Tema 11. EL SEGUNDO FRANQUISMO (1959-1975).

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TEMA 11. EL SEGUNDO FRANQUISMO (1959-1975).

11.1 L a evolución política del régimen en la segunda época del franquismo.

11.2 La evolución socioeconómica española en el segundo franquismo.

11.3 La oposición política al régimen franquista y Castilla-La Mancha bajo la dictadura franquista.

El gobierno de 1957 introdujo cambios fundamentales para el desarrollo económico del país. España abandonaba la autarquía por una economía liberal al rebufo del ciclo expansivo mundial. El país, tradicionalmente rural, vio la emigración como una salida de la pobreza y un medio para alcanzar una vida mejor. También los políticos esperaban que la prosperidad favoreciese la consolidación del régimen. No fue así. El desarrollo económico debía ir acompañado de mayores cotas de libertad que el régimen no estaba dispuesto a conceder. Por ello continuaron las manifestaciones, las protestas y las huelgas. También el régimen quedó tocado cuando desde su interior se alzaron voces pidiendo reformas y cambios para adecuarlo a la realidad social como única forma de sobrevivir.

La agonía de Franco fue la de su régimen. La sociedad comprendió la necesidad de dar un paso adelante para implantar un sistema de libertades para todos los españoles. Se iniciaba una transición difícil pero posible.

11.1 L a evolución política del régimen en la segunda época del franquismo.

La reforma económica de los tecnócratas del Opus Dei

Franco formó en 1957 un nuevo gobierno en el que incluyó algunos tecnócratas del Opus Dei (Navarro Rubio y Alberto Ullastres). Eran hombres del régimen, aunque más técnicos que políticos, aperturistas en materia económica y conservadores en temas político-sociales. Convencieron a Franco de que la economía no podía estar subordinada a la política, ni aislada de su entorno europeo, ni dirigida por el Estado. Así que emprendieron la tarea de modernizar el país. Entre las primeras medidas, el gobierno devaluó la peseta y puso en marcha una reforma fiscal que garantizase mayores ingresos al Estado. Además, España entraba en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) y en el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1958. Los resultados generales del nuevo gobierno empezaron a percibirse tras el Plan de Estabilización de 1959, momento que aprovechó el franquismo para celebrar los XXV años de paz con toda pompa, propaganda y triunfalismo.

La institucionalización del régimen fue un proceso lento y continuo que le permitió acomodarse a las circunstancias. En 1957 la Ley de Régimen Jurídico de la Administración Civil del Estado descentralizó, agilizó y modernizó la administración y separó la actividad del gobierno de la del Estado. La Ley de Convenios Colectivos adaptó el marco laboral a la realidad industrial, y en 1971 se aprobó la discutida y criticada Ley Sindical. Manuel Fraga presentaba en 1966 la Ley de Prensa, que eliminaba la censura previa. Permitió la aparición de nuevos medios de comunicación, por lo que algunos la consideraron perjudicial para la moralidad, la religión y la política. La Ley de Libertad Religiosa (1967) rompió el monopolio de la religión católica, que, no obstante, continuó gozando de todos los privilegios. El ministro Villar Palasí

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presentó en 1970 la Ley General de Educación, que ampliaba la escolarización obligatoria hasta los catorce años.

La Ley Orgánica del Movimiento y del Consejo Nacional, fue motivo de fuertes tensiones entre la clase política, al desplazar a la Falange y cerrar cualquier salida democrática. El Movimiento constituía la única posible evolución. La Ley Orgánica del Estado, última de las Leyes Fundamentales, fue aprobada por referéndum en 1966 con el 95 % de los votos (cerraba el largo proceso constituyente e institucional). Con ella el régimen se dotaba de una especie de constitución, en un intento por satisfacer las exigencias de los países de la Comunidad Económica Europea (CEE). La ley abría las Cortes a los procuradores representantes del Tercio Familiar. Así, la «representación popular» quedaba sustentada en tres pilares, la familia, el municipio y el sindicato. Además aseguraba la monarquía dentro de los principios del Movimiento. En 1969 Juan Carlos de Borbón fue nombrado heredero al trono y juró fidelidad a Franco y a las Leyes Fundamentales del Movimiento. Nada debía cambiar en el futuro, pues Franco lo dejaba todo «atado y bien atado».

La agonía del franquismo

El régimen no supo adaptarse al dinamismo de una sociedad que reclamaba libertades. La respuesta siempre fue la misma: la represión policial. No parecía haber solución a un sistema encerrado en sí mismo. El fondo de la cuestión era el presente y el futuro de un régimen sin Franco. Los aperturistas como Fraga Iribarne, querían adaptar el régimen a la realidad social; los inmovilistas como Girón de Velasco, pretendían mantener intactas las características del régimen surgido de la guerra, y los conservadores como Carrero Blanco, aceptaban solo las reformas necesarias para que el régimen se mantuviese sin cambiar sus fundamentos.

En 1968 se abrió un intenso debate sobre la posibilidad de crear asociaciones dentro del propio Movimiento que permitieran cierto pluralismo político. En 1974 se aprobaba la Ley del Derecho de Asociación Política que no satisfizo a nadie. En 1969 estalló el escándalo MATESA, un caso de corrupción protagonizado por esta empresa de maquinaria textil que gozaba de la protección económica del régimen. El escándalo hizo aflorar la pugna por el poder entre tecnócratas y falangistas, descubrió la corrupción y miserias del franquismo y transmitió la sensación de inestabilidad política. El régimen se enfrentó también a las protestas de los carlistas tras la expulsión de España de la familia de Borbón-Parma. La crisis general obligó a Franco a formar un nuevo gobierno monocolor (Opus Dei) en el que Carrero Blanco se erigió en el hombre fuerte. El franquismo demostró su incapacidad para evolucionar. Así lo puso de manifiesto el proceso de Burgos (1970). En este juicio se condenó a muerte a 16 miembros de ETA. Ante la oleada de protestas en España y fuera de ella, el régimen respondió con la represión, el estado de excepción y la aclamación a Franco en la Plaza de Oriente, aunque finalmente el dictador se vio obligado a indultar a los condenados para evitar el aislamiento internacional. La evidencia de la crisis aumentó la conflictividad laboral, la presencia de la oposición, la tensión con la Iglesia y las voces disidentes dentro del propio ejército, que formaron la Unión Militar Democrática (UMD).

En junio de 1973 Franco nombraba a Luis Carrero Blanco presidente del gobierno. Pocos meses después, Carrero Blanco fue asesinado en un atentado de ETA. Desaparecía así la

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única figura capaz de mantener la continuidad del sistema. Posteriormente, Franco nombró a Carlos Arias Navarro (conservador) nuevo presidente del gobierno. El 12 de febrero expuso ante las Cortes su programa, prometiendo la apertura del régimen («espíritu del 12 de febrero»), pero de las promesas no quedó nada. No cabía evolución dentro del Movimiento. Arias Navarro fracasó, fue abandonado tanto por los reformistas (Pío Cabanillas, Marcelino Oreja o Fernández Ordóñez), como por el llamado «bunker», formado por los «camisas viejas», opuesto a cualquier cambio. Además, el gobierno tuvo que hacer frente a la crisis económica, que se inició en 1973 (crisis del petróleo), al orden público, al terrorismo y a los aires de libertad procedentes de la vecina Portugal, que, con su «revolución de los claveles», ponía fin a la dictadura salazarista. El gobierno aprobó una nueva Ley Antiterrorista para luchar contra la «subversión».

Con el envejecimiento de Franco crecía la inquietud por el futuro inmediato. En septiembre de 1975, y de acuerdo con la reciente Ley Antiterrorista, eran ejecutados dos miembros de ETA y tres del FRAP La movilización internacional no consiguió que Franco ejerciera el derecho de gracia. Trece países retiraron sus embajadores en señal de protesta, y de nuevo se evidenció la soledad y el aislamiento del régimen. El caudillo fue aclamado una vez más en la Plaza de Oriente por sus seguidores. Pero el 1 de octubre aparecía otro grupo terrorista, el Grupo de Resistencia Primero de Octubre (GRAPO), que asesinó a cuatro policías en Madrid.

La política exterior también se vio afectada por la debilidad del régimen, ya que aceleró la descolonización: el rey de Marruecos, Hassán II, quería apropiarse del Sahara Español, con el beneplácito de Estados Unidos. Aprovechando la crisis española, llevó a cabo una invasión pacífica y simbólica de la zona fronteriza, llamada Marcha Verde. España, por miedo a una guerra, entregó el Sahara Español a Marruecos y a Mauritania. Franco moría el 20 de noviembre de 1975, confiado, tal vez, en que su obra le sobreviviría.

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11.2 La evolución socioeconómica española en el segundo franquismo.

Los espectaculares resultados de la apertura económica hicieron que España conociera en los años sesenta el mayor desarrollo económico de toda su historia (milagro español). Sin embargo, el desarrollo precipitado y desequilibrado o desarrollismo no estuvo exento de numerosas contradicciones (sociales y regionales) y deficiencias (urbanísticas, de servicios e infraestructuras, etc.). Además, la sociedad española se modernizó de tal manera que el franquismo se fue quedando sin su base social tradicional y se fue convirtiendo en un régimen político obsoleto.

La economía.

En 1958, España se había incorporado al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, con la esperanza de lograr créditos que remediaran la desesperada situación financiera. Estas instituciones exigieron, como contrapartida, la liberalización de la economía española y recomendaron a las autoridades una serie de medidas que se recogieron en el Plan de Estabilización de 1959. Las medidas económicas adoptadas fueron el control del gasto público, el ajuste del cambio de la peseta, el impulso a las exportaciones para intentar paliar el gran desequilibrio de la balanza comercial con el exterior, los incentivos a las inversiones extranjeras y la congelación de los salarios. Las consecuencias fueron inmediatas y, aunque los costes sociales fueron considerables (pérdida de nivel de vida, por ejemplo), se logró sanear la economía y sentar las bases del crecimiento económico.

Aunque la clase dirigente franquista no dudó en considerar el desarrollo de la economía como un éxito del régimen, lo cierto es que fue producto de la convergencia de diversos factores: la liberalización de la economía española, que permitió que el país pudiera beneficiarse del auge de la economía europea del momento; la emigración interior y exterior, principalmente de la población agraria, que se desplazó masivamente a las ciudades y zonas costeras para cubrir los puestos de trabajo de la industria primero y del turismo después, y a Europa (fueron una fuente de divisas, al repatriar buena parte de sus salarios); y el espectacular desarrollo del turismo, especialmente en la segunda mitad de la década (supuso una entrada de divisas que equilibró la deficitaria balanza comercial española). El aperturismo y el crecimiento de la economía coincidieron con la aplicación de un programa de planificación económica que pretendía coordinar el crecimiento económico a través de planes de desarrollo, en los que se fijaban las inversiones del Estado en determinados enclaves tradicionalmente más deprimidos. Así surgieron los llamados polos de desarrollo de Burgos, Huelva, Vigo, La Coruña, Sevilla, Valladolid y Zaragoza.

Inicialmente, el desarrollo económico español de los años sesenta fue básicamente industrial. La estructura industrial se modernizó, las inversiones que se realizaron permitieron renovar el equipo con importaciones de tecnología extranjera y, al mismo tiempo, se diversificó la actividad industrial siguiendo los criterios del mercado. Él sector secundario llegó a tener a finales de la década el mayor porcentaje de población activa (37,3 % en 1970). La industria metalúrgica (astilleras de Cádiz), la química (refinerías, farmacéuticas), la automovilística y el sector energético se convirtieron en los motores del desarrollo. También tuvieron mucha importancia el sector de la construcción y del calzado. La demanda energética provocada por el acelerado proceso de desarrollo se resolvió mediante las importaciones de

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petróleo (68 % de la energía consumida en 1973) y el despliegue de un amplio programa de construcción de infraestructuras energéticas (embalses, centrales hidroeléctricas, termoeléctricas y nucleares).

A la vez que se produjo la expansión industrial, tuvo lugar la entrada masiva del turismo europeo. Las principales áreas turísticas españolas (Baleares, Cataluña, Andalucía y Canarias) se convirtieron, por los bajos precios y el clima, en la solución ideal a las vacaciones que la organización laboral de los Estados de bienestar europeos habían proporcionado a sus habitantes (seis millones de turistas de 1960 se convirtieron en 34 millones en 1973). El impacto del turismo fue múltiple y contradictorio. Aunque dio trabajo a miles de españoles, la actividad laboral fue marcadamente estacional. Fue también un gran impulso para la construcción, pero la falta de control y planificación deterioraron irremediablemente el paisaje costero y llevaron al límite la saturación de la limitada red de transportes española. Por último, fue un elemento que contribuyó a minar las esencias tradicionalistas del régimen.

Paralelamente al acelerado proceso de industrialización y de expansión de los servicios, la agricultura experimentó una transformación que supuso la liquidación de la estructura agraria tradicional. La política agraria del franquismo se había planteado paliar el minifundismo con el Plan de Concentración Parcelaria (1952) y aumentar los rendimientos por medio de un programa de regadíos (Plan Badajoz). A partir de 1958, el gobierno empezó a facilitar créditos y subvenciones para favorecer la mecanización. A finales de la década fue evidente que el uso de abonos y maquinaria, así como la selección de las semillas, había modernizado la agricultura española. Además, la producción se diversificó y especializó y pasó a estar orientada al mercado exterior e interior.

La sociedad.

El desarrollo económico de los años sesenta tuvo un enorme impacto en la estructura demográfica y social. La España rural, agraria y tradicional dio paso a una España urbanizada en la que se impusieron rápidamente los valores propios de la sociedad de consumo. En el ámbito demográfico, España culminó en los años sesenta su proceso de transición demográfica, con un retraso importante respecto a los países europeos. Este proceso, caracterizado por una reducción considerable de la mortalidad y un mantenimiento de las tasas de natalidad elevadas, dio como resultado un gran crecimiento demográfico conocido como el boom de los sesenta. De los 25 millones de habitantes en 1940 se pasó a 35 millones en 1973. Pero el hecho demográfico más significativo de estos años fue el gran éxodo rural, que llevó a más de seis millones de personas a abandonar entre 1960 y 1970 las zonas más deprimidas del campo español. Desde Andalucía, Extremadura, Galicia, las dos Castillas y Aragón, unos cuatro millones de personas optaron por la emigración interior hacia las áreas industriales (Madrid, Cataluña, País Vasco) o hacia las zonas turísticas de la costa mediterránea; los dos millones restantes se dirigieron hacia los Estados de Europa occidental (Alemania, Suiza, Francia) que necesitaba mano de obra poco cualificada.

La población se urbanizó aceleradamente. España se convirtió en un país de ciudades cada vez más grandes: en 1970 el 70 % de la población vivía en ciudades. La avalancha de emigrantes obligó a una urbanización caótica y desordenada. Los barrios de chabolas, sin ninguna dotación urbanística, alternaban con bloques de polígonos de viviendas baratas. La

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falta de alcantarillado y transporte, así como de servicios sociales básicos (escuelas, mercados, centros médicos...), fue una realidad cotidiana contra la que se movilizaron a finales del franquismo las asociaciones de vecinos.

Desde el punto de vista social, la estructura de clases propia de la España agraria evolucionó hacia la de una sociedad moderna, similar a las sociedades europeas occidentales. La población activa agraria se redujo drásticamente. Los profundos cambios que tenían lugar en el mercado laboral, junto a las mejoras en la educación y en el consumo, lograron una radical transformación de las clases medias españolas (en 1970 eran casi el 55 %). A pesar de ello, el acceso a la sociedad de consumo enmascaró la gran desigualdad en la distribución de la riqueza entre los españoles.

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11.3 La oposición política al régimen franquista y Castilla-La Mancha bajo la dictadura franquista.

A lo largo de los años sesenta la oposición al franquismo copó todos los sectores. A la oposición tradicional de las izquierdas se sumó la surgida del interior del propio régimen: las nuevas generaciones que no habían vivido la guerra civil y sectores católicos. El régimen mantuvo su carácter represivo, aunque suavizó la persecución en comparación con la etapa de la posguerra; así, se suprimió la justicia militar de los procesos políticos, pero se creó el Tribunal de Orden Público (TOP). El crecimiento económico no fortaleció al régimen, más bien lo fue minando de forma paulatina. La labor de las organizaciones sindicales fue muy importante en la movilización social, que se extendió a todos los ámbitos a través de manifestaciones callejeras y de formación de asociaciones de vecinos, culturales, religiosas e incluso militares.

La oposición social.

El nuevo movimiento obrero creció y se hizo fuerte en los principales centros industriales en torno a las Comisiones Obreras (CCOO) de inspiración comunista, aunque abiertas a todos los sectores e ideologías. Este grupo aprovechó la organización sindical oficial para organizar a los trabajadores a través de los convenios laborales y de las elecciones sindicales.La organización fue perseguida, declarada ilegal y sus dirigentes procesados y encarcelados (proceso 1001). Otras organizaciones, como la HOAC, JOC y USO, de inspiración católica, colaboraron con el sindicalismo ilegal. La conflictividad laboral aumentó y puso en guardia al régimen.

Los estudiantes universitarios reivindicaron tanto la democratización de la sociedad española como de la propia Universidad. El SEU desaparecía en 1965. Los sucesos del mayo francés de 1968 repercutieron en medios universitarios españoles. La permanente movilización estudiantil constituyó una pesadilla para Franco. El aumento del número de estudiantes, su mayor concienciación política, la ausencia de libertades y las pobres condiciones laborales de parte del profesorado, convirtieron la Universidad en un foco antifranquista. El régimen quiso controlarlo con la represión policial, la ocupación de las instalaciones, la sanción de profesores y el cierre de facultades. No faltaron los enfrentamientos entre los grupos ultraderechistas (Guerrilleros de Cristo Rey) y los de ultraizquierda (Bandera Roja, la Joven Guardia Roja, Jóvenes Libertarios). La tensión creció en 1969, con la muerte del estudiante Ruano en Madrid y cuando los estudiantes barceloneses asaltaron el rectorado.

La actitud cada vez más independiente de la Iglesia española molestó a los políticos del régimen, incapaces de comprender esta deslealtad. Algunos sectores eclesiásticos comprometidos con la libertad y los derechos humanos participaron en organizaciones políticas y sindicales, se manifestaron en las calles, en encierros o publicaron cartas colectivas de protesta. El gobierno puso en funcionamiento la cárcel de Zamora para eclesiásticos y actuó contra algunos obispos. Las relaciones con la jerarquía eclesiástica se enfriaron, y en ocasiones fueron muy tensas.

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La oposición política

La oposición política la protagonizaron los partidos, tanto desde el exilio como a través de sus organizaciones internas clandestinas. El más activo fue el Partido Comunista. El PSOE, dividido, empezó a organizarse a partir del Congreso de Suresnes, en 1974. El PCE pretendió dirigir y monopolizar la oposición con sus llamamientos a la reconciliación nacional. Con ese fin lanzó una huelga general en 1959, que fracasó. En los años sesenta se constituyó la Unión de Fuerzas Democráticas, formada por organizaciones de izquierdas. Tierno Galván, expulsado del PSOE, fundó el Partido Socialista del Interior (PSI) en 1968. Las diversas tendencias de la democracia cristiana no jugaron un papel relevante. Surgieron también organizaciones de extrema izquierda de orientación maoísta, marxista-leninista o trostkista (ORT, LCR, MC, PCEM-L), incluso algunas claramente terroristas, como el FRAP

La oposición al régimen fue invitada al IV Congreso del Movimiento Europeo reunido en Munich en junio de 1962. Salvador de Madariaga organizó la asistencia de unas 120 personalidades españolas del interior y del exterior. Al final se elaboró una declaración a favor de la democracia y de condena al régimen. La prensa del Movimiento calificó la reunión como «contubernio de Munich». El gobierno, irritado, reaccionó con dureza contra los participantes del interior, como Gil Robles o Dionisio Ridruejo. Unos fueron encarcelados y otros desterrados, con gran escándalo de la prensa europea de izquierdas y de derechas. Franco aprovechó esta crisis para formar un nuevo gobierno de aspecto más amable, con renovadores como Fraga, pero la ejecución de Julián Grimau en 1963 demostró que todo continuaba igual. El régimen se encontró con muchos frentes abiertos y echó mano con frecuencia de los estados de excepción y de la represión. No obstante, la falta de entendimiento y de unión de la oposición le favoreció.

En Cataluña el PSUC agrupó las fuerzas democráticas en torno a la llamada Taula Redona (1966). Años más tarde (1971), Izquierda Republicana de Cataluña y Convergencia Democrática de Cataluña crearon la Asamblea de Cataluña con un claro contenido reivindicativo nacionalista. En el País Vasco el PNV quedaba postergado ante el terrorismo de ETA, escindida de su seno, como movimiento revolucionario de liberación nacional.

Castilla-La Mancha bajo la dictadura franquista.

El fenómeno demográfico más importante de la época franquista para la región fue la emigración masiva, que se aceleró en la década de 1960 y sólo comenzó a retroceder a partir de 1980. Se trató de un éxodo rural que despobló la mayoría de las provincias. Debido al atraso económico, las capitales de la región atrajeron a pocos de estos emigrantes. La mayoría de ellos se desplazaron a Madrid y otros se dirigieron a núcleos urbanos de áreas más industrializadas (Cataluña, Valencia), o bien, al extranjero.

En la etapa franquista se realizaron algunos proyectos como la creación de poblados de colonización o la construcción de embalses: Alarcón (en el Júcar), Entrepeñas (en el Tajo) y Buendía (en el Guadiela). También, el trasvase Tajo-Segura, cuyas obras comenzaron en 1966. Otra actuación fue la centrales nucleares de Zorita y Trillo (Guadalajara). Durante la autarquía, en 1942, el INI creó la Empresa Nacional Calvo Sotelo (ENCASO) en Puertollano para la explotación de pizarras bituminosas. Cerradas las minas en 1966 por no ser rentables, el complejo sirvió de base para el establecimiento de una refinería de petróleo. Con el Plan de

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Estabilización de 1959 la industrialización y los servicios dan un gran salto en las provincias castellano-manchegas. La necesidad de establecer centros industriales destinados a descongestionar las zonas que venían concentrando el crecimiento industrial (Cataluña, País Vasco, Madrid), se potenció a través del establecimiento de polígonos industriales, como los de Alcázar de San Juan, Manzanares, Cuenca, Guadalajara, Talavera, Toledo, Albacete…

TEXTOS.CONGRESO DEL MOVIMIENTO EUROPEO. MUNICH, 8 DE JUNIO DE 1962

El Congreso estima que la integración, en forma de adhesión o de asociación, de todos los países a Europa, exige de cada uno de ellos instituciones democráticas, lo que significa para España...

1º La restauración de instituciones auténticamente representativas y democráticas que garanticen que el gobierno se basa en el consentimiento de los gobernados. 2º.- La efectiva garantía de todos los derechos de la persona humana, en especial los de la libertad personal y de expresión, con supresión de la censura gubernativa. 3º.- El reconocimiento de la personalidad de las distintas comunidades naturales. 4º.- El ejercicio de las libertades sindicales sobre bases democráticas y de la defensa por los trabajadores de sus derechos fundamentales, entre otros medios, por el de huelga. 5º.- La posibilidad de organizar corrientes de opinión y de partidos políticos...

El Congreso confía en que la evolución conforme a estas bases permitirá la incorporación de España a Europa, de la que es un elemento esencial, y toma nota de que los delegados españoles expresan su convencimiento de que la inmensa mayoría de los españoles desean que esa evolución se haga de acuerdo con la prudencia política, con el ritmo más rápido que las circunstancias permitan,... y con el compromiso de renunciar a toda violencia activa o pasiva antes, durante y después del proceso evolutivo"

Resolución del Congreso del Movimiento Europeo. Munich, 8 de junio de 1962

MENSAJE DE FRANCO SOBRE LA SUCESIÓN (1969)

Respecto a la sucesión a la Jefatura del Estado, sobre la que tantas ambiciosas especulaciones hicieron quienes dudaron de la continuidad de nuestro Movimiento, todo ha quedado atado y bien atado, con mi propuesta y la aprobación por las Cortes de la designación como sucesor a título de rey del príncipe don Juan Carlos de Borbón [...].

Nuestros descendientes comprobarán que la nueva Monarquía española ha sido instaurada en virtud de dos votaciones populares reiteradas en el plazo de veinte años, en el Referéndum nacional de 1947, que aprobó la Ley de Sucesión, y en el de 1966 que refrendó la Ley Orgánica

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del estado. Han sido pues dos generaciones de españoles las que han dado su voto multitudinario a nuestro sistema político. La designación concreta del futuro Rey obtuvo la aprobación de las Cortes españolas, representación genuina de la Nación. Bien podemos decir que la instauración de nuestra monarquía cuenta con un respaldo popular prácticamente absoluto y desde luego muy superior al que tuvo Felipe V, en cuya entronización jugaron mucho más las maniobras políticas de potencias extranjeras que la propia voluntad del pueblo español.

JOAQUÍN RUIZ GIMÉNEZ: EL PROBLEMA ESTUDIANTIL.

Una parte de nuestra juventud, la más próxima a nosotros, es decir, la de nuestros hijos concretamente, la que hemos formado los hombres del año 36, parte de esa juventud está en actitud díscola, y posiblemente cada uno de nosotros tenemos el riesgo de que algunos de nuestros hijos un día se enfrente con lo que nosotros representamos (…). Hay otro sector de la juventud que abiertamente está en ruptura con nosotros, con nuestros principios. No nos engañemos. El hecho de que no lo admitamos no quiere decir que no sea evidente.

Intervención de Joaquín Ruiz Giménez ante el Consejo Nacional del Movimiento, 1963.