Social Science From Mexico Unam 022
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TALLER DE ANALISIS DE CONSUMO Y PRÁCTICAS
CULTURALES
Unidad de Estudios Sobre la Opinión
Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM
Unidad de Estudios Sobre la Opinión
Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM
El taller pretende situar y estimular el
debate sobre el múltiple cruce en el
que hoy se encuentra la gestión cultural
y en la que confluyen fenómenos
territoriales, cambios sociales y modelos de intervención
CULTURA
En cuanto a estilo de vida, la cultura implica el conjunto de modelos de
representación y de acción que de algún modo orientan y regulan el uso
de tecnologías materiales, la organización de la vida social y las formas
de pensamiento de un grupo. En este sentido, el concepto abarca desde
la llamada "cultura material" y las técnicas corporales, hasta las
categorías mentales más abstractas que organizan el lenguaje, el juicio,
los gustos y la acción socialmente orientada.
Cabe introducir una subdivisión (metodológicamente muy importante)
entre formas objetivadas y formas subjetivadas de la cultura o, como
dice Bourdieu (1985:91), entre "símbolos objetivados" y "formas
simbólicas interiorizadas".
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Este sería el sentido primordial y originario de
la cultura que, en cuanto tal, abarcaría la
mayor parte del simbolismo social y
representaría el aspecto más perdurable de la
vida simbólica de un grupo o de una sociedad.
Los demás sentidos serían, en cambio,
derivados y tendrían por base precisamente al
primero.
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2. En cuanto comportamiento declarativo, la cultura sería la
autodefinición o la "teoría" (espontánea o elaborada) que un grupo
ofrece de su vida simbólica. En efecto, todo grupo, además de
practicar su cultura, tiene también la capacidad de interpretarla y
de expresarla en términos discursivos (como mito, ideología,
religión o filosofía).
Este aspecto de la cultura se considera el más visible y, por lo
mismo, el más accesible a los historiadores, a los analistas del
discurso y de las ideologías y a los investigadores en general. Es
también el que evoluciona con mayor celeridad. Pero hay que
considerar siempre un desfase entre la cultura efectivamente
practicada y la cultura dicha.
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3. Por último, los miembros de todo grupo o de toda
sociedad reservan siempre un tratamiento privilegiado a un
sector de sus mensajes y comportamientos culturales
contraponiéndolos a todo el resto, así como "lo sagrado" (o
lo "consagrado") se contrapone a lo "profano" y lo banal
(Durkheim).
Hablaremos de cultura patrimonial o de cultura consagrada
para referirnos por ejemplo, al estatuto de los valores
artísticos en nuestra sociedad, que funcionan como
emblemas o simbolizadores privilegiados de la cultura.
Una encuesta realizada por la Unidad de Estudios Sobre la Opinión
Instituto de Investigaciones Sociales
Si volvemos a los tres sentidos básicos de la cultura, se observa
que casi la totalidad de las investigaciones en México encajan
dentro de lo que hemos llamado cultura como estilo de vida.
Dentro de este ámbito han prevalecido la descripción y el
análisis de las formas objetivadas de la cultura observables
desde la perspectiva etnográfica, es decir, desde la perspectiva
del observador externo.
Se ha desarrollado muy poco lo que se ha dado en llamar
antropología de la subjetividad, que exige la interdisciplinaridad
con la psicología social y que es la única que puede tener
acceso a las formas internalizadas de la cultura como habitus o
como identidad social.
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Se han utilizado distintos modelos para explicar el consumo.
Entre ellos, los modelos que definen el consumo como:
Lugar donde las clases y los grupos compiten por la
apropiación del producto social;
Lugar de diferenciación social y de distinción simbólica entre
los grupos; o
Sistema de integración y comunicación; o
Proceso de objetivación de deseos; o
Proceso ritual.
De la discusión de estos modelos se concluye que si bien cada
uno de ellos es necesario para explicar aspectos del consumo,
sin embargo ninguno de ellos es autosuficiente.
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Mary Douglas y Baron Isherwood, relevan el “doble papel” de las
mercancías: “como proporcionadoras de subsistencias y
establecedoras de las líneas de las relaciones sociales” (Douglas
e Isherwood, 1979). Además de sus usos prácticos los bienes
materiales “son necesarios para hacer visibles y establecer las
categorías de una cultura” con lo cual se destacan los significados
sociales de las posesiones materiales.
Desde esta perspectiva, se asume “que la función esencial del
consumo es su capacidad para dar sentido” o, en otros términos,
que “las mercancías sirven para pensar”. La racionalidad del
consumidor será, entonces, la de “construir un universo inteligible
con las mercancías que elija”.
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García Canclini (1999) define el consumo como “el conjunto
de procesos socioculturales en que se realiza la apropiación
y los usos de los productos. Así se hace referencia a
procesos complejos unidos a las prácticas de consumo y no
a la mera "compulsión consumista".
Entonces el consumo sería una práctica sociocultural en la
que se construyen significados y sentidos del vivir con lo
cual este comienza “a ser pensado como espacio clave
para la comprensión de los comportamientos sociales”
(Mata, 1997).
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El consumo no es sólo reproducción de
fuerzas, sino también producción de sentidos:
lugar de una lucha que no se agota en la
posesión de los objetos, pues pasa aún más
decisivamente por los usos que les dan forma
social y en los que se inscriben demandas y
dispositivos de acción que provienen de
diferentes competencias culturales” (Martín
Barbero:1987:231).
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Es importante puntualizar que el carácter cultural
de las prácticas de consumo no depende de qué
se consume sino de cómo se consume.
El atributo de “cultural” no depende del objeto
consumido sino del sentido que quienes
consumen y quienes se relacionan con ellos le
atribuyen a esos objetos y esas prácticas”.(Mato
2001:158).
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En este sentido, es que se plantea la idea de que
la construcción de las representaciones de las
identidades y diferencias, no está relacionada
con el hecho mismo de adquirir o comprar un
objeto, sino mas bien con la manera en que cada
uno de los grupos elige y se expone a la
clasificación en un “sistema de signos distintivos”
(Bourdieu, 1998:170).
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¿Los llamados consumos culturales tienen una
problemática específica?
Si decimos que consumir, en suma, sirve para pensar,
entonces todos los actos de consumo —y no sólo las
relaciones con el arte y el saber— son hechos culturales.
¿Por qué separar, entonces, lo que sucede en conexión
con ciertos bienes o actividades y denominarlo consumo
cultural? Esta distinción se justifica teórica y
metodológicamente debido a la parcial independencia
lograda por los campos artísticos e intelectuales en la
modernidad.
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El consumo cultural se constituiría como una
práctica específica por el carácter particular de los
productos culturales. En este sentido, los bienes
culturales, es decir, los bienes ofertados por las
industrias culturales o por otros agentes que
actúan en el campo cultural (como el Estado o las
instituciones culturales) se distinguen porque son
bienes en los que el valor simbólico predomina
por sobre su valor de uso o de cambio
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Por ejemplo, la necesidad biológica de comer
está identificada con infinidad de prácticas
culturales diferentes según la etnia, el grupo, la
clase, etc.: se come parado o sentado; con
cubiertos, palitos o con la mano; hay alimentos
permitidos y otros prohibidos; afrodisíacos o
asépticos; etcétera.
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PRACTICAS CULTURALES
Las prácticas culturales se pueden entender como
un sistema de apropiación simbólica, como el
conjunto de comportamientos, acciones, gestos,
enunciados, expresiones y conversaciones
portadoras de un sentido, en virtud de los cuales
los individuos se comunican entre sí y comparten
espacios, experiencias, representaciones y
creencias (Thompson, 1993).
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EL HABITUS
Los condicionamientos asociados a una clase particular de
condiciones de existencia producen habitus, sistemas de
disposiciones duraderas y transferibles (Bourdieu).
El habitus es generado por las estructuras objetivas y éste, a su
vez, genera las prácticas individuales dando a la conducta
esquemas de percepción, pensamiento y acción.
El habitus sistematiza las prácticas y garantiza su coherencia
con el desarrollo social. A su vez tiende a reproducir las
condiciones objetivas que le dieron origen, pero, ante contextos
diferentes puede reorganizar las prácticas adquiridas y producir
acciones transformadoras.
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SOCIOLOGIA DEL GUSTO
El gusto de una persona o un grupo de personas se refiere al tipo de
selección que este o estos realizan, tanto de objetos, propiedades
como de las prácticas habituales que desempeñan. Es decir el gusto
se ve en la elección de determinados deportes, de determinadas
comidas, libros, casas, lugares de recreación, etc.
“La obra de arte adquiere sentido solo para aquel que posee un código
especifico para codificarla”. La adquisición de este código, de
determinadas competencias estéticas, es el producto de los efectos
acumulados de la transmisión cultural asegurada por la familia y la
escuela. Codificar es la manera de llevar a la práctica las reglas de un
juego, de un determinado campo. Es la forma de ver, de clasificar, de
percibir.
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MODOS DE PRODUCCION CULTURAL
En la introducción que García Canclini realiza del libro de Pierre
Bourdieu, Sociologia y cultura, el autor distingue tres modos de
producción que se encuentran en el mercado de bienes
simbólicos.
“Estos modos de producción cultural se diferencian por la
composición de sus públicos (burguesía/clases
medias/populares), por la naturaleza de las obras producidas
(obras de arte/bienes y mensajes de consumos masivos) y por las
ideologías político-estéticas que los expresan (aristocratismo
estetista/ascetismo y pretensión / pragmatismo funcional)”
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PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN
La socialización es un proceso de influjo entre una persona y sus
semejantes, un proceso que resulta de aceptar las pautas de
comportamiento social y de adaptarse a ellas. Este desarrollo se
observa no solo en las distintas etapas entre la infancia y la vejez, sino
también en personas que cambian de una cultura a otra, o de un status
social a otro, o de una ocupación a otra.
La socialización es vista por los sociólogos como el proceso mediante el
cual se inculca la cultura a los miembros de la sociedad, a través de él,
la cultura se va transmitiendo de generación en generación, los
individuos aprenden conocimientos específicos, desarrollan sus
potencialidades y habilidades necesarias para la participación adecuada
en la vida social y se adaptan a las formas de comportamiento
organizado característico de su sociedad.
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ESTUDIOS SOBRE CONSUMO CULTURAL
Si a principios de los años noventa era notoria la inexistencia de
investigaciones sobre públicos, consumo y recepción de bienes
culturales, a hoy no sólo han adquirido centralidad en la agenda
de los estudios sobre cultura, sino que también son un
ingrediente clave en los procesos de producción al interior de la
industria cultural.
En la investigación sobre consumo y prácticas culturales, hasta
ahora, predomina el desarrollo de investigaciones empíricas
sobre las reflexiones teóricas.
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Vinculados al tema del diseño y evaluación de las políticas
culturales, los estudios sobre audiencias se abocan al registro de
las demandas, necesidades, patrones de percepción y gusto de
los públicos, se da un fuerte impulso a la investigación empírica y
un menor acento a la discusión teórica. Es sintomática la escasez
de reflexiones teóricas sobre el consumo cultural.
En los últimos quince años comienza a existir información
sistemática sobre los hábitos y gustos de los consumidores, que
permite recolocar en relación con ellos el debate sobre políticas
culturales. También se avanzó en estudios cualitativos sobre
diversos temas.
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Las políticas culturales públicas quedaron desubicadas en el proceso de
industrialización e informatización de la cultura, o entregaron esas nuevas
modalidades al mercado.
Por otro lado, el crecimiento en el estudio de los públicos se debe sobre todo
a lo hecho por las empresas de comunicación que mantienen en forma
hermética ese saber.
Los Estados se han desentendido de la producción de conocimientos
públicos, o de que esos conocimientos privados abran su acceso a sectores
interesados en el debate de la agenda pública. De manera que en este
momento...”tenemos un conocimiento incomparable con el que había hace
quince años, pero sin lograr producir, a partir de estos estudios, cambios
importantes en las políticas, en los diseños culturales”.
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Durante un largo tiempo las políticas culturales se
desarrollaron desde el Estado en contextos autoritarios y
centralizados, en los que predominaron las necesidades de
legitimación del Estado y en particular, de cada gobierno en
turno.
A consecuencia de lo anterior, en México no existe un
ordenamiento sistemático y comparativo de las estadísticas
culturales, ni algún organismo dedicado al estudio de este
campo. Esto hace que tanto los programas además de los
esfuerzos por generar información carezcan de continuidad.
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No sólo las demandas de la sociedad civil han buscado conocer mejor a los
destinatarios de las políticas de las instituciones gubernamentales. Los
escasos fondos con las que operan las instituciones culturales las ha llevado
a buscar fuentes de financiamiento y con ello surgió la necesidad de contar
con mejor información.
Otro elemento que contribuyó a la realización de los estudios sobre las
audiencias culturales fue el mercado: la competencia entre las industrias
culturales y el desarrollo de las empresas dedicadas a la investigación del
mercado de las industrias televisivas, periodísticas, de radio, cine y video ha
encontrado un gran desarrollo en el país. No obstante, dicha información no
está disponible al público. De tal modo que su contribución para la evaluación
o reformulación de las políticas culturales es muy escasa o prácticamente
nula.
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PUBLICOS
Hay diversas áreas en las que los estudios de audiencias pueden
presentarse como especialmente sugerentes y que están
prácticamente inexploradas. Una de ellas es la formación de públicos.
Si tomamos en cuenta que los públicos no nacen, sino se hacen, esto
es, que son constantemente formados por la familia, la escuela, los
medios, las ofertas culturales comerciales y no comerciales, entre
otros agentes que influyen —con diferentes capacidades y recursos—
en las maneras cómo se acercan o se alejan de las experiencias de
consumo cultural, las políticas de formación de públicos pueden ser
repensadas a la luz de las investigaciones realizadas.
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En general, las instituciones gubernamentales encargadas de
la promoción y la difusión cultural, han limitado la formación de
públicos a multiplicar la oferta y la publicidad, pero todo esto
no se ha transformado en experiencias reales de formación de
la capacidad de disfrute del arte.
Ante la inefectividad estatal, niños y jóvenes se forman como
públicos fundamentalmente por la televisión y la oferta
comercial. Eventualmente, ellos serán o no el ahora
menguante público futuro de las ofertas realizadas fuera del
ámbito doméstico.
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El consumo cultural en la ciudad
Hay que recordar que hay una cultura de la ciudad, es decir,
generada por ella, explicable a partir de ella y que suele ser
confundida con la cultura que se produce en ella.
Debemos distinguir entre la cultura de la ciudad y la cultura en la
ciudad; entre las modalidades comunicacionales de la ciudad y en
la ciudad, y por ende, entre el consumo de la ciudad como
acontecimiento cultural/comunicacional y el consumo en la ciudad.
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Estas consideraciones son pertinentes en el momento de
trazar algunos lineamientos de investigación sobre la
revalorización de la ciudad como objeto de consumo cultural
-sus centros simbólicos y del espacio urbano público- porque
generalmente, la aplicación de técnicas cualitativas (como la
entrevista individual y grupal, la historia de vida y el relato, el
análisis del discurso, la observación participante, etc.) y
cuantitativas (la encuesta) en el estudio del consumo cultural
urbano terminan por no diferenciar que las representaciones
de la ciudad son interpretaciones de la vida, frutos de
experiencias cotidianas cada vez más virtuales y
fragmentarias
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Pensar en la ciudad como objeto de consumo cultural, implica
pensar en su fenomenología (dominios) e infraestructura
(instituciones culturales, instrumentos de promoción y
formación, soportes, equipamientos colectivos singulares,
etc.).
Este hecho se debe a que la ciudad no es solamente una
construcción material y física, también es un espacio que
alberga pensamientos, creencias, costumbres, tradiciones,
hábitos y formas de vida del individuo que la habita, que nos
testimonian sobre las identidades y culturas que conforman el
apego a los lugares urbanos (Zubria Samper, 1998).
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El objetivo técnico debe ser explorar, identificar y caracterizar
los elementos y las relaciones que componen la estructura
de consumo cultural que se está desarrollando en la ciudad y
sus área de influencia, mediante la cual se asocian o
disocian los destinatarios/beneficiarios/usuarios de la oferta
cultural municipal en calidad de bienes y servicios, de
acuerdo a las condiciones socioeconómicas y demográficas
según el tipo de gustos, hábitos, frecuencias y tipos de
dominios culturales a fin de instrumentar los resultados en el
diseño de Políticas Culturales Urbanas y Municipales.
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.." Un estudio adecuado de la ciudad, en nuestra época, exigiría
analizar el papel que cumplen los actuales medios masivos de
comunicación en la conformación de la vida urbana.(...) la ciudad
es, fundamentalmente, un espacio de comunicación. Desde sus
orígenes esta característica, ser un espacio de comunicación, ha
permanecido inalterado” (Nivon: 2002).
Lo que ha ido cambiando -a veces de manera drástica- es el
alcance de lo que se entiende por comunicación. La concepción
del espacio, la percepción del sentido de la ciudad, los modelos
imaginados para la construcción hábitat, los rasgos atribuidos a
la cultura urbana, podrían ser vistos como variables derivadas de
este principio estructurante de la ciudad: la comunicación.
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LOS USOS DE LOS MEDIOS
Así, dentro de los estudios culturales se desarrollaron dos tendencias
diferentes: "por un lado, trabajos sobre la producción de los media en
cuanto sistema complejo de prácticas determinantes para la elaboración
de la cultura y de la imagen de la realidad social y, por otro, sobre el
consumo de la comunicación de masas en cuanto lugar de negociación
entre prácticas comunicativas extremadamente diferenciadas" (Wolf,
1991:123).
Dentro de esta última tendencia -donde se ubican autores como Morley
y Silverstone- interesará comprender, no tanto los discursos producidos
por los medios, sino sobre todo el contexto de ver, los sujetos inmersos
en su cotidianeidad, porque es allí donde asignan significado a lo
percibido.
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El énfasis en la dimensión constitutiva del consumo supone una concepción de
los procesos de comunicación como espacios de constitución de identidades y
de conformación de comunidades. Martín Barbero señala:
“…parto de la idea de que los medios de comunicación no son un puro
fenómeno comercial, no son un puro fenómeno de manipulación ideológica,
son un fenómeno cultural a través del cual la gente, mucha gente, cada vez
más gente, vive la constitución del sentido de su vida (1995:183).
Propone partir la investigación desde “las mediaciones, esto es, de los lugares
de los que provienen las constricciones que delimitan y configuran la
materialidad social y la expresividad cultural” (1987:233). Esos “lugares” serían
aquellos en que se desarrollan las prácticas cotidianas que estructuran los usos
sociales de la comunicación: la cotidianeidad familiar, las solidaridades
vecinales y la amistad, la temporalidad social y la competencia cultural.
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CULTURA JUVENIL
Hoy las identidades juveniles son cada vez más cambiantes. Se está ante
nuevos modos de percibir y narrar la identidad, y de la conformación de
identidades con temporalidades menos largas, más precarias pero también
más flexibles, capaces de amalgamar, de hacer convivir en el mismo sujeto,
ingredientes de universos culturales muy diversos. El estar ante identidades
definidas por elementos efímeros, como es el look es también el producto de la
evaporación de otros discursos e ideologías, principalmente de carácter
político.
Las distinciones se plantean a partir de la participación en un consumo
globalizado de objetos simbólicos y de la organización de identidades en
comunidades trasnacionalizadas de consumidores (García Canclini, 1995) que
participan en un mercado simbólico cuya variedad permite crear la ilusión de
escoger entre las diversas ofertas incluyendo la imagen globalizada del
“rebelde” y sus mensajes.
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Consumo y políticas culturales
La política cultural asiste hoy en día a un cambio de escenario en cuanto a las
ofertas y a las demandas relativas al consumo cultural. Esta nueva situación es
el resultado de un cambio de escala a dos niveles:
En primer lugar, los procesos de extensión de las áreas urbanas, que se han
traducido en cambios importantes en el territorio en cuanto al modelo de
crecimiento urbano, también han producido cambios significativos en las
formas de vida de los individuos, incorporando una mayor movilidad en el
territorio como pauta creciente en la vida de las personas.
En segundo lugar, aparecen cambios en el sentido de las tendencias del ocio
y de la demanda cultural. La atracción de los grandes públicos hacia ofertas
masificadas concebidas a escala anuncia la aparición de nuevos perfiles de
consumo, prácticas y de consumidores culturales.
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Lo anterior, trae aparejada la aparición de espacios culturales que
responden a dimensiones territoriales y tipos de demandas alejadas de
los usos tradicionales de los proyectos culturales, tanto en el ámbito
nacional como en el local: responden a un tipo de público definido por
su movilidad a una escala sin precedentes.
La aparición de nuevas centralidades culturales pone sobre la mesa la
existencia de un tipo de público que demanda estos espacios y que se
caracteriza por una serie de prácticas culturales a menudo no tenidas
en cuenta desde la gestión cultural. Las formas de sociabilidad y la
emergencia de nuevas formas de relación e interacción vinculadas al
ocio y al consumo cultural suponen una incógnita y, a la vez, un reto de
cara al futuro.
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POLITICAS CULTURALES PARA EL FUTURO
Pensar el diseño de políticas culturales para un futuro próximo supone
plantearse este escenario en transición que exige un esfuerzo en una triple
dirección.
En primer lugar, obliga a replantear el alcance y el contenido de conceptos
clave y que tradicionalmente estructuraban las políticas culturales locales y, a
la vez, proponer nuevos conceptos.
En segundo lugar, y derivado de lo anterior, fuerza a repensar los indicadores
destinados a la evaluación del uso del consumo cultural que hace una
sociedad, tomando en cuenta, por ejemplo, la capacidad transformadora de los
proyectos o la asistencia habitual a diversos eventos culturales, y no
únicamente en los hábitos de consumo tradicionales como por ejemplo leer la
prensa, asistir al teatro, visitar los museos, etc.
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En tercer lugar, y derivado de los dos puntos anteriores, tendría que servir
como guía para elaborar políticas dirigidas a establecer puentes entre los
diversos niveles y definir nuevas cartografías culturales en función de la
movilidad y de las nuevas características de los públicos consumidores. Las
ciudades de hoy ya no se pueden concebir de manera autosuficiente, es decir,
como contenedores de todos los servicios culturales necesarios para la
población.
No puede haber políticas sólo nacionales en un tiempo donde las mayores
inversiones en cultura y los flujos comunicacionales más influyentes, o sea las
industrias culturales, atraviesan fronteras, nos agrupan y conectan en forma
globalizada, o al menos por regiones geoculturales o lingüísticas. Esta
transnacionalización crece también, año tras año, con las migraciones
internacionales que plantean desafíos inéditos a la gestión de la interculturalidad
más allá de las fronteras de cada país.
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Las políticas culturales pueden asumir esa densidad y complejidad a fin de
replantear los problemas identitarios como oportunidades y peligros de la
convivencia en la heterogeneidad.
En esta perspectiva, la función principal de la política cultural no es afirmar
identidades o dar elementos a los miembros de una cultura para que la
idealicen, sino para que sean capaces de aprovechar la heterogeneidad y la
variedad de mensajes disponibles y convivir con los otros.
Un elemento importante para el análisis de la gestión del patrimonio cultural es
el referente a las iniciativas ciudadanas, donde los temas de la participación y la
expresión ciudadana son esenciales. Aunque la participación ciudadana en la
organización de la cultura sea escasa en función del ideal participativo, la
generación de procesos de autogestión, de creación y conservación de espacios
independientes son sumamente importantes.
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Metodología de la Investigación
A pesar de los importantes avances realizados en los últimos años en
términos de construcción teórica y de líneas de investigación, el estudio
del consumo cultural se sigue planteando como un desafío teórico y
metodológico.
Teórico, porque no se ha construido aún un enfoque transversal capaz
de describir y explicar los procesos de consumo cultural, que son
regulados por racionalidades diversas (económicas, políticas,
simbólicas) y que se encuentran vinculados a una gama amplia de
prácticas y fenómenos sociales que los atraviesan y condicionan;
metodológico también, puesto que no se han evaluado suficientemente
los alcances y límites de la aplicación de técnicas cualitativas y
cuantitativas en el estudio del consumo y la recepción artística
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Los llamados estudios sobre usos del tiempo libre, consumo y
oferta cultural y estudios de públicos han despertado fuertes
críticas.
Se ha señalado, por ejemplo, que las encuestas no son capaces
de recoger los significados que los entrevistados asignan a las
prácticas, así como tampoco de obtener soluciones específicas
para los problemas que se plantean.
Por otra parte, ¿qué tanto la investigación cualitativa, es capaz de
captar los sentidos distintos de los mensajes, la interpretación,
etc. y qué tanto se podrían generalizar sus resultados?
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Aún quedan cuestiones relevantes por dilucidar:
¿cómo recoger adecuadamente los procesos de
recepción e interpretación?
¿De qué modo establecer sistemas de cuantificación y
calificación de los efectos y transformaciones que operan
un texto, un filme o un espectáculo sobre sus
destinatarios?
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Tomando en cuenta los problemas planteados anteriormente
se recomienda integrar en un marco básico de interpretación
conocimientos de varias disciplinas: la antropología,
sociología, demografía, estadística y psicología social, lo que
requiere también, de una combinación de metodologías.
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Es necesario, por una parte, identificar los puntos de
referencia principales de la población estudiada, dibujar un
mapa inicial de los entrevistados y las particularidades de su
ubicación espacial y de sus características demográficas,
sociales y económicas, conocer la extensión de sus prácticas
y las características del consumo cultural.
Eso sólo es posible mediante el empleo de metodologías
cuantitativas, que a través de instrumentos como la
encuesta, permiten obtener representatividad, a la vez que
extensión.
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Por otra parte, importa conocer los significados que se
atribuyen a la cultura, a las prácticas y los actos de
consumo. Ello se logra a través de metodologías cualitativas
que hacen posible profundizar en los contenidos que les son
atribuidos por la población.
Técnicas como la etnografía, historias de vida, entrevistas y
el análisis de léxico permiten aproximarse a este campo.
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Existe otra razón adicional para combinar metodologías.
Estas ponen en juego distintos factores contextuales de las
percepciones, actitudes y valores; y por lo tanto, revelan
diferentes facetas de la realidad social.
Es decir, si bien, los resultados son de orden distinto, se
complementan entre si. Aunque optar por la combinación de
metodologías impone obligaciones adicionales al
investigador, se justifica hacerlo.
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Este método no sólo proporciona la representatividad y
riqueza mencionadas, sino que ofrece la posibilidad de
cotejar unos resultados con otros, lo cual es una forma
de validación adicional a la propia de cada metodología,
logrando así un mayor rigor en la investigación.
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