento de loamodos de comportamiento, cierta seguridad en s mismo y un afnde notoriedad y adecuacin a los medios sociales que denen lamanera superior de comportarse, que alejan de suyo al pueblo dela cursilera y la hacen inslita en las clases ms altas (10).

    Sin embargo, no quiere esto decir que entre los seoritos yla cursilera haya una relacin positiva en el sentido de que elseoritismo se d en lo cursi; al contrario lo cursi, es la cadadel seoritismo. Todo cursi es un seorito de lapso, cuya cadadescubre la mezquindad y culpa con que inici su apogeo la bur-guesa espaola. Quiz convenga advertir antes de seguir adelanteque la expresin cursi est prxima a desaparecer. La realidadque designa se est esfumando. La niveladora simplificacin delas formas de comportamiento, la nebulosidad de los confines en-tre las clases y sobre todo el olvido de la culpa originaria empu-jan a la palabra cursi hacia la penumbra de los Diccionarios desinnimos.

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    Hasta la cuarta generacin ha padecido nuestra burguesa lasconsecuencias de su vicio de origen. Observndola en general, encuanto categora sociolgica burguesa, no se nota su internotemor y culpabilidad; es necesario mirar al burgus para perci-bir en su comportamiento que es arbor malefactum, de maneraparticular en ciertos modos de comportarse en los que resulta estoms transparente; tal ocurre con el cursi. El anlisis de esta con-ducta y actitud sociales descubrir que el cursi es un burgus ca-do, pero tal cada no se toma aqu como un proceso personal his-

    insulsos, que como todo lo saben todo lo miran con superioridad desdeosa.An no Be haban inventado los cursis, que hoy en el trato social son nuevomotivo de la separacin de las clases. Segn se desprende del prrafo indi-cado el MARQUES DE VALMAR intuy la existencia de tin cierto profundo nexoentre seorito {pollos) y cursis.

    (10) De esto 9e tenia plena consciencia en el tiempo en que se extendi lapalabra, segn el siguiente texto : El Gabinete, digo, de esta reina (se refierea Agripina) sera hoy cursi seguramente ante el de la esposa de cualquierdirector de un crdito mobiliario. Cartas trascendentales escritas a un amigode confianza, por don Jos de CASTRO Y SERRANO, primera serie, 2.m edicin;Madrid, 1863, pg. 58 (la primera edicin es de 1860).

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    lrico por el que una persona de la clase media Juan o Pedrodesciende al plano de la cursilera por un sbito o gradual aban-dono de su tensin y podero en cuanto burgus. Sera risible admi-tir tal cosa. Lo que quiero decir es que lo burgus manifiesta suinterior flaqueza en lo cursi donde quiera que lo cursi aparezca.Segn este criterio se podra decir de ello lo que se dice del pe-cado, que no es malae naturae appetitio, sed melioris desertio, queaplicado a nuestro intento se transformara en esta otra afirmacin:

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    en el que el agudsimo espritu de Erasmo se rebela contra lo quehay en l de comn con todos. La gran irona del libro consisteen que el propio autor se incluye entre los protegidos de la san-dez, sin que esta inclusin sea autntica, sino ficticia, por lo quelogra evadirse de la desazonadora clarividencia y situarse en laelevada lejana de lo irnico. La actitud de Scrates sugiere algoparecido. Su punto de partida es lo comunitario. Recurdense lasfamosas palabras que pronuncia en el Menn: Yo no soy un hom-bre que. seguro de s mismo, confunda a los dems; si confundoa los otros es porque yo mismo estoy en la mayor confusin (80 d.).

    Pero si Scrates se hubiese resignado a la clara visin de suignorancia, compartida por todos en su actitud, no habra habi-do irona. Supo hacer de la clara consciencia de su ignoranciaYo soy el nico que s que no s punto de apoyo parasu personal pronunciamiento irnico, alejndose de los demshacia la cima de la irona. Por esto result Scrates y resultaun personaje sospechoso. Si tena tan profundo sentido de lo om-nitudiuario y se asentaba con tanta firmeza en lo trivial, por quapareca antes o despus completamente lejano y ajeno a las opi-niones y a la vida comn? Y con todo ironista sucede esto; eshumano en la medida ms general y comn en que se puede serlo,pero no se resigna a la luz que produce saberse tal. No pregunte-mos por qu no se resigna; dejmoslo como un misterio entre elirnico y su dios.

    El cursi provoca en el espectador la rebelin de la irona, por-que descubre el fondo comn del que ambos participan : la fla-queza escondida en el seno de la clase media. En general, en cuan-to lo cursi es un defecto, una cada, incita a la actitud irnica,desvelando la posibilidad de que el propio espectador incida enella (11); pero el particular slo el espectador de la burguesa me-dia puede percibir en su total hondura el defecto de lo cursi y po-ner en el adjetivo la intencin que colma de sentido a la irona.

    i l l l Don JUA.N VALKKA percibi en parte este subsuelo comunitario : Encuanto a la antigua cursera hemos dicho que apenas osaba ya nadie acusarla-de este defecto; defecto, por otra parte, tan vago e indefinible que dependecasi siempre del criterio de Jas personas el hallarle o no hallarle en otras. Loque s ocurre por lo comn es que las acusaciones son mutuas. No se da ape-nas sujeto que al calificar a alguien de cursi haga ms que pagarle, porque es.seguro que los calificados por l le califican a boca llena de lo mismo {Pa-sarse de. listo, pg. 433, ed. cit.).

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  • PERSPECTIVAS DE VALORACIN SOCIAL EN EL SICLO XIX: LO CURSI

    La intencin vinculada a la expresin peyorativa cursi ofrece va-rios matices, pero quiz el de mayor realce no sea el menospre-cio o la indiferencia altiva, sino la lstima. El sentimiento quemanifestamos con la palabra lstima est muy lejos de ser unsentimiento cristiano; no es en ningn caso resultado del amoral prjimo, sino ms bien de la propia estima que padece anteel decaimiento o invalidez de los dems. Aunque a veces irriteno ofende el amor o la conmiseracin de los otros, pero la lstimaproduce un sentimiento de vejacin que con dificultad se tole-ra (12). Precisamente porque proviene de la irremediable comuni-tariedad de unos respecto de otros, la lstima es el sentimientonucleal de la irona. Siendo as, qu hay en lo cursi de lastimoso?

    Lo que hay de lastimoso en lo cursi es la ignorancia. El cursise presenta como un absoluto insipiente, cuya insipiencia tienedos vertientes. Una no saber que se es cursi, otra no saber com-portarse.

    Respecto a lo primero admitamos que es una ignorancia detal modo inherida al cursi que ste no se concibe privado de ella.El hablador puede saberse como hablador y avenirse a serlo, peroel cursi no se avendra a ser objeto del menosprecio y la lstima.Esta ignorancia no nos permite buscar en el cursi un estado deconciencia peculiar, tal como suele darse en el puro snob, siempreal encuentro de lo nuevo estridente, sino mantenernos en las rela-ciones meramente sociales. El cursi lleva su cursilera como los de-ms la piel, sin notarla (13). Lo que s podernos preguntarnos es qu'clase de intimidad es la ms propicia para caer en lo cursi, y larespuesta sealar sin duda a la femenina. En cierto sentido locursi aparece como una femenizacin de lo burgus. Slo con la

    [12) Rosala se qued petrificada; aquella frase la hera en lo ms vivode .su alma. Pualada igual no haba recibido nunca, y cuando bajaba presu-rosa la escalera el dolor de aquella herida del amor propio la atormentaba msque las que haba recibido en su honra. Una cursi! El espantoso anatemase fij en su mente, donde deba quedar como un letrero eterno estampado afuego sobre la carne (BENITO PREZ GALDS, La de Bringas, pg. 1.674; Obrascompletas, ed. Aguilar, Madrid, 1941, t. IV).

    (13) El personaje de GALDS, que se hace ante un espejo la reflexin si-guiente : Somos unas pobres cursis. Las cursis nacen y no hay fuerza huma-na que las quite el sello. Nac de esta manera y as morir. Ser mujer de otrocursi y tendr hijos cursis, haba dejado de serlo en la medida en que eraconsciente de la cursilera (Miau!, pg. 623, ed. cit.).

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    burguesa, concretamente con la clase media, la mujer se hace co-laboradora material -no espiritual del hombre. A la igualdadsacramental impuesta por el cristianismo y la igualdad ante lacultura que se inicia en el Renamiento sigue la igualdad econ-mica y poltica. El burgus est sostenido por la mujer como ja-ms lo ha estado clase alguna, y el hecho de que la tema tantodemuestra hasta qu punto depende de ella. En Espaa es a fina-les del siglo xvm cuando la mujer comienza a ser colaboradoradel marido desde el punto de vista de la burguesa. La mujer circu-la con libertad por el escenario de la literatura espaola del si-glo xix, y desde El s de las nias hasta La Tribuna de doa Emi-lia Pardo Bazn no es poco el camino recorrido. _\o es extraosegn esto que la debilidad burguesa se manifieste con un acen-tuado carcter femenino y que, lo cursi en cuanto cada sea sin-gularmente mujeril.

    La femineidad de lo cursi trasparece en la delicadeza. En pu-ridad ms que. delicadeza autntica quiz lo que en lo cursi hayasea superfluidad en el esmero, pero un esmerarse que busca siem-pre la menor resistencia y aquello que es intrnsecamente ms d-bil. La atencin riel cursi se (ija con preferencia casi exclusiva enla flor, en los guantes, en el dedo meique, en los paisajes sere-nos, y ante todas estas cosas se comporta con superfino esmero. iNoes, pues, atribuble al cursi falta de maa para el comportamien-to ; lejos de ello, su maosidad es tan patente que re-ulta en de-masa; tal ocurre con la letra cursiva, imagen originaria sobre laque se apoy el concepto, que denota la mano maosa del pendo-lista y cuya finura de trazo incluso en los rasgos gruesos sealaatencin delicada y propensin al esmero (14).

    Todas las notas que de lo cursi vamos obteniendo y algunasms que han de salir apuntan a condicin que parece connaturalcon la misma cursilera : la flaqueza. No se puede indiciar deaqu que la naturaleza de lo cursi consista en una interna e irre-mediable debilidad, tal y como corresponde a su estado de laxitudo cada?

    (14i El ya citado calgrafo ALVER se refiere en varias ocasiones en su obra(Nuevo arte de aprender y ensear a escribir la letra espaola, Madrid, 1847)a la conquctera de la letra cursiva inglesa, a la que califica de ligera, bo-nita, dbil.

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  • PERSPECTIVAS DE VALORACIN SOCIAL EN EL SIGLO XIX: LO CUBS1

    III

    Pero toda debilidad se define con relacin a algo respecto delo cual es dbil. Desde este punto de vista queda an por desen-traar el estrato ms profundo de lo que constituye lo cursi. Res-pecto de qu se define como apocada la poquedad de la cursilera?Lo cursi aparece como la escasez del ser de algo respecto de susentido.

    La palabra sentido tiene muchos sentidos. Puedo decir queaqul es un sujeto muy sentido, o que goza de sus cinco sentidos,o que es persona de muy buen sentido, o que cay al suelo priva-do de l, y en cada caso ha empleado el vocablo con un sentidodistinto. Tambin puedo decir que la flecha llevaba un sentidodiferente al que esperbamos, o preguntarme : Qu sentido tieneah, sobre la mesa, ese guijarro?, o bien : Con qu sentido se debeinterpretar el Cantar de los Cantares? An generalizando ms, mees lcito sostener que asir es lo que da sentido a la mano y morira la vida. Estas ltimas acepciones me ponen sobre la pista de loque quiero decir cuando digo que la cursilera consiste en la es-casez del ser de algo respecto de su sentido. En efecto, imagine-mos cualquier objeto de adorno o de ms urgente utilidad, un lpiz,por ejemplo, ante el cual surja la profunda protesta irnica de Qucursi!. Es evidente que el lpiz en cuanto es comporta como sen-tido primigenio el de mostrarse siendo lpiz y no otra cosa. Sidesde un punto de vista funcional el sentido del lpiz es escribir,desde un punto de vista ms profundo el sentido del lpiz, en ge-neral de todo ente, consiste en realizarse segn su esencia. Enesta acepcin sentido aqu equivale a la exigencia del ser de rea-lizarse segn su esencia. La nota de dinmica proyeccin, inheri-da al concepto de sentido de tal manera que no se le puede sus-traer sin mutilarlo, indica que cuando digo que este lpiz tienepleno sentido en cuanto lpiz le veo como la continua proyeccindel ser hacia su esencia, en cuya ininterrumpida tensin y lanza-miento se realiza la identificacin plena de ambos. La esencia apa-rece segn esto como el proyecto del ser hacia el cual ste se pro-yecta, es decir, como la perfeccin del sentido.

    Si inquirimos con mayor precisin respecto de la 9uerte de stenotaremos que se puede anular el sentido de algo destruyendo susoporte, supongamos que destruyo el lpiz, pero es muy difcil

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    mutilarlo o empobrecerlo. Una estatua que representa un desnu-do de mujer decapitada no ha perdido su sentido, sino al contra-rio, tiende hacia l o le comporta con mayor tensin y ahinco.Tampoco empobrece el sentido la pequenez o debilidad de susoporte; un hombre desmirriado es un hombre y un nio enclen-que un nio. El empobrecimiento del sentido de algo se presentacomo la interna penuria del propio sentido. La perfeccin defici-taria del sentido de algo respecto de su esencia explica la raznpor la que la intuicin de todos ha extendido el concepto de cur-silera al reino de la Naturaleza. El lector disculpar que por unaingnita tendencia a la divagacin sea ahora cuando responda aaquella pregunta planteada al comienzo de este ensayo: Qusignifica que tengan pleno sentido juicios de valor como el siguien-te: Qu arroyo ms cursi!? Ahora aparece claro, desde mi pun-to de vista al menos, que cuando decimos cursi a un rbol nosreferimos a aquel que sin dejar de serlo apunta a su esencia detal modo escatimando que con poco ms perdera la autenticidadde su sentido. En efecto, si descendemos un grado por bajo de locursi encontramos la caricatura y la parodia, y en el observadorno ya la intuicin irnica, sino la risa.

    Pero el alojamiento propio de lo cursi no es el reino de laNaturaleza, sino el de la convivencia social, y en esta su sede hemosde procurar instalarnos. El comportamiento, cualquier clase decomportamiento, se realiza siempre con relacin a algo, de ma-nera que la cursilera puede proceder o del algo respecto de locual nos comportamos (un sombrero, una corbata) o del compor-tarse mismo (besar, no besar y hacerlo as o del otro modo).

    Respecto de la primera fuente de la cursilera, es decir, queel algo, un sombrero o un amigo, con relacin al cual nos com-portamos sea de suyo cursi nos sita en los dominios de lo quepudiramos llamar cursilera pasiva, ya estudiada en los ejemplosque he puesto de cursilera de las cosas rbol, arroyo, en tantoque la segunda, nuestra conducta en cuanto actuacin personal, nosencara con lo que llamaremos cursilera activa. Este extenso se-gundo origen de lo cursi se orienta segn tres amplsimos hacesde comportamiento:

    a) El comportamiento con los usos sociales (saludar con cur-silera, fumar de un modo cursi).

    b) El comportamiento con los meros hechos sociales (asustarsecon cursilera o rer cursimente).

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  • PERSPECTIVAS DE VALORACIN SOCIAL EN KL SICLO XIX: l.O CUHSI

    c) El comportamiento con las cosas (pues puedo llevar un-sombrero cursi y no comportarme con sursilera o viceversa).

    Los distintos matices que abarcan estos distintos casos se pue-den estudiar dentro de unas categoras conjuntas que denominarlo cursi en cuanto... y cuyo fondo comn denunciar la escasezdel ser respecto de su sentido, estrato subyacente a todo lo cursi.Distingamos :

    a) Lo cursi en cuanto rancio (dmode).b) Lo cursi en cuanto quiero y no puedo.c) Lo cursi en cuanto afectacin o remilgo.d) Lo cursi en cuanto snobismo.e) Lo cursi en cuanto inadaptacin, advenedizos.f) Lo cursi en cuanto ostentacin o postn (15).AvLn se podran diferenciar sin duda ms modalidades, pero

    bastar a nuestro intento analizar someramente algunas de ellaspara patentizar su relacin analgica con lo cursi en cuanto tal.

    Supongo que el lector de este ensayo habr ledo la deliciosanovela de E. G. Gaskell Cranford. Le ruego que relea el admira-ble captulo primero, donde se describe la ciudad y sus habitan-tes, y procure extraer de este medio a cualquiera de las viejas solte-ronas protagonistas de la novela para ponerlas con sus tocas ymanteletas en una ciudad de hoy. El lector se habr sonredo sloal pensar qu cursi resultara tal trasposicin. La cursilera no ten-dra aqu su origen en lo viejo o anticuado, ni siquiera en lo ran-cio mismo, puesto que por s solas cualquiera de estas condicionesno califica de cursi. Es menester algo ms, que consiste en la par-quedad del sentido social de estas personas en cuanto conciudada-nos nuestros respecto de los esquemas de comportamiento vigentes.JN'O se trata en este caso de anacronismo, puesto que lo anacrnicoresulta de la coetanizacin caprichosa de hechos no coetneos,sino de la presencia de un conjunto de maneras de comportarsey cosas que se comportan, que sin ser extraos ni irrisorios se

    (15) En cuanto a la expresin postn postinero, que matiza de modopecnliar a lo cursi, apareci al comienzo de la segunda mitad del siglo pasado,n estrecha conexin con los acontecimientos econmicos y sociales que hemencionado. En general plantea el tema, riqusimo en posibilidades para elsocilogo, de la flamenquizacin de las formas de vida espaola por losaos de la restauracin. Cfr. Carlos CLAVEBA, Estudios sobre los gitanismosdel espaol, Madrid, 1951, pg. 259 y siga.

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  • ENRIQUE TIERNO CALVAN

    vinculan con tal parquedad de tensin a las maneras generalizadas,de comportarse a las cuales pertenecen que su sentido resulta, poras decirlo, henchido de escasez.

    Quiz sea sta la ocasin para aclarar que en el orden del com-portamiento individual las esencias respecto de las cuales talcomportamiento se define estn representadas por los modos co-lectivos de comportarse, cualquiera que sea la clase del modo..Ifii grito cursi, por ejemplo, se califica desde la manera generali-zada de gritar en cuanto comportarse ante uno u otro estmulo.Precisamente respecto de esta manera generalizada es anmalo lo-cura i.

    Con relacin al quiero y no puedo, y aqu acabaremos estosconatos de anlisis pormenorizado, es quiz la forma ms fre-cuente y comn de ser cursi. En este caso como en el anterior naocurre que todo querer y no poder coincida con la cursilera ; lejosde ello es tan slo un cierto quiero y no puedo, cuyo principalcarcter radica en que el querer se comporta como si el no que-determina el poder no existiese. Por otra parte, no media aquentre poder y querer una relacin contradictoria ni una distanciainfranqueable; no es que yo quiera ser Napolen y haga caso omi-so de la imposibilidad de serlo, sino que el poder se junta tantoal querer que slo un mnimo emparvecimiento impide su coin-cidencia.

    De los muchos sectores del comportamiento que pudiera tomarpara la discriminacin de las diversas perspectivas que desde locursi se ofrecen, ninguna mejor que el lenguaje. Quiz el prime-ro que not la cursilera del lenguaje como una de las ms evi-dentes e irritantes fuera Alarcn. Recurdese aqu el prrafo delEscndalo, en el que Fabin dice a Gregoria: Era cursi en todo?los conceptos. Cursi en su virtud, cursi su hermosura, cursi su pre-tendida elegancia, cursi su lenguaje, cursi cuanto hall en su vi-vienda.

    Desde este punto de vista las palabras son cosas con las cuales-nos comportamos y que liemos de saber manejar de tal maneraque no resulten mezquinas respecto del sentido de lo que quie-ren decir. Pero lo que una palabra o un conjunto de palabrasquiere decir no es en ningn caso simplemente un raciocinio; hayadems en toda palabra una carga emocional y otra sociolgica .que son las autnticas fuentes de la cursilera en el habla. En loescuetamente raciona] es muy difcil encontrar lo cursi. En una

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  • PERSPECTIVAS DK VALORACIN SOCIAL EN EL SICLO XIX : LO CURSI

    proposicin matemtica no se da la cursilera, aun cuando en lasdedicatorias de los libros de matemticas lo cursi sea frecuen-te. La explicacin del hecho est, supongo, en el perfecto ajusteentre el sentido y el soporte del sentido, pues en la proposicindos ms do9 igual a cuatro nada hay en el contenido de lo quedice que no est en, adecuacin perfecta con el sentido de lo quedice. Es necesario que intervengan ciertos elementos emocionalesen las palabras o las frases para que se produzca el desajuste. Lacarga emocional contenida en toda palabra se puede manejar bienrespecto de la realidad a que se refieren, bien respecto de los otrosvocablos que constituyen la frase. En el primer caso lo cursi brotacuando la palabra elegida, comnmente un adjetivo, posee unaintencionalidad sugeridora que no se aviene con la realidad a quese aplica. Por ejemplo, en la frase Dime un exquisito apretnde manos lo cursi salta a la vista, y no hay duda que la raz dela cursilera est en el empleo de la palabra exquisito, que haenflaquecido el sentido general de la frase, que no acaba de decirlo que dice.

    En el otro caso ocurre que estando las palabras determinadasunas respecto de otras al margen de la realidad a la que se refie-ren, por una cierta tensin o briosidad que pide para cada voca-blo un lugar y no otro, el empleo inadecuado de una palabra res-pecto de otras, meramente en cuanto portadora de tales bros otensin, puede producir la debilidad que constituye lo cursi. Leay oiga el lector este prrafo : La noble mansin mostrbase aco-gedora. El fuego crepitaba en la chimenea y cabe ella los perrosmovan la cola presintiendo la llegada de su gentil duea.

    Aparte de otras muchas perspectivas que respecto de la cursi-lera abre el prrafo anterior, lo convencional en cuanto cursi, porejemplo, la cargazn de ingredientes sociolgicos y psicolgicosconstituidos ya en elementos integrantes de Ia9 palabras en cuan-to pura objetividad sintogmtica, no se adeca perfectamente alsentido que el vocablo toma en la frase. El trmino mansin, porejemplo, lleva tal carga de abolengo y prepotencia que la palabranoble queda sin funcin y apagada salvo en los casos en que bus-quemos la reiteracin irnica, con los bros muertos, provocan-do en el lector el sentimiento de extraeza y distancia. La pro-pia intensidad del estallido que suscita el vocablo mansin dejaal singular chimenea rebosante de parquedad; por la mismarazn profunda acogedora es trmino que resulta debilitado. Por

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  • ENRIQUE TIERNO CAI.VAN

    su parte, las palabras del prrafo que sigue no se mantienen enla necesaria proclividad hacia su fin y culminacin, pues en gen-til duea hay un sbito descenso y dejadez incluso fontica, queocasiona la parquedad de esto que pudiramos llamar cursileradel ritmo, que es complementaria del pensamiento cursi.

    Por este camino, explorando las mil sendas que desde lo cursise abren, podramos intentar el esclarecimiento de temas como cur-silera y tpico o el otro tan sugeridor de dictadura y cursilera,dos realidades entraablemente unidas por los mismos comunes ca-racteres de convencionalismos y rigidez.

    Pero finalizando ya este ensayo hemos de recordar que la pala-bra cursi no tiene parigual en otros idiomas y que este hecho de-nuncia la entraable ligazn que une a la cursilera con la socie-dad espaola contempornea. Siendo la palabra y el concepto abso-lutamente ajenos a nuestro Siglo de Oro, nacen vinculados a laburguesa de seoritos, de aparicin tan tarda que se da el casonico en los pases propiamente europeos de que burgueses y pro-letarios, con sus respectivas ideologas, advienen casi al mismotiempo. Incluido en esta coyuntura, lo cursi se denuncia comouna cualidad peculiar de la clase media, que expone su intrnsecadebilidad a la intemperie cuando desde las formas del comporta-miento burgus cae por una u otra razn en lo cursi.

    Tal escasez e interna penuria tiene en la clase media espaolamotivacin tan fuerte e inmediata, tanto en el orden psicolgi-co culposidad, sentimiento de deslealtad y rapia como en elpsicolgico sbita aparicin de la nueva clase, que lo cursiemerge como la definicin irnica desde la irreducible conviven-cia de casi todos en la misma latente flaqueza.

    Para concluir formulemos la ltima cuestin: este irracionalsaber social que procede de la inmediata intuicin de lo comuni-tario, es asequible con asequibilidad completa o perdura siendoun autntico saber, es decir, incapsulable en conceptos? Tan autn-tica sabidura es que sea dicho sin ambages nuestros intentosde aproximacin parecen ahora, vistos desde el fin, surco9 abier-tos en el mar.

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