Testimonio isabel de la trinidad

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Entras a pie descalzo en el Misterio

Sin miedo

Con la sencillez y el encanto de una niña

Con qué intrepidez te apoderas de lo único necesario. Toda tu vida, orientada hacia los Tres.

Adoradora del Misterio.

“Invadida por los Tres”, así te llamas ¡Qué grande vivir en su presencia!

“La Santísima Trinidad y nada más”. Su luminosa Belleza te roba el corazón.

Ahí transcurre toda tu vida. Ahí, en el cielo de tu alma,

te gusta encontrarle

Te abres a los horizontes infinitos del Amor. “El amor de los Tres, ese inmenso mar”.

Te gusta perderte, como una enamorada,

en la inmensidad de los Tres.

No te importa desaparecer tú para ser una alabanza de su gloria

Y a los Tres no les importa perderse en tu silencio, para que aflore radiante tu belleza y dignidad.

¡Qué bien estás en la Trinidad! Todo es luz y caridad.

Te gusta vivir escondida en su Misterio. ¡Qué tesoro tan grande has encontrado!

Su fiesta, la de los Tres, es tu fiesta. Una fiesta de silencio y adoración.

Su alegría, tu alegría. Su ternura, la tuya.

Su amor, siempre el tuyo.

¡Qué gran vocación la tuya y la nuestra! ¡Qué belleza tan honda la del bautismo!

¡Con qué musicalidad narras su Amor!

En la Trinidad te citas con tu hermana, en el Misterio das a todos el abrazo,

en tu interior eres raíz de humanidad nueva.

Oidora de Cristo, de sus notas. ¡Qué verdaderas te suenan sus palabras!

“Al que me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada”.

¡Qué complicidad la tuya con María! La ves tan centrada en la Trinidad, tan abierta a su acción creadora…

La ves tan pacificada y recogida en el Misterio… Entras confiada en su interior

para adorar juntas a la Trinidad.

Entras y contemplas asombrada el Misterio de la Anunciación. La Trinidad, allí, cómo se entrega, cómo se da, cómo ama.

Los Tres: un hogar para todos. Así sueñas el mundo.

Así te brota radiante el Reino de Jesús.

Tu sobrina Sabel: casa de Dios Cada persona: casa de Dios

¡Cuánto respeto ante la dignidad de todo ser humano!

Como una flor que se abre, tu corazón sale hecho palabra, y el papel se llena de perfume

en una tarde de noviembre.

De los manantiales de tu alma, te brota una cascada incontenible:

Es tu forma de entrega a los Tres, la respuesta a tanto amor.

Es tu éxtasis de amor.

Deseas ser una humanidad suplementaria donde Cristo renueve todo su misterio.

Como en un cristal,

Cristo imprime en ti la imagen de su belleza. Así serás pura en su pureza, luminosa con su luz.

Pones tu lira en manos del Espíritu y sigue el encanto de las músicas,

sale jubiloso el mejor canto al Amor.

El Padre te cubre con su sombra, te guarda toda para Sí.

¡Qué gran dignidad! Poder vivir así en la tierra, en intimidad con los Tres.

Ser testigo del Consejo de amor que los Tres celebran en tu alma.

¡Qué grandeza de vocación ser una cosa con Ellos! ¡Qué gran Misterio en los adentros!

Cada mañana inicias, presurosa, el coloquio de la gracia.

Con todos compartes tu secreto.

También tu hermana, con dos hijas en su regazo, puede retirarse a la soledad habitada.

Le dices que, también ella, puede entregarse a la acción creadora

y amorosa del Espíritu, el que imprime Belleza en lo interior.

Le susurras, bajito, que también ella, en sus quehaceres,

puede ser mirada por el Padre y escuchar su emoción: “Esta es mi hija amada, en quien me complazco”

¿Y con tu madre? Todo. Para despertar, también en ella, toda la belleza del Misterio, te haces confidente de los caminos de la gracia.

En el silencio te brota la alabanza. Desde la soledad eres bendición para todos.

En el silencio te entregas cada día. Todo está lleno de una Presencia.

Con tu mirada sencilla a los Tres lo miras y embelleces todo.

Tu amor es palpable en cada gesto, en cada palabra, en cada consejo,

en cada silencio, en cada ofrecimiento.

Y cuando nos atrevemos a querernos, cuando nos damos la mano, dos o más,

cuando somos un corazón y un alma sola…

entonces, nos dices: el Misterio se repite, se hace presente aquí en la tierra.

¿Y la cruz? ¡Qué forma la tuya de vivirla!

Tu cuerpo joven, tan aniquilado…

Tus noches sin auroras… Todo vivido en esperanza…

todo convertido en palabras confiadas, salidas como un soplo de tu cuerpo tan de muerte:

La perspectiva de ver a tu Amado, en su inefable Hermosura…

El deseo de abismarte en la Trinidad no deja que se te apague la brasa de la alegría…

Tu palabra a tus hermanas …

tu homenaje a los Tres

en tu éxodo de amor

Tu gran sueño: “Que todos seamos alabanza de su gloria”

Tu consejo de hermana de a pie: “Pensad que vuestra interioridad es templo de Dios”

Tu pista de luz para el camino:

“Dejaos amar por el Amor”

El secreto que cuentas a los que amas, muy bajito: “Uníos a la Trinidad a través de todas las cosas”

De la forma más sencilla y amorosa, nos llevas a la Trinidad.

Continuamos contigo la fiesta de silencio y adoración

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Amén

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