Telar 52

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1 Un vínculo afectivo con la familia claretiana - Año 16 - Nº 52 - Octubre 2012 - Colaboración voluntaria. Porque Claret tejió telas, y luego las Buenas Noticias INEQUIDAD: problema social candente

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Revista Telar

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Un vínculo afectivo con la familia claretiana - Año 16 - Nº 52 - Octubre 2012 - Colaboración voluntaria.

Porque Claret tejió telas, y luego las Buenas Noticias

InequIdad:problema social candente

2 CARTAS

Cartas

Telar Es una publicación de los Misioneros Claretianos Director: José Agustín Cabré Rufatt, cmf. Editor general: Alfredo Barahona ZuletaDiseño: ECCLA, Ediciones y Comunicaciones ClaretianasZenteno 764 - Casilla 2989 Santiago-21. Santiago - ChileF. (56-2) 695 34 15, Fx. (56-2) 695 34 07E-mail: [email protected] · www.eccla.cl

Felicitación aniversariaQuerido Alfredo:Te escribo para felicitar, primero a

ti, por tu buen trabajo con la revista TELAR, y por el aniversario de ella, que entiendo inicia su 16º año de vida.

Quisiera agradecerte especialmen-te por el tema de la ultima edición sobre ”Corazón de María, Corazón de Mujer”. Hace muy poco realizamos un taller sobre “María, la madre de Jesús, en los Sinópticos”, y nos encantó tam-bién hablar de esta Mujer del pueblo, a la cual Dios le pide que sea la madre de su Hijo, heredero de la gran promesa.

Muchas felicidades a ti y todo el equipo de TELAR, y un gran abrazo.

Orfa Merino Conchaequipo Ceblicar Zenteno, Santiago

Comenta la edición anteriorQuerido hermano Alfredo:En el editorial que suscribes en el

último TELAR, señalas lo esencial que es ser consecuentes. Es decir, si hablo de pobreza y vivo como rico, no soy creíble; si pregono la caridad pero no soy justo, tampoco estoy predicando la verdad cristiana.

Se menciona más adelante al Padre Hurtado y al obispo don Manuel Larraín; a las monjas de poblaciones y a otros que están donde es más necesario. Pero la Iglesia solo atien-de al 10% de la educación de los más pobres. Hay sacerdotes que han mane-jado grandes sumas (¡qué dirían Fran-cisco de Asís, Juan Bautista de la Salle y muchos otros santos!). “Deja todo lo que tienes y sígueme”, dice el Evange-lio. Qué alejados estamos del Señor según las Escrituras.

Sigue a TELAR desde el comienzoApreciado Alfredo:He seguido a TELAR desde su pri-

mer número, y veo que ha sobrepasa-do los 50.

Para mí han sido muy importantes las noticias sobre los misioneros clare-tianos, tanto del país como del extran-jero, ya que he estado unido a ellos casi toda mi vida, y como seglar cla-retiano les agradezco profundamente haber marcado mi formación. También el haber conocido al Venerable Padre Mariano Avellana y poder ayudar a darlo a conocer e impulsar su pronta beatificación.

Por eso, mis felicitaciones a todos Uds., y mis deseos de que sigan ade-lante con TELAR, siempre con mayor entusiasmo.

Ruperto Opazo astudilloPedro aguirre Cerda, Santiago

Me impactó que las bombas ató-micas hayan dejado 500.000 víctimas. Pero hay un flagelo peor, que día a día deja miles de muertos de hambre, frío e inanición: se llama Globalización. Es una araña que ha extendido su tela sobre el planeta, y solo ha producido más riqueza para los ricos y pobreza para los más desposeídos. Con la anuen-cia de muchos “amantes de Cristo”. El artículo sobre la mujer es muy intere-sante. Pero hay que reconocer a aque-llas mujeres que, pese a las dificultades, han saltado las barreras y se han atrevi-do. No han esperado leyes que las favo-rezcan. En Chile tenemos ejemplos en el deporte, en el arte, en medicina, en la aviación, en fin... No son tantas, pero sí las que se atrevieron por sí mismas. No las que se quejan de que los hombres no las dejan hacer su vida.

Recibe un fuerte abrazo fraterno.

Víctor Saavedra VergaraPuente alto, Santiago.Su opinión nos

interesaEsta página está abierta para que los

lectores puedan opinar: ya sea sobre la revista, sus artículos o temas, o sobre otros asuntos de interés acordes con el objetivo de TELAR: tejer la Buena Noti-cia en medio de la realidad del mundo, donde la familia claretiana y todos los cristianos estamos llamados a ser luz y sal.

Los aportes pueden dirigirse, a nom-bre del Editor general de TELAR, a:

[email protected] o bien, por fax, al Nª (56-2) 695 34 07.

Por correo convencional, a Casilla 2989, Santiago-21, Chile.

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*Foto portada: Diego Haristoy P.

3EDIToRIAL

Inequidad, problema social candente

Una ola de efervescencia social ha recorrido el mundo en los últimos dos años, generando como nueva catego-ría a “los indignados”.

Los motivos de indignación pública no son iguales en los estallidos sociales que derribaron sendas dictaduras en el norte africano, respecto a los que han enardecido a millones de europeos hechos chivos expiatorios de un desas-tre económico que no es su culpa. Tampoco los motivos de sucesivas pro-testas que han descargado su furia en nuestros países latinoamericanos. Pero en el trasfondo de los conflictos socia-les subyacen como causa común gra-ves situaciones de inequidad social.

Por contraposición a ésta, la equi-dad es un principio jurídico y social lla-mado a regir las relaciones humanas para que la justicia –que consiste en dar a cada cual lo que le corresponde– se aplique de acuerdo a las realida-des concretas de los diferentes grupos sociales. Si, por ejemplo, es justo pagar impuestos para sostener las necesida-des del Estado, lo equitativo es que paguen más quienes tienen más, se excluya de pago a los más pobres, y, a la vez, se les prefiera en las acciones del Estado.

Propiciar la equidad social es res-ponsabilidad esencial del Estado, como gestor del bien común nacional. Por ello, en nuestras sociedades lati-noamericanas, desgarradas por enor-mes desigualdades e injusticias, las autoridades estatales deben empe-ñarse de modo preferente en superar graves inequidades y exclusiones que

afectan sobre todo a los sectores más pobres y desprote-gidos.

Durante dece-nios, estos han abri-gado esperanzas e ilusiones de reformas que redistribu-yan en su favor las riquezas, oportuni-dades y recursos. El desarrollo los ha puesto generosamente en manos de los grupos más privilegiados, mientras a los más pobres les llegaba poco más que migajas. Situaciones abismantes de inequidad en los ingresos, en la retribución del trabajo, en los servicios básicos de salud, educación, vivienda, previsión social, justicia, en la calidad general de vida y en las oportunidades de surgir, son ejemplos de una realidad social que suele clamar al cielo.

Ilustrativo es el caso de Chile, al que se pregona como país estrella en Latinoamérica. En 20 años ha multi-plicado 5.5 veces su ingreso per cápi-ta, hasta situarlo sobre los 19.000 dóla-res anuales, que lo dejan a las puertas del club de países desarrollados.  Sin embargo, Chile ostenta una de las dis-tribuciones de ingresos más inequita-tivas del mundo. Una reciente evalua-ción gubernamental cifró como “logro” propio una diferencia en promedio de casi 37 veces entre los ingresos del 10% más rico y el 10% más pobre del país. Según datos recientes, que levan-taron ardua polémica por sospechas de manipulación, los chilenos técni-camente “pobres” bordean el 15%, lle-gando a los 2.475.000, y los “indigen-

tes”, con un 2,8%, suman unas 472.000 personas. Mientras en 2011 los secto-res adinerados compraron 1.000 autos nuevos por día, en el invierno último una veintena de indigentes murió de frío tirada en las calles.

Argentina, en tanto, tiene el segun-do ingreso latinoamericano per cápi-ta, con más de 17.000 dólares. No obs-tante, según un informe reciente de la Universidad Católica, a fines de 2011 había en el país un 21,9% de pobres y un 5,4% de indigentes. En 560.000 hogares, unos 2 millones de personas pasaban hambre “con frecuencia”.

Situaciones como éstas se repiten amplificadas en el continente, donde en forma paralela crecen el desconten-to social y sus manifestaciones como otros tantos ecos de una efervescencia social que se expande por el mundo.

¿Qué papel corresponde a los cristianos en realidades como estas? ¿Nos caracterizamos por liderar accio-nes en pro de la justicia y la equidad como bases ineludibles del orden y la paz sociales? Vale la pena meditarlo y asumir consecuencias prácticas. De lo contrario, ¿qué amor al prójimo esta-mos realmente profesando?

alfredo Barahona Zuleta

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Editorial

4 REFLEXIoNES

Ante un nuevo aniversario de su Pascua:

El Padre Claret, un hombre contra la rutina

Dicen que era hombre de baja estatura pero de una fir-meza colosal; un predicador infatigable, un propagandis-ta casi fanático de libros, mensajes, volantes, hojas, catecis-mos y biblias.

Dicen que tenía algo así como un afán de luchar contra todo lo que parecía quieto y adormilado en la sociedad un tanto cínica que le tocó vivir. Quizá quedó marcado con ese signo de contradicción desde el momento de su nacimiento, allá por Cataluña a comienzos del siglo XIX. Por algo, cuando todo el mundo se llamaba Juan Antonio, a él lo bautizaron como Antonio Juan.

Siempre fue así. De joven, cuando tenía un futuro asegurado como industrial en tejidos, prefirió irse al seminario. Más tarde, cuando todos sus compañeros buscaban ser curas de alguna parroquia, él dejó la suya para gastar su vida predi-cando misiones de pueblo en pueblo. Cuando el gobierno de la época pro-hibió las congregaciones religiosas en España, él fundó una nueva acompaña-do de otros cinco misioneros que tenían su mismo espíritu.

Así era Antonio Juan Claret, verdadero hombre de Dios por esos caminos endiablados de mitad del siglo XIX, cuando empezaba la era industrial que traería al mundo tantos adelantos y tantas penurias e injusticias.

El hombre estaba enamorado de la causa de Jesús y su evangelio. Dedicó su vida a proclamar la Pala-bra de Dios, una Palabra metida en la historia de los pueblos. Por eso andaba preocupado del lugar y de la tarea que debían desempeñar las mujeres en la organización de la Iglesia, y quiso establecer “diaco-nisas” cuando no habían nacido ni los bisabuelos de los diáconos de hoy.

También le preocupaba la dignidad de la gente, y para ello fundó bibliotecas populares, granjas agrí-colas, y organizó campañas de alfabetización.

En 1849 fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, y veinte días después, en agosto de ese año, fue nombrado arzobis-po de Santiago de Cuba, allá al otro lado del mar. En ese momento añadió a su nombre de pila el de María, en reconocimiento agradecido a la madre de Jesús.

En tierra cubana dejó Claret sus mejores desvelos. Por medio de campañas misioneras constantes, de retiros y jor-nadas de espiritualidad para toda clase de personas, visitan-do cárceles y hospitales, colegios y comunidades, Claret no perdía ocasión para evangelizar. Como si fuera poco, descu-brió en la escritura de libros y opúsculos el modo de dejar su mensaje de fe y de esperanza. En su vida escribió unos 120 libros de doctrina, predicación, y hasta de adelantos técni-cos para mejorar la agricultura y poner más alimentos en las mesas de los pobres.

Desde luego que una actividad así debió tener un buen fundamento: basarse en pilares sólidos que para él fueron la Eucaristía, el amor filial a María bajo el signo de su cora-

zón, la meditación y el compromiso con la persona de Jesús de Nazaret enviado a liberar a los oprimidos, y la lectura asidua y fervorosa de la Biblia.

El 24 de octubre de este año se cumplen 142 años de su muerte, cuando Dios lo llamó para

coronarlo de vida en plenitud. Fue en un monasterio de montaña en el sur de Fran-cia, lugar en el que se había refugiado por la persecución que le hacían las autori-dades de gobierno en España, tras el

destronamiento de la reina Isabel II; ella lo había elegido para ser su con-

sejero espiritual.Pero la congregación que había

fundado en 1849 asumió y conti-nuó su tarea misionera. El mismo

año de su muerte se fundó comunidad en Chile, y poco después se establecie-

ron posiciones pastorales en México, Brasil, Argentina y todos los paí-

ses de América, como también se extendieron por Africa, Asia y oceanía, además de Europa.

Hoy día son poco más de 3.200 los misioneros claretianos que

entregan sus esfuerzos en 64 países de nuestra redonda geografía, con el fin de seguir anunciando los valores del Reino de Dios para que el mundo tenga vida.

agustín Cabré Rufatt, cmft

5oRIENTACIoNES

Enfermos mentales, una dura lucha por la dignidad personal

Sufrir una enfermedad mental severa

puede ser de lo más devastador

para un ser humano. Quienes las padecen

son fuertemente estigmatizados en

todos los órdenes sociales y víctimas

de enorme discriminación.

La mayoría de estos pacientes no recibe atención médica adecuada ni oportuna del sector público; muchos permanecen de por vida encerrados en manicomios; sometidos a prácticas crueles y hasta torturas; con bajo nivel nutricional; sin la higiene necesaria ni medicamentos que los compensen, y cientos quedan olvidados para siem-pre por sus familiares.

Claro, para ningun pariente es dis-tracción dominical ir al siquiátrico. Es como ir al cementerio: al comienzo la tumba del familiar luce llena de flo-res, pero con los años nadie la visita, y todo se cubre de moho y maleza.

Aun con este sombrío panorama existe un trabajo silencioso y perma-nente de decenas de especialistas, médicos, sicólogos, enfermeras, asis-tentes sociales y de los propios fami-liares, para devolverles a estos pacien-tes tan discriminados la dignidad que se merecen.

Una ardua tarea cuyos frutos son aún incipientes.

Diagnosticar una esquizofrenia, una paranoia o una sicosis en el seno de una familia deja sin fuerzas a sus integrantes, aleja a los amigos y, por supuesto, exige ingentes recursos para los tratamientos. Esto empeo-ra si la persona vive en situación de pobreza.

Hacia un cambio diametral

Desde el año 2000 se aplica en Chile un nuevo modelo de atención siquiátrica para estos pacientes: el de siquiatría comunitaria. Significa que el paciente puede vivir y recibir atención siquiátrica en la comunidad, permane-cer junto a su familia o integrarse a un hogar protegido en un barrio. La idea es que su existencia sea lo más cotidia-na posible dentro de la sociedad.

Aun con muchos detractores, los

defensores de este modelo siquiátri-co tienen argumentos razonables para mantenerlo.

¿Quién cree que encerrando a las personas de por vida pueda siquie-ra imaginar un mínimo de mejoría médica, sicológica y social? El mode-lo “asilar” aplicado históricamente ha demostrado el deterioro orgánico, emocional y social al que puede lle-gar una persona internada como en una cárcel.

El informe “Vidas arrasadas” del Centro de Estudios Legales y Sociales de Argentina, CELS, da cuenta de vio-laciones a los derechos humanos per-petradas contra unas 25.000 personas internadas en las instituciones siquiá-tricas del país. Aunque en muchos paí-ses se han clausurado los grandes asi-los siquiátricos, se señala que las per-sonas en el sistema público argentino de salud mental se encuentran en un 75% internadas.

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encerrar a los “locos sueltos”

La comunidad que cree ser sico-lógicamente “normal” insiste muchas veces en reclamar el encierro de quie-nes sufren de una patología mental severa. Los especialistas, en cambio, aseguran que es el camino más errado.

No hay duda de que se necesi-ta, en casos puntuales, un periodo de internación hospitalaria. Especial-mente cuando se trata de pacientes que han tenido problemas con la ley, como aquellos que dan muerte como producto de sus fantasmas y que son, en definitiva, menos culpables que los sistemas de salud que con su indife-rencia les negaron atención médica adecuada para evitar tales tragedias.

Tanto en Argentina como en Chile, con gobiernos que en las últimas décadas han realizado avances impor-tantes en derechos humanos relacio-nados con las políticas de Estado, el área de salud mental no ha logrado progresos sustantivos y continúa sien-do un agujero negro.

Pero los familiares de este sector se han organizado para reclamar sus derechos humanos. En Chile existe desde hace 11 años la Coodinado-

ra Nacional de Usuarios, Familiares y Amigos de Personas con Afecciones de Salud Mental, Corfausam.

Esta organización aboga desde hace tiempo por la dictación de una ley de salud mental que resguarde los derechos de estos pacientes, como se ha logrado en Argentina y Perú.

Integrarlos a la comunidad

El Plan Nacional de Salud Mental y Siquiatría que se inició en Chile hace 12 años con un modelo comunitario, propicia la integración de esos pacien-tes a la comunidad. Ello a través de residencias protegidas donde puedan vivir en grupos pequeños asistidos por monitores y los propios familiares.

La iniciativa ha encontrado varios obstáculos. Uno de ellos, el financia-miento. Los miembros de Corfausam reclaman para este sector un 5 por

ciento del presupuesto nacional de salud. Hoy sólo tienen un 3 por ciento.

otro inconveniente no menor es “la discriminación social, que se ha vuelto el peor enemigo de los pacien-tes. Los vecinos los desprecian, les temen, los ahuyentan, lanzan basura a sus casas; incluso han logrado por vía legal cerrar sus hogares y hacerlos regresar al hospital siquiátrico”, seña-la el presidente de la organización de familiares, Miguel Rojas.

El modelo aplicado en Chile lo ha sido también en algunas regiones de Argentina como Río Negro y Santa Fe, con buenos resultados.

Sin embargo, las familias indican que la discriminación ha sido lo más grave que enfrentan, puesto que, aun estando compensados, los pacientes son socialmente rechazados, no pue-den residir donde elijan, ni educar-se, integrarse al trabajo o formar una familia.

epidemia silenciosa

Las patologías mentales son una “epidemia silenciosa” que en Chile afecta a más de 600 mil personas. No hay una estimación real sobre en qué

oRIENTACIoNES

7oRIENTACIoNES

situación se encuentran o en cuántos metros cuadrados viven.

Pero el enfermo mental está per-dido si no tiene una red de apoyo, es decir, parientes o amigos tan com-prometidos que suelen terminar por enfermarse tanto como él mismo. Sin apoyo, este no tendrá la atención que requiere ni los medicamentos para sanar. En el mejor de los casos, termi-nará internado, atontado con calman-tes que le destruirán el hígado, y aban-donado por sus parientes.

Si bien en Argentina hay también programas de atención comunitarios que disponen de recursos para refor-mar los servicios e integrar en la comu-nidad a las personas con discapacida-des mentales, no existe aún una polí-tica general conducente a ello, según aseguran las organizaciones de fami-liares. En Buenos Aires, por ejemplo, las tres instituciones siquiátricas más grandes absorben el 80 por ciento del presupuesto de salud mental.

Más cerca de lo imaginable

Según estadísticas, en Chile, cuatro de cada diez personas padecen algún

trastorno mental, sicológico o de per-sonalidad. Piense: si usted viaja en el metro ¿cuántas personas a su alrede-dor necesitan apoyo en esta área de la salud?

Si la persona sufre, por ejemplo, de depresión y concurre, según su afilia-ción, a su institución de salud previsio-nal o “isapre” -el controvertido sistema privado de salud- sólo tendrá derecho a seis consultas de siquiatría al año. ¿Logrará así recuperación?

Como el sistema nacional de salud cubre esta patología mediante un plan especial de bonificación cono-cido como GES, si el médico tratan-te es consciente le ayudará a ingre-sar a él, para que acceda a consultas y medicamentos baratos o gratuitos. Pero, ¿cuántos pacientes podrán reci-bir adecuada atención por medio del GES, si más de dos tercios de los habi-tantes del pais están afiliados al siste-ma público de salud, cuyos servicios hospitalarios están sobresaturados?

Cambio cultural necesario

Los siquiatras coinciden en que el concepto de hospitalización, donde los

tratamientos se aplican a puertas cerra-das, es una tendencia ya obsoleta.

Sin embargo, la propia comuni-dad obstaculiza muchas veces que los enfermos residan en los vecindarios. Fundalmentalmente por temor a sus posibles reacciones violentas.

El presidente de Corfausam, Miguel Rojas, señala que “es necesario generar un gran cambio cultural para que la gente pierda el miedo a relacionar-se con pacientes que están rehabili-tándose y ya no constituyen un peli-gro para la sociedad”. Su organización está empeñada en “terminar con la ignorancia” que existe acerca de estas enfermedades. Cuenta que cuando la organización ha hecho actividades públicas distribuyendo información, se ha sorprendido por el desconoci-miento que impera sobre el tema.

Se dice que el desarrollo de un país se puede medir por el grado de respe-to al prójimo y la tolerancia a la diver-sidad. ¿Será hora de ir aprendiendo a tener otra mirada con nuestros herma-nos que sufren una enfermedad men-tal? La pregunta queda lanzada.

Silvia Yermani V.

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8 oRIENTACIoNES

Pocos grupos humanos tan discri-nados como el de los viejos.

Se les menciona con apelativos eufemísticos como “personas de ter-cera edad”, “adultos mayores” (como si los hubiera “menores”) o –el más hipó-crita- “ciudadanos en años dorados”. Sin embargo, para la sociedad del con-sumo, el lucro y el culto farandulero a la hermosura, son simplemente un las-tre. A lo menos, “están out”.

El engranaje de la eficiencia y la productividad laboral los ha hecho a un lado desde mucho antes que ini-ciaran la edad oficial de los cuarteles de invierno. Basta mirar los ofertas de trabajo, que hoy por hoy señalan sin tapujos como edades máximas para postulaciones los 30 o 35 años. Hom-bres y mujeres de más edad, simple-mente no sirven.

Por cierto, no sucede lo mismo en todos los rincones del planeta. Por-que sociedades más avanzadas que las nuestras valoran aún la experien-

cia, responsabilidad y trabajo acucio-so de sus viejos. Les asignan labores congruentes con sus años, y los tratan con miramiento y comprensión espe-ciales; no los dejan tirados al borde del camino para que sobrevivan en forma subhumana con pensiones de vejez vergonzosas, como ocurre gene-ralmente por estos rincones.

Ejemplo aun mayor ofrecen las cul-turas ancestrales y aborígenes, para las cuales generalmente los ancianos son dignos de obediencia y veneración por su sabiduría y experiencia.

Hacia una sociedad de viejos

Preocupante realidad la nuestra, si se considera que caminamos en forma acelerada hacia una sociedad de vie-jos. Los planes de control de la natali-dad, que desde el “primer mundo” nos impusieron en décadas pasadas, más los innnegables avances de la medici-na que han ampliado en forma consi-

Avatares de los viejos, y un ejemplo centenario

derable las expectativas de vida, llevan a proyecciones inequívocas al respecto.

En Chile, por ejemplo, un reciente censo de población señala entre sus primeros datos que la tasa de enveje-cimiento se duplicó en los últimos 20 años. Entre los 16.500.000 habitantes actuales, hay 2.638.000 mayores de 60 años, de los que un 57% corresponde a mujeres. Llama la atención el fuerte aumento de los mayores de 80 años, que llegan a 453.000.

En 1990, por cada 100 niños meno-res de 15 años, había en Chile 35,4 “adultos mayores”. Dos décadas des-pués, el índice se ha elevado a casi el doble: 68,4.

La proyección de estos datos indica que a partir de 2025 los ancianos serán, por primera vez en el país, más que los menores de 15 años. Esto ocurre ya en la región austral de Magallanes, la de más alto índice de envejecimiento.

Si en 1950 el 37% de los chilenos tenía menos de 15 años, en 2050 este

9oRIENTACIoNES

grupo etario llegará sólo al 16,6%. Y los mayores de 80 años, que a mediados del siglo pasado eran el 0,5%, serán el 4,2%. Según esti-maciones oficiales, Chile vive un progresivo envejecimiento de la población como Brasil y Argenti-na. Tiene la segunda mayor tasa de envejecimiento de Sudamérica, superada sólo por Uruguay.

A nivel mundial, en tanto, la expectativa de vida fluctúa entre los 75 y 80 años. Y siguiendo la ten-dencia de nuestro Cono Sur continen-tal, en 2045 las personas con más de 60 años superarán a las de menos de 15. En las regiones más desarrolladas, donde ha avanzado más el envejeci-miento, esta situación ya se alcanzó en 1998.

En términos socioeconómicos se han encendido ya fuertes alarmas, que van desde el impacto que esta reali-dad tendrá en el ámbito laboral, hasta los altos costos que la salud y previsión social de los ancianos signficarán para las diferentes economías.

ojalá que ello no complo-te para que los viejos termi-nen convirtiéndose en “enemi-gos públicos”, lo que incentive a buscar formas de eutanasia más siniestras y sofisticadas que las ya en avance.

un hombre de un siglo

Si el caso de José Soler Lli-bre pueda servir al menos como botón de muestra respecto de que la gente de edad avanzada no es desechable, en buena hora.

TELAR lo conoce desde antes de su propio nacimiento. Su antecesora, la revista Puel-che, publicó en 1995 su caso ya entonces admirable, en un reportaje sobre la ancianidad.

Porque José, al borde de sus 80 años, contrajo matrimonio en

mayo de 1992 con Alba Pereira Lagos, una paramédico 17 años menor.

El, catalán de cepa, había hecho honor a su segundo apellido (“Libre”), al escapar de España tras haber sopor-tado por 13 años la dictadura fran-quista y haber sufrido cárcel y campos de concentración. Llegó a Chile con mujer y dos hijos a cuestas, y trabajó en lo que viniera, hasta que revalidó su título de constructor civil y alcanzó un buen pasar.

Así enviudó, tras 56 años de matri-monio, y se recluyó en la soledad y la pena.

Hasta que se reencontró con Alba, a quien conociera de joven. Tras 28

años de servicios en uno de los hospitales públicos más estre-santes de Santiago, ella había jubilado, para perder más tarde a su madre y quedar igualmente sumida en tristeza y soledad. Al poco tiempo se casaban.

Han pasado 20 años. Alba y José han hecho un feliz matri-monio, y él, sobrepasando nor-males achaques nonagenarios, ha mantenido admirable auto-

valencia, agilidad física y mental, y un entusiasmo a toda prueba. Hace unos meses, Alba casi sufrió un infar-to cuando, al regresar a casa, lo encon-tró encaramado sobre el techo, diri-giendo trabajos de reparación a unos operarios.

Y así José Soler Llibre ha cum-plido cien años de vida, que Alba le celebró el 21 de julio último con un gran almuerzo en los comedores de un estadio donde se congregaron para congratularlo unos 60 amigos.

Allí, ambos bailaron a los acor-des de una estudiantina hispana, José

brindó sin restricciones, repar-tió besos a las invitadas, reci-tó en voz alta sin micrófono, y apagó de un soplido las velas de su torta centenaria.

¿Quién podría negar que una persona de esta talla constituya todo un ejemplo de lo que muchos hombres y mujeres pueden llegar a ser y hacer más allá de los 70, 80 o 90 años?

ojalá esta sociedad indivi-dualista, utilitaria y egoísta lle-gue a comprender y valorar el aporte inmenso que pue-den entregarle sus viejos, si se les respeta e integra a la vida social en vez de dejarlos tira-dos en el camino.

alfredo Barahona Z.

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10 oRIENTACIoNES

Un laico del pueblo: Clotario Blest

"Mis queridos amigos:

en esta lucha me tenéis

incondicionalmente a vuestras

órdenes. Estaré al lado vuestro

en los momentos en que se

requiera, porque la única

felicidad grande al término ya

de mi vida, será morir peleando

por la clase trabajadora, por

mis hermanos los que sufren,

por mis hermanos los pobres.

¡Por mis hermanos los que

sufren en esta vida callados y

silenciosos!..."

Esta definición es talvez la que mejor podría cali-ficar la clase de persona que fue Clotario Blest, o Don Clota, como lo llamaban sus más cercanos. Un lucha-dor sin tregua, organizador líder de los trabajadores y de la clase obrera (“asalariados” les llamaba), un servi-dor social. Esas son algunas de las muchas calificacio-nes que se pueden dar de su persona. Pero su legado es mucho más que cualquier intento por definirlo.

En Chile, a mediados de los últimos años ‘30, no estaba permitido a los trabajadores públicos agruparse ni organizarse en sindicatos. Y Don Clota, siendo fun-cionario público, comenzó con ellos sus luchas y reivin-dicaciones sociales. Lo hizo con ingenio, creando pri-mero clubes deportivos y culturales, que eran en reali-dad instancias para discutir la realidad laboral y los pro-blemas gremiales que vivían.

Este movimiento fue resistido desde las cúpulas de poder del Estado de entonces, pero con el tiempo logró sobreponerse a múltiples dificultades, represión, per-secuciones antisindicales, la llamada “Ley Maldita” -que persiguió con saña a los militantes de izquierda- y los divisionismos. Todo ello hasta conseguir en 1953, tras 10 años de lucha, fundar la Central Única de Trabaja-dores, CUT, la mayor y más poderosa organización de los trabajadores chilenos hasta el golpe militar de 1973.

11oRIENTACIoNES

un sindicalismo sin control político

Hoy parece casi imposible un líder sindical sin militancia en algún partido político. La dirigencia de la actual CUT es criticada con frecuen-cia como una mera estructura polí-tica que les debe primero respeto y lealtad a los partidos que repre-senta, y en segundo o tercer lugar al compromiso con los trabajado-res que han elegido a sus miembros como representantes. Clotario Blest mostraba generalmente desprecio por los partidos políticos de su tiem-po; internamente no creía en ellos. Porque recibió múltiples malos tra-tos de los mismos sectores políti-cos que él ayudó a poder decir “pre-sente” en la defensa de los derechos sindicales.

No es difícil comprender por qué despertó tanto malestar entre los políticos que en algún momento estuvieron a su lado. Un claro ejem-plo fue lo que dijo en el documento fundacional del Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindi-cales, CoDEHS, en el que definió lo que, a su entender, debiera ser un partido político:

“Un partido será popular o de clase en la medida que efectivamen-

te esté por contribuir al desarrollo del poder autónomo de los trabajadores y del pueblo, en la perspectiva que sean éstos los que ejerzan directamente el poder en la nueva sociedad”.

Sin duda, nadie que se autode-nomine político partidista podría aceptar tales principios del líder sin-dical. El creía que los movimientos sindicales debían ser de los propios trabajadores, no de partidos polí-ticos.

“Por una Iglesiajunto al pueblo y su lucha”

Algo que lo marcó a fuego y dejó huella en todos con quienes com-partió, fue su profunda fe. Había sido seminarista por 9 años, para luego ser expulsado tras protestar por las grandes diferencias existen-tes entre los sacerdotes de Santiago y los de regiones. Realizó tal protes-ta mediante una huelga que justificó diciendo: “debe haber en mí un rebel-de. No acepto fácilmente órdenes con las cuales no estoy de acuerdo”.

Fue un convencido de que la labor cristiana no debía centrarse en la mera piedad, sino en la acción. Creyó siempre que la iglesia, fiel a Cristo, debía retomar su lugar en medio de los empobrecidos, defen-

derlos y apoyarlos frente a los abu-sos de los poderosos. Esto le llevó a ser parte de la “otra iglesia”, la que está más alejada del poder y de la jerarquía, cercana al pueblo.

En su actuación pública, que vin-culó siempre estrechamente con su fe cristiana, exhortó a la Iglesia chi-lena a hacerse parte activa en la defensa de los trabajadores. Esto le significó ácidas críticas de los secto-res más conservadores de la iglesia. Su lucha llegó a un punto máximo la mañana del 11 de agosto de 1968, cuando el movimiento Iglesia Joven, que él había fundado, se tomó la Catedral de Santiago en protesta por la visita del papa Pablo VI a Medellín. Clotario Blest y unas 200 personas, sacerdotes y laicos, colgaron en las puertas del principal templo de San-tiago un cartel que rezaba: “por una Iglesia junto al pueblo y su lucha. Jus-ticia y amor”.

Poco antes de su muerte, y sumi-do en la pobreza, pidió pasar sus últimos días viviendo en el conven-to mayor de los franciscanos, donde falleció, a los 91 años, el 31 de mayo de 1990. Su último deseo fue ser sepultado con el hábito franciscano como mortaja.

Francisco Lazo Medina

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12 oRIENTACIoNES

Un cura del pueblo: otro encuentro con Brochero

Se aproximan dos fechas importantes para la memoria del Cura Brochero: el cen-tenario de su muerte, que recordaremos el 26 de enero de 2014, y su beatificación, que se anuncia cercana.

Nuestra familia misionera claretia-na, que, poco después de llegar a tierras argentinas, tuvo una fuerte experiencia de cercanía y amistad con este apóstol de su pueblo, no puede menos de conside-rar esta hora como una oportunidad para un nuevo encuentro con su personalidad sacerdotal y misionera.

quién fue Brochero

José Gabriel Brochero, nacido en Santa Rosa de Río Primero en 1840, sería sacerdo-te de su diócesis de Córdoba desde 1866. En sus años de seminario habían regresado a Córdoba los jesuitas, después de la expul-sión sufrida el siglo anterior. El joven José Gabriel quedó muy pronto impactado por la fuerza apostólica de los ejercicios espiri-tuales y su penetración popular.

Desde 1869 está al frente de la parro-quia de Tránsito, curato de San Alberto, en Traslasierra, que a sus bellezas une la sen-cillez, la pobreza y la escasez de recursos para la promoción de su gente. Y Brochero se hace incansable promotor de todo tipo de iniciativas de servicio, entusiasmando e implicando siempre a los pobladores, cuya educación y vida cristiana constituyen sus grandes prioridades. Para eso busca ayu-das en todas partes.

Junto a la apertura de caminos, capi-llas y escuelas en aquel vasto territorio, entre sus primeras realizaciones en la Villa del Tránsito se cuenta la Casa de Ejercicios, inaugurada en 1877.

En los años precedentes se habían hecho famosas (hasta hoy) las cabalgatas,

repetidas varias veces al año, con que condu-cía importantes grupos de ejercitantes hasta la ciudad de Córdoba. En 1880 establecería en la Villa a las hermanas Siervas del Sagrado Corazón, confiándoles la Casa de Ejercicios y la escuela de niñas.

Su amistad con los claretianos

En los planes de Brochero entraba una casa para los misioneros, con vistas a la dirección de los ejercicios y la misión popular en todo el territorio del oeste cordobés. Sólo en 1907, poco antes de entregar la parroquia a su suce-sor, el Pbro. Domingo J. Azevedo, conseguiría el establecimiento de los claretianos en aque-lla casa, muy sencilla pero adecuada. Desde allí, encantados por la acogida de la gente y más allá de las muchas privaciones, ellos se dedicaron a fondo al servicio de la Palabra a través de los ejercicios y las misiones.

Después de cinco años, aquella experien-cia se desactivó, con gran dolor tanto para Bro-chero como para los claretianos.

Los misioneros vivieron con sincera familia-ridad y fuerte identificación los propósitos de Brochero. (Uno de ellos -el P. Eduardo Garriga- le hizo de amanuense en sus años finales de ceguera y de lepra).

Nada tan importante para el buen pastor de Tránsito como el servicio de la Palabra en misiones y ejercicios, a los que él mismo se dedicó personalmente por amplios períodos de su vida.

En la memoria eclesial argentina son pro-verbiales la pedagogía popular y el lengua-je chispeante y persuasivo con que se mane-jó en todo momento, unidos a su pobreza, su celo apostólico y su entrega incansable a los más humildes.

Tal vez por todo esto un nuevo encuentro con la figura de Brochero puede vigorizarnos en nuestras mejores fibras misioneras.

Gustavo alonso, cmft

13DE Lo NUESTRo

En esta primavera, unos versos hermosos:

*alfonsina Storni, argentina (1892-1938), la chilena Gabriela Mis-tral (1889-1957) y la uru-guaya Juana de Ibar-bourou (1892-1979) con-forman un trío literario femenino que hizo bri-llar las letras latinoameri-canas de modo singular en los ámbitos continental y mun-dial, compartiendo sitial de honor entre los exponentes más altos de la literatura de habla hispana en el siglo XX.

Alfonsina, tras resonar como una de las voces femeninas más potentes en ese concierto –con tonos románticos, sensuales, eróti-cos y feministas que luego evolu-cionaron a reflexivos y vanguardis-tas– terminó trágicamente sus días suicidándose en Mar del Plata el 25 de octubre de 1938, abatida por un diagnóstico de cáncer. Una versión romántica sostiene que lo hizo de madrugada, adentrándose lenta-mente en el mar, vestida con una túnica blanca.

El maestro Ariel Ramírez, junto al reconocido escritor, abogado y político Félix Luna, la ha inmorta-lizado en el ámbito musical con su mundialmente famosa “Alfonsina y el mar”, la que, entre innumera-bles versiones de alto vuelo, suena inconfundible en voz de la “Negra” Mercedes Sosa: “Te vas, Alfonsina, con tu soledad. ¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?…”

La caricia perdida

alfonsina Storni*

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Se me va de los dedos la caricia sin causa,

se me va de los dedos... En el viento, al pasar,

la caricia que vaga sin destino ni objeto,

la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,

pude amar al primero que acertara a llegar.

Nadie llega. Están solos los floridos senderos.

La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,

si estremece las ramas un dulce suspirar,

si te oprime los dedos una mano pequeña

que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,

si es el aire quien teje la ilusión de besar,

oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,

en el viento fundida, ¿me reconocerás?

14 REFLEXIoNES

A Nuestra Señora del Concilio Vaticano II eduardo Huerta Pastén, cmf

No dejes, Santa María,que los temores y los intereses puramente humanoshagan fracasar el don del Espíriturecibido en el Concilio Vaticano II.No permitas que la Iglesia regrese a sus cuarteles,empeñada en gestos de separación y exclusividad,sino que salga al encuentro de todo hombre,como signo de la benevolencia de Jesucristo,que caminó nuestros caminos, nos habló con palabras humanasy nos amó con un corazón de carne. Amén.

Santa María, Madre de la Iglesia:en atención a tus oracionesy a la visión profética de Juan XXIII y Pablo VI,vino el Espíritu Santo sobre la comunidad de Jesús.

Con su viento impetuoso abrió puertas y ventanas, para que entraran los nuevos tiempos y los nuevos desafíos;con su fuego inflamó en nuevo ardor a la Iglesia cansada,y la puso en diálogo con los pueblos de la tierra,cercana y solidaria, sencilla y valiente.

Con su luz la urgió en su vocación de Servidora,y la reencantó como Discípula del Evangelio.A la luz de la Palabra de Dios, siempre viva y eficaz,ella se descubrió portadora de la claridad de Cristo,capaz de sintonizar con los gozos y esperanzas de los pueblosy ser para ellos puente claro de acceso al Padre.

Como Madre abrió sus brazos y sus oídosa los no cristianos, y los invitó a ponerse en marchatras el misterio del Dios escondido.Como Maestra se empeñó en entregar a adultos, jóvenes y niños la vía del verdadero humanismoy de la insoslayable dignidad de la persona.

Como Sacramento universal de salvacióny con audacia misionera,se propuso instaurar todo en Cristo.Para este fin y para edificación del Pueblo de Dios,estableció los ministerios sagrados y los estados de vida:para hacer presente el sacerdocio de Cristoy representar ante todos su vida pobre, casta y obediente.

Convocó a los laicos a retomar su protagonismocomo iglesia presente y activa en el tejido social.Quiso estar presente en los Medios de Comunicación,para decir sobre los tejados lo que el Señor le dijo al oído.Pero sobre todo, se puso en camino para realizar el sueño de Jesús:la unidad de los cristianos, para que el mundo crea. t

15REFLEXIoNESContinúa >>

A 50 años del Concilio:Qué ha significado, y qué falta por hacer

En octubre de 1958, el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli era elegido Papa y tomaba el nombre de Juan XXIII. A los tres meses, en enero de 1959, convocó a la Iglesia a un Concilio Ecu-ménico.

Fue un anuncio inesperado que, por lo mismo, produjo gran expectación en el mundo; como también levantó reacciones contrarias dentro de la Igle-sia, y especialmente en la propia Curia romana.

El Papa señaló la línea que debía tener el Concilio: no fortalecer a la Igle-sia en sus dogmas y autoridad, sino abrirla al mundo para servir a la huma-nidad. De ahí su famosa frase: “abrir la ventana de la Iglesia al mundo”.

Con esto rompía los esquemas his-tóricos de los concilios en la Iglesia y, por lo mismo, no quiso que el convo-cado fuera una prolongación del Con-cilio Vaticano I, como algunos querían, ya que éste había tenido un marca-do carácter dogmático con la aproba-ción de la infalibilidad del Papa. Sería un concilio abierto a otras confesiones cristianas.

El mundo había cambiado con la Segunda Guerra Mundial. Vivía bajo el miedo a la bomba atómica; había un fuerte avance del comunismo, espe-cialmente en Europa; se vivía el tiempo álgido de la “guerra fría”. Y las guerras continuaban: la de Corea en la déca-da del 50, y después la de Vietnam. El mundo había cambiado también con los avances tecnológicos producto de la guerra.

Ante la situación mundial, Juan XXIII veía que el mundo necesitaba del men-saje evangélico, y que la Iglesia tendría que dárselo. A la vez, la propia Iglesia debía tomar conciencia de esta nece-sidad y realizar cambios en su actua-ción que exigían fuertes cambios en sí misma.

Realizaciones conciliares

El Concilio asumió esas líneas de Juan XXIII realizando estudios teológi-cos de fondo:

Sobre la Iglesia en sí misma, con la Constitución dogmática “Lumen Gen-tium” (Luz de los Pueblos); sobre su litur-

gia, con el decreto “Sacrosantum Conci-lium” (El sacrosanto Concilio); sobre la Palabra de Dios como fundamento en la búsqueda de la voluntad divina en el tiempo, con la Constitución dogmá-tica “Dei Verbum” (la Palabra de Dios), y sobre cómo actuar ante el mundo, con la Constitución apostólica “Gaudium et Spes” (Gozo y Esperanza).

Estos cuatro documentos fue-ron fundamentales entre los dieciséis aprobados por el Concilio.

Sobre su base emergió una Iglesia que cambiaba de estática a dinámica. Antes se le describía como “sociedad perfecta”, y ahora “Lumen Gentium” la mostraba como un “pueblo reunido en Dios Trino” que necesita guías o pasto-res, pero que lleva en sí mismo el Espí-ritu. Ya no se la presenta como una Iglesia dividida en dos, según se des-cribía antes: “docente” (la que enseña, = importancia de los pastores) y “dis-cente” (la que aprende, =importan-cia de los fieles). Así, los pastores de la Iglesia no son simplemente autoridad, sino servidores del Pueblo de Dios en el servicio de guiarla.

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Frente al mundo, el Concilio mues-tra a la Iglesia como un “sacramento de salvación” en la búsqueda de la unidad de la humanidad en medio de sus dife-rencias; y de ahí surge la importancia del laicado.  Porque los laicos o segla-res están en el mundo y son quie-nes deben trabajar por esa unidad. El mundo no es para la Iglesia, sino al revés; el mundo tiene sus valores en sí mismo.

otro cambio fue la cercanía con los fieles y los pueblos, al determinar que se usara la lengua de cada pueblo para las celebraciones litúrgicas. Con este paso, la Iglesia se fue compenetrando de las diferentes culturas, respetando las diversas formas de ser y haciéndo-se servidora del mundo.

aplicaciones del Concilio El papa Pablo VI, elegido duran-

te el Concilio (1963) y que estaría al frente de la Iglesia hasta 1978, fue el gran impulsor de las líneas concilia-res, aplicando muchas de sus conclu-siones. No tanto así el papa Juan Pablo II, (1978 - 2005) a quien se vio más abocado al problema del comunis-mo, ya que venía de un país comunis-ta y había vivido personalmente toda su problemática en la situación de las personas; pero sí vivió el Concilio en su carácter pastoral, mediante la cercanía a los pueblos y sus culturas, a través de los 104 viajes que realizó fuera de Italia.

Nosotros, por nues-tra parte, experimenta-mos cambios importan-tes que brotaron del Con-cilio. Entre ellos:

Se estableció la orde-nación de diáconos casa-dos, hoy numerosos en el servicio eclesial.

En 1968 se celebró en Medellín la Prime-ra Conferencia Episcopal

Latinoamericana, de la que brotaron como fruto las “comunidades de base”, que encarnan la búsqueda del sentido comunitario en la Iglesia.

En la misma Conferencia se dio impulso al surgimiento reciente de la “Teología de la Liberación”, que propi-cia el descubrimiento del Dios libera-dor entre los pobres.

Las estructuras de la iglesias loca-les cambiaron también, con institu-ciones como los Sínodos y las Vicarías.

Por su parte, los templos y los libros litúrgicos se acomodaron a la nueva liturgia.

La Iglesia se hizo más cercana a las situaciones de dolor y a los derechos de las personas.

Las congregaciones religiosas se acomodaron a las nuevas líneas fijadas por el Concilio.

La Iglesia ajustó su Derecho Canó-nico a las normas conciliares.

Se publicó el “Catecismo de la Igle-sia” según el Concilio.

En 1979 se celebró en Puebla de México la II Conferencia Episcopal Lati-noamericana, en la que se ahondó sobre la aplicación del Concilio. Uno de sus frutos fue la valorización y el impul-so que se dio a la “religiosidad popular”.

Lo que aún falta

A lo largo de medio siglo, la Iglesia ha experimentado sucesivas presiones

contra la aplicación de las orientacio-nes del Concilio; ya sea por temor de que originen un desbande que desvíe las líneas conciliares mismas, o bien por presiones ultraconservadoras, o por temor a una “pérdida de poder” de las autoridades.

De esta forma, se ha hecho claro que hoy faltaría:

Una renovación de la Curia roma-na, como surge de los numerosos sig-nos de deterioro que se han conocido en los últimos tiempos;

Una mayor valorización del rol de las mujeres en la Iglesia;

Una mayor participación de la comu-nidad en la elección de sus pastores;

Una participación más relevante de un laicado responsable en el desa-rrollo de la comunidad eclesial, no simplemente obedeciendo órdenes de los pastores;

Una mayor influencia transforma-dora de la Iglesia en el mundo por medio del laicado, que es el estamen-to llamado a construir el Reino de Dios en el mundo, y que no sean sim-plemente los pastores quienes deban señalar las líneas al respecto;

Que cuando se hable de “Iglesia”, la expresión no se refiera sólo a los pas-tores, sino a todo el Pueblo de Dios.

Para esto último hace falta una mayor formación del laicado en las exigencias de su bautismo; formación que corresponde dar a los pastores.

Así, en resumen, durante los cincuenta años corridos desde el Concilio hemos visto desarrollos importan-tes de sus grandes líneas, pero falta mucho todavía para una apli-cación integral de sus principios.

Mario Calvo G., cmf

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17PADRE MARIANo

El 23 de octubre de 1987 el papa Juan Pablo II reconocía las “virtudes heroricas” del Padre Mariano Avella-na y lo declaraba “venerable”. Para ello se basó sobre todo en su entre-ga sin límites a tres amores primor-diales en su labor evangelizadora: los enfermos, los presos y los más abandonados por la sociedad enor-memente injusta del Chile de fines del siglo XIX.

Transformado a los 26 años en misionero claretiano, tres años des-pués Mariano había dejado su natal España, su familia y cuando consti-tuia su vida, animado por un propó-sito que ilustra la reciedumbre de su carácter: “¡o santo, o muerto!”

Integrando la tercera avanzada de los claretianos que arribaron a Chile y América, llegó a Santiago en septiembre de 1873 y, apenas ambientado en su nueva realidad, salió a misionar por campos, aldeas y villorrios. Poco después sumaba a sus ansias apostólicas las ciuda-des de la zona central; prefiriendo siempre los suburbios y barriadas más alejadas del progreso, en un país entonces de estructura agraria y escaso desarrollo urbano. En 1880, la

extensión del apostolado claretiano lo llevaba a la histórica ciudad de La Serena, 480 km al norte de la capital. Desde allí desplegaría el infatigable trabajo misionero que le mereció el apodo de “el Apóstol del Norte”.

Pero en todas partes su sello característico fue el mismo: la entre-ga preferente a los más discrimina-dos y desatendidos: enfermos, pre-sos y sectores marginales.

Servidor de los enfermos

Su dedicación a quienes sufrían el quebranto físico y espiritual, sobre todo en los precarios hospitales de la época, llegó a ser proverbial entre sus hermanos de congregación. Y él mismo la esbozó en cartas a misio-neros y familiares, así como en pro-pósitos y otros escritos espirituales.

En Valparaíso, primer puerto del país y entonces uno de los princi-pales de Sudamérica, vivió el Padre Mariano entre 1885 y 1887, como superior de su comunidad. Cerca de ella se alzaba el hospital San Juan de Dios, hoy Van Buren. En carta a un hermano de congregación decía Mariano:

“Este hospital es cosmopolita; acu-den enfermos de muchas naciones. Aquí se ven ingleses, irlandeses, esco-ceses, suecos, normandos, holande-ses, belgas, prusianos, franceses (espa-ñoles y portugueses son raros), turcos, griegos, italianos, chinos, africanos y americanos de todas las repúblicas… Al hospital llegan marineros, presos, policías, prostitutas, soldados y aven-tureros extranjeros. Hay 18 salas con un número flotante de 600 enfermos”.

Fabuloso campo sería este para su corazón misionero, incansable en el afán de llevar a todos al conoci-miento y amor de Dios. Pero igual que en ese abigarrado centro hos-pitalario, desplegaba sus ansias en los de pequeños pueblos o centros mineros. Donde supiera que había enfermos, allí estaba.

Y si de misiones se trataba –de las que predicó más de 700, generalmen-te de 10 días, en sus 30 años en Chile hasta su muerte- misionaba también en los hospitales, sala por sala. Y si le era posible, cuando terminaba el ciclo comenzaba otro. Una de sus grandes satisfacciones fue confidenciar que ningún enfermo que pudo atender murió sin los sacramentos.

Lo que no decía, pero fue ates-tiguado en su causa de canoniza-ción, es que no sólo predicaba a los enfermos, sino que dedicaba sus pocos ratos libres “a afeitar a los más pobres y desvalidos, a cortar el cabe-llo, a desinfectar las ropas, a lavar y vendar las heridas, a hacer curacio-nes, a limpiar baldes, bacinillas, escu-pideras y orinales”.

Si amó de tal forma a los enfer-mos en una realidad mucho más precaria que la actual, es dable alen-tar la esperanza en que algún enfer-mo grave confiado a su intercesión vivirá el milagro de sanación necesa-rio para su pronta beatificación.

alfredo Barahona Z.

La entrega de Mariano Avellana a los más abandonados

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18 MÁRTIRES DE BARBASTRo

Los Mártires de Barbastro, un testimonio de fe

Se conoce como Mártires de Bar-bastro a 51 misioneros claretianos que dieron su vida por Jesucristo, nuestro Señor: 8 sacerdotes, 5 hermanos religio-sos y 38 estudiantes seminaristas, asesi-nados por las hordas antirreligiosas que se formaron durante la revolución espa-ñola de 1936-1939 y llevaron la persecu-ción religiosa a Barbastro, municipio y ciudad de la provincia de Huesca.

Recordemos primeramente el sig-nificado de “mártir”: persona que da su vida por Jesucristo y por la religión católica; persona que padece tor-mentos o muerte por sostener la verdad de sus creencias. Los de Barbastro son testigos de Cris-to y de su fe; han dado testi-monio de su vocación misio-nera; fueron hombres de fe rubricada con su sangre.

En la tarde del 20 de julio de 1939, unos 60 anarquis-tas armados irrumpieron en la comunidad y seminario claretia-no de Barbastro, con el pretexto de requisar armas que allí no había. Sólo tenían a Jesucristo sacramenta-do, a quien transportaron a escondi-das para alimentarse de su cuerpo y divinidad, y para tener fuerzas en los momentos difíciles. Los encerraron en un salón del colegio de los escolapios. Allí los jóvenes misioneros debieron sufrir escarnios, amenazas, obscenida-des, miseria y pruebas terribles, mien-tras rezaban el rosario y se animaban entre todos, hasta que comenzaron a sacarlos de a poco para fusilarlos.

El 2 de agosto, a las dos de la madrugada, se llevaron dos grupos de presos, entre ellos a tres claretianos,

para fusilarlos en el cementerio local. También mataron al obispo de Barbas-tro. Uno de los seminaristas escribía a escondidas: “Les comunico por estas líneas que el Señor se digna poner en mis manos la palma del martirio. Al recibir estas líneas canten al Señor por el don tan grande y señalado como es el mar-tirio que el Señor se digna concederme”.

Congregación”, firmada por 40 de ellos. Comenzaron a cantar hasta el

momento de su ejecución, en la carre-tera de Berbegal. Después de fusilarlos les dieron el tiro de gracia, recogieron los cadáveres y los llevaron a una fosa común del cementerio.

El 13 de agosto fusilaron a 20 clare-tianos, y el día 15 a otros tantos; final-mente, el 18 de agosto a dos que esta-ban en el hospital. Todos murieron cantando a Cristo y al Inmaculado

Corazón de María: “Por ti, mi Reina, la sangre dar”.

Se consumaba así el mar-tirio de 51 claretianos en Bar-bastro.

Con el tiempo se inició un proceso en Roma para exa-minar el hecho y el significa-do del martirio, hasta que el papa Juan Pablo II los beatifi-

có en Roma, en la Plaza de San Pedro, el 25 de octubre de 1992.

Emocionado, el Pontífice acuñó esa frase que recorrió el mundo: “por

primera vez en la historia de la Iglesia, todo un seminario mártir”.

De los extremos del orbe comenza-ron a llegar misivas preguntando por esa realidad de un seminario mártir, para informarse y para seguir el ejem-plo de esos jóvenes admirables. Tras el Fundador, san Antonio María Claret, han sido los primeros claretianos a quienes la Iglesia ha reconocido su santidad.

Para los misioneros claretianos son un ejemplo y un acicate su vida y su entrega a Cristo, a la Iglesia y a la Con-gregación. También para todos noso-tros.

Fernando Ruz Trujillo, cmf.

El 12 de agosto transportaron en un camión a seis misioneros, atados de dos en dos; poco después, faltan-do siete minutos para las cuatro de la madrugada, una fuerte descarga de fusilería anunciaba la tragedia gloriosa que se acababa de consumar, mientras todos gritaban “¡Viva Cristo Rey!”

Los mártires habían estampado durante el cautiverio mensajes en papeles, en maderas, en los muros, en las escaleras. Muchos de esos escri-tos se perdieron; otros quedaron para ejemplo, sobre todo su “Ofrenda a la

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19oRIENTACIoNES

Con el despertar, en nuestra sociedad, de una concien-cia cada vez más viva respecto al tema de los derechos de las personas, muchos cristianos buscan en las páginas de la Biblia un argumento que los fundamente para entrar en el debate o el diálogo dentro de un campo que no siempre les fue cómodo a las iglesias. Eligen entonces a algunos profe-tas del Antiguo Testamento: aquellos que lanzaron a la cara de las autoridades y de los pueblos palabras que fueron gri-tos por la justicia. otros buscan en los mensajes del Evange-lio de Jesús y en el comportamiento de las primeras comu-nidades cristianas. Hay estudios serios, profundos, atracti-vos y motivadores sobre este tema.

Pero quizá se haya dejado de lado un análisis simple, fresco, primordial, acerca del poema de la creación del hom-bre y de las cosas. Y es exactamente allí donde el escritor bíblico, en su lenguaje figurado y lleno de imágenes insi-nuantes, presenta a Dios como el hacedor de un mundo que debe ser un hogar en que las personas tengan la dig-nidad que les corresponde. Todo lo demás será consecuen-cia de esa creación original. Los derechos humanos apare-cen establecidos por el mismo Dios como elemento fun-damental de la persona y de la vida social. Anoto algunos datos al respecto:

En Génesis 1 y 2 , especialmente, se inscriben el derecho a la vida (los relatos de la creación); a la vida limpia (Gn 1, 20 ss y 2, 19 ss); a la igualdad de sexos (Gn 1.27); el derecho

al alimento (Gn 1, 29); al vestido (Gn 3.7); a la recreación (Gn. 2.8); al descanso (Gn. 2, 3); a un hogar (Gn 1. 28 y 2. 24); a la justicia (Gn 4.10), etc.

Y aparece también uno de los derechos humanos más olvidados o incomprendidos, especialmente en los centros de poder religioso, cristianos o no: el derecho a equivocarse; lo que la moral cristiana llamará después “pecado”.

Sin el ejercicio de ese derecho, la vida misma del ser humano como creatura de Dios sería una existencia de marioneta. Lo que llamamos “derecho a equivocarse” viene a ser consecuencia del “derecho a ser libre”. Porque la liber-tad es, desde luego, posibilidad de equivocarse, de con-trariar el plan de Dios sobre las cosas. La libertad entendi-da como obligación de hacer siempre “lo bueno”, sería una tiranía. Todo el Libro del Génesis, y podríamos decir la Biblia entera, es demostración de que el derecho a equivocarse es de uso exclusivo del ser humano; y de hecho lo ha emplea-do desde los comienzos, y lo seguirá empleando con creces hasta el final de los tiempos. Porque, de toda la creación, el ser humano es el único animal que tropieza dos, tres y mil veces con el mismo peñasco.

Lo interesante es que este derecho humano, en aparien-cia negativo, es superado ampliamente por otro: el derecho a la misericordia, un derecho originalmente exclusivo de Dios, pero que él comparte generosamente con la humani-dad. ¡Y la humanidad lo emplea tan escasamente!

el catalejo del Pepe

http://elcatalejodelpepe.eccla.cl

Equivocarse: un derecho humano exclusivo

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20 oRIENTACIoNES

Juegos Olímpicos: una carrera desigual

Hace sólo semanas veíamos con-cluir los Juegos olímpicos de Lon-dres. Se rompieron records, observa-mos imágenes de los mejores depor-tistas del mundo, grandes atletas rea-lizaron hazañas inolvidables. Pudimos apreciar la disputa, medalla a meda-lla, entre China y los Estados Unidos. A estas alturas ya nos son familia-res nombres como Bolt, Blake, Phelps, Lochte, Isinbayeva y otros.

Pero detrás de esa maravilla depor-tiva quedan al descubierto diferencias gigantescas entre unos y otros paí-ses. La inequidad existe también en el ámbito deportivo. Estados Unidos, Gran Bretaña, China, Rusia, Corea, Ale-mania, entre otros, juegan en una liga muy lejana de los países de América del Sur.

Basta ver en qué lugar del ran-king final de medallistas quedaron los países de nuestro subcontinente: Bra-sil, 22°, Colombia, 38°, Argentina, 42°, Venezuela, 50°. Del resto podríamos decir que fueron nobles competido-res. Pero esta realidad no es sólo el resultado de las mejores capacidades físicas de uno u otro país, sino de las respectivas posibilidades de inversión. Es el reflejo de las diferencias sociales,

económicas y políticas entre países de primer y segundo mundo.

Al comparar los montos de la inver-sión realizada por uno y otro país vemos tan sólo el reflejo de los resul-tados finales. Pero esto se condice con las prioridades sociales de cada país. Si no existe adecuada inversión social en ámbitos como vivienda, educación, salud, etc., es casi imposible que pueda haberla en deporte, pues no estará (o no debiera estar) entre las priorida-des nacionales gastar en deporte por sobre otras carencias. Ahora, ni pen-sar en lo que invierte el país anfitrión. Londres 2012 significó cerca de 11.500 millones de dólares. ¿Qué podríamos hacer en nuestros países con tal cifra?

Pero ¿qué más hay tras los millo-nes que se mueven en pos del depor-te olímpico? A mi entender, nuestros países sí tienen la posibilidad de inver-tir en sus deportistas para que puedan alcanzar un nivel de profesionalismo y competir con reales posibilidades de obtener las tan deseadas preseas olím-picas. Pero al revisar los montos com-prometidos no queda duda de que es más atractivo invertir en un megae-vento deportivo que “gastar” en los deportistas.

Tal es el caso de Brasil, que en sólo cuatro años comprometerá en sus próximos olímpicos cerca de 30.000 millones de dólares, cifra que dista mucho del aporte asignado a sus deportistas. Esta realidad tiene una explicación simple: los gobiernos y las empresas consideran los even-tos deportivos como una inversión que producirá réditos; las ganancias superarán lo invertido. Por su parte, el dinero asignado a los deportistas es visto como un gasto; aunque ellos obtengan oros olímpicos, no genera-rán ganancias; lo gastado no se recu-perará.

Cuando se cambie la mirada y comprendamos que el deporte es una herramienta social para mejorar la cali-dad de vida; que ayuda a sacar a niños y jóvenes de la droga, la delincuencia y la marginalidad, entonces el gasto será visto como inversión. No sólo nuestros países obtendrán las tan anheladas medallas doradas, sino que además mejoraremos nuestro entorno social.

Francisco Lazo Medina

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21VIDA CLARETIANA

Santuario de San Pancracio:

Entre los santuarios a cargo de los misioneros claretianos en el Cono Sur de América tiene lugar relevante el de San Pancracio, situado en las calles Inca y Pagola del barrio “La Comercial”, en Mon-tevideo, la hermosa capital uruguaya.

Según crónicas de los misioneros locales, el centro masivo de religiosi-dad popular que allí ha florecido tuvo su origen hace más de 80 años en la generosa gratitud de don Eduar-do Rigau, un feligrés de la parroquia Corazón de María, cuyos inicios como comunidad claretiana datan de 1915.

Rigau, un hombre de negocios de origen mallorquí, estuvo a punto de perderlo todo por manejos desafortu-nados. En su desesperación acudió a uno de los misioneros, el P. Buenaven-tura Miró, quien le animó a invocar la intercesión de san Pancracio, famoso

mártir que por defender su fe pereció decapitado en Roma en el siglo IV del Cristianismo, a sus solo 14 años . A él se atribuye ayuda y protección en proble-mas de salud, trabajo y pobreza. Qui-zás la confianza secular de los devo-tos se haya afianzado en el nombre de Pancracio, que en griego significa “el que gobierna todo”.

Así lo entendió don Eduardo, quien al poco tiempo vio solucionado su problema recuperando el éxito de sus negocios. Profundamente agradecido, encargó a Barcelona estampas, meda-llas y novenas del santo, y luego una hermosa imagen tallada en madera.

Esta fue bendecida el 5 de mayo de 1933, y a su pies floreció rápidamen-te una gran devoción popular. Pronto el templo y la parroquia cordimaria-na se hicieron más conocidos como el

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El niño mártir a quien aman en Uruguay

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Santuario de San Pancracio, que ha llegado a ser uno de los mayores centros uruguayos de religiosidad popular.

Los 12 de cada mes, y en especial el de mayo, día de su fiesta, miles de devotos desfilan por el santuario para invo-car al niño mártir o testimoniarle su gratitud.

devotos en el laicismo

Tal devoción masiva llama la atención, por ser Uruguay un Estado oficialmente laico. Pero estudios sociológicos aseguran que más del 80% de los uruguayos es creyente en Dios, y, de esta cifra, entre el 47 y 50% se declara católi-co. Como quiera que sea, TELAR fue testigo del fenómeno masivo de fervor que impera en el Santuario de San Pancra-cio el 12 de mayo.

Ese día, desde muy temprano, comienzan a llegar cen-tenares de personas. “Para mí –dice el párroco, P. Juan José Chaparro, el mayor desafío hoy es atender al corazón de la gente, a su ser. Este es un hecho religioso; más que lo que hace-mos importa el espíritu con que lo hacemos”.

Varios visitantes le solicitan su bendición; con otros con-versa o se toma un café, porque “la idea es que tengamos cer-canía, sin invadir el espacio de espiritualidad que se vive. Que-remos que la gente se sienta libre; que camine, que ore y se genere un clima de acogida personal”.

Explica que muchos vienen solo por el santo, sin un sentido de iglesia. Le piden “milagros” de salud o trabajo, y desde allí hay que orientar la fe hacia lo que significa la acción de Dios, el Padre dispensador de todas las gracias. “Por eso –subraya, es importante que estemos para oír y res-ponder a las necesidades de la gente”.

Según el P. “Juanjo”, la organización de la Fiesta exige tanto a los misioneros como a la comunidad parroquial, al voluntariado y servidores, preparativos especiales para atender a la concurrencia masiva. A la tarea del  párroco y sus hermanos claretianos, los padres Christian Ceballos, Carlos Kunitzki y Carlos Kippes, colaboran ese día otros sacerdotes, agentes pastorales y miembros de grupos pas-torales, para apoyar la atención de visitantes y peregrinos.

El superior de la provincia claretiana de San José de Sur, P. Mario Gutiérrez, de visita por esos días en Montevideo,

se suma también a los servicios. Preside algu-nas misas y recorre las amplias naves del tem-plo atiborrado de fie-les, que se le acercan, le confían sus intencio-nes o inclinan la cabeza pidiendo su bendición.

La fe de un pueblo sencillo

Característica del len-guaje de piedad popular es tocar la urna de vidrio que protege la imagen del niño mártir. En lar-gas y pacientes filas, los devotos esperan hasta llegar a la efigie y perma-necer allí unos segundos.

Los testimonios de gracias recibidas abundan en cada misa. Raquel cuenta que su hijo ha sanado tras una grave enfermedad. Alberto dice que logró trabajo sólo 15 días después de orar al santo.

Los cantos, y en especial el himno al mártir -¡Oh San Pancracio, por tu virtud, pido sustento y pido salud!-, ponen su sello a la celebración mayor, que termina rubricada por la procesión típica de las grandes devociones religiosas. La estatuilla de Pancracio, en túnica  y manto romanos, con una mano elevada al cielo y en la otra la palma del marti-rio y un libro abierto, pareciera ir bendiciendo por las calles a sus devotos.

La gente expresa con alegría esa “verdadera eclosión de la fe” –como la califica el padre Juanjo- para volver con renovada esperanza a su lucha cotidiana. Alguien le contó una vez que estuvo en peligro de muerte cuando lo arras-tró la corriente de un río. “Me encomendé a san Pancracio –le dijo-, me aferré a un árbol y me salvé. Ahora vine a dar gracias. Con que usted me haya oído, estoy feliz”.

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Por eso, subraya el párroco, “es importante que estemos para oír y atender a la gente. La vida de esta parroquia es la típica de una zona quizás venida a menos, con casas bastan-te deterioradas, poca gente joven y muchas personas mayores; con la participación de un grupo fuerte de fieles y la presen-cia de muchos otros que, aun siendo cristianos, no dan signos externos de su pertenencia eclesial. Por eso la comunidad rea-liza signos de salida y acercamiento misionero, con la esperan-za de lograr una mayor participación eclesial de todos”.

Milagro solidario

La gratitud al joven mártir se traduce también en una amplia obra social. Los fieles agradecen las gracias recibidas entregando generosas donaciones para los más necesitados.

Durante la jornada nadie llega con las manos vacías. Paquetes con arroz, aceite, polenta, medicamentos, fraza-das, calzados, vestuario o juguetes se van acopiando hora

tras hora. Al término del día son tantas las donaciones que ni la amplia bodega dispuesta para ese fin da abasto. Datos de la prensa uruguaya señalan que la parroquia recibe cada mes más de 150 kilos de alimentos no perecibles. Y el día de san Pancracio llegan a casi dos toneladas.

“Tenemos a cargo la asistencia de 170 familias del barrio, a quienes visitan voluntarios de la parroquia. Se colabora en red con 62 instituciones de beneficencia, y un comedor parroquial ofrece almuerzo diario gratuito a unas 25 personas”, explica el párroco. Se cuenta con un valioso equipo de profesiona-les que incluye una asistente social, médicos, enfermeras, docentes y otros colaboradores a cargo de la acción social.

Trabajo y salud, como Pancracio Pero esa es solo parte del milagro solidario del mártir,

porque junto al santuario se levantan la Academia de Artes y oficios “Corazón de María” y la Policlínica San Pancracio, para atender necesidades de trabajo y salud de la pobla-ción más carenciada del sector.

En la academia reciben capacitación gratuita más de 250 personas, en su mayoría mayores, que conforman una red de apoyo y solidaridad. Entre los cursos hay de compu-tación, inglés, video, grabado en vidrio, yoga, reflexología, peluquería, baile, tapicería, teatro, corte-confección y talla-do en madera.

“Este es un buen ámbito de convivencia - señala el padre Chaparro. En Uruguay hay mucha gente sola, anciana y muy triste. Muchos uruguayos viven fuera del país, y aquí las fami-lias son pequeñas. Cuanto hagamos en materia de contención es servicio a la gente”.

La acción social cuenta con la colaboración de orga-nizaciones vecinales, oNGs y algunos organismos estata-les. La idea no es hacer una tarea asistencial, pero “los más carenciados saben que aquí encontrarán pan, abrigo y salud. Acá hay mucha gente en situación de calle; por eso el Estado ha creado refugios para sacarlos de allí, y centros de atención de salud. Por eso actualmente la Policlínica San Pancracio no es tan concurrida como antes.

Silvia Yermani V.alfredo Barahona Z.

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Entro al café. Esta vez las mesas están ocupadas por gente joven. Me acomodo en la barra para pedir mi habitual cortado. Entonces, apenas hablo con el mozo, reparo en que nuestras voces son las únicas que se escuchan en el bar. Me llama la atención ese silencio, habiendo tanta juventud. Y sin embargo, al girar la cabeza veo que todos están también dialogando: se comunican, agitando veloz el pulgar, por medio de sus apa-ratos electrónicos.

Asistimos a nuevas formas de comunicación, tecnología median-te. Ya no es novedad. Pero conser-vo intacta mi capacidad de asombro. Eso es lo que vengo a declarar en esta página. Por suerte, me sigo asombran-do. Es más, me molesta a ratos el uso

y abuso de estas tecnologías moder-nosas.

Tiempo y espacio

Comienzo reconociendo que soy uno de los beneficiados por el ahorro de tiempo en transporte y comunica-ción. Hoy, por ejemplo, retomo este escrito cuyo borrador descansaba en un archivo de computadora, pudien-do modificar el texto como desee. Usted lee estas palabras, gracias a que “viajaron” con una rapidez asombrosa desde Montevideo hasta la dirección de la revista, sita en Santiago de Chile. La Internet facilita de manera signi-ficativa el proceso. De no contar con esta PC, tendría frente a mí una vieja y noble Remington con teclado súper

duro, varias hojas arrugadas con sucio calco de tinta, y un corrector líqui-do con aspecto de látex blanquecino, para borrar los errores cometidos.

Pero, además, tendría que haber enviado mucho antes este artículo por el correo tradicional. Hace unos años, para enviar un artículo o una nota de prensa, la prudencia indicaba bastan-te antelación, considerando la demo-ra del servicio, los paros y huelgas, el viaje en bus o por avión, y –suma-do a ello- cierta incertidumbre que nos atormentaba acerca de la llega-da a destino de la “encomienda”. Hoy, se envía todo por un archivo. Inclui-do un audio o una filmación. Ahorro de tiempo y espacio. Notable. Como ven, reconozco que esto tiene su cos-tado positivo.

Del pulgar veloz al engaño del photoshop

¿A dónde vamos, con una tecnología frenética que,

será que nos libera, o nos está esclavizando?

¿Hay que aceptarlo todo, o hacerle un “parelé” a lo que nos deshumaniza

o quiere “hacernos comulgar con ruedas de carreta”?

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¿es todo virtual?

Sin embargo, no podemos negar que los aparatitos cromados, cuya pantalla parece excitarse con un leve toque del dedo, y sus correspondien-tes redes sociales, rayaron la cancha a su antojo y las cosas han cambia-do. No yendo demasiado lejos, retro-cedimos de manera alarmante en el uso de las reglas del lenguaje. Se ins-taló la creencia de que ahora se escri-be igual que como se habla. Con esta actitud, la comunicación pierde cali-dad. Y lo peor es que, al ser más senci-llo, se legitima rápidamente. Es como aquella excusa que se hizo popular tiempo atrás, de pronunciar en espa-ñol las palabras escritas originalmente en inglés, “porque nosotros somos de acá y hablamos en castellano”. Sigue ocurriendo aún.

Si preguntan mi opinión al respec-to, creo que en ese caso es más hones-to reconocer que no se domina aquel idioma, y punto. Ahora bien, cuando menciono este asunto de los mensa-jes de texto, suelo recibir por respues-ta que todo aquello es solo virtual, que no afecta para nada a las personas de carne y hueso, que lo importante es ganar tiempo.

Ese me parece un argumento faci-longo y poco sólido. De hecho, nues-

tros hijos o nietos vienen modifican-do notoriamente la manera de expre-sarse. Ya no les merecen respeto ni la gramática ni la estética. Sus mensa-jes de texto, jibarizados a fuerza del apuro, carecen de calidez. Los conteni-dos perdieron en calidad, y la ortogra-fía quedó completamente de lado. Eso no es virtual, es real. Eso no es ganar, eso es perder.

Lo híper

Lo que pasa es que estamos híper-comunicados, suele decir otro colega. A mí esa palabrita me rechina. A decir verdad, me huele mal todo lo híper. Hasta les saco el cuerpo a los super-mercados gigantes, porque me apa-bullan con tantas ofertas y descuentos. Pienso que tanta maravilla ha de ocul-tar algo. No puede ser que, de buenas a primeras y sin siquiera conocerme, los propietarios de ese enorme galpón se esfuercen hasta el insomnio sólo para que un tipo como yo encuentre la feli-cidad. Ahí hay gato encerrado.

Me pasa algo similar con la publi-cidad de las tarjetas de crédito, donde necesitan exhibir ámbitos de dicha paradisíaca, con gente que luce feliz, rodeada de bienes comerciales. A nadie se le ocurre decir que en algún momen-to hay que pagar las cuotas. Y que

muchos sufren después, y la pasan remal, por haberse embarcado en esta aventura colmada de fantasías. El aviso comercial pudo ser virtual, pero las cuo-tas que se deben pagar, con su respec-tivo interés, son terrenales.

¿a dónde va tanta data?

Bueno, mis sospechas para con estas tecnologías van también por ahí. Sabemos que todo es comercio. Eso no importaría tanto. Lo preocupante es la forma como penetra todo esta cosa nueva en la cabeza de los jóve-nes. Todos quieren formar parte de las redes, nadie quiere ser excluido. Cada cual pretende contar con el mayor número de “amigos” en Facebook. Y yo creo que en algún punto hay que poner cierto orden, algún tipo de control.

A ver, lo pondré de esta manera: ¿usted dormiría tranquilo, sabiendo que su hijo acaba de enviar sus foto-grafías a un desconocido que contac-tó por el chat? Ahí es donde la cosa se pone más oscura y siniestra.

Sí, lo mío es la sospecha. Me dan mala espina estas cuestiones. El labe-rinto de las identidades, los enmas-carados en las webcams, los campos obligatorios requeridos para obtener una casilla de correo electrónico, o para publicar unas fotos en Facebook, o para twittear en la red social del pajarito. Suelo preguntarme a dónde va a parar tanta información. A quién le interesa toda esa data enorme, mul-tiplicada con cada click del teclado. La respuesta (lo sospecho también) no ha de ser tan difícil.

Los Sentidos

Pero, volvamos al tema. Tengo la sensación de que, por estar tan recon-tra conectado –con el teléfono móvil, mi Mp3, el Ipad, la computadora, etc.- concluyo el día sin haberme comu-nicado de verdad. Mi comunicación,

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manejada de esta manera, ha perdido calidad, carece de sensibilidad. Y esa es toda una paradoja: sentirse vacío, al final de una jornada que estuvo plaga-da de mensajes.

Vean esto. La pequeña Camila cie-rra una caja, la envuelve en papel de regalo y la envía a su padre. Al día siguiente, el padre le habla por teléfo-no, muy enojado con la empresa que extravió el regalo.

–Recibí la caja vacía, hija. Voy a ir a reclamar por este mal servicio de la compañía. De todas maneras, te llamo para agradecer tu gesto.

incluye esos centímetros que nos sepa-ran de él. Así de fiel es, así de real. El ciberespacio, en cambio, suena muy “real”, pero no lo es tanto. Se muestra como aquel sitio donde no importa si eres rico, pobre, blanco, negro, mestizo. Una bóveda súper democrática, que te incluye (e influye).

Pero eso es falso, a mi juicio. Por-que todo aquello que no tiene aparen-te importancia, finalmente es lo que realmente importa y gravita. (¡Vaya otra paradoja!) A nosotros también nos importa, y de tal manera, que es nuestro sitio elegido para colgar nuestras foto-

se apruebe mi identidad. En ese senti-do, me “venderé” con mi mejor imagen, procurando incluso ocultar mis defec-tos. Casi como la publicidad de la tarje-ta de crédito, a que hice mención antes.

Ese espacio virtual, entonces, el mentado ciber-espacio, será un espe-jo de la propia realidad. Una metáfora o analogía del mundo físico éste, donde nos tocó nacer. Aunque te presentes con un nickname, o la identidad que prefieras, lo que a la red le interesa es que te muestres.

Lo que permite este espacio virtual, eso sí, es presentarse distinto. Por ejem-

–Pero, papá responde Camila-, ¿no encontraste un montón de besos den-tro de la caja? ¡Te los puse ahí!

el ciberespacio

No voy a lograr consenso con el lec-tor sobre una definición de este espa-cio virtual, lo sé. Pero todos sabemos de qué estamos hablando. Lo pondré de esta manera:

Cuando nos miramos al espejo hay una distancia –un espacio- entre el espejo y nosotros. Pero luego, lo que ese vidrio nos refleja (con)tiene también su propio espacio. Es decir, al devolvernos la imagen, el espejo

grafías. Ya sea para socializar, compar-tir, divertirnos, conquistar, ponemos allí una buena parte de nosotros, en clave de imágenes y textos. Pero donde las primeras pesan más que los segundos.

Lo que hacemos en ese espacio vir-tual es mostrarnos, presentarnos ante los demás. Y lo hacemos cuidando el más mínimo detalle. Allí estarán, por esta razón, nuestras mejores fotos. No las colgamos al azar, sino de manera muy cuidada y prolija. Porque de lo que se trata es de obtener la mejor respues-ta del otro. En lo posible su aprobación. Es decir que, lo que está en juego es cómo repercute nuestra presencia, en la red social. De lo que se trata es que

plo con una foto trucada, o editada con photoshop. o con una máscara, una peluca o un antifaz. Y eso no lo podemos hacer en este mundo físico, salvo que se trate de una fiesta, durante el carna-val, o en una entrevista donde se procu-re reservar la identidad de una persona.

Tengo 300 amigos

otro día podremos extendernos más en este asunto, pero déjenme decirles que me parece interesante bajarle el perfil a este aspecto de la red. Porque los jóvenes quedan demasiado expuestos al juicio de los demás. Y eso puede aca-rrear dificultades en la autoestima.

¿Qué es lo virtual,y qué es lo real?

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Un truco consiste en no dejar abier-to el modo “público” en Facebook, sino sólo incluir a aquellos que han sido invitados por medio de mi aceptación. Vale recordar que la idea de “amigos” es utilizada de manera recurrente en estas redes, pero en realidad se trata solo de contactos. La amistad debería tener un significado mucho más importante para nosotros. Algo similar sucede con el concepto de “memoria”. La memo-ria abarca mucho más que un disco duro descartable. Las etnias tienen esto mucho más claro que nosotros.

no llegó mucho antes, con el televisor. Estaremos de acuerdo en que nos falta conversar, por ejemplo en la mesa del almuerzo. Pero, me parece que nece-sitamos ser más rigurosos en esto. Del mismo modo que acatamos la orden de apagar los celulares cuando va a empezar un concierto en el Teatro Municipal, así también hay que apagar la televisión para volver a charlar.

En esta parte, resulta inevitable que alguien se pregunte: ¿y quién es este tipo, para venir a dar lecciones de moral y buenas costumbres? Es que

y se multiplica tan rápido, que vale la pena estar alertas.

Móviles y audífonos

Verá, cuando subo al ómnibus en Montevideo, lo mismo que al metro en Santiago, la gente ya no conversa. Ni siquiera lee un buen libro. Vamos todos enchufados a algún aparato. Y si, por olvido o por casualidad, algún desubica-do no lleva su par de audífonos, enton-ces se va a enterar al detalle de la vida entera de alguna señora que -hablando más fuerte de lo que se requiere- narra sus peripecias, absolutamente conscien-te de nuestra vocación chusma y copu-chenta. Es decir, no sólo le habla a ese alguien invisible que está del otro lado del telefono móvil, sino a todos los pasa-jeros, a cada uno de nosotros, involunta-rios escuchas de vivencias privadas que han dejado recién de serlo.

Es que se borró la otrora indeleble línea entre lo público y lo privado. He ahí otro fenómeno no menor.

Recuerdo que antes, sólo los perio-distas llevaban audífonos. Iban repa-sando sus notas y entrevistas, rumbo al diario o la radio. Luego, la tecnología permitió a los abuelos escuchar mejor por medio de esos aparatos diminutos pegados detrás de la oreja.

Ahora, ellos han vuelto y no se disi-mulan. Es como una moda, que va y vuelve. Son grandes, coloridos, llama-tivos. Y suelen cumplir funciones dis-tintas a las tradicionales. Es más, sos-pecho que algunos caminantes van por la ciudad con esos aparatos, pero sin conectarlos a nada. Únicamente hacen las veces de tapa-orejas, para evitar el ruido violento de la City. Así también, hay quienes fingen hablar con otro por el celular, pero donde no hay nadie del otro lado.

Suele usarse este truco, para “zafar” de alguna situación incómoda. Le pre-gunto a usted, estimado lector: ¿algu-na vez utilizó este recurso?

Ya no conversamos

Por medio de este artículo no vengo a culpar a la tecnología de los males del planeta. No se trata de eso. Ya hablaré, si me queda espacio, de ciertas tecnologías. Pero me parece de mayor utilidad reflexionar en estas dos preguntas: ¿apago el teléfono celular cuando estoy con mis hijos? ¿Ya retiré el televisor del comedor familiar? Esto me parece más urgente que conocer el último modelo Nokia, o las bonda-des del modelo Pavilion de HP.

En el caso de la familia, la influencia de estas tecnologías no ha sido menor. Pero coincidamos en que el fenóme-

suena a moraleja todo esto, lo tengo claro. Pero créame el lector que no es esa la intención. A fin de cuentas, cada cual hace como quiere en la vida.

Pero, reflexionar sobre estas cues-tiones me parece bueno. Por eso acep-té la invitación de TELAR para escribir sobre el tema. Siento que puede lle-gar a tener alguna utilidad -y provocar cambios si fuera preciso-, al comentar en grupo y socializar ejemplos vividos con las redes sociales, el uso y abuso de estos nuevos aparatos, el E-comerce, etcétera. Las redes sociales pueden no llegar a tener la gravedad de las dro-gas y el consumo de alcohol en nues-tra juventud, pero es todo tan reciente

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jo ya está hecho. Hudson fue entre-nado por la Fuerza Aérea como Guía de Predators y de los aún más mor-tíferos Reapers. Acaba de lanzar sus misiles Hellfire, que han hecho volar en pedazos un grupo de casas y a sus habitantes, en una aldea mon-tañosa entre Afganistán y Pakistán.

En el primer caso, la tecnología ha sido puesta al servicio de la ciencia y la vida. El segundo, denuncia una nueva forma de hacer la guerra. Un modo silencioso como los drones, manejados a distancia. A lo que voy es a que no parece existir una tecnología buena y otra mala. Es el uso que de ella haga-mos, lo que pesa.

el escepticismo como herramienta

Me habrán notado pesimista o escéptico, en este primer apunte. Y debo reconocer que tienen razón. Pero estoy seguro de que esa condición permite, de alguna manera, enfrentarse a estas nuevas tecnologías. No creerse todo.

Recordarán la reciente visita del ex Beatle a nuestra región. Pues bien, cuando las productoras y agencias

Del pulgar veloz al engaño del photoshop<< Viene de la pág. anterior

anunciaron la visita de Paul McCart-ney, era tan exagerado el photoshop utilizado en cada poster, que uno no podía creer que el músico siguiera con-servando tanta juventud!. Una cosa es el bienestar de una dieta vegetariana y los ejercicios de yoga o Tai-chí. Pero, en este caso, nos mostraban un ros-tro semejante a la piel de un bebé. Ese fue un error, desde luego, porque pro-ducía el efecto contrario en los fans. El público esperaba ver a un McCart-ney “real”. Con alguna cirugía estética, desde luego; eso era aceptable. Pero lo que no tuvo aceptación fue la foto trucada.

Fui escéptico en ese momento. Y lo sigo siendo. Sigo creyendo en la importancia de no creerse todo. Espe-cialmente cuando viene de la mano de la tecnología, el mercado, la publi-cidad. Esta actitud –el escepticismo- que puede parecer anticuada y fome, es capaz de convertirse en una herra-mienta eficaz ante el cúmulo de ace-lerada y cambiante información que proviene de la Internet, y cuya veraci-dad resulta difícil comprobar.

Marcelo Zurita

La era de los robots

Y ahora, antes que me acusen de chapado a la antigua, veamos un par de casos más. El uno, sobre un robot cirujano. El otro, acerca de naves de guerra no pilotadas. 1. Durante una complicadísima ciru-

gía, un equipo médico decide uti-lizar el robot Da Vinci. Este apara-to permite trabajar en las salas de operación con una certeza y per-fección deslumbrantes. Satisfechos, los cirujanos terminan la operación y se aprestan a saludar a los familia-res del paciente en la sala de espera, llevando las buenas nuevas. Da Vinci ha permitido disminuir las vacilacio-nes del pulso y controlar los nervios, terminando con éxito el desafío.

2. J. Hudson se acomoda en el sillón. Sujeta en sus labios un cigarrillo, mientras con una mano reclina leve-mente el respaldo y con la otra toma el joystick del ordenador. Localiza su blanco, ubicado a miles de kilóme-tros de distancia y, luego de apretar un botón del joystick, toma las llaves de su coche para salir de la oficina a buscar a sus hijos al colegio. El traba-

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