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TATU(ARTE) CLAUDIA RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ 4º ESCULTURA, USAL DICIEMBRE 2012

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TATU(ARTE)

CLAUDIA RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ4º ESCULTURA, USAL

DICIEMBRE 2012

ORIGENES DEL TATUAJE TATUAR EL ARTEPROCESOCONCLUSIÓNBIBLIOGRAFÍA FILMOGRAFÍA

ÍNDICE

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La práctica del tatuaje surgió mucho antes de que a Yves Klein se le ocurriera utilizar a la mujer pincel en sus antropometrías, que Rebecca Horn modificase su cuerpo con múltiples operaciones o que las tribus urbanas encontrasen en él un signo de per-tenencia de grupo. La vinculación entre el arte y el cuerpo es una práctica ancestral, no hay universidades donde se aprenda a ser un profesional tatuador. El impulso ar-tístico precede al pensamiento lógico, y darle rienda suelta vincula al hombre con lo más auténtico de la naturaleza. Las tribus primigenias canalizan la diversidad de sus pulsiones según lo que cada una requiere, normativizándolas según un acuerdo de cri-terios. Así por ejemplo las pulsiones de vida o las sexuales, normalmente obedecen a una jerarquía. Podemos pues encontrar la plasmación del impulso artístico en la prác-tica de los tatuajes.

Se sabe que los egipcios practicaban la técnica del tatuaje ya en el 2000 a. C., la momia de Similaun, el cuerpo de un ca-minante que murió congelado hace 5300 años en los hielos alpinos, tiene uno en la espalda. De Oriente, China, India y Japón, a Occidente, Colombia, Brasil la región del Gran Charco que comprende Argentina, Paraguay y Bolivia, era un adorno popular.

Se creía además que funcionaban como escudo contra la mala suerte o las enferme-dades, eran símbolos para marcar el rango social, es decir que había tatuajes jerárqui-cos bien por su forma o su tamaño, o bien por el número de ellos que porte el cuerpo. En América del norte el tatuaje se asociaba a prácticas religiosas y mágicas: tatuarse no era algo banal o exclusivamente ador-no artístico, sino ritual que permitía al alma superar los obstáculos en su camino a la muerte.

Un uso también extendido se daba en el campo de batalla para impresionar y asus-tar a los enemigos. Por ejemplo este mé-todo fue utilizado por los guerreros de las antiguas poblaciones británicas, quienes se tatuaban la cara y el cuerpo con el fin de desmoralizar al enemigo infundiéndole temor.

En otras partes, el tatuaje no era bien esti-mado e incluso se utilizaba como castigo. Ejemplo de ello son por ejemplo los tatuajes a esclavos. Con la instauración del Cristia-nismo en el Imperio Romano, el emperador Constantino emitió un decreto en que prohi-bía la actividad del tatuaje. Poco a poco fue haciéndose menos habitual en occidente, donde cobró mayor la relevancia cultural y

ORIGENES DEL TATUAJE

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desarrollo artístico, fue entre los pueblos de las islas del mar Pacífico.

Es en los archipiélagos de la Polinesia fran-cesa, Hawai y Nueva Zelanda donde se da el desarrollo más importante, es venerado aún hoy, pues se entiende como el lengua-je de los antiguos. Por ejemplo en la Po-linesia, la escritura no existía así que se encontró el sustituto de las palabras en la riqueza sígnica del tatuaje como forma de expresión de identidad tanto personal como cultural: ubica el estatus social de una per-sona, su rango o su clan familiar. Además era una práctica ritual que protegía contra espíritus malignos o también en ritos de ini-ciación en el tránsito de la adolescencia a la edad adulta donde se mostraban los tatua-jes como prueba de madurez. En el caso de las mujeres, éstas cubrían su cara con ta-tuajes curvilíneos durante la ceremonia de la pubertad como signo que indicaba que ya estaban preparadas para casarse.

La práctica del tatuaje no era además algo que pertenecía al dominio privado sino que estaba reglado mediante leyes estrictas que regulaban quién podía practicarlo, los maestros tatuadores se sitúan en lo alto de la jerarquía social e incluso a veces podían ser también guías espirituales. El momen-

to de dibujar es público y ritual, mientras el maestro trabaja los asistentes entonan cánticos y cada gota de sangre se limpia rápidamente para evitar que caiga al suelo. Todas las herramientas y productos son na-turales: la tinta indeleble oscura está hecha a base de cenizas de cáscara de coco mez-clada con aceite de coco o agua caliente. Las herramientas son huesos o dientes de animales, por ejemplo de tiburón, o con-chas de mar o fragmentos de caparazón de tortuga.

Los tatuajes maoríes, en Nueva Zelanda, tienen una importancia capital, además aún hoy día sigue vigente su cultura. El tatua-je tradicional se conoce como moko, y se define en términos formales por la simetría. Los hombres lucen tatuajes en la cara y entre la cintura y las rodillas. Los faciales consisten en una combinación de espira-les con una serie de líneas que forman si-metría. Los tatuajes de los más ancianos llevan espirales en sus labios, los muslos y la barriga marcados. Tener una faz ele-gantemente tatuada es un orgullo para un guerrero, pues lo hace feroz en la batalla y atractivo para las mujeres. Los tatuajes de ellas se sitúan alrededor de la boca y el mentón. Los labios perfilados en azul, pues se considera un color que embellece a las

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mujeres, y la barbilla, las mejillas y la frente con espirales. Es cierto que de acuerdo a la tradición, el tatuaje femenino se limitaba a la cara, pero no había ninguna regla que di-jera nada sobre las otras partes del cuerpo, así que muchas se tatuaron los muslos, los pechos y las piernas.

El modo de tatuar de los maoríes es ex-clusivo, diferente de cualquier otra cultura. Sus diseños son piezas artísticas, diseños muy elaborados y variados. Aunque todos ellos bastante parecidos, todos diferentes

pues el tatuaje es considerado una marca de identidad, señal de distinción y dignidad propia de cada individuo. De esta forma se entiende el codiciado valor que tenían las cabezas tatuadas del enemigo derrotado. Estos trofeos se enbalsamaban y guarda-ban para toda la vida. Y es que un rostro tatuado como trofeo significa poseer una identidad que ha sido derrotada en tus ma-nos, señal de fuerza y poder. También las familias de los guerreros muertos conserva-ban las cabezas en cajas ornamentalmente talladas como una forma de mantener vivo al difunto, pues al conservar su rostro con sus tatuajes exclusivos, se conserva una identidad única e irrepetible.

Un dato curioso es que cuando los bri-tánicos llegaron a la isla en el siglo XIX, encontraron en las cabezas tatuadas un reclamo pues significaba la superioridad europea frente a las tribus nativas. Así que cuando los maoríes vieron que los colonos cambiaban sus armas por las cabezas, co-menzaron a convertirse éstas en moneda de cambio hasta que los nativos habiendo descubierto este negocio, comenzaron a dibujar en las cabezas de esclavos, pero fueron haciéndose cada vez tatuajes más pobres. Finalmente debido a la repercusión de barbarie que tuvo esto en la isla británi-

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ca, se prohibió este comercio. Los maoríes comenzaron a ver a los británicos como una amenaza, y a pesar de que eran bue-nos guerreros no contaban con las armas de los colonos que terminaron por invadir su territorio. Esto significó una pérdida de sus tradiciones culturales entre ellas el ta-tuaje, que aunque hoy aún se conserva, se ha perdido en gran medida.

Hombre y mujer maoríes tatuados con diseños propios de su cultura.

Según la mitología maorí el tatuaje, el te-jido y la escultura fueron entregados a los hombres por la diosa del Nacimiento, cada moko tiene un simbolismo de nacimien-to-muerte que une a todos los seres huma-nos: los que han muerto con los que viven y aún no han nacido.

En las islas Marquesas es prácticamente exclusivo el tatuaje masculino. Son ellos quienes se tatúan formas geométricas que llegan a cubrir todo el cuerpo, incluso la lengua. Las mujeres que participan de este fenómeno, sólo se tatúan los hombros, la parte inferior de la espalda, las manos o el borde de los labios. La simbología recurre a la naturaleza, animales: tortugas, tiburones, pájaros o iguanas; plantas como el bambú o la caña de azúcar; o también actividades tales como la pesca o la caza. Su simbo-logía responde a identidades sociales, así dependiendo por ejemplo el animal tatuado y el lugar del cuerpo, la cara por ejemplo, podría significar un alto rango social.

La práctica del tatuaje llegó a Europa en el siglo XVIII gracias a los exploradores de los mares de Sur. Se cree que fue concreta-mente el capitán James Cook quien cono-ció el arte del tatuaje en las islas Marque-sas y su acompañante, el artista científico

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Banks describió en 1769 el proceso del tatuaje que se practicaba en la Polinesia. Los tripulantes de la expedición de Cook iniciaron la tradición de los hombres de mar tatuados.

Son ya clásicos los diseños de anclas en los marinos. Son muy simbólicos, pues las anclas se usan para detener el barco en la mar y así no tener que preocuparse de luchar contra la corriente, son signo de seguridad al detenerse, y estabilidad que permite a los marineros poder descansar. Está vinculada, igual que el pez, con la igle-sia primitiva. Se concibe el ancla como un instrumento capaz de sostener algo firme y mantenerlo en un lugar seguro. Así pues la lectura más obvia del ancla es de estabili-dad, seguridad y confianza. Para los mari-neros cuya vida está en el mar sin lugar fijo, van de acá para allá continuamente, son inestables, llevar este diseño es un sím-bolo que les da estabilidad personal frente al continuo cambio. Su vida es un no per-manecer, devenir y exploracióncontinua. Otros símbolos han acompañado al ancla en los cuerpos de los marineros, signos ta-les como veleros o sirenas. En los barcos de exploradores sólo viajaban hombres, así que el tatuaje de una mujer es otra forma de llevar junto a ellos los que les falta. Una

cosa es clara, la cultura en la que se mue-ve el sujeto influye en la formación de su identidad, y esto se refleja en los motivos de sus tatuajes, “la cultura, por medio de los valores que impone y desde los que interpreta el mundo, no se adhiere simple-mente al cuerpo, sino que lo constituye” (Valentina Brena Torres, 2007)La doctora Ana Isabel Pérez Gavilán in-vestigadora de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila, declara lo siguiente a propósito de los migrantes mexicanos:

“El cuerpo es un recipiente de una serie de identidades sociales y políticas, entonces, en ese simbolizar el cuerpo, buscar una identidad que se arraigue en la piel que si puedas llevar, porque dejas atrás como migrante, tu familia, tu casa, tu identidad, tus devociones, entonces el migrante utili-za tatuajes para darse fuerza en el camino y tener una identidad como un ancla que les permita seguir vinculados a su origen”

Los emigrantes mexicanos que buscan cruzar la frontera hacia los Estados Unidos tienen que dejarlo todo atrás, lo único que pueden llevar consigo es su cuerpo, por ello lo llenan de tatuajes. Abundan los de motivos religiosos, la Virgen de Guadalupe

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que recuerda su patria de origen, o los nom-bres de familiares o seres queridos. Es una forma de llevarlos consigo. Además, cuan-do por la causa que sea les llega la muerte, son una forma de identificarlos, pues son símbolos de identidad que los caracterizan y diferencian del resto de personas.

De todo este fenómeno se deduce una cosa clara: la problemática de la identidad inquieta al ser humano y le mueve a hacer cosas tales como modificar su cuerpo con diversas manifestaciones.

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TATUAR EL ARTE

El siglo XX fue un tiempo de grandes cam-bios por la trascendencia de los interrogan-tes que abrió. En contraposición a la época medieval, la modernidad ilustrada abogaba por la regulación racional en todos los ám-bitos de la vida, el hombre moderno ha cor-tado con Dios, ha puesto los límites desde sus pies hasta su cabeza, por encima ya no hay nada, él es su juez y medida de juicio. De la misma forma está sin soporte, ya no puede apoyarse en la transcendencia divi-na sino que si ahora cae no va a encontrar a nadie allí sobre quien reposar. Y eso es lo que ocurrió, el hombre se dio de bruces con la realidad y encontró que es pura exis-tencia. El auge del movimiento existencia-lista significa una pérdida de la seguridad en la identidad, lo que hace necesario que el hombre busque en torno a su identidad ahora que ya no la tiene dada. Es imposi-ble huir de una realidad tal, la nueva misión del ser humano es un camino continuo para darse su esencia, su yo, en definitiva, for-jarse una identidad.

Esta crisis de valores, que surge de la ruptu-ra con lo transcendente repercute también en el arte. La idea guía de mi proyecto es tratar acerca de su identidad. Como he di-cho, el siglo XX fue un período de cambios grandes, de ruptura de paradigmas. En lo

relativo al arte, una vez roto el paradigma clásico surgieron nuevas formas de expre-sión. Así, los movimientos de vanguardia indagaban en torno a nuevos conceptos: nuevos temas que tratar, investigación de materiales, formas de expresión… de esta forma el campo del arte fue abriéndose cada vez más abarcando la totalidad de los ámbitos de la vida.

Entre todo este contexto, el arte va quedán-dose relegado en una especie de limbo. El auge de las ciencias del hombre se encar-gan de investigar en torno a las cuestiones más existenciales del hombre, la sociedad no necesita tanto del arte y éste se sitúa en un lugar un tanto ambiguo, no tiene ningu-na función, ninguna utilidad, en definitiva: el arte no sirve para nada. Entonces asalta una duda ¿debe el arte seguir existiendo? Si es así, ¿cuál ha de ser su ocupación? En definitiva, lo que se plantea es un problema de identidad.

Existe otro punto de tensión que alimenta esta cuestión acerca de la identidad, y es que antes valía lo sensible para discernir los objetos que pertenecía a la clase arte, pero desde que Duchamp introdujo en esta clase el urinario, el criterio de lo sensible es insuficiente. Cabe preguntarnos con el

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artista francés, ¿en qué momento se da la transustanciación del adjetivo artístico al objeto? O sea, ¿por qué la pala quita-nieves que él eligió pertenece a una clase ontológica diferente al resto de palas quita-nieves en su forma sensible idénticas a la primera? Existe una diferencia fundamental oculta a la mirada, la artisticidad no es una propiedad que resida en ninguna propiedad material: la estética no puede utilizarse ya para definir el arte. De esto trata el filósofo y crítico de arte Arthur Danto en diversos es-critos, pero de forma más concentrada en su libro La Transfiguración del lugar común.Ante esta cuestión, lo que Danto se plantea es que las diferencias han de buscarse en otra propiedad: la pertenencia al mundo del arte. Así, esta categoría es la que define la identidad de las obras como obras de arte y no mero artefacto, donde la teoría y la con-textualización juegan un papel fundamental porque determinan algo que perceptiva-mente es indiscernible. El concepto filosófi-co de artworld (Danto, 1964) señala que el estatus de arte depende de estar inmerso el artista, la obra y el público en prácticas, instituciones, valores, intereses, creencias, discursos…

En la obra citada – La Transfiguración del lugar común – Danto da las dos claves para

descifrar si un objeto está dentro de la ca-tegoría de arte: para que algo sea una obra de arte tiene que tener dos cualidades: ser sobre algo y encarnar su significado.

Lo que hago es tatuar al arte mismo. De la misma forma que los emigrantes a los que han sido expulsados de su patria o han huido por diversas necesidades, paralela-mente al arte se le ha ido robando el te-rreno poco a poco. Haciendo una analogía he querido tatuar las siluetas de las obras clásicas, ellas como el punto de partida de esta manifestación esencial del hombre, el arte aferrado a ellas. El porqué de es-tas siluetas y no otras reside en que son imágenes paradigmáticas que entrarían en una definición de arte, cualquier profa-no no dudaría en asentir lo dicho. Ante la inmensa confusión que reina en la socie-dad, tanto en lo cotidiano de la vida como en lo más complejo, parece que el pasado clásico que es el origen de toda la civiliza-ción occidental, es lo único que sabemos seguro. Todos los elementos encuentran en esa mirada al pasado su identidad, bien el lenguaje mediante las etimologías, bien la política en la organización de la polis. Todo está interconectado y definido. Hecha men-ción a las etimologías, es interesante acudir a la de la palabra identidad. En el griego

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clásico se expresaba mediante el adjetivo y pronombre con función de demostrativo, equivalente al latín ipse (él mismo), o bien a idem. Indican la coincidencia entre sujeto y objeto, o también se usa para recalcar la autenticidad de una cosa diferenciándolo con insistencia de lo otro. La forma latina identitas sugiere la correspondencia de la entidad consigo misma: idem entitas.(W.R. Dardos, 2005)

Por otro lado, paralelamente al fenómeno del tatuaje de las anclas, igual que los ma-rineros se tatúan este símbolo como signo de estabilidad por su vida de navegantes continuos, son también las siluetas tatua-das signos de anclaje en el puerto desde el que parte toda práctica artística. Igual que los marinos cuya vida es viaje continuo, así también el arte es un viaje de exploradores que van en busca de nuevas territorios que conquistar. Siempre sujeto al viento de los tiempos que dirige su rumbo, no deja nada sin abordar. Y es en esta expedición sin meta cómo va formándose, lo mismo que decía Baudelaire del flâneur: alguien que recorre la ciudad para vivirla. El caminar es su única ocupación y el fin que persigue. El artista es un paseante que va cogiendo todo lo que encuentra en su camino sin dis-criminación alguna, y va formando un dis-

curso propio. Así es como va formándose lo que civilizadamente hemos acordado como arte. Un término complejo, nunca completo sino haciéndose poco a poco.

El problema que plantea la tesis del fin del arte, es un problema de destino ¿se les ha terminado el camino a los paseantes? ¿ya no queda nada por andar? Quizá esto sólo sea una señal de cambio de recorrido, pue-de que los vientos soplen en otra dirección y la nueva ruta que dirigen sea en base a esto, la autorreflexión. El arte ha de ir ha-ciéndosepor una senda cuya guía sea la pregunta de su propia identidad.

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BOCETOS, PROCESO, MAQUETA

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OBRA

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CONCLUSIÓN

Aristóteles formuló el principio de identidad que ya Parménides había afirmado cuando decía que “lo que puede decirse y pensarse debe ser. Hay en efecto ser y la nada no es” (DK 8 B 6). El problema de la identidad ha alcanzado el ámbito de preocupación del hombre y a ello se le ha sumado su impul-so artístico, la mezcla de ingredientes nos deja una manifestación artística ancestral: el tatuaje.

Como ritual, como castigo, pero sobre todo como símbolo que subraya o define la iden-tidad personal está presente en todas las culturas. El hecho de “tatuar al arte” sugie-re también una reflexión ante la pérdida de identidad de éste en el tiempo actual. En el pasado tenía una función definida, bien como cohesión social, bien como elemen-to didáctico, pero con el desarrollo de las ciencias ha ido quedando relegado hasta el día de hoy cuyo lugar es un camino de duda. Su tarea es una reflexión acerca de sí mismo, es decir, acerca de su identidad. El surgimiento de la fotografía puso muchas cuestiones al alza en torno a la propia defi-nición, no es por ello la elección del material una decisión a la ligera, sino que el hecho de utilizar los medios fotográficos, supone también un cuestionamiento del medio. Para terminar, cabe subrayar el principio de

la Teoría Estética de T.W. Adorno, quien en el siglo pasado, ya explicitaba esta situa-ción:

“Ha llegado a ser obvio que ya no es obvio nada que tenga que ver con el arte, ni en él mismo, ni en su relación con el todo, ni siquiera su derecho a la vida” (T.W. Adorno, 2004)

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BIBLIOGRAFÍA

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Álvarez Licona, Nelson Eduardo, Tatuajes, cuerpo humano e identidad social, Madrid, Uni-versidad Complutense de Madrid, 1998

Aveline, Erick, Tatuajes efímeros, Barcelona, Alboitiz-Dalmau, 2004

Gracia, Vicent, El arte del tatuaje, guía de tatuadores de España, Barcelona, Premia de Mar, 1999

Danto, Arthur., El arte después del fin del arte y el linde de la historia, Barcelona, Paidós, 2005

_____ La transfiguración del lugar común: una filosofía del arte, Barcelona, Paidós, 2002

_____ TheArtworld, TheJournal of Philosophy, 61 (1964), pp. 571-584.

_____ El abuso de la belleza, Paidós, 2005.

Pérez Carreño (ed.), Tres Cajas de Brillo: cuestiones de estilo en Estética después del fin del Arte. Ensayos sobre Arthur Danto, Antonio Machado, 2005, pp. 19-40.

______Intención e interpretación: aporía en la crítica de Danto a la teoría estética en Es-tética después del fin del Arte. Ensayos sobre Arthur Danto, Antonio Machado, 2005, pp. 233-257.

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Brena Torres, Paola Valentina, Procesos de construcción y clasificación del tatuaje en el Montevideo actual, Montevideo, 2007. Sitio Web: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/

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brena_valentina/procesos_de_construccion.htm

Dardos, W.R., El problema de la identidad, sugerencias desde la filosofía clásica, Invenio, nº14, Junio 2005, , pp. 31-44. Sitio Web: http://williamdaros.files.wordpress.com/2009/08/el-problema-de-la-identidad-en-la-filosofc3ada-clc3a1sica.pdf

“Migrantes ven en tatuajes signo de identidad”, Milenio, 19 de Noviembre de 2011, Edi-ción Digital: http://laguna.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/46f0d414226d25e2a5d84a-0f190383e2

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FILMOGRAFÍA

THE TATTOIST2007 (Nueva Zelanda)Director: Peter BurgerDuración: 92 minutos

LE TATOUÉ1968 (Francia)Director: Denys de La FatellièveDuración: 90 minutos

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