Servier - La Utopia

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LA UTOPÍA JEAN SERVIER CjQ _________________ BREVIARIOS UipFondo de Cultura Económic

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Libro del antropólogo pied-noir (francés nacido en la Argelia colonial) Jean Servier sobre las utopías n el cual hace un repaso a algunas ideas utópicas desde un punto de vista políticamente reaccionario y "psicoanaliza" el pensamiento utópico.

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  • LA UTOPAJEAN SERVIER

    C j Q _________________ BREVIARIOSU ip F o n d o de Cultura Econmic

  • Jean Servier

    La Utopa, el pas de Ninguna Parte imaginado por Toms Moro, se ha convertido en un sueo plural de la humanidad: las utopas son las imgenes de concordia social, de orden y armona que los hombres se han hecho. Son el esperanzado reverso de la rcali dad directa y oprimente; y por eso, por su fuerza do atraccin, se han transformado no pocas veces en instrumentos revolucionarios. En La Utopa, Joan Servier hace un resumen brillante de las principales utopas y aun antiutopas que en el mundo se lian elaborado; de san Agustn y Bacon a Aldous I lux ley, pasando por Fourier y Robcit Owcn, Scrvioi pasa revista a esas contrapartes de lo cxisienie, a esas fabricaciones mentales de suma perfeccin y perfecto funcionamiento. La Utopa es una lectura fascinante y erudita; su autor ha procurado y conseguido, en lodo momento, conciliar la informacin enorme sobre su tema con un estilo accesible y elegante.

    ARTE RELIGIN V FILOSOFA__________________

    HISTORIA LITERATURA CIENCIA Y TCNICAPSICOLOGA Y CIENCIAS SOCIALES

  • Traduccin deErnestina Carlota Zenzes

  • LA UTOPIApor JEAN SERVIER

    FONDO DE CULTURA ECONMICAMXICO

  • Primera edicin en francs, 1979 Primera edicin en espaol, 1982

    Segunda reimpresin, 1995

    Ttulo original:L'utopir 1979, Presses Universitaires de Francc, Pars (Coleccin Quesais-jef)ISBN 2-13-035925-6

    D. R. 1982, Fondo df. Cultura Econmica D. R. 1995, Fondo de Cultura Econmica Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 Mxico, D. F.ISBN 968-16-1007-5Impreso en Mxico

  • INTRODUCCINInmediatamente despus encontraron setecientos carneros socialistas, igualmente magnficos.F riedrich E noels y Karl Marx, Uto- pame et communaut de lavenir, Pars, Maspero, 1976, p. 74.

    U topa, pas de Ninguna Parte, como llam Toms Moro a la Repblica feliz, de la que describi la economa, urbanismo, relaciones entre ciudadanos, as como la organizacin y los detalles de la vida cotidiana de sus habitantes. La obra, De optimo reipu- blicae statu deque nova nsula Utopia, fue traducida al ingls en 1551 y el trmino tuvo xito; utopa se convirti en el sustantivo que designa todo proyecto irrealizable y dio origen a dos adjetivos, utpico que subraya el carcter imposible de un deseo, de una intencin, y utopista que califica a los inspiradores de sueos. La idea de Toms Moro no se refera a un eu-topos, a un pas feliz, sino, como l mismo escriba a Erasmo, a una U-topia es decir, en latn, Nusquanta, pas de ninguna parte, ya que juzgaba improbable la existencia de un Estado tan perfecto, segn l.

    Los navegantes de lo imaginario conocieron, en el transcurso de los siglos, riberas vrgenes que pronto desaparecan entre las brumas Ocea na o Nueva Atlntida mientras otros viajeros ms intrpidos permitieron a su imaginacin elevarse hasta los Estados del Sol o de la Luna. La incierta geografa de esos pases se ve compensada en todos los relatos por la abundancia de detalles concernientes a la vida cotidiana de los utopianos, un poco como en un sueo donde ciertos elementos se perciben con precisin y dejan huella en la memoria,

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  • 8 INTRODUCCINmientras que su encadenamiento se olvida o parece absurdo al despertar. El estudio de las utopas ha tentado a bstantes investigadores, muchos de los cuales se han dejado llevar por los reflejos de sus propias ilusiones, jugando con los sueos de los utopistas del pasado.En efecto, con demasiada frecuencia el trmino de utopa ha servido, sirve de desvn en el que los autores amontonan, al capricho de su imaginacin, hechos sociales tan dispares como los movimientos milenaristas, los proyectos polticos ms diversos, siempre que tiendan a modificar la sociedad o a mejorarla, o grupos comunitarios, comunidades inconsistentes, que siguen las ms diversas y dispares orientaciones.

    Precisemos primero que el deseo de cambio de un orden social no procede necesariamente del imaginario utpico. La utopa no es, como lo ha dicho Karl Mannheim, un esquema que podra cambiar el orden social existente, inspirando an a colectividad o a una parte de ella un deseo de cambio; incluso si, como precisa Mannheim, estas orientaciones que guan una accin tienden a socavar parcial o totalmente el orden de cosas reinante en ese momento... Una orientacin de ese tipo, en desacuerdo con la realidad, slo se vuelve utpica cuando adems tiende a romper los vnculos con el orden existente (Karl Mannheim, Ideologa y utopia, FCE, Ia. Ed., 1941).

    Esta definicin nos conducira a rechazar la mayor parte de lasutopas que, aunque fueron crticas de una sociedad en un momento particular de su historia, nunca han quebrantado, siquiera parcialmente, el estado de cosas reinante en ese momento, aun cuando presentaran, en un juego de ptica, la imagen invertida de la sociedad.

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    Karl Mannheim lleva el desprecio hasta el punto de dar como ejemplo los movimientos milenaristas y particularmente el de Thomas Mntzer, de 1521 a 1525, siguiendo en esto a muchos historiadores marxistas cuyo objetivo es hacer de este iluminado sanguinario un hroe de la lucha de clases. Es ste un punto de vista bastante simplista como afirma Norman Cohn (Les fanatiquea de l'Apoealypse, tra duccin del ingls, Pars, Julliard, 1962).Lutero, quien distaba mucho de reclutar a sus seguidores slo entre las clases favorecidas, redact un panfleto contra las bandas de campesinos ladrones y asesinos. En efecto, a juzgar por los escritos de Tomas Mntzer, ste se muestra mucho menos interesado por la naturaleza de la sociedad futura que por la exterminacin que deba precederla (cf. Norman Cohn, op. eit, p. 248). ste es, sin duda, uno de los principales trminos de la oposicin entre movimientos milenaristas y utopias (cf. Jean Ser- vier, Histoire de Vutopie, sobre todo el captulo xx Los temas del milenarismo, pp. 347 a 359, Pars, Gallimard, col. Idees, 1967).La ciudad perfecta que ser dada a los hombres al final de los tiempos segn ciertas creencias corresponde a un registro diferente del imaginario. El pas donde fluyen la leche y la miel es muy diferente a la ciudad de las leyes justas, con jornadas de tra bajo cortas pero obligatorias para todos (cf. Id., op. cit., p. 354, y N. Cohn, op. cit., p. 25).Resulta absurdo entonces querer hacer de la utopa un ideal social redactado, formalizado, para ser propagado entre el pueblo por una inteliigentsia. Y aun sera necesario distinguir entre ellos a los que proponen una constitucin para una sociedad modelodesde la Repblica de Platn hasta los saint- simonianos y los naife de la Revolucin francesa

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    como Joseph Babeuf, llamado Gracehus, con bu profesin de fecoincidiendo as con Thomas Mntzer: Los opositores sern exterminados.En estas concepciones equivocadas de la utopa habra que situar el error inicial de Marx, al creer que los mismos hombres que establecen relaciones sociales conforme a su produccin material, producen tambin los principios, las ideas, las categoras, conforme a sus relaciones sociales (Miseria de la filosofa, con un prefacio de F. Engels, trad. de H. Quelch, Chicago, 1910, p. 119, trad. francesa Ed. Costes, p. 127).

    A partir de esta afirmacin, fundada en una concepcin factual de la historia y particularmente de la economa, se puede admitir que otros hombres podrn establecer otro modo de produccin material y producir, al mismo tiempo, otros principios, otras ideas, otras categoras.

    En esta perspectiva, los utopistas habran servido para demostrar, en los hechos, la superioridad de la comunidad de bienes sobre la propiedad privada. Para los marxistas,ste es uno de los aspectos ms positivos del utopismo. Sin embargo, para estar seguros de no equivocarse, tienen el cuidado de seleccionar sus utopas, prefiriendo a Saint-Simon el socilogo francs Gurvitch dice que Marx le deba mucho y a Victor Considerant, a pesar del fracaso de su falansterio, que inspirara el Manifiesto del Partido Comunista.

    Es cierto que Toms Moro, Campanella, Cyrano de Bergerac, Rabelais y su abada de Thlme, Fe- neln, Swift y Say nunca inspiraron a Marx.

    Es, por lo dems, una extraa concepcin estudiar a ciertos autores preguntndose si anuncian, como otros tantos precursores, la natividad del pensamiento de un filsofo cualq uiera, sea cual fuere su

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    talento e incluso, si se quiere, su genialidad para comprender o haber comprendido algunos problemas de su tiempo.

    Salvo si se utiliza este artificio constante que consiste en seleccionar a los autores que se han librado a este gnero literario particular, es necesario reconocer que no todas las utopas son comunitarias y, cuando lo son, la prctica comunitaria se da en diferentes grados. Correlativamente, una encuesta muestra, de manera evidente, que la historia de las comunidades religiosas o socialistas, proporciona pocos ejemplos de establecimientos o instituciones que procedan de una visin utpica.

    Las sociedades, particularmente en la regin mediterrnea, que practicaban todava antao la reparticin anual de las tierras de labor entre las familias de una misma aldea, estaban por otra parte, rgidamente jerarquizadas, divididas en castas sociales y profesionales, con reglas estrictas que regan el parentesco y el matrimonio. Su ejemplo, si bien es utilizado a veces como ilustracin de un cierto comunismo primitivo, en ningn caso puede servir de prefacio a una historia de la utopa.

    No sucede lo mismo con las comunidades surgidas en estos ltimos tiempos y que an existen, de las que hablan F. Engels y Karl Marx (Utopisme et communitde l'avenir, Pars, Maspero, 1976). stas pueden parecer proceder de cierta concepcin utpica de la sociedad, pero se tra ta en realidad de comunidades religiosas, msticas, como los Shakerx -una secta fundada en Inglaterra en 1747, y que posteriormente se expandi al norte de los Estados Unidos, en Nueva Jersey-. Sin duda encontramos en ella la comunidad de bienes, pero con la coaccin de una fe religiosa estricta, as como la separacin de los sexos y el celibato. Estamos lejos de Platn, de To-

  • 12 INTRODUCCINms Moro, de Rabelais, de Fourier o de Owen. Son comunidades religiosas que recorrieron el tiempo de la mejor manera, sin duda porque el vnculo que une a cierta concepcin de la aventura humana con Dios es ms fuerte que los lazos establecidos nicamente por la comunidad de bienes terrenos.En efecto, su principio econmico es un versculo de Los hechos de los apstoles (2, 44-47): Y todos los que crean estaban juntos; y tenan todas las cosas comunes. Y vendan las posesiones, y las haciendas, y repartanlas a todos, como cada uno haba menester. Y perseverando unnimes cada da en el templo, y partiendo el pan en las casas coman juntos con alegra y con sencillez de corazn.. . Y el seor aada cada da a la iglesia los que haban de ser salvados.

    Por otra parte, el anlisis de Henrick F. Infield sobre estas comunidades nos muestra a los huteri- tas y los amish cerrados al mundo exterior, temindolo, y lejos de construir ese modelo del que habla Mannheim (Infield, Utopia and erperiment, Nueva York, Ed. A. Praeger, 1955).Podemos extender entonces la nocin de utopa a estas comunidades evanglicas de fe inquebrantable, y de all a todas las comunidades religiosas en general, es decir, confundir monaquismo y utopa?

    Slo puede tratarse de un ejercicio de retrica. Una simple lectura de todas las utopas pone en evidencia, si se la menciona, el carcter vago de la religin practicada. Adoran el Sol, la Luna o un Dios invisible, infinito, incomprensible. Toms Moro afirma que los utopianos creen que contemplar el Universo y loar al autor de las maravillas de la creacin, es un culto agradable a Dios. En el Ao 2440, segn el sueo de Mercier, los hombres renunciaron a la teologa y practican el monotesmo

  • INTRODUCCIN 13de los patriarcas. Los templos, coronados con cpulas transparentes, ponen a los fieles en contacto con las grandes lecciones de la Naturaleza.

    Muchos autores han credo que deban distinguir la utopa escrita de la utopa prctica. La utopa escrita siempre, o casi siempre, es definida como tal por su propio autor, quin no abriga ninguna ilusin en cuanto a las posibilidades de aplicar la constitucin, cuyos mritos enuncia. No sucede lo mismo con las utopas practicadas acerca de las cuales nadie puede establecer criterios (lo vimos a propsito de las comunidades religiosas).

    En efecto, toda asociacin puede ser una utopa si tiene como objetivo la felicidad de los societarios y su aislamiento del resto del mundo con su consentimiento.

    Segn se sabe, en todas las utopas reconocidas sin discusin como tales hablamos aqu de las utopas escritas los hombres son tan felices que a ninguno acude el deseo de ir a correr mundo. Ahora bien, en la mayor parte de los casos, las utopas practicadas terminan generalmente, al cabo de pocos aos, con el alejamiento de los societarios, exasperados. Su fracaso muestra que es imposible edificar una sociedad sobre el rechazo de los valores individuales, sobre un ideal de vida mediocre y de vida espiritual limitada a las dimensiones de una biblioteca de escuela primaria.

    Por otra parte, esta distincin, cuya discusin slo puede tener por objetivo el de llenar seminarios intiles, corre el riesgo de agrupar, en la misma confusin, un convento de trapistas, una aldea de recreo y utopas limitadas en el tiempo como el desayuno anual sobre la hierba de un grupo cualquiera.

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    En otro plano, una constitucin poltica no es una utopa, aunque no sea aplicada y corra el riesgo de no serlo nunca. La historia del Derecho constitucional proporciona muchos ejemplos de esto, tantos como los que se podran encontraren los archivos de los partidos o clubes polticos.Puede la utopa incluirse en lo que las crticas literarias llaman hoy poltica-ficcin? Sin duda y en todos los casos. A condicin de no ver sin embargo en la poltica-ficcin ni en la ciencia- ficcin un esbozo del futuro.Vctor Hugo deca: La utopa es la verdad del maana, y Lamartine: Las utopas son slo verdades prematuras. A pesar de estas afirmaciones frecuentemente retomadas, las utopas, incluso cuando los hombres han intentado realizar lo que podan comprender de ellas, se nos aparecen slo como revoluciones, es decir, en el sentido etimolgico del trmino, como intento de retorno al pasado y, en la ocurrencia, como formas crpticas de retorno a un pasado imaginado, de manera r. is o menos consciente.La Repblica de Platn, rural y alejada del mar, enemiga de toda forrtia de comercio, estaba lejos de la Atenas de entonces, dispuesta a lanzarse a la aventura oriental para recuperar su pasada prosperidad, en espera de Alejandro ms que del reino de los prncipes-filsofos. Casi siete siglos ms tarde, el filsofo Plotino pidi al emperador Galiano, amigo suyo, que rescatara de sus ruinas a una ciudad que antao se deca haba existido en Cam- pania. Deseaba retirarse all con sus discpulos, obligar a los ciudadanos a vivir siguiendo las leyes de la Repblica de Platn y dar a esta ciudad el nombre de Platonpolis (Porfirio, Vida de Plotino, 12,1).. . en el siglo m de una era nueva.

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    Toms Moro describe su isla feliz de Utopa en el momento en que Occidente viva el amanecer de su expansin, despus de la conquista del Nuevo Mundo. Busca en la tolerancia religiosa de los uto- pianos, a los que describe con agrado, un sosiego frente al gran desgarramiento espiritual de Occidente, a la herida sufrida en su fe de cristiano, en la fidelidad a su rey.

    Las medidas sociales tomadas por los Tudor en Inglaterra, en el siglo xvi. no deben nada a los utopistas: por ejemplo, la ley que exiga que toda casa de campo estuviera rodeada de cuatro acres y medio de terreno por lo menos, para asegurar un mnimo de cra de ganado menor y de huertas; la pensin de cuatro denarios a un cheln por semana, pagados por las parroquias a los ancianos sin recursos. Del mismo modo el prncipe elegido de la utopa, precedido por un macero cargado con un haz de trigo, insignia de sus funciones, dista mucho de una Inglaterra abierta a la conquista de los mares con toda la fuerza de sus comercian tes,capitanes y piratas.En el siglo xvm.al iniciarse la transformacin industrial de Europa, los utopistas alababan los mritos del retorno a la tierra. En el siglo xix.cuando el fenmeno urbano iniciaba la desaparicin de los antiguos horizontes sociales la parroquia, la aldea o el casero y la descomposicin d la vieja cohesin familiar debido al xodo rural, los utopistas trazaban planes de colectividades, de falanste- rios, yendo a contrapelo del deseo de los migrantes de huir de las viejas tutelas y hundirse en el anonimato de las ciudades. ste es un elemento importante sin el cual el xodo rural, reducido a sus determinaciones econmicas no se comprendera plenamente. Pero ya en Inglaterra desde princi-

  • 16 INTRODUCCINpos del siglo xviii, otras utopas preconizaron la igualdad y la comunidad de la tierra, mientras que la Compaa de las Indias Orientales haba recibido su carta en 1600.

    Sin duda puede uno interrogarse sobre las frgiles comunidades que, ante nuestros ojos, se renen en nombre del retorno a la tierra-madre no contaminada y se desunen una vez que han descubierto sus duras realidades, las dificultades insospechadas de la crianza de cabras y los problemas planteados por el ejercicio de una artesana aprendida en tres semanas.

    La afirmacin sin fundamentos del carcter premonitorio dlas utopas anunciadoras de un futuro comunitario, es una forma de hacer de esos sueos, generalmente producto de buenas intenciones, signos precursores del carcter ineluctable del advenimiento de un Estado comunista, de la dictadura del pueblo.

    As, habra habido un socialismo utpico" que sera para el socialismo cientfico lo que la poesa es para la ciencia. Pero las realizaciones del socialismo utpico, sus comunidades sin brillo que se disuelven en el aburrimiento o la exasperacin, no influyeron en la vida poltica de Occidente y no tuvieron en la historia, el peso con el que soaba Proudhon.El socialismo cientfico, o que por lo menos pretende serlo, afirma apoyarse en bases irrefutables, las descubiertas por la ciencia y sus leyes, es decir, en este caso, el evolucionismo y una cierta concepcin de la historia. Pero otros ejemplos han demostrado que el evolucionismo tambin poda conducir al imperialismo y al racismo con mayor seguridad que a la democracia; la misma concepcin materialista de la historia puede estar al servicio de

  • INTRODUCCIN 17cualquier sistema de gobierno que se encuentre basado nicamente en la preeminencia de los bienes de este mundo, en su intercambio y su circulacin.Sin duda, como se ha dicho: La huella, los retratos y las banderas de Marx y Engels flotan sobre un tercio de las tierras emergidas: URSS y China, Estados Asiticos y Este Europeo sin olvidar a Cuba. Los dos partidos polticos mejor organizados de Francia y de Italia los tomaron como antecesores. As pues, el socialismo que se proclam a s mismo cientfico ha tenido xito*; es, segn sus partidarios, un socialismo realista (Dominique Desanti, Les aocialiatea de lutopie, p. 307, Pars, Editorial Payot, 1970).Falta saber lo que encubren esas banderas. En un pas del sudeste de Asia, la vida es totalmente comunitaria, desde la comida en enormes hangares hasta la educacin de los nios. No hay dinero ni salario. Cada uno recibe un kilo de arroz por da, una libra de sal por ao y una muda pantaln y blusa negros por ao ... Para comer es necesario trabajar. Como no existe la moneda, es prcticamente imposible sobrevivir fuera de las cooperativas. . . Las brigadas mviles, compuestas esencialmente por jvenes.. . separados de sus familias, se emplean en grandes trabajos de riego.. . Trabajan ocho horas al da y descansan tericamente tres das al mes, buena parte de los cuales se consagra a los cursos de formacin poltica... La radio bombardea a la poblacin con comunicados y coplas revolucionarias dictadas por el partido, omnipresente y todopoderoso, pero siempre misterioso. (A.M. Cambodge: Le socialisme par le vide en L'Ex- presa, nm. 1395, 3-9 abril 1978).Es sta una realizacin del socialismo cientfico? Es una seal de su buen xito? Es una

  • 18 INTRODUCCION

    prolongacin del pensamiento de los humanistas del Renacimiento, de los libertarios del siglo xvu? Habra hecho Erasmo el elogio de esta locura? Toms Moro, Rabelais, Fourier, Roberto Owen hubieran tenido la autorizacin de sobrevivir en esta utopa que se dice descendiente en lnea directa de sus sueos?Entonces tal vez podemos considerar a la utopa como aquello que sus autores afirmaron siempre que era: una forma de soar despierto.Muchos enfoques infructuosos, pero ingeniosos, han tratado de explicar la utopa a travs de la psicologa de sus autores, o haciendo referencia a la Ciudad de Dios, mito de perfeccin social misteriosamente presente en el inconsciente de todos los hombres. Sin embargo, la utopa es la Ciudad del Hombre y slo eso, indiferente a todo pensamiento religioso, si se hace a un lado cierto cristianismo, presente en algunos, dictado por la censura del consciente y los imperativos impuestos por algunas pocas.Todas las utopas pretendieron ser religiones del Hombre, ahorrndole las angustias de la meditacin sobre el sentido de su aventura terrestre y ofrecindole su finalidad como la meta de toda su vida, a tal punto que uno se siente tentado a compararlas con los peores regmenes totalitarios.

    De Platn a Saint-Simon, Fourier o Cabet, muchos reformadores polticos parecen haber querido encontrar en la utopa la visin tranquilizadora de un futuro ordenado por el hombre al inclinarse sobre las aguas primigenias del sueo. La cristiandad se ha vuelto vieja deca un discpulo de Jung, John Lagard, es necesario que renazca ahora de nuestros sueos, como se mostr antao en la revelacin de San Juan . . (The Lady of the Har).

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    Las diferentes utopas imaginadas en los comienzos de la reflexin sociolgica presentan todas ellas innegables analogas con la ciudad, tal como es concebida y construida por las civilizaciones tradicionales las civilizaciones que rodean Occidente, o ms bien las que lo rodeaban antao, y que forman el horizonte de su pasado. Tienen su rgida geometra urbanista, tambin sus leyes coactivas que nadie puede cuestionar, ya que son justas, es decir, conformes al mito de fundacin.

    La ciudad radiante, la Ciudad del Sol, ignora los problemas del siglo; es la isla encantada, milagrosamente preservada en el extremo del ocano, el arca perfecta redescubierta al final del sueo. Rodeada de altas murallas o protegida por el ocano, representa, ms all de los sistemas econmicos o sociales, una aspiracin profunda de un refugio, como un sueo expresa los deseos y las angustias de un enfermo.

    Las utopas se nos presentan como sueos nacidos del sentimiento de abandono de una clase social siempre la misma, en el transcurso de los siglos. Este sentimiento de desamparo Geworfen- heit en el sentido que Heidegger da al trmino en Seit und Zeit, es el estado del hombre arrojado al mundo, abandonado a s mismo, sin esperar nada de un poder superior en cuya existencia ya no cree.Platn suea con una repblica gobernada por los prncipes-filsofos, que encuentra en sus justas leyes la organizacin jerarquizada de las civilizaciones tradicionales, de la ciudad antigua. Ms tarde, la utopa se vuelve el refugio de quienes son atemorizados por las grandes corrientes milenaristas, que no cesan de sacudir a Occidente desde el surgimiento del cristianismo.

    Ms adelante la utopa ser un objetivo pro-

  • 20 INTRODUCCINpuesto a los movimientos revolucionarios, preocupados nicamente por los medios, y sintindose impotentes al despertar de su apoteosis sangrienta.Los humanistas, los sabios, pretenden ser entonces los guas iluminados de la nueva sociedad, por lo menos aquellos que lograron sobrevivir. Todos esperaron largo tiempo a que una autoridad misteriosa les confiara el poder, en nombre de la sabidura y de la razn; tan largo tiempo que todava lo siguen esperando, incluso una vez que el soplo ardiente del motn popular ha pasado.

    La utopa es para ellos como un sueo que mitiga su Weltschmerz, dolor del mundo, dolor de vivir, siempre de la misma manera, con pocas variaciones en sus temas y en sus formas de expresin, en los distintos momentos de la historia. Es, antes que nada, una voluntad de retorno al urbanismo y a las leyes inmutables de las ciudades tradicionales, ancladas en su conformidad, a un modelo mtico primigenio, del que los humanistas se sienten los seores iluminados: una ciudad que se levanta ms all de las aguas revueltas del sueo, como una isla al final del ocano, la Ciudad del Hombre liberado de sus angustias, liberado del peso de su libertad, de su libre arbitrio al final de la noche.

  • I. ATENAS Y LA ATLNTIDA

    Hipodamo, hijo de Euripn ciudadano de Mileto, el que intent el trazo geomtrico de las ciudades y dividi el Pireo en forma de damero...A ristteles presenta as {Poltica, II, vn. 1) al urbanista ms famoso de su tiempo, primer arquitecto

    que tuvo la oportunidad de reconstruir una ciudad entera y de trazar al mismo tiempo las grandes lneas de su constitucin; y tambin como Mtoro- logos especialista de los fenmenos celestes ya que la ciudad debe hacer participar a los hombres de la armona csmica. La concepcin precisa del Universo ya haba llevado a los milesianos a trazar los primeros mapas del mundo habitado, sin duda bajo la influencia de los cosmgrafos de Oriente. La io- I8, la Ciudad de los Hombres, es un todo cuyo cuerpo de piedra y alma racional nacida de leyes justas participan por igual de esta armona. Hipodamo proyect una ciudad de 6 000 habitantes en forma de tablero de damas, devidida en barrios correspondientes a las tres clases sociales: artesanos, agricultores y guerreros; el centro, el Agora, era el punto de comunin de todos los hombres por el verbo libremente expresado.

    Los magistrados eran elegidos por el pueblo entero; deban ocuparse de los asuntos de la ciudad, de los extranjeros y de los hurfanos (Aristteles, Poltica, II, vi ti. 4).Esta divisin tripartita de la ciudad griega no es una innovacin de Hipodamo de Mileto. Est ligada a todo un pasado legendario, el de los

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  • 22 ATENAS Y LA ATLNTIDAmitos de fundacin desde Teseo. Hipodamo no intenta crear una obra original a la cual unir su nombre sino, por el contrario, aproximarse a la pureza de los orgenes, encontrando en el fondo de las leyendas de fundacin la rigurosa geometra de las estructuras sociales rgidas, producto de cierta concepcin de la armona del cosmos. De esta manera piensa, sin duda, reintegrar a los hombres a la armona del mundo a fin de preservarlos de muchas desgracias. Si la destruccin de Mileto fue necesaria para que Hipodamo trazara el proyecto de una ciudad armoniosa, las guerras del Peloponeso provocaron en Platn una reflexin sobre lo justo y lo injusto, sobre la Repblica y sus leyes. Desde los inicios del siglo v al 338, Atenas no conoci un perodo de paz de ms de diez aos, es decir, ciento veinte aos de guerra en un siglo y medio.

    Platn llega a pensar que el gobierno de la ciudad no puede incumbir al pueblo; debe confiarse a los verdaderos filsofos, nicos capaces de concebir una ley justa. As la ciudad no se expondr ms al ilusionismo de los oradores, a los caprichos de los hombres que estn en el poder, ms preocupados por permanecer en l que por mantener la integridad moral de la ciudad.

    Pero las tradiciones pasadas han perdido todo sentido y ya no pueden constituir las bases de una sociedad, y sin embargo, dice Platn, los hombres tienen necesidad de una fbula.A pesar de su aparente desprecio por las leyendas, el filsofo retoma, sin mencionarlo, uno de los temas de Hesodo, el de las razas metlicas que se sucedieron en la historia de la humanidad.

    Sin embargo, mientras que en el mito de Hesodo las razas se suceden, aqu cohabitan en un eterno presente para mayor bien de la ciudad. Ya no son

  • ATENAS Y LA ATLNTIDA 23

    algunos individuos los que vivirn como los habitantes del Olimpo, ignorando la vejez y la muerte, sino que ser la Ciudad de los Hombres en su totalidad la que acceder a la inmortalidad: gracias a sus filsofos, cuya sabidura es de oro puro, a sus guerreros, cuya virtud es de plata inalterable, al bronce de los labriegos, al hierro de los artesanos entre otras castas hereditarias ( Repblica, 415 b).

    La ciudad debe preocuparse igualmente por la suerte de las mujeres y de los nios (451 b); las mujeres reciben la misma educacin que los hombres ya que, dice Platn, la diferencia de sexos no implica necesariamente la diferencia de aptitudes. Hombres y mujeres se renen libremente en los gimnasios o en las viviendas correspondientes a sus clases sociales. La comunidad de mujeres slo existe entre los guerreros los guardianes a fin de suprimir una posible causa de discordia. Los otros ciudadanos disfrutan de uniones provisionales reglamentadas por leyes hasta los cuarenta aos para las mujeres y cincuenta para los hombres.

    Fuera de estos lmites de edad de los padres, los nios sern considerados como ilegtimos y rechazados por la sociedad. En la Repiblica apenas se hace mencin de la religin, de los ritos y de los sacrificios tributarios, con excepcin de una breve referencia al orculo de Delfos. Los sacerdotes no forman parte de las clases sociales previstas por Platn, ya que la ciudad es la nica intermediaria posible entre los hombres y lo Invisible, el nico medio capaz de asegurar su salvacin.

    La ciudad de Platn no intenta dominar otras ciudades de piedra y lodo. Aislada en el interior de las tierras, pretende estar al abrigo incluso de los tesoroB de este mundo a rrastrados desde Oriente a travs de las rutas marinas. Es, como en

  • 24 ATENAS Y LA ATLNTIDA

    las civilizaciones tradicionales, la matriz de la que escaparn las almas regeneradas por las leyes justas, dispuestas a afrontar el ms all, capaces de elegir, para una nueva vida terrestre, un destino armonioso y la compaa de un genio bueno. Es necesario, dice Platn, ver el alma inmortal del hombre buscar lo que, como ella, es divino, inmortal, eterno. As, las leyes de la ciudad la protegen de las impurezas de este mundo - de la corteza gruesa y burda de tierra y piedra que proviene de esos bienaventurados festines, como se les llama. ( Repblica, 612 a )Ya que, ms an que las leyes justas, a Platn le preocupa el destino de las almas despus de la muerte y, sin duda, transmite en Fedro, en las Georgias, en Fedti, lo esencial de una enseanza secreta. En la Repblica es el relato de E r de Panfi- lia, venido de entre los muertos, loque nos recuerda la finalidad de la ciudad de las leyes justas.

    Con este antiqusimo logos termina la Repblica. Muchas escenas, particularmente la ascensin de los elegidos y el descenso de los condenados, inspiraron sin duda el arte cristiano, como tambin los hombres salvajes y llameantes ensaados en castigar a los malvados. Ciertamente, la tradicin platnica no esper el Renacimiento para enriquecer el pensamiento de los hombres de estadio con sus certezas y smbolos. El relato de Er constituye la justificacin de la ciudad armoniosa y de sus leyes austeras, nicas capaces de preparar al hombre para la eleccin de un nuevo destino, en una nueva etapa en el ciclo de su devenir que podr franquear adornado con las recompensas de la justicia, como los vencedores de los juegos.Si bien la Repblica no conserv la casta de los sacerdotes, las Leyes (v. 745 b-c) retoman el tema de

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    la divisin geomtrica de la ciudad que irradia desde el centro: el recinto consagrado a Hestia, a Zeus y a Atenea. La ciudad esbozada en las Leyes es una ciudad que no tiene murallas, pero que est rodeada de templos.Adelantndose a Maquiavelo, Platn estima que las murallas disponen a la desidia al invitar a los ciudadanos a refugiarse ms que a combatir (Jueyes, VI. 778 c).Por lo dems Platn retoma en Critias la organizacin poltica de la antigua Atenas que se asemeja en muchos puntos a la que preconiza para la Atenas renovada. Insiste en que debe reinar una rigurosa separacin de las clases sociales. "La raza de los guerreros, aislada desde el principio por los hombres divinos, habita aparte. Tiene lo necesario para vivir y desarrollarse. Pero ningn guerrero posee algo en particular; estiman que todo lo que les pertenece es comn. No piden a los otros ciudadanos nada ms que lo que necesitan para su subsistencia ( Critias, 110 d). En ese tiempo, las ocupaciones guerreras eran comunes a mujeres y hombres ( Critias, 110 b). Esta organizacin cvica y militar permiti a Atenas, dice Platn, rechazar la invasin de los atlantes y liberar a todos los pueblos situados en este lado de las columnas de Hrcules; ya que el Imperio de la Atlntida se haba extendido mediante la conquista , hasta Egipto, hasta Tirrenia ( Critias, 113 c).En el pensamiento de Platn, la Atlntida es la anttesis de Atenas la sabia. Fundada en la desmesura, es la ciudad injusta, nacida del capricho de un dios tumultuoso, Poseidn, en recuerdo de sus amores con Clito, una hija de la Tierra. La ciudad de los atlantes est protegida por recintos concntricos de tierra y mar. Sus murallas resplandecen al sol, re-

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    cubiertas de cobre, de estao fundido y de un metal misterioso, el auricalco de reflejos de fuego.Cada lnea del Critiaa subraya la riqueza de los atlantes; todo all es profusin: los jardines, los gimnasios, los campos ecuestres.Sin embargo, esta sociedad est viciada desde la base por el reclutamiento del ejrcito y el sistema

    impositivo: un impuesto n hombres y en material pagado por cada uno de los 6 000 distritos de la isla. Las tropas ms segu as estn alojadas en el recinto interior, lo que permite suponer que hay tropas menos seguras. Los guardias fieles estn acuartelados en el interior mismo de la Acrpolis, cerca del palacio real.Diez reyes, representando la posteridad de Pose- don cinco pares de gemelos machos ejercen la totalidad de los poderes. Cada uno en su ciudad puede castigar y m atar a quien quiera (Critiaa, 119 c).Su sabidura no provena del libre desarrollo de su alma racional; era slo la consecuencia de un elemento irracional: la presencia en ellos de una partcula divina, de un phusioa thiaa vinculado a su origen divino, a su carne de bastardos de Poseidn.

    Est uno casi tentado a hablar en trminos genticos, porque justam ente de eso se tra ta . Cuando el elemento divino lleg a disminuir en ellos por el efecto repetido del cruzamiento con numerosos elementos mortales, cuando domin el elemento humano. . . (121 a-b) fueron incapaces de soportar su prosperidad presente y cayeron en la desmesura. Parecieron desagradables a los hombres clarividentes porque haban perdido los bienes ms preciosos; mientras que para los ciegos eran bellos y bienaventurados, inflados como estaban de

  • ATENAS Y LA ATLNTIDA 27avidez injusta y de poder. Entonces Zeus rene a los dioses para juzgar a la ciudad impa.

    La Atlntida no es solamente el opuesto mtico de Atenas la virtuosa, reintegrada por leyes justas. Representa adems al Oriente, particularmente a Persia, cuyas invasiones haban socavado los cimientos de la ciudad y del pensamiento griegos, ms an que los atlantes en un lejano pasado mtico.

    En muchos aspectos la Atlntida recuerda las ciudades de Asia Menor. Segn Herodoto, Ecba- tana estaba protegida por siete recintos concntricos esmaltados con los colores de los siete planetas. En el centro se alzaba el palacio real, el tesoro del rey y los santuarios erigidos por Nabucodonosor, cubiertos de oro y plata como el templo de Poseidn (Herodoto, Clio, 98).

    Las ciudades circulares forman parte de la tradicin orientalBagdad conserv su forma primitiva hasta el primer siglo del Islam y expresan una de las primeras preocupaciones de la ciudad que ser retomada en el curso de los siglos por todas las utopas: exorcizar a la muerte.

    En efecto, Alcman de Crotona explica que los hombres mueren porque no pueden, como los astros, vincular el principio al fin (P. Lveque y P. Vidal-Naquet, Cliathene l'Athnien, p. 78). De este modo, proyectando sobre la tierra la rbita de los astros y particularmente el curso aparente del Sol, la ciudad Fija el tiempo, uniendo en un presente eterno el alba y el ocaso, haciendo participar a los hombres de la inmutabilidad del tiempo primigenio as reencontrado. Tambin Aristfanes nos muestra a Pistetairos dando a los pjaros el consejo de construir una ciudad y de rodear el aire con un gran muro circular de ladrillos como en Babilonia** ( Las aves, 550 y ss.). As pues, al rechazar la inva-

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    sin de los atlantes, Atenas venci por primera vez a Oriente cuyo poder proviene de un elemento divino, casi mgico, un phusios thias mezclado con el ladrillo y el recubrimiento de esmalte de los recintos consagrados a los planetas; a Oriente, cuyo principio poltico es la monarqua de derecho divino, la supremaca de un elemento divino mezclado a la sangre de los reyes.

    Frente a l est Atenas victoriosa, que pudo oponer al invasor el alma racional, el espritu de la democracia. Hombres que desprecian los bienes de este mundo, al grado de ponerlos en comn, se oponen a los atlantes, ricos propietarios de todos los tesoros de la Tierra.

    Atenas no tiene necesidad, para vivir libre, ni de murallas consagradas ni de reyes divinos, sino del desarrollo del alma racional de cada uno de sus ciudadanos. Segn la simbologa platnica, el plan csmico de las ciudades hace recordar al hombre su participacin, con cada uno de sus gestos, en la armona del mundo. Pero con el despertar de su alma racional aprende de manera an ms segura que es ciudadano de una ciudad sin murallas, fundada por la voluntad de los hombres y no por la arbitrariedad de los dioses. Las leyes justas dominan las pasiones y la locura del cuerpo; favorecen en este mundo el despertar del alma racional dndole al mismo tiempo la posibilidad de elegir un buen daimon en la pradera de los muertos.

    La oposicin entre el imperio de los atlantes y la Atenas renovada ilustra esta lucha, este stasis que representa la contradiccin interna del hombre, pero tambin el secreto de este equilibrio representado por la posicin vertical.

    Pero se libra an otro combate del que nacer el pensamiento occidental moderno. La Atln-

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    tida, dominada por su templo y las mil estatuas del recinto sagrado, representa cierta locura del alma, m ientras que Atenas es la ciudad de la justa retribucin donde el hombre debe prepararse para asumir su humanidad y las consecuencias de sus actos. La ciudad justa cuyo plan traz Platn prepara las utopas de los siglos venideros; es la Ciudad del Hombre, de un hombre liberado de sus angustias, de la presencia de los dioses en el corazn de su Ser, ms an, de su alma inmortal, que arrastra como un fardo en todos los momentos de crisis de una misma historia.

  • II. LOS SIGNOS DE LA LLEGADA

    Si se hubiera concretado en la piedra el sueo de los hombres del siglo xvi, habra sido necesario construir, como lo quera hacer Bramante en San Pedro de Roma, un templo neoplatnico para la gloria del Dios cristiano, quizs incluso un templo neoplatnico adornado con las 22 letras sagradas de la Cbala. Ya que esta poca, de la que se ha querido hacer una especie de prefacio del racionalismo cientfico, se caracteriza por un inters profundo por lo divino, una voluntad por conciliar la vida terrestre con la fe, a imagen del judaismo.Pero el problema no reside ya tanto en las discusiones teolgicas que no hacen ms que retomar viejas querellas. Los hombres de accin del siglo xvi juzgan improductiva a la Iglesia romana. Es para ellos como un reino sin minas, sin barcos, sin puertos comerciales y sin talleres ruidosos debido al trabajo de los hombres. Es, al contrario, slo la Isla Sonora descrita por Rabelais, murmurante de cnticos y letanas. Sin embargo, tiene tantas exigencias fiscales como un rey, manteniendo adems tropas de mujeres y de hombres inactivos como si fueran piadosas cigarras. En un clima as la reforma poda hacer que sus partidarios aceptaran cualquier dogma teolgico aunque ste se adaptara menos an a la situacin social del momento que el dogma de la predestinacin.En los estratos ms bajos del pueblo circulaban rumores anunciando el retorno de un Redentor, con una vara de hierro, cuya misin sera la de expulsar al clero y unir a ricos redimidos y a pobres elegidos

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  • LOS SIGNOS DE LA LLEGADA 31con toda justicia, en un solo pueblo. Muchos esperaban an la resurreccin del emperador Federico, aadiendo un nuevo episodio a la leyenda del rey que seguira vivo ms all del sepulcro, de David al rey Arturo. Aparecen mesas que se reclaman ungidos por David o pretenden encarnar al emperador de los ltimos Das. Hombres zafos como Bohm el tamborilero anuncian el reino de la igualdad y de la posesin comn de la tierra. Las persecuciones no hacen cesar la difusin de su gran esperanza. En 1520, Thomas Mntzer retoma lo esencial de las viejas doctrinas taboritas, en la voz de un tejedor inspirado.De la obra de los reformados slo permaneci su crtica a la Iglesia, crtica que tena eco en la conciencia popular. Por lo dems, el protestantismo stalla en tantas sectas como concepciones particulares de la salvacin pudiera haber. Las cuarenta sectas anabaptistas rechazan la idea misma de Estado institucin til slo para los impos y se consideran como los elegidos guiados por Dios. Para ellos luteranos y catlicos forman, con los turcos, la masa indistinta de los rprobos.Aqu y all, en Estrasburgo o en Mnster, los anabaptistas anuncian la llegada del milenio, esperndolo con plegarias o preparndolo con la espada.Tanto fervor reclamaba una tierra virgen para edificar en ella una Jerusaln purificada, ya que a los ojos de estos combatientes del rey venidero, Europa estaba demasiado mancillada, demasiado sumergida en sus inmundicias para recibir al maestro.

    La ciudad de las leyes justas de Platn se volver el modelo y el refugio de aquellos que desean ofrecer mayor felicidad terrestre a los hombres, aunque privndolos de su libertad de pensar y de elegir; un

  • 32 LOS SIGNOS DE LA LLEGADA

    amparo contra la promesa de los Tiempos venideros y de la Tierra Nueva, mucho ms que un ideal poltico, demasiado teido de sutilezas cargadas de pesimismo escptico y de irona dolorosa.Utopa, como lo llamar por primera vez Toms Moro, pas de Ninguna Parte, ser el refugio de los hombres de buena voluntad. Sin duda se asemeja en numerosos aspectos a la Tierra Prometida y a la Jerusaln purificada. De hecho, difiere de ellas profundamente, sin distinguir elegidos de reprobos y reemplazando el largo camino del desierto y la sangre de los mrtires por las aguas del ocano, del sueo, del ensueo.

  • III . TELEM E O EL REINO DE LOSHUMANISTAS

    E l siglo xvi estuvo marcado por una nostalgia de verdad, que termin en un desilusionado escepticismo despus de los abusos de Lutero, los excesos de Enrique VIII y el autoritarismo de Calvino.Los humanistas se apartan de los reformadores sin que, por otro lado, las torpes medidas tomadas por la Iglesia los devuelvan al catolicismo.Sin embargo muchos desean, en lo ms profundo de su corazn, volver a encontrar en el Evangelio una regla de conducta individual, una tica vlida para los tiempos modernos, as como una poltica a la que los prncipes se sometan con toda su fe.

    Una primera toma de conciencia se abre paso entre los humanistas que retoman la nocin platnica de leyes justas, nicas capaces de dar felicidad al pueblo, ya que todos los males son engendrados por el absolutismo del soberano, como antao por la tirana. Al mismo tiempo los jefes de empresa, los poderosos financieros, comienzan a pensar que del mismo modo que se necesita experiencia para dirigir una casa comercial y evitar su quiebra en circunstancias difciles, hace falta mucha prudencia para dirigir un Estado y ahorrarle aventuras financieras desastrosas.

    La primera sntesis de estas crticas, el primer manifiesto de la nueva era, fue sin duda la obra publicada por un agustino llamado Gerhard que utiliz el pseudnimo de Erasmus. En 1509, El elogio a la locura prepara a Moro y anuncia a Rabelais. Erasmo dedic su ensayo a Toms Moro, por amis-

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    tad hacia este humanista letrado, ese cristiano de recta fe, pero tambin por amor a los juegos de palabras cultas con los que se complacer Rabe- lais ya que Moro se acerca al nombre griego de locura, Mora.Cronolgicamente la obra de Rabelais es posterior a la Utopa de Moro; sin embargo, por el espritu que de ella emana, sigue estando muy prxima a los orgenes del Renacimiento, a la Academia platnica fundada por Marsillo Ficino y a Pico de la Mirndola.Las grandes e inestimables crnicas del grande y enorme gigante Garganta, aparecen en 1532: una stira de las novelas de caballera an en boga en esta poca que alcanza un inmenso xito. El prncipe cuya educacin se relata se parece a los otros nios, con la diferencia de que es un gigante y que todo lleva en l el signo de la desmesura. En manos de buenos maestros Garganta se convierte en un prncipe humanista, no por ser de buena raza sino porque fue bien educado. Esta educacin de prncipe que subraya la importancia de la instruccin en la formacin de los individuos, ser reclamada en a- delante, para todos los ciudadanos, como un derecho imprescriptible, como un pan necesario. La ambicin belicista de Picrcolo proporciona a Rabelais la oportunidad para declarar que no hay guerras absurdas, que corren el riesgo de poner en peligro la inestimable vida humana y de comprometer, de una manera u otra, la dignidad del ser humano.Llegada la paz, despus de haber recompensado a los soldados de sus legiones y a sus compaeros con generosos dones, Garganta funda la abada de Teleme para su amigo el monje. Teleme es una abada sin murallas, ya que donde muros hay por delante y por detrs, hay mucho murmullo, envidia y

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    conspiracin solapada. La abada sin murallas se inscribe en un hexgono cuyos ngulos estn marcados con seis torres, los nombres simblicos de las cuales esconden sin duda un mensaje. Parece grabar en el suelo el signo del hexagrama, del mundo regenerado y de la reintegracin del hombre en un orden nuevo.

    Como la Repblica de Platn, la abada est dotada de baos, de lizas y de terrenos para juegos. En efecto, en Teleme el alma y el cuerpo de cada individuo deben poder desarrollarse armoniosamente, no modelados segn la ley de una comunidad como la Repblica de Platn, sino libremente, para permitir a cada uno convertirse en lo que es y ser digno de la gracia divina, bajo la sola mirada de su conciencia.

    La vida de los telemitas estaba reglamentada segn su buena voluntad y su libre arbitrio. Nadie les vigilaba ni se les obligaba a beber, a comer, ni a hacer ninguna otra cosa... En sus reglas no haba ms que esta clusula: Haced lo que queris. Porque personas liberadas, bien nacidas, bien instruidas, conversando en compaas honestas, tienen por naturaleza un instinto y una agudeza que las impulsa siempre a hechos virtuosos y las aleja del vicio.Como gentilhombres, todos los de Teleme llevan espada y pual, as como una pluma blanca sobre la boina de terciopelo negro, ya que todos son iguales en dignidad humana y semejantes a los grandes de la tierra.Ms an, en un rincn secreto de cada una de sus clulas, haba un espejo de cristal enmarcado en oro fino, el contorno aderezado con perlas y era de tamao tal que poda verdaderamente representar a la persona en su totalidad.

  • 36 TELEME O EL REINO DE LOS HUMANISTAS

    Asi, cada telemita vea su reflejo rodeado por un marco precioso, y sin embargo era todava indigno del ser que en l se miraba, por ser l mismo reflejo de Dios.Esta reflexin de la persona es el nico freno moral admitido por Rabelais: conformarse a la imagen armoniosa que cada habitante de Teleme se haca de s mismo.La sociedad sin exigencias que nos propone, favorece ms que otras, segn l, el feliz desarrollo del individuo: Ya que siempre emprendemos cosas prohibidas y ansiamos lo que nos es negado. No es la competencia el motor social de la abada de Teleme, sino un tipo muy particular de emulacin: hacer lo que a cada uno plazca.

    As se resuelve para Rabelais lo que podramos llamar el problema de la coaccin social, este escollo imprevisto por todos los utopistas y reformadores polticos.Por lo dems, no hay que buscar un sistema eco

    nmico en la abada de Teleme ni preocuparse por la reparticin de las riquezas. Los artesanos laboran cada cual en su ocio__para los susodichos religiosos y religiosas.Reciben sus preciosas materias primas del seor Nausicleto quien les hace llegar cada ao de las islas Perlas y Canbales, siete navios cargados de lingotes de oro, seda cruda, perlas y piedras preciosas.

    La regla de los telemitas termina con un enigma en profeca encontrada, nos dice Rabelais, en los cimientos de la abada, en una gran lmina de bronce". sta anuncia la llegada de hombres sin reposo que propagarn doctrinas absurdas, sembrarn la discordia, sobornarn a gentes de toda clase. Los grandes de nobles lugares sern asal-

  • TELEME O EL REINO DE LOS HUMANISTAS 37tados por sus sbditos, y los hombres sin fe no tendrn menos autoridad que las gentes de verdad.

    Ya que todos seguirn la fe y creencias De la ignorante y necia multitud En donde el ms lerdo ser tenido por juez...La abada de Teleme pretende prevenir este ca

    taclismo, oponindose as a todos los movimientos venidos del pueblo del populacho, a todos los movimientos milenaristas que an sacudan al Occidente, en nombre de un extrao nihilismo mstico.

    La abada de Teleme se pretende el arca destinada a transmitir, ms all de las aguas de un nuevo diluvio, un ideal de ciencia serena, de buenas costumbres.de cortesa y de libre pensar. Yaque los telemitas son, como su nombre transcrito del hebreo nos lo hace saber, gentes de estudio, es decir, humanistas que encarnan el sueo orgulloso de ser los prncipes filsofos iluminados, nicos guas posibles en todas las Repblicas y en todas las ciudades radiantes, de la ignorante y necia multitud.

  • IV. LA UTOPA Y LA CONQUISTA D EL NUEVO MUNDO

    E n su peregrinaje hacia el orculo de Dive Bacbuc, hacia occidente, Pantagruel visita el pas de Satn en la isla de Frize cuyas maravillas ilustran en terciopelo y damascos, en fantsticas tapiceras, los relatos de los navegantes.

    El Occidente no emprendi el descubrimiento del Nuevo Mundo sino un retorno a sus orgenes ms all de las aguas primigenias del ocano. Ya los viajeros de la Edad Media haban recogido y propagado los ecos de un reino fabuloso que se extenda desde el Ocano hasta el Nilo, el Reino del preste Juan, en el que vivan los primeros cristianos, salvados del pecado original, herederos de la promesa divina.

    Las primeras cartas de Cristbal Coln, ms tarde, describen en tono idlico la bondad natural, infantil, de los habitantes de ese paraso.Como ignoran la codicia y la propiedad privada su sociedad no tiene sistema econmico alguno. En ella reina la igualdad absoluta; los pocos bienes que poseen en comn, son su cientes para cubrir las necesidades de todos.

    Ms tarde este tema dar origen al mito del buen salvaje, ya que la belleza fsica de los indios deba corresponder a una buena naturaleza. Una especie de pureza primitiva cercana a la inocencia infantil (cf. Gins de Seplveda, De hiapanoru m rebus ges- ti8 ad novam orbem Opera, Matritis Gazeta, 1780). Muchos filsofos hallarn nuevamente, en el encuentro con las sociedades tradicionales o ms

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  • LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO 39

    bin con lo que de ellas relatan los viajeros y con la Repblica de Platn, soluciones ideales para todos los problemas de un Occidente desgarrado en su fe, angustiado frente al futuro, conservando an las huellas y los recuerdos de las convulsiones de un Apocalipsis siempre amenazante.Despus de las crticas de Erasmo, antes de las burlas de Rabelais y de su sueo de la abada de Teleme, la Utopia de Toms Moro constituye un elemento nuevo en la historia de la reflexin sociolgica.Para situar mejor esta obra, hay que hacerlo en el contexto social de su tiempo, ya que constituye una respuesta a la desesperacin de los humildes de toda Europa, y tal vez tambin a las aspiraciones polticas de una burguesa demasiado alimentada por la Repblica.En un siglo y medio la situacin de los humildes no haba cambiado mucho; los abusos eran ms indignantes y ms clara la separacin entre poderosos y miserables. El pueblo no esperaba ya la llegada del Salvador, pero estaba presto a luchar por el reino de los humildes, a quienes Cristo haba prometido la Tierra. Al llamado de John Ball apodado el sacerdote loco de Kentestallan violencias, motines y revueltas, ya que las promesas del Evangelio tardaban demasiado.

    Era entonces necesario que los prncipes- filsofos elaboraran una constitucin perfecta Leyes justasestableciendo el proyecto de una sociedad equilibrada? sta es la pregunta que plantea Toms Moro.Pero basta que Toms Moro suponga el problema resuelto y su sociedad armoniosa salida de no se sabe qu maduracin misteriosa en el huevo alqumico, para hacer de la Utopia o tra arca

  • cerrada y, como la abada de Teleme, la representacin del sueo en el que se complace una burguesa preocupada por el orden y la felicidad media -como un comerciante que ha verificado sus cuentas, y concluido su balance.Toms Moro, jurista, magistrado, miembro del Consejo privado del rey, tesorero de la Corona y, finalmente, canciller de Inglaterra, fue durante largo tiempo amigo de Enrique VIII. Desaprueba los proyectos matrimoniales y religiosos de su rey y le recuerda el juramento prestado, en tanto que canciller, de pensar antes que nada en Dios y despus en su soberano, para despus dimitir de sus cargos, el 16 de mayo de 1532. El 13 de abril de 1534 Toms Moro, junto con John Fisher, rehsa prestar juramento ante los comisarios del rey, juramento por el que habra abjurado de toda promesa de obediencia a cualquier potentado extranjeroen ese caso al soberano pontfice. Fue condenado el lo. de julio del mismo ao a ser colgado y descuartizado; la clemencia de Enrique VIII conmut la sentencia por la de decapitacin.El 6 de julio de 1535, Toms Moro subi al cadalso, se vend los ojos y coloc la cabeza bajo el tajo. Se dice que Enrique VIII interrumpi su partida de ajedrez cuando le anunciaron el asesinato de su consejero, de su amigo, de un mrtir. Estos detalles nos permiten colocar en su verdadero sitio la opinin que Toms Moro, en su modestia, tena de su obra:

    Una bagatela literaria que, casi sin darme cuenta, se escap de mi pluma.La Utopia es en realidad un testamento poltico en el que el canciller de Inglaterra acalla sus creencias personales, su intransigencia religiosa, para exponer una solucin posible -si no los medios pa-

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    ra aplicarla- a los problemas planteados por la miseria del pas bajo el reinado de Enrique VIII.La obra, en latn, publicada por Thierry Martin (Lovaina, noviembre de 1516) encuentra una entu

    siasta aceptacin en Guillaume Bud, en Erasmo y en todos aquellos que se nombran a s mismos humanistas. Estos eruditos, llenos de fervor por el helenismo, por la patrstica, se complacan encontrando en la Utopia influencias combinadas de Platn y de San Agustn. En efecto, hacia 1496, Toms Moro haba dictado en Oxford una serie de conferencias sobre la Ciudad de Dios. En 1499 encuentra a Erasmo, con quien traduce los Dilogos de Luciano de Samosata. Sin duda, con esto se despert en l esta expresin crtica que hace de la Utopia un mundo aparentemente invertido, basado, sin embargo, en el sentido comn.

    Faltaba an un elemento para que Moro se decidiera a redactar su Utopia: el encuentro con un navegante, al que haba de llamar Hitlodeo, nombre compuesto de dos races griegas y que significa profesor de boberas.

    Sin duda este encuentro ocurri en 1515, cuando Toms Moro fue comisionado a Amberes para negociar la reapertura del intercambio comercial entre Inglaterra y los Pases Bajos.Moro habla, en efecto, de informaciones obtenidas de primera mano de un portugus de nacimiento. .. un hombre de rostro curtido, con una gran barba blanca, que haba rebasado la flor de la edad y que tena todo el aire de un marino.Hitlodeo, narrador de la Utopa, declara haber sido uno de los veinticuatro adelantados apostados en el punto ms lejano alcanzado por los navegantes en el transcurso de su ltimo viaje a Nueva Castilla.

  • 42 LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO

    Moro escribe a Erasmo que en latn Utopa se traduce como Nusquama-Ninguna Parte. Todos los nombres que figuran en esta obra refuerzan la impresin de irrealidad. Amaurota, la capital, es la Ciudad Niebla; est situada sobre el Anhidris, ro sin agua. Sus habitantes, los alaopitanos, los ciudadanos sin ciudad, son gobernados por Ademo, el prncipe sin pueblo. Sus vecinos, los acorianos, son hombres sin pas. Este onomstico y esta toponimia de la nada reflejan el pesimismo de Toms Moro, quien juzgaba muy improbable la existencia de un Estado segn l tan perfecto.

    La Utopa es una isla, dividida en cincuenta y cuatro ciudades, como la Inglaterra de la poca lo estaba en cincuenta y cuatro condados. Busca su aislamiento hasta el punto de cortar el istmo que antao la una al continente. Es, sin duda, una alusin a la poltica aislacionista de Wosley. Amaurote, la capital, est situada sobre un ro atravesado por un puente famoso lo que, con las nieblas, termina de emparentara con Londres. Como Inglaterra, Utopa est poblada por marinos y comerciantes.

    El proyecto, en su conjunto, prefigura las ciudades obreras de la Inglaterra industrial: casas alineadas, que parecen formar una sola morada con puerta a la calle y jardn trasero.

    Los tejados en terraza estn cubiertos por un revestimiento ms aislante que el plomo, los muros estn calados de cristales o de anchos paneles de seda engrasada y barnizada, arreglos conocidos sin duda en los astilleros de construccin naval. El sistema poltico es una especie de democracia patriarcal. Cada grupo de cincuenta familias elige cada ao un magistrado doscientos en total que a su vez eligen al prncipe de entre cuatro candidatos presentados por los habitantes de los cuatro cantones

  • LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO 43

    de la isla. El prncipe es elegido de por vida y puede ser depuesto si es sospechoso de tirana. En fin, el consejo de magistrados tiene como regla el jams discutir un asunto en el momento de ser propuesto, para no ceder al calor del debate.Los habitantes de la isla se visten de manera idntica, salvo en aquello que permite distinguir a los hombres de las mujeres y a los casados de los clibes. La ropa necesaria es confeccionada por cada familia.

    En este retrato de Utopa, la agricultura ocupa ya el lugar que tendr en el pensamiento de los filsofos de los siglos xvur y xix:es la ocupacin privilegiada del hombre, pura, natural, que no arrastra ningn vicio, en comunin con una naturaleza ya engalanada con todos los atributos de una madre virgen.

    Todo el mundo en Utopa conoce, desde la infancia, los trabajos de la agricultura. Adems, cada ciudadano destaca en una artesana particular: tejido, construccin, herrera, carpintera.

    El principio de la alternancia de las tareas, que ser tan frecuentemente considerado en los proyectos o las realizaciones del socialismo comunitario se menciona aqu, sin duda por primera vez, en una poca en que los artesanos estaban especializados, divididos en gremios, diferenciados del mundo rural. Moro parece haber querido prevenir el peligro que la industria, todava en sus comienzos, poda hacer correr a la organizacin tradicional de una sociedad rural. Est presente en su espritu la crisis por la que atraves Flandes en el curso de los siglos precedentes.El empleo del tiempo de los utopianos est estrictamente reglamentado: trabajar una jornada de seis horas, acostarse a las ocho de la noche y desper-

  • tar a las cuatro de la maana. En la maana, al alba, conferencias facultativas abiertas a aquellos que se interesen en la literatura, en las artes y en las ciencias. Despus de la cena se consagra una hora de recreacin a la msica, a menos que se prefiera practicar juegos de sociedad anlogos a las damas y al ajedrez.

    Toms Moro se subleva contra el hecho de que la mayor parte de la nacin inglesade Europavive en el ocio completo. Las mujeres generalmente no hacen nada; si algunas son activas, entonces sus maridos son perezosos. Los curas son ociosos; los nobles, inactivos, mantienen a su servicio familias enteras en un semiocio. Si se toma en consideracin el nmero de mendigos y de vagabundos, se percibe claramente que la humanidad vive a costa de un pequeo nmero de trabajadores. La jornada de trabajo de seis horas para todos debera felizmente reducir, a su juicio, este abuso.

    Por otra parte, los deseos y las necesidades de los utopianos son reducidos gracias a una sabia educacin; un vestido de lana y otro de lino blanco, que reciben cada dos aos, les son suficientes.Las comidas se hacen en comn. Los hombres se sientan de espaldas al muro y frente a las mujeres. La cena se acompaa con msica y siempre incluye frutas.Los esclavos o los condenados de derecho comn abaten a las bestias destinadas a la alimentacin, ya que los utopianos son demasiado buenos como para m atar animales.El comercio interior es desconocido. Cada ciudad est dividida en cuatro barrios y cada uno cuenta con su mercado. Todo padre de familia puede acudir a l y tomar de los productos expuestos aquello que necesita. Seguros de contar siempre con provisio-

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    nes y de nunca carecer de lo necesario, los hombres no son ni codiciosos ni avaros.El oro es considerado como un metal vil, con el que son encadenados los hombres condenados a la es? clavitud: cadenas o brazaletes para las penas ligeras, diademas para las penas ms pesadas; las piedras preciosas sirven de juguetes y de adorno a los nios.

    Cuando, provenientes de Anemolia llegan a Utopa los embajadores vestidos de seda, adornados de oro y pedrera, los utopianos los toman por esclavos o por grandes tontos, que permanecieron en la infancia.

    Encontramos, como en Platn y Aristteles, prescripciones relativas a la edad ptima para contraer matrimonio: 18 aos para las mujeres y 22 para los hombres como mnimo; las relaciones extraconyugales son severamente castigadas si no el matrimonio no tendra ya razn de ser. El adulterio es castigado con la esclavitud, su reincidencia con la muerte.

    Toms Moro condena el principio de la guerra, pero permanece dentro de la perspectiva de la Iglesia, particularmente la de Santo Toms de Aquino en su De bello, distinguiendo guerra justa y guerra injusta. La guerra justa es la guerra defensiva o la guerra de liberacin, emprendida para proteger o liberar a comerciantes injustamente oprimidos. Sin embargo, dice Moro, la mejor guerra es aquella que puede ser conducida sin que haya derramamiento de sangre.

    Nacin pura, con una conciencia sin mancha. Utopa puede emplear la corrupcin en la lucha contra sus competidores. Para los utopianos es ms vlido corromper que matar; a esto responde el empleo de sus reservas de oro y de plata, cuando no lo

  • 46 LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO

    colocan en forma de cadenas y frenos, sobre los condenados de derecho comn.Escogen para la guerra a los peores de sus hombres y reservan a los mejores, sin embargo encuadran slidamente stos batallones disciplinarios para impedir toda traicin en el campo de batalla.

    En sus momentos de ocio, los habitantes de la isla feliz discuten con frecuencia entre ellos para saber lo que es la felicidad y en qu consiste; parece ser su nico problema.La virtud es para ellos el vivir de acuerdo con la naturaleza porque fuimos creados por Dios para esta vida.

    Toms Moro entiende por naturaleza esa misteriosa atraccin del hombre por las cosas espirituales, atraccin que lo distingue del reino animal.

    La religin es, sin embargo, un fenmeno absolutamente contingente. Unos pueden adorar a la Luna, otros al Sol o a un Dios nico que llaman Mitra o incluso venerar a los grandes hombres como lo preconizar ms tarde Augusto Comte.

    Los sacerdotes utopianos no pueden hablar a los hombres en secreto; deben exhortar al pueblo en pblico, recomendacin que es extrao encontrar en la pluma de un catlico tan ligado a su fe como Toms Moro.

    El principio de la tolerancia religiosa es formulado en trminos que preparan la Declaracin de los Derechos del Hombre, nacida de la Revolucin francesa, bajo la influencia, ms notable de lo que se cree habitualmente, de las sociedades inglesas de pensamiento: . . . that no man xhalbe blarned for reasonynge in the mayntenanee ofhis own religin.Precisamente en este campo, el realismo del canciller de Inglaterra supo acallar las inclinaciones personales y las convicciones de Toms Moro.

  • En efecto, cerca de veinte aos despus de la aparicin de Utopa, Moro escribi a Erasmo una larga carta en la que reivindicaba vivamente su intolerancia: A propsito, pido que se grabe en mi epitafio que persegu a los herejes, porque odio a esas gentes, a menos de que se arrepientan.. . Pero acaso es necesario hablar de tolerancia o de intransigencia religiosa en un pas que obtiene del comercio exterior lo esencial de sus recursos, en el que la fuerza del oro reemplaza las virtudes guerreras y protege la isla de manera ms segura que el Ocano, por un crculo de corrupcin y de compromiso? Si por su organizacin Utopa se asemeja a la ciudad que puede existir en ciertas sociedades tradicionales, el espritu que anima a sus instituciones proviene de cierta concepcin del humanismo tal como es expresada, por ejemplo, en el Prncipe cristiano de Erasmo.

    Hitlodeo critica nuestro derecho de propiedad absoluto, ilimitado, resultado directo del derecho romano jus utendi et abutendi. Por esto exige que las propiedades territoriales sean limitadas. Como Erasmo en el Prncipe cristiano, desea paliar as las diferencias excesivas de fortuna, generadoras de odios, envidias, y contrarias al espritu del Evangelio.Toms Moro, como Erasmo en los Adagios, no puede olvidar la frase de San Juan Crisstomo que compara a los ricos con ladrones que despojan a los transentes y hacen de sus palacios cavernas donde esconden los bienes de otros. As concebimos ms claramente las aspiraciones profundas de los humanistas del siglo xvi y de sus sucesores.

    Pero el Lord Canciller deba recordar tambin las ordenanzas suntuarias por medio de las cuales los Valois de Francia prohiban o limitaban a las clases

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  • altas el empleo de tiss de oro y plata, de sedas, terciopelos, sederas y encajes, poltica de austeridad que Ronsard celebr como un retorno de Francia al viejo honor (cf. P. Boissonnade, p. 13).La utopa no expresa entonces la rebelin de un hombre aislado, sino ms bien la inquietud y las aspiraciones de toda una clase social: la de los productores, de los hombres de empresa. En este sentido recuerda a la Repblica de Platn sin que haya que ver en esto, como propone H. B. Gibbins en English Social Reformen (Londres, 1892, p. 59) una versin cristiana de la Repblica, adaptada a un nuevo orden social.

    Sin duda, como se ha dicho, la Repblica parece haber sido la fuente de inspiracin ms importante de Moro (G. Dudok, S ir Thumas More and his Utopia, p. 72, Amsterdam, 1923).Tambin sin duda Hitlodeo, el narrador, hace referencia a Platn cuando afirma que los pueblos pueden ser felices, a condicin de que los filosfos sean reyes o de q ue los reyes se entreguen al estudio de la filosofa ( Utopia, lib. I y Repblica, V).

    Pero Toms Moro ley a Platn con los ojos de un hombre de accin del siglo xvi preocupado por conciliar las tradiciones de Occidente, las enseanzas de la filosofa griega y el espritu del siglo.Utopa es la reconciliacin de la ciudad de las leyes justas y de su rica enemiga la Atlntida. Como sta, Utopa es una isla bien protegida, dotada de una poderosa fuerza naval; es rica en oro y en metales preciosos; pero al igual que la Atenas renovada de la Repblica se encuentra gobernada por leyes justas.

    Utopa expresa el ideal del Renacimiento. Al dominar los bienes de este mundo, sin renunciar a ellos, ms que asegurar su perennidad en tanto que

    48 LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO

  • ciudad perfecta, busca la felicidad de los hombres sobre la tierra.El resto, el urbanismo, la organizacin social, las bases mismas de una economa de consumo fundada en los almacenes colectivos, proviene tal vez del descubrimiento del Nuevo Mundo, del relato de los navegantes.

    El imperio Inca, tal como apareci a los conquistadores era, en efecto, como Utopa, un imperio racional, geomtrico, construido no se sabe en base a qu tradiciones en el siglo xv por el inca Yu- panki, apodado Patchakutec, el Reformador del mundo. Tribus heterogneas que hablaban una docena de lenguas diferentes estaban reunidas en un solo imperio.Encontramos en l las ciudades construidas siguiendo un proyecto riguroso, las reglas del trabajo obligatorio, del vestido, de las tiendas colectivas y del matrimonio; tambin las leyes suntuarias que prohiban los manjares raros, reglamentando de manera estricta el uso de vestidos de lana fina, ornamentos y joyas.Este imperio se nombraba Tahua-ntin-suyolas cuatro partes del mundo y su capital Cuzco el ombligo (cf. Garcilaso de la Vega, Comentarios, lib. II, cap. xi, Madrid, 1723).Los contemporneos, por lo menos aquellos en los que la sed de oro no haba an ahogado todo sentimiento, quedaban presos de admiracin por este imperio en el que las rutas eran ms largas y slidas que las carreteras romanas y en el que los ciudadanos eran de una frugalidad ejemplar.Los incas gobernaron a sus pueblos de tal manera que no haba entre ellos ni un ladrn, ni un hombre vicioso, ni un holgazn, ni una mujer adltera o de mala vida (Testamento de M.S. de Lagui- zamo, citado por Baudin, op. cit., p. 65).

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  • 50 LA CONQUISTA DEL NUEVO MUNDO

    Sin duda la Utopia fue impresa en 1516 y Corts no emprendi la conquista del imperio Inca sino hasta el 22 de abril de 1519. Pero los espaoles estaban instalados en Cuba desde 1501 y reciban, a travs de los indios, todas las informaciones concernientes a Eldorado. En 1518 el gobernador espaol de Cuba, Velzquez, envi a Juan de Grijalva a reconocer aquel pas. Puede admitirse que este reconocimiento fue precedido, como era la usanza, de misiones preparatorias salidas de Cuba, es decir, de las puertas mismas del Imperio del Sol.

    Pero si bien es probable que los relatos de los navegantes, e incluso las narraciones de los marinos, llamaran la atencin del canciller de Inglaterra, Toms Moro, quizs ste tambin encontr, en el fondo de su pensamiento, el sistema de cristalizacin de la ciudad tradicional que encierra al indivi- duoen el aislamiento protector de las leyes justas, y al hacer que una sociedad colectivista lo tome a su cargo, lo despoja del peso de su libre arbitrio, del legado del judaismo transmitido a Occidente por los apstoles de Cristo.

    Durante largo tiempo, el descubrimiento del Nuevo Mundo continuar ejerciendo su influencia sobre el pensamiento de los lsofos. Aunque otros descubrimientos revelarn a los navegantes las tierras australes, el Nuevo Mundo seguir siendo siempre fuente de todas las promesas, ya que Occidente fue guiado, en su viaje a travs del Ocano, por la atraccin de un sueo compensador, arquetipo del camino que conduce a la ciudad radiante surcandoel Ocano y, ms tarde, al final del espacio, al final de la noche.Pero el fracaso de los navegantes, que no encontraron ms all de los mares el Paramo Perdido, lleva al obispo Godwin, en 1638, a pensar en viajes

  • interplanetarios en Las aventuras de Domingo Gonzlez, nombre que evoca a los conquistadores y proyecta al Nuevo Mundo en el infinito de un cielo pobladouna vez ms por los sueos del hombre. Otro pequeo viaje atribuido al obispo Wilkins, The discovery o f a world in the Moon, publicado igualmente en 1638, prolonga los mismos sueos y les concede una prrroga.Nosotros no tenemos an un Drake, ni un Cristbal Coln, ni un Ddalo para inventar una nave area, dice el obispo Wilkins; sin embargo, no dudo que el tiempo, padre de verdades siempre nuevas y que nos ha revelado tantas cosas ignoradas de nuestros antepasados, haga igualmente manifiesta a nuestra posteridad lo que hoy deseamos y no podemos conocer... Kepler no duda de que tan pronto como el arte de volar sea descubierto, los hombres de esta nacin (Espaa) constituirn una de las primeras colonias en la luna.

    Campanella llamar Ciudad del Sol al sueo de una sociedad mejor, y Bacon la llamar Atlntida. Pero, tal vez frente a estos soadores y a su temible voluntad de poder, habra que pensar en el primer hombre conocido, despus de Clstenes el Ateniense, que realiz su sueo: el inca Yupanki apodado Pat- chakutec el Reformador del Mundo fundador del primer Estado totalitario, hacia el que se volvi Occidente yen el que encontr las estructuras opresoras del fondo de su angustia, as fuese al precio de su libertad.

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  • V. DE LA CIUDAD DEL SOL AL SUEO DEL GRAN MONARCA

    C ampanki.la no es un humanista como Erasmo o Toms Moro. Su obra expresa su doble situacin social de hombre de Iglesia, respetuoso de la jerarqua romana, y de hombre del pueblo, consciente de la miseria de los suyos, de la insuciencia del Evangelio en tanto que piedra angular de una nueva sociedad. Para este fraile, hijo de obrero, la vida es una seria aventura y la lucha por el advenimiento de una era mejor un combate real, y no solamente un enfrentam iento metafsico entre principios opuestos. Por lo tanto, lo encontramos mezclado en una conjuracin calabresa y preparando el advenimiento de la Ciudad Celeste anunciada por Joa- chim de Fiore.Joachim de Fiore, un ermitao de Calabria, pensaba haber descubierto la clave secreta de las Escrituras, permitiendo as restablecer el eterno Evangelio tal como deba ser predicado a todos los pueblos en los ltimos Das, al alba del reino del Espritu.Campanella transmite en pleno siglo xvi que otros llaman Renacimiento la gran esperanza afiebrada, milenarista, que siempre ha estado presente en el pueblo.

    La nueva era deba comenzar en 1600; el pas elegido era Calabria, la pobre y spera regin donde naci, donde aprehendi la medida de la miseria de los humildes y de su fe ansiosa. All deba aparecer el maestro supremo, Novias Dux capaz de inspirar a la humanidad el amor por los bienes espirituales,

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    capaz tambin de castigar a la Iglesia que devino mundana y corrupta para los puros.Pero una vez ms, el advenimiento de la ciudad perfecta se hizo esperar; slo le quedaba a Camparle 11 a vivir intensamente su sueo, en el fondo de sus prisiones, esperando que algn da los hombres lograran realizarlo.En 1602, Campanella haba redactado lo esencial de La Ciudad del Sol en la prisin de Npoles, a dnde lo haba conducido el fracaso de la conjuracin calabresa. La publicar hasta 1623 en Francfort, como parte de un grueso tratado de filosofa.

    Es el relato del capitn de un navio genovs, en dilogos imitados de la antigedad, de su visita a una extraa ciudad. Despus de atracar una ciudad construida sobre una colina, formada en Trapoban Ceyln el navegante atraviesa un bosque y descubre por siete grandes crculos concntricos que llevan los nombres de siete planetas.En la cima, en una amplia terraza se levanta un templo magnfico cubierto por un domo que representa el cielo estrellado. En el altar estn situados dos globos el cielo y la Tierra y siete lmparas de oro que brillan eternamente. El soberano de la ciudad es un sacerdote llamado el Metafsico, asistido por tres dignatarios que reciben los nombres de Pon, Sin y Mor, lo que significa en la lengua del pas Poder, Sabidura y Amor.Es interesante encontrar aqu una fuente de inspiracin de Campanella: Eudes de l'Etoile quien en 1150, al inicio de los movimientos milenaristas, haba fundado una nueva Iglesia cuyos dignatarios eran llamados: Sabidura, Razn, Juicio (N. Cohn, oi. cit., p. 48).Poder est encargado del ejrcito y de la defensa del pas; Sabidura rige las artes liberales y mecnicas, as como el desarrollo de las ciencias; Amor vela

  • 54 LA CIUDAD DEL SOL

    por las relaciones sexuales, estrictamente reglamentadas, y tambin por la educacin, la agricultura, el abastecimiento y la medicina.El viejo fraile recluido insiste ampliamente en la importancia de las relaciones sexuales ya que, dice, los solarianos no comprenden que nos preocupemos por mejorar las razas de animales domsticos y que dejemos al azar y a la rutina la reproduccin de la especie humana.Los solarianos estiman, en efecto, que la generacin incumbe a la Repblica, mejor calificada que la familia para asegurar la educacin de los nios y hacer de ellos buenos ciudadanos.

    A ms tardar a los dos aos, los jvenes solarianos son destetados y criados en comn; aprenden todas las artes y deben poder ser capaces de desempear todos los oficios. As, cada uno podr en adelante ejercer el oficio de su eleccin. El comunismo reina en todos los dominios. Cada barrio tiene sus graneros, sus cocinas, sus refectorios. Como los uto- pianos, los habitantes de la Ciudad del Sol toman sus comidas en comn, los hombres sentados a un lado de la mesa, las mujeres frente a ellos y los jvenes se encargan del servicio.El egosmo debe entonces dar lugar al amor por la comunidad, al tiempo que desaparecen el robo, el asesinato, el adulterio y el incesto. Los otros crmenes posibles, la mentira, la ingratitud, la pereza y el mal humor, son severamente castigados.

    Como Toms Moro, Cam panella denuncia la plaga social del ocio. De los 30 mil napolitanos, dice, menos de la mitad trabaja. Los solarianos ignoran esta plaga; su jornada de trabajo es de cuatro horas, lo que representa un progreso frente a la de los uto- pianos que era de seis. Por lo demas, los solarianos no se someten a los bienes de este mundo sino que se

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    sirven de ellos, ignorando as los males causados por la fortuna o la miseria.

    Las leyes son poco numerosas pero claras, como lo queran ya Erasmo y Toms Moro, quienes conocan la complejidad de las leyes y costumbres de su tiempo, as como la tardanza de los procesos.

    El poder ejecutivo es difuso. Magistrados elegidos por los cuatro dignatarios; jefes de divisin decuriones y centuriones que se renen una vez por semana con todos los hombres de ms de cincuenta aos de edad y pueden ser revocados por l vol untad del pueblo. nicamente los cuatro grandes dignatarios no dimiten de su cargo sino para transmitirlo a hombres ms sabios que ellos.

    Campanella da a la ciencia una importancia particular. Todos los magistrados y los dignatarios solarianos son sabios y no solamente eruditos. Su ciencia no se funda, como entre nosotros, nicamente en la memoria y en conocimientos librescos, en la sola Lgica de Aristteles- El sabio en la Ciudad del Sol es un investigador en el sentido ms moderno del trmino. Observa, medita, descubriendo poco a poco las leyes hasta ahora escondidas de la creacin.

    No es sorprendente ver que las invenciones prcticas se multiplican rpidamente en la Ciudad del Sol: arados de vela, barcos con ruedas o con fuelles para hacer menos penosa la labor de los hombres, mientras que terribles mquinas de guerra y fuegos artificiales defienden la ciudad.Todos sus muros estn adornados con frescos que ilustran y representan todas las ciencias: mapas, alfabetos de todas las lenguas de la tierra, diagramas explicativos de los fenmenos, figuras geomtricas, retratos de los grandes hombres e incluso, en vitrinas, muestras de minerales, de plantas o de

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    imgenes de animales con sus correspondencias planetarias y sus influencias sobre las diversas partes del cuerpo humano. La ciudad entera es un palacio del Descubrimiento donde la ciencia se adquiere con alegra.

    La ciencia en Toms Moro y ms an en Campa- nella anuncia el cientificismo de los siglos por venir. Posee un alcance metafsico al ser una modalidad del Ser, un bien opuesto al mal, a la ignorancia. Por esto la ciencia viene a ser uno de los atributos de la Ciudad de Dios, esta vez iluminada por el pensamiento de los hombres.La Ciudad del Sol slo representa uno de los aspectos del pensamiento de Camp.anella, el ms ta rdo. Sus primeras aspiraciones se confundieron con la gran conjuracin calabresa, un sobresalto del milenarismo, la espera de un Mesas, de la llegada de un Padre, seor del Juicio.

    As se explica esta esperanza por un gran monarca que habra extendido su proteccin paternal sobre una Europa unificada: recuerdo tenaz del emperador Federico, anunciado por las profecas milenaristas del siglo xn y, para algunos inspirados, el anuncio de un reino ms extendido, ms glorioso an, del Novus Dux Luis XIV anunciado por Joachim de Fiore.A partir de 1628 Campanella dirige su atencin hacia Francia y propone al muy cristiano rey la misin que el de Espaa no acept: reconstruir y purificar el Templo, reformar el cristianismo para que sea la nica religin de la humanidad regenerada.

    El nuevo reino anunciado por Campanella debe tomar el nombre de Ciudad del Sol o Heliaca y seguir las leyes de los viejos profetas: los poderes espiritual y temporal confundidos, el trabajo tan

  • LA CIUDAD DEL SOL 57bien repartido que sea como un juego: La paz y el derecho reinarn si mandan los que son dignos de ello y obedecen los que son pueblo por su espritu... Las azucenas de oro anuncian un siglo de oro; los vestidos sern blancos. Todos reconocern a un solo padre, a un solo Dios y estarn unidos por las leyes de un amor fraternal.Tal vez podemos meditar de paso sobre el destino de esta Calabria que, en el curso de los siglos, vio sucederse tantas esperanzas y movimientos de revuelta: la reforma agraria de los gracos; la revuelta de los esclavos conducidos por Espartaco hacia la Ciudad del Sol la Ciudad de los Hombres iguales y libres y despus la espera del Milenio y una vez ms de una Ciudad del Sol, hasta el Mezzogiomo y el reparto de tierras del siglo xx bajo la conduccin de otro Novus Dux, segn Joachim de Fiore.Pero sobre todo podemos seguir, en la vida de Campanella, de fracaso en esperanza fallida, el paso de la revuelta a la espera afiebrada del Milenio, para acabar refugindose en la utopa: una ciudad cristiana encerrada en la armona severa del palacio de Versalles, triste como un monasterio sin Dios.No es justo decir, con Mumford, que las utopas estn menos preocupadas por los fines que por los medios ( The Story o f Utopias, p. 108). La finalidad de las ciudades radiantes es siempre aparente, incluso cuando los medios revisten el aspecto prestigioso de una ciudad dibujada por Leonardo da Vinci. La armona de su proyecto est siempre ligada a una organizacin poltica, juzgada ms racional, cuando no est ligado al reino de Cristo en Florencia y a las divagaciones milenaristas de Sa- vonarola en 1495.Los medios difieren segn los momentos y las clases sociales, as como los fines propuestos

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    y las clases sociales actuantes subrayan la diferencia entre milenarismo y utopia.Leonardo da Vinci, convertido en urbanista, m- torologoa, dira Aristteles, insiste en la higiene de la ciudad cuyos planos traza y, como Hipodamos o el Inca Yupanki, insiste en la distribucin de la poblacin en las casas y en los diferentes barrios de manera tal que se evite toda sobrepoblacin que pondra en peligro la salud pblica y, al mismo tiempo, amenazara el orden (Eugenio Garin, La cit idale de la Renaissance italienne, en Lea uto- pes de la Renaissance, p. 14; cf. tambin los artculos de Maurice de Gandillac, Pierre Mesnard y Luigi Firpo en esta misma obra).

    Las utopas del Renacimiento repiten, como otros tantos juegos de espejo, las perspectivas de La Repblica de Platn. En Leonardo da Vinci son los niveles los que marcan la distincin entre las clases sociales. En la ciudad de Alberti, tres recintos de muros concntricos separan a los gentilhom- bres, a los gobernantes, y a los trabajadores la pobrera.

    Robert Burton en su Anatoma de la melancola, publicada en 1621, expresa por primera vez una mstica muy moderna de los grandes tra bajos que logran purgar a la humanidad de sus vicios. Paralelamente, las leyes constituyen un ordenamiento de la sociedad. Como afirma Burton, cuando un pas tiene buenas leyes, no conoce la melancola, ya que hay una melancola poltica producto, como la otra, de humores malignos. La ciencia y su voluntad de poder iluminan con una nueva luz los recintos del urbanismo geomtrico inspirados en la ciudad antigua.

    Al mismo tiempo que estos sueos, y como guiada por ellos, la exploracin del universo contina. El

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    hombre, armado con un telescopio, observa por la cerradura del cosmos y se declara su amo. Bacon inscribe el smbolo de esta aventura de Occidente haciendo grabar, en la pgina titu lar de su Novu m Organum (1620) un navio con las velas izadas que franquea las columnas de Hrcules, lmites tradicionales del Viejo Mundo; con esto quera afirmar su intencin de renovar la filosofa de Aristteles, ya que el Organow se haba vuelto caduco al descubrirse un nuevo mundo del pensamiento.A partir de entonces, el hombre no es ya el seor de una aventura nica sino una molcula viviente entre miradas de ellas.

    La Tierra ya no es el centro del universo, el corazn de las preocupaciones de un Dios nico, sino un grano de polvo sembrado en el infinito por un azar matemtico.

    No es el valor cientfico de estas aserciones lo que hace que puedan ser admitidas no pueden fundarse en pruebassino su carcter tranquilizador, negador de todas las angustias del Occidente. Ya que la ciencia o la corriente de pensamiento que se pretende cientfica exalta el orgullo del hombre, afirmndole, una vez ms, que l es amo y seor del cosmos y de su destino, capaz de modelar el universo a su antojo.Bacon, ms que Campanella, defini un punto de rompimiento entre las dos tendencias del pensamiento occidental: una que perseguir el ideal teo- sfico de las msticas platnicas, influidas por la Cbala del siglo xvi.y otra que adivinar las posibilidades materiales de la civilizacin occidental, las superar en el sueo e intentar a travs de ellas, asegurar la felicidad del hombre sobre la Tierra, si no su salvacin eterna. Las dos se renen para edificar los mismos universos cerrados en los que el

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    hombre, como el ciudadano de la Repblica, se sentir protegido por la tibieza de la matriz.Francis Bacon retoma, a guisa de introduccin, la historia clsica del naufragio y la llegada

    a la isla de Bensalem, la Nueva Atlntida. All las costumbres son puras, las virtudes familiares honradas y la prostitucin desconocida. En el centro se yergue la Casa de Salomn, donde los sabios, despojados de la filosofa aristotlica, producen nuevas especies vegetales y animales. Tambin pueden acelerar el desarrollo de los rboles frutales, hacer conservas alimenticias, volar por los aires y desplazarse bajo el agua.Para esto los investigadores, llamados comerciantes de luz, van al extranjero; algunos analistas examinan libros y manuscritos; otros hacen encuestas entre los artesanos para recoger sus secretos y habilidades. Vienen despus los experimentadores, los clasificadores de experimentos y finalmente los sabios, encargados de establecer sntesis y de formular leyes.

    La ciencia en la Nueva Atlntida no es solamente una bsqueda de las leyes de la naturaleza; suea con transformar la sociedad tanto por las ventajas materiales que procura como por su propio fin, que tiende a realizar sirvindose de los hombres. Si el sabio de Bensalem da a los hombres mil comodidades, alcanza los secretos del universo hasta sentirse el igual de los dioses imaginados por las mitologas antiguas. l es el amo secreto de la Nueva Jerusa- ln, y la razn de ser de la vieja ciudad santa de la Promesa, convertida en ciudad de la luz, renovada por el conocimiento. La ciencia es desde ese momento, para el Occidente, la esperanza al final de una nueva espera y, para muchos filsofos, hasta nuestros das, el signo de un nuevo Milenio.

  • V I. D E L A H U ID A H A C IAL A L U N A A L A R E V O L U C I N

    E l gnero u tpico se d e sa rro lla en el siglo xvn por* que el ab so lu tism o poltico im pide la lib re expresin de las re iv ind icaciones, de las a sp irac io n es cada vez m s p rec isas de la b u rg u e s a , q u e se h a convertido en u n a c lase social poderosa, pero a n se p a ra d a del poder.

    Toda la filosofa poltica de un siglo, todas las crticas, acerbas o moderadas, toman el aspecto anodino de viajes ficticios y de exp