Santiago, Mayo de 2003.- - ifti.cl · UN ENFOQUE TRANSPERSONAL FRIDA RINGLER ACCORSI Ps.U.C....
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ARTICULO REVISTA TERAPIA PSICOLOGICA
MI AMIGO EL PARKINSONLA ENFERMEDAD CATASTRÓFICA COMO CAMINO DE SANACION
UN ENFOQUE TRANSPERSONAL
FRIDA RINGLER ACCORSI Ps.U.C.
DOCENTE ESCUELA DE PSICOLOGÍA U. CATOLICA DE CHILE
DIRECCION: M.Sánchez Fontecilla N° 4512, La Reina, Santiago.Fono: 2772589 – 2061351 of.
Santiago, Mayo de 2003.-
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MI AMIGO EL PARKINSON:
La Enfermedad Catastrófica Como Camino de Sanación.
RESUMEN:
Desde el Enfoque Transpersonal, se aborda el problema de la calidad de vida de personas enfrentadas a
la experiencia de una enfermedad catastrófica, la que suele generar una crisis de sentido de existencia.
La meta terapéutica se enfoca a la transformación de la actitud y de la relación del paciente con su
enfermedad, de modo que dicha experiencia pueda ser utilizada para la evolución personal ligada a la
conciencia de e identificación con, el Self o Identidad Esencial (nivel de conciencia trans-personal) y a la
desidentificación de la identidad yoica o ego (nivel de conciencia personal). Se establece una distinción
entre los conceptos de sanación y curación. En el texto se entrelazan los conceptos del Enfoque
Transpersonal, la experiencia personal de la autora con la enfermedad de Parkinson y el recorrido de un
camino espiritual desde una significación cristiana.
PALABRAS CLAVE: Self y self, Conciencia, Curación, Sanación, Campo Morfogénico, Sentido de
Existencia..
Este artículo nace como una forma de compartir mi experiencia personal, durante nueve
años, con la vivencia de una enfermedad crónica e invalidante y hasta ahora sin remedio, el
Sindrome Extrapiramidal o Enfermedad de Parkinson. Este compartir pretende entregar aquellos
conceptos teóricos y elementos de mi proceso personal, que han mostrado ser medios útiles para
sobrellevar la enfermedad y tener una mejor calidad de vida, de modo que otros terapeutas puedan
considerarlos e incluirlos en la relación de ayuda de aquellas personas portadoras de una
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enfermedad catastrófica.
Cuando nos toca enfrentarnos a este tipo de experiencias desestructurantes, podemos tener
diferentes alternativas de conducta:
-Una forma de responder consiste en sentirse avasallado y sobrepasado por un destino
inapelable en cuyo caso adoptamos una actitud de sometimiento fatalista. Nos declaramos
invalidados frente al mundo. Nos colocamos entre paréntesis frente a la vida y nos volvemos
tremendamente dependientes de los demás. El resultado es que comenzamos a “sobrevivir”,
arrastrándonos como víctimas, en vez de vivir.
-Una segunda repuesta puede ser que, influenciados por la tendencia New Age, asumamos
que nos hemos provocado a nosotros mismos la enfermedad que nos aqueja. El resultado es
entonces, una actitud de vergüenza culposa que nos hace desarrollar conductas compensatorias
de todo tipo, en relación a revertir el proceso de la enfermedad. No dejamos de hacer nada de lo
que otros nos dicen que “sería bueno hacer” y nos agotamos en un esfuerzo por revertir lo que nos
habríamos provocado a nosotros mismos. Es el polo del voluntarismo omnipotente y del control,
en el que creemos que los resultados dependen 100% de nosotros mismos.
-Otro tipo de reacción es aquella que se da a partir de una sensación de injusticia,
expresada en un “¿por qué a mi?” y que desemboca en una actitud de resistencia y en un
sentimiento de rabia profunda con la vida y con Dios o quienquiera pueda aparecer como
culpable.
-También es posible una actitud religioso-dependiente que se vuelca en la obtención, a
todo trance, de un milagro. En cuyo caso movemos todas las “influencias” terrenales y divinas
para obtenerlo, orando compulsivamente, ofreciendo “mandas” en trueque de una mejoría, etc. Se
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trata de “influenciar” a Dios para que haga por nosotros lo que nosotros le pedimos que haga.
Puede darse cualquiera de los tipos de conducta o actitud anteriormente mencionados y
algunos otros más, solos o mezclados entre sí, pero el caso es que en general, transcurrido un
cierto período de tiempo, todos ellos conducen a un sentimiento de frustración y desesperanza.
Esto ocurre en la medida de que estas repuestas constituyen conductas al servicio de la integridad
del ego y de su visión propia de las cosas, y no sirven a un proceso de real cambio y
transformación evolutiva que permita trascender la percepción egótica frente a la enfermedad
catastrófica.
Otra alternativa de respuesta es la que se propone a partir de un enfoque trans-personal o
trans-egoico: utilizar la experiencia desestructurante como un vehículo de evolución de la
conciencia. Desde el contexto y visión del Enfoque de la Psicología Transpersonal, basado en la
Filosofía Perenne los seres humanos estamos insertos en un proceso evolutivo junto a todo el
Kosmos, Este proceso evolutivo no sería sino un movimiento de regreso al Origen Primero, al
Espíritu Esencial, a la Totalidad Indivisible de la cual formamos parte y de la cual se originó toda
realidad. Este regreso se lleva a cabo en los seres humanos a través de la evolución de la
conciencia, iniciándose en los niveles pre-personales o pre-yoicos, continuando a través de los
niveles personales o yoicos y hasta alcanzar los niveles transpersonales o trans-yoicos. (Ver figura
N° 1). En los niveles transpersonales la conciencia separada de su Origen Primero, recobra la
conciencia de ser uno con el Kosmos todo, con la Fuente y Energía Primera de todo lo que existe.
Al respecto, Albert Einstein nos plantea que... “El ser humano es una parte del todo al que
llamamos ‘Universo’; una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Se experiencia a sí mismo,
a sus pensamientos y sensaciones, como algo separado del resto, en una especie de ilusión óptica
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de su conciencia. Esta ilusión constituye para nosotros una suerte de prisión que nos restringe a
nuestros propios deseos y al afecto por las personas que nos son más cercanas. Nuestra tarea debe
ser el liberarnos de esta prisión” (en Wilber, 1993).
El Enfoque Transpersonal plantea que las situaciones y enfermedades catastróficas pueden
constituirse en oportunidades para impulsar la evolución de la conciencia, en “llaves” o
herramientas que permitan salir de esta prisión a la que alude Einstein. Esta es la alternativa de
respuesta frente a una enfermedad catastrófica que intento proponer en esta exposición y que tiene
como base mi experiencia personal a la luz de los conceptos del Enfoque Transpersonal.
Conciencia de Separación Personal
Egoico
Pre- Trans-Personal PersonalPre-egoico Trans-
egoico
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Conciencia de Unión NoConciencia Fusión
Alfa Omega
FIGURA N° 1.El proceso de Evolución de la Conciencia.
Si aceptamos que somos parte de un Todo Indivisible e Interconectado (como plantea la
Física Cuántica) (Capra, 1998), a la vez que somos esa conciencia separada o egoica de la que
nos habla Einstein, nos encontramos con que tenemos una doble identidad: por una parte, nuestra
identidad espiritual, atemporal y aespacial, unida al Todo, a la que se la ha llamado Self, Atman
o Cristo Interior ; y por otra parte, una identidad mental, temporo-espacial, ilusoriamente
separada de ese Todo, a la que se ha denominado self, ego o yo. Estas dos identidades, el
self-mental y el Self-espiritual, coexisten en nuestra realidad humana, pero están en potencia de
emerger y se actualizan en el proceso de desarrollo y evolución de la conciencia en la dinámica
del existir.
Como mencionamos anteriormente, en primer lugar se desarrolla la identidad yoica o
mental en la medida en que el niño, en su proceso de desarrollo evolutivo, trasciende el estado de
fusión primaria u oceánica de sus primeros años de vida; este período constituye lo que Ken
Wilber ha denominado la etapa “pre-personal” o pre-egoica y abarca los estadios del desarrollo
sensorio-físico, fantásmico-emocional y pre-operacional de Piaget; y comprende a la moral
pre-convencional de Kolberg. Esta identidad yoica se fortalece y madura a través de la etapa que
Wilber denomina “personal” o egoica, la que incluye los estadios operacional-concreto,
formal-operacional y visión-lógica de Piaget y abarca a los niveles de moral convencional y post
convencional de Kolberg. Una vez que la identidad yoica mental se ha consolidado, se dan las
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circunstancias favorables para la emergencia del Self o identidad expandida, que incluye y
trasciende al yo o ego, y que se conoce con el nombre de “conciencia de unidad”; constituye la
etapa “trans-personal” o trans-egoica de Wilber, e incluye en ella el esquema de la moral universal
de Kolberg (Wilber, 1997).
A partir de esta doble identidad, que podríamos llamar esencial (Self) y humana (self o
ego), podemos comprender que quien vive la dualidad es aquella identidad temporo-espacial
propia del ego-mental, puesto que la Esencia o Sustrato de todo no posee dualidad, ya que
constituye el Todo Indivisible, el Uno a que hacen referencia las grandes tradiciones espirituales.
De acuerdo a la visión de la Filosofía Perenne, ese Sustrato del Ser (Washbourn, 1988), o Verbo o
Esencia Primera, es la que está en todo, constituye todo, da origen a todo y no puede concebirse
como “enferma” o “sana”, puesto que “es” y es perfecta en su ser tal como “es”, esencialmente
inmutable y eterna.
Ayudémosnos en este viaje conceptual-experiencial por una metáfora proveniente de la
física cuántica: los campos de forma o morfogénicos de Sheldrake. Su formulación y los
conceptos derivados de ella, pueden facilitarnos la comprensión de cómo un aumento de energía
en el sistema (en este caso un ser humano) provocado por una crisis (enfermedad, duelo, etc.),
puede utilizarse para obtener un cambio de nivel, una transformación y ampliación de la
conciencia, del ego al Self.
A partir del modelo de los Campos de Forma o Morfogénicos, podemos representarnos los
siguientes conceptos:
· La REALIDAD como una “danza” e interconexión de campos de forma u orden, de
información o energía (no físicos), a través de los cuales cada uno de nosotros se conecta con
la experiencia y con los demás.
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· El SER HUMANO como un transductor (sistema capaz de transformar un tipo de energía en
otro) multidimensional de energía.
· La CONCIENCIA como un campo de forma, información, fuerza, energía o cualidad de
conciencia, que opera en un momento determinado y nos permite percibir (hacer emerger)
una realidad particular.
· Las EMOCIONES E IDEAS como contenidos de conciencia que influyen elevando o
disminuyendo el potencial de energía del campo de la conciencia (ej.; melancolía=bajo;
angustia=alto).
· El DRAMA EXISTENCIAL como la identificación con los contenidos de conciencia
(emociones e ideas), que constituye un patrón o modelo fijo y que por ende, conlleva una
restricción o pérdida de libertad.
· La CRISIS O ENFERMEDAD como fenómenos que elevan el potencial de energía del campo
de la conciencia y que producen una desestructuración (“disipan” la estructura) del sistema o
campo de conciencia del yo.
· CRISIS Y SANACIÓN: como la utilización tanto del potencial elevado de energía como de la
desestructuración del sistema del yo o self, producido por la primera, con el fin de redirigirlos
y utilizarlos en un proceso de transformación o cambio de nivel de conciencia, conducente a
la sanación.
· El SELF o CONCIENCIA DE UNIDAD como un campo, estado o nivel de conciencia
expandido, infinitamente más amplio, abarcativo y complejo que el campo del yo.
Este Self constituye una forma de energía sutil (carente de forma) que responde y resuena con
energías y niveles de experiencia que los niveles de conciencia personales y pre-personales no
pueden conocer en forma directa.
El Self se comunica y conecta tanto con el Sustrato del Ser o Realidad en potencia, que es
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fuente y sustrato de toda manifestación temporo-espacial; así como con las experiencias y
sucesos de dicha realidad manifiesta, la que solemos concebir como objetiva y absoluta (de
acuerdo a la visión de la física clásica).
Un primer paso en el camino de trascender el campo de conciencia del ego y acceder
a la conciencia trans-personal, es el darse cuenta de que toda experiencia es relativa a y
consecuencia directa de, su dinámica energética subyacente. Ahora bien, en la medida en que
la inteligencia y la conducta son funciones de la conciencia, están también intimamente
ligadas al estado básico de energía del campo o nivel de conciencia
Para liberarnos del campo ilusorio de la conciencia egoica o “prisión”, a la que alude
Einstein, se hace necesario :
· Desarrollar la capacidad de ubicarnos dentro del nivel energético de conciencia en que nos
estamos moviendo. Tener conciencia de nuestra conciencia.
· Tomar distancia y desidentificarnos de los contenidos de conciencia, con el fin de poder
actuar sobre esos niveles y así, modificarlos. Esto es lo que se denomina ser testigos del
propio drama existencial o actitud contemplativa.
· Adquirir la capacidad de refinar las energías. Ser transductores de una energía sutil, esencial.
Para ello se requiere desarrollar la capacidad de experienciar el amor incondicional. El amor
constituye la vibración esencial, la gran fuerza transformadora capaz de modificar cualquier
patrón existencial rígido y disarmónico, y convertirlo en una vibración nueva, dinámica,
armónica e integradora que permite transformar la experiencia de enfermedad en sanación.
· No es posible generar este amor mediante el pensamiento. Es necesario desarrollar una
actitud de aceptación activa que nos convierta en transductores de energía del amor
incondicional, de modo que fluya a través nuestro.
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· Esto implica el reconocimiento y aceptación de la existencia, en nosotros, de un nivel que
incluye y trasciende las fronteras del ego: el Self o Cristo Interno, en el cual los elementos de
una situación pueden relacionarse entre sí de manera distinta, complementaria y no dual,
puesto que este tipo de amor abarca e incorpora todas las experiencias, en igualdad e
incondicionalidad (no juicio).
Para hacer posible esta transformación, cambio de nivel o “salto cuántico”, se necesita un
acúmulo suficiente de energía (Zohar, 1996). Las crisis o situaciones límites son gestadoras de un
incremento sustancial de energía en el sistema de las personas que las viven, incremento que
puede ser muy molesto cuando se traduce, por ejemplo, en niveles elevados de desestructuración y
angustia. Un terapeuta transpersonal, en vez de disminuir mediante fármacos u otros medios este
nivel de energía, ayudará a su paciente a utilizarlo y canalizarlo a fin de generar un proceso de
transformación que le permita acceder a un nivel superior de conciencia. Para Richard Moss
(1981), son aquellos terapeutas capaces de reconocer el proceso de transformación que subyace a
fenómenos desestructurantes o “caóticos” (Prigogine, 1988), los que podrán ayudar más
eficientemente a transformar una enfermedad en vehículo de sanación.
Sintetizando, en la medida en que nos vamos desidentificando de nuestro ego mental
temporo-espacial, es que podemos tomar distancia y desapegarnos de nuestro drama existencial y
transformarnos en testigos de lo que (nos) sucede, sin ser eso que (nos) sucede. Podemos entrar
en la contemplación del acontecer. Es de esta manera que la experiencia dolorosa o la
enfermedad de nuestro cuerpo, llega a constituirse en vehículo de aprendizaje y evolución de
nuestra conciencia. Esta actitud contemplativa interior no implica excluir la utilización de los
medios que nos ofrece el ámbito médico: es una actitud interior unida a la acción externa. Si
somos parte y uno con la Totalidad, la totalidad de los recursos objetivos y subjetivos de que
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podemos disponer, está a nuestro servicio. No es que esta visión pretenda como meta eliminar el
dolor, la enfermedad o la muerte, estos fenómenos permanecen, pero la cualidad del dolor o la
muerte, la actitud interior y la experiencia de ellos, se transforma. Se adquiere un significado
trascendente que modifica la percepción del fenómeno, se transduce la energía de un nivel más
particular a un nivel más esencial.
En la medida en que, de algún modo, intuimos que un cierto grado de este tipo de
experiencia de dolor y/o enfermedad nos es necesario, los eventos dolorosos de la vida adquieren
un rostro más amigable: nos damos cuenta de que la salud no es posible como experiencia a
menos que se haya tenido algún atisbo de enfermedad, por más breve o leve que este haya sido
(por ejemplo, una gripe). Son aquellas personas que han estado a punto de morir, las que más
valoran la vida y son quienes tienen la conciencia de ambos aspectos, quienes pueden reconocer
mejor el valor de lo que viven, ya que son los contrastes los que nos hacen percibir y valorar las
diferencias.
Para Frankl (1963), en este proceso de existir no solo se es responsable de cómo se vive y
de qué se aporta de propio y único al mundo, sino también de cómo se muere, ya que morir forma
parte sustancial del vivir, cerrando la existencia como una totalidad de sentido. Solo puede morir
en paz y trasmitir paz en su partida, aquella persona que siente en lo profundo, que ha hecho
aquello que tenía que realizar en su existencia, hasta ese momento.
Esta forma trascendente de relacionarse con el dolor y la enfermedad es lo que permitió a Alberto
Hurtado SJ. decir: “Contento, Señor, contento”, aún cuando sufría de un doloroso cáncer terminal. Esta es
la actitud interior que permite la experiencia de “contemplar” la propia existencia “posados” en el Self (o
Cristo Interno).
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La vida del ser humano se halla siempre a la vista de la muerte y todo placer carecería de
sentido sin la percepción de la finitud. Esta finitud y temporalidad no solo son esenciales a la vida
humana, sino que son un factor constitutivo del sentido mismo de la vida, ya que el sentido de la
existencia humana se basa en su carácter único, personal e irreversible, otorgado precisamente por
tener comienzo y fin. Así, la vida para tener sentido, requiere de su opuesto, la muerte. (Frankl,
1963)
Sin embargo, podemos ver que nuestra cultura occidental, influenciada por la ciencia
positivista de los siglos XIX y XX, ha pretendido suprimir la enfermedad de la experiencia
humana, generando una salud permanente. Pero ¿cómo se podría suprimir el dolor y mantener la
capacidad de gozar? O, ¿cómo sería posible desechar la experiencia de morir que es lo que
sustenta la experiencia de estar vivo? Si se omite una de las partes, se omite también la otra.
Ninguna de ellas puede existir sin su contraparte, sin su complemento.
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AdentroIzquierdaDerechaArribaCóncavo
ConvexoAfueraAbajo
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Frente a situaciones como a la de una enfermedad catastrófica invalidante, lo importante
es la actitud que adopta la persona ante un fenómeno irremisible. En estos casos, en que se encara
un destino que no deja otra opción que la de asumirlo y enfrentarlo, lo que se hace relevante es el
cómo se soporta, el cómo se carga la propia cruz. Es labor central de un terapeuta transpersonal el
ayudar a su paciente a encontrar en su interior, los recursos necesarios para acceder a esta actitud,
relacionada con su campo de conciencia .
Víctor Frankl (1963) plantea que la libertad del ser humano no está en elegir su
acontecer o sus circunstancias (biológicas, sicológicas, culturales o sociales), su destino, sino en el
ejercicio de su voluntad, la que en cada momento le permite optar por una respuesta única y
propia frente a dichas circunstancias: una opción personal de la actitud interior y de sus conductas
correspondientes, frente a los hechos de la existencia. Siempre es posible elegir centrar la
atención en una de las caras de la realidad, en “el vaso medio vacío” o en “el vaso medio lleno”.
Rechazar o negar lo que acontece, o aceptar y aprender de lo que nos brinda una experiencia
determinada.
En tanto que el ser humano conserva la conciencia, posee libertad de elegir y por lo tanto
es responsable frente a la opción de sus valores y por ende, del desarrollo de su conciencia. Es
responsable de realizar aquello que constituye su tarea existencial, aquello que solo él puede
generar y/o aportar al mundo, tanto en los hechos concretos como en sus relaciones y actitudes
internas.
Me parece procedente en esta parte, diferenciar los conceptos de curación y sanación. En
el Enfoque Transpersonal entendemos por curación la mejoría y/o recuperación de la salud física.
En tanto que la sanación apunta a un cambio de actitud interior en la relación con la
enfermedad, que permite transformarla en una oportunidad para lograr un mayor bien-estar y
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desarrollo interior, independientemente de si se da o no el restablecimiento de la salud física. La
sanación no es algo que uno le haga a otro o a sí mismo, constituye un proceso que se da, que
ocurre por sí solo dentro de nosotros. Proceso que podemos facilitar, pero no producir a voluntad,
ya que depende de un equilibrio que incluye pero trasciende, nuestra propia existencia. Depende
de un ...“Orden Implicado de Totalidad Indivisible, en Movimiento fluyente”, palabras con que el
físico cuántico David Bohm describe a la realidad (Capra, 1998). La sanación no implica la
curación, ni viceversa y ambas instancias pueden darse juntas o independientemente.
Constituye un error frecuente suponer que la sanación implica una mejoría o cura física,
así como el considerar a la enfermedad como un enemigo ajeno y extraño que nos ataca desde el
exterior, puesto que esto nos llena de miedo, miedo que al favorecer el stress, suele incrementar el
problema de salud ya existente.
Es importante puntualizar que esta percepción de la enfermedad desde una perspectiva
transpersonal, no constituye una negación de dicha enfermedad, ni un optimismo a ultranza o un
abandono de las responsabilidades personales, ni se configura como una actitud evitativa que
puede llegar a ser potencialmente adictiva. De hecho, me parece importante señalar que cuando la
espiritualidad, expresada en algún tipo de religiosidad, se utiliza como mecanismo para negar o
evitar la responsabilidad, la intimidad o la autonomía, puede ser tan negativa para la salud
psicológica como cualquier otro patrón disfuncional.
De acuerdo a la terapeuta transpersonal Frances Vaughan (1995), la adicción a este tipo
de mecanismos “religiosos”, en los cuales puede expresarse la espiritualidad, suele darse en
personas que tienen dificultades para enfrentar su propia realidad y que las utilizan como solución
mágica frente a los problemas que se sienten incapaces de manejar. Es este tipo de expresiones de
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la espiritualidad y no la espiritualidad en sí mima, lo que ha provocado que muchos psicólogos y
profesionales de la salud, la hayan considerado como un factor de patología.
Ahora bien, en mi caso, el impacto de la enfermedad de Parkinson ha constituído una
movilización estructural que me ha conducido a un cambio profundo en mi visión de la vida y sus
vicisitudes. En el vivenciar de la enfermedad en estos 9 años, se ha ido dando un “desapego”
paulatino de una perspectiva puramente subjetiva del acontecer de mi existencia (ejemplificada en
la frase “mi vida me pertenece, mi vida es para mí.”), paralelamente al desarrollo de un
significado inserto en un contexto espiritual de la misma. Esto ha hecho posible ir desarrollando
una actitud de aceptación activa ante situaciones apremiantes, tales como la progresión de la
enfermedad de Parkinson y, anteriormente, la muerte de mi hijo o mi “fracaso” matrimonial.
Respecto al impacto mismo de esta enfermedad en mi vida, cuando conocí el diagnóstico,
ya sea por el miedo pánico que ello me produjo al informarme exhaustivamente de qué se trataba,
por la enfermedad misma en la que un 30 % de los casos se asocia a una depresión, o por una
medicación inicial inadecuada (o por todas estas razones juntas), se me desencadenó una
depresión orgánica profunda que me “podó”, como lo suelen hacer los municipios con los árboles
de la calle: me dejó solo el tronco, cortándome todas las ramas.
Esto se tradujo en los siguientes síntomas:
· Despertar en las noches con obsesiones (pensamientos) suicidas, que yo contemplaba
sorprendida.
· Dificultad en la capacidad de concentración y memoria.
· Dificultad en la modulación de las palabras.
· Visión doble (por efecto medicamentoso).
· Enlentecimiento motor (bradikinesia).
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· Pérdida de la apreciación y coordinación espacial del movimiento (por ejemplo, cuánto
levantar el pie entre escalones).
· Disminución de la energía para llevar a cabo tareas.
· Debido a un antidepresivo, un incremento del peso corporal en diez kilos, perdiendo (según
yo) mi imagen femenina.
Es así que me vi enfrentada a una enfermedad crónica e irreversible, que en general
incapacita a quien la sufre en un lapso de tiempo no muy prolongado. Toda mi autosuficiencia, de
la cual me había vanagloriado, se esfumó. El sentido de algo así se escapó de mis manos. Todo
esto me llevó a vivir una experiencia de muerte interior.
Sin embargo después de un cierto tiempo, el camino espiritual recorrido hasta ese
momento me ayudó a desarrollar una actitud de entrega y confianza en que lo que estaba
viviendo podía ser transformado en algo que diera frutos positivos, en un paulatino aprender a
convertir el estiércol en abono. A entregarme, sin pelear con la enfermedad y sus limitaciones,
sino tomándola como una oportunidad, como una lección difícil pero necesaria de aprhender.
Un abrirme a la posibilidad de re-dirigir el potencial energético de la ansiedad hacia un cambio
estructural que permitiera un estado de mayor armonía interior.
Ahora bien, a fin de generar la energía para trascender el miedo al cambio, al que nos
enfrenta una experiencia desestructurante, se hace necesario tener una motivación adecuada para
vivir, un sentido de existencia, una visión que trascienda la situación concreta otorgándole un
significado.
Esto se tradujo para mi en un poder abandonar mis creencias en un Dios antropomórfico,
fuera de mi, a la par que se me regalaba la experiencia de un Dios vivo, dentro de mi. Un Dios
que constituye nuestra más profunda esencia y finalidad, que “es lo que es, y todo lo que es.” Y
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esto se me dió cuando, sin dejar de ser el ser humano frágil y vulnerable que soy, se hizo
experiencia la Presencia del Cristo (Self, Atman) dentro de mi.
A partir de lo anterior, tomé conciencia de que el sentido de mi existencia, en cada
momento, proviene de la aceptación de que:
· Somos manifestaciones del la Totalidad o Energía Primordial y de que,
· Somos poseedores de una doble identidad: el Self o Identidad Crística y el self o ego, que
constituye una manifestación témporo-espacial, una particularidad, de la Totalidad
Indivisible.
Es a partir de esta toma de conciencia que se hace posible trascender el aparente callejón
sin salida que se nos plantea en la vida: la existencia simultánea y aparentemente dicotómica, de
la salud y la enfermedad.
Por otra parte, social y culturalmente aprendemos a ver la enfermedad como algo
indeseable y antinatural e incluso, como señal de un esfuerzo espiritual inadecuado, lo que nos
impide ver en el fenómeno “enfermedad”, el “vaso medio lleno” de oportunidades para
desarrollarnos más plenamente y entonces, fijamos la vista solo en la “mitad medio vacía”, en las
carencias y en lo doloroso y problemático de este fenómeno. Es a partir de una conciencia
espiritual y trascendente que se nos hace posible “con-vertirnos”, cambiar la mirada, y focalizar
nuestra atención en los aprendizajes existenciales positivos que nos regala una enfermedad. En mi
caso, establecer una relación lo más positiva posible con “mi amigo y maestro, el Parkinson.”
Al finalizar, mi invitación es a que, como personas y terapeutas, nos abramos a la
posibilidad de incorporar la dimensión espiritual en nuestras vidas y desde allí, hacerla posible
para las personas que nos solicitan ayuda porque se encuentran frente a situaciones que desmedran
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significativamente su calidad de vida. Desde esta actitud interior asentada en la trascendencia,
podemos realizar la transducción o alquimia necesaria para transformar la enfermedad en
sanación y la muerte en resurrección; así como también, aprender una aceptación activa de
aquellas limitaciones que no podemos evitar o suprimir, de modo ser capaces de transformar
nuestros dolores y dificultades y los de los demás, en nuestros maestros del amor incondicional.
REFERENCIAS:
- Capra, Fritjof (1998) “El Punto Crucial”, Troquel, Bs.As.
- Carlson,R. y Shield,B. (1994) “La Nueva Salud”, Kairós, Barcelona.
- Frankl, Víctor (1963) “Psicoanálisis y Existencialismo”, Fdo.Cultura Económica, México.
- Fromm, Erich (1989) “Y Seréis como Dioses”, Paidós, Bs.As.
- Moss, Richard (1981) “The I That Is We”, Celestial Arts, Berkeley, Ca.
- www.mercurialis.com/ciencia/sheldrake/introducción.html (13/08/2002) “Introducción a la
obra de Rupert Sheldrake”.
- Prigogine, Ilya (1988) “Order out of Chaos”, Bantam New Age Books, New York, 4th ed.-
- Vaughan, Frances (1995) “Shadows of the Sacred”, Quest Books, Wheaton, USA.
- Washbourn, Michael (1988) “The Ego and the Dynamic Ground”, Suny Press,USA.
- Wilber, Ken (1997), “Breve Historia de Todas las Cosas”, Kairós, Barcelona.
- Wilber, Ken (1996c) “Eye to Eye: the quest for the new paradigm”, 3rd ed, Shambhala,
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Boston.
- Wilber, Ken (1993) “Grace and Grit”, Shambhala, Boston.
- Zohar, Danah (1996) “El Yo Cuántico”, Edivisión, Mexico.