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y A cargo de Bárbara Bryan de L.uniga ·· tf. l1:::.i.!) /: Al ANARQUISM O CL AUDICA NTE Ornar Dengo Ojalá pudie ra f lorecer mi vi- da en las bellas e xcelen cias qua a;a me at rib uyen. Co n muy poco más v engo a aer yo, fin .el concep to exagera- do de La Prensa, el fu ndador del Parti do Refor mista. Sus i- deas, dicen ellos, nacieron en gran parte de una siembra qu a hice yo, año s atr2 s, en el "Ceu· tro Ger minal ". Siembra fecun- da a lo que parece. Sólo que fue- ron muchos los sembradores y mis manos apen as si ..dej aron caer alguna simiente . La simpatía con que se me hon raba, no obstante. ser esca- sa mi ec!.ad y excesiva mi igno- r ancia, me permitía sE>r oído p or fos tra,b ajadores. Y, es cla- ro, cu ando adv er tía que mi o- pi nión te nía an te ellos un pres- tigio, la va: üd.:_d o el entu sias- mo -.no lo sé bien- le daban a mi voz la entonación de la vo z del maestr o. Pero esta voz no se levantó nunca para, enarde cer las concupisc encias del instinto, sino que siempre se esforzó por llevar en lo alto, como un cho, una idea. Si algo hice, s pretendí em:e·ñ ar que intent e e- xalt ar pa sione s. Y si alguna v ez acaricié los leopa,rdos de la p a- sión, nunca fue para u ncirl os :al catro de mis egoísmos. No re- huí tampoco las n"19.s gr aveis responsabilidade;,·, no esquivé los riesgos, no negué los cios. Modesto todo, si se q uiere, pero toC.o generoso. Toda mi primera juventud, co n su ardo r de Jluego, e·s taba allí pa,lpitante y bella. E.ita se exp1ndía en una vas- ta ans ied ad de luz, y su sed sA llenó con el fulg or rojo de aquel fuerte p ensa mi ento demoledo.r que agitaba n los Bakounine , los Kr opotkine, los Gorki, Luisa Mi- chel y cien pr bcipes s de la, Rev olución Social. Era la hor a del anarquismo en el mundo y las más fuert es juventudes em- puñaban el pendón roj o. En el Co ntinente, los Lugones y los Ingenieros, en La Montaña, no s habían dado co:i Ghi r al do y Agel Falco, el ejemplo. Qué hice yo allí? Lfler, pensa r, soña.r, amar la justicia y la liber - tad; creer y, lo confieso, hast'a blasfemar. En el fondo, buscar en mi conciencia, poblada de ca,mpos ro jos, al hombre. que en mi pudiera servirle ·a su país , sencillamente, en el corazón de los humildes ent re los cuales na- Ci con el dolor con que tanto s -de ellos vienen al mundo; Y hubo momentos preñ:ados de temp0sta d. El país no. se da- ba cuent'l. de aque lla silenciosa ebulli ción de ideas, que era co- mo una colmena en mitad de la pampa . Pero, sin embargo, pudo ihaber es treme cido a.l país. Las audacias llegar on a ser muchas , las re sponsabilid ades gravísi- ma3, y sólo la · casualidad, opor- tuna y sab ia, pudo evita,r a ve- ces que de hs ideas surgieran las lla maradas. Bárbaro error! l\/Ias no ha llegado ni llegar á nunca, por mis labios, la voz de- la,tora de las revf>laciones. Qué ha cían mientras tanto los más de los tr abajadores y qué ihacían muchos de los que más cerca de estaban? Aquéllos, combatirnos; éstos, salvo muy raras excepciones, desconi'iar y dudar, en la creenci a, de que la gestión de los que predicáb 3.- mos buscaba arteramP.r.te algu- na prebenda. Don Ornar, como me llama ban, qi;¡erfa ser Dip u- tado. Como si el camino, en a- quellas ci rcumt a,ndas, hubieran podido. ser Pllos. El camino es- taba claramente trazado en el seno de las Directi vas de los Par- tidos P olíticos. ·No en aquell,que iba contra es: o. La v ida que después de hecho le s ha demos- trado qae no busc aba, curules . Pero, 1damente, éo ta ha sido una característ ica de la actitud da nuestro¡ trabajad0i- res, en fa· mayoría de los ca,s 0 s. Si :a lguien los llama p ar a . s er vír- les, es que qui ere Mga•ñarlos; si los llama para servirse de ellos, ent onces acuden sin vacilacio- nes. Uno tras otro, casi todos los hombres que a,spiran a ayudar- los en la solución de sus proble- mas, han ter minado por ale ja rse de allí maltratados y desencan- t ados. Y no se diga que a tale s hombre s les faltó f uerza para sobreponerse a, la s d esilusiollf•S , sino que les faltó ambiente par a construir un a obra út il. L as di- fic ultades primeras suelen pre- sentarse una vez que para plan. t ear los problemas como real- mente .son, hay ne ces idad de a.- p elar :a la franqueza y declar ar - le a los trabajadores cu áles son sus derechos, pero tambi én cuá- les sus debe res; cuálE>s sus ri- tos, pero también cuáles sus de - fectos; cuáles sus aspiracione s l egítimas y cuáles las ba.starC.as . Cuántos de los reformista ll p er teneci eron al "Centro Ger· minal"! Cuántos lo combatie- ro n! Cuánt os fueron desleales! Y hoy todos vienen a reclamar· m e mis palabras de entonces! Si me diera po;r preguntar c oncretamente cómo se justifi- can hs actitudes de mis compa,· fieros, en diferentes ocasiones po steriores a la muflrte del Cen- tr o, no terminaría en pocos mo- mentos la ingrata tare·a. Mas n unca he querido empequeñ ecer mi ment e en l,a búsqueda esté r il de contradicciones a la.s cuales imput'l.r culpas mezquinas. Yo cambié de ideas ... Aba n- doné la tribuna del taller. y vi- ne ha cia la tribuna del aula, a servir a los humildeS'. Los pue s- tos , puedo demostra,rlo, no los solicité. Mi llamaron a ellos. Co- mei:i a traba jar con un ¡; vo de treint a colones y si h oy rf\- cibo uno que puede juzgarse lu- joso no lo pedí, que lo pidi ó pa- ra un ,grupo de profes ores . Y cuand o ha habido qu e trab a- far sin sueldo, a-sí he trabajad o. Con la mi sma devoción con qu e t rabajo, en posición ostentos1, en la Escuela Norm'al, traba en posición oscurísima, en la es- cuela primaria de La Caja.. Mal aquí y mal allá, no lo du- do. Lo que no logro encontrar son los rastros de la convenien- cia. Si otros los en cuentran, pues que se deleiten convirtién- dolo én esc'arnio. No les anvidio la faena. Dos veces he tenido en mi s m anos la Dirección del Liceo de Costa, Rica y dos veces ha pre- f erido la qua ah ora desempeño , dando por razón qua prefiero t rabajar al servicio de los hijos de obreros y de campesinos que desde . todos los ámbitos vienen a la Escufll:a Normal. ·_y dentro ele ésta, nada me satisface más que lo de sa,ber que la señorita m ás rica y más disting uida y el v arón más pobre ·Y de más m o- de sto origen, en mi espíritu son hermanos. - Y cambién de ideas en otro sentido. Llegué a creer que el dio y la violencia, ra bomba y la dag1, y la llama , no res uel- ven nada. Na,da que pueda ser ._.p ermanente. L le gué a creer también que re- dimir al hombre dEt la miseri a, sin redimido de l'a pasión y de l v icio y de la ignorancia, n o és ni nguna seria soluci ón &a nin- gún problema. Como llegué a cre er que el m al más h ondo, .el profundo mal (1-nC!e se foria, la tragedia huma- na, no r adica en la difere ncia en tr e ricos y pobres, sino que arrai ga tenazmente en la acti- tud del espíritu la cu al , para mí, está d eterminada por desig- nios cósmicos que n.o con ocemos. Para mi pct:Jre misión de a.hora, el problema está en sl el 'mise- r able o el pdtentado tienen el corazón, ind!'lpendientemente de si po seen o n 0 poseen bienes, t a.do a los impulsos del egoísmo, de la avaricia, da la or\Mildad del mal, en suma. Pero i nt er min ables se ·toma- ría.u estas Palabr as, si hubiesen de explicar tod as las mut aci o- nes d.e mi crite rio y las amplias ra·zone-s que ras mot ivaron . Es v erdad que el régimen ca- pi t alist a está cargado de yerros, pero no lo estén m enes los tituto s revolucionarios. Y e::i ambos sistemas, a, más del suele haber infamia. Ni Philiu Snowdr>n, en el Pa.rlam ent o glés, ni Clemenceau ni Mus:oli- ni, tienen en la mano la cl:.se de l os destinos humanos. La ca. dena puede re spon der a una ·"er- dad, co:i. E•u estridencia. tenebro- sa, como la tea puede respon- der a un a verda d, con su fu; g or li bert ario; pero ni aqlla man- tien e atada, ni ésta ostenta en- cendiC.a a la definitiva. verdad s ubyacent e en la s nat urales ne- cesidadPs de don de los con:füc- tos soci<iles em'anan. La di cta dura del proletaria- do, apenas es el régi me ::i capits,- lista invertido. Si remedio de u.n instante, re media en tonces el Si doloroso comienz necesar io de •ana per- manente t ransformación, no h ay e xperie ia social ningu na. 1 en el curs de la hist or ia, no h iey ftin damffil to en lo qu e de la so- cied ad se sabe, q1 v; autorice a confiar .en res'.l tados de a- quel des arr ollo, ni garantía d!'l que la pret en dida pu eda, -cons tit uir una realidad. Son hermosos , no ob sbnte, los leones de Lenine des garrando sin piedad las ent rañas del wri s- mo. Bárbaros, :a veces, a v ec e-s iluminad os, mita d bes tias y mi- tad profetas, no dan hasta ra ejemplo, si no de lo qu e pu e- ce. la garra, pues de la san-:;re ella de.rrnmg. no logra '_••'1a- vía brot ar la luz. Ei ca so Lle :'.tu- sia no pued e s er e je mpl o ni ción. Si el soviet es algo i deal, sus su premas bellezas se pier- den en medio de tan to mons- tru oso ho rror. Y si fuer a la Yer- dad absoluta, sólo por ser san- grienta valdría la pe na, la. El Dios de Moisés er a Dios y en nombre de Di os lo negó Je- sas. Creo como ayer que los inte- reses d el obrero, y más que és- tos mucho más que éstos, los del ca mpesino, deben me recernos una intensa atención, fervo rosa y leal. Mas no que sus pr obled mas se remedien con reparti r l as t ierr as del señor· Soto o los ca,'1- dales d.el Sr. Keith. Con estos biene s se pueden hacer obra s de c·a ridad a lo. &Umo. Lo qu e n o es dénde se va a enco ntrar el s tandard que per mita deter mi- nar cuál sea la primera, cuál la más urg0nten· cu ál la medid a, en que deban cumplirse . No; perdónenme los socié<lo- gos del Reformismo. No creo en las soluciones simplistas. Creo que las fó r mulas de nue5tro a:1- Üguo credo h'an fra casado. Creo que las nuevas fórmul as se es- n elaborando l entamente e:i. el crisol de la post-guerra; y que lo que ca,b e co• servar íntegra, es la aspiración a la justi cia, co n má. s la libertad. necesaria p'Ta tr abaj ar empe·itis amente, d2n- tr o dPl orden, Por el ens ayo sb- cer o de las posibilidades que a.- sí es dab le determinar . Insisto. en que sería tnterm f. nable la explicación, como difí- cil para, el Reformismo aclarar todas las 1n ecesar13.s retr ac'.a- ciones c¡ue su "Progra,ma" su po- ne, comparado con el decálogo ácr ata del "Centro Germinal" . Ahorqué·, pues, los bitos r o- jos. Qued emos en que otros ;:e encargará μ .de ba jas razones que me movieron, y en que me imp ondrán, con su ira o su de sdén, las sanciones apli- cables al caso. Sefiores jueces: permtticl que f'l1 el ba,nquillo, frente a vu estro pe nd ón rojo, enclave erguid.o mi pendó.n sin odios, 1923 OA 1AR DE NGO E mma Gamboa.. l!; mer ge de mi recu erdo con per sonalidad p er fectamente de· lineada porque su virtu d mayor es la de ser hombre ínt egro. Esta es la definic ión de su espí- r itu. La estruct ura d.e su inte· gridad se levanta sobre el ci - miento de una, filosofía suya en la que se unen el deleite heléni - co de amor de sabiduría y una concepció.n humani zada de justi- cia. Su moral f>S una co n su es· t ética y con su comprensi ón da los hombres y del universo . Co- noce .su San Pablo y es de aqué- llos que tienen oídos :al Sermón de la Montaña; pero ta.mb ién es- cruta las voceS' del le jano Orien- te tras el rastro de tesoros acu· ñados por siglos. Una visión unversal armoniza en su filosofía E>l amor de Jesús co n la majes- tad de Minerva. Su rostro es va,ronil y noble ; su voz en brilla nte en la vehe- mencia y honda para la ternura y el consejo; su gesto es flor cu ando la palabra ha d0 flore- cer en los espíritus y llama cuando hay que encender la dig- nida,d en ellos. Su mente está abierta al exa- men generoso de las ideas y, ágil cazad ora , puede captar al vuelo las verdades esenciales. E.stá asombrosamente :a.1 día en política, int ernai::ional, en lo qu e experiment an los Curie, escul- pe Rodin, discute John Dewf!y o compone Lu gones. Frent e a E•U país expres a opinión que es daga o donosura pero siem])nc; verdad limpic:t. No mancilla :su dignidad ccn lo va'nci 'o lo falso. He :aquí el caso ext raordinario de un. homb re . pu r o: prefier e ser maestro qu,e c;liploinático por lea,ltad a sí mi smo. Y también alguna vez deja la cátedra por no servir a un desn a- t uralizado; la de.Ja sin qu eja ni alarde y V'a a vivir de un tr abaj o r ur al con sobrieda.d fr an cisca- na. A w voz sA qued an las mucihe- dumbres en silencio; pero su o- bra xima está en la conver saci én con los jóve nes . Esta o- bra no está escrita, integr ad a es en la vid'a misma de aquéllos que saben escucharle. En el a1u- la se desenvuelve con ciencia y arte. Parece a veces que ha di s- parad.o una flecha a una estre- lla .. Es creador y alienta a u na, juventud creadora. Es idea- lista, sí; pero f'S el suyo dinámi- co idealismo. Su trabajo Ueva rumbo trascendente; no es da mero - cumplimiento académico. Es un erudito, pero más que su erudición, le co ncierne la vid a de los jóvenes. Asume respons'l.• bilidad plen·a guiándolos en la disciplina de los estudios, en la s alud física, en el uso de las di- versiones, en 01 ejerci cio responsa,ble de las libertades, en la pul· crit ud de las costumbres. A su escuela no le bastan las horas de cla;,·e. L1 biblio';eca funciona ta r- de y no.che; se reunen en "ru- pos los aficionados a distinta :t disciplinas, hay intercambio cul- tural con los gra.duados y la CGmunidad. Las fiestas son jubilo- sas, pero el buen humor y la :a. legría cobr:m valor construct vo en la vida de los j :Svenes. No puede s·er de otra mane':' :J. , porque hay un clima sano en la obra. tot al que se deriv.a de la determinación de una mentA y un corazón claros. De este hombre la mejor le c• ción de íde:lles es. su pr opia vi· da. En los momento s en oue le> profundo del alma se p rueba Omar Dengo tiene la actitu d preciEa, de valor, de fuerza, de sacrifi cio; siempre desde la cumbre de una, entereza que s ó- lo da la sf'guri da d del pensa- m iento limPio. La muerte .suya no difiere, en ad itud, a la de Sócrates. Se de s. pi de de lo.s que ama con alien- tos de fe en una vida superior, En aquella oulminación serena de su espíritu respla¡ndecen las pala bras de S1n Pablo: Sorbida es la muerte con victoria,

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y A cargo de Bárbara Bryan de L.uniga

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/:Al ANARQUISMO CLAUDICANTE Ornar Dengo

Ojalá pudier a florecer mi vi­da en las bellas excelencias qua a;a me atribuyen.

Con muy poco más v engo a aer yo, fin .el con cepto exagera­do de La Prensa, el fundador del Partido Reformista. Sus i­deas, dicen ellos, nacieron en gran parte de una siembra qua hice yo, años a t r2s, en el "Ceu· tro Germinal". Siembra fecun­d a a lo que parece. Sólo que fue­ron muchos los sembradores y mis manos apenas si ..dej aron caer alguna simiente.

La simpatía con que se me honraba, no obstante. ser esca­sa mi ec!.ad y excesiva mi igno­r ancia, me permitía sE>r oído p or fos tra,bajadores. Y, es cla­ro, cuando advertía que mi o­pinión tenía ante ellos un pres­tigio, la va:üd.:_d o el entusias­mo -.no lo sé bien- le daban a m i voz la entonación de la voz del maestro. Pero esta voz no se levantó nunca para, enardecer las concupiscencias del instinto, sino que siempre se esforzó por llevar en lo alto, como un pen~a­cho, una idea. Si algo hice, más pretendí em:e·ñar que intente e­xaltar pasiones. Y si alguna vez acaricié los leopa,rdos de la pa­sión, nunca fue para uncirlos :al catro de mis egoísmos. No re­huí tampoco las n"19.s graveis responsabilidade;,·, no esquivé los riesgos, no negué los sacrifi~ cios. Modesto todo, si se quiere, pero toC.o generoso. Toda mi primera juventud, con su ardor de Jluego, e·s taba allí pa,lpitante y bella.

E.ita se exp1ndía en una vas­ta ansiedad de luz, y su sed sA llenó con el fulgor rojo de aquel fuerte pensamiento demoledo.r que agitaban los Bakounine, los Kropotkine, los Gorki, Luisa Mi­chel y cien prbcipes más de la, Revolución Social. Era la hora del anarquismo en el mundo y las más fuertes juventudes em­puñaban el pendón roj o. En el Continente, los Lugones y los Ingenieros, en La Montaña, nos habían dado co:i Ghiraldo y An· gel Falco, el ejemplo.

Qué hice yo allí? Lfler, pensar, soña.r, amar la justicia y la liber­tad; creer y, lo confieso, hast'a b lasfemar. En el fondo, buscar en mi conciencia, poblada de ca,mpos rojos, al hombre. que en mi pudiera servirle ·a su país, sencillamente, en el corazón de los humildes entre los cuales na­Ci con el dolor con que tantos -de ellos vienen al mundo;

Y hubo momentos preñ:ados d e temp0stad. El país no. se da­ba cuent'l. de aquella silenciosa ebullición de ideas, que era co­mo una colmena en mitad de la pampa. P ero, sin embargo, pudo ihaber estremecido a.l país. Las audacias llegaron a ser muchas, las responsabilidades gravísi­ma3, y sólo la · casualidad, opor­tuna y sabia, pudo evita,r a ve­ces que de hs ideas surgieran las llamaradas. Bárbaro error! l\/Ias no ha llegado ni llegará nunca, por mis labios, la voz de­la,tora de las revf>laciones.

Qué hacían mientras tanto los más de los t r abajadores y qué ihacían muchos de los que más cerca de mí estaban? Aquéllos, combatirnos; éstos, salvo muy raras excepciones, desconi'iar y dudar, en la creencia, de que la gestión de los que predicáb3.­mos buscaba arteramP.r.te algu­na prebenda. Don Ornar, como me llamaban, qi;¡erfa ser Dipu­tado. Como si el camino, en a­quellas circumta,ndas, hubieran podido. ser Pllos. El camino es­taba claramente trazado en el seno de las Directivas de los Par­tidos Políticos. ·No en aquello · ,que iba contra es:o. La vida que después de hecho les ha demos­trado qae no buscaba, curules.

Pero, d~3graci 1damente, éota ha sido una característica de la actitud da nuestro¡ trabajad0i-

res, en fa· mayoría de los ca,s0s. Si :alguien los llama para . servír­les, es que quiere Mga•ñarlos; si los llama para servirse de ellos, entonces acuden sin vacilacio­nes. Uno tras otro, casi t odos los hombres que a,spiran a ayudar­los en la solución de sus proble­mas, han terminado por ale jarse de allí maltratados y desencan­t ados. Y no se diga que a tales hombres les faltó fuerza para sobreponerse a, las desilusiollf•S, sino que les faltó ambiente para construir una obra útil. L as di­ficultades primeras suelen pre­sentarse una vez que para plan. t ear los problemas como real­mente .son, hay necesidad de a.­pelar :a la franqueza y declarar­le a los trabajadores cuáles son sus derechos, pero también cuá­les sus deberes; cuálE>s sus méri­tos, pero también cuáles sus de­fectos; cuáles sus aspiraciones legítimas y cuáles las ba.starC.as .

Cuántos de los reformistall pertenecieron al "Centro Ger· m inal"! Cuántos lo combatie­ron! Cuántos fueron desleales! Y hoy todos vienen a reclamar· m e mis palabras de entonces!

Si me diera po;r preguntar concretamente cómo se justifi­can hs actitudes de mis compa,· fie ros, en diferentes ocasiones posteriores a la muflrte del Cen­tro, no terminaría en pocos mo­mentos la ingrata tare·a. Mas nunca he querido empequeñecer mi mente en l,a búsqueda estér il de contradicciones a la.s cuales imput'l.r culpas mezquinas.

Yo sí cambié de ideas ... Aban­doné la tribuna del taller. y vi­ne hacia la tribuna del aula, a servir a los humildeS'. Los pues­tos, puedo demostra,rlo, no los solicité. Mi llamaron a ellos. Co­mei:icé a trabajar con u n ¡;vo de treinta colones y si h oy rf\­cibo uno que puede juzgarse lu­joso no lo pedí, que lo pidió pa­r a mí un ,grupo de profesores. Y cuando ha habido que trab a­far sin sueldo, a-sí he trabajado. Con la misma devoción con que t rabajo, en posición ostentos1, en la Escuela Norm'al, trabajé en posición oscurísima, en la es­cuela primaria de La Caja..

Mal aquí y mal allá, no lo du­do. Lo que no logro encontrar son los rastros de la convenien­cia. Si otros los encuentran, pues que se deleiten convirtién­dolo én esc'arnio. No les anvidio la faena.

Dos veces he tenido en mis m anos la Dirección del Liceo de Costa, Rica y dos veces ha pre­ferido la qua ahora desempeño, dando por razón qua prefiero t rabajar al servicio de los hijos de obreros y de campesinos que desde . todos los ámbitos vienen a la Escufll:a Normal. ·_y dentro ele ésta, nada me satisface más que lo de sa,ber que la señorita m ás rica y más distinguida y el varón más pobre ·Y de más m o­desto origen, en mi espíritu son hermanos. -

Y cambién de ideas en otro sentido. Llegué a creer que el o· dio y la violencia, ra bomba y la dag1, y la llama, no resuel­ven nada. Na,da que pueda ser

._.permanente. Llegué a creer también que re­

dimir al hombre dEt la miseria, sin redimido de l'a pasión y del v icio y de la ignorancia, n o és ninguna seria solución &a nin­gún problema.

Como llegué a creer que el m al más hondo, .el profundo mal (1-nC!e se fo ria, la tragedia huma­na, no r adica en la diferencia entre ricos y pobres, sino que arraiga tenazmente en la acti­tud del espíritu la cual, para mí, está determinada por desig­nios cósmicos que n.o conocemos. Para mi pct:Jre misión de a.hora, el problema está en sl el 'mise­r able o el pdtentado tienen el corazón, ind!'lpendientemente de si poseen o n0 poseen bienes, a· t a.do a los impulsos del egoísmo, de la avaricia, da la or\Mildad

del mal, en suma. Pero interminables se ·toma­

ría.u estas Palabras, si hubiesen de explicar todas las mutacio­nes d.e mi criterio y las amplias ra·zone-s que ras m otivaron.

Es verdad que el régimen ca­pitalista está cargado de yerros, pero no lo estén menes los ~".l s­titutos revolucionarios. Y e::i ambos sistemas, a, más del e~ror, suele haber infamia. Ni Philiu Snowdr>n, en el Pa.rlamento i~­glés, ni Clemenceau ni Mus:oli­ni, tienen en la mano la cl:.se de los destinos h umanos. La ca. dena puede responder a una ·"er­dad, co:i. E•u estridencia. tenebro­sa, como la tea puede r espon­der a una verdad, con su fu; gor libertario ; pero ni aquélla man­tiene atada, ni ésta ostenta en­cendiC.a a la definitiva. verdad subyacente en las naturales ne­cesidadPs de donde los con:füc­tos soci<iles em'anan.

La dictadura del proletaria­do, apenas es el r égime::i capits,­lista invertido. Si remedio de u.n instante, remedia entonces el mal~ransitorio. Si doloroso comienz necesario de •ana per­manente t ransformación, n o hay experie ia social ninguna.1 en el curso¡ de la h istoria, n o hiey ftin damffilto en lo que de la so­ciedad se sabe, q1v; autorice a confiar .en le~ res'.ltados de a­quel desarrollo, ni garantía d!'l que la pretendida permanen~ia pueda, -constituir una realidad.

Son hermosos, n o obsbnte, los leones de Lenine desgarrando sin piedad las entrañas del wri s­mo. Bárbaros, :a veces, a vece-s iluminados, mitad bestias y mi­tad profetas, no dan hasta ~ho­ra ejemplo, sino de lo que pue­ce. la garra, pues de la san-:;re _g~i~ ella de.rrnmg. no logra '_••'1a­v ía brotar la luz. Ei caso Lle :'.tu­sia no puede ser ejemplo ni ~ ec­ción. Si el soviet es algo ideal, sus supremas bellezas se pier­den en medio de tanto mons­truoso horror. Y si fuera la Yer­dad absoluta, sólo por ser san­grienta valdría la pena, ne ·~ar­la. El Dios de Moisés era Dios y en nombre de Dios lo negó J e­sas.

Creo como ayer que los inte­reses del obrero, y más que és­tos mucho más que éstos, los del campesino, deben merecernos una intensa atención, fervorosa y leal. Mas no que sus probled mas se remedien con repartir las t ierras del señor· Soto o los ca,'1-dales d.el Sr. Keith. Con estos bienes se pueden hacer obras de c·aridad a lo. &Umo. Lo que n o sé es dénde se va a encontrar el standard que permita determi­nar cuál sea la primera, cuál la más urg0nten· cuál la medida, en que deban cumplirse.

No; perdónenme los socié<lo­gos del Reformismo. No creo en las soluciones simplistas. Creo que las fó rmulas de nue5tro a:1-Üguo credo h'an fracasado. Creo que las nuevas fórmulas se es­tán elaborando lentamente e:i. el crisol de la post-guerra ; y que lo que ca,be co•servar íntegra, es la aspiración a la justicia, con má. s la libertad. necesaria p'Ta trabaj ar empe·itisamente, d2n­tro dPl orden, Por el ensayo sb­cero de las posibilidades que a.­sí es dable determinar.

Insisto. en que sería tntermf. nable la explicación, como difí­cil para, el Reformismo aclarar todas las 1necesar13.s retrac'.a­ciones c¡ue su "Progra,ma" supo­ne, comparado con el decálogo ácrata del "Centro Germinal".

Ahorqué·, pues, los hábitos ro­jos. Quedemos en que otros ;:e encargaráµ .de .efCpli~ai: la~ bajas r azones que me movieron, y en que me impondrán, con su ira o su desdén, las sanciones apli­cables al caso.

Sefiores jueces: permtticl que f'l1 el ba,nquillo, frente a vuestro pendón rojo, enclave erguid.o mi pendó.n sin odios,

1923

OA1AR DENGO Emma Gamboa..

l!;merge de m i recuerdo con personalidad perfectamente de· lineada porque su virtud mayor es la de ser hombre íntegro. Esta es la definición de su espí­r itu. La estructura d.e su inte· gridad se levanta sobre el ci­miento de una, filosofía suya en la que se unen el deleite heléni­co de amor de sabiduría y una concepció.n humanizada de justi­cia. Su moral f>S una con su es· t ética y con su comprensión da los hombres y del universo. Co­noce .su San Pablo y es de aqué­llos que tienen oídos :al Sermón de la Montaña; pero ta.mbién es­cruta las voceS' del lejano Orien­te tras el rastro de tesoros acu· ñados por siglos. Una visión uni· versal armoniza en su filosofía E>l amor de Jesús con la majes­tad de Minerva.

Su rostro es va,ronil y noble ; su voz en brillante en la vehe­mencia y honda para la ternura y el consejo; su gesto es flo r cuando la palabra ha d0 flore­cer en los espíritus y llama cuando hay que encender la dig­nida,d en ellos.

Su mente está abierta al exa­men generoso de las ideas y , ágil cazadora, puede captar a l vuelo las v er dades esenciales. E.stá asombrosamente :a.1 día en política, int ernai::ional, en lo que experimentan los Curie, escul­pe Rodin, discute John Dewf!y o compone Lugones. Frente a E•U país expresa opinión que es daga o donosura pero siem])nc; verdad limpic:t. No mancilla :su dignidad ccn lo va'nci 'o lo falso . He :aquí el caso extraordinario de un. hombre . pur o: prefiere ser maestro qu,e c;liploinático por lea,ltad a sí mismo. Y t ambién alguna vez deja la cátedra por no servir a un ~obierno desna­t uralizado; la de.Ja sin queja ni alarde y V'a a vivir de un trabajo r ural con sobrieda.d francisca­na.

A w voz sA quedan las mucihe-

dumbres en silencio ; pero su o­bra máxima está en la conver• sacién con los jóvenes. Esta o­bra no está escrita, integrada es en la vid'a misma de aquéllos que saben escucharle. En el a1u­la se desenvuelve con ciencia y arte. Parece a veces que ha dis­parad.o una flecha a una estre­lla .. Es u~1 creador y alienta a una, juventud creadora. Es idea­lista, sí; pero f'S el suyo dinámi­co idealismo. Su trabajo Ueva rumbo trascendente; no es da mero - cumplimiento académico. Es un erudito, pero más que su erudición, le concierne la vida de los jóvenes. Asume respons'l.• bilidad plen·a guiándolos en la disciplina de los estudios, en la salud física, en el uso de las di­v ersiones, en 01 ejercicio respon• sa,ble de las libertades, en la pul· critud de las costumbres. A su escuela no le bastan las horas de cla;,·e. L1 biblio';eca funciona tar­de y no.che; se reunen en "ru­pos los aficion ados a distinta:t disciplinas, hay intercambio cul­tural con los gra.duados y la CG• munidad. Las fiestas son jubilo­sas, pero el buen humor y la :a. legría cobr:m valor constructi· vo en la vida de los j :Svenes. No puede s·er de otra mane':' :J. , porque hay un clima sano en la obra. total que se deriv.a de la determinación de una mentA y u n corazón claros.

De este hombre la mejor lec• ción de íde:lles es. su propia vi· da. En los momentos en oue le> profundo del alma se prueba Omar Dengo tiene la actitud preciEa, de valor, de fuerza, de sacrificio; siempre desde la cumbre de una, entereza que só­lo da la sf'guridad del pensa­m iento limPio.

La muerte .suya no difiere, en aditud, a la de Sócrates. Se des. pide de lo.s que ama con alien­tos de fe en una vida superior, En aquella oulminación serena de su espíritu respla¡ndecen las palabras de S1n Pablo: Sorbida es la muerte con victoria,